Portal Guaraní - EL HECHIZO DE LA LUNA LLENA, 2012

Era yo un joven, educado y respetuoso de mis semejantes. Sin embargo los últimos acontecimientos locales sobre cambios y medidas drásticas en lo social, sentimental y político, la ilusión alimentada para mi futuro se había desvanecido. El fundamento de vida que había forjado ya no tenía sentido, para qué seguir adelante en una sociedad corrompida, en donde la ética, un futuro promisorio y la dignidad se fueron a la deriva.

Mi madre, ya anciana, veía en mí la proyección de su vida y la de su familia. Soñaba estar rodeada por nietos que proporcionasen la alegría de sus últimos años de vida.

Mientras tanto, como si paliara mi descontento, hacía juego de invención y mi imaginación giraba en un semicírculo, y en una de ellas centré mi atención en el recuerdo de la bella y etérea soprana Sumi, la que había aparecido como si fuera una ninfa celestial ataviada de color rosa de sensacional delicadeza, con brillos plateados que titilaban como si fueran estrellitas. Una túnica adornaba su cabeza, desde donde el tul caía como cascadas que fluían hasta el piso. Su delicado andar era como si deslizara el piso de reluciente escenario en donde los integrantes de la orquesta sinfónica de rigurosa etiqueta negra, que ya habían ejecutado algunas músicas clásicas, la esperaban ansiosos con su conductor, para iniciar la ejecución de las melodías solicitadas y escogidas por ella.

Y ella... cantó como los ángeles del cielo. Era increíblemente talentosa. No parecía de este mundo, era como si fuera una de esas mujeres celestiales que reunía las condiciones físicas y artísticas que ejercían suprema atracción y superioridad femenina.

Fue entonces cuando leí que en las mitologías orientales y la de los Chamacocos del Paraguay, los jóvenes se enamoraban de las estrellas, al no encontrar una verdadera deidad mujer sobre la tierra, que llene la expectativa de los hombres. Ellos seguían imbuidos por el machismo y de un entorno que todavía se podría marcar de androcentrista. Por otra parte en la contemporaneidad en que vivimos, se observa que el feminismo con sus derechos basados en leyes nacionales y sustentadas por la ordenanza mundial, se ha incursionado con fuerza en la sociedad nacional, sobre todo entre el ámbito de la intelectualidad femenina entre profesionales y las jóvenes. De esta manera, son pocas las mujeres con las virtudes que solían embellecer la tipología exclusiva de la feminidad: la suavidad, delicadeza y de una belleza etérea, dedicada al mantenimiento de la armonía del hogar y al cuidado de los hijos.

Sumido en este pensamiento, caminé sobre el pasto que reverdecía. El sol ya empezaba a declinar en la tibia y acogedora tarde de agosto. La vi sentada en uno de los bancos del fondo de la plaza "Manuel Ortiz Guerrero", recientemente arreglada con plantas ornamentales y espacios reparados con un buen diseño arquitectónico. ¿Era una aparición o una ilusión óptica? Me acerqué parsimoniosamente, casi tímido y con todo respeto solicité permiso para saludarla.

Ella era una joven dotada de todas las condiciones de mujer que un hombre como yo podría aspirar. Nos casamos al poco tiempo. Mi madre, satisfecha por esta elección, la acogió con ternura y fuimos todos muy felices, en la comunidad familiar.

Llegamos a tener una hija, qué más podría yo aspirar en esta vida. Era una bendición del cielo a la cual sumaba el desenvolvimiento óptimo en la empresa que administraba. Sin embargo, la he observado triste y sin palabras; ella lagrimeaba observando la luna que iba creciendo cada noche.

- Por qué lloras, mi adorada princesa -le dije-. Tenemos una hermosa familia, un hogar cálido y alegre, dotado de todas las comodidades modernas, con mucha esperanza para el futuro y, una hija preciosa como tú, que ya cumplió tres años de vida.

Y..., cada noche la luna iba creciendo hasta llegar al lleno pleno. Entonces ella me dijo con voz entrecortada por el sollozo:

- Llegó la hora de mi despedida, mi amado esposo. Mi padre celestial me envía un carruaje acompañada por las ninfas y me ordena que vuelva al reino del cielo de donde soy. Yo no pertenezco al mundo terrenal y debo marcharme. Fui feliz a tu lado y más feliz el hecho de haber podido cumplir con tus anhelos. Te dejo una hija como un legajo de mi amor por ti. Cuídala bien, como si yo estuviera.

Luego de un último abrazo efusivo de dos seres que se aman y el dolor de la separación, ella no tuvo otra opción sino subir al carruaje adornado con piedras preciosas y estirado por unos corceles alados de color blanco; había desaparecido en la inmensidad del cielo en medio de un millar de estrellas que ya no me dejaron distinguir entre lo esfumado y la realidad.

Es de nacionalidad paraguayo-japonesa, nacida en La Colmena. Fue miembro del Taller Cuento Breve durante 10 años. Siguió sus estudios en la Universidad Nacional de Asunción, recibiendo el título de Licenciada en Letras, luego la serie de postgrados de Metodología de la Investigación, Maestría en Género y Desarrollo; Gobernabilidad y Liderazgo en la Universidad de Cataluña, y Antropología Aplicada en la Universidad Salesiana de Ecuador. Ejerció la docencia en la UNA, en la carrera de Letras. Diplomada en Agentes de Igualdad.

Fue Presidenta del PEN Club del Paraguay (2007-2012) y Delegada del mismo en el Congreso Mundial de PEN en Colombia, Japón y Corea. Es socia de la Sociedad de Escritores del Paraguay y de Escritoras Paraguayas Asociadas.

Tiene publicados libros en español, japonés e inglés, y numerosos artículos en las páginas web de USA. Ofrece conferencias en universidades locales y del exterior.

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