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ENRIQUE MARINI PALMIERI

  LA NACIÓN INVISIBLE DE RAQUEL CHAVES - Ensayo de ENRIQUE MARINI PALMIERI - Junio 2013


LA NACIÓN INVISIBLE DE RAQUEL CHAVES - Ensayo de ENRIQUE MARINI PALMIERI - Junio 2013

LA NACIÓN INVISIBLE DE RAQUEL CHAVES*

 

Ensayo de ENRIQUE MARINI PALMIERI


La información de la solapa del volumen se explaya sobre los intereses filosóficos, espirituales y ecologistas de la autora, y el enfoque de la historia que se leerá. Estos detalles ponen de relieve la relación paradójica entre el substantivo “nación” y el adjetivo “invisible”. Sintagma que puede llamar la atención de quien tenga nociones sobre los aspectos relativos a la geografía y a la historia del Paraguay. Aspectos que, en primer lugar, dada la gran extensión del territorio que regían los guaraníes, y que éstos ya formaban una nación cuando llegaron los españoles al continente, justifican el nombre de Provincia ultramarina Gigante de Indias que se le dio al principio de la conquista. Así pues, y en función conativa, el titulo invita a que, paralelamente a la lectura se ahonden sobre las vicisitudes históricas y geográficas por las que hubo de pasar la provincia ultramarina española, antes y después de la fundación del Virreinato del Río de la Plata en las postrimerías del siglo XVIII. Desde la Independencia del poder peninsular, el Paraguay peligró su integridad e identidad: en particular entre 1865 y 1870 -por la guerra de la Triple Alianza (Argentina-Brasil-Uruguay)- y entre 1932 y 1935 -por la guerra contra Bolivia (p. 83). Blanco de la codicia de intereses que buscaron -y buscan- borrarle ríos y bosques, la realidad territorial del Paraguay soportó los embates políticos y económicos de sus vecinos.

 

 

 

 

 

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La voz narrativa se dirige al héroe de la historia de ficción, Alejandro, en discurso indirecto e indirecto libre, y va construyendo la etopeya, cuyas características subrayan el carácter de Alejandro: bondad, cordura, empeño en el esfuerzo de aprender todo lo posible sobre su país, y su inclinación en encarar y comprender el devenir de la Tierra (p. 11). Con su apellido -“Mayo”, nombre del mes de la Independencia de la Corona Española- se sobrentiende el porqué de su adhesión por la defensa de la libertad y la soberanía del Paraguay. Y, por proximidad eufónica, el apellido puede inferir el adjetivo “magno”, como parece sugerir su nombre de pila. No sorprenderá, pues, su natural luchador, idealista, vencedor de dificultades y oposiciones, capaz de logros importantes (p. 17). Resalta el cómo sus rasgos reflejan la historia de la antigua nación guaraní, que buscó -y busca- la “Tierra sin Mal”. La nación guaraní grabó -en lengua vernácula- primigenios, míticos y cósmicos relatos, tintos de heroísmo, en la piedra de la caverna de la cordillera del Amambay. Relatos que aún se reiteran (p. 13). En Alejandro, heredero de todo ello, la intención es defender los valores tradicionales y la integridad del Paraguay. Sus intuiciones y preocupaciones fijan el ímpetu que abriga:

“Miraba a veces el horizonte buscando algo que no llegaba”, y la voz narrativa añade: Alejandro esperaba algo y su mirada lo delataba [entender por ese “algo” que esperaba]. Esperaba y ansiosamente buscaba. Sabía que no estaba a la vuelta de la esquina ni en un escaparate de promesas itinerantes. ¿Estaban en el lugar de las huellas impresas en la memoria? ¿Estaban en un material que su misma energía pensante había creado? ¿O quizás fuera una sutil trama de sentimientos que en un lugar aún inmaterial, existía? Sin saberlo, él iba a ser como Juan de Salazar -el que había fundado Asunción. El... ¿qué iba a fundar? (p. 17)

“Sutil trama”, “lugar inmaterial”, tantas precisiones que sugieren matices en la construcción interna del libro. Así, de entrada, se observa que son cifras cardinales -y no las ordinales- las que marcan la sucesión de capítulos. “Capítulo uno: La Energía pensante” (p.15-18). La preferencia por las cifras cardinales le propone al lector avisado que se ha pensado en la dimensión simbólica de los números. El caso del uno es ejemplar, esencial: símbolo es de la energía del pensamiento de la divinidad que creó al cosmos. Energía que, en estrecha relación con el intuir los secretos de la creación cósmica, funda en Alejandro la exigencia de defender a la nación invisible: el Paraguay y la Tierra. Por su naturaleza profunda, Alejandro se abre a los misterios invisibles de la historia cultural vernácula. Antes, el lector irá viendo cómo se desarrolla la vida de “un joven normal”: tiene un perro, Tam Tam; anda en bicicleta desde los doce años de edad; lee los libros que su abuelo “decía que había que leer”; y respeta la costumbre “heredada de su abuela materna de siempre dar y dar” (17). Capaz de realizar los trabajos más sencillos, su vida transcurre entre las circunstancias naturales de toda persona de su edad y lo cotidiano de sus estudios, actividades a las que ritma el “trajinar de ómnibus”, el calor de las calles de su ciudad, y el ir buscando la sombra de los “árboles y silencio” (p. 18).

Con el “Capítulo dos: El Cuaderno de apuntes” (p. 19-22) se confirma el empleo fundamental de las cifras cardinales: se van sumando capítulos y se subrayan tanto la voluntad del héroe, como la paradoja del sintagma nación invisible -el Paraguay y la Tierra entera. Se plasma la voluntad de Alejandro en comprometerse a respetar la historia del Paraguay y su naturaleza, algo -invisible para muchos- muy frágil e impalpable, casi. Impelido por la “energía pensante” del cardinal uno, ahora el dos -símbolo del creador y de su creatura- el héroe fija en el “Cuaderno de apuntes” sus decisiones para con la historia y la naturaleza de su país y la del planeta Tierra. Habiendo concebido la importancia de lo visible y de lo invisible, el muchacho se siente estimulado para intentar corregir toda circunstancia negativa contraria al equilibrio de lo nacional y de lo invisible. Intuye que la dinámica en la que se halla inmerso resulta de la suma de la tradición vernácula con la del orden cósmico. Y va apuntando en el cuaderno todo aquello que conforma el hecho de ser del mundo y de estar en él.

En tal contexto, no han de sorprender ciertas coincidencias. Por ejemplo, que el “Cuaderno de apuntes” posee el mismo formato e igual color de la tapa que el libro que el lector está leyendo. Se lo invita a que éste comparta el carácter invisible de la voluntad de acción del muchacho: sus peripecias y el pensar del héroe responden a la intencionalidad de lograr que el lector recorra el mismo sendero de una educación por el que transitan las bellezas de la naturaleza y el cómo defenderlas. El mecanismo es inductivo, y la función conativa del lenguaje lo apoya, revelando el objetivo de la voz narrativa: el acto discursivo apunta a transmitir, tanto al héroe como al lector, los íntimos matices de los impulsos psíquicos necesarios para cumplir con la defensa de la naturaleza del Paraguay y de la Tierra. El invitar a compartir la tarea está subrayado por la dimensión simbólica del color turquesa de las tapas del libro de Raquel Chaves y del “Cuaderno de apuntes”. Simbolismo precolombino y americano: el del color turquesa se relaciona con el fuego del sol. (1)

En el “Cuaderno de apuntes”, Alejandro plasma la veracidad de sus sentimientos ante la necesidad urgente de actuar según una realidad crítica contra lo destructor que adopta el rostro de falso progreso. Urgencia frente aquello que habría debido de ser cardinal, o fundamental: la defensa de las bellezas naturales. Por encima de lo material, vence lo espiritual y, a la codicia, la sabiduría. Las hojas del cuaderno enumeran las razones por las que ha de triunfar lo invisible por sobre lo visible y por sobre todas las actitudes, la convicción de Alejandro se afirma como paradigma de la dimensión cardinal que defiende lo invisible. Así, más adelante, el Capítulo trece, intitulado: “Más para el cuaderno de notas” (p. 71-72) subraya las intenciones que Alejandro escribe en el cuaderno. Además del simbolismo ya vistos de las cifras uno y tres, con el trece resalta la voluntad de defender las bellezas naturales y, para ello, las fuentes de inspiración son muy precisas: lecturas de contenido científico y espiritual que conciernen el pasado del Paraguay, el cambio climático y la espiritualidad esotérica. (2) Asimismo, en el Capítulo tres -ésta, cifra cardinal de lo creado- intitulado: “Saber agradecer”, se descubre lo que se ha de defender: arroyos y ríos aún limpios, libres ya de lo que llaman progreso, “entre comillas”, piensa Alejandro (p. 25). Aguas limpias, a cuyo simbolismo invisible Raquel Chaves le dedica un poema, “Lago Ypoa”, (p. 26). Arroyos, lagos y ríos de aguas vivas, perfectas en su sabiduría. Aguas como seres pensantes que, ante la pérdida de su pureza se revelan: las aguas carbonatadas del manantial Ykua pochy, las cuales llegan a hervir (p. 29-30). A la voluntad de luchar en contra de la destrucción de la naturaleza que se recuerda en este capítulo, se suma el contenido del Capítulo Cinco -cardinal que engloba al simbolismo de la cifra 3 -la creación- y al de la cifra 2 -el amor de la divinidad, por el cual nace de su pensamiento lo que creado será. Un segundo poema de Raquel Chaves subraya este aspecto: “Despedida de los saltos del Guairá”. Poema que aporta acentos particularmente trágicos, evocando la belleza de las aguas que serían pronto sacrificadas en aras del progreso. “Aquí estoy ante tu entrada” (p. 33), dice el primer verso del poema, en el que se recrea la realidad natural y perfecta, lírica y épica de los saltos. En el Capítulo Seis -cifra de la creación en su eternidad- se prolonga la voluntad del muchacho en agradecer por las bellezas naturales del Paraguay, diciendo: “Agua, te quiero dulce y pura”. Agua única -“pura”- que, por sinestesia -“dulce”- matiza los beneficios que el hombre recibe: lo agradable, apacible y complaciente: visible e invisible a la vez. Reiteración de este elemento por la que se nos invita a que nos detengamos en la dimensión simbólica -invisible- del agua: fuente de vida, medio de purificación, de regeneración. (3) Tradición religiosa guaraní y americana, misterio individual y colectivo. Misterio universal: en el Antiguo Testamento, el agua precede a la creación del universo por Dios, porque el agua es Dios, y por ende, símbolo de la vida espiritual en la que se reúnen lo visible y lo invisible.

El lirismo contenido es otra característica del discurso narrativo. En el capítulo Once (4) se propone la fuente de

inspiración de dicho lirismo: El Hombre que plantó un millón de árboles. Desde Buenos Aires, la tía Sara la envía. En una carta, le habla a Alejandro del relato de un escritor francés -Jean Giono5. El relato se centra en la figura de un pastor de las montañas del sudeste de Francia, próximas a Manosque. Elzéar Bouffier -abriga un sueño: corregir los destrozos que se realizaron durante generaciones en las montañas en las que trashuman las ovejas que él guarda. Sin contar ni el número ni el transcurrir de los años para cumplir con dicha tarea, Elzéar planta un número incontable de árboles, intentando contribuir a que el hombre y los animales volviesen a aquellas regiones, arrasadas por la codicia. Bouffier fallece después de la Segunda Guerra Mundial. En el relato. (6)

Siguiendo con el simbolismo del agua, llegamos al capítulo Catorce (p. 75-77). La suma del uno -la divinidad- y el cuatro -su creación y su eternidad- da cinco -que contiene los simbolismos ya citados. (7) Luego, al Quince: sumando el uno y el cinco, resulta el seis, cifra que suma por dos la eternidad de lo creado por Dios (p. 83- 90); o, multiplicando el cinco por el tres: de simbolismos ya explicitados. Las propuestas simbólicas proponen el poderío de la divinidad en su pensamiento infinito y creador. Ahora, con estos augurios simbólicos, Alejandro y sus amigos llegan a la cordillera del Amambay: nombre que alude tanto a la montaña como a la cueva que ésta esconde. En las alturas visibles, las bellezas naturales de los bosques, ya diezmadas. Escondidas en las entrañas de la cordillera, en obscuras cuevas, vedadas a la visión directa, las inmemoriales señales rupestres: “petroglifos” que enlazan a los indígenas del Paraguay con misteriosas tradiciones prehistóricas. El exterior de la cordillera apunta a las alturas celestes, a la morada de la divinidad: y los viajeros descubren la realidad invisible superior de la nación, en lo alto de la montaña. También descubren una realidad invisible, cuya visión parece más accesible: la de los “petroglifos” -más visible, a pesar de la dificultad de descifrarlos. Sin comprenderlo racionalmente, Alejandro y sus amigos han descubierto un axioma que pertenece al hermetismo mercurial: lo que está arriba es como lo que está abajo. Dado que toda la creación es fruto del pensamiento amoroso de la divinidad, el mundo creado es igual al mundo increado: cielo y tierra responden a una sola voluntad, la de Dios. El título del capítulo Quince: “Prehistoria, historia y presente” aclara y fija dicho simbolismo (p.79). Se sugieren los tres niveles de la Historia del Paraguay y del cosmos: “Prehistoria”: los petroglifos rupestres de las grutas del Cerro Lorito (p. 85- 86). “Historia”: la tragedia de la guerra contra la Triple Alianza -un cerro de la cordillera del Amambay se llama “Cerro Corá”, donde falleció el Mariscal Francisco Solano López, durante la última batalla; y la desaparición de las cataratas del Guairá y tema del poema de Raquel Chaves. “Presente”: dimensión que traduce la vigencia tangible de las dimensiones herméticas y mercuriales ya citadas -lo que está arriba, es como lo que está abajo- y que aparecen con claridad ante los ojos de Alejandro y de sus compañeros.

Visión simbólica y espiritual, decisiva en animar a que se emprenda la defensa de lo que se halla inmediatamente ante los jóvenes: la belleza de la patria. El presente, combinación plena de misterio prehistórico e histórico', combinación de cifras cardinales que distribuyen los dos últimos capítulos. El presente comunica a los muchachos la fuerza revelada de una trilogía capaz de corregir errores: la Paz, el Respeto y la Libertad (p.87-88).

Alejandro grita el llamado de lo revelado: trino que acaba de producir la extrema belleza del paisaje que los rodea, trino de la evidencia de la tarea que realizar. Henchido el corazón por lo que inspira la triada temporal surgida de lo visible y de lo invisible, el grito de Alejandro se proyecta a los cuatro vientos -como el pastor de Giono que plantó sus árboles en los cuatro puntos cardinales de las montañas de Provenza. Desde el corazón de la Provincia Gigante de Indias, en la cima de la simbólica cordillera, vuelto tanto al Norte, como al Sur, al Este y al Oeste, Alejandro grita. La voz, de tono grave y potente, cargado de lo recibido por revelación, insiste en el Respeto al Paraguay y a su historia. En ese instante, todo es simbólico: lo horizontal, se dirige a los puntos cardinales-, lo vertical: la posición cimera de Alejandro se dirige a los pueblos voraces. En el eje de ambas direcciones se reúnen las entrañas de la Tierra -en la Prehistoria- con la punta del cerro -en la Historia- y ahora su voz acaricia a la belleza de la Naturaleza que rodea la cordillera, incluyéndola -en el Presente. La posición cimera de Alejandro y sus compañeros reúne lo vertical -la montaña visible- y lo horizontal -la cueva invisible- trazando la circularidad esférica: la del tiempo como eternidad y como destino del hombre, allí dónde se halle. La Esfera, o la divinidad que organizó, organiza y organizará el caos de la civilización. Y, como dice la voz narrativa: “El viaje había terminado. ¿O recién comenzaba?” (p.90). La función conativa del discurso en este volumen concluye y subraya lo que la pregunta sugiere: la tentación de responder positivamente a la pregunta... Resta el esperar que los adolescentes que lean la historia de Alejandro Mayo así lo sientan, y emprendan el aprendizaje del respeto por la historia y por los hombres. Y que Raquel Chaves vuelva al itinerario de Alejandro y de sus amigos y nos proponga nuevos envites.


NOTAS

1. En la cultura maya, al amanecer, el sol aleja del cielo a la luna y las estrellas con una serpiente de color turquesa; en la cultura de los navajos, el sol monta un caballo de color turquesa. Entre los aztecas, el dios del fuego, suprema divinidad solar, es el Amo de la Turquesa; y el dios de la guerra es el Príncipe de la Turquesa [Cf. Dictionnaire des symboles (1969), de J. Chevalier y A. Gheerbrant; 4º tomo, 5º edic., 1974, p. 346]

2. Se citan: “un artículo del monje tibetano Samdhong Rinpoche”, y las conversaciones de Alejandro con su padre sobre el historiador Arnold Toynbee (1889-1975). (Cf. p. 71-72) La obra principal de Tounbee -según la Enciclopedia británica- es un ensayo elaborado entre 1934 y 1961: A study of History, en el que defiende una visión filosófica de la Historia de visos modernos entonces, la cual analiza los ciclos de desarrollo, de apogeo y de declinar de aquellas civilizaciones que pierden el ánimo creativo y se dejan llevar, por ejemplo, por el nacionalismo, el militarismo y el despotismo de las minorías. Toynbee fue Director del Departamento de Investigaciones científicas en el Ministerio de Asuntos Exteriores británico en plena Segunda Guerra Mundial. También escribió sobre el mundo religioso y su influencia protagonista en la corriente regenerativa de la época en que analizó el curso de la Historia.

3. Entre los aztecas. En la tradición indígena del Paraguay, el agua es el origen de todo lo creado por Ñamandu en la noche de los tiempos. Agua primigenia, bruma, y rocío. Nacida antes que la tierra, y que el hombre, dice el Ñe’e pora. (Cf. Pierre Clastres, Le Grandparler. Mythes et chants sacrés des Indiens Guaraní (1972), París: Aux éditions du Seuil, 1974; Cf., Héléne Clastres, La Tierra sin mal. El Profetismo tupí-guaraní (1975), Buenos Aires: Ediciones del Sol (1989), 2º edición, 1993. Ambos analizan científicos la religiosidad del mundo invisible en el que vivió y vive la nación indígena visible y en la primeriza Provincia Gigante de Indias.

4. La cifra cardinal contiene al dos: la fuerza de la voluntad creadora de la divinidad. Y a la cifra nueve -que contiene implícita, la multiplicación de la cifra tres por tres- es símbolo del movimiento especular de perfección y manifestación de la perfección divina del creador y su creatura. Así, sumando el nueve más dos se obtiene el once, símbolo de la voluntad de la divinidad en su perfección creadora. Partiendo de la cifra diez -lo perfecto de la divinidad creadora -como lo expresa el denario pitagórico: 1 2 3 4= 10- y se le añade uno -figura de la divinidad- se llega al once, y a lo ya expresado. (Cf. Atanasio Kircher, erudito jesuíta, (1601-1680): Aritmología (traducción del latín al castellano de 1984).

5. Con mayor exactitud, del original francés: El Hombre que plantaba árboles, de Jean Giono (Manosque, 1895-1970) Región en la que vivió Giono y que él describe, es célebre por sus bosques y arroyos. De ahí el tono lírico y virgiliano, cósmico de la mayoría de los relatos de ese autor. También la música y las tradiciones de la Provenza están ligadas a sus historias; y la lengua provenzal. Lengua que compitió con el latín -siglos XIII y XIV- y que elaboró formas nuevas: el soneto, el serventesio -que emplean el endecasílabo- y el verso alejandrino (de doce sílabas en occitano y en francés; de 13 y 14 en castellano; el nombre viene de la primera composición realizada en dicho metro: un homenaje a Alejandro el Grande). El lirismo caracteriza a Giono, y aun, el panteísmo. Sus personajes retratan, veraces, a habitantes que viven en esos bosques, ríos y arroyos. Austeros, de sentimientos auténticos, habitados por la fuerza, la constancia, la parquedad y el vigor de sentimientos. La fineza con la que Giono observa conductas y las pone en escena es señera en el entusiasmo que crea en el lector. La ligadura entre la prosa de R. Chaves y la de Giono - por ejemplo, con la página 23 de la edición francesa del libro citado (Cf., París: Gallimard, 1983)- merecería un estudio aparte.

6. En 1953, respondiendo a un pedido de la revista norteamericana de las Selecciones del Reader Digest -para la sección muy popular: “Mi personaje inolvidable”, el escritor francés escribió: El Hombre que plantaba árboles. En una veintena de páginas, cuenta un hecho que habría ocurrido después de la Primera Guerra Mundial, y el encuentro con Elzéar Bouffier (1856-1947), pastor providencial para la región provenzal (la acción exactamente se sitúa en la región de Vaucluse) por el trabajo de reforestación ya mencionado. La historia de la literatura francesa contemporánea cuenta que, luego de publicar el relato de Giono, la revista comprendió que el personaje no había existido nunca; sin embargo, Giono dio fechas de nacimiento y de fallecimiento. Falsa historia, la del pastor que reforesta la región, que vino a llenar la imaginación de Giono con la tarea que él mismo ansiaba realmente para la región provenzal de Manosque. Así, cuando se edita en francés el relato, Giono pone de relieve que lo propio de un escritor es la imaginación: nada sorprendente, pues, que Elzéar Bouffier haya sido fruto de ella y de su gran amor por la Provenza.

7. La cifra cinco es símbolo de “Toda la masa universal de los cuerpos, [...], contiene cinco cuerpos, cuatro elementos y el cielo, o la quinta esencia, como dicen los pitagóricos” (Kircher, op. cit., p 255).

* Asunción: Servilibro, 2012, 91 p.

 

 

 

ENLACE INTERNO A DOCUMENTO FUENTE

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REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

IV ÉPOCA – N° 24 JUNIO 2013

Editorial SERVILIBRO

Asunción – Paraguay. Junio 2013 (150 páginas)


 

 

 

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