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R. ANTONIO RAMOS (+)

  COMUNICACIÓN A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA y LAS RAZONES SECRETÍSIMAS - Por R. ANTONIO RAMOS


COMUNICACIÓN A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA y LAS RAZONES SECRETÍSIMAS - Por R. ANTONIO RAMOS
COMUNICACIÓN A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA

y LAS RAZONES SECRETÍSIMAS

 
 
 
 
 
 
COMUNICACIÓN A LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA
 
La declaración del 25 de noviembre de 1842, si bien de carácter general, estaba dirigida fundamentalmente a la Confederación Argentina, cuyas relaciones exteriores Rosas manejaba discrecionalmente. En sus considerandos al dejar claramente consignado que la independencia del Paraguay era un hecho incontestable; que la República se había separado por sus propios esfuerzos de todo poder extraño porque quería pertenecer a si misma estableciendo su forma de gobierno, no olvidó de expresar que este derecho de todo Estado soberano había sido reconocido por la República Argentina a otras provincias de América del Sur y que por lo tanto no era justo que negase ese mismo derecho a la República del Paraguay. En la parte dispositiva, el articulo sexto al ordenar la comunicación de la solemne declaración a los «Gobiernos circunvecinos», agrega expresamente que también se haga al de la Confederación Argentina. La misma providencia contenía la ley de creación del pabellón y sello nacionales. La redundancia no era una casualidad, ni una impertinencia, ni un defecto en la redacción de los documentos, sino la manifestación expresa de una medida exigida por el anhelo nacional frente a las pretensiones de Rosas.

El gobierno consular no esperó para dar cumplimiento a lo dispuesto por el Congreso extraordinario. Tres días después de la jura de la independencia en todo país, Andrés Gill era designado agente especial para presentar a Rosas las resoluciones de la Asamblea de 1842. Carlos Antonio López así lo había prometido a Gordon. El decreto supremo expresaba: «Por cuanto se hace necesario enviar una persona acreditada cerca del Excelentísimo Govierno de la confederación argentina en Buenos Ayres que personalmente felicite a S. E. el Señor Governador y Capitan general Don Juan Manuel Rosas y le presente las comunicaciones oficiales que conduce del Supremo Govierno de la Republica del Paraguay, relativamente al reconocimiento de nuestra independencia y pabellon nacional, con lo demas que se la ha confiado verbalmente al dicho nuestro enviado: por tanto hemos venido en nombrar como nombramos al ciudadano Andrés Gill para que como tal enviado desempeñe la comision particular que queda indicada, recabando debidamente del Excelentisimo Govierno de la confederacion argentina el reconocimiento de nuestra independencia y pabellon nacional en la forma usual de las naciones». (1)

Los términos de la disposición eran amistosos. Gill no solamente tenía que entregar los documentos que llevaba, solicitar el reconocimiento de la independencia del Paraguay sino también felicitar al Señor Gobernador y capitán general Don Juan Manuel de Rosas. Además debía cumplir lo que verbalmente se le había encomendado: establecer contacto con los representantes del Brasil, Bolivia, Chile y Estados Unidos de América para manifestarles los deseos del Paraguay de entablar relaciones con sus respectivos países. Para el gobierno de cada uno de los tres llevó también la comunicación relativa a la declaración del 25 de noviembre con el pedido del reconocimiento de la independencia. Igual cometido debía cumplir con el ministro francés y el nuncio apostólico de Su Santidad el Papa. (2) Tal era la «comision particular», expresión ésta que recuerda la usada por Gordon, quien, al dirigirse a los Cónsules, se decía «enviado por el Gobierno de Su Magestad Británica en mision particular a la Republica del Paraguay». (3)
Esta representación era la primera que el Paraguay independiente enviaba al exterior para mantener vínculos de amistad con las demás naciones. Al dar así cumplimiento al mandato del Congreso extraordinario abandonaba el aislamiento de la época del Dr. Francia, apareciendo oficialmente en el concierto internacional. Por primera vez se presentaba a la consideración del mundo y lo hacía por intermedio de Andrés Gill, a quien de esta suerte, le cupo el honroso cometido de iniciar la diplomacia paraguaya. La misión encontró dificultades en la Confederación Argentina, pero alcanzó pleno éxito con relación a Bolivia y Chile, habiendo recibido cordial acogida de los representantes de los Estados Unidos de América y del Brasil.

Tal como Carlos Antonio López había manifestado a Gordon, Gill viajó en una escuna, que enarbolando la bandera tricolor, ostentaba el nombre de República del Paraguay. Llegó a Buenos Aires el 13 de febrero de 1843.

Cuatro días después, Duarte da Ponte Ribeiro, ministro del Imperio del Brasil, informaba a su gobierno, que Gill luego de desembarcar pasó a la casa que le estaba preparada; «y se le dio una guardia de honor, como se acostumbra con todos los Gobernadores y Diputados de las Provincias que vienen a esta Capital. En el segundo día fue recibido por Arana, en una visita breve. De lo ocurrido solamente pude saber que todavía no está resuelto si el objeto de la Misión de este Enviado ha de ser tratado por el Ministro Arana o directamente por el Gobernador. Mientras tanto hacen correr el rumor de que el Diputado del Paraguay sólo vino a entregar a este Gobierno un Oficio de los Cónsules». (4)

Gill hospedó en la casa de Remigio González Moreno y fue tratado con consideración por Rosas y Arana. (5) No obstante, debía cuidarse de los espías que vigilaban constantemente sus pasos. (6) Según Ponte Ribeiro, era un joven «de 30 a 35 años, doctor y muy vivo; no hay más enviado que él, como se ha anunciado. Trae un Secretario, que aquí llaman Escribiente, para estar de acuerdo con el nombre de Diputado que dan al Enviado para diferenciarlo del de las Legaciones de Gobiernos Independientes». (7)
El 14 de febrero comunicó a Felipe Arana, ministro de relaciones exteriores de Buenos Aires, haber «sido nombrado por el Supremo Gobierno de la República del Paraguay en comisión particular cerca del Excmo Señor Gobernador y capitán general Don Juan Manuel de Rosas Encargado de las relaciones exteriores de la confederación argentina», acompañando el diploma de su nombramiento, y que, una vez «cumplidos los requisitos de estilo» le será «altamte... satisfactorio entrar a desempeñar la comision de su Gobierno». (8)
La nota sería presentada el 15 ya que según el representante brasileño, el agente paraguayo fue recibido por Arana dos días después de su llegada. La contestación no se produjo con la rapidez de la audiencia. Recién el 2 de marzo respondió el ministro de Rosas. Decía a Gill; «El infrascripto ha recibido orden de su Gob.no pa decir al Sr. Comisionado en contestación, que le es intimamente grato a S.E., el feliz arribo de Su Señoria á esta ciudad, no menos que reconocerle en el caracter que anuncia cerca del Gob.no Encargado de las Rel.e Exts de la Confederacion Argentina; en cuya virtud tiene el infrascripto el honor de devolver a Su Señoria el Diploma enunciado pudiendo en su consecuencia proceder a llenar los objetos de su mision cuando fuere de su agrado». (9)

La respuesta era satisfactoria. Sus términos diplomáticamente correctos, estaban por sobre la frialdad protocolar. Su cordialidad expresiva no reflejaba, sin embargo, el sentimiento íntimo del dictador porteño. Aceptada la misión y con la autorización de poderla cumplir cuando fuese de su agrado, Gill procedió a la entrega de la nota de la cual era portador. Decían los Cónsules al gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina:

«Es con la mayor satisfaccion que el Supremo Govierno se dirige por primera vez a V.E. para participarle que habiendose reunido en esta capital de la República el 25 de Noviembre proximo pasado un congreso extraordinario de ciudadanos propietarios en número de cuatrocientos diputados para deliberar sobre asuntos vitales al bien y felicidad de la República, hubo por conveniente el Soberano congreso declarar la independencia de esta República del modo solemne que aparece en la acta que en debida forma se acompaña a V.E. Del mismo modo ha declarado el pabellon nacional, y sellos de la República, como lo acredita la sancion que tambien se remite a V.E.

«El Soberano congreso ha ordenado, que este acto eminentemente nacional, despues de jurado en toda la República, como se ha verificado con el mayor entusiasmo el dia 25 del corriente se pase a los Goviernos vecinos y al de la confederacion argentina, exigiendose el reconocimiento de nuestra independencia, y demas que se contiene en la adjunta Ley que se agrega a la acta fundamental.

«Pero para poner en perfecta claridad la sinceridad de los sentimientos del Supremo Govierno tambien se adjunta a V.E. la última sansion del soberano congreso en que queda firmemente consignada la base de estricta neutralidad en las disensiones que se agitan en los Estados vecinos. No deja por eso el Supremo Govierno de hacer votos al cielo por ver una paz firme, y una tranquilidad estable en todos los Estados republicanos del Sud.

«Mas al dar este paso, quiere el Supremo Gobierno manifestar la consideración que es debida al Gobierno de la confederacion argentina, enviando cerca de V.E. un ciudadano acreditado que ponga en manos de V.E. los adjuntos pliegos, y espere el resultado del reconocimiento de nuestra independencia y pabellon nacional.

«El Supremo Govierno de la República del Paraguay queda en la confianza que V.E. aceptará los distinguidos sentimientos de aprecio con que se dirige a V.E. y se le ofrece cordialmente». (10)

Desde la dictadura del Dr. Francia era la primera vez que el gobierno paraguayo se dirigía al de Buenos Aires. La comunicación no era un mero cumplimiento sino un llamado a Rosas sobre la existencia misma de la nacionalidad. Los nombres de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso quedaron ligados a este paso transcendente que vino a poner término a una época y a inaugurar otra más promisoria, más fecunda, que abrió las puertas del Paraguay para el mundo, con el reconocimiento de su independencia.

No obstante la actitud pública de Rosas, al considerar a la República como una provincia argentina, la nota de los Cónsules tenía un fondo amistoso. Sus términos no se apartaban de la cortesía diplomática haciendo resaltar la consideración guardada por el Supremo Gobierno al de la Confederación Argentina, al enviar un agente especial encargado de poner en manos del Gobernador porteño la comunicación paraguaya y esperar el reconocimiento. Ninguna misión fue despachada para otros países. La confiada a Gill era indudablemente una distinción dispensada por el Paraguay a la Confederación Argentina, que Rosas no supo o no quiso comprender. Su importancia era fundamental para la República, dada la posición adoptada por el dictador de Buenos Aires. De ahí el cuidado en la redacción del documento, que no solamente proclamaba una política de buena vecindad con relación a la Confederación Argentina sino que daba a esa política un alcance continental. La estricta neutralidad en las disensiones de los Estados vecinos había sido dispuesta por el Congreso del 25 de noviembre, que en nuestros días es lo que se ha dado en llamar principio de no intervención, y era una medida tomada en función a las luchas intestinas que agitaban las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata. Los Cónsules no limitaron esta política a los «Estados vecinos» sino que formularon sus «votos al cielo por ver una paz firme, y una tranquilidad estable en todos los Estados republicanos del Sud.» Este pronunciamiento era de una amplitud americana. Los pactos actuales entre las naciones del Nuevo Mundo no tienen otro sentido. Pero la «paz firme» y la «tranquilidad estable» son metas aun no alcanzadas por muchos países del continente.

Gill mantuvo con el gobierno porteño varias conferencias. Igualmente conversó con los representantes de los Estados Unidos y el Brasil. Sintió y vio de cerca lo que era el régimen de Rosas. El 11 de marzo decía Ponte Ribeiro a Honorio Hermeto, después de una conversación con el enviado de los Cónsules: «Al respecto del objeto de su misión ante este Gobierno, solamente me dijo que ya había cumplido su comisión y que no tardaría en volver para dar cuenta a su Gobierno. Debo advertir a V.E., que antes de partir esta misión del Paraguay, los Cónsules mandaron dar chalecos encarnados a los individuos de la comitiva para vestirlos a la llegada, como lo hicieron; después pusieron todos, menos el Enviado, cinta del mismo color en el sombrero y en el pecho, como traen los Federales. El que vino como Secretario, a quien al principio se llamó Escribiente, es hoy designado como Sobrecargo de la Escuna República del Paraguay. Gill no parece el mismo hombre, que cuando llegó aquí; creo que Arana y Rosas consiguieron embaucarlo; pero resta ver si el magnetismo político de éstos tiene la misma influencia sobre los Cónsules». (11)

El estado espiritual de Gill era explicable. No estaba embaucado por Rosas ni por Arana. Pero no podía sentirse eufórico ante la actitud del gobierno porteño.

No se dejó impresionar por los cumplidos oficiales y comprendió en toda su magnitud la falacia del Amo de Palermo. El mismo Ponte Ribeiro informaba posteriormente, luego de otra entrevista con Gill: «Por su conversación conocí que no va tan engañado y contento como este Gobierno supone y creo que tendrán que arrepentirse de no haber sido más francos con este primer emisario del Paraguay después de un interdicto de 26 años. Me dijo que había mandado imprimir 500 ejemplares de la declaración de la Independencia del Paraguay para llevar a su Gobierno y no dejaba aquí sino dos, cerrados en un sobre, para serme entregados por un pariente suyo, después de su salida de ésta y me pidió que mostrase a otros Ministros como cosa que me hubiera venido a mano sin saber cómo». (12)

El arrepentimiento no se produjo. Rosas se mantuvo firme en su política con el Paraguay. En más de una ocasión ofreció ventajas para dorar la píldora, pero siempre considerando a la República como una provincia argentina. Los Cónsules, primero, y Carlos Antonio López, después, tampoco se doblegaron. Caseros puso término a esta tensión internacional.

Durante la permanencia de Gill en Buenos Aires, las atenciones protocolares entre los dos Gobiernos se sucedieron en un tono de fina cortesía. Los Cónsules recibieron el mensaje de Rosas del 27 de diciembre de 1842 a la legislatura provincial y algunos diarios de la capital porteña. López y Alonso se apresuraron a acusar recibo del envío. «Ha visto el Govierno – decían a Arana – con detención aquel documento oficial, y los impresos adjuntos, y desde que observa que la voluntad libre y general de la confederación argentina se ha pronunciado tan dicididam.te por la causa que sostiene preciso es respetarla, y que los adversarios se conozcan impotentes para contrariar el voto nacional, dejando de una vez que se consoliden los elementos de la tranquilidad de los pueblos bajo la base que han querido adoptar para su futura suerte.

«Si el Govierno de la República del Paraguay se ha merecido esta vez un elogio entre las páginas del mensage del Excelentisimo Gobierno argentino lo atribuye a no haberse mesclado jamas en las disensiones políticas de los estados vecinos, no haber abrigado en su seno ningun foco de discordia extraña y por esta parte son de alto aprecio las congratulaciones consignadas en el parte oficial.
«Los infrascritos felicitan cordialmente al Excelentisimo Gobierno argentino, pues lo creen animado de sinceros sentimientos patrióticos y de ardientes deseos por el bien y felicidad de los estados que preside». (13)

Esta nota amistosa retribuía con gentileza de atención del gobierno de Buenos Aires. Era lo que correspondía. Arana respondió a los Cónsules con igual gentileza y amistad. «... los setimtos del Gob.no arg.no – expresaba el ministro de Rosas – respecto al Exmo del Paraguay siempre han sido fraternales, sinceros y benevolos, fundados en las consideraciones que V.V.E.E. justam.te expresan, y en las intimas relaciones a que llaman reciprocam.te a ambos Gob.os los verdaderos intereses, la paz y la libertad de los pueblos que presiden; en cuya consecuencia ha tributado a V.V.E.E. en el Mensaje último, lo mismo q.e en el anterior, una prueba inequívoca de la justicia q.e siempre ha hecho a la marcha pasifica, digna y circunspecta de ese Exmo Gob.no, y de la amistosa disposición de q.e se halla animado.

«El Gob.no arg.no acepta vivamente penetrado las estimables felicitaciones de V.V.E.E., y al retribuir tan fina benevolencia, se complace en reproducir a ese Exmo. Gob.no con la mas viva expresion, los ardientes votos de la Conf.n arg.na p.r la prosperidad del Pueblo Paraguayo». (14)

Este oficio era posterior a la contestación de la comunicación del 28 de diciembre. La negativa al reconocimiento no fue un obstáculo para las declaraciones cordiales. Arana hizo gala de los sentimientos fraternales, sinceros y benévolos del gobierno argentino para con el paraguayo, formulando con «viva expresion, los ardientes votos de la Conf.n Arg.na p.r la prosperidad del Pueblo Paraguayo».
El lenguaje era tranquilizador, acaso buscando llevar la calma a los Cónsules, a cuyo patriotismo intransigente debía necesariamente chocar el rechazo de Rosas. El documento hábilmente redactado no se refería a la República del Paraguay pero sí al Pueblo Paraguayo y a su Excelentísimo Gobierno. Era de doble filo porque ni admitía ni negaba la independencia de la República.
Pero volvamos a la misión de Gill. A estar por una información de Ponte Ribeiro, el enviado paraguayo debía partir de la capital argentina el 21 de abril de 1843. Sin embargo, en los primeros días de mayo se encontraba todavía en Buenos Aires. El 5 de este mes Arana decía de él a Carlos Antonio López que estaba próximo a regresar. (15) Días antes de su partida le fue entregada la respuesta de Rosas a la comunicación del 28 de diciembre de 1842.

La nota, fechada el 26 de abril de 1843, estaba suscrita por Rosas y refrendada por Arana. Luego de hacer el resumen de la comunicación paraguaya, declaraba:

«El Gobierno argentino penetrado de los sentimientos de la mas fina amistad y cordial benevolencia hacia el pueblo paraguayo, ha meditado con detención este serio asunto, que tan profundamente afecta los intereses recíprocos, su existencia y porvenir; e impulsado de consideraciones de la mas grave transcendencia a la libertad e independencia, se ve en el forzoso deber de manifestar a V.E. cuanto le es sensible no poder prestar su aquiescencia a los deseos de ese Exmo. Gobierno.

«Con el mismo espiritu de fraternal fraqueza de que está poseído al dirigirse a V.E., las ha trasmitido a la vez detalladamente en varias conferencias al Señor Comisionado de ese Exmo. Gobierno, encargándole las trasmita al superior conocimiento de V.E., asegurándole que mas adelante, y luego que lo permitan las atenciones urgentes de que se halla rodeado este Gobierno, tendrá la complacencia de que sean sincera y debidamente sometidas a V.E. por medio de un agente confidencial que está dispuesto a acreditar cerca de ese Exmo. Gobierno en testimonio de su amistosa cordial disposición hacia él, de los vivos deseos que lo animan por la prosperidad de ese pais, de la benévola madura circunspección, con que se propone presentar al ilustrado juicio de V.E. los gravísimos inconvenientes que ofrece la independencia de ese pais, y del íntimo aprecio que le ha merecido la distinguida consideración de V.E. hacia el Gobierno de la Confederación Argentina en enviar cerca de él un ciudadano acreditado que ponga en manos del infrascrito la correspondencia de cuya contestación se ocupa muy satisfactoriamente.

«Se ha instruído igualmente de la última sanción que V.E. se sirve remitirle, consignando la base de estricta neutralidad en las disensiones que se agiten en los Estados vecinos y que hace V.E. votos al cielo por ver una paz firme y una tranquilidad estable en todos los Estados Republicanos del Sud.

«Al retribuir a V.E. tan estimables sentimientos se complace el infrascrito en asegurarle, que cualquiera que sea la influencia que pueda producir en el ánimo de los Exmos. Señores Cónsules la relación de los poderosos motivos que justifican la resolución de este Gobierno en el grave y delicado negocio que ha dado mérito a esta correspondencia, jamás las armas de la confederación argentina turbarán la paz y tranquilidad del pueblo paraguayo, que ellas le son muy amadas, que se interesa intimamente en su conservación perdurable, y que se lisonjea de que estos sentimientos fraternales y amistosos son universales en la Confederación.

«El Señor D. Andrés Gill, a quien V.E. se ha servido comisionar ha merecido las consideraciones de este Gobierno por las apreciables calidades personales que lo distinguen. Ha sido hospedado y recibido como un empleado de V. E. Al dar cuenta de su honrosa misión, en que ha acreditado su recomendable lealtad, capacidad y honradez, espera este Gobierno sea también fiel intérprete de los sentimientos de fina amistad de que el infrascrito se halla animado hacia V.E, y de sus vivos ardientes deseos por la dicha y prosperidad del Paraguay». (16)

La habilidad de la respuesta era patente. La «fina amistad y cordial benevolencia» de sus términos no se apartaron de la corrección diplomática, como en la contestación de Arana a Gill. Con «fraternal franqueza» dio a conocer la gravedad de la negativa argentina, sin descuidar los sentimientos hacia el Paraguay y los deseos de agradar a los Cónsules. El documento, que protocolizó la política de Rosas con relación a la República, encerraba tres declaraciones principales: 1º El gobierno encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina no daba su aquiescencia a los deseos del Paraguay que su independencia fuese reconocida por la aludida Confederación. 2º El envío de un agente, cuando permitiesen las circunstancias, encargado de transmitir a los Cónsules los gravísimos inconvenientes que ofrecía la independencia paraguaya. 3º «Jamás las armas del confederación argentina turbarán la paz y tranquilidad del pueblo paraguayo». Fundamentales eran la primera y la última. Por primera vez Rosas las exponía en una comunicación oficial, empleando un lenguaje diplomático cortés, pero con claridad, como para no dudarse de sus intenciones. Su política no varió con el tiempo. Durante su prolongado predominio no reconoció la independencia del Paraguay y el ejército argentino no molestó a la República. En cuanto al envío del agente, ya prometido a Ponte Ribeiro, para convencer a los paraguayos de lo que más les convenía, no cumplió su ofrecimiento. El comisionado nunca apareció.

Gill mereció por su «recomendable lealtad, capacidad y honradez» y demás «apreciables calidades» las consideraciones del gobierno de Buenos Aires. El manifestó públicamente su gratitud en Asunción por las atenciones recibidas. No solamente la nota del 26 de abril recomendó la conducta del agente paraguayo. También Arana hizo lo mismo en carta personal dirigida a los Cónsules. Estos contestaron agradeciendo finamente los «bellos sentimientos» y los «tan distinguidos obsequios» del ministro de Rosas. Un contratiempo de las circunstancias – agregaba – casi acibaró el placer de la apreciable comunicación de V.E. A los pocos dias del arribo a esta de dicho comisionado vino a nuestras manos un impreso correntino con noticias que se decían comunicadas por el comisionado en su transito. Pero examinados los hechos, no ha sido así. Tal será el conato de empañar los animos, y las relaciones entre los gobiernos amigos». (17) La intriga no prosperó. Gill la desvaneció con sus informes. No se enturbiaron las relaciones entre el Paraguay y la Confederación Argentina, cuyos gobiernos continuaron amigos en el concepto de los Cónsules, no obstante la respuesta negativa de Rosas. Arana por su parte expresó su «sincero reconocimiento» por «los cordiales y distinguidos sentimientos» de los mandatarios paraguayos, para terminar manifestando: «Habria sido p.a mi de mucho disgusto, el que hubiesen ocurrido circunstancias, que pudiesen interrumpir nuestras simpatias con el Sor Gill; y las que tuvieron lugar a su arribo a esa ciudad que VV.EE. me indican, prueban bien cuanto es el villano interes que hay en los salvajes unitarios en que nuestras relaciones de amistad se interrumpan. No quiera el Cielo que esto suceda jamás». (18)

El interés por la amistad de los dos gobiernos era común. El énfasis usado por Arana daba a entender que el rompimiento no se produciría. Pero un obstáculo insalvable se presentaba en el camino. Rosas negaba la existencia del Paraguay, lo que hacía inevitable la ruptura de relaciones entre los dos países; no obstante los términos protocolarmente cordiales de la correspondencia oficial. Y ante la política de Rosas los «salvajes unitarios» buscaron incorporar al Paraguay en la lucha contra el dictador de Buenos Aires.

La impresión causada por la nota del 26 de abril no podía ser favorable. El país se puso en guardia y no iba a permitir que se pusiese en tela de juicio la integridad de su soberanía. El Paraguayo Independiente comentó: «Con lisonjeras expresiones dice Buenos Aires que no puede prestar su aquiescencia a los deseos del Paraguay! Como si alguno le hubiese pedido permiso, como si la independencia de la República fuese deseo! No, otra vez no. Lo que se exigió no fue aquiescencia sino reconocimiento: nuestra independencia no es un deseo, sino un hecho consumado, y que puede pasar bien sin ese reconocimiento». (19)

Ponte Ribeiro, sabiendo que Gill tenía ya la contestación a la nota que había traído para Rosas, informaba a su Gobierno: «Se que el sobre va dirigido «Al Exmo. Gobierno del Paraguay» sin hacer mención de República. El mismo rótulo llevan las comunicaciones dirigidas a los Gobiernos de las Provincias de la Confederación». (20) El ministro del Brasil expresaba la verdad y su observación era exacta. Rosas no uso en el sobre ni en su oficio el término república, así como Arana tampoco lo empleó en su nota a los Cónsules del 8 de mayo de 1843, consecuente con la determinación de no reconocer la soberanía del Paraguay. Solamente habló del pueblo paraguayo.

Arana no ocultó al diplomático imperial la actitud argentina con respecto al Paraguay, manifestándole que ella estaba consignada en la respuesta dada a la comunicación de los Cónsules y que tenía orden de mostrarle ambos documentos, a fin de que informe a su gobierno los principios y la política declarados en la nota de Rosas y «asegurar que será invariable la conducta del Gobernador aunque Inglaterra u otra cualquier Nación pretenda atropellar los derechos del Gobierno de la Confederación y tenga que sostener una guerra injusta hasta que el cielo se venga abajo». (21) La advertencia era seria y constituía una notificación al Brasil, que, en su hora, no obstante la firmeza amenazadora de Rosas, reconoció la independencia del Paraguay. Arana dio a conocer a Ponte Ribeiro, por intermedio de un oficial de su gabinete, el original de la nota de los Cónsules y el borrador de la respuesta argentina, para que de ellos tomasen la nota conveniente. «Mejor hubiera sido – agregaba el representante brasileño – que me diese copia, pero cuando hice esa insinuación, se excusó Arana diciendo que el Gobierno Imperial debe haber recibido de los Cónsules del Paraguay una nota igual y que no convenía por ahora que se conociese la del Gobernador». (22)
 

NOTAS

1- B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24. 8 Nº 1. Original.
A.G.N.A. 3-3-13. Copia. Decreto del 28 de diciembre de 1842.
Juan F. Pérez Acosta. López y Rosas. Buenos Aires, 1944, pág. 9 y 10.
2- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial do Governo Imperial, cit. Reservado Nº 7. Ponte Ribeiro a Carneiro Leão. Buenos Aires, 17 de febrero de 1843. Copia conformada por Antonio José Cupertino de Amaral. William R. Manning. Diplomatic Correspondence of the United States. Tomo X. Edwars a Webster. Buenos Aires, 1º de abril de 1843. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 7 Nº 2. «Buenos Ayr.s Correspondencias esteriores pr. conducto de Gill 1842».
Mensaje de los Cónsules de 1844.
3- B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 4. «Correspondencia de D.n Jorge Roberto Gordon enviado en mision particular de S.M.B. con el Supremo Gobierno del Paraguay».
4- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Reservado Nº 7 cit. El subrayado es del documento.
5- Notas biográficas de Manuel Pedro de Peña (El ciudadano paraguayo) conmemorando el centenario de su nacimiento 1811 – 1911, pág. 25.
6- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Reservado Nº 10. Ponte Ribeiro a Honorio Hermeto. Buenos Aires, 11 de marzo de 1843.
Id. Id. Id. Reservado Nº 16 de Ponte Ribeiro. Buenos Aires, 21 de abril de 1843.
7. Reservado Nº 7 cit. Los subrayados figuran en el documento. José Antonio Soares de Souza. Um Diplomata do Imperio. SÃo Paulo, 1952, pág, 174.
8. A.G.N.A. 3-3-13 Gill a Arana. Buenos Aires, 14 de febrero de 1843. Original. Juan F. Pérez Acosta. Ob. cit., pág. 9.
9- Ib. Ib. Arana a Gill. Buenos Aires, 2 de marzo de 1843, borrador. Ib. Ib., págs. 10 y 11.
10- A.G.N.A. 3-3-14. López y Alonso a Rosas. Asunción, 28 de diciembre de 1842. Original.
EL Paraguayo Independiente Nº 8. Segunda Edición, Tomo Primero, Asunción, 1859, págs. 71 y 72.
Cecílio Báez. Historia Diplomática del Paraguay. Tomo II. Asunción, 1932, pág. 5.
11- Reservado Nº 10 cit. Los subrayados figuran en el documento.
Gill decía al Reverendo Padre Miguel Vicente López, el 1º de mayo de 1843: «Tengo a la vista la apreciable Carta de V. R. de 22 del mes próximo pasado en la que, despues de comunicarme que el Padre Superior dela Compañia me enviaba las comunicaciones dela Corte Romana para el Paraguay, me explica el sentido dela anterior de V.R. en orden a que segun el periodico de Montevideo aparecia aquella Republica en cierta dependencia del Govierno de Buenos Ayres. – V.R. bien sabe que yo solo soy Comisionado por el Exmo Govierno dela Republica del Paraguay cerca de esta Provincia. La divisa de que habla dicho periodico nunca la hé usado, aquí conforme lo indica, pues V.R. cuando me visitó antes de retirarse me la hubiese notado. Tampoco lo había visto V.R. con esa divisa al Sabrecargo del buque, en que hé bajado, a cuyo sugeto que lo tengo a mi lado, tambien lo há tratado V.R. el primer dia que pasó a visitarme, cuando por mi ausencia tuvo que recibir y advertir a V.R. que tuviese la bondad de ocurrir al día siguiente. Y sobre todo el Soberano Congreso general extraordinario celebrado en la Capital de la Asunción, compuesto de cuatrocientos ciudadanos, diputados, el día 25 de noviembre del año proximo pasado de 18d2 entre otros Articulos declaró solemnemente: «que la Republica del Paraguay en el de la Plata es para siempre de hecho y de derecho una nacion libre é independiente de todo poder extraño». El 25 de Diciembre del mismo año yo y todos los demas paraguayos hemos jurado solemnemente esta independencia. – Bajo de esta inteligencia puede V.R. estar cierto de que la Republica del Paraguay no depende del Govierno de esta Provincia, ni de ningún otro poder». Copia. Archivo de Juan B. Gill Aguínaga.
12- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Reservado Nº 16 de Ponte Ribeiro. Buenos Aires, 21 de abril de 1843.
13. A.G.N.A. 3-3-14. López y Alonso a Arana. Asunción, 11 de abril de 1843. Original.
Juan F. Pérez Acosta. Ob. cit., págs. 11 y 12.
14- Ib. Ib. Arana a López y Alonso. «Buenos Ay.s 8 del mes de América (Mayo) de 1843». El paréntesis es nuestro.
Ib. Ib., págs. 12 y 13.
15- Juan F. Pérez Acosta. Ob. cit., pág, 13.
16. El Paraguayo Independiente Nº 8, cit.
A.G.N.A. 3-3-14 – Borrador.
Cecilio Báez. Historia Diplomática del Paraguay. Tomo II cit., págs. 6 y 7.
17- A.G.N.A. 3-3-14. Juan F. Pérez Acosta. Ob. cit., págs. 14 y 15. López y Alonso a Arana. Asunción, 30 de agosto de 1843.
18- Ib. Ib.
Ib. Ib., pág. 15. Arana a López y Alonso. Buenos Aires, marzo de 1844.
19- El Paraguayo Independiente Nº 8, cit... Lo subrayado es del texto.
20- A.H.I. Correspondencia Reservada e Confidencial cit. Reservado Nº 16. Buenos Aires, 21 de abril de 1843. Copia conformada por Antonio José Cupertino do Amaral.
21- Ib. Ib. Reservado Nº 24 de Ponte Ribeiro. Buenos Aires, 22 de junio de 1843. Id. Id. Lo subrayado figura en el documento.
22. Id. Id. Id. Id.
Ponte Ribeiro envió a Río de Janeiro un extracto de cada uno de los documentos cuya lectura le facilitó Arana.





LAS RAZONES SECRETISIMAS


El Paraguayo Independiente  informó que la contestación de Rosas, que calificó de misteriosa y memorable, vino acompañada de un memorándum, original, de la edad gótica e hijo de una profunda decepción, agregando que quien lo dictó «se engañó completamente en el juicio que hizo del grado de inteligencia del Gobierno Paraguayo». Para no «deslustrar su primor» reproducimos integralmente el texto del curioso documento:

1º) Que en las presentes circunstancias era imposible al Gobierno de Buenos Aires reconocer la independencia de la República del Paraguay, por cuanto aunque es encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, era preciso convocar a los demás pueblos confederados para ese reconocimiento, lo que las circunstancias no permiten.

2º) Que es preciso que el Paraguay medite mucho sobre el particular porque le atraería muchos perjuicios; y que era preciso convenir sobre algún pie sólido.

3º) Que el Gobierno de Buenos Aires daría licencia a los extranjeros y montevideanos para comerciar con el Paraguay, pero bajo de algún convenio, y con pabellón argentino, porque el Río de la Plata y del Paraná le pertenecen a Buenos Aires de hecho y de derecho de costa a costa.

4º) Que el Brasil se había de apresurar a reconocer la independencia de la República en razón de tener iguales producciones, y porque reconocida también por Buenos Aires se equilibraría los derechos de introducción que paga el Brasil.

5º) Que el Brasil era capaz de perjudicar al Paraguay, fomentando hasta la correría de los indios con armas.

6º) Que reconocida la independencia del Paraguay, se llenaría de Ministros y Cónsules extrangeros, que procurarán envolverlo en cizaña, como acontecía con Buenos Aires, y hasta conquistarlo, si pudiesen.

7º) Que por el contrario incorporándose a la Confederación, formaría una grande nación que impondría respeto a los extrangeros: que la Confederación era muy buena, y que el Gobierno de Buenos Aires no se metía con los Gobiernos de las provincias confederadas: que cada una vivía según sus constituciones y sus leyes.

8º) Que él no reconocía, ni desconocía la independencia de la República, que hacia votos por su felicidad, y para que Dios lo conserve sin admitir extrangeros, que son malas langostas: que su felicidad consistía en tener súbditos de una sola religión, cuando Buenos Ayres tiene la desgracia de verse lleno de templos protestantes, grande daño que hicieron los anteriores salvajes unitarios, haciendo tratados con los ingleses, y que ahora no se podía remediar.

9º) Que a los extranjeros establecidos en el país no se les puede decir nada,ni hacerles cosa alguna, cuando luego reclaman los ministros o cónsules de su nación, de suerte que quieren gozar de mayores ventajas y prerrogativas que los nacionales.

10º) Que los unitarios y el general Rivera intentaron invadir el Paraguay por el interés de seis millones de pesos fuertes que contaban existentes en cofre, y de levantar tropas para conquistar las provincias. (1)

Este «tejido de raridades» estaba fechado el 4 de mayo y constituía un complemento de la nota del 26 de abril. En síntesis contenía las siguientes declaraciones: I – La imposibilidad del reconocimiento de la independencia del Paraguay por parte de la Confederación Argentina, confirmación de la declaración ya expresada en la nota antes aludida. II – Buenos Aires permitiría e1 comercio con el Paraguay bajo pabellón argentino, lo que era una consecuencia de la determinación adoptada por Rosas con relación a la independencia de la república. III – Los Ríos de la Plata y Paraná pertenecían de costa a costa a Buenos Aires, conclusión que permitía a Rosas cerrar a su voluntad la navegación de estas grandes arterias fluviales. IV – E1 Brasil se apresurará a reconocer la independencia del Paraguay una vez que la Confederación la reconociese, para equilibrar los derechos de introducción de sus productos. El Brasil, además, era capaz de perjudicar al Paraguay, fomentando las correrías de indios en territorio de la república. Era la intriga contra el Imperio, que Pimenta Bueno contrarrestó hábilmente en Asunción. El Brasil reconoció la independencia del Paraguay al año siguiente no para equilibrar los derechos de introducción de sus productos sino en función de su política de no permitir el crecimiento del poderío de Rosas y la consiguiente reconstrucción del virreinato del Río de la Plata. En cuanto a las correrías de los indios, conjetura del Restaurador, tenía un fondo de realidad. Durante le gobierno del Dr. Francia, los indígenas del Chaco, con el apoyo de las autoridades de Matto Groso, asolaban con sus incursiones el norte del país, lo que provocó las protestas reiteradas y las reclamaciones del Supremo Dictador. V – La incorporación significaba para el Paraguay la integración en una gran nación. VI – Cada provincia confederada se gobernaba por sus leyes propias. VII – La insinuación de no admitir a los extranjeros. VIII – El gobierno de Buenos Aires no reconocía ni desconocía la independencia del Paraguay. Esta declaración constituía una contradicción con la contenida en la nota del 26 de abril, de no poder prestar Rosas su aquiescencia a los deseos de los Cónsules y del articulo 1º delmemorándum que afirmaba claramente que le era imposible al gobierno de Buenos Aires, en las presentes circunstancias, reconocer la independencia del Paraguay. La manifestación no era sin embargo arbitraria o inconsciente, estaba dirigida a suavizar la mala impresión que necesariamente causaría en el espíritu de los Cónsules la nota del 26 de abril, buscando sembrar la duda sobre la cuestión del reconocimiento. López y Alonso no se dejaron engañar. IX – Los unitarios y el general Rivera intentaron invadir el Paraguay. Era otra intriga para indisponer a la república y separarla de estos enemigos de Rosas.

A la misión Gill sucedió la de Manuel Peña, que fue portador de la nota contestación de la del 26 de abril y de otra relacionada con la adquisición de armas. (2) Los Cónsules respondieron a Rosas el 30 de agosto de 1843, en términos precisos y categóricos, por los cuales el Paraguay ratificaba su decisión de conservar su independencia. «El Gobierno que subscribe, decían López y Alonso, tomó luego en conocimiento la nota de V.E. del 26 de abril del presente año y le ha sido grandemente sensible el observar un resultado que no se esperaba, y que pone en contorción los principios republicanos y la filantropía del gran pueblo argentino», a cuya liberalidad y patriotismo debió su independencia la Banda Oriental, conforme con la voluntad libre y espontánea de los orientales. En el mismo sentido se condujo el gobierno argentino al reconocer la formación de Bolivia. Igual acto de justicia esperaba de él, la república del Paraguay, cuya independencia proclamada y sancionada por el congreso general de octubre de 1813, fue reconocida por gobiernos argentinos anteriores.

«El soberano congreso general de esta República – agregaban los Cónsules – celebrado en 25 de noviembre próximo pasado, no hizo más que ratificar solemnemente, lo que aquella corporación del año trece había declarado y puso además en expediente formal su declaratoria para exigir el debido reconocimiento de nuestra independencia, y abrir su comercio franco con la confederación argentina y con las naciones amigas, que pudieron hacerlo bajo bases concernentes... La República del Paraguay guiada de la experiencia ha venido a confirmar lo que mejor le conviene a su futura suerte. Conoce lo que ella vale, de nadie es émula, ni rival. Ella sola se basta para cuanto quería. Ha mostrado en largo tiempo su moderación y justicia, y será libre e independiente, porque quiere serlo».

No obstante el énfasis y la energía de los párrafos precedentes, el gobierno paraguayo deseaba conservar sus amigables relaciones con el argentino. Un rompimiento con Buenos Aires debía repercutir necesariamente sobre el comercio de ambos países, cuyo trastorno o entorpecimiento sería de consecuencias perjudiciales para el Paraguay. Por otro lado, no se habían agotado aún los medios conciliatorios. De ahí que los Cónsules sin cerrar el camino a posteriores negociaciones y en previsión de cualquiera hostilidad de parte del gobierno argentino, terminaban con las siguientes palabras de prudencia y moderación; «Y mientras pueda arribarse a una resolución razonada más halagante a los designios nacionales de nuestra República, espera el superior Gobierno que por parte del Exmo. Gobierno de Buenos Aires no se opondrá obstáculo alguno al comercio de ambas Repúblicas, ni a sus relaciones amigables, ni al progreso de sus simpatías». (3)

Como el gobierno paraguayo no quería cortar sus relaciones con el argentino, y en la esperanza de que éste tampoco se opondría a ello, el mismo día, 30 de agosto, en otra nota dirigida igualmente a Rosas, solicitaba la adquisición de «3000 tercerolas buenas, 1000 pistolas de caballería de las mejores que hubiese y 4000 sables corvos vaynas de acero de buen temple», ofreciendo en pago «frutos de la tierra a elección del Exmo. Govierno argentino en los plazos que arreglase». Los Cónsules habían tomado esta determinación, de acuerdo con las manifestaciones de Andrés Gill, acerca de la franca voluntad de Rosas de facilitar la contratación del armamento que necesitaba la república, a un precio equitativo, siéndoles, por otra parte, «grato negociar con su gobierno ilustrado, patriota y buen amigo», como el de Buenos Aires. Pedían asimismo la remisión a la vuelta de la goletaRepública del Paraguay, de «1000 tercerolas de buena calidad y 1000 sables latones corvos, vaynas de acero de la calidad preindicada». (4)

No contentos con estas dos comunicaciones, dirigieron otra al ministro Arana, también el 30 de agosto, para agradecerle sus bellos sentimientos y manifestarle que quedaban «placenteros por el buen comportamiento» del comisionado Andrés Gill, quien había expresado «publicamente sus agradecimientos al Exmo. Señor Ministro, bien como al Exmo. Señor Governador de esa», y reconocidos a tan «distinguidos obsequios». (5)

Manuel Peña al igual que Gill mantuvo estrecho contacto con el ministro del Brasil, Duarte da Ponte Ribeiro. El 25 de octubre de 1843 decía éste a su gobierno: «El 21 del corriente llegó a esta capital un Enviado del Paraguay acompañado de dos Adictos o Secretarios, formando una completa Legación, como se intitula, siendo uno de los Adictos hijo del Cónsul López. Este gobierno tuvo noticia anticipada de su venida, le mandó preparar una espléndida casa, una guardia de honor y dos Ayudantes de órdenes para acompañarlo por todas partes. Ayer por la mañana vino a esta Legación con uno de esos Ayudantes (Espía) a visitarme y entregarme la comunicación que los Cónsules me dirigieron, cuya copia tengo el honor de enviar a V.E. Lo recibí con las posibles demostraciones de consideración y estima, no habló del contenido del oficio, ni yo quice abrirlo delante del espía». (6)

En esa misma ocasión Ponte Ribeiro preguntó a Peña si tenia conocimiento de la llegada al Paraguay de un comisionado boliviano, enviado después del reconocimiento de la independencia de la república por Bolivia. Peña quedó maravillado porque ignoraba la noticia. El agente paraguayo expresó a su interlocutor que Gill había informado a los Cónsules que en Olimpo se había presentado un «Diputado del Brasil», a quien el comandante del Fuerte no le permitió seguir viaje como tampoco le recibió la comunicación que traía para los Cónsules, procediendo así en cumplimiento de las antiguas disposiciones de la época del Dr. Francia. El gobierno impartió inmediatamente órdenes para que en el caso de que volviese el enviado imperial se le permitiese pasar y se le recibiese las comunicaciones para Asunción.

Al referirse personalmente a Peña, agregaba el ministro brasileño: «Es hombre como de 50 años. Me parece de más alcance que Gill. Con todo, estoy persuadido que ningún paraguayo entiende lo que es una Nación Independiente; que se contentarán con la libertad de bajar y subir el Paraná hasta Buenos Aires y gobernarse sin intervención extraña. Creo que se amoldarán a que Rosas se encargue también de sus Relaciones Exteriores, hasta que se reúna el Congreso de todas las Provincias Argentinas para organizar la Confederación y decidir sobre el reconocimiento del Paraguay, como les mandó decir por Gill». (7)

Las cosas sin embargo no eran así, comenta José Antonio Soares de Souza (8) El juicio era apresurado. El mismo Ponte Ribeiro se encargó de rectificarlo en notas posteriores. El Paraguay sabia lo que quería y entendía muy bien lo que era una «Nación Independiente».

No se doblegó a Rosas. Se mantuvo firme y así triunfó por sobre las asechanzas del dictador de Buenos Aires.

«El paraguayo no era como suponía Ponte Ribeiro,... era atilado e inteligente», escribe el ilustre historiador brasileño antes aludido. Pronto comprendió el medio en que actuaba. Estrechó sus relaciones con el representante del Imperio para poder comunicarse con su gobierno y escapar de los espías de Rosas.

Peña consultó muy reservadamente con Ponte Ribeiro, por intermedio de un español que había estado en el Paraguay, si por intermedio de la Corte de Río de Janeiro podría hacer llegar con «gran secreto» un oficio al comandante de Itapúa. El ministro imperial le contestó que podría escribir con toda seguridad, «que su comunicación llegaría fiel y rápidamente a su destino».

Ponte Ribeiro no esperó mucho tiempo para rectificar su apresurado juicio del 25 de octubre. Tres días después, al informar sobre la comisión del español, agregaba, refriéndose a Peña: «Este hombre conoce ya lo que tiene que esperar de Rosas y quiere prevenir a su Gobierno. Mucha confianza tiene en el Gobierno Imperial. Dice que los Cónsules han de llevar adelante su independencia y están contemporizando hasta el reconocimiento de esa independencia por los otros Estados vecinos. Aún no habló con Rosas; sabe que está rodeado de espías».(9)

El 11 de noviembre, Peña visitó nuevamente a Ponte Ribeiro, aprovechando que los empleados del gobierno se encontraban en la catedral, con motivo de celebrarse el día de San Martín, patrono de la ciudad. El agente paraguayo habló con «gran confianza». Expresó que pretendían apartarlo de las personas que no sean del círculo de Rosas, para inspirarle recelos de los extranjeros, pero había encontrado el medio de escapar de sus acompañantes, yendo todos los días a misa y salir solo de la iglesia a hacer sus visitas, como en ese día. Manifestó que no tenía carácter de ministro; era sólo un comisionado encargado de entregar a Rosas oficios de los Cónsules, pero que para su gobierno era un agente como cualquier otro, pues «traía hasta el sello de la República». Y como explicación de la falta de categoría diplomática en el desempeño de su cometido, agregó que los Cónsules no querían por entonces chocar con Rosas, mientras que la república no fuese reconocida por los Estados vecinos «y pueda hacer causa común con ellos para resistir a toda tentativa contra su independencia y tranquilidad. Que el Paraguay no teme a la Confederación, pero que por el aislamiento en que ha estado hasta ahora, sería peligroso entrar ya en conflicto con Rosas por no reconocer categóricamente su independencia; sin embargo ha de ser una Nación como otra cualquiera porque tiene casi tanta población como la Confederación y está dispuesta a ser libre». (10)

La declaración de Peña estaba de acuerdo con la moderación de la nota del 30 de agosto, que no excluía la firmeza en cuanto al sostenimiento de la independencia se refería. La prudencia recomendaba en aquellas circunstancias proceder con cautela. El Paraguay no se encontraba en condiciones de afrontar una contienda con Rosas. Necesitaba previamente ser reconocido por sus vecinos con el consiguiente apoyo para defenderse de las agresiones del Restaurador. Ese apoyo encontró en el Imperio del Brasil.

En la misma entrevista hablaron también de la navegación del río Paraguay hasta Cuyabá y de la mutua utilidad que podía resultar de ella y de los limites de ambos países. Peña insistió nuevamente sobre la remisión de su correspondencia con su gobierno. Ponte Ribeiro anotó: «Volvió a pedirme encarecidamente el favor de hacer llegar cuanto antes una comunicación a los Cónsules, pero que fuese con seguridad hasta ser entregada al Comandante de la Frontera de San José o Itapúa». (11)

En Buenos Aires Peña se encontró con Manuel Luis de Oliden, nombrado cónsul de Bolivia en el Paraguay. Este tenía sus dudas de poder llegar a Asunción, no quería padecer las fatigas del viaje sin tener la seguridad de entrar. Peña le manifestó que si tenía «sus diplomas» sería bien recibido, dadas la simpatía y la benevolencia que se tenían en el gobierno paraguayo hacia la república de Bolivia. A este respecto escribía a Carlos Antonio López: «Estan todos en la inteligencia que ni por Olimpo, ni por el Campamento de San José, ni por el Pilar se admiten comunicaciones; y así es que nadie se quiere esponer a un desaire como dicen. Esto lisongea mucho aqui al comun de las gentes, porque así creen que el Paraguay está mas dependiente de esto, y que solo de aqui le podrán ir las necesidades, sin que los extrangeros puedan arribar con sus buques a la República del Paraguay; a mi ver, aunque no lo dicen, nada quieren que se tenga con Bolivia, ni con el Brasil, porq. entonces se vería mejor la independencia del Paraguay, y se estenderia también los frutos paraguayos a ciertas provincias argentinas contiguas a Bolivia, a Chile, y Bajo Perú, quienes tambien participarian de las riquezas dell Paraguay, y del Brasil se podrian sacar otras ventajas. Son los dos Estados q. han reconocido la independencia del Paraguay, que desean, segun veo, comunicación con la República». (12)

La importante comunicación explicaba la conducta de Rosas. Aislado el Paraguay quedaría supeditado a Buenos Aires, de donde solamente podría recibir lo necesario para subsistir. De ahí que la clausura lisonjee «al común de las gentes». La asfixia económica llevaría a la República a la dependencia política. Las relaciones con los países vecinos como Bolivia, Chile y Brasil, fomentaría el desarrollo comercial del Paraguay con el consiguiente acrecentamiento de su riqueza y la consolidación de su independencia. También Peña informaba acerca de sus relaciones con Ponte Ribeiro. El 26 de noviembre anunció a los Cónsules que el ministro brasileño regresaba a su patria y aprovechando la ocasión segura escribió: «el 16 y el 25 del corriente hemos ido a la Quinta de S.E. el Señor Gobernador, y nos ha recibido con mucha distinción y aprecio: asi vivimos y de nada tenemos que quejarnos, por q. lo pasamos muy bien». De Ponte Ribeiro tenía un elevado concepto. «El Señor Ministro dicho – expresaba – es un hombre que se ha portado conmigo, como un hombre verdaderamente de bien, está en esta reputación, y es lleno: se retira al Brasil por asuntos políticos con este Gobierno sobre Montevideo. No sé lo q. sucederá por esto con el Imperio y Buenos Aires, yo me sospecho algo, aunque nada se dice...». Sobre el cierre de la navegación del Paraná comunicaba: «No hay esperanzas de q. vayan de aquí, ni de la Bajada buques de comercio al Paraguay, mientras q. Corrientes se halle, segun dicen, separado de Buenos Aires; no quieren aflojar, y así la cosa va adelante y seguirá lo mismo». (13) El enviado paraguayo iba conociendo las tendencias de la política de Buenos Aires. No se equivocaba. Rosas no cambiará, «seguirá lo mismo».

Peña continuo visitando a Ponte Ribeiro, aprovechando «el pretexto de ir a Misa para escapar de los espías» y el ministro brasileño prosiguió en su empeño de inspirar confianza al agente paraguayo y «prevenirlo contra Rosas». El diplomático imperial informó: «Conseguí perfectamente los fines que me propuse». En la víspera de su salida de Buenos Aires, Peña volvió a entregarle un oficio para su remisión a los Cónsules. (14)

Rosas no se dejó convencer por las razones del Paraguay. Ni la energía, ni la dignidad, ni la circunspección usadas en las notas del 30 de agosto pesaron sobre su espíritu, como para hacerle cambiar de actitud. Estaba resuelto a mantener su política de intransigencia y hostilidad. Nada valían sus palabras de que las armas de la Confederación no turbarían la paz y la tranquilidad de la república, cuando en lo fundamental, negaba a ésta su existencia como Estado libre e independiente. En el mensaje a la vigésima primera legislatura de Buenos Aires, del 27 de diciembre de 1843, ratificaba todo lo que había expresado a los Cónsules en la nota del 26 de abril. En la secciónInterior decía en este documento: «El Gobierno de Paraguay ha solicitado de éste el reconocimiento de la independencia de aquellaProvincia. El de la Confederación siente no haber podido prestar su aquiescencia. Le manifestó con espíritu de fraternal franqueza los gravísimos inconvenientes, y le ofreció enviar y acreditar cerca de aquel Gobierno, luego que se lo permitan las atenciones urgentes de que se halla rodeado, un Agente confidencial, encargado de hacer las explicaciones convenientes a este importante objeto.

«El Gobierno, en testimonio de su amistosa sincera disposición, y de sus vivos deseos por la prosperidad del Pueblo Paraguayo, sintió el placer de asegurarle que cualquiera que fuese la influencia que pudiera producir en el Paraguay la relación de sus poderosos motivos que justifican la resolución del de la Confederación, jamás las armas de ésta turbarán la paz y tranquilidad de aquel país, que le son cordialmente amadas, y en cuya conservación perdurable se interesa intimamente».

En esta forma Rosas hacía pública su negativa de reconocer la independencia del Paraguay. El mensaje lo reprodujo posteriormente elArchivo Americano, órgano del gobernador de Buenos Aires, editado en tres idiomas. (15)

En Montevideo, donde se seguía con fundado recelo e inquietud, la política de Rosas con respecto al Paraguay, no pasó inadvertido el aludido documento y se supo, además, que los enviados de esta república se habían mostrado firmes ante las exigencias del dictador porteño.El Nacional, de aquella capital, al referirse a estos hechos, expresaba: «Habrán leído Uds. en el mensaje de Rosas su declaración de que no reconoce la independencia del Paraguay. La visita que hicieron los ministros de esta República al buque de S.M.B. laPearl acabó de indisponerlos con Rosas, quien ya de antemano estaba muy disgustado con ellos por la firmeza con que habían resistido sus exigencias para una alianza ofensiva y defensiva, que debía empezar por la sujeción de Corrientes, y terminar por la creación de un ejército de observación sobre la frontera del Brasil. El Sr. Peña, ministro del Paraguay refirió secamente esta exigencia a su Gobierno, y la de hacer el puerto de Buenos Aires, canal exclusivo de comercio con el extranjero». (16)

La visita de Peña al buque inglés también llegó al conocimiento de Ponte Ribeiro, quien informó a Soares de Souza, ministro de negocios extranjeros: «El Cónsul General y el Vice Cónsul me escriben diciendo que hay gran indisposición con este Enviado, después que fue a bordo de la Corbeta InglesaPearl, siendo recibido con salva y con la Bandera del Paraguay, acto practicado por el Comandante sin previo conocimiento de Mandeville, que es hoy uno de sus detractores». (17)

El mensaje del 27 de diciembre daba la medida de lo que se podía esperar de Rosas. Su negativa, rompía en esta forma la reserva de este asunto, ventilado hasta entonces dentro del marco reservado de las comunicaciones de gobierno a gobierno, para hacerse pública, en el ambiente internacional de América y Europa. El Restaurador de las leyes había fortalecido su poder con la firma del pacto con el almirante Mackau, el triunfo de Oribe en Arroyo Grande y el fracaso de la intervención anglofrancesa. En consecuencia, su ejército irrumpió en tierras uruguayas, llegando hasta las puertas de Montevideo, con grave peligro de la estabilidad de esta plaza y de la existencia misma de la Banda Oriental. No tenia nada de extraño, entonces, su actitud, ahora pública, acerca de la independencia del Paraguay. Su mensaje era una notificación a los países interesados en la autonomía de estos dos Estados, cuya dominación por parte de Rosas, le daría la hegemonía en la cuenca del Río de la Plata. La declaración de que las armas de la Confederación jamás turbarán la paz y tranquilidad del Paraguay, no podía calmar los justos recelos del gobierno de Asunción, ni los de las naciones amigas, pues el hecho de negarse la Confederación a reconocer la independencia de la república, constituía un abierto desafío, que no podía conducir sino a un estado de guerra, tal como posteriormente ocurrió.

Rosas recurría a estas argucias porque en el fondo no le convenía romper definitivamente con los Cónsules, entregado como estaba, a una lucha encarnizada con sus enemigos. El Paraguay unido con los «salvajes Ferré y Paz y demás cabecillas», podía crear una situación crítica al gobierno de Buenos Aires. No a otro propósito respondía el haber satisfecho el pedido de armas, formulado en una de la notas del 30 de agosto, sin perjuicio de dejar pendiente el reconocimiento de la independencia. Así buscaba dilatar esta cuestión y neutralizar la acción del gobierno paraguayo, valiéndose de declaraciones y de concesiones más o menos ventajosas.

En nota del 29 de febrero de 1844, expresaba Rosas a los Cónsules, que Andrés Gill se había equivocado al manifestar que el gobierno argentino estaba dispuesto a contratar todo el armamento que necesitase el paraguayo, que el ofrecimiento sólo se refería a «los buenos deseos de este gobierno por servir al del Paraguay, respecto a las armas que necesitase y que por este medio en esta plaza pudiesen conseguir para ese gobierno con más ventajas que en otras», y que, por otra parte, dicho negocio no era posible sin la autorización de la Honorable Junta de Representantes de la Provincia. Anunciaba al mismo tiempo, la remisión en la goletaRepública del Paraguay, por intermedio de Manuel Peña, de las 1000 tercerolas, 1000 sables y 1000 pistolas, todas de la mejor calidad. Al terminar retribuía los «sentimientos de su aprecio y consideración, por la benévola preferencia que le ha hecho al dirigírsele antes que a otro Gbno. extraño sobre este particular.» (18)


NOTAS

Tercera Parte

CAPITULO X

l–El Paraguayo Independiente Nº 8, cit.

2– B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 7 Nº 4 Correspondencia enviada por conducto del ciudadano Peña – 1843. Manuel Peña firmó después Manuel Pedro de Peña.

3– A.G.N.A. 3-3-14, Original. El Paraguayo Independiente, cit.

R. Antonio Ramas. La independencia del Paraguay y Rosas-.El País. Asunción, 23 de diciembre de 1944.

4– Ib. Ib. Original

Ramos, art. cit.

5– Ib. Ib. Original

Ib. Ib.

6– A.H.I. Correspondencia Reservada e confidencial do Governo Imperial em 1843 e 1844 – Missão José Antonio Pimenta Bueno, depois Senador, Conselheiro de Estado, visconde e marquez de São Vicente. El paréntesis es del texto.

Peña y compañeros llegaron el 20 de octubre, como está consignado enel Diario de viage de la goleta Nacional, República del Paraguay, y no el 21. B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 10 No 3. El adicto hijo del Cónsul López era Francisco Solano. La delegación partió de Asunción el 6 de setiembre de 1843, a bordo de la goletaRepública del Paraguay y arribó a las proximidades de Buenos Aires. De allí llegó a la capital en dos coches enviados especialmente por Rosas, uno para Peña y otro para el joven López, José Antonio Soares de Souza. Um Diplomata do Imperio (Barão da Ponte Ribeiro). São Paulo, 1952, págs. 253, y 418.

7– A.H.I. Correspondencia cit.

Soares de Souza, Ob. cit., pág. 253.

8– Soares de Souza, ob. cit., pág. 253.

9– A.H.I. Correspondencia cit. Ponte Ribeiro a Soares de Souza. Buenos Aires, 28 de octubre de 1843, Copia.

Por su parte desde Montevideo Santiago Vásquez decía a Florencio Varela, el 13 de enero de 1844: «El agente del Paraguay secretamente desesperado, suspira por salir salvo de Buenos Aires, y lleva a su tierra todo el veneno que naturalmente le ha producido la conducta de Rosas». Gregorio F. Rodríguez. Contribución Histórica y Documental, T. III, Buenos Aires, 1922, págs. 358 a 361. Y desde Río de Janeiro Francisco Magariños también escribía a Florencio Varela el 23 del mismo enero: «Según me escribe Gelly, el comisionado del Paraguay, Peña, tiene buen ojo, y buen juicio. No se dejará engañar pero podrá con su buen juicio someter la fuerza y el poder de las circunstancias?». Ib. Ib. Ib., págs. 284 a 287.

10– A.H.I. Correspondencia cit. Ponte Ribeiro a Soares de Souza. Buenos Aires, 20 de noviembre de 1843. Copia.

Soares de Souza, ob. cit., págs. 254 y 255. (

11– Ib. Ib. Ib.

12– B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 10 No 20. Original. Manuel Peña al primer Cónsul. Buenos Aires, 12 de noviembre de 1843. Entre otras cosas decía además: «Dn. Francisco Solano López se halla muy guapo, y en lo demas va muy bien, se porte como quien es».

13– B.N.R.J. – C.R.B. – I – 29, 24, 10 No 22. Original. Peña a los Cónsules del Paraguay.

Soares de Souza, ob. cit., págs. 262 y 263.

«Era inteligente el paraguayo – comenta este historiador – y comprendió fácilmente las cosas».

14– A.H.I. Correspondencia cit. Ponte Ribeiro a Soares de Souza, 21 de diciembre de 1843. En nota del 19 del mismo decía también el ministro brasileño en Buenos Aires: «Recibi otra comunicación del Enviado del Paraguay (a quien escribí) para remitirla a su gobierno». Ib. Ib.

15-Archivo Americano yEspíritu de la Prensa del Mundo, No. 12, Buenos Aires, 31 de mayo de 1844.

Ramos, art, enEl País cit.

16–El Nacional No1.523. Montevideo, 13 de enero de 1844. Ramos, art. cit.

17– A.H.I. Correspondencia cit. Oficio del 19 de diciembre de 1843. Soares de Souza, ob, cit., pág. 263.

18– A.G.N.A. 3-3-14.

Juan P. Pérez Acosta. López y Rosas. Buenos Aires, 1944, págs, 17, 18 y 19. Ramos, art. cit.

 

 

 

Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)


 


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