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JORGE RUBIANI

  ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIONES - LOS PROFESIONALES EXTRANJEROS - Texto de JORGE RUBIANI


ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIONES - LOS PROFESIONALES EXTRANJEROS - Texto de JORGE RUBIANI

ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIONES 

LOS PROFESIONALES EXTRANJEROS 

Texto de JORGE RUBIANI

INVESTIGACIÓN ESPECIAL 12

FASCÍCULO Nº 27 - CAPÍTULO 14

Asunción – Paraguay

2012

 

 

 

            ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIONES

 

            A través del tiempo y desde la más remota antigüedad, la arquitectura y los arquitectos han estado casi siempre al servicio de reyes, militares o autoridades religiosas. Y éstos, determinados a demostrar a súbditos y adversarios su majestad y omnipotencia, se afanaron en amparar a los más imaginativos para la construcción de palacios, fortalezas o templos. En el Paraguay del período colonial, sin embargo, tal pretensión constituía una "misión imposible" dada las extremas carencias generales del medio.

            Hubo, sí, un generalizado uso de las tecnologías indígenas que, para la construcción, no eran muchas ni tenían vocación de persistir. La precariedad era la norma y la natural rigurosidad del trópico hizo que las construcciones se renovaran permanentemente hasta que, iniciada la segunda mitad del Siglo XX, aparecieron "constructores" y "reconstructores" que, tocados de "sabiduría", hicieron en pocos años todo lo que la naturaleza no pudo en siglos y demolieron todo cuanto había resistido hasta entonces.

 

Molinos Harineros en la esquina del Palacio de Gobierno.

Ayolas y El Paraguayo Independiente, obra de Giovanni Barbero, hoy demolida.

La instalación contaba con muelle propio.

 

 

            ASUNCIÓN: LA FUNDACIÓN

 

            Fundada la "casa fuerte" asuncena y con un reducido casco urbano arracimado en torno a ella, la ciudad sufrió la primera embestida depredatoria apenas seis años después: el gran incendio producido en una calurosa mañana de Febrero de 1543. La aldea, que ya contaba entonces con "...cerca de 260 casas", perdió las dos terceras partes de ese componente, además de enseres, herramientas, vestuario, archivos y documentos.

            Reedificada, "la Asunción" no pudo reprimir el "instinto de supervivencia" que consistió en alinearse sobre montículos y barrancos, a cubierto de las torrentosas aguas de raudales y arroyos. Porque finalmente, las lluvias eran mucho más frecuentes que los incendios y la circulación de peatones, de rústicos carretas o de "caballeros con caballos", no requería entonces de mayores instalaciones. La que existía apelaba a una trama de callejones, pasajes, puentes y pasadizos que convirtieron a la ciudad en un intrincado laberinto.

            Las construcciones de aquella antigua Asunción, sin embargo, no podían prescindir de los patios. Ellos fueron, desde el principio, la continuación de la floresta alrededor de las casas. Al mismo tiempo que la sombra, el jardín, la huerta, los árboles frutales que nunca faltaron, la ropa tendida sobre la hierba. Podría decirse que en las casas el uso de las habitaciones era una incorporación europea a los hábitos de la colonia, mientras que el patio, al mismo tiempo que la convivencia con el paisaje y la naturaleza, indicaba la procedencia de lo autóctono, los usos indígenas del aire libre.

 

 

Los cuarteles, como siempre intocables, sobrevivieron a todas las viscisitudes de la colonia.

Algunos, como este, el Parque de Artillería, en 14 de Mayo y la avenida República,

fueron demolidos solo cuando quedaron en medio de la calle. 

 

            LOS PIONEROS

 

            Con el arribo de la Orden de Jesús a los actuales territorios del Paraguay se producía igualmente la incorporación de sacerdotes capaces en el ejercicio de distintas ciencias: desde la medicina hasta la arquitectura; pasando por la astronomía, la agricultura y las artes. Con el ingreso de los arquitectos y el uso de la arquitectura como fundamento para las construcciones de mayor valor, se construyeron los monumentos que son hoy, la materialidad más visible de aquella portentosa tarea religiosa.

            Aunque la historia sobre la presencia de "la Orden" en estos territorios -desde 1610 hasta 1767- menciona la labor de tres arquitectos italianos en el contingente, Bianchi, Bressanelli y Prímoli, son estos dos últimos los que -se sabe- trabajaron en las Misiones del Paraguay.

            El milanés José Bressanelli estuvo "...en Encarnación entre 1718 y 1725" y realizó obras en el templo de Santa Rosa. Se destacó igualmente como escultor, arte en el que -según el padre Sepp- "...cual otro Fidias, despertó la madera durmiente y dio vida a los bloques de cedro, de modo que a sus figuras les falta solamente la facultad de hablar".

            Como el anterior, Juan Bautista Prímoli era oriundo de Milán; ingresó al Paraguay en 1716 y trabajó en la Misión de Trinidad. Se menciona que en la construcción de este templo actuó también el hermano José Grimau, religioso catalán. Este, a su vez, acompañó al jesuita español Antonio Rivera en la erección de los templos de Santa Rosa, Santiago y Jesús.

 

            LA INDEPENDENCIA Y LAS "REFORMAS" DEL DR. FRANCIA

 

            Como se ha señalado, Asunción fue hasta 1821 fiel reflejo de sí misma: La ciudad en un estado de gracia natural. La que refería, en su más elemental y genuina expresión física, la relación del hombre con la naturaleza, la respetuosa reacción de los ciudadanos ante las imposiciones y dificultades del medio. Casas donde "tenían que estar"; pasajes y puentes donde no se tenían alternativas de paso, ante un arroyo o un barranco. Una cuesta pronunciada o una depresión motivaba el sinuoso sendero para sortearla.

            En síntesis, casas construidas para "filtrar" el ambiente protegiendo a sus moradores de sus aspectos más agresivos. Para guarecerse de la lluvia, generosos aleros y galerías; para resguardarse de los rayos del sol, enredaderas y techos ajardinados. Y la indiscreta mirada de la calle salvada con frontones verdes, floridos, perfumados. La casa, la calle, la ciudad, convertidos en un refugio total, agreste y natural.

            Un racimo de blancas paredes y "pardos tejados" a caballo de las lomas o los barrancos, con la selva prolongada hasta los patios, reproducida en menor escala en la semi sombra de las enredaderas, cerca de las galerías. Lo rural dentro de lo urbano.

            Sin embargo, lo que no consiguió la "Ley de Indias" para "ordenar" la demarcación urbana de la capital lo consiguió el Dictador José Gaspar Rodríguez de Francia que, en 1821, con el pretexto de la necesidad de "alinear" las tortuosas calles asuncenas, propició una reforma urbanística que no fue tal, pues demolió "más de 500 casas en pocas semanas". Aunque la reducida extensión de la ciudad afectada por aquellas mal llamadas "reformas" hace presumir como exagerada esa cantidad, lo cierto es que, después de descubierto un complot contra su vida, Francia vio "... ante sus ojos la realidad de aquel poético baluarte de árboles frutales; comprendió que el rumoroso cortinaje de verduras podía ocultar las ansias de libertad; creyó percibir entre sus claros el parpadeo incesante de la conspiración abortada y decretó la tala general del perfumado huerto asunceno".

            A la destrucción de los árboles siguió la de los cercados; después, las casas hasta que cayeron también los edificios públicos y eclesiásticos, derribado o mutilado sin piedad todo lo que impidiera obtener una ciudad "cuadriculada", apegada a la geometría a despecho de lo natural, con calles de 12 metros de ancho, destruyéndose para siempre "... aquel laberinto arquitectónico de huecos sospechosos y ángulos hostiles".

 

            LOS APORTES DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ

 

            Tras la muerte del Dr. Francia y la transición de breves gobiernos que no duraron más de seis meses en su conjunto, se reinstaló el Consulado entre 1841 y 1844, instancia previa al advenimiento a la Presidencia de la República, del Señor Carlos Antonio López, quien asume en este carácter en ese último año. El mandatario se percataba entonces de la imperiosa necesidad de superar el aislamiento impuesto por el Dr. Francia y de la necesidad de "abrirse" a las corrientes renovadoras que pugnaban en otras latitudes.

            Producto de esa actitud fue la incorporación a partir de 1854 de técnicos, ingenieros y arquitectos europeos que tuvieron la misión de otorgarle brillo al disperso y "chato caserío" asunceno. Entre ellos se destacaba el arquitecto Alessandro Ravizza, quien vino acompañado de su hermano Cayetano y de un escultor -también italiano-, Andrés Antonini. Con ellos trabajaron los británicos Alonso Taylor, quien en algunos documentos aparece como ingeniero y en otros como "picapedrero", y el escultor John Owen Moynihan.

            Antes del final de la década iniciada en 1850 las obras de progreso en Asunción eran visibles y especialmente contrastantes frente al "... cuadro lúgubre que presentaba la República a la muerte del Dictador". Así surgieron las mansiones de los López: El destinado a la residencia particular de Francisco, actualmente Palacio de Gobierno; el de Benigno, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores (14 de Mayo y Palma); el de Venancio, actual Asunción Palace Hotel (Colón y Estrella), entre los todavía existentes. Así como el de Vicente Barrios (cuñado de los anteriores y luego general en la guerra del '70), ex Ateneo Paraguayo, Presidente Franco e Independencia Nacional, entre los ya demolidos.

            Las aportaciones de aquellos profesionales y el gobierno de Carlos A. López se extendieron a la construcción del Oratorio de la Virgen de la Asunción, con la actual función agregada de Panteón Nacional de los Héroes, monumento elevado en el predio de la que fuera casa de Francisco Solano; la Estación del Ferrocarril, el Teatro de la Opera, Iturbe y Eligio Ayala, hoy mimetizado tras "algún" producto del deplorable proceso de mestizaje estilístico a que fue sometido durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954/1989).

            Ravizza, principal responsable de las obras mencionadas, también diseñó y dirigió la construcción del monumento al Gral. José E. Díaz en la Recoleta, hecho que permite suponer su vigencia hasta después de las exequias del vencedor de Curupayty, en febrero de 1867, ya que el historiador Juan F. Pérez Acosta le da por muerto durante la guerra "...dejando una fortuna que fue encontrada posteriormente", según afirma. Ravizza residió en una casa de la calle Asunción (hoy Mcal. López) y Yegros.

            De aquella fulgurante época ya no sobreviven algunas construcciones como el antiguo Arsenal, el Puerto, la Aduana y la recova adyacente, la iglesia de San Roque, demolida en 1971, así como la iglesia del antiguo Convento de Santo Domingo, construida bajo la advocación de la Virgen de la Encarnación, en 15 de Agosto y avenida República, destruida en un incendio declarado el 4 de enero de 1889.

 

            LA POSGUERRA DEL '70 Y LAS ANSIAS DE "MODERNIDAD"

 

            Si Carlos Antonio López tuvo una gran ansiedad por superar la postración urbanística de la ciudad tras el gobierno de Francia, los que retornaban a la capital después de la caída de López en Cerro Corá se instalaban en Asunción con la actitud de "renovar" todo lo que quedaba de la época "lopizta".

            Aunque en esta situación, la postración y miseria de la República y de Asunción, no eran las mismas que se verificaron cuando la muerte del Dictador, treinta años atrás. Pues la finalización de la guerra y la ocupación del territorio por el enemigo, supuso una destrucción casi completa de todo lo que se hubiera mantenido en pie. Con una sociedad separada por enconos, también casi irreductibles. Se imponía, para los adversarios nacionales y extranjeros, no solo destruir los vestigios de los López, sino los que aún hubiesen quedado de la vieja dictadura francista.

            Entretanto y a la escasa población asuncena que disgregada y penosamente se reinstalaba y reconstituía, se sumaban otras familias de connacionales que retornaban al país tras años de exilio. Por la misma época se incorporaba igualmente una importante población extranjera que, sobre los escombros sobrantes del saqueo y mal uso de que fueran objeto por parte de los "aliados", mandaba construir villas y mansiones. Debe recordarse que el palacio de Francisco Solano López fue convertido en cuartel y caballeriza del ejército brasileño durante el periodo de ocupación (1868-1877). Por la suma de esos factores y otros derivados de la ambición y rapiña de los invasores, puede afirmarse categóricamente que en el período de 1870 a 1900 se verificó en Asunción la más importante desaparición de edificios de la colonia.

 

            LOS CONSTRUCTORES ITALIANOS

 

            La inmigración italiana, la más numerosa en el Paraguay de la posguerra de 1870, se componía de un mayoritario número de constructores y albañiles. Se debería a que la especialidad enrolaba a una alta cantidad de desocupados en la paupérrima Italia de la época; o que, a falta de alguna profesión u oficio para acceder a las fuentes de trabajo local, el campo de la construcción ofrecía mejores posibilidades.

            Hubo muchos de aquellos inmigrantes, de distintos aportes y diversa capacidad profesional. Pero la falta de registros de sus obras ha dejado a estas sin autores, al menos conocidos, especialmente las de las numerosas que fueron construidas en las zonas próximas al microcentro, en los alrededores del eje histórico y en los barrios que se extendieron más allá de dicho casco, en los inicios de este siglo: Sajonia y San Roque, por ejemplo. En este último barrio, sobre Las calles Mcal. Estigarribia, Eligio Ayala y 25 de Mayo, todavía puede observarse parte de las más bellas expresiones del aporte italiano a la construcción domiciliaria en Asunción.

            Algunos de aquellos constructores llegaron ni bien apagados los rescoldos de la Guerra Grande. Otros lo harían años más tarde, radicándose no solo en la capital, sino también en Pilar, Concepción, Villarrica y en el departamento de San Pedro, especialmente en Rosario y San Estanislao.

            Entre los instalados en Asunción, se encontraba Giovanni Barbero. Fue el constructor del Molino Nacional -más tarde Molinos Harineros del Paraguay- en la esquina del Palacio de Gobierno. Se comenta que al efectuar una demolición en uno de sus depósitos de materiales de construcción, al lado del Hotel Italia y frente a la estación del Ferrocarril, Barbero "...encontró un tesoro que acrecentó su fortuna".

            Entre otros constructores italianos emigrados al Paraguay, Sebastiano Grassi se encargó de la erección del local del colegio de La Providencia así como del "...monumental asilo de la Recoleta"; este edificio, sobre planos de Juan Colombo.

            José Grattarola construyó los primeros pabellones del Hospital Nacional, que son hoy parte del Hospital de Clínicas. Los hermanos Cristóbal y José Peris construyeron "Mburuvicha Róga" además del Palacio Peris, sobre la avenida Mcal. López.

            Antimo Pettirossi, padre del "as de la aviación", Silvio Pettirossi, fue el constructor del Palacio Patri de su connacional Juan Patri y obra del arquitecto sueco Carl Gustav Renhfeldt. Este edificio alberga actualmente a la Dirección de Correos.

            Stefano y Natalio Rapetti construyeron el palacete del señor José Cellario -hoy Círculo Naval y Aeronáutico-, el local de la "Societá Femminile Margherita di Savoia" y el Banco Agrícola, hoy Ministerio de Agricultura.

            Giovan Battista Savorgnan, oriundo de Friuli, realizó las obras para la casa Battilana y la casa Palmerola, hoy asiento de una ferretería en la esquina de Paraguarí y 25 de Mayo.

            Francesco Cacace construyó los edificios ubicados frente a la plazoleta del "Mercado Guazú" -serían los que estaban donde se construyó el Hotel Guaraní- hoy ya desaparecidos. Además de otras edificaciones como La Paraguaya de Seguros, la residencia del señor Juan Pessolani, todavía existente en Estados Unidos esquina Mcal. Estigarribia y, en sociedad con el constructor Antonio Marchese, La villa Scavone, sobre la avenida Mcal. López.

            Bartolomeo Talenti construyó el Banco de la República, edificio todavía existente en 15 de Agosto y Palma (hoy Farmacia Scavone).

            Stefano Caligaris fue el constructor de algunas de las obras del Arq. Tomás Romero Pereira; Antonio Covelli construyó el Teatro Granados y Héctor Giovannelli hizo las refacciones en el edificio de la Curia Metropolitana, Independencia Nacional esquina Mcal. López.

            El ya mencionado Marchese construyó el edificio del Colegio María Auxiliadora, La hermosa "Villa Rosalba", ex sede del Comando en Jefe y actual asiento del Tribunal del Mercosur para el Dr. Emilio Pérez; la villa para el señor Slaviero Scavone en Mcal. López y 22 de Setiembre, la Escuela República del Brasil así como la casa de la Sra. Vedova de Gasparini, en Mcal. Estigarribia y Caballero.

            Salvatore y Carmelo Causarano eran oriundos de Scicli; construyeron la sede de "...la Farmacia Águila, la ampliación de La Escuela Militar y el Círculo Deportivo Italo-Paraguayo", entre otras obras. Carlo Pozzi dejó un imborrable recuerdo en Asunción: la construcción del conjunto de las Escalinatas, en las alturas del Ykua Satí, con diseños del Arq. Miguel Ángel Alfaro.

            Francesco Tertizzi, casado con doña Saturnina Caballero, hermana del Gral. Caballero, fue proveedor del ejército, además del servicio de alumbrado cuando este todavía apelaba al aceite de petróleo. También construyó edificios como el de tres plantas que encuentra todavía en la esquina de 14 de Mayo y Palma, para la sede de La Positiva de Seguros; y la casa de José Gómez, al lado de la cancha del Olimpia, donde residió el presidente Higinio Morínigo.

 

 

El Palacio de Francisco Solano López construido por Alessandro Ravizza,

según Juan E´Oleary, para quien la autoría de A. Taylor es solo un invento

de Juan Silvano Godoy. 

 

            "FRENTISTAS" Y OTROS CONSTRUCTORES

 

            La implantación de las formas decorativas clásicas propuestas por estos profesionales: molduras, sobre y bajo-relieves, esculturas, balaustres y capiteles, introdujo también en los edificios algunos mecanismos constructivos que mezclaban la prefabricación -proceso industrial- con los usuales de la construcción convencional. Las fachadas ornamentadas con aquellos elementos reveló el oficio de "frentista", nombre con el que se conocía a los que dibujaban las formas, preparaban los moldes y hacían el vaciado de los objetos decorativos.

            Otros constructores italianos (por orden alfabético) fueron: Tomás Achinelli, Simón Agato, Andrea y Eugenio Andreatta, José Angelino, Matías Babagnoli, quien retornaría más tarde a su Milán natal; Giovanni Barrain, Luigi Bianchi, Alfredo Bonini, Pedro Botti, Giuseppe y Luigi Buccini, Rafael Buongermini, Carlo Calparoli, Sebastiano Canclini, Rocco Caniggia, Giovanni Caselli, Antonio Cino, Luigi Clérici y Luigi Colla. Este residía en la calle Samuhu Peré (actual Juan de Solazar) al 386.

            La lista sigue con los hermanos Ángelo, Antonio, Emilio y Romano De Tone, Pedro Filipini, Salvatore Gianninotto (también actuó en la erección de las Escalinatas sobre la calle Antequera), Luigi Marelli, Giovani Migliorisi, Pedro Monetti, Doménico Montanaro, Ángelo Morassi, Guillermo y Augusto Movia, Antonio y Nicolás Orsi, Ambrosio y Lorenzo Orsini, Augusto Paván, Vicente Petinatti, Ángelo Radice, quien retornó a Italia.

            Finalmente, Stéfano Rapetti, Giovani Renna, Víctor Repetto, Fernando Romei, Antonio Ruotti, Tomás Sachero, Luigi Salerno, Giovanni Segó, Giorgio Spatuzza, Guglielmo Trovatto y los hermanos Vincenzo y Salvatore Tumino. El arte de la construcción -nunca como entonces- se desparramó en Asunción gracias a la labor de estos grandes constructores.

 

            LOS PRIMEROS SERVICIOS

 

            El aspecto que ofrecía Asunción al término de la Guerra del '70 era el "...de una ciudad bombardeada", abandonada por sus habitantes, sucia y derruida, con pozos y aguas estancadas y casas derruidas y destartaladas por doquier. Ocupada por los invasores aliados desde los primeros días de 1869, la capital era el retrato de la desolación y la ruina. La incesante labor de los "soldados de la libertad" pugnando por algún botín, convencidos de la existencia de riquezas escondidas en las entrañas de la mítica Asunción, no hacían sino aumentar los destrozos.

            Ardua fue la tarea para la reconstrucción. Después de cuatro años del incidente que diera fin a la guerra en Cerro Corá, se realizaban las primeras adjudicaciones para los pavimentos en algunas calles. Este acto administrativo se producía durante el gobierno de Salvador Jovellanos, el 4 de agosto de 1874. Los trabajos habrían de afectar a las del casco histórico, desde El Paraguayo Independiente hasta la calle De la Justicia -actual Gral. Díaz-, incluyendo las transversales, desde la calle De la Aduana, hoy Colón, hasta la de Loreto, actualmente México.

 

La casa del empresario argentino Pedro Duarte (Homónimo del general paraguayo),

obra de José Marsal, con hermosos detalles de la arquitectura catalana.

Sirvio de local comercial, imprenta y de residencia presidencial al Cnel. Albino Jara

 

            EL TRANVÍA "A MULITAS"

 

            El italiano Francesco Terlizzi recibió la concesión para las obras. Para el efecto, también tuvo a su cargo la explotación de la cantera de piedras del cerro Tacumbú, piedras que serian -y fueron, durante mucho tiempo- el sustento material del pavimento empedrado asunceno hasta que la extracción de la materia prima terminó con el mismo cerro, reduciéndose este a un triste muñón, sepultado hoy tras las casas del lugar.

            Para el transporte de aquellos materiales pétreos se utilizaban "zorras" o vagones de carga pertenecientes a la línea de tranvía de tracción a sangre -también concedida a Terlizzi- que, desde la cantera finalizaba su itinerario en la plazoleta del Puerto.

            Desde este lugar, el recorrido tomaba la calle Florida, hoy Benjamín Constant, hasta el Atajo, actualmente calle Alberdi, pasaba frente al Teatro (después Municipal) para subir por la calle 25 de Diciembre, hoy Chile, hasta Tacumbú, "...donde funcionaban una cantina, cancha de bochas y otras distracciones domingueras". Esto último se debía a que el servicio atendía a la vez el transporte de pasajeros hasta este último sitio, objeto entonces de turismo urbano. Terlizzi fallecería unos años más tarde en Buenos Aires, en la más completa miseria.

            El empedrado y el tranvía a tracción de mulas siguieron a cargo de Luis Bazzano, aunque en el negocio del empedrado también trabajaron Tobías Simone y Santiago Ammatuna. Este último, en sociedad con Bartolo Troyano en medio de un nutrido grupo de concesionarios.

            Diez años después del inicio de las obras de pavimentación fue sancionada una ley de concesión a Rafael Augusti, Silvio Andreuzzi y otros para proveer el servicio de tranvía hasta la "Cancha Sociedad", actual Hotel del Paraguay. Andreuzzi fue el médico que asistió al ex Presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento cuando su visita al Paraguay. Asociado a Christian Heisecke, el galeno también era dueño del Hotel Villa Egusquiza, como era conocido entonces. "El Conductor Universal" -tal el nombre de dicha empresa tranviaria- extendería sus líneas el 24 de setiembre de 1887, cuando ya se encontraba a cargo de la misma José Macías y Cía.

            Una nueva Ley del 26 de agosto de 1884 autorizaba otras extensiones de las líneas y una prórroga de 20 años en los plazos de la concesión. En 1888 Macías fue beneficiado con una nueva concesión para extender el servicio de transporte; esta vez hasta Trinidad.

            En 1884, el médico italiano Francisco Morra también recibía la concesión para la habilitación de un servicio de tranvía desde la estación del Ferrocarril hasta la Recoleta, sitio que unos años más tarde sería conocido como Villa Morra. Este servicio fue extendido con nuevas líneas, mediante una ley sancionada el 15 de setiembre de 1886.

 

El tranvía "a mulitas", avanzando sobre la calle 25 de Mayo,

frente a la Plaza Uruguaya; entonces con muralla y balaustres.

 

            LA ELECTRICIDAD

 

            Cuatro años más tarde, el 29 de setiembre de 1890, el uso de la energía eléctrica domiciliaria era una realidad en Asunción. Una ley concedía la explotación del servicio al ya mencionado Silvio Andreuzzi con la instalación de una usina eléctrica. La misma estaba ubicada en el actual barrio Sajonia, sobre el río Paraguay, por las facilidades del enclave para el desembarco de maderas para leña, elemento utilizado como combustible en el proceso de generación de la energía.

            La habilitación de otra usina eléctrica fue concedida a la firma Gatti y Lloret, el 10 de junio de 1903.

            Estas concesiones permitían adicionalmente la provisión de alumbrado público. El 7 de noviembre de 1906 se otorgaba una nueva concesión para el transporte basado en el "...tranvía a mulitas". La línea llegaba a Puerto Sajonia y el sujeto de la ley correspondiente fue otro italiano, el señor Giorgio Barzi.

            Y finalmente, el 7 de diciembre de 1910, Juan Carozio era beneficiado con una concesión para la instalación del tranvía eléctrico, en sustitución al de tracción a sangre, vigente hasta entonces. Aquella ley de concesión fue modificada por otra del 29 de agosto de 1911, por la que se mejoraba la concesión y se extendía el servicio.

            De esa manera se inauguraba un sistema de transporte útil, económico y eficiente, que por la extrema incapacidad de las autoridades -nacionales y municipales- fue lamentablemente condenado a la extinción.

 

            LOS CONSTRUCTORES CATALANES

 

            La aparición del hierro y el hormigón armado produjo una gran desorientación en la construcción europea del siglo XIX. Lejos de aventurar otras propuestas formales, los arquitectos e ingenieros se limitaban a reproducir los viejos moldes clásicos sin aprovechar la ductilidad y potencial de los nuevos materiales. En las últimas décadas del siglo mencionado, surgieron, sin embargo, varios movimientos que, antagónicos o coincidentes, enarbolaron actitudes innovadoras para la creación.

            Entre ellos se encontraba el modernismo, el de mayor preponderancia, difundido por toda Europa como "...un movimiento romántico, individualista y antihistórico". En España, su más alta expresión se desarrolló en Catalunya, de la mano de un arquitecto excepcional, Antonio Gaudí, autor del Parque Guell, la Casa Milá y el incomparable templo de La Sagrada Familia, entre otras obras realizadas, todas en Barcelona.

            El modernismo catalán se diseminó en América por influjo de constructores, ingenieros o arquitectos emigrados de Catalunya, entre los que militaban fieles exponentes del movimiento aunque todos contaban con una excelente formación para el diseño y la construcción, en cualquier estilo que estuviera entonces en boga.

            En Asunción recaló Juan Bregulat. Fue uno de los primeros. Llegó en 1888 y solo se sabe que era maestro de obras. El mismo oficio tenía Jaime Feijó, de quien tampoco se sabe mucho. Habría arribado a fines del siglo XIX y fue maestro de Enrique Clari, el más alto exponente del modernismo catalán en el Paraguay.

            El arquitecto José Marsal realizó numerosas obras, entre las que deben mencionarse el local para el Colegio Nacional (hoy de Niñas) y la residencia del ya mencionado Pedro Duarte. El edificio, todavía sobreviviente en la esquina de O'Leary y Pdte. Franco, tuvo su primera "reforma" entre 1913 y 1914 "...por inseguro" antes de alojar a la Imprenta Zamphirópolos. En el piso superior de la casa también residió el Cnel. Albino Jara mientras ejercía la presidencia de la República.

            Teodoro Martí llegó, como los demás, en las últimas décadas del siglo XIX. El Teatro Granados, donde también se bailaba sobre un escenario construido de tablas, fue uno de sus diseños. El local había recibido el nombre en memoria del compositor catalán Enrique Granados. Jaime Miguel Moray fue escultor y como tal actuó en la decoración externa de algunos edificios de Asunción. Entre sus trabajos se cuentan el Oratorio y Panteón de los Héroes, el palacio de don Juan Alegre, luego Hotel Majestic y hoy Ministerio de Hacienda así como otros importantes edificios de la capital.

            El constructor Juan Vallverdu Baldrich arribó en 1912 y también hizo su aporte profesional para la concreción del Teatro Granados, aunque terminó residiendo en Concepción. José Vilar fue maestro de obras. Trabajó en la capital hacia fines del siglo XIX.

 

Esquina de Palma y 14 de Mayo hacia finales de la década del '40 del siglo pasado. En primer plano, en la esquina, el edificio de "La Positiva de Seguros", obra de Francisco Terlizzi y más atrás, sobre la misma acera en el medio de la cuadra, el palacio de Don José Gómez, obra de Enrique Clari. Los dos edificios se mantienen todavía en pie.

 

 

            ENRIQUE CLARI, UN VISIONARIO

 

            Y finalmente, entre los constructores catalanes, debe mencionarse a Enrique Clari, el mejor representante del modernismo catalán en el Paraguay, aunque el exiguo número de obras marcado por esa tendencia puede explicarse en el hecho de que las exigencias estéticas de la "alta burguesía asuncena" de la época no reclamaban tales diseños. Sus obras, por tanto, aunque afirmadas en "lo catalán", recorrieron también otros estilos. Clari había nacido en Manresa, en 1879, y "...llegó al Paraguay cuando tenía 11 años de edad". A poco de su arribo trabajó con los maestros Jaime Feijó y José Vilar, y con ellos aprendió el oficio de construir. Para completar su formación estudió dibujo en el Instituto Paraguayo, donde obtuvo su licencia como constructor de obras, en 1902, luego de ser examinado por Carlo Hofer, italiano, pero que también había abrevado de las fuentes catalanas.

 

Para adquirir el presente material debe contactar con ABC COLOR

Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Noviembre del 2012

 

 

 

 

 

INVESTIGACIÓN ESPECIAL 12 - ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIONES

LOS PROFESIONALES EXTRANJEROS

JORGE RUBIANI

INVESTIGACIÓN ESPECIAL 12

(Continuación)

FASCÍCULO Nº 28 - CAPÍTULO 14

Asunción – Paraguay

2012

 

 

 

            También fue discípulo del ya mencionado Juan Colombo, a quien acompañó en La construcción del Palacio de Justicia.

            Entre las obras más importantes de Clari se encuentran la casa del Dr. Cayetano Masi, luego Hotel Hispania, en Cerro Corá e Iturbe, el Local de Foto Fratta, todavía existente en Pdte. Franco y Ayolas; La casa de Cornelia S. Vda. de Vargas, hoy desaparecida, sobre la avenida Mcal. López y Kubitschek.

            Una de las tantas riquezas perdidas en Asunción se encontraba próxima al Hotel del Paraguay. Se trataba de la casa del Sr. Augsten. Con un torreón y detalles muy parecidos a la "Casa Vargas" y por su clara inspiración en el modernismo catalán, puede presumirse la autoría de Clari de este edificio, lamentablemente demolido.

            También se le atribuye al constructor de Manresa el exótico pabellón paraguayo en la Exposición Industrial de Buenos Aires de 1910, obra en madera probablemente realizada por el carpintero catalán Ricardo Comellas Durán.

            Clari materializó igualmente otras obras, apelando a propuestas diferentes aunque igualmente bellas, como el palacio del señor José Costa, que todavía engalana la calle Palma entre 14 de Mayo y 15 de Agosto; La sede de la Cervecería Nacional, tanto la fábrica en "Arsenal Cué" como la oficina, sobre la calle B. Constant (luego sede de "El Orlen" y -ya demolido el edificio- sede de "Última Hora"); la panadería de José Ligier, todavía existente en Palma y Colón; la casaquinta del señor Diego Martínez, en Varadero, sobre el río Paraguay; la quinta del señor José Ciancio, en Villa Morra, entre otras muchas y destacadas construcciones que enriquecieron el repertorio formal de Asunción y colocan a Enrique Clari entre los más altos contribuyentes a la belleza de la ciudad.

 

             INGENIEROS Y ARQUITECTOS 

 

            En el álbum que con motivo del centenario de la Independencia nacional editara Arsenio López Decoud aparecen los nombres y las fotografías de los primeros ingenieros paraguayos. Todos ellos: Isidro Abente, Augusto Cálcena, Agustín E. Muñoz, Antonio Canclini, Gustavo Crovatto, Guillermo Sneider y Juan B. Nascimiento, habían egresado en el exterior. Nascimiento y Crovatto fueron intendentes de Asunción; entre 1921 y 1924 el primero y entre 1933 y 1936, el segundo.

            La presencia de los mismos al frente del gobierno de la capital no constituyó entonces una novedad debido a que desde 1917 se había iniciado la modalidad de contar con graduados universitarios al frente del más alto cargo municipal. En efecto, desde el 6 de enero de aquel año hasta noviembre de 1940, un tiempo un poco menor a 24 años, Asunción fue gobernada en forma ininterrumpida por 13 profesionales de extracción universitaria, entre los que se contaban siete ingenieros y un arquitecto. Todos ellos egresados en prestigiosas universidades europeas y con excelentes calificaciones.

            Este singular período que coincidió con la época de mayor progreso de La ciudad comenzó con Albino Mernes, entre 1917 y 1920; sucediéndole el ya mencionado Nascimiento. Baltazar Ballario, ingeniero como los anteriores y los siguientes, gobernó entre 1927 y 1929; Pedro Bruno Guggiari lo hizo entre 1929 y 1932, y le sucedió el ya citado Ing. Crovatto.

            Después asumieron José Bozzano, entre 1937 y 1938, y Fernando Saguier, entre 1938 y 1939. El arquitecto Miguel Ángel Alfaro ocupó la intendencia entre 1924 y 1927.

            Paralelamente al trabajo de aquellos profesionales, la capital se engalanó con el aporte de otros, en su mayoría extranjeros y de la misma especialidad, que desde los últimos años del siglo XIX como en las primeras décadas de este contribuyeron a mejorar el aspecto de los edificios en Asunción.

            Entre ellos y además de los ya citados entre los arquitectos y constructores italianos y catalanes, debe insistirse en el protagonismo del italiano Carlo Hoffer, constructor del Banco Agrícola, edificio que todavía aloja al Ministerio de Agricultura; el demolido Banco Mercantil; la sede de la empresa Rius y Jorba, hoy asiento de la Secretaría Nacional de Turismo; la ya mencionada casa Pessolani en la esquina de Estados Unidos y Mcal. Estigarribia, ocupado hoy por la Secretaría Nacional de Cultura.

            Otros italianos no debidamente mencionados en su contribución al embellecimiento de la edificación asuncena, fueron Ernesto Baradello, mencionado como ingeniero-arquitecto, fue el constructor del Teatro Municipal; los arquitectos: Carlo Spada, sin obra conocida; Baltazar Ballario, autor de numerosos trabajos entre los que se destaca la casa Fuster, en la esquina de Mcal. López y Gral. Melgarejo; Fiorello Savorgnan, que tras una corta actuación se radicaría en la ciudad argentina de La Plata; así como el ingeniero Miguel De Jerica, quien acompañó al Arq. Miguel Ángel Alfaro en la obra de las Escalinatas, Carl Gustav Renhfeldt, proveniente de Suecia, fue autor del Palacio Patri, hoy Correos. Y debe destacarse la actuación de un ingeniero ruso, de apellido Esmagailoff, autor de dos hermosas residencias, todavía existentes: la casa Di Martino, frente al Colegio Las Teresas, y la Casa Consoli, que luego perteneció al Dr. Martínez Miltos, en Mcal. López casi Estados Unidos.

            Desde principios del siglo XX, se registra la labor del arquitecto español Luis Navarro, oriundo de Granada. Trabajó hasta la década del '50 y fue autor de numerosas obras, entre las que pueden contarse el edificio del Policlínico Rigoberto Caballero, el de la Cruz Roja y la iglesia (actual Catedral) de San Lorenzo. Falleció en 1954.

 

La plazoleta del puerto con faroles "a petróleo" y molinos de viento.

 

 

Costanera de Asunción, ajardinada, pavimentada y limpia, en la década de los años de 1930

 

            EL ARQUITECTO MIGUEL ÁNGEL ALFARO

 

            En medio de la larga lista de profesionales extranjeros destacados en Asunción, también debe mencionarse -y muy especialmente- la actuación de un profesional paraguayo: el arquitecto/Ingeniero Miguel Ángel Alfaro. De larga actuación académica y profesional, fue también intendente municipal, constructor y diseñador de grandes edificios. Había nacido en Asunción y se graduó de ingeniero en Roma y de arquitecto en Nápoles; fue jefe del gobierno comunal cuando el Dr. Eligio Ayala fue Presidente de la República.

            Entre los trabajos más importantes de Alfaro (los que quedan) se encuentran: el edificio para la farmacia El Ciervo, hoy sede de una entidad financiera, en 14 de Mayo esquina Oliva; la farmacia San José, en Perú y Mcal. López; la Casa Salomón, en Caballero esquina Cerro Corá; la Casa Pfannl (actualmente La Casona de Coomecipar), en San José y Río de Janeiro, así como numerosas residencias de gran calidad.

            Entre sus trabajos públicos está su obra cumbre: el monumento a José de Antequera y Castro y los Comuneros, comúnmente conocido como "las Escalinatas", además de los numerosos ornamentos (glorietas, balaustres, pórticos y detalles menores) en los parques Caballero, Carlos A. López y Botánico; y algunos puentes: en la avenida Artigas, sobre el arroyo Mburicaó, y en la calle Del Hospital, hoy Dr. Montero, así como el puente sobre el Jaén, en Colón y Gral. Díaz.

            La magnífica labor del arquitecto Alfaro culminó con su participación en la fundación de la Asociación Paraguaya de Arquitectos, en 1953, y de la Facultad de Arquitectura, en 1957. Para la constitución del gremio actuó junto a otros siete profesionales: Mateo Talia, Tomás Romero Pereira, Homero Duarte, Natalio Bareiro, Francisco Canese, Américo Bergonzi y Ramón González Almeyda. De entre estos, Natalio Bareiro y Francisco Canese le acompañaron en la fundación de la Facultad de Arquitectura.

 

Farmacia EL AGUILA, frente a la plaza Uruguaya.

El "art decó" aclimatado a las disponibilidades locales.

Obra de Salvatore Causarano

 

 

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Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Noviembre del 2012

 

 

 

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