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LOURDES TALAVERA

  ESA MAÑANA - Cuento de LOURDES TALAVERA


ESA MAÑANA - Cuento de LOURDES TALAVERA

ESA MAÑANA

Cuento de LOURDES TALAVERA

 


Si el plan sale mal, moriremos todos; repitió el lí­der del grupo campesino. Los rostros curtidos de los labriegos siguieron inmutables mientras repasaban los aspectos que deberían tener en cuenta para la mañana siguiente. Ahora, sentado en la oscura celda, extrañaba su hogar y la voz de su madre. Sintió ganas de llorar. Recordó su cuerpo lastimado que le dolía sin descan­so. Alguien lo examinó y le dieron unos medicamentos. Había cumplido diecisiete años y terminó el colegio, con suerte podría haber conseguido un empleo en el pueblo. Su hermana que trabajaba en la casa del dueño de la radio y le estaba gestionando un puesto de mensa­jero. Se preguntó: ¿Qué pasó esa mañana?

Desde la medianoche hasta el alba los hombres se tur­naron para vigilar el campamento. La decisión se tomó con los líderes de la ocupación. Ignacio dejó a su madre al cuidado de sus hermanas para acompañar a Miguel y entregarle la comida y la ropa limpia que le enviaba su mamá. Todos allí pretendían un lote para una chacra. El campo era fértil y sus bosques con arroyos cristalinos resistirían cualquier sequía. Durante la noche, estuvo algo inquieto. Sintió un escalofrío, aunque el calor de la hoguera en las cercanías de su carpa inundaba de calor la estancia. Suspiró y se durmió de nuevo.

Miguel le pidió que se quedara a dormir en el cam­pamento, de manera que al día siguiente estuviera pre­sente desde temprano, para tener más gente. La idea era impresionar con una multitud a los policías. También algunas mujeres con sus hijos acompañaban a sus pa­rejas. En medio de su sueño, creyó que una mano le tapaba la cara. Se resistió, y con ojos de asombro miró a la sombra negra que intentaba envolverlo. Se retorció entre los arbustos y fue arrebatado del suelo y tirado a la carrocería de un camión. Despertó en una ciudad extraña y leyó un cartel que decía: Hogar de menores.

Pasaron los días y nadie lo visitó, hasta que llegó su madre acompañada de otras mujeres que lloraban a sus vecinos muertos ese viernes negro. Miguel escapó y se encontraba prófugo de la justicia. El hecho se remon­taba a seis meses atrás. No quería recordar. A veces, la sombra lo acosaba en sueños y despertaba gritando. Los otros muchachos lo llamaban “El guerrillero”. Re­cordó a su padre, siempre trabajando en la chacra sin descanso, hasta que un día lo encontraron desplomado en el suelo. Había muerto con la carga pesada de las penurias de la postergación. Miguel, como hijo mayor, se encargó del campo que cada día rendía menos. Por eso, aceptó ocupar con los vecinos aquellas tierras más propicias para el cultivo de renta. Los dirigentes lo con­vencieron de que mediante la ocupación de los terrenos y la resistencia, conquistarían los títulos de propiedad. La promesa se cumpliría esa mañana.

Cuando recuerda la voz de la jueza, sentenciándolo a tres años de prisión, le resulta indiferente. Mariana, una muchacha de su edad que se encontraba embarazada, también debía cumplir prisión domiciliaría porque ha­bía acompañado, en la ocupación de tierras, a su novio que murió esa mañana. La vio llorar en silencio en el tri­bunal. Pensó que podría estudiar Derecho para defender a los menos favorecidos. No sabía cómo lo haría, pero, ya lo había decidido. El comandante de la agrupación especializada de la policía, pidió conversar con el líder del grupo para realizar un abandono pacífico de la pro­piedad, lo acompañaban otros seis hombres desarmados.

Nadie supo quién le disparó en pleno rostro al po­licía que cayó al suelo, mientras que los otros también morían. Los labriegos se dispersaron entre la maleza, algunos heridos de muerte. Seguidamente las fuerzas del orden público reaccionaron e Ignacio vio que sus amigos y vecinos eran ajusticiados mientras que otros eran arrastrados en el suelo. No puede olvidarlos, están allí en su retina, golpeando sus cuerpos al caer al suelo o cuando los arrastraban por la tierra. Cada día quiere borrar esa mañana, que a numerosos hombres les robó el sueño.

 

 

 

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SEP DIGITAL - NÚMERO 5 - AÑO 1 - SETIEMBRE 2014

SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY/ PORTALGUARANI.COM

Asunción - Paraguay

 

 

 

 

 

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