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HERIBERTO FLORENTÍN

  VICTORIA DE BOQUERÓN - Coronel D.E.M. (S.R.) HERIBERTO FLORENTÍN


VICTORIA DE BOQUERÓN - Coronel D.E.M. (S.R.) HERIBERTO FLORENTÍN

VICTORIA DE BOQUERÓN

Coronel D.E.M. (S.R.) HERIBERTO FLORENTÍN

Contribución para la historia de la Guerra del Chaco

Dedicado a los descendientes de los Gloriosos

GUERREROS DEL CHACO

Asunción – Paraguay

1964 (49 páginas)

 

 

INTRODUCCIÓN

Este librito, dentro de las limitaciones de su contenido material, aspira a llenar una necesidad fundamental en el orden educacional del país, dotando a los Consejos Directivos de los Ex-combatientes, tal vez, a los cuarteles y escuelas, de un texto sencillo y económico, capaz de servir de guía en la enseñanza de la Historia sobre la guerra del Chaco, en particular -en este caso- "La batalla de Boquerón", la más popular, cuya conmemoración anual se viene celebrando cada vez con más reso­nancia en todo el ámbito de la República.

Antes de entrar en el desarrollo de la enconada lucha que duró 21 días y, que tuvo por marco los campos de Boquerón, nos hemos permi­tido incursionar ligeramente en la complicada trama de los aconteci­mientos preliminares que sirvieron de "causas inmediatas" al desenlace de la guerra, en cuyo capítulo, nos referimos exclusivamente a los casos de violencias ocurridos en el Chaco, durante el período álgido de la pre­guerra, concretamente, desde el asesinato de Rojas Silva hasta el segundo atropello de Boquerón el 31 de julio de 1932.

La exposición de la batalla abarca cinco etapas culminantes a saber: a) Aproximación y contacto; b) el ataque del día 9 de Setiembre; c) ataque del día 17; d) ataque del día 25 y, e) Día de la Victoria -29 de Septiembre-.

Asimismo, al término del relato, hemos creído conveniente incluir un cuadro de PREGUNTAS Y RESPUESTAS sobre el asunto tratado con el único objeto de facilitar el aprendizaje de esta etapa inicial de la campaña chaqueña.

Durante la elaboración de este modesto trabajo, nuestra preocupa­ción dominante ha sido la de que, no le faltase lo esencial para despertar el interés de los aprendices de la historia: Veracidad, claridad y sen­cillez.

Podemos asegurar que, en esta obra, destinada a los jóvenes de nuestra patria, hemos puesto lo mejor de nosotros mismos, escogiendo el método más objetivo y sencillo posible para hacernos entender y, ava­lando, además, en todo momento, la versión de sus páginas, con la ex­periencia personal del autor y el testimonio irrecusable de los actores sobrevivientes.

Con esta realización, empezamos a cumplir con los deseos de la Unionpechaco, cuyo digno Presidente -General Paulino Antola- nos había señalado en más de una ocasión, su inquietante preocupación por complacer a maestros y estudiantes que, con suma frecuencia, recurren hasta él en demanda de datos sobre la guerra del Chaco.

Confiamos plenamente que, por ahora y, hasta tanto que aparezca la Historia General de la mencionada contienda, este modesto volumen, ha de cumplir con decoro su noble propósito.

EL AUTOR


 

 

 

S U M A R I O

INTRODUCCIÓN - 3

CAPITULO I

BOQUERÓN. SU LUGAR EN LA HISTORIA - 5

CAPITULO II

ANTECEDENTES INMEDIATOS DEL CONFLICTO

1.- Primeras refriegas - 9

2.- La chispa de Pitiantuta - 10

3.- Nueva represalia - 13

4.- Desarrollo del combate del 31 de Julio - 14

CAPITULO III

EL EJÉRCITO PARAGUAYO TOMA LA INICIATIVA

1.- Batalla de Boquerón - 17

2.- Aproximación y Contacto - 18

3.- El ataque del 9 de Septiembre - 19

4.- El asedio - 22

5.- El ataque del 17 de Septiembre - 26

6.- El ataque del 25 de Septiembre - 31

7.- Día de la Victoria (29 de Septiembre) - 33

CONCLUSIONES

 

APÉNDICE I

II.- Varios testigos de la muerte del Teniente Adolfo Rojas Silva declaran - 37

Relato de los soldados Remigio Argüello y Fermín González - 40

 

APÉNDICE II

III.- La muerte heroica del Capitán Aparicio Figari Riquelme - 43

 

ELEMENTOS PARA UNA CLASE EN FOR­MA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS - 47 .

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VICTORIA DE BOQUERON

CAPITULO I

BOQUERON SU LUGAR EN LA HISTORIA

 

Era un modesto fortín enclavado en el corazón del Chaco a 220 kilómetros al Oeste del río Paraguay y, sobre la línea de separación de los ejércitos de Bolivia y Paraguay, destinado a pasar a la historia por el papel que le tocó, desempeñar, desde el período crítico de nuestras relaciones con aquel país, en la pre-guerra hasta ,los días culminantes de la gran batalla libra­da en torno a sus rústicas instalaciones.

Su ubicación estratégica delante de las Colonias Mennoni­tas y en cierto modo, resguardando todo el sistema ferroviario de CASADO, lo había convertido en un punto clave de la línea de seguridad en el Chaco.

Así como Bahía Negra, era el baluarte de nuestra sobera­nía en el Norte; Nanawa, en el Sur; BOQUERON, era el bas­tión militar infranqueable en el centro, cuya conquista y pose­sión pasó a ser la fiebre de nuestros eventuales contendores del Oeste.

Boquerón fue avasallado por el enemigo, en dos ocasiones; siendo restituido a nuestro poder igual número de veces, una vez por la fuerza, y otra, por mediación de la Liga de las Na­ciones. Tan decidido empeño por sostenerlo a toda costa era, con­signa creada en la conciencia de todos los paraguayos, porque sabíamos que su entrega, significaba el renunciamiento a la últi­ma fracción de nuestra soberanía que aun nos quedaba en el Chaco después de la ilícita ocupación realizada por nuestro con­trincante, hasta entonces.

Cuando, los bolivianos nos arrebataron por segunda vez el mencionado fortín -31 de julio de 1932-, el gobierno y pue­blo paraguayos; hastiados de la humillación, reaccionaron enérgicamente y resolvieron recurrir a la fuerza para desalojar de aquel puesto a los audaces invasores.

En efecto, treinta y cinco días después de aquel inicuo atropello, un destacamento paraguayo de 4.500 hombres orga­nizados apresuradamente en la plaza de Isla Po-í y bajo, el man­do del novel Comandante, don José Félix Estigarribia, marcha­ba resueltamente hacia Boquerón en busca de la gloria o de la muerte.

Producido el encuentro, la lucha se hizo cruel y sangrienta, correspondiéndole soportar la peor parte a los nuestros, quienes, a pesar de la marcada superioridad numérica en ese momento,

no estaban preparados para una operación ofensiva contra posi­ciones sólidamente fortificadas como lo era entonces el reducto de Boquerón.

Entre los factores adversos que gravitaron negativamente sobre nosotros, evitando el éxito inmediato de nuestras armas, fueron, el desconocimiento del terreno, la escasez de medios

de transporte para agilizar los abastecimientos, la sed a causa de la absoluta carencia de agua en la zona de operaciones, la fal­ta de cuadros de conductores de pequeñas unidades que son los que en última instancia deciden la suerte de la batalla, etc.

Evidentemente, nadie se había detenido a pensar antes, en el problema del agua. El Chaco, es un receptáculo muy irregu­lar, hay épocas en que todo se inunda y otras en que, falta todo, llegando a secarse hasta las lagunas más importantes.

El pirizal de Isla Po-í con su apreciable superficie de 590 m. x 100 m. parecía ofrecer la necesaria garantía para lle­nar las necesidades de un Cuerpo, de Ejército durante el tiem­po, que durase la batalla; y, no cabe duda que, respondió muy bien, hasta mereció el título de "laguna de la Victoria", pero, eso no era todo, había que disponer de suficiente número de transportes para hacer llegar este líquido, donde y cuando era necesario.

Sabido es que, nuestros camiones de servicio en Boquerón -en su mayor parte eran de los movilizados en las calles de Asunción con bastantes desgastes en su haber, no pudiendo soportar más de unos pocos viajes por las arenosas picadas de Isla. Po-í-Boquerón, quedaron abandonados en la vera del camino como despojos de una guerra devastadora.

También, aparte de eso, los tanques de agua (cisternas de 300 litros montados en carrocerías de camión), para llegar a destino tenían que recorrer largos trayectos no vigilados expo­niéndose a toda clase de riesgos; uno de estos peligros lo ofrecían algunos grupos sedientos que dejaban la línea para enmontarse y atacar de sorpresa a los transportes de víveres y agua, causando muchas veces, lamentables incidentes; difíciles de subsanar en aquellos momentos, pero que después, fueron felizmente corregidos.

Mientras tanto, en la línea de fuego, estábamos pagando -y muy caro- el precio de nuestra inexperiencia. Los ataques frontales a "pecho gentil" arrojando a la infantería en el campo de muerte, sin ninguna protección de fuego (1) se estaba convirtiendo en un vicio, crónico difícil de extirpar. Para los defensores del reducto, resultaban un "plato servido" batir tranquilamente desde sus cómodas posiciones a los tira­dores en descubierto.

Menos mal que, aunque lentamente, había llegado la evolución, y, nuestra ofensiva, desechando las arremetidas frontales o ataques descabellados, empezaba a orientar su esfuerzo hacia un hábil acorralamiento, eligiendo como objeti­vos de preferencia, los cortes de camino, para luego, asegurarlos con puntos de apoyo fortificados que, al ser unidos entre sí, iban configurando el asedio en torno al fortín, cuyo procedi­miento exitoso, dio lugar al nacimiento de una fórmula criolla que con el tiempo había de ser famosa por infalible ,y a la que, se dio el nombre familiar de "CORRALITO".

Pero, a pesar de este procedimiento (corralito) que iba matando por asfixia, fue necesario todavía, seguir batallando intensamente durante 21 largos días, con sus respectivas noches, golpeándolo sin piedad al enemigo por los cuatro costados, sin que por eso, dejase de reaccionar un solo momento, por el contrario, siempre contraatacando, desde adentro y presionan­do furiosamente desde afuera, (*) hasta que, por fin, llegamos al término de la lucha, un 29 de Septiembre, Día de la Victoria para la nación paraguaya, porque, ese día, su ejército glorioso había sellado definitivamente la suerte del Chaco; todo lo que vino después de Boquerón a lo largo de tres años de guerra, fue posiblemente, reflejo de la importante victoria del 29 de Septiembre.

 

NOTAS

(1) Hubo derroche de fuego, pero hubo plan de fuego.

(*) Durante el asedio de Boquerón, importantes refuerzos procedentes de Arce y Castillo concurrían diariamente para forzar el paso originándose san­grientos combates.


CAPITULO II

ANTECEDENTES INMEDIATOS DEL CONFLICTO

 

 

1. - PRIMERAS REFRIEGAS

 

El asesinato del Oficial paraguayo, Adolfo Rojas Silva (1), -hecho, ocurrido en el Chaco y en pleno tiempo de paz­- a la por el año 1927, constituye el punto de partida de un período, tenso en las relaciones de ambos pueblos, para ir agra­vándose más y más, hasta el desemboque de la guerra (sin de­claración previa) en Septiembre de 1932.

Ya en Agosto, de 1928, un destacamento militar boliviano encabezado por el Coronel Victoriano Gutiérrez había sido sor­prendido y capturado en los alrededores del fortín Galpón --sector Bahía Negra-, siendo liberado poco después por de­cisión del Gobierno.

Un mes después, otra patrulla, al mando de los Tenientes Lozada y Manchego era apresada en el mismo sector.

El 5 de Diciembre del mismo año, salía de Bahía Negra un destacamento al mando del Teniente de caballería Antonio Or­tigoza con la misión de desalojar por la fuerza, a los ocupantes del fortín Vanguardia (localizado, en territorio paraguayo). En las primeras horas de la mañana, el Teniente Ortigoza, desde los suburbios del nombrado puesto, enviaba su parla­mentario con la orden de rendición, pero como no hubo aca­tamiento, nuestras fuerzas irrumpieron sobre el fortín, cau­sando el más completo desbande entre sus ocupantes, Después de algunas horas de ocupación, el Destacamento Ortigoza vol­vía a su base trayendo consigo varios prisioneros bolivianos. Tal fue en síntesis, el sonado asunto de Vanguardia, tan ba­rajado después, en los medios diplomáticos y periodísticos, con alguna vinculación al pleito del Chaco.

La represalia no se hizo esperar, pues, el 14 del mismo mes, y año, tropas bolivianas del sector Arce-Saavedra, asaltaban simultáneamente los fortines paraguayos BOQUERON y MA­RISCAL LOPEZ, obligando al abandono apresurado, de sus escasos ocupantes.

Nuestro Escuadrón de caballería del Pilcomayo, bajo el mando del Capitán Castagnino, contraatacó de inmediato el fortín Mcal. López cuyo resultado fue, el abandono, de dicha plaza por parte del enemigo; allí perdió la vida el Teniente paraguayo Aparicio Figari (2).

El Fortín Boquerón, en cambio, continuó en poder de los bolivianos hasta el año siguiente en que, hubo el canje por Vanguardia.

 

 

2. - LA CHISPA DE PITIANTUTA

 

Entramos en el ano trágico: 1932. Las fricciones entre los bandos apostados en la frontera, eran cada vez más violentas; se vivía un clima de beligerancia desde SAMAKLAI hasta BAHIA NEGRA con repercusiones en el interior de la repú­blica.

Las relaciones internacionales entre Bolivia y Paraguay habían llegado a un estado de tirantez tal que, dependía de una sola chispa para estallar la conflagración. Y la chispa vi­no con el suceso de Pitiantuta.

Pitiantuta, asienta de una inmensa laguna de varios kiló­metros cuadrados, fue descubierto, por el ruso blanco naturali­zado, General Juan Belaiieff, gran conocedor de los llanos del­ Chaco y noble protector de las tribus indígenas. Llevado per los informes de éstas, había llegado a dicho lugar, ubicado a 150 K. al norte de Punta Riel (Casado) y a 180 de Olimpo. Be­laieff, llevó el dato a Asunción y consiguió interesar a las au­toridades nacionales para fundar allí, un fortín. En efecto, en el mes de julio de 1931 un pelotón de caballería de 22 hom­bres al mando del Mayor Rogelio Chenú Bordón, fundaba en dicho lugar (orilla Este) un fortín con el nombre de "Carlos Antonio López".

Entre tanto, los bolivianos, que también habían obtenido parecidas referencias, de tan interesante paraje, no perdieronel tiempo en dar los pasos necesarios pare llegar hasta él y levantar allí su fortín que, se llamaría "Mariscal Santacruz'":

El Teniente Coronel (boliviano) Oscar Moscoso, protagonista principal de la chispa de Pitiantuta, en su libro titulado "Recuerdos de la Guerra del Chaco" nos refiere detalladamente el proceso del reconocimiento y ocupación de aquel his­tórico lugar por parte del ejército de su patria.

En abril de 1932, el, mayor Mocoso, juntamente con el Teniente Coronel Jordán, habían salido de Muñoz en una misión de reconocimiento aéreo con el propósito de hallar una ruta de enlace entre el nombrado fortín Muñoz e Ingavi, que es como decir, las dos cabezas de penetraciones (Sur y Norte).

"Volábamos sobre una enorme laguna -dice Mocoso-  que en parte tenía vegetación y donde había millares de aves acuáticas.    Dimos dos vueltas alrededor de esta mancha dé agua, cuya superficie era de varias kilómetros. En la orilla Este vimos un terreno, despejado artificialmente donde se levantaban algunas construcciones de barro y paja y corrales cercados dando todo eso el aspecto de un fortín.. . ".

Más adelante, nos cuenta en su libro, de cómo había reci­bido la misión de trasladarse por tierra hasta la gran laguna denominada en las cartas bolivianas con el nombre de "Laguna Chuquisaca ", con el fin de fundar allí, un puesto o fortín; a este efecto, el 14 de Junio, el destacamento, Moscoso arriba­ba a la margen Oeste del gran lago sin ser sentido por las ocu­pantes que dominaba solamente la parte Este.

En la noche del 14 al 15, los patrulleros bolivianos orillando la aguada, entraron sigilosamente hasta el campamento paraguayo ocupado por un cabo y 5 soldados que a esa hora se entregaban al sueño, en completa despreocupación del peligro que les acechaba.

Al amanecer, los invasores, queriendo atraparlos a todos, se lanzaron al asalto pero, con tan mala suerte que, fueron a enredarse contra unas tiras de cuero que estaban estiradas allí, de un árbol a otro. Al amparo de este contratiempo "y el sobreaviso de unos disparos de fusil efectuados por las atacantes,los "pilas" se dieron a la, fuga -menos- uno (2) - ganando los bosques vecinos para dirigirse después hasta Casanillo, donde dieron la voz de alarma sobre el mencionado suceso.

En consecuencia, el día 21 de Junio, apenas seis días des­pués del atropello, el Teniente Coronel Estigarribia Colman. dante de la División de Infantería N° 1 en el sector Casado, lan­zaba su primera orden de guerra que decía así "El miércoles 15 a las 5 horas, nuestro puesto de Carlos Antonio López (Pi­tiantuta) ocupado por una escuadra, ha sido sorprendido por tropas bolivianas en número de 30 a 40 hombres, quedando el enemigo en posesión de dicho puesto. Un destacamento com­puesto de un Pelotón de Caballería y 50 hombres de Infantería, al mando del Teniente 1° Ernesto Searone, partirá mañana miércoles 22 del corriente, a las 3 horas del Km. 152 1/2 de la vía férrea, con la misión de marchar lo más rápidamente posi­ble a recuperar nuestro puesto "Carlos Antonio López", desa­lojando por la fuerza, si está ocupado por el enemigo...".

Los 84 elegidos, inclusive 4 oficiales (Tenientes: Juan M: Torres, Pedro P. Duarte, Gerardo Boungermini y el Comandante de la columna), partían a las 4 de la mañana en la fe­cha indicada rumbo a Pitiantuta.

Después de varios días de penosa marcha, por una senda sucia de más de 150 kilómetros de extensión, el destacamento llegaba en las proximidades de su objetivo, el día 28 de junio donde, resuelve pernoctar para iniciar al otra día la toma de contacto con los posiciones enemigas.

Al día siguiente 29, nuestras tropas, guiadas siempre por tres indios chamacocos (Carlito, Juanito y otro) envolvieron al primer "retén" enemigo comandado por el Sub-Teniente Antonio Arévalo Laserna, capturado prisionero en compañía de varios individuos de tropa después de una breve refriega. A partir de este momento en que, el adversario alertado de nuestra presencia, había cubierto todos los claros en torno al fortín, se hizo difícil el movimiento del destacamento, cuyo jefe, en posesión de los datos que permitieron tener una no­ción más clara sobre la real situación de los defensores (cuya fuerza había aumentado considerablemente en relación a lo previsto), resolvió emprender la retirada hasta un puesto lla­mado ANTA,20 kilómetros atrás, en donde, se esperaría nue­vos refuerzos para reemprender la operación.

En efecto, el 13 de julio, un batallón de infantería procedente también de Casanillo (Km. 152 1/2 Vía Casado,), al man­do del Capitán Abdón Palacios, se sumaba a1 destacamento anterior para retomar ese mismo día el hilo de la maniobra suspendida sobre Pitiantuta.

El día 15 de Julio, nuestro destacamento -ahora a cargo del Capitán Palacios- dividido en dos columnas (A y B), to­maba nuevamente contacto con las fuerzas del Mayor Moscoso

, que defendían el citado fortín. Y, fue necesario un empeñoso esfuerzo de todo el día, más, la acción flanqueante del día 16, para decidir la acción, a favor de nuestras armas, cuyo resul­tado victorioso se resume en el siguiente comunicado del Ca­pitán Palacios: "Al Comando de la División. - Tengo el honor de comunicar a ese Comando que el Destacamento, se ha hecho dueño de la situación en Pitiantuta después de dos días de lu­cha, es decir del 15 a las 7 hs. hasta el 16 a las 19 horas".

 

 

 

3. - NUEVA REPRESALIA

 

El día 27 de Julio, once días después de la reconquista de Pitiantuta., un poderoso destacamento boliviano de 470 hom­bres, caía sorpresivamente sobre nuestro fortín "Corrales", defendido por un Cabo y 8 hombres quienes, se replegaron des­pués de un breve tiroteo.

Al día siguiente 28, los mismos atacantes, más, el apoyo de una sección de artillería, y una escuadrilla, de aviación, pre­sionaban sobre el fortín Toledo que estaba defendido por una sección de infantería de 30 hombres al mando del Teniente Luis Celestino Yegros. Nuestra pequeña guarnición, después de 4 horas de combate, se replegaba hacia Colonia Trébol, ha­biendo causado al enemigo 20 bajas.

El día 31, otra columna más poderosa aún, atacaba nues­tro fortín Boquerón defendido a la sazón, por una Compañía de infantería de 100 hombres al mando del Teniente Eulalio Facetti. La acción ofensiva venía apoyada también por la avia­ción y artillería.

En las primeras horas de aquel día, aparecieron tropas enemigas del lado Oeste y Sur avanzando decididamente hacia el fortín Boquerón. En ese momento también, 4 aviones evolu­cionaban sobre nuestro cielo arrojando sus bombas sobre la guarnición pero, sin causar felizmente, daños materiales a sus ocupantes. La artillería. por su parte, no se hizo esperar para lanzar sus primeros cañonazos sobre nuestra posición antigua sin saber que ella estaba desguarnecida.

La Compañía Facetti, obedeciendo a un plan premedita­do, manda replegar a los puestos avanzados en aparente desor­den hacia la retaguardia, con el objeto de atraer al enemigo hacia una trampa preparada en el centro del fortín.

Los atacantes, ante la apariencia de un completo, desban­de de los paraguayos, aceleraron su avance y muy pronto de­sembocaron en masa dentro del reducto vacío, ocupándose más, en recorrer las rústicas instalaciones que en reconocer los alre­dedores, hasta el punto de ignorar en absoluto, que loa astutos defensores, estaban instalados y a punto de abrir fuego contra ellos, desde una posición hábilmente preparada a una escasa distancia de 100 y 150 metros del centro mismo de la plaza y en la orilla del bosque vecino.

El plan concebido era, esperar la concentración del grue­so enemigo en el medio de la plazoleta y aprovechar este mo­mento vulnerable para descargar sobre la masa desprevenida, toda la potencia de fuego de que es capaz la Compañía de in­fantería con sus 6 fusiles ametralladoras (3).

Y, tal como estaba previsto, cuando, la aglomeración ha­bía adquirido su mayor densidad en el reducido campo de ejer­cicios de Boquerón, una descarga violenta y sorpresiva cayó sobre ella, causándole gran espanto y numerosas víctimas, en­tre ellas, el Comandante de la columna, Teniente Coronel Emi­lio Aguirre, los Capitanes Luis A. Pando y Raúl Terán y los Tenientes Lucio Vila, Rafael Indaburo, Víctor Guzmán, José Ávila y cerca de 40 bajas entre los individuos de tropa.

Luego de esta fulminante sorpresa táctica, el destacamen­to Facetti permaneció en espectativa hasta cerca de medio día, momento en que, ante la aparición de un peligro de flanqueo enemigo, se retiraba hacia su base de Isla Po-í sin perder ni uno solo, de sus elementos.

Si bien, es cierto que, el saldo material de este ingeniosa trampa, ha sido incompleto, debido a inexperiencias y a la fal­ta de directivas superiores sin embargo, en el orden moral, tuvo una profunda repercusión en campo adversario, a tal pun­to de servir de freno, al ímpetu de la invasión iniciada en Bo­querón con miras de llegar hasta Isla Po-í, lo cual, no se pro­dujo, dándonos así, el tiempo necesario para completar nues­tros preparativos y desencadenar una enérgica contraofensiva, cuyo capítulo primero fue, la Batalla de Boquerón con su bri­llante resultado que vamos a conocer enseguida.

 

NOTAS

(2) El Cabo Oliverio Talavera de quien se cree fuera ultimado en su cama.

(3) La idea de esta original emboscada, así como, gran parte de su organización pertenece al autor de estas líneas y sus colaboradores los tenientes Ricardo Benza Carreras y Ruperto Zenteno.

El mérito de su perfeccionamiento y ejecución en la fecha expresada 31-VII-32 corresponde al Teniente Eulalio Facetti y su persona de oficiales y tropa.


CAPITULO III

EL EJERCITO PARAGUAYO TOMA LA INICIATIVA

 

1. - BATALLA DE BOQUERÓN

 

Mientras gruesos goterones de sangre manchaban de ante­mano el futuro escenario de la guerra, un Jefe joven, casi des­conocido para los demás, planeaba desde su modesto P. C. de Puerto Casado, la maniobra de la recuperación del territorio nacional.

Fue, el entonces Teniente Coronel José Félix Estigarribia, el iluminado estratega del momento que, oportunamente había de escalar hasta la cima del mando militar, para conducir des­de allí, a su pueblo en armas, por el camino de la victoria, sal­vando a la patria paraguaya, de "la mutilación y la des­honra ". 

Los nuevos dueños de Boquerón, conscientes de la respon­sabilidad asumida, organizaron activamente la defensa de la pla­za, dándole los perfiles modernos de un verdadero reducto for­tificado.

El 4 de Agosto, una comisión desprendida de Boquerón in­cursiona sobre el puesto paraguayo "Carayá" (Cnel. Hermosa) ocupándolo sin resistencias.

El 17 de Agosto, un destacamento paraguayo compuesto de un batallón de infantería y un escuadrón de caballería, bajo el mando del Capitán Julio B. Jara retomaba victoriosamente el fortín "Carayá" causando la dispersión de sus ocupantes.

Entre tanto, la Primera División de Infantería, compuesta de viejos patrulleros chaqueños, en su mayor parte, se concen­traba apresuradamente en los alrededores de Isla Po-í, con el propósito de accionar oportunamente hacia Boquerón.. Tropas de la Segunda División, estaban escalonadas entre Campo Es­peranza y Pozo Azul.

Con las dos grandes unidades nombradas, se constituía el Primer Cuerpo de Ejército, al mando del Teniente Coronel Estigarribia, quedando la Primera División a cargo del Mayor Carlos J. Fernández, en tanto que, la Segunda, con el Teniente Coronel Gaudioso Núñez.

El 5 de Septiembre, la vanguardia de Estigarribia, movía el primer paso en busca de la batalla, tocándole al batallón González Ferreira del R. 1. 4 "Curupayty", la misión de ocupar "Puesto Valencia" y la honra de ser los primeros en cruzar sus armas con el enemigo.

 

2. - APROXIMACIÓN Y CONTACTO

 

El día 7, el grueso del ejército paraguayo, en número de 4.500 hombres salía de Isla Po-í en dos columnas para atacar Boquerón; una, la principal, formada por la Primera División, marchaba par el camino antiguo, a cargo, del Mayor Carlos J. Fernández y, la otra, integrada por un batallón del R. I. 2 "Ytororó" a cargo del Capitán Abdón Palacios, progresaba por el camino nuevo llamado, "recta de Boquerón".

Marchaba también con la primera columna, el R. I. 3 "Co­rrales" y el Z. 1 dependientes del Primer Cuerpo.

Esa misma noche, la columna principal pernoctaba en Po­zo Valencia, reuniéndose con su vanguardia que en ese momen­to pasaba a constituirse en Puestos Avanzados en contacto con los elementos ligeros del enemigo y desprendidos de Boquerón.

Al día siguiente S, las columnas reanudaron la marcha de aproximación, debiendo recurrir muy pronto a sus medios de fuerza para despejar los obstáculos que en forma sucesiva obstruían el camino del objetivo.

Hacia las 2 de la mañana, aparecieron en el cielo, los pri­meros aviones enemigos, disparando una serie de ráfagas de ametralladoras sobre la vulnerable columna que en ningún momento trató de esconderse, debido todavía, a la inexperiencia de los primeros momentos, en cuya circunstancia, hubimos de la­mentar algunas víctimas.

Al promediar el día, las tropas de Fernández y Palacios llegaban a los suburbios de Boquerón, ocupando con sus prime­ros elementos, las orillas Este y Sur del gran cañadón y parte del tupido bosque que lo cubre por el lado Norte. Empezaron a rugir los cañones bolivianos.

Por la tarde, después de un ligero reconocimiento del terre­no, las unidades iban ocupando sus puestos en el dispositivo ge­neral de combate en el siguiente orden

-- R. 1. 2 "Ytororó", al mando del Mayor José Rosa Vera, a la izquierda del itinerario de marcha (,camino viejo).

-- R. I. 4 " Curupayty ", a cargo del Mayor José A. Ortiz, a la derecha del camino viejo.

- R. C. 2 "Coronel Toledo", a cargo del Mayor Tranqui­lino Ortiz Cabral, concentrado en el flanco izquierdo, listo pa­ra maniobrar sobre la retaguardia enemiga por ese lado.

- El Grupo de Artillería Nº 2, al mando del Capitán Rai­mundo Rolón, a 3.500 metros de Boquerón sobre el eje de marcha.

- R.. I. 3 "Corrales" al mando del Mayor José D. Melga­rejo y, -el Z. 1 con el Capitán Basiliano Caballero Irala, en se­gundo escalón como reserva del Cuerpo.

 

3. - EL ATAQUE DEL 9 DE SEPTIEMBRE

 

El día 9 de Septiembre, a las 5 y 30 horas, una salva de ar­tillería anunciaba el comienzo del ataque.

La infantería abandona su " base de partida" y avanza re­sueltamente hacia el reducto fortificado.

El enemigo, que estaba atento al movimiento de nuestros escalones, abre repentinamente un nutrido fuego de todas sus armas automáticas y de la fusilaría en general, causándonos las primeras bajas del día.

A pesar de todo, nuestras unidades siguen progresando ba­jo una densa cortina de balas por un terreno excesivamente descubierto. Los batallones del 4, fueron a estrellarse directamente contra los muros encendidos del sector más sólido, bautizado después, con el nombre de "Punta Brava". Los del 2 "Ytoro­ró", atacando por la izquierda, van desbordando el fortín en busca del camino Boquerón-Yucra, pero, reciben fuego de am­bos lados deteniendo su avance en pleno campo frente a la po­sición principal.

El R. C. 2 "Coronel Toledo" que, había salido una hora antes para el Sur, rompiendo a machetazos las marañas del bos­que de Yucra, en un esfuerzo sin  precedente, fue saliendo en la

mañana del 9, con sus montados sedientos, sobre la picada que une este último con Boquerón, causando una gran impresióna los mandos de la retaguardia enemiga ; desgraciadamente, el Co­mandante de esta unidad, considerando el estado alarmante de sus tropas y sobre todo de sus montados, por la falta de agua, pidió y obtuvo autorización para regresar a su base dejando abandonado el sector a merced del enemigo.

Entre tanto, la lucha por el fortín, había tomado los carac­teres de una batalla general, apasionante, con la participación de todas las armas modernas de nuestro medio (artillería, avia­ción, morteros, ametralladoras, fusilerías y hasta granadas de mano).

Pero, afloraba una realidad desconcertante. Nuestra Pri­mera División de Infantería, había desplegado la totalidad de sus elementos, sin alcanzar su objetivo. Nuestros soldados em­pezaran a dudar de la victoria; y, para colmo de males, la provisión de agua no funcionaba con la regularidad deseable, dan­do lugar a la propagación de la sed entre la masa, sed estimulada por el calor extraordinario de aquel día.

En resumen, nuestro ataque se había paralizado y, parte de la gente empezaba a remolinear con el pretexto de conseguir agua o cualquier otro sustituto, debilitando de ese modo, la den­sidad de la línea que podría provocar el contraataque en condi­ciones ventajosas para el adversario.

En esta circunstancia, se pide la intervención del R. I. 3 "Corrales" y Z. 1 cuya entrada en acción (la del 3) llevaba el signo de la fatalidad, pues, al ocupar la "base de partida", per­dió la vida uno de sus comandantes de batallón y, un poco mas adelante, al empezar la progresión, cae herido, el Comandante de Regimiento, quedando la unidad poco menos que desampa­rada, para ser impulsada finalmente, por el Comandante de Di­visión en persona, hacia el centro de la marea sin mando ni objetivo bien determinado.

Hacia las 9,30 de la macana, la repentina aparición de un destacamento boliviano en nuestro, flanco izquierdo, puso una nota de alarma sobre el plano vacilante de la batalla de Boquerón que, reclamó el envío urgente de un batallón de reserva de la División, pero, ni esto fue posible porque, ya había sido, des­tinado a otra parte sin previa autorización del Mayor Fer­nández.         ,

Felizmente, este ultimo peligro representado por el desta­camento, Lairana, quedaba anulado mediante la enérgica acción de las tropas del ala izquierda que logró aniquilarlo, capturando a su jefe, Mayor Adolfo Lairana quien, de ese modo, pasaba a ocupar el número "1" de la serie de 30.000 prisioneros que vendrían después en el transcurso de la penosa campaña.

Por la tarde, nuestras tropas del ala derecha, habían alcan­zado el cañadón "14 de Diciembre", interceptando de ese mo­do, el camino que une Boquerón con el fortín boliviano RA­MIREZ. Constituye este hecho, el segundo éxito del día después del caso Lairana.

Con estos antecedentes, se cerraba la jornada inicial de la batalla de Boquerón ofreciendo a la vista, un saldo cruel y sangriento para nosotros. Centenares de cadáveres insepultos yacían mudos en el vasto cañadón; numerosos herido que des­filaban sin cesar hacia retaguardia,; tropas sedientas que deambulaban de un lado a otro, clamando angustiosamente por el agua que no llegaba. Nuestra endeble línea de fuego, miran­do con dolor a la soberbia fortificación enemiga, cuyos ocu­pantes envanecidos, nos provocaban a gritos, mofándose de la tradición guerrerade nuestra raza guaraní.

Tal fue, el cuadro desconcertante de aquel primer día de lucha.

Sin embargo, en medio de la confusión y el caos, emerge la figura de un hombre con perfiles de leyenda., con cuya vo­luntad de hierro se pudo sostener el andamiaje moral del ejér­cito, en un momento gravísimo para la historia. Fue el Mayor Carlos J. Fernández -Comandante de la D. 1- quien, inter­pretando la decisión invariable de Estigarribia, puso de su parte, todo el fervor de su patriotismo y su inagotable ener­gía, para mantener latente el optimismo y la fe de sus solda­dos, lo que hizo después, el milagro de convertir la incertidum­bre momentánea, en una estupenda victoria de proporciones inigualables.

 

 

 

4. - EL ASEDIO

 

El Comando paraguayo, sin desconocer la magnitud del desgaste sufrido por sus tropas en el día inicial de la batalla, imprimió a las operaciones siguientes, el sello de una tenaz persistencia, con tendencias hacia un envolvimiento por am­bos flancos; a este último propósito capital, responde la dispo­sición divisionaria que asigna al Regimiento, 4 "Curupayty" y Batallón Palacios, la misión de desbordar por el Norte, en tonta que, al R. I. 3 "Corrales" y al Z. 1, confiaba la misión de envolver por el Sur y cortar, si es posible, el camino Bo­querón-Yucra (abandonado por otra, unidad). El R. 1. 2 "Yto­roró", tenía que ocupar, los islotes del Sur del fortín y desta­car algunos elementos de enlace entre el ala N. y S. La, Artillería y los morteros efectuarían, entre tanto, tiros de hostigamiento sobre el fortín.

Pero, la inexperiencia y la falta de preparación de los cuadros, habían de gravitar todavía sobre la correcta ejecu­ción de los movimientos indicados, sobre todo, en el ala izquierda, donde, los desplazamientos se hacían en terreno abierto y bajo el fuego de los defensores del fortín, constatándose en di­cho sector, serios contratiempos que demoraron la ocupación del camino de Yucra.

El Comandante del Primer Cuerpo, previendo el gran consumo de tropas que exige el asedio, mandó apresurar la ve­nida resto de la Segunda División de Infantería (R. 1. 1 "2 de Mayo" y Grupo de Artillería No. 1).

De todos modos, lo importante era que, en Boquerón está­bamos en presencia del nacimiento, dé dos garfios dé acero que, poco a poco, irían rodeando en un abrazo mortal al menciona­do, reducto.

No, quiere decir esto, que habíamos acertado el camino fá­cil del triunfo. Nuestros valientes y abnegados soldados, tenían que enfrentarse a cada paso, con los tenaces bolivianos de aden­tro y de afuera (5) que pugnaban encarnizadamente por rom­per la cadena circundante; así como también, soportaban la implacable sed impuesta por los caminos polvorientos y caren­tes en absoluto de agua y, para más, bajo un clima excesiva­mente caluroso como pocas veces se había experimentado en aquellas regiones chaqueñas.

Llegamos al término del agitado día 10 (segundo día de la batalla) afirmando el pie únicamente en el flanco, Norte, sobre el camino Boquerón- Ramírez, privándole al enemigo de una arteria casi tan importante como la de Yucra.

Al día siguiente 11 de Septiembre, la, estructura del cer­co, cobra forma y vida, con la interceptación del camino Yu­cra-Boquerón -por el lado Sur, en donde, acababan, de llegar

jadeantes, las fatigadas y sedientas tropas del "Corrales" y el Z. 1 "Gral. Aquino", para organizar inmediatamente posiciones defensivas en dos frentes, una, mirando hacia Boquerón y la otra, hacia Yucra.

Ese lugar, se hizo después célebre, por haber sido teatro de sangrientas luchas que duraron tanto como duró el asedio; además, era el sector menos favorecido para los abastecimientos en general, sobre todo agua., llegando a registrar escenas realmente conmovedoras por lo trágico y cruel.

En efecto, hasta valdría la pena recordar algunos de esos momentos dramáticos que hemos vivido allí, en esa angostura, de Yucra, para informar a las generaciones actuales, cuánto sufrieron y padecieron aquellos defensores del Chaco con tal de librar a la patria de la esclavitud y la vergüenza.

Es que, nada hay comparable entre los padecimientos humanos, a la tortura de la sed, y, para comprenderla en su justo alcance, se necesita. haber vivido los ajetreos de la guerra del Chaco, sobre todo, en Boquerón, Strongest, Yrendagüe, Man­dyyupecuá y otros, que fueron testigos mudos del horrible dra­ma de la sed.

Allí, en ese camino de Yucra, hemos visto caer a la gente sedienta que revolcándose en el suelo, clamaba por amor de Dios, unas gotas de agua. Aquellos más sufridos, se ponían a buscar raíces frescas para chuparlas como caña de azúcar; así fue para dar con -el YVY-A, robusto tubérculo que molido y exprimido con trapo, destila un sumo espeso que, aunque no muy agradable al paladar, sirve de engaño al estómago. Otros, se ponen a arañar la tierra con frenesí, como si debajo de esa capa de arena caliente tuviesen que encontrar una veta de agua fresca y, al no hallarla, se conforman con meter la cara en ese hueco al contacto con el aliento húmedo de la tierra generosa.

Los más, se abandonan en un estado de sopor que linda con el sueño y, clavan sus miradas languidecientes en las nu­bes grises que se alejan, pensando acaso, en el suave movi­miento de nuestros ríos majestuosos que besan de paso sus "va­lles" distantes.

Pero, lo más brutal y repelente es, lo último a que man­da descender al ser humanó, la tragedia de la sed, cuando lo vemos arrastrarse a nuestros pies y extender sus brazos mendi­cantes para implorar al que pasa, un poco de orín con que aplacar lo inaplacable, la sed.

Todo esto y mucho más, es lo que sufrieron los guerreros del Chaco, en su empeño de preservar la soberanía nacional y legar a nuestros hijos, una patria libre, soberana y digna.

En esta difícil situación estábamos, cuando recibimos la información de que tropas enemigas procedentes del lado de Yucra, avanzaban hacia nuestras frágiles posiciones.

Al parecer, este nuevo peligro obraba el milagro de revi­vir a los moribundos, quienes, sacando fuerzas de flaqueza, se disponen a rechazar la avalancha que ya estaba a la vista de todos. Oficiales y tropas se ponen de acuerdo para dejar acer­car a la distancia de 80 mts. para asegurar la presa; y así pro­cedieron, logrando que la primera oleada fuese aniquilada, desbandándose el resto. Lo importante del caso era que, con los muertos y heridos abandonados en poder nuestro, queda­ban también sus caramagnolas de agua, las cuales, sirvieron para aliviar la penosa situación de nuestros soldados.

Desde entonces, aquel puñado de héroes destinados a de­fender el paso de Yucra-Boquerón, se convirtió en una mura­lla infranqueable contra la cual, se estrellaban diariamente, hasta el día final de la victoria, los poderosos refuerzos veni­dos desde afuera hacia adentro y vice versa.

Pasa el día 12, nuestro cerco había tomado la forma de una U cuyos dos extremos apuntaban hacia el Oeste abarcan­do los dos caminos enemigos (a Yucra y Ramírez).

El acontecimiento culminante de aquel día era, que una patrulla de enlace (6) había conseguido unir esporádica­mente- las dos patitas de la U tras un penoso recorrido, ha­ciendo que, por vez primera en el curso de la batalla, se toma­sen las manos, los dos brazos del arco en torno al fortín (7).

Durante los días 13, 14 y 15 la batalla general había cre­cido en intensidad como en extensión, formando un semicírcu­lo al rojo vivo desde la recta de Boquerón hasta el camino Yu­cra; el sector Ramírez era todavía el más tranquilo.

Tropas restantes de la Segunda División, acababan de incorporarse en el teatro, de lucha, reforzando el sector Sur de nuestro dispositivo y, con lo cual, el ejército de Estigarribia ascendía a los 6.000 hombres.

También, corría la muy agradable noticia de que, el Re­gimiento de Cadetes de la Escuela Militar -R. I. 6 "Boque­rón"-se acercaba al campo de batalla para reforzar la acción de las demás unidades un tanto fatigadas en el esfuerzo impo­tente por alcanzar el objetivo. Esta nueva contribución de energías, con sus 1.600 hombres, al mando de un talentoso jefe (Mayor Arturo Bray) significaba un verdadero aliento para las tropas empeñadas en pos de la victoria.

Habíamos llegado al octavo día de intensa lucha, con la inversión de los mejores valores de que es capaz la nación pa­raguaya, sin poder concretar nuestra aspiración de triunfo. La guerra, para nosotros se había convertido en una empresa ca­da vez más ingrata y menos productiva; cada día que pasaba era uno más, en la cuenta del martirio, de la fatiga, del dolor, de la sed y de la sangre. Nuestra ofensiva se había trastroca­do en una defensiva estática de doble frente, con la forma de un argollón roto hacia el Oeste.

Esta situación estacionaria, sin otra alternativa que la progresión diaria de algunos pocos metros en el frente y el re­chazo de los refuerzos en la retaguardia, iba adquiriendo la fi­sonomía de una tediosa guerra de posiciones, en la cual, gene­ralmente, la moral se desgasta y los efectivos disminuyen en forma constante y progresiva; por lo tanto, no es aventurado afirmar que, en esa circunstancia, fueron más de uno, los que, pensaron en una retirada, como solución salvadora de este impase.

Pero, nuestro pleito en Boquerón, tenía sus buenos abo­gados: en Estigarribia su genial inspirador; en Fernández, su dinámico animador y, en el soldado paraguayo, su valiente y heroico ejecutor.

Tales fueron, en síntesis, los factores de la fe y la confian­za que permitieron después, el gran triunfo de Boquerón.

 

5. - EL ATAQUE DEL 17 DE SEPTIEMBRE

 

Con la garantía del poderoso Regimiento Nº 6 "Boque­rón", el Comando paraguayo había montado su maniobra de ataque general para el día 17 de Septiembre, con el objeto de apoderarse del fortín Boquerón y avanzar de inmediato sobre Arce. Para el efecto, la Orden General de Operaciones No. 3 del 16-IX-32, había determinado el siguiente dispositivo, de las unidades participantes:

- R. 1. 6 "Boquerón" desde el camino Boque­rón-Ramírez hasta 700 m. a la izquierda, con un efec­tivo de …… 1.600

-Primera División de Infantería., desde el ala izquierda del R. I. 6 hasta el camino viejo de Villa Mi­lítar-Boquerón, con un efectivo de ……. 3.000

- Segunda División de Infantería, desde el ca­mino viejo, Villa Militar-Boquerón exclusive, hasta 1.500 mts. hacia la izquierda, con un efectivo de ……. 2.800

EFECTIVO TOTAL DE HOMBRES ........ 7.400

 

La intención de Estigarribia era, buscar la ruptura, por la derecha, mediante la penetración enérgica del R. I. 6, acom­pañado en su movimiento por la D. 1 enlazada con aquel por la izquierda; en tanto que, la D. 2 debía de colaborar con el apoyo de su fuego sobre el frente Sur del reducto y, con el re­chazo terminante de todo intento de infiltración enemiga, del lado de Yucra, hacia el fortín acorralado.

Para respaldar esta importante operación, había concu­rrido al pie de la obra, una poderosa masa de artillería com­puesta de 8 piezas de 105 y 14 de 75, sin contar los morteros a cargo, de los regimientos (2 para c/u).

En la víspera del ataque, con el fin de distraer la aten­ción del enemigo, la Segunda División hizo atacar por el lado Sur con el R. I. 1 "2 de Mayo", sin más resultado que una fuerte sangría para dicha unidad.

El día 17, previo un intensa bombardeo de artillería so­bre el recinto fortificado, se lanzan al ataque las unidades de­signadas, dando lugar a la apertura general del plan de fuego de la defensa que, sumado al estampido ensordecedor de nues­tros 22 cañones, más los morteros, y todas las armas automáti­cas disponibles, aquello parecía un "volcán en erupción".

En medio del confuso y terrible drama de la batalla, se destacaba el movimiento regular y continuado del Regimiento Nº 6 Boquerón, cuyos batallones, se acercaban decididamente a los pies del objetivo principal (centro del fortín).

Todos los partes de esta unidad coincidían en afirmar de que su progresión era normal y sin obstáculos, ofreciendo la hermosa perspectiva de una sorpresiva y afortunada irrupción por el lado Norte del ya famoso reducto.

Sin embargo, inesperadamente, noticias contradicentes llegadas hacia, medio día, vinieron a empañar tan halagüeña esperanza, confirmándose bien pronto, el ingrato suceso de que, un destacamento enemigo proveniente del lado de afuera (Oeste) había tomado desprevenidamente de espaldas a dos de sus batallones, causándoles daños muy serios.

Esta penosa circunstancia, creó momentáneamente, un es­tado de confusión y de alarma en la retaguardia, propagándo­se la falsa noticia de que, dicha, columna enemiga marchaba por nuestros propios caminos hacia, el interior de nuestro dis­positivo, 1o cual obligaba al Comando 2 echar manos, a las uni­dades de reserva, integrada por el Z. 1 y parte del R. I. 2 "Yto­roró ", para recubrir de inmediato los claros producidos.

El regimiento "Boquerón ", había sido fuertemente casti­gado, citándose entre sus muertos a los Cadetes Oscar Otazú y Pastor Pando y, varios heridos.

En los demás sectores, no se registraren novedades de im­portancia, manteniéndose invariable el estrecho contacto con las líneas enemigas.

Nuevamente habrá que aceptar, cuando menos por un tiempo, la situación estacionaria de que ya habíamos hablado anteriormente; sin embargo, a partir de esta fecha, el centro de gravedad del esfuerzo enemigo, enfocaba sobre él camino Ramírez-Boquerón, comprometiendo a la unidad encargada del sector (R.I. 2 "Ytororó") en una firme y enérgica resistencia que hace honor a la tradición de la raza.

En cuanto a la situación general de los sitiados, podemos señalar, basados en declaraciones de prisioneros del momento y documentos extraídos posteriormente, que, en esos días precisamente, había empezado su declinación gradual para ir agravándose paulatinamente hasta culminar en la trágica rendición del 29 de Septiembre.

Entre los indicios principales que revelaron la crítica si­tuación que estaba afrontando el destacamento boliviano de Marzana en Boquerón, cabe mencionar los siguientes

a) El destacamento Montalvo que atravesando la línea del R. I. 6 había entrado en el fortín, era obligado a abandonar de nuevo la plaza, por razones de economía sobre todo, en ví­veres.

b) Los distintos medios de aprovisionamientos iban siendo eliminados consecutivamente, de acuerdo a la evolución del si­tio de Boquerón, hasta la punta de que, en la fecha aludida, no había, otra cosa que hacer sino, lanzar desde aviones los sa­cos de charques, municiones o medicamentos que, para mayor de desgracia, no siempre caían en el punto dirigido.

c) El severo control en el gasto de municiones de infantería. El silenciamiento, completo de su artillería. La carencia abso­luta de carne vacuna y otras especies en la tabla de racionamiento ; la escasez de medicamentos para curar a sus heridos las dificultades en la provisión de agua del único pozo que se estaba agotando en un período de excesivo calor; y, en fin, otros inconvenientes que hacen cada vez menos soportable la desgraciada situación de los sitiados.

Visiblemente, había disminuido la potencia de fuego de los defensores; más era de temer, la acción de los de afuera que iba en aumento día a día, razón por la cual, el Comando paraguayo había mandado reforzar la fuerza de los tapones en las vías de acceso; así vemos al Z. 1 y Batallón Jara junto al R. I. 2 "Ytororó" sobre el cañadón "14 de Diciembre" en el sector Ramírez y, al Escuadrón Ayala Velázquez y Batallón Adolfo Ferreira junto a la D. 2 en el sector "Yucra".

Esta suma de factores adversos, había empezado a influir sobre el espíritu de los Comandos bolivianos del frente de ope­raciones, para pensar en una retirada de los sitiados de Bo­querón, en franca oposición a los ilusos de La Paz quienes, se­guían esperando una grata sorpresa de la incierta situación de aquel destacamento.

De nuestra parte, a pesar del gira favorable que iba to­mando nuestra maniobra, no podíamos liberarnos de ciertas fatalidades como el flagelo de la sed que había recrudecido nuevamente, obligándonos a inmovilizar la ofensiva y conver­tirla en una actitud de vigilante contacto; sin embargo, en este período, nuestra artillería, obrando con absoluta libertad de acción, sin la oposición de ninguna contrabatería, se había dedicado a demoler las instalaciones del fortín, causando numerosas bajas con su potente bombardeo, tanto de día, como de noche.

Nuestra infantería, empero, no podía encontrar la opor­tunidad de hendir sus bayonetas en el vientre del reducto cu­yos órganos de fuego, siempre bien ajustados no permitían la aproximación cercana (distancia de asalto), dando origen en ciertos sectores (punta brava) al empleo del costoso procedi­miento de progresar por medio de zanjas profundas, abiertas perpendicularmente a la línea de defensa.

Nuestra aviación también colaboraba activamente para informar, de los movimientos y bombardeos en la retaguardia.

El Comandante de la D. 1, Mayor Carlos Fernández, lí­der indiscutible de la campaña de Boquerón, había señalado el sector Ramírez (camino Boquerón-Ramírez) para escenario de una mueva punición al sufrido enemigo; para el efecto man­dó efectuar una prolija observación aérea (*) sobre la franja del Oeste utilizada hasta entonces para el suministro de algu­nos elementos.

A raíz de tal observación y con el propósito de cerrar de­finitivamente el cerco, el mencionado Colmando dispuso que el R. I. 6 "Boquerón" que había reocupado su antiguo sector, se extendiera: más a su derecha, dando así lugar al R. I. 2 "Ytororó" para que se desplazara hacia el Sur hasta tocar el bor­de del gran cañadón de Yucra, sector vigilado por, la Segunda División, produciéndose de este modo, el esperado enlace entre los dos extremos, con cuyo acto, se decretaba, la sentencia de muerte del esforzado destacamento Marzana de Boquerón.

Pero, unos días antes de cerrarse el "corralito" (8) tuvo lugar un hecho significativo que vino a menguar la moral del adversario. En el sector Oeste había un tajamar de aguas turbias que en otras épocas servía de abrevadero al ganado, pero, en ese momento en que la gente moría de sed, aquello tenía un valor extraordinario. Y, le correspondió al batallón Guanes el mérito, de recuperar ese punto, enviando a su Comando el día 22 de Septiembre, el primer jarro de agua recogido, en el his­tórico fortín Boquerón.

Con el objeto de cubrir las espaldas de nuestra dilatada línea que acabamos de mencionar, fueron traídos a dicho sec­tor (Oeste),el Z. 1, Batallón Jara y el Escuadrón Ortigoza del R. C. 3 " Coronel Mongelós ".

El enemigo no perdió tiempo en acumular numerosas fuerzas en el sector aludido con el propósito de reabrir la bre­cha por donde recurrir en auxilio de los sitiados de Boquerón, pero, el Comando paraguayo que no estaba desprevenido para el caso, mandó traer al Regimiento de caballería No. 3, concen­trado en el fortín "Coronel Martínez", para ser empleado en dicho frente en la forma que vamos a explicar inmediatamente.

 

6. - EL ATAQUE DEL 25 DE SEPTIEMBRE

 

Como hemos visto, la configuración del asedio en su perío­do final iba acusando mayor densidad de esfuerzo en el Oeste, sector llamado Ramírez o 14 de Diciembre, en donde, desde al­gunos días atrás se estaba combatiendo intensamente, de pre­ferencia sobre el frente externo, defendido por dos batallones y un escuadrón de caballería en oposición a una masa enemi­ga en continuo crecimiento, que por momentos peligraba la es­tabilidad de nuestra línea.

El Comando paraguayo que miraba con interés este pro­ceso, dispuso que el R. C. 3 "Coronel Mongelós" recientemen­te llegado al campo de batalla, fuese puesto a disposición de la Primera División de Infantería con el objeto de participar en el ataque, en preparación, sobre tropas enemigas localizadas en dicho sector Ramírez.

El 25 de Septiembre al amanecer, al amparo de un nutri­do fuego frontal y otras acciones de amarramiento, el citado regimiento, "Mongelós" de 700 plazas, a cargo del Mayor de caballería don Federico Smith, internábase por el bosque Nor­te, para salir poco después, en la retaguardia enemiga inter­ceptando la picada que une el fortín Ramírez con el canadón 14 de Diciembre. La sorpresiva aparición, refrendada por los morterazos de innegable eficacia para objetivos de superficie, nos brindó de inmediato su esperado efecto, traducido en el más completo, desastre enemigo, quedando en nuestro poder, nume­rosos materiales bélicos y varios prisioneros. Desde entonces y para siempre, quedaba completamente despejado de enemigos, aquel sector Ramírez, ofreciéndosenos la oportunidad de con­centrar las tres cuartas partes de nuestras fuerzas, sobre el tambaleante reducto, reservando todavía, una cuarta parte, pa­ra contener a los atacantes de Yucra.

Apremiado, Estigarribia, por liquidar cuanto antes este asunto de Boquerón, dictaba otra orden de ataque en la misma tarde del 25, para ser ejecutada al siguiente día con la partici­pación de 9.000 hombres con 24 cañones y 11 morteros de tal modo que, bajo su acción demoledora, no quedase un sólo pal­mo de terreno sin ser removido; sin embargo, la acción de la artillería, por la estrecha separación de las líneas, tenía que ser forzosamente limitada dejando a la infantería la honrosa misión de aniquilar por sí misma, los últimos obstáculos, an­tes de su entradla triunfal en el reducto fortificado.

El día señalado, las unidades se inician con un desenca­denamiento de fuego impresionante que hizo temblar los bos­ques. El regimiento N° 6 "Boquerón" y el 2 "Ytororó" infor­man haber conquistado parte de las trincheras enemigas en sus respectivos frentes; era la primera vez que, nuestras tropas ponían pie en la línea principal de resistencia. El enemigo desahuciado, se repliega sobre la 2º y última .posición; sin em­bargo, cual pataleo de muerte, organiza un contraataque esa misma noche y consigue recuperar casi todo lo perdido.

En el sector Yucra, la Segunda División que se abrió en dios, una parte conteniendo a los refuerzos de afuera y, la otra, atacando el fortín desde el cañadón descubierto exponiendo pe­ligrosa y esterilmente numerosas vidas con el único afán de complacer ciertos pedidos de alineación en el dispositivo de ataque.

 

 

 

7. - DÍA DE LA VICTORIA (29 DE SEPTIEMBRE)

 

Boquerón, era una gran pira dentro de un anillo de acero.

Sus ocupantes, sentían el calor del fuego y miraban im­potentes el siniestro que amenazaba derrumbar la ciudadela de un momento a otro.

Los atacantes, en su continuo avance habían llegado al borde del reducto, situándose a la distancia mínima necesaria para el asalto final y, esperaban solamente la llegada de la ho­ra "H" para irrumpir dentro del cerco.

Tan cerca estábamos del enemigo, aquellos últimos días de la batalla que, podíamos ver con nuestros propios ojos a la fiera acorralada que se movía de un lado a otro dentro de su reducida cueva.

Hasta que por fin, llega el 29, y aquí cae el telón sobre el drama sangriento de Boquerón. Con las primeras lumbres del amanecer, suena en nuestros oídos, el clarín de la victoria, no en la voz ronca de la corneta que no existía, sino, en el pipuuu salvaje y bravío que nace del fondo del alma de la raza, para decirnos que hemos ganado la primera gran batalla de la guerra del Chaco.

En efecto, pocos minutos antes del asalto decisivo, prepa­rado para arrasar con el fortín, los bolivianos sitiados, izaron sobre sus trillados parapetos, una serie de banderas blancas en señal de rendición.

Al instante, nuestros saldados, aguijoneados par el signo sintomático, rompen el vacío que separa a ambos bandos y, prestos invaden el interior del reducto, mientras los vencidos, en humillante actitud con los brazos en alto, salían de a uno de sus oscuras fosas.

Los nobles vencedores, lejos de descargar su ira sobre el indefenso ex-adversario, como suele suceder, le brindan su pro­tección y su afecto, .dando, lugar a emotivas escenas de abra­zos y lágrimas, como si fuesen viejos amigos que vuelven a encontrarse después de largo tiempo de separación.

De este modo, en la tibia mañana del 29 de Septiembre, se puso término al torrente de sangre vertida durante 21 días entré dos pueblos hermanos, para luego tras una breve pausa

de reorganización, volver a la lid, sobre otros teatros dio operaciones que fueron otras tantas victorias, hasta llegar a los confines del Parapití, linderos de nuestra soberanía nacional, acaso, como reflejo directo del triunfo de Boquerón.

 

CONCLUSIONES

 

La batalla de Boquerón fue la primera y la más dura de las pruebas a que fuera sometido el ejército nacional en la guerra del Chaco.

Si bien, es cierto que la superioridad numérica estuvo de nuestra parte y se pudo haber llegado al misma resultado en menos tiempo pero la falta de capacitación de nuestros cuadros de oficiales y suboficiales, la falta de apoyo de fuego a la infantería de ataque, el rigor implacable de la naturaleza hos­til (el calor y la sed), dilataban, casi siempre, el esfuerzo ge­neroso de la masa que al chorear impotente contra las posicio­nes organizadas, se convertía en un frente estático incapaz de alcanzar par sí mismo, el objetivo señalado.

Hemos aprendido que todos los ataques frontales fueron estériles solamente la maniobra de envolvimiento, el cerco, al­rededor del fortín, taponando sólidamente los caminos de ac­ceso y, hostigando día y noche a las tropas de ocupación, son capaces de darnos un resultado positivo.

Indudablemente que Boquerón fue, la victoria más cara, pero, al mismo tiempo, la más valiosa de todas, pues, ella nos sirvió de trampolín para tomar el impulso necesario y avanzar resueltamente hacia el interior del territorio usurpado, llevan­do el estandarte de guerra, de triunfo en triunfo, hasta la re­cuperación total de nuestra heredad comprometida.

Después de Boquerón, vinieron Campo Vía, El Carmen, Yrendagüé, Yvybobo y todas las otras victorias que son moti­vos de orgullo de la nación paraguaya.

Por eso es que cada 29 de Septiembre, todo el pueblo pa­raguayo festeja con unción patriótica este día que es, el día de todos, Día de la Victoria.

 

NOTAS

(5) Los refuerzos enviados desde afuera para liberar a los sitiados, eran más po­derosos que las fuerzas del reducto. Se calcula en 2.800 hombres.

(6) Una patrulla del "Corrales" a cargo del autor de estas líneas, partiendo del

sector Yucra y cruzando entre puestos enemigos había llegado hasta el retén Palacios (Capitán Abdón Palacios, Cmdte. de Bat. R.I. 2) que cubría el extre­mo N. del dispositivo, sobre el camino Boquerón - Ramírez.

(7) Muchos quedaron convencidos de que este día se había cerrado el cerco en torno a Boquerón, sin saber que, dicho enlace se había roto nuevamente con la presencia de numerosas tropas contrarias en aquel claro existente entre los mencionados extremos.

(*) Los días 19 y 20, por orden del Mayor Fernández hice dos vuelos de obser­vación aérea llegando a la conclusión de que el enemigo seguía circulando por ese tramo libre hasta entonces (entre los caminos Ramírez y Yucra). El autor.

(8) El cerco de Boquerón quedó cerrado recién el día 24 de Septiembre y no antes.

 

APENDICE I

 

VARIOS TESTIGOS DE LA MUERTE DEL TENIENTE ADOLFO ROJAS SILVA DECLARAN

Pedro Candado, natural de Concepción, Vice Sargento 1° en el R. I. 1,3 "Tuyutí" durante la guerra del Chaco y ex-com­ponente de la patrulla Rojas Silva manifiesta lo siguiente

"En el año 1927 era conscripto de la Quinta Compañía de la Guarnición de Concepción, cuando pasé a Nanawa, for­tín del que era Comandante el Teniente 2° Adolfo Rojas Silva. Merodeaban en la región numerosos cuatreros cuando el Te­niente Rojas Silva con 18 hombres organizó la persecución de esos maleantes. Salimos de Nanawa en dirección al Confuso pasando por el actual fortín "Mariscal López" que entonces no existía. Llegamos a la costa del río Confuso donde pernoc­tamos sin encontrar rastros de los cuatreros. A la mañana si­guiente, el Teniente Rojas Silva nos dijo que hasta entonces nadie había explorado la cabecera del río, Confuso y que él estaba dispuesto a hacerlo. A las 10 a.m. salimos del campa­mento siguiendo durante todo el día el curso del río Confuso. Después de pernoctar nuevamente en el camino, continuamos al clarear hasta la caída de la tarde en que volvimos a hacer alto en las proximidades del río. Por la mañana, a corta dis­tancia de. nuestro campamento escuchamos hacia adelante al­gunos tiros de fusil. El Teniente Rojas Silva eligió tres solda­dos: Isabeliano Chaparro (hoy finado), Fermín González y Remigio Argüello además, de un indio llamado Fortunato que le servía de baqueano. Ensilló su montado, disponiéndose a ir a cerciorarse de donde partían los tiros. Llamó al Sargento, de sanidad Pérez que nos acompañaba. Le dijo que la tropa que­daba a su cargo y que si él y sus cuatro acompañantes no vol­vían para la tarde, estableciera por la noche puestos dobles. Instruyó al Sargento Pérez para que si a la mañana siguiente aún no regresase, formara las tropas y siguiera sus pasos. Si llegaban al fortín, poco antes debía destacar un soldado que hablara castellano para que llegara junto a los bolivianos y preguntara por Rojas Silva. Debía pedir el parlamentario la entrega de Rojas Salva y en el caso de que los bolivianos se negaran a hacerlo o el parlamentario no volviera, el Sargento Pérez con la tropa tenían la misión de aproximarse al fortín , y hacer fuego. Yo trataré de salvarme -dijo Rojas Silva-. Esa tarde Rojas Silva no volvió. Se establecieron puestos do­bles, conforme a sus órdenes. Por la mañana, tampoco apareció. El Sargento Pérez llamó al soldado Pedro Candado, ordenándole que tomara su fusil y lo acompañara para buscar al­go que comer. Carecían de víveres. Salieron ambos siguiendo la dirección que había tomado Rojas Silva y a poco más de seiscientos metros del campamento encontraron una mula. Un poco más lejos divisaron una isla en la cual estaba ubicado el fortín boliviano. El Sargento Pérez y yo volvimos a nuestro campamento. Apenas habríamos andado cien metros cuando nos encontramos con cinco soldados bolivianos que venían del lado de nuestro campamento. Estos, nos rodearon de inmedia­to poniéndose al habla con el Sargento Pérez. Uno de los boli­vianos le dijo al Sargento Pérez que el Teniente Rojas Silva estaba en el fortín y que le hacía llamar. Yo previendo algu­na emboscada le aconsejé a nuestro Sargento que no fuera y que volviéramos junto a nuestras tropas. Uno de ellos se alejó hacia el fortín quedándose cuatro junto a nosotros.. En ese momento, aparecieron dos de nuestros soldados que venían a buscarnos, en vista de lo cual, los cuatro bolivianos se alejaron rápidamente hacia el fortín. Llegamos a nuestro campamento. El Sargento Pérez ordenó que nuestra tropa, se situara detrás de una isla en disposición de prevenirse contra cualquier ten­tativa del enemigo. Ordenó el despliegue de sus hombres en un espartillar. Hacia las 11 de la mañana del mismo día, aparecie­ron un Oficial y treinta y un soldados bolivianos deteniéndo­se a doscientos metros de nuestro campamento. El Oficial traía en la mano un pañuelo a guisa de bandera de parlamen­to. Nuestra tropa los rodeó y un soldado se aproximó a pre­guntarles a qué venían. El Oficial preguntó por el Comandante de nuestras tropas. Llamado el Sargento Pérez que se encon­traba en la isla se negó a venir a conversar con los bolivianos. Estos insistieron en conversar con nuestro Sargento, pero éste, de malas maneras me dijo que no iría y me ordenó que dijera a los bolivianos que se retiraran de inmediato. Estos regresaron a su fortín. A la mañana siguiente, sin noticias del Teniente Rojas Silva y por orden del Sargento Pérez, volvimos a Nanawa, rumbeando, por otro camino. A medio ca­mino, ya de noche, llegó junto a nosotros el baqueano que había ido con Rojas Silva el indio Fortunato. Refirió q’ cuando Rojas Silva y sus soldados llegaron al fortín boliviano, el primero entró en una pieza de la casa existente allí, donde estaba un Capitán. Que Rojas Silva insultó en voz alta a éste mientras la tropa enemiga se bañaba en el Confuso. Esa noche el indio se escapó reuniéndose con nosotros. Al oscurecer del día si­guiente, llegamos a Nanawa donde había quedado, un Sargento de apellido Ramírez. El Sargento Pérez nos dijo que él personalmente daría parte a Ramírez, pero, yo también lo hice con­tando la verdad y explicando la actitud del Sargento Pérez que por miedo no se había avenido a conversar con el oficial boliviano interesado en parlamentar con el. El Sargento Ra­mírez, aquella misma noche expulsó del fortín al Sargento Pé­rez. A la mañana siguiente, después de preparar tasajo para nuestra provisión, la misma tropa de 18 hombres, esta vez al mando del Sargento Ramírez, volvimos por el camino anterior, rumbo al Confuso. Cubrimos la distancia en dos jornadas y al oscurecer del tercer día nos adelantamos al Sargento Ramírez, varios soldados y yo. A poco de andar se nos cruzó un guazú al que yo lo perseguí disparándole tres tiros. En esto oímos varias pitadas y el Sargento me hizo señas para reunirme a él. A trescientos metros de nosotros estaba un Oficial bolivia­no y a su lado dos soldados arrodillados. El primero agitaba un pañuelo blanco, contestándole Ramírez quien se adelantó a hablar con él. El Oficial le dijo a Ramírez que Rojas Silva estaba en el fortín y que parecía medio. enloquecido. Continuó diciéndole que al día siguiente a primera hora, en ese mismo sitio, lo traería al citado Rojas Silva para entregarle. Así que­dó convenido. Esa noche dormimos en nuestro anterior cam­pamento tomando prudentes medidas de seguridad. Al otro día, a primera hora, volvimos al lugar indicado a esperar la entrega de nuestro jefe. Pusimos un observador en un árbol. A las diez apareció el mismo Oficial boliviano quedándose a una regular distancia. Volvió a agitar un pañuelo, a lo cual, el Sargento Ramírez le contestó, haciéndole señas para que se acercara. El boliviano que estaba con revólver en mano no qui­so hacerlo; entonces, el Sargento Ramírez se adelantó hacia los bolivianos que estaban desplegados formando una especie de bolsón. Ramírez que había ido solo se vio materialmente rodeado. El Oficial boliviano ya había cambiado por completo su actitud del día anterior. Se negó a dar razón de Rojas Silva y emplazó a Ramírez para que antes de las 2 de las tarde retirara su tropa del lugar donde estaba acampada, caso contrarió procederían. Agregó que, del lado de "Cuatro Vientos" venían 500 bolivianos. En la imposibilidad de hacer nada, Ramírez volvió sin responder, junto a nosotros y así regresamos a Nanawa sin que nada mas supiéramos de Rojas Silva y los soldados que le acompañaron".

 

RELATO DE LOS SOLDADOS REMIGIO ARGÜELLO Y FERMÍN GONZÁLEZ

 

"Veintiocho días después de estos sucesos llegaron a Nanawa los soldados Isabelino Chaparro, Fermín González .y Re­migio Argüello que habían acompañado a Rojas Silva. Esto refirieron que el Teniente Rojas Silva, la noche en que se ade­lantaron hacia el fortín boliviano a constatar los tiros que habían escuchado, les ordenó armar pabellones, pues no creían que existiese peligro alguno. Esa misma noche, soldados boli­vianos durante el sueño, les sacaron las armas. Ya en el fortín boliviano donde habían quedado, en calidad de presos, después de unos días Rojas Silva le dijo al Capitán que estaba ahí, que era tiempo que los pusiese en libertad y que iban a regresar a su campamento. El boliviano les hizo preparar los montados y le dijo a Rojas Silva que esperase dos horas, pues estaba por llegar un jefe que quería conversar con él. Rojas Silva le respondió que él no tenía porqué esperar a nadie y ­dio orden a sus tres soldados para que se alistaran para partir. En este momento la tropa del fortín se abalanzó sobre nosotros tomando a González y a Chaparro. A mil metros adelante hacia el campamento paraguayo iba ya Rojas Silva con el soldado Argüello cuando el primero encontró a un centinela boliviano sobre el que descargó tres golpes de yatagán en la cabeza. El boliviano empezó a dar gritos desesperados pidiendo que ma­taran al Oficial paraguayo. El soldado. Tejerina que iba siguien­do a Rojas Silva, que avanzaba de espaldas, disparó contra él cuatro tiros de fusil sin dar en el blanco. Disparó el quinto que causó una herida mortal en el costado al Teniente Rojas Silva. Refiere el soldado Argüello que murió casi instantánea­mente. Argüello trató de apoderarse del revólver de Rojas Silva, pero en este momento, el mismo soldado Tejerina lovolteó a culatazos. Un Capitán examinó el cadáver de Rojas Silva y luego comenzó a pisotear, en el pecho al soldado Ar­güello. Al oscurecer, les vendaron los ojos a los soldados Cha­parro, González y Argüello y los encerraron en una pieza. Después de cuatro días, siempre con los ojos vendados y maniatados sobre lomos de mulas, los tres fueron conducidos a un lugar que no conocen. Los encerraron en una pieza oscura y larga donde estuvieron unos cuatro días nuevamente. Refi­rieron que allí oían voces de mujeres las que a veces por un pequeño resquicio de las paredes les alcanzaban un poco de carne hervida. De allí, con los ojos vendados siempre, fueron sacados nuevamente una moche y después de cuatro días de camino fueron abandonados en un campo. Este campo era Samaklay, donde entonces no existía ningún fortín y de donde, rumbeando pudieron regresar a Nanawa sin volver a saber nunca el lugar donde fuera enterrado el Teniente Rojas Silva".

 

(Del archivo privado del señor Natalicio Olmedo)


APENDICE II

 

LA MUERTE HEROICA DEL CAPITAN DE CABALLERIA APARICIO FIGARI R.

 

Por el Coronel S/R Juan Lisboa

Nuestro Escuadrón de Caballería desprendido del R.C. 1 "Valois Rivarola" al mando del Teniente 1° Medardo Cas­tagnino, ocupaba el fortín "General Genes" actuando como oficiales de. planta les Tenientes 1° don Aparicio Figari Ri­quelme, Santiago De Filippis y Juan Lisboa (h.). En cumpli­miento de órdenes, fueron fundados los fortines "Valois Ri­varola" y "Fiérrito" a 40 y 60 kilómetros al Oeste y Sud­Oeste del asiento.de la guarnición.

El Teniente Figari, joven Oficial de carácter noble y apacible, con notables cualidades de mando y alta responsabi­lidad, fue nombrado Comandante del fortín "Valois Rivarola" llevando como dotación 35 hombres bien armado y equipa­dos. La orden eras rígida y severa, de no atacar al enemigo, pero repelerlo en caso de agresión. Por entonces, se temía un ataque boliviano en cualquiera de los sectores, en represalia de la caída en nuestro, poder del fortín "Vanguardia".

El resto del Escuadrón con 60 hombres; volvía del puesto "Fierrito" y quedó a pernoctar en "Valois Rivarola"; al día siguiente en apresta para dirigirse a su base de "General Ge­nes", se oyó hacia el fortín "Mariscal López", un nutrido tiroteo de fusilaría y ametralladoras. El Comando Castagnino, cumpliendo instrucciones permanentes, resolvió dirigirse hacia "Mariscal López" con todo el efectivo del Escuadrón menos unos 15 soldados enfermos que al día siguiente saldrían eva­cuados a "General Genes" con todos los elementos y bagajes en dos carros mennonitas.

El Escuadrón se dirigió en marcha forzada hacia Mariscal y, más o menos a 1.000 metros del fortín, encontró a un can­tinela ubicado en la copa de un árbol a quien se averiguó la procedencia y motivo de los disparos escuchados a primera hora de esa mañana. El escucha contestó que en el fortín "Mariscal López" no había ocurrido nada y que seguramente los tiros  eran del Teniente Russo Padín, Comandante del for­tín, quien, acostumbraba salir de caza por las inmediaciones del lugar.

Ante tales noticias tranquilizadoras, el Teniente Figari, con dos jinetes y el Ayudante del Escuadrón -Bogarín- se dirigió resueltamente por el cañadón para salir a un guajhó,

más bien, con ánima de dar un susto al Teniente Russo que otra cola. Los jinetes marchaban al galope cuando fueron in­terceptados por tropas enemigas en número de una Compañía, agazapadas alrededor del guajhó. Del `grupo enemigo se adelantó el Sargento boliviano, Villanueva intimando rendición al Teniente Figari quien, al contestarle éste que UN OFICIAL PARAGUAYO NO SE RINDE, y a fuer de zurdo, sacó rá­pidamente su pistola y le disparó un tiro al Sargento, desga­rrándole totalmente la oreja derecha. La reacción no se hizo esperar; una descarga de toda la Compañía tronchó la vida de Figari y de sus dos compañeros que estaban a su lado, no alcanzándole a Bogarín, cuyo caballo un tanto arisco, en desen­frenada carrera penetró en el monte vecino con su jinete a cuesta.

Al día siguiente, el Teniente Castagnino que mantenía su Escuadrón en espectativa y enterado de los sucesos ocurridos por informes del Ayudante Bogarín, que por la rapidez de los acontecimientos no pudo confirmar la muerte de sus compañe­ros, despachó un estafeta bien aleccionado ante el Comando boliviano, pidiéndole en una carta la entrega del Teniente Fi­gari y sus acompañantes y, el desalojo del fortín capturado, bajo amenaza de que si así no lo hiciere atacaría de inmediato a las tropas de su comando, con su destacamento de 1.500 hom­bres. El Capitán boliviano, Callejas, después de interrogar con amenazas, sometiendo a diversas preguntas capciosas al esta­feta, y convencidos de que estaba en peligro su Compañía, si era atacado por un enemigo superior en número y en arti­llería decidió retirarse, pero antes, contestó más o menos en los siguientes términos: Señor Comandante del Destacamento paraguayo: Deploro no poder devolver al Teniente Figari y sus dos acompañantes que fueron muertos por no respetar las órdenes impartidas a los soldados bolivianos instruidos pa­ra la guerra. Puede ordenar el ataque. Capitán Callejas".

Momento después de recibida esta contestación, se observó que las tropas bolivianas se retiraban apresuradamente del fortín "Mariscal López", y de inmediato, el Escuadrón avanzó hacia el lugar abandonado, encontrando conservas enlatadas, caramagnolas, mantas, medicamentos y otros elementos que, el enemigo en su rápida retirada no pudo recogerlos. Una mujer que responde al nombre de Isabel, capturada en el mismo for­tín y que fue tratada con toda cortesía y respeto, contó que al ser enterrado el Teniente Figari, la Compañía boliviana, al mando del Capitán Callejas, le rindió los honores militares reglamentarios.

El Escuadrón, después de expedir, un parte a la guarni­ción de Nanawa, se puso en camino de regreso a su base de "General Genes" pero, al pasar por "Valois Rivarola" se enteró de que una patrulla enemiga había interceptado el paso entre ambos fortines, incautándose de los equipos, municiones, víveres y de los 15 soldados enfermos evacuados en los dos carros mennonitas ya mencionados en el presente relato, escapándose una mujer encinta que viajaba en dicho convoy mer­ced a la serenidad y coraje demostrados frente al enemigo, consiguiendo escurrirse hacia el monte vecino, mientras los enemigos se apoderaban de la pequeña columna. El hijo de esta mujer, es vástago del Teniente Figari y de acuerdo a nues­tras informaciones, hoy, a mas de treinta años de aquel suce­so, es hombre honesto, bueno y fiel reflejo del heroico padre. Los 15 prisioneros caídos en poder del enemigo, fueron can­jeados después con los oficiales y tropas bolivianas capturados en el fortín "Vanguardia".

El Escuadrón despachó al Teniente De Filippis con 20 jinetes en persecución del enemigo y, llega-do a "General Ge­nes", pasamos de inmediato al fortín "General Aquino", bajo el Comando, entonces, del Mayor Luis Santiviago, para comu­nicar por radio al Ministerio de Guerra todas las novedades ocurridas en el lapso de una semana, incluso el parte ya re­mitido por el Teniente De Filippis informando de que el ene­migo había abandonado totalmente la línea de fortines de aquel sector.

Tales son los acontecimientos verídicos que causaron la muerte del Capitán Figari, que en vida fuera brillante expo­nente de la oficialidad de aquella época que prefirió no sobre­

vivir a la humillación de rendirse a una intimación del ene­migo.

El Capitán Aparicio, Figari nació en Asunción el 15 de Junio de 1906, siendo, sus padres, don Feliciano Figari y doña Bertilda Riquelme. Ingresó como Cadete de la Escuela Mili­tar "Mariscal Francisco Solano López" de donde egresó como Teniente 2º de Caballería el 6 de Marzo, de 1926, destacándo­selo a prestar servicios en el. R.C. 1 "Valois Rivarola". As­cendió a Teniente 1º el 14 de Julio de 1928 pasando a revis­tar en el Escuadrón de Caballería destacado en el fortín "Ge­neral Genes" donde, en cumplimiento de sus deberes, sucum­bió el 14 de Diciembre de 1928.

En vida, cumplía sus deberes profesionales a satisfacción de sus jefes y, su gran nobleza dé corazón, era probervial en el "Valois Rivarola". Era estudioso y de gran amor propio; con su muerte, rubricó el templo de acero de su formación profesional. El Gobierno Nacional, -en premio a su sacrificio heroico, le confirió el ascenso póstumo a Capitán en el arma, de Caballería por Decreto Nº 3278 del 17 de Diciembre de 1928.      

Tres meses después de su muerte, el que escribe estas líneas, recibió la honrosa orden del Ministerio de Guerra para transportar, a pedido de los familiares, los restos mortales desde el fortín "Mariscal López" hasta Asunción, sagrada misión que cumplí sin dificultad, siendo inhumado en el ce­menterio de la Recoleta con los honores militares reglamenta­rios, con asistencia del Poder Ejecutivo en pleno, y una multi­tud pesarosa y triste que le acompañó hasta su última morada con gran unción patriótica y renovada devoción al héroe inmolado en aras de la Patria.


 

 

ELEMENTOS PARA UNA CLASE EN FORMA DE PREGUNTAS Y RESPUESTAS

 

P.-¿ Cuándo, dónde y por quién, fue fundado el fortín Boquerón?

R.- Boquerón fue fundado, en el año 1927 por el Capitán Ortiz Cabral en el sector de Puerta Casado a 240 kiló­metros al Sur-Oeste de este último.

 

P.- ¿Qué importancia tenía este lugar desde el punto de vista, militar?

R.- Boquerón era la llave que cerraba el paso, del enemigo hacia las ricas Colonias agrícola-ganaderas de la región Casado; así como también, hacia la vía férrea del mismo sector que conecta con el puerto de  este nombre sobre la margen derecha del ría Paraguay (Puerto Ca­sado).

 

P.- ¿Cuántas veces fue atropellado el fortín Boquerón en tiempo, de paz?

R.- Boquerón fue tomado dos veces por los bolivianos; una vez, el 14 de Diciembre de 1928 y otra vez, el 31 de Ju­lio de 1932. La primera vez fue restituido por mediación de la Liga de las Naciones, canjeándose por el fortín "Vanguardia" y, la segunda vez, por medio de la vio­lencia (Batalla de Boquerón), en Septiembre de 1932.

 

P.- ¿Cuando comenzó la batalla de Boquerón y qué fuerzas intervinieron en ella?

R.- El 8 de Setiembre de 1932 se cambiaron los primeros tiros entre ambas fuerzas pero, fue el 9 que se produjo el choque violento en los campos de Boquerón. Un destacamento de 4.500 hombres al mando del Teniente Coronel José Félix Estigarribia había partido de Isla-Poí con la misión de retomar Boquerón en la fecha expre­sada, pero, sólo se consiguió el objetivo, el 29 del mismo mes, después de una cruenta lucha de 21 días.

 

P.- ¿Cuáles fueron las unidades paraguayas y quiénes sus jefes principales, además de Estigarribia?

R.- Primera División de Infantería a cargo del Mayor Car­los J. Fernández y, la Segunda División también de Infantería, a cargo del Teniente Coronel Gaudioso, Nú­ñez. Los regimientos fueron varios: R.I. 1 "2 de Mayo", R.I. 2 "Ytororó", R.I. 3 "Corrales", R.I. 4 "Curupay­ty ", R.I. 6 "Boquerón", R.C. 2 "Coronel Toledo", R.C. 3 "Coronel Mongelós", G.A 1 "General Bruguez", G.A. 2 "General Roa", B.Z. 1 "General Aquino", Avia­ción, etc.       

 

P.- ¿De cuánto se componía el enemigo y quienes eran sus jefes?

R.- En el reducto fortificado de Boquerón habían unos 800 a 900, hombres, pero, los que venían de refuerzos desde Arce y Muñoz eran mucho mas (2.700 hombres). Total, unos 3.500 hombres que se batían encarnizadamente contra nuestras tropas. El Comandante del fortín era el Teniente Coronel Manuel Marzana.

 

P.- ¿Cuáles fueron los principales obstáculos para el ejér­cito paraguayo?

R.- La falta de preparación para la guerra, especialmente en personal fue una de las primeras fallas que dilató el éxito. Teníamos superioridad numérica en Boquerón pe­ro, nos faltaba capacitación técnica en los cuadros, así como nos faltaban camiones y agua para las tropas. No se previó la lista de necesidad desde tiempo de paz, las excavaciones de pozos de agua, ni se había hecho levan­tamientos topográficos del terreno del Chaco, muy poco conocido para la mayoría. Todos estos detalles fuere serios inconvenientes y, sobre todo, la sed, que fue una tragedia.

 

P.-- ¿Qué elementos fueren tomados a los bolivianos en Bo­quer6n, aquel día de la rendición?

R- Prisioneros: 2 Tenientes Coroneles, 3 Mayores, 3 Capitanes, 5 Tenientes, 11 Sub-tenientes, 820 individuos de tropa.

Armamentos: 911 fusiles y carabinas, 39 fusiles-ametralladoras, 14 ametralladoras pesadas, 2 cañones Schneider, 1 Krupp, 2 Semag antiaéreos.

Diversos: 1 camión en buen estado, una bandera boliviana desenterrada.      

 

P.- ¿Cuántas bajas de ambos lados?

R.- No existe una estadística exacta, pero, se calcula en 1.500 para las paraguayos y, 1.800 para los bolivianos.

 

P.- ¿Cuáles fueron las consecuencias de la victoria de Bo­querón?

R.- La victoria de Boquerón fue la más costosa pero, a la vez, la más importante de todas, pues, con ella, el Ejér­cito Nacional adquirió el impulso moral necesario que lo llevó de triunfo en triunfo hasta más allá del Parapití y a los piesdel Aguaragüé que son los límites arcifi­nios de nuestra heredad comprometida. Gracias a Bo­querón sobrevino Campo Vía, El Carmen, Yrendagüé, Ybybobo, y otros tantos lauros que enriquecieron el acervo de nuestra historia patria.

 

 

 

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