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ANÍBAL MIRANDA

  ENERGÍA Y POLÍTICA - IMPLICACIONES DE LA POLÍTICA - Por ANÍBAL MIRANDA


ENERGÍA Y POLÍTICA - IMPLICACIONES DE LA POLÍTICA - Por ANÍBAL MIRANDA

ENERGÍA Y POLÍTICA

IMPLICACIONES DE LA POLÍTICA

ENERGETICA BRASILEÑA PARA EL PARAGUAY

ANÍBAL MIRANDA T.

ESTUDIOS PARAGUAYOS

Revista de la Universidad Católica

“Nuestra Señora de la Asunción”

Vol.: IV, Nº 2

Año: 129 - 175

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            La nueva realidad del crecimiento brasileño ya ha comenzado a afectar la economía, la política y la sociedad paraguaya por la vastedad de su alcance. Itaipú no constituye sino uno de los polos de esta empresa que está en pleno proceso de expansión. La firma del tratado germano-brasileño para la provisión de reactores nucleares, enriquecimiento de uranio y entrenamiento del personal en funciones relacionadas a esas actividades, a ser implementado en forma conjunta por Nuclebrás y otras instituciones públicas y privadas de Brasil, por un lado, y un consorcio de firmas de la República Federal Alemana, por el otro, auguran un desarrollo rápido en este campo estratégico que repercutirá notablemente en el balance de fuerzas de toda la Cuenca del Plata.

            Ante estos hechos que se presentan como determinantes para el Paraguay parecería oportuno conocer más a fondo los detalles del programa de energía brasileña. Tomando en consideración los aspectos hidroeléctrico y nuclear del mismo, este trabajo se propone inferir los efectos económicos y de política exterior que resultarán a mediano plazo para el Paraguay, y ver de qué manera habrá de ser afectado el poder de decisión nacional ante el avance de aquellos proyectos que son parte de un plan de largo alcance dirigido a integrar los países vecinos al áreas de influencia del Brasil.

            Se describirá brevemente la economía brasileña durante los últimos años, de modo a ofrecer un marco de referencia sobre el cual fundamentar el trabajo. A continuación se mencionarán los antecedentes inmediatos de Itaipú en su relación con los demás emprendimientos hidroeléctricos brasileños que buscan dotar de continuidad a su crecimiento, en especial en el sector industrial. Se hará referencia a los puntos controvertidos del Tratado de 1973, particularmente los referidos al precio de transferencia de la energía hidroeléctrica, vigencia de dicho precio y tiempo por el que se contrata la exclusividad de transferencia de esa energía. De manera general se observarán también las cuestiones técnicas que hacen al desarrollo de la infraestructura nuclear grandemente impulsada bajo el gobierno Geisel, causas de origen interno como internacional en favor de tal decisión. Esto es de importancia en lo que concierne a la fabricación de armas atómicas, aparte del uso pacífico que se haga de la energía resultante, puntos que serán examinados en el contexto de la política internacional brasileña y de la competencia entre los dos países mayores de la Cuenca del Plata.

            En consideración al análisis precedente se deducirán las tendencias de la política, exterior y de la economía paraguaya. El supuesto en esta última parte será que la estrecha conexión existente entre desarrollo energético y expansión brasileña es propicio al deterioro del poder de decisión del Paraguay, en cuanto a sus intereses vitales como nación y como estado independiente.

 

 

            LA EXPANSIÓN BRASILEÑA

 

            Es esta una cuestión que actualmente no se toma con ligereza en América Latina, pues existen manifiestas pretensiones de liderazgo y capacidad suficiente tanto en recursos materiales y humanos como en equipamiento militar que avalan esto que constituye un polémico modelo de crecimiento. La tasa de incremento del producto, más de 10 por ciento entre 1968 y 1974, indica claramente que en ese período la economía de Brasil ha crecido extraordinariamente, no obstante los agudos desequilibrios en la distribución del ingreso, empleo y salarios que se han profundizado como lo señalan críticos autorizados y como lo reconocen las mismas autoridades gubernamentales (1). El crecimiento poblacional sugiere por otro lado que sus 110 millones de habitantes al presente habrán de multiplicarse hasta alcanzar la respetable cantidad de 200 millones a fines de este siglo, en un territorio que es el quinto en extensión mundial. En esta vastedad geográfica se encuentran minerales en abundancia, muchos de ellos aún inexplotados, potencial hidroeléctrico que está en proceso de ser aprovechado integralmente mediante la construcción de presas y usinas diseminadas a lo largo de los muchos afluentes del Paraná, Amazonas, San Francisco y otros ríos menores, vastas extensiones de tierra que estarían en condiciones de ser adaptadas a una variedad de cultivos y a la cría de animales. Está también la reserva amazónica con sus depósitos de combustible fósil y otras riquezas naturales dispersas en un área equivalente al 32 por ciento del total de Sudamérica. En todo el territorio las comunicaciones se han facilitado por la apertura de rutas, aeropuertos y puertos fluviales que en forma planificada convergen sobre el eje neurálgico São Paulo-Río, verdadero motor de la industria y el comercio que tiene su complemento en los numerosos polos de colonización abiertos hacia el hinterland, con Brasilia en el centro. El litoral marítimo que desde el Caribe hasta el Atlántico se ha ampliado considerablemente al adherir Brasil al mar territorial de las 200 millas constituye, juntamente con los 500 mil km2., de territorio antártico que reclama como suyo, una formidable fuente de alimentos y energía para el futuro (2). Su desarrollo tecnológico ha alcanzado un grado de suficiencia que es inigualado en América Latina, con ayuda de unas 3.000 computadoras que aceleran el procesamiento de datos en el sector público y privado; si se mide la tecnificación de un país por el uso de equipos de computación, resalta la brecha que separa al Brasil de sus más inmediatos seguidores hispanoamericanos, México, con 700 equipos instalados y Argentina con sólo 500 (3). De las inversiones privadas extranjeras en América Latina que hasta fines de 1975 totalizaban US$ 21 mil millones, Brasil acaparaba prácticamente la tercera parte, o sea US$ 6.9 mil millones. Si bien los beneficios de tales inversiones se han traducido en una producción mayor y más acelerada, en la creación de nuevas fuentes de trabajo y un mejor nivel de vida para una parte de la población, en el aprovechamiento más racional de los recursos y en la dinamización de la economía como resultado del efecto multiplicador en los diversos sectores de producción, no pueden descartarse los efectos negativos que se han asociado a ellas. Las opiniones adversas están avaladas por el control que las empresas extranjeras ejercen sobre su economía: 90 % de las ventas en el subsector transportes, 61.5 % en el de material eléctrico y comunicaciones, 70 % en el mecánica y 54.4 % en el metalúrgico corresponden a estas empresas; sobre una muestra de 11 multinacionales entre las que se cuentan VW, Exxon, General Electric y Pirelli, se demuestra que en el periodo 1965-1975 se remitieron US$ 774.5 millones de utilidades al exterior sobre un capital incorporado, por tales empresas de US$ 298.8 millones; en cuanto a la desnacionalización de la industria, solamente entre 1972 y 1974 sesenta y dos firmas brasileñas relativamente grandes fueron compradas por intereses norteamericanos, sin incluir transferencias similares hechas a favor de firmas, japonesas, y europeas (4). A más de estos hechos negativos es notable observar, el grado de concentración de las empresas extranjeras en un grupo de actividades, naturalmente aquellas que ofrecen mayores ganancias tales como banca, finanza y seguro, para mencionar sólo los servicios, los que por otro lado, exigen conexiones mundiales, técnicas avanzadas y un gran capital para operar adecuadamente. Caso contrario caen presa de la competencia. Tiende a ensancharse la disparidad en la distribución del ingreso con sus resultados de marginación social y problemas de desempleo, desnutrición, analfabetismo, etc., por la poca absorción de la mano de obra local ante el avance de métodos de producción capital-intensivos que las empresas multinacionales utilizan preferentemente. Una confirmación lo dan los últimos censos demográficos realizados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, los que registran un descenso de 11.2 % en 1960 a 9.2 % en 1970 en el ingreso del 40 % de la población más pobre, contra un aumento de 39.6 % a 47.9 % en ese mismo período para el 10 % del sector más rico (5).

            La batalla contra la inflación que bajo la inspiración de Roberto Campos fue emprendida inmediatamente después de 1964 y continuada luego por Delfim Netto, no tardó en dar los resultados esperados. En cumplimiento de las recomendaciones hechas por el Fondo Monetario Internacional fueron puestos en vigor un estricto control de salarios que en algunos casos llegó al virtual congelamiento, la disminución de papel moneda circulante mediante medidas de reajuste impositivo y bancario, una revisión de los programas de gastos públicos tendiente a rebajar el déficit fiscal y una más efectiva recolección de impuestos. La variación en el índice de precios al consumidor que en 1961-65 había acusado, un aumento promedio de 63 % anual bajó de esa manera a 29.3% en el período 1966-70, hasta llegar a un nivel mínimo de 12.9 % en 1973. Posteriormente la incidencia de los más altos precios del petróleo y la importación masiva de equipos industriales y maquinarias, entre otros, revirtieron esta tendencia haciendo que para 1975 la inflación trepara nuevamente hasta un 30 % (6). Juntamente con el riguroso control de salarios se dictaron leyes opuestas a los derechos de los trabajadores, especialmente en lo relativo a sindicalización y huelgas, de tal modo que el peso principal del “milagro brasileño” tuvo que ser cargado por aquellos. La introducción de la indexación (o reajuste monetario) vino a eliminar los efectos más perjudiciales de la inflación, con lo cual el ahorro aumentó rápidamente. A consecuencia de esta y otras innovaciones en el mercado monetario la inversión interna tuvo un repunte positivo, a tal punto que desde 1970 en adelante se registró una de las tasas de crecimiento más altas en este rubro en comparación a los demás países de América Latina. Las manufacturas fueron favorecidas por esta corriente de inversión -complementada por el financiamiento externo- aumentando su participación en el producto interno bruto casi en la misma proporción que el sector agrícola fue declinando. La migración de mano de obra de las zonas rurales a las urbanas en busca de empleo y de mejores niveles de salario, fenómeno que se aceleró con este cambio en la composición sectorial del PIB, vino a empeorar el problema de marginación social ya existente. La inflación actuó entonces como un mecanismo de redistribución regresiva del ingreso, haciendo que la concentración de la riqueza, se hiciera mayor. De ahí se puede explicar el porqué de la diferencia en las cifras de los censos correspondientes a 1960 y 1970 entre un pequeño estrato cada vez más rico y otro, cada vez más pobre que tendía a ampliarse en su base.

            En la promoción de las exportaciones, otro de los pilares de la política económica pos-1964, se recurrió a las rebajas impositivas, devolución de aforos y tasas aduaneras, y créditos para aquellas industrias orientadas hacia los mercados del exterior. El Banco Nacional de Desarrollo Económico (BNDE) tuvo un papel importante en este esfuerzo por diversificar y aumentar las exportaciones mediante asignaciones de capital para la naciente industria liviana, la que tuvo así oportunidad de llegar a compradores en América Latina, Europa y África. Sin embargo las exportaciones fueron sobrepasadas por las importaciones, en especial a partir de 1971, creando un déficit comercial que para 1975 llegaba a los US$ 4.7 mil millones. El saldo de los servicios (amortizaciones e intereses, seguro, flete y viajes, asistencia técnica, etc.) también siguió una tendencia negativa, contribuyendo así a que el balance en cuenta corriente pasara de un saldo negativo de US$ 561 millones en 1971 a otro también negativo de US$ 7.1 mil millones en 1974. En tales gastos influyó decisivamente el flujo de bienes de capital e insumos industriales importados por las empresas multinacionales, como lo señalara un pormenorizado estudio del Ministerio de Planeamiento dado a conocer recientemente (7). Las cuantiosas inversiones extranjeras más los préstamos del exterior compensaron estos desajustes, lo cual se reflejo positivamente en las reservas internacionales que de solamente US$ 1.1 mil millones en 1970 llegaron hasta US$ 6.4 mil millones en 1973. Estas bajaron sin embargo a US$ 4.0 mil millones en 1974 y permanecieron en ese nivel duran 1975,  una indicación de que la capacidad de pago ha estado mermando en relación con las obligaciones internacionales. En efecto, la deuda pública externa se proyectó de US$ 4,8 mil millones en 1970 a US$ 22.5 mil millones en diciembre de 1975, sobrepasando el servicio de la misma los US$ 2.8 mil millones en concepto de intereses y amortizaciones en ese último año. La relación deuda externa exportaciones, que es el índice más empleado por los organismos de crédito mundial para conceder préstamos a un país, se ha acercado últimamente a 2.2, siendo 4 el limite. Teniendo en cuenta que la deuda externa para fines de 1976 llegará a US$ 27 mil millones y que la tasa de crecimiento del PIB no superará el 6 por ciento, según estimaciones reveladas por el Ministro de Finanzas Mario Henrique Simonsen, se espera que la confianza crediticia hacia Brasil disminuya (8). Aún así los multimillonarios acuerdos financieros concretados durante la visita de Geisel a varias capitales europeas y luego el Japón, ambas en el curso de 1976, se suman a las predicciones optimistas sobre incremento de la producción, pero dentro de niveles más modestos que los de 1968-1973.

            Estos aspectos contradictorios constituyen el rasgo más notable del crecimiento brasileño, encuadrado en el patrón de sustitución de importaciones mediante la industrialización y en un estricto cumplimiento de planes de grandeza nacional. El soporte de dichos planes puede decirse que está en el ahorro forzado o, en otras palabras, en el trabajo sub remunerado de la mayoría de los asalariados. El salario mínimo vigente no pasa de un promedio de US$ 80, mensuales. Por esa razón el mercado interno es estrecho en relación con el número de habitantes -alrededor de 22 millones de personas- con capacidad adquisitiva de un total de 110 millones. Esta desproporción es lo que la calificación "Bélgica en la India" trata de describir, esta es, dos niveles de vida totalmente diferentes que coexisten en una misma nación. El proceso de industrialización, luego de los años de bonanza que alcanzaron hasta fines de 1974, ha entrado en franca desaceleración por la relativa saturación del mercado interno. El bajo poder adquisitivo de las clases de menor ingreso ha incidido para retardar el ritmo de crecimiento del producto interno bruto, bajando éste de 11.4 por ciento en 1973-74,a 4 por ciento en 1975. La inflación ha aumentado también a pesar de las severas medidas de control impuestas por el gobierno, alcanzando un promedio de 30 por ciento en 1975 que se estima subirá hasta 40 por ciento en el transcurso de 1976. Tal hecho representa un revés de la política económica dirigida a mantener el alza de precios dentro de un margen de 12 por ciento de incremento anual (9).

            Ha ocurrido que luego de haberse alcanzado un cierto nivel de consumo en un lapso de tiempo relativamente breve, la pequeñez del sector de ingresos medios y altos ha imposibilitado que siguiera una demanda adicional equilibrada y por tanto se desato la recesión. Al bajar la demanda, la producción necesariamente se vió afectada. Factores de orden externo como la inflación mundial, el alza en los precios del petróleo e insumos industriales, la misma recesión que afectó a todos los países de economía de mercado, las sucesivas bajas en la cotización del dólar respecto de las demás monedas fuertes, influyeron en este enfriamiento de la economía brasileña. Incluso la baja en los precios de ciertos productos básicos (café, cocoa, azúcar, mineral de hierro, etc.) tuvieron participación en dicho fenómeno desde mediados de 1974 más o menos.

            Con anterioridad la capacidad eléctrica instalada y la producción de papel, acero y cemento se duplicaron en menos de diez años, la producción de bienes durables de consumo (en especial electrodomésticos, productos químicos y de metal, equipamiento electrónico) registró altos índices de expansión que llegaron en algunos casos a más del 30 por ciento entre 1967-74, lo mismo que las actividades minera y de construcción. Entre 1965 y 1975 la industria del automóvil quintuplicó su producción. Las exportaciones que en ese primer año llegaban solamente a US$ 1.7 mil millones saltaron a US$ 8.6 mil millones en 1975. Los préstamos tanto de organismos de crédito público (Banco Mundial, AIF, BID, AID, Eximbank), como de fuentes privadas permitieron proseguir con los planes de mejoramiento agrícola, construcción de obras de infraestructura y viviendas de bajo costo, fomento de las manufacturas, etc. Las empresas estatales reforzaron su preponderancia en las industrias del acero (SIDEBRAS), electricidad (ELETROBRAS), petróleo y productos petroquímicos (PETROBRAS), minerales (Vale do Río Doce), energia nuclear (NUCLEBRAS), transportes y comunicaciones (Varig, Telebrás, Embratel, otras), a tal punto que varias de ellas son actualmente las mayores en activos y ventas en el país, además de ocupar lugares importantes entre las compañías más grandes del mundo (10).

            Se tiene así que el crecimiento económico desde 1968 en adelante ha sido rápido, en virtud de los medios de control inflacionario, promoción de las exportaciones y exenciones fiscales e impositivas. De complemento se ha reorientado la inversión pública a fin de ayudar más eficazmente a la empresa privada, se ha incentivado el ahorro nacional y se ha conseguido crear una mentalidad empresarial que en mucho se debe al efecto demostración de las compañías multinacionales. La introducción de técnicas avanzadas ha posibilitado continuar con el proceso de industrialización, en busca de sustituir un mayor número de importaciones, aunque estas en vez de declinar han aumentado a un ritmo mayor que las exportaciones. La recesión ocurrida últimamente tiene mucho que ver con los cambios producidos en la economía internacional que ocasionaron en lo domestico una alta tasas inflacionaria; déficit en la cuenta corriente y una relativa desaceleración de las inversiones extranjeras. En cuanto a causas, la explicación estructuralista alude a barreras tales como la mala distribución del ingreso y de la tierra, la baja calificación de la mano de obra, la persistencia de métodos anticuados de producción en el sector agrícola, una burocracia poco eficiente, fragmentación de la economía a partir de diferentes niveles de salario por sectores, aparte de los factores externos que en combinación dificultan la ampliación del mercado local y la utilización racional de los factores de producción. Es previsible que los períodos de expansión sean seguidos por depresiones más o menos cortas, como ha sucedido desde luego anteriormente. Esto en coincidencia con o inmediatamente después de similares fluctuaciones que se darían en los países capitalistas avanzados. Así como la última, ola "estanflacionaria" que afectó a dichos países repercutió desfavorablemente sobre la economía brasileña en los dos últimos años, asi también se considera inevitable que bajo las conexiones comerciales y monetarias que vinculan cada día más a esta con aquellos seguirán produciéndose esos ciclos de depresión y recuperación. Las correcciones, que la política económica puedan introducir en tales cielos no pasarían de ser limitadas, por cuanto que el origen de los mismos -en el ‘centro’- escaparía a las decisiones puramente domésticas (11).

            Las técnicas de escalamiento impositivo, las minidevaluaciones que han jugado hasta ahora un papel fundamental en la expansión de las exportaciones, la ejecución de obras públicas destinadas a dotar de caminos, centros de enseñanza, facilidades de comunicación y energía, están dispuestas para reforzar la iniciativa privada. La prioridad en el campo social no está en elevar indiscriminadamente el bienestar de la población sino en dotar de poder de consumo a un número más grande de personas que están subempleadas o que permanecen fuera del mercado de trabajo, mediante salarios escalonados que estarían en relación con su calificación. El argumento es que la desigualdad de oportunidades puede ir corrigiéndose gradualmente por medio de la formación técnica y cultural. Pero esto se hará en etapas de modo que las estructuras establecidas no sufran amenazas de abajo y para que los avances ya logrados no sean anulados por un repentino desajuste interno.

            Los dirigentes brasileños son de aquellos que no cuentan las bajas sino que se preocupan más bien de que la batalla sea ganada. El joven grupo de planificadores gubernamentales trabaja con mente fría, anteponiendo, al bienestar popular el logro de un objetivo político-económico cual es la categoría de potencia mundial para Brasil. El ingreso no habrá de ser redistribuido sin antes haberse acumulado suficiente capital que asegure la continuación del crecimiento sobre bases autosuficientes, según el principio sostenido por los gobiernos militares que se han sucedido en el poder desde 1964. El establecimiento de un ambiente propicio a la actividad privada y la serie de condiciones ventajosas ofrecidas al capital extranjero han atraído cuantiosas inversiones de EE.UU., Europa Occidental y Japón. El surgimiento económico de Brasil, a pesar de sus evidentes desequilibrios, es un acontecimiento que plantea a sus vecinos más cercanos, Paraguay entre ellos, serias interrogantes en cuanto a sus formas de desarrollo. Hasta el momento la tendencia de parte de estos países ha sido -a excepción de Argentina- la de adaptarse a la expansión brasileña. La afinidad ideológica de sus respectivos gobiernos, estructurados en torno del poder militar, provee un lazo que suaviza sus difendos (12). La cuestión actual de la invasión pacífica de colonos brasileños al Alto Paraná, Amambay y territorios aledaños en Paraguay, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y desde Artigas a Rocha en Uruguay, es motivo de preocupación en estos países. Es sin embargo en la penetración de consorcios poderosos (como el Grupo Real), en la concertación de acuerdos de explotación binacional de recursos naturales (gas con Bolivia, hidroelectricidad con Paraguay, proyecto Laguna Mirim con Uruguay), en la interconexión vial (i. e., rutas que unen las principales ciudades bolivianas, paraguayas y uruguayas con los puertos y centros industriales de Brasil) y en el intercambio comercial activo que se ha establecido con estos países donde debe encontrarse el impacto más fuerte de esa expansión. Los demás estados limítrofes que componen al presente el Grupo Andino, excluyendo Bolivia, han estado expuestos igualmente a la política de absorción de fronteras pero no en la medida de los países menores de la Cuenca del Plata. Cantidad de población, la barrera de los Andes y Amazonas, organización económica algo más avanzada que la de aquellos países, son otros tantos elementos que han protegido a Perú, Venezuela, Colombia, del gigantismo brasileño.

            Ciertamente que la obtención de territorios por la fuerza es cosa casi del pasado, no, así la dependencia económica que en un plano global se da en las relaciona Norte-Sur, reproducidas a menudo, entre países de distinto nivel de desarrollo en áreas geográficas limitadas. El cono sur de América Latina quizá ejemplifique esta realidad en sus distintas manifestaciones de restricciones a la navegación, pago de tributos y regulación por cuotas del comercio intrazonal, explotación de riquezas naturales por empresas asentadas tanto en Brasil como en Argentina (con o sin participación de capital multinacional dirigido desde los países industrializados), a más de la serie de consecuencias que derivan de los créditos, asistencia técnica y otras inversiones tanto públicas como privadas cuyas utilidades favorecen menos al país anfitrión que al huésped. En lo que respecta al Paraguay, por su mediterraneidad, por su tradicional y hasta hace poco única salida al mercado internacional a través del puerto de Buenos Aires, por la infinidad de intereses que lo ataban a Argentina, ha tenido en dicho país un asociado exigente que por mucho tiempo explotó su preeminencia en forma abusiva. Cuando Brasil hizo construir un puente entre Foz de Iguazú y Puerto Presidente Stroessner, concedió ayuda técnica para levantar la primera hidroeléctrica paraguaya en Acaray, financió la construcción de la Facultad de Filosofía dependiente de la Universidad Nacional, ofreció un puerto franco en Paranaguá, entre otras cosas, se constituyó por supuesto en el vecino pródigo. Los problemas sobre demarcación de límites, en el Mbaracayú y Saltos del Guairá fueron resueltos de a poco en un ambiente de relativa conciliación a pesar de la posición dura de Brasil en el terreno, como se verá después. La creciente cooperación Brasilia-Asunción, basada en la sutil diplomacia puesta en marcha por Itamaratí para extender el área de influencia brasileña en el cono sur, debe verse como parte de la vieja competencia con Argentina. En la medida que este último país ha venido perdiendo terreno en esa competencia por efecto de sus problemas internos, se ha debilitado la política pendular paraguaya al inclinarse decisivamente el balance de fuerzas del otro lado. El repliegue argentino ha sido, acompañado por el ascenso de Brasil al lugar de privilegio que ahora ocupa en toda la región, fundamentalmente como consecuencia del dinamismo de su economía y de la gran cohesión de su clase dirigente a lo largo de trece años de ininterrumpida conducción militar. De la comparación siguiente, que resume la disparidad entre Brasil y Paraguay, puede deducirse a qué extremo llegaría más tarde la absorción de un país por el otro de proseguir la tendencia descrita.

 

 

 

            LA CUESTIÓN HIDROELÉCTRICA

 

            Los avances económicos hechos por Brasil en los últimos diez años, ilustrados someramente en los datos previamente mencionados, dan también la pauta de lo ambicioso de sus planes en la esfera de la hidroelectricidad. Estos planes tienen su razón básica en la necesidad de respaldar el sector industrial, el cual ha entrado ya en la etapa de producción a escala de maquinarias y equipos, explotación y refinación de minerales, petroquímica, siderurgia y otros rubros que demandan un gran consumo de energía. No podría pretenderse que las grandes fábricas pudieran aumentar su capacidad o que se instalaron otras nuevas si no hubiese suficiente energía para alimentarlas, debiéndose prever una demanda aún más alta por el consumo no industrial que también aumenta a medida que crece la población. Pero un factor de más trascendencia últimamente quizá haya sido la progresiva sustitución del petróleo por la hidroelectricidad, teniendo en cuenta la diferencia de precio entre ambos. Mientras el primero fue haciéndose más caro por los sucesivos incrementos que se produjeron desde 1973 luego de los ajustes decididos por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la hidroelectricidad tuvo incremento indirectos comparativamente menores. Bastaría apuntar que los precios de referencia del barril de petróleo crudo (liviano de Arabia) pasaron de US$ 1.80 en enero de 1970 a US$ 2.59 en enero de 1973 y, posteriormente a US$ 5.12 en octubre de 1973. En enero de 1974 estos precios subieron a US$ 11.65 (13). Se explica así la mayor incidencia de este ítem en las importaciones totales del Brasil, lo que ha promovido precisamente el desarrollo de fuentes alternativas de energía como un medio de paliar el creciente déficit comercial resultante. La tabla siguiente indica que mientras el valor de las importaciones de petróleo se hizo 14 veces más grande en valor entre 1970 y 1975, las importaciones totales de mercancías solamente se quintuplicaron en dicho período.

 

 

 

            El encadenamiento de los proyectos hidroeléctricos brasileños, especialmente en la región sur y sureste, tiene pues como fundamento la notable alza de los precios del petróleo que ocupa el lugar más alto entre otras clases de combustible empleado (77.4 por ciento del consumo comercial en 1972, declinando luego), y el crecimiento industrial que es motor de su expansión económica. La capacidad instalada de electricidad, concretamente, era de 15.625 MW en 1973, de la cual 12.600 MW (casi 80, por ciento) era de origen hidroeléctrico; el restante 20 por ciento era de origen térmico, producido por usinas a carbón y petróleo principalmente. Esta relación 80/20 no habrá de ser alterada a corto plazo, según los más recientes planes que hasta la fecha han sido cumplidos en su totalidad. En el mismo ano 1973 la capacidad instalada por habitante (W/hab.) llegaba a 154, notablemente inferior a la de Argentina que era de 341 y un poco más alta que la de Paraguay que estaba por los 83.3 (14). Para 1974 la capacidad Instalada había saltado a 17.000 MW, y las previsiones de Electrobras eran de 19.800 MW para 1975, un poco más de 45.400 MW para 1985, 104.000 MW para 1995 y 153.000 MW para el año 2000, lo que exigiría inversiones no menores a los dos mil millones, de dólares anuales en todo ese tiempo (15). Gran parte de este programa seguirá centrándose en los recursos hidráulicos, aunque es posible que a partir de 1990 las usinas nucleares absorban la demanda en un porcentaje creciente respecto de las usinas convencionales. Los avances más importantes que ya se han realizado tienen su punto de apoyo en estas decisiones:

            - en 1962 se crea Electrobras como ente encargado de regular todo lo referido a energía eléctrica;

            - en 1964 se dicta la ley de unificación de frecuencia de la corriente distribuidora en 60 ciclos para todo el territorio;

            - en 1968 se establecen normas generales de facturación para las empresas concesionarias de servicios públicos de energía eléctrica;

            - desde 1969 en adelante se cuenta con un valioso instrumento, el Presupuesto Plurianual del Sector de la Energía Eléctrica (OPE), que agrupa de manera consolidada toda la información usada por el gobierno para planificar sus inversiones en este campo;

            - en 1971 se garantiza por ley la remuneración de las concesionarias de servicios eléctricos, captándose de ese modo mayores recursos financieros privados;

            - en 1973 se firma el tratado de Itaipú con Paraguay para la construcción de una usina sobre el río Paraná; también se procede a interligar los sistemas eléctricos de las regiones sudeste y sud con el fin de racionalizar el uso de los recursos energéticos.

            Paralelamente Electrobras fue ampliando sus operaciones. Se dedicaron más fondos para investigación -por ejemplo, en extra-alta tensión y ultra-alta tensión para posibilitar la transmisión de energía eléctrica a grandes distancias y el abaratamiento de los costos. La construcción de la central nuclear en Angra se hizo mediante un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Nuclear (CNEN) y Electrobras. Las leyes sobre préstamos obligatorios a favor de Electrobras permitieron lograr los elevados niveles de inversión requeridos por el I Plan Nacional de Desarrollo para la producción de electricidad en el trienio 1972-74. La centralización alrededor de dicha empresa tuvo resultados positivos, sin que por ello perdieran vigor las concesionarias estaduales y locales como Eletronorte, Eletrosul, Furnas, Companhia de Eletricidade de Manaus, Companhia Paulista de Forca e Luz, Companhia Brasileira de Energía Eléctrica y otras en las cuales existe participación del gobierno a través de Electrobras (16).

            La tasa promedio del consumo de la energía eléctrica en los últimos cinco años ha sido de 10 por ciento, llegando entre 1972-74 a 13 por ciento. Si se considera que la elasticidad-ingreso de energía en América Latina es mayor que la unidad, siendo para Brasil de aproximadamente 1.15 (o sea, por cada 1 por ciento de incremento del producto interno bruto la demanda de energía sube 1.15 por ciento), es obvio que la construcción de usinas de todo tipo debe hacerse a un ritmo acelerado para no detener el desarrollo de los demás Sectores. Del consumo total de electricidad corresponde una gran parte al sector industrial -54 por ciento entre 1970-74- no siendo de extrañar que haya una muy estrecha relación entre las tasas de crecimiento de uno y otro. Es así que en 1973 comenzaron a operar plantas generadoras de 3000 MW cada una: Furnas, Estreito, Jupiá y Paulo Afonso; se siguieron modernizando otras más pequeñas, además de multiplicarse las redes de interconexión con los centros de consumo más activas en la costa este (17). Por entonces aún no se destinaba una cantidad masiva de fondos para el aprovechamiento de la energía nuclear. Presionado por la crisis del petróleo, el ejemplo de la explosión de un artefacto nuclear en la India y la necesidad de lograr una cierta ventaja estratégica frente a Argentina, los planes del Brasil fueron extendidos considerablemente. De las negociaciones con Paraguay para llegar a un acuerdo en lo referente a Itaipú y otro tanto con Bolivia para el abastecimiento de gas natural, se intensificaron después los contactos con el gobierno alemán para obtener reactores nucleares, con Francia para la compra de equipos también nucleares pero de una línea diferente, y se revisó el acuerdo técnico Brasil-EE. UU. en el mismo campo. Todas estas gestiones resultaron exitosas gracias al empeño conjunto de las distintas agencias públicas encargadas de negociar con las autoridades extranjeras.

            No se ha descuidado la construcción de usinas convencionales, tanto a carbón y petróleo como hidroeléctricas. De la lista siguiente la única diferente es la de Angra dos Reís, que está fijada para entrar en funcionamiento hacia fines de 1977. Nótese que la potencia de Itaipú será mucho mayor que cualquiera de las demás. El costo de energía de dicha usina ha sido calculado últimamente en US$. 304 por KW instalado, lo que ha hecho decir a Costa Cavalcanti, Director General de esa empresa: "considero que Itaipú es uno de los proyectos más económicos en Brasil y en el mundo" (18).

 

 

 

            En lo que toca a Itaipú, sus antecedentes más inmediatos dan prueba de la labor eficaz desplegada por la dirigencia brasileña para llevar adelante la electrificación del país y para establecer al mismo tiempo una especie de cabecera de puente en Paraguay, consecuente con la meta de lograr cada vez más influencia en la Cuenca del Plata. La presentación que sigue facilitará el análisis de los puntos conflictivos enumerados en la introducción, incluyéndose además la reacción argentina por ser relevante.

            Poco después de la creación de la Comisión Mixta Técnica Paraguayo-Brasileña para el estudio del río Paraná (febrero de 1967), las declaraciones de los gobiernos del Brasil y la Argentina pusieron en alarma a la prensa de ambos países, y los motivos estaban bien a la vista: las usinas hidroeléctricas que apresuradamente iban tomando cuerpo sobre los muchos afluentes del río Paraná en territorio brasileño y las reiteradas insinuaciones argentinas de que dichos emprendimientos traerían aparejada la disminución del caudal del río en su parte inferior, sumado al temor de la contaminación del agua como consecuencia de la probable instalación de complejos industriales-siderúrgicos en el Estado de Matto Grosso. El tema constituía terreno de abono propicio para continuar la antigua rivalidad existente entre ambos países. El gobierno paraguayo, mientras tanto, había concretado la construcción de la presa del Acaray con asistencia técnica del gobierno brasileño, ante la desconfiada mirada de la Cancillería argentina. No hubo reparos, sin embargo, para que Electricidad de Misiones S.A. concertara un acuerdo con la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) para la compra de energía proveniente de esa central hidroeléctrica.

            Un proyecto tan monumental como el de Itaipú no podía siquiera pensarse sin que se agitara el ambiente regional. Por el potencial que representa, por su posición geográfica, por el alcance de sus repercusiones económicas, es natural que generara esperanzas y temores en los países directa o indirectamente envueltos. Considérese si no la tremenda energía que ha de proveer una vez terminada, 12.600 MW, y el costo que alcanzará US$ 6.0 mil millones según los últimos cálculos. Para la provisión de las turbinas se especulaba que intervendría la Unión Soviética además de los países occidentales. Se hablaba de que el financiamiento habría de corresponder a dos grandes consorcios, uno europeo y el otro árabe, por motivos presuntos de neutralidad política de dichos capitales. No se descartaba la posibilidad de que otras negociaciones se llevaran a cabo ante organismos como BID, Banco Mundial, Eximbank con lo cual se hubiera dado preferencia al capital norteamericano (19).

            Si Itaipú significaba para Brasil la posibilidad de llegar a industrializar la parte suroeste de su territorio, para Argentina representaba el crecimiento a sus espaldas de una obra sobre la que no tendría ningún control y de la que no se beneficiaría en absoluto. Las argumentaciones legales eran abundantes, tanto a favor como en contra del proyecto. Por un lado estaban los objetivos supranacionales enunciados en las numerosas resoluciones de la Cuenca del Plata; de dichas resoluciones interesa mencionar aquellas referidas al aprovechamiento del recurso agua como las formuladas en Santa Cruz de la Sierra (mayo 1968), Brasilia (abril 1969) y Asunción (junio 1971), las que enfatizaban el propósito de una gradual integración entre los países miembros. Por otro lado estaba el interés de cada uno de ellos, no siempre coincidente, que tendía a dejar completamente de lado cualquier principio aunque se hicieran declaraciones de buena voluntad. Para Paraguay todo esto no era más que la continuación de viejas disputas sobre sus derechos fluviales y de acceso al mar sostenidas con sus vecinos, especialmente con Argentina. Pero en ocasión de la visita del Presidente Onganía al Paraguay en noviembre de 1969 se ratificó rápidamente un tratado de navegación que concedía un tratamiento igual a los buques, carga, y toda clase de transporte de y hacia ambos países; se acordó la pronta construcción de puentes internacionales sobre el río Paraguay y Pilcomayo, la complementación regional entre los territorios fronterizos, y la construcción y explotación en común de las obras de aprovechamiento de la energía hidráulica y el mejoramiento de la navegación a la altura de las islas Yacyretá-Apipé. Estaba en marcha la diplomacia argentina. En el punto 3 de la Nota Reversal intercambiada por ambos países en noviembre de 1970 se incluía el siguiente párrafo: "El Complejo Yacyretá-Apipé constituirá un condominio, por partes iguales, de ambas Altas Partes Contratantes, El condominio que se constituye sobre las obras e instalación del complejo no implica alteración ni cambio de las respectivas soberanías, no siendo propósito de esta Nota restringir o modificar los derechos actuales de los Signatarios sobre sus respectivos territorios ni sobre la navegación del río Paraná" (20).

            Punto que se omitió precisamente en el Acta de Foz de Iguazú, firmada en 1966 por Juracy Magalhaes y Sapena Pastor, Ministros de Relaciones Exteriores de Brasil y Paraguay respectivamente. En dicha Acta se mencionaba solamente que la energía eléctrica sería dividida en partes iguales entre los dos países. Nada sobre la cuestión territorial que era de fundamental interés entonces. Sobre esta omisión hizo eco la oposición paraguaya, uno de cuyos dirigentes planteó preguntas al Senado. "Porqué en la Conferencia de Foz de Iguazú, entre los puntos en controversia no se incluyó el de la soberanía sobre los Saltos (del Guairá)?", a lo que el mismo autor respondía: "no es posible afirmar que la Cancillería nacional haya reclamado contra la ocupación civil brasileña, exigiendo el restablecimiento de la soberanía violada" (21). Así se presentó la controversia sobre los derechos de soberanía, en los Saltos, pues si bien en octubre de 1965 la Cancillería paraguaya había presentado al gobierno brasileño una formal protesta por la ocupación militar de la frontera aún no demarcada (hito 341/IV y los Saltos del Guairá), el emplazamiento de construcciones permanentes en dicha zona y la detención de comisionados paraguayos por efectivos militares brasileños, en junio de 1966 no figuraba en la Agenda para la entrevista presidencial en Foz ese tópico. El condominio sobre las obras y recursos hidráulicos que posteriormente se reconoció en el tratado de Itaipú (1973) eliminó dichas fricciones pero no se citó el Tratado de Límites de 1872 y sus adiciones en relación a los derechos soberanos que cada parte ejercería sobre sus respectivos territorios. Con anterioridad, en una comunicación interna de la Cancillería al Senado paraguayo, aquella se expidió en términos poco precisos sobre el problema de la presencia de efectivos brasileños en territorio reclamado por Paraguay, sentando la tesis de que no se podía hablar de ocupación territorial mientras no hubiese una demarcación definitiva de fronteras, lo que evidentemente contradecía lo expresado en la Nota de diciembre de 1965 al Embajador de Brasil en Asunción. En la misma se aclaraba que "es cierto que ese destacamento (militar brasileño) ocupa zona aún no demarcada, pero es también innegable que estando al sur de la cumbre de Mbaracayú es territorio paraguayo, lo que será sin duda confirmado al efectuarse la demarcación de los 20 km. que faltan entre el hito 341/IV y el Salto del Guairá" (22). A esto debe agregarse lo dicho por el Sr. Juracy Magalhaes en su explicación sobre el alcance de las negociaciones realizadas con su colega paraguayo: "El acuerdo a que llegamos en ese encuentro (Foz de Iguazú) corresponde exactamente a los objetivos brasileños, que son los de aliviar la tensión que se produjo en las relaciones de los dos países, sin hacer concesión alguna al Paraguay en el problema de fronteras por él sustentado y por nosotros negado; a pesar de las tentativas paraguayas no hubo discusión de fronteras y nosotros, al conceder la retirada del contingente ubicado en Puerto Coronel Renato, reafirmamos nuestra soberanía territorial sobre aquella área" (23).

            Por otro lado, en las reuniones internacionales se proyectó el objeto de controversia que motivaba a los países afectados. La Conferencia Mundial sobre el Medio Humano (Estocolmo, junio 1972) organizada por las Naciones Unidas para discutir problemas relativos a la contaminación del medio ambiente, escuchó al delegado argentino acusar directamente al Brasil de pretender llevar a extremos peligrosos la posibilidad de una destrucción ambiental como consecuencia de las obras que pronto iban a construirse en las márgenes del Paraná. Ante la alternativa de crear riesgos innecesarios a los habitantes que en tal tipo de situación se vieran afectados río abajo, Argentina propuso la inclusión de un principio -el célebre principio 20- por el cual se obligaría a todos los estados a brindarse la más amplia información al respecto y el derecho a disentir cuando efectivamente se amenazare la seguridad de la vida. Pese a contar con el importante respaldo de un número de naciones del bloque afroasiático y latinoamericano, la iniciativa no prosperó girándose su tratamiento a la Asamblea General de la ONU para su solución. Cuando esta comenzó sus deliberaciones en octubre de 1972 se consideraba que el mencionado punto constituiría uno de los platos fuertes, pero no fue así. El acuerdo Mc Loughlin-Barboza al que se llegó evitó mayor polémica (24). Finalmente en Punta del Este, con motivo del encuentro de los Cancilleres para la V Conferencia de la Cuenca del Plata (diciembre 1972), se dejaron sentadas las distintas posiciones:     

            - Paraguay se consideraba "firmemente decidido a llevar adelante los proyectos de construcción de presas hidroeléctricas con Brasil y con Argentina", no teniendo prioridades para ninguno de los proyectos sino el que primero se aprobara sería el primero en empezar a construirse (25). Pero Sapena Pastor pareció inclinar la balanza del lado brasileño al declarar que "los estados de curso inferior tienen el derecho a solicitar informes, siempre que exista un peligro o siempre que exista un perjuicio sensible, porque si no se ocasiona un perjuicio sensible, si se toman las aguas y se las vuelve a volear en el mismo lugar después de haberlas utilizado, entonces evidentemente no hay ningún daño, salvo que haya transformaciones en las corrientes u otra cosa" (26).

            - Argentina, expresándose por intermedio de Mc Loughlin, indicó que "sería contrario a la voluntad de crecimiento compartido de nuestra asociación que algunos proyectos u obras por sus características puedan restringir o afectar las posibilidades de aprovechamiento o los programas de cualquier estado miembro" (27). Con esto se declaraba contrario a la construcción de la presa en Itaipú, pero en cierta medida favorecía la alternativa de dos presas menores a ser construidas por los tres países.

            - Brasil admitió el derecho de no causar perjuicio sensible en los recursos fluviales y defendió la tesis de informar sobre sus proyectos a los países vecinos aguas abajo, pero rechazó la demanda argentina de la consulta previa. Gibson Barboza esquivó sutilmente dicho obstáculo reconociendo el respeto de Brasil por el derecho soberano de otros sin abdicar de la propia soberanía.

            El punto de vista paraguayo en cuanto a Itaipú, en particular, y al aprovechamiento de los ríos internacionales, en general, estaba en concordancia con la Declaración de Asunción. Esta refiere que "en los ríos Internacionales contiguos, siendo la soberanía compartida, cualquier aprovechamiento, de sus aguas deberá ser precedido de un acuerdo bilateral entre los ribereños". Y no siendo la soberanía compartida en los ríos internacionales de curso sucesivo, "cada estado puede aprovechar las aguas en razón de sus necesidades siempre que no cause perjuicio sensible a otro estado de la Cuenca" (28), Lo de "perjuicio sensible" no ha sido definido.

            A pesar de las dudas legales, de los reparos y presiones políticas externas, Brasil se mostró firme en llevar adelante la construcción de la represa en Itaipú. Allanando diferencias con los cuatro negociadores paraguayos que actuaron en un ambiente de cerrado silencio y con muy poco asesoramiento, se firmó el tratado el 26 de abril de 1973, en base a las proposiciones presentadas por los delegados brasileños. La reacción del gobierno y la prensa argentina fue de condena. Los partidos de oposición, la prensa, algunas asociaciones estudiantiles y gremiales en Paraguay cuestionaron severamente varias de sus cláusulas que aparecían como lesivas a la soberanía nacional, daban ventajas excesivas a la otra parte, no estaban suficientemente claras en sus aspectos técnicos, y en la distribución de los beneficios denotaban una gran desigualdad. Las discusiones en el Parlamento paraguayo dieron oportunidad a la ciudadanía a enterarse de sus detalles, y difundidos éstos por los medios de comunicación crearon la sensación de que se estaba decidiendo la suerte del país. La publicidad favorable en Brasil fue casi unánime, resaltándose la significativa victoria diplomática por sobre las "maniobras dilatorias" argentinas, un gran adelanto, en los planes de electrificación emprendidos por Electrobras y una efectiva finalización de los problemas limítrofes paraguayo-brasileños que ayudaría aún más a integrar los dos países. Quedaba librado al buen entendimiento que esa integración podría ocasionar la dependencia cada vez mayor del Paraguay, principalmente por medio de su economía, del Brasil. Hecho que no pasó desapercibido para aquellos que abogaban por una modificación del tratado, ni siquiera para los que apoyando su ratificación debieron recurrir a mucha retórica para minimizar sus limitaciones (29).

            Antes de comentar tales limitaciones, es conveniente aclarar que el aprovechamiento Itaipú constituye una oportunidad excepcional que tiene el Paraguay para impulsar su crecimiento económico, y a partir de ahí hacer que la población logre un más alto nivel de vida con todo lo que ello significa. El ahorro podrá elevarse en términos absolutos y relativos incidiendo, para que la inversión interna también aumente, lo que sumado a las inversiones extranjeras que ya han comenzado a afluir hacia los diversos sectores posibilitarían la rápida modernización del país. De una economía envuelta en el círculo de la pobreza se abre la opción de evolucionar hacia otra que, a pesar de lo inestable por la velocidad y naturaleza de sus transformaciones, habrá de aprovechar más integral y racionalmente los recursos, lográndose en ese proceso una mayor producción, la ampliación del mercado doméstico -en la medida que mejore la distribución del ingreso-, la apertura de nuevas fuentes de trabajo y por consiguiente un mayor grado de bienestar en todos los órdenes. Actuando a manera de propulsor la energía hidroeléctrica (de Itaipú y de los demás emprendimientos binacionales) y como motor las agroindustrias, Paraguay está a las puertas de lo que podría calificarse como un dinámico período de sustitución de las importaciones. El Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social 1977-1981, tomo II, lo más serio en este tipo de proyecciones, así lo confirma.

            Es difícil concebir que Brasil accediera a un tratado diferente al que firmó en atención a la escasa capacidad financiera del Paraguay. La mejor preparación técnica del equipo negociador brasileño es otro factor de importancia que influyó durante las tratativas y gestiones con su contrapartida paraguaya. ANDE de Paraguay tuvo el mérito de haber asesorado acabadamente a su gobierno en base a criterios de factibilidad razonables aunque discutibles, en mucho por el clima politizado que precedió a la ratificación del tratado. Tres puntos caben ser analizados aquí, por sus implicaciones de naturaleza económico-financiera que trascienden el marco estricto de Itaipú para prolongarse a todo el ámbito paraguayo.

            a) Precio de la energía, cedida a la otra parte. En primer lugar no habrá pago por la energía que se ceda al Brasil, sino una mera compensación. Esta será equivalente a US$ 300 por gigawatt-hora, precio fijado en 1973 que habrá de tener efecto recién cuando comience a producirse energía al entrar en funcionamiento las turbinas, allá por 1983 posiblemente. Este es un precio fijo. Pero nótese que mientras tanto el costo de las obras va subiendo por el aumento del precio de los materiales y equipos empleados, ajuste de salarios del personal, ajuste en transporte y otros rubros relacionados con la provisión de elementos imprescindibles para la construcción de la represa y el desvío del curso de agua, etc. Es cierto que en el aumento de los costos, las cuales pasaron de US$ 2.0 mil millones en abril de 1973 a US$ 3.5 mil millones en noviembre de 1973 y posteriormente a US$ 5.7 mil millones en febrero de 1976 según cifras oficiales, están incluidas otras obras de infraestructura más cuatro generadores adicionales que elevarán la potencia instalada de 10.000 MW a 12.600 MW (30). Sin embargo, un gran porcentaje de estos aumentos en costo corresponde a la inflación desatada en los últimos años que ha incidido en el presupuesto de las obras previstas al firmarse el tratado. Una referencia cercana está dada por el precio del petróleo que en solamente dos años, de octubre de 1973 a octubre de 1975, se incrementó en 438 por ciento. El precio de los reactores nucleares, otro elemento que debe tenerse en cuenta para medir lo inadecuado del precio fijo por gigawatt-hora comentado, ha subido de US$ 300 por kilowatt de capacidad en 1970 a US$ 1135 en 1975 (31). O sea que el precio de la energía proveniente del petróleo y de las usinas nucleares ha sufrido variaciones tremendas, así como los mismos gastos requeridos para la construcción de la represa de Itaipú, pero la compensación que habrá de recibir Paraguay permanecerá inalterada. Y esto que aún faltan muchos años para que tal ganancia se haga efectiva, período durante el cual se realizarán otros reajustes que minimizarán aún más su valor real. Si a esto agregamos el monto de las regalías establecido en US$ 650 por gigawatt-hora generado y que tampoco prevé incrementos proporcionales a los índices de inflación anuales, es indudable que cuando llegue el momento de recibirse las utilidades de este emprendimiento, ya deducidas las amortizaciones por los préstamos más sus respectivos intereses, no quede mucho entusiasmo del lado paraguayo.

            Las maneras de salvar este defecto serían: a) renegociar el precio de transferencia según los incrementos del precio de la electricidad que se produce en ambos países, según el nivel de inflación en ambos países, según las subas comparativas de otras fuentes de energía (petróleo, por ejemplo), pudiéndose tomar incluso un promedio de todas ellas juntamente con las variaciones anuales en el costo de las obras hasta que termine la construcción, de modo a obtenerse un precio realista por la cesión que Paraguay haga de la parte de energía que le corresponde; b) industrializar rápidamente el Paraguay de manera que no se haga ninguna cesión de energía, lo cual implicaría aprovechar localmente la parte que le corresponde. Es a todas luces imposible llegar a esta segunda solución a corto plazo por la limitación del mercado interno, mano de obra escasamente especializada, insuficiente infraestructura y otros obstáculos que presenta su economía, pero aunque fuera intentada habría un excedente de energía por el funcionamiento de otras usinas de gran capacidad (Yacyretá-Apipé y posiblemente Corpus). Quizá, en un plazo más largo ésta sea la alternativa más indicada. En cuanto a las regalías, es conveniente no tratar de modificarlas al mismo tiempo que la compensación por correrse el riesgo de que esta última no sea elevada al nivel adecuado, previendo las exigencias de la otra parte que tiene mucho más campo de negociación y formas de presión a su disposición. Otras alternativas se mencionan más adelante.

            b) Condiciones en que se contrata la transferencia de la energía. El derecho de adquisición de la energía no usada por una de las partes será privilegio de la otra parte, en períodos de 20 años, según se desprende del texto del tratado (32). Esto significa que Paraguay no podrá transferir o vender la energía que le corresponde a otros países salvo que Brasil renuncie unilateralmente a tal derecho, lo cual es bastante improbable. Esta exclusividad se hace más desventajosa para Paraguay si se considera el largo tiempo por el que se realizan los respectivos contratos de transferencia, 20 años, suficiente para retardar cualquier programa interno que demande una utilización masiva de electricidad. Se deduce de estos que ni pueden buscarse mejoras ofertas para lo que naturalmente pertenece al Paraguay, ni puede planificarse el establecimiento de grandes industrias a partir de esa electricidad durante tales períodos de contrato. La Nota Reversal N° 5 otorga una tolerancia de 20 por ciento en más y en menos en la potencia contratada en el primer período y de 10 por ciento en el segundo, con un máximo de 100 mil KW de variación hacia abajo, lo cual representa para el Paraguay una pequeñez. Se torna dudoso que el gobierno brasileño, de haber un pedido del Paraguay, decida retornar sencillamente la energía que recibe a tan bajo precio sin exigir concesiones a cambio. Esta es un arma que podría ser manejada por la otra parte, en conjunción con otras un tanto más refinadas, para moldear el desarrollo de la economía paraguaya de acuerdo a sus intereses. Se plantea pues su neutralización si es posible antes de que se firme ese primer contrato de transferencia, lo cual sería factible si: a) se acuerda un tiempo menor de duración, por ejemplo 10 años, entre un contrato y el siguiente como también un mayor margen de tolerancia en la potencia contratada; b) se libra a cada una de las partes el derecho de usar de la manera que más crea conveniente la energía que le corresponde, modificando la cláusula, de exclusividad que representa el Artículo XIII y sus complementos. La primera cuestión parece ser más urgente que la segunda aunque ambas son contrarias a una relación entre asociados. Estudios técnicos de ANDE, aluden a la imposibilidad de realizar la transmisión de energía a Bolivia y a la dificultad que habría en Argentina por comprar la parte que le corresponde a Paraguay, argumentos ciertamente válidos pero no definitivos. De encontrarse consumidor fuera del Brasil el precio mínimo quedaría automáticamente superado. Es posible que no haya demasiado receptividad en Brasilia para proceder a estas modificaciones, pero con un trabajo cuidadoso que tome en cuenta la disposición de factores domésticos e internacionales para apoyar una presentación amistosa ante aquel gobierno podrían lograrse algunos compromisos mejores de los que están contemplados al presente. De no haber un intento en este sentido es casi seguro que surjan con más peso las críticas y disensiones en Paraguay, en especial cuando llegue a su fin la construcción de la represa. De ocurrir esto el favorecido será Brasil, que aprovechará así el debilitamiento del frente interno paraguayo.

            c) Vigencia del precio y de las condiciones de transferencia de la energía. En el Anexo C se encuentra una condición que dice: "las disposiciones del presente Anexo serán revisadas, después de transcurrido un plazo de cincuenta años a partir de la entrada en vigor del Tratado, teniendo en cuenta, entre otros conceptos, el grado de amortización de las deudas contraídas por la Itaipú para la construcción del aprovechamiento, y la relación entre las potencias contratadas por las entidades de ambos países". Este anexo es el que sienta las bases financieras y de servicio referidas en los dos puntos anteriores, es decir el precio y las condiciones en que se contrata la transferencia de la energía. El obstáculo que este párrafo opone a una renegociación es realmente formidable. Tal como está redactado, indicaría que para procederse a rever cualquier cláusula en esta sección se debe modificar antes dicha condición. No solamente eso, sino el mismo hecho que tales cuestiones en un contrato de aprovechamiento de un recurso natural se den actualmente por tanto tiempo no son justificadas. Cabe la pregunta si se consultó o no la redacción de otros tratados parecidos (en el área de explotación de hidrocarburos en Venezuela y Perú, por ejemplo), o si hubo alguna amenaza grave de parte del Brasil, o si las negociaciones fueron realizadas estrictamente en atención al interés nacional por los representantes paraguayos.

            Lo cierto es que para superar este obstáculo y los otros dos en el mismo Anexo C se necesitarán mucho más que protestas o declaraciones románticas. No existen imposibles, sin embargo. La evolución del sistema interamericano puede dar la oportunidad a Paraguay de revisar estas y las demás disposiciones que le son desfavorables (33). Lo que cuenta en el fondo es el poder que tiene un estado (y sus aliados) para apoyar sus pedidos o pretensiones ante los otros estados, más que la letra de un acuerdo. Necesario es reconocer que en esta instancia la balanza está totalmente a favor del Brasil. No bastaría por tanto recurrir a los medios diplomáticos usuales en caso de divergencia sobre la interpretación o la aplicación del tratado (Art. XXII), medios que no debieran despecharse pero que resultarían insuficientes si tales divergencias se plantearan a nivel de fondo. Adoptar una actitud de beligerancia sería, por otro lado, altamente contraproducente. El gobierno que haya aprobado un tratado no puede generalmente volver sobre sus pasos. Una estrategia diferente tardaría por tanto un cierto tiempo en concretarse. Así y todo Itaipú  es una obra valiosa que abre al Paraguay posibilidades promisorias de desarrollo, y de ser aprovechadas estas integralmente, subsanarían las deficiencias de su negociación. La responsabilidad es tan significativa como los beneficios que puedan obtenerse en el futuro.

            El tratado es uno y dependiendo de cuál aspecto quiera resaltarse, ya sea el referido al económico, político o legal, caben otras tantas interpretaciones. Las repercusiones de largo plazo y el impacto más amplio sobre Paraguay aparentemente tienen que ver con los puntos observados, los que de ser modificados servirán para contener el deterioro en el poder de decisión nacional. Aislarlos como se ha hecho no tiene otro propósito que llamar la atención sobre ellos, y sugerir opciones es una forma de pasar de la crítica a la búsqueda de soluciones. Es necesario agregar que:

            - Brasil y Paraguay tienen diferente ciclaje, de 60 y 50 ciclos respectivamente, lo que exigiría el uso de turbinas, de doble frecuencia. Este punto aún no ha sido resuelto. De no adquirirse este tipo de turbinas Paraguay no podría utilizar la electricidad que le corresponde, o si desea utilizarla tendrá que cambiar su sistema de corriente eléctrica con todo el ingente gasto que esto implica. Es irrazonable pensar que Brasil cambiará su ciclaje sólo por complacer a Paraguay;

            - Brasil no pagará directamente por la compensación que se haga al Paraguay en concepto de transferencia de energía, sino la empresa de servicio, el monto necesario para compensar a la Alta Parte Contratante que ceda energía a la otra" (Art. XV, Parágrafo 39). En otras palabras, el monto de la compensación que reciba Paraguay estará siendo pagado parcialmente con su dinero, ya que la participación de obligaciones en Itaipú es paritaria. Increíble como parece, Paraguay se pagará a sí mismo en parte por lo que Brasil consuma.

            Estos dos aspectos son serios. La desigualdad en el Directorio Ejecutivo derivada de la Nota Reversal Nº 7, la cual da al Brasil ventajas    administrativas durante los 10 primeros años más importantes de esta empresa, es así mismo seria. Pero pueden ser reabiertos en cualquier momento según lo estipulado en el Artículo XXV que dice: "El presente Tratado entrará a regir en la fecha del canje de los instrumentos de Ratificación y estará en vigencia hasta que las Altas Partes Contratantes, mediante nuevo acuerdo, adopten la decisión que estimen conveniente". Urge su tratamiento tanto como el de los otros tres examinados previamente, de lo contrario los efectos desventajosos para el Paraguay -principalmente en forma de dependencia económica y menor autonomía política- serán irreversibles. Como corolario es conveniente destacar que a precios de 1976, Paraguay recibirá, una ganancia líquida de US$ 55 a US$ 60, millones si cede al Brasil toda la energía que le pertenece, mientras que este último ahorrará el equivalente de U$S 1.200 millones anuales -que corresponde al precio del petróleo dejaría de importar al recibir el total de la energía de Itaipú (34) lo cual ilustra los beneficios comparativos para una y otra parte. Aún sabiendo que Brasil garantiza todos los créditos y que el capital inicial US$ 100 millones se integró con fondos gestionados en ese país (50 por ciento pagadero por Paraguay), la diferencia de beneficios es sencillamente impresionante.

 

            PROGRAMA NUCLEAR

 

            El Sr. Paulo Nogueira Batista, presidente de Nuclebrás, (la nueva corporación estatal de energía nuclear), ha expresado que el gobierno brasileño, fue inducido a entrar en el programa nuclear por tres razones básicas. Primero, por el creciente consumo de energía en las principales zonas urbanas del país, asociado al nivel de crecimiento industrial que se pretende impulsar. Segundo, porque las usinas hidroeléctricas no llenarán por sí solas la creciente demanda de energía ya que las fuentes económicamente aprovechables estarían prácticamente agotadas antes de fin de siglo. Si bien podrían seguir construyéndose otras plantas en la región amazónica que posee 40 por ciento del total nacional de recursos hidroeléctricos, el alto costo de transmisión hasta los centros industriales, en las vecindades de la costa del Atlántico las haría antieconómicas. Comparativamente, el costo de la energía generada por las usinas nucleares será cada vez más competitivo en razón de su cercanía a estos centros de consumo y por su mayor rendimiento. Se estima que en Brasil una usina nuclear puede funcionar hasta con un 85 por ciento de su factor de carga normalmente, mientras que una hidroeléctrica funciona por lo regular con un 55 por ciento solamente. Tercero, porque la inversión inicial es relativamente igual en ambos tipos de usina, lo que depende a su vez de la potencia que ellas tengan (35). Una cuarta, razón sería, el deseo de Brasil de contar con la tecnología y el combustible que le permitan fabricar armamento atómico, para así lograr una ventaja estratégica sobre los demás países latinoamericanos, en especial Argentina, y para ingresar al exclusivo Club Nuclear que otorga a sus miembros el privilegio de influir sobre asuntos de tipo militar y político de alcance mundial, EE. UU., la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y la República Popular China forman parte del mismo y son además miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. India ha probado exitosamente su primera bomba atómica en 1974 pero no tiene el rango de los otros cinco en aquel organismo internacional. Brasil estaría en condiciones de hacer explotar un artefacto similar en el curso de la década siguiente, lo mismo Argentina, de modo que habría una cierta paridad en la región por lo menos hasta entonces. La mayor capacidad económica que posee Brasil podría ser decisiva para acelerar sus proyectos en dicho campo, lo cual es factible. Ninguno de estos dos países ha firmado el Tratado sobre la no Proliferación de las Armas Nucleares, y aunque sí han firmado el de Protocolo sobre la desnuclearización en el continente, este no se halla vigente: hay vía libre por ese lado (36).

            El programa nuclear de Brasil tuvo su fecha de inicio mucho antes de que comenzara a construirse la central Angra. Allá por 1953 el Almirante Álvaro Alberto, comisionado por el gobierno, había llegado a un acuerdo secreto con científicos alemanes para la compra de tres turbinas centrífugas. El acuerdo no prosperó por la intervención de las autoridades norteamericanas que vieron en ello una "amenaza potencial a la seguridad de los EE. UU. y del Hemisferio Occidental" (37). Tampoco prosperó otra gestión similar hecha ante Francia por esa fecha. Bajo el auspicio de Átomos para la Paz, un programa norteamericano que posibilitó la asistencia a países aliados y el entrenamiento de un número de sus técnicos, Brasil obtuvo más tarde sus primeros reactores nucleares de prueba. Allá por 1960 existía ya una tecnología apropiada para desarrollar, al menos en su primera fase, la energía atómica en su propio territorio. La Comisión Nacional de Energía Nuclear fue desalentada en sus intentos de llevar adelante un proyecto basado en el uso de uranio natural, bajo la alegación de que la abundancia de recursos hidráulicos cubriría la demanda de energía hasta bien entrada la década de 1990 y por tanto no había necesidad de invertir masivamente en dos programas tan costosos. Fue luego de superada la primera etapa del régimen militar que se retomó interés por acelerar el proceso de preparación nuclear. El asunto se trató públicamente cuando fue abierta una licitación internacional para la provisión de un reactor que sería instalado en Angra dos Reís, con 624 MW de potencia que luego fue ampliado a 3000. MW. La concesión correspondió a la compañía norteamericana Westinghouse, con la cual se firmó un convenio en 1972 para instalar una usina de uranio enriquecido. Hasta el presente dicho combustible es importado de EE. UU. bajo los términos de un acuerdo supervisado por la Administración de Investigación y Desarrollo de la Energía de aquel país. Durante la presidencia de Costa e Silva se definieron los objetivos de los organismos encargados de llevar a cabo el programa nuclear, a saber, transferencia de tecnología nuclear, independencia en la producción de combustible nuclear en el más corto tiempo posible, creación de una infraestructura que apoyara los trabajos de investigación; y formación y entrenamiento de personal en las distintas áreas requeridas por dicho programa (38). Reafirmando el derecho de decidir sus cuestiones internas en atención a sus propios intereses, Brasil dejó sentado que recurriría a explosiones pacíficas para modificar su geografía, especialmente en la apertura de canales y represas, rechazando al mismo tiempo la utilización de la energía atómica con propósitos bélicos. No obstante, un estudio secreto elaborado por el Consejo Nacional de Energía Atómica concluido en 1967 afirmaba que, de ser intentado, podía fabricarse un artefacto nuclear en 15 años (39).

            Cuando el Canciller Willy Brandt visitó Brasil en 1968 no dejó dudas de que Alemania vería con agrado un arreglo tendiente a ligar a ambos países en el campo nuclear. En 1969 se firmó un contrato de cooperación técnico-científica negociado en Bonn, donde Nogueira Batista había sido enviado como Ministro Consejero. El número de brasileños becados para entrenamiento superior en el Centro de Investigación Nuclear de Julich, Alemania, fue incrementándose a medida que se despejaba el camino para acuerdos de más importancia. En el curso de 1974 se sucedieron las visitas a Brasil del Secretario de Estado de Tecnología Hans Hilgar Haunschild, del ex-Ministro de Defensa Franz Joséf Strauss y del Secretario de Estado de Relaciones Exteriores Hans George Sachs, respondidas a su turno por otras tantas delegaciones ministeriales brasileñas que llegaron hasta la capital germana. Entretanto Argentina también seguía avanzando, aprovechando sus reservas de uranio y él personal capacitado en el exteriór que retornaba para trabajar en sus centros y plantas piloto, a tal punto que fue el primer país latinoamericano en operar una central de reprocesamiento cle combustible del cual se obtiene plutonio y en poner en funcionamiento una usina nuclear para uso comercial (Atucha I, 320 MW. Inaugurada en 1974). El riesgo que para Brasil representaban tales avances era obvio, conociéndose que desde 1968 más o menos, Argentina estaba movilizando sus recursos para producir su propia bomba atómica. Era pues inevitable la continuación de la carrera a pesar de las salvaguardias y restricciones impuestas por los países poseedores de armas atómicas. La competencia desatada entre ellos mismos por conseguir nuevos mercados para sus equipos  y tecnología ha hecho más difícil detener la proliferación nuclear, la que ha tornado a acentuarse luego de las explosiones realizadas por la India.

            Esta breve revisión sugiere la importancia que tenía para Brasil adoptar una decisión definitiva respecto del método sobre el cual fundamentar su vasto plan nuclear, teniendo como opciones los reactores de uranio natural y agua pesada o los de uranio enriquecido y agua liviana. El primero tiene la ventaja de utilizar el uranio-235 y 238 con un mínimo de procesamiento, aunque el moderador -en este caso agua pesada- exigiría tecnología avanzada y altos costos en comparación con el otro tipo de reactor que emplea agua liviana. El uranio enriquecido es obtenido a través de un proceso que requiere el uso de grandes cantidades de energía y mayores medidas de seguridad para prevenir la radiación, por lo que se lo considera relativamente inconveniente. Pero dado que los países más avanzados, entre ellos EE. UU., la Unión Soviética y Alemania, han trabajado con reactores de uranio enriquecido, los países menores han estado en cierto modo condicionados a seguir sus pasos. El agua pesada ya fue producida en cantidades limitadas por el Instituto Militar de Ingeniería del Brasil, habiéndose encontrado además reservas de uranio (11 mil toneladas) que más adelante se cree podrían ser complementadas por las reservas de torio que son allí excepcionalmente abundantes -aproximadamente 200 mil toneladas. Los científicos brasileños han recomendado con insistencia, un reactor que funcione con uranio natural en consideración a la independencia de combustible y simplicidad de manejo asociados al mismo. El modelo canadiense "Cande" llenaría estas condiciones y estaría más cerca del que habrá de usar hidrógeno -el próximo combustible en el ciclo de energía mundial después del plutonio, posiblemente- por lo cual su vida útil sería más larga. A pesar de tales recomendaciones el gobierno brasileño optó por lo más práctico y accesible. Para febrero de 1975 se había arribado a un acuerdo con los alemanes para la provisión de reactores de alta temperatura (HTGR) que también emplean uranio enriquecido, pero esta vez se aseguró la transferencia de tecnología y de equipamientos necesarios para que los propios técnicos y empresas brasileñas participen activamente en el proyecto. El organismo principal encargado de la transferencia de tecnología es NUCLEN, asociado a  NUCLEBRAS, que construirá una usina de demostración de enriquecimiento de uranio basada en un nuevo proceso de ultra centrifugación conocido como Becker jet-nozzle process (40). Por parte de Alemania la firma que proveerá los equipos será la Kraftwerk Union (KWU), con ayuda de otras como la Siemens en la parte técnica a más de un grupo de bancos como el Kreditanstalt für Wiederaufbau y el Deutsche Bank en la parte financiera. El acuerdo en resumen es el siguiente:

            - Prospección y explotación de uranio: prospección inicial en dos áreas que en total alcanzan 73.000 Km2. Envío garantizado de 20 por ciento del mineral hallado a las plantas alemanas, en una proporción que se incrementará después. Participación de NUCLEBRAS, 51 por ciento en sociedad conjunta.

            - Enriquecimiento de uranio: construcción de una planta piloto en Alemania para 1981, más una planta industrial a ser construida luego en Brasil empleándose el proceso de ultra centrifugación que está siendo desarrollado en Alemania. Participación de NUCLEBRAS, 75 por ciento.

            - Producción de combustible: planta piloto, luego planta comercial a ser construida por los alemanes. Participación de NUCLEBRAS, 70 por ciento.

            - Reprocesamiento de combustible quemado: construcción de una planta piloto bajo un acuerdo de asistencia técnica entre NUCLEBRAS y un consorcio alemán. Participación de NUCLEBRAS, 100 por ciento.

            - Usinas nucleares: dos reactores térmicos de agua liviana de 1300 MW cada uno para 1985 y opción a otros seis para 1990, con progresiva participación de la industria brasileña en su construcción y en la fabricación de componentes hasta llegar a 70 por ciento en 1980 y a 90 por, ciento en 1990 (41).

            Existe una diferencia fundamental entre una usina nuclear y una planta de reprocesamiento de combustible nuclear. La primera está destinada a producir energía que se usa en forma de electricidad, por lo cual su finalidad es eminentemente pacífica. La segunda permite la producción de plutonio a partir de la quema de uranio, y es sabido que ocho kilos de plutonio-239 bastan para fabricar una bomba atómica. Hasta ahora. EE.UU. sólo ha vendido reactores nucleares en atención a este hecho, para evitar así la proliferación de armamento atómico. El contrato entre Alemania y Brasil contempla el traspaso de plantas enteras de reprocesamiento de uranio que hará posible la producción de plutonio y por tanto su aplicación eventual para uso militar, lo cual fue cuestionado por el gobierno norteamericano. El mismo recomendó la adopción de una serie de salvaguardias, las que estarán a cargo de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Se alzaron acusaciones de "chantaje atómico" y ataques directos contra Kissinger en particular, quien, al oponerse a los contratos entre empresas europeas y países como Pakistán, Sudáfrica, Irán, Brasil y otros, pretendía "prolongar el monopolio nuclear soviético-norteamericano (42)". Un factor de más peso quizá pero no mencionado por EE. UU. es que Alemania y los demás países europeos, han venido extendiendo su mercado en detrimento de la General Electric y Westinghouse, en esa competencia cada vez más dura por conseguir compradores en África, Asia y América Latina. La explicación de la preferencia por equipos europeos puede a su vez encontrarse en los rigurosos controles erigidos por EE. UU. para el traspaso de elementos nucleares, e inclusive en la prohibición de venderlos cuando afecten su seguridad nacional, obstaculos que en el caso de las firmas europeas son menores.

            En el enriquecimiento de uranio, actividad que demanda un alto consumo de energía, se cuenta con el método de difusión gaseosa y otro más avanzado de centrifugación (también gaseosa), ambos actualmente en uso en los pocos países que proveen uranio enriquecido. EE. UU. es el principal exportador mundial de este combustible, producido en cantidad en la planta atómica, de Oak Ridge mediante la energía eléctrica del Valle del Tennesee. Otros proveedores son la Unión Soviética, un consorcio anglo-holandés-alemán (URENCO) y Francia. El costo mínimo de una planta de enriquecimiento de uranio estaría por los US$ 2 mil millones, y para una planta de la dimensión de Oak Ridge rondaría los US$ 6 mil millones, fuera de las usinas que se necesitan para echar a andar sus gigantescas máquinas. El proceso de ultra centrifugación (jet-nozzle) que está en su fase experimental en Alemania y que habrá de utilizarse en Brasil es mucho más energía-intensivo que los anteriores, estimándose que solamente aquellos países que posean gran potencial hidroeléctrico serán capaces de aprovecharlo económicamente. A pesar de ser mecánicamente más simple, este nuevo proceso consumiría casi el doble de energía que el de difusión gaseosas y 20 veces más que el de centrifugación. Aparte, los detalles técnicos todavía no han sido totalmente resueltos. En cuanto a reservas de uranio natural no habría dificultad a juzgar por los depósitos ya descubiertos en Brasil. El mayor problema para este país, que sería la garantía de servicio para el enriquecimiento del uranio y consecuentemente el traspaso de tecnología y aprovisionamiento de equipos, fueran efectivamente resueltos en las negociaciones realizadas con las autoridades alemanas y con la KWU. Es posible que, en base a ello, Brasil se convierta en exportador de uranio enriquecido siempre que encuentre el multimillonario financiamiento requerido por semejante empresa, debiendo preparar además a un número bastante grande de ingenieros, físicos, químicos y personal de apoyo que atiendan el funcionamiento de la planta y realicen investigaciones. Las perspectivas son buenas y el sector empresarial ha entrado a colaborar de lleno con el gobierno, formando consorcios y respaldándose en organizaciones tales como la Asociación Brasileña para el Desarrollo de las Industrias de Base (ABDIB).

            Con las limitaciones que tenga, el acuerdo representa para Brasil la oportunidad de ganar tiempo y de recibir una tecnología avanzada que de otra manera difícilmente habría desarrollado. Para Alemania significa contar con el mineral necesario para proseguir con su programa nuclear, ante la falta de reservas propias, y la posibilidad de disponer de una base alejada donde realizar experimentos estando su territorio vedado a pruebas mayores por la proximidad de la Unión Soviética y por las restricciones impuestas en las tratados posteriores a la II Guerra Mundial. Solucionará además la escasez de petróleo ante cualquier eventualidad (altos precios o embargo de parte de OPEP), mediante la construcción de numerosas centrales nucleares que puedan satisfacer sus necesidades de energía del futuro -Alemania tiene actualmente el más alto porcentaje mundial de inversión per cápita en el subsector de energía nuclear. En Brasil las ocho usinas no son sino una parte de los proyectos diseñados por NUCLEBRAS. A partir de 1984 pasarán a levantarse hasta cinco de estas unidades por año, llegando entre ese año y 1990 a un total de 25 centrales que para 1993 estarán en funcionamiento con un total de 75.000 MW aproximadamente, o sea, casi la mitad de la potencia instalada por distintos medios. El gasto para llenar los requerimientos del acuerdo con Alemania son del orden de los US$ 10 mil millones, si bien fuentes autorizadas estiman que esta cifra será en la práctica cuatro veces más grande (43). Estará plenamente justificada la inversión de tan ingente suma por los beneficios que resultarán, entre ellos un impulso notable a la industria con el surgimiento de 11 fábricas de equipamiento y 37 subsidiarias, la mayoría de ellas con capital mixto de ambos países en proporciones variables. El mínimo de participación brasileña ha sido fijado en 50 por ciento, una parte bajo control del gobierno. La producción de estas fábricas no sólo cubrirá el mercado interno sino también el internacional, especialmente el europeo, de modo que su capacidad será mucho mayor de lo que requieran las necesidades domesticas. Aumentará además el número de técnicos directamente envueltos en el servicio nuclear, de los 2000 que estaban trabajando en julio de 1975 a 5000 allá por 1973-80 y 15.000 más adelante. Convenios de entrenamiento con universidades y centros extranjeros están siendo implementados a ese objeto.

            El precio de la energía nuclear es más alto que el de la energía hidroeléctrica. En condiciones normales esta última está alrededor de los US$ 460 promedio por Kw instalado mientras que la otra pasaría de los US$ 1200 por Kw instalado en Brasil. La diferencia de precio irá reduciéndose gradualmente a medida que más reactores entren en operación y que los costos de investigación inicial vayan absorbiéndose. Pero como en las previsiones del gobierno entran otros factores aparte de los puramente económicos, no existe objeción para continuar ambos programas.

            Brasil puede aspirar a realizar sus planes de expansión continental contando con el instrumento ofensivo-defensivo que lo respalde. La base económica está tomando forma, falta ahora fortalecerla con el poderío nuclear. Incluso si tales planes le atraigan la desconfianza de los demás países latinoamericanos, el haberse embarcado en ellos es en sí un aliciente demasiado fuerte como para ser desatendido. La justificación, si así pude llamarse, es que de cualquier manera si no fuese el estado X será el estado Y el que asuma una posición de predominio en esta parte sur del continente. Las palabras de Roberto Campos, ex Ministro de Finanzas y actual Embajador en Gran Bretaña, denotan dicho criterio. "Combatir zonas de influencia" -dijo él- "es un leít motiv para discursos diplomáticos llenos de ternura por la igualdad de los pueblos. Pero esto no tiene nada que ver con la realidad. Nos guste o no, nuestra influencia sobre la luna es pura ficción, nuestra influencia sobre Afganistán es nula; pero nuestra presencia en Paraguay y Bolivia es algo ponderable. La vida política es como el reino animal de George Orwell: todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros (44) ". En vista de los imperativos de su política exterior y de la escasez de energía, Brasil ha aprovechado convenientemente la oportunidad de asociarse a un país desarrollado en el campo nuclear. Ha demostrado por un lado su capacidad de decisión y por el otro se ha ganado el valioso aporte de la ciencia y técnica alemana en condiciones que por primera vez se da entre dos países que están en distintos niveles de desarrollo. Se van cumpliendo así viejas aspiraciones.

            La política internacional de Brasil cuestiona hasta cierto punto la dominación impuesta por las superpotencias, a los países menores, aunque se acomoda a esta situación tratando de obtener los máximos beneficios posibles. Como el país más poderoso entre los latinoamericanos, su preeminencia sobre ellos le reporta influencia política y ventajas económicas. Los lazos con EE. UU. y los demás países occidentales no obstan para que el intercambio comercial con las demás regiones del mundo se realice sobre un estricto análisis de utilidad. Ya durante la administración Garrastazú Médici se dieron pasos tendientes a buscar una mayor diversidad de mercados y mejores relaciones con países hasta entonces tenidos como antagónicos, en especial con los integrantes del COMECON. Como resultado del debilitamiento de la Guerra Fría, el papel que Brasil iba ensayando en el cambiante sistema internacional tendía a lo pragmático, dejando de lado las barreras ideológicas. En lo interno estas barreras fueron mantenidas con el pretexto de proteger la seguridad nacional. Al paso que la multipolaridad emergía en reemplazo del rígido sistema de bloques y que la distensión suavizaba el enfrentamiento Este-Oeste, así también iban reforzándose y ampliándose los contactos de Brasil con el exterior. La concepción de su Cancillería respecto de lo que en los primeros años de la presente década constituía la estructura de poder internacional era ciertamente realista, todavía vigente en lo esencial hasta nuestros días:

            - Las superpotencias están de acuerdo en evitar el estallido de una tercera guerra mundial, lo que puede sobrevenir más por el escalamiento de un conflicto regional en cualquier lugar del mundo que por un conflicto directo entre aquellas. Sin embargo, las superpotencias parecen haber aceptado también la imposibilidad de lograr la paz internacional y un completo desarme. Ya no se habla tanto de paz, sino de deténte. No se discute casi sobre cuestiones de desarme sino sobre control o limitación de armamentos. Incluso el desarrollo económico-social se reduce a evitar que la situación "tolerable" de pobreza en que viven las naciones subdesarrolladas haga crisis.

            El Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares aprobado por las Naciones Unidas en 1968, fruto de uno de los acuerdos más significativos entre EE. UU. y la Unión Soviética, es el instrumento principal para el congelamiento de la estructura de poder internacional. Este tratado tiene como objetivo esencial contener la dispersión de armas atómicas, entre países potencialmente capaces de desarrollarlas. Por tanto la no igualdad entre los estados es institucionalizada y se reconoce tácitamente que los países poderosos sigan en control de la tecnología nuclear, en detrimento de los países menores que son automáticamente condenados a permanecer como tales. Los acuerdos que resultaron de las conversaciones SALT entre E.E.UU. y la Unión Soviética indican claramente que estos países continuarán poseyendo capacidad de exterminio a nivel mundial. La filosofía que respalda dicha postura está planteada en términos de mayor y menor poder: las armas atómicas son extremadamente peligrosas en manos de los países menores pero no en las de los países poderosos, los que se supone tienen suficiente responsabilidad como para no decidir emplearlas sino en casos extremos. La Carta de las Naciones Unidas y el Tratado de No Proliferación se han constituido en los documentos básicos de esto proceso de congelamiento al consagrar derechos exclusivos a las potencias nucleares.

            Tales las apreciaciones de José de Araujo e Castro (The U. N. and the Freezing of the International Power Structure, 1974), cuyos antecedentes se remontan a los principios geopolíticas esbozados por Golbery do Couto e Silva (45). Ante este estado de cosas Brasil ha iniciado una ofensiva diplomática tendiente a flexibilizar sus relaciones exteriores y a perseguir objetivos que dentro de una mayor autonomía se adecuen a sus propios intereses. Se pretende desarrollar la tecnología nuclear y en última instancia poseer armas atómicas con el fin de ganar prestigio y de tener cabida en el grupo formado por los países poderosos. La hoy cuestionada cooperación con EE. UU. asegura un mínimo de amenazas externas (46). Los roces que pueden derivar de las decisiones tomadas bajo esta política renovada (ejemplo, el reconocimiento brasileño del Movimiento Popular para la Liberación de Angola como el gobierno legítimo de ese país en momentos en que Washington apoyaba las dos facciones opuestas, FNLA y UNITA) serían evacuadas mediante consultas periódicas entre ambos gobiernos. Estas consultas fueron formalizadas cuando la visita de Kissinger a Brasilia en febrero de 1976, en un reconocimiento explícito del status de Brasil como potencia continental. De ese modo las determinaciones que el uno tome deberán ser comunicadas y discutidas con el otro, en especial en lo que se refieran al área latinoamericana. Similares arreglos han sido concluidos con Francia y Gran Bretaña durante la reciente gira de Geisel por Europa.

            La cuestión nuclear no se ha detenido en el acuerdo con Alemania. Brasil ha firmado otro con Francia para la compra de un reactor regenerador rápido que, a partir de la reacción con uranio enriquecido puede producir plutonio en proporción mayor a la cantidad de combustible que consume. Con EE. UU. se concretó una nueva modalidad de colaboración para la investigación conjunta sobre un reactor alimentado por torio, en el cual intervendrán la Gulf Atomic Corp. y el Instituto de Energía Atómica de São Paulo. También está en tratativas la revisión de varias cláusulas del convenio anterior que de modificarse ampliará el volumen de material nuclear norteamericano, exportado al Brasil. Con Gran Bretaña continúan las negociaciones para la compra de un tipo de reactor que aumenta la eficiencia de la reacción y por tanto ahorra combustible. Se prevé que Brasil habrá de poseer la gama más completa de equipo nuclear en todo América Latina a comienzos de la década siguiente. Dado que a partir de 1979 se producirá concentrado de uranio en Poços de Caldas, la importación de combustible nuclear será menor.

            Fuera de todo esto está estudiando la explotación de otras formas de energía, específicamente la proveniente de esquistos petrolíferos. Se hará mayor uso del carbón que existe en la zona amazónica. Otra posibilidad es el aprovechamiento directo de la energía solar. Las inversiones totales previstas hasta el año 1985 son de US$ 65 mil millones, sector energía. En suma, el programa energético brasileño tiene asegurado un desarrollo rápido que difícilmente sea igualado por otro de los países mayores del continente, a excepción naturalmente de EE. UU. y Canadá.

 

            PROYECCIONES.

 

            De acuerdo con las tendencias económicas que se han descrito al principio junto con el agregado de la energía vista en sus aspectos hidroeléctrico y nuclear, resulta lógico deducir que Paraguay será gran demente influenciada en la medida que Brasil vaya logrando sus objetivos. Se descuenta que con el crecimiento económico, sobrevendrá también un aumento de su poderío militar, hecho este que tiene su causa en las consideraciones de seguridad nacional por las que se rige todo estado. Como conviene al análisis que seguirá, pueden señalarse tres alternativas de desarrollo brasileño a mediano plazo.

            1. Rompimiento de los tradicionales lazos con EE.UU. como consecuencia del debilitamiento y de la retracción neo-aislacionista de dicho país, paralelamente a la toma del poder en Brasil por fuerzas de la izquierda. Esto, posibilitaría la organización de la economía de acuerdo a un sistema de producción socialista que excluiría automáticamente la participación de la gran empresa privada extranjera, una mayor capacidad de consumo de su población por la nivelación de los salarios y de la riqueza, reajustes internos con énfasis en la planificación central, utilización masiva de la fuerza de trabajo, racionamiento de los bienes de gran demanda y reasignación de los recursos para salvar tanto la fragmentación sectorial como la disparidad campo-ciudad. En Bolivia, Paraguay y Uruguay el impacto podrá observarse en un viraje de sus respectivos gobiernos hacia el mismo sistema, sea moderado o radical.

            2. Reformismo basado en transformaciones político-económicas graduales, sin romper totalmente sus relaciones con los países avanzados de Occidente pero controlando y dirigiendo las inversiones extranjeras, aplicación de un programa de reforma agraria y redistribución parcial del ingreso, coparticipación capital-trabajo y una mayor regulación de las fuerzas del mercado con preponderancia del sector público en la gestión económica. Estaría encuadrada en la apertura del gobierno hacia las fuerzas políticas partidarias, sea bajo el arbitrio de las fuerzas armadas, en un gobierno cívico-militar o en un gobierno netamente civil. Improbable si la economía cae en una prolongada recesión por la poca disposición de la clase dirigente hacia cambios potencialmente violentos. Sería más factible bajo condiciones de rápido crecimiento que permitan un relajamiento del control militar, toda vez que el pluralismo político y la creciente planificación económica de los países avanzados sea tomada como ejemplo que pueda imitarse.

            3. Continuación del presente sistema en función del objetivo de lograr un puesto entre las potencias mundiales, predominio de la idea neo-desarrollista/corporatista que busque eficiencia y mayor producción, mantenimiento de estrechos vínculos con EE. UU. en calidad de aliado militar y asociado comercial, junto a una relación económica más amplia con los países socialistas. La distensión interna tendría algunas posibilidades de prosperar pero siempre dentro de un marco de ‘ley y orden’. Muy lenta o nula redistribución de la renta aunque se buscarían formas de extender el mercado doméstico por vía indirecta -aumento de la relación ahorro- inversión y atracción de nuevas inversiones extranjeras; estas últimas serán fundamentales para lograr los elevados niveles de producción buscados. Incentivos para la formación de empresas mixtas y empresas con mayoría accionaria nacional, creciente diversificación de la industria como soporte de la política económica. La duración de este esquema dependería principalmente de la frecuencia e intensidad de los ciclos de expansión y depresión en los países capitalista avanzados.

            Las alternativas más fáciles de ocurrir serían la segunda y tercera. Esta selección no es arbitraria por cuanto que responde a la evolución político-económica de Brasil y del sistema internacional, este último hacia la multipolaridad, rompimiento de las barreras ideológicas, interdependencia, aumento en el intercambio comercial Este-Oeste, emergencia de potencias regionales y reordenamiento de las alianzas sin que estas se desintegren. Descontando que Brasil habrá de proseguir extendiendo su área de influencia aunque en estrecha competencia con Argentina, no sería extraño que los demás estados platenses pasen a identificarse cada vez más con el primero, en especial en su desarrollo económico. Al presente estas son las características generales de uno de ellos, Paraguay:

            - tasa bruta de crecimiento del PIB, 6 por ciento promedio en los últimos cinco años, dentro del molde de una economía tradicional con un gran número de la población fuera del mercado monetario; crecimiento del PIB per cápita en el mismo período, 3,2 por ciento.

            - tasa de desempleo de 6 por ciento, aparte del desempleo disfrazado que en las zonas rurales abarcaría 50 por ciento o más de la población económicamente activa;

            - inflación controlada mediante medidas de contracción monetaria y equilibrio fiscal, siendo una de las más bajas, en esta parte del continente. Pasó de 1.3 por ciento en 1969 a 25.2 por ciento en 1974 pero volvió a descender en el curso de los años siguientes. Los reajustes de salario no han sido proporcionales al incremento de los precios, y la restricción monetaria ha limitado los créditos locales para promoción agrícola y manufacturera;

            - desigual distribución del ingreso, 40 por ciento de este repartido entre 95 por ciento de la población y el restante 60 por ciento entre nada más que 5 por ciento de la población. La estrechez del mercado interno es reflejo de esta situación, ante la cual resulta imposible establecer la producción a escala de ningún tipo de manufactura. En este sentido se justificaría la política de crecimiento hacia afuera en busca de nuevos mercados para las exportaciones, aunque de la manera que se encara tal política es propicia a la constante fuga de capital, a la desnacionalización de la industria y de los servicios más rentables, a la preservación de cuellos de botella en el sector externo;

            - los saldos en cuenta corriente han sido deficitarios en los últimos cinco años, pasando de US$ 16.4 millones en 1970 a US$ 71.8 millones en 1975, compensados no obstante por las entradas de capital, las que en ese último año solamente totalizaron US$ 107.8 millones. Los préstamos internacionales han sido usados a discreción llegando la deuda externa a US$ 332 millones en 1975, y la relación servicio de la deuda externa/exportaciones era de 23 por ciento; las reservas internacionales superaban los US$ 110 millones;

            - baja productividad del sector primario, donde se sitúa cerca del 50 por ciento de la mano de obra y es responsable de gran parto de la obtención de divisas del exterior. Carne, madera, semillas para uso industrial, aceite y algodón son los bienes más requeridos por los importadores, de otros países. La industria está en etapa de reorganización pero compite a desventaja con los productores extranjeros por el alto costo local, debido entre otras razones al uso de equipos y métodos de producción anticuados, falta de insumos, estrecho mercado interno, poca capacidad empresarial, crédito escaso, sumado a los altos precios de seguro y flete que se deben abonar para llegar al exterior. Los servicios tales como banca y seguro tienen una alta participación extranjera, estando otros servicios como agua, electricidad, telecomunicaciones a cargo del sector público (47). (Para más datos véase cuadro comparativo de estadísticas, Brasil-Paraguay).

            Debe agregarse que la administración pública es marcadamente ineficiente. El contrabando de y hacia los países limítrofes, es cuantiosa y no permite el afianzamiento de las industrias locales, salvo de aquellas protegidas por barreras arancelarias. Existe un alto grado de liberalidad para las inversiones extranjeras, favorecidas por las exenciones establecidas en la Ley 550/75. La nueva modalidad de los emprendimientos binacionales, Itaipú y Yacyretá-Apipé, constituye por otro lado una potencial de recursos financieros que superaría en conjunto las entradas de capital de cualquier otro rubro de exportación individualmente considerado. Tal es a grandes rasgos el panorama económico paraguayo actual.

            En lo que concierne a energía, la capacidad eléctrica instalada está alrededor de 190 MW incluyendo Acaray  I y II, esta última todavía en la fase de prueba. Se prevé la construcción de otras usinas como Monday I, Monday II, Ñacunday y Carapá, todas sobre los afluentes del río Paraná con lo que se aumentará la potencia instalada a 400 MW. La viabilidad de estos proyectos es incierta ya que según el Presidente de ANDE, Enzo Debernardi, "'Ñacunday es casi inaceptable y Carapá es aún peor, porque el costo por kilovatio instalado va aumentando en vista de la naturaleza menos favorable (48)". Con 400 MW Paraguay hará frente a la demanda interna hasta el año 1997, pero agregando a esa cifra la producción de las futuras usinas binacionales habrá más que suficiente oferta de electricidad hasta después de fin de siglo. La opción nuclear es prácticamente nula debido a su costo prohibitivo para el país y a la abundancia de recursos hidroeléctricos. La Comisión Nacional de Energía Atómica no cuenta con ningún reactor y al parecer no se ha pasado de la experimentación con radioisótopos, pero un acelerador de partículas fue instalado recientemente en el Instituto Nacional de Tecnología y Normalización. La escasez de recursos impide establecer un programa nuclear, y hasta el presente los centros de enseñanza superior no han tenido otra función en esta área fuera de la educativa en una muy modesta escala. El sector energético en Paraguay está atendido, en resumen, por la ANDE bajo cuya dirección se realiza el plan de electrificación nacional, y por la empresa privada extranjera REPSA que tiene el monopolio de la refinación de petróleo, existiendo además, otras compañías (Esso, Shell, Texaco, Gulf, Pennzoil, etc.) que hacen prospección, distribuyen combustible o ambas cosas a la vez. Aún no se ha encontrado un depósito lo suficientemente grande que permita la explotación de petróleo. Estudios iniciales sobre uranio remitidos por la Anschutz Corp. al Poder Ejecutivo nacional abrirían una nueva posibilidad por las reservas que se han detectado en la región Oriental. Un informe de la OEA se refiere a dicho hallazgo recomendando la instalación de una planta de enriquecimiento que aproveche la electricidad a ser generada por Itaipú y Yacyretá-Apipé como un medio de utilizar localmente tal recurso y para procesar el uranio extraído a fin de exportarlo luego, con un mayor valor agregado (49).

            El gobierno está interesado en aquellas inversiones destinadas a actividades, energía-intensivas (fertilizantes, aluminio, acero, petroquímica, cemento, otros) con un doble objetivo: aprovechar al máximo la hidroelectricidad que para la década siguiente habrá de estar produciéndose en gran cantidad y a muy bajo precio, e industrializar lo más rápidamente posible el país. Ante la insuficiencia de capital nacional se busca atraer capital y tecnología del exterior, ofreciéndose a tal efecto condiciones ventajosas tanto en repatriación de fondos, como en exenciones impositivas. Si bien la política económica actual está fundamentada en un análisis realista de la muy limitada capacidad financiera, de lo reducido del mercado interno y del bajo ingreso per cápita, no es menos cierto que sin un vigoroso apoyo a la empresa nacional habrá de aumentar el grado de extranjerización de la economía. Los desajustes de tal fenómeno han sido señalados con cierto detalle en estudios basados en estadísticas ofíciales (50). El reforzamiento de la  empresa nacional sería una solución a medías. La solución final tendría que ser por vía de la redistribución del ingreso, sin lo cual será absolutamente imposible crear una demanda interna auto sostenida y por ende, desarrollar equilibradamente los distintos sectores de la producción. Es dudoso, en otro sentido, que con un grupo empresarial reducido y un bajo nivel de ahorro nacional bruto (18 por ciento del PIB en 1974-75) pueda consolidarse una forma de crecimiento, que tienda a desplazar a los inversionistas extranjeros. La alternativa de socializar la economía, vendría a romper este esquema una vez eliminada la propiedad privada de los medios de producción en combinación con una profunda reforma agraria. Dicho cambio no sería factible de no haber previamente cambios similares en Brasil y/o Argentina, en razón de que la situación geopolítica del Paraguay liga muy estrechamente sus acontecimientos internos a los de esos países y a través de ellos a la estructura de poder internacional. Es pues improbable que madure aquí, en las circunstancias actuales, un desarrollo alejado del que predomina en el cono sur de América Latina. Las probabilidades futuras inmediatas tampoco son favorables a una transformación drástica, aunque sí cabría esperar una evolución más o menos parecida a la mencionada para Brasil (alternativas 2 y 3).

            Debe aclararse que estas proyecciones en ningún modo son definitivas, pudiendo sobrevenir desequilibrios agudos que modifiquen en profundidad las relaciones de poder mundial así como las domésticas. La modernización de las sociedades tradicionales ha estado sujeta a los acontecimientos ocurridos en los países más desarrollados, por lo cual no sería de extrañar que Paraguay atraviese también por una crisis acentuada que aproxime sus viejas estructuras a las cambiantes condiciones externas a comienzos de la década siguiente. En este contexto, y fuera de todo juicio de valor aparece como relevante el programa energético del Brasil. Las implicaciones del mismo para el Paraguay pueden sintetizar así:

            a. En lo económico, el impacto directo de Itaipú se hará sentir en una mayor actividad comercial fronteriza, en la elevación de los precios incluso hasta alcanzar el nivel existente en Brasil, en el auge de aquellas labores relacionadas a la provisión de insumos básicos para las obras (madera, cemento, materiales varios de construcción) y para la creciente población a ambos lados del río Paraná (productos agrícola-ganaderos de gran demanda, en especial), en la atracción de mano de obra calificada y semi-calificada como ingenieros, arquitectos, capataces, albañiles, carpinteros, etc., para llenar las necesidades de la zona. Los colonos brasileños (aproximadamente 80 mil a fines de 1975 ) continuarán migrando hasta tanto haya diferencia en el valor de las tierras entre ambos países, no se dicte una legislación que prohíba la compra de propiedades por extranjeros en la frontera y no haya facilidades comparativas para los agricultores paraguayos. Brasil tratará de incentivar una mayor integración de los departamentos fronterizos a su territorio, no sólo ofreciendo créditos para que sus colonos se establezcan allí -como ya lo viene haciendo- sino también concediendo préstamos a Paraguay para la interconexión vial como aquel de US$ 8.5 millones del Banco do Brasil para el resellado de la ruta 7 entre Caaguazú y Puerto Pte. Stroessner (51). Para evitar la competencia a sus productores en ciertos ramos del sector industrial, Brasil tratará de que el Paraguay se especialice en bienes primarios (madera, azúcar, soja y carne, entre otros) a través de la instalación de ingenios, frigoríficos, aserraderos y compra de extensos campos de cultivo cuya producción estará destinada en un gran porcentaje al propio mercado brasileño o a la reexportación vía puertos del Atlántico. En esa misma línea habrá de proseguir la fusión de capitales privados del tipo Bradesco/Banco de Asunción, y la formación de consorcios con participación brasileña del tipo ACEPAR. La União de empresas Brasileiras ha presentado últimamente al Ministerio de Industria y Comercio del Paraguay ofertas de inversiones por valor de US$ 4.5 mil millones. El Grupo Real con sus dos bancos, una financiera, una aseguradora y bienes raíces constituye uno de los bloques privados extranjeros más fuertes del país. La cuantía de intereses controlados por estas y otras firmas está en alza, cubriendo sectores claves de la economía paraguaya en un movimiento sin precedentes que tiende a acrecentar tanto las importaciones de bienes de capital brasileño como las remesas de utilidades hacia el Brasil. No estaría de más señalar lo que en un plazo biológico sucede a menudo cuando se encuentran dos organismos de diferente especie, uno absorbe o elimina al otro, lo cual tiene su paralelismo en la vida de los estados con niveles distintos de desarrollo. Sin que el estado menor desaparezca, puede llegar a depender tan estrechamente del más fuerte que a la larga se convierte de hecho en un mero satélite. La relación Paraguay-Brasil es sugestiva, tal como lo indica a manera de ejemplo la tabla siguiente.

 

 

            Se observa que las importaciones paraguayas de productos brasileños aumentaron en el período 1970-1975 en forma rápida, pasando de US$ 2.0 millones a US$ 37.1 millones, lo cual representa un incremento de más de 185 veces del valor original. En ese mismo período las exportaciones paraguayas al Brasil solamente subieron 56 veces, siendo de US$ 1.0 millón en 1970 y US$ 5.6 millones en 1975. El déficit resultante  ha sido en aquel último año de US$ 31.4 millones, cifra cuantiosa si se considera que el valor total de las exportaciones paraguayas entonces llegaba solamente a US$ 176 millones. El Brasil pasó, entre los países proveedores de mercancías al Paraguay (valor FOB), del sexto lugar en 1970 al primer lugar en 1975. Dos hechos resaltan de estos datos: a) Paraguay ha venido concentrando en forma creciente sus importaciones del Brasil, acelerándose de esa manera la corriente de capitales hacía ese país; b) en la medida que estas importaciones han ocasionao un mayor déficit en la balanza comercial paraguaya, Brasil ha podido invertir y conceder préstamos atados que han servido para integrar aún más ambas economías. Asimismo el deterioro en la relación de intercambio en detrimento del Paraguay ha venido aumentando, efecto de los más altos precios pagados por los productos industriales brasileños en comparación a los precios de los bienes primarios exportados por Paraguay al Brasil. En estos puntos se dan algunos elementos de lo que se entiende por dependencia, concepto empleado aquí en sentido estrictamente técnico.

            La satelización paraguaya se hará realidad de no iniciarse prontamente un desarrollo rápido, en lo posible autónomo y dentro de un plan de largo alcance que integre a un número cada vez más grande de la población en las actividades productivas. Se descuenta que para ello es fundamental incentivar la educación popular y modernizar las estructuras políticas hacia una forma de participación amplia y real. El proceso de industrialización que ahora tiende a tomar impulso puede o ser dirigido en gran medida por las empresas extranjeras que ingresan al sector, o bien ser orientadas bajo control local de modo a beneficiar efectivamente al país. De prevalecer lo primero las industrias no aportarán mayormente al incremento del producto sin desequilibrar la balanza de pagos, las ganancias impositivas serán de menor cuantía, no habrá solución al problema de desempleo y se acentuará la desnacionalización de los demás sectores de la producción; la energía que estará disponible a muy bajo precio será aprovechada para la elaboración de bienes de consumo y semi-terminados destinados a la exportación, beneficiando sólo marginalmente al grueso de la economía nacional. Resultará entonces que el aumento en la producción de bienes y servicios no elevará el nivel de vida de gran parte de la población, manteniéndose un nivel de bajos salarios frente a las altas rentas de las inversiones extranjeras. La repercusión de Itaipú y de todo el vasto programa energético del Brasil, será, en el mejor de los casos, favorable al crecimiento del Paraguay. Puede ocurrir un crecimiento dependiente y distorsionado -con toda la secuela de desajustes- o uno moldeado de acuerdo a las peculiares características y necesidades nacionales.

            b. En política exterior, como efecto de la pérdida de poder argentino frente a Brasil, Paraguay ha quedado limitado en la aplicación de su política pendular. Argentina es un país de grandes recursos y bajo el presente régimen militar se ha impuesto reordenar su frente interno, algo parecido a la fórmula brasileña por 1964, habiendo también retomado la tarea de poner de su lado a los gobiernos de Uruguay, Bolivia, Paraguay y de otras naciones sudamericanas. Con altibajos, la competencia argentino-brasileña sigue. Se ofrece por tanto al Paraguay la ocasión de frenar su excesiva aproximación a Brasil. Es por demás evidente que mientras el precario equilibrio de poder platense no se rompa definitivamente, la función de estado tapón que Paraguay ha desempeñado tradicionalmente también continuará. El problema que se avizora tiene que ver con el proyecto de desarrollo nuclear brasileño, el cual puede desparejar ese equilibrio. Argentina no podría hacer otro tanto, al menos no en la proporción que el tratado germano-brasileño permite prever. La ventaja que representa poseer un artefacto nuclear es inmensa, reconocido que para llegar al grado de gran potencia un país debe contar con suficiente poder militar. "Un simple acuerdo del tipo de Itaipú sería imposible si uno de nuestros vecinos tuviese 20 kg. de plutonio", indica la importancia que Brasil otorga al esfuerzo por poseer capacidad atómica (52). Siquiera como elemento de disuasión, una bomba atómica es en momentos de crisis más valiosa que un ejército armado convencionalmente.

            Un avance nuclear unilateralmente acelerado por parte de Brasil tendría efectos significativos en la política exterior del Paraguay, al bajar el margen de negociación de su Cancillería ante los demás países. Por ejemplo, en cuestiones, bilaterales argentino-paraguayas que Brasil considere como tocantes a sus intereses vitales podría este ejercer presión con más peso, apoyándose en la tácita amenaza nuclear. Es cierto que Brasil no podría emplear armas atómicas contra Paraguay, ni falta haría, pero al disponer de ellas limitaría las opciones de nuestro país en sus relaciones exteriores. Las probabilidades de que se presente una situación de esta naturaleza depende tanto del progreso argentino en materia estratégica como de la inmediata diversificación de contactos diplomáticos que encare Paraguay, en base a una visión pragmática de sus intereses. Desde que los impedimentos de la Guerra Fría pasaron a segundo plano, las razones para rechazar el pluralismo ideológico se han hecho cada vez más forzadas. La política internacional paraguaya está atada a las restricciones políticas internas, hecho que en la medida que continúe perjudicará significativamente la adopción de metas conducentes a reafirmar la soberanía nacional, a ganar prestigio y a impulsar con fuerza el desarrollo económico-social a partir de las oportunidades ofrecidas por los emprendimientos binacionales con los países limítrofes. Inclinarse demasiado hacia Brasil no sería sino preparar el terreno para la absorción que ahora está insinuándose, rechazarlo violentamente daría motivo a graves represalias.

            Paraguay se encuentra pues en una encrucijada: aceptar pasivamente la expansión brasileña incluso a costa de caer en una dependencia que se traduciría en la prolongación del subdesarrollo, o buscar la manera adecuada de aprovechar -si no. contener- dicha expansión en beneficio propio. Las soluciones son básicamente de competencia del poder público.

 

            CONCLUSIÓN

 

            El programa energético brasileño en ejecución es de alcance tan amplio que de por sí ha afectado los planes de los países vecinos, moviéndolos a modernizarse para no quedar atrás. Este es un hecho alta mente positivo que cobrará fuerza al ir aumentando las inversiones en ese sector, con su efecto multiplicador en nuevas fuentes de trabajo, producción de un mayor número de bienes para el consumo interno y la exportación, demanda agregada de insumos primarios y manufacturas, aumento de la inversión en los servicios, etc. Paraguay ha empezado a sentir tal influjo como consecuencia directa de la construcción de Itaipú, complementada por la electrificación que está siendo extendida a todo el territorio nacional. El nivel de una parte de la población ha mejorado notablemente, quedando marginados aquello que por sus bajos ingresos -un porcentaje mayoritario- han encontrado su situación empeorada por la inflación. No puede olvidarse que Itaipú ha atraído una ingente corriente de inversiones extranjeras, en especial hacia aquellas actividades agroindustriales y de transformación de materias primas. La consecuente repercusión en la construcción de obras de infraestructura (hospitales, escuelas, caminos, etc.) ha sido igualmente positiva, siendo sin embargo negativos los efectos en la balanza comercial por el crecimiento de las importaciones a un ritmo mucho más acelerado que las exportaciones, en la tasa de desempleo por la poca absorción de mano de obra local resultante de la introducción de técnicas capital-intensivas, en la distribución de la renta nacional, en la fragmentación de la economía con un sector primario deprimido y un sector terciario que acapara gran parte de las inversiones. Todo esto se traduce en un crecimiento desproporcionado y desequilibrado que propicia el uso no racional de los recursos, la fuga del escaso capital nacional hacia los centros de inversión extranjeros, la desnacionalización de las actividades más rentables y el reducido dinamismo de los factores de producción domésticos.

            Es pues apropiado trazar una línea que partiendo de las variables económicas brasileñas más significativas -las cuales demuestran en los últimos 10 años un notable aumento, incluidas las del sector energía- y pasando por el cuidadoso plan geopolítico brasileño de incorporar los países vecinos a su área de influencia, remate en uno de sus extremos en el deterioro del poder de decisión paraguayo. Tanto a nivel interno, ejemplificado por la absorción económica que se opera a través de la ‘frontera viva’ entre ambos países, como en lo internacional que se manifiesta en un más estrecho margen de negociación de la Cancillería paraguaya, las proyecciones señalan tal fenómeno. El bloqueo de muchas importaciones paraguayas, obstáculos impuestos al turismo en Foz de Iguazú, son casos aislados que sugieren la presencia efectiva de Brasil como factor de presión sobre las decisiones nacionales. La postura del gobierno paraguayo es por otro lado vista como la aceptación de la diferencia de fuerzas que existe entre ambos estados, situación que supuestamente impone que cualquier conflicto menor sea prontamente resuelto por la negociación y hasta por la concesión, evitándose por ese medio que Brasil pase de una política de penetración pacífica a una más agresiva. El riesgo a que se expondría un gobierno que trate de rechazar esa penetración, que se incline demasiado hacia Argentina en busca de apoyo (lo cual implicaría en una primera etapa vigorizar la estrategia pendular a como dé lugar), o que implemente una política de contención al menos en la frontera, estará sujeto a los intentos brasileños por desestabilizarlo y reemplazarlo por otro más identificado con sus intereses. No se justifica de ningún modo que continúe la actual ‘puerta abierta’ hacia Brasil debido al riesgo aun más grave que esta alternativa plantea: la satelización paraguaya una vez perdido definitivamente el control sobre los asuntos encuadrados dentro de la seguridad nacional.

            Cargar todos los problemas presentes o futuros al vecino poderoso es por otra parte inadecuado. Brasil sigue en sus relaciones exteriores lo que se ha dado en llamar ‘realpolitik’, esto es, se rige por sus propios intereses bajo una estricta fundamentación en los objetivos perseguidos, el llegar a potencia entre otros. Responder a la amenaza que esto representa para el Paraguay en forma emocional sería caer en un infantilismo inútil. Los dirigentes, principales responsables del rumbo que tome Paraguay en los próximos años, enfrentan la opción de articular una estrategia efectiva respaldada en las necesidades de largo plazo del pueblo, o manejar los intereses nacionales de espaldas al mismo en función al provecho de una minoría y de sus asociados extranjeros. Naturalmente el papel de los partidos políticos, de las fuerzas armadas, de las organizaciones sindicales y de las demás instituciones con poder e influencia sobre las cuestiones domésticas estará condicionada por el curso que tomen los acontecimientos en el exterior, pero esta vez de una manera quizá tan decisiva como cuando las décadas de 1810, 1860 y 1930. En este contexto puede resumirse este trabajo así:

            - el programa energético del Brasil, relacionado a su crecimiento económico, es de vital importancia para el desarrollo del Paraguay;

            - de continuar las tendencias observadas hasta el presente, Paraguay se verá negativamente afectado en cuanto nación y estado independiente por la erosión de poder que resultaría de la expansión brasileña.

            - las medidas para contrarrestar tal tendencia dependen del surgimiento de un consenso nacional basado en la capacitación y educación adecuada del pueblo, participación del mayor número posible de habitantes en las actividades productivas y en las estructuras políticas, como también de las cambiantes relaciones de poder dentro del sistema internacional.

 

 

NOTAS

 

(1) Dos interpretaciones contrapuestas sobre la economía brasileña de los últimos años pueden verse en Celso Furtado, "El modelo brasileño", y Mario Henrique Simonsen, "Fuerza de trabajo, empleo y renta", ambos en Estrategia, 27 (marzo-abril 1974).

(2) Una revisión sobre las riquezas marítimas, aspectos legales y económicos referidos a las 200 millas en E. M. Solón de Pontes, Brasil 200 Milhas (Río de Janeiro, 1972).

(3) Informe especial de Progreso (abril-mayo 1976): 5-11.

(4) "Transnational companies in Brazil", Latin America Economic Report, vol. IV nº 2 (9 enero 1976): 6; "Las inversiones extranjeras en América Latina", progreso (marzo 1976): 4-13.

(5) IBGE, Censos demográficos de 1960 y 1970.

(6) BID, América Latina en la Economía Mundial, marzo 1975, p. 25; FMI, International Financial Statistics, febrero 1976.

(7) Cable de AP reproducido en ABC Color, “Las transnacionales son responsables...” 1º de junio 1976.

(8) Brazilian Trends, N° 102-A, pp. 4-31 (Río: Abril Editora, 1976); ABC Color, 31 de agosto 1976, p. 2.

(9) Para estadísticas en esta parte se ha recurrido principalmente a BID, Progreso Económico y Social en América Latina, informe anual 1974; BID, América Latina en la Economía Mundial, marzo 1975; Werner Baer, "Una reciente experiencia brasileña de desarrollo: una interpretación", Revista Paraguaya de Sociología, 34 (setiembre-diciembre 1975); FMI, International Financial Statistics, julio 1976.

(10) Petrobrás se encuentra entre las 50 compañías más grande del mundo, con ventas totales por valor de USA 6.6 mil millones en 1975; Vale do Río Doce, GM do Brasil y Ford Brasil están incluidas entre las 500 compañías más grandes fuera de los EE.UU, Fortune (agosto 1976).

(11) Referencias sobre el ‘centro’ y la ‘periferia’ desde un enfoque latinoamericano en Helio Jaguaribe et al., La dependencia político-económica de América Latina (México: Siglo XXI, 1971), y en Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (México: Siglo XXI, 1971).

(12) El nombre burocrático-autoritario es aplicable a los regímenes de Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, según la definición dada por Samuel Huntington. Una explicación sobre las características de este tipo de organización política puede encontrarse en Riordan Roett, Brazil in the Sixties (Vanderbilt University Press, 1972).

(13) BID, Progreso Económico y Social en América Latina, informe anual 1974, p. 34.

(14) "Estadística energética da América do Sul", Mundo Eléctrico, Nº 191 (agosto 1975): 36.

(15) "10 años de energía...", Mundo Eléctrico, N° 180 (setiembre 1974): 14-16.

(16) "Um poco da historia da energía eléctrica", Mundo Eléctrico, N° 180 (setiembre 1974): 26-29.

(17) Para informes detallados y estadísticas suplementarias véase Naciones Unidas, "América Latina y los problemas actuales de la energía", documento presentado ante el simposio América Latina y la Crisis de la Energía, CEPAL (Santiago de Chile, setiembre 1974). BID, Progreso Económico y Social en América Latina, informe anual 1974, sector energía. OEA, Los recursos hidroeléctricos de la Cuenca del Plata, 1974.

(18) Jornal do Brasil, 20 de junio 1976, p. 32.

(19) Para las notas periodísticas se consultaron los editoriales sobre el tema aparecidos en Jornal do Brasil, La Nación de Buenos Aires, y ABC Color de Paraguay, años 1971/1972.

(20) Texto de la Nota Reversal entre la República del Paraguay y la República Argentina sobre aprovechamiento de los recursos hidráulicos del río Paraná (Asunción, noviembre 1970).

(21) Cardozo, Efraím, 20 Preguntas sin respuesta sobre los Saltos del Guairá (Asunción, 1971): 98.

(22) El Radical, artículos del 23 de febrero 1972, p. 4, del 16 de marzo 1973, p.8, y del 23 de marzo 1973, p. 6. Véase rebates en Patria, varios números de marzo de 1973.

(23) Conferencia del Sr. Juracy Magalhaes, ex-Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, en la Escóla Superior de Guerra, 25 de julio 1966, copia.

(24) El acuerdo Mc Loughlin-Barboza de Nueva York expresa que "en la explotación y el desarrollo de sus recursos naturales, los estados no deben causar efectos perjudiciales sensibles en zonas situadas fuera de su jurisdicción nacional", y que se daría "conocimiento oficial y público de los datos técnicos relativos a los trabajos a ser emprendidos por los estados dentro de su jurisdicción nacional". Pero se reconocía además que los datos técnicos mencionados "serán dados y recibidos con el mejor espíritu de cooperación y buena vecindad, sin que ello pueda ser interpretado como facultando a cualquier estado a retardar o impedir los programas y proyectos de exploración, explotación y desarrollo de los recursos naturales de los estados en cuyos territorios se emprenden tales programas y proyectos".

(25) La Tribuna, 5 de diciembre 1972, p. 1.

(26) "Palabras y más palabras", Visión, 27 de enero 1973, p. 23.

(27) ibídem.

(28) Cuenca del Plata, Declaración de Asunción sobre el Aprovechamiento de los Ríos Internacionales (Asunción, 1971).

(29) Véase texto del tratado, de los discursos parlamentarios, de los editoriales aparecidos en diarios de Asunción, etc., en Efraín Enríquez Gamón, ed., Aguas que valen oro (Buenos Aires: Gráfica Guadalupe, 1975).

(30) Jornal do Brasil, 20 de junio 1976, p. 32, y ABC Color, 14 de octubre 1976, p. 10.

(31) Norman Gall, "Atoms for Brazil, Dangers for All", Foreign Policy, 23 (Summer 1976): 190.

(32) Artículos XIII y XIV del Tratado entre la República del Paraguay y la República Federativa del Brasil..., Brasilia, 26 de abril 1973, y Anexo C. II del mismo.

(33) Véase en especial las secciones "Itaipú en la opinión de los partidos políticos y las entidades gremiales y profesionales", y "Otras opiniones", en Efraín Enríquez G., ob. cit., pp. 713-736.

(34) ABC Color, 17 de octubre 1976, p. 10, en artículo que reproduce declaraciones de Costa Cavalcanti.

(35) Jornal do Brasil, 80 de junio 1976, p. 3l.

(36) Consideraciones sobre la carrera nuclear Brasil-Argentina pueden verse en Luís Garasino, "Explosión atómica en la India. Proyección eventual en América Latina", Estrategia, 28 (mayo-junio 1974): 92-98.

(37) Citado en Norman Gall, ob. cit., p. 180.

(38) Véase "Política nuclear: os projetos, as alternativas e o mistério", Visão (setiembre 9, 1974): 25.

(39) Norman Gall, ob. cit., p. 186.

(40) "Nuclebrás pensa agora em novas negociaçöes", Jornal do Brasil, 28 de abril 1976, p. 49.

(41) Resumen del tratado brasileño-alemán en Normal Gall, ob. cit., p. 160. En el mismo artículo se encuentran los antecedentes, reacción internacional, rivalidad argentino-brasileña y proyecciones del tratado.

(42) "Independencia y energía nuclear", Jornal do Brasil, 10 de agosto 1976, p. 3.

(43) "O Brasil faz do átomo opção para o futuro", Mundo Eléctrico, N° 191. (agosto 1975): 10-14.

(44) Daniel Prieto, "Brasil, potencia emergente", Visión, vol. 47 N° 4 (1° de agosto 1976): 10.

(45) Véase Golbery do Couto e Silva, Geopolítica do Brasil (Río de Janeiro, 1957).

(46) Francisco Azeredo da Silveira, "Prioridades de la política exterior brasileña, Estrategia, 27 (marzo-abril 19'74): 102-105.

(47) Para estos datos han sido consultados preferentemente las siguientes fuentes: Banco Central, Cuentas Nacionales 1962/75, N° 12, 1976; BID, Progreso Económico y Social en América Latina, informe anual 1974; Henry Ceuppens, Paraguay año 2000 (Asunción, 1971); Banco Mundial, Situación y perspectivas económicas del Paraguay, tomo I, informe principal; y Banco Central, Reseña Económica, Financiera y Monetaria del año 1975.

(48) Declaraciones de Enzo Debernardi ante el Parlamento del Paraguay tomadas de E. Enríquez G., ob. cit., p. 211.

(49) "Enriquecimiento de uranio: la OEA recomienda estudios", ABC Color, 31 de octubre 1976, p. 11.

(50) Entre los estudios documentados sobre el toma caben citar Robet A. Nickson, "El capital extranjero en la economía paraguaya", Criterio, 8-9 (febrero 1971); Aníbal Miranda, "Efecto de las inversiones extranjeras en la economía paraguaya", Estudios Paraguayos, vol. IV Nº 1 (diciembre 1976); Henry Ceuppens, Paraguay año 2000 (Asunción, 1971).      

(51) Daniel Prieto, art. cit., y ABC Color, 2 de setiembre 1976, p. 11.

(52) Elvé Monteiro de Castro, "A energía nuclear no Brasil", A Defesa Nacional, N° 653 (enero-febrero 1974): 63.






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