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WASHINGTON ASHWELL (+)

  EL EXPERIMENTO CORPORATIVO - EL NUEVO ESTADO NACIONALISTA - Por WASHINGTON ASHWELL


EL EXPERIMENTO CORPORATIVO - EL NUEVO ESTADO NACIONALISTA - Por WASHINGTON ASHWELL

EL EXPERIMENTO CORPORATIVO

EL NUEVO ESTADO NACIONALISTA

Por WASHINGTON ASHWELL

 

 

            LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL

 

            La trágica muerte del general Estigarribia produjo en las esferas del Gobierno un enorme vacío de poder y una crucial confrontación de civiles y militares por la sucesión presidencial. La nueva constitución disponía que en caso de muerte del Presidente, el Consejo de Estado y la Cámara de Representantes, reunidos en Asamblea Nacional, debían designar "al ministro o funcionario" que ejercería la presidencia hasta la terminación del mandato en curso, salvo que la muerte se hubiera producido, como era el caso, dentro de los dos primeros años del período presidencial. En este caso, el presidente nombrado debía convocar, dentro del plazo perentorio de dos meses, a una elección nacional para elegir al mandatario que debía completar el período.1 Pero la aplicación de estas normas resultaba imposibilitada por un impedimento insalvable. Hasta ese momento, tanto el Consejo de Estado como la Cámara de Representantes no habían sido integrados. Y en la ausencia de procedimientos alternativos, era inevitable que se desatasen iniciativas encontradas para pugnar la nominación y designación del nuevo mandatario.

            En medio de la confusión y la consternación que dominaban el ambiente nacional, dos reuniones separadas fueron convocadas para considerar la situación planteada. Por un lado, los comandantes de grandes unidades de la capital, reunidos en el Estado Mayor General y luego de un corto intercambio de opiniones, acordaron que el sucesor de Estigarribia debía ser otro representante de las Fuerzas Armadas y que fuese el general Higinio Morínigo, Ministro de Guerra y Marina, quien pasara a ocupar el cargo.

            Casi al mismo tiempo, en una pieza contigua a la sala del Palacio de Gobierno donde se estaban embalsamando los restos del presidente fallecido y de su esposa, los ministros liberales y un grupo de dirigentes del liberalismo oficialista celebraron otra reunión para buscar una salida a la crisis. Acordaron allí recomendar al Consejo de Ministros la designación del Ministro de Gobierno y Trabajo, el Dr. Alejandro Marín Iglesias, como presidente provisional, con el mandato de convocar, dentro del plazo de dos meses, a la elección nacional que elegiría al mandatario que completaría el período en curso. Pasaron luego los ministros a una reunión de gabinete para formalizar la decisión, cuando se hizo presente en el Palacio una delegación de militares para transmitir la resolución adoptada por las Fuerzas Armadas. La propuesta no tenía connotaciones ideológicas o políticas. Era simplemente una cuestión de hegemonía de poder que los mandos militares buscaban retener. Así como habían impuesto anteriormente las candidaturas de Paiva y de Estigarribia, creían de su derecho la nominación del nuevo mandatario.

            Sorprendidos por la inusitada propuesta militar y sin aparentes posibilidades de reacción, los ministros civiles se allanaron a la recomendación de los cuarteles y el Consejo de Ministros procedió a nombrar como Presidente Provisional al general Higinio Morínigo, sin precisar todavía los términos de su mandato. En el mismo acto fueron confirmados en bloque los ministros del gabinete y designado el nuevo Ministro de Guerra y Marina.

            Las divergencias aflorarían poco después, una vez cumplidas las ceremonias del sepelio del mandatario fallecido, cuando el nuevo presidente planteó al gabinete su fórmula de cumplimiento de la norma constitucional de la convocatoria de elecciones nacionales. Mientras los ministros liberales entendían que la misma debía realizarse dentro del plazo perentorio de dos meses, Morínigo y los ministros militares insistieron en que la convocatoria se efectuase, como decía la Constitución, dentro de dicho plazo, pero que la elección se llevase a cabo al término del período presidencial, es decir en 1943. En otras palabras, querían que el presidente designado completara el período presidencial en curso. A raíz de esta discrepancia, Morínigo decidió dar un corte a la cuestión y resolvió dar por terminadas las funciones de los ministros liberales y que la convocatoria se realizara de acuerdo con la propuesta militar. Se produjo con ello el desenlace final de casi cuatro décadas de predominio de un partido y de una ideología en el gobierno de la nación. El último resto del liberalismo fue abruptamente desalojado del poder. Entre los desplazados en esa ocasión figuraron los doctores Justo P. Benítez, Salvador Villagra Maffiodo, Alejandro Marín Iglesias, Pablo Max Insfrán, Pastor Rojas, Efraím Cardozo, Carlos Pastore, Juan Guillermo Peroni y Julio César Chaves, prácticamente toda la plana mayor civil del estigarribismo.

            No hubiera sido este sino otro de los tantos cambios de impuestos por presión de los cuarteles, de no haber mediado la convocatoria que el nuevo presidente hizo poco después al grupo de intelectuales católicos denominados tiempistas, para que se incorporaran al Gobierno. La cúpula militar necesitaba del concurso de la inteligencia para gobernar y ningún otro núcleo civil le ofrecía para sus propósitos las ventajas de este reducido y calificado grupo. Constituía una reducida minoría de distinguidos intelectuales, en su mayoría profesores universitarios de reconocido prestigio, fundamentalistas en sus planteos, partidarios del gobierno fuerte y dispuestos a gobernar el país con la mano firme de los que se sienten poseedores de la verdad. Tenían una definida posición antipartidos, coincidente con la de los mandos militares. Eran igualmente partidarios fervientes del orden y la disciplina implantados por el Estado. Rechazaban la discusión y no toleraban la crítica ni la discrepancia. Traían además el apoyo tácito de la Iglesia Católica. Carentes de base popular, buscaban el apoyo del Ejército para acceder al ejercicio del poder y sobre todo para imponer al país la nueva organización del estado corporativista por ellos promovida.

            Con la influencia de este grupo se produjo en el país un cambio fundamental en la organización y funciones del Gobierno que acentuaría el distanciamiento del estado gendarme y del dejar pasar de los principios liberales. La crítica y la oposición serían totalmente acalladas. El Gobierno pasaría a asumir una función activa y gravitante en la vida económica de la nación. Lo que los cuarentistas no alcanzaron a ejecutar con Estigarribia, lo harían los corporativistas con Morínigo, pero con otro modelo teórico. Organizarían un gobierno autoritario y despótico, que arrasaría con todas las libertades y derechos ciudadanos en aras del orden, el progreso y la justicia social que se proponían realizar.

 

            LA ASCENSIÓN DE EL TIEMPISMO

 

            Como se ha visto en páginas anteriores, el grupo corporativista se constituyó originalmente en 1928, en torno al periódico El Progreso. Este semanario fue clausurado a inicios de la década siguiente con las medidas represivas aplicadas por Guggiari para acallar a la oposición. Al declararse la guerra con Bolivia, el Dr. Carlos A. Pedretti, uno de sus principales directores, pasó a formar parte del Estado Mayor de Estigarribia. Inició allí con el entonces mayor Higinio Morínigo, también del entorno militar de Estigarribia, una relación de amistad llamada a tener repercusiones en el futuro.

            En febrero de 1939, el grupo volvió a la palestra con la edición de otro periódico denominado esta vez  El Tiempo. Este nombre le valió a sus propiciadores el apelativo de "tiempistas" con que se les conocería en adelante. Para entonces el grupo se había fortalecido con la incorporación de un reducido núcleo de intelectuales, entre los que se distinguían los Dres. Luis A. Argaña, Celso R. Velázquez, Miguel A. Maffiodo, Sigifredo Gross Brown, Carlos Balmelli y de un grupo de jóvenes dirigentes de la Acción Católica, entre los cuales figuraban los Dres. Carlos A. Mersán, Jorge H. Escobar y Alberto Nogués.

            El nuevo diario auspiciaba las mismas ideas corporativistas de El Progreso. Proclamaba la crisis del sistema liberal democrático basado en el individuo aislado, desligado de los numerosos vínculos que lo atan a sus semejantes y en los partidos políticos. Sus planteos se basaban en la Encíclica de Pío XI sobre "La Restauración del Orden Social" (Quadragesimo anno) y particularmente en el ideario del "Estado Nuevo" del portugués de Oliveira Salazár, cuyo modelo social buscaban, reproducir en el Paraguay. Haremos seguidamente un nuevo resumen, basado esta vez en los artículos de El Tiempo, dé los planteos de este grupo, para evitarle al lector la necesidad de volver a hojas anteriores y para presentar además una síntesis de sus ideas económicas, que en la etapa anterior no alcanzaron a desarrollar.

 

            EL CORPORATIVISMO

 

            Se definía como una doctrina anti individualista y anti partidista. Decía ser una reacción contra el individualismo liberal y un antídoto contra el comunismo.2 Propugnaba una sociedad organizada sobre la base de la agrupación de los hombres según la comunidad de sus intereses naturales y su función social. La sociedad humana, afirmaba, se encuentra naturalmente estructurada solo cuando se apoya en los cuerpos y agrupaciones profesionales. Por lo contrario, cuando está fundada sobre la lucha de clases o de partidos antagónicos, asume un estado violento, inestable y movedizo. El sufragio puramente territorial ha determinado en el país la vigencia de un estado de desorden, de anarquía.3 Dijo al respecto el Dr. Luis A. Argaña:

            "La democracia exclusivamente electoralista en un pueblo aún no educado para el voto consiente y libre, es una farsa. No asegura el gobierno del pueblo, sino el de los caudillos y demagogos, vale decir, el gobierno de los peores. Se envilece y corrompe a las masas, pero no se las educa ni dignifica".4

            Resultado de la democracia liberal, según el juicio corporativista, fue el dominio de la oligarquía, que se impone allí donde la debilidad e impotencia de los individuos desvinculados de los grupos naturales a que pertenecen, posibilitan su anulación dentro de la masa y su absorción por los partidos políticos:5

            "El individualismo liberal pulverizó la sociedad e introdujo fermentos de divisiones y de odios irreductibles dentro de la nación paraguaya que, como consecuencia, quedó sumida en la miseria y la anarquía. Los conciudadanos aislados y débiles por estar desvinculados de los organismos naturales de que forman parte, fueron absorbidos por las banderías políticas y fácilmente manejados por los dirigentes de estos instrumentos de dominación. De esta manera, prácticamente, una oligarquía corrompida y corruptora se substituyó a la democracia teóricamente proclamada y legalmente establecida. Tal es, a grandes rasgos, el sistema adoptado por los convencionales del 70".6

 

            LA DEMOCRACIA ORGÁNICA

 

            Con ese pensamiento, los tiempistas propiciaban un cambio institucional, no un mero cambio de hombres. El mal radicaba no solo en la calidad de los hombres sino más bien en el sistema en que aquellos se movían.7 Planteaban la necesidad de un NUEVO ORDEN que, fundado en la justicia social, fuese capaz de realizar el bienestar de todos y conquistar la paz.8 El nuevo orden debía ser el de la democracia orgánica, basado en la representación de los órganos naturales de la sociedad, la iglesia, la familia, la comuna, la universidad, el ejército, los sindicatos patronales y obreros, las asociaciones de agricultores y empleados y en la integración del gobierno con representantes de los cuerpos sociales y de los intereses organizados del país.

            "Cuando las instituciones ya no estén cimentadas en la mera opinión individual determinada por el interés personal, sino en la "función social" que cada cual desempeña en la vida colectiva, el derecho al voto que hoy se reconoce exclusivamente al ciudadano, se acordará a la familia, a la comuna, a las organizaciones de carácter profesional, económico y cultural. Los derechos políticos, por consiguiente serán ejercidos dentro de estas entidades naturales y permanentes, en beneficio de la armonía social y de la estabilidad de las instituciones. Entonces ya no estarán representados en el gobierno las nucleaciones artificiales llamadas partidos políticos, sino la misma nación organizada".9

            Proponían la sustitución del parlamento de base geográfica y partidaria por cámaras integradas por representantes de los intereses organizados. En otras palabras, propiciaban la sustitución de la democracia liberal por la denominada democracia orgánica,10 que estaría fundada en la nación organizada sobre el voto funcional de los cuerpos sociales y las asociaciones profesionales." Este cambio, decían, posibilitaría una mayor moralidad y eficiencia en el ejercicio de la función pública. La representación funcional, si no suprime, por lo menos restringe grandemente la nefasta influencia de los caudillos y evita la subordinación de los intereses nacionales a los partidarios.12

            En el campo económico, "el Estado Liberal debía ceder su puesto al dinamismo del Estado protector y promotor". El Estado debía intervenir en el orden económico y especialmente en las relaciones entre el capital y el trabajo para rectificar la injusticia social.13 Como alternativa, el corporativismo proponía "reemplazar la libre concurrencia, fuente de luchas desleales, de desorden de la producción, de miseria y rebeldías, por la regulación económica y la colaboración".14 Consideraba que el fin exclusivo de la economía liberal es el lucro. No le interesan el bienestar del obrero ni la suerte de la nación.15 Y Por ello no podían ni debían permitirse el abuso del capital, el libre cambio del trabajo mercancía, el sacrificio del trabajador en aras del lucro egoísta, el sometimiento del hombre al dinero.16

            El capital, decían, debe cumplir una función social: servir a la nación y no sacrificarla en provecho de unos pocos privilegiados. El sistema liberal, en cambio, ha permitido en el país la formación y el predominio de una oligarquía económica que todo lo sacrifica al lucro insaciable, porque su único móvil es la ganancia ilimitada, y de una oligarquía política que todo lo supedita a sus conveniencias subalternas.17 La organización económica de la nación debe realizar el máximun de la producción y de riqueza socialmente útil y establecer una vida colectiva donde resulten poder para el Estado y justicia para todos los ciudadanos. El fin de la producción debe ser el consumo. La ganancia ha de ocupar el lugar secundario que le corresponde, luego de haberse satisfecho la debida retribución a todos los trabajadores y adecuado las condiciones del trabajo al rendimiento de la máquina. Solo entonces se habría logrado la justa repartición de la riqueza, la liberación del hombre de la esclavitud económica y la verdadera paz entre los individuos y los pueblos.18

 

            LAS CORPORACIONES

 

            Para la realización de estos objetivos, el corporativismo proponía la sustitución del individualismo por el solidarismo, la intervención cada vez más amplia y sistemática del Estado en el dominio económico en una gradación que abarcaría desde el simple estímulo a la iniciativa privada hasta su remplazo por la acción directa del Nuevo Estado.19 Sienta para el efecto el principio de la función profesional como base y fundamento de la organización y la conducción de la economía. Por medio de la asociación se inserta al industrial, al obrero, al agricultor, al empleado, al comerciante en "la síntesis del respectivo oficio o profesión que es la corporación, y por intermedio de esta lo articula en el mecanismo estatal". Así como la naturaleza inclina a las personas unidas por vinculación de vecindad a formar ciudades, del mismo modo induce a los miembros de una misma profesión a constituir agrupaciones corporativas. Con este principio, la Corporación, elevada a la categoría de entidad de derecho público que nuclea a las personas dedicadas a una misma profesión o actividad productiva, tomaría a su cargo el gobierno y la regulación de la profesión o del sector y la disciplina y conducción de sus actividades y de su producción. Resulta así un sistema económico auto dirigido por los propios involucrados, nucleados en la respectiva corporación. Las corporaciones estarían a su vez coordinadas y sujetas al control del interés general representado por el Estado. En el ejercicio de esta función, el Estado, defensor del bien común, no anularía al individuo ya que al armonizar sus legítimos intereses respetaría los derechos naturales de la persona humana; la justicia para todos y la caridad para los necesitados regularían todas las relaciones entre los hombres.

            El modelo así propiciado por el corporativismo era estático. Su gran meta era influir y mejorar el reparto del ingreso interno y no precisamente el perfeccionamiento y desarrollo de la capacidad productiva del país, para diversificar su estructura productora de bienes primarios de escaso valor agregado. Sus grandes herramientas eran por ello el precio y el salario justo y no la inversión y la industrialización que transforman y expanden la eficacia y el rendimiento del esfuerzo productor. El resultado buscado era la justicia social y la paz fundada en la mayor equidad posible en el reparto del ingreso interno. Era a la vez fundamentalmente antidemocrático y totalitario. Propiciaba la organización de un partido único, la cancelación de los demás partidos políticos y la restricción de las libertades de expresión y de asociación del resto de la ciudadanía. Repudiaba así el sistema democrático liberal y proponía en su remplazo el nuevo orden totalitario de la democracia orgánica.

            Con este sistema, sostenían, se superaría "la maldita anarquía en que los paraguayos se han tratado como enemigos irreconciliables unos a otros con saña feroz", se consolidaría la convivencia pacífica de la ciudadanía toda y se lograría el imperio del orden y la paz en el país:

            "Cuando los paraguayos se organicen en torno a sus respectivos intereses y de un programa de reconstrucción nacional, y no ya alrededor de algunos caudillos de quienes caben esperar persecuciones o ventajas personales y la impunidad de sus delitos; cuando los hombres que se dedican a la cultura del espíritu aúnen sus esfuerzos para trabajar con mayor eficiencia por el progreso moral, intelectual y técnico de la nación, en lugar de poner su saber y su energía al servicio de mandones infatuados y perjudiciales a la colectividad, el régimen de la irresponsabilidad y la violencia, de la inmoralidad y la mentira, del descontento y la revuelta, será gradualmente reemplazado por un ambiente de serenidad y de mutua comprensión, que producirá el clima propicio para el florecimiento de las virtudes de la raza".20

            Para la realización de estos fines, el corporativismo aprovecharía la nueva estructura del estado intervencionista y totalitario creado por la Constitución del 40 y las leyes represivas de la tregua política y del control de prensa dictadas por el gobierno de Estigarribia. El nuevo Consejo de Estado estaba ya integrado con representantes de los diversos sectores de la sociedad, que eran nominados por el comercio, la industria, el sector agropecuario, la Universidad, el Ejército y la Iglesia y nombrados directamente por el Poder Ejecutivo, sin necesidad de elecciones nacionales.21 No veían por ello la conveniencia o necesidad de integrar la Cámara de Representantes. De esta forma evitaban además una lidia electoral para la cual no estaban capacitados. Por lo demás, por un deliberado vacío constitucional, el Gobierno no estaba obligado a integrar el parlamento. Podía el Ejecutivo legislar indefinidamente mediante simples decretos leyes emitidos con el solo parecer del Consejo de Estado, integrado en su amplia mayoría por funcionarios del propio Gobierno. Explicó un editorial de El Tiempo:

            "La Revolución Paraguaya Nacionalista se propone reorganizar el Estado dentro de los principios generales establecidos por la Constitución vigente, de acuerdo a la teoría de la democracia funcional, en todo cuanto corresponda a las necesidades y conveniencias del país, porque entiende que este es el momento para construir el edificio del Estado con un material propio, extraído de la tendencia natural del pueblo, de su conformación social y de su pasado de grandezas".22

            "... el Consejo de Estado que acaba de constituirse, no es la simple resurrección de una institución histórica arrasada por el liberalismo destructor, sino la adaptación de la misma a las realidades modernas. Por eso se lo ha organizado sobre la base del principio funcional. En él están representados el Poder Ejecutivo, las organizaciones sociales, culturales y profesionales como la Iglesia, la Municipalidad y el Ejército y la Armada, y en su carácter de exponentes de la economía nacional, el Banco de la República, las industrias transformadoras y el comercio.

            "De esta suerte el Gobierno de la Revolución ha dado un paso firme en el camino de la liberación de nuestro pueblo de su esclavitud política, de los males del polipartidismo y del monopolio del poder público por los políticos profesionales, régimen nefasto que tanto daño ha causado ya a la Nación".23

            El corporativismo no requería así de cambios institucionales adicionales para establecerse y comenzar a operar.

 

 

            EL ACCESO AL GOBIERNO

 

            El primero de los tiempistas que se incorporó al Gobierno fue el Dr. Carlos Pedretti. Fue designado Presidente del Banco de la República el 11 de octubre de 1940. El 29 de noviembre siguiente, el Dr. Luis Argaña fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores y Culto. Y el 5 de marzo de 1941, el Dr. Carlos Andrada fue designado Ministro del Interior. Progresivamente los demás hombres del tiempismo pasaron a ocupar los cargos civiles más importantes del Gobierno y a influir con sus ideas en la conducción oficial.

            Al poco tiempo, el corporativismo se volvió la doctrina económica y social del Gobierno. Pero el tiempismo no alcanzó a asumir la plenitud y el monopolio del poder. Además del ejercicio regular de sus funciones específicas, el Ejército procuró y obtuvo poco después el control del Ministerio del Interior, de las Delegaciones de Gobierno y de la Policía de la Capital. Con la bandera de excombatientes del Chaco, otro grupo de profesionales jóvenes entró a formar parte de la administración y trataría después de remplazar al tiempismo con la bandera del laborismo. La juventud febrerista, autodenominada entonces revolucionaria, llenó el vacío de los cargos menores que los desplazados liberales iban dejando. El señor Arnaldo Valdovinos, por ejemplo, fue nombrado Director de Asuntos Políticos y Sociales del Ministerio del Interior, Reinerio Achar fue nombrado Secretario del Departamento Nacional del Trabajo.

            El tiempismo se dedicó a ejercer la dirección y conducción superior del Gobierno. No se abocó a un proselitismo nacional y a la organización de cuadros de adeptos en el interior del país. Su misión era administrar y apoyar la política nacionalista del Presidente. Fue ese un sistema de contrapesos con el que Morínigo buscó afianzar su autoridad, mantener el equilibrio de las distintas fuerzas con que integró su gobierno y fortalecer al mismo tiempo su posición de árbitro y de centro del poder.

 

 

            LA REVOLUCIÓN PARAGUAYA NACIONALISTA

 

            Para intensificar el entendimiento y la complementación con el Ejército, el corporativismo incorporó a su ideario dos principios reiteradamente enarbolados por los militares de la época en sus proclamas y pronunciamientos: el nacionalismo y el calificativo de revolucionario para sus planteos y programas. Buscaron con ello definir y unificar el ideario y las fuerzas que impulsarían en adelante la Revolución Paraguaya Nacionalista acordada con el presidente Morínigo y las Fuerzas Armadas. Con el nacionalismo se proclamaba "la primacía del INTERES NACIONAL sobre los intereses subalternos de los individuos, de los grupos políticos o de las clases sociales o profesionales, único medio de asegurar el ORDEN y de obtener el PROGRESO INTEGRAL de la Nación".24 Definían como revolución "un cambio substancial, profundo y con ritmo acelerado de un orden existente, común, por otro nuevo". Implica, decían, "la destrucción radical de un estado de cosas corriente, para reemplazarlo por otro de esencia y caracteres muy diferentes"

            Con esta concepción, el nuevo orden sería implantado no por el mecanismo democrático de la consulta y el respeto de la voluntad popular, sino por la imposición patriótica de un gobierno revolucionario y nacionalista. Destacaba sentencioso un editorial de El Tiempo:

            "Proseguiremos (...) nuestros esfuerzos en favor de la unidad revolucionaria, porque creemos que es un imperativo de la hora forjar el poderoso instrumento político en que deba apoyarse el gobierno para realizar el grandioso ideal de la Reconstrucción Nacional. Esa unidad a que aspiramos la queremos sincera, compacta y total, en torno a un programa bien definido que concrete las comunes aspiraciones de todas las fuerzas nacionalistas, desterrando para siempre de sus filas las rivalidades, suspicacias y temores que nos conducirían fatalmente a la desunión y a la anarquía. (...) La Revolución quiere instaurar una democracia auténtica, benéfica y eficaz; aspira a exaltar la personalidad nacional en todos los órdenes; a estructurar un Estado nuevo sobre los principios de la Moral y el Derecho; a hacer efectivos en el Paraguay el respeto a la dignidad de la persona humana y a sus atributos esenciales; a crear dentro de lo posible una economía de suficiencia nacional y a no permitir en lo sucesivo la subordinación de la soberanía y de las conveniencias de la Nación a los intereses subalternos de los individuos, de los grupos políticos y de las clases sociales y profesionales. La primacía del interés nacional y la liberación integral del pueblo paraguayo: tales son los lemas y el resumen de todos sus postulados".26

            Los principios y objetivos acordados fueron condensados en un Plan Trienal de Gobierno. Se definieron en él los objetivos económicos y políticos del nuevo orden. "Propugnamos una democracia de verdad, decía entre otras cosas, en la que prime la voluntad del pueblo y no la de los caciques absorbentes, que usurpan y conservan sus predominios personales a base del engaño, de los favores partidarios y de la intriga". Los jefes y oficiales del Ejército fueron convocados a suscribir un acta de lealtad y apoyo "al Presidente de la República y al programa de la Revolución Paraguaya Nacionalista". El texto de la declaración decía lo siguiente:

            "En la Asunción, Capital de la República del Paraguay, a los trece días del mes de marzo de mil novecientos cuarenta y uno, reunidos en el Palacio de Gobierno los señores Jefes y Oficiales del Ejército y de la Armada de la guarnición de esta ciudad, en presencia del Excelentísimo señor Presidente de la República (...) DECLARAN:

            "Que el sistema liberal individualista ha sido la causa principal de la anarquía política, de la miseria económica y del atraso material de la Nación;

            "Que los políticos profesionales que ese régimen nefasto engendró, deben ser reducidos a la impotencia para alejar la posibilidad de cualquier reacción que apeligre la estabilidad del nuevo Orden Nacionalista Revolucionario.

            "Que la Revolución Paraguaya que tuvo su iniciación el 17 de febrero de 1936 y que ha sido reencauzada en la presente etapa no es patrimonio exclusivo de ningún sector o grupo revolucionario, sino de todos los ciudadanos paraguayos que aspiran sinceramente a la liberación de nuestro pueblo de cuantas trabas se oponen a su progreso y bienestar.

            "Que la Revolución Paraguaya se halla inspirada en el austero patriotismo y auténtico nacionalismo de los grandes gobernantes que forjaron el Paraguay fuerte y digno del pasado, los Rodríguez de Francia, los Carlos Antonio López y los Francisco Solano López.

            "Que la Revolución Nacional repudia en absoluto toda doctrina exótica y extremista, pues, sus postulados se fundamentan en la tradición gloriosa de nuestro pueblo, en su idiosincrasia y en sus necesidades reales.

            "Que las Fuerzas Armadas de la Nación reconocen en el General don Higinio Morínigo el Jefe Supremo de la Revolución Paraguaya en esta etapa de su proceso histórico y se proponen firme y decididamente sostener su gobierno con entera lealtad y estricta disciplina hasta el cumplimiento de su Plan Trienal.

            "Que la Revolución Nacional excluye todo personalismo porque quiere instaurar una Nueva Política idealista y enarbola como único símbolo de unidad y acción revolucionaria el pabellón sagrado de la patria.

            "Que ORDEN, DISCIPLINA Y JERARQUIA son los basamentos indestructibles sobre los cuales debe asentarse el Nuevo Estado Nacionalista Revolucionario;

            "POR TANTO, de conformidad con estas Declaraciones: Por nuestra fe de paraguayos y nuestro honor de soldado, invocando como testigo a Dios y todo el pueblo de la República, JURAMOS defender fielmente la causa de la Revolución Paraguaya y sostener con entera lealtad y estricta disciplina al gobierno del General Morínigo hasta el total cumplimiento de su Plan Trienal. Si así no lo hiciéramos, Dios y la Patria nos lo demanden".27

            El acta fue firmada por todos los Jefes y Oficiales convocados, con la sola excepción de un jefe que rehusó suscribirla y que poco después fue pasado a retiro, el Tte. Cnel. Enrique Godoy Cáceres. Respecto a este acto y al documento suscripto, el Cap. Federico Figueredo formuló los comentarios siguientes:

            "Las Fuerzas Armadas, como institución nacional, no tenían vocación legislativa ni pretendieron nunca usurpar la representación del pueblo. Fue el Gral. Morínigo, respaldado por un conocido número de altos mandos y de algunos elementos civiles adversos a la democracia, agrupados tras denominaciones como las del "tiempismo", quienes implantaron un régimen totalitario en el Paraguay.

            "Estos, para compensar la falta de apoyo popular, utilizaban a las Fuerzas Armadas como elemento de propaganda, validos principalmente de la tolerancia y desinterés político de sus principales jefes naturales. Una prueba de ese abuso fue la firma de un "Acta de lealtad y fidelidad" al Jefe de la "Revolución Paraguaya", por los jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas de la Nación como adherentes y comprometidos en el sostenimiento del gobierno. Recuerdo que me encontraba revistando en la Escuela Militar, cuando el 13 de marzo de 1941 sorpresivamente recibimos los jefes y oficiales orden para vestirnos con uniformes de calle. Formados en fila de a dos con nuestro director comandante, el coronel Andrés Aguilera a la cabeza, nos desplazamos por la calle El Paraguayo Independiente hasta el Palacio de Gobierno. (...) En el Salón Independencia nos aglomeramos con jefes y oficiales de otras unidades y reparticiones, combatientes y de los servicios de las Fuerzas Armadas. Por lista de revista fuimos llamados de a uno para firmar el fraguado documento institucional. En aquella ocasión salvó el honor de las Fuerzas Armadas el Tcnel. Enrique Godoy Cáceres, de la Escuela Superior de Guerra, quien al ser llamado, declinó firmar un documento cuyo "con tenido y significado no conocía". (...) Con aire solemne, presidió la artificial ceremonia el principal interesado, el Gral. Higinio Morínigo, presidente de la República.

            "Creo no equivocarme al afirmar que, íntimamente, la espontánea adhesión general estuvo con el Tcnel. Godoy Cáceres, cuya altiva actitud, con el correr de los años cobró altura, ganándose un lugar en la historia".28

            Quedó así instaurada en el país una nueva forma de gobierno, dictatorial y autoritaria, basada en un acuerdo del Ejército, el Gobierno y un reducido núcleo de intelectuales fundamentalistas, sin mayor raigambre popular. Señalaba al respecto otro editorial de El Tiempo:

            "En nuestro país ha ocurrido algo semejante a lo acontecido en Portugal y Brasil: aquí también las Fuerzas Armadas de la Nación se hicieron intérpretes del anhelo de redención política, económica y social que agitaba a la juventud, a la clase intelectual y a las masas laboriosas, abatieron el sistema responsable de nuestra anarquía y nuestro ignominioso atraso, enarbolando como "único símbolo de unidad y acción revolucionaria el pabellón sagrado de la Patria" y proclamaron que "el orden, la disciplina y la jerarquía son basamentos indestructibles sobre los cuales debe asentarse el Nuevo Estado Nacionalista Paraguayo". Aquí también el Ejército ha comprendido el papel preponderante que le corresponde en la consolidación del nuevo sistema, reconociendo en el general don Higinio Morínigo al Jefe Supremo de la Revolución Paraguaya y jurando solemnemente "sostener su gobierno con entera lealtad y estricta disciplina hasta el total cumplimiento de su plan trienal".29

            "El Gobierno del General Morínigo se asienta sobre la base inconmovible de un juramento del soldado paraguayo; naturalmente que aquellos que convirtieron su vida política en una cadena continua de perjurios, falsedades y felonías no podrán comprender jamás la significación que tiene, para un militar de honor, la palabra solemnemente empeñada".30

            Con estos auspicios, comenzó la era de la Revolución Paraguaya Nacionalista, que tuvo en el Ejército su único apoyo y sostén. "Desde entonces; confesaría sin pudor ni remordimientos el general Amancio Pampliega, salvo breves e inocuos intervalos, el poder político fue monopolio de los cuarteles, un resultado de los designios de los mandos militares".31 Con ese limitado respaldo, se procedió á la estructuración de un nuevo sistema de gobierno. El Poder Ejecutivo asumió el control total de las actividades gubernamentales. En el ejercicio omnipotente de su autoridad no tendría en adelante las limitaciones y los frenos de la ley, el contrapeso de la crítica, ni el contralor de la justicia. Fue el mayor ensayo totalitario que conoció el país. Un sistema de gobierno autoritario y despótico, un paréntesis, el más trágico de la democracia paraguaya, según el punzante calificativo del Dr. Arturo F. Bordón.32

            Al amparo del nuevo orden se cometió en el país toda clase de atropellos a los derechos y libertades de la ciudadanía. La tregua política fue aplicada con rigor extremo. Las actividades de los partidos quedaron proscriptas y la persecución a sus dirigentes fue implacable. La opinión pública fue amordazada. Nadie podía tan siquiera opinar en contra del Gobierno, ni hacer declaraciones o comentarios, privados o públicos, que tradujeran cuestionamientos o inquietudes sobre la conducción gubernamental o sobre el estado del país. El control policial y la censura oficial cuidaban celosamente de que así fuera. Se clausuraron diarios y se ocuparon sus instalaciones para uso de publicaciones oficiales. Los directores de todos los órganos de prensa que circulaban en el país eran nombrados por el Ministerio del Interior. Para transmitir el pensamiento y las directivas oficiales se habilitó una poderosa radioemisora del Estado y se organizó la cadena nacional de radiodifusión. La palabra y los escritos del Gobierno eran los únicos que el pueblo debía escuchar y leer. A la juventud estudiosa y a la dirigencia obrera se las persiguió con saña para acallar sus reclamos. Era este el orden implantado para la paz y el progreso de la nación.

 

 

            LA SUPRESIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

 

            El ataque a los partidos políticos era el tema cotidiano de los ideólogos del nuevo orden. Decían los editoriales de El Tiempo:

            "Uno de los más grandes males de nuestro país es sin duda alguna el partidismo. Su capacidad destructora nadie puede discutir, si examina con serenidad y criterio patriótico nuestra dolorosa realidad política.33

            "¿Qué son, en efecto, esos famosos partidos políticos? (...) Son asociaciones artificiales cuyos componentes no tienen otra vinculación que el interés de apoderarse del poder público. Se hallan constituidos por una pequeña camarilla de dirigentes en la capital, profesionales de la conspiración y de la intriga, por un grupo de caudillejos sin escrúpulos en la campaña y por una masa de campesinos, éstos sin noción alguna de la responsabilidad política ni de los problemas del Estado. Esa masa de agricultores, que se halla sumida en la ignorancia más completa y en la miseria más irritante y clamorosa, plagada de enfermedades endémicas, todo por obra de los gobiernos partidistas, ha sido siempre la víctima propiciatoria de los desmanes y logrería de los caudillos prepotentes, mísera carne de cañón, desnuda, hambrienta y sin hogar".34

            "En efecto, los partidos nunca fueron en nuestro país órganos de la democracia, escuelas de civismo y factores de progreso social y político. Fueron precisamente todo lo contrario: facciones oligárquicas, escuelas de corrupción y elementos de anarquía y atraso. Su trayectoria se halla sembrada de cadáveres, felonías y peculados; los jalones de su historia son las grandes revueltas o las traiciones resonantes, en las que moría el pueblo y lucraban los caudillos. Las banderías se dividían y sus fracciones volvían a subdividirse, en torno de personalismos abyectos, compañeros y amigos de la víspera, al día siguiente se tiraban a matar después de traicionarse de la manera más villana; empréstitos devorados íntegramente sin llegar siquiera a las arcas fiscales; sediciones sangrientas, financiadas como negocios lucrativos por aventureros internacionales, con el apoyo entusiasta de las facciones que apetecían el poder; concesiones escandalosas en que se hipotecaba el país a cambio de adelantos pecuniarios para solventar conspiraciones; farsas electorales que terminaban a tiros si no eran una comedia bufa; ¡este es el historial magnífico de los partidos tradicionales! Naturalmente que en medio de tales ajetreos no restaba tiempo para ocuparse de los destinos del país.35

            "La Revolución Nacionalista Paraguaya repudia el sistema liberal porque éste se identifica con la democracia individualista, que se funda en el sufragio universal igualitario y en el polipartidismo.

            "El polipartidismo constituyó el factor de todas nuestras disensiones internas. Un larguísimo período de revueltas y asonadas; de malquerencias y de egoísmos; de engaños y traiciones fue el triste engendro de aquel error de nuestros constitucionalistas.

            "Animados nosotros del más sincero anhelo de ver a nuestra Patria grande y próspera como otrora, propiciamos la supresión de todos los partidos políticos, y propugnamos como fórmula salvadora la Union Nacional, sobre la base de una democracia auténtica: la Democracia Funcional.

            "Con la supresión de los partidos políticos se arranca así de cuajo un mal que dividía a todos los paraguayos y que los ponía frente a frente en constante efervescencia. Los fementidos señuelos de una bandera roja o una bandera azul, serán reemplazados por el símbolo de la unidad nacional: LA BANDERA PARAGUAYA.36

            Ante estos ataques sistemáticos al sistema democrático y a los partidos políticos, el Partido Colorado hizo público su repudio a esa Campaña que traducía "el desprecio a la soberanía popular, a los derechos individuales y a la dignidad del hombre paraguayo". La nota elevada al Presidente de la República, entre otras cosas, decía:

            "La dirección política del gobierno presidido por V.E. se halla en manos exclusivas del grupo denominado "Tiempista", círculo político que no cuenta sino con una escasa decena de profesionales del foro, hoy funcionarios del Poder Ejecutivo y desprovistos de todo arrastre popular.

            "El grupo tiempista gobernante, so pretexto de imponer en el país un "nuevo orden", inicia el sistema de opresión y de vejámenes; de desconocimiento del derecho que en toda nación civilizada asiste al pueblo, de intervenir en la dirección del Estado, ya que este es único sostén de su economía y el solo defensor de la soberanía e integridad nacionales.

            "La carencia de apoyo popular (...) les impulsa a arremeter contra los partidos organizados y disciplinados. (Es ahí) de donde proviene su ficticio ANTIPARTIDISMO, mientras por otra parte explotan los recursos del Estado en captar adeptos para un supuesto nuevo partido o "movimiento".

            "En nuestro país, tales políticos, aprovechando el auge espiritual que en ciertos sectores ha conquistado la causa de Alemania e Italia, (...) pretenden la ficción de un "NUEVO ORDEN' pseudofascista, mal imitado de tales regímenes (y aplican) la violencia y la arbitrariedad contra nuestros connacionales, la persecución a los partidos y ciudadanos tradicional y sinceramente nacionalistas. El verdadero nacionalismo paraguayo no puede admitir la imitación servil y estulta de procedimientos exóticos que no concuerdan con el espíritu y las necesidades de nuestro pueblo.

            "Los partidos políticos son instituciones públicas cuya misión consiste en disciplinar y unificar las voluntades individuales de un pueblo en torno a ideales nacionales definidos y libremente aceptados, evitando la anarquía y la desorbitación de ambiciones personales. En el gobierno, su función consiste en sostener y realizar el programa nacional de los poderes públicos; y en la oposición, debe actuar en función de la crítica y el contralor de las inmoralidades y errores gubernativos.

            "Por tanto, la existencia y la disciplina de los partidos, son un bien público. De aquí que hasta los regímenes totalitarios cuenten con partidos de base popular. Y, de esto, por consecuencia, es que en nuestro país, los políticos antipartidistas no sean en lo sustancial sino simuladores que acarician la idea recóndita de constituir partidos a su servicio. Pero ni estos ni nadie tienen el derecho de usar la fuerza pública y los recursos del Estado, para creare imponer tales sectas o partidos.

            "La ideología que sustenta la Asociación Nacional Republicana, cimentada en largas luchas cívicas frente al legionarismo triunfante en 1870, demostrada en gobiernos de reconstrucción nacional cue establecieron en el país una era de paz, trabajo y bienestar general; ideología luego fortificada en varios lustros de persecuciones de parte de gobiernos antiparaguayos y antipopulares, ha devenido a través del tiempo en un estado espiritual permanente, indestructible, del alma paraguaya. De aquí que la destrucción del Partido Colorado sea imposible. Absolutamente imposible sobre todo si quien pretende su destrucción es, como en el presente caso, un minúsculo círculo de políticos desprovistos de arrastre popular, sin prestigio en el escenario nacional".37

            En medio de esa intensa campaña en contra de los partidos políticos, el Gobierno procedió por un decreto a la disolución del Partido Liberal, so pretexto de su traición a la patria. Su bandera fue quemada por un prominente director del tiempismo en un acto público organizado por el Gobierno para celebrar la disolución dispuesta. Pero ante la movilización activa de la dirigencia republicana ya no se atrevió a repetir una parodia similar con el coloradismo como se tenía programado. La Junta de Gobierno del Partido Colorado se pronunció en esa ocasión en contra de la disolución dispuesta del Partido Liberal, porque al tener este personería jurídica, decía, no podía habérsele condenado sin juicio previo y sin dársele la debida oportunidad de defensa de los cargos que se le atribuían.

 

 

            EL MARCO ECONÓMICO

 

            En lo económico, el nuevo orden se abocó a la organización del Estado interventor, que debía ejercer su autoridad suprema en la coordinación y regulación de la vida económica de la nación. Se intensificaría la fijación oficial de los precios y del cambio y se promovería la organización de las actividades productivas con el modelo corporativista. Estas medidas se adoptaron en un momento en que las circunstancias especiales del mercado internacional no se prestaban para experimentos teóricos y requerían más bien de una enorme prudencia y de una gran objetividad para moderar los múltiples efectos negativos y perturbadores que se veían venir inexorables como consecuencias de una nueva guerra mundial ya en curso.

            Con el fuerte estímulo de la intensificación de la demanda externa de productos primarios, la economía nacional evidenciaba los primeros síntomas de su recuperación. La reactivación de la economía mundial había comenzado hacia fines de 1938. Sus efectos más notorios fueron la mayor ocupación y producción en los países industriales y la intensificación del comercio mundial. Pero tampoco esta vez la recuperación fue clara y acumulativa. Las fuerzas propulsoras de la reactivación no alcanzaron a asumir el vigor de los tiempos de bonanzas y de prosperidad. En los grandes países industriales gravitaba negativamente sobre las inversiones y el comercio el estado de incertidumbre que vivía el mundo por los inquietantes acontecimientos políticos de Europa. El temor de otra inminente guerra dominaba el panorama financiero.

            En medio de ese ambiente cargado de inseguridades y temores, el vacilante curso ascendente del comercio internacional se vio truncado por el comienzo de una nueva guerra mundial. La anexión de Austria por Alemania, en marzo de 1938, marcó el estallido del conflicto. Pero el detonante mayor se produjo en setiembre de 1939, con la propagación de la guerra a toda Europa Occidental con la invasión de Polonia y la declaración de guerra a Alemania de Francia e Inglaterra. La economía mundial y el comercio internacional quedaron sujetos a nuevos imperativos y condicionamientos determinados no ya por las fuerzas del mercado, sino por los requerimientos y consecuencias de esa gigantesca conflagración mundial.

 

 

            LA REACTIVACIÓN DE LA ECONOMÍA NACIONAL

 

            Para atender la fuerte demanda que originó la guerra, la economía nacional comenzó a expandir significativamente su producción y sus exportaciones de bienes primarios. El país vendía a los mercados externos todo lo que podía producir. Y con los mayores ingresos que esas ventas aumentadas generaban, el consumo y el comercio internos se expandían continuamente. Vivía el país un ambiente de prosperidad y de activa ocupación. Pero a pesar de ese incremento de las actividades productivas y comerciales, la economía nacional mantenía sin modificaciones su deficiente estructura productora de materias primas y su dependencia del abastecimiento externo para los productos manufacturados que consumía.

            Al mismo tiempo, la continua propagación del teatro de las operaciones bélicas determinaba cambios ineludibles en la orientación del comercio internacional. La ocupación alemana de Europa Occidental produjo la dislocación de los mercados tradicionales del país y la reorientación de su intercambio hacia los Estados Unidos e Inglaterra, tanto en sus exportaciones como en la compra de los bienes que importaba. El país perdió sus mercados tradicionales de Holanda, Alemania, Dinamarca, Bélgica y muy pronto el del Japón. El mercado argentino, en cambio, aumentó su rol dominante en el intercambio paraguayo. Era el mayor comprador de maderas y yerba y el intermediario forzoso de las mercaderías en tránsito que se destinaban a otros mercados. Las ventas a la Argentina llegaron a representar casi el 70% de las exportaciones del país. Además de su función de proveedora exclusiva de todo el trigo en grano y de gran parte de la harina que se consumía localmente, con el dislocamiento de los otros centros de abastecimiento y su creciente industrialización, la Argentina aumentó progresivamente su participación en el abastecimiento local de productos manufacturados, principalmente de alimentos, textiles y metálicos, que antiguamente provenían de Europa y el Japón. El Brasil pasó a constituirse también en un proveedor creciente del mercado paraguayo. En 1945 las compras al Brasil y Argentina representaron el 78% de las importaciones del país.

 

 

            LA BALANZA DE PAGOS Y LA SITUACIÓN FISCAL

 

            Al igual que en la anterior guerra del 14, las exportaciones de carne y algodón fueron particularmente favorecidas por el trato prioritario que les dieron los aliados a los alimentos y a los textiles para aprovisionar y vestir a las tropas combatientes y para el abastecimiento de la población civil. Los productos ganaderos, carne conservada y cueros, se convirtieron en los renglones más importantes de las exportaciones paraguayas. Igualmente el tanino, el tabaco, la madera y la esencia de petitgrain mantenían una sostenida demanda externa. Decía la memoria del Banco de la República del año 1939:

            "Durante el año 1939 las compañías exportadoras de carne han faenado para su industrialización 180.000 animales vacunos. Esta cifra excede a la del año anterior. La exportación de cueros vacunos fue superior a la de los últimos cinco años. Igual sucede con el extracto de quebracho cuya exportación excedió en más de 20.000 toneladas a la del año pasado, o sea casi 50% de más. La exportación de yerba mate, maderas, esencia de petitgrain y tabaco fue mayor en cifras apreciables a las de 1938".38

            Mientras las exportaciones se expandían en forma acumulativa, las importaciones tuvieron un desarrollo diferente. Luego de una intensa demanda inicial, con la cual el comercio local buscó sobre importar en previsión de dificultades futuras, las importaciones tendían forzosamente a comprimirse. Y no sería por falta de demanda o de capacidad de pago, sino por las limitaciones que resultaban de la acelerada transformación de los parques industriales de los países beligerantes para atender los requerimientos de la guerra y de las crecientes dificultades y trastornos que el conflicto imponía al transporte internacional. Se dispondría de divisas para importar, pero escaseaban las mercaderías que podían adquirirse y las bodegas para transportarlas. El país importaba todo lo que podía conseguir, pero su cuantía era insuficiente para satisfacer adecuadamente las necesidades y la demanda locales. El abastecimiento disponible no llenaba las necesidades internas y con ello acentuaba la fuerte presión ya existente para la suba acumulativa de los precios

            Con esas características salientes, las exportaciones de 1939, decía la misma memoria del Banco de la República, ascendieron a O$S 16.015.654, en tanto que las importaciones sumaron  O$S. 12.693.229. Es decir, que el balance comercial arrojó en el año un balance favorable de O$S 3.322.425.31

            Con las condiciones favorables para la colocación de sus productos y la restricciones inevitables a las importaciones, el Paraguay revertiría la tendencia deficitaria de su balanza de pagos. Este cambio se traduciría en una sucesión de saldos favorables en sus transacciones con el exterior que a partir de año 1941 producirían una acumulación progresiva de reservas internacionales y una expansión continuada de los medios de pagos internos determinada principalmente por esa acumulación. La expansión inflacionaria del medio circulante se producía, además de la originada por la expansión acumulativa del crédito interno, cuando el instituto emisor compraba el exceso de la oferta de divisas y pagaba al exportador su equivalente en moneda nacional.

            De no mediar esa acumulación, el exceso de la oferta produciría inevitablemente la apreciación del tipo de cambio, como ocurrió durante la guerra mundial pasada, y con ello, el deterioro de la capacidad competitiva de la producción nacional en los mercados externos. La baja del cambio encarece en términos de la moneda extranjera el costo de los productos nacionales. Desalienta así las exportaciones, al mismo tiempo que estimula la demanda de importaciones, que no podrían realizarse.

            Con esas influencias y riesgos decisivos, la política monetaria no podía eludir un rol activo. La estabilidad del valor externo quedaba automáticamente determinada y asegurada por la oferta aumentada de divisas al mercado. La gran cuestión era cómo paliar su impacto fuertemente inflacionario sobre los precios internos y sobre los costos de la incipiente industria local que atendía las necesidades del consumo interno y cómo acomodar, en medio de esa presión inflacionaria, la atención adecuada de la demanda interna de crédito para las actividades productivas y comerciales del país. Con esos riesgos y requerimientos, el gran problema monetario del momento era la definición clara y precisa de los objetivos y los medios de la intervención requerida en el mercado cambiario y crediticio.

            En el campo financiero, el país sobrellevaba un fuerte desequilibrio acumulativo. La inestabilidad política, la suba acumulativa de los precios y la presión continua del aumento de los sueldos y gastos del sector público hacían que las erogaciones del tesoro excedieran año tras año a sus ingresos. El déficit resultante era cubierto, en margen creciente, con créditos del Banco de la República y financiado con emisiones fiduciarias. El cuadro siguiente muestra la tendencia del comercio exterior del país y la ejecución presupuestaria de los últimos años:

 

 

            LA INFLACIÓN Y LOS PRECIOS Y SALARIOS

 

            La intensa escalada inflacionaria que arrastraba el país se reflejaba en la suba continuada de los precios, con la consiguiente pérdida del poder adquisitivo de los salarios y de los ingresos fijos. Los índices siguientes muestran la suba sostenida de los precios en la capital y la depreciación acumulativa del peso nacional.

 

 

            La suba acumulativa de los precios era causa de descontento y de quejas permanentes de obreros y empleados, particularmente en la capital. Se debía, según el análisis oficial, a las secuelas de la Guerra del Chaco, a la inestabilidad política y a la incapacidad del sistema económico para dar una respuesta adecuada al problema monetario y fiscal. Decía un editorial del diario El Tiempo:

            "La Guerra del Chaco arrasó el encaje metálico de la Oficina de Cambios (hoy Banco de la República), obligó al gobierno a emitir muchos millones de pesos de papel moneda inconvertible y consumió una enorme cantidad de riqueza, lo que aparejó el aumento considerable de los gastos generales de la nación. Estos hechos provocaron la desvalorización de nuestro medio circulante.

            "Al terminar la guerra debió ponerse en práctica un vasto plan de recuperación económica y financiera y de amplia reconciliación nacional. La solidaridad consolidada ante el peligro común, no podía tolerar ya la política personalista, oligárquica, anarquizadora e ineficaz. Y como ese plan no fue ofrecido a la ansiedad del pueblo, hicieron crisis las impaciencias y estallaron las rebeldías. De este modo la política contribuyó a complicar a un más nuestros problemas económicos y financieros.

            "El menor poder adquisitivo de nuestra moneda exigía el aumento proporcional de los recursos del consumidor a fin de evitar la disminución de su poder de compra. Pero se produjo el siguiente fenómeno: los habitantes de las ciudades, principalmente los empleados y obreros, sufrieron las consecuencias del menor poder adquisitivo de la moneda, debido a la falta de compensación en el aumento lento y desproporcionado de sus sueldos y salarios. Así por ejemplo, los Jueces de 1ª. Instancia que antes de la guerra ganaban $ 7.000 mensuales, hoy solo ganan $ 14.000 en lugar de $ 26.000; los profesores de 2ª. enseñanza, que tenían asignado de $ 70 a 75 por clase, actualmente solo perciben $160 en vez de 260. (Hubo así una) falta de equivalencia entre la elevación de los precios y el aumento de las entradas. Mientras tanto, el cambio ha ido subiendo, estabilizándose a un tipo equivalente al 274% de aumento sobre el que regía antes de la guerra.

            "Así se explica el profundo malestar que se observa sobre todo entre los empleados y obreros. Estos últimos, sin embargo, han obtenido mejoras mediante la presión de sus organizaciones sindicales y en medio de la mayor incomprensión. Para estos consumidores, por consiguiente, el problema de la vida cara ha venido agudizándose al compás de la progresiva disminución de su poder de compra".44

 

            EL NUEVO ORDEN

 

            Hasta ese momento, y a pesar de los reiterados planteos teóricos y de los repetidos conatos y medidas intervencionistas, la economía nacional operaba en un marco de relativa libertad. El comercio se protegía de los efectos de la inflación y de la inestabilidad cambiaria mediante el uso del oro sellado en el registro de sus transacciones y como cláusula de mantenimiento de valor en los contratos. El papel del Estado en los asuntos económicos era, podría decirse, limitado. La nueva constitución contenía declaraciones múltiples sobre las facultades del Estado para intervenir y regular las actividades económicas, pero su aplicación efectiva era todavía mínima. Prácticamente nada había cambiado en la realidad, La libertad comercial era la característica dominante, tanto en lo interno como en lo internacional. Con sus imperfecciones, operaba en el país una economía de mercado. Las operaciones cambiarias se realizaban en su mayor volumen en un mercado libre, paralelo al oficial. El mercado oficial atendía casi exclusivamente las transacciones gubernamentales. Las casas de cambios operaban con entera libertad en la ciudad. Para la mayoría de los productos comercializados en el mercado local, los precios se fijaban libremente a través de la oferta y la demanda. Las fuerzas del mercado determinaban las decisiones fundamentales de la producción y la distribución de los ingresos. Esta situación cambió radicalmente con las medidas que progresivamente fue imponiendo el tiempismo. El proceso espontáneo de la economía liberal fue sustituido por la conducción gubernamental. Se remplazó el mecanismo de los precios por la fijación administrativa de los mismos. Se implantó el racionamiento y el régimen de cupos para la compra y venta de las mercaderías de primera necesidad. Se crearon los monopolios estatales de las corporaciones sectoriales y se adoptó el control de cambio como instrumento permanente de la política económica. Ya no era el mercado el que decidiría en adelante lo que debía producirse, importarse o comprarse sino que sería función de la autoridad definir en forma racional y apropiada las necesidades de la población y proceder a organizar su provisión. El corporativismo comenzó sí su programa de restructuración de la economía nacional. Lo explicó otro editorial de El Tiempo bajo el sugestivo título de "Nuevo Orden Económico":

            "Nuestra economía, desde 1870, fue campo de experimentación de los principios disolventes del sistema liberal. Nuestra población ingenua y las riquezas de nuestro suelo pronto fueron víctimas de todo género de abusos e injusticias. Los salarios de hambre, el envilecimiento de los precios de nuestros productos de exportación, el encarecimiento de los artículos importados, la desvalorización constante de nuestra moneda y la inestabilidad de su valor, la tasa usuraria del interés: he aquí las principales consecuencias pavorosas de la aplicación despiadada, implacable de los postulados de la economía liberal, consagrados por la Constitución del 70. Explotación y miseria, sin esperanzas de mejoramiento y sin compensación para el país: tal era el cuadro sombrío que ofrecía nuestra patria por obra de ese régimen nefasto, que constituía el paraíso de los especuladores inescrupulosos, de los usureros sin conciencia, de los políticos venales e incapaces y de los traficantes sin moral.

            "Nuestro pueblo manso y sufrido, nuestro modesto signo monetario y hasta nuestra altiva dignidad eran manoseados y vilipendiados impunemente. La moneda paraguaya, objeto de irrisión, era desalojada en sus propios dominios por la moneda argentina. Perdida la confianza en su valor estable y en la posibilidad de una reacción salvadora, casi ya no se utilizaba en las transacciones comerciales, no servía para los cálculos del costo industrial, no estimulaba el ahorro y el esfuerzo productor. Perdió su alta alcurnia y se convirtió en el instrumento de las maniobras turbias de los escamoteadores de nuestro trabajo y de nuestra riqueza. Factor decisivo de desorganización económica y de anarquía política, cayó en el más lamentable desconcepto ante la opinión de los mismos buenos ciudadanos.

            "Semejante situación no podía ni debía continuar. El abuso había excedido todos los límites. Con una política de inflación espectacular, se buscaba desacreditar al gobierno y malograr su patriótico plan renovador. Entonces la Revolución Paraguaya, en nombre del supremo interés nacional y ejerciendo las facultades que para ello le otorga la nueva Constitución, decidió en la mañana histórica del 10 de febrero, dar el golpe de gracia al vetusto y podrido régimen liberal, en su estructura económica; y, al propio tiempo, echar las bases del nuevo orden económico nacionalista, con el decreto ley No. 5.017 sobre control de cambios".45

            En una conferencia dada ante representantes de las Fuerzas Armadas, el Dr. Carlos A. Pedretti reiteró la siguiente justificación de las rigurosas medidas aplicadas:

            "...dentro del régimen anterior de libertad económica no era posible arbitrar una solución satisfactoria, porque en ese régimen prevalece el interés privado sobre el interés colectivo, y por respeto a la libertad individual debe acordarse a los particulares el derecho intangible de efectuar negocios de cambio en la forma como lo juzguen conveniente. Si hubiéramos seguido enfocando el problema monetario con ese mismo criterio, habría permanecido insoluble. Era, pues, urgente crear una nueva ordenación, sustituir nuestro caduco régimen económico por otro, realizar una transformación profunda en la estructura de nuestra economía y en la manera de concebir y de resolver los problemas nacionales. Se decidió entonces cancelar revolucionariamente el régimen de economía anárquica y reemplazarlo por el sistema de la economía organizada; sustituir el Estado inerte por el Estado rector y dinámico, y el concepto del predominio del interés individual por el principio de la primacía del interés nacional'.46

            El conjunto de medidas intervencionistas que progresivamente el corporativismo iría aplicando pueden clasificarse en dos grandes grupos: 1) la intervención directa del Estado en la fijación del cambio y los precios y en el acopio y comercialización de frutos del país, y 2) la organización de las corporaciones sectoriales de comercialización de productos agropecuarios de producción local. El plan trienal enunciaba el propósito de constituir monopolios fiscales para el alcohol, la nafta y el tabaco.

 

            EL CONTROL DE CAMBIOS

 

            Una respuesta al fuerte desequilibrio cambiarlo que confrontaba el mercado era ineludible. Con la extraordinaria demanda de divisas que las importaciones aumentadas habían originado, las reservas internacionales del Banco de la República quedaron prácticamente agotadas. Habían descendido a un mínimo equivalente 298.000 dólares, que representaban tan solo el 9.3% de la emisión monetaria. Entretanto, los depósitos aduaneros se hallaban abarrotados de mercaderías, cuyos despachos no podían efectuarse por la imposibilidad de pago de las facturas respectivas por falta de disponibilidad de las divisas necesarias. El exceso de la demanda presionaba la suba continua del cambio. Explicó al respecto una Memoria del Banco de la República:

            "...desde mediados de 1940 ya no se operaban fluctuaciones esporádicas en la cotización de nuestro medio circulante en el mercado libre de cambios, sino una desvalorización constante y acentuada, como lo comprueban los siguientes datos: en junio de 1940 teníamos el cambio al 7.480% con relación al peso argentino, en julio al 7.560, en setiembre al 7.795, en octubre al 8.015, en noviembre al 8.125, en diciembre al 8.300 y en enero de 1941 al 9.000. La moneda se encaminaba a la bancarrota y perturbaciones aún más hondas amenazaban a la economía nacional''47

            Con la incertidumbre cambiarla y la depreciación continua del peso nacional, el peso argentino y el oro sellado habían remplazado a la moneda nacional como unidad de cálculo y de pago en las transacciones corrientes y como unidad de valoren los contratos y obligaciones a término. Ante ese inquietante cuadro, el Gobierno optó por establecer el control y monopolio oficial de las operaciones cambiarías y el control de las importaciones y exportaciones. Para estos efectos, el Decreto-Ley 5.017, del 10 de febrero de 1941, dispuso las medidas siguientes:

            1.         Monopolio de cambios. El Banco de la República quedó instituido como el único organismo habilitado para efectuar compras y ventas de monedas extranjeras en todo el país. Las tenencias de divisas de los particulares y bancos del sistema debían ser declaradas y vendidas al Banco de la República al cambio del día.

            2.         Expropiación total de las divisas. Los exportadores quedaban obligados a vender al Banco de la República la totalidad del valor fob. de sus exportaciones.

            3.         Permisos previos de importaciones. Toda importación a realizarse debía tener el permiso previo correspondiente extendido por el Banco de la República. El Banco otorgaría permisos en función de sus disponibilidades de divisas y de un orden de prioridad fijado en el decreto que atendía el grado de indispensabilidad de los bienes en el consumo interno y las necesidades de la industria nacional y del Gobierno.

            4.         El tipo de cambio. La fijación del tipo de cambio se convirtió en una facultad de la autoridad pública. El Banco de la República fijaría el tipo de cambio en que se efectuaría la expropiación de divisas y la venta a los importadores y otros compradores.

            5.         Obligatoriedad del uso de la moneda nacional. Fueron prohibidos los contratos, transacciones, pagos y cobros en monedas distintas a la nacional. Aun los contratos celebrados en el exterior en moneda extranjera y a ser ejecutados en el país debían ser cumplidos en moneda nacional, al tipo de cambio oficial.

            En horas tempranas del día en que el decreto sería dado a publicidad, inspectores del Banco de la República se constituyeron en los bancos y casas de cambio de la plaza para determinar sus tenencias de monedas y cambios extranjeros, a fin de prevenir su ocultación y asegurar su entrega y conversión. La autoridad omnipotente del Banco de la República comenzaba a operar. Para las operaciones del nuevo mercado cambiario, la cotización del peso argentino fue fijada en 77 pesos, en remplazo del tipo oficial hasta entonces vigente de 70 pesos, es decir se procedió a una devaluación oficial de la moneda nacional del 10%.48

 

            EL CONTROL DE PRECIOS Y EL RACIONAMIENTO

 

            Complementariamente al control de cambios, el Gobierno decidió asumir la fijación administrativa de los precios de los productos agrícolas y de los artículos de primera necesidad. Buscaba de este modo asegurar precios justos al productor y al consumidor. La nueva política se aplicó inicialmente a los precios agrícolas y a los artículos de primera necesidad, pero muy pronto se extendería prácticamente a todas las mercancías que se comercializaban en el mercado internó. Explicó el diario oficialista:           "La fijación de precios mínimos para los productos agrícolas y los artículos de consumo, adoptados como sistema, ha venido a revolucionar el modo de reparto injusto en el juego libre de los intereses privados. Digno de destacar el primer acto gubernativo en este orden de ideas: la fijación de precios básicos para el algodón, maíz, tabaco, arroz y caña dulce".49

            Por Decreto 4740, del 18 de enero de 1941, se estableció inicialmente el régimen de precios máximos para un grupo de unos 30 artículos calificados de primera necesidad, que incluían desde el pan hasta los derivados de petróleo. Por Decreto 5019 del 10 de febrero siguiente, se extendió el sistema a todas las mercaderías importadas, cualquiera que fuese su naturaleza y poco después a loa medicamentos (Decreto 5.989), cuya fijación de precios pasó a ser competencia del Ministerio de Salud. Prácticamente la totalidad de las mercancías que se vendían en las tiendas y almacenes quedó sujeta a los precios máximos fijados por la Dirección de Industrias y Comercio. Inicialmente estas medidas se aplicaron solo en la capital. Poco después su aplicación se extendió a toda la república, para cuyo efecto se crearon Comisiones Controladoras de Precios en cada localidad del interior del país.

            Complementariamente se instauró el régimen de racionamiento y de cupos para la venta de los productos que confrontaban uña insuficiencia en el abastecimiento interno, como los derivados del petróleo, las cámaras y cubiertas de autovehículos, la harina, el azúcar, el sebo, los aceites y los jabones de consumo popular.50 Como el control se limitaba a la primera venta del comercio a un particular, la reventa de bienes se hizo corriente y originó un mercado negro que operaba activo para la mayoría de los artículos racionados. El margen de diferencia entre el precio oficial y el del mercado negro se hizo pronto considerable. Con ese hecho, toda clase de influencias y presiones se ejercían sobre la Dirección de Industrias para la obtención de cupos y órdenes de compra, cuya reventa producían ganancias considerables y seguras. La corrupción en el otorgamiento de los cupos y órdenes de compra se volvió inevitable y generalizada. Un aspecto singular del régimen de racionamiento y que reflejaba la estructura de poder vigente en el país, era que el Consejo Nacional de Racionamiento estaba integrado por tres representantes de las Fuerzas Armadas que hacían mayoría y dos designados por los Ministerios de Obras Públicas y de Agricultura e Industrias respectivamente.

            Posteriormente se creó la Administración Nacional de Subsistencia para intervenir directamente en la importación y venta de determinados artículos de primera necesidad, particularmente de trigo y harina, con fines de asegurar su abastecimiento a precios razonables y prevenir el acaparamiento y la especulación.

            Comenzaba el ejercicio omnipotente de la autoridad gubernamental. Se buscaba implantar un sistema de precios justos y corregir con ellos las imperfecciones e injusticias que el mercado libre había generado. El derroche, la especulación, la explotación y el goce de lo superfluo serían desterrados Pero la economía tiene su dinámica propia que no necesariamente obedece a los mandatos de la autoridad, cualquiera que sea su poder o su intención. Ningún país tiene poder para imponer a los demás los precios que deban pagar por sus productos. Las actividades económicas de cada nación mantienen una interdependencia ineludible con los mercados y precios externos y no pueden ser arbitrariamente reguladas por sus autoridades sin tomar en consideración las condicionantes del mercado mundial. Y el gran error del nuevo gobierno nacionalista en la fijación de los precios agrícolas, particularmente del algodón, el tabaco y la caña dulce, fue justamente haber omitido la consideración de los límites ineludibles que imponían los precios externos de estos productos.

            En el caso del algodón,51 los precios fijados no dejaban márgenes para los costos de acopio, procesamiento y despacho y un margen adicional de utilidades que pudiera interesar a las empresas dedicadas a esas actividades, por lo que las empresas acopiadoras se abstuvieron de participar en el levantamiento de la cosecha. Igual cosa pasó con el tabaco.52

            Ante ese retraimiento de los acopiadoras y exportadores, el Gobierno no tuvo otra alternativa que asumir la compra directa de       la cosecha a los precios fijados y financiar su costo con recursos propios y con créditos del Banco de la República. Ese cuantioso gasto vino a agravar el fuerte déficit que ya sobrellevaba la Tesorería. Explicó al respecto el Ministro de Hacienda:

            "La situación económica del país es grave y requiere suma vigilancia. Los rubros principales de nuestra exportación  -algodón, tabaco, tanino, yerba mate, cueros, carne conservada- no tienen mercado suficiente y por primera vez el gobierno se ve en la necesidad de acudir al costoso expediente de comprar a los productores la cosecha de algodón y de tabaco. La primera se calcula en unas 25.000 toneladas de fibra; sobre la producción de tabaco no se ha hecho todavía el cálculo. La operación representa un esfuerzo muy grande para las finanzas del Gobierno".53

            El Banco Agrícola fue habilitado para adquirir, por cuenta y riesgo del Estado, toda la cosecha de algodón y de tabaco y a intervenir además en la compra de los otros productos agrícolas para los cuales se habían fijado precios mínimos, en la parte no adquirida por los acopiadores particulares. Al año siguiente se autorizó igualmente al Banco a adquirir la totalidad de la cosecha de algodón al precio mínimo fijado, "en el caso de que los acopiadores del producto no estuvieran dispuestos a pagar su importe, como había acontecido durante la cosecha anterior". Pero para entonces, los precios internacionales habían aumentado y los acopiadores privados reanudaron sus operaciones de compra y despacho del producto. El margen de compra por cuenta del Estado fue por ello ya considerablemente menor.

            Para los productores primarios de bienes agrícolas, la respuesta del nuevo orden fue de apoyo y asistencia directa del Estado. En cambio, para los productores industriales de bienes de consumo interno fue diferente. De acuerdo a los postulados corporativistas, los empresarios debían ser agrupados en organizaciones corporativas a las que debía delegarse la coordinación y conducción del sector. Es lo que se hizo con el azúcar y la caña.

            Con el precio fijado a la caña dulce, el precio del azúcar nacional resultaba superior al azúcar importado, por lo que, ante los reclamos y la amenaza de no iniciar la cosecha de los ingenios azucareros, el Gobierno, después de considerar medidas diversas, decidió prohibirla importación de azúcar y constituir una comisión integrada por los industriales y el Estado que asumiría el monopolio de la comercialización mayorista del azúcar en el mercado interno. Para aliviar la superproducción de caña dulce, y aliviar además el abastecimiento insuficiente de nafta, dispuso el uso obligatorio del alcohol de caña como carburante a ser mezclado con la nafta para su uso como combustible automotor.

            La prohibición dispuesta de las importaciones del azúcar y los aceites comestibles traducía el afán oficial de asegurar el mercado interno a la producción local. La idea dominante era la de una economía de suficiencia nacional. "Reclamamos, dentro de lo posible, la organización de una economía de suficiencia nacional, orientada principalmente hacia el consumo interno", decía uno de los postulados del plan trienal.54 El interés de la conducción económica era que el país pudiera "bastarse a sí mismo". Era esta una concepción limitada y equivocada. Con ella se soslayaba los beneficios del comercio exterior que podría permitirle al país aprovechar a una escala mayor las ventajas comparativas que le ofrecía su dotación de recursos naturales.

            La autarquía cómo finalidad económica, en una nación de escasos recursos y reducida población, era suicida, porque condenaba al país al estancamiento y al subdesarrollo. Con la rudimentaria estructura industrial y la limitada disponibilidad de capitales, se impedía la formación de ahorros y de nuevos capitales y hacía al país totalmente dependiente del ingreso de capitales extranjeros para las inversiones que el progreso demandaba. Por lo mismo, la sola substitución de importaciones era una fórmula inapropiada para el desarrollo industrial, por las limitaciones que imponía el reducido mercado a consecuencia de la escasa población y el bajo poder de compra interno. Una base más conveniente hubiera sido la intensificación de la exportación de productos más elaborados y de mayor valor agregado. En vez de exportar, por ejemplo, tanino y cueros frescos como se estaba haciendo, es decir, la sustancia curtiente y el cuero por curtir, el país podría haber exportado cueros curtidos, zapatos y carteras y aumentar con ello el valor de los productos que vendía al exterior. Lo mismo podría decirse respecto del algodón. Mientras el valor de un kilo de fibra era de aproximadamente 0.80 dólares, convertido en hilo para uso textil su valor casi se duplicaba, transformado en tejido casi se triplicaba y convertido en confecciones más que se cuadruplicaba.

            Con esas características, la intervención del Estado en el campo de la agricultura fue intensificándose a medida que se verificaba que la mera fijación de precios resultaba insuficiente para resolver los problemas básicos del sector, o sea, su limitada capacidad productiva y su bajo nivel de ingreso. Iniciáronse los programas de asistencia técnica y el establecimiento de reducidos centros de maquinarias agrícolas que prestaban implementos de labranza a los productores. A la política de fijación de predios sumóse luego la práctica de la determinación de planes mínimos anuales de campaña agrícola. Tenían ellos por objeto:

            1) La regulación de la producción agrícola de acuerdo a las necesidades del mercado interno y externo, mediante la fijación de precios estímulos y de programas de producción obligatoria;

            2) El fomento del cultivo de especies susceptibles de prosperar en el país, necesarios para el consumo interno y de posible colocación en el mercado exterior, mediante créditos especiales;

            3) El mejoramiento y aumento en instrumentos de labranza e industriales de los puestos de préstamos de maquinarias agrícolas;

            4) El aumento del crédito agrícola mediante el sistema de cooperadores agrícolas;

            5) El fomento de la industrialización agrícola y comercialización de los productos por medio de cooperativas agrícolas;

            6) La creación de chacras experimentales y de semilleros del Estado.55

 

            No tuvo en cambio una política firme y decidida orientada a la redistribución de la tierra y al acceso del agricultor a la propiedad de la tierra que trabajaba. Se hicieron repartos de tierras y se organizaron nuevas colonias, pero no en una medida suficiente como para modificar la estructura negativa de la propiedad rural que arrastraba el país. El minifundio opresor y la explotación de tierras ajenas siguieron siendo la característica dominante del sector agrícola en el país. Este régimen de tenencia de la tierra agrícola imposibilitaba el mejoramiento de los niveles de ingreso y de vida de la población rural. La sola política de precios resultaba así insuficiente para producir una mejora substancial en el rendimiento de los cultivos y en los ingresos del trabajador rural y de la familia campesina. Y con la alta tasa de crecimiento vegetativo de la población rural, muy superior a la del resto del país, el problema se intensificaba acumulativamente.

 

            LA COMISIÓN MIXTA DE VENTA DE AZÚCAR

 

            Con los antecedentes indicados, esta comisión fue la respuesta del Ministerio de Agricultura al problema del precio y a las incertidumbres de la comercialización de la cosecha de caña dulce que se avecinaba. La Comisión Mixta de Venta y Distribución de Azúcar, creada en 1941, fue el primer organismo corporativo de regulación sectorial. Siendo un órgano oficial, en su dirección participaban en mayoría los representantes de los ingenios azucareros. Tendría a su cargo la exclusividad de la compra de azúcar a los ingenios y la distribución y venta mayorista al consumo interno y a la exportación. Debía además asumir la coordinación y la organización del financiamiento de la zafra azucarera. En la práctica la Comisión se constituyó en el organismo donde los industriales del sector convenían las metas y los cupos de producción para evitar un sobre abastecimiento al mercado interno y los precios básicos que para cada zafra proponían al Gobierno para su aprobación.

            El Gobierno fijaba el precio de compra y de venta del azúcar, con un margen que cubría además los costos operativos de la Comisión y la utilidad destinada a fortalecer su estructura financiera. Pero como los diversos ingenios que operaban en el país tenían costos de producción diferentes, el precio fijado debía ser suficientemente alto para permitir la operación del ingenio menos eficiente, que era el que determinaba el precio pagado a los productores. Con este mecanismo se trasladaba al consumidor la carga del mayor costo de la ineficiencia que se amparaba.

            Este sistema representó un fuerte subsidio y un alto margen de utilidades a los ingenios de mayor eficiencia y desalentó toda inversión para el desarrollo y el perfeccionamiento del sector. Los menos eficientes no tenían posibilidades de hacerla por el reducido margen de sus ganancias y los de mayor eficiencia relativa no necesitaban hacerla porque tenían una rentabilidad ya más que suficiente. Al no hacerse las inversiones necesarias para la renovación y el perfeccionamiento de las instalaciones y de los cultivos, la obsolescencia y el atraso progresivamente dominaron el desenvolvimiento del sector azucarero y minaron su capacidad competitiva respecto a los proveedores externos: Al amparo de este sistema, las empresas más eficientes acumularon ganancias importantes que revirtieron a otras actividades productivas y comerciales más rentables y las menos eficientes quedaron condenadas a desaparecer con el mero transcurso del tiempo, como ocurriría con varios de los ingenios chicos que terminaron por cerrar, o a ser absorbidos por los ingenios grandes.

 

            LA CORPORACIÓN PARAGUAYA DE ALCOHOLES

 

            El precio de la caña dulce afectó asimismo el costo de producción de la caña, la bebida alcohólica de mayor consumo en el país. Para regular el precio de plaza y controlar su abastecimiento se optó igualmente por la fórmula del monopolio sectorial con el esquema corporativo. Por Decreto No. 10.021 del 10 de diciembre de 1941 se creó la Corporación Paraguaya de Alcoholes, un organismo mixto que tendría a su cargo todo lo referente a la producción y venta de caña y otros tipos de alcoholes, con exclusión del destinado para carburante automotor. La dirección de la corporación quedaba a cargo de un directorio de cinco miembros, de los cuales tres eran nominados por los productores y dos por el Gobierno.

            La Corporación debía organizar la actividad del sector a fin de lograr el equilibrio de la producción y el consumo, establecer las épocas y condicionalidades de zafra, los cupos de producción de las diversas plantas destiladoras, los precios de compras al productor en términos que aseguren una equitativa utilidad a los fabricantes y los precios de venta de los diversos tipos de alcoholes. Debía además establecer depósitos centrales para el estacionamiento, y estandarización y proponer al Gobierno la aprobación para el establecimiento de nuevas fábricas cuando lo estimara necesario.

            La Corporación de Alcoholes no pudo nunca proyectarse a los mercados externos y concentró su actividad en la comercialización del producto en el limitado mercado interno. Tampoco buscó la diversificación de la producción con otros productos de mayor valor y de mayor demanda externa, como el alcohol absoluto y el ron. Con ello determinó el estancamiento de la producción al volumen reducido del consumo interno y la pugna permanente de los productores por tener acceso a una mayor cuota de producción que les era posible realizar. Al asegurar un mercado al productor, la cuota se convertía en un privilegio dispensado y administrado por la Corporación. La actividad de cada productor quedaba determinada así no por sus posibilidades de producción sino por la decisión, no pocas veces arbitraria, del Directorio de la Corporación. Su contribución al desarrollo del sector, tanto de los productores de caña como de la caña dulce, fue por ello prácticamente nula. Tuvo si un desempeño intenso como comercializador monopolístico de la Caña producida y consumida en el país, con un alto y reducible costo de intermediación que encarecía innecesariamente el costo del producto al consumidora

 

 

 

            LA CORPORACIÓN PARAGUAYA DE CARNES      

 

            Con la fuerte demanda externa de productos ganaderos que originó la guerra, el preció del ganado en pie en las plantas procesadores, que en el país se denominan frigoríficos, comenzó a aumentar significativamente. Con este atractivo, los ganaderos comenzaron a orientar sus disponibilidades a esos establecimientos antes que al abastecimiento de la capital y los centros urbanos del interior. Hacia comienzos de 1942 el problema hizo crisis. Los reclamos por la escasez de ganado para consumo interno se fueron acentuando en la capital y en el interior. Con esa presión, el Gobierno decidió intervenir en la comercialización del ganado en pie para regular "la distribución del ganado de modo que ningún rincón del país se vea privado de él, así como para fijar los precios a fin de ponerlos al alcance de todos los hogares".56

            Según las estadísticas disponibles, se estimaba las existencia de 3.200.000 cabezas de ganado vacuno en el país. La producción anual fue estimada en 400.000 cabezas. Con estas bases, dispuso el Gobierno que 240.000 debían destinarse al consumo interno, dejando un margen disponible para la industrialización y exportación de 160.000 cabezas anuales.

            En una primera instancia se buscó un alivio al problema mediante la reorganización de la Comisión Nacional de Carnes y de la Dirección de Ganadería ampliando sus facultades para determinar: 1) el porcentaje de afectación de ganado para el consumo interno, 2) el precio de venta de ganado al por mayor, y 3) el precio mínimo que debían pagar los frigoríficos al ganado en pie. La Dirección de Ganadería debía "establecer equitativamente la cantidad de ganado que cada ganadero podría destinar para la industrialización o exportación de acuerdo a lo que posea cada uno de ellos". La Comisión Nacional de Carnes sería reorganizada para dar a los ganaderos una mayor representación en ella.

            El proyecto fue sancionado el 30 de enero de 1942 como Decreto Ley 10.831. Se estableció además la obligación de "todo propietario de ganado bovino a reservar anualmente para la venta destinada al abastecimiento interno hasta el 60% de su existencia de ganado apto para el consumo". El 60% afectado no podría ser inferior del 6% de la existencia de ganado total de cada productor.

            El Gobierno quedaba facultado a establecer el precio máximo de la carne destinada al consumo interno y el precio mínimo del ganado destinado para la industrialización. La Ley mantuvo las funciones de la Comisión de Carnes como asesora sin delegar en ella las facultades de regulación del sector.

            En esas circunstancias, la Asociación Rural del Paraguay, que nucleaba aun importante grupo de ganaderos medianos y grandes del país, promovió la creación de una institución comercial e industrial de carácter mixto, con la denominación de Corporación Paraguaya de Carnes, que tendría por objeto principal: a) el comercio y la industrialización de los productos y subproductos de la ganadería con destino al consumo interno y a la exportación y b) establecer regímenes de compensación entre los precios de ganados para la industrialización, exportación y consumo interno. Entraba en la preocupación de los promotores los efectos negativos que podría tener la terminación de la guerra sobre los precios del ganado y las exportaciones de carne, tal como había ocurrido al término de la guerra del 14. Al mismo tiempo se buscaba delegar la dirección de la nueva entidad a los propios ganaderos, mediante la composición mayoritaria acordada para su directorio. Tres de los miembros serían elegidos de una lista de seis candidatos presentados por la Asociación Rural. Otros dos serían nombrados por el Ministerio de Agricultura y debían ser también ganaderos productores o con amplia experiencia en la materia. Presidente de la Corporación fue nombrado el Presidente de la Asociación Rural, el Dr. Martín Cuevas.

            Con sus facultades para comprar y vender ganado en pie y de fijar su precio, la Corporación se convirtió en el organismo regulador de la comercialización de ganado en el país y en el proveedor exclusivo de carne a la capital y a los organismos del Estado, incluyendo el Ejército y la Armada. A corto plazo, su política contribuyó a estabilizar el precio del ganado a niveles adecuados para los intereses del productor. Pero al mantener un precio único del ganado en pie, igual para un animal precoz como para un animal viejo, desestimulaba las inversiones necesarias para el mejoramiento cualitativo y cuantitativo de la producción vacuna en el país. Se lo señaló en una publicitada polémica el Dr. Arsenio Vasconcellos. Con ello afectaba tanto la calidad del ganado entregado para consumo como la propia rentabilidad de la explotación ganadera. En promedio se entregaba al faenamiento animales de 4,5 años o más, cuando podría haberse reducido el plazo de preparación del animal a dos años y medio o tres, con el consiguiente ahorro del período de inmovilización del capital invertido y el mejoramiento substancial de la calidad de carne entregada para el consumo.

 

 

            LA REFORMA MONETARIA

 

            Para obviar los problemas derivados del valor microscópico del peso nacional, que lo hacía inapropiado aun para las transacciones menores,57 Pedretti reactualizó el proyecto ya planteado por Alfredo J. Jacquet durante el gobierno de Franco y que no fue entonces adoptado por su alejamiento intempestivo del Banco de la República a raíz de la súbita escalada del cambio. Propuso entonces Jacquet remplazar la moneda nacional por una nueva unidad monetaria en una proporción de 100 a 1. Con ello buscó resolver los problemas que el escaso valor de la moneda nacional ocasionaba en los registros contables y en los pagos en efectivo. Obligado a calcular y a transportar efectivo en miles y millones de pesos aun para las transacciones menores, el comercio y el público en general preferían usar el peso argentino o el oro sellado, que no era sino un múltiplo de aquel, como unidad de valor en sus registros y en los contratos a plazo y el peso argentino como medio de pago en las transacciones corrientes. Decidió igualmente Pedretti adoptar el mismo nombre de "guaraní" ya propuesto por Jacquet para la denominación de la nueva unidad monetaria.

            Con esos objetivos, por Decreto Ley 665 del 5 de octubre de 1942, se instituyó la nueva unidad monetaria denominada "guaraní", dividida en cien partes iguales denominadas "céntimos". Los billetes y monedas en circulación serían canjeados y remplazados a razón de un guaraní por cada cien pesos fuertes y de un céntimo por cada peso.

            Por el mismo Decreto Ley se dispuso la eliminación de las monedas extranjeras en las transacciones internas. Todos los precios, impuestos, honorarios, sueldos, contratos y obligaciones de cualquier clase o naturaleza que debían en adelante ser pagados, cobrados o ejecutados en la república, debían expresarse y liquidarse exclusivamente en guaraníes. Toda cláusula que impusiera pagos en plata, oro metálico o en cualquier otra unidad monetaria que no sea el guaraní, sería nula y no tendría valor jurídico. Se prohibió asimismo el uso de la unidad de cuenta denominada "peso oro sellado"

            El Decreto Ley no adoptó un patrón monetario determinado para la nueva moneda como tampoco le asignó una paridad de su valor con relación a otras monedas o al oro. Estableció solamente la obligación del Banco de República de mantener la estabilidad del guaraní con relación a las unidades monetarias que más afectaban la balanza de pagos del país, sobre la base inicial de los tipos de cambio que rigieran al entrar en vigencia el Decreto-Ley. Con ello se adoptaba un patrón múltiple de divisas extranjeras de mayor uso en las transacciones externas del país y terminaba la ligazón de hecho que la moneda nacional mantenía con relación al peso argentino. En las circunstancias del momento, la moneda nacional tendería a relacionarse más con el dólar, que por entonces ya asumía en el mundo las funciones de la moneda principal en las transacciones del comercio internacional. El dólar se cotizaba por entonces en plaza a 309 pesos por dólar, o sea, a 3,09 guaraníes.

            Se centralizó asimismo en el Banco de la República la responsabilidad de la emisión monetaria. En adelante, el Ministerio de Hacienda ya no tendría facultades para realizar la emisión de las monedas divisionarias. El Banco de la República tendría a su cargo la emisión de billetes y monedas con exclusividad.

            Con estas medidas, destacó el Dr. Robert Triffin, que asesoró la reforma, la nueva ley puso fin a un largo período de confusión e inestabilidad monetaria. Dio al país un sistema monetario moderno en pleno acuerdo con las realidades de la época.58

 

 

            LA REFORMA BANCARIA

 

            Para su eficacia, la reforma monetaria debía estar acompañada de una reforma bancaria que definiera la organización del instituto emisor y sus funciones y prerrogativas. La fórmula más apropiada hubiera sido la creación de un banco central con carácter de instituto emisor y de banco de segundo piso para el sistema bancario y la reorganización del Banco Agrícola para convertirlo en un banco de crédito de apoyo al sector productivo. La necesidad de un banco nacional que extendiera crédito a los sectores productivos era evidente. En el país operaban tres bancos comerciales (Banco de Londres, Banco del Brasil y Banco de la Nación Argentina), que eran filiales de bancos extranjeros y se especializaban en el financiamiento del comercio exterior. El Banco Agrícola atendía exclusivamente y con agudas limitaciones al sector agrícola. No existía prácticamente fuentes de financiamiento para las demás actividades productivas.

Pero la idea del Dr. Pedretti era diferente. Quería él un organismo único, con capacidad de regular todo el sistema monetario, bancario y crediticio del país. Quería centralizar en una sola institución la facultad emisora, el control de las importaciones, el control de cambios, el crédito al sector productivo, el crédito hipotecario y la superintendencia del sistema bancario. Buscaba controlar los grandes caudales de riqueza del país. No le atraía las penurias crediticias de la pobreza. No se interesó por ello en el crédito agrícola cuyas transacciones fueron siempre marginales y deficitarias. Allí no estaba el poder ni la conducción de la economía. Rehusó por ello la posibilidad de la creación de un banco central especializado. Insistió en cambio en la creación de un banco de funciones múltiples, pese a las claras advertencias del grupo asesor sobre los riesgos de éste sistema. El informe preliminar del Dr. Robert Triffin le había indicado:

            "El principal riesgo que debe afrontar este tipo de institución mixta estriba en la posibilidad de que lleguen a predominar las funciones de banco comercial, en vez de ser ellas instrumentos de la política de Banca Central".59

            Destacaba con ello el riesgo inflacionario que podría significar la expansión de las actividades crediticias del departamento bancario financiada no con ahorros captados del público sino con redescuentos del departamento emisor.

            A pesar de ello, Pedretti hizo valer su autoridad y su criterio y el banco finalmente adoptado fue uno de funciones múltiples. En ocasión de la promulgación del nuevo régimen bancario, el propio Pedretti hizo la siguiente defensa de la compleja y riesgosa estructura adoptada:

            "Hubiera sido un lamentable error organizar en las condiciones actuales de nuestro país, un banco central del tipo clásico tradicional. Semejante intento hubiera naufragado en el fracaso inevitable: 1º) porque la regulación automática de los medios de pago por el mecanismo del patrón oro ha resultado altamente perjudicial en el Paraguay a causa de su excesiva dependencia de las exportaciones y del movimiento de capitales; 2º) en un país como el nuestro, que ofrece grandes posibilidades de inversión, amplios márgenes de utilidad y muchas dificultades para la obtención de créditos con finés productivos, no cabe esperar de la política de tasa de redescuento los resultados que se obtienen en la regulación del crédito en los grandes centros financieros; 3º) sería imposible y contrario a la actual política constructiva negar a la Tesorería todo acceso a los créditos del Banco, puesto que carecemos de un mercado organizado de capital y de un régimen orgánico de crédito público; 4º) siendo escasas las fuentes de crédito a mediano y largo plazo utilizable en el fomento de la producción, no se podía perder más tiempo para afrontar este problema básico de nuestra economía; y, 5º) la escasez de recursos financieros y de personal especializado aconsejaba la concentración de los medios y no la dispersión en tres bancos distintos".

            El nuevo Banco del Paraguay, creado por el Decreto Ley 5130 del 8 de setiembre de 1944, fue integrado por tres Departamentos: el Departamento Monetario, investido de funciones de banco central; el Departamento Bancario, destinado a operar como banco Comercial; y el Departamento Hipotecario y de Ahorro, con el que se buscaba crear un sistema de ahorro y de préstamos hipotecarios para el financiamiento de la vivienda y de créditos de mediano y largo plazo a los sectores productivos. Como parte del Departamento Monetario se crearon una División de Investigaciones Económicas y la Superintendencia de Bancos. Complementariamente se dictó la Ley de Bancos, que regulaba la estructura y las operaciones de los bancos del sistema e instituía un régimen uniforme de contabilidad y de estadísticas bancarias.

            El gobierno y la administración del Banco quedó a cargo de un Consejo de Administración compuesto por el Presidente del Banco, cinco miembros titulares y dos suplentes, nombrados por el Poder Ejecutivo, con acuerdo del Consejo de Estado. Dos de los miembros y uno de los suplentes eran elegidos de una lista de cinco candidatos propuestos por las entidades económicas privadas.

            Se creó asimismo una Junta Monetaria, integrada por el Presidente del Banco, el Ministro de Hacienda o su representante, un miembro designado por el Poder Ejecutivo y un miembro designado por los demás bancos del país, que debía ejercer la dirección general de la política monetaria, cambiaría y crediticia del país y la dirección superior del Departamento Monetario y dé la, Superintendencia de Bancos.

            Con esa concentración de poderes, el Presidente del Banco quedó instituido en el zar del comercio y las finanzas del país, en la autoridad más poderosa de la economía nacional. Nadie podía importar o exportar nada sin su aprobación previa. Monopolizaba todas las operaciones de compra y venta de cambios extranjeros. Y además de administrar directamente un caudal importante del crédito interno, ejercía la supervisión de todas las operaciones del sistema bancario del país. Y para tener un boato acorde con tan inmensos poderes, compró una manzana céntrica de antiguos edificios coloniales, arrasó irreverente con todos ellos, sin respetar sus valores históricos, e hizo construir en el predio vaciado un suntuoso edificio de lujoso frente blanco, con la misma fisonomía del Palacio de Buckingham de la Corona Real Británica. El propio Pedretti se encargó de explicar y justificar ese ostentoso alarde de magnificencia. Al inaugurar el nuevo edificio construido dijo en su discurso:

            "Después de un estudio minucioso de las necesidades y posibilidades del Banco, se decidió la construcción de este edificio persiguiendo varios objetivos: proveer al Banco de un local adecuado a su importancia, apto para el eficaz desempeño de sus múltiples funciones y digno de su jerarquía institucional; a la vez contribuir al mejoramiento edilicio de nuestra capital y abrir nuevas perspectivas a la edificación.

            "Sería lamentable si se interpretara esta obra como un vanidoso alarde, un dispendio o un esfuerzo desproporcionado a la capacidad financiera del Banco del Paraguay. Sería más exacto considerarla como la concreción de un afán de hacer las cosas bien; como una inversión provechosa, pues los edificios bancarios en todos los países se caracterizan por su magnificencia, de gran importancia psicológica para los bancos, dada la índole de sus actividades; como índice de la prosperidad del Banco del Paraguay, que ha podido costear esta construcción solo con las utilidades de un año y medio, utilidades que son indiscutibles porque son legítimas y revierten totalmente en beneficio de la Nación; como una obra educadora; y, finalmente como una prueba más del espíritu constructivo de la Revolución Paraguaya".60

            En pleno auge de su apogeo, un discípulo suyo de la Facultad de Ciencias Económicas, el Dr. Nicasio Martínez Díaz, le señaló al Dr. Pedretti en su tesis doctoral la característica fuertemente inflacionaria del esquema adoptado. Le destacó la incompatibilidad de la meta de la estabilidad monetaria con las aspiraciones de constituirse en proveedor universal del crédito que conllevaba el proyecto. Recalcó que era plausible la idea de fomentar la producción, como que también era exacta la afirmación de la escasez de las fuentes de crédito. Pero al mismo tiempo, le destacó el peligro que representaba el pretender resolverlo todo mediante las operaciones del Banco del Paraguay.61 Si no hay recursos financieros, el Banco del Paraguay no podría cumplir con esos propósitos, o tendría que hacerlo con el empapelamiento de billetes. Si los hay, era su tesis, debió estructurarse, simultáneamente, una institución independiente que se encargara de lo que no debe atribuirse a un instituto emisor encargado de la política monetaria y del crédito.62

            El Dr. Martínez reconocía que las nuevas leyes implicaban un progreso evidente en el orden institucional, que incorporaba principios científicos de política monetaria y bancaria desconocidos hasta entonces en el país. Pero que al mismo tiempo, afirmó, instauraba un régimen legal inflacionista y mantenía el país en un estado inflacionario que amenazaba convertirse en sistema de inflación permanente.

            Lastimosamente para el país, la experiencia vino a corroborar los riesgos anticipados con el enorme daño causado a los sectores productivos y a la población de bajos ingresos con el intenso impacto inflacionario que produjo, en un plazo relativamente corto, la aplicación del nuevo sistema.

 

 

            LA CUESTIÓN LABORAL

 

            La nueva organización estatal del corporativismo constituía una cerrada estructura política jerárquica y autoritaria. Concentraba el poder y la autoridad superior en el Presidente de la República, que era a la vez el "Jefe Supremo de la Revolución Paraguaya Nacionalista", y al cual se esperaba que el pueblo y el Ejército le rindieran acatamiento y subordinación. En el segundo escalón estaban, teóricamente, el Ejército, la Iglesia y las organizaciones profesionales y económicas, cuyos representantes integraban el Gobierno y en cuyas corporaciones se delegaba la coordinación y dirección de los sectores en ellas nucleados. En la base estaba el pueblo, agricultores, obreros y empleados, cuyo bienestar y gradual mejoramiento de vida se proponía lograr la nueva política económica, pero que no tenían derechos para organizarse ni a tener representación en el Gobierno. La sola opción abierta para ellos eran las elecciones municipales que nunca se realizaron en el período.

            El trabajó era considerado un derecho y un deber social que debía cumplirse dentro del marco de la ley y de los contratos de trabajo. El corporativismo no admitía la lucha de clase y auspiciaba la cooperación y el entendimiento entre el capital y el trabajo. El trabajador era considerado un colaborador natural de la empresa que debía estar asociado a ella por los lazos de la solidaridad y la responsabilidad que compartían para la producción y el progreso de la nación. El Estado debía fijar las bases para la regulación y remuneración del trabajo, con sujeción a las cuáles debían enmarcarse las relaciones entre trabajadores y empresarios.

            El obrero tenía derecho a un salario mínimo suficiente para proporcionarle al trabajador y a su familia una vida moral y digna. Para su logro, debía contar con la protección del Estado y con "leyes que deban resolver con facilidad los conflictos y asegurar el bienestar a la clase que hasta hace un tiempo viviera huérfana de amparo gubernamental".63

            La protección al trabajador y la determinación de una remuneración justa debían provenir así del amparo oficial y no de la coacción o la movilización activa de los trabajadores o de las organizaciones laborales. Los actos individuales o colectivos que de algún modo turbaran la normalidad de la producción o atentaran contra ella eran considerados delitos pasibles de la represión pública. No se toleraban, en consecuencia, la existencia ni la actividad de los sindicatos y confederaciones laborales. Decía un editorial de El Tiempo:

            "La Revolución Paraguaya se inspira en el ideal de una mayor Justicia Social y, por lo mismo, proclama que el fin principal de la riqueza consiste en mejorar las condiciones de existencia de cuantos integran la Nación y en fomentar los valores de espíritu; condena la explotación del pueblo y el sacrificio de todos en provecho de unos pocos privilegiados; afirma que tanto el capital como el trabajo deben cumplir una función social bajo un régimen de solidaridad y se proponen firmemente elevar el nivel moral, intelectual y económico de los trabajadores del campo y de las ciudades".64

            Con ese criterio, la legislación laboral fue incorporando progresivamente una serié de principios nuevos que amparaban los derechos del trabajador. Se reorganizó el Departamento Nacional del Trabajo, se instituyó el salario mínimo, se reglamentó el trabajo nocturno, el de las mujeres y los niños, el descanso dominical, las vacaciones, los permisos por enfermedad, las compensaciones por despidos, la estabilidad en el trabajo, se instituyó el seguro social. Hubo sin duda un avance significativo en la legislación laboral del país. Pero al mismo tiempo, por Decretó Ley 4545 de enero de 1941 se dispuso la tregua sindical. Se prohibieron las huelgas y los paros. Se prohibió además toda actividad de las organizaciones sindicales. Para garantizar el orden público, según se fundamentó en la disposición, por Decreto 4591 del 10 de enero siguiente, quedaron movilizados y sujetos a la autoridad militar en sus respectivos lugares de trabajo todos los ciudadanos pertenecientes a agremiaciones obreras que se declararen en huelga o paro. Por la Ley de Defensa del Estado, las huelgas y los paros fueron calificados como actividades subversivas sujetas a penas de acción pública.

            Con ese marco legal, poco después, y ante un conato de un paro laboral en procura de mejoras salariales, fue ya el Estado Mayor General del Ejército el que advirtió que todos los trabajadores del país estaban sujetos al régimen de movilización en sus respectivos lugares de trabajo y por lo tanto sometidos a las leyes y reglamentos del Código Penal Militar, cuyas normas se aplicarían a todos los que se declarasen en huelga o paro en sus trabajos.65

            El Gobierno creía haber otorgado beneficios significativos a la clase obrera, y decía no entender por qué en el campo laboral existía una hostilidad injustificada hacia las obras y la política progresista de la Revolución Paraguaya Nacionalista. Planteó esa interrogante un editorial de El Tiempo en los términos siguientes:

            "El régimen liberal vio siempre con malos ojos la sindicalización obrera y no desaprovechó la ocasión para disolver los sindicatos.

            "A pesar de todo esto, los gobiernos liberales gozaron, si no del apoyo de las masas operarias por lo menos de su actitud indiferente; éstas no las hostilizaban sistemáticamente ni les crearon dificultades constantes, como ha acontecido con el gobierno del General Morínigo, cuyos propósitos y sentimientos con respecto a los obreros, según evidenciamos ayer, no pueden ser más nobles y favorables. ¿A qué se debe semejante contraste, a primera vista incomprensible y absurdo?".66

            Y las causas del distanciamiento y del enfrentamiento permanente de la clase obrera eran evidentes. E primer lugar, las mejoras salariales no alcanzaban a compensar tan siquiera la suba continuada de los precios que determinaba la inflación endémica que dominaba el mercado. Como lo destacó el Ing. Gustavo Storm: "Todo el esfuerzo desarrollado para elevar el nivel de vida y la situación social de los asalariados mediante los aumentos periódicos de sus ingresos nominales no dio ningún resultado positivo. Por falta de estabilidad monetaria, cada aumento de salario se traducía en un aumento paralelo de precios que disipaba pronto los beneficios esperados de la mejora lograda y obligaba a los gremios a entrar nuevamente en lucha por nuevos incrementos. Los aumentos servían apenas para recuperar periódicamente una parte del nivel de vida perdido, pero nunca para mejorar el standard de vida obrero en forma real y estable. La inflación disipaba todos los beneficios posibles, y trasladaba la carga a otros sectores de producción, especialmente a la agricultura, que soportaban a la postre sus perniciosas consecuencias".67 El índice siguiente, elaborado por el Banco de la República, muestra la intensa y continuada suba de precios de los bienes de consumo y el desfase de los salarios en el país:

 

                        El costo de la vida y los salarios 68

 

            Año                 Costo de vida            Salarios

            1938                100                              100

            1944                193                              170

            1945                214                              209

 

            En segundo lugar, era inevitable y natural que toda asociación profesional o sectorial quisiera tener una participación activa en las decisiones oficiales que afectaban a sus asociados. Y el sector obrero, con una larga trayectoria de luchas y frustraciones, no podría haberse resignado a esperar pasivamente los frutos y beneficios que le prometía un gobierno en el cual no tenía ninguna influencia o intervención.

            Estaba además de por medio el Partido Comunista Paraguayo, que por entonces era la única dirigencia política organizada que tenía una presencia permanente en la conducción del movimiento obrero del país. Sus principios y su doctrina alentaban la lucha de clase no solo para la conquista de beneficios sociales, sino también para destruir el orden establecido y alcanzar el poder e instaurar la prometida dictadura del proletariado. Con su organización diluida en minúsculas células especializadas en actividades diferentes, pudo sobrellevar con eficacia la empecinada persecución policial. Logró mantenerse activo en la clandestinidad y extender su influencia en la conducción sindical en casi todos los centros industriales del país. Su gravitación declinó cuando las libertades públicas fueron restauradas en el país y los partidos políticos, y particularmente el Partido Colorado, comenzaron a extender y activar sus influencias y proyecciones en la masa laboral. Desde entonces no pudo más ejercer el monopolio exclusivo que por mucho tiempo tuvo en la conducción sindical. Con su reducido aunque disciplinado caudal de adherentes, no podía aspirar a una presencia mayor en las lides electorales que podrían venir, por lo que prefirió siempre la agitación subversiva.

            Y finalmente, el movimiento obrero paraguayo, de honda raíz social, no podía haber estado ajeno a las inquietudes nacionales y era partícipe solidario y activo del movimiento de repudio y reclamo de la ciudadanía en contra de la supresión de las libertades y derechos cívicos y en favor de la restauración de un orden democrático en el país.

            Con estos factores y características, la movilización obrera fue uno de los mayores focos de resistencia que tuvo el nuevo orden corporativista en su discutido emprendimiento totalitario. La persecución y la represión policial a la dirigencia obrera fueron por ello intensas y sin treguas. Los apresamientos, confinamientos y destierros eran continuos. La Policía de Investigaciones organizó una división especializada para el seguimiento y control de las actividades laborales. Los dirigentes obreros eran fichados todos como militantes comunistas y sujetos a un control que rebasaba las fronteras nacionales. Pero todo fue en vano. El panfleto mimeografiado, la solidaridad sindical, las reuniones clandestinas, la pintura de paredes y los paros y las huelgas siguieron siendo los medios de expresión de las inquietudes y aspiraciones de la clase obrera del país.

 

 

            LA MOVILIZACIÓN ESTUDIANTIL

 

            Otro foco de resistencia activa en contra del experimento corporativo fue la oposición estudiantil.

            Particularmente en la capital, las inquietudes políticas y ciudadanas tienen una repercusión directa en las actividades e inquietudes de la masa estudiantil, secundaria y universitaria. La rebeldía y el idealismo son atributos naturales que llevan a la juventud a interesarse de los problemas nacionales y de las aspiraciones populares. Tienen su manifestación en el discurso apasionado y en la movilización de grupos para expresar los sueños y aspiraciones juveniles. Por esa época los planteos estudiantiles no tenían colores ni influencias partidistas y buscaban más bien ser de carácter nacional, alentando una función congregadora de las diferentes corrientes ideológicas que bullían en sus filas.

            Aun cuando las características y el lenguaje del movimiento estudiantil eran siempre los mismos, sus proyecciones variaban con las circunstancias de cada momento. Cuando el país vivía un ambiente de libertad, las voces juveniles no tenían más resonancia que su eco limitado al espacio de los claustros académicos y servían solo para animar las asambleas y los debates de los centros estudiantiles. Pero cuando las libertades y los derechos cívicos eran avasallados y la voz del pensamiento libre y las aspiraciones de la ciudadanía eran silenciadas por la arbitrariedad autoritaria, la misma palabra juvenil, apasionada e idealista, asumía una dimensión diferente. Los centros de estudios se convertían en el refugio último de la libertad perseguida y la juventud llenaba el enorme vacío dejado por los mayores exilados o apartados del escenario nacional. El discurso estudiantil trascendía entonces del espacio reducido de los colegios y facultades y reverberaba encendido en toda la opinión pública. Llegaba a todos los rincones de la ciudadanía y particularmente a las altas esferas del poder, donde molestaba profundamente y suscitaba la preocupación por acallarlo. Todo discurso estudiantil era objeto de un parte policial, cuya copia pasaba por el Ministerio del Interior y casi siempre llega hasta él mismo Presidente de la República. Sé ordenaba entonces la represión y la Policía comenzaba a operar. En las esferas superiores del Gobierno primaba un resentimiento profundo en contra de la rebeldía juvenil. Era la eterna posición del autoritarismo. Se quería que la juventud se concentrara en sus estudios, que fuese sumisa y disciplinada y sobre todo que se mantuviese alejada de los temas y las manifestaciones políticas. Explicó un editorial de El Tiempo:

            "...la crisis estudiantil, que culminó el año pasado con la pérdida de cursos, debe aleccionarnos suficientemente sobre las grandes deficiencias de que adolece el antiguo reglamento y por ende, sobre la orientación que es ineludible imprimir a la reforma.

            "El primer hecho que se impone al observador es la indisciplina reinante en los Colegios Nacionales desde años atrás; múltiples factores han concurrido para que ese mal se volviera crónico y al parecer casi irremediable. Hay que comenzar, pues, por reaccionar con energía contra esta corruptela y restablecer, en toda su plenitud, la disciplina perdida.

            "En segundo lugar, es necesario que los estudiantes se limiten a ser realmente tales, es decir, que concurran a los Colegios para estudiar y no para desarrollar actividades políticas. Es inadmisible continuar tolerando el hecho de que algunos se matriculen en los colegios secundarios para obtener un espacio de "patente corso" que los habilite a dedicarse con entera impunidad a actos subversivos".69

            Pero esa preocupación gubernamental tropezaba con una enorme resistencia. Ni el uso extremo de la fuerza, ni la aplicación rigurosa de toda clase de sanciones disciplinarias lograban contener y acallar a la juventud. Era como el agua que se escurre entre los dedos de la mano que quiere atraparla u oprimirla. Se apresaba a un dirigente estudiantil y surgían otros dos, con el mismo verbo y con la misma pasión. El discurso era el mismo, encendido y gallardo. La verdad es que a la juventud no se la debe acallar ni perseguir. Necesita ejercitar sus inquietudes para desarrollarse y madurar. Los grandes dirigentes nacionales surgieron en su mayoría, de las asambleas y las lides estudiantiles, que han sido así escuelas de democracia y refugio de la libertad. Con esas características, el enfrentamiento al gobierno de Morínigo era unánime en los colegios oficiales y en las facultades universitarias. Se repetía en todos los actos estudiantiles discursos con consignas de encendida rebeldía como las siguientes:

            "Nuestro compromiso es con el pueblo que busca el ejercicio pleno de sus libertades y sus derechos, con el obrero que lucha por un salario justo, con el agricultor que aspira la propiedad de la tierra que trabaja, un sustento suficiente y una educación mejor para sus hijos y su familia. Estamos por ello en contra de la dictadura totalitaria, que oprime y asfixia los sueños de todos de una patria más libre y más justa y en contra de la camarilla nazi-fascista enquistada en el poder, que niega y arrasa con todos los derechos y aspiraciones de la ciudadanía libre y honrada del país.

            "Alentamos la restauración de las libertades ciudadanas avasalladas por la opresión imperante. Pedimos para el efecto una amnistía general amplia, que permita a todos los paraguayos que buscaron refugios en otras tierras, regresar a la patria y vivir en ella sin temores ni zozobras. Y reclamamos la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, donde el pueblo pueda decidir, libre y soberano, los cauces de su destino y las bases de sus instituciones y de su gobierno".70

            En los actos estudiantiles era habitual la presencia de artistas nacionales y particularmente de Manuel González, un actor distinguido del teatro paraguayo y activo militante republicano. Recitaba con su voz sonora esos versos de Julio Correa, cargados de pasión y de angustias que decían:

 

 

            EL PARTO

 

Es el dolor de todos

la angustia cotidiana

de vivir oprimidos.

La guardia pretoriana

-cáfila de bandidos-

veja, atropella y encarcela

y atentamente vela

por la vida maldita de un gobierno

que anhela ser eterno

cilicio, cruz, baldón

y vampiro que chupa el corazón

inmenso de la raza

más noble y más valiente.

El azote, el puñal y la mordaza

y la befa inclemente,

la cárcel, el destierro y el insulto

y los asesinados boyando entre el tumulto

de las olas del río,

-crimen horrendamente impío-,

concreción espantosa de la malignidad

que de dolor al pueblo tiene harto

y es nada más que el gran dolor del parto

y ya está por nacer la libertad.

 

            Con ese remate augural de ilusiones y esperanzas, la concurrencia explotaba de algarabía. Los vítores y los aplausos transmitían el golpe de enorme emoción que producían esos versos encendidos. Y casi siempre venía luego otro toque emotivo. Carlos Miguel Jiménez, el poeta humilde y casi ciego, era llevado de la mano hasta el micrófono, para que recitara sus versos visionarios de la patria soñada. Con su ropa desgastada por la pobreza y las manos en continuo movimiento, como tratando de modelar con ellas el mundo más justo y libre que sus versos y sus sueños buscaban, parecía más un predicador, un patriarca arrancado de alguna biblia sagrada del civismo. Sus estrofas, que muy pronto se hicieron canción, decían:

 

            PATRIA SOÑADA

 

Fulgura en mi sueño

una patria nueva

que augusta se eleve

de la gloria al reino,

libre de ataduras

nativas y extrañas,

guardando en la entraña

su prenda futura.

Patria que no tenga

hijos desgraciados,

ni amos insaciados

que usurpen sus bienes.

Patria soberana

por su democracia,

huerto de fragancia

de flores humanas,

en un Paraíso

sin guerra entre hermanos,

rico en hombres sanos

de alma y corazón,

con niños alegres

y madres felices

y un Dios que bendice

su nueva ascensión.

 

Patria sin murallas

para el pensamiento

libre como el viento

sin miedo a metrallas.

La Nación modelo

que por su cultura

se ponga a la altura

de todos los cielos.

Patria donde haya

voces de estudiantes,

promesas radiantes

de luz paraguaya.

 

Sueño en una patria

sin hambre y sin penas

ni odiosas cadenas

que empañen su honor;

donde el bien impere

sin sangre y sin luto

bajo el impoluto

manto tricolor.

 

            Con frecuencia concurría el propio Julio Correa. Sus versos eran siempre huracanes de protestas, denuncias implacables de los atropellos del poder arbitrario, protestas sonoras contra las injusticias y los crímenes impunes, y sobre todo un canto apasionado por la libertad y por la justicia para los marginados. Con su presencia teatral, su cabellera desgreñada y su voz de grave tono, era en sí todo un espectáculo. Los poetas tienen el enorme poder de pulsar con la palabra engalanada de sus versos, las cuerdas más sensibles del sentimiento humano. Y cuando su mensaje está consagrado a la defensa de la libertad y de los derechos de los humildes, se vuelven símbolos y encienden la pasión de la nación toda. Pueden ser apresados, pero el eco y la resonancia de sus versos nunca acallados. Por sus versos y su prédica, Julio Correa fue proclamado en el sentimiento popular el Poeta del Pueblo. A pesar de que nunca pasó por alguna aula universitaria, cuando subía a la tribuna de los actos estudiantiles se transformaba en un maestro que enseñaba con sus versos la pasión por la libertad y la defensa de los derechos de las personas, especialmente de los humildes. Y lo hacía cuando ningún profesor universitario osaba hacerlo desde la cátedra, por temor a la represión. Fue así Correa uno de los grandes defensores de la libertad. La Universidad le debe un monumento qué debiera presentarlo erguido, con su cabellera desgreñada y su mano derecha gesticulante, como recitando sus versos, en el patio central del Rectorado, allí dónde tantas veces se hizo escuchar con su mensaje de patriotismo y su solidaridad con las aspiraciones postergadas del pueblo.

            Eran esos los aspectos salientes de las actos estudiantiles de la época. Mayor ilusión y mayor idealismo eran imposibles. El eco de los aplausos reverberaba en todo el vecindario de la vieja Universidad y la pasión juvenil se inflamaba alborozada en el espacioso interior de sus corredores coloniales y de su histórico patio. Contra todo eso de nada valían las amenazas de los policías que rodeaban el edificio, ni las bombas lacrimógenas lanzadas desde afuera para dispersar a la concurrencia. Terminado cada acto, la concurrencia se retiraba renovada, con la carga de emoción de la jornada vivida y con alguna que otra sonrisa de disimulado desprecio o de airado desafío dirigida a la guardia policial que todavía quedaba en las inmediaciones para prevenir alguna posible manifestación callejera.

            Muy pronto venían las represiones. Se producían los despidos de estudiantes de sus lugares de empleo, los apresamientos y los confinamientos a lugares apartados de difícil acceso. Se buscaba con ellos intimidar y quebrar a la juventud. Pero todo era en vano. La persecución y las amenazas nunca amilanaron las inquietudes juveniles. Otro aniversario cualquiera y era otro acto con igual o mayor concurrencia, con otros oradores pero con el mismo mensaje. Y como en los pueblos del interior se recibía a los estudiantes confinados como a héroes, el Gobierno optó por crear un campo de concentración en la vecindad de un alejado fortín del Chaco, donde los dirigentes estudiantiles eran remitidos y recluidos sin proceso alguno, al amparo de las previsiones de la funesta Ley de Defensa del Estado, redactada por los honorables juristas del tiempismo. La existencia de estos campos de reclusión solo fue conocida en el país mediante la denuncia de un periodista uruguayo que, investigando una denuncia, pudo llegar hasta ellos.71

 

            EL COMPORTAMIENTO DE LA ECONOMÍA

 

            Con el fuerte estímulo de la sostenida demanda externa de productos primarios que originó la guerra, la actividad económica del país operaba a un alto nivel de ocupación y de producción. El país vendía al exterior todo lo que alcanzaba producir e importaba todo lo que podía conseguir, que era insuficiente para atender adecuadamente la demanda aumentada del mercado interno. La balanza comercial arrojaba año tras año importantes saldos favorables que, sumados al flujo de capitales y créditos externos, determinaba una balanza de pagos positiva y la acumulación de reservas internacionales en el instituto emisor. El cuadro siguiente muestra esa tendencia sostenida del comercio exterior del país durante el período bélico.

 

 

            La acumulación de reservas internacionales, sumada al incremento del crédito interno, determinaba la expansión continuada del medio circulante, que al no tener la correspondencia de un aumento paralelo de la oferta de bienes y servicios, producía el aumento acumulativo de los precios internos en un agudo proceso inflacionario que confirmaba los pronósticos pesimistas del Dr. Martínez Díaz. La oferta aumentada de divisas determinaba a su vez la estabilidad del tipo de cambio, que fue así consecuencia de la coyuntura particular derivada de la guerra mundial en curso y no de la aplicación del riguroso régimen de control de cambio como reiteradamente afirmaban los discursos del Dr. Pedretti y las memorias del Banco de la República.

 

 

            De un informe de la Junta Monetaria extractamos las consideraciones siguientes que confirman las causales y consecuencias del proceso inflacionario registrado en el período:

            " ... por la situación internacional de la guerra, nuestros productos de exportación elevaron sus cotizaciones y obtuvieron mayores demandas para su embarque, y por consiguiente, el ingreso de divisas aumentó considerablemente. Asimismo, ingresaron divisasen concepto de empréstitos internacionales concedidos a nuestro país y que fueron destinados a la construcción de caminos, financiación de entidades de economía mixta, Flota Mercante del Estado, construcción y reparación de iglesias y obras públicas, aumento de capital del Departamento Hipotecario y de Ahorros y el Crédito Agrícola de Habilitación, etc.

            "La influencia externa operada no ha podido ser neutralizada con la importación de mercaderías en razón de que ha sido difícil la obtención de las mismas por las restricciones impuestas en el exterior, por causa de la guerra. Los mercados internacionales, como es sabido, han disminuido sus producciones de paz para consagrarse a la producción de guerra, y consiguientemente las disponibilidades de mercaderías ha decrecido considerablemente, haciendo imposible la satisfacción de nuestras necesidades internas. (...)

            "El excedente de las compras de divisas sobre las ventas influye en las variaciones del medio circulante, provocando un aumento del mismo. El aumento del medio circulante, que conceptuamos de carácter inflacionario, no ha tenido su compensación en la expansión de la economía productora por cuanto ella no ha beneficiado apreciablemente una mayor activación económica nacional. (...)

            "La expansión del crédito bancario respondió a la atención de las demandas de la actividad privada (crédito privado) y a satisfacer las necesidades fiscales (crédito público).

            "La expansión del crédito privado ha beneficiado a un mayor número de prestatarios en el sentido de su democratización, pasando a ser accesible a las economías más modestas del país, lo que significó un indudable beneficio social; pero asimismo ha contribuido a un mayor encarecimiento del costo de nuestra producción por la excesiva intermediación ocurrida entre productores y consumidores. Buena parte del mismo no fueron destinados a fines productivos, sirviendo mayormente a actividades comerciales y consumitivas. (...)

            "La ausencia de un mercado de valores en nuestro país obliga al Banco del Paraguaya financiar las necesidades de la Tesorería Nacional no cubiertas por sus recursos ordinarios, provocando un aumento constante de los préstamos otorgados al Estado por nuestra primera institución bancaria.

            "El permanente déficit presupuestario de la Nación, entraña un problema cuya solución debe buscarse afanosa y urgentemente. Los gastos públicos han venido superando las posibilidades normales de la Tesorería, excediendo permanentemente sus egresos a sus ingresos y provocando una situación deficitaria crónica.

            "Los presupuestos de la Nación se elaboran tradicionalmente con un déficit previsto y calculado, a pesar de que las percepciones fiscales aumentan más y más cada año, pero sensiblemente los gastos previstos suben en mayores proporciones aún. El monto actual del crédito público ha absorbido gran parte de las disponibilidades del Banco, restando medios a la asistencia privada.

            "La considerable expansión del medio circulante que anotamos, ha provocado un movimiento inflacionario difícil de detener, porque en él se hallan polarizadas influencias de carácter externo e interno. La producción de artículos de primera necesidad, no abundante en los últimos años, la influencia de la inflación de precios internacionales en el consumo interno, la especulación de precios del comercio deshonesto y los efectos de un desmedido afán de lucro observado en nuestro ambiente, concurren a complicar el problema de nuestra inflación".74

            Con ese panorama económico, el control de cambio aislaba la cotización cambiaria de las presiones del mercado. El aumento continuado de los precios internos producía la reducción de los beneficios del sector exportador y erosionaba su capacidad de concurrencia a los mercados externos. Al mismo tiempo, la estabilidad del tipo de cambio permitía a los importadores a reponer sus inventarios a precios constantes mientras la inflación interna les permitía vender sus mercancías a precios crecientes. De este modo los beneficios de la inflación fueron acumulados exclusivamente por el sector importador, a expensas de los demás sectores que producían para la exportación y el mercado interno. Con estas influencias negativas, el tipo de cambio vigente no representaba más, hacia el término de la guerra el nivel de equilibrio y estaba considerablemente sobrevaluado. A ese nivel lesionaba las posibilidades de las exportaciones e incentivaba la demanda de importaciones.

            Con ese desajuste monetario y cambiario a la terminación de la guerra, el país dispondría de una importante reserva internacional. Representaba esta un capital acumulado mediante la mayor exportación realizada durante el período bélico y el diferimiento forzoso de consumos impuesto por las dificultades confrontadas para un mayor nivel de importaciones. Tenía con ello la conducción monetaria la grave responsabilidad de decidir el destino a darse a ese importante capital acumulado. Las opciones eran las siguientes:

            1) Destinar las reservas acumuladas al consumo facilitando para ello la mayor afluencia de importaciones de bienes de consumo;

            2) Destinarla a la inversión, orientando preferentemente su uso a la importación de bienes de capital destinados a modernizar y expandir la capacidad productiva del país. La adopción de esta alternativa hubiera significado un impulso significativo para incrementar la producción y el ingreso internos, diversificar la producción local y las exportaciones y crear nuevas oportunidades de empleo para la creciente población del país; y

            3) Adoptar un programa de estabilización monetaria que incluyera a) la liberación del mercado cambiario con la eliminación de todos los controles de cambio, de importación y de precios; b) un estricto programa de equilibrio presupuestal; y c) una austero programa de crédito destinado al sector privado. El momento era el más propicio para este tipo de programa. El gran beneficiario hubiera sido el país en su conjunto y no un sector determinado. Hubiera significado la contención del proceso inflacionario, la nivelación del tipo de cambio en una cotización de equilibrio que estimularía las exportaciones y contendría las importaciones, la acumulación de ganancias por la valorización de las reservas internacionales que podrían haberse destinado al financiamiento de un programa de crédito para la recuperación y el perfeccionamiento de los sectores primarios, la agricultura, la ganadería y la explotación forestal y la pequeña y mediana industria.

            Y nuevamente la decisión de la conducción monetaria fue aquivocada. Pensaron los directores del Banco de la República que con una abundante importación y una masiva oferta de bienes Importados podrían revertir o contener el agudo proceso inflacionario y que los precios no solo dejarían de subir sino que tenderían a bajar.

            Pero la práctica universal ha demostrado que los fenómenos monetarios son irreversibles. No había posibilidad alguna de retrotraer los precios a niveles anteriores que pudieran hacerlos compatibles con el sobrevaluado tipo de cambio vigente. En esas condiciones, el mantenimiento del tipo de cambio resultaba totalmente contraproducente para las actividades productivas que soportaban el considerable aumento de sus costos y que estaban adicionalmente expuestos a una disminución apreciable de los precios externos al término del conflicto. Es la fórmula que llevó a la ruina a Inglaterra después de la primera guerra mundial. El proceso inflacionario solo podría haberse controlado con otras medidas destinadas a contener el endémico déficit fiscal y la continua expansión monetaria. Por otra parte, la contracción monetaria que significaría la venta masiva de reservas para financiar una importación desorbitada debía tener inevitablemente un fuerte impacto recesivo. Con ese panorama, se resolvió abrir los grifos del control de las importaciones y facilitar la mayor importación posible de bienes de consumo.

            Con la flexibilización adoptada, la capital se llenó de artículos de consumo, principalmente de bienes suntuarios, que pronto absorbieron parte importante de las reservas acumuladas. Como los precios internos no experimentaron ninguna baja, el deterioro del sector exportador se acentuó. El único beneficiado fue el sector importador que pudo capitalizar sus ganancias reponiendo sus inventarios a un tipo de cambio ya privilegiado. El Paraguay debió enfrentar así el reajuste de la postguerra con fuertes presiones negativas derivadas de una política monetaria y fiscal contraria a los intereses superiores del país. Fue el legado funesto del experimento político de una élite intelectual minoritaria que creyó tener en sus manos la solución de todos los problemas nacionales. Sus resultados negativos estaban a la vista. La economía mantenía su misma estructura productora de bienes primarios, con un mayor nivel de desempleo rural y urbano. Los reclamos y la tensión social se habían intensificado. La inflación continuaba desatada y con el aumento de precios erosionaba continuamente los ingresos fijos de jubilados y rentistas y los sueldos y salarios de la población empleada. Y lejos de haber logrado la paz interna y la justicia social, la nación continuaba sobrecargada de resentimientos y de aspiraciones postergadas.

 

 

            LAS REPERCUSIONES POLÍTICAS DE LA GUERRA

 

            El conflicto europeo tuvo en el país no solo repercusiones económicas sino también consecuencias políticas decisivas que gravitaron en la vida nacional. Diversos sectores de la población asumieron posiciones activas en favor de las fuerzas envueltas en el conflicto bélico y reprodujeron en el país las mismas confrontaciones y tensiones que dividían a la humanidad en esa decisiva hora. De un lado estaban los partidarios de las naciones totalitarias y del otro los que apoyaban a las fuerzas de la democracia.

            En la comunidad italiana operaban activa y abiertamente organizaciones diversas que desarrollaban actividades múltiples en adhesión y solidaridad a los objetivos fascistas. Entre ellas se destacaban las del Dopolaboro, un centro de recreo para adultos, las organizaciones juveniles, que con camisas negras, banderas, estandartes y trompetas marchaban regularmente en torno al Colegio Italiano, y otras similares en las cuales los italianos y sus familiares se reunían regularmente para mantener latente la unidad de origen y su solidaridad al Estado y al régimen fascista de Mussolini.

            Igualmente en la comunidad alemana se realizaba una intensa actividad pro nazi a través de diversas organizaciones hitlerianas que congregaban a los alemanes y a sus descendientes. Se fundó en el país un Partido Nazi (NSDAP), que fue extendiendo progresivamente su dominación sobre todos los grupos germánicos preexistentes y formando otros nuevos. "En la primera clasificación o sea la de los grupos preexistentes, explicó el Ministro del Interior de la época, el general Amancio Pampliega, se encontraban las escuelas alemanas, la Unión Germánica, las organizaciones de ayuda social, la Iglesia, clubes deportivos y otras entidades. En la segunda se encontraban el "Opferring" (anillo del sacrificio), el "Arbeitsfront" (grupo de los trabajadores), el "Kraft durch Freude" (poder de la alegría) y los movimientos juveniles de la "Hitlerjugend" (juventudes hitlerianas) y la "Bunddeutscher Maedchen''.75 De Alemania venían maestros y, a su vez, añade Pampliega, desde aquí les facilitaron pasajes y estadías para educadores que viajasen allá. La propaganda nazi se distribuía libre y abundantemente en la capital. La Legación Alemana, por su parte, según Pampliega, distribuía panfletos y la edición argentina del diario "La Plata Post" en español a las escuelas y a funcionarios paraguayos". Y con esta promoción, las simpatías hacia el nazismo se extendían y se hizo pronto evidente en algunos círculos allegados a las esferas del Gobierno. Hubo un alto funcionario del Estado que fue condecorado con la Cruz de Hierro por sus valiosos servicios a la causa germana.

            Pero más gravitante y delicada era la fuerte disposición que en favor de la Alemania, ya agresora y triunfalista, predominaba en los altos mandos militares. "Los militares éramos admiradores del Ejército alemán, cuyas virtudes profesionales alabábamos sin reservas", confesó el general Amancio Pampliega,76 aunque en forma aviesamente distorsionada. La admiración militar no era hacia las virtudes profesionales del Ejército alemán sino a los principios y sistemas del autoritario régimen nazista imperante en Alemania.

            Ante el temor de que al calor de esas influencias pudieran desatarse en el país actos de violencias antisemitas, el Dr. Juan León Mallorquín, Presidente entonces del Partido Colorado, decidió organizar el Comité Pro Palestina, de apoyo a la comunidad judía radicada en el país. En su directiva participaron prominentes dirigentes republicanos, como los Dres. Ángel Florentín Peña, Eulogio Estigarribia, Felipe Molas López y Bernardo Ocampos, y destacados exponentes de la comunidad judía. Y para hacer más evidente la firmeza de su intervención y de su compromiso personal, le hizo nombrar secretaria de la Comisión a su única hija, con la que concurría a todos los actos y celebraciones del Comité.

            Aprovechando la militancia colorada del Sr. Augusto Fúster, hermano del Jefe de Investigaciones, el Dr. Mallorquín concertó con su colaboración una entrevista privada con el Sr. Marcos Fúster, a quien le expresó en esa ocasión su preocupación por la posibilidad de brotes de violencia antisemita en la capital. El Sr. Fúster le contestó que no esperara de su parte ninguna iniciativa de ese tipo, pero le advirtió que sí existía una fuerte disposición en favor de Alemania y del nazismo en los mandos del Ejército y en algunos círculos oficiales que él no podría controlar. Ante esa advertencia y para prevenir que se produjeran acciones de violencia en contra de la comunidad judía, el Dr. Mallorquín procedió a realizar periódicamente, en diversos locales abiertos de la capital, reuniones y actos públicos del Comité Pro Palestina en los que hacía ostensible su solidaridad y su defensa de la causa judía y de la comunidad israelita del país. Con ello contribuyó a disipar los riesgos de ataques y de brotes de violencias hacia los entonces desamparados miembros de la comunidad judía radicada en el país. Proclamaba en sus conferencias la existencia un derecho supremo, que estaba por encima de todos los principios jurídicos y humanos y era el derecho de un pueblo de asentar su cultura, su religión, su vida y su destino sobre un pedazo de tierra propia. Reafirmaba con ello el derecho de las naciones oprimidas y sojuzgadas de reclamar su independencia y apoyaba la aspiración judía a un espacio de suelo donde asentar y reunir a su disperso pueblo. El voto paraguayo, que más tarde determinaría en las Naciones Unidas el nacimiento de la nación judía, no sería sino un eco de la prédica altiva de este maestro de la democracia y la justicia paraguayas.

 

 

            LA RUPTURA DEL FRENTE GUBERNAMENTAL

 

            A pesar de esa fuerte inclinación en favor de Alemania que predominaba en los mandos militares, al celebrarse el acuerdo de la constitución de la Revolución Paraguaya Nacionalista, el tema fue deliberadamente soslayado. Con la bandera del nacionalismo es optó inicialmente por una neutralidad cautelosa respecto al conflicto bélico europeo, una posición similar a las de España y Portugal, cuyos ejemplos se trataba de imitar.

            El problema comenzó a complicarse cuando con la influencia del Ministro de Relaciones Exteriores, el Dr. Luis A. Argaña, el Gobierno fue inclinándose progresivamente en favor de la causa aliada y particularmente hacia los Estados Unidos, acompañando con esa posición los acuerdos de solidaridad de los países del hemisferio. Se acentuó la cuestión cuando la Cancillería promovió y llevó adelanté una visita del presidente Morínigo a los Estados Unidos, donde fue calurosamente recibido por el gobierno de Roosevelt.

            El problema hizo crisis cuando el Gobierno de los Estados Unidos transmitió oficialmente al Gobierno paraguayo, por intermedio del ministro Argaña, su interés en construir una base aérea en la zona de Caaguazú.

            El presidente Morínigo, que siempre eludía la definición de las cuestiones conflictivas y hacía que estas fuesen discutidas y resueltas a niveles inferiores para luego recibir y asumir él la posición aprobada, volvió a repetir ese juego en el caso planteado. Le instruyó a Argaña que estudiara el tema con el Comité de Defensa Nacional, una comisión que presidía el ministro de Defensa y que estaba integrada por los Comandantes de Grandes Unidades de las Fuerzas Armadas y pidió que luego le llevaran la decisión tomada.

            La reunión convocada para el efecto se celebró en el despacho del Ministro de Defensa. Hizo allí el ministro Argaña un análisis de la situación internacional y expuso en detalle la propuesta americana, que en líneas generales consistía en lo siguiente:

            1.         El Gobierno americano estaba interesado en construir una gran base aérea en la zona de Caaguazú. Para el efecto, se proyectaba dragar el curso del río Paraguay hasta Puerto Rosario, para hacerlo regularmente navegable para barcos de ultramar de calado menor; construir en Puerto Rosario un amplio puerto con equipamiento moderno para el manejo de carga pesada y una carretera pavimentada desde ese lugar hasta el sitio de la base. Se proyectaba además habilitar una flotilla de barcazas de empuje para el transbordo y transporte regular de equipos y suministros militares desde el Río de la Plata a Puerto Rosario. La base a construirse incluiría una pista de aterrizajes para aviones mayores, torre de control de vuelos, sistemas de iluminación y de comunicaciones, hangares, talleres, depósitos e instalaciones de servicios y de alojamiento para la dotación militar que la operaría y para el personal temporal que pudiera arribar a la base. El lugar seleccionado para la base era una zona no habitada situada en medio del boscaje del Caaguazú y de la cual ya se había efectuado un relevamiento aerofotogramétrico.

            2.         Terminada la guerra, todas esas instalaciones, el puerto, la flota, la base y todo el equipamiento y materiales que se trajeran a la misma, pasarían a propiedad del Gobierno paraguayo.

            3.         Para concretar este emprendimiento, el Gobierno americano pidió que el Paraguay declarara previamente la guerra a los países del Eje. Esta declaración significaría además de la incautación de toda la propiedad enemiga que existiera en el país, es decir, del patrimonio de las empresas y personas comprometidas con las naciones del Eje, el compromiso de la represión de toda actividad pro nazista o fascista en el país.77

            Apenas terminada la exposición del Dr. Argaña y sin esperar que el Ministro de Defensa ofreciera el uso de la palabra, el Jefe de la Fuerza Aérea, el comandante Pablo Stagni, se puso de pie y con tono contundente dijo:

            "Los que por vestir el uniforme de la patria nos sentimos custodios y depositarios de las glorias y las tradiciones nacionales, no podríamos, sin violar nuestros principios y nuestras obligaciones fundamentales, aceptar la venta de la dignidad y la soberanía nacionales por el beneficio mezquino de unos 30 dineros y preferiríamos más bien colgar la espada, antes que hacernos cómplices de tan inusitado proyecto."78

            Apenas terminada la exposición de Stagni, el Ministro de Defensa dio por terminada la reunión, alegando la avanzada hora de la noche y anunció que oportunamente convocaría a otra reunión para proseguir con la consideración del tema planteado. Con ello buscó evitar una confrontación mayor de Argaña con otros participantes de la reunión.

            Días después el presidente Morínigo aceptaba la renuncia de Argaña y nombraba en su reemplazo al Dr. Horacio Chiriani como Ministro de Relaciones Exteriores. Con esa separación de su principal director, terminó la función de los hombres del tiempismo como ideólogos y parte central del Gobierno. Algunos de sus miembros, cómo el Dr. Carlos A. Pedretti, continuaron en sus funciones, pero ya solo a título personal y en carácter de meros funcionarios del Estado, no ya como directores y miembros de la llamada Revolución Paraguaya Nacionalista. Explicó el propio Pedretti:

            "En vista de que yo estaba ejecutando una basta e importante reforma monetaria y bancaria, y mi colaboración no era política sino administrativa, me autorizaron a continuar en el ejercicio de mis funciones".79

            La conducción del Gobierno pasó a ser responsabilidad exclusiva de las Fuerzas Armadas. Pero quedaron gravitando la influencia decisiva del antipartidismo, de las corporaciones y los controles implantados, qué continuaron operando por largos años, además de la fuerte mentalidad intervencionista y totalitaria que se había arraigado en la conducción de la administración pública.

            Con la presión de los acuerdos de solidaridad continental y el apremio permanente de la Legación Americana, el Paraguay terminó declarando la guerra al Eje y adoptando las medidas represivas y de incautación de los bienes considerados de propiedad enemiga propuestas anteriormente por Argaña. Pero el proyecto de construcción de la base aérea ya no fue reactivado. Tampoco fue modificado el sentimiento de solidaridad a la causa del Eje, que se mantuvo, aunque más callado, en los altos mandos militares. Con ese panorama, los acontecimientos bélicos de Europa repercutían intensamente en el Paraguay. Los mandos militares se inquietaban por el evidente retroceso de las fuerzas alemanas, en tanto que la población y la dirigencia civil se apasionaban con el victorioso avance y el posible triunfo de las fuerzas de la democracia y la libertad. Las grandes victorias aliadas eran festejadas en Asunción con regocijo en los círculos cívicos y estudiantiles y los pronósticos de un inminente triunfo final de la causa de la democracia servían de un toque de advertencia y amenaza al Gobierno y al régimen militar que lo sustentaba.

 

            EL COLAPSO FINAL

 

            La creciente incertidumbre externa se convirtió en una gravitante cuestión interna que repercutía sobre los cuadros armados. El reconocimiento de la incertidumbre que se cernía sobre el futuro de la autoridad ejercida en nombre de las Fuerzas Armadas fue minando progresivamente la disciplina y el acatamiento a los mandos superiores en las filas del Ejército. En la oficialidad joven se intensificaba la preocupación por la inseguridad de la carrera militar si esta quedaba ligada a la suerte de la reducida cúpula gobernante, cuyo desmoronamiento se veía ya inevitable.

            En reuniones de oficiales se deliberaba intensamente sobre los problemas políticos del momento y se planteaban alternativas diversas al autoritarismo militar vigente. Los planteos eran luego transmitidos y consultados con los grupos civiles por conductos diversos de parientes y amigos. Se reanudó con ello el contacto de militares con las fuerzas civiles del país.

            En la esfera civil la aspiración dominante era la restauración de un orden democrático y la vigencia plena de las libertades públicas. Esas aspiraciones se proyectaban intensamente a la esfera militar. Buscando influir la orientación de un proceso que le veía inminente, el Dr. Juan León Mallorquín dijo en un discurso que pasó a ser conocido como el "Pronunciamiento del Partido Colorado ante el triunfo de las democracias":

            "El totalitarismo en cualquiera de sus matices, significa disolución y muerte del civismo de toda organización democrática. La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. El Coloradismo proclama la superioridad de las fuerzas morales sobre las fuerzas materiales. Toda dictadura, grande o pequeña, termina siempre en el desastre, como terminaron Berlín, Roma y Tokio en la última guerra, el conflicto más grande de la historia. El Coloradismo no concibe la democracia sin los partidos políticos, que deben ser escuelas de los derechos y deberes de los ciudadanos y de sanos principios de moral cívica".

            Las conspiraciones como siempre se iniciaron dentro de las filas armadas. Son los jefes u oficiales descontentos los que buscan el contacto y el asesoramiento de la civilidad para resolver sus conflictos y no necesariamente es el dirigente civil el que busca el apoyo de los cuarteles para sus designios. La unidad militar se resquebrajaba con la pérdida de autoridad de los altos mandos del Ejército.

            La cúpula dominante trató entonces de recomponer el orden político con otro intento de organización de un nuevo partido, el laborismo. Este proyecto era patrocinado, principalmente, por el Dr. Agustín Ávila, entonces Ministro de Hacienda, tomando el modelo argentino. Pero a diferencia del peronismo, la burocracia oficial que apoyaba esta fórmula no tenía apoyo popular alguno y en esas condiciones, el nuevo partido no podría haber tenido influencia alguna para aliviar la falta de legitimidad y de apoyo popular de que padecía el Gobierno. Explicó el mismo capitán Figueredo:

            "Es sabido que poco antes del 9 de junio, un grupo de civiles, con la complacencia ostensible del coronel Victoriano Benítez Vera, andaba tramitando la creación de un Partido Laborista. Se trataba de otra creación artificial, inspirada en el modelo peronista, que trataría de movilizar apoyo civil en favor del régimen moriniguista. El "tiempismo", la "Revolución Paraguaya" y el "Partido Laborista" fueron otros tantos intentos de obtener algún respaldo popular a la camarilla gobernante".80

            Entre tanto, los acontecimientos externos se precipitaban aceleradamente y presionaban otras soluciones que erosionaban la unidad del Ejército. El avance victorioso de las fuerzas aliadas, ya en tierras alemanas, el suicidio de Hitler en abril de 1946 y la capitulación incondicional del Ejército alemán el 7 de mayo siguiente, hicieron crisis en el Paraguay. La ciudadanía se volcó a la calle para celebrar esos triunfos y el régimen gobernante ya no pudo recurrir a la violencia para contener la algarabía generalizada de la población civil. La mera fuerza, con todo su poder armado, resultaba impotente y desconcertada ante el desborde de júbilo de la ciudadanía.

            Ante esa situación, se acentuó la polarización del Ejército en dos bandos antagónicos. El uno, encabezado por el Comandante de la División de Caballería, el Cnel. Benítez Vera, que insistía en defender y mantener el orden existente. El otro, alentado particularmente por la oficialidad joven que, invocando principios institucionalistas, patrocinaba la apertura del Gobierno a los partidos políticos y la vuelta del Ejército a sus funciones específicas en los cuarteles. Incluía este grupo fuerzas heterogéneas, que solo tenían en común la convicción de la necesidad de un cambio y el reconocimiento del agotamiento del sistema de la estructura militar gobernante. No tenía tampoco un jefe determinado que lo coordinara y dirigiera. El general Machuca, que siempre fue el gran componedor de las divergencias internas del Ejército, percibió la fuerza creciente de este movimiento y trató de orientarlo. Por su parte Morínigo proseguía con su sistema de mando. Dejaba que las fuerzas en juego se pronunciaran, para acoplarse luego al grupo vencedor.

            En la ausencia del coronel Victoriano Benítez Vera, que a principios de junio se había trasladado a Buenos Aires integrando la delegación paraguaya a la asunción de mando del general Perón, la divergencia interna del Ejército hizo crisis. Con el apoyo del Comandante en Jefe, el general Machuca, el comandante interino de la División de Caballería, el Tcnel. Enrique Jiménez, procedió a realizar cambios decisivos en los mandos medios de esa gran unidad. Informado desde Asunción de que el Cmdte. Jiménez estaba copando el mando de la Caballería, Benítez Vera regresó subrepticiamente al país y después de retornar el mando de parte de las unidades de la División, le pidió a Morínigo su reposición oficial en el cargo. Creyendo que el triunfo estaba del lado de Benítez Vera, Morínigo accedió firmar la orden correspondiente, solo que el oficial comisionado para recoger la orden respectiva estaba comprometido con el otro grupo y por orden de Jiménez procedió a destruirla. Al no poder presentar el testimonio formal de su reposición en el cargo de Comandante de la División, Benítez Vera decidió retomarlo por la fuerza, pero al ser fuertemente repelido en su intento armado, optó por abandonar su empeño y buscó finalmente asilo en una embajada amiga en la capital. Era el 9 de junio de 1946, fecha que marca la caída del grupo conocido en la opinión pública como la camarilla nazi del Ejército.

            En esas circunstancias, el grupo triunfante resolvió la destitución de Morínigo. La cuestión seguía siendo una materia exclusivamente militar. La Presidencia de la República le fue ofrecida en esa ocasión al general Machucha, quien declinó el ofrecimiento alegando sus antecedentes franquistas, que podrían despertar inquinas y suspicacias tanto en las filas del Ejército como en las fuerzas civiles.81 Le fue ofrecida entonces al general Pampliega, que tampoco decidió aceptarla. Se ofreció en cambio para negociar con el presidente Morínigo una solución satisfactoria. Esto ocurría en la madrugada del 12 de junio de 1946. De la entrevista que mantuvo horas después con el presidente Morínigo, Pampliega hizo el siguiente relato:

            "A las seis (de la mañana) me presenté en el Palacio de Gobierno para entrevistarme con el Presidente. Ya en su despacho le relaté lo ocurrido esa madrugada y le transmití las opiniones que fueron emitidas en esa ocasión. Morínigo me replicó que se oponía terminantemente a llevar al gobierno a los partidos Liberal y Comunista. "Usted sabe, Pampliega, cuál es mi posición con respecto a los primeros y con los segundos no le arriendo la ganancia", me dijo.

            "Cuando insistí lo hice argumentando en el sentido de que él estaba obligado a compartir el gobierno con todos los sectores. Si gobernaba solo con uno o dos, necesariamente los radiados plantearían problemas.

            "Señor Presidente -le dije- si desea llegar a un gobierno con participación de partidos políticos, usted se encontraría al igual que un dependiente, en la necesidad de comerciar y vender a todos por igual. En este caso, la mercadería es la participación política, pero no menos deseada que un artículo de primera necesidad. Creo, mi General, que usted debe revisar su posición con respecto a liberales y comunistas.

            "De ninguna manera. Si esto es un ultimátum, háganse cargo ustedes del gobierno y yo me retiro. Pero no voy a cambiar de parecer", fue su tajante respuesta.

            "Al escuchar esto, comprendí que Morínigo no daría su consentimiento. Resolví darle mi total respaldo, aunque sin estar totalmente convencido. Formaba parte de su gabinete, y no cabía motivo por razón de autoridad, para disentir abruptamente, pese a manifestar mi punto de vista con insistencia. Finalmente me dejó esta posibilidad:

            "Vamos a comenzar, Pampliega, con colorados y febreristas. Después veremos. ¿Qué le parece?

            "Si señor, le respondí".82

            Morínigo tenía un temor enorme de la venganza que el liberalismo podría ejercer en su contra. En realidad tenía él una fuerte posición antipartidos. Aceptaba la negociación con el coloradismo y el febrerismo solo porque ya no le quedaba otra alternativa.

 

 

            EL GOBIERNO DE COALICIÓN

 

            Con el acuerdo del Presidente Morínigo, el general Machuca le pidió a Arnaldo Valdovinos, dirigente franquista, que iniciara las negociaciones para la constitución de un gobierno de coalición, con la participación de ministros colorados, febreristas y militares. Como resultado de esas negociaciones, se integró un nuevo gabinete del modo siguiente:

 

Interior y Justicia:                   Gral. Juan Rovira                   Militar

Defensa Nacional:                  Gral. Amancio Pampliega    Militar

Relaciones Exteriores:          Miguel Ángel Soler                Febrerista

Agricultura e Industria

y Comercio:                             Arnaldo Valdovinos               Febrerista

Salud Pública:                        José Soljancic                         Febrerista

Hacienda:                                 Natalicio González                 Colorado

Obras Públicas:                       Federico Chaves                   Colorado

Educación                               Guillermo Enciso Velloso      Colorado

Intendente Municipal             Mario Mallorquín                     Colorado

 

            La integración de este gabinete significó la instauración de un nuevo orden jurídico y la apertura a la influencia civil y de los partidos políticos en el gobierno del país. No se había restaurado la legitimidad del poder sino que se había abierto una esperanza para la normalización institucional de la nación. El Ejército seguía ejerciendo una influencia decisiva, de conductor y garante del proceso. Sus representantes eran los mismos que habían aplicado la tregua política y conculcado todos los derechos ciudadanos durante largos años. Pero como lo definió el Dr. Hipólito Sánchez Quell en un histórico discurso, las cosas habían cambiado: "El dictador ya no es más el dictador. Es el prisionero de un gabinete democrático", fueron sus palabras, que en la ocasión fueron celebradas con aplausos y vítores de la concurrencia.

            Con sus imperfecciones, se había restablecido en el país el imperio de la ley. Terminaban el cesarismo militar y el mando autoritario de la fuerza. Ya nadie podría ser molestado, detenido ni maltratado por la decisión arbitraria de uno o varios individuos. Se había restablecido el derecho de cada cual de expresar libremente su opinión, de escoger su industria o su actividad profesional y ejercerla, de ir y venir sin pedir permiso a nadie y sin justificar su movimiento ni sus acciones. Renacía la libertad para reunirse con otras personas, ya sea para hablar de sus propios intereses o para rendir culto al objeto de una creencia o una aspiración común, cualquiera que fuera. Fue un cambio radical que abrió la posibilidad de todos de participar e influir en la elección de los futuros gobernantes y de presentar a las autoridades demandas variadas que debían ser atendidas. Se habían instaurado las bases de un orden democrático en el que la ciudadanía debía decidir su destino. La libertad había triunfado sobre la opresión. Y con la libertad, las ideas y los partidos políticos comenzaban a gravitar como fuerzas sociales determinantes del curso de los acontecimientos.

            Era la culminación de un largo y penoso proceso en el que los intentos autoritarios de parcialidades civiles o militares tropezaron con la resistencia empecinada de un pueblo que defendía con pasión y orgullo sus derechos y sus aspiraciones de un orden democrático que garantizara el ejercicio pleno de sus libertades y la convivencia pacífica de toda la ciudadanía. Terminaba una era plagada de gobiernos despóticos, de experimentos autoritarios que trataron de imponer en el país un nuevo orden, un absolutismo político, totalitario y antidemocrático. A pesar de los grandes principios y propósitos enunciados, ninguno de los sistemas ensayados logró instituir un orden duradero y estable que pudiera servir de marco permanente a la convivencia nacional y a la paz interna. Se hizo evidente que, fuera del modelo democrático, no podía haber soluciones duraderas para los grandes problemas del país como no podía haber legitimidad en el mando ni acatamiento pacífico de la autoridad gubernamental por la población. El descontento generalizado y creciente terminó siendo reconocido y aceptado. Con ello se restauró el gobierno de la ley. Faltaba solo concretar y asentar los moldes y principios que regirían en adelante la vida del país. Y ese era el gran desafío que se abría a la ciudadanía y a la dirigencia civil en ese decisivo momento. Terminó allí un período trágico de nuestra historia y comenzaba otro nuevo y diferente, que alentaba él imperio de la ley y la justicia y la vigencia plena de un orden democrático. Transcurría el mes de julio de 1946.

            La población toda vibraba de alegría y esperanzas. Los partidos políticos se volcaron a la calle y a las plazas públicas para demostrar sus caudales cívicos y expresar sus planteos e inquietudes. Los diarios de los partidos políticos re afloraban en la circulación con entera libertad. La civilidad entraba a gravitar en las decisiones nacionales. Con sus contradicciones y limitaciones, comenzaba el experimento democrático en el país.

 

 

 

NOTAS

 

1Art. 58 de la Constitución.

2Corporativismo y Fascismo. El Tiempo. 5 de mayo de 1939.

3Realidades, no palabras. El Tiempo. 22 de marzo de 1939.

4Argaña, Luis A. Discurso en el Club Porvenir Guaireño. El Tiempo. 12 de octubre de 1941.

5El pueblo dentro de la democracia orgánica. El Tiempo. 29 de marzo de 1939.

6Nuestro concepto de la democracia. El Tiempo. 19 de abril de 1939.

7La Crisis del Sistema. El Tiempo. 3 de diciembre de 1939.

8Nuestro Propósito. El Tiempo. Febrero 23 de 1939.

9Democracia con partidos y sin partidos. El Tiempo. Abril 15 de 1939.

10La reforma del orden establecido; El Tiempo. Abril 3 de 1939.

11La selección dentro de la democracia. El Tiempo. 13 de abril de 1939.

12La representación funcional. El Tiempo. Marzo 30 de 1939.

13Del Plan Trienal. El Tiempo. Mayo 3 de 1941.

14Qué es el corporativismo. El Tiempo. 3 de mayo de 1939.

15Crisis de la economía liberal. El Tiempo. 7 de diciembre de 1939.

16Capital y Capitalismo. El Tiempo. 12 de diciembre de 1939.

17El Capitalismo en el Paraguay. El Tiempo. 13 de diciembre de 1939.

18Mala distribución de la riqueza. El Tiempo. 19 de diciembre de 1939.

19Lo viejo y lo nuevo en la economía. El Tiempo. 17 de diciembre de 1939.

20Ventajas del régimen propuesto. El Tiempo. 14 de abril de 1939.

21Art. 62 de la Constitución.

22El Tiempo. La filiación de nuestra ideología política. 26 de junio de 1941.

23El Tiempo. El Consejo de Estado. Mayo 17 de 1941.

24El Secreto de la Política Nacionalista. El Tiempo. 21 de setiembre de 1941.

25La Revolución Nacional. El Tiempo. Febrero 28 de 1941.

26La Segunda Etapa. El Tiempo. 20 de febrero de 1941.

27El Tiempo. Texto del acta suscrita por los Jefes y Oficiales del Ejército y de la

Armada. Marzo 13 de 1941. Bordón, F. Arturo. Morínigo. Un paréntesis trágico en la vida democrática del Paraguay. p. 49.

28Seiferheld, Alfredo M. Conversaciones Político-Militares. Vol. IV. pp. 220-221.

29La Revolución Nacionalista y las Fuerzas Armadas de la Nación. El Tiempo. 24 de julio de 1941.

30El Tiempo. Las Banderías en Acción. Febrero 7 de 1942.

31Pampliega, Amancio. Misión Cumplida. Ed. El Lector. p. 15.

32Bordón, Art. F. Ob. cit.

33El Tiempo. El Partidismo. Mayo 3 de 1941.

34El Tiempo. La supresión de los partidos políticos.

35El Tiempo. Los partidos políticos en el Paraguay. Febrero 6 de 1942.

36La supresión de los partidos políticos. El Tiempo. 29 de julio de 1941.

37Asociación Nacional Republicana. Nota al Presidente de la República, Gral. Don Higinio Morínigo. Junio 21 de 1941.

38Memoria del Banco de la República del Paraguay. 1939. p. 15.

39Ibíd. p. 15. Estas cifras fueron posteriormente reajustadas.

40 Fernández, Pedro. Análisis de la Historia Bancaria y Monetaria del Paraguay. 1984. ps. 206 y 207.

41 Triffin, Robert. La reforma monetaria y bancaria del Paraguay.  Guaranía Nº 1. 1947. p. 136.

42 Triffin, Robert. Ob. Cit. p. 123.

43 Elaborado por Nicasio Martínez Díaz sobre la base de los precios de 25 artículos alimenticios más importantes de la capital publicados en el Anuario Estadístico de 1941. N.M.D. La Moneda y la Política Monetaria en el Paraguay. 1951. p.114.

44El problema de la vida cara. El Tiempo. 10 de mayo de 1939.

45Nuevo Orden Económico. El Tiempo. Febrero 21 de 1941.

46Pedretti, Carlos A. Política Monetaria de la Revolución Paraguaya Nacionalista. Imp. Militar p. 15.

47Banco de la República del Paraguay. Memoria correspondiente al año 1941. pp. 5 y 6.

48Para un análisis detallado del régimen de control de cambios puede verse el trabajo de Emilio Fadlala: La Política del Control de Cambios en el Paraguay. Rev. del CECE No. 98. PP. B y sig.

49La Revolución Nacionalista. El Tiempo. 13 de enero de 1942.

50Decreto No. 11.394 del 5 de marzo de 1942.

51Decreto Ley 5020 del 10 de febrero de 1941.

52Decreto Ley 4.977, del 6 de febrero de 1941.

53Declaraciones formuladas por el Sr. Ministro de Hacienda. El Tiempo. 9 de mayo de 1941.

54El Tiempo, Economía de suficiencia nacional. 16 de setiembre de 1941.

55Plan mínimo de campaña agrícola para el período 1942. Decreto del 25 de mayo de 1942. Art. 1.

56El Grave Problema de la Carne. El Tiempo. 24 de enero de 1942.

57Un peso equivalía a US$ dólar 0.00325, o sea, 325 cien milésimos de dólar.

58Triffin, Robert. El Régimen monetario orgánico del Paraguay. Ed. Guarania.1943. p. 18.

59Triffin. Ob. cit. Guarania No. 1. p. 90.

60Pedretti, Carlos A. Discurso pronunciado al inaugurarse el nuevo edificio de la institución. Banco del Paraguay. Memoria correspondiente al ejercicio 1945. p. 69.

61Martínez Díaz, Nicasio. La Moneda y la Política Monetaria en el Paraguay. 1951. p.181.

62Ibíd. p. 184.

63El Tiempo. La revolución nacional y la clase obrera. Enero 4 de 1942.

64El Tiempo. La Fiesta del Trabajo. Mayo 1 de 1941.

65Estado Mayor General. Comunicado No. 1. El Tiempo. Agosto 27 de 1941.

66El Tiempo. La Política Social y el Proletariado. Enero 7 de 1942.

67Storm. Gustavo F.A. La Estabilidad Monetaria y la Política de Salarios en el Paraguay. 1958. p. 12.

68Banco de la República. Memoria correspondiente al ejercicio 1945. p. 12.

69El Tiempo. Nueva Reglamentación de la Enseñanza Secundaria y Comercial. Febrero 15 de 1942.

70Condensado de diversos discursos de Fernando Vera, Mario Mallorquín y A. Iramain.

72Banco de la República. Memorias. 1943, 1944, 1945, 1946.

73Ibíd.

74Junta Monetaria. Informe al Consejo de Coordinación Económica. Banco del Paraguay. Memoria correspondiente al Ejercicio 1947. pp. 26 y sig.

75Pampliega, A. Ob. cit. p. 83

76Pampliega, A. ob. cit. p. 78.

77Extractado de: E.M.G. Versión taquigráfica de la Reunión del Consejo de la Defensa Nacional. Texto mecanografiado.

78Ibíd.

79Pedretti, Carlos A. Primer Director de El Tiempo. En: Alfredo M Seiferheld. Conversaciones Político-Militares. V.III. p.89.Pedretti dio sin embargo una versión distinta y falsa de las causas del alejamiento del tiempismo.

80 Seiferheld, A. Ob. cit. p. 221.

81Pampliega, A. Ob. cit. p. 125.

82Pampliega, A. Ob. cit. pp. 126 y 127.

 

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