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HARRIS GAYLORD WARREN (+)

  LA SOCIEDAD PARAGUAYA EN LA ÉPOCA DE POSGUERRA - LA PRENSA , LA EDUCACIÓN y LA IGLESIA (Obra de HARRIS GAYLOR WARREN)


LA SOCIEDAD PARAGUAYA EN LA ÉPOCA DE POSGUERRA - LA PRENSA , LA EDUCACIÓN y LA IGLESIA (Obra de HARRIS GAYLOR WARREN)

LA SOCIEDAD PARAGUAYA EN LA ÉPOCA DE POSGUERRA

SEGUNDA PARTE

LA PRENSA , LA EDUCACIÓN y LA IGLESIA

Obra de HARRIS GAYLOR WARREN

 

 

 

LA PRENSA

El periodismo independiente comenzó en el Paraguay el 1 de octubre de 1869, con la aparición del primer número de La Regeneración. Todos los periódicos publicados bajo los López fueron órganos oficiales del Gobierno. El Paraguayo Independiente (1845-1852) llevaba el lema de "¡Independencia o Muerte!". Luego apareció el Semanario, publicado en forma continuada hasta 1869, y que durante los años 1855-1857 compartió el público con el Eco del Paraguay. Las revistas La Época y

La Aurora, escritas por estudiantes, no tuvieron mayor importancia. Varios periódicos aparecieron durante la guerra como vehículos de propaganda: Cabichui, Cacique Lambaré, El Centinela y La Estrella. Ilustrado con interesantes caricaturas y escrito en español y guaraní, Cabichui fue el mejor de los cuatro y un excelente medio de propaganda. Cacique Lambaré, escrito en un guaraní casi perfecto, se imprimió en el papel hecho de caraguatá por Richard Friedrich Eberhard von Fischer Treuenfeld, uno de los técnicos extranjeros traídos al Paraguay por Carlos Antonio López. (48)

Más de una docena de periódicos aparecieron en la década de posguerra. No existe una colección completa de aquellas publicaciones: de la mayoría de ellas quedan solo ejemplares sueltos. (* Desde que Warren escribió esto, la colección de periódicos de la Biblioteca Nacional se ha deteriorado en forma alarmante. Muchos textos citados por el historiador han desaparecido ya. (N. del T.))

Con excepción del semanario El Comercio (1877-1880), todos tenían carácter político y polémico, además de corta duración. Algunos quedaban sin fondos o se ganaban la malquerencia del Gobierno después de la publicación de algunos números. Fundar un periódico era difícil y azaroso, incluso para las personas con recursos económicos; mantenerlos era mucho más difícil. La libertad de prensa fue un ideal no realizado en los gobiernos de posguerra, que cerraban periódicos de oposición discrecionalmente. La falta de tolerancia con la crítica periodística fue la actitud prevaleciente de casi toda la historia paraguaya, con algunas excepciones a fines del siglo XIX. Por su parte, los periodistas no tenían mucha responsabilidad para con sus lectores, una debilidad de ningún modo exclusiva del Paraguay. La ley establecía garantías: no podía haber periódicos anónimos; todos debían tener un editor responsable conocido por el público. Silva Paranhos y sus sucesores compartieron parte de la culpa por la falta de un periodismo sano, porque ningún periódico podía sobrevivir sin el consentimiento brasilero, y varias casas editoras sufrieron los ataques violentos de los brasileros o sus esbirros. (49) En una sociedad tan pequeña y tan estrechamente relacionada como la de Asunción, era imposible mantener el anonimato, y aunque muchos columnistas usaban seudónimos, se conocían sus nombres. Algunos de los periódicos contaron con colaboradores muy capaces -muchos de ellos jóvenes-. Eran habituales los ensayos políticos, los comentarios editoriales, los préstamos de la prensa extranjera y poemas para iluminar las páginas.

El más interesante de todos los periódicos de posguerra fue La Regeneración, fundado por los Decoud el 1 de octubre de 1869. El coronel Juan Francisco Decoud lo financiaba, y el Gobierno Provisorio le pagaba un subsidio mensual por la publicación de los anuncios oficiales. Silva Paranhos aprobó el emprendimiento a condición de que apoyara a la Triple Alianza; por su parte, Rivarola deseaba tener un vocero oficial. (50) La guerra aún no había terminado [cuando apareció La Regeneración], y hubiera sido inconcebible que los aliados permitieran una total libertad de prensa.

La mayoría de los jóvenes colaboradores de La Regeneración se había formado en la Argentina. Algunos de ellos presenciaron la caída de Juan Manuel de Rosas en Caseros en 1852; vivieron la posterior separación de Buenos Aires de las demás provincias, con la consiguiente rivalidad entre Bartolomé Mitre y Justo José de Urquiza -dos gigantes- y conocieron de cerca la batalla decisiva de Pavón en 1861. (Después de la caída de Rosas, la Argentina se dividió en dos naciones independientes: el Estado de Buenos Aires (formado por la provincia de Buenos Aires) y la Confederación Argentina (formada por las trece provincias restantes). Buenos Aires triunfó en la batalla de Pavón. (N. del T.))

Habían leído a Mitre, Sarmiento y Alberdi. Voltaire, Rousseau, Diderot, como otros autores franceses e ingleses, habían contribuido a darles una ideología política. Tenían gran afición a las letras: algunos eran poetas; otros, ensayistas que escribían en un español refinado; todos eran hábiles polemistas. En su mayoría, carecían de experiencia política, nunca habían participado en la administración pública, estaban llenos de idealismo e inspirados por un fervor misionero. Primaban Juan Francisco Decoud y doña Concepción Domecq de Decoud con sus cinco hijos: Juan José y José Segundo eran los directores; Héctor Francisco, Diógenes y Adolfo eran los colaboradores, acompañados por otros varios jóvenes cultos. (51)

Aquellos escritores analizaron las necesidades del Paraguay correctamente. En números sucesivos, La Regeneración explicó las diversas formas de gobierno, defendió el matrimonio civil, propuso la separación de la Iglesia y el Estado, se opuso a los ejércitos permanentes, exigió el pleno reconocimiento de los derechos políticos de la mujer y recomendó la inmigración como el medio de poblar el país con sobrios trabajadores industriales y rurales. Al nuevo Paraguay, Adolfo Decoud trató de imponerle la máxima: "¡Manos a la obra y el porvenir es nuestro!". (52) En años posteriores, los estadistas y publicistas repitieron la máxima una y otra vez.

En su primer editorial, Juan José Decoud declaró la guerra contra López y todas sus obras: "Lucharemos contra Francisco S. López como la más monstruosa encarnación de todo despotismo, crímenes y vicios; lucharemos contra él en todos los terrenos posibles, hasta que desaparezca de la faz de la tierra, cuyo mismo seno ha sido contaminado por todo el cieno en que él ha vivido". (53) En cuanto a lo positivo, el periódico se proponía respetar las opiniones individuales, luchar contra los tiranos, apoyar a la Alianza y bregar por el gobierno republicano democrático: "Nuestra estrella polar es la felicidad del Paraguay; nuestra norma es la ley; nuestro partido es el pueblo; nuestra bandera es libertad y progreso; nuestra ciencia social, la educación del pueblo, y los medios que usaremos son la discusión racional en el mundo sereno de los principios". Volviendo al tema antilopista, Decoud estaba seguro de contrariar a un número considerable de paraguayos: "Nuestro deseo permanente será que todos los paraguayos sin excepción luchen contra López con todos los medios posibles, que cada uno sea un enemigo intransigente de ese déspota, que cada ciudadano libre sea el terror de los tiranos y que la memoria de aquel horror sea evocada sólo para condenarlo y execrarlo". En esa vena, en prosa y en verso, La Regeneración desafiaba audazmente a los lopistas, mientras predicaba ardientemente la democracia a un país que nunca había conocido más que el autoritarismo: "La tradición de sangre que los tiranos y déspotas han dejado, las víctimas inocentes inmoladas, son el vivo testimonio de la verdad que hoy se presenta, como un ejemplo para el futuro y para levantar el pedestal de la Patria y el templo de la Democracia que desafortunadamente nunca existieron". (54)  Las páginas de La Regeneración ofrecen chismes e informaciones que sin ellas se hubieran perdido para siempre. "Casi-miro" recurría a la sátira con frecuencia; "Otelo" era más cortés; "Hassan" superaba a sus colegas en el tono polémico. Para llamar la atención, los anuncios a menudo tenían títulos tan engañosos como “¡Revolución en Buenos Aires!", "Madama Lynch" y "Resurrección de López".

Subsidiario de La Regeneración fue la efímera La Luz, un semanario aparecido el 12 de abril de 1870; supuestamente el tiraje de las dos publicaciones juntas llegaba a 800 ejemplares, con 4.000 lectores. Otro compañero, El Paraguay, dirigido por Juan José Brizuela, comenzó el 21 de mayo de 1870, y apareció tres veces por semana hasta cerrar el 16 de junio. Como vocero del Gran Club del Pueblo, pretendía apoyar la verdad, la justicia, el periodismo responsable, el buen gobierno, los derechos individuales, la inmigración, los buenos candidatos y combatir el mal. (55) Aunque es fácil suponer que Cándido Bareiro, incapaz de soportar los ataques de La Regeneración hizo que los lopistas destruyeran el periódico el 23 de septiembre de 1870, un buen conocedor de los hechos y de modo alguno amigo de Bareiro negó la intervención gubernamental en el atraco. (56)

Bareiro y sus seguidores del Club del Pueblo querían fundar su propio periódico. Para ello les fue necesario contar con la autorización de Paranhos y Rivarola, quienes se la concedieron a condición de que el periódico se abstuviera de intervenir activamente en la política del país. El doctor Miguel Gallegos, director del Hospital Argentino y promotor de la publicación, "escritor burdo y aburrido", no tenía talento periodístico. Sus dos colegas eran otro argentino, Miguel Macías, entusiasta y de carácter irascible, y Victorino Abente y Lago, un español con estilo brillante e ingenioso. (57) La primera edición de La Voz del Pueblo apareció el 31 de marzo de 1870, y recibió un cordial saludo de La Regeneración. Pronto los dos periódicos se enzarzaron en un intercambio de vituperios: "Otelo", “Hassan" y "Casimiro" quebraron lanzas con "Saccam". El sacerdote lopista Fidel Maíz y el brillante joven Cayo Miltos eran los mejores colaboradores paraguayos de La Voz del Pueblo. Juan Silvano Godoy estaba en lo cierto al decir que el periódico estaba "dirigido mayormente por hombres ajenos a las desventuras de nuestro país, quizás pagados por algún ex agente del tirano". (58)  Se acusó a agentes brasileros de la destrucción de la imprenta de La Voz del Pueblo, (59) probablemente a causa de las opiniones antibrasileras de sus colaboradores.

Los Decoud, incansables en su actividad periodística, fundaron también La Situación y La Ley en octubre y noviembre de 1870. El 6 de noviembre se les sumó La Opinión Pública, cuyo director (al menos aparente) era Pedro N. Vera; sus ataques contra el presidente Rivarola motivaron la advertencia de que no se permitirían periódicos anónimos. (60)  Muy resentidos por la expulsión de la Convención de 1870, y sintiéndose traicionados por los brasileros, los liberales José Segundo Decoud y sus amigos utilizaron La Opinión Pública para atacar al gobierno discrecionalmente. Cansado de los insultos, como la acusación de que había robado los muebles de madamé Lynch, el presidente Rivarola cerró el periódico el 20 de noviembre de 1870; (61) después de la publicación de siete números.

Las administraciones de Rivarola y Jovellanos tuvieron sus propios periódicos, que se beneficiaron del apoyo del Gobierno. Rivarola podía tranquilizarse leyendo El Pueblo, que aparecía cada tres semanas a partir del 14 de octubre de 1870, bajo la dirección de Miguel Macías. Entre sus colaboradores estaban el poeta Victorino Abente y Lago, cuyos finos escritos dieron lustre a La Voz del Pueblo.

Después de la partida de Macías para Buenos Aires, José de María y Francisco Martínez, ambos españoles, dirigieron el periódico, que cambió radicalmente. (62)  El gobierno de Jovellanos tuvo el apoyo del primer diario paraguayo, Nación Paraguaya, fundado el 18 de diciembre de 1872 y publicado hasta 1874. Bien impreso y de considerable tamaño, Nación Paraguaya publicó muchos anuncios oficiales, el desarrollo de las sesiones del Congreso, los decretos y decisiones de los tribunales y ofreció a los lectores editoriales que definían la posición oficial en los asuntos del momento. Después de sofocar la segunda etapa de la revuelta de Caballero y Bareiro en 1873, el vocero oficial censuró a los periódicos argentinos que acusaban al Paraguay de ser el país de la tiranía donde la libertad personal y las garantías individuales eran meras palabras. La modestia no caracterizaba sus páginas:

 

El gobierno paternal de Jovellanos que, desde su comienzo, abrió los puertos de la patria a los exiliados por administraciones anteriores, puso la dirección de los negocios en las manos de los enérgicos e inteligentes ministros Ferreira, Miranda y Soteras, quienes habían hecho gran progreso cuando la desdichada rebelión estalló, trayendo consigo tantos desastres, causando tantas calamidades, tantos otros crímenes sólo comparables con los que afligieron a la humanidad en tiempos de Tiberio, Calígula y Nerón. (63)

 

Ya fuera relatando el Te Deum celebrado en honor a la victoria sobre Caballero o dando una calurosa felicitación a los vencedores, la moderación no caracterizaba los editoriales del periódico. El único periódico significativo publicado fuera de Asunción fue El Guaireño, cuya aparición en octubre de 1873 provocó el elogio efusivo de Nación Paraguaya. (64)

Muchos periódicos servían abiertamente al Imperio. Probablemente el primero fue Saudade, órgano del ejército publicado en 1869. Rio Branco autorizó un subsidio para fundar El Derecho, que terminó sus publicaciones el 21 de octubre de 1872. (65)  El Progreso, dirigido por Cándido Piquiló, apareció en abril de 1873 y logró publicar veinticinco números antes de que el presidente Jovellanos lo cerrara el 4 de mayo. Otro, El Derecho, único por sus tres amplias columnas, comenzó a publicarse en enero de 1874 (66) y, probablemente, duró menos de un año. Piquiló reapareció como director de A Gazeta Brazileira en 1875, pero su carrera se truncó cuando el presidente Gill tomó medidas drásticas a causa de la postura opositora del medio. (67)

Las tentativas de la oposición para mantener un periódico fueron, por regla general, infructuosas. La República, dirigida por Francisco Fernández, comenzó a publicarse el 22 de agosto de 1872 y se sostuvo hasta el 7 de junio de 1873, cuando su último número consistió en una sola página que anunciaba el cierre por orden gubernamental. Fundado expresamente para atender los intereses de los extranjeros,  El Fénix comenzó su incierta carrera el 9 de mayo de 1873, probablemente dirigido por Cándido Piquiló, cuyo El Progreso fue cerrado el 4 de mayo. El Fénix dejó de aparecer hacia mediados de junio; lo siguió el 2 de julio de 1873 El Imparcial, también dirigido por Piquiló, y que sobrevivió hasta 1880. (68)

Los periodistas tuvieron muchas dificultades en la década de posguerra, cuando sólo podían sobrevivir mediante algún tipo de subsidio. Los órganos oficiales tenían la ventaja de ser pagados para publicar documentos gubernamentales, no solamente en sus páginas, sino también como folletos. Piquiló analizó la situación correctamente cuando en su editorial afirmó que el espíritu cívico moría y una aterradora apatía se apoderaba del pueblo: "La opinión pública ha muerto, y pareciera que esta glacial indiferencia será la precursora de males mayores". No existía una auténtica prensa: "No existe un periódico que se atreva a discutir las cuestiones más importantes de nuestra actualidad; y si alguien toma alguna iniciativa en esa dirección, es para justificar los actos del gobierno, nunca para condenarlos con la severidad de este escritor del Imparcial. (69) Otro Piquiló hubiera podido escribir lo mismo con igual razón cien años después. (Warren tiene toda la razón. Podríamos agregar que continuó también la costumbre de que los gobiernos dieran o negaran propaganda oficial a los periódicos, para premiar o castigar su línea. En muchos casos, las represalias llegaron al cierre de los medios de comunicación y la persecución contra los periodistas (N. del T.))

Un periódico muy promisorio fue La Reforma, dirigido inicialmente por José Segundo Decoud, nacido el 1 de julio de 1875 y que sobrevivió una década cambiando de directores. Benjamín Aceval y Decoud publicaron análisis penetrantes de los actos del Gobierno en sus columnas. Menos afortunado fue Los Debates, comenzado por Adolfo Decoud el 3 de julio de 1876, y desaparecido en 1877. (70) Como en La Regeneración, Decoud deploraba el estado de cosas del Paraguay, condenaba la indolencia del pueblo, denunciaba el robo de los préstamos ingleses y encomendaba al Gobierno la responsabilidad de atraer inmigrantes y empresas extranjeras. (71) El semanario El Comercio, fundado en 1877 por Carlos Pisaca y dirigido por el colombiano Próspero Pereira Gamba, posiblemente fue el único periódico dedicado principalmente a las cuestiones económicas. Para agosto de 1877, la prensa asuncena contaba solamente con tres publicaciones: El Imparcial, La Reforma y El Comercio. José Segundo Decoud, director de La Reforma, era un "enemigo virulento y tradicional del Brasil. (72)

Lo sucedido en la década de posguerra fue un anticipo de lo que podían esperar los periodistas paraguayos. Aunque se contaba con que los periódicos fueran partidarios, su falta de mesura provocaba la represalia del Gobierno. Sólo absteniéndose de criticar podía tener posibilidades de sobrevivir un órgano de la oposición, pero en tal caso dejaba de tener lectores y, consecuentemente, publicidad. Aunque no exista información sobre el punto, es evidente que los periódicos no podían mantenerse. Muchos años debieron pasar antes de que madurase el periodismo paraguayo, pero la amenaza de la censura y las medidas de fuerza contra los periódicos de oposición nunca desaparecieron.

 

(48). Centurión, Historia de las letras paraguayas, I, 291-296; Enrique B. Parodi, "La prensa", Revista del Paraguay I (agosto de 1891): 341.

(49). Parodi, "La prensa". pp. 443-444.

(50). Ibíd., p. 347.

(51). Juan José Decoud murió en 1871 a los 24 años (Centurión, Historia de las letras paraguayas, II, 25-26).

(52). La Regeneración, 7 de enero de 1870.

(53). Ibíd., 1 de octubre de 1869.

(54). Ibíd., 7 de octubre de 1869.

 (55). El Paraguay, 21 de mayo de 1870.

(56). Parodi, "La Prensa", p. 396.

(57). Ibíd., p. 443.

(58). La Regeneración, 6 de abril de 1870.

(59). Parodi, "La prensa", p. 443.

(60). Decreto del 17 de noviembre de 1870, El Pueblo, 18 de noviembre de 1870. Ni La Situación ni La Ley duraron más de un mes.

(61). El Pueblo, 22 de noviembre de 1870.

(62). De Guimaráes a Cotegipe, Asunción, 3 y 23 de junio de 1872, CBC 20/25, 27.

(63). Nación Paraguaya, 25 de julio de 1873. En su número del 23 de enero de 1874, el último que se conserva en la Biblioteca Nacional de Asunción, el periódico no contiene ninguna indicación de que se cerraba. Otro periódico, El Orden, apareció por corto tiempo en 1872.

(64). Nación Paraguaya, 19 de octubre de 1873. Los argentinos publicaban El Chaco en Villa Occidental.

(65). Centurión, Historia de la cultura paraguaya, I, 352-353; no existen mayores referencias sobre El Derecho. Hemos debido consultar números aislados en colecciones privadas, en especial la del CCAP, textos de varias bibliotecas y recortes adjuntos a la correspondencia diplomática.

(66). El número 9 lleva fecha 22 de febrero de 1874. Nación paraguaya (14 de enero de 1874) felicitó a la publicación con la advertencia de que debía respetar las exigencias del estado de sitio.

(67). La edición del 11 de marzo de 1875 lleva el número 16 y se adjunta en la nota de Gondim a Caravellas, 1º Sec. N° 4, Conf., Asunción, 12 de marzo de 1875, MDBA-OR 201/1/13.

(68). El Fénix, 8 de junio de 1873

(69). El Imparcial, 24 de agosto de 1873.

(70). Sus comienzos se comentaron en la nota de Callado a Cotegipe, 18 Sec. N° 2 Conf., Asunción, 7 de julio de 1876, MDBA-OR 201/1/14. Algunos ejemplares sueltos se encuentran en el CCAP.

(71). Los Debates, 13 de agosto de 1876. Otra publicación fue La Patria (1874), que se mantuvo hasta que su editor, el español Francisco Martínez, fue asesinado en la revuelta de Molas. Martínez estuvo relacionado con El Pueblo.

(72). De Miranda a Albuquerque,1º Sec. N° 46, Asunción, 16 de agosto de 1877, MDBA-OR 201/1/14.

 

 

LA EDUCACIÓN

 

Cuando los aliados ocuparon Asunción, la ciudad era un desierto cultural: no tenía ninguna escuela, ni academia de ciencia, ni bibliotecas, ni librerías, ni museos; tampoco jardines públicos, fuentes ni plazas agradables. (73) Los paraguayos, muy conscientes de esas carencias, se dedicaron con admirable determinación a dar nueva vida a una cultura por la cual había hecho tanto Carlos Antonio López.

En el período de posguerra, la educación presentaba un cuadro más bien alentador, donde se distinguían los pocos esfuerzos hechos para mantener con vida una actividad poco destacada. Considerando la postración económica del país, resulta sorprendente el número-relativamente elevado- de los emprendimientos educativos. Los hombres que dirigieron los gobiernos de posguerra, en su mayoría menores de treinta años, concedieron gran importancia a la promoción de la educación. En los primeros periódicos aparecieron numerosos editoriales que preconizaban la creación de escuelas y elogiaban a los maestros. Se fundaron escuelas públicas y privadas, pero es imposible determinar el monto de la ayuda financiera recibida del Gobierno nacional, siempre corto de fondos. El financiamiento de las entidades educativas, por lo general, corrió a cargo de las municipalidades y los filántropos.

Las primeras escuelas abrieron sus puertas en Asunción a principios de noviembre de 1869, bajo el auspicio de la Municipalidad. La Escuela Central de Niñas, después de algunos tropiezos iníciales, comenzó el 7 de noviembre bajo la dirección de doña Asunción Escalada, sobrina del maestro Juan Pedro Escalada, un argentino establecido en el Paraguay. (* El maestro Escalada, que realizó una meritoria tarea docente, ya estaba en el Paraguay antes de la Independencia. Pertenecía a la familia política del general José de San Martín. (N. del T.))

Bella y talentosa, doña Asunción escribió un artículo, publicado en el primer número de La Regeneración, que recalcaba la necesidad de la educación de las mujeres. Silva Paranhos, los triunviros, los generales de los ejércitos aliados y Sinforiano Alcorta, presidente de la Corporación Municipal de Asunción, estuvieron presentes en la ceremonia de apertura. (74)  La Escuela Municipal de Niños, bajo la dirección de Francisco Valteti y su esposa, doña Cristina S. de Valteti, se inauguró al mismo tiempo. (75) El programa de ambas escuelas comprendía la enseñanza básica del castellano, aritmética, geografía, historia natural, ética y labores domésticas. El número de sus alumnos resulta elevado si se toman en cuenta "la pobreza y la miseria en que se encuentra la mayor parte de la población paraguaya". (76) Había otras escuelas elementales en San Lorenzo y Carapeguá; el total de los alumnos de las cuatro escuelas llegaba 582 niños para finales de noviembre, y el director de La Regeneración afirmó: "Una escuela vale cien veces más que un convento o una capilla, donde los parásitos se dedican a comer y beber, fanatizando al público y volviéndolo estúpido". (77)

Aquel comienzo promisorio hizo que, el 7 de marzo de 1870, el Triunvirato ordenara a los jefes políticos de cada departamento y a los comandantes de los pueblos que fundaran una o más escuelas elementales. La educación era obligatoria. Los preceptores o maestros debían ser seleccionados por el jefe en consulta con los padres y debían ser pagados mensualmente por los padres; el pago de la educación de los huérfanos corría a cargo del Gobierno nacional. Aparentemente, el único requisito que debían llenar los maestros era la capacidad de leer y escribir correctamente. El decreto exigía a los padres no permitir las ausencias de sus hijos sin causa justificada; los maestros debían informar sobre las infracciones. Los maestros debían tratar a todos los alumnos con consideración. No se podía hablar guaraní en las escuelas. Los maestros debían exigir a los niños "tener las manos, cara y todo el cuerpo limpios, acostumbrarlos a observar la moderación y honestidad en todos sus actos, sin permitirles gestos obscenos ni el uso de expresiones obscenas ni cualquier tipo de grosería". Los maestros debían inculcar principios religiosos. Los jefes políticos debían apoyar a las escuelas asiduamente, visitarlas mensualmente, presenciar los exámenes cada tres meses e informar al Ministerio de Instrucción Pública sobre la marcha del asunto. (78)

La disposición contra el uso del guaraní revela la aberración social de los jóvenes asuncenos que ponían manos a la obra tratando de borrar el pasado hasta donde les fuera posible. Aunque relativamente pocos indios guaraníes sobrevivían en la Región Oriental del Paraguay, su idioma -muy cambiado por la influencia del español- seguía siendo el del pueblo. Todos los paraguayos lo hablaban, incluso los legionarios educados en la Argentina. Los periódicos de guerra, como Cabichui, publicaron muchos poemas y otros textos en guaraní; los epígrafes de las caricaturas en el idioma indígena (al que los misioneros dieron escritura al comienzo de la Colonia) utilizaban expresiones coloquiales comprendidas por todos. El guaraní, a pesar de los intentos para impedir su uso, sigue floreciendo como una parte integral de la cultura paraguaya. (79)

Asunción dio el ejemplo para la creación de centros de enseñanza municipales al fundar el Colegio Municipal el 1 de abril de 1870, bajo la dirección del profesor Alejandro Vietinghoff. Como las escuelas primarias, la secundaria daba importancia a las matemáticas, la gramática, la geografía, la historia, la religión, la filosofía moral y el castellano; el inglés, alemán, italiano, griego y latín formaban parte del programa, aunque es dudoso que se enseñaran todos. Las clases comenzaban a las siete de la mañana; a la escritura, el francés, la lectura y la aritmética se les dedicaba una hora de clase. Los estudiantes salían a las diez de la mañana y volvían a las dos de la tarde para el estudio del castellano, inglés y geografía. (80)  Aunque pasaran mucho tiempo en la escuela, la pausa del mediodía les permitía una buena siesta.

Las localidades del interior trataron de fundar escuelas primarias. Casi todos los pueblos, desde Villarrica hasta las aldeas, tenían algún tipo de escuela que funcionaba de manera más o menos regular. En la escuela de Capilla Borja, al sur de Villarrica, había 365 niños en 1872, de los cuales 310 eran huérfanos; la institución tenía 125 pupilos. Para paliar la falta de maestros, el Congreso autorizó el empleo de forasteros "de reconocida moralidad e inteligencia". (81) Entre las motivaciones de los docentes no podían figurar las económicas. El presupuesto nacional de 1873 contemplaba salarios que iban de $f 21,50 a $f 68 por mes; porque se pagaban en moneda de papel depreciada, no podían alentar a las personas calificadas -nacionales o extranjeras- a seguir el lema de ¡manos a la obra! A fines de 1870, el presidente Rivarola encargó a Jaime Sosa Escalada la reorganización del sistema escolar; dos años más tarde el presidente Jovellanos formó el Consejo de Instrucción Pública, integrado por el doctor Facundo Machaín, José Segundo Decoud, Jaime Sosa y José C. Mano -todos ellos jóvenes-. (82) En 1876 había 350 escuelas; se las sabía deficientes en recursos materiales y docentes, pero de cualquier modo eran escuelas; de ellas, 320 eran para niños y 30 para niñas; (En tiempos de los López, no había escuelas públicas para niñas, ni tampoco niñas en las escuelas públicas. (N. del T.)) del total de 12.000 alumnos, solo 2.000 eran niñas. (83) “Mientras nos falten los medios para una reforma radical", informó el presidente Higinio Uriarte al Congreso en 1878, "esos establecimientos siempre serán de muy poca utilidad a causa de la total falta de conocimientos de la mayoría de los hombres encargados de ellos". (84)

Existe mucha confusión sobre la fundación del Colegio Nacional. La primera institución con ese nombre se abrió el 1 de diciembre de 1870, con 180 alumnos. (85) La segunda institución secundaria fue el Colegio Nacional de Segunda Enseñanza, comenzado en 1872 por el padre Luis Blaschére, y que continuó hasta el 29 de octubre de 1877, cuando su director Facundo Machaín fue asesinado en la cárcel. (86)

El 20 de diciembre de 1876, antes de terminar el Colegio Nacional de Segunda Enseñanza, el Congreso autorizó la creación del Colegio Nacional de Enseñanza Superior. Otra ley aumentó los derechos de aduana en 4 por ciento para la provisión de fondos, (87) y pronto se nombró una comisión para recibir esos fondos y llevar adelante el proyecto. Hubo dilaciones inesperadas. Un miembro de la comisión, el doctor Benjamín Aceval, fue enviado a los Estados Unidos para representar al Paraguay en el arbitraje del Chaco [reclamado por la Argentina], y el dinero destinado al Colegio Nacional se usó para pagar los gastos de viaje. Exitoso en su defensa de los intereses nacionales, Aceval fue recibido como un héroe a su regreso, el 25 de marzo de 1879, y sin que hubiese olvidado al Colegio Nacional, bien encaminado al fin cuando Aceval se convirtió en su cuarto director el 30 de abril. Aparentemente, el colegio tenía un número considerable de alumnos, ya que el Congreso aprobó la compra de un terreno para ampliar el local en 1879. (88)

La última institución educativa fundada en la década de posguerra fue el Seminario Conciliar, para la formación de sacerdotes. El Gobierno destinó $f 2.000 para apoyar la creación de la institución, inaugurada finalmente el 4 de abril de 1880. El padre Julio C. Montagne, un lazarista francés, fue su director hasta 1921. (89) La institución ejerció una influencia positiva en la Iglesia.

En 1869, uno de los emprendimientos sorprendentes fue la creación de una biblioteca pública. Jaime Sosa Escalada, Francisco Guanes y los Decoud fueron los promotores. (90) Gracias a las donaciones privadas pudo abrirse la primera biblioteca pública del Paraguay a fines de 1869 o principios de 1870; para octubre de 1871, tenía 526 volúmenes, "la mayoría de ellos donados por el mismo Sosa Escalada". (91)  Ese fue el comienzo de la Biblioteca Nacional, una institución que nunca tuvo un apoyo real del Gobierno nacional. Dos médicos italianos que exploraban los alrededores de Asunción descubrieron los restos de un megaterio, que donaron al país. Para recibir los fósiles, el presidente Gill dispuso, en 1875, la creación de un museo nacional, que debía incorporarse a la biblioteca; ambas instituciones debían quedar bajo la dirección de la Junta Económica administrativa. En 1881, la entidad recibió un cierto apoyo, cuando el Congreso autorizó al Presidente la entrega un subsidio mensual. (92)

 

(73). Marcondes, "Viagem ao Paraguay', p. 30.

(74). La Regeneración, 10 de noviembre de 1869. La Escuela Central de Niñas se abrió el 1 de noviembre bajo la dirección de doña Asunción Escalada, esposa de Jaime Sosa (La Regeneración, 14 de octubre de 1869). Ella permaneció en la Escuela Central por poco tiempo, luego abrió una escuela privada, que dirigió hasta 1875. Doña Asunción compartió el exilio de su esposo en Buenos Aires y murió allí el 11 de diciembre de 1894 (Centurión, Historia de las letras paraguayas, II, 42). Luis G, Benítez, Historia cultural, reseña de su evolución en el Paraguay, p. 208.

(75). La Regeneración, 28 de octubre y 10 de noviembre, 1869.

(76). Ibíd., 10 de noviembre de 1869.

(77). Ibíd., 28 de noviembre de 1869.

(78). Decretoi de 7 de marzo de 1870, Registro Oficial, 1869-1875, pp. 58-60; La Regeneracion, 1 de abril de 1870.

(79). Benitez, Historia cultural, pp. 253-255.

(80). La Regeneración, 13 de abril y 16 de septiembre de 1870.

(81). Ley del 13 de agosto de 1872, Registro oficial, 1869-1875, p. 335.

(82). Ibíd., pp. 316-317, 376-386.

(83). 'Memoria del ministerio de justicia, culto e instrucción pública', 26 de junio de 1876, Los Debates, 2 de agosto de 1876.

(84). Mensaje presentado por el Poder Ejecutivo al Congreso de la Nación en la apertura de sus sesiones del octavo periodo legislativo.

(85). El Pueblo, 1 y 7 de diciembre de 1870.

(86). Estuvo poco tiempo en la dirección. Los cambios de director pueden seguirse en el Registro oficial, 1869-1875, p. 517 y Centurión, Historia de las letras paraguayas, II, 69-70. La Escuela Normal se convirtió en parte del Colegio en 1874 (decreto del 31 de octubre de 1874, Registro oficial, 1869-1875, p. 602)

(87). Los fondos se asignaron por la ley del 4 de enero de 1877 (Registro oficial, 1877, pp. 192, 210, 216).

(88). Cecilio Báez, Cuadros históricos y descriptivos, p. 237; Diputados, Actas, 30 de mayo de 1879, p. 451.

(89). Centurión, Historia de las letras paraguayas, II, 91-92. La ley del 21 de agosto de 1879 autorizó el pago de los estudios de cuatro jóvenes en el Colegio Pío Latino Americano de Roma (Registro oficial, 1879, pp. 541-542).

(90). La Regeneración, 26 de noviembre de 1869.

(91). Centurión, Historia de las letras paraguayas, II, 14.

(92). Decreto del 17 de enero de 1875, Registro oficial, 1869-1875, pp. 686-694.

 

 

LA IGLESIA Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA

 

No puede decirse que la religión y las instituciones religiosas hubieran florecido durante la década de posguerra. La animosidad contra los jesuitas se conservaba desde los tiempos coloniales, y no podía olvidarse el discutible rol desempeñado por varios clérigos durante las dictaduras de Francia y los dos López. Los tres dictadores obligaron a los sacerdotes a violar el secreto de confesión, hasta el punto de que sólo un tonto se atrevía a confesar algo más que pecados veniales. Después de haber sufrido crueles torturas, el padre Fidel Maíz sirvió a Francisco Solano López como uno de los integrantes de los infames tribunales de sangre. El padre Gerónimo Becchis fue director de los periódicos Cabichuí y La Estrella, en nada destacados por su caridad cristiana. Los edificios de la Iglesia, aunque no demolidos, se deterioraron durante la guerra, y prácticamente todas sus joyas y ornamentos se robaron o guardaron para protegerse.

Aunque la observancia de los preceptos religiosos fuera laxa, la tradición cristiana sobrevivía, a pesar de la larga subordinación de la Iglesia al Estado, la violación sistemática de los secretos del confesionario y la conducta poco ejemplar de los sacerdotes. El muy observador Forgues señaló: "No hay una sola casa que no tenga esas divinidades domésticas, esas imágenes burdas de madera de los santos que, encerrados en una caja de cristal, son objeto de culto permanente". (Forgues, "Le Paraguay", p. 399) Las iglesias de los distritos rurales se reabrían a medida que se disponía de sacerdotes para ellas. Los sacerdotes asignados a las tres parroquias de Asunción (Catedral, San Roque y Encarnación) celebraban misa regularmente, porque el pueblo, aplastado pero esperanzado, buscaba el apoyo de la santa religión. Hasta los intelectuales liberales consideraban oportuno celebrar ciertos acontecimientos con un Te Deum en la Catedral.

Cuando la festividad de la Asunción del 15 de agosto de 1873, el director de Nación Paraguaya elogió la elección de la Madre de Dios como patrona del país; (En rigor, el santo patrono del Paraguay es San Blas; como tiene más de un escudo en la bandera, el Paraguay tiene más de un patrono. Además de San Blas tiene a la Virgen, pero no ha decidido si es la Virgen de la Asunción o de Caacupé. (N. del T.) asociando Iglesia y Estado, consideró la festividad "un acto de soberanía nacional". O por ese motivo, o como una manifestación de religiosidad, era bueno celebrar el día abandonando los trabajos y dedicándolo al regocijo general. Concluyendo el escrito con “¡Gloria eterna a María, llena de gracia! ¡Gloria eterna al Paraguay soberano y cristiano!", el vocero oficial hizo saber que el Paraguay sería independiente en la política y la religión. Allí estaba el centro de la "cuestión religiosa": los paraguayos querían la independencia religiosa y resentían el control de la Iglesia por brasileros.

Los jóvenes liberales aborrecían a los sacerdotes. Aunque reservara sus mayores críticas para los presbíteros Blas Ignacio Duarte y Gerónimo Becchis, La Regeneración afirmaba que el clero paraguayo era corrupto y apoyaba el despotismo. Becchis denunció a sus críticos desde el púlpito; Bernardo Recalde, Juan Silvano Godoy y Jaime Sosa Escalada lo pintaban en sus escritos como espía, traidor, bufón y sirviente de madame Lynch, y glorificador pusilánime de López. (94)

Las tentativas de los jesuitas y capuchinos para establecerse en el Paraguay provocaron una fuerte oposición de los exaltados liberales. El Paraguay, estrechamente asociado a La Regeneración, expresó su consternación: “¡Pobre Patria! ¡Pobre Paraguay!". Según el director, los jesuitas, causantes de problemas en la colonia, volvían como misioneros y vivían en la casa de madame Lynch. "¿Cuántos indios nos quedan por convertir?", preguntaba con ánimo retórico. "Ninguno", respondía mostrando su ignorancia, y recordaba a los lectores que Estados Unidos convirtió más de un millón de indios sin un solo jesuita. (95) Los jesuitas y capuchinos trataban de fundar escuelas, una actividad que enfurecía a uno de los jóvenes radicales:

 

[...] esos cuervos negros no merecen la protección de nadie, tanto porque sus doctrinas son las de la regresión y tiranía, como porque esa raza de hombres malvados ha sido la causa de todas nuestras desgracias.

¿Por qué no proteger y dignificar al clero paraguayo en vez de contratar oscuros mercenarios cuya única religión es el culto del dinero? Los sacerdotes paraguayos de nuestra santa religión se ven relegados al olvido, mientras que ahora aparecen otros para educar a la juventud en las doctrinas fatales de la opresión y el servilismo.

¡Que se vayan! (96)

 

Lo anterior significaba algo nuevo para La Regeneración y mostraba que los liberales no estaban en contra de la religión, ni contra todos los sacerdotes. Los brasileros habían dado sacerdotes a la Catedral, y los pocos sacerdotes paraguayos sobrevivientes encontraron considerable apoyo en la prensa. Cinco religiosos fueron elegidos diputados de la Convención Nacional Constituyente en 1870, pero Becchis y Duarte no estaban entre ellos.

Una de las víctimas principales de la furia de López fue el obispo Manuel Antonio Palacios, abatido por un pelotón de fusilamiento el 21 de diciembre de 1868. Pío IX, comprensiblemente molesto por el tratamiento dispensado a su obispo, declaró sufragánea de Buenos Aires a la diócesis del Paraguay, y no fue sino en 1930 cuando el país recuperó su independencia eclesiástica. Durante diez años, la "cuestión religiosa" fue para los paraguayos una causa de irritación no muy grave, pero permanente. La cuestión no era tanto doctrinaria como política. Las disposiciones de la Constitución de 1870 no podían complacer a Su Santidad. La carta, adoptando como religión oficial a la católica, reconocía la libertad de religión a todos los habitantes del país. La plena libertad para casarse, tanto para cristianos como para no cristianos, se reconoció en 1872; los jueces de paz quedaron autorizados a casar. (97)

El ojo de aquella tempestad en una calabaza de mate fue el padre Fidel Maíz, sin el cual la agitación de las almas por razones religiosas hubiera sido mucho menor. El clero paraguayo estaba dividido: o apoyaba enteramente o condenaba a Maíz con igual vehemencia. Maíz tenía mucho en su contra: excomulgado por el obispo Palacios, colaboró con los periódicos de guerra de López; "refutó" la bula de Pío IX que declaró la diócesis del Paraguay sufragánea de Buenos Aires; fue juez de los tribunales de sangre que condenaron a muerte a centenares de paraguayos y extranjeros; siguió desempeñándose como sacerdote después de habérsele prohibido hacerlo.

Fidel Maíz, sacerdote, juez, escritor, maestro y periodista, era un polemista muy activo, que se complacía en mostrar su conocimiento del latín, la Biblia y los clásicos; ninguna ocasión lo sorprendía sin una cita oportuna de los clásicos o de las Escrituras. Nacido en 1833 en Arroyos y Esteros, murió ochenta y siete años después en la misma localidad. Su tío, el padre Marco Antonio Maíz, tuvo como alumnos en una misma clase a Fidel y Francisco Solano López. En 1859, el viejo López nombró a Fidel Maíz primer director del Seminario Conciliar, donde enseñó teología moral, oratoria religiosa y liturgia. Por alguna razón, quizás a causa de su talento, se ganó la enemistad del obispo Palacios, quien (según Maíz) tenía espías en el Seminario. Maíz se negó a bautizar a uno de los hijos de madame Lynch en la Catedral, aunque estaba dispuesto a hacerlo en casa de la madre, (98) y quizás por eso mereció la inquina de la influyente amante de Solano López.

El vía crucis del sacerdote comenzó en 1863, cuando fue apresado y procesado bajo la acusación de herejía; condenado y excomulgado, el desdichado permaneció en la prisión, cargado de pesadas cadenas, hasta 1866. El dictador intervino entonces y gradualmente rehabilitó a Maíz. Después de haber escrito una abyecta confesión de sus pecados, Maíz recibió el perdón de López y se convirtió en el juez que recibía las "confesiones" de los presuntos conspiradores; el obispo Palacios fue una de las víctimas. El padre Maíz no se arrepintió de su participación en la tortura y ejecución de centenares de personas que no hubieran podido conspirar contra el dictador; no se sintió responsable de la crueldad de las leyes vigentes ni admitió su responsabilidad en la condena de Palacios. En la batalla de Itá Ybaté dirigió un batallón paraguayo y, cuando el internuncio papal de Rio de Janeiro lo acusó de haber exterminado todo un regimiento, Maíz replicó que se limitó a cumplir con su deber. Capturado en Cerro Corá, fue llevado a Rio de Janeiro, donde pidió se le devolvieran sus facultades sacerdotales. El delegado apostólico, Domingo Sanguini, aún no se había expedido sobre el punto cuando Maíz aceptó la oferta de volver al Paraguay. (99)

La confusa situación de Asunción no le permitió a Maíz obtener ninguna ventaja. Un capellán del ejército brasilero, el padre Fidelis María de Avola, capuchino italiano, tenía entonces la función de Vicario Foráneo Apostólico, asistido por su secretario, el padre José de Souza, otro capellán brasilero. El padre Fidelis informó a Maíz que Sanguini confirmó su suspensión. Entonces, el padre Blas Ignacio Duarte, sacerdote de la iglesia de San Roque, lo invitó a predicar el 3 de febrero de 1871; el 3 de febrero es la festividad de San Blas, patrono del Paraguay. A pesar de la suspensión, Maíz dio un desafiante sermón, tildando de tiranos a sus enemigos. El padre Fidelis ordenó que se rezara una novena a Santa Cecilia “y un Padre Nuestro y un Ave María por el alma perdida del padre Maíz". (100) "¡Es un sacrilegio y un auto de fe de la Inquisición!", replicó el aludido. El presidente Rivarola trató de revocar el exequátur del padre Fidelis, pero el hábil capuchino se negó a irse antes de que el Vaticano designara al sucesor. Entonces, el periódico del Gobierno, El Pueblo, comenzó una batalla religiosa con un cáustico editorial que denunciaba a los capuchinos:

 

Hasta el momento no sabemos qué misión cumple esa buena gente en esta capital; sin embargo, vemos que residen en un excelente y cómodo edificio del Gobierno, muy necesario para el Superior Tribunal de Justicia; que se reclinan cómodamente en lujosos asientos; que comen suntuosa y regularmente; que duermen en blandos y voluptuosos lechos, y que en las horas de la mañana y de la tarde, cuando la fresca brisa refresca sus barbudas caras llenas de gravedad patriarcal, dicen misa, entonan cuatro responsos, rezan una novena a San Roque para que les libre de la pestilencia y enfermedad; pero todo esto previa compensación pecuniaria de los fieles [...] Los capuchinos en el Paraguay no hacen más que usurpar los derechos del clero nacional y volver más fanática a la gente.  (101)

 

El Pueblo, diario de Rivarola, atacaba constantemente al padre Fidelis, Vicario Apostólico, un blanco notorio. El general Guimaráes, comandante militar brasilero, desinformó grandemente a sus superiores al decirles que no existía ningún problema religioso hasta que El Pueblo comenzó su campaña contra los capuchinos; aparentemente, Guimaráes no había leído La Regeneración ni El Paraguay. Indignado, Rio Branco declaró que el ataque contra el padre Fidelis era un gran error del Gobierno paraguayo, pues ni el virtuoso capuchino ni el Brasil merecían ese tratamiento, y advirtió a Rivarola que debía enmendar la falta. La dificultad estribaba en que, según la Constitución, el jefe de la Iglesia debía ser paraguayo.  (102) Conseguir el nombramiento del padre Manuel Vicente Moreno, oriundo de Limpio, fue el principal objetivo de la misión de Benites a Roma en 1873.

Los brasileros se opusieron a la misión de Benites, porque pretendía desplazar a Fidelis, pero Pío IX aprobó el nombramiento de Moreno como administrador [o vicario apostólico] de la diócesis del Paraguay. (103) A poco mejoró la posición de Maíz: Moreno le devolvió las facultades de sacerdote y lo convirtió en secretario y administrador interino antes de morir el 31 de mayo de 1874. El nombramiento ilegal mereció la reprobación del Papa; Moreno no tenía facultades para nombrar sucesor, y Maíz se encontraba en desgracia hasta aclararse las acusaciones en su contra. (104)

La cuestión religiosa se intensificó. El "por desgracia muy notorio padre Maíz" era una mala elección, afirmó el ministro brasilero, quien recomendó al presidenciable Juan Bautista Gill no apoyarla. (105) Gill prometió no hacerlo, pero engañó a los brasileros. Siguiendo las órdenes de Gill, Higinio Uriarte, enviado paraguayo a la Corte de Saint James y otras Cortes europeas, prometió hacer todo lo posible para conceder a Maíz el puesto que el Gobierno quería darle: el obispado. Para tener éxito en el Vaticano, Uriarte debía contar con "todos los recursos pecuniarios para superar las dificultades que pudiera encontrar en el camino". (106) El presidente Jovellanos se reunió con el clero paraguayo para pedirle una lista de tres candidatos al obispado; en la lista apareció Maíz como principal candidato, pero Gill esperó que el Senado no la aprobara, para evitarse así una situación embarazosa. Los representantes del Vaticano y el Brasil desconfiaban del dominante, rencoroso y altivo sacerdote, pero Maíz trabajó intensamente por la elección de Gill. Advirtiendo que el Ejecutivo no tomaba una postura definida, el Senado se dejó ganar por los cabildeos de Maíz y sus partidarios, aprobó la lista y la envió al Presidente. Una vez efectuada la elección de Gill, Jovellanos dejó el problema a su sucesor prudentemente. Maiz exigió una definición, pero Gill le contestó que, en vista de la oposición del internuncio, no podía presentar su nombre. Maiz amenazó con renunciar a su posición de vicario interino y retirarse del país, una acción que podía dejar acéfala a la Iglesia y tener serias consecuencias para el clero. Finalmente, el gabinete decidió que Maíz continuara en el cargo hasta que el Gobierno "después de un acuerdo previo y confidencial con la Santa Sede", convenciera al clero de la conveniencia de poner al candidato brasilero a la cabeza de la lista. Becchis, adversario de Maíz, desistió de la lucha y se retiró a Buenos Aires. (107)

Las tentativas de rehabilitar a Maíz terminaron momentáneamente. Jaime Sosa trató de resolver la cuestión religiosa negociando en Río de Janeiro con el internuncio. Dos cosas debían resolverse: la rehabilitación del padre Maiz y el nombramiento de un paraguayo como obispo del Paraguay. Las tentativas de Sosa fracasaron, pero otros las prosiguieron. Después de mucho esfuerzo, incluyendo un viaje de Maíz a Roma, el padre errante fue absuelto de todas las acusaciones, pero se le prohibió participar en la administración de la diócesis. El arreglo con Roma dispuso que se organizara cabalmente la iglesia paraguaya, se nombrara un obispo paraguayo y se fundara un seminario. (108)

La paz llegó a la Iglesia paraguaya. El nuevo vicario, el padre Dionisio Riveros, envejecía y era tiempo de nombrarse un obispo paraguayo. El clero se reunió el 30 de abril de 1879 y presentó al Congreso una lista de tres candidatos, encabezada por el sacerdote de Villarrica, Pedro Juan Aponte, cuyo nombre se envió a la Santa Sede como el del candidato del Paraguay. El Papa dio su aprobación. En presencia del Presidente, el gabinete, el cuerpo diplomático y otros altos funcionarios, el padre Aponte juró lealtad al Paraguay el sábado 13 de octubre y fue consagrado obispo al día siguiente. Maíz, debidamente aleccionado, fue por algún tiempo sacerdote de la parroquia asuncena de la Encarnación, luego se retiró a Arroyos y Esteros, donde fundó una escuela primaria que dirigió por treinta años sin recibir ninguna paga. El obispo Aponte murió en 1891, y ocho años más tarde su sucesor, Juan Sinforiano Bogarín, apoyó la petición de Maíz de que se levantara la prohibición de participar en los asuntos diocesanos. León XIII aceptó la petición el 9 de junio y así se completó la rehabilitación del padre Fidel Maíz. (109)

 

(94). La Regeneración, 7 de octubre y 10 de noviembre de 1869; 9, 11 y 15 de febrero de 1870.

(95). El Paraguay, 24 y 28 de mayo de 1870.

(96). La Regeneración, 10 de agosto de 1870; itálicas en el original.

 (97). Registro oficial, 1869-1875, pp. 424-428. Esos decretos se convirtieron en ley el 27 de febrero de 1873.

(98). Maíz, Etapas de mi vida. Contestación alas imposturas de Juan Silvano Godoy, p. 11. (Aquello sucedió durante la presidencia de Carlos A. López. N. del T.)

(99). Ibíd., pp. 1-74. Maíz regresó a Asunción el 5 de diciembre de 1870.

(100). Ibíd., p. 80. Duarte también actuaba al margen de las normas eclesiásticas, pues no fue repuesto en sus funciones sacerdotales hasta abril de 1873 (El Progreso, 9 de abril de 1873).

(101). El Pueblo, 19 de marzo de 1871.

(102). De Rio Branco al Emperador, Corte [de Río de Janeiro], 15 de julio de 1871, Anuário do Museu Imperial, 12 (1951): 50.

(103). M. M., `Paraguay, 25 de noviembre de 1882", Revista del Paraguay 2 (1892): 425; Nación Paraguaya, 15 de agosto de 1873. Moreno asumió el cargo el 22 de septiembre de 1873, y fue reconocido por decreto presidencial el 28 de octubre (Registro oficial, 1869-1875, pp. 483-484; Maíz, Etapas de mi vida, p. 84). Fue nombrado sacerdote de las parroquias de Barrero Grande, Caraguatay y Piribebuy el 22 de septiembre de 1869 (Registro oficial, 1869-1875, p. 48).

(104). Maíz nombró secretario a Becchis (Maíz, Etapas de mi vida, pp. 88-89); Boletín oficial, 11 de junio de 1874, pp. 96-97; de Miguel Ferrini a Maíz, Rio de Janeiro, 16 de noviembre de 1874, Maíz, Etapas de mi vida, p. 110.

(105). De Gondim a Caravellas, 18 Sec. N° 6, Conf., Río de Janeiro, 30 de junio de 1874 201/ 4/8.

(106). De Uriarte a Gill, Londres, 24 de diciembre de 1874, GP-CCAP.

(107). De Gondim a Cáravellas, 1º Sec. Nº 1 Conf., Asunción, 28 de enero de 1875, MDBAOR 201/1/13. Caravellas quedó complacido con la ida de Becchis, quien había sido un promotor de la oposición del clero (de Caravellas a Gondim, 1° Sec. Nº 2 Conf., Rio de Janeiro, 22 de febrero de 1875, MDBA-DI 201/4/8).

(108). Maíz, Etapas de mi vida, pp. 139-142. Riveros, nombrado el 13 de diciembre de 1877, era párroco de San Lorenzo de Campo Grande. Ver también Memoria del ministerio de relaciones exteriores presentada al congreso legislativo en el año de 1879, p. 3; de Vasconcellos a Albuquerque, Sec. Cen. Nº 38, Asunción, 26 de diciembre de 1877, MDBA-OR 201/1/14.

(109). La Reforma, 1 de mayo de 1879. El senado aprobó el nombramiento de Aponte el 3 de mayo (Registro oficial, 1879, p. 49); de Vansconcellos a Moreira de Barros, Sec. Cen. N° 46, Asunción, 19 de octubre de 1879, MDBA-OR 201/1/15; La Reforma, 12 de octubre de 1879; Maíz, Etapas de mi vida, p. 144.

 

DOCUMENTO RELACIONADO:

LA SOCIEDAD PARAGUAYA EN LA ÉPOCA DE POSGUERRA

PRIMERA PARTE

 SALUD, MORALIDAD Y DELITOS y LA SOCIEDAD Y LOS PASATIEMPOS

 

 

Fuente:

PARAGUAY Y LA TRIPLE ALIANZA

LA DÉCADA DE POSGUERRA: 1869-1878

Obra de HARRIS GAYLORD WARREN

De esta edición: THOMAS LYLE WHIGHAM    

Traducción al español: GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ             

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ENLACE RECOMENDADO:

PARAGUAY: REVOLUCIONES Y FINANZAS

Obra de HARRIS GAYLORD WARREN

Edición e introducción de

THOMAS L. WHIGHAM y JERRY W COONEY 

Traducción: GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

Editorial Servilibro,

Dirección Editorial : VIDALIA SÁNCHEZ

Página web: www.servilibro.com.py

Asunción, Paraguay - 2008 (394 páginas)

 






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