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EMI KASAMATSU

  UN ANHELO, UNA VIDA (Cuento de EMI KASAMATSU DE ENCISO)


UN ANHELO, UNA VIDA (Cuento de EMI KASAMATSU DE ENCISO)

UN ANHELO, UNA VIDA

Cuento de EMI KASAMATSU DE ENCISO

 

 

EMI KASAMATSU DE ENCISO : Nació en La Colmena, la primera colonia de japoneses en el Paraguay que fuera fundada por su padre. El ambiente bicultural influyó mucho en la mentalidad soñadora y más tarde en la creatividad de Emi. Del área rural se trasladó a la capital y siguió sus estudios en el Colegio La Providencia, y Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Asunción.

Como esposa de diplomático vivió cinco años en Tokyo y tres años en Washington, D.C., lugares en donde tomó cursos de artes, como ikebana, pinturas japonesas, filosofía y religiones orientales, etc. Desde hace veinte años sigue trabajando activamente en las entidades culturales nacionales e internacionales. Presidió la 6ta. Convención Panamericana Nikkei, en el año 1991. Pertenece al Club del Libro Nº 2 y a la Sociedad de escritores y poetas de la colonia japonesa del Brasil. Pertenece a varios Talleres Literarios, en el año 1986 obtuvo una mención en un concurso de cuentos.

 

UN ANHELO, UNA VIDA

Las noches de insomnio se sucedían y la luz de la mañana a menudo sorprendía a Lian con su dolorosa carga. Noche tras noche ella pensaba en un hombre infinito, universal. Hasta que, de las brumas de la obscuridad y de su mente, surgió aquella luz, y de ella un ser de cuerpo y alma que venía hacia Lian. ¿Sería su creación?. Estaba orgullosa de él; de su rostro, de que a nadie se pareciese. Se llamaba Christian. Sus encuentros con Christian se hicieron frecuentes a media noche. Ella anticipaba la hora de cerrar los ojos para irse a su encuentro... Sus palabras cargadas de símbolos y su extraña presencia trajeron magia y optimismo a su vida. Al amanecer cuando se despedían, una dicha plena inundaba su espíritu enternecido. La soledad ya no la aterrorizaba y cosa rara, la prefería porque la soledad era él, era Christian.

Con la mañana volvía a la realidad y al recuerdo de lo que decía su madre:

-"No te cases" - "No te cases con ese hombre..." Le suplicaba con voz entrecortada- "Es un hombre curtido y duro, te hará sufrir, porque eres sensible y delicada. No soportarás los golpes de la vida lejos de nosotros"- agregaba. Lian tenía entonces veinte años. Ella creía poseer suficiente valor para abrirse un rumbo nuevo.

Por los caminos oscuros, el chirrido de las chaperías y el ruido de los golpes de los pedregullos que se disparaban contra la base del coche, acompañaban su travesía. Con excepción del titilar de las estrellas, (como si con las manos pudieran alcanzarlas), no había luces que atestiguaran la presencia de seres en los alrededores. Sólo trajinaban, Marcos, su esposo, y ella. Llegaron a la casa del pueblo; en el corredor: apenas iluminado se veían pilares y dos figuras. Al advertir su presencia una de ellas se adelantó y abrazó a Marcos. Lian se quedó atrás; el resto de la familia no se había percatado de su llegaba.

-"Ella es mi esposa" le dijo, haciéndole señas para que se acercara. La madre la miró enigmáticamente. No abrió la boca. La otra mujer de mirada sagaz, intentaba desnudar hasta su alma.

Marcos, su marido, empezó a llorar, apenado por la reacción de su madre. También su madre lloró.

-"No sufras por favor, Marcos"- le dijo Lian acariciándole la cabeza. La mujer alzó la vista con la mirada cargada de odio. Entonces Lian comprendió que era el inicio de otra larga lucha. La atea, la intrusa, la extranjera... de ese modo la calificaron y de ese modo ella se sintió. Había llevado Lian el mejor galán, el más interesante, el más apuesto. Dicen que la madre casi se murió, y según ellas, Lian era la responsable.

Cuando se mudaron a la ciudad, el precario departamento de la pareja estaba apenas adornado con plantas que crecían vigorosamente. Habían decidido hacer de él un mundo, su pequeño mundo anhelado. Para Marcos cocinaba el mejor plato, para él tenía la mejor sonrisa. Pero un extraño silencio les pesaba a los dos.

-"Tengo que ser fuerte, la corriente me está llevando". Decía para sí.

Era evidente que él no contaba con la aprobación de su madre.

De ese modo Lian encontró explicación a sus ausencias pretextadas: Reuniones de trabajo, práctica de deportes, trabajos extras, visitas a los parientes y muchas historias más. No se daba cuenta de que las horas aceleraban inexorablemente sus crepúsculos.

El primer bebé que tuvieron se les fue al poco tiempo de su llegada. Tanto lloró Lian por él, que las lágrimas se le agotaron. Su alma retornó porque ese hogar estaba desgarrado.

Al cabo de un tiempo vinieron dos hijos varones. Lian trató de aferrarse a esa felicidad para que no se le escapara. Por entonces se mudaron a una residencia espaciosa e iluminada. Sentía que el sol de las mañanas renovado y diáfano, barría las sombras de la noche y la consolaba del frío invernal. Sin embargo a pesar del estímulo matinal, algo atormentaba su corazón, como si varios pares de ojos que traspasaban las paredes la examinaran sin piedad. Ella recelaba de todo lo que acontecía.

Estaba tan lejos, su dignidad mancillada, su mundo disperso como hojas de otoño a merced del viento.

-"Quizás lo comprendería mejor si yo tuviera a alguien en quien confiar y a quien escuchar. Tal vez un amigo". Así pensó y soñó varias veces Lian.

Pasaron los años; no recuerda cuantos. La desvanecida primavera de repente cobró fuerzas y los últimos veinte años de matrimonio de Marcos y Lian fueron dichosos; se habían liberado de todas las ataduras del pasado.

El viento de la tarde acariciaba las puntas de las ramas de los cipreses plantados a lo largo de una angosta calle. Lian había ido a llevar flores a Marcos y a orar por él con el corazón, sin palabras. Sumida en reflexiones sobre el proceso de vida y muerte como una de las realidades más profundas, caminó lentamente hacia donde estaba estacionado su automóvil. Fue entonces cuando sintió que alguien acompasaba el ritmo de su andar con el suyo. Se dio vuelta. Era él, era su rostro perdido, allá lejos, en el olvido. Era Christian, Christian, Christ...

 

Emi Kasamatsu de Enciso.

 

 

Fuente: CUENTOS DE MAYO Y ABRIL. TALLER CUENTO BREVE


© EDITORIAL DON BOSCO

Tirada: 750 ejemplares

IMPRENTA SALESIANA.

Asunción, Paraguay

1992 (152 páginas)
 
 
Enlace recomendado: TALLER CUENTO BREVE
 

 
 
 
 
 
 

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