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JORGE RUBIANI

  CUADERNOS DEL BICENTENARIO, 2014 (LIBRO 3) - Obra de JORGE RUBIANI


CUADERNOS DEL BICENTENARIO, 2014 (LIBRO 3) - Obra de JORGE RUBIANI

CUADERNOS DEL BICENTENARIO

Obra de JORGE RUBIANI

Colección INTERROGANDO AL PASADO - LIBRO 3

Editorial AZETA S.A.

Dibujo de cubierta: Edgar Amado - María del Cármen Cabrera

1ra. Edición: Fausto Ediciones, 2008

Asunción - Paraguay, 2014 (157 páginas)

 

 

ÍNDICE

PRESENTACIÓN 9

PRIMER CUADERNO 13

. La Provincia del Paraguay y el camino a la Independencia

. Desencadenantes de la revolución de Mayo de 1811

1 - 15 DE AGOSTO DE 1537:

- Fundación de la Casa Fuerte asuncena, el principio 15

- La Cédula Real del 12 de Setiembre de 1537 15

- La despoblación de Buenos Aires y la fundación del Cabildo de Asunción 18

- El incendio de Asunción 18

- El mito del pacifismo guaraní: guerras de resistencia 18

- Poblar antes que conquistar: Las fundaciones de Irala y la expansión asuncena 19

- Inicio de la “larga siesta colonial asuncena”  20

- Las primeras “doncellas para poblar”  20

- Las Encomiendas 22

- Se funda la provincia jesuítica 22

- Asunción, centro de la conquista 23

- La pérdida del mar 23

- La revolución de los Comuneros 23

- Tratado de 1750 entre España y Portugal y su violenta derivación: la Guerra Guaranítica  25

- La reforma de 1776 y la decadencia del Imperio español 25

- El predominio de las castas  26

2. LAS DESMEMBRACIONES 27

3. ADELANTADOS Y GOBERNADORES 32

- Adelantados 32

- El sistema de Adelantados 36

- Irala, gobernador por el Rey 37

- Gobernadores: desde Irala a Bernardo de Velasco y Huidobro 38

- Resumen  45

4. GRITOS DE INDIGNACIÓN, GRITOS DE LIBERTAD: LA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS 46

- La acción armada 46

5. SE AFIRMAN LAS CADENAS:

las reformas de 1876 48

- La “reconquista” de América  48

- La reforma de 1786 51

6. PREDOMINAN LAS CASTAS Y EN AMÉRICA COMIENZA A HABLARSE DE LIBERTAD  52

- Piel blanca, piel oscura 52

- Revueltas populares y guerrilleros por todas partes 53

- El despotismo ilustrado de los patriotas 55

- La invasión napoleónica a España 55

SEGUNDO CUADERNO 57

. La Revolución de la Independencia y sus actores

. Primeros Gobiernos. Protagonistas y destinos

1. REDOBLES POR LA INDEPENDENCIA 59

2. LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS 62

- Las invasiones inglesas al Río de la Plata 62

- 19 de Enero de 1811: La batalla de Cerro Mba’e o de Cerro Porteño 63

- 9 de Marzo de 1811: La batalla de Tacuarí      66

3. LOS PREPARATIVOS DE LA GESTA 68

- ¿Adelantados...? 69

- Cambio de planes  69

- El gabinete previsto para el Paraguay independiente 71

4. LAS CAMPANAS DE LA LIBERTAD 72

- 16 de Mayo de 1811: Independencia del Paraguay 73

- El Paraguay... independiente de Buenos Aires 74

5. PRIMERAS MEDIDAS DE GOBIERNO 75

- Reaccionarios detenidos 75

- Donativos “obligatorios” como medidas alternativas a la prisión 76

- Otros incidentes de consecuencias más graves  77

6. EL CALLEJÓN HISTÓRICO 78

7. TODOS LOS PATRIOTAS... TODOS LOS DESTINOS 81

- Los protagonistas 81

- Las unidades militares 82

- Todos los destinos 83

- ¿...Dónde están?, ¿a dónde se han ido...? 86

8. LOS PRIMEROS GOBIERNOS INDEPENDIENTES 87

9. EL PRIMER CONGRESO NACIONAL 89

- Dos pistolas como “argumento” 89

- Fernando de la Mora: expulsado de la Junta  90

TERCER CUADERNO 93

. La Independencia del Paraguay en el contexto de las guerras de independencia americanas

1. PARAGUAY Y CHILE: NOMBRES PROPIOS 95

- Etimología de Paraguay 95

- Etimología de Chile    96

- Los otros países 96

2. GRITOS DE INDEPENDENCIA EN AMÉRICA 100

- Brasil y Uruguay... sin gritos 103

3. ¿POR QUÉ LA INDEPENDENCIA AMERICANA? 104

- Proclama de la “Junta Tuitiva” de La Paz 105

4. LAS IDEAS QUE MOVILIZARON A LOS PADRES DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA 107

- El San Martín monárquico o el Bolívar autoritario 107

- Los paraguayos en la independencia americana 109

- El coronel José Félix Bogado 110

5. CONSECUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA 112

- Ni tan libres... ni tan iguales 112

- La "económica” independencia del Paraguay  113

CUARTO CUADERNO  115

. El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, el jacobino que consolidó la Independencia.

. Su protagonismo en los gobiernos del Paraguay Independiente

1. FRANCIA, SUPREMO FACTOR DE LA INDEPENDENCIA 117

- Francia, el Jacobino 122

- Su carrera en el poder 122

- “Antes vivíamos mejor...” 125

2. EL CATECISMO PATRIO 126

3. “MARTE COMIENZA A DEVORAR A SUS HIJOS...” 128

- Diferencias que alimentan la crisis 129

- Francia vs. Iturbe 130

- Iturbe vs. los otros 130

- Francia vs. Yegros 131

- Francia vs. Caballero 132

- Francia vs. Troche 133

- Francia vs. los demás: el complot 134

4. ALGUNAS PERLAS DEL KARAI FRANCIA 138

- El alcohol propende al sinceramiento 138

- Desviar el Ka’añave  138

- “... Adulterio y amancebamiento en mujer soltera” 139

- Ministro “bribón”  139

- Los perros mueren 140

5. REFORMA URBANA EN ASUNCIÓN  142

6. EL POSFRANCISMO 148

- Turnos para dormir en la “cama del poder” 148

- Cuatro gobiernos en seis meses 149

CONCLUSIÓN 151

BIBLIOGRAFÍA 155



BICENTENARIO

RAZONES PARA LA CONMEMORACIÓN

Los atributos de una entidad nacional pueden constituirse de varias maneras. Una de ellas es a través del fortalecimiento de la Memoria Colectiva, la que contribuye a consolidar los sentimientos de pertenencia y arraigo, además de la provisión de un sano orgullo nacional. Por lo que la proximidad del Bicentenario de la Independencia Nacional y la necesidad de su conmemoración constituyen una responsabilidad histórica para todos los paraguayos. Pues el recuerdo de los acontecimientos que ayudaron a gestar el Paraguay como entidad nacional autónoma e independiente debería hacer que reverdecieran los ideales que estimularon a los próceres a concretarla, tal como indujeron a otros a defenderla, en innumerables ocasiones. La necesidad es aún mayor si se recuerda que el Primer Centenario no pudo celebrarse por los impedimentos que impusieron las endémicas luchas internas que asolaron al Paraguay desde la misma culminación de la Guerra de la Triple Alianza hasta la finalización del siglo que acaba de dejarnos.

Como todas las gestas independentistas de América, la del Paraguay estuvo precedida de acontecimientos que se verificaron a lo largo de la colonia. Especialmente en la última mitad del siglo XVIII y en los inicios del XIX. El proceso paraguayo fue pródigo en acontecimientos singulares y hechos sangrientos, desde la misma fundación de la Casa Fuerte asuncena, el 15 de agosto de 1537, hasta la noche del 14 de Mayo de 1811. Aquellos 273 años y cuatro meses también dieron lugar a la emergencia de caudillos y líderes y fueron propicios además para la consolidación de hábitos, costumbres y tradiciones, concretándose con los mismos un acervo cultural que se convertiría con el correr del tiempo en el sustento de la memoria colectiva y base de la identidad paraguaya. Debe agregarse que todos estos fenómenos tuvieron como escenarios sitios que, por lo mismo, adquirieron relevancia cultural e histórica y que también debieran ser objeto de veneración y respeto.

Ponerse a tono con la conmemoración torna impostergable rescatar del olvido y enaltecer los acontecimientos de nuestra historia en general, y del período independentista en particular.

Entre los numerosos procedimientos posibles y necesarios para este propósito y en función al escaso tiempo que resta para oficializar alguna programación, debemos revivir aquellos orígenes con la máxima fidelidad histórica. Sin agregados ni afeites que “adoben” la emoción. Con el más absoluto apego a la verdad consagrada en el trabajo de grandes historiadores: Blas Garay, Gregorio Benites, Juan E. O’Leary, Alejandro Audibert, Julio C. Chaves, Marcelino Machuca Martínez, Justo Pastor Benítez, Cecilio Báez, Pablo Max Insfrán, Juan Francisco Pérez Acosta, Hipólito Sánchez Quell, Efraím Cardozo, Carlos Zubizarreta, entre otros tantos.

Los acontecimientos que concretaron la Independencia del Paraguay se ganaron, por augurales y definitorios para nuestra entidad nacional, un pedestal en la historia patria. Por lo que los paraguayos deberíamos conocerlos para honrar el compromiso de construir una patria mejor de la que heredamos de nuestros padres. Tarea que debe ser -inevitablemente- colectiva. Desde el Gobierno -en todos sus estamentos y niveles- hasta los más variados componentes y protagonistas de la sociedad civil: gremios y profesionales, comunicadores y educadores, comisiones de vecinos, hombres y mujeres.

Para que, finalmente, asumamos entre todos el mandato que guardan los -a veces- ignorados pliegues de esa historia.

JORGE RUBIANI



PRIMER CUADERNO

LA PROVINCIA DEL PARAGUAY Y EL CAMINO A LA INDEPENDENCIA

DESENCADENAN DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO DE 1811


1

15 DE AGOSTO DE 1537: FUNDACIÓN DE LA CASA FUERTE ASUNCENA, EL PRINCIPIO...

De la lista de sucesos que entornaron el largo derrotero de la provincia del Paraguay hacia un Estado Nacional independiente, se destacan los que fueron decisivos para la formación de las instituciones, marcaron la acción de los gobiernos y determinaron los límites del territorio. Algunos de ellos se incorporaron a la memoria colectiva, mientras que otros ni siquiera serían mencionados, aún a pesar de su importancia. Como ejemplo podríamos citar la resistencia indígena al inicio de la conquista, el abandono de Asunción una vez desestimado su interés como acceso a los tesoros del Perú o el papel que le cupo a la provincia del Paraguay en contener la presión portuguesa sobre los límites del virreinato del Plata.

Entre los acontecimientos históricos más importantes del Paraguay, los que le otorgaron una identidad y carácter, se encuentran los siguientes

 

LA CÉDULA REAL DEL 12 DE SETIEMBRE DE 1537

Desmantelada la expedición de Pedro de Mendoza y todavía sin noticias de Juan de Ayolas, internado en el Chaco tras el sueño del dorado, el remanente expedicionario comienza a litigar por el poder. Arriba entonces a Buenos Aires la nave Marañona, capitaneada por el veedor Alonso de Cabrera portando la Cédula Real del 12 de setiembre de 1537, que autorizaba a los asuncenos a elegir autoridades. El documento firmado por Carlos V consagró un estado de conspiración permanente durante casi toda la colonia; pues aquel decreto real expresaba que “...si don Pedro de Mendoza no hubiese dejado lugarteniente o el que hubiere dejado fuese fallecido y al tiempo de su fallecimiento o antes no hubiese nombrado gobernador (...) mandamos en tal caso y no otro alguno hagáis juntar a los dichos pobladores y elijan por gobernador en nuestro nombre y capitán general de aquella provincia, la persona que según Dios y sus conciencias pareciere más suficiente para el dicho cargo (...) Lo cual mandamos se haga con toda paz y sin bullicio ni escándalo...” (1).

Enterado sobre las disposiciones dejadas por Mendoza antes de hacerse a la mar intentando el retorno a España, Cabrera abandonó Buenos Aires para salir en búsqueda de Ayolas. O de los restos de su expedición. Al encontrarse con Domingo Martínez de Irala en febrero de 1539, el Veedor le impone del motivo de su misión y le otorga los atributos del mando.

Pero aquel documento “pleno de puras y nobles intenciones -como lo calificara Julio César Chávez- ...dio lugar a abusos y fraudes; jamás se cumplió y respetó en su espíritu” (2). Y otorgaría a los habitantes de la provincia un motivo para cuestionar a la autoridad o un resquicio para litigar por el poder. Una de sus consecuencias inmediatas fue la deposición y apresamiento de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, hecho que acontecería a la una de la mañana del 11 de marzo de 1544. El Adelantado, sujeto con grillos a la nave Comuneros, fue enviado de regreso a España, nueve meses más tarde.

Este primer golpe de estado colonial es conocido como “la noche de San Marcos”. La posibilidad de que los paraguayos se eligieran gobernantes sería abolida recién tras la finalización de la Revolución Comunera, en 1735.

 

LA DESPOBLACIÓN DE BUENOS AIRES Y LA FUNDACIÓN DEL CABILDO DE ASUNCIÓN

Pedro de Mendoza había retornado a España, y Buenos Aires quedaba lejos del apoyo que requerían los contingentes para la entrada al Perú. Los remanentes expedicionarios que habían permanecido en el puerto del Plata habían pasado toda clase de tribulaciones. El hambre de los sobrevivientes y la permanente hostilidad de naturales y bestias de la región indujeron a Irala a asumir la determinación de trasladar la población hasta Asunción. Este procedimiento fue completado el 2 de setiembre de 1541. Catorce días más tarde, Asunción tenía un Cabildo a partir del cual la Casa Fuerte asuncena se convertía en ciudad.

Desde entonces y con el transcurrir del tiempo Asunción recibiría otros nombres no oficiales pero justos y legítimos: “amparo y reparo de la conquista”, “madre de ciudades” y “capital original y secular” del Río de la Plata. (3) La población reunida tras aquella fusión era de 380 europeos. De acuerdo a la versión de otros cronistas, no pasaba de 350...

 

EL INCENDIO DE ASUNCIÓN

Al amanecer del 3 de febrero de 1543 y apurando el fuego para el mate, una nativa no pudo impedir que una astilla ardiendo saltara del fogón a una hamaca “aún tibia de sueño”4. De allí alcanzaría a las pajas del techo propagándose -ya fuego intenso- al resto del poblado. Era un incendio de proporciones. En aquel nefasto domingo se quemaron doscientas casas, solo se salvaron unas cuarenta, las de los principales que se encontraban en la ribera opuesta de un arroyo. Este sería el del Pozo Colorado.

 

EL MITO DEL PACIFISMO GUARANÍ GUERRAS DE RESISTENCIA

El mito del pacifismo Guaraní ha sido una de las más graves distorsiones con que la crónica histórica ha categorizado el contacto entre europeos y aborígenes. Pero debe asegurarse que si la hostilidad de las parcialidades Chaqueñas fue permanente, también hubo alzamientos importantes de los Guaranís. Y fueron especialmente violentos los que se produjeron en 1539 y 1542.

Un año más tarde y por primera vez desde la fundación de la casa fuerte asuncena “los Guaranís habían pactado una alianza con los Agaces, indios canoeros del río Paraguay, para hostigar a los blancos por tierra y por agua” (5). Pero, victoriosos los conquistadores tras estos enfrentamientos, recién allí habría dócil apego aborigen a las pautas civilizadoras de los invasores.

Louis Necker ha contabilizado 23 alzamientos indígenas del Paraguay entre 1537 y 1660. (6)

 

POBLAR ANTES QUE CONQUISTAR: LAS FUNDACIONES DE IRALA Y LA EXPANSIÓN ASUNCENA

Ya se sabía que la despoblación de Buenos Aires había sido un acto -cuando menos- imprudente. Y fueron varios los intentos -todos fallidos- por llegar al Perú. En 1546 Irala se hallaba preparando uno más, cuando algunos le enfrentaron “con pertinencia y mal orden”. Especialmente el factor Pedro Dorantes, quien presentó al gobernador un extenso requerimiento por el que pedía no desamparar la ciudad y debería “poblar allá abajo, en el Paraná o el Plata”. Precisamente por el camino que algunas décadas más tarde recibirían las fundaciones de Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires.

Dorantes también estaba convencido de la conveniencia de “poblar y no conquistar”, pues el porvenir de aquella vasta región sin riquezas en metales debía apostar a “la tierra y en su gente”. Esta posición fue contradicha, sin embargo, por Felipe de Cáceres, líder de los expansionistas. La realidad revelaría apenas unos años más tarde que la razón correspondía a los primeros: que Asunción se hallaba fuera de la ruta del Perú y la quimera que había animado sus primeros años se había disipado completamente.

 

INICIO DE LA “LARGA SIESTA COLONIAL ASUNCENA”

En el intento iniciado en 1547 para acceder a las sierras del Dorado, Irala, con 250 hombres, 27 caballos y 200 indios amigos, arriba al Perú para encontrarla ya poblada por otros contingentes españoles llegados desde el norte. Se confirmaba entonces que la provincia del Paraguay dejaba de ser funcionalmente útil a los propósitos de la conquista del Perú. Asunción, su capital, aparecía en la distancia más sola y abandonada que nunca. Su destino de pobreza estaba sellado.

 

LAS PRIMERAS “DONCELLAS PARA POBLAR”

El “feroz mestizaje” mentado por Manuel Domínguez se produjo sencillamente porque las sucesivas expediciones desprendidas del contingente de Mendoza para remontar el río Paraguay estaban compuestas exclusivamente de soldados. Ni una sola mujer. Las mujeres que habían formado parte de aquella numerosa expedición se habían radicado en Buenos Aires. Y cuando el remanente poblacional de este puerto arribó a Asunción en setiembre de 1541, unos 2.000 niños mestizos ya correteaban por el caserío fundado por Juan de Salazar de Espinoza.

Las mujeres españolas destinadas a la exclusiva misión de poblar los nuevos territorios llegarían casi 20 años después: “40 doncellas”, de las originales 50 que habían salido de España con la expedición de doña Mencia Calderón de Sanabria. Demorarían más de cinco años en el trayecto, finalmente, arribaron a Asunción desde la costa del Brasil, a pie, en 1556.

 

LAS ENCOMIENDAS

A casi 20 años de fundada, Asunción se hallaba paupérrima y sin otras esperanzas que las cifradas en lo que sus pobladores pudieran obtener de la tierra. Estos reclamaban mayores prestaciones de los naturales pues el trabajo era duro, penoso y poco rentable. Servía solo para el sustento, para alguna venta y uno que otro canje. Los naturales ayudaban, siempre y cuando se tuviera con ellos una relación de parentesco o pudieran recibir algún beneficio a cambio. Pero aquella prestación eventual, no obligatoria, era insuficiente para los colonos. Algunos ya envejecidos, cansados y sin descendencia, solicitaban a Irala la repartición de indios para que estos trabajasen en sus rozas. El gobernador se había resistido hasta entonces porque sabía que el sistema “sería un semillero de discordia”.

Pero en marzo de 1556, pocos meses antes de su deceso, cedió ante el reclamo. Fueron distribuidos aproximadamente 20.000 indígenas para el servicio de 320 encomenderos españoles. La “comarca afectada... comprendía un área de cincuenta leguas a la redonda de Asunción, sobre la banda oriental del río” (7).

 

SE FUNDA LA PROVINCIA JESUÍTICA

Además del clero seglar, distintas órdenes católicas trabajaron en el Paraguay desde el inicio mismo de la Colonia: mercedarios, jerónimos, franciscanos y dominicos. Pero fueron los jesuítas los de mayor arraigo e impacto. La Orden se estableció en 1604 y en 1610 fundaba la primera Reducción: Loreto. Las reducciones se extendieron a lo largo de un vasto territorio que llegó a constituir una provincia separada de los reinos de España, con ejército, comercio y administración propios, antes de que los jesuítas fueran expulsados en 1767.

Los siete pueblos de las antiguas Misiones del Paraguay -que quedarían en territorio paraguayo- se hallaban entre los ríos Tebicuary y Paraná: San Ignacio Guazú (en oposición a San Ignacio Mini, que quedó en territorio argentino), Santiago, San Cosme y San Damián, Santa María, Santa Rosa, Jesús y Trinidad.

 

ASUNCIÓN, CENTRO DE LA CONQUISTA

Ya próximo el final del siglo XV, la provincia del Paraguay se hallaba afianzada. Había ocupado, efectivamente, un gran territorio y Asunción con sus hijos y recursos incidieron de manera protagónica en dicha expansión. Varias ciudades nacieron del empuje asunceno y “...tras luchas, embates, penurias” se concretaba en el Paraguay una población americana “acentuadamente mestiza (...) profunda y precozmente americana”, según la precisa expresión de Alberto Salas (8).

 

LA PÉRDIDA DEL MAR

Desde la desdichada Cédula Real firmada por Felipe III el 16 de diciembre de 1616, el Paraguay quedaba envuelto -para siempre- en la asfixiante atmósfera mediterránea y a merced de pueblos que más al sur, había fundado y defendido; ayudado a sostenerse y desarrollarse. La partición fue posible por la profunda ignorancia de la Corte española sobre la extensión y características de sus dominios de ultramar. Ignorancia extendida a sus asesores como la de este caso. Pues con la desgraciada intervención del Marqués de Montesclaros, virrey del Perú, la provincia quedó dividida en dos: la del Río de la Plata con su capital Buenos Aires y la del Guairá, con su capital Asunción, convirtiendo a esta última, ya sin el nombre de Paraguay, en la única provincia española de ultramar, sin costas de mar.

 

LA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS

En 1721 arribó a Asunción el doctor José de Antequera y Castro. Panameño de nacimiento, venía comisionado por la Audiencia de Charcas para indagar sobre las continuas quejas de los Comuneros del Paraguay contra las autoridades y la Orden Jesuítica. Antequera terminó adhiriéndose a la causa de los denunciantes, y poniéndose al frente de los mismos combatió a los representantes del virrey de Lima y sus aliados misioneros. Se iniciaba la revolución llamada “de los comuneros”, que tras sus primeros éxitos, fue violentamente sofocada.

Perseguido Antequera, se refugió en Córdoba. De allí pasó a Charcas, donde fue detenido y llevado a Lima, en 1726. Condenado, fue llevado al cadalso después de cinco años de prisión. Pero fue muerto a bala por los guardias ante el creciente descontento del pueblo limeño por su inminente ejecución. Conocida la noticia en Asunción, se reiniciaron los disturbios. En medio de las mismas, surgía en 1731 el primer Presidente de la Provincia del Paraguay, José Luis Bareiro, pero la revolución es finalmente ahogada en sangre en 1735, por el gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zavala.

La mayoría de los dirigentes comuneros fueron ejecutados y sus casas y rozas quemadas. Otros, se perdieron en los bosques y algunos más confinados a los presidios del sur de Chile junto con sus familias. Y un decreto de Zavala, condenaba al Paraguay con el “silencio perpetuo”.

 

TRATADO DE 1750 ENTRE ESPAÑA Y PORTUGAL Y SU VIOLENTA DERIVACIÓN: LA GUERRA GUARANÍTICA

La culminación de todos los desaciertos de la corona española con relación al Paraguay fue consumada con el tratado de límites firmado con Portugal, en 1750. El “arreglo” no fue más que la legitimación de las ocupaciones hechas por los portugueses, quienes recibieron como “contraparte” siete pueblos jesuíticos ubicados al norte del río Yvyku'i. La población indígena afectada se negó a aceptar el acuerdo y, dos años más tarde se levantó en armas. Algunos autores sugieren que los jesuítas los indujeron a asumir tal actitud, aunque los mismos sacerdotes se sometieron a las imposiciones del documento. Por lo que puede deducirse que, frustrados por el conformismo de sus antiguos líderes, los naturales se dispusieron a batallar antes que entregar sus pueblos. “Traición” es la palabra más frecuentemente usada para buscar motivos de aquel gesto desesperado y aparentemente inútil.

Prolongada la rebelión hasta 1756 y cinco años después de concluida, el tratado fue anulado. En 1777 se firmaría otro, el de San Ildefonso.

 

LA REFORMA DE 1776 Y LA DECADENCIA DEL IMPERIO ESPAÑOL

Entre 1810 y 1826, en menos de diez y ocho años, las antiguas colonias españolas de América pasarían a convertirse en unas 17 repúblicas independientes. Si bien primaron factores políticos y militares para la emergencia, muchos de ellos desarrollados lejos del escenario americano, el colapso sobrevino por obra de la oportunidad y el desgaste económico, político y militar que en los últimos años del siglo XVIII afectó a aquel gran imperio. Efectivamente, pasado el tercer cuarto del siglo XVIII, la corona española asumió medidas tan torpes como inoportunas que, a partir de las mismas, el proceso independentista se había puesto en marcha. Entonces y de acuerdo al historiador británico John Lynch: .. Hispanoamérica se dio cuenta de su identidad, tomó conciencia de su cultura, se hizo celosa de sus recursos” (9).


EL PREDOMINIO DE LAS CASTAS

Otro de los componentes esenciales de la crisis pre independiente y tal vez el más cercano a la realidad del nuevo mundo fue el predominio de las castas americanas sobre las europeas. Lo verifican los siguientes datos: iniciada la efervescencia independentista, en los albores del siglo XIX, de 16,9 millones de habitantes que poblaban el suelo americano, 3,2 millones eran blancos; y de estos, “solo 30 o 40.000 eran peninsulares” (10), es decir, españoles. Por lo que el reducido número de autoridades y españoles ya no podía contener los problemas que generaba la enorme cifra de criollos y castas. La que excedía de lo puramente administrativo o político, e incidían en los aspectos social, cultural y, fundamentalmente, en el económico.


 

4

GRITOS DE INDIGNACIÓN, GRITOS DE LIBERTAD LA REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS

Frecuentemente se menciona que Asunción dio cobijo al “primer grito de libertad en América”, en referencia a la Revolución de los Comuneros desarrollada entre 1721 y 1735. Ante la expresión, debe convenirse que la revuelta de los asuncenos fue una manifestación de protesta ante los abusos de los gobernadores y la Orden Jesuítica, pero definitivamente no se trató de una rebelión contra la monarquía ni la pretensión de conformar un gobierno separado o autónomo. “¡¡Muera el mal gobierno... viva el Rey!!” era la consigna enarbolada por los revolucionarios. Y, salvo el hecho del levantamiento en armas contra el poder local -no contra la monarquía-, pudo haber sido una referencia testimonial pero nunca una opción hacia el concepto de libertad o de Independencia que corresponderían a tiempos aún venideros.

En cuanto a la misma revolución, ella se nutre de hechos que exceden en el tiempo a los acontecimientos inmediatamente anteriores al conflicto. Y tiene consecuencias variadas, además del triste destino de la mayoría de las revoluciones: la de consumir a sus protagonistas. Pues hacia finales de 1735, al término de las confrontaciones, no quedaba uno solo de ellos libre o vivo. Entre los muertos estaba el mismo capitán general Bruno Mauricio de Zavala, el vencedor de los comuneros en Tavapy -la última batalla- y que terminara sus días en Santa Fe, de regreso a Buenos Aires, tras dejar “pacificado” al Paraguay.

 

LA ACCIÓN ARMADA

El doctor José de Antequera y Castro arribó a Asunción el 27 de julio de 1721, comisionado por la Audiencia de Charcas para indagar sobre las continuas quejas de los Comuneros contra las autoridades reales y

la injerencia de la Orden en el gobierno provincial. Verificados los hechos, Antequera resolvió la expulsión de los jesuitas y ordenó la prisión del gobernador Reyes Balmaceda y el embargo de sus bienes. Pero este huyó a Buenos Aires y obtuvo del virrey la orden de reposición en el cargo. Las autoridades de Asunción ignoraron la medida, por lo que el virrey envió copias de la medida al mismo Reyes, quien, enarbolando el documento, buscó el amparo de los jesuitas. El Cabildo de Asunción, sin embargo, ratificó a Antequera. Era la guerra.

El pesquisidor, ya adherido a la causa de los denunciantes, se pone al frente de los mismos y va en procura de la primera confrontación armada a producirse a orillas del Tebicuary. Aun contando con fuerzas muy inferiores a la del ejército indo-jesuítico, el 25 de agosto de 1724 Antequera cae sobre el adversario “...como el rayo” y lo desbarata completamente. Con la ayuda de la Orden, las fuerzas de Buenos Aires retornan al Paraguay con un ejército de 6.000 efectivos y Antequera retrocede hasta Asunción. Deja el poder en manos de Ramón de las Llanas y abandona la ciudad. Por orden del nuevo virrey del Perú, marqués de Castelfuerte, el propio gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zabala, ingresa a Asunción sin resistencia alguna. Libera a Reyes e instala en el gobierno a Martín de Barúa. Entretanto, Antequera busca refugio en Córdoba, sube a Charcas y allí es detenido. Conducido a Lima, es condenado a muerte. El cumplimiento de la pena es demorado pero, renacido el conflicto comunero en Asunción y presumido Antequera como propiciador de las movilizaciones, se resuelve su ejecución. El 5 de julio es conducido al cadalso y muerto a bala por orden del virrey ante el creciente descontento de la multitud. Conocida la muerte de los líderes comuneros, en Asunción recrudecen los disturbios. Como consecuencia de ellos, surge el primer Presidente de la provincia del Paraguay, José Luis Bareiro. Corría el año 1731.

En 1733 se produce la batalla de Guayaivity en la que muere el gobernador Agustín de Ruyloba, y Zavala es nuevamente convocado. Este derrota en Tavapy (hoy Roque González de Santa Cruz) a las ya anarquizadas fuerzas del Común en 1735 e ingresa a Asunción. La represión es brutal. La mayoría de los dirigentes rebeldes son ejecutados y sus casas con sus rozas, quemadas. Otros se pierden en los bosques y algunos, con sus familias, son confinados a los presidios del sur de Chile.

El Paraguay es condenado “al silencio perpetuo”. El grito de libertad se había callado. Resonaría con fuerza 76 años más tarde...


NOTAS

1 Archivo General de Indias (A.G.I.) citado por Julio-César Chávez en Descubrimiento y Conquista del Río de la Plata y el Paraguay. Vol. I, p. 133.

2 Ibídem, p. 133.
3 "Amparo y reparo...", expresión de Juan de Salazar escrita en 1545. "Madre de ciudades", denominación de impreciso origen, pero utilizada por varios historiadores en el pasado para denotar la capacidad fundadora de Asunción.

4 Zubizarreta, Carlos. Historias de mi ciudad, p. 43.

5 Roulet, Florencia. La resistencia de los Guaraní del Paraguay a la Conquista Española. 1537/1556. p. 26.

6 Necker, Louis. La reacción de los guaraníes frente a la conquista española. Movimientos de resistencia indígena. Suplemento Antropológico. Vol XVIII, n.°l. Junio, 1983.
7 Zubizarreta, Carlos. Op. cit.,p. 63.
8 Salas, Alberto. Crónica florida del Mestizaje, p. 192
9 Lynch, John. Las revoluciones hispanoamericanas, 1808-1826. p. 9.

10 Ibídem. p. 25




SEGUNDO CUADERNO

LA REVOLUCION DE LA INDEPENDENCIA Y SUS ACTORES

PRIMEROS GOBIERNOS PROTAGONISTAS Y DESTINOS

 

4. LAS CAMPANAS DE LA LIBERTAD

Eran las 10 de la fría noche del 14 de mayo de 1811 cuando Pedro Juan Caballero, Vicente Ignacio Iturbe, Juan Bautista Rivarola y otros más salían a la oscuridad de la noche asuncena por el callejón que separaba la casa de las familias Martínez Saenz y Recalde en dirección a los cuarteles que entornaban la casa de gobierno. Un grupo encabezado por Caballero se dirigió al Cuartel de la Ribera, mientras el otro, con Rivarola e Iturbe a la cabeza, iban al de la Maestranza de Artillería.

Algunos cronistas aseguran que a la hora mencionada las campanadas de la Catedral dieron el aviso para la toma de los cuarteles. Aunque es más probable que, para no despertar sospechas, dicha señal fuera posterior a la acción y como un indicador de que todo había resultado de acuerdo a lo planeado.

A partir de la toma de los cuarteles, acción ejecutada pacíficamente y hasta con “algunos gritos de entusiasmo que Caballero hizo acallar”, se iniciaba una tensa vigilia. Puede decirse que la tensión se sentiría en todos los rincones de la ciudad pues tras las campanadas la gente habría asumido el “alboroto en la plaza” y casi todos sabían a qué obedecía el movimiento. Un imaginario sobrevuelo sobre el perímetro del reducido poblado habría permitido observar entonces que, a medida que avanzaban las horas, velas y candiles iban encendiéndose en las casas. En aquella fría noche, más de alguno hasta habrá anticipado el mate a la espera de novedades.

Mientras, las lámparas se movían desde la Casa del Gobernador hasta el Cuartel de la Ribera, separadas en no más de 70 u 80 metros, acompañando los nerviosos pasos de emisarios civiles, militares y eclesiásticos que cruzaban la plaza desde una u otra parte, hasta las tres de la madrugada del día siguiente, hora en que se produjo la primera intimación escrita de los revolucionarios.

El día 15, a las once de la mañana y a pesar de las idas y venidas entre Cuartel y Gobernación, el cambio de gobierno propuesto en la intimación no había tenido respuestas de Velasco. En aquella hora y todavía dueño de la situación, el gobernador expedía un bando por el que advertía a la población:por cuanto conviene a la quietud y buen orden que

el vecindario viva recogido en las noches, se tendrá entendido que el que de las nueve en adelante se encuentre fuera de su casa, será conducido por las patrullas (...) y cuando con justificada precisión salga alguno después de dicha hora, llevará farol; pero de ninguna manera irán tres personas juntas, y ni una de la clase de Negros y Pardos” (36).

 

16 DE MAYO DE 1811: INDEPENDENCIA DEL PARAGUAY

La situación se mantuvo igual el resto del día 15 y en las primeras horas del día siguiente. Ese día, 16 de mayo de 1811, a las 10 de la mañana, concluyó el intercambio epistolar entre Caballero y el gobernador, acordando ambos la integración de una Junta Gubernativa. La nota con la que el joven capitán paraguayo ponía punto final a las comunicaciones con Velasco, expresaba que la incorporación de los dos delegados propuestos por los patriotas para constituir -junto al gobernador- la mencionada Junta, sería “puramente interino hasta tanto que este Cuartel, en unión con los demás vecinos de la provincia, arregle la forma de gobierno” (37). Los propuestos por los conjurados fueron el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, paraguayo, y el capitán Juan Valeriano de Cevallos, español.

No se sabe si por el afecto a los feriados largos, los paraguayos tendemos a festejar más días de lo que corresponden. Porque de acuerdo a esta crónica, fundada en la relación de casi todos los autores sobre los fastos de la Independencia Nacional, esta fue concretada en la mañana del 16 de mayo de 1811. De hecho, el último de los nombrados, Cevallos, recién prestaría juramento a la tarde de aquel 16, en el Cuartel de la Ribera, de acuerdo a la versión de Carlos R. Centurión.

 

EL PARAGUAY... INDEPENDIENTE DE BUENOS AIRES

No pueden analizarse las luchas de liberación en América independientes unas de otras. Los nuevos países surgidos de las gestas emancipadoras fueron -todos- antiguas provincias españolas y sus respectivas independencias, salvo la del Paraguay, fueron obtenidas después de largas y cruentas luchas. Y todas ellas conocieron de los mismos duros avatares y retrocesos. En cuanto a la emancipación paraguaya, puede decirse que la misma fue a cuenta del desinterés que la corona o los virreinatos cercanos, manifestaran siempre hacia la pobre colonia mediterránea. Aún más, desde la implementación de la Ordenanza de Intendentes del 4 de diciembre de 1786, disposición por la que la provincia del Paraguay pasó a formar como una de las Intendencias del Virreinato del Río de la Plata. Por lo anterior, debe considerarse que la Independencia del Paraguay fue además un asunto interno de aquel virreinato, en la misma medida en que lo fueron las de la Banda Oriental (Uruguay) y el Alto Perú, actual Bolivia. Intendencias estas que, como la del Paraguay, dependían de Buenos Aires. Renuentes a la convocatoria de la Junta Porteña y compartiendo estas provincias el común y profundo resentimiento y hostilidad hacia la metrópoli bonaerense, especialmente las del Alto Perú y el Paraguay, se independizaron más de dicha Junta que del mismo reino español.

 

9. EL PRIMER CONGRESO NACIONAL

DOS PISTOLAS COMO “ARGUMENTO”

Con la constitución de la Junta Gubernativa nombrada el 22 de junio de 1811 (Carlos R. Centurión menciona el 23 como fecha de este acontecimiento), apenas cumplidos un mes y algunos días de la revolución, se producía el primer cambio de gobierno. El Triunvirato hispano- paraguayo constituido el 16 de mayo anterior era remplazado por una Junta de cinco miembros. Los mismos designaron como asesor a Gregorio de la Cerda; como secretario a Mariano Larios Galván y como escribano, a Jacinto Ruiz.

Instalado aquel Congreso y planteado el conflicto sobre si “este gobierno había de seguir rigiendo los destinos del país a nombre de Fernando VII”, se desató un acalorado debate. Ausente en los primeros momentos de la reunión, el Dr. Francia hizo su entrada al recinto en el momento en que la discusión llegaba a su pico más alto de exaltación. La tensión de los presentes podía percibirse en el recargado aire de la sala. Francia se dirigió lentamente junto a quienes presidían la reunión, tomó asiento junto a ellos y, colocando un par de pistolas cargadas al lado de tinteros, plumas y papeles dispersos sobre la mesa, dijo:

- “Estos son los argumentos que traigo contra la supremacía de Fernando VII”.

“A tan audaz como práctico argumento -reflexiona Zinny- sus compatriotas se pronunciaron abiertamente por la independencia absoluta de la madre patria” (43).

El mencionado historiador español -quien no fue precisamente devoto a la causa paraguaya ni americana- afirmaba igualmente que la independencia del Paraguay, reafirmada en aquella caldeada reunión del 22 de junio de 1811, fue “la primera declaración categórica que se hiciera en la América del Sur, en contraposición de lo que se había practicado en Buenos Aires, en donde a nombre de nuestro querido Fernando VIV, se derramaba la sangre de los que combatían en defensa del mismo monarca”. (44)

 

FERNANDO DE LA MORA: EXPULSADO DE LA JUNTA

En los primeros meses posteriores a la independencia no era tan grave demostrar fidelidad o devoción a Fernando VII, como ser afecto a los porteños. El primero en sufrir las consecuencias de esta inconveniente confusión fue el miembro de la Junta Superior Gubernativa Fernando de la Mora. Sus compañeros de gobierno ya habían resuelto su separación a raíz del extravío de un documento; “...un artículo adicional del tratado del 12 de Octubre (...) circunstancia de la cual se valió el Triunvirato (de Buenos Aires) para gravar en forma indebida el tabaco paraguayo”. Planteada su reincorporación desde junio de 1812, la Junta decidió su expulsión definitiva en una sesión que a juicio del historiador Julio César Chaves fue “una verdadera comida defieras” (45).

Pedro Juan Caballero acusaba a De la Mora de constituirse en uno de los principales partidarios del sometimiento del Paraguay a la Junta de Buenos Aires. El Dr. Francia por su parte enumeró una larga lista de faltas del miembro suspendido -casi todas referidas a omisiones y defecciones en su actuación como funcionario público- para terminar acusando a De la Mora de “ser un mozo ebrio (...) excesivamente dado a la bebida en términos de conocérsele a veces su turbación y ebriedad estando en la misma Junta”. El presidente de la Junta, coronel Fulgencio Yegros, manifestaba finalmente que Fernando de la Mora “... se había hecho realmente partidario de la facción sospechosa” y que por los indicios conocidos, el mismo ".. era de parecer que esta Provincia debía someterse a Buenos Aires”. Estos juicios no dejaban lugar a dudas: Fernando de la Mora sería expulsado de la Junta “a mediados de Setiembre de 1812”. No se conoce la opinión del presbítero Francisco Xavier Bogarín, otro componente del cuerpo colegiado de gobierno, por la sencilla razón de que ya había seguido la misma suerte que De la Mora.


NOTAS

43 Zinny,Antonio. Op. cit. p. 233.
44 Ibídem.

45 Aunque el diccionario no define tal expresión, “una comida de fieras” refiere una reunión en la que los comensales se adjudican mordidas -unos a otros- en procura de quedarse con la mejor parte de algún bocado. Por analogía, se trata de una reunión en la que hay pocas contemplaciones entre los participantes a la misma.






CUADERNO 3

3. ¿POR QUÉ LA INDEPENDENCIA AMERICANA?

Entre 1810 y 1828 las antiguas colonias españolas de América pasaron a convertirse en 17 repúblicas independientes. En menos de dieciocho años el vasto imperio con más de tres siglos de conquista y dominación sobre un territorio que se extendía desde el actual Estado de Texas de los Estados Unidos de América hasta la Patagonia argentina, se derrumbaba sin remedio. Nada de esto pudo haber sucedido por la sola fuerza de los revolucionarios. Si bien primaron factores políticos y militares, muchos de ellos desarrollados muy lejos del escenario americano, el colapso sobrevino más por obra de la oportunidad que del desgaste económico, político y militar que afectó a aquel gran imperio, en los últimos años del siglo XVIII. (46)

Cien años antes, hacia principios del siglo XVIII, aún con el predominio de las “castas no europeas” y dueños de una razonable autonomía, los americanos ya podían haber sido independientes. Pues durante ese tiempo los nativos del “nuevo mundo” gozaban -de acuerdo a las expresiones del historiador británico John Lynch- “de un considerable grado de independencia de facto”. Pero con el imperio español en su máximo esplendor y sin hechos que motivaran actitudes de rebelión o emancipación, los americanos solo se limitaban a aspirar los mismos cargos y privilegios de los peninsulares aunque por entonces “preferían adquirirlos infiltrándose en la burocracia en vez de por medio de la confrontación” (47).

Sin embargo, entre 1807 y 1808 Napoleón “decidió destruir los últimos jirones de la independencia española e invadió la península”. Los franceses ocuparon Madrid y el 5 de mayo de 1808 Napoleón forzó la abdicación de Carlos III y Fernando VII, en Bayona. Al mes siguiente “… proclamó a José Bonaparte rey de España y de las Indias” (48). El vacío de poder en la península obligaba a fijar la vista en los sucesos de América. Aunque el camino a la rebelión y a la independencia parecía expedito, nada sería fácil debido a que los obstáculos a vencer no fueron siempre -y únicamente- los soldados del rey. Todavía más irreductibles que las armas de la ya anémica monarquía fueron las fuerzas desatadas en el interior de las revoluciones. Las que generaron muchas veces más anarquía, violencia y muerte que los mismos combates sostenidos por el sueño de la libertad.

Hacia finales del siglo XVIII las revueltas populares se volvieron frecuentes en los territorios americanos y algunas reivindicaban la independencia mucho antes de que se iniciaran las luchas por su conquista. Especialmente de las que se registraron en Perú, México, Nueva Granada -hoy Colombia- y Venezuela. Y estas acontecieron como una prueba inequívoca del laxo control que la monarquía española o sus representantes ejercían por entonces sobre el vasto territorio americano.

Las crónicas suelen omitir la mención de que en algunas regiones de América actuaban guerrilleros, montoneros o llaneros, controlando extensos territorios sustraídos de la administración colonial española. Cada uno de ellos con sus correspondientes jefes controlando una especie de republiqueta, libre de cualquier otra autoridad. Solo en el Alto Perú, actuales territorios de Bolivia, operaban seis de estas fuerzas. Si bien algunas colaborarían más tarde con los ejércitos de la independencia, sus líderes estaban escasamente imbuidos de sentimientos patrióticos. No respondían a consignas de valor moral ni combatían necesariamente por la libertad sino “... por la independencia de la ley y el orden españoles”, de su "centro político y fiscal”.

 

PROCLAMA DE LA “JUNTA TUITIVA” DE LA PAZ

Difiere de las características mencionadas las concepciones de la Junta Tuitiva de La Paz, que con la firma de su presidente, coronel Pedro Domingo Murillo, produjo la célebre proclama, llena esta de elevados conceptos sobre la identidad americana y la independencia:

COMPATRIOTAS:

Hasta aquí, hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria; hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que, degradándonos de la especie humana, nos ha mirado como a esclavos; hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio de humillación y ruina.

Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad, como favorable al orgullo nacional español. Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía.

Valerosos habitantes de La Paz y de todo el Imperio del Perú, revelad vuestros proyectos para la ejecución; aprovechaos de las circunstancias en que estamos; no miréis con desdén la felicidad de nuestro suelo, ni perdáis jamás de vista la unión que debe reinar en todos, para ser en adelante tan felices como desgraciados hasta el presente.

En la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, a los 17 días del mes de julio de 1879.

Hubo otros ejemplos. El de Eugenio Espejo en el Ecuador, sabio indígena que lanzó las primeras proclamas escritas abogando por la Independencia de España. Así como los primeros conatos independentistas producidos hacia finales del siglo XVIII en Venezuela. El primero de ellos en 1795, bajo el liderazgo de José Leonardo Chirino. Y el segundo, dos años más tarde, basado en la conspiración de Manuel Gual y José María España. Ambos intentos resultaron fallidos y sus respectivos líderes ejecutados. En 1806 y también en Venezuela, el prócer Francisco de Miranda intentó en dos ocasiones invadir el territorio por La Vela del Coro con una expedición armada proveniente de Haití. Estas incursiones terminaron en fracasos por la prédica religiosa en contra del revolucionario y la indiferencia generalizada de la población.


4. LAS IDEAS QUE MOVILIZARON A LOS PADRES DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA

EL SAN MARTIN MONÁRQUICO O EL BOLIVAR AUTORITARIO

Se derrumbaba un imperio de siglos de vigencia y de poderío económico y militar, que la convirtiera en una potencia durante gran parte de la historia moderna. No habría sido tarea fácil encontrar mecanismos -que la simple declaración de independencia- para suplir semejante entidad cuando ella fuera desmantelada. O administrar la rebelión americana en medio de las carencias que caracterizaban a aquel vasto territorio y con una falta absoluta de referencias institucionales con las que apuntalar los nuevos estados. Y, aún menos, en medio de tantas ambiciones e intereses contrapuestos, considerando que esta desorientación -por llamarla de alguna manera- era también el producto de la ignorancia generalizada del pueblo y de algunos líderes que solo vieron en aquellas luchas la oportunidad para ejercer los mismos atributos y vicios del poder recientemente depuesto.

El general Francisco de Paula Santander advertía: “Hay que hacerles entender a los primeros jefes de la república que sus servicios y heroicidades no son salvoconducto para vejar a los ciudadanos”. Pero la mayoría de los que adquirían algún protagonismo se habrían sentido con derecho a hacerlo. Parecía inevitable entonces que las revoluciones armadas en procura de la emancipación siguieran el camino de la anarquía. Fue la ocasión en que algunos de los líderes sacaran a relucir el talento, la capacidad y el sentido de la responsabilidad que los diferenciaba del resto y los encumbraría a la calidad de próceres, patriotas o libertadores. Con justo derecho.

Simón Bolívar, por ejemplo, de impecable formación académica definía al tirano como a alguien “que se pone en lugar del pueblo”, para concluir, tajante, que “las elecciones populares ponen el gobierno en manos de ineptos e ignorantes”.

Consciente de que “la sociedad no puede ser cambiada por un simple decreto”, también pregonaba la necesidad de gobiernos fuertes para imponer las reformas que los nuevos países reclamaban para “ser felices”. A propósito, expresaba: “Estoy penetrado hasta dentro de mis huesos que solamente un hábil despotismo puede regir a la América (...) Nosotros somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a América a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos europeos de estos enlaces con los frutos de esos arrancados del África. Con tales mezclas físicas, con tales elementos morales, ¿cómo se pueden fundar leyes sobre los héroes y principios sobre los hombres?”.

Frente a las inquinas y dispersión en las que se ahogaban los esfuerzos libertarios, José de San Martín, nombrado Protector del Perú “con supremos poderes, militares y civiles”, se había convencido de la necesidad de un “gobierno fuerte” para superar la anarquía en la que había caído la revolución. Y ante la emergencia, llegó a proponer una monarquía para el Perú recientemente liberado.

Y es que en la mayoría de los casos el liderazgo más esclarecido estuvo a cargo de quienes habían accedido a la lectura, el conocimiento y habían colectado informaciones de valor estratégico favorables para el proyecto de independencia. Conocimientos o datos tal vez desconocidos para el común de los mortales, pero en los que se fundaba un liderazgo útil, aleccionador y pedagógico. Sin esa sustentación, los hombres no llegan a la dimensión de una rebeldía liberadora. Se convertirán, tal vez, en anárquicos alborotadores pero en revolucionarios, ¡jamás! Y aun ocasionalmente triunfantes, no podrían sostener su lucha ni organizar las instituciones que requiere una verdadera revolución. Líderes como Simón Bolívar, José de San Martín, Pedro Domingo Murillo, Eugenio Espejo, Francisco de Miranda, Bernardo de Monteagudo, Bernardo de O'Higgins, Francisco de Paula Santander, Juan José Castelli, Antonio José de Sucre, Mariano Moreno, José Gaspar Rodríguez de Francia, entre otros tantos, habrían tenido la capacidad o visión de lo que sucedía en España, o asimilado los ejemplos de las revoluciones americana y francesa; y accedido -por contacto directo o al menos por referencias- a las luces de un John Locke, Adam Smith, René Descartes, Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu, François Marie de Arouet -Voltaire-, Denis Diderot y Jean- Jacques Rousseau, entre otras lecturas "revolucionarias" de entonces.

Aunque no siempre la acción de aquellos próceres sirviera para cristalizar mejores gobiernos, faltaría en la composición la comprensión de todos los fenómenos que enfrentaban y combatieran especialmente, tan tenazmente como pudieran, la capacidad autodestructiva que incuban las revoluciones. A las fuerzas -casi siempre ocultas-que siempre impiden, retardan o frustran los grandes proyectos de gobierno. Nos consolamos entonces -la mayoría de las veces- en el reconocimiento a los grandes hombres, a los “padres de la patria”, a los próceres. Quemamos inciensos y elevamos preces en su memoria. Alguna vez tendríamos que pensar también en seguir su ejemplo y concretar los sueños que albergaron. Alguna vez, los americanos al sur de Norteamérica tendríamos que “ser felices”.

 

LOS PARAGUAYOS EN LA INDEPENDENCIA AMERICANA

“Más de 4.000paraguayos (...) perecieron en las luchas por la independencia”, declaraba el 15 de setiembre de 1845 el presidente de la República del Paraguay, Carlos Antonio López. Tal estadística estaba contenida en un memorándum escrito por el mandatario al encargado de negocios de los Estados Unidos de América en Buenos Aires, William Harris. Y López, que en 1811 contaba con 19 años, sabía de lo que hablaba. Y hasta habrá tenido mayores detalles de estos acontecimientos por boca de sus mismos protagonistas.

Es posible que el número incluyera a los que pelearon durante las invasiones inglesas al Río de la Plata, pero también estaban los que acompañaron al ejército libertador en su cruzada por los Andes. Pues en el mismo escrito aludido, el presidente López afirmaba que en los campos de Ayacucho se encontraban hijos de todos los Estados Sud-americanos", mencionando que junto a paraguayos como el coronel José Félix Bogado, los capitanes Patricio Oviedo y Patricio Maciel y el teniente Vicente Suárez, estuvieron los miles de compatriotas que servían en las estancias, saladeros, buques y otros establecimientos industriales de Buenos Aires y Montevideo". Entre los primeros también se encontraba un tal Mateo Acosta, quien junto a Bogado fueron los paraguayos pedidos por el Gral. José de San Martín para el intercambio de prisioneros realizado con los españoles tras la batalla de San Lorenzo.

El historiador Julio César Chaves afirma por su parte que entre todas las provincias que componían el antiguo virreinato del Plata “... ninguna ha dado un contingente más crecido de sus hijos que la del Paraguay”. Y centenares de ellos que “murieron ignorados, treparon los Andes, esgrimieron sus espadas en Chacabuco, Maipú y Talcahuano; salvaron el Pacífico, participaron en la gloria de Pichincha, Riobamba, Junín y de los desastres de Torata y Moquegua”. Además de otros como Xara (Jara) y Leguizamón que "... tiñeron con su sangre las aguas del Plata, en los combates navales de 1826y 1827”, para el desalojo de la armada imperial brasileña de la Banda Oriental.

Tras la última batalla, en Ayacucho -9 de diciembre de 1824-, regresaron a Buenos Aires los 78 veteranos de la campaña de los Andes. Solo siete de ellos eran sobrevivientes del regimiento original que tuvo su bautismo de fuego en el combate de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813. Además de Bogado, el contingente estaba formado por el sargento Ayudante Paulino Rojas, el capitán Francisco Olmos, los sargentos segundos Patricio Gómez, Damacio Rosales y Francisco Bargas; y el trompa Miguel Chepoja, indígena guaraní “de la reducción de Santa María la Mayor, en Misiones”. Llegaban a la estación del Retiro junto a otros 72 veteranos incorporados en distintas etapas de la campaña.

 

EL CORONEL JOSÉ FÉLIX BOGADO

Habría nacido en Villarrica aunque muchos le atribuyen otros sitios como cuna. En algún momento residente en Ñeembucú, el ambiente litoral le habría otorgado también la habilidad de lanchero. Existe otro dato que legitimaría su procedencia: en el regimiento de Granaderos a Caballo del que formó parte desde sus inicios, le decían “el guaireño”. Falleció siendo comandante militar, en la localidad de San Nicolás de los Arroyos, Argentina, el 21 de noviembre de 1829. En dicha ciudad residía “en la calle Francia N° 223, donde aún se conserva el solar”. A su muerte y sepultados sus restos en el viejo cementerio adyacente a la catedral de la ciudad, la ubicación del féretro se perdió durante el traslado del mismo al nuevo cementerio “en el Barrio Alto Verde”, durante el año 1835.

Muchos cronistas le atribuyen la nacionalidad argentina por la que habría optado al abandonar el Paraguay “a raíz de su intervención en sucesos derivados del pronunciamiento de Mayo de 1810”. El hecho le haría partidario de los porteños, una de las tres fuerzas -junto a las de los patriotas y realistas- que pugnaban por el poder en aquellos conflictivos años. Es posible el abandono del país por ese inconveniente si el mismo fuera cierto, pero no tiene fundamento la nacionalización por la simple razón de que, pertenecientes todos al mismo territorio y todavía sin la constitución de las entidades nacionales, no existía entonces la figura de la nacionalización.

En el sur Bogado desenvolvía sus actividades en el litoral, donde fue capturado por “las fuerzas expedicionarias españolas que operaban en el río Paraná”. Tras el combate de San Lorenzo y el canje de prisioneros propuesto por los realistas a San Martín, este pidió por el lanchero guaireño, el ya mencionado Mateo Acosta, por el “teniente Díaz Vélez y un marinero”. Bogado y Acosta pasaron a formar parte entonces de “la Segunda Compañía del Tercer Escuadrón” del Regimiento de Granaderos a Caballo. En ese mismo año de su incorporación, 1813, Bogado fue ascendido en dos ocasiones, “marchando como sargento al ejército del Alto Perú”. Luchó en toda la campaña y, siendo ya teniente coronel, participó de la última batalla por la independencia americana: la de Ayacucho. Fue ascendido por el mismo Simón Bolívar a coronel de caballería, en 1825, para iniciar un año después el camino del retorno con el resto de las tropas. Solo siete de los granaderos que habían partido con él regresaban en aquel contingente de poco menos de 80 hombres. Eustaquio Frías, argentino, que lo había conocido, hizo de Bogado una descripción física en una carta dirigida a su compatriota Adolfo Carranza, residente entonces en Asunción: “Era el Coronel Bogado un hombre de regular estatura, grueso, de un color blanco-pálido, de ojos negros y mirada muy viva, nariz recta, boca regular, cabello negro, la barba la usaba como casi todos los guerreros de aquella época, es decir, bigote, mosquita y patillas a la española. Era en fin lo que se puede llamar un buen mozo y de ser grueso, su figura á caballo era gallarda, pues fue muy buen jinete”.


NOTAS

46 Lynch, John. Op. cit. p. 9 y sgtes.

47 Ibídem, p. 12.
48 Ibídem, p. 39.





CUARTO CUADERNO

EL DR. JOSE GASPAR RODRIGUEZ DE FRANCIA, EL JACOBINO CONSOLIDO LA INDEPENDENCIA

SU PROTAGONISMO EN LOS GOBIERNOS DEL PARAGUAY INDEPENDIENTE


EL CATECISMO PATRIO

El Supremo, ya consagrado con la Dictadura Perpetua, estaba convencido de que la anarquía, la indisciplina social no permiten que los hombres gocen de los derechos individuales”. Todo había que sacrificarlo al orden pues “...la libertad ni cosa alguna puede subsistir (...) sin reglas, sin una unidad y sin concierto, pues aun las criaturas inanimadas nos predican la exactitud”.

Aplicado a estos pensamientos hacía de cada providencia, de cada sentencia, de toda orientación transmitida a sus celosos comandantes de frontera, una cátedra en la que se trasuntaban sus pensamientos de gobierno. Las mismas ideas se inculcaban a los niños de primeros letras, a través de un sencillo “catecismo patrio”:

“Cuál es el gobierno de tu país?

El patrio reformado.

¿Qué se entiende por patrio reformado?

El regulado por principios sabios y justos, fundado en la naturaleza y necesidades de los hombres y en las condiciones de la sociedad.

¿Puede ser eso aplicado a nuestro pueblo?

Sí, porque aunque el hombre, por muy buenos sentimientos y educación que tenga, propende para el despotismo, nuestro primer Magistrado acreditó, con la experiencia, que sólo se ocupa de nuestra prosperidad y bienestar.

¿Quiénes son los que declaman contra su sistema?

Los antiguos mandatarios, los que pretendían entregarnos a Bonaparte, y los ambiciosos de mando.

¿Cómo se prueba que es bueno nuestro sistema?

Con hechos positivos.

¿Cuáles son esos hechos positivos?

El haber abolido la esclavitud, sin perjuicio de los propietarios, y reputar como carga común los empleos públicos, con la total supresión de los tributos.

¿Puede un Estado vivir sin rentas?

No, pero pueden ser reducidos los tributos, de manera que nadie sienta pagarlos.

¿Cómo pudo hacerse eso en el Paraguay?

Trabajando todos en comunidad, cultivando las posesiones municipales como destinadas al bien público, y reduciendo nuestras necesidades, según la ley de nuestro divino maestro Jesu-Cristo.

¿Cuáles son los resultados de este sistema?

Ser felices, lo que conseguiremos manteniéndonos vigilantes contra las empresas de los malos.

¿Durará mucho este sistema?

Dios lo conservará en cuanto sea útil. Amén”.

A casi 200 años de distancia, será fácil atacar la racionalidad de estos dictados aunque -como escribe Chaves- el “bastión de 20 apellidos” tenía abierta una “cuenta corriente de agravios” contra el Dictador. Sin importar lo bueno que hiciera. Este replicaba igualando la condición de ciudadano a la del patriota. Los que no lo fueran, no debían considerarse parte de la República “... a no ser como la moneda falsa que se mezcla con la buena”.


ALGUNAS PERLAS DEL KARAI FRANCIA

EL ALCOHOL PROPENDE AL SINCERAMIENTO

Un hombre había sido conducido a la cárcel acusado de gritar “mueras!” al Dictador. Fue condenado a muerte. Algunos parientes y allegados se presentaron al Supremo pidiendo clemencia.

-El pobre estaba borracho cuando lo dijo -alegaron. A lo que Francia contestó:

-Quien borracho lo dice, pensado lo tiene. ¡Cúmplase la sentencia!


DESVIAR EL KAAÑAVE

El Supremo envió un cargamento de herrajes para la guardia de Itapúa. En el vado del Ka’añave, desolado paraje entre Carapeguá y Paraguarí, el peso de la carga, el traqueteo del largo camino y las exigencias del cruce hicieron que el carro se desfondara y los hierros fueran a dar al fondo del arroyo. Los hombres encargados del vehículo no dudaron: desviaron el curso del Ka’añave hasta dar con cada uno de los fragmentos de la carga, las juntaron y las pusieron de nuevo en el carro que, para entonces, ya había sido reparado.

Antes de reanudar el viaje, volvieron las aguas a su cauce original y continuaron la marcha. Aquellos hombres habían dado una muestra de devoción a la responsabilidad de llevar a feliz término la misión, con ingenio, eficacia... y mucho temor a las iras del Dictador.

 

"... ADULTERIO Y AMANCEBAMIENTO EN MUJER SOLTERA”

El Supremo era consultado para todo. Y todas las denuncias llegaban hasta él. Desde cuestiones de Estado hasta las más triviales rencillas familiares. A mediados de agosto de 1818 el señor Pedro Luis Cisneros y Ibáñez (así firmaba) dirigió un oficio al Dr. Francia solicitando su intervención en relación al “siniestro informe” del juez comisionado Francisco Javier Núñez. Este había ordenado su arresto por el “.. delito de adulterio y amancebamiento en mujer soltera”. La apelación planteada ante el Dictador se fundaba en el hecho de que el juez había ordenado al recurrente regresar a Concepción junto a su esposa “con la obligación de dejar enteramente el amancebamiento con la cocinera de la casa”. Orden que Cisneros, avecindado en la capital, no quería cumplir. El mismo juez había prohibido también a María de la Cruz -así se llamaba la sirvienta- “residir en un radio menor de ocho leguas de Asunción”.

El Dr. Francia revocó la medida, “apercibió al Juez por la incorrección de su sentencia” pero prohibió a la cocinera “cuyos encantos influían en Cisneros, volver a poner los pies en el domicilio conyugal”. Pero como demostración de que ni las órdenes de Francia podían con los dictados del corazón, la misma esposa de Cisneros, doña María Lorenza Núñez Cabeza de Vaca, denunciaba un año más tarde que María de la Cruz seguía visitando a su marido.

 

MINISTRO “BRIBÓN”

Los hermanos Robertson fueron de los pocos extranjeros recibidos por Francia. Fue cuando este aún compartía el consulado con Yegros y esperaba mucho de la relación con estos hermanos escoceses, pretendiendo que fueran los arietes de la vinculación comercial paraguaya con el imperio británico. Ya en la segunda entrevista con John, uno de los hermanos, el cónsul le presentó una larga lista de pedidos: “galones de oro, un sombrero elástico, un espadín, un par de pistolas de cañón doble, bandas, sables, morriones para soldados, instrumentos de música y matemáticas”, entre otros objetos a ser adquiridos en Europa.

Mientras se hallaba ocupado en la entrevista, el centinela se presentó ante el cónsul anunciándole que el ministro tesorero de Hacienda deseaba hablarle. Por indicación del mismo Francia, la obligación del funcionario “era presentarse a cierta hora para dar cuenta de los asuntos del día y recibir instrucciones para el siguiente”.

-Que aguarde -le hizo saber el cónsul quien, una vez terminada la reunión, acompañó a Robertson hasta la galería. En ese mismo lugar se encontraba también el ministro tesorero esperando se lo recibiera. Al ver a Francia, se acercó tímidamente con el sombrero en la mano preguntándole si estaría de noche para presentarle las cuentas.

Sin siquiera mirar a su interlocutor, el cónsul se dirigió al centinela con energía:

-¡Llévenlo al cuerpo de guardia! ¿No le dije al bribón que aguarde?

El ministro pasaría la noche “sobre un cuero de vaca, en compañía de los soldados”.

 

LOS PERROS MUEREN

En Asunción cada familia tenía sus perros. Y en el tiempo de su gobierno, Francia el suyo. Se llamaba Sultán, “un oasis de ternura en aquella inclemente esterilidad”, decían. Y decían también que como el perro tenía todo el afecto del Dictador, compartía con su dueño “el odio y el respeto artificial que el pueblo le profesaba”. Tanto que cuando Sultán atravesaba su sueño en la vereda, “los transeúntes bajaban respetuosamente a la calle para no molestarlo”. El perro compartía casi todos los momentos del Dictador y acompañaba también a los batidores que cubrían los frecuentes paseos a caballo de su amo. Durante estos, no faltaban los encuentros con otros perros que -a diferencia de los ciudadanos- no se preocupaban de disimular su hostilidad a la caravana y -mucho menos- a Sultán.

En uno de aquellos recorridos, el intercambio de insultos entre los perros asustó al caballo de Francia. Encabritado, el animal puso en peligro el equilibrio del jinete. Ya de regreso a su residencia y todavía molesto por el incidente, el Dictador ordenó a sus guardias que recorrieran las calles de la ciudad y armados de picas y sables, mataran a todos los perros que hallaran a su paso”.

La orden, de por sí incumplible, se habría limitado a las cercanías de los itinerarios seguidos por amo, perro y batidores. Aun así, deseosos los soldados de llevar adelante la misión con “la exquisita exactitud que tanto complacía a SE”, atravesaron calles, voltearon puertas, arrasaron con huertos y jardines, treparon barrancos y se sumergieron en profundos zanjones, descargando picas y sablazos contra los pobres animales, “con un encarnizamiento de batalla indecisa”, que dejó más perros huidos que muertos.

Pues si al principio los vecinos no se dieron cuenta de contra quién era la arremetida, sus mascotas caninas -más perspicaces- al ver nomás el avance a los soldados armados, habían empezado una ruidosa estampida, aullando y ladrando con infernal algazara.

Al atardecer volvió la calma. Muchos perros -finalmente- murieron. Otros se autoexiliaron de “los sitios que solían frecuentar”, hasta que la ira de Sultán y del Dictador se calmaran.

Más allá de la desgracia que algunos vecinos perdieran a sus mascotas, el problema más grave consistía entonces en que las órdenes de Francia no tenían límite de espacio. Y muchas veces trasponían los estrechos arrabales de Asunción llegando hasta sitios donde el problema que hubiera motivado la orden no existía. Como en esta ocasión en que los comandantes de campaña, con escaso discernimiento o por el desenfrenado interés de agasajar a Francia, extendieron la matanza en sus respectivos parajes, “haciendo perecer en pocas horas un número considerable de los -casi indispensables- perros de labranza”, amigos del peón o agricultor.



CONCLUSIÓN

La muerte del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia y el consecuente final de su gobierno, marcó un paréntesis en la larga lucha del Paraguay en pos de su independencia. El Dictador había preservado la autonomía nacional con los medios que tuvo a su alcance, aunque podría discutirse la legitimidad o eficacia de algunos, el reconocimiento a la emancipación paraguaya seguía en entredicho y era todavía entonces, una tarea pendiente reservada a los que le sucedieran.

El vacío de poder generado por su deceso motivó, sin embargo, seis meses de inestabilidad e incertidumbre debido a la desorientación reinante en los medios castrenses, único estamento con posibilidades de imponer una voluntad organizada mientras se motorizaban otros mecanismos para institucionalizar el poder.

La situación demostraba igualmente y de manera palpable, el protagonismo excluyente de Francia para los asuntos de Estado y su -también- inexcusable falta de visión para preparar una transición ordenada, ya sin su presencia en la escena nacional. Esa labor correspondería a Carlos Antonio López y es a quien se debe la consolidación de la Independencia. Especialmente, por haber promovido los cambios que motivaron una mirada más comprensiva del mundo hacia el Paraguay; en particular la de los países vecinos, además de gestar un nuevo documento de ratificación que se constituía, junto a la acción diplomática, en los instrumentos que promoverían el reconocimiento de la entidad nacional paraguaya, como libre e independiente.

 

171 AÑOS DESPUÉS ...

Algo de la misma desorientación sobrevenida con la muerte del Supremo, se repitió cuando el Gral. Alfredo Stroessner, el “supremo” del Paraguay en gran parte de la segunda mitad del siglo XX, fuera derrocado. Desconcierto que no solo impidió evaluar correctamente el daño infligido al país durante la cruel dictadura, sino que tampoco permitió la construcción de una democracia acorde con las expectativas y sueños de luchadores de todos los estamentos y partidos, que penaron décadas por disfrutar del momento que arribaba en el amanecer del 3 de febrero de 1989.

Las encuestas realizadas a 25 años del golpe y la “sensación térmica” del pensamiento popular tras estas dos décadas y media, no otorgan una buena calificación a los siete gobiernos surgidos en tiempos democráticos. Las razones son muchas y entre ellas debe encontrarse el hecho que a la clase política y a la sociedad en general les ha faltado algún elemento motivador, un sueño, una quimera o un líder, que pudiera movilizar los tan proclamados y ansiados cambios, como para sacudir finalmente a los paraguayos de la modorra en la que les sumió la Dictadura.

 

EL BICENTENARIO, EL "FACTOR"

El BICENTENARIO pudo haber sido para los paraguayos la ocasión que tuvo Argentina con la guerra de las Malvinas; o Chile con la recuperación de la democracia. Acontecimientos que promovieron un gran sentimiento de unidad nacional en esos países, como aquellos en los que los pueblos fundan alguna esperanza reparadora y una proyección ejemplar para su destino.

Ese factor pudo haber sido para el Paraguay, la CONMEMORACIÓN del Bicentenario. Pues “Conmemorar -escribía José Ortega y Gasset- es recordaren comunidad y públicamente, la conmemoración es la solemnidad del recuerdo”. Es integrar el pasado con el presente y este con el futuro, en un proceso muy diferente al simple "festejo" o "celebración". Por lo que las fechas del BICENTENARIO, con los atributos enunciados, nos ofrecían la posibilidad de mirar por sobre los hombros con sentido patriótico y rectificador para transformarnos como sociedad, aprendiendo de nuestra historia y la valoración de nuestros talentos, conocimientos, tecnologías, tradiciones y todos los componentes que integran nuestra personalidad social. Al mismo tiempo de aplicarnos, con energía, a ser mejores, descartando vicios y defectos que también forman parte de los desagradables muñones que esa misma historia nos ha legado.

Incurrir en el procedimiento indicado es apelar, simplemente, a la Memoria Colectiva. Nuestra “historia completa”. La que está y la que no está en los libros. La que se ha probado, documentado y publicado pero también, la que se ha transmitido de generación en generación como un concepto de valor. Que no puede ser ignorada aunque no fuera considerable como ciencia. Porque cuando todo lo demás está perdido, la MEMORIA es el último reducto del patrimonio de un pueblo.

El “vy'a guasu” que nos propusieron para el Bicentenario, pasó. Pero la resaca del presente nos sigue exigiendo la necesidad de incorporar una visión completa de nuestra historia. La que nos permita reconstruir esa memoria colectiva como para enfrentar una batalla imprescindible contra el olvido. Para que el saludable sentimiento de aquella noche de mayo de 2011, se perpetúe en el sentir de todos. Con la plena conciencia de la identidad que nos distingue y debe hacer que seamos -irrenunciablemente- más responsables y mejores ciudadanos.

Jorge Rubiani



BIBLIOGRAFÍA

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JORGE RUBIANI

Arquitecto, docente, exconsultor de las oficinas de la UNESCO y NACIONES UNIDAS en Paraguay. Fue asesor del Parlamento Nacional y Director del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Escribió en diarios y revistas y es autor de 14 libros y varias monografías sobre la historia de Asunción y el Paraguay. Dictó conferencias sobre estos y otros temas en Europa, Estados Unidos y América Latina, además de un gran número de ciudades del Paraguay. Durante 12 años, condujo un programa de radio de carácter histórico-cultural. Ha creado y presentado un programa de TV, “Historias del Camino” y fue asesor en filmes y documentales sobre la historia del Paraguay. Ejerce actualmente su profesión de arquitecto, es columnista del diario ABC de Asunción y participa en la gestión de varios proyectos culturales. Ha sido Concejal, Presidente de la Junta Municipal de la Capital y Presidente de la Asociación de Juntas Municipales del Paraguay (1991/96); Director de Cultura de la Municipalidad de Asunción (1997/98); Asesor General de la Intendencia Municipal (2001/02; además de ocupar otras Direcciones Generales del Municipio desde el 2002 hasta este año. Su último cargo en la comuna fue el de Asesor del Intendente Municipal.

 

 

 

 

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