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JULIO CÉSAR FRUTOS

  FRANCISCO SOLANO LÓPEZ - MEMORIAS DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA - JULIO CÉSAR FRUTOS - Año 2011


FRANCISCO SOLANO LÓPEZ - MEMORIAS DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA - JULIO CÉSAR FRUTOS - Año 2011

FRANCISCO SOLANO LÓPEZ

 

MEMORIAS DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA

 

JULIO CÉSAR FRUTOS

 

 

FICHA TÉCNICA

© Julio César Frutos

Título de la obra: FRANCISCO SOLANO LÓPEZ

MEMORIAS DE LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA

Imprenta: AGR, ASUNCIÓN PARAGUAY

Editorial: MEDUSA

Entidad Promotora: FORO DE PERSPECTIVAS

Diseño de tapa: CARLOS AQUINO ZAVALA

Diagramación y armado: MARÍA ELIZABETH RODRÍGUEZ C.

Cuadros:  Prof. DIANA SEKATCHEFF y YUYO OVIEDO

Asesor Paleográfico: DARÍO SOLÍS

Asunción Paraguay 2011

 

 

 

 

PRÓLOGO - ESTUDIO

JULIO CÉSAR FRUTOS

 

            DE LAS CAUSAS, TRAICIONES Y ABUSOS DE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

 

            LOS LÍMITES INDEFINIDOS ENTRE PORTUGAL Y ESPAÑA

 

            Fue preocupación papal la definición pacífica de límites del Nuevo Mundo por parte de dos países católicos: España y Portugal, y para evitar enfrentamientos se dictaron, con la autoridad moral que el Papa conservaba, algunas bulas y decretos papales para resolver la cuestión. En ese orden se dio lugar a la suscripción de Convenios entre España y Portugal, que teóricamente darían solución al problema de delimitación de fronteras, pero nada de eso sucedió en la práctica. El Tratado de San Ildefonso (1777) entre España y Portugal que hubo de ser la fuente para resolver conflictos de límites, no fue tomado en cuenta por que había perimido. Y la perención habría operado, según criterio lusitano, por no haberse hecho las respectivas demarcaciones; se trataba de un juego de palabras y de hechos que llegó esa situación de indefinición hasta el tiempo del nacimiento de las nacionalidades. En consecuencia, esta artificiosa discusión no se compadece con la realidad.

            En efecto, el español Félix de Azara, prestigioso militar de ingeniería, llegó al Paraguay en 1783 para realizar los trabajos de demarcación de límites entre los dos reinos, como se había acordado previamente. Azara presidía la tercera comisión y le correspondía definir geográficamente un tramo específico donde debía trabajar con sus colegas portugueses, en una acción concertada para la mejor utilización del astrolabio y los demás equipos para determinar con precisión las fronteras entre las monarquías.

            Las observaciones geodésicas y asentamientos cartográficos debían realizarse en trabajo conjunto de los técnicos de ambas comisiones, para obtener los rumbos básicos y enclavar los hitos demarcatorios definitivos.

            El objetivo final - desde el punto de vista español- fue poner freno a las invasiones frecuentes y descontroladas por parte de las fuerzas portuguesas en territorio asignado a España. Dichos territorios, habitados por pueblos indígenas eran frecuentemente sometidos a levas para someterlas a la esclavitud, que fue un negocio lucrativo para unos prósperos portugueses entre quienes Raposo Tavares, aparecía como el más activo negociante de personas. Desde el punto de vista lusitano, Tavares aparece como un prestigioso colonizador, lo que da a entender la ninguna eticidad de esa actividad.

            La falta de demarcación de fronteras entre España y Portugal facilitaba y blanqueaba aparentemente dicha actividad, razón por la que Azara, Aguirre y otros nunca pudieron desempeñar su labor principal, la de establecer límites en las provisorias y vastas fronteras definidas en los mapas orográficos.

            No caben dudas, que para Portugal el negocio consistía en la no demarcación de fronteras, como lo demostró en todo tiempo.

            Razón por la que ninguna demarcación fue realizada: veinte años esperó pacientemente Félix de Azara en el Río de la Plata, mayormente en Asunción, y la contraparte técnica nunca se presentó para iniciar los trabajos en el terreno. En las actas del Cabildo asunceño consta la provisión de recursos que tuvo Azara para iniciar los trabajos en la frontera que le fuera asignada, que nunca pudieron realizarse. En la espera de dos décadas, Azara se dedicó a elaborar mapas, coleccionó aves, censos indígenas etc., pero nunca los trabajos de demarcación para el que viniera, ante la ausencia reiterada de los técnicos portugueses; lo que da fundamento para comprender el estilo con que se desarrollaría la política lusitana en tierras del Nuevo Mundo.

            La falta de delimitación de fronteras blanqueaba las invasiones portuguesas, que además eran acompañadas con considerables fuerzas armadas, con lo que el robo de indígenas para someterlas a la esclavitud se hizo sin pausas.

            Durante todo el tiempo colonial, las invasiones de territorios presumiblemente pertenecientes al reino de España, territorio no demarcado, se produjeron sin cesar, incluso en el breve tiempo que ambas monarquías estuvieron unidas en virtud de matrimonios entre miembros de ambas casas reales.

            Producida la independencia de las nuevas y emergentes repúblicas formadas a partir de la matriz española, la indeterminación de las fronteras seguía vigente, y como se sabe nunca se realizaron entre los nuevos Estados y el Imperio del Brasil.

            A lo más, la nominación de las líneas arcifinias, ríos, lagos, cordilleras, fueron los referentes para tener una idea de donde se iniciaba la frontera que separaba un país de otro. Aun así, pese a la teórica precisión de los límites arcifinios persistía la fuente de conflictos, por la costumbre de modificar a gusto en los mapas la denominación de un río por otro, ubicándolo en diferentes límites geográficos, lo que generaba nuevos conflictos.

            En nuestro caso, la negativa del Imperio de fijar los límites en los lugares reales, rehuyendo el trabajo de campo indispensable en forma reiterada, fue la causa de la posterior invasión lusitana con el objeto de cazar comunidades indígenas que se vendían como esclavos. En estas condiciones se llegó hasta el tiempo que se formaron las nuevas nacionalidades. Si Portugal no se avino con España para la puesta de hitos en la frontera, como parte de un trabajo técnico, menos lo haría con el Paraguay, una nacionalidad emergente, con poca armadura, pólvora y fusiles para resistir "un Imperio poderoso". El propio Mariscal López califica al Brasil de "imperio poderoso" en sus memorias. Dice textualmente: ¿Cuál sería el interés de declarar la guerra a una enemiga poderosa como el Imperio? Ningún paraguayo ni yo mismo podíamos tener interés en una guerra. (Sic)

            Las ambiciones territoriales de los nuevos estados tenía relación a su potencia y capacidad para la guerra, y en el caso de los países subsidiarios del Río de la Plata, surgía una realidad; que de los cuatro países, la Argentina y El Brasil tenían mayor volumen y recursos materiales que los otros dos el Uruguay y el Paraguay. Con el agravante que éste último era mediterráneo, con la consabida dificultad que ello conlleva. Muy relativizado quedaba aquel concepto inicial, que se respetarían los territorios que cada país tenía al tiempo del inicio de la república. La herencia recibida fue respetada, y se reprodujo la escena bíblica entre Caín y Abel.

 

 

            LOS DISIDENTES PARAGUAYOS EN BUENOS AIRES

 

            Con la desaparición del Dictador Rosas del escenario político, se suponía que la relación paraguayo-argentina se desarrollaría sin las aprensiones anteriores. Sin embargo, el lento proceso y los problemas de la plena asunción de la autonomía paraguaya seguirían con los nuevos actores.

            En ese ambiente, un grupo de paraguayos, residentes en Buenos Aires, se organizan en clubes revolucionarios y con el liderazgo ideológico del chileno Francisco Bilbao inician la campaña proselitista a su causa. Ya en 1858 se forma la "Sociedad Libertadora del Paraguay" (1858) que se ocupaba de publicar manifiestos críticos y revolucionarios. Circularon profusamente un manifiesto de Luciano Recalde con prólogo de Sarmiento (1856), la "Proclama de los Paraguayos Liberales" (1858), las cartas de Manuel Pedro de la Peña (1856/57), el "Clamor de los Corazones Filantrópicos" (1858) y el periódico "El Grito Paraguayo" dirigido por el intelectual chileno Francisco Bilbao (1857/8).

            Bilbao proclamaba en primer lugar la necesidad de invadir al Paraguay y derrocar al tirano Carlos Antonio López, y la posterior regeneración política y cultural por medio de la nueva educación a ser impartida al pueblo. La crítica al presidente Carlos Antonio López, dirigida por aquellos disidentes, era infundada y obedecía a intereses del comercio porteño. Para esa clase comerciante, el monopolio del comercio de importación y exportación a cargo del Estado, significaba una aberración al sistema liberal en boga. El sistema de gobierno de López enriquecía al Estado paraguayo y a su vez, permitía pagar mejor precio al pequeño agricultor paraguayo por sus productos agrícolas, pecuarios y forestales.

            Debe dejarse consignado que éste mandatario fue por sus obras un eficiente conductor del Estado, tocándole fundar la primera modernidad en el país. Su obra constructora fue inmensa y es de feliz memoria en la historia nacional (fundiciones de metal, ferrocarril, industria de barcos, ganadería, 200 técnicos europeos, etc.) Pero el pecado fue que aquel modelo contradecía el estilo libre cambista y de un estado ausente, como pretendía imponer el liberalismo. Desde el punto de vista estatal, centralizó en el Gobierno actividades propias de la empresa privada, hasta que algunos lo califican como si fuera una escuela de socialismo. La verdad es que el gobierno de Don Carlos fue un tiempo de transición, en que estaba diseñada la evolución hacia otras formas de gobierno, una vez que se despejaran los riesgos de la propia supervivencia como nación autónoma. (Gelly, J.A. El Paraguay, lo que fue, lo que es, lo que será)

            Es necesario discernir, que tanto en tiempos del doctor Francia y posteriormente en el de Don Carlos, no existía unanimidad con respecto a la identidad, si había que ser autónomo o independiente, o provincia argentina. Había quienes -al decir de Natalicio González- sostenían una "nebulosa en que apenas se diseñaban los países que habían de integrarla". Uruguay oscilaba entre ser autónomo o provincia, la Argentina recién en 1816 se define ser independiente, Bolivia tuvo en suerte la presencia libertadora de la espada de Bolívar, mientras en la provincia del Paraguay, el 24 de julio de 1810 en Cabildo abierto, el revolucionario José Gaspar de Francia, lanza el grito que el poder español había caducado. Se basaba en la teoría de Rousseau del pacto social, por el que cuando una de las partes desaparece, la otra recupera su libertad y es una obligación disponer la conformación de un nuevo estatus constituyente, un modelo original de vida cívica.

            Con respecto a la administración de Don Carlos, si alguna unanimidad existe entre los historiadores honestos, es que aquel tramo de gobierno fue fructífero y el país llegó a exponer como resultado de su gestión una potencia inusitada.

            La regeneración política que ambicionaba el grupo de exiliados y disidentes paraguayos, implicaba la sustitución del modelo de estado y la propia cultura, el nacimiento de un nuevo ser, tal como el vocablo lo expresa re-generar, es decir, dar origen a una nueva nación. Esto último era supuestamente necesario porque el "pueblo paraguayo había sido destruido por la educación jesuita" y continuada por la del doctor Francia y López.

            El chileno Francisco Bilbao y el grupo de paraguayos radicados en la Argentina, asumían la frase que la guerra proclamada no sería contra el Paraguay sino contra su tirano. El criterio de los exiliados sostenía un común denominador; derrocar al tirano López, e implantar las ideas liberales y un gobierno consecuente con ellas.

 

            MUERTE A CARLOS ANTONIO LÓPEZ.

 

            Así las cosas, sin embargo se produce una división profunda en aquel frente radicalizado al máximo... Un grupo acusa a Bilbao de mantener debilidad en sus propuestas, que era necesario ir más allá, pregonando la eliminación física de Carlos Antonio López, haciendo conciencia de ello y obrar en consecuencia.

            La delirante idea del magnicidio que era patrocinada por Iturburu y De la Peña principalmente, empieza a aparecer abiertamente en los escritos del diario porteño, lo que obliga a Bilbao a renunciar y alejarse del grupo en desacuerdo con la teoría del asesinato político.

            La recurrencia a la teoría del magnicidio era una forma de imitar las consignas con que aparecían los manifiestos del dictador Juan Manuel de Rosas que decía: "Muera el loco traidor salvaje unitario Urquiza"; "Mueran los salvajes asquerosos unitarios", etc.

            El pensamiento apareció expuesto en El Clamor de los Libres: "Un tirano no es un hombre, es una fiera, y a una fiera se la caza para que no vuelva a causar daño. El arma más segura para liberarse de ella es el puñal". (El Clamor de los Libres, 1859).

            En esta posición extremista se encontraba Manuel Pedro de la Peña, Fernando Iturburu, y alguno de los Decoud.

            Esta idea macabra es la que se cumplió a rajatabla durante la Guerra de la Triple Alianza, en diversas ocasiones, cuando las fuerzas aliadas practicaban en forma sistemática el degüello del paraguayo que caía prisionero, como se verá más adelante en el informe del coronel Patricio Escobar en carta dirigida al Mariscal López.

            Bartolomé Mitre sostenía similares ideas. En una carta dirigida al Coronel Patricio Escobar le dice: "En realidad no basta exigir la renuncia al Mariscal López, sino proceder con él como se hacía con los antiguos dictadores, proceder a descabezarlo".

            Aunque es harto sabido, debemos consignar, que en este grupo se origina la figura de los legionarios paraguayos, que rechazados por el ejército brasileño encuentran espacio en el ejército argentino, reciben armas, instrucciones y quedan autorizados a usar la bandera paraguaya en las batallas contra el Paraguay en la guerra de la triple Alianza.

            Como jefe legionario figuraba Iturburu y como segundo, Decoud, a quien acompañaron sus hijos José Segundo y Juan José. Ocurrida una crisis interna por desavenencias en los manejos internos de la Legión, los Decoud abandonan el grupo aunque siguieron al servicio del coronel Paunero, que sentía mucha simpatía por la causa paraguaya.

           

 

            EL ARTERO PROTOCOLO SECRETO DE 1857.

 

            Fue suscrito en Paraná, entre el Imperio y la Confederación Argentina, dentro del más absoluto secreto, es considerado la obra cumbre de Paranhos. Este documento inédito explica el origen de la Guerra Grande, la traición de Urquiza y de la clase política argentina, que nunca perdonó el rechazo de la misión Belgrano y la resistencia a Rosas, que nunca pensó reconocer la autonomía del Paraguay, aunque ella había sido reconocida en forma teórica en diversos instrumentos internacionales precedentes.

            La guerra, reincorporando territorios supuestamente de la soberanía argentina, debía realizarse en algún momento que la coyuntura fuera favorable, no importaba que fuera contra cualquiera quien ejerciese el poder en ese momento oportuno.    Naturalmente, para evitar que la Argentina creciese en forma desmedida, siempre el Imperio tuvo en vista esa circunstancia.

            Esa circunstancia pesaba en el ánimo del dictador Francia y del presidente Carlos Antonio López para mantenerse fuera de las querellas de la región, pero debiendo actuar cuando debían hacerlo, como en el del naturalista Bonpland, quien fue un instrumento, quizá inocente, de los juegos de poder del área regional.

            Solano López pregonó y practicó el equilibrio de poder entre los países de la región platense, y así se explica su intervención pacífica en el asunto de San José de Flores.

            Su intervención bienhechora fue producto de un romanticismo llevado al plano de la política, que a la larga perjudicó a la suerte del Paraguay. Porque Solano López, si hubiera adoptado el pensamiento de Maquiavelo, hubiera dejado que se desangrara la familia argentina. Sin embargo, para que funcionara el equilibrio en el Plata, Solano López, creía que los países deberían mantener una coherencia interna, unida y fuerte en el interior, tal como el caso paraguayo. Paradójicamente, la actitud conciliadora entre los países de la región, unionista y negociadora fue la de Solano López, un precursor del panamericanismo ideal, que no tuvo el ambiente para su dispersión, por el hecho simple que los demás líderes de la región, sostenían posiciones contrarias, expansivas territorialmente y las víctimas fueron el Uruguay y el Paraguay, cada cual a su turno.

            Es que los hechos han demostrado, que no existe una actitud agresiva o expoliadora en forma permanente desde Brasil o Argentina hacia el Paraguay, todo depende del temperamento de los personeros y responsables de la política en un momento histórico dado, y a Solano López le ha tocado coincidir con Pedro II y Mitre que se asociaron en forma secreta para un proyecto codicioso contra el Paraguay. Una situación puramente fantasiosa, nos hace pensar que si coincidían en el poder público de sus respectivos países, Solano López y Alberdi, no hubiera habido triple alianza, porque en esa hipótesis imaginaria Pedro II no hubiera tenido el par, el sumiso par que fue Mitre para la consecución del peor genocidio de la historia que alguna vez pergeñó el pensamiento político universal. Porque ni el apresamiento de los dos buques destartalados en Corrientes ni el paquete Marqués de Olinda, no justificaban ni eran motivos de guerra, para materializar una asociación de exterminio contra el Paraguay. El propio General Flores así lo había entendido y se retiró pronto de la guerra quizá arrepentido, aunque "amigos" no le perdonaron su "deslealtad".

            Todo ese entramado oscuro de la política regional platense, del que Argentina y Brasil constituían factores gravitantes por tratarse de Estados fuertes, en lugar de asociarse para cooperar con los países menores, al contrario, secretamente se asociaron para injerir en su política interna, designar a dedo sus gobiernos, y decretar en su turno la exclusión a Berro y Solano López. Exclusión violenta, en Uruguay bastó una revolución y el bombardeo de la escuadra de Tamandaré; pero en el Paraguay la cuestión duró cinco años y fue exterminadora. Porque para el paraguayo la lucha era su elemento natural, guerrero por antonomasia, de espíritu levantisco, indoblegable de siglos. Y sumado a eso el comportamiento indiferente ante la muerte, la metralla y el lanzazo, que lo digan José Eduvigis Díaz, José María Fariña, Elizardo Aquino, y un largo etcétera.

            Pero volviendo al Protocolo de 1857, es necesario recordar que los instrumentos y acuerdos internacionales, son todos iguales llámense convenios, protocolos, cartas reversales y cualquier denominación que tuviere, son todas iguales en el sentido que expresan la voluntad manifiesta de un estado con otro.

            En el caso de la Triple Alianza, dos actas de nacimiento de la guerra son los acuerdos de 1857 y 1865. Esos propósitos manifiestos secretos, esconden la filosofía ruin de uno y otro Estado con respecto al Paraguay. Basta su relectura para concluir siempre en lo mismo, aunque lo único novedoso es que la forma y el estilo salvaje con que la guerra se hizo, es propio de los hechos tales como los actos de violación, incendio, degüello y captura de prisioneros para venderlos como esclavos, que no estaba previsto en los textos escritos, pero que como provenían como ordenes expuestas por los generalísimos de los ejércitos, los jefes del ejército sanguinarios, que reproducían las instrucciones secretas ya sea de Mitre o de Pedro II.

            El Protocolo de 1857 explica los propósitos que mantuvieron desde sus principios los Aliados. Veamos algunas de sus cláusulas.

            En primer lugar se dispuso que el documento permanezca en "completa reserva" dejando constancia que era el objetivo que ambos gobiernos conocieran mutuamente las disposiciones sobre la navegación fluvial y otros aspectos de uno u otro gobierno, presuponiendo que se haga inevitable la guerra. En otras palabras no se trataba de una simple conversación de aspectos menores sino el de llevar la guerra al Paraguay, para lo cual el Brasil aportaría 8000 hombres y la Confederación 6000 hombres. Incluso se dispuso a quien correspondería la dirección de la guerra, y el aspecto de los "auxilios pecuniarios", observando los argentinos que la "Confederación solo los solicitaría si sus circunstancias financieras no le permitiesen prescindir de ellos".

            Un segundo aspecto relevante es que los agravios de ambos gobiernos fueron inicialmente por motivos de la navegación fluvial, siendo la agenda extensiva a otras declaraciones, es decir, cuestiones de conflicto real o aparente que cada gobierno trajera a la discusión; y es allí donde ingresa la cuestión de límites, exponiendo los argentinos su histórica pretensión o derecho al Chaco paraguayo, hasta la latitud 22, margen derecha del río Paraguay. Dichos territorios pertenecerían a la nación Argentina y a las provincias de Salta y Corrientes por "la naturaleza" (sic). Queda en el texto del Protocolo la constancia de los plenipotenciarios argentinos que la guerra por  la cuestión de la "libre navegación del Paraguay" era un tema secundario para la Confederación y que no se justificaría el abandono de la "política contemporizadora" (sic) En otras palabras que sólo harían alianza por cuestiones territoriales. Y en este asunto quedó clara la posición de los brasileños, la limitación de su acuerdo a las líneas del Paraná y del Bermejo.

            Un tercer aspecto, el de la supuesta neutralidad expuesta por los argentinos. Se trataba que si alguno de los dos países iniciara la guerra por sí solo, el Gobierno argentino quedaría neutral. Sin embargo, quedó claramente establecido que el territorio de Corrientes quedaría libre para el paso del ejército brasilero en la "parte contigua al territorio que allí ocupan los paraguayos, y el facilitar al Ejército y Escuadra Brasilera todas las provisiones de que careciesen y pudieran comprar en el territorio argentino". Es decir, la neutralidad fue una farsa, ante la posibilidad que Corrientes se transforme en la gran proveedora de las fuerzas brasileras, como claramente se expresaba en el Protocolo "... y pudieran comprar en el territorio argentino".

            El Protocolo que permaneció oculto por muchos años aclara muchas cuestiones tanto de los argentinos y los brasileños, y acerca de la cultura del enfrentamiento y la codicia que fueron la base de su política exterior.

            Cuando Francisco Solano López se enteró que Paranhos estaba negociando en San José escribió una serie de cartas a sus amigos anunciándoles que "más tarde o más temprano tendrán ustedes una guerra contra nosotros". Y así fue, penosamente. (Cartas a

Nicolás Calvo, Lorenzo Torres, Capitán Morice, Juan y Alfredo Blyth, etc. Ver "Con la rúbrica del Mariscal", J. Livieres Argaña, tomos IV y V, 1970).

 

            ORIGEN DOCUMENTAL.

 

            En la Argentina, la historiadora Liliana Brezzo abordó el tema en su obra "La Argentina y el Paraguay, 1852-1860, Editorial Corregidor; y en nuestro medio el Dr. Washington Ashwell, en el Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia, año 2007, institución de la que fue Presidente. El que suscribe esta nota la publicó íntegramente en dos entregas del Suplemento Cultural del diario ABC de Asunción. En esta obra se reitera la publicación del texto por tratarse de un documento básico para explicarse el curso del imperialismo y el sub imperialismo que precedió a la guerra contra el Paraguay. El texto proviene del archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Argentina, legajo Guerra de la Triple Alianza, Caja 1, fs, 3/12. Los archivos brasileños aun lo mantienen en secreto, como toda información sobre la Guerra Grande, lamentablemente.

            Efraím Cardozo en "Vísperas de la Guerra del Paraguay" hace una breve referencia al Protocolo de 1857 señalando que: "Un protocolo secreto estableció que: "en todo caso, sea que se efectuara o no la Alianza, la República Argentina se obligaba a consentir el paso por su territorio a los ejércitos del Brasil contra el Paraguay"; entonces ninguna posibilidad tenía el ejército paraguayo de obtener la misma liberación, porque la Argentina no cometería el error de prometer a ambos países las mismas concesiones.

            Aunque el Protocolo de 1857 no se concretó en la práctica (no hubo guerra inmediata) en la parte del escenario territorial tuvo vigencia, y los brasileños exhibieron presurosos esta concesión años más tarde cuando fue necesario. El permiso de utilizar territorio argentino fue una carta escondida en la manga, un compromiso internacional que comprometía a la Confederación a actuar en consecuencia. El Imperio tuvo que pagar esta liberalidad conseguida; un préstamo de 500.000 patacones fue concedido a la Confederación, y el Barón de Mauá instaló un banco con capital de 2.400.000 patacones en la Argentina.

            Terminada su gestión Paranhos en la Argentina, se trasladó a Asunción para negociar con López las cuestiones pendientes.

            La lectura del Protocolo de 1857, dejó muy en claro que la guerra era un hecho calculado y no fue obra de López como se afirma sin fundamento; lo mismo hubiera sobrevenido con cualquiera; basta mirar el mapa en tiempos del dictador Francia, y en lo que quedó después de la guerra grande el territorio paraguayo.

            Ambos países tenían ambiciones territoriales; si no hubiera sido por el Presidente Hayes, otra hubiera sido la historia. El Paraguay hubiera quedado en la mínima expresión.

 

 

            TEXTO DEL PROTOCOLO

 

            "A los catorce días del mes de diciembre de mil ochocientos cincuenta y siete, en esta ciudad del Paraná, reunidos en la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, los Plenipotenciarios de la Confederación Argentina, doctores Don Santiago Derqui y don Bernabé López, y el Plenipotenciario de S.M. el Emperador de Brasil, Consejero José María da Silva Paranhos, acordaron consignar por escrito el resultado de sus conferencias, sobre los medios que sus respectivos Gobiernos deben emplear para obtener de la República del Paraguay una solución satisfactoria de las cuestiones pendientes, que dicen respecto a la navegación fluvial común, así como las declaraciones que en nombre de uno y otro Gobierno hicieron los mismos Plenipotenciarios, presuponiendo el caso de que se haga inevitable la guerra para conseguir aquel fin que tanto interesa a los dos países y a la civilización y comercio en general.

            Fue acordado al mismo tiempo, que este documento se deberá conservar en la más completa reserva, y es destinado solamente para dar a conocer a los dos Gobiernos, cuáles son las circunstancias y disposiciones que se halla uno y otro para con la República del Paraguay de cuenta que, en cualquier caso, puedan mutuamente juntarse todos los buenos oficios propios de las benévolas y estrechas relaciones que tan felizmente existen entre ellos y los pueblos cuyos destinos presiden.

            Siendo una obligación contraída por el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina, en los Convenios de Alianza de 1851, confirmada y de nuevo estipulada en el Tratado de 7 de marzo de 1856, y en la Convención fluvial del 20 del mes de noviembre del presente año, la invitación y empleo de todos los medíos al alcance de cada uno de los dos Gobiernos, para que los otros Estados ribereños y especialmente la República del Paraguay, adhieran a los mismos principios de libre navegación, así como a los medios de hacerlos efectivamente útiles, acordaron dichos Plenipotenciarios:

            1º. En que el Gobierno de la Confederación Argentina, fundándose en las sobredichas estipulaciones y en las condiciones especiales que existen entre él y el de la República del Paraguay, por el tránsito libre de que goza la bandera Paraguaya en las aguas del Paraná, pertenecientes a la misma Confederación y por el Tratado de 29 de julio de 1856, reclamara de dicha República que por su parte abra el Río Paraguay a todas las banderas y adopte en relación al tránsito común, las franquicias y medios de Policía , y fiscalización que           son generalmente empleados y se hallan estipulados en la Convención fluvial de 20 de noviembre entre la Confederación y el Imperio del Brasil.

            2°. En que el Gobierno de la Confederación así como el del Brasil, mantendrán dicha reclamación con el mayor empeño posible, quedando sin embargo libre a cada uno de ellos el cuidar que sus reclamaciones lleguen al punto de salir de las vías diplomáticas y comprometer el estado de paz en que se hallan con aquel Estado vecino, visto que el Gobierno de la Confederación y el Imperial no están aún de acuerdo sobre la hipótesis del recurso a la guerra.

            3°. En que, para hacer posible como tanto desean ambos Gobiernos una solución pacífica de las cuestiones pendientes con la República del Paraguay, respecto de la navegación fluvial, podrá uno y otro dejar de insistir sobre la concesión general y limitar en último caso sus reclamaciones, á que el Gobierno Paraguayo, garanta efectivamente toda su libertad de tránsito á sus respectivas banderas, según los medios indicados en la Convención fluvial de 20 del mes de noviembre del presente año, invocando cada Gobierno su derecho perfecto á ese libre tránsito, en vista de los tratados vigentes entre ellos y el de aquella República.

            4°. En que, la reclamación del Gobierno de la Confederación, será hecha de un modo que, conocida como la misión especial que el Gobierno de S.M. el Emperador del Brasil envía ahora a la República del Paraguay, con la reclamación que en el mismo sentido y al mismo tiempo dirija el Gobierno del Estado Oriental del Uruguay.

            Considerando el caso que el Gobierno de la República del Paraguay no se preste a un acuerdo amigable con ninguno de los dos Gobiernos, declaró el Plenipotenciario Brasilero, que el Gobierno Imperial está por su parte dispuesto a echar curso de medidas coercitivas y aún a recurrir a la guerra, si los reglamentos Paraguayos, no fuesen modificados de conformidad con los ajustes de 6 de abril de 1856, celebrados entre el Imperio y la República, y de la manera tan razonable y eficaz que ofrece la Convención que acaba de ser firmada con la Confederación.

            Que en esta eventualidad que muchos lamentarán, desearía el Gobierno Imperial estar unido y de perfecto acuerdo con su antiguo aliado el de la Confederación, visto que las circunstancias y los intereses de los dos países son casi idénticas con relación a la República del Paraguay.

            Los Plenipotenciarios Argentinos respondieron que, a pesar de las graves consideraciones que habían hecho preferir a su Gobierno el actual estado de cosas, a un rompimiento con el Gobierno del Paraguay, estaba dispuesto a aliarse al Imperio, en la hipótesis arriba mencionada, si la guerra tuviese por objeto poner término no sólo a la cuestión fluvial, sino también a la de límites, esto es, obtener la satisfacción de todos los derechos e intereses actualmente desconocidos y ofendidos por la República del Paraguay, para con la Confederación Argentina.

            La guerra teniendo sólo por fin la libre navegación del Paraguay en la que el interés de la Confederación es secundario y remoto para su actual falta de comercio en aquellas direcciones, no sería popular en su país; no justificaría al Gobierno Argentino ante la opinión pública nacional de abandonar la política contemporizadora que se ha prescripto hasta hoy, a pesar de los graves perjuicios que resultan del deplorable sistema en que insiste el Gobierno Paraguayo.

            El Plenipotenciario Brasilero respondió, que el Gobierno Imperial entendía también que impelidos el Brasil y la Confederación a una guerra por la obstinación del Gobierno del Paraguay, con la guerra deberían terminar todas las cuestiones pendientes. Pero que teniendo presente la naturaleza oficial de las cuestiones de límites, ya que sobre este punto no hay identidad de interés, entendía también el Gobierno Imperial de que debía quedar libre a cada uno de los dos aliados el proceder a ese respecto como juzgase conveniente, sin que por eso dejasen de prestarse ineficazmente todos los buenos oficios que estuvieron á su alcance para ese fin.

            Que una alianza de los dos Estados para trazar sus fronteras con el Paraguay, Estado más débil que cualquiera de ellos, sería odiosa y podría comprometer seriamente los resultados que ambos se prometen obtener.

            Que la cuestión fluvial era de alta importancia para los dos países, y quien apreciare bien la alianza en todas sus consecuencias morales y bajo el punto de vista de los intereses comunes, no tendría razón para juzgarla impopular.

            Que el Gobierno Imperial no conocía la cuestión de límites de la Confederación, y tal vez, tampoco el Gobierno Argentino, conozca la cuestión análoga del Imperio, no obstante que esta ha sido ampliamente discutida en los protocolos que precedieron a los ajustes desde abril del año pasado.

            Que ambos gobiernos sentirán gran repugnancia en constituirse jueces de un aliado sobre intereses de una naturaleza tan grave y especial.

            Persistiendo los Plenipotenciarios Argentinos en su parecer, el Plenipotenciario Brasilero, declaró, que a pesar de las poderosas razones que en el concepto del Gobierno Imperial aconsejan el acuerdo que se rehúsa por parte de la Confederación, no dudaba aceptar como empeño común de la alianza, el reconocimiento de la frontera de los dos países en la Confederación pudiese limitar en exigencia a las líneas del Paraná y del Bermejo, que fueron ajustadas por un tratado en 1852, desistiendo del resto del territorio que le contacta con la República del Paraguay, en compensación del territorio de las Misiones de que la misma República está en posesión, visto que de otro modo será muy difícil obtener el reconocimiento del Gobierno Paraguayo, y puedan surgir complicaciones con Bolivia, que también alega derechos a una parte de ese territorio.

            Los Plenipotenciarios Argentinos contestaron que el derecho de la Nación Argentina a todo el territorio del Chaco sobre la margen derecha del Río Paraguay hasta la latitud de 22 grados era incontestable; que el Tratado de 1852, no cedía ninguna parte de ese territorio a la República del Paraguay que fue desaprobado por no juzgarse sus términos, por tanto claros y precisos a ese respecto, que los derechos de la Confederación en materia de límites son defendidos por el Paraguay, sin contestarlos, llegando al Gobierno paraguayo hasta proponer al Plenipotenciario Argentino la compra del Departamento de la Candelaria en el territorio de las Misiones, como consta de la nota de este de fecha 25 de agosto de 1856, que ellos estaban fundados en documentos inexcusables que el Gobierno Argentino exhibiría al tratar esa materia; que los territorios arbitrariamente ocupados por el Gobierno Paraguayo, son continentales y pertenecen a la Nación y a las Provincias de Salta y de Corrientes, divididas del territorio paraguayo por los grandes límites naturales que constituyen los Ríos Paraná y Paraguay; que los Plenipotenciarios Argentinos, por estas razones, creían muy claro el derecho de la Confederación y muy bien establecidos por la naturaleza los hechos tradicionales y el derecho de la legislación Española, que el Paraguay al separarse de la Nación Argentina no pudo hacerlo, sino con los límites que tenía como Provincia, sin arrastrar sin otro derecho que su propia voluntad, territorio de otras Provincias, divididas por los grandes límites naturales que dejan mencionados. Los Plenipotenciarios Argentinos añadieron que en vista de tales antecedentes, no abrigaban el temor de que las Potencias extrañas considerasen abuso de fuerza en el fin que proponen á la alianza, desde que, además, ni el mismo Paraguay había considerado pertenecer a los territorios de que se trata, habiendo limitado su acción a impedir su ocupación para mantener su sistema de incomunicación con otros pueblos, valiéndose para ello del estado de guerra en que se halla la Nación para conquistar su independencia, guerra en que el Paraguay no tomó parte alguna, y posteriormente de la guerra civil en que aquella se vio envuelta; que tanto menos abrigaban ese temor cuanto una de las condiciones de su alianza, debía ser el mantenimiento de la independencia del Paraguay dentro de los límites que tan claramente le señalan la naturaleza y el derecho que tenían, la convicción de que si el Gobierno Argentino propusiese al del Paraguay la aceptación de los límites que indica el Plenipotenciario del Brasil, los aceptaría sin hesitar y de que sería inútil una guerra para obtener lo mismo que le sería pacíficamente concedido a la más simple indicación; que sentían mucho no poder adherir a la alianza sobre la base propuesta por el Plenipotenciario Brasilero, y que por ese motivo quedase sin un perfecto acuerdo la presente abertura de los dos Gobiernos, hechas tan amigablemente y con vistas tan justas y nobles. Que, por eso, su Gobierno tenía la convicción que no teniendo la alianza por objeto común asegurar a cada Estado la posesión de un territorio contestado, encontraría serias resistencias en la Confederación.

            No juzgándose el Plenipotenciario Brasilero autorizado para dar su asentimiento, al parecer de los Plenipotenciarios Argentinos, ni éstos al de aquél, resolvieron dejar pendiente el acuerdo de que se trata, y someter a la aprobación de sus Gobiernos las razones producidas por una y otra parte.

            Y a fin de que los dichos Gobiernos puedan con perfecto conocimiento de causa, y más prontamente ajustar su cooperación, caso subsistan esas circunstancias que ahora hacen, fuesen la necesidad de una guerra contra la República del Paraguay, y lleguen al acuerdo que desean para esa eventualidad, convienen los Plenipotenciarios en declarar desde ahora, conforme a las instrucciones que recibieron de sus Gobiernos, cuales son las fuerzas y recursos pecuniarios de que cada uno de ellos podrá disponer y cualesquiera otras condiciones que se juzguen esenciales para regular la acción común de los dos países en esa guerra.

            En consecuencia fue acordado que, verificado el caso de la alianza ofensiva o defensiva, la Confederación Argentina podrá concurrir con un cuerpo de ejército de seis mil hombres de las tres armas y el Imperio del Brasil con otro de ocho mil hombres de las mismas armas, además de la fuerza con que cada Estado proveerá a la defensa de sus fronteras, donde estas puedan estar expuestas a alguna invasión del enemigo.

            El Imperio del Brasil, concurrirá también con las fuerzas de mar necesarias para las operaciones de bloqueo, transporte de tropas, ataque de las fortificaciones paraguayas, abrir el pasaje de los ríos.

            Cada uno de los Cuerpos del Ejército Argentino y Brasilero, será comandando por un Oficial General.

            Reunidos los dos Cuerpos de Ejército, si estuviese presente el Excmo. Señor Presidente de la Confederación Argentina, será este el Comandante en Jefe de las fuerzas aliadas. En caso contrario, tendrá el mando en Jefe el General que contara bajo su mando mayor número de fuerzas de su respectiva Nación.

            El Plan General de Campaña será acordado entre los dos Gobiernos o sus representantes competentemente autorizados, y salvo cualquier combinación ulterior que se juzgue más conveniente, los dos Cuerpos de Ejército se reunirán en la Provincia de Corrientes y establecerán allí la base de sus operaciones.

            Los Plenipotenciarios Argentinos manifestaron que, S.E. el Señor Presidente de la Confederación, tendría el más vivo placer en dirigir por segunda vez las fuerzas de las dos Naciones aliadas y amigas, pero que tal vez no podría realizarse este deseo a consecuencia de sus ocupaciones ordinarias como Jefe de Estado.

            Que en este caso, S.E. estimaría que visto concursaran las operaciones en el territorio Argentino y de quedar próximas al territorio enemigo; en las instrucciones del Comandante en Jefe se observase la conveniencia de poder S.E. dirigir a dicho General en Jefe, las observaciones que el curso de los sucesos le sugiere, que autorizase plenamente al representante de Su Majestad el Emperador en la ciudad de Paraná, para resolver de acuerdo con el Gobierno de la Confederación las eventualidades que pudieran nacer durante la guerra y excediesen las atribuciones conferidas al mismo Comandante en Jefe.

            Fue además manifestado por los Plenipotenciarios Argentinos que, debiendo su Gobierno prevenir la tentativa de alguna agresión por parte de la Provincia de Buenos Ayres, atento el estado de disidencia en que desgraciadamente se halla esta parte de la familia Argentina, será preciso que algunos buques de la Marina de Guerra Imperial, se coloquen en los Ríos Paraná y Uruguay, en posición de evitar por el hecho moral y de impedir materialmente, dado el caso, el pasaje de cualquier expedición militar del Gobierno de Buenos Ayres contra el Gobierno Nacional.

            En cuanto a los auxilios pecuniarios, observan los Plenipotenciarios Argentinos que no convenía anticipar el acuerdo a ese respecto, porque la Confederación solo los solicitaría, si sus circunstancias financieras no le permitiesen absolutamente prescindir de ellos.

            En seguida presentó el Plenipotenciario Brasilero la hipótesis de que el Gobierno Imperial tuviese que recurrir por sí solo a medidas coercitivas y aun a la guerra contra la República del Paraguay, y preguntó cuáles serían en ese caso los buenos oficios con que deberá contar el Brasil de parte de la Confederación.

            Los Plenipotenciarios Argentinos respondieron que, si desgraciadamente los dos Gobiernos no apareciesen como aliados en la emergencia que acaba de suponer el Plenipotenciario Brasilero, está fuera de duda, que el Gobierno de la Confederación prestaría a su antiguo aliado todos los buenos oficios compatibles con su posición de neutral tan eficazmente cuanto le fuere posible.

            El Plenipotenciario Brasilero deseó saber si el Gobierno de la Confederación juzgaría, por ejemplo, contrario a su neutralidad consentir en que las fuerzas brasileras atravesasen el territorio de Corrientes en la parte contigua al territorio que allí ocupan los paraguayos, y el facilitar al Ejército y Escuadra Brasilera todas las provisiones de que careciesen y pudieran comprar en el territorio argentino.

            Los Plenipotenciarios Argentinos declararon que, su Gobierno no se juzgaría obligado por los deberes de neutralidad a obstar de cualquier manera que fuese el tránsito de las fuerzas brasileras que se dirigiesen para el territorio paraguayo, o para el que estos ocupan ilegalmente en la Provincia de Corrientes, transitando por los lugares despoblados, que los están precisamente para los asaltos y depredaciones de las guardias que conservan en la margen izquierda del Paraná, que no sólo la facilidad de obtener provisiones, sino también la benevolencia propia de los vínculos que unen a los dos países y sus Gobiernos, encontrarían las tropas Brasileras de mar y tierra, siendo (ilegible) la neutralidad, evitar que los Argentinos tomen parte en la guerra, o hagan demostraciones públicas que importasen una aquiescencia de parte del Gobierno Argentino.

            Leído el presente protocolo y hallado exacto, lo firman los tres Plenipotenciarios, en dos autógrafos y los sellaron con sus respectivos sellos, quedando subentendido que dicho documento será sometido al conocimiento y aprobación de sus Gobiernos, y que esto se hará lo más brevemente posible y con la misma cláusula de reserva, las comunicaciones necesarias para cualquier ulterior acuerdo y para observancia de las seguridades que simultáneamente se dan.

            S.E. José María da Silva Paranhos

            S.E. Bernabé López. 

            S.E. Santiago Derqui.

 

            Copiado del original que me presentó el Sr. Paranhos.

            Bs. Ayres (ilegible) 1865.

            Rufino de Elizalde.

 

            COMENTARIO DEL EDITOR.

 

            El precedente Protocolo que tiene la fuerza legal de un Convenio entre el Imperio y la Confederación Argentina, es la prueba de la codicia expansiva de sus gobernantes, que una vez más demostraron anticipadamente que ellos fueron los agresores de la soberanía del Paraguay como lo fueron del Uruguay. Fue la primera preparación para la guerra, en la que se tomaron las precauciones hasta el número de soldados que cada parte asumiría.

            Ni Alberdi, el gran crítico de la participación de su país en la guerra de la Triple Alianza, nunca mencionó la existencia del mencionado documento, porque le era desconocido. Tuvo vigencia en el más absoluto secreto de dos Estados dispuestos a ejercer un imperialismo y un sub imperialismo para articular una codicia territorial.

 

 

 

            EL EQUILIBRIO ENTRE LOS PAÍSES DEL PLATA

 

            La base del estilo de gobierno que Solano López proclamaba en la región platense se fundaba en el principio del equilibrio entre los países del Plata. Entre los fundamentos expuestos al Congreso de 1865, en ocasión de pedir autorización al Congreso para la declaración de guerra a los países agresores se expresaba que,

            "Los motivos de la ruptura de nuestras relaciones con el Imperio del Brasil, y del estado poco cordial en que se han quedado con el gabinete argentino, son los sangrientos acontecimientos que hoy enlutan la República Oriental del Uruguay, y amenazan dislocar el equilibrio del Río de la Plata".

            "Estas dos potencias garantes de la Independencia de aquel Estado, son las que hoy atacan, y el Brasil que en 1850 en un tratado solemne sostenía con nosotros la necesidad del statu quo de las nacionalidades de esta parte de América, y especialmente la autonomía de la República Oriental, y con los auxilios de un Comité revolucionario públicamente ha establecido allí, desola la riqueza nacional, y ensangrienta el suelo patrio"

            "La República del Paraguay á quien ni por la importancia que había conquistado por sus constantes esfuerzos, ni por su seguridad y la vida interior y exterior, no era dado prescindir del principio de equilibrio de los poderes del Río de la Plata, no podía mirar con indiferencia los sucesos que allí se preparaban, hizo cuanto estuvo de su parte para precaver tan grandes males, ya solicitando amistosas explicaciones del Gobierno argentino, para desvanecer los recelos del Oriental, sobre su neutralidad en la guerra intestina que le devoraba, y ya ofreciendo su mediación amistosa al Imperio del Brasil, para el arreglo pacífico de sus diferencias con la misma República Oriental, a quien se amenazaba con la presión de una escuadra y ejército terrestre". Hasta aquí la cita.

            Las reiteradas citas al equilibrio de poderes, (cuyo subrayado es nuestro) que se exponen en nota al Congreso y que lleva la firma del Presidente Francisco Solano López, ilustra la certera visión del mismo, del riesgo que corría la paz en la región platense por motivo de una guerra civil interna en el Uruguay.

            El equilibrio entre los Estados europeos, fue un principio ideal de conducta internacional entre países, ha tenido corta vigencia, por la fragilidad en que se deshace habitualmente. Se trata de un sistema civilizado, frágil, que perdura mientras sus partes integrantes no rompan las pautas iniciales que las unieron originalmente, que ocurre con frecuencia. Es considerado a veces como un platonismo por la dificultad de su persistencia para el mantenimiento de la paz. Muchos teóricos del tema señalan que la paz no es el estado natural del hombre y que los logros son obtenidos solo cuando brazos fuertes y armados se unen y forman una alianza.

            Es lo que ocurrió en nuestra región, la unión de Argentina y Brasil, no era de desmerecer. Lo que si era increíble que tal pacto se realizara; desde el momento que una monarquía en América era inviable pero se daba; resultando lo más increíble, que una república y una monarquía se unieran para combatir a otra república. Es probable que quienes eran dueños de las espadas y las lanzas porteñas, sabían que era mucho riesgo combatir de uno a uno con el "guaraní incivilizado" por ello sobrevino el pacto secreto. El pacto de la república con el imperio, para exterminar una república.

 

 

            LA RAISON D' ETAT.

 

            El otro principio de aplicación para la convivencia entre estados es conocido como raison d' etat, admitiéndose en este estilo ejercer tantas acciones sean necesarias fuera del marco de la moralidad o eticidad, a condición de lograr el éxito de la gestión de gobierno.

            El Cardenal Richelieu y su gestión al frente del primer ministerio de Francia es considerado el modelo singular, y su ejemplo produjo resultados y fue imitado en todo el mundo. El Cardenal tuvo que prescindir de las trabas morales y religiosas vigentes en el periodo medieval.

            Tan realista era dicha política que el Cardenal sostenía que "su condición de miembro importante de la religión católica era una condición que no le impedía asociarse con quien sea aunque perteneciese a otros principios religiosos toda vez que su país devenga poderoso y marcara rumbo al mundo europeo. El estado está por encima de todo siempre", esa es la norma.

            "La salvación de los estados era una cuestión de hoy y de ahora, y la del alma un problema posterior y personal" decía el Cardenal para explicar su filosofía de estado. Con ese principio llevó a Francia a la gloria, y él Cardenal murió (1642) siendo primer ministro, con grandes alabanzas.

            La repercusión en la historia de las instituciones de la política, que prioriza el interés en la propia nación, y acepta cualquier medio para su ejercicio, encuentra su justificación en la aplicación del principio de la raison d' etat, lleva el sello de Richelieu, en otras palabras el concepto de la nación sustituyó el concepto medieval de moral universal. Francia fue la plataforma de lanzamiento de este enfoque entonces modernizante, que fue acogido por los líderes europeos y casi al mismo tiempo por los líderes sudamericanos. En la región del Plata Mitre y Pedro II lo pusieron en práctica.

            Pedro II y Mitre fueron discípulos de dicho aberrante principio de gobierno universal aunque en lo regional, y asimismo como ocurriera en Europa, cuando más énfasis ponían Carlos y Francisco Solano López en la defensa de los intereses nacionales, más se justificaba la injerencia y los pactos secretos entre la Argentina y el Brasil, para encontrar fórmulas de unión tendiente a destruir al enemigo, el Paraguay.

            Esa pactada destrucción al país adversario, a la república rebelde, no era fruto de ninguna pasión de cuño personalista. Se trataba de obtener los fines propios de cada Estado, objetivos permanentes o de carácter coyuntural. El día que se quite el cerrojo al archivo de Itamarati, nos enteraremos de cómo funcionaba esa comunicación secreta entre Mitre y Pedro II.

            Los tratados de 1857 y el de 1865, contienen en parte los acuerdos de cómo Brasil y Argentina procederían en lo sucesivo con respecto a los países menores. La Banda Oriental primero y el Paraguay después. Los propósitos de los Aliados fueron varios y se fueron cumpliendo paso a paso.

            Cada siglo o cada década tiene su precio. Lo dijo Mitre en Yatayty Corá, la paz tiene su precio, nada se otorga, nada se regala.

            Cuando López le pide negociar una paz honrosa Mitre le responde, sí, pero a condición que dé cumplimiento a todas las disposiciones del Tratado secreto, y que abandone la presidencia de la república, "motivo de esta guerra". Quiero remarcar la frase final de Mitre, "motivo de esta guerra" increíble el cinismo en reconocer que una guerra es posible para cambiar un mandatario electo con la conformidad de su pueblo. Era la afrenta al principio de la soberanía, de la libertad y de la existencia de una república.

            Dentro de la lógica mitrista, de la razón de estado en primer lugar, la actuación de Solano López en el Pacto de San José de Flores no tendría que haberse dado y fue un despropósito haber cooperado en la pacificación de un país y lo mejor hubiera sido que cundiera la destrucción, la guerra civil con su secuela de violencia.

            Lo que hizo el Solano López conciliador entonces, fue un romanticismo en la política regional que el tiempo demostraba que no tiene ninguna compensación.

            Los favores que un Estado hace a otro, se olvidan en un instante y esto se hace patente cuando Solano López se propone abandonar las aguas del Río de la Plata, terminada su acción pacificadora, tuvo que desembarcar y hacerlo por tierra para evitar el acoso de buques enemigos. La Argentina, no fue motivada a ejercer una acción para impedir la ejecución de la amenaza de los buques ingleses realizada en aguas jurisdiccionales de la Argentina.

            El sistema del equilibrio de poderes de los países de una misma región - del cual Solano López era devoto - se basa para su exitoso funcionamiento, en la unidad real o pactada entre sus componentes, es decir una voluntad común, en una asociación donde ningún estado sea superior a otro. Y esa unidad, en teoría, más que política debería ser cultural y moral, que implicaría la existencia previa de otros factores comunes más que los tradicionales de lengua, tradición, religión etc.

            En el caso de nuestra región, una concertación de propósitos o una política amistosa entre Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay no tenía tanta posibilidad desde que el vasto y generoso territorio del Paraguay, despertaba la ambición de los demás. Paradójicamente la riqueza natural del Paraguay era vista con los ojos de la codicia de los "países hermanos", y no con los ojos de la hermandad, la solidaridad, el panamericanismo y otros vocablos del doble discurso en la política internacional.

            La ambición argentina al territorio del Chaco (Inserta en ambos tratados de 1857 y 1865) desconocía el principio del uti possidetis que el Paraguay había ejercido durante siglos como lo prueban las numerosas Incursiones originadas desde Asunción. Este hecho, de la continuidad en la ocupación territorial, lo reconoce hasta el ilustre historiador argentino Enrique de Gandía.

            La posesión sin pausas por parte del Paraguay sobre el Chaco fue desconocida por las ambiciones porteñas, y esa fue una de las razones de la guerra. El Presidente Hayes necesitó para dictar su fallo apenas una página para justificar que el Chaco era del Paraguay.

            Los fanáticos del restablecimiento del virreinato, Rosas y Mitre, necesitaron que corra sangre para convencerse que era inviable la regeneración virreinal en América.

            Si bien Rosas no cumplió su amenaza de guerra, ya debidamente autorizada en 1850, por su amenaza el Paraguay perdió territorio. Ocurrió que el preparativo de invasión que lucía a punto de realizarse, concitó a su vez los preparativos del Paraguay. Ocupado el gobierno en esa dirección con los pocos recursos y armas que se contaba, concentró en cuidarse del ataque desde la Argentina. Sin embargo, aprovechando la debilidad y la atención en la cuestión argentina, el Brasil ocupó y se fortificó en el Pan de Azúcar, territorio de la República del Paraguay. (Ver Dictamen de la Comisión Especial del Congreso de 1865)

            Un sistema internacional basado en el equilibrio de poderes funciona bien mientras se apoye en un conjunto de valores comunes, afirma con certeza Kissinger. (H. Kissinger "La Diplornacia". En la región platense no existían principios ni valores que sostener, cada país conservaba sus propias ambiciones, razones carentes de ética, propósitos ruines y ominosos. Fácilmente la Argentina olvidó que los títulos de la otrora provincia del Paraguay incluían las Misiones del Paraguay, razón por la que al producirse la independencia, aquellos territorios llegaban incluso hasta el Río Uruguay. La suma de esos factores fueron las causas de la guerra de la Triple Alianza, a la que se sumó otra desde la óptica brasileña, la necesidad de disminuir la población negra por medio de la guerra.

            Pero cuando aparecen ambiciones territoriales de grandes extensiones, como la que la Argentina mantenía sobre el Chaco paraguayo sin justificación histórica, se replanteaba una cuestión respetada durante el tiempo de la colonia en que todos formaban parte de los dominios de Carlos V. Porque una cosa es discutir límites y bien otra aspirar territorios.

            Si se hubiese respetado el territorio existente al tiempo del inicio de los nuevos estados, no hubiera habido guerra. Pero mientras la Argentina soñaba reeditar el desaparecido virreinato del Río de la Plata, y el Imperio extender sus dominios hasta donde su Escuadra le podría sostener, la región se transformaba en un escenario propicio para las definiciones por medio del conflicto y las espadas.

 

            VIRREYNATO O ARGIRÉPOLIS.

 

            No podía tener cabida la regeneración de la idea del virreinato en la conciencia del hombre paraguayo, desde que esta representó una institución creada por y para beneficio del monarca anterior, era parte de aquella administración y gobierno. Administración y gobierno que había mantenido a la provincia en la más absoluta miseria y como es de la propia naturaleza rechazar el pasado de pobreza ella fue rechazada.

            La única institución del pasado aceptada fue el Cabildo por los servicios que ésta prestó en algunas ocasiones al pueblo.

            No debe olvidarse que el Cabildo, si bien en pocas veces tuvo el dominio absoluto del poder, no es menos cierto que moderó pasiones y se ocupó de los problemas del hombre cercano, de aquel que tenía su problema a la vista, el Cabildo fue en muchos momentos amparo y asistencia de la gente humilde. Cuando el doctor Francia lo suprimió en 1824, lo hizo desde que ya no era indispensable para el funcionamiento de la sociedad. Y era herencia del sistema español.

            El virreinato sonaba a una institución lejana, en el que las cuestiones vitales se resolverían a miles de kilómetros de distancia, en cuanto que el Cabildo; estaba allí al alcance de la mano.

            Se puede afirmar que el paraguayo conocía y concebía la política a través de tres instituciones, el consulado, la dictadura y el cabildo.

 

            LA REGENERACIÓN DEL VIRREINATO, UN SUEÑO ARGENTINO

 

            La reconstrucción del virreinato en cualquiera de sus formas significaba un sueño de la política argentina que permaneció vigente por mucho tiempo. Todos a su turno, políticos e historiadores abogaron por la misma con excepción de Alberdi.

            Dijo Mitre en 1880 en un artículo en La Nación: "La idea de reconstruir el antiguo virreinato del Río de la Plata, es un sueño que todos los argentinos han abrigado más o menos en sus días de entusiasmo juvenil, en que la política se hace con la imaginación y el patriotismo se alimenta con ideas de grandeza fantástica. El tiempo, la propia experiencia, la escuela austera del dolor, la elaboración difícil de nuestra propia nacionalidad, y la responsabilidad solemne ante las generaciones presentes y futuras, nos han dado una razón más evidente de nuestra razón de ser como nación, una percepción más clara de nuestros destinos y misión así como una conciencia más clara equilibrada dentro de los elementos que constituyen nuestra vitalidad en el tiempo y espacio".

            "Si alguna vez las partes o el todo de lo que antiguamente formó el virreynato del Río de la Plata, volviesen a reunirse en un solo cuerpo de nación, sería por su propia gravitación..." (Paulo Cavaleri, "La restauración del Virreinato", Edit Univ. Quilmes, 2004)

            Si así hubiera pensado Mitre en 1865, no habría asociado su país con el Imperio para hacer la guerra del Paraguay. Si, reconoce su sueño juvenil como el de todo argentino para reconstituir el sueño virreinal. Sueño que costó al Paraguay su desgracia y la pérdida del 75 % de su población.

            Sarmiento también concebía una reconstitución del virreinato, a su manera. Su proyecto consistía en unir países bajo la égida de Argiropolís, por lo menos una fantasía inocua, que pretendía reunir Argentina, Paraguay y Uruguay con su capital en la Isla Martín García, alejada de la influencia porteñista.

            Carlos Antonio López, jefe de estado, con un sentido pragmático, tuvo una visión muy especial. Concebía que la política ideal era aferrarse a sostenimiento de los límites naturales, y en ese sentid impulsó una política internacional concreta. No trataba de ser original Don Carlos, seguía una regla borbónica para alejar las posibilidades de pleitos y conflictos. Pero quizá haya sido una debilidad permitir que el Paraguay se constituyera en árbitro componedor de querellas internas de otros países. En otras palabras, no hubiera abonado el fortalecimiento argentino en el área, uno de sus adversarios históricos, que a duras penas reconocía formalmente la autonomía del Paraguay. Don Carlos sabía más que nadie, que sus vecinos del sur, mantendrían siempre el sesgo dominante con respecto al Paraguay.

            Con Juan Manuel de Rosas y su defenestración no terminó la ambición porteña de anexar el Paraguay, todo lo contrario, pervivió con un nuevo estilo. Mitre fue un discípulo aprovechado y más decidido. Pero ambos de consuno unidos en cuanto a la reconstitución del virreinato del Río de la Plata. La diferencia entre Rosas y Mitre está a la vista; el primero abierto, brutalmente sincero, el otro ilustrado, taimado, pérfido.

            El Protocolo de 1857 reconoce la paternidad de José María Da Silva Paranhos y el Tratado de la Triple Alianza, el de Mitre, suscrito en casa de Mitre según Sarmiento, con éste último se aseguraba para la Argentina todo el territorio de Misiones y el Chaco en toda su extensión. Es probable que la codicia de Mitre se debía a la exigencia del partido liberal que, sustentaba un fuerte "nacionalismo territorial" cuya concreción se concentraba en la reconstrucción del virreinato.

            Ese liberalismo porteño rechazaba además el sistema protosocialista de Carlos Antonio López, (Estado interventor, exportador) y con más razón el estilo de gobierno que lograba éxitos y un espacio en la modernidad.

            Tan cierto es esto, que fue el propio Canciller Pimenta Bueno quien dijo a Solano López en una carta inserta en esta obra que "molestaba el sistema de gobierno del Paraguay".

            Esta carta esclarecedora tiene su legitimidad, al formar parte del acervo documental del grupo impulsor (Unamuno, Gondra, Barboza) del proyecto que se propuso y probablemente escribió los pormenores y la auténtica causa de la Guerra de la Triple Alianza. Dicha documentación fue proveída por Rui Barboza, en el tiempo que no estaba controlada y oculta la documentación internacional de Itamarati. Este archivo es el único que permanece cerrado, todas las cancillerías la han abierto, incluso en Estados Unidos los antecedentes de Vietnam.

            No se trata de exigir moral y ética ex post facto al Tratado de la Triple Alianza después de dos siglos. Ella fue de inicio inmoral y se redactó bajo el principio de la raison d' etat Tiene en sombra la firma de Richelieu, solo así se puede explicar por encima de toda su iniquidad, la promoción del grupo llamado legionario, que no significa otra cosa que armar y equipar a un grupo de paraguayos para quitar la vida a otros paraguayos. La opinión de Patricio Escobar en este asunto es clara: se admite la crítica y disidencia al gobierno de López, pero es lamentable que algún paraguayo tome las armas contra su propia patria. Mitre y el ejército argentino que armó y dio pan a la disidencia delirante, sembró una semilla de odio solo concebible en un profundo odio al ser humano.

            Todo lo que apareció después de la conclusión de la Guerra de la Triple Alianza, y lo que sigue apareciendo actualmente tiene el propósito académico si se quiere de descubrir la verdad y nada más. Con ese espíritu se exhuman estos documentos. Al contrario, los que ocultan la documentación y justifican el hecho en un principio inmoral que el conocimiento de la verdad sería como una "dinamita", caen en un grave error tan fuerte y notable al igual que Pedro II que justificó la guerra para reducir a los negros de su país. El secreto de los dos tratados más arteros de América el de 1857 y el de 1865, basó su éxito en el secreto y el ocultamiento de sus términos.

            El secreto con que se manejó dichos tratado hizo posible que López, planteara la política en una forma pasiva, porque de saberlo habría armado a la república para ejercer el derecho a la defensa en debida forma. La información de Solano López fue escaza como la de todos; cuando Paranhos visitó Urquiza. Aun así despachó preocupado numerosa cartas a sus amigos de la región, diciéndoles que algo raro ocurría entre el Brasil y la Confederación Argentina. Al punto que en sus cartas afirmaba que en un futuro habría "una guerra contra el Paraguay". Nadie se imaginaba aun la traición de Urquiza que se presentaba como el más fiel amigo de los López: además los unía el compadrazgo.

            Pero ese sentido romántico de la política que formaba parte del pensamiento lopista, fue la causa que llegáramos a una guerra, desarmados y con fusiles de cien años de atraso. Fusiles que no funcionaban a la menor humedad o llovizna.

            Solano López, pese a su basta ilustración, no pudo comprender que era posible que Mitre se asociara con Pedro II, porque así convenía a los intereses de sus países, y es por ello que los convenios que los unió (1857 y 1865) había que mantener a espaldas de los pueblos, en el máximo secreto, por la iniquidad que latía en su texto y en su seno. Dejan de ser secretos los tratados cuando cumplen su objetivo, es decir, al generarse el hecho buscado secretamente. Y así fue, cuando Alberdi remite desde Paris una copia, la mecha de la guerra ya estaba ardiendo.

            Existe en el diario de Escobar la relación de un hecho en ese sentido. Cuando le comunica a Solano López luego de las conversaciones con Anacarsis Lanús, -un enviado de Mitre- la existencia con seguridad del pacto entre Pedro II y Mitre, recibió esta repuesta: "Escobar no me venga con tonteras". Se trataba del inicio o la materialización de la razón de estado en reemplazo del teórico y romántico equilibrio de poderes.

            Gregorio Benítez en sus Memorias inéditas señala que los dos buques surtos en Corrientes era una trampa puesta por Mitre a López para que ésta se apoderase, - como lo hizo - y ese hecho tuviese el efecto de indisponer la opinión pública argentina y de los caudillos regionales contra el gobierno del Paraguay y comenzara un clima apropiado para luego el gobierno formalmente declarar la guerra.

            Para culminar este capítulo, debemos sintetizar en que Solano López al igual que su padre basó la política internacional en el sentido apuntado del equilibrio de poderes entre los estados, mientras los demás estados Brasil y Argentina, hacían todo lo contrario. Resolver sus problemas por medio de una conflagración en que los estados pequeños, Uruguay y Paraguay, fueran las víctimas. Brasil tenía el problema de la reducción de negros, la Argentina de crecer territorialmente y el problema único que los unía era la molestia que significaba que un modelo paternalista; modernizara un país alejado de la normativa liberal.

 

            GENERALIDADES SOBRE LA GUERRA Y OTROS SUCESOS

 

            Las memorias inéditas del Mariscal Francisco Solano López sobre la guerra de la Triple Alianza, constituye la parte central de esta obra, tanto por su novedad y el alto grado de autenticidad y confesión de la verdad que revela el texto del generalísimo del ejército paraguayo. Servirá este material para alentar a los prolópez y los anti, y es en este sentido un semillero para plantear nuevas perspectivas basadas en el mensaje del principal actor de la contienda. Muchos aspectos desconocidos son abordados por el Mariscal López, es en cierta manera, su confesión pública dirigida a los compatriotas y a las generaciones sucesivas.

            Lo que hace López en estas memorias y a las que se suma las de Escobar, coincidentes en muchos aspectos, es sembrar la semilla de la verdad, y de ella vendrá el tronco, las ramas y las flores para usar una figura de Ortega. Y el debate se enriquecerá por la existencia de pruebas indubitables, desconocidas, aunque algunas eran percibidas en el estilo distorsionado que la falsa historiografía presentaba a un Solano López enfermo por hacer la guerra. En la obra se descubre un contexto diferente, en el que el sumo interés de la guerra estuvo en el Imperio, en Pedro II, y en la Argentina, en Mitre, es decir cada cual con sus propios intereses, codicias y contradicciones. Porque si uno estudia el discurso de Mitre periodista de Los Debates, jamás se imaginaría que se subiría al carro de Don Pedro II.

            A la obra principal se suman otras, de no menor importancia, que esclarecen, justifican y explican hechos y actos desconocidos, o manejados con el mensaje que da el rumor que se distorsiona con el paso del tiempo.

            El propósito es iniciar el establecimiento de un corpus documental sobre la guerra de la Triple Alianza, que sea creíble y legítimo, con aportes originales de sus actores, que en este caso son Francisco Solano López, Bartolomé Mitre, Pedro II, Patricio Escobar, Da Silva Paranhos, Pimenta Bueno etc.

            Otras perspectivas y documentos son arrimadas por terceros que no fueron actores de la guerra, como la de Miguel de Unamuno, Gondra, Blanco Fombona, Rui Barboza, Ortega y Gasset, Audibert, Manuel Domínguez, Gregorio Marañón entre otros, que a partir del novecientos se ocupan de rescatar los pecios y reflotar una historia verdadera que hubo de constar de diez volúmenes cuando menos, que por ahora desconocemos cuanto de ella se produjo y quizá también exista en algún anaquel oculto, dentro del país o en el exterior. Los opúsculos de Escobar - que se publican - habrían formado parte sustancial de aquel proyecto histórico cultural tan plural y tan denso.

            Así se publica la memoria y recuerdos de guerra de Solano López y la del general Patricio Escobar hasta hoy inéditos, que llega al detalle en cuestiones nunca esclarecidas, y son de fiar al provenir de dos actores principales de la guerra, incapaces de mentir el primero por las circunstancias terminales de su vida como era fácil de discernir, donde el más allá dependía ya de horas, de minutos, o del humor de un general brasileño.

            Las memorias de Patricio Escobar reflejan el pensamiento genuino de una persona que es tan certero para hacer justicia o para hacer críticas, aunque ellas afecten seriamente a Solano López, como se descubre en estos valiosos papeles.

            Entre la documentación valiosa que se publica debe mencionarse el folleto libro del filósofo español Miguel de Unamuno, que aporta documentos y juicios increíbles, que tiene relación con el deseo de disminuir la población negra en el Brasil. En otras palabras, un caso de genocidio de un gobierno contra su propia población, por motivos raciales.

            Este aporte de Unamuno, el gran Rector de la Universidad de Salamanca, es el campanazo de aviso de cómo aquella guerra fue el instrumento de la violación del derecho humano fundamental del hombre: el derecho a la vida. Es por eso que se habla del doble genocidio, el que sufriera el propio pueblo brasilero en el fragor de las batallas (95% de negros e indios) llamado sin saber a inmolarse en luchas interminables con el pueblo paraguayo, con una diferencia numérica de diez a uno, en el cual la lógica de la guerra predecía quien sería el vencedor.

            Bien señala Unamuno en su opúsculo que ya no se indague más sobre las causas de la guerra de la Triple Alianza, ellas están muy claras: espíritu imperialista y necesidad de disminuir su propia población negra.

            En la actualidad el Brasil republicano pretende ingresar al sitio donde se guarda y resguarda la seguridad de la Naciones Unidas, la seguridad de los hombres del mundo; la pregunta que cabe hacer es por qué no se libera de su propio autoritarismo, porque no libera la información de las causas de la guerra de 1864/1870 para ilustración de un pueblo que necesita saber por qué le agredieron por que violaron sus mujeres, por qué de sus prisioneros hicieron esclavos, porque degollaron a sus héroes. Por qué incendiaron hospitales, por qué quemaron campos con niños escondidos en los matorrales...

            De todo ese conjunto documental desconocido, surge la sensación que aún mucho queda por hacer en la conciencia de la clase política brasileña para que dispongan la liberación documental que permitirá conocer en la profundidad necesaria aquel tramo de la vida nacional y el descubrimiento de las mentiras y falsas informaciones proferidas con desprolijidad y hasta con pasión sobre el tema.

            Gran parte de la historia de aquellos cinco años en que el Paraguay perdió el 75% de su población, en la lucha desigual al que se sumó el efecto del cólera, guerra salvaje mediante, está marcado por el fruto del odio a Solano López por parte de Pedro II y Mitre, y un pequeño grupo de admiradores de un porteñismo que se tomaba como modelo de conducta colectiva, en detrimento de todo lo terrígeno y lo nacional.

            Esa admiración exagerada a todo lo externo y extraño a la idea de lo nacional, está demostrado en varios signos escritos como que en el propio Tratado de la Triple Alianza donde se alienta la figura que una legión de paraguayos que se organiza para luchar contra su patria.

            Este grupo de paraguayos disidentes, críticos del doctor Francia y los López, ha buscado sensibilizar a un colectivo amplio de nuestra población, poco y mal informada de sucesos claves de los diversos tramos, a partir de la independencia hasta la guerra de la triple alianza. Del seno de este grupo han salido muchas fabulaciones y la noticia supuesta que la guerra se hizo porque Solano López la inició.

            Solano López no quiso la guerra, ella le fue impuesta. Si se traslada la situación a nuestros días, se va a encontrar que la guerra no ha acabado, ella continúa. Continúa con las características del mercado común, de las cargas extra legales, con la imposibilidad de arrimar contenedores, con la carga del puerto preciso, con unas entidades binacionales que funcionan a medias, etc., etc. Y si se avanza, sí se avanza, es como retrasar el tiempo.

 

 

            UNA VERSIÓN DISTINTA DE LA MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ.

 

            La muerte del Mariscal López según la versión del general Escobar que se publica, difiere de lo que anteriormente se dijo. La muerte que ocurrió por un tiro de gracia dado por el teniente Sabas Riquelme, uno de los que acompañó a Solano López hasta Cerro Cora. El hecho está relacionado a un intenso dolor que le produjo el martirio que le produjo la flagelación y los lanzazos que le aplicaba el matador designado: el Chico Diabo. Escobar da detalles de lo ocurrido y a ello se debe remitir. La bala o el tiro de gracia ingresó por la espalda y se alojó en el tórax, expresa el parte extendido por dos médicos brasileños. Dicho parte médico está registrado en el Archivo de Asunción. Esta versión médica es coincidente con el relato del general Escobar.

 

            EL TIEMPO QUE SE REDACTARON LAS MEMORIAS DE SOLANO LÓPEZ.

 

            Surge del texto que la redacción de las mismas se produjo entre los meses de enero y febrero de 1870, en momentos "finales" como lo expresa el Mariscal. Es probable que la visión cercana del curso de la guerra y la propia vida, anunciara ese fin ineluctable a que la lucha conducía y que era conocida por él y sus fieles amigos que llegaron hasta Cerro Corá.

            Si se lee con detenimiento las palabras del Mariscal y los informes o "partes" de guerra de Patricio Escobar, en los días finales, se percibe la inmediatez de la pérdida de la propia vida o el desprecio a la muerte si se quiere, como una cuestión normal. Como el colofón obligado, pactado de una tragedia.

            El final trágico era percibible con naturalidad, a nadie aterrorizaba la muerte, probablemente fundado en el hecho que la superioridad numérica del adversario era insuperable y conducía naturalmente a ese destino. Se percibía el final, el haber cumplido el deber con la patria, con la dación de la vida propia, que se proyectaría en las generaciones sucesivas. Partía al más allá toda una generación, que dio ejemplo al mundo de voluntad en la sobrevivencia, sin claudicar con el enemigo; cinco años de lucha en inferioridad no es poco tiempo.

            Todos los intentos de paz se habían intentado y todos fracasaron. Las gestiones de paz, diez en total, no se trataba de jeremíadas o actitudes relativizadas o mendicantes, no, se trataba del logro de una paz honrosa, justa para ambas partes. En otras palabras, cada uno que se quedaba, no los que huían, que los hubo, sabía que el día final se aproximaba, ya sea en combate, por un lanzazo o por degüello. Está claro que algunos salvaron su vida entregándose, para ser enviados al servicio de esclavitud en el Brasil como el propio Mitre lo reconoce en más de una ocasión en sus Memorias y lo endilga a los brasileños.

            Además la desaparición luchando en inferioridad durante todo tiempo, daba la convicción y el consabido resultado, que se podía ganar una o dos batallas, pero al final se imponía el número y la logística del ejército Imperial que reponía sistemáticamente personas de color, con otros contingentes, soldados negros básicamente, porque en el fondo la disminución de ese colectivo humano despreciado por Pedro II y el entorno del que dependía, daba a la situación una verdadera y sanguinaria lucha de clases. Porque eso también fue la Guerra de la Triple Alianza, el inicio de la lucha de clases en esta región de América, y el pueblo paraguayo su víctima preferida.

            En el inicio de la guerra había unos 2.000.000 de negros en el Brasil. Un colectivo en ascenso de consideración social y de situación económica. Por esa razón Pedro II conformó a los Voluntarios de la Patria que integraba 50 regimientos y 36 batallones, de 900 y 500 hombres respectivamente, que sumaban 63.000 soldados de color, que protagonizaron con permiso del generalísimo las atrocidades descriptas en la historia de la guerra del doble genocidio.

            Este fenómeno colectivo que generó su propia autodestrucción sin saberlo, en otras palabras su propia barbarie fue incentivada con las promesas de futuras libertades y la aplicación de la ley de la guerra sucia al tomar las ciudades. No debe perderse el dato que aporta Patricio Escobar, que las violaciones de mujeres cuando la toma de Asunción, fue dirigida a la vista del Conde de Eu como refiere al Mariscal en carta de puño y letra.

            Como es sabido, la consideración de los derechos humanos en aquella época, era desconocida, razón por la que era posible que apareciera como un propósito normal del estado Imperial, que planteara la disminución de su propia población negra que cada día ganaba en prestigio, las violaciones, etc. Esta afirmación nada de aventurado tiene, desde que apenas concluida la guerra, en 1871, Pedro II decreta la libertad de vientres, medida ya tomada por Carlos Antonio López en 1856. Pero no decretó la liberación de la esclavitud don Pedro II, lo hizo años después por presión dé clases, pero esa es otra historia. Don Carlos decretó la libertad de vientres como parte de una evolución natural de los derechos del hombre y el ciudadano.

            La declaración de los derechos del hombre y el ciudadano tanto de los Estados Unidos de América y de los filósofos franceses, eran insuficientes para proteger la misma vida humana.

            Es por eso que la palabra genocidio de la clase dominante en el Imperio del Brasil tuvo su aplicación práctica en el desarrollo de la guerra de 1864/1870. Y que no fue el apresamiento del Marqués de Olinda y cuestiones menores las que determinaron en el Imperio la formación de una entente para propiciar más que una guerra, una cacería humana como lo entendió Sarmiento y lo dijo y en consecuencia retiró su país de la guerra.

            Aún no está valorado el por qué se retira de la guerra, primero el Uruguay y luego la Argentina. Y la respuesta parece surgir del hecho que ella era una guerra inútil, sin objetivos superiores, que las ambiciones territoriales del Imperio fueron la excusa simplemente para promover la guerra y nada más.

            Que algunos hechos colaboraron para ello, como el apresamiento del Marqués de Olinda; que algunos esgrimen como el gran error de López que incitó la guerra, ¿qué tendríamos que hacer entonces ante el bombardeo de la escuadra Imperial dirigido por Tamandaré a las costas del Uruguay?

            Si el Imperio ante la captura del Marqués de Olinda declaró una guerra, ante el ataque de Tamandaré al Uruguay, correspondía decretar un diluvio universal por lo menos. ¿Qué calificación debe darse a un Estado o Gobierno que sin mediar una declaración de guerra dirige una brutal agresión armada, y el degüello de sus defensores, los seguidores del patriota oriental Leandro Gómez?

            El mar de fondo era, que la guerra significaba un designio imperialista, un plan que nadie atajaría. Y el que mejor lo comprendió fue Mitre, que subió al carro del agresor y haciéndose agresor evitó la posibilidad que el Brasil cambiara de asociado. Pero esa desviación del naciente principio republicano no lo aceptó el pueblo ni los caudillos provinciales de la Argentina. Urquiza lo aceptó a su manera, fue el proveedor de 20.000 caballos al Imperio y otros beneficios.

            La situación desde el punto de vista brasileño lo expone el Canciller Pimenta Bueno y otros, que se publican en esta obra. Son documentos claves que expresan una realidad desconocida: el pensamiento de Pedro II de hacer la guerra a como dé lugar. Es por eso que cuando se puedan analizar los documentos guardados en el Brasil, que no pasará mucho tiempo, saldrá definitivamente la luz en esta cuestión.

            Indudablemente, que la filosofía de origen de la guerra al Paraguay es brasileña, con la sumisa adhesión porteña o mitrista que soñaba con la restauración del territorio del virreinato y la prueba más convincente es el Protocolo de 1857, en que el Imperio toma las precauciones para la futura guerra. Pero en 1857, si bien no estuvo ni Rosas ni Mitre, estuvo alguien que todo miraba desde la óptica del oro, que no es nada raro ni nuevo en el caudillaje de origen gaucho.

            Si bien Mitre no participó de las tratativas de 1857, cuando se entrevistó con Juan Carlos Gómez en Montevideo le presentó como la prueba de las pruebas, el Protocolo de 1857 y la obligación moral de hacer la guerra al Paraguay, fundado en ese "compromiso" internacional.

            Y tan finamente elaborado estuvo el documento, que también toma el Imperio las precauciones para que su socio, la Argentina, no vaya a crecer geográficamente en forma exagerada porque eso afectaría los intereses hegemónicos del Imperio. Brasil permitiría el crecimiento geográfico de la Argentina, pero no a los niveles que ella ambicionaba.

            Es por esa razón también que el Imperio ocupó el Paraguay hasta 1876, tiempo en que se definió la cuestión de límites entre la Argentina y el Paraguay, de forma de precautelar sus intereses estratégicos y el propio territorio que en derecho histórico pertenecía al Paraguay.

            La probable ocupación que podría hacer la Argentina del territorio paraguayo, que ya ocupaba desde luego la Villa Occidental, tenía la atenta observación por parte de los brasileños. Y si algún "lobby" pudo hacer el Imperio para influir en el pensamiento del presidente Hayes, no fue para beneficiar al Paraguay, sino para resguardar sus propios intereses estratégicos.

            A ese final conducía, la irresistible superioridad numérica y de equipo bélico, que en todo momento fue de diez por uno, en que el fusil de retrocarga se enfrentaba al moderno de repetición, y toda esa visión de la muerte habría hecho decir la verdad a Solano López, incluso reconociendo los errores cometidos, como se hace en esta obra. El propio amigo y admirador de López, el general Patricio Escobar, tiene serias críticas a Solano López, pero no por eso deja de reconocer el rol mayúsculo que desempeñó para la patria grande. López no fue como se dijo un "Júpiter tonante", fue un hombre normal como todos, pero con un sentido muy alto del amor a la patria.

 

            LA VERDAD DESPUÉS DE UN SIGLO.

 

            Es increíble, pero han tenido que transcurrir ciento cuarenta y un años para conocer las memorias del Mariscal López, desde que fueron redactadas conforme al dictado que le hiciera al asistente coronel Silvestre Aveiro.

            Es una percepción personal de quien redacta esta crónica, que las memorias del Mariscal López fueron aviesamente ocultadas por el hecho que su dilucidación despejaría algunos de los infundios tejidos alrededor de su persona. Además, luego del conocimiento de estos textos, es mucho más comprensible la actitud de Solano López, que además de todas las dificultades de la guerra en condiciones menores logísticamente hablando, tuvo que soportar las conspiraciones de su propia familia.

            Una cuestión que pasa desapercibida es que López desconocía los términos del Protocolo de 1857, que como se sabe fue secreto, pero conocido de Brasil y Argentina, se tomaron las providencias de todo tipo para salir airosos de la guerra. Aun así tremendo error cometió Mitre dando el plazo de tres meses para concluir con el Paraguay y su población. El único que entendió la lección fue Sarmiento quien pese a todos los errores y la verborragia habitual cuando se expresa sobre el Paraguay, se dio cuenta que la Argentina tenía que salir de la guerra desde que se transformó en una cacería de Solano López.

            En la presente documentación aparece en forma reiterativa el esfuerzo para suscribir la paz honrosa. Unas diez veces se intentó el procedimiento por parte del Paraguay para lograr una paz necesaria, para detener la lenta extinción de un pueblo, aunque sin embargo, solo es conocida y mal difundida la reunión de Yatayty Corá que los tuvo en la carpa de Mitre un día de setiembre de 1866, a López y Mitre, y a Paunero y Escobar, como únicos testigos calificados.

            Fracasada la primera reunión de Yatayty Corá, al pedírsele a López que renuncie a la presidencia de la república como cuestión previa, se estaba negando el diálogo y tratando de imponer la rendición incondicional del Paraguay.

            Sin embargo el fracaso inicial, el general Escobar actuó con su fina diplomacia y obtuvo la realización de una serie de reuniones con el presidente Mitre.

            La ronda de reuniones, nueve en total, que tuvo reunidos a Escobar y el general Mitre, es la continuación de la cumbre que nada pudo lograr ante la exigencia de la renuncia previa, que exigía Mitre del presidente López, para avanzar en una negociación.

            Una relación hecha por Escobar de las nueve reuniones negociadoras se publica en el libro del doctor Ashwell "General Patricio Escobar, guerrero, diplomático y estadista". Esas reuniones también fueron estériles ante la pasión puesta por el presidente Mitre, que quería ver al Mariscal López, vencido y arrastrado de la pata de su caballo.

            Fue muy claro el temperamento de Mitre, cuando ya en el primer diálogo en un escape de mitomanía dijo a Escobar que "perdonar la vida a López sería un desatino que la humanidad no me perdonaría'' con lo que ya estaba todo dicho.

 

            LAS MEMORIAS DE LÓPEZ

 

            Estas memorias de López escritas en el campo de lucha, son incrementadas por los recuerdos de guerra del General Patricio Escobar, redactadas años después y que estuvieron a punto de ser publicadas entre los años de 1910 y 1911, como parte de un proyecto cultural de Manuel Gondra, Miguel de Unamuno, Rui Barboza y Manuel Domínguez, que lamentablemente quedó trunco. En aquel tiempo, los archivos de Itamaratí estaban disponibles y una buena parte de esta documentación fue confrontada con sus antecedentes, lo afirma el académico historiador paraguayo Julio César Cháves. El doctor Cháves habría trabajado el material en la década entre 1960 a 1965, sin llegar a concretar la publicación.

            Las reiteradas manifestaciones públicas de seguir con el actual ocultamiento documental en Itamaratí son un crimen de lesa cultura, que se comete impidiendo la circulación, la lectura, el conocimiento, que atenta contra el derecho a la información veraz que tienen los pueblos para determinar su identidad como nación culta y civilizada. Si se quiere, es una forma de continuar una guerra en otro terreno.

            El ocultamiento documental es un crimen contra la ciencia social y la cultura de los pueblos y más aún cuando se trataba, como es probable que ocurriera, motivado en un antilopizmo cerril y fanático, de quienes ven en Solano López a una figura que desenvainó su espada, como un acto irracional o influenciado por la opinión de la compañera de su vida, Alicia Elisa Lynch.

 

            EL ODIO A SOLANO LÓPEZ NO FUE NADA NUEVO

 

            Tanto odio despertaron los López en una pequeña oligarquía de paraguayos residentes en Buenos Aires, precisamente por el planteamiento de un gobierno paternalista o protosocialista en el que el comercio exterior de importación y exportación, estaba centralizado en manos del Estado. Parece oportuno matizar esta jornada de rescate histórico reeditando un texto publicado en Buenos Aires en el periódico legionario El Clamor de los Libres el 28 de febrero de 1859 que dice:

            "Un tirano no es un hombre, es una fiera, y a una fiera se la caza para que no vuelva a causar daño. El arma más segura para liberarse de ella es el puñal. No hay medio que conduzca al fin por un camino más corto y más sencillo que éste (sic)

            El medio es eficaz y la necesidad lo Justifica.

            Un hombre es atacado: su vida está en peligro.

            ¿Qué hace este hombre? Defenderse hasta ultimar si puede a su agresor. Pues en el mismo caso se halla con respecto al que le oprime.

            ¿Qué otra cosa es un tirano que un verdadero asesino? Resistirse es un deber, matarlo es un derecho.

            La ley que rige a los individuos también rige a los pueblos. Y si a aquel es permitido en legítima defensa ultimar a su agresor, en igual caso se permite hacerlo a estos también.

            Negar este derecho es sancionar una doctrina impía, que da por resultado la justificación del crimen y la negación del bien y que condenando a las Naciones, a la esclavitud y a la ignorancia y las arras fatalmente encadenadas a los pies de los tiranos"

            El trágico artículo, editorial del citado periódico antilopizta llevaba estampada la firma de Fernando Iturburu, quien años más tarde fue el Comandante de la Legión Paraguaya designada por el presidente Mitre. Otros artículos similares hacían en forma sistemática la apología y justificación del crimen o el magnicidio de la figura del presidente Carlos Antonio López, basándose en la teoría del Padre Mariana, que justificaba el magnicidio. Dicho periódico estaba dirigido por los Decoud, Manuel Pedro de la Peña, el chileno Francisco Bilbao entre otros. Este último citado, sin embargo, se retiró disconforme a poco de expresarse la teoría del magnicidio. Lo paradójico es que el gobernante era en ese momento Don Carlos Antonio López, infatigable impulsor del progreso y la primera modernidad del Paraguay.

            Es que con un rigor histórico es necesario no separar los gobiernos de Carlos Antonio López y Francisco Solano López, desde que el progreso económico, político y social logrado con el modelo de López primero a saber

            1. Una férrea voluntad del dominio de sus recursos naturales, 2. Una suerte de socialismo en la protección de la yerba mate y el tabaco, 3. La oposición a la agresión codiciosa de Juan Manuel de Rosas y 4. La apertura a una modernidad amplia, encontraron continuidad en su sucesor el hijo primogénito.

            Francisco Solano López era entonces el sucesor natural de López, por su formación, antecedentes, edad y prestigio social. Imbuido de la burocracia estatal, no era el caso de llamar a uno de los integrantes de la Legión Paraguaya a dirigir la nación en una región en que estaba latente el mito de la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata.

            En función a ese riesgo de la política internacional más aconsejable, ayer igual que hoy, constituía el equilibrio del poder en los países del Plata y la protección de la independencia. Ese fue el sueño de aquel López que se fue en 1860 y el que vino a sucederle el mismo año.

            Ese equilibrio tenso, disimulado, se rompió cuando en una nueva interpretación del derecho de gente, tres países y tres conductores Pedro II, Mitre y Flores, creen que tienen derecho a hacer una guerra para cambiar un gobierno. Insólito, brutal y violento, pero en reiteradas ocasiones defendieron el "derecho" de elegir presidente o cambiar, en ambos casos una actitud antirrepublicana. Desde luego Mitre planteaba con la naturalidad más candorosa que era partidario de imponer autoridades en un país extranjero. Tal argumento expuso a Escobar en la cuarta entrevista cuando le planteó la formación de un triunvirato para dirigir el Paraguay, compuesto de un argentino, un brasileño y un paraguayo.

            Y el Paraguay fue arrastrado a una guerra aun cuando su independencia no estaba consolidada en los hechos. Era necesario para ello que corriera sangre y se diera lugar a la última batalla por la independencia y así ocurrió: culminó el 1° de marzo de 1870.

 

            UN ACERVO DOCUMENTAL INTACTO

 

            El mérito de la existencia de tan valiosa documentación se debe a la Academia Paraguaya de la Historia, que acogió la donación del Dr. Manuel Peña Villamil, la conservó y hoy se publica para su amplia difusión, como debe ser.

            Sobre los documentos que se publican en esta obra y los publicados en el libro del doctor Ashwell basado en la Colección Patricio Escobar fue y será siempre una buena noticia su perfecta conservación, y su socialización permitirá acercarnos a la verdad histórica, elevar el debate histórico y despejar el polvo, la humareda y la fabulación sobre muchos aspectos que se tejieron alrededor de la guerra de la Triple Alianza.

            La diversidad de informaciones que contiene la presente colección documental, proviene de tiempos de la Guerra de la Triple Alianza por una parte y otra producida años después de la guerra, ambas fueron conservadas por el General Patricio Escobar y constituye probablemente la más valiosa fuente documental de primera mano, que se abre a la investigación de los pormenores ocurridos antes, durante y luego de la conclusión de la trágica contienda, entre el Imperio, la Argentina, el Uruguay y el Paraguay.

            La reproducción de diálogos, hechos, conspiraciones, violaciones, degüellos, actos de conservadurismo o heroísmo, surgen del material rescatado, que se convertirá en base de consulta indispensable que hace tiempo debieran haber sido difundidos, desde que su desconocimiento permitió la generación de montañas de desaciertos y mentiras que era necesario rectificarlas alguna vez, para que la verdad proveniente de las fuentes sea la que marque el rumbo de las publicaciones acerca de la guerra de la Triple Alianza, a partir del testimonio escrito de su principales actores paraguayos y los Aliados.

            En este punto, y a modo de concretar algunas de las novedades que surgen del material, son las nuevas perspectivas de las causas del por qué el Imperio generó y concluyó la guerra, que es entre varias la causa principal: la necesidad de disminuir el porcentaje de su población negra. Esa población negra esclava estaba ascendiendo socialmente, circunstancia preocupante para el gobierno de Pedro II, por lo que la generación de una guerra era la vía más fácil para lograr su disminución.

            Para el otro gran actor de la guerra, la República Argentina, la reconstitución del virreinato del Río de la Plata o la accesión territorial que le correspondía a aquella desaparecida entidad ibérica, fue el motivo del pacto con el Imperio.

            Digamos que la Argentina - quizá arrepentida - se retiró de la guerra y ese es un mérito del presidente Sarmiento cualquiera fuera la razón porque lo hizo. Y como el Uruguay ya se había retirado mucho antes, queda muy claro que fueron Pedro II fielmente escudado por Mitre, los constructores de la ideología del genocidio contra el Paraguay. Solo puede calificarse del genocidio cometido con respecto al pueblo paraguayo, porque como es sabido no hubo prácticamente prisioneros paraguayos sino soldados y hasta generales pasados a degüello como una rutina de las batallas. El gran General Roa fue asesinado y degollado en la puerta del anfiteatro de piedra que es Cerro Corá el 1° de marzo de 1870 a las nueve horas, desarmado y sin posibilidad de ejercer ningún acto de violencia. ¿Qué sentido tenía su asesinato? Ya sus trece soldados habían sido vencidos y degollados, no tenía sentido degollar al último que quedaba de los artilleros paraguayos, el día final de la contienda. Ya su cañón había enmudecido al agotar las municiones, ocurrido lo cual Roa se montó a caballo en su propio cañón, para demostrar que no se rendía, que tenía como todos un desprecio a la muerte, que fue la constante invariable del soldado paraguayo.

            Muchas cuestiones de fondo y anécdotas surgen de la colección que ve la luz editorial de la Colección Patricio Escobar. Por ejemplo, una línea pacificadora que notoriamente existía entre los altos conductores de Imperio, ministros inclusive, una corriente pacificadora que aspiraba a detener la guerra con un acuerdo de paz, que se ha intentado en varias ocasiones, pero chocaba con la invariable exigencia de Pedro II y Mitre que era imprescindible que Solano López debía previamente renunciar al mando de la república y del ejército, y además abandonar el país.

            Otras cuestiones no suficientemente aclaradas encuentran explicación en la obra, como lo relativo a las circunstancias de la muerte del Mariscal López.

            El testimonio del General Patricio Escoba permite tener hoy la de un testigo directo y presencial, de la masacre del 1° de marzo de 1870, fruto del odio del ejército brasileño, el único que mantenía jefes y soldados en el campo de batalla. Esa cacería produjo el frío asesinato del vicepresidente Sánchez, octogenario innecesariamente lanceado, luego del hijo adolescente de 15 años, Panchito, y la flagelación también innecesaria y la muerte del Mariscal Francisco Solano López.

            Había ocurrido que el proceso de flagelación a López, dos lanzazos profundos en el bajo vientre, y la sangrante herida abierta en la frente, despertó la piedad del teniente paraguayo Sabas Riquelme, que se encontraba agazapado en la maleza que rodea al Aquidabán - nigüi, y luego del tercer lanzazo, ya con sus sentimientos de conmiseración al máximo, le disparó el tiro de gracia que causó de inmediato la muerte del Mariscal. La relación en detalle de la masacre del día primero de marzo, se encuentra en el opúsculo de Escobar "Mis recuerdos de Guerra".

            El certificado de la autopsia de los médicos brasileños, el original, dice lo siguiente:

            "Nos los abajo firmantes certificamos a pedido del ilustrísimo Señor Coronel Joao Nunes Da Silva Tavares que examinamos las heridas que produjeron la muerte del ex dictador y tirano de la República del Paraguay, Francisco Solano López, encontramos lo siguiente: Una solución de continuidad en la región frontal con tres pulgadas de extensión, afectando el pellejo y el celular: otra producida por instrumento cortante en el hipocondrio izquierdo, de una y media pulgada de extensión, dirigida oblicuamente de abajo arriba, afectando el pellejo, interesando la piel, el peritoneo y probablemente el intestino, y la vejiga. Otra herida en el hipocondrio derecho, de arriba para abajo teniendo dos pulgadas de extensión afectando el pellejo, el peritoneo, y probablemente el intestino. Finalmente, una herida producida por bala de fusil, en la región dorsal, teniendo una abertura, quedando conservada la bala en la caja torácica".

            "Y para constancia, pasamos el presente. Villa Concepción, 25 de marzo de 1870". (traducción de portugués)

 

            Firman:

            Dr. Manuel Cardozo Da Costa, Jefe Cirujano de Brigada.

            Dr. Militar Barboza Lisboa, Segundo Cirujano".

 

            Fuente: Archivo Nacional de Asunción. Sección Historia, Volumen 356, N° 18, año 1870.

 

            En síntesis, el Mariscal tenía sobre su cuerpo una profunda herida en la frente producida por un sablazo, dos heridas en el bajo vientre producida por lanzazos, y una herida de bala que ingresó por la espalda sin salida, alojada en el tórax. Esta última sería el disparo del teniente Riquelme, que es referido en el informe del general Patricio Escobar. Es decir, que su relato coincide con el certificado médico de la autopsia.

            Muchos lectores encontrarán hechos y escenas increíbles, como aquel desconocido, que la escuadra brasileña no efectuó disparos sobre las construcciones de Curupayty, ni su tropa de infantería y caballería no participaron de la batalla de Curupayty, por decisión del Ministro de Guerra Pimenta Bueno y el Almirante Tamandaré, comandante de la Escuadra brasileña, ante la presentación de un proyecto de paz presentado por el General Escobar en nombre del presidente López, para lo cual había que consultar al Emperador Pedro II. Y de esa forma se procedió decretándose por ese motivo una tregua. Como Mitre no estuvo de acuerdo con esa decisión, solo las fuerzas argentinas y uruguayas actuaron en Curupayty. En el anexo documental se transcribe la nota que el ministro brasileño y el almirante de la escuadra, entregaron al general Escobar en prueba que las fuerzas brasileñas no actuarían en esa ocasión, salvo una mínima fracción.

            Antes de concluir este breve adelanto, a manera de introducción, debo manifestar que las memorias del Mariscal López, - que en realidad son dos textos diferentes- constituyen las manifestaciones de alguien que percibía su final cercano, y así tuvo que ser como cuando en repetidas ocasiones repite expresiones "en estos momentos finales" etc. y cuando designa presidente sucesor al General Patricio Escobar el 20 de febrero de 1870, a una semana de su inmolación.

            En otras palabras, ambas memorias tienen la percepción del final de su vida, y la necesidad de expresar, explicar y en algunos casos proceder a la propia autocrítica en sucesos principales de la guerra como cuando se refiere a De la Cruz Estigarribia.

            Ésta memoria se funda en la necesidad de dar una explicación de la trágica existencia y la necesidad de legar a los "hijos de nuestros hijos" un testimonio para comprender la guerra. Existencia trágica que en algún momento hizo reconstruir la familia argentina destrozada, que el pueblo argentino lo agradeció, asimismo siempre con el intento de practicar la buena vecindad, se comprometió garantizar la independencia del Uruguay y paradójicamente ese pueblo oriental tomó las armas contra el Paraguay. Siempre con ese platonismo idealista planteó la paz en Yatayty Corá y en diez ocasiones más, y esa paz honrosa nunca llegó por que las condiciones de sus enemigos eran eliminarlo, hacerlo renunciar, suprimirlo del mundo de los vivos, - lo dice el Tratado del 1° de mayo de 1865 - el acto más brutal, salvaje y violento del derecho internacional americano. De ayer y de hoy.

            La versión oficial que publica López de la entrevista de Yatayty Corá, es de su propia producción, y el diálogo que mantuvo con Mitre, y la reproducción del único testigo paraguayo, el general Patricio Escobar, son piezas que darán una nueva luz a la tragedia de la Triple Alianza. Más que luz y curiosidad, nuevas pistas de investigación histórica, donde los que opinan en sentido crítico o laudatorio de los pasos del Mariscal López por el gobierno, en la guerra y la paz, encontrarán nuevos argumentos para fundamentar sus teorías, sus amores y sus odios.

            También el centenar de documentos que estuvimos analizando con el doctor Ashwell, nos permite descubrir en el general Patricio Escobar, una, figura cumbre de la guerra de la Triple Alianza, hombre de la Patria, que buscó y bregó la paz imposible.

          Estuvo este gran personaje de la paraguayidad, al lado o en el centro de los grandes hechos, gestiones, entrevistas, propuestas de paz, en aras y, en la brega de mitigar los rigores de la guerra, a veces sin lograrlo y en algunos casos lográndolo. O en otros casos en el dolor de haber perdido en la guerra su compañera amada y su propio hijo adolescente por el cólera.

            Con Escobar, la vida y la historia ha sido injusta, y los historiadores argentinos también, porque de seguro conocían el hecho más relevante de ese país, que fue el retiro de la guerra por consejo que diera el general Escobar al Presidente Domingo Faustino Sarmiento. Este hecho fue difundido en la Argentina al ser condecorado Escobar con la más alta presea argentina, aun estando en plena guerra.

 

 

            DOS MEMORIAS, UNA GUERRA

 

            Se debe también mencionar que, en esta obra, las dos memorias inéditas fueron dictadas por el Mariscal López, al coronel Silvestre Aveiro, su único escriba, redactor de notas y en este caso de los recuerdos.

            La memoria de guerra del General Patricio Escobar bajo el título de "Mis recuerdos personales" redactadas entre los años 1910 a 1912, se publica entre otros textos menores, folletos, de Escobar inéditos, sobre diversos aspectos de la guerra; entrevistas de Manuel Gondra y Alejandro Audibert con Escobar, y varios prólogos a las obras del generalescritor, de Miguel de Unamuno, Manuel Gondra, Manuel Domínguez, Rufino Blanco Fombona entre tantos célebres intelectuales de época. Las Memorias del general Escobar las fue dictando a diferentes personas que le ayudaron en la faena, y él los va recordando nombre por nombre en cada caso que toma el turno, entre ellos en un momento fue el joven Arturo Bray, razón por la que en una de sus obras, se trasunta el conocimiento de hechos que hoy aparecen a la luz.

            También se ha creído necesario publicar algunas pocas cartas entre Escobar y algunos referentes de la política regional, como Mitre, Sarmiento, Pedro II, Pimenta Bueno y otros, que tengan relación para la mejor comprensión del conjunto que se edita en esta ocasión. Pero es de anunciar también una futura publicación exclusivamente documental donde irán todas y que a no dudar será de utilidad para la investigación, de paraguayos, argentinos y brasileños, y la propia sociedad ávida de todo cuando sea descubrimiento de textos y documentos que aporten luces de verdad a los sucesos claves como la guerra de la Triple Alianza, hasta hoy día deformada y ocultada por no pocos.

            Los testimonios en los tribunales de sangre completan esta primera edición, desde que la difusión de un material tan desconocido y sobre el que se tejen cada día más víctimas, y el ocultarlo sería un crimen.

            En opinión de Escobar, la formación de este tribunal de sangre fue lo peor que hizo López, en su existencia, como lo afirma su fiel amigo, su hermano en la política, una de las siete personas que estuvieron con él en Cerro Corá el 1° de marzo de 1870.

            Es que siendo tan grande el odio que hacia López sienten unos pocos por maldad, y otros por desconocer el contexto en que vivió, le atribuyen impropiamente la generación de la guerra, cuando esa es una cuestión como se demuestra en la documentación que se publica, que tiene otras causas y otros orígenes. La lista imaginativa de víctimas que ni fueron tales, como el caso de Francisca "Pancha" Garmendia, supuestamente por no ceder a sus deseos sexuales, la imaginación que rodea al héroe es siempre tan fuerte que quien quiere le imagina víctimas, locuras, amores y hasta mitos.

            En la biografía que Bartolomé Mitre hace sobre la persona del general Patricio Escobar - que le cubre de loas - le atribuye a López relaciones íntimas durante la guerra con las dos hermanas del general Caballero, y lo dice el general Mitre con la imprudencia de un irresponsable, un hombre que aparece con la seriedad del historiador en el vecino país. En realidad, es de pensar que trataría de tomar venganza de Bernardino Caballero, porque éste no le respondió a las cartas que le dirigió después de la guerra, ofreciéndole la asociación con el partido liberal del que Mitre era presidente. O quizá en represalia de las imparables y chispeantes incursiones de la caballería paraguaya que en inferioridad de condiciones, incluso con niños, adolescentes y mujeres siempre pudo salirse airoso.

 

 

            SOLANO LÓPEZ Y GUZMÁN EL BUENO

 

            El prestigioso filósofo español Miguel de Unamuno fue un admirador del Paraguay y sus circunstancias en la guerra de la triple alianza. Pese a ello, no se ahorra críticas como cuando señala que una guerra no se puede iniciar sin armas. No tiene sentido glosar lo que es comprensible, con la simple lectura del respeto que tuvo hacia el pueblo paraguayo y a la figura de Solano López. Tan es así que uno de sus escritos se inicia con esta frase laudatoria y puede leerse: "A Francisco Solano López y Alonso Guzmán el Bueno, dos Almas para la misma causa". Y es de repetir que Guzmán el Bueno es en España el paradigma del valor y el patriotismo, el que como cristiano luchó contra los moros al igual que el Cid Campeador. Cuenta la historia que Guzmán, cuando los enemigos le extorsionan que entregue la plaza cristiana que defendía, sus enemigos le pasaron la amenaza extorsionadora que asesinarían a su hijo a quien tenían cautivo, si no ofreciera rendición. El padre al recibir esta noticia corrió a la cumbre de la muralla protectora del castillo y desde allí arrojó a los enemigos su propio cuchillo para que procedieran a matar al hijo sin pérdida de tiempo diciéndoles, "Mí hijo no ha sido formado para traicionar a su Patria". Desde ese día fue llamado por los historiadores o el mito que rodea su famosa personalidad, como Guzmán, el Bueno.

            Por supuesto que el hijo fue sacrificado por los moros, y en ese lenguaje que hablan los filósofos, porque eso fue Unamuno, lo que quiso decir es que ambos, Guzmán y Solano López, que perdieron dos hijos asesinados por sus enemigos, pasaron por esas duras pruebas de amor y dolor que no mellaron sus espíritus para persistir en la lucha. Qué duda cabe que Guzmán el Bueno y Solano López pasaron por la misma prueba de dolor, impotentes, porque aprendieron que en la vida quien defiende su patria no puede rendirse al enemigo en ninguna circunstancia. Ceder o rendirse, significará la misma desaparición existencial de la propia patria.

            Y es con esa figura que Miguel de Unamuno, de asociar dos ciudadanos que vivieron en siglos tan distantes, rinde el homenaje a dos paradigmas del patriotismo: Guzmán el Bueno en España y Francisco Solano López en el Paraguay. Unamuno no dudó que si López se rendía o renunciaba como pedían sus enemigos, ese día el Paraguay vería su territorio cercenado, los sobrevivientes llevados como esclavos a las "fazendas" brasileñas, quizá se convertía en una provincia más de la Argentina.

            Unamuno sostuvo toda la vida, sin arrepentirse de su apoyo moral al Paraguay y a Solano López, que lo dijo en varias ocasiones.

            Un texto no divulgado de Unamuno y que merece ser conocido por todos los paraguayos es el que sigue: "Que sería de la humanidad si no le tuviéramos a Solano López, José Díaz, Patricio Escobar, Bernardino Caballero y Elizardo Aquino"

            El valioso opúsculo sobre la guerra de la Triple Alianza de la pluma del Rector Perpetuo de Salamanca, también invitado para el proyecto cultural de Manuel Gondra, se publica en esta obra, y reproduce documentos desconocidos de Rui Barboza, aquel brillante político y luchador brasileño.

            El principal aporte de Unamuno a la cuestión de las causas de la guerra de la Triple Alianza, es su juicio que ella se produjo con el propósito de disminuir la población negra en el Brasil. Se abre pues una pista de investigación que amerita una mayor penetración.

            La realidad sea dicha, que la verdadera historia de la guerra de la Triple Alianza aun no fue escrita por diversas razones, pasión, ocultamiento documental etc. Fue iniciada por pocos paraguayos protagonistas como Juan Crisóstomo Centurión y unos pocos más, al que se debe agregar unos folletos de veteranos de la guerra cómo González, Leguizamón y otros. La presente publicación documental es en este sentido valiosa para descubrir, explicarse claroscuros y despejar fabulaciones.

            Manuel Gondra que conoció la documentación que hoy se publica, concibió el proyecto cultural de publicarla, y sus primeros resultados fueron los opúsculos de Escobar, pero no los pudo editar por tres contundentes razones: la falta de recursos de Escobar, la pérdida del poder del Presidente Gondra y la posterior desaparición de Escobar en 1912. Lamentablemente Gondra fue ganado por la actividad política relegando su actividad cultural y todo quedó guardado y postergado en los anaqueles folclóricos del tiempo que suelen ser muy extensos.

            Tan grande es la desinformación, incluso avieso ocultamiento de documentación, que después de más de un siglo se conocerá que el Mariscal López no fue inmolado por Francisco Lacerda, este lo lanceó en dos ocasiones y lo flageló - pero el tiro de gracia que le envió a López al más allá, provino de uno de sus fieles amigos el paraguayo Teniente 1° Sabas Riquelme en circunstancias que se explica en la relación de uno de los folletos del general Escobar. Riquelme actuó cuando ya estaba desangrándose y lo hizo movido por un intenso sentido de humanidad y de compasión. Es necesario dejar bien claro que ocultar este hecho no tiene sentido. Si le estamos pidiendo a gritos a Itamaratí que de apertura al archivo sobre La Guerra, mal podríamos desde nuestro escenario caer en el mismo error de ocultamiento.

            Y más aun conociendo que el genocidio del Imperio con respecto al pueblo paraguayo se dio inicio el 5 de enero de 1869, cuando el Conde de Eu ingresó a Asunción con los componentes del llamado ejército de Voluntarios de la Patria, todos hombres de color, fanatizados en el odio a López, y proceden al incendio y a la violación de las mujeres que reclutaron de Luque y Lambaré.

            Es evidente que un genocidio es un acto de continuidad, que tiene su día de inicio y su final también. Lo del 1° de marzo de 1870 por ejemplo, es parte del plan de eliminación, porque no habrá sido de casualidad que en pocas horas se haya asesinado y degollado al General Roa, que era el único que quedó de su batallón. No fue en lucha que el hijo del Mariscal un joven de 15 años fue asesinado; y el mismo trato al octogenario vice presidente Sánchez, tendido en una cobija de enfermo, en una carreta, y el remate dramático con la flagelación, espada y lanza al presidente Mariscal Francisco Solano López, que ya no tenía fuerzas para resistir y no ofrecía ningún peligro al ejército ni el Estado brasileño. Lo dice el parte de guerra del General Correa da Cámara:

            "Campamento a la izquierda del Aquidabán, 1° de marzo de 1870. - El tirano fue derrotado y no queriendo entregarse, fue muerto a mi vista. Le intimé orden de rendirse, cuando ya estaba completamente derrotado y gravemente herido, y no queriendo, fue muerto".

 

            Firmado: O Brigadeiro José Antonio Correa da Cámara.

 

            Fuente: "General Paulo de Queiroz Duarte, "Os Voluntários da Patria na guerra do Paraguai". Pág. 218, Biblioteca do Exercito Editora volumen 4, Rio de Janeiro, 1992.

 

            La prueba la otorga el propio Correa da Cámara, el jefe que comandaba el operativo, bien lo dijo: que López se encontraba "gravemente herido" con lo que se consagra el asesinato innecesario y salvaje, que lo ultimaba por desangramiento de tres heridas, una en la frente y dos en el bajo vientre. En las leyes de la guerra no existe diferencia entre matar un prisionero y matar un herido grave. Con ese estilo de amoralidad, lucharon los miembros del ejército brasileño, es bueno saberlo. Un país que no es capaz de arrepentirse de su barbarie, por lo menos de palabra, no puede aspirar a ser miembro de la comisión de seguridad de las Naciones Unidas, sería un contrasentido histórico.

            Pese a los años transcurridos el odio a López continúa en la intelectualidad brasileña. En la obra citada más arriba en la página 215, se publica una fotografía donde Solano López es lanceado y debajo se lee la siguiente inscripción: "Chico Diabo atravesando com uma lanca o monstruo mais barbaro e hediondo, que tem visto o mundo, o execrando Francisco Solano López, destruidor de sua propia patria!... Ídem, "Os Voluntarios da Patria, año 1992"

 

 

            LA MUERTE DE PANCHA GARMENDIA.

 

            Escobar afirma que Pancha Garmendia, no falleció lanceada sino como consecuencia de una fiebre tifoidea. Es necesario saberlo porque es uno de los argumentos usados para denigrar la memoria de Solano López. En uno de los folios de esta documentación publicada, aparece la declaración de Patricio Escobar que jura que ella no fue lanceada y murió de la alta fiebre como consecuencia de la enfermedad del tifus que padecía cuando llegó al campamento sin pelos, enfermedad que hizo que muriera pocos días después.

            Hace además la aclaración Escobar, que ni los implicados ni los condenados en San Fernando jamás fueron torturados antes de ser ejecutados, que la tortura y los tormentos de que se le acusa a Solano López es un invento más que se teje alegremente en la historia.

            Es por esa razón que esta documentación debería ser primariamente esclarecedora, al permitir airear, cien años después, las falsedades con que se construyó y caracterizó al Mariscal López como si fuera un verdadero monstruo de la naturaleza. La documentación deja echar en cuenta que Mitre y Pedro II afirmaban que López "estaba loco"; que "era mejor, que no viviera en este mundo"; que la "humanidad no le perdonaría" si firmaba la paz con él como afirmó el generalísimo argentino Mitre. Lo más ingenioso que creyó decir es que lo arrastraría prendido a las patas de su caballo a Buenos Aires donde lo exhibiría como una rareza.

            Sarmiento no se quedaba atrás cuando señalaba que el mejor logro sería matar a los paraguayos en el vientre de su madre. Y estos mensajes son los que se transmitieron a los que constituyeron la legión y luego a un sector minoritario de la dirigencia política paraguaya que ve en los López, el monstruo al que se debe aplicarle la muerte como una bendición.

            Es que el rumor y la imaginación ha jugado un papel en la caracterización de la personalidad de Solano López, ante la ausencia de pruebas, de testimonios veraces como en esta ocasión se exhibe proveniente de un actor calificado como es Patricio Escobar, que expone una puñado de verdades cuando tiene que hacerlo, con el único propósito de reconstruir una a una, día a día, una historia verdadera de los sucesos de la Guerra desgraciada. Escobar no fue un turiferario de nadie, al contrario, su criterio aparece con un gran sentido crítico que lo expone francamente en todos sus escritos, sean a favor de López o cuando lo tiene que criticar.

            Por supuesto no abarca todos los aspectos para despejar esa leyenda negra tejida alrededor del Mariscal López, pero aporta datos sobre varios sucesos y anécdotas que enriquecen la historia cuando la escribe en un lenguaje directo sin rebusques ni segundas intenciones.

            Aquí radica el valor de esta obra y las demás que sobrevendrá, que en unos cuatro tomos, testimonial y documental, constituirá como una fuente de primera mano en lo que a la Guerra de la Triple Alianza se refiere. El mérito es de los que hicieron posible la conservación de la valiosa documentación que sale a la luz.

            Quizá gran parte de lo que pueda leerse en la Memoria de Solano López, constituya una novedad absoluta, desde que el mismo no duda en reconocer los errores cometidos.

            En su discurso de despedida de Cerro León, en 1865, López afirmó en una arenga, que la causa de la guerra por parte del Brasil, era la envidia que este país sentía por el progreso del Paraguay y no se refirió a otra circunstancia.

            Más adelante, años después, cuando escribe sus memorias en los días finales de la guerra, le agrega otros argumentos como causales de la guerra, que deben ser tomados naturalmente como sus conclusiones finales.

            Debe advertirse que en la entrevista de Yatayty Cora López le dice a Mitre, "aún no sabemos porque estamos en guerra", es que éste creía que Mitre odiaba a los brasileños y que nunca haría alianza con el Imperio, gran equivocación, al desconocer las fibras de la personalidad de Mitre, cambiante, ambivalente y sobre todo capaz de sostener un doble y triple discurso. Urquiza era de esa misma contextura "moral", capaz de incluir la perfidia y el engaño en el discurso político como una cosa normal. López nunca creyó que Mitre podía asociarse con el Imperio ni que su compadre, instigador inicial de la defensa del Uruguay, dos hombres peligrosamente ambivalentes.

            Quizás Juan Manuel de Rosas se salve de esa crítica, - un arrepentimiento tardío - al reconocer finalmente que Solano López defendía el principio del equilibrio entre las naciones de la región platense.

            Si se observa la opinión de la gran mayoría de historiadores paraguayos y extranjeros, prevalece la teoría que la causa de la guerra, fue la injerencia del Paraguay en la cuestión interna del Uruguay, la disputa entre colorados y blancos por el poder, durante los años 1864/5.

            La realidad es que aquella inusual e inmoral intervención del Imperio del Brasil, para imponer por la fuerza la presidencia de Venancio Flores,- el general sumiso- que gobernó entre 1865/8, fue una quiebra del equilibrio de los países del Plata tan difícil y celosamente sostenida. La actuación de la escuadra brasileña al mando del Tamandaré al atacar al Uruguay, con apoyo logístico de la Argentina, para lograr sus objetivos de supuesta defensa de los colonos brasileños, echó por tierra la neutralidad de la Argentina desde que un gran apoyo logístico otorgó el gobierno de Mitre a la escuadra del almirante Tamandaré.

            Si hubiera existido realmente una desatención o desprolijidad de colonos brasileños ocupantes de tierras en el Uruguay, eso era materia de atención de la diplomacia, el consulado, pero nunca de la armada poderosa que dirigía el Almirante Tamandaré.

            En esa ocasión se puso en evidencia los hilos secretos que sostenían Mitre y Pedro II.

            López había demostrado su vocación pacifista, integradora, con su actuación para la consolidación el Pacto de San José de Flores (1859) o la unión de la familia argentina. Pero de nada sirvió esa demostración real y concreta de una vocación de no injerencia, que el gobierno de Don Carlos sostenía en la región. Porque la unión con Corrientes fue un signo defensivo y no ofensivo, ante el ímpetu arrollador del dictador Rosas.

            Pero lo que el gobierno paraguayo desconocía es que ya en 1857, la Confederación Argentina y el Imperio, habían suscrito un Protocolo Secreto Defensivo y Ofensivo contra el Paraguay, para ser ejecutado cuando las circunstancias se presentaran propicias. Entiéndase circunstancias propicias, cuando el pueblo o la nación aprobara una guerra al Paraguay, por una o varias razones que surgieran de la cambiante y complicada del hecho socio político en el Río de la Plata. En dicho Protocolo la voluntad política de Urquiza y Pedro II, de ambos Estados, estaba nítida y perfectamente diseñada: la invasión al Paraguay cuando fuere oportuno y se pudiera justificar la declaración de guerra, por algún que cometiera o se le atribuyere al gobierno del Paraguay.

            El hecho es que tanto el Imperio y la Argentina se movían en 1864, con asecho, cada uno por sus propios intereses que si bien diferentes, coincidían en términos de una estrategia coyuntural, para asociarse para la guerra contra el Uruguay y el Paraguay, cada quien con sus propias herencias históricas.

 

 

            LA INVASIÓN AL URUGUAY

 

            En plena ejecución y continuando con el espíritu bandeirante, el Almirante Tamandaré alinea su escuadra frente a Montevideo, y el general Mena Barreto cruza la frontera ocupando Melo y en seguida el bombardeo espantoso de Paysandú, aprovechándose de los sucesos revolucionarios de 1863 y 1864, todo en apoyo del ultimátum al gobierno oriental traído por el Consejero Saraiva. El bombardeo espantoso de Paysandú escribe en América las páginas más negras de la intervención para presionar a un gobierno libre y por otro lado se genera el sacrificio de sus defensores, un verdadero martirio republicano. Son tan frágiles los argumentos que justifican la invasión del Imperio que el propio historiador brasileño Joaquín Nabuco expresa: "Es muy cierto que las quejas y reclamaciones que el estado de nuestra frontera producían, no justifican la declaración de guerra al gobierno de Montevideo, solicitada por los emisarios de la campaña" es decir los partidarios del general Flores que solicitaban intervención lusitana para su propósitos revolucionarios internos, la disputa entre blancos y colorados. Todo lo transcripto esta extraído del pensamiento de Luis Alberto de Herrera en su obra "La diplomacia oriental en el Paraguay, criterio que el que firma este ensayo comparte en su totalidad. Producida la invasión Imperial al Uruguay, con el apoyo del Presidente Mitre, era comprensible que Solano López se imaginara que tales hechos se repetirían en el Paraguay. ¿Por qué no?

            Ante esta situación el presidente López, que como jefe de estado conocía el compromiso internacional que el Paraguay tenía suscrito, por el que se obligaba a concurrir a la defensa del Uruguay en caso que su independencia estuviera en peligro, se supone que estaba llamado a cumplir o desoír su compromiso internacional, que paradójicamente estaba siendo violado públicamente por el otro firmante del compromiso internacional, el Imperio del Brasil.

            La Argentina ambicionaba cumplir el deseo de la revalorización de la jefatura del Río de la Plata, con cabeza en Buenos Aires, en otras palabras, la puesta en vigencia del fenecido virreinato del Río de la Plata, la recuperación territorial era la que aspiraba más que otra cuestión.

            Por ella lucharon denodadamente Belgrano, Rosas y Mitre. Bartolomé Mitre presidente entre 1862/1868 reasume el ensueño y mito rosista, donde había "mucho deseo y ningún derecho" al decir de Unamuno.

            La reconstrucción del virreinato partía de la base que Buenos Aires por su historia, por la capacidad de sus dirigentes, debería ser como siempre lo fue el centro de la región platense. Esa observación plena de soberbia le impidió ver que Asunción un tiempo también fue cabeza del Río de la Plata, y tiene en su haber la refundación de Buenos Aires, y haber sido la génesis fundadora de varias ciudades de la región.

 

 

            LA DIFERENCIA BÉLICA

 

            Esa diferencia bélica de diez por uno ocurría en los primeros tiempos, porque al final de la guerra la diferencia era aún mucho mayor, explicable por la circunstancia demográfica y porque, mientras el Paraguay se agotaba, el Brasil aportaba nueva gente, interesado como estaba en disminuir la presencia de la vida de gente de color, que se reproducía en forma geométrica como lo es actualmente.

            López no desconocía estas reglas del juego social. Se movía ya impotente en un medio arrollador; y por su temperamento no estaba dispuesto a entregarse en forma sumisa, como lo hizo Flores.

            Sus juicios son comprensibles, sus manifestaciones de nobleza hacia el enemigo, el reconocimiento de sus errores y la explicación en fin de sus actos de la guerra y la política internacional, exhiben puntos de vista desconocidos e increíbles, o por lo menos nunca abordados por los historiadores locales y extranjeros.

            Al mismo tiempo, confírmanse en los textos rescatados, diversas circunstancias y hechos que permanecían más o menos en la sombra de la duda, que con sus propias palabras son consagradas como reales, por el propio Mariscal López. Tal el caso de los juicios de los tribunales, en los que López aplicó la máxima rigurosidad prevista en la legislación española heredada.

            Estas memorias, que son expresiones dictadas durante el estridor de la guerra, entre combate y combate, tienen sabor a pólvora, y constituyen el resumen de un hombre y de una generación que ofrendó, en holocausto de patriotismo, su propia vida.

            Aquella promesa que alguna vez hizo Solano López en Villa del Pilar, que jamás caería de su manos la bandera de la patria, fue como una obsesión, y realmente la entrega de su vida, de su propia existencia, fue la escena final, de un hombre que pudiendo dimitir no dimitió, que pudiendo huir no huyó, porque eso significaría, probablemente, la anexión territorial en estado de provincia a la Argentina y al Imperio, imparables en su voracidad expansionista.

 

 

            PEDRO II DECLARA LA GUERRA

 

            Debe tenerse presente que cuando Pedro II declara la guerra (8 de diciembre de 1864) anunciaba que sería hasta las últimas consecuencias.

            El argumento principal fue: "En consideración a los graves problemas surgidos con la República del Paraguay, y en especial con su Jefe de Estado, General de Brigada don Francisco Solano López".

            En pocas palabras queda definida la filosofía de la guerra centralizada contra la persona del Jefe de Estado, y en un segundo plano contra el Estado paraguayo. Esta monstruosa mentira - que la guerra era exclusivamente contra López - queda al descubierto cuando aparece la codicia y el reparto territorial, en el texto del tratado secreto del 1 ° de mayo de 1865 que a su vez reproduce el Protocolo secreto de 1857 entre la Confederación Argentina y el Imperio.

            ¿Se puede hacer una Alianza con legitimidad para destituir al presidente de una República?

            Conforme el derecho de gentes y al principio elemental vigente entre las naciones civilizadas, la respuesta es un rotundo no, porque elegir o cambiar un gobierno es atributo de la soberanía activa de cada pueblo. Y la soberanía es por naturaleza intransferible, indelegable.

            Según la novedosa cuan peligrosa disposición del Tratado Secreto de la Triple Alianza, que sí se puede cambiar gobiernos extranjeros: "Los Aliados no concluirán la Guerra hasta que quede eliminado el gobierno de López..." Esta aberración de la historia universal es la que hizo que los países del Pacifico, Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Colombia liderados por el Canciller Toribio Pacheco (Perú), en una nota fuerte y acusadora, denuncien y rechacen el contenido de Tratado de la Triple Alianza; un documento que abría las puertas para que las potencias de Europa puedan recuperar sus territorios basado en ese irresponsable principio de injerencia en la vida de las naciones.

            Dos ideólogos tuvo el Tratado: Pedro II y Bartolomé Mitre. En Pedro II se acepta que lo fuera porque los imperios se desarrollan con el virus de la expansión territorial codiciosa, pero no en el caso de Mitre, que teóricamente la Argentina estaba supeditada a la herencia territorial existente al momento que los países fueron desprendiéndose de la matriz española, y la Argentina aceptó la independencia y límites del Paraguay en diversos instrumentos internacionales anteriores a partir de 1811.

            Es por esa razón, que el sucesor de Mitre, Domingo Sarmiento, con un sentido humanitario dispuso que la Argentina se retire de la Guerra, un hecho aún no suficientemente analizado ni valorado.

 

 

¿QUIÉNES SON Y QUÉ ROL CUMPLIERON

CARLOS ANTONIO LÓPEZ Y FRANCISCO SOLANO LÓPEZ EN LA HISTORIA?

 

            Ambos presidentes no pudieron ser demócratas en una región que se manejaba con códigos autoritarios en el que la figura central era el caudillo regional de horca y cuchillo; la buena política consistía en cuidar las fronteras y no inmiscuirse en lo posible en pleitos externos en un entorno gobernado por dictadores codiciosos, alentado con clubes disidentes en Buenos Aires conspirando contra el gobierno, llegando incluso a justificar la idea del magnicidio como arma política. Legionarios que se sometían a los planes porteños; que coadyuvaron la invasión, al punto que una cláusula del tratado secreto los contempla alegremente.

            Fueron los López, presidentes autoritarios pero patriotas, modernizantes, progresista el primero, al punto que se abrieron las puertas del país a la inmigración, al comercio, a la protección de los recursos naturales, a la tecnificación, al ferrocarril, etc., actores de un proceso autonomista final que se inició en mayo de 1811 y concluyó el 1° de marzo de 1870.

            Por eso el pacto de destrucción del Paraguay en el momento de su apogeo desarrollista, fue un crimen sin dudas. Es por esa razón que la opinión pública universal rechazó la Triple Alianza.

            Los López tuvieron la visión de una región latinoamericana donde rigiera el equilibrio de los países, concepto que no es nada nuevo en la historia del mundo. En Europa, el supuesto equilibrio de poderes no pudo evitar los conflictos y las invasiones, por lo que no puede tomarse como un modelo a cumplir a rajatabla, desde que un Richelieu vino a imprimir otro rumbo más pragmático a la política internacional.

            La participación de Solano López en el Pacto de San José de Flores, demostraba el ideal de una presencia romántica entre los países. Lo mismo con respecto a la obligación moral de intervenir en el Uruguay en virtud del Convenio de 1850, de defensa de la independencia del Uruguay. Sin embargo, otros modelos y otros hechos tenían vigencia en el mundo.

            El modelo del Cardenal Richelieu, primer ministro de Francia entre 1624/1642, aplicó el concepto de la seguridades de las naciones o la raison d état aplicado para su país, hizo que se aliara con países de credos religiosos distintos, como una cuestión normal. Lo prioritario era satisfacer los planes del propio estado para realizar alianzas, no importa con quien aliarse. En otras palabras, se difundía desde allí el modelo que en la política internacional no existen modelos absolutos sino coincidentes intereses para la expansión común. Maquiavelo y Richelieu, pese a los años distantes que les tocó actuar coincidían plenamente. Si bien Richelieu tenía un credo religioso personal, católico, y buscaba la salvación de su alma en lo personal, cuando trabajaba para su Estado, expresó lo siguiente: "El Estado no tiene inmortalidad. Su salvación es ahora o nunca".

            En Europa en el Siglo XVIII el equilibrio de poder pretendía impedir el dominio de un Estado por otro, y mantener un cierto orden internacional. No pretendió impedir los conflictos sino limitarlos. Si bien los Estados tenían una ventaja teórica inicial, la figura de las alianzas entre estados compensaba las posiciones hegemónicas, desde que ni Francia era tan fuerte que pudiera imponer su voluntad o una superioridad sobre los demás estados.

            En nuestra región, la unión de Argentina con el Imperio y más la adhesión de un tercer estado, crearon un desequilibrio en que el final podía haber sido previsto por la mediterraneidad del Paraguay, y todo los problemas que ello acarreaba, incluyendo la incautaciones de armas en los puertos de mar, como ocurrió en el caso del apresamiento del buque Paraguarí.

            El acercamiento de la Confederación Argentina se inició en 1857, tiempo en que se echan las bases de una alianza secreta contra el Paraguay. Urquiza caudillo de la Confederación Argentina usó el doble discurso con el gobierno del Paraguay, ante los argumentos de toda índole, incluyendo el oro, que rodearon la suscripción del Protocolo entre Pedro II y Urquiza. El Mariscal López - que desconocía el Protocolo de 1857 - bien sabía la contextura de su adversario y dijo que Brasil era un estado fuerte: "¿Qué necesidad podía tener el Paraguay de esa Guerra?. ¿Cuál sería su interés en declarar la guerra a una enemiga poderosa como el Imperio?" Estas palabras, que figuran en la Memoria, calificando al Imperio como una "enemiga poderosa" demuestra la perfecta ubicación de López de la situación de la república; lo que no sabía que en el Protocolo de 1857, la Confederación y el Imperio ya habían suscrito un pacto para el caso de una guerra contra el Paraguay.

            La dureza de la guerra de la Triple Alianza ni siquiera pretendió limitar los abusos por lo que el degüello, las violaciones, incendios de hospitales etc. fueron una realidad y no es fruto de la imaginación de los cronistas en este asunto tan deplorable. Pedro II y Mitre fueron fieles discípulos de Maquiavelo y Richelieu.

            En la memoria del general Escobar se señala un pasaje que cuando se entrevista con el Mariscal López y le informó que había descubierto, luego de una entrevista con un emisario de la Argentina, que era posible que Mitre formara alianza con el Imperio, le respondió: "Escobar no me venga con tonteras".

            Lo que en la práctica demostró la experiencia europea, es que la doctrina del equilibrio de los países, basado en aspectos morales y éticos fue inviable, el propio Richelieu había sometido la religión a la raison d’ etat.

            La frialdad y el olvido de las buenas acciones de un país a otro, tiene la duración de un instante y punto, en nuestra región así actuó Mitre. Cuando en ocasión de Yatayty Corá Escobar le recuerda que López había hecho o se había jugado por la familia argentina, le contesta el generalísimo argentino: "Aquello se le agradeció en su hora"

            ¿Qué rol jugó el general Patricio Escobar en es tiempo? Fue el consejero, el amigo leal, el guerrero valiente, el diplomático, y representó una figura desaparecida de las instituciones romanas: el senator equitas, el senador de la equidad, y su función principal era la de moderar y evitar el abuso del poder legal. Ejemplo: Escobar hizo romper al Mariscal, numerosos decretos de ejecución dictados a su vez por los Tribunales de Sangre. Así, salvó Escobar la unidad del ejército.

 

            ¿PORQUE SE ROBÓ, SE VIOLÓ Y SE INCENDIÓ EN LA GUERRA?

 

            La respuesta es simple: Los oficiales brasileños y los soldados tenían carta abierta para la destrucción de la vida, el degüello fue la norma.

            Durante dos días las tropas brasileñas al mando del Conde de Eu violaron las mujeres que vivían en los alrededores de Asunción. En el Palacio de López se mantuvo izada la bandera brasileña.

            En otro escenario, Cerro Corá, el 1° de marzo se asesinó al General Roa, al vicepresidente Sánchez, un octogenario postrado en su carreta, a Panchito López Lynch de 15 años. Elisa Lynch salvó su vida porque gritó: "respétenme, soy Inglesa".

            En otro sitio, aunque dentro del anfiteatro de Cerro Corá, ya recostado en una piedra con medio cuerpo en el Aquidaban-nigüi, copiosamente sangrando por la herida en la frente, moribundo le gritó a Cámara, que permanecía a caballo:

           

            "Aquí estoy. Los estoy esperando hace cien años"

 

            Ante tal manifestación le profirieron dos lanzazos en el bajo vientre que lo aproximaba a la muerte. Es allí donde lanza el grito agónico y final de su vida: "Muero con mi patria y con la espada en la mano"

            En este momento es que suena un disparo, el tiro de gracia del teniente Riquelme, movido ante el intenso dolor que le causaba la flagelación de su querido jefe. Tal el relato del general Escobar en el opúsculo que se publica en esta colección.

            La frase de López, "los estoy esperando hace cien años" es una forma de expresar a la posteridad que el plan imperialista era tan viejo casi desde el Tratado de Tordesillas; y que la codicia territorial del Imperio siempre estuvo latente esperando la oportunidad de llevar a la práctica la accesión territorial.

            De hecho en 1850, tropas el Imperio ocuparon Pan de Azúcar un territorio de la soberanía del Paraguay, aprovechando la distracción que el Gobierno tenía en preparar la defensa de la inminente invasión de las fuerzas del dictador Rosas.

 

 

 

            LA GUERRA YA FUE PLANEADA EN 1857

 

            Lo dice claramente el Protocolo suscrito en el Palacio de Urquiza, en Entre Ríos.

            En realidad, la guerra ya estaba planeada en aquella ocasión y no se realizó en forma inmediata a la espera de la producción de ciertos hechos y requisitos inexcusables. Ese requisito era el que en la Argentina existiera una causa real y positiva que tuviera la fuerza de llevar naturalmente el pueblo a la guerra, desde que la asociación con el Imperio era impresentable al pueblo argentino, especialmente a los caudillos del interior. Es decir, que el pacto entre ambos gobiernos estaba acordado, cada uno de ellos por distintos intereses, e incluso el paso y uso del territorio argentino estaba consentido por la Argentina en favor del Brasil, que dejó de ser neutral. Tiempo después, para el 22 de diciembre de 1864, habían ocurrido sucesos que fueron considerados casos belli y la guerra al Paraguay tenía un ropaje de justificación.

            Empero, al darse publicidad mundial al tratado secreto, se descubrió las intenciones ocultas de esa triple alianza y fueron los cancilleres de los países del Pacífico liderados por el de Perú, Toribio Pacheco, que no cayeron en la trampa e hicieron una protesta bien fundamentada, en el sentido que no podría legítimamente declararse una guerra para derrocar un gobierno, tal como decía el Tratado del 1° de mayo de 1865. Se trataba de un caso único en la historia entonces y lo sigue siendo.

            En efecto por el artículo VI los Aliados se comprometían "a no disponer las armas y de común acuerdo y hasta que no hayan derrocado al actual Gobierno del Paraguay" que estaba representado por el Mariscal Francisco Solano López sucesor de su padre a su muerte, en resolución aprobada por el Congreso de la República del Paraguay. Se inauguraba inaugurándose en América una peligrosa institución: las alianzas internacionales para derrocar un gobierno legítimo.

            Pero la verdad de la causa de la guerra, las motivaciones que tuvo el Imperio la da el canciller Pimenta Bueno con toda claridad, que ya nada se debe indagar porque allí está todo dicho. La nota al presidente Solano López dice así:

 

            Petrópolis, Río de Janeiro, 22 XII 1864

            Exmo. Presidente del Paraguay y Comandante de su Ejército

 

            Mi Gran Amigo:

            El Imperio ha declarado la Guerra, aunque todavía no oficialmente pero sí, ya la han hecho solapadamente. Viene ese hecho a confirmar, el poco o ningún acuerdo a que se ha llegado con este asunto de las tierras limítrofes; pero aparte de todo, el problema es el siguiente: El Imperio necesita disminuir toda su población negra, que ha llegado ya, a los altos estratos sociales; por otro lado, molesta al Imperio el gran paso dado por el Paraguay hacia los adelantos modernos que son hoy día molestia para todos. La Guerra está en principio, lástima grande, pues esa es la verdad.

 

            José Antonio Pimenta Bueno

 

            * Ver en el Anexo la versión original en portugués. La presente traducción fue hecha por don Manuel Gondra. Fuente, "La Historia de la Guerra de la Triple Alianza", Miguel de Unamuno, 1910.

 

            De esa forma el Canciller del Imperio confirma los dos argumentos básicos de la guerra desde el punto de vista brasileño: la cuestión de límites y la necesidad de disminuir la población negra en el Brasil. La carta del canciller Pimenta Bueno, aparece como relevante porque es de suponer que éste gran personaje conocía en profundidad las causas de la guerra y el pensamiento del Emperador Pedro II, cuya voluntad se cumplía sin discusión. Y realmente la ejecución de una guerra internacional, levantar para el combate pueblos contra pueblos, sin que exista afrenta que lavar o ideales que defender, la lucha armada y su secuela de sangre y luto, al solo efecto de disminuir un colectivo poblacional de color negro, ubica al hecho como un acto de genocidio de la más alta deshumanización, en la que la vida no tiene el más mínimo valor. Se pone esa circunstancia en el mismo nivel de discriminación racial que lo fuera años más adelante el genocidio de la raza judía.

            Este delito contra la humanidad es posible conocer en sus detalles, mediante la documentación que el sabio español Miguel de Unamuno publica en su obra, en el que analiza objetivamente la guerra de la Triple Alianza. La importante documentación le fue cedida , como lo manifiesta él mismo por el ilustre político brasileño Rui Barboza y a éste el Barón de Río Branco, José María Da Silva Paranhos, hijo del Vizconde de Río Branco. Río Branco fue uno de los grandes cancilleres del Imperio, responsable por cuanto de malo y de bueno se hizo en aquella época desde el Imperio,

            La real causa de la guerra es la que aflora en esta obra, en el que se transmite la documentación real que proviene en fuente directa, y de indubitable credibilidad por tratarse de una obra coincidente de Unamuno, a su vez concordante con la Memoria de Guerra del Mariscal Francisco Solano López y con el testimonio del General Patricio Escobar en su libro que también se publica en esta edición.

            ¿Qué diferencia existe entre Hitler y sus procedimientos de exterminio del pueblo judío y Pedro II? Ninguna, diferente metodología quizá pero en el fondo el mismo odio racial, base del genocidio en ambos casos.

            Las fuerzas brasileras desarrollaron y ejecutaron en forma reiterada y despiadada una guerra con orden de incendio de hospitales, violación de mujeres y niños y degüello a los prisioneros que caían en sus manos o eran heridos en combate. La orden era no dejar a nadie vivo, el mínimo signo o posibilidad de vida, incluso se practicaba el degüello a quienes se había ultimado con tiros, como consta diversos casos. Los desmanes no fueron en uno o dos casos aislados, no; ellos fueron una acción sistemática por parte de los Aliados, al punto que cuando asume la presidencia de la nación argentina Domingo Faustino Sarmiento dispone el retiro de la Argentina del frente de la guerra. Para ello contó con el asesoramiento como quiera llamarse del General Patricio Escobar como lo señala y se lo agradece el presidente argentino.

            El general Patricio Escobar que ha sido testigo del genocidio al vivir el curso de la guerra desde el primer al último día en Cerro Corá, tuvo la suerte de sobrevivir para escribir y referir al pueblo paraguayo una buena parte de la historia hasta hoy desconocida. También tiene Escobar el inmenso mérito de haber resguardado celosamente la amplia documentación oficial de época y muchísimas cartas y documentos de la vida privada de los principales actores.

            Mucha información existe en los 43 Informes remitido periódicamente por el General Escobar al Mariscal López, al parecer era una información de rutina obligatoria también para los demás jefes, y en lo que respecta a aquel se publica en esta edición, por tratarse de una base indispensable para certificar las acciones tal como ocurrieron en realidad.

            Probablemente el hecho del degüello y las violaciones que Escobar hace referencia cuando los brasileños entraron a Asunción -los argentinos al mando del general Emilio Mitre no ocuparon Asunción - nunca fue tan bárbaro como aquel practicado en la batalla de Acosta Ñu donde fueron pasados por ese procedimiento de degüello a cuchillo y bayoneta con niños entre diez y quince años y mujeres muchas de ellas sus madres. Como el escenario se trataba de un extenso pastizal de una altura de cuando menos un metro donde los niños con barbas postizas de chalas de maíz se escondían, los brasileños echaron fuego al pastizal de donde salían desesperados sin armas los niños que finalmente eran cazados como animalillos.

            La marea humana que conformaban los Aliados era varias veces superior a los paraguayos, en una relación numérica de diez a uno, que se acostumbraron a luchar en inferioridad numérica increíble; porque batallones y divisiones quedaron en el final de la guerra con componentes mínimos de diez o veinte soldados gran parte heridos recuperados generalmente. Un claro ejemplo es el caso del General Roa que tenía la misión de cubrir e impedir la entrada a Cerro Corá con 13 soldados como lo hizo por media hora.

            En efecto, el 1° de marzo, la verdadera masacre final se inicia a las 9 de la mañana cuando el valiente General Roa y sus 13 soldados intentan detener el avance de unos 5000 soldados brasileños, pereciendo por degüello todos como desde luego ya era sabido que ocurriría. Y pese a ese conocimiento racional del final por degüello no se produjo fugas sino en mínima fracción y en el inicio, la fuga o deserción del puesto de lucha.

            Y eso debe decirse de una vez por todas, que el heroísmo del combatiente paraguayo es que intuía que su destino final era la muerte, era el juramento de salvar la patria que agonizaba, era un sentido de conservación de la patria superior al de la propia vida, en una ecuación increíble que la patria esta primero y luego la vida. La dación de la propia vida como un hecho normal y previsto, corriente, es la definición del heroísmo exhibido en la triple alianza. El combatiente paraguayo conocía que en esa guerra ya no habría prisioneros, era una guerra "a muerte" como lo expresó fríamente a Escobar el general Mitre luego de la batalla de Curupayty.

            Los 43 Informes de Escobar a López tienen la virtud de iluminar a las presentes generaciones, de la tragedia y la monstruosidad violatoria de los derechos humanos, que violaron en forma rutinaria las fuerzas aliadas. Matar y violar, fue una diversión de la soldadesca agrupada en los Voluntarios de la Patria, agrupación constituida de personas de color, formada por el Emperador Pedro II. Esta agrupación tenía la promesa de obtener la liberación de la esclavitud al final de la guerra, y en efecto en 1871 se dispone la libertad de vientres que es otra cosa distinta.

            Mitre también ha desarrollado un pensamiento violento y vengativo durante la guerra; veámosle en su escenario. En plena campaña de Corrientes, el general Robles escribió una carta a Mitre planteándole las posibilidades de establecer una paz honrosa para las partes. Mitre no contestó el planteamiento, pero lo hizo el Canciller Elizalde en su nombre en una carta que expresó al Gral. Robles: "Mientras viva López no hay paz posible, muerto Solano López volveremos a hablar de nuevo". Se cerró así, el primer planteamiento de paz entre los beligerantes.

            Un segundo intento de paz se realiza el 12 de setiembre de 1866. Se trataba de una cumbre presidencial, la Conferencia de Yatayty Corá, entre Bartolomé Mitre y Francisco Solano López y como testigos Patricio Escobar y Paunero por cada país. No se arribó a ningún resultado, con la excusa de Mitre que debía consultar con sus co aliados.

            Pero al día siguiente Escobar obtiene con el ministro Pimenta Bueno y el Almirante Tamandaré una reunión en el buque insignia de la Armada y se dispone una tregua de fuego hasta que se produzca la respuesta de Itamaratí al planteamiento de paz que por escrito y siguiendo instrucciones del presidente López fue entregado a los brasileños por el mediador diplomático General Escobar.

            En virtud a esa gestión diplomática de Escobar, ni la armada ni la infantería brasileña participó en la batalla de Curupayty. Lo hizo en mínima fracción un buque al que no llegó la notificación de la tregua.

            Algún tiempo después vuelve Escobar a la carga con el proyecto de paz honorable y se entrevistó con Mitre el 29 de septiembre de1866. Como respuesta al planteamiento de paz le dijo Mitre: "Escobar, López es un adversario que debe sucumbir". El vocablo "sucumbir" en el castellano antiguo como en el actual tiene dos acepciones. 1) Ceder, rendirse, someterse y 2) Morir, perecer. En cualquiera de las dos, la solución de Mitre no era muy amistosa.

            Mitre sostenía como principio que "Perdonar a López sería un desatino que la humanidad no me perdonaría".

            En una siguiente ocasión, volvió Escobar a visitar a Mitre con propuestas de paz. En esa ocasión la respuesta del mismo tenor que la anterior fue la siguiente, es decir, negativa aunque con un agregado: "Uno de los dos debe sucumbir. O Solano López o el Paraguay, y no podré yo evitar que sucumban los dos". La conclusión más elemental para juzgar a este tipo de respuestas es que responde a una forma particularísima de encarar la política a la tremenda, con la única posibilidad de la destrucción total del Paraguay.

 

            LOS INFORMES DEL GENERAL ESCOBAR

 

            La publicación por primera vez de los informes o partes del general Patricio Escobar dan una idea de qué clase de enemigo tenía el Paraguay en frente y algunas características del modo que se desarrolló la lucha, hechos que eran intuidos pero que con esta documentación se origina una recreación de los hechos para diseñar el estilo con que los Aliados enfrentaron la guerra. Lo que ayer era producto de la imaginación hoy tiene su documentación informativa amplia, amplia y triste al mismo tiempo. Al punto que el propio Escobar pedía que fuera sustituido de la función de mendigo informante en ocasión de testificar los sucesos, el robo, incendio y violación de mujeres en Asunción.

            En total son 43 informes de puño y letra de Escobar que se publica en su totalidad, algunos pocos y en resumen se publican en este apartado:

 

            "Comunicado N° 9. "Señor Presidente. De acuerdo con la solicitud de V.E.S. he logrado evacuar el hospital de sangre de nuestras posiciones de Piribebuy ante el incesante avance del enemigo. Pocas horas después supimos que los Aliados prendieron fuego al campo en que estaba asentado el hospital, sin miramiento alguno... "

            "Comunicado N° 43. Señor Presidente. El grueso del Ejército a las órdenes de Roa ha sucumbido esta mañana de la peor manera, han pasado a todos por degüello".

            Nota. Este último trágico suceso ocurrió el 1° de marzo de 1870.

            "Comunicado N° 38. "Señor Presidente. No satisfecho con meter a saco a nuestra querida ciudad e incendiarla, con el Conde de Eu a la cabeza de las sucias incursiones, hoy han salido a violar a nuestras mujeres. Jamás he visto yo espectáculo mayor de oprobio y de vergüenza. Es cosa de verse de que manera ultrajan a nuestras mujeres sin dejarlas un solo instante. Es un espectáculo del más sucio y grotesco".

 

 

            LA OPINIÓN DE UNAMUNO

 

            El prestigioso filósofo y escritor español, cuyo opúsculo se publica en esta obra, estudió en profundidad los sucesos de la Triple Alianza y con el prestigio intelectual que le adorna, llegó a diversos conclusiones tales como:

            "Desgraciadamente las cosas no eran nuevas. Sino que se iniciaban desde aquella estúpida Bula de Alejandro VII, con su línea de Tordesillas, que nadie respetó jamás. Y hechos de esta naturaleza, tarde o temprano, tenían que llevar a un conflicto de caracteres internacionales. Dígase lo que quiera, el Imperio del Brasil, no hizo sino cumplir con una ley eminentemente biológica".

            Sigue el ilustre español: "Además, el Imperio tenía consignas que seguir desde muy cerca.

            1) Disminuir su población negra que había alcanzado ya los altos estratos sociales. No hay que olvidar que la hija del Vizconde de Mauá habíase fugado con un esclavo negro. Y lo propio lo había hecho la propia esposa del Conde de Tunay.

            2) Extender sus dominios a lo que dé lugar, para evitar que cristalice el pensamiento del Virreinato - la reconstrucción de los antiguos límites virreinales por parte del porteñismo.

            3) Dar continuidad lógica a su morfológica geográfica, pues que los estados se hallaban formados en su expansión, por medio de los límites paraguayos, por cierto bien precisos desde el tiempo del estupendo don José Gaspar Rodríguez de Francia, y

            4) Frenar en lo posible los grandes adelantos económicos y sociales del Paraguay, motivo de su envidia y su codicia" (sic)

            Expuesta de esa forma argumental, y basado en documentación de época los motivos que tuvo el Imperio del Brasil para iniciar la guerra al Paraguay, se impone discernir sobre los motivos que tuvo la Argentina, siempre en opinión de Unamuno:

            1º) "Lo primero y seguramente la matriz de esta cuestión radica en la vieja ambición de Buenos Aires por reconstruir el extinguido Virreinato.  Deseos y no derechos tenía Buenos Aires respecto de esa idea tan absurda como patriótica, quiero decir patriotera. Los porteños de hoy y de siempre nunca acabarán de comprender la independencia del Paraguay, menos aún los de ayer, cuando el amplío surco de idea originales y sangrientas del Dictador, no estaban aún cerrados.

            2°) Pero había más, y era la misma y vieja codicia del Imperio lo que hacía sufrir a aquella Buenos Aires, herencia del déspota Rosas, muchos pues y no uno eran los motivos que habían que lanzar a aquellos tres países "hermanos" a una guerra que no había tenido parangón ni en los tiempos mitológicos" (sic)

            Para los argentinos la reconstrucción del antiguo virreinato constituía un mito, en especial para Belgrano, Rosas y Mitre. La teoría de la reconstrucción desconocía la teoría del pacto social, que se produce desde 1808 al producirse la invasión napoleónica en virtud de la cual el acuerdo entre España y las colonias quedaba roto. Correspondía suscribir un nuevo pacto entre las partes disgregadas, sea con las personas afines o al final con quien quisiese. En otras palabras, si la provincia del Paraguay quedó liberada del reinado - la casa real principal - con más razón quedaba desvinculada del vice-reinado, con quien no tenía ni aspiraba vinculación ni dependencia.

            Tres ejemplos pueden darse de la autonomía emergente:

            1) El rechazo de la invasión de Belgrano, demostraba materialmente que el Paraguay no tenía ni aspiraba a mantener ningún vínculo sumiso con Buenos Aires, salvo la mera relación de cortesía. De anotarse como un detalle que Belgrano cuando ingresó al Paraguay supuestamente para invitar al proceso liberador, venía con las banderas desplegadas de España. Dice al respecto el ilustre tucumano Alberdi:

            "Confundiendo Buenos Aires la causa de la Junta con la causa de la revolución, ella misma ponía a las provincias en la dura necesidad de contrariar la revolución, en cierto modo, con el objeto de resistir a la Junta, defendiendo su libertad local, que la Junta atacaba bajo el escudo de la defensa de América". (J. B. Alberdi, Mitre al desnudo)

            Los paraguayos fueron hábiles en descubrir que Buenos Aires aspiraba a sustituir en el poder político a la desaparecida Madrid. El caso era simple: "combatir a los viejos conquistadores como a los nuevos. Eso mismo se daba de cara al interior

de los argentinos, "ni Madrid, ni Buenos Aires". Lo dice el gran tucumano.

            2) La declaración del doctor Francia que en la sesión del Cabildo abierto del 24 de julio de 1810 expresó claramente que el poder español había caducado, y

            3) la nota del 20 de julio de 1811 de los patriotas paraguayos, dirigida a Buenos Aires, que afirmaba que no era el caso de cambiar unas cadenas por otras.

 

            EL TRATADO DE ALIANZA DEFENSIVA DE 1850.

 

            El 25 de diciembre de 1850, el Brasil y el Paraguay representados por Pedro de Alcántara Bellegarde y Benito Varela respectivamente, suscriben un Tratado de Alianza Defensiva para los casos que ambos o algunos de los países fueran atacados por la Confederación Argentina o por su Aliado el Estado Oriental. El Tratado tiene el formato normal en esta categoría de acuerdos defensivos, que se suscriben bajo el marco de las buenas relaciones que existían en aquel año. Se comprometía también el Imperio para interponer sus buenos oficios para reconocer la independencia del Paraguay ante países remisos en hacerlo.

            El artículo 14 del Tratado disponía: "El presidente de la República del Paraguay se obliga a tanto cuanto le permitieren su posición y circunstancia de la misma República, coadyuvar a S.M. el Emperador del Brasil, en el empeño de mantener la independencia de la Banda Oriental del Uruguay acordándose las altas partes contratantes, oportunamente, sobre los medios de hacer efectiva esa coadyuvación".

            Lo paradójico del caso, es que siendo el Brasil uno de los comprometidos en sostener la independencia del Uruguay, se abocó conjuntamente con Mitre, a la invasión del territorio por cuestiones de política interna, la disputa entre colorados y blancos, tratando de imponer, como ocurrió realmente, la presidencia del general Venancio Flores, del partido colorado. Las disputas internas por el poder, tienen el propósito de la conquista del poder por otros uruguayos, que no pone en riesgo la soberanía externa, ni la autonomía propia. No era propia una injerencia ni del Brasil ni del Paraguay, para juzgar quien sería mejor presidente en el Uruguay, esa era una cuestión que incumbe con exclusividad a la política interna en que los terceros países nada tienen que opinar. La injerencia no cabe, porque la política interna, la elección de autoridades es un atributo propio de la soberanía, y el peor vicio que se dio en la historia de Latinoamérica fue precisamente cuando la digitación externa se materializa en un país.

            Cuando el Paraguay le dice por nota del canciller Berges que no miraría "con indiferencia ni menos consentir que, en ejecución de la alternativa del ultimátum imperial, las fuerzas brasileras, ya sean navales o terrestres, ocupen parte del territorio de la República Oriental del Uruguay ni temporaria ni permanentemente", estaba defendiendo la política de equilibrio entre los países del Plata y el principio de igualdad de los países.

            Y en virtud de esa política es que Paraguay se involucró por mandato de convenció internacional, en la cuestión uruguaya, pero en un momento que Brasil y Argentina, ya habían hecho un pacto que consistió en sustituir un presidente por otro, bajo la excusa que algunos colonos brasileños eran maltratados por el gobierno. Es así que el presidente Flores, fue un títere del gobierno brasileño asociado con Mitre.

            El bombardeo de la escuadra brasileña a Paysandú comandada por Tamandaré demostraba que ya esa alianza existía con hechos concretos, abusivos y reprobados por toda la región y el cuerpo diplomático acreditado. Y la provisión de material bélico desde el gobierno argentino al general Flores, era un hecho real, pese a la supuesta neutralidad que en notas diplomáticas manifestaba el presidente Mitre.

            El hábil diplomático José María Da Silva Paranhos, en un discurso en el Senado de su país, refiere que cuando la escuadra de Tamandaré tuvo necesidad de proyectiles para sus cañones, le fue proveído generosamente por los parques del gobierno argentino, y refirió que la escuadra pudo operar en aguas argentinas sin ninguna dificultad. Es decir, en ese asunto de la invasión al Uruguay por el Imperio, Mitre no fue neutral como había prometido en varias ocasiones. La alianza brasileña/argentina fue una asociación estratégica aun por el interés diferenciado que unía ambos países.

            La participación del Presidente López no fue el acto de un romántico, sino la visión de un estadista que veía venir una inmediata alianza contra el Paraguay, que se presentaba inevitable.

            Desde  que asume Flores (1865/1868) la presidencia de su país, los tres actores de una inmediata alianza ya estaban activos.

            Brasil y Argentina estaban unidos por intereses estratégicos diferentes, pero como no se oponían entre sí, realizaron la alianza táctica, coyuntural, que le beneficiaba a ambos en sus propios e individualizados intereses. Esta situación es la que el Mariscal López comprendía a cabalidad y lo expresa en su testimonio de la Memoria que se publica, avalados incluso por cartas que en el caso brasileño le proveyó su amigo José María Pimenta Bueno, entonces canciller de Brasil.

            Un dato necesario de apuntar es que en la Banda Oriental tenían sus intereses pecuarios unos 40.000 brasileños, y que habría un supuesto trato discriminatorio por parte del gobierno con respecto a diversas cuestiones. Impuesto Flores, un gobierno amigo, dio instrucciones a su canciller Carlos de Castro     a suscribir el Tratado de la Triple Alianza el 1° de mayo de 1865.

 

            CAUSAS DE LA GUERRA

 

            Diversas fueron las causas de la guerra. Hubo encuentro de intereses en los Aliados, los unía la codicia territorial, y en el caso del Imperio, la necesidad de reducir la población negra, es universalmente único. El modelo exitoso de gestión estatal de los López, fue un factor acelerador.

            En el texto y en el contexto de las dos memorias o diarios de guerra del Mariscal, que se publica en esta edición que hoy sale a la luz, se explica las causas de la guerra, de la suscripción de los tratados secretos de 1857 y de 1865 y se comprende finalmente que la guerra no fue contra López sino contra el modelo republicano y progresista del Paraguay, y que la revolución entre colorados y blancos en el Uruguay apenas fue un detonante, que el pueblo argentino no quería la guerra y por ese hecho se levanta en revolución contra el gobierno, como lo explica Alberdi en sus numerosas publicaciones, el ilustrado latinoamericano que consideró un desacierto la adhesión incondicional de Mitre con los intereses portugueses.

            Esa adhesión mitrista no fue otra cosa que la identidad a un Imperio esclavócrata, que para disimular la vergüenza se asocian secretamente en un pacto que como bien se dijo no fue tratado, no fue secreto ni fue una alianza triple.

            La unión de un Imperio con una república, iniciada en el Protocolo de 1857 y continuada en el Tratado Secreto del 1° de mayo de 1865, alertada por el canciller Toribio Pacheco y otros, en esencia significaba una contradicción de términos, en que cada parte trataba de obtener una ventaja que colmara viejas aspiraciones bastardas, que el Mariscal López lo expone con claridad en su Memoria y que además importantes documentos de estado, como la carta que el Canciller José María Pimenta Bueno, en el que se explica la causa de la guerra desde el punto de vista Imperial.

            La posición del partido mitrista concitó la oposición de los caudillos de la Argentina interior, de poetas y el ilustre tucumano, que consideraron un retroceso histórico en un momento que se luchaba en términos ideológicos y en actitudes románticas, por la construcción de una América unida y republicana, que cada país busca su cohesión interna, excluyendo en lo posible las escisiones regionales. Así había pensado y actuado con altas miras Solano López, cuando en nombre del Paraguay se constituyó en noble mediador para disminuir la lucha fratricida que amenazaba a la familia argentina, y contribuyó para el acuerdo de paz en San José de Flores en 1859. Quizá haya sido un error el ser romántico en una época ideológicamente pre moderna, en que las ansias expansionistas y la sed de violencia estaba aún vigente, como se descubrió posteriormente al darse a la luz el Protocolo de 1857, suscrito entre la Confederación Argentina y el Imperio, para preparar la guerra conjunta al Paraguay. A esa conclusión penosamente se debe llegar ante una realidad expuesta que los Aliados pusieron al frente de la guerra el principio de la cacería humana de hombres que usaron el degüello, la violación, el incendio de hospitales y la violación de las mujeres como secuela normal de la conflagración.

            El ocultamiento y en consecuencia el Protocolo secreto de 1857, nunca fue conocido por Solano López ni el gobierno paraguayo, hubo sí una ligera percepción que se echaban las bases de una asociación para la guerra contra el Paraguay, pero sin conocer aún los detalles. López escribió cartas preocupantes a sus amigos del Plata y les expresó conceptos de temor en el sentido que alguna vez habría una guerra contra el Paraguay. Pero su información no fue tan precisa, al creer que su amigo y compadre Urquiza no le traicionaría, profundo error. Porque en realidad Urquiza al otorgarle al Brasil el permiso para usar el territorio de Corrientes como territorio de paso ya en virtud de una cláusula del Protocolo, el Brasil se llevaba una carta definitiva que su ideólogo Paranhos sabía que en algún momento el Imperio lo estaría utilizando. Aun no existía en 1857 una hipótesis aproximada de guerra, pero la política previsora de Itamaratí que se movía con el oro de la banca Mauá, ya se anticipaba para lo pudiera ocurrir en el futuro.

            En otras palabras, la traición de Urquiza al Paraguay - traición que tuvo su contraprestación material - se consuma cuando en el Protocolo secreto de 1857 se expresa que el gobierno argentino, en el caso que el Brasil tuviere que concurrir solo a la guerra, no se juzgaría obligado por los deberes de neutralidad y "facilitaría el tránsito de las fuerzas brasileñas que se dirigiesen para el territorio paraguayo y que se les facilitaría provisiones a las tropas de mar y tierra" (sic) según reza en el párrafo final. El negociador argentino interpretaba que la neutralidad, en el abstruso sentido que ningún argentino participaría de la guerra, pero en cuanto al tránsito, las facilidades logísticas, caballos, alimentos etc. eran parte de la "benevolencia propia de los vínculos que unen a los dos países". Para el Imperio tuvo una gran importancia esta concesión argentina, desde que, al estar alejados de sus bases de aprovisionamiento, era necesario pactar por anticipado y en cuanto al tránsito para la acción bélica, era una cuestión vital.

            Vale la pena señalar que Urquiza ya se había comprometido con el Gobierno de López a otorgar el tránsito por el mismo territorio, en carta de fecha 1° de enero de 1864.

            El Protocolo de 1857 está en la categoría de un documento internacional de pre-alianza ofensiva, desde que se estudia la hipótesis de guerra probable contra el Paraguay. En todo su texto se utiliza cuatro veces el vocablo "guerra" y es el propio diplomático brasileño que adelanta francamente que el "Gobierno Imperial está por su parte dispuesto a echar curso de medida coercitivas y aun de recurrir a la guerra".

            ¿Y por qué la guerra, cuál es el gran pecado del Paraguay que necesitaba ser redimida con una guerra?

            Increíblemente, pero se ponía como excusa para la guerra el incumplimiento del reglamento a un tratado anterior (6 abril 1856) que versaba sobre navegación, cabotaje, policía, y cuestiones propias de un acto administrativo fluvial, prácticamente actos de la burocracia estatal y no tenía nada que ver con una disputa de límites, fronteras, invasiones etc. que podrían ser consideradas como causas reales de una guerra. ¿Podría alguien pensar que la trasgresión de un reglamento podría ser casus beli? Las trasgresiones a los reglamentos y a los tratados incluso se negocian, se suprimen cláusulas, se crean controles, etc., pero nunca son causas de una guerra, salvo como en nuestro caso que ya existía el animus bélico, que solo se buscaba una causa para proceder a la ejecución.

            En otras palabras, la "habilidad" del negociador imperial José María Da Silva Paranhos, consistió en generar una falsa hipótesis de conflicto con el Paraguay para arrancar a la Confederación un Protocolo de pre alianza donde el Imperio obtuvo el libre tránsito por el territorio argentino, y otras facilidades logísticas para una futura guerra.

            Que la cuestión de límites era la que estaba aparentemente latente, se demuestra cuando años después el 9 de enero de 1872, el Tratado de límites Paraguay- Brasil, dice en el considerando que "reconociendo que las cuestiones y dudas levantadas sobre los límites de sus respectivos territorios contribuyeron mucho para la guerra". ¿En qué quedamos entonces, en que la cuestión de los limites, o el Marqués de Olinda o la figura al dictador, fueron las causas de la guerra? La realidad parece ser que la causa real, inhumana que difícilmente se vaya a reconocer, está vinculada al odio y rechazo a la melamina de la población afroamericana que existe en grandes cantidades en el Brasil. Ayer y hoy.

            Aun estas constancias escritas, que señalan causas aparentes, hay suficiente base, hechos y palabras que permiten confirmar la teoría expuesta por el Canciller Pimenta Bueno, reproducida más arriba, que el Brasil entraba a la guerra por la necesidad de reducir su población negra, y disgustado por el modelo progresista que obtenía un sistema como el de López, que ni era monárquico ni liberal, una suerte de intervencionismo estatal que "a nadie gustaba" como dijo el canciller del Imperio.

            • La participación de Argentina en la guerra, se atribuye al proyecto de reproducir el sistema del virreinato del Río de la Plata.

 

            LA RECONSTRUCCIÓN DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA.

 

            Esta expresión es una forma de exponer una situación imposible de recrear desde el punto de vista jurídico y sociológico. La revolución de la independencia hizo caducar al Rey, una institución máxima, y con más razón la hizo al virrey, a los gobernadores etcétera. Al producirse la caducidad de la autoridad del Rey en España, era necesario suscribir un nuevo pacto social en las tierras americanas. El Virreynato era una forma política de la organización monárquica, mal podía aspirar Buenos Aires en constituirse en la nueva Madrid como bien expresa Enrique de Gandía. Buenos Aires fue cabeza en un tiempo cuando existió el virreinato; como Asunción también lo fue cuando desde allí salieron los que refundaron Buenos Aires. Asunción también fue madre de ciudades, el centro de donde salieron las misiones para fundar otras ciudades, en la región sur de América. Ese es un hecho histórico, superado, pero que no autoriza ni otorga base jurídica para aspirar a crear un poder que es un atributo que emana natural y espontáneamente del pueblo, que se constituyó en un nuevo estado.

            Desde el momento que los habitantes de Asunción y la provincia del Paraguay rechazan - aunque con trato amigable - la invasión de Belgrano, ya la cuestión estaba muy clara, Asunción ejercería su propia administración y establecería el nuevo pacto social, con sus comarca, con sus indígenas, con sus criollos, a su vez nucleadas como agricultores, militares, ganaderos, etc. que habitaban el territorio del Paraguay. Y elegiría sus propios sistemas de gobierno, jefes civiles y militares, que emana de la Constitución que adopte para su sistema de gobierno. En el caso del Paraguay, desde que ella adoptó su reglamento de gobierno en 1813, no cabe ninguna duda que se trataba de un colectivo que marcó su autonomía para siempre. Porque no tendría sentido que el productor ganadero de Curuguaty o de Yaguarón, pacte socialmente con el habitante de Montevideo, o Buenos Aires. Es también necesario comprender que el pacto social y político pensado por Rousseau funcionaría para sociedades relativamente pequeñas, para sociedades que tuvieran la posibilidad de verse, hablarse, hacer pareja entre hombres y mujeres con cierta asiduidad. ¿Qué hizo el gobierno de Buenos Aires por algún habitante de Itá o Yaguarón? Nada... Entonces, como se pretendería convertirlos en sus senadores, diputados o representantes. Estos ejemplos son claros, para demostrar la inviabilidad de establecer para Asunción y su comarca, que fue un eje central de poder político, expansión y producción económica, una autoridad que nunca tuvo vinculación con la misma. Por eso fue rechazado Belgrano, por eso Rosas no fue aceptado, porque eran líderes o jefes de otras comunidades.

            Cuando la Junta porteña en 1812 (Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez) invita al Paraguay a concurrir a una asamblea y le pide designar un diputado desde el Paraguay, se le contesta con una nota redactada por el doctor Francia que se había reintegrado a la Junta con este motivo, el oficio tenía un sentido fuertemente ácido y crítico rechazando toda concurrencia desde que "una Asamblea de súbditos y dependientes del mismo Gobierno de Buenos Aires, en cuya comparación la representación de la odiada Provincia del Paraguay sería nula y de mera formalidad". Además decía la nota que rechazaba la invitación porque "ya no subsisten los tratados, ya no hay unión, alianza ni confederación, ¿cómo o con qué intención o idea se invita al Paraguay a éste Congreso?".

            En una nota posterior (24 de febrero de 1813) se insistió desde Asunción en forma tajante: "Por último concluimos, que con Buenos Aires nada se adelanta, y nada hay que esperar, aun tratándose de la justicia y buena fe con que deben observarse los tratados. No obstante, en obsequio a la justicia, que esta Junta solo prometió auxiliar según permitiesen sus circunstancias para la defensa de la libertad. Con todo, el gobierno de Buenos Aires lejos de hacer constar que sus empresas se dirigen a este preciso objeto, ha dado y continuado dando pruebas de que sus miras no se limitan a exterminar a los enemigos, sino también a conquistar y subyugar los pueblos, al mismo tiempo de proclamar sus derechos sacrosantos".

            El Paraguay siguió con Buenos Aires en armonía pero distanciado institucionalmente, al punto que cuando se anunció la presencia en Asunción, la misión de Herrera, el Cabildo asunceño en magistral disposición expresó que: "Cuando Francia depuso al Príncipe de España, los diferentes pueblos que componían la Monarquía, dejaron de tener un trono en torno del cual habían vivido, y que el poder soberano hacía reversión a ellos, y que el Paraguay en junta del 18, 19 y 20 de junio de 1811, primera época de su política de regeneración ya estableció las bases de su existencia, instalando un Gobierno Supremo con el fin de firmar una República feliz, conservando ileso el sacrosanto derecho de la libertad e independencia nacional".

            Y el último, Mitre mantuvo la ilusión de la reconstrucción de un imposible. La autoridad española caducó desde que España fue invadida en 1808, Buenos Aires fue una autoridad delegada de Madrid, jamás podría que tuviera títulos para heredarla.

 

            LA GUERRA YA ES UNA CACERÍA

 

            Sarmiento, ya presidente de la Argentina, escribe a Escobar una carta donde le dice: "Pare la guerra, ya se transformó en una cacería..."

            Cabe preguntarse de donde vino que la Guerra contra el Paraguay tuviese la brutalidad y la violencia desudada que estamos viendo. Alberdi, uno de los cerebros mejor dotados de América tiene esta opinión que es importante recordar.

            Alberdi, el más agudo estadista de América, analiza en "Las Bases", "Luz del Día", "Crimen de la Guerra", "El Imperio ante la Democracia de América", "Estudio Económico", "Política Interna", "Del Gobierno En Sud América", "La América", entre otras, sus diversas obras valiosas y fundamentales para penetrar en el tiempo inicial de la independencia americana, (Siglo XVIII) y cada una de sus publicaciones tenía una resonancia tremenda para la conformación del pensamiento de la clase política latinoamericana.

            Cuando se ocupa de la guerra dijo entre otras cosas; "Comparado con el soldado del Paraguay, el soldado del Imperio, por el lado de las condiciones que dejamos señaladas y veréis que nada es más lógico de lo que está ocurriendo en esta inacabable guerra"

            "El soldado imperial encargado de dar libertad al ciudadano del Paraguay, no es el mismo un ciudadano, es un súbdito de un monarca. No es un hombre libre, es un liberto, es decir, un esclavo de la víspera. No solo carece de propiedad sino que el mismo fue la propiedad de su amo el día precedente, y si ha dejado de ser cosa, no es para ser ciudadano, ni ejercer las libertades de tal, sino para pelear y morir por el mantenimiento de la esclavitud civil de su mujer, de sus hijos, de sus hermanos. Como esclavo no ha tenido familia, ni la tiene como liberto". Alberdi se pone en la tesis que el 100% de la soldadesca sea negra y parece que ese es el dato correcto, esclavos que sus jefes eran blancos.

            "Todo soldado paraguayo sabe leer" dice Alberdi, y raro es el que no sabe escribir y contar. Esa condición no es del esclavo en ningún país moderno, y si la lectura preparase al servilismo, los países libres no la separarían negros, no la propagarían en el pueblo como elementos de libertad".

            En el Paraguay dice Alberdi "el ejército es más numeroso, porque cada ciudadano es soldado, es decir, casa ciudadano tiene tanto interés como el gobierno en defender su país, el ejército no es sino el pueblo visto bajo ciertos despropósitos. Es a la patria militar". Esa causa de engrandecimiento y de fuerza en el Paraguay.

            El Paraguay es una república hecha en un molde que se asemeja más a las repúblicas de la antigüedad que a las repúblicas de Estados Unidos o Suiza. No existe en Brasil. "El que tiene un pedazo de tierra, un techo, una familia, y de su trabajo al sustento de su vida, ese hombre es señor en sí mismo, es decir, libre en el mejor sentido. Aunque la paz sea la regla de su vida, las armas y el arte militar han sido un objeto constante de cultivo. Amenazados y desconocidos en su independencia, los paraguayos han vivido desde 1810 con la idea de que tendrán que abrirse paso por las armas para salir del bloque argentino geográfico que les imponía la aspiración de Buenos Aires a reconquistar una antigua provincia".

            "Dios quiso que el Paraguay contara en el curso de la guerra inmensa con hombres probos en la Administración Pública, descolando entre ellos: el Vice presidente don Domingo Francisco Sánchez, el señor Luis Caminos, el señor José Falcón, el coronel Silvestre Aveiro, el coronel Juan Crisóstomo Centurión, el general Francisco Isidoro Resquín, y otros muchos anónimos", dijo el coronel Patricio Escobar en su libro sobre la guerra hasta hoy inédito. Además de estas celebridades se debe ampliar la lista con Patricio Escobar, Bernardino Caballero y el sin par guerrero José Eduvigis Díaz".

            Las memorias del Mariscal Francisco Solano López que se publica en esta obra, precisamente cita el concurso de estas personas en diversas funciones, por conformar el primer anillo de gobierno.

            Es de suponer que las presentes memorias obedecen a una presión sicológica motivada por la visión del fin de los días, que se mostraba ineluctable, ante la superioridad numérica, de una lucha en que por cada combatiente paraguayo, se presentaba diez aliados.

 

            LA CONFERENCIA DE YATAYTY CORÁ

 

            La conferencia de Yatayty Corá resultó en un fracaso por el hecho que los Aliados para avanzar en la negociación de paz, exigían la previa renuncia del Mariscal López como presidente y generalísimo de los ejércitos, sumado a que Mitre anunciaba imperturbable el cumplimiento del Tratado Secreto de la Triple Alianza, es decir, el cercenamiento del territorio del Paraguay. En suma, no existía la voluntad de paz por parte de Mitre o la república que representaba, aunque su condición de generalísimo de los ejércitos aliados le otorgaba la condición de líder del grupo.

            El Brasil sin embargo tuvo por lo menos formalmente, un trato diferente. Recibida la propuesta del Mariscal López fue remitida en consulta al emperador Pedro II.

            Es más, y es lo más relevante de esa aceptación formal, fue la decisión del ministro brasileño, de disponer que mientras no se produjera la respuesta de la matriz del gobierno brasileño, las fuerzas de tierras y los buques no participarían del ataque a Curupayty, una batalla para la cual se estaban preparando.

            Esa medida constituía una tregua de la guerra, que fue el pedido sugerido por el Paraguay. Esa tregua hizo que el grueso del ejército y la armada brasileña no participara en la batalla de Curupayty, aunque lo hizo una pequeña fuerza brasileña, que no habría recibido a tiempo la notificación de suspensión del combate.

            Considerable fue la baja del ejército argentino en la batalla de Curupayty, entre ellos el hijo del político argentino Domingo Sarmiento, que se supone que aquel hecho, propio de la guerra, habría generado el odio que este personaje mantendría durante su vida contra todo lo paraguayo, en especial contra el Mariscal López. En una carta que se publica en el apéndice documental, afirma Sarmiento que lo mejor que le puede ocurrir a López es morirse.

            López afirma en su Memoria, que Curupayty es la gloria máxima de las batallas que dio el Paraguay en la guerra. Don Pedro II le remite una carta a López en donde le dice que los dos grandes héroes de la batalla fueron el General Díaz y el Coronel Escobar.

 

            Una cuestión que parece relevante, es que muchos de los sucesos son tratados y comentados por el general Patricio Escobar, que a través de sus numerosas cartas e informes, va dando una versión confirmatoria siempre, de la narración del Mariscal López, cuando el mismo hecho es comentado por ambos.

            Las notas y la gestión del general Patricio Escobar, son fundamentales para la mejor comprensión de los sucesos del Paraguay en guerra contra la Triple Alianza. La simultaneidad con que son publicadas estas Memorias con el libro del académico Washington Ashwell con una base documental formidable como es su estilo, responde al objetivo de tener una elemento de mayor amplitud sobre un tramo de la vida nacional, en que desde el punto de vista de historiadores y documentación paraguaya no se pudo aportar bastante, por el asunto ya trillado que la documentación fue llevada como trofeo de guerra y buena parte de ella aún permanece en los archivos brasileños.

            Debe quedar consignado que el primer pedido de devolución de la documentación oficial paraguaya que cayera en saco por las fuerzas brasileñas, fue hecha por el general  Escobar, en una carta a Pedro II, en que le solicitaba al mismo tiempo la liberación de los prisioneros de guerra Bernardino Caballero y Juan Crisóstomo Centurión y la liberación del territorio paraguayo por las fuerzas brasileñas.

            La visión global del contenido de ambos libros, permite descubrir el relevante protagonismo del general Patricio Escobar, sea como diplomático o como guerrero, ya sea en la presencia necesaria en momentos culminantes, como en la batalla de Yatayty Corá, que fue el único paraguayo que acompañó al Mariscal López, sino la percepción de una compatibilidad de pensamiento con el Mariscal en diversos aspectos, hasta donde era comprensible.

            La relación de Escobar con el Mariscal López, no se trataba de una sumisión de subordinado a jefe, era una amistad superior que venía de tiempos de la niñez. Era la exposición de una probidad y ética de gran contenido como cuando Escobar le exige al Mariscal que suspenda la suscripción de condenas a muerte en San Fernando, petición, casi una orden, que fue aceptada. Dicha petición o reprimenda fue tomada a bien por el Mariscal e incluso dirigió cálidas palabras hacia Escobar a quien le trató como un patriarca. La buena acogida que dio López a la sugerencia de Escobar, de destruir los decretos condenatorios, demuestra que era aquel un espíritu que podía abrirse y escuchar razones cuando éstas eran justificadas.

            Un prólogo-estudio no es muy usado habitualmente. El que se ha desbrozado y está a punto de concluir, parece que debiera finalizar con la cita más relevante que alguna vez se haya hecho de Solano López y sus amigos.

            En uno de los prólogos a los opúsculos de Escobar publicadas en esta compilación dijo Miguel de Unamuno: "Dije una vez que sin Sarmiento la humanidad estaría incompleta, y hoy, ratificando mi juicio alrededor de ese gran energúmeno, puedo añadir lo siguiente: "qué haría la humanidad sin Solano López, sin José Díaz, sin Patricio Escobar, sin Bernardino Caballero, sin Elizardo Aquino? ¡Ah, la guerra homérica de Solano López! La guerra inmísera de Solano López ¡no existe para mí, capítulo más importante que ese en las abultadas figuras de la historia.

            Así de contundente fue el juicio del respetado filósofo, Rector de la Universidad de Salamanca, la más antigua y respetada en Europa.

 

            CONCORDATO PUESTO A CONSIDERACIÓN DE URQUIZA

 

            A la vista de los sucesos que amenazaban el horizonte y el equilibrio de los países del Plata, Solano López obtuvo del General Urquiza, Gobernador de las Provincias del Interior, el permiso para en caso necesario pueda el ejército paraguayo cruzar territorio argentino, con el propósito de defender la independencia del Uruguay. Urquiza le extendió el permiso por una carta de fecha 1° de enero de 1864, aunque un tiempo después se negó a ratificarse del acuerdo.

            Para despejar toda duda, y a la vez tener un instrumento fehaciente que fuera un compromiso de Estado, el canciller Berges y el general Escobar se trasladaron a Paraná para formalizar un concordato cuyo texto se publica a continuación. Los emisarios fueron recibidos por el General Urquiza, pero se negó a suscribir el Concordato. Volvieron los paraguayos con las manos vacías, era evidente, ya Urquiza cambió de opinión. Pudo más la lealtad al oro portugués que al compadre paraguayo. El acuerdo propuesto, que Urquiza no suscribió, tiene el texto:

 

Concordato firmado entre Su Excelencia el General Justo José Urquiza, y el enviado Plenipotenciario del Paraguay, señor General Patricio Escobar, enviado del Excelentísimo Señor Ministro don José Berges, sobre las bases de una paz en este Guerra.

            "En la ciudad de Paraná, de la Confederación Argentina, el General Justo José de Urquiza, Gobernador de las Provincias del Interior de la Confederación Argentina, y el representante del Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay, señor Plenipotenciario General Justo Patricio Escobar, en nombre del Excelentísimo Canciller Paraguayo don José Berges, siendo el veinte y uno de enero de un mil ochocientos sesenta y ocho, siendo lo mismo en Asunción, venimos a buscar la manera de llegar a un acuerdo con la Patria del Excelentísimo señor Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército Paraguayo Mariscal ciudadano Francisco Solano López y para ello el representante del Paraguay señor General Patricio Escobar expone lo que sigue: que Su Excelencia el General Justo José Urquiza cumpla con el compromiso que había prometido al Paraguay garantizando el paso del Ejército Paraguayo, en carta al Mariscal Francisco Solano López con fecha primero de enero de un mil ochocientos sesenta y cuatro, y que luego el Excelentísimo señor Gobernador no cumplió. Por ello se suplica que el Excelentísimo Señor Gobernador cumpla con lo prometido y unir su fuerza a las del Paraguay o mediar por la paz.

 

            José Berges

            Patricio Escobar

 

 

            EL GENERAL ESCOBAR PIDE AL PRESIDENTE SARMIENTO DETENER LA GUERRA

 

            El 14 enero de 1869 el general Escobar desde Azcurra dirige una carta al presidente Sarmiento pidiéndole detener la guerra. Evidentemente lo hacía con conocimiento del Mariscal López, es más, estaba cumpliendo sus instrucciones, se supone. La carta dice así:

 

Señor Presidente de la República Argentina

General don Domingo Sarmiento, Buenos Aires.

 

            Con honda complacencia he recibido los atentos Oficios de Vuestra Excelencia en la que me habla de ese enorme anhelo y de esa su nueva alegría que para mí sería el modo de hacer una paz honrosa.

            ¡Detener la guerra, es todo lo que le pido. Una orden suya bastará para ponerle fin. Una sola palabra. Mas, si eso no llegara a ocurrir, los paraguayos llegaríamos al profundo sacrificio de morir con nuestro Jefe a la cabeza y en la última de nuestras trincheras, pero; la paz beneficiaría a todos por igual. Tanto a la gran familia argentina como para la paraguaya. Yo pido la prosperidad para mi Pueblo, pero no la mendigo, tenga entendido eso Vuestra Excelencia ilustrísima.

            Atentamente.

 

            Patricio Escobar

 

            Tenía bastante fuerza moral y poder de convicción la posición del general Escobar, valor entendido que se trataba del propio presidente López.

            Pero Sarmiento, ni Mitre lo hubiera tenido, no podía convencer a Pedro II que se conducía con sus propios proyectos. Lo que finalmente hizo el presidente Sarmiento fue retirar su país de la guerra, hecho que le agradeció al general Escobar y le extendió el gobierno argentino una alta condecoración.

            Por lo menos uno de los grandes de la política había entrado en razones.

 

 

 

 

ÍNDICE

 

1.         Prólogo: De las causas, traiciones y abusos de la Guerra de la Triple Alianza

2.         Capítulo I

            Memorias de guerra.

            Francisco Solano López

3.         Capítulo II

            Diario de Campaña. 1862 -1870

            Francisco Solano López

4.         Capítulo III

            Lo que nadie dijo jamás sobre la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza.

            Patricio Escobar (1864, 1870)

5.         Capítulo IV

            Vientos de Fronda. Patricio Escobar

6.         Capítulo V

            Algunos de mis recuerdos personales (1864-1870) Patricio Escobar

7.         Capítulo VI

            La Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza vista día a día a través de los documentos secretos. Miguel de Unamuno, Manuel Gondra, Rui Barboza

8.         Capítulo VII

            La Guerra misma. Miguel de Unamuno

9.         Capítulo VIII

            De la Paz. Patricio Escobar

10. Capítulo IX

            Cronología de mi vida. Memorias (1864-1870) Patricio Escobar    

11. Capítulo X

            Historia de la Conspiración del año de 1868

            Patricio Escobar

12. Capítulo XI

            Cartas de Patricio Escobar a Bartolomé Mitre y otros..

            12.1 Cartas del Presidente Domingo Sarmiento al General Patricio Escobar

13. Capítulo XII

            Verdades y mentiras de la guerra. Patricio Escobar

14. Capítulo XIII

            Patricio Escobar "El Héroe de Ypecua"

            José Bernardo Franco Escobar.

15.       Anexo Documental

            a)         Decreto del Mariscal López. Designación de Escobar como Generalísimo 17 XI 1869

            Carta de Escobar a Correa da Cámara

            b)         Textos de Escobar a López   

            Comunicados del 1 al 43      

            c)         Tratado de la triple alianza    

            d)        Protocolo

            e)         Protesta de los gobiernos del Perú, Chile, Ecuador y Bolivia

            f)         Correspondencia del Mariscal López con diferentes personalidades

            g)         Correspondencia de Pimenta Bueno a Patricio Escobar

            h)         Comunicación del Gobierno brasileño que la Escuadra no actuó en Curupayty

            i)          Pedido del Presidente Domingo Sarmiento

            j)          Patricio Escobar a Juan Carlos Gómez

 

 

 

 

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