PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO (+)

  MEMORIAS CIVILES Y MILITARES - Por SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO


MEMORIAS CIVILES Y MILITARES - Por SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO

MEMORIAS CIVILES Y MILITARES

Por SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO

Editorial DON BOSCO

Edición al cuidado de MARÍA ELISA VILLAGRA DE PARQUET

y CARLOS VILLAGRA MARSAL

Tapa: CELESTE PRIETO

Asunción – Paraguay

Noviembre 1992 (181 páginas)

 

 

ÍNDICE

 

CAPITULO I

EN EL FILO DE LA SEPARACIÓN DE DOS CULTURAS

Adiós a un mundo que desaparece y bienvenida al que lo sucede

Referencias a Piribebuy. Fundación del pueblo

Los Villagra en Piribebuy

Hombres y dichos para la caracteriología del pueblo

Antigüedad y sentido de ciertos dichos

Algo más sobre caballos y carretas

Reservas a la nueva cultura

 

CAPITULO II

DE LA VIDA ESTUDIANTIL

Juegos de verano 

Distracciones de invierno

Pérdida de la libertad en el Colegio

Adaptación a los estudios secundarios

Traslado al Colegio Nacional

Anécdotas del Colegio Nacional

Primera clase con el Dr. Cecilio Báez

Profesores y estudiantes distinguidos

La Ley de Autonomía Universitaria

Intenso trabajo

Movilización de 1928

La casa de la Troya

Conferencia del sacerdote Dr. Blanco

La Diosa Fortuna

Candidatos a la Presidencia de la República

Proximidad de la guerra

Sucesos del 23 de octubre de 1931

La VII Conferencia Panamericana

Relación personal con el Dr. Eusebio Ayala

 

CAPITULO III

TRES PERSONALIDADES DESCOLLANTES

Hombres ilustres de un período crítico

Presidencia del Dr. Eligio Ayala .

Anecdotario del Dr. Eligio Ayala

Personalidad del Dr. Eusebio Ayala

 

CAPITULO IV

LA GUERRA DEL CHACO

Advertencia preliminar

Contingentes para el Chaco

Destinado al Tercer Departamento del Estado Mayor

Resistencia al nombramiento y mando del General Estigarribia

Parte de la victoria de Campo Vía

Costo de la victoria en vidas

Organización de los servicios de retaguardia

Suspensión de las hostilidades a raíz de Campo Vía

Traslado del P.C. a "El Cruce"

El Teniente Cattebeke y su magnetismo personal

Tareas específicas en el Tercer Departamento

Planes de operación inmediata

El revés de Cañada Strongest

Falta de indicación de patrullajes

Mejor Comandante de Regimiento. Un hallazgo insólito

El camino "Lóbrego"

Grandes combates en el mes de julio

Observación sobre las Ordenes de Operaciones

Desplazamientos de Grandes Unidades

Fundación de la futura capital del Chaco

Relación del "Mayor Estrategia"

Veni, vidi, vici

Preparativos para una nueva ofensiva

Información del Dr. Telmo Aquino

Cañada El Carmen

Maniobra del Primer Cuerpo de Ejército

Hazaña de Rogelio Etcheverry y Carmelo Peralta

Retirada ante la ofensiva del Coronel Toro

Un nuevo peligro asoma en el Norte

Mejor Comandante de División. Liberación de la Sexta División

Explicación dada por el General Estigarribia

Posición estratégica de Yrendagüé

Planes generales y planes particulares de ejecución inmediata

Arenga del Coronel Garay a sus tropas

Nuevo cambio de lugar del Puesto de Comando

Puesto de Comando en Cerro "Reconquista"

Descalabro del Ejército boliviano

Recuerdo de Comanchaco

Humorismo militar

Terminación de la guerra

 

CAPITULO V

DE LA JUSTICIA MILITAR

Nombramiento de Juez del Tercer Cuerpo

Viaje al Parapití

Los Chiriguanos en territorio paraguayo

El proceso al Mayor Arturo Bray

 

CAPITULO VI

DE LA POSGUERRA

Ofrecimiento del Presidente Ayala

Diversas situaciones críticas

Revolución del 17 de febrero de 1936

Mantenimiento de la política agraria por el Gobierno

Personalidad del General Estigarribia

Regreso del exilio del General Estigarribia

Nubarrones bajo el nuevo régimen

Exceso de responsabilidad

En qué consistía la sugerencia del Presidente Roosevelt

Giro inesperado de los acontecimientos

Panorama político de la época

Ternas sobresalientes en la pugna política

Concesiones al autoritarismo en la Constitución de     1940.

Juicio sobre la gestión gubernativa de Estigarribia

Bajo la férula de Higinio Morínigo

Una familia diezmada

Anécdotas, no simples humoradas

Presidente del Colegio de Abogados

De vuelta a la Universidad

Publicaciones

 

EL TRATADO DE PAZ DEL CHACO

Cuestiones que investigar

Primera cuestión

Segunda cuestión

Tercera cuestión

Cuarta cuestión

Quinta cuestión

Sexta cuestión

La única salida

Comentarios acerca de un libro reciente

Índice

 

 

 

 

CAPÍTULO II

 

DE LA VIDA ESTUDIANTIL

 

 

         DISTRACCIONES DE INVIERNO

 

         Durante el invierno, la fiesta consistía en participar de la "tarea", vale decir, el proceso de la elaboración de la miel durante la cosecha de la caña de azúcar. Por lo que puede verse en el libro de Ildefonso Bermejo, la "tarea" era un motivo de fiesta en todo el país, lo cual se comprueba con el hecho por él narrado de que, yendo los esbirros del gobierno de entonces a apresar a un adversario, les dijeron que no estaba en casa sino que había ido a la "musiqueada" que se estaba celebrando en la "tarea".

         En una palabra, la causa de mi alegría era la libertad, de la que gozaba como un pájaro.

 

 

         PERDIDA DE LA LIBERTAD EN EL COLEGIO

 

         Y fue precisamente esta libertad la que perdí cuando me llevó mi padre al Colegio San José, donde ingresé como pupilo. Ya había egresado de la escuela primaria el año anterior, pero la abnegada Directora, señorita Limpia Concepción Pérez, quiso retenerme un año más. Mas yo sabía que la prórroga sería inútil, pues ya había aprendido lo fundamental para la posterior educación a nivel secundario: las cuatro operaciones aritméticas, así como a leer y a escribir correctamente. Lo que contribuyó para que no se rezagara mi formación intelectual fue la lectura de los buenos libros que adquiría mi padre, entre ellos los veintisiete tomos de la "Biblioteca Internacional de Obras Famosas", valiosa colección antológica de la mejor literatura de todas las épocas y países, dirigida por un grupo de especialistas a cuyo frente se hallaban don Marcelino Menéndez y Pelayo, y don Ricardo Palma.

         Entre los libros de la biblioteca de mi padre se contaban obras de Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Flaubert, Blasco Ibáñez, Emilio Zola y otros escritores, principalmente novelistas del siglo XIX.

         Por otro lado, un hermano de mi abuelo Maffiodo, Juan Bautista, italiano, Profesor Normal, egresado en su país, que llegó a Piribebuy y permaneció en el pueblo durante muchos años, fue durante gran parte de ese lapso Director de la Escuela, habiendo introducido en ella, como libro de lectura, una excelente traducción de Corazón, el conmovedor libro de Edmundo de Amicis, hecho que no se repitió en ningún otro colegio de la República. Sin embargo, a pesar de sus méritos literarios, el libro adolecía en este caso del defecto de ser ajeno a la realidad de un niño campesino del Paraguay.

         Por ejemplo, uno de los capítulos se titula "La primera nevada". Naturalmente, los alumnos de Piribebuy no habían visto nunca la nieve y, por lo tanto, no tenían la menor idea de lo que era una "nevada"; en cambio, este término se aplica comúnmente en nuestro país al vacuno de pelo obscuro con profusas manchas blancas. Por dicha razón, uno de los alumnos escribió al lado del título, a modo de explicación: "Ña Mercé vacó guaimi" (La vaca vieja de doña Mercedes), es decir, de una vecina, dueña de un animal de ese pelaje.

         En otro capítulo, un personaje dice: "Esta mañana nos levantamos muy temprano, a la salida del sol"; como los niños campesinos se levantaban de madrugada, todavía oscuro, para llegar a tiempo a la escuela distante a una o dos leguas, uno de ellos escribió como irónico comentario en el margen de esa página: "Voietépa pepu'ã" (Pero qué temprano se levantan).

 

 

         ADAPTACIÓN A LOS ESTUDIOS SECUNDARIOS

 

         Pronto me adapté, sin embargo, a los estudios secundarios en el Colegio San José, terminando el primer año no muy a la zaga de los más adelantados alumnos de la clase. Una práctica corriente en el colegio era la de los premios, que se adjudicaban a los calificados "primeros" y "segundos" en los exámenes semanales que se administraban durante todo el año. Mi rival en estas pruebas era Heriberto Fernández, que surgió después como excelente poeta y con quien jamás tuve un roce por diferencias personales; por el contrario, pasó más de una vez conmigo, en la casa de Piribebuy, los días de las vacaciones de verano, tiempo antes de que viajara a París donde, como se sabe, murió en plena juventud.

         En el tercer año compartí con él los primeros y segundos premios y en el cuarto año, al entrar una vez al comedor, el sacerdote que lo supervisaba exclamó, alzando los brazos y dirigiéndose a mí: "¡Le Vainqueur! ". Había yo obtenido catorce primeros y otros tantos segundos premios.

 

 

         TRASLADO AL COLEGIO NACIONAL

 

         En esa época, otro cambio radical ocurrió en mi vida, esta vez por mí entera voluntad. Había llegado a la convicción de que no me convenía, sobre todo porque venía del campo, la vida de encierro como pupilo del Colegio San José, la cual no me permitía conocer lo que ocurría en la ciudad ni la actividad de los jóvenes de mi generación. Sin pensarlo más, manifesté al Director del colegio que iba a retirarme, y lo hice sin más rodeos, quizás impulsado por la nostalgia de mi antigua libertad. La decisión que tomé sin consultar disgustó a mi padre, quien sin embargo se calmó pronto, seguro, como podía estarlo, de que no me descarriaría en mi nueva existencia. Mi error fue el haberme alejado de mis antiguos profesores del Colegio San José, que tanto habían contribuido a mi formación en la secundaria, clave para la educación posterior. Quisiera hacer llegar ahora, Dios mediante, mi profundo agradecimiento a los Padres Belloc, Oxíbar, Noutz, Monstrou, Capdevielle, Saubatte, Monsieur Laurent, Larramendi y otros.

         Tropecé con serias dificultades en el Colegio Nacional, donde ingresé de inmediato. A comienzos del año 1922 se produjo la revolución de Chirife, suspendiéndose las clases por tiempo indefinido; para no perder el año lectivo, con mi condiscípulo Adolfo Irala Ferreira decidimos reunirnos diariamente para estudiar las asignaturas del quinto año, como si estuviéramos en clase. Adolfo Irala era inteligentísimo y, como su padre Antolín Irala, con dotes de gran orador, las que ponía de manifiesto en las asambleas estudiantiles. Podía haber llegado a ser, como su padre, Canciller a los veinticinco años, si las condiciones políticas le hubieran sido favorables. Me detengo un tanto en describir a mi antiguo condiscípulo como antecedente de lo que relato más adelante.

         Nos dedicamos también a resolver como doscientos problemas de Física, perdiendo inútilmente tiempo y esfuerzo, ya que había sido que esos problemas podían resolverse casi todos con fórmulas conocidas, aunque ganamos mucho en el ejercicio intenso de la razón matemática. Yo, sin embargo, tuve un incidente con tales problemas. Cuando el Profesor Nacimiento me dio los datos para resolver uno de ellos en el pizarrón, me di cuenta que éste no estaba incluido entre los que el mismo profesor nos había señalado para estudiar, lo cual le hice presente, agregando que podía mostrarle el libro en que había escrito sus indicaciones . "Tráigalo", me dijo, y yo le alcancé el libro de Ricaldoni, en el que vio las señales puestas de su puño y letra. Me salvé de ser reprobado, confirmándome al mismo tiempo en la verdad del epitafio puesto en la tumba de alguien, que rezaba: "No conoció el miedo", a lo que añadió un estudiante: "Porque nunca rindió exámenes".

 

 

         ANÉCDOTAS DEL COLEGIO NACIONAL

 

         De las anécdotas del Colegio Nacional elijo algunas, que son típicas: el Profesor de Química, Dr. Bruno Guggiari, a cuyos ex discípulos he visto lagrimear al recordar su extraordinaria bondad, tenía el hábito de decir continuamente: "Señores... señores...", paseándose entre las filas de bancos, con tanta frecuencia que los alumnos hicieron una apuesta: la de si diría "señores..." un número par o impar de veces en el transcurso de la clase, con cargo de que los perdedores pagaran una vuelta de "chopp" en el bar Libertad, que quedaba en Independencia y Presidente Franco.

         Terminó la clase y, rápidamente, los que tenían a su cargo el contaje exclamaron: "¡Pares!". El Dr. Guggiari, que iba transponiendo la puerta de salida, se dio vuelta al escuchar el griterío y preguntó: "¿Qué pasa, señores?", y ganaron los impares.

         Otra anécdota es la sucedida con el estudiante Monge'í, a quien el profesor de matemáticas, ingeniero Nacimiento, famoso por su severidad, hizo pasar al pizarrón, dictándole el problema que debía resolver en carácter de examen final. Monges quedó tieso con este problema, que de ningún modo podía solucionar. Se volvió hacia sus compañeros, sentados en el aula, pidiéndoles ayuda con silenciosa desesperación; con la mirada respondió uno de ellos, preparando al parecer la respuesta salvadora en un pequeño trozo de papel, del que luego hizo una bolita que tiró contra el pizarrón, cayendo la misma a los pies del examinando. Este, para disimular, dejó caer el borrador y al recogerlo levantó con él la bolita de papel y la leyó, viendo que decía: "Repotíma, Monge'í" (Sonaste, Mongecito). El profesor Nacimiento, que se había percatado de la maniobra, se acercó a Monges, le pidió que le entregase el papel y lo leyó. Luego, se lo devolvió al destinatario sin ninguna demostración de enojo, pero significando, con su seriedad, que no desaprobaba lo que le habían pronosticado.

         En el Colegio Nacional se llamaban "veteranos" a quienes, por aplazos sucesivos, tardaban años en pasar de un curso al superior. Uno de ellos era el Capitán Villalba, ya entrado en años, tanto de edad como de veteranía, en la asignatura de Historia Antigua, que no podía aprobar hacía ya varios cursos lectivos. Era catedrático de esta asignatura el profesor Augusto Aponte, apodado "Cuello Graco", no se sabe por qué; pero el mote irritaba notoriamente al destinatario. Presidía este profesor la mesa examinadora de dicha asignatura, cuando se presentó a dar examen el viejo Capitán Villalba, a quien uno de los examinadores le preguntó qué emperador romano había dispuesto cierta medida; viendo que el estudiante quedó en silencio, sin atinarla respuesta, y queriendo ayudarlo, el señor Aponte se llevó la mano al pecho, indicándole así que se trataba del emperador que llevaba su propio nombre, vale decir "Augusto"; pero el viejo "Villa", en la creencia de que la señal era significativa del apodo, no se sabe si inadvertida o intencionalmente, contestó al fin: "¡Ah, los Gracos!", ganándose de tal modo un año más de veteranía en el curso.

 

 

         PRIMERA CLASE CON EL DR. CECILIO BÁEZ

 

         Ingresé a la Facultad de Derecho en marzo de 1924. El primer día de clase ya nos encontramos con el Dr. Cecilio Báez: sus humoradas contenían siempre alguna verdad. Sentado y silencioso a las tres de la tarde, de pronto nos espetó lo siguiente: "Felices ustedes". Como la aseveración era inesperada, quedamos callados un rato y luego uno de nosotros le preguntó: "¿Porqué, señor?". "Porque son millonarios", dijo. A lo que el estudiante replicó: "No lo somos, señor". Y el Dr. Báez: "Pero pueden serlo". "¿Cómo?", preguntó el estudiante. "Casándose con una viuda rica; no hay que dejar que los curas se apoderen de la fortuna de las viudas ignorantes", aludiendo con esto a lo que se da en llamar "bienes de manos muertas". Era un placer escuchar al Dr. Cecilio Báez exponer sus ideas sobre temas de filosofía o simplemente de conocimientos generales, en los cuales era inagotable.

 

 

         PROFESORES Y ESTUDIANTES DISTINGUIDOS

 

         Otros profesores destacados de la Facultad de Derecho eran los Dres. Félix Paiva, Justo P. Prieto, Adriano Irala, Celso Velázquez, Adolfo Aponte y algunos más. De Manuel Gondra se contaba que había dado examen de latín, exhibiendo más conocimientos que los propios examinadores, y del Coronel Albino Jara que, al sentarse a dar examen en la misma Facultad de Derecho, puso ruidosamente su sable sobre la mesa.

         Entre los alumnos se destacaban Rafael Oddone, Horacio Fernández, Oscar Creydt. Este último tenía una inteligencia excepcional, de las "de águila", como llamo yo a los de comprensión abarcadora, de gran altura, como sólo conocí en muy pocos hombres: Eusebio Ayala, Carlos Gatti, Eligio Ayala y otros pocos. En cuanto a Obdulio Barthe, era un gran tribuno. En una ocasión, durante una huelga en el ingenio azucarero de Villarrica, en la que intervinimos Martín Cuevas y yo como representantes del Centro de Estudiantes de Derecho, Obdulio Barthe arrastró prácticamente tras sí a todo el alumnado de los colegios secundarios que se trasladó a la casa en que se hospedaba Barthe, para dirigir la huelga, en las afueras de Villarrica.

         Creydt había hecho su bachillerato en Alemania y conocía las nuevas corrientes de filosofía en aquel país, pero como muchos teutones, tenía puntos de vista rígidos, si así pueden llamarse, es decir sin posibilidad de inflexiones para amoldarse a las circunstancias, como le ocurrió conmigo. Cierta vez, me dijo que yo no frecuentaba ya bastante al grupo izquierdista, y que por consiguiente, ellos apoyarían a Oddone en su actuación de dirigente universitario. Demás está decir que corté definitivamente esas relaciones y creo que también Rafael Oddone, a quien nunca más lo vi junto a ellos.

         Es una experiencia asaz desalentadora en nuestra historia el hecho de que en el Paraguay nunca hubo un cambio de gobierno como resultado de votación en las urnas. Sólo hubo alteraciones profundas mediante revoluciones y golpes de Estado, y los nuevos gobiernos sólo se afianzaban mediante el aplastamiento del adversario.

         Es cierto que en alguna ocasión, como en la lucha electoral entre los candidatos a Presidente, Dres. Eusebio Ayala y Luis A. Riart, se sometieron los mismos al resultado de las urnas, pero fue una cuestión enteramente interna de un partido, que no entrañaba un cambio radical de gobierno.

         Es cierto también que el afianzamiento de la democracia en los Estados Unidos vino sólo con el triunfo de los federales (unitarios) del Norte sobre los confederados del Sur. Y en Europa un resultado equivalente con el aniquilamiento de Hitler y sus secuaces; pero esto era la excepción, en tanto que en el Paraguay fue la regla.

         El período de guerras civiles desatadas por el Coronel Albino Jara terminó dramáticamente con la muerte del mismo. Había planeado hacer volar el campamento del ejército gubernista asentado en la estación de ferrocarril de Pirayú, y con este objeto cargó de dinamita el tánder de una locomotora, la que sería lanzada, sin maquinista, contra la estación de Pirayú. Como el comando adversario se informó a tiempo de este plan, colocó un retén armado con una pieza de artillería a pocos kilómetros de la estación, y al salir la locomotora ciega de una curva, ya reglada para el tiro de artillería, fue volada de un cañonazo. Según me contó don Remigio Segovia, quien había formado parte del personal de artillería, ante este desastre, el Coronel Jara, quien disparaba personalmente su pieza, atacó a cuerpo gentil la estación del ferrocarril y fue herido mortalmente en el intento.

         El protagonismo del Coronel Jara en tantas asonadas y revueltas armadas dio origen al dicho popular ante el trueno lejano: "¿Aipóva piko ára térá Jara?" (¿Será aquello el tiempo, o se trata de Jara?).

 

 

         LA LEY DE AUTONOMIA UNIVERSITARIA

 

         En esos días estaban también en boga las ideas sobre la reforma universitaria, nacidas en Córdoba. En una asamblea de estudiantes fuimos elegidos Oscar Creydt, Horario Fernández y yo para redactar un proyecto de Ley Universitaria que recogiese dichas ideas. Como ninguno de nosotros podía presentar el proyecto al Congreso, nos valimos para ello del Senador Dr. Juan J. Soler: así fue sancionada la primera Ley de Autonomía Universitaria. Habiendo sido yo nombrado primer representante estudiantil ante el Consejo Directivo, en la primera sesión obtuve, por decisión unánime de los miembros, el nombramiento de tres profesores: el del Dr. Cecilio Báez para la cátedra de Filosofía del Derecho, el del Dr. Juan Ramón Chaves, para la 2º cátedra de Derecho Penal, y el del Dr. Gerónimo Riart para la cátedra de Derecho Administrativo.

 

 

 

 

CAPÍTULO IV

LA GUERRA DEL CHACO

 

 

         DESTINADO AL TERCER DEPARTAMENTO DEL ESTADO MAYOR

 

         Fui destinado al Tercer Departamento del Estado Mayor, a cargo del Comandante Raimundo Rolón, en carácter de encargado de llevar el Diario de Guerra y redactar las Órdenes de Operaciones e instrucciones generales emitidas por los órganos reglamentarios. Me gustó mucho el destino que se me otorgó en el Estado Mayor, porque era uno de los puestos claves para el conocimiento de las acciones de guerra libradas en el Chaco, como lo fue mi cargo anterior de Director de la Sección Política del Ministerio de Relaciones para las gestiones de la política exterior en el período crítico de la guerra con Bolivia. Además, porque en el Estado Mayor encontré a dos grandes amigos míos, Carlos Pastore y Julio César Chaves, quienes ya habían ganado autoridad y prestigio; el Dr. Pastore llegó a ser el verdadero centro de la actividad dentro del Estado Mayor, en su condición de encargado de comunicaciones, en tanto que el Dr. Chaves se destacó por su actividad en el Segundo Departamento de Informaciones, haciendo cumplido honor a la confianza que en él depositó el General Estigarribia.

 

 

         RESISTENCIA AL NOMBRAMIENTO Y MANDO DEL GENERAL ESTIGARRIBIA

 

         El General Estigarribia no se impuso fácilmente como Comandante de la Gran Unidad sino, por el contrario, tuvo que vencer resistencias de toda laya.

         En ocasión de una maniobra en Campo Grande, dirigida por el entonces Mayor Estigarribia, Inspector General del Ejército, el General Manlio Schenone, a la sazón Ministro de Guerra, le formuló una dura crítica, que Estigarribia consideró ofensiva, retirándose indignado del lugar y pidiendo inmediatamente después su retiro del ejército. Este le fue concedido sin dilación por el Gobierno del Presidente Guggiari. Al poco tiempo, ya en la vida civil, anduvo gestionando trabajo en la compañía International Products como comprador de ganado para el frigorífico de la empresa. Algo más tarde, el Dr. Justo Pastor Benítez buscó al Dr. Blas Garay, con quien Estigarribia mantenía amistosas relaciones a través del hermano de Blasito, el Mayor Manuel Garay, a fin de que le instase a Estigarribia a que se reincorporara al Ejército, deseo, por lo demás, de los jefes militares que tenían mando de tropa. Estigarribia accedió por fin, nombrándosele entonces Comandante de la Primera División de Infantería con asiento en el Chaco. Tampoco fue respetada desde un comienzo su autoridad en este cargo. De los suministros con destino a su Unidad se apoderaban otros jefes militares, entre ellos el Coronel Irrazábal, cuando pasaban de Concepción al Chaco, hasta que el Dr. Eusebio Ayala asumió el cargo de Presidente y lo apoyó firmemente en su autoridad de Comandante.

         Las cosas cambiaron, sin embargo, con curiosa rapidez, de la resistencia inicial a la celosa guarda posterior de la autoridad de Estigarribia por parte de sus mismos jefes subordinados. En ocasión de la victoria de Campo Vía, el Presidente de la República hizo venir de Bahía Negra al Coronel Julián Sánchez: los oficiales de Comanchaco protestaron, creyendo que el llamado era para un ascenso o un destino en perjuicio de Estigarribia. El temor era infundado, porque según se reveló después, el Presidente lo había llamado a Julián Sánchez a fin de que se preparara para una importante misión: la invasión de Santa Cruz, la cual no llegó a realizarse, entre otras razones, por la repentina muerte del Coronel Sánchez, alcanzado por el impacto de una bomba enemiga mientras observaba, desde la barranca del río, el ataque de un avión boliviano. Fue uno de los jefes más ilustrados del Paraguay, citándose como modelo en su género la orden de operaciones dictada para la defensa de la Capital ante el ataque del Coronel Chirife, durante la Guerra Civil de 1922. Así me lo manifestó el Dr. Blas Garay, conocedor de muchos detalles de nuestra historia militar, gracias a su hermano, el ya citado Manolo Garay.

 

         PARTE DE LA VICTORIA DE CAMPO VIA

 

         Como se sabe, en el curso de la batalla de Zenteno-Campo Vía, el General Estigarribia tomó personalmente el mando de las tropas en maniobra en reemplazo del Coronel Juan B. Ayala. El Teniente Genaro Parquet, ayudante del Coronel Ayala, siguió en el mismo carácter bajo el mando del General Estigarribia. Y fue precisamente Genaro Parquet el portador del parte de rendición del ejército boliviano en Campo Vía. El General Estigarribia se hallaba acompañado por el propio Presidente de la República y otros altos funcionarios, quienes acababan de llegar de Asunción en espera del ya inminente desenlace. Cuando Parquet le presentó al General Estigarribia el parte, éste, sin tomarlo, le indicó de inmediato: "Al Señor Presidente". En la antigüedad grecorromana el heraldo de las noticias bélicas corría el riesgo de la pena capital en el caso de anunciar una derrota. En esta oportunidad, el Presidente de la República, al recibir el parte de la victoria, preguntó al joven oficial su nombre y su grado. Al responderle éste, el Presidente lo abrazó, diciéndole: "¡Queda Ud. ascendido a Capitán!"

Los oficiales de Comanchaco que siguieron el curso de la batalla refieren que, al asumir el mando directo el General Estigarribia, le gritaba por teléfono al Teniente Coronel José A. Ortiz, al frente de las tropas en maniobra: "¡Néike, Ortiz!" (¡Vamos, pues, Ortiz!) y éste daba verdaderos saltos para apresurar el cierre del cerco en el que finalmente quedaron encerradas las fuerzas bolivianas.

         Al acordarme del Coronel Ayala, tentado estoy de mencionarlo con el apodo o marcante con el que se lo conocía, "Ayala Vaí" (Ayala el feo). Los bolivianos, ignorantes del guaraní, en el afán de probar que había jefes mercenarios en el ejército paraguayo, tomaron como apellido lo que no era sino una alteración del apodo. Así, Ayala Vaí pasó a ser para ellos, conforme lo propalaban las radios del Altiplano, Ayala Váis, denominación esta que sí parecía extranjera.

         Sea dicho todo lo que antecede sin mengua del buen nombre del Coronel Ayala, glorioso defensor de Toledo.

 

 

         VENI, VIDI, VICI

 

         Como es sabido, el tribuno romano Julio César, que era tan grande escritor como guerrero, habiendo dispuesto el Senado que sometiera la provincia sublevada del Ponto, en el Asia Menor, dio cuenta de su fulgurante campaña con las escuetas palabras: "Veni, vidi, vici" (Vine, vi, vencí).

         Sin perder las proporciones, podría parangonarse con este famoso parte militar el del Coronel Franco al General Estigarribia sobre la toma de Carandayty, en los siguientes términos: "Esta mañana entramos en Carandayty. Esta tarde seguimos adelante". Y seguir adelante significaba nada menos que ir a cortar el importantísimo camino de Villa Monte a Santa Cruz de la Sierra. Por todo comentario, el General expresó: "Esto es lo que me hace tolerar ciertas cosas del Coronel Franco. Cualquier otro hubiera aprovechado la ocasión para exigir que se le envíe, para seguir adelante, más víveres y sobre todo camiones de carga, de los que nosotros mismos carecemos para los servicios del Cuartel General".

         Las "ciertas cosas" a las que el General Estigarribia hacía referencia eran, seguramente, las que sirvieron para darle al Coronel Franco fama de "enfant terrible", tanto por su actuación militar como política.

 

 

         PREPARATIVOS PARA UNA NUEVA OFENSIVA

 

         Los preparativos para la nueva ofensiva costaban al ejército paraguayo grandes sacrificios, porque, al tiempo que se acumulaban víveres y efectivos de tropa para el Primer Cuerpo, a cargo de dicha ofensiva, había que hacer frente a la del Coronel Toro, de hecho irresistible, de modo que se tenía que apresurar en todo lo posible nuestra propia ofensiva.

         No obstante los amagos de ataque a fondo contra las líneas bolivianas, reflejados en el movimiento de nuestras tropas al mando del Coronel Franco con la toma de Carandayty, el General no había abandonado en ningún momento su primitivo proyecto de salir al Pilcomayo, cortando en dos el dispositivo boliviano. Es claro que había que modificar los primitivos planes, de acuerdo con las necesidades del momento: por de pronto, era necesario suspender las operaciones en la zona de El Carmen, mientras no se aclarase su complicadísima situación, así como no se despejaran las vicisitudes causadas por el avance del Coronel Toro.

 

 

         INFORMACIÓN DEL DR. TELMO AQUINO

 

         En esos días se publicaba en Buenos Aires un diario en alemán, en el que un coronel retirado de esa nacionalidad comentaba que el Comando boliviano se equivocaba al creer que la ofensiva paraguaya se dirigía hacia el Norte, cuando notoriamente apuntaba al centro del dispositivo boliviano. Dicho artículo fue traducido por el doctor Telmo Aquino y enviado al Gral. Estigarribia. Este lo recibió y, en una conversación de sobremesa, dijo: "Dios quiera que el Comando boliviano no se entere de este artículo y obre en consecuencia".

 

 

         CAÑADA EL CARMEN

 

         Con la nueva ofensiva se conseguía, entre otros objetivos, ahorrar las grandes bajas que hubiera causado un ataque directo al campo fortificado de Ballivián, además de acorralar así a buena parte del ejército boliviano. Se aprovechó la observación hecha por nuestros aviones de la existencia de una laguna, en la retaguardia de la guarnición boliviana de El Carmen. El Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, Coronel Carlos A. Fernández, recibió la orden de hacer explorar la senda para llegar a dicha laguna.

         El Coronel Fernández organizó a este fin una patrulla reforzada, que puso al mando del Teniente Vidal, un joven de ciudad, que demostró, sin embargo, ser tan hábil como el que más para manejarse en el monte.

         Como la distancia a recorrer era larga, Vidal hizo regresar a la mitad de los integrantes de la patrulla para economizar agua y con los restantes se dirigió a la laguna, levantando un croquis del trayecto recorrido, por el cual se lanzaría luego el Primer Cuerpo de Ejército en busca de su objetivo.

 

 

         MANIOBRA DEL PRIMER CUERPO DE EJÉRCITO

 

         Ya en marcha este Cuerpo, cuando llegó a unos kilómetros de la citada laguna sobrevoló el lugar un avión boliviano en el que, según se supo después, iba el Coronel Walter Méndez, apodado el "Tigre Rubio", famoso conocedor del territorio chaqueño, quien sin embargo, felizmente, no percibió la columna que iba atravesando el monte.

         Al escuchar el avión enemigo, las tropas paraguayas, a una orden de sus oficiales, se habían quedado inmóviles para evitar ser vistas. Al alejarse el aparato, reanudaron la marcha y ya al borde de la selva escucharon de pronto voces de soldados bolivianos. Naturalmente, volvieron a detenerse, conteniendo la respiración, hasta que oyeron, a distancia de tres o cuatro metros de la cabeza de la patrulla, que uno de ellos decía: "No avancemos más y regresemos. Ya hemos caminado bastante. ¡De dónde va a haber paraguayos por acá!". Así, la columna paraguaya se salvó nuevamente de ser descubierta y, al clarear el día siguiente, irrumpió en las posiciones bolivianas, tomadas enteramente de sorpresa. Se cuenta que un oficial boliviano, a quien sorprendió el ataque mientras bebía una taza de chocolate, sentado a una rústica mesa, afirmó después: "Ahora compruebo la creencia de que, siempre que desayunamos chocolate, es seguro que saldrán los pilas a nuestra retaguardia". Se podía pensar que la Providencia privilegiaba a los paraguayos, con tantas circunstancias como las narradas, sucediéndose todas a su favor.

         A cada rato, el General tomaba el teléfono y preguntaba si ya se había cortado el referido camino. Al recibir en todos los casos respuestas negativas, preguntó al Comandante de las tropas atacantes, al otro lado del aparato, si quién era el oficial a cargo de tal acción. Cuando aquél se lo dijo, le gritó: "¡Procéselo!". A la tarde del mismo día estaba cortado el camino en cuestión.

         Después se supo que el Coronel Garay, quien había atacado por el Norte con su Octava División, contribuyó grandemente al éxito de esa misión. Pero el hecho prueba lo mismo la eficacia y el rigor con que habían desempeñado sus funciones los auditores fiscales y magistrados judiciales en el Chaco, pues bastaba la sola posibilidad de su intervención para que los eventuales afectados sintiesen un saludable temor.

         En las posiciones tomadas al enemigo se encontraron acumuladas enormes cantidades de alimento, así como instrumental quirúrgico que hubiera bastado para equipar los hospitales de todo el país. Quedaron también abandonados grandes fardos con uniformes militares, entre ellos algunos con capotes gruesos, como para guarecerse del intenso frío del Altiplano. Los soldados paraguayos, que nunca habían visto tales prendas, recogían desde los camiones en marcha una o dos con la punta del machete y luego, haciéndoseles insoportables por el peso y el calor de diciembre, volvían a arrojarlas a la vera del camino.

 

 

         HAZAÑA DE ROGELIO ETCHEVERRY Y CARMELO PERALTA

 

         También por esos días, el Teniente de reserva Rogelio Etcheverry, oriundo de Luque y jugador de Primera División del Club Olimpia para más señas, participó en una hazaña sin precedentes, acompañando al piloto Carmelo Peralta en un vuelo de reconocimiento en la región de Bahía Negra. Un aeroplano boliviano había decolado para perseguir al avión paraguayo, al que alcanzó prontamente porque era mucho más veloz, sometiéndolo a intenso fuego de ametralladora en repetidas pasadas efectuadas sobre el mismo. En una de estas pasadas, Rogelio Etcheverry, por su parte, dio de lleno con los disparos de su ametralladora en el avión boliviano, al que vieron caer en picada envuelto en humo y llamas. Esa noche, por las manifestaciones de duelo en Radio Illimani, se supo que el piloto abatido era el "as" de la aviación boliviana, Rafael Pavón.

 

 

         RETIRADA ANTE LA OFENSIVA DEL CORONEL TORO

 

         Otra de las razones por las cuales se suspendió el plan de operaciones del General Estigarribia, decisión ya comentada más atrás, fue la necesidad de hacer frente al Tercer Cuerpo de Caballería Boliviana que, al mando del Coronel Toro, se dirigía desde 27 de Noviembre, hoy Lagerenza, y desde Carandayty con dirección a Loma Vistosa o Mr. Long, para cortar la retirada de las fuerzas paraguayas hacia Camacho. Dichos contingentes paraguayos se batían en retirada, en efecto, sufriendo grandes peripecias.

         La gravedad de la amenaza de la ofensiva del Coronel Toro se refleja en el final de la arenga del General Estigarribia a la tropa de asistentes, ordenanzas y hasta personal de cocina de Comanchaco, a quienes se había enviado para reforzar las líneas del frente: "La única justificación para no detener al enemigo, es la muerte". Mi hermano, el Capitán Américo Villagra, fue objeto en esa ocasión de un sumario por supuesto derrotismo, en razón de haber dicho que su tropa era abandonada en los suministros de víveres y agua. Pero el sumario no prosperó ni siquiera en sus inicios, pues el Juez, al examinar la foja de servicios del Capitán Villagra, vio que había sido citado nada menos que once veces en el Orden del Día, durante el curso de la guerra, por heroísmo en otros tantos asaltos a posiciones bolivianas.

         Hubo incluso oficiales en el Estado Mayor que estaban dispuestos a auto eliminarse en el caso de que el enemigo llegase a ocupar Camacho, hoy Mariscal Estigarribia.

         Mientras tanto, la Sexta División había caído en un cerco en Algodonal, donde perdió medios de transporte y piezas de artillería. Cuando pudo zafarse, volvió a ser encerrada en un nuevo cerco.

 

 

         UN NUEVO PELIGRO ASOMA EN EL NORTE

 

         Empezó a moverse el enemigo en el sector norte de Pitiantuta, el cual, extrañamente, permaneció no obstante sin actividad, a pesar de que la aludida maniobra era sumamente peligrosa para ese flanco del ejército paraguayo en operaciones. En uno de los pocos vuelos de nuestro único avión en condiciones por entonces, se observó que, partiendo de Ingavi hacia Pitiantuta, había un camino camionable en construcción. El General ordenó que, con la mayor frecuencia posible, se sobrevolase el lugar para verificar los cambios que se observaran en la construcción del camino, utilizando si fuese necesario las piezas de otros aviones para mantener en buen estado el único de que disponíamos. Así se hizo, viéndose en la carta de situación el trazo rojo del camino enemigo avanzar, lenta pero regularmente, hacia Pitiantuta, en dirección al kilómetro ciento ochenta de la prolongación de la línea de Casado, a la retaguardia de todas nuestras tropas. Con ese motivo, se deliberó si no convenía publicar por Radio Prensa el comunicado de que conocíamos la construcción del camino boliviano, privándole al enemigo, de este modo, de las ventajas consiguientes de la sorpresa. Se optó por la publicación, y así se ordenó al Director de Radio Prensa, el Dr. Julio César Chaves.

         Se dispuso también que un oficial conocedor de la región de Pitiantuta se dirigiese rápidamente al lugar, a lomo de mula, en espera del ensanche de la única senda existente. Cuando el Comandante Rolón me preguntó quién podría ser dicho oficial, le contesté sobre tabla que el Teniente Primero de Intendencia Wenceslao López, quien había participado en la retoma de Pitiantuta, según me lo había referido él mismo cuando pasé la noche en su casa en Campo Esperanza, a mi venida al Chaco. Así continuó la brillante carrera militar de este oficial.

 

 

         MEJOR COMANDANTE DE DIVISION. LIBERACION DE LA SEXTA DIVISIÓN

 

         Aquí se anuda mi narración con la del peluquero "Mayor", quien cuenta: "La gran Unidad se halló sin Comandante porque éste, el Teniente Coronel Paulino Antola, se hallaba justamente con permiso en Asunción. En su lugar, correspondía el mando de la División cercada al oficial más antiguo, que era a la sazón el Capitán Atilio J. Benítez; pero éste llamó al Mayor Dámaso Sosa Valdés, expresándole en presencia de los demás oficiales que él (Sosa Valdés), había sido siempre considerado el más capaz y que por esa razón le ofrecía el mando de la Unidad en la presente emergencia. Sosa Valdés llamó entonces a su segundo, el Capitán Esteban López Martínez, y le dictó allí mismo la orden para la ruptura del cerco en la madrugada del día siguiente. Recibida la orden, el Capitán López Martínez pidió permiso "para ir a preparar su tropa" y, llegada la hora, rompió el cerco". Se recordará que el Capitán Atilio J. Benítez fue designado mejor Comandante de Regimiento, a fin de dirigir el destacamento constituido para seguridad de las tropas en maniobra; ahora, el mismo Capitán Benítez resignaba su designación, fundada en el concepto de mejor Comandante de División, lo que redunda aún más en su propio mérito.

         Se liberó del cerco la Sexta División, pero siguió acosada por el enemigo que avanzaba paralelamente a su camino de retirada, por el Norte y por el Sur, esperando la ocasión oportuna de encerrarla nuevamente en otro cerco.

 

 

 

 

 

CAPÍTULO V

DE LA JUSTICIA MILITAR

 

 

         NOMBRAMIENTO DE JUEZ DEL TERCER CUERPO

 

         De vuelta a mi intervención personal en la guerra, contaré que el señor Presidente de la República, llegado a Comanchaco, una tarde me llamó aparte y me dijo: "Acaba de comunicarme el General Estigarribia que usted ha sido nombrado Juez de Sentencia del Tercer Cuerpo de Ejército. Ahí está el proceso al Mayor Arturo Bray, del cual, al llegar al Estado de Sentencia, se desentienden los abogados, pidiendo permiso para ausentarse a la Capital. Yo creo que como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas soy el padre de los jefes militares y debo cuidar el trato que se les dé. Así es que le solicito que despache el proceso de una vez, bien entendido de que el pedido es de despacharlo simplemente, y no de una sentencia en un sentido u otro".

 

        

         VIAJE AL PARAPITI

 

         Me hice cargo enseguida del proceso. Fue necesario comenzar anulando lo actuado, a petición del Fiscal Dr. Carlos A. Vasconcellos, no por otra razón sino por la de no aparecer como favoreciendo al Mayor Arturo Bray con la aceptación de lo ya actuado.

         En relación con mis tareas, tuve que hacer un viaje del Pilcomayo al Parapití. Hacía dos días que no nos alimentábamos sino con cocido negro y galleta. Al llegar a Santa Fe, sobre el Parapití, nos encontramos con un establecimiento ganadero boliviano, y esperando el atardecer en la orilla de una laguna, matamos de un tiro una vaquilla que venía a beber en la misma, con lo cual tuvimos carne fresca en abundancia. En Casa Alta, también sobre el Parapití, bebimos leche recién ordeñada, cosa inusitada en la vastedad del Chaco. En Casa Alta igualmente tomamos la declaración, entre otros, del Teniente Duarte Sosa, partidario de don Eduardo Schaerer en la Revolución de 1922, dándome cuenta entonces de la influencia política y el odio qué existían en el proceso incoado al Mayor Bray.

 

 

         LOS CHIRIGUANOS EN TERRITORIO PARAGUAYO

 

         El mismo viaje a Parapití nos dio ocasión de conocer a los guaraní chiriguanos o chiriguaná, ubicados desde hace siglos en ese territorio. Llegados a la orilla de la laguna Yrendagué, en una hermosa noche de luna, no nos dimos cuenta de que había toldos al otro lado de la ribera. Al amanecer, fuimos a conocer a sus habitantes y salió a recibirnos el cacique Ara, quien hablaba en perfecto guaraní, con la única diferencia de la acentuación grave de los vocablos en vez de la aguda, como ocurre en el guaraní paraguayo. Los niños y las mujeres salían a recibirnos, los primeros para tomar las galletas que les ofrecíamos, y las mujeres tratándonos como hermanos. Para relaciones más íntimas exigían como condición sine qua non el casamiento, según sus ritos tradicionales. Varios de nuestros compañeros se casaron siguiendo estos ritos y uno de ellos, queriendo deshacerse del matrimonio, quiso volver con nosotros, oponiéndose tenazmente a ello su esposa.

         Según las tradiciones de los Chiriguanos, hace muchísimo tiempo se produjo una discordia entre dos parcialidades de los Guaraní del Paraguay. Los derrotados cruzaron el río y la tierra de los Mbayá en el Chaco para venir a establecerse en Paraguaymí, sitio actual de los Guarayos o Chiriguanos. Todo el país situado al lado oriental de los Andes es de gran influencia paraguaya, como lo testimonia la toponimia guaraní de la región: Cordillera del Aguarague (Aguararagué, cola de zorro), Y'akã guasu (ramal grande de agua), Ysoso (Y so so, agua entrecortada), Y'akã ro'ysã (ramal de agua fría), que los bolivianos no sabían pronunciar y quedó en Ñancorainsa, Picuiba, (Pykuipe Ygua, lugar de tortolitas), Carandayty, Capirenda (Capi'irenda, pastizal).

         Finalizada la guerra, el General Estigarribia tuvo la intención de visitar a los Guarayos que quedaron dentro de los nuevos límites del Paraguay, a fin de interiorizarse de sus necesidades y proteger su hábitat y su cultura. Pero el proyecto se truncó con la Revolución del 17 de Febrero y los Chiriguanos quedaron tan desvalidos como antes.

         De retorno a mi Juzgado, con asiento en Puerto Magaché, sobre el Pilcomayo, dicté treinta y tres sentencias en el curso de treinta días, poniendo en libertad a todos los acusados de deserción, que no eran sino individuos que pasaban de una Unidad a otra para estar en compañía de un pariente o compueblano, u otros que tenían más de treinta meses de sacrificio en el frente y querían tornar a sus hogares aunque fuese por breves horas, para regresar de nuevo, vale decir que volvían otra vez a la línea de fuego, de donde hubiera tenido que sacarlos para ser fusilados, lo cual me parecía una enorme injusticia.

 

         EL PROCESO AL MAYOR ARTURO BRAY

 

         La sentencia absolutoria para el Mayor Bray causó una general decepción, fundada mayormente en pasiones políticas. Uno de los descontentos fue incluso el Coronel Nicolás Delgado, Comandante del Tercer Cuerpo y mi superior en tal concepto. Era un hombre recto, y según le había oído decir al General Estigarribia, uno de los oficiales que mejor conocían su oficio en el ejército paraguayo. La causa del proceso al Mayor Bray fue la desobediencia a una orden del Coronel Irrazábal, Comandante a la sazón del Tercer Cuerpo, en el sentido de atacar al enemigo acampado en el cañadón llamado "Mula Muerta". Conviene precisar que el Coronel Irrazábal había autorizado la suspensión de la maniobra, aunque la condicionaba a esperar hasta el amanecer, para comprobar si el enemigo se retiraba antes o no. El Mayor Bray se dio cuenta de que no podía alcanzar su objetivo en vista del alto porcentaje de sus bajas, pertenecientes en su mayor parte a la tropa del Teniente Duarte Sosa, justamente el testigo que declaró que era inminente la retirada del enemigo cuando le llegó la orden de retirada del propio Mayor Bray. Es importante tener en cuenta que la fuente de información del mencionado Teniente fue el testimonio de un prisionero boliviano aymara, que apenas podía darse a entender en español y que no merecía, por consiguiente, mayor crédito, sobre todo tratándose de una decisión tan importante, como es la de detener o proseguir un combate singularmente encarnizado.

         En cuanto a la hora de la retirada paraguaya, el Coronel Delgado, nombrado perito en el proceso, dictaminó que no era recomendable disponer tal maniobra en horas de la noche, a lo que se contraponía el hecho de que todas las retiradas del Ejército paraguayo, como las del boliviano, habían sido ejecutadas con éxito durante la oscuridad nocturna. La opinión que me formé como Juez, en este caso, fue de qué se trataba más bien de la falta de éxito de una operación determinada, librada antes al veredicto de la historia militar que al juzgamiento de un tribunal. El ejército paraguayo se había acostumbrado tanto a la victoria, que se consideraba delito lo que no era sino ausencia de un triunfo rotundo.

         El Mayor Bray se dio cuenta de la discriminación política de que era objeto, al ver que su actuación era observada por el Mayor Rafael Franco, el Teniente Coronel Ramón I. Paredes y otros jefes rivales, que habían concurrido al lugar para criticarlo y censurarlo. En cuanto al Coronel Irrazábal, pidió que se instruyera el mentado sumario por desobediencia directa a su orden superior, al haber dispuesto el Mayor Bray la retirada sin autorización de aquél.

 

 

 

 

CAPÍTULO VI

DE LA POSGUERRA

 

 

         OFRECIMIENTO DEL PRESIDENTE AYALA

 

         Terminada la guerra, me llamó a su despacho el Presidente Eusebio Ayala y me preguntó qué tenía proyectado hacer entonces, que estaba libre. Yo, que no había pensado en ello, pero tenía ya experiencia de lo difíciles que son los comienzos en la profesión de abogado, le dije que quizás me dedicara al comercio, a lo que él replicó: "No vaya a cometer ese error; el comercio en nuestro país es muy rutinario y Vd. no va a aprender nada de él. Yo le ofrezco en cambio el cargo de Director de una nueva institución, el Departamento de Tierras y Colonias, en donde Vd. podrá poner en ejecución sus ideas sobre la reforma agraria". Se refería a la crítica que yo le había hecho en el Diario acerca de su exposición sobre la materia, cuando hizo conocer su plataforma electoral para la Presidencia de la República.

         Aquí se reveló en el Dr. Ayala un rasgo inesperado, ya que la opinión común lo tenía como amigo de los poderosos. Al expresarle que aceptaba el cargo, me dijo: "Vd., como funcionario público, tendría que ser imparcial en las cuestiones entre pobladores y propietarios de tierra, pero estos últimos tienen dinero para pagar a los mejores abogados: para compensar esas ventajas, Vd. debe favorecer a los campesinos". Precisamente, la actual "opción por los pobres" de la Iglesia Católica, en su aplicación práctica al conflicto entre agricultores sin tierra y latifundistas con tierras ociosas.

 

 

         DIVERSAS SITUACIONES CRÍTICAS

 

         Me encontré con varios problemas que debían resolverse con urgencia. El primero de ellos afectaba a la existencia misma de dos pueblos, Sapucai y Caballero, que se poblaron libremente en ausencia de su propietario, señor Juan Patri, residente en París, donde se gastó toda la fortuna que había amasado en el Paraguay. El señor Patri consiguió que el Jefe de Policía de la Capital comisionara a soldados armados para conminar a los pobladores a abandonar sus casas. Enterado el Presidente de lo que ocurría, destituyó al Jefe de Policía y me encargó personalmente el arreglo de la embarazosa situación. El señor Patri me ofreció una importante coima, y yo le repuse que debía darse por muy agradecido si no lo denunciaba criminalmente. En cambio, convencí a los pobladores que aceptaran comprar sus respectivos lotes a precios y en condiciones favorables, que trataría de lograr con el propietario. Les demostré que esta solución les convenía mucho más que demandar la prescripción treintenaria a que tenían derecho, pero que les costaría mucho dinero, dinero éste que sería mejor aplicarlo al pago del precio y quedar así tranquilos.

         Otra cuestión surgida en esos días fue la de unos agricultores de Villa Elisa, quienes ocupaban tierras de un propietario que estaba dispuesto a venderlas. Carentes, sin embargo, de dinero en efectivo para pagar el precio pedido por el propietario, los agricultores corrían el riesgo de ser desalojados. Recurrí al Banco Agrícola para que les concediera un crédito en condiciones tales que pudieran retornarlo; unos días después de obtenido el préstamo, vinieron a comunicarme que habían arreglado la compra de sus respectivos lotes, trayéndome un obsequio, consistente en un canasto de naranjas, que ahora, distante en el tiempo, no sé si fue real o sólo un deseo mío, ya que "el deseo es el padre del pensamiento" pero, en cualquier caso, un regalo muy diferente del ofrecido por el señor Patri.

         Otro conflicto se produjo en esa misma época entre pobladores de unas tierras fiscales aledañas al pueblo de Caacupé. Conflicto atípico, ya que no envolvía a sus propietarios y pobladores, sino a éstos entre sí. El problema radicaba en que peleaban por ocupar un mismo sitio, sin violar cada cual las famosas "derecheras", consistentes en la prolongación de los terrenos ocupados por sus respectivas casas, a ojo de buen cubero, ya que no tenían cómo medirlas con instrumentos exactos. Como había que estar muy bien enterado de estas cuestiones para resolverlas con ecuanimidad, nombré una comisión de vecinos expectables para solucionarlas, lo cual, creo, tuvo éxito, pues no hubo más denuncias de atropellos o violaciones de "derecheras".

         Litigio de cierta envergadura fue el suscitado por la posible venta de unas tierras de 8.500 hectáreas, pertenecientes al señor Miguel Pangrazio, a unos inversores alemanes que deseaban comprarlas para ampliar la Colonia Independencia o crear otra nueva, con desocupación en ambos casos de agricultores sin tierra que no tenían adónde ir. Me propuse intentar la solución empleando las enseñanzas ya recogidas: la adquisición de las tierras en compra al más bajo precio posible y el consiguiente loteamiento y venta a los ocupantes al precio de costo, con un pequeño margen adicional para la formación de un fondo común destinado a operaciones futuras, como lo haría cualquier empresa de colonización. El secreto del éxito estaría en la organización y eficacia de las gestiones de cobro del precio de los lotes, cuyo mal manejo fue precisamente la causa del fracaso del posterior Instituto de Bienestar Rural.

         A estos fines, aproveché la invitación que me hicieron el Presidente Ayala y el General Estigarribia para acompañarles en una visita a Caazapá, donde residía el mencionado señor Pangrazio. El 9 de febrero, fecha que recuerdo muy bien, pues fue una semana antes del golpe de Estado del 17 de ese mes, viajé a dicha ciudad y de inmediato comencé las gestiones para tratar de obtener del propietario el más bajo precio, con tan buena suerte que logré que el mismo aceptara la valuación fiscal, que era bajísima. Cuando le informé al Presidente del éxito de la gestión, me preguntó si no estábamos orillando las lindes de la confiscación con nuestras presiones; le contesté que no, y que simplemente el señor Pangrazio era un hombre generoso y de evidente buena voluntad para resolver el conflicto. Desgraciadamente, no supe cómo prosiguieron dichas gestiones, ya que al fin de la semana se produjo el golpe de Estado y me separé del cargo.

 

 

         REVOLUCIÓN DEL 17 DE FEBRERO DE 1936

 

         Tenía programado viajar con el General Estigarribia hasta los confines del Chaco, a fin de designar un territorio para asiento de los Guarayos, así como asegurarles las condiciones de una vida cultural autónoma, pero tuve que formar parte de una comisión constituida, además, por el Gerente del Banco Agrícola, señor Abdón Frutos, y por el entonces Mayor Alfredo Ramos, del Estado Mayor General del Ejército, con el objeto de ir a Pilar y exponer a los habitantes de la región del Ñeembucú, poco menos que olvidada, las condiciones para obtener créditos y tierras y expresarles la garantía de paz existente mediante las Fuerzas Armada de la Nación.

         A nuestro regreso, en la noche del 16 de febrero, a bordo de una lancha de veloz carrera, llegamos a las siete de la mañana del día 17 a Puerto Sajonia, donde nos llamó la atención la aglomeración de gente en la orilla del río, causada por la lucha que se libraba en esos instantes en las calles de la Capital, pero que no podíamos percibir por el ruidoso motor de aviación de nuestra embarcación. Al llegar frente a la bahía, donde se hallaba fondeada la cañonera Humaitá, los oficiales a bordo de ésta llamaron al Mayor Alfredo Ramos para comunicarle lo que pasaba en la ciudad. Sin poder llegar a nuestras casas, aceptamos la invitación del Mayor Ramos de quedarnos en el Departamento de Marina, donde a media mañana se refugió también el Presidente de la República. Momentos después, cuando la zona fue blanco de bombas de mortero, pasamos Abdón y yo a otra repartición de la Marina. Al día siguiente, cesado el combate, nos trasladamos a nuestras respectivas casas. De allí vino a llevarme la Policía, en prosecución de una serie de apresamientos, consecuencia evidente del cambio de situación política.

         Al mismo tiempo, era apresado en el Chaco el General Estigarribia, terminando así para cada uno de nosotros el largo y agitado período del conflicto con Bolivia.

 

 

         MANTENIMIENTO DE LA POLÍTICA AGRARIA POR EL GOBIERNO

 

         En compañía de dos periodistas, los señores Oscar Pinho Ynsfrán y Marco Antonio Laconich, quienes podían contribuir a formar opinión pública favorable sobre determinados asuntos, habíamos iniciado hacía ya tiempo en El Diario una campaña, explicando el problema agrario y los medios de solución en favor de los agricultores sin tierra. Dicha prédica tuvo tal incidencia que en el Senado de la República se la llegó a calificar de "comunizante" y "merecedora de represión". En tal virtud, temía yo que la revolución concluyera con los referidos planes, concretamente con los proyectos de ley sobre colonización oficial y privada presentados al Congreso por el Poder Ejecutivo, de acuerdo con la política agraria del Departamento a mi cargo.

         Felizmente no fue así: designado para sucederme en el cargo de Director de Tierras y Colonias el Dr. Carlos A. Vasconsellos, hasta entonces Secretario del Ministerio de Economía y compenetrado de dichos planes, no sólo los sostuvo sino que impulsó la sanción de los mencionados instrumentos legales. Ello culminó en el gobierno siguiente con los nombramientos del Dr. Carlos A. Pastore y del Dr. Pablo Max Ynsfrán en sus respectivos cargos de Director de Tierras y Colonias y Ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, período durante el cual se afirmó el precepto constitucional definitivo: "Todo hogar paraguayo será asentado en tierra propia", que se mantiene indemne a través de los cambios políticos y sociales sobrevenidos.

 

 

         PERSONALIDAD DEL GENERAL ESTIGARRIBIA

 

         Un rasgo principal acusaba la personalidad del General Estigarribia: su inclinación a asumir la responsabilidad cuando se convencía de que debía hacerlo. Y lo mismo exigía de sus subalternos, tanto de los que estimaba como de quienes le eran extraños. En una ocasión, durante la Guerra del Chaco; el Coronel Delgado le informó por teléfono que el Comandante Ramón I. Paredes se había negado a dar cumplimiento a una orden, exigiendo, para acatarla, de acuerdo con las ordenanzas militares, que se la comunicase por escrito; el General, airado, exclamó: "¡Procéselo! ¡Y este es uno de los discípulos del General Schenone!". Estaba haciendo una cuestión de cumplimiento de responsabilidades por encima de los méritos indiscutibles del General Schenone en la formación de oficiales, lo cual se sabe que fue uno de los más valiosos aportes para la Guerra del Chaco.

 

 

         REGRESO DEL EXILIO DEL GENERAL ESTIGARRIBIA

 

         Bien pronto, bajo la presidencia provisional del Dr. Félix Paiva, se extendió el movimiento popular de reivindicación del General Estigarribia, exiliado en Montevideo por el régimen de Febrero. Allá, el Gobierno uruguayo le había conferido una cátedra en el Colegio Superior de Guerra, que se constituyó en su principal fuente de ingresos. A su regreso a Asunción, se organizó para recibirlo una gran manifestación, que lo llevó en andas desde el Puerto de la Capital hasta la casa donde se hospedó, frente a la Plaza Uruguaya.

         En la víspera de su ascensión al cargo de Presidente de la República, fui a visitarlo a la casa en que entonces residía, que le había prestado su amigo don Carlos Sosa. En dicha oportunidad, me preguntó qué se decía en la calle acerca del próximo cambio de gobierno, a lo que contesté que había una opinión generalizada en favor de un gabinete nacional, que incluyera a personalidades que merecían integrarlo, sin discriminación de partidos. Esto lo repetí unos días después en un corrillo de abogados en los tribunales, grupo en el cual se hallaban presentes el Dr. Manuel Frutos, a la sazón Presidente del Partido Colorado, así como el Dr. Domingo Montanaro, otro connotado dirigente de ese partido. Los dos nombrados fueron a felicitarme cuando fui nombrado Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, cordialidad que probablemente no se manifestaba desde hacía un buen tiempo.

 

 

         NUBARRONES BAJO EL NUEVO RÉGIMEN

 

         El nuevo régimen, bajo la Presidencia del General Estigarribia, iniciado en condiciones de bastante tranquilidad, pronto fue amenazado por negros nubarrones: una huelga estudiantil, que habiendo afectado al Colegio Nacional se extendió luego a la Universidad; una campaña periodística tan acerba como no se conocía desde hacía años, y conspiraciones desembozadas, que el Gobierno se encontró obligado a reprimir. Apenas habían corrido doce meses y el Presidente se vio forzado a recurrir a un cambio total de los ministerios y a declarar un Estado de Emergencia, más radical que el del Estado de Sitio. Dicha medida consistió en atribuir al Presidente de la República la totalidad del Poder Público hasta la sanción de una nueva Constitución, para la que se convocaría a un referéndum popular.

         Se podría pensar que, ante tan graves circunstancias, el Presidente Estigarribia recurría a disposiciones también extraordinarias, incluso a la convocatoria de una Convención Constituyente para cambiar, a modo de terapia de choque, el terreno de las disputas políticas a otro plano menos proclive a cruentos conflictos. Sólo Dios sabría el resultado de tales acciones.

 

 

         EXCESO DE RESPONSABILIDAD

 

         La inclinación del General Estigarribia a cargar responsabilidades le llevó a asumir una que no era, en rigor, necesaria: se trataba de llenar el vacío dejado por la derogación de la Constitución del 70, de hecho consumada por las Fuerzas Armadas, reunidas en Asamblea al día siguiente del 17 de febrero, a petición del Coronel Franco, responsabilidad a no dudar la más grave, con la que no hacía falta que cargase el General Estigarribia, quien debía más bien restaurar el orden político social, como ya se lo había recomendado Franklin D. Roosevelt.

 

 

         EN QUÉ CONSISTIA LA SUGERENCIA DEL PRESIDENTE ROOSEVELT

 

         En efecto, yo estaba en el despacho del General cuando recibió un mensaje de Roosevelt en que éste le pedía, no recuerdo si por teléfono o cable cifrado, que restaurara el orden constitucional, añadiendo que él le ayudaría a reparar las pérdidas sufridas por el Paraguay durante la guerra del Chaco. No sé si en esa ocasión le habló también de la eventualidad de su nombramiento en el sentido de dirigir la defensa del territorio meridional de Sudamérica ante una eventual invasión de las fuerzas hitlerianas. En esos días, el Führer acababa de dominar Europa Occidental, excepto Inglaterra, y esta situación repercutía en todo el mundo, especialmente en América del Sur. Los submarinos y barcos de guerra alemanes merodeaban a lo largo del litoral sur del Brasil, habiéndose librado ya una batalla naval entre el acorazado de bolsillo "Graff Spee" y tres pequeños barcos de guerra ingleses. En nuestro país, corresponsales de casas exportadoras de Alemania ofrecían mercaderías con arribo al Paraguay en el plazo de pocos meses, y los grupos nacifascistas que existían en todos los países de la región se veían fortalecidos por dichas perspectivas, de suerte que no era improbable que se produjera dicha posible invasión, del Estado de San Pablo por ejemplo. Y era también razonable imaginar que para tal eventualidad se pensara en el General Estigarribia, que tan brillante desempeño militar había tenido en la Guerra del Chaco.

         Pero, como dije anteriormente, nada puedo asegurar sobre lo anterior. Desde luego, lo que aquí interesa es nada más que la solicitud de Roosevelt para que se restableciera el régimen constitucional, ayudando al propio tiempo a satisfacer las urgentes necesidades del Paraguay: ello bastó para que el General Estigarribia se lanzara a asumir la responsabilidad de dar cumplimiento a tal empresa. Así se explica el apresuramiento de última hora para dictar la nueva Constitución, al igual que ciertas disposiciones del contenido de la misma.

 

 

         GIRO INESPERADO DE LOS ACONTECIMIENTOS

 

         En la mañana del 18 de febrero de 1940 me demoré en los Tribunales hasta más de mediodía, juntamente con mi colega el Dr. Roberto Ruiz Díaz. Se nos había dicho que, esa mañana, el Tribunal de Apelación en lo Civil dictaría sentencia en el juicio sucesorio de la Viuda de Cattáneo, en el cual habíamos obtenido que se aceptara nuestra tesis en Primera Instancia. Del subsiguiente fallo dependía que nuestros clientes ganaran o perdieran su parte en una cuantiosa fortuna. Llegó a nuestro conocimiento que uno de los camaristas estaba por la confirmación de la sentencia, pero de los otros dos nada pudimos saber, ni siquiera un atisbo, del sentido que tendrían sus votos. Es de imaginar la impaciencia con que esperábamos el resultado y la alegría al saber, hacia la una de la siesta, que se confirmaba la sentencia de Primera Instancia. Corrí, o poco menos, para llegar a casa, donde mi señora me hizo saber que el General Estigarribia me citaba a su despacho a la mayor brevedad. Allá fui sin tardanza, y el General me dijo que esperaba aceptase la invitación que me hacía de ocupar el cargo de Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Le dije que lo pensaría, y que esa misma tarde le comunicaría mi decisión. Me retiré con una pesadumbre que ocupó el lugar de la alegría que sentí por la mañana, pues con estas responsabilidades tendría graves preocupaciones, empezando por la huelga estudiantil, que se agravaba día a día.

 

 

         PANORAMA POLÍTICO DE LA ÉPOCA

 

         Apenas llegué a casa me puse a consultar a unos cuantos amigos íntimos sobre la aceptación del cargo que se me ofrecía tan imprevistamente. Se trataba de un grupo que andaba reuniéndose casi a diario en la casa de uno de sus miembros, el Dr. Carlos Gatti, líder tácito, no declarado, de esta cordial nucleación, por sola presencia y efecto de su inteligencia y demás sobresalientes cualidades, tanto que se hablaba de él como de un posible futuro Presidente de la República. Su indudable prestigio nació en la Facultad de Medicina, donde había conducido el movimiento de "clinización" del antiguo Hospital Nacional. Debo decir que la opinión general de estos compañeros fue la de que aceptase las responsabilidades de Secretario de Estado.

         El grupo estaba formado, a más del Dr. Gatti, por el Dr. Carlos A. Pastore, Francisco Sosa Jovellanos, Abdón Frutos, Filemón Uliambre Zayas, Pastor Urbieta Rojas, los hermanos Demetrio, José Antonio, Alvaro y Ramón Ayala, hijos de don José del Rosario Ayala, hermano este de José de la Cruz (Alón), Antonio Castagnino, Rubén Benítez, quien suscribe estas líneas y algunos más con relaciones menos estrechas.

         Un segundo grupo afín, también informal, pero más identificable por sus vinculaciones con el directorio del Partido Liberal, estaba integrado por Efraím Cardozo, Alejandro Marín Iglesias, Alfonso Oddone, Guillermo Peroni y otros.

         Fuera de estos grupos, pero en conexión con ellos, se encontraba gente de mayor edad, como los Dres. Justo Pastor Benítez, Justo P. Prieto, Luis De Gásperi, Pablo Max Ynsfrán, destacados por su talento y modernidad, quienes servían de nexo entre los jóvenes y la vieja guardia del Partido Liberal.

         Entre otros grupos, no precisamente de oposición sino en todo caso independientes, se contaban el del periódico El Tiempo compuesto de sus directores Adriano Irala, Juan Stefanich, Emilio Gardel, además de algunos periodistas e intelectuales que les acompañaban, y el del diario Patria, donde se destacaban como jefes del Partido Colorado Manuel Frutos, Domingo Montanaro, Natalicio González y demás; se debe contar, asimismo, a los oficiales excombatientes de la Guerra del Chaco, quienes se nucleaban alrededor del Coronel Rafael Franco y, por último, algunos grupos adicionales menos discernibles.

 

 

         BAJO LA FÉRULA DE HIGINIO MORÍNIGO

 

         En el momento mismo en que el cadáver del General Estigarribia era velado en la Capilla Ardiente, manifesté en una reunión con mis colegas en el Palacio de Gobierno que consideraba concluida mi vida pública, y que no volvería a desempeñar actividad política partidaria alguna, lo que he cumplido hasta ahora. Igual manifestación hizo Pablo Max Ynsfrán y también mantuvo la promesa hasta el día de su muerte, habiéndose desempeñado durante todos los años siguientes como catedrático en la Universidad de Austin, Texas, en los Estados Unidos.

         Por otra parte, los ministros que no comulgábamos con la persona ni con la previsible actuación de Morínigo, nos reunimos igualmente para acordar nuestra salida de los ministerios, resolviendo aplazar nuestras respectivas renuncias por todo el tiempo que duraran las honras fúnebres del extinto Presidente. Al término de éstas, nos juntamos nuevamente, ahora en la Secretaría de la Presidencia, momento en el cual llegó Morínigo, dando muestras de gran sorpresa al encontramos. Ocurría que él, consciente de que había jefes militares de mucho más mérito que el suyo para ocupar la Primera Magistratura, entre ellos el Coronel Eduardo Torreani Viera, Ministro del Interior, o el Coronel Nicolás Delgado, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, era en extremo suspicaz y temeroso de conspiraciones. Los temores de Morínigo aumentaban a medida que se difundía el conocimiento de la manera arbitraria en que había sido designado. Este procedimiento, ideado por uno de sus partidarios, el Teniente Coronel Ramón I. Paredes, consistió en librar la designación aparentemente al azar: se escribió el nombre de Morínigo en una de las caras de una caja de fósforos, y el de Torreani Viera al reverso, lanzándola al aire el propio Coronel Paredes. El mismo la recogió inmediatamente del suelo, en la penumbra de una habitación mal iluminada, anunciándole triunfalmente a Morínigo: "¡Regana nde!" (¡Ganaste!).

         La ceremonia de elección, si tal puede llamársela, se realizó de madrugada, a dos o tres días de la muerte de Estigarribia, en una dependencia de la División de Caballería de Campo Grande, en presencia de algunos de los más altos jefes de las Fuerzas Armadas. Por lo que se ve, no hubo posibilidad alguna de que los presentes verificaran el resultado del procedimiento. Desde luego, yo no presencié la escena, pero ella llegó a ser vox populi y objeto de sarcásticas referencias a la comedia de la designación. Al poco tiempo, fui exiliado a Clorinda y Justo Pastor Benítez, Pablo Max Ynsfrán y Alejandro Marín Iglesias fueron encerrados en el campo de concentración de la isla de Peña Hermosa.

         Escrito lo que antecede, me informan acerca de una versión emitida por Canal 13 TV, bajo la dirección del periodista televisivo Bruno Masi, acerca de los acontecimientos inmediatamente posteriores a la muerte del General Estigarribia. Esta versión es enteramente falsa e inverosímil de pies a cabeza. Se refiere, en efecto, a la aludida reunión de los ministros liberales en la Secretaría de la Presidencia, considerándola conspiratoria. En el programa mencionado se agrega que los Secretarios de Estado renunciantes rogamos a Morínigo que nos mantuviera en los cargos, lo que es notoriamente increíble: ¿Cómo puede pensarse que para conspirar contra el Presidente nos hubiésemos reunido en su propia secretaría, como si no hubiera existido otro sitio más apropiado para ello? En lo que respecta a Pablo Max Ynsfrán y a mí, es difícil concebir el hecho de haber declarado solemnemente nuestro retiro de los cargos que ocupábamos y, al día siguiente, conspirar para seguir ejerciéndolos.

         Lo lamentable para mí no es que hubiese existido una conspiración para derrocar a Morínigo sino, por el contrario, que no hubiera habido tal conjura, y más aún que, de existir ella, no lograse su propósito, pues así hubiéramos evitado la cruenta guerra civil de 1947, provocada por los desmanes del tirano.

 

 

 

 

TRATADO DE PAZ DEL CHACO

 

 

         CUESTIONES QUE INVESTIGAR

 

         La terminación lógica de la historia de una determinada guerra es el estudio del respectivo tratado de paz. Pero en el caso de unas Memorias que no registran sino hechos vistos u oídos por el autor, conviene abordar un cuestionario especial acerca de la apreciación de circunstancias y estimaciones de valor que conduzcan a conclusiones correctas. A este efecto, parece más adecuado proporcionar el cuestionario con las diversas tesis que han servido de fundamento al tratado, pero nada más que en carácter de supuestos, que pueden ser aceptados o rechazados por el lector.

         Primera cuestión: ¿Era posible que el beligerante victorioso impusiera unilateralmente a su adversario, por la fuerza, los términos de un Tratado que el derrotado no quisiese aceptar? Esta era la problemática principal, desde un comienzo, en la guerra con Bolivia. Evidentemente, el Paraguay no podía escalar la cordillera andina para ponerle el arma sobre el pecho a Bolivia y hacerle firmar el Tratado, como ésta tampoco podía cruzar toda la llanura chaqueña para llegar al río y hacer lo propio con el Paraguay, como se demostró en los tres años de cruenta contienda. Y si esto era así, ¿qué otra solución quedaba sino soportar por tiempo indefinido e ilimitado el estado de guerra entre los dos países?

         Segunda cuestión: ¿A quién habría favorecido tal estado de guerra por tiempo indefinido, o cuál de los dos países habría soportado mejor el desgaste, tanto desde el punto de vista poblacional como desde el del material bélico? Para juzgar este asunto se debe tener presente que, a mediados de 1935, Bolivia reorganizaba por completo su ejército del Chaco, por cuarta vez desde el comienzo de la guerra, en tanto que el Paraguay continuaba con sus primitivas tropas, ya exhaustas, en el límite de sus fuerzas y sin recursos para adquirir ni siquiera un avión y renovar, aunque fuese parcialmente, sus aviones de guerra, que seguían siendo los mismos adquiridos por Eligio Ayala diez años antes. El Mensaje del Presidente Eusebio Ayala del 1° de abril de 1935 al Congreso contiene datos elocuentes sobre la superioridad bélica de Bolivia. Esta supremacía había existido siempre, pero en la época en que se discutían los términos del Tratado de Paz llegó al borde de la crisis. Dice el Mensaje: "La superioridad del enemigo en todo el curso de la lucha, en efectivo y particularmente en material, ha sido y es inmensa. Nuestro Estado Mayor calcula, grosso modo, que el ejército boliviano lanza proyectiles de fusil y ametralladora en la proporción de diez por un proyectil nuestro; en granadas de artillería y morteros, en la proporción de cien a uno; en bombas de avión, de cincuenta a uno. A la economía en el empleo de material hay que agregar las capturas importantes realizadas. Nuestras tropas actualmente están armadas en la proporción del 75% con fusiles, armas automáticas (ametralladoras pesadas, livianas y pistolas) y morteros capturados a los bolivianos". Aun siendo indispensable adquirir reservas de material bélico para neutralizar el embargo de armas decretado por la Liga de las Naciones, era imposible hacerlo por hallarse agotadas nuestras fuentes financieras, cuyos únicos ingresos extraordinarios consistían en la expropiación del cincuenta por ciento de las divisas de exportación. Otro dato cierto para esclarecer esta cuestión sobre el material necesario es el siguiente: se necesitaban ciento veinte camiones, una cantidad mucho mayor de la que nosotros disponíamos, para transportar una división, además de dos días de camino para llegar desde Mariscal Estigarribia al frente de operaciones en el Oeste. El camino, por otra parte, se encontraba en tan pésimas condiciones que un camión no podía efectuar sino unos pocos viajes.

         Dos hechos significativos acerca del carácter infructuoso que iba adquiriendo la ofensiva paraguaya son los expresados a continuación: la retirada del Coronel Eugenio Garay de Charagua, el punto más avanzado al cual habían llegado las tropas paraguayas. Cuando este jefe se dio cuenta de que podía ser asediado y aniquilado en una de las profundas quebradas en las que era baqueano el enemigo, bajó rápidamente, sin esperar siquiera autorización de su Comando Superior, desde las alturas de la Cordillera del Aguarague. El otro hecho consiste en la fracasada embestida frontal del ejército paraguayo contra el fortín boliviano Villa Montes, que había tenido tiempo de fortalecer sus defensas; de ello tengo conocimiento porque participó en la acción mi hermano el Capitán Américo Villagra, cuyo batallón del RI 4 Curupayty encabezó el ataque, habiendo sido diezmado desde un primer momento. El Capitán Villagra y el resto de su tropa tuvieron que permanecer cuerpo a tierra, sin poder moverse, durante tres días con sus noches, bajo el intenso fuego enemigo.

         Tercera cuestión: Decaimiento del espíritu militar: el espíritu militar, que no es en lenguaje castrense sino la voluntad de lucha, había descendido ostensiblemente ante la sola posibilidad de reanudación de la guerra.

         Por primera vez en todo el curso de la contienda aparecieron los "piravevés" (peces voladores), desertores que saltaban de los camiones que los conducían al interior del Chaco, sin contar con quienes pasaban a la Argentina a través del Pilcomayo, conducta que se multiplicaba peligrosamente a medida que se prolongaba la lucha.

         Otra forma más discreta, e incluso ilícita, pero reveladora igualmente del decaimiento del espíritu militar, fue la contestación dada a una breve encuesta del General Estigarribia entre los altos jefes del ejército después del cese del fuego, el 12 de junio de 1935. No sobrevive ninguno de los jefes encuestados, pero el Dr. Fernando Levi Ruffinelli me suministró la versión de uno de ellos, su hermano el Capitán Alejandro Levi Ruffnelli, que coincide con la que yo ya había obtenido de otras fuentes dignas de crédito. Según esta versión, los jefes manifestaron que los combatientes, especialmente los oficiales, responderían a un nuevo llamado a las armas por deber patriótico, pero sin el entusiasmo anterior, puesto que la guerra se daba por terminada.

         Cuarta cuestión: Reivindicaciones: A pesar de la insistencia del Paraguay de que el conflicto que separaba a los dos países era uno de delimitación y no territorial, había dos determinaciones trascendentales, con las cuales el Paraguay no transigía: la región que había sido adjudicada al Paraguay en el Laudo Hayes, así como el litoral del río Paraguay en su frontera con el Brasil, que hacían parte de la doctrina Gondra sobre la materia. En consecuencia, las dos zonas fueron respetadas en el Tratado como pertenecientes al Paraguay. En lo único en que la sentencia no se ajustaba a los hechos, era en lo relativo a la consigna de Manuel Domínguez: "Ni más acá ni más allá del Parapití. Pero esta reclamación no había sido nunca formulada en las negociaciones entre los dos países, y tampoco hubiera tenido importancia, como no fuese la de fijar un límite arcifinio para un sector de la frontera con Bolivia.

         Las transacciones sobre adjudicación de territorios, si las hubo, recaían sobre el extremo sudoeste del Chaco, la región menos valiosa del ámbito chaqueño, sobre la cual incluso se podía dudar si valía la pena sacrificar más hombres para conservarlas.

         El riesgo más temido por el Presidente Eusebio Ayala era el de que no se pudiese formalizar y garantizar el cumplimiento de un Tratado de Paz, inquietud que más de una vez le hizo aparecer como empecinado belicista, siendo efectivamente lo contrario. Toda su intervención en las operaciones de guerra lo confirma: la elección de las medidas más radicales en la batalla de Campo Vía; su insistencia en la toma de Ballivián y, finalmente, en la acción que provocó la aceptación de nuestras condiciones para el armisticio, cuya finalidad fue la de apresurar el término de la guerra.

         Para penetrar en la intimidad del pensamiento del Presidente Ayala es bueno leer el discurso que pronunció en Buenos Aires, en respuesta a la demostración de simpatía expresada por los compatriotas residentes en esa ciudad, donde acababa de ser exiliado, discurso que puede parangonarse, por la claridad de sus ideas y la elevación de sus sentimientos, a la oración de Gettisbourg de Abraham Lincoln.

         Una garantía hubieran sido los prisioneros en poder del Paraguay, a quienes, aunque fuese temporalmente, se les hubiera podido utilizar como medio de presión para hacer firmar la paz a Bolivia. Pero esta garantía desapareció con la devolución incondicional de los mismos durante el régimen del Coronel Franco, en fecha anterior a la presentación de la propuesta del Tratado de Paz.

         Mediante un atento examen de la conducción de la guerra del Chaco, se comprueba la aplicación por parte del General Estigarribia, con notable éxito, de principios militares inconcusos, como los siguientes: el mantenimiento de la iniciativa,

de la que fue dueño desde el comienzo de la guerra en Boquerón hasta la toma de Ingavi, al final; la utilización de la sorpresa que, en el tocante al material, se obtuvo con los morteros Stokes-Brandt, que Bolivia no utilizó sino meses después y, además, las maniobras por líneas interiores, de lo cual es un dramático ejemplo el rápido traslado de la Octava División de Cañada El Carmen al frente de Yrendagué; la aplicación de la consigna napoleónica de ser siempre el más fuerte en el lugar y el tiempo precisos, aunque en general lo sea más el enemigo. No había ninguna seguridad de que, con la reanudación de la guerra, se volviese a presentar la oportunidad de obtener las mismas ventajas, que dependían de circunstancias eventuales, y particularmente lo relativo a maniobras por líneas interiores, realizadas al amparo de defensas naturales, como lo fueron los extensos e intrincados montes. Estas ventajas hubieran tropezado con cambios radicales en el teatro de operaciones, con la apertura de caminos que cruzan el Chaco en todas direcciones.

         La defensa natural de los montes merece una observación especial; Bolivia respetaba esa defensa: ésta es la única explicación de por qué no atacaba Punta Riel, al extremo del ferrocarril de Puerto Casado. Cuando se dispuso a hacerlo, abriendo un camino desde Ingavi hacia el Sur, el Comando paraguayo ya había tenido tiempo de tomar las contramedidas pertinentes, fortaleciendo Pitiantuta, adonde se dirigía la nueva ruta boliviana. Ello confirma lo que decía Estigarribia, que para abrir un camino en la selva había que pensarlo muy bien, porque éste podía ser una nueva vía para la invasión de nuestro territorio.

         Quinta cuestión: Al Paraguay le convenía poner término a la guerra, en condiciones favorables se entiende, pero no podía manifestarlo con mucha evidencia, porque ello hubiera sido contraproducente. En este sentido, cabe indicar aquí que no son desdeñables las diferencias resultantes de la habilidad de los negociadores ante las casi insalvables dificultades que debían enfrentaren lo relativo a la mediación de los países neutrales: en efecto, a los conflictos fundamentales que separaban a los beligerantes, se sumaron las rivalidades y recelos entre los neutrales, particularmente entre la Argentina y el Brasil, que el Presidente Ayala tenía sumo cuidado en acallar o marginar. Así las cosas, ante la sorda resistencia del Brasil a una proposición argentina que convenía al Paraguay, el Presidente Ayala instruyó al Ministro Plenipotenciario paraguayo, don Rogelio Ibarra, para que organizara una manifestación popular en las calles de Río de Janeiro, frente a Itamaratí, reclamando la intervención del Brasil en favor de la mediación para la paz, e indicando hasta las leyendas que debían llevar las pancartas de la manifestación. ¿Habría sido probable que se repitiese una concurrencia tal de circunstancias favorables a los negociadores paraguayos, los más capaces intervinientes hasta entonces, incluyendo al Ministro de Relaciones Exteriores, el Dr. Gerónimo Zubizarreta y al propio Presidente Ayala? Probablemente no.

         Terminada la guerra, el Dr. Saavedra Lamas fue agraciado con el premio Nóbel de la Paz por sus gestiones en la mediación, cuando ese galardón le hubiera correspondido al Presidente paraguayo, quien fue el que se esforzó en allanar las dificultades, incluso la de inducir al Dr. Saavedra Lamas a llevar adelante dichas gestiones, por intermedio del Dr. Vicente Rivarola, Ministro Plenipotenciario en Buenos Aires.

         Sexta cuestión: Se ha acusado al Tratado de Paz del 21 de julio de 1938 poco menos que de un fraude, por el hecho de haber presentado como decisión arbitral el trazado de parte de la frontera, cuando en realidad se establecieron esos límites por consenso de los ex beligerantes, y por consiguiente la nueva frontera estaba predeterminada por arreglo directo. En Derecho Privado sería una simulación, en la que prevalecería el acto real encubierto, a consecuencia del principio de autonomía de las partes, que les permite recurrir al arreglo directo de sus diferencias aunque se hubiesen obligado a someterlas a arbitraje. No hay ninguna razón para que en Derecho Internacional no sea aplicable entre las Altas Partes Contratantes la misma regla que entre las partes contratantes en Derecho Privado. La soberanía es, en Derecho Internacional, lo que la autonomía de la voluntad en Derecho Privado. Todo el problema se reduciría a saber si las Altas Partes Contratantes han representado auténticamente la voluntad de sus respectivos Estados. El Tratado firmado el 21 de julio de 1938 fue sometido a plebiscito y aprobado por 135.385 votos a favor, habiendo obtenido sólo 13.204 en contra.

         La verdad es que eran abrumadoras las razones para temer la continuación de la guerra y, peor aún, que ésta se prolongase indefinidamente, por la falta de pronunciamiento de un Tratado de Paz.

         En conclusión, todo nos induce a pensar que esta vez tuvo vigencia la declaración de Alberdi de que "la victoria no da derechos", aquella vez en favor del Paraguay, para protegerlo de las ambiciones territoriales de la Argentina y del Brasil al término de la guerra de la Triple Alianza, en tanto que, paradójicamente en el caso en cuestión, tuvo aplicación para impedir que el Paraguay obtuviese frutos completos de su victoria en la defensa del Chaco.

         Y esta situación se dio no por razones de justicia, ni tampoco en virtud de la solemne previsión de los Estados Americanos, de que "no se reconocerán conquistas territoriales ganadas por la fuerza de las armas", sino por imperio de la geografía, que hubiera mantenido a Bolivia indemne de las consecuencias de la reanudación de la guerra o de la iniciación de una nueva, como quedó demostrado por su capacidad de recuperación después de cada derrota en los campos de batalla.

 

 

         LA ÚNICA SALIDA

 

         La única salida para escapar del fantasma que temía el Presidente Ayala es la de girar ciento ochenta grados el enfoque de toda la problemática, encarándola con el criterio de la solidaridad, viejo nombre de la integración, que se ha constituido en el más destacado fenómeno de nuestros tiempos en las relaciones entre los países, aún más considerando que la condición de economías complementarias se da perfectamente entre el Paraguay y Bolivia, para la integración apuntada. Lo único que puede afirmar la paz es la trabazón de intereses económicos, que en nuestro caso puede establecerse con el tendido de oleoductos y gaseoductos y con la creación de "empresas conjuntas" para la explotación de productos y su comercialización respectiva en los dos países, como lo son el petróleo y sus derivados de parte de Bolivia y los productos agropecuarios del lado del Paraguay. Si se le ofreciesen a los dos países maneras más idóneas de participar recíprocamente en sus fuentes de riqueza, la guerra no sólo llegará a ser un mal negocio, sino que no tendrá sentido alguno su elección como medio de política nacional.

         De lo que no cabe duda es de que las anteriores consideraciones están expuestas desde una perspectiva ciertamente optimista, pero también realista y mejor que ninguna otra.

 

 

 


 ENLACE INTERNO RELACIONADO

ÚLTIMA EDICIÓN DEL LIBRO "MEMORIAS CIVILES Y MILITARES"

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

MEMORIAS CIVILES Y MILITARES

Por SALVADOR VILLAGRA MAFFIODO

 

Edición especial de Editorial Servilibro

Para ABC COLOR,

Colección Imaginación y Memorias del Paraguay (8)

© De la introducción: EVELIO FERNÁNDEZ ARÉVALOS

Editorial Servilibro,

Asunción-Paraguay,

2007, 111 páginas.

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
EDITORIAL
EDITORIAL DON BOSCO



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA