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ESTEBAN CABAÑAS

  VOCES QUE NO SE APAGAN - ESTEBAN CABAÑAS


VOCES QUE NO SE APAGAN - ESTEBAN CABAÑAS
ESTEBAN CABAÑAS - VOCES QUE NO SE APAGAN
 
CD 3
 
 
Entrevista realizada por VICTORIO SUÁREZ
 
Palabra viva de grandes escritores paraguayos
 
 
 
 
 

Concepción, 1937. Artista plástico, poeta, narrador y dramaturgo. Esteban Cabañas es el seudónimo del pintor Carlos Colombino. Pertenece a la generación del 60 y en la actualidad está considerado como uno de los mejores representantes de la lírica paraguaya. Portador de un fuego estético de real envergadura, Cabañas ha venido trabajando la construcción del lenguaje con inusitada calidad y profundidad. En ese sentido, corno buen arquitecto, ha podido levantar una nueva expresión donde se rescatan valores tan encumbrados como: la transparencia, la inteligencia, la delicadeza y la sensibilidad. Tales características aparecen en el más elevado tono en su libro "El náufrago insumiso" (ganador del "Premio Federico García Lorca 98") donde Cabañas aparece igual a un liróforo que sólo se atreve a jugar con frases poéticas desechando de manera insospechada todo atisbo de sombras. Cabe recordar que con motivo de la aparición de su libro "Premoniciones", Alcándara Editora expuso algunos conceptos respecto a la obra: "Acción de máscaras que se desplazan velando el olvido y la nostalgia, vigilia aguda de las formas que se reconocen o se apartan en la espléndida marejada de los días, la escritura de Esteban Cabañas congrega al amor y sus desamparos últimos, su oscura faena de raíz procurando ser fruto sacudido. En esta segunda muestra de la poesía de Cabañas que se precia en editar Alcándara, los viejos pronunciamientos de la pasión se articulan en una semántica acaudalada, con un ímpetu de colores e imágenes cambiantes que bien confiesan al gran artista visual que las expresó". Otras obras de Esteban Cabañas: "Los monstruos vanos" (1967), "El tiempo, ese círculo" (1979), "Los cuatro lindes" (1981), "Desentierro" (1982), "Foso de palabras" (1992), "El náufrago insumiso" (Premio García Lorca de Noticias y el Centro Cultural Juan de Sal azar, 1998). Obras de teatro: "Momento para tres" (1959) y "La parábola del sitio más perfecto" (1984). Novelas: "Juego cruzado" (2001), 'lo dulce y lo turbio" (2000), "¿Quiere Ud. tomar un café en esa esquina?", "El dedo trémulo" (2002, Premio Municipal de Literatura), "Alegato" (novela corta, 2005). "Humo sobre humo" (2006).

 

 

 

 

 

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ESTEBAN CABAÑAS (CONCEPCIÓN, 1937) (1-XI-1992 - ABC)

“FALTA UN SISTEMA ORGANIZADO PARA SACAR A NUESTRA CULTURA DEL POZO”

Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

( GENERACIÓN DEL 60 - LITERATURA PARAGUAYA )

 

 

Hay como una larga vigilia poblada de sueños y retratos de una producción no abundante y fragmentaria. Hoy, más allá del espejismo, la memoria falsa y el derrumbe de los valores contemporáneos, sentimos un ritmo con necesidad de rehacer. Interesados en desnudar la realidad, tomamos contacto con Esteban Cabañas para hablar de la literatura paraguaya en la vida nacional. Nuestro entrevistado se refirió a su obra poética y a su verdadero yo: Carlos Colombino.

 

—Haciendo un poco de historia, me gustaría conocer aspectos referentes a 1960 y la aparición de Esteban Cabañas en la poesía paraguaya.

—En el 60 se abandonan aquellos temas que típicamente caracterizaban a las generaciones precedentes. Ya no se trató de anunciar en cantos expresivos a los hacheros ni a la tierra, creo que aparece una nueva forma para retratar un mundo más amplio y problemático, más allá de los mitos y los motivos bucólicos. Sin lugar a dudas, fue un tiempo conflictivo. En nuestro país se consolidaba la dictadura y aparecen hechos de notoria efervescencia en el plano internacional. Fue todo muy difícil con las matanzas de guerrilleros y las violentas persecuciones a sectores de liderazgo social y político. El Paraguay daba la impresión de estar sitiado y eso nos dio un mundo, una visión distinta a pesar de ese contacto fraterno y muy cercano a los poetas del 50 como: Bareiro Saguier, Ramiro Domínguez y otros. Sobre el punto quiero resaltar la importancia de la revista Alcor que sirvió de medio expresivo para los escritores nacionales. La experiencia y la percepción del 60 fueron diferentes, más todavía porque irrumpen los problemas existenciales y se incorporan a nuestra labor creativa. El resultado de todo ha sido ese lenguaje vivencial y surrealista a veces. El tema era la totalidad de la vida como justificación en un mundo desquiciado. Eso recreó, a mi modo de ver, el tiempo de mi aparición en la promoción del 60.

—¿Esa actitud existencial y contemplativa hacia Dios y la nada fue más fuerte que el tono directamente político que se dio en la poesía?

—En realidad, ya no se trataba de una actitud heroica, rimbombante, eso había quedado atrás, no en sentido peyorativo, sino como señal de una nueva actitud. No éramos combatientes ni poetas que lucharon en armas, por eso se palpaba una fuerza motriz congestionante, apta para la vida gris, sorda, opacada y hacedora de una poesía diferente.

—Los del 60, si bien no reflejaron una actitud abiertamente protestataria, fueron hacia el campo de la crítica literaria con apreciable rigor. ¿Se puede decir que eso significó como una forma de ejercer las ideas en un medio hostil y peligroso?

—Como no soy experto en el tema literario, me resulta difícil analizar con rigurosidad la pregunta. No obstante, creo que en el espíritu, en la actitud misma del 60 predomina una visión con su dosis y sentido político. En esa década, yo había publicado por la revista Alcor un poema al dictador, con su mano vieja de lujuria, lo veía creciéndole el labio. Aquella poesía fue interceptada por la Policía y se descubre que Esteban Cabañas era Carlos Colombino. Ese poema al geronte aparece luego en mi poemario “El tiempo, ese círculo”.

—En definitiva, ¿se puede decir que el 60 rompe con el estilo tradicional de sus predecesores generacionales?

—La ruptura se da realmente con los poetas del 60; ya apunté las razones. Estuvimos divorciados del discurso alegórico. Nuestra poesía fluía del sufrimiento del ser, ya no existía el dolor nacional, nuestro tono estaba metido como en un presidio; en verdad, estábamos en una cárcel. El 60 fue también una reacción del lenguaje porque los elementos eran distintos, conste que algunos se acercan, se parecen. Leyendo las obras del sesenta y otras que fueron escritas en décadas anteriores, se puede percibir fácilmente la diferencia. Es probable que un crítico, un especialista, sepa más claramente las características de las diversas vertientes.

—¿Los que vinieron después variaron hacia otras formas?

—Creo que variaron, pero muy poco. Hace aproximadamente un año, en actitud totalmente nueva, me puse a leer una serie de obras escritas por poetas nacionales. Lo que sentí después fue una especie de aburrimiento por las formas de la escritura actual. Sentí ese hastío y eso es lo peor que puede sucederle a uno, tratándose de arte. Esa experiencia me llevó a pensar en una nueva forma para la escritura, creo que hace falta sublevar de vuelta, un poco lo que piensa Jorge Canese en relación a la poesía, pero sin utilizar el canal de Canese. Yo, en realidad, tengo otra forma expresiva. Lo cierto es que comencé a bucear buscando mi tono, mi canal, mi tajada. Producto de la búsqueda es mi último poemario “Foso de palabras”, que significa escudriñar hacia algo nuevo. No se trata de un desafío, sino de una profunda necesidad. No soy un asiduo versificador; mi tiempo es limitado porque estoy en muchas cosas. No obstante, mi nuevo libro es una reacción, un juego que muestra otras variables como: respuesta al poststronismo y a la literatura de este momento que está compuesta de palabras que forman el mundo de los críticos, de los artistas, de los que vienen, de los muertos, de los que van, de los que están en el gobierno, de los que estamos... Las palabras representan parte de todo lo que acabo de mencionar.

—¿Se trata de un poemario con lenguaje que caracteriza a la transición?

—Para mí, “Foso de palabras” es una situación nueva, donde hablo de cómo son los políticos, de qué son. Se trata de mi visión acerca del monstruo que es el político de ahora, no del político del futuro. En el poemario hablo además de los exiliados, de los que vienen con su cuota mendicante a pedir su momento de gloria. Nosotros miramos el momento como un enorme circo compuesto de comparsas que pasan exhibiendo su pequeña gloria y espacio. La cuestión es grave, porque vemos surgir de vuelta la marginación y el hecho de que no importamos, que el trabajo dentro de este país es inútil, que no hay posibilidad para la gente que trabaja y vive aquí. En Paraguay nada se valora, salvo que uno esté a punto de morir.

—¿Podés nombrar a los poetas que forman parte de tu gusto personal?

—Es difícil precisar, pero leí con gran detenimiento a Pablo Neruda, García Lorca, Walt Whitman, Borges, poetas ingleses y últimamente a los poetas suecos. Pienso además que sentí poéticamente a mis hermanos del 50; debo mencionar mi admiración y respeto por doña Josefina Plá. Creo que Jacobo Rauskin tiene una estupenda vena creativa. Por otra parte, me gusta la poesía femenina actual, Susy Delgado, Delfina Acosta. Me gustan algunos poetas, hablo de aquellos que transportan a algo distinto y hacen de la expresión un vehículo que abre un cuerpo nuevo en la historia de las ideas.

—Creo que Esteban Cabañas no se divorcia de Carlos Colombino. ¿Cómo se da la fusión de ambos personajes para el trabajo creativo; uno poeta, el otro artista plástico?

—Entre Cabañas y Colombino no existe fusión, son canales distintos, son dos medios expresivos. Dentro de mi labor visual práctico, más variantes todavía; pues se da, por un lado, la pintura; por el otro lado, el grabado. Trabajo en formas expresivas diferentes porque cada uno expresa cosas distintas, forma parte del complicado sistema humano, cada ámbito es un mundo original. Respecto a Esteban Cabañas, recuerdo un encuentro con Roque Vallejos y Miguel Ángel Fernández, con ellos toqué el tema del cambio de identidad para la escritura. En realidad ya había tenido un breve momento como escritor, inclusive había escrito una obra de teatro. Esteban Cabañas es el nombre en memoria de mi abuela Estefana Cabañas. Repito, esto se debió más a la necesidad de canales creativos. Para sintetizar quiero decir que yo escribo cuando no puedo pintar. Cuando estoy bien, pinto; cuando estoy mal, escribo. Yo no soy tan complicado, me manejo con mecanismos simples que se dan en una persona.

—¿En nuestro país se plantea una dolorosa marginalidad para el escritor?

—En el Paraguay el que escribe es totalmente marginal y tiene que dedicarse a cualquier cosa para vivir. Felizmente yo no siento esa situación porque soy pintor y fabrico mercancías. Al mismo tiempo fabrico lo que me interesa; eso me da una gran libertad de acción, pero no he vivido de cara a la literatura, más bien he escondido mi cara. Hice de la poesía un instante de mi vida, de mi historia, solapadamente. Volviendo al tema que concierne a tu pregunta, creo que se debe hablar de marginalidad e incluir en ella a todos los artistas. En el Paraguay se trata con alevosa indiferencia todo tipo de manifestación creativa.

—La pobreza histórica, el problema idiomático, ¿representan factores que acrecientan la incomunicación entre el escritor y la sociedad?

—Se mezclan muchas cosas. La pobreza, el lenguaje y, por sobre todo, esa falta de referencia que tiene el escritor paraguayo. No digo que no tengamos una tradición, sino carencia referencial, aún teniendo a Roa y Casaccia. El medio no responde al trabajo cultural. No hay editoriales que puedan vender el trabajo intelectual. Paraguay es el punto marginal de la periferia, eso es absolutamente claro, nosotros no existimos. La gente se asusta cuando se toca este punto, pero es cierto. No hay canales para trascender internacionalmente. Es una lástima la falta de una institución poderosa para vitalizar intercambios, alianzas, presencias y conexiones. Podemos tener buenos escritores y artistas, pero la ausencia de enlaces nos deja en estado vegetativo. En nuestro país el Estado debería crear una especie de Consejo Nacional de Cultura para crear actos de presencia. No se trata de competir, sino de estar presente. El Paraguay no es solamente esos cuatro músicos que van a cantar por las parrilladas, tampoco es el futbolista contratado por tal o cual club, ni el señor que viaja solo pagándose el pasaje para jugar tenis. Aquí falta un sistema organizado para sacar a nuestra cultura del pozo.

—Hasta ahora los partidos políticos en sus programas no dan alternativas de solución al respecto. Desconocen manifiestamente el trabajo cultural.

—Los políticos nada tienen en claro, hablo de todos. Ni siquiera la Municipalidad de la Capital para la que estoy trabajando tiene demasiadas respuestas, solo saben que la Dirección de Cultura entregaron a un grupo de gente, pero no dan los medios necesarios para desarrollar las ideas. Si dan algo, lo hacen a cuentagotas, porque supuestamente no hay fondos y la cultura no importa. La cultura es un lujo y la ciudad necesita circo. Es una tragedia porque la gente que tiene que fabricar lo que es el Paraguay tiene que trabajar solapadamente y en horas que no corresponden. Muchos políticos hablaron con nosotros, con el grupo que integra Artes Visuales, hemos planteado los problemas y se mostraron receptores. Por eso digo que cualquiera de los candidatos existentes en este momento deberá ser diferente con relación a la cuestión cultural. Creo que habrá cambios.

—Te noto optimista.

—Es que tengo que ser optimista. Mi gran problema en este momento es ser optimista. Por eso creo que los gobiernos prestarán más atención cultural porque esta es una necesidad, es algo fundamental. El Paraguay no necesita de las FF.AA. en el futuro. El Paraguay tiene que fortalecerse para poder existir. Su fortaleza será la cultura. Estamos inmersos dentro de un espacio físico, donde sencillamente nuestro territorio servirá de paso. Si no se actúa rápidamente, nuestra cultura va a ser absorbida. No hay milicia que pueda arreglar esto. La consolidación de nuestra cultura se debe entender en términos de esencia, de identidad en todos los niveles; la conservación de los idiomas y las tradiciones. Por eso me preocupa el futuro, por eso clamo por los medios y los caldos de cultivo que harán posible la llegada de aquellos que vendrán para salvar al país.

 
 
 
 
 
 
 

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