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LORENZO LIVIERES BANKS (+)

  ANÁLISIS CRÍTICO DEL PROCESO HISTÓRICO DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY - Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS


ANÁLISIS CRÍTICO DEL PROCESO HISTÓRICO DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY - Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS

ANÁLISIS CRÍTICO DEL PROCESO HISTÓRICO DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY

Ensayo de LORENZO LIVIERES BANKS

 

 

INTRODUCCIÓN

Siempre es conveniente tener cabal conciencia del significado preciso de los vocablos que conforman cl título de un trabajo intelectual. En el título de este trabajo al primer vocablo que encontramos es "Análisis", que, como sabernos, proviene del griego "análysis" y connota la disolución de un conjunto en las partes que lo componen.

El segundo vocablo es el predicado "critico" que connota el tipo de juzgamiento estricto y detallado de algo, que en este caso es lo que expresa la conjunción de vocablos "la República del Paraguay", la singular entidad colectiva política mayor que nos congrega a los paraguayos. El vocablo "República" nombra un tipo de organización colectiva, en el que el conjunto de sus integrantes humanos situados en un territorio determinado lleva a la práctica una coordinada convivencia humana individual y colectiva, de acuerdo con normas fundamentales coherentemente relacionadas y expresadas por escrito en el documento llamado Constitución, que aprobado en forma indirecta por los integrantes humanos capaces de esa entidad, gracias al voto expreso de sus representantes legítimos, los llamados convencionales elegidos por ellos. El conjunto escrito de lo resuelto, es decir, la recordada Constitución, constituye el instrumento válido primero que determina la orientación básica fundamental de la conducta individual y colectiva a ser practicada por todos los habitantes del país, para afirmar una estable y correcta convivencia, que asegure la identidad pública individual y a la vez colectiva frente a todas entidades análogas, y, en lo que corresponde, también por todos los que no lo sean miembros permanentes de la entidad política paraguaya, pero que tengan que actuar en el ámbito territorial paraguayo por cualquier razón legítima. Por eso ese documento es a la vez el fundamento y el sustento del consecuente conjunto de leyes posteriores, que en forma detallada determinan los tipos y categorías de comportamientos humanos específicos a ser puestos en práctica por esos habitantes para llevar a cabo la coexistencia humana debida, que por supuesto abarca necesariamente la existencia individual de sus integrantes y las entidades colectivas parciales que ellos instauren para el mejor desarrollo de sus propias existencias y las de los sucesores humanos que ellos engendren.

En función de lo que antecede es que toda Constitución define expresamente quiénes son los miembros integrantes del Estado paraguayo, y cuáles son sus derechos singulares y colectivos. Además regla el sistema de gobierno de dicha entidad para un ejercicio legítimo de la autoridad colectiva con sus distintos ámbitos específicos de actuación, y cuya misión esencial es mantener vigente para todos sus integrantes humanos los derechos y obligaciones inherentes a una debida existencia humana individual y social en sus múltiples aspectos correlativos y vinculados e adecuada coherencia.

El punto de partida de este estudio, el reconocimiento expreso de lo que connota el concepto de Existencia hu­mana individual y social. Por de pronto podemos afirmar que en la múltiples concreciones de ese existir humano individual y a la vez colectivo se dan momentos constitu­tivos.

El primero es el rasgo entitativo propio de todo aquello identificado por la Conciencia que practica la identificación.

El segundo es el rasgo de la necesaria respuesta emocional interior que ese proceso genera en el actor del proceso, respuesta que se puede extender desde una indiferencia completa hasta un arrebato emocional conmovedor.

El tercero es el rasgo del comportamiento humano exterior que le actor lleva a la práctica, como respuesta existencialmente válida para enfrentar debidamente lo acontecido.

Un análisis exhaustivo de este acontecer complejo implica reconocer la precariedad individual de cada uno de sus momentos constitutivos, y en consecuencia, la precariedad efectiva de la totalidad resultante que está originada en el intrínseco rasgo humano de precariedad constitutiva respecto del reconocimiento de Verdades Absolutas de lo que él es, de lo que existencialmente le acontece y de lo que, en consecuencia, puede efectivamente llevar a cabo. La cabal y permanente conciencia de esto obliga al actor del proceso a guardar una modestia respetuosa en la práctica del estudio crítico le lo que acontece. En todo caso, la existencia en todas las sociedades contemporáneas de grupos unitarios que sostienen la legitimidad de un tipo de comportamiento práctico determinado en cualquier aspecto de la existencia humana, genera la práctica de gestar alianzas entre sus integrantes para defender la legitimidad de ese comportamiento. Esta realidad obliga éticamente a cualquier estudioso a guardar una constante modestia en la práctica del estudio critico de la realidad humana, y, en consecuencia, a no hacer un lado la discusión sobre os fines y recursos de ella, no sólo en relación a sus actores sino también en relación a sus actores sino también en relación tanto a la sociedad humana en general, como en particular a esa sociedad histórica de la que hace parte y en la que vive.

La Existencia humana en tanto acontecer real es el mejor testimonio de la compleja universalidad del concepto SER, que acuñado por el Racionalismo filosófico post-aristotélico fue sostenido por el pensamiento cristiano católico universal. Este pensamiento es el que orientó el comienzo del desarrollo existencial de lo que hoy conocemos como Europa Occidental conformada políticamente en su origen por entidades monárquicas mayores y menores como Reinos, Principados, Ducados, Condados, Marquesados, para luego también dar nacimiento a organizaciones político-económicas ciudadanas con cierta autonomía como las llamadas Ciudades Libres y luego a los posteriores frutos que nos incluye a los Iberoamericanos. La última filosofía oficial de esta Iglesia, y, en consecuencia a la vez el sustento de su propia Teología, es el Realismo aristotélico-tomista y engloba el saber filosófico de un Dios Creador origen de todo lo real conformado por la Naturaleza en general, y por ende también por la Humanidad que nos incluye, como unidad definitiva de todo lo que es o puede ser objeto de conocimiento genuino para el Hombre. Esta filosofía afirma que las notas entitativas de eso real son las de Materia y Forma, Sustancia y Accidente, Acto y Potencia, que aunadas dan cuenta definitiva de lo constitutivo esencial de todas las entidades que el Ser humana, en tanto tal, enfrenta o podrá enfrentar a lo largo de toda su vida como realidad a ser conocida y operada, lo cual por supuesto, incluye su propia mismidad.

Posteriormente, el Cartesianismo y otras corrientes filosóficas esencialistas en sus respectivas formulaciones mantuvieron a este vocablo "Ser" como expresión definitiva y última de los rasgos sustantivos básicos que unidos en formas variadas a otros rasgos decisivos, según cada una de ellas, hacen la verdadera total ¡dad constitutiva identificatoria de lo real accesible y comprensible para el conocimiento humano. Es decir, entendían que a partir de un único modelo definitivo y universal del concepto Ser, que acabaría a todos y cada uno de los entes que se dan o pueden darse a cualquier Conciencia humana como algo distinto de ella, se puede llevar a cabo el estudio fundamental de lo que comprende e incluye tanto a lo observado como al propio observador en lodos los casos el ser humano-, que así deviene actor y observador de sí mismo en forma directa c inmediata.

De lo expuesto surge que en el caso de la existencia humana se dan tres rasgos constitutivos centrales exclusivos: el primero es el de acaecer de la "Autoconciencia", que siendo conciencia de Sí mismo, es necesariamente a la vez, un acaecer real distinto del acaecer de esa "Conciencia de lo otro" que ella está llevando a cabo; el segundo rasgo, es el hecho de que ese producto generado genera a su vez necesariamente en el actor del "estado de ánimo emocional", completa hasta una significativa afectación real que puede llegar a ser conmovedora, y así promover al actor existencial humano que vive ese proceso a la puesta en práctica de una variada conducta física y psíquica consecuente; y el tercer rasgo constitutivo -a la vez una suerte de culminación de lo que antecede- consiste en la puesta en práctica efectiva por parte del actor de ese proceso, del comportamiento como respuesta válida a lo anteriormente vivido. Esta puesta en práctica se puede extender desde lo que espontáneo e inmediato a algo bien meditado y ordenado, por eso, meditado.

De lo expuesta resulta que, tanto las cualidades físicas como las psíquicas del ser humano están siempre presentes en su acaecer existencial tanto en potencia como en acto, y en variable grado de intensidad. Pero el proceso de tránsito de lo potencial a lo actual, implica el necesario transcurso de un tiempo, es decir que eso constituye una suerte de secuencia temporal connotada por los momentos "ahora", "antes", y "después" que le son inherentes en sus respectivos casos. Estos son los extremos puntos constitutivos temporales del acaecer psicofísico constitutivo existencial de todo ser humano, es decir del que le es esencialmente inherente como tal.

¿Pero cómo se da este proceso en la mente humana? Se da como un permanente y consciente flujo de "ahoras" conformadores de sus consecutivos "presentes", que a su vez, generando necesariamente el permanente flujo de sus sucesivos "pasados" respectivos, existen como tales en función del tercer rasgo temporal constitutivo del existir humano, que es también el constante finjo de un permanente futuro general que abarca variables futuros inmediatos consecutivos, los cuales se dan en función del grado de autoconciencia que el actor humano tenga de esas inherentes variables que son las necesidades propias que él se sienta llamado a satisfacerlas. La cabalidad de este proceso, referido a la unidad global del acaecer existencial que lo tiene como actor, se debe concretar en una aunada Conciencia de lo Presente significativo, de lo Pasado significativo que guarda en su memoria de los Futuros significativos previsibles para él-generalmente el inmediato- y de los sólo entrevistos que son los meditados.

Lo que se expresa implica que seguir un rumbo determinado, consiste en llevar a la práctica efectiva las necesarias secuencias de Comportamientos Presentes sucesivos que permitan alcanzar lo entrevisto y a la vez deseado como conveniente. Por eso, el avizorantiento de los variables Futuros constituye también un rasgo constitutivo esencial del existir humano.

Conceptualmente el factor temporal es eso que llamamos Tiempo en una consideración abstracta. Y así, en consecuencia, la Existencia humana reconoce la unidad esencial de sus tres momentos constitutivos básicos, que son el Pasado, el Presente y el Futuro, que en el curso consecutivo permanente de los días y en términos cotidianos llamamos Ayer, Hoy y Mañana. La ineludible necesidad constitutiva de este proceso hace que tengamos que definir por de pronto al Ser humano como un ente conformado por permanentes necesidades constitutivas, que deben ser concientizadas a cabalidad.

Es decir, que el Ser humano es un ente constitutivamente precario. Esto implica entenderlo como un ente obligado a satisfacer permanentemente todas las necesidades derivadas de su naturaleza física y, a la vez, psíquica.

Esta última es la conocedora e identificadora, y en el reconocimiento de ellas como factores aunados, la conformadora y propulsora de la mejor práctica para realizar su propio existir psíquico y físico.

Por supuesto, esta faena comprende también la de evitar, y en su caso rechazar los reales factores físicos y psíquicos que puedan afectar negativamente el buen desarrollo de su proceso existencial. Entre los factores físicos favorables se cuentan los llamados alimentos líquidos, sólidos y gaseosos que han de ser bebidos, ingeridos y aspirados, de modo a que parte de ellos sean incorporados beneficiosamente al cuerpo para el desarrollo de su existencia, y que la parte inservible, es decir el resto no útil, sea eliminado y expulsado.

Los factores psíquicos, a su vez, son los que resultan de la permanente puesta en práctica de todo el sistema nervioso corporal, cuyo centro activo principal es el cerebro humano reconocedor y captador de realidades cualitativas internas y externas a él, es decir que incluye a sus propios rasgos psíquicos y físicos. Esta captación de Sí mismo y de lo Otro en su propia Conciencia se realiza mediante su propio sistema sensorial, vista, oído, tacto, sabor y olor, que remite los productos de dicho contacto sensorial al órgano llamado Cerebro, que es a la vez el centro y el asiento de su global Sistema Nervioso perceptor, reconocedor y ordenador de todas las tareas a ser llevadas a cabo por su propio manera las respuestas adecuadas a esas manifestaciones, y que consisten en el ejercicio ordenado de las facultades físicas y psíquicas humanas para el mejor desarrollo concreto de su propio existir. Por eso, el Cerebro es el ordenador automático espontáneo de casi todas las actividades regulares propias de la faena existencial tísica y psíquica del Ser humano. Entre las psíquicas se cuenta no solo la de prever la necesidad o conveniencia de nuevas actividades, sino también, y en el caso de que a su juicio corresponda llevadas a cabo, promover su puesta en práctica, de modo a llegar al máximo de lo que a dicho Cerebro humano se le aparece como posible y útil para su mejor concreción existencial.

Es de esta manera como en el debido acaecer de la Con­ciencia humana, se da entonces, a partir de la Conciencia de lo dado, el Reconocimiento de lo que le conviene o pue­de convenir para su propio bien, así como también el Re­conocimiento de lo que le puede dañar, para, a partir y en función de su interés legítimo, generar la respuesta debida.

La categoría genérica de lo humano abarca un número hasta ahora no definitivo de especies y tipos de realidades concretas posibles, es decir a su alcance. Todas ellas tienen en común la condición temporal propia del Ser humano en todas sus dimensiones, es decir la de transcurrir a partir de un Pasado, en un permanente Presente necesariamente proyectado hacia un Futuro siempre abierto, es decir nunca absolutamente cierto y definitivo en su totalidad.

Aquí corresponde recordar que el Ser humano a quien describimos siempre como un ser único en su realidad existencial es, necesariamente siempre, un Ser con otros Seres humanos. Ya en su origen él resulta del quehacer creativo conjunto y en un presente común de otros dos Seres humanos individuales de sexos distintos -el femenino y el masculina que son quienes engendra la primera etapa de esta gestación tiene una duración promedia de nueve meses, y el nuevo Ser desarrolla necesariamente su existencia en el vientre materno. Es decir que todo Ser humano empieza como "ser-con" su Madre. Una vez nacido, su acaecer existencial se desarrolla como ser individual pero necesariamente bajo el cuidado directo o inmediato de la Madre, a lo Cual se le agrega la del Padre y eventuales Hermanos, conformando todos la unidad familiar inmediata, que con parientes más lejanos, por ciertos rasgos comunes, hacen un conjunto familiar mayor. En el constante decurso de esto, a cada Personaje humano se le agregan otros Seres humanos para realizar unidos el tipo de convivencia constitutiva que le es inherente. Puede ser interesante recordar que en las etapas de la Adolescencia y de la Juventud entran a jugar un papel agregado muy importante las amistades con seres humanos del mismo grupo de edad, parte de los cuales pueden ser compañeros de estudio o de juego, o ambos a la vez. Y así, como consecuencia del constante incremento de personas con que se va relacionando, el Ser humano desarrolla nuevos vínculos amistosos. En una etapa más avanzada de este proceso y en función de la futura creación de nuevos Seres humanos, se inicia esa peculiar relación afectiva entre seres de distintos sexos que se formalizará consecutivamente en las etapas del noviazgo, y matrimonio para dar nacimiento a una nueva familia conformada por esos actores iniciales y por los hijos que posteriormente ellos engendren. Este esquema, conocido y experimentado por todos, sólo se recuerda en este lugar para evidenciar el rasgo social constitutivo del Ser humano, que en consecuencia hace parte de su verdadera esencia.

Es factor decisivo en todo este proceso la puesta en práctica, por parte del Actor humano, del acaecer psíquico de su propia Conciencia, que abarca la memoria personal de los rasgos significativos psíquicos y físicos de lo que le aconteció, en función coordinada con los fines a corto, mediano y largo plazo a ser alcanzados por él, pues eso es lo que permite a cada uno de los Seres humanos mantener la Conciencia de su propia identidad, a través de la casi infinita variedad de experiencias vividas. Y la compleja unidad de todo esto en su permanente accionar, es lo que constituye la identidad significativa y significadora de cada Existencia humana individual y colectiva en permanente proceso de autocreación.

En este punto corresponde plantearse el problema de reconocer cuál es la parte de ese acaecer humano que mueve directamente a no actor a la práctica de su propia faena existencial en sus múltiples variedades. Y, como lo indica su nombre, esta es la del Acaecer Emocional interior que le es constitutivamente inherente.

Es así como en el debido acaecer de la Conciencia humana, se da entonces, a partir de la Conciencia de lo dado, el Reconocimiento de lo que le conviene o puede convenir para su propio bien, así como también el Reconocimiento de lo que le puede dañar, para, a partir y en función de su interés legítimo, generar la respuesta debida.

La categoría genérica de lo Humano abarca un número hasta ahora no definitivo de especies y tipos de realidades concretas posibles, es decir a su alcance. Todas ellas tienen en común la condición temporal propia del Ser humano en todas sus dimensiones, es decir la de transcurrir, a partir de un Pasado, en un permanente Presente consecutivo necesariamente proyectado hacia un Futuro siempre abierto, es decir nunca absolutamente cierto y definitivo.

Los ensayos presentados en esta obra se ocupan de una peculiar realidad humana que es el acaecer político significativo de y en la República del Paraguay. La identidad singular del proceso a ser ganada con esta práctica implica la utilización prudente y oportuna de los saberes que proporcionan diversas Ciencias Naturales y Sociales del Hombre, en particular las desarrolladas en el curso de la Historia contemporánea de la Humanidad.

La República del Paraguay tuvo su inicio oficial en el año 1813 como concreción formal del movimiento de Independencia del año 1811, que eliminó su condición colonial originaria de Provincia americana del Reino de España a partir de 1541 y como tal, parte primero del Virreinato de Lima y, desde 1776, del Virreinato del Río de la Plata. La independencia lograda le permitió y permite hasta hoy, afirmar una singular identidad histórica colectiva propia en el mundo contemporáneo.

Como vemos, el eje constitutivo de esta entidad fue en su origen la unidad conformada por los seres humanos que entonces la integraban, es decir los habitantes de la Provincia paraguaya, que en su praxis individual y colectiva la constituyeron originariamente. Estos a su vez con el transcurso del tiempo engendraron nuevos Seres humanos quienes consecutivamente y produciendo a su vez nuevos Seres humanos fueron siendo en el futuro los continuadores de ese proceso inicial de Independencia.

A lo largo de este proceso esquemáticamente presen­tado, resulta evidente la presencia constitutiva del rasgo temporal en la Existencia humana. Este rasgo consiste en la permanente secuencia de los tres recordados momen­tos llamados Pasado, Presente y Futuro. En este punto co­rresponde plantearnos el problema de reconocer cuál es el rasgo constitutivo del acaecer existencial humano que lo mueve al actor real y directamente hacia adelante. Y él es su propio acaecer emocional interior que en sus múltiples variedades positivas y negativas lo mueve hacia la satis­facción de las necesidades que las reconoce como inheren­tes, es decir a proveerse de lo que le falta para concretar en acto la plenitud de su propia realidad existencial. Este acaecer abarca tres éxtasis básicos posibles, que son el de una sensación de plenitud emocional superior que es la felicidad, el de no acaecer emocional interior negativo que es el del rechazo motivado por el dolor o por la sensación de asco y desprecio, y un tercero, en medio de los dos ex­tremos, que es el de la indiferencia ante lo ya acontecido o ante lo que vaya a acontecer. Esta suerte de acaecer­ respuesta, es producido generalmente por el Ser humano en forma automática, es decir como no acaecer existencial interior, y su variación depende en gran medida de los re­sultados emocionales gestados en experiencias existencia­les anteriores, y recordados como término de comparación para manejar realidades futuras posibles.

Conviene enfatizar que la experiencia humana de la emoción subjetiva, como resultado de una realidad dada, y a la vez corvo expectativa de lo que se entrevé como respuesta posible a una situación existencial, es el verdadero acaecer movilizador, pues es ella la que mueve directamente a cada ser humano a practicar las conductas ciertas y concretas que considera debidas, es decir, llevar a la práctica el devenir de su propia existencia. Y eso lo hace en función del grado de conciencia que tenga de la positividad, no sólo presente sino también futura, que dicha conducta le habrá de acarrear, tanto en la creación y afirmación de lo positivo como en la eliminación de lo que le cause o pueda causarle daño y dolor. Esto lo inferimos directa o inmediatamente en la observación de la existencia de otros seres humanos.

En cuanto al Autoconocimiento, es decir el Conoci­miento de Sí mismo, debe tenerse presente que la Con­ciencia del nacimiento propio, es necesariamente posterior a su acaecer originario. En el caso de la Muerte la Auto­conciencia es imposible, pues lo constitutivo de ella es la extinción de la propia Conciencia. Pero sí lo es o puede ser en ciertos casos la Conciencia de que ella se avecina.

El Tiempo es entonces, un ámbito en el que necesaria­mente se desarrolla todo Acontecer Humano como tal, y consiste en la unidad secuencial necesaria y permanente de Presentes consecutivos a partir de sus respectivos an­tecedentes Pasados inmediatos y mediatos que están ne­cesariamente proyectados y destinados a sus respectivos Futuros también inmediatos y mediatos, en permanente tránsito correlativo y consecuente.

Pero todo proceso tiene un inicio. ¿Y cuál es el inicio propio del actor de este proceso? Obviamente lo son primero el de su originaria concepción humana y luego, el posterior nacimiento individual y el desarrollo coordinado de los distintos rasgos que irán haciendo real su constitutiva integridad, para luego pasar a conformar progresivamente su aunada identidad psíquica y física singular.

El eje de lo que a continuación se presenta es el de­seo de expresar la verdadera identidad histórica de la "Sociedad Paraguaya", merced a la muestra de los ras­gos significativos de las entidades correlativas que fueron conformando consecutivamente rasgos de su acaecer significativo, para llegar luego a conformar su identidad real actual. Y éstas fueron: primero, la socie­dad indígena americana primitiva local que fue la Tri­bu Guaraní, y segundo, la sociedad americana colonial iniciada con la exploración y conquista del territorio, hoy paraguayo, por parte de invasores hispanos, es decir de súbditos de los consecutivos monarcas españoles, el pri­mero de los cuales Carlos I fue a la vez como Carlos V titular del Sacro Imperio Romano Germánico. Su posterior sucesor fue Felipe II como Rey de España y a la vez primer Emperador del Imperio de Indias que abarcaba todas las posesiones hispanas de ese Reino europeo. La instalación permanente en un lugar determinado del territorio americano hoy paraguayo, de un primer asiento autoritario es­pañol estable en esta región sudamericana, tuvo lugar con la erección de un fuerte que luego devino entidad urbana con la fundación de Asunción en 1537 como sede de la pri­mera Gobernación Provincial que tuvo como Gobernador a Domingo Martínez de Irala. Esta entidad, con su respec­tiva área jurisdiccional, fue primero parte del Virreinato del Perú y luego desde 1776 en adelante, del Virreinato del Río de la Plata, cuya sede central 'fue Buenos Aires, ciudad ésta fundada y refundada por expedicionarios españoles salidos de Asunción. Posteriormente el nuevo Estado re­publicano autónomo paraguayo, de base nacional, que sur­gió con motivo de un proceso de independencia iniciado en el año 1811 con rasgos identifica tonos tanto comuni­tarios como sociales propios, adoptó un sistema peculiar para el ejercicio de la suprema autoridad política que fue el de la Dictadura, a cargo del Dr. Jose Gaspar Rodríguez de Francia. Ésta, si bien sólida en la afirmación suprema de la propia independencia frente a cualquier autoridad política exterior al área que ella consideraba propia, abarcó en lo interior no sólo lo político administrativo inmediato, sino también lo social, lo económico, y lo cultural en algunos aspectos. A su muerte, Carlos Antonio López fue elegido Presidente y gobernó hasta el año 1862. Pero antes de su muerte, éste a su vez, dejó establecido en términos no pre­cisamente republicanos, que quien habría de sucederle en esas funciones era su hijo Francisco Solano López, quien, para su educación personal en general, y político-admi­nistrativa, en particular, había sido enviado anteriormente por su padre al Reino de Francia, entonces una de las más importantes entidades políticas y culturales del Mundo Europeo Occidental.

Este último proceso, que connotó un disimulado pero inequívoco regreso al anterior ideal autoritario monárquico cuyo antecedente en este caso era el español de la época colonial, fue uno de los factores que ayudaron a conformar la grotesca Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. La inicial agresión de López al Imperio del Brasil, expedición militar mediante, para defender al grupo político uruguayo Blanco considerado amigo por el Gobierno paraguayo, que había sido agredido por el antagónico grupo político uruguayo Rojo -amigo entonces de ese Imperio- generó un grotesco conflicto armado entre dos Estados -la República de Paraguay y el Imperio del Brasil- que no tenían ni podían haber tenido entre sí un real y directo conflicto antagónico de intereses colectivos territoriales o socio-económicos. En realidad, eso fue un enfrentamiento personal entre el entonces titular de una República política manejada en términos autoritariamente monárquicos, que era el Paraguay de entonces, con el titular de una todavía genuina Monarquía imperial que era Pedro II, y que años después de la destrucción del Paraguay fue destronado por una revolución que convirtió a este país en la actual República del Brasil.

Una de las razones decisivas para la progresiva desaparición de las formas monárquicas efectivas en el manejo de las entidades políticas supremas en el mundo occidental -las que sobreviven tienen una función congregadora de la totalidad unitaria colectiva, pero no una fuerza autoritaria definitiva para los reales problemas existenciales colectivos de las entidades políticas globales- fue justamente la imposibilidad de que en una realidad colectiva humana todo lo inmensamente colectivo complejo esté subordinado de hecho y de derecho a una realidad existencial humana personal singular.

Considero conveniente el recuerdo de lo que a continuación se expresa para entender cómo un conflicto personal ente las autoridades políticas supremas de dos países vecinos pudo generar una tragedia tan grande para un Estado republicano como el paraguayo, que entonces vivía todavía una etapa inicial de gestión. Como se sabe, en las Monarquías, el ente político real con conciencia, voluntad y poder efectivo para imponerla a lo largo de su propia vida personal es un ser humano singular, llamado Rey o Emperador, quien a los efectos de llevar a cabo esta tarea se rodea de un grupo selecto de súbditos que conforman una Corte de servidores inmediatos y mediatos para llevar a la práctica las tareas de gobierno, y así lo ayudan en esa faena. Resulta obvio que siendo y debiendo siempre ser todos ellos súbditos, la importancia de la relación personal y distancia directa de ellos con el Monarca determina a su vez la importancia de cualquiera de ellos en el ejercicio de la práctica gubernativa colectiva. En la concepción republicana genuina, esta situación no se puede ni se debe dar. En una República todos los miembros de la sociedad deben ser ciudadanos con iguales derechos y obligaciones, y el sector autoritario, básicamente administrativo regulador del orden colectivo, está siempre conformado por plazos temporales previamente establecidos y con derechos y obligaciones públicamente reconocidos y periódicamente renovados en elecciones generales. En este sistema, lo predominantemente afectivo personal del titular del ejercicio de la autoridad política suprema no debe fungir de factor decisivo para determinar el acaecer histórico presente y futuro de la entidad republicana en la que desempeña sus funciones.

El indebido cumplimiento de lo que precede llevó al Paraguay, al término de la guerra en 1870, a una situación catastrófica.

El reinicio de las actividades propias de esta entidad política colectiva después de esa guerra se dio en el orden organizativo en los términos de un nuevo proyecto republicano, con una nueva Constitución y con mal las implicancias consiguientes de todo esto. No se debe olvidar que las otras realidades colectivas sociales, económicas, poblacionales, sufrieron grandes modificaciones con motivo de la devastación que sufrió todo el país, por culpa de sus vecinos inmediatos y por la desaparición de grandes sectores de lana la población masculina que pelearon hasta sufrir casi una verdadera extinción. Sesenta y dos años después el Paraguay vivió nuevamente una segunda guerra, esta vez con el vecino país Bolivia, que duró desde 1932 hasta 1935, con enormes consecuencias que afectaron y de cierta manera siguen afectando profundamente al Paraguay actual.

Para encontrar el 'fundamento cierto de todo lo acontecido, corresponde hacer un recuerdo analítico de rasgos peculiares de las distintas etapas de la Historia paraguaya abocetada en las páginas anteriores.

¿Cuáles fueron los rasgos peculiares de la existencia individual y colectiva de la población indígena aborigen del actual territorio paraguayo, y cuáles las de los conquistadores?

La población original en el actual territorio paraguayo fue la indígena guaraní. Los restos de su lengua original, hacen hoy todavía parte del lenguaje cotidiano en todo el sector rural y en parte del sector urbano del Paraguay contemporáneo. El porcentaje de la población femenina aborigen originaria fue posiblemente mayor que el de la masculina, lo cual dio lugar a una poligamia colectiva, que fue uno de los rasgos resaltantes de su cultura social.

La organización colectiva mayor fue la propia de una comunidad tribal y la figura autoritaria colectiva mayor fue la de un Cacique, asesorado y aconsejado por un Consejo de Ancianos.

El territorio en cl que vivían y se desplazaban tenía que ser apto para el modesto cultivo de algunas especies vegetales y el mantenimiento de una rica flora y fauna de la que podían servirse inmediatamente para la alimentación permanente y para aprovecharse de ella como medio de protección frente a las agresiones propias del mundo animal salvaje que vivía también en estas selvas, y también a las agresiones de otros grupos tribales distintos y vecinos ocasionales que soportaban los mismos problemas. De ahí que su sedentarismo fuera de variada duración y a la vez sujeto a posibilidades y realidades del entorno natural que ocupaba, y daba lugar, en caso de necesidad, a necesarios procesos de migración colectiva, en función de razones no sólo alimenticias sino también do seguridad física.

Esta entidad colectiva aborigen se servía de los siguientes recursos: En primer término estaban los naturales inmediatos que eran el suelo, el agua, y el-'orden de la naturaleza vegetal, a los cuales se les agregaban los que resultaban del uso de las propias fuerzas creadoras, como la producción de fuego y calor, la elaboración de instrumentos de defensa gracias al manipuleo de productos vegetales para actuar contra rasgos negativos de la misma Naturaleza como la lluvia, el frío, el calor y en general todo lo que consideraban agresivo al bienestar propio. - En lo que se refiere al relacionamiento interpersonal humano corresponde recordar que a partir de la gestación humana y hasta la pubertad la primera relación existencial inmediata era la maternal-filial con los nuevos seres humanos. A partir de ahí y en relación a los varones crecía la importancia de la relación inmediata con el padre y con los parientes masculinos, que luego se extendía hasta el orden autoritario colectivo superior ejercido siempre por un Cacique, siempre de sexo masculino, que para ciertos asuntos contaba a su vez con el asesoramiento y apoyo de un Consejo de Ancianos. Este Consejo constituía una suerte de repositorio de sabiduría ancestral y definía las legitimidades auténticas en los casos conflictivos y, también, en los casos cuyas consecuencias podían afectar a la entidad tribal. La relación intersexual fue siempre poligámica y nunca poliándrica. Y así, en vista del permanente enfrentamiento con las fuerzas de la Naturaleza y también con las fuerzas humanas de tribus vecinas y rivales, para el disfrute y aprovechamiento de los recursos naturales, resulta obvio que entre los recursos adecuados mayores se contaran la fuerza y destreza física aplicada en la mejor forma posible por el sector masculino de la población. La fuerza propia del sector 'femenino era utilizada, o mejor, aplicada a la generación de nuevos seres humanos y a las tareas alimenticias y cuidado, tanto de los hijos como de ellas mismas, y también al cuidado inmediato en lo pertinente del ser humano masculino al que ella estaba de una cierta manera sometida inmediatamente.

A todo este orden que podríamos llamarlo natural, se le agregaba la presencia también de una especie de orden superior al de la Naturaleza, que estaba constituido por un ser Superior sobrenatural que sería el origen y orientador supremo de todo. Este rasgo no desarrollado por la cultura indígena en sus detalles constitutivos ni en sus alcances concretos singulares establecidos, fue un factor que abrió la posibilidad del acercamiento posterior por parte del grupo invasor español con su peculiar orientación religiosa.

De lo que antecede surge entonces que la faena del autocuidado en los Guaraníes respecto de lo individual y de lo colectivo que hacían su cultura tribal, se concretaba en los varones indígenas mediante la faena de defenderse ante las agresiones de organizaciones tribales vecinas, y, a la vez, apropiarse y aprovecharse de los productos del entorno natural vía caza de animales, pesca de peces, y cuidado y aprovechamiento de productos forestales, a lo cual se le agregaba la práctica de muy modestos cultivos para el posterior consumo de sus productos. La práctica reproductiva humana se realizaba en el texto de una general poligamia. El cuidado directo de la primera y segunda infancia estaba a cargo del sector femenino. A continuación, progresivamente de acuerdo con el aumento de edad en la juventud, sus integrantes mujeres pasaban a incorporarse a las tareas femeninas y los integrantes varones, a las masculinas. La defensa individual y colectiva frente a agresiones físicas emprendidas por individuos o grupos humanos extraños, estaba a cargo del sector masculino con la ayuda en lo pertinente de las mujeres para el desempeño de las respectivas tareas que les eran propias. La organización colectiva global básica era la tribal con un Consejo de Ancianos asentado en una suerte de sabiduría colectiva ancestral y un Cacique investido de la superior autoridad compulsiva ejecutiva directa e inmediata, que actuaban en general coordinadamente, inclusive para la aplicación de sanciones a quienes no practicaban la debida obediencia. Por supuesto, uno de los factores identificatorios colectivos más importantes fue el idioma propio, el Guaraní, cuyos restos sobreviven en parte de la población paraguaya contemporánea. Esta era una lengua exclusivamente oral. De ahí gire carezca de sentido intentar hacer que ella exprese toda o parte importante de la Cultura contemporánea vinculada directamente con el desarrollo de las Ciencias modernas sociales y naturales y las prácticas existenciales individuales y colectivas de la Civilización y Cultura contemporáneas. Pero es indudable, que lo que resta de ella sirve para la creación de obras literarias con valor estético y emocional para quienes pueden adentrarse en sus sentidos y significados emocionales.

A lo expresado debe agregarse el acaecer individual y colectivo de 10 sagrado religioso en cl mundo guaranitico. Como uno más de los diversos aspectos de la peculiar vida del ser humano, el acaecer religioso tuvo también entre los guaraníes una cierta realidad pues creían en la existencia de un Ser Supremo, pero el desarrollo y la presencia atribuída a la vigencia comunitaria, no implicó una fuente de impulso para el desarrollo de una problemática inspiradora de una suerte de Teología, pero sí fue importante la connotación de lo sagrado con su llamado a una experiencia humana interior de lo Superior y de lo que mueve en lo más íntimo hacia lo mejor en la Existencia humana Y esto se afirma porque es indudable que eso condicionó favorablemente el acomodamiento indígena local al llamado que un sector del grupo invasor de los conquistadores, el grupo religioso, hizo para recibir la versión religiosa cristiana española de éstos.

Otro rasgo de la cultura aborigen fue el carácter exclusivamente rural de sus asentamientos que nunca supieron, ni tan siquiera concibieron la posibilidad de desarrollos urbanos.­

El Cuidado o Curia en los Conquistadores tuvo a su vez como intencionalidad primera y fundamental la afirmación de los derechos supremos del titular de los Reinos de Castilla y Aragón sobre los territorios conquistados y sobre todo lo que en ellos se encontraba, minas de oro incluidas.

A partir del ascenso del monarca llamado Carlos V - que solo se expresaba en una lengua germánica - a la titularidad de estos Reinos, y a la vez a la titularidad del Sacro Imperio Romano Germánico, naturalmente por razones hereditarias en ambos casos, resultó que todas estas entidades conformaban un gigantesco conjunto de pueblos que poblaban gran parte de la Europa Continental y también gran parte de todo el Continente americano. A su muerte lo reemplazó su hijo Felipe II, en lo relativo al Continente americano y a la región hispánica del Continente europeo. El resto del Imperio Romano Germánico pasó a su hermano el Emperador Fernando II.­

Así el Monarca español pasó a ser a la vez, Emperador de las Indias, es decir titular monárquico supremo de todo el territorio americano conquistado por las fuerzas hispanas que en su conjunto fue inicialmente ordenado en dos Virreinatos y una Capitanía General. Los Virreinatos fueron el de Perú y el de México y la Capitanía General fue la de Chile. A partir de 1776 se creó un nuevo Virreinato, el del Río de la Plata cuyo asiento principal fue la Ciudad de Buenos Aires. A partir de su institucionalización, este ordenamiento general fue el que llevó a la práctica el ejercicio político y cultural de la Monarquía hispano ­europea sobre la parte del Continente americano sometido a su autoridad, realizando los procesos de Conquista y Coloniaje del territorio americano hasta las dos primeras decenas de años del siglo XIX.

Se debe tener presente que el motivo original de la expedición de Cristóbal Colón en el año 1491 fue el deseo de las autoridades del Reino de Castilla de encontrar un camino más accesible a la obtención de "especies" alimenticias del, continente asiático, ya que el camino tradicional era muy difícil y peligroso. Pero el resultado de las posteriores expediciones a la de Colón fue el conocimiento de que lo descubierto era un nuevo Continente y que en él se daba la existencia de minas de oro, con lo cual se generó la posibilidad de explotar ese inmenso territorio para beneficio del Monarca imperial y de los ejecutores directos de dicha explotación, a pesar de los obstáculos que pudieran crear los habitantes nativos del nuevo territorio americano. Esa población nativa en general tenía dos niveles básicos de desarrollo. Uno fue el alcanzado por los Mayas y Aztecas, y otro, el propio de las Comunidades indígenas más sencillas, entre ellas la de los Guaraníes, asentada en parte del actual territorio paraguayo oriental. Desde una perspectiva moderna en los dos primeros se daba un crecimiento cultural, político, social y económico comparativamente mayor en el sentido cuantitativo y cualitativo, y a la vez una población unificada mayor que había sabido construir grandes obras arquitectónicas y generado una mayor variedad y cantidad de producción económica que el resto de las demás poblaciones americanas. La lucha de los Invasores hispánicos con los Imperios nativos locales más desarrollados fue muy cruenta, a pesar cíe lo cual los invasores triunfaron gracias a su mejor preparación humana y militar. El enfrentamiento; en el caso de los Guaraníes no fue cruento, salvo incidentes no muy importantes, pues consistió en el desarrollo de una suerte de alianza, en la que los Guaraníes ganaron seguridad y protección existencial valiosa frente a sus tradicionales enemigos indígenas aledaños, y los Invasores material humano para el desarrollo de actividades genéticas con el sector femenino de las tribus, y ayuda humana física por parte del sector masculino para la realización de las tareas económicas productivas rurales de beneficio común y para las tareas guerreras de combate con los grupos indígenas enemigos.

Este proceso de asentamiento definitivo y desarrollo de larga duración, fue el llamado Periodo Colonial y dio como resultado la generación de una nueva población local que lentamente y dentro de las posibilidades materiales y culturales de entonces, pasó a ser la primera población provinciana originaria del Paraguay. Fue parte de esta población la que participó en el inicio y desarrollo de una civilización urbana que fue asiento principal de ordenamiento del incipiente despliegue de una economía agraria orientada hacia una producción desconocida en esta parte de la América aborigen.

Las estructuras de la convivencia colectiva se desarrollaron según las pautas maestras de las sociedades hispanas menores de España, pero con un rasgo peculiar que luego sería decisivo para una posterior transformación política colectiva de ella. Las autosuperiores venían siempre de España y eran nombradas por la autoridad suprema que era el Emperador. Lo mismo pasaba con las autoridades americanas superiores.

Para la comprensión del proceso de desarrollo de los posteriores países americanos independientes, aquí puede ser conveniente reiterar el hecho de que estos Virreinatos americanos eran versiones representativas de un orden autoritario básico y a la vez central en todo el proceso colectivo, cuyo titular era el Monarca Emperador o Rey. En la concepción de la época, el Ser humano que ejercía esa titularidad era la sustancia constitutiva esencial de la entidad colectiva global llamada Imperio o Reino y del cual formaban parte además sus súbditos. Entre estos últimos se daban algunos pocos con diverso grado de dignidad y de derechos establecidos sobre tierras determinadas y sobre la población común asentada en ellas, llamados Duques, Condes o Marqueses, que eran dueños no sólo de sus propios bienes muebles, sino que además ejercían una suerte de autoridad directa sobre la conducta de los demás súbditos humanos comunes que estaban bajo su cuidado y dirección, y, en términos más actuales, de explotación. Para el ejercicio práctico de ese dominio total se crearon entidades político-territoriales a cargo de 'funcionarios con variadas funciones delegadas y territorio y población común a sus respectivos cargos como Principados, Ducados, Marquesados, Condados y Provincias. En el caso del territorio americano se dio la forma del Virreinato para las más extensas áreas territoriales a cuyo frente estaba un Virrey nombrado por el Monarca supremo y las Provincias a cuyo frente estaba un Gobernador nombrado también por éste. La comprensión de lo humano existencial con su correspondiente fundamento ético estaba asentada en la visión cristiano católica de la realidad existencial sustantiva en la realidad del proceso de conquista y sobre todo posteriormente en el establecimiento de la etapa colonial en estas tierras americanas' fue la participación de la praxis religiosa de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Esta institución ya había sido una actora decisiva en la creación del orden social, político y religioso de los Reinos de Europa continental, y en particular de la Península Ibérica sirviendo de fundamento religioso cristiano para ellos. Lo mismo aconteció en el proceso de Conquista y en los posteriores que se fueron sucediendo en el Paraguay. La importancia de esta Iglesia nunca será suficientemente reconocida, pero para tener una idea de esto, basta sólo tener en cuenta que ella redefine las relaciones de los Seres Humanos entre sí, las relaciones de los Seres Humanos con la Naturaleza y orienta la praxis existencial de todos los Seres Humanos hacia lo que considera el mejor "poder ser" de ellos, que es la eterna comunicación con su Dios y Creador. En aquel entonces los Seres Humanos que nos interesan en este trabajo, eran Súbditos y Majestades Imperiales autoritarias que realizaban una convivencia presente y persistente, y así sentaban o debían sentar las bases firmes para la futura eterna comunión con su Dios y Creador. Por supuesto, este factor fue el que connotó y marcó el camino decisivo a ser seguido por todos, y consistía además en la práctica de las conductas acordes con su naturaleza menesterosa animal, y las que hacen a las personales y sociales en los términos establecidos por los cuatro Evangelios auténticos que relatan el proceso de la vida de Jesucristo, el hijo de Dios y Redentor del género humano, y el de su Crucifixión, Muerte y Resurrección como supremo modelo de conducta existencial para todos los seres humanos. Un proyecto tan grandioso no obstó ni sigue obstando en la actualidad, para que parte de ellos sólo se acomoden a medias a esto y paralelamente practiquen a la vez, en forma intencionada y consciente, pecadoras conductas indebidas que generan, de acuerdo con la gravedad de la falta, inclusive la pérdida de la legítima unión con su Dios y Señor y requieren de un verdadero arrepentimiento para poder solicitar a los representantes de esta majestad suprema que son las autoridades eclesiásticas, el perdón por las faltas cometidas y un retorno a la comunión con él. A pesar de esto es indudable el papel positivo que en general esta concepción aplicada en lo posible por los seres humanos orienta a todos a una apertura hacia el Bien individual y colectivo de los seres humanos. Y sobre esta concepción y la vivencia individual y colectiva, con su notable acentuación del orden superior autoritario como fuente definitoria del presente y del futuro personal y colectivo, fue que se llevó a cabo el desarrollo de la Existencia humana colonial posterior a la Conquista y también las de las siguientes.

Puede ser interesante recordar que a lo largo de todo el periodo colonial la Provincia paraguaya sólo tuvo como autoridad local superior a un súbdito nacido en ella. Su nombre Fue Remando Arias de Saavedra y fue gobernador por cortos plazos desde fines del siglo XVI (años 1592, 1597, 1598), Y luego a comienzos del siglo en 1601, 1609 Y 1614.

Al terminar este último período se retiró, se mudó a Santa Pe y falleció en el año 1634. Todos los otros Gobernadores vinieron de afuera. Esta realidad, unida a la gran distancia territorial de la Provincia paraguaya respecto de los Centros Virreinales - Lima primero, y luego Buenos Aires- y las difíciles comunicaciones propias de la época, generaron una creciente autoconciencia generalizada en la población provincial respecto le su peculiar identidad colectiva local, y la consecuente necesidad de una participación directa de ellos tanto en el reconocimiento de los problemas locales como en la adopción y aplicación de las medidas adecuadas para remediarlas. Este proceso, paulatino y siempre de creciente intensidad, tuvo su primera manifestación dramática con la rebelión de los Comuneros iniciada en la segunda década del siglo XVIII, y proseguida posteriormente en varios movimientos a lo largo de este siglo, que si bien fracasaron en la obtención de sus objetivos principales inmediatos, fueron notables testimonios de que en la entonces Provincia paraguaya se había gestado una nueva realidad colectiva individual política y social, que reclamaba una mayor participación directa e inmediata en la adopción de normas legales que convenían a sus intereses. Estos nuevos actores formaban parte del sector superior de la sociedad colonial de entonces, que ya reconocía en sus habitantes un sector rural y otro urbano con distinto grado de formación intelectual.

A esta realidad se le sumó posteriormente el hecho de la formación del nuevo Virreinato del Río de la Plata, que al tener como capital a Buenos Aires no hacía sino reconocer la mayor importancia de esta ciudad para el gobierno central español, como centro económico en general y político de más fácil acceso para ese centro europeo, que las demás ciudades provinciales situadas en el nuevo territorio Virreinal. Pero con eso, se creó a la vez una suerte de nueva dependencia para la Provincia Paraguaya, que más tarde culminó en un prolongado enfrentamiento entre ambos centros y terminó en la desastrosa guerra de la Triple Alianza de Brasil, Argentina y Uruguay contra el Paraguay.

Para entender la íntima racionalidad de este proceso, debemos tener en cuenta lo expresado anteriormente y resaltar en el mismo el acontecer de una progresiva conciencia de identidad colectiva propia en el sector más educado de la sociedad colonial, es decir en aquellos que conservaban con mayor intensidad el sistema de valores existenciales humanos que habían recibido en su origen, que fue el de la primera Provincia paraguaya como parte del Virreinato del Perú y luego del Virreinato del Río de la Plata, con el ordenamiento fundamental de ellos en el acaecer colectivo general, es decir con la distinción de Señores y Siervos, y la correspondiente diferencia de desarrollo cultural muy importante para las relaciones recíprocas. El orden productivo y el de consumo en el aspecto económico era también el de sus orígenes europeos, y luego, con el desarrollo urbano se produjo el crecimiento de un sector prestador de servicios y faenas artesanales cuyos consumidores inmediatos primeros fueron los miembros del sector más elevado. Lo mismo pasó con el sector educacional que se caracterizó por el radical analfabetismo de todo el sector campesino y el de los artesanos y trabajadores del sector urbano. El modesto contacto del sector superior con el resto de la población virreinal americana y el casi nulo contacto con el sector político superior que era el de la Corte imperial situada en España, hizo a su vez que se desarrollara lentamente en la población provinciana de mayor educación una suelte de sector interesado en lo público, dando así comienzo a sucesivos movimientos Comuneros hasta culminar en un proceso de independencia total no solo respecto de la Central autoritaria europea y consecuentemente de sus instituciones delegadas en territorio americano, para luego extenderse firme también inclusive ante el movimiento ya afirmado de independencia de casi todas las demás Provincias del Virreinato del Río de la Plata que habían pasado a conformar la República Argentina cuya capital fue, y sigue siendo hasta hoy, la ciudad de Buenos Aires, que exigió, expedición militar mediante, que la Provincia del Paraguay pasara a formar parte integrante de ella.

El posterior proceso de la nueva República paraguaya lo conocemos de sobra y solo corresponde recordar las consecuencias de eso. A pesar del esfuerzo de sus miembros, se dieron las siguientes realidades un insuficiente desarrollo de adecuadas relaciones conscientes entre los diversos sectores sociales; un modesto desarrollo educativo colectivo en general y, sobre todo una inconsciencia respecto de la necesidad de darle a la sociedad paraguaya una debida participación en faenas que hacen al desarrollo científico, industrial, comercial y cultural en general. Contribuyeron para ello sobre todo, falencias reconocidas como el real aislamiento geográfico, la modesta capacidad efectiva y la real dificultad física de las comunicaciones a distancia, la escasez, de recursos materiales efectivos para superarlos, a lo cual se le unió por mucho tiempo, la permanente pretensión de entidades políticas vecinas de crecer a costa de sus vecinos en lo que desde sus peculiares puntos de vista podía corresponder.

 

 

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Mayo, 2011 (299 páginas)

 

 

 

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