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EFRAÍM CARDOZO (+)

  ORÍGENES DE LA ENSEÑANZA SUPERIOR EN EL PARAGUAY - Ensayo de EFRAÍM CARDOZO


ORÍGENES DE LA ENSEÑANZA SUPERIOR EN EL PARAGUAY - Ensayo de EFRAÍM CARDOZO

ORÍGENES DE LA ENSEÑANZA SUPERIOR EN EL PARAGUAY

Ensayo de EFRAÍM CARDOZO

 

El presente artículo tiene por objeto complementar las informaciones recogidas por los autores que se han dedicado a historiar los orígenes de la enseñanza superior en el Paraguay 1, aportando algunos datos provenientes de la actividad cultural en la colonia durante los siglos XVI y XVII.

 

LOS TIEMPOS INICIALES

De los tiempos iniciales sólo se sabe que Domingo Martínez de Irala designó dos maestros, a cuya escuela concurrían más de 2.000 personas, "teniendo particularísimo cuidado en su enseñanza que recibían con mucha aplicación", según la conocida referencia de Ruy Díaz de Guzmán 2. Del esmero que ponían los primeros españoles en la educación de los "montañeses" o "mancebos de la tierra", se hizo eco el obispo Fray Reginaldo de Lizárraga. "Castigaron -escribe en su Descripción Colonial datada en 1605- los viejos conquistadores y criaron con mucha policía a los montañeses y a los españoles, como a ellos los criaron sus padres. Ningún muchacho había de hablar, ni cubrir la cabeza, ni sentarse delante de los viejos, aunque tuviesen barbas, ni los viejos al más estirado llamaban sino "tú", cuando mucho un "vos" muy largo. A los montañeses enseñaron primero a leer, escribir y contar; luego les daban oficio, y a lo que más se inclinan es a herreros, y son primerísimos oficiales" 3. Esta primera enseñanza superior de que se tiene mención era pues meramente técnica o profesional y seguramente se impartía por intermedio de los gremios o en el ámbito familiar.

Pero no bastaban la buena crianza, la lectura, la escritura y los oficios para satisfacer las necesidades culturales de la naciente sociedad paraguaya. A medida que iban desapareciendo los conquistadores, también se reducía, a los embates del tiempo, el elenco de sacerdotes y religiosos venidos en buen número con las primeras armadas, a quienes estaba señalada la triple misión de la atención del culto, la expansión de la fe entre los aborígenes y la dirección intelectual de la colonia. En 1580 los Oficiales Reales informaron al Rey que en Asunción no sobrevivían sino cinco, cuatro de ellos más que sexagenarios y "muy cansados"; en el Guairá sólo restaban dos clérigos, también muy ancianos; otro se radicó en Santa Fe, "y para el pueblo que de presente se va a fundar a Buenos Ayres no ay ninguno" 4.

 

EL PRIMER SEMINARIO

Cuando en 1585, después de larga vacancia episcopal, llegó Fray Alonso Guerra, el segundo Obispo que asomaba a Asunción, la carestía eclesiástica se había agravado considerablemente. No se contaba sino con tres clérigos, todos valetudinarios. El Obispo Guerra, de la orden de Santo Domingo, discípulo de Domingo de Soto y compañero de Domingo Báñez en España 5, abordó el problema que preocupaba a los pobladores del Paraguay. Según volvieron a informar los Oficiales Reales, tomó "una docena de estudiantes a quienes enseña (el obispo) como maestro de escuela", para ordenarlos de sacerdotes 6.

Expulsado el obispo Guerra violentamente del país por un motín popular, su obra fué continuada por un clérigo regular quién siguió con el seminario de estudiantes hasta 1595. En ese primer centro de estudios superiores que funcionó en el Paraguay se dictaban las lecciones más necesarias de lógica, metafísica y de ética. Los sacerdotes ordenados fueron todos hijos de la tierra, y suplieron las necesidades espirituales de la colonia, pero el obispo doctor Tomás Vázquez de Liaño, llegado a fines de 1598, negó la validez de las ordenaciones hechas por el clérigo que sucedió al obispo Guerra, alegando que aquél carecía de las necesarias potestades a pesar de ostentar el título de juez eclesiástico. "Todos están suspensos -escribió al Rey- y las conficiones y matrimonios que en eztos cuatro años se han hecho ay duda como se han de rrebalidar" 7.

No consta que se llevaran adelante las suspensiones del obispo Vázquez de Liaño que murió a poco de dictarlas. Y si alguna duda concitó la licitud canónica de las consagraciones, el gran gobernador Hernandarias no dudó acerca del saber de los nuevos sacerdotes paraguayos. Ellos formaron gran número en la junta o concilio de hombres doctos que ese mismo año de 1598 convocó para tratar materias tocantes al buen gobierno de la vasta provincia 8. Uno de ellos, el Padre Rodrigo Ortiz Melgarejo, hijo del fundador de Villa Rica, fué Provisor del Obispado desde 1595, y a él y a otros de sus compañeros, como los Padres Francisco de Guzmán, Pedro de Sierra, Céspedes, Romero y Peralta, mencionó Hernandarias encomiásticamente en sus memoriales al Rey, subrayando que "todos sauen muy bien la lengua de los yndios" 9.

 

LOS SÍNODOS

En 1607, gracias al seminario fundado por el obispo Guerra, de los veinte y seis clérigos y sacerdotes que servían en la gobernación, veinte y tres habían sido ordenados en ella y eran hijos de conquistadores. No era el menos famoso el Padre Roque González de Santa Cruz, alumno del obispo Guerra y ordenado por el obispo Trejo, que alternaba sus misiones evangélicas con la tarea de enseñar a los indios y que era "como un verdadero seminario de guaraní" 10. Verdadero creador del régimen de las misiones jesuíticas y laureado con las palmas del martirio, más tarde iba a ocupar un sitial en los altares.

Ya puestas de lado las inhabilitaciones del obispo Vázquez de Liaño, su sucesor en la jefatura de la Iglesia, fray Martín Ignacio de Loyola, sobrino del Santo, dió a los clérigos paraguayos un papel preponderante en el gran Sínodo reunido en Asunción en 1603 para tratar el espinoso problema de la lengua en que debía impartirse la enseñanza de la religión a los indígenas. "Por haber muchas lenguas -rezó la declaración final- y muy dificultosas en estas provincias, que para hacer instrucción en cada una de ellas fuera confusión grandísima... ordenamos y mandamos que la doctrina y catecismo se ha de enseñar a los indios en lengua guaraní, por ser más clara y hablarse generalmente en todas estas provincias" 11. Como corrían multitud de catecismos en ese idioma, el Sínodo resolvió también adoptar el que compusiera el santo Fray Luis de Bolaños con la ayuda del capitán Escobar, famosísimo lenguaraz, y puso excomunión a los que usasen otros 12

En 1631 el obispo Fray Cristóbal de Aresti presidió otro Sínodo, también integrado en gran proporción por sacerdotes nativos, que confirmó la aprobación del catecismo de Fray Bolaños, complementó su texto con las oraciones compuestas por el Padre Roque González de Santa Cruz 13 "y en el que se hizieron estatutos de grande importancia en favor de la salud temporal y eterna destas pobres naciones y también de los Españoles", según refieren las Cartas Annuas de los Jesuitas 14.

 

EL PROBLEMA DE LA INDIGENIZACIÓN

Los sínodos de 1598, 1601 y 1631 fueron una doble consagración: de la valía intelectual de los directores de la incipiente cultura paraguaya, todos nativos de la tierra, capaces de discurrir

sobre delicados temas de teología y de lingüística, y del guaraní que entraba, con pasos triunfales, en la alta vida espiritual de la nación. Los jesuitas, que por el mismo tiempo se instalaron definitivamente en el Paraguay, respetaron la labor de los Sínodos, ensalzaron al principal sacerdote paraguayo Padre Roque González de Santa Cruz y consagraron la preeminencia del guaraní que adoptaron como lengua única y exclusiva, con preterición absoluta del castellano, para su vasta obra misional.

En el choque de las dos culturas, no sólo la lengua del pueblo conquistado se había impuesto al conquistador. Muchos otros elementos culturales indígenas quedaron insertos y conservaron vida

propia en el complejo formado por la transculturación hispano¬guaraní. Y, no pocos productos de la simbiosis cultural, tenían tan esfumada la aportación hispánica, que los recién llegados de España los confundían con genuinas expresiones de una regresión al primitivismo guaraní.

Algunos gobernadores advenedizos no disimularon su espanto ante las cosas que veían en el Paraguay. Beaumont de Navarra lanzó en 1599 un auto contra la mucha gente ociosa y holgazana que no quieren trabajar, servir ni aprender oficio y que quieren más andar desnudos como yndios por los campos y chacaras comiendo lo que les dan en ellas y a veces lo que pueden tomar sin que se lo den", lamentándose, a renglón seguido, de lo mal que parece que españoles tan principales y descendientes de tan nobles conquistadores como los que conquistaron esta tierra biban como hibían los mismos naturales"15. Y pocos años después, otro gobernador, Diego Marín Negrón, también recién venido de España no menos indignado, denunció al Rey, después de corta visita al Paraguay: "los vezinos de aquellos lugares, desde las Corrientes arriva son tan bárbaros por la poca policía que tienen que hazen poca diferencia a los yndios" 16. El obispo Lizárraga, cuando redactó su libro donde encomiaba la buena educación de los conquistadores a sus descendientes, dió ese bello recuerdo como cosa del pasado, pues agregaba: "Ya han perdido esta policía., muertos los viejos, y son la gente más mentirosa del mundo, y como un hombre no tracte verdad, no le piden honra" 17. Y después de conocer personalmente su obispado, que fue pocos años después, confirmó este despectivo juicio. Escribió en 1609 que los más de los 250 habitantes de Asunción eran mestizos, "gente mentirosa como sus agüelos de parte de sus madres, holgazanes, bevedores y de otros vicios". En tan mal concepto los tenían que ni siquiera quería educarlos para sacerdotes, "pues ordenarlos es perdición por sus malas costumbres" 18. Sin duda, Beaumont de Navarra, Martín Negrón ni el obispo Lizárraga se referían al núcleo director de la colonia, de donde habían salido los sínodos de 1598 y 1601, sino a la gran masa de la población que había creado un estilo de vida peculiar que escapaba a su comprensión.

 

HERNANDARIAS

Pero si Hernandarias no subrayó los juicios que merecían sus compatriotas a los gobernantes y prelados "bizoños y chapetones" 19 no se sentía menos alarmado que ellos ante la creciente indigenización paraguaya. Atribuyó ese avasallador retorno, tan temido por los españoles, a la falta de institutos de enseñanza superior. El embrión de seminario fundado por el obispo Guerra sólo consagraba sacerdotes, aptos para la conservación y la propagación de la fe, pero débiles para empresas culturales de mayor magnitud y sobre todo más arduas. Hernandarias creyó que únicamente por la acción de una universidad, podrían formarse los hombres doctos capaces de contener la marea del primitivismo y de fundar una civilización superior, así como de asumir el gobierno del vasto país, dando por descontado que éste correspondería en adelante a los nacidos en él.

“Sin saber no puede haber gobierno”, era una de sus máximas 20. De su familia salió el fundador de la Universidad de Córdoba, fray Hernando de Trejo, hermano materno y también paraguayo. Pero aunque "hombre docto" él mismo, como lo demuestran los memoriales y ordenanzas salidos de su pluma, su sabiduría emanaba más de su natural talento y de su experiencia que de los estudios. Por éso, cuando debía resolver problemas graves, acudía a otras personas más entendidas, "por ignorar las matemáticas y el derecho", según le acusaban sus detractores 21.

Ese respeto providencial a la sabiduría le impulsó a comisionar a Tomás de Garay en 1598, como procurador de la Provincia y de la Ciudad hasta la ciudad de Lima, para solicitar del Virrey, entre otras cosas, la fundación de un colegio de estudios universitarios en Asunción. Garay señaló que sólo así los hijos de los conquistadores "se criarán áviles y suficientes para el gobierno de sus Repúblicas, de lo cual carecen por no criarse con puliçía y enseñanza que se requiere, de que podrían subçeder algunos ynconvenientes, y aunque algunos querrían venir a estas partes a estudiar y sus padres o deudos ynviarlos, la mucha pobreza que tienen no les da lugar”22 . El Virrey don Luis de Velasco, sólo a medias accedió a esta solicitud. El procurador del Paraguay había pedido para la fundación universitaria la dirección de la Compañía de Jesús, que también regenteaba la Universidad de Lima y que gozaba de la predilección de su mandante Hernandarias. Velasco dispuso el envío de jesuitas al Paraguay pero con el exclusivo objeto de "la enseñanza de la doctrina, letras y buenas costumbres y a leer y escribir a los nacidos en aquella tierra", según providenció al margen de la presentación de Garay.

Hernandarias insistió en su reclamo y esta vez ante los propios estrados de la Corona. En 1604, fué enviado a España como procurador del Paraguay, Manuel de Frías, con diversos objetivos, entre ellos, reiterar personalmente al Rey el pedido de una fundación universitaria en Asunción, donde se leyera gramática, arte y teología a fin de que en la provincia hubiera "hombres doctos ansi para el gobierno y policía como para la yglesia". "En aquella tierra -decían las instrucciones a Frías- hay muchos hijos y descendientes de antiguos conquistadores de buenos entendimientos, capacidad y avilidad para aprovechar y pasar muy adelante en las letras si uviere comodidad para ello, porque Lima, que es la universidad más cercana, está más de ochocientas leguas y por la pobreza no pueden los padres sustentar a los hijos" 23.

 

EL LICENCIADO SALDIVAR

No esperó Hernandarias que recayera resolución real sobre su insistente pedido. La incorporación al elenco asunceño del clérigo licenciado Francisco de Saldívar, paraguayo, hijo de conquistadores, que había cursado en la Universidad de Lima, fue aprovechada por el gobernante paraguayo para promover los tan ansiados estudios de gramática, arte y teología. Cuando despachó a Frías a España, Saldívar ya estaba dedicado a la noble actividad 24. En 1607 Hernandarias volvió a recordar en una de sus cartas al Rey: "Queda en aquella ciudad (de Asunción) entablado el estudio de los hijos de la tierra, cuio maestre es el padre francisco de Saldívar, prebystero Cambien nacido en la dicha ciudad, que mouido del servicio de Dios y hacer (bien) en su patria, les enseña, sin tener otro interese” 25. ¡Para el mejor servicio de Dios y de su patria, el licenciado Saldívar enseñaba gratuitamente en Asunción, en los principios del siglo XVII, gramática, arte y teología!

A ésto no se redujeron los desvelos culturales del insigne estadista. Por su mandato, los maestros que enseñaban a leer y escribir a los niños de los campos, fueron reunidos en Asunción y sometidos a examen, en su presencia, por los Padres de la Compañía de Jesús. Hernandarias, en su informe al Rey, alegó que lo hacía porque "es de tanta importancia", revelando que mucho trabajo le costó juntar a los maestros 26 . Evidentemente no le satisfacía la calidad de la enseñanza que impartían los maestros de primeras letras. No hay en su extensa correspondencia nada parecido a las imputaciones de los gobernantes contemporáneos Beaumont y Navarra y Marín Negrón sobre la supuesta barbarización del pueblo paraguayo. Él mismo era uno de los que habían incurrido en las fallas censuradas. "Habla la lengua como los mismos naturales, sabe sus costumbres y casi conoce sus pensamientos'', decía de Hernandarias el obispo Lizárraga 27. Pero, de cualquier modo. su mayor preocupación en el orden cultural consistió en desindigenizar a su bien amada patria, no solamente elevando el nivel de la enseñanza primaria sino también procurando la creación de una universidad.

Las súplicas de Hernandarias no encontraron eco en las alturas sino para que el Paraguay supiera que la Corona no estaba dispuesta a distraer un solo maravedí de sus arcas en la fundación de

una universidad en provincia que ninguna renta le producía. Por Real Cédula del 3 de mayo de 1604, Hernandarias fue conminado a enviar nuevas informaciones sobre la petición de fundar un colegio en Asunción para formar "hombres doctos para el gobierno y policía y para sacerdotes". El Rey quería saber, antes de tomar resolución, "si en la dicha ciudad ay necesidad de fundar el dho colegio, y qué comodidad habrá para ello, y a quién se podrá encargar, y lo que se podrá aplicar para su sustento, y en donde, que no sea de mi hacienda" 28. Ignoramos la respuesta de Hernandarias, pero se conoce la del obispo Lizárraga, a quien simultáneamente se requirió análogo informe.

El obispo estimó "convenientísima" la fundación proyectada, pero no le parecía fácil rentar las necesarias cátedras, por la gran pobreza de la tierra, salvo que se mandara "que en la provincia de

los Charcas se echara alguna pensión de 4.000 pesos, ensayados en tributos vacos o que vacaren, o arbitrar algún otro medio". Agregaba el prelado que de los 4.000 pesos. habría que destinar 600 para libros de diversos autores que se diesen de limosna a los estudiantes pobres 29. El arbitrio insinuado por fray Lizárraga no fué aceptado. Si el Paraguay deseaba universidad tenía que costearla, sin afectar la real hacienda. Y la provincia pasaba entonces por una de las más agudas postraciones económicas de su historia; motivada por el cierre del puerto de Buenos Aires. El sueño de Hernandarias quedó frustrado de raíz.

 

LA COMPAÑÍA DE JESUS

Por lo menos consiguió lo que era también uno de sus fervientes anhelos: el establecimiento definitivo de la Compañía de Jesús en el Paraguay. Creada en 1607 la Provincia Jesuítica del Paraguay, comenzó la afluencia de religiosos de la Orden. Aunque los jesuítas eran los organizadores de casi todos los establecimientos de enseñanza superior en los dominios españoles, su radicación en el Paraguay obedeció a otras preferencias: miró más a la evangelización de los indígenas que a la cultura de los españoles y de sus descendientes. Con todo, apenas instalado el Colegio de la Compañía en Asunción comenzó a funcionar un "aula de latinidad", juntamente con una escuela primaria con más de cuatrocientos niños, españoles e indios". "De la una y otra escuela avía mucha necesidad, y de una y otra esperamos muy colmados frutos", informó el Padre Diego de Torres en su Carta Annua de 1610  30.

Ambos establecimientos estuvieron sujetos al vaivén de las enconadas disputas que pronto, desde que Hernandarias se alejó del gobierno y del Paraguay, se entablaron entre los jesuitas y el vecindario asunceño por diversos motivos, de entre los cuales no era el menor de todos el problema del servicio personal de los indios. En poco tiempo, los jesuitas se creyeron obligados a cesar los estudios públicos una y otra vez. Lo hicieron por tercera vez cuando el obispo fray Tomás de Torres, llegado en 1621 y que se había hecho famoso por su grande ingenio en la Universidad de Lovayna, "empezó a vomitar contra la religión de la Compañía el veneno que abrigaba desde Europa en su pecho", al decir del historiador jesuita Padre Lozano 31.

Después que el obispo Torres fué obligado a abandonar el Paraguay, ambos cabildos, el eclesiástico y el seglar, suplicaron a la compañía que restableciera los estudios. El Padre Provincial Nicolás Mastrillo Durán se mostró "gravemente sentido que aviendo tres veces la compañía puesto allí los estudios, otras tantas ellos no más que por su antojo los hubiesen quitado; por lo cual no combenía a nuestra autoridad y buen nombre ponerlos la quarta". Insistieron los cabildantes y se sometieron a todas las condiciones de la Compañía. Los jesuitas exigieron que ambos cabildos se dirigieran al Rey pidiendo esa merced, "atento a la pobreza de la tierra y que no podían sustentar seminarios ni maestros ni se hallaban al propósito, por lo cual carecía la juventud de buena doctrina". Los capitulares se allanaron a esta exigencia y el Padre Durán no esperó que surtiera efecto la petición de la Corona, que sólo buscaba "deshacer las calumnias y mentiras que avían escrito al Consejo, refutándolas ellos con sus mismas palabras", para conceder la reanudación de los estudios, enviando a Asunción maestro de latín y de artes 32.

También se establecieron poco después nuevas cátedras de gramática de teología escolástica y de moral, con asistencia de cofrades de la Compañía y también de "muchos estudiantes de fuera". Y a pesar de "los muchos estorbos de las letras que lleva consigo la tierra" (alusión transparente al bilingüismo), se hicieron todos los actos y ejercicios literarios "con mucha solemnidad y asistencia de toda la ciudad", según se lee en la Carta Annua del año 1631 33. Se puso así de resalto el interés cultural de la colectividad civil que se humillaba y deponía sus enconos contra la Compañía de Jesús en aras de la educación superior de la juventud.

 

EL OBISPO CÁRDENAS

El famoso obispo fray Bernardino de Cárdenas se encargó de soplar sobre las brasas y nuevamente las llamas de la discordia subieron hasta el cielo. Electo gobernador por el voto popular en 1649 expulsó a los religiosos de la Compañía de la ciudad de Asunción, y entre los motivos que alegó para justificar la violencia estuvo el ningún interés de los jesuitas en la formación de hombres doctos, la permanente aspiración de los paraguayos. Decía en un memorial a la Audiencia de Charcas: "Y porque profesando (la Compañía) enseñar letras a los niños, para que haya hombres doctos en las Ciudades, no lo han hecho sino al rebes en ésta; pues porque no haya sacerdotes idóneos para ser Doctrineros de las dichas Doctrinas, y por tenerlas siempre sus Reverencias, trayendo Extrangeros para ellas... no han puesto el cuidado que deben y suelen en el estudio; y el que han tenido de Gramática ha sido de cumplirniento, entreteniendo a los Estudiantes, sin haber sacado en tanto tiempo siquiera un Gramático bueno. . . " 34.

Alguna razón tenía el fogoso prelado. La Compañía de Jesús, por temor quizás al espíritu levantisco de los paraguayos y pese al honroso antecedente del Padre Roque González de Santa Cruz, prefería traer misioneros europeos de las más variadas nacionalidades, antes que formarlos en la tierra. Esta preferencia redundaba en perjuicios para la evangelización de los indios, según el obispo Cárdenas, "porque los Sacerdotes criollos desta tierra, aunque no sepan Theología, y aún caso negado que no supiesen Latín, son más idóneos que los muy Letrados, extrangeros para la enseñanza y doctrina de los Indios, porque lo que más importa para ellos es saber su lengua, lo cual saben perfectamente los Clérigos, y no los dichos Padres, aunque lo estudien muchos años" 35. Para suplir esa omisión, al aplicar los bienes incautados a los jesuitas, destinó parte importante de ellos a la fundación de un Colegio o Seminario Real, "que con ser cosa tan importante y tan encargada en el Concilio Tridentino, y haberlo en todos los Obispados, no le había en ésta; por cuya falta, la ha habido grandíssima de Clérigos y hombres doctos, porque sus Reverencias no han querido que los haya" 36. No alcanzó efecto este proyecto del combativo y combatido Obispo que insumió todo el tiempo de su breve gobierno en tumultos, polémicas y batallas, pero a él mismo le tocó comprobar que la clerecía paraguaya no estaba tan horra de sabiduría, por lo menos en los campos de la teología y la gramática, que era lo que por aquellos tiempos más interesaba.

 

LA POLÉMICA SOBRE EL CATECISMO

Correspondió al obispo Cárdenas provocar una ruidosa polémica que durante años mantuvo a la Provincia tan agitada como si se tratara de una primerísima cuestión política y que tuvo resonancia en Lima, Charcas y en la propia Corona. Apoyándose en el dictamen de clérigos nativos y de lenguaraces, que por lo visto algo sabían de teología y de gramática, el obispo denunció a la Inquisición de Lima algunas expresiones del catecismo en guaraní utilizado por los jesuitas, por "heréticas, indecentes y contrarias al espíritu genuino de la doctrina cristiana" 37. Largo tiempo se arrastró la controversia, que tuvo muchos ribetes de escandalosa, por los pasillos de la Inquisición. Elevados los autos a la Corona, por Real Cédula del 1º de junio de 1654, se sometió la resolución definitiva del caso del arzobispo de La Plata, doctor Juan Alonso Ocoa, quien debía expedirse después de escuchar a una junta de personas doctas y peritas en la lengua guaraní.

No en ninguna parte sino en Asunción fué a buscarlas el arzobispo. En cumplimiento del mandato real se reunió en 1656 la junta de teólogos y lingüistas. La mayoría de los congregados a título de "personas doctas y peritas en la lengua guaraní", eran paraguayos, que ocupaban altas dignidades en la Provincia. Contábanse entre ellos, el licenciado Gabriel de Peralta, deán de la Catedral; el licenciado Pedro de Mendoza, cura de Yaguarón; el licenciado Pedro de la Cueva, gobernador eclesiástico; el padre fray Pedro de Villasante, guardián de San Francisco, y seglares como el licenciado Esteban Ibarralde y los maestres de campo García Moreno y Francisco Espíndola 38. Si el obispo Cárdenas había encontrado entre los paraguayos personas expertas, capaces de trajinar por entre las escarpadas cuestiones de la teología para descubrir las herejías de los jesuitas, éstos, a su turno, también contaron con el apoyo de otros paraguayos, no menos duchos en los misterios de la dogmática.

La junta de los hombres doctos de Asunción cumplió su cometido en eruditos y bien hablados informes, "que no desmerecerían en un concilio ecuménico o en una academia de filólogos, discutiendo como teólogos y lingüistas las expresiones tachadas por el Catecismo", al decir de Mitre 39. Los jesuitas lograron exculparse de las acusaciones de su contrincante. Quedó en claro que el catecismo incriminado era el formado por fray Luis Bolaños, de la misma Orden de San Francisco que el obispo Cárdenas, complementado por el padre González de Santa Cruz y que ya había sido aprobado por los sínodos provinciales de 1603 y 1631. Y quedó también en claro que los clérigos paraguayos del siglo XVII no sólo sabían guaraní sino que campeaban con soltura en los terrenos de la filología y de la teología.

¿De dónde habían salido tantos licenciados como los que en 1656 discurrieron doctamente sobre temas abstractos cual si estuvieran en un concilio ecuménico o en una academia de filólogos y no en una pobre ciudad que carecía de institutos habilitados para otorgar títulos de cualquier clase? Evidentemente provenían de alguna de las universidades del Virreinato: de la de Lima, de donde sabemos procedía el licenciado Saldívar, el teólogo tan alabado por Hernandarias a principios del siglo; de la de Córdoba, fundada en 1614, o de la de Charcas, instituida en 1624. Ya en 1609, cuando en Córdoba sólo exstía un noviciado, el Provincial Diego de Torres informaba que "aún de la Gobernación del Paraguay acuden los estudiantes" 40. Consta por la lista de los pensionados de Montserrat que fue ininterrumpida la afluencia de estudiantes paraguayos, aún en las épocas de mayor penuria económica  41.

Pero no bastaba, y el Paraguay siguió insistiendo en sus proyectos de universidad propia, durante el resto de la edad colonial, sin que ninguno de sus sueños llegara a cuajar en realidad.

 

NOTAS

1. Principalmente: Fernando Márques Miranda, "Tentativas desconocidas de creación de universidades en la época colonial", en II Congreso lnternacional de Historia de América, Buenos Aires, 1938, t. V, pp. 226-228; P. Guillermo Furlong, S. J. "Antecedentes de la Universidad de la Asunción", en Pulso, Revista del Centro de Estudiantes Paraguayos, N° 7, pag- 1-3, Buenos Aires, 1951; Benigno Riquelme García, "El Colegio Seminario Conciliar de San Carlos de Asunción", en Revista Nacional de Cultura, N° 1, pp. 42-46. Asunción, 1957; Francisco Sevillano Colom, "Intentos de creación de una Universidad en el Paraguay", en Boletín de Educación. Paraguaya, N'- 1.3, pp. 2, 8, Asunción, 1957.

2. Ruy Díaz de Guzmán, "La Argentina", p. 202, Colección Estrada, Buenos Aires.

3. Fr. Reginaldo de Lizárraga, Descripción Colonial, Lib. II, pp. 230¬231, Buenos Aires, 1928.

4. Eyzaguirre y Olaberriaga al Rey, As., 12-III-1580, Roberto Levillier, Correspondencia de los Oficiales Reales de Hacienda del Río de la Plata con los Reyes de España, T. I, p. 356.

5. P. Guillermo Furlong, S. J. Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata, p. 85, Buenos Aires, 1952.

6. Olebarriaga y Eizaguirre al Rey, As., 2-III-1586, Corr. Ofic. Reales, cit.. p. 397.

7. Vázquez de Liaño al Rey, 15-VII-1599, Documentos históricos y Geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, p. 163, Buenos Aires, 1941.

8. Información de servicios de Hernandarias, 1601, Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Colección García Viñas, (copias del Archivo G. de Indias), N° 1546.

9. Hernandarias al Rey, 5-IV-1.604, Revista de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, t. I, Nº 1, pp. 95.

10. Carlos Leonhardt, nota, en Documentos para la Historia Argentina, t. XIX, p. 435, Bs. Aires, 1927.

11. Actas del Sínodo de 1603, en Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, t. IV, p. 8, Bs. Aires, 1882.

12. Bartolomé Mitre, Catálogo razonado de la sección Lenguas Americanas, t. II, pp. 15-20, Bs. Aires, 1910. Pedro Lozano, Hist., t. III, p. 501.

13. Actas, en Rev. Bib. Páb., Bs. As., cit. 

14. Cartas Annuas 1628-1631, Doc. s. Hist. Arg., t., XX, p. 430, Bs. Aires, 1929.

15. Auto de 17-VII-1599, Archivo Nacional de Asunción, vol. 2, Nº 27.

16.  Marín Negrón al Rey, 8-I-1612, Bib. N. B. Aires, Col. G. V., N° 4124.

18. I.izárraga al Rey, 30-IX-1609, Doc. s. Hisst. y Geogr., cit., p. 215.

19. Hernandarias al Rey, 30-I-1600, Rev. Bib, Nac. B. A., cit., ,. 71.

20. Instrucciones a Frías, Bib. Nac. B. A. Col. G. V., N° 3521.

21. Raúl A. Molina, Hernandarias, el hijo de la tierra, p. 302, Buenos Aires, 1948.

22. Memorial 1508, Bib. Nac. B. A., Col. G. V., N° 2885.

24. Hernandarias al Rey, 5-IV-1604, cit

25. Hernandarias al Rey, 4-V-1607, Rev. Bib. Nac. B. A., Nº 2, p. 131.

27. Lizárraga al Rey, 22-XI-1608, Bib. Nac. B. A., Col. G. V., N° 3872.

28. R. C., 3-V-1604, Arch. Nac. As., vol. 58, Nº 1.

29. Lizárraga al Rey, 1607, Pablo Pastells, Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, t. 1, p. 126, Madrid, 1819.

30. Carta Annua, 1610, Doc. s. Hist. Arg., t. XX, p. 85.

31. P. Pedro Lozano. S. J. Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, t. III, p. 509.

32. Carta Annua, 1628, Docs. Hist. Arg., t. XX, p. 253.

33. Carta Annua, 1631, Docs. Hist. Arg., t. XX, p. 422.

34. Cárdenas a la Audiencia, 25-1V-1649, Colección. general de documentos tocantes a la persecución que los Regulares de la Compañía suscitaron... contra el Hmo. Rvm. Sr. Fr. D. Bernardino de Cardenas, t. 1, p. 59, Madrid, 1768.

38. Congregación y Junta de personas doctas y peritas en la lengua guaraní... cit. Mitre, Cat. Raz., pp. 42-48.

40. Carta Annua, 1609, Docs. Hist. Arg., t. XX, p. 37.

41 Cif P. Grenon, S. J. Catálogo de los primeros alumnos del Montserrat, Córdoba, 1948.

Fuente: HISTORIA PARAGUAYA. ANUARIO DEL INSTITUTO PARAGUAYO DE INVESTIGACIONES - VOLUMEN II – 1957. Talleres Gráficos LUMEN. Buenos Aires – Argentina. Noviembre 1958 (147 páginas)

 

 

 

 

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