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R. ANTONIO RAMOS (+)

  TRATADO CON BUENOS AIRES 1811 y CONTROVERSIA CON LA CAPITAL DEL PLATA - Por R. ANTONIO RAMOS


TRATADO CON BUENOS AIRES 1811 y CONTROVERSIA CON LA CAPITAL DEL PLATA - Por R. ANTONIO RAMOS
TRATADO CON BUENOS AIRES 1811 
 
 
 
 
 
TRATADO CON BUENOS AIRES

Los acontecimientos obligaron a Buenos Aires a cambiar de procedimiento. Dejó atrás el recurso de las armas y recurrió a «la oliva pacífica de las negociaciones diplomáticas» con el objeto de obtener no sólo el apoyo del Paraguay sino también su sometimiento. Este medio parecía más apropiado para llegar a un entendimiento, ya que el de la guerra había fracasado.

El 1º de agosto de 1811 la Junta porteña designó a Manuel Belgrano y Vicente Anastacio de Echevarría para cumplir una misión especial en el Paraguay. La designación era acertada, teniendo en cuenta que Belgrano había estado ya en la provincia, y tratado a los criollos paraguayos principales. Echevarría conocía derecho y ejercía las funciones de juez de la audiencia pretorial. «Esta misión conjunta, escribió Mitre – era bien calculada para tratar con un pueblo inocente y suspicaz como el paraguayo, tan propenso a la desconfianza como fácil de alucinar. Belgrano representaba en ella el candor, la buena fe, la altura de carácter. Echevarría la habilidad, el conocimiento de los hombres y de las cosas. Eran dos hombres que se completaban, y cuyas calidades y defectos se contrapesaban sirvéndoles de reciproco correctivo». (1)

La Junta de Buenos Aires y Mitre se equivocaron al considerar a la provincia «fácil de alucinar». Inocente, desconfiado o suspicaz, el pueblo paraguayo sabía bien lo que quería y no iba dejarse engañar por más eminentes que fuesen los comisionados designados a tratar con su gobierno. En la defensa de su independencia no aceptará los falsos halagos de una interesada seducción, se mantendrá firme tanto frente a esta misión como a la de Nicolás de Herrera.
 
Ese mismo día la Junta de Buenos Aires comunicó a Belgrano y Echevarría que habían sido designados para representarla ante la de Asunción por exigir el interés de la «gran causa» «tener conocimientos íntimos y positivos del estado político en que se halle la Provincia del Paraguay, y del que con respecto al último periodo de su revolución pudiera ofrecer ventajosamente la breve apertura de sus relaciones con esta Capital». Les remitía las instrucciones correspondientes, que les daría «una idea exacta y formal del espíritu» que animaba al gobierno, para que conduciéndose de acuerdo con sus principios obtengan un resultado favorable. La Junta dejaba, sin embargo, al «juicioso discernimiento» de los comisionados el «prudente uso» de las proposiciones enunciadas, las que debían «hacer valer oportunamente con aquella destreza y sinceridad que sea capaz no sólo de restituir la confianza de los Paraguayos con atención a nuestras empresas, sino que los reduscan al caso de olvidar los resentimientos pasados». Los emisarios, para evitar un paso prematuro, debían informar, desde Corrientes, a la Junta del Paraguay, la misión bonaerense, sin pasar adelante antes de tener la autorización correspondiente. (2)

Las instrucciones comenzaban por recomendar que los comisionados procurasen «disipar con destreza todo resentimiento ú opinión poco favorable que haya podido engendrar el rompimiento pasado de ambas provincias sobre la sana intención con que este Gobierno (el de Buenos Aires) trató de dispertar la Provincia, para que reasumiendo sus derechos volviese sobre sí, y se pusiese en estado de no ser sacrificada a la suerte fatal que oprime a España, ó a los derechos eventuales de la princesa doña Joaquina Carlota de Borbón» (3)

Se ve que la Junta de Buenos Aires no tenía aún conocimiento de las resoluciones del congreso del 17 de junio, comunicadas en la nota del 20 de julio. Le preocupaba los resentimientos dejados por el «rompimiento pasado», los que ya preocupó a Belgrano en sus conversaciones con los criollos paraguayos después de Tacuarí. También el mismo Belgrano habló en aquellas entrevistas de la necesidad de que el Paraguay reasumiese sus derechos de soberanía. Por estas consideraciones no es aventurado afirmar que estas instrucciones fueron redactadas con la intervención de Belgrano o previa consulta con él.

En segundo lugar debían manifestar que el gobierno de Buenos Aires veía compensados sus sacrificios en la campaña pasada, «en todo favorable a las armas del Paraguay», con el feliz establecimiento del nuevo gobierno en Asunción. La «sangre inutilmente derramada será un doble motivo» para unir más estrechamente a las dos provincias. (4)

Por el artículo 3º los comisionados insistirán en que toda precaución no estaba de más ante los peligros que amenazaban al Paraguay, siempre que no descuidase cortar los progresos de la política de la Corte del Brasil, cuya última contestación proponía, entre otras cosas, que para no auxiliar a la plaza de Montevideo, en la provincia del Paraguay debía permanecer «el depuesto Gobernador Velasco». Este medio de conciliación era un insulto. Una potencia mediadora no Podía arrogarse la facultad de fijar reglas destructoras de la «seguridad que buscaban los pueblos, aun con el pretesto de evitar la guerra civil, siendo ya muy de temer que estas medidas avanzadas sean consecuentes del sistema opresor con que camina la corte del Brasil a asegurar el interés de apoderarse de la Banda Oriental, y al que le sirve de insuperable escollo el establecimiento de una Junta, en la que no tiene el influjo que apetece, y calcula encontrarlo en el Gobierno depuesto». (5)
 
La recomendación de la Junta de Buenos Aires, que ignoraba las decisiones del Paraguay, era tardía y, en consecuencia, sin ulterior transcendencia. La provincia no se dejó sorprender por las asechanzas de la Corte portuguesa, rechazó sus pretensiones y los derechos eventuales de la princesa Carlota Joaquina.

El gobierno porteño insistiendo sobre el peligro portugués consideraba que el medio capaz de contener al Príncipe Don Juan, no era ni podía «ser otro que el que la Provincia del Paraguay conforme su opinión, conducta, y movimientos con el Gobierno de Buenos Aires». Se debía prevenir el peligro y libertar a Montevideo. El Príncipe podía lanzar sus tropas contra las de Buenos Aires y apoderarse de Montevideo, «calculado después atacar con ventaja a la provincia del Paraguay, a la que en tal caso no podrá absolutamente socorrer la capital de Buenos Aires». (6) Para llevar a la práctica este plan era indispensable «que dicho Principe sea reducido al estado de no poder obrar con superiores fuerzas» contra las de Buenos Aires, «lo que fácilmente podrá conseguirse, poniéndose en alarma la provincia, y amenazando los establecimientos portugueses que le son fronterizos, según o considere más conveniente el Gobierno Paraguayo». Los comisionados instarán con energía sobre la ejecución del plan aludido, cuya importancia era tal vez el mayor interés que podía tener el gobierno paraguayo. La seguridad y engrandecimiento dependía de la decisión de los pueblos y provincias para oponerse a las intenciones del Príncipe lusitano. (7)

El peligro portugués no dejaba de ser una realidad. La Banda Oriental sufrió las consecuencias. El Paraguay se mantuvo en guardia. Sin descuidar sus fronteras, no amenazó los establecimientos portugueses como proponía la Junta de Buenos Aires, no obstante la manifestación de la última parte de la nota del 27 de Octubre dirigida al triunvirato. La política internacional del Paraguay se orientó a mantener amistad y buena armonía con Portugal y después con el Brasil.

Pero lo fundamental de las instrucciones estaba explícitamente concretado en el artículo 6º, que textualmente expresaba:
 
«6º Se insinuará con sagacidad y destreza la gran necesidad que hay de alejar aquellos peligros; que la provincia del Paraguay debe quedar sugeta al Gobierno de Buenos Aires, como lo está las Provincias Unidas por exigirlo asi el interés común de todas; la necesidad de fijar un centro de unidad, sin el cual es muy difícil concertar planes, llevar las resoluciones por los efectos generales del bien comun; y finalmente, que las provincias empleen de consuno con prontitud y celeridad sus esfuerzos, sus sacrificios, y su poder contra los enemigos exteriores que intentase atacarlas: que esta sujeción dejará siempre intactos los derechos de la provincia en cuanto concierne a su interior administración pública al igual que las demás, en las que el ejemplo del Paraguay, pudiera ser un estímulo que las tentase a su separación, ocasionando una disolución política que debilitase a todas y las dejase espuestas a ser ocupadas del primero que las atacase: que el vinculo solo de federación no basta en una urgente necesidad en que nos hallamos de obrar con unidad y energía; que la mayor representación y dignidad que hoy tiene el Gobierno por la asociación de Diputados, manifiesta también que la provincia del Paraguay, mantenida por sólo el vínculo federativo, no contribuye por su parte de un modo condigno a satisfacer los grandes esfuerzos y sacrificios que las demás van a hacer por sus derechos y libertad; y que una vez que el interés es uno e indivisible, la voluntad general de todas las provincias debe ser la ley superior que obligue al Paraguay a prestarle una subordinación sin la cual el sistema y los movimientos pudieran desconcertarse». (8)

Buenos Aires buscaba la sujeción del Paraguay, si bien que para disimular sus designios hablaba de la conservación de los derechos relativos a la administración interna de esta provincia, como ocurría con las demás. En el fondo no se pronunciaba por la federación, que no satisfacía a las exigencias urgentes reclamadas por una acción unitaria y enérgica. A la subordinación se obligará al Paraguay por la voluntad de «todas las provincias». El argumento de la disolución y del peligro extranjero será repetido por Rosas, al pretender incorporar al Paraguay a la Confederación Argentina.

Pero la Junta porteña no tenía la seguridad de que la proposición precedente fuese aceptada por el Paraguay. De ahí la recomendación del artículo 7º:
 
«Siempre que se conozca que el objeto del anterior artículo no se recibirá bien ó que propuesto cause algunas contradicciones, se abandonará, y tratará el Representante de unir ambos Gobiernos bajo un sistema ofensivo y defensivo contra todo enemigo que intentase atacar los respectivos territorios, dejando a su prudente arbitrio y al celo por el buen éxito de la empresa exigir y convenir las estipulaciones que fuesen más oportunas a asegurar la garantia de ambos Gobiernos, con la recíproca de los auxilios y todo género de recursos». (9)

Este mandato de las instrucciones constituía un reconocimiento de la independencia del Paraguay. El abandono de toda sujeción o subordinación no significaba otra cosa. El «sistema ofensivo y defensivo» era la alianza, que los Estados soberanos pactan entre sí para atacar a un enemigo común o defenderse de él. Belgrano y Echevarría así lo entendieron y subscribieron en Asunción un acuerdo consagrando lo que acabamos de afirmar.

Mitre, el historiador de Belgrano, al comentar el articulo 7º aludido, anotó: «Esta fue la tercera concesión hecha por el Gobierno Central a las exigencias del espíritu federativo, que presagiaba la disolución política y legal del antiguo virreinato. La primera como se ha visto, fue la incorporación de los diputados de las provincias al poder ejecutivo; la segunda, la institución de las juntas provinciales; la tercera, el reconocimiento de la independencia de una provincia, que no había podido someter por la fuerza de las armas, que no se atrevía a dominar por la diplomacia, y a cuyas exigencias inoportunas no tenía energía suficiente para resistir ni aún pasivamente». (10)
El mismo 1º de agosto la Junta de Buenos Aires comunicó a la de Asunción la designación de sus representantes «con las más sanas miras... de establecer la felicidad gral. de nuestras provincias». Belgrano y Echevarría debían presentar sus poderes y dar «principio a las importantes sesiones qe. han de iniciar la suerte futura de ntro. territorio. La Junta no duda un instante – agregaba la nota bonaerense – que satisfecho VS. plenamente de las rectas y justificadas intenciones con que spre. camina esta capital, propenderá con sus nobles esfuerzos al logro de un bien de tanta monta, y por el qual ha derramado distintas veces la sangre de sus hijos; al mismo tiempo espera, que adoptará VS. un modo decisivo y enérgico capaz de desconcertar en su origen las miras destructivas y ambiciosas del poder arbitrario é ilegítimo, y las que animen los enemigos exteriores, tenasmte. vigilantes en vuscar aquellos momentos qe. desean aprovechar contra nuestros mas intimos intereses». (11)

Belgrano y Echevarría llegaron a Corrientes la tarde del 29 de agosto y el mismo día oficiaron a la Junta Gubernativa del Paraguay, anunciando la misión que se les había encomendado. «Desde qe. la fama – agregaban – transmitió a la Ciudad de Buen.s Ayr.s las lisongeras noticias de la rebolución gloriosa de esa Provincia, todo ha sido júbilo y alegría al ver destronizados en todos los puntos del Virreynato los detestables simulacros del antiguo poder arvitrario. De aquí es, q. en medio de la dulce emoción, q. recibió aquel Sup.or Gobierno, viendo ya restituidos a sus hermanos los Paraguayos al goce de sus mas sagrados derechos, se formó un justo deber a anticiparse a felicitarlos por nuestro conducto, y hacerles al mismo tiempo las proposiciones q. há creido convenientes al progreso de la causa pública, a la común felicidad de todas las provincias del Territorio, y a la consolidación del sistema de ntra. regeneración politica, en q. tan gloriosam.te nos vemos empeñados. Las credenciales q. tenemos el honor de incluir a VS. justifican y comprueban ntra. misión». En d arroyo Ramallo, a cincuenta y dos leguas de Buenos Aires, tuvieron la complacencia de encontrar al extraordinario enviado por la Junta de Asunción a la de la capital del Río de la Plata, por quien se informaron de la favorable situación política del Paraguay, lo que les «inundó del mas inocente júbilo». Terminaban manifestando que esperaban el aviso para pasar a Asunción, donde verbalmente harían sus comunicaciones. (12)

La nota de los comisionados estaba concebida en términos fraternales. Belgrano, como en sus conversaciones con los paraguayos después de Tacuarí, llamó a éstos nuevamente «hermanos». El extraordinario aludido era el portador de la nota del 20 de julio.
 
La Junta Gubernativa antes de contestar a los comisionados bonaerenses consultó con el Cabildo, cuyos miembros concurrieron el 7 de setiembre a palacio «para conferenciar sobre la pretensión de los Representantes de Buenos Aires». La Junta concordó con el dictamen del Cabildo y sobre esa base respondió a los emisarios porteños. (13) que para el adelantamiento de la sagrada causa en que se hallaba empeñada y «afianzar de una vez para siempre nuestros comunes derechos, no puede haber medio más eficaz ni arbitrio tan importante y necesario, como el de una sincera y estrecha unión fundada sobre principios solidos y estables»; que le ha sido satisfactorio el aplauso con que Buenos Aires recibió la «feliz revolución» del Paraguay y la designación en las personas de los comisionados para hacer a la provincia las «proposiciones convenientes a tan justificado objeto; pero que habiendo dirigido a la Junta de Buenos Aires el 20 de julio último una nota sobre las resoluciones adoptadas en el congreso general, cuya copia acompaña, no ha recibido aún una contestación directa.» (14)
 
«Por otra parte, – declaraba la Junta – consideramos que lejos de sernos facultativo incluir alteración alguna substancial, en quanto a d.has deliberaciones, es un deber preciso de nuestro ministerio observar y sostenerlas eficasmente. Por esto es, que entretanto la Exma. Junta no reconozca por si mesma expresa y formalmente nuestra independencia de ella, en los términos propuestos y acordados por nuestra Provincia: cree esta Junta que no obstante lo agradable, que le seria la visita de V.S.S.; no es llegado el caso de entrar oportunamente en tratado alguno relativo a esta misma Provincia; pues que su indicada independencia como un derecho incontestable debe asentarse por preliminar de toda ulterior determinación. – La Junta protesta a V.S.S. que solo el deseo de una entera y feliz terminación de las pasadas diferencias es el que impele a proceder con esta detención, a fin de que afirmada nuestra unión, sin nuevos cuidados y dificultades en la Provincia pueda dirigir su atención al mejor progreso de nuestros comunes intereses y de nuestros empeños sagrados, que son y deben ser unos mismos. Protesta también una amistad sincera, deferencia y lealtad con los Pueblos hermanos, valor generoso contra los Enemigos armados, desprecio y castigo para los traidores. Estos son los sentimientos del Pueblo Paraguayo y de su Gobierno, lo mismo que reclama, y espera tambien de parte de Buenos Aires». Una vez que la Junta se cerciore de la adhesión a las anteriores proposiciones de parte del gobierno bonaerense, tendrá la «particular satisfacción» de permitir a los comisionados el traslado a Asunción. (15)

El oficio estaba firmado por todos los miembros de la Junta. El Dr. Francia se había reincorporado al gobierno días antes, después de una corta ausencia. (16) El documento, preciso y claro, ratificaba con mayor énfasis que la nota del 20 de julio, la independencia del Paraguay, como un derecho incontestable, cuyo reconocimiento era previo a toda negociación con el gobierno de la provincia. Esta firme resolución fue seguida fielmente por el Dr. Francia y Carlos Antonio López, quienes exigieron invariablemente esta condición para poder tratar con el Paraguay. Así ocurrió con Correa de Cámara, Pimenta Bueno, Derqui, Hotham, Saint Georges, Cerruti y Pendleton. La independencia era lo fundamental y la base para olvidar las «pasadas diferencias», después se consideraría lo demás. De la federación no se hacia mención concreta sino en forma vaga y la unión debía evitar «cuidados y dificultades» a la provincia para favorecer el progreso de los «comunes intereses» y los «empeños sagrados», que no eran precisamente la consolidación de la federación como unidad política, sino la unión para la defensa de la causa común: la libertad e independencia. El sentido americanista de la revolución paraguaya nuevamente afloraba con nitidez al manifestar su amistad y lealtad con los «Pueblos hermanos». Este lenguaje no era de un pueblo dispuesto a someterse sino el de uno decidido a sostener su autonomía absoluta. Belgrano y Echevarría no podían llamarse a engaño.

Tres días después los representantes bonaerenses acusaban recibo de la comunicación del 9 y comunicaban que el cabo Alvarenga pasó el día anterior por Corrientes, conduciendo la contestación de la Junta de Buenos Aires a la nota del 20 de julio. Por lo tanto esperaban la autorización para continuar rápidamente viaje como exigía «los sagrados objetos de la común causa». (17)
 
La respuesta de Buenos Aires dejaba constancia de la complacencia con que fue recibido el aludido oficio del 20 de julio con la noticia del resultado feliz de los esfuerzos de la provincia para recuperar los derechos de su libertad civil. Cuando Buenos Aires tuvo conocimiento de la ocupación casi total de España por los franceses y la caída del poder supremo, depuso a los «mandatarios del antiguo Govierno», reasumiendo los derechos que había depositado en el monarca. Como los jefes españoles combinaban sus planes a expensa de la desgracia de los pueblos, engañándoles con «mil embustes» y obstaculizándoles conocer la verdad y «de instruirse en sus Dros.», la junta de Buenos Aires considera de su obligación informarles de los peligros que les amenazaban y «convidarlos a unirse con ella y ofrecerles fuerzas proporcionadas para hacer respetar su voluntad contra los imponentes conatos de la tiranía que intentaba esclavisarlos». Así se destacaron las expediciones al Perú y al Paraguay. No fue intención del gobierno hostilizar a los pueblos. De ahí su «amargura quando el Sr. Vocal Don Manuel Belgrano expuso que le era inevitable emplear la fuerza para disipar las precauciones con que el Governador Velasco tenia imbuido a esa Provincia. El resultado es el mejor comprobante de las sinceras intenciones» del gobierno de Buenos Aires. En el Perú llegaron las tropas expedicionarias y los pueblos entraron en el ejercicio de sus derechos, nombrado sus diputados para tomar parte del gobierno provisional, mientras se llevase a cabo la «solemne, apertura del Congreso». El jefe que alarmó a la provincia contra las tropas de la capital «tenia concentrado el plan de entregarla a una potencia extranjera». (18)
 
La Junta de Buenos Aires trataba de justificar su conducta con el objeto de disipar todo recelo acerca de sus intenciones. El principio de la reversión al pueblo de la soberanía como fundamento de la deposición de las autoridades españolas del virreinato era el mismo invocado por la Junta de Asunción para asumir el poder de la provincia. Y para hacer resaltar más la diferencia entre el proceder de Buenos Aires y el de Velasco, señaló la evidencia de que éste premeditaba la entrega del Paraguay a una potencia extranjera, Portugal.

«Por esta exposición verá V.S. – declaraba la Junta bonaerense – que nada ha distado tanto de las intenciones de esta Capital y Govierno Provisional como la ambicion de dominar a los demas Pueblos. Los vocales de la Junta creada por el Pueblo de Buenos Aires extienden su jurisdicción a los demas Pueblos unidos en consorcio de los Diputados de ellos así como estos mandan y goviernan en el Pueblo de Buenos Aires en consorcio de aquellos. De el mismo modo aunque deseamos eficazmente que el Diputado nombrado por la Ciudad de Asunción, y los que pueden nombrarse si gustan las Villas subalternas de esa Provincia vinieran a tomar parte en el govierno provisorio para, que este exerciera en ella sus funciones, romo en las demas del Virreynato por importar muchisimo la uniformidad del sistema: no obstante si es la voluntad decidida de esa Provincia governarse por si y con independencia del Govierno provisional no nos opondremos a ello con tal que estemos unidos y obremos de absoluta conformidad para defendernos de cualquiera agresión exterior uniendo, y convinando nuestras respectivas fuerzas, segun lo exigen la necesidad y conveniencia general. Nuestros enviados cerca de esa Junta los Señores Don Manuel Belgrano Vocal de esta Junta y el Dr. Dn. Vicente Anastacio de Echavarría Conjuez de la Real Audiencia transijirán con V. S. todo lo concerniente a la segunda y tercera condición que expone esa provincia: Ellos son fieles Interpretes de los principios liberales que nibelan nuestras deliberaciones. – No estamos en el mismo caso respecto a la quarta: por ahora creemos no estar autorizados para sancionar ese punto. En el Congreso general se discutirá la cuestión si las Leyes establecidas por los Pueblos por medio de sus Diputados deban o no ratificarse por los mismos Pueblos en asambleas generales; sobre cuyo particular esa Provincia dará a su Diputado o Diputados las instrucciones que estime convenientes como las han dado todos los Pueblos que los han nombrado, pues ellas serán las que nibelen sus respectivas determinaciones en el mismo Congreso. Entre tanto Nosotros ni podemos prevenir sus deliberaciones ni menos prefixar reglas y formas a la Suprema representación de el Estado; ella se la dará a si misma». (19)

La contestación de la Junta de Buenos Aires constituía un triunfo de la causa del Paraguay. La independencia de la provincia quedaba reconocida, si bien con la resalva de la cuarta condición contenida en la nota del 20 de julio, que establecía que cualquier constitución, reglamento o forma de gobierno adoptados por el congreso general no obligarán a la provincia mientras no fuesen ratificados por una asamblea también general de sus habitantes. Esto quedaba librado a la decisión del mismo congreso general. Posteriormente, sin embargo, también esta cuarta condición fue consentida por el triunvirato que sucedió a la Junta primitiva. Pero esta Junta, hábil y acertadamente, previno a la del Paraguay que no podría fijar normas a las deliberaciones de la representación popular, las cuales, ésta determinará por sí misma. No podía ser de otro modo como consecuencia del reconocimiento de la independencia.

Con esta nota la Junta de Buenos Aires dejaba sin efecto la recomendación del artículo 6º de las instrucciones a Belgrano y Echevarría, ya que era incompatible la sujeción del Paraguay con el reconocimiento de la independencia de esta provincia. En definitiva, el gobierno bonaerense se pronunciaba por la alianza, que sólo era la unión para la defensa común.

El reconocimiento de la independencia produjo la más viva impresión. Tanto el gobierno como el pueblo lo recibieron con intenso regocijo, dado que venia a satisfacer la aspiración suprema de la provincia.

La Junta Gubernativa publicó un bando el 14 de setiembre de 1811, dando a conocer la «feliz y gustosa reconciliación» con Buenos Aires. Desde que rompió las cadenas de la opresión, la provincia emprendió la marcha, que con la confederación de las demás del continente, la conduciría por la senda de la felicidad, siendo de su mayor interés las negociaciones con la ciudad de Buenos Aires. «El resultado ha sido tan feliz y tan honroso para una y otra provincia, que sería difícil decir a cuál de las dos corresponde la mayor gloria... De un solo golpe recobramos nuestro lugar entre las provincias de la nación de cuyo número se nos quería borrar. Desconcertamos también la liga funesta formada contra nuestros hermanos de Buenos Aires, y estableciendo los principios de nuestra libertad civil, empezamos a tomar arbitrios y a proveernos de recursos para reparar nuestros pérdidas, consultar nuestra seguridad y procurar las semillas de nuestra prosperidad. De esta conformidad hemos echado los cimientos de un verdadero crédito público y hemos criado a la faz del mundo una provincia nueva en cierto modo...»(20)

Luego de referirse a las manifestaciones de la nota bonaerense, el bando agregaba:

«Con asombro habrán recibido los enemigos de nuestro reposo la noticia de tan justa y magnánima resolución. Ella nos atrae el respeto debido de un pueblo libre, confirma la alta reputación que nos hemos adquirido, y desvanecerá la esperanza de los que por sus fines particulares desean conservar nuestra desunión, soplando el fuego de la discordia. Efectivamente, la Junta de Buenos Aires tampoco ha puesto el menor reparo en cuanto a las demás deliberaciones tomadas por nuestra Provincia respectivamente a su forma de gobierno, oficios y régimen interior, porque esto era consiguiente a la reciproca independencia civil, y a la igualdad de derechos que establece, cuando reconoce y supone que el pueblo solo de Buenos Aires sin el concurso del diputado del Paraguay no puede mandar a esta Provincia; pero no por eso pretende que nuestro diputado tenga precisión de incorporarse desde luego a aquella Junta. De otra suerte no dejaría a la voluntad de esta Provincia el gobernarse por si misma y con absoluta independencia de aquel gobierno provisorio, porque sin duda considera, y muy justamente, que la institución propia y natural de los diputados se dirije solamente al objeto de formar el nuevo supremo tribunal o congreso general de las provincias. – Así queda ya decidida nuestra suerte y afianzada nuestra libertad e independencia. Si Buenos Aires, dando al mundo con este acto un testimonio público de justicia y moderación, se hace digno de nuestro afecto y cordialidad, nuestra patria se corona de nueva gloria y adquiere nuevos derechos a la admiración. – Ciudadanos del Paraguay! sois todos libres! y la Junta, participando al público esta lisonjera noticia, se congratula por este suceso, a que era acreedor vuestro esfuerzo, vuestro valor!».

La Junta Gubernativa no ocultaba la intensa alegría que causó en el Paraguay la resolución del gobierno de Buenos Aires. La independencia reconocida decidió de la suerte de la provincia y afianzo su libertad! Los paraguayos por fin gozaban del lisonjero privilegio de ser libres, no sólo del yugo español sino también de la presión de la capital del antiguo virreinato! El triunfo ofrendó al Paraguay una «corona de nueva gloria». También el presidente Carlos Antonio López «consideró día de gloria el del reconocimiento de la independencia de la república por el Imperio del Brasil. E1 afecto y la cordialidad con Buenos Aires quedaron restablecidos con este acto de justicia y moderación, teniendo por base la igualdad y reciprocidad de derechos. El sentimiento americanista de la revolución paraguaya no olvidó a la confederación con las «demás provincias de nuestro vasto continente» para alcanzar, después de rota las cadenas de la opresión, la felicidad de la provincia. Esta confederación consistía en la mancomunidad de esfuerzos para defenderse de los enemigos de la libertad e independencia.

«No se escuche – seguía declarando el bando – de hoy en adelante entre nosotros otra voz que la de la union y libertad. No se reconozcan otras relaciones que las que se dirigen a afirmar nuestros comunes derechos. No déis oídos a las pérfidas y falsas voces de los que intentan seducirnos induciendonos a la desconfianza por su sórdida ambición, y por volvernos al yugo tirano de una ignominiosa esclavitud, queriendo hacer igual la virtud al crimen. Revestidos del noble orgullo de hombres libres, unámonos en una conformidad de voluntades; formemos un cuerpo, una masa para aniquilar la tiranía. La posteridad más remota aplaudirá nuestra constancia: os mirará como vindicadores de la humanidad envilecida por el despotismo y grabará sobre vuestros sepulcros el símbolo de la libertad. – Por lo demás, dejad a la Junta el cuidado de sostener vuestros derechos. Ella los conservará como un sagrado depósito y nadie los perjudicará, ni los atacará impunemente. Cuidará también de llevar al efecto todas las disposiciones de nuestra Provincia, según se presentan las circunstancias, y sus atenciones infinitas se lo permitan. Ya habéis visto que el pueblo de Buenos Aires no quiere subyugar o dominar al Paraguay, ni ingerirse en su gobierno, régimen o administración política, sino solamente vivir con nosotros en una verdadera fraternidad de sentimientos para nuestra defensa común y la felicidad general, que es lo mismo que había decretado nuestra Provincia». (21)
La elocuencia de estos términos relevan de todo comentario. Pero, no está demás destacar que la unión mencionada en este documento fundamental era sólo la «conformidad de voluntades para aniquilar la tiranía» y que lo decretado por la provincia no significaba otra cosa que la «fraternidad de sentimientos para... la defensa común y la felicidad general». Tal era el verdadero sentido de la decisión paraguaya. El bando no dedicó una sola palabra a la federación, no se refirió a la unidad política con Buenos Aires. Si ésta hubiera sido la intención de la provincia, la oportunidad era propicia para insistir sobre la cuestión. Pero nada de eso ocurrió. Por el contrario, la insistencia fue a favor de la independencia.
 
 
 

La promisoria noticia fue festejada con salvas de artillería y repique general. Las noches del 14 y 15 de setiembre se iluminaron las calles de la capital y este último día se celebró una solemne misa, en acción de gracias, con asistencia de los miembros de la Junta y de las corporaciones. (22)


En posesión de la respuesta de Buenos Aires, la Junta Gubernativa ofició a Belgrano y Echevarría autorizándoles a seguir viaje hasta Asunción y comunicándoles haberse impartido las órdenes convenientes al comandante de Pilar, Roque Antonio Fleitas, para que pasase a encontrarles en la margen opuesto del Paraná y convenir con ellos el itinerario y los auxilios necesarios. (23)


Los comisionados partieron de Corrientes el 24 de setiembre y llegaron a Asunción el 4 de octubre. Tanto en esta como en el trayecto la Junta se esmeró en ofrecerles los mayores obsequios, auxiliándoles con generosidad, delicadeza y desinterés, y dispensándoles las más distinguidas consideraciones. (24)


En Buenos Aires, los sucesos internos y externos, tales como el golpe del 5 y 6 de abril, la derrota de Huaqui, el tratado preliminar con Elio y la invasión de la Banda Oriental por los portugueses al mando de Diego de Souza, crearon un ambiente de intranquilidad y descontento. El 23 de setiembre un cabildo abierto separó del mando político a la Junta de mayo, substituyéndola por el Gobierno Ejecutivo, «conocido en la historia como el primer triunvirato» e integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Mitre afirma que este gobierno «empuñó con mano más firme el timón de la nave próxima a naufragar». (25) Secretario de guerra fue designado Bernardino Rivadavia, que con su «enérgica voluntad» tuvo marcada influencia en la orientación del nuevo gobierno. No ocultó su fuerte inclinación al centralismo sobre la base del predominio de Buenos Aires. En la proclama que anunció la instalación del triunvirato, decía: «Donde no hay subordinación no hay gobierno; y sin gobierno viene a ser una nación lo que una tabla en medio del océano». (26) La declaración era suficientemente categórica como para no dejarse engañar y constituía la negación de los principios de la federación.


El mismo Mitre sostiene que «la reforma operada en el gobierno habría podido dar un nuevo giro a la negociación del Paraguay, si lo premioso de las circunstancias no hubiese impuesto a la nueva administración el deber de disminuir por todos los medios posibles el número de los enemigos, limitándose a neutralizar a los que no pudiera dominar. A este fin primordial tendieron todos sus esfuerzos, y con tales miras se decidió a perseverar en la política de la Junta, y transigió con las exigencias del Paraguay, fiando al acaso las demás ventajas que pudieran obtenerse por la negociación. Esta conducta que considerada aisladamente parece inhábil y pusilánime, sólo puede ser comprendida estudiando en su conjunto el plan de política exterior que los peligros de la situación aconsejaban al nuevo gobierno, y que este supo desenvolver con prudencia y habilidad». (27)


El triunvirato no perdió tiempo en comunicar su instalación a la Junta del Paraguay. «Nada podemos esperar de nuestras fuerzas, – declaraba – si los Pueblos no concurren por su parte a dar un nuebo orden a los negocios peds. Qualesquiera que sean los Peligros que nos amenazan nos sobran recursos para salvarnos: las Pueblos deben ser libres por todo derecho y a una causa tan justa no puede faltar arbitrio para sostenerse, solo las pasiones pueden destruir nuestra obra, ellas han hecho decretar nuestras glorias, y el govierno no exige otra cosa de los Pueblos qual una justa obediencia a sus determinaciones y un eterno olvido de las divisiones y partidos que tantos males nos causaron».(28)


La comunicación era de doble filo. Por un lado proclamaba que los pueblos debían ser libres «por todo derecho» y por otro el gobierno exigía una «justa obediencia a sus determinaciones». El «eterno olvido de las divisiones» constituía una manifestación alentadora de fraternidad.


Seis días después el mismo triunvirato se dirigió nuevamente a la Junta Gubernativa remitiendo los documentos relativos a la instalación del nuevo gobierno. El cambio exaltó el espíritu y la confianza públicos, afirmando la «gran causa de la América» que había abrazado Buenos Aires. Esta «gran causa» era la independencia.


Desde este punto de vista el triunvirato no podía tomar sino una actitud conciliatoria con el Paraguay. La comunicación agregaba: «Este Govierno há considerado las qoatro proposiciones de V.S. como resultado de un libre, y justo discernimiento de los derechos de los pueblos; y cree que jamas debe dudarse de los principios universales que fundan la quarta proposicion. En esta virtud tiene por unos mismos principios y sentimientos los suyos, y los de V.E.; y estando acorde con ellos, no duda que se cooperará con toda la prontitud y eficacia que esté a su alcance contra los riesgos en que pueda hallarse la Patria comprometida tanto en esa Provincia como en todas las unidas, de lo que a V.E., se dará oportunamente parte». (29)


Esta nota venía a completar la del 28 de agosto y a consolidar el reconocimiento de la independencia de la provincia por Buenos Aires.


De ahí su importancia y transcendencia, que es de justicia señalar. El triunvirato accedió «a las exigencias del Paraguay, contando servirse de este nuevo aliado, para llamar la atención de las tropas portuguesas por uno de sus flancos, y obtener algunos auxilios de hombres, a fin de engrosar con ellos sus ejércitos debilitados». (30) Pero sea como fuese, el hecho real era que Buenos Aires reconoció la segregación del Paraguay, por intermedio de sus dos primeros gobiernos y en documentos cuya autenticidad y fuerza no pueden ponerse en duda.


Y el Paraguay así lo entendió desde los días iniciales de su existencia libre, como también posteriormente en la época de Carlos Antonio López. El paraguayo Independiente al comentar la comunicación del 1º de octubre recordaba que la nota del 20 de julio manifestó que el gobierno paraguayo estaba pronto a «entenderse y aliarse» con Buenos Aires bajo condiciones expresas, entre las cuales se contaba la cuarta, por la que se exigía que todos los actos del congreso argentino no obligarían al Paraguay sino después de su aprobación por la asamblea de la provincia. En oficio del 28 de agosto el gobierno de Buenos Aires concordó con las condiciones sin impugnar la cuarta aludida, cuya aprobación quedaba pendiente de la resolución del congreso general. «¿Se ha de pensar que el Paraguay desistió de este principio tutelar de su independencia?», se preguntaba el hebdomadario dirigido por Don Carlos. «No, nunca», contestaba categóricamente y agregaba: «Poco después más bien avisado el Gobierno (de Buenos Aires) y considerando que la independencia del Paraguay ya no era un hecho para discutir, pues que reposaba sobre la voluntad decidida, y soberana de su pueblo, y que sería una locura oponerse por cuanto ella se verificaría siempre del mismo modo, y la única diferencia fuera perder un aliado, y adquirir un enemigo que podría ser tanto más temible cuanto era solicitado por Montevideo, y la Corte Portuguesa para una liga que pondría en peligro Buenos Aires, se apresuró a remover ese único estorbo que podría poner en duda sus miras, o embarazar la deseada alianza» y dirigió al gobierno paraguayo el aludido oficio del 1º de octubre. (31)


Pero si el triunvirato daba públicamente este paso buscando borrar las diferenciáis y evitar rozamientos entre los dos gobiernos, Bernardino Rivadavia, en la misma fecha, se dirigía reservadamente a Belgrano y Echevarría exponiendo los verdaderos sentimientos de Buenos Aires. Decía el secretario del Gobierno Ejecutivo; «De el contesto de la adjunta copia en que se contrae este Gobierno a la solucion de las proposiciones que le hace el del Paraguay, penetrará V.S. el espíritu que la ha animado, y que si el sentido que arroja especialmente la contestación de la proposicion cuarta induce a comprender favorablemente en toda su estension a los intereses de aquella Provincia, en el concepto de V.S. no debe suceder asi. – El Gobierno del Paraguay no penetrado aun de los verdaderos intereses que deben dar impulso a sus resoluciones, nos estrecha a la consecion de ventajas que despues de no estar a los alcances de nuestras facultades, son puramente egoísticas e interesadas, aprovechándose aun de las que reportó anteriormente. En su consecuencia se deja al discernimiento de V.S. el que sin perder de vista los principios adoptados en la instrucción que le confirió la Junta al tiempo de su misión, se maneje en este asunto de un modo diestro, y con toda política, teniendo presente los intereses de nuestro territorio, y llevando por objeto principalmente el no despertar dudas, no desconfianzas entre los paraguayos, capaces de refluir perjudicialmente en el gran interés fiado al celo, y conocimientos de V.S. Todo lo cual me ordena este Gobierno les prevenga para su inteligencia, y manejo sucesivo». (32)


Esta comunicación reflejaba los designios de Buenos Aires. Sus manifestaciones no sólo eran distintas sino contrarias a las contenidas en las notas de gobierno a gobierno. Mitre, tan pródigo en elogios a Rivadavia, reconoció la duplicidad de la conducta del triunvirato. «Estas nuevas instrucciones, – comentó – en cierto modo contradictorias, y que por su doblez hacen poco honor al Gobierno Ejecutivo, llegaron a poder de los comisionados cuando habían celebrado ya un tratado con el Paraguay». (33) Ellas podrían haber embarazado la actuación de Belgrano y Echevarría, teniendo en cuenta las segundas intenciones de quienes manejaban el gobierno bonaerense. Pero no tuvieron influencia alguna porque fueron impartidas tardíamente.


El triunvirato no dejó de prevenir a la Junta Gubernativa del peligro portugués, que constituía una de las grandes preocupaciones de los defensores de la causa común. Ya en la comunicación del 1º de octubre en la que daba su conformidad a la cuarta condición exigida en la nota del 20 de julio, informaba al gobierno de Asunción: «No permite el tiempo comunicar a V.S. un manifiesto que há adoptado la corte del Brasil, que descubre de lleno todas las miras que substancialmente se reducen a restablecer con mayor rigor el sistema colonial de toda la América Española baxo su dominacion». (34)


En la misma fecha informó a Belgrano y Echevarría que el Dr. José Julián Pérez había sido enviado a Montevideo para negociar una «transacción decorosa», cuyo resultado sería que la Banda Oriental quedaría en poder del gobierno de aquella plaza y la retirada del ejército sitiador hacia Buenos Aires con el objeto de organizar una fuerza «capaz de salvar los riesgos más inminentes». Les anunciaba igualmente haber oficiado en la misma fecha a la Junta del Paraguay, recomendándoles que no perdiesen medio ni tiempo para disponer a los habitantes de la provincia a cooperar activamente con Buenos Aires de acuerdo con las necesidades. (35)


El oficio no hacía referencia a la federación sino a la cooperación de acuerdo con las exigencias de los acontecimientos. La determinación se explicaba por la nota antes aludida sobre la cuarta condición exigida en la del 20 de julio. La cooperación se concretaría en la alianza, que los comisionados subscribieron en Asunción.


El 2 de octubre el triunvirato decía nuevamente a la Junta Gubernativa: «Debe persuadirse V.S. hasta la evidencia que las miras de la Corte del Brasil, de ningun modo terminan en la esfera que les señala nuestro territorio; por que fundados sus proyectos en derechos que reclama la Sra. Carlota, es bien obvio que pretende hacer estensiba su dominación a todos los dominios de la Monarquía Española. Los riesgos inminentes que nos amenazan provocan eficasmente a ponernos de acuerdo de una vez, por que si menos vigilantes y zelosos no desplegamos nuestro poder, dexandonos arrastrar de los sentimientos de buena fée que propalan por política unos limítrofes siempre astutos en sacar ventajas en nuestro continente llegaría el tiempo en que acaso fuesen utiles nuestros esfuerzos. – Medite V.S. profundamente sobre estas graves incidencias, oyendo a los Representantes que cerca de ese Govierno van animados del interés de esa benemerita Provincia, y del gral. de la gran causa que sobstenemos mientras espera este que las provincias de V.S. desplegadas con la energía que corresponde, y le es analoga nos ponga en union á cubierto de los males que nos amagan». (36)


Ni una palabra sobre la federación, sólo se insistía en la unión para la defensa de los males y riesgos que amenazaban a la «gran causa» de la independencia. Buenos Aires no buscaba otra cosa.


El mismo día en otro oficio dirigido a Belgrano y Echevarría, agregaba; «Sabe este Gobierno por cartas de aquella Provincia q. sus habitantes se hallan inbuidos enla preocupación de que las miras del Brasil no salen dela esfera de posesionarse de la vanda oriental en auxilio del Gobnº de la plaza de Montº. Considere V.S. quan funesta es esta impresion a1 interes gral en los momentos estrechos de hallarnos amenazados por una fuerza respetable de aquella Corte, y q. descubre abiertam.te sus intenciones. Es pues de todo el interes de este Gobierno q. por los arbitrios que le sugiera su política y prevenc.n haga desaparecer tan vana confianza del animo delos Paraguayos, inclinadolos a persuadirse firmemte del rango que se les aproxima, si no toman medidas activas y energicas desde luego». (37)


No es verosímil la versión transmitida por el triunvirato. El Paraguay conocía muy bien las intenciones de la Corte Portuguesa y las pretensiones de la princesa Carlota Joaquina. El peligro portugués fue el motivo ocasional predominante de la revolución del l4 de mayo y de la deposición de Velasco, por cuya razón la provincia se puso en guardia.


Como se anotó anteriormente Belgrano y Echevarría llegaron a Asunción el 4 de octubre, unos días después de haber sido dominado un intento de reacción de los españoles. Tampoco los porteñistas permanecían inactivos. En el ambiente caldeado por los múltiples problemas emergentes de un Estado en formación, diversas corrientes pugnaban por establecer su hegemonía. Pero predominaron la cordura y la firmeza de los patriotas, lo que permitió a la Junta Gubernativa actuar con la totalidad de sus miembros, con excepción de Bogarín que había sido separado, ante la presencia de los representantes de Buenos Aires.


Los comisionados fueron recibidos al día siguiente por la Junta Gubernativa, en cuya ocasión presentaron sus credenciales. Belgrano, según Wisner de Morgenstern, «manifestó que la Junta de Buenos Aires reconocía la Independencia del Paraguay del poder español; pero que era necesario marchar unidos para contrarrestar el plan de los españoles, que amenazaban restaurar nuevamente su poder y que la prueba, el Paraguay la tenía en casa, pues acababa de sofocar un movimiento revolucionario. Que, por otra parte, la Junta de Buenos Aires tenía pruebas evidentes de que todas las miras de la Corte del Brasil era establecer con mayor rigor el sistema colonial en toda la costa de la América del Sur que baña el Atlántico y que por lo expuesto esos peligros debían conjurarse. Con elocuentes frases trataba de esta manera Belgrano, convencer a los miembros de la Junta de la necesidad que el Paraguay no quedase aislado y se confederase con la Capital del extinto Virreinato, como ya lo estaban todas las demás provincias, a fin de establecer una unión sólida y poder así defenderse de los peligros expuestos, para lo cual más práctico sería celebrar un tratado al respecto». (38)

Belgrano no mencionó en su exposición la recomendación del articulo 6º de sus instrucciones referente a la sujeción del Paraguay a Buenos Aires. Hábilmente sólo insistió sobre la necesidad de la unión de ambos territorios para la defensa de los peligros comunes, la alianza que por el momento buscaba Buenos Aires. No hizo cuestión sobre el primer punto. El ambiente no era propicio para entrar en negociaciones de ese carácter. Por lo tanto, se concretó a desarrollar lo dispuesto en el artículo 7º de las mismas instrucciones,


El Dr. Francia, que tuvo a su cargo el papel principal de las conversaciones, manifestó en representación de la Junta Gubernativa «que el Paraguay no podría apartarse de ninguna manera de lo que el Congreso de junio había sancionado, declarando la completa independencia del Paraguay; pero que no obstante, se conservarían siempre las buenas relaciones con Buenos Aires y a donde se mandaría oportunamente su representante. Que agradecía en nombre de la Junta el reconocimiento de la Independencia del Paraguay; y que en cuanto y la Organización de sus fuerzas, no podría emplearlas para otro objeto, sino para su propia defensa; que por el momento no se podría contraer ningún compromiso sin expresa autorización del Congreso de los representantes de todos los departamentos de la Provincia; que la Junta se encontraba actualmente preocupada en la organización de la administración pública; y que lo propuesto por la representación de Buenos Aires, será tenido muy en cuenta para ser sometido a la consideración del próximo Congreso a convocarse». (39)

También el Dr. Echevarría intervino en la entrevista expresando «que muy bien podría celebrarse al respecto un tratado ad referendum para someterlo después a la aprobación del Congreso». (40)


La exposición del Dr. Francia era categórica. La Junta Gubernativa no admitiría acuerdo alguno sino sobre la base de la «completa independencia del Paraguay». Tal era el sentimiento predominante en el gobierno y en la población de la provincia. Pero esta tendencia no significaba romper con Buenos Aires, ciudad con la cual las conveniencias recomendaban mantener cordiales relaciones. La referencia al envío de un representante a la misma Buenos Aires constituía una cortina de humo. Si bien que el congreso del 17 de junio había adoptado esa medida, no se la llevó a la práctica. «Francia era contrario a este pensamiento, – afirma Báez – desde que su designio intimo era sustraer al Paraguay de toda liga federativa con Buenos Aires, a pesar de que en sus escritos emplease la palabra federación para disimular su pensamiento». (41)


Las conversaciones continuaron en los días siguientes. Belgrano y Echevarría visitaron «a cada uno de los miembros de la Junta en sus respectivos domicilios», poniendo todo el empeño «para que éstos aceptaran celebrar un tratado de unión, con el fin, de conseguir con el tiempo, que el Paraguay formase parte integrante de la confederación de las provincias del extinguido Virreinato». (42)


El tratado se firmó el 12 de octubre de 1811. El preámbulo hacia referencia a las notas del 20 de julio de la Junta del Paraguay y a la del 28 de agosto de la de Buenos Aires. Por el artículo primero se estableció que el tabaco de la Real Hacienda existente se vendiese por cuenta de la provincia con el «sagrado objeto» de mantener una fuerza para seguridad de la misma provincia y poder defenderse de los enemigos internos y externos, en otros términos, «la entera libertad del comercio del tabaco», quedando en consecuencia extinguido el estanco de este producto. El segundo disponía que el peso de sisa y arbitrio que anteriormente se cobraba en Buenos Aires por cada tercio de yerba procedente del Paraguay, se cobrase en Asunción para el mismo objeto. Pero la Junta de Buenos Aires podrá establecer un moderado impuesto por la introducción de los productos paraguayos «siempre que una urgente necesidad lo exija». Por un artículo adicional que tenía la misma fuerza obligatoria que los demás del tratado, ese impuesto sería de un real y medio por tercio de yerba y la misma suma por arroba de tabaco «y no más», hasta que el congreso general de las provincias dispusiese otra cosa, sin perjuicio de los derechos del Paraguay. El artículo tercero prescribía que la alcabala se abonase en el lugar de la venta. El cuarto fijaba los límites de la provincia en la «forma que actualmente se hallan, encargándose consiguientemente su Gobierno de custodiar el Departamento de Candelaria», quedando igualmente el partido de Pedro González bajo la jurisdicción del Paraguay, hasta tanto el congreso general fije la demarcación definitiva. El Paraguayo Independiente dice que este artículo «reconoció los límites de la República paraguaya, respetando sus posesiones». (43)


Pero el artículo más importante y que regulaba las relaciones políticas entre las dos partes contratantes, era el quinto, que textualmente establecía: «Por consequencia de la Independencia en que queda esta Provincia del Paraguay de la de Buenos Aires conforme lo convenido en la citada contestación oficial del 28 de agosto último; Tampoco la mencionada Exma. Junta pondra reparo en el cumplimiento y execusión de las demás deliberaciones tomadas por esta del Paraguay en Junta General conforme a las Declaraciones del presente Tratado. Y baxo de estos artículos deseando ambas partes contratantes estrechar más y más los vínculos y empeños que unen, y deben unir ambas Provincias en una federación y alianza indisoluble, se obliga cada una por la suya no sólo a conservar y cultivar una sincera, sólida y perpetua amistad, sino también de auxiliarse y cooperar mutua y eficasmente con todo género de auxilios según permitan las circunstancias de cada una, toda vez que lo demande el sagrado fin de aniquilar y destruir cualesquier Enemigos que intente oponerse a los progresos de nuestra justa Causa, y común Libertad; en fé de lo qual con las más sinceras protestas de que estos estrechos vínculos unirán siempre en dulces confraternidad a esta Provincia del Paraguay, y las demás del Río de la Plata, haciendo a este efecto entrega de los poderes insinuados, firmamos esta Acta por duplicado con los respectivos Secretarios, para que cada parte conserve la suya a los fines consiguientes». (44)

El artículo transcripto venía a satisfacer las aspiraciones de la provincia, dejando «expresa y solemnemente reconocida la Independencia Paraguaya» (45) La «federación y alianza indisoluble» eran sólo la unión basada en la amistad y en la necesidad de prestarse mutuamente auxilios, prestación que tenía su limitación en las circunstancias de cada una de las partes y en la demanda de aniquilar a los enemigos que atentasen contra la causa común de libertad e independencia. La palabra federación no tenía otro sentido. La única unión que ligaba a ambas provincias era el lazo de fraternidad, como el que actualmente une a los Estados independientes de América para la defensa de las amenazas foráneas. Este amplio reconocimiento venía a confirmar no sólo la nota del 28 de agosto de la Junta bonaerense sino también la del 1º de octubre del triunvirato.


Mitre, cuyo juicio severo no era favorable al convenio, escribió en sus Historia del General Belgrano: «En esta negociación, toda la perseverancia, la habilidad y las ventajas estuvieron de parte del astuto diplomático paraguayo (el Dr. Francia). El papel de los representantes del gobierno de Buenos Aires fue meramente pasivo, quienes sin alcanzar las consecuencias, sancionaron en cierto modo la segregación del Paraguay y la disolución política del antiguo virreinato del Río de la Plata, que hasta entonces formaba una comunidad. – El tratado se firmó el 12 de octubre y sus estipulaciones, que como preveía Rivadavia lleva el sello del egoismo más exigente por parte del Paraguay, no fueron bastantes para desengañar a los comisionados respecto del concurso que debían esperar de un aliado tan sospechoso. Tres puntos capitales comprendió el tratado que nos ocupa; 1º la descentralización de las rentas, o sea la independencia económica; 2º la demarcación de los limites, o sea la independencia territorial; 3º el establecimiento de una federación, o sea la independencia política. Los tres envolvían la segregación». (46)


Si Belgrano y Echevarría subscribieron la segregación del Paraguay del antiguo virreinato del Río de la Plata o sea la independencia de esta provincia no fue por la actuación meramente pasiva de los mismos sino por el cumplimiento de instrucciones del gobierno de Buenos Aires y respetando una situación de hecho incontestable que venía desde la derrota del primero a fines de 1810 y principios de 1811. Si los comisionados encontrasen resistencia a la sujeción que aspiraba la capital porteña, ellos debían optar por la alianza de acuerdo con el artículo de las citadas instrucciones. Así hicieron ante la firmeza de las pretensiones paraguayas, sostenidas con perseverancia y habilidad por el Dr. Francia, no sin pugnar por las aspiraciones de Buenos Aires, según la referencia de Wisner de Morgenstern. Estaban además las notas del 28 de agosto y del 1º de octubre que reconocieron las resoluciones del congreso del 17 de junio, si bien que la última comunicación no había llegado aún a su destino. Por otro lado, no podría hablarse del egoísmo del Paraguay, desde el momento que por artículo quinto ambas partes contratantes se comprometían a prestarse «todo género de auxilios según permitan las circunstancias de cada una» contra cualquier enemigo que atentase contra la «Justa Causa, y común Libertad». Según el mismo Mitre la palabra «federación» era la primera vez que sonaba en la historia argentina, «tan famosa después en sus guerras civiles, en sus Congresos Constituyentes y en sus destinos futuros». (47) Pero al resonar en el pasado del Río de la Plata tenía otro significado, diferente al empleado en el tratado del 12 de octubre. Las provincias argentinas lucharon por la federación para destruir la hegemonía de Buenos Aires y organizar un Estado dentro del cual cada una de ellas tuviese su autonomía, bajo la dirección de un gobierno central, como quedó consagrado en la constitución de 1853.


El mismo día 12, Belgrano y Echevarría comunicaron al triunvirato la firma del acuerdo. Decían los comisionados: «Por el Acta adjunta se instruirá V.E. del resultado de nra. misión. A las doce de este dia quedó firmada y concluida, habiendo sido extraordinario el júbilo, q.e manifiestan todas las clases del Pueblo al oir la salba de Artilleria, y repique gral. de campanas, con q.e. le anunció esta gran novedad». (48)

La Junta Gubernativa, a su vez, dio a conocer el tratado por bando, que reflejaba el júbilo, la alegría por la conclusión del convenio. En la introducción, luego de referirse a la «feliz unión y reconciliación con la insigne Ciudad y Provincia de Buenos Aires», que por otro bando se había anunciado al público, agregaba; «Reconocida nuestra independencia, aún restaba concordar sobre otros puntos menos esenciales a la verdad, pero de no poca importancia y consideración por sus consecuencias. Esta negociación se há terminado felizmente a nuestra entera satisfacción, y la Excelentísima Junta de Buenos Aires por medio de sus ilustres Representantes enviados a esta Ciudad acaba de darnos en esta conclusión una prueba y la más brillante de la rectitud de sus determinaciones, y de las ideas benéficas y liberales de que se halla poseído con respecto a esta Provincia». (49)

El documento firmado por Yegros, Francia, Cavallero y de la Mora, partía de la base del reconocimiento de la independencia, que era lo fundamental, la condición sine qua non para entrar a considerar las otras cuestiones pendientes, importantes también pero no esenciales. La entera satisfacción que produjo a la Junta Gubernativa la conclusión de las negociaciones certificaba, sin dejar lugar a otra interpretación, que el tratado consagró la aspiración del Paraguay: la independencia y no la sujeción a Buenos Aires.


El bando reprodujo a continuación el texto del tratado. «De este modo acrecentó – han quedado debidamente satisfechos los deseos de la provincia, disipados los motivos de esta discusión política y estrechados nuevamente los vínculos de nuestra unión. La garantía de esto se funda en nuestros empeños solemnes y en el interés general de ambas provincias. Siendo una la causa, unos mismos deben ser nuestros votos, y todo debe ceder a tan sagrado objeto. Ya no hay ni debe haber división entre una y otra Provincia. Los hijos de Buenos Aires son y deben reputarse del Paraguay, y los hijos de esta Provincia son y deben también mirarse como Patricios de Buenos Aires. Serán nuestros enemigos todos lo que se declarasen contra aquel Pueblo hermano y aliado; y Buenos Aires se sacrificará también a fin de perseguir y exterminar a los que se declaren enemigos nuestros. Unidos en esta alianza indisoluble, y proveídos ya en nuevos recursos, debemos considerarnos más fuertes y con más poder para sostener la causa común. Y pues el Gobierno ha dedicado todos sus desvelos en los medios de prosperar la Provincia, extendiendo sus miras aún más allá de lo que ella se había propuesto: esforcémonos en defender aquella justa causa con el decoro que corresponde a la dignidad de un Pueblo como el Paraguay. Inflamados del amor dela Patria, y de aquel deseo vehemente de lo grande que conduce a la gloria, y a las acciones heroicas; sea el grito de todos: Morir por la Patria y la Común Libertad». (50)


El Paraguayo Independiente al comentar el reconocimiento del tratado del 12 de octubre, expresaba: «La Independencia es por tanto un hecho consumado y completo: ella es tan antigua y legítima como la de Buenos Aires, y fundada en igual y recíproco reconocimiento, nunca disputado, y sí reproducido diferentes veces por diversos Gobiernos argentinos». (51)


No obstante las disposiciones claras del convenio, los partidarios de «una franca unión con Buenos Aires», felicitaron y visitaron a Belgrano y Echevarría, lo que produjo «en el ánimo de Yegros, Cavallero y Francia serios celos, al extremo de disponer fueran vigiladas todas aquellas personas que visitaban a los huéspedes». (52)


Al despedirse los comisionados bonaerenses del Dr. Francia, éste les ofreció como recuerdo «una historia manuscrita del Paraguay y el retrato de Franklin que adornaba su estudio, que era un rico grabado sobre acero. «Este es el primer demócrata del mundo, y el modelo que debemos imitar, les dijo, presentándoselo a Echevarría. Dentro de cuarenta años, puede ser que estos países tengan hombres que le parezcan, y sólo entonces podremos gozar de libertad, para la cual no estamos preparados hoy». (53)


El triunvirato comunicó a la Junta Gubernativa haber aprobado el tratado y la gran satisfacción de ver a la provincia empeñada en unir sus esfuerzos a los de las del Río de la Plata para la defensa de la «libertad dela Patria», con la salvedad del artículo cuarto, que dejaba el departamento de Candelaria bajo la jurisdicción del Paraguay. (54) También el mismo día el triunvirato se dirigió igualmente a Belgrano y Echevarría, a quienes manifestó: «Son de su mayor satisfacción los artículos que ha acordado V. S. tanto p.r que en ellos no há perdido de vista el gral objeto que dirigió sus pasos para alcanzar este bien, quanto para que se ha conducido con la eficacia, y rapidez que demandaba esta misión... Repite á V.S. este Govierno toda su consideración, y le aprueba el pulso que há manejado en este grave asunto en que no menos que en todos los demas cargos fiados a su zelo y conocimientos há acreditado a la Patria el amor que le consagra». Se recomendó a los comisionados obtener la modificación del articulo cuarto en un sentido favorable al patrimonio territorial de las provincias del Río de la Plata. (55)


La aprobación de la conducta de los comisionados por el gobierno de Buenos Aires, en los términos elocuentes transcriptos, prueba que cumplieron a satisfacción sus instrucciones. En las negociaciones no descuidaron el objeto general de la misión y así alcanzaron la alianza, «bien» que satisfacía las urgencias demandadas por la defensa de la causa común. En las dos comunicaciones el triunvirato no hizo la mínima referencia a la federación, que desde luego no figuraba en las previsiones de su política.


La Junta Gubernativa desvió hábilmente la cuestión del departamento de Candelaria. Sin embargo de afirmar que ese territorio estuvo siempre dentro de la jurisdicción de la provincia, declaró que la resolución al respecto debía tratarse en el próximo congreso de vecinos y moradores, en la seguridad de que el gobierno paraguayo haría cuanto le fuese posible para que la pretensión de Buenos Aires sea atendida «en obsequio de los indicados vinculos que unen a las dos Prov.s». (56) Dio largas al asunto y la disposición del artículo cuarto quedó sin modificación.



NOTAS


1. Mitre, ob. cit., pág. 202.
2. Vargas Peña, ob. cit., pág. 41. La Junta de Buenos Aires a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 1º de agosto de 1811.
3. Ib. Ib., págs. 42 a 43. Instrucciones a los comisionados Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 1º de agosto de 1811. Firmaron el documento: Cornelio de Saavedra, Domingo Matheu, Juan de Alagón. Juan Francisco Tarragona, Manuel J. Molina, y como secretario interino, el Dr. José García Cossio.
4. Ib. Ib. Ib.
5. Ib. Ib. Ib.
6. Ib. Ib. Ib. Art. 4º
7. Ib. Ib. Ib. Art. 5º
8. Ib. Ib. Ib.
9. Ib. Ib. Ib.
10. Mitre, ob. cit., pág. 202.
11. Vargas Peña, ob. cit., pág. 40. La Junta de Buenos a la del Paraguay. Buenos Aires, 1º de agosto de 1811.
12. Ib. Ib. págs. 46 y 47. Belgrano y Echevarría a la Junta del Paraguay. Corrientes, 29 de agosto de 1811. Portador del oficio fue Justo Pastor Caniza.
13. Ib. Ib., págs. 47 y 48. La Junta Gubernativa al Cabildo, 6 de setiembre de 1811. El Cabildo de Asunción a la Junta Gubernativa, 6 de setiembre de 1811. La Junta Gubernativa al Cabildo, 9 de setiembre de 1811.
14. Ib. Ib., págs. 49 y 50. La Junta Gubernativa del Paraguay a Belgrano y Echevarría. Asunción, 9 de setiembre de 1811.
15. Nota cit.
16. Según Cardozo, Francia se reincorporó a la Junta el 6 de setiembre. El Paraguayo Independiente, cit., pág. 28.
17. Vargas Peña, ob. cit., pág. 50. Belgrano y Echevarría a la Junta del Paraguay. Corrientes, 12 de setiembre de 1811.
18. Ib. Ib., ob. cit., págs. 44 y 45. T a Junta de Buenos Aires a la del Paraguay. Buenos Aires, 28 de agosto de 1811. Firmaron el oficio Juan de Alagón, Anastacio Gutiérrez, Marcelino Poblet, José Ignacio Fernández Maradoña, Francisco Antonio Ocampo y Joaquín Campana, Secretario.
19. Nota cit.
20. Vargas Peña, ob. cit., págs. 51 a 54. Bando de la Junta Gubernativa: Asunción, 14 de setiembre de 1811. El documento está subscrito por Yegros, Francia, Cavallero y de la Mora. No aparece la firma de Bogarín, quien había sido separado de la Junta.
21. Bando cit.
22. Bando cit.
23. Vargas Peña, ob. cit., pág. 55. La Junta Gubernativa a Belgrano y Echevarria. Asunción, 18 de setiembre de 1811.
24. Ib. Ib., pág. 67. Belgrano y Echevarría al Triunvirato de Buenos Aires. Asunción, 12 de octubre de 1811.
25. Mitre, ob. cit., pág. 203.
26. Ib. Ib. Ib.
Chaves. Historia de las relaciones, cit., pág. 156.
27. Mitre, ob. cit., pág. 203.
28. Vargas Peña, ob. cit., pág. 58 y 59. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 25 de setiembre de 1811.
29. Ib. Ib., pág. 59. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 1º de octubre de 1811.
El Paraguayo Independiente Nº 2.
Báez, ob. cit., pág. 175.
30. Mitre, ob. cit., pág. 204.
31. El Paraguayo Independiente Nº 2. El paréntesis es nuestro.
32. Mitre ob. cit., pág. 204. Rivadavia a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 1º de octubre de 1811.
Cardozo. Artigas y el Paraguay. Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Tomo XIX. Montevideo, 1952, pág. 16.
Chaves. Historia de las relaciones..., cit., págs. 167 y 168.
33. Mitre, ob. cit., pág. 204.
34. Vargas Peña, ob. cit. pág. 61.
35. Ib. Ib. pág. 59. El triunvirato a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires 1º de octubre de 1811
36 Ib. Ib. pág. 62. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 2 de octubre de 1811.
37. Ib. Ib. pág. 61 y 62. El triunvirato a Belgrano y Echevarría. Buenos Aires, 2 de octubre de 1811.
98. Wisner, ob. cit., pág. 47.
39. Ib. Ib., págs. 47 y 48.
40. Ib. Ib. pág. 48.
41. Báez, ob. cit., pág. 181.
42. Wisner, ob. cit., pág. 48.
43. Ib. Ib., págs. 49, 50 y 51.
El Paraguayo Independiente Nº 1.
Mitre, ob. cit., pág. 205.
Báez, ob. cit., págs. 184, 185 y 186.
Cardozo. El Paraguayo Independiente, cit., págs. 30 y 31.
Chaves, ob. cit., págs. 165 y 166.
Sanchez Quell, ob. cit., págs. 15 y 16.
Vargas Peña, ob. cit., págs. 63 a 66.
44. Ib. Ib. Ib.
45. El Paraguayo Independiente Nº 1.
46. Ob. Cit., pág. 205. El paréntesis es nuestro.
47. Ib. Ib. Ib.
48. Vargas Peña, ob. cit., pág. 67. Nota ya cit.
49. Ib. Ib., pág. 63.
50. Ib. Ib., pág. 65. El bando fue publicado el 14 de octubre.
51. El Paraguayo Independiente Nº 1.
52. Wisner, ob. cit., pág. 52. Estos visitantes eran según este autor; Fernando de la Mora, los Baldovinos, doctor Zavala, Baltazar Barga, Fray Fernando Báez, capitán Montiel, Iturbe, Achar, Alfaro, Chavarría, Jovellanos, Escobar, Domecq.e Lobera y otros.
53. Mtre, ob. cit., pág. 207.
54. Vargas Peñas, ob. cit., págs, 72 y 73. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 31 de octubre de 1811.
55. Ib. Ib., pág. 72. El triunvirato a Belgrano y Echevarria. Buenos Aires, 31 de octubre de 1811.
56. Ib. Ib., pág. 97 y 98. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 19 de diciembre de 1811. Esta nota firmaron Yegros, Cavallero y de la Mora. El Dr. Francia se había retirado nuevamente de la Junta.

 

 

 

 

CONTROVERSIA CON LA CAPITAL DEL PLATA

 

El tratado del 12 de octubre no produjo el «bien» que se esperaba. En la práctica sus resultados fueron negativos. La alianza no pudo fortalecerse, pero el Paraguay consolidó su independencia. La llamada «cuestión de auxilios» provocó una situación de tirantez entre las partes que culminó en un rompimiento. El peligro portugués fue invocado por ambos contratantes para solicitar la cooperación que demandaba la defensa de la causa común.

El 27 de octubre la Junta Gubernativa respondió la comunicación de instalación del triunvirato, manifestando su satisfacción por la uniformidad de principios y sentimientos de este gobierno con los del Paraguay, de acuerdo con la nota del 20 de julio, lo que constituía una prueba «de moderación y respeto acia los Dros sagrados de los hombres». (1)

Belgrano y Echevarría habrán informado a1 triunvirato del tratado concluido. Los dignos representantes merecieron la consideración pública por su comportamiento, «que puede presentarse como un bello modelo de la práctica de las virtudes sociales». Ellos comunicaron, desde Corrientes, la próxima concertación de un tratado con Montevideo, el cual si se verifica bastará, sin duda, «para contener a los limitrofes, a no ser que corriendo el velo al disimulo de sus miras ambiciosas, y ya bien conocidas intenten obrar al descubierto». Los documentos remitidos con la nota del 2 de octubre mostraban suficientemente aquellos designios y han servido para confirmar el concepto que ya tenía de los mismos la Junta Gubernativa con datos que se renovaban día a día. (2)

«Prescindiendo dela invasion – continuaba exponiendo la Junta – del Gral Dn. Diego de Souza a Territorio Español al especiosoy arrogante título de Pacificador, cuyo solo hecho nos tenia de antemano en la resolución de no mirarlo con indiferencia si aquel general no desistia de ese intento segun lo tenemos insinuado al Sr. Marquez de Casa Irujo en la contestación, cuya copia acompañamos con la Carta que recibió esta Junta, y dirigía a Dn. Bernardo Velasco:puede decirse que esta Provincia ha recibido agravias directos y mas inmediatos por repetidos insultos de los Portugueses. – Poco despues de nuestra revolucion nos dio aviso el Comandante del Fuerte Bordon, que el oficial que vino entonces conduciendo un Pliego de Coimbra se había explicado en tono imperioso, desmedido aun amenazante sin otro motivo, que el no haberle querido consentir pasase adelante y exigir de él que dexase alli el Pliego para su remision. No ha mucho que han venido a establecer un pequeño Fortin ó Guardia no lexos de uno delos otros Presidios, que tenemos en las Costas del Río Apa, sin duda por estar en observacion nuestros movimientos y apropiarse una extension de sobre setenta leguas, que habiendose considerado como un Paiz neutral hasta el presente; debia al menos conservarse del mismo modo, especialmente atendiendo á los tratados preliminares de límites. Y ultimamente recivimos aviso en este instante que en el Paso de la Cruz han cometido el atentado de sorprehender la Guardia y llevarse un Lanchon como se instruirá V. S. por las adjuntas copias del requerimiento que se les hizo, y de la contestación que dió el Comandante Portuguéz, desentendiendose de la restitucion de aquel Barco y figurandose aun ignorante de un hecho, que siendo un verdadero robo: no debió consentir ni tolerarlo. Desde los primeros instantes de nuestra revolución, se habia oficiado de nuestra parte asi al Gral, Dn. Diego de Souza como al Comandante de Coimbra protestandoles continuar en buena amistad y armonia la que hasta aqui tampoco se ha violado de parte nuestra; pero ya que nada ha bastado: debemos poner francamente en noticia de V.E., que aunque se compongan los negocios de Montevideo, y Dn. Diego de Souza retire sus Tropas:no podrá esta Provª dexar de tomar satisfacción delos Portugueses, a fin de prevenir nuevos insultos, ycontener su ambicion de dominar; y pues que ellos han procedido por la via de hecho; su conducta nos dexa autorizados para obrar en la misma forma».(3)

Luego de rechazar los derechos eventuales de la princesa Carlota Joaquina, como un «monstruoso absurdo», la Junta agregaba: «Lo que creemos conveniente es, hacer respetable desde los principios el nombre delos pueblos empeñados en sostener la justa causa comum. Nra. principal atencion en el dia se dirige a organizar nuestras Tropas, y disponer los demas aprestos necesarios. Dentro de pocos dias marcharán a Itapua ó Candelaria dos Compañias de Fusileros y otra de Artilleros a estar en observacion del Enemigo. Nuestro intento no es salir al teatro de la lid a hacer una mera apariencia, ó demostracion. Ni parece que esto sea lo mas seguro y acertado para prevenir la contingencia de los sucesos. Asi es nuestra idea preparar una Expedicion formal de mil hombres; pero estamos faltos de Fusiles y Municiones; los que hoy hacen falta no solo para hacer respetar dentro de la Provincia la autoridad del nuevo Gobierno, sino tambien para custodiar nuestros establecimientos del Norte, que declarado el rompimiento seria forsoso proveerlos de armas y municiones precaviendo alguna invasion. Este es el motivo de haber estado hasta aqui contemporizando con los Portugueses a fin de no alarmarlos anticipadamente y despertar su atencion antes de ponernos en estado de poder atacarlos debidamente». (4)

La Junta Gubernativa trató esta cuestión con Belgrano y Echevarría, quienes, en consecuencia, estaban al tanto de la resolución y de los deseos de aquélla. La solicitud paraguaya se reducía a armas y municiones, cuyo precio sería satisfecho por Pedro Pascual Centurión, comisionado especialmente para ese efecto. La nota terminaba con estos términos:«Sirvase V.S. proporcionarnos este auxilio, dexando a nuestro cuidado disponer una Expedicion bien sea acia las Misiones ó al Norte a sitiar por el Río y por Tierra los Fuertes de Coimbra yMiranda como primeramente habiamos pensadc.»(5)

«El pedido de armas y municiones era el siguiente: 700 fusiles, 40 quintales de pólvora, 50 de plomo, 1.000 balas de calibres mayores, 2.000 balas de calibres menores, un par de obuses y 300 granadas de mano. (6)

La amenaza portuguesa constituía para la Junta Gubernativa una preocupación fundamental. El peligro podría presentarse por el norte o por el sur. Pero la provincia carecía de armas y municiones para organizar un ejército capaz de accionar ventajosamente. De ahí el pedido de «auxilio» a Buenos Aires, elprimero formulado después del tratado del 12 de octubre. El Paraguay no había adoptado una actitud hostil contra los dominios lusitanos para no despertar la suspicacia y evitar, en consecuencia, una invasión. Después del 14 de mayo la provincia en sus comunicaciones a Diego de Souza y al comandante de Coimbra había manifestado sus deseos de mantener amistad y buena armonía con Portugal. La Junta de Buenos Aires recomendó a Belgrano y Echevarría que el Paraguay amenazase los «establecimientos portugueses» como un medio de reducir el poder del Príncipe Don Juan. Pareciera que la última parte de la nota del 27 de octubre fuese una respuesta favorable a esa recomendación, tal vez con el propósito de dar satisfacción a Buenos Aires y obtener el «auxilio» de armas y municiones, ya que la comunicación paraguaya hacía referencia a una expedición contra Coimbra y Miranda, En la Práctica no hubo ni la amenaza propuesta por la Junta de Buenos Aires ni la expedición pensada por la del Paraguay. La provincia tenía antes que mantener la estabilidad del nuevo régimen y la seguridad de sus fronteras. El «auxilio» solicitado tampoco se produjo.

El triunvirato contestó manifestando que la nota paraguaya servirá «para acreditar siempre asi como la unidad y justicia delos Gobiernos libres de esta América, la criminalidad delos hechos e intenciones de todos los que tratan de minarlos, y hostilizan sin decoro». El gobierno de Buenos Aires ha tenido la satisfacción de enterarse de los principios, procedimientos, intenciones y planes del paraguayo. Este ya habrá recibido los tratados celebrados con Montevide, que constituían una necesidad. El ejército del general Souza presionaba sobre el ejército sitiador de Montevideo. Las provincias del Perú, vencido el general Goyeneche, entrarán sin resistencia «en la gran causa de esta América». En Europa los acontecimientos marchaban aceleradamente hacia un desenlace, que deberá fijar «la libertad de ambas Américas.» Las cortes de la isla de León confesaban ya públicamente los «derechos de los Americanos». (7)

«Con respecto a la nota de Armas y municiones que V. S. solicita, – declaraba el gobierno de Buenos Aires – este gobierno queda tomando los conocimientos que necesita para remitir con brevedad todo lo que esté a su alcance, y permitan las actuales necesidades; desde luego asegura la remision total de algunos artículos: mas con respecto a todos entregará oportunamente a D. Pedro Pascual Senturión». (8)

Lo importante para el Paraguay era esta parte de la respuesta del triunvirato, que sin negarse a dar satisfacción a la solicitud de la Junta Gubernativa, la supeditaba a lo que permitían las circunstancias y las necesidades del momento, de acuerdo con el artículo quinto del tratado del 12 de octubre.

La Junte Gubernativa respondió, a su vez, al triunvirato con «suma complacencia» por la acogida que tuvieron la nota del 27 de octubre y las copias que le acompañaban, como asimismo por las noticias contenidas en la comunicación del gobierno porteño del 20 de noviembre.

«Supuesta la libre navegación, – agregaba – y la neutralidad del Territorio por donde Montevideo puede comunicarse con esta Provincia, cuyos puntos resultan decididos de los indicados Tratados en terminos de no poder introducirse Tropas en parte alguna de aquel sin expreso conocimiento y consentimiento de ambos Gobiernos contratantes: es ciertamente repugnante la conducta que se sirve V.E. noticiar, guardan aquellos Gefes en contraherse cuidadosamente y anhelan a que las del Ex.to de Buenos Aires pasen sin perdida de tiempo de aquella Banda, cuando se sabe que el Portugues hace movimientos progresivos. Este Gobierno no puede menos que hacer el correspondiente alto en esta saludable advertencia, y en su consecuencia valerse de las medidas de una prudente precaución, previniendo toda siniestra intención que de parte de dos Gefes pueda meditarse. – Este Gobierno se ha persuadido firmemente, de que V.E. queda eficasmente tratando la remisión de las Armas y municiones que ha solicitado; y no tiene la menor duda que en la gran parte que toma esa Provincia en los intereses de esta, debe contarse ese principalisimo objeto. – La correspondencia de Montevideo con Dn. Bernardo de Velasco, y de este con los Portugueses no hay la menor duda de que en los primeros movimientos a nuestra feliz revolución se dieron al fuego por los antiguos mandatarios; por ello es que no se han remitido a V.E. las Copias que se sirve insinuar a excepción dela que se adjunta dela Carta interceptada de Dn. Gaspar Vigodet, la que puede ser de alguna utilidad». (9)

La Junta Gubernativa confirmaba así el informe de José de Abreu, según el cual Velasco pidió a este agente portugués que quemara los oficios y las contestaciones del gobernador, del obispo y del cabildo a Diego de Souza, a lo que Abreu accedió de inmediato.El Paraguayo Independiente comentó: «Estaba por tanto el Paraguay amenazado de una invasión portuguesa que tenía un partido en el territorio de la República para apoyarla, y Buenos Aires reconocía tanto el peligro que aconsejaba las precauciones necesarias.»(10)

La carta interceptada de Vigodet estaba dirigida a Velasco. Desde Colonia le decía al gobernador del Paraguay que hacía dos meses que se encontraba en la Banda Oriental, que la insurrección en ese territorio era general, que para restablecer el orden fue enviado a esa plaza, pero que todo ha sido inútil, que Montevideo estaba sitiada por los insurrectos, que se ha visto en la necesidad de fortificarla y que los «reboltosos» se apoderaron de la «Gente y Artillería» en las Piedras.«Nuestra esperanza mas proxima por ahora es, – agregaba – que vengan las Tropas del Brasil que se han demandado con mucha eficacia; pero no sabemos si los Portugueses se prestarán facilmente a ello en la actualidad, sabiendo que la insurrección se ha hecho general, y teniendo además que guardar su casa. Los auxilios de Tropas de España también los debemos esperar en virtud de las vivas instancias que al efecto dirigi en Noviembre del año pasado, y debieron allí llegar en todo Enero a más tardar. Si el gobierno no ha dado oídos a mis clamores, será necesario decir que es insensible, y será preciso opinar melancólicamente». Celebró «muchisimo» el triunfo de Tacuari. Tuvo el gusto de tener en su compañía a Genovés, enviado de Velasco. Ha sabido que el virrey remitió al mismo Velasco «algún socorro en dinero». (11)

El triunvirato se dirigió nuevamente a la Junta Gubernativa, el 12 de enero de 1812, informándole de que «la gran causa de la América» constituía el objeto principal de los cálculos del poder europeo. En consecuencia era forzoso obrar con umidad y rapidez; no hacerlo así sería descubrir el flanco por donde se descargarían los golpes mortales queinutilizarían los esfuerzos y la sangre prodigados por sostener la libertad e independencia. «Al fin – agregaba – el Gav. te del Brasil, rasgando el velo a sus insidiosas e interesadas miras, hoy presenta en la banda oriental la sancion de ntras. fundadas conjeturas, no pudiendo encubrir aquellos por mas tiempo, y aprovechándose de la ocac.on q.e le proporcionó el despecho del gob.no de Montevideo, se ha introducido en ntra. campaña devastandola con toda suerte de hostilidades sin omitir las mas atroces: en una palabra há roto la grra. perpetrando la desolación y el horror a titulo de pacificador después de haber, como lo habrá conocido V.E. p.r los ant.res ofic.s de este gobierno, intentando la subyuqac.n de estas Provinc.s baxo el pretexto de reclamar los dros de la Princesa Carlota». (12)

Los portugueses han invadido aquel territorio con 5.000 hombres con la resolución de ocuparlo. Se presentaba el caso de poner en práctica los «principios de unidad y confederación» pactados entre los dos gobiernos para no aventurar la suerte de Buenos Aires y la Banda Oriental. Artigas ha organizado un ejército respetable y el gobierno bonaerense le ha enviado 1.000 hombres de infantería con artillería; pero era muy importante que el Paraguay obrase de concierto con esas fuerzas y que «atacando las fronteras Portuguesas», permitisse la ocasión de derrotar a los lusitanos en distintos puntos. (13)

El mismo día insistía el triunvirato sobre la unidad de acción Frente al peligro de una mediación de Inglaterra ante España. cuyos proyectos tendían a someter a los pueblos americanos a una «vergonzosa esclavitud». Recomendaba la conveniencia de llamar la atención de los portugueses en la frontera del Paraguay para atacarlos, dividirlos aniquilarlos. «V.S. sobre todo tomará – continuaba recomendando – medidas energicas para aumentar su fuerza y hacerla operar cuando lo exijan los intereses qrales de la patria, no dudando que en los Ingleses se nos prepara otro enemigo contra quien es preciso precavernos en tiempo y no hay medio mejor de hacerlo que destruyendo antes a los Portugueses». (14)

La invasión portuguesa a la Banda Oriental peligraba la causa de los pueblos libres. En ese sentido la preocupación del gobierno bonaerense tenía fundamento. A las pretensiones tradicionales de Portugal de llegar al Río de la Plata se unía la aspiración de la princesa Carlota Joaquina de suceder a su hermano Fernando VII en los dominios españoles.

El triunvirato insistió ante la Junta Gubernativa sobre la conducta suspicaz de los enemigos. Después de los grandes sacrificios para mantener la neutralidad y buena armonía con Montevideo, los jefes de esta plaza acababan «de dar una prueba inequívoca de sus proyectos ambiciosos». Sin ninguna declaración sus corsarios han bloqueado el puerto de Buenos Aires. Esta «violación tan escandalosa» tenía como antecedente el propósito del triunvirato de enviar auxilios al general José Artigas, amenazado de un ataque de los portugueses y en la desolación de mil familias que buscaron la protección de las armas patriotas huyendo de la «opresión de los Enemigos irreconsiliables del nombre americano. Son ya notorias las miras y sentimientos de los Xefes Españoles, – agregaba la comunicación bonaerense – y el modo iniquo con que corrieron el velo de su perfidia. Ya no puede quedarnos duda de sus intenciones. Unidos y de acuerdo con los Portugueses tratan de conquistarnos como a Pueblos Salvages y repartirse el patrimonio de nuestros hijos. No, no lo conseguirán si los Pueblos libres unimos nuestros recursos para destruir completamente sus bárbaros proyectos». La patria exije uniformidad de movimientos. El gobierno ha adoptado las medidas para enviar a la Banda Oriental un ejército de cinco mil soldados, cuya primera división ya marchó hacia Santa Fé.«Si V.S. puede socorrernos con mil hombres armados – proseguía el triunvirato – para que refuerzen nuestro Exto. será segura la victoria. V. S. conoce que si nó operamos en unidad nos exponemos a ser vatidos en detal, y para que no llegue este desgraciado caso es necesario arrostrar todas las dificultades. Los enemigos tienen sus fuerzas todas en la vanda oriental, y allí es preciso aniquilarlos antes que recivan nuevos refuerzos que esperan de Europa, a pesar de la ocupación del Portugal por las Armas Francesas.En cambio auxiliará aV.S. este Govierno con dinero, municiones yquanto esté en la esfera de sus facultades, y en caso que los Portugueses amenazen esa Provincia alla irán nuestras divisiones a defenderla. Entre tanto es indispensable no perder de vista el grande obgeto de ir aumentando y organizando la fuerza, en la seguridad de que luego lleguen las armas que se esperan participará V. S. también de este socorro tan necesario para hacernos respetar.Ello es que no queda otra alternativa que la muerte o la victoria, y para conseguir esta no hay otro medio que unir nuestras fuerzas yrecursos. Este Govierno lo espera todo de la actividad de V.S. ydel valor ynotorio patriotismo de los dignos Havitantes de esa Provincia». (15)

Al pedido de auxilio de armas y municiones de la Junta Gubernativa, el triunvirato respondió con el pedido de mil hombres y la promesa de que, a su vez ayudará al Paraguay con dinero y municiones. Buenos Aires buscaba la unidad de acción. Y tanto el Paraguay como la capital del Río de la Plata invocaban el peligro portugués para solicitar la cooperación que decían necesitar.

La Junta de Asunción al referirse a una de las notas del 7 de enero ratificó la alianza pactada. El Paraguay «mancharía su reputación con el más feo paréntesis» si se mantuviese indiferente al pedido unión contra «los arteros y pérfidos portugueses». Una de las causas de la revolución del 14 de mayo fue la rivalidad de la provincia con los mismos portugueses. A las agresiones de los paulistas y mamelucos debían agregarse las nuevas y recientes. El gobierno ha deseado entrar en acuerdo para vindicar los ultrajes sufridos. Pero si no lo ha hecho ha sido por la falta de armamento y municiones, que pidió al triunvirato. Esa falta no permitió la unión can Artigas, ante quien envió un «Capitán parlamentario». Las armas disponibles sólo alcanzaban para resguardar la frontera del norte, por donde la provincia estaba expuesta a la invasión. Por eso no ha marchado la expedición de mil hombres al Paraná, no obstante haberse tomado las providencias para la provisión de caballos, víveres y otros auxilios esenciales. Las tropas paraguayas hubieran llegado a tiempo a reunirse útilmente con las de Artigas.«Valor, denuedo, resolución y gente son el mayorazgo, y emblema, – decía la Junta Gubernativa – que caracterizan al Paraguay, cuyos naturales desde que ha conocido que la libertad es una joya preciosa, y el don mas estimable, con que nos há agraciado el Supremo Hacedor, están tan inflamados, y enconados contra los opresores, que quieren llegar a las manos con los portugueses, cuyo nombre nos es sumamente odioso. Así pues aceptando la oferta que nos hace V.E. de franquearnos auxilios para una empresa de tanta importancia, esperamos que aprovechando los instantes, dispondrá su entrega a D. Pedro Pascual Centurión que se halla advertida de satisfacer el valor de los Peltrechos cuya remisión sabra proporcionarsela V.E. para que lleguen sin demora.Es dificil calcular el entusiasmo de estos Provincianos, y la concorde armonía que se lee en sus semblantes contra los enemigos de la Patria. Si no se han aquartelado las mil Planas, ha sido por no haber numerario para darles un proporcionado entretenimiento, y mas que todo por falta de armas por eso no se han recogido los que andan dispersos por las Villas, Poblaciones, y demas Partidos, y se amaestraron, y disciplinaron en el quartel, y acciones de Paraguarí, y a quienes dimos licencias y retiro en calidad de estar prontos para la primera ocasion». Con la respuesta del triunvirato y la de Artigas la provincia pondrá en ejercicio los resortes para mostrar la medida de su heroismo y no ser «presa y ludibrio de los Portugueses», como lo sería si el gobierno de Buenos Aires no le proveyese a tiempo de armas y municiones. La provincia estaba amenazada por varios puntos, no sólo tenía que atender la seguridad de los encargados a Artigas sino también la de las líneas de Miranda, Borbón y Apa, que están en peligro. Para la atención de esta frontera y mantener la tranquilidad interior bastaban las armas disponibles,«mas no para entrar en lid y competencia ofensiva». Pero si los portugueses no se detuvieran en sus miras ambiciosas, «será preciso enseñarles el camino del escarmiento ycastigo» por su «atrevimiento sin duda por las ordenes del Gavinete del Brasil, que pretende paliar sus insultos con el dro expectaticio de la Princesa Carlota, que por lo mismo de ser eventual, es tan contingente, ydudoso, que jamas pasaria de la esfera de mera posibilidad, menos en las actuales circunstancias, que han puesto en nras manos la posesion de los primordiales Dros por medio de la reversion, recuperacion, reintegro, y otros titulos indisputables». (16)

La nota paraguaya respondía al estado de espíritu reinante en Buenos Aires por la invasión portuguesa. La Junta Gubernativa hacía gala de sus sentimientos antilusitanos, no olvidaba las usurpaciones de los mamelucos y los vejámenes de los últimos tiempos de los súbditos del Príncipe Regente. Si no ha concurrido a ponerse de acuerdo con Artigas, a entrar en «detalle y confederación», ha sido sólo por la falta de armas y municiones solicitadas. De esta provisión dependía la cooperación paraguaya porque las fuerzas de la provincia sólo bastaban para asegurar el orden interno y vigilar las fronteras y no para comprometerse en una lucha ofensiva. Esta declaración certificaba la actitud de la Junta Gubernativa, integrada solamente por Yegros, Cavallero y de la Mora, de que el Paraguay no lanzaría a sus tropas al exterior sin antes asegurar la defensa de su propio territorio, también amenazado de invasión, no obstante el ardor y el entusiasmo de sus naturales, a quienes el nombre portugués era«sumamente odioso».

Cuatro días después la Junta Gubernativa reiteró al triunvirato las manifestaciones de la nota del 25 de enero, ampliándolas. La provincia debía atender su defensa en la frontera de Villa Real. Los portugueses podían emprender la invasión desde Coimbra y por el Guachié, en cuya zona tenían el fuerte de Miranda y un fortín en el centro del Apa. Era necesario reforzar los fuertes de Borbón y San Carlos, y resguardar los campos por donde podrían internarse en las estancias de Concepción; igualmente era necesario adoptar idénticas medidas en la región de Curuguaty para evitar que se acerquen por el Igatimí «corno lo han intentado mas de una vez». Con las armas disponibles sólo se podrán atender la defensa y seguridad de esos establecimientos. Por la falta de armas no se despachó la expedición de mil hombres hacia el Uruguay. Si ese número pudiera armarse, la Junta haría el esfuerzo de enviar esas tropas con uno de sus miembros junto a las de Artigas para que «obrasen con ventaja y buen suceso». Si la provincia se desprendiese de sus pocos armamentos quedaría completamente indefensa. Los portugueses estarían prevenidos y no ignoraban el estado de esos armamentos y de las fuerzas de la provincia por «los auxilios y socorros», que pidió el antiguo Gobierno a los «Gefes de sus fronteras» y por las noticias que les habrá dado el coronel Gracia, que huyó hacia esos dominios, habiendo tenido el mando del parque de artillería. «Este malo patricio, si aun puede llamarse así, yá salió de Mato Grosso bien recomendado, llevando el derrotero acia Montevideo, segun una carta que se la ha interceptado; y como su proyecto ha sido siempre mantener la antigua opresion para hacerse dueño de los Yerbales, terrenos y Comercio de la Polacion de Yquamandiyú, no es estraño, que con pretesto de restablecer el antiguo sistema alampado y lisonjeado á los Portugueses, cuya Potencia por los Documentos, que remitimos anteriormente a V.E. pretende recabar, que reconoscamos los Dros eventuales de la Princesa Da. Carlota». (17)

Por motivos menos importantes los portugueses atacaron varios puntos de la provincia y si lo hiciesen por los cuatro indicados, deberán enviarse a éstas fuerzas equivalentes y aún al paso del Paraná por Ytapúa, dejando en Asunción las «armas precisas para mantener la quietud y tranquilidad de la Provincia en cuya campaña hay una marea sorda, que pretende minar nra. Sabia constitución, y estrecha alianza». Sería difícil si no imposible que el auxilio de Buenos Aires llegase a tiempo en un caso de apremio, tanto por la distancia como por la circunstancia de poder encontrarse también esa capital sometida a riesgos semejantes. «Tomadas la Villa de Curuguati, y Población de Concepción, – declaraba la Junta – se señoaran, y entraram a esta Ciudad; todo recurso y socorro será inactivo para lanzarlos; por eso y para que no lleguemos al extremo, y lance doloroso de rendirmos á la coyunda de un tirano tan temible, hemos determinado cubrir, y acordonar las referidas circunferencias, dejando acá el muy preciso armamento para los demás objetos.Siendo por lo mismo imposible aprontar los mil hombres armados, que nos pide en carta de 13 del que espira, cuyo auxilio constituirá en inminente peligro, y riesgo evidente de ser atacados por los Portugueses». (18)

Esta comunicación, más categórica que la del 25 de enero, fijaba claramente la posición paraguaya ante el pedido del triunvirato de envío de tropas para auxiliar a las de Buenos Aires. Era imposible acceder a la solicitud del gobierno de la antigua capital del virreinato, no obstante la «estrecha alianza» entre los dos territorios. La principal causa de esta firme determinación era el peligro de la invasión portuguesa, así como la amenaza de la dominación lusitana fue también el motivo ocasional que precipitó el golpe revolucionario del 14 de mayo. La Junta no se apartó de esta resolución tomada en ausencia del Dr. Francia, Yegros, Cavallero y de la Mora no cedieron a la presión de Buenos Aires porque primero contemplaron los intereses de la patria naciente antes que contribuir a fortalecer esfuerzos lejanos e inciertos. Así salvaron al Paraguay de la dominación portuguesa, prestando un servicio transcendente a la causa común americana, cuya importancia no ha sido todavía apreciada con justicia. «El país era contrario a toda empresa militar en el exterior, escribe Cardozo. Las numerosas expediciones enviadas en el siglo XVIII en auxilio de Buenos Aires, y sobre todo las que en 1781 fue destinada al Alto Perú, cuando la sublevación de Tupac Amaru, y en 1806, en ocasión de las invasiones ingleses, dejaron el imborrable recuerdo de los padecimientos que los paraguayos muy apegados a su hogar, habían sufrido lejos de su tierra». (19)

El paraguayo Independiente comentó: «Cualquier espíritu imparcial concordará necesariamente en que las razones que producía el Gobierno del Paraguay eran sin réplica. El conocía muy bien que sólo esfuerzos y auxilios reunidos y combinados podrían dar la victoria: que vencido Buenos Aires estaba el país en peligro. La causa era una y la misma, los resultados serían comunes: quien huyese de segundarla, en vez de evitar correría hacia el peligro. Entretanto no era posible para salvar a la Banda Oriental, abandonar la propia patria en la presencia de peligros iguales, e inminentes: ella era parte de la misma causa, y ciertamente la más sagrada de todas». (20)

El Paraguay continuó insistiendo sobre la cuestión relacionada con el pedido de armas. «Los representantes del gran pueblo de Buenos Aires», Belgrano y Echevarría, ofrecieron la provisión de esas armas. La promesa no se cumplió, sólo fueron enviados dos obuses y algunas municiones, pero no las demás armas solicitadas. Si la provincia se desprendiese de las suyas «será abrir la puerta para que entren francamente los portugueses», teniendo, además, «el caballo Troyano, preñado de gentes desidentes con comunicación y liga con los de Montevideo cuya plaza procede sobre concierto con dicha nación extranjera». El triunvirato penetrado de las ideas de la Junta Gubernativa no tomará como un desaire la resolución de no enviarle las armas pedidas, que se debía a la necesidad de repartirlas en las líneas de frontera para hacer respetar el honor de la provincia «contra las insidiosas asechanzas de los portugueses», quienes no han roto aún la armonía, esperando «algún momento más favorable a sus quiméricos proyectos». Concluida la alianza lo primero que hizo el Paraguay fue gestionar «la provisión del armamento para habilitar mil hombres con precisa dirección, a entrar en acción y combate con los portugueses de San Borja, y sus adyacencias». Si Buenos Aires hubiera facilitado este pedido, las tropas paraguayas ya hubieran volado a «coronarse de triunfos gloriosos» con las de aquella capital. «No es poca la envidia, – terminaba expresando la Junta – que tenemos porque deseáramos entrar a la parte de sus empresas, y llevar con sus armas la desolación y el espanto hasta la puerta de los portugueses y demás enemigos fatídicos, que pretenden menoscabar nuestra libertad y reputación». (21)

El gobierno de Asunción declinaba toda responsabilidad. Sin descuidar las reglas cordiales en esta clase de documentos, con habilidad cargaba a Buenos Aires el hecho de no poder despachar los mil hombres solicitados por el triunvirato, dada la circunstancia de que el pedido de armas del Paraguay no fue satisfecho por la antigua capital del virreinato.

La Junta Gubernativa volvió a considerar las relaciones con los portugueses en sus comunicaciones con el triunvirato. Luego de afirmar que la aproximación de los mismos al territorio de la provincia fue la principal de las causas de la revolución del 14 de mayo, agregó que sólo por desgracia llegaron a pisar el suelo paraguayo, en pequeñas partidas, aprovechándose de las abiertas y dilatadas fronteras, pero con las medidas adoptadas «a propia costa experimentarán el desengaño y escarmiento». Cerradas las fronteras y prevenidos, además, contra los de Montevideo, los miembros de la Junta declararon enfáticamente, que si por «alguna rara contingencia y fatalidad de los Hados» se acercasen a la provincia,«jamás sobreviviremos a la ignominia de rendirnos a discrecion; pues aunqe. tanto los Portugueses, comolos de Montevideo nos juzgan en estado de inanicion ydecadencia por la pintora que el antiguo Govierno ysus satélites hicieron de nuestra constitucion a medida del pabor de que estaban sobrecogidos, haremos valer nuestra libertad presentando a la faz de sus Tropas el valor imperturbable de las nuestras, qe. están prontas a sellar con su sangre la firme y generosa resolución de defender nro sistema». (22)

El Paraguay insistió sobre la imposibilidad de acudir con sus tropas en la lucha de Buenos Aires contra los enemigos de la causa común. En el oficio al triunvirato, del 19 de marzo de 1812, nuevamente destacó la amenaza portuguesa como la causa de concentrarse dentro de sus fronteras para poder defenderse con las pocas armas disponibles. Desprenderse de éstas significaba dejar las puertas abiertas a los portugueses. La alianza pactada constituía un compromiso bilateral de unión de las fuerzas de ambas provincias, pero el «D.ro y razon natural» persuadían que el Paraguay no podía atender a la defensa de Buenos Aires, sin desamparar la suya; esperar la agresión para proteger los fuertes y parajes de la frontera sería facilitar una sorpresa como ocurrió en 1801 con el fuerte del Apa. (23)

«Verificada la introduccion de los Portugueses – agregaba la Junta Gubernativa – por no tener armamento competente para resistirlos, que auxilios podrá darnos V.E. desde tan larga distancia, hallandose en el empeño de una guerra defensiva, y ofensiva contra ellos? Ocuparán todo este inestimable Territorio, y si ha sido dificil recuperar los Pueblos del Uruguay, que para los Portugueses son de poco ó ningun interés en comparacion de esta Provincia será tanto mas dificil sino imposible su eyeccion de acá una vez domiciliados en nuestro suelo: V.E. participará de esta desgracia, lloraremos Nosotros la negligencia y nra posteridad con justa razon nos llenará de imprecaciones y oprovios si se viere reducida a una afrentosa servidumbre». (24)

La provincia debía resguardar igualmente los diez y nueve fuertes a lo largo del río, que servia de divisoria con el Gran Chaco; estas guarniciones también ocupaban la atención preferente del gobierno, lo que ha disminuido la hostilidad de los indios bárbaros, cuyas «depredaciones han sido incalculables». El oficio paraguayo terminaba esperando que con la muerte del primer ministro de la corte portuguesa, el gabinete de Río de Janeiro ordenase el retiro de «sus Tropas descubierto el engaño, é infidencia delos auxiliares que las han sostenido». (25)

La Junta Gubernativa no descuidó la consolidación de la independencia. El mismo día 19 de marzo en otra nota dirigida al triunvirato solicitó la devolución de las causas criminales y civiles que habían sido remitidas en apelación a la audiencia, «como asimismo los que pertenescan a los juzgados ordinarios para darles breve expediente, y que no resulte agravio a los Interesados en la suspension de sus Derechos y acciones». La petición estaba fundada en la separación de las jurisdicciones como consecuencia de la «independencia acordada en los Tratados» y disposiciones de las leyes de Indias. (26) El triunvirato accedió, sin reticencias, a la instancia de Asunción. «Encargado ya el Tribunal de Apelacion – contestaba el gobierno bonaerense – quelos escrivanos de Camara remitan por formal Imbentario a ese Gobierno todas las Causas criminales que como dice V.S. en su oficio de 19 de Marzo ultimo vinieron en consulta a la Real Audiencia de esta Capital, y otras que en apelacion asi del antiguo Gobierno como delos Juzgados ordinarios vinieron del propio modo, deve V.S. contar con el recivo de ellas a proporcion dela brevedad con que se ha recomendado su remision. Del propio modo espera este Gobierno tenga V.S. la bondad de mandar poner a disposicion del teniente Gobernador de Corrientes todos los Reos, y causas criminales de grabedad que pertenecen a esta jurisdiccion y se hallan hoy detenidas, para que con arreglo alas ordenes que se comuniquen se sigan y substancien con la brevedad que demande el estado y naturaleza de cada una de ellas». (27)

Esto es lo que se ha dado en llamar laindependencia judicial, consecuencia de la política, reconocida anteriormente por Buenos Aires. Esta confirmación expresa venía a fortalecer la política seguida por la Junta Gubernativa en el sentido de la autonomía absoluta de la antigua capital del virreinato.El Paraguayo Independiente al referirse a este importante suceso, expresó: «aún no había conseguido provincia alguna de la Confederación determinar la naturaleza y extensión de los lazos en que se ligaría a Buenos Aires, cuanto más tratar de independencia, cuando el Paraguay ya así extremaba y separaba completamente del Gobierno de la Confederación argentina su orden político, su jurisdicción y su economía administrativa en todos sus ramos». (28)

También el triunvirato insistió en su solicitud. En oficio del 12 de mayo se daba por enterado de que el Paraguay se negaba a «prestar los auxilios de Tropa» para salvar a la patria de los peligros que la amenazaban. La situación era crítica y de ella podía brillar la libertad o surgir la esclavitud. La Banda Oriental estaba ocupada por cinco mil portugueses; las costas de Buenos Aires hostilizadas por las fuerzas marítimas de Montevideo; el Paraná incomunicado por acción de los corsarios enemigos; el Perú ocupado por Goyeneche; el peligro aparecía por todas partes. Los medios de Buenos Aires no bastaban para atender a tantos cuidados. «Todos los Pueblos delas Provincias unidas» debían cooperar para batir a los enemigos. Si el ejército de Buenos Aires fuese vencido en la Banda Oriental, «la Provincia del Paraguay será inevitablemente conquistada por los enemigos, y sus hijos atados al Carro del vencedor con los de esta Provincia serviran de trofeo para coronar el triunfo de los Portugueses, de los hombres mas despreciables, y del Gobierno mas tiránico que existe sobre la tierra... Los brabos Paraguayos solo pueden defender la libertad y la gloria de su Provincia peleando entre las filas de sus hermanos, y auxiliandolos en la lucha contra los implacables enemigos de la América del Sur». Por estas consideraciones y por última vez el triunvirato suplicaba a la Junta el envío de quinientos hombres bien armados, para que unidos con el ejército bonaerense asegurasen la victoria. (29)

El Paraguay no varió de conducta. Ratificó la resolución adoptada con respecto al envío de tropas solicitado por Buenos Aires, que estimó «un imposible» por entonces. Antes de todo debía mirar la conservación del «patrio suelo» sin comprometerse con promesas, cuyo cumplimiento le sería difícil o demasiado hominoso»; los preparativos para defender a Corrientes, «Ciudad de esa Demarcación». (de Buenos Aires) probaban su adhesión al triunvirato. (30)

También el 26 de mayo la Junta Gubernativa comunicó al triunvirato la ocupación del fuerte Borbón, en el alto Paraguay, por los portugueses procedentes de Coimbra. (31) Blas Garay escribió que la ocupación se llevó a cabo «a título de custodiar las posesiones de la princesa Carlota». (32) Si tuviesemos que atenernos a la afirmación del ilustre historiador, este avance sería la última manifestación del «carlotismo» en el Paraguay. Su éxito fue efímero. Los portugueses no pudieron sostenerse y abandonaron el fuerte «sin dar satisfaccion alguna del ultrage» ante la presión de una expedición enviada de Villa Real que sitió la plaza. (33)

Al triunvirato le fue «muy sensible... la desgraciada perdida del Fuerte de Borbón», pero manifestó sus deseos por «el buen éxito de la expedición destinada a su recobro». (34) Posteriormente felicitó a la Junta Gubernativa por la rendición de la plaza, ocupada «injustamente por los Portugueses»; lamentó los vejámenes cometidos por los «Indios Mbayas abrigados de otras parcialidades» y celebró que la Junta hubiese «extendido sus miras al noble objeto de hacer felices en la sociedad tantas familias condenadas por su desgracia a vivir y morir en la barbarie, y obscuridad». (35)

El triunvirato remitió a la Junta Gubernativa copia del armisticio celebrado el 26 de mayo por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y S.A.R. el Príncipe Regente de Portugal, para que el Paraguay se informara del acuerdo y tuviese conocimiento «de que todo se prepara felizmente para acabar quanto antes con los Enemigos de la Patria». (36) La noticia produjo alegría en Asunción. «No es decible el contento – decía la Junta – que ha recibido este Pueblo en medio de otras vagas nuevas poco ventajosas que procuran sembrar los faccionarios dela anarquia por la noticia de hallarse ese Govierno de acuerdo con el Gavinete del Brasil y en tratados pacíficos, cuya consumacion será una delas muchas grandes obras qe. se deben a la ilustracion de ese sabio Tribunal el qual hade sacar partidos ventajosos». (37) Un mes después al avisar recibo de la copia del convenio, Larios Galván decía nuevamente que ese «prospero suceso hade desconcertar ciertam.te las fatuas esperansas, con que viven nuestros comunes enemigos». (38)

La «cuestión de auxilios» provocó «ofensas y resentimientos».El Paraguayo Independiente al comentar estas relaciones expresaba que el Paraguay «hizo cuanto pudo», socorrió a Artigas con frutos del país, ofreció a Buenos Aires los cañones que tenía en esta ciudad y auxilió a Corrientes. Pero «desprenderse de sus únicas fuerzas y corto armamento en circunstancias especiales y críticas de la República, sería un crimen de alta traición. Para Buenos Aires el peligro más próximo era la Banda Oriental, para el Paraguay el más palpitante era el del suelo de la patria que contiene sus hijos, esposas, padres, en fin su propia casa». (39)

La controversia entre el Paraguay y Buenos Aires no fue sólo por la «cuestión de auxilios». Otros asuntos provocaron igualmente reclamaciones y pedidos de explicaciones que, a su vez, dificultaron las cordiales relaciones entre los dos gobiernos. Los llamados «Conflictos del año XII» fueron la consecuencia de la misión de Martín Bazán ante el comandante de la escuadra española: la de Rafael de la Mora para obtener fondos, que dio lugar a la «cuestión de la represa»; y el gravamen establecido por Buenos Aires a los productos paraguayos. (40)

Esta última medida dictada por el triunvirato vino a poner una valla más en el camino de las relaciones con Buenos Aires. No era posible mantener la armonía. La violación del tratado del 12 de octubre era deliberada, constituía una falta de comprensión de los intereses comunes, un error político cuyas consecuencias no penetró el centralismo bonaerense. Por reglamento del 1º de setiembre de 1812 el triunvirato impuso un gravamen de tres pesos por arroba al tabaco introducido del Paraguay. La arbitraria disposición violaba el artículo adicional al convenio del 12 de octubre por el cual ese impuesto no podía ser mayor de un real y medio.

En estas circunstancias delicadas el Dr. Francia se reincorporó nuevamente a la Junta el 16 de noviembre de 1812, bajo condiciones expresas que aseguraron su influencia en la vida pública paraguaya. Su «intransigente antiporteñismo» será un factor predominante en la «defensa de la independencia nacional, nuevamente amenazada,» (41)

La Junta Gubernativa interpuso sus quejas al triunvirato. Los tratados firmados han sido fielmente observados por el Paraguay, esperando una «exacta reciprocidad». Unidos los dos pueblos por un interés común era de esperar igualmente que entre ambos reinase perpetuamente la paz, la concordia y una sincera amistad como un medio de borrar las funestas consecuencias de la pasada guerra civil. Pero desgraciadamente esa armonía, correspondencia y vínculos estaban «en parte rotos, o dilacerados». (42)

«Los que vienen de esas partes – agregaba la Junta – aseguran que en Buenos Aires, en Santa Fé, y Corrientes, no se oyen sinó imprecaciones, execraciones, dicterios y aún amenazas contra esta provincia. ¿Es este el pago correspondiente que ahora se da a los paraguayos? ¿No fueron estos los que rompieron la triple alianza o liga que el antiguo Gefe de esta Provincia y el de Montevideo con el General Portuguez tenian concentrado para oponer un fuerte dique en el río Paraná con diferentes flotas armadas a fin de apoderarse de toda la Banda Oriental, después de estar ocupada ya Corrientes? ¿De este modo no fueron Buenos Aires, Santa Fé y Corrientes los primeros que recogieron y quitaron el mas sasonado fruto de nuestra revolución?

Y si todo esto es así, como realmente lo es, por que se odia ahora a los Paraguayos? ¿O es acaso que al cabo de tres siglos de humillación, de oprobio, de aflicción y abatimiento empiezan a querer respirar y a gozar de aquella inocente y Justa libertad e Independencia con que Dios crió a los hombres? ¿Por ventura solo se nos estimuló a la revolución y a deshechar el predominio de los antiguos mandatarios para criar y establecer sobre sus ruinas el Imperio de un nuevo yugo?». (43)

El Paraguay dejaba a salvo sus merecimientos en la defensa de la causa común y renovaba su firmeza de mantener su autonomía. Su revolución no fue un cambio para someterse a nuevas cadenas.

Por otra parte, Buenos Aires había reconocido con satisfacción la conducta observada por la provincia. Sin embargo «repentinamente prohibió la anticipación de Correos que había permitido a la correspondencia» de la Junta Gubernativa. No fueron devueltos al Paraguay la goleta y el dinero efectivo perteneciente al erario, represados en Santa Fé. Buenos Aires se desentendió de los ultrajes y ofensas a que fueron sometidos los enviados de la Junta en San Pedro y Santa Fé, como si el gobierno de Asunción «no solo no mereciese la menor demostración de desagravio, o satisfacción, pero ni aún el que se le contestase sus quejas. – Son ya repetidos los actos que demostrando el poco aprecio, o ningún miramiento a este Gobierno – declaraba la Junta Gubernativa – manifiestan que ya no hay armonía, y correspondencia de parte de Buenos Aires, que los vínculos federativos solo subsisten en la apariencia, y que la actual constitución de la Provincia no se considera sinó como una situación de perspectiva con la que es preciso contemporizar, por razones de las circunstancias. El siguiente hecho será una prueba incontestable; Por artículo reservado y separado quedó igualmente ajustado con los Representantes enviados de V.E. que hasta el congreso General de las Provincias no se gravarían los frutos, haciendas que fuesen de esta Provincia con mas de un real y medio. Sin embargo por los papeles públicos se sabe que el tabaco de esta Provincia se ha gravado por sola su entrada en Santa Fé, con tres pesos por arroba, imposición que por su desproporcionada exhorbitancia, y por el modo con que se procede mas bien da a entender que el fin es hacer decaer el comercio del Paraguay sin la menor consideración a este Gobierno y sus tratados, pues que ni antes ni después ha tenido V.E. la bondad de noticiarlo a esta Junta como era de esperar aunque sino fuese por salvar las apariencias. Si a la infracción del tratado, no se quería dar nuevo realce con otro positivo desprecio. Ni ha parado en solo esto, pues se procedió en el caso haciendo también la extraña distinción entre esta Provincia y las demás unidas por dependencia y sugeción a Buenos Aires, gravando al Paraguay con doblez (al tabaco)sin duda para manifestar la odiocidad, aversión y rivalidad con que se mira nuestra Independencia yque V.E. realmente no quiere, o no le es aceptable otra unión que la que impone humillación y vasallage».(44)

El mismo día el gobierno de Asunción insistió en otro oficio sobre el impuesto al tabaco. Prescindiendo de cualquiera otra consideración declaró que reclamará constantemente la fiel observancia de los tratados. El Paraguay no se oponía a todo nuevo impuesto, toda vez que fuese moderado, para el tabaco bastaría el de cuatro reales por arroba. La Junta, con el objeto de evitar todo lo que pueda turbar la armonía y la amistad entre los dos Estados y sus gobiernos, recomendaba la adopción de esa reforma «como importantisima y conducente a tan sagrados fines. La aconseja la prudencia, la persuade la razón y la dicta la justª». (45)

La voz del Paraguay no fue escuchada. La reducción del impuesto al tabaco no se produjo. Buenos Aires contestó a las recriminaciones de la Junta con otras. La quejas paraguayas ponían al triunvirato en la desagradable posición de contestar unos sentimientos que podían comprometer a la Junta Gubernativa. Los objetos que sirvieron de base al tratado del 12 de octubre de 1811, «no fueron otros – decía el triunvirato – que poner esa Provincia en estado de sobstener el sistema que gloriosamente havia abrasado esta parte dela América contra qualquier peligro interior o imbazion de afuera. A este fin se convino en la libertad de Comercio determinadamente del Tabaco y Yerba, sus productos con esempcion delos dros que se pagaba en la Capital, tubieron la destinazion sagrada de llenar aquellos fines enla coalizn. que sancionó aquella alianza. Pero una serie de contextaciones y la conducta equivoca de esa Provincia ha hecho ver bien claramente que aun en las crisis singularmente delicadas que amenasaban la seguridad comum, V. S. ha mirado con elada indiferencia nuestros peligros, y no solo no ha tratado de cooperar activamente en la defensa de todos, sino que ha abandonado a Buenos Ayres a la suerte de sus recursos y sus fuerzas. ¿Quien sera pues el que tiene dro a quejarse de la infraccion del Tratado? Medite V.S. enlo que ha pasado, y en lo que han hecho esa Provincia y esta en favor dela causa comum y comprendemos de buena fe de qué parte debe estar la justa reclamazion». El artículo segundo del tratado autorizaba al gobierno bonaerense a gravar los productos del Paraguay con el impuesto que considerase conveniente «siempre que una necesidad urgente lo exigiera». La magnitud de la empresa, la grandeza de los peligros y la formación de los ejércitos sostenidos por Buenos Aires para «defender a todos» justificaban el impuesto establecido. (46)

La Junta Gubernativa contestó al triunvirato con una extensa nota reiterando sus anteriores cargos. Ella no se imaginó «que mereciese tan poca, ó mas bien ninguna consideracion el Govierno de un Pueblo aliado, cuya revolucion redundó en tanto beneficio de Buenos Aires». Si bien el Paraguay no podía esperar una justa reciprocidad de la capital del Plata «se conservará inalterable en sostener la causa santa de la libertad e independencia de los pueblos americanos, y cuando un encadenamiento de desgracias y adversidades hagan sucumbir a otros, tal vez el Paraguay aun llegue a ser el último asilo de la libertad fugitiva; pero al mismo tiempo es necesario que Buenos Aires reforme y modere sus procedimientos ofensivos a tan fiel aliado, para que las cosas se reduzcan al orden de su antiguo tono. Aun es tiempo de remediarlo todo, y evitar que el acaloramiento y la discordia eche profundas raíces, y haga heridas mas penetrantes cuyas resultas no pueden de dejar de ser fatales para uno y otro pueblo. Es muy digno de la prudencia y sabiduría de V.E. echar la vista y dirigir su atencion sobre este objeto, y acaso una obra tan importante estaba reservada para los días, en que tan gloriosamente preside V.E. a ese gran pueblo». (47)

El Paraguay ratificaba su posición. No solamente estaba resuelto a sostener su independencia sino también la de los pueblos americanos, la sagrada causa común de los defensores de la libertad. Pero era necesario que Buenos Aires no ofendiese a su aliado para poder restablecer el orden antiguo, la armonía entre los dos pueblos. Lo contrario sería en perjuicio de ambos.

La Junta solicitó quince cañones para armar un buque destinado a proteger la navegación del Paraná. De esta suerte decía al triunvirato: «esta será la última instancia; pues no es razon que este Gobierno esté continuamente haciendo el humillante papel de importuno suplicante, sufriendo siempre el desaire de no conseguir nada. En conclusion esperamos que así en este particular como sobre los demas artículos insinuados ahora, y en nuestra ultima anterior memoria del mes pasado; tendrá V.E. la bondad de darnos contestación categórica que manifestando su ultima resolucion, nos sirva de gobierno para fijar la que también nos corresponda». (48)

El lenguaje iba subiendo de tono. El Paraguay estaba decidido a cortar su correspondencia con Buenos Aires, ya no podía suportar el «humillante papel de importuno suplicante». La resolución del Río de la Plata fijará la suya, de acuerdo con el decoro y la independencia de la provincia.

Por su parte el triunvirato reiteró sus quejas contra el Paraguay por no haber cooperado en la lucha contra los «Enemigos de América» como lo han hecho otros Estados. «Pero si se quiere suponer – agregaba – que quando deben concurrir a la expulsion del enemigo de todos, no moverse activamente por no ser un mal directo es un bien y se calcula una ventaja, cuantos bienes y ventajas no le ha producido a esa Provª la revolucion de Buenos Aires no solo dandole la ocasion inmediata de ponerse en el estado en que se halla, sino libertandola por si sola de peligros incalculables? Donde estaría la memoria de la revolución del Paraguay, si Buenos Aires no hubiera desbaratado repetidas veces los obstinados esfuerzos de sus enemigos? Pero Buenos Aires no quiere explicar esta conducta como un servicio particular; ella es un honorable sacrificio para la libertad de todos; y movido de tan noble y justificado fin marcha con la misma constancia y energía, y empeña nuevamente a V. S. a procurar la seguridad e indepªª gral. Sirvase V.S. tomar en consideracion los hechos, y la sincera protestacion de los vivos sentimientos de amistad y correspondencia que ha ratificado este Gobierno y desechar para lo mismo qualquiera vulgaridad suscitada para cierta especie de hombres inquietos o enemigos, que en el seno de toda revolucion aparecen como las aves de Rapiña en el campo de batalla para alimentarse de las desgraciadas desavenencias de los Pueblos». (49)

Buenos Aires fijaba también su posición y el Paraguay sabía ya lo que debía decidir. La amistad y la armonía estaban prácticamente rotas. El entendimiento entre los dos gobiernos se había perdido por la senda de las recriminaciones, que no era la más indicada para fortalecer la alianza pactada el 12 de octubre. El Paraguay entre tanto aseguró su autonomía, no se dejó dominar por Buenos Aires.

La respuesta de la Junta Gubernativa a la antigua capital del virreinato fue terminante. Decía al triunvirato:«Por último concluimos, que con Buenos Aires nada se adelanta, y nada hay que esperar, aun tratandose de la justicia y buena fe, con que deben observarse los tratados... Añadiremos no obstante en obsequio de la justicia, que esta junta solo prometió auxiliar según permitiesen sus circunstancias para la defensa de la común libertad. Con todo el Gobierno de Buenos Aires lejos de hacer constar que sus empresas se dirigen a este preciso objeto, ha dado y continua dando pruebas de que sus miras no se limitan a exterminar a los enemigos, sino también a conquistar y subyugar los pueblos al mismo tiempo de proclamar sus derechos sacrosantos. Esto es lo que los mismos enemigos frecuentemente han reprochado a Buenos Aires, y ciertamente que tal conducta no anuncia la prosperidad de la causa sino ha sido ya un obstáculo a su progreso... En fin V.E. obre según sus ideas.El Paraguay no se apartará de sus principios; procederá conforme a lo que prescribe el derecho natural, y el mundo imparcial juzgará de la conducta de uno yotro.» (50)

El Paraguay dio su palabra definitiva. Seguirá la ruta de su destino y no cederá en su afán de sostener su independencia. Por sobre la alianza con Buenos Aires estaba su autonomía y no iba a dejarse llevar por las tendencias hegemónicas de la antigua capital del virreinato. Su revolución no tenía por objeto cambiar de amo sino gozar de las ventajas de la soberanía popular y propender, sin presiones extrañas, a la consecución de su felicidad. En la controversia con Buenos Aires, como consecuencia del tratado del 12 de octubre, la Junta Gubernativa mantuvo con firmeza los derechos de la provincia defendiendo su independencia, que había sido reconocida expresamente por aquella capital.

 

NOTAS

Segunda Parte

CAPITULO VI

l. El Paraguayo Independiente Nº 3.

Vargas Peña, ob. cit., págs. 89 a 91. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 27 de octubre de 1811.

2. Nota cit.

3. Nota cit.

4. Nota cit.

5. Nota cit.

6. Vargas Peña, ob. cit., pág. 91. Nota de las Armas y municiones que propone comprar la Provª del Paraguay para sostener la causa común.

7. El Paraguayo Independiente Nº 3.

Vargas Peña, ob. cit., págs. 93 y 94. El triunvirato a la Junta del Paraguay. Buenos Aires, 20 de noviembre de 1811.

8. Ib. Ib. Ib.

Ib. tb., págs. 96 a 98. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción 19 de diciembrede 1811. El oficio estaba firmado por Yegros, Cavallero y de la Moara. El Dr. Francia se había retirado de la Junta el 15 de diciembre.

9. Ib. Ib. Ib.

10. Nº 3.

11. Vargas Peña, ob. cit., págs. 77 y 78. Vigodet a Velasco. Colonia, 20 de mayo de 1811.

12. Ib. Ib., págs. 99 y 100. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 7 de enero de 1812.

13. Nota cit.

14. Vargas Peña; ob. cit., pág. 100. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 7 de enero de 1811.

15 El Paraguayo Independiente Nº 3.

Vargas Peña, ob. cit., pág. 101. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 19 de enero de 1812.

16. Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib., págs. 109 a 111. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 25 de enero de enero de 1812.

17. Ib. Ib. Ib.

Ib. Ib., págs. 112 a 115. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 29 de enero de 1812.

18. Nota cit.

19. Cardozo.El Paraguayo Independiente, cit., pág. 36.

20. Número cit.

21. Vargas Peña, ob. cit., págs. 120 y 121. La Junta Guvernativa al triunvirato. Asunción, 12 de febrero de 1812.

22. Ib. Ib., págs. 126 y 127. La Junta Gubernativa al triunvirato, Asunción, 15 de febrero de 1812. Nota cit. en el cap. III.

23. Ib. Ib., págs. 137 a 141. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 19 de marzo de 1812.

24. Nota cit.

25. Nota cit.

26.El Paraguayo Independiente Nº 2.

Vargas Peña, ob. cit., págs. 142.

Cardozo, ob. cit., pág. 33.

Sánchez Quell, ob. cit., pág. 21.

27 Vargas Peña, ob. cit., pág. 148. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 2 de abril de 1812, nota ratificada en la del 20 del mismo mes, pág. 155.

28. Núm. cit.

29. Vargas Peña, ob. cit., pág. 161 y 162. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 12 de mayo de 1812.

30. Ib. Ib. págs. 168 y 169. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 26 de mayo de 1812.

31. Ib. Ib., págs. 169 y 170. También en nota del 19 de julio la Junta volvió a referirse a la ocupación de Borbón, págs. 178 y 179.

32. Blas Garay. Tres ensayos sobre historia del Paraguay. Asunción, 1942, pág. 252. La Junta Superior Gubernativa.

33. Vargas Peña, ob. cit., págs. 184 y 185. El secretario de la Junta y la Junta al triunvirato. Ambos oficios fechados el 19 de agosto de 1812. En comunicación del 25 de setiembre decía nuevamente la Junta al triunvirato: «Sitiado el Fuerte de Borbón por el río y tierra con trescientos hombres que corrian la Carabana para embarasarle todo socorro de Coimbra, é Indios Mbayás de la Comarca, se rindieron los Portugueses al honroso partido de entregarlo, y acaso mas por la noticia de la Expedicion Naval, con que fueron amenazados en el ultimo requerimiento», pág. 198.

34. Ib. Ib., pág. 184. El secretario del triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 19 de agosto de 1812.

35. Ib. Ib., pág. 199. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 19 de octubre de 1812.

36. Ib. Ib., págs, 177 y 178. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 9 de julio de 1812.

37. Ib. Ib., pág. 180 y 181. El secretario de Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 19 de julio de 1812.

38. Ib. Ib., pág. 184. El secretario de la Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 19 de agosto de 1812.

39. Nº 3.

40.El Paraguaya Independiente Nº 3, 4 y 5

Chaves. Historia de las relaciones..., cit., Cáp. XX.

Cardozo. Paraguay Independiente, cit., págs. 37, 38 y 39.

41. Cardozo, ob. cit., pág. 40.

42. Vargas Peña, ob. cit., págs. 200 a 203. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 25 de noviembre de 1812. El oficio está firmado por Yegros, Francia, Cavallero y Larios Galván como secretario.

43. Nota cit.

44. Nota cit.

45.El Paraguayo Independiente Nº 4.

Vargas Peña, ob. cit., págs. 203 e 204. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 25 de noviembre de 1812.

46. Vargas Peña, ob. cit., págs. 206 y 207. El triunvirato a La Junta Gubernativa. Buenos Aires, 19 de diciembre de 1812.

47.El Paraguago Independiente Nº 4.

Vargas Peña, ob. cit., págs. 208 a 210. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 27 de diciembre de 1812.

48. Nota cit.

49.El Paraguayo Independiente Nº 5.

Vargas Peña, ob. cit., págs. 211 y 212. El triunvirato a la Junta Gubernativa. Buenos Aires, 19 de enero de 1813.

50. Ib. Ib.

Ib. Ib., págs. 216 a 218. La Junta Gubernativa al triunvirato. Asunción, 24 de febrero de febrero de 1813.

 





Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)

 

 


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