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FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA

  EL FENÓMENO FIDEL O EL MITO DEL PADRE - Ensayo de FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA


EL FENÓMENO FIDEL O EL MITO DEL PADRE - Ensayo de FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA

EL FENÓMENO "FIDEL", O EL MITO DEL PADRE

Ensayo de FRANCISCO OLIVEIRA Y SILVA
 
 

Muchas personas sienten curiosidad ante el fenómeno de la popularidad de Fidel Castro en algunos países de América Latina. El problema concreto es el siguiente: ¿Cómo un hombre, cuya conducta delictiva ha sido sobradamente comprobada, puede gozar de la admiración y el aplauso de tantas personas, no sólo del pueblo, sino también de reconocida cultura intelectual? Este fenómeno se presentó recientemente en el Paraguay, con motivo de la asunción al mando del nuevo presidente de la República (15.08.03.). No nos detendremos en razones protocolares de la invitación a semejante personaje, sino de la popularidad despertada por el mismo en nuestro país.

Con este trabajo intentamos dar una explicación al fenómeno.
 
 
I. Nostalgia por el padre ausente

Tenemos que admitir que el Paraguay es un país sin padres. Se habla, metafóricamente, de "padres de la patria", al referirse a los hombres que forjaron la independencia. La patria tendrá sus padres, pero ya están en el bronce y en el recuerdo.

Los paraguayos, en su mayoría, son "huérfanos" de padre, no porque éstos hayan muerto, sino a causa de algo peor: están vivos, pero ausentes. La mujer hace, en muchos hogares, el papel de padre y madre. No tienen esos hogares la "cálida presencia del padre": o porque se marchó, abandonando el hogar, o porque, morando en él, se comporta como "un hijo más", y la esposa, aparte de hacer de padre para sus hijos, debe hacer de madre para su marido. El rol del padre, la "figura paterna" (como dicen los psicólogos), la cálida presencia del padre, brillan por su ausencia en el Paraguay. El notable escritor RAFAEL BARRETT en su libro EL DOLOR PARAGUAYO, obra referente a la realidad humana y social de este país, dice al respecto, en el capítulo "Hogares heridos": "El hogar paraguayo es una ruina que sangra: es un hogar sin padre. La guerra se llevó a los padres y no los ha devuelto aún. Han quedado los machos errantes... toman a la hembra, engendran con la vida el dolor y pasan". Por desgracia esta descripción hecha hace más de cien años, sigue vigente. Los hombres fecundan y se van. Ocurre, con creciente y alarmante frecuencia, ahora ya en parejas de adolescentes. Madres solteras, madres adolescentes. Hombres sin responsabilidad, fuertes para el placer, débiles para el deber y el sacrificio, generando auténticos dramas de hogar: hogares heridos. Esto no es un alegato o reprimenda moralizante. Es, simplemente, un relato objetivo de esta dura realidad que aún vive el Paraguay, y que forma parte de la constelación de problemas inveterados que lo convierte en un país pobre. Pobre, más en valores morales que en riquezas materia-les. En este contexto los paraguayos son seres carenciados de padre, hecho que conlleva la carencia de cinco valores que la paternidad aporta:

- El amor masculino.
- La seguridad.
- La autoridad.
- El respeto.
- La realización personal.
 
 
l. El amor masculino. A diferencia del amor de la madre, que ama al hijo de manera incondicional, por el solo hecho de ser su hijo, el amor del padre se hace sentir solamente en cuanto el hijo cumpla con los mandatos y exigencias establecidos por él, como cabeza de familia. La madre no pone condiciones; el padre, sí. La madre ama en cuanto uno es hijo; el padre, en cuanto respete las normas. El amor de la madre es absoluto; el del padre es relativo. Es imposible que la madre abandone al hijo descarriado; el padre, en cambio, lo hará sin vacilar, dejando, incluso, de reconocerle como hijo. El amor de la madre se ofrece; el del padre se gana. La madre es el "corazón" del hogar. El padre, el "cerebro".

El ser humano tiene tendencias que surgen de dos principios: el del placer y el del deber. El del placer nos lleva a buscar el disfrute de la vida (descansar, pasear, jugar...).

El del deber nos impulsa a cumplir las responsabilidades, asumiendo el sacrificio implícito en ello, sin esperar recompensas. En este campo, la madre representa para el hijo, el principio del placer. De ella recibe ternura, comprensión, perdón, consuelo. El padre, en cambio, representa el principio del deber. De él recibe el ejemplo de la tenacidad en la lucha, la rectitud de vida, la fidelidad a los principios, y el respeto a la ley; pero también las sanciones o castigos para los infractores. Todo este mundo, denso y rico, del respeto a la ley y el cultivo de los valores y principios, desaparece en cualquier sociedad que, como la nuestra, sufre la ausencia del padre, generador, no sólo de la vida biológica, sino de la vida axiológica (de los valores y principios). Por eso proliferan, en esas sociedades, el desorden, el vicio, el crimen y todo tipo de corrupción: el padre ha muerto. La ley también, con él.

La policía y los militares, con la fuerza de sus armas y sus carros, podrán reprimir, por algún tiempo, los desbordes del libertinaje; pero jamás podrán hacer que florezca la paz, cuyas raíces están, no en el miedo, sino en los principios morales cariñosamente cultivados en el corazón.

Volviendo al tema del "doble rol" (padre-madre) que las madres paraguayas se ven obligadas a asumir, a causa de la ausencia de padres, hay que señalar que, de esa forma, no se definen ninguno de los dos roles, es decir, no transmiten ni la figura de la madre, ni la del padre, por completo. Y por eso sus hijos no desarrollan acabadamente, ni el principio del deber, ni el del placer. De ahí el desorden observado en muchos paraguayos, ya sea en sus diversiones, como en sus obligaciones. Diversiones prostituidas (alcoholismo, vagancia, sexo, drogas...). Y obligaciones prostituidas: nepotismo, clientelismo, planillerismo, y la degradante costumbre de asumir un cargo (un deber), no para cumplir con él, sino para enriquecerse rápidamente.

¡Cuánta nostalgia de padre hay en nuestra patria!
 

2. La seguridad. La presencia del padre permite sentirse seguros. Su imagen poderosa infunde paz. Ese poder es la resultante de la visualización en él, de cualidades socialmente consideradas masculinas, como la fuerza física, la valentía, la capacidad para aceptar luchas y desafíos, la resistencia en el combate, y las más variadas habilidades que van, desde el manejo y mantenimiento del vehículo, hasta la capacidad de ganar el dinero para el sustento de la familia. Por ello el padre es, no sólo el símbolo de la seguridad, sino el dador de la misma, porque él es la seguridad.

Al no haber padre, tampoco hay seguridad. Aparecen el miedo, la incertidumbre, y la consiguiente nostalgia de padre.
 

3. La autoridad. A diferencia del autoritarismo, que surge de la imposición caprichosa de la propia voluntad por medio de la fuerza, el miedo o la amenaza, la autoridad es una fuerza moral de la persona, que surge de la admiración por el estilo de vida ejemplar que ésta práctica. Proviene, de esta forma, de un modelo, no de un mandato ni de una normativa. Arrastra, sí; pero con el ejemplo, no con la palabra ni, mucho menos, con la intimidación. La autoridad es un espejo que permite al hijo compararse con la persona "modelo", en su desenvolvimiento social, laboral y moral, para autoevaluarse con respecto a la corrección o incorrección de sus actos, según coincidan o no, respectivamente, con los del "modelo". Cuando el hijo, sinceramente, se pregunta: ¿Esto lo haría papá? ¿Le agradaría enterarse de lo que estoy haciendo? ¿Qué haría papá en mi lugar?, etc., está patentizando la existencia de la gran autoridad del padre en su vida.

La fuerza de la autoridad no está en el castigo, sino en el ejemplo. La admiración y el liderazgo vienen, no de la capacidad de mandar dando órdenes, sino de la solicitud en servir dando el ejemplo. En la capacidad de servicio radica la esencia misma de la autoridad.
 

4. Respeto. La figura del padre infunde respeto. Pero el respeto surge de la autoridad, en el sentido explicado anteriormente. El respeto es la observancia de un comportamiento hacia alguien, acorde con los méritos del mismo. El trato que se le da a una persona, refleja el grado de respeto por la misma. Pero no interesan el rol ni el cargo para merecer dicho respeto. El respeto debe ser ganado, no exigido. Es como el amor. Y la esencia misma del amor es el respeto al ser amado: a su vida, sus necesidades, sus ideales.

Sin figura de padre, tampoco hay respeto. En una sociedad sin padres nadie respeta a nadie: no hay respeto a las "autoridades" (muchas veces impostores e inmorales que usurpan el cargo), ni a las normas sociales, morales, e incluso civiles y penales. Todos se tutean, se manosean, se pisotean, en una sociedad tal como la descrita en el famoso tango "Cambalache", cuya letra presenta, con realismo estremecedor, la situación caótica de la sociedad del siglo XX, en la que se perdió el respeto y la capacidad de reconocer méritos. El respeto se aprende desde niños. Al no haber padre, no hay noción de respeto. Y surge la nostalgia de padre.
 

5. La realización personal. El padre, finalmente, es el símbolo y el modelo de la realización personal: del éxito en la vida, del triunfo sobre las adversidades. El ser humano necesita realizarse, alcanzar sus metas, lograr los objetivos conducentes a ella. Conseguido esto, se siente triunfador. En caso contrario surge el sentimiento de frustración y fracaso, que lleva a la depresión, la ira, la pérdida de la autoestima y las explosiones de violencia.

Es importante tener un ideal en la vida: descubrirlo dentro de uno, teniendo en cuenta las propias inclinaciones o tendencias, juntamente con las capacidades o talentos personales. Y trazarse un plan en base a este ideal que actuará como motor en la permanente lucha por la consecución de los objetivos de nuestro proyecto personal o existencial. Descubrir el propio ideal es encontrar la llave del éxito. No descubrirlo equivale a vivir en las sombras del fracaso. La mayoría de los fracasados son personas sin ideal.

La presencia del padre es, no sólo la del modelo del hombre que tiene un ideal y, por lo tanto, es un triunfador, realizado (aún cuando viva en la pobreza y estreche ces económicas), sino que se constituye en estímulo, motivación y ayuda para los hijos en lo tocante a la realización personal en la lucha por la vida. Modelo y mentor. Ejemplo y colaborador. Faltando el padre falta esta luz y esta fuerza del ideal. El fracaso y la frustración son inminentes.

Y se siente la nostalgia de padre.

Una sociedad sin padre es una sociedad de frustrados. Y de la frustración salen la agresividad y todo tipo de corrupción.
 

II. Lo que simboliza el gobernante cubano

Es un poco chocante después de las precedentes reflexiones, tan sinceras y de rico contenido humano, nombrar al señor Fidel Castro, "El Comandante", para relacionarlo con las mismas. Pero debemos hacerlo porque, para explicar su popularidad en ciertos países de América Latina, se hizo este estudio.

Pues bien, Castro es el símbolo de ese padre, cuya ausencia lo hace más deseable. Es una presencia ilusoria, pero no por ello menos eficaz o generadora de simpatía.

El Fidel Castro de hoy es la resultante de la raíz "etaria" de sus delitos (!) Si estos fueran 20.000, por ejemplo, la raíz "86" (su edad) de esa enorme cantidad de crímenes, es 1 (uno), o sea, nada. El paso del tiempo ha desgastado por completo la gravedad de tantas fechorías. Se lo mira, entonces, como el hombre fuerte pero cariñoso. Un padre-abuelo. No es un padre: pero es un sucedáneo casi perfecto del mismo. Es como si las canas rebajaran las maldades o la gravedad de sus faltas. Tal ocurre también con Stroessner o Pinochet: sus edades reclaman que se "olvide" y se "perdone" (sin pensar en sus víctimas) todo su pasado. Este reclamo, a veces consciente y explícito, es, la mayoría de las veces, inconsciente, profundo, pero muy imperativo. "¿Y qué es `un' delito? ¿Quién no lo comete? ¿No es mejor olvidar?". Así se piensa.

Se produce como una ceguera psicológica hacia la personalidad gravemente delictiva de este personaje, en cuyo haber hay represión, muertes y torturas, con el cortejo interminable de hogares infelices, sobre los cuales tendió la mortaja del dolor existencial más absoluto. En virtud de esta ceguera ("borrón y cuenta nueva"), se empieza a construir la figura del ídolo, ahora admirado, deseado y aplaudido. Todo un modelo.

Tal figura idolátrica se construye así: La nostalgia de padre de los paraguayos se aplaca mirándole, admirándole y amándole, porque él representa al padre (ausente en el Paraguay). El es como el padre que necesita este pueblo. Y lo es porque:
 
 
1. Despierta simpatía, cariño (el amor masculino). Dado su porte de abuelo, como si fuera un hombre lleno de afecto, es fácil que despierte dichas emociones. Además se comporta de una manera muy cordial con los periodistas y las modelos, como un hombre enteramente inofensivo, capaz de querernos a todos, lo cual incrementa la simpatía hacia él. Este fenómeno se consolida aún más por su reconocida "generosidad" hacia los paraguayos, concediendo becas para estudiantes y enviando médicos al Paraguay. "¡Es un tipo formidable! ¡Todo un padre para nosotros!", es la lectura que se hace ante las ovaciones y aplausos hacia este reconocido delincuente. Pero así es nuestra naturaleza humana: tiende a olvidar lo negativo del verdugo, aferrarse sólo a sus acciones bondadosas y censurar a todos sus detractores, como si éstos fueran los culpables. Es un fenómeno que yo denomino "victimización del victimario". Es un mecanismo de defensa para eliminar de la mente el miedo y el peligro generados por la persona que se teme. Y se dice: "¡Pobre! ¡Tantas cosas buenas hizo este hombre! ¡No es posible incriminarlo toda la vida! ¡Pongamos punto final!".
** La edad también ayuda a crear esta aureola de "inocencia", ya que la figura de un anciano (más aún si tiene barba) despierta la fantasía del "ser inofensivo", del "viejito bueno" o del "hombre sabio".

2. Representa seguridad. El solo hecho de saber que ha sobrevivido a tantos atentados contra su vida, ya lo convierte en un personaje legendario y paradigmático de la "seguridad": "¡40 años en el poder, sin que nadie haya podido derrocarlo! ¡Todo un héroe!". Si sumamos a esto su proverbial y llamativo despliegue de seguridad personal, aparatoso por su "estilo" (envío previo de exploradores del ambiente, incertidumbre de su venida, dos aviones personales, desconocimiento del lugar de su alojamiento, etc.), se completa un cuadro de seguridad perfecta. "Él sabe protegerse... y así sabrá proteger también a su pueblo. Así debiera ser el padre (que no tenemos), para darnos seguridad". Esos son los pensamientos inconscientes o conscientes que despierta esta persona, con todo el despliegue de precauciones absolutas que garantizan su inmunidad.
 

3. Representa autoridad. Este mandatario tiene autoridad. Y mucha. Pero no en el sentido moral, en el que hemos tomado este término anteriormente, sino en el sentido político, de fuerza y poder. Él manda. Todos le obedecen. Y los que no obedecen sufren feroces castigos, incluyendo torturas y muerte. Su poder es tan grande que, según se comenta, enfrentó airoso a los EE.UU., constituyéndose en el único mandatario que hizo tal cosa, y con éxito. Cayó la Unión Soviética. Pero Cuba, no. "Todo un ejemplo de poder. Tipos así necesitamos. Hombres de mando, de mano dura, de autoridad. Este es el `padre' que nos falta. Pero como no lo tenemos, al menos aplaudámosle, manifestándole todo nuestro cariño y admiración. ¡Viva nuestro padre!". Estos pensamientos inconscientes, bullen, como fuerza motivadora, en lo más profundo del corazón de muchos paraguayos, incluyendo intelectuales y personas de todas las edades. "¡Al fin la autoridad del padre!".
 
 
4. Despierta respeto. Pero ese respeto no es, obviamente, el que hemos explicado anteriormente, como actitud generada por los méritos morales de la persona respetada, sino como tributo de sumisión nacido del miedo al poderoso que ya "cortó la cabeza" de muchos irrespetuosos, a lo largo de sus 40 años de poder. En este sentido, también, usamos ese término cuando, al enfrentarnos con algo peligroso, decimos "¡Yo le respeto a eso!". Ante tal figura se piensa que ese es el tipo de persona que necesita esta sociedad caótica; como si la solución al caos y a la pérdida de toda moral, pudiera provenir del miedo, y no de las convicciones maduras. Parodiando una conocida frase, podríamos decir: "100 kilos de represión y miedo, no consiguen lo que un gramo de convicción". Pero no se piensa así. Se quieren resultados relámpagos, automáticos, inmediatos. Un líder "de respeto", capaz de mostrar "la roja", de entrada, si fuera preciso. "A un hombre así se le respetaría. Alinearía pronto a los más rebeldes. Pondría en orden nuestra sociedad. Pero, como no lo tenemos, felicitémosle a quien lo simboliza, con nuestro aplauso de apoyo y aprobación, sintiéndonos orgullosos de tenerlo como visitante ilustre en nuestro suelo. Qué lindo sería una foto con él. Al fin el padre respetado".
 
 
5. Imagen de la realización personal. Se lo ve como un gobernante realizado: 40 años en el poder; la tecnología de Cuba; la genial idea que tuvo él, del "sidario", que hace que en Cuba no haya sida; las becas para estudiantes paraguayos; los médicos cubanos que vienen al Paraguay para atender gratuitamente; los Centros Médicos de Cuba... ¡Todo tan positivo! Detrás de esto hay cosas negativas, como el hambre, la represión y la pobreza. Pero no se las ve (o no se las quiere ver) por aquel mecanismo citado anteriormente, de la tendencia a ignorar u olvidar lo negativo. Surge entonces la imagen del triunfador, del exitoso, del hombre que logró lo que quiso, sin pensar que, para ello, pasó y sigue pasando sobre cadáveres. "¡Al fin, el padre triunfador! ¡Gloria al invicto!".
 
III. Conclusión
Fidel Castro, "El Comandante", cuya apariencia personal tiene más esa aureola "light" de un hombre del espectáculo (actor o cantante) que la de un político de fuste, representa, por todo lo analizado hasta aquí, al "padre ausente de Paraguay", al "mesías" que necesita el Paraguay: el hombre que puede traer la solución a todos los problemas que tiene este país. Él reúne las cinco virtudes del padre, aunque sólo en apariencia, porque también a ellas les dio muerte dentro de su psiquis. Pero, víctimas de esta "ilusión mental", muchos sienten que se despierta en ellos el cariño, el aprecio, e incluso la admiración vehemente, emociones manifestadas en fervientes aplausos u opiniones altamente elogiosas para este personaje, sin caer en la cuenta de que están cometiendo un error tan grande como el que cometería un hambriento que fantasea saciar su hambre con los manjares que vio en un sueño.
 
(Fuente: “REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY. POETAS – ENSAYISTAS - NARRADORES”. IV ÉPOCA - Nº 16. Arandurã Editorial, Asunción-Paraguay, Noviembre 2008)
 
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