PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
OSCAR PINEDA

  NÉMESIS - Cuento de OSCAR PINEDA


NÉMESIS - Cuento de OSCAR PINEDA

NÉMESIS

Cuento de OSCAR PINEDA

 

El Gramatel X10, un pequeño aparato gris en forma de cubo, transmisor poderoso de hologramas, comenzó a zumbar insistentemente; señal de que alguien se esta­ba queriendo comunicar con urgencia. El capitán Ju Ra Gi, se tuvo que levantar como un resorte cuando por medio de la pantalla de cristal líquido observó de dónde provenía la llamada. Y pensar que estaba a punto de no contestar —se dijo—, ya que cavilaba que era esa chica, con quien estuvo la noche anterior, la última conquista, mejor, la conquista número cuarenta y siete en lo que va del año. ¡Todo un nuevo record! La llamada prove­nía del Comando en Jefe Estelar, la más alta instancia armada de la Confederación Planetaria. Rápidamente se puso presentable y apretó el botón que liberaba la imagen. Ésta se corporizó y el general Ro Pe Mu, Co­mandante Supremo del sector Ypsilon, se hizo presente en ese instante en medio de una potente luz azulada.

—Buenos días, mi general. Capitán Ju Ra Gi, piloto de combate de la III Flota de Guerra se presenta —se adelantó, haciendo el saludo militar, el hasta hacía poco bello durmiente.

—Buenos días, capitán. Disculpe que lo moleste en su momento de ocio pero se ha presentado una urgencia que requiere que el Comando Estelar pueda contar con su soldado más capacitado para la eventualidad —se expresó el general en una extraña voz electrónica que provenía en realidad de cinco altavoces en miniatura pertenecientes al aparato hologramador y que estaban distribuidas por toda la habitación.

—Soy todo oídos, mi general. Puede usted contar con mis servicios —dijo el capitán, completamente des­pierto ya, y consciente de que cualquier ascenso y su carrera misma dependía en gran medida de su superior, quien a la vez era uno de los miembros más influyentes del Congreso Supremo, la máxima instancia de la Con­federación Planetaria.

—Sólo para confirmar lo que dice su currículum, capitán, es usted uno de nuestros oficiales más infor­mados acerca de la historia militar del siglo XIX en la Tierra, ¿verdad? —preguntó el general con esa claridad sin rodeos que lo caracterizaba.

—Tengo tres maestrías en el tema, mi general. Apar­te de que mi tesis versó sobre el mismo...

—Sí, ya me parecía…

—Ahora bien, mi general, en justicia, el mayor Ki Ni Ga tiene mis mismos puntajes en cuanto a lo referido.

—Sí, pero el mayor se estrelló ayer con su nave, la Anacoreta, en Deimos, una de las lunas de Marte, por lo que no podrá ayudarnos por el momento —dijo el general dando a sus palabras la gravedad requerida para el caso.

—Lo siento mucho por el mayor, mi general.

—Además Madre, nuestra supercomputadora, lo se­leccionó a usted entre 153 329 prospectos posibles.

—Me siento halagado, mi general. —Sintió que se le inflaba el pecho y se le volaba el ego.

—Tal vez no lo esté tanto cuando sepa de qué se tra­ta. Lo espero mañana a primera hora en el Nivel 5 del Cuartel General del Comando Estelar. Allí Madre le comunicará su delicada misión y exactamente lo que debe hacer y en qué momento debe hacerlo. Demás está decirle que su misión tiene una clasificación Alfa 1 o sea Súper Secreto, por lo que tiene absolutamente prohibi­do comentar con alguien sobre esto.

—Allí estaré, mi general, y no se preocupe por mi dis­creción, creo que mi legajo habla a las claras de todo ello.

—Así lo espero y prepárese para hacer un largo viaje, capitán —dijo el general Ro Pa Mu a modo de despedi­da mientras la imagen desaparecía en un destello silen­cioso y el capitán se cuadraba frente al Gramatel X10.

Quien diría —se dijo Ju Ra Gi—, el propio “cas­carrabias dog Ra” vino a ordenarme algo de suma im­portancia “para todo el Comando Estelar”, y se trata ni más ni menos que un Alfa 1 o sea altamente secreto, singularmente confidencial, de suma discreción.

Mientras pensaba esto y su ego crecía, el Gramatel X10 comenzó a zumbar de nuevo. Se trataba de su con­quista número treinta y dos del presente año. Era la lla­mada número ciento veintidós en las últimas semanas. Una más que cayó en mis brazos —pensó Ju Ra Gi. Y es que sus rizos rubios, sus casi dos metros de altura, sus ojos celestes, un buen sueldo, un físico envidiable y el uniforme azul con presillas doradas de capitán y piloto de la Flota de Guerra Estelar lo convertían en un muy buen prospecto para todas las niñas casaderas del Siste­ma Solar que se derretían en su presencia. Él lo sabía y lo explotaba al máximo. ¡Para algo soy el hombre! ¡Para tenerlas como quiero!, solía jactarse ante sus camara­das. Más de una vez defendió la supremacía del macho frente a la hembra, quien —según pensaba— nunca tenía que haber salido de la cocina. ¡Maldito el día que se inventaron los robots que podían cocinar! Todos los que le conocían decían que era a su madre la única mu­jer que respetaba y como no tenía hermanas, ni tías y sus abuelas ya habían muerto hacía rato, no había en realidad muchas polleras que respetar. Alguna que otra hasta había sugerido una suerte de acoso sexual y otra casi había llegado a la acusación formal de violación. ¡Mujeres! ¡Mujeres! ¡Sólo las bestias son peores! Muchas veces lo habían escuchado decir y absolutamente nadie dudaba de que fuera esa su forma de pensar.

Era la primera vez que estaba en el Nivel 5 del Cuar­tel General del Comando Estelar. Muchos ya le habían dicho que allí todo era gigantesco y no se equivocaban. Enormes paneles de luces, acompañados de poderosos sensores de alarma, custodiaban la puerta principal que medía cinco metros por dos y pesaba treinta y dos to­neladas de puro acero quirquesiano, fundido al vacío y endurecido en frío de 10 000 grados bajo cero, una de las aleaciones más fuertes y resistentes que se cono­cía en el siglo XXIX. Seis registros completos: de los líquidos del cuerpo, del iris, de la retina, del ADN, de las huellas digitales y del mapa del genoma, confirma­ron su identidad y le permitieron acceder a la sala ultra secreta Magenta 1, un recinto circular donde cualquier mortal podía comunicarse directamente con Madre V, la mayor supercomputadora creada por el hombre y con capacidad suficiente como para interrelacionarse y accionar conjuntamente con las otras 13,4 trillones de computadoras distribuidas por todo el Sistema Solar. Un enorme cubo negro de diez pisos de alto y quinien­tas toneladas de peso, con millones de pequeñas luces multicolores que se prendían y apagaban intermitente­mente representaba la presencia física de Madre. Cuan­do el capitán estuvo frente a este fenómeno de la tec­nología se sintió realmente “el elegido”, no pudo evitar el mortal estremecimiento, ni el fino sudor frío que le corrió por la espalda. La sensación —pensó— era como estar frente a Dios, sin reparar en el hecho indudable de que nunca había estado frente al creador. Tomó asiento en un sillón ergonómico que le ofrecieron los guardias armados que cuidaban el perímetro e inmediatamente veinte aparatos hologramadores Gramatel X10 se en­cendieron al mismo tiempo y otras tantas figuras se de­jaron ver rodeados de sus halos azules. Era el Supremo Consejo que se reunía mediante la comunicación por holograma múltiple simultáneo que funcionaba dentro del recinto principal de Madre.

—Capitán —habló la Primera Ministra Is Lu Cal, una venerable anciana de algo así como cien años—, no queremos perder tiempo en esto que es de suma impor­tancia para toda nuestra civilización, así que dejaremos que Madre lo ponga al tanto de su misión y el justifica­tivo del mismo. Principalmente hemos decidido expli­carle absolutamente todo porque ya no acostumbramos a enviar a nuestros soldados a una muerte segura, por lo menos no sin el conocimiento completo y la aceptación en pleno uso de sus facultades, de los mismos.

—Sí. A su orden, excelencia —dijo algo temeroso el capitán. Se encontraba en medio de todo el Supremo Consejo y a punto de escuchar por primera vez en su vida a Madre, una especie de oráculo tecnológico de la humanidad.

—Buenos días, capitán —tronó Madre, una voz de mujer carente completamente de la emoción y de las in­flexiones de sonido que caracterizaba a la de los huma­nos. Era difícil pensar en ella como la mente artificial más portentosa nunca jamás creada y que en un solo segundo podía realizar tantos cálculos como todos los humanos juntos en un periodo de mil años.

—Buenos días —dijo el capitán, solo un hilo de voz, aunque lamentando internamente que hasta la voz que pusieron a ese ingenio del pensamiento humano fuera la de una fémina.

—Capitán, ¿está familiarizado con la tecnología de­nominada FMC o Flujo Magnético Criogénico?

—No, Madre.

—Flujo Magnético Criogénico es, capitán, el último eslabón de la humanidad en su búsqueda de una fuente de energía poderosa, limpia y completamente libre de desperdicios, o sea sin consecuencias indeseables de im­portancia. Los científicos se hallan muy avanzados en sus investigaciones, y según los estudios de Prospectiva, nuestra ciencia exacta de futurología, esto tiene todas las probabilidades de conseguirse en la próxima década, lo que sería en la práctica la única forma de que nuestra civilización siga existiendo y expandiéndose por el uni­verso conocido.

—Qué bien —dijo el capitán, mientras varias perso­nas del Supremo Consejo lo miraban con la gravedad de un velorio.

—Pero existe un problema —prosiguió monótona­mente Madre—, nuestros cómputos registran un error de primera magnitud en el estadio temporal del proble­ma presentado, por lo que se corre un serio riesgo de que nunca lleguemos a tener ese elemento, desde todo punto de vista imprescindible. Esta tecnología está sien­do lograda gracias a investigaciones que se remontan a cuatrocientos años atrás, más específicamente al año 2453, durante el gobierno de la Quinta República Fe­deral de los Planetas, cuando el profesor doctor Juan Francisco González Ledesma —en aquel tiempo toda­vía usaban nombres y apellidos completos— esbozó la primera teoría sobre esto que nos ocupa. Desde entonces hasta nuestros días han contribuido con diversos descu­brimientos, a través de más de cuatro siglos, un total de treinta y dos mil cuatrocientos setenta y siete cien­tíficos de las más diversas ramas, que nos han dejado a un paso de conseguir el anhelado recurso energético que permitirá que la humanidad pueda subsistir por los próximos cinco milenios y que es cuando, seguramen­te, recién se descubrirán sustitutos viables. Ahí viene el problema, hace cincuenta años que yo Madre V y mi antecesora Madre IV, hemos estado haciendo compli­cados cálculos en el espacio-tiempo, en realidad unas 1.391.892.786.002.4995484 ecuaciones fisicotempora­les, que nos han permitido saber con certeza que dicha tecnología no se conseguirá a menos que modifiquemos uno de los infinitos elementos de los cuales se compone el pasado. Hace unos doscientos años tenía que haber nacido una persona a quién se le tenía que haber puesto el nombre de Ram Yo Du, y quien debía haber inven­ tado un motor protónico de primera generación que es uno de los componentes principales e imprescindibles del cañón criogénico que es, a la vez, la antesala inme­diata a la consecución del Flujo Magnético Criogénico que tanto nos preocupa. Como esta persona no ha naci­do, tampoco tenemos ese elemento imprescindible.

—¿Qué sugiere Madre que yo haga? —habló el ca­pitán, que hasta el momento estaba escuchando aten­tamente todo lo que decía la supercomputadora, muy atento para no perder alguna parte de la exposición.

—La solución está en el pasado —prosiguió Madre, como si no hubiera escuchado la pregunta—. A par­tir de Madre I, hasta quien le habla, Madre V, hemos estado realizando una serie de investigaciones, desde hace casi trescientos años, acerca de las posibilidades que nos abre una riesgosa incursión a la que llamamos Distorsión Temporal Natural. Hemos descubierto, de eso hace ya medio siglo, que cada vez que el cometa Serbla II hace su aparición en este extremo del Sistema Solar, el campo magnético que genera junto con el del Sol en el ángulo 45, cuadrante 6321,671 provoca la apa­rición de pequeñas ventanas fluctuantes que permiten el desplazamiento temporal controlado, en un tiempo muy reducido, aproximadamente unos 20 minutos, del equivalente a un cuerpo humano, de hasta 100 kilos de peso. Esto sucede cada 1545 años y 4 meses, que es el tiempo que transcurre entre una y otra visita de este peculiar cuerpo celeste, que viene de más allá de la nube de Orf, y eso será exactamente pasado maña­na, capitán. Hemos encontrado la forma de controlar el tiempo, mediante rayos termodinámicos, durante ese pequeño lapso, y hasta fijar en qué espacio físico y en qué tiempo queremos enviar un cuerpo de ese peso que será evidentemente el suyo, capitán.

—¿Me quieren enviar al pasado? —preguntó algo asustado el capitán.

—Exactamente. —Esta vez Madre si escuchó la pre­gunta—. Queremos enviarle al pasado.

—¿Me enviaran doscientos años atrás?

—En realidad no, vamos a enviarlo mucho más atrás —contestó Madre.

—¿Cuántos más atrás?

—Precisamente, más de mil años atrás, a 1815. Por eso es que queríamos su concurso capitán, porque usted es especialista en historia del siglo XIX y siempre ayuda más una persona que sepa bien todo lo de ese tiempo que una que no sepa nada de nada.

—¿Y por qué tan atrás?

—Porque el futuro depende en casi su totalidad de lo que ha acontecido en el pasado. Muy raramente —una posibilidad entre trillones y trillones— se da un caso que no tiene consecuencias de algún tipo, la mayoría graves o nefastas, sobre todo lo que ocurre con poste­rioridad. Hemos encontrado un elemento así luego de cincuenta años de cálculos y más cálculos y se trata pre­cisamente de un antecesor del inventor Ram Yo Du, que se llamaba Jean Marie Dupont, un campesino fran­cés que murió víctima de las esquirlas de la bala de un cañón inglés en las proximidades de la batalla de Water­loo, esa en la que Napoleón fue vencido por Wellington con ayuda de Blucher, el 18 de junio de dicho año.

—Sé de cuál se trata, Madre —puntualizó algo in­quieto y nervioso el capitán.

—Necesitamos que usted salve la vida de ese cam­pesino, capitán, y para eso sólo dispone de 20 minutos con 35 segundos y 533 milisegundos. Si usted une ese hilo umbilical en el siglo XIX, tenemos la seguridad de que Ram Yo Du, su descendiente número 1324, na­cerá más de quinientos años después; por lo tanto, en nuestro tiempo, un meticuloso y diligente investigador del pasado, un historiador, encontrará fortuitamente los planos del elemento que nos está faltando para comple­tar nuestra tecnología de Flujo Magnético Criogénico.

—En parte parece muy simple —dijo el capitán como queriendo darse valor, mientras que los demás miembros del Consejo Supremo solo permanecían ca­llados y escuchando atentamente todo lo que se decía.

—No se engañe, capitán, jugar con el tiempo no es cosa de niños —respondió Madre—. Conseguir un acontecimiento en el pasado que transformándolo no tenga consecuencias nefastas para el futuro, es casi un imposible. Le digo, es una posibilidad entre trillones de trillones.

—Pero en este momento, Madre, sus medio siglo de cálculos han asegurado que salvando la vida de ese hombre, el resultado será positivo para la humanidad en nuestro tiempo, ¿verdad?

—Verdad. Pero es nuestro deber y obligación infor­marle y advertirle que en los veinte minutos que esté us­ted ahí no debe modificar absolutamente más nada de lo que hemos programado, porque de lo contrario, cuando usted vuelva a su tiempo todo puede estar cambiado de manera sustancial a un nivel que ni la más imaginativa mente podrá recrear jamás. Por lo que le repito su orden de manera terminante: USTED SALVARÁ LA VIDA DE JEAN MARIE DUPONT Y ABSOLUTAMEN­TE NADA MÁS. CUALQUIER OTRA COSA QUE HAGA EN EL TIEMPO EN EL CUAL VA A ESTAR PUEDE TENER NEFASTAS CONSECUENCIAS SOBRE EL FUTURO DE TODA LA HUMANI­DAD. INCLUSIVE USTED MISMO PUEDE MO­RIR EN ESTE PROCESO PORQUE AL VOLVER A NUESTRO ÉPOCA PUEDE OCURRIR QUE NO HAYA NACIDO O QUE USTED O CUAL­QUIERA DE LOS QUE ESTAMOS AQUÍ AHORA TENGAMOS UN CAMBIO RADICAL INIMA­GINABLE. NUESTROS TRILLONES Y TRILLO­NES DE ESTUDIOS SOLO GARANTIZAN QUE NADA SE MODIFICARÁ DE FORMA NEGATIVA SI SOLO SALVA LA VIDA DE ESE CAMPESINO FRANCÉS.

El rayo se disparó dentro de la cápsula especial ro­deada de espejos cuadrangulares de la nave Alisos III, Cuentos y Relatos 80 Némesis Óscar Pineda PORTAL GUARANÍ

orbitando a gran velocidad alrededor del cometa Serbla II; y el capitán, luego de apreciar por última vez su mo­numental figura, que tanto ego engendraba en él, fue disparado de modo estrepitoso al pasado remoto.

El viaje intertemporal lo atontó algo. Se despertó exactamente a las 15:05 del 18 de junio de 1815, en un bosquecito ubicado a mitad de camino entre La Belle Aliance y Ter-haie, al sureste de Waterloo, en las cer­canías de Bruselas. Lo primero que sintió fue mucho calor, calor húmedo porque había llovido la noche an­terior y el terreno estaba en algunas partes todavía mo­jado. También había pequeños baches de agua estan­cada dentro del bosque con su consecuente enjambre de mosquitos. Se puso rápidamente de pie y procedió a palparse, se encontraba bien y entero. Estaba disfra­zado de campesino belga del siglo XIX pero debajo de esa ropa llevaba una serie de poderosos artefactos que lo convertían en una especie de súper hombre para el tiempo en el que se encontraba. Primero se fijó en su Computadora Multifunción Portátil que estaba funcio­nando a plenitud y que le informó inmediatamente que el viaje había sido todo un éxito y que su organismo se encontraba en perfecto estado. Luego le enseñó su posición, que era Latitud 50°43’N y Longitud 4°23’E, mediante un sofisticado holograma que se proyectó en su frente y que mostraba de forma bastante nítida su entorno hasta unos diez kilómetros a la redonda. Ha­bían pasado sólo unos segundos cuando el estruendo de cañones y de fusilería le sobresaltó. Había recuperado su audición y el sonido de la batalla que se libraba allí cerca le llegó de pleno. El camino por donde debía pa­sar Jean Marie Dupont estaba a solo cincuenta metros de donde se encontraba y más allá se alzaba una colina de dónde venían los ruidos de armas, gritos, órdenes, maldiciones y lamentos. Se dirigió hacia allí y llegó a la cima. Lo que vio le pareció algo fantástico: en una serie de verdes colinas suaves, varias decenas de miles de soldados, con casacas rojas, azules, verdes y blancas, se encontraban peleando a muerte. Apenas se distinguían los combatientes debido al humo negro que despedían las armas cada vez que se disparaban. Mediante unos prismáticos electrónicos, provistos de rayos X, pudo re­conocer a su izquierda a la famosa guardia veterana de Napoleón atacando a unas líneas más adelante, donde se encontraban fuertemente parapetadas las unidades galesas de la corona inglesa. A lo lejos vio a las unida­des escocesas mientras disparaban sus largos fusiles de chispa. Si pudiera llevarme unos cuantos de ellos, en mi tiempo me pagarían su peso en diamante plutóni­co, pensó. Luego observó a su derecha que una serie de baterías abrían también fuego. Eran los franceses que seguían presionando lanzando hierro y fuego sobre la colina cercana. El olor a pólvora quemada era comple­tamente perceptible en el aire. La batalla se encontraba en un perfecto empate, pero las cosas ya estaban a un paso de definirse del lado de los aliados, porque a lo lejos por su derecha ya se veía que la polvareda se levantaba de un modo nada natural. En ese momento, Napoleón, que se encontraba un kilómetro a su izquierda, estaba pensando que era el mariscal Ney quien venía a ayudar­lo, sin embargo se trataba del general prusiano Blucher que iba, a la postre, a desempatar la batalla. El capitán se quedó un momento más mirando cómo una de los encuentros bélicos más impresionantes y decisivos de la historia se desarrollaba afanosamente alrededor de él. ¡Son los hombres los que escriben la historia, no las mujeres!, se dijo. ¡Podría quedarme todo el día mirando esto! Pero tenía una misión que cumplir y no iba a dejar que la emoción del momento le arrebatase su propio triunfo. De todas formas era perfectamente consciente de que él era la única persona de su tiempo que podría presumir de que estuvo en Waterloo, el día de la de­rrota definitiva de Napoleón. Volvió sobre sus pasos y miró por la senda que corría paralela por el borde del bosquecito donde lo había transportado el rayo termo magnético. Unos cien metros más allá había un cruce de caminos. Exactamente a las 15:22, sólo dos metros antes del cruce mismo, explotaría una granada de ca­ñón, que pasaría encima de la colina más cercana. Para eso aún faltaba siete minutos pero a lo lejos por la senda, ya se veía una carreta que iba avanzando raudamente por la misma. Es él, pensó el capitán, y para confirmar disparó hacia la persona que se veía conduciendo un rayo identificador totalmente invisible. Dos segundos después tuvo la respuesta de la computadora: identifi­cación positiva. Bueno, llegó el momento, se dijo y se ubicó en el medio de la senda. Debía dispararle un rayo inmovilizador que paralizaría tanto a los caballos como al campesino que los conducía durante una fracción de tiempo suficiente como para que la bala de cañón ex­plote en el lugar previsto pocos segundos antes de que la carreta pase por el punto. Cuando estaba a menos de veinte metros disparó el rayo y el campesino y su carreta y la lona que llevaba atrás se quedaron totalmente quie­tos como si fueran un conjunto estatuario. La demora fue de unos treinta segundos, al final de los cuales se volvieron a mover y pasaron raudamente por el costado del capitán que para el efecto se había hecho de lado. En ese momento se escuchó un extraño silbido y luego una explosión bastante fuerte sacudió la vegetación que ro­deaba la zona del cruce, justo antes de que la carreta pa­sara por allí. ¡Misión cumplida!, se ufanó Ju Ra Gi, una condecoración más para mi legajo y un posible ascenso al grado inmediato superior, dijo mientras observaba que el campesino se alejaba por la senda como alma que lleva el diablo. De pronto, la lona que llevaba en la parte de atrás la carreta se movió de un modo raro, no por efecto del viento. ¿Qué es eso?, se preguntó el capitán alarmado. Unas manitos de niño levantaron la lona y miraron hacia atrás, hacia donde él se encontraba. ¿Qué hice? ¡Salvé dos vidas en vez de una!, se contestó. Auto­máticamente se puso a correr detrás de la carreta para tratar de remediar el fallo garrafal que había cometido, pero en ese momento un poderoso rayo, que no se sabía de dónde había salido le dio de lleno. Se trataba de su poderoso medio de viaje temporal. Se habían cumplido los 20 minutos y 35 segundos que tenía.

Una vez más estaba completamente atontado. Se le fue aclarando la mente a medida que recobraba pleno uso de sus facultades en la cámara especial dentro de la nave Alisos III, pero de pronto se sobresaltó porque le pareció ver algunas cosas cambiadas. Los espejos de la cámara ya no eran circulares sino rectangulares y el cartel de situación ubicado en la parte superior repetía intermitentemente un único mensaje en letras rojas bri­llantes: ¡GRAVE ERROR EN EL ESPACIO TIEM­PO! ¡DISTORSIÓN DE FUTURO IRREVERSIBLE!

—¡Oh no! ¿Qué he hecho? —se dijo Ju Ra Gi.

De pronto consiguió fijar su vista en el espejo que tenía enfrente. Un grito de horror salió de su boca:

—¡No! ¡No! ¡Dios mío! ¡¡¡NO PUEDE SER!!!

En su mente sonaba las estrictas órdenes de Madre acerca de las graves consecuencias que tenía el jugar con el tiempo. El espejo le devolvía una imagen de mujer….

FIN

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO INTERNO DEL DOCUMENTO FUENTE


(Hacer click sobre la imagen)


SEP DIGITAL - NÚMERO 6 - AÑO 1 - DICIEMBRE 2014

SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY/ PORTALGUARANI.COM

Asunción - Paraguay

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA


(Hacer click sobre la imagen)






Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PA



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA