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ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN

  EL ASESINATO DEL FARAÓN - Novela de ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN - Año 2008


EL ASESINATO DEL FARAÓN - Novela de ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN - Año 2008

EL ASESINATO DEL FARAÓN

 

Novela de ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN   

 

e-mail: tiosasha@hotmail.com

blog: www.ahve.blogspot.com

Ilustración de portada: ANDREA PICCARDO

Editorial SERVILIBRO,

Asunción-Paraguay 2008

(337 páginas)

 

 

**/**

 

 

El asesinato del faraón, es la tercer novela de esta saga basada en la XVIII dinastía Egipcia, pueblos vecinos y no tan vecinos, que comenzara con Conspiraciones faraónicas y siguiera exitosamente con BAJO LA MIRADA DE LA COBRA.

En un viaje de regreso de la ciudad de Jericó Waty y Liah descubren los restos de una caravana que acababa de ser atacada. De aquí en mas, comienza una intrincada y apasionante aventura, que llevará a nuestros amigos a visitar la antigua Babilonia, en donde, se verán envueltos en una conspiración contra el rey Kaligarzu I. Este no es el único obstáculo que enfrentaran nuestros amigos para tratar de encontrar una ruta segura para comerciar con la mítica ciudad mesopotámica, ya que deberán escapar de las garras del rey Asirio, a través de las peligrosas cordilleras del Tauro en territorio hititas.

De regreso en la ciudad de Tiro, reciben la visita del general Paramessu quien persuade a nuestro escriba para volver a Uaset, cumpliendo así, los deseos del general Horemheb, quien está muy preocupado por la creciente y asfixiante influencia del primer ministro Ay sobre el joven Tutankamón.

Waty y sus amigos, encuentran un Kemet muy cambiado al que dejaran años atrás, en donde la corrupción, alentada por el pérfido Ay desde palacio, es la moneda de cada día.

Como es de esperar, este retorno no será para nada del agrado del primer ministro, quien ve el afecto de la familia real para con Waty y los suyos, como una amenaza para desestabilizar su poder.

Una tarde nefasta, se presenta para Ay, la oportunidad de solucionar sus problemas y alcanzar su mayor objetivo, el trono de Kemet, al mismo tiempo que Waty y el general Horemheb son acusados del asesinato del joven Tutankamón.

En las líneas de este relato, se recorrerán las intrincadas callejuelas y pasajes secretos de la fantástica Babilonia, reviviéndose las disputas entre el rey de este legendario pueblo y sus vecinos de Elam y Asiría. También se disfrutará de la vida y costumbres del pueblo hitita, y por último, del proceso de momificación y la vida entre los despreciados momificadores.

Este resumen, es un adelanto de lo que encontrarán en la novela “EL ASESINATO DEL FARAÓN”, con la cual, además de disfrutar de un viaje imaginario de la mano de personajes reales y ficticios, en una tierra de magia, aventura, intriga y pasión, podrán acrecentar su visión de una época perdida en las arenas del tiempo.

 

 

CAPÍTULO I

 

LA RUTA A BABILONIA

 

El sol resplandecía en lo alto. La brisa fresca y el tenue verdor del ondulado paisaje que nos rodeaba, nos decían que estábamos muy cerca del lago de Kinnére1. Nuestra caravana, compuesta por veinte hombres y cien asnos, trasportaban unos cinco mil quinientos Deben*2 de sal, unos setecientos setenta deben de carga cada uno, además de las provisiones propias para la travesía de Jericó*3 a Tiro*4, a donde regresábamos.

Era la primera vez que, con mi familia, partía en una caravana comercial.

Mis hijos Ubis de siete años y Sith de cuatro, estaban dichosos con la nueva experiencia, y eso les aminoraba aparentemente la fatiga del agotador viaje. Liah, mi esposa, viajaba a mi lado montando uno de los asnos, mientras Sebetis, nuestro amigo y socio comercial, dirigía la caravana.

El viaje, tanto de ida a Jericó, como el de vuelta a Tiro, transcurría sin sobresaltos ni ataques de los bandidos, que habitualmente abundan en estas regiones.

Al ascender una loma, un maravilloso espectáculo surgió ante nosotros. El lago de Kinnére con todo su esplendor brillaba como espejo azul ante nosotros. Ubis, que montaba el mismo asno que su hermanito, aceleró el paso del pobre animal haciendo que descienda al trote hacia la costa del lago.

¿A dónde van con tanta prisa? -les gritó Liah.

¡Mut*5 no soy un id!*6 -protestó Ubis- sé montar muy bien, además el agua parece deliciosa para darnos un baño.

El lago no se secará si bajas con más cuidado -volvió a regañar enérgicamente Liah-Además, tu hermano parece un saco de sal atrás de tí y en cualquier momento se puede caer.

Yo no soy saco de sal -dijo Sith, quien se aferraba muy fuerte a la cintura de su hermana mayor.

Déjalos Liah -dije tocando el hombro a mi esposa- no les pasará nada.

¡Claro!, tú dices eso porque no serás el que los cuide cuando se rompan algún hueso.

Eres muy sobreprotectora. Ubis sabe cuidarse.

Mientras conversábamos de este modo, los niños ya habían llegado a orillas del lago y despojándose de sus ropajes se disponían a refrescarse.

- Ves, nada les pasará.

Claro. Defiéndelos, si siguen así pronto serán como tú, yendo de una punta a otra del mundo sin importarles lo que siente su mut.

Mi bella pelirroja -dije, acercando lo más que pude mi asno a ella-. ¿Crees que en realidad no me importa lo que sientes cuando estoy lejos de tí?

Es que me preocupo bastante cuando no estás cerca de mí, inclusive muchas veces he pensado que no te volvería a ver.

Crees que tan fácilmente te librarás de mí -dije mientras la ayudaba a desmontar del asno, para luego estrecharla en mis brazos y besarla.

No mires Sith -señaló Ubis haciendo un gesto de desagrado- ya están otra vez salivándose.

Ya veremos algún día cuando tú hagas lo mismo - pronosticó Liah riendo.

Nunca voy a hacer eso, ¿no es cierto Sith?

¡Sí, yo tampoco lo haré!

Veremos, veremos -dije al unísono con Liah.

La noche anunciaba su presencia, el campamento asegurado y las tiendas levantadas. La luz del día se iba extinguiendo, dando paso a la brillante luna y las fogatas que, diseminadas por todo el campamento, destacaban las siluetas de los que alrededor estaban comiendo.

Ubis, Sith, es hora de que vayan a dormir, mañana nos espera un largo viaje y nos levantaremos temprano.

Los niños, luego de protestar, se acomodaron en un rincón de la tienda y poco tiempo después dormían profundamente.

Se durmieron, amor - señaló Liah.

Sí, me di cuenta. Son terribles, no sé de dónde sacan tanta energía, pero sé de quien han sacado la afición de bañarse en ese lago -dije guiñándole el ojo a Liah.

No seas tonto -respondió mi esposa pegando con su puño mi brazo-. ¿Me vas a decir que a tí no te gustaba bañar cuando eras pequeño?

No me refiero a eso, ¿te acuerdas en nuestro primer viaje a Tiro, cuando descubrí por casualidad, que te habías disfrazado de muchacho para acompañarnos a tu padre y a mí, desobedeciendo la orden de no venir con nosotros?

Sí, sé bien a qué te refieres -dijo sonrojándose como una adolescente-. En estas aguas me viste por primera vez del mismo modo en que vine a este mundo.

Y lo que ví no me desagradó para nada -dije pícaramente.

No lo parecía, pues estuviste varios años después de eso sin darme importancia, hasta tuve que darte celos con aquel príncipe de Ilión.*7 Recuerdo bien ese asuntito con Paris, que después secuestró a Helena de Esparta. Por lo que veo, te acuerdas bien todavía de ese príncipe -seguí diciendo, fingiendo disgusto.

¡No seas así! Desde que te ví en la tienda de mis padres, en aquel oasis, siempre fuiste el único en mi mira, o ¿por qué crees que me disfracé de hombre para acompañarlos?, ¿para cuidar a mi padre?, o ¿por qué crees que me quedé contigo en Tiro?, ¿para solamente ayudarte con el idioma? Todo lo que hice fue para ver si te sacaba la estupidez y veías que estaba loca por tí.

Tienes razón mi bella faraona, tardé mucho en darme cuenta que lo que sentía por tí no era un simple afecto.

Sí, pero desde que te “diste cuenta”, la hemos pasado bien juntos.

Así es, aunque muchas veces pienso que te he expuesto a muchos peligros innecesarios, como cuando partí a Ninive para contratar aquellos mercenarios asirios, mientras eras raptada por Paletabis o cuando te dejé sola durante cuatro años mientras yo estaba en tierras extrañas.

Liah se acurrucó junto a mí como una pequeñita y me dijo:

No miremos las cosas malas del pasado. Gracias a tí, tenemos tres hermosos hijos que nos han dado y nos darán muchas satisfacciones.

Tienes razón, y aunque Zakária no es hija de tus entrañas la quiero como si lo fuera.

Eres un buen hombre Waty, pocos son los que dan tanto afecto y cariño a alguien que no lleva su sangre como tú lo has hecho y al igual que tú, también la quiero como si hubiera nacido de mí.

Ahora ella tiene su familia y pronto tendrá sus hijos; quienes serán nuestros nietos.

¡Tienes razón! No pensé en ello, ¡pronto seré abuela! -exclamó Liah fingiendo disgusto.

Que eso no te preocupe, siempre serás mi pequeño capullo de loto.

Mi adorable escriba, sí que sabes hacer sentir bien a una mujer, he tenido mucha fortuna al encontrarte.

La suerte ha sido mía, no sé que hubiera sido de mi vida si Ka no me hubiese guiado hacia tu caravana.

De seguro te hubieras casado con un asno - alegó riendo Liah.

Mientras conversábamos fuera de nuestra tienda, Nut*8 ya hacía horas nos había cubierto con su negro ropaje tachonado de estrellas. Sólo algunas fogatas seguían encendidas. La luna decantaba su luz plateada a las olas del lago y a todo nuestro alrededor. Una lechuza cruzó raudamente sin emitir ningún sonido, mientras Liah y yo nos abrazábamos y besábamos como adolescentes.

¿Te agradaría nadar a la luz de la luna y recordar viejos tiempos? -preguntó Liah pícaramente.

Creo que será mejor que vaya solo. Es probable que encuentre a alguna joven pelirroja bañándose.

¡Pues ni lo sueñes! ¡La única pelirroja que verás desnuda en el lago seré yo!

Liah tomó mi mano y corrimos a la orilla de aquel espejo de agua cálido y refrescante a la vez. Las olas rompían en forma acompasada contra las rocas de la orilla, mientras la luna iluminaba timidamente todo a nuestro alrededor. Colocamos nuestras vestiduras sobre unas rocas y nos introdujimos en las deliciosas aguas. La combinación de aquellas aguas, la luz lunar y nuestro sentimiento realizó el resto.

Las primeras luces del alba nos encontraron dormidos en la playa.

¡Despierta Liah! ¡Nos hemos quedado dormidos! Debemos volver al campamento.

Tienes razón, aunque me gustaría que el tiempo se detuviera.

Eres incorregible -dije dándole una nalgada en sus bien formados muslos.

Ahora me vas a decir que soy la única pícara -dijo Liah riendo mientras se sujetaba la faja que ceñía su túnica a la cintura.

Al llegar al campamento, los preparativos para continuar la marcha habían comenzado.

¿Se puede saber de dónde vienen con esa cara de felicidad? -preguntó Sebetis, fingiendo asombro.

Es que..., no podíamos dormir... y salimos a caminar por la playa -respondió Liah sonrojándose.

¿Únicamente a caminar? -insistió nuestro amigo mientras guiñaba el ojo.

Sí, fuimos a caminar -respondí-. ¿Es que no se puede caminar por la playa?

Si tú lo dices -murmuró Sebetis, mientras comenzaba a desmontar su tienda.

Desperté a los niños, quienes luego de remolonear un instante, se dirigieron junto a Liah, quien les entregó tazones de leche de cabra acompañados de dos trozos de queso, mientras me dispuse a desarmar nuestra tienda.

Partimos dejando atrás las deliciosas aguas del lago de Kinnére.

La tarde comenzaba cuando nuestro guía gritó:

¡Se divisa polvareda hacia el oriente!

¿Crees que sea una caravana? -preguntó Sebetis.

Así parece, aunque se encuentra a unas seis o siete horas delante de nosotros.

De seguro viene de Damasco -supuse.

Es probable, pues vienen de esa dirección, aunque puede ser una caravana de cualquier nación de Oriente -respondió Sebetis.

Proseguimos nuestra marcha sin dar mucha importancia a este acontecimiento, hasta que la tarde se empezaba a transformar en noche y nuestro hombre de avanzada refirió haber visto restos de la caravana que nos precedía. Esta, había sido atacada por bandidos del desierto; tribus nómadas que saqueaban a toda caravana indefensa se cruzara en su camino.

Sebetis ordenó armar el campamento poniendo especial énfasis en la seguridad del mismo, mientras que, con un grupo de veinte hombres me dirigí a ver si encontrábamos algún sobreviviente entre los restos de la caravana.

El escenario se nos presentó de lo más aterrador. Unos cuarenta hombres se hallaban diseminados por la planicie. La caravana había sido emboscada. Poco pudieron hacer sus integrantes, que sucumbieron a los flechazos de los nómadas. La caravana aparentemente por la rica ropa de sus integrantes provenía de Babilón.

Mientras ordenaba a los hombres que comiencen a enterrar a los muertos, un quejido se escucho detrás de unas rocas. Me dirigí con dos de los hombres al sitio de donde provenía aquel lamento, cuando se escuchó:

Ayúdenme, mi rey les dará mucho oro si me ayudan.

No necesitamos el oro de tu rey, ¿nos has visto cara de ladrones? -manifesté acercándome al hombre.

Soy Senake, comerciante de la gran Babilón cuya caravana ha sucumbido bajo el ataque de los bandidos.

No hables, te llevaremos a nuestro campamento y te curaremos las heridas, que no parecen ser de mucha gravedad.

¡Que el gran dios Samash*9 el justo, los proteja! -pronunció Senake perdiendo el conocimiento en mis brazos.

Llevamos al sobreviviente de la caravana Babilonia a nuestro campamento, en donde Liah sanó sus heridas, que de no ser atendidas hubieran terminado con el desdichado.

Al día siguiente, con fuertes medidas de seguridad, partió nuestra caravana con rumbo al río Litani y de ahí, por barco a Tiro.

Senake no tardó en recuperarse. Era un hombre alegre y locuaz, con alto sentido de la justicia. De baja estatura, corpulento, tenía la cabeza redonda y rapada, ojos salientes y nariz grande. A nuestra llegada a la ciudad de Tiro, nos había contado casi la mitad de su vida con lujo de detalles, ya que, entre los múltiples idiomas que conocía, se encontraba el idioma del pueblo de Kemet*10.

Dime Senake -dijo Sebetis, en el momento de desembarcar en el puerto egipcio de Tiro- ¿cuál es el motivo que te ha hecho aventurarte lejos de tu país?

- He venido con mi caravana, encomendado por el Sha tammu*11Hamurkabut, en busca de cedro para uno de los templos de Marduk*12, encomendado por nuestro amado rey, el poderoso Kurigalzu II. Pero como ven, he fracasado pues mi caravana fue destruida y no tengo cómo pagar la madera, por lo que deberé regresar con las manos vacías.

No te preocupes, -dije animándolo- veremos cómo podrás salir airoso de esta situación.

Hospedamos al desdichado Senake en la posada de Luli, a quien pagué de mi propia bolsa.

Agradezco todo lo que hacen por mí. Les devolveré todo con creces.

No te preocupes por eso -respondí - ahora descansa, mañana hablaremos.

Mientras me dirigía a mi hogar, en donde ya se encontraba Liah con los niños y nuestros amigos Ka y su esposa Ba, Sebetis aseveró:

Waty, esta es una gran oportunidad para abrir una ruta comercial con la gran Babilonia, estoy harto de los intermediarios asirios que recargan de sobremanera los costos.

Podría ser una buena idea, aunque es arriesgada. Recuerda las tribus nómadas que asesinaron a los miembros de la caravana de Senake. Además, los intermediarios asirios no se quedarán cruzados de brazos al ver que los babilonios comercian directamente con nosotros.

Tienes razón pero como se dice en los puertos, “en el riesgo está la ganancia”.

En la cena se trató ampliamente el tema, todos los pros y las contras fueron analizados uno por uno.

Creo que es buena idea -señaló nuestro socio Ahirám- debemos extender nuestros negocios y minimizar los intermediarios.

¿Y tú que piensas Waty? -preguntó Ka.

Es un largo viaje, con muchos peligros, sin embargo creo que, por lo menos una vez deberíamos probar la travesía.

¡Pues entonces está decidido! -exclamó Ka-. Mañana hablaremos con Senake y partiremos a Biblos en busca de la madera.

¡Un momento!- increpó Liah con visible enfado-. Voy con ustedes.

¡Y yo! -secundó Ba- no vaya a ser como la última vez que partieron por unos meses y no volvieron en cuatro largos años.

Mi bello ébano -dijo Ka a su esposa-. El viaje es peligroso y no deseamos que nada les pase.

¡De ninguna manera! -continuó diciendo Liah-. Esta vez los acompañaremos o no hay viaje.

Ven por qué no me he vuelto a casar - explicó riendo Ahirám.

Dime Liah -dije dirigiéndome a mi esposa, quien me miraba con el ceño fruncido-¿Tú crees que podemos aventurarnos con los niños?

Mira Waty, -dijo Ahirám- por la seguridad no te preocupes, hablaré con el Mlk*13 y nos proporcionará buenos hombres para la seguridad.

Recuerda Ahirám, -dijo Ka bromenado- a Babilonia no se llega por mar.

¿Quieres decir que el ejército de Tiro no es un buen ejército? -gritó ofuscado.

Calma, calma, -dije tratando de apaciguar al fenicio- Ka no quiso decir eso ¿no es así Ka?

Cierto. No quise ofenderte. Perdona.

Está bien, lo disculpo. Lo que quiero saber es si haremos o no la travesía.

Me quedé pensando un momento. Los ojos de Liah y Ba estaban clavados en mí tratando de escudriñar mis pensamientos.

Está bien, partiremos en un mes. Todos debemos recuperarnos del viaje, en especial los niños. Además, para entonces Senake estará totalmente recuperado de sus heridas.

Un mes después nos embarcamos rumbo a Biblos, donde nos esperaba Ahirám con cuarenta soldados tirios, además de otros cuarenta hombres que se encargarían del manejo de los ciento cincuenta asnos de la caravana y el cargamento de madera de cedro.

La ciudad de Biblos, rodeada por una magnifica muralla, se levanta a orillas del mar al pie del monte llamado Líbano, el cual verdea cubierto por añosos cedros de rica madera, explotada hace años para comerciar con varios países del mundo moderno.

Decidí que el encuentro con Ahirám se realice en las afueras de la ciudad, debido a que desde la muerte del Mlk Rib-Addi, los nacidos en Kemet, no eramos bien vistos en esta ciudad, pues acusaban directamente de su muerte a la dejadez de Akenatón con respecto a los asuntos internacionales.

Nuestra caravana se encontraba encabezada por Sebetis a quien seguíamos, Senake, Ka su esposa Ba, sus hijos Waty y Amsis, Ahirám, Liah, mis hijos Ubis y Sith y yo. Nuestra expedición transitaría por las ciudades de Damasco, Tadmor, la antigua Mari, desde la cual bajaríamos bordeando el río Eufrates hasta la majestuosa Babilón.

El tiempo resultaba ameno, y parecía que lo sería durante el resto del trayecto hasta llegar a Damasco, donde llegamos al día siguiente entrada la mañana.

La ciudad de Damasco*14 era una pequeña pero pintoresca ciudad, que al igual que la ciudad de Alepo, era el encuentro obligado de los viajeros que, desde el occidente llegaban en caravanas de las ciudades de Jericó, Jerusalén y hasta de Men-Nefer. Por el norte, llegaban viajeros de Qadesh, Qatna y Alepo, mientras que, desde el oriente llegaban las ricas caravanas de Babilonia y Asiria, trayendo exóticas mercancías, entre las que se destacaban valiosas telas y bellísimas joyas finamente trabajadas en delgadísimas hojas de oro, cornalina y lapislázuli. Damasco por su parte, se destacaba en la manufactura de bellísimos cuchillos y espadas.

Al día siguiente de nuestra llegada a Damasco luego de abastecernos con víveres, partimos al desierto con rumbo a la pequeña ciudad de Tadmor,*15donde llegamos al quinto día de fatigosa marcha. De este mismo modo, llegamos en siete días más a la antigua ciudad de Mari.*16

En la antigüedad, se decía que había sido un importante centro comercial, donde abnegados oficiales eran los encargados del control del Éufrates y de sus canales donde se distribuía equitativamente el agua. También fue en su momento, la encargada de la exacción de derechos de aduana sobre las barcas que transitaban el verde Éufrates. No obstante, esta ciudad hacía mucho tiempo había perdido su esplendor económico, reduciéndose a un grupo de casas rodeadas por las antiguas ruinas que dejara a su paso el famoso y sabio rey Hammurabi de Babilón.

El verdor de las aguas y orillas del Éufrates constituían un aliciente para nuestros ojos cansados de contemplar arena por más de diez días. ¡Faltaban nueve días para llegar a la majestuosa Babilón!

A medida que descendíamos por la orilla del río hacia Babilón, el paisaje se tornaba cada vez más verde. Casas hechas de cañas y alfombras tejidas del mismo material se amontonaban en sus orillas. Después de casi doce días volvía a oler el aroma del pescado frito, aunque no tan fuerte como el producido por el pescado de mar, pero igualmente apetitoso.

Las riberas del río, así como los canales estaban cubiertos de matorrales de juncos que, como mencioné, servían además para la construcción de enormes cestas, que pintaban de betún y usaban de embarcaciones para cruzar los interminables canales e incluso el río.

El sol brillaba sobre nuestras cabezas, el calor húmedo y los insectos habían reemplazado a la sequedad del desierto.

Hacía ya cuatro días que habíamos partido de la antigua ciudad de Mari, encontrándonos a la mitad del recorrido para llegar a Babilón. Una tarde, luego de observar un grupo de garzas que huían asustadas por encima de unos matorrales, Senake dijo:

Debemos tener mucho cuidado en esta zona, entre los matorrales suelen esconderse animales salvajes como osos y gatos monteses, que atacan al ganado y ocasionalmente al hombre.

No acababa de decir esto y como si lo hubiese presagiado, un gran león de negra melena, surgió detrás de uno de los matorrales y se arrojó sobre uno de los asnos que llevaba nuestras provisiones. Mientras la bestia golpeaba fuertemente con un certero zarpazo la cabeza del pobre asno clavaba sus colmillos en el cuello del desdichado équido,*17Ka que estaba a unos codos del sanguinario león, sacó de su carcaj una flecha, la colocó en su arco y lanzó un certero flechazo que fue a parar en uno de los ojos del felino, que emitió un aterrador rugido de dolor. Inmediatamente, una lluvia de flechas de los soldados tirios impactó en el cuerpo del león que cayó muerto, sin darse cuenta, al lado del agonizante asno.

La sangre del équido manaba a borbotones del cuello en donde el león había dado un profundo mordisco antes de recibir el flechazo de Ka.

Sebetis se acercó al asno que lo miraba como pidiéndole que lo librara del sufrimiento que soportaba. Tomó con una mano su filoso cuchillo damasquino y con la otra tomó la cabeza del desdichado animal.

Amigo, esto es lo único que puedo hacer por ti -dijo Sebetis antes de cortar certeramente la yugular del animal, que murió en el acto.

Ubis, que había visto lo sucedido, aterrada dijo:

¿Por qué tío Sebetis tuvo que matar al asno?, yo lo quería curar y cuidar.

Mira mi pequeña bit*18-dije mientras estrechaba contra mi cuerpo el pequeño cuerpo de mi hija.

El pobre asno no tenía salvación, el león lo había dejado mal herido. Lo único que hizo Sebetis fue evitar que sufriera más.

Yo no quería que se muera- prorrumpió llorando amargamente mientras su hermanito hacía lo mismo.

No lloren mis pequeños -dijo Liah acercándose a nosotros- Son cosas que pasan y no podemos evitar, cuando el gran Dios determina que nuestro tiempo en la tierra a llegado a su fin nada podemos hacer.

A pedido de los niños y ante la protesta de Senake, enterramos a los animales y proseguimos con nuestro camino.

Cinco días después llegamos ante las enormes puertas de azulejos azules, enmarcada con líneas rojas. Esta era la entrada principal a la grandiosa Babilón.*19

Esta bellísima ciudad, ya no era la capital del imperio desde que el actual rey Kurigalzu II restauró la ciudad de Dur-Kurigalzu*20 en donde centró el poder del imperio. No obstante, no dejaba de ser una ciudad importante y por tanto, doblemente fortificada por inmensos muros; el primero de unos diez y seis codos de ancho y una extensión de casi dos iterus estaba formado al igual que los de las ciudades de Assur y Ninive, por ladrillos de arcilla. Delante de este muro existe una fosa muy profunda y detrás del mismo a unos veinte y cuatro codos, se levanta el segundo muro de catorce codos de ancho.

La caravana ingresó a la ciudad por una gran avenida cuyas paredes estaban artísticamente adornadas con imágenes de leones, toros y otros animales desconocidos para mí.

En el centro de la ciudad se podía vislumbrar desde lejos el gran templo al que llamaban Zigurat, de siete pisos, pintados cada uno de diferentes colores, con una altura aproximada de ciento ochenta y tres codos, que estaba dedicada a Marduk.

Así llegábamos a la capital más culta de Oriente, en donde decenas de sabios, hechiceros y adivinos debatían e intercambiaban varios conceptos filosóficos e inclusive astronómicos, en las intrincadas callejuelas que daban a la gran plaza central.

En la gran plaza central, como en las plazas de todas las ciudades importantes del mundo, se arremolinaban personas de todas las naciones intercambiando sus mercaderías. Nosotros no éramos los visitantes más lejanos, ya que, había gente de Hatussa comprando estaño, caravanas de Siria con maderas preciosas al igual que nosotros e incluso, gente que provenía de ciudades mucho más al oriente, que traían bellos bloques de lapislázuli, cornalina, además de marfil, muy apreciado por los artesanos Babilonios, que tallaban con precisión magnífica, tanto que, una vez terminadas parecían que cobraban vida.

Pero el fuerte de este pueblo eran las telas tejidas, de las que existen infinidad de tipos, grosores y colores.

Nos dirigimos al almacén real, y en este sitio encontramos al Sha tammu Hamurkabut.

Era tiempo de que llegaras con tu pedido -dijo de forma arrogante el Sha tammu.

Disculpa gran Hamurkabut, es que he sido atacado por bandidos que nos robaron y asesinaron a todos los integrantes de la caravana - comunicó Senake.

Si es que te robaron, ¿cómo puede ser que hayas traído el pedido?

El comerciante babilónico, visiblemente turbado e incómodo ante la presencia del administrador del templo respondió:

He tenido que recurrir a estos comerciantes egipcios, quienes me rescataron.

¡Quieres decir que el templo deberá pagar de nuevo estas mercaderías!

¿Tú crees que Marduk perdonará esta afrenta?, pronto desearás haber muerto en el ataque a tu caravana.

Soldados -siguió diciendo el administrador enfurecido- llévense a este sujeto al calabozo.

En cuanto a ustedes, quiero saber quién es el encargado de la caravana.

Yo soy -respondió Sebetis sorprendido por lo que estaba ocurriendo con Senake.

Muy bien Sebetis de Kemet, quiero que sepas que no abusarás de las arcas del templo, se te pagará lo que considere justo y si no te gusta el precio, puedes marcharte con tus maderas.

¡Oh Gran Hamurkabut! -dije- me imagino que has perdido una gran fortuna y sabemos, que tu templo no es tan rico como lo fuera cuando Babilón era la capital del imperio. También sé que necesitas estas maderas y pronto, ya que Marduk necesita un nuevo hogar. Sé lo que eso representa para ti y por ello estoy seguro que llegaremos a un precio justo, como he dicho antes, no quiero que tu Dios se quede sin su hogar.

¿Quién eres tú? -preguntó intrigado Hamurkabut.

Soy Waty, comerciante de Tiro, aunque he nacido a orillas del Nilo.

Pues te diré Waty, he servido hace mucho tiempo en el templo desde el reinado de los grandes,Kara-Khardash y Nazi-Bugash. Sé muy bien que tratas de endulzarme con tus bellas palabras, no obstante eres hábil y osado, nadie se había atrevido antes a hablarme así y mucho menos un comerciante.

Espero no haberlo ofendido con mis palabras, es que yo he sido escriba de los almacenes reales de Ajet-Atón*21 durante el reinado de Akenatón, pacificador durante el reinado de Nefernefruaten y visir de los almacenes de Ajet-Atón, durante los primeros años del reinado de Tutankamón.

Vaya, vaya -dijo el administrador rascándose la barbilla-, pero si tenemos un personaje de calidad. Así es agradable tratar, de igual a igual, con gente superior.

No importa quien soy, sino lo que venimos a hacer, que es comerciar y abrir una nueva ruta entre Tiro y Babilón.

Creo que podremos llegar a un acuerdo, pero eso será después de verificar la calidad de la madera.

Muy bien, que así sea, aunque sé bien que nuestra madera no lo decepcionará, es de lo mejor, digna para ser usada en tan noble propósito.

Eso veremos.

Hamurkabut, llamó a sus mejores artesanos para que examinen la calidad de la madera. Luego de un minucioso examen, el administrador expresó:

He perdido mucho pero creo que haremos negocio, les pagaré con veinte sacos de oro.

¡Veinte sacos de oro! -gritó Ahirám- eso apenas cubre la mitad del costo de la madera, sin contar las costas del viaje.

Veinte sacos es lo que puede pagar el templo, ni un saco más.

Sé que tus pérdidas han sido cuantiosas, -expuse tratando de calmar los ánimos- pero nos gustaría seguir negociando con Babilón. No considero que veinte bolsas sean un precio justo. En Assur podría conseguir hasta treinta y cinco sacos de oro.

Mmm, ¿serías capaz de desperdiciar esta madera con las bárbaros de Assur? -preguntó el babilonio dubitativo.

Nosotros hemos venido a tratar con el pueblo más culto de Oriente, -proseguí- pero si los asirios nos pagan más por la mercadería, es ahí donde la llevaremos.

¿Sabes que he mandado encarcelar y juzgar por ofensas menores?

No creo que un devoto de Shamas*22, sea capaz de obrar impunemente.

Hamurkabut, se sonrió malévolamente y dándome la espalda mientras se alejaba dijo:

Eres hábil Waty, muy hábil, ve junto a Shaduk mi escriba, él te dará treinta y cinco sacos de oro y registrará esta operación en varias tablillas de arcilla, para el archivo del templo y tu control.

Disculpa mi impertinencia gran Hamurkabut, pero dime, ¿qué pasará con Senake?

El ha causado un enorme perjuicio al templo y deberá ser juzgado por su delito a través del sagrado código de Amurabi.

Diciendo esto, salió del salón cerrando la puerta detrás de él, dejándonos solos con los estibadores que comenzaban a descargar la madera.

Ahirám, que conocía el idioma de Babilonia, debido a sus continuos viajes a Nesa, el centro comercial hitita, donde concurrían comerciantes babilonios con estaño muy apreciado por esa nación guerrera, preguntó a uno de los estibadores donde podíamos encontrar a Shaduk, a lo que respondieron que en la escuela de escribas, que se encontraba cerca del almacén.

Mientras nos dirigíamos a la escuela de escribas, Ka me preguntó:

¿Qué es el código de Hammurabi?

El código de Hammurabi es, según me contaron, una gran columna en donde están escritas todas las leyes de esta nación y de acuerdo a éstas son juzgadas las personas por sus actos.

Es algo más que eso, -dijo Ahirám-. El código es la esencia de este pueblo, que es muy respetuoso de las leyes.

Tienes razón Ahirám, he oído que en esta columna, que se encuentra en la ciudad de Sippar y de la que hay copia en todas las plazas principales de todas las ciudades del imperio. Describe cada conducta delictiva y su castigo correspondiente.

¿Y quién es el que interpreta estas reglas? -preguntó Liah frunciendo el ceño.

Las leyes están interpretadas por los jueces, pero la última palabra la tiene el rey.

Pues no me ha parecido nada justo que hayan encarcelado a Senake.

A mí tampoco Liah, pero creo que debemos respetar las costumbres de cada pueblo.

Mientras decíamos esto, llegamos a la escuela de escribas que funcionaba en la vivienda de Kuri. El escriba había acondicionado un gran cuarto donde se colocaron hileras de bancos en donde los estudiantes realizaban sus tareas.

Cada estudiante utilizaba un estilete de caña, con el cual dibujaba pequeñas cuñas en la arcilla fresca. Cada cuña o muesca agrupada de una manera determinada, al igual que los jeroglíficos, forman sílabas y palabras.

Cada estudiante tenía una tablilla doble. En la parte izquierda el maestro escribía la lección, mientras que en la derecha lo hacía el estudiante.

Shaduk, quien era uno de los maestros de esta escuela, era un hombre muy bajo se podría decir casi enano, con una gruesa barba negra rizada y una especie de túnica roja de lana con mangas amplias.

Ustedes deben ser los extranjeros que envió Hamurkabut. Vengan, prepararé su recibo.

Nos condujo a una vivienda contigua a la escuela, donde aparentemente vivía.

Hábilmente comenzó a esgrimir su estilete haciendo cuñas inteligibles para nosotros, una vez terminadas sendas copias, tomó un rollo que tenía dibujos en relieve, y lo hizo girar a modo de sello por la blanda arcilla.

Aquí debe poner su sello como conformidad del trato, no se preocupen si no entienden. Todo está en regla.

Permíteme leer las tablillas -solicitó Ahirám.

¿Es que sabes leer la escritura cuneiforme? -preguntó asombrado e indignado a la vez Shaduk- ¡No es posible!

¿Por qué no es posible?, -preguntó irónicamente Ahirám-. He comerciado mucho tiempo en Nesa y algo he aprendido.

El escriba pasó las tabletas nerviosamente a Ahirám, quien las tomó y comenzó a leer minuciosamente. Luego de unos instantes y con una sonrisa irónica en los labios dijo:

Disculpa mi ignorancia Shaduk, pero creí que el cargamento se cambiaría por treinta y cinco bolsas de oro, ¿no es así?

Sí, así se me dijo -contestó el escriba.

¿Y por qué en mi tablilla dice treinta y dos y en la otra dice cuarenta y cinco?

No, no es así. Aquí dice bien claro treinta y cinco -dijo nervioso el escriba- puede que aquí... te hayas confundido... pero es lógico que te confundas, eres tirio ¿no es así?

Pon tu marca, -continuó diciendo Shaduk- todo está en regla.

Pues es sidonio, no tirio y no pondré ninguna marca - intervino Sebet- ni ninguno de mis socios hasta que se aclare esto.

Desconfiar de un escriba del templo es muy grave - advirtió Shaduk, tratando de intimidar.

Sí, es muy grave si el escriba está trampeando para su favor -dijo Liah-. Propongo que se llame a otro escriba y que lea en voz alta las dos tablillas o, en caso contrario, llevaremos esto a la justicia de la que tanto se ufanan.

Bueno, no es para tanto, podemos “arreglarlo” civilizadamente, sacando ambos ventaja del asunto -dijo sonriendo nerviosamente el escriba.

¿Es que pretendes que actuemos ilícitamente en contra del templo? -preguntó sarcásticamente Liah.

¡No!, ¿cómo pueden pensar que les propongo eso? - habló Shaduk, tomando las tablillas a las que disimulada e intencionalmente hizo caer al suelo haciendo que se rompan-.

Ups..., qué torpe he sido, habrá que hacerlas de nuevo.

Muy bien, -dijo Sebet- pero si no te enojas, llamaremos a otro escriba para que haga las tablillas. Es que tu refinado estilo de escritura puede confundir a Ahirám. Tú sabes, es Sidonio.

Esta bién -dijo Shaduk de mala gana.

El escriba salió del cuarto acompañado por Ahirám, rumbo a la escuela de escribas, donde se confeccionó el documento y se registró la operación de compra-venta de forma correcta.

Una vez confeccionadas las tablillas, se nos entregó la nuestra y nos dirigimos al templo en donde se nos entregó nuestra paga por las maderas.

El templo al que denominaban Zigurat, era una enorme construcción de ladrillos como todas las construcciones de la zona, en forma de gran torre, y semejante a una pirámide. Todo el edificio estaba revestido de ladrillos cocidos y sumergidos en asfalto para después ser pintados. Cada nivel, siete en total, estaba pintado con diversos colores, siendo el último nivel de color oro. Tres interminables escaleras conducían a una enorme puerta, mientras que otra lo hacía a la cima del Zigurat.

Si bien, este edificio empalidece si se lo compara con la gran pirámide, es digno de ser admirado.

Regresamos a la plaza central con nuestros sacos de oro y procedimos a buscar un lugar para alojarnos, al retornar nos encontrarnos con Hamurkabut.

Por lo que veo ya han recibido la paga por sus maderas -observó el administrador.

Sí, y pensamos quedarnos unos días para hacer algunos contactos.

Me parece bien, siempre es bueno tener contactos en tierras lejanas y más ahora que de seguro Senake pronto será esclavo y no podrá ayudarlos más.

¿Cómo que esclavo? -exclamó Ba.

De seguro será condenado por los jueces a la esclavitud por haber perdido los bienes que le fueran confiados para la compra de la madera.

¿Qué clase de justicia es aquella que condena a un hombre a la esclavitud por haber sido robado? -observó Liah indignada.

Mis señoras -dijo el Sha tammu-, él sabía a qué se enfrentaba cuando volvió a Babilón. Pero despreocúpense, tendrá un juicio justo, ya que varios Sukkallu*23serán los encargados de juzgarlo en base al gran código de Hammurabi.

Disculpa mi ignorancia, -dije- pero... ¿cómo sabes que será condenado antes de ser juzgado?

Es que al Bel–pahati*24 no le gusta que se malgaste el dinero del país y mucho menos del templo de Marduk

Pues insisto -dije- que el juicio no es justo si ya se conoce el veredicto de antemano.

Tú bien dijiste, ¡eres un ignorante!, además un extranjero y por ello no te envío a la cárcel.

Pueden buscar sus contactos -siguió diciendo muy enfadado Hamurkabut- pero les recomiendo que se marchen pronto. Babilón no es un país para extranjeros entrometidos.

Diciendo esto, dio media vuelta dejándonos con la palabra en la boca.

Qué desagradable es este sujeto, -afirmó Ba- se cree el dueño de la verdad.

No podemos hacer nada -respondí a mi amiga-y aunque no nos guste tiene razón, somos extranjeros y nos debemos adaptar a las leyes de este lugar.

Pero la realidad le puede costar cara a Senake -consideró Liah.

Tienes razón, pero como dije no podremos hacer nada, salvo buscar alojamiento y esperar que el Gran Dios proteja al desdichado.

Mientras ustedes buscan alojamiento -interrumpió Ahirám- Sebetis y yo iremos a una taberna a ver si encontramos algún comerciante conocido.

Está bien, nos encontraremos para cenar -propuso Ka.

Unas calles más abajo encontramos una hostería, que si bien no era lujosa, era confortable, por lo que luego de alojarnos en ella procedimos con Liah y los niños a descansar un poco sobre las camas, que nos parecieron dignas de un faraón después del duro suelo del desierto. Ka y su familia hicieron también lo mismo.

Por su lado, Ahirám y Sebetis, comenzaron a recorrer el mercado y a conseguir buenos contactos que nos servirían en el futuro.

El sol flotaba en lo alto y el calor húmedo se tornaba insoportable. El sudor caía sobre las frentes de Ahirám y Sebet.

¿Será que habrá cerveza para mitigar el calor por estos lados? -preguntó el sidonio en voz alta.

De seguro que sí -respondió Sebetis-. Vamos, entremos a esa posada, a ver qué encontramos.

La “posada”, por llamarla de algún modo, se encontraba en el barrio más bajo de la ciudad. Un par de soldados con el gorro puntiagudo de los babilonios, salían del establecimiento, abrazados para no caerse, cantando una vieja canción de guerra.

Creo que llegamos al lugar indicado -rió Sebetis.

Aunque por el estado de esos dos creo que no habrá más cerveza -afirmó riendo Ahirám.

El antro al que ingresaron mis amigos era una habitación pequeña y muy oscura, sin ventanas, iluminada en su interior con lámparas de aceite que despedían un olor desagradable.

Al atravesar la puerta principal, dos mujeres desnudas se les arrojaron a los brazos.

Qué buen recibimiento -afirmó Ahirám.

Creo que aquí no solamente expenden cerveza -reconoció Sebetis.

De eso ni se hable -respondió con una carcajada Ahirám.

La fama de estos antros y de las mujeres que en ellos se encontraban había traspasado las fronteras del país y según se decía daban una atención “única “a los clientes. Atención que sólo en Babilonia se daba. Estas mujeres eran capaces de hacer cosas inimaginables. Cosas que hasta la orgía más perversa de cualquier parte del mundo quedaría a la altura de un juego de niños.

Ya entrada la noche, Ahirám ni Sebetis volvían.

¿Qué será que les habrá pasado a Ahirám y a Sebetis? -preguntó Ba.

De seguro estarán bien -respondió Ka mirándome de modo cómplice.

Conociendo a Ahirám -acoté- espero que no se hayan metido en problemas.

¿Por qué no van a ver si los encuentran y los traen aquí? -dijo Liah.

Creo que es buena idea, las leyes aquí son muy estrictas y no las conocemos, lo que nos puede acarrear problemas.

Esta bién Waty- -reconoció Ka-. Te acompaño.

Tomamos dos antorchas y acompañados de cuatro de los soldados tirios, comenzamos a recorrer la ciudad, que se iba haciendo más y más tenebrosa a medida que las callejuelas se iban estrechando y los ebrios, mendigos y ladrones iban en aumento. Los gritos y estridentes carcajadas de las mujeres del bajo mundo se escuchaban cada vez más estruendosamente, hasta que detrás de unos viejos barriles escuchamos un cantar muy desafinado:

Mi barco... navega por el ancho mar...Llevando mercadería para el Mlk...

Mira a los perdidos –señaló Ka.

Nuestros amigos estaban completamente borrachos y despojados tanto de su dinero como de sus ropas, ni siquiera el parche que Ahirám llevaba sobre el ojo se había salvado de ser despojado.

De... lo que se han per... dido -dijo en forma casi inteligible Sebetis.

Déjalos... A estos dos... no los dejan diver...tirse -respondió balbuceante Ahirám.

Bueno, creo que es hora de volver a la posada -dije- ya se han divertido bastante por lo que veo.

To...tomemos... nos otra cerve...za -dijo Sebetis durmiéndose después de pronunciar la última silaba.

Con ayuda de los soldados tirios, cargamos a nuestros pesados amigos y los llevamos a la hostería. Despertaron con una terrible jaqueca al día siguiente.

 

NOTAS:

1 (Mar de Galilea, Israel)

2 (Medida de peso egipcia: un deben es igual a 91 gr.)

3(Antigua ciudad situada al norte del mar Muerto, en Cisjordania, junto a la actual ciudad de Jericó (Palestina). Ubicación geográfica 31º50´N, 35º26´E)

4(Ciudad del sur del Líbano. Antigua Capital de Fenicia ubicada originalmente en una pequeña isla cercana a la costa en el Mar Mediterráneo. Ubicación geográfica 33º50´N, 35º12´E)

5 (Palabra egipcia utilizada para decir madre)

6 (Palabra egipcia utilizada para nombrar al niño sin educación ya que también significa sordo)

7 (Mas conocida con el nombre de Troya se encuentra en el extremo noroeste de Asia Menor, en la actual Turquía. Ubicación geográfica 39º56´N, 26º14´E)

8 (Diosa egipcia del cielo, creadora del universo físico y de todos los astros. Pertenece a la Enéada de Heliópolis como hija de Shu y Tefnut; hermana y esposa de Geb (La Tierra) de quien fue separada violentamente por su padre Shu (El aire)

9 (Dios Babilónico de la justicia, estaba representado por un hombre con cabeza de sol con un solo ojo)

10 (Denominación con la cual los egipcios designaban a su país. Significa tierra negra)

11(Denominación que daban los habitantes de Babilonia al administrador del palacio, templos y almacenes)

12 (Dios supremo de Babilonia. Inicialmente fue el dios de las tormentas, luego de vencer a los dragones del caos obtuvo el poder supremo)

13 (Denominación fenicia para rey)

14 (Actual capital de Siria. La ciudad antigua, de forma rectangular, se halla en la orilla sur del río Baradá. Ubicación geográfica 33º30´N, 36º17´E)

15 (Antigua ciudad de Siria, conocida con el nombre de Palmira. Se sitúa en un oasis en el norte del desierto de Siria, a unos 240 km. al noreste de Damasco (34º32´N, 38º13´E)

16 (Esta antigua ciudad se encuentra en la frontera entre Siria e Irak, en la actual ciudad irakí de Tell Hariri)

17 (Nombre genérico dado a la familia de los caballos, asnos y mulas)

18 (Denominación egipcia para referirse a la abeja)

19 (Babilón fue la capital del Imperio babilónico, situada al este del río Éufrates, a 90 km al sur de Bagdad, en Irak. (32º33´N, 44º22´E)

20 (Fundada por el rey Kasita de Babilonia, Kurigalzu I, en el siglo XIV a.C., fue abandonada finalizada esta dinastía. Los restos de esta ciudad pueden encontrarse a 30Km de Bagdad. (33º21´N, 43º12´E)

21 (Llamada actualmente Tel el Amarna, sus restos se encuentran a 300 Km. de El Cairo a mitad de camino entre Menfis y Tebas. Construida en la margen derecha del Nilo. Fue la capital de Egipto durante el reinado de Amenofis IV 

 

 

 

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