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JORGE RUBIANI

  HISTORIAS SECRETAS DEL PARAGUAY - ANECDOTARIO - LIBRO 4 - Tomo II - Obra de JORGE RUBIANI


HISTORIAS SECRETAS DEL PARAGUAY - ANECDOTARIO - LIBRO 4 - Tomo II - Obra de JORGE RUBIANI

HISTORIAS SECRETAS DEL PARAGUAY - ANECDOTARIO

Obra de JORGE RUBIANI

Colección INTERROGANDO AL PASADO - TOMO II - LIBRO 4

Editorial AZETA S.A.

Dibujo de cubierta:D. Maillart publicado en LE TOUR DU MONDE en 1873

Ilustraciones: ROBERTO GOIRIZ - JUAN MORENO

 

Asunción - Paraguay

 

 

ÍNDICE

Introducción a la SEGUNDA PARTE 7

Capítulo V “ALLÁ LEJOS Y HACE TIEMPO...” 11

128. Un fraile que hablaba con las langostas 11

129. Encomiendas a todos los santos 12

130. Abogados que curan 13

131. Patoteros de antaño 15

132. Sentenciado por robo, condenado al descuartizamiento 17

133. ¡¡Ole!! 20

134. Juegos de caballería 22

135. “Mascabado” para el azúcar 23

136. “Mantener el fuego sagrado del hogar” 25

137. Flagelados por guaycurús para ganar el cielo 26

138. Puro teatro 28

139. Los Mbayas: “padrinos” del norte 28

140. “Los españoles del Paraguay no saben español...” 29

141. Un colegio ¡¡al fin!! 30

142. Doctor Pedro Vicente Cañete: paraguayo ilustre, ilustre desconocido en el Paraguay. 31

143. Drama y comedia en el Apa 32

144. Una auténtica llave de bienvenida...que abría una real y pesada puerta 33

145. Un paseo complicado 36

146. El laberinto asunceno 38

147. La nomenclatura nacional perdida 40

148. Kykyo, Mbujapey, Mboi kae 41

149. Nombres que “cuentan” historias 43

150. Pequeña historia de nombres y lugares 45

151. No solo Villarrica fue “andariega” 47

152. Los que cambiaron de nombre 48

153. La simplificación de los nombres 49

154. Melodía... o cuando la nomenclatura inauguraba las pleitesías a los dueños del poder. 50

155. Los pueblos de indios originarios 51

156. Pueblos conventuales 57

157. Pueblos capilleros 57

158. La “urbanización” de las estancias jesuíticas 60

159. Guardias armadas, estacadas, fuertes o presidios, desaparecidos... o convertidos en pueblos 60

160. Los negros del Paraguay 65

161. Pueblos de negros y mulatos 69

162. Los negros que somos 70

163. ¿...A Dónde se han ido todos los negros? 71

164. ¡Negros por la patria!., y el batallón “Nambi’i” 76

165. Los “negros de Artigas” 79

Capítulo VI TIEMPOS DE LA INDEPENDENCIA 83

166. 16 de Mayo de 1811: día de la Independencia del Paraguay 83

167. Pasar por la horca... o por debajo 85

168. Fernando de la Mora: expulsado de la Junta por “borracho y aporteñado” 89

169. “...Para que aprendan!!!” 91

170. Farsa de casamiento 95

171. Escuela de danza bajo el gobierno de Francia 96

172. “Vivas” que alteran la “paz pública...” 97

173. Francia descendiente de San Roque González de Santa Cruz 98

174. ¿Pretendió Francia a doña Petrona de Zavala? 99

175. Discordia entre próceres 104

176. Muerte de Mauricio José Troche 105

177. La “sombría dictadura” era alegrada por instrumentos musicales y juguetes 106

178. “Triste epílogo de una historia de amor iniciada a orillas del Jaén...” 107

179. Amado y María 109

Capítulo VII “LOPEÁRA PE GUARE...” 113

180. Sin corona pero con sombrero 113

181. La revolución paraguaya de 1854 a 1864 114

182. El “médico” Estigarribia 116

183. “Si vis pacem para bellum” 116

184. El Arsenal 117

185. Nomenclatura simbólica 119

186. Visitas sin aviso... por culpa de una caída del caballo. 120

187. Un sablazo propinado en San Antonio repercute en Washington 126

188. Termina el largo exilio del Gral. José Gervasio Artigas 131

189. El “letrista” de los himnos uruguayo y paraguayo, alternaba la “picaresca” con los versos patrióticos 132

190. Funerales en vida: original manera de enterarse –antes de morir- “quién es quién” en el duelo 134

191. Un médico escocés en “la corte de los López” 136

192. Serenatas a caballo 138

193. En el rebaño paraguayo “las ovejas no eran las únicas descarriadas...”. 139

194. Dios niega el agua del cielo a los pecadores 141

195. El “matriarcado” paraguayo... ¿A donde se han ido todos los hombres? 142

196. “¡¡Andaremos con burras!!... ¡¡o con vacas!!” 145

197. “¡¡Añá tripón!!” 146

198. Rosa Dominga Ocampos demanda por su honor 147

199. El misterioso “Nicolás Pérez” 150

200. “El gobierno no simpatiza con violentos y terroristas...” 152

201. ¡¡Miente Ud!! 155

202. Pájaros ciegos 156

203. Adolescente millonario 158

204. Al ingresar al Paraguay había que abrir bien la boca y sacar la lengua 160

205. Bermejo y “su caricatura” del Paraguay. 161

206. Mueras en las paredes del puerto 162

207. No mojar el uniforme (Algunos incidentes que inquietaron a Bermejo) 163

208. “La Lynch” 165

209. ¡Almuerzo al agua..! 166

210. Proyectos inmobiliarios 169

211. “Financiera Lynch” 170

212. La simple, crasa y criminal ignorancia de siempre 173

213. Noviembre 7 de 1863: Asunción se sacude de la modorra en el Club Nacional 174

214. El “plan Díaz” para terminar la guerra 177

215. Las Memorias del capitán Constantino 181

216. Bogavantes 184

217. Bogavantes AL ASALTO 186

218. Cementerio Inglés en Humaitá 188

219. De cuando “Saturno comenzaba a devorar a sus hijos...” 189

220. Alén 191

221. Las iras de López 192

222. Abrazo mortal en Yataity Cora 194

223. Economía de guerra 195

224. “...¡Hay mulheres!” 196

225. ¿Están los restos del Mariscal en el Panteón Nacional de los Héroes? 197

Capítulo VIII LA POSGUERRA 213

226. “...Yo soy Manuel Mongelós” 213

227. Los niños de la guerra 216

228. “La Lynch” en Buenos Aires, camino al exilio 222

229. De cuando se iniciaba el “período de civilación” 224

230. Cirilo@cuchillo.árbol     228

231. “Kamby niko la che ha’uséva ...” 231

232. ¡¡Viva Italia!! La “noche triste” de los italianos en Asunción 232

233. Animales de "raza canina” 238

234. La “década infame” del Paraguay 240

235. “Te he de cortar la mano para que no escriba después de muerto...” 247

236. Tiempo de cobrar “viejas cuentas”: la cabellera de Serrano en una pica 248

237. “Crónica de una muerte anunciada”: el asesinato del presidente Juan Bautista Gill 251

238. La revolución marcha hacia atrás 260

239. "... Y así fue el principio" 262

240. Madrugada del 14 de abril 263

241. Huir a destiempo y a ninguna parte 266

242. Tres años y cinco cartas de invitación...convertidas en expulsión del país, en quince horas 268

243. La matanza de la Cárcel Pública 271

244. Asesinato de Cirilo Antonio Rivarola 288

245. ¡Cuidado con las esquinas! 295

246. El penúltimo acto de la “devastación moral” 298



INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE

La intención de escribir las “Historias Secretas del Paraguay”, una colección de relatos que contuviera lo que -hasta hoy- fuera poco denotado o conocido cuando no directamente ignorado, ha obligado a incluir en la Primera Parte de esta reedición, algunas referencias necesarias. Las que intentan acercar de manera más o menos cronológica, los detalles de la vida cotidiana de indígenas, jesuitas, colonos y comuneros; temas invocados como la historia antigua del Paraguay.

Lo mismo puede decirse de los gobernadores. Estos, unos 80 y escasamente conocidos, estuvieron al frente de la provincia por casi tres siglos, desde el vasco Martínez de Irala hasta el castellano/burgalés Velasco y Huidobro. Con pocas noticias de todos ellos y casi ninguna sobre sus tremendas limitaciones y las dificultades que tuvieron para gobernar, los datos difundidos en los manuales de historia de escuelas y colegios, se limitaron a destacar el protagonismo de Hernandarias en su calidad de primer gobernador criollo; el de Antequera como factor de la lucha entre el poder virreinal y jesuítico; o el del ya citado Velasco, último gobernador español y depuesto en el inicio del proceso independentista. Olvidándose entre los mandatos de cada uno de estos tres, cerca de 250 años de jugosa historia de la provincia. La generalizada omisión obligó la inclusión de estos temas en la Primera Parte de esta edición, aunque intentando abordarlos con los “componentes secretos” de aquellos acontecimientos.

Pero esta Segunda Parte accede -cronológicamente hablando- al momento que los hechos tuvieron “mayor importancia” y adquirieron mayor difusión: la independencia, el tiempo de los López, la guerra contra la Triple Alianza. Estas gestas, sobradamente conocidas por los paraguayos, han servido para inducir polémicas y provocar confrontaciones, las que con mucha facilidad y frecuencia llegaron a extremos violentos.

Este segmento de las “Historias Secretas...”, transitará, sin embargo, por caminos distantes de lo ya conocido o presumido. Aunque sin dejar de mencionarlos, serán en todo caso puntos de referencia; pautas para otorgar visibilidad a otros componentes. Los que tendrán que ver con las personas y sus formas de vida; sus labores, distracciones, logros y frustraciones, que tienen como telón de fondo a aquellos grandes acontecimientos.

Pretendemos con esto y de acuerdo a lo anunciado en este proyecto de edición, que la historia por lo escondida, sea reveladora; y por lo secreta, recobre algo de su atractivo esencial: sorprender, seducir, atrapar; motivar el interés por conocerla e inducir a su lectura mientras se descorre el velo de las grandes aventuras y desventuras que contribuyeron a concretar nuestro país y plasmar nuestro temperamento nacional. Redescubriendo a los considerados héroes en su condición humana -como ya se expresara en la presentación de la Primera Parte- “desnudos de majestuosidad”.

Tal vez así nos permitamos, nosotros mismos, palparnos las cicatrices y muñones históricos... sin tanto dolor o vergüenza.

Que lo disfruten....



CAPITULO V: “ALLA LEJOS Y HACE TIEMPO”

142. DOCTOR PEDRO VICENTE CAÑETE: PARAGUAYO ILUSTRE, ILUSTRE DESCONOCIDO EN EL PARAGUAY

Realizada la división del Virreinato del Río de la Plata, se asignó “un asesor letrado” a cada una de las Intendencias, hecho inédito en la provincia. Investido en tal cargo volvía a la Asunción uno de sus pródigos hijos: el doctor Pedro Vicente Cañete y Roxas Aranda. Ejercía el gobierno el primer Intendente/Gobernador Pedro Meló de Portugal, y como una de las principales tareas encomendadas a su asesor, estaría la de redactar el “reglamento y plan de estudios” para el Real Colegio Seminario de San Carlos.

El designado había nacido en Asunción del matrimonio formado por el regidor José Cañete Sánchez de Vera y doña Cantalicia de Roxas Aranda. El mismo cargo que lo trajo a su ciudad natal lo entretuvo en Buenos Aires en el gabinete del virrey Pedro de Zevallos.

Como “hombre muy apuesto” caracterizó el historiador Gunnar Mendoza al doctor Cañete: "Alta y bien conformada la cabeza; frente elevada y espaciosa, ojos negros, centelladores, penetrantes. Maneras sobresalientemente urbanas; palabra amena, flexible, variada; amigo de vestir con elegancia ajustadísima a la moda; diestro tañedor de la flauta y la guitarra; gustador de chanzonetas, cuentecillos y andaluzadas que narra con general aplauso y se escucha con grande contento; galante con las hermosas. Temperamento impetuoso, dominante, enérgico; astucia exquisita; paciencia y asiduidad benedictinas; laboriosidad infatigable; religiosidad católica profunda. Pensamiento pronto y brillante; imaginación lúcida y vigorosa; memoria siempre lozana hasta en sus últimos días; lector y estudioso apasionado; colector y compilador impenitente de papeles”.

Como puede notarse, el doctor Cañete era poco menos que perfecto. Sus virtudes, como la de otros muchos de sus compatriotas, le hicieron digno de morir lejos de su patria.


147.  LA NOMENCLATURA NACIONAL PERDIDA

“Los paraguayos tienen apego a su tierra. Hernandarias
declara que tiene a Asunción amor de patria’y Ruy Díaz
de Guzmán confiesa que escribió un libro ‘por aquella
obligación que cada uno debe a su misma patria’... Gente
movida por los sentimientos castellanos de honor, lealtad y
patriotismo. Gente con grandes virtudes pero también con
grandes defectos entre los que se cuentan el individualismo
exacerbado, la falta de disciplina social, la primacía de los
clanes, el sectarismo de los grupos. En una palabra, todo
lo que ha de pesar y pesa como lastre sobre las espaldas de
esta patria de nuestros dolores y nuestros amores ”


Julio César Chávez,

en “Historia General del Paraguay”, Vol. I


Entre el frondoso patrimonio dilapidado en el Paraguay y en consecuencia, exilado de la memoria colectiva de su pueblo, se encuentran los nombres toponímicos. La virtud de estos se establecía sobre su clara referencia a usos, ocupantes y características originales del sitio; circunstancia que refuerza el valor de la ya perdida nomenclatura. Aquella se asemejaba al marcante de uso popular que con un simple nombre, revelara lo más notorio de la fisonomía o carácter de una persona. Debe destacarse que estas pérdidas se produjeron -en distintas épocas del siglo XX- cuando se mentaba “la civilización” solo si sus expresiones venían de Europa; o no tenían que ver con lo que fuera propio y auténtico de América. Y mucho menos con lo que hacían, sabían o expresaran sus habitantes originales. Esta misma distorsión se consolidaría en el Paraguay de la mano de una colectividad auto considerada “culta”, que pretendía que el país fuera “civilizado” en la medida que se desprendiera de “sus excrecencias culturales”. Que el Paraguay y los paraguayos se incorporarían al “concierto de las naciones civilizadas del mundo”, en la medida que se despojara de las características que lo ataban a un pasado originalmente indígena, después criollo o mestizo, negro o mulato, pardo o zambo, que plasmaron su verdadera identidad; la que desarrollaría posteriormente -ya en pleno siglo XX- otras combinaciones raciales y culturales con inmigrantes europeos no españoles, asiáticos o de otras latlitudes no americanas.

Lo curioso es que aún los conquistadores, colonos después, además de los predicadores religiosos de distintas órdenes, todos europeos, estudiaran la lengua original, la valoraran, la usaran y en nada de lo “descubierto” o fundado, dejaron de considerar los antiguos nombres. Es cierto que con la advocación del santo o virgen correspondiente, pero sin olvidar las originales denominaciones.

El listado de pueblos, fuertes o presidios, misiones y reducciones delata la presencia de aquella nomenclatura. Y si existían discrepancias, aquellas fueron motivadas en los períodos de dominio de una nación indígena u otra, guaraní o mbaja, guaikurú o pajagua. Así, en 1580, ni comunicaciones escritas por Juan de Garay, aparecían con otros nombres al lago Ypacarai, el río Manduvirá y el río Salado. Al lago, sin embargo, Garay nombraba como “laguna Tapaicuá”; y a los ríos, Tobatí y Surubi’y, respectivamente.


158. LA “URBANIZACIÓN” DE LAS ESTANCIAS JESUÍTICAS

El imperio jesuítico basó su poderío económico en las estancias. Poseía más de 15. Cada una de ellas ya constituía una verdadera población y las actividades desarrolladas en ellas, incluían las propias de la ganadería, así como también se faenaba, se secaban y curtían cueros, se preparaban encurtidos y alimentos, se confeccionaban pequeños utensilios y tejidos, entre otras muchas tareas.

El más importante de aquellos enclaves, fuera de las Misiones, fue la estancia de Santo Tomás de Paraguari. El testimonio del fray Pedro José de Parras cuando la visitó en 1758, menciona que “era opulentísima, con 50.000 cabezas de ganado y 400 hombres que la trabajaban”. El organizador del establecimiento fue “el padre Eusebio Crespo”, aragonés, quien además “construyó la Iglesia inaugurada el 30 de agosto de 1775”. A su alrededor se desarrolló la actual ciudad de Paraguari.

Otra estancia importante del sistema jesuítico fueron las de San Lorenzo del Campo Grande, nombre que sustituyó al correspondiente en guaraní: Ñu Guazú. Fueron cuatro campos aunque dada la proximidad entre si y la extensión de los mismos, podrían haber sido colindantes: Capilla kue, Barcequillo, Potrero Po’i y Kapi’i pery. En el caso de la primera de ellas, se supone que fue asentada en “tierras donadas en 1613 por fray Hernando de Trejo y Sanabria”.




CAPITULO VI. TIEMPOS DE INDEPENDENCIA

168. FERNANDO DE LA MORA: EXPULSADO DE LA JUNTA "BORRACHO Y APORTEÑADO”

Los primeros meses posteriores a la independencia, no era tan grave demostrar fidelidad o devoción al monarca español Fernando VII, como ser afecto a los porteños. El primero en sufrir las consecuencias de esta inconveniente confusión, fue el miembro de la Junta Superior Gubernativa Fernando de la Mora. Sus compañeros de gobierno ya habían resuelto su separación a raíz de la pérdida de un documento; “... un artículo adicional del tratado del 12 de Octubre (...) circunstancia de la cual se valió el Triunvirato (el de Buenos Aires) para gravar en forma indebida el tabaco paraguayo”.

Planteada su reincorporación desde junio de 1812, la Junta decidió su expulsión definitiva en una sesión que a juicio del historiador Julio César Chávez fue “una verdadera comida de fieras”.

Pedro Juan Caballero acusaba a De la Mora de constituirse en “uno de los partidarios principales” del sometimiento del Paraguay a la Junta de Buenos Aires. El Dr. Francia por su parte, enumeró una larga lista de faltas del miembro suspendido -casi todas referidas a omisiones y defecciones en su actuación como funcionario público- para terminar acusando a De la Mora de “ser un mozo ebrio”, dado excesivamente a la bebida “.. en términos de conocérsele a veces su turbación y ebriedad estando en la misma Junta”.

El presidente de aquel gobierno corporativo, coronel Fulgencio Yegros manifestaba finalmente, que Fernando de la Mora “...se había hecho realmente partidario de la facción sospechosa” y que por los indicios conocidos, el mismo “...era de parecer que esta Provincia debía someterse a Buenos Aires”.

No se conoce la sentencia que expresara en la ocasión el presbítero Francisco Xavier Bogarín, otro componente del cuerpo colegiado de gobierno, pero los juicios -y el peso- de los preopinantes, no dejaban lugar a dudas: Fernando de la Mora sería expulsado del gobierno “a mediados de setiembre de 1812”.



175. DISCORDIA ENTRE PROCERES

La mayoría de los patriotas que gestaron la revolución se hallaban involucrados en el complot para derrocar a Francia en 1820. Julio C. Chávez hace el recuento al mismo tiempo de afirmar que los trabajos preparatorios venían desarrollándose desde hacía dos años. En la conjura estaban “los Yegros, los Cavallero, los Iturbe, los Montiel, los Acosta, los Baldovinos, los Aristegui, etc.”.

Francisco Wisner de Morgenstern destaca a su vez que, Yegros y Caballero no activaban en la conspiración “pero los conocían y les satisfacían...”. Este autor fue comisionado en diciembre de 1863 por el propio mariscal Francisco Solano López para “..recopilar todos los antecedentes y datos relativos a la época del Dictador”. Wisner recibió del presidente la indicación de consultar a los señores Francisco Sánchez (a la sazón vicepresidente de la República), José Berges (ministro de Relaciones Exteriores), Francisco Isidoro Resquín, Venancio Robles y Vicente Barrios (luego generales de la Nación) los que le proveerían “...los nombres dé los vecinos más antiguos” y estos, “...les suministrarían datos al respecto”, Por lo que este autor, coronel austrohúngaro, asesor militar de los dos López, pudo acceder a las fuentes más originales de esta controversia.

Varios incidentes se plantearon entre los protagonistas de la revolución desde los meses inmediatamente posteriores a la instalación de la Junta Gubernativa. Las relaciones entre Francia y sus compañeros no eran buenas y se agravarían con el tiempo, especialmente luego de 1814 y la consagración de la Dictadura. Al primero le preocupaba que sus compañeros de causa se reiteraran en los mismos vicios que los representantes de la corona habían agotado en el período colonial. A los demás molestaban los continuos desaires que recibían del Dictador; aunque muchas de las incomodidades “respondían a las inspiraciones del amor propio ofendido, al rencor y al interés personal”.

Otros autores coinciden, sin embargo, que la dinastía militar emergente del “mayo paraguayo” pretendía los mismos abusos que sus antecesores borbónicos. Los comandantes, por ejemplo, promovían “toda clase de querellas" y toleraban “las más escandalosas iniquidades” de sus soldados en perjuicio de los demás ciudadanos. La cita es de Cecilio Báez; la fuente: Rengger y Longchamp. Por su parte, Julio C. Chávez destacaba que todos, a excepción de Francia, “perdían su tiempo en pequeñeces".

Aún más que estas “pequeñeces”, José A. Vázquez afirma que “cuando la diplomacia aliada revalidó después de la guerra (de la Triple Alianza) que el Paraguay sobreviviría al menos en la aritmética internacional”, buscaron borrar el lustre de aquella Nación autónoma e independiente minimizando la preponderancia del Dictador, al mismo tiempo de otorgar mayor relieve al protagonismo de los otros. “Las diatribas y las injurias propaladas desde Buenos Aires durante sesenta años” -afirma Vázquez- “y que tanto irritaron a tres generaciones de paraguayos, entraron a paso de parada en las calles de Asunción para ser oficializadas como verdades históricas por las bayonetas de la Alianza”.

Rememorando una de las más primeras y más graves discrepancias entre los próceres, la conspiración españolista de setiembre de 1811, Cecilio Báez escribía: “Yegros, Caballero y Mora perdonaron la vida a dichos traidores -se refería a los oficiales Manuel Pedro Domeque (o Domeq), Manuel Hidalgo, Marcelino Rodríguez y Mariano del Pilar Mallada- porque eran sus amigos, pero hicieron arcabucear a otros infelices, subalternos de aquellos”. Francia hizo detener las ejecuciones que amenazaban seguir, no porque no fuera necesario el escarmiento sino porque los castigos no correspondían a un estricto sentido de justicia. Pero la decisión denota la profundidad que alcanzaron las confrontaciones con sus compañeros de gobierno.

Francia -concluye Báez- “enderezó la revolución hacia la completa independencia del Paraguay de todo poder extraño”.




CAPITULO VII “LOPE ÁRA PE GUARE”

189.  EL “LETRISTA” DE LOS HIMNOS URUGUAYO Y PARAGUAYO, ALTERNABA LA “PICARESCA” CON LOS VERSOS PATRIÓTICOS

Lo único sabido en relación al himno nacional del Paraguay, es que el autor de la letra fue el uruguayo Francisco Acuña de Figueroa, de acuerdo a lo publicado en “El Semanario”, especie de boletín oficial de entonces, el 31 de diciembre de 1853. No pasa lo mismo con la música ni con los arreglos que concretaron aquel himno en lo que se canta hoy Acuña de Figueroa firmó su obra el 20 de mayo de 1846 y la misma le “fue obsequiada al presidente por la esposa del general Fructuoso Rivera”. Tal vez no se sabía entonces que, con estos versos y con la música todavía a componerse, el Paraguay tendría su canción/símbolo. Cada una de las estrofas alude a personajes y acciones de la reciente historia y alguna se refería al propio López. Es la parte que dice: “...Hoy un héroe grandioso aparece, realzando su gloria y virtud..”; aquel poema lleno de retórica patriótica, tenía ya destino de himno.

Aún hoy se discute sobre quién fue el autor de la música, y si la letra es la inicialmente concebida, debido a que al poeta oriental se le solicitaron modificaciones, sin que se supiera si se concretaron o no tales cambios. Lo que cabe preguntarse es, si a don Carlos iba a resultarle digerible que, diez años después, el autor de aquella exaltación poética a la patria y a sus manes tutelares, se dedicara a componer versos picarescos; y que consagrara su talento literario a temas tan lejanos de aquellos valores, como la masturbación o la nomenclatura de los miembros sexuales de hombres y mujeres.

Puede decirse al respecto que una de las consecuencias de la mediterraneidad, ha sido siempre que el Paraguay se mantuviera ajeno a las novedades culturales. Ventaja -entre otras muchas- de las que la costa ha disfrutado siempre. Y desgraciadamente, de entre todas aquellas, los libros ya pasaban a la categoría de rarezas. Y aún más raro resultaba que se los leyera.

De importarse libros y de haberlos leído, el Presidente López se habría enterado de que en aquella época, Acuña de Figueroa distribuía “entre amigos y conocidos” unos versos que tituló “Nomenclatura y Apología del Carajo” en los que, para escándalo de la sociedad montevideana, escribió

“...Masturbación.... ¡satánico delito!
clama el predicador; pero un galopo
Sigue en la tanda de sobarse el pito
¿Por qué? Porque no entiende aquel piropo
En asunto de nabo o de cajeta
Pan, pan, y vino, vino, es lo acertado
Dígase claramente que es pecado
El hacerse la paja o la puñeta”.


En la misma obra, el autor de la letra del himno nacional paraguayo unía la vena poética a sus conocimientos del idioma. Lo hacía para explicar la serie de nombres que se adjudicaban al “miembro viril”. Y olvidándose por un instante de “...Opresores ni siervos alientan”, escribía;


“La lengua castellana es tan copiosa
En voces y sinónimos, tan rica
Que con nombres diversos, cualquier cosa
O con varias metáforas explica.

(.....)

Pero hay de grande aprecio entre los hombres
Un cierto pajarraco, o alimaña
Que tiene más sinónimos y nombres
Que títulos tenía el Rey de España.

(.....) '

No es el Papa, ni el Rey sino .... ¡el Carajo!

Miembro viril, o miembro solamente
Le llama el diccionario .... ¡cuán mezquino!

Sus nombres en el uso más frecuente
Son el nabo, el zurriago y el pepino.

(....)

La cajeta de nombres es menos rica
No puede competirle y alza moño
Aunque ostenta sus títulos, de chica
o de raja, argolla, concha y coño.”


“.. Se dirá que estos libros circulaban privadamente. Es exacto”, aclaran los autores de “Historias de la vida privada en el Uruguay. Entre la honra y el desorden, 1780/1870” (19). Pero Acuña de Figueroa, habría escrito innumerables -e innombrables- obras poéticas, aún más escandalosas que “Nomenclatura y Apología ...”

A diez años de haber pasado a la eternidad por la autoría de dos himnos patrios, el poeta oriental que -como todo bohemio- tendría sus angustias económicas, habrá encontrado que dedicado a la picaresca obtenía mejores dividendos que los magros tercios de yerba enviados de obsequio por el presidente paraguayo. Y que además, ya se le habían acabado....



211. “FINANCIERA LYNCH”

Una profusa documentación existente en el Archivo Nacional de Asunción, permite verificar la meticulosa disposición adoptada por la señora Lynch para el control de sus negocios.

Debe reconocerse que para el efecto, tenía todas las ventajas. Especialmente de la burocracia estatal, que reaccionaba con una rapidez envidiable a sus impecables solicitudes. El hecho es digno de ser señalado, Que todos los actos de gobierno y los de los civiles que requerían el funcionamiento del Estado, estaban cubiertos de todas las formalidades. No importaba que por las vicisitudes de la guerra, la administración del gobierno estuviera instalada bajo cuatro palos, o sobre un pequeño escritorio a la sombra de los árboles. Por lo mismo, y por privilegios que tuviera “la Lynch”, todos aquellos procedimientos inmobiliarios o financieros fueron rigurosamente documentados.

A propósito, es conocido el incidente que en la noche antes del asalto final a Cerro Korá, el coronel Francisco Resquín y Panchito López seguían anotando sus “novedades” y reportes del “efectivo de tropa”, en un pedazo de cuero en el que rayaban con un pequeño punzón.

Las comunicaciones realizadas entre la señora Lynch y su administrador: recibos, balances, relaciones de gastos y estados de cuenta, se efectuaban con un rigor elemental. Por alguna de estas razones, todos ellos tienen un sello que reza: “Biblioteca Nacional - Seccao de Manuscriptos - Río de Janeiro”, pues se trata de parte de los documentos del Archivo Nacional paraguayo secuestrado por los aliados en Piribebuy, después de la batalla verificada el 12 de agosto de 1869, en aquel bastión. Por entonces, capital de la República; otra formalidad meticulosamente cumplida pues se disponía que la misma estuviera donde estaba su gobierno. Paradójicamente, debe decirse que estos papeles devueltos del Brasil al Paraguay en 1981, se hallan en muy buen estado de conservación; mucho mejor que los que permanecieron en el Paraguay.

E n la mayoría de los documentos “repatriados” aparece como administrador de la señora Lynch “el entonces teniente -como ella mismo lo cita- y hoy capitán de Artillería, el ciudadano Francisco Fernández”. Los reportes que este enviaba a su patrona, estaban fechados invariablemente en Asunción. Los de ella, en Paso Pukú y con posterioridad a 1867, desde donde le llevaran los avatares de la guerra.

Si el capitán Fernández se aplicaba regularmente a la elaboración de informes o balances de dinero, las notas de la señora Lynch contenían instrucciones para nuevas adquisiciones o para asuntos que le competían como “primera dama”.

Especialmente ilustrativa es la carta que con las iniciales E A L impresas, y fechada en Paso Pucú el 26 de julio de 1866, la señora daba indicaciones en relación a una nueva casa. Luego del familiar “Muy apreciado don Pancho”, le pedía a su administrador que aquella “...se alquilara en cualquier precio, como se pierde mucho estando desocupada. Se podría arreglar para que fuese condicionalmente, si se encontrase mejor alquiler, pero usted entiende mejor que yo”.

A continuación, le reprochaba el incumplimiento de un encargo anterior: “He extrañado el que S.E. (el mariscal López), no hubiese recibido la bandera y banda el día de su aniversario (24 de julio); supongo que algo habrá faltado para su conclusión. Si no tuviesen bastante terciopelo con el punzó que dejé, me acuerdo tener en casa un retazo más grande color mordoré o carmesí que pongo a su disposición...”.

En la mayoría de los demás papeles, el capitán Fernández daba cuenta sobre los “réditos” que recibía. Estos datos eran consignados solamente por sus fojas, sin mención de las personas que aportaban dichas sumas.

En las líneas siguientes aparecían las deudas no cobradas y “cargos vencidos”. Enviados con británica puntualidad, estos documentos qua Fernández llamaba “Balance” resumían -finalmente- el resultado de “movimiento financiero” del mes con la frase: “Entregado por cuenta (?) y orden de Madama Lynch, desde fojas fojas n° 63 hasta 73, la cantidad de 32.267 pesos”.

Entre las “cuentas varias” mencionadas por el administrador, también se dan noticias de la mayoría de las propiedades que aparecieron en el “Catálogo..." publicado en 1875. De estos papeles se desprende que en algunos casos y lejos del ánimo de sus dueños de enajenar tales pertinencias, estas fueron solicitadas en compra ante la imposibilidad de que aquellos pudieran cancelar las deudas contraídas con la señora Lynch,!

Una de estas propiedades fue la que perteneciera a Rafael Zavala. Se hallaba ubicada en la esquina de las calles Igualdad (25 de Mayo) y Uruguay (Yegros). El 20 de julio de 1866, la Sra. Lynch la reclamaba en los siguientes términos: “Elisa A. Lynch, natural de Inglaterra y residente en la República desde ha muchos años, con hijos ciudadanos del País, ante V.E., con el debido respeto digo”.

Es decir que, fechado en Paso Pucú, sede del gobierno, la recurrente se presentaba ante el presidente de la República, que en realidad era su esposo para realizar el planteo. Como puede suponerse, la solicitud contó en la misma fecha con el “Como lo pide” y la rúbrica correspondiente del mariscal.

El asunto se remitía a lo siguiente: “...que el 18 de marzo de 1863” se había entregado “...a réditos de un ocho por ciento anual y por el término de dos años al ciudadano Rafael Zavala la cantidad de seis mil seiscientos sesenta y tres pesos, la tercera parte en metálico, hipotecando en seguridad de su deuda la casa de alto de su propiedad" que se mencionaba ubicada en la dirección citada. Que de acuerdo a las estipulaciones de la hipoteca, continuaba el escrito “...el referido capitán Fernández se halla en el caso y el propósito de vender las fincas que posee en hipoteca por no haber podido el propietario rescindirla al vencimiento del plazo fijado, e interesándome de dichas fincas, suplico a V.E. se digne concederme el permiso de comprarlas en el precio en que fueren tasadas”.

Tres años más tarde, en agosto de 1866, la casa fue titulada a nombre de Elisa Lynch.

En ocasión de las reiteradas invitaciones cursadas por el presidente Juan Bautista Gill, la señora Lynch volvió al Paraguay en aquel 1875 para efectuar el reclamo de sus pertenencias. Su estadía no duró sino quince horas. El tiempo que decidió a Gill obligarle a retirarse del país. Como dato final de estas curiosas relaciones, debe decirse que el presidente vivía entonces en la misma dirección de la antigua casa de don Rafael Zavala que Elisa reclamaba como suya.


NOTA

19. LIBRO ESCRITO POR UN COLECTIVO DE AUTORES. VOL. I EDIC- TAURUS 2° EDIC MONTEVIDEO 1997


CAPITULO VIII: “LA POSGUERRA”

228.  “LA LYNCH” EN BUENOS AIRES, CAMINO AL EXILIO...

“...Llora, llora urutaú (46)
en las ramas del yatai (47),
ya no existe el Paraguay
donde nací, como tu..”


Fragmento de “Nenia” (48), poema de Carlos Guido Spano


Con motivo del Centenario del Congreso realizado en Tucumán el 9 de julio de 1816, una delegación oficial paraguaya se hizo presente en la capital argentina. Uno de sus integrantes fue Gomes Freire Esteves, liberal entonces, militante del sector Cívico desalojado del poder en julio de 1908, cuando el golpe de estado que derrocó al general Benigno Ferreira, uno de los más importantes líderes de dicha facción liberal. Promediada aquella década del siglo XX se consolidaba en el Paraguay el intento de reinterpretar las causas y efectos de la Triple Alianza. A la luz de sus funestos resultados, la gente volvía la vista hacia los que habían advertido la perversión.

En contra de la guerra -desde el mismo momento de su declaración- se habían alineado en la Argentina, una serie de intelectuales entre los que se encontraban el poeta porteño Carlos Guido Spano, José Hernández, autor del “Martín Fierro”, Juan Bautista Alberdi y Olegario de Andrade, entre otros.

Aprovechando su presencia en Buenos Aires, Freire Esteves quiso conocer a Guido Spano. En aquel tiempo, los versos de “Nenia” resonaban molestos en los aires del Plata. Pero el poeta, imperturbable frente a la hostilidad de muchos de sus compatriotas que objetaron su posición antibelicista, había caído finalmente víctima de la parálisis. La enfermedad lo tenía postrado en cama hacía ya 14 años. Sin embargo, frente al visitante llegado del lejano Paraguay, sus ojos se iluminaron de alegría y el cuerpo pareció henchírsele de energía bajo las cobijas.

“ ¡El Paraguay!... ¡Ah, el Paraguay!” - murmuró cuando terminaron las salutaciones. Agregando luego en voz alta:

“- Una vez, después de Tuyutí, fui encarcelado por haberle lanzado un ¡viva!”.

Freire Esteves pasaría toda la tarde con Guido Spano. Disfrutó de cada uno de sus relatos, de “sus rasgos ingeniosos, de las anécdotas, cargadas de experiencia sabiduría”. En todo estaba siempre presente su cariñoso recuerdo al Paraguay. Ya próxima la despedida, como si guardara lo más preciado de sus vivencias para ese momento, el poeta empezó a evocar “los grandes tiempos de nuestra guerra”, para recordar finalmente el momento en que acompañó a Elisa Lynch, hasta el buque que la conduciría a Europa, después de finalizada la contienda.

Había sucumbido el último soldado en Cerro Corá” -dijo escudriñando la penumbra de la habitación como si esperara alguna aparición. Para continuar: “-... Acabádose la guerra, el Paraguay de la guerra” (y)... una mujer rigurosamente enlutada, con dos hijos de tierna edad, también enlutados, llegaba a uno de los mejores hoteles de la metrópoli (....) Acababa de llegar de lejos, sola y trágica, con el inmenso recuerdo del hombre a quien amara y dejara en una tumba fabulosa. Nadie, absolutamente nadie venía a verla. Pero yo no podía contenerme y acudí el único a saludarla”.

Guido Spano aclaró a Freire Esteves, que había conocido a la señora Lynch en los tiempos de la mediación del general López para el logro del pacto de San José de Flores. Consideró entonces un deber llegarse junto a Elisa a presentarle sus respetos y condolencias.

Me recibió finamente reconociéndome enseguida, sin prorrumpir en una sola admiración de la adversidad (...) Y me ofrecí a acompañarla hasta embarcarse. Así lo hice, cuando llegamos a la dársena notamos una enorme concurrencia impaciente por verla. Temerosa de una manifestación hostil de la muchedumbre, me preguntó si no me apeligraba, a lo que le respondí que se apoyara con confianza en mi brazo. Pasamos en medio del mayor silencio. El pueblo inundaba los alrededores.”

“Llegamos a la rada donde, emocionado, le ayudé a embarcarse con sus hijos y me despedí de ella por siempre. Al partir la falúa (49) algo esta como una salva de aplausos, sonó en el espacio, se elevó de la multitud, repercutió sobre las verdes olas de nuestro río: fue el nombre de Mdme Lynch, pronunciado entre los hurras del pueblo. La enlutada descorrió su velo y saludó gentilmente, alejándose como una revelación del destino…”. El anciano terminó su relato con un hilo voz “...bajo la caricia moribunda del sol que por la ventana, al caer, doraba su rostro profético”, según escribió más tarde su interlocutor. Freire Esteves abandonó el recinto conmocionado. En la calle, la oscuridad empezaba a abatirse sobre Buenos Aires. Antes de desandar el camino hacia su alojamiento, la vista para observar la residencia del poeta. “Un grave recogimiento no sin dulzura” envolvía la casa. La misma casa en la que Carlos Guido Spano, el cantor de la “Nenia” al Paraguay, moriría dos años más tarde…


242.  TRES AÑOS Y CINCO CARTAS DE INVITACIÓN- CONVERTIDAS EN EXPULSIÓN DEL PAÍS, EN QUINCE HORAS...

En un sábado 23 de octubre de 1875, en horas de la mañana, en el vapor “Cisne” retornaba a Asunción la señora Elisa Alicia Lynch. Acompañada de su hijo Enrique, con 16 años entonces, la ex “dama de hierro” del Paraguay, venía con la intención de recuperar sus bienes y la pretensión de reivindicar derechos. Habría pensado en regresar alguna vez por los mismos motivos que la traían ahora; pero no pensó que sería tan pronto. La insistencia del ahora presidente Juan Bautista Gill, desmanteló sus temores y finalmente tomo la decisión de volver. Impensable un par de años atrás.

En poco más de tres años, y todavía como Ministro de Economía, Gill le había escrito unas cinco veces, desde 1872 en adelante y especialmente cuando ya en la presidencia de la República, se empeñó en el retorno de la mujer de López. El 11 de julio de 1874 (hacía más de un mes que Gill había sido proclamado candidato a la presidencia), la presencia en Europa de una “misión diplomática” del Paraguay, permitió al flamante postulante al Ejecutivo Nacional enviar a la señora Lynch, una nueva misiva. La misma fue expresada en los siguientes términos: “...Mi primo Don Higinio Uriarte me ofrece ocasión de renovar a Ud. los ofrecimientos que le tengo hechos y de asegurarle otra vez que si tiene a bien ocuparme en algo, haré cuanto me sea posible para corresponder a las atenciones con que distinguió Ud. a mi familia en otro tiempo”.

La misión diplomática, que convenientemente a los propósitos planteados, incluyó una escala en París, concretamente en la casa del boulevard Pereire, llevaba -según algunos- la expresa intención de visitar a la ex mujer de López. Pero estos mismos observadores, aquellas demostraciones de afecto para la Señora, no eran sino el claro interés del Presidente Gill para obtener los datos más precisos posibles sobre los tesoros ocultos por los López durante la pasada contienda. Esta curiosidad, que aún en la actualidad abona el desvelo de muchos, no habría sido satisfecha. De ahí la insistencia de las cartas presidencias proponiendo el regreso de la señora Lynch al Paraguay. Gill habría querido negociar directamente con ella sus tan bien guardados secretos.

Sin otro logro que haber conocido personalmente a quien fuera eje de la vida social asuncena, Uriarte retornó en pocos meses. Es que sus obligaciones más duras empezarían en breve, pues la misma asamblea que consagró la candidatura del “primo” Gill, lo convirtió también a él en candidato a vicepresidente.

Finalmente, Elisa decidió realizar el viaje. En los primeros días de agosto de 1875, tras la visita de Uriarte, había recibido una carta más del presidente. Y otra más un mes más tarde. Cuando ya se encontraba en Buenos Aires llegó la última, fechada el 17 de agosto de 1875. Gill escribía entonces: “...Aún quisiera no creer que Ud. se hubiese ya resuelto definitivamente a volver desde esa ciudad a Europa, sin haber arribado hasta el Paraguay; pero si tal sucede esperaré siempre que Ud. sabrá hacer para con este país (sic), que le debe ser de eternos recuerdos y de interés siempre creciente, los buenos oficios de contrarrestar tantas malas impresiones que sus gratuitos detractores no cesan de asestar contra su pobre existencia y su trabajoso porvenir”.

Arribada a Asunción en aquel caluroso octubre, la señora Lynch completó los trámites aduaneros y un carruaje especial del tranway “a mulitas”, la condujo hacia la casa de la señora Isidora Díaz, hermana del general José Eduvigis Díaz y en otro tiempo, aya de sus hijos. Bajó frente a la estación y desde allí, caminó el par de cuadras que le separaban de la casa, bajo la atenta y curiosa mirada de la gente.

Ya instalada, quiso ver al presidente. Era lo lógico: vino estimulada, invitada y hasta presionada por él. Pero -increíblemente- no conseguiría su propósito. Gill solo recibió por un momento a Enrique y si bien reiteró a este su buena predisposición para recibir a su madre, envió más tarde al ayudante de la presidencia, coronel José Ignacio Genes, para informarle que únicamente la recibiría a las doce de la noche.

Para excusar a su jefe, el ayudante le dio las razones: que “como cincuenta señoras paraguayas” habían pedido su expulsión del país y que el presidente “...no quería que nadie supiese que la recibía y que únicamente entonces”, es decir a medianoche, le podría ver. A pesar de que la señora Lynch protestara por lo impropio de la hora, accedió a la oferta. Genes le informó entonces que el general José María Delgado vendría para conducirla junto a Gill.

Así fue... pero tres horas antes y con un objeto distinto. Delgado vino a decirle que debía abandonar el país. A la hora que quisiera... pero tenía que ser en esa noche. Irónicamente, Genes y Delgado, dos antiguos oficiales de López que en otro tiempo no se atreverían ni siquiera a hablar delante de Elisa, le ocasionaban ahora este inconveniente después de tan largo viaje, aunque fuera ordenado por el mismísimo Presidente. Enfrentada a lo inevitable pero nuevamente bajo protesta, la visitante convino con el general Delgado que le buscara entre las “cuatro y cinco de la mañana”. Pero el Sr. Horrock, comandante de una cañonera inglesa surta en el puerto, convocada por la señora Lynch para acompañarla durante la entrevista, le aconsejó que saliera sin esperar al general. Que era evidente -le dijo- que Gill no la quería en el país por lo que debía salir cuanto antes. Su vida hasta podía correr peligro. A las once y veinte de la noche de ese mismo sábado, terminó el largo viaje y la breve visita, Elisa Lynch abandonó la casa para dirigirse al puerto.

Embarcada en la cañonera casi a la medianoche, permaneció en la misma todo el día domingo. En algún momento, Isidora le hizo llegar un pequeño envoltorio que le habían enviado a la casa. Era un pedazo de papel que cubría “un mal cuchillo de cocina”, con un mensaje: “.. Las vírgenes lanzeadas (sic) por Elisa Lynch por celos, Panchita Garmendia, Prudencia Barrios, Chepita Barrios, Rosario Barrios, Oliva Barrios Pancha Barrios, Consolación Barrios. Este puñal la perseguirá durante su vida y después de muerta Dios le castigará.

Encarnación Valdovinos”.

El presidente Gill también fue al puerto aquel domingo. Pero no para saludar ni despedir a su invitada de tantas veces, sino para observar desde la Capitanía del Puerto a “las personas que venía e iban de la cañonera.”

El lunes temprano a la mañana, con su cada vez más desconcertad pasajera a bordo...partió la nave.

Es difícil encontrar alguna racionalidad en aquel proceder de Gill. Tanto en su interés de contactar con la señora Lynch, como a las reiteradas invitaciones que le cursara para regresar al Paraguay. Y, ni que decir de su incomprensible grosería cuando ya la tuvo en Asunción. Significativamente, poco tiempo después el Parlamento autorizaba al Poder Ejecutivo “...a vender en pública subasta, y en papel moneda, destinando su producto a la amortización e inutilización de la moneda por el fuego...” una serie de “propiedades fiscales”. La mayoría de ellas correspondía al patrimonio declarado por la señora Lynch en su “Exposición y Protesta”.

Elisa Alicia Lynch ya nunca retornaría al Paraguay. Murió en París, de un cáncer en el estómago, el 25 de julio de 1886. Un día después del onomástico de Francisco Solano López. Tenía 55 años.


NOTAS

46 Urutaú: ave nocturna, especie de lechuza grande con larga cola. A manera de canto, lanza un grito aguda! y prolongado que al final se parece a una carcajada.

47 Yatai: Palma que abunda en los esteros del Ñeembucú y, en general, solo crece en el sur del Paraguay. No ] tiene ramas, solo hojas. De sus frutos, del tamaño de una aceituna, puede obtenerse un aguardiente.

48 Nenia: composición poética cantada en honor de una persona en sus exequias. Alabanza poética o musical ofrecida a alguien que se ha muerto.

49. Falúa. Con ese nombre se conoce a una pequeña embarcación usada en los puertos para el transporte de las autoridades. Es evidente que el poeta Guido Spano se refería a algo distinto: a la embarcación que llevaba los pasajeros desde el muelle hasta donde atracaban las grandes embarcaciones que hacían entonces el servicio de pasajeros en Europa.

 

 

 

 

 

 

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