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Andrea Piccardo

  AUTORRETRATO - Serie MISTERIOS Y REVELACIONES, 2005 - Óleo sobre tela de ANDREA PICCARDO


AUTORRETRATO - Serie MISTERIOS Y REVELACIONES, 2005 - Óleo sobre tela de ANDREA PICCARDO

AUTORRETRATO

(Colección de Gloria Paiva)

Serie MISTERIOS Y REVELACIONES, 2005

Óleo sobre tela de ANDREA PICCARDO

 

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MISTERIOS Y REVELACIONES

 

Estos son algunos trabajos que expuse en la "Sala Dolce Vita" del Café Italiano, en el año 2005.

He trabajado a partir de fotografías de mi propio cuerpo. Montserrat Álvarez interpreta el sentido de las imágenes en el comentario de la muestra: "Desvestido el cuerpo de todo lo que afirma su unicidad, muestra su desnudez, democrática como la Muerte, en ese cuerpo sin señas de identidad que es el de todos y el de nadie. Muestra su desnudez con cierto aire trémulo, contenido, como obediente al pudor, pudor que no es sino la expresión de la lucha del Yo por no ceder del todo al vasto anonimato del desnudo, verdadero uniforme del Nosotros, del Todos y del Nadie." Las obras están realizadas en pastel graso y lápiz sobre papel.

 

Final del juego

(Colección de Montserrat Álvarez)

 

Corte y confesión 2

(Colección particular)

Corte y confesión 1

(Colección de Marcos Piccardo)

 

Fuente:

http://www.andreapiccardo.blogspot.com/

 

 

   

 

 

 

 

MOTIVO DE RUPTURA (CUENTO)

 

Se encontraba frente al soporte en blanco con esa sensación de pavura que siempre la paralizaba antes de comenzar un proyecto. Sólo se le ocurrían formas geométricas. Hubiese querido tener la habilidad para la figura humana de su compañera de taller -le tenía una sana envidia- aunque la profesora le había dado ánimos para incursionar en la abstracción y no desilusionarse ante los monigotes amorfos en los que convertía a los modelos. No lograba encontrarles un valor estético, aunque de todos modos agradecía las asociaciones que la maestra hallaba entre su trabajo y el de ciertos artistas vanguardistas, con todo respeto por aquellos a quienes tanto les costó desarrollar una imagen tan personal y defenderla en sus manifiestos, casualmente todos del sexo masculino. Ellos sí poseían, seguramente, el ingrediente químico necesario para que su autoestima se mantuviera elevada permitiéndoles valorar su producción, ellos sí pudieron infringir y distorsionar el sistema de representación, arriesgarse a utilizar colores estridentes y arbitrarios, mostrar la realidad fragmentada y desde diversos puntos de vista aunque el resultado fuera un rostro de tres ojos, o pretender representar el movimiento en una pintura bidimensional, o pintar un cuadrado blanco sobre un fondo blanco, o chorrear pintura, y decir esto que yo hago es arte, o si no fueron ellos, fueron otros hombres, historiadores, críticos, que consideraron sus obras dignas de figurar en los libros de historia del arte. Por qué oscuro motivo no figuran en ellos las renacentistas Sofonisba Anguissola, o las barrocas Artemisia Gentileschi y Louise Moillon, y más tarde las neoclasicistas E-Louise Vigée-Le Brum y Angélica Kauffmann, y luego las impresionistas Eva Gonzales, Berthe Morisot, Mary Cassatt, Marie Bracquemond, ninguna fue digna de ser tenida en cuenta, fueron marginadas por los historiadores de arte contemporáneos, y sólo esporádica y tímidamente aparecen Frida Kahlo, Sonia Delaunay, Meret Oppenheim, Georgia O’keeffe, Tamara De Lempicka. Sí, las recordaba a todas, había hecho una lista que aprendió de memoria para poder decirla en el momento oportuno ante cualquier comentario machista que tuviera que ver con el arte. Y ni hablar de las mujeres (la mayoría monjas) miniaturistas anteriores al renacimiento, y menos de la señora que volcaba su imaginación en un bordado maravilloso, o aquella que inventaba un nuevo punto de encaje, ellas no hicieron ningún manifiesto, su producción no fue registrada ni dignificada como arte, su humildad no les permitía creer que lo que hacían era importante.

Sin tener una idea previa de lo que iba a hacer comenzó pintando un círculo rojo en el sector inferior izquierdo y luego un cuadrado azul más arriba, hacia la derecha. Miró las dos figuras: el círculo, esa figura inestable, podía convertirse fácilmente en una esfera que ante el menor impulso se pondría a rodar, y se lo veía en ese sitio con una mayor seguridad o estabilidad (tal vez). El cuadrado estaba imperturbable y en una posición de cierta superioridad. Esas asociaciones le originaron una leve molestia que dejó pasar. El conjunto le producía una sensación de horror vacui, con todo ese inmenso mar blanco alrededor de las figuras. Trazó alrededor de cada una de ellas dos planos irregulares que se unían en una intersección formando una figura bastante interesante. Por un buen rato puso toda su atención en ella, olvidando completamente el resto aunque la profesora le había dicho que esto no era aconsejable, que mejor era mantener siempre la visión general del cuadro. Siguió puliéndola, dándole brillo, combinando colores, texturas, simulando volúmenes. Sin estar segura de buscar una imagen concreta, esta iba tomando forma casi por casualidad. Luego la figura comenzó a independizarse de su intención, a rebelarse contra su mandato, a escaparse de los límites prefijados creciendo sin que ella se diera cuenta hasta que finalmente consideró que no había más que hacer por ella. Se alejó un poco, experimentando otra vez esa sensación de molestia al ver la ubicación de las figuras, una inconformidad que la incitaba a cambiarlas de lugar, si bien no podía definir en qué podría consistir la ventaja o desventaja, la condición de superioridad o inferioridad determinada por una u otra posición. Además, las figuras encerradas y aisladas dentro de esos contornos acentuaban la impresión de vacío, así que comenzó a rellenar los planos que las rodeaban con grafismos, primero pequeños, ordenados, detallados, minuciosos, realizados con paciencia, luego un poco más grandes, desprolijos, inseguros, hasta que por fin se hartó y comenzó a trazar frenéticamente líneas negras y rojas que iban como saetas de una a otra figura, del círculo al cuadrado. Siguió haciendo esto descontroladamente en una especie de trance hasta que vio que se excedió, que el cuadro mostraba un caos espantoso y no tenía arreglo, que lo arruinó todo. Entonces tomó el soporte de cartón, lo rasgó de un tirón por la mitad y se fue a dormir la siesta con su marido.  

 

Andrea Piccardo

Fuente digital:

http://www4.loscuentos.net/cuentos/local/andrula/

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