Portal Guaraní - SICARIATO Y PROSELITISMO ASUNCENO - Por ALFREDO BOCCIA PAZ

Los asesinatos por encargo no están en los discursos de los principales candidatos. Es injusto, porque los que pagan el sicariato ponen plata en la campaña de muchos de ellos. Antes, cuando los crímenes ocurrían solo en los departamentos fronterizos, los asuncenos hacíamos gala de una indiferente alteridad. El problema era lejano, de otros. Generaba una preocupación creciente, pero difusa, ambiental, poco vinculada al yo. Para enfrentarla se generaban mecanismos subconscientes y colectivos que brindaban una seguridad que, aunque frágil, era suficiente para seguir con rutina urbana aceptable.

Es cierto, invertimos en guardias de seguridad, rejas, cámaras, y aprendimos a protegernos de las motos sospechosas montadas por dos individuos. Pero el miedo seguía siendo algo ajeno, impersonal. Desde este año la cosa parece haber cambiado. Los narcotraficantes, como los campesinos décadas antes, han iniciado su migración desde el campo a la ciudad. La guerra entre las bandas del crimen organizado hizo que el aire de la frontera con el Brasil se volviera irrespirable para muchos de ellos. Ni los narcos podían seguir trabajando tranquilos en un clima así.

Muchos de ellos se dijeron que vivir en Asunción es más caro, pero más seguro. Acertaron en lo primero, pues hay que pagar a mucha más gente y aranceles más altos. Pero se equivocaron en lo segundo, porque detrás de ellos vinieron quienes los buscaban para matarlos. Lo mismo de siempre, solo que en las calles de Asunción. Fue entonces cuando el miedo se hizo cercano, intransferible, ineludible. Cuando ese miedo se cruza con una campaña, la tentación de convertirlo en votos a favor es inevitable. Solo que las posibilidades de tener éxito son escasas.

En principio, un ambiente de miedo favorecería a candidatos que prometieran erradicarlo con mano dura y medidas implacables, avaladas por una trayectoria justiciera. Eso no existe en el horizonte. La contaminación de la narcopolítica convirtió a todos en sospechosos. Por eso, intentar sacar provecho oportunista de la violencia puede tener resultados opuestos a lo buscado. Es lo que le ocurrió al diputado Dionisio Amarilla, quien tuvo que pedir disculpas por poner una foto del atentado en las redes sociales con un mensaje que cayó pésimo a la ciudadanía.

Salir apresuradamente a defender al Gobierno puede ser aún más peligroso. La inseguridad va de la mano con el mal humor social y las declaraciones de quienes parecen vivir en una burbuja caen fatal. Si no hay nada inteligente que decir, es mejor callar. Lo comprobaron los diputados colorados Pedro Alliana y Clemente Barrios, para quienes no hay una sensación de inseguridad. O el candidato Santiago Peña, quien afirmó que estos atentados suceden porque el crimen organizado se siente "incómodo" con el actual Gobierno. La tormenta de insultos que desataron debe haberlos convencidos de que los sicarios no son aprovechables para el proselitismo. Un miedo propulsado a balazos no se apacigua con lindas palabras.

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