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Enrique Collar

  MONOCROMO: PINTURA VS. FOTOGRAFÍA y VICEVERSA, 2009 - Obras de ENRIQUE COLLAR


MONOCROMO: PINTURA VS. FOTOGRAFÍA y VICEVERSA, 2009 - Obras de ENRIQUE COLLAR

MONOCROMO: PINTURA VS FOTOGRAFÍA y VICEVERSA, 2009

Obras de ENRIQUE COLLAR - Texto de CARLOS BITTAR



VAIVENES DE UN COLLAR

 

“Pinto lo que no puedo fotografiar y fotografío lo que no quiero pintar”

Man Ray



La fotografía como invento irrumpe en el mundo a mediados del siglo XIX. Pasaron décadas antes de que el invento llegase al público y, por extensión, a los pintores impresionistas. La cámara oscura, antecedente de la cámara fotográfica, fue accesorio fundamental en la construcción de la perspectiva, y muleta inseparable de pintores tan distantes en el tiempo, como Leonardo y Vermeer. El invento de la revolución industrial transformó la pintura, al no quedar ésta obligada a reproducir las leyes de la perspectiva (producto del Renacimiento de la mano de Brunelleschi y Alberti a mitad del siglo XV), ni de prestar fidelidad a la realidad o a las reglas compositivas en el lienzo.

Al principio la fotografía fue asunto de científicos o químicos pero no tardó en ser copada por pintores y dibujantes renegados. Lo paradójico del caso es que el nuevo invento, justamente por su condición novel, iba creando su propio lenguaje sin la tiranía o el peso de la tradición. Algunos fotógrafos, hartos de reproducir la realidad mecánicamente, decidieron componer nuevas realidades, como Rejlander, ex pintor (ejemplo del pictorialismo a mediados del siglo XIX) que abandona la pintura para aplicar su lenguaje académico a sus creaciones fotográficas. Combina distintos negativos para realizar una sola copia con características compositivas de las Bellas Artes.

Otro trashumante a la fotografía de fines del siglo XIX fue Nadar, caricaturista que se convierte por esa época en el más grande retratista de todos los tiempos… Y no por sus conocimientos técnicos del nuevo medio, sino por la capacidad de observación que le había dado el dibujo. Inaugura una manera de retratar que se adelanta a su época: por sus poses, el uso de las manos del retratado, y sobre todo porque captó la personalidad de sus sujetos de manera implacable.

De casualidad, a comienzos de la década del noventa vi una muestra de pintura al óleo en una galería local. Me llamó la atención no solo porque no había visto nada parecido en los alrededores, sino por su excelente factura. El pintor de oficio, a toda prueba, ambientaba una realidad campesina paraguaya con una visión idílica cuyo parentesco con la época tahitiana del impresionista Gauguin era evidente. No solo eso me retuvo más tiempo en el lugar -donde estaba de paso- sino fueron los cortes fotográficos en las composiciones de los cuadros. La muestra era de Enrique Collar.

La manera en que la fotografía se fue intrincando en su pintura y como su pintura finalmente lo lleva a fotografiar de manera diferente en la era digital es lo manifiesto en esta nueva exposición. Más preocupado por el proceso, sin perder la mira en el resultado, es una característica notable de Collar.

En su primera etapa, la analógica y de montajes, la fotografía está oculta; solo es un paso previo a la pintura. No se anima a mostrar sus collages en ese entonces, a pesar de ser obras completas en sí mismas. En la segunda, la fotografía es de retratos, en los que retratado y fondo no se dan en el mismo lugar, para luego ambas imágenes ser ensambladas con photoshop. Estas obras las sube a su sitio web de inmediato, las expone de entrada y no necesariamente las pinta. Dos momentos, dos técnicas y dos actitudes distintas.

Lo conocí personalmente gracias a una entrevista para una revista, Mundo del libro -ya desaparecida- en el año 95. En un momento de aquella nota le hago notar que él utiliza la fotografía como apunte y que sus encuadres son fotográficos. Esperaba una respuesta defensiva, pero fue contundente: “no utilizo un solo punto de vista, una perspectiva con uno, dos o tres puntos de fugas, sino varias perspectivas”. Para Collar, la perspectiva era un resultado mental más subjetivo que objetivo. Le interesa la espontaneidad, la inmediatez de la fotografía, me afirma… cosa que la pintura no lo puede lograr. Pinta luego lo que la fotografía directa no puede recrear: situaciones que son más productos de hechos fantásticos y oníricos que de un recorte de visión mecánica.

En aquella era analógica, Collar usaba las copias que le entregaban los laboratorios de fotografía, con las que construía collages. Eran recortes de las copias ensamblados en una cartulina. Ese proceso más tarde lo llevó a experimentar con la doble exposición y a domesticar con el tiempo el azar, lo imprevisto del juego de la superposición y montaje. De este rompecabezas, Collar realizaba un cuidadoso armado, un proceso de selección y edición que finalmente lo llevaba a traducirlo con paletazos en el lienzo. Trabaja a lo Rejlander, pero en clave pictórica.

Cuando la fotografía -hija de la revolución industrial- decide subirse al tren de la revolución informática, Collar se interna en el laberinto que le ofrece la red y las posibilidades del photoshop para sus montajes, ensamblajes y composiciones fotográficas. Aquí utiliza el fondo cambiante de los retratistas de estudios, pero en vez de cambiar físicamente escenografías en el estudio acorde a la ocasión, las cambia en la computadora con el programa de photoshop. En este caso no traiciona la tradición del retrato de estudio sino mas bien el estudio lo trasporta al software. Trabaja a lo Nadar pero en clave photoshopista.

La pintura y la fotografía son dos disciplinas que se comprometen y complementan en la obra de Enrique Collar. Lo hicieron en aquella primera muestra que vi, donde la fotografía aparece de manera solapada, como escondiéndose detrás del lienzo y ahora lo veo en la nueva muestra que nos convoca hoy. Aquí la fotografía en Enrique se saca la máscara y sube a escena. El cono de luz la expone, la revela y la hace evidente, fijando en nuestra retina una nueva realidad.

Casi veinte años separan una muestra de la otra… y su obra permanece la misma pero distinta. En el pasaje y transmutación en este lapso de tiempo no hay rastros de turbulencias. Es más, no hay conflictos entre las dos técnicas, Collar las exprime y pasa de una a la otra como un veterano saltimbanqui. Es porque siente que veinte años no es nada y todo a la vez.

Junio 7, 2009 - CARLOS BITTAR

Fuente: FOTOTEXTO

http://bittarb2.blogspot.com/2009/07/vaivenes-de-un-collar.html



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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