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EFRAÍM CARDOZO (+)

  LOS DERECHOS DEL PARAGUAY SOBRE LOS SALTOS DEL GUAIRA, 1965 - Por EFRAÍM CARDOZO


LOS DERECHOS DEL PARAGUAY SOBRE LOS SALTOS DEL GUAIRA, 1965 - Por EFRAÍM CARDOZO

LOS DERECHOS DEL PARAGUAY SOBRE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ

Por EFRAÍM CARDOZO

Prólogo del Monseñor ANÍBAL MENA PORTA

Biblioteca Guaireña “Cirilo Cáceres Zorrilla”

Asunción – Paraguay

1965 (279 páginas)

 

 

 

ÍNDICE

PRÓLOGO, DE MONSEÑOR ANÍBAL MENA PORTA

INTRODUCCIÓN

CAP. I.  LOS SALTOS DEL GUAIRÁ SON NUESTROS DESDE QUE NACIMOS A LA HISTORIA.

CAP. II. LOS BANDEIRANTES, ¿QUIÉNES ERAN Y QUÉ HICIERON?

CAP. III. NO FUERON LOS BANDEIRANTES SINO LOS DIPLOMÁTICOS LOS ARREBATADORES DE NUESTRAS TIERRAS.

CAP. IV. LOS BANDEIRANTES JAMÁS LLEGARON HASTA LOS SALTOS DEL GUAIRÁ.

CAP. V. LA INVENCIÓN PORTUGUESA DEL YGUREY SALVÓ NUESTRA PERTENENCIA DE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ.

CAP. VI. LOS SALTOS DEL GUAIRÁ CONTINUARON BAJO EL DOMINIO DEL PARAGUAY PESE A LOS TRATADOS DE 1750 Y 1777, GRACIAS A AZARA.

CAP. VII. LAS TENTATIVAS DE RECUPERACIÓN DE LAS TIERRAS USURPADAS MOSTRARON QUE LOS SALTOS NO SALIERON DEL DOMINIO PARAGUAYO.

CAP. VIII. EL "UTI POSSIDETIS" DE 1810 FAVORECE LOS DERECHOS DEL PARAGUAY SOBRE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ.

CAP. IX. LOS PRÓCERES, FRANCIA, DON CARLOS, DEFENDIERON LA INTANGIBILIDAD DE LA SOBERANÍA NACIONAL.

CAP. X. LAS DISCUSIONES DE 1855-1856 CONFIRMARON QUE EL BRASIL NO POSEÍA LOS SALTOS DEL GUAIRÁ.

CAP. XI. UN MILLÓN DE PARAGUAYOS SUCUMBIERON PARA QUE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ CONTINUARAN PARAGUAYOS.

CAP. XII. EL BRASIL NO SE ADJUDICÓ LOS SALTOS POR EL TRATADO LOIZAGA-COTEGIPE.

CAP. XIII. EL TRATADO DE 1872 CONSAGRÓ LA PERTENENCIA EXCLUSIVA DEL PARAGUAY SOBRE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ.

CAP. XIV. EL BRASIL INSTRUYÓ A SUS DEMARCADORES PARA QUE TRAZARAN LA LÍNEA AL NORTE Y AL ORIENTE DE LOS $ALTOS.       

CAP. XV. LA DEMARCACIÓN DE 1872-74 ADOLECIÓ DE FALLAS FUNDAMENTALES EN EL APA Y EN EL MBARACAYÚ.

CAP. XVI. LOS MAPAS DE LA DEMARCACIÓN DE 1872-1874 NO INVALIDAN LOS DERECHOS DEL PARAGUAY.

CAP. XVII. EN 1930 EL BRASIL REABRE LA DEMARCACIÓN PARA CONSOLIDAR Y AUMENTAR SUS ADQUISICIONES.

CAP. XVIII. UNA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA ASIGNA A LOS SALTOS DEL GUAIRÁ INSOSPECHADO VALOR.

CAP. XIX. EN PLENA GUERRA DEL CHACO EL BRASIL RECLAMA LOS SALTOS DEL GUAIRÁ PRESENTANDO UN FAMOSO MAPA.

CAP. XX. SE COMPRUEBA QUE LAS CUMBRES DEL TRATADO SON LAS DEL RAMAL NORTE DEL MBARACAYÚ.

CAP. XXI. EL PRESIDENTE KUBITSCHEK DISPONE DE LOS SALTOS COMO SI FUERAN SÓLO BRASILEÑOS.

CAP. XXII. AÚN SIENDO EL BRASIL SOBERANO EXCLUSIVO DE LOS SALTOS NO PODÍA PRESCINDIR DEL PARAGUAY.

CAP. XXIII. EL BRASIL DECLARA EN 1962 QUE LOS SALTOS SE ENCUENTRAN ÍNTEGRAMENTE DENTRO DE SU TERRITORIO.

CAP. XXIV. NINGUNA OCUPACIÓN BRASILEÑA DE LOS SALTOS PUEDE INVALIDAR EL TRATADO DE 1872.

CAP. XXV.  LAS ACTAS DE LA DEMARCACIÓN DE 1872 - 74 NO DICEN LO QUE ACERCA DE LOS SALTOS AFIRMA EL BRASIL.

CAP. XXVI. EL PREÁMBULO DEL TRATADO IBARRA-MANGABEIRA NO DICE ACERCA DE LOS SALTOS LO QUE SOSTIENE EL BRASIL.

CAP. XXVII. LOS MAPAS ALEGADOS POR EL BRASIL NO LE DAN TÍTULO ALGUNO LABRE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ.

CAP. XXVIII. EL BRASIL RECTIFICA SU PRIMERA POSICIÓN SOBRE EL APROVECHAMIENTO DE LOS SALTOS, PERO NO MODIFICA SUS PRETENSIONES DE SOBERANÍA EXCLUSIVOS.

CAP. XXIX.  LOS TRATADOS Y EL DERECHO INTERNACIONAL TRAZAN CAMINOS INSOSLAYABLES PARA LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA DEL GUAIRÁ.       

CAP. XXX.    RECAPITULACIÓN Y CONCLUSIÓN SOBERANÍA PARAGUAYA SOBRE LOS SALTOS, CONDOMINIO PARAGUAYO-BRASILEÑO PARA SU EXPLOTACIÓN. 

APÉNDICE:

I.         DIEZ PUNTOS PARA LA DEFENSA DE LOS SALTOS DEL GUAIRÁ. TEXTO DE UNA CONFERENCIA QUE NO PUDO SER PRONUNCIADA.      

II.        CABOS SUELTOS EN LAS FRONTERAS CON EL BRASIL: EL CASO DEL ARROYO ESTRELLA.           

III.      ¿DÓNDE ESTÁN LAS ALTAS CUMBRES DEL MBARACAYÚ?

IV.      LA MAYOR OPORTUNIDAD DE NUESTRA HISTORIA.     

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA      

LÁMINAS:

LA QUINTA CAÍDA.

II. LA SEXTA CAÍDA.

III. PROYECCIÓN VERTICAL DE LOS RAMALES NORTE Y SUR - CORDILLERA MBARACAYÚ.

IV. PROYECCIÓN HORIZONTAL DEL RELEVAMIENTO DE LAS ALTAS CUMBRES.

V. VERDADERA LÍNEA DE ACUERDO AL TRATADO DE 1872, Y LÍNEA PRETENDIDA POR EL BRASIL.

VI. PROYECTO DE APROVECHAMIENTO POR EL BRASIL. (FOTOGRAFÍAS DE LA COMISIÓN NACIONAL DEMARCADORA DE LÍMITES Y ESQUEMAS DEL SEÑOR VICENTE PACIELLO).


PRÓLOGO

Prologar una obra del bien conocido historiador Profesor Doctor Efraím Cardozo es para nosotros difícil. Ella se recomienda de por sí, dada la erudición, capacidad y seriedad  científica de su autor. Así, y todo, hay circunstancias que facilitan esta tarea honrosa. Ellas son el tema que aborda, tema de palpitante actualidad y de resonancia patriótica, y su atingencia con la actuación de la Iglesia, por lo cual nos sentimos obligados: a aportar nuestro apoyo firme al trabajo meduloso del Profesor Cardozo, quien ha puesto en la defensa de las derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá, no sólo su capacidad de historiador sino también su amor a a tierra que le vio nacer.

El Profesor Cardozo ha querido rendir homenaje a la Iglesia en el, Paraguay, dedicándole a ella este trabajo. El homenaje es justificado porque ha sido siempre la Iglesia desde sus más remotos orígenes en el Paraguay, la defensora de la soberanía de estas tierras, primeramente como de pertenencia de la Corona española, y luego de nuestra República, su heredera.

Y bien está personificado ese homenaje en la memoria de un remoto antecesor nuestro, el Obispo Fray Cristóbal de Aresti, que en una Lejana época defendió las tierras del Guairá contra los famosos "bandeirantes". Cuenta el historiador Padre Pedro Lozano S. J. que este último: Obispo se hallaba en Villa Rica del Espíritu Santo, cuando aparecieron los paulistas, y que entonces "animando a sus ovejas a la justa defensa contra los lobos  carniceros del Brasil; que asolaban con furiosa rabia la Provincia del Guairá, y exponiendo su pecho a las balas con ardor intrépido, enarboló por estandarte un crucifijo, para oponerse a aquellos enemigos de la piedad y religión". Fray Aresti era de la última. Orden Benedictina, y natural de Valladolid. Felipe IV le presentó a Su Santidad para el Obispado del Paraguay en 1628. Fue promovido a la Silla de Buenos Aires en 1635. Su nombre figura entre los ilustres Obispos de la Iglesia en el Paraguay.

Del autor de este libro poco es lo que se necesita decir, pues es vastamente conocido dentro y fuera del país. Sólo recordaremos que su primer libro "El Chaco en el Régimen de las Intendencias", publicado en 1930, cuando tenía 23 años y que fuera prologado por el eminente estadista Doctor Eusebio Ayala, demuestra, por primera vez, la influencia enorme que tuvo la acción de la Iglesia en la configuración territorial de nuestra Patria, tanto que fue elegido el distrito eclesiástico como base para el territorio político en la última ordenación de las jurisdicciones territoriales efectuada por la Corona y que a su vez fundamentó el "uti possidetis" de 1810.

Con este trabajo esa antigua tesis viene a confirmarse, una vez más, ya que está presente la acción abnegada de los heroicos jesuitas, primeros civilizadores del Guairá, y la actuación de Prelados como el Obispo Aresti, en la raíz misma de los títulos forjados por nuestra República sobre el importante accidente geográfico hoy en discusión.

De todo corazón deseamos que esta exposición serena, bastantemente documentada y de fácil lectura, coadyuve a la dilucidación pacífica, por arbitrios jurídicos, de la controversia entre el Paraguay y el Brasil, países de tantas raíces comunes en la geografía, en la historia y en la sangre, que están obligados a centenaria amistad mediante la solución amigable de sus pasajeras diferencias. Que los Saltos del Guairá sean, en un futuro no lejano o, prenda de unión entre las dos Repúblicas, y factor de engrandecimiento material y moral para toda la vasta sección del continente sudamericano hasta donde podrá irradiar la maravillosa potencia de sus aguas.

Celebramos Cambien el llamamiento que hace el Doctor Cardozo a la unidad nacional para encarar juntos todos los paraguayos, sin distinción de opinión política y con el mismo espíritu de fraternidad que demostraron en tantas ocasiones de nuestra historia, la consideración de este problema que afecta a todos sin excepción. Y confiamos plenamente en que el patriotismo de los gobernantes sabrá interpretar cabalmente los reclamos de la opinión pública así como también las altas conveniencias de un bien entendido americanismo.

Debemos mencionar finalmente el hecho auspicioso de que fueron las columnas del órgano católico "Comunidad" las que dieron espacio y difusión a los artículos del Doctor Cardozo, hoy reunidos en este volumen, y cumpliendo así, una vez más, gracias a la inteligente dirección del Presbítero Licenciado Gilberto Giménez, la misión de bien común que se ha asignado dentro de la prensa nacional.

 ÁNIBAL MENA PORTA.

Arzobispo de Asunción



CAPITULO I

LOS SALTOS DEL GUAIRÁ SON NUESTROS DESDE QUE NACIMOS A LA HISTORIA

Conozcamos los títulos que nuestra República alega sobre los Saltos del Guairá. No sólo están estampados en rancios papeles, sino también en el sacrificio y la sangre de las generaciones. Los Saltos surgieron a la historia al mismo tiempo que el Paraguay. Dieron su nombre a la provincia creada a su vera, cuya insigne capital fue Villa Rica del Espíritu Santo. En 1617 estuvieron a punto de bautizar a todo el Paraguay. Los primeros conquistadores y sus descendientes los mancebos de la tierra, ganaron sus tierras comarcanas a la civilización. Luego los jesuitas convirtieron la zona en un emporio floreciente, orgullo de la cristiandad. En los cimientos de la nacionalidad paraguaya están las altas rocas por donde se despeñan las aguas de los Saltos del Guairá:

 

EL DESCUBRIMIENTO  

El primer título que el Paraguay puede alegar es el del descubrimiento, fuente principal de las soberanías desde el punto de vista de la moral internacional. Los Saltos del Guairá fueron descubiertos al mismo tiempo que el resto del Paraguay. Las tierras en que ellos se despeñan y a las cuales dieran su nombre, fueron por primera vez visitadas por Alejo García en su fabuloso viaje desde el Atlántico hasta el Perú, hacia 1525. Alejo García, español y no portugués según las más modernas investigaciones, y tripulante que fue de una armada española, dio con su descubrimiento inicial derecho a la Corona de la cual dependía. Por lo demás, los Saltos como todas las zonas comarcanas, estaban ya dentro de la soberanía española que alcanzaba hasta la famosa Línea de Tordesillas pactada en 1494 para demarcar ambas jurisdicciones. Esa Línea coincidía con el Meridiano 47°, 32 56, 5,0, de Greenwich y estaba a más de seis grados al Este de la zona de los Saltos. Cuando en las Capitulaciones con Don Pedro de Mendoza (1534) se instituyó legalmente la Provincia del Río de la Plata o Paraguay, la Corona señaló como frontera oriental de esta Gobernación la misma Línea de Tordesillas. De modo que al nacer la Provincia Gigante de Indias tenía muy dentro de sus tierras a los Saltos del Guairá.

 

LUGAR DE TRÁNSITO  

Durante mucho tiempo después de la despoblación del primer Buenos Aires, el Guairá fue etapa y lugar de tránsito de las expediciones que iban y venían de España al Paraguay. Las armadas recalaban en la Isla de Santa Catalina y luego se internaban siguiendo la ruta de Alejo García que no era otra que la de antiguo transitada por los guaraníes en sus viajes inacabables. Por allí pasaron los hombres del segundo Adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien el 28 de noviembre de 1541, tomó posesión solemne de la tierra, dándole el nombre de Provincia de Vera, que expresamente le había consignado la Corona corno gobernación aparte para el caso de que Juan de Ayolas no hubiera muerto. Pero comprobada la desaparición de Ayolas, y posesionado Alvar Núñez del gobierno, toda la Provincia y demás comarcas hasta el Atlántico, continuaron dentro del distrito del Río de la Plata o Paraguay. Los Saltos del Guairá estaban incluidos, como es natural, en esa jurisdicción.

 

INICIACIÓN DE LA CONQUISTA       

La primera noticia cierta que se tiene de una expedición hasta los Saltos es la que, según Ruy Díaz de Guzmán, emprendió el gobernador Domingo Martínez de Irala hacia 1552. Con esta expedición se inicia la conquista y colonización permanente del Guairá. Cuenta el primer historiador paraguayo (nieto de Irala, como se sabe) que algunos caciques principales del Guairá se allegaron a Asunción a solicitar auxilios contra sus enemigos los Indios tupíes de la costa del Brasil que "con favor y ayuda de los portugueses de aquella costa" hostilizaban a los guaraníes de la comarca. Irala llegó, según Guzmán, al río Paraná "a un puerto arriba del gran Salto, en los dominios del Cacique Canendiyú que entonces daba su nombre al portentoso accidente natural. Pasó luego a la otra orilla, en las tierras del cacique Guairá, tan poderoso como Canendiyú y cuyo nombre se impuso después para bautizar a los Saltos y a toda la región. En Añemby fueron derrotados los tupíes que prometieron no hacer más guerras a los guaraníes vasallos del Rey de España. Obtenida esta victoria, Irala emprendió el regreso. Navegó el río Piquyry, que desemboca en el Paraná un poco más al Norte de los Saltos. Para salvarlos, hizo conducir por tierra, a hombres de los guaraníes, alrededor de cuatrocientas canoas, hasta cuatro leguas más abajo. Al fin, después de muchas peripecias, Irala repasó el Paraná y retornó a Asunción.

 

PRIMERAS FUNDACIONES     

Fue a raíz de esta expedición, que Irala determinó poner en ejecución su viejo proyecto de poblar el Guairá hasta la costa del Brasil, como único medio de contener las incursiones de los tupíes, estimuladas, por los portugueses, que por entonces comenzaban a poner su codiciosa vista en esa zona, de tan abundante población indígena, como fuente de provisión de los esclavos que luego vendían a los ingenios del norte.

Irala comisionó al Capitán García Rodríguez de Vergara para que con sesenta hombres fuera a fundar una población de españoles en el Guairá. Salió de Asunción el año 1554 y cumplió su cometido erigiendo la Villa de Ontiveros en las tierras del cacique Canendiyú, una legua al norte de los Saltos. A esta fundación siguió la de Ciudad Real, hecha en 1556 por el capitán Ruy Díaz de Melgarejo, en la otra banda del río Paraná, a tres leguas al Norte de Ontiveros, y, en consecuencia a cuatro de los Saltos. Esta vez la fundación se hizo en los dominios del otro gran cacique, llamado Guairá. De este modo, tanto Canendiyú como Guairá tuvieron su población de españoles.

Los Saltos del Guairá quedaron sólidamente defendidos contra las incursiones depredatorias de los tupíes por dos ciudades españolas, que llevaron a sus tierras los signos perennes de la civilización cristiana.

 

VILLA RICA DEL ESPÍRITU SANTO

Un gran salto hacia el oriente, prosiguiendo el plan de ocupación intensiva de las tierras de la soberanía española dependientes del Paraguay, fue la fundación de Villa Rica del Espíritu Santo, el primer día de Pascuas del Espíritu Santo (14 de mayo) de 1570. El fundador fue el capitán Ruy Díaz de Melgarejo y el sitio elegido las tierras del Cacique Coracibera (Cuáracyberá), a sesenta leguas al Este de Ciudad Real, entre las nacientes de los ríos Piquyry y Huibay. Pronto Villa Rica del Espíritu Santo se convirtió en el centro del Guairá, como asiento de sus tenientes gobernadores, sin que fuera abandonada Ciudad Real, a la cual se incorporaron los habitantes de Villa Ontiveros. En 1593 el capitán Ruy Díaz de Guzmán, que como su padre Alonso de Riquelme fue figura principal del Guairá, fundó Santiago de Xerez en la provincia de los Noarás, mucho más al norte de las anteriores ciudades. Con esta fundación se cierra el anillo de ciudades que defendían los Saltos al Sud, al Este y al Norte.

 

LA EVANGELIZACIÓN  

Desde los primeros tiempos, fue preocupación de los españoles la evangelización del numeroso gentío guaraní del Guairá. Los encomenderos de Villa Rica y Ciudad Real organizaron reducciones en Itacurú, Santa Ana, Itapé, Tambo de hierro y Cuñaningurá. Instituida la Provincia Jesuita del Paraguay, en 1610 iniciaron los jesuitas su notable empresa catequística en el Guairá. Sobresalieron y se hicieron famosos, entre tantos abnegados misioneros, los padres Cataldino y Maseta, primeros en llegar al Guairá (anteriormente estuvieron en 1588 los Padres Ortega y Fields, pero sin ánimo de permanencia) y luego el Padre Antonio Ruiz de Montoya, llamado el Apóstol del Guairá, autor de obras lingüísticas monumentales y que dejó fama imperecedera. Los jesuitas, civilizadores y constructores insignes, entre los años 1610 y 1630, fundaron a todo lo ancho del Guairá las poblaciones de Loreto, San Ignacio Mini, San Francisco Xavier, San José, San Pablo, Arcángeles, San Miguel, San Antonio y Jesús María.

El Guairá esplendía como un emporio de la cristiandad, sus ciudades eran florecientes, había abundancia, paz y felicidad. Gracias a los españoles y sus descendientes paraguayos, y a los jesuitas, el Guairá era una de las más rotundas expresiones de civilización en el continente sudamericano.

El Salto del Guairá estaba resguardado por dos puertos, uno al norte y otro al sur, por donde los jesuitas se comunicaban con Asunción y los guaireños enviaban la yerba y recibían mercaderías.

Uno de esos puertos estaba en la orilla occidental sobre el Mbaracayú y el otro en la orilla oriental del Paraná, arriba de los Saltos, corazón de esta tierra ganada a la civilización gracias al esfuerzo paraguayo.

¡Hasta que aparecieron los "bandeirantes''!



 

CAPITULO III

“NO FUEROS LOS BANDEIRANTES SINO LOS DIPLOMÁTICOS LOS ARREBATADORES DE NUESTRAS TIERRAS”

No. No fueron los "bandeirantes" los que generaron los títulos portugueses, heredados por brasileños. Ellos jamás pensaron en ocupar las tierras que asolaron. Fueron los diplomáticos los que fabricaron esos títulos. El genial Alejandro de Guzmán convirtió a los feroces cazadores de esclavos, a los incendiarios de pueblos, a los profanadores de Iglesias, a los hombres sin ley ni conciencia que durante un siglo esparcieron el espanto y la muerte, en descubridores de tierras que nunca descubrieron, en conquistadores de tierras que nunca conquistaron, en pobladores de tierras que nunca poblaron.

 

DECADENCIA ESPAÑOLA

España estaba al promediar el siglo XVIII en plena decadencia moral. Los Borbones, que gobernaban desde la Paz de Utrecht, eran, por lo general, débiles mentales, manejados por validos, favoritas y esposas, casi siempre extranjeros. La Corte era centro de intrigas internacionales donde poco era tenido en cuenta el interés español. Del gran imperio de Carlos V sólo restaba la memoria. En 1750 reinaba Fernando VI. Había heredado de su padre la enfermedad entonces llamada de la "melancolía", bajo cuyo nombre se encubrían las insanias. Desde 1729 estaba casado con Doña Bárbara de Braganza, hija del rey Juan V, soberano del Portugal. El único sentimiento que se le conocía al monarca era el amor a su consorte que tenía sobre él enorme influencia y que nunca dejó de sentirse portuguesa.

Cuando se reunieron los plenipotenciarios de España y Portugal para fijar los límites de sus dominios en América, el Rey dejó el negocio enteramente en manos de su Ministro de Estado, Don José Carvajal y Lancaster, figura mediocre y corrompida, cuya única aspiración era ser grato a la todopoderosa reina. Su contendor era el famoso Alejandro de Guzmán, uno de los más brillantes diplomáticos lusitanos, con cabal concepto de lo que convenía a su país. Actuaba desde bambalinas, pues el plenipotenciario portugués era otro.

 

EL UTI POSSIDETIS                    

Llego el momento de convenir las bases de la demarcación. Fácilmente Lancaster se dejó persuadir que se dejara de lado, perpetuamente, la Línea de Tordesillas, que tan poco había respetado el Portugal horadándola en todas direcciones, y que se adoptara el principio consagrado por los Tratados de Utrecht: el uti possidetis. De este modo quedarían legalizadas las usurpaciones portuguesas que, a la verdad, difícilmente España hubiera podido corregir, ni siquiera por las armas, dada su total postración.

¿Cómo determinar las posesiones? Lo más práctico hubiera sido pedir informes de las personas entendidas, de las muchas que en las colonias conocían palmo a palmo los territorios ocupados por una y otra Corona. Virreyes, gobernadores, oidores y multitud de expertos podrían dictaminar con suficiencia y hasta bien cabría enviar a comisarios que sobre el terreno verificaran las posesiones. Se desechó uno y otro procedimiento. Ni siquiera se solicitó el dictamen del Consejo de Indias, la más alta autoridad española en materia americana, y que tenía a su disposición los papelea del Archivo de Sevilla y los mapas del archivo de Simancas. Por iniciativa portuguesa se decidió apelar a la cartografía con preferencia a cualquier otro procedimiento aclaratorio. Pero no a la cartografía oficial española, ni a la abundantísima de los grandes geógrafos de la época, como el famoso Sansón D. Abbeville, ni siquiera la extraordinaria de los jesuitas, grandes transitadores de tierras, conocedores de todos los recovecos del continente indiano, sino a una cartografía de la particular invención de los portugueses.

Alejandro de Guzmán perjeñó el mapa que debía utilizarse como base para la demarcación. Tres cartas fueron enviadas al embajador portugués en Madrid, Tomás de Silva Téllez, negociador del Tratado, para que pusiera el mapa "en el mayor secretó” en manos de la Reina Doña Bárbara. Así se hizo y Fernando VI, en un arranque de amor a su real esposa, ordenó a Lancaster, que aceptara el mapa y de acuerdo con él conviniera las fronteras. Así lo hizo sin pestañear.

De este modo surgió el famoso Mapa de las Cortes.

 

EL MAPA DE LAS CORTES      

Se titula "Mapa dos confins do Brasil com as terras da Coroa de España en América Meridional" y está datado en 1749. Las tierras tienen tres colores conforme a las siguientes indicaciones:

"O que está de amarelo (amarillo) he o que se acha ocupado pelos Portugueses”.

"O que está de color de roza (rosado) he o que tem ocupado os Espanoles”.

"O que fica en branco nao está ate o prexente ocupado”.

Es un mapa grosero, sin ninguna de las características de la profusa y afiligranada cartografía de la época, mal trabajo manuscrito de algún copista de Guzmán, hecho a última hora, con datos fantasiosos, inventando nombres geográficos, modificando el trazado de los notorios accidentes geográficos, ríos y montañas sobre todo, caprichosamente representados, con el único objetivo de mostrar el profundo adentramiento de las supuestas ocupaciones portuguesas en todas y cada una de las provincias españolas.

Los errores del mapa son garrafales. Sólo mencionaremos algunos correspondientes al sector paraguayo, que es el que nos interesa. La ciudad de Asunción está mal ubicada. El río Paraguay corre en dirección           N. E. a S. O., el río Pilcomayo de Norte a Sur. En el Chaco aparece, en su centro, una gruesa cadena de cerros. Entre los ríos Paraná y Paraguay hay una distancia de 40 leguas, etc.

¡Y lo que es estupendo: mientras en el Guairá se inventan ríos y arroyos, no aparecen para nada los Saltos, y sí la isla que está en medio de ellos!

Fue sobre la base de este Mapa que se suscribió el Tratado de Límites del 13 de enero de 1750. A su dorso pusieron también su firma los dos plenipotenciarios. El Mapa quedó agregado a Tratado. Se le complementó con una "línea bermelha" (línea roja) que representaba la frontera demarcada.

 

EL TRATADO DE 1750   

Veamos cómo estipuló el Tratado de 1750 la frontera en la parte del Paraguay:

"Artículo 5°. Subirá desde la boca del Ybicuí por las aguas del Uruguay, hasta encontrar la del Río Pepiri, o Pequiri, que desagua en el Uruguay por su ribera occidental” y continuará aguas arriba del Pepiri, hasta su origen principal, desde el cual seguirá por lo más alto del terreno hasta la cabecera principal del río más vecino que desemboca en el grande de Curitiba que por otro nombre llaman Yguazú, por las aguas de dicho Río más vecino del origen del Pepiri, y después por las del Yguazú, o Río Grande de Curitiba, continuará la raya hasta donde el mismo Yguazú desemboca en el Paraná por su ribera oriental y desde esta boca seguirá aguas arriba del Paraná, hasta donde se le junta el Río Ygurey por su ribera occidental.

"Artículo 6°. - Desde la boca del Ygurey      continuará aguas arriba hasta encontrar su origen principal, y desde él buscará en línea recta por lo más alto del terreno la cabecera principal del río más vecino que desagua en el Paraguay por su ribera oriental, que tal vez será el que llaman Corrientes y bajará con las aguas de este río hasta su entrada en el Paraguay, desde cuya boca subirá por el canal principal que deja el Paraguay en tiempo seco, y por sus aguas hasta encontrar los Pantanos que forma este Rio, llamados la laguna de los Xaraies, y atravesando esta laguna hasta la boca del Río Jaurú".

 

DOS MONSTRUOSIDADES

Estas enrevesadas líneas consagraron dos monstruosidades. El Paraguay perdía el Guairá. Las Misiones Orientales pasaban a la soberanía del Portugal. Dejemos a un lado el caso de estas Misiones, donde habían siete pueblos guaraníes que se sublevaron provocando la   sonadaGuerraGuaranítica, -al no querer abandonar sus tierras o aceptar el señorío de los descendientes de los aborrecidos "bandeirantes". Esta eshistoria que merece capítulo aparte que alguna vez escribiremos. Por ahora reduzcámonos al Guairá, sin parar mientes en otras mutilaciones.

El principio que se adoptó para la división de las soberanías fue la posesión o "uti possidetis'": que cada pais retuviera lo que realmente poseía. La correcta aplicación de esta norma, en la, parte del Guairá, favorecía al Paraguay. El Guairá no estaba poseído por el Portugal. El mismo "Mapa de las Cortes" no consigna en toda su extensión un solo poblado portugués. La más cercana posición brasileña, en él registrada, es Curitiba. En el Guairá, nada. Ciertamente el Guairá se hallaba, en esos momentos, despoblado, pero las ruinas de las ciudades y reducciones paraguayas y las expediciones que periódicamente iban desde Asunción para verificar la inexistencia de intrusos y expulsarlos si los hubiera, testimoniaban que el Paraguay no había perdido, un solo momento, esa posesión que le venía desde el descubrimiento. El "animus possidendi" no desapareció nunca. Sin embargo, el Guairá le fue asignado al Portugal, sólo porque en el famoso Mapa de las Cortes aparecía pintado de amarillo. ¡El tinte amarillo era la única prueba de la posesión portuguesa! ¡Alejandro de Guzmán, son un solo trazo de pincel, con un poco de pintura, arrebató al Paraguay una de sus principales posesiones!

 

EL TÍTULO ALEGADO  

Si no había posesiones, ni siquiera inventadas sobre el papel en que tan pródigo fue el Mapa de las Cortes, entonces ¿cuál fue la razón "convincente" que movió al plenipotenciario español a aceptar el trazado de la frontera que dejaba el Guairá dentro del Portugal? Pues, ya cabe suponer: las correrías de los "bandeirantes". Pero esas invasiones estaban despojadas de toda validez jurídica. Los "bandeirantes'" destruyeron ciudades, no, las fundaron; lograron lo desocupación del Guairá, pero no lo ocuparon. En sus correrías no obedecían propósitos políticos, sino a la infame codicia de carne humana. El Guairá dejó de interesarles cuando ya no tuvo más población que esclavizar. Y además, ellos no reconocían soberanía alguna en el Portugal y hasta llegaron en 1661 a proclamar rey a Amador Bueno. Un viajero de fines del siglo XVII, así describe a San Pablo: "Es una especie de República originariamente compuesta de toda especie de gente, sin fe ni ley, mas a quien el instinto de conservación forzó a tomar una forma de gobierno. Pretenden ser libres los paulistas y no quieren ser súbditos de los portugueses. La tiranía de los gobernadores del Brasil dio origen a esta pequeña República, tan celosa de su libertad que no soporta que algún extranjero pise sus tierras”'.

Y sobre todo éstos en la época de las principales invasiones del Guairá, el Portugal dependía de España. Fusionadas ambas coronas en 1580, el Rey de España lo fue también del Portugal hasta 1640, en que el Portugal recuperó su independencia. Y los "bandeirantes", como súbditos de España, mal podían generar derechos en contra de España y a favor de un Estado que por entonces no existía con atributos de soberanía e independencia.

 

JUICIO DE HISTORIADORES BRASILEÑOS          

Alfredo Ellis Junior es un eminente historiador brasileño y está entre quienes más eruditamente se han ocupado del "bandeirantismo” en obras fundamentales ("Raposo Tavares e sua época", "Capítulos de historia social de Sao Paulo”, "O bandeirismo e o recuo do meridiano”, "Meso século de bandeirismó”). El docto investigador sustentó la tesis de que los bandeirantes no tuvieron como finalidad, en sus arremetidas sertonistas, inclusive contra el Guairá, "eliminar los monumentos posesorios castellanos y jesuítico - guaraníes y conquistar tierras parala Corona lusitana, a cuyos intereses expansionistas fueron extraños". Reconoce que el movimiento Bandeirante no tuvo otro objetivo que la captura de esclavos amerindios coma actividad exclusivamente lucrativa. Otro historiador brasileño, Mario Monteiro de Almeida, en su obra, más reciente, "Episodios da Formaçao Geográfica do Brasil", considera que las razones lógicas en que el eminente escoliasta fundamentó su tesis, "se presentan como impresionantes e irrecusables".

 

LOS SALTOS DEL GUAIRÁ

Y volviendo a nuestro tema principal: ¿cuál fue la situación de los Saltos del Guairá en esta rebatiña de tierras por obra de los diplomáticos? Al perder el Paraguay la provincia del Guairá, ¿perdió también los Saltos? Si las correrías de los "bandeirantes" fueron aceptadas sin pestañear por los plenipotenciarios españoles como prueba de la ocupación portuguesa, ¿llegaron ellos alguna vez a los Saltos del Guairá?

 

 

 

 

 

 

 

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