PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
LORENZO LIVIERES BANKS (+)

  ANÁLISIS DE LA HISTORIA POLÍTICO-SOCIAL PARAGUAYA - Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS


ANÁLISIS DE LA HISTORIA POLÍTICO-SOCIAL PARAGUAYA - Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS

NOTAS PARA UN ANÁLISIS DE LA HISTORIA

POLÍTICO-SOCIAL PARAGUAYA

(PRIMERA PARTE - SEGUNDA PARTE)

Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS

 

 

 

NOTAS PARA UN ANÁLISIS DE LA HISTORIA

POLÍTICO-SOCIAL PARAGUAYA

(PRIMERA PARTE)

Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS

 

RASGOS DEL ACAECER DE LA EXISTENCIA HUMANA

El acaecer de la existencia humana, incluye necesariamente el conocimiento crítico de ella. Esto plantea problemas muy profundos.

De entrada corresponde tener presente que ese acaecer conforma un proceso continuo que se inicia con el nacimiento y termina con la muerte del ser humano que lo lleva a cabo, mediante la singularizada puesta en práctica de los rasgos psicofísicos que le son inherentes. El autor de la presente exposición entiende que en la obra filosófica de Martin Heidegger se encuentra la más profunda y omniabarcante exposición de los rasgos constitutivos de la existencia humana. Entre ellos y en una posición relevante se encuentra el cuidado de sí mismo, que consiste en la permanente faena de autocreación psicofísica asentada en el conocimiento de sí mismo y del respectivo entorno y, consecuentemente, de la interacción recíproca entre ambos. El reconocimiento de todo esto le exigió, a su vez, una suerte de revisión crítica de lo que significa el conocimiento de algo.

En nuestra tradición cultural ese acaecer humano que llamamos conocimiento de algo, se asienta en el realismo aristotélico-tomista con cierta modesta presencia cartesiana. Salvo escuetas referencias de otros pensadores posteriores que no lo modifican sustantivamente, ese realismo entiende que lo que se ofrece como dado con una identidad distinta de la del observador que lo percibe, o concibe en su caso, puede ser objeto del análisis de sus rasgos constitutivos siempre que éstos permanezcan firmemente establecidos dentro del espacio de tiempo en el cual se realiza el estudio de ellos.

En el caso personal del autor de este trabajo, eso motivó que surgiera el problema de la inaplicabilidad de esta concepción, en relación a la percepción y comprensión de las obras artísticas musicales que eran para él objeto de interés y estudio. En las obras artísticas musicales la totalidad se da como una secuencia temporal de rasgos sonoros interconectados de duración variable, que con-forman para el oyente educado una entidad sonora con un comienzo, un desarrollo y un final que le son propios, pero cuya unidad significativa real surge recién luego de consumado el proceso de la audición sensible, memoria e inteligencia unificadora de lo escuchado por parte del oyente. Obviamente, este tipo de acontecer cognoscitivo no es igual al que ejercitamos en el reconocimiento de las cosas útiles de la vida cotidiana, en las que su realidad física servicial es permanentemente igual, sin pasar constitutivamente por variadas fases consecutivas de comienzo, desarrollo y finalidad.

En vista de lo que antecede, corresponde recordar en esta exposición las obras de Emmanuel Kant, que constituyen una fuente valiosa de investigación de lo que es el conocimiento para una mente humana crítica, y que sumada a los resultados de una investigación de la producción filosófica contemporánea sobre aspectos vinculados con este tema ayudan a desarrollar una concepción más critica que las ofrecidas por las distintas escuelas realistas o idealistas que, en la vida en general y en todas las sociedades, tienen todavía cierta indebida vigencia.

Las antecedentes consideraciones motivaron en el autor el surgimiento del problema de la identidad del acaecer de la existencia humana. Como todos sabemos, ésta tiene como rasgo connotativo su permanente decurso temporal. Es decir que ya no se trata meramente de oír sonidos, sino de vivir conscientemente el existir propio en su complejidad significadora y significativa. Siempre, dentro de sus propias posibilidades personales, eso le llevó al estudio de la obra del filósofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Aspectos significativos de esos estudios y la aplicación de ellos se encuentran en obras de su autoría ya publicadas a la fecha.

Fueron pues esos estudios y la recolección de datos historiográficos diversos los que le obligaron a reconocer que la existencia humana es una permanente secuencia de presentes singulares emergidos de sus respectivos pasados, que a su vez están necesariamente orientados a presencializar futuros determinados y que el actor que la lleva a cabo es el ser humano que viviendo su propia vida, la pone en práctica. Eso connota que el existir humano es un permanente proceso aunado de cambio, de conservación y de ajuste recíproco vivido por su actor, quien así va conformando su mismidad a través de la permanente faena de satisfacción de sus necesidades inmediatas y mediatas reconocidas. Esta es la definitiva realidad existencial de cada ser humano que, como sabemos, siempre es necesariamente una coexistencia con sus semejantes, la cual será más o menos valiosa en función de la debida elección de los medios apropiados, y de la aplicación correcta de ellos en las oportunidades reconocidas.

Es imperativo enfatizar que el ser humano no vive ni puede vivir solo. Siempre está necesariamente vinculado a otros seres humanos, es decir es un Ser-con otros seres humanos. Y esto es lo connotativo del rasgo que llamamos social. En consecuencia, la unidad permanentemente estable de un conjunto de seres humanos relacionados entre sí y situados en un espacio territorial determinado es lo constitutivo de lo que entendemos como sociedad humana.

Este rasgo constitutivo de la necesaria coexistencia humana sabe de dos formas estables de concreción.

Una es la de la Comunidad que está conformada sustantivamente por una personal relación de afecto entre sus integrantes. Ella admite muchos tipos de vinculación accidentales, como por ejemplo, los grupos de edad, las prácticas de juego y la promoción de ellos, o las relaciones vecinales positivas, pero su forma universal duradera es esa bisexual y permanente que da lugar a la formación de la familia e incluye la educación de hijos y el mejor desarrollo de las personas individuales en función de la comunidad de fines de sus integrantes.

La otra es la de la Sociedad, en la que el eje de la relación vinculante es la práctica de la persecución y alcance de uno o más objetivos comunes por parte de dos o más seres humanos, a cuyo efecto ellos organizan, distribuyen y practican las tareas necesarias y convenientes, sin perjuicio en casos especiales de contratar servicios especializados de terceros para eso. Se debe tener en cuenta que en este caso lo principal es volver real esta práctica por un plazo establecido de común acuerdo por sus propios integrantes, que se extiende hasta alcanzar el objetivo y mantenerlo vigente por el plazo que sus actores lo consideren debido. En este último caso, el vínculo afectivo entre sus miembros está dado sólo por el respeto y la lealtad recíproca entre sí y respecto de la unidad social por el tiempo de su efectiva duración.

Los recordados caracteres de ambos tipos de relación, se han viso enriquecidos por el aporte de diversas ciencias especializadas, como las múltiples versiones de Ciencias Naturales que se ocupan de la dimensión física de lo real, y las que se ocupan con los distintos tipos de comportamiento humano intencionado como la Psicología, la Economía, la Sociología, la Politología, y la ordenadora de datos obtenidos que es la Estadística, así como también muchas otras singularmente especializadas, que en sus respectivos campos enriquecen la comprensión de los diversos aspectos de la actividad humana existencial individual y colectiva. Pues bien, todo esto fue lo que le ayudó a promover la comprensión de esta suerte de faena universal que es la polifacética actividad humana individual y social.

Como sabemos, esa actividad reconoce en todos sus aspectos el rasgo esencialmente temporal del acaecer humano con sus tres momentos consecutivos de pasado, presente y futuro, lo cual debe ser necesariamente tenido en cuenta para abarcar su auténtica verdad global.

En consecuencia, el proceso de producción y aplicación de normas de convivencia humana se asienta, sin alternativas posibles, en la existencia de un orden consecutivo que pueda patentizar manifestaciones pasadas que sustenten la legitimidad de las nuevas reglas.

Puede ser interesante recordar también en esta exposición dos comprensiones vulgares también vigentes en nuestra sociedad. Una es la del vocablo Política, que automáticamente para nosotros nombra el ejercicio de la práctica autoritaria superior de un orden social determinado y el ejercicio de la obediencia debida por parte de quienes están obligados a obedecerla. Pero pocos tienen presente que esta práctica tiene como único sustento legítimo la correlación necesaria entre racionalidad del objetivo y racionalidad de los medios elegidos a ese efecto.

Otro vocablo muy importante es el vocablo Historia. Él connota la secuela temporal de acaeceres humanos importantes, y éstos generalmente son los que hacen a la identidad de una sociedad enfrentada a otras semejantes. Solemos usarlo también para referirnos a procesos temporales significativos individuales o de instituciones colectivas parciales, con una duración relativamente importante para sus integrantes.

A la narración de lo importante ya acontecido se le llama comúnmente Historiografía, un vocablo derivado del anterior, y el éxito de la faena de quien la elabora supone una labor investigadora previa que con el mayor número de datos informativos posible, ayude a la formación de la imagen intelectual verdadera de lo acontecido, sustentado además en la correcta utilización del arsenal categoría) de las distintas ciencias físico- naturales y sociales que se ocupan especializadamente de sus variados acaeceres objetivos.

En vista de que lo expuesto se refiere siempre a cosas que son o deben ser algo, corresponde que nos ocupemos con el problema fundamental del ser de las cosas en general.

 

EL CONCEPTO "SER" COMO PROBLEMA FUNDAMENTAL

Por de pronto, tenemos que reconocer que es el concepto más universal. Por eso no puede ser definido según el método usual que se sirve de los conceptos de Género y de Especie. Los prejuicios que pretenden cuestionar la legitimidad de su tratamiento intelectual son, en primer término, que el concepto Ser no se refiere a cualidades singulares, ya que al abarcar a todos los entes se hace imposible tan siquiera el planteo de un cuestionamiento acerca de su cabal sentido en los términos usuales de género y especie de una realidad determinada. Y esto es lo que nos lleva al problema fundamental, que es el de preguntarnos en qué consiste su recordada universalidad.

Todo preguntar es un buscar. Buscar, a su vez, connota tener una referencia direccional a partir de lo buscado, es decir el qué y el cómo de eso a ser determinado mediante una investigación en profundidad, de modo a determinarlo en forma conceptual. Pues bien, estas son las tareas propias del ser humano que se pregunta a sí mismo, es decir del cuestionador, lo cual implica tener como objetivo consciente la obtención de una respuesta válida para esa pregunta. Un acaecer interrogativo puede ser superficial o preciso en la forma de hacerlo, es decir en la presentación de una estructura verbal reconocible como portadora de un sentido. En su sentido universal, la pregunta relativa a lo que es el Ser tiene una preeminencia ontológica, pues en ella se trata de llegar a conceptos fundamentales que abarquen la totalidad de todas las entidades, entre ellas la que nosotros mismos constituimos con nuestro existir.

En vista de eso, la estructura ontológica de este concepto se nos da como lo más lejano, pues la mismidad de quien se ve afectado por ella, en este caso la nuestra, se nos da siendo inmediatamente en todas y cada una de sus manifestaciones como una irradiación retrospectiva de lo que nos acontece por formar ella misma parte del llamado que nos hace. Es decir que estamos como obnubilados por el impacto de ese llamado, del que constitutivamente nosotros mismos formamos parte. La consecuencia de esto es que ese llamado no se nos presenta inmediatamente en sus rasgos ontológicos constitutivos. Por eso, a partir de, y merced a, sus diversas manifestaciones fenomenales, se pretende agotar esa singular realidad fenoménica. Y son diversas por causa de los variados rasgos ontológicos existenciales que, en su utópica unidad racional, se dan en el mismo acaecer de la existencia humana.

 

LA INTENCIONALIDAD. UN RASGO FUNDAMENTAL DEL EXISTIR HUMANO

El ente a ser estudiado es el acaecer de la existencia humana. Para analizarla debemos tener en cuenta un rasgo fundamental de ella que es el que llamamos "intencionalidad", porque es el que mueve su permanente acaecer existencial como resultado directo de la actividad psíquica del actor humano de ese acaecer.

La primera tarea permanente de tal acaecer es el cuidado de sí mismo o autocuidado. Y esto es puesto en práctica por el actor humano en función del futuro que él mismo avizora, y lo entiende como ese que le corresponde para concretar lo que le es y será positivo en un futuro avizorado sucesivamente a partir del permanente transcurso de sus consecutivos presentes propios. Este es un rasgo constitutivo de todos y cada uno de los seres humanos, es decir de nosotros mismos y de todos nuestros semejantes. En consecuencia, es un hecho real el que cada ser humano está encomendado a su propia mismidad, es decir a "sí mismo". Eso a su vez implica que cada uno de los seres humanos es un "Ser hacia", o sea está "encomendado" o "referido" a sí mismo, situación ésta que hace de él una suerte de absoluto, pues por eso cada uno de-viene permanentemente su propio referente, al tener que asentarse necesariamente en sus propias posibilidades constitutivas. La consecuencia de esto es el hecho de que el existente humano se gana o se pierde a sí mismo o, en otras palabras, vive siempre la autenticidad o inautenticidad propia, ya que constitutivamente, su acaecer existencial abarca tanto sus propias posibilidades positivas como sus negativas. Y estas posibilidades son las conformadoras de sus propios existenciarios, pues responden a las preguntas de Quién y para Qué.

Pero a lo que antecede debe agregársele otro rasgo a ser recordado, y es el de que ningún ser humano puede ser autoengendrado físicamente, y luego nacer y vivir su existencia en total y completa soledad. Para iniciar el tratamiento de esto, debemos tener presente que la entidad humana sólo puede constituir una realidad existencial como resultado de esa peculiar interrelación generadora que llevan a la práctica dos seres humanos de sexos distintos, y cuyo producto, el nuevo ser humano, sólo puede iniciar su existencia dentro del seno materno y posteriormente nacer con la imprescindible coactuación de otros seres humanos, todo ello en espacios y tiempos determinados. A la unidad conjunta y estable de múltiples manifestaciones de esta clase de procesos, llevados a cabo continuada y permanentemente en espacios territoriales establemente determinados, le llamamos, en general, Mundo.

Hay una dificultad para obtener un concepto definitivo de Mundo, pues este concepto presenta las restricciones propias de los conceptos gestados en las distintas ciencias especiales de lo que, en su existir, el hombre produce en su existencia autocreativa como Psicología, Sociología, Etnología, Lingüística, entre otras.

 

EL ACAECER DE "SER-EN-EL-MUNDO"

Esta expresión nombra el proceso existencial humano que comprende necesariamente las siguientes entidades concurrentes: un "acaecer-en-el-mundo", un "actor" que lo lleva a la práctica y finalmente, la "sustancialidad" de este actor.

La unidad de estos tres momentos implica que ellos se connotan recíprocamente, en tanto en el desarrollo de su propio existir todo existente humano actúa en el modo de un permanente "autoprocurarse su propio existir". Este es el modo único en el que él puede llevar a la práctica la satisfacción del impulso para existir que le es inherente. Pero esto implica a su vez en dicho ser humano existente, la existencia real del necesario conocimiento de su pro-pio mundo, conocimiento que por eso es también un rasgo integrante del existir humano para poder llevar a la práctica efectiva su propio existir, que es lo que se da cotidianamente a partir del cuidado de sí mismo. Sintéticamente podemos afirmar que lo expuesto implica que en el acontecimiento de la existencia humana se dan necesariamente los siguientes rasgos constitutivos: la interioridad de esa existencia, la apertura de ella a lo que le sea a la vez exterior y significativo, y la faena a ser realizada por ella para realizar a cabalidad su propio existir. Y la efectiva unidad inherente en acto de todo esto es el propio ser humano existente.

 

REALIDAD DE LO QUE LLAMAMOS MUNDO

En este trabajo hemos usado la expresión conocimiento de su propio Mundo. Pues bien, ¿qué es Mundo? Una respuesta rápida sustentada en ancestrales creencias religiosas todavía contemporáneas ofrece la respuesta de que esta entidad es sencillamente la unidad de todo lo creado por Dios. En consecuencia, dicha unidad abarca tanto las cosas materiales y animales constitutivas en sus múltiples manifestaciones físicas significativas para el ser humano. Entre las cosas animales se encuentra una muy particular que es el Ser humano, quien en la perspectiva cristiana religiosa está concebido como hecho a imagen y semejanza de su creador divino, es decir de Dios. La particularidad encontrada en esta perspectiva es que el ser humano frente a los demás animales está en posesión del rasgo constitutivo de poseer una conciencia física y moral de sí mismo, es decir una autoconciencia, a la cual y a partir de ella, se le agregan las aptitudes intrínsecas de razonar, en el enfrentamiento de entes singulares y acaeceres con identidades determinadas generados por causas, y a la vez generadores de efectos reales o posibles, y a partir de todo lo cual este ser humano realiza lo necesario para llevar a cabo su propio existir en el modo de una satisfacción de sus propias necesidades psíquicas y físicas. Esta es la manera como el Ser humano conforma su faena suprema de regular y ordenar su propia existencia, para arribar en el curso de ella a un definitivo destino final que habrá de ser la comunión eterna con su Dios Creador. La praxis humana que se ocupa de esta relación con Dios en la existencia humana es la praxis religiosa.

En consideración a lo que antecede, renovamos la pregunta: ¿Qué es el Mundo? No se trata de limitarse a reconocer los diversos entes que aunados lo integran, sino de reconocer sus momentos estructurales constitutivos, es decir los que son propios de él. Esos momentos estructurales son su mundanidad, su circundanidad y su espacialidad.

 

EL SER DE LOS ENTES ENFRENTADOS POR EL HOMBRE EN SU MUNDO CIRCUNDANTE

La realidad del mundo circundante surge de un rasgo vinculatorio pragmático del ser humano existente, que lo lleva a la realidad práctica de vivir el proceso de concretar sus posibilidades propias por medio de un trato procurador con los útiles reconocidos por él como partes integrantes del entorno a su alcance. Eso resulta del "Commercium" que los seres humanos tienen con ellos. Esta expresión "Commercium" nombra el trato humano procurador con ellos que no es primariamente de naturaleza teórico-cognoscitiva, sino pragmático, pues tiene como finalidad necesaria el sacar un provecho de ellos, porque el actor humano los considera útiles para sí. Esto connota que dichos entes tienen un valor utilitario para alcanzar algún objetivo que él persigue, o sea que le son serviciales, o mejor, que el ser de ellos consista en servirle a él para algo. Pero eso implica que dichos útiles estén a su alcance, es decir, "a mano" de él. Este rasgo implica la necesaria observación previa de ese factor humano que desea servirse de ellos para satisfacer una necesidad propia, observación ésta que se verá luego confirmada con el hecho de su utilización efectiva y que consiste en la puesta en práctica efectiva de dicha utilidad, observada previamente sólo como posible. Y esa utilización es la que genera la puesta en contacto efectiva de los Mundos en los que están asentados los seres humanos existentes, y los útiles significativos para ellos.

Es decir que como siempre, el existente humano, gracias a la observación de su entorno, deja a un lado lo que considera fuera de su alcance y se ocupa de lo que está a su alcance. Ese "entorno a su alcance" es necesariamente parte integrante del Mundo que el ser humano conforma, y por lo tanto abarca tanto "lo que está a mano" de él, como también eso que está aquí o allá, pero no al alcance de su mano.

Se llama "Remisión" al proceso de relacionarse con los útiles a través de los signos conformadores de éstos, para llevar a cabo el proceso existencial de ser en un mundo. Gracias a ese proceso es que surge la realidad utilitaria de los útiles, que son justamente aquellas "cosas que sirven para algo", es decir, con una aptitud, manifiesta para un ser humano determinado, de que ellas le sirven a él para llevar a la práctica un comportamiento conveniente o inconveniente de acuerdo con su propio criterio. Puede ser útil recordar que, para el hombre primitivo, es decir para el no crítico, un signo es idéntico con lo que señala, es decir con lo señalado.

 

RELACIÓN ENTRE SIGNOS DE COSAS Y REMISIÓN

El Signo muestra a un sujeto humano su propio "para que", es decir su propia "servicialidad posible", y dado que un Signo forma siempre parte de una totalidad de útiles, él vuelve automáticamente accesible a un ser humano el mundo entorno del que forma parte y al cual se remite para servirse de las entidades que lo conforman.

 

CIRCUNDANCIA Y SIGNFIICATIVIDAD DE LA MUNDANIDAD DEL MUNDO

Para tratar esto evocamos a continuación una crítica a la concepción filosófica cartesiana, que es la que entiende al Mundo como una cosa (res) extensa. Esta es una crítica que afecta también a la metafísica aristotélico-tomista. Es decir que una comprensión de algo exterior que forma parte de un Mundo no se agota en el reconocimiento de la mera dimensión de lo físicamente extenso como rasgo fundamental constitutivo del Mundo, sino en el hecho de que ese reconocimiento se inicia con el reconocimiento previo por parte del actor humano, de que lo que lo mueve a él a actuar es el hecho de estar constitutivamente intencionado y movido a satisfacer sus propias necesidades sirviéndose de eso reconocido en lo que corresponda a tal efecto.

 

IDENTIDAD DEL SER HUMANO Y PROBLEMÁTICA DE UN SER-EN-EL-MUNDO QUE ABARCA UN SER SÍ-MISMO Y UN SER-CON

El problema de quien sea el existente humano connota el problema de su propia identidad, la cual está dada por y en su existir concreto. Pero este existir se da siempre como un coexistir-por supuesto en un Mundo- lo cual, a su vez, connota la práctica de procurarse lo que desea, que entonces es también siempre un co-procurarse.

 

DIFERENCIA ENTRE "SER-CON-LAS-COSAS" Y "SER-CON-OTROS SERES HUMANOS"

Los tres aspectos de ser-en-el-Mundo son:

a) "ser-junto-al-Mundo", que se manifiesta a través de la permanente faena de "procurarse" algo para sí;

b) "ser-con-el Mundo", que se da en el ocuparse con el entorno persiguiendo una finalidad consciente;

c) "ser-sí-mismo", es decir la "mismidad" del actor que, sintéticamente hablando, es a la vez mirada fundante, estado de ánimo, y practicante. Es decir que el resultado sintético y unitario de toda la faena de existir, es la propia de su actor, el existente humano.

El existente humano como estado de ánimo o animidad conoce los siguientes modos de concreción: la indiferencia, el malhumor, el resbalo recíproco del uno al otro, el desentono, y el estar arrojado a su propio ahí. Cualquiera de ellos es factor de las interpretaciones que lleva a cabo el existente humano, porque cualquiera de esos acaeceres genera estados de ánimo en el actor que existe, y así devienen factores generadores de la concreción singularizada o combinada en su caso de posibles modos de aperturas o franquías de ese actor. La franquía o apertura de un existente humano implica su yectalidad, es decir su estar proyectado al Mundo en cualquiera de sus diversos modos posibles, todos los cuales, en consecuencia, hacen parte de la peculiar franquía o de la clausura total o parcial del existente humano ante el Mundo que enfrenta. Otro estado de ánimo es el del temor, que implica el estar frente a una cosa o ante un rasgo de ella que despierta en la conciencia del actor la posibilidad de que esa cosa o ese rasgo de ella le genere un daño. Otro rasgo del existente humano en tanto realiza el acto de comprensión es el modo de comprender del cual se sirve a ese efecto. A este rasgo del existente humano que llamamos Comprensión le importa todo lo que hace parte de su Mundo, y le sirve para la realización de su propio y personal "poder ser" en ese proceso general de procurarse un Mundo y a la vez también de cuidar la relación que mantiene con otros seres humanos. Es decir no por amor exclusivo de ellos y al margen de su propio "poder y deber ser". El existente humano está siempre situado y todo lo que le acontece es a partir de ese permanente estar previo interesado en lo que a él se refiere. El acaecer de la comprensión siempre afecta o incide en el rasgo de estar en un mundo. La función de la comprensión es la de explicar lo aprehendido y para eso se sirve del lenguaje propio cuya función es la de expresar esa comprensión en palabras articuladas proposicionalmente. La unidad lingüística de ella, racionalmente construida, sirve para entender la unidad que conforma y en caso necesario, también para do-minarla y también para comunicarla a otros seres huma-nos de modo que eso también le sea útil a ellos. Una curiosidad activa no se limita a la apertura propia del sujeto humano para la visión de un objeto, es decir al mero verlo, sino que se extiende a la concreción del encuentro de un Mundo, que le permita al actor del proceso la realización propia de él, es decir a su autorrealización.

El estado existencial de "Caído", inherente a todo actor humano, es el rasgo de estar lanzado o arrojado a vivir una situación. Un caso muy interesante es el del existente humano caído entendido como "ser-cotidiano". Uno de los rasgos constitutivos de este estado de "Caído" es el de la cháchara, cuyas viciosas prácticas son las de la habladuría, la ambigüedad, y la equivocidad o uso del doble sentido respecto de algo.

Otro rasgo constitutivo esencial del existente humano es el de la Curia o Cuidado de sí mismo. Este rasgo se asienta en el Estado de Ánimo propio que permanente mente lo lleva a todo ser humano ante sí mismo y a autointerpretarse en su propia yectalidad, es decir en el estar esencialmente en la situación existencial de estar arrojado, o mejor permanentemente llamado a realizar la faena de procurarse y obtener su propio mejor vivir, es decir su mejor ser y existir en su mundo. Ser en un mundo implica "ser junto-a-lo-a-la-mano y también ser-con-los-otros", casi siempre él mismo como "caído-en-el-mundo" como uno más indiferenciado entre varios.

Las cuestiones inherentes al Ser de "lo-a-la-mano", de "lo-ante-los ojos", del Cuidado; de la Mundanidad; de la Manualidad y de la Presencialidad, conforman aspectos muy importantes para entender las identidades originarias de nuestra actual identidad, es decir la del Mundo aborigen americano originario, la del Mundo del que provenían los Conquistadores y las del Mundo que conjuntamente con los aborígenes éstos fueron creando, prime-ro como Colonia, en la que cada sector aportó lo suyo para crear algo nuevo, para llegar luego a conformar una realmente nueva identidad independiente en el modo de una República con el accidentado proceso guerrero que además tuvo que sostener el desarrollo económico, social y cultural y cuyo conjunto hace la verdadera historia nacional paraguaya.

 

UBICALIDAD O SITUACIONALIDAD DE LA ANGUSTIA, ENTENDIDA COMO SOBRESALIENTE RASGO DE LA APERTURA DEL SER HUMANO EXISTENTE

El situarse existencialmente en un estado de ánimo indiferenciado respecto de las cosas -modo común propio del Ser humano-, es una forma utilizada por éste para autosustraerse hacia su propio "ser-sí-mismo", que es el estado existencial humano en el que se da establemente el llamado interior a realizar sus mejores posibilidades propias. Y esta suerte de huida respecto de sí mismo acontece porque el existente humano se sustrae a enfrentar su propia mismidad cerrándose a vivir su propia autenticidad, es decir, su propio "ser-sí-mismo". Pero lo que le hace descubrir su mismidad, es decir ese propio "ser-sí-mismo", es la Angustia. Y para que se dé este descubrimiento es constitutivamente necesaria la esencial franquía o apertura humana de sí y ante sí-mismo, la cual se da justamente en ese regreso hacia sí con motivo de la puesta en práctica del rasgo develador que le es inherente y le permite reconocer ante qué, o respecto de qué, se fuga. Todo eso, conviene recalcar, sólo es posible gracias al acaecer de la Angustia.

El estado interior de Indiferencia es el acaecer existencial en el que se refugia el existente humano en su "huida-de-sí-mismo", para evitar tener que crear el "Mundo a ser procurado" que le permita enfrentar lo que le resulta amenazador. El por qué, o causa de la Angustia humana, no es ante algo determinado, sino que es respecto del "Mundo" que deja de ofrecérsele como tal en la totalidad de sus posibilidades. Y esa es la razón por la que ese "Mundo" es enfrentado por el ser humano que existe. En relación a esto corresponde recordar esa interrogación usual, ¿cómo le va?, a la que un ser humano angustiado ante su mundo, responde con la expresión "no bien", y tácitamente deja sobreentendido el vocablo "ubicado" en su mundo propio. Esta es la razón por la que ese estado de ánimo de la Angustia es fundamental en la existencia humana, pues es él el que da testimonio de que el ser-sí-mismo que vive esa existencia se ve perdido en su propio Mundo. La Angustia auténtica es rara, pero es ella la vivencia que da al Ser humano la oportunidad de conocer su Mundo propio, es decir su propio estar en ese Mundo y en consecuencia conocer la mismidad de él.

 

RASGOS DEL EXISTENTE HUMANO

Ellos son:

a) el angustiarse en tanto está ubicado en un Mundo;

b) aquello ante lo cual se angustia;

c) la razón por la que está en ese Mundo.

 

A eso se le agregan sus rasgos ontológicos que son: la Existencialidad, la Facticidad y el estado de Caído. Esos rasgos son al mismo tiempo, existencial y unitariamente conformadores del Existente humano, lo cual implica que a todo existente humano le importa constitutivamente su propio ser. Esto a su vez connota que a todo Ser humano siempre le importa el estar abierto a su propia autenticidad, ya que eso es imprescindible para devenir su peculiar poder-ser, es decir acaecer auténticamente, o en caso contrario, inauténticamente. Por eso todo existente humano es siempre un "pre-ser-se" auténtico o inauténtico, es decir un "ser-en-camino". A esto es imprescindible agregarle el hecho de que "ser-en-el-mundo" es también necesariamente "ser-con-otros-seres-humanos". Pues bien, la puesta en acción operativa de esto se debe al omnipresente rasgo humano llamado Curia o Cuidado de uno mismo que se da en todos los modos auténticos o inauténticos de la Existencia humana, ya que justamente son las maneras de sus respectivas puestas en práctica las que hacen la autenticidad o inautenticidad de una existencia humana determinada. La Curia humana o el Cuidado humano de sí mismo, pre-cede a todos los comportamientos fácticos del Ente humano, es decir tanto a los prácticos como a los teóricos. Eso implica que ella es ontológicamente anterior a todas las posibilidades de ser de cada Existente humano. Y es la razón por la que se dan tanto el hecho de "procurarse algo para sí mismo" como también el hecho de "asistir a otros" o "procurar para otro u otros". También esa es la razón para que se dé tanto "Algo querido" como también un "Mundo descubierto", ya que recién a partir de eso, es que ellos se descubren. Esta parte es especialmente importante para entender la relación de los Conquistadores españoles con las tierras descubiertas y con sus habitantes, en especial con las mujeres indígenas, en el desarrollo de la vida sexual común con sus consecuentes frutos generativos, y con los varones indígenas en las prácticas del trabajo económico-productivo y distributivo general y en las prácticas del servicio operativo del ejercicio de la dominación política. Y a lo que antecede se le agrega también el rasgo humano de la "Compulsión para vivir", que es común a los dos sectores humanos recordados.

Crítica fundamental: ¿Qué significa Realidad en los cuestionamientos que anteceden? En primer término debe recalcarse que estos cuestionamientos están vinculados al problema de lo que llamamos Mundo exterior, que es la vía de acceso a lo real, pues de entrada eso está necesariamente vinculado con lo propiamente visual, que es lo que genera el comportamiento del Alma y de la Conciencia en todo Ser humano. Pues bien, es entonces en este contexto que surge ese rasgo humano constitutivo que conocemos como la trascendencia de la Conciencia respecto de lo que el Ser humano físicamente ve, y en consecuencia también, la independencia de la Conciencia humana respecto tanto de lo físicamente visto, como de los acaeceres propios de cada una de esas realidades. El hecho humano que llamamos Conocer, es un modo de acceso a lo real en tanto esto constituye una entidad intramundana.

 

CRÍTICA DE LA ANALÍTICA EXISTENCIAL A LOS CONCEPTOS DE REALISMO E IDEALISMO

La Realidad como problema ontológico es que ella está ligada al acaecer en el mundo como momento estructural del Existente humano. La relación entre la Realidad dada y la Curia o Cuidado del Actor que hace parte de ella resulta del hecho de que lo "dado" no se agota en su acaecer sencillamente lo que está ante los ojos de él, sino que es lo que resulta de la retransmisión automática de eso a la Curia o al Cuidado del ser humano contemplador o visualizador de lo contemplado para su aprovechamiento o rechazo en el proceso de su propio existir.

 

EL EXISTENTE HUMANO EN TANTO FRANQUÍA Y VERDAD

El autor del presente trabajo acepta la critica que se hace a esa concepción tradicional de Verdad, que es la que afirma que el lugar donde se asienta la Verdad está en la proposición y, en consecuencia, que su esencia sería la de la "conformidad", ya que en ese caso el juicio sería idéntico al objeto enjuiciado. El creador de esta concepción tradicional fue Aristóteles.

El fenómeno originario de la Verdad, es decir el origen verdadero de ese concepto tradicional de verdad, es el acaecer del descubrimiento por parte de un Ser huma no de los rasgos existenciales constitutivos de una entidad observada. Esto significa que la Verdad es una relación vinculante que es descubierta en el proceso del acaecer conjunto de un Ser humano existente y de una cosa observada investigada y reconocida por él. Eso implica que el ser propio del Ser humano que existe, es el de un intérprete, y que el objeto que él observa puede ser y es apto para ser interpretado. Cada uno de ellos, es decir el Sujeto y el Objeto, con sus respectivos rasgos de Animidad, Ubicalidad y Comprensibilidad, están insertados en el discurso que lo expresa y abarca el "ser en" y la "mismidad" de ambos y cada uno de ellos a partir del Cuidado o Curia del Actor humano. Es así como este Actor está en el acontecer de la Verdad en todos sus rasgos, inclusive en su Yectalidad, es decir en su estar siempre proyectado a algo. Eso a su vez, pertenece necesariamente también a su estar vinculado al Existente humano en tanto éste, en su "estado de caído", es el genuino develador de todo en relación a su propia "autenticidad" y a su propio "poder ser". Si el Mundo se apodera de un Existente humano, se da automáticamente la pública desubicación existencial de este Existente humano, o sea, una ubicación existencial ilegítima. Y es en esta desubicación, en la que surgen esos tres acaeceres propios del ser humano que son la Cháchara, la Ambigüedad y la Curiosidad, entendida esta última sólo como un mero afán de novedades.

 

EL MODO DE SER DE LA VERDAD Y LOS SUPUESTOS DE LA VERDAD

El Existente humano tiene a la Franquía o Apertura como uno de sus rasgos constitutivos, y por eso está esencialmente en el acontecer de la Verdad. Esto implica que ese acaecer de la Verdad sólo puede darse en tanto exista un Ser humano. Las Leyes científicas existen en tanto haya un Ser humano. Lo mismo acontece en los casos de los Principios lógicos y de las Leyes lógicas. Lo que quiere decir esto es que los acaeceres de Verdad sólo se dan como tales "en y para" un Ser humano existente. Esto no implica una suerte de subjetividad caprichosa, sino la afirmación ineludible de la necesaria mediación de un Existente humano para que la "validez o vigencia de una relación o secuencia de acaeceres" sea reconocida como Verdad por ese Existente humano mediador. Pero para "poder ser reconocida" esa Verdad debemos suponer que ella existe o tiene una suerte de presupuesto, y que es tal porque "descubrir" es también una práctica existenciaria del Existente humano, es decir es un rasgo existenciario de él, y como éste es un "pre-ser" constitutivo, en vista de su propia Curia constitutiva, es también un rasgo constitutivo de él que hace posible su propio poder devenir la concreción de las posibilidades que le son propias. Todo lo que ante-cede hace que eso sea, como efectivamente es, una suerte de "pre-ser" constitutivo de cada Ser humano como tal. Es decir que hace de eso un existenciario propio del Ser humano proyectado a la permanente tarea procuradora de realizar sus propias posibilidades, lo cual a su vez connota el hecho de estar necesariamente referido a sí-mismo. Y es así como el existente humano está proyectado en el Mundo, y no necesita de ninguna prueba exterior a él mismo para reconocerlo. En efecto, suponer algo con-nota entender a ese "algo" como el fundamento de otro "algo", lo cual sólo es posible en tanto ello connota una correlación de seres sobre la base de la Franquía humana, es decir del ser-descubridor que es lo propio del Ser humano que existe. En consecuencia este Ser humano existente es el supuesto necesario de todo. Pero aquí hay que tener en cuenta a todos los demás existenciarios propios del Ser humano, uno de los cuales es el ya recordado Cuidado, o la Curia, es decir el rasgo de que le importa su propio ser. Otro es el de "ser-en-el-mundo" o sea el de presuponerse a sí-mismo y a la vez pertenecer a un con-junto de seres humanos en la forma del "nosotros" o del "nuestro" pero nunca en una forma entitativa que no sea la propia del Ser humano. Suponer lo que antecede es una necesidad, y así eso es y debe ser una suerte de franquía o apertura propia de todo Existente humano, ya que es un rasgo constitutivo esencial de la autoproyección de ese Existente humano en el mundo. Heidegger, el autor de estas expresiones, se plantea luego la pregunta de si el existente humano tiene sujeto al Ser que él es, o que este Ser está sometido a su decisión, y responde que no, porque al responder ya testimonia que está en un proceso de descubrimiento de verdad, cualquiera sea la respuesta que emita. El recordado autor, con la presentación del Ser humano conocido como "escéptico fáctico", que es el que no necesita ser contradicho, da un ejemplo acabado del absurdo de buscar fundamentos a eso que es de por sí implanteable en términos lógico-racionales, es decir a la pretendida búsqueda de la Racionalidad de lo Arracional en el ámbito del acontecer de un "Sujeto ideal" que existiría al margen de sí mismo. El Ser y la Verdad son acaeceres recíprocamente inherentes, y en consecuencia co-originarios. Como sabemos, la Autoconciencia humana se inicia con el acaecer perceptivo de algo exterior a ella. A eso le sigue el acaecer de la autoconciencia, es decir el reconocimiento de que es uno mismo el que está percibiendo eso que está fuera. Ello implica la existencia en dicho proceso de una dupla de entidades en acción, lo exterior interiorizado que es el Objeto, y lo interior que es la Autoconciencia del Actor humano que lleva a cabo el proceso en su unidad. La vinculación entre ambas entidades responde a un rasgo existencial humano que es la Intencionalidad, y que hace que él se sienta siempre impulsado a practicar conductas adecuadas para la satisfacción de sus necesidades físicas y psíquicas. Pero el proceso del reconocimiento de lo que le es, o puede serle, positivo, una vez superada la primera infancia en la que las necesidades fundamentales están directamente determinadas por necesidades físicas inmediatas como el hambre, la sed y la satisfacción de otras necesidades elementales, responde ya a determinadas concepciones respecto tanto de sí mismo como de los recursos y medios que se vuelven elementos integrantes del desarrollo de sus propias posibilidades existenciales. El reconocimiento de tales recursos por parte de un actor humano implican en él una ardua e intensa faena cognoscitiva, tanto de los elementos teóricos en juego como del uso de la memoria singular y categorial propia de lo que ya le aconteció a lo largo de su ya transcurrida vida. Lo afirmado, una práctica humana permanente a lo largo de su existencia, es parte vital constitutiva del acaecer original existenciario del que también hace parte el proceso físico orgánico natural, conformado por la respiración, la alimentación y otros fenómenos semejantes, que acontecen permanentemente sin necesidad de requerir previamente el expreso consentimiento previo del actor, para la realización de cada uno de ellos.

Esta exposición de lo obvio puede resultar adecuada para intentar una presentación conceptual del acaecer existencial colectivo paraguayo, en una versión más abstracta y profunda que la conocida. A ese efecto es conveniente recordar primero que en un proceso existencial humano como ese, se dan tres intencionalidades humanas fundamentales en juego. Una es la que se relaciona con la satisfacción de las necesidades físicas individuales. Otra es la que se relaciona con el orden psíquico individual y colectivo, y una tercera es la que se relaciona con un orden trascendente que aparece como sustentador originario de toda la realidad humana psíquica y física y, en consecuencia, también el definidor de los fines últimos y de la legitimidad de todos los fines particulares a ser perseguidos, que es el religioso en sus múltiples manifestaciones definidoras éticas.

Es también conveniente tener presente en esta presentación que todo proceso histórico colectivo implica la necesaria concurrencia de cuatro ordenamientos de realidades operativas con rasgos propios y duraciones determinadas. El primero es el de la realidad humana conformada por sus actores políticos comunitariamente integrados. El segundo es el de los fines perseguidos que en este caso son o han de ser proyectos colectivos políticos, sociales, eco-nómicos a ser puestos en práctica por esos actores. De esos proyectos han de formar parte también las determinaciones de los medios correspondientes para la puesta en práctica de la dirección y ejecución de ellos. El tercero es el conformado por la entidad encargada de formular lo que antecede y cuidar la aplicación de eso formulado en el acaecer existencial de la entidad colectiva global y de sus miembros. El cuarto es el de la duración temporal legítima de todo lo que antecede.

Puede ser conveniente tener presente aquí la necesidad de un tratamiento especial del recordado tercer punto, que se refiere a la entidad encargada de la formulación y aplicación de lo que en consecuencia, resulta lo propiamente debido. Esta entidad es la Magistratura político-autoritaria cuya misión primera y última, en consecuencia, es cuidar y administrar la entidad colectiva estatal en todas las dimensiones de la existencia humana que hacen a la vez la vida colectiva e individual de sus miembros, cuidando de sostener y promover lo valioso e impedir y eliminar lo que hace o puede hacer mal en el presente o en un futuro. Esto significa afirmar en principio la primacía del bien colectivo y la persecución y eliminación en lo posible de lo que pueda resultar negativo para eso. Si el cuidado de esto es su misión principal, resulta imprescindible que la búsqueda de bondad del todo a ser logrado implica la puesta en práctica permanente de una mirada crítica sobre la totalidad, haciendo de esta su tarea constante. En este momento conviene recordar que esta Magistratura político-autoritaria colectiva está siempre conformada por seres humanos individuales, quienes así están expuestos a errores y a intereses particulares propios de esta condición. Eso puede suceder muy fácil-mente si la mirada de quien ejerce la autoridad se desubica respecto de lo total a su cuidado y le da primacía a lo singular, parcial o particular, olvidando el mantenimiento de la mirada permanente dirigida a la Totalidad. Su faena práctica consiste entonces en definir categorialmente los comportamientos humanos debidos, como también los modos y las reglas de su puesta en práctica. A continuación, en vista de la experiencia ganada y reconocida en la práctica efectiva de ellos, esta misma Institución autoritaria pasará a determinar la conservación de esas medidas, o su mejoramiento en los aspectos que considere conveniente, o la eliminación total o parcial en función de lo indebido de ellas. En la época actual, al ente colectivo con identidad propia que aúna en espacios territoriales y tiempo concreto la realidad de seres humanos vi-viendo la práctica de lo recordado lo llamamos Estado, y su versión republicana, que es la propiamente moderna, comprende un Poder Legislativo productor de las normas generales de conducta a ser seguida por todos, y de las consiguientes penas a ser impuestas por el incumplimiento de ellas, un Poder Judicial encargado de juzgar las conductas de todos los integrantes, inclusive las de los mismos integrantes de la autoridad, y de aplicar las penas a quienes no hubieren puesto en práctica lo debido, y un Poder Ejecutivo encargado de la administración general de los órganos de Gobierno, de percibir los ingresos necesarios en concepto de impuestos, tasas y contribuciones también previa y legalmente definidos para eso, y también el uso y disposición de un aparato de poder material para imponer con plenitud en caso necesario, la fuerza coactiva necesaria para el cumplimiento de lo ordenado y debido de las normas por parte de todos los habitantes de ese territorio. El titular de esta última magistratura en un Estado democrático es un Presidente de la República.

A continuación, como segunda parte, se presenta como expresión singular de la verdad de lo que antecede un recuerdo sintético de las principales entidades actoras en la historia paraguaya y sus prácticas fundamentales.

 

Fuente:

“REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

POETAS – ENSAYISTAS - NARRADORES”

IV ÉPOCA - Nº 17

Arandurã Editorial,

Asunción-Paraguay, Setiembre 2009.

 

 (Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

 

 

NOTAS PARA UN ANÁLISIS DE LA HISTORIA

POLÍTICO-SOCIAL PARAGUAYA

(SEGUNDA PARTE)

Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS

 

EL CASO HISTÓRICO DEL PARAGUAY

 

El acaecer temporal unitario de esta realidad humana a la vez individual y colectiva en su constitución y desarrollo propio y a la vez en el de cada uno de sus integrantes humanos anteriores, actuales y futuros en permanente conformación temporal a la vez individual y colectiva, es un excelente ejemplo de la puesta en práctica del rasgo humano constitutivo del Cuidado de sí mismo y de todo lo vinculado positiva o negativamente a eso.

A este acaecer le llamamos Historia y en lo que concierne inmediatamente a una que nos incluye comprenden, de acuerdo con un saber común, los siguientes procesos constitutivos:

El primero fue el prehistórico, gestado por integrantes de tribus aborígenes americanas asentadas en el territorio que hoy hace parte del Paraguay.

El segundo fue el iniciado en ocasión de un proceso de Conquista de este territorio gestado por el Reino europeo de Castilla mediante el envío de fuerzas invasoras armadas propias que en consecuencia fueron sus actores principales. Es conveniente recordar que posteriormente ese Reino pasó, vía sucesión hereditaria, a hacer parte singularizada del Sacro Imperio Romano Germánico. El recordado proceso de Conquista propiamente dicho culminó con la instauración en 1541 de una Colonia estable con el nombre de Provincia del Paraguay cuya capital fue la entonces recientemente creada unidad urbana de Asunción. Esta Provincia hizo parte primero del Virreinato del Perú hasta 1767 y luego del Virreinato del Río de la Plata, cuya ciudad capital fue Buenos Aires. Ambos Virreinatos hacían parte del Imperio de Indias cuyo Emperador primero fue Carlos V, sucesor del rey de España y a la vez Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico que en consecuencia devino también Emperador de Indias. Este Imperio de Indias abarcó parte del Norte, y todo el Centro y el Sur del Continente americano.

El tercero se inició en el año 1811 con el nacimiento de un orden estatal republicano independiente y la consiguiente extinción del anterior régimen colonial español. Es decir que sus integrantes humanos, haciendo a un lado su anterior condición de súbditos del Imperio colonial de Indias devinieron ciudadanos de una autónoma y soberana entidad política colectiva gestada con el nombre de República del Paraguay. Esto constituyó una verdadera Revolución, y sus consecuencias que hicieron parte directa e inmediata de la realidad de entonces, hacen parte todavía de nuestra actual realidad presente y la harán de nuestra futura.


PRIMER PERIODO: PRE-CONQUISTA. LOS GUARANÍES


La población americana aborigen local cuya fracción principal fue la tribu Guaraní estuvo asentada en el territorio que hoy es parte de la República del Paraguay. Su faena existencial principal era la de la subsistencia individual y colectiva de sus miembros mediante las permanentes prácticas de la alimentación de productos básicamente vegetales frescos y algunos pocos cocinados. Para poder llevar a cabo esa práctica alimenticia general el sector masculino era el encargado de poner en práctica la faena de apropiarse y aprovecharse de los productos de la naturaleza. Los asentamientos colectivos eran conjuntos de viviendas muy precarias que duraban lo que el entorno natural les permitía, y, dentro de este caso, las que antes de eso no habían sido destruidas por los ataques relativamente frecuentes de agresivas tribus indígenas vecinas más poderosas. Posiblemente el porcentaje femenino de la población fue mayor que el masculino y de ahí resultó que de hecho, el conjunto humano colectivo se mantuvo como es natural en los términos reproductivos propios de una general poligamia. El cuidado posterior directo de los consiguientes productos nacidos tanto en la primera como en la segunda infancia estaban a cargo del sector femenino. A continuación y de acuerdo con el incremento de la edad, los integrantes de la juventud pasaban a incorporarse progresivamente a las faenas propias respectivas de cada sexo. Es decir, las mujeres a las tareas femeninas y los varones a las masculinas. La defensa individual y colectiva frente a agresiones físicas emprendidas por grupos tribales enemigos estaba a cargo del sector masculino con la colaboración del sector femenino para realizar las tareas que les eran propias. La organización colectiva global básica fue la tribal con una estructura autoritaria superior integrada por un Consejo de Ancianos que expresaba la sabiduría colectiva ancestral conservada en la memoria de sus integrantes y un Cacique investido de la superior autoridad compulsiva ejecutiva y judicial directa e inmediata. Ambas entidades actuaban en general en forma coordinada, inclusive para la aplicación de sanciones a los miembros de la tribu que no hubieran practicado lo debido.

Por supuesto uno de los factores identificatorios colectivos más importantes fue el lenguaje utilizado por estos indígenas. Esta lengua, exclusivamente oral, fue el Guaraní y parte de ella se conserva en la vida cotidiana de la población paraguaya urbana y rural contemporánea para expresar ciertas realidades que hacen a la vida inmediata personal y social de sus integrantes contemporáneos. Pero la determinación constitucional actual de considerarlo idioma oficial del Estado paraguayo republicano no parece muy racional, en vista de que dicha Lengua carece de vocabulario propio para expresar realidades culturales que son propias de la vida contemporánea. Y el primer testimonio de esto se da ya con el vocablo República, que hace parte del nombre actual del Estado paraguayo. Como sabemos, una realidad contemporánea individual y colectiva está vinculada directamente con el desarrollo de las Ciencias modernas y con las prácticas existenciales individuales y colectivas de la civilización y cultura contemporánea. Pero es indudable, que lo que resta de esa Lengua sirve emocional y lingüísticamente para la afirmación permanente de una identidad existencial colectiva y para la creación de obras literarias con valor estético para quienes pueden adentrarse en sus sentidos y significados emocionales.

A lo expresado debe agregarse el recuerdo del acaecer individual y colectivo religioso en esa cultura tribal. Como parte significativa y significadora en general de la vida humana, el acaecer religioso tuvo también entre los guaraníes su propia realidad, pues creían en la existencia de un Ser supremo. Pero el desarrollo y la presencia real de eso en la vida cotidiana, aunque contribuía a la vigencia comunitaria con su llamado a una experiencia humana interior de lo superior y de lo que mueve al ser humano en lo más íntimo hacia lo mejor en su vida, no implicó el desarrollo de una problemática inspiradora de una verdadera Teología. Eso explica en parte el posterior acomodamiento no conflictivo de esta población a la versión religiosa cristiana que hacía parte de la existencia de los Conquistadores españoles. Y esta fue una de las razones por la que el proceso de conquista desarrollado en su propio territorio fue marcadamente menos violento que el que tuvo lugar en otros territorios indígenas del centro, del norte y también de Sudamérica, en los que como en el caso de los Mayas, o de los Aztecas y otros se había dado previamente al proceso de Conquista, un proceso de desarrollo existencial propio amplio en todos los aspectos, inclusive en el desarrollo urbano. Estas tribus más desarrolladas enfrentaron con suma violencia la invasión hispano-europea que acabó con la destrucción radical y total de la identidad de ellas.

Otro rasgo de la cultura aborigen guaraní fue el rasgo rural llano y boscoso de sus asentamientos y el hecho de que nunca supieron, ni tan siquiera concibieron, la posibilidad de un desarrollo urbano en su propio territorio.

El territorio en el que se asentaban los Guaraníes era generador de diversos tipos de vegetales y, en consecuencia, sustentador también de distintos tipos de animales que

a la par de permitirles alimentarse les servían de refugio acogedor frente a los periódicos procesos inclementes de la misma Naturaleza y de las confrontaciones violentas con organizaciones tribales vecinas con los mismos recursos y debilidades. Esto obligó el desarrollo de un doble rasgo: 1) el de un sedentarismo de variada duración, y 2) el de la consiguiente migración por razones de mayor seguridad en vista de las agresiones de la Naturaleza y de Tribus vecinas enemigas.

Entre los recursos económicos de la población se contaban en primer término los naturales inmediatos dados, a los que se le agregaban los que resultaban del uso de las propias fuerzas creadoras de los Indígenas como la producción de fuego o calor, los instrumentos de defensa inmediata obtenidos mediante el manipuleo de productos vegetales como el arco y la flecha y de otros productos naturales como las piedras. La defensa a la que se hace referencia, era en contra de ciertos rasgos naturales, de una

manera negativos para el ser humano como el calor solar excesivo, las lluvias y el frío, y en general la conjunción de ellos que los hacían particularmente negativos para el bienestar, que es una de las finalidades esenciales del cuidado humano. Cabe recordar especialmente el rasgo de las relaciones interhumanas de padres e hijos y de miembros y autoridades de la Comunidad, con las autoridades de esta. Entre ellas se cuenta en primer término la que fue gestada entre madres con hijos e hijas hasta la pubertad. De ahí en adelante la importancia mayor por lo menos en el caso de los varones, fue la relación inmediata de éstos con el padre y con los ascendientes masculinos, que luego se extendían a la autoridad colectiva superior de un Cacique, siempre de sexo masculino. Éste, para ciertos asuntos contaba con el asesoramiento y aún dirección y orientación de un Consejo de Ancianos varones, que constituían una suerte de repositorio de sabiduría colectiva ancestral definitoria de legitimidades para ciertos casos existenciales que afectaban directa o indirectamente a la entidad tribal en su conjunto.

La relación intersexual entre ambos sexos generadora de la existencia física de sus integrantes fue, y sigue siendo hasta hoy, poligámica y no poliándrica.


EL CUIDADO O CURIA EN LOS CONQUISTADORES


La segunda entidad actora fue la de los Conquistadores que eran súbditos del Rey de España, posteriormente devenido Emperador de Indias con asiento central en el territorio ibérico europeo occidental y cuyo desarrollo económico, social y cultural era, desde nuestra perspectiva actual, muy superior al indígena aborigen americano. Hablamos de superior en el sentido de que les permitía llevar a la práctica posibilidades y actividades humanas más diversas y con resultados consecuentemente más variados,

tanto en lo que se refiere al dominio y aprovechamiento de los recursos naturales inmediatos y mediatos como a la misma producción de nuevos tipos de bienes de consumo a partir de los naturalmente dados para la satisfacción de sus crecientes necesidades reconocidas.


¿EN QUÉ CONSISTIÓ LA CONQUISTA DE LA QUE NOS OCUPAMOS?


Todo proceso de conquista connota una suerte de apropiación de lo ajeno al actor del proceso que la lleva a cabo. Y el caso que nos interesa consistió precisamente en el proceso de subyugación de la realidad tribal aborigen americana de los Guaraníes por parte de Conquistadores hispanos enviados por el Monarca castellano vuelto Emperador de las Indias, como se denominó al territorio sur, centro y norteamericano conquistado en esa empresa. Es decir que la inicial que nos interesa a nosotros en este ensayo inmediatamente, es la que bajo la dirección de Pedro de Mendoza tuvo su inicio en el año 1534, se dirigió al territorio que actualmente ubicamos como el sudamericano del Río de la Plata y formó parte del conjunto de procesos similares destinados todos ellos a afirmar la conquista americana por parte de la entidad monárquica promotora. Estas expediciones se asentaron y afirmaron con la instauración de órdenes coloniales virreinales. El centro principal inicial del que formó parte el territorio paraguayo actual fue el Virreinato del Perú, cuya capital fue Lima, situada al norte del territorio local hoy paraguayo, seguramente por su mayor proximidad al área donde se encontró el tan buscado metal de oro. Puede ser útil recordar en este pasaje que el origen de este proceso de conquista y posesión de territorio americano fue el descubrimiento del nuevo continente americano por Cristóbal Colón, un navegante genovés al servicio del Rey de Castilla y Aragón. Ese descubrimiento generó en un comienzo la posibilidad de abrir nuevos caminos para la obtención de "especies" alimenticias de origen asiático, cuyo comercio por los conductos reconocidos de entonces era difícil y gravoso. Pero, a partir de los contactos establecidos con las poblaciones indígenas, se descubrió la posibilidad de que en el nuevo territorio descubierto existieran yacimientos auríferos. De España salieron muchas expediciones con el propósito de descubrirlos y explotarlos para beneficio de los Monarcas y de sus súbditos, entre los cuales se contaban en primer término los mismos expedicionarios con sus diversos niveles de importancia. Las que tuvieron éxito en este sentido fueron las que empezaron por la zona central y norte de Sudamérica, aunque encontraran asentada en ella una población indígena aborigen más fuerte y desarrollada que la que encontraron en territorios más alejados. Entre estos territorios alejados se contó el que conformaba la zona después llamada del Río de la Plata, en la que si bien encontraron una población indígena con menor desarrollo social y económico y por lo tanto más pobre que las situadas más arriba, era a la vez menos agresiva y además estaba asentada en territorios potencialmente fecundos para un tipo de desarrollo existencial rural semejante al propio de la madre patria europea. Es decir que para los expedicionarios que vinieron a esta zona, luego de verificar su fracaso respecto del fin fundamental recordado, surgió la posibilidad de gestar un tipo de existencia humana parecido al propio del sector rural de la Madre patria, pero con menor presión inmediata del entorno tradicional europeo para sus futuros posibles ocupantes y, en consecuencia también, con más libertad económico-productiva y social inmediata. La lengua utilizada por estos Conquistadores fue la española castellana.

Puede ser conveniente recordar que los grupos de Conquistadores españoles que practicaron sus faenas en territorios americanos ocupados por tribus indígenas que habían alcanzado un mayor desarrollo cultural, económico, político y social por ejemplo los que integraban los imperios Azteca y Maya, desarrollaron sus tareas con mucha mayor violencia y con resultados más definitivos y completos, dando lugar a la completa extinción de estas entidades y también a la consiguiente destrucción de sus monumentales obras edilicias.

Finalmente, para completar el conocimiento genuino de este proceso, se debe tener presente también el papel desempeñado por la dimensión humana religiosa, cuyo impulso básico fue el de mantener los rasgos cristiano-católicos en las poblaciones de los asentamientos creados que incluía a la americana nativa asimilada a esta empresa, como fuente fundamental de la ética debida por el orden colectivo e individual de sus integrantes presentes y futuros.

La tercera entidad actora en la conquista fue la religiosa, que realizó el proceso de evangelización cristiano-católica con su permanente llamada de atención sobre el modelo debido de Ser humano a ser puesto en práctica en el existir individual y social de la nueva realidad histórica. Esta parte es tan importante como las otras, pues se ocupó, y sus sucesores se ocupan todavía, con el mejor poder-ser humano de acuerdo con el ideal supremo a ser perseguido y alcanzado por todos. De esto no puede inferirse que el resultado tuvo que haber sido perfecto, pues conocemos casos de las violaciones a, y el incumplimiento, de las estrictas reglas de este sistema de creencia religiosa por parte de muchos de sus actores, religiosos incluidos. Sin embargo, indudablemente, sus postulados e ideales supremos como expresión del ideal existencial humano debido tuvieron entonces y siguen teniendo vigencia en nuestra actual sociedad sucesora de la anterior. Es conveniente en este contexto recordar en forma muy especial el intento de

la Orden religiosa jesuita de promover ya en la siguiente etapa que fue la de la Colonia, un proceso autosustentado a la vez cristianizador en lo religioso, productivo en lo económico y racionalmente coordinado en lo social en general para y en comunidades puramente indígenas. El éxito de ellas generó un conflicto tan grande en el mundo hispánico, que hacia finales del siglo XVIII se promovió no sólo el retiro de los promotores religiosos de este proceso y la eliminación de las comunidades creadas, sino hasta la misma disolución de la Orden religiosa que había orientado y promovido un proceso que las autoridades hispanas consideraron verdaderamente atentatorio de la Monarquía imperial suprema y de sus servidores inmediatos.

Finiquitado el proceso de Conquista y de búsqueda de oro para quienes se habían adentrado primero en la parte sur de Sudamérica, corresponde ahora que nos ocupemos con la etapa siguiente, que es la inicial del proceso histórico que hace la realidad contemporánea paraguaya.

En ésta, a diferencia de lo que pasó en los recordados territorios americanos pre-coloniales con mayor desarrollo interno y, por lo tanto, con una conciencia más fuerte de su propia fortaleza que exigió de los Conquistadores españoles el desarrollo de devastadoras empresas guerreras, se realizó un acuerdo relativamente pacífico y firme de los Conquistadores de estas tierras con la tribu indígena local. Este acuerdo dio lugar a la generación de una nueva población. En esa faena participaron los Conquistadores y las Indígenas, dando lugar a una relación no precisamente conflictiva, ya que estuvo sustentada en la poligamia no ilegal aborigen y sí ilegal pero muy desarrollada hispana. Paralelamente, y al mismo tiempo, se engendró una relación económica de trabajo productivo con el sector masculino indígena. Lo que la población indígena local ganó con esto fue una mayor seguridad para la defensa de su existencia individual y colectiva, gracias a la enorme capacidad para la lucha armada que tenían los Conquistadores frente a los demás grupos aborígenes potencialmente agresivos del entorno.

Pues bien, fue gracias a eso que en la historia colectiva que nos incluye, se dio inicio a esa segunda etapa estable de desarrollo colectivo e individual, que fue la de la Colonia. En ella, sus habitantes, siguiendo el modelo económico productivo propio de la tradición hispana, se instalaron permanentemente en determinadas áreas de los territorios conquistados, creando asentamientos rurales en los que desarrollaron actividades productivas de animales vacunos, caballos, burros, aves de corral, y también de especies vegetales. Estos productos, además de poder ser consumidos localmente, podían luego ser enviados a Europa para su consumo. A eso se le agregó el desarrollo de pequeños centros urbanos cuyo núcleo inicial fue siempre un asentamiento militar que ofrecía cierta seguridad física inmediata ante agresiones extrañas y, en consecuencia, contribuía también a mantener cierta paz y seguridad en la convivencia diaria de los colonos. El modelo de dicha convivencia no pudo ser otro que el que les ofrecía el recuerdo de la realidad urbana de la patria hispana de origen. Este tipo de vida abrió además a los colonos la posibilidad de desarrollar en el nuevo territorio americano un tipo de existencia humana individual y colectiva más libre, en ciertos aspectos, que el que podían desarrollar abiertamente en la patria de origen. Parte de esa conducta más liberal tuvo que ver con la convivencia desarrollada con el sector femenino de la población indígena local, y connotaba un marcado distanciamiento de ciertas restricciones moral-religiosas, pero que sirvieron en forma eficaz para el proceso de creación de una nueva población local.

Aunque todos le debían obediencia al Monarca, una determinada cercanía permanente respecto de él generaba diversos tipos de proximidad como los de Príncipe, Archiduque, Duque, Marqués, Conde, Vizconde, que a su vez engendraba en ellos derechos propios y también facultades autoritarias en ámbitos determinados y respecto de los habitantes comunes de dichos territorios. Por supuesto, el súbdito común, es decir el hombre común, sólo tenía como derecho el puramente individual inherente a su persona y a su relación familiar inmediata. Respecto de todo lo demás, su único título era el de ser súbdito de una autoridad monárquica superior. El tránsito de un ser humano de una cualquiera de estas situaciones básicas a otra era decisión exclusiva del todopoderoso Monarca supremo, a quien todos los demás, como súbditos necesarios de él, le debían respeto, acatamiento y sumisión completa.

El sustento operativo de esta concepción fue el modelo autoritario y organizativo imperial romano adoptado por la Iglesia Católica, Apostólica Romana para su propia organización. Como sabemos, esta Institución ve al Mundo como una totalidad de seres humanos cuya íntima naturaleza es la de ser productos o hijos de Dios y en consecuencia obedientes servidores de él, quien a los efectos del cumplimiento práctico de eso, instaura dos entidades autoritarias en el Mundo. Una es la religiosa a cargo de la Iglesia, que se ocupa de prescribir lo fundamental en materia de ética de la conducta humana y del consiguiente castigo divino a quienes se desvían de ella por causa de conductas pecaminosas. Otra es la política que hace a las cosas de este mundo creado por Dios pero sometido a autoridades humanas, para definir las conductas debidas en las cosas de este mundo y aplicar las correspondientes sanciones a quienes no las cumplan.

Este proceso implicó, como lo prueban los hechos posteriores, un también acelerado crecimiento de la conciencia de una identidad singular en el ente colectivo colonial en formación frente a las tradicionales de sus orígenes. Esta identidad singular en diversos aspectos de la existencia humana individual y social generó indudablemente una progresiva conciencia de intereses individuales y colectivos propios, dentro del contexto de la colectividad monárquica imperial de la que sus actores formaban parte.

Sin duda parte de esto se originó en el caso del territorio hoy paraguayo, en la también muy distante relación no sólo con el orden central europeo, sino también con el centro virreinal del Perú. Pero la otra parte, posiblemente la decisiva, fue el nacimiento de una suerte de identidad colectiva peculiar con motivo del desarrollo económico y social de la Colonia, y también de los frecuentes conflictos con tribus distintas de la guaraní con la que se llevaba a cabo esa convivencia ya recordada más arriba. El permanente crecimiento de este proceso humano colectivo local se manifestó en forma pública y agresiva con el reclamo del debido reconocimiento por parte del movimiento Comunero del año 1704, que enfrentó públicamente a la autoridad imperial representada por las Autoridades con asiento en estas tierras, las cuales nunca, salvo el caso de Hernandarias en el año 1584, tuvieron entre sus miembros a personas nacidas en el territorio americano. Este movimiento de los Comuneros que tuvo otras manifestaciones posteriores, fue en parte uno de los factores para la creación del Virreinato del Río de la Plata en el año 1776. Paralelamente, aunque esto no tuvo mayor influencia en la conciencia de identidad de la población local, es conveniente tener presente el ya recordado proceso de extinción de las Misiones Jesuíticas promovidas y dirigidas por la Congregación Jesuita, que el régimen imperial europeo se sintió llamado a extinguir para impedir el desarrollo de entidades colectivas que con su existencia fueran patentizando la decreciente función del orden autoritario imperial español en el plano misional religioso, y la necesidad de la promoción de nuevas realidades políticas válidas también y exclusivamente para la población indígena en el futuro. Por causa de todas estas manifestaciones reales es que se creó el Virreinato del Río de la Plata con asiento en Buenos Aires, un puerto marítimo abierto directa e inmediatamente a la comunicación con el centro imperial europeo, y a la vez, centro autoritario de un inmenso territorio en desarrollo económico a su inmediato alcance y cuidado.

Pero estas medidas no hicieron sino intensificar en forma inmediata los problemas que ya venían afectando la autoestima individual y colectiva de los habitantes paraguayos nativos, razón por lo cual éstos se sintieron llamados posteriormente a gestar una nueva entidad colectiva a ser reconocida por todos, es decir también por los anteriores jerarcas imperiales europeos y sus obedientes servidores locales.

Corresponde tener presente además que en ese lento pero permanente proceso de desarrollo urbano, se dio naturalmente también un proceso de desarrollo de artes y oficios semejantes a los que eran normales en localidades europeas similares, dando así lugar a que el proyecto de vida cotidiana fuera uno en lo posible semejante al hispano europeo.

Otro rasgo muy importante para el Paraguay posterior a la Independencia, fue el desarrollo concomitante de unidades urbanas importantes en el resto del Virreinato del Río de la Plata, como por ejemplo los puertos marítimos de Buenos Aires y Montevideo y ciudades interiores, como Corrientes, Rosario, Córdoba y otras que luego pasaron a desempeñar un papel significativo en los conflictos que golpearon al Paraguay ya independiente, y culminaron con la recordada guerra de la Triple Alianza. En este sentido, lo que más afectó al Paraguay ya independiente fue el desarrollo de una suerte de vocación monárquica autoritaria disfrazada con rasgos exteriores republicanos, en cierto sector de la dirigencia argentina asentada en Buenos Aires. Dicha vocación tuvo como objetivo concreto la gestación de un Estado argentino independiente que abarcara la realidad poblacional y territorial de todo el anterior Virreinato del Río de la Plata. Resulta fácil entender que esto pasara en esta ciudad, pues gracias a su privilegiada posición en la costa atlántica se había dado en ella un progresivo desarrollo de actividades económicas y culturales, no sólo abiertas al conocimiento de actividades europeas semejantes, sino directamente influidas sobre todo por el proceso francés, que tenía a la ciudad de París como centro político, social y cultural, proceso que abarcó en un principio también y en forma radical el cuestionamiento de la legitimidad intrínseca del modelo autoritario monárquico. Pero fue el mismo acaecer autoritario francés el que mostró en su evolución con la aparición de nuevas figuras monárquicas, como las de Napoleón y los posteriores Reyes que lo sucedieron, que se podían obtener resultados económicos y sociopolíticos modernizadores sin necesidad de destruir radicalmente la unidad colectiva global, para lo cual era imprescindible siempre una verdadera autoridad central, cualquiera fuera su forma exterior, siempre que esta autoridad fuera consciente de lo que la nueva modernidad de entonces reclamaba como faenas autoritarias debidas a ese efecto. Este proceso tuvo en la Argentina dos comprensiones. Una fue la que, respetando mejor la identidad de cada una de las antiguas Provincias, concebía la forma de la Confederación de Estados republicanos como la más apropiada para la nueva entidad colectiva global. Otra, la que al final triunfó, fue la que entendió que la organización apropiada era la del Estado Federal, y en consecuencia esta era la debida a ser adoptada, a efectos de que el ejercicio autoritario global inmediato y completo estuviera en mejores condiciones para mantener incólume y en forma más viva y eficaz la unidad política y social de toda la población. La consecuencia de esta comprensión fue la falta total de apertura de ese sector de la clase dirigente bonaerense para reconocer la legitimidad de una verdadera y completa independencia paraguaya, con lo cual eso devino uno de los factores que afectó negativamente el proceso histórico paraguayo de genuina independencia.

El tercer proceso fue el de la Independencia de la Provincia paraguaya, que tuvo lugar en función de dos condicionantes ya recordados. Uno fue el hecho de que la monumental distancia oceánica entre el centro real del poder monárquico europeo español y el territorio colonial americano que le pertenecía había impuesto la necesidad de la creación en esta área de un institucionalizado régimen autoritario especial delegado, conformado por Virreyes, Capitanes Generales, Gobernadores y otros tipos de autoridades menores. Las facultades autoritarias de las que estaban investidas estas autoridades eran las expresamente atribuídales por el Monarca supremo vía reglamentación detallada de ellas, y determinación de las respectivas áreas territoriales comprendidas que conformaban su ámbito de validez. Es decir, que la autoridad directamente imperante para el común de los habitantes de las áreas americanas, era en realidad esa autoridad delegada local. Otro fue el hecho de que de eso se derivó el acaecer progresivo en la población colonial de entonces de una suerte de toma de conciencia de la realidad indudable de que por lo menos una parte muy importante de dichas decisiones autoritarias tenían necesariamente que ver sólo con la peculiar percepción que las autoridades locales delegadas tenían de los derechos y necesidades de las personas que conformaban la realidad humana local, y también de los personales propios de esas autoridades delegadas que hacían parte de esa realidad. En consecuencia, los juicios autoritarios respecto de los miembros de la comunidad local emanaban de autoridades locales para quienes desempeñaban un papel importante, y quizás preponderante, sus propios intereses personales. Es decir que eso fue generando progresivamente la imagen generalizada en la población local, de que la autoridad imperial originaria era una realidad verdaderamente ausente, es decir una ficción, y que la autoridad operativa real era la propia de los delegados de acuerdo al exclusivo criterio de éstos. A eso se le sumó el hecho de que cualquier apelación, a lo decidido por las autoridades inmediatas, sólo podía tener como jueces definitivos a las máximas autoridades delegadas en este Continente. A pesar de la figura jurídica formal de ejercicio de facultades delegadas que esgrimían estas autoridades locales como fundamento legitimador absoluto, eso connotó en la realidad colectiva una suerte de indebida ficción, con la consiguiente pérdida progresiva del prestigio autoritario imperial originario.

En el acaecer consecutivo de un relativamente largo período de tiempo, esta creciente conciencia colectiva respecto del verdadero régimen autoritario imperante dio origen, en el grupo colonial identificado por su peculiar comunidad de ancestros y descendientes asentados en un mismo territorio, que por eso les resultaba existencialmente propio, al nacimiento de una nueva conciencia de identidad colectiva propia, y eso quiere decir de derechos individuales y colectivos propios con sus correspondientes obligaciones frente al orden tradicional anterior. Debe recordarse como factor también agregado a este proceso el impacto creado por el arbitrario proceso de expulsión de la Orden jesuítica que había desarrollado su propio proceso de evangelización y ordenamiento de grupos tribales en estas regiones, para disgusto de las autoridades reales.


LAS ANTECEDENTES CONSIDERACIONES SON LAS QUE SUSTENTAN LO QUE A CONTINUACIÓN SE RECUERDA


En el año 1811, y bajo la dirección y orientación de un grupo de paraguayos nativos, se produjo el movimiento de Independencia completa del Paraguay respecto de cualquier otra entidad política. Esto connotó la adopción de una nueva identidad colectiva, que sustituyó radicalmente la provinciana anterior. La estructura formal elegida a ese efecto fue la republicana. Conviene recordar que en algunos países americanos se intentó que ella siguiera siendo la de una monarquía, con el conocido resultado de su fracaso total.

Por supuesto, el proceso de Independencia paraguayo no fue reconocido como legítimo ni por la Autoridad Imperial europea, ni tampoco por los procesos de independencia paralelos desarrollados y afirmados en otras Provincias hispanoamericanas, con los cuales no tuvo ninguna relación positiva notable el proceso paraguayo local. El centro político, social y económico local de este proceso y de su posterior afirmación hasta hoy, fue desde un comienzo la ciudad de Asunción.

Para la comprensión de ese ser humano individual que se había transformado en ciudadano paraguayo, cabe recordar que cada individuo empezó a orientarse a una suerte de mismidad propia, ajena radicalmente a su anterior condición de súbdito de la lejana autoridad imperial y de sus más cercanos representantes locales. Él siguió naciendo como producto de relaciones matrimoniales estables religiosamente consagradas, y también, en gran cantidad, de relaciones estables no consagradas, a las que llamamos hoy concubinatos. Las que surgieron de relaciones accidentales posiblemente no sufrieron procesos especiales fundamentales, pues el desarrollo existencial de éstos tenía lugar en el ámbito de las relaciones familiares de quien se hacía cargo de ellas, generalmente uno de los progenitores, o algún pariente cercano de cualquiera de ellos. En el ámbito socioeconómico y socio-jurídico de los nuevos ciudadanos se siguió aplicando el sistema de derecho común colonial, pero el relacionamiento con las autoridades que conformaban el Gobierno estatal superior pasó a ser primero con un Dictador y luego con un Presidente, cada uno asistido por sus respectivos acólitos. El relacionamiento con la Iglesia debió haber sido el mismo que el anterior, pero esta Institución dejó de ser la legitimadora moral colectiva del orden político en el caso de la Dictadura de Francia y en el caso de Carlos Antonio López. En el caso de este último, eso se obvió con el hecho de que su propio hermano fue Obispo católico y, en consecuencia, un rasgo de su gobierno fue la erección de importantes templos como la actual Catedral de Asunción, el templo de Trinidad y otros. La interpretación de la muerte humana, del matrimonio y de las relaciones familiares siguió siendo en general la misma que la propia de la época colonial anterior. La posición del individuo en el contexto del quehacer económico en general no varió en el periodo que se extendió desde la Independencia hasta 1870, y esto implica reconocer que, en ese contexto, la especial relación positiva con el orden político vigente siguió siendo la fuente más importante para el beneficio económico y la ubicación social más eminente importante de quienes podían hacerlo. Esto último -el prestigio social y el nivel y el beneficio económico aunados- se hizo relevante en el periodo de la presidencia de los López -Carlos Antonio y Francisco Solano-, en el que el comportamiento y ostentación fue lisa y llanamente el de los regímenes políticos imperiales de la Europa Occidental de entonces.

El hecho de que la Independencia es el primer acaecer político global de la República del Paraguay, y de que los datos de este acaecer son firmes y constantes, sirve para reconocer además de la identidad de esa etapa también las de las posteriores que se fueron sucediendo con algunos rasgos propios, en los que a pesar de mantener ese rasgo de la defensa fundamental del país se les agregan algunos rasgos positivos nuevos y otros francamente menos positivos y algunos hasta pésimos.

Una forma republicana de organización política colectiva se caracteriza por varios rasgos estables y otros variables. Uno de los estables es que ella no admite un Monarca, Rey o Emperador como figura autoritaria constitutiva de la realidad política colectiva, ni la existencia de súbditos con diversos niveles de derechos y obligaciones en función de la proximidad cercana o lejana respecto de él. Frente a esta concepción es que surgió la teoría de lo social y político, que intenta crear un orden colectivo, y a la vez individual, sin necesidad de recurrir a realidades religiosas como fundamento último. Este es el orden político republicano en el que todos los seres humanos que lo integran son en principio iguales en derechos y obligaciones, es decir que eso es común a todos, y, en consecuencia, todos participan con iguales derechos en la conformación colectiva, vía texto constitucional constitutivo expreso y en el nombramiento de los ciudadanos que habrán de llevar a cabo la función autoritaria en la forma y por períodos temporales determinados y siempre renovables.

Un ejemplo sobresaliente de la comprensión teórica de este proyecto fue la famosa obra de Juan Jacobo Rousseau llamada "El contrato social". Estas consideraciones vienen a cuento, porque la República del Paraguay adoptó como modelo para su vida política esta concepción de Rousseau.

A juicio del autor del presente ensayo, el único gestor posible del intento de afirmación de esta concepción político-social en el Paraguay de entonces, pudo ser el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Esta afirmación se asienta en el juicio posterior que uno se ve obligado a afirmar en vista del resultado de sus gestiones, entendidas como una puesta en acto de sus posibilidades personales intelectuales y morales, pero no las propias de sus relaciones comunitarias familiares y amistosas, al servicio de la gestación de los resultados logrados en el desarrollo de la incipiente nueva realidad colectiva que fue y sigue siendo hasta hoy la República del Paraguay, nacida el 14 de Mayo de 1811. A lo largo de toda ella no se conocen datos que él haya pretendido, para sí ni para sus familiares o amigos personales, beneficios económicos y sociales especiales propios de los regímenes monárquicos en general.

Los Sentidos de esa Independencia fueron:

1) La desaparición de la dependencia colonial como expresión afirmadora de la debida realidad de una libertad humana, y como consecuencia del devenir autónomo de la población en general, el reemplazo de lo anterior por la instauración de una nueva entidad política republicana autoconformada y autoafirmada.

2) Lo concretamente significado por lo tanto, fue la creación de un Estado republicano con los siguientes rasgos constitutivos: una población que siguió estando organizada en forma comunitaria estamental, pero que con esa fundación daba también paso al inicio de un proceso de socialidad de acuerdo con el fin irrenunciable de que a partir del mantenimiento de lo válido del orden colectivo social y económico productivo anterior, se abría al desarrollo de nuevas realidades, entre las cuales estaba un desarrollo colectivo, por supuesto siempre del nuevo marco establecido. El nivel educacional general primario, tanto en lo civil como en lo religioso y en materia de servicios, siguió siendo igual al anterior, pero es indudable que se abrieron las puertas en forma modesta para un desarrollo auto orientado. Formó parte de esto también la subsistencia, aunque más atenuada, de la relación Señor propietario-Siervo prestador de servicios, pues la fuente dejó de estar asentada en la relación con la lejana entidad autoritaria imperial, y la nueva relación autoritaria se daba con el inmediato y propio órgano autoritario local superior.

Dos consecuencias significativas de esta desvinculación respecto de otras gestas libertarias hispanoamericanas, fueron en primer término el hecho de que 52 años después de la declaración de la Independencia se generara un conflicto guerrero internacional con Argentina y con Brasil iniciado en 1865 y prolongado hasta 1870, y nuevamente, 62 años después de terminada esa primera gran guerra exterior, se diera un nuevo conflicto guerrero, esta vez con Bolivia, que se extendió desde 1932 hasta 1935.

Una de las primeras consecuencias negativas inmediatas no tuvo mucho que ver con la matriz autoritaria de la cual se había independizado, pues en esa fecha ésta estaba en general muy debilitada en el propio ámbito europeo matriz. Pero sí la tuvo respecto de algunos integrantes del movimiento independentista argentino que se desarrollaba paralelamente en Buenos Aires y otros centros urbanos del correspondiente territorio hoy argentino, y que entendían al proceso de independencia rioplatense como un solo movimiento unido que debía abarcar toda la realidad existencial colectiva del Virreinato, por lo que en consecuencia debía incluir también a la anterior Provincia paraguaya. Esto connotaba necesariamente que su central autoritaria suprema tenía que seguir siendo en consecuencia, una asentada en Buenos Aires. Es decir que el Paraguay de provincia de un distante reino europeo debía pasar a ser Provincia del nuevo orden republicano argentino. Esta pretensión, aunque a la larga no tuvo éxito, tuvo su parte de responsabilidad en la peculiar conformación autoritaria primera del Paraguay independiente.

A partir de su independencia, el nuevo Estado paraguayo pasó por una primera etapa en la que el gobierno nacional estuvo organizado como un declarado régimen

republicano dictatorial, cuya figura suprema fue el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Los rasgos principales de lo instaurado por el Dr. Francia fueron: el cuidado perfecto de la nueva entidad, haciendo que todos sus miembros se dedicaran fundamentalmente al mantenimiento de ella practicando lo que era inherente en lo económico con sus tareas correspondientes, en lo político con el sostenimiento de la legitimidad del Gobierno Central, sin admitir enfrentamientos parciales de sus integrantes para obtener una ventaja personal, y con la práctica permanente del mantenimiento del orden debido en todos los aspectos de la coexistencia, sin tolerar que se dieran ambiciones que sobrepasaran las debidas posibilidades respectivas de nadie. El orden social y político instaurado tuvo dos sorprendentes reconocimientos extraños indirectos: uno fue el pedido de asilo formuládole a Francia por Artigas, y otorgádole consecuentemente. Otro fue la invitación de Bolívar a Francia y al Paraguay para sumarse a su empresa liberadora hispanoamericana, a la que Francia contestó inequívocamente afirmándole que el Paraguay no necesitaba de la ayuda de Bolívar a ese efecto. El rasgo más doloroso de su Gobierno fue el fusilamiento de dos compañeros en la gesta de la Independencia Paraguaya: Yegros y Caballero. La razón verdadera sólo pudo haber sido la convicción de Francia de que ambos personajes tenían una manera distinta de entender la debida evolución del proceso de Independencia, y que esa manera, distinta de la de Francia, era negativa para la consolidación verdadera de ella. El autor de este trabajo especula con la posibilidad que los personajes ejecutados habrían manifestado alguna apertura a la coparticipación del Paraguay en otros procesos libertarios del Río de la Plata, posiblemente con los confederacionistas argentinos. Y un último rasgo que merece ser reconocido y recordado fue el de no haber confundido jamás la identidad colectiva del Paraguay, con las de su persona y con la relación comunitaria que él personalmente tenía con los miembros de su familia, todos parientes de sangre, ya que él mismo o sus familiares directos no formaron parte de empresas económicas privadas que pudieran haberse beneficiado de la relación directa con el poder político a su cargo. Esto significa que en ese sentido no desarrolló relaciones comunitarias que podrían haber afectado negativamente su intencionalidad política individual ni la existencia de la entidad colectiva bajo su autoridad. En general podemos decir que el orden social y económico paraguayo vivió un proceso de desarrollo normal. Un último rasgo revelador, es el del nombre elegido para el ejercicio gubernativo de la nueva entidad republicana, que fue el de Dictadura. Ese nombre nos revela por adelantado cuál iba a ser el comportamiento del magistrado nombrado a ese efecto, que fue el que realmente devino una realidad. En el año 1841, tras treinta años de gobierno, el Dr. Francia falleció, y con eso se dio inicio a una segunda etapa.

Luego de su muerte, después de un corto interludio, se instauró un régimen autonominado presidencial con características peculiares, y sólo dos titulares presidenciales consecutivos. El primero fue Carlos Antonio López, cuyo gobierno personal se extendió desde 1841 hasta 1861, año en el que con motivo de su fallecimiento le sucedió, según disposición expresa y por escrito hecha en vida por este mandatario, su hijo Francisco Solano López.

Pero la práctica autoritaria del segundo se vio aquejada por una auténtica tragedia personal, familiar y colectiva general. El Paraguay sufrió, desde el año 1864 hasta 1870, una devastadora guerra contra la Triple Alianza conformada por el Imperio del Brasil y las Repúblicas de Uruguay y Argentina.

Para ubicarnos adecuadamente en el estudio de esta segunda etapa gubernativa independiente, corresponde que recordemos que ella no connotó un cambio de naturaleza en la mayoría de los aspectos individuales y colectivos de sus habitantes, es decir que en el ejercicio de la autoridad política superior no hubo propiamente un cambio sustancial en los aspectos usuales de la vida, salvo en el crecimiento cuantitativo de sus dimensiones sin que mayores obstáculos lo impidieran. En el orden político autoritario sí surgieron dos nuevos rasgos. Uno fue la aparición de un disfraz formal para mejorar las apariencias externas de ese poder, que de exclusivamente dictatorial absoluto pasó a autopresentarse como presidencial, es decir cambió de título, y a eso se le sumó otro, que fue el de la aparente coparticipación de un Poder Legislativo que pretendió darle el formato exterior de una democracia representativa. Sin embargo, del acaecer real que tuvo lugar, resulta obvio que siguió subsistiendo una suprema autoridad unipersonal absoluta, esta vez a cargo de Carlos Antonio López, quien además de ejercer el real poder político absoluto y total sobre toda la sociedad, introdujo dos rasgos connotativos del sistema monárquico imperial que había tenido vigencia en el Paraguay antes de la Independencia. Uno de ellos fue el de que los miembros de su familia, hijos directos y personas vinculadas comunitariamente con él, devinieron personas significativas en los ámbitos político-autoritario y económico de toda la nueva sociedad republicana. El desarrollo de las actividades políticas exteriores siguió enfrentando lo que el régimen anterior ya lo había hecho, es decir la pretensión de movimientos políticos de regiones vecinas de imponer sus propios proyectos también en el área paraguaya. El desarrollo económico de la sociedad siguió el proceso anterior del régimen del Dr. Francia, pero con un marcado crecimiento general en la producción y comercialización de bienes económicos, tanto en la ciudad capital como en los ámbitos rural y urbano del interior. En la praxis político-administrativa central, sin embargo, se introdujo un cambio significativo. Los miembros de la familia presidencial pasaron a formar parte del aparato gubernativo y se volvieron además miembros del sector económico rural y urbano, desarrollando grandes estancias, edificando grandes mansiones en Asunción y ocupando posiciones importantes en la sociedad, en el Gobierno nacional superior y en las Fuerzas Armadas. En relación a la Iglesia ya se recordó que también vía comunitaria familiar se facilitaron las relaciones. Otro rasgo comunitario familiar también incidió en la posterior evolución de la historia paraguaya. Se trató del envío del hijo Francisco Solano López al Reino de Francia para la realización de estudios diversos, que incluyeron su formación militar. Obviamente, el fundamento de todo esto fue la voluntad de modernizar el desarrollo de todo el país. En la ciudad de Asunción de hoy subsisten todavía testimonios de la grandeza social y económica de sus hijos. El actual palacio de Gobierno fue residencia personal de Francisco Solano López, el edificio situado en la esquina de las calles Palma y 14 de Mayo fue propiedad de su hijo Benigno, y el situado en Colón y Estrella de su hijo Venancio; él mismo vivió en una casa posteriormente destruida, situada en cruz a la Catedral, es decir en la esquina de las calles Independencia Nacional y Paraguayo Independiente, hoy ocupado por la Policía de la Capital, y detrás de ella estaba la casa, hoy también destruida, ubicada en la esquina de las calles Presidente Franco e Independencia Nacional propiedad de una hija casada con el Gral. Barrios. Estos rasgos se recuerdan para mostrar un proceso complejo en el que en un régimen que se decía republicano revivían factores que ayudaron a los regímenes monárquicos a consolidar su posición preeminente en el orden colectivo global de las sociedades en las que imperaron.  A eso se le agrega el hecho de que a su muerte, que tuvo lugar en el año 1861, el Presidente republicano Carlos Antonio López dejó establecido por escrito, en forma no precisamente democrática y republicana, que su sucesor había de ser ese hijo mayor Francisco Solano. La aplicación inmediata de esta disposición, sin que se generara oposición alguna, expresa con claridad la naturaleza y alcance del poder autoritario en la realidad colectiva paraguaya de entonces, y la realidad misma de la sociedad que se pretendía aparentemente republicana.

En estas dos etapas presidenciales, el desarrollo del Paraguay, aparte del poblacional normal, fue positivo en la práctica de ciertas actividades como el comercio interior y exterior, las actividades productivas rurales ganaderas y agrícolas, las prácticas urbanas de artes y oficios y de la enseñanza escolar. La defensa territorial respecto de los vecinos no sufrió trastornos significativos, en gran parte por los mismos problemas que éstos tenían en los territorios propios, y por la prudencia que las dos primeras figuras tuvieron para el enfrentamiento de ellos.

Pero yendo siempre a nuestro problema central, debemos tener presente que el proceso de la Independencia paraguaya estuvo vinculado a un caso singular de esa permanente puesta en práctica de conflictos políticos tradicionales en el territorio que había conformado el Virreinato del Río de la Plata. Esta vez se trató de uno que afectó en primer término al Uruguay. Y consistió en la lucha entre los grupos políticos Blanco y Colorado. Y a eso se le agregó el interesado ingreso directo e inmediato a la realidad política rioplatense del Imperio del Brasil, en ese entonces ya bajo la firme dirección monárquica de los anteriores Reyes de Portugal, que se habían mudado a estas tierras.

Esta monarquía, vuelta brasilera, era la continuadora de la monarquía portuguesa, que a partir del Tratado de Tordesillas firmado entre los Reinos de Castilla y Aragón, y el de Portugal, había establecido los límites entre las posesiones americanas de ambas entidades reales europeas. Como sucesoras de ellas las nuevas entidades americanas estuvieron en principio orientadas a conservar esos límites. Pero el complejo detalle de los rasgos geográficos que impedían una delimitación de sus rasgos precisos, favoreció el surgimiento, en el Imperio del Brasil, de la idea que la mejor práctica para solucionar diferencias posibles derivadas de un convenio escrito confuso o impreciso, fue la de adoptar la comprensión práctica que tenía la parte con mayor fuerza material, para, gracias a eso, imponer lo debido a todos.

El proceso conflictivo que desembocó en la guerra de la Triple Alianza en contra del Paraguay, se inició primero como un conflicto territorial entre el Imperio del Brasil y la República del Uruguay. El gobierno uruguayo de entonces, ejercido por partidarios del sector Blanco, estaba en muy buenas relaciones con el Gobierno paraguayo. El Imperio del Brasil, por su parte, tenía mejores relaciones con el otro sector, el Rojo, más proclive a los requerimientos brasileños. Siguiendo la tradición de todo gobierno imperial que se respete, el brasilero apoyó abiertamente a sus amigos y promovió la caída del sector que consideraba enemigo. Paralelamente a esto, subsistía todavía como trasfondo la confrontación entre Paraguay y el Gobierno argentino sobre problemas derivados del llamado que sentían algunos porteños del Río de la Plata, de crear una nueva y poderosa entidad política que aunara todas las distintas realidades colectivas, territorio y población que habían conformado el Virreinato del Río de la Plata, pero que hasta entonces habían sido transitoriamente transados y postergados para evitar conflictos armados. Pues bien, en este contexto fue que se produjo la intervención armada del Brasil, que terminó con el derrocamiento del gobierno uruguayo y su reemplazo por el sector no afín al gobierno paraguayo. Acto seguido, y no habiéndose desarrollado este acaecer como lo deseaba el gobierno paraguayo, se produjo la intervención paraguaya para enfrentar a las fuerzas brasileras merced al envío de una expedición militar paraguaya a Uruguayana, encabezada por el Cnel. Estigarribia, que terminó en un fracaso completo. Esta ofensa a la majestad imperial brasilera fue el factor desencadenante de la enorme reacción brasilera en contra del Paraguay, la cual ayudada por los sectores uruguayo y argentino que tenían una actitud negativa en contra del Paraguay de entonces, iniciaron una devastadora guerra. Tres rasgos de ella merecen ser recordados. El primero es la monumental diferencia entre el número de habitantes entre el Paraguay, con menos de quinientos mil habitantes, y el Imperio del Brasil, con casi diez millones de habitantes. Otro, fue la conducta de la figura mayor de su gobierno, que no vaciló en poner en riesgo la existencia de su patria por un problema que hacía más que a la realidad paraguaya a su prestigio como gobernante, pero que al final se portó como un genuino héroe al negarse a cualquier transacción y afrontar abiertamente la muerte como resultado de la abrumadora mayoría de fuerza de sus adversarios, afirmando con ese gesto extremo la realidad histórica legítima de la entidad colectiva que entendía personificar. Y un tercero, fue la decidida lucha hasta el final de toda la Nación paraguaya, en defensa de lo que consideró debido para ella.

Esta lucha terminó con la muerte tanto del Presidente paraguayo como también de la mayoría de la población masculina paraguaya, y además con pérdida de parte del

territorio que el Paraguay consideraba propio. Puede ser conveniente reiterar el recuerdo de que el Paraguay, al comenzar la guerra contra esos países, no tenía Quinientos mil habitantes, y el Imperio del Brasil tenía ya entonces casi Diez millones de habitantes. Tanto en la Argentina como en el Uruguay se dieron opiniones de personajes respetables, como Juan Bautista Alberdi y otros, que estuvieron en total desacuerdo con el desarrollo de esa guerra. A estos recuerdos conviene agregar lo siguiente: Los dos hermanos y el cuñado recordados, acusados de traición a la Patria, fueron luego mandados fusilar por el Mariscal Francisco Solano López. Esta tragedia familiar testimonia las consecuencias de una indebida confusión de lo comunitario y de lo social en el orden autoritario colectivo de una entidad republicana.

En lo que respecta a nuestro país, corresponde recordar que el Paraguay, después de terminada la guerra, empezó a vivir una suerte de renacimiento existencial, en el cual se debe destacar el intento de iniciar un genuino proceso político republicano efectivo, que consistió en la adopción de la Constitución de 1870. Este valioso texto realmente estaba destinado a la puesta en práctica de un verdadero estado moderno democrático. Paralelamente a eso se dio también un hecho económico y político, que consistió en la gran venta de tierras del Chaco paraguayo a empresas particulares extranjeras. Existe un plano autollamado catastral confeccionado de acuerdo con datos compilados por el Ing. Civil Augusto Cálcena y el Dr. Carlos Cálcena, editado por A. Espínola en Buenos Aires, que contiene los nombres de los adquirentes y la representación gráfica de las áreas vendidas. Esta venta cumplió dos funciones. La primera inmediata fue obviamente la de proveer de fondos al nuevo Gobierno paraguayo, para afrontar los gastos inherentes a su funcionamiento. La segunda fue la de vincular los derechos soberanos del Paraguay sobre esos territorios con intereses económicos extranjeros privados, ya que, en defensa de sus propios intereses éstos habrían de dar inicio a la explotación económica y a un cierto desarrollo económico y social colectivo general favorable, que ayudó posteriormente a sostener a la vez los mejores derechos paraguayos a esas tierras frente a otras pretensiones extrañas. Un caso sobresaliente de estas operaciones fue la venta de siete millones de hectáreas a propietarios de la firma argentina Carlos Casado Cía. de Tierras, que además de empezar a explotarlas para actividades agrícolas y ganaderas, posteriormente pasaron a servir de asiento en parte de ellas a una industria taninera, de gran importancia en la economía paraguaya de entonces.

Al término de la guerra, obviamente la siguiente tarea inmediata del resto de la población sobreviviente fue la de gestar una suerte de renacimiento del Paraguay. Y en esta faena, el papel positivo desempeñado por el sector femenino de su población excedió el usual que le es inherente a este sector social, en la existencia humana individual y colectiva. En efecto, esa faena se extendió al desarrollo de actividades económicas y educativas que abarcaron las que antes eran propias del sector masculino.

Otro rasgo que debe ser recordado en esta etapa posterior fue la faena que desempeñó el Brasil, siempre en beneficio de su firme posición autoafirmadora en el desarrollo del proceso político rioplatense, para pasar, luego de la verdadera depredación que sus soldados hicieron sufrir sobre todo a la población asuncena, a frenar las pretensiones de ciertos sectores políticos autoritarios argentinos y uruguayos, de situar al Paraguay en una relación de dependencia respecto de ellos. Es decir, que el Brasil pasó a defender una independencia razonable del Paraguay frente a tales pretensiones.

Y esto mismo fue lo que aconteció, razón por la cual, como resultado de la guerra de la Triple Alianza, este Imperio se quedó con otros territorios que ni siquiera habían sido objeto de discusión alguna anterior a este conflicto guerrero. Buenos Aires, sin embargo, no consiguió incorporar al Paraguay a su entidad política, aunque sí a parte de un territorio al sur del río Pilcomayo que linda con el Chaco paraguayo actual. Montevideo no pidió ni obtuvo nada. Pero todo este proceso hizo que Brasil, fiel a su comprensión imperial, considerara conveniente pasar a continuación a volverse un defensor y protector de la identidad política paraguaya frente al resto del entorno rioplatense. Y esto dio origen a un nuevo proceso en la historia paraguaya.

A lo que antecede y en parte sustentado por la nueva estructura política constitucional, conviene agregar el recuerdo del proceso político autoritario iniciado en el nuevo Paraguay de entonces. Este proceso dio lugar a la creación de dos partidos políticos autoconsiderados democráticos, que fueron el Partido Liberal y la Asociación Nacional Republicana. El conflictivo desarrollo interno de cada uno de ellos, y el aún más conflictivo externo entre ellos, saturó el proceso político de la entidad nacional colectiva, que por eso vivió una impresionante cantidad de movimientos políticos violentos y presidencias provisorias, además de los constitucionales procesos electorales periódicos que a menudo terminaban con renuncias de los elegidos, y a veces también con las de los provisionales nombrados para reemplazarlos. Todo eso no fue precisamente una aplicación honesta de los principios constitucionales vigentes, pero eso no obstó en lo fundamental para el desarrollo sostenido de un nuevo Paraguay, en parte gracias a una apertura a la realidad del inundo exterior vía medios diplomáticos normales con los demás países en plano oficial, y en el privado a través del ingreso de capital extranjero para el desarrollo económico rural y urbano, y la creación de periódicos, medios de comunicación escritos al comienzo, y luego además, de emisoras de radio que actuaban sobre todo en la ciudad capital y en sus alrededores, es decir en el ambiente urbano mayor, a lo cual en los últimos tiempos se le fue agregando el medio televisivo. Estos procesos de comunicación se dieron siempre primero en la ciudad capital, y sólo progresivamente se fueron extendiendo al resto del país. En lo que respecta al superior ejercicio político autoritario colectivo inmediato, corresponde tener en cuenta que hasta el año 1904 le correspondió a la Asociación Nacional Republicana, a través de uno cualquiera de sus varios sectores en los que se dividieron con motivo de conflictos internos, originados prácticamente en las pretensiones relacionadas con el ejercicio inmediato de la autoridad partidaria y nacional. Desde entonces y hasta el 17 de febrero de 1936 lo ejerció algún sector del Partido Liberal, que también vivió conflictos análogos, y en consecuencia supo también de diversos golpes de Estado. Pero fue en esta segunda etapa autoritaria que se gestó en forma suficientemente eficaz la adecuada preparación del Paraguay para el posterior conflicto guerrero, esta vez con la República de Bolivia, justamente por los mejores derechos sobre el territorio del Chaco. La admirable conducción de todo el país, a cargo del gobierno del Dr. Eusebio Ayala, y el exitoso proceso guerrero directo a cargo del Gral. José Félix Estigarribia, ayudaron a terminar este conflicto con el éxito conocido.

En esta etapa corresponde recordar también el importantísimo proceso de inmigración extranjera para el desarrollo de la agricultura, la ganadería y las diversas artes e industrias urbanas y suburbanas.

Para entender lo que vino después, conviene tener presente que ya a comienzos del siglo XX se había empezado a desarrollar en el mundo occidental europeo un complejo proceso sociopolítico, que consistió en la reivindicación por parte de sectores sociales económicamente menos desarrollados de ese mundo de sus derechos a una más justa distribución de los bienes sociales, y a una mayor coparticipación en el ejercicio autoritario social, que en casos extremos totalitarios llegaba al deseo de apropiarse en forma exclusiva de la única y total autoridad. Esto llevó a la concreción de muchos procesos revolucionarios violentos en el continente europeo, que luego desembocaron en conflictos guerreros internacionales a escala realmente mundial. Estos procesos fueron el comunista en la Rusia zarista, el fascista en Italia y el nazista en Alemania. Las consecuencias de esto como modelos de conductas indebidas para unos y debidas para otros fueron también grandes en el ámbito interno paraguayo. El recordar esto es necesario para entender la posterior historia política y social paraguaya.

El proceso al que nos referimos empezó en el Paraguay inmediatamente después de terminada la contienda guerrera con Bolivia, mediante la puesta en práctica de lo que se acostumbra a llamar en este país golpe de Estado, o revolución o alzamiento, que fue llevada a cabo el 17 de febrero de 1936 por el Cnel. Rafael Franco, apoyado por grupos de civiles, en contra del Gobierno del Dr. Eusebio Ayala. En el mes de agosto de 1937, esas mismas Fuerzas Armadas, esta vez bajo la dirección del Gral. José Félix Estigarribia, modificaron su posición anterior, desplazando al Cnel. Franco y a su equipo de asesores civiles y militares del poder político, que en consecuencia pasó a manos del grupo triunfador. Este grupo nombró primero al Dr. Félix Paiva como presidente interino, quien por supuesto convocó a una elección nacional, resultando ganador el único contendiente, si así puede decirse, que fue el recordado Gral. Estigarribia. Este se rodeó de un equipo de asesores civiles, casi todos liberales de una nueva generación, que no encontraron nada mejor que hacer aprobar una nueva Constitución en el año 1940. Uno de los rasgos más notables de ésta, fue el que modificando totalmente el régimen normal de la anterior Constitución, y de cualquier Constitución republicana que sabe siempre de tres poderes autoritarios, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, pasó a autorizar al Presidente de la República a dictar leyes por sí y ante sí, minimizando con esto, de una cierta manera, el papel del Poder Legislativo, que además se volvió unicameral. Tras un desgraciado accidente de aviación en el año 1940, en el que fallecieron el nombrado presidente Estigarribia y su esposa, la situación volvió a sufrir un gran cambio. Esta vez las Fuerzas Armadas resolvieron asumir de nuevo a cabalidad el poder autoritario colectivo. El nuevo presidente fue el Gral. Higinio Morínigo, quien vía Decreto-Ley determinó autoritariamente la proscripción legal del Partido Liberal. Este nuevo régimen duró hasta que un golpe de Estado llevado a cabo en 1947 por un grupo de civiles de la Asociación Nacional Republicana lo eliminó, para pasar a su vez, vía elecciones, a ejercer la autoridad política ejecutiva superior. Esto no duró mucho tiempo, pues un nuevo golpe militar llevó al poder al Gral. Rolón, quien luego de entendimientos con sectores de la Asociación Nacional Republicana gestó vía elecciones nacionales una nueva presidencia, cuyo titular fue el Gral. Alfredo Stroessner que duró en el poder desde 1954 hasta 1989, es decir la friolera de 35 años consecutivos. Este régimen fue sostenido por las FF.AA., y por supuesto, dio lugar a una nueva Constitución con modificaciones posteriores. Las exteriores apariencias democráticas a ser mantenidas, llevaron a la práctica en los plazos constitucionales preestablecidos a la celebración de aparentes procesos electorales, que en vista del sobresaliente ejercicio dominante absoluto de la autoridad política por parte de su titular, arrojaba los resultados deseados por él y por sus partidarios. Debe reconocerse que en ese período se produjo además del crecimiento poblacional, un cierto desarrollo industrial, comercial y rural significativo. Varios factores contribuyeron para eso. Entre ellos, la nueva presencia activa económicamente asesora y auxiliadora de los Estados Unidos de Norteamérica que, después de la Segunda Guerra Mundial, pasó a ser la primera potencia económica y militar de todo el mundo, y en ese carácter se sintió llamada a promover el desarrollo económico y social prácticamente de todo el mundo subdesarrollado, y en particular el de América Latina. Fue así como este país empezó a desarrollar programas de ayuda que incluyeron a nuestro país como uno de sus beneficiarios. El efecto de esta empresa a nivel continental, fue en parte beneficioso para los países americanos, pero a la vez ayudó a consolidar regímenes no precisamente democráticos, pero sí proclives al desarrollo de prácticas político-económicas viciosas para beneficiar económicamente a sus acólitos y a parte de los propios mentores políticos de este proceso. Con el correr del tiempo y el reconocimiento por parte de esa recordada potencia mundial benefactora de la existencia de ciertos rasgos negativos en el recordado régimen político paraguayo al que había favorecido, el Estado norteamericano pasó a favorecer el cambio del régimen político autoritario paraguayo entonces vigente, y así promovió directamente la caída del régimen stroessnerista en el Paraguay. A pesar de eso subsisten todavía en el centro urbano asunceno, el más importante de la República del Paraguay, el testimonio de esa impresionante vigencia del sistema autoritario de este último régimen, cuyo sustento interno real fue el que le proporcionó la conjunción de las Fuerzas Armadas con la Asociación Nacional Republicana bajo su mando, que no vaciló en instalar en la parte urbana central de las calles Mariscal López y Gral. Santos el Cuartel General de ellas con asiento de las consiguientes tropas, y en el inmueble rodeado por las calles Alberdi, la Avenida Rodríguez de Francia y la calle 14 de Mayo el asiento de la Intendencia General del Ejército Paraguayo. Obviamente, esto tuvo como finalidad hacer presente en la vida cotidiana de los habitantes de esta ciudad capital, y a través de ellos de los demás habitantes de la República, la importancia y poder coactivo inmediato de estas Fuerzas Armadas en el orden político autoritario de toda la sociedad paraguaya.

Siguiendo la sana tradición local, como consecuencia de la caída de este régimen, se pasó de nuevo a la aprobación de una nueva Constitución en 1992, esta vez para renovar el sistema tradicional republicano, que sin embargo continuó teniendo a la cabeza a presidentes colorados hasta que en el año 2008, es decir 16 años después, vía elecciones nacionales se produjo el desplazamiento de ese Partido y se dio inicio a la época actual.

Intencionadamente se presenta lo que antecede como el fundamento histórico de la realidad presente.


PARA CONCLUIR ESTE ENSAYO CORRESPONDE RECORDAR SINTÉTICAMENTE LOS SIGUIENTES FACTORES OPERATIVOS EN LA HISTORIA PARAGUAYA HASTA 1870:

1) Sobrepresencia del Factor Comunitario en su vida política.

2) Sobrepresencia del Rasgo Autoritario vertical y acatamiento ciego en el desarrollo de su vida política.

3) Insuficiente presencia de Racionalidad pragmática en función de fines racionalmente reconocidos y Sobrepresencia de emocionalidad indebida en la Existencia Humana Colectiva.

4) Sobrepresencia permanente de una Emocionalidad utilitarista personal inmediata en la vida tanto personal como colectiva.

5) Olvido o soslayamiento del hecho que Existencia Humana es permanente presencialización de futuro a ser realizado y que el pasado a ser elegido gracias a una memoria personal crítica está destinado fundamentalmente al éxito en el desarrollo de esa Existencia.

6) Crítica de la práctica historiográfica en el Paraguay, por la insuficiente consideración y aún olvido de lo que antecede o por su intencionado soslayamiento.

 

Fuente:

REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

IV ÉPOCA – Nº 19 – NOVIEMBRE 2010

POETAS – ENSAYISTAS – NARRADORES

© Arandurã Editorial,

Telefax: (595 21) 214.295

e-mail: arandura@telesurf.com

Internet: www.arandura.pyglobal.com

Asunción – Paraguay

Noviembre 2010 (197 páginas)

 


(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO RELACIONADO

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PA
DISCURSOS
DISCURSOS DE PRESIDENTES DE LA REPÚBLICA DEL
HISTORIA
HISTORIA DEL PARAGUAY (LIBROS, COMPILACIONES,...



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA