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GÉNERO : ENSAYOS DE ESCRITORES PARAGUAYOS

  OBRAS COMPLETAS – VOLUMEN I - HISTORIA CULTURAL (Obras de JOSEFINA PLÁ)

OBRAS COMPLETAS – VOLUMEN I - HISTORIA CULTURAL (Obras de JOSEFINA PLÁ)

 OBRAS COMPLETAS - VOLUMEN I

HISTORIA CULTURAL

LA CULTURA PARAGUAYA Y EL LIBRO

Por JOSEFINA PLÁ

© ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana) - RP ediciones

Eduardo Víctor Haedo 427. Asunción - Paraguay

Edición al cuidado de: Miguel A. Fernández y Juan Francisco Sánchez

Composición y armado: Aguilar y Céspedes Asociación

Tirada: 750 ejemplares

Hecho el depósito que marca la ley

 

ÍNDICE (Edición digital en la BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY, no está activo en Set. 2012)

 

FOTOGRAFÍAS

–LA AUTORA (32 KB.)

–LA AUTORA CON S.M. EL REY Y LA REINA DE ESPAÑA (45 Kb.)

 

LA CULTURA PARAGUAYA Y EL LIBRO (968 Kb.)

LITERATURA PARAGUAYA EN EL SIGLO XX (117 Kb.)

APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA CULTURA (284 Kb.)

ARTE ACTUAL EN EL PARAGUAY (114 Kb.)

 

CUATRO SIGLOS DE TEATRO EN EL PARAGUAY

 

EL TEATRO EN EL PERIODO COLONIAL (1544-1811)  (87 Kb.)

PERIODO INDEPENDIENTE (DE 1811 A 1870).   (202 Kb.)

PERIODO INDEPENDIENTE (DE 1870 A 1900).   (341 Kb.)

TEATRO NACIONAL (HOY MUNICIPAL)   (150 Kb.)

BIBLIOGRAFÍA.                                                                  

EDICIONES ANTERIORES

LISTADO DE OBRAS DE JOSEFINA PLA

 

 

CONTENIDO DEL LIBRO

 

 

LA CULTURA PARAGUAYA Y EL LIBRO

 

PRIMERA PARTE

 

PRESENTACIÓN

PRÓLOGO

CAPITULO PRELIMINAR

a) El libro y las leyes coloniales.

b) El ambiente colonial.

CAPITULO I. Los libros en la época heroica (1537-1600).

CAPITULO II. El libro en la colonia de 1600 a 1767.

CAPITULO III. La imprenta misionera.

APÉNDICE. Bibliografía Misionera.

CAPITULO IV. Las bibliotecas de las órdenes religiosas el libro en las misiones jesuíticas. Las bibliotecas misioneras.

APÉNDICE I. Catálogo de los libros del Antiguo Convento de Villarrica.

APÉNDICE II. Lista de libros existentes en 1850 en la iglesia de la Reducción de San Francisco de Aguaray.

APÉNDICE III. Biblioteca del Obispo Pedro García de Panes, fallecido el 18-X-1838.

CAPITULO IV. El libro en la colonia luego de la expulsión de los jesuitas y hasta la independencia (1767-1811).

APÉNDICE V. Bibliotecas de la segunda mitad del siglo XVIII; (Se dan como tales algunas que aparecen ya en el siglo XIX; pero que evidentemente fueron formadas dentro del siglo XVIII)

 

SEGUNDA PARTE

 

CAPITULO I. El libro desde 1811. La junta gubernativa (1811 - 1814) y el Supremo (1814 - 1840)

CAPITULO II. La biblioteca de Francia.

APÉNDICE I. Catálogo de la Biblioteca del Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia (1840).

APÉNDICE II. Catálogo de la Biblioteca de Francia, tal cual aparece en el inventario de los bienes de Patiño, realizado a raíz del suicidio de éste, en 1841.

APÉNDICE III. Libros que Francia conservaba en su residencia de verano, ubicada en el edificio del cuartel del hospital.

APÉNDICE IV. Bibliotecas laicas, privadas, de la época; profesionales o no.

a) Libros del español europeo Dr. José García Oliveros.

b) Lista de los libros del reo Manuel Benítez, constantes en diversos inventarios de las pertenencias del Estado, según la da un inventario de 1827.

c) Biblioteca de Alejandro García.

d) Libros de la biblioteca del Pbro. Bernardo Antonio Franco de Quyquyo, difunto en 1833.

 

TERCERA PARTE

 

CAPITULO I. La nueva política cultural y el libro.

CAPITULO II. La imprenta nacional

APENDICE. Lista provisional de la obra editora de los López. (1841 - 1870. Por orden alfabético).

CAPITULO III. El comercio de libros y las bibliotecas.

APENDICE I. Biblioteca de Mr. William Keld Whytehead, adquirida por el estado paraguayo a su muerte.

APENDICE II. Biblioteca del Padre Fidel Maíz. Lista tomada con ocasión de su proceso en 1863.

APENDICE III. Catálogo de libros de la biblioteca del Presbítero José del Carmen Moreno, realizado en ocasión de su proceso juntamente con el Padre Maíz (febrero de 1963).

APENDICE IV. Lista de obras de medicina compradas por orden del Dr. Stewart (19 diciembre 1863).

APENDICE V. Libros introducidos por Arturo Capdevila por cuenta de Lastarria, con fecha 4-XII-63

APENDICE VI. El comerciante argentino Arturo Capdevila desembarca en el Igurey procedente de Montevideo y por cuenta de Lastarria los siguientes libros, en 1º de setiembre de 1863.

BIBLIOGRAFÍA.

 

 

 

 

LITERATURA PARAGUAYA EN EL SIGLO XX

 

INTRODUCCIÓN //  LA POESÍA //  LA NARRATIVA // EL TEATRO// RESUMEN

 

 

APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA CULTURA PARAGUAYA

 

I– EL GOBIERNO DE DON CARLOS

II– EL GOBIERNO DE FRANCISCO SOLANO LÓPEZ. LA GUERRA GRANDE.

III. LA POSGUERRA: 1870 - 1900.

IV– EL LLAMADO PERIODO AUTONÓMICO.

V– LOS AÑOS CONTEMPORÁNEOS (1940 - 1966)

BIBLIOGRAFÍA

 

 

ARTE ACTUAL EN EL PARAGUAY (Enlace Interno)

 

GRUPO ARTE NUEVO: GÉNESIS, OBRA Y SIGNIFICADO

ARTE CONTEMPORÁNEO

EL MOVIMIENTO RENOVADOR EN NUESTRA PINTURA

MUESTRA PICTÓRICA EN EL CENTRO CULTURAL

TRES PINTORES PARAGUAYOS

 

 

CUATRO SIGLOS DE TEATRO EN EL PARAGUAY

 

PRIMERA PARTE (ENLACE INTERNO)

EL TEATRO EN EL PERIODO COLONIAL (1544-1811)

I. EL TEATRO EN EL PERIODO COLONIAL (1544-1811).

II. TEATRO RELIGIOSO. TEATRO MISIONERO (1609-1767).

 

SEGUNDA PARTE

PERIODO INDEPENDIENTE (1811 - 1900)

I. PERIODO INDEPENDIENTE (1811-1840) EL TEATRO BAJO FRANCIA.

II. PERIODO INDEPENDIENTE (1840 -1862) EL TEATRO BAJO EL GOBIERNO DE DON CARLOS ANTONIO LÓPEZ

III. PERIODO INDEPENDIENTE (1862-1870) EL TEATRO BAJO EL GOBIERNO DE FRANCISCO SOLANO LÓPEZ.

OBRAS REPRESENTADAS EN ASUNCIÓN DURANTE EL LAPSO (1855-1870)

BIBLIOGRAFÍA// DICCIONARIO BIOGRÁFICO

IV. PERIODO INDEPENDIENTE DE 1870 A 1900. PRELIMINARES

CAPITULO I. LA POSGUERRA INMEDIATA (1870-1876).

CAPITULO II. LA RECONSTRUCCIÓN (PRIMERA ÉPOCA) 1876-1887.

CAPITULO III. LA RECONSTRUCCIÓN (SEGUNDA ÉPOCA) 1887-1900.

CAPITULO IV. EL TEATRO AL FINALIZAR EL SIGLO XIX.

TEATRO NACIONAL (HOY MUNICIPAL)

ANTECEDENTES HISTÓRICOS.

REPERTORIO DE PIEZAS (REPRESENTADAS EN EL PARAGUAY DE 1870 A 1900).

 

BIBLIOGRAFÍA.

ÍNDICE

EDICIONES ANTERIORES

LISTADO DE OBRAS DE JOSEFINA PLA

 

 

 

LA CULTURA PARAGUAYA Y EL LIBRO

 

PRIMERA PARTE

 

CAPITULO PRELIMINAR

 

A) EL LIBRO Y LAS LEYES COLONIALES

 

Cuantos han estudiado el proceso de la cultura en el Paraguay (sobre todo en lo que se refiere a su literatura) (1) han hecho hincapié en el aislamiento que caracterizó la vida colonial paraguaya, atribuyéndole importancia decisiva en la lentitud del pulso cultural de la Colonia; aunque no dejan de prestar atención a otros factores que consideran también determinantes de peso. Algunos, apasionados, llegan a decir que a España no le importó en absoluto el porvenir de la cultura en sus nuevas provincias; afirmación ésta difícil de trasegar, ya que los documentos que prueban que este porvenir constituyó una preocupación constante de la Corona abundan por fortuna.

Naturalmente, no en lo que se refiere a todas las áreas alcanzó esa preocupación idéntico nivel, y hasta podría aceptarse como un hecho que - entre todas ellas - fuese el Paraguay la menos atendida en este aspecto. No faltaron por cierto los buenos propósitos, pero, como tantas veces ha sucedido, no todos ellos llegaron a madurez y menos a cosecha. Más de una vez las mejores disposiciones e intenciones fracasaron a causa de la larga distancia y de la corta diligencia de los encargados de cumplimentar disposiciones en esta orilla del gran charco. Alguna vez, también, el naufragio de esperanzas o de anhelos tuvo lugar aquí mismo, en la nueva tierra, por indiferencia, intrigas o intereses locales, más que por mala voluntad, desidia u olvido metropolitano.

No es el objetivo de este ensayo perseguir el proceso de la cultura general en tierra americana, sino las vicisitudes de uno de sus aspectos o, mejor, de uno de sus instrumentos capitales (que - a la vez - es la cifra de un nivel cultural dado): el libro; y ello ceñido a este rincón, un tanto marginado siempre en los recuentos culturales: el Paraguay, en un tiempo "Provincia Gigante de las Indias", de dilatado litoral Atlántico; luego Gobernación mediterránea y, finalmente, nación recoleta, de trágica y singular historia entre todos los países hispanoamericanos.

Sin embargo, y dada la unidad que caracterizó en espíritu a la gestión administrativa y - por ende - cultural en la metrópoli, desde el principio, creemos oportuno referirnos siquiera a grandes rasgos, como introducción útil, al régimen que en las provincias americanas rodeó la producción, importación y distribución del libro.

Desde el primer medio siglo de su llegada al nuevo mundo - insistimos en ello - España no pudo sino encarar con interés planificado la extensión de la cultura en estas tierras. La apertura al conocimiento que un libro representa preocupó a la Corona desde el comienzo, y de ello da fe (si la institución de la Imprenta en México no fuera en si misma, y aún como hecho aislado, signo mayor de esas preocupaciones culturales) una Cédula de 1548 que, trayendo a colación las Cortes de Toledo de 1480 y lo en ellas acordado por los Reyes Católicos, protege con excepciones aduaneras la importación de libros:

"Considerando que es provechoso y honroso que a estos sus Reinos se trajese libros de otras partes para que con ellos se hicieren los hombres letrados, quisieron y ordenaron que por los libros no se pagase alcabala; y porque de muchos días a esta parte algunos mercaderes nuestros, naturales y extranjeros, han traído y cada día traen libros muchos y buenos, lo que redunda en provecho universal de todos... ordenaron que de aquí en adelante, no se pague ni lleve almojarifazgo ni portazgo ni otros derechos algunos, sean libres y francos los tales libros".

(El mismo año se ordena restituir al librero Cebrián de Cantate, vecino de Sevilla, "lo que se le haya cobrado de derechos por libros misales y otros de Iglesia y teología").

Es cierto, sin embargo, que de la bondad de esos libros sólo podía, a esas históricas alturas, dar fe el criterio estricto de la Iglesia (a través de sus censores) y no menos cierto que por entonces, la Iglesia, en España, se sentía animada del más vivo ardor contrarreformista, que la inducía a escarmentar y suprimir escrupulosamente toda expresión en la que pudiera vislumbrar la más leve chispita heterodoxa.

Más aún: no era preciso que por la obra circulasen concretos o vagos relentes heréticos; bastaba que en ella se diese libre vuelo a la fantasía, pues la imaginación siempre fue huésped sospechoso para los encargados del inquisitivo examen (de acuerdo a lo de Santa Teresa: "la loca de la casa"). De ahí que, a la vez que se daba a la entrada de libros facilidades y franquicias arancelarias, se multiplicasen por otro lado desde muy temprano las disposiciones supeditando esa misma entrada de la letra impresa en todo el ámbito del Imperio y, por tanto, en América, a ciertos requisitos en cuanto al contenido.

Entre esas disposiciones destacan las que se refieren explícitamente a las obras de ficción. Los escritores mencionan, casi únicamente, la Real Cédula de 1543, que prohibió bien tempranamente - en lo que se refiere al Plata - el uso y entrada de "los libros de romances y materias profanas y fabulosas", así como "los libros de Amadis y otros de esta calidad de mentirosas historias"... (no debe olvidarse que era la época de proliferación, en España, de la literatura de caballería). Estos mismos escritores hacen hincapié en las disposiciones refrendarias del Sínodo de Tucumán de 1581. Pero hubo muchas otras medidas que refrendaron o reforzaron la primera.

No parece que, según Furlong afirma (2), la prohibición sólo se entendiese para los indígenas, visando con ello a evitar confusiones y extravíos de la fantasía, y como consecuencia de las severas conclusiones al respecto en el Concilio de Trento. Indudablemente, era de tener en cuenta la calidad reciente de la conversión de esos núcleos indígenas, y las consiguientes mayores posibilidades, en ellos, de desviación en la doctrina. Pero que la medida era de alcance bilateral, lo prueba otra Cédula que rezaba: Ningún español o indio lea libros de romances e historias fingidas... (3). Y, por otro lado, no se justificaba (siempre en lo referente a nuestra área) el temor del contagio libresco entre los indios, a quienes poco podía preocupar, que sepamos, por entonces, la letra impresa. Sí a los mestizos; pero ya sabemos que éstos no caían bajo la dominación de indios por un lado, y, por otro sus oportunidades de culturización eran, si no totales, por lo menos mucho mayores que las del simple indígena.

Ya una disposición del 14 de agosto de 1550 había establecido que ninguna persona podía pasar a este lado del mar "libros impresos que trataran de materias de Indias sin licencia del Real Consejo".

Hasta 1550, las prohibiciones sólo se referían a la salida de libros de la metrópoli para Indias; pero las medidas no tardan en ampliarse. Hasta esa fecha, muchos libros pudieron seguramente filtrarse mediante el expeditivo curso de las listas por mayor; es decir, haciendo constar en ellas sólo el número de volúmenes.

Pero ese mismo año, el 5 de setiembre, y reforzando el contenido de la Cédula del 14 de agosto, se ordenó que las listas fuesen nominativas, es decir libro por libro, con sus títulos y autores; con lo cual, la hendija para la filtración se cerró por ese lado al menos.

Que estas provisiones, sin embargo, no bastaban al efecto deseado lo prueba la ley del 9 de octubre de 1556, por la cual se encarecía a los Prelados en tierra americana "que averiguasen por todos los medios posibles si en sus diócesis había libros de esa calidad, y los recogiesen e hiciesen de ellos lo ordenado por el Consejo de la Inquisición", alusión eufemística a las fogatas que en cualquier tiempo del año se hacían, sin tener en cuenta a San Juan, con los libros sospechosos de diabólicos relentes: "No comenten ni den lugar a que permanezcan en aquellas provincias"; en 1566 nuevas Cédulas refuerzan la orden: una del 21 de setiembre de 1556, "Que no se imprima libros de Indias sin ser visto y aprobado por el Consejo Real de Indias". De no cumplir con los requisitos, el impresor perdía la edición y pagaba una multa de 200.000 maravedises. Esta disposición, al igual que otras de análogo contenido, posteriores, en poco pudieron afectar básicamente al libro del Plata; o, mejor dicho, nada, ya que aquí no existieron imprentas laicas hasta muy adelante.

Prueba flagrante esta Cédula de contrabandos y piraterías, también dignos de indiscreta crónica. Ediciones clandestinas debieron darse en ambas áreas: en Europa y en América. La medida en su segundo aspecto no alcanzó al Paraguay, donde - como ya se ha dicho - la imprenta no existía aún y debieron esperar años, pero sí a México y al Perú, las dos áreas donde el invento de Gutenberg floreció abundantemente. En cuanto al primer aspecto (contrabando desde la metrópoli), ignoramos por completo en qué medida lo pudo afectar esa disposición, aunque - por lo que más adelante se verá - no pudo ser mucho.

La prohibición hasta entonces ceñida a los libros profanos, o a los comentarios de materias religiosas, se extendió pronto a los textos de más vidrioso carácter. Fue la consecuencia de las rígidas disposiciones del Concilio de Trento, mencionadas. (A esta medida es posible contribuyesen otros motivos, no doctrinales, y sí, más bien, administrativos).

En 1571, se dispuso que "no se consienta pasar Misales a las Indias". En 1575, otra ordenaba "dar por perdidos todos los Breviarios y Misales del nuevo rezado que pasaren a Indias, si no tuvieren licencia". El mismo año se extendió la prohibición a los Breviarios, Diumales y Horas "de los que ahora nuevamente se rezan por orden de Su Santidad". En 1584, se ordenó que "aun los libros de Teología que a esta orilla pasaren se asentasen en los registros, especificando cada libro por si".

Visando al buen funcionamiento de estas medidas, una Cédula, en 1589, establece: Den orden a los oficiales reales para que reconozcan en sus visitas de navíos si llevasen algunos libros, prohibidos, conforme a los expurgatorios de la Santa Inquisición.

Los Provisores de los Prelados, pues, se hallaban obligatoriamente presentes a la llegada de los barcos, "para ver y reconocer si llevaban libros prohibidos conforme a los expurgatorios de la Santa Inquisición" y, de haberlos, y de acuerdo a la Cédula de 1556, "tomarlos todos y enviarlos al Consejo de Indias"; pero es seguro que las narices de los Provisores no alcanzarían a todos los rincones de los navíos.

El 11 de febrero de 1609, una nueva provisión: "Que se recojan los libros de herejes y se impida su comunicación". Esta orden se dio a raíz del contacto que por esos años establecieron los piratas "en ocasión de las presas y rescates". En efecto, algunos "caballeros de fortuna", visitantes del Golfo de México y el Caribe, se llevaban la plata y el oro, dejando a cambio unos cuantos libros de herético perfume.

La disposición fue general, sin embargo, y no se limitó a las provincias privilegiadas con la visita de aquellos que, al pecado de piratas, añadían el de herejes.

Aun anotamos otras disposiciones relativas a la impresión de libros. Una Cédula del 19 de marzo de 1647, refrendada por las del 18 de septiembre de 1653 y 14 de junio de 1668, rezaba:

"Mandamos a los Virreyes y Presidentes que no concedan licencias para imprimir libros en sus distintas jurisdicciones, de cualquier materia o cantidad que sea, sin preceder la censura y en calidad de que, luego de impresos, entregará el autor o impresor 20 libros de cada género, para remitirlos a nuestros secretarios que sirven al Consejo de Estado, para que se repartan entre los del Consejo"

Otras disposiciones favorecieron en estos años la introducción de ciertos libros: así, por ejemplo, los libros del "nuevo rezado" que, por Cédula del 19 de agosto de 1614, se recomendó llevar "con cuidado y sin pagar flete ni derechos". (Esta Cédula fue refrendada varias veces).

No falta razón en cierta medida a los autores que consideran estas disposiciones restrictivas sobre introducción de libros factor en nuestra desconexión cultural, ya que ellas pudieron tener más consecuencia, a igualdad de circunstancias, para el Río de la Plata (y dentro de él, el Paraguay) que para otras zonas de América: México o el Perú, por ejemplo, puntos en los que el establecimiento de imprentas, desde época temprana, fue coadyuvante libresco sumamente activo. (Ya en 1538 funcionaba la primera imprenta americana: la de México. En el Paraguay la imprenta funcionó por primera vez en 1700 y prácticamente para exclusivo beneficio de un área estanca del país).

Aunque las medidas referentes a los libros de ficción no se multiplican (quizá por la razón de que ya su edición metropolitana estaba sometida a régimen) no cabe duda por lo que luego veremos que las disposiciones al respecto tuvieron repercusión duradera en nuestra área. (Es sabido que en España la edición de libros de caballerías experimenta ya represión a partir de fines del siglo XVI).

Cuando acá se introdujo la imprenta (1700) al comienzo, funcionó sin el debido permiso, que no se obtuvo hasta 1703. Es verdad que al principio esta imprenta operó exclusivamente sobre obras religiosas conocidas y censuradas ya, y de las cuales hicieron traducciones los Padres de las mismas Misiones (MARTIROLOGIO ROMANO, LA DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO, etc.) traducidas al guaraní por el Padre Serrano. Más tarde operaron sobre textos originales, como los SERMONES Y EXEMPLOS de Yapuguay. No hay noticia sin embargo de que en torno a la lectura de estas obras surgieran problemas; y esto a pesar de que aún las mismas traducciones podían dar margen a objeción, pues los términos sutiles del dogma eran pasibles de sufrir desviación doctrinal al pasar de un idioma al otro; especialmente a uno como el guaraní, caracterizado por su tendencia a la concretización con la lógica ausencia de matices léxicos para la exposición teológica; lo cual obligaba a los traductores a crear neologismos, con el consiguiente riesgo semántico. (Ningún libro de los impresos en Misiones versó sobre otros temas que teológicos o de doctrina, a no ser dos de ellos, de tema médico y los Trataditos sobre Astronomía y otros del Padre Buenaventura Suárez, en castellano, los cuales, ellos, sí, tuvieron difusión amplia fuera del área) (4).

(Para encontrar una imprenta cuyas producciones de carácter general tengan alcance, aquí, hemos de esperar a la de Córdoba en 1780).

Esta demora se refleja - qué duda cabe - en el desarrollo de más de una faceta de la ilustración, durante esos largos dos siglos y medio, ya que el Río de la Plata dependió para este aspecto exclusivamente de los libros que podían llegar desde la metrópoli, o eventualmente, desde México o Lima.

Cabía la posibilidad de que llegasen libros de Francia, Holanda o Italia; inclusive en algún caso, es cierto que llegaron libros de esos países; pero bien puede imaginarse que obvias razones idiomáticas limitarían mucho la acción de estos libros.

Pero la forma en que la introducción de libros en el área hubo de hacerse (salvo quizá en subrepticios casos aislados y difíciles de rastrear) tuvo como consecuencia que a la censura configurada por las disposiciones oficiales se añadiese o yuxtapusiere otra: la que en sí llevaba el canal, digámoslo así, de acceso. En efecto, podría asegurarse que raros serían los libros que, por lo menos hasta después de mediado el XVIII, llegasen acá por otra vía que la eclesiástica. Es cosa comprobada que los particulares ansiosos de un poco de cultura hacían traer sus libros de la metrópoli mediante el concurso y gentileza de eclesiásticos o frailes (de jesuitas principalmente) con la consiguiente seguridad, para el investigador, de que en esas listas no figurarían nunca libros que rebasasen la más estricta ortodoxia. Como se verá en su lugar, las listas más tardías, de archivo, comprueban rigurosamente el supuesto.

 

B) EL AMBIENTE COLONIAL

La ausencia, en nuestros archivos y bibliotecas, de documentación amplia relacionada con la introducción y distribución de libros, ha contribuido también por su parte a la idea ya expuesta de una desconexión acentuada con el mundo maravilloso del libro, durante la Colonia; si no en el Río de la Plata, por lo menos en el Paraguay; y a reforzar, en lo que a éste se refiere, la imagen de un ambiente intelectual desértico.

Sin embargo, es el momento de preguntamos: ¿es esta imagen verdadera?

A falta de documentos explícitos, otros datos y sobre todo los siempre vigentes del sentido común, podrían ayudamos a llegar a conclusiones, si no distintas, un tanto menos pesimistas y por tanto con viso más definitivo sobre este capítulo de nuestra cultura colonial.

En otras palabras; si los repositorios nacionales nos entregan pocas noticias concretas (mejor diríamos ninguna) acerca del movimiento y el comercio de libros en el Paraguay durante la Colonia, no faltan tales cuales hechos históricos, ya conocidos o no, cuyas implicaciones, hasta ahora no suficientemente desentrañadas, pueden resultar interesantes. Y si desde luego resultaría más que aventurado pensar que se diera acá lo que, con autoridad suficiente, afirma con respecto a otras áreas de América, Torres Revello (5) a saber: "Que las obras impresas leídas en la Península se leían a la par en las Indias Occidentales" (ya por la vía expedita o por la del contrabando) existen datos que se refieren a otras áreas, en los cuales es posibles en ciertos casos hallar un punto de partida para prudenciales deducciones.

Las disposiciones oficiales restrictivas tienden, con su insistencia y severidad, a favorecer la idea de que el "tráfico de libros profanos y fabulosos" (para no pensar en otros de más riesgo para las almas) en el Plata pudo ser, si no nutrido, de cierto volumen, en ciertas épocas, y ya en los primeros 50 años del descubrimiento. Ya a estas alturas está de más repetir que en esta área los datos de Archivo no apoyan en absoluto esta presunción. Pero quizá debamos enfocar la exposición del asunto considerando las circunstancias especiales que siempre condicionaron su desarrollo desde los primeros tiempos.

Es un hecho que la prohibición de importar "obras de romances y de historias vanas y profanidad" existió, y que ella es testimonio de que la tal abundancia de literatura profana en las nuevas tierras no fue un mito. Pero es dudoso que en la fecha en que esa disposición fue tomada, tuviera ella que ser efectiva en lo que se refiere al Paraguay; existen por lo contrario, datos que ponen de relieve la penuria en que la Colonia se debatía, no sólo por falta de libros, sino también por la privación de comunicación directa.

Desde luego, seria pueril afirmar que esa disposición no ejerciera en el proceso general una influencia dada, variable según las áreas. Las órdenes emanadas de la Corona, como las procedentes de la autoridad eclesiástica, no dejarían de acatarse dondequiera, bien que su cumplimiento variase en escrupulosidad, como es lógico, según las circunstancias y las posibilidades de vigilancia y fiscalización. Pero razones ya insinuadas, no sólo impiden dar a esa prohibición eficacia absoluta, ni en la América Colonial en conjunto ni en el Plata en particular sino que tampoco, en relación a nuestra área y a posteriori, la significación absoluta que tendería a desprenderse, sugestivamente, de esa insistencia.

Sólo ingenuamente podría creerse que el veto haya sido recibido con la sumisión total que, prima facie, muchos se sentirían inclinados a suponer. Aun en aquella época de obediencia generalizada a los mandatos de las autoridades religiosas y profanas, mucho se filtraba - poderosa ha sido siempre la curiosidad - por los entresijos del acomodaticio casuismo lego. Más aún en América, donde la fiscalización y censura en esta materia no siempre pudo asumir los rígidos contornos metropolitanos. Se dirá que en lo que al Paraguay se refiere, si esa disposición no podía operar en absoluto al tratarse de un área por entonces al margen de la comunicación libresca, nada se opone a que surtiera efecto más adelante, cuando las comunicaciones con la metrópoli se hicieron - siempre dentro de lo relativo - más expeditas. Pero esa restricción al libre vuelo de la fantasía a través de la letra escrita sólo podría ser computada en función del caudal de libros importados. Caudal que en lo que al Paraguay respecta, no debió ser en ningún momento muy copioso. En otras palabras; las medidas restrictivas hallarían acá poco material sobre el cual operar.

Que el pulso intelectual de la Colonia no fue precisamente robusto, está fuera de duda. Pero aquí entraron a tallar, al margen de todas las prohibiciones conocidas, otros factores históricos condicionantes, desde el comienzo de ese proceso cultural. Fueron muchas circunstancias adversas, y no sólo la indiferencia hacia los aspectos del espíritu, las que condicionaron esa precariedad de la vida intelectual. Y de esas circunstancias adversas, las restricciones legales a su vez no constituyeron sino una parte; y quizá no la decisiva. Pues si ellas no fueron óbice al desarrollo de la cultura laica en otras áreas, inclusive en el Plata, no tendrían por qué haberlo sido, consideradas en si mismas, en lo que al Paraguay se refiere.

Las circunstancias contrarias que con más peso se hicieron sentir, tuvieron pues que ser, otras, aunque a una se conjugaron para esa escasez de estímulo intelectual, cuyo resultado por lo demás se hace harto evidente en el hecho de que durante tantos lustros no se dieran en la Colonia veleidades literarias.

Ello se hace tanto más significativo, si nos fijamos en las manifestaciones que acompañaron el inicial, azaroso período de acomodación: los conatos poéticos y teatrales de los primeros y verdes años de la Colonia; los testimonios históricos que son en si obras como el "romance" de Villafañe, LA ARGENTINA de Rui Díaz de Guzmán y su homónimo el poema de Barco Centenera. (Es a partir de principios del XVII y hasta mediado el XVIII, cuando vemos agudizarse la intelectual sequía).

Durante la primera época (época heroica de la conquista, que se prolonga hasta la llegada de los jesuitas o mejor, hasta el establecimiento del Colegio de Asunción (1594) la circunstancia socio-cultural no fue precisamente la más propicia a la amplia difusión de la letra impresa. Pero no por eso hay que deducir que la sociedad en formación no sintiese su apetencia o no experimentase su necesidad. Un somero examen de las listas de los conquistadores (6) permite afirmar que entre ellos un 25% sabia leer y escribir (añadamos aquellos que, como en esos tiempos era corriente, sabían leer, aunque no supiesen escribir). Los clérigos, frailes, escribanos, gentes de por sí dadas a la letra escrita; e individuos de cierta preparación - capitanes con letras - fueron pocos, pero no por eso desdeñables en su número como elemento cimentario de cultura.

Pero en aquéllas épocas azarosas, fueron muchas las necesidades que solicitaron la atención del colono con prioridad a la letra de imprenta. Podemos comprender lo difícil que les resultaría pensar, no ya en infolios; en otras exquisiteces menores del intelecto, a quienes a veces se les hizo difícil conseguir el bocado cotidiano, y en alguna oportunidad tuvieron que vestir calzones de cuero - vestimenta ingrata, dado el clima - por no disponer de material más congenial a las carnes... Influencia decisiva ejerció también la situación de esos colonos, abandonados a si mismos, constituyendo una verdadera isla en el centro de América del Sur, rodeados de obstáculos y peligros, en una situación de perenne defensa y vigilancia, a la cual apenas daba abasto su escaso número, apenas renovado para enseguida disminuir, diezmado. (Esto tiene especial y trágica validez en lo que se refiere a las ciudades fundadas en el interior, lejos de la capital (ciudades del Guairá) cuya situación, en lo que a intercambio cultural se refiere, debió ser lastimosa) (7). Y no contemos lo que significó la situación constante de antagonismos, desacuerdos y hasta luchas internas resueltas en sangre, que llena lustros de la Colonia: la sangría de las expediciones en pos de la Sierra de la Plata, en los primeros treinta años del "descubrimiento de la tierra".

Apenas asentadas las colonias empieza a surgir la población mestiza: los hijos de los conquistadores y las mujeres indias. La preocupación por el porvenir intelectual y moral de estas generaciones nacientes toma cuerpo en la aparición de la instrucción primaria. El canónigo Lezcano aparece como el primer maestro de la Colonia con sus clases primarias instituidas en 1545, es decir cuando una parte de esos niños cumple los siete años. Durante años la enseñanza no podrá remontar - salvo en casos individuales y particulares - ese nivel de simple alfabetización. Una alfabetización de significado práctico bastante reducido en gran número de casos, ya que faltarían los libros que instrumentan esa alfabetización y con ellos el contacto efectivo con una cultura. Es más seguro que muy pocos de los miles de niños que la crónica atribuye a estas escuelas primarias, rebasarían esa situación que claramente se definió como analfabetismo funcional.

Y sin embargo, si en el seno de la colonia no existieron en sus primeros cincuenta años, iniciativas culturales más allá de la institución precaria de la indispensable instrucción primaria, las penurias materiales no pudieron, como ya se ha dicho, conseguir que callase del todo la voz del espíritu. No renunció por cierto al trato con las letras el capitán Salazar y Espinoza, autor de "libros dé romance"; ni aquel mismo clérigo de sangre alborotada que fue Juan Gabriel Lezcano al cual se debe la primera pieza teatral en tierras del Plata (1544). Ni el otro clérigo, Miranda y Villafañe, cuyo Romance indiano vale por una larga crónica.

Y si no en libros de su propiedad, en prestados de compañeros conquistadores debieron alguna vez refrescar su contacto con las letras y redimir siquiera en parte la tremenda nostalgia de la patria muchos de ellos. Recordemos otra vez a aquel varón ingenuo y curioso, de tan buena memoria como alicorta fantasía poética, que fue Barco Centenera; padeció hambre y sed intelectual durante sus años paraguayos e hizo presente en la metrópoli cuánta necesidad aquí había de libros. Cierto que los primeros traían ya una cultura, estrecha o amplia, ya formada; pero ¿cómo, si no con éstos, pudo formar su cultura humanistica Rui Diaz de Guzmán, el autor de LA ARGENTINA? Consta que el mismo Centenera durante su permanencia en el país, hizo presente, y con él otros españoles de ese tiempo, la necesidad que en el país había de libros. Poco después, es cierto, llegaban los jesuitas y con ellos una provisión que debemos considerar importante de letra impresa; pero ya sabemos cuál fuese el contenido de esas bibliotecas a base de teología de piedad y moral y donde el vuelo del conocimiento laico no tenía espacio.

A medida que los años avanzan, siempre dentro del mismo siglo XVI, varios hechos se precipitan y entretejen en forma determinante.

- La paulatina desaparición de los miembros del inicial grupo colonizador y su fragmentación en fundaciones de vida aislada azarosa y precaria.

- La aparición masiva del mestizo, heredero de dos culturas que habían perdido, en el encuentro, parte considerable de sus respectivos potenciales.

- La afirmación de una realidad económica elemental cuya organización insumió todas las energías del colono; realidad a la cual debía dar remate penoso la división de gobernaciones, con la pérdida de la salida al mar y el embotellamiento consiguiente de las posibilidades de desarrollo comercial, en 1617.

- La erección de la Provincia Jesuítica del Paraguay, con la fundación sucesiva de más de treinta Doctrinas favorecidas con privilegios para la colocación de sus productos, en competición con los de la Colonia, coronó la serie adversa. Es verdad que en compensación ciertas formas culturales hallan en los Colegios jesuíticos un apoyo institucional importante y otras manifestaciones culturales hallan en sus Misiones, así como en las franciscanas, posibilidades de expansión.

En tales condiciones, el ya difícil pulso cultural desfallece, y su índice aparente, el libro, así debió ponerlo de manifiesto, hasta bien adelantada la colonia. A partir de la segunda mitad de ésta, la situación varia merced a circunstancias que favorecen el flujo comunicativo. Son los últimos lustros coloniales durante los cuales se gesta el pensamiento independiente. Es entonces cuando vemos aparecer el libro - testigo insobornable - con mayor frecuencia y en mayor número, contrastando con la extremada pobreza de datos de los dos siglos previos.

Resumiendo, podemos decir que los factores capitales, en el proceso cultural a través del libro en esta región y durante la colonia son:

1. La composición socio-cultural de los núcleos conquistadores; el subsiguiente choque de culturas y mestizaje.

2. La constante situación de zozobra, tanto interna - disensiones y luchas partidarias - como externa - precariedad en la subsistencia, alerta frente al indígena; las expediciones en pos del oro, etc. -. Esto se refiere, lógicamente, con más intensidad y extensión, a la época heroica y fundadora laica (1535-1600).

3. Posteriormente, los condiciones económicas de la vida colonial, agravadas por la competencia misionera.

4. El aislamiento, condicionado por la situación geográfica y la falta de metales preciosos, y con él, la ausencia de intercambio cultural.

5. Las disposiciones restrictivas.

6. La ausencia de imprentas.

El libro, resultado de un largo proceso cultural, refleja a su vez, la conciencia critica del pueblo en cuyo ámbito se da, o que lo elige para su frecuentación. A su vez proyecta esa conciencia como postulado para ulteriores elaboraciones. Los libros que una colectividad lee - o no lee - son cifra de toda una conciencia social, de sus formas de pensamiento y hasta de vida.

¿Qué leían esos hombres y mujeres de la colonia, constreñidos en su trato con el libro por tan penosas escaseces? Acotado por esos libros ¿dentro de qué ámbitos discurrió su pensar y su sentir?

Es lo que desearíamos rastrear; a través de los escasos datos de Archivo principalmente; por comparación o paralelo con áreas culturales colindantes, después; y, finalmente, a través de las riesgosas pero interesantes picadas que abre la hipótesis.

Para ello, dividiremos los años de la Colonia en las siguientes etapas o épocas que se nos aparecen caracterizadas suficientemente por las circunstancias que en cada una de ellas condicionaron el desarrollo de la cultura:

A. Epoca heroica: desde la fundación hasta la llegada de los jesuitas y creación de su Colegio en Asunción (aunque los jesuitas llegan por primera vez en 1585, y fundan su colegio en 1594, preferimos alargar esta etapa concretamente hasta fines del XVI) (1534-1600).

B. Epoca de asentamiento: (1600-1811). Esta la referirnos por separado a dos áreas, en la extensión como en la acción: Jesuítica y Colonial:

Jesuítica: (1600-1767) Imprenta y bibliotecas propias de las Misiones y Colegios.

Colonial: dividida a su vez en dos periodos:

1er. Periodo: desde la fundación del Colegio Jesuítico hasta la salida de los jesuitas (1600-1767).

2do. Periodo desde la salida de los jesuitas hasta la Independencia (1767-1811).

La recensión del Libro como factor cultural en el área, durante la colonia, la extendemos, fuera de ésta: A las Misiones, por un lado, por razones obvias. Ellas constituyeron durante la Colonia, un foco vivo de cultura en perenne actividad.

Y por otro, a las primeras épocas del período independiente, porque la época de los López constituye el lapso en que, al ponerse el ciudadano paraguayo en contacto amplio con el libro extra fronteras, clausuró el largo proceso durante el cual esa cultura en el ámbito paraguayo había mantenido, desde cierto punto de vista, la circunstancia medieval.

Razones de continuidad histórica y por tanto, lógicas, incitan pues a trascender las fronteras cronológicas de la Colonia, y penetrar, tras el libro, en épocas de interés considerable dentro del proceso del pensamiento paraguayo a través del texto impreso; es decir, a prolongar ese rastreo hasta 1870, para ver en esos dos períodos primeros de la Independencia, la corroboración de las hipótesis o deducciones formuladas para períodos anteriores.

Así, el índice añade dos capítulos que recogen la escasa actividad del período francista, y otros tres en que se distribuye el caracterizado par el rápido repunte cultural, bajo el gobierno de Don Carlos Antonio López (1842-1862) y su hijo el Mariscal (1862-1870): de este modo:

C. Epoca independiente, dividida a su vez en dos períodos

    1. Período francista (1811-1840)

    2. Gobierno de los López (1 840-1870).

 

 

 

CAPITULO I

LOS LIBROS EN LA EPOCA HEROICA (1537-1800)

 

Resulta poco plausible - aunque no posible - suponer que aquellos audaces navegantes - Solís, Gaboto - que antes que el Adelantado de trágico destino pisaron tierras del Plata, emprendieran viaje sin algún libro en la faltriquera que amenizase sus escasos ocios. A este respecto debemos recordar que un somero repaso de las listas de conquistadores (Lafuente Machain) permite estimar en un 20 % el número de aquéllos que sabían leer y escribir, amén de aquellos que, como no era infrecuente en la época, sabían leer pero no escribir. Mas sin necesidad de remontamos tan lejos, y ciñéndonos a la nombrada expedición de Don Pedro, sabemos que en los buques de éste vinieron al Plata (1634) los libros pertenecientes a los Padres Jerónimos y Mercedarios, así como a los clérigos que le acompañaron. Obras de teología, de sermones; catecismos, misales, florilegios. Con ellos habrían hecho su entrada en tierras guaraníes las primeras muestras de literatura religiosa. Sin embargo, también habían venido, según parece, con la Armada de Orué, (1539) varios franciscanos (Padres Armenta, Lebrón y otros), que no desembarcaron en el Plata y quedaron en Santa Catalina. Pero como Santa Catalina pertenecía entonces al Paraguay (la provincia del Guairá llegaba hasta el Atlántico, con una dilatada costa) y esos franciscanos habrían traído también, pocos o muchos, sus libros religiosos, justo es anotarlos en su lugar, aunque el provecho de esos libros haya quedado ceñido en forma absoluta al de la pequeña comunidad.

Sabemos que al embarcarse Don Pedro de Mendoza se traía las obras de Erasmo, Petrarca y Virgilio, en amigable compañía. No sabemos si los dejó acá junto con el resto de salud y esperanzas, o si los llevó consigo en su truncado regreso. Pero aunque Don Pedro de Mendoza no llegó a la Asunción; y aunque se llevase sus volúmenes de vuelta, no por eso incluimos menos éstos en el primer contingente de letra impresa profana acá llegado; no debemos olvidar que entonces el Paraguay era todo el Río de la Plata. Claro que con Don Pedro vinieron otros hidalgos y con éstos otros libros (que, ellos si, arribaron a la Asunción del Paraguay junto con los del piadoso equipaje de frailes y clérigos).

Y aquí nos topamos con el hecho capital de los archivos de entonces, abundantemente zarandeado: el de los libros de Juan de Salazar y Espinoza.

El testamento del hidalgo y capitán fundador de Asunción, otorgado el 25 de setiembre de 1557, habla de los volúmenes que formaron el catálogo de su biblioteca, para hoy no muy nutrida pero preciosa para entonces.

En esa última voluntad, Salazar enumera sus libros "entre sus más preciadas pertenencias". Costa la lista de unos 12 volúmenes, algunos de los cuales no identificables en el documento por haber devorado las polillas, en errado procedimiento de alfabetización, algunos renglones: los identificables son los siguientes:

EPISTOLAS Y EVANGELIOS PARA TODO EL AÑO

EPISTOLAS DE SANCT GERONIMO

FLORILEGIO SANTO

DOCTRINA CRISTIANA

EXPOSICION DEL PRIMER SALMO DE DAVID

SUMA DE LA DOCTRINA CRISTIANA

CAMINO DEL CIELO

ARITMETICA

Todos ellos, menos uno, son como se ve, títulos religiosos.

La pequeña y piadosa biblioteca, tal como se nos presenta en el testamento, nos dice del espiritual perfil de estos conquistadores, que al traerse espada y adarga, no olvidaron de traerse también sustento para sus almas. La lista en efecto bien podemos considerarla como modelo o ejemplo de otras que por ese tiempo y hasta muy adelante se introdujeron; y restablecer como regla que en ellos los libros profanos, aún los autorizados, eran siempre los menos, y a menudo ninguno.

Salazar enumera en su testamento varios libros en blanco (de seguro por él mismo mandados confeccionar) formados mediante la encuadernación en pergamino de cierto número de hojas vírgenes. Esos libros en blanco (equivalentes a los cuadernos, las agendas o los dietarios de hoy) estuvieron evidentemente destinados a consignar en ellos anotaciones de carácter continuado (un diario, relaciones, crónicas). De la afición de Salazar a escribir, y de su propósito de hacerlo, da fe además la relativamente grande cantidad de Papel en blanco que dejó a su muerte (figura en su mismo testamento) y que obtuvo un buen precio en la subsiguiente almoneda (como no podía ser menos, dada la ocasión, ya que no eran frecuentes las oportunidades de adquirirlo).

Aquí damos con el segundo punto que ha hecho siempre interesante en los recuentos de literatura nacional este testamento. Porque en él Salazar menciona "los libros de romance que tengo scribtos" recomendando "que mis hijos se los repartan entre sí". Y de estas frases se ha deducido que Salazar escribía romances; y se le ha llamado "el Capitán poeta".

Pero el testamento de Salazar dice textualmente: "Libros de romance y de mano lectural que tengo scribtos..." Romance, y no romances. Acá Salazar quiso significar simplemente "libros en la lengua corriente o romance" en oposición al latín, idioma, como sabemos aún empleado muy a menudo en libros editados en ese siglo y posteriores. Así lo hemos sostenido más de una vez; es decir, que la opinión antes mencionada es errónea, y que Salazar sólo quiso decir libros escritos en lengua vulgar por oposición a libros en latín. La palabra romance era empleada corrientemente en este sentido en la época en la cual Salazar abandonó la península, e inclusive se siguió empleando en épocas posteriores, y hasta muy tarde, como puede comprobarse en listas de libros enviados a Indias durante todo el siglo XVII (e inclusive dentro del XVIII); la expresión "traducido del latín al romance" que figura en muchos libros de la época, sería de por sí sola fehaciente.

Indudablemente que, de tratarse de auténticos romances, esos libros desconocidos nos resultarían más interesantes todavía, por únicos en su género en aquel tiempo y en estas tierras. Pero, verso o prosa, los libros escritos por Salazar - las palabras libros y scribtos de mano lectural no pueden tener aquí sino un sentido: obras manuscritas e inéditas - abren amplio portillo a la curiosidad.

¿Cuál fue el contenido de esos manuscritos? ¿Eran relatos de la conquista en tierras del Plata? ¿Fueron historias de imaginación?

Lo primero, por obvias razones, es mucho más plausible; casi seguro. No habría sido Salazar el único en dejar noticia de lo sucedido en la joven colonia de aquellos años; bien que quizá ninguno de esos escritos (Memorial del Factor Dorantes, relato de Fernández de la Torre, carta de Francisco González Paniagua, etc.) y salvando las Memorias de Cabeza de Vaca, merezca literariamente el nombre de libro (8).

La segunda pregunta que se impone, es: ¿Dónde y en qué momento fueron escritos?

¿Los escribió aquí? Esto es más probable, que no que los tuviera escritos antes de venir a América y cargarse con ellos en la talega pensando imprimirlas en estas tierras... Más lógico pensar que los escribiera durante sus vigilias de conquistador, al resplandor de una hoguera de campamento; o a la luz de un precario candil de los que parece se usaron en los primeros tiempos de la conquista; en su rústica morada de Nuestra Señora de la Asunción.

En este caso podría pensarse que los escribió en el período mismo que precedió en su viaje a España, o sea entre 1537 y 1544 (si a ello le dejaron lugar las peripecias cotidianas) y que los llevó a la metrópoli para allí publicarlos, como se hizo con tantos relatos de conquistadores; aunque es también cosa de preguntarse si la forma arrebatada en que hubo de abandonar Asunción en esa coyuntura le dio tiempo para escoger su equipaje.

Pero si los llevó consigo en esa ocasión, sería cosa de preguntarse a su vez porqué no intentó publicarlos; o porqué, si lo intentó, no tuvo éxito; cosa improbable ésta dado el interés que por entonces suscitaba toda historia de las tierras nuevas.

Y entonces se impone suponer, como lo más plausible, que lo escribiera ya asentado de nuevo en el Paraguay, ya sin deseos o perspectivas de regreso; en la segunda parte de su vida asuncena, a la sombra de la Casa Fuerte, en sus interminables veladas de desterrado; y que redactó esas páginas sobre el mismo escritorio que en su testamento menciona; soñando alguna vez en verlas en letra de molde en la patria lejana, leídas con avidez en antesalas de la corte, en tinelos, o en escaños de plazas, como se leían otros libros de conquistador, llenos de extraordinarios hechos, de novedades y de maravillas.

Llegados a este punto no podemos menos de pensar con melancolía en el magnifico testimonio de visu del fundador, quien, por ser hombre tan religioso, no podría menos de ser veraz; en los datos preciosos que el actor de tan dramáticas experiencias nos quiso transmitir; para siempre perdidos. Habría sido el testimonio directo del conquistador de los años primigenios (1534-1541) que falta en la historia de esta región (el de Villafañe es harto breve para contarse sino como mera información; y además el lapso y acontecimientos que abarca pertenecen casi exclusivamente a la intrahistoria de campamento). Ello no significa subestimar el valor enorme del testimonio de Schmidl; pero su visión aparece coloreada inevitablemente por su nacionalidad y condición de enrolado al margen de todo otro interés que la aventura.

Aún ausentes esos legajos inapreciables, queda sin embargo, para Salazar, el titulo de dueño de la primera biblioteca paraguaya de la cual dé fe nuestra crónica; y el blasón de, si no el primero, uno de los primeros autores en esta tierra. Pues cualquiera que sea la época en la cual escribió Salazar esos libros, al tener que hacerlo precisamente antes de 1560, él habrá de encabezar, junto con Cabeza de Vaca, Ulrico Schmidl y Hans Staden - más afortunados, ellos, al sobrevivir sus obras - la lista bibliográfica del acontecer en estas latitudes.

Desde luego, al mencionar los libros que se refieren al Paraguay y que fueron escritos en esa época o un poco más adelante, debemos separar la realización literaria de la gráfica; los escritos, lo fueron, alguno en el país, los más fuera de él; los editados, lo fueron forzosamente fuera del país: unos en idioma extranjero (Ulrico Schmidl) otros en castellano (Cabeza de Vaca, Rui Díaz de Guzmán, Barco Centenera). Algunos, como el de Hans Staden, permanecieron inéditos hasta época reciente.

Considerada en conjunto esta producción sobre aspecto de la conquista y la vida paraguaya durante el siglo XVI, salta a la vista que en su breve lista sólo una obra puede señalarse coma muestra bilateral en este plan apreciativo de lo cultural; prueba de la voluntad de ser espiritual del nativo, y lógico testimonio a la vez de la circunstancia en que el autor debió fraguar su cultura, es decir, sus conceptos del mundo y de la vida. Esta obra es LA ARGENTINA, de Rui Díaz de Guzmán.

El análisis de esta obra resultaría por demás interesante en todos sus aspectos: contenido y lenguaje. (No creemos agotado el análisis de este libro con el poco ecuánime que de él hiciera Paul Groussac).

LA ARGENTINA da el módulo de una cultura en gestación donde lo hispánico y lo indígena se conjugan austeramente en busca de una integración espiritual: leerla, nos hace más de lamentar todavía la subsiguiente obscuración de las manifestaciones literarias coloniales.

 

Algunas noticias más, aquí y allá, aunque muy parcas, se dan, en los archivos, de libros (durante esos años). Que los conquistadores, a esas alturas, conquistados ya por la tierra, no por eso dejaban de echar de menos los beneficios conviviales del libro, lo prueban las solicitudes que de éstos hacían a la Metrópoli, en cuanto tenían ocasión de hacerlo.

Más de un libro llegó sin duda en las pocas y sucesivas Armadas desde 1538 a 1575; pero pocos siempre, comparados con la nostálgica sed de espiritual comunión, de los colonos. Con Cabeza de Vaca, en 1542, llegó un lote de libros, con Barco de Centenera, en 1575, otros. Un buen lote aunque de carácter exclusivamente relacionado con su labor debieron traer también los franciscanos llegados en 1575, junto con el mismo Centenera. Pero evidentemente estas pequeñas transfusiones resultaban insuficientes: Martín de Orué en 1546 manifiesta a la metrópoli, entre las necesidades de estos colonos, la de libros; lo mismo hacen Juan de Salmerón en1556, Jaime Rasquín en 1557 y Barco de Centenera en 1575.

No serian, repetimos, Mendoza, Salazar y Cabeza de Vaca los únicos de los capitanes hidalgos u hombres de letras aquí llegados que trajesen entre sus bártulos unos cuantos libros. Lógico era que los médicos y "cirujanos de Su Majestad" trajesen su texto de Medicina, y sus textos jurídicos los leguleyos; los escribanos y notarios no se vendrían sin algún libro formulario o de consulta.

Corroborando estas suposiciones, hallamos que con la Armada de Sanabria en 1555, había llegado el licenciado Fernando de Horta, portador de una biblioteca de Derecho, constante de 87 volúmenes: (número realmente considerable para esa época y más para el lugar) también figuraba en él algún libro menos jurídico, como HISTORIA GENERAL DEL MUNDO. No debió faltar a los colonos material de consulta para los interminables pleitos de la colonia... Más tarde hallamos, muy ocasionalmente algún otro libro de historia. Estos van aumentando, aunque muy poco a poco, a lo largo de los lustros: quizá una estadística minuciosa demostrase que el crecimiento se efectuó a razón de título por lustro... Pero los libros profanos propiamente dichos son más raros todavía y más espaciados en su llegada.

El hecho de que el material profano de lectura durante tantos lustros se haya visto limitado al Derecho y la Historia es posible que haya condicionado, en cierto sutil modo, la disposición de ánimo colectiva hacia estas materias: sabida es la consideración que los estudios de Derecho y de Historia disfrutaban en el consenso general. Estas dos disciplinas constituían en efecto los pivotes sobre los cuales girará significativamente el afán didáctico local. También gozarán de predicamento los libros de medicina que se dan inclusive hasta en bibliotecas particulares: este uso tal vez explique cómo se hallan hasta hoy libros de medicina en manos de curanderos y payeseros. Y entre los bienes de Juan Porras de Amor, fallecido en 1599, encontramos un "libro de medicina" el cual compró, en dos pesos, en la subsiguiente almoneda, Cristóbal de Medina (9).

Libros de entretenimiento, repitámoslo, pocos. Un testamento de otorgante indescifrable y fecha imprecisa, pero que podemos presumiblemente situar alrededor de 1600, menciona "un pequeño libro de Guzmán..." (Suponemos "de Alfarache" pues falta continuación). Y no hallamos otro indicio sugestivo de regodeos imaginativos, en los centenares de testamentos de la época.

Cuando los jesuitas, ya hacia el fin del siglo, fundan sus Colegios, se barrunta disponen ya de bibliotecas surtidas en cierta medida, pero siempre dentro del área teológica y sus colaterales religiosas y piadosas.

Estos años del siglo XVI que constituyeron la época heroica de la colonia, son pues años de aguda carencia libresca.

Esta carencia marcó sin duda el destino intelectual de las primeras generaciones paraguayas: la sed de saber no tuvo contrapartida, salvo en las disciplinas religiosa y ética y limitadamente en lo histórico. Poca o ninguna concesión a la fantasía.

Los pocos libros que habían llegado con los colonizadores, y los que más tarde en número desconocido pero seguramente no copioso fueron llegando con las siguientes Armadas, debieron ser libros preciosos para los desterrados. En las noches cálidas, a la luz de las velas o de mortecinos candiles, leerían y volverían a leer, melancólicamente, las páginas que espiritualmente les unían a un ambiente y a un mundo lejanos y en muchos casos irrecuperables ya, y a través de ellas quedarían irremisiblemente fijados a un mundo ahora ya en profunda transformación.

Tocaba a su fin la primera etapa, la que hemos llamado heroica de la conquista: aquella durante la cual la comunicación con la metrópoli se interrumpió, a veces dramáticamente; animada apenas en un largo aislamiento de 40 años por la llegada de cuatro Armadas y en la cual se dieron un lapso de 10 años y otro de 15 en cuyo transcurso la colonia estuvo sin recibir auxilios de la Península.

Para entonces también surgía Buenos Aires, la ciudad que, desmintiendo por una vez aquello de que "segundas partes nunca fueron buenas" surgía vigorosa y afortunada de entre los restos del primer Fuerte, a la vez que con ella se alzaba a la entrada del Río de la Plata la barrera que en adelante se interpondría - ineluctable designio geopolítico - entre Asunción y sus románticos derechos hegemónicos.

La fundación de Buenos Aires trae consigo a poco andar una activación sensible de las importaciones librescas, aunque el catálogo de éstas, a lo menos el visible, no hubiese experimentado cambio notable, y continuase limitado a títulos teológicos, piadosos, edificantes y algún libro de historia - no todos eran considerados potables - y tal cual libro técnico... en cuanto podía hablarse de técnica en aquel tiempo.

En 1581 fray Francisco de Vitoria complacía desde España un pedido de Hernando de Zárate, y una Real Cédula de ese mismo año ordenaba se enviasen libros de texto al Río de la Plata; (Buenos Aires por entonces asentaba sus primeras casas) seguramente cierta cantidad de ellos subirían al Paraguay.

Por ejemplo, Furlong (10) menciona los libros traídos por Damián Osorio y Blas de Peralta en 1590 y 1592, respectivamente; libros todos ellos de contenido teológico, menos un libro de Luis de Granada, otro de Historia y un "Tratado de la regla del arcabuz".

En 1590 se mencionan ya librerías bonaerenses fundadas antes de esa fecha. Importaciones de las cuales el Paraguay - no hay testimonios, pero el sentido común rige - debió participar en la medida compatible con la situación.

De esos centros de Buenos Aires irradió sin duda a otros puntos (no precisamente todos del Plata) la provisión de libros. A veces esos libros eran, en lo que al Paraguay se refiere, encargados directamente de la metrópoli, como en el caso de los Colegios Jesuíticos de Asunción y Villarrica, o de las propias Reducciones guaraníes, más tarde.

Sin embargo, y además, las librerías de Buenos Aires ejercieron un papel clandestino, cuya importancia no resulta fácil determinar, en la satisfacción de las ansias de lectura de la gente río arriba, sin hablar de otras regiones. Para fines del siglo había ya en Asunción quienes, en forma sea abierta, sea clandestina, comerciaban con libros. Lo prueba el hecho de que una visita fiscalizadora del Gobernador Hernandarias a las tiendas de Asunción en 1592 descubriera, en casa del Capitán Diego Núñez de Prado, "una venta de libros, propiedad de un tal Arias"; entre ellos "una partida de cartillas de aprender a leer". No se da a entender cuáles fuesen los otros libros de contrabando.

 

Los libros de texto, siquiera primarios como lo son las cartillas, debieron hacer sentir su necesidad a raíz precisamente del establecimiento de las primeras escuelas elementales en la Colonia. Esto tuvo lugar en fecha temprana: sabemos que el clérigo Juan Gabriel Lezcano instituyó en 1545 una escuela para los niños hijos de conquistadores. En esta escuela, las cartillas serían lógicamente necesarias. Ese material didáctico, que de existir ya en esa fecha no pudo ser traído sino por el buen Pancaldo en 1538 (cosa dudosa) o por la Armada de Orué en 1541. Si entonces no lo hicieron, no pudo ya llegar sino con las Armadas posteriores a esa techa, de las cuales la primera fue en 1556 (Armada de Sanabria).

Durante años los improvisados maestros de la colonia debieron arreglárselas como pudieron e improvisar métodos que supliesen la ausencia de los preciosos textos. (Esta situación se repetirá muchos años más tarde, en cierta época, en tiempos de Francia, cuando la falta de libros, unida al incremento de la población escolar, creó circunstancias de apuro a los maestros; algunos de estos sólo disponían de una cartilla o catón para enseñar a leer a toda la clase).

Con la llegada de los hijos de Loyola al Paraguay en 1585 debería darse por conclusa esta primera etapa heroica de la enseñanza en la colonia, ya que a partir de esa fecha encontramos en los despachos de viajeros al Plata e incluida en los permisos correspondientes, la licencia para traer libros en cantidad variable: licencia sujeta a las restricciones de que dan fe las Cédulas citadas en los preliminares, pero cuyo ejercicio había dado, como se ve, margen al contrabando. Por razones de método, sin embargo, fijamos como fecha tope de esa época heroica la fundación del Colegio Jesuítico de Asunción en 1591 por el Padre Alonso Barzana.

Esa orden, esencialmente dedicada a la formación doctrinal y catequística, se encargó de hacer llegar con relativa abundancia libros a esta colonia, como a otros sitios de América; a la vez que los enviaba en mayor número todavía a las Reducciones. Todos estos libros y en especial los últimos, por razones obvias, respondieron siempre en primer lugar a las necesidades de consulta o de labor catequística y adoctrinante; es decir fueron predominantemente de índole teológica, piadosa o edificante. Y, paralelamente, didáctica.

La falta absoluta de documentos nos impide asentar, por otra parte, en qué medida la Orden Franciscana contribuyó, con la introducción de libros, a la cultura de la colonia, con la existencia de bibliotecas en las Misiones y pueblos a su cargo. Por otra parte; hay indicios suficientes para presumir que aquí, como en el Plata, los jesuitas fueron intermediarios bien dispuestos para la introducción de libros para las bibliotecas particulares. Estos libros, sin embargo, y como es lógico, serían siempre de carácter piadoso o moralizante; en todo caso, ceñida su lista, en lo que consta a los títulos profanos, a disciplinas austeras, como la historia, o los viajes.

 

Al entrar el siglo XVII, establecida, en cierta medida la continuidad de las comunicaciones con la Metrópoli, a través de Buenos Aires (no hay que olvidar que en este aspecto también esa ciudad sufrió lapsos de comunicación escasa con la metrópoli, aunque le quedó la opción, laboriosa, pero opción al fin y al cabo, de las comunicaciones con el Perú) el movimiento de libros en las colonias (y en el concepto movimiento incluimos no sólo el volumen o número de libros, sino también la diversidad o ampliación de temas o contenidos) ceñido a los envíos del exterior, sigue tropezando con los obstáculos siguientes, herencia del periodo anterior:

1) Las disposiciones restrictivas de la Corona (tanto las señaladas en el Capitulo I dictadas durante el XVI y siempre vigentes, como las emanadas dentro del XVII y que como es lógico, no dejarían de obrar en esta área);

2) El propio pulso cultural del Paraguay, condicionado por circunstancias de todos conocidas:

    a) La pobreza, en general, de los colonos.

    b) La escasa población alfabeta.

    c) La presión que las Ordenes religiosas, como guías espirituales, ejercían en el pensamiento colonial.

Añadamos las restricciones que el traslado de gente a la metrópoli o de ella experimentó en épocas diversas. Esta incomunicación, como otras medidas restrictivas que afectaron a estas provincias, tuvieron siempre más raigal consecuencia para territorio de por sí aislado como el paraguayo.

Por otra parte, para esa fecha la generación conquistadora, es decir la que aportó su caudal físico y cultural a la cimentación de la colonia, había desaparecido ya casi del todo, antes de terminar el siglo. Ya en 1575, un cronista pinta el cuadro que ofrecía Asunción a la llegada del viajero: "...un centenar de españoles medio desnudos y largas las barbas blancas, rodeados de seis mil doncellas y más de mil mancebos" (11). Y un poco más tarde, en 1594, alguien dice con sencillez ".... la gente nacida en España se va aquí acabando..."

Esto explica la ausencia absoluta de manifestaciones literarias durante el siglo subsiguiente; excepción hecha de las obras que como las de Rui Díaz de Guzmán, criollo, y Barco de Centenera, español, habían sido concebidas y gestadas en período anterior. El aporte espiritual no había sedimentado institucionalmente y la "postración paraguaya" señalada en el terreno histórico (económico sobre todo) tuvo su correlativo en una postración cultural cuya única contrapartida se halla en la actividad desarrollada en las Misiones. Algunas descripciones que hacen viajeros y cronistas acerca de la pobreza de la vida colonial son impresionantes. Actividad cuya cifra dio, desde el principio mismo del XVII, la bibliografía jesuítica local: pero que se mantuvo al margen de la colonia, incomunicada con ella.

Existen sin embargo listas de libros traídos al Plata a partir de 1590 y hasta fin de siglo que permiten completar el esquema del pensamiento colonial durante esos años. Sabemos que Blas de Peralta trajo, en 1592 obras de Fray Luis de Granada, LA IMITACION DE CRISTO, y quizá algunas obras de Erasmo. (Los libros de éste gozaron de predicamento durante el siglo XVI, y algunas de ellas, especialmente EL CABALLERO, llegaron a América en cierto número, hasta su prohibición).

LA CONSOLACION POR LA FILOSOFIA, de Boscio, aparece en varias listas de obras que atravesaron el Atlántico y llegaron a estas playas, así como las obras de San Agustín: LA CIUDAD DE DIOS, sobre todo, y algunos libros de historia griega y romana. Las hallamos ya un poco tardíamente, en bibliotecas laicas paraguayas del último tercio del XVIII. Pero posiblemente llegaron antes a las bibliotecas religiosas.

 

 

CAPITULO II

EL LIBRO EN LA COLONIA DE 1600 A 1767

 

De acuerdo a lo expresado con anterioridad (Capitulo Preliminar) la enseñanza primaria durante la Colonia estuvo en los primeros tiempos más atendida de lo que en general se cree, aunque menos también sin duda de lo que estuvo en la intención metropolitana y en el deseo de los colonos.

Ya el canónigo Lezcano, como se ha dicho, había fundado en 1545 su escueta de letras. Noticias posteriores, dentro todavía del siglo XVI, nos dan la cifra de 2.000 asistentes a las escuelas primarias asuncenas (12). Claro que esta enseñanza no rebasaba en la época los conocimientos básicos de lectura, escritura, contar y doctrina; y la juventud de ese tiempo no tuvo en la abrumadora mayoría de los casos, lugar a desenvolverse a más alto nivel y en más amplias disciplinas, ya literarias, ya doctrinales.

Ahora bien, si la enseñanza supone escuelas, éstas suponen textos. No tenemos idea de la forma en que este problema fue solucionado durante los primeros lustros. No es improbable, como se dijo en capitulo anterior, que en las primeras armadas que siguieron a la de Don Pedro de Mendoza (Pancaldo, Orué) vinieran ya silabarios y cartillas; aunque no hemos hallado al menos rastro de ello en estros archivos; y la palabra cartilla sólo aparece muchos años más tarde. Ya nos hemos referido (capitulo I) al comercio clandestino de cartillas, en los últimos años del XVI.

Un papel importante desempeñaron a partir de fines del XVI, los jesuitas. Desde su llegada, la enseñanza ya no funcionó solamente al nivel que hoy llamaríamos primario. La corrección de lenguaje de que hacen gala muchos documentos de esa época es sin duda, al principio, lógico reflejo del conocimiento del idioma, en la administración llevada directamente por españoles idóneos; pero esa corrección se mantiene, a cierto nivel por lo menos, en los documentos, después de extinguida a principios del XVII, la generación conquistadora; y este hecho es tanto más de notar en una época en la cual el guaraní primaba en lo cotidiano en una forma ya difícil hoy de concebir.

Es verdad que el contingente de pobladores españoles se renovó con las sucesivas Armadas, pero no es menos cierto que las fundaciones del Guairá y otras invirtieron gran parte de ese contingente, debilitando así al potencial cultural capitalino. Por otra parte los españoles en el Paraguay nunca fueron lo suficientemente numerosos para llegar a constituir, ni siquiera en Asunción, grupos de presión de acción decisiva en lo cultural como sucedió en otras regiones.

Papel importante sin embargo podemos asignar en el mantenimiento del idioma al cultivo del mismo en el seno de las familias hidalgas, "patricias", especialmente las formadas a raíz de la venida de mujeres españolas en las Armadas de Sanabria y de Ortiz de Zárate. Los miembros españoles y sus descendientes conservarían la lengua como blasón de estirpe, defendiéndola de la presión mayoritaria del guaraní, aunque al propio tiempo utilizasen éste como vehículo de relación con la mayoría.

Las mujeres de la colonia, se ha dicho, entendían el castellano, pero no lo hablaban: esta situación duró hasta entrada la Independencia. Por cierto que esta limitación del idioma castellano, en su más denso nivel, a la población masculina, reproduce en cierto modo, curiosamente, el cuadro de ciertas culturas primitivas, en las cuales cada sexo posee su lenguaje propio. Sin embargo, es obvio que los libros piadosos edificantes eran leídos por igual por los maridos y las esposas; y ello supone que por lo menos en un numero dado de hogares, la mujer alcanzaba cierto dominio del idioma, aunque quizá éste fuese ejercitado más en la lectura que en la conversación.

Vale la pena tal vez reflexionar sobre lo que esa defensa del idioma representó en una sociedad donde la población blanca se hallaba en proporción de uno a quinientos con respecto a la indígena (13). Se ha hablado mucho de la prodigiosa supervivencia del guaraní; pero quizá no se ha pensado suficientemente en lo que significa el hecho inverso; la manutención y extensión del castellano durante los mismos siglos coloniales, contando con tan escasísimo núcleo de hispanoparlantes originarios y a pesar de las voces de alarma que respecto a la situación del español en la colonia lanzaron algunos gobernadores a fines del XVIII.

Tres ejemplos de este dominio del idioma bien que en época aun temprana, por cierto, son Rui Díaz de Guzmán, el obispo Trejo y el Beato Roque González de Santa Cruz.

Es imposible que esta conservación del Idioma llegase a ser un hecho sin la ayuda, en gran medida, del libro. Ya se ha hecho referencia a la entrada de letra impresa, restringida seguramente, pero que no dejó de hacerse sentir, ya desde 1590. Después de esta fecha, precisamente cuando crecen el aislamiento y la pobreza del área, aumentan las probabilidades de contacto con el libro a través de las facilidades que ofrece el comercio de Buenos Aires con la metrópoli, y que, por supuesto, no pueden ser aprovechadas en toda su amplitud debido a las circunstancias mencionadas en primer lugar. Pero no por eso dejan de entrar libros. Lo hacen por diversas vías, como lo irán sugiriendo hechos indirectos.

El Padre Furlong ha recalcado el papel importante que en el movimiento bibliográfico de esos tiempos corresponde a la Orden de Jesús en el Plata diciendo (14) que los jesuitas "eran incansables en la importación de libros, así para sus propias bibliotecas como para las ajenas a la Orden". Dato que hemos anotado ya. Añade que tenían librerías semi públicas, "en las cuates muchas obras, y sobre todo los textos escolares, se hallaban para la venta, no lucrativa, sino difusiva"... (Sin mucho trabajo podría en realidad comprobarse que una lista unificada de las pequeñas bibliotecas particulares de la época daría como resultado en su total una lista muy semejante a la de la biblioteca conventual franciscana de Villarrica, por ejemplo, con la natural excepción de las obras más densamente teológicas, o específicas de la Orden).

"Sacerdotes y monjas encargaban a menudo a los Padres la adquisición de libros" dice Furlong (se refiere al Plata) dando listas inclusive de los libros comprados. No sabemos - faltos siempre de documentos - en qué medida exacta, ni siquiera aproximada, estos hechos tuvieron su correspondiente reflejo en el Paraguay; pero sí consta que jesuitas o miembros de la Orden u otras Ordenes residentes en el Paraguay encargaban libros por intermedio de jesuitas viajeros. Los permisos de embarque en puertos españoles mencionan, en las listas de viajeros jesuitas, paquetes o bultos de libros.

Hay indicios suficientes para presumir que aquí, como en el Plata, los jesuitas fueron intermediarios oficiales para la introducción de libros para las bibliotecas particulares: estos libros sin embargo y como es obvio, serían siempre de carácter piadoso o moralizante; en todo caso, ceñidos a los títulos profanos, disciplinas austeras, como la historia.

Pero es indudable que en este comercio fue Buenos Aires la que obtuvo la mejor parte. A principios del siglo XVII era nutrida la biblioteca de los jesuitas de Córdoba. El obispo monseñor Carranza (15) poseyó una "en 253 cuerpos" (volúmenes) que donó a la Orden Carmelitana en 1625. Fue nutrida según el mismo Furlong (16) la biblioteca del Paraguayo Hernando de Trejo y Sanabria, titular de la Universidad de Córdoba, biblioteca allí formada y que por ese motivo no pudo beneficiar a la cultura paraguaya.

Nada tendría de extraño que también los particulares paraguayos, conforme a lo varias veces ya expresado, hubiesen utilizado esos buenos servicios, con las limitaciones propias de la situación. Pero, naturalmente, los libros comprados por tal intermedio no podrían en ninguna momento rebasar las listas de la más correcta ortodoxia; pero se comprende que también en más de un caso se tratase de libros fuera del ámbito específicamente doctrinal, piadoso o edificante libros de historia, y avanzando el tiempo, de pedagogía, de geografía, viajes, filosofía, etc.

 

El predominio de las lecturas religiosas en esta área y en el transcurso de los años que van desde el comienzo de la décima séptima centuria hasta 1767 - fecha de la expulsión de los jesuitas - es un hecho capital de esta cultura.

Aparte de las restricciones que pesaron sobre la adquisición de libros profanos - restricciones varias veces mencionadas (con las salvedades también, del caso, cada vez) hay que tener en cuenta que la educación, en manos de Ordenes religiosas, o ceñida estrechamente a sus directivas espirituales, es seguro que no dejó mucho margen de elección en esta materia a los particulares. Por tanto, reiterando conceptos ya expuestos, no creemos razonable trasladar a este medio y época las palabras que a cuestión paralela aplica J. Eusebio de Llano Zapata en su interesantísima carta a Monseñor Cayetano M. de Agramante, Obispo de Charcas, a mediados del XVII "de libros italianos, franceses y portugueses ha casi un siglo que son tantos los que se conducen a aquellos países que hoy se hallan en ellos los mejores que se hayan escrito en esas lenguas, que por este comercio se han hecho comunes a los eruditos americanos, pasando también su cultivo a las mujeres que se precian de discretas"...

Está fuera de cuestión que los conocimientos políglotos excedieron las posibilidades culturales del medio (si se exceptúa el latín en el medio religioso y entre los abogados y médicos) aunque alguna vez tropezamos en las listas con algún libro en italiano o en portugués, no es cosa frecuente. Y el contacto femenino con los productos imprentarios de la época tampoco pudo asumir aquí los eufóricos contornos que delinea la carta precedente.

No se ha hallado rastro de la literatura de ficción condenada ya por el Sínodo de Tucumán en 1581. Si entró alguno de esos libros, lo hizo en forma tan subrepticia, recatada y secreta, que no ha quedado el más mínimo indicio.

Resumiendo, damos por sentado que a partir de 1600, entraron en el Paraguay, junto con los de teología, piadosos o edificantes, tales cuales libros de materia no eclesiástica (historia, sobre todo) pero todos ajustados a la más estricta ortodoxia. Su lista de títulos, a lo que hasta ahora se pudo comprobar, fue además corta y poco variada. Por supuesto, entran los indispensables de medicina, derecho, etc.

¿Cuáles fueron, detalladamente, esos libros de contenido profano entrados al Paraguay para uso de particulares o no durante esos años de colonia, en los cuales los jesuitas y otras Ordenes religiosas mantenían un control severo sobre la mentalidad colonial?

No existe modo de llegar a una respuesta ampliamente correcta; sólo disponemos de unos cuantos indicios, indirectos los más; y ya expresados algunos aunque es verdad que aun en su limitación, esos indicios resultan importantes.

La ausencia de un centro humanístico organizado (la ansiada y nunca alcanzada Universidad, perseguida por los gobernadores coloniales, pero que sólo fue un hecho para verla situarse lejos, en Córdoba) privó al medio de un eje polarizador del comercio intelectual, y por tanto, libresco. Sería inútil querer separar, en aquellas épocas, como en éstas, la corriente de formación universitaria y el pulso de las lecturas literarias, y por tanto la importación de libros.

La corriente libresca se canalizó desde Europa hacia el Plata y de preferencia hacia Córdoba; lo prueban los datos recogidos por estudiosos como Furlong (17) a la vez que el Paraguay quedaba, prácticamente, al margen de esta corriente. Sin embargo, es oportuno anotar el papel que en la diversificación e intensificación de estos conceptos pudieron tener los paraguayos que fueron a estudiar a Córdoba en esos años, y que aunque no fueron numerosos no dejaron de traer a su regreso en los últimos tiempos, alguna novedad, seguramente no siempre dentro de los estrictos limites de lo ortodoxo y doctrinal, y que en alguna medida enriquecían la lista bibliográfica local. A este respecto son elocuentes las palabras de Rener, mucho más tardías, es cierto (18) pero que creemos aplicables ya al último tercio del XVIII por lo menos.

"Los criollos y nativos que se graduaban en Montserrat, volvían a sus provincias con escasisimo respeto hacia las disposiciones del Vaticano y con la cabeza llena de un espíritu nuevo, aunque indefinido para ellos"...

Un documento datado en 1774, o sea ya en fecha avanzada dentro de la colonia, da una idea de su ambiente cultural enrarecido:

"Siendo aquella provincia por su extensión y población de las que producían ingenios sobresalientes, se hallaba Inculta y pobre por carecer del comercio universal y no podían aquellos cultivarse sino en las religiones (Ordenes religiosas) como lo hacían muchos de ellos, o marchando a muchísima costa a estudiar a la Universidad de Córdoba, distante 400 leguas, malográndose muchísimos por falta de medios, o por no alejarse tanto de sus casas: por lo que era manifiesta la suma ignorancia, y la necesidad de dicho establecimiento"... (19).

Si éste era el panorama ya terminado el siglo XVIII, puede imaginarse cómo habrá sido el del siglo XVII, calificado como "de mortal postración para el Paraguay"

Los raros libros profanos llegarían así en forma esporádica, adventicia: los más formando parte de equipajes viajeros o a través de amistosas comisiones, conforme a lo expuesto con anterioridad. En esa sociedad culturalmente bradicárdica, patriarcal, el libro eventualmente no ortodoxo (o simplemente considerado de lectura no útil para el alma) debió circular muy parcamente, como remedio y consolación de tedios y alivio de curiosidades; esa circulación no se instaló en la forma continuada, amplia y estable, indispensable para la formación de un nivel cultural definido.

Corroborando lo dicho hasta ahora: es difícil encontrar repositorios de cierta consideración en fechas dentro del siglo XVII. Y cuando se da con uno, los libros aparecen en número insignificante - uno, tres, cuatro, media docena -. Esa escasez puede ser tomada, como cifra de la penuria cultural, de la que se hacen eco las noticias de la época; y que no resulta difícil, de comprender, desaparecidas (por la acción inevitable del tiempo, y demás circunstancias concomitantes) las disponibilidades bibliográficas locales, y no habiendo sido factible reponerlas y menos aún, aumentarlas.

Si dentro del XVI y principios del XVII hallamos obras escritas por conquistadores o residentes temporales - Villafaña, Cabeza de Vaca, Schmidl, Centenera - y hasta por un hijo de la tierra - Rui Díaz de Guzmán - toda actividad literaria local cesa totalmente durante ese último siglo. Todas las posibilidades parecen trasladarse automáticamente al ámbito jesuítico. No solamente porque a partir de esos mismos años, con corta diferencia, empieza la literatura local a centrarse en plumas de la Orden, con las Anuas Jesuíticas (1616) y un poco más tarde con obras de gramática (TESORO de Montoya, 1632) o de historia, sino porque también, según indicios no corroborados suficientemente, dentro del mismo siglo y hacia su último tercio, había comenzado la actividad imprentaria misionera, bajo formas técnicas asimilables a la incunable, facilitando la edición de textos destinados a la catequesis (la imprenta de tipos móviles funcionó desde 1700).

Desde esta fecha, hasta 1728, la imprenta misionera producirá libros, algunos de ellos de estupenda presentación gráfica, la mayor parte traducciones, aunque también se halla entre ellas el primer libro en vernáculo escrito por un aborigen.

La bibliografía jesuítica caracteriza pues este período (siglo XVIII) y le da un sello singular; de ella se hablará en el capítulo siguiente. Son todas ellas obras informativas, históricas o polémicas y la ilustran nombres como Montoya, Techo, Sepp, Lozano, Guevara, Charlevoix, Cardiel, Peramás y otros.

(Quizá formasen parte originariamente de los repositorios no señalados de este período los libros "viejos" en latín que aparecen a menudo en época tardía, sin especificación de títulos, a veces en poder de personas de las cuales no se podía pensar poseyeran el latín hasta el punto de solazarse en la lectura de teologías doblemente indigestas por el idioma excipiente).

 

En ausencia de testimonios directos y especificados de la entrada de libros al país durante la segunda mitad del siglo XVII y la primera mitad del XVIII, habremos de tomar sin grave error a nuestro ver, como testimonio del presunto flujo libresco, las pequeñas bibliotecas (si cabe llamar así a media docena de volúmenes) que figuran en testamentarias dentro del XVIII (algunas, raras, datan de fines del XVII) presumiblemente, por tanto, formadas años antes, en la juventud del testador: quizá heredados por éste.

Esas colecciones particulares, cuyas listas nos han llegado, pertenecientes a viejos miembros de no menos viejas familias - por ello mismo representativas de una época cultural - son elocuentes. Se trata de catálogos en los cuales predomina siempre (cuando no domina por completo) la lectura doctrinal o religiosa, edificante, piadosa: libros de misa, ejercicios espirituales; novenas; vidas de santos, libros de meditación, de oración, de preparación para la muerte. Los títulos aparecen constantemente los mismos, repetidos de unas listas a otras, desde la famosa de Salazar: SEMANASANTORIO, PREPARACION PARA LA MUERTE, RAMILLETE DE DIVINAS FLORES, EPISTOLAS DE SAN GERONIMO, SALMOS DE DAVID, etc.

Libros auténticamente profanos aparecen como se ha dicho repetidamente, rarísima vez en estas listas. Cabe preguntarse - en vista de lo expuesto con anterioridad sobre la posible llegada de libros de contrabando de veras no existieron o fueron eliminados de ellas? Es posible que en algún caso existiese esa expurgación y que la realizasen: o el propio testador (celoso de que su memoria quedase en el testamento con los perfiles más austeros posibles) o sus herederos, llevados del mismo escrupuloso prurito. El paradero de los libros heterodoxos - y ya sabemos que este calificativo era de espectro asombrosamente amplio en aquel tiempo - es, en este caso hipotético, un misterio; posiblemente pasasen a otras manos bajo cuerda, si no eran piadosamente quemados por los herederos. Sólo de cuando en cuando, ya dentro del XVIII, aparece un libro de fábulas, de historia o de poesía clásica - un Esopo, un Quinto Curcio, un Séneca, un Tácito, o un Virgilio -.

La literatura patrística en sus manifestaciones menos abstrusas - San Agustín, San Jerónimo la obra de algunos teólogos o comentaristas del barroco - San Francisco de Sales, principalmente fueron (aparte los textos, más amables, de Fray Luis de Granada, o Fray Luis de León, y los consabidos "florilegios" y "meditaciones") el pasto lectural cotidiano de los más letrados de la colonia; quienes, así, sabían mucho acerca de la vida futura, pero poco del pasado humano; y se desentendían del futuro terrestre en cuanto no se cifrase en la necesidad inmediata de mantener ciertas convenciones de honor y dignidad familiar dentro de una sociedad inmóvil. (Palabras de Rener, aunque alusivas a una época más tardía, refuerzan estos supuestos).

Así considerado a primera vista el panorama cultural desde la conquista hasta el XVIII, casi podríamos decir que el pensamiento en esta región quedó prácticamente detenido dentro de limites medievales. La ruptura de aquella unidad de pensamiento que caracteriza a la sociedad medieval - ruptura que se produce en Europa masivamente con el siglo XVI - acá llegó tan amortiguada que puede considerársela casi inexistente. A los efectos del pensamiento local, es como si la propia América no hubiese sido todavía descubierta.

Una prueba de esta realidad la dan actas del Cabildo ya de fines del siglo XVII donde a menudo encontramos junto a la noticia de una rigurosa sequía, de una hambruna o de una epidemia, la unánime votación de una procesión solemne y otros actos piadosos "para asegurar el perdón divino y el alejamiento del enemigo (Satanás)" o se multa a los vecinos que no han acudido a las rogativas para impetrar la lluvia.

El renacimiento, repetimos, en cierto sentido, no existió pues para estas comunidades. El humanismo de que hizo gala esta sociedad colonial seguía siendo un humanismo moral, de cepa cristiana; el humanismo filosófico y estético grecolatino no había penetrado en ellas.

Todo tiende a confirmar la idea de que en este periodo (siglo XVII y hasta último tercio del XVIII) las pocas bibliotecas no pertenecientes a Ordenes religiosas, y a las cuales podemos aplicar, con bastante generosidad, ese título (de 25 obras arriba) se hallaron mayoritariamente en poder de los clérigos y gentes de Derecho, y una que otra de las viejas familias. Aun entre sus letrados, las listas eran a veces brevísimas: Pedro Navarro, clérigo de la capital, dejaba en 1692 cinco libros: "3 morales y 2 latinos".

No se ha insinuado, que sepamos, hasta ahora el análisis de los conflictos, no por limitados en su exterior menos dramáticos en su fondo, que debieron plantearse no sólo en los distintos enclaves fundacionales de las primeras épocas, aislados entre si y más aún con respecto a la capital, sino simplemente entre los distintos núcleos o grupos de colonos, arribados a la región en esa misma época, y separados entre si en su llegada por lapsos relativamente considerables, en el período 1534-1600. Quizá en el distinto caudal de experiencia y diferente visión del mundo haya que hallar el origen de algo del espíritu conflictivo de la colonia, no explicable o no explicado ya por otros numerosos y plausibles motivos.

La abundancia de títulos latinos dentro de las modestas listas del XVI y hasta mediados del XVIII habla de un conocimiento extensivo e intensivo de la lengua traído consigo por el colono (clérigo, escribano, hombre de leyes) en algunos casos; en otros, a través, primero, de la enseñanza del Colegio Jesuítico local; segundo, de los estudiantes en Córdoba.

En muchos casos, lo regular sería que el dueño de esos libros viniese del exterior ya conocedor por profesión (médico o abogado) del idioma del Lacio. Quizá por eso ya finalizado el XVII y más aún conforme avanza el XVIII hallamos indicios de que el conocimiento del latín iba estrechando su ámbito: en las listas el adjetivo "latino" o la advertencia "en latín" aparecen sustituyendo al título del libro (en ciertas listas aparecen esos títulos transcriptos con errores garrafales) signo indirecto de que ya para entonces el latín debía "ser griego" para gentes que una generación o dos antes lo manejaba aún como un segundo idioma.

Esto lógicamente se refiere a los libros no profesionales (medicina, foro, etc.) o a los religiosos en bibliotecas de sacerdotes.

Entraron también, en mayor número, libros de medicina y farmacia. A partir de mediados del XVIII empezamos a encontrar en las magras listas la acotación "manuscrito" (20).

Un signo del crecimiento en la apetencia de lecturas a la par que de la escasez de libros, lo da la existencia, comprobada en listas y ya antes señalada, de libros copiados a mano.

Es cosa sabida que cuando los libros son pocos en número y no ocupan un lugar propio y particular en la casa, su desaparición - a plazo más o menos breve - es segura: su escasez los hace insignificantes, los coloca al margen del escrúpulo conservador, máxime cuando ellos exceden el nivel cultural de los poseedores. Inversamente, la copia manual es patético signo de un regreso a la valorización de la lectura. La copia a mano de textos escasos que por algún motivo interesaban a los lectores fue práctica frecuente en esa época: hasta entrado el siglo XIX comprobamos en las bibliotecas particulares la expresión "libro manuscrito".

Difícil hallar un signo más elocuente del amor o del interés por una obra o un autor, y de lo que el libro significó para el lector: difícil también encontrar síntoma más fehaciente de la escasez bibliográfica.

Aquí regresamos fatalmente al tema de las restricciones sufridas por el comercio de libros durante esos años.

En documentos de esa época hallamos queja de autoridades eclesiásticas sobre la enorme cantidad de libros perniciosos que entraban en el Plata. En 1699, es decir, tocando ya con la mano el XVIII, escribiría al Rey el Obispo de Tucumán, Monseñor Manuel Mercadillo:

"Que era excesivo el caudal de libros que circulaban en estas regiones, y que era menester impedir la libre circulación de tantos libros de viajes, tantos relatos fabulosos, tantas obras mundanas, y tantas publicaciones extranjeras como eran las que corrían de mano en mano, no sin detrimento de las buenas costumbres".

Aunque podría objetarse que el buen sacerdote debía ser un poco dado a la hipérbole, como tantos en aquel tiempo, mucho de real habría de seguro en la situación, y es lógico pensar que al contagio general en el área no escaparía, aunque a trasmano, el Paraguay. Debemos, sin embargo, tener en cuenta para la oportuna evaluación, aparte las mencionadas probabilidades de exageración, que el hecho de que esos libros entraran en Buenos Aires y de allí a otras provincias en gran número, no quiere necesariamente decir que llegaran acá, pocos o muchos. Pudieron hacer su entrada en algún caso para pasar de contrabando a otras regiones, ni más ni menos que sucedió con los esclavos. E inclusive los llegados a Tucumán y otros puntos es más que posible lo hicieran desde y a través del Perú o Chile.

En todo caso, repetimos, si libros de los mencionados llegaron al Paraguay, no debió ser en gran número. Las características de la sociedad colonial, a que varias veces hemos hecho ya referencia, no favorecen otras suposiciones; pero aparte de esto, las listas de obras hasta ahora descubiertas en archivo tampoco las propician. Comparando esas listas con las que ofrecen, sobre importación bibliográfica al Río de la Plata, Torres Revello y otros, encontramos una enorme tendencia a la morigeración en la profanidad de los títulos.

En algunos casos, las mismas listas - inventarios atestiguan la existencia de estanterías ad hoc; ("un estante que contenía los libros"...) y éstas a su vez significan la larga data de estas colecciones, ya fuesen ellas originales, ya resto de repositorios más numerosos. Pero aun dando por sentado que las colecciones fuesen formadas por los propios testadores, ellas dan fe de una ansiedad de conocimiento que dadas las circunstancias tuvo que luchar con no pocos obstáculos para llegar a su logro: comunicación escasa, pobreza, etc.

No hemos hallado, repetimos, repositorios anteriores a 1650; lo cual se relaciona con lo poco antes expresado acerca de la lentitud del pulso cultural, por lo menos durante más de la mitad del XVII.

 

Comenzado el XVIII, la sublevación comunera coloca en primera línea, en su aspecto intelectual o por lo menos cultivado, a algunos de los hombres de aquella época. Uno de ellos, Antonio de Urrunaga, es llamado por sus contemporáneos "un Séneca con espada": testimonio de que aquí, como en la metrópoli, el nombre del filósofo hispano-romano servía - como sirve todavía - en lenguaje popular para designar a la persona de amplia y sazonada ilustración. Preciso es que adquiriese en alguna parte Don Antonio esa sabiduría; tenia que ser acá, ya que el bueno del jefe de milicias no había salido del país, y debía ser la suya de condición, en parte al menos, laica, pues de otra manera habría recibido distinto calificativo. Para ello sin embargo bastaría que se extendiera sobre las áreas de historia y leyes, sin incurrir en informalidades ficcionales...

Ya muy adelante el siglo, parece introducirse cierta leve variedad en el repertorio de lecturas, según lo notaremos en las listas de testamentos. Incluidos en forma un tanto vaga y difícil de organizar en sistema dentro del pensamiento colonial, hallamos rastros de la frecuentación de algunos libros profanos, aunque siempre dentro de límites estrictamente ortodoxos. Que obras de Lope, de Calderón, de Tirso, llegaron desde fines del XVII o principios del XVIII a los hogares particulares, está probado. Los documentos de testamentaría de José Pereira, caballero de estimable fortuna, dedicado a negocios de préstamo, y fallecido en 1780, atestiguan que este señor poseía, entre otros libros perdidos, un volumen de Historia romana, otro sobre monarquía incaica (posiblemente Garcilaso) uno del TEATRO CRITICO de Feijóo, y "uno de comedias de Calderón de la Barca". (No había libros religiosos en esta colección. Caso infrecuente).

No hemos podido conseguir la lista de la biblioteca del Colegio Jesuítico de Asunción; pero no hay razón para suponer que, aun dando de barato fuese menos copiosa que la de Mendoza, Tucumán o Salta (para no hablar de la de Córdoba) la del Colegio asunceno estuviese cualitativamente y en líneas generales constituida de manera distinta es decir, que seguramente no erramos al dar por seguro que en ésta, como en aquéllas, al lado de las obras de teología moral y de piedad (consideradas básicas, y por tanto indispensables, en aquella época) hayan tenido un lugar las obras profanas, (historia, geografía, teatro, poesía latina) en cierta medida y proporción. Lo mismo puede asegurarse de las otras Ordenes: franciscanos, dominicos, mercedarios. Naturalmente la lista de obras no específicamente religiosas variaría dentro de ciertos límites de acuerdo a las congregaciones, por la lógica preferencia de cada una de ellas hacia determinados autores; en concreto, a los de la propia Orden. Representativa debe juzgarse la biblioteca de los Padres franciscanos de Villarrica (21).

Las bibliotecas de las Reducciones, cuya mención particular pertenece a otro lugar, dieron sin duda, en sus menores dimensiones, reproducción de la línea bibliográfica de la que pudiera llamarse biblioteca central o sea la del Colegio; aunque alguna de ellas, como la de Candelaria, alcanzara el respetable número de 4.800 volúmenes.

Las Congregaciones establecidas en el Paraguay, y no sólo los jesuitas, se preocuparon siempre de poner a disposición de sus miembros sus bibliotecas, donde pudiesen ampliar y renovar sus lecturas, no sólo en materia de doctrina y piedad, sino también en materia histórica y filosófica. Estas bibliotecas debieron lógicamente contribuir también a la cultura de los particulares, aunque por supuesto, seguiría manteniéndola dentro de los limites ortodoxos, con el predominio de lo teológico o por lo menos lo doctrinal: es decir, que tal vez no todos los libros en ellas existentes fuesen de libre lectura: sin contar el impedimento que en algún caso podría suponer, el desconocimiento del latín u otro idioma.

De teatro, sabemos que siguió llegando a los Colegios el de Lope, Calderón, Tirso, Mira de Amescua; sobre todo el teatro de estos autores orientado hacia lo religioso; aunque también es seguro, hubo teatro profano; comedias, o entremeses ligeros sin mayores complicaciones. Por analogía con lo sucedido en otros ambientes del Plata - Tucumán y otras áreas - podemos suponer que en la biblioteca del Colegio asunceno como en las de doctrinas, hubo surtido de teatro religioso: autos, loas, milagros, ya de autores españoles del siglo de Oro, ya obras de estos o de otros (italianos franceses) refundidos expresamente para la obra de catequización en América. Era un material imprescindible, aunque faltan datos para perfilar el catálogo de esas obras. Ellas seguramente constituyen el repertorio al cual se recurría también en la Colonia, cuando el Cabildo ordenaba organizar representaciones en las fechas religiosas solemnes, especialmente el Corpus: (de lo cual no hay noticia después de 1616; aunque esto de ningún modo significa que ellas no hayan continuado).

Los rasgos de Moliere que se hallan a ciertos niveles del folklore indicarían la frecuentación de obras de este autor o por lo menos de refundiciones o versiones especiales: realizadas éstas con vistas a la representación, fueron instrumentadas por las Ordenes religiosas para edificación y solaz popular: pero su nombre no figura en las listas halladas sino en una ocasión, y sólo con el de la obra. Otras piezas religiosas eran dadas en los Colegios; en el asunceno por tanto; y estas mismas, u otras, constituían el repertorio de las que en ocasiones determinadas, organizaban los Cabildos (22).

El mismo Furlong cita el lote importado por los jesuitas Arroyo y Gervasoni en 1753 y en el cual figuran libros como EL ESPECTACULO DE LA NATURALEZA, POLITICA INDIANA, HISTORIA DE LAS INDIAS; LA FILOSOFIA de Losada, la GEOGRAFIA de Murillo; obras que por cierto se encuentran en las listas de bibliotecas paraguayas particulares del último cuarto del XVIII, y cuya enumeración de por sí es signo de la comunicación establecida por entonces en este renglón con la metrópoli por un lado, por otro con las llamadas "provincias de abajo"; no sólo al nivel de las adquisiciones de la Orden, sino también al nivel particular. Ingresan también por entonces libros de viajes, que a la vez que ensancharían el conocimiento del mundo contemporáneo en aquellas mentes sencillas por tanto tiempo ceñidas a los límites de la propia geografía y obligados a oír de ese mundo como se oye de los países encantados en los cuentos, excitarían la curiosidad y serían semilla de apetencia de nuevos conocimientos: ocasión de comparar y de reflexionar.

Por esta fecha también entraron libros como BERTOLDO, BERTOLDINO Y CACASENO, cuya lectura impregnó muchas imaginaciones. Aunque no hemos hallado hasta ahora indicios concretos, tenemos los que ofrecen los vestigios folklóricos, donde hallamos relatos indudablemente enraizados en ese libro, los cuales unidos a elementos proporcionados por la tradición oral de origen hispánico, como los de Pedro de Urdemalas, el rico acervo de cuentos populares regionales, etc., se vieron revertidos luego en los cuentos y "sucedidos" que forman hoy parte del mutilado folklore local (los cuentos de Perú Rimá por ejemplo).

Como en la colonia no funcionaron imprentas, no podían en modo alguno afectarlas las Cédulas referentes a la impresión de obras, como la del 19 de marzo de 1647, mencionada (Capítulo Preliminar). Pueden haberlas afectado en cambio (no hay indicio) las prohibiciones taxativas como las que muy adelante ya, en 1768 (Cédula del 18 de octubre) prohibieron, en las cátedras de Universidades y Colegias, el uso de las obras del Padre Pedro de Calatayud, la SUMMA MORAL del Padre H. de Busenbaum y la DEDICATORIA en ENIGMA THEOLOGICUM. Por Cédula del 20 de abril de 1778 se prohibió en Indias la entrada de "Un libro en octavo mayor intitulado AÑO DE 1440, sin nombre de autor ni de un impresor" debido a que...

"no sólo se combate con él la Religión Católica y lo más sagrado de ella, sino que también servia a destruir el orden del buen gobierno, la autoridad de los magistrados y los derechos de la soberanía, promoviendo la libertad e independencia de los súbditos y sus Monarcas y señores legítimos"

Otra Cédula en 1779 prohibió la HISTORIA DE AMERICA de Robertson, portadora de la "leyenda negra" de la Conquista (La HISTORIA de Robertson llegó sin embargo al Paraguay).

Por contraste se encuentran también libros recomendados, tales como el mencionado en la Cédula del 13 de marzo de 1768, INCOMMODA PROBABILISSIMI, del Catedrático de Primo de Santo Tomás en la Universidad de Valencia, Fray Luis Vicente Más de Casavalls.

Aún encontramos aquí y allá datos referentes a las bibliotecas religiosas existentes en el área de la Colonia, aunque ninguno lo explícito que sería de desear.

En 1723 al producirse el primero y momentáneo destierro de los jesuitas de la capital durante la revolución comunera, la primera preocupación de los Padres fue poner a buen recaudo "los vasos sagrados y los libros de la biblioteca". Aun encontramos algunas otras referencias a esa biblioteca en años posteriores: en 1745 se manifiesta "no haberse mostrado el Padre bibliotecario muy diligente en el cuidado de ella", y el Provincial Nüsdorffer ordenó se lo sustituyera por otro Padre más eficaz.

Otra consecuencia de la expulsión de los jesuitas en tiempos de Antequera fue la suspensión o cierre de la única escuela o colegio de que por entonces disponía Asunción: la de los Padres Jesuitas.

El Cabildo por nota se dirigió al Rectorado del Colegio exponiendo la situación, y rogando se volviera a abrir dicha escuela de primeras letras. Ello es una prueba: Primero, de la escasez de medios de enseñanza en aquella época (primer tercio del XVIII); Segundo, de que esa enseñanza se hallaba en manos de los jesuitas y otros religiosos. La expulsión definitiva de los hijos de Loyola en 1767 dejó huérfana la colonia; y esta orfandad la reflejan suficientemente documentos de época.

Expulsados definitivamente los jesuitas, y revertidos al Estado sus bienes, plantea la pregunta: ¿qué se hizo, entre otras pertenencias, de las bibliotecas de los Colegios de Asunción, y las que sin duda funcionaron en Yaguarón, Paraguarí, etc.? Es de suponer que durante algún tiempo continuasen en sus lugares, más o menos custodiados, como sucedió con algunas de las Misiones: pero transcurrido algún tiempo, los factores negativos que en todas las épocas han incidido localmente para la destrucción de la letra escrita, comenzaron a hacerse sentir, llevando, en un plazo más o menos largo, a la desaparición de gran parte de esas bibliotecas.

Lo que de ellas restó fue sin duda a nutrir los fondos bibliotecarios del Colegio de San Carlos; quizá algunos de ellos figuraron entre los bienes de tesorería, cuyas listas encontramos en tiempos de Francia, y en la biblioteca que según datos éste organizó con carácter y destino público.

Una parte de esos libros llegó así hasta la época de Don Carlos y hallaron finalidad más amplia en ese tiempo. En todo caso no creemos arriesgado lanzar la idea de que la utilidad cultural de esos repositorios después de la salida de sus dueños se vio reducida al mínimo.

Una consecuencia de la expulsión de los jesuitas de que se habló ya fue la disminución más acusada aún en el conocimiento de la lengua latina. Las viejas generaciones siguieron utilizando los libros en latín pero las nuevas no hallaron ya tantas posibilidades para la adquisición de esos conocimientos, ni aún después de la apertura del Real Colegio Seminario de San Carlos. Sin embargo tenemos conocimiento, en estas épocas y hasta el final del segundo período independiente, de algunos buenos latinistas: uno de los últimos fue el Padre Maíz. Pero el latín dejó de ser lectura de doctos en la medida en que hasta entonces lo había sido; y remató el efecto la secularización religiosa ordenada por Francia en 1824.

 

Como resumen de este período podríamos establecer pues las siguientes conclusiones:

I. El libro no profesional fue en la colonia y en su abrumadora mayoría, de contenido religioso;

II. El movimiento libresco profano, animado en el Plata, especialmente a mediados del XVIII, alcanzó en medida muy limitada esta área;

III. Las bibliotecas no profesionales, escasas en número y volumen, y de carácter también predominante teológico y doctrinario, salvo algunas excepciones, pertenecieron también en su mayoría a gente eclesiástica (clérigos y otros; no se incluyen acá las bibliotecas de instituciones religiosas); esta situación duró hasta el último tercio del XVIII;

IV. Como consecuencia de esta situación, la mentalidad colectiva permaneció, hasta mediados del siglo XVIII y aún la segunda mitad, anclada en lo medieval (unidad de pensamiento; el humanitarismo cristiano sustituye al humanismo; filosofía, ciencia, religión, arte forman un cuerpo común e indivisible, nervado por la teología escolástica);

V. Cuando desde mediados del XVIII empieza a modificarse ligeramente el cariz de las listas bibliográficas dando cabida sensible a libros profanos, ello tiene lugar, al parecer, en la mayoría de los casos, a través de españoles que visitan el Paraguay, residen en él largo plazo, o se afincan definitivamente en el país.

En esta renovación del panorama bibliográfico intervienen también: la actuación de los últimos gobernadores, portadores en cierta medida del mismo espíritu "ilustrado" que trajo como consecuencia la expulsión de los jesuitas; y los aportes intelectuales de los egresados de la Universidad de Córdoba.

 

 

CAPITULO III

LA IMPRENTA MISIONERA

 

"... Pues esto ha sido obra del dedo de Dios, tanto más admirable, cuanto que los instrumentos son unos pobres indios, nuevos en la fe, y sin la dirección de los maestros de la Europa...".

Con estas palabras anuncia el Padre José Serrano a sus superiores en la Orden, desde la Misión de Loreto, 1705, la aparición de un libro: DE LA DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO, obra del Padre Jesuita español J. Eusebio Nierenberg. Lo tradujo al guaraní el mismo Padre Serrano; la traducción le llevó cinco años. Fue impreso e ilustrado en la mencionada Misión.

Un hecho que singulariza la historia del Paraguay son las famosas Misiones jesuíticas guaraníes, donde durante ciento sesenta años se ejercitó un régimen socio-cultural de peculiares perfiles, cuya cifra más concreta y duradera dieron: de una parte, los templos barrocos erigidos en esa área con el esfuerzo y sacrificio mayoritario del indígena; de otra, la famosa imprenta misionera.

En efecto, en estos pueblos, y al comenzar el siglo XVIII, floreció la primera imprenta del Río de la Plata (1700, Misión de Loreto: más tarde la encontramos funcionando en Santa María la Mayor y San Francisco Javier). El propósito de esta imprenta fue - como se desprende de los fundamentos expuestos en las solicitudes elevadas en ocasiones diversas a los Superiores - la edición menos onerosa y con mayores garantías de eficiencia (23) de las obras necesarias para la catequesis y vida espiritual de las Misiones. Ya en 1632 con motivo de viajar a Europa el Padre Ferrusino, hicieron presente los Padres a los Superiores la necesidad de una imprenta propia. (Este encargo fue la consecuencia de los postulados aprobados por la V Congregación Provincial del Paraguay reunida en Córdoba a mediados de 1633, y que decía: "Insistentemente pide la Congregación que nuestro Padre General conceda una tipografía para imprimir varias obras en guaraní sumamente necesarias". El Padre Ferrusino mencionado viajó a Roma llevando el Memorial para el P. General Vitelleschi, en el cual figuraba en primer término ese pedido de imprenta: "Arte y vocabulario y otras cosas en la lengua guaraní del Paraguay. Que se mande de Francia, Alemania o Flandes algún hermano impresor"... El P. General prometió hacer todo lo posible; en cuanto al impresor, "hará lo que se pide con mucho gusto". Pero los posibles no se hicieron, por entonces... Montoya, autor del Arte y Vocabulario, hubo de imprimirlos en Madrid en 1636, ya que la necesidad no admitía demora.

El P. Antonio Machoni, entre tanto se trajo (en 1737) 22 cajones de libros; entre éstos los había para la Compañía, para cubrir encargos de particulares y para vender (24). Tampoco el P. Ferrusino desperdició su viaje: no se trajo la imprenta, pero se trajo una gran cantidad de libros para las Misiones, por encargos de particulares y para su venta. He aquí la lista de algunos de ellos:

SUAREZ: Defensa Fidei

NIERENBERG: Obras Completas

BONAUNA: Idem

SANCHEZ: Idem

MONTERO: Poética

BARBOSA: Política

RIVADENEYRA: Obras

CORNELIO DE LAPIDE: Obras (diez tomos en folio)

MALACA CONQUISTADA: (19 ejemplares)

BELARMINO: Cartillas (21 ejemplares)

RELACIONES DE ETIOPIA: en portugués (4 ejemplares)

BAEZA: In Evangelia (36 ejemplares)

GUERRERO: in Cantica (20 ejemplares)

KEMPIS: Imitación de Cristo (8 ejemplares)

P. HURTADO: De Beatitudine (8 ejemplares)

VELAZQUEZ: Ad Philippem (10 ejemplares)

ESTUFARE: Matemáticas (7 ejemplares)

RIVADENEYRA: Príncipe Cristiano (17 ejemplares) (25).

Otras varias presentaciones, siempre en procura de instalar en las Misiones la necesaria imprenta, se hicieron en fechas subsiguientes; pero circunstancias diversas demoraron durante casi setenta años la cristalización de esa ansiedad.

La imprenta misionera (no está bien dilucidado todavía si fue una sola, trashumante, o si hubo varias) fue un fenómeno extraordinario, no precisamente por la fecha de su aparición (ya en 1537 funcionaba la de México, y en 1584 la de Lima) sino por las circunstancias que rodearon su creación y en que se desenvolvió.

Como bien afirmó Bartolomé Mitre, "un misterio rodea su nacimiento y su fin". Construida toda ella con materiales locales, funcionó con mano de obra indígena exclusivamente, aunque, por supuesto, bajo continua dirección de los P. P. Manos de indio ajustaron sus planchas de madera y hierro y su platina de piedra; manos indias diseñaron y fundieron los tipos, compusieron e imprimieron los textos, encuadernaron los volúmenes. Alcanzó un alto grado de perfección en sus productos, máxime dada su breve existencia: poco más de un cuarto de siglo transcurre entre sus fechas presuntas de aparición (1700) y su receso (1727).

El primer libro de ella salido fue MARTIROLOGIO ROMANO traducido al guaraní por el mismo Padre Serrano; le siguieron FLOS SANCTORUM y DE LA DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO, igualmente en guaraní, como otros posteriores. De estas obras, la primera fue editada, al parecer, previamente al permiso para el funcionamiento de la imprenta (éste fue expedido en Lima en 1703).

La noticia sobre la edición del MARTIROLOGIO ROMANO, la da el P. Sepp según Furlong (26) en el prólogo carta de una obra publicada en Ingolstadt; "En este mismo año (1700) el P. Neumann dio a la luz pública un volumen impreso en caracteres, un MARTIROLOGIO ROMANO, del cual carecían hasta ahora todas las Reducciones y aunque los tipos son desiguales a los de impresiones europeas, son en todo legibles (27). Una segunda edición apareció en 1709. No quedan de ella ejemplares, como tampoco del FLOS SANCTORUM, el primero editado después del permiso (1704). Digamos de paso que en Loreto también, y en 1713, vio la luz el primer libro de autor local (o por lo menos localmente asentado) editado en el Río de la Plata: INSTRUCCION PRACTICA PARA ORDENAR SANTAMENTE LA VIDA, del Padre Antonio Garriga, S J.

El grabado en metal que ya antes de 1700 florecía en Misiones, si hemos de creer en algunos indicios (por lo demás, la forma en que se manifiesta apenas establecida la imprenta, tiende a sugerir una experiencia previa bastante larga) encontró nuevo aliciente en la imprenta, como complemento ilustrativo de los textos. Por lo demás, esta actividad sobrevivió a la imprentaria, como se deduce de ciertas preferencias. El Padre Cardiel escribe en 1747 que "en todos los pueblos misioneros había grabadores, y algunos de ellos eran tan buenos, que sus grabados fueron enviados a Francia, Italia y Alemania". Estas palabras hacen presumir una copiosa producción inclusive posterior al receso imprentario; pero de todos esos grabados sueltos, entre los que figuraron según todos los indicios, estampas religiosas al uso de esa época, ninguno ha llegado hasta nosotros. La destrucción que se ensañó con el patrimonio misionero se ha ensañado especialmente con el material impreso.

De todos los grabados producidos en Misiones, no subsisten hoy sino poco más de un centenar: pero no por cierto sueltos, sino como ilustraciones de libros impresos en Doctrinas, y en concreto, del mencionado DE LA DIFERENCIA... que acapara él solo ciento diez de los ciento doce grabados subsistentes (ciento trece si incluimos el de Tilcara, del cual se hablará). Digamos de paso también que de este libro sólo se conservan dos ejemplares completos, ambos en colecciones particulares, y ambas en el extranjero, lo cual restringe bastante el acceso a tan interesantes fuentes (28).

Angel Justiniano Carranza dijo que este libro es "digno de una monografia; y en verdad, ofrece rasgos extraordinarios. Con sus quinientas veintinueve páginas útiles en cuarto mayor, compone un volumen considerable: los tipos son elegantes y bien perfilados, correcta la diagramación, la impresión impecable. No exageran aquellos que afirman que se trata "del libro más perfecto salido de las prensas coloniales", es decir, en toda Latino América y en los trescientos largos años hasta la Independencia.

Como ya se ha dicho, los tipos fueron dibujados y fundidos, el texto compuesto e impreso, por artesanos indígenas exclusivamente. Lleva sesenta y siete viñetas, entre las capitales y las de fin de capitulo, abiertas, como las cuarenta y tres láminas, en metal (29). Todas estas ilustraciones fueron asimismo obra de artesanos indígenas, como se desprende del testimonio del Padre Serrano; lo testifica asimismo indirectamente la firma en uno de los grabados.

De las cuarenta y tres láminas, en efecto, sólo una lleva el nombre de su autor: Joannes Yaparí. Durante mucho tiempo, y en base a esa única firma, se dijo y repitió que todas las ilustraciones eran de la misma mano. Pero el más somero examen critico de los rasgos plásticos descubre diferencias significativas de sensibilidad y experiencia entre láminas o por lo menos entre grupos de láminas (30). Que sólo una esté firmada, nada quiere decir. El anonimato era la regla para todo trabajo relacionado con la religión en Misiones. Más bien debe sorprendernos que aparezca algo autenticado. Quizá Yapari fue un cacique. Como claves que éstos eran para el orden interno de las Reducciones, gozaban de no pocos privilegios. La Corona los autorizaba inclusive a usar el hidalgo don como en otras regiones de América a los descendientes de familias autóctonas caracterizadas. Tal vez se deseó señalar y autenticar, con esa firma, en un grabado de tan especial significación como puede serlo el retrato del General de la Orden, el grado de pericia alcanzado por el artesano indígena bajo el magisterio de los Padres; aspecto éste que interesaba mucho destacar.

Repitiendo lo ya expresado, no fue Yaparí el único grabador de DE LA DIFERENCIA ni, por tanto, el único a actuar por esa época; aunque quizá fuese calificado por los maestros como el mejor entre los que participaron en la empresa. El caso de un equipo de artesanos indígenas trabajando en una obra dada no fue raro. En el Archivo Histórico Nacional de Madrid se conserva un volumen que reproduce en pulcras letras de molde a mano el texto de la edición primera de HISTORlA PARAQUARIAE del Padre Nicolás del Techo, con sus grabados igualmente copiados con prolijidad y exactitud singulares a pluma; en esta reproducción manual trabajó durante meses un equipo de treinta artesanos.

(La copia de textos impresos, como sucedáneo de la imprenta, fue practicada en Misiones ampliamente antes de 1700; ello consta documentalmente y como más de una vez hemos afirmado (31) fue este ejercicio y práctica previos de delineado y perfilado de letra de imprenta uno de los factores que más debió influir para el éxito posterior del diseño y fundido de tipos de imprenta).

Al apreciar esta obra misionera, debemos tener en cuenta que el artesano indígena no recibía enseñanza metodizada del dibujo, no estudiaba anatomía ni trabajaba sobre modelo vivo; no conocía otra disciplina didáctica que la copia. Se comprende cuán provechosa debió ser a estos grabadores, en su aprendizaje, la práctica previa de minuciosa copia de textos, mencionada. También debió serles muy útil su experiencia en el trabajo de orfebrería - ésta alcanzó gran desarrollo en Misiones - al ejercitarles en la precisión y prolijidad en su trato con el metal.

Es posible por otro lado que los indígenas de esas Misiones hayan tenido en algún caso cierto conocimiento elemental, previo a la llegada de los españoles, del grabado y del estampado, ya que se sabe que algunos pueblos empleaban las llamadas "pintaderas"; cilindros de madera con la superficie trabajada en relieve; estos cilindros (precursores, por otro lado, de ciertas técnicas de estampado moderno) entintados, eran aplicados sobre la piel y reproducían en pecho, rostro, espalda, etc., diseños en serie continua cuya regularidad sorprendió a más de un viajero (tatuajes o pinturas en Klimanklistron). Esta práctica previa, aunque rudimentaria, pudo ser útil cuando menos para la comprensión del mecanismo esencial del grabado, aunque este mecanismo como es sabido difiere secundariamente según se trate de grabado en madera o metal.

Los grabados DE LA DIFERENCIA... prueban sin lugar a dudas que el nivel alcanzado por el artesano misionero en esa disciplina, como ya antes en pintura y escultura, fue sorprendente. Podría inclusive afirmarse que en el grabado mostró el indígena una más entusiasta captación de la técnica. A esto me he referido al sugerir que "existe entre el grabado y el espíritu nativo una secreta afinidad que hace de aquél una modalidad de elección dentro de esta plástica" (32).

Los grabados realizados en Misiones soportan airosamente la comparación con los de otras regiones de América inclusive con los producidos en México, en el siglo XVIII. Algún grabado de DE LA DIFERENCIA..., al coincidir en el modelo con otro que utilizarán más tarde artistas grabadores de otras épocas coloniales, Villavicencio, por ejemplo, permite el cotejo directo de valores.

En general, las ilustraciones reproducen las que exornaron la edición antuerpiense de DE LA DIFERENCIA en 1684, debidas al artista flamenco Dirk Bouts o Bouttats. Hay otras de modelo no identificado. Las viñetas capitales fueron sin duda tomadas de misales y evangelios. Algún cul de lampe fue copiado de un tratado de escultura o arquitectura. Otros fueron tal vez de composición local (maestros). La dificultad de acceso a esos grabados, anteriormente subrayada, impide una apreciación a fondo de ciertos aspectos técnicos. El ejemplar que se guarda en la Biblioteca Nacional (Colección Enrique Solano López) no conserva ni una sola de las láminas, aunque sí del resto del material, lo bastante para poder apreciar el exquisito trabajo de las viñetas cabeza y fin de capitulo (33).

Ahora bien, aun reconociendo el mérito de esos grabadores, no podemos aceptar la afirmación hecha por cronistas entusiastas, de que esos artesanos eran tan hábiles "que se hacia difícil distinguir la copia del original". La pericia del indio es indudable, repetimos; pero existen en la realización diferencias de factura y estilo que permiten discriminar niveles entre original y copia, y distinguirlos sin dificultad.

Es verdad que el indio careció de una cultura plástica propiamente dicha - las artesanías aborígenes fueron elementales y estuvieron confiadas a mujeres - y no pudo por tanto aplicar a su trabajo una voluntad de forma definida a través de una tradición. Pero no por eso dejaba de poseer un temperamento y una idiosincrasia, y con ellos las latencias de un acento diferencial. Tras la evidente contracción y prurito prolijo, que presiden realización de todos y cada uno de los grabados, notamos la tendencia a centrar la composición - inclinación a la simetría - a achaparrar las figuras - destrucción de los cánones - a diluir o desdeñar claroscuro y perspectiva - uniplanismo - a aislar líneas o volúmenes cuya articulación lógica con el resto no se capta - incapacidad de separar forma y movimiento.

Por lo demás, estos grabados abandonan a menudo la copia directa del original para introducir en el diseño intencionales cambios, que a veces se ciñen a modificaciones de detalle, y otros afectan al orden de la composición o van hasta la sustitución de partes enteras de ésta.

En las láminas que reproducen las torturas del infierno, por ejemplo, las bestias infernales adoptan apariencias tomadas del ambiente familiar al converso, y se introducen, entre los precitos indios, para mostrar lo igualitario de la ley divina y asegurar al converso de que así como no le faltará su lugarcito al sol de la gloria celestial, tampoco le faltará, llegado el caso, su partija en las bullentes calderas de Pero Botero. En una ilustración tomada a Bouttats, que reproduce los últimos momentos de un pecador, la visión de los suculentos manjares que en el grabado original, flotando sobre la cabecera sugieren el empecinamiento del moribundo, obsesionado hasta el final por los regodeos de la gula, es sustituida por una aparición aterradora: el infierno manda a sus embajadores en busca del ánima empecatada. La composición de otras láminas denuncia la yuxtaposición o combinación de contenidos parciales de dos o más diferentes; con ello se quiso seguramente clarificar una idea, imbuir en el converso más sencilla y eficazmente el significado de ciertos principios de la fe, reglas religiosas o de conducta.

En estas alteraciones y cambios se han basado algunos para exaltar la inteligencia del indígena; pero sin negar ésta, patente en más de un logro plástico, no debemos olvidar que la imaginación del converso era limitada en sus datos, resbaladizo el terreno de la teología; y erraríamos si aceptásemos prima facie que esas modificaciones las realizó el indio por propia iniciativa. Ellas fueron sin duda sugeridas, y seguramente en más de un caso diseñadas, por los maestros.

El éxito obtenido por artesanos y maestros misioneros en las láminas para la edición de DE LA DIFERENCIA parece debería haber sido un estimulo para otras empresas ilustrativas semejantes. Sin embargo, no fue así. La lista bibliográfica misionera no es quizá completa; algún libro puede haber escapado a la minuciosa investigación; pero es positivo que en los que conocemos publicados después de 1705, el grabado deja de aportar su aliciente, como si en el transcurso de unos pocos años aquel magnífico caudal de habilidad y experiencia se hubiese agotado. Es posible que en este hecho - como en otros de otro orden en la crónica de las Misiones - haya intervenido una circunstancia nada infrecuente en esa crónica y en esos tiempos: movilizaciones de contingentes misioneros para acciones bélicas (las hubo importantes entre 1721 y 1735) y sobre todo las epidemias, que producían increíbles estragos y que en alguna ocasión redujeron en una tercera parte la población misionera.

Sólo encontramos otras muestras de grabado en otro libro muy posterior, EXPLICACIÓN DEL CATECISMO, de Nicolás Yapuguay (1724) donde una imagen de la Virgen con el Niño, realizada con cierta original soltura de esquicio, ocupa la portada. Esta viñeta, junto con otra que representa un angelito, completa el número de ciento doce ilustraciones conocidas.

Fuera de esta enumeración queda un grabado cuya procedencia misionera guaraní no está por cierto probada. Se trata de una lámina suelta representando a San Juan Nepomuceno ascendido a los cielos luego de su martirio; muy superior en logro técnico a las anteriores, y firmada por Tomás Tilcara, de la Misión de San Ignacio. Durante mucho tiempo se asignó a esta lámina procedencia misionera guaraní; un estudio somero, sin embargo, de los antecedentes destruye la hipótesis. Ni Tilcara es patronímico guaraní - es evidentemente calchaquí - ni puede tratarse de una de las Misiones guaraníes colocadas bajo la advocación de San Ignacio, ya que no lleva el complemento "guazú" o "mini" que infaltablemente acompañaba en todo documento o referencia al nombre de esas dos Misiones. Es lógico deducir que esta lámina fuese realizada en la Misión de San Ignacio de Chiquitos.

En las Misiones de Mojos y Chiquitos los indígenas mostraron excepcional disposición para los ejercicios de orden plástico; la Escuela de Diseño allí fundada hacia fines del XVIII por el Gobernador Lázaro de Ribera (1786) dio resultados que si no estuviesen apoyados en abundante documentación, parecerían increíbles (34). Indudablemente se trata de productos académicos y manieristas, sin trazas originales; pero demuestran una capacidad de asimilación formal que el indígena de las Reducciones no alcanzó nunca, sin duda por falta de la debida preparación metódica. La estampa de Tilcara es el último grabado misionero al nivel de la estampa o de la ilustración, y está fechado en 1728; pero al no ser de origen misionero guaraní, no puede entrar en el cómputo cronológico del grabado de Doctrinas. Sólo de passada consignaremos que, en hecho de imprentas misioneras, la de Juli fue anterior a la de las Misiones guaraníes y en ella se editaron varios libros importantes.

El año de 1727, fecha de la publicación de SERMONES Y EXEMPLOS en guaraní, del cacique indio Nicolás Yapuguay, es también el último de los acotados por una edición misionera; en esa fecha parece haberse suspendido la impresión de libros, y con ella lógicamente la necesidad de ilustraciones. Ello impide pues extender más allá de 1727 la crónica del grabado ilustrativo misionero, ya que no existen libros éditos posteriores a esa fecha. Sin embargo, hay indicios de que la imprenta seguía funcionando; al menos así lo dan a entender algunas palabras aquí y allá en crónicas o cartas misioneras. Qué libros o folletos fueron los editados, esto es un misterio. Por otra parte nada se opone a que haya seguido funcionando el grabado y con él la producción de estampas; así parece confirmarlo aseveraciones del Padre Cardiel; pero como se ha dicho, ninguna de esas estampas ha llegado a nosotros. Por supuesto se siguieron imprimiendo mapas y planos (cartografía jesuítica); en este renglón no faltan interesantes documentos, como el plano que, fechado en 1747, reproduce la Misión de Candelaria.

Los jesuitas abandonan las Reducciones en 1767. Esta fecha marca prácticamente el cese de la actividad orgánica de los talleres misioneros; marca también el comienzo de la era de dispersión de los repositorios bibliográficos de las Doctrinas.

¿Cuál fue el destino ulterior de esas bibliotecas?

Parece ser que en muchos casos, si no en todos, pasaron a engrosar las bibliotecas de otras Ordenes religiosas. En 1768, el Obispo de Buenos Aires escribía al Conde de Aranda que el Convento de los Padres Dominicos "y todos los demás de esta Provincia, están muy escasos de libros necesarios para la enseñanza, y es indispensable que la perspicacia de V. E. provea el oportuno remedio" (35). Esta, dice el autor citado, era fina insinuación que tendía a que los libros de los jesuitas fuesen entregados total o parcialmente a las otras comunidades religiosas; lo que, efectivamente se hizo, aunque restringiendo la entrega y limitando ésta, además, según el mismo Furlong, "a sólo aquellos libros que contenga doctrina sana, sin echar mano de cualesquiera comentarios que directa o indirectamente se digan máximas contrarias o se lisonjeen las pasiones con pretexto de probabilidades y doctrinas nuevas". Palabras por cierto que resultan sibilinas si se las considera aplicadas a las bibliotecas jesuíticas, cuyos catálogos no parecían dar, por cierto, pábulo a estas restricciones.

Anade Furlong que "los libros jesuíticos debieron de acrecentar las bibliotecas de las comunidades religiosas aunque no en forma muy considerable, ya que la mayor parte de los mismos fueron conservados en depósitos y destinados a instituciones culturales, sobre todo a la fundación de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires".

En lo que a las Reducciones guaraníes que permanecieron bajo la dominación de la Gobernación del Paraguay respecta, esa dispersión, si la hubo, fue mínima al comienzo y sólo adquirió proporciones considerables muchos años más tarde.

Varios indicios permiten asegurar que las bibliotecas misioneras se conservaron en gran parte, por lo menos en algunas de las Misiones, hasta fecha avanzada dentro del siglo XIX.

En fecha variable y de la cual se dará cuenta en su lugar, esos libros, en casos comprobables, engrosaron repertorios laicos de nueva fundación, y entraron, como otros libros del acervo cultural nacional, en la corriente de actualización que caracterizó los años entre 1840 y 1870, para seguir el destino de destrucción que pesó sobre las grandes iniciativas culturales de ese lapso.

 

 

APENDICE

BIBLIOGRAFIA MISIONERA

 

1. MARTIROLOGIO ROMANO: Loreto, 1700. En 4º, unas 350 páginas. Primera edición realizada antes de obtener el permiso para el funcionamiento de la imprenta. Esta edición parece haber salido de la prensa con graves defectos; motivo por el cual no se la lanzó.

2. FLOS SANCTORUM: Loreto, 1703. En 4º Tres volúmenes (según Furlong) de unas 403 páginas cada uno. No se conoce ejemplar alguno del libro. El número de páginas para este libro, como para el anterior, se calcula de acuerdo con las que tenían los libros de sus ediciones en español. El mismo Furlong expresa la opinión de que esta edición no fue una versión de la obra in extenso, sino un compendio de la misma.

3. DE LA DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO, CON LA MEMORIA DE LA ETERNIDAD, POSTRIMERIAS HUMANAS Y PRINCIPALES MISTERIOS DIVINOS, del P. Juan E. Nierenberg, Loreto, 1705 En 4º (16 x 25) 438 páginas. Texto a dos columnas. No se computan de primera intención las páginas ocupadas por las ilustraciones amén de los documentos en castellano que lo inician, y las láminas y viñetas correspondientes, con todo lo cual las paginas útiles ascienden a 529. Este libro ha sido calificado por algunos autores como el más perfecto salido de las prensas coloniales. Los tipos fueron diseñados y fundidos por los mismos indígenas, a estar por el testimonio del P. Serrano; obra indígena son asimismo las viñetas y láminas abiertas en cobre, de las cuales sólo una va amada por el indígena autor; Juan Yaparí. Ciertos rasgos en la ejecución permiten presumir que no fue un solo artista el que trabajó en dichas láminas y viñetas y que fueron ellas obra de un equipo. Los modelos para estos diseños fueron tomados sobre libros preexistentes, y láminas sobre todo mucha de ellas, de la edición antwerpiana (36) de la misma obra, cuyo actor fue el flamenco Dirk Bouts o Bouttats. Algunas de esas laminas ofrecen variaciones en su diseño realizadas localmente, seguramente de mano del maestro, ya que no consta que el indígena fuese capaz de producir diseños a cierto nivel de libre composición. Y armonización de estilo con el resto de la lámina. De éstas, la que formada reproduce el retrato del P. Tirso González, General de la Orden. Un detalle interesante que ilustra acerca del "modus operandi en esos talleres: los diseños eran reproducidos sobre la plancha directamente de manera que la composición resulta invertida al imprimir el grabado.

4. MARTIROLOGIO ROMANO, Loreto 1709. En 4º, unas 400 páginas. Una segunda edición de esa obra que parece haber resultado mejor que la primera, pero de la cual tampoco se conserva ejemplar alguno.

5. TRATADO DE LAS PROPIEDADES DE LAS PLANTAS. (El título es simple enunciación del contenido, enumerado exactamente). Por el Hno. Montenegro. Se desconoce el pueblo en cuya imprenta fue realizado. Millé: pág. 32 (ver Bibliografía) da como fecha 1711.

6. INSTRUCCION PRACTICA PARA VIVIR SANTAMENTE LA VIDA, QUE OFRECE EL P. GARRIGA DE LA COMPAÑÍA DE JESUS. Loreto, 1713 En 12º 120 págs. Distingue a este libro el timbre de haber sido el primero impreso en Castellano en el Río de la Plata, y también en las Misiones guaraníes, aunque alguna noticia lo da como en 4º y en dos tomos.

7. TRATADO BREVE DE MEDICINA, Loreto 1720. Se ignora su título exacto que tal vez fuese RECETAS MEDICINALES, del P. Segismundo Aperger. No se conoce ejemplar alguno. Existe la posibilidad de que se trate de la obra atribuida por otro al Hno. Montenegro.

8. MANUALE AD USUM PATRUM SOCIETATIS JESU, QUI IN REDUCTIONlBUS PARAQUARIAE VERSANTUR, Loreto, 1721. Texto en latín excepto las páginas 46-54 y 66-74 que están en guaraní, también 88-90; 105-110; 116-148; 177; 219-220; 225-228; 246-258. En 8º (130 x 90) 266 páginas. Esta obra lleva como apéndice quizá como simple adherencia, una obrita en 69 páginas intitulada DE SACRAMENTO PENITENTIAE. Las características distintas de la edición de cada una de estas partes de la obra, en el único ejemplar que se conserva, plantean cuestiones que acá no interesa dilucidar, salvo el hecho de que la totalidad de la obra fue impresa en Misiones. Esta obra ofrece la particularidad de ser trilingüe, ya que abarca textos en latín, castellano y guaraní.

9. VOCABULARIO DE LA LENGUA GUARANI, del P. Antonio Ruiz Montoya. Santa María la Mayor, 1722.

10. ARTE DE LA LENGUA GUARANI, por el P. Antonio Ruiz Montoya, Santa María la Mayor: 1724. En 4º [1]; 1.256 páginas. En esta obra intervinieron a más del P. Montoya, los P. P. Restivo y Dandinoi. De esta obra se conservan por lo menos unos catorce ejemplares, una de aquéllas de la cual más restan.

11. CATHECHISMUS QUE EL CONCILIO LIMENSE MANDO SE HICIESE PARA LOS NIÑOS EXPLICADO EN LENGUA GUARANI POR LOS PRIMEROS PADRES. Se trata seguramente del P. citado por Techo, que escribió esta obra mientras actuaba en la empresa evangelizadora acompañando a los primeros jesuitas; su catecismo fue anterior a Bolaños. No creemos aluda al catecismo éste ya que Bolaños no fue jesuita.

12. EXPLICACION DEL CATHECHISMO EN LENGUA GUARANI, por Nicolás Yapuguay (Con dirección del P. Restivo) Santa María la Mayor, 1724. En 4º. Libro en todo concepto notable por su contenido y método expositivo.

13. SERMONES Y EXEMPLOS EN LENGUA GUARANI, por Nicolás Yapuguay. San Francisco Javier, 1727. En 8º., 165 páginas.

14. CARTA QUE EL SEÑOR DOCTOR DON JOSE DE ANTEQUERA Y CASTRO CABALLERO DE LA ORDEN DE ALCANTARA Y PROTECTOR GENERAL DE INDIOS EN LA REAL AUDIENCIA DEL PERU Y LA PLATA Y GOBERNADOR QUE FUE DE LA PROVINCIA DEL PARAGUAY ESCRIBIO AL ILMO Y RVMO. SEÑOR OBISPO DEL PARAGUAY DR. FRAY JOSEPH PALOS, San Javier, 1727. En 4º., 30 páginas. La carta de Antequera ocupa las seis primeras páginas y las restantes la respuesta del Obispo Palos.

Estas son las obras consideradas capitales, ya por su realización gráfica, ya por su valor histórico, precursor, etc. Pero entre 1713 y 1721 se imprimieron en Misiones una serie de obritas menores por su formato o por su contenido no religioso o histórico, a saber:

ALGUNOS TRATADITOS EN CASTELLANO, por el P. Serrano.

ALGUNOS TRATADITOS EN GUARANI, por el P. Serrano.

EFEMERIDES, por el P. Buenaventura Suárez.

DIARIOS MANUALES, por el mismo.

CALENDARIOS, por el mismo.

TABLAS ASTRONOMICAS, por el mismo.

ESTACIONES DEL AÑO, por el mismo.

CURSOS DE LOS PLANETAS, por el mismo.

MUDANZAS DE LOS TIEMPOS, por el mismo.

No se puede dar una idea de las fechas exactas de su publicación, ni otros detalles por no haberse conservado ningún ejemplar de ninguna de estas obritas.

A esta lista bibliográfica cabe añadir, por método, los trabajos cartográficos y otros (estampas) realizados en Misiones aun después del receso de la imprenta, que se da como sucedido en 1727.

 

 

 

CAPITULO IV

LAS BIBLIOTECAS DE LAS ORDENES RELIGIOSAS.

El LIBRO EN LAS MISIONES JESUITICAS.

LAS BIBLIOTECAS MISIONERAS.

 

Ahora bien, si en lo referente a los libros y bibliotecas particulares durante la primera parte de la Colonia no abundan los datos y en muchos casos tenemos que ceñirnos a presunciones, las hipótesis se hacen menos necesarias y los datos más concretos y numerosos cuando se trata de las bibliotecas religiosas, especialmente las de Doctrinas, el volumen libresco y al papel del libro en las reducciones, aunque siempre se haga notar la desorganización de esos datos y su dificultad para constituirlos en cuerpo ordenado.

Las Ordenes religiosas - mercedarios, dominicos, franciscanos - establecidas en el país tuvieron lógicamente sus bibliotecas. Estas funcionaron no sólo en Asunción, si no también en algunas otras localidades importantes como en Villarrica. Del contenido de estas bibliotecas debió existir amplio testimonio en los archivos de las respectivas congregaciones. Pero sobre la conservación de estos documentos ha gravitado la misma fatalidad que sobre el resto de la documentación histórica nacional.

Los archivos particulares de las Ordenes debieron quedar desamparados después de la medida de secularización de las Ordenes dictada por Francia en 1824. El Archivo Nacional ha guardado por una casualidad una lista de la biblioteca del convento franciscano de Villarrica, lastimosamente sin fecha, aunque por el carácter de la caligrafía, es posible se trate de una lista hecha hacia mediados del siglo XIX (gobierno de Don Carlos Antonio). En esa lista de cuya completitud con respecto a la primitiva no tenemos dato alguno, la totalidad de las obras son teológicas, morales, de sermones y panegíricos, sin otra apertura hacia lo profano que DICCIONARIO HISTORICO GEOGRAFICO DE LAS INDIAS, en 5 tomos, por Antonio de Alcedo: DOCUMENTOS TOCANTES A LA PERSECUCION DEL OBISPO CARDENAS. HISTORIA GENERAL DEL PERU, dos tomos del TEATRO CRITICO: GENIO DEL CRISTIANISMO, TELEMACO (37). También poseyeron bibliotecas otros conventos y las Reducciones franciscanas: una prueba de ello la da la lista de la biblioteca de la Reducción de San Francisco del Aguaray, de que se hablará más adelante.

No existe razón para creer que las bibliotecas de los otros conventos religiosos no jesuíticos ofreciesen en su catálogo grandes diferencias con la conservada de los franciscanos; salvo tales cuales volúmenes de más o de menos, y las variaciones en ciertos títulos de contenido menos general, lógicamente impuestas por la diferente vocación y advocación de cada una de las Ordenes. Sobre el papel que estos repositorios hayan podido ejercer en el desarrollo de la cultura general a través de las facilidades eventuales ofrecidas para la lectura, consulta, etc., no tenemos el más mínimo indicio. En todo caso, solamente podríamos extraer de ellas la comprobación del espíritu caracterizado de esta cultura, ceñida de preferencia a la frecuentación del libro doctrinario y piadoso, con prescindencia casi total del libro informativo, aun en los niveles menos proclives al cuestionamiento doctrinario o a lo polémico (geografía, ciencias físicas, etc.) Y el escaso o nulo lugar que - repetimos por décima vez - se asignaba a la literatura evasiva.

Dejando de lado por el momento las bibliotecas del Colegio Jesuítico de Asunción y de los Conventos de otras Ordenes, nos ceñiremos a hablar de las que funcionaron en las Reducciones guaraníes gobernadas por jesuitas y pertenecientes a la Provincia Espiritual del Paraguay. (De la imprenta nos hemos ocupado en el capitulo anterior).

Los catálogos de las bibliotecas de las treinta Misiones guaraníes, redactados al tiempo de la expulsión, y aun los realizados antes, demuestran la existencia de contingentes considerables de libros en cada una, y a la vez también la reducida proporción de obras profanas al lado de las de Teología, doctrina y edificantes. Dieron, sí, cabida a obras que hoy llamaríamos técnicas, manuales necesarios al artesano, al músico, al agricultor, etc. Respecto a su cuantía el Padre Furlong en el libro ya mencionado (BIBLIOTECAS ARGENTINAS DURANTE LA DOMINACION HISPANICA) da las siguientes cifras:

SANTO ANGEL:               324 (más 202 "en un cuarto"; total 526)

SAN IGNACIO GUAZU:         171 (de ellos 17 manuscritos)

SANTA ROSA:                180

SANTA MARIA:               157

SAN FRANCISCO JAVIER:      120 (sin contar los que había en los cuartos de los P.P.)

BORJA:                     715

CORPUS:                    460

ITAPUA:                    530

SANTOS COSME Y DAMIAN:     254

SANTIAGO:                  136

YAPEYU:                    360

SAN IGNACIO MINI:          248

SANTA MARÍA LA MAYOR:      445

APOSTOLES:                 169

MARTIRES:                  382

SAN LUIS:                  315

LORETO:                    714

JESUS:                     200 (de ellos 17 en guaraní)

LA CRUZ:                   270

SAN NICOLAS:               230

SANTO TOME:                220

SANTA ANA:                 275

SAN JOSE:                  254 (varios en guaraní)

SAN JUAN:                  182

CANDELARIA:              4.222

SAN PEDRO:                 834 (38)

No podría establecerse a través de esta lista una proporción definitiva entre la importancia relativa de las Misiones como núcleos poblacionales, y la dotación de la biblioteca correspondiente. Cierto que Candelaria, sede del Superior de las Misiones, poseía la biblioteca más nutrida, lo cual se intuye lógico; pero en cambio Loreto, sede de la imprenta misionera durante largo lapso y lugar de las mejores producciones de ésta, no poseía una biblioteca que la singularizara entre sus hermanas; aunque si figura entre las más nutridas después de San Pedro y Borja.

Bibliotecas igualmente considerables dados la época y lugar, poseían las demás Reducciones indígenas; en las de Mojos, algunas cifras igualan o superan inclusive a las guaraníes:

SAN JAVIER:                 909

SAN IGNACIO:                296

TRINIDAD:                   714

SAN PEDRO:                  814

LA CRUZ:                    292   

SANTOS REYES:               270

BORJA:                      716

Estas bibliotecas, como se comprende, fueron enriquecidas por sucesivos aportes. Sus listas originales habían considerablemente aumentado dentro del siglo XVIII.

En febrero de 1745, decía el Padre Nüsdorffer, refiriéndose a los pueblos guaraníes: "quisiera que en cada pueblo se hiciera un nuevo catálogo de los libros que hay en todos los demás, por haberse añadido muchos. El catálogo habría de ser el mismo que el del Padre Franciscano Ricardo, y con las mismas advertencias que él puso al principio. Serviría esta diligencia para que sabiendo cada uno los libros que hay en todos los pueblos, pueda recurrir a ellos el que tuviere deseos de leerlos". Preocupación metodológica y práctica ciertamente interesante.

Dadas las exigencias de la enseñanza, dedicada a los indios, y la forma estrictamente dirigida de las lecturas, cabría pensar que las listas de Misiones ofrecerían ciertas variantes con respecto a las de los Colegios o los Seminarios, donde las exigencias de la enseñanza eran más extensas y profundas. Pero en rigor, las variantes no son tantas, ni siquiera en el porcentaje de los libros teológicos. El número considerable de libros en Candelaria se explicaría como ya se dijo por ser esa Doctrina la sede del Superior de las Misiones, donde convergían todos los problemas de los treinta pueblos y se precisaría un cuerpo de consulta para innumerables cuestiones.

No faltó sin embargo, como se dijo, en esas bibliotecas, tal cual volumen de historia, de clásicos griegos o latinos, y hasta libros de comedias de Lope, Calderón, Mira de Amescua, y otros; amén de la necesaria literatura teatral adaptada a la idiosincrasia y capacidad del indígena y a la cual se ha hecho muchas veces referencia en la bibliografía sobre las Misiones. Y lugar destacado ocuparon, según anteriormente se indicó, en esas bibliotecas los libros precisos para enseñanza y guía en la labor de construcción y ornamentación de edificios, especialmente de los templos; libros de arquitectura, de pintura, de escultura, a los cuales encontramos constantemente referencias durante esos años. Los pedidos de libros a Europa eran incesantes. En fechas diversas se solicitan desde Misiones envíos de libros referentes a esas disciplinas.

El establecimiento de las Misiones, que desde el ángulo político y administrativo visó a la reducción pacífica del indio, en lo humano y social visó a la conservación de su persona física, y en lo espiritual a su salvación, de acuerdo a los términos de la fe católica. Ahora bien, donde con más claridad se manifiesta la orientación dada por los Padres a esa labor espiritualizadora es en el plan sobre el cual asentaron su labor editora. Vemos ésta desde el principio dirigida hacia la producción de literatura en guaraní, buscando una más perfecta compenetración del indio con la doctrina. Se precisaba literatura al alcance de los neófitos, y esta literatura, dada la circunstancia, y de acuerdo al criterio de los Padres, era lógico y necesario estuviese redactada en guaraní. Precisamente a la necesidad de disponer de libros en mayor cantidad y más y baratos, y que a su vez ellos fuesen escritos en lengua aborigen, se debe la fundación de la famosa imprenta.

La imprenta de Doctrinas como se deduce no ejerció acción alguna que sepamos fuera de las Misiones: fue un hecho de planteamiento y proyección internos.

Ahora bien, resulta difícil darse una idea de la influencia que esa producción editorial pudo tener en la modelación espiritual del indio. Aunque nos conste que a él estuvo dirigida, y en esto estribó la insistencia de los Padres en su institución, carecemos de datos para llegar a una evaluación de lo que en ese terreno pudo obtener.

Ciertos libros, como el FLOS SANCTORUM, al ser traducido al guaraní, colocaban ciertamente el conocimiento de los hechos hagiográficos con todo su potencial sugestivo y convictivo, al nivel del indígena. Son menos seguras, sin embargo, las posibilidades, en este terreno, de libros como DE LA DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO, por su carácter más abstruso; aunque es indudable que éste figuró entre los que se hacia leer a los indios.

Ahora bien, podemos considerar la labor de traducción y edición de libros en guaraní como un factor psicológico importante para el arraigo de la labor religiosa y social misionera: el indio no podría haber sido insensible a la prueba de estimación y prestigio de su lengua, que esa traducción y edición representaban, dando al idioma el mágico halo de la concreción impresa. Y en ello y en el cargo de cronista asignado en cada misión al indígena más adecuado para la tarea (39) hubo un principio de significación intelectual del pueblo autóctono, cuyas consecuencias no permitió llevar más adelante el tiempo de que se dispuso; y también el germen de incipiencias literarias como la manifestada por Nicolás Yapuguay en sus SERMONES Y EXEMPLOS.

En las listas de bibliotecas coloniales religiosas o laicas que hemos podido compulsar, encontramos muy de cuando en cuando la mención de "un libro en guaraní". La mención no es nominal, pero dado que las obras impresas en Misiones, salvo una o dos excepciones, fueron religiosas, cabe la seguridad de que se trató de libros religiosos.

Ahora bien, no se dan en la colonia (hasta lo que por ahora se ha podido comprobar) libros en fechas dentro del régimen jesuítico misionero; con lo cual nos quedamos sin saber si esas obras llegaron a la colonia ya durante ese régimen como resultado de la inevitable dispersión a cierta escala, o bajo otra circunstancia. Con lo cual, quedamos también imposibilitados de discernir la influencia que la obra imprentaria misionera pudo tener eventualmente en la cultura de los sacerdotes coloniales reflejándose en las relaciones sacerdote-feligrés a través de la lengua aborigen.

Resumiendo: aunque la imprenta de Doctrinas fue de acción exclusivamente interna, no por eso dejó de constituir hecho de interesantísimos perfiles a los que el tiempo tal vez hubiese dado nuevas dimensiones sociales, culturales e históricas. Por lo demás, y por sus características, la fundación y funcionamiento de la llamada Imprenta de Doctrinas figura entre las más altas glorias de la Compañía de Jesús, en estas regiones, y constituye de por sí un capítulo, no solamente interesante, sino importantísimo de la cultura rioplatense y continental.

Por otra parte, si durante la permanencia de los Padres esas bibliotecas misioneras y sus cupos respectivos de bibliografía en lengua vernácula pudieron tener algún efecto en la cultura religiosa del indio (y en algunos casos la tuvo, como lo prueba el caso del indio Yapuguay) no cabe por otro lado duda apenas salidos de las Misiones sus Padres y mentores, el papel eficaz de esos repositorios quedó reducido a cero y las bibliotecas misioneras del área a depósitos librados a la desidia y con ella al deterioro. Sólo una parte reducida de ellas se salvó - temporalmente - de la pérdida (durante el gobierno de los López sobre todo) para sufrir luego dispersión casi total en las subsiguientes peripecias históricas.

 

APENDICE I

CATALOGO DE LOS LIBROS DEL ANTIGUO CONVENTO DE VILLARRICA (40)

 

10 volúmenes folio, COMENTARIIS INTRE TUM EVANGELIUM, DECEM TOMMIS DISTRIBUTA, R.P.F. Joannis Da Silveira

3 idem idem, BIBLIORUM SACRUM LATINE VERSIONES ANTIQUOS QUO CUM VULGATA LATINA ET CUM TEXTO GRAECO COMPARATUM OPERA ET STUDIO, Dominis Patri Sabatier.

1 idem cuarto mayor, pergamino, BIBLIA SACRA VULGARIS EDITIONIS ANOTATIBUS. Autores J.B. Duhamel.

1 idem folio, CONCORDANTIA.

3 idem cuarto mayor, pasta, DESPERTADOR CRISTIANO, cuadragesimal, por el Ilustrísimo y Reverendisimo Don José de Bamí.

3 idem idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO DE SERMONES DOCTRINALES por el Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. José de Barcia.

1 idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO MARIAL, por Barcia.

1 idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO DIVINO Y EUCARISTICO, por Barcia.

1 idem folio, LUZ DE VERDADES CATOLICAS Y EXPLICACION DE LA DOCTRINA CRISTIANA, por Martínez de la Parra.

1 idem cuarto mayor, DESPERTADOR CRISTIANO SANTORAL, por Barcia.

2 idem folio MARTIN BONACINA (sin titulo). Son los tomos 1 y 2 de una obra de 3.

1 idem cuarto mayor, pergamino, DESPERTADOR CRISTIANO CUADRAGESIMA?, por Barcia.

1 idem idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO DE SERMONES

DOCTRINALES, por Barcia.

3 idem idem idem idem, CONCORDANTIA BIBLIORUM SACRORUM

ENMENDATA.

3 idem idem idem idem, EL MEJOR GUZMAN DE LOS BUENOS.

1 idem idem idem pasta, CORTE SANTA, Concino (segundo tomo de una obra en dos).

1 idem idem idem pergamino, DESPERTADOR CRISTIANO DE SERMONES DOCTRINALES, por Barcia.

1 idem idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO SANTORAL por Barcia.

1 idem idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO DIVINO Y EUCARISTICO DE VARIOS SERMONES.

1 idem idem idem idem, DESPERTADOR CRISTIANO CUADRIGESIMAL por Barcia

5 idem idem idem idem, SUMA DE TEOLOGÍA MORAL por Corella.

4 idem folio idem, OBRA DEL MISMO AUTOR, SOBRE LA MISMA MATERIA.

1 idem cuarto menor idem, INDICE DE LA GLORIA DE LA CASA FARNESIO. Consagrada a la augusta Reyna de las Españas.

1 idem idem idem idem, CONCORDANTIA BIBLIORUM SACRORUM.

1 idem idem mayor idem, EL SOL Y AÑO FELIZ DEL PERU SAN FRANCISCO SOLANO APOSTOL Y PATRON UNIVERSAL DE DICHO REYNO, por Guillén.

2 volúmenes folio pergamino, SERMONES SACROMORALES, Calino.

1 idem cuarto mayor, pergamino CONCORDANTIA BIBLIORUM SACRORUM.

2 idem folio pasta, OBRA DE FR..... (faltan parte del titulo y el tercer tomo).

1 BIBLIO SACRA VULGATA EDITIONIS Sixto V.

1 idem folio pergamino, TEOLOGÍA MORAL, Esporer.

1 idem idem idem, SUPPLEMENTUM AD THEOLOGIAM MORALEM, Esporer.

1 idem PALESTRA BIBLICA SEU ENCHYRIDIUM NEUTERICORUM, a Didaco de Cuadra.

2 idem folio, CASO CONCIENCIA (destruido: faltan primeras fojas).

1 idem cuarto mayor, pasta, INSTRUCTORII CONSCIENTIAE.

1 idem folio pergamino, OBRAS FILOSOFICAS, Padre Nierenberg.

1 idem idem idem, OBRAS CRISTIANAS, Padre Nierenberg.

1 idem cuarto menor idem, PLATICAS DE CONFESONARIO, Corella.

1 idem idem idem idem, LUZ DE VERDADES CATOLICAS, Cuadra.

1 idem idem idem idem FILOSOFIA MORAL DE PRINCIPES, Juan de Torres.

1 idem idem idem idem, ESTATUTOS GENERALES DE BARCELONA.

1 ideM idem idem idem, TUMBA (?) DE LOS GLORIOSOS PATRIARCAS FUNDADORES DE LAS SAGRADAS RELIGIONES.

1 idem idem idem idem, SUMA DE LA TEOLOGÍA MORAL, Citruénigo.

1 idem cuarto pasta, DECLARACION DE LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY, ARTICULOS DE LA FE, SACRAMENTOS Y CEREMONIAS DE LA IGLESIA, sacadas de latín a romance por el Padre Fray Juan de la Cruz, de la Orden de Santo Domingo, y al fin tiene tres sermones latinos de Fray Luis de León.

2 idem idem idem, PASTORALES del Ilustrísimo Fray Francisco Armaña.

1 idem idem idem, VIDA DEL SERAFICO PADRE SAN FRANCISCO DE ASIS, por el Padre Cándido Chalipe.

1 Idem idem idem, DISERTACION LITURGICA EN DEFENSA DEL HONORARIO Y LIMOSNA DE LA MISA, por el Padre Fray José de San Pedro de Alcántara Castro.

1 idem idem idem, COLECCION DE PASTORALES Y EDICTOS del Ilustrísimo José Tormo.

1 idem idem idem, CARTA PASTORAL del Ilustrísimo Arzobispo Manuel Ferrer y Figueredo.

1 idem idem idem, CARTAS PASTORALES del Ilustrísimo Arzobispo José

Antonio de San Alberto.

1 idem idem idem, CARTA del Venerable Siervo de Dios Juan de Palafox y Mendoza.

1 idem idem idem, VOCES DEL PASTOR EN EL RETIRO de Fray José Antonio de San Alberto.

5 volúmenes cuarto rust. hol. DICCIONARIO HISTORICO GEOGRAFICO DE LAS INDIAS (maltratado) por Antonio de Alcedo.

1 volumen cuarto rust. hol. CARTA PASTORAL que escribe el maestro Gaspar Molina.

1 volumen cuarto rust. hol. LA GRATITUD MALAGUEÑA: su autor Teodoro Rediag (?).

1 volumen cuarto rust. hol. EXHORTACION PASTORAL, AVISOS VIGILANTES Y REGLAMENTOS UTILES PARA LA ILUSTRACION DE LA LITERATURA por Fray Manuel María Trujillo.

2 volúmenes cuarto pergamino, COLECCION GENERAL DE DOCUMENTOS TOCANTES A LA PERSECUCION DEL OBISPO BERNARDINO DE CARDENAS, por los Regulares de la Compañía.

1 volumen cuarto pergamino, SERMON FUNEBRE, HISTORICO CANONICO Y MORAL que dijo Fray Diego de Cadiz.

4 volúmenes cuarto pergamino, DIRECTORIO ASCETICO EN QUE SE ENSEÑA EL MODO DE CONDUCIR LAS ALMAS POR EL CAMINO DE LA GRACIA, Padre Juan Bautista Scaramelli.

5 volúmenes cuarto pasta, COMPENDIOS E INSTITUCIONES THEOLOGICAE AD USUM SEMINARII PICTAVIENSIS JUSSU ET AUCTORITATE ILLUSTRISSIMI AC REVERENDISSIMI D. D. JOANNIS CLAUDI DE LA POYPE DE VERTRIEUX, LUCEM EDITAE. Contiene cada uno de ellos diferentes tratados en latín.

12 volúmenes cuarto pasta, HISTORIA GENERAL DEL PERU, por Garcilaso de la Vega (falta el tomo duodécimo).

9 volúmenes cuarto rústica, diferentes, que contienen sermones panegíricos y oraciones fúnebres.

2 volúmenes cuarto pergamino, EXAMEN DE LOS SERMONES DEL PADRE ELISEO CON INSTRUCCIONES A LOS PREDICADORES, por Antonio Sánchez Valverde.

1 volumen cuarto pergamino, PENSAMIENTOS TEOLOGICOS RELATIVOS A LOS ERRORES por el Padre Nicolás Jamín.

1 volumen cuarto pergamino, DICCIONARIO SAGRADO O CATALOGO HISTORICO ALFABETICO DE LAS PERSONAS DE QUE SE HA HECHO MENCION EN EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO, por Vicente Lazarte.

1 volumen cuarto pergamino, HISTORIA FAMILIAE SACRAE EX ANTIQUIIS MONUMENTA COLECTA, Antonio Sandino.

1 volumen cuarto pergamino, LA VERDADERA FE TRIUNFANTE EN LA EXPLICACION DE LA SANTISIMA TRINIDAD, por Jaime Caballi.

1 volumen cuarto pergamino, ORACION FUNEBRE DE LUIS XV, por el Obispo Juan Bautista Carlos María de Beavuais.

1 volumen cuarta pasta, COLECCION DE INSTRUCCIONES PASTORALES de Fray Antonio de San Alberto.

1 volumen cuarto pasta, INSTRUCCION A LOS PARROCOS.

1 volumen cuarto pasta, DIURNO, tapa badana negra y presillas metal.

1 volumen cuarto pasta OFFICIUM IN FESTA NATIVITATIS DOMINI EJUSQUE OCTAVA; badana negra presillas metal.

1 volumen cuarto pasta, OFFICIUM IN FESTA OMNIUM SANCTORUM, idem idem.

1 volumen cuarto pasta, OFFICIUM IN EPHYPHANIA DOMINI.

1 volumen cuarto pasta, OFFICIUM IN MISSA IN FESTA ET PER OCTAVAM CORPUS CHRISTI.

1 volumen cuarto pasta, OFICIO DE LA SEMANA SANTA.

1 volumen 16 pergamino, MANUALE THEOLOGIAE DOGMATICAE.

2 tomos pasta negra, Lacroix.

2 tomos pergaminos GOBIERNO ECLESIASTICO.

1 tomo pergamino, POLITICA.

1 tomo pergaminos, DE PUTATIVO NATALIUM.

1 tomo pergamino, VOCABULARIO.

2 tomos pergamino, VOCABULARIO ECLESIASTICO.

2 tomos pasta negra, Bossuet.

22 tomos pasta negra, Orsi.

29 tomos pasta negra, Flores.

13 tomos pasta negra, ESPECTACULO DE LA NATURALEZA.

1 tomo pasta negra, OFICIO DE SANTOS.

14 tomos pasta negra, FISICA de Nolet.

16 tomos pasta negra, Bossuet.

3 tomos pasta negra, Fray Antonio Andrés.

12 tomos Pasta negra, GRANATENSIS (Fray Luis?)

1 tomo pasta negra RETORICA de Fray Luis de Granada.

13 tomos pasta negra, BENEDICTO XIV.

1 tomos pasta negra, PALESTRA ESCOLASTICA.

1 tomo pasta negra, VIDA DEL PADRES LUIS DE MEDINA.

1 tomo pasta negra, Ganeci.

7 tomos pasta negra, Labarre.

15 tomas pasta negra, Bourdaloue.

1 tomo pasta negra, Naves.

1 tomo pasta negra, Fray Valentín de la Madre de Dios.

1 tomo pasta negra, COMPENDIO DEL ORDEN JUDICIAL.

1 tomo pergamino, Pedro Lombardo.

1 tomo pergamino HISTORIA DE LA ESCRITURA.

2 tomos pergamino, Gilaverte.

1 tomo pergamino, DIGNIDAD SACERDOTAL.

3 tomos pasta negra, LA MADRE AGUEDA.

2 tomos pergamino, Murillo.

1 tomo cuero negro, BULARIO DE LA ORDEN.

1 tomo pergamino, DOLORES DE MARIA.

1 tomo pergamino, CAYETANO, THEOLOGIA SCHROLASTICA.

1 tomo pergamino, Burembaum.

1 tomo pergamino, PICTOR CHRISTIANUS.

1 tomo pergamino, ADDITIONES AD FERRAIS.

1 tomo pergamino, Plaza.

2 tomos pergamino, Guzmán.

1 tomo pergamino, INFORME DE LA VERDAD.

1 tomo pergamino, TRACTATUS DE REGULARIS MORUM.

1 tomo pergamino, HISTORIA GENERAL DE LA FLORIDA.

1 tomo pergamino, Garcilaso de la Vega.

2 tomos pergamino, Calatayud.

4 tomos pergamino, RECOPILACION DE INDIAS

1 tomo pergamino, SALMANTICENSIS.

1 tomo sin tapas, POLITICA SAGRADA.

2 tomos pasta negra, CONCILIUS.

11 tomos pergamino, Croisset, DOMINICAS.

2 tomos pergamino, Casterfor.

5 tomos pergamino, Kicher, SERMONES.

11 tomos pergamino, Massillon, SERMONES.

4 tomos 3 pasta negra, 1 pergamino, TORREJON.

2 tomos pergamino, Rodríguez.

3 tomos pergamino, Echauri, DICENARIO (?).

2 tomos pergamino, Larraga.

3 tomos pergamino, P. Rodríguez, EXERCICIOS.

1 tomo cuero negro, CUARESMA, CONSIDERACIONES.

1 tomo pergamino, Cesar Baronio (Sezar).

2 tomos pergamino, Cano.

1 tomo cuero negro, RITUAL DE LA ORDEN.

5 tomos pergamino, Alexandro Natal.

1 tomo paste negra, Calmet, ANTIGUO TESTAMENTO.

2 tomos pasta negra, MARTIROLOGIO ROMANO.

4 tomos 3 pasta negra, 1 pergamino, Chyquet, MORAL.

1 tomo pasta negra, Santander.

1 tomo pasta negra, Cinter.

1 tomo pergamino, SERMONES DE MISIONES.

1 tomo pergamino, Ulloa.

2 tomos pergamino, AÑO PANEGIRICO.

1 tomo pergamino, CHRISTIANO INSTRUIDO.

2 tomos pasta negra, Cuniliate.

2 tomos pasta negra, Doravan.

1 tomo pasta negra, Prado, CEREMONIAL.

17 tomo pergamino, Tosca.

1 tomo pasta negra, Viva, THESES.

1 tomo pasta negra, Almeyda, SERMONES.

2 tomos pergamino, GOBIERNO DE AMERICA.

2 tomos pergamino, SELVAIO.

3 tomos pergamino, DICCIONARIO DEL CONCILIO.

1 tomo pergamino, Carranza, SUMA.

1 tomo terciopelo colorado, ORACIONES VARIAS.

1 tomo pergamino, MAXIMAS DE GARAY.

1 tomo pergamino, Mendoza.

1 tomo pergamino, CUADERNO DE FILOSOFIA, manuscrito.

1 tomo pergamino, PLATICAS.

2 tomos pergamino, Quinto Curcio.

4 tomos pergamino, PHILOSOPHIA DEL ESPIRITU.

1 tomo pergamino, OPUSCULUS.

1 tomo pergamino, ADICIONES A LARRAGA.

1 tomo pergamino, Torres.

1 tomo pergamino, Surlot.

1 tomo pasta negra, ALTIERI PHILOSOPHIA.

1 tomo pasta negra, CONCORDIA ENTRE EL OBISPO Y CAPITULO.

2 tomos pergamino, F. BUENAVENTURA A SAN AGUSTIN.

1 tomo pergamino, RUDIMENTO JURIS NATURE ET GENTIUM

1 tomo pergamino, COMENTARIO de Aristóteles.

1 tomo pergamino, EMBRIOLOGIA SAGRADA.

2 tomos pergamino, Lamberti.

4 tomos pergaminos, CATECISMOS.

3 tomos 1 pergamino, Arelis.

1 tomo pergamino, Parjón.

1 tomo pergamino, VIDA DE SAN PEDRO NOLASCO.

1 tomo pergamino, ESCRITURAS.

2 tomos pergamino, VIDA BEATA MARÍA DE JESUS.

1 tomo pergamino, Pedro Mafeo.

1 tomo pergamino, DECRETO DE LA SAGRADA CONGREGACION DE RITOS.

1 tomo pasta negra, HISTORIA DEL CIELO.

1 tomo pergamino, Lugdunense.

2 tomos pergamino, MEDITACIONES DE CRISTO.

5 tomos pergamino, PINTURA DE INGLATERRA; papel.

6 tomos pergamino, Bossuet, SERMONES.

11 pastas pergamino, HISTORIA ANTIGUA.

6 pasta blanca, Gonet.

1 tomo pasta negra, MEDITACIONES DE SAN AGUSTIN.

2 tomos pergamino, Maconi.

1 tomo pasta negra, ESCRITURA.

1 tomo pasta negra, ANNUS CELESTIS.

1 tomo pergamino, MEDICINA.

1 tomo pergamino, VOCACION ECCLESSIASTICA.

1 tomo pergamino, CEREMONIAL DE LA ORDEN.

1 tomo pergamino, ARTE DE COCINA.

1 tomo pergamino, ORACION PEREGRINA.

3 tomos pergamino, AL PECADOR SIN EXCUSA.

3 tomos 2 pergamino y 1 pasta, CONTESTACIONES DEL ORDEN.

6 tomos pergamino, SUCESION PONTIFICIA.

2 tomos pergamino, SNECUS MORALIS.

1 tomo pasta blanca, RICARDO ARDEQUIN.

1 tomo pergamino, DOCTRINA EN GUARANI.

1 tomo pasta negra, CUADERNILLO DE LA ORDEN.

1 tomo pasta negra, CRISOL DE SACERDOTES.

1 tomo pasta negra, Croisset.

1 tomo pergamino, KEMPIS.

1 tomo pasta negra, MANUALES CONFESSORII.

1 tomo pasta negra, MANUALES IN EPISTOLAS.

2 tomos pergamino, Serra

1 tomo pergamino, Atarín.

1 tomo pasta negra, LOCUTIO DEI.

1 tomo pasta negra, ESCRITURA.

1 tomo pergamino, SAN VICENTE FERRER.

1 tomo pergamino, Martínez.

1 tomo pergamino, TEMPORAL Y ETERNO.

1 tomo pergamino, Señeri, CURA INSTRUIDO.

1 tomo pergamino, EL SUPERIOR INSTRUIDO.

3 tomos pergamino, Cliseo, SERMONES.

1 tomo pergamino, ELOGIO DE SANTOS.

1 tomo pasta negra, EPISTOLAS DE SAN PABLO.

1 tomo pasta negra, VERDADES ETERNAS.

1 tomo pergamino, SINOPSIS MORALES.

1 tomo pasta negra, Luis Barrel, THEOLOGIE.

12 tomos pergamino, Caracciolo.

4 tomos pergamino, CARTAS de Mayans.

1 tomo pergamino, PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA RELIGION.

5 tomos pergamino, Cantrer.

8 tomos pergamino, Goti.

1 tomo pergamino, TRATADO DE INDULGENCIAS.

5 tomos pergamino, Palanco, FILOSOFIA.

5 tomos pergamino, Goudin, FILOSOFIA.

1 tomo pergamino, Ripenie, FILOSOFIA.

1 tomo pergamino, FILOSOFIA (tomo viejo).

1 tomo pergamino, Tomás Cerola.

2 tomos pasta negra, Mayans, LEXICON.

2 tomos pergamino, CORPUS JURIS CANONICI.

6 tomos pergamino, Santa Teresa, SERMONES.

2 tomos pergamino, Antoine, THEOLOGIE.

1 tomo pergamino, Gaspar (Urtado? Vutado?).

1 tomo pergamino, Diego Niceno (?).

4 tomos pergamino, Cunniliati.

1 tomo pergamino, Vicente Pérez (vulgo EL MEDICO DEL AGUA).

1 tomo calepino viejo en pergamino.

1 tomo pergamino, EXPLICACION DE SALMOS.

 

 

 

APENDICE II

LISTA DE LIBROS EXISTENTES EN 1850

EN LA IGLESIA DE LA REDUCCION DE SAN FRANCISCO DE AGUARAY

(Inventario de los bienes de dicha iglesia)

 

1 MISAL ROMANO.

1 RITUAL ROMANO.

1 COMPENDIO HISTORIA ECLESIASTICA en cuatro tomos, en pasta, de J. Lorenzo Berti, florentino de la Orden de San Agustín.

1 obra de SERMONES en cuatro tomos en pasta, en portugués, por fray Paulo de Santa Teresa.

3 tomos que hablan de SPICILLEGIUM UNIVERSALE SACRA PROFANUM. ASPECTOS DE TEOLOGÍA MEDICO MORAL en 4 tomos, pergamino, por el Rdo. P. M. Don Antonio José Rodríguez, monje cisterciense.

4 tomos pergamino, SPICILLEGIUM CONCIONATORIUM, Joc. Est. Conceptos morales pro cathedra, por el Rdo. Don José Ignacio Claus.

2 tomos (parte 2 y 3) del mismo autor y de la misma materia, pergamino.

1 tomo pergamino, THESAURO Y DOCTRINA CHRISTIANA, de Nicolás Turlot.

1 tomo pergamino ITINERARIO PARA PARROCOS DE INDIOS. Por el Ilmo. Rmo. Sr. Dr. Don Alonso de la Peña Montenegro, Obispo de San Francisco de Quito.

2 tomos pergamino SINODO DIOCESANO del Santo Padre Benedicto XIV.

2 tomos pergamino CATECISMO DE PARROCOS y Decretos del Sacrosanto Concilio Tridetino.

3 tomos pasta BREVIARIOS ROMANOS.

1 tomo pergamino LUZ DE VERDADES CATOLICAS.

1 tomo pergamino (segundo tomo) DIRECTORIO MORAL, por Fray Francisco Charry.

1 tomo pergamino (segundo tomo) FILOTEO.

1 obra incompleta (faltan tomos 1 y 2) INSTRUCCIONES GENERALES.

1 tomo pasta en portugués: REFORMA CHRISTIANA PARA PECADORES Y VIRTUOSOS. P. F. Castro.

1 tomo pasta OFICIO DE SEMANA SANTA.

2 tomos pergamino DISCURSOS ESPIRITUALES.

1 tomo pergamino PENSAMIENTOS LITURGICOS.

1 tomo pergamino REGULA CLERIS EX SACRA LITTERIS.

1 tomo pergamino DESCUBRIMIENTO NUEVO A FAVOR DE LA VIRTUD EN LOS RETIRADOS SENOS DEL PECHO HUMANO, por el Marqués de Góngora.

1 tomo pergamino CONCILII TRIDENTINI D. Juan Satealli.

1 tomo pergamino DIOSCORIDES ANAZARBEO anotado por el Dr. Laguna (descuadernado).

1 tomo pergamino CALEPINO de Salas.

Hay un escaparate en madera en buen uso con tres divisiones, y un nicho y tres cajones, que sirven para contener libros.

En Enero de 1852, la lista de libros sufre modificaciones, aumentando su número: los libros del SPICILEGIUM UNIVERSALE y SPICILEGIUM CONCIONATORIUM ascienden a 9, y se añaden los siguientes:

1 Tomo, no indica encuadernación HISTORIA ECLESIASTICA, sin autor.

1 Tomo, no indica encuadernación REFORMATA CHRISTIANA (?) portugués, sin autor.

1 Tomo, no indica encuadernación CONOCIMIENTO DE JESUCRISTO (2º tomo) sin autor.

1 Tomo, no indica encuadernación CUALIDADES DE JESUCRISTO (tomos 1º y 2º) sin autor.

1 Tomo, no indica encuadernación ARBOLARIO (sic) recetario de Francisco Suárez de Ribera (es el tomo 1).

1 Tomo, no indica encuadernación TESORO DE LA LENGUA GUARANI (de Montoya?).

1 Tomo, no indica encuadernación PREFATIO AD LECTOREM.

1 Tomo, en pasta PSALTERIUM.

1 Tomo, (?) OFICIO SEMANA SANTA.

1 Tomo, (?) RITUALE ROMANUM (distinto del otro en castellano?)

9 Tomos (?) SPICILLEGIUM UNIVERSALE.

1 Tomo, (?) SANTISSIMI DOMINl NOSTRI.

1 Tomo, (?) CATECHISMUS AD PARROCHOS EX DECRETO (puede ser el antes citado en castellano).

3 Tomos, (?) FLAGELLO, en portugués.

1 Tomo, (?) SERMONES, en portugués (tomo 4º).

1 Tomo, (?) REFORMATA CHISTIANA, en portugués.

1 Tomo, (?) CONOCIMIENTO JESUCRISTO (tomo 2º).

2 Tomos, (?) CUALIDADES JESUCRISTO (tomos 1º y 2º).

A.N.A., Vol. 1345, Sección N.E.

 

 

 

APENDICE III

BIBLIOTECA DEL OBISPO PEDRO GARCIA DE PANES FALLECIDO EL 18-X-1838 (41)

 

1 Tomo pasta folio mayor PONTIFICALE ROMANUM CLEMENTIS VIII.

1 Tomo pasta 40 menor PONTIFICALE ROMANUM CLEMENTIS VIII.

1 Tomo pasta 40 mayor CEREMONIALE EPISCOPUM CLEMENTIS VIII.

1 Tomo pasta folio mayor pasta negra, presilla, MISAL ROMANO.

1 Tomo pasta cuarto menor, dos presillas metal, MISAL ROMANO.

3 Tomos pasta folio menor, el primero y el segundo BIBLIA SACRA VULGATA EDITIONIS; autor Jo. Bautista Duhamel. El tercero. SACRORUM BIBLIORUM VULGATAE EDITIONIS CONCORDANTIA, autor Hugonis Cardinalis Ordinis Praedicatorum.

4 Tomos basta folio menor, CATECISMO DEL SANTO CONCILIO DE TRENTO para los párrocos.

4 Tomos BREVIARIOS ROMANOS nuevos.

1 Tomo folio menor, HISTORIA DE LA COMPAÑÍA DE JESUS EN EL PARAGUAY, Padre P. Loza (primer tomo).

2 Tomos folio pergamino GOBIERNO ECLESIASTICO PACIFICO Y UNION DE LOS DOS CUCHILLOS PONTIFICIO Y REGIO por el Obispo Gaspar de Villarroel.

1 Tomo folio pergamino OBRAS DEL OBISPO PALAFOX Y MENDOZA (el tomo IX bastante maltratado).

3 Tomos folio pergamino OBRAS de Fray Luis de Granada (tomos 1, 3 y 4) con bastante uso.

4 Tomos folio pasta fina VENIDA DEL MESIAS EN GLORIA Y MAJESTAD.

1 Tomo pasta 40 mayor JUSTINl FEBRONI SETI STATU ECCLESIAE ET LEGITIMA POTESTATE ROMANIS PONTIFICIS.

19 Tomos pasta mayor BIBLIA VULGATA LATINA, a dos columnas, una en latín y otra en castellano. P. Felipe Scio de San Miguel.

1 Tomo pasta cuarto menor SACROSANTO Y ECUMENICO CONCILIO DE TRENTO, en castellano y latín.

24 Tomos pasta cuarto menor HISTORIA ECLESIASTICA por el abate Berault Barcastel, traducida del francés al castellano.

1 Tomo cuarto menor TENTAMEN (?) THEOLOGICUM, por Antonio Pereyra.

4 Tomos pasta cuarto menor EVANGELIO EN TRIUNFO, por un Filósofo Desengañado.

2 Tomos pasta cuarto menor DICCIONARIO HISTORICO DE LAS HEREJIAS ERRORES CISMAS, escritas en francés por el Abate Pluquet y traducida al castellano.

13 Tomos pasta cuarto menor TRATADO DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO, por Félix Amay, inclusive el resumen y un índice sumario.

6 Tomos pasta cuarto menor VIDA DE JESUCRISTO E HISTORIA DE LOS PRINCIPIOS Y ESTABLECIMIENTOS DE LA IGLESIA DESDE EL NACIMIENTO DEL MESIAS HASTA LA MUERTE DE LOS APOSTOLES, por el P. Bernardino Montrui de la Compañía de Jesús.

2 Tomos pasta cuarto menor COMPENDIO MORAL SALMANTICENSE según la suerte (suma?) del Angélico Doctor, por Fray Marco de Santa Teresa.

5 Tomos pasta cuarto menor DOCTRINAS Y SERMONES PARA MISION, por el P. Fray Miguel de Santander.

2 Tomos pasta cuarto menor SERMONES PANEGIRICOS DE MINISTERIOS Y FESTIVIDADES Y SANTOS, del mismo Padre.

1 Tomo pasta cuarto menor EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA LOS SACERDOTES, por el P. Santander.

1 Tomo pasta cuarto menor CARTAS FAMILIARES Y OTROS OPUSCULOS EN PROSA Y VERSO.

Tomo pasta cuarto menor (suelto) SERMONES DEL ILUSTRISIMO JACOBO BENIGNO BOSSUET, Obispo de Meaux, traducido del francés por Domingo Morico.

4 Tomos pasta cuarto menor SERMONES DEL PADRE ELISEO, carmelita descalzo, traducido del francés por el Dr. Esteban Aldevert Dupont.

1 Tomo pasta cuarto menor EXHORTACION PASTORAL, AVISOS IMPORTANTES Y REGLAS UTILES PARA LA MEJOR OBSERVACION DE LA DISCIPLINA REGULAR E ILUSTRACION DE LA LITERATURA EN TODAS LAS PROVINCIAS Y COLEGIOS APOSTOLICOS DE AMERICA Y FILIPINAS.

1 Tomo cuarto pasta DECLARACION DE LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY, ARTICULOS DE LA FE, SACRAMENTOS Y CEREMONIAS DE LA IGLESIA, sacados de latín a romance por el P. Fray Juan de la Cruz, de la Orden de Santo Domingo, y al fin tiene tres sermones latinos de Fray Luis de León.

2 Tomos cuarto pasta PASTORALES del ilustrísimo Fray Francisco Armaña.

1 Tomo cuarto pasta VIDA DEL SERAFICO PADRE SAN FRANCISCO DE ASIS, por el P. Cándido Chalipe.

1 Tomo cuarto pasta DISERTACION LITURGICA EN DEFENSA DEL HONORARIO Y LIMOSNA DE LA MISA, por el P. Fray José de S. Pedro de Alcántara Castro.

1 Tomo cuarto pasta COLECCION DE PASTORALES Y EDICTOS del Ilmo. José Tomo.

1 Tomo cuarto pasta CARTA PASTORAL del Ilmo. Arz. Manuel Ferrer y Figueredo.

1 Tomo cuarto pasta CARTAS PASTORALES del Ilmo. Arz. José Antonio de S. Alberto.

1 Tomo cuarto pasta CARTA del Venerable Siervo de Dios Juan de Palafox y Mendoza.

1 Tomo cuarto pasta VOCES DEL PASTOR EN EL RETIRO de Fray José Antonio de S. Alberto.

5 Tomos cuarto rust. hol. DICCIONARIO HISTORICO GEOGRAFICO DE LAS INDIAS (maltratado), por Antonio de Alcedo.

1 Tomo cuarto rust. hol. CARTA PASTORAL que escribe el maestro Gaspar Molina

1 Tomo cuarto rust. hol. LA GRATITUD MALAGUEÑA: su autor Teodoro Rediag (?).

1 Tomo cuarto rust. hol. EXHORTACION PASTORAL, AVISOS VIGILANTES Y REGLAMENTOS UTILES PARA LA ILUSTRACION DE LA LITERATURA, Fray Manuel María Trujillo.

2 Tomos cuarto pergamino COLECCION GENERAL DE DOCUMENTOS TOCANTES A LA PERSECUCION DEL OBISPO BERNARDINO CARDENAS, por los Regulares de la Compañía.

1 Tomo cuarto pergamino SERMON FUNEBRE, HISTORICO CANONICO Y MORAL que dijo Fray Diego de Cádiz.

4 Tomos cuarto pergamino DIRECTORIO ASCETICO EN QUE SE ENSEÑA EL MODO DE CONDUCIR LAS ALMAS POR EL CAMINO DE LA GRACIA, P. Juan Bautista Scaramelli.

5 Tomos cuarto pergamino COMPENDIOSAE INSTITUTIONES THEOLOGICAE AD USUM SEMINARII PICTAVIENSIS JUSSU ET AUCTORITATE ILLUSTRISSIMI AC REVERENDISSIMI D. D. JOANNIS CLAUDI DE LA POYPE DE VERTRIEUX, LUCEM PRIMAM EDITAE. Contiene cada uno de ellos diferentes tratados en latín.

12 Tomos cuarto pasta HISTORIA GENERAL DEL PERU, por Garcilaso de la Vega (falta el tomo duodécimo).

9 Tomos cuarto rústica diferentes, que contienen sermones panegíricos y oraciones fúnebres.

2 Tomos cuarto pergamino EXAMEN DE LOS SERMONES DEL P. ELISEO CON INSTRUCCIONES A LOS PREDICADORES, por Antonio Sánchez Valverde.

1 Tomo cuarto pergamino PENSAMIENTOS TEOLOGICOS RELATIVOS A LOS ERRORES, por el P. Nicolás Jamin.

1 Tomo cuarto pergamino DICCIONARIO SAGRADO O CATALOGO HISTORICO ALFABETICO DE LAS PERSONAS DE QUE SE HA HECHO MENCION EN EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO, por Vicente Lazarte.

1 Tomo cuarto pergamino HISTORIA FAMILIAE SACRAE EX ANTIQUIIS MONUMENTA COLECTA, ab Antonio Sandino.

1 Tomo cuarto pergamino LA VERDADERA FE TRIUNFANTE DE LA EXPLICACION DE LA SANTISIMA TRINIDAD, por Jaime Caballi.

1 Tomo cuarto pergamino ORACIÓN FUNEBRE DE LUIS XV, por el Obispo Juan Bautista Carlos María de Beauvais.

1 Tomo cuarto pasta COLECCION DE INSTRUCCIONES PASTORALES de Fray Antonio de S. Alberto.

1 Tomo cuarto pasta INSTRUCCION A LOS PARROCOS.

1 Tomo cuarto pasta DIURNO, tapa badana negra y presillas metal.

1 Tomo cuarto pasta OFFICIUM IN FESTA NATIVITATIS DOMINI AJUSQUE OCTAVA; badana negra presillas metal.

1 Tomo cuarto pasta OFFICIUM IN FESTA OMNIUM SANCTORUM, idem, idem.

1 Tomo cuarto pasta OFFICIUM IN EPIPHANIA DOMINI.

1 Tomo cuarto pasta OFFICIUM IN MISSA IN FESTA ET PER OCTAVAM CORPUS CHRISTI.

1 Tomo cuarto pasta OFICIO DE LA SEMANA SANTA.

1 Tomo 16 pergamino MANUALE THEOLOGIAE DOGMATICAE.

1 Tomo 16 pasta DE INSTITUTIONE CHRISTI, Tomás de Kempis.

1 idem idem idem DE CONFESSIO ET INSTRUCTIO IDIOTAE SIVE MODUS EXCIPIENDI CONFESSIONES SACRAMENTALES.

1 idem idem idem PETRI DANIELIS HUETRI EPISCOPI ABRINDENIIS CENSURA PHILOSOPHIAE CARTESIANAE.

1 idem idem iden EPISTOLAE PREPOSITORUM GENERALIUM AL PATRES ET FRATRES SOCIETATIS JESU.

1 cuademo 16 perg. MENSIS EUCHARISTICUS.

1 idem cuarto menor pasta PREPARATIO AD MISSAM ET GRATIARUM ACTIO.

27 tomos octavo pasta DIFERENTES TRATADOS de distinta terminación. Marques de Carrácciolo; todos en buen uso, menos uno bastante maltratado.

2 tomos en cuarto (números 4 y 6) de la DECLARACION DE LA ASAMBLEA DEL CLERO DE PARIS acerca de la potestad eclesiástica, Bossuet.

3 tomos en cuarto (números 1, 2, y 4) CONFERENCIAS ECLESIASTICAS DE LA DIOCESIS DE ANGERS.

6 idem idem (5, 6, 7, 8, 9, 11) SACROSANTOS CONCILIOS GENERALES.

2 idem idem (3 y 5) COLECCION DE SERMONES Y OBRAS DE Fray Diego de Cádiz.

2 idem idem (3 y 6) TEATRO CRITICO, Feijóo.

2 idem idem (1 y 5) HISTORIA DEL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO, P. Agustín Calemet.

1 idem idem (Nº 3) BULAS CONSTITUCIONES EVANGELICAS Benedicto XIV.

1 idem idem (el segundo) CONQUISTA EN EL PULPITO.

1 idem idem (el tercero) SERMONES, P. Carlos Frey de Neuville.

1 idem idem (primero) PASTORAL Benedicto XIV.

1 idem idem (segundo) EL SACERDOTE SANTIFICADO.

3 idem idem (2, 3, 4) SERMONES PANEGIRICOS, MORALES Y FUNEBRES del P. Sebastián Sánchez Sobrino.

1 idem idem (primero) GENIO DEL CRISTIANISMO, Chateaubriand.

3 idem idem (3, 5, 7) SERMONES, P. Larrue.

1 idem idem (cuarto) DISPUTATIONES THEOLOGICAE.

1 idem idem (el noveno) SERMONES VESPERTINOS, P. Sebastián Sánchez Sobrino.

1 idem idem (el onceno) SEPTENARIO DE LOS DOLORES DE MARIA SANTISIMA.

1 idem idem (el segundo)TELEMACO, Fénelon.

1 idem folio menor, rústica holandesa, CARTAS PATRIOTICAS.

13 cuadernos impresos, tapas papel pintado dif. tamaños: ORACIONES FUNEBRES Y DISCURSOS.

5 idem idem, en latín dos de ellos CONTROVERSIA PRINCIPES APOSTOLORUM PETRUM ET PAURUM y otro GENERALE CAPITULUM TOTIUS ORDINIS FRARUM MINORUM.

2 idem idem PASTORAL de Fray Miguel de Acevedo; y el otro PLAN de ESTUDIOS, por el mismo.

Archivo Nacional, volumen 934 Sección Testamentos

 

 

 

CAPITULO V

EL LIBRO EN LA COLONIA LUEGO DE LA EXPULSIÓN

DE LOS JESUITAS Y HASTA LA INDEPENDENCIA

(1767-1811)

 

La situación expuesta en el Capitulo anterior experimentó indudablemente modificaciones ya insinuadas antes de la expulsión de los jesuitas, pero obviamente planteadas en forma abierta a partir de 1767, o sea una vez salidos del país los hijos de San Ignacio. No solamente porque disminuyó en medida evidente la constricción ejercida sobre el pensamiento por la presencia y actuación material y espiritual de la Compañía, sino también porque para esa fecha misma o un poco más tarde comienzan a llegar al país visitantes portadores de un aliento renovador y de una actitud intelectual más a tono con la actualidad europea.

Sería trabajo más que largo seguir la huella de todos esos visitantes cuyo rastro se disemina y esfuma en los más diversos rincones archivescos. No se trató por supuesto, en su mayor parte, de escritores o gentes de letras (aunque éstos no faltaron, y la huella de varios de los llegados - Azara, Aguirre - es conspicua). Fueron muchos los simplemente profesionales - médicos, abogados, pintores, etc.- y sobre todo hombres de negocios o comerciantes, que no todos eran, como se ha creído a veces, gentes analfabetas y con la única aspiración de ganar dinero.

Se trataba a menudo de gente de buena familia, de cierta cultura y status social, como lo demuestra el haber contraído más de uno de ellos nupcias con niñas de familias patricias (tal el caso de Alejandro García Diez, que casó can Joaquina Machaín, y cuya biblioteca, que revela cultura no común en esa época, era tan numerosa como la de Francia y rivalizaba con ella en su variedad de intereses humanísticos) (42).

Al establecimiento de estos extranjeros - los llamamos así sólo convencionalmente, ya que en esa época los españoles no eran extranjeros - suponemos debió contribuir la atmósfera creada por las actitudes y disposición de los últimos cuatro gobernadores del Paraguay: Alós, Melo de Portugal, Ribera, Velasco. Gente cuya preocupación por el estado cultural del país se trasluce repetidamente en sus resoluciones y en sus informes a la Corona.

De rastreo minucioso pero interesante sería la influencia, más bien catalizadora que directa, pero poderosa, que en esta reactivación de la conciencia cultural ejercieron esos gobernadores, hombres de mente abierta a las iniciativas progresistas. En la comitiva o séquito de estas personalidades vinieron a su vez gentes que en muchos casos (radicados definitivamente o no en el país) al incorporarse a la sociedad paraguaya de su tiempo, contribuyeron en el lógico intercambio social e intelectual, a renovar el repertorio local de ideas.

Recordaremos que bajo el gobierno de Lázaro de Ribera fue cuando se realizaron en Asunción (1800 y 1802) representaciones de obras de Voltaire y de Racine (43) con gran beneplácito de todo el mundo oficial y particular y - vale la pena señalarlo - con participación, en las obras, de niñas de la sociedad asuncena. Posiblemente estas funciones significaron una jerarquización de las que localmente tenían lugar (tradicional, de seguro), según indicios que no alcanzan a especificar si se trataba de obras religiosas o profanas. Si de estas últimas es de presumir no excediesen ciertos niveles cómicos o farsescos (entremeses, etc.). Por esos mismos años y más tarde, ingresaron al país, en número crecido para la época, obras de teatro no religiosas: para elegir los entremeses que con motivo de esas fiestas (44) también se representaron, se hicieron pedir a Buenos Aires "en cantidad"; de allí enviaron diez y siete títulos cuya lista nominal es lástima no se haya conservado.

La representación de una obra de Voltaire no fue casualidad: por los mismos días esa misma obra se daba en Río de Janeiro; pero además ya antes de esa fecha (1802) habían llegado al país (último cuarto del XVIII) y como veremos más adelante otras obras de Voltaire más importantes desde el punto de vista de la apertura de ideas: su DICCIONARIO POLITICO, por ejemplo.

El ambiente creado por la presencia de ese grupo extranjero se hace pues patente antes que en otra cosa alguna, en el repunte de una conciencia y de un afán culturales, en el último tercio del siglo XVIII y hasta la Independencia. Entre esos viajeros inmigrantes más numerosos de los que a primera vista se cree, sólo nombraremos a dos, transeúntes, cuyas actividades se hallan avaladas por documentos sobradamente conocidos; Félix de Azara, Juan Francisco Aguirre; cabezas de sendas comisiones de estudio de cuestiones de limites y otras, enviadas por la Corona. Estas personalidades, con sus compañeros de viaje y de misión, figuraron, sin duda, entre los principales portadores de nociones inéditas sobre temas diversos; sobre todo de las ideas de la Ilustración. (Mucho de ello debió ser de viva voz, algo eventualmente a través también de su simple actuación, otro poco a través de libros por ellos traídos, o de información sobre los mismos).

Por predispuesta que a un cambio se encontrase ya la conciencia colectiva, sobre todo después de la expulsión de los jesuitas, no resulta concebible sin esos factores la transformación, relativamente rápida, de la mentalidad y actitudes de nuestras gentes en los años mencionados; cambio que encuentra su cifra más evidente y alta en los actos y palabras de los prohombres de la Independencia.

Paralelamente, en este repunte cultural, influencia acusada hay que asignar también, en lo que se refiere al movimiento intelectual (y su consecuencia, el movimiento libresco de la época en el país) a los estudios realizados por paraguayos en el Colegio de Montserrat, en Córdoba; una de las vías por las cuales penetró en el pensamiento paraguayo de la época el aliento de lo nuevo. Son iluminadoras, sobre el particular, las palabras de Rener años más tarde:

"Los criollos nativos que se graduaban en Montserrat volvían a sus provincias con escasísimo respeto hacia las disposiciones del Vaticano y con la cabeza llena de un espíritu nuevo; espíritu indefinido para ellos, pero que el día de la Revolución se supo que era el espíritu de la independencia".

Ilustrativas resultan también las que siguen:

"Desde el principio de la revolución fue libre la introducción de libros... a lo menos entre los jóvenes; porque los otros siguieron leyendo el AÑO CRISTIANO y el FLOS SANCTORUM".

A este respecto correspondería capitulo especial a la influencia que en la formación de esa nueva conciencia ejerció seguramente José Gaspar de Francia. Entre los extranjeros a los cuales se ha aludido más arriba, figuró también un crecido número de artesanos. De éstos, muchos regresan a su país de origen, tras una estada más o menos prolongada en el país; pero otros permanecen en él hasta su muerte, ya por haber contraído en la tierra compromisos definitivos, ya simplemente porque los sorprendió el cierre de fronteras establecido por Francia. Que el número de esos artesanos debió ser relativamente elevado, lo demostró el hecho de que sólo entre los de nacionalidad inglesa se contaron unos veinte (45). A ello quizá alude el mismo Rener cuando dice:

"La presencia de los extranjeros detenidos muchos años en la capital contribuyó a que se divulgasen muchas ideas, y se adoptasen costumbres mas de acuerdo a nuestro Siglo"

El mismo Francia parece haber frecuentado la biblioteca de los Robertson y tomado clases de inglés con ellos (46).

Un poco más difícil de ubicar resulta la afirmación siguiente: "Las mujeres se dedican voluntariamente a la lectura; y ya por este medio ya por el de la conversación, adquieren conocimientos de los cuales los hombres no participan sino por intermedio de ellas..." Cuesta imaginar esta situación en tiempos de Francia.

Sin embargo, Rener nos habló de una dama paraguaya, Doña Juanita Gómez, que poseía una gran cultura; una "bas bleu" de la época. Esta dama debió formar su ilustración en la época anterior a la Independencia.

Por otro lado, si nos atenemos a testimonios tan fehacientes como lo son los de Archivo, la ilustración del sexo femenino durante la Colonia no se distinguió por su latitud; frecuentemente en los documentos, aun los más próximos a la Independencia, encontramos la constancia de que las damas, inclusive las de mejor posición, no sabían escribir, ni aun firmar; cosa que no se compadece mucho con las afirmaciones de Rener. Cierto que se puede saber leer sin saber escribir; Y verdad también que la mujer paraguaya ha superado siempre al hombre a igualdad de circunstancias por su mayor poder de asimilación, su mayor curiosidad y deseos de actualización; rasgos que hasta ahora se hacen notar a distintos niveles docentes. Cabe admitir inclusive que en el lapso final de la Colonia (digamos el último cuarto de siglo antes de la Independencia) y en virtud de varios de los factores enumerados, la mujer paraguaya hubiese despertado por lo menos temporalmente a las inquietudes culturales en medida acelerada. La participación femenina en los actos de independencia habla de un vivo afán de actividad y participación. Pero las subsiguientes restricciones las afectaron en la misma medida o más que a los varones. De todos modos, sería demasiado dar por sentado que los conocimientos de la época fuesen, como regla, de usufructo predominantemente femenino.

Como un síntoma elocuente del crecimiento del pulso cultural de la época, hemos de considerar la fundación del Real Colegio Seminario de San Carlos, autorizado por Real Cédula del 28 de febrero de 1776 y de 1780 y que empezó a funcionar en 1784. Pero a la vez estos trámites dan ocasión a que se aclaren ciertos puntos de la situación cultural de la Colonia: un documento de 1786 es elocuente al respecto: se ha transcripto en su parte esencial en el Capítulo de esta Primera Parte.

La oportunidad que a la mayor adquisición de cultura abrió la entrada libre de papel impreso, permitió seguramente en aquellos años conocer otras obras aparte de las señaladas, de las cuales no ha quedado en muchos casos rastro directo, y que ensancharon en medida increíble, dado lo hasta entonces permitido, el mundo de las ideas locales.

Las noticias de archivo ofrecen entre los repositorios bibliográficos puestos en evidencia por las testamenterías, un porcentaje crecido de ellos, pertenecientes a laicos extranjeros entre los cuales hasta ahora sólo hemos hallado españoles de reciente asiento (españoles europeos). Del resto, una parte considerable es propiedad de clérigos. Por lo demás, la Independencia fue, como es sabido, obra mayoritaria de criollos, es decir, de miembros de familias tradicionales españolas. Aquí recordaremos la tesis de Bray, quien, por ejemplo, niega a Hernandarias su consustanciación con la tierra, alegando su estirpe dominantemente hispánica; tesis de la cual habría mucho que hablar (47).

En realidad, para conocer el contenido de las bibliotecas de los cincuenta años anteriores a la Independencia, debemos recurrir a testimonios en cierto modo póstumos: son los catálogos de las bibliotecas de los fallecidos en los primeros lustros después de ella los que pueden, comprensiblemente, darnos una idea de lo que fueron los contactos librescos de esas generaciones.

Esos datos varían un tanto según se trate de bibliotecas de profesionales y letrados - abogados, médicos, sacerdotes - o de particulares no profesionales, comerciantes, etc., que como se ha dicho llevaban su interés por los hechos de la vida un poco más allá de las cuentas de caja o los cuadernos de deudores y acreedores.

En las bibliotecas de laicos que por esa época hacen su aparición en testamentarias, y cuya formación corresponde, lógicamente a una generación antes de la fecha testamentaria, cuando menos, las obras religiosas siguen dominando: entre ellas hay títulos que se repiten machaconamente: VERDADES ETERNAS, SEMANA SANTARIOS, RAMILLETE DE DIVINAS FLORES, EJERCICIOS ESPIRITUALES, NOCHES CLEMENTINAS. De estos títulos debieron a su hora llegar al país repetidamente partidas importantes. Todavía en 1810 o sea en los albores de la Independencia, Francisco Vicente González introducía de una sola vez 72 ejemplares de EJERCICIOS COTIDIANOS. Pero también vemos con frecuencia pareja repetirse libros como ESPECTACULOS DE LA NATURALEZA, las CARTAS MARRUECAS de Cadahalso, el TEATRO CRITICO de Feijóo. El interés por la naturaleza y por los aspectos científicos despierta en esta época. Vale la pena detenerse un instante a reflexionar sobre lo que Primero: esa ausencia de frecuentación de los conocimientos y nociones que van más allá de la noción de las propias fronteras físicas, limitando así egocéntricamente el interés por el mundo al ámbito circundante; Segundo: la carencia de ideas acerca de las realidades científicas, puede haber repercutido en la mentalidad colectiva.

Representativa en estos últimos años de la Colonia resulta la biblioteca del "español europeo" Alejandro García Diez, Casado con una niña de la familia Machaín, que parece haberse dedicado acá al comercio, y dentro de él a la importación de libros (al menos su nombre consta en guías o "constancias de aforos como importador de cartillas, catones y hasta EJERCICIOS COTIDIANOS, un libro que como se ve fue sustento espiritual muy extendido entre los ciudadanos de la Colonia). Esta biblioteca, si revela al católico preocupado (58 títulos de religión, teología, filosofía, moral, sermones) denuncia también al humanista con sus 23 títulos de historia, 11 de autores clásicos (entre ellos DON QUIJOTE), los picarescos, el TELEMACO, el NUEVO ROBINSON; el deseo de conectar el pensamiento contemporáneo a través de Feijóo y Cadahalso; la afición por los viajes (seis títulos) sin contar su curiosidad por otros aspectos científicos como la medicina; y algunos técnicos y científicos tales como los daba la época. Pero siempre una biblioteca fundamentalmente ortodoxa. Es significativa la escasez de libros que puedan considerarse vectores o simplemente anticipos del pensamiento enciclopedista.

Furlong en las obras varias veces mencionada, alude al "movimiento bibliográfico durante la segunda mitad del siglo XVIII", que fue "tan extraordinario, que el Río de la Plata era considerado un mercado excepcional para la venta de libros"... "Bibliotecas españolas, dice, eran traídas a América para venderlas", en el mercado del Plata, entre otros. "Se realizaban subastas de libros y estos eran vendidos a precios bastante elevados". De este movimiento debió participar, aunque en la atenuada manera que con su situación se compadeció siempre, el Paraguay. Pero el rastro documental es escaso.

Que existían, repetimos, si no facilidades para la adquisición, sí deseos de lectura, lo prueba el dato de que en la almoneda de bienes realizada durante el proceso de Don Félix Mandiola, gobernador residenciado, se pusiera en subasta un lote, lastimosamente no especificado, de libros, "pequeños y grandes, maltratados y en buen uso"; el lote lo compró en 50 pesos Ramón de Escurra (48). Si nos atenemos al precio medio alcanzado por los libros en esa época, quizá podamos aventuramos a asignar a ese lote mas de un centenar de volúmenes.

Biblioteca muy breve pero no sin cierto interés, de comerciante ilustrado, es la de Pedro Pons de Bartra, fallecido en Villarrica en 1818. Entre los 14 libros que en ella se anotan, varios piadosos, figuran el PENSADOR MATRITENSE, EL MERCURIO de la época, una CRONOLOGIA y un LUNARIO, aparte de las obras de Fray Luis de Granada. Bartra murió intestado y sin herederos. Francia ordenó que de los bienes relictos se pasara lo que se juzgase útil para los jóvenes que estudiaban música en la Banda Militar de aquella ciudad. El encargado de la gestión, Francisco Díaz de Bedoya, incluyó los libros enumerados entre los objetos que pasaron para beneficio de esos jóvenes.

El examen de las colecciones rastreables en archivo permite por tanto establecer prima facie que la mayor parte de los libros portadores de ideas nuevas, o simplemente, de títulos renovadores del caudal local, entraron al país mayormente en el equipaje de esos viajeros españoles; profesionales del derecho, la medicina, o simplemente gente culta y aficionada a las humanidades. La actuación de Aguirre, Azara y sus compañeros, pero especialmente del primero, debió ser decisiva al respecto. Como entrados al país en distintas fechas más o menos próximas al final del XVIII (o más extensivamente, de la colonia) debemos como se ha dicho considerar a los "españoles europeos" cuyos legajos testamentarios aparecen fichados hasta 1840; en algún raro caso, unos pocos años más tarde.

En las bibliotecas de fines del XVIII entran ya pues en proporción significativa los títulos profanos aunque ceñidos con predominio abrumador al sector historia; aumenta la proporción de los de ciencia: aritmética, geometría, física, ciencias naturales. Se hacen más numerosos los libros de medicina, más o menos ortodoxos, actualizándose Buchan, Tissot, Mme. Fouquet. Como los datos pertenecen a los testamentos, y éstos suponen cierta edad en los testadores, debemos inferir que la introducción de unos libros coincidió más o menos con la fecha de la revolución comunera, con mayor seguridad en los años subsiguientes.

En cambio, debemos atribuir a este periodo final de siglo (1770-1800 más o menos), todos, o por lo menos la mayor parte de los libros que representan de algún modo una renovación de contenidos, y que encontrarnos en testamentarias bajo el gobierno de Francia, ya que es sabido que bajo este gobierno no entró al país una sola página que no fuese conocida del Supremo.

Así asentamos como entrados desde el segundo tercio del XVIII hasta fines de la Colonia los ejemplares del QUIJOTE; piezas de Calderón de la Barca; Ovidio; Quevedo; la Picaresca; HISTORIA UNIVERSAL, HISTORIA DE ESPAÑA, HISTORIA DE GRECIA, HISTORIA DE LA FLORIDA, HISTORIA DEL PERU; el monumental ESPECTACULO DE LA NATURALEZA, y algún otro título en exceso profano, aunque seguramente inocuo, como EL PAÍS DE LAS MONAS. Desde luego, algunos de estos títulos se hallan ya en fecha anterior; pero muy raramente; es sólo en este último período cuando su aparición se hace frecuente; y sobre todo, cuando el número de títulos profanos empieza a predominar sobre el de los religiosos.

Es curiosa la frecuencia - relativa, desde luego - con que en estas listas aparece el TEATRO CRITICO de Feijóo: prueba de que de esta obra debieron llegar a su hora multitud de ejemplares. Cosa tanto más curiosa cuanto que se trata de una obra en muchos volúmenes. Es verdad que esta obra aparece casi siempre en biblioteca de "españoles europeos" y que casi siempre se la encuentra descabalado; un tomo, dos, cinco, seis; nunca la totalidad... Quizá hayamos de ver en este descabalamiento una prueba del entusiasmo que el libro despertó y que lo hizo circular mucho, perdiendo cada vez, como suele suceder en tales aventuras prestamistas, algún miembro... que otro lector ganaba.

De los años previos a la Independencia data la biblioteca del Obispo García Panés, fallecido en 1838. Biblioteca traída por el Prelado a su llegada al país, y abrumadoramente teológica (49).

Este Prelado fue hombre de fortuna, como lo demuestra el inventario realizado a su muerte; bien que esta fortuna consistiese más en bienes muebles que en numerario. Ese inventario nos lo muestra dueño de muchos y buenos muebles; cuadros, alfombras de gran tamaño (lujo éste, aunque no raro, infrecuente en esa época) varios estantes de cedro, en los cuales sin dada aposentó su biblioteca formada por cerca de trescientos volúmenes; es decir rival por su número de la de Francia, si bien no de tan variado contenido.

García de Panes fue, si nos atenemos al catálogo de su biblioteca, latinista extremo y orador sagrado; aficionado a la teología más allá de lo usual aun en tonsurados. Lo cual por lo demás se confirma por su curriculum. Un documento que se conserva en el Archivo Nacional (Relación de Títulos, méritos y ejercicios literarios de Fray Pedro Panés, Lector jubilado. Padre de la Provincia de Cartagena, Prosecretario General de la Orden de San Francisco y Excusador Sinodal de los Obispos de Málaga, Taracena y Aibarracín) corrobora, subrayándola, su vocación por la Teología, de la cual fue catedrático, y sus actividades como orador sagrado.

Nombrado Obispo de Asunción el 21 de febrero de 1807, al dar el salto se trajo consigo - entre otras pertenencias que le ayudasen a prolongar aquí el ambiente de severa comodidad y dignidad de que se había rodeado en su país - su biblioteca. Vemos ya en ella las obras del famoso obispo Monseñor de San Alberto, cuyo Catecismo, lustros más tarde, debía convertirse en pieza fundamental para la formación cívica de las juventudes paraguayas.

(El tan famoso Catecismo cumplió también misión formativa en aquellos tiempos previos a la Independencia, en que constituía grave preocupación de la Corona la infiltración de ideas disolventes sobre la autoridad divina y demás relentes feudales de la Monarquía).

La única nota profana en esa Biblioteca la dan: una antología de verso y prosa de autor no determinado: EL GENIO DEL CRISTIANISMO de Chauteaubriand el TEATRO CRITICO de Feijoó, el TELEMACO de Feneion, y la HISTORIA GENERAL DEL PERU. El primero de esos títulos provoca cierta curiosidad ya que él no pudo venir con el dueño en ocasión de su viaje, puesto que en esa fecha la obra no había aparecido aún; y por tanto debió ser adquirido con posterioridad, ignoramos por cuál vía.

No hemos hallado indicio alguno del destino que se diera al fallecer el Prelado, a esta valiosa colección de libros. Posiblemente ingresase en la Biblioteca por Francia fundada; pero es dudoso que dado su contenido lingüísticamente indigesto, cumpliese función cultural popular allí; máxime dado el nivel a que en esos años había descendido el conocimiento del latín. En la lista de depósitos de Bienes del Estado no apareció hasta ahora la lista de esos libros, que allí tendrían que haber ido a parar eventualmente como bienes por derecho pertenecientes al Estado.

Dos años antes (1836) fallece en Atyrá el párroco Presbítero José Gregorio Portillo. También hombre de lujos caseros: mesas pie de cabra, cama de dosel, asientos y sillones de cuero "grabado" (trabajado al uso de la época). Poseía "un anteojo largavista, cuya historia sería curioso conocer, (por lo visto, no era Francia el único en poseer un instrumento semejante) y una biblioteca, en la cual, aparte una colección de doce breviarios de distintos tamaños, existían 18 libros de teología y doctrina, una HISTORIA LITERARIA y "un libro impreso en guaraní con tapas de pasta" (sin duda uno de los impresos en Misiones). La biblioteca del Padre Portillo puede ser tomada como modelo de biblioteca de párroco culto en aquel tiempo. Ahora bien, dichas bibliotecas son relativamente numerosas, tanto como para dar un perfil a esa época.

No hemos hallado rastros en esta época de bibliotecas laicas en el interior del país: lo cual no significa que pudieran existir; pero si existieron, fueron en porcentaje mínimo; las bibliotecas de los curas o religiosos debieron constituir en muchas de esas comunidades el único foco cultural libresco. Y como esas obras no diferían de las que se hallaban en bibliotecas particulares de la capital y unas cuantas localidades más, debemos quizá colegir que no se realizó aquí durante mucho tiempo (en realidad hasta después de 1870) el fenómeno de discontinuidad Cultural entre ciudad y Campo que caracterizó otros países del Plata: si existió fue en medida muy poco acusada.

La existencia relativamente grande de libros de leyes queda documentada en las listas de bibliotecas: y también, indirectamente en los documentos judiciales. Es verdad que la introducción de muchos de esos libros era de carácter obligado - había que conocer las leyes para aplicarlas-. Las bibliotecas de muchos españoles y criollos fallecidos entre 1811 y 1810 - obviamente formadas o introducidas, repetimos dentro del XVIII - ofrecen un numero importante (siempre dentro de lo relativo) de ellos. La biblioteca de Francia presenta un crecido número, justificado por su condición de abogado.

La presencia de libros de medicina más o menos actualizados se explica en todo momento perfectamente. En el último cuarto del siglo XVIII el número de profesionales aumentó: son muchos los médicos de cuya llegada al país en esos años hay constancia: algunos españoles pero también otros extranjeros: franceses e ingleses. Todos ellos habían de traer por fuerza consigo los libros de su profesión. Dos documentos permiten formarse el perfil médico-erudito del Hipócrates local de esa época: las listas contenidas en los testamentos del cirujano Gregorio José Narváez, fallecido en 1825, y de José Teodoro Fernández, fallecido en 1845 (50).

De que ingresaron al país libros en los años que van desde la llegada de Azara a la fecha de la Independencia hay noticia por pedidos al exterior, como el hecho por un miembro de la familia Machaín a su hermano residente en Buenos Aires, a quien le ruega le envíe un Buchan y otros libros de medicina que encuentre advirtiéndoles sin embargo que no le mande "los Tissot y Madame Fouquet, porque esos ya los tiene". Es detalle curioso éste de la existencia de libros de medicina en poder de particulares; pero tal vez ello se explique por dos razones: Primero la fragmentación de las bibliotecas, su distribución entre los herederos, a la muerte del titular, sin atender a otra cosa que el Salomónico equilibrio de las "hijuelas", aspecto al que más adelante nos referimos. Segundo, a que faltos en un tiempo de médicos, o no fiando demasiado de ellos, más de uno tratase de automedicarse con ayuda de estos textos.

En varias bibliotecas profanas de la época (y en la misma de García Diez, cuñado de los Machaín) se hallan el Buchan y el libro de Madame Fouquet, así como libros de medicina casera conformando lo antes dicho: que ellos podían ser muy útiles en aquel tiempo en que no siempre se disponía de médico en el momento preciso.

Por los años finales de siglo, y en los primeros de la Independencia, existían en Asunción tiendas donde se expedían libros. Decimos "tiendas donde se expendían libros", y no librerías, ya que por entonces aun esos establecimientos no se dedicaban exclusivamente a la venta de libros: ello no resultaba negocio. Se trataba de tiendas que entre otras heteróclitas mercaderías - géneros, mercería, bisutería, detalles de la moda tales como guantes, abanicos y lazos - vendían libros. Una de ellas fue la del español Alejandro García, ya citado.

Este comerciante, hombre culto y distinguido, hizo venir, en los años previos a la Independencia partidas elevadas - para la época - de material didáctico primario. En octubre de 1809, por ejemplo, le vemos introducir: 24 catecismos encuadernados en pergamino; 168 idem en papel; 358 cartillas.

Alejandro García importaba también libros para adultos, aunque no menos didácticos. Acompañando a la partida antes referida venían doce EJERCICIOS COTIDIANOS. Sin embargo, no dejaba de traerse de cuando en cuando algunos otros, profanos, pero siempre serios. Lo prueba el hecho de que a su muerte, hecho el inventario, se encontrasen entre sus pertenencias varios ejemplares de una obra: HISTORIA CONCISA DE LOS ESTADOS UNIDOS. Un libro, entre paréntesis, que debió ser muy leído en aquellos años.

Observamos, en efecto, que este libro es relativamente frecuente en las listas bibliográficas locales de ese tiempo. Ello parece revelar un interés y curiosidad generalizados acerca del origen, gestación y nacimiento de la democracia norteamericana, en el medio; y desde el principio, contribuyendo quizá a alimentar ideales no por difusos menos capaces de reacción en cadena llegado el momento.

Otro comerciante en libros de primera enseñanza fue Francisco Rodríguez M., que en noviembre de 1808 introducía cuatro gruesas de cartillas (576 ejemplares) y 144 catecismos; en febrero de 1810 introducía 710 cartillas, 36 catones y nada menos que 72 EJERCICIOS COTIDIANOS, por la misma fecha.

Dejando de lado los libros de contenido religioso, ya que a este aspecto hemos dedicado más de un comentario, fijemos nuestra atención en el material de primera enseñanza importado: más de dos mil cartillas en poco más de un año: cantidad que bien podemos duplicar, sin escrúpulo, ya que estas listas, aunque son las únicas halladas, no fueron seguramente las únicas registradas en la época. Nos hallamos pues en presencia de un prurito de cultura al nivel primario que, aunque apoyado al principio por la política cultural de los próceres de Mayo, no fue fomentado en igual o semejante proporción por la circunstancia en los lustros siguientes y hasta 1840.

La introducción de ese número de cartillas (que hoy parecería insignificante, pero que debemos juzgar de acuerdo a las circunstancia demográfica) es evidente reflejo del impulso experimentado por el ambiente en esa época, fomentado luego, aunque efímeramente, por los planes educativos de la Junta Gubernativa.

En lo que respecta a las bibliotecas institucionales privadas, desaparecidos en su función práctica, sólo restan en esa época las de los Conventos religiosos mencionados en el capítulo anterior. Aparece en cambio conforme a lo insinuado ya varias veces, la Biblioteca de rango oficial y público.

En efecto, en 1784, coincidiendo así con el regreso de Francia del Colegio de Monserrat (1785) inicia su funcionamiento el Real Colegio Conciliar de San Carlos en el cual fue profesor el mismo Francia. Como toda institución de ese género, el San Carlos fue dotado de una biblioteca.

Para ello se le asignó, en conjunto, y descontadas las mermas que en el ínterin hubiese sufrido la que fue propiedad del Colegio Jesuítico, pues existe constancia de tal entrega.

Es dudoso sin embargo que ese repertorio bibliográfico ofreciese grandes oportunidades a las inquietudes curiosas de las nuevas generaciones, dado su específico contenido, salvo en lo que se refiere a oportunidades de frecuentación del idioma latino a los letrados, y de consulta a los hombres de Iglesia. Sólo podrían resultar de utilidad al lector corriente los libros de cultura general, reducidos casi exclusivamente a un rubro, y aún ésta, escasa.

Bibliotecas más o menos amplias, debemos presumir poseyeron los prohombres de la Independencia. aunque de ello no haya quedado indicio alguno, o no hayamos dado con él hasta la fecha. Es posible que se hayan limitado en más de un caso al simple acceso a las bibliotecas de miembros de la elite intelectual de su tiempo. El hecho de que por lo menos uno de esos próceres, Fulgencio Yegros, haya escrito un poema, revela cierto conocimiento de la poesía española clásica, o siquiera la del XVIII en la cual se encuentran los modelos de esos ovillejos.

Fulgencio Yegros era militar, y es de notar la preocupación que los manifiestos de la Junta muestran por la instrucción literaria de los militares (52.

Otro factor contribuyó, ya desde mucho antes, a la dispersión y pérdida del material de bibliotecas: el factor testamentario.

Al fallecer el dueño de una biblioteca, grande o chica, ésta no pasaba íntegra a uno de los herederos, el más capacitado o idóneo para su disfrute y usufructo: era repartida con salomónico criterio entre todos los derecho habientes fuese el que fuese el número de éstos (algunas veces eran ocho o diez: fueron once en el caso de Alejandro García, mencionado) asignando a cada hijo un lotecito (la preocupación de los albaceas y jueces era que cada "híjuela" quedase ajustada al centavo: y encajaban en cada una de éstas, a manera de cuña, el objeto que mejor cubría el monto señalado).

Un ejemplo luminoso lo tenemos en la testamentaría del mismo Alejandro García (fallecido en 1807). Este dejó un AÑO CRISTIANO en diez y ocho volúmenes: en el reparto de bienes se entregaron nueve a uno de los herederos y nueve a otro: es decir, dividieron la obra asignando seis meses a cada uno de los herederos...

Lo mismo se observa en el reparto de los bienes abintestato: a cada heredero se le asigna un cierto número de libros atendiendo al valor que a éstos se ha atribuido en tasación, y visando a ajustar lo mejor posible el monto correspondiente a cada uno.

Así un caudal de treinta libros que se reparte entre cinco derechohabientes (caso frecuente) resulta en lotes de seis volúmenes, y a la tercera generación desaparece, si no desapareció antes, víctima del descuido y de la escasa estima que ciertos libros debían disfrutar en manos de personas no dadas de por sí a las letras; sin olvidar los factores que en el medio conspiraron siempre contra la conservación del papel impreso (alta temperatura, humedad excesiva, moho, insectos destructores, etc.).

Cuando el finado no tenía herederos y también en otros casos (embargos, etc.) en que los bienes pasaban directamente al Estado, como éstos eran a menudo objeto de subasta, la dispersión era aun mayor. Las obras, ya en pequeños lotes ya sueltas o por títulos (en el caso de las obras en varios tomos) eran adquiridas por separado al azar de las posturas: aunque en casos como en el del gobernador residenciado Don Félix Mendiola, en que la biblioteca no asumía grandes proporciones, los libros eran ofrecidos - y adquiridos - en un solo lote, con lo cual tenían más probabilidad de subsistir unidos hasta la próxima encrucijada legal.

En 1811 se produce la independencia paraguaya, hecho auspicioso, que parecía haber de traer consigo una apertura más amplia hacia más amplios horizontes culturales, a través del libro. No fue así, sin embargo.

Aunque en los años primeros hasta 1815 más o menos es posible se aprovechase la franquicia ofrecida para la entrada de papel impreso, a partir de ese mismo año se establece un control cada vez más riguroso en el contacto con los productos imprentarios extrafronteras, que somete el pensamiento local durante un cuarto de siglo a la conjugación de lo adquirido en décadas anteriores.

Como resumen de los hechos que configuran la evolución cultural rastreable a través del libro en ese período podríamos anotar:

I. La salida de los jesuitas se traduce en una disminución de la presión psicológica, de la autocensura; y la posibilidad, no siempre efectiva por falta de oportunidad, de una ampliación del área de conocimientos, y por tanto, del horizonte critico. A partir de la fecha, ingresa en el país - en número siempre reducido -, pero apreciable en relación con los periodos anteriores literatura profana, informativa, actualizadora, sobre temas aunque generales, hasta entonces inéditos.

II. La entrada al país, en la segunda mitad del XVIII, de viajeros y emigrantes calificados, así como la presencia de los cuatro últimos gobernadores, que traen al medio inquietudes culturales traducidas en iniciativas estimulantes, contribuyen a abrir horizontes y a condicionar favorablemente para la recepción de ideas nuevas un ambiente al cual van llegando, aunque cernidas forzosamente por la escasez de material libresco, las ideas enciclopedistas, estimulados en los últimos tiempos por libros introducidos más ampliamente al amparo de la ley (53).

III. La fundación del Real Colegio Conciliar de San Carlos, debe señalarse como elemento o factor apreciable en su acción formativa - orden de vista del curriculum humanístico al Colegio Jesuítico. El Colegio inaugura también la era de las bibliotecas como instituciones oficiales.

IV. Se hace sentir la presencia y actitud critica de los jóvenes que regresan de estudiar en Universidades del exterior.

Como resultado de todos estos elementos, el pensamiento local rompe el círculo cerrado de los intereses locales por un lado, de la fijación de lo dogmático por otro: inaugura la etapa crítica en las ideas, y penetra aunque tímidamente en el ámbito de los intereses universales, a la vez que amplía la visión de las realizaciones propias posibles dentro del cuadro de la realidad histórica.

 

 

 

APENDICE IV

BIBLIOTECAS DE LA II MITAD DEL SIGLO XVIII

(Se dan como tales algunas que aparecen ya en el siglo XIX;

pero que evidentemente fueron formadas de otro del siglo XVIII)

 

TESTAMENTO DE MANUEL IRIGOYEN (español) 1786

1 Folio, REGLAS DEL GUARISMO.

2 Folio, FABRICAR NAVIOS.

1 Folio, de Cartilla EXPLICACION (Aguja de marear y reglas de las lunaciones, con otras curiosidades).

1 Folio, de Cartilla ARBOLADURA DE NAVIOS.

1 Folio, Cartilla METODO DE DECLINAR EL PERFIL PLANO PROYECCION DE UN BOTE.

4 Folio, Cuadernitos, cuartillas de APUNTES.

(ANA, volumen 873, sec. testamentos)

 

LIBROS DE LA TESTAMENTARIA DE FAUSTINO CARISIMO 1796

13 tomos, DICCIONARIO HISTORICO.

1 tomo, ARITMETICA, del Bachiller Juan Pérez de Moya.

1 tomo, IMITACION DE CRISTO.

1 tomo, OBRAS DE QUEVEDO.

1 tomo, VERDADES ETERNAS.

(ANA, volumen 807, sec. Testamentos)

 

LIBROS DE LA TESTAMENTARIA DE ANA MARÍA CABALLERO 1776

1 tomo 4º, DE LA DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO.

1 tomo 8º, ORACIONES SELECTAS de Cicerón.

1 tomo 8º, OBRAS de Ovidio (Los Pastores).

1 tomo 8º, DOCTORUM CARMINE RESCENSIORUM.

1 tomo 8º, OBRAS de Virgilio.

(ANA, volumen 805, sec. Testamentos)

 

LIBROS DE LA TESTAMENTARIA DE PEDRO PONS DE BARTRA (español) Villarrica 1818

1 tomo, OFICIO PARVO.

1 tomo, MERCURIO.

1 tomo, EJERCICIOS ESPIRITUALES.

2 tomos, NOCHES CLEMENTINAS.

1 tomo, PRACTICA DE SECRETARIO.

1 tomo, PENSADOR MATRITENSE.

1 tomo, EJERCICIO COTIDIANO.

1 tomo, LUNARIO DE UN SIGLO.

1 tomo, OFICIO DE NUESTRA SEÑORA.

1 tomo, CRONOLOGIA.

1 tomo, PRONTUARIO (de Ortografía).

1 tomo, NOVENA DE LA MERCED.

1 tomo, VIDA Y OBRAS ESPIRITUALES Fray Luis de Granada.

(ANA, volumen 931, sec. Testamentos)

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

CAPITULO I

EL LIBRO DESDE 1811. LA JUNTA GUBERNATIVA (1811-1814)

Y EL SUPREMO (1814-1840)

 

Si en el último cuarto del siglo XVIII comienzan a soplar en territorio paraguayo los vientecillos de la ENCICLOPEDIA, aunque ese vientecillo se muestre procedente en parte de odres ultramarinos, debemos pensar que tampoco esas ideas podrían haber adquirido dimensiones, afianzarse y confirmarse, sin el apoyo de algún material libresco.

Y puesto que hay datos que permiten afirmar que esa generación gestora de la independencia patria conocía algo más de lo que comúnmente se cree acerca de los hombres e ideas de la Enciclopedia, y que ello debió inevitablemente ser materia de discusión en los escasos y patriarcales cenáculos de la época, debemos también desde este punto de vista presumir la existencia local de libros sobre el particular y en los que los próceres de la Independencia (algunos de ellos por lo menos) pudiesen refrescar nociones que con anterioridad alcanzasen de foránea boca en aquellos días.

No sé si se ha meditado en efecto sobre el hecho de que al llegar al Paraguay los más de los viajeros o inmigrantes de que se habló en el Capitulo V de la I Parte, los que debían ser gestores de la independencia patria eran, muchos de ellos, adolescentes aún (la edad para la encarnación profunda de ciertas nociones) y más de uno también, como Francia, ya adulto, capaz de darse perfecta cuenta de lo que significaban las ideas o principios de que aquellos viajeros eran portadores.

(En lo que a Francia respecta, quizá el haber madurado opiniones al socaire de ellos, fuera del país, influyese en su actitud posterior de prevención contra todo extranjero, como posible vector de gérmenes revolucionarios. Nadie mejor que él podía haberse dado cuenta en carne propia, ya en el poder, de lo que esa atmósfera que desde los centros de estudios del Plata trascendía al ambiente general, podía significar, delineando o perfilando actitudes opositoras a sus propios designios políticos, inmediatos o no).

La euforia en todos los órdenes suscitada por la Independencia tiene su reflejo en las iniciativas de la Junta Superior Gubernativa, que señalan una viva preocupación en el orden cultural. Esta se pone en evidencia ya desde las primeras disposiciones, sobre todo en las que afectan a la instrucción pública.

El propósito en ellas enunciado, de distribuir ejemplares de la EDUCACION de Locke y del EMILIO de Rousseau a los padres de familia, es un indicio elocuente de la brújula cultural de los prohombres de 1811, a la vez que corrobora lo expuesto anteriormente acerca de la existencia local de más libros heterodoxos (de acuerdo a las viejas normas) de los que aparecen en listas póstumas.

En segundo lugar, destacan corroborando esa determinación de instaurar una nueva época cultural, las tratativas realizadas para la adquisición de la biblioteca de Mariano Moreno en Buenos Aires. En estas tratativas intervino Vicente Anastasio de Echeverría.

Una comunicación de la Junta a éste, fechada el 19 de julio de 1812, firmada por Yegros, Caballero y De la Mora (aún no había pasado Francia a formar parte de la Junta) (54) nos proporciona datos muy interesantes, no sólo acerca de la compra misma de la biblioteca, sino también sobre el espíritu progresista que animó a los próceres de Mayo, y que los llevó a plantear la adquisición, juntamente con esa biblioteca, de una imprenta: manera autónoma de asegurar, sin limitaciones emergentes, la provisión de ciertos materiales éditos.

En efecto, esa comunicación confirma que dichas tratativas se habían iniciado y estaban ya en marcha.

"Aceptamos desde luego la imprenta en los 1.800 pesos, y a fin de librar a Vm. el dinero, sírvase decirnos si hay algún derecho más que pagar, y si ha de venir con todos los utensilios necesarios", reza la mencionada carta.

Esta carta da además a entender que Echeverría propuso proporcionarles un impresor y que esta oferta fue rechazada. Manifiestan los próceres el deseo de recurrir sólo "a las luces que tenemos en ésta, y el buen ingenio de los patricios" (léase nativos).

Según la misma carta, éstos últimos "por pura aplicación, han salido con la empresa de grabar barajas y sacarlas a golpe de imprenta"... He aquí dos noticias a cuál más curiosa e interesante: la de haberse grabado barajas (lo cual sólo puede representar una cosa: la continuidad colonial por derivación o tradición, del grabado misionero) y la existencia, si no de una auténtica imprenta (pues de existir ésta no habrían necesitado adquirir una; y no hay noticia de que la imprenta misionera se haya utilizado posteriormente a la expulsión) por lo menos de un tórculo prensa en la cual pudiese efectuarse el tiraje de esos naipes, utilizando para ello planchas grabadas.

A este respecto circula en viejos textos una anécdota acerca de una pesada broma gastada por Francia a alguien que se ofreció a fabricarle las planchas (grabadas en madera) necesarias para la impresión de un catecismo. Es posible que se trate de una anécdota inventada; pero ella da por lo menos a entender la existencia, aún en esa época, de gentes capaces de realizar una plancha al modo incunable: cosa que por otra parte parece probar una plancha así realizada que se conservaba en una colección argentina y que por su estilo parece corresponder a principios del XIX.

Dicho sea de paso que esta última iniciativa editora quedó, como tantas otras, congelada como consecuencia de los acontecimientos políticos posteriores.

En los años francistas vemos introducirse del Brasil por centenares los mazos de naipes. Por lo demás, no se limitó a cartas de baraja la impresión a que la carta se refiere: hay ciertos indicios de que se extendió a auténticos textos, aunque breves.

Las preocupaciones culturales de los próceres de Mayo se hallan nuevamente perfiladas en el mismo documento, al referirse al Catálogo de la Biblioteca de Moreno, que desean se les envíe:

"Los libros de nuestro interés son de la clase de aquellos más útiles y precisos a la educación de la juventud; y siendo los de dicho finado en su mayor parte de la facultad civil y canónica, de cuyo estudio carecemos acá por falta de profesores, no nos harán mayor cuenta. Tomaremos, sí, cualquier precio sobre los demás que traten de materia pública, política, bellas letras y otras curiosas, para no tener que acusarnos grave y criminalmente, como Don Simón Vieyga, de desperdiciar el tiempo en leer comentarios inútiles, mayormente no entendiéndolos".

(Nótense las dos últimas secciones o rubros, que representan aspectos casi totalmente preteridos en las listas hasta entonces halladas en Archivo. Aunque, lógicamente, no podían figurar en éste listas de bibliotecas cuyos dueños aún vivían).

En una segunda carta aluden, más concretamente aún, a los libros que desean se compren por su cuenta.

Esta preocupación complementa otras ya explícitas en repetidos manifiestos de la Junta:

"Las escuelas son los talleres en que se forman los grandes prelados y magistrados civiles y militares. La instrucción es no solamente adorno sino prenda necesaria a los que siguen la gloriosa profesión de las armas" (55).

El mismo manifiesto expresa el haberse abierto una Academia Militar, el propósito de instalar un Arsenal y ampliar los ámbitos de la agricultura y el comercio.

Otro manifiesto del 13 de enero anuncia la apertura de una cátedra de latín "gratuita" en el Real Colegio Seminario de San Carlos.

Un tercer manifiesto del 10 de marzo instruye acerca de los requisitos que debe reunir la enseñanza o sea "los puntos esenciales que deberá observar el maestro de primeras letras que se ha nombrado a expensas de los Propios de esta Ciudad y Fondos del Real Colegio Seminario". En ese manifiesto indica que el maestro se guiará "por los dos tomos impresos que contienen las reglas de leer y escribir con máximas, modelos y láminas". Esta obra le será entregada al Maestro por un miembro del Cabildo, "para que de ella pueda extractar por medio de apuntamientos los puntos más esenciales, a fin de que los demás proyectos preceptores se aprovechen de los sabios documentos que contiene; a quienes se pasará por el mismo Diputado; mientras se proporcionan algunos juegos (léase ejemplares) de ella u otra, para todas las escuelas de los conventos".

La verdad es que no hay más noticias al respecto de la iniciativa señalada en primer lugar (libros propios para una actuación en el campo informativo) y resulta imposible saber si el propósito de ensanchar la visión de los padres de familia llegó a ser un hecho, es decir, si esos libros llegaron a comprarse; aunque es de presumir que las tratativas quedaron truncas. Pero lo expuesto basta como se ha dicho, para subrayar la orientación de los próceres y su definido propósito de una actualización intelectual.

En los pocos años que mediaron entre la Declaración de la Independencia y la asunción de todos los poderes por Francia, es posible sin embargo, como ya se dijo, que hayan entrado en el país libros en cantidad mayor y más variada que hasta entonces. Estos libros, dada la situación de completa desconexión con la metrópoli, sólo pudieron llegar acá desde Buenos Aires y Montevideo. No se descarta la posibilidad de que llegasen algunos por vía Brasil; éstos, lógicamente, no precisarían ser todos ellos libros en portugués.

(A este propósito, hay que recordar que en más de una biblioteca de fechas anteriores y posteriores se encuentran tal cual obra en ese idioma; pero resulta difícil como es lógico determinar si esos libros en el segundo caso, fueron adquiridos antes o después de 1811. No existe lista alguna o guía en las cuales conste la entrada de dichos materiales, aunque quizá ello se deba a la simple razón de haber sido declarado el libro franco de introducción desde unos años antes. Esta circunstancia eliminaría la necesidad de declaración en guías; por lo menos tratándose de libros introducidos por particulares, no comerciantes).

La población del país experimenta durante esos años y hacia el final de la dictadura un gran repunte: ascendió según cálculos a cerca de 300.000 almas. Consiguientemente crecieron el contingente escolar y las necesidades de la enseñanza primaria. Pero no hay noticia de que los elementos para satisfacerlos aumentaran en la misma proporción. A pesar de que se ha dicho que la enseñanza primaria de esos años estuvo muy atendida, el material didáctico que en esa misma época entró en el país se ofrece, a través de los documentos que conocemos, como reducido (sobre todo en relación al mencionado crecimiento demográfico) y nulo o poco menos en los últimos tiempos.

Hasta 1817 registramos la entrada de cartilla (en 5 de setiembre de ese año José Martín de Goicoechea introdujo cuatro gruesas o sea 576 ejemplares). Más tarde ya no encontramos nuevas anotaciones copiosas, a pesar de existir numerosas guías de artículos introducidos por Itapuá por los comerciantes brasileños. A no ser que entrasen por Pilar, pero de esto no hay testimonio.

Podemos pues plantear como un hecho - siempre abierto el terreno a las rectificaciones - que durante el gobierno del Supremo las generaciones jóvenes se hallaron desconectadas de nuevo del curso de una cultura actualizada, aquella vez inclusa en el esquema gubernativo de los próceres. Este nuevo hiato redundó en perjuicio de las generaciones ya adultas o aún adolescentes al advenir Don Carlos a la Presidencia: ellas levaron consigo un déficit cuyo enjugue en situaciones semejantes ha mostrado ser difícil, ya que no imposible; y que privó a Don Carlos de colaboradores eficaces. De esta carencia dan fe declaraciones no sólo de Don Carlos, sino inclusive de su hijo (56). El propio Francia se lamentó en más de una ocasión de la falta de preparación de sus subordinados (57).

De todos modos, luego de 1817 y hasta 1840, la entrada de material impreso de destino no didáctico y primario, documentada en archivos, se torna muy escasa. No entran libros, a no ser bajo la forma precaria de pertenencias de los pocos viajeros que en ese lapso llegan al país o se ven detenidos en él, como Rener, Robertson, Bonpland, el médico William Parlett y otros ingleses, españoles, argentinos, portugueses, etc., profesionales o artesanos. La misma escasez debió hacer del libro nuevo articulo precioso.

A través de esos libros entrados en forma precaria y que no siempre volverían a salir con sus dueños (por ejemplo, cuando éste falleció en el país) algún sedimento sin embargo debió quedar, contribuyendo a reforzar el escaso pulso libresco local. Esto naturalmente se refiere a los libros escritos en nuestro idioma y por tanto propiedad de españoles o americanos; ya que en otros idiomas, en el país y en esa época, eran ya prácticamente desconocidos.

Aquí debemos recordar que, según cronistas, Francia ponía especial orgullo en su conocimiento del francés. Desde luego Francia tenía su biblioteca, si no la más nutrida, la más variada seguramente en contenido entre todas las de su época. En ella figuraban muchos títulos que formaban también parte de otras bibliotecas particulares de ese tiempo (García Diez, Oliveros, etc.) pero había además en ella - a estar por los cronistas extranjeros que le conocieron y trataron - otras obras de las cuales era el único en poseer un ejemplar, aunque no permitió nunca, que sepamos (después de su ascensión al poder, al menos), participar a sus compatriotas de ese intelectual manjar.

De las innumerables aunque limitadas listas de mercancías descargadas en las playas del Paraná durante los años en que el tráfico fluvial estuvo cerrado, lo repetimos, ni una sola partida corresponde a libros. Sólo hallamos noticia de importación de cartillas aunque en muy corto número. En los inventarios de testamentaria aparecen listas librescas, expurgadas previamente con toda seguridad, de algún titulo que pudiera suscitar la suspicacia oficial o el escrúpulo religioso.

Ahora bien, dada la forma en que se desenvolvió el contacto con el exterior, creemos razonable estipular, y lo hemos hecho ya anteriormente, que los extranjeros - españoles, ingleses, portugueses, argentinos - que aparecen en las testamentarias durante la Dictadura y unos años después (podemos fijar como fecha límite prudencial 1850) fueron llegando al país antes de terminar el XVIII o principios del XIX. Uno de ellos, Inocencio Márquez, deja al morir en 1847 (aparte dos obras de Maquiavelo) LA MORAL APLICADA A LA POLITICA, CARTAS DEL CONDE CABARRUS, ECONOMIA POLITICA (en portugués) CARTA A LOORD SOBRE LA INTERVENCION, CRONICA DE HISTORIA Y GEOGRAFIA. Una biblioteca enteramente laica (58) caso no frecuente por cierto.

Entre las bibliotecas religiosas más nutridas figuraron la de García de Panés (fallecido en 1838), las del Cura Maciel y el Pbro. Miguel Montiel.

El Cura D. Juan Gregorio Maciel, de San Estanislao, fallecido en 1835, dejó una biblioteca de 44 volúmenes, cuyos títulos omite en su gran mayoría la lista limitándose a hacer constar que eran libros bien encuadernados, "con presillas de plata y de metal"; y los que hicieron la lista no se molestaron en abrirlos para dar los títulos. Los pocos que se dan son de teología y moral. El Padre Maciel dejaba también 3 cuadernos de sermones, que habría sido interesante conocer.

El Presbítero Miguel Montiel, en 1836, dejaba 53 volúmenes, entre ellos varios no religiosos (de gramática, de medicina; LOS SIETE SABIOS DE GRECIA) y ocho "de diferentes títulos en lengua castellana", sin otra aclaración.

En este período y como una consecuencia, prolongada en él, de las circunstancias del anterior, se acusa la existencia de bibliotecas de laicos, de efectivo volumen. Citaremos algunas.

Doscientos sesenta y tres volúmenes la biblioteca del culto comerciante Don Alejandro García Diez, fallecido en 1837. En ella encontramos al lado de 115 volúmenes de religión (en sus formas menos abstrusas; por ejemplo, las obras completas de Fray Luis de Granada) 13 de novela (EL QUIJOTE y las picarescas principalmente) el TEATRO CRITICO de Feijóo; 16 volúmenes de geografía, 5 de filosofía, 60 de historia, 4 de materia militar; 2 de medicina, 2 de poesía, y hasta 3 de ciencias naturales. Una biblioteca ecléctica, pero en la cual los libros de historia, por su predominancia luego de los de religión (una cuarta parte casi) señalan la orientación de los intereses intelectuales de su dueño, que se extendían también al conocimiento del mundo y la Naturaleza, y a lo especulativo.

Más modesta (29 volúmenes) fue la del Dr. José Garcia Oliveros, "español europeo" como los otros; "el único Doctor en Derecho que había en la Provincia", que falleció intestado y sin heredero en 1836. Su biblioteca comprendía principalmente libros de Derecho, lo cual es muy lógico; en ella sólo hallamos un par de libros de religión y uno de historia, seis de filosofía, uno de geografía y un REGLAMENTO DE MILICIAS.

En los inventarios de Tesorería vemos, a partir de setiembre de 1820, repetirse, con insistencia machacona de eco inútil rebotando de año en año, al lado de los más heterogéneos objetos, un estante de libros llegados allí como parte de los bienes "embargados al reo finado Manuel Benítez".

Manuel Benítez, a juzgar por el contenido de su biblioteca, nutrida también principalmente de libros de Derecho, fue abogado, aunque de acuerdo a lo arriba expresado respecto a Oliveros, no debía poseer el título de Doctor; pero no olvidemos que Qliveros era español, y obtuvo allá ese titulo: facilidad que no tenían los hijos de la provincia en la misma medida, por lo cual no era raro que ejerciesen la abogacía sin tener dicho diploma, y supliesen con el estudio asiduo y el ejercicio la ausencia del sello académico superior. Sus libros permanecen en Tesorería año tras año, sin suscitar el interés de Francia, quien de haberlos hallado dignos de atención, los habría adquirida, en todo o en parte, como lo hizo en otras oportunidades con bienes de Tesorería puestos a la venta; pues sabemos que Francia era escrupulosamente honesto en el manejo de los fondos del Estado y nunca se desmintió en ello; un ejemplo de esa honestidad lo da el haber pagado el precio debido en subasta (testamentaria del español Altolaguirre) por el esclavo Pilar, su hombre de confianza después. Entre los ciento setenta libros de Manuel Benítez abrumadoramente profesionales (Derecho y Moral) sólo se anota un par de volúmenes de historia (Quinto Curcio) predilecta lectura, al parecer, de la época, pues se los halla formando parte de muchas bibliotecas, aún reducidas.

Constituye un buen ejemplo de consultorio de profesional que se mantiene, intelectivamente dentro de los límites de su disciplina. Es posible que estos libros de Benítez hayan pasado, luego de la muerte del Supremo, a engrosar la biblioteca pública creada por Don Carlos; si no fueron vendidos, como otros bienes de esa misma Tesorería, en pública subasta; de lo cual no tenemos noticia.

Otro ejemplo de biblioteca profesional lo vemos en la del médico Gregorio José Narváez fallecido en 1825, quien dejó 15 libros de medicina clínica, cirugía y farmacia y "tres cuadernillos de explicaciones de gramática". Los "calepinos" "crestomatías" "apuntes de ortografía" y "cuadernitos de gramática" aparecen con frecuencia a partir de la mitad del XVIII; a veces formando parte de colecciones muy reducidas. Ello parece evidenciar una preocupación por el idioma que no deja de ser interesante signo.

A estas alturas, los libros en latín no se tasaban para las eventuales almonedas; es evidente que no se esperaba que nadie los comprase; sencillamente porque nadie los entendía; y esto es también un dato para la evaluación de la cultura humanista de la época, cuyo descenso es resultado lógico del enclaustramiento prolongado - ausencia de renovación bibliográfica - de la desaparición paulatina de la minoría que había mantenido viva la tradición cultural y de la falta de instituciones formativas como el colegio jesuita. (El Colegio de San Carlos inició su clausura en 1817 y en 1824 se secularizaron los conventos).

Cabe en cambio anotar que los libros no en latín hallaban siempre postor, y lograban un precio preferente entre otros objetos "muebles": ello es una prueba más de la ansiedad de culturización, luchando con la notoria insuficiencia local de instrumentos.

No hemos topado con documentos que certifiquen que en esa época (1814-1840) se ejerciera censura alguna sobre los libros de los viajeros que al país entraron. Debemos sin embargo tener en cuenta: Primero: que no fueron muchos de éstos los que llegaron. Segundo: que entre esos viajeros no figuraron por cierto españoles: se trató de extranjeros de idioma no español, cuyos libros razonablemente estarían en sus respectivos idiomas y por tanto no comunicarían nada a los nativos (Francia fue en su tiempo la excepción).

 

Los términos de la resolución de la Junta de Gobierno del 16 de octubre de 1849 nos muestran a Francia como fundador de una biblioteca pública; y escritores modernos que a este hecho se han referido han puntualizado inclusive que para su instalación se proveyeron estantes ad hoc, "con cristales". Los viajeros de la época sin embargo no aluden concretamente a otra biblioteca que a la que Francia poseía, distribuida en su quinta de Ybyraí y en su residencia de verano. Por otra parte en los inventarios de Tesorería encontramos, como ya se ha dicho, años tras año, lista de libros que allí permanecen sin que en ningún momento se les haya dado un destino útil a los fines de la cultura. En todo caso, ignoramos el catálogo de esa biblioteca y con qué contingentes previos se formó.

La cultura intrafronteras, pues, giró de 1814 a 1840 sobre los escasos repositorios existentes, en los cuales, y a pesar de las novedades introducidas desde la llegada de Azara hasta fines de la colonia, seguía como regla predominando la literatura religiosa sobre la profana; y de ésta el Derecho se llevaba casi siempre el mayor contingente, siguiéndole la Historia. La inclinación que las generaciones independientes paraguayas han mostrado hacia la historia, no sólo en el ejercicio de ella, sino en el especial prestigio de que la han rodeado, tiene pues, bien profunda raíz.

 

Las bibliotecas de las Misiones - las ocho paraguayas - seguían en su lugar aunque es de suponer que difícilmente se pondría en su conservación el interés ni la competencia debidos. Se ignora el paradero de los libros de las Misiones de la izquierda del Paraná, trasladados por Francia, como parte de su patrimonio artístico, a las Misiones de la derecha, en 1817; aunque es de presumir que hallasen depósito en alguna de esas Misiones, junto con las imágenes, campanas, pequeños retablos, etc. (Los vasos sagrados, sabemos que ingresaron en Tesorería). Lo sugieren algunos hechos aislados que se anotarán en su lugar. Es posible también hayan pasado en todo o en parte, a engrosar el catálogo de la mencionada Biblioteca pública, pero no hay indicios de ello.

Pero aunque por entonces la biblioteca del Colegio Jesuítico y con ella otros repositorios hubiesen pasado al dominio del gobierno (Colegio Real de San Carlos) este simple hecho no hubiese ensanchado de por sí el contenido ideológico de la doctrina expuesta en esta última institución.

Data, como se dijo, de la época de Francia (1824) la secularización de los conventos. Los religiosos de las tres Ordenes tradicionales en el Paraguay (Franciscanos, Mercedarios y Dominicos) hubieron de salir de sus residencias, abandonar la vida en comunidad y retirarse a casas particulares; aunque algunos de ellos encontraron ocupación en curatos más o menos próximos a la capital, como sucedió con el ex Guardián Franciscano, Padre Anastasio Guitiérez, que pasó a ser párroco de San Lorenzo del Campo Grande.

Los bienes de esos conventos revirtieron al Estado, y formando parte de ellos, las bibliotecas. La suerte ulterior de estos repositorios bibliográficos no es posible hasta ahora acotarla con el detalle deseable y debido, a causa de la falta de documentos; pero no es arriesgado asegurar que en más de un caso el destino de estos libros fue lastimoso; y su deterioro e inclusive desaparición, cosa no rara.

Fulgencio R. Moreno asegura que las bibliotecas de los conventos "se convirtieron en material para fabricar naipes: así se inutilizaron enormes cantidades de libros, algunos de ellos de mérito subido" (59).

El Archivo Nacional ha conservado la lista de la biblioteca del convento franciscano de Villarrica. Las listas de Tesorería no guardan otro rastro de estas bibliotecas que la cantidad enorme (relativamente) de misales y otros libros de iglesia de que dan fe algunas de esas listas y que por lo demás podrían también haber pertenecido a las Misiones de allende el Paraná, ya que esas listas no indican procedencia.

Carlos R. Centurión, en su nutrida HISTORIA DE LA CULTURA PARAGUAYA da una lista de libros editados en el Paraguay desde 1754 hasta 1916 (60). Tres de las obras que figuran en ella aparecen editadas en 1754, 1768 y 1804, respectivamente, o sea el primero dentro de la época jesuítica, el segundo un año luego de la expulsión, el tercero siete años antes de la Independencia.

Ahora bien, esas fechas, especialmente las dos primeras, plantean un curioso problema. El libro ITINERARIO DE PARROCHOS no figura en la lista bibliográfica misionera, a pesar de que su fecha se encuentra dentro del período reduccional; no es lógico por lo demás figurase, dado que el contenido de esa obra no entraba, a lo que se sabe, en la línea proposital de dicha imprenta. Centurión mismo lo da como editado en la colonia, y no en las Reducciones, Cabe preguntar: ¿se trata de un error del autor? Como éste no indica el origen del dato sobre el mencionado libro, ni proporciona otras noticias bibliográficas, el cotejo se hace imposible, y la interrogante se plantea: ¿si dicho libro fue en efecto editado localmente, dónde lo fue? ¿En qué imprenta?

No tenemos noticia concreta - conforme a lo con anterioridad expresado - de que haya existido nunca una imprenta en el Paraguay de la colonia antes de la que adquirió Don Carlos en 1843. Disponemos, es verdad, de los datos que proporciona la carta de la Junta a Echeverría en 1812, y que no sólo menciona el propósito de los próceres de adquirir una imprenta, sino también la existencia previa de alguna máquina de este género (tórculo, prensa) en la cual se tiraron barajas; pero distan de ser lo suficientemente explícitos. Tampoco pudieron ser impresos esos libros - los dos primeros al menos - en la imprenta de Córdoba, ya que ésta no empezó a funcionar hasta 1780.

Sin embargo, si el dato de Centurión es exacto, en alguna forma debieron esos libros ser editados. Vagos indicios de que se dispone favorecen la idea de que durante esos años finales del XVIII y durante la época de Francia luego, pudo funcionar precariamente una imprenta elemental a base de planchas de madera grabadas: imprenta cuyo funcionamiento se vería así enormemente limitado, explicando la escasez de producción, y cuyos productos constituirían verdaderos incunables. Su vestigio efectivo y único serían las planchas en poder de Doña Elisa Peña a que antes se hizo referencia, y que parecerían ser parte de las que formaron el cuerpo de un cuaderno de catecismo. Esas planchas, precisamente, son de difícil atribución cronológica, por sus características: Furlong las asigna a fines del XVIII; pero quizá pudiese retrasarse esa fecha. La explicación de este hecho podría quizá hallarse en la dispersión sufrida por la población de Misiones, y de la cual una parte por lo menos debió volcarse sobre las villas y pueblos coloniales. Entre esos elementos fugitivos de las Misiones se contaron artesanos, y no es imposible que entre ellos figurase algún impresor o grabador. En el capítulo siguiente nos referiremos aún, brevemente, a este tema.

Otro indicio nos lo da la constancia, en las listas de archivo de tiempos de Francia, de "volantes o pliegos impresos" cuya procedencia no se cita, pero que no es por cierto plausible suponer que en aquel tiempo hayan sido impresos en el exterior. Es ésta una vertiente de investigación que valdría la pena continuar; aunque los vestigios son hasta ahora indudablemente vagos, la búsqueda de archivo puede aún reservar sorpresas.

 

 

 

CAPITULO II

LA BIBLIOTECA DE FRANCIA

 

Son, si no numerosas, coincidentes las noticias acerca del interés que por los libros sentía Rodríguez de Francia.

Dentro de las limitadas posibilidades que le ofrecieron tiempo y circunstancia, podemos decir que el libro constituyó su única pasión y vicio, al margen de las tareas de gobierno.

Una carta dirigida a Fray Velazco, atribuida al Dr. Ventura Díaz de Bedoya, nos pinta a Francia en los comienzos de su trayectoria de gobernante, como lector y espigador de conocimientos:

"Tiene un almacén de cuadernos con cláusulas de conceptos que ha sacado de buenos libros. Cuando le urge redactar algún papel los repasa. Todo su estudio lo cifra en el buen estilo..."

"No lee más que los periódicos y los bellos impresos... pone a mano el diccionario para variar las voces, y sin el no trabaja cosa alguna"...

En lo de tener una biblioteca, no fue Francia una excepción en su tiempo. Todos los profesionales, y muchos particulares, las poseyeron; alguna más nutrida inclusive que la de Francia. Pero lo que hizo algo aparte de la del Supremo, fue su catálogo, es decir, los libros que la nutrieron.

Benigno Riquelme García ha dado a conocer el catálogo de la Biblioteca de Francia; fue el primero en descubrirla en el Archivo Nacional. Ahora bien, al fallecer Policarpo Patiño, un tiempo después de la muerte del Supremo, una lista casi idéntica a la de la biblioteca de Francia figura en el Archivo como bien relicto de dicho fiel de fechos.

¿Quedó la biblioteca de Francia en poder de Patiño, como albacea o depositario?

¿Se trató de una segunda y autónoma biblioteca, propiedad del mencionado?

La confrontación de ambas listas da como resultado una casi absoluta coincidencia: aunque se anotan en la de Patino varios títulos que no están en la de Francia, y en la de éste otros que no están en la de Patiño. De todos modos, como sería increíble que Patiño hubiese tenido deseo y oportunidad de duplicar la lista del Supremo; puede darse por seguro que se trata de la misma biblioteca de Francia, conservada, en depósito y en virtud de mandato, por Patino, después de la muerte del Dictador, en su domicilio; e inventariada erróneamente al fallecimiento del último, como de propiedad suya. De todos modos, no hay más noticia que permita saber si dieron margen al comentario o investigación, en su época y oportunidad, las discrepancias, señaladas entre ambas listas.

Lo que interesa señalar es que ni en la lista de Riquelme García ni en la de Patiño figura - y ello es muy digno de nota - ninguno de los libros profanos y de carácter entonces heterodoxo establecido por el INDEX, cuya existencia sin embargo en ella debemos considerar efectiva, dados los testimonios de viajeros como Robertson y Rener.

Estos atestiguan que en la biblioteca de Francia figuraban libros de Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Rollin, Raynal, Volney, etc. Serían los libros que uno esperaría encontrar en la biblioteca del Dictador, por los datos que de su pensamiento tenemos, y por su misma formación en el Colegio de Monserrat, de cuya atmósfera - o sea el espíritu heterodoxo reinante en su alumnado - tenemos más de un testimonio. Dichos nombres habrían desaparecido en ambas listas que de esa biblioteca conocemos. Sólo uno hemos podido comprobar en la lista de esa biblioteca: Voltaire, representado por el monumental DICCIONARIO POLITICO.

No tenemos absolutamente ningún dato que nos permita hallar el hilo de la manera u ocasión en que esos libros debieron ser, en forma sistemática, eliminados de la biblioteca del Supremo. No hay otra razón que la de la imaginación - que a veces, sin embargo, tiene sus aciertos - para suponer que ellos pertenecieran al número de papeles y documentos quemados por el Supremo en vísperas de su muerte.

Con la lógica o la misma fantasía cabría suponer que, por prohibidos, esos libros llamasen más la atención de algunos curiosos que otros, y ello podría explicar su desaparición; como también podría explicarla un expurgo inspirado en el deseo de no atribuir al ilustre extinto esas inclinaciones heterodoxas, poniendo esos libros a buen recaudo... tan buen recaudo, que nunca jamás reaparecieron.

Cualquiera de estas interpretaciones tiene por ahora el mismo peso, la misma base; es decir, ninguna explícita.

Lo único positivo es que esos autores no sólo no figuraban en la lista primera ni en el catálogo que bajo el nombre de Biblioteca de Patiño se conserva en el Archivo Nacional, sino tampoco en la lista de libros de la residencia de verano del Dictador [2]. Notemos que tampoco figura en el catálogo ningún libro de astronomía, a pesar de constar la afición que a esa ciencia profesaba el Supremo.

Ahora bien, si la disminución del contenido de la biblioteca en la lista primera, con respecto a la de Patiño, se puede explicar, o por lo menos admite explicaciones fáciles, no así el aumento, o sea la existencia, en esta segunda biblioteca, de varios libros que no existen en la lista de 1840.

El carácter de dichos libros concuerda tan exactamente con el espíritu de la biblioteca del Supremo que no cabe duda de que pertenecieron a ella. Porqué no figuraron en la primera lista, esto es lo que habría que preguntarse; pero lo único que puede suponerse es que, casualmente, no se hallasen en la biblioteca del Supremo al tiempo del inventario, o que éste hubiese sido hecho un poco a la buena de Dios; pues no cabe pensar que el Supremo prestase sus libros, ni aún a Patiño, suponiendo que el calibre intelectual de éste diese para el latín y la medicina de lo cual no tenemos ciertamente el menor indicio...

En suma, nos hallamos ante algunos pequeños enigmas, que no dejan de ser intrigantes, pero que en conjunto afectan muy poco al hecho principal.

No cabe, repetimos, que se trate de dos bibliotecas diferentes: la coincidencia de ambas listas en el 95% de los títulos es abrumadora. Por otra parte, no hemos hallado en el Archivo documento alguno que permita conocer el destino inmediato que se dio a esa biblioteca; porqué ella aparece en manos de Patiño, al parecer su depositario, ya que no cabe imaginar se apropiase de ella por su cuenta.

El catálogo de esa colección, muy presumiblemente, pues, mutilado, comprende obras de diverso y variado contenido y carácter, aunque lógicamente en ella predomina el elemento laico: historia, ciencias, política, medicina.

Llama precisamente la atención el gran porcentaje de libros de esta ultima disciplina. Quizá se tratase, en parte al menos, de los libros de Bonpland. (Documentos de Archivo dan cuenta de que cuando el Supremo ordenó devolver al sabio francés los objetos de su equipaje personal, hizo retener los libros y los instrumentos: no hemos hallado constancia de que más tarde se los devolviera, aunque, lógicamente, esto no supone en forma alguna que ello no se hiciera: son más que sabidos los hiatos y huecos en este Archivo).

A la vez y contrariando de nuevo las noticias de los contemporáneos viajeros ya nombrados, que dan al Supremo como buen conocedor de la lengua de Hugo, sólo hay en esa lista unos pocos libros en francés, incluyendo un diccionario, pero ningún otro de carácter literario o doctrinario, aunque sí un compendio de Historia Universal, en 17 tomos.

En la lista destaca la existencia de una PRACTICA DE LA PINTURA y un CUADERNO DE ESTAMPAS (?) que revelan en el Supremo aficiones artísticas por nadie sospechadas... a no ser que aquél sea un manual artesano, cosa tampoco improbable. Los libros por entonces tenían a veces títulos rimbombantes para nosotros y que pueden a veces desconcertar al lector corriente: como el de TESORO aplicado a los diccionarios de cualquier lengua, que ha hecho creer a más de uno que efectivamente, el idioma dado era rotulado especialmente de tesoro.

La biblioteca de Francia ofreció otra particularidad: aunque reducida para nuestro moderno criterio - y hasta para el de los ilustrados foráneos de su tiempo - esa biblioteca era, con toda seguridad, una de las más nutridas del Paraguay de entonces: una de las pocas pertenecientes a particulares que, como vimos en el capitulo anterior, rebasaron antes de 1850 los 250 volúmenes.

 

Si vamos a dejarnos guiar por el Conocido proverbio: "Dime qué lees te diré quién eres" la biblioteca de Francia no deja de ofrecer al curioso posibilidades de caracterización psicológica.

Es verdad que también Francia debió experimentar en cierta medida, para el acopio de su biblioteca, las desventajosas limitaciones de la circunstancia. Con toda seguridad, el Supremo no pudo adquirir en la situación del país, todos aquellos libros que en otra situación le hubiesen interesado. En primer lugar, era difícil que llegase la noticia y conocimiento de la publicación de ellos; en segundo lugar, no todos eran fáciles de conseguir (aunque consta que siempre que el Supremo podía encargaba y se hacía traer del exterior libros que deseaba). No creemos sin embargo que por ello ese catálogo deje de caracterizar su personalidad, en lo esencial, por lo menos.

Hallamos en él, contando un poco al correr de la pluma:

DERECHO (LEYES, JURISPRUDENCIA): 53 títulos

RELIGION Y MORAL: 18

GRAMATICA Y DICCIONARIOS: 6

CIENCIAS (MATEMATICAS, FISICA, ELECTRICIDAD): 11

HISTORIA: 28

ARTE: 2

LITERATURA (POESIA, BIOGRAFIA, NARRATIVA): 3

CRITICA, ENSAYO: 9 (No se incluye el DICCIONARIO POLITICO de Feijóo, por ignorar cuantos volúmenes de él poseía; seguramente se hallaba incompleto como muchos otros ejemplares de la época).

MATERIA MILITAR: 4

CIENCIAS NATURALES: 17

MEDICINA Y FARMACIA: 38

ADMINISTRACION: 5

FILOSOFIA, RETORICA Y LOGICA: 9

LENGUAS INDIGENAS (GUARANI, QUECHUA) 3

OBRAS EN FRANCES (GRAMATICA Y OTRAS) 5

GEOGRAFIA: 3

MUSICA: 3

ARQUITECTURA: 1

LATÍN (LENGUA Y LITERATURA) 7

En esta lista, vemos figurar en punta los libros de Derecho, Religión y Moral, Historia, Medicina y Ciencias Naturales.

La proporción de libros religiosos podría intrigar, en un hombre como Francia, al cual las referencias caracterizan como volteriano; pero también podrían revelar, en él el propósito del hombre reflexivo, de conocer para discernir. Sólo el necio rechaza sin conocerla y "a priori" una idea o una doctrina.

Más sorprendente resulta la abundancia de libros de Medicina, que parece señalar en el Supremo un curioso de temas que podemos llamar cientifico-humanísticos.

Los libros de Ciencias Naturales revelan una preocupación por la naturaleza, corroborada por su "penchant" hacia la astronomía, de la cual nos ha quedado alguna referencia.

Unido este dato al interés por la Medicina, podría hacernos suponer que había en Francia una acusada inclinación hacia esta disciplina, aunque no hay de ello indicio concreto, salvo su interés por los trabajos de Bonpland, cuyos servicios médicos, por otra parte, utilizó.

A la vez que el interés por las ciencias exactas, las anécdotas acerca de él como astrónomo aficionado, sumados a la atención puesta en la filosofía, revelan el espíritu proclive al orden, el sistema, la lógica; por tanto, a lo especulativo. Francia habría sido probablemente un buen jugador de ajedrez.

No puede extrañar, dadas ciertas noticias, la existencia de libros en francés; Francia se preciaba de conocer ese idioma. (Lo raro es que el número de ellos no fuese mayor). También inició sus estudios del inglés; pero de este rubro no hay rastro en la lista de su biblioteca, aunque algún indicio sobre ello hay en otro lugar, como luego se verá.

La presencia de libros de otras disciplinas - Música, Arquitectura - podría ser tomada simplemente como testimonio de una curiosidad polifacética: quizá no fuesen sino instrumentos de ilustración para su desempeño administrativo: Francia desearía conocer algo de esas materias para poder seguir con conocimiento de causa los pasos de las obras emprendidas por el gobierno. Aunque, si así es, extraña no haya en esa biblioteca más libros de agricultura, o de ingeniería naval p.e. ya que es sabido que durante su gobierno dedicó especial atención a la agricultura y se construyeron varios barcos (lanchones, cañoneras, etc.). Dedicó también mucha atención al aspecto ganadero. Sin embargo, sólo hallamos un libro sobre ganadería (y precisamente sobre ovinos, lo cual pudiera ser un indicio de los propósitos de Francia de favorecer la cría de esta especie, que ya fue en épocas anteriores (61) objeto bastante amplio de interés con el objeto de hacer también totalmente autónomo al país en el renglón de la obtención de lana) y otro sobre arquitectura naval. Son muchos mas como se puede ver, los de Administración y de materia militar.

En los libros conservados en su residencia de verano (Cuartel del Hospital) encontramos la siguiente proporción:

DERECHO, LEYES, MORAL: 13

RELIGION: 9

MEDICINA: 3

CIENCIAS FISICAS Y NATURALES: 1

MATEMATICAS: 3

CASTELLANO (GRAMATICA Y DICCIONARIO): 2

FRANCES: 3

LOGICA, RETORICA, FILOSOFIA: 1

GEOGRAFIA: 3

POLITICA: 17

ARTES: 1

GANADERIA: 2

INGLES: 1

Esta segunda lista podemos considerarla más razonablemente como realizada en base a una selección más personal, ya que la forman los libros que Francia se llevaba consigo para más grata o detenida lectura durante su descanso.

Esa selección gira, como se ve, sobre la tríada Derecho-Religión-Politica, y establece quizá más netamente el perfil intelectual del Dictador. Desaparece la notoria preocupación por la Medicina que insinúa el catálogo de la biblioteca mayor. En cambio vemos cómo el Supremo ha desguarnecido su biblioteca principal de libros de política, para que le acompañen en su retiro veraniego.

La presencia de un diccionario inglés señala uno de los momentos de exaltada curiosidad intelectual del Supremo; aunque por otra parte hay que insistir que no hallamos en ella los libros en ese idioma que poseyó según se desprende de testimonios de época. Su adquisición corresponde sin duda a la época de su amistad con los Robertson; y de ello da testimonio la carta ya mencionada al principio del capítulo. Dice el Dr. Decoud:

"...Ahora se ha dedicado a aprender el inglés con su socio Robertson, para aprovechar los buenos libros que tiene y que éste le ha acopiado por medio de su socio".

Estas palabras parecen aludir a la existencia, en la Biblioteca del Dictador de más de uno y dos libros "buenos" en inglés: pero de estos libros no hay rastro en ninguna de las tres listas bibliográficas del Supremo.

Recapitulando:

¿Esperó Francia a la Independencia para adquirir los libros que formaron el cuerpo de su biblioteca; es decir los adquirió mucho después de su llegada al país, aprovechando el libre paso de letra impresa que caracterizó los últimos años de la colonia y los primeros independientes?

¿Vinieron la mayor parte de ellos ya con él desde Córdoba?

Más probable es lo segundo y que esos libros fueran fomento y pasto de su espíritu desde los años estudiantiles, aunque luego pudiese, a compás de la circunstancia, aumentarlos.

Para ello dieron ocasión los lustros propicios que precedieron al siglo y los dos que le siguieron, como sabemos. Luego sólo hubo oportunidades de orden personal.

Como ejemplo, recordemos de nuevo que cuando Bonpland entró al país y fue detenido por la celosa policía del Dictador, éste ordenó que se devolvieran al sabio sus pertenencias, confiscadas de primera intención por sus captores; "menos los instrumentos y los libros".

Con ellos, aunque fuera con propósito de préstamo, pudo sin duda Francia renovar en algunos aspectos su visión del mundo hacía años limitada por el horizonte inmóvil de su biblioteca.

Resumiendo:

Es muy posible que la biblioteca de Francia haya servido de fuente de información, en los primeros y más altruistas años, a más de uno de los que luego fueron sus compañeros de la gesta independiente. Tampoco es imposible que esa biblioteca, a pesar del enclaustramiento que padecía el país, haya podido verse acrecentada más tarde por dos vías.

En primer lugar Francia adquiriría libros de entre los que eventualmente recalaban en Tesorería por embargo de bienes a reos, o por testamentaria de extranjeros.

En segundo lugar hizo venir libros del exterior (aunque no sabemos cuántos o cuáles) valiéndose de la mediación de súbditos extranjeros residentes en el Paraguay, como consta lo hizo en algún caso con los Robertson.

Pero repitámoslo para terminar: si entre sus adquisiciones se contaron, de acuerdo a los varios testimonios, libros que reflejasen el pensamiento de la Ilustración y su proceso posterior, ellos no aparecen en el catálogo, con excepción del Diccionario de Voltaire y algún escritor tímidamente critico, como Cadalso.

 

 

 

APENDICE I

CATALOGO DE LA BIBLIOTECA DEL DOCTOR JOSE GASPAR RODRIGUEZ DE FRANCIA (1840)

 

Esta lista facilitada a la autora por el malogrado historiador nacional Don Benigno Riquelme García, quien primero la descubrió en el Archivo Nacional, no especifica en muchos casos el número de tomos de cada obra, por lo cual siempre que es posible, nos referimos a la lista de Patiño para este dato.

EL SOL Y EL AÑO FELIZ DEL PERU.

HORATIO FLACCO...

VOCABULARIO DE NEBRIJA. 2 tomos (1 en la lista de Patiño).

EL GOBIERNO ECLESIASTICO. 2 tomos (1 en la lista de Patiño). Villarroel.

COMENTARIO IN QUATUOR POSTERIORES LIBROS ORDINATIUM REGNI CASTELLAE.

ORDENANZAS REALES DE CASTILLA. 2 tomos (1 en la lista de Patiño).

RECOPILACION DE LEYES DE LOS REINOS DE LAS INDIAS. 4 tomos.

APUNTAMIENTOS SOBRE LAS SIETE PARTIDAS, por Berni. 7 tomos. RELACIONES HISTORICAS, por Ulloa. 4 tomos.

COMENTARIOS REALES; 2ª HISTORIA GENERAL DEL PERU y 3ª HISTORIA DEL ADELANTADO HERNANDO DE SOTO, por Garcilaso de la Vega.

TÍTULOS DE LAS LEYES DE RECOPILACION. 3 tomos.

POLITICA, de Bobadilla. 2 tomos.

REAL ORDENANZA.

MAXIMAS SOBRE RECURSOS DE FUERZA Y PROTECCION.

DICCIONARIO JURIDICO. (¿Discursos Jurídicos?).

CURIA PHILIPPICA.

PRACTICA CRIMINAL E INSTRUCCION DE SUBSTANCIAR LAS CAUSAS.

PRAXIS ECLESIASTICA ET SECULARIS.

CONSULTAS Y RESOLUCIONES VARIAS TEOLOGICAS, JURIDICAS, REGULARES Y MORALES.

POLITICA INDIANA, de Solórzano. 2 tomos.

PRACTICA DEL CONFESONARIO, por Fray Jaime Corrella.

TACTICA MILITAR.

HISTORIA DEL REINO DE PORTUGAL.

TEOLOGÍA UNIVERSAL, por el Pbro. Gabriel Antoine (2 en la lista de Patiño).

PRACTICA DE LA PINTURA.

BIBLIA SACRA, en latín.

ANDREE VALIENUM. (?)

COMENTARIA AD JUSTINIANI INSTITUTIONEM IMPERIALEM.

APPARATUS AD POSITIVAM THEOLOGIAM METODICUS, de Pedro Annato. 2 tomos.

PETRI LOMBARDI NAVARIENSIS EPISCOPI PARISIENSIS SENTENTIARUM LIBRI QUATUOR.

THEOLOGIA FUNDAMENTALIS. 3 tomos.

LIBRERÍA DE JUECES, de Martínez. 8 tomos.

INSTRUCCION DE ESCRIBANOS, José Juan Nicolás Colom. 2 tomos. TRATADO DE MATEMATICAS

ELEMENTOS DE ARITMETICA Y ALGEBRA, por Manuel Rey y Cosme.

ARITMETICA DEMOSTRADA, TEORÍA Y PRACTICA, de Juan Bautista Cordehan.

NOCIONES MILITARES O SUPLEMENTOS DE LOS PRINCIPIOS DE FORTIFICACION, por Pedro de Lacuze.

PRACTICA DE LA ADMINISTRACION Y COBRANZA DE LAS RENTAS REALES, por Juan de la Ripia (5 tomos en la lista de Patiño). ARTE Y VOCABULARIO DE LA LENGUA GUARANI, por el Pbro. Antonio Ruiz de Montoya (2 tomos en la lista de Patiño).

FISICO Y MEDICO DE LOS TEMBLORES Y OTROS MOVIMIENTOS DE LA TIERRA LLAMADO TERREMOTO, por Diego de Torres Villarroel.

TRATADO DE CLAUSULAS INSTRUMENTALES, por el Lic. Pedro de Sigüenza.

TEATRO CRITICO UNIVERSAL, por Fray Benito Feijóo (¿Cuántos tomos?)

CURIA ECLESIASTICA, por Francisco Ortiz de Salcedo.

COMPENDIO DE CONTRATOS PUBLICOS, por Pedro Melgarejo Maríque de Lara.

LOS ERUDITOS A LA VIOLETA, por José Vázquez.

ENSAYO SOBRE LA ELECTRICIDAD DE LOS CUERPOS, en francés, por el Abate Nollet.

CALEPINO de Salas.

ARTE EXPLICADO en guaraní.

THESAURUS HISPANUS LATINUS

CARTAS MARRUECAS, del Coronel José Cadahalso.

GOBIERNO GENERAL, MORAL Y POLITICO, de Fray Andrés Ferrer. NOTICIAS AMERICANAS, por Antonio de .

LIBRERIA DE ESCRIBANOS, por José Febrero (4 tomos en la lista de Patiño).

LIBRERIA DE ESCRIBANOS (3 tomos en la lista de Patiño).

PRONTUARIO DE LA TEOLOGÍA MORAL, por Fray Francisco Larraga.

EL SACROSANTO Y ECUMENICO CONCILIO DE TRENTO, por Ignacio López de Ayala.

IMPRESO SOBRE LOS ULTIMOS SEIS MESES DE LA AMERICA Y EL BRASIL, por M. de Pradt. (?)

ELUI ANTONINI NEBRICENSIS INSTITUTUIONES GRAMATICAE

EXPLICACION DEL LIBRO 4º y 5º DEL ARTE NUEVO DE LA GRAMATICA, por Gerónimo Martínez Caro y Céspedes.

COMPENDIO DE LA HISTORIA UNIVERSAL, en francés por Francisco Vázquez (17 tomos, según Patiño).

GRAMATICA de Cicerón.

ESPECTACULO DE LA NATURALEZA, por el Abate Fluche. 16 tomos.

PHAMACOPHEA MATRITENSIS

CIRUGIA FORENSE, GENERAL Y PARTICULAR, de Juan Fernández del Valle. 3 tomos.

COMPENDIO ANATOMICO Y FILOSOFICO, del Lic. Juan de López. 2 tomos.

MEMORIAS ACADEMICAS DE LA REAL SOCIEDAD DE MEDICINA Y DEMAS CIENCIAS, DE SEVILLA, por Francisco de Buendía y Ponce. 8 tomos.

EL CIRUJANO INSTRUIDO, en francés, por Gaoulard, traducido por José Ignacio Carvallo.

LAS OBRAS DE HIPOCRATES más selectas, ilustradas por Andrés Piquer, Médico de Cámara de Su Majestad. 3 tomos.

ANDRES PIQUERII ARCHIATRI PRAXIS MEDICA, en latín (2 tomos, según Patiño).

ANDREE PIQUERII ARCHIATRI INSTITUTIONES QUIRURGICAS, por Lorenzo Heister.

HIPOCRATES APHORISMI ATQUE PRESAGIS IATINE VERSA, por Andrés Paser.

OSTEOLOGIA METODICA PARA USO DE LOS REALES COLEGIOS DE CIRUGIA, por Francisco Puig.

TRATADO DE LAS ENFERMEDADES DE LOS HUESOS, Mr. Petit, de la Academia Real.

TRATADO DE LAS ENFERMEDADES VENEREAS, escrito en latín, traducción por Félix Galisteo (2 tomos Patiño).

MEDICINA INVENCIBLE LEGAL, por Francisco Suarez de Rivera. INSTRUCCIONES QUIRURGICAS, por Laurencio Heister (3 tomos Patiño).

COMPENDIO ANATOMICO, por Laurencio Heister.

RELACIONES DE LAS EPIDEMIAS, por Martín de Rodon y Bell.

INSTRUCCION EDUCATIVA DE LAS CALENTURAS, por el Dr. José de Amar.

SELECTA FISICA ARISTOTELIS DIALECTICA, por Francisco Murcia de la Llana

INTRODUCTIO IN DIALECTICAM ARISTOTELES, por Francisco Toletum.

DICCIONARIO PORTATIL DE LOS CONCILIOS, por Francisco Pérez Pastor.

EL USO DE LA QUINA, por Tomás de Salazar.

CURSUS PHILOSOPHICUS AD MENTEM EXIMII, por Francisco Suárez

ANDRE PIQUERII ARCHIATRI... (?)

SINOPSIS UNIVERSE MEDICINE PRACTICE, por P. Allen.

CARTAS FAMILIARES, por el Abat Juan Andrés.

GRAMATICA Y VOCABULARIO DE LA LENGUA GENERAL DEL PERU, llamada quéchua.

CLAVE GEOGRAFICA, por Enrique Flores.

TUBA MAGNA PER ERUDITISSIMUM DOMINUM (2 tomos Patiño).

EL ARQUITECTO PRACTICO, por Antonio Plá y Carmin.

ORATIO SACRA SEU MODUS CONFESSANDI.

DICCIONARIO PORTATIL Y DE PRONUNCIACION ESPAÑOL-FRANCES Y FRANCES-ESPAÑOL (2 tomos Patiño).

NOUVELLE GRAMMAIRE ESPAGNOLE (2 tomos, Patiño).

ELEMENTOS DE DERECHO PUBLICO (2 tomos, Patiño).

GRAMATICA DE LA LENGUA FRANCESA, por José Núñez del Prado.

PHILOSOPHIA TOMISTICA, por Antonio Goudin (4 tomos, Patiño).

EL PORQUE DE TODAS LAS CEREMONIAS RELIGIOSAS.

CARTAS DEL PADRE GABRIEL GALINDO.

CARTILLA REAL TEORICA Y PRACTICA, por Diego Bustos y Lizares. 3 tomos.

CARTILLA DE CIRUJANO, por el Lic. Vicente Ferrer Gorran Beaumont y Montes.

INSTITUCIONES DIALECTICAS, por Ludovico de Lozada.

GRAMATICA LATINA.

VIDA, ASCENDENCIA, NACIMIENTO, CRIANZA Y AVENTURA DEL DR. DIEGO DE TORRES VILLARROEL.

LOS DOS LIBROS DE LAS EPISTOLAS SELECTAS DE MARCO TULIO CICERON.

EPISTOLAS FAMILIARES, de Marco Tullo Cicerón.

VIRGILII MARONIS AENEIDA ILUSTRATA.

OVIDII NASONIS... (no se explica qué libro).

PRINCIPIOS GEOGRAFICOS APLICADOS AL USO DE LOS MAPAS, por Tomás López.

EXAMEN DEL PLAN PRESENTADO A LAS CORTES.

LECCIONES DE CLAVE Y PRINCIPIOS DE ARMONIA, por Benito Bails.

METODO NUEVO, FACIL Y BREVE DE ARITMETICA TEORICA Y PRACTICA, de José Atienza.

REAL DECLARACION SOBRE PUNTOS ESENCIALES DE LA ORDENANZA DE MILICIAS PROVINCIALES.

FABULAS DE ESOPO.

ARTE UTIL Y COMPENDIOSO DE FACILITAR EL METODO DE LAS CUENTAS, por Antonio Rodríguez.

DICCIONARIO CRITICO BURLESCO.

DE ARTE RETORICA, par Josepho Juventio.

DICCIONARIO PORTATIL DE LOS CONCILIOS, por Francisco Pérez Pastor.

TRATADO ELEMENTAL DE ARITMETICA.

DESCRIPCION Y DESCUBRIMIENTO DE LAS PROVINCIAS DEL RIO DE LA PLATA (Autor?)

REGLAMENTO PARA LAS MILICIAS DISCIPLINADAS DE LA INFANTERÍA Y CABALLERÍA.

CATECISMO DE LA NATURALEZA

ARANCEL DE LOS DERECHOS DE ABOGADO EN PROTEGER CUALESQUIERA CAUSA.

CUADERNO SOBRE DIVISION DEL HORIZONTE Y DIVERSIDAD DE LOS VIENTOS Y DE LA FABRICA Y USO DE LA PIEDRA MAGNETICA.

A esta lista habría que añadir algunos otros que figuran en la lista de la Biblioteca que obraba en poder de Policarpo Patino al tiempo de la muerte de éste, ya que no hay razón para suponer que fuese otra que la misma del Supremo.

DORADO CONTADOR

EXPLICACION DEL LIBRO CUARTO y QUINTO DEL ARTE NUEVO DE GRAMATICA, por Gerónimo Martínez Caro y Cejudo.

LIBRERÍA DE ESCRIBANOS, José Febrero (sólo 3 tomos).

TESORO DE POBRES.

NUEVA CYROPEDIA, o LOS VIAJES DE CIRO.

EPISTOLAE FAMILIARES, MARCU TULLII CICERONIS.

COLECCION DE PAPELES INTERESANTES SOBRE LAS CIRCUNSTANCIAS PRESENTES

EL CITADOR.

EL BUEN SENTIDO.

CUADERNO CON ESTAMPAS. (?)

ID CON FIGURAS GEOMETRÍA.

QUINTII CURTII RUFI VITA.

GRAMATICA de Cicerón.

Más 5 volúmenes sin principio ni fin, por tanto, sin titulo ni autor.

VOCABULARIO DE NEBRIJA. 2 tomos y no 1.

LAS ORDENANZAS REALES DE CASTILLA.

No figuran en cambio en la lista de Patiño, pero sí en ésta:

LOS ERUDITOS A LA VIOLETA

ELUI ANTONINI NEBRICENSIS INSTITUTIONES GRAMATICAE.

VIRGILII MARONIS ILUSTRATA.

COMPENDIO ANATOMICO.

INSTRUCCION EDUCATIVA DE LAS CALENTURAS, por el Dr. José de Amar.

 

 

APENDICE II

CATALOGO DE LA BIBLIOTECA DE FRANCIA,

TAL CUAL APARECE EN EL INVENTARIO DE LOS BIENES DE PATIÑO,

REALIZADO A RAIZ DEL SUICIDIO DE ESTE, EN 1841

 

1 tomo folio menor, pergamino EL SOL Y AÑO FELIZ DEL PERU.

1 tomo folio menor, pergamino HORATIO FLACCO.

1 tomo folio menor, pergamino VOCABULARIO, de Nebrija.

1 tomo folio menor, pergamino GOBIERNO ECLESIASTICO, Villarroel.

1 tomo folio menor, pergamino ORDENANZAS REALES DE CASTILLA.

1 tomo folio menor, pergamino COMMENTARIA IN QUATUOR. POSTERIORES LIBROS ORDINATIONES REGNI GASTELLAE.

4 tomos folio menor, pergamino RECOPILACION DE LEYES DE LOS REINOS DE LAS INDIAS.

7 tomos folio menor, pergamino APUNTAMIENTOS SOBRE LAS SIETE PARTIDAS, por Berni.

4 tomos folio menor, pergamino RELACIONES HISTORICAS, por Ulloa.

3 tomos folio menor, pergamino COMENTARIOS REALES HISTORIA GENERAL DEL PERU HISTORIA DEL ADELANTADO HERNANDO DE SOTO, por Garcilaso de la Vega.

2 tomo folio menor, pergamino POLITICA, por Bobadilla.

3 tomos folio mayor, pergamino DE LAS LEYES DE RECOPILACION.

1 tomo folio mayor, pasta criolla REAL ORDENANZA.

1 tomo folio menor, pergamino MAXIMAS SOBRE RECURSOS DE FUERZA Y PROTECCION.

1 tomo folio menor, pergamino DISCURSOS JURIDICOS.

1 tomo folio menor, pergamino CURIA PHILIPPICA.

1 tomo folio menor, pergamino PRACTICA CRIMINAL E INSTRUCCION DE SUSTANCIAR LAS CAUSAS.

1 tomo folio menor, pergamino PRAXIS ECCLESIASTICA ET SECULARIS.

1 tomo folio menor, pergamino CONSULTAS Y RESOLUCIONES VARIAS: TEOLOGICAS, JURIDICAS Y MORALES.

2 tomos folio menor, pergamino SOLORZANO: POLITICA INDIANA.

1 tomo folio menor, pergamino PRACTICA DEL CONFESONARIO, del Capuchino Fray Jaime Comella o Gomella.

1 tomo folio menor, pergamino TACTICA MILITAR.

1 tomo folio menor, pasta HISTORIA DE PORTUGAL.

2 tomos cuarto mayor, pergamino TEOLOGÍA UNIVERSAL en latín, de Pablo Gabriel Antoine.

1 tomo folio menor, pasta criolla PRACTICA DE LA PINTURA.

1 tomo folio menor, pasta criolla BIBLIA SACRA, latín.

1 tomo cuarto mayor, pergamino ANDRES VALIENINI.

1 tomo cuarto mayor, pergamino COMMENTARIA AD D. IUSTINIANUM INSTITUTIONEM IMPERIALIS.

2 tomos cuarto mayor, pergamino APPARATUS AD POSITIVAM THEOLOGIAM METHODICUS, Padre Ammato.

1 tomo cuarto mayor, pergamino PETRI LOMBARDI NAVARIENSIS EPISCOPI PARISIENSIS SENTENTIARUM LIBRI QUATUOR.

3 tomos cuarto mayor, pergamino THEOLOGIA FUNDAMENTALIS.

8 tomos cuarto menor, pergamino LIBRERÍA DE JUECES, Martinez.

2 tomos cuarto menor, pergamino INSTRUCCION DE ESCRIBANOS, por José Juan Nicolás Colom.

1 tomo cuarto menor, pergamino DORADO CONTADOR.

1 tomo cuarto menor, pergamino TRATADO DE MATEMATICAS.

1 tomo cuarto menor, pergamino ELEMENTOS DE ARITMETICA Y ALGEBRA, por Manuel Rey y Cosme.

1 tomo cuarto menor, pergamino ARITMETICA DEMOSTRADA TEORICO PRACTICA, por Juan Bautista Gontrán, o Gonchán, o Gorichán.

1 tomo cuarto menor, pergamino NOCIONES MILITARES Y SUPLEMENTO A LOS PRINCIPIOS DE FORTIFICACION, por Pedro de Lauvre o Louvre.

5 tomos cuarto menor, pergamino PRACTICA DE LA ADMINISTRACION Y COBRANZA DE LAS RENTAS REALES, por Juan de la Ripia.

2 tomos cuarto menor, pergamino ARTE Y VOCABULARIO DE LA LENGUA GUARANI, por el Padre Antonio Ruiz (el primero muy usado y el segundo muy estropeado, sin principio ni fin).

1 tomo cuarto menor, pergamino FISICO Y MEDICO DE LOS TEMBLORES Y OTROS MOVIMIENTOS DE LA TIERRA LLAMADOS TERREMOTOS, por Diego de Torres Villarroel.

1 tomo cuarto menor, pergamino TRATADO DE CLAUSULAS INSTRUMENTALES, por el Licenciado Pedro de Sigüenza: "muy viejo".

1 tomo cuarto menor, pergamino TEATRO CRITICO UNIVERSAL, del Padre Benito Feijóo.

1 tomo cuarto menor, pergamino CURIA ECLESIASTICA, Francisco Ortíz de Salcedo.

1 tomo cuarto menor, pergamino COMPENDIO DE CONTRATOS PUBLICOS, Pedro Melgarejo Manrique de Lara.

1 tomo cuarto menor, pergamino ENSAYO SOBRE LA ELECTRICIDAD DE LOS CUERPOS, en francés, por el Abate Nollet.

1 tomo cuarto menor, pergamino CALEPINO, de Salas.

1 tomo cuarto menor, pergamino ARTE EXPLICADO, en guaraní.

1 tomo cuarto menor, pergamino THESAURUS HISPANUS LATINUS.

1 tomo cuarto menor, pergamino CARTAS MARRUECAS, Coronel Joseph Cadahalso.

1 tomo cuarto menor, GOBIERNO GENERAL MORAL Y POLITICO, Padre Fray Andrés Ferrer.

1 tomo cuarto menor, pergamino NOTICIAS AMERICANAS, Antonio de Ulloa.

4 tomos cuarto menor, pergamino LIBRERÍA DE ESCRIBANOS, José Febrero.

3 tomos cuarto menor, pergamino LIBRERÍA DE ESCRIBANOS, José Febrero (falta el cuarto tomo).

1 tomo cuarto menor, pergamino PRONTUARIO DE TEOLOGÍA MORAL, Fray Francisco Larraga.

1 tomo cuarto menor, pergamino EL SACROSANTO Y ECUMENICO CONCILIO DE TRENTO, Ignacio López de Ayala.

1 tomo cuarto menor, pergamino IMPRESO SOBRE LOS ULTIMOS SEIS MESES DE LA AMERICA Y EL BRASIL, M. de Pradt.

1 tomo cuarto menor, pergamino EXPLICACION DEL LIBRO CUARTO Y QUINTO DEL ARTE NUEVO DE GRAMATICA, maestro Gerónimo Martínez Caro y Cejudo.

17 tomos cuarto menor, cuero COMPENDIO DE LA HISTORIA UNIVERSAL O PINTURA HISTORICA, en francés, D. Anquentin; tradujo Francisco Vázquez.

1 tomo cuarto menor, pergamino GRAMATICA DE CICERON.

16 tomos cuarto menor, pergamino ESPECTACULO DE LA NATURALEZA Padre Abate M. Pluché.

1 tomo cuarto mayor, becerrillo PHARMACOPEA MATRITENSIS.

3 tomos cuarto menor, pasta CIRUGIA FORENSE GENERAL Y PARTICULAR, Juan Fernández del Valle.

2 tomos cuarto menor, pasta COMPENDIO ANATOMICO Y FILOSOFICO, por el Licenciado Juan de Dios López.

8 tomos octavo menor, pasta MEMORIAS ACADEMICAS DE MEDICINA Y DEMAS CIENCIAS DE SEVILLA, por Don Francisco de Buendía y Ponce.

1 tomo cuarto menor, pergamino EL CIRUJANO INSTRUIDO, escrito en francés por Mr. Goulard, traducido por José Ignacio Carrillo o Carvallo.

3 tomos cuarto menor, pergamino LAS OBRAS DE HIPOCRATES SELECTAS, traducidas al castellano o ilustradas por D. Andrés Piquer; Médico de Cámara de Su Majestad.

2 tomo cuarto menor, pergamino ANDREE PIQUERII ARCHIATRI PRAXIS MEDICA.

1 tomo cuarto menor, pergamino ANDREE PIQUERII ARCHIATRI INSTITUTIONES MEDICAE.

1 tomo cuarto menor, pergamino SUPLEMENTO A LAS INSTITUCIONES QUIRURGICAS DEL D. LORENZO HEISTER.

1 tomo cuarto menor, pergamino HIPPOCRATIS APHORISMI ATQUE PRESSAGIA LATINE VERSA ANDRES PASTER (?) BERGAMATIS.

1 tomo cuarto menor, pergamino OSTEOLOGIA METODICA PARA EL USO DE LOS REALES COLEGIOS DE MEDICINA, por Francisco Puig.

1 tomo cuarto menor, pergamino EL TRATADO DE LAS ENFERMEDADES DE LOS HUESOS, por M. Petit, de la Academia Real.

2 tomos cuarto menor, pergamino (son los tomos tercero y cuarto) TRATADO ENFERMEDADES VENEREAS, escrito en latín por M Astruc y traducido al castellano por D. Félix Galisteo y Xiorro.

1 tomo cuarto menor, pergamino MEDICINA INVENCIBLE LEGAL D. Francisco Suarez de Ribera.

3 tomos cuarto menor, pergamino (son los tomos 1, 2 y 4) INSTRUCCIONES QUIRURGICAS, Laurencio Heister.

1 tomo octavo menor, pergamino TESORO DE POBRES.

1 tomos cuarto menor, pergamino SELECTA SIRCA (?) ARISTOLIS DIALECTICAM. Per Licentiatum Franciscum Murcia de la Llana.

1 tomo cuarto menor, pergamino DICCIONARIO PORTATIL DE LOS CONCILIOS, Francisco Pérez Pastor.

1 tomo cuarto menor, pergamino INTRODUCTIO AD DIALECTICAM ARISTOTELIS, per Magistrum Franciscum Toletum.

1 tomo cuarto menor, pergamino EL USO DE LA QUINA, por Tomás de Salazar.

1 tomo cuarto menor, pergamino ANDREE PIQUERII ARCHIATRI (?).

1 tomo cuarto menor, pergamino CURSUS PHILOSOPHICUS AD METEM EXIMII DOCT. FRANCISCI SUAREZ.

1 tomo cuarto menor, pergamino SYNOPSIS UNIVERSE PRACTICE MEDICINE, autor J. Allan; M. D.

2 tomos cuarto menor, pergamino CARTAS FAMILIARES DEL ABATE D. JUAN ANDRES.

1 tomo octavo becerrillo GRAMATICA Y VOCABULARIO DE LA LENGUA GENERAL DEL PERU, LLAMADA QUICHUA (muy viejo, con algunas hojas manuscritas al fin).

1 tomo octavo becerrillo NUEVA CYROPEDIA, O LOS VIAJES DE CIRO.

1 tomo octavo becerrillo CLAVE GEOGRAFICA, por el Rdo. Padre Maestro Enrique Flores de la Orden de San Agustín.

2 tomos octavo becerrillo TUSA MAGNA, per eruditissimum D. Liberium Candidum.

1 tomo octavo becerrillo EL ARQUITECTO PRACTICO, por D. Antonio Pla y Gamón.

1 tomo octavo pergamino ORATIO SACRA, VEL MODUS CONFESSANDI, fratre Dixaco Stefla (?)

2 tomos cuarto pasta DICCIONARIO PORTATIL Y DE PRONUNCIACION ESPECIAL, español-francés y francés-español.

2 tomos octavo pasta NOUVELLE GRAMMAIRE ESPAGNOLE RAISONNE.

2 tomos octavo pasta ELEMENTOS DE DERECHO PUBLICO.

1 tomo octavo pergamino GRAMATICA DE LA LENGUA FRANCESA, por P. José Núñez del Prado.

4 tomos octavo suela PHILOSOPHIA TOMISTICA, Antonio Goudin, muy viejo (el segundo tomo manuscrito)

1 tomo octavo (?) Principio, hasta una tercera parte, manuscrito (sin fecha, titulo ni autor).

1 tomo octavo suela EL PORQUE DE TODAS LAS CEREMONIAS DE LA IGLESIA.

1 tomo octavo suela CARTA AL PADRE GABRIEL GALINDO.

3 tomos octavo pergamino CARTILLA REAL TEORICO PRACTICA, Padre Diego Bustos y Linares o Lizares.

1 tomo octavo pergamino CARTILLA DEL CIRUJANO, Lic. Vicente Ferrer Garraín Beaumont y Montesa.

1 tomo octavo pergamino INSTITUCIONES DIALECTICE, R. P. LUDOVICO DE LOSADA, "muy viejo".

1 tomo octavo pasta GRAMATICA LATINA.

1 tomo octavo pasta VIDA, ASCENDENCIA, NACIMIENTO, CRIANZA Y AVENTURAS DEL DR. D. DIEGO de Torres Villarroel.

1 tomo octavo pasta LOS DOS LIBROS DE LAS EPISTOLAS SELECTAS DE MARCO TULIO CICERON.

1 tomo octavo pasta EPISTOLAE FAMILIARES MARCU TULLII CICERONIS.

1 tomo octavo pasta P. OVIDIO NASONIS, "muy viejo".

1 tomo cuarto, becerrillo QUINTII CURTII RUFI VITA, a Gerardo Joannis Voscio.

2 tomos cuarto, pergamino PRINCIPIOS GEOGRAFICOS APLICADOS AL USO DE LOS MAPAS por D. Tomás López.

1 tomo octavo, pasta P.

3 tomos cuarto, rústica (Tomos cuarto, quinto y tercero, sin principio ni fin, por tanto no dice qué obra es).

1 tomo octavo, cartón EXAMEN DEL PLAN PRESENTADO A LAS CORTES.

1 tomo octavo, cartón LECCIONES DE CLAVE Y PRINCIPIOS DE ARMONIA, por Benito Blail.

1 tomo octavo, cartón COLECCION DE PAPELES INTERESANTES SOBRE LAS CIRCUNSTANCIAS PRESENTES; sin principio ni fin, tapas cartón...

1 CUADERNOS CON ESTAMPAS.

1 IDEM CON FIGURAS DE GEOMETRIA.

1 tomo octavo, pergamino METODO NUEVO, FACIL Y CURIOSO DE ARITMETICA TEORICA Y PRACTICA por José Atienza.

1 tomo octavo, pasta REAL DECLARACION SOBRE PUNTOS ESENCIALES DE LA ORDENANZA DE MILICIAS PROVINCIALES.

1 tomo octavo, pasta FABULAS DE ESOPO en latín.

1 tomo octavo, pergamino ARTE UTIL Y COMPENDIOSO PARA FACILITAR EL METODO DE LAS CUENTAS Maestro Antonio Rodríguez.

1 tomo octavo, pasta DICCIONARIO CRITICO BURLESCO.

1 tomo octavo, pasta EL CITADOR, escrito en francés por M. Pigault Lebrun.

1 tomo octavo, pasta BUEN SENTIDO.

1 tomo octavo, pergamino DE ARTE RHETORICA P. Josepho Juventio

1 tomo cuarto, pergamino DICCIONARIO PORTATIL DE LOS CONCILIOS por Francisco Pérez Pastor.

1 tomo cuarto, sin tapa TRATADO ELEMENTAL DE ARITMETICA.

1 tomo manuscrito, suela DESCRIPCION Y DESCUBRIMIENTO DE LAS PROVINCIAS DEL RIO DE LA PLATA.

1 tomo cuarto, pergamino REGLAMENTO PARA LAS MILICIAS DISCIPLINADAS DE INFANTERÍA Y CABALLERIA.

1 tomo octavo, pergamino CATECISMO DE LA NATURALEZA.

1 tomo cuaderno manuscrito ARANCELES DE LOS DERECHOS DE ABOGADO EN PROTEGER CUALQUIER CAUSA.

1 tomo cuaderno manuscrito DIVISION DEL HORIZONTE EN DIFERENTES PLAGAS (?) DIVERSIDAD DE LOS VIENTOS Y DE LA FABRICA Y USO DE LA PIXIDE (?) MAGNETICA.

TOTAL: 250 volúmenes, más los siguientes de que da cuenta la lista (setenta y uno) de los recogidos en la residencia de verano del Dr. Francia con un total de 321.

 

 

 

APENDICE III

LIBROS QUE FRANCIA CONSERVABA EN SU RESIDENCIA DE VERANO,

UBICADA EN EL EDIFICIO DEL CUARTEL DEL HOSPITAL

 

3 tomos DICCIONARIO FRANCES ESPAÑOL.

1 tomo CURIA PHILIPPICA.

3 tomos SU ILUSTRADOR. Domínguez.

1 tomo TRATADO DE LAS PARTICIONES. Ayora.

1 tomo TRATADO DE LA REGALIA DE AMONESTACION (?)

1 tomo CEREMONIAL DE OBISPOS.

1 tomo MARTIROLOGIO ROMANO.

1 tomo TRATADO DE LA JURISDICCION ECLESIASTICA Y SECULAR Y DE LA INMUNIDAD ECLESIASTICA. Jacobo Asenochi (?)

1 tomo ADICIONES AL LIBRO II DE LAS RESOLUCIONES DE CAVARRUBIAS Ibánez de Faría.

1 tomo INSTRUCCIONES EN LOGICA PARA USO DE LOS SEMINARIOS.

1 tomo TRATADO TEOLOGICO DE LAS SENTENCIAS. Pedro Lombardo.

5 tomos BREVE EXPOSICIONES A LA OBRA ANTECEDENTE Fray Antonio Castel.

1 tomo TRATADO DE MEDICINA. Hoffmann.

1 tomo DERECHO NATURAL Y DE GENTES. Constantino.

1 tomo RELACIONES DE LA NAVEGACION DE JUAN DE GRIJALBA SACADAS DEL LIBRO I DE LA HISTORIA DE SOLIS.

1 tomo DISERTACION DE LA MUCHEDUMBRE DE NIÑOS QUE MUEREN EN LA INFANCIA. Antonio Arteta.

1 tomo EL TESORO DE LA MEDICINA.

1 tomo DICCIONARIO GEOGRAFICO.

3 tomos MANUAL HISTORICO GEOGRAFICO Y POLITICO.

1 tomo MEMORIAS DE MADAMA SIDNEY (STAEL?)

1 tomo MEMORIAS PARA SERVIR A LA HISTORIA DE EUROPA.

14 tomos DICCIONARIO POLITICO. Voltaire.

1 tomo EL SIGLO DE LUIS XIV.

1 tomo SECRETOS CONCERNIENTES A LAS ARMAS.

1 tomo MEMORIAS DE MONSEUR DE MONTEGNON (?)

1 tomo 5º TOMO DEL COMPENDIO DE MATEMATICAS.

1 tomo TRATADO DE TRIGONOMETRIA.

1 tomo ATALAYA CONTRA LOS JACOBINOS.

1 tomo HISTORIA DE LA REVOLUCION EN FRANCIA.

2 tomos TRATADO SOBRE LA CRÍA DE LOS CARNEROS.

1 tomo LOS SEIS LIBROS DE SAN JUAN CRISOSTOMO SOBRE EL SACERDOCIO.

1 tomo PROYECTO DE CODIGO PENAL.

1 tomo TRATADO DE LA NAVEGACION. Bescut.

1 tomo BOSQUEJOS DE LA DEMOCRACIA.

1 tomo DICCIONARIO INGLES ESPAÑOL.

1 tomo HISTORIA NATURAL GENERAL Y PARTICULAR.

1 tomo EL SECRETO REVELADO O LA MANIFESTACION DE LOS PEDREROS LIBRES E ILUMINADOS Y SUS INFLUENCIAS EN LA REVOLUCION FRANCESA.

1 tomo LOS BEDUINOS O LOS ARABES DEL DESIERTO.

1 tomo CODIGO DE INSTRUCCION CRIMINAL.

1 tomo DESCRIPCION DEL REINO DE GALICIA.

3 tomos LAS VIDAS DE LOS HOMBRES ILUSTRES DE LA ANTIGUEDAD (el cuarto tomo sólo la mitad, dos desencuadernados).

1 tomo RECOPILACION DE TRATADOS, MEMORIALES Y PAPELES DEL SR. D. JUAN DE SOLORZANO (todos desencuadernados y con falla de hojas al final).

1 tomo TRATADO DEL VERDADERO MERITO DEL HOMBRE.... Elaville.

1 tomo (Cuaderno impreso) USURPACION DE LOS ESTADOS DEL PAPA POR BONAPARTE.

1 tomo REAL ENSEÑANZA PARA EL ESTABLECIMIENTO Y INSTRUCCION DE INTENDENTES, EJERCITO Y PROVINCIA.

(Tomada de José Antonio Vázquez, EL DICTADOR FRANCIA VISTO Y OIDO POR SUS CONTEMPORANEOS, Fondo Editorial Paraquariae. Sin fecha. Páginas 827 a 829).

 

 

 

APENDICE IV

Bibliotecas laicas, privadas, de la época; profesionales o no

LIBROS DEL ESPAÑOL EUROPEO DR. JOSE GARCIA OLIVEROS

(Fallecido en 1836, intestado y sin heredero,

era el único Doctor en Derecho en toda la Provincia)

 

3 tomos folio mayor, pergamino Josephi Mascharli (latín).

2 idem idem idem TRACTATUS DE BENEFICIIS Nicolás García (latín).

3 idem idem idem NUEVA RECOPILACION (2) AUTOS ACORDADOS (1).

3 idem folio menor, idem VARIAS RESOLUCIONES (2) LEYES DE TORO (1)

2 idem folio mayor, idem POLITICA INDIANA, Solórzano.

2 idem idem idem DE JURE INDIANUM, en latín, idem.

1 idem idem ídem EMBLEMA, en latín, idem.

1 idem idem idem OBRAS POSTUMAS, idem.

2 idem folio menor, idem POLITICA, Bobadilla.

2 idem idem idem MURILLO IN JUS CANONICUM.

2 idem idem idem ALPHABETUM JURIDICUM. Castejón.

1 ídem idem idem JULII CLARI OPERA.

1 idem idem idem DE CAUSIS PIIS, Mostazo.

1 idem folio menor, idem DE JUDICIIS, Carleval.

1 idem folio mayor, idem TÍTULOS DE CASTILLA, Berni.

1 idem idem idem TRACTATUM DE CENSIXUS HISPAN IN LEGES TAURO, Avendaño.

1 idem folio menor idem CURIA PHILIPPICA.

1 idem folio mayor idem TRACTATUS DE RE CRIMINALIS, Maten et Sanz.

1 idem idem idem OPERA JURIDICA Joannes Yañez Porladorii.

4 idem idem idem RECOPILACION LEYES INDIAS.

4 idem idem idem SOBRE LAS LEYES DE LAS SIETE PARTIDAS, Berni (uno de Indice de texto).

3 idem idem idem TEOLOGÍA MORAL.

1 idem idem idem MAXIMAS SOBRE RECURSOS DE FUERZA.

1 idem idem idem APUNTAMIENTOS DE LOS JUICIOS CIVILES.

1 idem idem idem OBSERVACIONES SOBRE RECURSOS DE FUERZA. 1 idem idem idem ORDENANZA DE INTENDENTES (tafilete dorado).

8 idem cuarto, pasta LIBRERIA DE JUECES, Martínez.

5 idem idem idem INSTITTUCIONES POLITICAS.

3 idem idem idem PRACTICA UNIVERSAL FORENSE.

1 idem idem idem PRACTICA CRIMINAL.

2 idem idem idem PRONTUARIO ALFABETICO CRONOLOGICO.

1 idem idem idem ATLAS ELEMENTAL.

1 idem idem idem MISCELANEA DE VARIOS DISCURSOS.

5 idem idem pergamino PRACTICA UNIVERSAL FORENSE (la obra consta de 8).

1 idem idem idem DIRECTOR DE CONFESORES.

1 idem idem idem DE LEYES.

1 idem idem idem TAMBIEN DE LEYES.

1 idem idem idem FILOSOFIA, latín.

1 idem idem idem CARTILLA REAL DE ESCRIBANOS.

1 idem idem idem REGLAMENTO PARA LAS MILICIAS DISCIPLINADAS.

1 idem folio menor idem sin tapa REGLAMENTO Y ARANCELES.

1 idem folio menor, tafilete colorado RECURSOS DE FUERZA.

1 idem idem sin tapa HISTORIA DE BONAPARTE.

1 idem cuarto papel pintado SUPLEMENTO A LA COLECCION DE PRAGMATICAS.

2 idem octavo, pergamino CARTAS FISICO MATEMATICAS.

5 idem idem idem RECREACION FILOSOFICA (la obra consta de 6 volúmenes y falta el volumen quinto).

1 idem idem idem ORTOGRAFIA DE LA LENGUA CASTELLANA.

1 idem idem idem TRASLADO DE LA JURISDICCION ORDINARIA.

1 idem idem idem CARTILLA REAL DE ESCRIBANOS.

ANA Volumen 871, Secc. Testamentos

 

LISTA DE LOS LIBROS DEL REO MANUEL BENITEZ,

CONSTANTES EN DIVERSOS INVENTARIOS DE LAS PERTENENCIAS DEL ESTADO,

SEGUN LA DA UN INVENTARIO DE 1827

 

9 tomos en folio, pergamino, Actas Jacobo Menolisi (?).

10 tomos en folio, pergamino, Bartolo Sassoferrato.

4 tomos en folio, pasta Reinfestuel.

3 tomos en folio, pergamino, Prosperi Facnani.

5 tomos en folio, pergamino, POLITICA INDIANA, Solórzano.

8 tomos en folio, pergamino, pasta Julio Caproni.

4 tomos en folio, pergamino, Covarrubias.

6 tomos en folio, pergamino, Fontanella.

3 tomos en folio, pergamino, DICCIONARIO Rubini.

2 tomos en folio, pergamino, Giuria.

2 tomos en folio, pergamino, ORDENANZAS REALES DE CASTILLA.

3 tomos en folio, pergamino, CURIA PHLIPPICA Y SUS ILUSTRACIONES.

2 tomos en folio, pergamino, POLITICA Bobadilla.

2 tomos en folio, pergamino, pasta Valenzuela.

4 tomos en folio, pergamino, RECOPILACION LEYES DE INDIAS.

5 tomos en folio, pergamino, Tanduti.

3 tomos en folio pasta DICCIONARIO Sobrino.

1 tomo en folio pergamino ACTAS O AUTOS ACORDADOS.

2 tomos en folio pergamino PRIVILEGIO PAUPERUM Velasco.

1 tomo en folio pergamino CONSULTAS DE PAZ.

1 tomo en folio pergamino TRATADO DE PRIMOGENIIS HISPANIORUM.

2 tomos en folio pergamino APUNTAMIENTO DE LAS LEYES DE PARTIDA.

2 tomos en folio pergamino Antúnez de Portugal (?).

2 tomos en folio pergamino Villaroel.

2 tomos en folio pergamino RESOLUCIONES VARIAS Cancerii.

2 tomos en folio pergamino Ibáñez Faria.

90

1 tomo folio, pergamino ADICIONES OBRAS COVARRUBIAS.

1 tomo folio, pergamino ADICIONES A MOLINA, DE PRIMOGENIIS HISPANIORUM.

2 tomos folio, pergamino Murillo.

2 tomos folio, pergamino Giurba.

2 tomos folio, pasta Gonet.

1 tomo folio, pasta Carlavel. (?)

1 tomo folio, pasta Reinfestuel.

2 tomos folio, pergamino SYSTHEMA THEOLOGICA P. Benedicto Gil.

6 tomos folio, pergamino (números 2 a 7) Elizondo.

1 tomo folio, pergamino INSTITUCIONES DE CASTILLA.

1 tomo folio, pergamino DE PATRONATO INDIANO Rivadeneyra.

1 tomo folio, pergamino AIERA (?) DE PARTITIONIBUS

2 tomos folio, pergamino Besombes.

1 tomo folio, pergamino Corominas.

2 tomos folio, pergamino Roxis de Almansa.

1 tomo folio, pergamino Bayo.

1 tomo folio, pergamino Dueñas.

1 tomo folio, pergamino Maldonado.

1 tomo folio, pergamino Vernis (Berni?).

2 tomos folio, pergamino Parras.

2 tomos folio, pergamino PHILOSOPHIA Gavarni.

2 tomos, pergamino THEOLOGIA López.

1 tomo, pergamino CATECISMO DE PIO QUINTO.

1 tomo, pergamino Virgilio.

8 tomos, pasta Martínez.

1 tomo, pasta CONCILIO TRENTO.

1 tomo, pasta Echauri.

1 tomo, pasta ILUSTRACION CANONICA.

1 tomo, pasta SEGUNDO COMENTARIO DE LA GUERRA DE ESPAÑA.

6 tomitos, pergamino NARRACIONES FILOSOFICAS (del 1 al 7, falta el 5) Almeida.

1 tomo, pasta Quinto Curcio.

1 tomito, pergamino CARTAS FILOSOFICAS (sin autor).

1 tomito, pergamino DIRECCION DE ALCALDES.

1 tomito, pergamino VURIO (?) ROMANORUM PONTIFICUM.

3 tomitos, pergamino José Febrero.

3 tomitos, pergamino LIBRERIA DE ESCRIBANOS José Febrero.

2 tomitos, pergamino VARIAS RESOLUCIONES (1 y 2) José Febrero.

1 tomito, pergamino RECURSOS Y FUERZAS Covarrubias.

1 tomito, pergamino COMENTARIOS LEYES DE TORO Gómez.

2 tomitos, pergamino NUEVA RECOPILACION.

Total: 162

 

 

 

BIBLIOTECA DE ALEJANDRO GARCIA

 

Alejandro García Diez era español. "ultramarino". Casó con Doña Joaquina Machaín. Hombre acomodado: su mobiliario ofrece muchas "sillas pie de cabra" (hasta cuarenta), máquinas industriales (prensas de diversas clases), espejos grandes (lujo extraordinario en aquel tiempo), sábanas y fundas en número insólito, una riquísima, imagen de la Concepción, cuadros, alfombras, cujas pie de cabra, bacinillas, platos y jarras de plata. He aquí la lista de los libros. (Falleció en 1837).

2 tomos pasta, CATECISMO HISTORICO, de Fleury.

1 idem pergamino, EJERCICIOS DE SAN IGNACIO.

4 idem en octavo, pasta, REFLEXIONES PARA TODOS LOS DIAS, Nepueu.

16 idem en cuarto, pasta, FRAY LUIS DE GRANADA.

18 idem, idem, idem, AÑO CRISTIANO, Croisset.

4 idem, idem, idem, FILOSOFIA DEL ESPIRITU Y DEL CORAZON, Sánchez.

1 idem, idem, idem, LA VOZ DEL PASTOR.

1 idem, idem, idem, EJERCICIO COTIDIANO. (62)

1 idem, idem, idem, MEDICINA, Buchan.

1 idem, idem, pergamino, ESCUELA DE SEÑORITAS.

1 idem, CRONICA DE SAN FRANCISCO.

1 idem, LUZ DE VERDADES CATOLICAS.

1 idem, RETIRO ESPIRITUAL.

1 idem, EL UNIVERSO ENIGMATICO.

4 idem, EL QUIJOTE, con láminas.

1 idem, TEOLOGÍA MORAL.

1 idem, SEMANASANTARIO.

1 idem, TESORO ESCONDIDO.

2 idem, ESTILO O CARTILLA DE LEER Y ESCRIBIR, Palomares.

5 idem, SERMONES VARIOS.

1 idem, VIDA DE SAN FRANCISCO DE BORJA.

1 idem, FILOSOFIA MORAL, Codorniu.

1 idem, ESTACION DE JERUSALEN.

1 idem, HISTORIA DE LA FLORIDA, Garcilaso Inca.

1 idem DEFENSA DE LA RELIGION, Heidecke.

1 idem, PENSAMIENTO TEOLOGICO, Jamín.

2 idem, EL NUEVO ROBINSON, con láminas.

1 idem, GUZMAN DE ALFARACHE.

1 idem, CARTAS MARRUECAS, Cadahalso.

1 idem, CARTAS DE BENEDICTO XIV.

1 idem, VIDA DE BENEDICTO XIV.

2 idem, COLECCION GENERAL DE MAQUINAS.

1 idem, ITINERARIO PARA PARROCOS DE INDIOS.

1 idem, EL COMPENDIO GENERAL.

1 idem, OBSERVATORIO RUSTICO.

1 idem, NOVENA DE SAN FRANCISCO JAVIER.

2 idem, HISTORIA ESPAÑA, Mariana a 15 reales.

5 idem HISTORIA DE OPERACIONES MILITARES.

1 idem, CLAVE HISTORIA, Flores.

1 idem, HISTORIA DEL DUQUE DE RIPERDA.

1 idem, VIAJES DE AMERICA, Jorge Juan.

1 idem, FILOSOFIA, Peigue o Pergue.

1 idem, ESTRAGOS DE LA LUJURIA.

1 idem, CARACTERES DE LA VERDADERA RELIGION.

2 idem, TEOLOGIA, en latín.

1 idem, DICCIONARIO GEOGRAFICO.

1 idem, ARITMETICA.

1 idem, COMPENDIO DE ATLAS.

1 idem, COSTUMBRES DE LOS CRISTIANOS.

2 idem, ARMONIA DE LA RAZON Y LA RELIGION, Almeida.

1 idem, SEMANASANTARIO.

4 idem, COMENTARIOS DE LAS GUERRAS, Marqués de San Felipe.

9 idem, TEATRO CRITICO, Feijóo.

1 idem, HISTORIA UNIVERSAL, Turcelino.

2 idem, SERMONES, Sánchez.

12 idem, HISTORIA UNIVERSAL, Rollin, en pasta.

1 idem, REGLAMENTOS Y ARANCELES PARA EL COMERCIO DE ESPAÑA E INDIAS.

1 idem, ECONOMIA DE LA VIDA HUMANA.

1 idem, EL CURIOSO ENTRETENIDO.

1 idem, NOCHES CLEMENTINAS.

1 idem, DESPEDIDA DE LA MARISCALA.

1 idem, ARTE DE REPOSTERÍA Y COCINA.

1 idem, EXHORTACION PASTORAL.

2 idem, HISTORIA DEL PERU, Garcilaso.

1 idem, HISTORIA DE ESPAÑA, Estrada.

1 idem, HISTORlA DE PORTUGAL, con láminas.

1 idem, PRACTICA MORAL PARA SACERDOTES.

1 idem, CLAVE HISTORIAL, Flores.

2 idem, FILOSOFIA MORAL, Muratori, 12 reales c/u.

1 idem, DIFERENCIA ENTRE LO TEMPORAL Y LO ETERNO.

1 idem, CATECISMO DE PARROCOS.

1 idem, MEDICINA, Madame Fouquet.

1 idem, ORACION FUNEBRE DE LUIS XV.

1 idem, DESCRIPCION DEL GRAN CHACO.

1 idem, VIDA DE ESTABANILLO GONZALEZ.

1 idem, TRATADO COMPLETO DE ARITMETICA.

1 idem, OBSEQUIOS EXCESIVOS A LAS MUJERES.

1 idem, ORTOGRAFIA CASTELLANA, Gredos.

3 idem VIAJES DENTRO Y FUERA DE ESPAÑA, Pons.

1 idem, JUICIO DEL SACERDOTE.

1 idem, SALMOS DE DAVID.

2 idem, DISCURSOS ESPIRITUALES, Croisset.

1 idem, EL CONSERVADOR DE LA SALUD.

1 idem, EL HOMBRE FELIZ.

4 idem, ALEJO O LA CASITA.

1 idem, TELEMACO, Fenelon, trunco.

1 idem, LUNARIO, Suárez, manuscrito.

1 idem, DEFINICIONES DE TODAS LAS CIENCIAS.

1 idem, HISTORIA CONCISA DE LOS ESTADOS UNIDOS.

1 idem, VIAJE A CONSTANTINOPLA, con láminas.

2 idem, LA POSESION DE SI MISMO.

1 idem, COSTUMBRES DE LOS ISRAELITAS, Fleury.

1 idem, ACLARACIONES A LOS MANDAMIENTOS.

1 idem, RESTABLECIMIENTO DE LA RELIGION EN FRANCIA.

2 idem, LA ARAUCANA, Ercilla.

1 idem, SEMANASANTARIO.

1 idem, EL CIRUJANO INSTRUIDO.

1 idem, ALMACEN DE FRUTOS LITERARIOS.

1 idem, FABULAS, Samaniego.

1 idem, PLACIDO A ESCOLASTICA, Jamín.

1 idem, RUDIMENTOS HISTORICOS.

1 idem, CARTAS A JUAN DE LA ENCINA.

1 idem, LOS SANTOS EVANGELIOS.

2 idem, HISTORIA DE LAS REVOLUCIONES ROMANAS.

1 idem, HISTORIA CONCISA DE LOS ESTADOS UNIDOS.

1 idem, TERCERA ORDEN SERAFICA.

5 idem, HISTORIA DE MEJICO, Solís.

4 idem, CATECISMO, Pouget.

1 idem, SEMANASANTARIO.

1 idem, CARTAS, Palafaz.

1 idem, ORDENANZAS, de Bilbao.

1 idem, LOS SUEÑOS, Quevedo.

3 idem, SEMANARIO ERUDITO.

4 idem, EL PAÍS DE LAS MONAS.

12 idem, HISTORIA DEL PERU, Garcilaso.

1 idem, HISTORIA DE ESPAÑA, Masdeu.

2 idem, HISTORIA DE LAS REVOLUCIONES ROMANAS.

4 idem, REVOLUCIONES EN LA FRANCIA (portugués).

1 idem, LUZ MORAL, portugués.

1 idem, EPISTOLAS DE SAN PABLO.

1 idem, GRAMATICA CASTELLANA.

1 idem, ESTILO DE ESCRIBIR CARTAS.

1 idem, ARTE DE CONTAR

1 idem, EL DORADO CONTADOR.

1 idem, MUSlCA Y POESIA.

1 idem, RESUMEN DE ERRORES COMUNES, Taixo.

3 idem, MISTICA CIUDAD DE DIOS, S. Agustín.

1 idem, LUZ DE VERDADES ETERNAS.

1 idem, DICCIONARIO CASTELLANO.

1 idem, VANIDAD DEL MUNDO.

2 idem, PERSECUCION DEL OBISPO CARDENAS.

4 idem, REFLEXIONES, Nepueu.

1 idem, SALTERIO ESPAÑOL, Olavide.

Total: 263

Volumen 871, S.T.

 

 

 

LIBROS DE LA BIBLIOTECA DEL PBRO. BERNARDO ANTONIO FRANCO DE QUYQUYO,

DIFUNTO EN 1833

 

1 tomo folio, DICCIONARIO LATINO, Nebrija.

3 idem idem, SERMONES PANEGIRICOS.

1 idem idem pergamino, CURIA ECLESIASTICA.

1 idem idem pasta, CALEPINO.

1 idem idem idem, THESAURO.

2 idem idem pergamino, CEREMONIAL.

1 idem idem idem, LA VOZ DEL PASTOR.

1 idem idem idem, CEREMONIAL DE LA IGLESIA.

1 idem idem idem, EXPLICACION DE LA SIGNIFICACION DE LA MISA.

3 idem idem idem, TESORO DE LA DOCTRINA CRISTIANA.

1 idem idem idem, RETIRO ESPIRITUAL.

1 idem idem idem, CONCILIO NICENO.

1 idem idem idem, DECLARACION DE LA DOCTRINA CRISTIANA.

1 idem idem idem, VIDA Y MILAGROS DE SAN FRANCISCO SOLANO.

1 idem idem idem, TRISAGIO SAGRADO.

1 idem idem idem, INSTITUCION DIALECTICA, Losada.

1 idem idem idem, ORACIONES Y EVANGELIOS SANTOS, en latín.

1 idem idem idem, CUADERNILLO, Olarte.

1 idem idem idem, VERDADES ETERNAS.

1 idem idem idem, CONCILIO TRIDENTINO.

1 idem idem idem, ALFABETO PASTORAL, latín

1 idem idem idem, CASOS RAROS DE LA CONFESION.

1 idem idem idem. OFICIO DE DIFUNTOS.

1 idem idem idem, LUNARIO? Suárez.

1 idem idem idem, MISAL ROMANO.

2 idem idem idem, SEMANASANTARIO.

4 idem idem idem, BREVIARIOS.

1 idem idem pergamino PRACTICA DE VISITAR ENFERMOS.

 

 

 

TERCERA PARTE

 

CAPITULO I

LA NUEVA POLITICA CULTURAL Y EL LIBRO

 

Nunca se subrayará lo bastante el profundo significado del viraje efectuado por los dirigentes paraguayos al fallecimiento del Supremo (viraje de 180 grados en todos los actos: político, económico, cultural) al colocar al país en abierta relación con el resto del mundo, y planear el desarrollo de las posibilidades nacionales a escala actualizadora, a la vez que lúcidamente consciente de sus recursos.

Naturalmente, el ritmo de ese cambio es lento al principio, progresivamente acelerado luego; y muchos factores contribuyen a él. Nos interesan aquí lógicamente aquellos que actúan favoreciendo la llegada del material impreso, y movilizando el interés por el conocimiento a través del libro, a distintos niveles. Esos factores podemos distribuirlos así:

I. Las necesidades de la actualización política, técnica y cultural al nivel oficial.

II. La llegada de colonias extranjeras, numerosas, en relación sobre todo con la población paraguaya de entonces y con la densidad de las elites locales representativas.

III. La multiplicación de las instituciones de enseñanza a distintos niveles.

IV. El creciente intercambio con el exterior

 

(I) Las necesidades de la actualización

Entre los factores apuntados, el constituido por las necesidades de la actualización técnica y cultural fue el primero en operar. Su plan germinal se halla en el Mensaje de 1842. El resultado se manifestó a través de iniciativas oficiales de carácter diverso, que afectaron al instrumento por excelencia y casi el único para esa actualización, en esa época: la letra impresa.

Una iniciativa de carácter primigenio y provisional, se materializó en la adquisición o encargo, también en el extranjero, de material impreso; tanto de carácter efímero (volantes, mensajes, proclamas) como permanente (libros didácticos, informativos y técnicos).

Esta última disposición, rigió, como es natural, con más amplitud en los primeros tiempos; y mientras no funcionaba satisfactoriamente la imprenta propia.

Esa adquisición funcionó a su vez por dos canales. El primero, la orden dada para la impresión de volantes, folletos, libros, en el exterior. El segundo, la compra directa de libros en el Brasil, Francia, etc.

El primer libro editado por orden del gobierno lo fue, según parece en 1845 y en París: fue la obra atribuida a Gelly, EL PARAGUAY, LO QUE FUE, LO QUE ES Y LO QUE SERA. Le siguieron los que hizo imprimir en Río de Janeiro el entonces Ministro ante el gobierno del Brasil, Don Juan Andrés Gelly, en 1848-1849. Un documento del Archivo Nacional conserva sus títulos y también otros detalles, como el número de ejemplares y el costo:

CARTAS AL EXTRANJERO, (63) en quinientos ejemplares; costaron 210 pesos.

LA REPUBLICA DEL PARAGUAY Y EL GOBERNADOR DE BUENOS AIRES, cuatrocientos ejemplares; costaron 384 pesos (64).

(Debemos observar que ediciones de cuatrocientos o quinientos ejemplares se consideraban, por aquella época, copiosas; y equivalían a una de cuatro o cinco mil de ahora).

El mismo Gelly adquirió en Río por orden del Gobierno, y envió a Don Carlos Antonio López por intermedio del ingeniero Henry Godwin (que por entonces se trasladaba al Paraguay) los siguientes libros (que ínterin nuevas noticias no lo rectificaren damos como los primeros adquiridos, oficialmente, en el exterior):

23 tomos del DICCIONARIO TECNOLOGICO DE ARTES Y OFICIOS, en pasta.

2 tomos en folio de láminas y diseños para uso de ingenieros y artistas.

36 volúmenes en folio de la colección de TRATADOS MARTENS.

33 volúmenes en folio y en pasta de la ENCICLOPEDIA METODICA.

18 volúmenes en pasta del ANUARIO HISTORICO.

O sea un total de 112 volúmenes. Las compras, ya con destino a la biblioteca oficial y pública, ya con destino a los profesionales empleados por el gobierno en las obras de carácter público, ya para las bibliotecas particulares de Don Carlos y el General López, continuaron hasta 1865. A partir de cierta fecha, las compras se hicieron nuevamente en París: concretamente desde e1 viaje del General López a Francia, en 1854. Carlos Calvo, inteligente representante del Paraguay en Europa, se encargaba de las compras, y también de las suscripciones a diarios, periódicos y revistas extranjeras, con destino oficial, por supuesto. En 1863 se encargó de efectuar la suscripción a los primeros seis tomos de AMERICA LATINA por los cuales se pagaron 21.600 francos (65). En diciembre de 1862 Mariano González pedía a Benítez libros; Benítez se los despacha en abril de 1863 por intermedio de Egusquiza en Buenos Aires. Acompaña "factura de encuadernador, pues compró casi todos en rústica" (66).

Otra iniciativa de más trascendencia tomó cuerpo en la publicación de órganos periodísticos encargados de la difusión y «conocimiento de los propósitos, actividades y medidas gubernativas, así como de los testimonios de la acción administrativa y ejecutiva: mensajes, proclamas, arengas militares, decretos, folletos administrativos, etc. Esta publicación, por obvias razones, no podía realizarse a distancia.

Estas publicaciones, así como las subsiguientes de material impreso con carácter permanente, requirieron, como es lógico, al principio, la utilización de imprentas más cercanas; más tarde, la instalación local de imprentas con la correspondiente maquinaria, de lo cual se hablará más adelante; y la concomitante procura, en el exterior, del material diverso necesario para el funcionamiento de esas imprentas material tipográfico, tinta, papel; así como el personal necesario para ese funcionamiento en los primeros tiempos, y el indispensable adiestramiento técnico de elementos nacionales, etc.).

El primero, pues en dar importancia en este periodo al papel impreso, y por tanto en introducir en el ambiente el significado de este medio comunicativo y su valor cultural y social, fue el Gobierno. Su orientación decidida tuvo expresión directa y primordial en los periódicos, editados primero en la imprenta de Corrientes y luego en la imprenta propia traída del exterior.

(II) La acción de las colonias extranjeras

Las colonias extranjeras llegadas en esa época (1840-1864) eran, evidentemente, ya que no más numerosas, más coherentes en su composición y en su contenido cultural que las llegadas en épocas anteriores (67). Formadas predominantemente por técnicos y profesionales, incluían un sector comerciante en el cual abundaban los individuos de cierta cultura y aún los decididamente ilustrados. Aportaron formas de vida, exigencias culturales, que a la larga o a la corta resultaron estimulantes para el medio.

Bibliotecas más o menos numerosas, y hasta nutridas, poseyeron muchos de esos extranjeros, llegados al país con cargos o empleos oficiales, y a los cuales nos referiremos en otro apartado. Aún los más humildes entre ellos sabían del amor y de la compañía del libro. Un cabo de artillería inglés fallecido en 1860, deja entre sus modestas pertenencias "veinte libros"; preciada compañía de su voluntario exilio.

Estas bibliotecas ejercieron sensible influencia fértil en un medio donde la ansiedad de lectura, la curiosidad por el acontecer en el mundo, surgía ávida después de la muerte del Supremo. Libros científicos, libros amenos o de ficción; todos eran devorados ahora por la gente ansiosa de ponerse al día. Muchos de esos extranjeros residentes abrían sus bibliotecas a sus amigos paraguayos: uno de ellos fue William Keld Whytehead, Ingeniero Jefe del Estado; quien no solamente prestaba, sino que también obsequiaba, libros a sus amistades, compatriotas o no.

Esas mismas colonias extranjeras, por fuerza familiarizadas en sus países respectivos con la literatura de su época, aunque a nivel popular la mayoría de las veces, fueron quizá las que más urgieron, desde su llegada al país, la curiosidad por la literatura universal.

Que esto llegó pronto a ser considerado, si no como una exigencia, sí como una apetencia del público digna de tomarse en cuenta, lo prueba el hecho de que a partir de 1858 vemos publicarse, en el folletín, en EL SEMANARIO, novelas cortas de autores extranjeros. El último de esos folletines fue GRAZIELLA de Lamartine (1863) traducción de Natalicio Talavera (68). La publicación de ellos contribuye seguramente a fomentar la afición de la gente media por la lectura, a la vez que fue un reflejo de ese mismo interés; y representó la actualización popular de la literatura de ficción de la cual se había visto, durante siglos, prácticamente privada (69). Ella fue iniciativa de un español cuyo nombre queda indeleblemente vinculado a nuestra historia literaria en más de un aspecto: Ildefonso Antonio Bermejo: profesor, periodista y hombre de teatro.

De Bermejo sabemos que al llegar al Paraguay traía consigo, si no una biblioteca numerosa, por lo menos bastantes libros de teatro. Después de su llegada tuvo ocasión de adquirir otros. En 1858 le mandó un cierto número de ellos desde Buenos Aires el editor y librero español Benito Hortelano; aunque este envío - y ello no lo hace menos importante, todo lo contrario - no fue un pedido personal, sino una remesa librera, es decir, que los libros llegaban en varios ejemplares. Verdad también que, según parece, esta partida de libros era el resto de una partida muchísimo mayor (el saldo, digámoslo así, de una lista originalmente más variada y rica) y seguramente contenía entre otros, los libros de menos demanda en aquel momento; pero así y todo, merece tomarse en cuenta.

Papel importante, pues, en el resurgimiento cultural de la época, hemos de atribuir a esas bibliotecas de extranjeros radicados en el medio en misión técnica o cultural especialmente, de 1850 a 1870; y entre las que merecen citarse, aparte de la de Bermejo, las de William Keld Whytehead nombrado; Charles Ames Washburn y William Stewart.

La biblioteca de Whytehead constaba de unos mil volúmenes: quizá la biblioteca más nutrida con que contó el país hasta 1870 (sólo la de Gelly pudo igualarla: pero la biblioteca de Whytehead, como biblioteca genuinamente técnica, fue única). Abarca todos los ramos de la ingeniería terrestre y naval, además de otros aspectos científicos y técnicos; tenía también un lugar para las obras de ficción y hasta para las obras sobre arte. En ella se encontraban novelas románticas inglesas y clásicos españoles. De la existencia de estos libros de ficción da noticia el Diario del mismo Whytehead, aunque ellos no figuran en la lista de las obras adquiridas por el Gobierno a la muerte del Ingeniero. Como en el caso de la biblioteca de Francia, la de Whytehead parece haber experimentado en el periodo inmediato subsiguiente a su fallecimiento, una revisión en la cual desaparecieron todas las obras de ficción y de poesía, así como otras, si las hubo, de viajes o historia (70).

De la biblioteca de Washburn nos ha dejado noticia Porter Gornelio Bliss (71). Según éste, dicha biblioteca de Washburn contenía "todos los libros hasta entonces escritos sobre el Paraguay" Desde luego, en aquella fecha distaba la lista de esos libros de ser tan nutrida como lo es hoy; pero no dejaría esa biblioteca de contar, si era en efecto completa, con un interesantísimo material que hoy sigue siendo efectivo e indispensable. En ellos confiesa Bliss haber encontrado el material necesario para la HISTORIA DEL PARAGUAY, que por encargo oficial debía escribir. Lógicamente, Washburn la utilizó también para la que por su cuenta escribió; y no es imposible que haya satisfecho la curiosidad de otras personas, paraguayas o no, de esa época, en la cual el préstamo de libros era cortesía corriente, correspondida con la correcta devolución.

Lógicamente, a la par de la afición a los libros, y como vehículo o cauce que facilitase su adquisición surgieron localmente las librerías. Ya sabemos que antes de esta época, en la colonia aún, había ya quien expendía libros; pero no existieron auténticas librerías, es decir, establecimientos dedicados con exclusividad a ese comercio. En 1860 hallarnos una patente de librería, otorgada a un nativo; pero es seguro que la aparición de estos comercios es ya anterior. Más tarde hubo otras, alguna de ellas pertenecientes a extranjeros, entre ellos el español Dionisio Lirio (72).

(III) La multiplicación de la enseñanza a varios niveles

La aparición de nuevas instituciones de enseñanza a partir del gobierno de Don Carlos Antonio López, comenzando con la creación de la Academia literaria primero; escuelas primarias en todos los pueblos; clases de latinidad en varias ciudades; Escuela Normal; Escuela de Matemática, Aula de Filosofía, Seminario, Escuela de Derecho, Clases de Medicina, en la capital; trajo consigo como lógica consecuencia la necesidad de libros de estudio y de consulta en cuantía hasta entonces desconocida.

Desde los días siguientes a la muerte de Francia se reactiva la entrada al país en gran escala de libros de lectura para la enseñanza primaria. Los catones y cartillas introducidas por gruesas suman fácilmente millares en el primer quiquenio de gobierno. Esta importación masiva de textos en lo que se refiere a la primera enseñanza, se mantuvo, así, alta en los años en que tardó en establecerse y funcionar idóneamente la Imprenta Nacional.

Sin embargo, aún antes de instalada ésta en 1843, el gobierno paraguayo recurrió al encargo, a la imprenta de Corrientes, de ese material, encargando la impresión, por su cuenta, de un cierto número de cartillas, para lo cual entregó papel y otros materiales, pagando aparte el trabajo puramente de imprenta (73). El 25 de noviembre del mismo año, Antonio Ruda introduce desde Corrientes una docena de catecismos, 26 catones, 56 catecismos (posiblemente de otro carácter) "para el Estado" (74). A pesar de lo apuntado, vemos en estos mismos años a particulares introducir catones, cartillas y catecismos, posiblemente porque el Estado opinase que no había razón para hacer monopolio de este material. Aún después de instalada y en funcionamiento la Imprenta Nacional, que dio de entrada preferencia a la impresión de ese material, y muy avanzado ya el periodo (1863) hallamos todavía noticia de cartillas importadas por millar. La población, no se olvide, crecía...

También se editaron en la Imprenta Nacional libros de texto dedicados a niveles más elevados de enseñanza. Desde los primeros años vemos editadas las gramáticas latina y castellana de Nebrija; textos de aritmética, epitomes sobre lenguaje y matemáticas. Pero indudablemente no le era tampoco posible al establecimiento, por razones diversas a cual más obvia, asumir la carga editora de todos los libros necesarios, y los más importantes de ellos, sobre todo los textos profesionales (Medicina, Leyes, Notariado, etc.) se siguieron importando a un ritmo creciente.

El Archivo Nacional conserva listas de libros de Medicina adquiridos según memoranda proporcionados por el Dr. Stewart, quien como Jefe de Sanidad y prácticamente cabeza de la enseñanza y práctica de la Medicina en el país, se encargaba de redactar esas listas a medida de las necesidades. Sin embargo, también los libreros importaban por su cuenta estos libros técnicos y profesionales, vista la demanda. En la lista de libros adquiridos en 1863 de Lastarría por Capdevila figuran 45 títulos de Medicina y 19 de diversas técnicas.

En esa época pues entraron al país los textos por entonces considerados más modernos en materia de medicina, ingeniería, mecánica, etc. A este respecto podemos referirnos de nuevo a la adquisición que el gobierno realizó, en 1865, de la mencionada biblioteca del Ingeniero William Keld Whytehead (fallecido ese año): mil títulos de ingeniería y mecánica terrestre y naval, arquitectura, etc., cuyo papel formativo sería innecesario subrayar (75).

(IV) El creciente intercambio con el exterior

Apenas abierto al tráfico nuevamente el río, se instaura, como se ha dicho ya, una era activísima de comercio, un ir y venir continuo de barcos, vehículo de un creciente intercambio de viajeros y mercaderías. Se hacía a Buenos Aires viajes de negocios y de estudio; pero también se los hacía para atender la salud, para visitar a amigos y parientes; inclusive en plan de paseo.

Los paraguayos más pudientes habían enviado siempre, cuando ello fue posible (y esto no lo fue durante la Dictadura) sus hijos varones a estudiar, preferentemente, en las provincias de abajo; pero ahora se los mandaba en mucho mayor número, pues las facilidades eran también mucho mayores; y esta frecuentación repercutía en una conciencia cultural cada vez más lúcida y afianzada.

Lógicamente esos jóvenes que iban a Buenos Aires y Montevideo - e inclusive en Río - en plan de visita, de frecuentación o de estudio, traían, al regresar, una visión un tanto distinta del mundo y de la vida, en sus distintos aspectos; desde el de los usos sociales, más amplios, al cultural y hasta el político (casi diríamos, el político, sobre todo) y, lógicamente, necesidades intelectuales y una versación literaria más actualizada; siempre, naturalmente, dentro de lo que daba de si el ambiente platense.

No es posible tampoco pasar por alto la influencia ejercida por el núcleo de estudiantes enviados a Europa como becarios (unos cuarenta) y entre los cuales figuraron personalidades como Juan Crisóstomo Centurión y otros. Aun cuando los estudios de los más estaban orientados hacia la profesión de las armas y de la mecánica, no cabe duda de que algunos de ellos, al contacto del ambiente europeo, se sintieron calados por su relente humanístico y adquirieron gustos y necesidades culturales que iban más allá de los límites de sus programas profesionales. Un ejemplo de ello es el propio Coronel Centurión. Por lo demás es hecho patente, decisivo para la marcha de la historia paraguaya, la formación mayoritaria en el Plata de la elite a la cual correspondió regir los destinos políticos de la nación al terminar la guerra.

 

 

 

CAPITULO II

LA IMPRENTA NACIONAL

 

El primero en dar importancia en este nuevo período al papel impreso, fue, como se ha dicho en el Capítulo Primero, el Gobierno. Este editó periódicos para la defensa de los intereses nacionales; y libros y folletos, especialmente para el consumo interno, aunque también algunos destinados a propaganda en el exterior.

Esa impresión se realizó, en la primera época, a falta de las instalaciones y personal necesarios, en la Imprenta de Corrientes en unos casos; en otros casos, en Río, e inclusive en París. Pero el Gobierno no tardó en adquirir en el exterior una imprenta.

Esta imprenta fue, con el correr del tiempo, mejorando sus instalaciones y muniéndose de los elementos idóneos. Tuvo su edificio propio, que hasta los mismos días inmediatos a la guerra fue objeto de preferente atención, en su local como en sus instalaciones propias, y tanto de parte de Don Carlos como de Francisco Solano López.

La compra de esta imprenta, de laboriosa y útil trayectoria, se realizó en 1843. El vendedor fue un señor Esteban Rams y Rubert. Hay pocos datos de él. Según el historiador Benigno Riquelme García, era antiguo comerciante en armas, erigido no sabemos cómo en agente oficioso y oficial del Estado.

El documento de venta se firmó en Buenos Aires el 1º de febrero de ese año. Por la imprenta, "sus útiles y otros artículos" se convino la suma de 1.470 pesos, seis reales corrientes, pagados "en especie". Pero esos materiales no llegaron al país sino un año después, en febrero de 1844; detalle que hay que tomar en cuenta, como se verá.

El señor Gill Aguínaga afirma que en esta compra actuó de intermediario Benito Hortelano, empresario y librero español que durante varios años manejó en Buenos Aires y Montevideo negocios diversos, de teatro especialmente (de él adquirió el Gobierno paraguayo en 1858 un nutrido vestuario para la compañía local de comedias dirigida por Bermejo). Un decreto del 25 de marzo de 1844 autoriza el pago del importe de dicha compra. Ese pago se realizó, no en efectivo, sino en mercaderías de las que se hallaban en existencia en los almacenes de Pilar. Hay datos de que Rams transfirió sus derechos a un tercero, Antonio Brunet, quien cobró el importe el 29 de mayo de ese año.

Juntamente con la imprenta había llegado quien debía encargarse de adiestrar al personal paraguayo en las distintas tareas de la imprenta: composición tipográfica, diagramación, encuadre, entintado, subida a máquina; impresión. Este señor era francés, a juzgar por su apellido (Gard) aunque Centurión dice que fue alemán. En todo caso, ignoramos hasta ahora quién lo recomendó, o a través de cuáles personas se llegó a su conocimiento y contrato (tal vez fue a través de Gelly). Sólo sabemos del buen éxito de su cometido.

Sus primeros alumnos fueron Julián Aquino, Hilario Marcó, Gregorio Antonio Machaín y Quintín Román (76). En años sucesivos hasta 1852, aumentó el número de los "imprenteros". Pero de los cuatro que iniciaron la lista, sólo Julián Aquino perseveró y llegó a ser el eje y el alma de la imprenta, a cuyo frente estuvo más de veinte años.

Gard había llegado contratado a principios del mismo 1843 (febrero), por dos años. Ese mismo año 1843 salía a luz la CARTILLA DE ENSEÑANZA PRIMARIA, primogénita, se dice, de la Imprenta Nacional. Como los materiales de la imprenta no llegaron, siempre según noticias, hasta 1844, tenemos que la impresión de esa cartilla es anterior a la llegada de la imprenta: lo cual plantea un pequeño problema cronológico cuya solución no intentaremos, aunque es fácil hallarle salida suponiendo que se siguieron utilizando aún durante ese primero y breve periodo, los servicios de la imprenta de Corrientes y de su regente, señor Pujol.

Como quiera que sea, en febrero de 1845 se cumplía el bienio. Gard no había cobrado su sueldo regularmente: había ido simplemente sacando anticipos. A la hora de hacer la liquidación se hallaron a su favor 341 pesos y pico. El Presidente ordenó el pago el 5 de febrero de 1845.

Pero si con el decreto quedaba ajustado el pago puntual de los servicios, y si en la fecha finiquitaba el contrato, no por eso habían dejado de ser necesarios los servicios de Gard: la imprenta y su personal seguían precisando de una dirección avezada. Al firmar el decreto de pago, Don Carlos facultó al Colector Benito Martínez Varela para que llegase con el mencionado maestro impresor al acuerdo pertinente para la continuación del trabajo: es decir, la fijación del "sueldo mensual moderado" que cobraría para seguir al frente de la imprenta (77).

Aquí se produjo la inevitable disidencia de puntos de vista e intereses. Gard pidió 24 pesos mensuales, Sin fijar plazo al contrato; Martínez Varela ofreció 20 pesos mensuales, durante un año, a más de la continuación en el usufructo gratuito de la vivienda del Estado. Entre las razones para su oferta aducía Varela "el poco ejercicio que tiene la imprenta", razonamiento obviamente arbitrario, ya que, funcionase o no la imprenta, el impresor lo mismo comprometía con el empleador la totalidad de su tiempo.

Varela y Gard no llegaron a un acuerdo; por lo cual el primero sometió el entredicho al juicio de Don Carlos. Este, consciente de la situación que urgía al gobierno a aprestar los instrumentos para la defensa dialéctica de los derechos nacionales, optó por aceptar los términos de Gard, pero sólo por un año.

La imprenta funcionó, durante un tiempo no precisado, en el edificio que fue, primero, colegio jesuita; después, sede de los gobernadores, y últimamente residencia de Francia, en la Plaza de Armas. Se trasladó luego al edificio de la esquina Alberdi y Atajo (hoy Oliva) que era al propio tiempo residencia del Sr. Gard. (Casa que debió constituir precioso tesoro de la Asunción tradicional, y recientemente (1969) caída bajo la piqueta sacrílega sin que hayan podido, en este caso, como en varios otros, los amantes de la cultura hacer nada para salvar ese pedazo de historia).

El 26 de abril de 1845, con la capaz colaboración de Juan Andrés Gelly, comenzó a circular EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, cumpliéndose así el primero de los objetivos capitales a que visaba la fundación de esta imprenta: disponer de un órgano difusor de los puntos de vista nacionales e instrumento defensor de la independencia del país, en el terreno político y diplomático. Gard seguía adiestrando eficazmente a los impresores locales. El 4 de febrero de 1846, cumplido el año del segundo convenio, Gard recibió el saldo de sus haberes - 82 pesos - y firmó a Varela la cancelación del contrato. Gard partió aguas abajo ese mismo año.

A los 4 aprendices citados más arriba, y entre los cuales descolló como se ha dicho, desde el comienzo Julián Aquino, se añadieron poco a poco en los años siguientes José Isidro Troche, Antonio y Jacinto Díaz, Ramón Aquino, Martín Bazán, Teodoro Sánchez, Agustín Viera, Pedro Pablo Rojas y José Aquino. Algunos de éstos permanecieron en lista hasta la década 1860. Sin embargo y curiosamente, en 1852 la lista aparece reducida al mínimo. Tal vez se debió esta bradicardia a la falta de material; papel, principalmente. El 28 de octubre de ese año sólo trabajaban en la imprenta el jefe Julián Aquino y dos aprendices, Agustín Viera y Pedro Pablo Rojas. A partir de 1855, el número de obreros aumenta, con ligeras oscilaciones. En 1864 se contaban sin embargo más empleados de los hasta ahora enumerados. Alcanzaban a 17, incluyendo al propio Aquino. En abril de 1865 se contaban 19: cifra que se mantiene por un tiempo, para disminuir luego.

En fecha imprecisable, aunque su nombre figura luego en momentos diversos, aparece como formando parte del personal de imprenta un obrero de nombre Maxin Baran, a todas luces forastero. No hemos podido averiguar si se trató de un simple contratado como operario o si tuvo a su cargo instruir al personal paraguayo en algún aspecto inédito del oficio o para sustituir a Aquino en ausencias del mismo. Pero no deja de suscitar curiosidad la presencia de este nombre en una lista de personal todo él nativo.

Desde la partida de Gard, quedó al frente de la Imprenta Nacional Julián Aquino, hombre inteligente y activo, capacitado ampliamente a través de su aprendizaje, a lo que puede apreciarse por la magnitud y calidad de la labor realizada desde esa fecha. De ésta quedan detalles que permiten formar idea de su idoneidad, y los pocos ejemplares sobrevivientes de las obras editadas en esa imprenta permiten también apreciar el grado de pericia alcanzado por el personal en el trabajo; no sólo en la composición y diagramación, sino también en la impresión misma. No hay indicio de que se hayan realizado otras encuadernaciones que en rústica, o que se haya utilizado (salvo en LA AURORA y en algunas ilustraciones de EL CENTINELA) la litografía, aunque sí se utilizó en cierta época ampliamente el grabado en madera.

 

Al principio, la imprenta se manejó con sólo los elementos de primera intención adquiridos: no consta, en más de seis años, otra adquisición complementaria y renovadora que las ochocientas libras de tipos adquiridos en Río de Janeiro por Pedro Alcántara de Bellegarde, Encargado de Negocios del Brasil en el Paraguay, y por las cuales se pagaron seiscientos pesos fuertes.

De comienzo también, sólo se imprimieron (aparte los importantes textos requeridos para la difusión de los derechos del Paraguay independiente) documentos o textos oficiales, por ejemplo; libros necesarios para la enseñanza elemental: cartillas de lectura, cuadernitos elementales de gramática, nociones de aritmética. No cesa sin embargo, a partir del funcionamiento de la imprenta, la importación de catones y cartillas, ya que al parecer aquélla no alcanzaba a proporcionar el contingente preciso. Aunque espaciadamente, y sin descuidar los aspectos básicos enumerados, se encaró en cuanto fue posible la publicación de otras obras de más aliento editorial, como LA ARGENTINA, de Rui Díaz de Guzmán (1845) cuyo texto original posiblemente fuera el mismo que poseyó Francia, en cuya biblioteca figuró un manuscrito "Descubrimiento y conquista del Paraguay (78).

Vale la pena señalar que uno de los primeros trabajos editados (1846) fue un folleto con los conocimientos necesarios al aprendiz cajista, para ilustración de los que allí trabajaban o entrasen más tarde a trabajar. No hemos podido saber si esta publicación fue obra de Gard o simplemente copia de algún folleto ya existente. Por esa época los escrúpulos respecto a derechos de autor no estaban muy extendidos ni muy arraigados (79).

No cabe dudar del plan definido que en este aspecto, como en otros de su gestión gubernativa, tuvo presente Don Carlos. La imprenta nacional debía ser antes que otra cosa alguna (y luego del objetivo primordial de servicio a los intereses de la defensa nacional) instrumento en la obra de reactivación de la cultura a nivel popular.

Es así como la vemos, en cuanto el lógico desarrollo de los recursos lo permite, y cubiertas las exigencias de la enseñanza primaria, empeñada en la edición de material de información y lectura al nivel de la incipiente alfabetización, con la CARTILLA DEL AGRICULTOR, los ALMANAQUES y ANUARIOS NACIONALES y otros cuadernitos populares difusores de conocimientos útiles (80).

Toda esta labor naturalmente se hizo más fácil, después de la adquisición de una imprenta nueva en Río, cosa que se efectuó según noticias, por intermedio de Juan Andrés Gelly.

Y así pudo encararse la edición de libros de cierta extensión y exigencia artesanal, como LA GRAMATICA LATINA de Nebrija, EL ARTE EXPLICADO, de Montoya, obras para profesionales o para la enseñanza; así EL MANUAL DE TESTAMENTOS, EL AMIGO DE LOS NIÑOS. Otra obra importante fue la de Gelly: EL PARAGUAY, LO QUE FUE, LO QUE ES Y LO QUE SERA (1849).

Una anécdota: el 28 de octubre de 1852 se habían impreso ya 300 ejemplares de la Gramática Latina de Nebrija, y se suspendió el tiraje de los restantes ejemplares presupuestados, para dar lugar a la composición y subsiguiente impresión del DIRECTORIO ANUAL o TABLA DE REZO PARA SACERDOTES, "por considerar esta edición más urgente". De este se llevaban tirados "en esa fecha 53 ejemplares".

 

En 1853 se inicia la publicación de EL SEMANARIO, periódico que vino a sustituir con ventaja popular a EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, aprovechando de las mejoras y progresos en material y personal y diversificando el contenido. En 1855 aparece EL ECO DEL PARAGUAY, iniciativa, al parecer, de Ildefonso Antonio Bermejo, que tuvo corta vida (se clausuró en 1857). EL SEMANARIO, en cambio tras el interregno de dos años impuesto por la publicación de EL ECO, se extendió hasta 1868. (Hasta 1869, según algunos).

En esta imprenta también se editaron numerosos cuadernillos: prospectos, proclamas, discursos presidenciales, edictos, programas de funciones teatrales (muchos de estos últimos gratuitamente, como los que necesitó durante su larga temporada la Compañía García-Barreda).

De este considerable volumen, muy poco es lo que sobrevive. El material correspondiente a las compañías teatrales, por ejemplo, desapareció totalmente. Del material de campamento editado durante la campaña de Corrientes, y el editado más tarde durante la Guerra Grande (proclamas, partes, boletines de guerra) sobrevivió muy poco; y de esto la mayoría en el exterior.

El Archivo Nacional guarda, aunque no ordenados hasta ahora, que sepamos, listas del material (libros, folletos, etc.) lanzado por la Imprenta Nacional en los distintos periodos, aunque ese desorden hace difícil a su vez el ordenamiento, en número y detalle como en fechas, de ese mismo material. Las listas de venta, en efecto, que son los documentos a los cuales nos referimos, comprenden, lógicamente, libros, folletos de fechas diversas, no especificadas en las listas. Reconstruir a través de éstas el recuento cronológico de las publicaciones, sería trabajo difícil, ya que en ellas no se dan fechas de edición. Sin contar con que es muy posible que en el recuento se deslicen duplicaciones, a causa de ciertas incertidumbres en la exactitud de los títulos (TABLA DE REZOS EN LATÍN podría ser, por ejemplo, la que figura en otra lista con el titulo de TABLA DE REZOS PARA SACERDOTES). La lista de títulos editados que se da en el APENDICE correspondiente es una lista tentativa, pasible seguramente de más de una rectificación y ampliación. Pero creemos que es la lista más completa ofrecida hasta ahora.

Con anterioridad se ha anotado que las obras editadas en la Imprenta Nacional se vendían allí mismo encargándose Aquino de la venta y cobro. En 1853, éste - junto con su compañero de trabajo y subordinado suyo en el taller, Teodoro Sánchez - se hizo reo de abuso de confianza; según se deduce de los indicios en Archivo, ambos se habían embolsado el importe de algunos de esos libros vendidos en la imprenta misma. Fueron procesados ambos, y convictos y confesos del delito de falsedad. Pero a pesar de que "género alguno de duda, de ignorancia o pretexto, podía excusarlos", Don Carlos Antonio, en un acto de política generosidad, indultó a los dos; seguramente teniendo en cuenta su capacidad profesional (especialmente en el caso del primero, lo cual hacia difícil su sustitución) y desde luego, los servicios prestados... Se previno a Colecturía "que les abone los sueldos de este mes, y continúe abonándoles en la forma acostumbrada" (81) aunque con cargo de reponer los fondos dilapidados,

Aquino, pues, junto con Sánchez, regresó al frente de la imprenta, en la cual se desempeñaron ya en forma impecable hasta su trágico final.

Aquino fue enviado en varias ocasiones al exterior, principalmente a Montevideo, para adquirir nuevos elementos para la imprenta. El último lo realizó en 1863; en esa oportunidad EL SEMANARIO dio cuenta de su viaje y de lo obtenido por Aquino en materia de mejoras para el funcionamiento de esos talleres. Según EL SEMANARIO del 3 de marzo de 1863, Aquino "que había ido allá a buscar prensa y tipos para el mejor desempeño de la imprenta nacional, aunque no consiguió todo lo que deseaba, trajo una nueva prensa y algunos tipos, y adornos de buen gusto, que deben suplir en tanto no haya una imprenta completa mandada directamente de Europa. Como se ve, el Gobierno del Mariscal abrazaba ambiciosos proyectos con respecto a esta Imprenta Nacional, que la guerra vino a interrumpir; pero no es menos interesante la noticia de la adquisición de una nueva prensa; hecho éste vital para la puesta en funcionamiento fluido de la imprenta; y que por otro lado hace suponer que para la fecha alguna de las que funcionaban, si no las dos, habían empezado a fallar.

El plan editor nacional, que llevaba, por tanto, en 1853, funcionando ya varios años, como instrumento activo de la obra cultural gubernativa, debía pronto adquirir nuevo impulso en sus posibilidades gráficas, aunque la siguiente, ambiciosa etapa, no llegara a cumplirse.

 

La imprenta reducida a los recursos puramente tipográficos resultaba incompleta: la ilustración, que da a la información el prestigio, el imán y la eficacia de la imagen, no había formado aún a varios años de fundación de la imprenta, parte de su arsenal. A Don Carlos no se le escapó esta necesidad; y así es como en 1850 se contrató al conocido litógrafo Carlos Riviere. Este, como otros técnicos extranjeros, llegó con el compromiso de adiestrar en el oficio "a seis jóvenes paraguayos con vocación para ello".

Es de suponer que los jóvenes acudieron al llamado y que transcurrido el proceso inexcusable del aprendizaje, algo aportarían al trabajo a realizar; pero no hemos encontrado hasta ahora nada al respecto en el Archivo Nacional; ni en la prensa o en la imprenta de la época hay rastro alguno de esa actividad antes de 1860. Solamente los que se anotarán enseguida, que más que datos, son indicios.

Desde luego, el aprendizaje de la litografía supone el del diseño, y este último aprendizaje no podía improvisarse. Ahora bien, hay datos de que justamente por esa misma época, Alejandro Ravizza, el arquitecto y pintor italiano contratado por Don Carlos para obras edilicias, instaló su Academia de Dibujo "lineal y de ornato" que fue la primera academia de ese género y para más de carácter oficial, en el medio. Por su parte, Riviere, a lo que podemos deducir, había traído consigo algún surtido de material litográfico menor (viñetas, comisas, bigotes) cuyo empleo fue muy restringido.

Tampoco podemos descartar la posibilidad de que en el aprendizaje de la talla litográfica se hubiera dado por inclusa como condición lógica el aprendizaje del dibujo, es decir, su enseñanza por parte de Riviere; pero carecemos de datos en que apoyar la hipótesis.

La primera publicación en la cual se ponen de manifiesto los resultados del aprendizaje de la Academia es LA AURORA, la revista que dirigió Bermejo y que acompañó cada uno de sus fascículos de 40 páginas con una litografía. No sabemos si todas las sin firma son de mano de Riviere; hay algunas, firmadas, que parecen ser fruto de artesanos locales (82). Pero LA AURORA desaparece en 1861, tras de lanzar 14 números, y la ilustración litográfica no reaparece hasta varios años después (1867) y brevemente, como vehículo de algunos pocos dibujos de Ravizza en EL CENTINELA. La ilustración, que reaparece profusa en los periódicos de trinchera, elige en esta etapa otro vehículo: el grabado en madera, de mano al parecer autodidacta.

A partir del segundo año de guerra, los obreros "imprenteros" bajan a 14, y aún siguen disminuyendo, en meses subsiguientes, hasta 1868. La disminución se debió sin duda en principio a la necesidad de cubrir el trabajo en las dos imprentas que por entonces funcionaban: una en Asunción, otra en el campamento del Mariscal, como lo prueba el hecho de editarse simultáneamente CABICHUI en el frente y EL CENTINELA (dirigido por Tristán Roca, boliviano) y EL SEMANARIO, en Asunción. Más tarde esa disminución tuvo otras causas: la desaparición de Aquino y alguno más (ejecutados por complicidad, en la conspiración famosa de San Fernando) y de otros tal vez en algunas de las epidemias desatadas durante la guerra. En los últimos tiempos, el Mariscal ordena se indague si entre los prisioneros de guerra no los hay que posean conocimiento de la imprenta o muestren disposición hacia este oficio, para llenar el cupo necesario. Pero antes, entre 1868 y 1869, en dos oportunidades por lo menos, se ordena buscar "algunos jóvenes que sepan leer y escribir" y puedan sumarse al personal de la imprenta (83). En esa misma imprenta de trinchera que sobrevivió a la de Asunción se compuso y tiró el libro de Cornelio Porter Bliss, escrito durante la prisión de éste en San Fernando: libro cuya composición y edición constituyeron una verdadera aventura imprentaria de la cual nos ha dejado el relato Masterman (84).

Director de las publicaciones de trinchera fue Aquino, hasta que, envuelto en el proceso famoso de San Fernando, fue condenado a fusilamiento y ejecutado junto con otros miembros de la imprenta de CABICHUI en julio de 1868. Pasaron a dirigir las publicaciones de trinchera otros como el P. Becchi. En Asunción, la imprenta había quedado inactiva al ordenarse el desalojo de la capital; pero la otra a la cual se ha hecho ya referencia (en rigor, no sabemos cuál de ellas fue la que permaneció en Asunción, y cuál la que siguió al ejército), siguió acompañando al ejército en los sucesivos desplazamientos, hasta poco antes del final.

Así acompañó al ejército a Luque, a Piribebuy, donde según Carlos R. Centurión (85) vio la luz el último número de EL SEMANARIO, aunque otros son de opinión que esa última edición tuvo lugar en San José. En efecto, vemos al Mariscal ordenar, con fecha de 1869, las medidas necesarias para el traslado de la imprenta a San José de los Arroyos; debía quedar allí instalada y continuar funcionando. Todavía en los últimos meses de ese año en la imprenta, armada e instalada en ese último pueblo (o en una nueva etapa, en Curuguaty) se publicó un folleto: aquel en el cual Charles Twite, mineralogista inglés al servicio del Paraguay, recogió sus observaciones y conclusiones acerca de la existencia de minerales en el país (86).

 

Las antes mencionadas listas mensuales de venta de obras editadas en la Imprenta Nacional, constantes en diversos volúmenes del Archivo, son de gran interés, ya que constituyen en cierto modo un gráfico en el cual vemos marcarse, como en un barómetro, lenta pero fiablemente, la presión de las apetencias culturales locales; el paulatino pero efectivo ascenso de la demanda de ilustración e información.

Esas listas también permiten entre otras cosas reconstruir aproximativamente, el catálogo de las obras editadas en dicha imprenta, mucho más numerosas de las que se dan en las listas conocidas (ver en APENDICES la lista de las obras hasta la fecha recogida).

Resumiendo, podríamos decir que más o menos durante los primeros 6 años de actuación autónoma (1846-1852) la impresión de EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE, EL REPERTORIO NACIONAL y los cuadernillos de educación popular mencionados absorbieron, según todas las probabilidades, las posibilidades activas del personal. Parece demostrarlo el hecho de que aún en 1848 y 1849 haya debido encargarse al Brasil la impresión de obras consideradas importantes para la defensa de los derechos paraguayos, como los ya mencionados de cuya gestión editora se encargó Gelly.

De esa época también data el encargo al exterior de la impresión de 300 litografías, reproducciones de retratos del Presidente y en los cuales hemos de ver el indicio de una conciencia de lo necesario de una publicidad interna. Estos retratos, serán, en fiestas oficiales, en las localidades más alejadas de la capital, el ornato principal de los salones, y divulgarán la antes, a muchos, inasequible imagen presidencial (87).

Desde 1852 se encara la producción de obras didácticas más allá del nivel popular; obras que podríamos llamar de enseñanza media, y también técnicas; pero a partir de 1856 o 57 la lista de esas obras empieza a disminuir; de ello podría deducirse que la creciente importación de libros hacía competencia a la imprenta.

Por otra parte, la Imprenta Nacional cumple una finalidad de primer orden en el reconocimiento y estimulo a la labor literaria dentro de las propias fronteras. Las obras de teatro realizadas dentro del país son impresas esos años apenas estrenadas: UN SOMBRERO Y UNA LLAVE y UN PARAGUAYO LEAL de Ildefonso Antonio Bermejo. Aparece el primer indicio de preocupación didáctica más allá de la simple alfabetización: se imprime un libro de lectura infantil, EL AMIGO DE LOS NIÑOS; se edita la primera novela, o mejor, relato, de autor nacional, PRIMERA NOCHE DE UN RECIEN CASADO; lectura destinada, según indicios, a adolescentes; se encarga a Pura de Bermejo la redacción de un libro educativo destinado a la formación hogareña y social de señoras y señoritas (primera obra de pluma femenina editada en el país, en 1858, aunque el título no figura entre las obras vendidas en la Imprenta). Claro que esto no es una prueba en contra: es sólo un indicio de que acaso la obra no llegara a ponerse a la venta, por circunstancias relacionadas con la intrahistoria de época... Todas estas iniciativas perfilan una apertura a los principios de ilustración y desenvolvimiento de la personalidad femenina, siquiera a nivel aún elemental.

Insistiremos aún en los hechos primeros entre los enumerados en el párrafo anterior (edición de libros para lectura en las escuelas) porque ellos representan la entrada de la enseñanza primaria paraguaya en una etapa de preocupaciones didácticas y pedagógicas más a tono con los conceptos reinantes en la época. El reparto gratuito de la obra del Deán Bogado en las escuelas de jóvenes insolventes (88) refuerza el sentido de esa medida. Y del ambiente local respecto a esta apertura, da una idea la lista de libros de idéntico carácter, o sea para la niñez, introducidos por los libreros, según se anotó en el capítulo anterior y como puede comprobarse en las listas de importación. En cuanto a la aparición de un libro dedicado a la formación hogareña y social de la mujer, significa la inauguración de una época en la cual la inteligencia femenina empezaba a ser considerada factor activo en una situación cultural y social y por tanto digna de atención y formación más allá de las posibilidades hasta entonces ofrecidas por el ambiente patriarcal y tradicional. Desde luego no fue este librito la única ventana que la situación abrió a los afanes espirituales o intelectuales femeninos: la multiplicación de las lecturas románticas debió ser ingrediente por demás estimulante.

Una de las obras más considerables editada localmente fue aquella en la cual Bermejo defiende al gobierno paraguayo de los ataques del Presbítero Eyzaguirre: LA IGLESIA CATOLICA EN AMERICA. (Al ausentarse para el exterior se le encargó a Bermejo una HISTORIA DEL PARAGUAY, que no llegó a escribir, o si lo escribió, no llegó a destino).

 

La imprenta funcionó desde el principio y por muchos años, como era lógico, con papel importado. Aforos de los primeros tiempos dan noticia de la entrada al país, por Borja, de partidas de papel inequívocamente destinado a edición. Más tarde, abierto el río al tráfico, ese material entró por vía normal en la cantidad necesaria. Esta situación se prolongó bastantes años, hasta que, a principios de 1865 (establecido el bloqueo) se hizo imposible la introducción de papel.

Sin embargo, en los primeros tiempos no se hizo notar gravemente la falta de este imprescindible elemento: la invasión del ejército paraguayo a Corrientes dio lugar a la incautación de una considerable cantidad de ese material y también tinta de impresor, etc., con la cual se cubrieron los requerimientos de la imprenta durante algún tiempo. Pero también estos recursos se agotaron, y hubo que encontrar sucedáneos echando mano a medidas progresivamente extremas e ingeniosas.

Una de ellas, de alcance limitado y que debió cubrir necesidades del campo administrativo cotidiano, y no de la imprenta, fue la que ordenó separar, en libros y legajos de bibliotecas y archivos, todas las páginas en blanco, para reponer la exhausta provisión. Ignoramos si tuvo también relación con la necesidad de disponer de papel o materia prima para él, la orden, impartida en 1867, de remitir al frente, desde las oficinas públicas, toda hoja de papel "ya editada, ya manuscrita" sin especificar objetivo. En todo caso debió esta medida en alguna proporción repercutir en la conservación del material de archivo. No tenemos datos que nos permitan discernir si este material se utilizó para convertirlo en pasta (junto con otros elementos, o solo) y con ello en papel; o si se usó como material bélico (tacos para las armas de fuego).

Es lógico pensar que llegó el momento en que el material improvisado, en sí escaso y no renovado, se agotó; y planteó el problema ineludible de su provisión: la cantidad necesaria no era tampoco reducida: recuérdese que no se trataba sólo de proclamas, partes o boletines: en un momento dado funcionaron simultáneamente tres periódicos amén de algún libro como la HISTORIA SECRETA de Bliss, compuesta y editada a toda marcha en el campamento, y cuya composición e impresión agotó las fuerzas de los operarios.

Se recurrió a materias primas diversas: desde luego el papel blanco procedente de la mencionada recogida, primero: luego trapo, y agotadas estas existencias al algodón y a la celulosa de plantas del país. Entre éstas, el caraguatá parece demostró ser la materia más idónea y recomendable por su abundancia. El papel fabricado con esa planta alimentó la Imprenta Nacional durante los últimos tiempos: fue seguramente el papel llamado papel ybyrá.

Números de EL SEMANARIO, de CABICHUI, y otros periódicos de trinchera, se imprimieron en ese papel, de cuya calidad habla el magnifico estado de conservación de las páginas de algunas colecciones que se guardan en la Biblioteca Nacional (el tiempo no ha conseguido amarillearlas ni hacerlas quebradizas).

De los ensayos de materias, así como de la instalación de la fábrica que dentro de su precariedad rindió tan magníficos resultados, se encargó, por orden expresa del Mariscal, el ingeniero alemán R. von Fischer Treuenfeld, al cual secundó el activo maquinista inglés John Taylor.

Aunque no se ha dicho nada al respecto, es lógico pensar que las maquinarias (improvisadas sin duda) de esta fábrica de papel, acompañaron a la imprenta en su recorrido por el territorio nacional, hasta la caída de la misma imprenta en poder del enemigo.

También llegó a escasear y faltar la tinta; y se la suplió con la obtenida con el jugo de plantas o semillas del país (principalmente de un poroto o semilla de una de las especies silvestres de habichuelas del país)

 

A través de las noticias que se dan en EL SEMANARIO y otras en volúmenes del Archivo, puede asegurarse como ya se dijo que la Imprenta Nacional constituyó una preocupación constante de Don Carlos Antonio López como de su hijo. Fallecido el patriarca, son muchos los datos que prueban la continuación de ese interés y vigilancia por parte de Francisco Solano López.

El 11 de abril de 1863 EL SEMANARIO da cuenta de "reformas en las localidades (sic) de las distintas operaciones en la Imprenta Nacional" y no deja de subrayar que "reformas de esta naturaleza tienen siempre muy buena significación".

Unos meses después se refiere nuevamente a las obras de ampliación y refacción realizadas en el edificio de la imprenta, en estos términos: "pocos días más y quedará terminada la reconstrucción de la localidad (sic) para la Imprenta Nacional; ella será un modelo en su clase para cualquiera otra que se plantee en el país; las espaciosas salas destinadas a la composición, distribución, imposición (sic) y prensas, son bastante cómodas y arregladas convenientemente. La Imprenta Nacional agradecida a tan constante protección, dedicará una página de oro al Presidente López, "a cuyo afán constante se debe el pedestal del templo para el arte de las artes y el inmortal Gutenberg".

Tiempo antes el mismo SEMANARIO al dar cuenta de los propósitos del gobierno de dedicar su atención a las mejoras de la Imprenta Nacional, después de hacer algunas consideraciones sobre el significado de las actividades de ese establecimiento, manifiesta: "esta editorial (sic) está dirigida a aquellos que se consideran más felices que ninguno viviendo aislados y sin participar en los beneficios de la civilización moderna". Alusión no por indirecta menos clara a los espíritus retrógrados y reacios al cambio, que no debieron por cierto faltar en aquella época, reciente aún el despegue cultural.

La Imprenta Nacional, como tal dependencia funcional, no experimentó los efectos destructivos de la Guerra Grande en la misma medida que otras obras de la época. El primer gobierno instituido luego de la entrada de los aliados a Asunción se apresuró a utilizar ese decisivo instrumento de comunicación. De esa época (1869-1872) datan los primeros diarios paraguayos: es decir, la prensa pasó a ser, de semanal a cotidiana. En cambio no podemos decir que durante mucho tiempo la preocupación editora haya rebasado el nivel de la información: en los veinte años siguientes a la guerra no alcanzaron a publicarse localmente tantos libros como durante los 18 años del gobierno de Don Carlos Antonio López (89).

 

Resumiendo:

La Imprenta Nacional constituye la cifra más evidente de la preocupación de las autoridades nacionales en el nuevo periodo:

I. Por la defensa y propaganda externa de los altos intereses nacionales.

II. Por la propaganda interna de los mismos intereses, familiarizando a la ciudadanía con ellos.

III. Por la instrucción y educación colectiva a todos los niveles.

IV. Por la incipiente cultura literaria nacional.

La preocupación por la enseñanza adopta varias formas, o cauces, por así decirlo. Desde la impresión autónoma del material didáctico necesario, al reparto gratuito del material de lectura en las escuelas.

La publicación de libros como EL AMIGO DE LOS NIÑOS revela una preocupación didáctica-pedagógica que buscaba aceleradamente el nivel más actual en la también acelerada alfabetización a que propendieron otras medidas. La publicación del libro sobre deberes y actividades femeninas, es un precioso indicio que hasta ahora no ha sido debidamente valorado (todo lo referente a los Bermejo parece haber sido durante mucho tiempo, tabú) sobre la consideración que la cultura femenina mereció de parte de Don Carlos, si no fueran suficiente índice de la promoción de esos valores familiares, sociales y culturales, en general, de la mujer, el número realmente notable de establecimientos dedicados a la promoción de los afanes culturales femeninos (escuelas de danza inclusive). A estos dos extremos nos referiremos más ampliamente en el capítulo siguiente.

Podríamos sintetizar los datos referentes a la Imprenta Nacional como sigue:

I. Intentó (y lo consiguió en la medida adecuada a las necesidades primordiales planteadas por la situación) independizar al país en lo que se refiere a la producción del material didáctico necesario para una actualización y extensión de la enseñanza a nivel primario.

II. Intentó con éxito, en la proporción que la empresa - mucho más exigente desde el punto técnico - lo requería, la independización del país en lo que afectaba al material de la enseñanza que pudiéramos hoy llamar media p. e. GRAMATICA de Nebrija, en latín y en castellano, ARTE EXPLICADO, de Montoya, etc. (90).

III. Inició la producción de otras obras que responderían a planes didácticos o publicitarios, pero al propio tiempo se encaminaban al desarrollo de una cultura general.

IV. Sirvió a la difusión de obras literarias nacionales (obras de Bermejo, del Deán Bogado; Revista LA AURORA, etc.).

V. Sirvió a los planes administrativos y a las necesidades publicitarias del Estado, así como a empresas de carácter cultural (publicidad teatral p.e.).

VI. Mantuvo en la medida compatible con la situación aún rudimentaria de intercambio noticiero con el mundo, contacto con lo contemporáneo, aunque es lógico que en la publicidad, y dada la etapa, se diese mayor cabida a los intereses locales (publicación de periódicos como EL INDEPENDIENTE, EL SEMANARIO, EL ECO DEL PARAGUAY, etc.).

VII. Durante la guerra, mantuvo vivo el espíritu de la defensa, con la publicación de periódicos de trinchera, que no han sido aún debidamente apreciados como esfuerzo editor y gráfico.

 

 

 

APENDICE

LISTA PROVISIONAL DE LA OBRA EDITORA DE LOS LOPEZ

(1841-1870. Por orden alfabético)

 

Esta lista comprende libros, folletos, cuadernos, pliegos, hojas sueltas, (tablillas), etc. impresas en la Imprenta Nacional desde su fundación hasta el fin de la Guerra del 65.

Incluye también los editados desde 1841 a 1844 en la Imprenta de Corrientes, que fueron de escaso aliento editorial, aunque históricamente importantes (primeros Mensajes y Decretos del Gobierno Consular) y, finalmente, también el material impreso en el exterior (Río de Janeiro, París) por orden del Gobierno antes o después del establecimiento de la imprenta.

Como se hizo constar en su lugar, esta lista no es exhaustiva, ni mucho menos, ni queda por cierto al margen de eventuales repeticiones, debido a la confusión que en ocasiones se observa en los datos de archivo.

Perdida casi totalmente la documentación que se refiere a las actividades de la Imprenta Nacional se hace más que laborioso, imposible en plazo limitado y en la mayoría de los casos establecer la fecha exacta de edición de la mayoría de los libros y folletos.

 

A) IMPRESOS ADMINISTRATIVOS, POLITICOS, ETC.

Acta de Independencia de la República.

Anuario Nacional.

Arancel Nacional.

Asignación de sueldos del Excelentísimo Señor Presidente y Vice-Presidente.

Bando de instalación y toma de posesión del Supremo Gobierno (91).

Catecismo de san Alberto.

Catecismo Político (no se ha podido aclarar suficientemente si es el mismo anterior o un texto distinto. Parece sin embargo que se trató de un Catecismo impreso expresamente para el Programa de los alumnos de la Escuela Normal).

Cuestión Canstatt. Folleto con los documentos relativos a este asunto, editado en París. Intervino en los trámites la Legación del Paraguay en esa capital: 1859.

Circular acopio de miel (3 de Agosto de 1868).

Colectoría de leyes y decretos del Gobierno, Consular inclusive, 1842.

Decreto Ley sobre robo en los cuarteles; Pilar, 1º de Enero de 1848.

Decreto Libertad de Vientres, 1842.

Decreto del Pabellón Nacional.

Decreto Sellado.

Demarcación de límites del territorio de la República.

Decreto que ordena que cada seis meses se presente por las oficinas correspondientes un resumen general de importaciones y exportaciones de la República, con sus dos mapas (?) correspondientes; 1846.

Decreto demolición de la vieja Catedral y erección de una nueva; 5 de Febrero de 1842.

Decreto Reglamento de Policía; 27 Junio 1842.

Decreto que aplica los fondos del Seminario Conciliar de San Carlos para la dotación de las cátedras de la Academia Literaria; 1842.

Impreso con el Supremo Decreto que reforma parte del valor del papel sellado.

Instrucciones diversas a las autoridades de campaña. l

Instalación del Supremo Poder Ejecutivo de la República.

Invitaciones a Fiestas oficiales.

La República del Paraguay y el gobernador de Buenos Aires; Río de Janeiro 1849.

Ley de Administración Política de la República.

Mensajes del Superior Gobierno; 1844 - 1849 - 1854 y 1857. (Los anteriores se imprimieron en Corrientes)

Orden general dada en el Campo de Bado por el general López sobre orden en filas, cortesía y corrección en la relación oficiales-subordinados; 18 Febrero 1851.

Repertorio Nacional. En este volumen figuraron bastantes de los impresos menores citados en este apartado: en rigor, todos los anteriores a 1857, fecha de impresión del Repertorio.

Solemne sanción del Soberano Congreso sobre extranjeros, 1842.

Prospecto de la Academia Literaria, Enero 1842.

Sobre juramento del reconocimiento y obediencia al Supremo Poder Ejecutivo de la Nación.

NOTA: Algunos de estos impresos como puede observarse por la fecha, se editaron en Corrientes: pero en las listas que siguen hay seguramente otros en la misma situación.

 

B) TEXTOS DE PRIMARIA, SUPERIOR, SEMINARIO, ETC.

Arte explicado del Padre Ruiz Montoya (de esta impresión no existen sino vagos datos).

Cartillas.

Catones por encargo del Estado en la Imprenta de Corrientes; 1841.

Catones impresos ya en la Imprenta Nacional a partir de 1845.

Cuadernos de género y pretérito.

Cuadernos de Olarte.

Elementos de Gramática Castellana.

El Amigo de los Niños.

Elementos de Gramática Latina.

Gramática Castellana de la Academia Española; 1857.

Gramática Latina de Nebrija; 1852.

Retórica y Epístolas.

Supremo Decreto sobre Educación dé Jóvenes.

 

C) LIBROS Y OTROS IMPRESOS DE CARACTER RELIGIOSO RELACIONADOS CON LA IGLESIA

Catecismo Astete.

Calendarios perpetuos.

Devocionario de Caacupé; 1862

Intereses católicos en América; 1863. Podría ser el mismo libro de Bermejo presentado con título parecido; pero la fecha por otro lado lo hace dudoso y además coincide con el título del libro del canónigo Eyzaguirre.

La Iglesia Católica en América, por Ildefonso A. Bermejo, 1861. Escrito como respuesta a las manifestaciones del canónigo antes mencionado respecto a la actitud de Don Carlos en el asunto de la formación de sacerdotes en el exterior. En este libro apreciamos el grado de eficiencia a que habían llegado los obreros de la imprenta.

Ley de Grados del Clero Eclesiástico.

Tablas Rezo latín para sacerdotes; 1852.

Tablas de Rezo (en castellano, según el título). Hay indicios de haberse impreso algunos breves textos religiosos como por ejemplo Novenas a la Virgen del Carmen, etc., pero no se ha podido confirmar.

 

D) TEXTOS CIENTIFICOS, TECNICOS O DIFUSIVOS DE CONOCIMIENTOS UTILES

Aritmética.

Almanaque y Anuario popular y literario para el año bisiesto: 1860.

Breve manual para el cajista. Este deberla ser el primero, o uno de los primeros textos salidos de la imprenta, ya que estaba dirigido a la mejor preparación de los obreros de dicho establecimiento. No ha sido posible averiguar si se trató de un texto expresamente compuesto por M. Gard o copia de un texto ya existente. Algunos autores sin embargo dan para esta impresión la fecha 1860.

Cartilla del agricultor.

Consejos a las mujeres casadas y señoritas que aspiran a serlo, por Pura de Bermejo, 1859.

Elementos de Aritmética.

Folleto sobre el resultado de las investigaciones mineralógicas realizadas en el país por el Ingeniero de minas Charles Twite, contratado por el Gobierno. Lo editó la Imprenta de Campamento en 1869 en Piribebuy. Fueron probablemente las últimas páginas impresas en ella.

Manual de Testamentos.

Tablas de contar, 1859.

E) TEXTOS MILITARES

Curso de Arte y la Historia militar, 1850.

La escuela del oficial (Salustiano Moreno), 1861

Proclamas del general López.

Proclamas del Presidente López.

Proclamas del Mariscal López.

Táctica de infantería; 1858.

 

F) PERIODICOS, REVISTAS Y COMPILACIONES

Cabichuí, periódico de trinchera. 95 números. 13 Mayo 1867a 20 Agosto 1868. Bilingüe

Cacique Lambaré, periódico de trinchera. 13 números. En guaraní.

El Paraguayo Independiente, dirigido por Don Carlos Antonio López. Fue también redactor J. A. Gelly. 118 números, de 1845 a 1852.

El Paraguayo Independiente (colección, 1858).

El Semanario (dos épocas: 1853-1855; 1857-1868). El interregno es debido a la aparición de El Eco del Paraguay, dirigido primero por Gelly, luego por Bermejo y finalmente por Gregorio Benítez.

El Centinela, periódico de guerra. Aparece en Asunción, 63 números (?) Ultimo numero: 10 de Febrero 1867.

El Eco del Paraguay, 1855 1857.

La Aurora, revista literaria. Dirigida por Bermejo: 1860-1861. Primera revista de este género en el país. Cada número constaba de 40 páginas, y llevaba por lo menos una litografía, reproducción de Cuadros o dibujos extranjeros, con excepción de dos diseños lineales que llevan la firma Valle y puede se debieran a alumno de Riviere y una litografía sobre diseño de Bermejo. La revista da cabida a producciones de Bermejo (romances, artículos, etc.) y a los trabajos de los alumnos del aula de Filosofía.

La Epoca (desconocido). Se lo dice aparecido entre 1858 y 1859, como órgano primero del aula de Filosofía.

Repertorio Nacional. Compilación de Leyes, Decretos, etc. Apareció de 1841 a1857. En 1860 se vendían aun ejemplares de él en la Imprenta Nacional. Luego de cesar su publicación, los Decretos, etc. se editaban aisladamente para su más fácil difusión.

La Estrella, periódico de trinchera. 41 números. El primero el 24 de Febrero de 1869, el último el 14 de Julio del mismo año. En castellano.

G) LITERATURA DE FICCION

La divertida Historia de la Triple Alianza. Comedia de Cornelio Porter Bliss, publicada en el numero 658 del Semanario: en la Biblioteca Nacional no existe ese número.

Prima Noche de un Padre de Familia, por el Deán Eugenio Bogado. Se publicó en El Semanario en folletín pero en seguida fue publicado en libro y repartido en las escuelas de jóvenes insolventes.

Un Paraguayo leal, comedia de Bermejo, 1858.

Un sombrero y una llave, idem, 1858.

Programas y volantes de teatro de las compañías visitantes (de los cuales no se ha conservado ninguno.

 

H) HISTORIA, BIOGRAFIA Y DIPLOMACIA

Acta de Reconocimiento de la Independencia y Soberanía de la República del Paraguay, por el ministro de Su Majestad el Emperador del Brasil, 1844.

Correspondencia confidencial entre el Excelentísimo Señor Presidente de la República del Paraguay y el de la Confederación Argentina, 1863-1864.

Discusión de límites territoriales y de la Independencia Nacional del Paraguay, entre El Paraguayo Independiente (Paraguay) y La Gaceta(Buenos Aires).

El Paraguay, lo que fue, lo que es y lo que será, por Juan Andrés Gelly. Paris, 1845. Simultáneamente a esta edición en francés se realizó una en inglés de la cual no tenemos datos y otra en portugués.

El Paraguay, lo que fue, lo que es y lo que será, por Juan Andrés Gelly. Imprenta Nacional, 1849.

Cartas al extranjero, en castellano. Río de Janeiro, 1848.

La Argentina, de Rui Díaz de Guzmán, 1846.

Historia Secreta de la Misión del ciudadano norteamericano Charles Ames Washburn, por Cornelio Porter Bliss, 1868.

Historia documentada de las gestiones entre el Gobierno del Paraguay y el de los Estados Unidos (Caso Hopkins), 1858.

Ojeada retrospectiva sobre las cuestiones paraguayas y brasileñas desde la retirada de la escuadra de Brasil de Tres Bocas hasta el desenvolvimiento de la cuestión del Alto Paraguay, 1858

Rasgos biográficos, honores públicos y discursos pronunciados en ocasión de la muerte del general José Eduvigis Díaz, 1867.

Vida de Franklin, 1863.

 

 

 

CAPITULO III

EL COMERCIO DE LIBROS Y LAS BIBLIOTECAS

 

El reflujo - más bien auténtico despertar - del interés por la letra escrita tuvo igualmente, como es lógico, su reflejo en el florecimiento de bibliotecas, tanto institucionales como privadas.

El movimiento ascendente del consumo de libros de que dan noticia los capítulos inmediatamente precedentes tiene su mejor cifra en la aparición de esas bibliotecas oficiales y particulares.

Como consecuencia y confirmación de lo apuntado, apenas restablecidas las comunicaciones con Buenos Aires, las guías de importación, como ya se dijo, empiezan a dar cabida, junto con otros objetos y detalles actualizadores, en forma creciente, a las partidas de libros. No tardan en llegar desde Montevideo y Buenos Aires en cantidades que habrían sido increíbles pocos años antes.

Al principio, como ya sabemos, los libros entran más bien formando parte de los equipajes de los extranjeros. Es frecuente hallar por entonces entre los objetos que acompañan al viajero, el papel impreso. Un francés, Lucien, introduce en mayo de 1853 "cuatro cajones de libros"; Don Antonio Esquer, en la goleta Mercedes, "un canasto de libros" (92). (En otra oportunidad hasta 3 baúles). Los aforos o listas de aduanas en la que ese material importado figura no especifican títulos; y es de lamentar, ya que de haber sido nominales las listas tendríamos una mejor idea de la paulatina actualización de las lecturas a partir de 1842 y más concretamente desde 1853.

La entrada organizada del libro como material de comercio, y si dejamos aparte el material didáctico (de llegada masiva, como se ha visto, mucho más temprana) data de 1855, más o menos, es decir, coincide con varios hechos ya señalados. La llegada en gran número de técnicos y profesionales extranjeros; el flujo viajero a y del exterior, la fundación de instituciones de enseñanza oficiales y privadas y the last but not the least, el regreso del General López de Europa y la llegada de Elisa Lynch, cuya influencia multilateral en la cultura de ese tiempo ha sido repetidamente señalada por diversos autores, directa o indirectamente. De todos modos el comercio de libros, como ya se señaló, adquiere vuelo a partir de 1860.

En Septiembre de 1863, el comerciante local Capdevila introducía por cuenta del librero Lastarría de Montevideo una partida de libros, con 76 títulos de novela y de historia; más de aquélla que de ésta, cosa hasta entonces insólita; los libros serios seguían sin embargo siendo los bastantes como para dar a entender que el vuelco frívolo no era total y que existía un gran deseo de interiorizarse con los hechos fundamentales de la cultura. Pero indudablemente la imaginación por tantos años sometida a duro ayuno volvía por sus fueros y se expandía en alas del más puro fervor romántico.

Una nueva lista, apenas unos meses después en ese mismo año, comprende cerca de 1.241 volúmenes (93), entre los rurales predomina en forma arrolladora la literatura de ficción, o simplemente entretenida (viajes, misceláneas, etc.), la novela en primer lugar, en muy menor número la poesía, y menos aún el teatro. Entran además libros que revelan una preocupación por lo práctico o por el hecho humano (psicología, higiene, dietética) inconcebible un cuarto de siglo antes. Es evidente ya el total giro laico de los contactos literarios. (Asunción, mercado principalísimo, si no único, dentro del país, no pasaba en aquellos años de los 20.000 habitantes).

Entre los títulos de las novelas importadas hallamos muchos de los que por entonces primaban en la afición popular europea en general, y española en particular; y a su vez hallamos un predominio de la literatura francesa; cosa no de extrañar, ya que ella viene a constituir el sello de la formación literaria de las generaciones hispanoamericanas por ese tiempo: actitud plenamente justificada en la historia.

Dominan la lista, al lado de Lamartine, Chateaubriand y Víctor Hugo, Paul Feval, Alejandro Dumas, padre e hijo; Eugenio Sué, Ponson du Terrail. Pero también encontramos algunos nombres de habla inglesa: Walter Scott, W. Irving, Cooper, Carlos Dickens.

La introducción se realiza en algunos casos en número notable (notable si se considera que aún hoy de muchas obras de nivel universal apenas entran al país una docena de ejemplares o menos por vez). Encontramos en una sola lista 16 ejemplares de QUINTIN DURWARD;10 de LOS TRES MOSQUETEROS; 8 de MEMORIAS DE UN MEDICO.

De la narrativa española solamente hallamos a Cervantes, con el QUIJOTE, pero también con la más farragosa de sus producciones, PERFILES Y SEGISMUNDA (nada menos que 16 ejemplares de ésta en una oportunidad y 20 en otra). Y entre tanta novela una GALERÍA DE PINTURAS, libresco testimonio de incipientes inquietudes artísticas.

Espigando en forma superficial sin excesiva precisión en la lista mayor de importaciones (la efectuada por Capdevila en septiembre del 1863, que es la más cuantiosa que hasta ahora hemos hallado en Archivo) hallamos: (computados por títulos, no por volúmenes)

Novela: 75 títulos.

Poesía: 20 títulos.

Historia: 60 títulos.

Teatro: 6 títulos.

Idiomas: 12 títulos. O sea 173 títulos sobre un total de 429: un 40%.

Medicina e higiene, y afines: 50 títulos.

Geografía y Ciencias Naturales (química, etc.): 12 títulos.

Manuales y técnicas: 12 títulos. En conjunto, 74 títulos científicos y técnicos: un 17%.

Por otra parte encontramos:

Religión: 15 títulos.

Derecho y Moral: 40 títulos.

Filosofía: 5 títulos. O sea 60 títulos sobre el mencionado total: un 15%

El resto de la lista lo forma la miscelánea: viajes, fábulas, recetarios, curiosidades, que indudablemente debieron, junto con la novela, encantar con su lectura a aquellas imaginaciones ávidas de todo lo nuevo, y no preparadas de momento para lecturas más enjundiosas. Entre estos títulos encontramos una curiosa serie de Fisiologías (probablemente psicologías; esta última palabreja aún no circulaba mucho; y hasta bastantes años después Bourget intituló un penetrante libro suyo "Fisiología del amor"). Así anotamos Fisiología del enamorado, del cazador, del sastre, del casado, del soltero, del estudiante, del acreedor, etc. Y no falta algún libro de cocina o de confección de jarabes o golosinas caseras y de otros conocimientos útiles (94).

Concretando; hallamos en esta lista los más diversos aspectos de la literatura profesional de entonces, como de la de entretenimiento: novela, ensayo, poesía, historia, filosofía, en proporciones diferentes; primando lo ficcional; la novela, la poesía y el teatro como conjunto, y la historia, idiomas, etc., o sea las letras, sobre las ciencias. Entre las ciencias, la medicina y las ciencias naturales conforman apreciable porcentaje (un 15%). Aparecen los manuales y libros técnicos como signo inevitable del despertar tecnológico del país y el paso, diverso en andadura pero efectivo, de las artesanías domésticas a técnicas más actualizadas.

El orcentaje de letras, en lo referente a idiomas, específicamente al castellano, podría sugerir escaso interés con respecto a estas disciplinas; pero es preciso tener en cuenta que por entonces funcionaba la Imprenta Nacional surtiendo al público de textos sobre el particular, gramáticas, tanto en rudimentos como in extenso: cuadernillos de gramática (concordancia, ortografía, uso de formas verbales, etc.) y hasta textos de retórica.

Además, entre los libros de ficción y otros de la lista, se encuentran algunos en francés e italiano y hasta en latín.

Un detalle interesante que comentamos aparte, es la aparición relativamente numerosa de libros de didáctica y pedagogía, siempre al uso de la época, por supuesto (entre ellos no figura ya el Emilio del sueño de los cónsules). Véanse algunos títulos: Deberes de los Niños, Libro de las Niñas, Anales de la Juventud, Libro de los Adolescentes, Educación de la Infancia, Instrucción de la Juventud, Libro de los Niños, Educación física de las Niños, Bella Producción para Niñas, Consejos a las Madres, Educación de las Niñas, La Infancia Ilustrada...

Este testimonio libresco es concomitante de otros sobre el interés por la educación popular, característico del Gobierno de Don Carlos, que fue quien echó los cimientos de la nueva enseñanza popular; y después del de su hijo. (En la Imprenta Nacional se imprimieron, como ya sabemos, además de las Cartillas y Catones que entonces formaban todo el arsenal didáctico, libros de lectura como El Amigo de los Niños).

 

En verdad que resta la duda de si los mencionados envíos de libros se hicieron sobre pedidos o no. Lo más probable es que se hicieran de acuerdo con las existencias en las librerías montevideanas de donde al parecer procedieron las principales; pero aún en el caso de no responder a un pedido explícitamente nominal, o que éste debiera remitirse a las existencias, no es menos cierto que el consumo rápido de esos libros, deducido de la pronta formulación de pedidos nuevos, debió tener su efecto en la cultura general, imprimiéndole determinadas direcciones o favoreciendo el desarrollo de latentes inclinaciones.

El considerable rubro representado por la historia parece continuar la huella señalada en las bibliotecas coloniales, no ya como un sustituto de lecturas más peligrosas, sino como una vertiente que no sabemos si llamar psicológica o intelectualmente característica. Unida al Derecho, configura un porcentaje altamente significativo (cerca del 25%).

 

Ya más arriba nos hemos referido a la expansión de las librerías como establecimiento específicamente dedicado a esa función.

Las librerías pagaban patente. (Licencia, se decía entonces). Era la patente comercial más cara de todas, si se exceptúa la de pulpería. Cosa que realmente sorprende si se tiene en cuenta el afán cultural demostrado por Don Carlos, que haría suponer una mayor protección a la entrada de la letra impresa. Más aún cuando sabemos que también la importación de libros estaba gravada; y por cierto que el gravamen era uno de los más elevados en el arancel: el veinte por ciento.

No hay noticias de que se ejerciese censura sobre los libros introducidos o a introducir: aunque el solo hecho de que el aforo se haga en esos casos siempre sobre lista nominal, podría sugerirlo; tanto más cuanto que sabemos que las obras de teatro representadas eran sometidas a esa censura (95). Por otro lado las listas encontradas no contienen, ninguna de ellas, libros heterodoxos de nota; aunque en ellas figuren algunos incluidos en su tiempo en el INDEX, como LOS MISTERIOS DE PARIS, se trata de libros de ficción y no doctrinarios. Hay que confesar que esas listas son morigeradas si se las compara con las noticias que en su tiempo se dieron de libros de la biblioteca de Francia (los desaparecidos de ella).

Como se dijo ya, los libros editados en la Imprenta Nacional se vendían en el mismo local a los particulares interesados; pero una parte de ellos, especialmente los de nivel primario, eran distribuidos gratuitamente en ciertas escuelas: cartillas, catones, catecismos, tablas de contar, etc. (96).

Hay noticia inclusive de que se repartían otros libros como EL AMIGO DE LOS NIÑOS (97) y PRIMA NOCHE DE UN PADRE DE FAMILIA (98), éste preferentemente en las escuelas de "jóvenes insolventes".

Como ya se dijo, los extranjeros que participaron en la tarea de actualización técnica y cultural fueron portadores, casi todos ellos, y como ya sucediera en otras épocas, de bibliotecas más o menos nutridas, cuyo papel positivo es indudable. Comenzando por Bermejo; sabemos que éste se trajo al Paraguay cierto número de libros que le proporcionó su amigo Benito Hortelano, primero, a su paso por Buenos Aires, y que luego, ya en Asunción, aumentó por cauces diversos.

Ya hemos aludido a las bibliotecas técnicas, profesionales o simplemente personales de Whytehead, Stewart, Washburn, etc. Si se ejercía censura sobre estos libros así introducidos, no hay forma de saberlo.

Antes que esto, ya los viajeros que habían ido llegando al Paraguay con el propósito de establecerse por un tiempo más o menos largo, en actividades profesionales diversas, al margen de cualquier contrato de empleo o simplemente como comerciantes, traían consigo en el equipaje pequeñas bibliotecas, conforme a lo más arriba anotado.

Las listas de libros traídos con definido propósito comercial expreso comienzan a aparecer después de 1856. La importancia de esas compras aumenta paulatinamente.

Para 1860 - dice el historiador Fulgencio R. Moreno (99) - "los libros figuran en aforos con una suma casi igual a la de los otros muebles". No hemos podido comprobar este extremo; pero no cabe duda de que la introducción de libros aumentó en forma geométrica a partir de esa fecha. Todavía en 1860 una lista de 70 títulos importada por Capdevila contenía una mayoría abrumadora de libros religiosos. Pero el contenido de las listas que hallamos en adelante se torna aplastantemente laico. La literatura romántica representada mayoritariamente por obras francesas e inglesas, en la novela por lo menos, hace su entrada en masa.

He aquí una lista de los títulos más frecuentes de novelas y afines:

El Hijo del Regente, La Maldición de una Madre, Quintín Durward, Lucía Harding, Angel Pitou, El Caballero de Armental, La Dama de las Camelias, Los Novios, Veinte Años Después, Malvina y Federico, Veladas de San Petersburgo, La Princesa de Amalfi, Bug Jargal, Aminta, Los Viajes del Joven Anacarsis, Oscar y Amanda, Estela, Elisa y Teodoro, Almaida y Rogelio, Ivanhoe, Guy Mannering, Los Tres Mosqueteros, El Vizconde de Bragelonne, Los Puritanos de América, los Sansimonianos, Gil Blas, El Anticuario, Mujer de dos Maridos, Pablo Y Virginia, Los Mohicanos de París, Memorias de un Médico, El collar de la Reina, Atala y René, La Galatea, Fábulas de Fedro, Don Quijote... Persiles y Segismunda, Robinson Crusoe.

PERSILES Y SEGISMUNDA es un caso: de esta farragosa novela se introdujeron, como ya se dijo, de una sola vez, 20 ejemplares,... en otra, 16. Podría, quizá, erigirse en un síntoma de la exacerbación imaginativa y novelera de este público, en las generaciones femeninas sobre todo, tras la abstinencia de emociones compensatorias; o si se quiere, de la ausencia de ventanillas a los más limitados horizontes de la evasión.

En la novela pues, tenemos la saturación de la narración folletinesca francesa.

Poesía: Cienfuegos, Meléndez, Cadalso, Escoiquiz, Iglesias, De Vigny, Moratín, Navarro, Lope de Vega, Garcilaso de la Vega, Virgilio.

Filosofía: PALABRAS DE UN CREYENTE, de Lamennais.

Historia: Cornelio Nepote, Salustio, Quinto Curcio.

Teatro: ORIGENES DEL TEATRO, Teatro de Gorostiza, Byron, Moratín, Martínez de la Rosa, García Gutiérrez. (Nada del teatro español del siglo de Oro, ni de Shakespeare. Este último llegará lustros después de la guerra, "de viva voz" con las compañías de teatro visitantes). De teatro francés, traducido, por supuesto, tuvieron dosis abundante con las mismas compañías citadas de 1858 a 1864.

 

Para 1860 como ya se dijo, encontramos ya negocios, de librerías, alguno inaugurado quizá tiempo antes; unos años llevaba ya funcionando el establecimiento del español Dionisio Lirio. Más tarde aparecieron otras, aunque el conflicto abrió un paréntesis a estas actividades, que se veían florecientes. La lectura sin embargo se había impuesto ya a los ánimos como una necesidad primaria; y así apenas tiene una oportunidad el negocio de libros vuelve a surgir. Quizá la primera librería de pretensiones modernas fue la que en 1869, un poco antes de terminar la guerra, abrió bajo el rótulo "A la ciudad de Berlín" don Enrique Mangels. Librería más tarde de Don Juan Quell; luego de Fischer y Quell; y finalmente "Librería y Papelería Nacional" de Quell y Carrón (100). Pero esto ya es otra historia.

No será menester recordar que librería, entonces como hoy, supone un negocio dedicado con exclusividad a la venta de libros; antes de 1860, los que vendían libros de alguna especie lo hacían en general simultaneando su venta con otros objetos (mercería, ultramarinos, etc.) es decir, como un anejo de negocios más productivos.

De la importancia que en pocos años adquirió el tráfico de libros, puede dar una idea el hecho de que se vendieran libros en francés.

El francés se había convertido en pocos años en un signo o cachet cultural y de buen parecer social, merced principalmente al ejemplo de Elisa Lynch y del Mariscal López. No olvidemos que el francés figuraba entre las asignaturas del Aula de Filosofía, donde era enseñado con entusiasmo por Bermejo. (De ese entusiasmo es reflejo, entre otros hechos, la traducción que Natalicio Talavera, discípulo de aquél, realizó de GRAZIELLA de Lamartine) (101).

La escuela de las señoritas Hermanas Balet; la del Profesor Decluny y otras, contaban entre sus asignaturas principales el francés; se realizaban inclusive recitales en ese idioma en los cuales participaban niñas de las familias más destacadas en esa época. Pero entraban también libros en inglés y alemán, bien que la lectura de éstos quedara ceñida a los límites de las respectivas colonias, y su entrada se realizaba más bien en forma individual y particular. El ingeniero Whytehead fue un gran introductor de libros en inglés para la propia biblioteca y quizá para amigos: Stark, Beckman. El Ingeniero Treuenfeld y otros súbditos alemanes hicieron traer libros en su idioma para propio uso.

Las bibliotecas particulares pues se extendieron en número y en contenido, dando lugar preferentemente a una literatura profana relativamente actualizada, al menos desde el punto de vista de la literatura de ficción (narrativa).

Veamos primero algunas bibliotecas de hombres de iglesia, para apreciar en qué medida introdujo en ellos variaciones la nueva situación.

El Padre Maíz (102) tenía su biblioteca, única propiedad de valía, pues el resto de su ajuar, salvo un par de hebillas de oro para los zapatos, era de ascética modestia.

Conocemos su catalogo, por haberlo realizado la justicia con motivo de su famoso proceso. Componíase esa biblioteca de unos 280 volúmenes: cifra de por sí elocuente. Equivalía a una biblioteca misionera y no de las menos dotadas: igual más o menos a la que en sus tiempos mejores poseyó Francia; con la diferencia de que la de ahora era la biblioteca de un particular, y de un particular de medios modestos. Verdad que era la biblioteca de un estudioso, es decir, de un hombre para quien los libros representaban no sólo una necesidad desde el punto de vista del ejercicio de su profesión, sino también un medio de renovar y acumular conocimientos, por el simple deseo del conocimiento mismo. Director y profesor del Seminario, además, era natural procurase estar lo mejor preparado posible para sus funciones directivas y docentes.

Tratándose de un hombre de iglesia, es lógico sin embargo que la mayoría de sus libros fuesen religiosos: el catálogo lo comprueba. La lista descubre en el Padre Maíz una gran devoción mariana. Los libros que se refieren a María - teológicos, piadosos, poéticos - son relativamente numerosos.

El lote de libros profanos, aunque no copioso, es también testimonio de su vertiente humanística. En él hallamos el consabido TEATRO CRITICO de Feijóo, el TELEMACO, el TRIUNFO DE LOS MARTIRES de Chateaubriand, la HISTORIA ROMANA, y poesías en latín y castellano.

Esta biblioteca pues nos revela en el Padre Maíz un hombre de sensibilidad no común, de inteligencia abierta a lo especulativo como a lo literario y un buen latinista, como tenía que serlo para disfrutar de los poetas latinos en su idioma original. Parte de esta biblioteca, junto con un escritorio que la contenía, llegó a su poder por herencia, con la hijuela correspondiente por muerte de su padre, Juan José Maíz, en 1859 (la lista testamentaria no especifica los libros heredados; pero sí su avaluación; fueron tasados a los efectos del reparto en 13 pesos) (103).

Una biblioteca mucho menor, y en la cual el predominio de lo teológico y doctrinal es absoluto, poesía el Padre José del Carmen Moreno, catedrático del Seminario y comprometido en el mismo proceso con el Padre Maíz.

El Padre Román, compañero luego del Padre Maíz en el tristemente famoso Tribunal de Sangre, poseía también según F. G. Masterman (104) unos 50 volúmenes entre los cuales una obra del Cardenal Wiseman.

 

De notar es en esta época como el prurito cultural se extiende a todos los niveles rebasando el campo del interés puramente profesional. Quizá obrase para ello, aparte el ejemplo del General López, interesado en los buenos libros; la influencia de los jóvenes enviados al exterior a estudiar milicia o técnica o diplomacia y el de los extranjeros llegados al país en la época con misiones distintas o no de las profesionales, como en el caso de Masterman y Treuenfeld.

La lista de los libros dejados a su muerte por el General Elizardo Aquino (hermano de Julián, el Jefe de la Imprenta Nacional) puede dar una idea de lo que en esos tiempos constituía los intereses intelectuales de un soldado. Son unos 50 volúmenes en los cuales alternan los libros de doctrina religiosa y devoción (cuatro) con los específicamente profesionales (diez) los de cultura general) (siete) de historia e idiomas (castellano e inglés; ocho) biografía (cinco) amén de dos de medicina y algún periódico literario artístico.

Otra biblioteca de unos 50 volúmenes cuyos títulos desconocemos, poseía el Mayor Gómez.

 

Quizá en la enumeración de bibliotecas de profesionales laicos debiera corresponder el primer lugar a la que poseyó Don Carlos Antonio López. El hecho de carecer de datos directos sobre su volumen y contenido nos desampara bastante; pero hay indicios que permiten asegurar que fue seguramente la de más copiosa lista y más interesante contenido, entre las privadas y locales.

En los proyectos de construcción y luego mejora de la casa que poseía en Trinidad, leemos que en dicha residencia había una habitación específicamente dedicada a biblioteca. Pero no se ha conservado, que sepamos, catálogo alguno de los libros. Es de suponer que pertenecieran a ella, por ejemplo, los encargados al Brasil y enumerados en el Capitulo. I de esta Tercera Parte.

Tampoco sabemos cuál fuese su destino al morir Don Carlos: si ella se distribuyó entre los hijos, o si pasó integra a manos del Mariscal. Quizá haya que pensar esto último, teniendo en cuenta entre otras cosas, que era, de los tres hermanos, aquel cuyos intereses intelectuales, diversos y extensos, harían más lógica la atribución de una biblioteca de ese carácter.

Más datos existen acerca de la biblioteca de Juan Andrés Gelly, de la cual se afirma que llegó a constar de mas de un millar de volúmenes, parte traídos por él a su regreso del exterior en 1845 y parte adquiridos con posterioridad. Estos libros fueron vendidos en subasta pública a su muerte en 1856 según el Dr. R. Antonio Ramos. Según Centurión (105) Gelly legó parte de ellos al Estado.

Aunque ya en otra parte nos hemos referido a las bibliotecas de profesionales (abogados, médicos) no cabe duda de que la nueva circunstancia favoreció, más aún, impuso la formación, para estos profesionales, de bibliotecas actualizadas y más específicas. Representativas en este aspecto debieron ser las bibliotecas de los médicos extranjeros contratados por el Gobierno a partir de 1848, aunque con más motivos en el caso de los contratados a partir de 1857 (Stewart, Skinner, Rhind, etc.).

 

En 1852 ordenó Don Carlos Antonio López se recogiesen y se trajesen a la capital los libros aún existentes en las bibliotecas de las Reducciones que por esa fecha permanecían bajo dominio nacional (es decir, las ocho situadas en la banda derecha del Paraná) así como las que se conservaban aún en algunas reducciones franciscanas, como la de San Francisco de Asís del Aguaray. En ésta se realizó en 1850 el inventario, que alcanzó a unos 65 volúmenes (106).

En el Archivo Nacional (107) figura la lista de los que formaban en esa fecha la biblioteca de Santa María. Inútil pensar que, dado el tiempo transcurrido desde la salida de los Padres, la lista de los libros permaneciera cuantitativamente la misma que en tiempo de la expulsión jesuítica: es decir, 157 volúmenes. La lista pasada al Gobierno en 1852 sólo presenta 47 volúmenes, es decir, una merma del 70 por ciento. Esta reducción en el número podría resultar en efecto mayor, como veremos más adelante.

En 1817, Francia, al desmantelar las cinco Misiones de la orilla izquierda del Paraná, se trajo consigo en carretas todo lo movilizable perteneciente a esas iglesias, y es de suponer que entre ese material figurasen los libros (aunque las listas de ese material, hechas años después, no mencionan éstos). Esos volúmenes debieron ser depositados en algunas de las Misiones de la orilla derecha, conforme se hizo con otros bienes de los mencionados templos: Santa María de Fe y San Ignacio, por lo que sabemos, fueron dos de las Misiones depositarias en mayor escala de esos bienes en traslado. Si en efecto llegaron allí libros, es claro que el número que aparece en la lista de 1852 resultarla aún más desconsoladoramente revelador de la lenta pero inexorable destrucción de ese patrimonio.

En la misma fecha se trasladaron a Asunción los libros de la biblioteca de Santa Rosa, de los cuales no hay lista nominal. Sólo se menciona el número de libros.

Se ignora el destino que se asignaba a estos volúmenes. Son tres las posibilidades. Ellos pasaron a engrosar la Biblioteca Pública, por entonces abierta; quizá enriquecieron la que debió poseer el Aula de Filosofía, o la del Nuevo Seminario también fundado por Don Carlos. Imposible afirmar nada concreto ya que no hay noticias sobre el particular.

Respecto a la Biblioteca Pública hay pocas noticias. Masterman (108) nos habla de ella. "Casi todos los libros eran teológicos - dice - por lo cual eran poco leídos". Ello resulta lógico si se tiene en cuenta lo anterior, es decir, que esa biblioteca se hubiese surtido con los libros traídos de las Misiones, a los cuales se añadieron seguramente otros procedentes de la biblioteca que se dice fundada por Francia; de la propia biblioteca de éste, en todo o en parte, y quizá también de propiedad de particulares extranjeros fallecidos. Quizá se le añadieron los que conservaba la Tesorería, confiscados o embargados a testamentarias y a reos del Estado (libros de Benítez, de Sertucha, de Juan de Dios Acosta, de Baltasar Morin, etc., o las bibliotecas de las Ordenes secularizadas).

Es de suponer que esa Biblioteca alcanzara un número bastante crecido de volúmenes entre los cuales se hallaban también según testimonio de Archivo, libros manuscritos de distintas materias. Este repositorio, de cuyo enorme interés histórico no cabe dudar, tuvo, como todos los demás pinitos de la actualización nacional en esa época, triste remate. Masterman cuenta cómo muchos volúmenes de la misma fueron destruidos "haciendo de sus páginas material para cohetes y fuegos artificiales". (El mismo afirma "haber visto practicar esa operación sobre una Biblia hebrea y latina").

Es indudable que después de 1865, ausente el gobierno de Asunción, el control sobre ciertas actividades de emergencia no pudo ser demasiado directo. Durante la guerra, se hizo sentir duramente, en efecto, la necesidad de papel; pero la única alusión que en el marco oficial hallamos con respecto a este asunto es la orden que se impartió por el gobierno de arrancar y remitir al Estado, primero, todas las hojas en blanco que se hallasen formando parte de los libros impresos; y luego los papeles impresos o manuscritos de las oficinas (109). La primera medida no llevaba necesariamente ni mucho menos aparejada la destrucción de los volúmenes. La segunda pudo influir mucho en la conservación de material de archivo administrativo, aunque a las posibles interpretaciones acerca del particular dado ya [en] un anterior capítulo, se puede añadir una tercera; que se deseara poner a salvo ese material. Pero aun estaba lejos el desalojo de Asunción por sus pobladores, por lo cual esa interpretación se hace dudosa

Sin embargo, la realidad es que la pérdida masiva de la riqueza bibliográfica fue un resultado directo de la guerra. La mayor parte de ese precioso repertorio se perdió ya quizá durante el largo ataque y subsiguiente toma de Piribebuy por los aliados; allí cayó en manos del enemigo la mayor parte de la impedimenta del Mariscal y muchas pertenencias del Estado como de particulares, entre las cuales se contaban bibliotecas públicas y privadas. "Por todas partes se veían libros" dice un testigo (110).

Parte de esos libros es seguro que pasaran al exterior formando parte del enorme botín que, según noticias, salió para Buenos Aires y el Brasil a bordo de buques diversos. Otra parte fue con toda seguridad destruida por la soldadesca, ignorante entonces y siempre y en todas partes del valor de tales instrumentos culturales. Volúmenes valiosos entre los cuales se habían contado seguramente incunables misioneros; ediciones antiguas preciosas, manuscritos, desaparecieron para siempre en el incendio o fueron llevados al exterior, perdiéndose así irreparablemente, ya que ni siquiera existe constancia en más de un caso de su procedencia en los repositorios en los cuales actualmente podrían hallarse (111).

 

Podemos resumir el contenido de este período desde el ángulo libro-biblioteca como sigue:

I. A partir de 1842, en forma muy lenta primero, progresivamente acelerada luego, vemos producirse el contacto largamente demorado del lector paraguayo con la literatura universal contemporánea.

II. A este acercamiento progresivo concurren circunstancias diversas favorables de las cuales la primordial y básica es la actitud abierta del nuevo gobierno hacia una actualización en todos los órdenes.

III. Ese contacto se produce principalmente, según lo dan a entender los datos (escasísimos antes de 1855, más abundantes luego) a nivel de la literatura de ficción: la novela romántica en sus formas folletinescas sobre todo (no mencionamos el teatro, ya que a éste tuvo acceso principalmente casi exclusivamente a través de la escena, y no del libro; aunque la influencia de las temporadas teatrales en una apertura a la imaginación y la sensibilidad colectivas es indiscutible).

La posibilidad de adquisición libre, y su ulterior frecuentación y conservación, apoyada en una muy antigua y poco extensa, pero no despreciable tradición de estima del libro, halló en los hechos enumerados a lo largo de esta exposición incentivo y estímulo que se reflejaron en la multiplicación de bibliotecas particulares y un lento per efectivo repunte en la diversificación profesional de las mismas. Esta afición, estimulada por reprimidas ansias y una profunda necesidad de apertura al mundo del conocimiento, sufrió los impactos de la guerra, pero en manera alguna fue extirpada. Renació más ávida luego de la guerra y tras unos años de inevitable postración fue el origen de muchas bibliotecas privadas, algunas de las cuales, llegaron a ser realmente importantes, aunque desgraciadamente al fallecimiento de los que las formaron su importancia no se haya impuesto en la dimensión debida a los encargados de conservarlas, y actualmente se hallen, las más, fuera del país.

IV. la guerra 1864-70 interrumpe ese proceso, momentáneamente, ya que si bien corta contactos y suspende temporalmente intereses y posibilidades, no llega a desarraigar el gusto ya adquirido, que encontrará posibilidades mayores - dentro de lo relativo siempre - en la posguerra y años subsiguientes, en que llegarán a formarse elites intelectuales caracterizadas y se hará extensiva la formación de bibliotecas de alto nivel en volumen y contenido.

 

NOTAS

 

1) Y entre los cuales se cuenta el autor (Véase LITERATURA PARAGUAYA EN EL SIGLO XX, Asunción, Editorial Comuneros, tercera edición, 1976).

2) Furlong, P. Guillermo: Bibliotecas Argentinas durante la dominación hispánica, Buenos Aires, 1945.

3) Disposiciones posteriores dejaron sin efecto, aunque tardíamente, esta prohibición.

4) Mención aparte merece la Carta del Obispo Palos, de contenido polémico, ya cuya edición atribuyen algunos el cierre de la imprenta misionera.

5) Torres Revello, citado por Furlong, Biblioteca Argentina durante la dominación hispánica. pág. 20.

6) LA FUENTE MACHAIN: Conquistadores españoles del Río de la Plata. Buenos Aires, 1937.

7) No puede extrañar que, refiriéndose a los pobladores de las ciudades supervivientes, dijera un cronista, ya entrado el siglo XVII que "eran gentes de muy bajos pensamientos".

8) No contamos tampoco los de Schmidel y Staden por haber sido escritos en otro idioma.

9) A.N.A., Vol. 694, Sección Testamentos.

10) FURLONG, Biblioteca Americana durante la dominación hispánica, pág. 24.

11) No hay explicación de estos datos, que sugieren un desequilibrio demográfico de sexos notable.

12) Véase el libro de Olinda Massare de Kostianovsky: LA INSTRUCCION PUBLICA EN EL PARAGUAY.

13) Ver estadísticas de Rosenblat y otras.

14) Obra citada, pág. 8.

15) FURLONG, obra citada, pág. 27.

16) FURLONG, obra citada, pág. 28.

17) FURLONG, citado, 27 a 30.

18) RENGGER y LONGCHAMP: Ensayo histórico sobre la Revolución del Paraguay. Ed. especial precedida de una biografía. etc. Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1883.

19) Cédula Real dada en San Lorenzo el 18 de noviembre de 1784, relativa a las gestiones para la fundación del Colegio de San Carlos en 1776.

20) Lo cual no quiere decir que no pudieron existir ya antes de esa fecha.

21) Hay documentación en el Archivo Nacional, Sección Nueva encuadernación.

22) Véase Josefina PIA: El teatro religioso en el Paraguay.

23) La impresión en guaraní exigía la meticulosa fundición de algunos tipos nuevos; y el manejo de la inédita morfología, una atención que para los talleres europeos debía resultar fatigosa.

24) FURLONG: Biblioteca..., pág. 45.

25) FURLONG: Biblioteca..., pág. 30.

26) FURLONG: Imprentas, T.I., pág. 63.

27) El Segundo de los libros impresos salió sin embargo defectuoso.

28) En la Biblioteca Nacional se conservaba un ejemplar incompleto.

29) Se ha dicho que las viñetas son abiertas en madera. La observación directa de ellas no permite aceptarlo.

30) PLA, Josefina: El Grabado en las Misiones.

31) PLA, Josefina: El Barroco Hispanoguaraní, Asunción, 1975.

32) PLA, Josefina: El grabado en el Paraguay. Asunción, 1965.

33) Noticias recientes parecen dar por cierta la desaparición de este ejemplar incompleto pero precioso, de dicha Biblioteca.

34) Se conservan diseños (copias) realizados sobre modelos de yeso o sobre láminas previas, sorprendentes por la exactitud de la reproducción.

35) FURLONG, Guillermo: Bibliotecas Argentinas bajo la dominación hispánica, pág. 59.

36) De la ciudad de Amberes, hoy Reino de Bélgica.

37) Ver apéndices.

38) FURLONG; Biblioteca..., pág. 57.

39) Se conservan algunas de estas Crónicas y los nombres de algunos cronistas.

40) El presente Catálogo pertenece a la 2ª. parte del período colonial, ya aparecida en ESTUDIOS PARAGUAYOS, vol. VIII, 2.

41) Conservamos en todo lo posible la ortografía del documento original, que fue nuestra fuente para esta descripción.

42) Ver APENDICE correspondiente.

43) TANCREDO y ANDROMACA respectivamente. También se representó en esa ocasión una zarzuela.

44) Particularmente, las fiestas realizadas con motivo de la Independencia.

45) Lista dada por Rengger.

46) Véase capítulo siguiente.

47) De ser valida la tesis de Bray, habría que dudar de la consustanciación con la tierra de otros prohombres decisivos en la historia paraguaya, empezando por Francia y siguiendo por políticos, escritores y artistas de todas las épocas en el Paraguay. Y dejando en ello en blanco trechos enteros de nuestra historia y obras y hombres como el propio Bray. Sería interesante perseguir a través de la historia el papel que en ella han desempeñando los "hijos de gringos" empezando por la política y siguiendo en lo social, en las artes y letras.

48) ANA, volumen 45, sección HISTORIA.

49) ANA, volumen 934, sección TESTAMENTOS.

50) Ver APENDICE final.

51) MASSARE DE KOSTIANOVSKY. Olinda, 2da. edición, 1977. pág 251

52) CONFERENCIA del Dr. Manuel Domínguez (1897) en REVISTA DE INSTRUCCION PRIMARIA.

53) Recuérdase las franquicias otorgadas a la introducción de textos impresos en los primeros años del siglo XIX.

54) El documento original se conserva en la Casa de la Independencia.

55) Manifiesto del 6 de enero de 1812.

56) Ver correspondencia del General López con su padre. ANA. Vol. 1640 Secc. NE.

57) Julio César Chaves, EL SUPREMO DICTADOR.

58) ANA Vol. 774. Sección TESTAMENTOS.

59) MORENO, Fulgencio R. La Ciudad de Asunción, Buenos Aires, 1926. pág. 256.

60) CENTURION, Carlos R. Historia de la Cultura Paraguaya. 1ª edición. Buenos Aires, 1948, Tomo II.

61) No hay sino consultar los censos ganaderos existentes de la época jesuítica y también posteriores (Azara, etc.).

62) Ponemos ídem en tres veces cuando significa tomo en cuarto pasta.

63) Este fue el primer titulo de la obra atribuida a Gelly.

64) Ningún ejemplar, que sepamos, se conserva en el Archivo o Biblioteca Nacional.

65) Carta de Carlos Calvo, 6 de abril de 1863. ANA, volumen 307, sección Historia.

66) Carta de Benítez, 20 de abril de 1863, ANA, volumen 307, sección Historia.

67) En realidad, con fecha anterior, los extranjeros no formaron nunca "colonia" ; sólo grupos aislados, de escasa cohesión.

68) EL SEMANARIO, suelto en el número del 7 de febrero de 1863.

69) Sería interesante estudiar, alguna vez, la influencia que esta larga abstención en materia imaginativa, pudo tener en el tardío despertar de esta forma literaria en el medio, si efectivamente la tuvo.

70) Véase APENDICES.

71) Porter Cornelio Bliss, hijo de un pastor protestante, nacido en la Argentina, explorador en el Gran Chaco, fue un personaje interesante, de relieves vaudevillescos, que salpicó de episodios más o menos cómicos o grotescos la crónica de estos días. Habla largamente de Washburn en su obra El tratado secreto de la Triple Alianza.

72) Lirio era también militar (Coronel). En alguna ocasión, se le encargó planear fortificaciones.

73) El costo fue 27 pesos, por 450 cartillas, a razón de 6 pesos de ciento. ANA, vol. 1319, secc. Nueva Encuadernación.

74) ANA, vol. 1.320 secc. N.E.

75) ANA, vol. 658, secc. N.E.

76) ANA, Volumen 1330. secc. N.E.

77) La autora se hace un deber de anotar aquí su viva gratitud al historiador Sr. Optaciano Franco Vera, quien le ha ayudado con muchos de los precedentes datos.

78) En esa fecha, en poder de Don Carlos; aunque es también posible se tratase de otro ejemplar.

79) Ni tampoco, todavía hoy.

80) Todos ellos en castellano.

81) ANA, Volumen 1503, Sección N.E.

82) Véase colección de LA AURORA, Biblioteca Nacional, Asunción. También PLA, Josefina, HISTORIA DEL GRABADO EN EL PARAGUAY, Asunción, Alcor, 1963.

83) ANA, vol. 2508, sección N.E.

84) SIETE AÑOS DE AVENTURAS EN EL PARAGUAY.

85) CENTURION Carlos R. Historia de la Cultura Paraguaya, tomo I, pág. 300 (segunda edición, 1961)

86) El referido libro (único ejemplar, parece) se halla en el Brasil.

87) En algunos informes de fiestas celebradas en el interior del país se habla de "bustos de S.E." lo cual podría inducir a error, ya que no hay noticias de retratos escultóricos de D. Carlos o su hijo. Por otro lado, vale la pena notar que de esas 300 litografías, ni una sola se ha salvado para la posteridad.

88) ANA, vol. 841, sección N.E.

89) Es justo consignar que en los últimos años del XIX reaparece pujante, en lo que la circunstancia permite, la preocupación editora.

90) No llegó a lograr esa independencia, por ejemplo, en lo que se refiere a textos de filosofía e idiomas (excepto el latín).

91) No se tienen las fechas ni de este Bando, ni de los cuatro impresos precedentes: pero por sus mismos títulos se deduce que su fecha es anterior a 1845; y que fueron impresos en Corrientes.

92) ANA, vol. 809, sección N.E.

93) ANA, volumen 813, sección N.E. (Estos 1.241 volumen corresponden a 429 títulos).

94) Hay también en esas listas un porcentaje bastante crecido de títulos que han resultado imposible de desentrañar en su mayoría (libros de título extranjero) debido a las curiosas, crípticas, versiones que de ellos hizo el escribiente encargado del aforo.

95) El censor en 1863-64 era José Falcón. Hasta fines de 1862 lo había sido Ildefonso Antonio Bermejo.

96) Ver lista de obras impresas en APENDICES, Capitulo II.

97) Primer libro de lectura infantil editado en el país, como ya sabemos.

98) Véase APENDICES.

99) MORENO, Fulgencio R. La Ciudad de Asunción, pagina 277.

100) ORTIZ, José Concepción. Librerías de Asunción, LA OPINION, 14 de mayo 1954.

101) No se han realizado aún las investigaciones necesarias para certificar este extremo: si se trata efectivamente de la traducción de Graziella por Talavera, o de un texto previo.

102) El Padre Maíz, de actuación histórica destacada: fue director del Seminario, preso luego "por conspirador" durante tres años, fue indultado, formó parte del famoso "Tribunal de Sangre" que entendió en los procesos de San Fernando y Pikysyry. Sobrevivió casi medio siglo a la guerra.

103) La tasación de los efectos relictos en general, y entre ellos los libros, era por esos tiempos muy baja. De todos modos, calculemos a 2 reales por volumen, la colección ascendería a unos 50 libros. Es posible que, de contener libros en latín, la tasación fuese aún más baja, y con ello el número de volúmenes habría sido mayor.

104) SIETE AÑOS DE AVENTURAS EN EL PARAGUAY.

105) CENTURION, o.c. pág. 360.

106) ANA., Vol. 1345 Sección N.E.

107) ANA., Vol. 860 Sección N.E.

108) MASTERMAN, o.c.

109) Ya se ha hecho mención de ello anteriormente.

110) DIARIO DEL CONDE D'EU, pág. 172.

111) Esto no se refiere a los documentos que llegaron a instituciones oficiales, y salvados así tuvieron un lugar en ellas, como los 50.000 documentos conservados en el Brasil recientemente devueltos al Paraguay.

 

NOTAS DE LA EDICIÓN DIGITAL

1] Las primeras impresiones "utilizaban también las planchas de madera y de metal para incidir en ellas las ilustraciones y establecieron los distintos tamaños de los libros -folio, cuarto, octavo, duodécimo, 16º, 24º y 32º. Estas designaciones se refieren al número de páginas que se pueden conseguir plegando una gran lámina de papel de la que se suele utilizar en las imprentas. Así, una lámina doblada una sola vez forma dos hojas (o sea, cuatro páginas), y un libro compuesto por páginas de este tamaño se denomina folio. Del mismo modo, una lámina doblada dos veces forma cuatro hojas (ocho páginas), y el libro consiguiente se denominará cuarto, y así sucesivamente. Los editores europeos contemporáneos continúan utilizando esta terminología.

En el original se agregan medidas en milímetros o pulgadas que resultan confusas por lo que las hemos omitido.

2] En el original se lee "Director"

 

 

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La edición digital del libro es gentileza de la

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