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BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

  NUESTRAS FRÁGILES DEMOCRACIAS - Por Prof. BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO - Domingo, 5 de Mayo del 2013


NUESTRAS FRÁGILES DEMOCRACIAS - Por Prof. BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO - Domingo, 5 de Mayo del 2013

NUESTRAS FRÁGILES DEMOCRACIAS

NUEVA POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA

 

Por Prof. BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

 

INTRODUCCIÓN

Latinoamérica irrumpe en el siglo XXI desde una anteriormente desconocida posición de poder.

La abundancia de recursos naturales, la fertilidad de su suelo y una población que —enfrentada a crisis económicas— aprendió a migrar en masa, dejando atrás sus miserias pero también liberando al país de origen de todo tipo de revuelta o reclamos legítimos, que conllevan a una crisis de inestabilidad y desgobernabilidad.

La anterior aceptación pasiva de lo fatídico y de la inevitabilidad de la pobreza dio paso a una reacción del pueblo que exige y demanda y, en caso de no obtener reivindicaciones, impone cambios. Por primera vez en mucho tiempo se habla de la América Latina no como víctima, sino como protagonista de intentos no siempre exitosos de lograr finalmente la igualdad e inclusión negadas desde el mismo proceso colonizador luso-hispánico.

Ese esfuerzo de atraer a la política a masas anteriormente invisibilizadas, iniciada con altibajos por el peronismo argentino, necesariamente significó un cambio importante en la manera de relacionamiento estado-sociedad civil.

Al universalizarse el empadronamiento, empoderamiento, y la validez de los resultados electorales, la clientela adquirió mayor trascendencia y dejó de ser meramente observadora pasiva, utilizada por los caudillos de turno para sus fines particulares.

Ese fenómeno latinoamericano pronto atrajo la atención de estudiosos de todo el mundo, de todas las ideologías y se convirtió en fértil campo de discusión, cuyos resultados todavía no son duraderos porque la confrontación de ideas sigue latente y vital.

Algunos autores señalan que “la independencia no alumbró una ideología hegemónica que pudiera conciliar distintos intereses y posiciones. No hubo integración entre la filosofía política ibérica y las corrientes del iluminismo, y de las revoluciones norteamericana y francesa. Desde los inicios, se despertó una intensa lucha en torno a la constitución del orden político, en el marco de los modelos centralismo y federalismo. Y con respecto también a otros aspectos de la organización socioeconómica”.

La tradición federal propuso un cuerpo político participativo, articulado a la movilización de las masas rurales que había despertado la revolución (Artigas en el Río de la Plata, Hidalgo en México). La otra corriente abrevó en el liberalismo romántico, dando predominio a una concepción más elitista del orden político, intentando suplantar la soberanía de la voluntad general por la de la razón social.

Entonces, la organización de los estados nacionales se produjo bajo la hegemonía del liberalismo positivista y de sectores terratenientes y comerciales ligados por sus intereses a la “división internacional del trabajo”, que beneficiaba a países industrializados como Inglaterra. Se instalaron regímenes liberales oligárquicos y una modernización no industrialista, y las formas constitucionales y políticas fueron restrictivas de la representación popular.

El derecho al voto universal y secreto fue una conquista ante gobiernos que se perpetuaban y procesos electorales viciados.

Se genera otra etapa, una mayor intervención del Estado en la economía, que introduce la idea de democracia social como nivelación general de las normas de status, redistribución de riquezas y nivel de oportunidades. Peronismo en Argentina, varguismo en Brasil, Partido de Acción Democrática en Venezuela y otros. Perón, estado fuerte, nacionalista, antinorteamericano y redistribuidor de la riqueza.

Dentro de la matriz nacional popular o POPULISTA de aquellos movimientos, se constituyó —como en el caso argentino— una versión del ESTADO DE BIENESTAR, similar a la de Europa de posguerra, origen del Estado social de derecho. Una concepción de Estado que no solo debía garantizar los derechos políticos e individuales de los ciudadanos, sino también los sociales. Se incorporaron formas de organización sindical y articulación de intereses funcionales por medio de mecanismos de concertación.

Posteriormente, en el marco de la’ industrialización sustitutiva, algunos países del continente consiguieron consolidar regímenes democráticos.

Por otro lado, se dio con los gobiernos militares en el Conosur, la política neoliberal de la década del 70 —la represión sistemática propia de la guerra fría— y la doctrina de la seguridad nacional una importante fuga de cerebros hacia los enclaves hospitalarios como París, Suecia, Alemania y México.

Los procesos de transición iniciados a partir del mundo unipolar conllevaban anhelos de participación y una concepción ética de la política; finalmente, la búsqueda de nuevos canales de intervención ciudadana y popular en las decisiones públicas.

 

 

 

EL LIBRE COMERCIO

Concluida la guerra fría, la etapa de la ayuda exterior de connotaciones políticas se transformó en actividades meramente bancarias administradas por organismos multilaterales para los cuales siempre se exigía que el peticionante se encargara de un porcentaje como contrapartida. En algún momento, el pensamiento neoliberal puso todo el peso del desarrollo en el comercio internacional y de ahí se adoptó la premisa de que la mejor ayuda externa era la comercial, a los países menos desarrollados, y que este proceso necesariamente redundaría en progreso y desarrollo.

Ciñéndonos a Carlos Alberto Montaner, en su texto La Libertad y sus Enemigos, señala que el libre comercio es objeto de debate desde Canadá a la Argentina. Y que hay globofóbicos que detestan el libre comercio internacional y también globofílicos que lo defienden. Indica que toda América Latina y sajona en el último cuarto de siglo XIX se fue a la guerra contra los poderes coloniales europeos en busca de mejores oportunidades económicas y libertad de comercio.

Episodio que fue el detonante final de la guerra de Independencia norteamericana comenzada en 1776, cuando los ingleses de manera inconsulta gravaron con impuestos las importaciones de sus colonias —especialmente las de té—, a lo que se sumó la terca decisión de la Corona británica de mantener el monopolio de este comercio transatlántico por medio de las Compañías de las Indias Orientales.

Señala que en aquellos años de nuestras independencias y formación de repúblicas, los progresistas que defendían virtudes del libre comercio, los globofílicos de entonces, eran los revolucionarios progresistas, mientras que los globofóbicos eran los reaccionarios partidarios de los poderes coloniales, de los tributos onerosos y de los controles de precio.

Dos siglos más tarde, esa concepción se dio la vuelta y hoy los que se llaman progresistas —aunque defiendan el modelo económico de las naciones que menos progresan— son los enemigos del comercio libre y de la libertad económica, concluye.

Una visión alternativa a la de Montaner la presenta Norbert Lechner (Karlsruhe, Alemania, 1939 - Santiago, Chile, 17 de febrero de 2004), destacado investigador, politólogo y abogado alemán nacionalizado chileno; académico, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Friburgo, director de la Facultad Latino Americana de Ciencias Sociales desde 1988 a 1994.

En su libro Crisis del Estado en América Latina, señala que una vez conquistada la independencia de nuestros países, las clases dominantes encuentran en la burocracia cívico-militar el eje que aglutina un bloque político, controlando parte importante de la riqueza social. La burocracia ejerce una fuerte influencia. A pesar de su menor dependencia de la sociedad civil, el Estado no deja de ser el terreno de compromiso en el que las clases dominantes organizan el proceso social. El aparato de Estado debe responder a los intereses particulares y, a la vez, expresos en una unidad nacional.

Luego de la independencia, el nuevo orden político ideológico adquiere una autonomía relativa respecto del orden económico. El imperialismo de fines del siglo XIX gira en torno a centros industriales. Y con la dominación tecnológica se expresa una dominación política y cultural.

Es autor de otro texto muy interesante, Los patios interiores de la democracia, en el que reflexiona sobre la revolución, la democracia, la vida cotidiana, el realismo político, el miedo y la cultura posmoderna. Y la situación epistemológica del investigador contemporáneo latinoamericano, después de la crisis de la modernidad. Un estudio sobre el texto, de Augusto Bolívar Espinoza, señala que uno de los desafíos más apremiantes del presente es la democracia.

El término democracia es polisémico y exige esfuerzos interpretativos enormes, porque en modo alguno puede simplificarse apenas adaptándola a situaciones temporarias. Para muchos, la democracia se circunscribe a los actos electorales de sesión popular de mandato sin el correspondiente control y fiscalización.

Por otro lado, la democracia en modo alguno puede ser interpretada como parte de un sistema débil, incapaz de la toma de decisiones significativas por no osar el liderato de desafiar a la opinión pública. Esta concepción es la que llevó a la ruina al Estado alemán de Weimar y dio paso al nazismo, que si bien se originó en una pluralidad de votantes, en modo alguno pudo considerarse como democrático aunque movilizara masas (1933).

La concepción anglosajona derivó en la democracia representativa, en la que el pueblo gobierna a través de sus representantes surgidos en comicios libres, soberanos y periódicos. Por un tiempo, esta es la idea que se expandió a casi todo el occidente.

Sin embargo, a fines del siglo XX, y dada la urgencia de las demandas y de resultados por parte de una población carenciada, muchos países en vías de desarrollo comenzaron a hacer circular la idea de una democracia participativa, basada en la organización de base con poca interferencia de la división de poderes y bajo la tutela del partido o movimiento revolucionario. Se suponía que esto no implicaba una dictadura, la que en todo caso esta duraría un corto tiempo.

Esta ideología, basada en un pensamiento marxista internacional renovado y en las críticas de los politólogos de izquierda al pluralismo y al elitismo, se mezcló con los nuevos análisis que venían de la izquierda católica, que fácilmente aceptaba argumentos antiliberales, teñidos de activismos basistas, con una dosis de populismo. Esta descripción del Diccionario de Ciencias Sociales de Torcuato Di Tella trae implícita la idea de que la democracia es un concepto dinámico, en constante redescubrimiento e interpretación. De lo que no cabe duda alguna es que todos los procesos de transición de una u otra manera declamaban tener a la democracia como el objetivo a ser buscado.

Simultáneo a la caída del Muro de Berlín (1989), los procesos de transición democrática se iniciaron en la casi totalidad de los países latinoamericanos, que no los habían experimentado. Mientras tanto, se consolidaba la democracia en el resto de los países, a excepción de Cuba, que tras algunos sobresaltos decidió seguir su modelo tradicional, sorteando el embargo comercial y político norteamericano.

En un principio y casi coincidente con la publicación del libro de Francis Fukuyama, El Fin de la Historia, en el que el autor expone una polémica tesis: La Historia como lucha de ideologías, ha terminado con un mundo finalmente basado en una democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la guerra fría.

Fukuyama explica el triunfo de las democracias liberales como efecto de la caída del comunismo. Si se interpreta el fin de la historia como el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía, y el pensamiento neoliberal de la infalibilidad del mercado pareciera enseñorearse y convertirse indefectiblemente en la ola del futuro. Sin utilizar esta terminología, Fukuyama de hecho estaba haciendo la introducción académica al campo político del concepto de la globalización, de la unificación de postulados e incluso de recetas para el muy complejo mundo de la convivencia humana.

Fukuyama defiende también las reformas neoliberales en lo económico y lo político. Es vital una apertura internacional (globalización) que le dé competitividad al mercado interno; además, es fundamental que existan libertades políticas y se eviten los gobiernos autoritarios o represivos. En la economía, el Estado debe jugar un papel mínimo, permitiendo que el capital privado se mueva con la mayor libertad jurídica posible.

Todo funciona mejor si puede dar por sentado un marco jurídico estable y efectivo, que permita la seguridad de los derechos de propiedad y de las personas, y un sistema de asociación privada relativamente transparente. Pero estas características no han prevalecido en los países latinoamericanos. En muchos casos, el Estado ha sido arbitrario y rapaz. Como consecuencia, se redujeron los radios de confianza al nivel de la familia y los amigos, y se generó una dependencia a ellos.

Tomemos en cuenta también para esta reflexión el consenso de Washington, un listado de políticas económicas consideradas durante los años 90 por los organismos financieros internacionales y centros económicos con sede en Washington DC (Distrito de Columbia), Estados Unidos, como el mejor programa económico que los países latinoamericanos deberían aplicar para impulsar el crecimiento.

A lo largo de la década, el listado y sus fundamentos económicos e ideológicos se afirmaron, tomando la característica de un programa general. El consenso, sin duda, no logró los resultados esperados. Ha recibido gran cantidad de críticas. Quizás las más importantes sean las que le formulara Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y exvicepresidente del Banco Mundial. Críticos de la liberalización como Noam Chomsky o Naomi Klein ven en el consenso de Washington un medio para abrir el mercado laboral de las economías del mundo subdesarrollado a la explotación por parte de compañías del primer mundo.

Las críticas, que provienen desde la antiglobalización hasta del mismo liberalismo económico junto con algunas de sus corrientes: la escuela clásica y la escuela austríaca.

Ellos argumentan, además, que los países del primer mundo imponen las políticas del consenso de Washington sobre los países de economías débiles, mediante una serie de organizaciones burocráticas supraestatales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, además de ejercer presión política y extorsión.

Se argumenta además, de forma muy generalizada, que el consenso de Washington no ha producido ninguna expansión económica significativa en Latinoamérica y sí, en cambio, algunas crisis económicas severas y la acumulación de deuda externa que mantiene a estos países anclados al mundo subdesarrollado.

A su vez, sus políticas educativas, si bien en buena medida acatadas en Latinoamérica (especialmente en países como Chile y Argentina), donde tenían considerable buena prensa, han sido criticadas desde dentro de estas mismas sociedades, en trabajos como el de José Luis Coraggio, La educación según el Banco Mundial, que ponía en entredicho el modelo educativo neoliberal y las posibles consecuencias de su implementación, consecuencias que luego se ha visto que en buena medida explotaron en la crisis educativa en Chile del 2011.

Las experiencias con las políticas educativas del Paraguay son ilustrativas y descriptivas de toda esta concepción. Terminada la devastadora Guerra de 1870, los prohombres de entonces supieron que el camino más directo a lo que se llamó la regeneración de la República era la educación y, aun antes de tener programas concretos y específicos, se expandió la idea de las becas educativas, se pagaron buenos sueldos a los profesores y la carrera docente adquirió relumbre social.

La coronación de esta visión fue la reforma educativa del maestro Ramón Indalecio Cardozo, aplicada durante el gobierno del Dr. Eligio Ayala (1924/1928), que tuvo en consideración las necesidades concretas pensadas y reflexionadas de lo que era el Paraguay del presente y a lo que apuntaba en el futuro.

Así se enseñó el respeto a la Constitución, como contrato pueblo/gobierno, conscientes de la estructura agrícola ganadera de la economía; se obligó a las escuelas a mantener huertas, y con lo cosechado de ellas se enseñó nutrición balanceada para mejorar la salud.

En algún momento de la inestable década de 1940, se perdió este norte y más adelante se recurrió a los organismos multilaterales como el BID para obtener prestamos y programas educativos, cuyos resultados no estuvieron a la altura de lo esperado.

Hoy, la educación vegeta en un limbo que ningún bien hace a los miles de jóvenes deseosos de insertarse en el mercado laboral y aspirar a una existencia digna. Un país es su educación pública.

 

 Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR

Domingo, 7 de Abril del 2013

Fuente digital: www.abc.com.py

 

 

NUEVA POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA (2)

NUESTRAS FRÁGILES DEMOCRACIAS

Por PROF. BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

 

El siglo XXI trae buenas noticias para América Latina y, en especial, para el Paraguay.

La abundancia de recursos naturales, la fertilidad de su suelo y una población que —enfrentada a crisis económicas— aprendió a migrar en masa, dejando atrás sus miserias pero también liberando al país de origen de todo tipo de revuelta o reclamos legítimos, que conllevan a crisis de inestabilidad y desgobernabilidad.

La anterior aceptación pasiva de lo fatídico y de la inevitabilidad de la pobreza dio paso a una reacción del pueblo que exige y demanda y, en caso de no obtener reivindicaciones, impone cambios. Por primera vez en mucho tiempo se habla de la América Latina no como víctima, sino como protagonista de intentos no siempre exitosos de lograr finalmente la igualdad e inclusión negadas desde el mismo proceso colonizador luso-hispánico.

La contingencia política internacional, sumada a los diferentes procesos socioculturales y económicos que se están viviendo en distintas partes del mundo y, por cierto, están afectando las relaciones entre los estados, las naciones y los pueblos, es el marco adecuado para proseguir con esta reflexión que tuvo su primera parte en una entrega anterior.

Es oportuno citar la era de la comunicación instantánea, que significó que —a principio de los años 90, silenciosamente— el Gobierno norteamericano decida compartir con el resto del mundo el sistema de comunicación intracomputadores, que había diseñado en previsión a un posible holocausto nuclear en la década del 60. Y junto con el teléfono celular e internet dan inicio a la era de las comunicaciones instantáneas y universales de la aldea global.

Esto significó que la información dejó de ser provincia de unos pocos privilegiados y hoy cualquiera con una PC puede acceder a datos que antes llevaba mucho tiempo hacerlo. Y el celular, que alguna vez fue solamente utilizado para llamadas telefónicas, hoy, con el acceso instantáneo a internet y las redes sociales como Twitter, Facebook y WhatsApp, permite estar conectado en tiempo real todo el tiempo, ofreciendo enormes ventajas de información, aunque a veces puede sobrepasarnos.

Los trágicos sucesos de las Torres Gemelas del 11 de setiembre del 2001 —un ataque a símbolos del capitalismo norteamericano— se pudieron observar como una película de terror, simultáneamente a los hechos. Tuvieron repercusiones en la concepción de un nuevo orden mundial. El choque de civilizaciones en la tesis de Samuel Huntington y cuya inmediata consecuencia fue la guerra de Irak, y la justificación y celebración de la muerte.

 

 

LA FUGAZ DÉCADA NEOLIBERAL EN AMÉRICA LATINA

Algunos países fueron verdaderos precursores y exploradores de las políticas neoliberales, interesantemente aplicadas bajo el régimen de una férrea dictadura militar.

EL EJEMPLO DE CHILE:las privatizaciones y la llegada al poder de una coalición opositora a todo el régimen militar del general Augusto Pinochet, y la publicitada experiencia argentina del gobierno de Carlos Saúl Menem: la década de 1990 se presentó como de prosperidad y crecimiento continuo, con estabilidad y paridad en Argentina del dólar con la moneda local, conocida como la convertibilidad.

Todo eso funcionó en apariencia hasta la gran devaluación brasileña de 1999, que ocasionó desequilibrio en la economía del Río de la Plata y dio por acabada la paridad de la moneda fuerte, demostrando que los publicitados procesos de privatización habían logrado lo que precisamente decían: combatir un alto nivel de corrupción.

Todo ello acabó en grandes protestas sociales y caídas de gobiernos, principalmente en Argentina.

En Venezuela, exasperados por la corrupción y el aumento de la pobreza, es elegido presidente un militar en su momento llevado a prisión por golpista, que se presentaba como alternativa a los caducos partidos tradicionales. Pronto ese ejemplo fue seguido en Ecuador y Bolivia.

Brasil también decide realizar un cambio dramático al elegir como presidente a un antiguo líder sindical, que no había terminado la secundaria, pero de cuya destreza política como constituyente y diputado federal se tenía constancia.

Paraguay elige a su primer presidente civil de la transición que es capaz de completar su mandato en 70 años, el Ing. Juan Carlos Wasmosy, pero antes de concluir la década revierte a su comportamiento anárquico con el asesinato del vicepresidente de la República Dr. Argaña y la renuncia del presidente Raúl Cubas en 1999. Todo lo cual afortunadamente se resuelve dentro de los canales constitucionales, a pesar de las irreparables muertes de inocentes.

En la República Oriental del Uruguay, luego de la peor crisis de crecimiento económico negativo de su historia, se entrega el poder en elecciones limpias al representante del Frente Amplio, que incluía a combatientes anteriormente encarcelados por haber participado de la lucha armada con la guerrilla urbana del movimiento nacional Tupamaros.

La ola de la izquierda parecía imbatible. En el Perú vuelve al poder mucho más morigerado el anterior presidente Alan García, quien manteniendo su retórica de izquierda lleva adelante una política de libre mercado. Colombia, bajo el férreo timón de Álvaro Uribe, enfrenta militarmente a la guerrilla asociada al narcotráfico e impone el poder del Estado por primera vez en muchas regiones.

En México, pierde el poder en elecciones el Partido Revolucionario Institucional (PRI), reputado como el excepcional sistema de partido único en América. Cayo el PRI ante un partido de centroderecha, pero las cosas siguieron casi sin novedades, aunque el insaciable mercado norteamericano por la droga convirtió a México en el campo de batalla entre los carteles, y la represión gubernamental con terribles costos en materia de vida y seguridad de la población. El PRI volvió a ganar las elecciones recientemente, aunque con mucho recelo por parte de la opinión pública en cuanto a la transparencia de las elecciones.

En Centroamérica, Panamá siempre elige gobiernos regularmente y, luego de tomar posesión de su canal, comenzó un proceso de crecimiento sostenido que le augura prosperidad. El resto de Centroamérica vivió sus propios procesos de pacificación de la guerrilla, cuando gobiernos de derecha en Nicaragua y Salvador finalmente entregaron el poder en elecciones a sectores que habían estado en la insurgencia. La pacificación de Guatemala siempre tuvo altibajos, pero el único país donde hubo una interrupción del proceso democrático fue Honduras, lo que le costó su expulsión momentánea de la OEA.

En la República Dominicana y Haití siguieron los desarrollos tradicionales; República Dominicana, una meca del turismo, y Haití sufriendo su realidad de gobiernos escandalosos sumados a una terrible tragedia natural que hasta el momento lo erige en un Estado fallido.

La gran crisis financiera a partir del año 2008 vino a cambiar mucho de los presupuestos convencionales sobre América Latina, dada nuestra condición de productora masiva de alimentos. El impacto de la crisis fue necesariamente atenuado en nuestra región y, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, los precios de los commodities aumentaron de manera significativa, variando la ecuación anterior de que la compra de un vehículo de país industrializado siempre iba a costar más toneladas de trigo, más cachos de banana, marlos de maíz o kilos de tomates y últimamente soja.

Finalmente hizo su irrupción en el continente el reclutamiento de adherentes para manifestaciones multitudinarias, sistema de redes sociales cibernéticas, que ya habían ocasionado una impensable primavera árabe en países rígidamente musulmanes que derribaron gobiernos y se hallan en procesos de democratización.

 

PARAGUAY

En el Paraguay, el Partido Colorado, hegemónico luego de 60 años en el gobierno, sea por vía de golpe militar, elecciones amañadas o mayorías legítimas, pierde el control del gobierno y asume un exobispo de la Iglesia católica, institución de continuo prestigio y credibilidad entre la población paraguaya, aunque Paraguay se erigiera en Estado laico a partir de la Constitución de 1992.

La coalición victoriosa en el 2008 incluyó un partido tradicional, el Partido Liberal; todo el espectro de la izquierda paraguaya por mucho tiempo proscripta y perseguida, aglutinada en el Frente Guasu, y otros movimientos sociales.

Con avances y retrocesos se inicia un proceso de cambios, aunque con bastante resistencia por parte de sectores conservadores. Quedaron pendiente promesas firmes y sustanciales de la plataforma de gobierno que permite a la alianza acceder al poder.

Para junio de 2012, se promueve un juicio político contra el presidente Fernando Lugo, que aunque contemplado en la Constitución de 1992, sorprendió por la rapidez de los hechos, y en un principio dio lugar a interpretaciones diversas y exigió la intervención de la misma OEA.

¿Fue la masacre de Curuguaty de junio de 2012 la que indujo al Parlamento paraguayo a abrir un juicio político contra el presidente Lugo? ¿Y no en todo caso al ministro del Interior? Como lo señalaron varios analistas políticos.

Lo que no se midió en los apremios de los hechos, y la confusión de la misma opinión pública y de los mismos políticos involucrados fue que nuestra región, más organizada y consolidada como bloque, consideró esto como golpe parlamentario, que constituía una ruptura del orden institucional. Paraguay fue suspendido del Mercosur y de la Unasur, y se incorporó en ese ínterin Venezuela como miembro pleno sin la anuencia de la República del Paraguay, que en reiteradas ocasiones a través de su Parlamento había rechazado el ingreso de Venezuela como miembro del Mercosur.

La racionalidad de la interpretación de los hechos dividió la opinión pública paraguaya y polarizó la sociedad; incluso se dio este hecho en el seno de las familias.

Asumió el Partido Liberal con la figura del vicepresidente para dar continuidad al gobierno y a las políticas públicas en un panorama de sociedad fragmentada, casi enfrentada.

Los países vecinos cometen un grave delito internacional: atentaron contra la independencia y soberanía de un Estado vecino. Desconociendo nuestra centenaria tradición de respeto al principio de “no intervención” y el inviolable derecho a la libre determinación de los pueblos.

Se había roto el proyecto de la alternancia y sus propuestas quedaron pendientes.

Luego de los comicios del 21 de abril de 2013, en elecciones disputadas palmo a palmo pero en una atmósfera de gran civismo, vuelve al poder el Partido Colorado, con alto índice de participación ciudadana.

El panorama político paraguayo se va consolidando a veces a los tumbos pero con la intención de una fortaleza institucional sin soluciones de atajo ni desviaciones de la imperfecta Carta Magna de 1992, a la que tampoco se desea enmendar por temor a desbordes, lo que significa que nuestra democracia es frágil y su proceso es lento.

Esta Constitución de 1992 comenzó a emerger del autoritarismo. La nueva Carta, por comprensibles razones históricas, instituyó un régimen que en algún aspecto puede calificarse de semiparlamentario al otorgar al Legislativo clara preeminencia sobre el Ejecutivo, tradicionalmente autoritario.

Haciendo uso de tal preeminencia (artículo 225), el Legislativo destituye al presidente “por mal desempeño de sus funciones“, con más de dos tercios de ambas cámaras, lo que en ese contexto constituyó un acto soberano.

Le reputan sus vecinos un quebrantamiento constitucional, aunque no pudieron demostrarlo más allá de los cuestionamientos de procedimiento.

Podrá objetarse que nuestra Constitución del 92 permite censurar fácilmente al presidente de la República o que no le da el tiempo adecuado para defenderse. Se omite considerar que la pérdida de confianza política en el Ejecutivo es facultad típica de un régimen parlamentarista al que el consenso politológico mundial evalúa por encima del presidencialismo. Y que ni siquiera exige expresión de causa para su puesta en práctica. Estas democracias delegativas hay que reformularlas para determinar democracias deliberativas.

Es importante traer a colación que algunos gobiernos latinoamericanos están enmarcados en el signo del socialismo del siglo XXI, un concepto que aparece en la escena mundial en 1996 a través de Heinz Dieterich Steffan, asesor del presidente venezolano Hugo Chávez. El término adquirió difusión mundial desde que fue mencionado en un discurso del mismo Hugo Chávez, el 30 de enero de 2005, desde el espacio multitudinario y altamente contrahegemónico, el V Foro Social Mundial. “Otro mundo es posible”. El socialismo del siglo XXI supone que es necesario un reforzamiento radical del poder estatal democráticamente controlado por la sociedad para avanzar el desarrollo.

El modelo de Estado del socialismo del siglo XXI es un socialismo revolucionario que bebe directamente de la filosofía y la economía marxista, y que se sustenta en cuatro ejes: el desarrollismo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y protagónica, y las organizaciones de base.

Dieterich no establece un modelo único y absoluto para lograr una sociedad democrática, participativa, socialista y sin clases sociales. Más bien establece una metodología para elaborar lo que denomina El Nuevo Proyecto Histórico, cuyos pilares estratégicos son el Bloque Regional de Poder (BRP), que sería la integración económica y política de los estados progresistas de la región, y el Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), que correspondería a la coordinación continental de los movimientos sociales que apoyen a la implementación del socialismo del siglo XXI.

Dieterich, en el socialismo del siglo XXI, propone un modelo económico que no esté basado en el precio de mercado, fundamento de la economía de mercado y del capitalismo, a los que considera fuentes de las asimetrías sociales y de la sobre explotación de recursos naturales. (Fuente: internet).

Sabemos que la petrolera venezolana PDVSA y las Fuerzas Armadas son las instituciones que han servido de columnas para la revolución bolivariana desde que Chávez llegó al poder en 1998. Luego de su muerte, asume con gran liderazgo el excanciller Nicolás Maduro, que acaba de jurar como presidente de la República Bolivariana de Venezuela en un marco de otra sociedad fragmentada. La oposición exige un recuento de votos en el marco de esa ‘democracia participativa’. El gran vacío político dejado por Chávez tuvo que ser contenido por su creación, la Unasur, que rápidamente persuadió a Maduro a ofrecer el recuento de votos para apaciguar a su adversario. Aun así, el futuro del socialismo del siglo XXI, con la desaparición física de Chávez, deberá probar que puede sobrevivir a su fundador de la manera en que aparentemente en el Paraguay el Partido Unace no pudo quedar en pie luego de la muerte de su caudillo, el general Lino César Oviedo. El personalismo de la política latinoamericana debe todavía demostrar que puede volver institucionalismo. Pero, de cualquier manera, el futuro se presenta auspicioso para el continente por primera vez en mucho tiempo.

 Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR

Domingo, 5 de Mayo del 2013

Fuente digital: www.abc.com.py

 

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
DISCURSOS
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