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Historia Política


La Asociación y la Legión Paraguaya en la Guerra de la Triple Alianza (Antecedentes y Miembros)
(14/04/2012)

LA ASOCIACIÓN PARAGUAYA EN LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

Por JUAN BAUTISTA GILL AGUINAGA

 

 

LA ASOCIACIÓN PARAGUAYA

Sabido es que, entre las víctimas de la dictadura del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, hubo familias a las que éste persiguió, dirigiendo contra uno o más de sus miembros persistentes golpes de su férrea mano. Eran de las principales, así por su ascendencia como por su posición. Considerándolas enemigas de su régimen, trató de abatirlas con diversas medidas, entre las cuales no eran las menos duras y eficien­tes las de carácter económico: multas y confiscaciones. El destierro se hallaba entonces descartado, como castigo, y también como medio de escapar a las persecuciones políticas, por las dificultades de salir al ex­tranjero.

Más adelante, sin embargo, los opositores al régimen político de los López, en la imposibilidad de ejercer su acción pública en el país, emigraron a la Argentina. De esta suerte, miembros pertenecientes a conocidas familias paraguayas, muchas de las cuales anteriormente perseguidas por el doctor Francia, fueron radicándose en Buenos Aires, desde donde prosiguieron su campaña contra don Carlos Antonio, pri­mero, y contra Francisco Solano, después. A este núcleo, no fueron ex­traños algunos jóvenes que estudiaban en el Río de la Plata.

La oposición se valió principalmente de la prensa para combatir y desprestigiar al gobierno de Asunción. En diarios y revistas porteños aparecían con frecuencia artículos, manifiestos y proclamas, en los cua­les los exiliados daban a conocer sus críticas y reparos a la política paraguaya.

Uno de estos manifiestos, fechado el día de Corpus Christi de 1858, con el encabezamiento de CLAMOR DE LOS CORAZONES FILANTRÓPICOS, expresaba el pensamiento de los "ciudadanos del Paraguay, desterrados, proscriptos, perseguidos" en sus "bienes" y en sus "familias", que contemplaban "desde riberas extrañas la más cruda tiranía" que se enseñoreaba "sobre la propiedad, la libertad y el porve­nir de nuestro rico país". En siete puntos sintetizaban los aspectos más salientes del gobierno del "dictador tirano", contra cuyos actos protes­taban porque "atacaban la moral y escandalizaban a la civilización". Luego declaraban: "...hemos reunido nuestros esfuerzos con el fin de trabajar en el sentido de que nuestra patria sea gobernada bajo la forma de una constitución democrática, que haga efectiva en ella la seguridad individual y la propiedad, el libre comercio con el mundo, el fomento de la industria y de la educación, y todos aquellos derechos reconocidos por el espíritu civilizador y liberal del siglo XIX, colocando también, en la digna altura que debe estar, a la mujer, preciosa obra de la creación y base de la educación moral y religiosa de los pueblos, eximiéndola de los bárbaros e indignos castigos a que está sujetada por aquel entroniza­do despotismo", para terminar haciendo un llamado a los "hombres de corazón", en el sentido de llevar adelante el "pensamiento regenerador" y sacudir el "pesado yugo" que oprimía a la patria.

Suscribían el manifiesto los siguientes "ciudadanos del Paraguay": Carlos Loizaga, Manuel Pedro de Peña, Luciano Recalde, Serapio Machain, Fernando Iturburu, José Toribio Iturburu, Ramón González, Segundo Machain, Ángel Decoud, Pío León, José León, Eusebio Machain, Evaristo Machain, Alejo Guanes, Carlos Luis Loizaga, Juan Gómez y Ozcaris, Esteban Machain, Pío Otoniel Peña, Miguel Guanes, Carmela Loizaga, Isabel Loizaga, Jacoba Ozcaris.l

Entre los firmantes aparecían Carlos Loizaga y Fernando Iturburu, quienes, el 18 de setiembre de 1851, se habían dirigido al general Juan Manuel de Rosas, en las postrimerías del gobierno de este dictador, solicitando la reincorporación de la Provincia del Paraguay a la Confe­deración Argentina, para cuyo efecto proponían una expedición de dos mil hombres que marchase silenciosa y rápidamente "por el Chaco hasta Asunción", ofreciéndose ellos a formar parte de ella, en compañía de "otros paisanos".2

Esta "creciente corriente emigratoria -como dice Gómes Freire Esteves- concluyó por engendrar, de hecho, un partido revolucionario en el Río de la Plata contra el régimen de los López que, si bien no llegó a constituirse oficialmente antes de la guerra, estaba virtualmente for­mado para procurar un cambio de gobierno en el Paraguay, en cuanto las circunstancias se presentasen".3

No hay duda que los emigrados, desde un principio, formaron virtualmente un "partido revolucionario en el Río de la Plata contra el régimen de los López", como lo prueba el aludido manifiesto del "día de Corpus Christi", el cual "llegó a constituirse oficialmente antes de la guerra", no obstante la afirmación contraria de Gómes Freire Esteves. Los mismos paraguayos que firmaron dicho manifiesto, fundaron el 2 de agosto de 1858 la "Sociedad Libertadora de la República del Paraguay", entidad de carácter político-revolucionario, como su nom­bre lo indicaba, y destinada a combatir y cambiar el estado de cosas en la patria. La mayoría de sus fundadores figurarían, seis años después, en la "Asociación Paraguaya", formada con propósitos análogos, una vez iniciada la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, si bien las circunstancias y procedimientos esta vez fueron diferentes.

La "Sociedad Libertadora" fue así el origen y antecedente de la "Asociación Paraguaya" constituida en diciembre de 1864. Podía formarparte activa de ella "todo hombre libre", de la nacionalidad que fuese, con tal de que tuviese interés en "redimir a una nación esclaviza­da del modo más hipócrita y tirano", siendo el fin principal de la agru­pación "iniciar sus trabajos en libertar aquella tan fértil como desprecia­da parte del globo", comunicándole el espíritu civilizador del siglo.

A este fin, entre otras armas, se usó de la propaganda escrita. Fue su vocero El grito paraguayo, hoja de efímera existencia, redactada por el escritor chileno Francisco Bilbao, el periodista argentino Isaac Tezanos, Fermín Pereira y Artigas, y los paraguayos Manuel Pedro de Peña y Gregorio Machain.4

No se conocen otros pasos de la "Sociedad Libertadora de la Repú­blica del Paraguay". Tal vez las circunstancias no permitieron que desa­rrollase sus actividades, como para lograr el éxito deseado, o porque no encontrase el apoyo que posteriormente tuvieron sus fundadores.

La fecunda administración de don Carlos Antonio López no sufrió interrupciones ni interferencias que entorpecieran sus gestiones. El "dictador tirano" desempeñó el gobierno hasta el día de su muerte, 10 de setiembre de 1862.

Desaparecido el ilustre ciudadano, le sucedió en la presidencia de la República su hijo, el general Francisco Solano López, después maris­cal.

La oposición de los emigrados continuó desde Buenos Aires, qui­zás con mayor intensidad, contra el nuevo mandatario, cuya incontras­table influencia se hacía sentir en todo el país.

Los emigrados prosiguieron su campaña periodística en los dia­rios porteños, manteniendo siempre el espíritu de resistencia y esperan­do el momento propicio para emprender un movimiento revoluciona­rio contra el gobierno de Asunción.

Esta oportunidad no tardó en presentarse. Los sucesos internacio­nales del Río de la Plata, provocados por el Imperio del Brasil, obligaron al Paraguay a sostener una cruenta guerra con sus vecinos.

1864 - Los acontecimientos se precipitaron en el Uruguay. Al ultimátum de Saraiva siguieron la invasión del territorio oriental por un ejército brasileño al mando del general Mena Barreto, la ocupación de la ciudad de Salta, la heroica caída de Paysandú, el asedio de Montevideo y  el triunfo de la revolución de Flores.

El Paraguay, en nota del 30 de agosto de 1864, dirigida al ministro brasileño en Asunción, Vianna de Lima, Barón de Jaurú, protestó por la amenaza que significaba el ultimátum de Saraiva, declarando que la ocupación militar del Uruguay sería considerada como atentatoria al equilibrio del Río de la Plata, que interesaba a la República, como garan­tía de su propia seguridad. El representante imperial contestó el 1° de setiembre del mismo año, expresando que nada detendría a su sobera­no en la defensa de sus súbditos, comunicación que, a su vez, fue con­testada por José Berges el 3, en el sentido de que el Paraguay haría efectiva su protesta, si el Brasil llevase adelante sus amenazas en el Uruguay. El 14 del mismo mes, el gobierno de López ratificaba las decla­raciones de sus notas anteriores, con motivo de las medidas que en carácter de represalias había adoptado el Imperio en el Estado Oriental. Dos meses después, el 12 de noviembre de 1864, el canciller Berges comunicaba a Vianna de Lima que "en vista de la actitud ofensiva y provocadora del emperador, su gobierno declaraba rotas las relaciones con el Brasil y prohibía la navegación en las aguas de la República a sus buques mercantes o de guerra".

El mismo día fue capturado el vapor "Marquez de Olinda", en el cual iba el coronel de ingenieros Federico Carneiro de Campos, recién nombrado presidente del Estado de Matto Grosso, y Vianna de Lima recibió sus pasaportes y emprendió viaje con destino a Buenos Aires, a bordo del barco nacional "Paraná".

Se iniciaron así las hostilidades. Era la guerra; la que en un princi­pio fue solo contra el Brasil y luego contra la Argentina y el Uruguay, países que, el 1º de mayo de 1865, suscribieron el célebre pacto secreto, conocido en la historia americana con la denominación del Tratado de la Triple Alianza.

La contienda conmovió al Paraguay del uno al otro confín de su territorio. La República se aprestó para la lucha. Pueblo y gobierno es­taban resueltos a defender hasta el sacrificio los intereses y el honor de la patria. La nación entera se convirtió en un inmenso taller, en el que cada ciudadano era, a su vez, un soldado y un obrero que se esforzaba por llevar a feliz término la defensa integral de la nación.

La ruptura de relaciones con el Brasil causó sensación en el Río de la Plata. La prensa desencadenó una campaña de injurias e insultos contra el Paraguay y su gobierno, en la cual participaron algunos paraguayos.

En Buenos Aires, los emigrados también se pusieron en movimien­to. La oposición latente contra López tomó nuevos bríos. Las circuns­tancias estimularon los planes revolucionarios largo tiempo acaricia­dos, contra el gobierno de Asunción. No perdieron tiempo. La guerra contra el Brasil se presentaba como una ocasión propicia. En consecuen­cia, se decidieron a obrar y a colocarse abiertamente frente a López.

El 18 de diciembre de 1864 resolvieron nuevamente constituir una organización "creyendo ser llegado el momento de dar uniformidad a sus trabajos tendientes a la regeneración de nuestra patria", en un "acuer­do privado y reservado" de cinco artículos, por los cuales se obligaban a que las resoluciones fuesen adoptadas en asambleas generales y por mayoría de votos; a guardar absoluta reserva de las deliberaciones; a considerar como de propiedad de la Asociación "todo pensamiento o escrito" que se hubiese de publicar en la prensa por cualquiera de sus miembros; a levantar actas de las deliberaciones, firmadas por el presi­dente y secretario nombrados; ya que "todos y cada uno de los firman­tes" respondiesen de sus actos ante la Asociación y ante "Dios y la pa­tria", que les demandará cuenta por los de "infidelidad al secreto, o de traición a los altos fines" que por el acuerdo se proponían.

Este documento, que se firmó el 19, puede considerarse como el acta de fundación de la que, desde el 21 del mismo mes, se denominó ASOCIACIÓN PARAGUAYA, a propuesta de Carlos Loizaga.

Lo suscribieron el primer día las siguientes personas: Carlos Loizaga, Gregorio Machain, Luciano Recalde, Fernando Iturburu, José T. Iturburu, Juan Francisco Decoud, Federico Alonso, Manuel Pedro de Peña, Cayetano Iturburu, Fernando L. Iturburu, Segundo Decoud, Evaristo Machain, Carlos Luiz Loizaga, Juan José Decoud y Jaime Sosa. Posteriormente, con más o menos tiempo, lo fueron haciendo José Díaz de Bedoya, Pedro Nolasco Decoud, Daniel Loizaga, Daniel de Iturburu, Benigno Ferreira, Serapio Machain, Salvador Jovellanos, José Machain, Pío Otoniel Peña, Eusebio Machain, Ramón González, Andrés Somellera, Miguel Guanes y Federico Guillermo Báez.

Los firmantes eran los mismos que desde 1850 venían preparando un movimiento revolucionario contra el régimen de los López; trece de ellos suscribieron el manifiesto de 1858 y fundaron en ese año la SOCIE­DAD LIBERTADORA DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY.

También perteneció a la "Asociación" Antonio Gómez, propuesto y aceptado, en la reunión del 21 de abril de 1865, con cargo de firmar el acta de instalación, lo que no llegó a hacer. Asimismo, pueden conside­rarse como formando parte de dicha nucleación, los ciudadanos paraguayos Juan Bautista Egusquiza, Tomás Recalde, Juan Carlos Garay y Ezequiel Recalde, quienes fueron de los primeros en alistarse en la “Legión". Otros prestaron su colaboración en dinero, como José Mendoza, domiciliado en Rosario. El ofrecimiento formulado en este sentido por el "Señor Haedo, empleado en caso del agente del tirano López, Señor Egusquiza.. . fue unánimemente rechazado con indigna­ción", tanto por las condiciones y reservas exigidas, como "por los pocos favorables antecedentes con referencia a la misión que se le atribuyó traer a su llegada" a Buenos Aires. El citado Haedo, por intermedio de Fernando Iturburu, manifestó a la "Asociación" que no pudiendo "mar­char a campaña porque su salud no se lo permitía, ofrecía la cantidad de cinco mil pesos moneda corriente para su personero, con condición que el Señor Iturburu  como jefe de la Legión le diese una papeleta, como de pertenecer a la Legión".

 

¿Cuáles fueron los "altos fines" que se proponía la ASOCIACIÓN PARAGUAYA? Los despachos entregados a Fernando Iturburu y a Juan Francisco Decoud consignaban claramente que ella fue establecida en Buenos Aires con el "SANTO Y ÚNICO FIN DE LIBERTAR A NUES­TRA REPÚBLICA DEL PODER TIRÁNICO QUE LA OPRIME". Otros documentos expresaban que entre sus propósitos primordiales figura­ba "RESCATAR LA PATRIA DE LAS GARRAS DEL TIRANO QUE LA HA CONVERTIDO EN PATRIMONIO SUYO".

En otros términos, la ASOCIACIÓN PARAGUAYA perseguía el derrocamiento del gobierno de Francisco Solano López, al cual califica­ba de "tiránico", "contrario a la civilización" y "peligroso para la tran­quilidad de los Estados vecinos".

Los enemigos del Paraguay, para justificar sus designios, fomenta­ron y fortalecieron los sentimientos contra López, declarando que la guerra no era contra la República, sino contra su gobierno. La intensa campaña en ese sentido fue hábilmente dirigida y dio sus frutos en el seno de los emigrados paraguayos. Estos, en el interés de derrocar al "tirano", no vacilaron en unirse a los que decían que la guerra era contra éste y no contra el Paraguay. "Tan hábil fue la mistificación-dice a este respecto Juan E. O'Leary-,que algunos emigrados se alistaron en las filas libertadoras, convencidos de que no iban contra la patria, sino contra un gobierno que detestaban. Así nació la famosa Legión Paraguaya...5

La realidad, sin embargo, era otra. Las intenciones de los que vinie­ron contra López quedaron poco después al descubierto con el tratado secreto del 1° de mayo de 1865, no obstante consignarse en uno de sus artículos que la guerra no era contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno.6" Del cumplimiento de este famoso pacto, no podía resultar sino la destrucción del Paraguay, como ocurrió. Cuando el 1º de marzo de 1870 el mariscal López murió heroicamente al frente del resto de su ejército, en las riberas del Aquidabán, la República floreciente del com­batido régimen de los tiranos estaba convertida en un montón de es­combros, del uno al otro confín de su territorio. La liberación prometida tuvo lugar así en un ambiente de desolación y de muerte.

Desde el comienzo de la contienda, dadas las causas que la provo­caron y el desarrollo de la campaña, difícilmente podía separarse el carácter de guerra nacional de la que la fuerza paraguaya libertadora tenía que emprender contra el gobierno paraguayo en unión con los aliados, como pretendían los representantes de la "Asociación".

Entre las resoluciones más importantes adoptadas en los primeros días, se destacaba la propuesta de Carlos Loizaga, en la asamblea del 21 de diciembre de 1864, y que con ligeras modificaciones introducidas en su redacción a indicación de Manuel Pedro de Peña, fue aceptada por unanimidad, en los siguientes términos: La Asociación Paraguaya estable­cida en esta Capital de Buenos Aires asume de hoy en adelante la representación de la Soberanía nacional de la República del Paraguay, y de sus derechos.

No puede negarse la trascendencia de esta decisión, ya que con ella perseguía la "Asociación Paraguaya" erigirse en algo así como en un gobierno nacional en el destierro, acaso con el propósito de tratar de igual a igual con las potencias aliadas. Así parece desprenderse de la creación de la comisión directiva. En la práctica, sin embargo, nunca se le dio semejante representación.

La primera comisión directiva estaba presidida por Gregorio Machain, siendo secretario de la misma Luciano Recalde, tesorero José Díaz de Bedoya, y miembros Carlos Loizaga y Fernando Iturburu. Ac­tuó desde el 22 de diciembre de 1864 hasta el 26 de marzo del siguiente año. La segunda, con el nombre de Administrativa, integrada por Pedro N. Decoud, José Díaz de Bedoya y Carlos Loizaga, desempeñó su come­tido desde esta última fecha hasta el 26 de abril de 1865. Este día se constituyó la tercera, con la agregación de dos miembros más a los tres anteriores, Pedro Somellera y Manuel Pedro de Peña, siendo designado presidente José Díaz de Bedoya. Las asambleas de la "Asociación" fue­ron siempre presididas por Carlos Loizaga.

La última sesión de la comisión directiva se llevó a cabo el 3 de octubre de 1865, en la época que precisamente hacía crisis la divergencia surgida entre los jefes de la "Legión", con la consiguiente separación de ella y de la misma "Asociación", de varios de sus miembros más calificados. En adelante, la organización creada por los emigrados no existi­ría sino de nombre.

La "Asociación Paraguaya" no se rigió por reglamento o estatuto alguno. El proyecto respectivo no se adoptó.

Su redacción se encomendó a la comisión administrativa, que la presentó a fines de abril de 1865. La asamblea del 2 de mayo dejó a cargo de la comisión directiva su estudio, revisión y su adopción si lo halla bien. Esta, en su sesión del 4 del mismo mes, resolvió dejar para cuando fuese más oportuna su discusión. Esta oportunidad no llegó, y el proyecto quedó sin sancionarse.

Componíase de seis capítulos, que trataban de la formación y ob­jeto de la entidad, de los funcionarios, de la calidad de los electos, de las sesiones, de los delitos, de los tribunales y penas.

El capítulo primero establecía que podían ser miembros de la "Aso­ciación" los paraguayos de nacimiento que fuesen de buena conducta y profesasen los principios de reconocer la soberanía popular del pueblo como base de toda autoridad pública y la fraternidad como base de la vida moral, siendo su objeto el derrocar y estirpar del suelo paraguayo todo poder tiránico.

Por el artículo tercero se hacía un llamado, pero no se exigía, a los ciudadanos paraguayos a prestar sus servicios y hasta derramar su san­gre, en defensa de la causa de la "Asociación".

 

II

LA LEGIÓN PARAGUAYA

 MISIÓN EN RÍO DE JANEIRO

 

La primera comisión directiva, obedeciendo a los propósitos de su constitución, buscó ponerse de acuerdo con los altos poderes con los cua­les la Asociación debía aliarse. En la sesión del 22 de diciembre de 1864 resolvió destacar a dos de sus miembros, pa.  hacer presente al Ministro plenipotenciario del Brasil y al de Guerra de la República Argentina, la existencia de la comisión, la posición que había asumido y saber el día en que podía saludarlos. Igualmente decidió que con el citado agente imperial, se arreglaría todo lo que tuviese relación con la propaganda por la prensa. El establecimiento de este contacto se encargó a Fernando Iturburu  y a Carlos Loizaga, quienes ya estaban en relación con los aludidos funcionarios extranjeros.

Ejercía entonces la representación diplomática brasileña, Felipe José Pereira Leal, el mismo que en 1854 fue despedido por Carlos Antonio López, con motivo de haber tenido un incidente con el gobierno paraguayo. José María Da Silva Paranhos, después vizconde de Río Branco, también se encontraba, en esa época, en la capital argentina, donde había llegado el 2 de diciembre en misión especial y con plenos poderes para tratar las cuestiones del Río de la Plata. Con ellas negoció la "Asociación Paraguaya".

Paranhos, por intermedio del cónsul imperial, formuló a Iturburu las siguientes preguntas:

¿Qué es lo que pueden hacer?

 ¿Cuáles son sus recursos?

¿Qué necesitan?

¿Cuál es su plan y cómo pretenden realizarlo?

La comisión directiva consideró las cuestiones planteadas en su sesión del 30 de diciembre, resolviendo que los señores Iturburu, Loizaga y Recalde.. . se acercaran al Cónsul brasileño a convenir con él sobre esos pun­tos, expidiéndose como fuera más conveniente en el caso.

Estos presentaron al día siguiente un memorándum, que contestaba todas y cada una de las preguntas formuladas por el plenipotenciario brasileño, y dividido en tres capítulos. El primero, que respondía al título "Nuestros propósitos", fijaba los altos fines perseguidos por los emigrados, a saber: rescatar la patria de las garras del tirano; establecer una constitución republicana que regulase los poderes del Estado: elevar al gobierno hombres que mereciesen la consideración, aprecio y confian­za de los gobiernos cultos y vecinos; sanción de los López; olvido del pasado en el orden político; en síntesis, hacer la luz en las tinieblas; que la civilización mate a la barbarie.

El segundo, con el encabezamiento de "Nuestros elementos", se refería a las fuerzas disponibles. Somos de treinta a cuarenta hombres de lo más conocido y prestigioso del Paraguay, expresaban, pudiendo, además, levantar más de dos mil paraguayos que se hallan diseminados en los Estados de la República Argentina.

La "Asociación Paraguaya" nunca pudo movilizar esos dos mil paraguayos, durante todo el curso de la guerra, ni siquiera el millar. Su efectivo, siempre reducido, no obstante contar con la incorporación for­zada de los prisioneros, se mantuvo por debajo de esta última cifra. Los treinta o cuarenta hombres constituían los emigrados residentes en Buenos Aires, fundadores, directores y animadores de la nueva agrupa­ción. Sin embargo, de considerarse de lo más prestigioso en el Paraguay, no lograron rescatar la patria de las garras del tirano, sino después de la muerte del Mariscal.

El tercero comprendía lo que llamaban "Nuestro plan". Este plan consistía en levantar una fuerza paraguaya libertadora, la que aliada al ejército brasileño lleve la guerra al gobierno paraguayo, quitando completamente el carácter de guerra nacional a esta cruzada libertadora.

Los paraguayos emigrados en la Argentina formarían un cuerpo armado, el que unido en alianza con los ejércitos brasileños marcarían contra el gobierno de López, para derrocarlo. En este sentido, había que despojar completamente de todo carácter de guerra nacional a esta cruzada libertadora, no solicitada, ni siquiera insinuada por quienes serían libertados. La hábil mistificación, que dice O'Leary, daba sus resulta­dos. Los emigrados no irían contra la patria, sino contra un gobierno que detestaban.

El memorándum terminaba manifestando que para llevar adelante el pensamiento enunciado, contaban con ser reconocidos como repre­sentantes de los derechos políticos del Paraguay, y en consecuencia, celebrar con el Brasil un tratado de alianza; con recibir del gobierno imperial los recursos necesarios para la guerra, en calidad de préstamo, obligándose a pagarlos la República, una vez terminada la liberación.

La "Asociación Paraguaya", tal como había resuelto en una de sus primeras asambleas, se constituyó en algo así como un gobierno nacio­nal en el exilio, y en ese concepto pretendió negociar con el Imperio del Brasil. La corte de San Cristóbal, sin embargo, no le reconoció dicha jerarquía. Los comisionados enviados a Río de Janeiro fracasaron en sus gestiones y tuvieron que regresar sin haber obtenido la autorización de organizar la "Legión Paraguaya".

El ministro Pereira Leal, al recibir el memorándum, aseguró que todo iba bien, que ya había dado cuenta a su gobierno y que lo tratado con él tenía carácter oficial. Para intensificar la propaganda ofreció los servicios del escritor Hudson y las columnas de la prensa, para todo lo que se  quisiera escribir.

La comisión directiva aceptó la colaboración de aquella pluma mercenaria, con la extraña particularidad de que los paraguayos po­dían firmar, toda vez que quisiesen, lisa y llanamente, los artículos escri­tos por el referido periodista extranjero, mientras que los debidos a aquellos debían ser sometidos previamente a la censura de la citada comisión.

Las negociaciones con el representante brasileño continuaron sin interrupción, por intermedio de Carlos Loizaga y Fernando Iturburu.

Este último informó en la sesión del 20 de enero de 1865 que el ministro Pereira Leal, conforme en todo con los trabajos, consideraba llegado el momento de obrar; y, por tanto, se debía nombrar un jefe para coman­dar las fuerzas paraguayas y organizar el cuadro de oficiales para con­ducir uno o dos batallones, preparar el presupuesto de gastos y elegir el lugar de concentración, ya sea en el Brasil o en el Uruguay.

Las indicaciones del diplomático imperial fueron puestas en ejecu­ción. La comisión directiva designó, al día siguiente, a Fernando Iturburu y más de un mes después a Juan Francisco Decoud, primero y segundo jefes de las fuerzas expedicionarias, con el grado de coronel y teniente coronel, respectivamente.

En la asamblea del 1° de marzo de 1865 prestaron juramento ante el presidente, Carlos Loizaga, por Dios nuestro Señor, de desempeñar fiel y legalmente la jefatura del cuerpo de Ejército, que debía actuar con las tropas del Imperio. Rara coincidencia. En el mismo día, cinco años después, en el lejano escenario de Cerro Corá, caía el Mariscal López, con la espada en alto y el nombre de la patria en los labios, ultimado por orden del general brasileño Correa da Cámara, después Vizconde de Pelotas.

También en esta reunión aprobaron, por unanimidad, los despa­chos e instrucciones para los mencionados jefes. El día anterior, 28 de febrero, lo habían sido por la junta directiva. Los proyectos respectivos, presentados en el seno de ésta por Carlos Loizaga, Manuel Pedro de Peña y Luciano Recalde, fueron aceptados con pequeñas modificaciones.

Estos documentos, de gran interés por su importancia histórica, hablaban de los propósitos y de las conexiones de la "Asociación Para­guaya".

El despacho de Fernando Iturburu comenzaba fijando que la alu­dida "Asociación Paraguaya" se había constituido en Buenos Aires con el santo y único fin de libertar a nuestra República del poder tiránico que la oprime. Es decir, que sus actividades estaban encaminadas solamente a derribar del gobierno del Paraguay al Mariscal López. Pero a renglón seguido expresaba que al antes citado ciudadano se ha tenido a bien nombrarle jefe del cuerpo de Ejército que se ha determinado formar contra todo tirano de la República.

La creación de este cuerpo de Ejército, a estar a los términos transcriptos, tenía un significado general, destinado como estaba a marchar contra todo tirano de la República. Esta amplitud no concordaba con el fin particular y único a que respondía la instalación de la "Asocia­ción Paraguaya", consignado claramente en las primeras líneas del documento comentado.

Las atribuciones de Iturburu eran las siguientes: a) la de general en jefe en campaña; b) contraer alianza con cualquier potencia y emplear todos los medios para derrocar al tirano y conservar la autonomía nacional del Paraguay, dentro de un sistema democrático de gobierno; c) conferir grados militares en comisión, hasta el de teniente coronel; y d) efectuar gastos pertinentes a la expedición.

Las instrucciones le fueron dadas en su carácter de "Jefe del Ejér­cito'' formado "contra el tirano Francisco Solano López". Este docu­mento, más concreto aún, mencionaba por su nombre al mandatario, contra quien se dirigían los preparativos bélicos. Encerraba las reco­mendaciones siguientes: "comunicar y uniformar ideas con los paraguayos de aquende y allende las fronteras patrias", acerca de los fines del Ejército libertador, de recobrar los fueros y regalías de la Soberanía Nacional, que ha usurpado el tirano, y poner en ejercicio la atribución de Repú­blica que mantiene la Nación; llamar y reunir a los compatriotas y a todo hombre de corazón, residentes en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes, que quisiesen contribuir con su sangre a la redención del pueblo paraguayo; dirigir proclamas, una vez próximo al territorio de la patria, o dentro de él, a todas las poblaciones y habitantes, para demostrarles que la "Asociación Paraguaya", asumiendo la Representación Nacional, no deseaba el exterminio de la Patria, sino el derrocamiento de la tiranía y la ruina del Déspota; hacer ver y entender que los brasileros, en cuya compañía marchaban, eran los sostenedores y los amigos verdaderos de la independencia, libertad y civilización del Paraguay; "elevar el espíritu de los compatriotas, ilustrándolos y despertando su entusiasmo hacia la empresa de liberación"; actuar de acuerdo con el segundo jefe y los —patriotas de prudencia y consejo... sin olvidar jamás la concurrencia de los aliados.

En estas instrucciones cabe llamar la atención sobre la referencia que en ellas se hacía de los aliados. Cuando fueron aprobadas en la asam­blea del 1° de marzo de 1865, el único país en guerra con el Paraguay era el Imperio del Brasil. Además, las mismas autorizaban a levantar tropas de paraguayos y todo hombre de corazón que quiera contribuir con su sangre, en las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes, y a dirigir desde esta última, proclamas a las poblaciones y habitantes paraguayos. El Ejército libertador se organizaría y cruzaría así territorio argentino, todo lo cual no podría realizarse sin el consentimiento del gobierno de Buenos Aires, que en aquel entonces proclamaba a todos los vientos su neutralidad en la contienda, si bien, por otro lado, tenía conocimiento de la instalación y funcionamiento de la "Asociación Paraguaya".

Como el ministro Pereira Leal manifestase no haber recibido ins­trucciones para facilitar los fondos solicitados, la comisión directiva, en sesión del 23 de marzo, resolvió enviar a Serapio Machain y Juan Fran­cisco Decoud a Río de Janeiro, con el objeto de activar los trabajos de la Asociación Paraguaya de libertar a la patria. Estos trabajos se referían a la creación de la División Libertadora, a cuyo efecto los comisionados pro­curarían obtener los recursos necesarios de las autoridades brasileñas competentes.

El 6 de abril llegaron a Río de Janeiro. Sin pérdida de tiempo, se pusieron en actividad. Dos días después fueron recibidos por Pedro II, a quien luego de cumplimentar, dieron a conocer el objeto de la misión. Con el mismo propósito, estuvieron también ese día con el Ministro de Negocios Extranjeros. En dicha ocasión, entregaron a este funcionario un oficio de la legación imperial en Buenos Aires, dando comienzo a las conferencias correspondientes.

En las primeras conversaciones con el canciller, los comisionados comprendieron que en el gabinete no había buena disposición para darles la representación que pretendían ni conceder a la "Legión Para­guaya" carácter político alguno. Entonces se dirigieron directamente al emperador.

En la presentación, fechada el 10 de abril, Juan Francisco Decoud y Serapio Machain, invocando la autorización de sus conciudadanos emigrados, solicitaban respetuosamente de S.M.I. el permiso para orga­nizar una fuerza paraguaya q. como auxiliar acompañe al ejército brasilero, y mescle su sangre con la de los bravos q. van a libertar a su patria. Para justificar y dar consistencia a la petición no descuidaron de embestir contra el tirano y de cantar loas al Brasil, calificando de justa y santa la guerra llevada al Paraguay, cuanto que ella no se dirige contra ese pueblo pacífico; y de bárbara y vergonzosa la conducta del gobierno de Asunción, por el apresamiento traicionero e incalificable del Marqués de Olinda. ¡Ah, Señor! terminaban expresando, no hay duda, el Brasil, el grande asilo, la tierra clásica de la libertad, pondrá sobre la corona de la regeneración oriental, nueve diadema de la regeneración paraguaya. Esto es, Señor; nuestra misión, éstos son nuestros votos, nuestro pedido al Imperante del Brasil, q. no conoce conquista sino la libertad de los pueblos, el progreso de la civilización, la felicidad de la América del Sud, aún con grandes sacrificios suyos.

Tampoco obtuvieron mayores concesiones del Emperador, quien dejó a cargo de su canciller proseguir las negociaciones. Éste, a su vez pidió a los comisionados que se entrevistasen con el Ministro de Guerra a fin de proporcionarles personalmente los informes del caso. Como resultado de estas conversaciones, el Ministro de Guerra les entregó un oficio fechado el 22 de abril, para el general Manuel Luis Osorio, comandante en jefe interino del ejército brasileño en operaciones en el Estado Oriental, conteniendo las instrucciones respecto de cómo debían ser admitidas las fuerzas paraguayas. Algunas de estas condiciones se consideraron inaceptables, y, en consecuencia, devolvieron al mencionado ministro el oficio referido, con las observaciones que estimaron justas.

Días después, el Ministro de Negocios Extranjeros les comunicó que el ofrecimiento de los paraguayos solamente podía ser aceptado en los términos ordenados al general Osorio. Se los admitirían, en consecuencia, simplemente como voluntarios.

Con la posición adoptada por el gobierno del Brasil dieron por terminada la misión, sin resultado alguno. Sus gestiones tropezaron con la mala voluntad del gabinete imperial, acaso por no inspirar a éste suficiente confianza los móviles de la "Asociación Paraguaya" o la sinceridad de sus proposiciones.

De nada valieron a los comisionados la obsecuencia y la adulación con que pretendieron congraciarse con el emperador, ensalzando la gloria, liberalidad, nobleza, generosidad, sabiduría, grandeza, justicia y progreso del Brasil, y execrando al tirano y su gobierno.

En síntesis, la misión a Río de Janeiro constituyó un completo fra­caso. a Machain y Decoud ni siquiera se les reconoció la representación que investían, y en cuanto a las otras gestiones, el gobierno brasileño se negó a dar carácter político a la "Legión Paraguaya"; a que ésta usase la bandera nacional en sus filas, a conceder subvenciones, de cualquier naturaleza que fuesen, antes ni después de la guerra.

La comisión directiva, en sesión del 15 de mayo de 1865, aprobó las gestiones de los comisionados, quienes posteriormente presentaron un informe por escrito, acompañado de la documentación correspondien­te.

 

III

NEGOCIACIÓN CON LA ARGENTINA

 

La comisión directiva de la "Asociación Paraguaya" tenía por fin no sólo dirigir los trabajos, sino también ponerse de acuerdo con los altos poderes, con los cuales debía aliarse. De allí el interés de entrar en negocia­ciones con los gobiernos del Brasil y la Argentina.

El 22 de diciembre de 1864 se resolvió comunicar al ministro de Guerra de este último país, general Juan Andrés Gelly  y Obes, la existen­cia de la comisión, la posición que había asumido y presentarle, al mismo tiempo, los saludos de estilo. Igual cosa debía hacerse con el Ministro Plenipotenciario del Imperio, como anteriormente se vio.

Tres días después, Fernando Iturburu y Carlos Loizaga informa­ron que el general Gelly y Obes había manifestado, luego de agradecer la atención dispensádale, que trabajaría porque la "Asociación" fuese recibida en su carácter oficial, pero que previamente necesitaba conocer sus medios y propósitos, pidiendo se le presentara una minuta detalla­da sobre el particular y adelantando algunos consejos, encaminados a dar más fuerza al poder de la agrupación.

En la misma sesión se aprobó la minuta solicitada, redactada por los citados Iturburu y Loizaga, a cuyo cargo corrían estos trámites, re­solviéndose, además, acompañarla de una copia del acta de la primera reunión.

El 26 de diciembre fue entregado al general Gelly y Obes el memo­rándum acerca de los designios y elementos de la "Asociación Paragua­ya". No entramos a examinarlo en sus detalles. Por su esencia y conte­nido era el mismo presentado al ministro brasileño Pereira Leal, habien­do sido éste más amplio y completo.

En esta forma, el gobierno argentino tuvo oficialmente conocimiento de los fines y medios de la entidad creada por los emigrados contra el régimen del mariscal López, la cual, puede decirse, contaba con el con­sentimiento y aprobación tácitos de aquel gobierno. El propio ministro de Guerra había prometido trabajar por su reconocimiento oficial y adelantado consejos para el fortalecimiento de la "Asociación". La pro­mesa no fue vana. Posteriormente, el gobierno del general Mitre aceptó los servicios de los mencionados ciudadanos y autorizó la formación de la "Legión Paraguaya". Por otra parte, como se había visto, la "Asocia­ción" contaba con cruzar territorio argentino y levantar en él las fuerzas para la expedición libertadora.

Las actas de las reuniones de los meses de enero, febrero, marzo y primera quincena de abril no decían nada respecto de las negociaciones con la Argentina. Silencio tal vez debido a la atención preferente presta­da a las relaciones con el Brasil, ya en guerra con el Paraguay, y a la expectativa de conocer el resultado de la misión a Río de Janeiro.

La "Asociación", instalada en Buenos Aires, proseguía, sin embar­go, sus trabajos. Sesionaba normalmente, perfeccionaba su organiza­ción, admitía nuevos socios, recibía adhesiones y se aprestaba a partici­par en la "gesta libertadora".

Entre las adhesiones de ciudadanos argentinos figuraban las de Juan Ángel Berutti y Amancio Alcorta.

El primero de los nombrados remitió a la Asociación libertadora pa­raguaya una bandera, como manifestación de sus sentimientos a favor de las ideas democráticas y liberales, y en el deseo de tomar parte en la gloriosa cruzada, que los emigrados iban a emprender contra el tirano López.

Mis cortos recursos -decía- me han proporcionado una bandera con los colores que adornan la frente de la ilustre Patria Paraguaya. Son ellas el sincero presente que hace un Argentino a los Paraguayos liberales que van a libertar a sus hermanos del yugo férreo que les impuso un déspota oscuro. También sea el pendón de libertad que a su sombra marche la Legión de Voluntarios Paraguayos. Entretanto pongo en conocimiento de esa honrosa asociación mi firme adhesión a la causa y a los principios que defiende, ofreciendo al mismo tiempo toda mi cooperación para el éxito feliz de esa cruzada, que espero será completa.

La "Asociación Paraguaya" agradeció a Berutti su generosidad manifestando en su oficio contestación que la enseña recibida no mar­chará sola, los pabellones del libre Imperio y República Oriental la acompaña­rán como aliados para presenciar su exaltación y triunfo.

Razones políticas de alta consideración aconsejaron a los emigrados no publicar los oficios aludidos, no obstante haberlo así deseado.

No puede pasar inadvertida, en la nota de la "Asociación", la refe­rencia al Brasil y al Uruguay, cuya alianza en la lucha se dejaba en ella claramente consignada. Cuatro días después se firmaba el tratado se­creto, en el cual se protocolizó esta alianza pre existente contra el Para­guay y a la que, por el mismo acto, se incorporó también la Argentina.

Amancio Alcorta remitió a la "Asociación Paraguaya" una can­ción, debida a su pluma e inspiración, que llamó Himno de la Cruzada Libertadora Paraguaya. La directiva la tomó en consideración, en la sesión del 4 de mayo, resolviendo que se solicitase la composición de la música, ofreciendo al maestro compositor que la Asociación cooperaría para con el Gobierno que se estableciese en el Paraguay, a fin de que ella fuese adoptada como himno nacional y recompensado el trabajo a que se había hecho acreedor.

La música se solicitó al señor José Soro, a quien se ofreció que una vez organizado el Gobierno libre del Paraguay, la "Asociación" cooperaría para hacer adoptar dicho himno como el críptico de guerra de la nación y acordársele la recompensa correspondiente.

No sabemos si Soro compuso o no la música solicitada, pero la verdad es que el himno en cuestión quedó en el olvido. Durante ni después de la guerra se volvió a hablar de él. De escaso valor literario, no tenía otro mérito que el de explotar el sentimiento de odio contra López. En una de sus estrofas expresaba:

 

No de Francia ese déspota inicuo

 nuestra patria verá la tortura,

 ni de López jamás raza impura

 su gobierno a tener volverá;

 porque libres sus hijos del yugo,

 que traidor les impone el tormento,

 para echar sus cenizas al viento

el espacio pequeño será.

 

Su autor, Amancio Alcorta, tuvo después destacada actuación en su patria, como político, profesor y jurisconsulto. Conocido es su trata­do sobre Derecho Internacional Privado.

En marzo y abril se precipitaron nuevamente los acontecimientos. En el curso del primero de los meses nombrados se reunió en Asunción un congreso extraordinario, cuyas deliberaciones se prolongaron por varias semanas.

La Asamblea, entre otras cosas, resolvió aprobar los actos del pre­sidente López, declarar la guerra a la Argentina y contratar en Europa un empréstito de cinco millones de libras esterlinas, para sufragar los gastos de la contienda.

Estas decisiones se conocieron en Buenos Aires, mucho antes de que el Paraguay iniciase las hostilidades en la Provincia de Corrientes y antes aún de que saliese de Asunción el encargado de hacer llegar a su destino la declaración de guerra a la Argentina. Lo prueba la autoriza­ción dada al presidente de la "Asociación Paraguaya", en la sesión del 23 de marzo de 1865, de firmar a nombre de la comisión una protesta que debía dirigirse a los Congresos para neutralizar el empréstito decretado por el Congreso del Paraguay.

No puede negarse la importancia de este hecho, el cual viene a demostrar que los emigrados tuvieron noticias exactas de las resoluciones tomadas por el Parlamento convocado por López, con antelación de varios días a los sucesos bélicos de abril.

El 3 de abril de 1865 había partido de Humaitá el teniente Ceferino Ayala, llevando la notificación oficial de la declaración de guerra a la Argentina, a los representantes paraguayos en este país. El 13 de abril se iniciaba la invasión a Corrientes. En Buenos Aires, la "Asociación Paraguaya" proseguía sus conversaciones con el gobierno porteño para la formación de una fuerza expedicionaria. En la asamblea del 21 de abril, Fernando Iturburu expresó que ya estaba en el conocimiento de todos los socios, el estado en que se encontraban las negociaciones con el gobierno Argentino, por lo que excusaba el entraren detalles. Y agregó: que el Ministro Gelly le había dicho que se reuniese la "Asociación" y que ésta se presentase al Presidente de la República, pidiendo autorización para formar la LEGIÓN PARAGUAYA. Acto seguido se aprobó el proyecto presentado por el citado Iturburu, previa una breve discusión en la cual participaron Andrés Somellera, Gregorio Machain y Pedro N. Decoud.l0

El mismo 21 de abril se entregó la nota al presidente Mitre, firmada por Carlos Loizaga como presidente, y por C. Evaristo Machain, como secretario, solicitando el correspondiente permiso y esperando de su genero­sidad los auxilios necesarios para levantar una legión de paraguayos que enar­bolando su pabellón, pedirá al General en Jefe del Ejército marchar a la vanguar­dia en la guerra bárbara declarada a la Argentina por el tirano de la patria.

Al día siguiente, el ministro Gelly y Obes comunicó haber sido acogida favorablemente la petición, en consideración al repetido estri­billo de que la guerra no era contra el pueblo del Paraguay sino contra López. El gobierno-rezaba la resolución correspondiente-acepta los servicios ofrecidos por la Asociación Paraguaya en nombre de sus compatriotas, autorizando la formación de una legión que lleve los colores de la bandera de ese pueblo hermano; encomendándole la reunión de los que voluntariamente quie­ran hacer parte de ella.

Además, disponía la provisión a los alistados de los elementos necesarios.

Con este motivo, Fernando Iturburu y Juan Francisco Decoud fue­ron confirmados en los respectivos cargos de primero y segundo jefes de la "Legión Paraguaya", lo cual se comunicó al Ministro de Guerra en el oficio del 25 de abril. El general Gelly y Obes, al acusar recibo, en el día, de esta comunicación, manifestó que los aludidos nombramientos habían merecido la aprobación de su gobierno.

Las gestiones realizadas en Buenos Aires fueron más felices que las llevadas a cabo en Río de Janeiro. El gobierno argentino accedió, sin rodeos, al pedido de los emigrados. En adelante, la tan ansiada "Legión Paraguaya", una vez formada, podría marchar con sus aliados, a consu­mar la magna obra de la liberación del pueblo paraguayo.

 

 

IV

URUGUAYANA

 

El 1° de mayo de 1865 se firmada por los representantes brasileño, argentino y oriental, en Buenos Aires, el tratado secreto de la Triple Alianza contra el Paraguay, pacto que una vez conocido mereció las protestas y la reprobación de las naciones americanas, que vieron en él estipulada la fría destrucción de un país hermano.

El artículo VII establecía que no siendo la guerra contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno, los aliados permitirían la formación de una "Legión Paraguaya", que concurriese con sus esfuerzos al derro­camiento de dicha autoridad.

Según esta disposición, la creación de la "Legión Paraguaya" era facultativa y no se refería al pabellón, acaso debido a la influencia del Brasil. El gobierno argentino se había adelantado a ella con una resolu­ción más amplia y completa, más de acuerdo con las aspiraciones de los emigrados. El presidente Mitre, al aceptar los servicios ofrecidos por la "Asociación", autorizó directamente, ocho días antes del convenio tripartito, la formación de la "Legión", con el uso de la bandera para­guaya, sin descuidar la provisión de los elementos necesarios.

Fue así que la "Legión Paraguaya" formó parte del ejército argen­tino y el gobierno del general Mitre sufragó sus gastos. No pudo, sin embargo, constituirse debidamente y sólo el 29 de marzo de 1869, a pedido del ministro Mariano Varela y con acuerdo de los demás aliados, se entregó la bandera paraguaya a la "Legión", reorganizada con los prisioneros caídos en Lomas Valentinas e Itá Ybaté, que fueron obligados a incorporarse, para proseguir bajo su sombra, la persecución del mariscal López, que se retiraba con sus soldados hacia la cordillera.

El 2 de mayo, la "Asociación Paraguaya", reunida en asamblea, dio por clausuradas sus deliberaciones, porque la mayoría de sus miem­bros se disponía a ingresar en la "Legión", dejando su representación a cargo de la comisión directiva, como lo dispuso el 26 de abril. Esta que­dó integrada por José Díaz de Bedoya, Gregorio Machain, Andrés Somellera, Manuel Pedro de Peña, Ramón González y Pedro Nolasco Decoud, los dos primeros con el carácter de presidente y secretario, respectivamente.

Mientras tanto, la Argentina se aprestaba para la lucha. El 4 de mayo, el presidente Mitre pidió autorización para declarar la guerra al Paraguay, elevando un mensaje al Congreso, en el cual daba cuenta de los sucesos de abril y anunciaba haber recibido el día anterior la nota del 29 de marzo.

También los emigrados intensificaban los preparativos para inter­venir en la campaña; era llegado el momento de llevar a la práctica la formación de la "Legión Paraguaya", de marchar a derrocar al "tirano".

El coronel Fernando Iturburu, jefe de la "Legión", con un grupo de oficiales, partió de Buenos Aires en el mes de mayo, hacia el frente de operaciones. En junio salieron con el mismo destino el teniente coronel Juan Francisco Decoud, segundo jefe del cuerpo mencionado; Juan José Decoud, Benigno Ferreira, José Segundo Decoud, Federico Alonso, Fer­nando Acosta, Francisco Delgado y Pablo Mendoza. Estos se juntaron a los demás compatriotas en el Paso de Giles, el 24 de junio, para incorpo­rarse a las tropas del general Paunero.12

Héctor F. Decoud, a quien sigue Juan E. O'Leary, afirma que el 5 de mayo se ausentaron de la capital argentina, a más de los ya nombrados, Juan B. Egusquiza, Federico G. Báez, Pedro Recalde, Carlos Loizaga, Antonio Recalde, José del Carmen Pérez, Pablo Recalde, Pío Otoniel Peña, Evaristo Machain, José Toribio Iturburu. Daniel Loizaga, Fernan­do Iturburu (h), Salvador Jovellanos, Jaime Sosa, Gregorio Machain (h), José Díaz de Bedoya, Daniel Iturburu, Juan Garay y otros, para reunirse el 24 de junio indicado, al ejército de Paunero. 13

Sin embargo, no todos los nombrados abandonaron Buenos Aires el 5 de mayo ni tampoco todos se encontraron el 24 de junio en el Paso de Giles. El 9 de julio, estando en Esquina, Iturburu decía que aguarda­ba la llegada del coronel Federico Báez para plantear la formación de la "Legión". José Díaz de Bedoya, como los otros miembros de la comisión directiva, no se movieron de Buenos Aires. El capitán José Toribio Iturburu se preparaba todavía en esta ciudad a mediados de agosto, juntamente con los alféreces Tomás Recalde, Miguel Guanes y Ezequiel Recalde, no citados por Héctor F. Decoud.

Una vez en la provincia de Corrientes, Fernando Iturburu buscó contacto con la división paraguaya que operaba en ese sector del terri­torio argentino, en cumplimiento de las cláusulas de sus instrucciones. Dirigió tres cartas al general Wenceslao Robles, jefe de dichas fuerzas, invitándolo a rebelarse contra el gobierno de la República, e ir a incorporarse a los aliados, ¡y venir luego a libertad a la patria! Y otras tres escribió al coronel José María Aguiar, a cuyo mando estaba la Caballería.

Robles no sólo recibió las incitaciones del jefe de la "Legión" sino que se permitió contestar a la primera, amenazando fusilar al portador de una nueva carta, de todo lo cual dio cuenta a López. Al remitir la tercera a éste, por intermedio del capitán Valiente, el mariscal le obser­vó, días después, si por qué no la había contestado de antemano, cons­tándole la ofensa inferida en esa correspondencia a la dignidad del gobierno y a la de la persona a quien venía destinada. 14

Hubiese o no tenido influencia sobre las decisiones del general Robles las comunicaciones de Iturburu, ellas fueron una de las causas de su desgracia. Entre los cargos formulados contra él, en la sentencia que ordenó su fusilamiento en Paso de Patria, figuraba haber aceptado la correspondencia de un traidor que, desde las filas enemigas, le hacía proposi­ciones de traición para volver contra su propia Patria las armas que para su defensa había confiado a la División a su mando, sin que rechazara abierta y enérgicamente tan infame propuesta, como cuadraba a su honor y elevada jerar­quía, para no equivocar la confianza de sus subordinados, y alentar la esperanza del enemigo, como en el caso ha sucedido."

El 5 de mayo de 1865, partía de la ribera del arroyo Pindá Po-í una fuerte columna de fuerzas paraguayas, bajo las órdenes del teniente coronel Antonio de la Cruz Estigarribia, que invadióel Estado de Río Grande del Sud, siguiendo la línea del Uruguay para operar en combinación con las fuerzas del general Robles en la frontera oriental.

Estigarribia llegó hasta Uruguayana, donde acampó, contrarian­do sus instrucciones. Allí fue sitiado por los aliados.

Los jefes de la "Legión Paraguaya" aprovecharon esta ocasión para llevar adelante su labor de penetración y neutralizar la acción del ejer­cito de López.

Juan Francisco Decoud, al referirse a este asunto, frente al reducto asediado, decía el 16 de setiembre: Desde que pasé a esta parte del Brasil hice diligencias por hablar con Estigarribia, escribiéndole al efecto cartas que se habrán publicado en los periódicos. En efecto, conseguí tener una entrevista con él y le hablé con tan buena ocasión del Estado del Paraguay, de su segura perdición y de mil otras cosas. En la conferencia, a más de los nombrados, participaron Jaime Sosa, Benigno Ferreira y José Segundo Decoud, por el lado de la "Legión", y los hermanos Salvañac y Zipitria, ciudadanos paraguayos, y Candia, por el otro. Según uno de los asistentes, la entre­vista produjo los resultados deseados, influyendo sobre el espíritu de Estigarribia para capitular. 16

El comandante Decoud completaba así su información: ... según los preparativos, mañana o pasado se estrechará el sitio para abrir camino por medio del cañón, no obstante hace tres días que el presidente Mitre ha recibido una nota de Estigarribia en la que le pide que reforme las proposiciones de la capitulación: la respuesta que se le va a dar creo que es atacar la plaza y dejarse de modificaciones que demasiado buenas son las proposiciones que se le hace.

También el coronel Iturburu, por su parte, se entrevistó, por dos veces, con el comandante paraguayo. La última ocurrió en las primeras horas del día de la rendición, en cuya oportunidad Estigarribia manifes­tó que se iba a entregar al ejército aliado, confiado en los consejos del jefe de la "Legión". El sacerdote Blas Ignacio Duarte, presente en la conver­sación, pidió que se le perdonase la vida. Iturburu se lo prometió a nombre del general Mitre y le agregó que ellos no mataban a nadie.

En la tarde del 18 de setiembre de 1865, el comandante Estigarribia, sin medios para resistir o romper el asedio, capituló con todas sus fuer­zas, entregando su espada al Ministro de Guerra del Brasil. Las tropas cabizbajas, dice el coronel Centurión, desfilaron por entre el ejército enemigo y delante de los jefes de Estado de los tres países aliados.

Al día siguiente, Iturburu informaba al presidente de la "Asocia­ción Paraguaya": Ayer nos hemos presentado a este pueblo, y a la vista de nuestro ejército la guarnición paraguaya se rindió sin pelear; cuyo aconteci­miento es un golpe mortal para  el tirano de nuestra patria. Para este resultado no dudo que ha contribuido mucho mi entrevista con el comandante Estigarribia, pues ayer temprano volví a acercarme a la plaza y hablé segunda vez con él y me dijo que  hacía cuatro días que me había escrito llamándome para entregarse como yo se lo había aconsejado en mi primera entrevista.

La misma tarde del 18, Iturburu había pasado a felicitar al presi­dente Mitre, por el triunfo alcanzado sin combatir.

Los dos jefes de la "Legión" se atribuyeron el mérito de haber influido para el desenlace de Uruguayana. Es posible que así hubiese sido, pues ellos actuaron como intermediarios entre los sitiados y los aliados, y se valieron de esta manera para transmitir a los primeros la desconfianza, el odio a López y el engaño de que la guerra no era contra el Paraguay, sino contra su gobierno. Pero, sin duda, Estigarribia se rindió, más que por otros motivos, agobiado por sus propios errores y el poder del enemigo, y vencido por el hambre y por la muerte.

Iturburu, atento a las recomendaciones de sus instrucciones, no paró en su intento de llevar el desconcierto en el ejército paraguayo y minar su moral, acaso estimulado, además, por el desastre de Uruguayana.

En febrero de 1866, desde la provincia de Corrientes y próximo ya a la frontera, despachó a tres individuos, bien armados y provistos de dinero hacia el interior del Paraguay. Los comisionados eran portadores de sesenta y ocho cartas y trescientos ejemplares de una proclama, escri­ta por el mismo Iturburu, que debían distribuir en el ejército y el pueblo. La misión consistía en sembrar en el país el miedo a la alianza... así como confianza hacia ella... la alarma por todas partes al mismo tiempo que la deto­nación de los cañones de la alianza se haga sentir en los puntos de la costa. Tenían también el encargo de cortar en varias partes el hilo telegráfico, en el trayecto de Pilar a Asunción.

Estos agentes llegaron hasta el centro de la República, a estar por las noticias dadas en abril por el capitán Romero, caído prisionero al atacar una posición brasileña. El Semanario, periódico editado en Asunción, se ocupó de ellos como de traidores enviados por otros traidores.

Uno de estos enviados, de apellido Ruiz, cayó posteriormente pri­sionero, siendo sometido a riguroso proceso. A este respecto, refiere el coronel Centurión: Ruiz, entre otras cosas, confesó que una ocasión había sido comisionado por los aliados al interior del país, a objeto de desparramar por la campaña una proclama incendiaria firmada por los cons­picuos de la Legión Paraguaya, conjurando al pueblo que se sublevara contra el Gobierno del Mariscal López. Que sin ningún tropiezo ni difi­cultad cumplió su comisión, llegando hasta Limpio, lugar de su nacimiento, y que por todo el trayecto que recorría, de noche más que de día, iba echando las proclamas impresas que llevaba. 17

Desde el momento en que se hizo pública la misión confiada a estos hombres de corazón, ella estaba destinada al fracaso. El ejército pa­raguayo fortaleció su espíritu en la lucha y antes que ceder a la alianza, la resistió con inquebrantable energía y heroísmo, su recio temple no se doblegó ante el poder del enemigo, ni ante las penurias, las derrotas y la muerte.

 

 

V

 DESACUERDOS

 

Iniciada la campaña, la formación de la "Legión Paraguaya", tal como lo desearon sus inspiradores y lo autorizó el gobierno argentino, tropezó con dificultades derivadas de la desinteligencia habida entre sus jefes.

Tan pronto como Juan Francisco Decoud llegó al frente de opera­ciones, surgieron las dificultades entre él y Fernando Iturburu, diferen­cias que provocaron una profunda escisión entre ambos, llegando, pos­teriormente, a separarse de la "Legión" y de la "Asociación Paraguaya", el primero de los nombrados.

En nota a Díaz de Bedoya, fechada en Paso de Giles, el 28 de junio de 1865, el citado coronel Iturburu informaba que el comandante Decoud se había negado a prestarle obediencia y que había reprobado, en térmi­nos muy ofensivos, los grados otorgados a Carlos Loizaga, Federico Alonso, C. Evaristo Machain y Segundo Decoud. Luego agregaba: Traté con toda moderación de disuadirlo y advertirle su error haciéndole ver que su deber era distinto y que nada le exoneraba de la obediencia a sus superiores y mucho menos a la ordenanza militar, pero nada ha servido todo esto, se ha mostrado contrario a estas ideas y ha resuelto volverse después de haber dado este escándalo ante los oficiales y asistente, sembrando con esto la insubordinación entre sus subalter­nos, con la misma insidia que lo hubiese hecho un emisario de López.

La directiva de la "Asociación Paraguaya" recibió la nota anterior y oyó sobre el particular al comandante Decoud. Después de tres sesio­nes y madura reflexión, resolvió entregar al primero y segundo jefes de la "Legión" las instrucciones del caso. Por ellas se les recomendaba que se pusieran siempre de acuerdo, en todo lo concerniente al servicio, a fin de no quebrantar la buena armonía e inteligencia entre ambos. Si sobre­viniese alguna divergencia, debían dar cuenta a la comisión directiva para que esta resolviese lo conveniente, pudiendo, en caso de urgente necesidad, prevalecer la opinión del primer jefe, bajo su exclusiva res­ponsabilidad. Este no estaba autorizado a conferir grados sino hasta el de teniente, debiendo consultar previamente a la comisión directiva cuando hubiese de conceder mayores jerarquías.

La copia destinada a Iturburu se remitió con una nota, en la cual el presidente Díaz de Bedoya insistía diciendo que la mejor instrucción... es recomendar a Ud. como se ha hecho con el otro, de que se hagan todos los esfuerzos posibles para conservar la paz, uniformar los sentimientos y miras de que estamos inspirados, y llevar a la patria la fraternidad más armoniosa que se pueda desear, y que sirva de modelación a nuestros compatriotas, para los altos fines que nos proponemos.

La calma y la cordura no primaron, sin embargo, en los ánimos de los jefes de la ''Legión", cada vez más exaltados hasta llegar a una abso­luta incompatibilidad, que tuvo por consecuencia el retiro definitivo del comandante Decoud.

En julio, los paraguayos se hallaban agregados al ejército argenti­no sin formar cuerpo. El 4 de agosto, Iturburu comunicaba que la 'Le­gión' podía constituirse de un momento a otro y el 29 de setiembre, desde Uruguayana, hacía saber que la formación de La Legión Paraguaya ha encontrado una fuerte oposición en casi todos los Jefes del ejército, sin embargo, hoy lo creo un hecho consumado por cuanto a más del permito que tenemos del gob. Argentino para  su formación, ayer al ir a felicitar al presidente Mitre por el triunfo obtenido sin pelear, le hice presente que creyendo oportuno el momento de realizar la formación de la Legión, le pedía se llevase a efecto lo más pronto posible y me contestó q. sí q. se formaría pronto. Dos días después, el man­datario argentino repitió su promesa y la ratificó el 26 del mismo mes.

La decisión prometida, sin embargo, no se producía. El general Mitre nada resolvió.

El 28 de setiembre, Iturburu informaba nuevamente: Hoy he sabido q. han dado de alta en varios cuerpos 795 de los prisioneros paraguayos y aun nada se resuelve sobre la Legión. Esto me ha desconsolado mucho, tanto más q. hablando esta mañana con un jefe, éste me dijo q. creía muy difícil la realiza­ción de la Legión por q. se sabía q. entre nosotros había desunión.

Desconsolador cuadro, en realidad. Por un lado, los paraguayos desterrados pugnaban por formar una "Legión' para combatir contra el tirano, y, por otro, los paraguayos prisioneros, obligados a luchar con­tra la patria, incorporados por la fuerza a los ejércitos de la alianza. Así comenzaba la liberación proclamada por los firmantes del pacto tripartito.

Iturburu aprovechó esta oportunidad para atacar a Juan Francisco Decoud, "hombre pretencioso y sin aptitudes, que con sus hijos y Federico Alonso, no hacía otra cosa sino desacreditarle con intrigas, haciéndole aparecer como un perverso y ambicioso, que solo trabajaba para ser presidente del Para­guay. Ya estoy muy cansado -agregaba- de soportar tanta impropiedad, así pues no será extraño un rompimiento escandaloso, si antes la comisión no torna alguna resolución". Un completo descrédito rodeaba a dichos miembros de la "Asociación" y en particular al nombrado Decoud, q. está sirviendo de diver­sión y escándalo."

La nota terminaba así: Dentro de muy pocos días se resolverá la duda de si se forma o no la Legión, lo q. en el acto comunicaré a U. mas en el caso de q, no se forme.

El escándalo era público en el ejército y el rompimiento no se hizo esperar. Estas rencillas, movidas por un afán de predominio personal, venían dificultando, como es fácil comprender, la formación de la "Le­gión".

Por su parte, el comandante Decoud no quedó atrás en los cargos contra Iturburu, a quien trató en los términos más duros. Desde el sitio de Uruguayana escribió reservadamente a Díaz de Bedoya y Pedro Nolasco Decoud, informándoles de sus relaciones con el primer jefe: El miserable Iturburu -les decía- no observó las instrucciones del 19 de julio ni procedió con buena  fe, sembró intrigas y trató despóticamente a los oficiales Ferreira, Sosa, Acosta y hermanos Decoud. Este hombre-proseguía- ha obra­do y sigue obrando arbitrariamente, sin consultar ni pedir aprobación a nadie, formando planes malignos bajo la inmediata dirección y consejos del déspota intrigante coronel Báez, cuya presencia en la Legión, de que no forma absoluta­mente parte, es la causa de muchos males funestos y de mil cuentos y chismes, digno de estos dos ambiciosos tiranos cuyo objeto, les aseguro mis queridos amigos, es usurparse los supremos poderes de la infeliz patria Paraguaya, y sumirla de nuevo en férrea y dura tiranía...Es un hombre que va acarrear quizás nuevos males al Paraguay por su ambición grosera y su despotismo férreo que hoy mismo lo muestra claramente, hoy que carece de poder. Este pobre infeliz se esté labrando su propia infelicidad.

Las relaciones no mejoraron, antes bien, fueron enturbiándose cada día más. El "rompimiento escandaloso" no se pudo evitar. El primero de octubre, Decoud solicitó del general Mitre su baja de la "Legión" y ofreció, al mismo tiempo, sus servicios al ejército argentino. Así partici­pó en la fecha indicada, al presidente de la "Asociación Paraguaya". Su opinión respecto al cuerpo a organizarse la sintetizó en estos términos: Considero que en las presentes circunstancias y divididos como estamos, sería funestísimo para el porvenir del Paraguay la formación de una Legión encabe­zada por un hombre que le falta tino, inepto, y sin habilidad para captarse la simpatía de los pocos paraguayos que le rodean.

No sólo se separó de la Legión viciosa, sino que también renunció a su calidad de miembro de la "Asociación Paraguaya". Estaba resuelto a no tolerar ciertos hechos que consideraba funestos para la patria. Yo, por mi parte -afirmaba-, tendré siempre la satisfacción de no haber contribuido a robustecer los esfuerzos de hombre muy perjudiciales que desde ahora me pre­paro a combatirlos de la manera más enérgica.

El presidente Mitre dio curso a la solicitud de Decoud y ordenó su traslado al cuartel general, donde éste continuó prestando su coopera­ción -según decía-, para conseguir la libertad de nuestra patria. El 4 de octubre de 1865, en consecuencia, fue dado de baja de la "Legión Paraguaya".

Su actitud tuvo una profunda repercusión entre los compatriotas en campaña y los residentes en Buenos Aires. También el 1° de octubre, desde Paso de los Libres, Benigno Ferreira, Jaime Sosa, Juan José Decoud, Fernando Acosta y José Segundo Decoud elevaron, conjuntamente, a la comisión directiva, sus renuncias de la "Asociación Paraguaya" y de la "Legión Paraguaya", concretando así sus fundamentos: La Legión Para­guaya no puede ni podrá formarse por la ineptitud del primer jefe; si se llegase a constituir sería con imperfecciones y ocasionará muchos males; no estaban de acuerdo con los actos de Fernando Iturburu, cuya conducta falseaba los propósitos tenidos en cuenta al otorgársele el grado de coronel; y por su públi­ca hostilidad contra los renunciantes.

Casi simultáneamente, el 2 de octubre, en Buenos Aires, Gregorio Machain presentaba también su renuncia indeclinable de miembro de la comisión directiva, así como de la "Asociación Paraguaya", por la inocuidad de esta entidad y la desunión de los jefes y oficiales de la "Legión". Dos días después, Pedro Nolasco Decoud asumía idéntica actitud, por análogas razones.

Estando el ejército aliado en el Paso de Miriñay, el coronel Iturburu comunicó que había dado de baja de la "Legión Paraguaya" a los si­guientes oficiales, separados de ella por orden superior: capitán Federi­co Alonso, teniente segundo José Segundo Decoud, subtenientes Juan José Decoud, Jaime Sosa, Benigno Ferreira y Fernando Acosta, a quienes se les ha acordado su retiro que ellos han solicitado sin saber lo que hacían, influenciados por el ambicioso y díscolo Dn. Juan Francisco Decoud. Los nombrados pasaron a servir en el ejército argentino.

Por su parte, la "Asociación Paraguaya" aceptó la separación de los renunciantes, con la sola manifestación de haber sido ella sensible a la comisión.

Terminaba de esta suerte la divergencia surgida, apenas iniciada la campaña, entre los jefes de la "Legión', con el triunfo del coronel Iturburu. La solución, sin embargo, dejó como saldo una profunda grieta entre los emigrados, cuyas consecuencias se hicieron sentir no sólo durante la guerra, sino también después de la contienda, al diseñarse las corrientes que pugnaban por predominar en el ambiente político nacional.

Iturburu, en su carácter de jefe de la "Legión", tampoco se mostró muy dispuesto a acatar las órdenes del comité de Buenos Aires. Cuando éste le llamó a dar cuenta de los inconvenientes en el frente de operacio­nes, se negó a cumplir el pedido, alegando que no podía separarse del ejército sin consentimiento del comandante de las fuerzas aliadas. En esa oportunidad manifestó claramente que, como ciudadano paragua­yo, respetaba las decisiones de la "Asociación Paraguaya", pero que como soldado en comisión, obedecía, ante todo, las órdenes del general Mitre, su inmediato superior.

La declaración significaba un verdadero alzamiento contra la "Aso­ciación", cuya autoridad quedaba así disminuida por quien, precisa­mente, estaba obligado a respetarla y fortalecerla. Si Iturburu ostentaba el título de jefe de la "Legión" con el grado de coronel, era porque éste le había sido conferido por la "Asociación Paraguaya", siquiera fuese después homologado por el gobierno del general Mitre. Semejante ac­titud le hacia exclamar a Manuel Pedro de Peña, en carta a Díaz de Bedoya: ¿Qué le parece, amigo? Buena va la Danza.

En la primera quincena de octubre, el coronel Iturburu contaba con 144 hombres, distribuidos en una compañía de Infantería y un es­cuadrón de Caballería. Un mes después se organizaba otra unidad, habiendo ascendido el efectivo a 152, en la esperanza de haber realizado el pensamiento de formar una legión respetable.

El 15 de marzo de 1866, desde Ensenada, decía en carta particular a Díaz de Bedoya: La legión marcha perfectamente. Y bien se compone hoy de 225 hombres formados en un pequeño escudaon  de caballería y una compañía de infantería armados con sus respectivas armas que he obtenido se les de a fuerza de pedir e importunar.

La tropa, compuesta de prisioneros, mostraba un excelente espíri­tu, con las ventajas alcanzadas bajo el dominio de la ley y no del poder arbitrario del Paraguay. Los legionarios se decidían, en consecuencia, por el partido de los principios, ocupándose en ejercicios doctrinarios, cuando no estaban de servicio en el parque. La reputación también había mejo­rado. Desde el comandante hasta el último soldado gozaban de la con­sideración del general en jefe y de todo el ejército aliado, por los servi­cios que habían prestado y continuaban prestando, a la Santa causa que defendían. Así informó Iturburu.

La humildad no es la vanidad -agregaba con satisfacción-, por tanto ella no excluye el orgullo y de mi pa. U. y en el seno de la amistad le digo q. me encuentro orgulloso encontrarme un soldado de la Legión y de haber contribui­do con tal en q. ella haya llegado a obtener el grado de aprecio en q. hoy se encuentran.

No puede ponerse en duda la sinceridad del coronel Iturburu, al sentirse orgulloso de figurar como soldado de la "Legión', pero no atribuimos igual significado a sus palabras respecto del crédito y la confianza dispensados a su unidad.

A más de un año de haber comenzado la guerra, apenas pudo completarse un cuerpo de 225 hombres, contando con los prisioneros, lo que estaba muy lejos de la promesa de levantar 2.000 ciudadanos, formulada al Brasil y a la Argentina en diciembre de 1864. La diferencia entre lo prometido y la realidad no habría escapado a la consideración de los aliados. El tiempo no favoreció a quienes se presentaron como los hombres más conocidos y prestigiosos del Paraguay.

Por otro lado, si grande era el crédito que gozaba la ''Legión" en el ejército, ¿cómo se explica que ella se armó a fuerza de pedir e importunar? La rendición de Estigarribia estimuló el entusiasmo de los legiona­rios y de sus aliados. En su ingenuidad creyeron que también en lo sucesivo sería igual, que los paraguayos se irían entregando sin comba­tir. Al iniciarse el paso del río Uruguay; luego de aquel desastre, el jefe de la "Legión'' anunciaba que muy pronto marcharía a buscar el ejército del tirano López, el que se rendiría sin pelear como en Uruguayana. Diecisiete días después hizo idénticas manifestaciones al cruzar el Miriñay.

No ocurrió, sin embargo, así. Ya en la provincia de Corrientes com­prendieron que los soldados paraguayos se batían con singular denue­do y heroísmo y que, antes de rendirse al enemigo, preferían morir en la contienda. La batalla de Corrales, victoria de las más resonantes de nuestro ejército, mostró con elocuencia que la campaña sería dura y sangrienta. La liberación costaría inmensos sacrificios, desvaneciéndo­se la ilusión del paseo de tres meses a Asunción.

El coronel Iturburu, acampado en Paso de la Patria, cuatro días antes de la invasión de las tropas aliadas, el 16 de abril de 1866, escribió a su amigo Díaz de Bedoya refiriéndole los resultados de un combate librado en una isla ocupada por los brasileños, en el cual los atacantes dejaron, tras intensa lucha, 644 cadáveres.

Se trataba de la batalla del banco Purutué, situado en el río Paraná, frente a Itapirú, donde los brasileños tenían acampados 2.000 hombres, fuertemente atrincherados y con una batería de tres cañones, con la cual bombardeaban el reducto paraguayo de la costa.

El 10 de abril a la madrugada, por orden del mariscal López, la posición enemiga fue atacada por tres columnas de 420 hombres cada una, bajo el mando del teniente coronel José Díaz. Los paraguayos se batieron con arrojo, valor y resolución, y los brasileños defendieron su posi­ción con bravura, dice el coronel Centurión.El choque fue terrible. Las pérdidas fueron grandes para ambos contendientes. Los paraguayos, al retirarse, sólo pudieron arribar 300 a Itapirú, quedando los restantes muertos, heridos a prisioneros. Las bajas del enemigo alcanzaron las mismas proporciones. A ellas se refirió el coronel Iturburu. Si bien en la acción cayó prisionero el teniente Romero, uno de los jefes de las divi­siones atacantes, quien hizo las revelaciones mencionadas por el jefe de la "Legión" en el capítulo anterior. También perdió su vida, ese día, el coronel brasileño Cabrita y otros jefes y oficiales. Cabrita había sido instructor del ejército paraguayo durante el gobierno de Carlos Antonio López.l8

La guerra había tomado caracteres inusitados, tanto por su prolon­gación como por la férrea resistencia del Paraguay a las fuerzas enemi­gas y por la crudeza de la lucha. Nada más significativo que las palabras de Iturburu a este respecto: En vista de la resistencia de los paraguayos - decía en el último párrafo de su aludida carta a Díaz de Bedoya-, y de la furia con que pelean y se hacen matar todos, creo que la caída de López va costar mucha sangre y q. nuestro pasaje será terrible en desastres.

La bravura de sus compatriotas al servicio del tirano, le hizo cam­biar de opinión. Los días felices de Uruguayana fueron quedando en el olvido, ante la decepcionante realidad. La guerra continuaba implaca­ble. El mariscal López, al frente de su ejército, se defendía con energía; su caída, indudablemente, iba a costar mucha sangre.

El jefe de la "Legión'', con una visión más exacta de las cosas, no esperaba ya un futuro risueño; su moral había decaído con las acciones libradas en la provincia de Corrientes y era de esperar que, una vez en territorio paraguayo, las operaciones se desarrollarían con mayor inten­sidad. Y tal como lo había previsto, el pasaje se produjo y la campaña prosiguió terrible en desastres.

El 16 de abril de 1866, el ejército aliado inició la invasión al Para­guay, encontrando, desde un comienzo, firme resistencia. El mariscal López estaba decidido a defender palmo a palmo, el suelo patrio. Las batallas se sucedían en forma cruel y encarnizada. El fin de la guerra no se vislumbraba y la liberación iba convirtiéndose en una guerra de ex­terminio.

 

VI

EL PARAGUAY DESTRUIDO

 

No sólo al coronel Iturburu preocupó la marcha de los aconteci­mientos, sino también a otros miembros de la "Asociación Paraguaya". En carta del 7 de julio de 1866, fechada en Corrientes, decía Serapio Machain a su muy estimado amigo Díaz de Bedoya: Respecto a la Legión Paraguaya me dice U. q. es el partido más prudente y acertado q. puede tomarse. ¿Pero hasta cuando tendremos que esperar? Nos parecía antes que, cuando los aliados pasasen el territorio paraguayo sabríamos lo que la Legión Paraguaya haría: mas pasó y aún esperamos y esperamos.

La "Legión" no había tenido el eco ni la gravitación esperada. En plena época de las grandes acciones no sabían qué hacer con ella y consideraron más prudente esperar. Y esperaron y esperaron. Mientras tanto la lucha continuaba.

Todo va dándonos resultados que no habíamos previsto, ni pensado - proseguía Machain-. Y por último, ¿cómo vamos a hallar ntro. país? Si la guerra se hace más larga, ciertamente que el Paraguay se verá más que destruido y nosotros nos llevaremos el chasco más grande.

La verdad es que los emigrados, al fundar la "Asociación Paragua­ya", no pensaron ni creyeron en la posibilidad de una guerra prolonga­da. Derrocar al tirano les pareció tarea fácil con la ayuda de las potencias aliadas. La resistencia del Paraguay no estaba prevista, como lo prueba el caso de Serapio Machain; no deseaban el aniquilamiento de la nación, sino la caída de López. De ahí su preocupación ante el desarrollo de los acontecimientos. La guerra, que llevaba ya más de un año de duración, no daba señales de terminar y su consecuencia inevitable sería la des­trucción del Paraguay. Pero en este caso, ¿de qué valdría haber derriba­do al tirano?

El nuevo régimen surgiría sobre las ruinas de la patria. Esto era lo que hacía expresar al aludido Machain, en un arranque de sinceridad: Nos llevaremos el chasco más grande.

Y la guerra continuó implacable, por tres años y ocho meses más. ¿Cómo se cumplieron los altos fines de la "Asociación Paraguaya? Sobre las cenizas de la patria, pues al morir el mariscal López, en las riberas del Aquidabán, el Paraguay, desde el Paraná hasta Cerro Corá, sufría, como precio de su supuesta liberación, el paso espantoso de la desolación, la ruina y la muerte. Al vigor de la estirpe se debió después el milagro del resurgimiento. La mujer paraguaya, que desde los días iniciales de la conquista, forjó en su entraña la nacionalidad, reconstruyó el Paraguay destruido hasta los cimientos, durante la pavorosa guerra de la Triple Alianza.

 

MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN Y LEGIÓN PARAGUAYA

 

CARLOS LOIZAGA.

Presidente de las asambleas de la

"Asociación Paraguaya", sargento mayor en la "Legión" y,

posteriormente, miembro del Triunvirato en 1869

 

JOSÉ DÍAZ DE BEDOYA.

Presidente de la Comisión Directiva de la "Asociación Paraguaya" y,

posteriormente, miembro del Triunvirato en 1869

 

FERNANDO ITURBURU.

Comandante de la "Legión Paraguaya„ con el grado de coronel

 

LUCIANO RECALDE.

Miembro de la Comisión Directiva de la "Asociación Paraguaya"

 

TENIENTE CORONEL JOSÉ DE LA CRUZ ESTIGARRIBIA.

Comandante de las fuerzas paraguayas en operaciones sobre el Uruguay

 

JUAN FRANCISCO DECOUD.

Segundo comandante de la "Legión Paraguaya" con el grado de teniente coronel

 

SALVADOR JOVELLANOS.

Miembro de la "Asociación Paraguaya" y,

posteriormente, vicepresidente de la República en ejercicio del Poder Ejecutivo

 

CAPITÁN FEDERICO ALONSO.

De la "Legión" y, posteriormente, cónsul paraguayo en Buenos Aires

 

CORONEL FEDERICO GUILLERMO BÁEZ.

De la "Legión".

 

ALFÉREZ JOSÉ SEGUNDO DECOUD.

Miembro de la "Asociación" y "Legión Paraguaya",

posteriormente convencional, senador

y ministro de Relaciones Exteriores y Justicia, Culto e Instrucción Pública

 

ALFÉREZ JUAN JOSÉ DECOUD. Miembro de la "Asociación"

y "Legión Paraguaya", posteriormente convencional

y uno de los redactores de la Constitución de 1870

 

ALFÉREZ BENIGNO FERREIRA.

Miembro de la "Asociación" y "Legión Paraguaya",

luego general, ministro del Interior y de Guerra y Marina y presidente de la República

 

ALFÉREZ BENIGNO FERREIRA.

Miembro de la "Asociación" y "Legión Paraguaya",

luego general, ministro del Interior y de Guerra y Marina y presidente de la República

 

 

ALFÉREZ JAIME SOSA.

Miembro de la "Asociación" y "Legión Paraguaya",

posteriormente convencional y ministro ante la Corte de San Cristóbal

 

 

 

 

HIMNO DE GUERRA ESCRITO POR EL CIUDADANO ARGENTINO

AMANCIO ALCORTA

Y DEDICADO POR SU AUTOR A LA "ASOCIACIÓN PARAGUAYA"

(Obs.: Es copia textual del original)

 

HIMNO DE LA CRUZADA LIBERTADORA PARAGUAYA

 

Coro

 

Al combate, al combate volemos

que nos llama la patria oprimida,

nadie niegue á la patria su vida,

nadie tema cobarde el morir.

 

El cobarde opresor de la patria

su manchada bandera levanta,

y ocultando en los bosques su planta

nos provoca sangriento á la lid.

De muralla nos sirvan los pechos

y en el brazo robusto la lanza

a sus filas llevando venganza

enseñemos su audacia á cumplir.

 

Coro

Al combate, al combate...

 

Ya el soldado del déspota oscuro

por la cumbre se mira crusando

con sus gritos salvages llevando

destrucción por do quiera y maldad;

mas las libres legiones de brabos

nunca el miedo en sus pechos sintieron,

que de Dios su valor recibieron

y sabrán su cervis doblegar.

 

Coro 

Al combate, al combate...

 

¿No escucháis temerario á lo lejos

recorrer en el viento la espera

de los padres la voz lastimera,

de los hijos el fiero sufrir?

¿No sentis la oproviosa cadena

que en la cárcel arrastra inocente

el que osado atrevió noblemente

libertad por su patria á pedir?

 

Coro

Al combate, al combate...

 

No de Francia ese déspota inicuo

nuestra patria verá la tortura

ni de López jamás raza impura

su gobierno á tener volverá;

Por que libres sus hijos del yugo

que traidor les impone el tormento

para echar sus cenisas al viento

el espacio pequeño será.

 

Coro

Al combate, al combate...

 

No haya paz, no haya tregua posible

ni el perdón reclame impaciente

que las gotas de sangre inocente

vengadoras de sangre serán

y el oprovio recaiga terrible

al que pérfido adule al tirano,

y le aclame opresor soberano

con baldon de su patria inmortal.

 

Coro 

Al combate, al combate...

 

El amor de la patria sublime

sostendrá nuestro brazo constante,

y el perdón de los libres triunfante

brillará sobre el cierbo treptil;

y de América unida en la historia

mostrará el Paraguay los pendones,

que supieron sus bravas legiones

alcanzar al tirano servil.

 

Coro

Al combate, al combate volemos

que nos llama la patria oprimida

nadie niegue á la patria su vida,

nadie tema cobarde el morir.

 

 

Fuente: LA ASOCIACIÓN PARAGUAYA EN LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA. Por JUAN BAUTISTA GILL AGUINAGA. Prólogo de R. ANTONIO RAMOS. Editorial SERVILIBRO. Telefax: (595 21) 444-770. Asunción, Paraguay, noviembre de 2011 (277 páginas)

 




 

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