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HERIBERTO FLORENTÍN

  LA BATALLA DE STRONGEST, 1986 - PorHERIBERTO FLORENTÍN


LA BATALLA DE STRONGEST, 1986 - PorHERIBERTO FLORENTÍN

LA BATALLA DE STRONGEST

APUNTES PARA LA HISTORIA DE LA GUERRA DEL CHACO

por HERIBERTO FLORENTÍN. CORONEL (S.R.)

Editorial EL FORO

1986

 

(2ª Edición – 1ª Edición: Editorial Asunción,

Álvarez Jonte 2315, Buenos Aires, 1958)


 

ÍNDICE:

·         I* Antecedentes.

·         II* Situación de ambos ejércitos

·         III* Intención del Comando Paraguayo

·         IV* El I.C.E. inicia la acción

·         V* Actuación de la D.7

·         VI* Maniobra de la D.2

·         VII* Actuación de la Octava División

·         VIII* El enemigo

·         IX* Actuación del Z.1

·         X* Retirada de la D.7

·         XI* Retirada de la D.2

·         XII* Batallón Estigarribia

·         XIII* Conclusiones

 

ANEXO I: Lista de pérdida de los SS.JJ. y OO. Que participaron en la batalla de Strongest;

ANEXO II: Cuadro de pérdida del I.C.E. en personal en Strongest. Pérdidas de materiales en Strongest

ANEXO III: Informe del Tte. 2º de Rva. Don Mario Chelli/ Informe del Cmdo. Del R.I.16 “Mariscal López”/ Otro informe del mismo comando/ La muerte del Capitán Golsmith

ANEXO IV: Diario de Guerra del Batallón Estigarribia

ANEXO V: Informes de unidades interesadas

ANEXO VI: Instrucción de sumario

ANEXO VII: Inspección e informe del terreno donde combatieron el R.10 y C.9 y II.R.10

ANEXO VIII: Movimiento de un puesto telefónico divisionario durante la batalla de Strongest/ Algunos tipos de radiogramas cifrados en guaraní, durante la batalla/ Epílogo

ANEXO IX: Aclaraciones del Cnel. Gaudioso Nuñez. Ex. Cmdte del I.C.E. sobre la batalla de Strongest

ANEXO X: Prisioneros de Guerra

ÍNDICE DE GRABADOS.

 

HERIBERTO FLORENTIN Coronel (S. R.)

Como en su anterior libro “Lo que he visto en Boquerón”, que al poco tiempo de aparecer ha logrado ya amplia difusión y resonancia, su autor, el coronel (S.R.) Heriberto Florentín, vuelve a ofrecer en las páginas de La Batalla de Strongest un aporte de extraordinario mérito a la bibliografía e historiografía de la guerra del Chaco. Al igual que el anterior, este trabajo constituye un veraz testimonio a la vez que una lúcida exposición de uno de los más complejos y menos divulgados episodios de la contienda, en el que la estrella de las armas paraguayas sufrió el primero y único eclipse a lo largo de tres años de incesantes combates en las sombrías entrañas del “infierno verde”. El coronel Florentín, que actuó en dichas jornadas comandando con grado de capitán el regimiento “Corrales”, relata día por día el desarrollo de la batalla con la pasión del testigo y del actor, pero al mismo tiempo analiza con la objetiva Imparcialidad del historiador, las causas de aquel contraste al parecer inexplicable, de un ejército victorioso que estaba llegando a la culminación de sus objetivos con la recuperación del territorio patrio de manos del Invasor, a despecho de la superioridad numérica de éste y de su mayor potencialidad bélica.

“En la batalla de Strongest -dice en el prólogo el capitán Oscar Pinho Insfrán, otro descollante guerrero del Chaco- están reunidos todos los factores que un estudioso en materia militar puede hallar para enriquecer su acervo. El coronel Florentín -agrega- merece un calificativo consagratorio al atreverse a publicar un libro que versa sobre una batalla perdida cuando sus actores principales viven aún. El autor, haciendo galas del mismo valor que le caracterizó en la contienda, incursiona en un terreno áspero y hasta Ingrato con la máxima resolución, pero, no lo dudamos, con espíritu patriótico y absoluta buena fe.

Por ello, el valor Intrínseco de esta obra radica en el armónico equilibrio de su riqueza documental, de su espíritu crítico y de su Intención didáctica y moralizadora. Es la obra de un soldado, amante de su patria y de su vocación que plasmada en el crisol del sacrificio, deja a las futuras generaciones un legado de experiencia y enseñanzas y un mensaje de fecundas proyecciones.

 

AUTORIZADOS JUICIOS SOBRE EL LIBRO

LO QUE HE VISTO EN BOQUERON

“Lo que he visto en Boquerón” es un libro denso de hechos en cuyo fondo palpita la vida y el espíritu del teniente y de los jóvenes soldados que constituyeron nuestro bisoño ejército antes y durante la campaña del Chaco. Su mayor valor está en la sencilla sinceridad con que el autor nos lleva a los cañadones y a los piques en compañía de los patrulleros paraguayos. . .

(De Antonio E. González, teniente coronel S. R.)

Cosa que no siempre me ocurre con estos libros “históricos” sobre la guerra, el tuyo lo leí en un apasionado “tirón”, lo que quiere decir que has sabido, con tu prosa suelta, sencilla, sin artificios ni pretensiones, crear el Interés permanente del lector sobre los temas que tratas, entre los cuales, siempre, como médula tintineante se escucha el “leitmotiv” boqueroniano de ese libro que también podía llevar el nombre de “Nacimiento, vida, pasión y gloria de un fortín”. . .

(De Américo González Merzario, capitán de corbeta S. R.)

... Si bien contiene elementos de índole profesional castrense, no por eso deja de ser Interesante a los ojos profanos, ya que la fluidez del estilo y el relato muchas veces pormenorizado de las acciones mantienen desde la primera hasta la última página, permanente atracción.

(De “El País”, del 14-1-58)




A los Oficiales y Tropas del R.I.3 "Corrales” que me rescataron del cerco de Strongest, en camilla, combatiendo.

A los Doctores (Médicos) José Soljansic, Julio Manuel Morales y Pedro De Felice, a quienes también debo la vida.

Para todos ellos, mi eterno reconocimiento.



PROLOGO DE LA PRIMERA EDICION

La batalla de “Cañada Strongest” constituye uno de los episodios más importantes de la Guerra del Chaco por los efectivos de ambos ejércitos empeñados, en ella y por la misión estratégica encomendada a cada una de las grandes unidades en caso de un éxito completo, podría decidir los destinos de la contienda en favor de uno o de otro. Siendo una batalla favorable al Ejército Paraguayo, su desarrollo y epílogo mostró facetas positivas y negativas que la historia debe reconocer como experiencia útil. Ninguna acción como la de “Strongest” ofrece matices tan variados, hechos tan sobresalientes que rayan hasta lo inconcebible. Es verdad que, de existir una perfecta trabazón espiritual entre los comandos y capacidad profesional suficiente, sin excepción alguna, la acción que arrojo saldos de tragedia hubiese constituido la victoria definitiva Paraguay con la destrucción de las importantes unidades en maniobra de las fuerzas enemigas, pero, en la guerra, como todas las actividades humanas, resulta harto difícil prever el límite del rendimiento positivo del hombre tanto como nivelar las capacidades a un grado prudente para asegurar el éxito de tareas complejas y difíciles. Durante el desarrollo de las operaciones efectuadas desde el comienzo de la Guerra del Chaco fue produciéndose la selección del personal movilizado de primera línea con el desplazamiento de los incapaces y el ascenso de quienes probaron poseer condiciones para ello. Cuando se llegó a la Batalla de “Strongest”, este proceso no había terminado. Valores brillantes de nuestro Ejército que apuntaban ya como eficientes conductores cumplían aún funciones secundarías por su baja graduación, a pesar de su larga experiencia. Es así que “Strongest” señaló en algunos comandos falta de inteligencia, de visión táctica, de previsión, de valoración acertada de los informes y órdenes recibidas para apreciar la situación real del momento, es decir, las cualidades supremas para el mando; faltó el renunciamiento a esas estúpidas rivalidades y egoísmos que no amenguaron ni ante la difícil situación en que se hallaba el Primer Cuerpo ni ante el sacrificio de las unidades que se batían entre las tenazas enemigas sin esperanzas ya de triunfar.

* * *

En “Strongest” faltó “unidad” en la acción de los comandos, factor éste tan importante para la coordinación o sincronización de las operaciones tácticas, aún más necesaria en los días confusos de la gran batalla en que la desconcertante acción del enemigo imponía un intercambio permanente de informaciones para descubrir sus planes y objetivos y adoptar, en consecuencia, medidas inmediatas. Creemos firmemente que la ausencia, del factor “unidad” fue causa de la sorpresiva avarición del enemigo en la retaguardia de la 7º División y de la permanencia injustificada de la 8º División en el pique “García” cuando sus propósitos de maniobra estaban descubiertos  y, por tanto, no era ya posible contar con el factor sorpresa. Atribuimos también a aquélla la rendición del R.C.9 y del R.I.10 que se hubiesen podido escurrir a tiempo y burlar el envolvimiento, de existir una estrecha colaboración entre los comandos superiores.

El estudio que nos ofrece el coronel Florentín contiene la documentación y los testimonios suficientes para, una apreciación exacta de la gestación, desarrollo y epílogo de la Batalla de “Strongest”. Su ordenamiento metódico facilita al lector seguir la acción día por día, y sus observaciones y críticas, hechas con singular severidad, dan relieves propios y veraces a los aconteceres tan cambiantes y tan intensos en su dramatismo.

Aparte de los hechos negativos, lamentables y condenables, la Batalla de “Strongest” ofrece, a pesar de aquéllos, facetas que enorgullecen y que denotan y prueban la fibra extraordinaria del paraguayo, así como sus grandes actitudes para sobrellevar las penurias y afrontar los momentos críticos con valor, inteligencia y patriotismo. Tal el comportamiento del Batallón comandado por el capitán Joel Estigarribia, cuya resistencia salvó a la 2º y 7º División de ser copadas totalmente. Dicho Batallón cumplió durante la batalla una de las más brillantes faenas digna de los mejores elogios y cualquier juicio consagratorio será poco para enaltecer tan relevante página de la historia nacional. Además del comportamiento del Batallón “Estigarribia” que sucumbió, al fin, abatido por falta de municiones, la sed, el hambre, y el cansancio, hay tantos hechos de extraordinarios relieves como la actuación del Batallón comandado por el entonces teniente Demetrio Cardozo en cumplimiento de la misión que se dio a sí mismo de mantener al enemigo que desbordaba hacia el Este, después de trazar el camino “Lóbrego”, a retaguardia de la 7º División. Las tretas empleadas para simular una potencia de fuego superior a la real y su decisión de mantener la heroica cortina de retención, aun desobedeciendo la orden de replegarse hacia la 8º División, complementaron y emularon la hazaña del Batallón Estigarribia. El esfuerzo singular del Batallón Z.l “Mandi-í”, comandado por el teniente Felipe Vetilla Avalos, que tras una labor ininterrumpida, de 22 horas, cumplió con éxito sorprendente la misión de abrir, a machete y coraje, la picada que luego se llamó “Salvación”, posibilitando el escurrimiento de la 7º División con toda su artillería. Solamente trasladándonos mentalmente como testigos presenciales al escenario de esta proeza, frente a un enemigo superior en número, activo y osado, dueño de la iniciativa; roturando la vegetación agresiva y seca, con tan reducidos efectivos y medios asaz precarios, podríamos aquilatar este esfuerzo prodigioso. Los patrullamientos a larga distancia, algunos en terrenos controlados por el enemigo, efectuados por los tenientes Aurelio González, Mario Chelli, Abel García Meza, etc. (1)..La presencia de ánimo y la serenidad del coronel Félix Cabrera, comandante de la 8º División, sus órdenes oportunas y la ejecución de ellas por oficiales y tropa con tal decisión, rapidez y temeridad, que despejaron nuestra retaguardia de los incursores enemigos y, por último, el ejemplo de algunos oficiales, suboficiales e individuos de tropa pertenecientes a las unidades cercadas que, aún ante la resolución de sus jefes y de sus exhortaciones para deponer las armas y rendirse al enemigo, decidieron desobedecerlas y luego buscar el hueco de su liberación que la consiguieron cruzando las líneas enemigas, marchando durante días y noches por montes y cañadones, acuciados por la sed, el hambre y la metralla, rotosos y extenuados, kilómetros tras kilómetros, hasta llegar, por fin, a sus unidades para seguir la lucha al lado de sus camaradas de armas (2). Ninguna pluma podrá describir la realidad vivida durante los días de esta batalla memorable ni la magnitud de tanto heroísmo. En la adversidad se prueba la fortaleza moral y espiritual de los hombres y el paraguayo las dio con creces, una vez más, de su temple, de su fibra y de sus cualidades de combatiente infatigable, ingenioso, temerario y capaz.

La Batalla de “Strongest” es única en los anales de la Guerra del Chaco. Merece un estudio detenido y profundo, el cual puede hacerse porque es la acción mejor documentada de cuantas se desarrollaron. En ella están reunidos todos los factores que un estudioso en materia militar puede hallar para enriquecer su acerbo. Su disección debe ser materia especial en nuestros colegios de enseñanza castrense donde él joven estudiante puede sopesar los errores y omisiones, para no caer ellos en su carrera profesional y nutrir su moral del heroísmo legendario con que tantos compatriotas nuestros hicieron derroche para salvar el honor de la estirpe.

* * *

Han tenido que transcurrir veinticuatro años de aquella acción para que uno de sus actores se haya decidido a escarbar los expedientes ya envejecidos que guardan los documentos referentes a la acción de guerra que titula esta obra. Muchas controversias suscitarán las conclusiones sostenidas por el coronel Florentín, tanto respecto a las acciones desarrolladas en el sector del Primer Cuerpo como en los que correspondían a los dos cuerpos vecinos, todos convergentes hacia la misma finalidad estratégica. Si aquéllas se produjeran en forma pública y escrita, ya sea por intermedio de los periódicos o el libro, “La Batalla de Strongest” reunirá a su valor intrínseco, el mérito de promover la investigación de la verdad y la justicia sobre un hecho de armas de tan extraordinaria influencia en la campaña que siguió hasta la firma del armisticio.

El autor afirma que “Strongest”, considerada como prueba del reagrupamiento, de la potencia de fuego, y de la reintegración del Ejército Boliviano, es consecuencia de la tregua inexplicable de “Campo Vía”, y al mismo tiempo de señalar los hechos sobresalientes que honran a sus actores, fulmina implacablemente a quienes, en su concepto, tenían el deber, que no cumplieron por causas diversas, de evitar el dramático desenlace.

Pero hay interrogantes que exigen respuestas: Si el Primer Cuerpo tuvo la misión de atraer sobre sí la mayor parte de las fuerzas enemigas para dar libertad de maniobra a los dos cuerpos restantes, ¿la cumplió o no de acuerdo a los planes del comando superior? Y si esto fuera afirmativo, como los hechos parecen comprobarlo con la aparición en su frente de unidades extraídas por el enemigo de los sectores del Primer y Segundo Cuerpo, ¿por qué éstos no actuaron aprovechando las ventajas que les deparaba esta situación prevista?

Si las unidades operativas del Ejército Boliviano hubieran cumplido perfectamente el plan trazado, el Primer Cuerpo habría sucumbido o se habría visto obligado a efectuar una retirada en tan malas condiciones que no le permitiría actuar con eficacia durante mucho tiempo.

Un hecho que llama la atención y que debe ser esclarecido es el porqué de la concurrencia directa de unidades de refuerzo desprendidas de los cuerpos de ala para salvar al Primero, que se hallaba luchando ante las columnas de maniobra del enemigo. Aquélla implicaba un debilitamiento de nuestras dos grandes unidades, precisamente cuando más fuerzas necesitaban para el cumplimiento del objetivo principal. Con esta contramaniobra de gran envergadura, las unidades bolivianas empeñadas en Cañada “Strongest” tendrían que volverse inmediatamente para conjurar la nueva situación abandonando el terreno y las ventajas conquistadas. Tal cosa no ocurrió y las unidades de refuerzo llegaron tardíamente cuando ya las líneas defensivas del Primer Cuerpo estaban constituidas y la presión enemiga, debilitada o neutralizada mediante los rudos combates empeñados por las unidades que lo integraban y que mantuvieron su cohesión y disciplina.

* * *

El coronel Florentín merece un calificativo consagratorio al atreverse a publicar un libro que versa sobre una batalla perdida cuando sus actores principales viven aún. Acostumbrados como estamos al halago sin cortapisas y al mutismo ante los desaciertos o errores, resulta un exabrupto encarar los problemas con la crudeza descubierta y fría del autor. Barruntamos que la cosecha no será completamente óptima para él coronel Florentín, pues, a la vez que congratulaciones de una parte, recibirá, invectivas de la otra, pero, la historia en su aspecto anecdótico, para servir de fuente orientadora o inspiradora, debe ser ante todo veraz. El reconocimiento de los errores y sus causas deben servir de correctivo en el porvenir. En tal sentido aquéllos no deben quedar definitivamente frustrados. De su disección deben extraerse las grandes soluciones y las medidas de prevención para evitar que ellos se repitan. Errar vez no es condenable, reincidir en el error, he allí el delito. El autor, haciendo galas del mismo valor que le caracterizo en la contienda chaqueña, incursiona en un terreno áspero y hasta ingrato con la máxima resolución, pero, no lo dudamos, con espíritu patriótico y con absoluta buena fe. Estoy seguro que otros soslayarían deliberadamente los aspectos que calificamos negativos de la batalla, para consagrar solamente las hazañas realizadas y que no fueron pocas. Florentín expone con sinceridad y sin requiebros. Habla como un soldado, franca y enérgicamente; no rehúye, afronta con la mayor soltura y naturalidad; critica sin ofender y señala los méritos con sobriedad sin caer en la lisonja. Florentín no es un escritor de fuste; escribe a su estilo, con sencillez, sin términos buscados ni circunloquios churriguerrescos que suelen caracterizar a la literatura de guerra, especialmente entre nosotros. Es un soldado que ha visto, sentido en sus propias carnes e impreso en su espíritu y en su mente los episodios ardientes de una contienda injusta que sellaron su juventud de huellas profundas. Es un realista que investiga y expone sin reservas facilitando el conocimiento de valiosos documentos hasta hoy inéditos y de gran valor histórico, que invitan a la reflexión y al análisis.

Por todo esto, creemos que “La Batalla de Strongest”, constituye una obra de indudable valor y un aporte esperado tendiente a clarificar la verdad sobre uno de los episodios, seguramente el más complejo y difícil de la Guerra del Chaco.

OSCAR PINHO INSFRAN


NOTAS

1) Tte. 1º.José Luis Duarte, unidad: R.I3, fecha: 7-V, lugar: al O. de Lób., distancia: 26 kms.; Tte. 2º Abel García Meza, R.I.3, 6-V, al E. de Lóbr., 29 kms ; Tte. 2º Rafael Mendoza, R.I.10, 20-V Aguada R.10, 8 kms.; Tte. 2º Eusebio Rodríguez, R.I.10, 14-V, Aguada R.10, 8 1/2 kms.; Tte. 2º Arnaldo Gorostiaga, R.I.10, 20-V, Aguada R.10, 22 kms.; Tte. 2º Juan Sacarello, R.I.17, ..-V, Recta Lóbr., (hasta K. 58); Tte. 2º Mariano Agüero, R.I.17, .. -IV, al O. Lóbr., 20 kms.; Sgto. 1º Fortunato Mendoza, R.I.17, 8-V, al N. E. Lóbr, 15 kms.; Sgto. 1º Miguel Vinales, R.I.17, 10-V, al N. E. Lóbr., 8 kms.; Tte. 2º-Mario Chelli, R.I.17, 17-V, al N. E. Lóbr., 55 kms.; Tte. 2º Ramón Sanabria A., R.I.9, 10-V, al O. de Lóbr-, 4,5 kms.; Tte. 1º Aurelio González, R.I.9, 6-14-V, al O. de Lóbr., 33 kms.; Tte. 2º Cipriano Mereles, R.I.9., ..-V, al N. de Lóbr.; Tte. 2º Pedro Román, R.I.9, ..-V, al N.O. de Lóbr., 15 kms.; Tte. 2º Juan Duarte, R.I.10, ..-V, al N.E. ag. R.10, 15. kms.; Tte. 2º Antonio Caballero, R.I.12, 23-V, Pic. Victoria, 8 kms.; Tte. 2º Eladio Benítez A., R.I.16, 15-V, al O. de Lóbr., 8 kms.; Tte. 2º Juan Rodríguez, R.I.3, 4-V, al O. de Lóbr., 20 kms.; Tte. 2º César Céspedes, R.I.18, 18-V, al O. de Lóbr., 8 kms.; Tte. 2º Cecilio Escobar, R.I.18, 18-V, al O. de Lóbr., 8 kms.; Tte. 2º Roberto Paleari, R.I.18, 18-V, al O. de Lóbr., 8 kms.; Tte. Francisco Villamayor, R.I.16, al O. del Lóbr. 25 kms. — Estos datos fueron sacados de los informes de las DD. UU. obrantes en el archivo.

2) Escapados individualmente del cerco: Ttes. 2dos. Américo Franco Goiburú, Francisco Coglhan, Gustavo Adolfo Seitz, Víctor Stilf y Pantaleón Arce; Sgtos. 1ros. Nery García R., Victoriano Dettone, José D. Cardozo y Natalio Ortigoza Silva; Sgts. 2dos. San. Adolfo R. Morilla, Lauro Rodríguez y Alejandro Rojas Ocariz; soldados Bonifacio Godoy, Feliciano Gayoso, Juan C. Morínigo, Pedro Pablo Rodas y Pío Fernández (ordenanza Tte. Stilf); un Sgto. López y cinco soldados; un clase y siete soldados, todos del Regimiento C.9 “Capitán Bado”. — Estos datos fueron sacados de las declaraciones de diversos testigos del sumario de Strongest.




PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICION

La Batalla de Strongest” es un libro novedoso, veraz y sincero, cuyas apreciaciones y conclusiones son como arietes afilados que van derribando uno por uno a los seres mitológicos que vivían entre nosotros como personas normales disfrazadas de grandes héroes.

Para mucha gente fue difícil comprender el fenómeno “Strongest”, porque no estaba familiarizada con el argot militar; para otros, porque no llegaba a sus manos ni un ejemplar de sus limitados tirajes. Alguien calificó a tal suceso como un repentino aguacero caído en un día hermoso pleno de sol. La comparación no va lejos de la realidad, pues, hasta entonces, nuestro ejército victorioso marchaba muy orondo, hinchado de glorias por las ásperas rutas del endemoniado “Lóbrego”, sin que nadie esperara la misteriosa aparición de una gran masa boliviana que nos dejó perplejos. Aparte de la miopía de los comandos que no veían la concentración cercana del enemigo, habían algunos necios que aun mostrándoseles a la luz del día que una gruesa columna boliviana se nos venía encima, no querían creer que se trataba de seres humanos en actitud belicosa, y preferían considerarlos como inocentes fantasmas que venían a darnos la cordial bienvenida; pero, cuando la realidad se mostró al desnudo les faltó piernas para correr. Otros jefes de la misma calaña, a raíz de la sorpresiva aparición del adversario, se transfiguró (uno de ellos) en paranoico con síntomas de pánico y arrastró a su División hacia cualquier lado menos hacia donde teníamos que ir desperdiciando inútilmente tiempo y energía de su tropa.

En esta segunda edición, sin cambiar para nada los conceptos fundamentales expresados en la primera, hemos hecho lo posible por completar algunos detalles que faltaban, como por ejemplo, la crónica referente a los prisioneros de guerra cuyos detalles no teníamos aquella vez.

Por estas y muchas otras razones, este libro está señalado como el más polémico entre sus congéneres; siendo sus detractores más fervientes aquellos mismos ya marcados a fuego como los culpables del revés sufrido por primera y única vez por nuestro glorioso ejército paraguayo.



I

ANTECEDENTES

 

Después de la resonante victoria de Campo Vía (Dic. 1933), el ejército paraguayo, adormecido en brazos de la gloria, se entregaba a una larga siesta, en espera de un despertar feliz 1, malográndose mientras tanto el fruto de tan magnífico esfuerzo.

En efecto, interrumpía la continuidad de su ofensiva, en mi momento en que hacía falta el último empujón para consumarse la destrucción del ejército adversario —esencia capital de todo objetivo militar— y crear el clima propicio para la concertación de un tratado de paz, duradero, oportuno y digno de los merecimientos del pueblo paraguayo.

Desgraciadamente, habíamos desaprovechado la ocasión de liquidar los destacamentos dispersos y desmoralizados, que aún quedaban en los caminos del sector Muñoz-Villamontes, y llegar hasta este último punto (Villamontes), el codiciado baluarte político y militar, semivacío en esos momentos de la derrota.

Vale la pena, amigo lector, rememorar los resultados 2 de aquella formidable jornada (Zenteno-Gondra o Campo Vía) para convenir con nosotros en la optimista apreciación de poder alcanzar el fin de la guerra como resultado natural del aplastamiento total del ejército adversario; esta coronación del éxito exigía, empero, una condición, que no cumplimos, y fue la de explotar inmediatamente el triunfo obtenido, llevando el impulso de nuestra ofensiva hasta el último fortín de la retaguardia, sometiendo a nuestra voluntad el saldo de sus fuerzas morales y materiales. Pero las cosas sucedieron de muy distinta manera; el espectáculo de la rendición de millares de prisioneros y toneladas de materiales, impresionó vivamente a la opinión pública y muy especialmente al primer mandatario de la nación, quien dio su asentimiento a la sugestión de un armisticio de 10 días —que se prolongó a 15—- con el pretexto de auxiliar a los heridos y recoger extraviados en los bosques.

Esta tregua, permitida con fines humanitarios, al decir de nuestra cancillería de entonces, perjudicó grandemente los intereses nacionales, en la misma medida que favorecía los de Bolivia, cuyo mando la aprovechó útilmente para rehacer sus cuadros, movilizar nuevas clases y organizar nuevas posiciones para detener a su indolente perseguidor.

Algunos partidarios de la tregua siguen sosteniendo hasta hoy día, que después de aquella jornada extraordinaria, era indispensable un compás de espera, a fin de reajustar los resortes organizativos y completar los medios materiales —especialmente en transportes— para iniciar la persecución.

No nos oponemos a este concepto fundamental de la reagrupación de los equipos con sus medios orgánicos, antes de emprender la siguiente etapa de la lucha; pero no somos partidarios de llevar las cosas a un extremo tal, de admitir la absoluta carencia de elementos para proseguir esta fase obligada de la batalla, en caso de éxito.

Militares y civiles, sostenedores del argumento arriba mencionado, es tiempo que se convenzan de que la reacción boliviana, pos-Campo Vía, concretamente Strongest —que costara tanta sangre a la nación— fue consecuencia directa de tales errores.

La historia militar de todos los tiempos, nos ha dejado lecciones fecundas y sabios consejos que es bueno recordar. Blucher había dicho ya después de la batalla de Katzbach: “No es suficiente vencer, también es necesario aprovechar la victoria. Si no presionamos enérgicamente al enemigo es natural que resistirá de nuevo y tendremos que conseguir con una nueva batalla lo que podíamos alcanzar sin ella”.

Federico II, nos dejó esta advertencia: “¿Pero qué ventaja sacaréis del arte de vencer si no sabéis aprovechar de nuestro triunfo? No perseguir al enemigo, equivale a entregar a la casualidad lo que ya fue decidido”.

El manido pretexto de la falta de medios, para perseguir al enemigo, después del gran triunfo de Campo Vía, que aducen los tregüistas, adolece de inconsistencia, puesto que, si tuvimos elementos para abatir al adversario cuando se encontraba en la plenitud de sus fuerzas, ¿cómo íbamos a carecer de ellos para recoger sus despojos? Alguien dijo: “Jamás se recogen laureles con más facilidad que después de una batalla ganada”.

No está en nuestro ánimo, abrir debate sobre el tema armisticio de Campo Vía, pero sí, queremos señalar su funesta repercusión en el campo militar, donde ha corrido mucha sangre inocente. Y tal es la relación entre causa y efecto, que, si tuviéramos que expresar la historia, por medio de fórmulas aritméticas, sin titubeo escribiríamos así: Tregua de Campo Via es = a Sacrificio de Strongest.

El infortunio de Strongest, vino a sorprender a la opinión pública nacional, en un momento menos pensado, cuando la buena estrella de nuestras armas, parecía haber marcado el rumbo definitivo de la victoria, y cuando la supremacía de nuestro potencial combativo, parecía ser una realidad incontrastable, según se había demostrado y refirmado en una serie de acciones vigorosas y afortunadas desde los campos de Boquerón hasta Zenteno y Fernández, sin haber conocido hasta entonces, la vergüenza de una derrota, lo cual explica —en cierto modo— cómo hasta hoy día la causa de Strongest se pierde en la nebulosa de una contradicción inexplicable.

Para comprender este fenómeno, es indispensable tomar como punto de partida, la injusta tregua de Campo Vía, que vino a amainar el ímpetu de nuestra ofensiva en plena exaltación. Luego, le sucedió un largo período de apatía en la conducción y ejecución de nuestros movimientos operativos, que favoreció directamente al estropeado adversario, que tuvo suficiente tiempo para restañar sus heridas y restablecer sus fuerzas combatientes.

Sólo en abril de 1934 —cuatro meses después de la victoria— la ofensiva paraguaya iba retomando el ritmo perdido y se aprestaba a ejecutar una maniobra envolvente por el N., abarcando a los dos núcleos enemigos (centro y sur) pero con tan mala suerte, que la poderosa aviación boliviana dueña absoluta del cielo chaqueño, descubrió e impidió la persecución del itinerario de maniobra. Desgraciadamente, el mando del II.C.E. no admitía otro medio de progresión de una ancha picada, olvidándose tal vez que a esa altura de guerra, ya teníamos sobrada experiencia de los desplazamientos sin camino —en el bosque— pechando montes, como quien dice, tal como se demostró en Yucra, Alihuatá, Fernández. La China, Cañ. Tarija y otros tantos ensayos posteriores que vinieron a ratificar nuestro dominio del bosque, característica exclusiva del montaraz guaraní y recurso inapelable en manos de nuestras tropas, que ningún medio mecánico, ni la propia aviación pudo neutralizar. Pero, desde el momento que a nuestro movimiento tenía que precederle una senda, pique o picada, de antemano le estábamos ofreciendo al enemigo el expediente de nuestra intención.

El comando paraguayo, consciente de nuestra impotencia para contrarrestar los inconvenientes derivados de tal desequilibrio de medios, para la proyectada maniobra por la derecha, decidió desplazar el centro de gravedad de su esfuerzo, al centro del dispositivo general, dando así origen a lo que había de llamarse “Batalla de Strongest”, cuyo desarrollo y desenlace, conoceremos en breve, a través de los capítulos siguientes.


NOTAS

1 Todos creían que detrás de Campo Vía vendría la paz.

2 En Campo Vía, Bolivia perdió: 250 oficiales, 8.000 ind. de tropa, 500 ametralladoras livianas, 300 ametralladoras pesadas, 20 pzs. de artillería, 25 morteros, 60 camiones, 2 tanques de guerra, gran cantidad de municiones, fusiles, equipos y accesorios de toda índole.




II

SITUACION DE AMBOS EJERCITOS

(Esquema Nº 2)

 

En abril de 1934, en los días preliminares de Strongest, el dispositivo del ejército paraguayo, era el siguiente:

—Al norte: el II.C.E. al mando del coronel Rafael Franco, con la base de operaciones en Camacho. Esta unidad, después de la victoria de Cañada Tarija, había ocupado Garrapatal y alcanzado con sus primeros elementos, Siracua, colocándose frente a Picuiba (en poder del enemigo) ; por otro lado, estaba empeñado en avanzar hacia el Oeste, abriendo para el efecto un pique, denominado “Camacho-Florida” 1 con la intención de incidir sobre este último punto (Florida) ubicado sobre el Pilcomayo, en la espalda de las tropas boliviana que defendían Ballivian. El citado pique había alcanzado el K. 130 donde fue interferido por el enemigo.

—En el centro: el I.C.E. a las órdenes del coronel Gaudioso Núñez, avanzaba por la famosa picada “Lóbrego” (famosa por su impracticabilidad), con la misión de tomar contacto con el Segundo Cuerpo boliviano, comandado por el coronel Bilbao Rioja, que estaba defendiendo la región de Cañada Esperanza, Strongest, desde el K. 59 del citado Lóbrego.

—Al sur: el III.C.E. a cargo del coronel Francisco Brizuela, en contacto con el Primer Cuerpo del ejército boliviano que defendía la plaza de Ballivián y a cargo del Cnel. David Toro.

El efectivo de nuestras fuerzas en los tres Cuerpos, totalizaba unos 20.000 hombres, contra 33.000 del enemigo en los mismos sectores.

Las unidades paraguayas, adolecían de la enorme desventaja de no estar enlazadas entre sí (salvo por patrullas esporádicas entre el I y II C.E.) y por tanto, en dificultades para encarar una operación de conjunto como la que se pretendía montar aquí en Strongest.

El comando enemigo, no estaba ajeno a esta circunstancia, y lógicamente, trataría de sacar provecho de ella en beneficio de sus propios planes. Dice al respecto, el escritor chileno, A. Vergara Vicuña, en su libro titulado “La Guerra del Chaco”, lo que sigue: “El comando boliviano había apreciado debidamente esta deleznable situación en que se encontraba el despliegue paraguayo, y desde el comienzo del mes de mayo, había empezado a realizar en el terreno, un vasto lineamiento de contraofensiva, que tenía por fundamento el aprovechamiento inteligente de las ventajas que proporcionaba la línea interior de operaciones”.

Medios de informaciones más eficaces que los nuestros -especialmente la aviación— permitieron al enemigo, vivir desde un comienzo, al tanto de los menores detalles de nuestros movimientos, incluso conocer con bastante exactitud, el mecanismo de nuestra ideación operativa que, en su más simple expresión, no era otro que un envolvimiento por el ala derecha- (II C.E.), asegurando un amarramiento general en los demás frentes (I y III Cuerpo).

A esta circunstancia, indudablemente, obedeció la previsión de una masa de reserva (D.9) en la región Carandayty- Picuiba, a disposición del Comando Superior boliviano.

En resumen, las tropas victoriosas de Estigarribia, después de una pausa infructuosa, iban a enfrentarse nuevamente con un ejército boliviano renacido y mejor equipado aún que antes, cuyo valor numérico era ligeramente diferenciado al del contendor, pero con medios materiales muy superiores, especialmente en aviación, artillería y camiones.



III

INTENCIÓN DEL COMANDO PARAGUAYO

 

Con el dispositivo general del ejército paraguayo y la dirección de retirada de la masa boliviana, que tenemos a la vista (ver croquis Nº 2), cabía suponer con alguna razón, que la maniobra más probable de nuestra parte, era la que ya se estaba insinuando, más en el seno de los corrillos que en el propio Comando Superior.

Aludimos —desde luego— a los preparativos del Segundo Cuerpo de Ejército que en un esfuerzo envolvente por el norte, intentaría caer sorpresivamente sobre la retaguardia de los dos principales núcleos enemigos (centro y Pilcomayo) y culminaría, sin duda alguna, en la destrucción o cuando menos en un profundo repliegue de los mismos.

Esta hipótesis, estaba sostenida por la posición ventajosa de la unidad de Franco, ubicada en un flanco adelantado, libre de obstáculos naturales y, al parecer, sin resistencias de mucha importancia en la dirección elegida. Además, se tenía muy en cuenta, las características del jefe que la comandaba; audaz, agresivo, temerario. . . 1

Todo hacía suponer, que el II.C.E. daría el manotón decisivo con todo éxito y alcanzaría fácilmente el objetivo deseado (Villa Montes) para concertar allí la paz justa y honorable, suprema aspiración de los sufridos combatientes.

Y para eso, era indispensable que el Primer Cuerpo del Ejército a las órdenes del coronel Núñez, se adelantara todo lo posible sobre el camino “Lóbrego”, a fin de estrechar contacto con el Segundo Cuerpo boliviano que ocupaba la región Cañada Esperanza-Strongest, y atraer sobre sí la mayor fuerza posible, como la mejor forma de facilitar el desarrollo de la maniobra arriba mencionada.

Por otra parte, el Tercer Cuerpo, bajo el comando del coronel Brizuela, a título de colaboración con la operación de] referencia, tenía que efectuar un fuerte amarramiento frontal, matizado por algunos ataques parciales sobre ciertos objetivos locales, y sin excluir el planeo de un desbordamiento por el flanco derecho, con vistas a una intercepción de las comunicaciones Ballivián-Guachalla que evitaría la retirada de la unidad del coronel Toro, en un caso dado.

Pero, por sobre todas las cosas, la condición primaria para el éxito de esta empresa, radicaba en el factor sorpresa, lo que equivalía a mantenerla en la sombra hasta el último momento de su ejecución; cuestión harto difícil, por cuanto que experiencia de la lucha, adquirida hasta entonces, había afinado bastante el instinto de conservación de ambos ejércitos, haciendo imposible la concentración disimulada de una masa de este volumen; con mayor razón todavía, entratándose del poder de investigación de Bolivia, poder que descansaba sobre la poderosa aviación que poseía, haciendo de cada una de sus máquinas, unos sutiles detectores, capaces de desentrañar del fondo de la selva el más pequeño indicio de las maquinaciones paraguayas.

Con esta aseveración se identifica el caso concreto ya citado una vez, del pique “Camacho-Florida’’ que para esta fecha (abril) ya era un asunto bien conocido para el comando enemigo, lo que permitió después, la ocupación material por tropas de infantería que impidió su progresión más allá del K. 145, para retroceder luego hasta el K. 130.

Pese a estos inconvenientes, que restaban toda chance a operación matriz en proyecto, el Alto Mando paraguayo guía confiando en ella, como en una carta brava en la mano, en la cual habría de aplastar indefectiblemente al adversario, mi enclenque, en plena convalecencia de su reciente postración. No obstante, como veremos en seguida, la circunstancia exigió una variación en el planteamiento general de la maniobra.

A estos puntos de vista, parecen responder las siguientes directivas enviadas por el señor Comandante en Jefe del Ejército en Campaña a los Comandos de Cuerpo I y II, que a continuación se transcriben:

“Instrucción Particular de Operaciones Nº 49 para el I.C.E. del 29-4-34. — 1) Según noticias de fuente segura, el enemigo divide sus fuerzas en tres núcleos principales: Sector Picuiba-Carandayty (D.9 Ref.) ; Sector Cañada Esperanza- Strongest (II.C.E.) y Sector Ballivián (I.C.E.). Nuestra senda Camacho-Florida ha sido interceptada por el enemigo a la altura del K. 130. Su importancia aun no podemos precisar, al parecer con la intención de desbaratar nuestra amenaza en su flanco N.O. por Picuiba. 2) Dada nuestras posibilidades en medios de transportes y fiel a la intención que tenemos de destruir siquiera una parte del enemigo en la brevedad posible, se dirigirá por ahora, nuestro esfuerzo principal sobre el núcleo que se señala en el centro del nuevo dispositivo enemigo para batirlo con nuestras tropas y elementos reunidos, y una vez obtenido este objetivo, nos lanzaremos por el camino más corto hacia Villa Montes. 3) Para esta operación, el I.C.E. si trasladará lo antes posible a tomar contacto con el enemigo sobre el camino Campo Jurado-Villa Montes, y preparará su maniobra por el sur para buscar enlace por la retaguardia enemiga con el I.C.E. que maniobra por el norte. Al mismo tiempo de preparar esta maniobra, debe lanzar patrullas al oeste y sur-oeste del camino Campo Jurado-Villa Montes, lo más cerca posible del lugar alcanzado por su tropa, con la misión de estudiar las posibilidades de interceptar el camino Guachalla-D’Orbigny y cortar la retirada de las tropas del sector Ballivian. 5) Desde el primero de mayo próximo, el punto de entrega de víveres para el I.C.E. se adelantará en el fortín Mayor Rodríguez (Cabezón). 6) Para la iniciación de la batalla general, este Comando en Jefe dictará la orden correspondiente. — Fdo. Estigarribia. El Gral. Cmte. en Jefe”.

Evidentemente, a través de los párrafos de esta “Instrucción” se percibe, la preocupación del Comando Paraguayo, por la mayor densidad del dispositivo enemigo en el ala norte lo que sumado al hecho de la intercepción boliviana en el K. 130, más la escasez de medios de transporte que manifiesta en su orden, convirtieron en algo muy problemático la primitiva intención de maniobrar por la derecha; de donde vino la necesidad de trasladar el centro de gravedad de nuestra ofensiva al punto medio de la línea estratégica, correspondiéndole asumir —desde entonces— al Primer Cuerpo, la máxima responsabilidad del esfuerzo principal en la operación llamada Strongest.

Del mismo origen es el siguiente documento (similar) destinado al II.C.E. que se transcribe:

“Cuartel General en Villa Militar, 29-4-34. — Instrucciones Particulares de Operaciones Nº 48. — Para el II.C.E. (Confirmación de instrucciones verbales dadas al Cdo. del II.C.E. el 23-4-34 a las 19 hs. en Camacho). — 1) Según noticias de fuente segura, el enemigo continúa llevando tropas al sector Picuiba para reforzar la Novena División y tratar de detener nuestra ofensiva por ese lado. Al mismo tiempo, se señala otro núcleo enemigo en la región de Cañada Strongest, que al parecer constituye el Segundo Cuerpo de Ejército. De este modo, el sector Ballivián quedó descongestionado. 2) Nuestras tropas del I. C. E. tomaron contacto con el enemigo sobre el camino Campo Jurado-Villa Montes a la altura del Km. 60 y en el sector de Ballivián mantenemos contacto a 17 Kms. al oeste de Las Conchas. 3) En la imposibilidad de continuar nuestra ofensiva por Picuiba por la escasez de medios de transporte para el abastecimiento de las tropas, el objetivo principal de nuestro ejército se dirigirá por ahora, a destruir el núcleo enemigo que se halla en la región de Cañada Strongest, con lo cual trataremos de ganar rápidamente la retaguardia del otro núcleo que defiende Ballivián. 4) Para esta operación, según el párrafo anterior, el II. C. E. preparará su maniobra principal por el N., sea desde la dirección de Garrapatal, sea desde la de Camacho-Florida, la que será definida una vez aclarada la situación frente a nuestro I.C.E.; buscará enlace en la retaguardia enemiga con el I.C.E. que maniobrará por el sur. 5) El Comando del II.C.E. dispondrá que un regimiento completo quede en Siracua a cubrir el camino Camacho-Picuiba, con la misión de mantener contacto con el enemigo con patrullas, y en caso de ser atacado por fuerzas superiores de replegarse hacia Camacho maniobrando en retirada. 6) El abastecimiento de las tropas de maniobra en el sector de Cañada Strongest, se hará por la senda de Camacho-Florida, cuyo ensanche comenzará dentro de 8 días, en el Z.2 con un promedio diario de 10 a 15 Kms. 7) Para la iniciación de la batalla general, dictará este Comando en Jefe la orden correspondiente. -— Fdo. El Gral. Cmte. en Jefe, Estigarribia. — P. A. Garay, Cnel. Jefe de E.M.”.

Una vez más, el Comando de Estigarribia se ratificaba en su apreciación del peligro norte, basado en la apresurada concentración de la Novena División enemiga sobre la región de Picuiba, con el supuesto interés de entorpecer nuestra maniobra por ese lado, dando lugar a pensar en el desmantelamiento de los demás frentes.

Pero lo más importante de la orden es lo que nos trae el párrafo 4, en que se establece en forma general la sincronización entre los dos Cuerpos (I y II) para la operación encanilla; en efecto, en un primer término, el I.C.E. efectuaría el salto hasta llegar a la retaguardia de la unidad comandada por Bilbao Rioja en el sector Cañada Esperanza, y en un siguiente, nuestro Segundo Cuerpo, avanzaría en la dirección general oeste hasta enlazarse con aquél, para luego caer rápidamente sobre la espalda de Ballivián.

Con esta premisa, nuestro Primer Cuerpo, a fines de abril del 34, entraba por el túnel del Lóbrego, una de las picadas más desiertas e intransitables del Chaco paraguayo, alejándose paulatinamente de su base a más de 200 Kms. de distancia, y sin desembarazarse en ningún momento de los dos lastres que entorpecerán su desenvolvimiento: la incertidumbre sobre el enemigo y la falta de enlace con sus vecinos.

Preciso es reconocer aquí, antes de establecer responsabilidades del fracaso posterior, que nuestro I.C.E. va a inicia la etapa de la Aproximación y Contacto, sin más elementos a juicio que los que están esbozados en la orden preinserta, y sin más medios de informaciones que sus patrullas de infantería, con las que intentaría de un modo vano e ilusorio, determinar ciertas condiciones fundamentales de la situación enemiga; tales como el escalonamiento o profundidad, zona de acción, etc., que son indispensables para la concepción de la maniobra y conducción de la batalla, colocándose de antemano en un plano inferior al de su adversario que, aunque formado por tropas nuevas, disponía de suficiente aviación y transportes, para prever peligros y ejecutar rápidos desplazamientos de masas, a cubierto y sin conocimiento del comando paraguayo. A todo esto, sumémosle el incipiente enlace con los cuerpos vecinos, enlace a cargo de pequeños destacamentos de a pie que tenían que recorrer inmensas distancias para llegar y volver de su destino, como el caso del II.C.E., con quien manteníamos apenas una frágil conexión, mientras que con el III.C.E., no existía ninguna clase de entendimiento, salvo que circulaba por la vía jerárquica.

El día 10 de mayo de 1934, el General Comandante en Jefe, iniciaba una gira por todo el frente, con el objeto de pulsar la situación real y coordinar mejor la acción de las grandes unidades a su cargo.

A las 15.20 hs. de aquel día, se encontraba en el Cuartel General del II.C.E. con sede en Camacho (López De Filippi en conferencia con el titular, coronel Rafael Franco; estuvieron presentes en este acto, además de los citados, el Jefe de Operaciones de Comanchaco, Tnel. Raimundo Rolón, el Oficial de Enlace coronel Manuel García de Zúñiga, y el Cmdte. del Z.2 capitán de Ing. Basiliano Caballero Irala. Después de bosquejar el panorama de la situación enemiga y la propia, el Gral Estigarribia, pasó a referirse con detenimiento a una formación dada por nuestra aviación, sobre la región Strongest-Carosi-Garrapatal, señalando seguidamente como muy favorable para la maniobra del Cuerpo, la zona Cañada Esperanza Strongest. Recomendó especial atención sobre la misión el fortín Siracua, al que debía ser enviado el mejor comandante de regimiento, quien tendría que combatir por lo menos durante dos meses, solo, si hubiera necesidad. Luego se refirió a los trabajos de apertura de la picada, exhortando al comandante del Z.2, para que aumentara en cuanto fuese posible el rendimiento de trabajo de la unidad, que de eso dependía la iniciación del movimiento del II.C.E. El capitán Caballero Irala, informó entonces que no había sido posible cumplir con la tarea de 10 a 15 kms. por día, que se le había ordenado, por falta de herramientas, y que desde ese momento, se comprometía alcanzar hasta 6 kms. diarios. Finalmente, el Cnel. Franco informaba que era imposible contar con el abastecimiento a lomo de mula, cuyo estudio se le había encomendado, por lo que era forzoso esperar la terminación picada para empezar la maniobra.

A fin de disipar cualquier duda en la mente del lector, vamos a hacer esta aclamación: El pique, es una brecha angosta de 0,80 a 1.00 m. de ancho abierta en el seno del bosque, donde pueden transitar únicamente peatones o jinetes, en columna de a uno; mientras que picada es un camino más (de 3 a 5 y más mts.) por donde pueden circular carretas, camiones, etc. 2 En nuestro caso particular, el “pique Franco” estaba a cargo del Batallón Muñoz Portillo a la altura de K. 130 detenido por el enemigo, y más atrás, el trabajo de ensanchamiento, o sea la picada, a cargo del Z.2, venía progresando —ya lo sabemos—- a 6 kms. diarios, siempre que la aviación se lo permitiese.   

Un día, llevados por el prurito de conocer los detalles de la apertura de aquel famoso pique Camacho-Florida, itinerario de maniobra del II.C.E. que no pudo fructificar en Strongest, abordamos al Tnel. Guido Chase Sardi, excomandante del R.I.8 “Pribebuy”, a cuyo cargo estuvo la realización de dicha tarea. Este distinguido jefe militar y meritorio ex-combatiente de la guerra del Chaco, nos proporcionó los siguientes datos: “Este pique, denominado por nosotros “pique infierno” —dice Chase Sardi— nacía en Camacho, con dirección general oeste, y tuvo desde su iniciación muchísimos inconvenientes que podemos enumerarlos así: Primero: Al comienzo, el trabajo estuvo a cargo de un oficial 2 haragán e inescrupuloso, que a más de rendir poco, mentía con frecuencia, dando lugar a su relevo, por orden del comandante W. Smith. El cargo fue llenado por el Batallón Muñoz Portillo. Segundo: El entonces capitán Muñoz Portillo, al frente de su unidad, fue el verdadero realizador de esta obra, haciendo todo cuanto estuvo a su alcance a fin de llegar a la meta, pero muy pronto la aviación y tropas enemigas de tierra empezaron a hostilizarle, a tal punto de hacer imposible la prosecución del trabajo; con todo, había alcanzado el km. 145, de donde retrocedió al 130 por presión del enemigo y principalmente por el estado calamitoso de la tropa. Daba pena ver —sigue contándonos Chase Sardi— a esos soldados de Muñoz Portillo, esqueléticos y magros, con las caras abotagadas y pálidas (caso típico del edema de guerra) como secuela de la mala alimentación y la escasez de agua, empeñados en una tarea gigantesca en desproporción a sus escasas fuerzas. Y en esta situación, una vez, recibieron la orden de atacar al enemigo. Insensata disposición del Cuerpo que no pudo ser cumplida”.

El día 14-V a las 10 y 40 hs., el Gral. Estigarribia llegaba al Cuartel General del Primer Cuerpo de Ejército, en un momento en que esta gran unidad se hallaba en plena acción ofensiva. Uno de los primeros asuntos tratados, según las anotaciones del Diario de Operaciones del Comando Superior, en aquella reunión, fue lo del camino Cañada Esperanza-Guachalla, 1 que nuestra aviación, parece, había localizado. “Este camino es muy importante —había dicho Estigarribia— por las siguientes razones: 1°) Si el enemigo insiste en Ballivián aprovecharemos ese camino para incidir en su retaguardia sobre el Pilcomayo; 2°) Según sea la magnitud del repliegue en el camino Lóbrego, el enemigo abandonará Ballivián y quizá quiera intentar formar una línea sobre el camino Guachalla- Cañada Esperanza, y para este caso, conviene interceptar cuanto antes el camino citado; y 3º) Con la presión que el I.C.E. hace sobre el centro del dispositivo enemigo, lo que es de suponer atraiga sobre sí el mayor número de tropas enemigas. En esto consiste la misión actual del Cuerpo, lo que se desprende de su misión principal de llegar a Cañada Esperanza, para facilitar la maniobra del II.C.E., consistente en interceptar el camino Lóbrego y marchar lo más rápidamente posible a Cururenda”. Finalizó su exposición el señor Comandante en Jefe, recomendando control sobre los comandos subordinados.

Al día siguiente 15, la comitiva Comanchaco arribaba al P.C. del III.C.E. Asistieron en la reunión efectuada, además de los miembros del séquito, los siguientes jefes: Cnel.

Francisco Brizuela, Cmdte. del Cuerpo; coronel Carlos Fernández, Cmdte. de la D.l.; Tnel. Ramón Paredes, Cmdte. de la D.4; Tnel. Francisco Caballero Álvarez, Jefe de E.M. del Cuerpo.


NOTAS

1 A propósito de características de los jefes, vale la pena traer a colación lo que decía el general Estigarribia, durante una de sus charlas acostumbradas en forma de sobremesa, en su G. C. C. de Capirenda: “Una de las funciones más importantes y difíciles de un Comando es —decía— la de conocer profundamente a sus colaboradores, no solo para poder emplearlos en los cargos adecuados, sino también, para sacar de estos cargos el mayor rendimiento posible. Por ejemplo —continuaba platicando— el coronel Núñez, es un jefe reposado, conservador, metódico, y, por añadidura, respetuoso; pero siempre algo delicado de salud y excesivamente modesto. Difícilmente le crea problemas a uno. El coronel Juan B. Ayala, es un hombre lleno de condiciones, si no se le pone hasta el último tornillo que pide no se mueve. Coronel Luis Irrazábal, es un jefe valiente, pero muy soberbio y provocativo; no desaprovecha la menor ocasión para poner en ridículo al jefe y sus órdenes; hay que saber tratarlo. Coronel Rafael Franco, es algo muy distinto, es uno que nunca pone trabas a las disposiciones superiores, al contrario, si no recibe, las provoca; siempre está en acción, para bien o para mal. No exige ni hace cuestión de medios”.

2. Dentro de esta acepción hay una variedad infinita. Citamos – por sernos familiar— el tipo llamado picada de emergencia, que no exige dirección lineal, ni mucho destronque ni tanta limpieza, el asunto es que vaya rápido, como el que hizo el Z l en Strongest; picada de salvación, volteando algunos árboles gruesos solamente, el resto lo hicieron los camiones a medida que iban saliendo.

3. Capitán Faustino Ocampos.




SÍNTESIS

De todo lo expresado anteriormente, se establece las siguientes misiones:

Primero: El I.C.E. tiene la misión de conquistar Cañada Esperanza, buscar el enlace por el S. con el Segundo Cuerpo, e interceptar el camino Guachalla-Cañada Esperanza.

Segundo: El II.C.E. aprovechando el debilitamiento enemigo en su frente como consecuencia de la presión ofensiva del Primer Cuerpo en el centro, iniciaría el avance para cortar el camino Lóbrego, enlazarse con este último por el norte, y luego seguir en dirección a Cururenda, amenazando por la espalda a las tropas enemigas del Pilcomayo.

Tercero: El III.C.E. explotando la misma situación favorable que en el frente del Segundo Cuerpo, amenazaría con tomar Ballivián, y aprovechando el momento de acción de esta última unidad, efectuaría su maniobra proyectada.

El general Estigarribia, al referirse en sus Memorias a esta maniobra en gestación, no disimuló su optimismo y su gran fe en el éxito rotundo de la misma; y aún más, confiaba ciegamente que este triunfo seguro en sus manos, marcaría el principio del fin en el calendario de la cruenta lucha chaqueña. Lo único que pedía al gobierno para la buena ejecución de su batalla definitiva, era el reforzamiento de sus medios de acción, especialmente transportes y también el factor hombres para llenar los claros producidos en las filas de las unidades.

En este sentido, dirigió una emotiva nota al Ministerio de Defensa, cuyos párrafos esenciales transcribimos a continuación: “En momentos tan solemnes y decisivos para la terminación de la guerra, la cual se obtendrá con el aplastamiento del agresor, ruego a ese Ministerio de Defensa avivar al máximo el fuego del patriotismo paraguayo y ordenar que todo ciudadano apto incluido en la llamada, para la defensa nacional, se traslade al frente de operaciones para tomar las armas en la mano. Necesitamos más hombres para completar nuestros efectivos, y la batalla que se aproxima debe ser la de la Nación paraguaya entera frente con el enemigo”.

A fin de contar con el apoyo integral del gobierno, Estigarribia pidió la venida del Presidente Ayala al frente de operaciones —como era su costumbre en momentos de grandes espectativas como éste— quien se hizo presente en el Cuartel General de Villa Militar, el 30 de abril, de cuya entrevista, si bien recogió el estímulo de la aprobación de sus planes, también recibió la decepcionante noticia de que las arcas fiscales ya no disponían de recursos para satisfacer el pedido de equipos bélicos.

Pero con todo, la empresa anunciada, inauguraba su iniciación en la fecha señalada, y cuyo planteamiento reproducimos una vez más, para mejor grabación en la mente del lector, valiéndonos esta vez de los mismos términos de su propio gestor: “En el norte: Llevar a cabo una demostración de fuerza en la región de Picuiba a fin de distraer la atención de las fuerzas enemigas de aquella zona por el máximo de tiempo posible.

En el sur: Proseguir con las operaciones contra las posiciones enemigas de Ballivián si el enemigo decidiese mantener la defensa de este punto, de modo a retener las tropas bolivianas en dicha región y permitir que nosotros lancemos nuestros ataques principales a cargo del Primer y Segundo Cuerpo de Ejército contra el centro de la disposición boliviana en localidad de Cañada Esperanza, para luego dirigirse sobre Guachalla o Cururenda para rodear y destruir las tropas enemigas en Ballivián. En otras palabras, nuestro plan era aniquilar uno tras otro a los distintos grupos en que los bolivianos habían dividido a su ejército”.

En el momento preciso de iniciarse la batalla, el panorama local ofrecía algunos nuevos matices, que en una u otra forma incidirían sobre el desarrollo de la acción: a) En el sector Ballivián el enemigo acababa de abandonar en poder de nuestras tropas varios kilómetros de posiciones perfectamente fortificadas; b) Las tropas del II.C.E. trabajaban activa aunque dificultosamente 3 para la preparación de su maniobra, mientras tanto sus patrullas por el N. alcanzaban basta La Faye en mayores inconvenientes; c) El I.C.E. iba penetrando lentamente por el camino Lóbrego sin ninguna noticia sobre el enemigo, a excepción de la vaga referencia citada en la Orden de Operaciones.

En un plano más distante, se observaba con tristeza pero en desaliento, la contratación de numerosos oficiales chilenos a favor de Bolivia, lo cual venía a lastimar uno de los sentimientos más caros a nuestros corazones. Paraguay y Chile son dos pueblos hermanos que se estimaban mucho a través de la distancia.


NOTA

1 Nunca se pudo ubicar en tierra.

2 Memorias de Estigarribia, Rev. de las FF.AA., Nov. 141-144, pág. 10.

3 Por la aviación.



 

 

 

 

 

 


 


XIII

CONCLUSIONES

 

1.      — Cuanto más ahondamos la investigación en el farragoso escenario de Strongest, más nos convencemos de que la responsabilidad del descalabro ocurrido, arranca de muy lejos, sin excluir a los hombres del gobierno que firmaron el armisticio de Campo Vía y dejaron de suministrar oportunamente los materiales necesarios, solicitados por el Comando, a vencer al enemigo.

El Gral. Estigarribia, por su parte, planeó la operación y dictó sus órdenes respectivas para la batalla de Strongest, sin saber bien la situación y posibilidades del adversario (deficiencias de información). Su Estado Mayor, no conocía la calidad ni el dispositivo de la resistencia (Segundo Cuerpo Boliviano) designado como objetivo a nuestro Primer Cuerpo.

“Es gracias a la información permanente, tan completa como fuese posible, exacta y dada sin retardo, como el Jefe podrá hacer su elección” (conferencia de Táctica General, por Cnel. Petit).

¡ Como resultado de la escasa información sobre el enemigo, la unidad del Cnel. Núñez se estrelló contra una resistencia superior inesperada, así como inesperada fue la maniobra flaqueante de la reserva (la D.9 boliviana) sobre la citada unidad.

La misma ceguera del Comando Superior, fue transferida del Primer Cuerpo, cuando éste recibió la misión de conquistar Cañada Esperanza. No se conocía la importancia del enemigo que cortó el pique “Camacho-Florida” a la altura del Km 130; ni tampoco el volumen de la fuerza que integraba el II.C.É. boliviano, y menos aún su dispositivo, su escalonamiento, sus vías de comunicaciones, etc.

En estas condiciones, el I.C.E. inició la operación ofensiva contra el núcleo central, comandado por el Cnel. Bilbao Rioja, “para batirlo con nuestras tronas y elementos reunidos”. Si tomamos al pie de la letra esta última frase insertada en la directiva de operaciones N° 49 del Cdo. en Jefe, barruntamos una acción coordinada de los tres cuerpos de ejército; sin embargo, como hemos visto en la realidad, el Primer Cuerpo de Ejército (paraguayo) vióse obligado a soportar por si solo todo el peso de su ofensiva y la contra del enemigo, sin recibir refuerzo alguno (salvo el Batallón 40 del II.C.E., que acudió a último momento).

En resumen, el Primer Cuerpo de Ejército, fue lanzada a ciegas hacia Cañada Esperanza y antes de llegar a su objetivo fue detenido por una fuerza muy superior que no se conocía. En ese momento parecía propicia la ocasión para intervenir las unidades vecinas, pero infortunadamente éstas no tenían la posibilidad de concurrir de inmediato, siendo explotada dicha circunstancia por el Comando boliviano para arrojar todo el resto de su reserva disponible sobre un flanco del I.C.E. provocando el resquebrajamiento de nuestro dispositivo, primero, y la retirada, después.

El Comando paraguayo sacrificó su libertad de acción por falta de seguridad, la que por sí misma proporciona informaciones, permitiendo parar los golpes del enemigo en su oportunidad, y permite también elegir el objetivo en un punto determinado para ser allí más fuerte que el enemigo (principio de la economía de fuerza).

“El Jefe que pierde la libertad de acción —dice el Cnel Petit— pierde la iniciativa de las operaciones y está expuesto a soportar la voluntad del adversario”.

2.      — La falta de coordinación y enlace entra los Cuerpos de Ejército fue un factor coadyuvante del fracaso de Strongest.

Efectivamente, ni el II ni el III Cuerpo, estaban en condiciones de acudir en el momento de apremio, lo cual prueba que el Alto Comando paraguayo no había previsto en todo se alcance el mecanismo de la sincronización de los esfuerzos.

El III.C.E., separado más de 50 Kms. del L., no te enlace con éste. La sola presencia de una de sus divisiones en el medio del claro —estamos seguros— hubiera bastado para impedir que el destacamento Barros (D.9) se moviera tan suelto de cuerpo en nuestro flanco izquierdo, y evitando la aventura de los del “Ingaví” y “Colorado”, que partiendo

del frente de Ballivián, incursionaron en la retaguardia del I.C.E., para crear confusiones en ella. Por otro lado bastaría examinar cualquiera de los documentos del comando del Cnel. Brizuela (III.C.E.) que guardan atingencia con la batalla de Strongest, para llegar a la conclusión decepcionante que todo su intento de pasar la mano a su congénere del centro, fue tardío e inocuo.

Así vemos, por ejemplo, la orden particular Nº 29 del 15/5/34, en la cual se ordenaba a la D.C.2 lo siguiente: a) defender la laguna Escolta (flanco derecho) y abrir una picada de cuatro metros de ancho en dirección norte hasta 20 Kms.; b) terminada la picada de 20 Kms., deberá comenzar de inmediato otra en dirección oeste, hasta encontrar el camino principal del enemigo”.

El día 15, mientras se distribuían estas disposiciones, el I.C.E se hallaba comprometido en una lucha porfiada y desigual, con tendencias a un rápido agotamiento, por carecer de artillería, aviación y reservas.

Más tarde, en orden de operaciones Nº 31 del día 20, encontramos una iniciativa del III.C., con miras de hacer alcanzar una ayuda al vecino de la derecha, dice así: “Se organizará un destacamento con la D.C.2 y D.l (menos un regimiento) al mando del Cnel. Carlos Fernández, para cortar el camino de las tropas enemigas que han salido sobre la picada Lobezo, siguiendo la picada construida por la D.C.2 hasta el K.m 13, desde donde seguirá al noroeste para salir sobre el camino de abastecimiento del enemigo”.

Este tardío movimiento fue ordenado el día 20, en la víspera de la retirada de las divisiones 2 y 7 de la unidad del Cnel. Núñez.

La División de Caballería Nº 2 a cargo del mayor Juan N. Barrios, cumpliendo instrucciones emanadas del III.C., hacía en aparición en el que fuera campo de batalla de Strongest, recién el día 24 de mayo, fecha en que la mayoría de los protagonistas del I.C.E. había hecho abandono de ese lugar, haciéndose por tanto, innecesaria su presencia en el mismo.

En cuanto a la armonía de esfuerzos por la derecha (II. CE.) fue otro gran absurdo. La orden Nº 34 del 20/5, en el parágrafo 2,. traía lo siguiente : “El II.C.E. se concentrará en el sector Pozo 15 de Abril-Km. 111 y Km. 121 del camino Camacho-Florida, donde se alistará para el ataque”. A reglón seguido viene esto.: “a) La División 6º (menos el R.I.5 marchará de Garrapatal a Pozo 15 de Abril, el martes 22 del corriente a las 17 horas debiendo terminar su concentración, a más tardar el viernes 25”. . . “b) La División de reserva general, menos una batería del G.A.5 se concentrará en el K.M 121 de la picada Camacho-Florida, debiendo el lunes pxmo 21 a las 16.30 horas, iniciar esta operación”. Por último el párrafo 4 trae: “Para el 27 próximo, deberá estar terminada la concentración del Cuerpo en los puntos indicados para el efecto”.

De manera que el día 27, cinco días después de la retirada I.C.E., el 2º Cuerpo recién terminaría su concentración para iniciar su maniobra.

Si el comando de esta última agrupación hubiese más consecuente con la situación que estaba soportando la unidad vecina, no hubiera titubeado en romper la cortina que tenía en su frente y acudir en ayuda de ésta, aunque para ello tuviese que cruzar montes —sin sendas—; entonces el resultado de Strongest hubiera sido muy distinto.

3. — Además —repetimos— que no hay que perder de vista que la reacción boliviana que ha dado origen a este traspié de Strongest, no hubiera tenido lugar, si es que nuestra explotación de éxito y persecución, hubiesen sido practicadas con la rapidez y energías necesarias, después de Campo Vía. Al amparo de nuestra lentitud y parsimonia, el enemigo reorganizó un segundo ejército para reemplazar al que se extinguió en dicha acción, y con ello detuvo a nuestra ofensiva para luego aplicarnos un contragolpe que poco faltó para culminar en una franca victoria.

4. — Las condiciones generales en que fueron empeñadas nuestras unidades en dicha batalla, han tenido muchas lagunas que es bueno puntualizarlas: a) La carencia de medios de información, especialmente aviación, ha servido para estimular la miopía en la conducción; b) El estado espiritual del combatiente paraguayo, en ese momento, era depresivo a causa de la desilusión por la paz frustrada, y de un gran desprecio hacia el valor del adversario: causaba fastidio hablar de Servicios de Seguridad, retenes, patrullares, etc., puesto que andábamos detrás de un enemigo en franca derrota 1. Además, la penosa guerra que entraba en su casi 24º mes, estaba dejando su secuela de fatigas y anonadamiento, sobre todo para quienes no llegaron jamás los reemplazos del interior. Si a todo esto agregamos el pernicioso efecto de una paz siempre prometida pero que nunca llegaba, es fácil contar con el tipo conservador que prefiere un “quite” de cuerpo a aceptar un riesgo en la víspera de algún desenlace desconocido, pero esperado que puede cambiar en cualquier momento el curso de la historia.

5. — La aviación boliviana, nuestra principal enemiga, nos ha dejado interesantes lecciones que aprender. Ya sabemos ahora que en una región despoblada, y mal conocida como la del Chaco, la aviación ocupa un lugar preponderante, porque para orientar a la infantería amiga hacia la consecución de sus objetivos; y sirve, también, para controlar, neutralizar y aun destruir al ejército enemigo y sus realizaciones (picadas, posiciones, campamentos, etc.). De una coordinación perfecta entre la fuerza aérea y la terrestre, dependerá el éxito del futuro.

6.      — La torpeza de ciertos Comandos de unidades, acelero la descomposición de nuestras fuerzas. El de la D.2, por ejemplo, no se dio cuenta que desde el momento de la detención de nuestra maniobra por la derecha, nuestra presencia en ese bolsón profundo estaba demás; de otro modo no se explica su insistencia en mantenerse allí, a pesar de estar semirodeado. Tal vez el argumento en que se apoyaba la determinación del Cmdte. Vera, fuese la esperanza de una cooperación por parte del II.C.E., pero esta concepción, en todo caso, pertenece a la unidad superior, y además la orden de repliegue ya había sido impartida.

Esta demora en retirarse la aludida unidad, favoreció particularmente a la tarea del cercamiento y la caída de una buena cantidad de nuestras tropas, y por último, ocasionó la desarticulación del sistema de repliegue del Primer Cuerpo que aún en la penosa situación del retroceso, no se aparta mucho de su fundamental misión de atraer sobre sí al adversario.

Estigarribia, en sus Memorias, se pronuncia sobre este hecho en los siguientes términos: “Como se ve el fracaso de un Comandante de División de nuestro Primer Cuerpo de Ejército bastó para impedir la realización de la maniobra de nuestro Segundo Cuerpo de Ejército en el momento oportuno, hecho que precipitó el colapso de todos nuestros planes”.

El Comando de la D.7, fue algo indeciso en la conducción de su unidad y demostraba absoluta indiferencia por los informes de sus colaboradores, dejando de transmitir interesantes novedades al Comando Superior. En la retirada, es claro que tuvo más aciertos que otros, pero no dejó de traslucir mucho nerviosismo y grandes vacilaciones, incluso gestos de apocamiento personal en presencia de la tropa, sumamente detestable en un Jefe de tanta responsabilidad 1.

La Segunda División, en lugar de retirarse por el interior del dispositivo, siguiendo el mismo itinerario de la D.7, lo hizo por el extremo norte y en forma muy precipitada, sin ninguna razón valedera, abandonando en la huida a dos regimientos de su agrupación (R.I.10 y C.9) que no fueron advertidos de su determinación; sin embargo estamos seguros, de que con un simple aviso que les hubiese enviado el Cmdte. de la División en el momento de decidir la retirada, hubiera bastado para salir del mismo modo que las demás.

7.      — La falta de comprensión entre ciertos comandos de grandes unidades, fue un motivo más en la cuenta del infortunio de Strongest. Sabemos por ejemplo que el coronel Ortiz, “recibía con mala voluntad las órdenes del comandante del I.C.E”. Según las propias palabras del coronel Núñez (ver su declaración en el proceso de Strongest). Aquel jefe, tampoco se llevaba bien con el teniente coronel Vera de la D.2, a cuya circunstancia se atribuye la falta de aviso de su retirada. La misma acedía se nota en sus relaciones con el coronel Cabrera de la D.8, quien se quejaba de no tomársele en cuenta sus informaciones respecto al enemigo del oeste (ver informes del mayor Medina). No debemos olvidar que la camaradería entre los jefes y oficiales destinados a una misión común, es la base primordial del éxito en la guerra.

8. — Pero es bueno reconocer, que los errores cometidos por los comandos mencionados, no habrá de imputárseles de un modo exclusivo; también tienen mucho que ver en ello los Estados Mayores encargados de promover tales nombramientos, en cuyo medio, muchas veces prevalece la amistad o el parentesco, antes que los méritos reales del candidato.

El caso que nos expone un testigo íntimo de estos entretelones, puede ayudar a comprender mejor aún el motivo de las dos mil y tantas bajas que hemos perdido en la batalla de Strongest. Dice el Tte. 2º Emilio Barzi, ex-jefe de la sección Correos y Clave del I.C.E., refiriéndose al nombramiento del Comandante Vera, lo siguiente; “Después de la victoria de Campo Vía, y con motivo de la reorganización de nuestros cuadros, se suscitó el nombramiento del citado jefe, para el Comando de la D.2. El general Estigarribia, fue el primero en oponerse a esta designación; pero, como el coronel Núñez y el teniente coronel Higinio Morínigo, tanto insistieron sobre el pedido, aquél les dijo: —“Bueno, les vamos a dar el gusto, pero tengan presente que en la primera refriega, si ustedes se descuidan, van a tener mucho dolor de cabeza”. Los comentarios, huelgan.

9. — El amor a la responsabilidad, es una de las virtudes cardinales del ciudadano armado, y que debe cultivarse en el ejército, desde los tiempos de paz, en todos los escalones jerárquicos. Su desconocimiento u omisión en la guerra, puede acarrear graves consecuencias. En Strongest, podemos citar un caso, en que la aplicación de esta regla, hubiera evitado a la Segunda División la ignominiosa huida, amén del delito de abandono a sus propias unidades. Cuando el Comandante de la citada unidad, dejó al descubierto su estado de ánimo durante la retirada, y se prendió a la cabeza de la columna, llevándola por rumbos indebidos como resultado del pánico y la desorientación del mismo, un jefe u oficial, el más decidido, hubiera asumido el mando de las tropas, aunque ello implicase una rebeldía contra ciertos figurones jerárquicos; de esta manera hubiera ahorrado a la unidad el cansancio inútil, la disloca de sus fuerzas y la indignidad de una huida sin enemigos. Con la decisión y cautela del comando accidental, se hubiera asumido llevar adelante la maniobra planteada y haber salvado la integridad de todos los regimientos comprometidos.

¿Quién era el llamado a asumir este papel histórico un momento tan transcendental de nuestra contienda chaqueña? ¿El mayor José C. Britos —su jefe de Estado Mayor ¿El comandante del R.I.10, mayor César López? ¿El capitán Rufino Pampliega —jefe del R.I.l “2 de Mayo”? ¿El capitán Dionisio Balbuena, comandante interino del R.I.3 “ Corrales”? Sin menoscabo de la dignidad de nadie, optamos este último. Por su capacidad profesional, su peso moral, su experiencia guerrera adquirida hasta entonces, nadie más llamado que el capitán Balbuena Rojas para erigirse en caudillo salvador de la gloriosa y querida División II, que en un momento difícil, a un paso del desbande, clamaba por una mano firme y segura que le llevara por el buen camino.

Los reglamentos castrenses contemplan la sustitución automática de los comandos accidentados (muerte, heridos, etc.), en el campo de batalla, la desmoralización es una es especié de muerte, muerte moral con riesgo de propagación y exige un remplazo inmediato. Ningún timón puede permanecer en manos temblorosas, so pena de encallar la nave con el primer banco. Es el caso (desmoralización activa, no es pasiva) en que hay que recurrir a la violencia, si es necesario para apartar del camino a los ineptos o pusilánimes que comprometen el honor de la unidad, para seguir adelante con misión recibida aunque cueste más sangre, más sacrificio.

10. — El enemigo también ha tenido sus grandes errores en Strongest, entre ellos, ya lo hemos dicho, está el hecho haberse distraído en el cercamiento del Batallón Estigarribia en vez de seguir adelante y asegurar el cerco grande, alrededor de las dos divisiones. Esta circunstancia nos ha favorecido considerablemente y a pesar de las fallas propias en la conducción de nuestras unidades, se hizo posible el escurrimiento con cierta holgura.

11. — Cuando empezó a zozobrar la estructura del I.C.E el Batallón Estigarribia, fue el pilar más firme que contuvo el derrumbe. Podemos afirmar que el grueso de la masa operativa enemiga se impresionó ante la presencia soberbia y altanera del diminuto destacamento, lo que hizo frustrar, en cierto modo, el planeamiento general del sitio. En ese sentido, han contribuido también aunque sea en escala menor, la actuación del Batallón Cardozo en la cabeza de puente (al este), también la serena actuación de la Octava División en la línea de contención al S.E. y, en fin, el dinamismo incansable del Z.1 que no paró un momento en la empeñosa tarea de abrir giradas para la circulación y salida de sus camaradas aislados.

12. — Las dificultades de enlace durante la batalla, fueron otros factores negativos que pesaron en la desgracia del I, C.E. La enorme distancia que separaba al Cdo, del I.C.E. de las divisiones en combate (más de 25 K.) y las constantes interrupciones o fallas técnicas de las transmisiones radiales, especialmente por las noches, fueron motivos suficientes, para entorpecer el buen desarrollo de las operaciones. El hecho de que un Comandante de División (D.2) se haya separado de su aparato de radio, en el momento preciso de iniciar una maniobra, debe ser considerado como una falta gravísima de negligencia e imprevisión que nunca debe repetirse.

13. — En cuanto a la actuación del mayor López y Cap. Flores, desde el momento de su aislamiento hasta el de la rendición, no podemos adelantar un juicio definitivo por desconocer muchos detalles de adentro: sin embargo, a juzgar por las referencias de ciertos testigos, podemos afirmar que el primero de los nombrados demostró condiciones de buen comando durante los primeros momentos del combate, poniendo en grave aprieto a los bolivianos del K. 16,500; especialmente en el sector que fuera del Cap. Daniel Russo Padín: pero más adelante, cuando se vio aislado de su Comando y demás regimientos de la D.2, se dejó estar demasiado tiempo, sin procurar enlace ni camino de salida alguno; y cuando decidió retirarse, ya era muy tarde, encontrando obstáculos por todas partes. Además, en un momento que podría ser decisivo, parte de su destacamento (C.9) arrojó sus armas prematuramente, instigado por ciertos oficiales. Cosa intolerable.

Al capitán Casimiro Flores —Comandante del R. C.9 - se le atribuye ciertos rasgos de debilidad e incompetencia en el mando de su unidad, lo cual es motivación de reproche, que a él mismo, para los Estados Mayores o los comandos responsables (D.8) por la ligereza en la designación promovida.

14. — Entre los trabajos de patrullaje más interesantes realizados durante el periodo Strongest, cabe destacar el del Tte. Mario Chelli, cuyo pique, aparte de enlazar entre sí al I con el II Cuerpo, ha servido para recoger en su red a numerosas fracciones o unidades amigas dispersas o en retirada por los montes, recuperando así numerosas vidas y materiales que podían haberse extraviado y perecido de sed o hambre en el desierto. El nombre de “pique Chelli” quedará grabado para siempre en las páginas de la historia del Chaco. Su autor merece especial estímulo.

15. — Sin desdoro de ninguna de las unidades que actuaron en Strongest, queremos destacar la circunstancia que permitió al R.I.3 “Corrales”, salvar íntegramente su personal y materiales confiados a su cargo: en efecto, dejando de lado la no cooperación con el R.I.10 “Sauce”, cuyo motivo acabamos de explicar, aquella unidad, pese a todos los inconvenientes anotados (falta de Comando, ingerencia arbitraria del jefe de la División, enemigos que destruir en el camino etc.), pudo vencer todos los obstáculos y pudo salir intacto trayendo a cuesta sus pesados morteros, sus A.P. y sus heridos, lo cual revela la gran cohesión espiritual que existía entre sus integrantes.

16. — Después de meditar sobre la fracasada maniobra d la D. 2 que hemos comentado a través de estas páginas, y buscando motivos que dieran origen a las contramedidas preparadas y ejecutadas tan oportunamente por los bolivianos en dirección de nuestro movimiento (que pretendíamos hacerlo de sorpresa) nos inclinamos hacia la idea de que el enemigo habría descubierto el pique García Meza. Decimos mal, cuando decimos pique, porque la misión del patrullero, en estos casos, exige no dejar rastros de su oculto recorrido, sino apenas una orientación, y no dudamos de que el Tte. García, así lo comprendía; sin embargo, admitimos la posibilidad de que sus soldados, dada la irresistible tentación que tenían de grabar en los árboles o en la superficie lisa del suelo sus iniciales o las de su unidad, hayan dejado huellas indiscretas de sus andanzas por esos lugares. Con esta suposición, parece coincidir el contenido de un parte de la D.7, cuando dice que una de sus patrullas enviadas al N.E. en fecha 11-V, había encontrado un pique nuevo a 8 o 10 K. al E. del Lóbrego, y que por las inscripciones (R.I.3) pertenecía a esta unidad.

17, — Si las dos divisiones semi-cercadas, se hubiesen retirado por el interior del dispositivo, donde había un callejón abierto, conforme indicación del Cuerpo, ambas unidades hubieran salido ilesas. Aun después de haberse cortado las dos únicas vías, siempre quedaba un claro por donde salió la D.7 y que pudo haber aprovechado también la D.2, pero la necesidad de Ortiz y el desaliento de Vera, determinaron la dispersión de esfuerzos cuyo deplorable resultado ya conocemos.

Así llegamos al término de la descripción de esta batalla, que impropiamente lleva el nombre de Strongest, en lugar de lunada Esperanza, por haberse desarrollado más cerca de este punto que de aquel otro, sin apartarnos en ningún momento del objetivo propuesto: Sacar enseñanzas útiles para las generaciones venideras. Y si al correr de la pluma, se nos ha deslizado algún rasgo lesivo para los intereses morales (individuales o colectivos) pedimos excusa respetuosamente, en homenaje al fervor de nuestra sana intención, la cual nos exige enfocar nuestras investigaciones por todos los rincones, aun de los más recónditos., con tal de recoger de ellos algún elemento de juicio, capaz de esclarecer la verdad histórica, que es lo que se persigue a través de este modesto trabajo.


NOTAS

1 Ciertos ex-colaboradores del coronel Ortiz aseguran que este jefe sufrió una crisis nerviosa en determinado momento de la retirada.

2. Casi todos los radio operadores del I.C.E. aludieron a fallas técnicas (faiding) que impidieron comunicarse de noche.



ANEXO VIII

MOVIMIENTO DE UN PUESTO TELEFONICO DIVISIONARIO DURANTE LA BATALLA DE STRONGEST

(Anotaciones llevadas en el libro de novedades en 18 horas)

En el Cuartel General de la D. 8


Día 19 de mayo. — 6 a. m. Mozo Lindo (1) habla con el Cmte. Morínigo (Jefe de E. M. del I.C.E.) ampliando algunos conocimientos sobre posición enemiga. 12 hs. Entrego el servicio de guardia al Tte. Velázquez con las formalidades de estilo. Fdo. Torrez. 12 hs. Me hago cargo del servicio de guardia con las novedades anotadas arriba. 13 hs. El capitán Scarone (Cmdte. del R. I. 18) informa al mayor Benítez que la patrulla despachada hacia el N. había dormido a la altura de 11 Kms. pudiendo escuchar desde este lugar, ruido de camiones hacia el N.O. El mayor Medina (Cmdte. del R. I. 16) informa haber salido patrulla enemiga en uno de sus retenes del O. 13 1/4 hs. El mayor Benítez dice al mayor Medina para mandar a un batallón procurando poner emboscada. 13 1/2 hs. El mayor Benítez transmite una orden del Coronel, al mayor Medina para adelantar los puestos de retenes y continuar patrullajes. 14 hs. El mayor Benítez comunica al Cmdte. Morinigo novedades y las órdenes dadas por el Comando. 14 1/2 hs.

El capitán Scarone comunica al mayor Benítez haber aparecido también una fracción enemiga en la aguada del K. 50. Esta misma novedad el mayor Benítez informa al Cmte. Morinigo. El Dr. Morales (Jefe del Serv. San. I. C. E.) comunica al mayor Benítez que en la recta, en el K. 50 aparecieron patrullas enemigas. 15 hs. El mayor Benítez ordena al Tte. Zarza (Intendente de la Div.) para mandar tres camiones al R. I.18 para el traslado de tropas al K. 50 en donde aparecieron patrulleros enemigos y al mismo tiempo le dice armar todos los soldados de que dispone. 15 1/2 hs. El mayor Benítez averigua alguna novedad al mayor Medina y al mismo tiempo le cuenta las novedades producidas en K. 50. El mayor B. comunica al Cap. Scarone las noticias dadas por el Dr. Morales. 16 hs. El mayor B. . habla con el mayor Medina referente a un hilo telefónico que había pedido, para poner en comunicación con el batallón que fue a ocupar el retén que se encuentra al O… 16 1/2 hs. El Cap. Scarone comunica al mayor B. . que ya había marchado la tropa para el K. 50. 16.45 hs. El mayor B le dice al Cap. Scarone que en el retén del S. debe estar enterado de lo ocurrido y para esto es necesario mandar un estafeta en ese punto avisando todo esto para poder encontrarse atentos. 17 hs. El Dr. Morales pide fusil al Cnel. Cabrera (Cmdte. D. 8), para equipar sus soldados para algún caso necesario contestándole el Coronel que va a buscar y mandarle. 17 1/4 hs.. El Cap. Sc. . informa que el Hospital se encuentra dentro de la zona de vigilancia del R. I. 18. Esto informa el mayor B.. al Dr. Morales. 18 hs. El Cap. Sc., comunica al Cnel. que ya habían llegado las tropas al lugar designado. 18 1/2 hs. Mozo Lindo comunica al Cap. Sc. . que los patrulleros “Mariscal López” habían encontrado al enemigo en el pique enlace con su retén que se encuentra a 7 kms. 19 1/2 hs. Cangue'atá (Cnel. Cabrera) le dice al mayor Medina que se debe aclarar primero estas novedades que se están produciendo para extender el hilo telefónico. Al mismo tiempo le dice que el asunto no es tan grave, pero que debe tener las tropas a mano para un caso necesario. 20 hs. Mozo Lindo vuelve a decir al Tte. Zarza que todas las tropas deben estar listas para caso necesario. .. Al mismo tiempo habla con el Tte. Vera Aragón diciéndole que distribuya proyectiles a su tropa más o menos 150 tiros a cada soldado. 20,5 hs. El Cap. Scarone comunica al mayor B. . que habían salido a la recta los bolivianos, cayendo dos camiones y que ordena a una Comp. . para ir a ver esta novedad. 20,10 h. Cap. Sc. . comunica al mayor B. . que el batallón del capitán Smith que se encuentra en la aguada había chocado con los bolivianos haciéndole retroceder. 20,15 hs. El mayor B. . ordena al Tte. Zarza para mandar un camión en busca de los hilos. 20,15 hs. El Tte. Serafini pide al mayor B. . por un camión para mandar los hilos telef.. 21,20 hs. El capitán Se. . comunica al mayor B. . que el batallón del Tte. Valdovinos había chocado con los enemigos a una distancia de 3.500 mts. al S.O. haciéndole frente. 21,30 hs. El mayor B. . comunica todas las novedades producidas al Cmdte. Morínigo. 22 hs. Mozo Lindo averigua con Cap. Sc. . si de que Km. había salido el Bat. Valdovinos, contestándole aquél que había salido del K.53 - 22.30 hs. El mayor B. . dice al Cap. Sc. . para mudar el Bat. Tellez en el lugar donde se encontraba el Cap. Smith. El Cap. Sc. . comunica al mayor B. . haber llegado los chóferes que manejaban el camión que cayó en poder de los bolivianos. Los chóferes informan que el camión había sido baleado y suponían haber caído un mecánico que viajaba con ellos. 22,45 hs. El mayor B.. le dice al Cap. Sc. . que no mande el refuerzo que había pedido el batallón que se encuentra a los 3.500 mts. El Cnel. quiere que el Cap. Sc.. mande un estafeta hasta ese puesto para pedir mejor detalle. 23 hs. El mayor B. . dice al Cap. Sc. . para ordenar a la tropa que se encuentra al O. para que se unan los dos retenes. El Cap. Sc.. comunica al Cnel.-que el batallón había tomado tres prisioneros. Esta novedad comunica el Cnel. al Cmdte. Morínigo. 23.5 hs. El mayor le dice al Cap. Sc. . para que ordene al Cap. Smith para no abandonar el puesto que está ocupando y para resistir fuerte si el enemigo le ataca, y al mismo tiempo para que mande traer los prisioneros hasta el P.C. de la D. 8. 23.10 hs. El mayor B. . informa todas las novedades ocurridas en el día de hoy al Cnel. Ortiz (Cmdte. de la D. 7). 23.15 hs. El Cap. Sc. . comunica al mayor B. . que el Tte. Garay ya había llegado hasta el puesto telefónico que se encuentra en el K. 50 y que había encontrado los dos camiones suponiendo estar descompuestos. También dice el Cap. que le había ordenado al Tte. Garay para quedarse en ese lugar. El Cap. Sc. . comunica al mayor B. .

que habían encontrado rastrillada enemiga muy cerca de la aguada. El mayor B.. informa de estas novedades al Cmdte. Morínigo. 23.30 hs. El coronel Ortiz comunica al mayor B. J que enemigos habían aparecido en la recta del K. 61. Esta misma novedad el mayor B.. informa al mayor Medina. El mayor B.. comunica al Tte. Zarza esta novedad y que es necesario estar alerta y poner varios puestos de seguridad. Las mismas novedades se comunican al Cmdte. Morínigo. 23 3/4 hs. El mayor B.. dice al mayor Medina para que mande los 20 hombres que tiene a mano hasta el K. 58 para procurar descubrir a estos enemigos que salieron en el K. 61. 24 hs. El mayor B. . informa al Cmdte. Morínigo que en el K. 58 se tiene un puesto telefónico y que ya se ha mandado cerca de 50 hombres y que se ha ordenado al batallón que se encuentra al E. para resguardar la aguada. 24.5 hs. El mayor B.. le dice al mayor Medina para ordenar a “Tortola” (puesto telef. del Km58) para cortar el hilo general, conectar con su aparato telef. y atender nuestra estación. Entrego mi servicio de guardia al Sgto. Carlos Céspedes. Fdo. E. Velázquez." (T. V. fs- . 316-317).

 

ALGUNOS TIPOS DE RADIOGRAMAS CIFRADOS EN GUARANI, DURANTE LA BATALLA DE STRONGEST

(De y para la. D.2)

EN CASTELLANO     

14-V-34—7.25 hs.: — Del frente de José A. fueron todos, él los persigue.

José A. era el Cnel. José A. Ortiz, Cmdte. de la D.7. — N. del A.

15-V-34.—7.10 hs.: — Mañana a las 6 hs. más o menos irá a esa nuestro avión. Haga tres humos para que vea sus posiciones.

(Aquí con empleo de código). — N. del A,

21-V-34.—17.30 hs.: — Si su situación es buena no se repliegue. De cualquier manera va a ser mejor si toma posición que dijo en su cifrado horas 15.

(Idem., Idem)

14-V-34.—11.25 hs.D.8 debe instalar línea telefónica hasta puesto comando de la

D.2.

21-V-34.—11 hs.: — Hay enlace por medio de patrullas con R.12. Esta mañana salió otra para ese efecto. Aguada intermedia ocupamos fuertemente.

(Idem., ídem.)


EN GUARANÍ

Ojhó pama José A. renondegüi, peina omoñá.

Carai hacha pirú rupi ojhota nde rógape ñande yacaré. Eyapó apycá tatatí ojhechájhaguá nde tunguzú cuera.

Nde byro tortólaro ani rekyrecá Opaichavo i tortóla veta re camburo tunguzú eré vaecué nde mbyyuí asayé alicate jhá apycá.

Cangüe atá tomboú mbaracayá pysangá lampín Agapito pevé.

Oí cuairú ticha-í rupi jhavía ndivé Co caraípe o carapé vyro upevará. Eira rendá mbytepeguá ro sapucai iporá.

(T. III - fs. 131)



NOTAS

1 Mayor Juan J. Benítez, Jefe de E.M. de la D.8. (N. del A.).




ANEXO IX ACLARACIONES DEL CNEL. GUADIOSO NUÑEZ,

EX CMTE. DEL I.C.E. SOBRE LA BATALLA DE STRONGEST

 

Palabras previas del Autor. En cierta ocasión en que me encontraba desarrollando una conferencia sobre La Batalla de Strongest en el local del Círculo de JJ. y OO. RR. de las FF.AA. de la Nación, descubrí entre la nutrida concurrencia, la presencia del Cnel. don Gaudioso Núñez, Ex-Cmte. del Primer Cuerpo de Ejército y protagonista principal de la famosa batalla en cuestión. Semejante regalo del auditorio no podía desaprovechar para pedir al glorioso Jefe su impresión personal sobre la controvertida acción militar que servia de tema a la reunión de aquel momento.

Cuando creí oportuno solicitar su intervención, cursé la invitación en estos términos: Señores -dije- Se encuentra aquí entre nosotros un ilustre jefe quien tuvo la enorme responsabilidad de conducir una de las más complicadas batallas de la guerra del Chaco (Strongest). Sabemos de su parquedad y excesiva modestia, pero quizás podamos convencerlo de la extrema necesidad de escuchar sus autorizadas palabras para tener una idea aproximada de lo ocurrido en aquella controvertida acción, desde ya, en nombre de todos, agradecemos la complacencia del cnel Núñez a quien le dejo en uso de la palabra.

Acto seguido, el mencionado camarada se puso de pie y en medio de nutridos aplausos se dirigió con pasos vacilantes hacia la tribuna.

Agradezco mucho la deferencia del amigo y camarada Florentín -empezó diciendo-, aunque es muy poco lo que puedo agregar. El relato fue bien ilustrado, bastante aclaratorio sobre lo sucedido en Strongest; sin embargo, hay algunas cositas que se pueden rectificar o agregar, pero en líneas generales, muy bien.

El coronel Florentín empezó recordando algunas palabras del Mariscal Estigarribia, palabras insertadas en el último libro del Gral. Raimundo Rolón (La Guerra del Chaco - I Tomo - Pag 152) en donde dice que yo no había entendido bien la misión cual es, la de atraer sobre sí al mayor número posible de bolivíanos etc. etc. Tal orden señores, no se .... no recuerdo; hace tiempo que no puedo consultar mis documentos, ando muy mal de la vista. Así es que lo único que puedo ofrecerles ahora es, el producto de mis recuerdos personales. Y si acaso existio esa Orden, yo con mi irreverencia estaría pisoteando una disposición superior, o sea, yo sería hoy un díscolo. Señores durante los treinta y tantos años de mi vida militar, no recuerdo haber sufrido ni cinco minutos, ni un minuto de arresto.. pero jamás; y bien entonces, aquí el conferenciante ha mencionado ya la “marcha de aproximación” de la D.7 y la D.2, luego, “la toma de contacto” con la masa principal del Ejército Boliviano, o sea con la resistencia principal. Desde entonces nuestras maniobras, nuestros intentos de envolvimiento por medio de las Divisiones a mi cargo han fracasado sucesivamente. A partir de ese momento, todas nuestras comunicaciones directas las hacíamos en guaraní. Así por ejemplo, el Cnel, Ortiz, Cmdte. de la D.7 me decía: “jhetaiterei co la ava-i cuera, nda i pepó apyrai, ni i yazú pe ni i yacatuva pe, ndaipori pa-ú, apena ro yepysó jha jhaecuerama-catú o yestirá”. Una enorme cantidad de tropas. Ya estábamos nosotros tomando la impresión de encontramos delante del grueso principal enemigo. Hago notar que la intención de Estigarribia era presentar batalla general decisiva, para terminar si es posible la guerra .Para el efecto, el grueso del ejército paraguayo estaba orientado hacia esa dirección, hacia el grueso boliviano localizado en la cercanía del “Lobrego”, o no sé donde mismo, pero no lejos de este último. En esta circunstancia yo le llamé por teléfono a Estigarribia y me atendió su jefe de E.M. el coronel Juan Manuel Garay a quien le comuniqué todas las frustraciones de nuestros intentos de maniobras Divisionarias. Ahora bien -le dije- o correspondé ma ya montá “maniobra de Cuerpos”, a lo que me contestó: “jha upeva la oipota va General”. Entone -le dije- chaqué ape oima la jhaity guazú y le volví a repetir chaqué ape ya poco ta la jhaity re. Jha ayaponte pa”. Y el me contestó: E yapó catú. Esto significaba una cosa totalmente distinta a las atribuciones que me endosaron posteriormente. Yo, ateniéndome a lo que me habían ordenado, me lancé a la maniobra total de todo el Primer Cuerpo a mi mando. Lo hice pero sin apartarme ni un milímetro de las indicaciones de mis superiores. Bueno, salvado esto, yo quiero extenderme un poco más de los prolegómenos de la batalla. El desarrollo ya se hizo. Un día, en una reunión de altos jefes, el General nos habló de que entre Villa Montes, Ballivian y Jurado se encontraba un núcleo de tropas bolivianas, que podría ser el principal, y que quería destruir eso. Entonces él esbozó su idea de maniobra disponiendo el Primer Cuerpo siguiera avanzando sobre la picada “Lóbrego” hasta chocar con esa masa; el Segundo Cuerpo continuaría con la construcción de su picada “Camacho-Florida” por donde marcharía para salir detrás de la masa enemiga; es decir, cortaría el camino “Lobrego” detrás de ese núcleo localizado frente a nuestro Primer Cuerpo; y por último dijo, el Tercer Cuerpo enviaría oportunamente un fuerte destacamento o una División para participar en dicho encuentro. Estábamos entonces en presencia de una maniobra muy grande, maniobra de Ejército, ya no de unidades menores. Una maniobra convergente con el I.C.E., el II. C. y una División del Tercero. Cuando yo pedí autorización para comentar la acción, no sabía nada de las otras unidades, talvez me dejaba llevar un poco de esos impulsos de joven relativamente, temía unos 40 años o bien, era demasiado optimista. Había dicho mi antecesor en esta tribuna que los bolivianos mostraban ya poco espíritu combativo; y, talvez por eso era yo muy optimista. Ahora bien, estando ya en plena batalla, y en plena crisis (un fuerte destacamento enemigo ya se había infiltrado, detrás de la D.7) fue cuando me llamó por teléfono el Cmte. en Jefe, y me dijo lo siguiente: “mbaé novedad pa re moroco-é nde caraí. La novedá ape mi General, tuichavé grave gui. Ro ñe empleá paite ma ndarecoveima ni pete-i soldado aipuruvaerá, jha upeicha roimé roina. Me dice el General (no recuerdo si mañana o pasado mañana) o seta Rafael jhapy cue pe cuera, ah... , antes me dijo, “Ayé jhetá rerú nde ari reina u mi ava-í

pe. Jha jhetá mi General, jhetáite rei voi avé. Cóeramo oseta “jhapycuepe Rafael, jha sarambí ya yapóta chugui cuera. Quiere decir que el General mantenía invariable su maniobra convergente. Y sin embargo, al día siguiente, silencio, completamente sin novedad. Nada  Nada....y, Nada. Entonces le ordené al Tcnel. Higinio Morínigo mi Jefe de E.M. para que requiriera noticias de Rafael en Comanchaco, obteniendo la siguiente respuesta dada por intermedio del Tcnel. Raimundo Rolón Jefe de Operaciones de Comanchaco, en esta forma: - Hace decir el General a ver si pueden esperar 8 días más. Quiere decir que el II. C. E. se encontraba a 8 días de distancia del foco de la batalla. En cuanto al Tercer Cuerpo, ni noticias... absolutamente nada. Ya en la pos-guerra supimos que una División había hecho un amago de marcha hacia nosotros pero hasta ahí nomás. Y, dicen que un Oficial bastante sensible y muy nervioso, cuando vió que nada se disponía, se había presentado ante su jefe para decirle: Yo me voy mi coronel. Permítame que me vaya a través de monte o en cualquiera forma.... Tenemos que ir a ayudar. Y, el Cmdte. de la División -dicen- le había respondido en estos términos: -Nosotros no tenemos por qué preocuparnos tanto por una situación ajena” Así terminó la proyectada ayuda del Tercer Cuerpo. Quiere decir entonces que el Sr. Cmdte. en Jefe no sabía donde estaba su Segundo Cuerpo cuando empezó la batalla. A mi parecer fue así, por eso es que me prometió una cooperación imposible. El Gral. creyó que estaba al alcance del “Lóbrego” pero la realidad era que estaba a 8 días de distancia. Surge la pregunta del por qué se inició la batalla antes de asegurar la concentración de los medios, o sea en este caso, de las tropas. Y bueno, la conclusión queda a cargo de cada uno de ustedes Mi conclusión es, que el Sr. Cmdte. en Jefe, en quien reconozco una capacidad profesional superior a todos los otros, esa vez no fué muy feliz en su conducción estratégica. El era el único responsable de los movimientos de los tres Cuerpos de Ejercito con vista a la batalla general que había planeado. El pecado principal está en haber autorizado la iniciación dé la batalla a destiempo; es decir, antes de contar con la concentración de las fuerzas intervinientes. Es necesario decir la verdad. Yo no tengo odio para nadie, pero, es necesario decir la verdad. Y así fue. Nada más”.

N. del A. Como la exposición del orador (Cnel. Núñez) fue improvisada y cuya reproducción se hizo en base a la memoria del autor y de algunos colaboradores presentes, puede ser que se note alguna incoherencia en la redacción, sin que esto implique la más mínima alteración del sentido de las palabras del exponente, quien, posteriormente, diera su aprobación al presente trabajo.

 

 

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