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JUAN EDUARDO DE URRAZA

  SEÑORES DE FUEGO - Novela de JEU AZARRU - Año 2012


SEÑORES DE FUEGO - Novela de JEU AZARRU - Año 2012

SEÑORES DE FUEGO

 

Novela de JEU AZARRU

 

Año: 2012

© Arandurã Editorial

Tte. Fariña 1036

Teléfono: (595-21) 214 295

Web: www.arandura.pyglobal.com

Mail: arandura@hotmail.com

Asunción, Paraguay

 

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del autor,

bajo las sanciones establecidas por la ley, la reproducción parcial o total

de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Hecho el depósito legal

 

Diseño Gráfico: Carla Peroni

Ilustraciones: Juan Moreno

Corrección: Irina Ráfols

Asunción - Paraguay

2012

 

PRESENTACIÓN DE NOVELA “SEÑORES DE FUEGO”, DE JEU AZARRU

 

El día LUNES 17, a las 19:30 hs., Juan de Urraza (Jeu Azarru) presentará su nueva novela, titulada “Señores de Fuego” en la Biblioteca Nacional (De La Residenta casi perú). La presentación estará a cargo de Roberto Goiriz. El libro es publicado por editorial Arandurá.

La novela se encuadra en el género de la fantasía, con tintes históricos.

Señores de Fuego es una novela publicada en 2012. Tiene como protagonista principal a los dragones. El mundo es nuestro mundo, nuestro planeta tierra tal cual lo conocemos, y la premisa es que los dragones lo han habitado desde siempre, desde antes de los seres humanos, a quienes siempre vieron como seres inferiores, y éstos finalmente a lo largo de la historia los doblegan y los obligan a esconderse para sobrevivir, motivo por el cual rumian un odio terrible contra ellos y buscan destruirlos... Al tiempo que algunos pocos dragones se humanizan y empiezan a contemplar a los hombres con otros ojos, y a disfrutar de lo que significa ser un ser frágil e inferior, proclive al arte y a las pasiones, cortoplacista, y con una historia que cambia demasiado rápido respecto a la de los dragones, en la que podían pasar milenios sin que ocurriera nada importante.

Hay magia, hay batallas épicas, pero vistas desde un punto "realista" si se pudiera decir. Lo interesante de la novela es que se explora el mundo desde los ojos de los dragones, y desde su psicología. Seres inmortales, poderosísimos, solitarios, extremadamente orgullosos, carentes de sentimientos y poco proclives al cambio. No es nada fácil narrar historias con ellos, ya que pueden pasar mil años sin que ocurriera un evento relevante para un dragón. Y en general los pocos eventos eran el enfrentamiento a muerte, por territorio, con otros de su especie. No hay prácticamente una estructura social, y no hablan entre ellos, puesto que no hay ningún motivo por el cual hacerlo. Sus vidas son solitarias y rodeadas del hedor de la muerte, y de saber que seguirán destruyendo hasta ser ellos los destruidos, por alguien de mayor poder... Pero no podía tener un libro sólo dedicado al enfrentamiento entre ellos, sería muy aburrido. Es por esto que la trama obliga a éstos a juntarse, aunque odien hacerlo, para enfrentar a la plaga humana, y a partir de allí van surgiendo las historias y las interrelaciones. En general el libro va a dos tiempos, el presente de cada capítulo, y el pasado, donde se recuerdan grandes hazañas de los suyos. En simultáneo se narra la historia humana, viendo desde sus ojos los acontecimientos de relevancia histórica, y se devela a la secta de los magos, que, tal como los dragones, ha debido esconderse de los humanos que casi los destruyeron en la antigüedad. Estos tres poderes se deberán enfrentar tarde o temprano, y tenerse un ganador, que subsista y aplaste a los otros.

Esta narrativa desde el punto de vista de los dragones creo que hace al libro realmente interesante, puesto que es única, y está finamente hilada para tener una coherencia que nos haga pensar que podría ser real. No es fácil narrar, como decía, la historia de seres tan complejos, solitarios, y de lento desarrollo, así que lo que hace el libro es ir contando la historia desde el punto de vista de algunos de ellos, en momentos donde han sido protagonistas, al tiempo que las historias se entrecruzan, acercándose unos a otros. También es por ello que, sobre todo al principio, entre un capítulo y otro pasan cientos de años de letargo.

La historia tiene muchas vueltas de tuerca, sorpresas, magia, y por sobre todo una extensa investigación sobre dragones de diversas culturas, tratando de realmente traerlos a la vida como los veían en dichos tiempos, y relacionándolos con otros dragones y con humanos, mezclando realidad y ficción, siendo causa o efecto de mucha de la historia de nuestro mundo.

 

ROBERTO GOIRIZ se expresó respecto al libro, con las siguientes palabras:


Los dragones han llegado a los escritos de Jeu Azarru. Como esculpiendo las palabras en su aliento de fuego, Jeu introduce una mirada profundamente humana a los relatos de estos seres. Pues, ¿qué más humano hay, que sentirse los herederos auténticos de la creación, imagen y semejanza de un dios desconocido y terrible, que termina abandonando su obra? Ya no animales, entonces, sino parecidos a verdaderos semidioses, sienten sin embargo, con toda la fuerza de sus grandes corazones, los embates de la pasión humana, las encarnizadas luchas por el poder y la profundidad insondable de la muerte, desgracia que generalmente les acontece, a pesar de su longevidad, cuando se enfrentan entre sí. La lucha de gigantes hace temblar la tierra y deja un dragón menos en esa historia secreta que Jeu ha podido entrever.

En "Señores de Fuego", el escritor ejerce con pasión las artes del oficio, e instala una saga de proporciones épicas. A medida que transcurre la historia, el lector se verá atrapado por la naturaleza descomunal, no solo de estos seres magníficos, sino de los sentimientos encontrados que son provocados por los acontecimientos centenarios, y luego milenarios, en el relato, hasta su desenlace final.

 

 

ACERCA DEL AUTOR:

 

Nació en Mar del Plata, Argentina, en el año 1974, pero reside en Asunción, Paraguay desde 1976.

Es ingeniero en informática, locutor, escritor, profesor universitario y fotógrafo amateur. Tiene realizados postgrados en Didáctica Universitaria y en Formación Ético Teológica, así como cursos de especialización en Tokio (Japón), Rosario (Argentina) y Cusco (Perú), así como una Maestría en Ingeniería de Software en la universidad de la Plata, Argentina (tesis pendiente).

Participó en la creación de las primeras revistas digitales del país y fue editor de ellas (“Delta” e “Hypermedia”).

En el ámbito literario se destaca principalmente por la narrativa de ficción científica y fantástica, tanto en relatos breves como novelas. Posee además publicada poesía.

Actualmente tiene publicadas 4 novelas (“La Sociedad de las Mentes”, 2001, “Yronia”, 2005, “El Síndrome de Zavala”, 2010, “Los Señores del Fuego”, 2012), 3 libros de relatos (“Verdades Futuras y Mentiras Antiguas, (escritas en un Presente Incierto)”, 2003, “Diferentes Caminos a la Verdad”, 2007, “Alicia y los Universos Alternativos”, 2009) y un poemario (“Adagios, Réquiems y Allegros”, 2006).

Con su libro de relatos “Verdades Futuras y Mentiras Antiguas, escritas en un Presente Incierto” obtuvo dos importantes premios: una mención de honor en el Premio “Roque Gaona 2003” y el 2º puesto del “Premio Municipal de literatura 2004”.

Obtuvo el primer puesto en el 3° concurso de relatos San José-Parker, en el 2004.

Además ha recibido numerosos otros premios y menciones a relato y poesía inédita a lo largo de los años (Nuevos Talentos SEP, Dr. Jorge Ritter, Premio Cabildo, Elena Ammatuna, entre otros)

Ha formado parte de una veintena de antologías a nivel nacional e internacional (Paraguay, Argentina, Cuba, Uruguay, Colombia).

En 2009 realizó la muestra fotográfica titulada “Mi Paraguay Profundo”, la cual retrata en 100 fotografías la realidad de 56 ciudades del interior del país, con una mirada crítica y curiosa de la vida en el campo y en los centros urbanos alejados de la capital, la misma fue expuesta en Paraguay y Argentina.

Actualmente es Director de la revista del PEN Club, Miembro de la comisión directiva de la Sociedad de Escritores del Paraguay, y representante del World Summit Awards en Paraguay.

 

 

CRÍTICA Y COMENTARIOS (ROBERTO GOIRIZ – ESCRITOR)

 

ESCRITO EN EL FUEGO

Los dragones existen. Desde antaño, la humanidad ha poblado sus relatos de ellos y sus fantásticas andanzas, a veces, como contraposición al ser humano, que busca su estatura de héroe enfrentándose a alguno de esos temibles monstruos. Veloces y mortíferos, han sobrevivido al tiempo, al miedo y al olvido. Surcan, con sus gigantescas alas, las narraciones de fabuladores de distintas épocas. Y, a veces, cuando el sueño se torna pesadilla, podemos verlos, una sombra interminable en el cielo, una presencia imponente, más ardiente que el sol.

Los dragones han llegado a los escritos de Jeu Azarru. Como esculpiendo las palabras en su aliento de fuego, Jeu introduce una mirada profundamente humana a los relatos de estos seres. Pues, ¿qué más humano hay, que sentirse los herederos auténticos de la creación, imagen y semejanza de un dios desconocido y terrible, que termina abandonando su obra? Ya no animales, entonces, sino parecidos a verdaderos semidioses, sienten sin embargo, con toda la fuerza de sus grandes corazones, los embates de la pasión humana, las encarnizadas luchas por el poder y la profundidad insondable de la muerte, desgracia que generalmente les acontece, a pesar de su longevidad, cuando se enfrentan entre sí. La lucha de gigantes hace temblar la tierra y deja un dragón menos en esa historia secreta que Jeu ha podido entrever.

Los dragones se enfrentan a un desafío. El hombre, en su soberbia, casi tan grande como la de esos poderosos seres, se constituye en una amenaza a su existencia, tal como lo es ahora para tantas otras especies vivas. Para vencer a los seres humanos, los dragones necesitan unirse. Pero su naturaleza es contraria a esta necesidad, ya que han saboreado el dulce placer de la soledad o el odio, representado en enfrentamientos titánicos. ¿Cómo resolverán este problema, que puede eliminarlos de la faz de la tierra? Jeu nos invita a adentrarnos en ese conflicto fascinante, a través de una narración única, que viene a introducir en la literatura paraguaya una visión muy propia de estas leyendas, algunas de las cuales encuentran parangón con el mito guaraní del Teju Jagua, quizá nuestro propio dragón ancestral.

Inmersos en el conflicto, los dragones cambian, a semejanza de los humanos, y se tornan diferentes, pues su imperativo esencial es la sobrevivencia. Suceden muchas cosas más, e intervienen en la saga otras sorprendentes criaturas, sobre todo lo cual guardaré un prudente silencio, pues es de buen lector descubrir estos desenlaces de a poco, mientras se desarrolla la aventura.

EL NOMBRE QUE OCULTA Y REVELA

Jeu Azarru es el seudónimo elegido por este notable escritor, que ha elegido también los géneros literarios de la fantasía y la ciencia ficción para darse a conocer en el mundo de la escritura. Su sólida y abundante producción, a la que he tenido la oportunidad de acceder, le ha permitido crecer también en su innegable talento literario, y hoy nos encontramos ante una obra que utiliza los abundantes recursos de la narrativa fantástica, en un estilo depurado y atractivo.

Jeu, cuando no se encuentra soñando universos imposibles, trabaja como ingeniero en informática, locutor, profesor universitario o fotógrafo amateur, profesiones dispares que tal vez contribuyen a darle ese estilo tan particular a sus obras.

En "Señores de Fuego", el escritor ejerce con pasión las artes del oficio, e instala una saga de proporciones épicas. A medida que transcurre la historia, el lector se verá atrapado por la naturaleza descomunal, no solo de estos seres magníficos, sino de los sentimientos encontrados que son provocados por los acontecimientos centenarios, y luego milenarios, en el relato, hasta su desenlace final.

FANTASÍA ES EL NOMBRE DEL JUEGO

La literatura paraguaya tradicional ha explorado sus variantes costumbristas e históricas durante mucho tiempo, en varios casos con altos picos de calidad, por medio de obras inmortales, como "La babosa", de Gabriel Casaccia o "Yo el Supremo", de Augusto Roa Bastos, aunque ha prescindido, en la mayoría de los casos, de otros géneros literarios. La fantasía y la ciencia ficción han sido dos de los géneros poco frecuentados por los creadores del Paraguay.

Precisamente, estos han sido los géneros que, de alguna manera misteriosa, nos han permitido, a Jeu y a mí el mutuo conocimiento de nuestro trabajo. Parte de mi obra, dedicada a la escritura, también está dedicada a los mismos temas. Esta suerte de complicidad me ha mantenido atento a la ordenada y profusa producción de Jeu, y he podido notar una agradable evolución en su estilo literario, más concentrado hoy en los valores esenciales de la narración que en los artificios que estas materias nos permiten.

Por eso, no me queda más que saludar con entusiasmo este lanzamiento, en la seguridad de que lo escrito en fuego queda sellado en el corazón.

 

 

 

GÉNESIS

 

En el principio, cuando el vacío era todo, y la totalidad no existía, solamente el pensamiento único, Uróboros, la singularidad, el eterno, era. Con un lánguido suspiro cobró forma circular, mordiendo su propia cola, su misma esencia, de manera a crear (siendo parte y extensión suya) el tiempo infinito. Y en un punto cualquiera de ese momento perpetuo definió al presente, instante en el cual el universo empezó a moverse. Así el cosmos se convirtió en un lugar de luces y sombras pasajeras, temporales, cíclicas, como él mismo era, energía y espacios vacíos combinados en la forja ilimitada de los elementos. Luego, o en ese mismo instante, tomó un planeta cualquiera de entre las tantas rocas existentes, y lo observó. Contempló y fue parte suya una vez más. De este modo el mundo estuvo completo, y pudo descansar. Pero luego se dio cuenta de que la materia, e inclusive la vida, no eran suficientes si no tenían conciencia de su existencia, propiedad que él mismo poseía. Desconocía el momento en que dicha revelación había ocurrido, pero así lo sentía en ese instante. Entonces meditó: “Ahora crearemos al dragón; se parecerá a nosotros, y tendrá dominio sobre toda la creación”.

Y el dragón fue creado a partir cada uno de los elementos (aire, tierra, agua, fuego y éter), capacitado para gobernar al mundo, poblarlo, y formar parte de él mismo y de la totalidad. Finalmente, Uróboros se mantuvo en descansado movimiento cíclico, observando a sus siervos, a sus creaciones, someter al mundo, por largo tiempo. Pero los dragones no fueron dignos del poder que se les dotó. Al ser tremendamente superiores a todo lo que habitaba en el planeta, cometieron el pecado de la soberbia, del orgullo, de la prepotencia, de no pedir sino tomar, de no someter sino sojuzgar, de no solicitar sino ordenar, de no creer sino en sí mismos, de no forjar lazos sino romperlos, de olvidar su esencia divina y convertirse en seres inferiores, huraños, rastreros, pero invencibles.

Sus combates entre hermanos fueron tan impresionantes que de ellos nacieron los mares, los cielos y las montañas, las plantas y los animales.

Así Uróboros volvió a meditar. Y, notando el daño que el poder causa en quien lo ostenta, creó a una nueva criatura, también a su imagen y semejanza, pero carente de todas las virtudes de los dragones, excluyendo su larga vida, únicamente ostentando la misma inteligencia y parte de la chispa mágica suya. Él creyó que de este modo, sus nuevos siervos serían humildes y realmente harían suyo al mundo, a pesar de la soberbia de sus hermanos mayores, apoyándose y ayudándose uno a otros, pudiendo así darles una lección de aprendizaje a sus parientes primigenios. Estos seres fueron creados de un único elemento: la tierra, por ser de los cinco el elemento más estable, menos impetuoso y fuente de paciencia infinita.

Pero los segundos nacidos, los hombres, como se llamaron a sí mismos, recorrieron las mismas sendas abiertas previamente por los dragones, ya que al parecer no era el poder físico, mágico, temporal o de conciencia lo que los hacía orgullosos, prepotentes y soberbios, sino el intelecto, la capacidad de considerarse más importantes que el resto de la creación, creyendo que todas las demás especies eran inferiores a ellos, por no poseer el don de la palabra, construir ciudades, o aliarse para defenderse de ellos. Y también confundieron el término dominar, que significa “ser señores” del mundo, por el de subyugar, que significa “avasallar” a los demás. Se enfrentaron con los reptiles y entre ellos mismos, siendo diezmadas ambas poblaciones y perdiéndose los mayores conocimientos y secretos que les habían sido entregados, a causa de estos sucesos.

Uróboros deseaba que ambas creaturas fueran ejemplo de la humildad y grandeza del hacedor, señores y compañeros de la creación, viva representación suya, no reyes impíos de dominios inexistentes.

Por lo tanto, el señor de los señores se retiró, dejándoles como único regalo su tiempo infinito, de manera a que pudieran, algún día lejano, evolucionar y aprender de sus errores, con la esperanza de que se convirtieran en aquello para lo que originariamente fueron creados. Él volvería en un futuro incierto, a juzgarlos según sus hechos, ya sea para devolverles la esencia divina que habían perdido, o para destruir todo y comenzar de nuevo... Pero no había apuro para hacerlo, puesto prefería que el premio, o castigo, fuera resultado de su propio accionar, ya que el infierno, o el cielo, se vive junto con la vida, y los premios o castigos se reciben en ella también.

De este modo Uróboros abandonó el mundo dejándolo vacío, inerte, ansioso, con la lejana promesa del regreso, ya para el Juicio Final. Y el planeta debió subsistir sin su creador desde entonces, librado a los designios de sus hijos privilegiados, que olvidaron al poco tiempo sus orígenes, y que establecieron un régimen de dominación mediante la fuerza, todo lo contrario a la idea original de su Señor.

 

 

ZNORK

 

Znork se rascó una oreja con la pata delantera. Estaba recostado en el suelo, con la cabeza ladeada contra la arena en la entrada de una gran caverna, mirando al exterior.

Desde lejos se lo veía apenas como una mancha parda, ya que su color normalmente escarlata apenas era visible con la escasa luz interior. Era aún de madrugada, pero ante la insistente llovizna, el frío y la niebla otoñal, se hacía evidente que el sol no se mostraría, apenas iluminando desde lejos a través de las masas gaseosas que cubrían el cielo. El día era demasiado gris para estar despierto, levantado, y además tener que soportar lo que se estaba gestando. Los climas sombríos lo ponían de mal humor.

Siempre prefirió los lugares montañosos templados, y por eso en pocas ocasiones había visitado Bretaña. Si bien su hábitat actual también era frío, no era su lugar predilecto, y vivía allí únicamente porque aún no podía encontrar otro emplazamiento mejor.

Desde la altura donde se encontraba podía observar un valle plomizo, y unas aldeas lejanas, con chozas de techo de paja y chimeneas humeantes. El ambiente era de una paz sepulcral, salvo por los ruidos y diálogos dentro de la propia cueva, cercana al sitio humano conocido como Carlisle. El plan de Znork era aprovechar el largo viaje y conocer la región, visitando el altar sagrado de Stonehenge en su camino de regreso, el cual había sido edificado por los celtas con conocimientos que evidentemente pertenecían a los dragones, y que nadie sabía cómo lograron obtenerlos. Es más, entre los suyos se discutía si los celtas eran propiamente humanos u otra raza de mayor sensibilidad y poder, pero esto nunca llegó a dilucidarse. Esa construcción, cuando estuvo completamente dispuesta con todas las piezas en su lugar, emanaba un poder de iluminación tal que fundía al visitante con la esencia del universo, es decir, con el propio Uróboros. Lastimosamente para la actual época histórica, la maquinaria cósmica ya no funcionaba, puesto que había sido echada abajo por los propios dragones, según rumores que nadie podía verificar, y las piedras del lugar no eran más que un mero retrato de una época olvidada por los humanos, pero de todos modos permanecía como un hermoso sitio para visitar y conocer.

Él era un espécimen rojo de buen tamaño, considerado adulto para aquel entonces, con 8500 años de edad, habiendo nacido aproximadamente en el año 8000 Antes de Cristo, si bien él no llevaba la cuenta, ya que no tenía forma de hacerlo. Los dragones, simplemente mirándose unos a otros, y evaluando el tamaño, longitud de los cuernos y otras características fisiológicas, pueden más o menos determinar la edad relativa a sí mismos, y por lo tanto su categoría y nivel de respeto (o soberbia), respecto a los demás.

- Pensar que estamos en la víspera de nuestro primer concilio. - pensaba Znork -

Y no entiendo aún para qué fue convocado, si hemos poblado al mundo por más de treinta mil años; no tiene sentido realizar algo semejante ahora. Además lo titulan, pomposamente, el “gran concilio universal del año quinientos dos”, como si los años humanos y las cuentas de sus patéticas civilizaciones importaran. Seres que ni siquiera recuerdan sus orígenes... Y para colmo reformulan su tiempo y crean un año cero a partir del nacimiento de uno de ellos, como si fueran más importantes que el resto de la creación, y todos los habitantes del planeta tuvieran que adoptar sus normas...

Aunque es cierto que en realidad el paso del tiempo a nosotros poco nos importa, y no lo llevamos en cuenta, ni poseemos un calendario propio... Así que no nos queda otra opción de referencia que la utilizada por los hombres, para poder ubicarnos... Nuestros plazos son interminables, los tiempos que necesitamos para cualquier pequeñez se miden en varias generaciones humanas, y no tenemos objetivos futuros o actividades conjuntas que necesiten indicarse en algún momento medible concreto, es por ello que nuestro lenguaje no tiene construcciones adecuadas para definir referencias temporales útiles, y las vagas indicaciones de “hace poco”, o “hace mucho”, siempre han sido más que suficientes. Los hombres en cambio, con sus patéticas y pequeñas vidas, sí se refieren al tiempo de una manera mucho más precisa que nosotros, y por ello su calendario ha sido utilizado en esta ocasión.

Los dragones tienen un idioma propio único, rico, muy gutural, con pocas palabras que encierran gran contenido y que, según el contexto o la entonación, significan diferentes cosas. En general es un lenguaje parcialmente heredado de los padres durante el poco tiempo de convivencia con los hijos, y luego aumentado empíricamente por los propios reptiles, cuando necesitan crear abstracciones de lo que observan en su entorno, y no tienen forma de decirlo. Así, el lenguaje (y por tanto el pensamiento) es bastante rudimentario, lleno de lagunas, y cada dragón tiene su propio léxico, diferente al de cualquier otro de los suyos. Es por esto que la comunicación entre ellos, de por sí escasa, se vuelve engorrosa, al intentar entablar un diálogo profundo, cuando cada uno tiene palabras diferentes para representar dichos conceptos, pero no existe forma de traducirlas más que con largas explicaciones de su significado, usualmente usando nuevamente palabras no concordadas o reconocidas como similares por ambos.

Obviamente que los conceptos básicos se aprendían de pequeños y se mantenían y respetaban durante toda la vida, formando la base sobre la cual se fundaba la lengua común, y cada reptil posteriormente desarrollaba su propio idioma individual. También es cierto que al pasar cientos de años sin siquiera tener con quién conversar, el idioma y el pensamiento se les atrofiaba, más aun careciendo de escritura o métodos para fijar sus palabras a la realidad y dejar registro de las cosas. Es por esto también que las habilidades mágicas variaban profundamente de dragón a dragón, ya que sus palabras en sí mismas tenían mucho poder, y eran meras representaciones de sus propias ideas, únicas para cada uno.

Del mismo modo, la capacidad de hablar con los humanos por mucho tiempo no existió para ellos, hasta que se desarrollaron dos métodos mágicos para simular voces de ese tipo: la ventriloquía, por un lado, y las cuerdas vocales polimórficas, por el otro (que sin embargo requieren un aprendizaje y entrenamiento para poder utilizarlas). Znork, hasta ese momento, se había comunicado únicamente mediante métodos mágicos con los pocos hombres que había encontrado en su camino, con el primer método, la ventriloquía, que implicaba la producción mágica del sonido, sin pronunciarlo realmente.

El segundo caso significa realizar magia que permita transformar la estructura de la boca y garganta del dragón para disponer de cuerdas vocales más similares a las humanas, y de ese modo poder pronunciar palabras por sí mismo. Pero es poco utilizada, puesto que conlleva rebajarse a parecerse, en algo, a los hombres. De todos modos, además, es necesario aprender los idiomas humanos para poder establecer contacto por este método, por lo que si el dragón no cuenta con la capacidad de comprender el idioma del interlocutor, debe realizar un segundo hechizo traductor para el efecto.

Brevemente la monumental bestia reflexionó al respecto, mirando al techo poblado de estalactitas y recordando el enfrentamiento que tuvo con un monje que se propuso echarlo de su caverna unos treinta años atrás. El enfrentamiento fue el primero donde abiertamente un humano quiso espantarlo de forma premeditada, sin contar con un ejército que lo apoyara, y le resultó mucho más entretenido que otros anteriores, ya que el monje deseaba conversar y convencerlo de que se fuera de su actual hogar (en un alto pico aún sin nombre al oeste de Germania) y dejara de espantar a los aldeanos y atacar sus animales.

- ¿Cuál es el origen de tu raza, oh bestia de la creación, representación vívida del demonio? - le preguntó el sacerdote. Znork ahora lo recordaba alto y delgado, con una abrigada túnica repleta de inscripciones apagadas, botas, y una sonrisa torcida indescriptible.

- Los dragones son eternos, y su origen es incierto. - le respondió Znork, sin darle mayor importancia.

- ¿Incierto? - preguntó nuevamente el hombre - ¿Cómo es eso posible eso, siendo eternos? ¡Deberían al menos recordarlo!

- Los jóvenes no hemos presenciado el nacimiento del mundo... - se excusó él, un tanto molesto de tener que dar explicaciones a una criatura sin importancia - Los más ancianos, que vivieron en el principio del mundo, nos relatan diferentes versiones, con algunos puntos en común. Según los venerables afirman, nosotros fuimos creados en el origen de los tiempos por el Dios máximo, Uróboros, el eterno, el que es dueño de las revoluciones cíclicas y el paso del futuro al pasado sin poder definir el momento en que eso ocurre, y ustedes también fueron creados por Él, hace muy poco tiempo.

- ¡Bestia hereje, blasfema! ¡El Dios único es Jesucristo, quien nos ha creado y vino al mundo para redimirlo de la maldad!, Mediante su poder yo te exijo que vuelvas a la profunda fosa que perteneces: ¡el infierno! - le espetó el monje, alzando una cruz de madera de forma osada frente a la bestia que lo superaba varias veces en tamaño.

El reptil lo observó fijamente, escudriñándolo, dudando si debía zampárselo allí mismo y acabar rápidamente con su cháchara, o hacerlo sufrir lentamente debido a su intolerable impertinencia. Los ojos con que observaba a la pusilánime criatura eran perturbadores, casi hipnóticos. No en vano la palabra dragón proviene del latín “draco”, que a su vez derivó del griego “drákon”, originado del vocablo “dérkomai”, que significa “mirar con fijeza”. La mirada del dragón es lo único que la gente recuerda luego de cualquier encuentro con uno de su raza, si logra sobrevivir. Todo el resto se pierde en un mar de temor y confusión. Luego el pánico se apodera de ellos y deben correr por sus vidas, sin detenerse para mirar hacia atrás, por horas. La cercanía del dragón produce un terror sobrenatural en los seres humanos, desde el origen de los tiempos, su aura caótica los enloquece y obliga a huir sin reparos. Muy pocos hombres tienen la fortaleza para soportar dicha mirada, y no correr en sentido contrario: Héroes, santos, o magos.

Znork se echó panza arriba, sacando a relucir un manto de escamas pulidas de color más claro, y sonrió al recordar la forma en que engulló al sacerdote de un bocado, dejando abandonada la cruz de madera en el frío suelo. Aparentemente su fe era escasa, o su dios inexistente, puesto nada pudo hacer para evitar su propia muerte.

Existen fuertes rumores de que algunos de esos sacerdotes lograron matar a otros de su especie, pero basado en su propia experiencia no daría crédito a semejantes historias.

La verdad es que la propia cosmogonía de los dragones era bien pobre, y poco investigada por ellos. Tal vez por ser muy corto el tiempo aún, desde el origen del mundo y de ellos mismos, y existir todavía dragones que habitaron en aquellas épocas, nadie le prestaba mucha atención a las historias al respecto. La verdad era que, si pudieran trasladarse a tiempos humanos las creencias de los dragones, el resultado sería que el mundo, y los dragones, fueron creados treinta mil años atrás, y los hombres aparecieron veinticinco mil años después, hace apenas un poco más de cinco mil años. Algunos defienden que ambas razas tuvieron un momento inicial de armonía y compañerismo, pero otros afirman que desde el primer día fueron enemigos acérrimos, debido a las notables diferencias entre ambas.

- Lo que sí es cierto es que el asunto de ese nuevo Dios que proponen les está dando ánimos, por lo menos en esta zona del mundo, para superar todo tipo de problemas, y para enfrentarnos. - reflexionó Znork, respecto al poder de los sacerdotes humanos

- En su época politeísta no se comportaban así, ya que nos temían o nos consideraban dioses también, y jamás nos hubieran desafiado. Esa era una doctrina interesante...

Propugnar el amor por todas las cosas, cada cual teniendo su representante que se encargara de cada una, no dejándola sola jamás... Noción equivocada, pero interesante.

Evidentemente el pueblo ha evolucionado, puesto que creen ahora en un único Dios, como en realidad ocurre, y ese Dios les da vigor, fuerza, voluntad, coraje, y les ofrece amor... Es un Dios diferente al nuestro, quien simplemente ha sido creador y luego espectador indiferente, entregándonos como regalo únicamente la vida, el tiempo y la libertad. Y sabemos que Uróboros es el verdadero, puesto que los creó a ellos también...

Si siguen su evolución religiosa, tal vez tarde o temprano descubran la verdad... Pero los humanos están cada día más locos, queriendo enfrentarse a sus amos y señores, a los seres perfectos por excelencia. - continuó pensando, luego de rascarse la cabeza contra el suelo. Al dragón le costó fijar la cabeza de espalda al piso, puesto que su cuerno derecho estaba partido, fruto de un antiguo combate. El mismo empezó a crecer nuevamente luego del citado acontecimiento, pero la punta se veía rota y tenía la mitad de tamaño que el izquierdo - Aunque en realidad los hombres siempre se han enfrentado a todo aquel que pudiera ser una competencia, o demostrar que no son los únicos seres racionales, pensantes e inteligentes del planeta. Ya los gnomos, duendes y elfos se han tenido que recluir en profundas cavernas o impenetrables bosques, para poder continuar con su vida sin ser molestados o destruidos. Pero de todos modos esas son criaturas débiles, incomparables a nosotros. El día que queramos podremos acabar con los patéticos seres bípedos y restaurar todo a su cauce natural. Y parece que es hora de que lo hagamos, al fin y al cabo para eso se ha llamado a este concilio...

- Es extraño cómo odiamos a los humanos, pero al mismo tiempo cómo admiramos su habilidad, su capacidad de hacer cosas de la nada. No en vano acumulamos sus riquezas como trofeos, premios, reliquias sagradas. Admiramos su arte y haríamos cualquier cosa por tenerlo en nuestro poder, por más inútil que nos sea en la vida. Supongo que eso ocurre porque no tenemos la habilidad innata que ellos poseen de modelar al mundo y descubrir su belleza en lugares que jamás imaginaríamos.

Varias voces retumbaban desde las profundidades de la caverna, con risas e ira, apasionadamente y por momentos tranquilas. Znork gruñó en voz alta, para cerciorarse de que él era también capaz de hablar, y de emitir sonido. Tantos años de soledad, en diálogo únicamente con su propia mente, lo hacían olvidar esa capacidad que compartían exclusivamente con los humanos... Y unas pocas criaturas fantásticas ya casi olvidadas. Pero a diferencia de ellas, los dragones se negaban a ser marginados, y cada día demostraban su existencia a través de la destrucción, recordándoles a los humanos que no eran los únicos seres inteligentes sobre la faz de la tierra.

- Jamás pensé que un concilio como éste pudiera realizarse. - continuó divagando el reptil, siempre boca arriba, y con los ojos entreabiertos - Somos criaturas tan solitarias, egoístas, racistas... Nunca imaginé que un dragón rojo siquiera se dignaría a hablar con uno blanco, o que Leviatán, el invencible, recibiría a una cucaracha como yo con la amabilidad que lo hizo; así como a los demás. Es claro que los últimos sucesos son de vital importancia, y deben ser debatidos por todos para tomar una determinación al respecto, porque de otro modo este milagro nunca se hubiera dado.

Leviatán es el Patriarca de los dragones, e, irónicamente, es un dragón celeste, un bastardo normalmente odiado por todo dragón que se precie, y al cual nunca se le hubiera dado atención, si no ostentara el mando máximo en la anárquica y escasa estructura social de los dragones. Las razas de dragones prácticamente nunca se mezclan entre sí, siendo los dragones puros los representantes de los cuatro elementos tradicionales: rojos (fuego), azules (aire), negros (tierra) y blancos (agua). Esto ocurre porque cada raza es muy orgullosa y se considera la mejor por sobre el resto y por sobre toda la creación, no compartiendo intereses ni diálogo con los demás. Además, como cada especie vive en zonas geográficas y climáticas completamente diferentes, no hay mucha posibilidad de diálogo y encuentro. Para peor, puesto que los dragones son en exceso territoriales, difícilmente convivan con otro de su propia estirpe, salvo que estén en edad reproductiva. La vida del dragón es una existencia de soledad eterna. Entre todas las razas, los dragones rojos son los más soberbios en ese sentido, ya que se consideran superiores a sus propios compañeros de otros matices, creencia afirmada por su real superioridad en combate e inusitada inteligencia. Las pocas mezclas que ha habido en la historia, ya de por sí inusuales, dieron como resultado dragones que no pertenecían a ninguna raza, descastados, con colores que no son ni del padre ni de la madre, sino una triste mezcla como las que hace un pintor con acuarela.

Y como se mencionó antes, a pesar de que las mezclas son mal vistas y evitadas por los dragones puros, Leviatán es un dragón venerable demasiado poderoso, quien venció en combate singular al anterior Patriarca, adquiriendo ese título por merecimiento, así como el respeto de los demás, debiéndose aceptarlo como igual, a pesar de los recelos que esto pudiera causar. El miedo se apoderó de muchos en aquel momento, ya que la situación podría causar un cambio en la mentalidad de los dragones, haciéndolos ver con mejores ojos las mezclas, cosa que se fue dando lentamente, pero pocos se atrevieron a desafiar al nuevo Patriarca en los últimos miles de años, ya que su poder es inmenso y todo enfrentamiento contra él siempre ha terminado en la muerte del adversario. En esas luchas el mundo perdió a dragones ancianos y venerables de gran poder, lo que indica que los jóvenes ni siquiera tendrían oportunidad frente al Patriarca, ya que los poderes y habilidades de los dragones se incrementan acentuadamente con la edad.

Pero, además del temor que infunde Leviatán como Patriarca, y de los derechos que ese título le otorga, él demostró ser un individuo inteligente, perspicaz, sabio, benévolo y capaz de sacar a los dragones de sus innumerables problemas, pudiendo solucionar conflictos internos y preocuparse por todos sus siervos. Su última decisión fue convocar al concilio, el cual se realizará en el día actual, y al que todos los dragones del mundo fueron invitados, o por lo menos todos los adultos o mayores que pudieron localizarse, ya que muchos viven en confines escondidos del mundo.

Lo que siempre llamó la atención sobre Leviatán es que no era un dragón ordinario.

Los pocos reptiles celestes existentes viven en las profundidades de océanos o lagos, y por lo tanto no tienen casi contacto con los demás habitantes de la superficie, pero de todos modos Leviatán ha dejado de lado sus dominios naturales, sus cavernas bajo el mar y sus barcos repletos de tesoros, para ocuparse del mundo. Lo que siempre ha resultado insólito a todos es cómo un dragón celeste, que no puede volar, ya que sus alas se han transformado en aletas, y encima carece de la capacidad de realizar magia, se ha convertido en Patriarca de su raza, y ha vencido a todo el que se le haya enfrentado, puesto que las alas y los hechizos son las armas más poderosas de un dragón. Y si eso fuera poco, su aliento de tempestad es patético, incomparable con el de cualquier otro de su especie.

En ese momento, Znork escuchó el aleteo particular de uno de los suyos, con el subsiguiente aterrizaje. La escasa luz de una mañana gris fue suficiente para hacer notar la sombra del gran bulto que ingresó a la cueva. Este ser era un enorme dragón blanco, cuyas escamas relucían de manera asombrosa. Se lo veía tan pálido que por momentos parecía refulgir con colores plateados. Por su tamaño, Znork pudo deducir que era un dragón venerable (mucho más viejo que él, y notablemente más poderoso).

Probablemente su frío hálito sería capaz de congelarlo y convertirlo en astillas, en apenas un segundo. Sus grandes alas estaban replegadas sobre la espalda, cubriéndolo.

Dos enormes cuernos partían de su frente, elevándose hacia atrás. El recién llegado miró en todas las direcciones, ignorando a Znork, que continuaba panza arriba a la entrada de la caverna, y luego habló con una voz estruendosa.

- ¡Dónde está mi hermano, el más poderoso entre los dragones!

Varias hileras de afilados y descomunales colmillos surcaban su boca, causando temor inclusive en el ahora pequeño dragón rojo, que no era más que un mueble en el lugar, un espectador. En forma inmediata, un reptil de color celeste pálido, de un tamaño sorprendente, aún mayor que el primero, se acercó caminando en forma zigzagueante desde las profundidades de la enorme caverna.

- ¡Apal-Ut-Beon! - exclamó el dragón celeste.

- ¡Leviathus-Ut-Gunghen! - respondió el otro - ¡Jamás pensé que volvería a verte!

¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde la última vez?

- Ha sido bastante, puesto que nos vimos allá en Jerusalén, poco antes de que el templo se destruyera por primera vez.

- Puede ser... De todos modos parece que fue ayer ¡No has cambiado nada!

- Tú tampoco, es más, me atrevería a decir que te veo más joven ¿Dónde moras actualmente? - le preguntó Leviatán.

- Ahora habito entre los picos nevados más altos del mundo, un clima helado que me encanta.

- ¿Y es cierta esa leyenda que ronda por ahí, que te encontraste con un humano, un tal Buda, y que cambió por completo tu vida?

- O yo cambié la suya... Sí, en parte, hay algo de verdad, pero mi cambio fue interior, no exterior. Eso sucedió un tiempo después de ese último encuentro que tuvimos. He venido aquí porque creo que mi presencia tal vez modifique algo en la visión de los demás, ya que no soy el mismo de ese entonces, y tuve mucho tiempo para meditar...

- Pero ven, pasa, ponte cómodo, te presentaré al dueño de esta caverna y charlaremos sobre eso.

- ¿Nuestro hermano Juggernaut se encuentra aquí también?

- Sí, llegó hace unas horas... A él no lo veía desde que nuestra camada se separó cuando éramos apenas jóvenes...

Los dos enormes reptiles se retiraron hacia el interior de la cueva, dejando nuevamente solo a Znork con sus propios pensamientos.

- Ese debe ser Apalala, - pensó - medio hermano de Leviatán. Sí, puesto que su segundo nombre es el mismo, son hijos del mismo padre con diferente madre...

Cabe resaltar que el nombre de los dragones se conforma de la siguiente manera.

En primer lugar, tienen un nombre propio y único. Ese nombre es elegido por ellos mismos, no por sus padres. La elección del nombre es el hecho que los convierte en jóvenes, dejando de considerarse neonatos, aproximadamente a los cincuenta años de edad. En el caso de los varones, el segundo nombre es el del padre, y luego viene el de la madre, teniendo de esa manera tres nombres (o, comparativamente a los humanos, un nombre con dos apellidos, siendo estos apellidos los nombres de sus padres). En el caso de las hembras ocurre lo inverso, el segundo nombre consiste en el de la madre, y el tercero en el del padre. Esa fue la solución salomónica que se encontró, dentro de la desordenada organización social, para que los padres y madres no se maten entre ellos, deseando imponer primero su nombre por sobre el de su pareja. De otro modo, ocurrirían batallas encarnizadas entre ambos, sólo por que sus hijos tuvieran su nombre antes que el del otro. En realidad esta era la nomenclatura simplificada...

Era usanza además que los dragones posteriormente anexaran a sus tres nombres la lista de todos los otros de su especie que habían muerto bajo sus propias garras, como una forma de reconocimiento y memoria de los caídos, y al mismo tiempo siendo una muestra de poder para los más fuertes, con larguísimas listas tras de sí. Estas listas también significaban un enorme peso y responsabilidad, ya que si alguno mataba a otro con varios nombres, podía quedarse con todos ellos, puesto que se asumía que quién mataba al más poderoso, podría haber asesinado a todos los que éste venció.

Usualmente los patriarcas ostentaban los nombres más largos, ya que para mantenerse en su lugar luchaban constantemente con otros dragones de gran poder, y cada nuevo patriarca heredaba la larga lista de nombres del anterior, con todos los nombres de patriarcas muertos previamente. Estos apelativos largos, sin embargo, únicamente se utilizaban en casos muy esporádicos, ya que los otros dragones, más bien por celos que por otra cosa, no deseaban escuchar la muestra de poder que significaba un nombre prolongado. Todo dragón sabía de memoria y en orden la larga cantidad de nombres de su propiedad, y era prácticamente el único registro que se tenía de los suyos, de quiénes alguna vez vivieron, y de todos los ya fallecidos.

- Tengo entendido que de jóvenes se odiaban, - continuó reflexionando Znork – puesto que Leviatán, así como su hermano Juggernaut, eran bastardos, mientras que Apalala es un dragón puro de la más fina estirpe. El dragón blanco llegó a tratar de asesinarlo en una ocasión, pero perdió el combate irremediablemente. El celeste le perdonó la vida, con el juramento de que nunca volvería a molestar a ninguno de su clase, y que los respetaría como si fueran puros.

Todo dragón que se encuentra con otro por primera vez o luego de largo tiempo, está obligado a saludar o presentarse diciendo su nombre corto completo. Esta usanza debe respetarse sin importar si los dragones ya se conocen o no. Luego, hasta el próximo encuentro, puede usar el sobrenombre, cuando ya se entra en confianza. Esta práctica es común porque los dragones pueden pasar muchos años sin siquiera cruzarse con otro de su especie, y únicamente se deja de lado en el caso de la convivencia de pareja.

El sobrenombre es, de hecho, el apelativo normal entre conocidos o amigos, y el que los humanos por lo general terminan aprendiendo. Znork recordó por un momento un suceso de cuando era pequeño, cuando conoció a un dragón originario, de los primeros que habitaron la tierra emanados directamente de la divinidad, y que ahora ya no existen, el cual se presentó con un único nombre, al no haber tenido padres. Znork se cruzó con él cuando aún recorría el planeta junto a sus hermanos y a otros pequeños de su edad, incapaces de sobrevivir solos en el peligroso mundo. Cuando son jóvenes los dragones viajan en grupos conociendo lejanas tierras, pero aún sin establecerse en un lugar fijo. Al entrar en la adultez abandonan esta práctica y se vuelven territoriales y engreídos. En aquel entonces varios dragones jóvenes ingresaron a una profunda caverna en el oeste de África, donde este enorme ser negro descansaba plácidamente.

La presencia de los visitantes lo despertó, y éstos notaron que la caverna no estaba vacía ya muy tarde, cuando uno de ellos tropezó con la gigantesca cola del inmenso reptil, escondido entre las sombras de la oscura cueva. Un encontronazo de ese tipo normalmente hubiera significado la muerte inmediata de todos ellos, motivo por el cual varios huyeron sin pensarlo dos veces, pero otros quedaron petrificados del pánico, incluyendo al propio Znork.

- Buen día, jóvenes. - habló finalmente el enorme dragón, iluminando la habitación mágicamente con el movimiento de una garra - Yo soy Isabere. - El reptil, ahora visible, tendría unos cuarenta metros de largo, incluyendo la cola. Su cabeza era más grande que el cuerpo de cualquiera de ellos. Como ninguno de los pocos que permanecieron petrificados se atrevía a hablar, y temiendo que algo peor aún ocurriera, Znork se presentó.

- Mi nombre es Znork-Il-Rashkrut. - dijo éste, tembloroso.

- ¡Ah! - exclamó Isabere - Yo conozco a tu madre. Una dragona excepcionalmente poderosa. Domina una gran zona al norte de este continente.

- Así es, aunque hace tiempo que no sé de ella. - dudó Znork, quien había tenido poco trato con sus padres, ya que por lo general los dragones al nacer son autosuficientes, conviven unos años con sus progenitores hasta independizarse, y usualmente terminan compitiendo con todo dragón, aunque sea familiar suyo, por el territorio. - Pero usted...

- dudó, confundido, ya que nunca nadie le había narrado la historia de su raza – tiene un sólo nombre...

- Así es, pequeño. - asintió - Soy hijo emanado de los primeros dioses que habitaron la tierra, y por lo tanto no tengo otros nombres.

- Entiendo... - el pequeño dragón rojo decía esto mientras retrocedía lentamente, preso del temor - Le pido disculpas, hemos ingresado a este lugar por error... No lo molestaremos más, puesto que ya nos estábamos retirando.

- Me parece bien, así podré descansar tranquilo. - le respondió Isabere sonriendo, anulando el hechizo de luz.

Los pequeños dragones huyeron del lugar asombrados de no haber muerto tras un encuentro semejante. Algún milagro se dio en ese momento, o ese congénere no era para nada común, ya que los dragones son tan excesivamente territoriales que no permiten que otro siquiera sobrevuele su territorio sin tomarlo como una afrenta personal que terminará en una lucha sin cuartel y en la muerte de uno de los dos (o muchas veces, de ambos). La experiencia de saber de la existencia de dragones originarios quedó grabada para siempre en su mente, así como de toda la historia antigua que seguramente desconocía, puesto que no había quién se la transmitiese.

Un sonoro aterrizaje en el exterior sacó a Znork de sus divagues nuevamente, y lo trajo a la realidad. Por la entrada vio ingresar, caminando de forma altiva, a un dragón azul un poco mayor de tamaño que él, y que le hizo ponerse de pie de un respingo al adivinar sus facciones. Sus escamas estaban tremendamente pulidas, debido al viento y a la arena del desierto donde esa especie vive. El color azul que tenía era tan uniforme que sería casi imposible verlo desde el suelo, volando en el cielo diurno carente de nubes del árido lugar que lo alberga.

- Ah... Znork-Il-Rashkrut. - dijo el recién llegado con voz profunda al reconocerlo, observándolo de manera entretenida. Por su tamaño se podría adivinar que pertenecía la edad “madura” - Eran ciertas entonces las leyendas de que habías sobrevivido...

Deberé eliminar tu nombre del mío, entonces...

- Apop-Rusta-Mal, - alcanzó a responder Znork, lanzando una llamarada por la nariz y mordiéndose la lengua, al tiempo que sentía un dolor en el cuerno partido, meramente psicológico - gran cobarde entre los de nuestra especie, ten cuidado con tus palabras,

porque puedes terminar siendo tú el que ornamente mi nombre... ¿Sigues siendo líder, y faraón de los humanos?

- Ya no, - respondió con desdeño el interpelado - fueron muchos años haciéndome pasar por cada uno de los faraones generación tras generación, así que les dejé el mando a ellos de nuevo, con la condición que respetaran mis territorios y me rindieran tributo. Me cansé de dirigir guerras por tanto tiempo, me cansé de los romanos, y de la política e intrigas humanas, de los dioses, de los sacerdotes, de la construcción de monumentos, las traiciones, las intrigas...

- ¿Y de los persas no te cansaste? - inquirió Znork, cuya faz demostraba una ira que aumentaba con cada palabra emitida.

- Ay, ay, ay ¿Todavía te duelen las viejas heridas? ¿No puedes aceptar una derrota?

Todos hemos sufrido algún fracaso y la vergüenza de huir ante uno más poderoso que nosotros, no es nada extraño.

- No, no lo es cuando ambos luchan frente a frente, cara a cara, y el mejor vence. Pero tú enviaste un ejército de mil hombres para que se hiciera cargo de mí, hiriéndome y dejándome exhausto, y luego hiciste tu entrada triunfal, cuando ya no tenía fuerzas para mantenerme en pie, aliento que escupir o hechizos que lanzar, ni forma de defenderme...

- Sí, excusas, excusas. Como si tuviéramos algún tipo de reglamentación que precisara las formas justas o injustas de llevar adelante nuestros combates... Tú perdiste, yo gané, me quedé con tu territorio y tus tesoros, eso es lo que importa. Los cobardes son lo que huyen, no los que se quedan hasta el final de la batalla... Pero de todos modos nunca me podrías haber vencido, no tienes el poder suficiente.

- ¡¿No?! - exclamó Znork en un arranque de furia, preparándose para lanzar una bocanada ardiente a su adversario - ¡Vamos a ver quién sobrevive hoy! - Mientras tanto, Apofis (así se conocía comúnmente a este dragón), hacía un movimiento con la pata delantera para protegerse del inminente ataque.

- ¡Basta! - Se escuchó en ese momento con vehemencia. En la entrada de la cueva se hallaba, con el largo cuello elevado, un dragón blanco maduro que observaba a ambos con desaprobación. - ¿Qué es esto? ¿No saben acaso que se fijó una tregua para este concilio? En todo caso esperen su finalización para dedicarse a rencillas personales.

- ¿Chi-Lung-Wang? - preguntó Znork al recién llegado.

- Znork-Il-Rashkrut, viejo amigo. - respondió este - Tanto tiempo sin verte.

Apofis aprovechó el momento para dar media vuelta y escabullirse directamente hacia donde estaban reunidos los demás dragones, intentando olvidar el incidente.

- ¿Dónde estuviste todo este tiempo? - le preguntó Znork a Chilu - ¿Siempre en el mismo lugar?

- En el mismo, donde nos conocimos. - le respondió el otro - Adonde jamás regresaste.

- ¡Qué bueno encontrarte de nuevo! - exclamó Znork - Es cierto, no me he dado el tiempo para tomarme un descanso e ir por allá. Lo que pasa es que mi nuevo refugio, en Germania, está plagado de humanos molestos y de otros dragones jóvenes que no dudarían un segundo en tomar mi caverna si me ausento. El territorio es cada vez más complicado de defender.

- Conozco el problema. En los altos picos hay lugar para pocos de los nuestros, ya que son tierras yermas que apenas nos alimentan. Apalala y yo somos los grandes señores de dos zonas montañosas bien diferenciadas, con algunos jóvenes que pululan en cavernas de los alrededores, pero que también aprovecharían cualquier descuido para quedarse con nuestros lugares ¿Sigues entonces siempre itinerante?

- Sí. No he encontrado aún un lugar que me acoja por mucho tiempo. Por suerte, luego de la corta estadía en tu territorio, el cual era gélido para mi gusto, me instalé en Germania, y desde entonces no me he movido. Espero poder mantener ese lugar por mucho tiempo, ya que me gusta bastante. Es un poco frío, pero es lo mejor que he podido conseguir, y espero convertirlo el mi hogar definitivo. Estoy poco a poco

iniciando un nuevo tesoro, pero es realmente pobre. Parece que estoy destinado a ser un humilde dragón, lejos del lujo de los demás.

- Bueno, pero finalmente da lo mismo la cama en la que duermas, no importa cuánto brille. - sonrió Chilu, si pudiéramos definir como sonrisa al cambio en su rostro. Znork realizó el mismo gesto.

- Ciertamente... Y no me arrepiento de aquel recorrido de aprendizaje que realicé, en donde conocí a Vritrá, el primer dragón Venerable con el que me relacioné, y el único blanco antes de conocerte a ti. Ella vivía en el norte de la India, y era adorada por los humanos de la zona, puesto que según ellos era un dios que personificaba al invierno. Ella estaba muy cerca de una enorme civilización como nunca antes había visto hasta la fecha. Era una cultura muy diferente a las de Europa o África. Vritrá, la cual se comportó en forma bastante maternal conmigo, me enseñó mucho sobre la historia de los dragones y del origen de los propios humanos, mencionándome que notó que los hombres se caracterizaban por tener culturas cíclicas que se destruían bajo su propio peso, y que fluctuaban entre épocas de iluminación y de oscuridad, además de representar en su vida, con todas las implicancias, el retorno al origen una y otra vez... Según ella, ese momento era de iluminación, pero pronto terminaría, y otras civilizaciones tan avanzadas como esa se encontraban en la misma situación en varias partes del mundo. Así recordó la caída de los Vedas (de los cuales también había sido diosa protectora), de la Atlántida, de los Gaotus y de los Hununos, civilizaciones que se perdieron en el mar de los tiempos y del olvido, así como otras más antiguas aún, que para ese tiempo ya eran meras leyendas, rivalizando en tecnología y conocimientos a las actuales, para luego desvanecerse y desaparecer. También me hizo notar que los humanos, en su corta existencia, han tenido mucha más historia que nosotros en cinco veces más tiempo. Ellos se han especializado en vivir la vida y en registrar sus hechos y experiencias, de una manera organizada y que sirva a las futuras generaciones. En cambio nosotros no sabemos nada de lo que les ocurre a los nuestros ni podemos aprender de sus vivencias previas. Estamos obligados a repetir una y otra vez los errores que otros han cometido, y únicamente valernos de nuestra propia experiencia para crecer. Así es muy difícil evolucionar.

- Ciertamente lo es. Pero debes recordar que a ellos les tomó muchas generaciones aprender esto. En un principio, en tiempos remotos, su situación era exactamente la misma. El problema es que nuestros tiempos son otros. Todavía tenemos entre nosotros a dragones venerables que habitan la tierra desde tiempos muy cercanos a su propia creación...

- Así es, y no hay ninguno de nosotros aún que se haga preguntas sobre el pasado y crea que valga la pena registrarlo para que no se pierda. Espero que pronto esa inquietud nos embargue, para que no se pierda lo que los ancianos y venerables saben y podrían narrarnos. Sólo que tenemos que unir esto al segundo problema: no nos interesa realmente el pasado ni la vida de nadie más que nosotros mismos, y ese es un escollo difícil de sortear.

- En eso tienes razón... - pensó el amigo - No sé si te enteraste, pero Vritrá murió al poco tiempo de tu visita, en una lucha singular contra un dragón azul que se apoderó de su territorio por un breve período, hasta ser expulsado nuevamente por otro blanco. – le informó Chilu.

- No, no sabía nada, y me entristece oírlo, puesto que era uno de los pocos de los nuestros que parecía haber cambiado su forma de relacionarse con los demás, y que podría habernos enseñado mucho...

- Y dime, ¿ya llegaron muchos de los nuestros? - cambió el tema el amigo, puesto que no quería recordar historias tristes.

- Bastantes, creo que somos alrededor de cuarenta, y se espera que lleguemos a los trescientos.

- Pero no cabremos todos en esta caverna, por más grande que sea. - se quejó Chilu.

- Nos reduciremos de tamaño lo necesario para hacerlo.

- Acompáñame, entonces, para saludar a los demás.

- Adelántate tú, yo en seguida te alcanzo, puesto que ya saludé a todos.

- Bueno, pero dime, ¿vino algún otro idiota, además de Apofis?

- No que yo conozca. - le respondió Znork.

- Yo sí conozco a unos cuantos... Y seguro que van a aparecer... - dijo el amigo de Znork, volteándose, y hablando para sí mismo.

Chilu caminó hacia el interior de la cueva, donde el ruido aumentaba de intensidad a cada momento, a la espera del inicio del concilio que podría cambiar sus vidas para siempre.

 

 

 

 

 

 

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