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R. ANTONIO RAMOS (+)

  PRESIDENCIA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ - Por R. ANTONIO RAMOS


PRESIDENCIA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ - Por R. ANTONIO RAMOS
PRESIDENCIA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ

 
 
 
 
 
PRESIDENCIA DE CARLOS ANTONIO LOPEZ
 
El 13 de marzo de 1844 se reunió en Asunción un congreso general de trescientos diputados. Ese mismo día sancionó la «Ley que establece la Administración Política de la República del Paraguay» (1) y, al siguiente, designó por aclamación al ciudadano Carlos Antonio López, presidente de la república «de conformidad con la ley fundamental, Artículo primero, Título quinto, y por el tiempo que designa y ordena la misma ley, Título cuarto». (2) El mandato era por diez años.

El nuevo gobierno no se apartó de la trayectoria trazada por el anterior, en cuanto a la política internacional del país. Carlos Antonio López como en el Consulado, defendió con inquebrantable energía los derechos del Paraguay. En la lucha tenaz con Rosas sostuvo con firmeza la dignidad y la independencia de la república.

Uno de sus primeros actos fue comunicar su asunción al mando presidencial al gobernador de Buenos Aires. En nota del 28 de marzo de 1844 decía a Rosas que tenía la satisfacción de poner en su conocimiento que de acuerdo con la ley fundamental sancionada por el muy honorable congreso de la república había sido nombrado presidente de la nación. «Si como miembro de la anterior administración – terminaba expresando Don Carlos – he manifestado mis deseos por cultivar una administración (sic) sincera y franca con el Excmo Gobierno argentino, y con las provincias de la confederación, como Presidente de la República segundaré los mismos sentimientos de buena amistad con V.E. y con los Estados vecinos». (3) Atanasio González fue encargado de poner en manos de Rosas esta comunicación.

El Paraguay abrigaba aun la esperanza de llegar a un acuerdo con la Confederación por los medios pacíficos y conciliatorios. En este orden estaba decidido a agotar los procedimientos hasta donde le permitiesen el honor y la dignidad de la nación. De ahí esta nueva ouverture del primer presidente constitucional de la república con «sentimientos de buena amistad» para los Estados vecinos.

Casi simultáneamente, Rosas contestaba la nota de los Cónsules, ratificando sus puntos de vista acerca del reconocimiento de la independencia, pero, de esta vez, poniendo mayor énfasis y soltura en sus afirmaciones. Decía el dictador de Buenos Aires: «El infrascrito siente sobremanera que los inconvenientes que dedujo relativamente al reconocimiento de la independencia del Paraguay hayan causado a ese Gobierno el pesar que expresa. Muy distante de haber puesto en contorción en su citada nota del 26 de Abril, los principios republicanos, y la filantropía del pueblo argentino, con espíritu de fraternal franqueza consideró en ella este grave y delicado asunto con la detenida y madura circunspección que impone las vitales exigencias de ambos países, su seguridad y bienestar; exigencias que traen en pos de sí la evidencia, de que no el imperio de circunstancias, sino poderosos e invencibles motivos, no permiten aquel reconocimiento».

La Banda Oriental y Bolivia tenían una posición distinta a la del Paraguay. La independencia de estos pueblos hermanos podía admitirse «sin peligrar los grandes intereses de la patria». El gobierno argentino se ahorraría el penoso disgusto de oponerse a los deseos del paraguayo, si pudiese salvar aquellos poderosos e invencibles motivos, dados los fraternales sentimientos que siempre han subsistido entre los dos Estados. «a pesar del largo intercurso de sus relaciones».

«Penetrado de dificultades insuperables, – agregaba – y convencido de que el reconocimiento de la independencia del Paraguay, pondría en eminente peligro la de ambos países, debió manifestar franca y lealmente su juicio, los inconvenientes que ofrece una conseción irrealizable y tan difícil de realizarla, como de conducirla sin gravisimos obstáculos. Con tan noble objeto fue que anunció a V.E. el envío de un agente confidencial encargado de una explicación amigable y fraternal, como medio eficaz que pesaría fuertemente en la ilustración de V.E., y revelaba de un modo inequívoco la disposición en que se halla el Gobierno argentino de que en cuanto penda de él, el comercio, las relaciones de amistad, y el progreso de las sinceras simpatías entre ambos países, no han de ser perturbadas de modo alguno».

A Manuel Peña y sus compañeros se les permitió descargar y vender sus productos, como también transportar los que adquirieron, facilidad que obtendrán todos los negociantes y buques venidos del Paraguay a Buenos Aires, continuándose así hasta que el gobierno porteño «no se vea obligado a disponer otra cosa forzado por las circunstancias de la guerra. Disposición que sólo tendrá efecto mientras permanezcan los enemigos en Corrientes, porque en desapareciendo cesará todo motivo, y podrán venir los buques, como los negociantes, y pasajeros con la misma entera libertad establecida y que sólo ha podido sujetarse a aquella restricción, a consecuencia de la ocupación de Corrientes por los selvajes unitarios». (4)

En este oficio Rosas colmó la medida. Su lenguaje era enérgico y definitivo. Los motivos que tenia para no reconocer la independencia del Paraguay eran poderosos e insalvables. De nada valían sus declaraciones acerca de la disposición del gobierno argentino de no perturbar el comercio, la amistad y el progreso de las simpatías entre los dos países, ante aquellos motivos. El Paraguay, frente a este «ultimátum de oposición», adoptó la conducta que correspondía. Cortó toda negociación con Buenos Aires relacionada con la independencia, resuelto como estaba a defender ésta, sin detenerse en peligros, ni dificultades.

Y no podía ser de otro modo. Las circunstancias exigían firmeza y decisión. Al referirse a la actitud asumida por el gobierno, El Paraguayo Independiente anotaba; «Que era pues lo que convenía hacer?... No había otra política reflexionada, sino la que el Gobierno paraguayo adoptó. Independer de este reconocimiento, no exigirlo más, ni tratar de ello con Buenos Aires, por cuanto no era Sacramento sin el cual peligrase la salvación, y entretanto tomar sus medidas, y habilitarse para cualesquiera eventualidades. Así hizo, así continúa a marchar, y así sustentará el nombre, los derechos, la gloria, y la existencia política del Paraguay, a despecho de cualquiera voluntad, y de toda ambición». (5)

Por su parte Arana acusó también recibo de la nota de los Cónsules, del 30 de agosto, en términos cordiales, como para estrechar más los lazos de amistad, antes que provocar un estado de tirantez o rompimiento. Manifestaba su reconocimiento por los distinguidos sentimientos expresados en la comunicación que contestaba, como por los recuerdos del comisionado Andrés Gill, por las consideraciones que a éste se le había dispensado. Refiriéndose a una falsa noticia recibida a la llegada del mencionado Gill, proseguía; «prueban bien, cuanto es el interés que hay en los salvajes unitarios en que nuestras relaciones de amistad se interrumpan: «No quiera el Cielo que esto suceda» (6)

El 19 de mayo, «mes de América», Rosas contestó la nota del presidente López, del 28 de marzo, retribuyendo los «benévolos y fraternales deseos» y declarando su «vivo perseverante interés en todo cuanto afiance la seguridad, libertad y bienestar del Pueblo Paraguayo y la Independ.a de la Confederacion». (7)

Este documento estaba hábilmente redactado, como para dejar la impresión de que la Confederación abrigaba sentimientos amistosos hacia el Paraguay, hasta el punto de tener vivo interés por la libertad del pueblo paraguayo. Era como para disipar cualquier recelo. Carlos Antonio López no se dejo engañar. Sabía que otro era el pensamiento intimo del gobierno de Buenos Aires. Y ese pensamiento estaba fielmente reflejado en una comunicación confidencial del ministerio de relaciones exteriores, dirigida a Rosas, en la cual se recomendaba que debía excusarse, tanto en la nota oficial como en la carta al presidente López, cualquiera felicitación, porque ello implicaría el reconocimiento si no directo, indirecto del Paraguay, y que, igual tendencia se encontraba en la frase, fraternales deseos, y cuando en la carta «V.E. se clasifica en ella de compatriota del señor López» y se habla «del restablecimiento de las relaciones entre ambos países». (8)

El presidente López contestó simultáneamente, el 9 de julio, las tres últimas notas del dictador de Buenos Aires. En primer término ponía en conocimiento de éste que el comerciante Esteban Ramos y Rubert, con intervención de Esteban Cordal, estaba autorizado a pagar, en la brevedad posible, al gobierno argentino, la suma de 11.999 pesos fuertes con 7 y 1/2 reales moneda metálica, importe de las 1000 carabinas, 1000 sables y 1000 pistolas, remitidos por conducto del ciudadano Manuel Peña, en la goleta República del Paraguay.
Y como Rosas había manifestado que no podía aceptar frutos, en pago de estas operaciones, sin previa autorización de la sala de representantes de la provincia, el gobierno paraguayo declaraba que se abstenía de «aceptar más remisiones de armamentos, y con el presente abono quedará V.E. satisfecho, y este gobierno completamente chancelado con V.E. de aquella suma».

La comunicación no podía pasar por alto la cuestión del comercio por el Paraná y las restricciones que podían perturbar dicho tráfico, con motivo «de la ocupación de Corrientes por los salvajes unitarios». Sería injusto hacer sentir sobre el renaciente comercio del Paraguay los efectos de una lid, en la cual «directa ni indirectamente tuvo jamás parte», al hacer demorar sus buques en los puertos del sur, por las circunstancias de la guerra. El gobierno paraguayo esperaba de la rectitud de Rosas que «no adoptará medidas que tiendan a encoger el comercio de esta República, ni a espantarlo por enteramente extrañas a la política de ambos países, principalmente a la de esta República tan fiel a la amistad de las Repúblicas hermanas, como imparcial en sus cuestiones domésticas». (9)

La comunicación precedente tenía su explicación. En la del 27 de marzo, Rosas había prometido todo y al mismo tiempo negado todo. Prometió que el comercio paraguayo no sería perturbado, salvo que las circunstancias de la guerra le obligasen a disponer otra cosa, con lo cual dejaba exclusivamente a su arbitrio la continuación o no de dicho tráfico.

Esta declaración encerraba un peligro comercial y otro político. Lo primero, porque los comerciantes paraguayos podían, cuando menos esperarse, encontrarse en Buenos Aires con la navegación cerrada, con la consiguiente pérdida de sus intereses o de toda su fortuna. Lo segundo, porque el Paraguay podía quedarse privado de su marina, tanto mercante como de guerra, si el decreto de clausura la sorprendiese en aquel puerto. En previsión de cualquier contingencia, el Paraguay no quiso exponer la fortuna y los buques de sus habitantes. Los hechos justificaron esta precaución. La navegación permaneció cerrada hasta el primero de agosto. Algunos extranjeros que se arriesgaron a viajar, quedaron detenidos en Buenos Aires. No sin razón «nuestro Gobierno deseaba la entera franqueza comercial, pero leal y segura y no lazos que detuviesen o arruinasen la industria y riqueza de sus ciudadanos. Su nota del 9 de julio se dirigía a obtener una garantía cualquiera que ministrase alguna seguridad, y que pudiese orientar la marcha comercial y política. Antes de obtenerla no podía considerar la navegación sino como de hecho cerrada». (10)

El decreto del 1º de agosto de 1844, del gobierno de la Confederación, permitía a los buques argentinos de cabotaje, llevar y traer cargas del Paraguay, bajo fianza de no tocar los puertos de Corrientes, tanto de ida como de vuelta, mientras esta provincia estuviese ocupada por los Salvajes Unitarios. La disposición se refería solamente a buques argentinos, no alcanzaba de consiguiente a los paraguayos, los cuales aún después del decreto referido continuaron detenidos. (11)

Rosas contestó la nota del 9 de julio el 3 de octubre siguiente, manifestando su satisfacción por el reconocimiento de la rectitud del gobierno argentino y por la confianza de que éste no adopte medidas tendientes a perjudicar el comercio paraguayo. Lejos estaban de la administración argentina las «ideas innobles, inamistosas y mezquinas». Las restricciones temporales que adoptó contra dicho comercio, en uso de su derecho sobre la navegación del Paraná, fueron impulsadas por la injusta guerra provocada por los salvajes unitarios y los extranjeros. «No son a ella debidas las dificultades que hayan podido obstar al progreso y libertad de aquel comercio, sino exclusivamente a las calamitosas circunstancias de aquella cruel y obstinada guerra...». (12)

Todos los inconvenientes para el franco desarrollo del tráfico surgieron, a estar por estas manifestaciones, a causa del conflicto de Corrientes con Buenos Aires, en el cual el Paraguay nada tenía que ver. Pero el pensamiento real de Rosas, reiterando la negativa de reconocer la independencia de la República, estaba expresado en otro parágrafo de su comunicación. Decía el dictador porteño: «La introducción en esta de los frutos de ese país, atendida la circunstancia de haberse declarado independiente, y expresado su voluntad de constituirse en una república, extranjera para la Confederación Argentina, seria un justo titulo para que en el adeudo de los derechos fuese considerado como la de cualquiera otro Estado; y en consecuencia de la política benefactora de este Gobierno ha acreditado a V.E. en todos sus actos administrativos, y a la protección distinguida que dispensa al comercio paraguayo; no habiendo reconocido la independencia de ese país, son considerados sus frutos con esa generosa fraternal benevolencia, V.E. podrá apreciarla por la adjunta planilla. Observará por ella que a la par que se demuestra la notabilísima diferencia de que gozan en los derechos de aduana respecto de los de la misma especie que se introducen de otras partes; resalta por dicha planilla sobrada luz respecto del gran vacío que dejan en las rentas dichas deferencias. Tan lejos pues, este Gobierno de espantar de esta República el comercio del Paraguay, lo halaga con goces, cuyo beneficio aleja cualquiera desventaja hacia él relativamente a la concurrencia de los mismos artículos procedentes de otras partes». (13)

La posición de Rosas era clara. La protección y la generosa como fraternal benevolencia dispensadas al comercio paraguayo, estaban fundadas en que la Confederación no había reconocido la independencia de la república. En otros términos, las ventajas otorgadas a ese comercio descansaban en el hecho de que el gobierno de Buenos Aires consideraba al Paraguay como una provincia argentina. Semejante pretensión constituía una ofensa para el Paraguay y el presidente López no podía admitirla, dispuesto como estaba a sostener la independencia por todos los medios. (14) La actitud de Don Carlos recuerda la del Dr. Francia que cortó toda comunicación con Matto Grosso, porque, entre otras cosas, los portugueses fomentaban el intercambio comercial considerando todavía a la república como provincia española. (15)

En agosto de 1844 llegó a Asunción, José Antonio Pimenta Bueno como representante del Imperio del Brasil. Desde un principio sus relaciones con el presidente López fueron cordiales; no tardó en merecer la confianza del mandatario paraguayo. Don Carlos no le ocultó la política de Rosas y a su vez el diplomático imperial no dejó de apreciar esta distinción, que venía a favorecer el desempeño de su misión, cuyo objeto fundamental era reconocer la independencia del Paraguay y evitar que la república cayese bajo la hegemonía de Buenos Aires.

El agente brasileño supo sacar ventajas de sus relaciones con el presidente, influyendo que éste tomase ciertas decisiones en su lucha con Rosas por la independencia. El 8 de octubre de 1844 decía a Ernesto Ferreira França, ministro de negocios extranjeros del Imperio: «Rosas unas veces abre la navegación del Paraná y otras la cierra, y de nada previene al Gobierno de esta República, al que se limitó en decir que conservaría abierta tal navegación, siempre que alguna ocurrencia no le obligase a cerrarla, esto es, cuando quisiese.

«Al mismo tiempo que su procedimiento es tan caprichoso Rosas quiere agradar a este Gobierno. De una conferencia mía con el Presidente resultó la deliberación de no dejar arribar del Pilar un Agente Confidencial que aquél trata de enviar, y de admitirlo solamente si trajese carácter público y autorización para el reconocimiento de la Independencia. Pensando que mi estada aquí despertará la atención de Rosas, mucho estimé conseguir esa deliberación, que evitará intrigas y manejos argentinos». (16)
Sin duda que la presencia de Pimenta Bueno en Asunción llamó la atención de Rosas y no escapó al Restaurador la influencia que llegó a tener en el gobierno paraguayo, neutralizando las intrigas argentinas contra el Imperio del Brasil. Pimenta Bueno, inteligente y hábil, paró como en el caso referido en su nota, las pretensiones de Rosas. Su contacto personal con el presidente López le daba una ventaja indudable sobre las maquinaciones del Restaurador. Por otro lado, el enviado prometido nunca se presentó.
En esta época las relaciones del Paraguay con Corrientes llegaron a un estado de tirantez, sin existir un motivo fundamental para que así fuese, sobre todo teniendo en cuenta la amenaza de Rosas que pesaba sobre ambos. El gobierno de Corrientes que «manifestó deseos sinceros de entenderse con la República, y restaurar la armonía, y buena inteligencia recíproca» inició nuevas negociaciones que culminaron con la convención del 2 de diciembre de 1844, reglamentando el derecho de visita, que no se extenderá a los buques de cualquiera de los gobiernos, ni tampoco a los barcos mercantes comboyados por navíos de guerra; estableciendo que la bandera enemiga, una vez aprehendida por uno de los dos Gobiernos, no perjudica la propiedad de los ciudadanos del otro; y que la bandera de uno, en caso de visita, cubre y salva la propiedad del beligerante, toda vez que no sea contrabando de guerra. Como consecuencia del acuerdo, el presidente López revocó el decreto del 14 de octubre, restableciéndose las comunicaciones y relaciones comerciales con Corrientes. (17)

Pimenta Bueno seguía atentamente el desarrollo de los acontecimientos. Conferenciaba frecuentemente con Carlos Antonio López, con quien dialogaba sobre las relaciones con Rosas. El presidente confiaba en el diplomático imperial; encontró en él a un amigo dispuesto a defender los derechos del Paraguay. Le transmitía las informaciones confidenciales y escuchaba sus consejos. Pimenta Bueno escribió a su gobierno: «El Gobierno Argentino que ora consiente y ora prohibe a la República del Paraguay la navegación del Paraná hasta Buenos Aires, ha cerrado últimamente esa navegación hasta que por los decretos del 1º y 4 de agosto, que adjunto en copia, – en uno de los cuales el Paraguay es tratado como Provincia – la abrió provisoriamente.

«Como Corrientes apresase las embarcaciones argentinas que subieron por efecto de dichos decretos, el Presidente de esta República teme que la navegación sea de nuevo cerrada y que este país tenga que sufrir una vez más el grave daño, que ya estaba sufriendo. Este temor ya se tuvo en vista cuando se negoció con Corrientes la convención, que en oficio Nº 31 transmití a V.E., y por eso se procuró removerlo, firmando garantías que alejase toda protesta de Rosas; y como se obtuviesen, me manifestó el Presidente la intención de dirigirse desde ya a aquél comunicándole dicha convención, para ver qué resultado obtiene o por lo menos conocer en toda la extensión el pensamiento de aquel Gobierno». (18)

En la entrevista, la conversación continuó sobre el mismo desarrollo y el estado de las relaciones con Rosas. «...hablamos – informó Pimenta Bueno – sobre las intenciones hostiles de Buenos Aires, su oposición a la independencia de la República, su pretensión de dominar exclusiva y soberanamente el Paraná y en verdad hacer de esa navegación un medio, un arma de opresión para el Paraguay hasta crear partido que por amor a ella prefiera a la Confederación, y trabaje a su favor hasta con tentativas revolucionarias». El representante brasileño ofreció expresar su pensamiento sobre la redacción de la nota a remitirse a Rosas, lo que el presidente López aceptó con gusto.

Pimenta Bueno pidió entonces a su interlocutor que le pusiese al tanto de la cuestión relativa al reconocimiento de la independencia y de la navegación para poder orientarse convenientemente. Don Carlos accedió al pedido y entregó al diplomático imperial las notas originales del gobierno argentino y los testimonios de las suyas, cuyas copias transmitió éste a su Corte.... «son importantes, – anotaba – revelan la Política Argentina, servirán para instruir reservadamente a nuestro Ministro en Buenos Aires y sobre todo porque esclarecerán las vistas de nuestro Gabinete sobre esta República». (19)

No pararon aquí los informes de Pimenta Bueno y agregó algunos esclarecimientos que obtuvo en la conferencia. Proclamada la independencia, el gobierno del Paraguay dirigió una nota al de Buenos Aires, parecida a la que envió al gabinete brasileño, pidiendo el reconocimiento. Rosas respondió declarando formalmente su oposición a la independencia paraguaya por amenazar la existencia de la Confederación, siendo por lo tanto una dificultad insuperable. Al comisionado Andrés Gill se instruyó de los motivos transcendentes que imposibilitaban al gobierno argentino a dar su aquiescencia, a saber: la conveniencia de integrar una nación respetable y no formar pequeños Estados; la conveniencia igualmente de un sistema de política uniforme en el Río de la Plata. Rosas previno también de «que el Brasil por su Política hostil a Buenos Aires y por sus intereses particulares y contrarios a la Confederación tiene que reconocer luego la independencia, pero que el Paraguay no se engañe, y atendiese, que siendo los productos del Brasil semejantes al de este País, no podría concurrir con el Río de la Plata, desde que fuese miembro de la Confederación y por tanto tuviese que pagar derechos mucho menores». El ministro brasileño mencionó luego la respuesta de los Cónsules del 30 de agosto y la réplica de Rosas del 27 de marzo de 1844, en la que éste confirmaba «definitivamente su oposición y prometiendo de nuevo enviar un Agente Confidencial para agregar de viva voz otros insuperables obstáculos, que subsisten contra tal independencia. Es de creer – comenta seguidamente Pimenta Bueno – que esas revelaciones que no se confiaron a lo escrito, se refieran a nuestra política». Otra correspondencia no hubo sobre semejante particular. Como el gobierno argentino permitió la venta de algún armamento al Paraguay, tal vez por esperar una lucha entre este país y Corrientes, o con el Brasil por la cuestión de limites; y como en el oficio de Buenos Aires al respecto de ese armamento se dice que Rosas «se veia forzado a cerrar la navegación del Paraná», el gobierno del Paraguay respondió con la nota del 9 de julio de 1844, «que hasta ahora no tuvo respuesta». (20)

En este estado de la conferencia, Pimenta Bueno ofreció al presidente López la «minuta» que éste aceptó y «que va a expedir a Rosas. Aguardaremos el resultado», agrega el diplomático imperial. El resultado fue definitivo, porque Rosas con su lenguaje agresivo provocó la palabra también definitiva del Paraguay.

Al dar cuenta de la importante entrevista, Pimenta Bueno emitió el siguiente juicio; «A la vista de lo que tengo expuesto, del contexto de las notas de Buenos Aires y de los demás datos que se tienen en esa Corte, queda claramente manifiesta la Política Argentina, Política de ambición y de celo contra el Brasil. Rosas quiere incorporar a la Confederación no sólo Montevideo sino también Tarija y la República del Paraguay, monopolizar la navegación del Paraná y si lo consigue, aún cuando no incorpore al Uruguay, hará de Buenos Aires el emporio general del comercio de todos estos extensos ríos y de estos dilatados y riquísimos territorios, hará de Buenos Aires una ciudad importantísima, rival de nuestra Corte, y si lo lograse, no sólo rival sino preponderante en la Política de América del Sur. Será nuestro enemigo constante, ya por la propagación de las ideas republicanas, ya por el odio a nuestro poder e interés en debilitarlo». Y al referirse a la navegación del Paraná y Río de la Plata, afirmaba; «Parece pues que nuestro Gabinete debe empeñarse en libertar esa navegación y que el mejor de los medios sea la independencia del Paraguay». (21)

El presidente López, tal como le había prometido a Pimenta Bueno, remitió a Rosas la «minuta» que el diplomático imperial le había presentado en la última entrevista, traduciéndola fielmente al español. (22) La nota estaba fechada el 26 de diciembre de 1844. (23) En ella se comunicaba al gobernador de Buenos Aires que las negociaciones felizmente entabladas con Corrientes, pusieron término a las cuestiones surgidas con esta provincia, con la celebración del convenio del 2 de diciembre, que no sólo consultó los intereses comerciales del Paraguay sino que prestó también especial atención a las propiedades y comercio argentinos, «él establece la más sólida garantía contra todos los inconvenientes, que pudieran perjudicar la libertad de tan útil comercio...» Allanadas así las dificultades, el gobierno argentino será el primero en concordar en franquear las relaciones comerciales entre los dos países, tan vantajosas a su amistad, riqueza y prosperidad. En consecuencia el Paraguay solicitaba de Rosas: 1º) el cumplimiento de la promesa de que al Paraguay pueda ejercer su comercio con Buenos Aires sin el peligro de que sus productos y buques sean allí detenidos o represar con gravísimo perjuicio de las fortunas; 2º) negociar entre los dos gobiernos un convenio semejante al del 2 de diciembre con disposiciones similares que consulten las conveniencias mercantiles de los dos Estados. (24)

El oficio terminaba con estos cordiales términos: «Es por tanto en el intuitu de estrechar los lazos de las simpatías, amistad e intereses de los dos pueblos hermanos en la firme esperanza del cumplimiento de las promesas de V.E. y en la precisión y deseo de un porvenir fecundo en recíprocas ventajas, que el infrascrito se dirige a V.E., y que espera que, distrayéndose un instante de sus tareas administrativas para atender a este asunto de tanta monta, le haga la honra de dar una contestación, que él espera breve y satisfactoria, porque será fruto de la justicia e ilustración del Gobierno argentino, y retribuirá los sentimientos de fina amistad y alta consideración, de que el infrascrito se halla animado para con V.E., y de los vivos y ardientes deseos y votos por la gloria y prosperidad, tanto de la administración como de la persona de V.E.» (25)

No obstante los términos correctamente diplomáticos y los sentimientos de fina amistad expresados por el presidente López con el objeto de llegar a un acuerdo decoroso que contemplase las ventajas de un comercio reciproco, la nota del 26 de diciembre no satisfizo a Rosas. Antes bien, sirvió como estímulo a sus pasiones. El Restaurador no pudo contener la violencia de su temperamento. Las medidas incontroladas se sucedieron contra el Paraguay, mientras en Palermo se esperaba el momento de contestar al mandatario paraguayo. El 8 de enero de 1845, por «un decreto de exterminio y muerte contra las aguas del Paraná, y contra los elementos de industria, de civilización y riqueza de los pueblos», Rosas prohibió la salida de barcos de los puertos de la Confederación con destino a Corrientes y el Paraguay, como también la entrada en los mismos de las embarcaciones de idéntica procedencia. «Esta declaración de guerra mercantil dejaba aún una puerta abierta al comercio del Paraguay por Itapúa, Villa de la Encarnación, y era el Río Uruguay». El Restaurador se valió entonces de Oribe, «su fiel aliado o confederado», para que éste a su vez dictase otro decreto similar al del 8 de enero, once días después, por el cual quedaban también cerrados los puertos del Uruguay para Corrientes y el Paraguay. Pera los productos paraguayos podían entrar en la Confederación por el lado del Brasil y apenas aparecieron por esa vía, Rosas se apresuró a lanzar otro decreto, el 6 de abril, de más amplio alcance que los anteriores, prohibiendo la introducción de productos paraguayos por cualquier vía que fuese, debiendo hacerse volver a los buques que traigan carga de esa procedencia sin permitirles desembarcar cosa alguna. (26)

Las resoluciones dejaban al descubierto la política de Rosas, que era de hostilidad y no de benevolencia como diplomáticamente expresaba en sus comunicaciones. Los sentimientos fraternales no pasaban de las palabras. El Paraguayo Independiente, en irónico y duro lenguaje, comentó: «Para alejar todo motivo que pudiera turbar las amistosas relaciones con la República del Paraguay, el benévolo y amigable Gobierno de Buenos Aires le hace la fina guerra de constituirla en riguroso bloqueo. Un individuo particular, que tuviese, no diremos decoro, pero sentido, no sería capaz de decir, cuanto más practicar, acto tan cómico y ridículo». (27)
En el Paraguay no se tuvo pronto conocimiento de los decretos aludidos. Mientras tanto Pimenta Bueno continuaba sus contactos cordiales con el presidente López. Este le confirmó su resolución de no permitir pasar de Villa del Pilar al agente confidencial que Rosas prometió enviar, salvo que viniese provisto de los poderes para reconocer la independencia. Este agente que vendría para explicar oralmente «las razones poderosas e indeclinables» que se oponían a ese reconocimiento, podría tratar de intrigar a la misión brasileña «y crear el partido federal», lo que al diplomático imperial le parecía todavía imposible conseguir. (28)

En el mismo oficio, Pimenta Bueno comunicó a su gobierno que el presidente López le confió también las razones secretísimas» que el gobierno argentino tuvo en cuenta para no reconocer la independencia del Paraguay. No obstante manifestar que era ocioso cualquier comentario sobre ellas, escribió: «Son verdaderamente características semejantes razones, que proporcionan una flaca idea de la ilustración de aquel gobierno, sino resaltase el pensamiento que lo dominó, cuando tales ideas de ese modo insinuaba y redactaba. El se engañó sin embargo, miserablemente, suponiendo hallar todavía en el Paraguay la política de Francia y los prejuicios populares que le rodeaban sin modificación, sin alcance y sin vista alguna penetrante. El actual gobierno, a la par del sistema que sigue, tiene más ilustración de lo que aquél pensaba; él se rió de las secretísimas razones.» (29)

Para Pimenta Bueno constituía un éxito las revelaciones que le hacía el presidente López, lo que le permitía tener al corriente a la Corte de San Cristóbal de las intenciones de Rosas con respecto al Paraguay. Su misión se veía facilitada en esta forma por la indudable confianza que le dispensaba Don Carlos. Una prueba evidente de este éxito y de esta confianza era el habérsele proporcionado una información confidencial y de tanta importancia como las «razones secretísimas». Pero él se hizo digno de este trato del presidente por se conducta amistosa y por su actitud a favor de la causa del Paraguay. Carlos Antonio López comprendió la importancia de esta amistad, fortalecida por la común decisión de contrarrestar la política hegemónica de Rosas. Pimenta Bueno tenía un juicio favorable del gobierno paraguayo, su concepto testimoniaba fehacientemente la solvencia intelectual y la capacidad de la administración de la república.

A los decretos del 8 y 17 de enero siguió la contestación de Rosas a la nota del 26 de diciembre, Sus palabras reflejaban el estado de espíritu del Restaurador, quien no ocultó su irritación ni se valió de eufemismos para fijar su posición. (30) Luego de apreciar altamente los sentimientos de justicia del gobierno paraguayo al reconocer la rectitud y la amistad del argentino; de manifestar que nadie más que el gobierno de la Confederación se ha condolido de la situación del Paraguay, al abrir la navegación del Paraná, favoreciendo de este modo el comercio de la república, «con grandes ventajas en el pago de derechos de aduana»; que los buques argentinos con cargamentos para el Paraguay sufrieron «la depredación escandalosa» de los «salvajes unitarios de Corrientes»; que el gobierno paraguayo desestimando esta «bárbara y sin igual tropelía... se resolvió a negociar con ellos un arreglo tan depresivo del comercio y dignidad de los pueblos confederados» e inesperado después de la «tan probada y costosa benevolencia» de Rosas; (31) declaró enfáticamente que el gobierno argentino veía en ese arreglo un desconocimiento de su política amistosa y fraternal con el Paraguay, un favor a los enemigos de la paz pública, un amparo a las expoliaciones de las propiedades argentinas, un estímulo a la rebelión, una apropiación infundada del dominio exclusivo de la neutralidad ofrecida por el Paraguay, en fin, una conducta agresiva contra los derechos de la Confederación. (32)

El decreto del 8 de enero será cumplido puntualmente, mientras no se deje sin efecto el convenio del 2 de diciembre, «tan injusto, ofensivo y perjudicial».

A continuación se extendió en consideraciones sobre las razones por las cuales Corrientes no podía celebrar pacto alguno de acuerdo con el tratado del 4 de enero de 1831, firmado entre las provincias argentinas, y, de consiguiente, «el Excmo. Gobierno del Paraguay, cualquiera que sea su capacidad política; no ha podido tratar con aquella refractaria administración, sin faltar a las consideraciones que le imponen las leyes orgánicas» de la Confederación.

Rosas terminó su respuesta con esta clara manifestación: «En cuanto a negociarse entre ambos Gobiernos una convención por la cual se adopten en todo o en parte las mismas disposiciones del convenio celebrado con los salvajes unitarios de Corrientes o principios semejantes, que consulten adecuada y discretamente las conveniencias mercantiles de ambos países, V.E. no desconocerá, que siendo equívoca para la Confederación, la posición política del Paraguay, no hay medios convenientes y discretos para ligar por ahora aquellas conveniencias, de otra manera más eficaz, que la que estableció la política benévola y pacífica del infrascrito, desde que se abrió la correspondencia entre ambos países, y que este es un asunto complicado y delicado que corresponderá tratarse y considerarse bajo todas sus circunstancias con el comisionado que este Gobierno ha ofrecido mandar cerca de V.E.» (33)

La nota de Buenos Aires evidenció, una vez más, la política de Rosas, satisfaciendo con claridad lo que de ella se esperaba. El Restaurador ratificó el derecho exclusivo de la Confederación sobre la navegación del Paraná, el cierre de esta navegación, la promesa de enviar un comisionado y que las facilidades dadas al comercio paraguayo respondían a que la Confederación consideraba al Paraguay como provincia argentina. Esta política benévola y pacífica, en el lenguaje de Rosas, era la única manera de poder ligar los intereses de los dos países. A esto se debe agregar que la respuesta estaba dirigida «Al Excmo. Gobierno del Paraguay», si bien que Carlos Antonio López había remitido la nota del 26 de diciembre en su carácter de «Presidente de la República del Paraguay». Esta expresión no fue usada una sola vez en el oficio de Buenos Aires, lo que se explicaba por la negativa sostenida por Rosas.

Pimenta Bueno, a quien el presidente López informaba de sus relaciones con el Restaurador, al comunicar a Ferreira França la respuesta del gobernador de Buenos Aires, comentó: «Haré notar sólo que Rosas no contento con los antecedentes declara formal y definitivamente al Paraguay que no hay arreglo ni inteligencia alguna posible sin que entre en la Confederación Argentina! Este ultimátum consignado en la conclusión de su respuesta, fue repetido además verbalmente, en una forma todavía más ruda y terminante, al corresponsal de este Gobierno, como éste expuso en su informe...» (34)

El corresponsal a quien se refería el diplomático imperial era Esteban Cordal. En la entrevista en que Arana entregó a éste la comunicación para el gobierno paraguayo, mostrándose «más franco y placentero», el ministro de Rosas expresó: «...que la presente nota oficial era larga y que en ella esplanaba perfectamente al Señor López el yerro en que había caído haciéndole ver con suavidad y dulzura punto por punto los defectos y consecuencias del convenio celebrado. Que el Señor López no era estraño que con la mejor buena fe hubiese caido en el lazo que le habian tendido sus enemigos. Que no estando los paraguayos instruidos suficientemente en el derecho a cada instante se les habia de ofrecer estos desaciertos que por lo tanto ni debian ni se les podia otorgar la independencia, porque siendo todos ciegos ninguno podria guiarlos al camino de la felicidad. Que si permitian la entrada a los estrangeros verian pasar a sus manos inmediatam.te sus mejores posesiones, todo su comercio y hasta sus mismos beneficios de yerba. Que era preciso desengañarse que los inmensos caudales de los estrangeros todo lo absorvian y que los americanos no podian hacerles oposicion». A esta altura de la conversación, Cordal preguntó al ministro «sino habria algun medio ó recurso de conciliar la Independencia del Paraguay con el bien estar de ambos paises». Arana contestó «terminantemente que no habia medio que los estrangeros ya habian conseguido segregar de la República argentina los Estados Oriental y de Bolivia, que su objeto era reducir todo a pequeños Estados con el objeto de obtener la influencia, y que era preciso formar una nacion grande que se hiciese respetar de todos, y en particular de las astucias y perfidias del falso imperio brasileño. Que el Paraguay estaba en un rincon y sus habitantes en un gran atraso que lo que les exigia Buenos Ayres es (sic) las relaciones esteriores que no son capaces de sustentar que las provincias son libres que por lo demas los envolverian como a niños».

Nuevamente Cordal interrumpió al ministro para decirle «si el Imperio toleraria el que el Paraguay fuese provincia argentina y si no tolerándolo seria mejor un arreglo provechoso, para ambos». Arana respondió categóricamente: «No Señor...; el Imperio quiere que el Paraguay sea independiente, no quiere un competidor de sus producciones y quieren lo que ya debimos haber hecho, que es nivelar los frutos del Paraguay en los derechos a los del Imperio, pero no hay medio el Paraguay no puede ser independiente».

El corresponsal del presidente López terminó su comunicación, expresando: «Como viese al Señor Ministro tan distante de la verdad tan ageno de los verdaderos talentos de V.E. y de los Paraguayos, y distante de la razon tomando un pretesto civil corté la conversacion y me despedi de S.E. quien sino fuese seguramente por la costumbre que al hablar tiene de cerrar los ojos, quizá para escucharse hubiese conocido mi incomodidad». (35)

Pimenta Bueno informó además que tuvieron otros esclarecimientos por intermedio de Aramburú que fue portador de la respuesta de Rosas y de las cartas de Cordal. Aramburú agregó que «todo hace creer que habrá guerra infaliblemente para compeler al Paraguay a entrar en la Confederación, luego que Rosas se encuentre desembarazado de la lucha en la Banda Oriental; que todos sus partidarios hablan con estudiado desprecio respecto del Brasil; que Arana recomendó a esta República no fiarse de la política, que califica pérfida y traidora del Brasil; y finalmente, que nada, absolutamente nada se debe esperar sino hostilidades infalibles». (36) Tanto Rosas como Arana no perdían la oportunidad de intrigar al Brasil. A su vez Pimenta Bueno no descuidaba en Asunción trabajar contra las pretensiones de Buenos Aires. La respuesta de Rosas, por lo categórica y terminante, no daba lugar a dudas. Cordal por su parte con sus informes, también categóricos y terminantes, confirmó la posición del gobernador de Buenos Aires. El Paraguay no podía vacilar. El presidente López asumió la actitud exigida por las circunstancias para salvaguardar la integridad comprometida de la república. Pimenta Bueno escribió: «Por estas circunstancias, la proscripción del comercio paraguayo de todos los puertos de la Confederación, la jactancia con que Rosas en su mensaje y demás actos públicos trata al Paraguay, considerándolo como Provincia Confederada, y por último la guerra que de hecho está en ejecución, llevaron al Presidente a responderle en fecha 28 de julio último». (37)

En el extenso documento, el presidente López hizo una defensa vigorosa de los derechos del Paraguay, refutando todas las razones aducidas por Rosas con motivo de la celebración del convenio del 2 de diciembre que dio lugar a los cargos formulados por el gobierno de Buenos Aires. «En suma esta República – decía – no se apartó de su neutralidad; ella no fue, como se piensa, seducida y complicada en las redes alevosas, que le hubiesen tendido los intitulados salvajes unitarios; posee bastante conocimiento de sus derechos e intereses, y no se gobierna por dictámenes ajenos; juzga sí injurioso que se hiciese un juicio tan despreciador de su inteligencia, resolución y energía». (38)

Así como Rosas sintetizó la firme orientación de su política en la parte final de su nota del 22 de marzo, Carlos Antonio López fijó también la posición definitiva del Paraguay en los últimos párrafos de su respuesta. «Con efecto – expresaba – habiendo este Supremo Gobierno propuesto a V.E. entrar en una negociación semejante, o cualquier otra que asegurase las recíprocas relaciones comerciales de los dos Estados, como alta y clamorosamente exigen el interés real, justo, y el respeto debido a los derechos de los pueblos, V.E. responde que no hay ningún otro medio, o convenio que no sea el indicado por su Gobierno, desde que abrió la correspondencia entre las dos administraciones. Esto claramente quiere decir que el recurso único es hacer el Paraguay parte de la Confederación, como V.E. indicó, y continúa a pretender.

«A este respecto – agregó categóricamente – conviene que la República del Paraguay de a V.E. un ultimátum inmutable, que le dispensará del incómodo de enviar a su comisionado particular, y es que, si se trata de una confederación voluntaria, y nacida de la libertad y adhesión legítima de esta parte de la América, es ocioso hablar de eso, pues que ella decidida e irremediablemente no quiere: si se trata de confederación no por principios legítimos, sino por la arrogancia de la violencia y fuerza, es bueno atender que el siglo de las conquistas ya pasó.

«El Paraguay conoce lo que puede y vale; él juró su independencia, renueva anualmente su juramento, sus hijos aman su tierra, que para ellos es sagrada. El Pueblo paraguayo es inconquistable, puede ser destruido por una gran potencia mas no será esclavizado por ninguna.

«En estos términos son escusadas ulteriores contestaciones: es además injurioso proponer a un pueblo que abdique su nacionalidad y existencia política». (39)

Con esta comunicación toda correspondencia con Buenos Aires quedó cortada. El firme lenguaje del presidente López opuso una valla infranqueable a las pretensiones de Rosas. La arrogancia del Amo de Palermo se detuvo ante la decisión del Paraguay.
El mismo 28 de julio, el presidente López dictó un decreto por el cual se ordenaba que en todos los documentos oficiales se usase la salutación patriótica; |Viva la República del Paraguay! | Independencia o Muerte! (40) Era la expresión del sentimiento nacional, que sería sostenido hasta el sacrificio, porque el Paraguay había decidido irrevocablemente su destino. El uso de la «salutación patriótica» inició la nota del 28 de julio.

Pimenta Bueno informó a Ferreira França: «Esta contestación rompe toda ulterior correspondencia entre los dos Gobiernos; su lenguaje enérgico y terminante ha de exitar, sin duda alguna, nuevos furores, y, sobre todo, porque contradice radicalmente las ambiciosas vistas de Rosas». (41)

Con su comunicación, el diplomático imperial remitió ejemplares de El Paraguayo Independiente, desde el número 8 al 16, en los cuales se publicaron los documentos relativos a la correspondencia cambiada entre el gobierno paraguayo y Rosas, hasta la última respuesta del presidente López. Este periódico – agregó Pimenta Bueno – «también ha de exacerbar la imaginación orgullosa del Conquistador del Río de la Plata y desvirtuar ante los Ministros Extranjeros los embustes que allí emplea para persuadirlos, que tiene influencia y facilidad de llamar así a este País (provincia). Cualquiera que sea, sin embargo, su conducta, ella no admirará, ni será inesperada». (42)

El presidente López comprendió que la hostilidad del Restaurador no podía ser contestada sino con igual hostilidad. El Paraguay tuvo que romper su tradicional sistema de prescindencia y lanzarse a intervenir en las apasionadas luchas políticas del Río de la Plata; entró en negociaciones con las provincias y Estados vecinos, en busca de apoyo y alianzas, ofreciendo su colaboración para neutralizar el poder agresivo de Rosas. Sólo la guerra puso término a ese poder. Caseros liberó a la Confederación Argentina de la tiranía y permitió la consolidación de la independencia del Paraguay.
 


NOTAS

1. Actas de las sesiones de los Congresos de la República, desde el año 1811 hasta la terminación de la guerra. Asunción, 1908, págs. 48 al 52.
2. Ib. Ib. Ib., pág. 53.
3. A.G.N.A. 3-3-14. B.N.R.J. – C.R.B.I. – 29, 24, 7 Nº 5. Pérez Acosta, ob. cit., pág. 30.
4. A.G.N.A. 3-3-14. El Paraguayo Independiente Nº 9. Ramos, art. cit.
5. El Paraguayo Independiente Nº 9. Ib. Ib.
6. A.G.N.A. 3-3-14. Pérez Acosta, ob. cit., pág. 15.
7. Ib. Ib. Ib. Ib., págs. 31 y 32.
8. Ib. Ib. Ib. Ib., pág. 32.
9. El Paraguayo Independiente Nº 9. Pérez Acosta, ob. cit., págs. 23 y 24.
10. El Paraguayo Independiente Nº 10.
11. Ib. Ib. Ib.
12. El Paraguayo Independiente Nº 9.
Rosas tardó en contestar el oficio paraguayo del 9 de julio. Esta respuesta, fechada el 3 de octubre, se recibió en Asunción mucho después. Pimenta Bueno, el 19 de febrero, comunicó a su gobierno que Buenos Aires, «se demoró ya mucho en responder a la última Nota del Presidente» (la del 9 de julio) y agregó: «Ahora pues respondió Rosas...», lo que quiere decir entonces que la referida contestación llegó a Asunción en los primeros días de febrero de 1845. A.H.I. Assunçao – Oficios – 1842-45.
13. El Paraguayo Independiente Nº 9.
14. Pimenta Bueno, al transmitir a la Corte copia de la contestación de Rosas, comentó: «De la respuesta verá V.E.: lº) que él no se olvida de declarar la navegación del Paraná como privativamente suya; 2º) que a la par de ese principio procura satisfacer con buenas palabras a este Gobierno, hasta que desembarazado pueda desenvolver sus vistas y políticas; 3º) que consecuente con el sistema adoptado de no reconocer la independencia Paraguaya manda cobrar los derechos de los productos de esta República, como si fuesen de una de las Provincias confederadas y presenta eso como protección». Nota anterior cit.
15. R. Antonio Ramos. La Política del Brasil en el Paraguay bajo la dictadura del Dr. Francia. Segunda Edición. Buenos Aires-Asunción, 1959, páginas 27, 32 y 33.
16. A. H. I. Assunçao – Oficios – 1842-45. Autógrafo.
17. El Paraguayo Independiente Nº 11.
18. A.H.I. Assunçao – Oficios – 1842-45. Autógrafo, Pimenta Bueno a Ferreira França. Asunción, 11 de diciembre de 1844.
19. Ib. Ib. Ib. Nota cit.
20. Ib. Ib. Ib. Copia de estos oficios remitió Pimenta Bueno con su informe.
21. Ib. Ib. Ib. Al terminar su oficio el agente brasileño expresaba. «A la sabiduría de nuestra Corte compete prever el futuro y dirigirlo desde ya con la madurez y energía que le son propias...»
22. Pimenta Bueno envió también una copia de la «minuta» con su nota del 11 de diciembre.
23. El Paraguayo Independiente Nº 12.
Comercio del Plata de Montevideo, en su Nº 20 del 23 de octubre de 1845, reprodujo también la nota de López. Santiago Aramburú fue el conductor del oficio B.N.R.J. – C.R.B. I – 29, 24, 7 Nº 6.
24. Ib. Ib. Ib. López a Rosas, 26 de diciembre de 1844.
25. Lo subrayado es nuestro.
26. El Paraguayo Independiente Nº 13.
27. Ib. Ib. Ib. El subrayado es del texto.
28. A.H.I. Reservados – Ministério dos Negocios Estrangeiros Nº 1, 1843-1846. Pimenta Bueno a Ernesto Ferreira França, Asunción, 11de enero de 1845. Este libro contiene copias de puño y letra de Felipe José Pereira Leal, cuando era encargado de Negocios del Brasil en el Paraguay. También en el legajo, Assunçao – Oficios 1842-45, existe otra copia igualmente de puño y letra de Pereira Leal y autenticada con su firma, pero casi totalmente destruída, ya en gran parte ininteligible. El original de esta nota no figura en los volúmenes correspondientes a la misión Pimenta Bueno.
29. Ib. Ib. Ib. Una traducción de las «razones secretísimas» Pimenta Bueno remitió con su oficio.
30. El Paraguayo Independiente Nº 14.
Rosas a López. Buenos Aires, 22 de marzo de 1845. Comercio del Plata de Montevideo, en su Nº 21 del 24 de octubre de 1845 también publicó esta nota del Restaurador.
31. Ib. Ib. Ib. Nota cit.
32. Ib. Ib. Ib. Nota cit.
33. Ib. Ib. Ib. Nota cit.
34. S.H.I. Assunçao – Oficios – 1842-45. Pimenta Bueno a Ferreira França Asunción, 3 de agosto de 1845. Autógrafo.
35. Ib. Ib. Ib. Cordal a López. Buenos Aires, 9 de abril de 1845. Pimenta Bueno remitió copia de esta carta con la nota anteriormente cit.
36. Ib. Ib. Ib. Nota cit.
37. Ib. Ib. Ib. Nota cit.
38. El Paraguayo Independiente Nº 15. López a Rosas. Asunción, 28 de julio de 1845.
39. Ib. Ib. Ib. Nota cit. EL Paraguayo Independiente en su Nº 16 comentó la nota a Rosas, analizando la política del gobernador de Buenos Aires y confirmando las afirmaciones en ella contenidas. Entre otras cosas, declaraba enfáticamente: «...el Pueblo Paraguayo sobrio y moralizado no cambia su libertad e independencia por derechos de Aduana, ni por el pasaje del Río...»
Por su parte Comercio del Plata, en su Nº 21, cit., al publicar la nota de López, comentó: «No podemos dejar de recomendar la última respuesta del Gobierno Paraguayo a Rosas, que hoi publicamos. Es un noble documento de alta importancia, que ningún comentario necesita, y que justifica lo que dijimos sobre el buen sentido y solidez que ha desplegado en esa discusión aquel Gobierno.»
40. El Paraguayo Independiente Nº 15.
41. Nota cit. del 3 de agosto de 1845.
42. Id. Id. La palabra entre paréntesis es nuestra.
 
 
 
Fuente:


Autor: ANTONIO RAMOS

Publicación conjunta de

CONSELHO FEDERAL DE CULYURA E DO

INSTITUTO HISTÓRICO E GEOGRÁFICO BRASILEIRO

Rio de Janeiro - Brasil (1976)


 




 
 

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