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R. ANTONIO RAMOS (+)

  CONGRESO DE 1842 - Por R. ANTONIO RAMOS


CONGRESO DE 1842 - Por R. ANTONIO RAMOS

 CONGRESO DE 1842

Por ANTONIO RAMOS

 
 
 
 
CONGRESO DE 1842
 
El «eje pasivo» que caracterizó a las relaciones entre el Paraguay y la Confederación Argentina durante el gobierno del Dr. Francia cambió después de la muerte del Supremo Dictador. El Paraguay que abandonó su sistema de aislamiento para abrir sus puertas al comercio del mundo, encontró la oposición de Juan Manuel de Rosas, que se consideraba dueño de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, luego de haber instaurado un régimen de violencia.

José Gaspar Rodríguez de Francia dejó de existir el 20 de setiembre de 1840. Diversos gobiernos le sucedieron hasta que el Congreso General reunido en marzo de 1841, encomendó la administración del país a los ciudadanos Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, con la denominación de Cónsules de la República. Estos magistrados estaban facultados, entre otras cosas, de acordar y determinar lo conveniente acerca del comercio con el Brasil por el puerto de Itapúa y de las relaciones de amistad con los otros gobiernos, «sin perjuicio de la independencia y seguridad de la República». (1)

Si «la independencia y seguridad de la República» fue preocupación fundamental de la Junta Superior Gubernativa, del primer consulado y del dictador Francia, también lo fue de los mandatarios posteriores a éste, que lucharon contra la absorbente política de Rosas.

En abril de 1842 partía de Río de Janeiro, Jorge Roberto Gordon, agregado a la legación británica en la Corte de San Cristóbal, con destino a Buenos Aires, de donde debía trasladarse al Paraguay, en misión especial del gobierno inglés. (2)

En esa misma época el ministro brasileño, Luis Moutinho de Lima Alvares e Silva, solicitaba autorización del gobierno argentino para que Antonio José Lisboa, nombrado encargado de negocios del Imperio en la capital paraguaya pudiera trasladarse en un buque de guerra a cumplir su cometido. Rosas se opuso no solamente a la navegación del barco en aguas de la Confederación sino que también a que el agente brasileño transitase por territorio argentino. En aquella ocasión, Felipe Arana, ministro de relaciones exteriores del dictador porteño, manifestó al plenipotenciario imperial, de parte del mismo Rosas, que accediendo éste a la partida de un representante extranjero hacia Asunción, «reconocería ipso facto la independencia del Paraguay». Arana agregó confidencialmente que «las vistas del Dictador eran incorporar a la Confederación Argentina la Provincia del Paraguay, que de derecho formaba parte de dicha Confederación, no estando, hasta aquí, separada de ella sino de facto». Por su parte, Moutinho de Lima Alvares e Silva comentó: «Esto no me causó la más pequeña admiración, por el conocimiento que tengo de este Gobierno. V.E. hallará también esta pretensión coherente con los principios que sustentó con el Brasil el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, relativamente al Estado Cisplatino, principios expuestos en nota del 4 de noviembre de 1825...». (3)

Tal era el espíritu de Rosas, cuando Gordon arribó a Buenos Aires. Por intermedio del ministro británico en esta capital, Juan Enrique Mandeville, gestionó la autorización correspondiente para continuar viaje, remontando el Río Paraná. Encontró la misma oposición que Lisboa. (4) Tuvo que cruzar de nuevo al Uruguay para poder seguir su derrotero. «Por mi despacho Nº 6, del 21 de junio de 1842, decía a Lord Aberdeen, sabe Vuestra Señoría que no logré obtener permiso del gobierno de Buenos Aires para seguir viaje por agua hasta el Paraguay, Ruta que me hubiese habilitado mejor, por varias razones, a llenar satisfactoriamente los objetivos de mi misión, y que, en consecuencia, regresé a Montevideo, a fin de hacer los arreglos necesarios para tomar la Ruta terrestre, desde aquí hasta Asunción. Mis despachos Nos 7, 9 y 10, del 11, 22 y 29 de julio del año pasado, respectivamente, habrán enterado a Vuestra Señoría de las facilidades que me dieron D. Fructuoso Rivera y el Gobierno montevideano para la prosecución de mi viaje; el 30 de julio anterior partí de esa Capital provisto de todos los medios de resguardo para mi seguridad personal y la de mis acompañantes y que me permitieron, al propio tiempo, cubrir el recorrido con toda la comodidad de que un viaje en estos países es suceptible». Acompañaban a Gordon, su joven amigo C. Maylor y J. Barclay, que pretendía hacer investigaciones sobre botánica. (5)

La actitud de Rosas provocó comentarios desfavorables en Montevideo, centro de la resistencia contra el Restaurador de las Leyes. El Nacional, al atacar la dictadura de la margen opuesta del Río de la Plata, defendió la independencia del Paraguay. En un artículo intitulado: Independencia del Paraguay. Veto de Rasas a los ministras inglés y brasilero acreditados cerca de los S. S. Cónsules del Paraguay, expresaba que Gordon havía venido como Encargado de Negocios de la Gran Bretaña ante el gobierno de Asunción. En Buenos Aires el British Packet declaró «que el Señor Gordon no era sino un viajero recomendado, y no un cónsul, pues que el Paraguay no podía entenderse con las naciones extranjeras, porque era provincia argentina, y Rosas está encargado de las relaciones exteriores». El British Packet es órgano de Rosas y ha negado así el derecho que tiene Inglaterra de «acreditar ministros cerca de todo gobierno independiente». Gordon no ha podido cruzar territorio argentino, dado el principio sentado por el British Packet, e intentó marchar a1 Paraguay, no obstante la prohibición de Rosas, pero se le avisó que sería asesinado en el camino. En consecuencia, viajará por territorio oriental, escoltado por tropas del presidente Rivera. Igual declaración hizo Rosas al señor Lisboa, prohibiéndole también transitar por territorio argentino, en el carácter de representante del Brasil en el Paraguay.

No creemos, agrega el diario uruguayo, que Inglaterra y el Brasil soporten esta insolencia del «degollador Rosas», que no es sino un «pretexto alevoso» para llevar la guerra al «territorio inocente y pacifico de la República del Paraguay». No puede dudarse que este Estado es de hecho y de derecho independiente. Lo es de derecho porque con la revolución rompió todo vínculo con la corona española, de la cual formaba parte por el derecho de conquista. Cada país quedó respecto de los otros «en estado de independencia política», cada uno asumió su propia soberanía. Asi surgieron del Virreinato del Río de la Plata cuatro repúblicas, sin que esto signifique una violación del derecho público. Negar la independencia del Paraguay constituye un injustificado agravio. El Paraguay debe ponerse en armas contra el que quiere tenerlo como provincia suya y cerrar toda comunicación con él, porque Rosas no duerme. Si éste triunfase sobre el Estado Oriental y Corrientes, invadiría el Paraguay, que es poderoso, pero está desarmado y «sus hijos no están avezados a la guerra». Es urgente que los Cónsules corten sus relaciones con Rosas y establezcan una rigurosa vigilancia en Itapúa, porque están sobre un volcán, «desde que el degollador Rosas les ha arrojado tan audazmente el guante! Caiga el tirano enemigo de la independencia de los pueblos! La espada de un degollador no ha de unir en un rebaño, a los que quieren vivir separados. Cuando los pueblos del Río de la Plata hayan establecido sólidamente su paz, su orden, su constitución interior, entonces si lo tienen a bien, podrán formar como estados independientes y soberanos un gran Pacto simplificando sus relaciones exteriores que las una ante el extranjero, y que los haga respetables en la paz y poderosos en la guerra». (6)

Gordon no venia investido del carácter de cónsul ni de encargado de negocios, era un enviado particular de S.M.B. El Nacional al denunciar a la opinión internacional la prohibición de Rosas llamaba la atención del Paraguay frente al peligro que significaba la tendencia porteña. La absorción de la república daría un poder ilimitado al dictador de Buenos Aires y la integridad del Uruguay quedaría también seriamente amenazada. Era necesario estar en guardia. La voz de alerta resonó en el Paraguay. Los Cónsules no se dejaron sorprender. Gordon les confirmó lo que ya sabían sobre la política de Rosas.

El Pacto, propugnado por el valiente órgano de la libertad, tenía sentido americano y recuerda las palabras de Bolívar. Era un Pacto libremente consentido entre países soberanos, para una unidad de acción ante lo foráneo, «que los haga respetables en la paz y poderosos en la guerra». No otro sentido tienen los actuales convenios panamericanos, inspirados en los ideales del Libertador.

El 19 de setiembre Gordon se encontraba en el campamento de San José, en la margen izquierda del Paraná. Al día siguiente cruzó a Itapúa, puerto habilitado, desde la época del dictador Francia, al comercio con los brasileños, donde fue recibido «con la mayor civilidad». Sin pérdida de tiempo dirigió dos comunicaciones a los Cónsules, pidiendo permiso para seguir viaje y remitiendo sus pasaportes, uno expedido por Mr. Hamilton, ministro británico en el Brasil y, otro, por las autoridades uruguayas, como asimismo las notas enviadas al gobierno paraguayo por Fructuoso Rivera y Mandeville. (7) También desde Itapúa escribió al mandatario uruguayo, anunciándole que el 20 había llegado a ese pueblo y que la tarde del mismo día se había dirigido a los Cónsules, cuya contestación recibió el 25, con la autorización de seguir viaje con sus acompañantes. El permiso no alcanzaba a la escolta oriental, bajo cuya protección había transitado con felicidad hasta entrar en territorio paraguayo, por ser ya innecesaria su cooperación, en el concepto del gobierno de Asunción. Al terminar dejó constancia de sus «sinceros agradecimientos». (8)

En la mañana del 3 de octubre llegó a la capital, siendo recibido por «un nutrido concurso de pueblo, tanto a pie como a caballo». Se alojó en la casa que le había reservado el gobierno. La tarde de ese mismo día fue recibido por el Primer Cónsul, Carlos Antonio López, a quien explicó los propósitos de su misión y el «carácter extraoficial en que venía». En la conversación, que fue cordial, don Carlos, después de interrogarle acerca de su regreso, manifestó que había oído de una negativa del general Rosas a permitir que el agente inglés se dirigiese por el Paraná con destino al Paraguay. «Le conté – expresa Gordon – que la información era exacta, y al preguntarme sobre las razones alegadas para fundamentar esa negativa, se las expuse, como expresé en mi Despacho Nº 6 a Vuestra Señoría. Al oírlas y conocer las pretensiones que abrigaba Rosas respecto del Paraguay, el Sr. López se exitó y demostró vivo interés, preguntándome seguidamente si yo temería ir u objetaría ir aguas abajo amparado por el pabellón paraguayo. Le contesté que, lejos de ello, yo intentaba pedir esa protección y auxilio cuando llegase el momento y que me sentía feliz de que Su Excelencia se me hubiese adelantado. Es más, le dije, si yo no obtuviera ese medio para ir a Buenos Aires, estaba resuelto a fletar la mejor embarcación que pudiera procurarme en Asunción con tal propósito, puesto que se trataba de la ruta señalada por mis Instrucciones. El Snr. López me prometió considerar el asunto». (9)

Al día siguiente Gordon fue nuevamente recibido por el Primer Cónsul en la casa de gobierno. López le preguntó, antes de entrar a considerar cualquier otro tema, si objetaría expresar por escrito las razones aducidas por Rosas para negarle el permiso de seguir hasta Asunción por el Río Paraná. El Primer Cónsul propuso solicitar por nota esos datos, a fin de no hacer aparecer al enviado inglés como oficioso en la cuestión. «Una vez más – afirma Gordon – el Sr. López se manifestó profundamente ofendido por las pretensiones del general Rosas. Declaró que la afirmación de existir en el Paraguay un partido favorable a la unión con la Confederación Argentina era absolutamente falsa, y que él debía prepararse, ante esta declaración, para todos los extremos que pudieran surgir por ese lado». (10)

El 5 se dirigió nuevamente a López y Alonso para agradecer los auxilios que por «órdenes del Supremo Gobierno» le habían prestado en su viaje desde Itapúa, «como para su residencia en Asunción», e informar que el gobierno de la Reina al confiarle la misión, buscaba adquirir noticias exactas acerca del estado político y los recursos mercantiles del Paraguay y de averiguar la disposición del Gobierno de la República con respecto al establecimiento de Relaciones amistosas con el de la Gran Bretaña».

Para poder cumplir sus instrucciones solicitó del Supremo Gobierno una información oficial sobre los siguientes puntos: I – Disposición de los Exmos. Señores Cónsules para entrar en relaciones amistosas y comerciales con la Gran Bretaña; II – si el sistema del difunto Dictador continuaría total o parcialmente; III – si el Supremo Gobierno de la República estaría dispuesto a recibir y tratar, con la debida atención y cortesía, a los agentes comerciales enviados por la Gran Bretaña para residir en Asunción o en los puertos habilitados para el comercio; IV – si el gobierno del Paraguay estaría dispuesto a asegurar a los súbditos británicos sus derechos civiles y el libre ejercicio de su religión; y V – si la esclavitud o el tráfico de esclavos existían en el Paraguay y en qué proporciones. (11)

El 7 de octubre, al encaminarse hacia la casa del gobierno, para entrevistarse por cuarta vez con Carlos Antonio López, Gordon recibió dos comunicaciones. Por la primera los Cónsules acusaban recibo de la nota en la cual el enviado británico dio a conocer los objetivos de su misión y reiteraban los propósitos expuestos anteriormente a Lord Palmerston de «cultivar amistosas relaciones comerciales con todas las naciones» dentro de una completa neutralidad, declarando que el gobierno paraguayo «al presente no estaba en condiciones de concertar Tratados con ninguna, porque para este efecto necesitaba recibir facultades del Soberano Congreso de la República, y que tales relaciones sólo se podrían cultivar can naciones que previa y solemnemente reconociesen la independencia del Paraguay». (12) El documento consular expresaba con objetiva claridad el anhelo hondamente sentido por el país. Por supeditar al reconocimiento de la independencia las relaciones exteriores, el dictador Francia cayó en el aislamiento y durante el gobierno de Carlos Antonio López la República abrió sus puertas al comercio del mundo cuando las naciones americanas y europeas reconocieron la soberanía del Paraguay.

La segunda de las comunicaciones era el pedido para que Gordon expresase las razones alegadas por Rosas para prohibirle el viaje por el Paraná. «La nota estaba concebida en forma tal, – agrega el agente de S. M. B. – que hacía imposible una contestación de mi parte; en consecuencia, al otro día, 8 de octubre en mi quinta entrevista con el Sr. López, le rogué que me permitiera devolverla la nota, y le dije que yo debería recibir otra redactada en términos diferentes, para poder satisfacer su pedido». (13)

Los designios de Rosas habían llegado a conocimiento del Primer Cónsul por comunicaciones de «personas que ocupaban los primeros puestos en los Estados vecinos», según afirmó El Paraguayo Independiente. Ahora con la presencia de Gordon se confirmaba «la perfidia y miras avanzadas del Gobierno de Buenos Aires contra la República del Paraguay». Ese gobierno había tenido la temeridad de asegurar en una conferencia con el ministro Mandeville, «que el Paraguay deseaba incorporarse a la Confederación y que no esperaba sino la reunión de un Congreso general para pronunciarse en ese sentido». (14)

La versión era totalmente infundada. Tal deseo de incorporación nunca existió, era una creación de la política tiránica y agresiva de Rosas. Por el contrario de lo que en sus excesos afirmara el dictador de Buenos Aires, el Congreso de 1842, antes que declarar la incorporación a la Confederación Argentina, ratificó solemnemente le independencia absoluta del Paraguay.

Los Cónsules aceptaron cambiar los términos de la nota objetada por Gordon y el 10 de octubre le hacían llegar la siguiente representación:

«El Superior Gobierno de la República del Paraguay se dirije afectuosamente al Señor Jorge G. Robert Gordon enviado por el Gobierno de S.M.B. en misión particular a esta República, y le dice que el Superior Gobierno se interesa con Su Señoría a fin de que le transmita auténticamente las ideas políticas del Gobierno de Buenos Aires relativamente a esta República, y su actual Gobierno, según lo que S.S. haya concebido con motivo de la conferencia a que dió lugar su solicitud ante el Gobierno argentino para dirigirse por el río a esta República.

El Supremo Gobierno quedará muy reconocido a este obsequio, y será una prueba de la buena amistad que reina entre esta República, y la heroica nación británica, a quien consagra sus votos de afecto el Gobierno que subscribe, y que saluda a S.S. con distinguido aprecio y respeto». (15)

La nota, redactada en términos cordiales y con expresiones afectuosas para la «heroica nación británica», fue contestada en el día. Gordon dejó aclarado previamente que su misión «no tenía carácter oficial», por eso ya en Buenos Aires había actuado como «individuo privado», «por cuya razón expresa en su comunicación a Lord Aberdeen – no oí del general Rosas la exposición de sus razones para rehusar la solicitud de Mr. Mandeville, ni oficial o inmediatamente de él, ni de su Gobierno. Después de estos preliminares, extracté del Despacho de Mr. Mandeville a Vuestra Señoría, Nº 50, de fecha 20 de junio, los pasajes que darían a conocer al Gobierno los argumentos empleados por el Señor Arana sobre el asunto». (16)

Con esta advertencia, Gordon pasó a responder al Supremo Gobierno, haciendo una relación de lo que constituían los motivos de la negativa de Buenos Aires, decía: «El Gobernador de Buenos Aires habrá determinado a negar al infrascripto permiso para dirigirse por el Paraná al Paraguay, porque al Ministro Brazilero se habia negado igual suplica, y que el conceder al Ministro Británico lo que havia sido negado a ese le daria justa causa de queja:

Que, si el infrascripto recibiese la licencia en cuestión, cualquier otro Gobierno tendría derecho al mismo favor:

Que existia en este Pais un partido que queria formar una Provincia y parte de la Confederación Argentina; y

Que el Gobierno de Buenos Aires no habia reconocido este Pais como Estado independiente, y que por tanto no permitiria Agentes Públicos o Particulares a pasar por el territorio de la Confederación para visitarlo. Al mismo tiempo desconocióse todo designio, de parte del Gobierno de Buenos Aires, de obligar al Paraguay, por las armas, a unirse a la Confederación pero que, con todo, no se permitiria Agentes Extrangeros a pasar para alla; (se tenga el poder de impedirles) mientras que el Paraguay no se habrá pronunciado por entero en favor de un cualquier modo de Gobierno, sea en la forma de un Estado independiente, sea como una Provincia, haciendo parte integrante de la Confederación». (17)

La respuesta de Gordon mereció el agradecimiento del gobierno paraguayo. (18) La información del agente inglés era un testimonio fehaciente de las intenciones de Rosas y coincidían con la enviada a la Corte de San Cristóbal por el ministro brasileño en Buenos Aires. Duarte da Ponte Ribeiro, refiriéndose a una conversación mantenida con el dictador porteño respecto a la misión de Antonio José Lisboa, expresaba: «Discurrió (Rosas) sobre el estado del Paraguay para mostrar que no quieren contacto con europeos y sí, relaciones de comercio con Buenos Aires y con el Brasil; que él sabe del estado de aquel país; que cuenta tener allá amigos y algún partido, integrado por más de dos mil paraguayos que regresaron después de varios años de estar empleados por él en sus estancias; que Gordon, aún cuando allá pueda llegar, no será admitido, según las noticias que Oribe le escribió el 5 del corriente, de la Bajada de Santa Fé, dadas por un teniente coronel que bajaba de Neembucú en una de las seis escunas paraguayas tomadas en el Paraná por Garibaldi, circunstancia que debía aumentar la natural aversión a los extrangeros. Amenazó con la completa destrucción de la escuadrilla comandada por aquel italiano, formada por cinco barcos y seguida de cerca por la de Brown, compuesta de ocho buques; que talvez esa atrevida expedición concurra para decidir a los paraguayos para entrar más de prisa en la órbita de los intereses de la Confederación. Que su intento no era obligarlos sino convencerlos de lo que más les conviene, si quieren ser respetados, para cuyo fin contaba mandar un comisionado, pero que esperaba primero la venida de otros que allá se estaban aprontando, para que no suceda lo mismo que hicieran con otros que le venían dirigidos». (19)

Rosas argumentaba en esta forma buscando impresionar al diplomático imperial, a quien en esa ocasión ratificó la negativa de permitir el tránsito de Lisboa por territorio de la Confederación. Es posible que el dictador porteño tuviese amigos en el Paraguay, cuyo número sería muy reducido, tal vez se refiriese a los que en los últimos tiempos de su predominio, en setiembre de 1850, le pidieron una invasión a la república. (20) Los firmantes de esa petición, que eran Fernando Uturburu y Carlos Loizaga, constituían una imperceptible minoría y no representaban la aspiración nacional. El país anhelaba la independencia absoluta de todo poder extraño y nunca, antes ni después, se escuchó una voz apoyando las pretensiones de Rosas. Los amigos a que se refería este dictador serían individuales y muy contados, y sin ninguna influencia en la opinión pública. No era verosímil ni posible la formación de «algún partido», dado el sistema político del país. El llamado porteñista quedó anulado en los albores de la independencia. (21) Menos verosímil era que el partido favorable a Rosas estuviese integrado por más de dos mil paraguayos, que luego de ser empleados en las estancias del dictador de Buenos Aires, hubiesen vuelto a la República.

También en 1864 los fundadores de la «Asociación Paraguaya» creyeron contar con dos mil paraguayos que ingresarían en la «legión» para formar el cuerpo que colaboraría en la guerra para derribar al «tirano». (22) Ni los dos mil de Rosas ni los de la «Asociación Paraguaya» aparecieron nunca. En 1842, no podía entrarse en el país sin previo permiso del gobierno, en ese orden seguía vigente el régimen del Dr. Francia, si bien, con más flexibilidad. Es sabido que el Supremo Dictador no permitía la entrada y salida de nacionales y extranjeros, salvo rarísimas excepciones. Preocupaba a Francia la expatriación de sus conciudadanos y prohibió que saliesen «a correr por otras tierras». (23) Como en la época de la dictadura perpetua muy difícil hubiera sido entrar en el país a un paraguayo, que hubiese estado al servicio de Rosas, sin el previo juramento de la independencia nacional. Juan Andrés Gelly, que luchó contra el Restaurador de las Leyes, después de treinta y dos años de ausencia, tuvo que prestar ese juramento, en 1845, para poder pisar el suelo de la patria. (24)

Rosas no invadió al Paraguay. No recurrió a la violencia para alcanzar la incorporación porque otros problemas y otras fuerzas le impidieron. Los medios pacíficos de nada le valieron y el comisionado anunciado nunca apareció. Los mismos argumentos expuestos a Ponte Ribeiro seguirá expresando en sus comunicaciones al gobierno paraguayo y en su prensa.

Rosas, a estar por lo que refiere Gordon, no dejó de intentar alguna penetración en el Paraguay, como consecuencia de su política hegemónica. En la conferencia del mismo Gordon del 12 de octubre con el Primer Cónsul, éste le dio a saber «que se había sospechado y en parte descubierto en Neembucú, una intriga del Gobernador de Buenos Aires, pero que por no haberse empleado suficiente cautela, los comprometidos habían escapado». Carlos Antonio López desconfiaba de los fundamentos del relato y le era penoso tratar del tema, porque naturalmente se mostraba adverso a admitir la existencia en el país de «un partido que se oponga a su Gobierno», informa Gordon, para luego agregar: «... no tengo duda alguna de que el Gobernador Rosas medita planes revolucionarios en el Paraguay desde hace largo tiempo – probablemente dándoles ya un principio de ejecución; y conozco más de una persona en esta Capital que me habló de lo bueno que era el sistema del Gobernador de Buenos Aires y del deseo que sustituya al que actualmente rige en el Paraguay». (25)

Es posible que Rosas hubiese meditado planes revolucionarios a desarrollarse en la República, pero que nunca tuvieron principio de ejecución. Desde luego Gordon no hace una afirmación a este respecto, al referirse al asunto usa el término probablemente. La penetración de una propaganda revolucionaria era sumamente difícil, teniendo en cuenta el estricto control establecido en la frontera para la entrada y salida de las personas. El gobierno paraguayo estaba firmemente en guardia contra las asechanzas del exterior. Si don Carlos dudaba de los fundamentos de la intriga antes aludida, de cuyas consecuencias no se tiene noticia alguna y Gordon sólo hablaba de que probablemente los planes revolucionarios de Rosas habrían tenido principio de ejecución, quiere decir que no existía ninguna certeza acerca de la acción de ese dictador en el Paraguay.

Gordon afirma que a más de una persona escuchó hablar de la bondad del sistema de Rosas y del deseo que sustituya al del Paraguay, sin citar el nombre de esas personas ni el número de las mismas. La afirmación es vaga como la referente al principio de ejecución de los planes revolucionarios, no tiene consistencia como para fijar la verdad histórica. Y aún en el supuesto de que existiera lo que Gordon escribe, tales deseos nunca afloraron en el escenario público, nunca tuvieron fuerza como para formar un partido, no fueron sino meras manifestaciones particulares, a las cuales el enviado de S.M.B. dio una categoría que no tenían. La opinión nacional era contraria a las pretensiones de Rosas y toda manifestación que no estuviese de acuerdo con ella tendría la más enérgica repulsa del gobierno como del pueblo. La República se mantuvo firme frente a la política del Amo de Palermo, ratificando su decisión de defender su independencia.

Al entregar la nota del 10 de octubre a Carlos Antonio López, Gordon anotó; «le dije que una atenta consideración de la conveniencia de hacer tal comunicación, me había convencido de que era correcta y apropiada. Porque, como el Gobierno de Buenos Aires declaró expresamente que no permitiría comunicación oficial alguna, siempre que lo pudiera evitar, entre el Paraguay y las Naciones Extranjeras, hasta que todo el país se hubiese pronunciado sobre una o otra forma de Gobierno, así como también sobre la cuestión de si el país entraría o no a formar parte de la Confederación Argentina – yo suponía que estaba en el interés de las Naciones Extranjeras el conocer los sentimientos reales del Paraguay acerca de estos puntos, y entendía que, al suministrar a Su Excelencia la presente información, le daba una base para invitar a la opinión de la República a hacer una Declaración semejante, como un paso hacia la solución de la cuestión y el establecimiento – así debe esperarse – del libre intercambio comercial y político entre la República y las demas naciones». (26)

La sugestión de Gordon era la de un amigo y estaba inspirada en el «deseo de desvanecer la maliciosa intriga urdida por Rosas, al presentar a la República como dispuesta a incorporarse a la Confederación Argentina. El enviado de S.M.B. conocía el interés de su país en mantener relaciones comerciales con el Paraguay, considerado como Estado soberano. Su misión, si bien no tenía carácter político, constituía, en sí misma, un reconocimiento de facto de la independencia nacional, de la cual podría dudarse si la propaganda de Rosas no se contrarrestase con una declaración pública y categórica. La voz oficial del Paraguay, emanada directamente de la voluntad popular, era necesaria ser escuchada en América y Europa, para fijar con firmeza su posición de país independiente, tanto de la Confederación Argentina como de todo poder extraño. Sólo así podría solucionarse la cuestión del establecimiento del «libre intercambio comercial y político entre la República y las demás naciones».

No escapó a Carlos Antonio López el significado de esta realidad. Tanto fue así, que, aun antes del regreso de Gordon, la consulta a la soberanía popular quedó resuelta. El 24 de octubre el agente inglés visitó nuevamente al Primer Cónsul, en cuya ocasión le obsequió «un juego de navajas de afeitar inglesas y un abanico para su señora», y Don Carlos ratificó «la seguridad de la buena disposición del Gobierno de estrechar relaciones con la Gran Bretaña». Gordon agrega, que López, dándole «una prueba más de confianza», le informó «que había impartido instrucciones para la convocatoria de un Congreso extraordinario, con el propósito de someter a su consideración las pretensiones del general Rosas y descubrir si existe en el país un partido favorable a la unión con la Confederación Argentina. Que otro de los objetos de la convocatoria era definir las facultades y atribuciones del Gobierno en lo concerniente a las Relaciones Exteriores; – que después de la reunión del Congreso, se enviaría un barco a Buenos Aires; – que entonces el Gobierno del Paraguay – en caso de que este barco sufriese algún obstáculo a su descenso por el Paraná o a su vuelta al Paraguay por cualquiera de las Provincias ribereñas estaría habilitado a responder a un acto semejante (o cualquier otro acto injustificable del general Rosas u otros) apoyado en la plena autoridad de la nación, y probar así, tanto a las Potencias Extranjeras como a Buenos Aires, que el Paraguay es de hecho independiente y no deseaba unirse a la Confederación Argentina». (27)

Al despedirse Gordon del gobierno, López volvió a decirle, que «cuando el Congreso haya mostrado con su voto que no se inclinaba en favor de la Confederación Argentina, una imponente expedición iría aguas abajo para notificar oficialmente al Gobernador Rosas de este resultado». Esa misma tarde, 26 de octubre, obtuvo un ejemplar del decreto de convocatoria, cuya copia y traducción remitió a Londres. No dudó del resultado del «Soberano Congreso Extraordinario». Desde Buenos Aires pidió a Carlos Antonio López «copia del acto» en que «habrá concordado» la Asamblea, por considerar de interés comunicar a su Gobierno. (28)

Las palabras de Gordon no cayeron en el vacío. Los Cónsules comprendieron su transcendencia. La actitud de Rosas y la conveniencia de que las demás naciones conociesen oficialmente la independencia del Paraguay, reclamaban perentoriamente una resolución clara, pública y categórica. El Supremo Gobierno, por decreto del 24 de octubre de 1842, diez días después de la sugestión de Gordon, convocó a un Congreso extraordinario. Los considerandos aludían a la necesidad de examinar asuntos importantes relacionados con el bien y felicidad de la República, sobre los cuales los Cónsules al pronunciarse podrían sobrepasar sus atribuciones, aun cuando tuviesen el apoyo de la opinión pública; a las circunstancias especiales de orden político que exigían consultar a la soberanía nacional para obrar con acierto; y, a que siendo aun lejana la fecha del futuro congreso ordinario, no podía demorarse la atención de cuestiones que demandaban una urgente resolución. La Asamblea debía reunirse en la capital, el 25 de noviembre siguiente, con cuatrocientos diputados, que debían ser «Ciudadanos propietarios y de capacidad, nombrados en proporción al número de Departamentos de la República». El diputado electo no podía excusarse sino por causa grave y justificada. (29)

El 25 de noviembre de 1842, el Congreso extraordinario inició sus deliberaciones en la iglesia de la Encarnación, con la presidencia de Carlos Antonio López. El día de su instalación, aprobó por unanimidad, la solemne declaración siguiente:

«En esta ciudad de la Asunción de la República del Paraguay, a veinte y cinco de Noviembre de mil ochocientos cuarenta y dos, reunidos en el congreso general extraordinario cuatrocientos diputados por convocatoria especial de los Señores Cónsules que forman legalmente el Supremo Govierno, ciudadanos Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, usando de las facultades que nos competen, cumpliendo con nuestro deber, y con los constantes y decididos deseos de nuestros conciudadanos, y con los que nos animan en este acto. – Considerando. Que nuestra emancipación e independencia es un hecho solemne e incontestable en el espacio de más de treinta años. – Que durante este largo tiempo y desde que la República del Paraguay se segregó con sus esfuerzos de la Metrópoli española para siempre; también y del mismo modo se separó de hecho de todo poder extrangero, queriendo desde entonces con voto uniforme pertenecer a sí misma; y para formar, como ha formado, una nación libre e independiente bajo el sistema republicano sin que aparezca dato alguno que contradiga esta explícita declaración. – Que este derecho propio de todo estado libre se ha reconocido a otras provincias de Sud América por la República Argentina y no parece justo pensar que aquel se le desconozca a la República del Paraguay, que ademas de los justos títulos en que lo funda, la naturaleza la ha prodigado sus dones para que, sea una nacion fuerte, populosa, fecunda en recursos y en todos los ramos de industria y comercio. – Que tantos sufrimientos y privaciones anteriores consagrados con resignación a la independencia de nuestra República por salvarnos a la vez del abismo de la guerra civil, son también fuertes comprobantes de la indudable voluntad general de los pueblos de la República por su absoluta emancipación e independencia de todo dominio y poder extraño. – Que consecuente a estos principios y al voto general de la República, para que nada falte a la base fundamental de nuestra existencia política, confiados en la divina providencia, declaramos solemnemente. – Primero. La República del Paraguay en el de la Plata es para siempre de hecho y derecho una nación libre e independiente de todo poder extraño. – Segundo. Nunca jamás será el patrimonio de una persona ó de una familia. – Tercero. En lo sucesivo el Gobierno que fuese nombrado para presidir los destinos de la nación, será juramentado en presencia del Congreso, de defender y conservar la integridad e independencia del territorio de la República, sin cuyo requisito no tomará posesión del mando. Exceptúase el actual Gobierno por haberlo ya prestado en la acta misma de su inauguración. – Cuarto. Los empleados militares, civiles y eclesiásticos serán juramentados al tenor de esta acta luego de su publicación. – Quinto. Ningún ciudadano podrá en adelante obtener empleo alguno sin prestar primero el juramento prevenido en el articulo anterior. – Sexto. El Supremo Gobierno comunicará oficialmente esta solemne declaración a los Gobiernos circunvecinos, y al de la confederación argentina, dando cuenta al soberano Congreso de su resultado. – Séptimo. Comuníquese al poder ejecutivo de la República para que la mande publicar en el territorio de la nación con la solemnidad posible, y la cumpla y haga cumplir como corresponde. Dada en la Sala del Congreso firmada de nuestra mano, sellada con el sello de la República y refrendada por nuestro secretario». (30)

El mismo día el Congreso aprobó también por unanimidad el pabellón y sello de la República. La bandera adoptada tenía tres fajas horizontales, colorada, blanca y azul, luciendo de un lado el escudo nacional con un ramo de palma y otro de oliva entrelazados en el vértice y abiertos en la parte superior, una estrella en el centro y en la orla la inscripción; República del Paraguay. Al lado opuesto, un círculo con el lema escrito de Paz y Justicia y en el centro un león en la base del símbolo de la libertad. El sello nacional era el descrito anteriormente «bajo el jeroglífico de una palma y oliva, una estrella en el centro y la inscripción orlada de la República del Paraguay», el de hacienda era otro círculo con el símbolo de la libertad, el lema, paz y Justicia, en el centro, y la leyenda, República del Paraguay, distribuida también en el margen. El artículo cuarto de la ley disponía la comunicación a los gobiernos de los Estados vecinos y al de la Confederación Argentina. (31)

En el orden internacional el Congreso aprobó el principio consagrado por el gobierno de guardar con las naciones extranjeras una amistad pura sin otra formalidad ni pactos hasta tanto que la experiencia muestre la necesidad de esta clase de negociaciones, salvo el caso urgente de una alianza ofensiva y el de mantener una estricta neutralidad en las disensiones vecinales. (32)

El Congreso extraordinario no se apartó de las manifestaciones formuladas por Carlos Antonio López en sus entrevistas con Gordon. Presidido por el Primer Cónsul, es indudable la influencia de este mandatario en sus deliberaciones. Sus resoluciones tuvieron profunda repercusión en la vida de la República. Marca el nacimiento de una época. El horizonte nacional se amplia y el aislamiento del Doctor Francia se rompe, incorporándose el Paraguay en el mundo de las relaciones internacionales. Consecuencia de esta Asamblea, que completó la decisión memorable del Congreso de 1813, será el reconocimiento de la independencia por los países de América y Europa.

El Supremo Dictador, sin embargo, pesó todavía en sus determinaciones. La declaración de mantener la República una amistad pura con todas las naciones sin necesidad de pactos, hasta tanto se presente la oportunidad de entablar estas negociaciones, era un recuerdo de los recelos tan fuertemente inculcados al país por el Dr. Francia, frente a las influencias que podían venir del exterior. También la estricta neutralidad adoptada en las querellas intestinas de los Estados vecinos era un principio practicado durante el régimen del Supremo Dictador.

Pero la resolución de mayor importancia y transcendencia era la ratificación de la independencia por una declaración categórica, pública y solemne. El Congreso de 1813 que proclamó nuestra soberanía no había tomado una decisión de la naturaleza de esta última. El mundo continuaba desconociendo oficialmente al Paraguay como nación independiente. Esta omisión vino a salvar la Asamblea de 1842, con el acta del 25 de noviembre, que no hizo otra cosa sino certificar con la autoridad de la voluntad popular, la existencia libre del Paraguay. Esta ratificación facilitó después el reconocimiento de la independencia por las otras naciones, lo que permitió, a su vez, establecer con ellas relaciones permanentes de amistad.

Carlos Antonio López destacó la transcendencia de las dos Asambleas en la historia de la nación recordándolas con justicia en su mensaje de 1854. «La independencia de nuestro país – decía el esclarecido Presidente – fue declarada y proclamada por el Congreso reunido en Octubre de 1813, pero por una negligencia inexplicable ni se consignó esa declaración en un acto formal, ni se promulgó, ni se juró, ni se comunicó al exterior, y quedó por consiguiente, desconocida y como si no existiese esa independencia. En el congreso general extraordinario reunido en noviembre de 1842 se ratificó aquella declaración: Se consignó en un acta solemne que firmaron todos los Diputados, se juró en toda la República, y se encargó al Gobierno comunicarla a todas las demás naciones, así de América como de Europa, con el fin de anunciar a todos que el Paraguay se abría a la comunicación y comercio de todo el mundo, y para recabar su reconocimiento de Nación soberana e independiente». (33)

El gobierno dispuso que la independencia fuese jurada el 25 de diciembre, en todo el territorio de la República, lo que se realizó con la mayor solemnidad y júbilo. Los ciudadanos y las corporaciones, «firmes y alegres», prometieron defender la libertad de la patria. «Ellos no juraron en vano, – comenta El Paraguayo Independiente renuevan anualmente su promesa, y el Dios de los ejércitos ha de continuar a protegerla». (34)

Por disposición expresa del Congreso los Cónsules fueron liberados de la formalidad del juramento. Ellos la cumplieron ante la Asamblea de 1841, jurando sobre los Santos Evangelios: Conservar y defender la independencia e integridad de la República. (35)
La solemne promesa no era sino la expresión de la voluntad popular. E1 Paraguay no vaciló en defender su patrimonio de nación soberana, oponiendo una valla a la agresión del despotismo.

El año siguiente los Cónsules declararon al 25 de diciembre, «fiesta cívica de la República», como un «monumento de honor y perpetua memoria», en homenaje a la independencia y establecieron, al mismo tiempo, que cada año dicha fecha fuese solemnemente celebrada con iluminaciones en la capital y en el interior y «con todo genero de diversiones públicas y privadas», desde la víspera. (36)

El primer aniversario fue «celebrado con extraordinario entusiasmo»(37) y así todos los años. De los festejos conmemorativos nos dan una idea los periódicos de la época. (38) La recordación de tan transcendental acontecimiento de nuestra historia política, ha perdido el entusiasmo de otros tiempos. El 25 de diciembre ha dejado de tener la solemnidad y lucimiento del siglo pasado.
 
 
 

NOTAS

1) Actas de las sesiones de los Congresos de la República, desde el año 1811 hasta la terminación de la guerra. Asunción, 1908, pág. 32 y segts. Bando del 14 de marzo de 1841, firmado por López y Alonso, en el Cuartel de San Francisco, dando a conocer las deliberaciones del Congreso clausurado el día anterior a las seis de la tarde.
2) A.H.I. Buenos Aires – Despachos – 1826-52. Despachos a Antonio José Lisboa, Río de Janeiro, 16 de abril de 1842, y, a Luis Moutinho de Lima Alvares e Silva, Río de Janeiro, 18 de abril de 1842. Borradores.
3) Ibíd. Buenos Aires – Oficios – Oficio Nº 40 de Luis Moutinho de Lima Alvares e Silva. Buenos Aires, 21 de abril de 1842. Original.
Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1843 e 1844, Missão José Antonio Pimenta Bueno, depois Senador, Conselheiro de Estado, visconde e marquez de São Vicente. Extrato autenticado por Antonio José Cupertino de Amaral.
4) Ibid. Ibid. Qficio Nº 5 de Luís Moutinho de Lima Alvares e Silva. Buenos Aires, 17 de junio de 1852. Original.
Ibid. Ibíd.
5) Public Record Office, Londres. F. O. 13/202. Informe presentado a Lord Aberdeen por G. J. R. Gordon, Agente del Gobierno Británico, a su regreso del Paraguay, 1843. Este documento fue encontrado y traducido por Pablo Max Ynsfran, a cuya gentileza debemos una copia de la versión en castellano.
A.H.I. Buenos Aires – Despachos – 1826-56. Despacho a Duarte da Ponte Ribeiro. Río de Janeiro, 28 de octubre de 1842. Borrador.
B. N. R. J. – C.R.B. – I – 29, 24, 4 Nºs 6 y 7. Gordon a los Cónsules López y Alonso. Itapúa, 20 de setiembre de 1842. Originales.
6) El Nacional Nº 1058, Montevideo, 23 de junio de 1842.
7) Informe cit. y oficios de Gordon a los Cónsules cit.
El Nacional Nº 1166, Montevideo, 2 de noviembre de 1842. El artículo, anunciando la llegada de Gordon, terminaba expresando, que la pretensión de Rosas de que el Paraguay forme parte de la Confederación Argentina, «ha servido solamente para desenmascararlo en sus proyectos de futura invasión y conquista al Paraguay, y para llamar más y más la atención de las naciones civilizadas sobre su política salvaje perturbadora de la paz y el comercio de sus vecinos».
8) Gordon a Rivera. Itapúa, 26 de setiembre de 1842.
El Nacional Nº 1170, Montevideo, 7 de noviembre de 1842, que también publica la contestación de los Cónsules a la nota de Rivera del 1º de agosto de 1842, recomendando a Gordon y de la cual había sido portador el mismo agente inglés.
9) Informe cit.
10) Informe cit.
11) B.N.R.J. – C.R.B. – Gordon a los Cónsules. Asunción, 5 de octubre de 1842. Original.
12) Informe cit.
13) Informe cit.
14) El Paraguayo Independiente nº 89.
Asunción, sábado, 9 de febrero de 1850.
15) Ib. Ib.
16) Informe cit.
17) B.N.R.J. – C.R.B. I. – 29, 24, 4 Nº 11. Gordon a los Cónsules. Asunción, 10 de octubre de 1842. Original.
El Paraguayo Independiente Nº 89, cit., publica el texto de la nota. En la reproducción nosotros seguimos al original obrante en la colección vizconde de Río Branco de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro.
18) Ibid., Ibid., I – 29, 24, 4 Nº 18. Carlos Antonio López a Gordon. Asunción, 20 de octubre de 1842. Copia.
19) A.H.I. Buenos Aires – Oficios. Reservado Nº 1 de Duarte da Ponte Ribeiro. Buenos Aires, 22 de agosto de 1842. Original.
Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial em 1843 e 1844, cit. Extracto autenticado por Antonio José Cupertino de Amaral.
20) Juan E. O’Leary. Los legionarios. Asunción, 1930, pág. 63 y sigts.
Juan B. Gil Aguínaga. La Asociación Paraguaya en la Guerra de la Triple Alianza. Buenos Aires, 1959, pág. 24 y 25.
21) Julio César Chaves. El Supremo Dictador. Tercera edición. Buenos Aires, 1958, pág. 101, 102 y 103.
Id. Id. Historia de las relaciones entre Buenos-Ayres y el Paraguay. Segunda edición. Asunción-Buenos Aires, 1959, pág. 129 y 130.
22) Juan B. Gill Auinaga. Ob. cit., pág. 34.
23) Francia al Delegado de Itapúa, 4 de febrero de 1830. Julio César Chaves. El Supremo Dictador, cit., pág. 248.
24) R. Antonio Ramos. La personalidad histórica de Juan Andrés Gelly. El Pais Nº 1402. Asunción, 26 de agosto de 1944.
25) Informe citado.
26) Informe cit.
27) Informe cit.
28) B. N. R. J. – C. R. B. – I – 29, 24, 4 Nº 24. Gordon a Carlos Antonio López, Buenos Aires, 12 de diciembre de 1842. Original.
29) Actas de las sesiones de los Congresos de la República, cit., pág. 35.
30) Ib. Ib., pág. 40 y sigts.
El Paraguayo Independiente Nº 8. Asunción, sábado, 14 de junio de 1845.
31) Actas de las sesiones de los Congresos de la República, cit., pág. 35 y sigts.
32) Ib. Ib. Ib., pág. 39 y 40.
33) Mensajes de Carlos Antonio López, Asunción, 193l, págs. 71 y 72.
Juan F. Pérez Acosta. López y Rosas. Buenos Aires, 1944, pág. 5 y 6.
34) El Paraguayo Independiente Nº8, cit.
35) Ib. Ib. Ib.
36) Repertorio Nacional Nº 18. Decreto de 28 de octubre de 1843.
R. Antonio Ramos. La Independencia del Paraguay y Rosas. El País. Asunción, 23 de diciembre de 1944.
37) Mensaje de los Cónsules López y Alonso de 1844.
R. Antonio Ramos. Art. cit.
38) Tanto El Paraguayo Independiente como el Semanario de Avisos y Conocimientos Utiles recordaban invariablemente el 25 de diciembre con artículos de elevado sentido patriótico, reproduciendo al mismo tiempo el acta de ratificación de la independencia.
R. Antonio Ramos, Art. cit.
 
 
 
 
Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)

 





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