CONTRASTES

Por  JORGE RUBIANI

La sociedad paraguaya se ha caracterizado por su sentido igualitario, desde sus orígenes. No me refiero a las diferencias partidarias que aparecieron más tarde. Pero adquirir fortuna en tiempos antiguos cuando la posesión de un patrimonio constituía uno de los factores más definitorios de la desigualdad, era dura tarea. Y los pocos afortunados no tenían muchas opciones para marcar diferencias con el resto. Más allá de contar con mayor cantidad de ganado y vastos territorios, aquel “linaje de familias descalzas” manifestaba su prosperidad en la calidad de sus montados o en la de sus accesorios. Sobre todo, si podían exhibir sus espuelas de plata sobre los pies desnudos. Así fueron los tiempos en los que don Mateo Acosta se instaló en Capiatá, en 1679. Y don Domingo Duré hacía lo propio en Villa del Pilar más de 100 años después, en 1787. Probables ancestros ambos, de los protagonistas de una historia reciente.

Con los aires democráticos que empezaron a soplar a partir de 1989, se fue haciendo persistente una duda: ¿cuándo dejó de reinar en nuestro país la “unión e igualdad”? Entre muchas teorías que concurrirán a descifrar este enigma, se dirá seguramente que fue durante la dictadura de Alfredo Stroessner, cuando se afirmaron las diferencias que se habían iniciado hacia finales del siglo XIX, y la calificación de “réprobos” o contreras empezaba a marcar una radical diferencia con la de “amigos y leales”. Al régimen, por supuesto. En aquellos “tiempos felices”, los últimos contaban con todas las ventajas para acceder a un puesto laboral, a una beca, a la exoneración de una obligación, para encarar un negocio, o la vista gorda de la autoridad para cualquier actividad por fuera de la ley. A los otros: comunistas, barbudos, “ciento ochos” o “pederastras”, libero, febreristas, castristas (no confundir con cartistas), se les anticipaba el infierno en la tierra.

Ahora es casi igual pero distinto, porque con la dictadura ya ausente, las diferencias persisten de muchas maneras. Los diarios de la semana anterior nos traen algunos ejemplos que afectan precisamente a los posibles descendientes de don Mateo y don Domingo. En uno, se muestra al coronel Edgar Duré ingresando a su domicilio tras abandonar una prisión militar en la que permaneció por más de cuatro meses. ¿El motivo?: No haber estrechado la mano de un superior. De brillante trayectoria y currículum impecable, el coronel Duré denota en los detalles de la fotografía de su domicilio la austeridad en la que desenvuelve su existencia. Mientras que al mismo tiempo y en los mismos medios, se observa a la doctora Perla Paredes Acosta quien recibe un sueldo de más de 10 millones de guaraníes del Parlamento Nacional, además de otros cuatro salarios del Estado. La joven médica, hija de la diputada Perla Acosta de Vázquez, fue denunciada por planillera y finalmente “castigada” por la Cámara a la que asistía dos veces por semana, con una multa de 343.333 guaraníes. Un poco más del 3% de dicho sueldo. Perlita (el nombre trae consigo, decía mi madre) suele aparecer en las crónicas de prensa y en las redes. Bien vestida, tranquila y desenvuelta; siempre “bien producida” y rodeada de prestigiosos abogados, segura de que la recta vara de la justicia pasará lejos de los andariveles morales sobre los que ella se desenvuelve. Y lejos del rigor que permitió el encierro del coronel Duré.

La posible identidad de los orígenes contrasta notoriamente con el presente de ambas familias. Aunque las diferencias entre ambos relatos no son todo lo que llama la atención, sino se prolongan en los estereotipos con los que la sociedad suele juzgar a sus componentes. Por un lado, la reticencia para reconocer virtudes a cualquier uniformado, vinculándoselo al elemento castrense que prohijó y sostuvo la pasada dictadura. Por el otro, si indignan las actitudes de “las muchachas” mencionadas, sorprende que no se evidenciara hacia ellas una condena específica de los gremios que defienden la igualdad de género. Porque si representante en el Congreso, la madre; y egresada universitaria y funcionaria del Estado, la hija, es muy grave el daño que hacen ambas a la larga lucha femenina en pos de dicha igualdad.

Porque esta lucha no solo tiene enfrente al “enemigo convencional”: una sociedad indolente e hipócrita que encubre a hombres abusadores, golpeadores o autoexonerados de la asistencia alimentaria a sus familias, sino, lamentablemente, también a mujeres como las mencionadas que, ignorantes o indiferentes al sacrificio de muchas, adoptan los métodos y vicios de una especie humano/masculina que ha postergado o dificulta el acceso a los derechos que corresponden a las mujeres paraguayas, por méritos acumulados a la largo de nuestra historia.

Fuente: ABC Color

www.abc.com.py

Sección OPINIÓN

Domingo. 12 de Febrero de 2017

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