LOS HÉROES INFAMES

Por ALFREDO BOCCIA PAZ

Con un enemigo invisible enfrente y el paralizante miedo colectivo detrás, se encuentran individuos atrapados entre la admiración y la discriminación. Los que visten de blanco en los hospitales ejercen algunas de las profesiones más riesgosas de estos tiempos.

Nada más peligroso que un ser humano con miedo.

El primitivo instinto de supervivencia arrincona los gestos de empatía y empuja a la sociedad a buscar a los culpables de su incertidumbre. Por eso vimos esas contradictorias imágenes de varias ciudades en las que el personal sanitario es aplaudido frente a sus instituciones, pero luego padece el rechazo y la discriminación de sus vecinos. En menor medida, eso ha ocurrido también con policías, militares, cajeros de supermercados y empleados de cualquier rubro en el que exista contacto con mucha gente.

Una ginecóloga de Barcelona encontró su auto, estacionado frente a su domicilio, pintado con la leyenda “rata contagiosa”; una enfermera mexicana fue impedida de utilizar el ascensor del edificio donde vivía; el gobernador de la provincia argentina de Jujuy propuso marcar con fajas las casas de los ciudadanos sospechosos de haber contraído coronavirus, tal como las estrellas de David con las que los nazis estigmatizaban a los judíos.

En nuestro país ya se han intentado quemar albergues de cuarentena, crecen los actos de hostilidad contra las personas que llegan del exterior y hasta hubo manifestaciones callejeras para evitar que un fallecido sea enterrado.

Hay comportamientos humanos que parecen incomprensibles. La solidaridad, ese atributo mayoritario de la sociedad, es reemplazada por reacciones inspiradas por el pánico. No hay otro modo de entender que se pase, sin más, del agradecimiento colectivo hacia los profesionales que se juegan la vida por el bien de todos al acoso por parte de unos pocos.

Pero, aunque esto pudiera ser entendido, en ningún caso debe ser tolerado. Estamos obligados a proteger a aquellos que están en el primer frente de batalla contra el virus.

Es cierto que la medicina es una profesión humanitaria y que quienes la ejercen han aceptado sus riesgos y tienen la obligación de cuidar a los enfermos. Pero también es cierto que los trabajadores de la salud no están destinados a ser mártires.

Hoy hay en Paraguay más de 400 de ellos en cuarentena y los médicos constituyen el 15% de los infectados, aunque no todos los contagios ocurrieron en el ámbito laboral.

Es inaceptable que carezcan de equipos de aislamiento apropiados o que trabajen en centros hospitalarios sin protocolos de bioseguridad que eviten transformarlos en las primeras víctimas de la enfermedad.

Los bomberos tienen la obligación de rescatar gente de incendios, pero no se les exige introducirse a un edificio al borde del colapso. Cuando los profesionales de blanco honran su compromiso ético, arriesgan la infección de toda su familia.

Esto ni siquiera ha comenzado.

Es hora de incluirnos, de acompañarnos. Si dejamos a su suerte a los de bata blanca, pronto nos daremos cuenta de lo escasos que son. Pero si, además, los hostigamos de modo tóxico, veremos desmoronarse nuestras raquíticas murallas de protección.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Sábado, 18 de Abril de 2020

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