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  LA COLONIA CONTRA LA SOCIALIZACIÓN DE LOS GUARANIES (Ensayo de BARTOMEU MELIÀ)


LA COLONIA CONTRA LA SOCIALIZACIÓN DE LOS GUARANIES (Ensayo de BARTOMEU MELIÀ)
LA UTOPÍA IMPERDONABLE:
 
LA COLONIA CONTRA LA SOCIALIZACIÓN
 
DE LOS GUARANIES
 
Publicado en Acción 14 (Asunción 1972) pp. 3-7.
 
Ensayo de BARTOMEU MELIÀ

 


LA UTOPÍA IMPERDONABLE:

LA COLONIA CONTRA LA SOCIALIZACIÓN

DE LOS GUARANIES

La historia de las misiones jesuíticas o reducciones de Guaraníes en la antigua provincia del Paraguay parece que puede ser leída como una utopía, con toda la tensión que hay en cualquier utopía que es un ya y un todavía no. Esta utopía fue un cuestionamiento continuo frente al mundo colonial en lo humano, en lo social y en lo económico. Este cuestionamiento llegó a ser un cuestionamiento político, que no pudo, sin embargo, ser proseguido y que fracasó porque quedó truncado al traicionarse la utopía a sí misma, es decir, al dejar de ser utopía.
 
Las reducciones de Guaraníes son tal vez uno de los proyectos más anticoloniales dentro de la Colonia, una especie de intento en que algunos hombres -los misioneros- creyeron ingenuamente poder superar y zafarse del sistema colonial; estaban dentro de la Colonia y contra los colonos.
 
Mucho se ha discutido sobre los modelos utópicos que hayan podido inspirar el proyecto jesuítico. Creemos, sin embargo, que estas misiones jesuíticas son una praxis de Iglesia, en un momento en que la Iglesia todavía no ha sido relegada a las sacristías y en que hay todavía un Estado que se rige por teología y por derecho.
 
Es cierto que la práctica colonial se manifestó desde un primer momento como proceso deculturativo por medio de la proletarización del indígena, usado como mano de obra esclavizada. Pero aquí y allá, se levantan voces contra este proceso que como tal nunca fue del todo legalizado; de ahí nace en gran parte esa gran paradoja histórica que son las Leyes de Indias. Las reducciones de Guaraníes en el Paraguay son la ilusión de que las Leyes de Indias pueden realizarse históricamente a través de la Colonia.


 
CAMBIO DE ESTRUCTURAS SOCIALES
 
La reducción, según la definición clásica que encontramos en la Conquista Espiritual del Padre Antonio Ruiz de Montoya, es una empresa religiosa y una realización socio-cultural que toca de lleno la estructura étnica de la nación guaraní.
 
"Llamamos reducciones a los pueblos de Indios, que viviendo a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres, cuatro o seis casas solas, separados a legua, dos, tres y más unos de otros, los redujo la diligencia de los Padres a poblaciones grandes y a vida política y humana, a beneficiar algodón con que se vistan" (Montoya 1639 a: f 6r).
 
El sentido de misión era en aquellos años realmente totalizante.
 
Hacer misión era politizar, o sea cambiar las estructuras sociales y sobre todo las pautas culturales. El segundo Concilio de Lima, en 1567, suponía, con su etnocentrismo cultural y religioso, que las costumbres salvajes y bárbaras no se compaginan con la fe cristiana y por ello hay que enseñar a los indios a vivir "políticamente" (Mateos 1950: 578). Claro que aquí la vida política significa principalmente, vivir en "ciudad", pero de todos modos un proyecto socio-político, que tenía que cambiar profundamente el modo de ser, la "naturaleza", de los indios.
 
Estos cambios fueron captados perfectamente por la misma sociedad indígena, sobre todo por sus más clarividentes dirigentes, los chamanes, quienes en nombre de la "tradición" se oponían a los cambios que querían introducir los recién llegados, fueran soldados, colonos o misioneros.
 
Y ante esta realidad de compulsión cultural que ya entonces parecía inevitable, hubo dos respuestas de misión y de reducción, que tal vez se pueden esquematizar, al menos para el Paraguay, en respuesta franciscana y respuesta jesuítica. Volveremos sobre este punto.
 
El creador de las misiones o reducciones jesuíticas del Paraguay no cabe duda que fue el Padre Diego de Torres Bollo, quien había sido misionero en Juli del Perú en un momento en que se encauzaba la primera experiencia de evangelización y organización económica de los indios del Altiplano por parte de los Jesuitas según aquella pastoral tan revolucionaria del tercer Concilio de Lima, que recogía las ideas misioneras de José de Acosta, el autor de la Historia Natural y Moral de las Indias y del De Procuranda Indorum Salute, obras profundamente respetuosas de las culturas indígenas, y que señalan el gran principio de que la conversión del indio exige dialécticamente la conversión del misionero.
 
Por supuesto, no fue el Padre Torres el primero en captar el carácter antimisional de la encomienda y denunciar los abusos. El primer Sínodo de Asunción de 1603, cuyo texto completo ahora conocemos (Mateos 1969: 257-360; cf. Meliá 1969 b, 2:3-6), así como la Instrucción para los confesores del Río de la Plata acerca de las cosas en las que suele haber más peligro y dificultad del obispo Fray Martín Ignacio de Loyola denuncia aquella falsa "religión" del encomendero que va contra la más elemental justicia. Hay en esos textos frases muy actuales y que los indigenistas de ahora no han logrado todavía hacer respetar, como por ejemplo: "que los Gobernadores no deben dar cédulas de yanaconas (esclavos) de manera que por ellas pierden los indios algo de su libertad", "que los que han traído de sus repartimientos indias o muchachos o muchachas contra la voluntad de sus padres, parientes o caciques (aunque sean huérfanos) tienen obligación a los restituir a su tierra y cacique" (Meliá 1969 b, 2:5).


 
PARA QUE EL INDIO SEA LIBRE
 
Todas estas recomendaciones del obispo, a pesar de intentar gravar la conciencia de los colonos, no fueron escuchadas: el sistema de las encomiendas había entrado en un status quo del que el mismo encomendero no podía salir. El problema de las encomiendas no era un problema moral, sino un problema social, y solamente la aparición de un nuevo modelo de sociedad podía liberar efectivamente al indígena.
 
La Iglesia no admitía la situación deshumanizadora del modo de hacer colonia entonces vigente, pero con sólo denuncias de la situación injusta se podía conseguir a lo más un alivio y un mejor trato humano momentáneo en favor del indio, pero no una libertad efectiva.
 
Las reducciones de Guaraníes nacieron a partir de la situación de encomienda, y fueron la anti-encomienda; y los colonos lo comprendieron así desde el primer momento. Las sucesivas expulsiones de los jesuitas -cuatro antes de la definitiva en 1767- de la ciudad de Asunción tienen esta raíz con diversas justificaciones. Las reducciones de los Guaraníes habían nacido bajo la condición muchas veces explicitada por los caciques de que no han de servir a los españoles; por desgracia la palabra dada por los Padres al fin no pudo ser cumplida, y el colonialismo esclavista triunfó hasta nuestros días.
 
Las famosas ordenanzas de Alfaro, que son tal vez  tan de Torres Bollo como de Alfaro, fueron impopulares, porque eran la negación misma del sistema colonial. Pero pudieron ser mantenidas dentro de las reducciones en la medida en que estas misiones formaron un complejo aparte. Esta segregación, sin embargo, fue la medida de su grandeza y al mismo tiempo el obstáculo, que las llevaría al fracaso.
 
Casi desde el principio las reducciones lograron una organización que aseguraba al mismo tiempo la evangelización, la subsistencia de los grupos indígenas cristianos y la liberación de las encomiendas. Y es cierto que las reducciones llegaron a tener una tal base socio-económica autónoma que daban la impresión de ser un Estado dentro del Estado. Las reducciones son en realidad la respuesta social que el misionero estuvo obligado a dar a los problemas sucesivos de la evangelización de la nación guaraní dentro del contexto colonial.
 
Es curioso notar, sin embargo, que no todos dentro de la Iglesia veían el problema misionero indígena de la misma forma. Un hombre como Fray Luis de Bolaños, profundo conocedor del indio del Paraguay y en quien no cabe pensar intereses creados, juzga que el indio se debe en cierta manera al español y que le es mejor ser pariente y "cuñado" del español (aunque esto encubra una verdadera servidumbre) que jornalero. Y tal vez dentro del sistema colonial era mejor la integración en forma de dependencia feudal que la proletarización. Fray Luis de Bolaños llega a temer "la demasiada libertad" en el indio (Molina 1954: 374). Del realismo franciscano nació un mestizo deculturado, pero que sobrevivió en cuanto vivía la colonia, cuyo sustento era, para pasar a ser él mismo colonia.
 


SOCIALISMO Y RITUALISMO
 
El detalle de la socialización en las reducciones jesuíticas de Guaraníes es bastante conocido. Se puede señalar que el trabajo en común y la provisión de medios de subsistencia por parte del cacique era una realidad etnográfica que fue intuitivamente bien aprovechada en la organización social de las reducciones.
 
Otro aspecto socializante, cuya base es igualmente etnográfica, fue la "ritualización" de la vida. Rito era la vida religiosa con sus prolongadas entradas en la Iglesia, sus letanías, los cantos y las largas repeticiones del texto del catecismo. Rito el trabajo, con aquellos niños que iban en procesión a la chacra. Pero uno tiene la impresión que estaba también ritualizado el comer y sobre todo las diversiones con aquellos despliegues de paradas militares y representaciones alegóricas, auto sacramental y ballet a la vez. Hasta las relaciones sexuales, si creemos la absurda anécdota recogida por Hegel en sus Lecciones de Historia, que se habrían cumplido a toque de campana...
 
El ritualismo de los Guaraníes es el efecto de su misticismo que ciertamente no fue cortado en las reducciones, aunque orientado hacia otras manifestaciones, externamente cristianas.
 
A medida que pasaba el tiempo la novedad creada en la organización de las reducciones se vuelve rutina y uno diría que todo estaba previsto: nacimiento, boda, vida y muerte. Y alguna batalla para defender los derechos del Rey de España contra los portugueses... Es una de las críticas más serias que se pueden hacer a las reducciones jesuíticas: el socialismo se vuelve paternalismo, y por lo tanto despersonalizante.
 
Esta época obscura, meramente repetitiva, de las reducciones, ha sido paradójicamente la imagen que ha conquistado la admiración de ciertos apologistas de las sociedades "perfectas". Recuérdese aquí aquel Christianesimo Felice de Muratori, idilio de sociedad bien ordenada.
 
El papel social de las misiones jesuíticas hay que buscarlo más bien en sus orígenes y en sus momentos de crisis, cuando se definen respecto a la Colonia y contra ella. En este sentido la llamada Guerra Guaranítica volvió a ser una época creativa, que aunque se saldó con un fracaso, permitió la eclosión de una historia profundamente indígena y hasta mostró, con las acciones que los mismos indígenas tuvieron qué tomar por su cuenta y riesgo, que ciento cuarenta años de misión no habían matado la organización por cacicazgos y sí habían hecho despertar un sentido histórico de los acontecimientos, una conciencia de nación guaraní, una capacidad de resistencia a la política europea. Todo esto expresado en cartas que quedan como un monumento de la literatura indígena aculturada (Mateos 1949: 547-572). (Los originales de estas cartas se encuentran en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, legajo j.)


 
LA CREACIÓN LINGÜÍSTICA
 
Dentro de la misma política de segregación en lo social se hace necesario el desarrollo de una cultura indígena, que se aparte de las pautas "tradicionales" pero que no se integre en el mundo colonial. La concepción de un cristiano no español es tal vez el aporte más original de las reducciones.
 
Hoy sabemos que el máximo valor cultural de los Guaraníes es su religión, una religión de la palabra inspirada, "soñada", por los chamanes y "rezada" en prolongadas danzas rituales. Este valor cultural, sin embargo, no pudo ser aprovechado de una manera inmediata dada la mentalidad misionera de la época. Por otra parte, y aunque parezca paradójico, el misionero barroco que venía de una Europa que edificaba sus recargadas Iglesias en las que parece que toda idea religiosa tiene que materializarse en una imagen o en una moldura y que desplegaba al mismo tiempo un culto igualmente profuso y teatral, este misionero no podía entender una religión "espiritual" cual era en gran parte la de los Guaraníes. Llama la atención que los misioneros desconocieran tan absolutamente la religión guaraní. El exclusivismo religioso y la idea de que una religión tiene que tener templos e ídolos y grandes razonamientos "lógicos" que ellos no veían entre los Guaraníes, les hizo pasar de largo al lado de la cultura religiosa guaraní. Algo se recuperó al nivel de estructura inconsciente no conceptualizada, con las largas oraciones en la iglesia y las ceremonias y fiestas que venían a sustituir las danzas rituales.
 
La misión jesuítica no realizó pues una conversión de la religión guaraní, sino una sustitución. Esta compulsión hubiera podido ser fatal y llevar a resultados deculturativos y procesos regresivos irrecuperables si al mismo tiempo no hubiera habido una recuperación de lo indígena a otro nivel: el lingüístico. Todo el desconocimiento y desconfianza del misionero frente a lo religioso indígena se volvió estudio y admiración tratándose de la lengua.
 
Los indios, en las reducciones, no eran deslenguados, sino llevados a un desarrollo lingüístico realmente intenso. El mejor papel humano que jugaron las reducciones fue en el terreno lingüístico. La lengua se hizo literaria, primero gracias a las gramáticas y diccionarios de los mismos misioneros, pero después con aportes propiamente indígenas, para llegar a este monumento de literatura social y política que son las cartas antes citadas, a nuestro parecer más importantes que los famosos Sermones y la Explicación del Catecismo de Nicolás Yapuguay, que no pasan de ser una reescritura de sermones de misionero.
 
La política lingüística de las reducciones hay que entenderla también en el contexto colonial y en oposición a la colonia. Los misioneros eran antiespañolistas y se puede hacer una antología con sus frases despectivas hacia los españoles colonos, como aquella en que se dice que "nombrar español entre ellos (los indios) no es sino nombrar un pirata, ladrón, fornicario y adúltero, mentiroso..." y aquella otra que expresa bien el sentir general de los misioneros: "ciertamente el comercio de los españoles con los indios es peste para éstos" (Meliá 1969 x, 1:77).
 
Con diversas justificaciones y reservas mentales los jesuitas siempre se defendieron de la acusación de que no enseñaban el castellano, pero el pensamiento real de los misioneros era que la lengua española vehicula posibilidad de trato con españoles, lo cual es sumamente perjudicial y "por la misma causa no se les enseña nuestra lengua castellana" como llega a confesar Peramás después de la expulsión. (Furlong 1952: 140).
 
El complemento de esta actitud fue el convencimiento de que la lengua guaraní se basta a sí misma, tanto para la vida social como para la vida religiosa.
 
Y de hecho la cultura fue posible en las reducciones, por lo menos en mayor grado que entre los indios que se veían envueltos por el sistema colonial de encomiendas, porque había una base lingüística respetada, sin tener que llegar a un proceso de regresión lingüística como el que se daba en el mestizaje hispano-guaraní.
 
El papel humano que jugaron las reducciones en el terreno de la enseñanza escolar y en la artesanía fue importante, pero no se debe idealizar con exceso. Hubo misioneros que concebían la capacidad del indio para las artes mecánicas imitativas como una limitación de sus facultades mentales, y en último término como incapacidad del indígena para el arte en su sentido amplio. Es doloroso leer las páginas de la carta relación de Cardiel, quien como para justificar sus presupuestos paternalistas (y no puede dudarse, - ¡esto es lo grave!- de sus buenas intenciones y su dedicación sacrificada a los pueblos guaraníes) llega a juicios despectivos para todo lo indio sin que falten expresiones indignantes que reflejan una mentalidad racista en el misionero (Furlong 1953 a: 129).
 
Uno de los primeros misioneros, el Padre Antonio Ruiz de Montoya, había dicho que cuando se enseña convenientemente al indio "se descubre la capacidad no mediana de los indios", mientras que hacia el final del período todo son recriminaciones contra el poco aprovechamiento humano de los indios. Por suerte está la Guerra Guaranítica que viene a desmentir en gran parte la excesiva sumisión de los indios a la voluntad de los Padres; esto sí es un excelente fruto de la educación.


 
EL APROVECHAMIENTO IDEOLÓGICO DE LAS REDUCCIONES
 
Generalmente se tiende a presentar las reducciones como una utopía; pero todo depende de qué se entiende por utopía. Lo más peligroso sería que las reducciones sean presentadas como un idilio conservador, olvidándose de lo que estas reducciones supusieron de cuestionamiento al sistema colonial y de ambigüedad en este mismo cuestionamiento.
 
Las reducciones fueron utopía anticolonial, pero no llegaron a ser política real contra la colonia. Las reducciones, disfuncionales dentro del sistema, no se atrevieron a atacar al sistema colonial en sus mismas raíces. Este fue el drama de la expulsión de los jesuitas que tuvieron que obedecer al sistema en contra de un ideal de justicia en favor de los indios que sólo pudo ser realizado a medias, y que al fin se volvió contra indios y jesuitas a la vez.


 
 
Fuente (Enlace interno):
 
 
ENSAYOS DE ETNOHISTORIA
 
Ensayos deBARTOMEU MELIÀ
 
Biblioteca Paraguaya de Antropología, Vol. 5
 
 
Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”
 
Asunción-Paraguay1993 (298 páginas).
 
 
 
 
 

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