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FRANCISCO GAONA (+)

  INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA GREMIAL Y SOCIAL DEL PARAGUAY - TOMO I (FRANCISCO GAONA)


INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA GREMIAL Y SOCIAL DEL PARAGUAY - TOMO I (FRANCISCO GAONA)

INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA GREMIAL Y SOCIAL

DEL PARAGUAY  - TOMO I

PROF. FRANCISCO GAONA

© Herederos Francisco Gaona

© Novapolis - Revista Web de Estudios Políticos

Contemporáneos www.novapolis.pyglobal.com

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Germinal

Centro de Estudios y Educación Popular

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Arandurã Editorial

Telefax (595 21) 214 295

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e-mail: arandura@telesurf.com.py

Diseño: CECILIA RIVAROLA

Impreso en Arandurã Editorial

Edición de 1000 ejemplares

 Enero 2008

Queda hecho el depósito que establece la ley

ISBN 978-99953-28-4

 

 

 

INDICE

 

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

SIGNIFICADO Y PRETENSIÓN DEL PRESENTE LIBRO

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

CAPÍTULO I: APARICIÓN DE LOS GREMIOS DESPUÉS DE LA GUERRA DE 1865-1870

LA SOCIEDAD «SANTA CRUZ»

LA SOCIEDAD «LOS ARTESANOS DEL PARAGUAY»

SOCIEDAD COSMOPOLITA DE SOCORROS MUTUOS «VERDADEROS ARTESANOS»

REGLAMENTACIÓN DEL TRABAJO DE SERVICIO DOMÉSTICO

«EL ARTESANO»

LA SOCIEDAD TIPOGRÁFICA DEL PARAGUAY

EL EJEMPLO DE LOS TIPÓGRAFOS CUNDE: SE DESENCADENAN LAS PRIMERAS HUELGAS OBRERAS COMIENZA LA RESISTENCIA OBRERA CONTRA LA CRISIS

EL MANIFIESTO ANARQUISTA

AGREMIACIÓN DE LOS ESCRIBANOS PÚBLICOS 

RESOLUCIÓN DE LOS MAESTROS ALBAÑILES

REORGANIZACIÓN DE LOS OBREROS PANADEROS

ACTA DE CONSTITUCIÓN

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

CAPÍTULO II : PROGRESIÓN DE LA ORGANIZACIÓN SINDICAL DE LOS TRABAJADORES

EL GREMIO DE CARPINTEROS

BASES DE TRABAJO

POR LA CONQUISTA DEL PAN

A LOS CARPINTEROS DE LA SOCIEDAD DE RESISTENCIA

LA SOCIEDAD DE EMPLEADOS DE COMERCIO

PRINCIPALES HUELGAS ENTRE LOS AÑOS 1901 Y 1904.

PRIMERA PROTESTA DE LOS AGRICULTORES

HUELGA DE LOS OBREROS DE ASERRADEROS

LA SOCIEDAD DE SOCORROS MUTUOS «EL TRIUNFO»

LA REVOLUCIÓN DE 1904

EL CAMPO COMIENZA A INQUIETARSE

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

CAPÍTULO III : LA FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA

BASES DE ORGANIZACIÓN

MOTIVOS DE LA FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA

LA CONMEMORACIÓN DEL 1° DE MAYO

DISCURSO DEL DIRIGENTE SINDICAL GUILLERMO RECALDE

EL RÉGIMEN REVOLUCIONARIO DE 1904 FRENTE AL MOVIMIENTO OBRERO

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

CAPÍTULO IV : RAFAEL BARRETT Y OTROS IDEALISTAS ILUSTRES EN EL PARAGUAY

VOCEROS DEL PENSAMIENTO LIBERAL

EL PARTIDO SOCIALISTA ARGENTINO

EL INSTITUTO PARAGUAYO

EL DR. MOISÉS BERTONI

PEDRO GORI

RAFAEL BARRETT EN EL PARAGUAY

RAFAEL BARRETT, 1ER. DOCTRINARIO DEL MOV. OBRERO PARAGUAYO

PRIMERA CONFERENCIA A LOS OBREROS PARAGUAYOS: LA TIERRA

SEGUNDA CONFERENCIA. NO HAY HUELGAS INJUSTAS. SOLAMENTE HAY HUELGAS TORPES

LA TERCERA CONFERENCIA: EL PROBLEMA SEXUAL

«GERMINAL», PENSAMIENTO REALIZADO DE BARRETT

BAJO EL TERROR

PRECURSORES DE LAS NUEVAS IDEAS QUE SE AGITAN EN PARAGUAY AL INICIARSE EL SIGLO XX

LA HERENCIA DE RAFAEL BARRETT

CARTA FUNDAMENTAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES «RAFAEL BARRETT»

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

APÉNDICE

REGLAMENTO PARA EL SERVICIO DOMÉSTICO

ESTATUTOS DE LA SOCIEDAD TIPOGRÁFICA DEL PARAGUAY

ACTA DE INSTALACIÓN DE LA SOCIEDAD TIPOGRÁFICA DEL PARAGUAY

MEMORIA PRESENTADA A LA ASAMBLEA INAUGURAL DE LA SOCIEDAD DE SOCORROS MUTUOS «LOS ARTESANOS DEL PARAGUAY»

FUNDACIÓN DE UNA NUEVA ASOCIACIÓN DE SOCORROS MUTUOS

«EMPLEADOS DEL COMERCIO»

MEMORIA DE LA SOCIEDAD-AÑO 1906

FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA

SÍNTESIS BIOGRÁFICA DEL AUTOR

 

 

 

PRESENTACIÓN

 

ROBERTO L. CÉSPEDES R.

 

            El presente volumen tiene múltiples significaciones. El libro original se publicó en 1967 y en Buenos Aires; esto es, hace exactamente cuarenta años y en el exilio. La «Editorial Arandú [de] Asunción-Buenos Aires» era, sobre todo, el intento de vincular a la sabiduría [en lengua guaraní] y a la patria con el exilio, en este orden. Sin embargo, la dirección de la editorial estaba en Buenos Aires sin referencias, comprensibles, en Asunción. Hoy, cuatro décadas después y en Asunción esta fundamental obra es reeditada por la revista Novapolis, la editorial Arandurãy el Centro de Estudios y Educación Popular Germinal con el apoyo de la Fundació Pau i Solidaritat de Comisiones Obreras (CCOO) de Catalunya, y en una semana dedicada al movimiento sindical paraguayo. Esta serie de oportunas confluencias dan mayor realce al libro y éste cumple más cabalmente su propósito: ser publicado en su país, con el apoyo de una revista política y de un sector de izquierda, vinculado a la solidaridad sindical internacional y en el espacio natural de la vida y obra de Francisco Gaona, el movimiento sindical paraguayo.

            Esta publicación llena un espacio vacío, de ayer y de hoy, a los otros volúmenes de la Introducción a la historia gremial y social del Paraguay, modesta en su auto denominación aunque gigantesca en su contenido. El primer tomo comprende desde el período posterior a 1870 hasta 1904. El segundo abarca desde el «período posterior a la revolución de 1904» hasta la guerra del Chaco (1932-35). El tercero parte de «la revolución del 17 de febrero de 1936» hasta 1941.

            Si tal primer tomo aparece cuarenta años después en la patria del autor, el segundo ya se publicó en Paraguay veinte años después que el primero. El tercero aparece en junio de 1990, apenas iniciada la transición. En ambos casos, se trata del apoyo de la ONG Centro de Documentación y Estudios (CDE), directa o indirectamente, y la voluntad y generosidad de una editorial, Rafael Peroni ediciones, hoy lamentablemente desaparecida. No es que fuese desconocida la obra de Gaona en Paraguay. Aquí llegaron, se distribuyeron y leyeron ejemplares del primer volumen que pudieron superar la censura del autoritarismo, las dificultades en la venta y distribución de una obra no recomendable o «peligrosa» para quien la poseyera en un allanamiento policial. Pero, sobre todo, con las excepciones de rigor, se desconocía la importancia de la obra hoy reeditada.

            Con el primer tomo reeditado y los que vendrán, también a ser publicados por este mismo emprendimiento, se dispondrá de una primera visión de largo plazo de la historia del movimiento social y sindical del Paraguay, que va desde el fin de la «guerra grande» de 1865-1870 hasta 1941; aproximadamente setenta años de un período y especialmente de un actor social que poco se conocen. Esta historia en tres tomos permite una comparación con otra de semejante envergadura aunque de mayor amplitud histórica, aunque en el ámbito de la historia cultural. Se trata de la Historia de las letras paraguayas de Carlos R. Centurión, de tres volúmenes publicados en 1947, 1948 y 1951, respectivamente, también en Buenos Aires. La obra comprende desde inicios de la conquista hasta la década de 1940.

            Una sentida carencia de formación durante el prolongado autoritarismo stronista y aún hoy es el desconocimiento de la historia social y gremial del Paraguay. La bibliografía es escasa, con las excepciones de rigor y con algunas de excelente calidad. Sin embargo, aún así, predomina el testimonio o la divulgación y el análisis, en menor medida, de un actor social mucho más reciente históricamente, el movimiento campesino paraguayo. El hito fundador y también el mito fundador, del imaginario social, son las Ligas Agrarias Cristianas sobre las que existe una importante bibliografía, dentro de los estándares nacionales. Por el contrario, del movimiento sindical paraguayo se dispone poco y lo ya escaso, por lo general, se encuentra insuficientemente difundido. Desafortunadamente, dada la carencia de apoyos y oportunidades para el estudio y la investigación de la historia social y sindical pareciera que el debate sobre esta obra quedará pendiente por un largo tiempo.

            Además del valor que en sí tiene la historia social y gremial, la obra del profesor Francisco Gaona eleva la historia de un actor social, el movimiento sindical casi exclusivamente urbano, a la categoría de la historia de un actor clave de la sociedad moderna. Al respecto, cabe remitirse al breve y minucioso análisis de José Carlos Rodríguez inserto como prólogo al segundo volumen. Vale reiterar el aporte de esta historia porque analiza al movimiento sindical como un actor estratégico en el capitalismo aun en una sociedad atrasada y dependiente. Esto es, con un peso más allá de los números; como por ejemplo, la cantidad de obreros industriales o de empleados en los servicios. Sin embargo, es oportuno señalar que los números también tienen su incidencia; por ejemplo, «permite[n] controlar el grado de realismo y de actuabilidad de las diversas ideologías» (Gramsci).

            Tanto este primer volumen como los que siguen, de la Introducción a la historia social y gremial del Paraguay de Francisco Gaona, deben leerse porque hoy constituyen un material imprescindible ante el vacío existente. Pero, en el futuro no demasiado lejano, serán un clásico. Entre muchas definiciones; un clásico es aquel libro «fundante» de un área del conocimiento pero también es un libro modelo o, mejor, arquetípico en su contenido o metodología. Asimismo, es el libro que permite sucesivas lecturas porque siempre se descubrirá algo más o responderá a un nuevo desafío.

            Finalmente, los mayores desafíos son el conocimiento y la difusión así como la utilización práctica y teórica de esta Introducción. Sin embargo, una de las más nocivas herencias del stronismo es la pereza, como lo apuntaba Bartomeu Meliá, en El Paraguay inventado hace exactamente diez años. Textualmente:

            «Pero lo que dominó fue la pereza; sí, la dictadura trajo pereza, pereza de pensar, pereza de decir. En este sentido la dictadura sobreviviría a sí misma. Los años de la llamada transición lo han mostrado fehacientemente.»

            Vale superar esa pereza de pensar, leer, decir, escribir; y que esta conducta signifique compromisos por cambios para una sociedad mejor.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

SIGNIFICADO Y PRETENSIÓN DEL PRESENTE LIBRO

 

            En octubre de 1957 recibí una lacónica carta de Albino Arriola, dirigente sindical de nuestro país, en estos términos: «Con profundo dolor quiero comunicarte la sorpresiva muerte de nuestro gran Rufino Recalde Milesi, el 27 de setiembre, después de una intervención quirúrgica en el Hospital de Clínicas. El sepelio se realizó el 28 en la Recoleta. Congregó a mucha gente, en especial a los miembros de nuestro sindicalismo. Estuvo presente la C.P.T. con su secretario general». 55 años de permanente militancia y de silenciosa y nunca interrumpida contribución al esfuerzo sindical de los trabajadores del país, se apagaron con la muerte de este esforzado paladín del proletariado paraguayo.

            Calumniado como nadie, fue ignorado como todos los patriotas consecuentes, cuyo historial está impreso sobre todos los caminos del territorio nativo por donde transitan las generaciones que se suceden, sin apercibirse del eco que quedó, ni de los recuerdos que perduran. Trabajó con sinceridad y apasionamiento, a su modo, dentro del marco que configuraba su época, por la organización de esta infortunada y caótica República y por la dignificación y grandeza integral de su empobrecido pueblo.

            Rufino Recalde Milesi era uno de los sobrevivientes de la llamada Guardia Vieja del 904. Aquella generación de inquietos que irrumpió en el escenario nacional, ocupó tribunas populares, transitó por villorrios y despoblados lugares de un Paraguay anhelante de progreso, cansado y abatido por los sucesivos golpes de sables inspirados y movidos por la dinámica de los espurios intereses de la internacional negra. La de 904, fue aquella generación alentada por el espíritu de un movimiento nuevo, cuya pujante expresión se daba en el naciente movimiento obrero rioplatense y mundial, con su vanguardia, la Internacional Socialista.

            La actuación de Recalde Milesi -una larga, penosa e inestable etapa de nuestra historia gremial- ofreció y seguirá ofreciendo seguramente, el fácil blanco de la crítica ligera y superficial. Pero ello no debe sorprendemos. En un país como Paraguay que, en lo fundamental, sigue conservando su vieja economía extractiva, heredada de los lejanos tiempos coloniales y acoplado su actual engranaje económico a otro país que a su vez tiene que rendir pingües ganancias a la metrópoli dirigente de estas economías, es de suponer que no se tolera, ni se acepte la intervención de ninguna personalidad, por más insignificante que sea, que esté en condiciones de canalizar las ansias renovadoras de las masas populares y que pueda impulsar la continuidad histórica. Hay un dicho popular que condensa esta malsana influencia foránea: «en el Paraguay no se gana ni se pierde reputación». Hemos sido arrojados por el balance desfavorable de un proceso histórico, a la órbita de una zona de tempestuosa inestabilidad. El tremendo colapso nos arrojó al mar del atraso, de la miseria, de la intranquilidad, del temor.

            Nuestro país, que marchaba a mediados del siglo XIX como un brioso corcel, hacia adelante, fue convertido por la acción de la magia del capital extranjero de presa que había venido a «liberarnos», en un insignificante cangrejo que se mueve, día y noche, hacia atrás. Hasta hemos perdido ya la memoria. Sufrimos amnesia colectiva. Todo se olvida, nada se recuerda, ni se conserva.

            Lo mismo es hoy que ayer. No hay discriminación entre el verdugo y el honesto. Esta es la moral impuesta por los vencedores foráneos ocupantes del país.

            El Paraguay debe lograr urgentemente su estabilización institucional. Debe resolver sin demora su definitiva organización nacional. En la actual etapa del período de posguerra del Chaco Boreal ha comenzado a crearse la primera y fundamental condición para el logro de este objetivo patriótico: la paz y el diálogo como norma de convivencia entre los paraguayos, sin los cuales será imposible iniciar el impulso del desarrollo nacional. Esta organización, fuera de los partidos políticos, de los sindicatos obreros, de las asociaciones culturales, mutualistas o cooperativas, requiere asimismo la permanente presencia de una ilustrada y madura opinión pública.

            Esta opinión pública estuvo y sigue estando ausente en el Paraguay. La verdadera opinión, apenas se hace sentir. Sólo puede manifestarse en los paredones nocheros o en las hojas mimeografiadas que circulan clandestinamente. Jamás se dispuso de más medios que los que ofrece la penosa y difícil lucha precaria. Ya el doctor Ernesto Quesada, en enero de 1895, lo señalaba: La actividad humana se encuentra estancada y la opinión casi nula por falta de medio propio para desarrollar sus influjos saludables (1).

            Para comprender este estado lamentable en que se desenvuelve la República y descubrir las causas generadoras debemos tomar como punto de apreciación histórica, en primer término, la guerra de 1865-70, llamada de la Triple Alianza; esa gran explosión política latinoamericana, al decir de Horton Box, y las consecuencias que siguen pesando sobre el destino nacional.

            No es nuestra finalidad ocuparnos ahora de este intrincado y complejo desenlace histórico. Pero, sí, resumiremos de paso nuestra tesis que la tenemos concretada en otro trabajo en preparación, sobre este hecho histórico que ha incidido sobre nuestro destino y nos ha desviado de nuestra ruta: (2)

            a) Destrucción de la zona paraguaya de consolidación integral de la independencia latinoamericana, dentro de cuyos límites repercutió en el Río de la Plata, particularmente, la victoriosa Revolución Industrial Inglesa del siglo XIX, sacudiendo con fuerza y conmoviendo profundamente el viejo armazón del capitalismo colonial rioplatense y que, evidentemente, este atrevido espíritu de empresa guaraní erguíase como un obstáculo sumamente peligroso en el campo de la diseñada estrategia expansionista de los briosos capitanes que forjaron las condiciones históricas que dieron nacimiento al imperialismo británico.

            b) En Cerro Corá, con la inmolación del Mariscal Francisco Solano López, fue sepultado el nacionalismo revolucionario paraguayo del siglo XIX, formidable barrera que se levantó en el camino de la penetración del imperialismo inglés de presa en el Río de la Plata. En el bastión paraguayo de Gaspar Rodríguez de Francia y de los López, no pudieron cumplirse las célebres órdenes «instrucciones» impartidas al brigadier general Fraufurd, el 30 de octubre de 1806, por ausencia de las condiciones que pudieran afirmar la «Pax Británica», que equivale a sometimiento colonial, explotación y pobreza. Fue el único Estado nuevo del siglo XIX que rechazó el ofrecimiento «generoso» de los empréstitos ingleses.

            c) La guerra de la Triple Alianza puso en evidencia la formidable fuerza reflejada en la heroica resistencia de una economía de estructura popular, asentada sobre un régimen político independiente y libre de todo compromiso o ataduras con el capitalismo extranjero de presa.

            d) La liquidación de la teoría del equilibrio formulada por el Mariscal López profundamente pacifista, en la cuenca del Plata, y la posterior transformación del territorio nacional en un furioso campo de disputa entre los intereses de las oligarquías económicas y de los círculos militaristas de Argentina y Brasil, técnica creada y utilizada por el imperialismo inglés para facilitar su política de penetración y hegemonía en América.

            e) La pulverización brutal de su industrialismo naciente y del reordenamiento de su sistema agrario, suplantándolo por una precaria economía de tipo colonial, cuya columna vertebral la constituye el latifundismo semi-feudal. Esta tremenda regresión económica aseguró en el Paraguay el señorío del desierto y acentuó monstruosamente la miseria popular. Luis González (3) escribió con gran certeza: «Se vive, desde hace un cuarto de siglo, en una endiablada carrera de encarecimiento progresivo de la subsistencia».

            f) La nación fue empujada de nuevo a su antigua vida de campamento militar de los lejanos tiempos de la colonia, pero embrujando su cuerpo, su corazón y su alma con el virus de odio y del fanatismo inyectados por el nacionalismo maligno de los vende patrias, transformando así este bello jardín de América en un infierno lóbrego, bajo un sol de sangre. Pensadores, publicistas y escritores que llegaron a nuestras tierras «se alarmaron de esta doble realidad».

            Rafael Barrett escribía en 1903: «El Paraguay sigue el camino de las peores repúblicas sudamericanas. Se hace política a tiros». ¡Curaos de la epidemia de las revoluciones!, gritaba a las multitudes paraguayas, sin darse cuenta de la imposibilidad material en que se encontraba el pueblo para evitarlas. Fernando Ortiz Echagüe, el 19 de mayo de 1941, desde la columna de «La Nación», recomendaba: «El Paraguay tiene que operarse de la política, que lo roe y consume como un tumor maligno».

            g) Se crearon condiciones para asegurar el estancamiento integral del país o, por lo menos, asegurar sólidamente todas las trabas que puedan lentificar el proceso de desarrollo nacional. Se atacó el sentimiento y la fe nacional con los medios más primitivos y bárbaros, comenzando con el total menosprecio de los valores nacionales. Hasta el idioma guaraní fue declarado fuera de uso en guerra de exterminio. Los padres paraguayos sometían a sus hijos a castigos corporales inquisitoriales cuando osaban pronunciar palabras en guaraní. Les hacían sangrar los dedos a palmetazos o los hacían arrodillar horas enteras sobre puñados de sal. Los rebeldes que no se resignaron a desprenderse del dulce idioma, recibían el mote de «guarangos», es decir, grosero, inculto y primitivo.

            h) Desde entonces hay una ciencia del fatalismo geológico y geográfico, una literatura faccionalista que fomenta y estimula el odio y la violencia entre los paraguayos, una moral edificada sobre falsos ídolos que ha venido operando después de la tragedia de Cerro Corá sobre el alma nacional para desnaturalizar su esencia histórica, incrementar su descreimiento y embotar el rudo instinto creador de la raza. La conformación de hábitos y costumbres ciudadanas encuadradas dentro de una moral hacia lo peor. El ejemplo se inició desde arriba: el latrocinio, el bandidaje, la hipocresía, la simulación, son monedas que habitualmente rodaron sobre el mostrador gubernamental desde el día siguiente que acamparon en los campos y ciudades del Paraguay exterminado las fuerzas de «liberación» aliada. Se adquirió en el país el arte de disfrazar lo peor con el ropaje de lo mejor. Sólo se nos enseñó la mística del heroísmo, es decir, morir por la patria, pero no vivir para la República. «Nuestros males han sido el personalismo, la impulsividad, la lentitud para organizar. Hay en nuestro pueblo una irritabilidad que apenas ha sido atenuada por la mayor cultura», escribía el presidente Eligio Ayala, en su mensaje al Honorable Congreso Nacional, en abril de 1927. Somos, naturalmente, la República más nerviosa de América.

            i) El falseamiento subalterno y deliberado de nuestra historia. Mejor dicho, se ha omitido escribir hasta ahora la verdadera historia. En su absoluta mayoría, estos historiadores con «patente» cometieron lo que Sergio Bagú califica de «pecado profesional», afirmando como hecho cierto del pasado lo que no es más que fruto de su imaginación o como retribución a la paga que recibieron de los padrinos foráneos, propietarios de la República en la feria de remate de la defección nacional.

            Estas conclusiones evidencian que la guerra no terminó en el lóbrego círculo de muerte en Cerro Corá. Varios autores paraguayos, sin embargo, señalaron en su hora esta monstruosa deformación de nuestra historia. Es de lamentar -dice el Dr. Moisés Bertoni (4)- que en nuestras propias escuelas, hasta ahora, tan poca y deficiente haya sido la enseñanza del pasado guaraní, y aun de la verdadera historia del pueblo paraguayo durante el coloniaje. Si un pueblo es tal -continúa- como lo ha hecho su historia, el estudio de la verdadera historia de las masas populares se impone, su conocimiento, siendo indispensable para el gobierno político y la organización social. Y no menos indispensable para la juventud educada, con el fin de que ésta llegue a conocerse a sí misma, en sus virtudes y defectos, sin lo cual no podría tener una visión clara de su misión ni suficiente fe para vencer los obstáculos. Esa historia popular -concluye el Dr. Bertoni- que en un último análisis es la verdadera historia de la raza es siempre diferente de la historia de las clases dirigentes y de los gobernantes, y en este país, donde tal diferencia es tan grande que llega frecuentemente a la oposición. Casi lo único que se enseña en las escuelas es la historia de los gobernantes, reducida a veces a una árida cronología de sucesos palaciegos y militares....

            El Paraguay padeció siempre de una nula enseñanza de la Historia, escribe el Dr. Justo Prieto. No se enseñó la verdadera, sino la acomodaticia, escrita y repetida sin apoyo, con ocultación de los documentos y de las pruebas. Siempre se tuvo miedo a tocar la propia historia, sobre todo la reciente, y se trabajó en cada alumno la auto convicción de ser superhombre de una superpatria (5).

            Luis J. González, por su parte anota: La historia verdadera del Paraguay aún no ha sido escrita. Falta el historiador, el pensador o el sociólogo que hurgue nuestro pasado con criterio racional y científico. Algunos que trataron el tema no alcanzaron a ser sino brillantes relatores de nuestra «historia-batalla»; otros, apologistas vehementes o detractores sin medida de nuestros personajes del pasado. Agregaríamos nosotros, con don Manuel Gondra: fueron y son simples cronistas o compiladores.

            Nuestros historiadores jamás concibieron que la historia y los hechos históricos estuvieron estrechamente relacionados con la política nacional en las distintas etapas de nuestra evolución. No hay hecho histórico sin intereses, causas y motivos políticos. No hay motivos políticos sin intereses económicos. La política y la economía son partes integrantes de la Historia, escribe el publicista argentina Pedro De Paoli (6).

            Nuestros historiadores, muchos de los cuales son de los llamados de «tijeras y engrudos», temerosos de complicarse en el aterrizaje sobre estos problemas, de suyo complejos, inventan en un caso, o tratan de justificar, en otros, tesis negadas por la realidad y la experiencia de otros pueblos. Tal es la «teoría» sostenida por J. Natalicio González de que la historia paraguaya es el resultado de la imposición de la tierra. El Dr. Justo Prieto, por su parte, concibe en la condición de país mediterráneo, el peculiar proceso histórico paraguayo. El mayor Luis J. González reduce al «determinismo geográfico» y a la lucha permanente con el medio físico y a la incomprensión de sus vecinos. En tanto que el doctor Efraím Cardozo en su intento de interpretar y explicar hechos históricos, como la orientación aislacionista del gobierno de Francia y la expansionista de los López, afirma que el recuerdo del mar lejano actuó como catalizador en la pugna de las dos tendencias. Se produjo entonces un raro fenómeno: la historia se vengó de la geografía, por la mano del espíritu. Este autor, además, en un reciente libro (7) ha sentado un conjunto de conclusiones que no están ni confirmadas ni respaldadas por la historia. En el afán de marginar la gravitación del factor económico -el interés económico- al decir del mencionado autor, concluye: no estaba en su destino la opulencia. La economía no era el faro que guiaba los pasos de su historia. Los paraguayos no se movían por motivos económicos.

            Estas conclusiones del doctor Cardozo no se ajustan ni reflejan la realidad del proceso formativo de la nacionalidad. La dilucidación de esta importante cuestión no está en nuestra finalidad en el presente trabajo. Pero, no obstante, le vamos a dedicar algunas líneas, apartándonos un momento del motivo del presente capítulo.

            Las relaciones forjadas por la actividad productiva que nadó y se desarrolló en el país, después de haber sido liquidada la economía de comunismo primitivo de los guaraníes, desde los primeros albores de la era colonial, dieron al Paraguay una fisonomía peculiar. Estableció, por lógico corolario, la primera diferenciación entre los hombres y los sectores de la economía colonial paraguaya. Tal hecho, naturalmente, no vamos nosotros a concebirlo o interpretarlo como pretende el doctor Cardozo como historia de los esfuerzos del Paraguay para valorizar en su beneficio las riquezas naturales, mediante la exportación de los excedentes sobre el lomo de sus ríos maravillosos, o también como la historia del fracaso sistemático de esos tenaces esfuerzos (8). Porque con tal interpretación, se pretende señalar como forjadores de la nacionalidad, precisamente, a los que se beneficiaron del esfuerzo social productivo en la sociedad antagónica colonial: los propietarios de los obrajes y yerbales, los comerciantes toneleros, y los acopiadores de los frutos de la tierra junto con sus creditarios, los comerciantes e importadores portuarios de Buenos Aires y algunos del Litoral, no precisamente sobre el lomo de los maravillosos ríos, sino explotando sin piedad el esfuerzo, el espíritu de sacrificio y la abnegación de los admirables trabajadores criollos que vencieron penurias y distancias, triunfaron sobre la selva y el desierto y crearon con su maravilloso ingenio, las herramientas del trabajo y los transportes terrestres y fluviales de la época.

            Las condiciones en que se forjaron y se desarrollaron las antiguas industrias coloniales de la Provincia del Paraguay, sin que se haya recurrido a la mano de obra esclava o indígena, aislada en el corazón selvático de nuestra América Meridional, les imprimieron una fisonomía diferente al resto del industrialismo colonial en el área del mundo descubierto por Cristóbal Colón. Y fue precisamente este desarrollo libre e independiente del trabajo provincial criollo lo que contribuyó a cimentar y consolidar el régimen de la Independencia Nacional, por otra parte inspirado, ejecutado y defendido por próceres expertos, capacidades creadoras y voluntades indoblegables como lo fueron los arquetipos de nuestra nacionalidad: Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López.

            El historiador Fulgencio R. Moreno es uno de los que puede ser citado en el sentido dé haberse preocupado, en alguna medida, de este importante aspecto ignorado de nuestro proceso histórico.

            La investigación que la hora está reclamando, ha de aportar, sin duda, elementos de juicio invalorables para comenzar la ímproba tarea de escribir la verdadera historia y que, a no dudar, rectificará la historia convencional, falsa y absurda, al decir del profesor Juan E. O'Leary.

            Los primeros conquistadores españoles que desembarcaron en la tierra de los guaraníes hallaron a los indios graciosamente agrupados en los sitios más pintorescos, en las colinas sobre los ríos, entre arboledas y campos floridos en pequeñas comunidades llamadas TAVA o TABA, distribuidas según Fulgencio R. Moreno (9), en rudimentarias chacras colectivas denominadas CAPIAES GUARANIES y cuyos principales productos fueron: el maíz, la mandioca, el poroto, el maní, la batata y por último el algodón. Sobre esta comunidad agrícola primitiva indígena el conquistador español, en los alrededores de la hoy ciudad de Asunción organizó la primera comunidad agrícola colonial, utilizando el brazo indígena guaraní, y que posteriormente, al correr de los años se fueron ampliando, con pequeños centros de explotación rural en derredor del primitivo centro urbano. Ocuparon, dice Fulgencio R. Moreno, al principio en las cercanías del río Paraguay, los amenos valles y boscosos terrenos de TAPUA (hoy partido de Limpio), e Ytacumbú. La manera como se manejaban esas chacras -apunta Moreno-, su forma de explotación, revelaron por bastante tiempo una marcada influencia de los hábitos indígenas, derivada fatalmente de las condiciones en que surgió la nueva población. Fueron incorporadas en tales chacras, nuevos renglones, tales como la caña de azúcar, luego el arroz, la cebada y la vid.

            Las características sobresalientes de estas primeras unidades económicas coloniales son las siguientes: producen para: subvenir a la propia necesidad, ausencia del mercado local, producían exclusivamente para la subsistencia familiar -ausencia de la más elemental y simple división del trabajo-. Cardozo señala que Asunción pudo realizar tal esfuerzo porque pronto constituyó una unidad económica que se sustentaba a sí misma. Ortiz de Vergara -dice Cardozo- aseguraba que todas las cosas que se siembran producen con mucha facilidad; los ganados no se han visto en el mundo darse mejor. Vacas, caballos, ovejas, cabras, puercos, viñas de todo bidueño blanco y negro, granadas, higos y mucha fruta de la tierra. Y que Martín Orué por la misma época registraba un no menos extasiado inventario de lo que se cultivaba en la tierra paraguaya: maíz, frijoles, cebada, trigo, habas, calabazas, melones, mandulgues (sic), uvas, higos, granadas, algodón, batata, mandioca, caña de azúcar.

            Había llegado a crear un tipo de economía familiar -afirma Cardozo- de autosuficiencia completo. Cada familia funcionaba como unidad económica autónoma. En toda casa chacra o estancia, había carnicería, panadería o hilandería, donde todo se producía cuanto se requería para el sustento. Hasta cuarenta personas de servicio, de origen indígena, allegadas a cada familia, suplían las necesidades domésticas. Esta economía doméstica o familiar, bien pronto entró en descomposición con la presencia de los primeros síntomas de la división del trabajo entre el campesino y el artesano, ahora radicado en la ciudad colonial, que fuera Asunción y que según J. Natalicio González (10) en 1542, contaba con 260 casas en que habían 600 conquistadores y a sus alrededores -afirma Cervera-, cita de Moreno, 158 alquerías y granjas, y que al finalizar el siglo XVI, se elevó a 399. La aparición del artesanado, presupone: a) la existencia y desarrollo de la economía urbana, con su cinturón agrícola de economías campesinas que aportan las materias primas fundamentales para la existencia del poblado; b) la existencia de una población permanente de artesanos, base de la economía urbana que controla todas las labores manuales posteriores a la producción y que en Asunción, son las que se refieren a la comercialización de la hierba, de la caña, de la madera y al desarrollo de la industria naval; c) la existencia del mercado local a donde acuden los campesinos y el artesano. El hecho está comprobado por dos medidas que nos refiere el Capitán de Fragata de la Real Armada, don Juan Francisco Aguirre (11). Tales medios fueron: la creación de monedas el 3 de octubre de 1541 por los oficiales de S. M., Domingo de Irala, García Venegas Herrera, Alonso Cabrera y Carlos Doubrin, por el hecho de que al presente hoy en esta ciudad andan confusos por no haber modo para poder contratar ni tener un número de monedas e contrataban a esa razón muy ciegamente, e porque hay engaño e, cada uno sepa, como contrata e los precios porque compran e venden. Que haya moneda para que la gente contrate. 2) El control y fijación de precios, resuelto por el Cabildo, el 25 de octubre de 1557, por los jueces Diputados Hernando Arias, Juan de Vallejos y García Venegas.

            El capitán Juan Francisco de Aguirre suministra, en su Diario, datos sobre el movimiento de exportación de la Provincia a las ciudades de Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Misiones:

 

 

            El presente cuadro del movimiento de exportación provincial refleja evidentemente dos importantes hechos: 1°) una acentuada división del trabajo. Ya no solamente la economía provincial paraguaya se hallaba dividida entre campesinos y artesanos, campo y ciudad, sino también la división se manifestaba entre los distintos oficios que presupone la existencia de los diversos rubros de la exportación y hasta una división inicial y elemental entre patrones y artesanos. Don Juan Francisco Aguirre (12) enumera, además, los distintos oficios de la artesanía provincial. Recuerda en este orden: Albañiles, es decir Maestros de obras. Carpinteros, aserradores, herreros, plateros, maestros sastres y zapateros, toneleros, baqueanos, cordoneros, curtidores, tejedores. En su totalidad estos distintos artesanos trabajan por salarios convenidos con sus contratantes. Y muchos de ellos, se regían por reglamentos corporativos, tales como los maestros toneleros.

            No se halla confirmada, pues, por la historia la tesis sostenida por J. Natalicio González (13). El citado autor afirma que la irrupción de los mestizos revolucionó totalmente la sociedad. Esta generación audaz, cuyos miembros eran simultáneamente soldados, artesanos y dignatarios, no concibió la vida como función de un oficio determinado; y en su ímpetu igualitario y en su amor a la libertad, arrasó todos los gremios. El paraguayo de la colonia -dice por último- no desea mediante organizaciones gremiales asegurarse ventajas sobre sus compatriotas de otros oficios. Intenta González infructuosamente con su tesis idealizar la sociedad colonial, tratando de negar el carácter antagónico de la misma.

            2°) El otro hecho de importancia es el impulso que toma la naciente industria naval y sus derivaciones la industria de la cordonería y el establecimiento de los primeros Astilleros. Estos hechos provocan -dice J. Natalicio González (14)- una verdadera revolución económica. Valoriza toda una categoría de frutos de la tierra, anteriormente poco apreciados, como consecuencia de su consumo intensivo. En las propias ideas del indio se producen cambios fundamentales; el algodón, la piel, el hierro, repentinamente asumen a sus ojos, como símbolo de la riqueza un valor superior al montón de plumas multicolores que antes constituían su tesoro. Queda evidenciado, naturalmente, el creciente desarrollo de las fuerzas productivas de la economía colonial.

            No es nuestra finalidad ocuparnos del origen de la artesanía paraguaya, ni del nacimiento de las industrias coloniales paraguayas, cuyos productos que ya no eran elaborados en los estrechos límites de la economía doméstica, familiar, hallaban colocación en el gran mercado rioplatense, junto con los productos de la manufactura, particularmente inglesa. Por ahora, bástenos con señalar el persistente esfuerzo de los trabajadores coloniales por mejorar su penosa situación, al par de contribuir con su ingenio, su habilidad y su destreza a impulsar el desarrollo de la economía colonial. Juan Francisco Aguirre, refiriéndose a las embarcaciones construidas en el Paraguay, escribió: Para la primera vista un barco de este giro es bien extraordinario, porque parecen casas tales, y es mucha la novedad para el que no haya visto otros que los de la navegación del mar, pero se convence uno que los que muchos llaman barbarie no es otra cosa que falta de reflexión en los que la producen a lo que exigen las circunstancias locales del país en que se usan. Y en estas especies de embarcaciones (barcos, botes, garamdumbas, piraguas, canoas de cargueros, balsas), se trafica todo el comercio del Paraguay. Y refiriéndose a los salarios que cobra el peonaje naval escribe: No corresponde ciertamente esta paga a su trabajo, porque en otro cualquiera menor, ganarán más; pero la pobreza de su país les hace tolerable esta incomodidad. Pero lo que más le empeña en darse a la navegación es el poder traer sus petaquitas al regreso con sus generitos para beneficiarse en la patria (15).

            No quisiéramos dar por finalizadas las presentes consideraciones sin referimos ligeramente a otras de las dificultades que han contribuido a deformar y oscurecer nuestra historia.

            Con la visión localista, el relato episódico y el espíritu partidista con que nuestros historiadores contemporáneos han analizado nuestro acaecer histórico, han dificultado seriamente el análisis sereno, claro y objetivo de los acontecimientos que conforman la trama del proceso histórico nacional.

            Muchos autores, por ejemplo, sostienen como de exclusivo sello paraguayo hábitos y costumbres comunes en todas las latitudes de nuestra América hispana, particularmente las del área del antiguo territorio del virreinato del Río de la Plata. Y en no menor número, hay otros que interpretan el sentimiento localista provincial de la era colonial, como sentimiento nacional. La Nación es la culminación de un largo proceso histórico.

            El Paraguay es parte integrante de lo que se ha dado en llamar la Cuenca del Plata. La Geografía y la Historia lo conformaron y lo ubicaron como un problema del Río de la Plata. El estudio de su formación nacional debe arrancar de las entrañas del Río de la Plata. Y debe superarse definitivamente toda concepción histórica que nos lleve a consideramos como si viviéramos en la isla de Robinson Crusoe.

            La cuenca del Plata ha sido y es, el epicentro de todos los acontecimientos de nuestra formación nacional; y en ella se encontrará siempre la justificación histórica de todos los regímenes instaurados en el Paraguay, desde la lejana hora colonial. Tan estrechas y cercanas eran y siguen siendo -dice Arturo Bray-, las influencias recíprocas de orden histórico, político, social y económico entre los países del Plata y tan identificados los efectos y causas de sus respectivos problemas, que no es posible entrar a juzgar la evolución de cualquiera de ellos con criterio unilateral y espíritu de exclusivismo, ni se puede dar un paso en la historia propia sin meterse a cada rato y de lleno en la ajena (16).

            Nos hemos alejado del motivo central de este capítulo. Pero esta incursión hemos hecho deliberadamente en base a consideraciones muy especiales: Necesidad de impulsar la conciencia revisionista de nuestra historia, tratando de superar el complejo de inferioridad, de aislamiento y de derrota imperante sobre el alma nacional, y concebir el proceso de nuestra formación histórica a la luz del papel creador de nuestro pueblo trabajador.

            Sé que tal trabajo es de «preso», en las condiciones actuales del Paraguay. Pero hay que intentarlo de cualquier manera. Es la exigencia imperiosa del despertar de la nueva conciencia nacional. Ha llegado la hora de terminar con la historia épica y de efemérides. Queremos o intentaremos, por lo menos, ser consecuentes con el criterio científico que sustentamos.

            La «Introducción a la Historia Gremial y Social del Paraguay» abarcará tres fases del proceso de formación y desarrollo del movimiento obrero y social paraguayo.

            La primera etapa se inicia con las formaciones de las asociaciones mutualistas de residentes extranjeros y de los trabajadores nativos hasta la constitución de la primera central obrera: La Federación Obrera Regional Paraguaya, en 1906. Sus aristas sobresalientes fueron: porfiada defensa del salario, como consecuencia de la progresiva desvalorización del numerario; constante preocupación por la instrucción primaria, dado que el país, después de la guerra, quedó despoblado y sin escuelas. Los sindicatos obreros, al constituirse, se daban como uno de los propósitos arbitrar los medios para la creación de cursos nocturnos para enseñar a leer y escribir a los obreros y a sus hijos. Otra de las preocupaciones de estas primeras organizaciones sindicales, fue la búsqueda de vinculación con el exterior. Tales nobilísimos propósitos, sin embargo, no pudieron concretarse en más de una ocasión, más allá de su simple enunciación, dado el carácter inestable de estas organizaciones primarias de los trabajadores, cuyas estructuras básicas las constituía el sindicato de oficio con vertical sentido corporativista.

            La segunda fase arranca desde los acontecimientos políticos del 2 de julio de 1908, en que hace crisis el plan de estabilización del primer gobierno constitucional de la Revolución de 1904, hasta la guerra del Chaco Boreal en 1932-1935. Este período de nuestra historia gremial, sin embargo, se caracterizó por una mayor estabilización de nuestras organizaciones sindicales, traducida en su espíritu de continuidad, no obstante la inestabilidad política en que vivía el país.

            La reorganización de la actividad gremial, después del forzado impasse que impuso la rebelión del coronel Jara, planteó la primera lucha de carácter ideológico en el seno del movimiento obrero, con la aparición de la tendencia socialista, opuesta a la anarquista. Las organizaciones gremiales adquieren amplitud y profundidad. Y se establecieron las primeras vinculaciones con los trabajadores de la tierra, cuyas reclamaciones por la recuperación de sus predios merecieron continuados y entusiastas apoyos de la clase obrera. Las huelgas, que en su primera etapa se caracterizaron por su espíritu corporativo, en la presente se generalizaron a sectores fundamentales de nuestra economía, tales como el transporte, la industria taninera y zonas azucareras. Un hecho positivo que distingue a este período gremial es la aparición de las primeras preocupaciones políticas de los trabajadores. Se fundó por primera vez en el Paraguay el Partido Obrero, que luego cambió su denominación por el de Partido Socialista Revolucionario, que participó en las elecciones de diputados en 1923. En este período se funda la Sección Paraguaya de la Internacional Comunista. Durante este período, la actividad sindical rebasa la frontera asunceña, asumiendo, aunque en forma esporádica, una extensión nacional. Se fundaron las dos principales centrales obreras más importantes hasta el momento en el país, y dada la más estrecha vinculación existente con los agricultores, se desencadenaron las más importantes acciones agrarias, con la ayuda directa del proletariado. No obstante estos aspectos positivos del movimiento obrero, debemos señalar, sin embargo, un hecho altamente negativo: la lucha ideológica, la lucha de tendencias, asumió inusitada violencia que, en más de una ocasión, provocó hechos lamentables y luctuosos en las filas obreras, trabando el desarrollo orgánico del movimiento sindical y dificultando las conquistas económicas y sociales de los trabajadores, incluso la sanción de leyes obreras, tales como la creación del Departamento Nacional del Trabajo.

            El tercer período gremial, es decir, la etapa que vivimos, arranca desde los acontecimientos políticos y sociales del 17 de febrero de 1936. Esta fase de la historia sindical del país coincide con la apertura del segundo ciclo de la historia del desarrollo nacional, en que todo el pueblo toma conciencia de la necesidad histórica de esta apertura hacia el desarrollo y la integración nacional. El movimiento obrero se caracteriza por su sentido integrador, por su extensión nacional sin precedente, reemplazando el principio de la prescindencia política que fuera guía de su acción en los dos períodos anteriores, por la participación activa en la discusión y solución, no sólo de sus problemas específicos, sino de los impostergables y perentorios problemas económicos, políticos y sociales de la nación. La experiencia acumulada ilustra sobre el papel que corresponde al movimiento obrero en el rompimiento de los diques de contención que aprisionaban a un país subdesarrollado como el Paraguay.

            Se creó entonces en las condiciones históricas apuntadas la primera central obrera unitaria del Paraguay. El hecho constituye todo un anticipo en la América Latina. La Central Obrera se identifica con la Nación y, por primera vez, enarbola la bandera nacional, como enseña que inspira y respalda la lucha por su emancipación integral, como problema del desarrollo y engrandecimiento de la nación.

            La primera etapa de la vida gremial contemporánea, parte de esta historia social de nuestro país, que exponemos en este trabajo, ambiciona ser el primer ensayo en este sentido.

            La crítica pública dirá después si se ha logrado o no el propósito programado.

            Con ello también queremos rendir el homenaje póstumo a uno de los más infatigables luchadores sindicalistas: Rufino Recalde Milesi, intérprete de una larga y porfiada jornada de lucha y sacrificios del proletariado paraguayo y que, a pesar de las calumnias, las injurias y las amarguras de la penosa lucha, jamás fue mellada su fe en los trabajadores, ni lo apartaron del cumplimiento de ese deber de su conciencia. Por ello, en memoria de este desaparecido líder sindicalista, queremos rendir también el emocionado homenaje a todos los sindicalistas que, con sus empeñosos esfuerzos, levantaron los primeros cimientos materiales, morales, culturales e ideológicos de nuestro movimiento obrero, desde aquellos iníciales y duros años de 1886, tales como Juan Andrés González, Santiago Banqueri, Benigno Riquelme, Fulgencio Eloy, Juan Barbato, Menotti Rolando, Mateo Orrego, Agustín Peña, José Serrano, Juan Rovira. A los fundadores de la Primera Central Obrera de Resistencia: La Federación Obrera Regional Paraguaya: Modesto Amarilla, José Gazzulo, Guillermo Recalde, Paulino Sueveren, Santiago R. Ruiz y Alejo Flecha. Al primero y recio doctrinario del movimiento obrero paraguayo, nuestro inolvidable Rafael Barrett. A Guillermo Bertotto; a Alfonso B. Campos y Jorge López Moreira, fundadores de nuestra primera escuela de comercio, fruto de sus inquietudes gremialistas; a Cosme Damián Montenegro, Carmelo Amarilla, Perfecto Ibarra, Martín Correa, José de M. Barboza, Gerardo Noceda, Bernardino Denis, Nicolás y Adolfo Yegros, Alberto Candia, Martín Sánchez, Agustín Ortiz, Víctor C. Ríos, Octavio Espinoza; y muchos otros muertos o vivos que contribuyeron o siguen contribuyendo, a lo largo de nuestra azarosa historia gremial, con sus heroicos esfuerzos, arrancados a los días sin pan y a las noches sin lumbres, para que la clase obrera paraguaya conquiste condiciones humanas de trabajo, logre la jerarquía necesaria que merece, como palanca del progreso nacional y contribuya al afianzamiento de las instituciones democráticas en el Paraguay, dentro de una América justa, libre y soberana.

            No me resignaré a poner punto final a esta introducción, sin antes expresar públicamente mis sinceros agradecimientos por la colaboración recibida de compañeros y amigos, entre quienes cumplo destacar a Baltazar Bazzano y Modesto Amarilla (hoy extintos); al doctor Sinforiano Buzó Gómez; a Alejo Flecha; a los profesores Antoliano Velázquez y Santiago Talía; a Leopoldo Ramos Jiménez, y al dirigente ferroviario, periodista y editor de la presente obra, Carlos Chaves del Valle.

 

 

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

(1) Dr. Ernesto Quesada: La política chilena en el Plata, capítulo «La política del Paraguay», enero 30 de 1895.

(2) Prof. Francisco Gaona: La guerra de la Triple Alianza y el destino nacional (en preparación).

(3) Mayor Luis J. González: Paraguay, prisionero geopolítico. Buenos Aires.

(4) Dr. Moisés Bertoni: Civilización guaraní, Parte 1ª. Etnología: Puerto Bertoni, Alto Paraná, Paraguay. 1922.

(5) Dr. Justo Prieto: Paraguay, la provincia gigante de las Indias. Primera edición, agosto 1931.

(6) Pedro De Paoli: Motivos del revisionismo y antirrevisionismo histórico. (Conferencia pronunciada en Mendoza el 6 de junio de 1950).

(7) y (8) Dr. Efraím Cardozo: El Paraguay colonial. Las raíces de la nacionalidad. Ediciones Nizza, Buenos Aires-Asunción, 1959.

(9) Fulgencio R. Moreno: La ciudad de la Asunción. Buenos Aires, 1926.

(10) (13) y (14) J. Natalicio González: Proceso y formación de la cultura paraguaya. Tomo I, Editorial Guarania, 1938.

(11) (12) y (15) Capitán de Fragata de la Real Armada don Juan Francisco Aguirre: Diario. (En la demarcación de límites de España y Portugal en la América meridional, año 1793). Revista de la Biblioteca Nacional, tomos XVII al XX.

(16) Coronel Arturo Bray: Solano López, soldado de la gloria y del infortunio. Buenos Aires, 1945.

 

 

 

CAPÍTULO I

 

APARICIÓN DE LOS GREMIOS DESPUÉS

DE LA GUERRA DE 1865-1870

 

            Constituido lo que fue el llamado Gobierno de Triunvirato, en agosto de 1869, a espalda de las últimas y agónicas resistencias del pueblo en Cerro Corá, se inició la reorganización de la vida nacional destruida por la guerra.

            Escritores nacionales, como Carlos R. Centurión, definen a este período cruento como la era de transformación, en tanto que el publicista argentino Atilio García Mellid considera la tragedia de Cerro Corá como la culminación de la América humillada y deformada, definiendo el drama, como la derrota de América.

            Sin lugar a dudas, se operó, naturalmente, una transformación. Pero en sentido regresivo. El Paraguay dio una gigantesca marcha hacia atrás. Se suplantó la economía de la abundancia por la de estrechez. La pobreza se enseñoreó del Paraguay empujado a navegar sobre un mar embravecido por la tormenta de la inestabilidad. Esta guerra llamada de la Triple Alianza, por ello, debe considerarse como el gran mojón que divide la historia nacional en dos grandes etapas: El pasado glorioso enterrado en Cerro Corá, y el presente llamado gentilmente de la «era constitucional», de incertidumbres y zozobras, sin objetivos y a la deriva de los vientos de frondas. En 1870 comienza la historia sin pueblo, la historia «falsa y convencional», desfigurada por los falsificadores, la historia escrita por los ideólogos del faccionalismo político, ingeniosa creación de los vencedores foráneos del imperialismo extranjero.

            Y por ironía de la historia, en este presente, lleno de presagios fúnebres, hizo su irrupción en el escenario político y social de la República una de las falanges juveniles de mayores relevancias. Fue esa juventud encabezada por Facundo Machaín, Juan Silvano Godoy, los Decoud, Sosa Escalada y otros. Con atisbos de modernismos, de formación enciclopedista; alumnos en su mayoría del histórico Colegio Nacional de Concepción del Uruguay; influenciados los más por el generoso idealismo de la generación argentina del 37, y envenenados los menos por el mitrismo argentino. Soñó por instaurar y organizar una República de tipo moderno. La utopía le costó la muerte o la frustración. Los nuevos propietarios de la República no estaban dispuestos a tolerar ni siquiera la idea y la práctica del liberalismo argentino. Así comenzó otro drama paraguayo. El drama de la juventud del siglo XX. Y la democracia fue sustituida por el faccionalismo disgregador y belicoso. El pueblo paraguayo comenzó a conocer entonces los días sin pan y las noches sin lumbres.

            La guerra apenas había terminado, y ya se advirtieron signos del resurgimiento civil. Estas manifestaciones de la vida civil surgieron de la colonia de residentes extranjeros. Proliferaron las constituciones de sociedades de socorros mutuos. La primera fue fundada en el año 1869 con la denominación de «Sociedad de Beneficencia Don Fernando II". En julio del mismo año se estableció otra, denominándose «Asociación Extranjera de Protección Mutua».

            De atenernos a los datos suministrados por el Anuario Estadístico de la República del Paraguay, libro segundo, año 1887; desde 1869 hasta la fecha en que estamos refiriéndonos, nos encontramos con las siguientes sociedades de socorros mutuos, con años de fundación, denominación, cantidad de socios y cuotas societarias:

 

 

            Resumiendo, desde 1869 a 1887 funcionaban en Asunción del Paraguay 11 sociedades de Socorros Mutuos con 1.384 socios, cuyas rentas mensuales sumaban a $1.303,50. Debe agregarse también a este cuadro, la posterior fundación de la Sociedad de Socorros Mutuos Suiza de Beneficencia en 1889, y por último el 19 de julio de 1903 la Sociedad «El Triunfo» Cosmopolita.

            Todas estas sociedades reflejaban la composición de la población asunceña y en cierta medida, el grado de desarrollo de la economía nacional de la posguerra, sin menospreciar la intensidad del renacimiento civilista asunceño.

            Los estatutos de cada una de dichas organizaciones, definían como fines el socorro mutuo para caso de enfermedad o accidente del asociado. El sentimiento de asociación de las gentes fue enérgicamente impulsado por la prensa asunceña. «La Regeneración», «La Reforma» y «La Democracia» fueron sus voceros, y sus prédicas principistas se inspiraron en las ideas del liberalismo clásico.

            «La Democracia», por ejemplo, en su artículo editorial del 17 de diciembre de 1882 intitulado: El espíritu de asociación, escribía:

            «Una de las manifestaciones más evidentes del carácter progresista de nuestra época es ese espíritu de asociación que por todas partes se manifiesta, tratando de reunir las distintas fuerzas sociales para darle una dirección adecuada y fecunda. Esas agrupaciones vienen, pues, a llenar un vacío y a convertirse en uno de los principales medios de civilización de nuestros días».

            Estas preocupaciones nobilísimas, en un medio como el nuestro desmoralizado, anarquizado y exhausto, no sólo se concretaban en las organizaciones societarias de socorros mutuos sino que comenzaban a extenderse sobre otras ramas de la actividad social, cultural y científica. El 26 de noviembre de 1876 se fundó en Asunción la «Sociedad Agrícola y de Aclimatación del Paraguay» a iniciativa del señor Benjamín Balanzá, con la colaboración del Dr. Benjamín Aceval, Higinio Uriarte, Francisco Guanes, Cirilo Solalinde, el Dr. Guillermo Stewart, el Dr. Pereyra Gamba, Salvador Rivarola, Ricardo Mongelós, Francisco Bibolini, José Segundo Decoud, Mateo Cuéllar, Juan Barbero y N. Rolón.

            Sus propósitos eran: El estudio de las cuestiones tendientes a desenvolver y acrecentar la producción agrícola del país, sea por el desenvolvimiento de los productos paraguayos, sea por la aclimatación de los extranjeros; hacer conocer mejor el Paraguay y atraer a él la inmigración; organización de una biblioteca agrícola, de un museo de instrumentos agrícolas, etc.

            «La Reforma», en su edición del 12 de diciembre de 1876, comentando la iniciativa expresaba:

            «Que el espíritu de asociación no ha desaparecido por completo y que todavía existen hombres qué se consagran al estudio de las cuestiones que directamente afectan la prosperidad nacional».

            La «Sociedad Agrícola y de Aclimatación del Paraguay», expresión de la parte progresista de nuestra clase media, de un sector de los ganaderos en unión de profesionales técnicos, publicó una revista con el nombre de «El Agrónomo», designándose como director de la misma al doctor Próspero Pereyra Gamba. El primer número Apareció el 13 de febrero de 1877. La aparición de esta sociedad tenía sus fundamentos. El país, devastado y quebrado por una guerra impía de exterminio, apenas contaba con una población de 293.844 habitantes, en su mayoría: ancianos y niños. Su producción agrícola, lo fundamental, era sumamente precaria. El censo agrícola de los años 1872, 1877 y 1881 ofrecía el siguiente cuadro:

 

 

            Entidades de diversos caracteres proliferaron en el país. En Asunción fundóse el 17 de junio de 1880, la sociedad denominada «Amigos del Pueblo», cuyos propósitos fueron: Facilitar a las personas y sus familiares momentos de recreos e instrucción, funciones dramáticas, coros y conciertos. El 28 de agosto de 1880 se fundó una sociedad similar a la asunceña en San Estanislao con la denominación de «El Club Social», con los siguientes fines: 1°) Crear un punto de reunión y proporcionar medios de diversión; 2°) Fundar bibliotecas, suscribirse a los diarios o periódicos. Los iniciadores fueron Basilio Muñoz, Andrés Urdapilleta y Guillermo de los Ríos. Nos ocuparemos de tres de las sociedades mencionadas: La sociedad «Santa Cruz», la sociedad «Artesanos del Paraguay» y la sociedad «Tipográfica del Paraguay». Difieren de las sociedades de socorros mutuos de residentes extranjeros por su topografía social.

            Fueron sociedades cosmopolitas, es decir, sociedades que admitían en su seno personas sin discriminación de nacionalidades, condición social, pero, en lo fundamental conservaban su carácter de sociedades de socorros mutuos con marcada preeminencia del elemento trabajador. Estas organizaciones constituyeron algo así como la antesala del auténtico movimiento obrero en el Paraguay.

            Así como el movimiento obrero argentino «comenzó bajo la forma de sociedades de Socorros Mutuos (3), el movimiento sindical paraguayo también emergió de las organizaciones mutualistas de residentes extranjeros. Desde luego, todo el proceso de formación del movimiento obrero mundial reconoce el mismo origen.

 

LA SOCIEDAD «SANTA CRUZ»

 

            La primera sociedad de socorros mutuos organizada directamente por los obreros paraguayos fue la Sociedad «Santa Cruz», más o menos por el año de 1880. «La Democracia», en su edición del 24 de agosto de 1882, dice:

            «Hará dos años aproximadamente que unos cuantos jóvenes obreros tuvieron la buena idea de reunirse en sociedad estableciendo un centro más o menos según otras sociedades análogas. De un principio juzgamos digno de aplauso el pensamiento que se había manifestado en ese sentido en la clase obrera y, puede decirse, entre los más humildes ciudadanos del pueblo».

            «La Democracia», después de señalar la importancia y significación de esta organización entre los obreros, terminaba por recomendar que:

            «Sus estatutos consagren la protección mutua para sus miembros, no admitiendo en su seno socios que no pertenezcan a la clase obrera y del pueblo, para que haya uniformidad y fuerza en su organización. La protección mutua -escribe-, no es para que se facilite la ociosidad y la vagancia. Un obrero miembro de la sociedad puede, por cualquier circunstancia, carecer de trabajo, y en este caso, la sociedad debe preocuparse por todos los medios a su alcance de proporcionárselo, subviniendo si fuere indispensable, a sus necesidades más apremiantes, por el tiempo que dure la carencia de trabajo, debidamente justificada».

            El articulista termina con estos conceptos finales: «Lo que quisiéramos para propio bien de la clase obrera del país, es que haya en ella, en toda la extensión posible, esa protección mutua tan necesaria e indispensable para que el gremio trabaje y prospere. En la mayor parte de los países europeos, en los Estados Unidos y en Buenos Aires, bajo diversas formas, hay establecidas esas sociedades en que los obreros apoyan su presente y su porvenir».

 

LA SOCIEDAD «LOS ARTESANOS DEL PARAGUAY»

 

            El 5 de noviembre de 1882 se fundó la segunda sociedad asunceña de socorros mutuos: «Sociedad Artesanos del Paraguay». La reunión se llevó a cabo en la sede del diario «La Democracia», sito, entonces, en la calle Oliva y 25 de Diciembre de la ciudad de Asunción. La iniciativa partió de un grupo de obreros gráficos entre quienes figuran: Mariano Riquelme, Líborio Palacios, Venancio León, Juan Andrés González y Alejandro Marengo. La iniciativa contó con el decidido apoyo del director de «La Democracia», don Ignacio Ibarra. Esta sociedad se diferenciaba de la sociedad «Santa «Cruz» por la amplitud de miras y por la composición social de sus integrantes, pues, aparte de los obreros y empleados, formaban parte sectores representativos de la clase media asunceña. El señor J. Andrés González, con motivo de la fundación de esta sociedad, escribió en «La Democracia», en su edición del 24 de octubre de 1882:

            «He asistido el domingo 22 del corriente a una de aquellas fiestas de filantropía en donde los sentimientos humanitarios y fraternales se manifiestan de un modo satisfactorio y se llenan de cariño y abnegación. Se trata, pues, de la fundación de una sociedad de artesanos y no artesanos que se denomina con el título de «Artesanos del Paraguay», cuyos nobles propósitos son: crear un fondo común para socorros mutuos, propender la caridad. La falta absoluta de una asociación de esa naturaleza en esta Capital, cuya contribución equitativa está al alcance hasta de los más humildes obreros, se hacía necesaria desde hace muchos años a esta parte. Vencidas las primeras dificultades, se llevó a cabo la primera inscripción bajo la dirección de la primera comisión provisoria de que forman parte los iniciadores de tan noble pensamiento, los jóvenes don Lino Bogado y don Agustín Milón, humildes artesanos, y en lo que también ha tenido la honra de participar el que suscribe. Después de leída y hechas algunas observaciones al proyecto del reglamento, se procedió a la inscripción de los que deban o quieran ser miembros de la sociedad, ascendiendo el número de personas a sesenta... Sabido es que la unión es la que vence toda dificultad en el camino del progreso -terminaba su artículo J. Andrés González-, y que las asociaciones son el termómetro en que se miden los grados de civilización de los pueblos».

            La primera comisión directiva de esta novel asociación quedó integrada con las siguientes personas: Presidente, Abdón Vergara; vicepresidente, Lino Bogado; secretario, Enrique Fermelmont; tesorero, Mariano Riquelme; vocales titulares, Francisco Recalde y Vicente Cabrera; vocales suplentes, José Usedo y José Franco.

            El 1° de noviembre de 1882, en una asamblea general, con la asistencia de 46 asociados, fueron aprobados los estatutos definitivos de la sociedad, designándose la comisión directiva con las siguientes personas: presidente, Manuel Paradela; vicepresidente, Guillermo Recalde; tesorero; Mariano Riquelme; secretario, Enrique Fermelmont; vocales titulares, Francisco Recalde, Vicente Cabrera, Abdón Vergara y Lino Bogado. El número de socios ascendía a cien personas inscriptas.

            La constitución de la sociedad «Artesanos del Paraguay», que acusaba un proceso ascendente hacia la formación del movimiento obrero del Paraguay, mereció significativos comentarios de parte de la prensa asunceña. «La Democracia» en sucesivas ediciones destacó este ejemplo de los artesanos asunceños:

            «Bello ejemplo -escribía- el que los artesanos muestren el camino del progreso a las gentes de mejor posición social». «La Democracia» veía en esta agrupación de los artesanos, un hecho social llamado a tener honda repercusión en el seno del civilismo paraguayo:

            «Puede responder esta asociación -escribía- a fines políticos muy oportunos e importantes. Nada menos que puede contribuir con su influencia a hacer que el pueblo mantenga constantemente su dignidad en las elecciones. Porque francamente hablando, es vergonzoso el que de continuo tengamos que ver ante las urnas electorales, ostentando con escándalo el tráfico miserable de los votos; infiriéndose de ahí que, por ejemplo, en las Cámaras, no son todos los que suben a la representación, la expresión genuina de la voluntad popular, porque en sus elecciones muchas veces han estado de por medio la venta de los votos y la embriaguez repugnante de los que así juegan inconscientemente con uno de los más preciados atributos de la libertad republicana. ¿No causa, en efecto, vergüenza - escribía en sus comentarios del 26 de octubre de 1882-, al ver dirigirse hacia las urnas electorales a una turba de beodos que han vendido sus boletas de inscripción por pocos centavos y algunos tragos de aguardiente a don Fulano, a don Zutano o a don Mengano... y que en suma; ebrios completamente, ni alcanzan a recordar por quién y cómo dieron sus votos para tal o cual cargos?».

            Al cumplirse el primer aniversario de la fundación de la sociedad «Artesanos del Paraguay», organizóse con tal motivo una interesante fiesta. «La Reforma» del 6 de noviembre de 1883 escribía:

            «La sencilla fiesta de ayer ha sido la espléndida fiesta de la democracia. Espléndida por la idea y por su alcance, esa fiesta fue uno de los bellos triunfos de la libertad. La fiesta de ayer -continuaba- es la vida de las nuevas ideas. La unión hace la fuerza. ¡Uníos artesanos paraguayos!, para conservar la libertad política y civil que habéis alcanzado».

            La celebración contó con la asistencia del presidente de la República, general Bernardino Caballero, quien, al retirarse, fue acompañado hasta su residencia por una entusiasta manifestación.

            El 22 de octubre de 1883, realizóse la asamblea general, dice «La Reforma», procediéndose a la renovación de la comisión directiva después de haberse dado lectura a la memoria. Esta comisión fue integrada por los siguientes socios: Presidente, Manuel Paradela; vicepresidente, Ignacio Ibarra; tesorero, Mariano Riquelme; secretario, Alejandro Marengo; pro secretario, Carlos Massi; vocales titulares, Ildefonso Benegas, Eduardo Noya, Cecilio Báez, Augusto Milón, Pedro P. Caballero, Emilio Castro; vocales suplentes; César López Narváez, Lino Bogado y Vicente Riquelme.

            La sociedad «Artesanos del Paraguay», contó en su seno a miembros del Congreso Nacional, comerciantes, propietarios y a distinguidos profesionales. La incorporación de estos sectores acomodados significó el desplazamiento progresivo del seno de la entidad del elemento artesanal. Se planteaba así la primera manifestación concreta de la diferenciación de clases en el ambiente asunceño de la posguerra, buscando anular toda vinculación con la actividad política ciudadana y oponiendo una barrera a la preocupación de los artesanos por la instrucción.

 

SOCIEDAD COSMOPOLITA DE SOCORROS MUTUOS

«VERDADEROS ARTESANOS»

 

            El proceso de diferencia de clases que acusó el desenvolvimiento de la sociedad «Artesanos del Paraguay», contribuyó debidamente a crear las condiciones que posibilitaron la primera y más seria escisión de la entidad. El sector de los auténticos artesanos se desprendió de la sociedad, y el 14 de mayo de 1885 constituyóse en una organización independiente bajo la denominación de «Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos - Verdaderos Artesanos», dándose el siguiente programa:

            1°) Crear un fondo común para socorrer a los socios efectivos que la componen; 2°) Practicar la filantropía, extendiendo el socorro mutuo a los préstamos en efectivo a los socios que se encontraren en algún apuro inmediatamente que los fondos sociales lleguen a la cantidad fijada por estos estatutos; 3°) Fundar una biblioteca social; 4º) Establecer una escuela nocturna; 5°) Propender a la cooperación; 6º) Promover anualmente una exposición de obras puramente por los artesanos socios a fin de exhibirlas al público; 7°) Propender y establecer una caja de ahorro entre los socios (4)

            La nueva entidad adoptó el lema: «Progreso y Trabajo», a diferencia de la sociedad «Artesanos del Paraguay» que era «Unión y Trabajo». La asamblea constituyente se llevó a cabo en el día mencionado, en el colegio de niños de don Eugenio Bertón, ubicado en la calle Progreso, frente al entonces Hotel Europa. La comisión provisoria se integró con Constantino Valiente como presidente y como secretarios: J. Andrés González y Alejandro Marengo.(5)

            Esta escisión que evidenciaba ya un contenido clasista fue precipitada por dos causas: a) La Sociedad «Artesanos del Paraguay», progresivamente iba cayendo en manos de los propietarios, comerciantes, profesionales, desplazando de consiguiente a los auténticos artesanos de la dirección y control de la organización societaria; b) Desde la fundación de la entidad societaria y durante su desenvolvimiento, los verdaderos artesanos en unión con los periodistas, en más de una oportunidad, habían planteado algunas cuestiones que rebasaban las fronteras de la filantropía: Consideraban como deber ineludible de la organización societaria, el de preocuparse de los problemas relacionados con la defensa de los derechos del trabajo y de la dignificación del trabajador artesano, como así, de la formación de una conciencia social, para superar, entre otras cosas, «el escándalo, el tráfico miserable de los votos». Por supuesto, los propietarios, comerciantes y caudillos políticos, en cuyas manos se hallaban la dirección y administración de la sociedad, se opusieron tenazmente contra las pretensiones de este sector laboral. La sociedad «Artesanos del Paraguay» cambió su denominación posteriormente, adoptando el nombre de «Sociedad Paraguaya de Socorros Mutuos», el 7 de febrero de 1893.

            La sociedad cosmopolita de socorros mutuos «Verdaderos Artesanos», constituye la antesala del primer sindicato obrero que se fundó en el Paraguay. Los fundadores de esta sociedad de socorros mutuos fueron precisamente los obreros gráficos, quienes, un año después, organizaron la «Sociedad Tipográfica del Paraguay». En aquellos años, a poco de haber terminado la horrenda guerra de exterminio, en el país se evidenciaba ya la formación de una conciencia social y hasta gremial. Las prédicas constantes de los diarios de la época; tales como El Orden, La Reforma, La Regeneración, contribuyeron en la formación de esta incipiente conciencia social. Se dieron a la tarea de combatir, a su manera, los restos de la influencia de la dictadura lopista. Fomentaban para ello decididamente el espíritu de asociación, siguiendo naturalmente los rumbos ideológicos del liberalismo argentino. «La Democracia», de Ignacio Ibarra, y «El Artesano», de J. Andrés González, se dieron a una tarea distinta que las de los voceros de la naciente burguesía paraguaya. La campaña emprendida por estos últimos se orientó a crear la conciencia gremialista y socialista en el seno del naciente proletariado paraguayo, cuya composición fundamental la formaba el artesanado de las ciudades y la gran peonada de los obrajes, yerbales y estancias. Conviene recordar que J. Andrés González, director de «El Artesano», alma y nervio del naciente gremialismo obrero en el Paraguay, había vivido algunos años en Buenos Aires, precisamente en la época en que aparecieron los primeros núcleos socialistas, como la «Sección Francesa» de la Asociación Internacional de Trabajadores de 1872; las «Secciones Italiana y Española» de 1873; el llamado grupo «Woswarts» que publicó el primer número de su revista, el 2 de octubre de 1886. La publicación bajo la dirección de S. Poureille, de la revista francesa «Le Revolutionaire», también contribuyó en este histórico impulso inicial.

            Es de suponer que al volver a su país, este novel militante gráfico traería consigo un bagaje de las ideas socialistas diseminadas en el seno del proletariado bonaerense para lanzarlas en el surco paraguayo. Los diarios asuncenos, a su vez, publicaban profusamente noticias relacionadas con la actividad gremial y obrera de los distintos países de América y Europa.

            La «nueva» economía implantada después de la guerra, comenzaba a dar sus primeros frutos. La explotación de la mano de obra se intensificaba día a día. La carestía de la vida era alarmante. El blanco favorito de la prensa asunceña se concentraba sobre la especulación de la carne en mano de los abastecedores y el régimen llamado del «conchavo» imperante en la zona norte del país. Este régimen de trabajo norteño, era frecuentemente denunciado como el régimen de los «esclavos blancos». La prensa local reclamaba constantemente la intervención de la policía para poner coto a estos males e incluso, señalaba a las autoridades la necesidad de tomar las providencias necesarias para defender del abuso al personal doméstico, a las llamadas «placeras» (6), el trabajo de los peones, de los carreros, lancheros, de los mozos de cargas, etc.

            Estas preocupaciones populistas merecieron el apoyo franco de intelectuales de nota, como el doctor Alfredo Madrazzo, co-fundador del Instituto Paraguayo, ateneo éste del pensamiento modernista paraguayo de entonces. En efecto, en la edición del diario «La Democracia», del 7 de mayo de 1886, escribió un artículo intitulado «Agrupaciones proletarias». Sostenía en el mencionado artículo:

            1°) Todo cuanto se haga por mejorar al proletariado aprovecha grandemente a la sociedad; 2°) En consecuencia, se debe mantener la higiene y la salubridad en el rancho pajizo o en la pobre habitación del campesino y del obrero; 3°) Se deben fundar Cajas de Ahorros y Ligas Agrarias, para que el proletariado se persuada de la necesidad de formarse de un pequeño capital; 4°) Porque se mejoren los textos de enseñanza con un buen catecismo de economía y porque todo padre sea compelido a mandar sus hijos al establecimiento primario de su distrito.

            Proponía a renglón seguido como medida de efectos parciales:

            a) Que se redujeran los derechos de alcabala para los arriendos enfitéuticos; b), la supresión de los derechos del fierro y calzado introducidos en el país, y la baja en el avalúo del género blanco y otras mercaderías populares.

            Recomendaba por último la fundación de periódicos que sirvan al verdadero interés local y que ayuden a la mejora y progreso de las clases menos acomodadas o recomendaba a los demás diarios de mayor circulación en el país: consagren algún espacio al examen de las cuestiones que interesan a los trabajadores.

            La preocupación del doctor Madrazzo, incuestionablemente reflejaba el sordo descontento popular imperante en el país y que el doctor Madrazzo, en su condición de intelectual modernista se esforzaba por orientarlo por el camino de la organización pacífica, dentro naturalmente de las posibilidades reales que ofrecía «la nueva economía» de la posguerra.

            Los «libertadores», en cuya falange se contaban en primera fila los hijos legítimos del mitrismo porteño, es decir: los especuladores de la venta de tierras que otrora pertenecieron al Estado paraguayo; los agiotistas; la «elit» legionaria; los acaparadores de frutos del país, estaban comenzando a recoger la cosecha a menos de diez años de la terminación de la guerra de la Triple Alianza. El pueblo paraguayo comenzaba a pagar bien caro su atrevimiento y su audacia de pretender la defensa de su libre determinación y su independencia, oponiéndose enérgicamente a la invasión del capitalismo inglés de presa en el Río de la Plata.

            La prensa asunceña marcaba a fuego a los especuladores del expendio de carne y a los negreros norteños. «La Reforma» acotaba en su edición del 4 de enero de 1884, que: el descontento que se observa en todos los gremios sociales no carece de fundamento y de razones bien evidentes. Hace poco -continuaba el aludido suelto, sirviendo a los intereses bien entendido de la comunidad- hemos abierto una campaña bien decidida contra el mal que pesaba cual loza de plomo sobre todos los asociados y a beneficio sólo de unos cuantos especuladores.

            «La Reforma» también se ocupó del inicuo régimen de «conchavos» en los obrajes y yerbales de la zona norte de nuestro país, secundado coincidentemente por «La Democracia». Los usurpadores, enarbolando la bandera de la libertad; se posesionaron de los puntos claves de nuestra producción primaria, de manera fundamental, de la extracción de la madera y de la yerba. La explotación se hizo sentir con el rigor de su Ley, precisamente en esta zona de la producción nacional en que la mano de obra se hallaba integrada por la gran peonada. A menudo desde 1880, se puede leer en los mencionados diarios, referencias alusivas a esta situación: Un pobre indígena -decía una publicación de la fecha-, un miserable habitante de los yerbales, que desea trabajar para subvenir a su subsistencia se acerca a un patrón en demanda de conchavo:

            -Señor, necesito para poder trabajar, cien fuertes.(7)

            -¿Nada más cien fuertes? Yo te lo anticiparé...

            -Pero, señor, yo quisiera que me lo diera en plata...

            -¡Ah!, eso no; no tengo plata. Si quieres trapo...

 

            ¿Qué debe hacer? El miserable peón que sabe que todos los patrones te han de decir lo mismo, se resigna con su suerte y acepta «trapos», es decir, traga el anzuelo. Ya se echó un lazo el pobre peón, que es difícil rompa en mucho tiempo, por mucho sudor que derrame y por mucho esfuerzo que haga.

            Ningún patrón se conforma en vender a los peones -continúa el suelto-, sino con un cien por ciento de utilidades. Baste decir, que la arroba (10 kilos) de sal que en plaza se vende a dos y medio o tres reales, ellos la venden al peón a 25 reales; cuatro galletitas valen, un real; una libra de maíz, un real y un real lo que en cualquier parte de la campaña vale un cuartillo o un medio. (Un real equivalía a 10 cuartillos). En los trapos (ropa de trabajo de lo más ordinario), no ganan tanto los patrones; por un sombrero que en plaza vale tres pesos fuertes, ellos cargan seis pesos fuertes en la cuenta, y por un poncho, cuyo valor en plaza sea de treinta reales, cobran siete u ocho patacones. El peón me debe cien fuertes -comenta el patrón-, y me cuesta 25. No para aquí el mal, como los infelices mineros tienen un real, vense forzados a surtirse en los almacenes de los patrones y como éstos son pródigos en ofrecerles cuanto necesitan, por la cuenta que le tienen... derrochan cuánto ganan y más, con lo cual, cada vez, se ven más esclavos de sus deudas y de sus patrones.

            «La Reforma» calificaba a este régimen de «leonino».

            Las consecuencias del acaparamiento progresivo y total de las tierras aptas para el laboreo, después de la guerra de 1865-70, muy pronto se hizo notar. El descontento invadía el campo. Desde varios rincones del país comenzaban a levantarse airadas protestas de los agricultores contra estas apropiaciones de los fundos y contra la tentativa del pago de arrendamiento que trataban de imponer los nuevos propietarios. Las primeras protestas surgieron de los pueblos de Altos, Emboscada y Atyrá. En febrero de 1887, los vecinos del paraje «Atyramí», representando a 300 vecinos, una comisión designada al efecto, se presentó al ministro del Interior, denunciando al señor Merzan, que se decía ser propietario de la fracción de terreno en donde tienen sus chacras y en donde pastan los ganados empleados en las faenas agrícolas. Recordaban en dicha nota que en 1871, ya el señor Luis Patri pretendió cobrar también arrendamientos. Pero ante la enérgica resistencia del vecindario rural fue anulada la pretensión del aludido propietario... Incluso con esta airada oposición de los agricultores, también fue anulada una operación que el señor Patri había concertado con el Estado. La nota de protesta se hallaba suscripta por los siguientes agricultores del paraje «Atyrá-mí»: Fermín Jiménez, Aniceto Agüero, Vicente Ramírez, Asunción Martínez, Mercedes Sotelo, Raimundo Morales, Sixto Méndez, Cantalicio Fleytas y 36 agricultores más.

 

 

REGLAMENTACIÓN DEL TRABAJO DE SERVICIO DOMÉSTICO

 

            La agudización creciente de la crisis agraria originada por la enajenación masiva de las tierras públicas, la ausencia de mercado y el carácter de nuestra agricultura de subsistencia, actuaron como factor estimulante del éxodo de la población rural hacia las ciudades. Es debido a ello que la prensa asunceña, desde 1880, insistía en la necesidad perentoria de reglamentar el trabajo de algunas de las ocupaciones laborales, fundamentalmente en la ciudad capital. El problema del trabajo del servicio doméstico, ocupaba preferentemente la atención de la prensa local por estas razones. Tal preocupación hasta cierto punto, se justificaba en una sociedad como la asunceña que aún conservaba fuertemente su sello semicolonial, conservando la tradición de la sociedad colonial en el sentido de mantener vivo el sentimiento de aversión a todo trabajo manual, quién el trabajo doméstico. El trabajo de este personal que convivía el ámbito familiar del empleador, se hallaba sujeto a una permanente inestabilidad, dadas las condiciones agraviantes que rodeaba su prestación. «La Reforma» en un artículo de fondo publicado en fecha 22 de agosto de 1880, decía: Una de las cosas que piden con urgencia una reforma, es el servicio doméstico en nuestra sociedad.

            Clamaba por la necesidad de: Moralizar esta clase de nuestra sociedad, estableciendo condiciones reglamentarias que a la vez de imposibilitar la concurrencia de hechos desagradables y muchas veces funestos, debería impedir esa constante inestabilidad que se experimentan en los criados, pero sobre todo, en las criadas.

            La persistente campaña de la prensa local dio su fruto. El Congreso Nacional, en sesión del 24 de mayo de 1884, sancionó la Ley por la que se reglamenta el trabajo del personal doméstico, siendo promulgado por el Poder Ejecutivo el 18 de julio de 1884. Esta Ley de amparo laboral es la primera que se registra en la etapa contemporánea del Paraguay y quizá, la primera también en el Río de la Plata. El texto de la Ley consta de 42 artículos y establece por primera vez en el país, la siguiente calificación de las especialidades que componen el vasto gremio de los trabajadores de las casas de familia; ellos son: cocineros y cocineras, mucamos y mucamas, las amas de leche, las niñeras, los cocheros particulares en las casas, los lacayos, los freneros de casas particulares, porteros y los mozos de hoteles y casas de huéspedes. Imponía la obligatoriedad de un registro y de la libreta de trabajo para el personal en la que constaba de: número de orden; nombre y apellido del personal; nacionalidad, edad, estado, clase o categoría de ocupación; y el nombre y apellido del empleador, como así su domicilio. Se debe fijar además, las condiciones que deben regir la relación laboral, siendo obligatorio para el empleador, dejar establecido el ingreso y egreso del personal; el preaviso de 10 días para ambos; el sueldo o jornal y las tareas que el personal estaba obligado a realizar por el contrato. Se fijaba también las condiciones de admisión del o de la menor; derechos y obligaciones de las amas de leche o ama de cría o de constancia, como se denominaba en aquellos años; trato a que se obliga guardar el empleador. Por último, se establecían las sanciones pecuniarias, tanto para el empleador como para el personal que llegare a infringir las disposiciones de rigor. Esta Ley fue derogada el 8 de setiembre de 1903. Ella fue sancionada por el Congreso de la Nación siendo presidente del Honorable Senado el señor Juan A. Jara y presidente de la Cámara de Diputados el señor Zacarías Samaniego, siendo promulgada por el presidente de la República, el general Bernardino Caballero. El texto íntegro de esta novedosa legislación lo publicamos en el apéndice de esta obra.

            Esta primera Ley de carácter laboral que se dictó en el país, venía a satisfacer, primordialmente, exigencias de las amas de casa de la sociedad semicolonial asunceña, atormentadas por la inestabilidad de este personal desprendido de la comunidad rural y de consiguiente, constituido o integrado por el sector de las capas más empobrecidas del campesinado que, sin horizontes y sin esperanzas, huían de sus ambientes lugareños, abatidos por la miseria y la amargura, carentes de los conocimientos más elementales sobre el manejo del hogar y que en su total mayoría, eran analfabetas. Su sello característico es, fundamentalmente de tipo policial, sin pretender negar algunos de sus aspectos positivos en lo que se refiere al establecimiento de un contrato de trabajo en la relación laboral. Esta Ley no establecía, además, los sueldos o jornales por los que debían realizarse las prestaciones, como así, la indemnización en caso de despido, los francos semanales ni los anuales, amén de los descansos entre las tareas matutinas y vespertinas. Esta Ley ignoraba un hecho penoso: las tareas agobiantes a que eran sometidas las mujeres y especialmente las menores, en un ambiente de desconsideración y de menosprecio, pretendiendo ingenuamente lograr la estabilidad del personal con una reglamentación de tipo policial. Por lo tanto, esta ley tuvo una relativa vigencia y el gremio nunca tuvo conciencia de su significación e importancia.

 

«EL ARTESANO»

 

            El 25 de octubre de 1885 apareció el primer número de «El Artesano», bajo la dirección del tipógrafo y periodista Juan Andrés González, en colaboración con Rafael C. Vallejos y Lucas Barrios. La aparición de este primer vocero obrero, bajo la dirección, precisamente, del núcleo de los obreros tipógrafos, constituía un signo inequívoco del ascenso de la conciencia gremial de los trabajadores, al par de evidenciar la creciente influencia, en nuestro medio, del naciente movimiento obrero y socialista rioplatense.

            A diferencia de «La Reforma» y de «La Democracia», que alentaban a través de sus prédicas el espíritu de asociación, «El Artesano» apareció en la palestra de la prensa nacional para alentar, estimular, fomentar el espíritu de agremiación.

            «El Artesano» pudo sostenerse hasta el 30 de mayo de 1886, lanzando a la circulación -durante ese período- 31 ediciones. Fue el primer periódico obrero gremialista del Paraguay contemporáneo. Recogió y alentó en sus páginas las primeras preocupaciones de la artesanía nacional y, decididamente, se empeñó e hizo suya la causa de la agremiación de los obreros gráficos.

            El núcleo sindical inicial de este gremio se adhirió, desde el primer momento, a la corriente socialista del sindicalismo obrero internacional.

            Con amplia visión de futuro, exigida por un país en ruinas, como el Paraguay, pero dispuesto a emprender la lucha por el progreso y la reconstrucción nacional, «El Artesano» iniciaba su patriótica campaña con estos términos: Un nuevo órgano se presenta en el palenque de la prensa paraguaya, un nuevo órgano modesto, pero leal, cuyos propósitos son la dignificación de los gremios, esas falanges de obreros que representan el país en sus variadas fases. «El Artesano»,-continuaba el artículo de fondo- mirará en cada gremio una columna de la prosperidad pública y en cada trabajador un hermano de la tarea que conduce al adelanto moral y material del país.

            La aparición de «El Artesano» tiene, sin duda, una significación histórica:

            1. Fue el primer periódico obrero que condensó las aspiraciones del naciente gremialismo paraguayo, durante el período de transición, de las sociedades de socorros mutuos a la formación de los primeros sindicatos obreros en nuestro país;

            2. «El Artesano», con su aparición y su prédica, reflejaba un significativo despertar de la conciencia gremial en los trabajadores. Este grupo de obreros tipógrafos, con J. Andrés González a la cabeza, contribuyó decididamente en la fundación de una de las más importantes sociedades cosmopolitas de la época, «La Sociedad de Artesanos del Paraguay». Producida la escisión y creada la «Sociedad Verdaderos Artesanos», con vertical sentido de clase, la constitución del primer sindicato obrero en el Paraguay, no fue sino el corolario lógico en este proceso de la formación y desarrollo del sindicalismo paraguayo, no obstante, el precario desarrollo del movimiento obrero, debido al raquítico y lento desenvolvimiento de la economía nacional. «El Artesano», a pesar de la ausencia de una más clara y definida diferenciación de clase, concretó y propagó el primer programa social y obrero de la República. Con un lema, tal vez ajustado a la realidad económica y social imperante, «la armonía entre el propietario y el obrero, por el justo y equitativo cumplimiento del deber», resumió este programa en 12 puntos; con un sentido desarrollista:

            1°) Prescindencia absoluta de toda política y personalismo.

            2°) Propender y aconsejar el establecimiento de sociedades filantrópicas entre los gremios.

            3°) Propagar a favor de los establecimientos industriales y manufactureros.

            4°) Aconsejar el estímulo al trabajo.

            5°) Aconsejar la actividad y virtud a los artesanos en el cumplimiento de sus deberes.

            6°) Buscar medio de armonizarse con el propietario, procurando equilibrar las condiciones de ambos.

            7°) Propagar haciendo conocer las ventajas que ofrece el país a todo trabajador honrado.

            8°) Propagar a favor de las colonias que se establezcan en el país.

            9°) Aconsejar a los poderes iniciar obras de utilidad pública.

            10°) Ofrecer gratuitamente una Sección a las personas que deseen obtener trabajo o trabajadores, así como al Gobierno y demás reparticiones públicas toda licitación que tenga por objeto contratar la construcción de obras de utilidad pública.

            11°) Dar cuenta del movimiento de los talleres y casas industriales, si es posible de toda la República.

            12°) Combatir los malos hábitos y todo juego que contradiga la moral pública y ofenda la sociedad.

 

            3. «El Artesano» trató de orientar los esfuerzos gremiales e intentó concretar una doctrina gremial, con sentido nacional y popular, vinculando la actividad obrera y social con los demás sectores del país. En las páginas de «El Artesano», es común leer publicaciones sobre los precios de los frutos del país, la actividad agropecuaria, su desarrollo, como así el personal con que cuentan las empresas y talleres.

            4. Fue el vocero de la unión obrera nacional. En el orden específico, trabajó afanosamente en favor de la organización gremial de los tipógrafos. Para interesarlos y estimularlos, publicaba noticias relacionadas con la actividad gremial en el exterior, particularmente, lo referente a la acción del personal de las artes gráficas de los países de Europa y América, llamando la atención del gremio gráfico asunceño e incitándole a imitar el ejemplo de los de afuera.

            5. Combatió tenazmente los prejuicios imperantes en el seno de los artesanos, tanto sus vicios como sus malos hábitos. Encaró la lucha contra las desgracias y las injusticias, por los medios morales, el derecho y el deber. Todos pretendemos ser más que todos -afirmaba-, sin tener en cuenta que con esa pretensión, marchamos al precipicio más infinito de nuestras desgracias, al caos, a la ruina y al desprestigio público. Definía la lucha de clases, en la existencia de una guerra indirecta entre la aristocracia y el obrero. Y advertía frecuentemente el peligro que nos amenaza, estando como estamos desunidos. Todas las profesiones, decía, son iguales, todos nos dan los mismos resultados, los mismos sacrificios pero, nunca llegamos a comprender en su justo valor, debido a nuestra condenable negligencia, dando lugar a que nos sobrevengan circunstancias lamentables, sin podernos deshacer de ellas, por no tener un apoyo seguro en nuestra unión recíproca.

            6. Recogiendo iniciativas similares de Buenos Aires, Montevideo y Rosario de Santa Fe, El Artesano bregó incansablemente por la creación de la Escuela de Artes y Oficios. Su preocupación por la cultura obrera fue constante.

            En la edición N° 31, el último de la serie publicado el 30 de mayo de 1886, en su artículo editorial bajo el título «Apaguemos y vámonos» se escribía: Circunstancia de fuerza mayor nos obliga hoy a suspender temporalmente la publicación de «El Artesano». Nunca -escribe, más abajo- hemos sido soñadores ni hemos pretendido jamás utopías impracticables. Nuestros débiles esfuerzos no han sido del todo infructuosos. En poco tiempo hemos alcanzado ya un triunfo: la organización de la «Sociedad Tipográfica del Paraguay», que no dudamos tendrá imitadores entre los demás gremios.

 

LA SOCIEDAD TIPOGRÁFICA DEL PARAGUAY

 

            Transcurrida ya la primera década de la posguerra de 1865-70, establecidas las primeras empresas y talleres, renacida la opinión pública y en acción los primeros paladines de la prensa nacional: «La Reforma», «La Regeneración» y «La Democracia», se suma, como hemos visto, «El Artesano», bajo la iniciativa y el apoyo de un grupo de tipógrafos encabezado por el señor Juan Andrés González. Hemos señalado también la significación de la aparición de dicho vocero que para nosotros, marcaba un nuevo ascenso en el desarrollo de la conciencia gremial y la culminación de la campaña iniciada, con la fundación de la Sociedad Tipográfica del Paraguay.

            La idea, en efecto, de la agremiación de los tipógrafos, venía debatiéndose, desde hacía más o menos dos años, en el ambiente del propio gremio. La Reforma del 29 de abril de 1884 insertaba un suelto bajo el acápite de Sociedad Tipográfica y entre otras cosas se decía: Bulle en las mentes de algunos entusiastas jóvenes del gremio tipográfico la idea de llevar a cabo la fundación de una sociedad hasta aquí desconocida en el país y que está llamada a producir grandes beneficios, tanto a los obreros como a los propietarios de las imprentas. El domingo tuvo lugar -continuaba el articulista- la primera reunión de algunos que simpatizan con tan laudable pensamiento y se acordó entre otras cosas pedir a la Sociedad Tipográfica de Buenos Aires los estatutos de dicha asociación para modelo de la que se trata de establecer. La fundación de una sociedad tipográfica en el Paraguay es necesaria, porque ella vendrá a moralizar el gremio en esa clase obrera. El objeto -terminaba el artículo- será desarrollar los medios de acción para asegurar el bienestar de cada uno por medio del trabajo honrado y proteger a los que se encuentran sin colocación. En una palabra, buscar los medios de unión para precaverse de todo mal.

            Esas primeras reuniones de los tipógrafos, siempre contaron entre 30 a 50 asambleístas. La cantidad de concurrentes en apoyo de la iniciativa gremial, no puede ser, naturalmente, calificada de insignificante ni de intrascendente. En la época del advenimiento de la idea de la asociación tipográfica en Asunción, por no decir en todo el Paraguay, la tipografía no acusaba significativo progreso que destacar. Apenas existían siete publicaciones, cuatro diarios y tres periódicos. Todos éstos eran servidos por 25 cajistas y unos 6 a 8 aprendices a lo más. En total, en el país, funcionaban 4 establecimientos de tipografía.    

            Los sueldos de los oficiales no pasaban de 30 pesos fuertes mensuales en casi todos los establecimientos de tipografía en Asunción; se abonaban iguales sueldos, salvo algunas excepciones. Por otra parte, los administradores o propietarios de imprentas se hallaban empeñados a la sazón, en disminuir el personal ocupado. «El Artesano» cita, por ejemplo, el caso de la imprenta «El Orden». Antes de ahora contaba con 13 oficiales y ahora -dice edición 13-12-1885- apenas cuenta 6 cajistas, en cambio, la imprenta tiene más trabajo. De aquí vienen las imposiciones bajas y brutales entrelazadas con amenazas. De estas consecuencias resulta, que algunos establecimientos están completamente desordenados respecto a la categoría de los trabajadores.

            La situación porque estaba atravesando el gremio, de suyo afligente, impuso la idea de la necesidad de la asociación tipográfica.

            «El Artesano» no desaprovechaba oportunidad para alertar permanentemente a los tipógrafos frente a la crisis por que atravesaba la industria de la tipografía y el país. Nadie más, compañeros -decía una publicación de mayo 1886-, tiene derecho de establecer un reglamento interno de tipógrafos que nosotros mismos. Ya que no tenemos aquí sociedad tipográfica, bueno es que se trate de establecer algún régimen regular. Por fin, después de más de dos años de preparación, pudieron darse las bases de esta sociedad, el 16 de mayo de 1886. «El Artesano» del 23 de mayo del mismo año saludaba alborozado la constitución del primer sindicato del país con estos términos: Esta es la primera vez que nos toca la satisfacción y el placer de anunciar la fundación de una sociedad tipográfica en el Paraguay. Hace más de dos años que surgió esa idea pero, como siempre sucede, a toda nueva y proyectada, ella había fracasado hasta el 16 del corriente. Una débil indicación nuestra por este periódico -continúa- ha bastado para que la mayoría de los discípulos de Gutenberg corran presurosos a formar un centro social, nombrar un directorio interino y proclamar instalada la asociación bajo el título de Sociedad Tipográfica del Paraguay. Los patrones, por lo general, no quieren jamás dar al obrero el derecho de su libertad de pensar y obrar a fin de continuar explotándolos a su ventaja. Repasando los periódicos más distantes del exterior -dice- vemos la mar de los movimientos obreros de todos los gremios...; a fin de llegar a una altura digna y esencialmente ventajosa para trabajadores y patrones en las condiciones de trabajo... Las sociedades defienden siempre, protegen a los que por meros caprichos de los capitalistas fueren despedidos de los talleres sin motivo justificado, y no desmayan hasta que los obreros vuelvan a su colocación.

            Este mismo pensamiento es uno de los principales propósitos de la Sociedad Tipográfica del Paraguay, es decir, además del de socorros mutuos.

            Queda demostrado pues, en forma categórica e irrevocable que el primer sindicato obrero fue fundado el 16 de mayo de 1886, por un grupo de tipógrafos paraguayos, encabezado por J. Andrés González, alma y nervio durante todo el proceso de preparación y fundación de la Sociedad Tipográfica del Paraguay. En consecuencia, es falsa la afirmación de Carlos R. Centurión en su libro «Historia de las letras paraguayas» (III - Época autonómica, página 299) de que «Pedro Gori fue el fundador del primer sindicato obrero de la Asunción, en 1901».

            El primer sindicato obrero fue fundado en Asunción en 1886, por auténticos trabajadores paraguayos. Tampoco es cierto que Rafael Barrett y José Guillermo Bertotto hayan sido «los primeros en acercarse a las masas obreras para decirles que tenían derechos que reivindicar»...

            Fue Juan Andrés González, desde las columnas de El Artesano, quien alertó a los trabajadores del país sobre sus derechos pisoteados; fueron los propios trabajadores, desde las trincheras de sus primeros sindicatos, que abrieron la lucha en defensa de los salarios exiguos y la jornada de 8 horas, a partir del año 1892.

            Muchos de nuestros historiadores y publicistas contemporáneos, tal vez por desconocimiento de los hechos o por no creer en la capacidad creadora de nuestro pueblo, se han empeñado sistemáticamente a la obra de falsificar o desvirtuar los hechos de nuestra historia, destacando que el empuje de su dinámica es la resultante del esfuerzo extranjero. Esto demuestra, naturalmente, la estulticia del enfoque de tales autores, insensibles ante el desarrollo del sentir y del quehacer nacionales. Con esta afirmación, tampoco pretendemos menospreciar la contribución de Pedro Gori con su visita al Paraguay, que no fue precisamente en el terreno gremial, como lo fuera la de Barrett y Bertotto.

            Trascribimos el Acta de instalación de la Sociedad Tipográfica del Paraguay, como testimonio de nuestra afirmación: En la ciudad de la Asunción, Capital de la República del Paraguay, a los diez y seis días del mes de mayo del año mil ochocientos ochenta y seis; nos los inscriptos abajo, por nuestra espontánea voluntad nos constituimos en Asamblea General en la casa de don Venancio León, sita en la calle Apipé, a objeto de llevar a cabo los trabajos tendientes a la fundación de una sociedad Tipográfica, cuyo pensamiento data de más de dos años a esta parte, y siendo las 2:30 de la tarde, procedemos al nombramiento de don Juan Cirilo Mendoza como presidente interino y de don Juan Andrés González como secretario, quienes ocupando seguidamente sus puestos, fue abierta la sesión con asistencia de 28 miembros. Juan Cirilo Mendoza, Venancio León, Dionisio Ferreira, Liborio Palacios, Pedro J. Alarcón, José A. Alfaro, Pedro J. Cabrera, Santos Aguayo, Francisco Martínez, Cornelio Escobar, J. Andrés González, Daniel Valiente, Onofre Romero, Diego Téllez, Lino Espínola, Mariano Riquelme, Ramón Benítez, Laurentino Morales, Anastasio Núñez, Anselmo Marecos, Ángel Jiménez, Quintín Ríos, Faustino Díaz, Hilario Gayoso, Luis Bedoya, Salvador Ibarrola, Natividad Cabral y Galo S. Cabrera. Después de algunas observaciones hechas por varios de los presentes, se resolvió proceder en primer lugar al nombramiento de un Directorio Provisorio que deba presidir la asamblea y formular los Estatutos, hasta tanto que con arreglo a éstos, se nombre un directorio electivo por el término que se señale, resultando del modo siguiente: Presidente, J. Cirilo Mendoza; vicepresidente, Venancio León; tesorero, Francisco Martínez; secretario, J. Andrés González: vocal, Laurentino Morales; ídem, José Alarcón. Instalado así el Directorio Provisorio, se procedió a la designación del título que debe llevar la sociedad, y habiendo unos opinado que sea Sociedad Tipográfica Asunceña y otros Sociedad Tipográfica del Paraguay, se procedió a votación resultando mayoría por lo segundo, fijándose además para que la cuota de entrada sea la de dos pesos fuertes. En este estado queda fundada la Sociedad Tipográfica del Paraguay, a partir desde el 14 de mayo de 1886 (8), es decir, dos días antes de la presente fecha, en consideración de que la reunión debía efectuarse ese día y que ha sido postergada para hoy a fin de concurrir a ella el mayor número posible de los gremios que deban pertenecer en el seno de la sociedad. - Juan Cirilo Mendoza, Presidente; Juan Andrés González, Secretario.

            Los Estatutos aprobados constan de 88 artículos y definen como objetos de la Sociedad:

            1°) Propender al adelanto del arte, seguridad de los intereses del gremio y velar por la moralidad de los que de él forman parte;

            2°) Prestar socorro a los miembros que se enfermaren o se imposibilitaren para el trabajo, en la forma que se establece en el título III,

            3°) Proteger a los mismos que necesitaren auxilio, previa resolución de la asamblea;

            4°) Buscar los medios de perpetua armonía entre los trabajadores y propietarios de imprenta, directores o administradores de diarios o de otros establecimientos comprendidos en el artículo 2.

            En el art. 2 de estos estatutos, se determinan las distintas especialidades que abarca el gremio: tipógrafos, prensistas, maquinistas, de imprenta y de litografía, grabadores y encuadernadores, nacionales y extranjeros. En el art. 3, se establece la discriminación de los socios en: fundadores, efectivos, protectores, corresponsales y honorarios.

            El radio de acción de la sociedad establecía, en el art. 4, toda la Capital, «exceptuando los distritos de Trinidad, Recoleta y Lambaré». Los Estatutos fueron aprobados y concedida la personería jurídica a la Sociedad Tipográfica del Paraguay, en fecha 22 de mayo de 1891, expidiéndose copia autenticada de los Estatutos por el Ministerio del Interior, por el oficial 1° L. Livieres, en fecha 27 de agosto de 1891.

            En homenaje a estos pioneros del gremialismo paraguayo, hemos de recordar que fueron ellos los que sentaron el auspicioso precedente de la solidaridad internacional obrera en el país. Con motivo de la huelga de los gráficos uruguayos, en nota dirigida desde Asunción, de fecha 28 de diciembre de 1885 al presidente de la Sociedad Tipográfica montevideana, el grupo de los tipógrafos paraguayos, fundador de la Sociedad Tipográfica, expresaron su decidido y entusiasta apoyo a los tipógrafos huelguistas de la Imprenta España de Montevideo.

 

EL EJEMPLO DE LOS TIPÓGRAFOS CUNDE:

SE DESENCADENAN LAS PRIMERAS HUELGAS OBRERAS

 

            El carácter de la estructuración económica que se imprimió al país después de la guerra de la Triple Alianza y las repercusiones de la crisis argentina de 1890, provocaron las primeras huelgas espontáneas de los trabajadores. El crónico desquicio de la administración pública, una de las características salientes en la era constitucional contemporánea contribuyó también al desencadenamiento de estas primeras huelgas. Estos primeros huelguistas fueron los peones de la estación central del ferrocarril. Nos informa a este respecto La Democracia del 19 de marzo de 1889: Se han suspendido, desde por la mañana, los trabajos en el taller del ferrocarril. Los peones se declararon en huelga a causa de no pagárseles íntegros sus salarios. De las averiguaciones que hicimos resulta que antes de ahora se les hacía el pago con un 10% de descuento y en vales que debían ser presentados al cajero, el cual entregaba su importe con otro pequeño descuento. Esta vez se les iba a dar sus sueldos con un 20% de descuento. Los peones no aceptaron y paralizaron el trabajo. Con motivo de este hecho «La Democracia» del 2 de marzo, en su editorial «Huelga de obreros», expresaba: El ferrocarril es una dependencia del gobierno como propiedad fiscal, y su administración, al verse falta de dinero, debió buscarlos en las arcas fiscales, aunque sea en calidad de préstamo, antes que dar lugar a la huelga de los peones, que han puesto el grito al cielo, no sin razón, pues son gentes pobres que viven de sus salarios. Grave, gravísimo es pues el hecho que acaba de ocurrir en la estación central del ferrocarril y que tal vez suceda en las demás de la vía. De ese modo vendría necesariamente la paralización de los trenes, y serios perjuicios sufriría el comercio de la capital al par que los agricultores de la campaña.

            El 5 de noviembre de 1891 se produjo la segunda huelga del personal ferroviario, motivada por la misma causa que desencadenara el anterior movimiento: la falta de pago. Esta vez se adeudaba a los empleados el mes de octubre. El señor gerente de la compañía, ya de propiedad inglesa, se había marchado a Londres con las entradas de dicho mes, dejando impagos los haberes de su personal.

            A partir del año 1892, en que se dejaban sentir las primeras repercusiones de las primeras huelgas argentinas provocadas por la crisis de 1890-1894, preparada y consumada -al decir del señor Estanislao Zeballos- por los banqueros europeos, no solamente en la República Argentina, sino también en Australia, India, El Cabo, etc., en nuestro país comenzaron a insinuarse los primeros signos de la resistencia de los trabajadores contra la pretensión capitalista de descargar el peso de esta crisis sobre sus espaldas. Hemos de señalar, sin embargo, que los efectos de esta gran crisis argentina no hacían sino reagravar monstruosamente la crónica depresión económica paraguaya, arrastrada desde el día siguiente de la terminación de la guerra de la Triple Alianza.

            En 1885, se fundó en Buenos Aires «La Internacional de Carpinteros, Ebanistas y Anexos». En setiembre de 1887, el «Sindicato de Panaderos» de Buenos Aires, en el mismo año de 1887, «La Fraternidad», personal de maquinistas y foguistas de locomotoras. A comienzos del año 1891, se organizó la primera Central Sindical Argentina, «La Federación Obrera Regional Argentina». Los prolegómenos de la fundación de esta primera central de los trabajadores argentinos, arrancan de la determinación de un grupo de obreros socialistas, de dar cumplimiento a los acuerdos del Congreso Internacional Socialista reunido en París, entre el 14 al 18 de julio de 1889. Se constituyó en Buenos Aires el Centro Internacional Obrero y convocó a los trabajadores para celebrar el 1° de mayo de 1890 en El Prado Español. En ese mitin del 1° de mayo se resolvió crear una federación de obreros de la república, publicar un periódico para la defensa de la clase obrera y dirigir al Congreso Nacional una petición solicitando la sanción de leyes protectoras del trabajo. (9)

            El vocero de la Federación Obrera Argentina «El Obrero», apareció el 12 de diciembre de 1890. Desapareció «El Obrero» y fue sustituido por «El Socialista», el 11 de marzo de 1893. A éste sucedió «La Vanguardia», el 7 de abril de 1894.

            El 15 de agosto de 1891, se realizó el Primer Congreso Obrero de la Federación Argentina, con la participación de los Sindicatos de Carpinteros, Ebanistas y Anexos; Club Worwaert, Tipógrafos Alemanes, Obreros Panaderos.

            La repercusión de este primer Congreso Obrero, fue vasta y fecunda en la Argentina. Constituyéronse otras organizaciones sindicales, entre ellas, la «Sociedad Cosmopolita de Obreros Albañiles», luego, la de los pintores y varios otros gremios. Esta intensa agitación obrera no quedó aprisionada dentro de los lindes de la capital argentina. Se extendió en el interior y llegó de consiguiente a nuestro país. Por entonces la situación económica se agravaba día a día. A mediados de 1897 -dice D. Abad de Santillán- (10), hacía «La Protesta Humana» de Buenos Aires esta descripción: El vendaval de la crisis arrecia. No sólo en la Argentina, donde en la ciudad y en el campo pulula jadeante, extenuado, aterido de frío y vacío el estómago, el ejército de los sin trabajo, la legión de los que, sin casa ni hogar, mendigan asilo y ocupación, algo con que alimentar un día más el mecanismo digestivo que les anima. La crisis, la falta de trabajo, manifiéstase con igual o mayor prepotencia en las repúblicas que nos rodean. Del Uruguay emigran los obreros a millares, porque allí la vida es imposible. En el Paraguay la escasez es aterradora. En Chile, se reúnen más de ocho mil obreros reivindicando sus derechos a la existencia y aclamando la revolución social.

            La espantosa escasez que sufría el país, denunciada por el periódico anarco-sindicalista, era tremendamente agravada por el progresivo aumento de los precios de artículos de primera necesidad, en contraste con la disminución paulatina del valor adquisitivo de nuestra moneda a consecuencia del aumento incesante de la cotización del oro y del papel moneda argentino que en aquellos años eran los patrones de nuestra moneda.

            El oro en 1892, se cotizaba al 625%, en 1898 al 700%; en 1902 al 1.150%. El papel moneda argentino, en los mismos años, se cotizaba a 185%, al 395% y al 400%, respectivamente.

            El Dr. Ramón de Olascoaga, profesor de economía de la Universidad de Asunción, en un trabajo escrito en 1896 y publicado en Madrid (España), señalaba que la moneda nacional, es desde 1890 el papel moneda cotizado con una fuerte depreciación (11). Los aterradores impactos de la crisis argentina, en nuestro país, fueron temas de hondas preocupaciones en todos los sectores del pueblo. La prensa asunceña, especialmente se hizo eco en diversas oportunidades, de los desastrosos efectos de esta crisis sobre el nivel de vida de los distintos sectores del trabajo paraguayo. «La Democracia», paladín de las inquietudes populares, se ocupaba con frecuencia de ellos. El 22 de marzo de 1893, escribiendo sobre «La crisis en el Paraguay», señalaba que sus efectos eran aún más terrible que en la Argentina. El 10 de octubre del mismo año, en un artículo de fondo intitulado «Crisis-Miseria» escribía: En el comercio se nota una paralización completa. No hay producción de exportación que compense el cambio de los mercados de consumo. La importación crece y disminuye. El pueblo compra al comercio nada más que los artículos de consumo muy indispensables a la subsistencia personal. Y la miseria no puede ser más completa, cuando el papel moneda, nuestro medio circulante, se encuentra tan depreciado como está. El oro se cotizaba entonces al 650%. «La Democracia», en su edición del 10 de octubre de 1893, sostenía una verdad incontrovertible cuando escribía: No puede concebirse el sosiego y la tranquilidad de ánimo entre los trabajadores. Cuesta mucho, muchísimo ganar el billete. El sistema económico del país -escribía- se halla completamente desmoralizado y todo marcha en contra de la clase trabajadora. El trabajo no da ya para el ahorro, apenas para la vida, y en muchas ocasiones, ni lo suficiente (12).

            En contraste con la creciente miseria de los hogares y de las familias de los trabajadores, la clase adinerada gastaba mucho lujo en la capital. Patentizando una insensibilidad criminal, se empeñaba en ridiculizar las primeras efervescencias obreras contra este empobrecimiento sin precedentes en los anales del país. Recordemos, por ejemplo, en los días de los carnavales organizados en enero de 1893 en Asunción, la aparición de la comparsa con el nombre de «Los Anarquistas». Los señores de nuestra sociedad oligárquica asunceña integraron aquella famosa comparsa, lanzándolos a la calle, con sentido de mofa, a sus hijos, los «niños» de entonces Eduardo Schaerer, Bibolini, Elizeche, Gaona, Agüero, Burgos, González Navero, Casaccia, Casco, etc. Los trajes alegóricos que exhibieron, uno representaba a la célebre anarquista parisiense Luisa Michel; otro con frac y guantes blancos representaba en el papel de Ravanchol. El resto de la comparsa pseudo aristocrática, se exhibía con trajes o distintivos representativos de los distintos gremios de artesanos y de trabajadores que estaban asumiendo actitudes de franca y abierta rebeldía ante los efectos de la crisis que se hacía sentir sobre sus castigadas espaldas...

 

COMIENZA LA RESISTENCIA OBRERA CONTRA LA CRISIS

 

            El vigoroso desarrollo de las organizaciones obreras argentinas, la intensa agitación que estaba provocando este impulso gremial en el Río de la Plata, las primeras huelgas que se desencadenaron en el vecino país contra la pretensión patronal de descargar sobre el lomo proletario los efectos de la crisis, tuvieron en el Paraguay, honda repercusión. Los diarios asunceños -mencionamos muy especialmente «La Democracia»-, no perdían oportunidad de hacerse eco de tales acontecimientos. Era tan grande la influencia que ejercieron sobre el medio social paraguayo estos acontecimientos producidos en el campo social argentino, que cuando llegó el turno al Paraguay y, con motivo del desencadenamiento de la primera huelga, la historia nos ofrece el magnífico espectáculo de comprobar que el patronalismo paraguayo -hijo espurio del capitalismo argentino-, sin asco, repetía o esgrimía los argumentos de su engendrador. Hasta las primeras palabras empleadas en Buenos Aires por los personeros de la oligarquía argentina se volvieron a escuchar en Asunción. ¡Y sin embargo, no se produjo la reclamación patronal argentina contra este vergonzoso plagio...!

            Dada la estrecha vinculación entre ambos países, los esfuerzos de los trabajadores argentinos hallaron émulos sobresalientes en el Paraguay. La panfletería obrera argentina, bien pronto, rebasó las fronteras, extendiéndose del litoral argentino hasta el Paraguay. El primer gremio que recogió el mensaje de lucha de sus hermanos argentinos fue el de los obreros panaderos de Asunción. «La Democracia» del 13 de mayo de 1893, publicaba un suelto intitulado: «A los obreros panaderos de Asunción y sus alrededores», en nombre de 15 obreros panaderos, quienes invitaban a los obreros panaderos a una reunión que tendrá lugar en la calle Oliva N° 15, el día 15 de mayo a las 9 a.m. a fin de cambiar ideas y acordar el modo de solicitar a los dueños de panaderías un aumento de precios para la manutención o un aumento en los salarios.

            La reunión que se anunciaba debía llevarse a cabo en el domicilio del obrero panadero José Caballé. La policía que tenía conocimiento del objeto primordial de la reunión -decía otro suelto de «La Democracia» del 16 de mayo- envió a la casa citada dos comisarios y seis soldados disfrazados de paisanos para observar lo que pasaba en ella. Los obreros presentes, reunidos en número de 30 a 40 -continuaba la publicación mencionada- tomaron sus respectivos asientos y uno de ellos desenvolvió un rollo de papel que contenía un manifiesto de los anarquistas y empezó a leerlo con la mayor solemnidad. Cuando los agentes policiales oyeron la lectura de un párrafo del manifiesto en que se exhortaba a la clase trabajadora y al proletariado proclamar el comunismo y la anarquía indicando la dinamita, el veneno y el fuego como armas para defenderse contra la bayoneta de los gobiernos inmorales y arbitrarios -seguía la publicación de nuestro aludido suelto de «La Democracia» del 16 de mayo- empezaron a retirar sus respectivos disfraces y se apoderaron de los papeles e impusieron rendición a los concurrentes. Estos, a la vista del peligro que corrían, se levantaron precipitadamente, sacaron sus estoques y trataron de hacer resistencia pero todo era inútil: con los silbidos de pitos que largaron los comisarios, se reunieron los vigilantes y los condujeron a la policía a todos, menos unos cinco o seis que lograron escaparse. Entre los papeles -decía por último, la publicación de «La Democracia»- secuestrados se encuentran algunas cartas que dan a entender que están inteligenciados con varios puntos de la América del Sud y de nuestra campaña.

            «El Independiente», del 17 de mayo, publicó una denuncia de la policía del presidente Juan G. González, acusando a la reunión de los obreros panaderos de perseguir fines delictuosamente anárquicos. Los obreros panaderos detenidos, de acuerdo a la información de «El Independiente», fueron: José Caballé, Santiago Apleyard y José Paler, todos españoles; Pedro Morro, José Cánepa y Francisco Masaquill, italianos; Santiago Banqueri, Benigno Chamorro, Pantaleón Ramírez y Pedro Cabaza, argentinos; José Gall, francés; Fermín Saavedra, boliviano. Y paraguayos los siguientes obreros panaderos: Cirilo López, Doroteo Pereyra, Celso Agrícola, Félix Pando, Juan Espinoza, Rosario Romero, Estanislao Bernal, Pablo Benítez, José Fleitas y Francisco Aguilar.

            Días después del atraco policial, el 20 de mayo, los obreros panaderos fueron puestos en libertad, a excepción del obrero argentino Santiago Banqueri, señalado como el principal cabecilla del movimiento. Los obreros panaderos presos, fueron víctimas de tratos desconsiderados por parte de la policía colorada. «El Independiente» aconsejaba a Santiago Banqueri, recurrir a los Tribunales Ordinarios demandando a la autoridad, culpable de violencia.

            La inusitada violencia policial, tiene naturalmente su motivo. El cuadro económico, político y social del sexto período constitucional contemporáneo que se inició con el binomio del Partido Nacional Republicano (Colorado), Juan G. González y Marcos Morínigo -presidente y vicepresidente de la República- el 25 de noviembre de 1890, no era por cierto muy halagüeño. Apenas inaugurado el nuevo gobierno, el 6 de diciembre de 1890 «sanciona por dos años la inconversión de los billetes del Banco Nacional del Paraguay y declara de curso forzoso dichos billetes» (13). La inconversión -decía el mensaje presidencial- se había decretado como única medida de salvación para evitar el retiro total del oro metálico de los Bancos, suspensión de los descuentos y liquidación de los negocios a que llevaba la conversión bojo el rigor de la crisis y el pánico de los malos manejos financieros.

            Las rentas nacionales habían disminuido y sólo alcanzaban a $1.724.588,28 y los egresos en aumento a $ 3.081.391,30; lo que arrojaba un déficit de 1.356.803,02. Los Bancos de emisión, incluso el Agrícola, fueron saqueados por los gobernantes, lo que dio lugar a la bancarrota general, cuya prueba es la gran desvalorización del papel moneda, que está al seis por uno en relación al oro. El Banco Nacional estaba agónico a consecuencia de sus capitales malversados y pillados por la aparcería política. El 18 de mayo de 1892, se declara su liquidación. El país atraviesa un período de gran crisis económico financiera. (14)

            La situación política interna era de caos, fraude y violencia. El partido gobernante (Colorado), se agitaba dentro de una seria pugna interna. Los jóvenes colorados apoyados por el general Egusquiza, miembro del Gabinete Nacional, constituían la oposición irreductible contra los «viejos», vale decir, contra lo que se daba en llamar el «caballerismo».

            En las condiciones políticas apuntadas, se desencadenó el primer estallido cívico-militar de la oposición liberal, encabezado por el mayor Vera, el 18 de octubre de 1891. La alarmante miseria y el desequilibrio económico del país, fueron los argumentos que enarbolaron como bandera la revolución liberal. El Gobierno de la Nación -decía el manifiesto de los revolucionarios liberales-, no es, en una palabra, sino una sociedad comanditaria que la explota y la saquea, la humilla y la envilece. El levantamiento, sin duda, tuvo honda repercusión popular. Los trabajadores, por primera vez, se hicieron sentir, prestando su decidida cooperación al movimiento, encabezado por los obreros tranviarios.

            Durante este período crítico por que atravesaba el país, se manifestaron las primeras acciones de la clase trabajadora en defensa de un digno nivel de vida. Naturalmente que fueron acciones de carácter completamente espontáneo, dada la extrema inestabilidad política y la aguda crisis que sufría la nación, es de suponerse que el régimen imperante no podría tolerar, bajo ningún concepto, movimiento de la naturaleza iniciada por los trabajadores. Es así que la publicación en la prensa, del primer documento obrero en los anales sociales del Paraguay, provocó algo así como el escándalo público del año. Se trata del manifiesto que los obreros panaderos iban a lanzar a la faz de la República y que fueran secuestrados por los comisarios Orué y Aguilera, durante el procedimiento policial contra la primera reunión obrera efectuada el 15 de mayo de 1892.

 

 

EL MANIFIESTO ANARQUISTA

 

            Se dio a publicidad, en «La Democracia» del 21 de mayo de 1892, con la firma de: «Grupo de los Hijos del Chaco». Este documento obrero es de suma importancia. Con él hace su irrupción en el país el anarquismo, que nos llega precisamente del Río de la Plata y, de consiguiente, se perfilan ya inicialmente las dos tendencias, que en el seno del embrionario movimiento obrero de nuestro país trataron de imponerse, dividiendo sus esfuerzos reivindicativos a través de todo un largo período que termina con la guerra del Chaco Boreal: el anarco-sindicalismo y el llamado reformismo inspirado por el Socialismo Internacional. Los exponentes representativos de estas tendencias históricas del movimiento obrero mundial, en el seno de nuestras primeras organizaciones sindicales son: el grupo de los obreros gráficos, fundador del primer sindicato obrero paraguayo y este grupo de los llamados Hijos del Chaco, formado en su mayoría por los obreros panaderos. Como veremos más adelante, el grupo del anarco-sindicalismo predominó en la primera etapa del desarrollo de nuestro gremialismo, culminando con la fundación de la primera central obrera paraguaya, en 1906.

            Naturalmente que ello fue el corolario lógico resultante de la fisonomía fundamental que caracterizaba a nuestro proletariado de aquellos iníciales años de su nacimiento y desarrollo, como también lo veremos más adelante.

            El manifiesto anarquista comienza diciendo:

            «Somos comunistas-anárquicos y como tales nos proponemos prolongar la completa emancipación del proletariado, a la vez que luchamos para abolir la inicua explotación del hombre por el hombre, ponemos todas nuestras fuerzas morales y materiales para hacer desaparecer todas las tiranías, para establecer la verdadera libertad, igualdad y fraternidad entre las familias humanas.

            «El motivo de publicar este manifiesto tiene por causa primordial el demostrar nuestro malestar por culpa del actual régimen de la sociedad tan mal llamada civilizada; y al mismo tiempo para decir lo que somos, y lo que queremos, con abnegación revolucionaria y con la convicción de que con nuestros lamentos de indignación despertaremos del letargo en que están sumidos los nuevos esclavos del capital. Ya estamos en la época de las luces para ver muy claro que todo lo que existe en la naturaleza como tierra, agua, aire, sol, luna y los demás elementos que constituyen el Universo, pertenece a todos los seres de nuestro planeta, puesto que dichos elementos nos han creado y nos conservan la existencia.

            «Ya es tiempo de reconocer que todo lo que existe artificialmente en nuestro globo terrestre como son ciudades, inmensas extensiones de tierra no cultivadas, canales, puertos, vías de comunicación por mar y tierra, instrumentos de trabajo y todos los adelantos científicos son hechos por muchas generaciones y con miles de millares de trabajadores, por lo tanto también pertenecen a todos y no exclusivamente a esta clase de privilegiados, falsamente políticos, embusteros, clericales, asesinos de la humanidad, proteccionistas de los grandes ladrones y asesinos y justicieros de los inocentes y explotadores del trabajador; en una palabra, todo lo que existe a nuestro derredor pertenece a todos los trabajadores ya que con sangre y sudor hemos contribuido en construirlo; y no a esta camarilla de zánganos que con sus constituciones, códigos, dioses imaginarios y santos de madonas se han convertido en dioses y gobernantes para vivir a costa del que produce y robar el oro que nosotros mismos hemos extraído de las entrañas de la tierra a fin de poder decir que con el oro o capital se compra el producto del obrero, sin tener en cuenta esos verdaderos ladrones que tanto el oro como los demás productos son creados por los trabajadores mismos.

            «Somos nosotros trabajadores, los albañiles que edifican magníficos, grandiosos e higiénicos palacios, y es un delito si los dejamos habitar a otros que nos mandan y asesinan en nombre de la patria y de la ley; mientras que nosotros habitamos en una insalubre choza y las más de las veces ni un techo para cubrirnos.

            «Somos los elaboradores de los productos alimenticios, y es un crimen que cometemos si dejamos morir de hambre a nuestros hijos por dejar reventar de panzudos los que no hacen nada, pero que en cambio nos prostituyen nuestras esposas e hijos.

            «Somos los que tejemos ricas telas y casimires, confeccionamos elegantes vestidos, y vestimos andrajos por dejarnos robar sin resistencia, y por motivo de nuestra cobardía los ladrones nos tratan de indecorosos y sucios, y se encuentran degradados a nuestro lado.

            «Somos nosotros los que hacemos ilustrados libros para instruirnos, y vegetamos en la más crasa ignorancia por dejarlos leer a esos que pretenden ser superiores a nosotros y en premio de nuestra mansedumbre nos tratan de ignorantes y bestias; con razón, porque todo hombre que no se subleva contra toda tiranía que rebaja su dignidad de tal, es inferior a los demás animales, puesto que éstos que no tienen raciocinio se rebelan contra los que quieren esclavizarlos.

            «En fin, somos los trabajadores, los productores de toda riqueza social, y en recompensa de tantos y tantos sacrificios, somos los esclavos, los humillados, los oprimidos, los explotados; en suma, somos las víctimas de esta lucha y guerra entre los trabajadores mismos, promovidas por esos políticos que por su ambición de gobernar y robar son los causantes de esa matanza entre las familias humanas.

            « Trabajadores, compañeros de infortunios: si esas injusticias y barbaridades habéis analizado, comprendéis que tal estado de cosas es injusto que siga así y sería un crimen que nos chocarían en cara nuestros hijos al consentir que continúen con ese régimen.

            «Por eso queremos que la propiedad individual sea transformada en propiedad común para bien de todos, queremos abolir la propiedad individual porque es la causa primordial de todos los males que nos agobian, pues con ella se mantiene toda esta escoria de la humanidad, como son: Gobierno, Clero, Abogado, Militares, Comerciante y Rentista que viven como parásitos y para seguir disfrutando de sus rapiñas mantienen con nuestros productos ese numeroso ejército.

            «Queremos desligamos de todos los Códigos y demás leyes artificiales e incompletas, para establecer la verdadera y única ley de la naturaleza.

            «Queremos derribar todas las prisiones y penitenciarías que sirven nomás que para encerrar al inocente trabajador, mientras que los criminales conscientes están en libertad, de modo que esos establecimientos no sirven para nada porque los defectos de la humanidad no corrigen de acuerdo con la justicia.

            «Queremos acabar esas luchas políticas que ocasionan derramamientos de sangre obrera promovidas por esos ambiciosos para elevarse al poder; los obreros deben pelear para su emancipación y no para nuestros explotadores.

            «Queremos abolir todo comercio y toda forma de monedas por ser la causa de existir ricos y pobres, heredados y desheredados, holgazanes y trabajadores, pues dentro del comunismo anárquico, todos los productos son de la humanidad y todos los individuos son libres productores y libres consumidores.

            «Queremos hacer desaparecer los límites estrechos de las fronteras que el hombre ha puesto en su ignorancia, para establecer la verdadera fraternidad entre las familias humanas.

            «Queremos destituir toda forma de gobierno porque mientras existen autoridades también existirá tiranía: podremos cambiar de tiranos, pero siempre tendremos la misma tiranía, esto es, mientras existan hombres que quieran oponer su voluntad a los demás hombres, no existirá para la humanidad ni un síntoma de libertad.

            «Queremos que el amor sea libre y no como sucede en la actualidad que se unen para toda la vida seres que jamás se han amado ni pueden amarse -por la diferencia de clases, de edades o afinidades, resultando con este sistema cuidar esos adulterios y crímenes tan desmoralizadores; queremos que se unan por aquella naturaleza, voluntad y simpatía que atrae a los dos sexos, como también queremos, puesto que no nacemos por la voluntad de nuestros padres, que los hijos sean de la gran familia humana y cuidarlos a su infancia para que ellos nos cuiden en nuestra vejez.

            «Queremos una sociedad comunista, que la tierra y casas sean libres para todos, maquinarias e instrumentos de trabajó libres para todos, los adelantos científicos que sean en beneficio de todos, la instrucción libre para todos, las vías de comunicaciones libres, la subsistencia asegurada a los ancianos e inválidos para el trabajo; queremos que todo sea de todos y que a ninguno le falte nada; todos para uno y uno para todos; cada individuo tiene el deber de trabajar según sus fuerzas para tener el derecho de consumir según sus necesidades, sin que ninguno tenga derecho a lo superfluo mientras que todos no tengamos lo necesario.

            «Queremos una sociedad anárquica; que no haya poder autoritario, que la humanidad se rija con las leyes invariables y justas de la naturaleza, queremos que el hombre sea completamente libre de los demás y que obre según tenga por conveniente, sin quitar la libertad de los demás, o cambiando los términos, que la libertad de uno no tenga más límite que la libertad de todos.

            «Como se comprende, el comunismo es la verdadera igualdad y fraternidad, y la anarquía es la completa libertad individual y la verdadera justicia y ambos constituyen una sociedad armónica, civilizada y de progreso.

            «Por lo tanto, compañeros del mundo entero, si queréis ser libres y concluir de una vez con esa plaga langostera burguesa para que no aparezcan en las generaciones futuras, es necesario unirnos las manos callosas a través de las fronteras, cuya unión se irá practicando con la formación de grupos de afinidad completamente libres y propagando las ideas comunistas anárquicas en los cafés, fondas, teatros, centros y convocar reuniones libres.

            «Grupos de afinidades es la unión de varios individuos con el deseo igual de ejecutar una misma cosa; por ejemplo, un individuo es apto para la propaganda hablada, puede unirse con otros individuos de igual aptitud y formar un grupo para convocar reuniones, es útil colaborar, unirse con otros colaboradores: es de espíritu revolucionario, que busque individuos revolucionarios y organizar un grupo de acción revolucionaria y así sucesivamente se van uniendo por la ley de afinidad, ley que no está escrita en ningún código porque es una ley natural e inviolable. La unión de este sistema tiene la ventaja que todos los individuos proceden libremente en todo aquello que juzguen conveniente sin verse obligados por ningún reglamento ni someter sus acciones a la aprobación de nadie, esto es, no es necesario ningún estatuto ni reglamento, como tampoco ningún presidente, ni secretario. Es el único modo de obrar libremente y abolir camarillas de zánganos y plantear un régimen económico. Esta forma de organización, de propaganda y acción tiene la facilidad de multiplicarse constantemente y en todas las diversiones es fácil también burlarse de las pesquisas policiales porque no se archivan documentos ni se levantan actas de acuerdos como tampoco no existe ningún centro determinado y está en todas partes puesto que cada individuo es un sujeto de actividad.        «Hemos manifestado el modo de unirnos y la táctica de luchar, pues ya sabéis que nuestros enemigos están pronto a ametrallarnos porque decimos verdades y declaramos los derechos que legalmente nos pertenecen, pero a nosotros nos quedan la astucia y la audacia; así como nuestros verdugos hacen uso de los cañones, trabucos, fusiles, revólveres, caballos, lanzas, bayonetas, espadas, machetes, arcos, guillotinas y todos los elementos de matanza humana con el solo deseo de eternizar nuestra esclavitud, a nosotros nos restan los productos que nos proporcionan la química y la industria como la dinamita, el veneno y el fuego rápido para quemar los archivos de propiedades, bancos, casas de injusticias, cárceles, templos y todos los edificios que sirven para la corrupción de la sociedad presente.

            «Tú prensa burguesa que eres partidaria del parásito y enemiga del paria, a ti te dice este grupo: es tan necesaria tu emancipación de la esclavitud en que te hallas sumida como la del proletario, porque unas veces vendes tu convicción por algunas, y otras, tiene que callarse la voz de tu conciencia por cumplir la tiranía de los mandarines.

            «A vosotros, gobiernos y políticos de todos los partidos, a vosotros os escribe este grupo de anarquistas, que dejéis vuestro sistema de autoridades que la defendéis cuando os conviene y la rechazáis cuando no podéis gobernar.

            «Algunos hipócritas e ignorantes nos preguntarán: ¿cómo es posible que exista buena armonía entre la familia humana sin autoridad que la imponga?

            «Observad las abejas y las hormigas cómo viven en sociedad; comunistas anárquicos, puesto que trabajan según sus fuerzas y consumen según sus necesidades; contemplad la araña cómo fabrica sus trampas para buscarse su subsistencia, sin embargo no tiene ninguno que la gobierna; estudiad la Naturaleza, ese movimiento anárquico, manteniendo en ella la armonía por las fuerzas de atracción y repulsión que existen en todas las partes que componen el todo y os convenceréis que todo lo que existe se rige solamente por la ley natural y no con las leyes artificiales; pues bien, si todo puede pasar sin leyes artificiales, el hombre con su alto grado de inteligencia y de prever el bien y el mal, bien puede pasarse con las benéficas leyes naturales y desligarse de las leyes maléficas artificiales.

            «Los causantes del desorden y la discordia entre la humanidad sois vosotros que con vuestra actitud pretendéis imponer vuestra voluntad a las demás voluntades, exigisteis el deber de uno a la producción sin otorgarle el derecho a la consumición, mientras que a otro le concedéis el deber de comer sin trabajar y el derecho de esclavizar al trabajador.

            «Para acabar de una vez, os decimos que si el hombre no puede gobernarse por sí por sus vicios y defectos, tampoco puede ser gobernado por hombres que sufren iguales vicios y defectos. De todos modos resulta ser el hombre un anarquista.

            Y vosotros burgueses: la razón os impone el deber de que entreguéis la tierra y los demás productos que habéis robado a la humanidad con vuestro sistema de explotación. ¡Sí, ladrones de sangre, sudor y honra de los trabajadores, que les aconsejáis que tienen que ahorrarse los elementos necesarios y negar la instrucción a sus hijos a fin de que ahorren parte de sus mezquinos salarios para que lo depositen en vuestras cajas de ahorro, para luego robarles con el nombre de quiebra! Sí, sois una junta de ladrones, propagáis a los inocentes trabajadores y los imbéciles aspirantes de burgueses que tienen que ahorrar durante la juventud para tener asegurada la subsistencia en la vejez, mientras que los que os ha escuchado y han podido hacerlo a costa de grandes sacrificios y privaciones, se encuentran en la vejez, no por los años sino por el exceso de trabajo, se encuentran en lugar de tener el fruto de sus economías un rollo de papeles, moneda de menos valor que la escoria que arrastra el cuerpo humano. Y así sucesivamente poco a poco vais robando al trabajador dejándole a él y sus hijos en la más espantosa miseria, mientras que vosotros disipáis sus productos. Luego blasonáis de filántropos, pero nosotros, anarquistas, os vamos a sacar la careta de la hipocresía. Si establecéis hospitales bastante malos algunos, es para evitar los estragos a vuestros excelentísimos y renovando personas que ocasionan ciertas enfermedades contagiosas; si fundáis sociedades de monopolios que vosotros llamáis de socorros mutuos, es para prever el saqueo de vuestros repletos almacenes; si establecéis casas de expósitos es para llevar a los hijos que habéis tenido con las doncellas que tenéis al servicio doméstico; en fin, si alguna vez hacéis limosnas, que es muy raro, es para esquivar la verdad que el proletariado reconoce que vosotros sois los causantes de sus infortunios y miseria.

            «En una palabra, sois como el cirujano de cierto pueblo que hería de noche para curar de día, porque con este sistema pasáis la existencia más espléndida y las víctimas os otorgan su aprecio.

            «Y vosotros, oprimidos, tanto productores como sirvientes, como soldados y policianos, insurreccionaos en contra de vuestros opresores, romped las cadenas de la nueva esclavitud. Preparaos y armaos para el próximo 1° de Mayo, día en que todos los desheredados del mundo han elegido para la huelga general y no volver al trabajo hasta ser libres productores y libres consumidores, llevaos este axioma: la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos; por lo tanto, ¡¡fuera jefes y mistificadores de toda clase!!

            «Por lo tanto ya sabéis lo que significa el 1° de Mayo, día de rebelión para derribar las instituciones que sostiene la escasa sociedad actual y encima de sus escombros plantar la regeneradora sociedad comunista anárquica.

            «Para tomar mayor energía gritemos con toda la fuerza de nuestros pulmones y con todo el entusiasmo: ¡abajo la explotación del hombre por el hombre!; ¡abajo todas las tiranías o el gubernismo! ¡Viva la revolución social! ¡Viva la completa emancipación de los trabajadores!

 

            Grupo de los Hijos del Chaco

            Asunción, enero de 1892.»

 

            Huelgan los comentarios sobre la impresión que provocó la publicación del manifiesto anarquista, en la aldea asunceña. Sacudió la modorra de la sociedad colonial- asunceña. Y como lo escribiera el señor Benigno Riquelme: La sociedad asunceña comentaba interpretando el caso ocurrido. Muchos se alarmaron sobre todo, después de publicado el manifiesto de los referidos anarquistas.

            Fue notable la coincidencia en cuanto a la reacción pública ante los acontecimientos que se estaba produciendo en Asunción y años ha, en Buenos Aires, con motivo de las primeras huelgas obreras porteñas.

            En el momento en que apremió el conflicto de los trabajadores del puerto - dice el historiador argentino Luis V. Sommí (16)-, «El Nacional» escribe, en su edición del 9 de agosto de 1899 bajo el título «El secreto de las huelgas», lo siguiente: Buscar a la huelga general a que estamos amagados otra causa que la suba del oro agravado por lo desconfianza general que la administración dominante ha debido inspirar, es querer hacer lo que el niño, que se envuelve en la sábana para no ver el caso. Aquí no hay socialismo ni hay nihilismo, ni hay comunismo. Lo que hay es que ha subido el oro y por lo tanto, por la política financiera en uso, han sido bajados los sueldos. Este es el secreto de la huelga de ayer y de la de hoy y de las que se preparan.

            Este mismo diario, que adoptara una posición tan justa y oportuna, sin embargo no es consecuente con su posición -como lo afirma Sommi- y días después, y meses más tarde, no sólo primeramente pretendió ridiculizar la huelga obrera, sino que afirmaba: «Aquí no hay la cuestión social».

            El Paraguay se estaba transformando en una caja de resonancia de estos acontecimientos sociales argentinos. Sus causas, no corresponde sean investigadas por ahora. Lo cierto es que, idéntico debate, similar reacción, y hasta los mismos conceptos fueron esgrimidos en su momento por los enemigos o defensores de estas nuevas ideas, cuya presencia se hacían en nuestro medio colonial aldeano. «La Democracia», en su edición del 24 de mayo de 1892, publicó un artículo firmado por el señor Benigno Riquelme intitulado: «Los anarquistas», en defensa de estas inquietudes obreras. Dada su trascendencia histórica, lo transcribimos íntegramente:

            Diremos la verdad -comenzaba escribiendo el señor Riquelme-, no hay anarquistas en la ciudad, si debemos atender en el significado verdadero de esta palabra. Lo que ha habido, no fue sino simple reunión de unos obreros panaderos que querían elevar sus quejas de miserias ante sus respectivos patrones. No fueron sino unos obreros en que se había manifestado el espíritu del siglo, esto es, el de las reclamaciones justas del derecho explotado por el capital y las especulaciones de los empresarios. Tanto tiempo aguantando aquellos hombres el peso de la tirante situación de la crisis, han pronunciado al fin en una explosión súbita para impetrar de sus patrones mejoramiento en el pago de su salario, ya que la vida ha venido, cada día, haciéndose más difícil en su sostén. En esto no hay anarquía. Lo que ha habido en aquella reunión es un comienzo de las prácticas de reuniones libres de que gozan los ciudadanos y extranjeros de este país. Lo que sí ha habido en aquella reunión, es un primer paso dado del reconocimiento legítimo, de que los trabajos y sacrificios de la clase obrera no deben correr a merced de los explotadores, sino que al contrario, deben ser apreciados y remunerados por una estipulación convenida entre los empresarios y los jornaleros. Entre ellos hay ya alguna prueba de civismo en este país. Ya se empieza a cambiar opiniones, ideas y principios en deliberaciones populares de parte de los trabajadores. Hay ya algunas nociones más adquiridas del espíritu de sociabilidad en los respectivos gremios de los artesanos e industriales de la república.

            Es así que se avanza con la civilización a la conquista del progreso y del bienestar de la población. De un modo insensible, vamos aquí mismo recorriendo la misma senda porque han pasado los pueblos del Plata, esto es, aquellos que más temprano, habían aspirado los primeros sorbos del coloniaje que trajo sus potentes brazos para remover las riquezas del continente. Es así que debe suceder; y este supuesto, vamos a historiar un poco. Desde la edad media en que el hombre, de la esclavitud ha pasado a la servidumbre del terruño, ha venido instándose siempre por la clase obrera, la reunión compacta de sus fuerzas morales para rechazar el escollo de los patrones.

            De esta necesidad, de este esfuerzo constante ha nacido la comunidad. De esta comunidad ha nacido recién la personalidad completa que todos los ciudadanos de la democracia deben poseer. De esta personalidad completa, ha nacido la libertad de acción para los obreros, removiendo piedra por piedra las entrañas de la tierra y amasando infatigablemente con su sudor el polvo de independencia que de conquista en conquista había venido acumulando. Este es el origen de todos esos tumultos europeos que a los cinco o seis siglos, vienen con más fuerza estremeciendo las sociedades del mundo. Este es el origen de todos esos levantamientos y huelgas de los industriales y artesanos en casi toda la Europa, y aún en América. Justas reclamaciones de los obreros como cuando se disminuye el tanto de su salario, han triunfado siempre. En Austria, no ha mucho, 2.000 molineros se declararon en huelga porque se les disminuía 3 centavos de cada uno de sus haberes, e inmediatamente fueron llamados en el recinto del Cuerpo Consultorio Imperial a los empresarios, y tuvieron que retirarse éstos prontos aumentando aún más los salarios a los obreros. En Francia es muy frecuente que los industriales se reúnen en deliberaciones y no sólo reclaman éstos contra los abusos de rebaja, sino que también consiguen el aumento de su jornal. En Inglaterra está asegurada por una sanción legislativa de la Cámara de los Lores desde el año 54, según Sarmiento, que visitó aquel país, el estipendio de los jornaleros, y que bajo ningún pretexto, se podría disminuirlo sin la aprobación de dicha Cámara. En Tucumán y Chivilcoy, que son los puntos más industriales de la República Argentina en harina, tan luego aquel hombre siendo presidente de su país, hubo un meeting de los trabajadores ante sus respectivos gobernadores contra las especulaciones de los empresarios. El general Sarmiento no sólo accedió a las peticiones en nombre del gobierno central, cuando se las transmitió las quejas de los obreros, sino que impuso por medio de venias congresales grandes multas para las empresas que querían tiranizar con las expoliaciones, recordando sin duda, lo que él mismo cuenta de Inglaterra que había estudiado hasta el corazón de sus instituciones políticas y económicas en sus viajes de estudios europeos. Aquí, pues, no es extraño que los panaderos se reúnan a cambiar ideas y principios de mejoras en sus profesiones. Tienen derecho a ello. Como tienen derechos los de todas clases de industria. Por la depreciación del papel moneda que como el flujo y reflujo de los mares, mantienen los capitalistas con respecto al oro, las casas mayoristas, como los establecimientos industriales, nunca pierden, porque arreglan los respectivos precios de sus artículos a la suba o baja proporcional de dicho metal. Los que pierden son los sueldistas, son los obreros y empleados. Pues, no sólo los panaderos, sino que también los zapateros, los lateros, como las demás artesanías, tienen derechos y deben reunirse en pacíficas asambleas y coordinar sistemas de vida que puede ser más acomodado, a medida que se vayan avanzando, al progreso o atraso de la población. Este es el curso natural del desenvolvimiento relativo de todas las clases sociales que en concéntrico y mutuo auxilio, deben marchar juntas sin extorsión de derechos que a cada cual le asista. Esa es la prueba más vital, de que los esfuerzos empeñados para la vida civilizada de este pueblo, no son estériles, sino al contrario, de mucha ventaja y adelanto para favorecer á los gremios propulsores de la riqueza nacional. Desde que no hay ningún avance a las autoridades constituidas en guardianes del orden público. Desde que no se comploten contra las instituciones legalmente reconocidas, todos los habitantes de la república gozan del derecho de opinar, combinar y armonizar sus ideas para los fines legítimos de la vida social. En Norte América un ciudadano solo es capaz de promover una reforma para cualquier corporación de industria, artesanía, etc. Y las leyes de aquel país son tan benéficas que, a juzgar por el inmenso imperio moral conquistado del mundo entero los Estados Unidos del Norte, y colocarse en la vanguardia en la grandeza y civilización de las naciones, no puede llevarse más adelante la pureza y perfección de vida republicana y demócrata de un país como aquél. Esto es cierto, porque se comenzó no a lastimar las fibras morales del pueblo con abusos y falseamiento de la Constitución patria en aquel paraíso, en aquel edén del globo, sino que al contrario, se tuvo desde el origen de su formación como nación independiente, la fe en la igualdad de los ciudadanos, se practicó el dogma de la responsabilidad mutua en las acciones y se elevó a una religión muda, el respeto a la personalidad, el respeto a los constitutivos de la familia y sus derechos, el respeto a los principios constitutivos de la nacionalidad entera. ¡Felices los pueblos que dirijan sus pasos por el sendero de aquél! Felices los pueblos que imiten las costumbres del pueblo yankee. ¡Felices los obreros que como los de aquél, puedan tener una digna altivez propia del dogma profesado de un verdadero republicanismo! B. Riquelme.

            La acción sindical de los trabajadores comenzó a extenderse a otros gremios de la capital. El domingo 29 de mayo de 1892, se reunieron los oficiales sastres y costureras de chaleco en la plaza Uruguaya, a las dos de la tarde, con el objeto de «uniformar ideas» -dice la publicación-, para conseguir aumento de precios sobre los trabajos.

            El comunicado, firmado por el sastre Eduardo Cersosimos, termina expresando que con el apoyo de todos, indudablemente, saldremos victoriosos. (17)

            Con el mismo propósito, los maestros carpinteros realizaron en la calle Estrella esquina Reforma, el domingo siguiente, es decir, el 5 de junio del mismo año, la primera reunión para tratar también aumentos sobre los jornales.

            La reclamación de los oficiales sastres no dieron motivos a mayores alternativas; no así la de los oficiales carpinteros. En la semana siguiente a la reunión realizada, el grupo de maestros carpinteros encabezado por Fulgencio Eloy, como presidente y Tomás Herrera, como secretario, dieron a publicidad un comunicado en los diarios de Asunción, dirigido al gremio, a los patrones y a la opinión pública ante noticias interesadamente propaladas para confundir en el sentido de que los obreros querían o intentaban imponerse a los dueños y éstos, en vista de esta actitud revocaban sus acuerdos. No son así los hechos -afirmaban los carpinteros en réplica pública-, los obreros -decían-, en vista de la imposibilidad de poder atender a sus necesidades, por el aumento fabuloso de los artículos más precisos, acordaron solicitar de los patrones el aumento de 25 por 100 del jornal que actualmente ganan, y efectivamente se hizo así, recogiendo las firmas de las patrones de los mejores talleres de la capital, lo cual les daba una garantía a su solicitud. (18)

            Los patrones carpinteros realizaron una reunión para tratar el petitorio obrero. El 7 de junio de 1892, con la firma de los señores Carlos Gatti, como presidente, y Ramón Sementé, como secretario, dirigieron una nota a los dirigentes gremiales Fulgencio Eloy y Tomás Herrera, expresando que, los patrones carpinteros de la capital, resolvieron de aumentar el jornal al 25%, después del término de 15 días de la fecha, con la condición de que cada uno de Uds. no podrá cambiar de taller en el término de un mes sin motivo justificado. (19)

            Los maestros carpinteros rechazaron la condición propuesta y ordenaron la paralización de los talleres de carpintería, exigiendo para levantarla, el pago de los aumentos desde el día de la fecha, es decir, desde el 8 de junio.

            El mismo día 8 de junio, los patrones carpinteros ratificaron su determinación de aumentar los salarios en un 25% y expresaron a los obreros carpinteros que cada uno de los firmantes del comunicado del 7 de junio quedaban en libertad de arreglarse como mejor convenga a ambas partes.(20)

            La declaración patronal fue firmada por los siguientes propietarios de talleres de carpinterías:

            Carlos Gatti, Carlos Hernwarts, Martín Serra, Ramón Sementé, Juan Villalba, Santiago Placencia, Jorge Chiffed, José Martinek, Gerardo Cenattassío, Bartolo Baglieto, Hilario Ybruja, Francisco Trucco, José Contíer, Gerónimo Casola, Julián López, Mariano Mateu, Donato Pacello, Cecilio Báez, José Facinelli, Antonio Datri, Luis Bond, Naly y Augusto Kolberg.

            El conflicto gremial fue solucionado, aceptando los oficiales carpinteros las condiciones propuestas por los propietarios de carpinterías.

            Las reclamaciones dé los trabajadores comenzaron a asumir una extensión inusitada por efecto de la crisis que afectaba el país -aún más terrible- en aquellos años. Uno de los índices más inequívoco de ello, lo constituía el estado de la Hacienda Pública a comienzo del año 1893. Los siguientes datos ilustran al respecto:

Costo del Ejercicio - $920.000

Costo burocracia Administrativa - $780.000

Garantías s/ el E Carril Central del Paraguay - $1.840,000

El total de las obligaciones del Estado alcanzaba la suma de - $4.390.000

El ingreso total - $865.000

El déficit presupuestivo arrojaba así la suma de - $3.525.000 (21)

 

 

AGREMIACIÓN DE LOS ESCRIBANOS PÚBLICOS

 

            Hasta los sectores llamados de profesiones liberales comenzaron a imitar el ejemplo de los trabajadores. El 14 de agosto de 1892, los escribanos fundaron el Colegio de Escribanos del Paraguay. En la mencionada fecha se reunieron los escribanos Pedro A. Gutiérrez, Dionisio Loizaga, Juan B. Villasanti, Silvestre Odriozola, José Irala, José Astigarraga, Eloy Marecos, José Goiburú, José D. Silva, J. Ramón Silva, Ricardo Torres, Jesús M. Carrillo, G. Pereyra Cazal, Roque Encina, Pedro Cáceres, José W. Benítez y Florencio Vera, resolviendo fundar la entidad mencionada. Los fines propugnados son los siguientes: 1°) Propender a la mayor ilustración y responsabilidad del gremio; 2°) Exigir la posesión del título habilitante para formar parte del Colegio de Escribanos; 3º) Establecer la siguiente discriminación entre los socios: honorarios, protectores, y aspirantes; 4°) Se aprueban los Estatutos que constan de 41 artículos y se establece categóricamente que la asociación nunca propenderá a fines políticos y queda terminantemente prohibido promover cuestiones de tal carácter. (22)

            El descontento obrero acusaba un progresivo ascenso. El 4 de mayo de 1893, los peones de la Tablada se declararon en huelga exigiendo la reincorporación de cuatro de sus compañeros despedidos. Otro de los gremios importantes del período que estamos considerando, lo constituye el de los llamados maestros albañiles, y decimos maestros albañiles por el sentido integral del oficio en el Paraguay, del viejo tipo de oficio. En Argentina, particularmente en Buenos Aires, este sector de los llamados trabajadores de oficio, el del gremio del andamio, fue uno de los primeros que intentó organizarse, en tanto que en nuestro país no acusó signos de vivencia antes de 1896. El 6 de noviembre de dicho año, la prensa asunceña registró una noticia relacionada con la actividad de este sector gremial, anunciando una reunión de oficiales albañiles y peones, que tendrá lugar -decía- en la calle Tacuarí entre Azara y Bermejo, a objeto de cambiar ideas sobre la mejor forma de proponer y conseguir el establecimiento de la jornada de ocho horas para el trabajo diario (23). La idea -decía la publicación gremial-, ha sido aceptada por la mayoría de los albañiles. En Europa, la jornada de ocho horas es un hecho. En Buenos Aires, es igualmente aceptada. Y aquí es tan necesaria como en otras partes, si no más, por causa de los grandes calores reinantes de 7 a 8 meses del año.

            Aunque un tanto retrasado este despertar del gremio del andamio, una elemental justicia histórica, nos pone en el deber de señalar un mérito indiscutible de este gremio, cuya inicial actividad nace vinculada en el Paraguay con la preocupación por la implantación de la jornada de ocho horas. Es el primer gremio de la república que planteó la lucha por la jornada de ocho horas de labor. Y proponía á los patrones el horario que se adaptaba en el país para la vigencia de esta jornada de ocho horas: de 5 a 10 de la mañana y de 3 a 6 de la tarde. El 9 de noviembre de 1893 a las 8 de la noche efectuóse la reunión anunciada, con la participación de 200 oficiales albañiles y peones, aproximadamente. En esta primera asamblea gremial, eligióse una comisión provisoria resultando electo como presidente, don Juan Barbato, y como secretarios don Tomás Fatecha y don Eulogio Rey. Esta asamblea general aprobó la histórica resolución de implantar la jornada de ocho horas de trabajo, haciéndose la presentación de rigor a los empresarios de obras. Se resolvió asimismo, efectuar una segunda reunión el domingo 16 de noviembre a las 7 de la noche en el local ubicado en la calle Brasil, entre Igualdad y Cerro Corá. En dicha segunda asamblea, se elegirá la comisión efectiva pro jornada de ocho horas. Se llamaba la atención, dada una confusión originada con la publicación del comunicado gremial, que la asamblea era exclusivamente para oficiales albañiles y peones.

 

RESOLUCIÓN DE LOS MAESTROS ALBAÑILES

 

            La anunciada asamblea gremial de los maestros albañiles y peones, se llevó a cabo en la casa del maestro albañil don José Marsal, sito en la calle San Roque N° 17, a la hora anunciada, es decir, a las 8 de la noche. La reunión tenía por objeto:

            Responder de una manera categórica a la petición de los oficiales y peones albañiles sobre los trabajos de 8 horas.

            Abierta la sesión y expuesta la idea u objeto de la reunión, tomaron la palabra varios de los maestros presentes, acordándose la siguiente resolución:

            1°) Nombrar del seno de los presentes una comisión permanente hasta llegar al final de la idea que se persigue, cuya comisión votada, como es de práctica, resultó la siguiente lista: Sebastián Grassi, Félix Villanueva, Eloy Salinier, Hilario Enciso, Salvador Ortiz.

            2°) Rebajar una hora de trabajo en la estación de verano, distribuida de la siguiente manera: media hora para almuerzo o descanso de 7 y media a 8 a.m. y media hora de aumento en la siesta o sea de 11 y media a 12 p.m.

            3°) Rebajar 15 minutos en la estación de invierno empleados para almuerzo o descanso de 8 y 30 a 8 y 45 a.m. De conformidad todos los asistentes al acto, firmaron la presente, para en comunidad, hacerse solidarios y llevar a la práctica los acuerdos antedichos, levantándose la reunión a las 10 p.m. (fdo.): Salvador Ortiz, Félix Villanueva, N. Rapetti, Bartolo Talenti, Esteban Brun, Juan Inglesi, Sebastián Grassi, Juan B. Peruchi, Carlos Galparoli, Pedro Monetti, Hilario Enciso, Lino Ayala, Tobías Corti, Juan Brugalat, José Villa, J. Peris, Eloy Salinier, Juan Savourguan, Pascual Altillo, Valentín Cano, Pedro Cantoni, Jorge Marsal, Andrés Blay.(24)

            Esta resolución provocó una seria disidencia en el gremio de los oficiales albañiles y peones, derivando prácticamente la división del gremio entre los sectores, al parecer, más solventes y menos solventes. Estos últimos, dado el carácter de la resolución tomada, no asistieron a la asamblea general reunida en la casa del maestro albañil don José Marsal. En efecto, en una reunión posterior, el sector que nosotros nos permitimos calificar como los menos solventes, tomó el siguiente acuerdo:

            Impuestos los oficiales y peones albañiles de la resolución adoptada por una parte de los maestros albañiles que han suscripto el acta del 20 del corriente y que se encuentra publicado en el diario «El Cívico», y en donde han resuelto conceder sólo una hora de descanso a los obreros, esta asociación, reunida en número de 137, toma la resolución siguiente: 1º), no tomar en consideración dicha resolución y rechazar como merecen, la burla que se nos hace; 2°) la resolución de los maestros albañiles en hacer aparecer la rebaja de una hora de trabajo de las 11 horas, incluyendo en ésa la media hora de almuerzo, es un derecho ya implantado para el descanso del obrero, por lo que no es ninguna rebaja de hora; 3°) para que la Asociación de Obreros Albañiles Oficiales y Peones, no aparezca como caprichosa, resuelven proponer a los maestros albañiles disidentes nombrar una comisión de tres personas de cada parte que no sean de ambos gremios a fin de que arriben a una resolución basada en la equidad y justicia de cada parte; 4°) estas seis personas adoptarán una resolución a la que se sujetarán ambas partes; 5°) esta comisión designará: a) las horas de trabajo en las estaciones del año y hora de largar; b) número de horas de trabajo de los obreros; c) si conviniere, en las horas de trabajo que solicitamos podráse asignar el tanto por hora en el trabajo; 6°) para el efecto de las resoluciones anteriores, nombramos una comisión permanente que queda autorizada al fiel cumplimiento de todo lo convenido, recayendo en las personas de Juan Barbato, Manuel Cardoso, José Suñé, E. Belderrain y Buenaventura Soto.

            En tanto la otra fracción, acordada la resolución antedicha, publicó un anuncio dirigido a todos los maestros albañiles residentes en la ciudad, a una reunión que tendrá lugar el 19 del actual a las 8 p.m. en la calle San Roque N° 17, casa de José Marsal, a objeto de cambiar ideas respecto de la circular pasada por los oficiales sobre las horas de trabajo. Firman: Sebastián Grassi, Jorge Marsal, N. Rapetti, Juan J. Babera, José Vilá, Juan Savourguan, Giovanni, Esteban Brebo, Eloy Salinier, Bartolo Salenti, Atilio Pascual, Carlos Galparoli.

            Durante estas tramitaciones, la Intendencia Municipal de Asunción estableció obligatoriamente, para los peones de albañilerías, el de munirse para trabajar, de una papeleta especial que, posteriormente y dado el éxito alcanzado, pues ya se había expedido en pocos días 1.160 papeletas, con fecha 24 de noviembre de 1893 la Intendencia pedía a la jefatura de Policía Central, suspendan los arrestos de peones que carecían de dicha papeleta.

            El inusitado movimiento de los maestros albañiles y de los peones tenía en aquellos años su fundamento, aparte de las razones de orden general que justificaban dicha actividad gremial: El gremio del andamio, no obstante la crisis que sufría el país, en aquellos años había crecido considerablemente, dado que en 1894, en Asunción se construyeron 88 casas, 119 murallas, con veredas, y 9 murallones (25). Ello demandaba naturalmente, mayor cantidad de brazos.

            Este crecimiento edilicio de la ciudad de Asunción, que, con tales obras de construcción comenzaba a salir de su estado de postración colonial, sometida y humillada por la fuerza de ocupación del ejército imperial del Brasil, con edificios sin calles empedradas, ni veredas, cubiertas de barros y torrentosos raudales en los días de lluvia o de intolerable cortina de polvo en los días de larga sequía acusaba, en cierta medida, un promisorio signo de seguridad. Período éste en que el país acusaba la vigencia de una relativa estabilidad institucional, después de casi una década de zozobras e incertidumbres, incluso, de un período de despoblación masiva, como la de 1877, en que 12.000 familias paraguayas emigraron a Corrientes. (26) Corresponde, por otro lado, considerar un hecho auspicioso como el fruto en primer término de la desocupación militar brasileña y en segundo, de las primeras incrementaciones fabriles y ampliación del área comercial, como consecuencia del impetuoso desarrollo del capitalismo agropecuario argentino.

            Durante este período de relativa estabilidad institucional de la República, se inician las primeras concesiones de tipo fabril, comercial y bancario, tales como la concesión para el funcionamiento del Banco de Alejandro Baillec; para el establecimiento de la primera fábrica de hielo de Pecci Hnos., que luego se amplió con un anexo de bebidas gaseosas y sección de elaboración de fideos; la instalación de la primera fábrica de jabón de Mondiendou y Casnedi en 1882; creación e inauguración del Banco Nacional del Paraguay en 1884; la inauguración de la primera fábrica de fideos de Marcos Quaranta en 1885; la concesión a favor de la firma de Atilio Peña y Cía. para usufructuar el edificio del «Arsenal Cué», a fin de instalar el primer aserradero a vapor, alfarería, fábrica de ladrillos, tejas, loza y tubos; concesión al señor Guillermo Gadio para instalar un Banco Hipotecario en el país; la fundación del Banco Agrícola en 1887; la extensión de la vía férrea de Paraguarí a Sapucay en 1889; la instalación de la fábrica a vapor de fósforos y vela por la firma Casal, Correa y Cía.; la concesión de las vías tranviarias a Villa Morra y San Lorenzo del Campo Grande a favor del señor Campbell P. Ogilvié; la fundación del primer molino nacional de la firma E. Saguier y Cía., en 1892; la fundación del Banco Mercantil del Paraguay, derivada de la Agencia Mercantil del Paraguay, fundada por Antonio Plate, y por último, el establecimiento de las primeras cocherías de carruajes de alquiler en Asunción, en 1895.(27)

 

REORGANIZACIÓN DE LOS OBREROS PANADEROS

 

            Asunción comenzaba a borrar aspectos que la presentaba como una villa de aborígenes. El movimiento gremial, en esos años, comenzó a adquirir amplitud y profundidad, el 28 de octubre de 1897 se inició la reorganización del gremio de los panaderos aguijoneados por los efectos deprimentes de la crisis económica que comenzara en 1890. En esta asamblea se eligió una comisión directiva integrada como presidente, el maestro panadero Menotti Rolando y como secretarios, los maestros panaderos Alberto Montero y Mateo Orrego. Esta comisión de inmediato hizo la presentación a los propietarios de panaderías, reclamando:

            1°) Abolir la costumbre de que los mismos oficiales que elaboran el pan a la noche, lo repartan a domicilio por la mañana; 2°) Mejorar la alimentación proveyendo del vino correspondiente, 3°) Aumentar los sueldos en proporción determinada; 4°) En la elaboración de la galleta cada cuadrilla se compondrá de cinco personas, no obligándose a hacer más de tres hornadas. Por trabajos extraordinarios,  $ 3.- por hornada. (28)

            Se fijó un plazo hasta el 30 de octubre por la mañana, para recibir la respuesta patronal.

            Los propietarios de panaderías no contestaron el reclamo de los oficiales panaderos, quienes, sin vacilación, declararon la huelga. La Intendencia Municipal, ante el hecho de que la ciudad carecía de pan, convocó a los propietarios de panaderías y a los oficiales panaderos en la búsqueda de una solución al conflicto. Las partes en pugna mantuvieron cada una sus puntos de vista, sosteniendo los primeros que la huelga no tenía razón de ser; en tanto que los segundos reiteraron firmemente sus reclamaciones. Acordaron, sin embargo, antes de retirarse de la reunión, que en forma directa buscarían las bases de arreglo. Ante el fracaso de las gestiones, la huelga continuó con toda firmeza.

            El gobierno del Partido Nacional Republicano (colorado), presidido por el general Juan B. Egusquiza, desató la primera y más violenta persecución contra los huelguistas, que eran en número de 160, movilizándolos y alojándolos en los cuarteles, siendo dados de alta los dirigentes Rolando, Montera y Medina. Los oficiales panaderos huelguistas, sin embargo, no se amedrentaron y el 7 de noviembre, celebraron una asamblea general en la calle Tacuarí, entre Igualdad y Cerro Corá, a las 8 p.m. a objeto de reorganizar su comisión directiva y desmintiendo el infundio de que en la reunión última ninguno aceptó el cargo en la comisión, por temor a la policía, versión que partió de los adversarios.(29)

            El gobierno del presidente Egusquiza tuvo que recurrir a otros medios para tratar de terminar con la huelga, a fin de abastecer de pan y galleta a la ciudad. El 8 de noviembre de 1897, el ministro del Interior, don Ángel M. Martínez, reunió en la policía a 12 cabecillas para manifestarles la conveniencia de solucionar la cuestión. Los panaderos expusieron que cederían en cuanto al aumento de sueldos, pero que al menos, se les mejorara la alimentación. El ministro les prometió que reuniría esta tarde a los patrones para darles este a conocer (30). Los primeros propietarios  de panaderías que aceptaron el petitorio gremial fueron los de «La Palmera» y «La Marina», ubicadas entonces, la primera en Coronel Martínez entre Alberdi y 14 de Mayo; y la segunda en la calle Estrella entre Montevideo y Colón. Durante la huelga de los oficiales panaderos se organizó un fondo de ayuda. Esta ayuda solidaria se formuló especialmente en nombre del oficial panadero y vocal de la comisión directiva Ángel Medina, el cual fue -dice la publicación- enrolado por el ministro de Guerra, Emilio Aceval, en calidad de soldado, como varios otros. La familia de Medina se compone de su esposa y siete hijos que no tienen qué comer. (31)

            El primero de abril de 1898, un nuevo gremio despierta a la actividad. Se trata de los oficiales peluqueros que, acordaron proponer a los dueños de peluquerías las siguientes reclamaciones: 1°) que todos los establecimientos de peluquerías se cierren los domingos a medio día y los días festivos, a las seis de la tarde; 2°) Trabajo de 6 a.m. a 8 p.m. en verano, y de 7 a.m. a 7 p.m. en invierno; 3°) Retirarse a almorzar los oficiales a las 12 del medio día. Y volver al trabajo a las 2 de la tarde en verano y a la 1 1/2 p.m. en invierno, 4°) Por último, pedir un aumento de $ 30 al mes en sus respectivos sueldos. (32)

            En la asamblea fue designada una comisión para tramitar la aceptación del petitorio gremial. La respuesta favorable de los dueños de peluquerías no se hizo esperar. Sólo tres de los establecimientos de categoría se negaron a reconocer la reclamación obrera. Días después el conflicto gremial estaba solucionado.

            En la segunda quincena del mes de mayo de 1899, otro gremio inició los trabajos preliminares para organizarse. Se trata de los mozos que fundaron definitivamente una nueva agrupación titulada Sociedad Cosmopolita de Mozos, cuyo amplio programa tiende a formar un lazo de unión entre los del gremio, ayudándose mutuamente, en todas sus circunstancias, como también mejorar el servicio público bastante defectuoso hasta ahora (33) . La Sociedad -decía la publicación de la época- se propone dar conferencias encareciendo la honradez y la amabilidad en el servicio, buscando con este fin que la confianza sea depositada siempre con seguridad en sus consociados.

            La comisión directiva quedó constituida en la siguiente forma: presidente, Juan Maffei; vicepresidente, Miguel Fernández; secretario, Manuel Almeida; prosecretario, Emilio Silva; tesorero, Eduardo Estigarribia; protesorero, Francisco Maggioni, completándose con tres vocales y dos suplentes, además de la comisión revisora de cuentas con tres miembros.

            Como prueba de la influencia del creciente desarrollo del gremialismo constituye la fundación de la Sociedad de Socorros Mutuos Postal Telegráfica, a iniciativa del director don Ángel D. Peña. En efecto el 9 de junio de 1893, apareció una publicación en La Democracia, informando de la constitución societaria y dando la nómina de la comisión directiva: presidente, don Fulgencio R. Moreno; vicepresidente, don Pedro A. Villagra; secretario, Abel Villasanti; prosecretario, Regis Cabrera; tesorero, Constantino Almirón; vocales titulares, Desiderio Ordano, Juan A. González, Felipe D. Ramírez y Emiliano Rojas; vocales suplentes, Ramón Rey y Ramón Ríos. En esta asamblea constituyente fueron aprobados los estatutos que han de regir esta nueva organización gremial.

            Este creciente desarrollo de la organización gremial, espoleado por sus similares rioplatenses, en un país como el Paraguay de la postrimería del siglo XIX, dislocado y estancado, con muy precarias vidas económicas, sociales y culturales, contribuyó decididamente a ensanchar el estrecho círculo de las preocupaciones dominantes en el cuadro general del quehacer gremial de la época, elevando las miradas de sus dirigentes hacia más amplios horizontes.

            Tales preocupaciones renovadoras inspiraron a un ponderable núcleo de gentes para decidirse a echar las bases de la Sociedad Obrera Cosmopolita, el 1° de julio de 1893, expresadas en el acta de constitución, y que el amable lector nos dispensará por la transcripción que vamos a hacer, dado que la iniciativa constituye, en la historia gremial del país, la primera tentativa de centralizar la acción primaria de los gremios, en la época que estamos considerando:

 

ACTA DE CONSTITUCIÓN

 

            En la ciudad de Asunción del Paraguay, el primer día de julio de mil ochocientos noventa y tres, reunidos los señores Saturnino Bargas, Eugenio Tavarozzi, Augusto Kolberg, Rafael C. Vallejos, Saverio Chiriani, Mamerto Oliver, Juan B. Villalba y Juan M. Jara, faltando con aviso los señores Luis Evaly, Eugenio Dernier, Carlos Bamgartell, Sabás Riquelme, Juan Montaner y Salvador Pane, en la calle Independencia Nacional entre Igualdad y Cerro Corá (café Bremen), respondiendo a las invitaciones que han sido distribuidas y firmadas por los tres primeros señores nombrados y que a continuación se transcriben: «Asunción, julio 19 de 1893. - Señor... Deseando la consolidación de los gremios obreros que actúan en el país por medio de la confraternidad y la cooperación recíproca de sus componentes, que se imponen en estos momentos, en que todo escasea, creemos llegado el caso de buscar los medios de acercarnos y deliberar sobre la mejor forma de llevar a la práctica esta idea, y con ese fin si Ud. abriga la misma opinión, esperamos tendrá la bondad de concurrir hoy a la primera reunión en que se demostrarán las razones y fundamentos en que se apoya la iniciativa, y si, hay conformidad de ideas, tratar en la misma para los demás preliminares. - Calle Independencia Nacional (sastrería Bargas), a las 7 y 30 p.m. Sus affmos. y S.S.S. (Fdo.): S. Bargas, Rafael C. Vallejos, Eugenio Tavarozzi». (34)

            La reunión se realizó en el lugar y hora fijados, en cuya oportunidad el señor Vallejos explicó los móviles que resumidos son los siguientes:

            1°) Organizar una asociación cosmopolita esencialmente obrera, compuesta de todos los gremios que actúan en el país y que se adhieran a la idea; 2°) Reconocer en la función de la sociedad una necesidad para poder levantar del estado de postración en que actualmente se ejercen las industrias, las artes, los oficios, etc., mediante la consolidación de los gremios y la reciprocidad de sus componentes; 3°) Establecer la sociedad en un plano distinto de las demás existentes en el país, 4°) Velar por los derechos y garantías de los asociados de acuerdo con las leyes de la República; 5°) Dotar a la sociedad de una escuela nocturna para adultos y menores socios y de una biblioteca; 6°) Iniciar conferencias públicas con el concurso de hombres de saber y de buena voluntad, y llevar a cabo -por lo menos anualmente-, exposiciones de obras industriales y artísticas con el fin de arbitrar  fondos para sostenimiento exclusivo de la asociación; 7°) No admitir en la asociación a personas que no posean un arte, un oficio y ser de honradez conocida o industriales que no practiquen la explotación de una industria lícita reconocida en el país; 8°) Admitir como socios activos a industriales, artistas u oficiales mujeres; 9°) Establecer que semestralmente se efectúen bailes o tertulias, en los que sólo se admitirán las familias de los socios o socias activos y los protectores u honorarios varones; 10) La sociedad no aglomerará fondos, sino las cantidades estrictamente necesarias para el servicio de su presupuesto y los gastos ocasionales para la instalación del centro de reuniones, y los sobrantes se emplearán continuamente en fomentar la escuela y biblioteca; 11) Prohibir terminantemente -con disposiciones severas- que los asociados prestigien partidos políticos o religiosos, hablen de anarquismo, y practiquen juegos de azar en el seno de la sociedad.

            La tesis sustentada fue firmada junto con el exponente por las siguientes personas: Eugenio Tavarozzi, Luis Frescura, Saturnino Bargas, Mamerto Oliver, Luis Covedagni, Juan M. Jara, Juan B. Villalba, Luis L. Pietra, Manuel Vidal, Agustín Contreras, P. Chopinet, Francisco Trucco, Fernando Danubian, Juan Montaner (padre), Antonio Longobuco, Saverio Chiriani, Augusto Kolberg, Sabás Riquelme, Luis Evaly y Eugenio Dernier.

            En la reunión efectuada posteriormente, el 4 de julio del mismo año, a proposición del señor Tavarozzi, se aprobó como suscripciones, por medio de acciones de diez pesos fuertes cada una. Se procedió a elegir una comisión especial para encargarse del recibo de fondos, mandar a imprimir y reglamentar las operaciones de ellas, y que por moción del señor Vallejos sería de carácter permanente, a lo que se opuso el señor Tavarozzi. Esta cuestión derivó en un acalorado debate en que participaron todos los miembros aparte de los nombrados: Frescura, Bargas, Pietra, Jara y Chopinet, siendo finalmente aprobada la proposición del señor Vallejos. Acto seguido fueron electos los integrantes de la mencionada comisión, recayendo en los siguientes: presidente, Luis Frescura; secretario, Rafael C. Vallejos; tesorero, Mamerto Oliver; vocales, Eugenio Tavarozzi y Saturnino Bargas. Después de un breve cuarto intermedio, la asamblea volvió a reunirse para designar la comisión directiva provisoria, recayendo la designación: presidente, Saverio Chiriani; vicepresidente, Juan Montaner; secretario, Rafael C. Vallejos; tesorero, Eugenio Tavarozzi; vocales, Sabás Riquelme, Luis Frescura, Augusto Kolberg, Mamerto Oliver y Juan M. Jara. Se suscribieron 45 acciones y se resolvió tomar en alquiler la casa ubicada en la calle Independencia, entre Presidente Carnot y Libertad.

            La constitución de la Sociedad Obrera Cosmopolita, de no muy larga existencia, evidenciaba la persistencia de la inicial discrepancia ideológica en el seno de nuestro embrionario movimiento obrero, discrepancia que en ésta primera etapa de su formación, asumió más bien una actitud primaria, defensiva de lo nacional contra lo que viene de afuera. En esta ocasión, la bandera se hallaba en manos de un sector de nuestra artesanía acomodada y que legítimamente puede considerarse los «pioneros» de nuestro industrialismo naciente que buscaba diferenciarse en base a un criterio ético: «industriales que no practican la explotación de los capitalistas extranjeros de presa». Los fundadores de la Sociedad Obrera Cosmopolita, preocupados por la creciente influencia del anarquismo que venía del Río de la Plata y que en nuestro medio, dadas las condiciones económicas y sociales imperantes, hallaba auge, trataron infructuosamente de oponer a este avance, un poco arrollador, en el período de infancia de nuestro gremialismo, el expediente de un cooperativismo «sui generis».

            Otra iniciativa similar surgió cuatro años después. Esta vez, la segunda tentativa de crear una central de los trabajadores, se debía a una iniciativa del doctor Cecilio Báez, presidente a la sazón del Partido Liberal. En fecha 11 de noviembre de 1897, el doctor Báez reunió en su domicilio particular a los delegados de los gremios, acordando con ellos: Constituir una Asociación General de los Trabajadores del Paraguay, sobre el principio de la mutua ayuda y cooperación.

            Las normas que se establecieron para regir el funcionamiento de dicha central obrera, fueron las siguientes:

            Cada sociedad particular tendrá su comisión directiva, pudiendo dictar su reglamento particular, sin contradecir los Estatutos de la Asociación General. Las comisiones directivas de las sociedades particulares o gremiales, elegirán un consejo general de Dirección y Administración, el cual vendrá a ser el gobierno común de la Asociación.

            Los propósitos u objetivos de la asociación fueron concretados en los siguientes puntos:

            lº) Formar un fondo común por medio de cotizaciones mensuales;

            2°) Suministrar subsidios a sus miembros, en los casos de cesación de trabajo o de imposibilidad de trabajar, según las condiciones establecidas en los reglamentos;

            3°) Establecer la más completa solidaridad entre todos los gremios que forman parte de la asociación, para la mejor defensa de sus derechos. (31) Este esfuerzo gremial tampoco pudo consolidarse. Sin desmerecer sus nobilísimos propósitos como los que alentaron los fundadores de la Sociedad Obrera Cosmopolita, ellos no interpretaron o no resumieron las exigencias o las aspiraciones más sentidas de los trabajadores de los distintos gremios que venían alineándose en este período de la formación de nuestro movimiento obrero.

            Los salarios obreros progresivamente en tren de desvalorización, pues el oro se estaba cotizando al 700%, los artículos de primera necesidad a precios cada vez más elevados, la falta de fuente de trabajo, unidos en un país como el Paraguay sin estabilidad y acaparada su economía en manos extranjeras, la prédica anarquista satisfacía el ansia de lucha de los gremios paraguayos de entonces, cuya composición artesanal facilitaba su penetración y hegemónia.

            Y cualquier otro camino, como la ayuda mutua, la cooperación, etc., les eran indiferentes. La lucha por la vida de la acción directa, espontánea, acicateado por el ejemplo argentino y bajo el fuego de la crisis, resumía el pensar general de la clase trabajadora, y de consiguiente, el dominio ideológico del anarquismo se acrecentaba.

 

 

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

(1) «La Reforma», 13 de julio de 1877. (Los demás datos de los años indicados en el cuadro estadístico, fueron también publicados en la prensa de la época).

(2). «La Democracia», 27 de julio de 1881.

(3) Daniel Antokoletz: «Curso de Legislación del Trabajo».

(4) «El Orden», 17 de mayo de 1885, Asunción. («La Reforma» también publicó comentarios).

(5) «El Orden», 17 de mayo de 1885. Con motivo de esta asamblea constituyente publicó párrafos del discurso del presidente de la entidad que acababa de constituirse y que nos referimos a ella, por evidenciar, en cierto grado, las preocupaciones de los artesanos de la época: «Dios, mis consocios -comenzó expresando el señor Constantino Valiente-, nos hizo sociales y progresivos, nos impuso el deber de asociarnos y progresar. Y tenemos derecho a que la nación a que pertenecemos no nos impida en nuestra empresa de asociación y de progreso; tenemos derecho a que ella nos ayude en ello. La asociación debe darnos la fuerza con la que podremos realizar la elección entre el bien y el mal. Nosotros, pues, debemos combatir por todos y especialmente por el derecho de asociación sin el cual, la libertad y la educación tornase inútil. El derecho de asociación es sacro como la religión. La asociación es la garantía del progreso, y éste, es la base fundamental del derecho de asociación».

(6) Denominación dada a las vendedoras del mercado de Asunción.

(7) Cien fuertes equivalían al billete papel de cien pesos, cuya cotización en oro era de 560 por ciento.

(8) Lo subrayado es nuestro.

(9) D. A. de Santillán: EO.R.A.: «Ideología y trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina».

(10) D. A. de Santillán: ob. cit.

(11) Dr. Ramón de Olascoaga: «Situación económica del Paraguay» (1896).

(12) «La Democracia»; 11 de octubre de 1893.

(13) Dr. Gomes Freire Esteves: «Historia contemporánea del Paraguay. Lucha de cancilleres en el Plata»

(14) Freire Esteves: Obra citada.

(15) «La Democracia»: 21 de mayo de 1892.

(16) Luis V. Sommi: «La revolución del 90». Editorial Montevideo, mayo de 1948.

(17) «El Independiente», 27 de mayo de 1892, y «La Democracia», 25 de mayo de 1892.

(18 y 19) «La Democracia», 4 y 5 de junio de 1892.

(20) «La Democracia», 9 de junio de 1892.

(21) «La Democracia». 22 de marzo de 1893.

(22) «El Independiente», 22 de agosto de 1892.

(23) «La Democracia», 6 de noviembre de 1893. (Lo subrayado es nuestro).

(24) Los antecedentes se encuentran en «La Democracia» desde el 18 de noviembre de 1893.

(25) Dr. Gomes Freire Esteves: Obra citada.

(26) Dr. Gomes Freire Esteves: Obra citada.

(27) Dr. Gomes Freire Esteves: Obra citada.

(28) «La Democracia», 2 de noviembre de 1897.

(29) «La Democracia», 6 de noviembre de 1897.

(30) «La Democracia», 8 de noviembre de 1897.

(31) «La Democracia», 12 de noviembre de 1897.

(32) «La Democracia», 1° de abril de 1898.

(33) «La Democracia», 22 de mayo de 1899.

(34) «El Independiente», 6 de julio de 1893.

(35) «La Democracia», 12 de noviembre de 1897.

 

 

 

CAPITULO III

 

LA FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA

 

            Durante los meses inmediatamente posteriores a la Revolución de 1904 y antes de la fundación de la primera central obrera (la Federación Obrera Regional Paraguaya) muchos gremios se organizaron. El 22 de marzo de 1905, un grupo de capitanes y prácticos del Río Paraguay, se reunió en casa de la calle Coronel Martínez, en Asunción. Este grupo de navegantes se hallaba encabezado por el propio Capitán General de Puertos, don Atilio Peña, dejando constituida la Sociedad de Prácticos del Río Paraguay. Se eligió una comisión provisoria integrada como sigue: Presidente: Antonio Cusmanich e Ignacio Candia, como secretario. Organizóse, además, una Comisión Pro Estatutos, integrándose con Francisco Lledo, Pablo Dobilla y Atilio Peña. Con excepción de los ya citados, participaron de esta Asamblea constituyente, los señores: Rafael Visconti, Ramón Vicini, De la Cruz Núñez, Natalicio Denegri, M. Ángel Scornich, José Morínigo, Eustaquio Durán, Ramón Agüero, P. Dobrill, Lázaro Aranda, Elías Espínola y Liberato Espínola. En esta misma época, entre los años 1904 y 1905, los oficiales sastres Agustín Ortiz, José Domingo Rolón, Otazú y otros, reorganizaron la Sociedad de Socorros Mutuos de Oficiales Sastres.

            El 25 de junio de 1905, se fundó la Sociedad de Resistencia Hojalateros Unidos del Paraguay, cuya primera Comisión Directiva fue integrada en la siguiente forma: Presidente, Eliseo Ezcurra; secretario, Ventura B. Grau; tesorero, Laureano Lambiasé; vocales, Juan C. Gardá Genaro Martínez, León Bordenzoli y Paulino Zuaberen.

            El 8 de setiembre de 1905 comenzó la nueva reorganización de los obreros gráficos, nombrándose Federación de las Artes Gráficas. Los reorganizadores, fundadores en este caso, fueron José Cazzulo, Guillermo Recalde, Liborio Palacios, Aníbal Fernández, Rafael Tenajo y otros.

            Los joyeros, plateros y relojeros, también en esta época constituyen su organización, fundando la «Sociedad de Resistencia Joyeros, Plateros y Relojeros», el 16 de diciembre de 1905, con la siguiente comisión directiva: presidente, Francisco Ramírez; vicepresidente, Aurelio Torrent; secretario, P. Palacios; prosecretario, Manuel Cañete; tesorero, Avelino Dávalos; protesorero, Venancio Cabrera; Juan A. Gauto, Pedro Obelar, Max Polacoff, Crecencio Gamarra y Eladio Viera. En el mismo año se constituyó la Sociedad de Resistencia Conductores de Carros.

            La fundación de la primera central sindical del país, la Federación Obrera Paraguaya, se llevó a cabo en el año 1906. La primera iniciativa para su constitución partió de la Sociedad de Resistencia Obreros Carpinteros y Anexos. En una reunión especial de su comisión administrativa, convocada el 9 de febrero de 1906 consideró el problema resolviendo cursar una invitación especial a todas las sociedades de resistencia de la Capital. En la asamblea general extraordinaria del gremio, realizada el 16 de marzo de 1906, la Comisión Administrativa informó sobre la iniciativa tomada para constituir la Federación Obrera y los resultados favorables obtenidos, siendo designados como delegado representativos del gremio para participar en la reunión constituyente de la Central Obrera, los miembros Francisco Serrano y Modesto Amarilla (89).

            El 22 de abril de 1906, en la ciudad de Asunción reuniéronse los representantes de la siguientes sociedades de resistencia: Federación de las Artes Gráficas, Sociedad de Resistencia de Obreros Carpinteros y Anexos, Sociedad de Hojalateros Unidos de Paraguay, en el local, sito en la calle 14 de Mayo, entre las de Benjamín Constant y Buenos Aires.

            La sesión se inició a las 7 de la mañana, con la participación de los delegados ya citados y una significativa concurrencia de trabajadores de los diversos oficios. Abierto que fue el acto, por el delegado José Cazzulo que oficiaba de secretario de la Comisión Pro-Federación Obrera, se procedió a la elección del presidente de la Asamblea de Delegados y del secretario, recayendo en la persona de José Serrano (carpintero) como presidente y como secretario, José Cazzulo (gráfico). El señor Serrano, ocupando el sitial de la presidencia de la asamblea, se dirigió a la concurrencia, en un breve discurso de apertura, señalando «la significación e importancia trascendental del acto que se estaba realizando». De inmediato, pidió al secretario Cazzulo, diera lectura de las bases para dejar constituida la Federación Obrera Regional Paraguaya. A esta altura del desarrollo de la reunión, el presidente de la Sociedad Hojalateros Unidos del Paraguay, manifiesta que, la adhesión y firma del pacto federativo, corresponderá ser consideradas y resueltas por la asamblea general de su gremio. Esta opinión del delegado hojalatero, no fue compartida por ningún delegado presente, dado que la delegación de los obreros hojalateros participó en todas las reuniones previas para la redacción definitiva de las bases.

            Puesta por la presidencia a votación las bases propuestas, fueron aprobadas unánimemente. Así nació la primera central de los trabajadores paraguayos; la Federación Obrera Regional Paraguaya. Las organizaciones fundadoras de esta Central Obrera, fueron Federación de las Artes Gráficas, Sociedad de Resistencia de Obreros Carpinteros y Anexos y la Sociedad de Resistencia de Obreros Cocheros. Quedó, asimismo, resuelto que las organizaciones constituyentes promovieran de inmediato sus respectivas asambleas generales a fin de fijar las cuotas para solventar los gastos de la Central Obrera. Fue comisionado el delegado Castellani, de la Sociedad de Obreros Cocheros para gestionar un nuevo local más espacioso, votándose la suma de $ 200, para el pago del alquiler.

            El presidente de la asamblea constituyente de la F.O.R.P informó que la Sociedad de Obreros Carpinteros y Anexos, resolvió publicar un periódico, con la denominación: «El Despertar» y cuyo primer número aparecerá el 1° de mayo próximo. La asamblea expresó los deseos de las organizaciones pactantes de que dicho vocero aparezca como órgano de la Federación Obrera y que el Consejo Federal sea al mismo tiempo consejo de redacción. (90)

            Como testimonio histórico e ilustrativo del nacimiento de esta primera central de los trabajadores paraguayos, damos a continuación el texto íntegro del acta de la asamblea constituyente de la Federación Obrera Regional Paraguaya, celebrada por las Sociedades de Resistencia, Federación de las Artes Gráficas, Obreros Carpinteros y Anexos y Hojalateros Unidos, el día 22 de abril de 1906, a las 7 de la mañana en la calle Benjamín Constant y Buenos Aires. Con una gran concurrencia de obreros de todos los gremios, en la que había representaciones de otras sociedades, el compañero José Cazzulo, Secretario de la comisión de delegados, declaró abierta la sesión, y se procedió al nombramiento de un presidente y secretario para la mesa; se propuso a los compañeros Cazzulo, Palacios y Serrano, siendo elegido Serrano para presidente y Cazzulo como secretario. Después de una breve disertación del compañero presidente, explicando la significación e importancia trascendental del acto a realizarse, el compañero secretario dio lectura a los trabajos presentados por la comisión de delegados encargada de estudiar y formular las bases para la Federación Obrera Regional Paraguaya, que fueron aprobadas sin discusión. El compañero presidente de la Sociedad de Hojalateros, hace observar que no puede adherirse a la federación hasta tanto dicha sociedad no lo acuerde en asamblea, por cuya incoherencia e inconsecuencia, dado que dicha sociedad es una de las que, en principio, tomó participación  en los trabajos preliminares y nombró dos delegados a la comisión antes citada, por consecuencia con participación activa en dichos trabajos y dado que, la invitación o convocatoria a la asamblea era hecha, de común acuerdo, por los delegados de las sociedades Federación de las Artes Gráficas, Hojalateros Unidos y Carpinteros y Anexos, el presidente tuvo que replicar a este compañero haciéndole observar lo inconveniente de su procedimiento y la nulidad de la autoridad y representación que se atribuye.

            El compañero Castellani, presidente de la Sociedad de Obreros Cocheros, manifiesta que dicha sociedad se adhiere en un todo a los propósitos de la asamblea. En virtud de lo manifestado por el compañero Castellani, acuerda la asamblea que el Pacto Federativo se haga con las sociedades Federación de las Artes Gráficas, Sociedad de Resistencia de Obreros Carpinteros y Anexos y Sociedad de Resistencia de Obreros Cocheros, dejando a la Sociedad de Hojalateros para que más tarde comunique su resolución al efecto. A fin de que las sociedades puedan unificar mejor sus ideas respecto a la designación de la cuota con que cada una ha de contribuir al sostenimiento del Consejo Federal y para la elección de los delegados que han de formar el mismo, la asamblea acuerda que las sociedades indicadas celebren sus sesiones en la próxima semana y que ellas resuelvan al efecto indicado. El compañero presidente hace observar a la asamblea que la Sociedad de Carpinteros publicará un periódico mensual con el título «El Despertar», y que el primer número aparecerá el 1° de mayo. Los compañeros Cazzulo y Castellana, manifiestan los propósitos de las sociedades Federación de las Artes Gráficas y de Obreros Cocheros de cooperar a dicha publicación y entonces la asamblea manifiesta la necesidad de que el periódico aparezca como órgano de la Federación y que el Consejo Federal sea al mismo tiempo consejo de redacción. Se acuerda también la adquisición de un local más espacioso y se comisiona al compañero Castellani al efecto pero, teniendo en cuenta que la Federación asigna para alquiler del local la cantidad de $ 200.

            No habiendo más asuntos que tratar, el compañero Serrano recomendó a las sociedades pactantes la necesidad de que en la próxima semana nombren los delegados para el Consejo Federal. Encontrándose en el local el Dr. Osorio fue invitado por el presidente de la mesa para que hiciera uso de la palabra, a lo que accedió gustosamente. En su peroración, expuso, con alto criterio, el justo concepto en que tiene a las colectividades obreras, extendiéndose en consideraciones basadas en inducciones científicas y la experiencia que los conceptos que la moderna filosofía aporta para los conocimientos humanos. Combatió el principio falso de las religiones que no resisten a la crítica más somera, y demostró a los trabajadores la necesidad que tienen de ilustrarse para hacerse hombres sobrios e inteligentes, capaces de comprender sus derechos, y de mantener la unión y la solidaridad, base principal para la conquista de la emancipación económica, ésta y como base de fuerza puesto que, siendo el proletariado la mayoría, con la unión es como pronto podrá conseguir el triunfo de sus ideales de Justicia y Emancipación, no dejando más armas de combate que la Ciencia y el Trabajo.(91)

            Las últimas palabras del Dr. Alfredo Osorio, fueron aplaudidas entusiastamente por la concurrencia que participaba, por primera vez, en un acto de tanta trascendencia en el país.

 

BASES DE ORGANIZACIÓN

 

            Las bases consideradas y aprobadas en la histórica reunión sindical del 22 de abril de 1906 sobre las que encaraba la organización de la Federación Obrera Regional Paraguaya, son las siguientes:

 

MOTIVOS DE LA FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA

 

            Considerando: Que el desenvolvimiento científico tiende cada vez más a economizar los esfuerzos del hombre para producir lo necesario a la satisfacción de sus necesidades; que esta misma abundancia de producción desaloja a los trabajadores de taller, de la fábrica y del campo, convirtiéndolos en intermediarios y haciendo con este aumento de asalariados improductivos cada vez más difícil su vida; que todo hombre requiere para su sustento cierto número de artículos completamente indispensables y, por consiguiente necesita dedicar una cantidad determinada de tiempo a esta producción, como lo proclama la justicia más elemental; que esta sociedad lleva en su seno el germen de su destrucción en el desequilibrio perenne entre las necesidades creadas por el progreso mismo y los medios de satisfacerlas, desequilibrio que produce las continuas rebeliones que en forma de huelga presenciamos; que el descubrimiento de un nuevo instrumento de riqueza y la perfección de los mismos lleva la miseria a miles de hogares, cuando la razón nos dice que a mayor facilidad de producción debiera corresponder un mejoramiento general en la vida de los pueblos; que este fenómeno contradictorio demuestra la viciosa constitución social presente; que esta constitución social es causa de guerras intestinas, crímenes, degeneraciones, perturbando el concepto amplio que de la humanidad nos han dado los pensadores más modernos, basándose en la observación y la inducción científica de los fenómenos sociales; que esta transformación económica tiene que reflejarse también en todas las instituciones; que la evolución histórica se hace en el sentido de la libertad individual; que ésta es indispensable para que la libertad social sea un hecho; que esta libertad no se pierde sindicándose con los demás productores, antes bien se aumenta por la intensidad y extensión que adquiere la potencia del individuo; que el hombre es social y por consiguiente la libertad de cada uno no se limita por la de otro, según el concepto burgués, sino que la de cada uno se complementa con la de los demás; que las leyes codificadas e impositivas deben, en constatación de leyes científicas vividas de hechos por los pueblos y gestadas y elaboradas por el pueblo mismo en su continua aspiración hacia lo mejor, cuando se haya verificado la transformación económica que destruya los antagonismos de clase que convierten hoy al hombre en lobo del hombre, y funde un pueblo de productores libres para que, al fin, el siervo y el señor, el aristócrata y el plebeyo, el burgués y el proletario, el amo y el esclavo, que con sus diferencias han ensangrentado la historia, se abracen bajo la sola denominación de hermanos:

            La Federación Obrera Regional Paraguaya acuerda las siguientes bases de organización:

            1º) Las Sociedades de Resistencia, Federación de las Artes Gráficas, Obreros Carpinteros y Anexos y Obreros Cocheros, forman la Federación Obrera Regional Paraguaya con objeto de fomentar la propaganda y desarrollar la organización, dictaminando por medio del Consejo Federal, formado por los delegados de cada sociedad pactante, respecto a todos los asuntos que interesen al trabajo.

            2°) Esta Federación celebrará sus congresos nacionales anualmente y a petición de la mayoría de sociedades federadas en los que los delegados resolverán todos los asuntos pertenecientes a la gran causa del trabajo y nombrarán el Consejo Federal, que es el centro de correspondencia de toda la República, el intermediario entre todas las sociedades y el que, sosteniendo continuas y solidarias relaciones con todos los organismos obreros de la nación, servirá de medio para que los obreros de este país puedan practicar la solidaridad con todos los trabajadores del mundo a fin de conseguir su completa emancipación social.

            3°) Es el interés de esta Federación desarrollar la propaganda societaria en las ciudades y pueblos de la República, empleando al efecto todos los medios a su alcance.

            4°) Esta Federación, puramente económica, es distinta y opuesta a la de todos los partidos políticos burgueses y políticos obreros, puesto que, así como ellos se organizan para la conquista del poder político, nosotros nos organizamos para defender nuestros derechos y para que se establezca la «Federación de libres asociaciones de productores libres».

            5°) Por este pacto federativo las sociedades federadas se comprometen a prestarse la solidaridad mutua en caso de huelga hasta consumir -sí el caso lo exige- los fondos sociales, y con la huelga, para lo cual el Consejo Federal es el encargado de estudiar y aconsejar lo que mejor convenga.

            6°) Las sociedades federadas contribuirán a los gastos del Consejo Federal con una cuota mensual por cada socio.

            7°) Las sociedades son libres y autónomas en el seno de la Federación.

            8°) En cada Congreso se determinará la fecha en que ha de celebrarse el próximo Congreso.

            9°) Este pacto de solidaridad puede ser reformado por los Congresos y por la mayoría de las sociedades federadas; pero la Federación es indisoluble mientras existan dos sociedades que mantengan este pacto.

            Por la Comisión de delegados, nombradas por las sociedades federadas: Modesto Amarilla, J. Serrano, José Cazzulo, Guillermo Recalde, Paulino Sueveren y Santiago B. Díaz.

            Por las sociedades federadas: Luis Castellani, presidente: Janoario Gómez, secretario por la de Obreros Cocheros; José Cazzulo, secretario por la Federación de las Artes Gráficas; Modesto Amarilla, presidente, J. Serrano, secretario por los Carpinteros y Anexos.(92)

            Posteriormente, se adhirieron a la Federación Obrera Regional Paraguaya, las Sociedades de Hojalateros, de Joyeros, Plateros y Relojeros, de Conductores de Carros y una agrupación de trabajadores de diversos oficios.

            La Constitución de la Federación Obrera Regional Paraguaya fue el hecho más importante producido durante el curso del desarrollo gremial del país. Su aparición traduce un ascenso indiscutible de la conciencia clasista de los trabajadores. La central de los trabajadores, como los sindicatos federativos pactantes, se distinguen con el agregado de «Sociedades de Resistencia», de las simples entidades o agrupaciones de socorros mutuos que hasta entonces definían la composición y la esencia de las organizaciones gremiales.

            Su formación obedece, asimismo, a la creciente resistencia obrera, frente a la crisis que agobiaba al país. Esta resistencia se traducía en la multiplicación de las agremiaciones en la capital y en los indicios ciertos de su extensión nacional. Desde el año 1901, la ampliación de la ola huelguística, era innegable. Nuevos sectores de trabajo, fuera de los típicamente artesanales, se estaban sumando, tales fueron los obreros de las empresas de tranway, el personal marítimo y portuario, los obreros de los aserraderos de la capital, etc. Estas huelgas eran las consecuencias directas de la progresiva y alarmante desvalorización de la moneda circulante, «vaso comunicante universal» -al decir de Balestra-, sobre la cual hacía impacto el vendaval de una crisis en continuo ascenso de una economía, como la paraguaya, cada vez entregada a un capitalismo extranjero, que no buscaba sino, sobre todas las cosas, preservar y aumentar sus ganancias a costa del hambre del pueblo. En el Anuario Estadístico, a cargo del señor Gerardo Russo (93), se ofrece un elocuente cuadro demostrativo de la enorme fluctuación del papel moneda, con respecto a la cotización del oro en plaza. Se toma como punto de referencia la cotización vigente durante los años 1890 y 1891, que era al 150%.

           

 

            Esta vertical y progresiva desvalorización del papel moneda, no molestó en absoluto a los nuevos gobernantes que tomaron en sus manos los destinos del país, en 1904. Y ello es tan cierto que en 1916, apenas una década del nuevo régimen, el oro se estaba cotizando al 2.300%. Estaría demás señalar -desde luego- que dicha incontenible desvalorización representaba una tremenda succión para el sector sueldista y para el campesinado de la República. El profesor de Economía de la Universidad de Asunción, en 1896, y ya a ello nos hemos referido en capítulos anteriores, la cita se refiere a don Ramón de Olascoaga, señalaba como a una de las principales causas de este drenaje del trabajo nacional, al hecho de que una buena porción -de los capitales que están en el giro comercial- pertenecen a extranjeros residentes fuera del Paraguay, sumados los dividendos o intereses que por corresponder a esos capitales han de ser remesados a sus dueños en el exterior. Frente a esta terrible explicación del capitalismo extranjero de presa, a los trabajadores no les restaba sino el camino de una activa e irrenunciable resistencia. Ello explica los motivos que tuvieron los trabajadores en la época señalada, para fundar la Central Obrera, como centro de correspondencia de toda la República, como el intermediario entre todas las sociedades, sosteniendo continuas y solidarias relaciones con todos los organismos obreros de la nación; en los casos de huelgas, se comprometen a prestarse la solidaridad mutua, hasta consumir -si el caso lo exige- los fondos sociales; porque nosotros -decían las bases de la organización- nos organizamos para defender nuestros derechos.

            Con la creación de la Federación Obrera Regional Paraguaya, la clase trabajadora paraguaya hace su irrupción en el escenario nacional, definiendo su esencia y sus propósitos en el orden nacional e internacional. Su ideología -la anarco-sindicalista- corresponde a la etapa inicial de su desarrollo, siguiendo, naturalmente, el curso seguido por todas las organizaciones sindicales de todo el mundo. Esta ideología, en parte es la proyección del movimiento anarquista rioplatense y en parte, un poco la influencia española, dado que uno de sus principales líderes era de nacionalidad española. Nos referimos a José Serrano, exponente máximo del gremialismo de la época.

            Hemos de convenir que la presencia en este período del proletariado en el escenario nacional se distingue de la anterior, la de 1885, por su expresión homogénea como movimiento, por su espíritu clasista y su ubicación histórica, en tanto que la de 1885 apenas fue la irrupción primera de un núcleo del sector más lúcido de nuestros trabajadores que expresaban sus anhelos en los debates iníciales de la reconstrucción de la posguerra. La presencia de la Federación Obrera Regional Paraguaya, planteaba por otra parte, por primera vez en el Paraguay contemporáneo, la cuestión social, tan sistemáticamente ignorada y negada por los ideólogos de la burguesía paraguaya. La aparición de la clase trabajadora en el campo nacional, o su despertar, como factor de transformación de las viejas tradiciones partidistas, no data del año 1916, como afirman los Dres. Justo Prieto y Gomes Freire Esteves (94). El año 1906, con la fundación de la Federación Obrera Regional Paraguaya, el proletariado nacional se hizo presente en el terreno de la actividad social y se ubicó en el campo opuesto a todos los partidos políticos burgueses y políticos obreros, naturalmente, sin intuir las perspectivas históricas que corresponden al proletariado en la etapa imperialista del capital, por falta de madurez, derivada de las condiciones generales del desarrollo raquítico de la economía nacional, cada vez dependiente del capitalismo extranjero. Esta es la significación trascendente de la constitución de la Federación Obrera Regional Paraguaya; y en el momento de su creación, sin duda, resumió toda la aspiración renovadora del pueblo trabajador y dé la juventud que se sentían completamente defraudados ante el curso que estaba siguiendo el movimiento revolucionario de 1904. Los más aguerridos gremios del sector artesanal de nuestra economía tomaron la responsabilidad de crear y conducir a la primera central obrera del país, enarbolando la bandera del anarquismo, pero de un anarquismo sui generis, puesto que, a más de inspirarse en la doctrina y práctica del anarquismo argentino, paralelamente se apoyaba y proclamaba el pensamiento militante de los enciclopedistas franceses, como Condorcet.

            El impulso tomado por el movimiento anarquista argentino; en los albores del siglo XX, abarcando todo el litoral, se proyectó sobre el Paraguay. El activo intercambio de correspondencia y el frecuente envío de emisarios a la capital de la República, contribuyeron decididamente a impulsar la organización de sindicatos de resistencia y a estimular las huelgas. Y no podía ser de otra manera. Las condiciones económicas y sociales imperantes en el país constituían el mejor almácigo para facilitar el predominio del incipiente movimiento anarquista paraguayo, porque los sectores fundamentales de nuestro incipiente proletariado lo formaban la artesanía nacional, la gran peonada de los obrajes y yerbales y un campesinado, de cuyo seno surgía la falange de semi-proletarios, que sembraba en liños, en pequeñas parcelas de tierras para la subsistencia familiar y que recogían naranjas o coco para venderlos a los acopiadores nacionales y extranjeros que recorrían las campiñas paraguayas. Los predicamentos de esta primera central, en tal medio, tuvieron una gran resonancia, amén el ambiente general de depresión ante la inoperancia del régimen revolucionario para aliviar la angustia de la masa laboriosa. Y cualesquiera fueran las deficiencias o debilidades de este incipiente movimiento del anarquismo paraguayo, debemos destacar que uno de los principales méritos de este movimiento social y gremial, fue el de haber fundamentado las bases ideológicas y doctrinarias de la lucha de clases en el Paraguay. El análisis histórico que se hace en los considerandos de las Bases de Organización sustentadas por la Federación Obrera Regional Paraguaya, es correcto, científicamente apreciado. Indudablemente que nuestro incipiente anarquismo, ofrecía el mismo blanco que en su hora ofreciera el anarquismo argentino. Al vedar a los trabajadores el camino de la acción política, lamentablemente, los directivos de la Federación Obrera estaban atrasando, en el caso particular del Paraguay, el reloj de la historia social, porque estaban dando la espalda a todo un pasado histórico inmediato, cuyas experiencias no significaban absolutamente nada en las preocupaciones de tales dirigentes.

            Por ello, se hace necesario recordar que los primeros intentos de nuestros primeros gremialistas, se orientaron desde el primer momento, por ubicarse en el proceso democrático del país, expresando o interpretando los anhelos de la masa laborante en los debates iníciales de la reconstrucción de la posguerra.

            El programa obrero y popular publicado en las páginas de «El Artesano», periódico a cargo de J. Andrés González, sostenido por un grupo ponderable de tipógrafos, no obstante algunas incongruencias y contradicciones, revela esa nobilísima preocupación social y nacional. En el número 13 de dicho periódico de enero 24 de 1886, se reclamaba, la preocupación de los artesanos por la inscripción cívica. «¡Queréis -decía- buenos diputados y senadores que os den buenas leyes, inscribíos y votad!; ¡queréis buenos municipales que se interesen por la mejora de la localidad en todo sentido, inscribíos y votad!», terminaba el mencionado artículo intitulado «A todos los gremios». 1°) que se inscriban para poder votar; 2°) que no vendan sus votos ni se presenten ebrios en las inscripciones y votaciones.

            La participación en masa de los tranviarios y de otros gremios en el movimiento dirigido por el infortunado mayor Eduardo Vera, el 18 de octubre de 1891, revela la inquietud obrera de la época y su presencia en el esfuerzo por impulsar el desarrollo progresista del país. También hemos de encontrar inquietudes idénticas en los motivos que impulsaron a la fundación de la Asociación General de Trabajadores del Paraguay el 12 de noviembre de 1897. El partido tomado por los dirigentes de la FORP, asesorado en forma permanente y directa por el intelectual doctor Alfredo Osorio, corta este proceso inicial auspicioso y ofrece de consiguiente a la facción de turno de nuestra oligarquía gobernante, toda la oportunidad para maniobrar libremente en el campo social del país, contrarrestar el desarrollo de la acción sindical buscando por todos los medios confundir, disociar, detener y dividir a las fuerzas del trabajo.

            Estos esfuerzos centralizadores de los trabajadores que se concretaron con la constitución de la FO.R.P., tuvieron sus precursores. El 1° de julio de 1893, en el café «Bremen», sito en la calle Independencia Nacional entre Igualdad y Cerro Corá, se reunieron los señores Saturnino Bargas, Eugenio Tavarozzi, Augusto Kolberg, Rafael Vallejos, Saverio Chiriani, Mamerto Oliver, Juan B. Villalba y Juan M. Jara, faltando con aviso, los señores Luis Evaly, Eugenio Dernier, Carlos Banmgartell, Sabás Riquelme, Juan Montaner y Salvador Pane, resolvieron fundar una organización con el nombre de Sociedad Cosmopolita Obrera, con el propósito de lograr la consolidación de los gremios obreros que actúan en el país por medio de la confraternidad y la cooperación recíproca de sus componentes. La comisión preparatoria por intermedio del señor Vallejos, expuso los fines de la entidad que luego fueron aprobados en todas sus partes. Tales fines eran: 1°) Organizar una asociación cosmopolita esencialmente obrera, compuesta de todos los gremios que actúen en el país; 2°) La fundación de la sociedad reconoce la necesidad para poder levantar del estado de postración en que actualmente yacen las industrias, las artes, los oficios, etc., mediante la consolidación de los gremios y la reciprocidad de sus componentes; 3º) Establecer la sociedad en un plan distinto de las demás existentes en el país; 4°) Velar por los derechos y garantías de los asociados de acuerdo con las leyes de la República; 5°) Dotar a la sociedad de una escuela nocturna para adultos y menores y de una biblioteca; 6°) Iniciar conferencias públicas con el concurso de los hombres del saber y de buena voluntad, y llevar a cabo -por lo menos anualmente- exposiciones de obras industriales artísticas, etc., con el fin de arbitrar fondos; 7°) No ser admitidas en la sociedad a personas que no posean un arte u oficio y de honradez conocidas o a industriales que no practican la explotación de una industria lícita; 8°) Admitir como socios activos a industriales, artistas u oficiales mujeres; 9°) Organización semestral de festivales;10°) La sociedad no aglomerará fondos sino los muy necesarios para el servicio del presupuesto societario; 11°) Prohibir terminantemente que los asociados prestigien partidos políticos o religiosos, hablen de anarquismo y practiquen juegos de azar.

            La Comisión Directiva fue integrada así: como presidente, Saverio Chiriani; vicepresidente, Rafael C. Vallejos; tesorero, Eugenio Tavarozzi; vocales, Sabás Riquelme, Luis Frescura; Augusto Kolberg, Mamerto Oliver y Juan M. Jara. Se fijó como local la casa sita en la calle Independencia Nacional, entre Pte. Carnot y Libertad (95). Otra tentativa de unificación sindical se registra en los anales gremiales de nuestro país, con la fundación de la «Asociación General de los Trabajadores del Paraguay», cuya primera reunión se efectuó en el domicilio del Dr. Cecilio Báez, el día 11 de noviembre de 1897. Las bases de organización de la Asociación establecían las siguientes normas generales: a) La asociación se compondrá de sociedades particulares, compuesta cada una de los individuos de cada gremio de trabajadores; b) cada sociedad particular tendrá su comisión directiva, pudiendo dictar su reglamento particular, sin contradecir los estatutos de la Asociación General; c) las comisiones directivas de las sociedades particulares o gremiales, elegirán un Consejo General de dirección y administración, el cual vendrá a ser el gobierno común de la asociación.

            Los propósitos de la Asociación General de los Trabajadores eran: 1°) Formar un fondo común por medio de cotizaciones mensuales; 2°) Suministrar subsidios a sus miembros, en los casos de cesación de trabajo o de imposibilidad de trabajar, según las condiciones establecidas en los reglamentos; 3°) Establecer la más completa solidaridad entre todos los gremios que forman parte de la asociación, para la mejor defensa de sus derechos.

            El Dr. Báez ejercía, entonces, la presidencia del Partido Liberal (96). Algunos años después se intentó la formación de otra central sindical. El Centro General de Obreros se constituyó a iniciativa de un ponderable grupo de trabajadores, el 28 de enero de 1904. El aludido núcleo se hallaba integrado por hombres de las más diversas profesiones, encabezados por Miguel J. Trujillo (periodista) y por las siguientes personas: Manuel Patiño (pirotécnico), Lucas Ibarrola (procurador), Martín Báez (platero), Roque Pérez (carpintero), Rolón (sastre). Fueron asesores de la organización central los Dres. Teodosio González y Eligio Ayala. Es de advertir que el Centro General de Obreros mantenía evidentes vinculaciones políticas, naturalmente, con claros y definidos propósitos políticos. Publicó un semanario como vocero oficial de la entidad gremial y fueron sus principales redactores, entre otros, los educacionistas Juan R. Dahlquist y Aureliano Vila. En el Centro General de Obreros se registraron, como afiliados, los doctores Airaldi y José P. Guggiari (97).

            Estos esfuerzos centralizadores del movimiento sindical revelaban el creciente despertar de la conciencia gremial de los trabajadores paraguayos, acicateados por el ejemplo de sus hermanos argentinos. La fundación de la Federación Obrera Regional Paraguaya constituye un testimonio de esta influencia sindical argentina. La Federación Obrera Regional Argentina y sus filiales mantuvieron un activo intercambio con las organizaciones similares del Paraguay, especialmente con la Sociedad de Obreros Carpinteros y Anexos, cuya directiva representaba el núcleo más avanzado y lúcido de nuestro embrionario sindicalismo en los albores del siglo XX.

            Este núcleo se hallaba encabezado por Francisco Serrano, oriundo de España, definido militante anarquista. La permanente vinculación que el arrollador movimiento anarquista argentino mantenía con el naciente movimiento anarquista paraguayo, con el envío de materiales de propaganda y la periódica presencia de los delegados argentinos en el Paraguay, contribuyó decididamente a incrementar en el espíritu de la incipiente militancia sindical paraguaya, ávida de conocimientos del saber humano, la doctrina del anarquismo.

            La resolución acordada por la Asamblea General de la Sociedad de Carpinteros y Anexos el 10 de abril de 1906, aceptando concurrir al Congreso Obrero Internacional sudamericano, respalda nuestra afirmación. Encontrándose -decía la resolución aludida- el obrero paraguayo aletargado por el inmenso fárrago de prejuicios y preocupaciones que sobre él pesan; hay necesidad de que las Federaciones Obreras y Sociedades de Resistencia de las demás regiones presten su cooperación desinteresadamente a la propaganda para que el obrero paraguayo se ilustre y se una en la lucha al proletariado universal. Necesidad de emprender en un pequeño volumen los conocimientos científicos y sociales que más puedan contribuir al desarrollo intelectual del obrero. En esta misma asamblea, se aprobó una resolución, delegando la representación de la Sociedad de Carpinteros y Anexos, en el delegado de la Federación Obrera Regional Argentina, a quien se recomendaba presentar la ponencia del gremio de los carpinteros.

            La convocatoria del Congreso Obrero Sudamericano fue resuelta por el Consejo Federal de la FORA, primeramente en el año 1906 y reiterada en una circular del 26 de setiembre de 1907. La iniciativa para la realización de este certamen obrero sudamericano partió de la Federación Obrera Regional Española y fue resuelta en el año 1905.

 

CIRCULAR DE LA FORA

 

            Buenos Aires, setiembre 26 de 1907.

            Obreros ebanistas y anexos: ¡Salud!

            La Federación Obrera Regional Argentina, considerando que la lucha proletaria se acentúa siempre más y más, tal como se justifica en sus siempre más intensos ataques contra la tiranía y la opresión: guiados e impulsados por la noble idea de emancipación humana.

            Pero considerando que la lucha proletaria no debe circunscribir sus relaciones dentro del estrecho límite de su región, sino que los trabajadores deben estrechar las comunicaciones y relaciones exteriores a fin de hacer efectivo los vínculos de la solidaridad Internacional y Universal.

            Cediendo a los impulsos de esa imprescindible necesidad, y deseando estrechar los vínculos solidarios al través de mares y fronteras (este Consejo Federal) resuelve pasar la presente circular a las Federaciones de todas las regiones, para que éstas a su vez interpreten la opinión de sus federados sobre lo siguiente:

            1 °) ¿Cree conveniente esa Federación o Institución, que se realice un Congreso Obrero Internacional para constituir la (Federación Internacional)?

            2°) ¿En qué localidad o región?

            3°) ¿En qué fecha?

            4°) Temas a presentar.

            Nota. - Se ruega responder a la presente remitiéndonos la dirección, para comunicamos en lo sucesivo.

            Sin más vuestros y de la causa de todos los oprimidos. (Se encarece la reproducción de la presente).

 

            El Consejo Federal.

 

 

MANIFIESTO LANZADO EN LA VÍSPERA,

PARA LA CONMEMORACIÓN DEL 1° DE MAYO DE 1906

 

LA FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA A TODOS LOS TRABAJADORES EN GENERAL

 

            Compañeros: Salud!

            Mañana es el día en que el proletariado universal conmemora como fecha de reivindicación para los trabajadores del mundo.

            El movimiento de solidaridad y de lucha que el obrero de todos los países civilizados llevará a cabo el 1 ° de Mayo, merece la atención de todos los que sufren el yugo de la explotación capitalista.

            El 1 ° de Mayo es el día que los esclavos, los hambrientos, los parias modernos, extendiendo los brazos por encima de las fronteras y a través de los mares, estrechándose las manos, afirman el pacto de solidaridad humana para las luchas sucesivas que han de determinar el triunfo de la emancipación del hombre, y, cesando en el trabajo, fijan definitivamente la jornada de ocho horas.

            Todo el que, quebrantando este pacto de solidaridad vaya al trabajo, es un traidor a la causa de la emancipación de los desheredados.

            Para tratar asuntos de interés general para la clase trabajadora y determinar la manera de mejorar nuestra situación económica, se os invita a la gran Asamblea que tendrá lugar mañana, 1° de Mayo, a las 8 a. m., en la calle 14 de Mayo entre B. Constant y B. Aires.

 

            El Consejo Federal.

 

 

TRABAJADORES DE ASUNCIÓN

 

            Asunción, 1906.

            Compañeros: Salud!

            Salvado el obstáculo que impidió seguir el buen orden de la Asamblea de esta mañana, se os invita para las 4 de la tarde, afín de reanudar la interrumpida asamblea, en el mismo local, calle 14 de Mayo esq. B. Constant.

            El Consejo Federal.

 

            Ante una serie de raros conatos huelguísticos, provocados por la policía, la FORP fija su posición el 14 de mayo de 1906:

 

 

AL PUEBLO DE ASUNCIÓN

 

LA FEDERACIÓN OBRERA REGIONAL PARAGUAYA INFORMA

 

            En virtud de los trastornos que están produciendo las huelgas actuales y la confusión que se observa en el público por la falta de orientación que demuestran estos movimientos obreros y de las insinuaciones de algunos diarios en querer echar la responsabilidad de todo lo que sucede sobre esta entidad obrera, esta Federación declara, que es ajena a estos movimientos huelguistas y que, ni directa ni indirectamente ha tomado participación en estas huelgas.

            El pacto firmado por los patrones de aserraderos antes que sus obreros les manifestaran necesidad alguna, es un pacto leonino y deberían hacer público los fines maquiavélicos que persiguen.

            Los que en estos días hacen propaganda entre los patrones de carpinterías y mueblerías para que cierren sus talleres, como el señor Tami, cuando este gremio es uno de los federados y ajeno a estos movimientos, deben responder de su conducta ante el pueblo.

            No es difícil encontrar a los agitadores y promotores de estas huelgas; y, los que, tal vez persiguiendo fines opuestos a los fines de las asociaciones obreras, tienen interés en ocultarlo, podrían publicar sus nombres.

            Las Sociedades de Resistencia, «Federación de las Artes Gráficas», de «Obreros Carpinteros y Anexos», «Hojalateros Unidos», «Obreros Cocheros», y «Carpinteros de Ribera», que son las que forman la «Federación Obrera Regional Paraguaya», son ajenas en un todo a estas huelgas que con tanta facilidad se producen, y sus asociados seguirán en el trabajo; suspenden sus reuniones y el local social estará cerrado hasta tanto se normalice la situación.

 

            Asunción, 14 de Mayo de 1906.

            Las sociedades federadas.

 

 

«EL DESPERTAR»

 

            Este periódico fue la primera publicación de auténtica y definida fisonomía gremial en el Paraguay. La sentida necesidad de un vocero gremial, dado el incremento que estaba tomando la actividad sindical en el país fue señalada por los dirigentes del gremio de los carpinteros. En la asamblea general extraordinaria convocada el 28 de enero de 1906, y a moción de los miembros directivos Modesto Amarilla y Juan Scavone, apoyada entusiastamente por el Sr. Francisco Serrano, líder del gremio, resolvió autorizar la publicación del periódico mensual, igual al de la Federación Regional Española, que defienda los intereses del gremio y de los trabajadores en general. En la asamblea general, también extraordinaria, del 6 de abril, se resolvió que el periódico se denomine «El Despertar», cuyo cuerpo de redacción, constituido ya en la reunión extraordinaria del 1° de abril, fue integrado con los siguientes miembros: Concepción Tossi, Antonio Neves, Hipólito Medina, Francisco Serrano, Antonio Micó y Juan Fraga. En la reunión constituyente de la Federación Obrera Regional Paraguaya fue informada de la iniciativa de los carpinteros y a moción de las delegaciones concurrentes en la misma, se resolvió que el periódico aparezca el 1° de mayo de 1906, pero como órgano oficial de la central de los trabajadores. El número 1 de «El Despertar» apareció, en efecto, el 1° de mayo de 1906. Fue el primer vocero que comenzó a propagar las ideas anarquistas en el Paraguay, pero de un anarquismo sustanciado de ideas enciclopedistas y positivistas. En las páginas de este primer periódico nítidamente gremialista, junto con los pensamientos de Kropotkin, Elíseo Reclus, Anselmo Lorenzo, Tolstoi, se insertaban los de Diderot, Víctor Hugo, Flammarión, Lutero, Schiller, Lamennais, Sebastián Faure, Condorcet, Le Favre, Pi y Margall, J. J. Rousseau y otros. En cierta medida, con la aparición de «El Despertar», se abrió en el Paraguay la etapa del modernismo. Su primer Consejo de Redacción fue reforzado con la participación de los gráficos: José Cazzulo, Guillermo Recalde y Rafael Tenajo. Se llegó a editar once números hasta el 19 de marzo de 1907.

 

LA CONMEMORACIÓN DEL 1° DE MAYO

 

            El motivo inmediato para acelerar la fundación de la primera central de los trabajadores fue la decisión de los gremios obreros de resistencias en conmemorar el día de los trabajadores, es decir el 1° de mayo. Cedemos la palabra al cronista de «El Despertar», que con motivo de la celebración, por primera vez en nuestro país, escribió el siguiente artículo. (98)

            Mitin del 1° de Mayo. La Federación Obrera Regional Paraguaya, con objeto de conmemorar el 1° de Mayo, día de reivindicación para la clase obrera, invitó a los gremios federados y trabajadores en general a una asamblea que tuvo lugar a las 8 y 30 de la mañana, en el salón de la calle 14 de Mayo esq. Benjamín Constant, cedido galantemente por el doctor don Alfredo Osorío. A la invitación de la Federación hecha en un manifiesto que publicó el día anterior, los trabajadores respondieron consecuentemente. Los Carpinteros y Anexos y las Artes Gráficas no concurrieron al trabajo. A la hora indicada era imposible la entrada en el salón por el gran número de trabajadores que en él había, pues entre los asistentes se notaba a los gremios: Carpinteros y Anexos, Artes Gráficas, Carpinteros de Rivera, Hojalateros, Cocheros, Sastres y Albañiles. El compañero Serrano dio principio a la sesión con una bien meditada alocución en la que hizo resaltar, con la comprensibilidad que el acto requería, la importancia, trascendencia y significación histórica del 1° de Mayo. Al terminar el compañero Serrano, entre muchos aplausos, que demostraban el adelanto intelectual del obrero paraguayo, el compañero Leal, del gremio de sastres, leyó un magnífico artículo de Ghiraldo, publicado en «La Protesta» con las últimas declaraciones de los mártires de Chicago. Invitado el señor Abel Delgado, profesor normal, a que hiciera uso de la palabra, fue interrumpida la asamblea por dos comisarios y un agente de policía, que entraron de improviso, ordenando los siguiera al departamento central el Consejo Federal, por no conceder permiso la jefatura política para la celebración del acto. Creyendo justificarse el Consejo Federal, manifestóles el haber participado por nota al jefe político la reunión y motivo de ella, manifestación no aceptada por los representantes de la policía, a los que hubieron de seguir, luego de dirigir la palabra el compañero José Cazzulo con objeto de tranquilizar los ánimos algo exaltados por el abusivo proceder de la policía, que así penetraba en el local sin consentimiento alguno. Ya en el departamento central la comisión que fuera a entrevistarse con el jefe político, manifestó el desconocimiento de la ley que obligaba a solicitar permiso de reunión, por lo que, creyendo necesario, simplemente el comunicarle, hiciéronlo así, seguros de haber cumplido con las leyes de la constitución. Manifestado que hubo el jefe político el error en que incurriera el Consejo Federal, pidiéronle consintiera el continuar, prometiendo no olvidar para lo sucesivo la necesitad de permiso, a lo que contestó: «O Uds, disuelven la reunión en el acto, o yo me encargo de hacerla disolver» (99). Siempre en el deseo de evitar todo desenlace funesto, esta comisión, con la ayuda que encontrara en la persona del doctor don Alfredo Osorío, pidió a la asamblea se retirasen, invitándolos para las cuatro de la tarde. Acto continuo se redactó una nota, solicitando el permiso consabido y al llevarlo al departamento había sido ya trasmitida la orden a la sección correspondiente, acordando el permiso de reunión. Lanzáronse invitaciones impresas y a las cuatro de la tarde, con mayor número que el de la mañana, se abrió la sesión, sucediéndose en el uso de la palabra los compañeros Neves, Guillermo Recalde, que leyó el magnífico discurso inserto a la terminación de esta crónica; Francisco Montes, que pronunció un discurso lleno de principios filosóficos y materialistas, y algunos amigos, cerrando el acto entre aplausos atronadores el doctor don Alfredo Osorio que, poseído de vastos conocimientos científicos, coadyuvó a realzar el acto, dando así mayor importancia a la primera conmemoración que, colectivamente, el proletariado paraguayo celebra el 1° de Mayo de 1886. Liborio Palacios, en pocas palabras manifestó la necesidad de que los trabajadores por medio de la unión y la solidaridad, obtengan en las luchas sucesivas la potencialidad necesaria para la conquista de la emancipación humana y recordó las luchas del pueblo francés durante la revolución de 1793. Describir la animación y el entusiasmo fuera tarea ardua e imposible por la escasez de espacio; hacer mención del adelanto intelectual y moral del obrero paraguayo, es innecesario, pues que evidentemente lo demostró asistiendo a celebrar el 1° de Mayo, dando por tanto, la muestra más inequívoca de la armonía y solidaridad del obrero paraguayo, en detrimento de la burguesía, a la gran causa del trabajo.

 

DISCURSO DEL DIRIGENTE SINDICAL GUILLERMO RECALDE

 

            Lo insertamos a continuación, por tratarse del primer discurso de un militante obrero que se registra en los anales gremiales del país, precisamente en oportunidad de la primera conmemoración en el Paraguay, del día de los trabajadores, y porque su contenido revela el grado de desarrollo intelectual y las preocupaciones de la militancia sindical en los albores del siglo XX, en la inicial etapa de un esfuerzo orgánico en el país. He aquí el texto: Compañeros: Las circunstancias del momento me obligan a hablar. Mi crasa ignorancia me dice que no, por un lado, y por otro, mi profunda convicción sobre la necesidad del mejoramiento de la clase trabajadora, mi ardiente entusiasmo por la justa emancipación del hombre, del yugo que le impone la burguesía, y por último, mi conciencia de hombre libre, amante de la libertad y de la justicia, a gritos me dice que sí. Nada tengo que agregar a las explicaciones bien definidas dadas por el compañero Serrano esta mañana, quien, en una breve y elocuente improvisación sintetizó el gran significado que para la clase proletaria tiene la celebración del 1º de Mayo. Deploro la interrupción del acto realizado esta mañana, pero por otra parte, celebro lo sucedido, porque son a mí ver, las dificultades que surgen en el camino de la felicidad, y que hacen más apetecible la conquista de los derechos del hombre libre. Cada obstáculo constituye un eslabón, que unidos unos a otros, formarán la poderosa cadena de la humana solidaridad que, condensando en una, las aisladas fuerzas de los oprimidos, constituirá, cual muralla china, la más formidable barrera que contrarrestará las más equilibradas fuerzas del capitalismo. Estos obstáculos que, como hoy, más adelante surgirán a porfía, son cuales abrojos, que el viandante pisa en su camino y pasa sin detenerse a mirar. Desde hoy en adelante, el proletariado paraguayo celebrará el día 1 ° de Mayo con la fervorosidad que requiere la magnitud de tal fecha. El 1° de Mayo de 1886, constituye la página más brillante del martirologio proletario y un baldón ignominioso para los verdugos que consumaron aquella nefasta obra.

            El 1° de Mayo de 1906 quedará grabado en el corazón de los obreros de Asunción, porque en esta fecha comienza el despertar del obrero paraguayo que, irguiendo su cabeza con altivez, contempla de frente a los causantes de su infortunio. Compañeros: Mi falta de preparación, como más adelante manifesté, me impide continuar por más tiempo este atentado a la oratoria. Los que llenamos los talleres y no las aulas, los que manejamos herramientas, y no tratados de avanzadas ciencias, mal podemos expresar nuestros sentimientos conforme los dictados del corazón, ni explayar nuestras ideas, tal como lo sugiere la imaginación. No concluiré, sin antes agradecer al respetable auditorio que me ha honrado escuchando mis desaliñadas frases, y hago extensivo mi agradecimiento a todos los trabajadores que, sin tener sociedad constituida, y a los que teniendo no pertenecieran a ninguna de las sociedades federadas, por su adhesión a este acto de solidaridad, dando así el más alto ejemplo de compañerismo. He dicho.

            Esta primera conmemoración del 1° de Mayo, en el año 1906, en el Paraguay, rodeada del calor popular y apoyada por trabajadores y gremios, federados y no federados, tiene una especial significación: 1°) una determinación enérgica de parte de los trabajadores, de implantar en el país, la jornada de ocho horas. Hemos convenido entre nosotros -decían los trabajadores por las calles de Asunción- que a partir del 1 ° de Mayo de 1906, no trabajaremos más que ocho horas por día, y esto sin aceptar, naturalmente, disminución de salarios; 2°) esta conmemoración marca la aparición de la clase trabajadora en el escenario nacional, coincidente con la constitución orgánica de la primera Central Obrera, la Federación Obrera Regional Paraguaya; 3°) la conmemoración del 1° de Mayo planteó en el Paraguay, por primera vez, la llamada «cuestión social». El problema social fue ignorado y negado en forma sistemática por la élite gobernante que se hizo cargo de los destinos nacionales en 1904.

            La Federación Obrera Regional Paraguaya, a pesar del empuje inicial, del entusiasmo de la primera hora y de la resonancia continental que motivó su fundación, no logró su deseada consolidación. Bien pronto surgieron discrepancias internas entre los gremios federados, que debilitaron, primero, y dispersaron luego el esfuerzo unido de los trabajadores paraguayos. Incidieron sobre el proceso de estabilización de la Federación Obrera, varios factores: a) la inestabilidad política que acusó el nuevo régimen, reagravada por los acontecimientos políticos-militares del 2 de julio de 1908; b) la intrínseca debilidad de las sociedades obreras gremiales, derivadas del carácter artesanal y extractivo de la economía nacional; c) la agudización de la crisis económica en el país y la «resignación colonial», que caracterizaba a los trabajadores de la época; d) la acción destructiva y anarquizadora de los caudillos políticos, y e) la persecución policial contra los más activos y competentes líderes obreros. Por ello, la Federación Obrera Regional Paraguaya, se caracterizó por su acción de simple agitador del anarquismo en el Paraguay, siendo solamente su contribución a los esfuerzos de la agremiación de los trabajadores, puramente circunstancial. En el terreno de la acción práctica, el nuevo régimen trató por todos los medios de trabarla. Proyectó al campo obrero las preocupaciones faccionalistas. Con motivo de la huelga del personal ferroviario cuadrillero en Pirapó, en 1909, fue comisionado el capitán Samaniego, quien se presentó en dicha localidad al frente de un destacamento de 60 hombres, decidido a aplastar el movimiento huelguístico, colaborando en la oportunidad con el citado militar el jefe político de Yuty, Patricio Ayala. El personal de Vías y Obras que había decretado la huelga, estaba trabajando en la prolongación de las vías férreas a Encarnación para ser conectadas, con el ferrocarril argentino en Posadas. Los personajes de marras, emplearon un procedimiento terrorista sin precedente. Ordenaron la reunión de todo el personal huelguístico y procedieron al apaleamiento de todos los obreros que tenían ponchos rojos o cualquier divisa colorada, en presencia de sus compañeros presumiblemente de afiliación liberal. Bastaba que un obrero usara una faja colorada para recibir 25 sablazos. Se cuenta que un sargento que usaba un pañuelito rojo, recibió 50 sablazos y luego fue encerrado en un calabozo a galleta dura y agua por varias semanas. Estos peones de cuadrillas percibían miserables salarios y trabajaban de sol a sol. Los huelguistas reclamaban aumentos de salarios y la destitución de los capataces que sencillamente empleaban el garrote para imponer la «disciplina».

 

EL RÉGIMEN REVOLUCIONARIO DE 1904 FRENTE AL MOVIMIENTO OBRERO

 

            La generación intelectual gobernante que se hizo cargo de los destinos de la República en 1904, desde el primer instante se mostró hostil ante la clase obrera sindicalmente organizada. Buscó corromper a sus primeros líderes inexpertos. Es por ello que frecuentemente se puede leer en las columnas de «El Despertar» referencias a los «traidores», con frecuentes citas de los nombres de estos dirigentes, en secciones destacadas del periódico. Fueron organizadas bandas de espías y que infiltrados en los organismos sindicales, no sólo realizaron una labor delatora, sino que utilizando cualquier dificultad entre los miembros de la organización, favorecían la confusión y el caos. Un ejemplo podemos traer a colación: es el caso del militante de la Sociedad de Resistencia Carpinteros y Anexos, Bernardino Ortega, quien fuera expulsado en la Asamblea General Ordinaria del 8 de mayo de 1906, por el hecho denigrante de pertenecer al cuerpo de espías de la policía y por haber trabajado en contra de los cocheros en huelga. Un método favorito de la policía del gobierno liberal fue la presión, intimidación o persecución contra los más destacados líderes de la novel central obrera. Tal es el caso de Francisco Serrano, considerado en los medios sindicales y populares de entonces como el más capacitado jefe del sindicalismo, quien fuera, en la postrimería del año 1906, citado por la policía asunceña para ser notificado que se abstuviera de frecuentar el local de la Sociedad de Carpinteros y participara en sus reuniones y asambleas.

            El Dr. Justo P Prieto sostiene que la revolución de 1904 creó condiciones para una gran transformación: la supresión del caudillismo institucionalizado (100). En homenaje a la verdad, debemos afirmar que el régimen instaurado en agosto de 1904, no sólo modernizó la maquinaria caudillesca para trabar el avance de las nuevas ideas, especialmente en lo que se refiere al desenvolvimiento del movimiento obrero, sino que formuló incluso las «bases sociales» en su pretensión de desnaturalizar la esencia del naciente sindicalismo paraguayo y desviarlo de su cauce histórico. En este orden de cosas, el régimen llamado liberal en nuestro país representó un progreso evidente en relación al régimen de los gauchos colorados.

            El Dr. Cecilio Báez fue el más completo y acabado artífice del pensamiento y de la doctrina liberal en el Paraguay. Con tal jerarquía, fue él quien instituyó estas bases sociales en la época que consideramos. Desde la alta magistratura de la Nación y coincidiendo con la conmemoración de la fiesta patria, el 15 de mayo de 1906, pronunció ante una manifestación obrera que se hizo presente en el palacio nacional, un discurso en el que fijaba la posición del gobierno liberal frente al movimiento obrero que hacía su aparición en el escenario nacional. En el capítulo XXXVIII, de su conocida obra «Cuadros Históricos y Descriptivos», intitulado El movimiento de la clase obrera y el discurso del presidente de la República, el Dr. Báez inserta el texto íntegro de su histórica alocución. Al referirse a la concentración obrera, señala en la mencionada obra, con mucho acierto, la presencia de la clase obrera en la tribuna del debate nacional. Es el primero y único pensador, historiador y político del país, que descubrió la aparición de la clase obrera en el escenario nacional. A la sombra de la libertad y la justicia -dice al referirse a ello- se despiertan todas las energías, se expanden los corazones, todas las fuentes de vida se abren, y los espíritus como águilas altaneras despliegan sus alas y elévanse a los aires para espaciarse en más amplios horizontes. De ahí que en todo este año fenómeno nunca observado antes dé ahora en el Paraguay- las clases obreras se coaligaron para exigir de sus patrones una más justa remuneración del trabajo. (101)

            El Dr. Báez, en la oportunidad señalada, pronunció el siguiente discurso:

            Señores: Creo oportuno repetir en esta ocasión lo que juzgué conveniente expresar a las honorables Cámaras Legislativas en mi mensaje del primero de abril, acerca de vuestro gremio. El progreso político se hace visible entre nosotros -dije entonces- en la organización de las clases obreras, que se aperciben a reclamar de sus patrones una más justa remuneración del trabajo. Sólo es de desear que estas manifestaciones de la vida libre se encuadren en los lindes de la justicia social, la cual ampara todos los intereses legítimos cuando las reivindicaciones se deducen dentro de las fórmulas tutelares del derecho. En efecto: el fenómeno a que me refiero es la revelación de la conciencia social que se ha formado en nuestros días al abrigo de nuestra libertad institucional. Antes, bajo el régimen del despotismo, ella no era posible, porque la masa ciudadana estaba privada, no solamente de la más elemental instrucción, sino también de toda participación en la dirección y en el conocimiento de los negocios públicos. Érale la vida política tan totalmente extraña, que el proceso de su existencia se reducía a las funciones más simples de la vida vegetativa. Y como el pueblo no tenía conciencia de su propia personalidad, no podía derribar la tiranía, que cayó por causas independientes de su voluntad. El año de 1870 es para nosotros una de las más memorables etapas de la historia nacional: esa fecha señala el término de los dolores e infortunios del pueblo paraguayo, soportados durante más de cincuenta años de opresión e ignorancia, sin una sola queja ni protesta de parte de la víctima, al par que el comienzo de la era de nuestra regeneración moral y política, por el doble beneficio de la instrucción y de la libertad. De entonces acá, y sólo desde entonces, la nación, como ser consciente de sí mismo, se ha sentido como sujeto de sus propias determinaciones y como causa de su propio desenvolvimiento, manifestándose como tal persona en la formación de los partidos políticos, en las luchas electorales, en los debates parlamentarios, en las polémicas de la prensa diaria, en la organización de las clases obreras y en esos grandes movimientos democráticos que se llaman revoluciones populares, que derivan del derecho de insurrección, o de resistencia a la opresión, consignado en el decálogo de la Constitución de 1789. Por eso los pueblos, cuando se ven privados del goce de la libertad y de la justicia, o empuñan las armas para reivindicar el derecho usurpado, o se retiran al Monte Sacro como los proletarios de Roma, o recurren a la huelga general como los obreros de nuestro tiempo. Yo miro en vosotros, ciudadanos obreros, no a los enemigos del capital, tampoco a los perturbadores del orden, sino a los humildes postulantes de la justicia pero así mismo no considero a los capitalistas, en tesis general, como los opresores de vuestro gremio. No existe el pretendido conflicto entre el capital y el trabajo, como han dado en afirmar algunos. (102)

            Lo que hay es que la sociedad no ha llegado aún al ideal de organización que todos anhelamos, es decir, aquella organización que evite la injusticia y facilite a las multitudes desheredadas la adquisición de los medios necesarios para instruirse y labrarse un bienestar relativo, sin maldecir de las clases llamadas propietarias. Aparte de la ciencia, que ha dominado las fuerzas de la naturaleza y fomentado todos los adelantos industriales, el capital tiene una ancha parte de los progresos humanos. Gracias a él se construyen vapores, los ferrocarriles y todas las poderosas máquinas de la mecánica moderna; gracias a él se sanean las tierras insalubres, se canalizan los ríos, se establecen las grandes fábricas que proporcionan trabajos a millones de obreros, se higienizan las poblaciones, y se convierte la superficie del planeta en una agradable vivienda. Todavía mediante el capital se fundan vastos hospitales y casas de beneficencia, donde encuentran alivio a sus penas millares de personas, y se crean las instituciones de créditos que favorecen la formación de las grandes empresas, fecundas en bienes para la humanidad en general. Así, la ciencia y el capital se dan la mano para traer el bienestar y hacer más amable la vida. Por eso yo espero que no tardará en realizarse la armonía entre el capital y el trabajo, sin egoísmo de parte de nadie, pues creo en la bondad natural de los hombres, y sobre todo, confío en el poder educativo de los principios de la fraternidad y solidaridad humana, que nos hacen cada día más perfectos y más justos, tocando a los corazones con la fuerza de una noble pasión y con el ardimiento de un generoso entusiasmo. No puede ponerse en duda que las sociedades modernas están ya hondamente penetradas del sentimiento de la justicia, que se han determinado como espíritu de humanidad en los pueblos. La emancipación de las nacionalidades, la manumisión de los esclavos, el advenimiento del régimen democrático, las tendencias del socialismo contemporáneo y del libre pensamiento, las doctrinas del arbitraje internacional y del libre cambio contra la guerra y las restricciones aduaneras, no son sino otras tantas manifestaciones de ese espíritu de humanidad, que informa todas las legislaciones modernas y las instituciones de las naciones más civilizadas, y anima con el acento de la elocuencia los debates de los Parlamentos y de los Congresos internacionales, reunidos con loable frecuencia para ilustrar la conciencia de los pueblos acerca de sus sagrados derechos y reclamar de los gobiernos el cumplimiento de sus ineludibles deberes, en el sentido de realizar las reformas que satisfagan las aspiraciones de todos, o sea, el anhelo universal de la justicia y de la libertad. Pero si la ciencia y el capital contribuyen poderosamente al progreso de la humanidad, vosotros también, ciudadanos obreros, sois factores de esa magna obra. Conscriptos del trabajo, os parecéis a vuestros hermanos que se alistan bajo bandera para defender a la patria y sus instituciones. Como ellos, os sacrificáis por el bien de vuestros semejantes, sin exigir por vuestros servicios más que una modesta paga, la cual nunca llega a ser la justa remuneración de vuestra ruda labor de todos los días, con la diferencia, sin embargo, de que alguna vez para el soldado suena el clarín de la victoria en el campo de batalla, mientras que para vosotros, agotadas vuestras fuerzas por el trabajo, no hay más que el toque de fajina al fin de la jornada, sin gloria y sin laureles. Ciudadanos obreros, sois verdaderamente sublimes por vuestra abnegación y por vuestro patriotismo, puesto que, sin quejaros de la suerte, recordáis que hoy es el día de la patria y venís al Palacio Nacional a exteriorizar vuestro júbilo en el aniversario de su gloriosa independencia, y a expresar con esta noble conducta que vuestro lábaro no es el rojo guiñapo del anarquismo (103) sino esa misma bandera tricolor que nuestros mayores adoptaron como emblema de la República y enarbolaron el primer día de la libertad como pendón de paz y de justicia. Os invito, pues, señores, a que todos unidos y concordes, saludemos esa gloriosa bandera, que encarna todos los anhelos del patriotismo, todos los entusiasmos de la libertad, y las aspiraciones todas de la justicia en el supremo amor de la humanidad.

            Poned en ella vuestra confianza toda entera, y no desesperéis del porvenir, ni de vuestra suerte. Esa hermosa bandera, que es la imagen de la patria amada, os guiará por la senda de la felicidad y os servirá de consuelo en horas de prueba y de sacrificios. He dicho.

            El discurso del Dr. Báez, a la sazón presidente de la República tiene indiscutiblemente sus méritos. En él se anunció la aparición de la clase obrera en la palestra nacional, en función de reclamos perentorios por el propio mejoramiento. Pero en este discurso de trascendencia histórica, el gobierno de la Revolución de 1904, por boca de uno de sus más altos exponentes doctrinarios, daba su respuesta ante el desenvolvimiento independiente del naciente movimiento obrero paraguayo que había tomado la senda inicial como todos los movimientos obreros del mundo, en la etapa de su infancia, el rojo guiñapo del anarquismo.

            Acusa, asimismo, una patente contradicción. Mientras justificaba como extensión de la conciencia democrática de los pueblos, los grandes movimientos huelguísticos que azotaban los países de la Europa contemporánea, negaba con énfasis, el pretendido conflicto entre el capital y el trabajo. Por último, se idealiza exageradamente el papel creador del capital, con lo que se pretendía ilusionar al infortunado pueblo trabajador paraguayo para proseguir su camino a la manera de aquella famosa acémila del cuento español.

            La trayectoria de la llamada revolución de 1904, a lo largo de los 30 años de su permanencia en el poder del Estado, fue de lealtad y consecuencia con la línea histórica marcada en el discurso del Dr. Cecilio Báez, del 15 de mayo de 1906,15 días después de la fundación de la primera central obrera del país y el primer año de conmemoración del día universal de los trabajadores. Los problemas del trabajo fueron tratados como problemas de orden público y como tal, problemas específicamente policiales o de incumbencia policial. No se pudo concretar, en consecuencia, la creación y funcionamiento del Departamento Nacional del Trabajo. El vaticinio formulado por Guillermo Recalde, en su discurso del 1° de mayo de 1906, refiriéndose a la interrupción policial de la mañana de que obstáculos, como el de hoy, más adelante  surgirán a porfía, ha sido certero.

 

 

 

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

 

(89) Libro de actas de la Sociedad Obreros Carpinteros y Anexos.

(90) «El Despertar», Asunción, junio de 1906.

(91) «El Despertar«, órgano de la Federación Obrera Regional Paraguaya, junio 19 de 1906, págs. 2 y 3; Asunción

(92) «El Despertar», N° 2, año 1, Asunción, junio de 1906.

(93) «Anuario estadístico de la República del Paraguay», año 1914: Gerardo C. Russo, Asunción, Paraguay.

(94) Justo Prieto, «Paraguay, provincia gigante de las Indias»; y Gomes Freire Esteves, «Historia contemporánea de la República».

(95) «El Independiente», 6 de julio de 1893, Asunción, Paraguay.

(96) «La Democracia», 12 de noviembre de 1897, Asunción.

(97) «La Democracia», 27 de enero de 1904.

(98) «El Despertar», N° 2, junio 1° de 1906, págs. 4, 5 y 6, Asunción.

(99) Subrayado nuestro, para destacar al hombre paraguayo con mando.

(100) Justo Prieto, «Paraguay, provincia gigante de las Indias», Buenos Aires, 1951.

(101) Lo subrayado es nuestro.

(102) Lo subrayado es nuestro.

(103) Lo subrayado es nuestro.

 

 

 

 ENLACE INTERNO A DOCUMENTO RELACIONADO

INTRODUCCIÓN A LA

HISTORIA GREMIAL Y SOCIAL DEL PARAGUAY

PROF. FRANCISCO GAONA

 





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