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NICANOR DUARTE FRUTOS

  DESAFÍOS Y RESPUESTAS PARA EL NUEVO SIGLO - NICANOR DUARTE FRUTOS


DESAFÍOS Y RESPUESTAS PARA EL NUEVO SIGLO - NICANOR DUARTE FRUTOS

DESAFÍOS Y RESPUESTAS PARA EL NUEVO SIGLO

 

NICANOR DUARTE FRUTOS

Asociación Nacional Republicana

Partido Colorado

 

 

PRÓLOGO

Desde hace bastante tiempo la política viene sufriendo en el Paraguay un proceso de desintelectualización. Las ideas fueron exiliadas de los partidos políticos. Y el poder las repelió. Pasamos a la transición democrática, que ya ha instituido el periodo más largo de libertad en el país, pero el vaciamiento intelectual de la política siguió igual que en la época autoritaria.

Y aun cuando la actual tendencia del pragmatismo podría justificar el relegamiento político de las ideas, hay que señalar que ninguna sociedad tiene horizonte sin pensamientos que alumbren el porvenir de los pueblos. La propia historia enseña que son las concepciones del mundo las que hacen avanzar a las comunidades humanas, pues anteceden y guían el curso de los indispensables cambios. No es posible la vida social sin un esfuerzo de racionalización que interprete la realidad y sea capaz de esbozar un proyecto histórico. Cuando se impone la ausencia del pensar, se repiten las opiniones del pasado, cayéndose en anacronismo, o se plagian las ideas de afuera, convirtiéndose en mero eco de doctrinas extrañas.

Estos problemas son una constante entre nuestros actores políticos. Desfasados y simples epígonos de fórmulas externas, vuelven desértico el escenario asaz turbio de la política.

Ya estamos en el siglo XXI y este inútil páramo de la reflexión política no puede continuar. Las responsabilidades son inmensas e impostergables. Hay que pensar en el Estado y en la sociedad civil, cuyas relaciones tienden a variar respecto a sistemas anteriores, dado el dinamismo de los cambios en un mundo en permanente mutación. Si no meditamos por cuenta propia, los paraguayos no incidiremos en los modelos que nos apremian a construir o seguir.

La política adquiere sentido y trascendencia precisamente como mediación emancipatoria de las sociedades hacia su efectiva autonomía. Y lo consigue a través de su evolución autorreferente en las vías del progreso y el bienestar, de la justicia y la libertad.

El político no es así un actor social cual-quiera. Su responsabilidad no acaba en la acción. El fascismo se regodea en la práctica de la mera acción. Desconfía de la cultura y se aferra a un orden en el que la fuerza desplaza a la razón. Mas la política, inseparable en verdad de la democracia, reclama del político la capacidad de elevarse a las ideas, porque sabe que la teoría es un momento de la praxis, su momento de lucidez. La intervención que alumbra la salida en el túnel de la historia.

Así la política exige pensar en los desafíos que proceden de la propia realidad, siempre dialéctica. Y concomitantemente exige dar respuestas para los tiempos que corren.

Ha de ser esa la lógica que encarna Nicanor Duarte Frutos para plantear al Partido Colorado y al Paraguay de hoy los Desafíos y las res puestas para el nuevo siglo. Esa lógica se instala en el pensamiento político y resuelve ese ya largo vaciamiento de las ideas en la sociedad política.

Urge un punto de inflexión en nuestro proceso. Este ensayo presenta esa posibilidad. Y de una manera hodierna, como requiere la ciencia política contemporánea, focalizando las estructuras que hay que modificar y definiendo las líneas de acción necesarias.

En tal carácter, se constituye en un ideario republicano y en un leitmotiv de la ideología modernizadora del Estado y de la sociedad. Esta doble dimensión aporta al Partido Colorado, por una parte, un mapa conceptual para su reinvención política. Y, por la otra, contribuye al país con unas ideas-fuerza para su transformación.

Para la reinvención político-partidaria sienta tres requerimientos fundamentales. El primero, lograr que la ética se convierta en vivo y edificante testimonio en la conducta de los dirigentes y gobernantes. Pide, en consecuencia, la primacía de la moral en la política para que el ejemplo de sus actores devenga en una empresa nacional de regeneración cívica. El segundo, conseguir que el coloradismo se movilice de nuevo sobre los principios de libertad, igualdad y justicia social, para así reafirmar una concepción del Estado y de la sociedad al servicio de la realización efectiva de los derechos de la persona humana. Y tercero, avanzar hacia un sistema meritocrático para revaluar la carrera política y hacer de ella el filtro selectivo que pone al frente de las responsabilidades partidarias y de gobierno a los ciudadanos más capaces y honorables, ilustrados y probos.

Estos tres requerimientos necesitan además de un liderazgo democrático, puesto que la modernización partidaria pasa por una gestión democrática, promotora de una cultura incluyente y de una política participativa.

No son menos importantes las ideas-fuerza para colocar al Paraguay en la avenida de las sociedades contemporáneas. Empezando por el gobierno, que ya no podrá estar al asalto continuo de la mediocridad y la corrupción. Ni ser el poder reproductor de la medianía y la amoralidad. Bien insiste el doctor Nicanor Duarte Frutos en que no se podrán resolver los problemas nacionales mientras el Paraguay carezca de un gobierno patriótico, eficiente y honrado. La tarea de la política en el presente siglo consiste en instituir ese gobierno.

Para el efecto, habrá que refundar la República. Institucionalizar el Estado, desperzonalizándolo y dejando atrás los vicios del prebendarismo y del patrimonialismo. Direccionar la reforma hacia la estructuración de un funcional Estado que se organiza según las necesidades de un desarrollo en democracia con equidad social. Nunca para ampliar las desigualdades.

Y habrá que construir también una sociedad civil por fin articulada con arreglo a los intereses generales, tal como presupone Max Weber. La operacionalidad del universo privado no debe aumentar la fragmentación social ni imposibilitar la solidaridad humana. Y, en una interacción creativa y responsable con lo público, ha de favorecer una mutua colaboración entre sociedad civil y Estado para el bienestar y el progreso de la nación toda.

Por tanto, la economía tiene que configurarse a escala humana y el mercado ajustarse a los fines de una sociedad no concentrativa sino distributiva, para que ni monopolio ni oligopolio impidan el derecho de todos a una vida decorosa y digna.

Del mismo modo, la educación tiene que ser la herramienta del progreso de la sociedad en su conjunto y de la autorrealización plena de la subjetividad humana. La responsabilidad del Estado en esta tarea es irreductible, así como el compromiso de la sociedad civil debe estar despojado de las discriminaciones mercantilistas. La universidad, por su parte, está obligada no sólo a modernizarse y democratizarse, sino especialmente a convertirse en ese puente por el que el Paraguay atraviesa las fronteras de la ciencia y la tecnología, y pueda al mismo tiempo autogenerar la producción de conocimientos. La educación superior ha de responder, además, a las exigencias de calidad académica y al principio de equidad, dos valores jamás excluyentes.

En general, el texto posee la cualidad de un valioso referente de conceptualización política. Y en ese menester expone lúcidas ideas que en la presente coyuntura sirven de claves para la definición de políticas de Estado en las diversas esferas y estrategias nacionales.

Estamos, por ende, ante una escritura en la que palpita, con vívidos trazos, el diseño de un proyecto de país. A veces el lenguaje adquiere el vigoroso tono de la pasión concluyente y combativa.

Es que no vivimos en una época para la complicidad de los pusilánimes. Pero en la regularidad de sus proposiciones sobresale la estructurada argumentación de las ideas de un político con serios soportes intelectuales. Los que evidencian una formación académica y esa preocupación por la cultura de estadista.

Cabe esperar entonces que estas reflexiones sean la antesala de un itinerario político relevante en el devenir de la patria. Para ello será menester esa rara pero esencial consecuencia con sus enunciados ideopolíticos.

JUAN ANDRÉS CARDOZO.

 

 

DESAFÍOS Y RESPUESTAS PARA EL NUEVO SIGLO

 

INTRODUCCIÓN

En los inicios de este nuevo siglo, después de más de cinco décadas en el poder, los colorados debemos ser capaces de adecuar nuestro pensamiento y encauzar nuestras acciones para responder a los desafíos de una nueva etapa en la historia humana y, en consecuencia, en la historia de la sociedad paraguaya.

En verdad, pensar desde la sociedad paraguaya mirando el mundo es un reto del presente. No abdicar del esfuerzo de encontrar soluciones a nuestros problemas como un acto creativo de todos los paraguayos es una necesidad cada vez más urgente.

No podemos convertirnos en simples receptores de propuestas pensadas por otros. Tampoco podemos negar la existencia de un complejo proceso de interrelación mundial que nos une, con sus problemas y sus esperanzas, de una manera cada vez más operativa, más intensa y universal a todos los seres humanos, a todas las naciones y a todos los Estados.

Pero, paradójicamente, el proceso operativo de la globalización también genera exclusiones, desigualdades y pobreza a gran escala.

No es posible mantenernos al margen de los procesos mundiales. Por eso mismo, nuestra responsabilidad aumenta considerablemente para evitar que la sociedad paraguaya se fragmente y pierda su sentido de integración, y el Estado fracase en su intento de articular metas colectivas viables.

Nuestro partido requiere una profunda y honrada autocrítica. Debemos aceptar nuestra historia con sus luces y sus sombras. Nuestras fortalezas han sido la unidad, la organización y la fidelidad a un proyecto económico y social que transformó la sociedad y el Estado.

Nuestras debilidades tienen dimensiones políticas y morales. Pues, por una parte, no hemos sabido integrar la libertad y la ética como categorías estrechamente vinculadas al problema del desarrollo económico y social. Y, por otra parte, hemos adoptado una peligrosa indiferencia hacia el pensamiento crítico.

Ese pensamiento que en las obras de Fulgencio R. Moreno, Ignacio A. Pane, Blas Garay, Ricardo Brugada, aparece con toda claridad, iluminando e interpretando la realidad de nuestra historia.

O los aportes de Manuel Domínguez, Natalicio González y Juan E. O'Leary, cuyos puntos de partida pueden ser discutibles pero que implican un ponderable y lúcido esfuerzo por interpretar la sociedad paraguaya en su singularidad. O las meditadas reflexiones en la producción intelectual de quien en los recientes años constituye el referente político más importante de nuestro convulsionado presente, el doctor Luis María Argaña.

Su credo constituye una síntesis magistral de una concepción política republicana, humanista, que expresa con elocuencia la ideología del Partido Colorado.

La sociedad paraguaya se encuentra en estos momentos ante tres problemas radicales: el aumento de la pobreza, la pérdida de nuestra identidad cultural y la disgregación social.

El Partido Colorado tiene la responsabilidad política de responder a estos problemas con un proyecto que sea capaz de encender la esperanza del pueblo paraguayo. Ese proyecto nos exige también recomponer y encauzar la acción del Estado. Volverlo más fuerte, justo, y con fortaleza moral para vencer las presiones que no miran el interés general.

La misión del Estado debe ser servir a la sociedad, servir al hombre y a la mujer de nuestra tierra, garantizar unas relaciones económicas basadas en el valor de la justicia e integrar a la pluralidad social en metas colectivas comunes.

Buscar que esos dos mundos que se dan las espaldas y hasta se odian, el mundo de las mayorías empobrecidas y de las minorías aventajadas, se integren en un proyecto de desarrollo nacional a fin de asegurar la convivencia pacífica, requisito para lograr el crecimiento económico con equidad, con sustancial mejoramiento de las condiciones de vida de nuestro pueblo.

Nuestro partido tiene la misión de darle contenido a una democracia vacía de respuesta para las grandes mayorías populares. Una democracia que no responda a las de mandas legítimas de los sectores sociales que tienen en el trabajo su medio de vida, es una democracia sin proyección y sin futuro. Nuestra opción por la democracia es mucho más que la democracia formal o de libertades públicas. Lo que se necesita es una democracia que forme ciudadanía, hombres y mujeres con autonomía política y social, y construya un país serio, viable para la inversión, la producción y el empleo.

Por falta de un mayor compromiso con el bienestar, de todos quienes ejercen la administración del Estado, la democracia puede fácilmente generar una frustración, por lo que necesitamos verdaderos estadistas, políticos con mayúsculas, y no simples oportunistas sin más ideales que sus propios intereses, sin más banderas que su codicia.

Este modesto material no pretende alcanzar el nivel de una propuesta ideológica, o de un proyecto nacional. Constituye, más bien, una reflexión sencilla dirigida en primer lugar a todos mis correligionarios, y en especial a los jóvenes, para que nos unamos en torno a la bandera de Bernardino Caballero, con entereza y abnegación, para levantar una sociedad justa, fraterna y libre. Constituye también un puente en busca del diálogo franco y fecundo entre todos los correligionarios que aman la libertad y respetan la dignidad de la persona humana.

La capacidad de diálogo, esa habilidad para saber razonar y escuchar, la tenemos que recuperar en nuestro partido, si por diálogo se entiende razonar entre dos o más personas. Lo que últimamente sabemos hacer es polemizar, la guerra verbal, la creencia ciega en la propia verdad, sin apertura mental.

Nos carcome el fanatismo, y fácilmente caemos en la violencia verbal; antesala de la violencia física y de dolores comunes, que son también causas de nuestras carencias materiales y miserias morales.

 

PRIMERA PARTE

DESAFÍOS

1. DESAFÍOS INTERNOS

A nivel interno, el Partido Colorado afronta problemas que son de urgente solución. Nuestro partido, fundado el 11 de setiembre de 1887, tiene un antecedente en la reunión realizada el 25 de agosto del mismo año, dirigida por el General Bernardino Caballero, en cuya acta constitutiva se exponen los dos grandes fines de la Asociación Nacional Republicana:

 

1. «Ocuparse de todas las cuestiones que interesen la prosperidad y el engrandecimiento y la felicidad de la patria»; y

2. «Propender al afianzamiento de las libertades públicas».

 

Es decir, las dos grandes metas del partido se refieren a la necesidad de plantear propuestas orientadas a generar mayor bienestar del pueblo y al mismo tiempo reconocer que el progreso debe realizarse afianzando las libertades públicas. En otros términos, nuestro partido desde sus orígenes se orienta sobre la base de dos ideas centrales: el bienestar y la libertad del pueblo paraguayo.

Las dos ideas centrales permanecen como objetivos presentes e inalterables. Pero los desafíos cambian con el tiempo, porque las sociedades cambian y los problemas se presentan con formas diferentes. Esos problemas que nos aquejan podemos plantearlos en los siguientes puntos:

 

1.1. DIVISIÓN

El peligro de la división ronda en torno al partido y constituye un desafío fundamental que debemos superar, sin abdicar jamás de los principios republicanos. En 1904, el Partido Colorado fue desplazado del poder político, cuando nuestro partido se dividió y un sector pasó a servir a los intereses y objetivos del Partido Liberal.

Esta situación no puede ni debe volver a repetirse. Nuestro protagonismo en la historia política del Paraguay es para influir en su evolución.

El Partido Colorado ha soportado en los últimos años varios intentos serios de división, pero felizmente ninguno de ellos culminó en la fractura formal que nos obligue a disputar los símbolos y los principios del coloradismo en otros estrados que no sean los netamente políticos.

No obstante, sobre todo últimamente, la vida del partido se ha desplazado hacia los movimientos internos, aunque siempre emerge con nitidez el sentido de pertenencia a la institución que forma parte de las profundas raíces sobre las que se fundamenta la cultura política de la ciudadanía.

Se han formado movimientos meramente electoralistas, de efímera existencia, y movimientos personalistas que se fundaron alrededor de los intereses exclusivos de algún dirigente y sus amigos, con el solo objetivo de buscar la sobrevivencia política de sus acólitos o incondicionales.

Movimientos de estas características no tuvieron trascendencia por falta de propuestas, de proyección y de arraigo en la comunidad a la que dicen representar.

Con el mero electoralismo, un partido no es la correa de transmisión de los intereses nacionales. Sin embargo, el Movimiento de Reconciliación Colorada fue creado en una circunstancia histórica clave, con propuestas claras para cerrar las heridas abiertas entre colorados, y para proyectar la estructura de un coloradismo fuerte, frente al desafío de construir un nuevo modelo democrático de país para todos los paraguayos.

Contingencias de la vida política nacional repercutieron más hondamente en Reconciliación Colorada que en cualquier otra entidad partidaria. La trágica pérdida de su fundador y líder, el Doctor Luis María Argaña, y la repentina asunción al poder, luego de casi una década de llanura, nos han llevado a un estadio diferente que nos obliga a revisar nuestro comportamiento político de cara a la misión de construir un país libre y soberano, democrático y participativo, justo y fraterno. Al mismo tiempo, con un Estado de Derecho y una sólida economía de riqueza equitativamente distribuida.

Sería una lástima, y sobre todo, una traición a su fundador, que perdiéramos de vista la filosofía del movimiento para dedicarnos al cultivo del enfrentamiento personal, al culto a la personalidad o a la formación de subgrupos que terminarán debilitando al movimiento y, por tanto, exponernos al riesgo de sucumbir nuevamente ante el adversario.

Es necesario volver al pueblo, escuchar su sabia voz, para saber dónde estamos ubicados y cuál es la misión que nos espera. No apelemos a la sensibilidad popular para descalificar o para frenar proyectos legítimos al interior de nuestro movimiento, porque de esa forma sólo estaremos haciendo un llamado al fantasma de la división.

Reconciliación Colorada es un movimiento que nos agrupa a todos aquellos que nos sentimos identificados con un programa político para encauzar una acción común que tiene como fin el gobierno partidario o la candidatura para ejercer el poder.

Interpretaciones erróneas de su misión, como el pensar que el movimiento es propiedad de algunos de sus miembros, o que unos tienen más derechos que otros, o que sólo ciertos dirigentes son poseedores de la verdad sobre su filosofía, pueden llegar a provocar el vaciamiento o el éxodo hacia otros grupos más receptivos e internamente más democráticos.

 

1.2. LIDERAZGO AUTOCRÁTICO

La inesperada desaparición del líder del movimiento ha creado de golpe la necesidad de cubrir un vacío que, justo es reconocerlo, no es tarea fácil.

La construcción de un liderazgo en una democracia no es producto del azar. Tampoco es resultado de una predestinación. Los líderes políticos no se inventan del día a la noche porque suponen una capacidad excepcional y un carisma fuerte. Los liderazgos no se heredan automáticamente. Prueba de ello es que nuestro movimiento no pudo aún resolver el problema luego de la renuncia a ese cargo del Presidente de la República.

En nuestro movimiento, el liderazgo estuvo estrechamente ligado a la persona de su fundador, lo que representa una característica propia del liderazgo carismático.

Esa característica actualmente no existe, lo que no significa precisamente que el movimiento no está en condiciones de construir un liderazgo democrático, capaz de proveer al partido de la figura que pueda conducir los destinos del coloradismo y de la nación, en el momento oportuno y hacia estadios superiores.

Este es un punto neurálgico teniendo en cuenta que la clase política soporta, desde hace poco, el más bajo índice de credibilidad de los últimos tiempos. Además, el pueblo paraguayo ha demostrado ya en varias oportunidades en esta transición que se siente frustrado con la aparente opción democrática que no resuelve problemas. Urge pasar a una fase en que la eficiencia sea la característica relevante de la democracia.

Los líderes autoritarios, ligados a oscuros intereses, inclusive a los de la mafia, están ahí esperando que se nos acabe el tiempo para entrar nuevamente a operar. No seamos nosotros quienes les ofrecen la oportunidad para sus dudosos designios, sin hacer el esfuerzo de facilitar desde el movimiento la opción de un liderazgo democrático, abierto e incluyente, que sea capaz de aunar voluntades en torno a los ideales y el programa histórico del partido.

 

1.3. EL PELIGRO DE MIRAR SÓLO EL PASADO

Todo partido político, y por ende, el movimiento mayoritario que opera al interior de éste, tiene como fin llegar al poder. Esa es su meta principal, y desde el poder ejercer para que se cumplan los objetivos comunes de quienes coinciden con el plan propuesto.

Un partido en función de gobierno tiene el deber de dar a la nación los hombres y las mujeres más idóneos, competentes y honorables para llevar al pueblo hacia su bienestar material y espiritual.

La capacidad de conducción es una cuestión central. Un conductor está atento a lo que se avecina, tiene condiciones de prever los acontecimientos y hasta de anticiparse a lo que se necesita para afrontar las contingencias. El conductor político es aquel capaz de orientar la voluntad de los demás hacia un destino mejor, de unir los sanos propósitos, de convertir las rivalidades de grupos en oportunidad para la conversación franca, el trabajo compartido, la inclusión y la sana competencia al servicio del desarrollo integral.

Mirar el pasado es importante para no repetir los errores. Pero no se puede vivir eternamente de cara a la historia y de espaldas al futuro, sobre todo cuando el pasado es sinónimo de dolor, de herida abierta y de negación a los desafíos del presente y a las exigencias del futuro.

Nuestro movimiento debe explorar si se quiere hasta con o-bsesiva insistencia el futuro, para garantizar al partido su permanencia en el poder a través de un lúcido monitoreo de la cambiante realidad y mediante las figuras adecuadas para tripular la nave de la nación hacia su destino de grandeza

 

1.4.   NECESIDAD DE PASAR DE LA INTEGRACIÓN A UN JEFE, A LA INTEGRACIÓN A UN PROYECTO NACIONAL

Nuestro partido necesita incentivar la participación ciudadana en el fortalecimiento de la democracia si no quiere ser llevado al abismo de la decadencia política por la vía de la frustración y la desilusión, no sólo del coloradismo en función de gobierno, sino también de la propia democracia como forma de gobierno.

Cuando no es adecuada a las exigencias funcionales del mando político, la estructura del Estado se convierte en un factor de decadencia. Un régimen no es malo solamente por la corrupción sino también (es malo) por no adaptarse orgánicamente a la tarea de conducción eficiente.

Es por eso que el desorden político y el caos partidario que nos amenazan son también causas de decadencia que puede liquidar más de medio siglo de coloradismo en el poder, porque incide en las estructuras internas de la sociedad y porque debilita el órgano rector del que depende la vida del propio organismo social.

¿Qué estamos haciendo frente al permanente cuestionamiento a la dirigencia política? Ofrecer más de lo mismo. ¿Qué hacemos frente a la falta de credibilidad de las instituciones políticas? Ofrecer más argumentos y motivos para dudar y ahondar el escepticismo. ¿Qué estamos haciendo ante las dudas de que el actual gobierno colorado, conducido por un hombre de Reconciliación Colorada, pueda llegar a concluir su mandato? Lucha de intereses personales y nada absolutamente de proyecto nacional para sacar del pozo al país.

Tanto Reconciliación Colorada como el propio Partido Colorado han cumplido su etapa de buscar la adhesión del pueblo a la figura de líderes que de una u otra forma cumplieron con el deber de encontrar la salida a situaciones de emergencia o estados de crisis por los que atravesaron nuestro partido y nuestro país.

Hoy, es hora de buscar esa misma adhesión del pueblo, pero a un proyecto nacional para emerger con un pensamiento político capaz de recuperar la credibilidad en la acción política, capaz de transmitir optimismo a la gente para encarar un proceso de reanimación y autogestión.

Un proyecto político que sea efectivo instrumento para devolvernos el reconocimiento ciudadano por nuestras acciones y propuestas y, sobre todo, por nuestros resultados.

Ahora debemos convencernos de que sin un proyecto de país, en el que se diseña un modelo de sociedad, democrático y progresista, no será posible el desarrollo modernizante del Paraguay.

La modernización de nuestro partido, de la política y del país pasa por superar el amiguismo, el compadrazgo, la simulación, el clientelismo y la arbitrariedad. Pasa finalmente por la despersonalización del poder, la instauración de un genuino Estado de Derecho, de un gobierno de leyes y no de hombres, pero de leyes que sirvan para reducir la pobreza y no para perpetuar los privilegios.

 

2. DESAFÍOS EXTERNOS

Denominamos desafíos externos a los problemas más complejos existentes en la sociedad paraguaya. Desafíos externos en el sentido de que constituyen los problemas a ser abordados por la acción política. Es decir, el partido orienta sus actividades fundado en una ideología republicana, en la que el Estado es servidor de la persona libre, en el contexto de un sistema social que como obra humana se orienta por valores, en nuestro caso por el esfuerzo de crear una sociedad justa, solidaria y libre. Nuestro diagnóstico de los desafíos más urgentes de nuestra sociedad nos enseña la existencia de los siguientes problemas:

 

2.1.   UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA. LA POBREZA SOCIAL ES EL PEOR DE LOS CRÍMENES PORQUE HACE PATENTE LA INJUSTICIA.

La sociedad paraguaya se encuentra fragmentada, es decir, no hemos logrado constituir una sociedad integrada en torno a metas colectivas comunes. Ciertamente, la sociedad se halla conformada por diferentes sectores sociales cuyos intereses son diferentes e incluso muchas veces contradictorios y hasta opuestos.

Existe una peligrosa fragmentación no solamente porque se enfrentan intereses sectoriales, sino porque se están atomizando instituciones básicas a consecuencia del agravamiento de la pobreza. Hay una diáspora en los hogares: esposos que abandonan la casa al igual que los hijos en busca de trabajo, jóvenes campesinos que dejan sus valles y peregrinan sin resultado en procura de un empleo. Madres absorbidas por el mundo laboral alejadas de sus antiguos roles.

No en balde Juan Pablo II con gran sabiduría afirmó que la nación es lo que es la familia. Si aquí hay desintegración, pérdida de comunicación, de afecto y solidaridad, la sociedad sufrirá de lo mismo.

Precisamente la función de la actividad política, es crear un proyecto integrador a un sistema social que para el momento y las circunstancias constituya el marco más adecuado para generar un proceso de bienestar general y desarrollo social.

La política es la actividad creativa que plantea la acción de proponer metas colectivas para la sociedad en su conjunto, lo que no implica negar la existencia de intereses opuestos en su seno. Pero esos intereses contrapuestos requieren un marco que, sobre la base de la justicia y la equidad, pueda articularse para alcanzar objetivos comunes.

La sociedad paraguaya en la actualidad está siendo erosionada por una fragmentación peligrosa. Nadie pretende ceder una mínima porción de sus intereses y en consecuencia cada grupo social se cierra sobre sí mismo, incapaz de comprender que sin unidad de acción, mucho más en un mundo globalizado, no existe posibilidad de alcanzar un futuro promisorio.

Una de las virtudes evangélicas por excelencia como la solidaridad se ha ido perdiendo. Hoy, para algunos pocos, el otro ya no es el prójimo, el próximo, sino el enemigo porque también quiere lo que deseo y busco para mí mismo: educación, salud, empleo, vivienda, seguridad, etcétera.

El coloradismo debe recuperar, por ello, el compromiso humanista arraigado en su doctrina, en su proyecto histórico. La única acción política que sirve es aquella que ayuda a la persona humana a vivir plenamente su dignidad. A ser parte activa de la comunidad laboral, protagonista creadora de la vida ciudadana, de la cultura en general y beneficiaria de una seguridad social fundada en la solidaridad.

Por lo demás, debemos combatir con tenacidad la glorificación del individualismo, el materialismo sin sentido, la competitividad deshumanizada, el despilfarro y el consumismo. No es ético endiosar la competencia sobre miles y miles de huérfanos sociales. Sin asegurar la igualdad de oportunidades, de acceso al mundo del conocimiento, la competencia no será más que un darwinismo social, una afrenta al espíritu de justicia.

Y afirmar la doble trascendencia del hombre y de la mujer, de la persona humana. La trascendencia horizontal en tanto en cuanto la persona humana sólo se realiza, en el mundo, con las demás. Por más poderosa que sea, necesita del semejante para vivir, más que para existir. Y la trascendencia vertical, hacia arriba, es porque la felicidad y la humanización del mundo sólo serán posibles cuando el individuo viva en armonía con Dios, consigo mismo y con la naturaleza.

No sin razón, el líder checo Vaclak Havel manifestó que una de las causas principales de la desgracia de Occidente es porque el hombre ha perdido su sentido de trascendencia y negado que existe un Ser superior por encima de él a quien le debe su creación. O sea, que el hombre empezó a creerse dios del hombre. Y a afirmar que nada hay en el cielo, que todo se soluciona aquí en la tierra, con lo que creció su insensibilidad, su irresponsabilidad, al negar el sentido último de su existencia.

La sociedad fragmentada es una sociedad desestructurada en donde los conflictos impiden una visión de conjunto, un proyecto de país, un proyecto del que, con más o menos fuerzas, todos los grupos y las personas se sientan parte de él.

La pobreza social, entendida como condición de vida de una persona, grupo o población cuyos recursos materiales y culturales se hallan tan limitados que son excluidos de un mínimo nivel de vida aceptable dentro de una sociedad, constituye la causa fundamental de la fragmentación nacional.

La pobreza es consecuencia de un sistema de relaciones que genera un proceso de exclusión social. La pobreza social, la rural y la urbana, en los últimos años, se han acrecentado, y constituye sin duda una obligación revertir el proceso de manera urgente. La fragmentación implica grupos que conviviendo en la misma sociedad se sienten cada vez más aislados, cada vez más separados, cada vez más enfrentados.

 

2.2.   UN ESTADO DÉBIL

Nuestro Estado, como aparato de gestión política, es notoriamente débil. Un Estado que no es capaz de responder a las demandas urgentes de la sociedad va perdiendo vigencia. Existe un proceso de separación entre las exigencias requeridas a los ciudadanos para mantener el Estado y las respuestas del Estado a las necesidades de la gente. Esto hace que se desarrolle una situación de desconfianza hacia las instituciones públicas, que termina en la pérdida del sentido de responsabilidad civil frente al Estado.

Esta realidad se refleja en la ausencia de pago de los impuestos, en la evasión de las obligaciones, en la utilización de mecanismos al margen de las normas institucionales.

Nuestro Estado débil es inútilmente grande y con muy poca conexión entre las partes. Más que un sistema perfectamente articulado, es una suma de partes muchas veces con instituciones y órganos que se superponen, que se traban mutuamente, impidiendo alcanzar los objetivos previstos. Otras veces, simplemente con funciones que tuvieron sentido en otro momento histórico pero que en el momento actual constituyen simplemente un despropósito, una carga inútil. En este sentido, la vinculación de las entidades públicas y su interrelación con los órganos estratégicos del Estado requieren una urgente reforma.

La organización del Estado debe fundarse sobre un cuadro administrativo eficiente y un orden fundado en la responsabilidad y en el apego en cumplimiento diligente de la ley. La capacidad y la responsabilidad deben ser los criterios para evaluar la actividad de los funcionarios públicos, quienes deberán asumir un sentido profesional, ajustado al cumplimiento de sus atribuciones reglamentadas por la ley.

Y, por sobre todo, el Estado debe recuperar su autoridad moral, su capacidad de poner freno a los vicios, a la corrupción, de modo que la democracia tenga un contenido social y confiera al pueblo la alegría de vivir y la ilusión de días mejores.

La democracia no es solamente un ritual electoral. «Un procedimiento de selección de líderes a través de elecciones competitivas por parte de las personas que van a ser gobernadas por ellos". Si la democracia fuera solamente un procedimiento, establecería una relación vacía de contenido entre gobernantes y gobernados.

Por eso la democracia es, además de un procedimiento electoral, "un sistema de mediaciones políticas entre el Estado y los actores sociales», mediante el cual los gobernados demandan, reaccionan, exigen y asumen obligaciones frente al Estado. Por eso «el grado de satisfacción de los ciudadanos frente a las respectivas instituciones democráticas constituye una medida de calidad de la democracia».

Una democracia incapaz de responder a los grandes problemas de la falta de empleo, de vivienda, de salud, de acceso a una educación de buen nivel, y a la superación de la pobreza social, es simplemente una democracia que carece de respuestas a los problemas sociales. En consecuencia, es una democracia sin base de sustentación firme. Una suerte de ñakyra pire, que tiene la forma perfecta pero que sólo posee la piel y nada adentro.

La democracia gobernante es aquella que, al mismo tiempo de garantizar la participación pluralista y el control de la sociedad, promueve también el acceso de todos a una mejor calidad de vida.

 

3.      DESAFÍOS DE LA CONTEMPORANEIDAD

Incluimos en este punto las características más llamativas de nuestro mundo contemporáneo, que tienen consecuencias directas sobre nuestra sociedad.

El proceso de integración mundial de las sociedades se inicia con la expansión del capitalismo, cuyo desarrollo y amplitud define una de las características de nuestra época, en especial la dinámica en las transacciones financieras, acelerada por las nuevas formas de comunicación, que hacen posible y real el concepto de la aldea global.

El planeta ha experimentando un "encogimiento virtual", por lo que vivimos en un mundo cada vez más compacto, donde las corrientes financieras, tecnológicas e informativas no conocen fronteras. El "mundo es uno o ninguno", dijo ya hace años, con lúcida visión, Albert Einstein.

Pero esa aldea global no se funda en las relaciones primarias, en la vinculación directa, en el sentido de pertenencia a un grupo primario que caracteriza a las relaciones de comunidad. La aldea global tiene un carácter despersonalizado y muchas veces genera un sistema de exclusión que margina a millones de seres humanos de los avances de la ciencia, la tecnología y de una vida digna.

Pero a su vez, este mundo contemporáneo nos brinda las mayores posibilidades alcanzadas en la historia humana y no podemos desaprovecharlas por desidia o incapacidad.

 

3.1.   UN MUNDO GLOBALIZADO

Vivimos una nueva época que se caracteriza por ciertos rasgos en cuanto a los problemas que enfrentan los seres humanos, así como las soluciones pensadas para resolver tales problemas.

En esta nueva época se produce el fin de la bipolaridad mundial y la democracia pasa a convertirse en el referente clave para el acceso y el ejercicio del poder. Como criterio legítimo de gobierno se planetariza la democracia, pero su victoria espacial o de territorio está todavía lejos. China, los confines de África, así como numerosos países islámicos, viven aún bajo regímenes autoritarios o absolutistas.

Los procesos de comunicación han acercado, de una manera por lo menos virtual, a quienes formamos parte del mundo contemporáneo. La informática ha revolucionado nuestra visión de las cosas, y la hegemonía económica y política de los Estados Unidos de América se traduce también en una transferencia masiva de un estilo de vida.

Hay un peligroso intento de homogeneizar la cultura, el modo de pensar, sentir y de actuar de nuestros pueblos, de arrebatarnos nuestras almas, en base a la influencia mediática, de la comunicación de masas, especialmente la televisión. Así como existe un intento de uniformar nuestras preferencias y gustos a la hechura de un mercado que glorifica el consumismo.

En el fondo, más que globalización en tanto en cuanto interdependencia y universalización del bien común, lo que existe es un globalismo económico que recrea, con elementos estéticos, el viejo colonialismo político y cultural, frente al cual nuestro partido tiene mucho que decir por su indudable raíz nacionalista y su incanjeable compromiso con la autodeterminación de los pueblos y un orden internacional que contribuya a la paz mundial y al imperio de la justicia.

Pero también se da un proceso opuesto, es decir, una vuelta de la sociedad a la comunidad, y más que la economía, son los flujos financieros los que entran en un proceso de dinamización autónoma. Por eso, para Alain Touraine la globalización se define por tres características claves: desocialización, despolitización y desinstitucionalización.

La gran tarea en la actualidad, por consiguiente, es la de recomponer las relaciones socioeconómicas, propuesta que incluso tiene su origen en una autocrítica realizada por instituciones tales como el Banco Mundial y el mismo Fondo Monetario Internacional. Lo peor es que la internacionalización «aumenta la brecha entre sectores internacionalizados y los sectores que van para abajo, lo que pone en peligro la gobernabilidad» de las democracias frágiles.

El mundo globalizado para nuestras naciones latinoamericanas significa también la expansión planetaria de la libertad política y económica en un sistema de propiedad diseminado por el "capitalismo", tan reclamado por los neoconservadores como la alternativa del futuro, pero que sin embargo requiere un profundo análisis crítico. Y, particularmente, una reconversión en la que la persona humana preceda a la economía y ésta sirva a su integral dignificación.

 

3.2.   EL PELIGRO DE LA PÉRDIDA DE IDENTIDAD CULTURAL

La globalización también arrastra un modelo de sociedad que pretende inútilmente trasuntar un arquetipo deliberadamente mundial. Reaparece el mito de lo común en un solo mundo, el pensamiento único o la sacralización del mercado. Despunta un ideal de homogeneización planetaria que solamente admitiría adecuaciones a las culturas peculiares de cada país.

Se pretende un mundo uniforme donde la pluralidad se reduce a variaciones de una regla irrenunciable: mercado libre, pleno de componentes míticos que alimentan sueños capitalistas.

En la agenda de la globalidad siempre se encuentran objetivos más o menos similares que se sintetizan en promover la democracia, animar los principios del mercado y consolidar alianzas internacionales o regionales, montar sistemas de seguridad global y la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y degradación ambiental.

Casi nunca se encuentran cuestiones relacionadas con la integración cultural de los pueblos o con la promoción de los valores propios de naciones o pueblos fuera del circuito del gran mercado.

Por eso desde el Paraguay debemos alentar alternativas culturales que consoliden las identidades de los países y permitan una interacción basada en el respeto a las diferencias.

No podemos permanecer indiferentes ante la amenaza que la globalización representa para el alma de los pueblos. Un país que pierde su identidad cultural, luego perderá su soberanía económica y política. Para una integración creadora y libre en el mundo plural, primero hay que afirmar lo nacional, nuestra identidad cultural.

No puede haber globalización justa, humanista y humanizante si es que desde la razón económica, desde las multinacionales, se pretende fundar una nueva ética universal, sin regulación política y avasallando los sentimientos nacionales y la moral de los pueblos.

Nuestro desafío es la preservación de las identidades culturales, fundadas en una historia y en una comunión del espíritu que ningún poder por más poderoso que sea puede torcer o fulminar.

 

3.3.   EL PELIGRO DE UNA SOCIEDAD SIN RUMBO

El mundo globalizado ubica a nuestro país ante el peligro de una sociedad que deambula sin rumbo, sin instituciones ni líderes con una clara misión o pensamiento sobre los riesgos y las oportunidades de esta nueva era.

¿Qué hacer como partido en función de gobierno frente a la tensión cada vez más dramática entre los procesos de internacionalización económica (formación de grandes bloques) con los procesos de emergencia de una búsqueda de consolidación de las identidades culturales? ¿Qué hacer ante el surgimiento de una concepción política que sustituye las utopías por realidades fundadas en una ideología tecnocrática y en un pensamiento único?

¿Qué hacer frente a la aceptación mundial de la democracia concebida como un rito electoral, como un procedimiento para elegir a los gobernantes frente a los problemas de la pobreza social que impiden alcanzar niveles aceptables de bienestar para las grandes mayorías del pueblo?

¿Cómo evaluar la pérdida de credibilidad en que los procesos de cambio favorables a los sectores populares se logran a partir del control del aparato estatal para su reducción al más mínimo tamaño posible?

Estos interrogantes requieren respuestas lúcidas, que deben ser traducidas en acciones por las diferentes instituciones del Estado y la sociedad, porque sólo el esfuerzo colectivo produce una situación de cambio. Se trata de convertir las respuestas, no en un reto académico, sino fundamentalmente en un plan de acción de carácter político.

 

SEGUNDA PARTE

RESPUESTAS

1. A LOS DESAFÍOS INTERNOS

1.1. UNIDAD DEL PARTIDO

Con frecuencia se repite en los últimos tiempos que la democracia en el Paraguay ha fracasado porque nos agobian los problemas sociales y los problemas económicos no nos dejan horizonte para el mañana.

Pero Paraguay es una isla del archipiélago latinoamericano que se debate en el mismo problema, al punto de constituirse en una bomba de tiempo social que puede estallar en cualquier momento. Y si eso llega a ocurrir, estallará en nuestras manos.

Las cifras que radiografían esta realidad nuestra, y de las naciones hermanas del continente latinoamericano, no son castigos de Dios _como se ha dicho acertadamente_ sino resultados de una deficiente conducción política y económica que reflejan si se quiere una falta absoluta de sensibilidad social.

Y una falta también, hay que señalarlo, de un programa estructural, que de una manera totalizadora, busque las soluciones a nuestros problemas económicos, sociales y culturales, modernizando el país y erradicando las desigualdades sociales.

Felizmente, todavía contamos con el instrumento más formidable para reencauzar esta situación: la democracia, el sistema que la mayoría de las naciones adoptan para impulsar los cambios necesarios en busca del mejoramiento sustancial de sus respectivas situaciones de inequidad.

Estos desafíos requieren respuestas fuertes de un partido político como el nuestro. Más que de mano dura, necesitamos de cabeza inteligente. Para hacer frente a todos estos retos, es deber ineludible preservar la unidad del Partido Colorado y deponer actitudes egoístas o intereses personales o de grupos no representativos de la sociedad.

La democracia interna es fundamental dentro de nuestro partido. Es necesario un liderazgo abierto a las inquietudes y a las demandas de los correligionarios. Un partido puntillosamente respetuoso del funcionamiento institucional, en el que se cumplan los estatutos, porque su cumplimiento es la garantía del respeto de los derechos de todos los colorados y a su vez la garantía de que el partido tiene exigencias éticas cuyo cumplimiento no puede ser soslayado.

Debemos luchar para que nuestro partido continúe como la mayoría que representa a la voluntad colectiva, y para ello la unidad del todo debe predominar, a pesar de nuestras discrepancias y de nuestras diferencias.

Unidad en la pluralidad, cuyo fin esencial sea la consolidación de la democracia, en el partido y en el país.

 

1.2.   LIDERAZGO QUE NO DESECHA LA TRADICIÓN, PERO ABIERTO A LA INNOVACIÓN

Como partido centenario, no es suficiente nuestra tradición, nuestra fortaleza de partido mayoritario y en función de gobierno, ni nuestro pasado de gloria.

Es necesario preservar la unidad partidaria y política en torno a una unidad de acción, un liderazgo que, sin renegar de la tradición del partido, tenga la lucidez de proyectar a la nación hacia un futuro libre de miseria, de corrupción y de ignorancia.

Los nuevos líderes deben surgir de las competencias libres y sanas en todos los campos. Y debemos respetar la voluntad popular: y quienes sintonicen mejor sus sueños y necesidades serán quienes los representen.

En síntesis, debemos temer a las jefaturas políticas surgidas de los acomodos cupulares, que responden a los dictados y condicionamientos de supuestos iluminados. Es necesario fomentar y apoyar, en cambio, liderazgos democráticos y autónomos frente a los intereses espurios. Liderazgos que tengan peso propio, ya sea por sus ideas o por los resultados de sus gestiones, y que puedan gerenciar un proyecto de país para todos los paraguayos y extranjeros que viven en esta nación.

 

1.3. UN PARTIDO CON UN PROYECTO PARA TODOS LOS PARAGUAYOS

Nuestra misión política, aquí y en este momento, es fortalecer esta incipiente democracia paraguaya, apoyando la articulación de la sociedad civil en torno a proyectos de desarrollo sustentable. Fomentando además el debate abierto sobre los problemas que afectan a la sociedad y no sólo al círculo de poder, promoviendo la participación comunitaria en torno a sus intereses y motivando la elaboración de políticas públicas.

Como partido tenemos que superar dos actitudes que subsisten como elementos residuales de un anacronismo político y cultural: la vieja dialéctica amigo-enemigo de la política, del suma-cero, en que los que disputan el poder son enemigos y no ciudadanos o ciudadanas con visiones diferentes. Y también la falsa idea de que Estado y sociedad son contrarios, rivales. Hoy, deben interactuar y complementarse en función de un mayor bienestar para todos.

 

2. A LOS DESAFÍOS EXTERNOS

2.1.   SOCIEDAD INTEGRADA SOBRE LA JUSTICIA SOCIAL

A la sociedad fragmentada, anteponemos una sociedad integrada sobre la justicia social. La integración no implica la negación de la existencia de intereses divergentes; al contrario, precisamente porque existen intereses divergentes en el seno de la sociedad es que hace falta crear las condiciones para proponer metas colectivas comunes.

Debemos integrar a la sociedad paraguaya en torno a un proyecto común amplio, inclusivo y solidario, cuyo sistema de relaciones sociales, para producir, se fundamente en la justicia social. La cada vez mayor segmentación, es decir, separación entre ricos y pobres, y entre muy pobres y muy ricos, constituye una provocación que puede generar una dialéctica de la violencia.

Pues esa segmentación agrava la precariedad social y profundiza la asimétrica concentración de la riqueza, pudiendo _si persisten la ineficiencia y la corrupción_ pulverizar la frágil convivencia pacífica interna.

No es posible una sociedad integrada sin un fuerte sentido de pertenencia a la comunidad.

En este sentido, es necesario rescatar los aportes de la cultura paraguaya para que en su singularidad exprese los valores universales de la cultura humana.

Debemos promover el pensamiento, el ejercicio de la imaginación creadora y, al mismo tiempo, la investigación científica y tecnológica. El Paraguay no puede quedar atrás en el incesante desarrollo del conocimiento humano, puesto que debemos propender a que nuestra inteligencia sea interlocutora del saber contemporáneo.

Para ello, el Partido Colorado debe constituirse en el aliado principal de la profundización de la reforma de la educación en los diferentes niveles y modalidades, que incorpore igualmente, en esta agenda, a la universidad, promoviendo un progresivo crecimiento del presupuesto destinado a este sector, por lo menos hasta llegar al 6% del PIB.

El saber pensar vinculado al saber hacer es probablemente el reto más importante. Conciencia crítica frente a la realidad, más conocimiento científico y desarrollo tecnológico, son necesarios para una ciudadanía lúcida y un país próspero. Sin olvidar la enseñanza de Platón: una educación que fomenta sólo el conocimiento científico-práctico, sin valores, terminaría construyendo "una sociedad de cerdos".

 

2.2.   UN ESTADO EFICIENTE PARA EL BIENESTAR DEL PUEBLO PARAGUAYO

La reforma del Estado debe ser un proceso de transformación profunda de tres  cuestiones: la formación del cuadro administrativo, que debe basarse en la calificación y en la responsabilidad. La forma de funcionamiento de las diversas instancias del Estado, más apegadas en la actualidad a criterios de lealtad tradicional que a criterios de carácter racional. Y, por último, la eficiencia en la gestión administrativa, lo que implica la eliminación de todo tipo de sistema que favorece la vigencia de los actos corruptos.

Hacer de la función pública un espacio al servicio del bien común, lugar de eficiencia y honestidad, y no, como suele ocurrir en segmentos importantes de la administración pública, reducido a cotos de caza personal para el deleite de compinches y compadres, donde se rinde culto al despilfarro, la frivolidad y la disipación.

El Estado no es sólo administrador. Es sobre todo un aparato político que reclama para sí el monopolio en el uso de la coercitividad legítima. Por consiguiente, el problema de la reforma implica fundamentalmente cómo articular un nuevo proyecto político moderno con un cuadro administrativo estatal que funcione según criterios de racionalidad y responsabilidad en los diferentes campos de la actividad humana.

En tal sentido, la reforma implica introducir, como aspecto importante, la idea de una descentralización práctica, para elevar el nivel de responsabilidad y de gestión de las gobernaciones y municipios, en torno al cual la participación ciudadana se vuelve efectiva como mecanismo de control y de vinculación entre las autoridades y la ciudadanía.

En lo esencial, la reforma del Estado debe instituir un Estado realmente republicano, con efectivas divisiones de los poderes, y un aparato público que sea idóneo para, promover el desarrollo social y económico del país, así como el pleno ejercicio de las libertades.

Un Estado, en fin, estructurado adecuadamente para asegurar la soberanía de la nación y contribuir al bienestar general de los ciudadanos, en un régimen de igualdad y de libertad para todos. La reforma del Estado debe afectar también al concepto mismo de nuestras relaciones internacionales. Un Estado que sea incapaz de abrir la sociedad paraguaya al mundo, con una estrategia clara para favorecer los intercambios económicos, culturales y sociales, es, en el mundo moderno, simplemente un despropósito. La reforma debe ser capaz de provocar una visión más creativa y racional sobre nuestras vinculaciones en un mundo en donde la competitividad es la regla.

La pasión por la reforma del Estado focalizada exclusivamente en la privatización de las empresas públicas puede esconder un propósito mercantilista en desmedro del objetivo político. La venta, capitalización o tercerización de las empresas estatales debe ser apenas un hito, un medio, y no el fin de la reforma del Estado.

Lo cierto es que ni la sociedad ni el Estado pueden ser conducidos por el mercado. Luego, también es cierto que ya no hace falta un Estado empresario, pero sí un Estado regulador, activo y promotor de la equidad social, más todavía en sociedades como las nuestras con severas y crónicas desigualdades y en donde también hay que construir un mercado competitivo, a fin de evitar que de un monopolio público se pase a un monopolio privado.

 

2.3. UNA DEMOCRACIA QUE GENERA LEGITIMIDAD A UN PODER QUE BUSCA RESPONDER A LOS PROBLEMAS DE LA GENTE

El poder político que se aísle de las necesidades de la gente es un poder en vías de extinción. El poder político en las sociedades modernas se mide por la transparencia de sus actos, lo que implica la publicidad de los mismos, y la capacidad de respuesta a las necesidades de la gente.

La democracia que desea la gente es una democracia electoral, pero también una democracia que crea canales de participación y de control ciudadano sobre el poder político. Debe quedar claro que esos controles no sustituyen ni se oponen a la vigencia de los partidos políticos. Por el contrario, sólo son mecanismos de interacción para que los partidos sean verdaderamente canales de orientación y de transmisión de los intereses populares.

Una democracia con representantes capaces de consensuar políticas de Estado que se sitúen más allá de un periodo de gobierno. Una reforma de Estado que sea obra de estadistas y no de fenicios disfrazados de políticos o politiqueros, esclavos de sus ambiciones, sometidos al corto plazo y a la tiranía de las encuestas de opinión.

Y, fundamentalmente, el pueblo anhela un poder que tenga no solamente una legitimidad de origen, ya sea de unas elecciones o de un amplio consenso básico, sino también una alta legitimidad en el ejercicio del poder. Suele darse, no pocas veces, que gobiernos con fuerte legitimidad de origen se deslegitiman en el poder, pierden rápidamente el aprecio social, por inutilidad o agobiante corrupción.

Esta es la razón por la que la democracia aún no es valorada como corresponde en los sondeos de opinión pública y persiste una nostalgia por el pasado. Pero hay que apuntar que no es la democracia como sistema la que no sirve, sino que son sus dirigentes corruptos, sin más ideales que sus bolsillos y sus estómagos, los que la degeneran y traicionan sus fines y las ansias de liberación política, económica y social del pueblo.

 

3.      A LOS DESAFÍOS DE LA CONTEMPORANEIDAD

3.1.   UNIDAD DE ESTADO Y SOCIEDAD PARA RESPONDER A UN MUNDO GLOBALIZADO

Debemos ser conscientes de que nuestro país se halla cada vez más inserto en un mundo globalizado. Es importante lograr una participación más activa en los distintos foros internacionales para conseguir que la cooperación entre las naciones adquiera mayor relevancia en sus esfuerzos de desarrollo, modernización y consolidación democrática.

En realidad, el fenómeno de la globalización no es nuevo. Cada imperio impuso, a lo largo del tiempo, su propia globalización. Lo hicieron el Imperio Romano, el Otomano, el Inglés y el Español, ordenando el mercado internacional a la hechura de sus intereses económicos. Claro, ayer lo materializaron en penosas guerras coloniales; hoy pueden hacerlo sin intervenciones militares, en base a la revolución electrónica.

A esos fines se requieren un estado, un gobierno y una sociedad con estabilidad política, estrategia definida y constante, y con una posición claramente comprometida con los principios de la democracia, el pluralismo, una economía libre pero fundada en una concepción equitativa en la que la responsabilidad no se agota en una ética utilitarista, sino en una ética de la solidaridad. Por esta razón, la globalización abre un panorama ciertamente más complejo pero integrador para los diversos actores que operan dentro de las sociedades nacionales. Es más, parecería que sin una estrategia colectiva integradora, los Estados tienden a convertirse en Estados fracasados y anacrónicos. Es decir, Estados que no tienen la capacidad de garantizar la vigencia de ciertas funciones fundamentales, tales como seguridad, infraestructura, representación colectiva de sus ciudadanos, entre otras.

La globalización, por consiguiente, prácticamente interpela a los Estados y a las sociedades nacionales a tener una visión clara de los objetivos colectivos buscados. Y para intentar alcanzar cierto éxito en tal empresa la concertación social aparece como un instrumento fundamental.

Pero como ya señalaron destacados políticos de América Latina en el Consenso de Brasilia, necesitamos gobernar la globalización, de modo que se convierta en una oportunidad para el desarrollo de todos y especialmente de nuestros pueblos.

Será doloroso que por diplomacias entreguistas de esta parte del continente, la globalización sirva para que los más fuertes conquisten incruentamente nuestros mercados, donde puedan colocar sus excedentes de exportación, al propio tiempo de extraer las materias primas para sus industrias.

 

3.2.   UN MERCOSUR ÚTIL PARA TODOS SUS MIEMBROS

En primer lugar, debemos plantear nuestra integración al Mercosur como un proceso que beneficia a todos sus miembros y no como el país pobre que sólo busca beneficio. No debemos ser los pedigüeños ni los que necesitan del paternalismo del Mercosur. Debemos demostrar que somos capaces de aportar propuestas y acciones que beneficien a todos sus miembros, según los principios de equidad y de la cooperación internacional. El Mercosur constituye un instrumento fundamental para el desarrollo del Paraguay moderno. Pero se debe plantear una estrategia que impida que la asimetría existente se convierta en factor de mayor desequilibrio, no como una cuestión de beneficio particular, sino como parte de una visión que beneficie a todos los miembros.

Por otra parte, es urgente la necesidad de establecer criterios claros, para los intercambios comerciales eliminando la discrecionalidad de los países grandes que muchas veces imponen trabas económicas sin fundamento.

El Mercosur debe ser también un amplio espacio de integración y respeto a las culturas de los pueblos que lo integran, y debe ser un espacio de respeto a la dignidad de las personas.

El Mercosur proporciona a sus miembros un poder de negociación internacional que ninguno de los países que lo integran, inclusive Brasil, podría tener aisladamente. Hay que considerar que sin este bloque regional, nuestro país y el Uruguay pueden convertirse en segmentos anónimos del mercado internacional.

 

3.3.   POLÍTICA EXTERIOR EFICIENTE Y PRODUCTIVA

El Paraguay, como país mediterráneo, debe tener una diplomacia profesional e idónea, capaz no sólo de defender eficientemente los intereses nacionales en el exterior, sino al mismo tiempo de multiplicar la cooperación internacional para nuestro desarrollo económico, social y cultural.

Para ese efecto, hace falta una política exterior de Estado, a fin de que programáticamente y en una estrategia de larga duración, el Paraguay consiga insertarse con rol protagónico en el campo internacional. Y pueda, asimismo, canalizar hacia la sociedad nacional todo lo que el mundo contemporáneo ofrece al concierto de las naciones, en términos de desarrollo tecnológico, científico, de derecho internacional y de intercambio comercial, de complementación económica y unión mediática.

Un déficit de Estado ha sido nuestro servicio exterior. Aquí, la improvisación y la discrecionalidad, manejadas personalista y prebendariamente, han conspirado contra los intereses de la patria y el prestigio de la nación. Este proceso irracional debe llegar a su fin. Para ello, hay que avanzar hacia la institucionalización de nuestra diplomacia, convirtiéndola en un eficaz y dinámico instrumento de desarrollo interno.

 

3.4.   RESGUARDAR NUESTRA IDENTIDAD CULTURAL

Es necesario resguardar nuestra identidad cultural del acoso globalizador en vez de resguardarlo como consecuencia de un nacionalismo obtuso. Para ello se debe impedir que la sociedad abdique de la tarea de pensar sobre su futuro y proponer alternativas más allá de la lógica absoluta del mercado.

El Partido Colorado, en tal sentido, proclama un nacionalismo noble, no de superioridad ni de exclusión. De lo que se trata es de un nacionalismo telúrico, que ama y defiende el ser nacional, el acervo cultural, nuestra lengua vernácula o, como diría Manuel Domínguez, "el alma de la raza", frente a peligrosos procesos de transculturación que van fulminado el imaginario colectivo de los pueblos de Amerindia.

Mediante espacios de reflexión y análisis se buscará también evitar caer en la trampa que hábilmente proponen los que creen en la sola necesidad de desarrollar la conciencia tecnocrática y utilitaria. En la era de la sociedad del conocimiento, el humanismo está de regreso. Y nosotros tenemos que avanzar hacia una concepción más holística, totalizadora, que integra reflexiva y creativamente todos los valores.

Para el efecto se fomentará la formación de una élite con capacidad crítica, verdaderamente selecta por su capacidad y honorabilidad, pero sin discriminación de índole social y política.

 

3.5.   PRODUCIR CON EFICIENCIA, DISTRIBUIR CON EQUIDAD

Paraguay es un país inmensamente rico. Sus recursos naturales son envidiados por representantes de países ricos. Pero su aparato productivo está obsoleto y el espíritu emprendedor de los empresarios se ha devaluado en la misma proporción en que se devaluó la credibilidad de los políticos. Es imprescindible establecer reglas claras para una producción óptima, tanto en la ciudad como en el campo, y distribuir equitativamente los resultados económicos así como las inversiones del Estado.

 

PROPUESTA FINAL

El Paraguay está atravesando por una situación histórica difícil. La pobreza social, la destrucción del ambiente y la ausencia de una ética en la utilización de los bienes públicos son producto de nuestras propias acciones. El Paraguay no se ha desarrollado porque los paraguayos no nos hemos atrevido a asumir nuestro compromiso personal y colectivo para cambiar las reglas de juego de un sistema tradicional y muchas veces perverso.

Por eso insistimos en hacer un llamado a la ciudadanía para trabajar en paz, para iniciar un proceso de construcción de una nueva sociedad en donde predominen los valores de la solidaridad y la justicia como fundamentos de una libertad que trasciende al individuo y se expresa también en la libertad de los demás.

Hago un llamado a todos los hombres de buena voluntad, y de manera especial a la juventud del Partido Colorado, para que asuman con decisión la tarea de cambiar hasta el último vestigio, un sistema creado para favorecer a una minoría, un sistema incapaz de integrar a la sociedad en un gran proyecto nacional. El que en el siglo XXI nos coloque en el sitial de los países prósperos y libres, dignos y justos.

 

INDICE

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

 

PRIMERA PARTE

DESAFÍOS

1. DESAFÍOS INTERNOS

1.1 DIVISIÓN

1.2 LIDERAZGO AUTOCRÁTICO

1.3 EL PELIGRO DE MIRAR SOLO EL PASADO

1.4 NECESIDAD DE PASAR DE LA INTEGRACIÓN A UN JEFE, A LA INTEGRACIÓN A UN PROYECTO NACIONAL

2. DESAFÍOS EXTERNOS

2.1 UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA. LA POBREZA SOCIAL ES EL PEOR DE LOS CRÍMENES PORQUE HACE PATENTE LA INJUSTICIA

2.2 UN ESTADO DÉBIL

3. DESAFÍOS DE LA CONTEMPORANEIDAD

3.1 UN MUNDO GLOBALIZADO

3.2 EL PELIGRO DE LA PÉRDIDA DE IDENTIDAD CULTURAL

3.3 EL PELIGRO DE UNA SOCIEDAD SIN RUMBO

 

SEGUNDA PARTE

RESPUESTAS

1. A LOS DESAFÍOS INTERNOS

1.1 UNIDAD DEL PARTIDO

1.2 LIDERAZGO QUE NO DESECHA LA TRADICIÓN, PERO ABIERTO A LA INNOVACIÓN

1.3 UN PARTIDO CON UN PROYECTO PARA TODOS LOS PARAGUAYOS

2. A LOS DESAFÍOS EXTERNOS

2.1 SOCIEDAD INTEGRADA SOBRE LA JUSTICIA SOCIAL

2.2 UN ESTADO EFICIENTE PARA EL BIENESTAR DEL ESTADO PARAGUAYO

2.3 UNA DEMOCRACIA QUE GENERA LEGITIMIDAD A UN PODER QUE BUSCA RESPONDER A LOS PROBLEMAS DE LA GENTE

3. A LOS DESAFÍOS DE LA CONTEMPORANEIDAD

3.1 UNIDAD DE ESTADO Y SOCIEDAD PARA RESPONDER A UN MUNDO GLOBALIZADO

3.2 UN MERCOSUR ÚTIL PARA TODOS SUS MIEMBROS

3.3 POLÍTICA EXTERIOR EFICIENTE Y PRODUCTIVA

3.4 RESGUARDAR NUESTRA IDENTIDAD CULTURAL

3.5 PRODUCIR CON EFICIENCIA, DISTRIBUIR CON EQUIDAD.

PROPUESTA FINAL

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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