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WASHINGTON ASHWELL (+)

  LA CRISIS DE 1929 - Por WASHINGTON ASHWELL


LA CRISIS DE 1929 - Por WASHINGTON ASHWELL

LA CRISIS DE 1929

Por WASHINGTON ASHWELL

 

            EL GRAN COLAPSO DE LA ECONOMÍA MUNDIAL

 

            En el último trimestre de 1929, poderosos factores externos se sumaron, intempestivamente, a los ya candentes factores locales, para complicar aún más el tenso panorama económico y social que vivía el país. La tendencia expansiva de la economía mundial experimentó una abrupta reversión. Fue precipitada por el colapso estruendoso de la Bolsa de Valores de Nueva York, el mayor centro financiero de la economía americana.

            La especulación en inversiones bursátiles dominaba, por entonces, la plaza neoyorkina. Reinaba allí un ambiente de euforia sobre las perspectivas económicas y financieras del gran país del norte. La economía americana se mantenía en la cresta de una vigorosa onda expansiva iniciada hacia 1925. Se estimaba que la prosperidad reinante tenía bases sólidas que aseguraban su continuidad. Con la suba acumulativa de las cotizaciones, toda inversión bursátil redituaba beneficios casi inmediatos La perspectiva de ganancias rápidas y seguras alimentaba el frenesí especulativo que dominaba el mercado. La sobre inversión era generalizada. Las personas y las empresas se endeudaban, por encima de sus posibilidades, para seguir comprando títulos y valores, cualquiera fuese su costo. En momentos de mayor auge de esa desenfrenada carrera especulativa, se produjo la reversión. Refiere Kindleberger que:

            "el índice empezó a caer el 3 de octubre, siguió bajando la semana del 14 de octubre, y dio paso al pánico el jueves negro, el 24 de octubre de 1929.

            La siguiente semana contempló una mayor caída el día lunes y un nuevo pánico el martes 29 de octubre, martes negro".1

            Las repercusiones del colapso de la más importante bolsa de valores de los Estados Unidos fueron catastróficas. Se proyectaron multiplicadas a todo el país y al resto del mundo con el derrumbe estruendoso de los precios de las mercancías y de los valores bursátiles. Comenzó el vuelco recesivo y la gran depresión mundial, la más aguda y violenta que registran los anales económicos.

            Con el derrumbe de los precios los beneficios de las empresas se diluían y las cotizaciones de sus acciones se desplomaban. Entre 1929 y 1931, los precios de las acciones y valores cayeron en los Estados Unidos en un 60%, en Alemania en un 62%, en Francia en un 56%.2 La caída de precios de las materias primas fue aún más violenta. La demanda mundial decayó aceleradamente. Especialmente las importaciones de los Estados Unidos y de Europa se contrajeron con extrema rapidez. Desapareció el financiamiento internacional para el acopio y exportación de bienes primarios. Disminuyo la producción mundial y el desempleo aumentó a niveles extraordinarios, tanto en las países industriales como etilos productores de materias primas. Fue la ruina de las actividades productivas y comerciales.

            En los Estados Unidos "quebró el 85% de las empresas de negocios. El volumen de los salarios de la nación se redujo en un 40%, los dividendos en un 56%, los salarios en un 60%".3 El producto interno disminuyó en un 40%, la construcción de casas residenciales se redujo en un 90%. Por la quiebra del sistema financiero se perdieron en el país 9 millones de cuentas individuales de cajas de ahorro. Más de 15 millones de personas desocupadas perdieron sus hogares al no poder pagar las cuotas de sus hipotecas o el alquiler de sus casas y vivían en las calles o en improvisadas viviendas de carpas o cartón, implorando en las esquinas la caridad de los transeúntes o esperando una ayuda oficial que tardó en llegar. Fue un espectáculo insólito en un país que hasta poco antes era el más próspero del mundo. Más de la mitad del bienestar y la prosperidad acumulados en los últimos cuatro años se había desvanecido como por encanto, sin dejar rastros. A los inmensos perjuicios materiales se sumó la crisis y la desesperación espiritual de población, que Henry Wallace dramatizó calificándola cómo el alto costo del fracaso.

            "Esta depresión, destacó Heilbroner, no solo fue una tragedia humana; fue tambien una paradoja económica, para la cual ninguna de las herramientas de la economía tradicional podía encontrar explicación y mucho menos remedio"4 La teoría económica no tenía ningún diagnóstico o explicación del espectáculo contradictorio de una inmensa multitud de hombres desempleados, hambrientos, en medio de una enorme capacidad industrial no utilizada. Un rasgo característico de la teoría clásica era la carencia de un análisis y una explicación       de las depresiones económicas. De acuerdo con sus principios, la recesión era una contingencia imposible. Las fuerzas del mercado, libradas a sus propios impulsos, determinaban el equilibrio caracterizado por el pleno empleo. Y como el equilibrio impulsado por las propias fuerzas del mercado era el rasgo inherente del sistema, la recuperación era inevitable.

            Pero en las circunstancias depresivas que vivía el mundo, la realidad era totalmente diferente. Las fuerzas del mercado, la oferta y la demanda, el interés privado y todos los mecanismos que según la teoría promovían el equilibrio automático, no funcionaban. Ante esa contradicción entre la teoría y la realidad, "los grandes economistas de la época se retorcían las manos, ponían en tensión el cerebro e invocaban los manes de Adam Smith, sin lograr hacer un diagnóstico y recetar un remedio".5 Dos de las principales figuras del mundo económico, Joseph Schumpeter, profesor de Harvard, y Lionel Robbins, de la London School of Economics, las dos más altas cumbres del pensamiento económico, salieron a la palestra para exhortar concretamente a que no se hiciera nada. La depresión debía seguir libremente su curso, única forma en que la economía llegaría a curarse de los graves males que le afectaban. Según lo declaró explícitamente Schumpeter, el restablecimiento del sistema tenía que ser espontáneo. No era preciso tomar ninguna medida para promover lo que de todos modos iba a ocurrir.6 Mal consuelo era este para quienes sufrían, abandonados en las calles, los horrores y las angustias del desempleo generalizado.

 

 

            LAS REPERCUSIONES EN EL PARAGUAY

 

            La noticia del colapso de la Bolsa de Nueva York se publicó en Asunción con grandes titulares.7 Pero nadie o muy pocos percibieron, en el momento, el alcance de las repercusiones que tendría, a nivel local, esta gran caída. La economía nacional operaba a un nivel de prosperidad. El país llegó a comercializar en el primer semestre de 1929, a precios internos y externos todavía favorables, toda la cosecha del año. A principios del segundo semestre, la preparación de los cultivos tuvo un financiamiento casi normal. El comercio se mantenía activo y rentable. El tipo de cambio se mantenía aparentemente estable. Las estadísticas de 1929 no mostraron por ello signos de crisis, sino tan solo una pequeña retracción en las exportaciones e importaciones. La preocupación nacional tenía otros temas. Estaba absorbida por el gran debate de la defensa del Chaco, el repudio a la represión a las organizaciones laborales y la protesta generalizada contra los atropellos a los derechos civiles y políticos que el estado de sitio vigente amparaba.

            Pero los efectos de la crisis externa empezaron a sentirse casi inmediatamente. Pocos meses después, la cosecha de algodón fue comercializada con grandes dificultades y a precios que ya ni cubrían los costos de producción. La situación del sector rural se vio con ello seriamente afectada. Para más, el 15 enero de 1930 el Gobierno Argentino prohibió la importación de yerba paraguaya. Con ello el país perdía su mayor mercado para este producto. Las ventas de yerba a ese país representaban aproximadamente el 9 % del total de las exportaciones. Aun así, el mensaje presidencial de abril de 1930 no abordó los serios problemas que ya afectaban al comercio y al sector rural y que se agudizaban día a día con la contracción de las ventas y la disminución del valor de las exportaciones. Los problemas del algodón se tomaron como los de una

mala cosecha, no como el principio de un vendaval que arrasaría toda la economía.

            Hacia el tercer trimestre, el deterioro acumulativo se hizo ya evidente. Se hablaba ya de la crisis mundial. Pero el Gobierno insistía en transmitir optimismo y confianza a los sectores productivos. Patrocinaba una activa campaña de intensificación de los cultivos de algodón y tabaco con miras a lograr un aumento en la producción y en las exportaciones de esos bienes. La distribución de semillas se hacía con gran publicidad. Fue un esfuerzo inútil y contraproducente. Los agricultores que siguieron las recomendaciones del Gobierno, se encontrarían luego con una cosecha que no podían vender. El financiamiento externo para los anticipos a los productores agrícolas y para la recolección y acopio de las cosechas ya no se hizo efectivo. La escasez de dinero se hizo aguda. El crédito bancario estaba fuertemente restringido. Ante la incertidumbre cambiaria, los bancos procuraban convertir sus activos a moneda extranjera. El acopio de bienes de exportación había caído drásticamente. Con la contracción de la demanda externa, los precios ofrecidos a los productores locales resultaban irrisorios. No solo no habían ingresado recursos externos para el financiamiento de los cultivos, sino que la salida de capitales se hizo intensa. De allí en adelante, la escalada recesiva se hizo dramática. El desempleo aumentó a proporciones extraordinarias. Ante esa situación ya inquietante, el Gobierno, por Decreto del 24 de febrero de 1931, creó en el Ministerio del Interior la Dirección Nacional del Trabajo como dependencia encargada de las cuestiones relacionadas con el desempleo y de la organización de un registro de las personas desocupadas.

            Con la caída de los precios y la falta de financiamiento, vino la retracción, no solo de la producción interna, sino también del comercio y de las exportaciones. El levantamiento y la comercialización de las cosechas resultaron imposibles. Aun a los bajos precios, nadie se interesaba en la compra de productos primarios de exportación, que era la mayor fuente de ingresos del sector rural. Explicó tardíamente el Mensaje Presidencial de abril de 1931:

            "El primer signo visible de la formidable crisis económica es la baja catastrófica, en todos los mercados, de los precios de casi todos los productos y mercaderías. Esa baja empezó a mediados del año 1929 y recibió el empuje definitivo después del hundimiento bursátil producido en la Bolsa de Nueva York, primero en el mes de setiembre y después, repetido con singular vehemencia, en la segunda quincena del mes de octubre de aquel año. Entonces el movimiento de baja fue caótico y desigual: allá con esfuerzos sobrehumanos se le procuró oponer diques; acullá la ola de la especulación logró obtener una u otra suba. Pero con el año 1930 se formó definitivamente la vorágine que, con el ímpetu de un diluvio, arrasó todos los diques y con fuerza incontenible llevó todos los precios al abismo.8

            "... Pero por más bajo que sean los precios de todos los productos y mercaderías, una porción siempre creciente de estos no encuentran colocación, por estar el mundo saturado de la oferta de ellos. (...) En estas condiciones se explica el doble fenómeno: por un lado la imposibilidad de casi todos los países de vender los productos de su suelo y de su trabajo, por otro, la capacidad reducida de adquirir los productos de los demás".9

             Las cifras siguientes muestran la intensidad de la caída en los mercados internacionales de los precios de los dos principales productos primarios de exportación del país. El precio del algodón cayó en 1931 a poco más de la cuarta parte de la cotización de 1927. Esta caída dramática de los precios externos significó una caída aún mayor en las cotizaciones locales.

 

 

            Con la pérdida de ingresos que produjo el derrumbe de los precios agrícolas, las compras del sector rural disminuyeron drásticamente. La caída de esas compras produjo en el comercio la reducción de sus ventas y el congelamiento de cuantiosos inventarios preparados para atender una demanda mayor. Consecuencia inevitable fue la contracción de la capacidad de pagos del comercio y la generalización de problemas de liquidez en el sector, que inmediatamente repercutieron sobre el sistema bancario. La recuperación de los créditos otorgados al comercio para la importación de bienes y para la preparación de exportaciones se hizo cada vez más difícil. La mayoría de los préstamos caía en mora y se volvía incobrable. El Banco de la República, el más importante del país, entró en proceso de liquidación y cerró sus puertas. Otro banco con problemas financieros, el Banco de Crédito Comercial, solicitó convocatoria de acreedores.11

            La caída de las exportaciones repercutió sobre el mercado cambiario y sobre la administración fiscal. "El valor de las exportaciones está formado por los precios más viles obtenidos por nuestros productos desde 1913", refirió la memoria presidencial de 1932. A pesar de ese crudo reconocimiento, las estadísticas oficiales no mostraron en toda su intensidad la magnitud de la caída del ingreso externo del país, debido a que las cifras del comercio exterior eran calculadas a precios de aforo y no a precios del mercado internacional e incluían, absurdamente, el comercio en tránsito de productos brasileros que salían al Río de la Plata por puertos paraguayos. Según estudios realizados a precios reales y con cifras de los países importadores de nuestros productos, el Paraguay sufrió una pérdida de entre el 50 y el 55% del valor efectivo de sus exportaciones.12

            Con la contracción del comercio interior y la disminución de los ingresos aduaneros, las recaudaciones fiscales se redujeron en forma significativa y obligaron al Tesoro a una severa restricción de sus gastos. "La crisis económica, refirió la memoria presidencial de 1932, ha impuesto la necesidad de disminuir todos los gastos del Estado y de suspender varios empleos públicos". Pero aun con esas economías, el déficit fiscal se hizo crónico.

 

 

            El peso de curso legal mantuvo inicialmente una aparente estabilidad, reflejada en una relación constante con el peso argentino. Pero como esa moneda entró en una escalada depreciativa con relación a las demás monedas, forzosamente producía la desvalorización correlativa de la moneda nacional con relación a las otras monedas. De 1929 a 1933, la cotización del dólar en moneda paraguaya prácticamente se duplicó.

 

 

            Esa depreciación cambiaria se traducía en una pérdida acumulativa del poder adquisitivo de los ingresos y salarios. Describió este proceso el Dr. Gerónimo Riart en los términos siguientes:

            "Los salarios en general se han mantenido, pero los precios de las numerosas mercancías de importación inmediatamente se han desdoblado, vale decir, tienen su precio en oro, que no ha variado o ha variado muy poco, y otro precio equivalente en moneda decurso legal. De manera, pues, que el empleado, tomándolo como ejemplo, que hace dos años gozaba de un sueldo de $ 2000, o sea, aproximadamente $ 48 o/s, hoy continúa gozando de la misma suma, pero ya no le representa sino $ 25 o/s. Lo mismo podemos decir del obrero, del agricultor, del hacendado.

            "Sin embargo, para el agricultor, que produce frutos de exportación, todavía el espejismo económico que le produce la desvalorización de la moneda que recibe a cambio de sus productos es mayor. Otro ejemplo: el kilo del algodón se pagaba en la cosecha de 1930 a razón de 0.08 centavos oro, o sea, $ 3.50 c/l. En la cosecha de 1931, se le pagó $ 5.00 el kilo, y el agricultor por un momento mantiene la ilusión de que el fruto de su parcela ha aumentado de valor, cuando en realidad ha disminuido, pues $ 5.00 c/l ya no representa 0.08 centavos oro sellado por haberse desvalorizado nuestro billete en una proporción del 80 %.16

            Con la influencia de estos factores, la caída de los ingresos y la desocupación se propagaron en todo el país. Las necesidades y la desesperación aumentaron a niveles críticos, particularmente en los sectores de bajos recursos, rurales y urbanos. La tensión social se acentuó considerablemente. Con la mezcla de la pasión patriótica que la cuestión del Chaco alimentaba, la reacción contra la inoperancia del Gobierno, los intensos reclamos obreros, el creciente desempleo en las zonas urbanas, especialmente en la capital y el desaliento de la población rural, el descontento social se tornaba explosivo. Faltaba solo una chispa, cualquiera que fuese su causa, para que se inflamara. Y esa chispa saltaría, poco más tarde, en el escenario estudiantil, en el marco de una intensa agitación y movilización cívica por la defensa del Chaco. Una serie de eventos concatenados conducirían a ella.

 

            EL TERCER PROYECTO DE REFORMA MONETARIA

 

            Ante los primeros síntomas de dificultades en el sistema bancario, Eligio Ayala, a la sazón Ministro de Hacienda se preocupó por la posibilidad de una nueva corrida cambiaria y de un colapso bancario, como los que le había tocado enfrentar durante la crisis del 20.

            Por su experiencia de la crisis anterior, Eligio Ayala podía anticipar los riesgos potenciales que se cernían sobre la economía nacional, pero no tenía una apreciación clara de sus causas y de sus soluciones. En teoría era un liberal que creía en el equilibrio y el progreso determinado por las fuerzas espontáneas del mercado. En verdad, no existía por entonces ninguna teoría económica que diera explicación y respuestas a los problemas de las fluctuaciones cíclicas de la economía, que se repetían con frecuencia recurrente, aunque con características e intensidad diferentes. Pero sabía él, por experiencia, de sus repercusiones inevitables sobre la balanza de pago que arrastrarían la depreciación cambiaria, de su impacto sobre el sistema fiscal con la retracción forzosa de los ingresos y los gastos y de su fuerte incidencia en el nivel de ocupación e ingresos de las actividades productivas y comerciales, que ineludiblemente repercutirían sobre el sistema bancario del país.

            En la disyuntiva de proteger el nivel de ocupación de las actividades productivas o de preservar el equilibrio de la balanza de pagos mediante el ajuste forzoso y automático de las importaciones y exportaciones, buscó nuevamente en el mantenimiento del valor externo de la moneda nacional la solución de los problemas que se avecinaban. El mantenimiento del cambio era para él una obsesión, que en las circunstancias imperantes no podía tener eficacia alguna para remediar los difíciles problemas que se cernían sobre la economía nacional. Por el contrario, una depreciación cambiaria era un alivio necesario e ineludible para dar algún estímulo a las exportaciones y contener las importaciones. Con esa preocupación, intentó reactivar su proyecto de reforma monetaria y bancaria, que consideraba el gran preventivo de dificultades mayores. Explicó su memoria de 1930:

            "El P.E., desde los primeros momentos de la desvalorización de la divisa argentina, se preocupó intensamente de este fenómeno. Desgraciadamente, por más que haya estudiado todos los medios, no encuentra en la coyuntura actual ninguno que le permita librarnos del estado de cosas existente. Solo la creación de una moneda nacional perfectamente autónoma, dentro de un adecuado mecanismo emisionario (Banco Central de Emisión) hubiera podido hacer posible semejante cambio radical de nuestra situación monetaria".17

            Con esa convicción, reformuló su proyecto anterior, eliminó algunos de los puntos más controversiales y lo envió de nuevo al Congreso. Su objetivo fundamental era instituir una moneda nacional autónoma, vinculada al oro y desligada del peso argentino. Una paradoja inexplicable. Cuando todas las naciones del mundo iniciaban en estampida el abandono del patrón oro, Ayala quería aferrarse a él como tabla de salvación. Mientras el resto de las naciones apelaban a la inconvertibilidad y a la devaluación como medidas ineludibles, él quería instaurar la convertibilidad a oro y defender la estabilidad cambiaría para contener la recesión. Evidenciaba esta postura una falta de percepción de la realidad. Parecía más la de un aprendiz, que copiaba y repetía a destiempo recetas ajenas antes que la de un estadista, que en medio de las vicisitudes y confusiones reinantes, era capaz de fijar con autoridad rumbos ciertos y plantear y resolver con solvencia las serias dificultades que confrontaba la nación. Pensaba que con solo adoptar una moneda valorada en oro los problemas quedarían resueltos. Y la realidad era totalmente distinta. Alegaba su mensaje a este respecto:18

            "En nuestro país no existe una unidad monetaria legalmente adoptada, fija, inequívoca, estable. Nuestra unidad monetaria está inducida por una ley, la del 14 de julio de 1885, que da curso legal a ciertas monedas extranjeras para la determinación de los precios y en la que hay graves errores. Tampoco se ha fijado por ley la relación entre el medio circulante de papel moneda en el país y la unidad monetaria internacional, en términos claros y rígidos, como deben ser. Ni existen prescripciones legales para la discriminación en el medio circulante interno entre los billetes convertibles y las monedas divisionarias. Varias disposiciones vigentes sobre el régimen monetario han quedado atrofiadas por la costumbre de no aplicarlas.

            "En la regulación de casi todas las relaciones humanas son esenciales leyes, las más generales y permanentes posibles, para prevenir la arbitrariedad y la parcialidad. Con más razón ha de ser necesaria una ley monetaria franca y terminante en la república, porque el sistema monetario es uno de los elementos sustanciales del bienestar económico nacional. Además se proyecta fundar el Banco Central del Estado que estará encargado de la emisión y afianzamiento del medio circulante y de la estabilización de su valor con relación al talón monetario.

            "Y para efectuar la transición del régimen actual al proyectado de standard oro será indispensable la determinación clara del medio circulante en las transacciones económicas y financieras. En el proyecto se adopta un peso fijo de metal oro como patrón monetario nacional, el mismo que se ha aplicado hasta ahora en las cuentas de los precios, pero menos que por simple hábito. Entre nosotros, pues, regirá también el talón oro que prevalece en todos los países de avanzada evolución económica".

            Con ese pensamiento, comenzó elevando al Congreso su proyecto de Ley de Reforma Monetaria. Propuso la creación del peso paraguayo como unidad monetaria del país. Estaría representado por una moneda de oro de 16 gramos y 129 milésimos de peso y de 900 milésimos de fino y100 de aleación. Tendría un valor equivalente a la cotización de entonces del peso oro sellado de 42.61 $ ,de curso legal, con lo que trataba mantener la estructura vigente de precios y valores. La moneda tendría 20 milímetros de diámetro. Llevaría en el anverso el escudo nacional con la inscripción de República del Paraguay y el año de acuñación, y en el reverso el escudo de Hacienda con la leyenda "Paz y Justicia" y el valor de la moneda.

            El Banco Central sería un banco de propiedad estatal cuyas funciones serían:

            1) Emisión y convertibilidad del medio circulante.

            2) Estabilización de la paridad cambiaria con relación a la unidad monetaria de oro adoptada.

            3) Regulación de las tasas de interés y de redescuento.

            4) Otorgar redescuento a los bancos del sistema en casos de emergencia o de crisis.

            5) Fomento de las actividades productivas del país.

 

            La administración del banco estaría integrada por tres departamentos: de emisión, bancario y de fomento. Su capital estaría integrado con los fondos de la Oficina de Cambios y el Banco Agrícola, cuyas funciones y recursos asumiría.19

            Para la constitución del Banco, el Gobierno estaba negociando la cancelación de los privilegios de emisión del Banco de la República. Una contrapropuesta de compensación de 1.500.000 pesos, en reemplazo de los 20 millones de pesos solicitados anteriormente, estaba siendo considerada por las autoridades del Banco en París. La propuesta fue finalmente aceptada y el correspondiente contrato de rescisión fue finalmente suscrito. El Banco, que estaba sobrellevando una aguda crisis de liquidez por el congelamiento de sus activos en propiedades inmobiliarias asumidas por garantías ejecutadas, optó poco después por liquidar sus operaciones y cerrar sus puertas en el país.

            Hasta tanto se creara el Banco Central, el sistema monetario seguiría administrado por la Oficina de Cambios. No habría circulación de monedas metálicas. Las monedas de oro se utilizarían solo en las transacciones internacionales o en las operaciones de cambio del Banco Central o la Oficina de Cambios. El papel moneda en circulación no sería convertible a monedas de oro sino a divisas y monedas extranjeras convertibles a oro. Sería un sistema de Patrón de Cambios Oro, afirmaba la exposición de motivos, aun cuando el país prácticamente no tenía saldos en monedas convertibles sino en pesos argentinos y las monedas convertibles iban desapareciendo aceleradamente en todo el mundo. Con la presión de los acontecimientos, la escalada de la inconvertibilidad fue dramática.

            "Argentina, destaca Beveraggi, fue el primer país en suspender la conversión de su moneda, cosa que ocurrió en diciembre del año 1929. En 1930 y primera mitad de 1931, numerosos países, de aquellos con menor grado de desarrollo, adoptaron la misma medida. En setiembre de ese año, Gran Bretaña suspendió también la convertibilidad de su moneda. Hacia abril de 1932, cincuenta y un países habían abrogado en la práctica el patrón oro y tomado medidas para contrarrestar la severa contracción monetaria y la deflación inducida por aquella y por otras causas, particularmente la desconfianza y el pánico que impulsaban a millones de personas en todo el mundo a retener en su poder monedas metálicas y a retirarlas de los bancos en la mayor medida posible, en la preocupación de no poder convertirlas más adelante".20

            Ante ese panorama internacional, la propuesta de adopción unilateral de un patrón oro pecaba de un irrealismo absoluto. Era no solo irrealizable sino que no podía tener ninguna eficacia para remediar los graves problemas que confrontaba la nación. Resulta imposible definir el mecanismo por el cual la estabilidad del cambio, en las circunstancias que imperaban en los mercados externos, podría ayudar al mantenimiento de los niveles de ocupación y de exportación de la economía nacional. Muy por el contrario, una devaluación de la moneda nacional era imperativa y necesaria para evitar una mayor caída de la producción interna y de las exportaciones. Inclusive, la fuerte depreciación indirecta que producía la desvalorización del peso argentino estaba ayudando a paliar, en parte, el duro impacto que la caída de los precios externos tenía sobre las posibilidades de exportación de nuestra débil producción primaria.

            El nuevo proyecto monetario fue remitido al Congreso el 23 de abril de 1930 para su consideración. Su texto fue publicado el día siguiente, con comentarios elogiosos, en un diario de la capital. 21 Pero el Parlamento lo recibió con extremada frialdad. Se hizo evidente que su consideración no prosperaría sin la cooperación de los dos grupos que propiciaban las candidaturas de Eusebio Ayala y Luis A. Riart para la Presidencia de la República. La lucha por la sucesión presidencial dominaba el ambiente parlamentario.

            Por su parte Eusebio Ayala le hizo saber al Presidente Guggiari que consideraba inapropiado el proyecto elaborado de un Banco Central con departamentos de emisión, bancario y de fomento. Que estimaba más conveniente una organización similar a la adoptada en Chile y Bolivia con el asesoramiento de la Comisión Kemmerer, con funciones exclusivamente monetarias. Le indicó además que prefería la adopción de una nueva moneda de valor equivalente a 20 centavos de dólar y respaldada con fondos en dólar y libras esterlinas depositados en Nueva York y Londres antes que una moneda ligada al oro. Recomendó asimismo la contratación del Sr. Kemmerer, cuya presencia en el país ayudaría a proyectar una mejor imagen en el exterior.

            Para entonces, la gravitación de Eligio Ayala había experimentado una palpable declinación. Su presencia ya no era temida ni su palabra acatada. El inmenso poder y la autoritaria hegemonía que había ejercido omnipotente a lo largo de la década anterior habían resultado erosionados con el curso de los acontecimientos y particularmente con el desgaste que la resistencia creciente a sus desplantes y a su estilo atrabiliario le producían. Su influencia en el Parlamento había disminuido considerablemente. Y todo eso le exasperaba y era motivo de fricciones frecuentes con figuras importantes de la esfera gubernamental. En una sesión conjunta de los Comités de Finanzas de las Cámaras de Diputados y Senadores, realizada, con la presencia de todos los ministros, el 26 de junio de 1930 para estudiar el proyecto de presupuesto, el senador Luis A. Riart, miembro del Comité de Finanzas del Senado, destacó la falta de claridad de las cifras incluidas en los ingresos y egresos y el desequilibrio evidente que existía entre ambas partidas. Por entonces el Dr. Riart era ya precandidato a presidente de la república y contaba con el apoyo de un considerable número de parlamentarios. Esta inesperada crítica y el tono arrogante del rechazo que propuso del proyecto de presupuesto rebasaron los límites de la tolerancia de Ayala. Disgustado ante esa irreverencia, se puso abruptamente de pie y a gritos desaforados interrumpió al exponente y le trató de ignorante. Y ante la sorpresa y el desconcierto de los presentes, con ostentoso gesto de desafío desabotonó su saco y extrajo de su cintura un revólver nikelado que empuñó amenazante. Según el relato que le hizo después el Dr. Enrique Bordenave al Ministro Americano, Justo Pastor Benítez, que estaba sentado al lado de Ayala, dio un salto y le sujetó la mano armada y con la ayuda del general Schenone, Ministro de Guerra y Marina, consiguió quitarle el revólver.23 En medio de la confusión y el alboroto provocado por ese inusitado incidente, el Dr. Ayala abandonó apresuradamente el recinto parlamentario y fue a su despacho donde redactó su renuncia que le envió de inmediato al Presidente de la República.

            Se supo que el presidente Guggiari se negó a recibirla. Con la ayuda de algunos ministros y de varios dirigentes liberales se abocó de inmediato a apaciguar los ánimos y a buscar una reconciliación amistosa. Después de largos cabildeos y de insistentes súplicas, el Dr. Ayala accedió a retirar su dimisión y continuar en el ministerio. Se habló de una solución amigable, pero el daño quedó consumado. Se había acentuado el hondo resentimiento que en la esfera parlamentaria existía en contra del poderoso e intemperante ministro. Se hizo además patente que el tiempo y el predominio de Eligio Ayala habían terminado. Ya no tenía rol que cumplir en la organización y constitución del próximo gobierno y eso para un político era fatal. Era una evidencia de que su ciclo y su espacio político se habían agotado.

            Pero Eligio Ayala no podía con su genio y no se daba por vencido. Tenía la obsesión de su proyecto de Banco Central y decidió insistir en él a pesar de la evidente resistencia parlamentaria a todas sus iniciativas. En esas circunstancias y superando reservas personales e ideológicas, le pidió al Dr. Eusebio Ayala que, en colaboración con el Dr. Gerónimo Riart, elaboraran un proyecto de Banco Central que pudiera ser considerado por el Parlamento.

 

            EL ÚLTIMO PROYECTO DE BANCO CENTRAL

 

            El nuevo proyecto quedó terminado hacia fines de julio de 1930. Aun cuando fue más producto del interés y la dedicación que el Dr. Riart le consagró al tema, recogía las inquietudes de Eusebio Ayala en cuanto al valor de la moneda por crearse y sobre todo con respecto a la autonomía asignada a la dirección del nuevo organismo. A criterio de Eusebio Ayala, aunque fuera una institución oficial, el banco no debía ser una dependencia subordinada a las decisiones y presiones del Gobierno Para su elaboración se tomó de modelo la carta orgánica del Banco Central de Chile, preparada por la Misión presidida por el Dr. Kemmerer. Proponía el nuevo proyecto un banco central que sería esencialmente un banco de bancos, con poca relación con el público y la creación de una nueva unidad monetaria nacional. Sería el banco un organismo autónomo, sobre el cual el Poder Ejecutivo no podría ejercer ninguna facultad que no le confería expresamente la ley.

 

            LA UNIDAD MONETARIA

 

            Sería el "paraguayo" una moneda de oro dividida en cien centavos, con un contenido de 0.300933 gramo de oro fino. Equivaldría a la quinta parte del dólar, una equivalencia similar a la de los países centroamericanos. Según el proyecto del mensaje, este valor ofrecía las siguientes ventajas internas e internacionales:

            "...en cuanto a la circulación interna se refiere, (...) la de que su margen de variación entre los precios y salarios actuales y los posibles de ajustamiento, será insignificante y en ciertos casos, casi inapreciable. (...)

            "…en cuanto a la cotización de nuestro signo monetario en el mercado internacional, también creemos que la unidad propuesta ofrece ventajas evidentes. Constituye un submúltiplo exacto de una unidad monetaria universalmente cotizada, la más firme y segura desde la guerra europea, y dadas las condiciones monetarias y económicas por las que el mundo atraviesa, la que más probabilidades tiene de permanecer y dominar en todos los mercados internacionales".26

            Pero lo que los proyectistas no supieron anticipar es que los Estados Unidos también muy pronto estarían abandonando el patrón oro y reduciendo significativamente la equivalencia del dólar respecto a ese metal. En efecto, en marzo de 1933, Estados Unidos abandonó formalmente el patrón oro. Y en enero de 1934 redujo en más del 40% el contenido áureo de su moneda, al fijar en 35 dólares el valor de la onza troy de oro, que hasta entonces había sido de 20.67 dólares. Las devaluaciones competitivas y el proteccionismo arancelario estaban a la orden del día en todo el mundo. Bien podría entonces decirse que el planteo no se ajustaba a los requerimientos de los tiempos y que no podría haber tenido ninguna eficacia para resolver los riesgos y problemas que se querían prevenir.

 

            LA EMISIÓN

 

            El Banco Central tendría el privilegio exclusivo de emisión de billetes y monedas. En el ejercicio de esta facultad entregaría sus billetes y monedas a cambio de:

            "a) monedas y barras de oro;

            "b) depósitos acreditados a la cuenta del Banco Central del Paraguay, pagaderos a oro".

            Los billetes del banco serían convertibles y pagaderos al portador, a su presentación en la Oficina Central, ya sea en monedas o barras de oro, o en giros a la vista, o tres días vista, pagaderos en oro sobre un banco del exterior. Para asegurar la convertibilidad, el Banco Central debía mantener una reserva en oro equivalente al cuarenta por ciento de sus billetes en circulación. Podría el Banco Central emitir para fines de redescuento dentro de los límites determinados por la obligación de la reserva en oro. Como hacia esa fecha la Oficina de Cambios tenía una reserva equivalente al 57.5% de la emisión, en la etapa inicial no sería mucho lo que el Banco Central hubiera podido destinar al apoyo de las actividades productivas y comerciales.

 

            EL BANCO CENTRAL

 

            El nuevo banco sería de propiedad del Estado y se denominaría Banco Central del Paraguay. Sus objetivos serían los siguientes:

            "a) Regular la circulación monetaria;

            "b) Dar seguridad al sistema de crédito;

            "c) Dar estabilidad al cambio exterior;

            "d) Facilitar la transferencia de fondos en el interior y exterior;

            "e) Mantenerlas reservas necesarias para cumplir sus fines".

 

            Aun cuando el artículo pertinente del proyecto no lo menciona, en el texto del mismo se añadían entre sus funciones las siguientes:

            f) Actuar como banquero y agente financiero del Gobierno y las entidades públicas;

            g) Ejercer con exclusividad la emisión de billetes y monedas y operar su convertibilidad;

            h) Operar un sistema de compensación de saldos interbancarios.

 

            DIRECCIÓN Y ADMINISTRACIÓN

 

            Aunque no se contemplaba la participación privada en el capital del Banco, sectores de la iniciativa privada estarían representados en su directorio. La dirección y administración del Banco estaría a cargo de un Directorio compuesto de seis miembros: un presidente, un vicepresidente y cuatro vocales. El presidente, el vice y dos vocales serían nombrados por el Poder Ejecutivo, previo acuerdo del Senado. Los otros dos vocales serían nombrados, uno por los bancos establecidos en el país y el otro por la Cámara y Bolsa de Comercio. El presidente sería el representante legal del Banco.

 

            OPERACIONES DEL BANCO

 

            El Banco quedaría habilitado para, realizar las operaciones siguientes:

            -           comprar de los bancos establecidos en el país transferencias telegráficas y cablegráficas y giros de dichos bancos sobre sus centrales en el exterior o sucursales en el interior, o sobre bancos extranjeros o banqueros de reconocida solvencia, convencimientos no mayores de noventa días;

            -           hacer préstamos y descuentos a los bancos establecidos en el país o que llegaren a establecerse; a recibir de los mismos depósitos sin interés; realizar con ellos operaciones de compra y venta de giros, de transferencias y custodia de dinero, de cobro de cheques, pagarés y documentos y la compra, venta y embarque de oro.

 

            OPERACIONES CON EL PÚBLICO

 

            El proyecto contemplaba la facultad del Banco para operar con el público con fines de regulación monetaria y cambiaria. Sería un mecanismo para dotar a la plaza de mayor circulante en un momento dado si el Banco lo estimara conveniente; pero no un recurso de ordinaria aplicación ni una función habitual. Con ese enfoque, el Banco quedaría habilitado a realizar con el público las operaciones siguientes:

            a) comprar y vender transferencias cablegráficas y telegráficas, pagaderas al contado o dentro de un período máximo de noventa días;

            b) comprar, vender y compensar giros y cheques pagaderos a la vista y girados sobre bancos y banqueros de reconocida solvencia, extranjeros y nacionales;

            c) comprar y vender oro acuñado y en barras;

            d) comprar, vender y descontar giros pagaderos en el exterior, y letras de cambio extranjeras, originadas en transacciones del comercio de importación o exportación, con vencimientos no mayores de noventa días, o si fuesen letras aceptadas, con vencimientos no mayores de noventa días de la fecha de adquisición;

            e) comprar, vender y descontar aceptaciones bancarias de bancos establecidos en el país, de reconocida solvencia, y documentos y pagarés comerciales del país, con vencimiento no mayores de noventa días de la fecha de adquisición y que se hubiesen originado en la producción, fabricación, transporte o venta de productos o mercaderías;

            f) recibir valores en custodia;

            g) recibir depósitos a la vista, sin interés;

            h) actuar como agente, por cuenta de terceros, para el cobro de giros, documentos, letras, cheques, pagarés, cupones, cédulas y otros títulos de crédito.

 

            OPERACIONES CON EL ESTADO

 

            El proyecto recoge una especial cautela para prevenir el acceso fácil del Gobierno a los recursos del Banco Central para el financiamiento de sus gastos.

            El Banco Central sería el banquero del Gobierno, depositario único de los fondos fiscales, municipales y judiciales. Tendría a su cargo todas las operaciones del Tesoro Nacional y los servicios de la deuda pública. El financiamiento al sector público sería limitado y de corto plazo. Estaría destinado a cubrir temporalmente gastos autorizados en el presupuesto, hasta tanto se recaudaran los recursos previstos para su financiamiento. Podría descontar letras de la Tesorería Nacional de hasta noventa días de plazo y solo hasta la suma de diez millones de pesos de curso legal o un millón de paraguayos, para gastos autorizados en el presupuesto nacional. Toda otra clase de operaciones de créditos con el Gobierno y sus ramas administrativas le estaba expresamente prohibida.

 

            LA CÁMARA COMPENSADORA

 

            El proyecto dejaba a los bancos establecidos en el país la opción de formar una asociación que se encargaría de operar la compensación de cheques entre los bancos. Para el efecto, los bancos debían mantener en cuenta en el Banco Central las sumas necesarias para el pago recíproco de los saldos de las compensaciones con cheques girados contra tales cuentas.

            Constituida la Cámara Compensadora, sería ella la encargada de designar el vocal del Directorio del Banco Central que representaría a los bancos.

 

            EL TRÁMITE DEL PROYECTO

 

            Antes de su remisión al Congreso, Eligio Ayala le pidió a Eusebio Ayala su patrocinio formal del proyecto, apoyo este que no pudo lograr. Para entonces, las diferencias sobre el tema monetario y bancario se habían complicado entre ambos con las repercusiones que el proyecto podría tener sobre la defensa nacional.

            El criterio hasta entonces dominante en el Gobierno y en los altos mandos militares era que la defensa contra el avance boliviano "debía hacerse apoyada en el curso del río Paraguay, es decir, abandonando la línea de fortines en el interior del Chaco".27 Esta estrategia era alentada por el Jefe de la Misión Militar Argentina contratada por el Gobierno para asesorar la organización y formación profesional del Ejército y la formulación de los planes de la defensa nacional. El único que en el Ejército sostenía la necesidad y la conveniencia de defender la línea interior de los fortines era el entonces teniente coronel José Félix Estigarribia. "El coronel Schweizer, dice Policarpo Artaza, opinaba que al Ejército paraguayo no le convenía abandonar sus posiciones de defensa y alejarse de sus bases, sino, por el contrario, atraer al enemigo alejándole de las suyas, con mejores posibilidades de batirlo; que la maniobra envolvente proyectada por Estigarribia provocaría la huida del Ejército boliviano, ya que era prácticamente imposible un cerco absoluto de tan grande fuerza, sin contar con una superioridad numérica adecuada de la que el Ejército paraguayo carecía".28 El presidente Guggiari y el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas del país, el general Manuel Rojas, compartían ese criterio.

            "Según la escuela a que pertenecía el general Rojas, explicó después el mismo Estigarribia, el único procedimiento adecuado para detener la avalancha boliviana era organizar la defensa sobre el río Paraguay, en vista de la extremosa precariedad de elementos disponibles para la defensa y sobre todo, de la falta de preparación del país para la guerra.

            "Esta concepción empezaba por desentenderse de las posibilidades que ofrecían las imperfecciones del ambicioso plan enemigo, entre otras cosas, su estructura por demás simplista, que lo basaba todo en la sorpresa, al punto de no contar casi para nada la voluntad paraguaya. El plan de la defensa sobre la ribera se atenía ciertamente a la realidad de nuestra indefensión, como no lo podía dejar de hacer, pero le faltaba el resorte de una confianza mejor cimentada, y renunciaba por adelantado, con notorio espíritu derrotista, a los frutos posibles de nuestra audacia. Por mi parte, yo me apoyaba en el conocimiento de nuestro pueblo y en lo que él era capaz de dar en estos casos, así como también en algunos principios técnicos a cuya fructuosa aplicación se prestaba ampliamente el presuntuoso plan boliviano; y sostenía que, lejos de permitir que el enemigo llegara impunemente sobre la ribera del río Paraguay, facilitándosele así la marcha por el desierto, la defensa debería ir a su encuentro a la mayor distancia posible del río, de modo que el desierto fuese nuestro aliado para entorpecer su avance.

            "En la defensa sobre el río, los paraguayos estaríamos obligados a diseminar nuestras pocas tropas a lo largo de más de mil kilómetros, desde Fortín Galpón hasta el río Pilcomayo, como ya se había intentado hacer en 1928, con motivo del incidente de Vanguardia; es decir, nos declararíamos vencidos de antemano en todas partes. Mientras nosotros nos encontrásemos esparcidos en débiles fracciones, el enemigo, con todas sus tropas reunidas, accionaría libremente sobre cualquier punto elegido por él.

            "Y su aparición en fuerza sobre un punto cualquiera del río Paraguay le permitiría vivir de nuestros propios recursos, en tanto que nosotros, desde el comienzo de las hostilidades perderíamos una vasta zona del país, grandes establecimientos fabriles y un enorme stock de ganado vacuno.

            "Lo esencial, pues, para la defensa paraguaya era precisamente lo contrario: no permitir la reunión de las columnas enemigas que en amplio despliegue marcharían hacia su objetivo, y tratar de romper los dientes de cada tenaza antes de que se cerrasen. Esto solo podría hacerse lejos del río Paraguay. Pero había que actuar con rapidez. Un minuto de vacilación podría ser fatal".29

            Con el criterio de los mandos militares, todas las adquisiciones de armamento hasta entonces realizadas por el Gobierno se orientaron al fortalecimiento de la línea de defensa sobre el río Paraguay. Para ese efecto se adquirieron, por ejemplo, los dos cañoneros, que al iniciarse el conflicto y adoptada la estrategia contraria de la defensa de la línea de fortines, solo sirvieron de medios de transporte de materiales y tropa hasta Puerto Casado, que fue el puerto de entrada hacia el teatro interior de las operaciones. Esa función pudo haberse cumplido con mayor eficacia y menores costos por simples barcazas o embarcaciones de transporte. Ninguno de estos cañoneros alcanzó a disparar un solo tiro durante los tres años que duró el conflicto chaqueño.

            Eusebio Ayala, precandidato ya a la Presidencia, era de los pocos dirigentes liberales que compartían los criterios estratégicos de Estigarribia y eso le valía la animadversión de los altos mandos militares.30 Alentaba él una solución pacífica a la cuestión del Chaco, pero no descartaba la inminencia de una guerra. Le preocupaba por ello que el país no estuviera adecuadamente preparado para el caso de un conflicto armado. Pensaba que el Gobierno iba a necesitar de cuantiosos recursos para solventar la guerra. Por eso no creyó oportuna la sanción de una ley que cerraba al Gobierno su acceso a la emisión fiduciaria para el financiamiento de sus gastos, como se proponía en el proyecto de Banco Central. Por ese motivo y sin dar mayores explicaciones al respecto, le hizo saber al ministro Ayala que no encontraba motivos para aparecer apoyando el proyecto elaborado. Ante la insistencia del Ministro, Eusebio Ayala le devolvió la carpeta del proyecto con una escueta esquela que decía:

 

5 de agosto de 1930.

 

Mi estimado Ministro:

 

Devuelvo la copia que Ud. me envió y le ruego me disculpe de no poner mi firma al pie, pues el trabajo no es mío, sino del doctor Gerónimo Riart. Mi colaboración ha sido bastante modesta en el asunto y no tendría yo justificación alguna para considerar mío el proyecto de modificaciones. Por lo demás el principal autor del plan es el Dr. Kemmerer, como lo puede ver comparando con las leyes análogas de Chile, Bolivia y Ecuador. Suyo affmo.

Eusebio Ayala.

 

Sr. Dr. Eligio Ayala

Ministro de Hacienda"31

 

            Esta negativa fue un duro golpe para Eligio Ayala. Terminó con su sueño de dotar al país de un Banco Central. Comenzó allí su ocaso, la declinación definitiva del enorme poder que había ejercido casi sin contrapeso en su partido y en la vida nacional. Culminaba también un largo aunque silencioso enfrentamiento entre los dos Ayala. Terminaba la era de Eligio y comenzaba la de Eusebio.      

           

            LA AMPLIACIÓN DE FUNCIONES DE LA OFICINA DE CAMBIO

 

            Ante la presión de la crisis que se extendía y la evidente resistencia parlamentaria para crear un Banco Central, el Gobierno optó por ampliar las funciones y facultades de la Oficina de Cambio buscando fortalecer sus posibilidades de intervención en el mercado monetario y cambiario. Por ley Nº 1.170 del 12 de setiembre de 1930, la Oficina fue habilitada para ejercer las siguientes funciones nuevas:

            - Recibir valores en custodia.

            - Efectuar pagos y cobranzas por cuenta de terceros y cobrar comisión por estas operaciones.

            - Aceptar depósitos sin interés, de fondos fiscales, municipales y judiciales.

            - Ejercer las funciones de agente financiero del Gobierno, si este le solicita.

            - Redescontar letras de las carteras de los otros bancos, con endosos de estos, y a plazo no mayor de 90 días, derivadas de operaciones genuinamente comerciales. La tasa del redescuento será determinada por el Directorio de la Oficina con el acuerdo del Ministerio de Hacienda.

            - Emitir papel moneda de curso legal, para el redescuento, hasta cuarenta millones de pesos de curso legal, previa aprobación del Ministerio de Hacienda. A medida que sean devueltos los billetes puestos en circulación por el redescuento, serán retirados de la circulación.

            La medida adoptada traducía el reconocimiento de la necesidad de intervención en el agobiado mercado monetario y cambiario, pero al mismo tiempo revelaba una extremada cautela parlamentaria para prevenir la expansión inmoderada de la acción oficial en el campo monetario y bancario. Las nuevas facultades aprobadas contribuían más a expandir las actividades de la Oficina de Cambio como banco comercial antes que a fortalecer sus atribuciones de autoridad monetaria encargada de regular la oferta monetaria y crediticia.

 

            LA MUERTE DE ELIGIO AYALA

 

            Poco después moría Eligio Ayala a resultas de un sórdido incidente pasional. En un rufianesco enfrentamiento armado, el Primer Ministro del país y un patulero gorrón sin empleo disputaron a tiros la exclusividad de los favores de una promiscua golfa teutona, que por entonces le servía a Ayala de doméstica y de amante. No fue un duelo, sino un vulgar y alevoso crimen, que no podría haber invocado como atenuante el elemento pasional que lo generó. En un rapto de celos, al enterarse de la infidelidad de su servidora, Ayala tomó una pistola y al amparo de la obscuridad de la noche fue caminando largas cuadras, desde su residencia, situada en la esquina de las calles Estados Unidos y Presidente Wilson, hasta la casita de la calle Manuel Pérez y Samuhú-peré (hoy Juan de Salazar y Boquerón) que él le había regalado poco antes a su sirvienta. Allí atropelló la entrada con el arma en la mano, solo que su rival, en el instante del encuentro, en la precaria alcoba que compartía en ese momento con la dama en disputa, tenía al alcance de la mano un revólver y alcanzó a disparar más o menos simultáneamente que su atacante. El agredido murió instantáneamente con dos balazos en el corazón. Eligio Ayala recibió tres heridas: en la nuca, en la muñeca izquierda y en el costado derecho del abdomen, con perforación del hígado y los intestinos. A pesar de las heridas y de la pérdida de sangre, fue caminando varias cuadras hasta la parada de Belvedere y de allí, en un auto de alquiler, fue hasta la casa del Dr. Massi a pedirle auxilio médico. Murió horas después en la mesa de operaciones de un sanatorio céntrico.32 Tragedia y vergüenza mayor hubiera sido que sobreviviera. Un final poco digno para un prominente hombre público que se decía aristócrata, moralista incorruptible y que fue dos veces Presidente de la República y Ministro de Hacienda de tres presidentes.

            Su muerte fue un drama, no solo por el desdoroso contorno pasional que le sirvió de marco, sino también porque en una hora crítica y difícil para el país, el Gobierno perdió con él a uno de sus más sólidos pilares. En el entorno del Gobierno, Eligio Ayala fue una figura dominante. Era el único que decidía y opinaba sobre las materias económicas y financieras. Y al faltarle su principal sostén, el andamiaje oficial se debilitó y comenzaría pronto a desmoronarse. No pudo ya resistir la presión de la enorme turbulencia que enfrentaba. Un diario opositor hizo de esta tragedia el balance siguiente, que rasga los velos que ocultaban la aguda crisis moral, económica y social que sobrellevaba la nación:

 

ELIGIO AYALA

 

            "Compasiva verdad para los muertos y verdad tronadora, terrible para el que vive y oprime, dijo Baralt al formular una de las reglas de la crítica histórica.

            "Para el doctor Eligio Ayala, vivo, el juicio de sus conciudadanos no hubiera podido despojarse de ciertas aristas duras, de cierto altivo encono, de cierta áspera energía en la condenación. Pero ya está en la paz de la tumba, ya es una sombra más que va a poblar el dominio de la historia. Ha abandonado la vida sin grandeza, ha caído en un oscuro episodio, de esos que alimentan las crónicas policiales, y aunque adversarios de él, hubiéramos preferido verlo desaparecer con mayor decoro, o por lo menos, en modesto silencio.

            "Pero el destino tiene sus crueldades. Y cruel ha sido la manera como se extingue la vida de este hombre todopoderoso, que desde hace una década viene rigiendo, de modo efectivo, los destinos del Paraguay.

            "El doctor Eligio Ayala gozó largamente de la generosidad de su país. Vivió varios años en Europa subvencionado por el Estado y a su retorno se encontró en el seno de un partido en el que la cultura era menospreciada y odiada la inteligencia. Sin embargo, ese partido necesitaba para sostenerse del concurso de alguna persona que hubiese tenido algún contacto con los libros y que no desconociese totalmente las ciencias políticas. Empujado por dicha necesidad surgió en la vida pública el hombre que pronto iba a trocarse en la figura central del gobierno de los liberales.

            "Ministro de Hacienda, luego Presidente de la República y otra vez Ministro de Hacienda, el doctor Ayala dejó de ser una realidad humana para convertirse en un mito político, en cuya invención son tan expertos los liberales, como toda muchedumbre ignara.

 

            "Al mito de la honradez, o Franco, reemplazó el mito de la capacidad, o sea, Eligio Ayala. Sin embargo, este hombre, que llegó a erigirse en el dictador de las finanzas radicales, no realizó nada memorable. Sus pocos aciertos son el resultado de copias parciales de los proyectos financieros del último gobierno colorado. Fue un cajero que carecía de la visión del estadista, que se despreocupaba de las necesidades económicas del país, y como mandatario, todos los ditirambos con que le cubrió la adulación tienen por fundamento el hecho banal de servir regularmente el presupuesto.

            "Tal vez, muchas de sus fallas sean el resultado del ambiente en que actuó y vivió. Militando en un partido huérfano de valores intelectuales, al medirse con los hombres que le rodeaban, constató que ninguno de ellos era de la medida de su talla. Esta constatación fomentó su vanidad y contribuyó a inflar el concepto que tenía de su persona y llevando la generalización a extremos imprudentes, tal vez en la soledad de su conciencia se creyó en múltiples ocasiones el primer ciudadano de la república, cuando era apenas el hombre de mayores letras de su partido.

            "El doctor Eligio Ayala conoció a los hombres del radicalismo como ninguno. Profesó por ellos un desprecio altivo que jamás disimuló. Sus intencionadas ironías, sus sangrientos sarcasmos, sus brutales agresiones, estampados en un centenar de esquelas con que diariamente abrumaba a la ciudad, iban dirigidos en su totalidad contra las modalidades y los hombres de su mismo credo político. Ni el Presidente de la República ni ninguno de sus ex compañeros de gabinete, se han visto libres de sus dardos envenenados y de sus burlas a veces trágicas.

            "Cultivó el sarcasmo y la ironía, por temperamento y por política. Sentía un placer morboso en humillar a cuantos le rodeaban, y conociendo la condición servil de los liberales, usó con ellos del látigo y de la fusta para someterlos a su voluntad arbitraria y a su humor atrabiliario. De este modo se hizo respetar de los suyos, y esta es la causa de que la clase conservadora viese en el doctor  Ayala un elemento atenuador del instinto depredador de los radicales.

            "Todas estas cualidades le concitaron al doctor Eligio Ayala la antipatía de sus correligionarios. Y si su obra de gobernante le valió la crítica acerba, el odio de sus correligionarios le ganó más de una simpatía.

            "La muerte del doctor Ayala viene a desequilibrar la política nacional. En el ditirambo póstumo de sus correligionarios no será difícil descubrir mucho rencor oculto, pero rencor injustificado. Porque las agresividades ampliamente difundidas del extinto constituían, en el fondo, una garantía de estabilidad de su partido. El doctor Eligio Ayala es, probablemente, el único radical que veía la necesidad de crear un valor moral que sirva de espina dorsal al liberalismo. E intentó convertirse él mismo en ese valor moral exhibiendo las lacras de los suyos, en actitud de puritano implacable, pero que tenía sus resquebraduras interiores, invisibles a la distancia.

            "Tal es el hombre que acaba de extinguirse entre las sombras de una tragedia sin grandezas. Su último epigrama, digno de su cáustico ingenio, hubiera sido dictar para su propia tumba este epitafio: "Que mi partido elogie mis virtudes y practique mis fallas."

            El Gobierno y la prensa oficialista ocultaron los entretelones desdorosos de su muerte y despidieron sus restos con los más altos honores. El elogio de su labor de gobernante, de su capacidad administrativa y financiera y la exaltación de su acrisolada honradez fueron los temas salientes de las notas necrológicas y de los discursos pronunciados sobre su tumba. El pueblo presenció, perplejo y atónito, el final inusitado de una de las figuras más relevantes del momento, que en horas difíciles e inciertas de la vida nacional, supo ejercer un liderazgo decisivo y ganarse el respeto, aunque no las simpatías, de sus conciudadanos.

 

            UN JUICIO SOBRE EL ÚLTIMO PROYECTO DE BANCO CENTRAL

 

            El último proyecto de Banco Central no llegó a trascender al conocimiento público y no pudo en consecuencia ser analizado ni comentado en el país. Sin embargo, la ley del Banco Central de Chile, que le sirvió de modelo fue intensamente analizada y evaluada en ese país. Como los juicios emitidos al respecto resultan aplicables al proyecto paraguayo por la similitud de los mismos, reproducimos seguidamente parte de lo que el Sr. Arturo Maschke formulara durante su ejercicio de la Presidencia del Banco Central de Chile, al plantear la reforma del régimen que su ley orgánica consagraba. Dijo entonces:

            "Si hay una legislación que ha necesitado ser revisada y corregida porque el tiempo y las circunstancias han quebrantado su estructura, es sin duda la que dio origen al Banco Central de Chile.

            "El régimen económico que ella consagra, las normas que dicta, el mecanismo que crea y las previsiones mismas que consulta, todo nos induce a concluir que los principios que le sirvieron de fundamento no extrajeron su raíz de una experiencia vivida por una colectividad con problemas, situaciones e inquietudes similares (a las nuestras), sino más bien del razonamiento frío y la concepción teórica de un sistema.

            "El régimen del patrón oro, establecido en esa ley, revestía tal automatismo, que la circulación monetaria oscilaría en exclusiva función de la Balanza de Pagos, la conversión del billete a oro provocaría la contracción del medio circulante, con el consiguiente drenaje de sus reservas metálicas, y la tasa de interés en grado creciente, sería una herramienta eficaz para atraer capitales y crear un incentivo a las disponibilidades en moneda corriente.

            "La rigidez de ese andamiaje no fue capaz de sostener la violenta contracción del circulante, sin producir graves perturbaciones que culminaron en una deflación de ingrato recuerdo, situación que obligó al país a suspender la conversión metálica y a adoptar medidas de control.

            "Desde ese instante, la economía del país quedaba entregada a las contingencias de la moneda intervenida.

            "La estabilidad monetaria no podría ya surgir de un mecanismo ortodoxo, si no que serían las condiciones políticas, sociales y económicas imperantes las que determinarían la suerte del valor adquisitivo de la moneda.

            "Tronchados los vínculos del signo monetario con el patrón oro, su valor dependería de las contingencias de la política económica interna y de las influencias cíclicas externas.

            "Para ello fue preciso que la Ley Orgánica del Banco Central suspendiera todas aquellas disposiciones que establecían el régimen oro, quedando más tarde expuesta a ser mutilada, corregida y adicionada con numerosas intervenciones legales".

            Basado en esa experiencia, puede decirse que, de haberse aprobado el proyecto, el Paraguay hubiera experimentado las mismas contingencias traumáticas de Chile, solo que a un ritmo mucho más acelerado, porque en el momento mismo en que el proyecto estaba siendo considerado en el país, todas las demás naciones estaban ya abandonando el rígido sistema en él propuesto. Si Eligio Ayala se sintió frustrado y amargado por no haber logrado la aprobación de su proyecto, más desgraciado se hubiera sentido al comprobar los enormes daños que hubiera causado su aplicación.

 

 

            EL PANORAMA SOCIAL

 

            Entretanto, el descontento social y el reclamo político se acentuaban día a día en todo el país. El desempleo generalizado llenaba las calles de desocupados que engrosaban las manifestaciones de protestas contra la indefensión del Chaco y las fuertes represiones policiales.

            Un clima de violencia dominaba la capital. Una ola de huelgas de los sindicatos de albañiles, panaderos y pintores, que fue vigorizada con la adhesión de la Liga de Obreros Marítimos, adquirió características violentas con el asesinato del dirigente albañil Salustiano Centurión. En esas circunstancias, el Gobierno decretó el 18 de febrero de 1931 el estado de sitio y prohibió el funcionamiento de prácticamente todas las organizaciones obreras de la capital, de la Liga de Obreros Marítimos, los Sindicatos de Albañiles, de Pintores, Ebanistas, Mosaístas, la Federación de Obreros del Calzado y la gran Federación Obrera del Paraguay. Los locales de los sindicatos y federaciones obreras fueron todos ocupados por la Policía. Los archivos y registros de los adherentes fueron llevados a la Policía de Investigaciones.

 

            EL LEVANTAMIENTO COMUNISTA

 

            Alentado por el descontento generalizado y el estado de alerta en que se mantenían las organizaciones obreras, el "Consejo Mixto de Delejados", que presidía Oscar Creydt, creyó llegada la hora de la revolución y convocó a un levantamiento nacional, que se materializó solo con una corta ocupación de la ciudad de Encarnación el 20 de febrero de 1931. Encarnación era por entonces una ciudad desguarnecida. La tropa allí situada no pasaba de uno o dos oficiales y una veintena de marineros de la Prefectura. Según el relato de uno de los participantes:

            "... la toma de Encarnación se hizo efectivamente por Barthe, Durán, Amábile, Pereira, Aracuyú y otros. Muchos pobladores, como fue temprano, supieron los hechos por informantes y los conocían sin precisión".35

            Simultáneamente con la ocupación de Encarnación, en la capital se dio a publicidad el siguiente manifiesto revolucionario:

            "Habiéndose por acción popular revolucionaria, tomado la plaza de Encarnación, el Consejo Revolucionario declara lo siguiente:

            1°. Desconócese toda autoridad al Gobierno capitalista actual.

            2°. Que la acción revolucionaria se hace al margen y en contra de toda política partidista. Es una acción popular, regional.

            3°. Proclamar como motivos básicos la guerra a los explotadores económicos y políticos del pueblo paraguayo, por la toma de las tierras y los elementos de producción por los que la trabajan.

            4°. Declárase Encarnación comuna revolucionaria. Los habitantes del país reunidos en convención o convenciones comarcales o regionales, determinarán sus destinos debiendo convocar en tiempo perentorio a asambleas constituyentes.

            5°. La Comuna de Encarnación tomará posesión de las tierras y demás inmuebles. Ella entregará las riquezas al pueblo en usufructo, por individuos o familias.

            6°. La Comuna se organizará en consejos populares de ciudadanos y campesinos en lo político y en lo económico a base de sindicatos de oficios, cooperativas y demás medios socialísticos.

            7°. Invítase al pueblo a la organización y construcción sobre las bases antedichas.

            8°. El Consejo en esta hora envía sus saludos revolucionarios al proletariado del país y a todos los hermanos explotados de la tierra."

 

Por el Consejo Revolucionario:

OBDULIO BARTHE.

 

"Encarnación, febrero 20 de 1931".36

 

            De acuerdo con los planes del movimiento, ese mismo día debían producirse levantamientos y golpes análogos en distintos lugares de la república y una huelga revolucionaria en la capital. Fue una sobreestimación del poder de convocatoria del nuevo movimiento comunista, ya que no tuvieron ningún efecto el llamado a la huelga general en Asunción ni las órdenes de levantamientos populares en Villarrica y Concepción y de insurrección campesina en Arroyos y Esteros, Yhú, Maciel y Sosa, que debían desatarse simultáneamente.37 Se produjo entonces el desbande:

            "... como no se generalizó (el levantamiento) en el resto del país, dice el relato de Quesada, los rebeldes se quedaron a merced de la suerte, y optaron por huir antes de que llegaran las autoridades del Gobierno central. Un grupo encabezado por Obdulio Barthe, con otros amigos, tomaron dos barcos comerciales, uno de ellos del padre de Obdulio o de la empresa Barthe. Durán, Amábile y Aracuyú, para lograrle asistencia médica a este, se quedaron en la ciudad, siendo detenidos".38

            Frustrado el conato revolucionario, la represión posterior fue de extremo rigor. Todos los dirigentes y adherentes del Consejo Mixto de Delegados fueron apresados y confinados a la lóbrega prisión de Isla Margarita. No quedó libre en Asunción ninguna persona vinculada al movimiento. Se intensificó al mismo tiempo la práctica de rotular de comunista a toda crítica al Gobierno para justificar la dura represión que se extendió a todos los sectores de la ciudadanía. El Gobierno quería acallar la protesta ciudadana contra los excesos policiales y los ataques contra la indefensión del Chaco y el comunismo se convirtió en el gran pretexto para la represión. Numerosos dirigentes políticos, que nada tuvieron que ver con esa falaz intentona revolucionaria, fueron apresados, confinados o deportados. Contradictoriamente, y a pesar de la creciente intensificación del problema, la cuestión económica no movilizaba el debate interno como en la crisis anterior de 1920. El tema dominante era el de la defensa nacional.

Con las medidas aplicadas, la agitación y la violencia, en vez de disminuir, se intensificaron, tanto en el lado de la protesta como del Gobierno. La Policía y el Ejército se mantenían en estado de permanente alerta para mantener el orden y la paz en las calles de la capital. Las casas de las autoridades principales y el Palacio de Gobierno eran custodiados por grupos militares fuertemente armados. El Gobierno había perdido la calma. El Estado de sitio, impuesto inicialmente por ley de la nación, fue prorrogado en dos ocasiones por simples decretos del Poder Ejecutivo.

            "El Estado de sitio, comentaba un despacho de la Legación Americana, que ha estado en vigencia durante los tres meses pasados ha sido extendido por decreto del Ejecutivo por otros tres meses adicionales. Desde su (aplicación inicial) la agitación en contra del mantenimiento de esta medida ha aumentado antes que disminuir. (...) El Estado de sitio es de verdadera eficacia para mantener al partido actual en su silla y por esta razón podría hasta el momento considerarse una bendición para un pueblo tan proclive a la revolución. Pero su continuidad evidencia una inclinación hacia los métodos dictatoriales, a los cuales este pueblo, quizás más que otros, tiene sólidas razones para oponerse".39

            Con las restricciones a la libertad de reunión y de expresión, las aspiraciones ciudadanas buscaron refugio en la Universidad y en los centros estudiantiles. La bandera de la defensa de la integridad territorial comenzó a movilizar activamente a la juventud estudiosa de la capital.

 

            EL CONATO MILITAR

 

            Tanta presión ciudadana y la continua represión armada no podían dejar de hacer mella en las filas del Ejército. Los abusos y la violencia aplicados minaban ante la opinión de la oficialidad la legitimidad del orden constituido, principio este que fundamenta la disciplina y la obediencia debida de las fuerzas armadas a las autoridades de una nación. En última instancia, el Ejército no es sino parte del marco social del cual procede, reflejo del medio que nutre sus filas. Tanto descontento y protestas inevitablemente tenían que repercutir en la población armada. Y la crisis se desató el 20 de marzo de 1931. La principal unidad del Ejército, acampada en Campo Grande, en la vecindad de la capital, se movilizó al mando del mayor Rafael Franco, invocando el estado de abandono y descuido en que se encontraban las unidades militares y particularmente las guarniciones destacadas en el Chaco. La Legación Americana envió el siguiente relato de los sucesos:

            "El Mayor Franco, que comanda el regimiento situado en las afueras de Asunción, le pidió al mayor Bray (oficial a cargo de la Escuela Militar), al mayor Garay y al teniente Aponte y a otros que cooperaran con él para derribar el Gobierno. Estos oficiales le contestaron que no era necesario destituir a todo el Gobierno, y que ellos estaban dispuestos a apoyarle para forzar la renuncia del Ministro de Guerra y (posiblemente) del Ministro de Hacienda. Varios de ellos se trasladaron a ver al Presidente de la República para sugerirle que estos dos ministros debían renunciar o ser destituidos. El Presidente pidió tiempo para considerar el asunto y los oficiales regresaron al cuartel del mayor Franco. El regimiento de este se encontraba en estado de alerta y los oficiales prestos para los acontecimientos.

            "El Presidente fue luego al local de la Policía donde se reunió con los ministros de su gabinete y otros allegados. La tropa de la Policía estaba armada y preparada para toda emergencia. Se esperaba que el mayor Franco iniciaría en cualquier momento su marcha hacia la capital. Entre tanto, militares y políticos iban y venían de la Policía y el cuartel de Franco buscando evitar un derramamiento de sangre. Los mayores Bray y Garay convencieron a Franco para que pospusiera el ataque, ya que todos los ministros del gabinete habían entregado su renuncia al Presidente de la República y que el Gobierno sería reorganizado en forma satisfactoria para el Ejército".40

            Ese entendimiento abortó el conato de levantamiento y selló la suerte del mayor Franco. En toda confrontación, la vacilación es casi siempre fatal. Un golpe que se aviene a negociar pierde irremediablemente su momento. La tregua favorecía al Gobierno. Mediante la adhesión lograda de las demás unidades, pudo aislar el foco de la rebelión. Franco quedó solo y, días después, era objeto de un atentado. Cuando se dirigía a su unidad, en un recodo del camino a Campo Grande le fueron disparados cuatro balazos que perforaron su automóvil sin alcanzar a herir ni a él ni a su chofer. Los diarios de oposición denunciaron una orden dada para liquidar a Franco, en tanto en los círculos oficiales se comentaba que el atraco fue fraguado solo para prestigiar al supuesto atacado.

            Poco después, el gabinete era reorganizado. Con ello se buscaba aplacar las inquietudes militares. Fueron separados de su cargo, entre otros, los ministros de Guerra y de Hacienda. Pero al mismo tiempo, el mayor Franco fue separado también de su cargo. Meses después, el 1° de octubre siguiente, se le ofrecía una Misión en Europa para alejarlo del país. Consecuente con su posición, en una carta divulgada por la prensa, Franco ratificó su preocupación por el problema de la defensa territorial, rechazó la oferta de viaje y pidió su retiro. "Aceptar comisiones de placer, dijo en ella, sería quebrantar la moral militar. Antes que prestarme a indignidades, preferiría romper con mis propias manos la espada que la patria me confió para su defensa".41 Con ello colmó la paciencia de Gobierno. La Justicia Militar dictó entonces en su contra auto de prisión, "por supuesta tentativa de rebelión y levantamiento contra los poderes constituidos de la nación", reclusión que debía guardar en el local del Departamento de Marina".42

            Al mismo tiempo, fueron arrestados y deportados o confinados dirigentes del liberalismo disidente y directores del coloradismo abstencionista. El oficialismo atribuía el levantamiento a la instigación de la oposición y eso no podría seguir tolerándose. El diario La Opinión fue clausurado y su local ocupado por la Policía. El señor Eduardo Schaerer, líder del liberalismo disidente, fue "invitado" a alejarse del país. Los jefes y oficiales que se mostraron leales al Gobierno fueron apresuradamente ascendidos, al margen de los procedimientos regulares. Era el premio a la lealtad y el mecanismo de sojuzgamiento del Ejército. El senador Modesto Guggiari, por su lado, que no podía ser apresado por la inmunidad de su investidura parlamentaria, acusó públicamente al director del diario El Liberal de haber recibido una suma importante de dinero para apoyar el tratado Ibarra-Mangabeira y ofreció pruebas al respecto. Y en medio de la zozobra producida por todos esos episodios devastadores, en los círculos del Gobierno se movilizaban agresivas las candidaturas presidenciales del Dr. Luis A. Riart y del Dr. Eusebio Ayala. Ese antagonismo interno vino a resquebrajar aún más la unidad del frente oficialista.

            Todo esto ocurría en el marco de un intenso malestar en las filas del Ejército y de fuertes reclamos populares. La separación de Franco fue considerada por la ciudadanía como una muestra más de la injusticia y la arbitrariedad reinantes y el mayor Franco fue convertido en símbolo de la causa de la defensa nacional. A pesar del aparente éxito gubernamental, la tensión interna no encontraba alivio y se acentuaba. La preocupación por la indefensión del Chaco era el factor dominante.

 

            EL REPLANTEO MONETARIO

 

            Ante la intensificación del problema cambiario y la notoriedad de las dificultades agobiantes que confrontaban las exportaciones, a principios de octubre de 1931, Gerónimo Riart replanteó la necesidad de poner freno a la acumulativa depreciación cambiaría  y la conveniencia de la adopción de una moneda estable ligada al dólar. Explicaba el Dr. Riart:

            "... en los comienzos de 1923, se logró estabilizar nuestra voluta al 18,75 por cada peso argentino, o sea al 42.61 por cada peso oro, bajo el sistema del patrón de cambios oro, es decir, convirtiendo nuestros billetes, al tipo establecido, en giros sobre el exterior.

            "De esta manera, pues, que se adoptó de hecho como patrón monetario el peso papel argentino bajo la relación del 18.75 c/l por cada peso argentino.

            "En la época que se logró la estabilización de nuestro signo monetario, el régimen del peso papel argentino era sano. La Caja de Conversión con el libre cambio de moneda papel por las de oro, mantenía la relación legal entre uno y otro y, prácticamente, la Oficina de Cambios, al comprar billetes argentinos, compraba oro sellado, pues con llevar los billetes a la Caja de Conversión, obtenía monedas de ese metal.

            "Mas, de entonces acá, la situación de nuestro patrón monetario -el peso argentino- cambió fundamentalmente en el mercado de los valores internacionales. El cierre de la Caja de Conversión, decretado por el Gobierno Argentino a fines de diciembre de 1929 y su consecuencia -la desvalorización paulatina y constante del peso papel argentino- creó a nuestra voluta una curiosa y extraña situación que se mantiene hasta el presente.

            "Mientras la relación de valor entre el peso paraguayo y el argentino se mantiene firme desde el principio del año 23 hasta el presente, al 18.75, nuestra moneda, al igual que su patrón, sufre las contingencias de su variabilidad en sus relaciones con los signos monetarios de otros países. Así por ejemplo: con respecto al dólar el peso paraguayo como el argentino se ha desvalorizado en casi un ciento por ciento y, con respecto al peso uruguayo, se ha valorizado en más de un treinta por ciento.

            "Esta situación anómala, irregular, creada a nuestra voluta por la desvalorización del patrón argentino, no obedece, en nuestro concepto, a causas imputables a nuestra desfavorable situación económica, como serian saldos en contra de nuestra balanza de pagos, desequilibrio financiero, o un desequilibrio económico general. En todo caso, creemos que la cotización de nuestro signo monetario con respecto al dólar, con una pérdida que se aproxima al ciento por ciento, no es la resultante de una mala situación económica o financiera; no obedece a factores que influyen a un mismo tiempo y con la misma intensidad sobre el peso argentino y el paraguayo, en el mercado de Buenos Aires y en el de Asunción. La presión de los múltiples fenómenos que son la causa de la honda perturbación monetaria mundial, actúa con fuerzas diferentes sobre cada país, resistiendo unos, quebrándose otros, y, por consiguiente, produce perturbaciones desiguales en intensidad en el tiempo y en el espacio.

            "No nos explicamos sino como un error de política monetaria aceptar como un axioma el hecho de que nuestro signo monetario correrá fatalmente la misma suerte que el signo argentino, que si este pierde el 80% de su poder adquisitivo, el peso paraguayo, siguiéndolo, deberá perder también valor en la misma proporción sin tener en cuenta las causas, próximas o remotas, de los factores económicos que, favorable o desfavorablemente, actúan sobre uno y otro campo.

            "Debemos corregir ese error abandonando el patrón monetario argentino en nuestras relaciones monetarias internacionales.

            "Es curioso que el Paraguay continúe siendo, contra toda ley, el único país del mundo que se aferre en mantener un patrón monetario averiado, un valorímetro que no ofrece exactitud, que se acortan se alarga por minutos, que, en realidad, ya no constituye una unidad, una medida de valores, ni por su invariabilidad ni por su estabilidad".43

            Recalcaba luego la necesidad de "rectificar el absurdo en que se mantiene artificialmente nuestra voluta con grave daño para los intereses públicos y privados" y proponía la adopción de un patrón estable, en base a la única moneda que entonces mantenía un valor constante y firme que era el dólar.

            El planteo reabrió la discusión del tema monetario. El primero en responder fue Alfredo J. Jacquet, directivo de la Oficina de Cambios, quien salió en defensa de la desvalorización acumulativa de la moneda nacional, determinada por su ligadura al peso argentino.

            "... Los efectos de la desvalorización de la moneda de un país se manifiestan antes y con mayor intensidad fuera de sus fronteras, que en el interior del mismo, lo cual facilita, como es sabido, la exportación a los países de moneda apreciada. En cambio, la referida depreciación, disminuyendo la capacidad de compra, disminuye también la importación.

            "Esta elemental verdad económica de la cual, tal vez, podrán prescindir los países de productos tan nobles o de monopolio, qué les permitan fijar, por excepción, los precios de venta de los mismos, adquirió su máxima importancia en los últimos años en los países exportadores de materias primas por la gran desvalorización de dichos productos, hasta el punto que tanto en la Argentina como en nuestro país, solo la disminución del valor internacional de sus respectivas divisas hizo posible la exportación de sus productos, sin graves pérdidas para los productores, primero, y evitó luego el abandono de los cultivos que hubiera sido la consecuencia de la no desvalorización, teniendo en cuenta que los precios de venta hubieran resultado inferiores a los de producción".

            Analizó luego cuál hubiera sido la consecuencia para la economía nacional de la adopción del dólar como unidad monetaria y su conclusión fue terminante. Su resultado inevitable sería:

            "La gran disminución, cuando no la muerte de casi todos nuestros productos de exportación, por una parte, y por otra de inmediato la mayor importación, sobre todo de los países de moneda apreciada. Todo lo cual nos hubiera conducido, en corto tiempo, a la balanza de pagos desfavorable y a su fatal consecuencia, la inconversión".44

            Esta posición coincidía con la de la Cámara de Comercio, que en el mes de abril pasado había expresado "que los perjuicios consiguientes a toda alteración del tipo de cambio de la moneda argentina que rige de acuerdo con la ley de estabilización, serían infinitamente mayores que los ocasionados en la hora actual por la desvalorización de dicha voluta".45

            Con estos planteos, el tema monetario volvió a concitar el interés del entorno gubernamental. Prueba de ello fueron los diversos artículos divulgados por la prensa.46 El Dr. Riart, por su parte, volvió a ratificarse en su planteo en favor de un patrón monetario estable.47 Con las dificultades que agobiaban las actividades productivas y comerciales, el debate monetario se hubiera intensificado. El deterioro de la situación económica se acentuaba día a día. Por la misma época se anunciaba en los periódicos que la producción de algodón disminuiría sensiblemente "por los bajos precios que habían llevado el desaliento al espíritu de la masa campesina".48 Otro diario advertía que "los productores de azúcar nacional se encuentran en peligro de cerrar sus fábricas por falta de protección".49 Pero fue solo un destello fugaz, vinculado exclusivamente al entorno oficial.

            Las inquietudes ciudadanas tenían otras motivaciones más gravitantes, que desembocarían, poco después, en la gran movilización estudiantil en reclamo de la defensa del Chaco. Solo el Gobierno no percibía o deliberadamente ignoraba el explosivo descontento social acumulado especialmente en la capital. A pesar de la evidencia de obscuros nubarrones que anticipaban la inminencia de la tormenta, en el Gobierno se tenía una apreciación atrofiada de la realidad interna. "El país tenía la sensación del equilibrio social hasta que advinieron factores perturbadores en lo externo y en lo interno", alegará Justo P. Benítez, que por entonces ejercía la cartera de Hacienda e interinaba la del Interior.50 "Nadie podía prever el lunes 19 de octubre de 1931", dirá por su parte Efraím Cardozo, entonces Secretario de la Presidencia de la República, "que se iniciaba una semana de grandes y trágicos acontecimientos"51

 

 

            LA MASACRE DEL 23 DE OCTUBRE

 

            Mientras la crisis socioeconómica y la depreciación monetaria se acentuaban en el país, el avance boliviano proseguía sistemático. El 5 de abril de 1931, el Ejército boliviano ocupó el fortín paraguayo de Coronel Martínez; el 15 de agosto se apoderó del fortín Carayá; el 7 de setiembre atacó y capturó Samaklay. A pesar de la ocultación de este último hecho de armas, la noticia trascendió y conmovió a la opinión pública. Los reclamos para la defensa nacional se multiplicaron en todos los sectores de la ciudadanía, con sola la excepción del Partido Comunista y del sector liberal oficialista. Culminó finalmente en una manifestación estudiantil que trató de llegar hasta el Palacio de Gobierno para pedir la defensa de la soberanía territorial.

            La agitación estudiantil comenzó en el mes de julio con una huelga en solidaridad con los estudiantes de medicina que reclamaban contra arbitrariedades diversas en el Hospital de Clínicas. La huelga se extendió pronto a toda la república. Al no encontrar soluciones al problema, el Ministro de Instrucción Pública, Dr. Eladio Velázquez, fue remplazado por el Dr. Justo Prieto. La Universidad fue intervenida y comenzó la represión. El Consejo Directivo de la Facultad de Medicina fue destituido y 17 estudiantes de los cursos superiores fueron declarados cesantes en sus cargos de practicantes del Hospital.

            En protesta contra esas medidas, 52 profesores de la Facultad y el Director del Hospital presentaron renuncias. El Ministro de Instrucción Pública, que oficiaba además de Interventor de la Universidad, procedió a nombrar, al margen de los procedimientos regulares de concursos de méritos, a profesores y al Director del Hospital. Con esas medidas creía haber puesto punto final al conflicto, cuando en realidad solo logró exacerbar aún más los ya caldeados ánimos. En medio de ese ambiente convulsionado por la intensa agitación promovida por los estudiantes lanzados a la calle en acción de protesta, se difundió la noticia del asalto de Samaklay. Se produjo entonces la chispa que inflamaría la enorme tensión social y patriótica acumulada en la ciudadanía. Y tomemos aquí el relato del propio Ministro de Instrucción Pública, el Dr. Justo Prieto, para seguir, con la mayor objetividad posible, el explosivo curso de los acontecimientos.52

            "Fue entonces cuando se escuchó en las calles de Asunción el grito de "¡que se tome Samaklay!" coreado por los que no habían buscado en la huelga, solucionada a pesar de ellos, más que exteriorizar su intención de promover disturbios de carácter antiuniversitario. Samaklay había sido ocupado por los bolivianos más de un mes antes, y hasta entonces nadie había hecho de ese incidente una cuestión dentro del ámbito universitario.

            "El movimiento estudiantil cambió de fisonomía y de estructura. Los elementos que dentro de él habían actuado mimetizados, afloraron a la superficie de una manera tan evidente que nadie podía llamarse a engaños. (...) Volvieron a celebrarse manifestaciones que, aunque estudiantiles en su origen, contenían elementos que las adulteraban en su esencia. Físicamente, la mayor proporción de su masa era estudiantil; pero la idea que la movía era extraña al ambiente académico.

            "El 23 de octubre, en horas tempranas partí para la Facultad de Derecho a dar mi clase habitual. Luego me dirigí hacia la Escuela Normal en donde comprobé lo que acababan de noticiarme: que los estudiantes estaban en la calle listos para salir en manifestación. Me dirigí al Ministerio del Interior, con el objeto de cambiar ideas con el doctor Justo Pastor Benítez, acerca de la necesidad de que la manifestación fuera contenida a varias cuadras antes de llegar a la Casa de Gobierno, a fin de que la autoridad presidencial no estuviera expuesta a desmedros. De ahí pasé a la Presidencia en donde encontré al presidente Guggiari acompañado del Ministro de Relaciones Exteriores, doctor Gerónimo Zubizarreta. Allí comentamos los sucesos, por mi parte dentro de mi tesis sobre la manera de ejercitar dignamente, pero sin vacilaciones, el derecho y la obligación de preservar el orden público de una manera compatible con los fines de la autoridad y del respeto al pueblo. Del Palacio de Gobierno me trasladé al Ministerio a mi cargo con la convicción de que la manifestación sería detenida antes de llegar a la calle Buenos Aires.

            "A media mañana pude ver desde mi despacho que fuerzas de la marinería acudían a reforzar la dotación de las fuerzas del Palacio y que ametralladoras eran descendidas de camiones en el peristilo del edificio, mientras las fuerzas de custodia se distribuían a lo largo de la calle Buenos Aires de 2 en 2 metros con bayoneta calada. Ello me hizo entrever el drama como inevitable. Por teléfono dije al señor Presidente que consideraba inadmisible que se recibiera a una manifestación con la bayoneta calada, y que la multitud debía ser detenida por medios policiales a una distancia prudencial de la Casa de Gobierno. El doctor Guggiari me replicó que esa no era una manifestación estudiantil, sino que en ella venían comunistas. El cambio de palabras siguió por breves segundos más y con énfasis creciente, hasta que, del lado de mi interlocutor se cortó -sin duda casualmente- la comunicación.

            "Poco después llegó la manifestación. Cuando vi que el mayor Vargas, que llegó hasta los manifestantes como una especie de parlamentario del Presidente, era recibido por ellos a pedradas, cuando durante los escasos minutos que siguieron a esto, se multiplicaron con rapidez vertiginosa los incidentes tumultuosos, me dispuse a salir al balcón de mi despacho y dirigirme a los estudiantes para ofrecerme como un intermediario entre el Presidente y la manifestación; Desgraciadamente era tarde. La primera descarga se produjo y si no me hubiera retirado del balcón, la víctima, con la segunda ráfaga de tiros, hubiera sido el Ministro de Instrucción Pública, cuyo despacho fue acribillado, por la ametralladora del cabo Manuel W. Chaves, según su propia confesión (ver Juicio Político, pág. 57).

            "Producida la tragedia que me había esforzado por evitar, no tenía otro camino que apartarme del Gobierno. Mi renuncia no podía hacerse esperar, y la redacté en el acto y la envié a la Presidencia apenas terminado el luctuoso incidente".53

            La descripción del Dr. Adriano Irala de este trágico episodio resulta desgarradora:

            "Sin una voz de advertencia, sin intimación de ningún género, las fuerzas apostadas en el Palacio rompieron el fuego sobre la manifestación. Las ametralladoras, que desde la noche anterior habían sido premeditadamente emplazadas en la terraza, hicieron luego oír su tableteo siniestro. Presa de angustioso pánico, la multitud solo atinó a arrojarse al suelo, para eludir los proyectiles.

            "Y luego, en el momento de levantarse e iniciar la fuga, las máquinas mortíferas prosiguieron su obra. Se hacía fuego por la espalda sobre los que huían; se hacía fuego sobre los que se detenían para intentar socorrer a los muertos y heridos; se hacía fuego sobre los que buscaban refugio en bocacalles y zaguanes. Se disparaba sobre los que intentaban huir hacia el río; se disparaba sobre los que buscaban salvarse por el callejón que va hacia la Avenida República.

            "Despejado el frente del Palacio, soldados de la guardia de cárceles avanzaron, haciendo siempre fuego sobre los dispersos, abrumando a sablazos y culatazos a los rezagados.

            "Así se produjo la masacre del 23 de Octubre. Diecisiete muertos y más de sesenta heridos, individualizados, cayeron en ella. El grupo directamente expuesto al fuego no se compondría más de cuatrocientos manifestantes".54

            El presidente Guggiari presenció la matanza desde uno de los balcones de su despacho. Más de diez minutos duró el intenso tiroteo sobre la juventud indefensa. Los jardines del palacio quedaron teñidos de sangre joven. Producido el desbande, los muertos y heridos quedaron dispersos en el jardín. Fueron recogidos luego por la guardia del palacio y los refuerzos policiales. Los registros oficiales reconocen que fueron 11 muertos y 29 heridos, incluyendo entre los muertos a un anciano que ocasionalmente pasaba frente al palacio.

            Abrumado por el trágico espectáculo de estas muertes, Guggiari abandonó el Palacio por una salida lateral y acompañado de varios ministros y de su secretario buscó refugio en la Escuela Militar, situada en la cuadra siguiente. Allí decretó el Estado de sitio que debía durar hasta el 31 de marzo de 1932 y nombró Jefe de Plaza al Director de la Escuela. El mayor Arturo Bray quedó investido de facultades extraordinarias que, por expresa prohibición constitucional, no podían ser concedidas al Poder Ejecutivo ni por el propio Congreso de la Nación.55 Bajo su autoridad omnipotente se concentró prácticamente toda la suma del poder público. El Ejército y la Policía quedaron bajo su mando. Y bajo su dirección, de inmediato se organizó la represión. Tropas armadas ocuparon las calles céntricas de la ciudad. La Policía Montada recorría, sable en mano, la vecindad de la Universidad Nacional donde se había refugiado la mayor parte de la dirigencia estudiantil. Se dispuso el toque de queda a partir de las 9 de la noche y se ordenó el apagón de todo el alumbrado público. La ciudad quedó esa noche sumida en la obscuridad y bajo el manto del terror. En su carácter de Jefe de Plaza, el mayor Bray emitió esa tarde el bando siguiente, que fue repartido como volante por las calles de la ciudad y pegado en las paredes de la zona céntrica por policías uniformados." Su texto decía así:

 

BANDO

 

Al Pueblo de la Capital

 

            Por mandato conferídome por Decreto N° 41.768 de la fecha asumo en el día la Jefatura de la Plaza de Asunción con autoridad sobe las fuerzas militares, navales y policiales de la Capital.

            Al aceptar tan grave responsabilidad, lo he hecho confiado en que los habitantes de Asunción cooperarán en el mantenimiento del orden público con toda la cordura y el buen sentido que aconsejan las circunstancias. La República atraviesa un período crítico de su desenvolvimiento: solo con un espíritu de paz y de amplia tolerancia recíproca, solucionaremos los problemas. El camino de la violencia nos conducirá a la anarquía, mal a evitar porque tenemos al enemigo común a las puertas.

            Prometo justicia y equidad. La fuerza solo se empleará como último recurso para cumplir el mandato que he recibido y para cuyo mantenimiento agotaré todas las energías. Por tanto:

 

            ORDENO:

 

            1) Después de las 21 horas, se prohíbe la reunión y el tránsito de grupos de más de tres personas;

            2) Durante el día, queda prohibido en las calles, paseos y plazas públicas el estacionamiento de grupos de más de diez personas;

            3) Queda anulado todo permiso otorgado para la portación de armas y cualquier habitante hallado en posesión de las mismas será arrestado en el acto, previo decomiso del arma;

            4) Todos los espectáculos públicos, café, billares, casas de tolerancias, etc. cerrarán sus puertas antes de las 23 horas;

            5) No se realizará ninguna manifestación pública sin previo y especial permiso de esta Jefatura;

            6) Los que atenten contra la propiedad privada, la dignidad de los funcionarios y contra los Oficiales del Ejército, Armada y Policías, así como aquellos que hicieran ostentación de fuerza contra parques de guerra, cuarteles, establecimientos militares, policiales, etc. serán detenidos y puestos a disposición de esta Jefatura.

 

Mayor A. BRAY Jefe de Plaza 

Asunción, 23 de Octubre de 1931.

 

            A pesar del rigor de las medidas aplicadas, el Gobierno no pudo evitar la gran manifestación que acompañó los restos de los estudiantes fallecidos hasta el cementerio de la Recoleta. "Rodeados del dolor, cariño y respeto de la ciudadanía paraguaya, fueron conducidos, unos tras otros, los diez ataúdes que guardan los restos mortales de los estudiantes caídos frente al Palacio de Gobierno", destacó la nota periodística de una fotografía tomada del cortejo fúnebre.57

            El repudio ciudadano a la cruenta masacre fue unánime. Se pedía la renuncia del Presidente de la República y de sus ministros. "La sangre vertida en el crimen del viernes 23, ha abierto un abismo entre el pueblo y el Gobierno", anatematizó el vespertino liberal El Orden. El diario La Tribuna, órgano del Partido Liberal Unido, editorializó el dolor y la indignación ciudadana en los términos siguientes:

            "Un día de luto para la patria. La juventud estudiosa ha sido masacrada con las armas de la nación. Mujeres y niños han caído en la jornada de ayer, frente al Palacio de Gobierno y en presencia del Primer Magistrado de la Nación. Las metrallas funcionaban admirablemente para matar a nuestros niños y jóvenes. Las madres paraguayas están de luto la nación llora sobre sepulcros tempranamente abiertos".

            La caída del Gobierno y del régimen parecía inminente. El sector parlamentario opositor presentó renuncia en bloque. El Partido Colorado decretó la abstención total de su actuación. Un ministro del Ejecutivo, el Dr. Justo Prieto, y varios diputados y senadores del partido de gobierno elevaron sus renuncias indeclinables. Presentaron igualmente renuncias el Presidente de la Corte Suprema de Justicia y numerosos magistrados. Hasta el Comisario de Ordenes de la Policía de la Capital presentó renuncia por "rehusar ponerse al servicio de una dictadura militar".58 El colapso final del Gobierno se hubiese producido inexorable, de no haber mediado la drástica represión aplicada "para restablecer el orden" y del decidido apoyo de las unidades militares de la capital movilizado bajo las órdenes del Jefe de Plaza. "El Gobierno fue salvado gracias a la lealtad el Ejército", reconoció más tarde Justo Pastor Benítez.59

            En una reunión de dirigentes del Partido Liberal realizada en el local de la Escuela Militar, el presidente Guggiari ofreció su renuncia que le fue rechazada con el voto de solidaridad de los presentes. Se acordó allí una salida política a la crisis en la que el presidente Guggiari delegaría el mando en el Vicepresidente y se sometería a un juicio del Parlamento, que para entonces quedaba ya integrado exclusivamente con los amigos de Guggiari. El fallo final fue el sobreseimiento del Presidente y su exoneración de toda responsabilidad en la masacre. A pesar de todas las muertes, se concluyó que no había lugar "a formación de causa" en su contra. Fue un fallo político adoptado para preservar la continuidad del liberalismo en el poder. Días después, Guggiari retomaba el mando y organizaba la jornada electoral que se realizó bajo el imperio del Estado de sitio y sin la concurrencia de la oposición. Quedaron electos el Dr. Eusebio Ayala como Presidente y un Parlamento integrado exclusivamente por hombres del ya disminuido grupo oficialista. La transmisión de mando se efectuaría el 15 de agosto siguiente.

            El Estado de sitio fue suspendido por el día del comicio. Terminada la votación quedó automáticamente restablecido. El rigor de la represión fue intensificado con la Ley 1292 del 31 de diciembre de 1932, que calificó las actividades y la difusión de las ideas comunistas y la ayuda que pudiera dispensarse a las mismas como delitos pasibles de penas de destierro y de prisión. La crítica y los reclamos contra la indefensión del Chaco y contra los atropellos a las libertades públicas eran censurados y reprimidos. En el mes de febrero siguiente fueron clausurados dos diarios, Patria, del Partido Colorado, y Crítica, un diario independiente.

 

            EL DETERIORO ECONÓMICO

 

            Entre tanto, el deterioro económico se intensificaba en todos los rincones del país. "En la campaña paraguaya no circula el dinero", destacaba un diario de la capital.60 Los niveles de producción y ocupación eran bajísimos. Puede estimarse que la economía operaba con una contracción de entre el 35 al 45% con relación a los niveles de producción e ingreso de 1928. Un informe del Banco Agrícola dio el siguiente panorama poco halagüeño de lo que estaba ocurriendo en el país. En apoyo de un pedido de redescuento para el levantamiento de la cosecha que no tenía compradores, destacaba que por la falta de capacidad adquisitiva de la población, se tenía:

            "..un comercio que languidece, que se ve obligado a apelar al trueque para subsistir; se contempla al ganadero que no puede colocar sus novillos, aunque existe una población que se desvive por consumir carne; se muestra a la industria que se debilita por la falta de dinero con que pagar la materia prima, al agricultor que percibe el fruto de sus energías gastadas en un largo año de lucha con la tierra, en mercaderías cuyos precios desconoce, y que en todo caso, le han de prestar una utilidad siempre menor que el dinero; al Gobierno que no puede cobrar rentas, aunque haya voluntad en la masa tributaria para pagarla. Se nota un gran enrarecimiento del medio circulante".61

            El pedido de redescuento no fue atendido. El Gobierno no atinaba a estructurar un programa que representara una respuesta a la grave situación reinante.

            Por su lado, la situación fiscal se deterioraba día a día. Bajo el efecto de la retracción generalizada, los recursos fiscales habían disminuido sustancialmente. Hacia principios de junio de 1932, el Ministro de Hacienda, Dr. Justo Pastor Benítez, describió esa situación en los términos siguientes:

            "A medida que se intensifica la crisis (...) apenas se puede pagar el presupuesto; no se consiguen giros sobre Europa y Estados Unidos; los productos no hallan colocación. Hemos rebajado en un 33% el Presupuesto General. En 1929 se gastó más de 298.000.000 de pesos curso legal, al paso que nosotros tenemos que atender el Chaco y los servicios públicos con 200.000.000 y el argentino desvalorizado".62

            Esta apreciación fue formulada en momentos en que el país estaba ya en virtual estado   de guerra. El contingente situado en el Chaco aumentaba, la defensa de los pocos fortines ocupados se reforzaba y con ello los requerimientos de gastos y de financiamiento adicional aumentaban día a día. Y la situación fiscal no daba muestras de mejoría. Por el contrario, en el año siguiente, los recursos fiscales experimentarían otra contracción adicional.

 

            EL PROGRAMA MÍNIMO DEL PARTIDO LIBERAL

 

            En medio de ese tenso panorama económico y social, el 17 de enero de 1932, la Convención del Partido Liberal adoptó un programa mínimo que sería recomendado a los candidatos a Presidente y Vice de la República y a parlamentarios propuestos para las elecciones próximas. Dicho programa recoge los planteos revisionistas de la Juventud Liberal de noviembre de 1931, sin que todavía se insinúen los extremos de la Constitución de 1940. Al mismo tiempo que repudiaba los principios clásicos laissezferistas, proclamaba la legitimidad de la intervención del Estado en la vida económica de la Nación. Fue un cambio fundamental. El Partido Liberal dejaba de ser liberal en lo económico. El intervencionismo de Estado fue instituido como uno de sus postulados básicos. El principio de propiedad privada era limitado por los requerimientos de su función social. La declaración de principios del documento incluía al respecto los enunciados siguientes:

            3) El Partido Liberal ratifica su fe en la democracia como el régimen más propicio al desarrollo y dignidad de los pueblos; aspira a realizar dentro de ella una mayor justicia social; preconiza la solución de los conflictos sociales por las fórmula de la solidaridad y de la cooperación; reconoce la función social de la propiedad sin desmedro del capital privado cuya protección debe ser garantida eficientemente para el desarrollo de la economía nacional.

            4) El Partido Liberal es un partido reformista, reconoce la oportunidad de la revisión de los códigos y de las leyes para adaptarlos a las transformaciones sociales.

            5) El Partido Liberal reconoce la legitimidad de la intervención del Estado como regulador del Derecho, y como factor de propulsión de la cultura y de la economía nacional. Como partido democrático repudia los privilegios a favor de determinadas clases, a favor de empresas particulares y de gremios o corporaciones. Solo los servicios públicos del Estado o las Municipalidades establecidos en beneficio de la comunidad deben ser exonerados de impuestos o protegidos por leyes especiales".

 

            Entre los puntos que debían ser objeto de especial consideración en el nuevo período de gobierno a iniciarse figuraban los siguientes:

            -           Legislación obrera.

            -           Fomento del barrio obrero en la capital. Protección de los obreros de los yerbales y obrajes.       

            -           Intensificación del programa de dotar al agricultor de pequeña propiedad agropecuaria. Colonización nacional y extranjera a base del parcelamiento de latifundios.

            -           Repatriación de nacionales a base de la fundación de colonias fronterizas.

            -           Defensa de la ganadería nacional.

            -           Intensificación de una política económica que tienda a mejorar y a acrecer la producción nacional y a asegurarle mercado.

            -           Creación del Banco Central.

            -           Asistencia social preventiva. Mejor dotación de los hospitales regionales.

            -           Orientación de la enseñanza primaria hacia los problemas nacionales. Ampliación de la Escuela Agropecuaria.

 

 

            LA CUESTIÓN DEL CHACO

 

            Ante la creciente presión por la defensa del Chaco, el Partido Liberal asumió en la ocasión una posición cautelosa. Declaró en el documento que "la defensa integral del chaco es el deber supremo del Gobierno y del pueblo", pero al mismo tiempo dejó establecido que para el efecto preconizaba "el arbitraje de derecho como única solución del diferendo con Bolivia" y que consideraba "peligroso para la nación un arreglo directo". Reafirmaba para el efecto "su fe en la justicia internacional y en la solidaridad de los pueblos americanos". El documento no incluía ninguna referencia a la necesidad del fortalecimiento de las Fuerzas Armadas de la Nación.

            A pesar del evidente avance boliviano y de todos los reclamos ciudadanos, la defensa armada del Chaco era todavía soslayada por los hombres del Partido y del Gobierno. Dando instrucciones al Ministro de Guerra y Marina para el uso de los recursos disponibles y para la preparación del próximo presupuesto, el Ministro de Hacienda, ya en vísperas de la guerra, en mayo de 1932 le manifestaba entre otras cosas lo siguiente:

            "Al finalizar el período presidencial se ha agravado la crisis económico-financiera. No solo no es posible pensar en la creación de nuevos impuestos, sino que los contribuyentes claman por la rebaja de los existentes. (...) Los recursos calculados para el próximo período presupuestario oscilan alrededor de 200.000.000 es decir, 43.000.000 menos que el año pasado y 78.000.000 de menos que en 1929.

            "Es cierto que los impuestos en el Paraguay son menos gravosos que los de cualquier otro país del mundo, pero la materia imponible es también escasa y de variable producción. Las perspectivas son pues graves y de responsabilidad para los que tenemos el honor de acompañar al Señor Presidente en las postrimerías de su mandato. Un déficit cuantioso sería un mal acto de gobierno, y una impresión que además de repercutir sobre el país sería una ruptura de la tradición de equilibrio presupuestario alcanzado por el Gobierno Liberal con grandes esfuerzos. La Contraloría General de la Nación y la Inspección de Hacienda han intensificado su actividad para hacer frente al déficit producido por la restricción económica y por la exigüedad de las recaudaciones. Con todo eso se ha llegado a la conclusión de que la única solución era la estricta economía que debe consistir en no contraer nuevos compromisos ni hacer nuevas adquisiciones, sino aquellas estrictamente indispensables para el funcionamiento del servicio público. Habrá que girar contra las partidas del presupuesto, no en la medida de su amplitud, sino en la medida de las necesidades más perentorias. Me atrevo a formular estas consideraciones por la brusca restricción de las recaudaciones notada en estos días, y seguro de encontrar en Vuestra Excelencia, como siempre se ha encontrado, un leal colega y un celoso administrador. Un solo dato bastaría para justificar esta actitud del Ministerio de Hacienda: se necesitan más de 16.500.000 pesos mensuales para el servicio regular del presupuesto; o sea, 550.000 pesos por día, y las recaudaciones diarias oscilan de 300 a 400.000 pesos. En esta grave situación apelo al patriotismo del Señor Ministro, pidiendo se sirva hacer llegar este pedido a todas las oficinas de su dependencia"63

            Puede verse en estas instrucciones la ausencia total de una preocupación por una guerra inminente. Por el contrario, en aras del patriotismo, el Ejército debía reducir sus gastos en todo lo que pudiera. La gran preocupación era preservar el equilibrio presupuestal. Una cuestión de principios. Era la sombra dominante de la gestión y la prédica de tantos años de Eligio Ayala que había calado muy hondo en el pensamiento de la élite gobernante y que los hombres del liberalismo trataban de emular. La obsesión por el equilibrio presupuestal gravitaba con enorme fuerza en la conducción fiscal. El mismo Benítez lo confesaría:

            "... No soy presuntuoso, decía en la citada carta a Pablo Max Insfrán, pero no peco de ello si digo que muy pocos se hubieran animado a apechugar en este fardo al finalizar un período ya gastado. Se necesita espíritu de abnegación en este país injusto, para servirlo con 13.500 $ de sueldo y exponerse a que cualquier desorbitado como Jover Peralta lo llene a uno de injurias. Afortunadamente este es un gobierno que se acaba. El quebranto será de dos meses y luego lo que el Dios de Israel quiera. Entre tanto nos estamos preparando a entregar una administración que en honestidad no le cede a la de Eligio y con poco déficit. Es lo único que yo he podido hacer en 6 meses de ministerio apresurado."64

            Con el ataque boliviano a la laguna de Pitiantuta, el 15 de junio de 1932, se hizo evidente la inminencia de la guerra. Ante la falta de previsiones para esa eventualidad, el presidente Guggiari pidió un estudio de los recursos que podrían destinarse a su financiamiento. Respuesta a este requerimiento fue el "Plan esquemático de una movilización financiera del Paraguay", que el Ministerio de Hacienda elevó a su consideración el 28 de julio y del cual extractamos los párrafos siguientes:

            "Los recursos extraordinarios para financiar una guerra pueden proceder de tres fuentes distintas: a) del propio patrimonio del Estado; b) del crédito público; c) de la imposición de los habitantes.

            a) Dentro del reducidísimo patrimonio del Estado, que pudiera aportar recursos para la financiación de una guerra, no veo sino uno solo: los recursos en oro de la Oficina de Cambios. La utilización completa de esos recursos implicaría un desastre económico (por la necesidad de mantener una cobertura mínima de la emisión circulante para preservar la estabilidad monetaria). No queda pues sino una utilización parcial de esos recursos, unos 500.000 pesos oro a lo más. Al 31 de marzo ppdo., la existencia de la Oficina de Cambios en oro amonedado y oro en barras representaba la suma de 2.440.107,23 oro. Estas existencias fueron disminuidas en $ 469.333.75 oro, equivalentes a $ 20.000.000 c/l del empréstito concedido. Si a esa suma agregamos $ 500.000 para gastos de guerra, obtenemos $ 969,337.50, en los que disminuirían los fondos metálicos de la Oficina de Cambios. Así es que los 2.440.107,23 oro representarán después de esa disminución $ 1.470.773,50 oro. Representando toda la emisión de billetes al 31 de marzo ppdo. la suma de $ 177.483.349,50 c/l, o sea, 4.165.276 $ oro, el saldo representaría una garantía del 35.35%, no muy grande, pero suficiente para sostener la estabilidad monetaria ... a condición, se entiende, de que no se aumente la emisión de billetes.

            b) Cerrado el camino del crédito exterior, no queda sino recursos del crédito interno. En este orden veo dos posibilidades: 1) empréstito interno, y 2) el pago de las eventuales requisiciones con un título (bono) de Tesorería.

            1) El empréstito interno, autorizado en 1928 por Ley 1021 hasta la suma de 100.000.000 pesos de curso legal no fue cubierto sino en parte. Al 31 de noviembre ppdo., el total de los bonos emitidos no representaban sino $ 774.085 oro y 1.229.237 c/l. Queda pues un apreciable saldo a emitir. Creo que, recurriendo al patriotismo de los habitantes... se podrá colocar esos Bonos de Defensa Nacional Ley N° 1021 por valor de unos 25.000.000 $ c/l y tal vez algo más. Si esos bonos no se colocan por suscripción, podrán servir de medio de pago por las adquisiciones. Sin embargo, implicando el servicio de intereses y de amortización... una suma anual muy subida, creo que para el pago de las requisiciones se deberá crear otro título menos oneroso para el Erario.

            2) Bonos de Guerra: Para que estos bonos representen la menor carga posible para el Fisco y a la vez tengan demanda ... los concibo del modo siguiente: a) los bonos no devengarán interés ni tasa de amortización, postergándose el rescate de ellos por medio de otro título a tiempos mejores; b) en cambio un porcentaje bajo de la suma total de bonos emitidos -un tres o dos por ciento- se distribuirá a los tenedores de ellos en premios que se sortearán, por ejemplo, dos veces al año. De ese modo cada bono será a la vez un título de deuda del Estado y un billete de lotería... Creo que representando un perpetuo billete de lotería los "bonos de guerra" tendrán siempre cierta demanda. No veo ningunas objeciones de principio o de eficiencia de esa formación de empréstito en tiempo de guerra.

            c) Tratándose de la necesidad de recursos muy subidos, es evidente que hay que desechar los arbitrios que no pueden dar sino rendimientos insignificantes. Hay que desechar también todos los impuestos indirectos, sobre todo los de consumo y de circulación, que sin dar suficientes recursos, encarecen el costo de la vida y con eso profundamente trastornan la existencia de los habitantes. No quedan... sino los grandes impuestos directos: el de la renta, y el sobre las fortunas o la propiedad. El primero es imposible por dificultades técnicas y su escaso rendimiento en nuestro ambiente. No queda, pues, como único posible recurso en caso de guerra, sino una contribución general sobre la propiedad...

            d) Cálculo del rendimiento posible de los recursos indicados:

            I)         Recursos de la Oficina de Cambios           21.305.000 $ c/l

            II)        Empréstito interno Ley N° 1021                   25.000.000      "

            III)      Bonos de guerra                                               30.000.000      "

            IV)      Impuesto a la propiedad                                100.000.000    "

 

            Total                                                                                176.305.000    "

 

            "Puede ser que esa suma jamás se alcance, como puede ser que la exceda. En todo caso todos esos desembolsos presentan un formidable sacrificio para la población y un profundo trastorno de toda la economía nacional.."65

 

            El contenido y la propuesta de este documento resultan desconcertantes. Evidencian en primer lugar la falta total de previsiones para la eventualidad de un conflicto armado con Bolivia. Antes que una anticipación previsora, el plan no pasaba de una improvisación apresurada y equivocada ante hechos consumados.

            En efecto, la guerra era por entonces ya inevitable. Y aun en esas circunstancias, la propuesta traducía una enorme vacilación y un intenso desconcierto ante un problema que además de inminente era ya ineludible. Reflejaba una incomprensible preocupación por no violar principios teóricos como los del equilibrio presupuestal, la estabilidad monetaria y la equidad tributaria, como si ellos fueran objetivos supremos e inviolables en la vida de un pueblo y estuvieran por encima de los requerimientos y deberes de la defensa nacional. Pudores semejantes podrían comprenderse en principiantes novatos en las lides de la política, pero no en estadistas maduros, en hombres experimentados en los trajines del gobierno de una nación. Con esos criterios no podría haberse encarado con alguna posibilidad de eficacia la defensa del Chaco.

            Una guerra no se hace a cuenta gotas, o al ritmo de las posibilidades inciertas de la disponibilidad de recursos que pudiera generar una política de equilibrio presupuestal o a una escala reducida, sujeta a las economías de un presupuesto de limitados recursos como el que ofrecía el plan. Por el contrario, es la política fiscal la que debe ajustarse a los requerimientos de la guerra, de lo contrario, la acción bélica queda, desde su mismo inicio, irremediablemente condenada al fracaso. Por otra parte, los recursos propuestos en el plan, además de insuficientes, eran todos, excepción hecha del uso parcial de las reservas de la Oficina de Cambio, de lenta recaudación. Y los requerimientos de una guerra no esperan.

            Afortunadamente para el país, se produjo un vuelco providencial. Eusebio Ayala, el Dios de Israel al que aludía Benítez por su ascendencia semita, llevó a la conducción gubernamental un enfoque diferente. A su criterio, lo manifestaría más tarde, el ejercicio del gobierno no podría tener por meta la mera aplicación de postulados teóricos, de principios dogmáticos, sino que su obligación era dar respuestas efectivas a los graves problemas que confrontaba la nación. En sus conferencias y mensajes, hacia el término de su mandato, explicitó su pensamiento sobre estas materias del modo siguiente:

            "Hablar de presupuestos equilibrados y de profundas economías cuando estamos en presencia de semejantes problemas, nos parece un triste y cruel absurdo.(...) El misticismo de los domas no nos sacará de apuros. ¡Qué importa que el presupuesto sea equilibrado y que la moneda sea estable si el pueblo no conoce más que la pobreza y ni siquiera goza del aliento de la esperanza!".66

            Mientras tanto, el avance boliviano proseguía sin interrupciones. Además de la toma de Pitiantuta en el mes de junio, tropas bolivianas se habían apoderado de los fortines Corrales, Toledo y Boquerón hacia fines de julio. En agosto ocuparon el fortín Carayá. La reacción paraguaya no podía demorarse más. Se ordenó la movilización general y el 31 de agosto siguiente, Eusebio Ayala le dio a Estigarribia la orden de retomar Boquerón. La guerra comenzaba.

 

 

NOTAS

 

1Kindleberger, Charles P. La crisis económica 1929-1939. Ed. Crítica. 1985. p. 136.

2Di Tella, G. y Zymelman, M. Los ciclos económicos argentinos. Paidós. 1973. p. 211.

3Heilbroner, Robert L. Vida y Doctrina de los Grandes Economistas. Aguilar. p. 328.

4Ibíd. p. 367.

5Ibíd. p. 328.

6Galbraith, John Kennetth. Historia de la Economía. Ariel. p. 213.

7El Liberal. El gran pánico de Wall Street. Diciembre 7 de 1929. p. 1.

8Guggiari, José P. Mensaje al Congreso Nacional. 1931. El Estado General de la Nación durante los Gobiernos Liberales. Vol. III. p. 1037.

9Ibid. p. 1039.

10Historical Statistics of the United States. Bicentennial Edition. pp. 550-563.

11La Unión. Junio 3, 1931. p. 1.

12S. G. Triantis. Ciclycal Changes in Trade Balances of Countries Exporting Primary Products. 1927-1933. p. 19.

13Dirección General de Estadísticas. Memorias 1929 y 1932.

14Memorias del Ministerio de Hacienda. 1930. pp. 49 y 51. Boletín del Tesoro Nºs. 133 y 117. José P. Guggiari. Mensaje al Congreso Nacional. 1932 cit.

15Robert Triffin. La Reforma Monetaria del Paraguay. Guarania. N° 1. 1947. p. 123.

16Riart, Gerónimo. ¿A dónde vamos? El Diario. Octubre 21 de 1931.

17Memoria del Ministerio de Hacienda. 1930. p. 31.

18El Liberal. 25 de abril de 1930.

19Consulado Americano en Asunción. Despacho Nº 30 del 25 de abril de 1930.

20Beveraggi Allende, Walter. El Ocaso del Patrón Oro. Eudeba. 1972. p. 71.

21El Liberal. El P.E. proyecta la reforma monetaria y la creación de un Banco Central del Estado. Abril 25 de 1930.

22LAA. Despacho Nº 123. Tema: Posible reorganización financiera en Paraguay. Setiembre 5 de 1930.

23LAA. Despacho N° 66. Junio 27 de 1930.

24La exposición de motivos, redactada por el Dr. Gerónimo Riart, fue publicada en el número 65 de la Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de enero, 1931. pp. 59 y sig., con el título de "El Régimen Monetario del Paraguay". La copia del texto original del proyecto de ley me fue facilitada por el que fuera ilustre bibliógrafo D. Carlos A. Guggiari.

25Tendría así una equivalencia de cuatro paraguayos y ochenta y dos centavos por cada peso oro sellado, o de ocho pesos de curso legal con ochenta y tres centavos por cada paraguayo.

26G. Riart. ob., cit. pp. 86 y 87.

27Policarpo Artaza. Ayala, Estigarribia y el Partido Liberal, E. Ayacucho. 1946, p. 93.

28Ibíd. p. 76.

29Memorias del Mariscal Estigarribia. 1972. pp. 47,48.

30Refiere Arturo Bray: "... de haber dependido del cuerpo de oficiales, la elección del candidato no se habría presentado como dudosa". "Ayala (...) inspiraba a los militares ciertos recelos, en razón de su acendrado pacifismo, quizás mal expresado y peor interpretado". Arturo Bray. Armas y Letras. Memorias. T. II. p. 96.

31El original de esta minuta, cuya copia fotográfica reproducimos, forma parte de la rica colección documental del Dr. Carlos A, Guggiari.

32Los antecedentes y detalles del incidente fueron consignados en un colorido informe que el Jefe de Policía elevó al Presidente de la República, copia de cuyo original conservamos.

33La Unión. 25 de octubre de 1930.

34Maschke, Arturo. Razón de ser y directivas de la Reforma del Banco Central. Panorama Económico. p. 414.

35 Relato de José de Brito. En Francisco Quesada, La Toma de Encarnación - 1931. p. 102.

36La Nación. 23 de febrero de 1931.

37Quesada, F. Ob. cit. p. 65.

38Quesada, F. Ob. cit. p. 102.

39Legación Americana en Asunción. Despacho N° 13. Marzo 26 de 1930.

40Legación Americana en Asunción. (en adelante LAA) Despacho N° 199 del 8 de Abril de 1931.

41La Unión. Octubre 4 de 1931.

42El Liberal. Se deniega Hábeas Corpus al mayor Franco. Diciembre 9 de 1931.

43Riart, Gerónimo. Nuestro Sistema Monetario. El Diario. Octubre 7 de 1931.

44Jacquet, Alfredo J. La Política monetaria del Paraguay. El Diario. Oct. 15 de 1931.

45Revista del Comercio. N° 375. Abril 1º de 1931.

46Galeano, Venancio B: La Oficina de Cambios y el momento monetario. El Liberal Oct.10 de 1931; La Oficina de Cambios. Su Transformación en Banco Central. El Liberal - Oct. 16 de 1931. Silvio Maldonado. El Patrón Monetario Nacional. El Diario. Oct. 16 de 1931. Un guaireño: La moneda argentina y el dólar. El Diario. Nov. 7 de 1931.

47Riart, Jerónimo. ¿A dónde vamos? El Diario. Octubre 21 de 1931.

48El Diario. Octubre 17 de 1931.

49El Liberal. Oct. 9 de 1931.

50Benítez, Justo P. Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. Paladín de la Democracia. 1988. p. 286.

51Cardozo, Efraím. 23 de Octubre. Una página de historia contemporánea del Paraguay. p. 229.

52Prieto, Justo. Llénenselos claros. (Una omisión en el texto del libro "23 de Octubre. Una página de historia contemporánea del Paraguay"). B.A. 1957.

53Ibíd. pp. 11 y 12.

54 Irala, Adriano. Los Sucesos del 23 de Octubre. Reprod. en Enrique Volta Gaona. 23 de Octubre. pp. 297 y sig.

55Decretos 41766 y 41768 respectivamente. Ambos del 23 de Octubre de 1931.

56En su libro sobre el 23 de octubre, Agustín Ávila reproduce equivocadamente el otro Bando Nº 1 que el mismo mayor Bray emitiría años más tarde el 2 de noviembre de 1937.

57Nota a una foto periodística tomada en Antequera y Presidente Wilson de la marcha mortuoria a la Recoleta. Reproducido en E. Volta Gaona. Ob. cit. p. 8.

58Bray, Arturo. Armas y Letras. Memorias. T. III. 1981. p. 78.

59Benítez, Justo P. Ensayos sobre el Liberalismo Paraguayo. Archivo del Liberalismo. p.286.

60El trabajo campesino. El Liberal. Octubre 8 de 1931.

61El Banco Agrícola pide el redescuento. El Liberal. Diciembre 29 de 1931.

62Benítez, Justo P. Carta a Pablo Max Insfrán. Reproducida en Alfredo Seiferheld. Economía y Petróleo durante la Guerra del Chacra. 1983. p. 225.

63Archivo personal del Dr. Justo Pastor Benítez (h). Reproducido en A. Seiferheld. ob. cit. pp. 224, 225.

64Carta citada a Pablo Max Insfrán. El Dios de Israel a que hace referencia era Eusebio Ayala, por entonces ya Presidente Electo.

65Reproducido en Lorenzo N. Livieres Guggiari. El Financiamiento de la Defensa Nacional. 1924-1933. A.N. pp. 59 y 60.

 

 

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