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BEATRIZ RODRÍGUEZ ALCALÁ DE GONZÁLEZ ODDONE (+)

  DOS MARISCALES - Ensayo de BEATRIZ RODRÍGUEZ ALCALÁ DE GONZÁLEZ ODDONE


DOS MARISCALES - Ensayo de BEATRIZ RODRÍGUEZ ALCALÁ DE GONZÁLEZ ODDONE

 

DOS MARISCALES

Ensayo de BEATRIZ RODRÍGUEZ ALCALÁ DE GONZÁLEZ ODDONE

 

 

 


Nada más apasionante para quien investiga la historia de un pueblo que trazar paralelos entre sus figuras cumbres, que ayuden a comprender las distintas épocas y circunstancias que, en cierta manera, condicionaron sus respectivas conductas y, por ende, el devenir de la nación, sin olvidar la incidencia que en las mismas pudo haber tenido la índole personal de los protagonistas.

 

Fuente: ABC COLOR

 

Basta asomarse a la historia de nuestro país para sufrir de inmediato el fuerte impacto de sus dos mariscales que signaron etapas cruciales de la vida nacional y encarnaron la defensa.   

Anímicamente opuestos entre sí, José Félix Estigarribia comprende desde niño que los logros exigen sacrificio y disciplina. En sus deseos de superación, abandona el humilde hogar paterno de Caraguatay para ingresar a la Escuela de Agricultura de Trinidad, de donde luego egresará ocupando el primer puesto de su promoción.   

La carencia de medios para montar un establecimiento agrícola lo impulsa a proseguir el bachillerato en Asunción. Para ello, deberá ayudarse económicamente con el magro salario de un empleo que desempeña en los tribunales.   

Durante esos años —1906-1908— reside en Trinidad, desde donde viaja diariamente a la capital en el tren de las seis de la mañana.   

Pero esta etapa de su vida es bruscamente interrumpida por la revolución de 1908, a la que nuestro joven estudiante adhiere con todo el fervor de su juventud idealista.   

Y si bien este golpe tiene por secuelas la anarquía y el atraso, podemos afirmar que para el país fue providencial, ya que, merced a él, el futuro vindicador del Chaco y del honor nacional abandonará definitivamente el agro para ingresar al ejército.   

Más tarde, cuando el ambicioso coronel Albino Jara deponga de la Primera Magistratura a don Manuel Gondra y se vea envuelto en nuevas luchas civiles que le costarán la vida en Paraguarí, Estigarribia, oficial de las fuerzas gubernativas, será herido en Estero Bonete. Posteriormente, tras su recuperación, por orden del Gobierno, viajará a Chile para continuar sus estudios.   

La dura experiencia vivida lo incita a hacer un juramento íntimo que habrá de ser norma de toda su vida: el de no sublevarse jamás y ser siempre leal al gobierno establecido.   


* * *


Por su parte, Francisco Solano López, si bien durante su infancia se vio reducido al ostracismo impuesto por el dictador Francia a su familia, desde muy joven gozó de los halagos de la fortuna y del poder al ser electo su padre primer presidente constitucional del Paraguay en 1844.   

General de la nación a los 19 años de edad, Solano López realiza, tiempo después, una larga gira por Europa, representando a su egregio padre. El lujo y el confort rodean su vida; se trata con europeos ilustres e incluso tiene acceso a Napoleón III, cuya fuerte personalidad lo impacta vivamente.   

Todo ese boato y refinamiento signarán definitivamente su temperamento apasionado, proclive a la sensualidad. Cuando regrese, no lo hará sin traer consigo los muebles más finos, los adornos más exquisitos. Posteriormente, se hará construir un suntuoso palacio, en una ciudad de casas modestas y arenosas calzadas.   

Tampoco dudará en importar una bella y desprejuiciada amante y la impondrá a una sociedad austera y tradicional, profundamente arraigada a sus principios morales y religiosos, que nunca transigirá de buen grado con ella.   



* * *


Estigarribia también vivió unos años en Europa, pero su vida fue de contracción al estudio y disciplina. Aventajado alumno de la Escuela Superior de Guerra de París, mereció honrosas distinciones de su director, general Hering, y fue recibido en su casa por el mariscal Foch, quien lo distinguió con su amistad.   

Ya en aquellos años, su obsesión era el Chaco; así lo afirma en sus Memorias el capitán José A. Bozzano, quien lo visitó en París. Ansioso de aprender, Estigarribia absorbía cultura por todos los poros. A su gran amigo, el hoy coronel Carlos J. Fernández, le escribía: “Yo no creo que valga la pena enviar jefes a Europa para copiar programas de instrucción y hacer crónicas de fiestas. Yo voy a prepararme al máximo, lo estoy haciendo, en las altas técnicas, lo que es imposible hacer en nuestro país; nadie, en igualdad de condiciones, lo prometo, hará en Europa más que yo”. El futuro gran estratega se halla en la fragua; de ella saldrá sereno, maduro, seguro de sí, listo para emprender la gran hazaña.   



* * *



Francisco Solano López cosechará laureles en la Argentina, interviniendo brillantemente, en 1859, en un conflicto interno. Años después, su excesiva autovaloración le hará olvidar el tino y la mesura empleados en sus gestiones con Mitre y Urquiza, y declarará la guerra al Brasil y luego a la Argentina, sin detenerse a analizar con calma las consecuencias de su actitud para el progresista país que le legara su padre.   

Es que López, por su temperamento, jamás se hubiese avenido a escribir una historia pequeña; su vida toda estaba signada por el gigantismo. La bebió a grandes sorbos, sin arredrarse ante la prisa que hace más próximo el final.   

Nada en su vida fue pequeño; ni sus amores, ni sus odios, ni la ambición ni ese orgullo férreo que lo sostuvo hasta el final. Hasta su muerte fue una muerte a su medida; de haber muerto de muerte natural, el Mariscal de Hierro no sería hoy para su pueblo uno de sus más grandes héroes, símbolo del holocausto de toda una generación, que bien pudo haber hecho suya la antológica frase: “En mi fin está mi comienzo”.   


* * *



El Mariscal del Chaco, su antítesis humana, es un hombre mesurado y modesto. Nada en él, a primera vista, hace intuir al genio militar que habrá de redimir al país de humillaciones y derrotismos, imprimiendo un cauce nuevo a la vida nacional.   

Su proceder jamás será tributario de impulsos temperamentales; su sabia estrategia tendrá por fundamento la más pura técnica militar; todo lo que haga y decida será siempre el resultado de largas, concienzudas cavilaciones. No es un carismático que enfervoriza las multitudes, pero su brillante conducción se irá ganando el respeto y la adhesión incondicional de su ejército, al que conducirá a una aplastante victoria.   



* * *



Francisco Solano López amaba los golpes de audacia, las acciones espectaculares, que, a costa de muchas vidas, las más de las veces, solo lograban pequeños triunfos —la captura de algunas piezas de artillería o una simple bandera enemiga—, que para nada incidían en el resultado final. Ejemplos de ello: el ataque a las fortificaciones de Tuyutí, el 3 de noviembre de 1867, y la batalla de Rubio Ñu, en la que fueron inútilmente sacrificados cerca de tres mil niños, cuando tanto pudieron haber dado de sí, posteriormente, en la dura, tremenda etapa de la reconstrucción nacional.   



* * *


Estigarribia busca el aniquilamiento de las fuerzas enemigas y no sacrifica estérilmente hombres en gloriosas e inocuas acciones; sus golpes locales son certeros y siempre convergen a un fin. Ataca o contraataca, adaptándose al estilo del contendor; emplea el “corralito”, en el que sus comandos y tropas se hicieron expertos, cuando las condiciones del terreno lo permitían. Su lema es “mientras estemos unidos seremos invencibles”. No disgrega sus fuerzas; por el contrario, las concentra para sus grandes acciones y logra así triunfos memorables.   

Sabe adentrarse en la psiquis del enemigo y cuando este no esperaría una reacción de nuestra parte, por la difícil situación de nuestras tropas, lo sorprende violentamente en El Carmen, logrando una de las victorias decisivas de la guerra, al más bajo costo en vidas para nosotros.   

Consecuencia de El Carmen será la asombrosa marcha hacia Yrendagüé y la posterior captura de sus pozos, lo que provocará el aniquilamiento de todo un cuerpo de ejército enemigo.   

Si los triunfos no lo vuelven eufórico, tampoco lo desmoraliza ni enfurece la derrota. Su calma imperturbable infunde optimismo y confianza a los suyos, impulsándolos a las más arriesgadas acciones. Ecuánime, concreto, hábil para elegir a los ejecutores de sus planes en misiones determinadas, da oportunidad a que se le hagan sugerencias, sin dejarse influir por las rivalidades que puedan existir entre sus subalternos. Sus instrucciones, traducidas en órdenes, son concisas, pero dejan margen a las iniciativas de sus subordinados.   

Nada más lejos de él que el autócrata; jamás ejercerá el mando con arbitrariedad ni apelará al terror para hacer valer su autoridad. En tres años de guerra no firmará una sola orden de fusilamiento y a quienes pretendan que lo haga, les dirá: “¡Pobres muchachos, pasan tantas penurias y miserias que, posiblemente, yo a su edad y en sus circunstancias también hubiese sido desertor!”.   

Cuando tras el revés de Strongest el capitán de Aviación Isidoro Jara le da el informe, no tiene una sola palabra de reproche para nadie, pese a haber planeado concienzudamente la maniobra que pudo ser brillante, de no haber fracasado sus comandos: “Capitán Jara —dice—, agradezco y felicito a su escuadrilla. Transmita usted mi profundo reconocimiento a toda la tripulación que participó en la acción; el capitán Joel Estigarribia hizo lo imposible y pasa como el mimado de la historia de esta batalla”.


***

En circunstancias similares, López declarará traidor al coronel Francisco Martínez, héroe de Humaitá, de Isla Poí y otras acciones; tratará de forzar, por medio de horribles torturas, a su joven esposa a abjurar de él, y al no lograrlo, la hará ejecutar, ingresando así a nuestra historia Juliana Insfrán de Martínez como el más acabado ejemplo de coraje, amor y fidelidad conyugal.

Suspicaz y desconfiado por su naturaleza, Solano López se sentía acosado por la traición; esta obsesión, agudizada a medida que sus circunstancias se hacen más y más perentorias, costará las vidas de sus hermanos Benigno, del obispo Palacios, de su cuñado el general Barrios, del canciller José Berges, de Pancha Garmendia y de muchos otros, en los tristemente famosos Tribunales de Sangre.

***

Patriota hasta la médula, Estigarribia no buscó ventajas materiales en el ejercicio de sus altos cargos. Cuando la muerte lo sorprendió -¡él que al frente de su ejército había recuperado para el país la cuarta parte de su territorio!- no tenía un solo palmo de tierra propia: los pocos bienes de su familia pertenecían a su esposa.

***

Finalizada la guerra de la Triple Alianza, Elisa Lynch intentará reivindicar para sí y sus hijos el cuantioso legado de su otrora poderoso amante, en el que se incluían, entre otros muchos bienes, ¡cuatro mil leguas de nuestro devastado territorio...!

***

Dos hombres diferentes; dos opuestos destinos. Y el mismo pueblo, valiente y sufrido, que seis décadas más tarde, bajo la conducción de un estratega genial, colmaría de laureles la humillada frente de la Patria.

 

 Fuente: REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY.

POETAS - ENSAYISTAS - NARRADORES.

IV ÉPOCA - Nº 04/ Octubre 2002,

Editorial Arandurã,

Asunción-Paraguay, 2002 (239 páginas)

 
 
 
 
 

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