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HISTORIOGRAFÍA - CRÓNICAS DE AUTORES PARAGUAYOS

  PARAGUAY Y BRASIL. CRÓNICAS DE SUS CONFLICTOS (Autor: ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH)

PARAGUAY Y BRASIL. CRÓNICAS DE SUS CONFLICTOS (Autor: ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH)

PARAGUAY Y BRASIL
CRÓNICAS DE SUS CONFLICTOS

Autor: ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
Editorial El Lector,
Diseño de Tapa: Ca'avo-Goiriz
Compaginación y Armado de Página:
Fátima Benítez
ISBN: 99925-51-92-5
Asunción – Paraguay
Año 2000.
Edición digital:
BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP).

 

 

 

INDICE DE CONTENIDOS e HIPERVÍNCULOS

(ENLACES A LA EDICIÓN DIGITAL DEL LIBRO EN: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP))


PRESENTACIÓN : AGRADECIMIENTOS/ PRÓLOGO/ INTRODUCCIÓN
 
CAPÍTULO 1. PORTUGAL Y ESPAÑA DESCUBREN EL MUNDO
IMAGEN 1. GRAN PROVINCIA DEL PARAGUAY. PARTE DE "L. AMERIQUE MERIDIONALE" DE HIAILLOT DEL SIGLO XVII. B.N. DE SANTIAGO DE CHILE.
IMAGEN 2. CUADRO QUE REPRESENTA A COLÓN EN EL MONASTERIO DE RÁBIDA.
IMAGEN 3. FIRMA DEL ALMIRANTE CRISTÓBAL COLÓN.
IMAGEN 4. RUTAS ÁRABES DEL OCÉANO INDICO.
IMAGEN 5. RUTAS DEL AVANCE ORIENTAL EN BUSCA DEL MERCADO MEDITERRÁNEO.
IMAGEN 6. ASTROLABIO DE BRONCE DE 1579.
IMAGEN 7. ASTROLABIO DE 1582.
IMAGEN 8. SEVILLA A FINALES DEL SIGLO XVI.
IMAGEN 9. DOCUMENTO DEL TRATADO DE TORDECILLAS.
IMAGEN 10. TRATADO DE PERMUTA DE 1751.
IMAGEN 11. RUINAS DEL FUERTE OLIMPO.
IMAGEN 12. VISTA AÉREA ACTUAL DEL FUERTE COIMBRA.
IMAGEN 13. TERRITORIOS PERDIDOS POR EL PARAGUAY INDEPENDIENTE.
IMAGEN 14. EL RÍO APA, LÍMITE PRETENDIDO POR EL BRASIL.
1. PORTUGAL. LISBOA. PLAYA DE RESTELO
IMAGEN 15. RETRATO DE MARCO POLO.
IMAGEN 16. RETRATO DE EL PRÍNCIPE PORTUGUÉS ENRIQUE "EL NAVEGANTE"
2. LA CASA DE AVIS
3. EL FRENESÍ DE LAS EXPLORACIONES
IMAGEN 17. FUERTE PORTUGUÉS DE SÂO JORGE DA MINA EN ÁFRICA OCCIDENTAL.
4. UNA POTENCIA MARÍTIMA
5. ESPAÑA. EL VIAJE DE COLÓN
6. EL MISTERIOSO CHRISTOPHORO COLOMBO
7. AMÉRICO VESPUCIO Y JUAN DE LA COSA
IMAGEN 18. EMBLEMA DEL NUEVO MUNDO.
8. LA DEMANDA DE PRODUCTOS EXÓTICOS
 
CAPÍTULO 2. LAS CONQUISTAS
1. REACCIÓN DE PORTUGAL Y LA BULA INTERCAETERA
2. LA CASA REAL ESPAÑOLA
IMAGEN 19. RETRATOS DE CARLOS I Y FELIPE II DE LA CASA DE AUSTRIA.
IMAGEN 20. PLACA DE HOMENAJE A ISABEL LA CATÓLICA.
3. EL CATOLICISMO. BASE DE LA UNIDAD DE ESPAÑA
4. LOS AVANCES DE LA ARQUITECTURA NAVAL
5. AMÉRICA Y EL TRATADO DE TORDECILLAS
IMAGEN 21. LÍNEAS DE LOS TRATADOS DE ALCAÇOVAS, BULA INTER CAETERA Y TORDECILLAS.
IMAGEN 22. LÍNEA DEL TRATADO DE TORDECILLAS.
6. EL INSACIABLE DESEO DE CONQUISTAS
IMAGEN 23. MAPA DEL GEÓGRAFO MARTÍN WALDESSEMULLER DONDE APARECE POR PRIMERA VEZ LA DENOMINACIÓN DE "AMÉRICA".
7. UN PASAJE AL MAR DE BALBOA
8. EL VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO
9. EL CAMINO DEL ORO
10. LOS VIAJEROS AL NUEVO MUNDO Y LA FUNDACIÓN DE ASUNCIÓN
IMAGEN 24. CARABELA DEL ADELANTADO DIEGO DE SANABRIA.
 
CAPÍTULO 3. LA COLONIZACIÓN
1. LA COLONIZACIÓN PORTUGUESA
2. LA EXPEDICIÓN DE MARTÍN AFONSO DE SOUZA
3. LA FILOSOFÍA DE LAS COLONIZACIONES
4. LA COLONIZACIÓN ESPAÑOLA
IMAGEN 25. RECOPILACIÓN DE LAS LEYES DE INDIAS.
5. ASENTAMIENTOS ESPAÑOLES
IMAGEN 26. RETRATO DEL CAPITÁN RUIZ DÍAZ DE MELGAREJO, FUNDADOR DE VILLA RICA DEL ESPÍRITU SANTO.
6. EL TRIBUTO INDÍGENA
IMAGEN 27. ÓLEO DE LA CASA DE LA CONTRATACIÓN DE SEVILLA.
7. LA CASA DE LA CONTRATACIÓN. VIRREYES Y AUTORIDADES COLONIALES
8. EL RÉGIMEN DE LAS ENCOMIENDAS
9. UN REINO DE DIOS SOBRE LA TIERRA. "AD MAIOREM DEI GLORIAM"
 
CAPÍTULO 4. LOS DERECHOS JURÍDICOS Y LOS ADQUIRIDOS
1. LAS INCURSIONES BANDEIRANTES
IMAGEN 28. PROVINCIA DEL GUAIRÁ.
2. EL ASEDIO A LAS REDUCCIONES
IMAGEN 29. RUMBOS DE LA EXPANSIÓN BANDEIRANTE.
3. TERRITORIO DE JEREZ (JEREZ ÑU) O EL ITATIN
IMAGEN 30. FRAGMENTO DEL MAPA ELABORADO POR RUY DÍAZ DE GUZMÁN.
4. LA CORRIDA DEL ORO DEL MATO GROSSO
5. POLÍTICA DE LAS BANDEIRAS
6. LA ASUNCIÓN COLONIAL
7. EN TRATADO DE 1750 O DE PERMUTA
IMAGEN 31. PORTADA DEL REGLAMENTO PARA EL COMERCIO DE ESPAÑA A INDIAS.
IMAGEN 32. PORTADA DE LA NOVELA "HISTORIA DE NICOLÁS I. REY DE LOS MAMELUCOS".
8. EL TRATADO DE 1777 Y EL DEMARCADOR DON FÉLIX DE AZARA
 
CAPÍTULO 5. PARAGUAY Y EL CONTINUO ASEDIO
IMAGEN 33. RETRATO DE DON FÉLIX DE AZARA.
1. FÉLIX DE AZARA, ETNÓLOGO, ZOÓLOGO Y GEÓGRAFO
2. LOS TÉRMINOS DE SAN ILDEFONSO Y LOS RÍOS DE LA DISCORDIA
3. EL ALTO PARAGUAY Y EL IGATIMI
4. LA COLONIZACIÓN DEL NORTE
IMAGEN 34. CROQUIS DEL SISTEMA HIDROGRÁFICO DEL ALTO PARAGUAY.
5. FUERTES Y FORTINES
6. LA INDEPENDENCIA Y LOS PRIMEROS GOBIERNOS REPUBLICANOS
7. LA DICTADURA DEL DOCTOR FRANCIA
8. EL PRESIDENTE CARLOS ANTONIO LÓPEZ
IMAGEN 35. RETRATO DE CARLOS A. LÓPEZ.
9. MISIONES NO TAN AMISTOSAS
 
CAPÍTULO 6. EL PILLAJE FINAL
1. LA DIPLOMACIA DE LOS CAÑONES
2. LA ESCUADRA DE FERREIRA DE OLIVEIRA
3. ESTÉRILES CONVERSACIONES. LA ARROLLADORA POLÍTICA BRASILEÑA
4. NUBES NEGRAS DE TORMENTA
IMAGEN 36. RETRATOS DEL MARISCAL FRANCISCO S. LÓPEZ, PUBLICADOS POR LA PRENSA EUROPEA.
5. DE PADRE A HIJO
6. LA VORÁGINE DEL PLATA
IMAGEN 37. RETRATO DE PEDRO DE ALCÁNTARA, PEDRO II, EMPERADOR DEL BRASIL.
7. EL TRATADO SECRETO DE LA TRIPLE ALIANZA
8. HOLOCAUSTO Y REORGANIZACIÓN
IMAGEN 38. MILITARES BRASILEÑOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN MONUMENTO CONMEMORATIVO EN LA LÍNEA DE LOS HITOS DEMARCATORIOS DE LOS LÍMITES ESTABLECIDOS POR EL TRATADO DE 1872.
9. LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS
 
APÉNDICE DOCUMENTAL
DOCUMENTO 1. CUENCA HIDROGRÁFICA DE LOS RÍOS PARAGUAY Y PARANÁ.
DOCUMENTO 2. COMUNICACIÓN DEL GOBERNADOR DON LÁZARO DE RIVERA AL COMANDANTE DE LA VILLA REAL DE CONCEPCIÓN.
DOCUMENTO 3. COMUNICACIÓN DEL COMANDANTE DEL FUERTE BORBÓN (OLIMPO) AL CORONEL JOSÉ DE ESPÍNOLA EN LA VILLA REAL. 5 DE MARZO DE 1803.
DOCUMENTO 4. COMUNICACIÓN DEL FUERTE BORBÓN A VILLA REAL. 26 DE AGOSTO DE 1804.
DOCUMENTO 5. INSTRUCCIONES DEL GOBERNADOR DON LÁZARO DE RIBERA AL COMANDANTE DE VILLA REAL DE CONCEPCIÓN EL 29 DE OCTUBRE DE 1804.
DOCUMENTO 6. DISPOSICIONES DEL PRESIDENTE CARLOS ANTONIO LÓPEZ SUSCRITAS EL 28 DE OCTUBRE DE 1847.
DOCUMENTO 7. COMUNICACIÓN DEL GENERAL FRANCISCO S. LÓPEZ AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE FECHA 6 DE ENERO DE 1846.
DOCUMENTO 8. TEXTO DEL TRATADO LOIZAGA - COTEGIPE DE 1872
 
BIBLIOGRAFÍA.

 

///

 

"La primera capitulación concedida a don Pedro de Mendoza, el 21 de mayo de 1534, llevaba implícita la fundamental finalidad de defender el dominio español hasta la Línea de Tordesillas, contra las pretensiones de Portugal de introducirse en las minas del Perú.
Para cumplir ese propósito, se creó un nuevo dominio territorial de desmesurados linderos sin sujeción a ningún criterio geográfico, amontonándose bajo el mismo mando, el llano y la selva, la montaña y el desierto, la costa del mar y el corazón del continente, el frío y el calor, la pradera fértil y la estepa árida, minas sin vegetación y vegetación sin metales, ríos navegables y torrentes indomables, la más variada gama de factores naturales, adversos o favorables a la habitación humana, propicios o enemigos de todo intento de vida superior y civilizada.
Nada menos favorable para cualquier proceso de creación y unificación nacional que esta monstruosa y dislocada geografía".
Efraim Cardozo ("El Paraguay colonial")
 
 
Deseo expresar mi gratitud a las siguientes personas:
Doctor Roberto Quevedo, presidente de la Academia Paraguaya de la Historia y prologuista de esta obra. Su erudita orientación y ponderado juicio me han ayudado a interpretar hechos de nuestro pasado colonial.
Un reconocimiento especial a los doctores Julio Rafael Contreras, Milda Rivarola y Margarita Prieto Yegros, por su valiosa colaboración. Sus apreciaciones han sido muy útiles y beneficiosas.
El arquitecto Eligio Torres Ligier y el artista plástico Luis Cogliolo han logrado plasmar cabalmente en sus diseños para la tapa, mi intención de reunir en un gráfico a los componentes del asedio al indígena.
No podía dejar de mencionar la colaboración técnica de mis amigos Miguel Angel González Ardissone, César Bordón y el doctor Carlos Heilborn para desentrañar mis complejos problemas con la informática.
El talento de la señora María del Carmen Cabrera de Rubiani en la preparación de las ilustraciones ha sido de resaltante valor.
Al doctor Helio Vera, reconocida figura de nuestro medio intelectual, y al profesor Julio Rafael Contreras, eminente científico residente en la ciudad de Pilar, mis agradecimientos muy sinceros por haber accedido a la presentación de este libro.
A mis hijos Alfredo Boccia Paz y Rocío Galiano, en quienes me apoyo constantemente en busca del cariñoso estímulo.
A Martha, por sus correcciones de redacción, su paciencia y su amor.
Homenaje a mi primer maestro de juventud en los lejanos años de 1947, el eminente político e historiador doctor Carlos Pastore.
Un recuerdo a don Gerardo Boccia, mi abuelo romántico y emprendedor, quien dejara la Italia de sus mayores para hallar en el Paraguay el amor y quizá la felicidad.
 
 
PRÓLOGO :
La mayoría de nuestros autores y lectores en general están conscientes de la vigencia y realidad de las actuales relaciones paraguayo-brasileñas. Para mejorar y acrecentar el conocimiento de dichas vinculaciones y hacer que las mismas se tornen más positivas, es necesario tener en cuenta el aspecto pretérito de las mismas desde los siglos XVI al XX.
El libro del doctor Alfredo Boccia viene a llenar suficientemente este desconocimiento histórico, tan común en nuestro medio. Antes del año de haber publicado su primer libro de historia en el que nos contó la vida en el Paraguay del naturalista francés Amado Bompland, ya nos presenta esta nueva obra titulada "Paraguay y Brasil. Crónica de sus conflictos". Ello no significa que su trabajo haya sido realizado en forma apresurada. Creemos lo contrario, es una obra estudiada y pensada pacientemente, que desde años estuvo elucubrándose en la mente de nuestro autor.
Este nos cuenta en forma ágil y amena los antecedentes históricos de Portugal y España y sus empresas marítimas que las convirtieron en potencias europeas desde el siglo XV. En el caso de Portugal, el tesón y la fuerza de la casa de Avis, que estimula y jerarquiza a sus hombres. Castilla, con el fin de la casa de Trastámara y la nueva dinastía de los Austrias españoles, se ve obligada a internacionalizarse en el mundo europeo y a administrar la rica e inmensa herencia del Nuevo Mundo, que irá conquistando, tal como Portugal lo hace con el Brasil.
Así Alfredo Boccia describe la conquista. Desde el inicio del descubrimiento del Río de la Plata comienza la rivalidad entre las dos coronas, de acuerdo a los derechos impuestos por el Papa romano hacia finales del siglo XV.
Muy buena su descripción del surgimiento del Paraguay en su camino hacia la tan deseada Sierra del Plata. Pasa revista a los tratados de límites en la segunda mitad del siglo XVIII, y las fricciones de los gobiernos de la "República del Paraguay" con el Imperio de los Braganza, llegando a la vorágine de la guerra y la felonía del Tratado de la Triple Alianza. Finaliza memorando la disputa sobre la firma del Tratado de Itaipú y la construcción de la represa hidroeléctrica mayor del mundo.
El Doctor Boccia nació en Bella Vista, Departamento del Amambay frontera norte con el Brasil el 19 de julio de 1927. Cursó sus estudios secundarios en los Colegios San José y Goethe de Asunción, y se doctoró en Odontología en la Universidad de Montevideo, Uruguay. Paralelamente al ejercicio profesional, en los últimos veinticinco años se dedicó a difundir la historia nacional y sudamericana.
Algunos de sus trabajos: "Historia de la Guerra del Setenta en la frontera norte" (audiovisual); "Historia gráfica de Bella Vista desde su fundación" (audiovisual); "Formación de la Identidad paraguaya"; "Conquista y fundación de Asunción" y su reciente libro mencionado, "Amado Bompland. Caraí Arandú".
La presente obra está apoyada en una extensa bibliografía de acuerdo al apéndice. Destacamos el conocimiento del autor de la bibliografía brasileña, tan escasa y desconocida en la mayoría de nuestros escritores. Repetimos que toda la historia está escrita en forma amena y sencilla, que la hace útil tanto para lectores comunes como de especialistas.
Hallamos en la primera parte cierta influencia del brasileño Eduardo Bueno, buen "jornalista" como excelente escritor, quien también se apoya en una bibliografía lusitana de primer orden.
ROBERTO QUEVEDO, Asunción, julio de 2000
 
 
INTRODUCCIÓN : Relegados a los conocimientos de los libros de historia de la juventud, perdura aún en nuestra memoria, el recuerdo de aquellas lecciones que hablaban de la Gran Provincia del Paraguay. Extasiados y llenos de orgullo, oíamos hablar de la vastedad y riquezas de tan preciada posesión que abarcaba más de la mitad de la América del Sur.
¿Podemos hoy los paraguayos, munidos de conocimientos históricos fragmentados y a veces tendenciosos, explicarnos cómo fue posible que nuestra nación, con el mismo nombre de la gran provincia de otrora, se haya convertido en un pequeño país enclavado en el corazón del continente, alejado del mar y sometido a los caprichos de poderosos vecinos?
El propósito de esta obra no es otro que el de intentar, sin grandes pretensiones, liberarnos de informaciones convencionales y conocer la sucesión de hechos y circunstancias que condujeron al incontenible encogimiento de nuestra geografía y a la sangrienta y heroica historia de nuestra patria. Es necesario acompañar, paso a paso, el deterioro y la decadencia de la potestad colonial española y consiguientemente, interpretar los complejos mecanismos geopolíticos que arrastraron a los países del Plata a la desvastadora Guerra de la Triple Alianza.
Nos anima la esperanza que esta investigación sea de utilidad para reflexionar sobre los errores que permitieron perpetuar los crónicos problemas de límites del Paraguay. La inacción y la falta de celo en el cuidado de nuestras fronteras han sido causantes que en ambas guerras internacionales los adversarios del Paraguay hayan enarbolado la doctrina del "Uti Possidetis". Reclamamos el territorio de Jerez cuando hacía un siglo estaba siendo ocupado por los portugueses y bregamos por nuestras fronteras chaqueñas, allende el Parapití, después de haber permitido asentamientos bolivianos por más de cincuenta años. Enfrentamos con añejos documentos jurídicos los derechos adquiridos por la posesión de facto de nuestros territorios.
La historia de nuestra patria es rica en enseñanzas.
Es hora que tan amargas experiencias nos muestren el camino del futuro.
ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

 

 

Imagen 1. Gran Provincia del Paraguay. "L. Amerique Meridionale" Parte del mapa colonial de Hiaillot del Siglo XVII.  Biblioteca Nacional de Santiago de Chile.

 

 

CAPITULO 5

PARAGUAY Y EL CONTINUO ASEDIO

 

 

1. FÉLIX DE AZARA, ETNÓLOGO, ZOÓLOGO Y GEÓGRAFO

 

Don Félix nació en Burbuñales, Huesca, el 18 de mayo de 1742 y es considerado uno de los más brillantes naturalistas que visitaron el Río de la Plata. Su preparación académica la realizó en la Universidad de Huesca y luego eligió la carrera de las armas. Las academias militares españolas impartían enseñanza de alto contenido científico y profesional que permitían desarrollar una completa formación intelectual, muy nutrida de conocimientos generales y matemáticos. Egresó como oficial de infantería e ingeniero delineador de los ejércitos nacionales, plazas y fronteras. En 1780 fue designado comisario demarcador por la Corte de Madrid y asignado al Cuerpo de Marina con el grado de teniente coronel de ingenieros. En 1781 embarcó como capitán de fragata en Lisboa, en un buque portugués pues España estaba en guerra con Inglaterra.

Asunción había sido designada como asiento de las Partidas de demarcación con el Brasil. En dicha ciudad esperaban en vano los demarcadores de España para iniciar los trabajos de trazado y ubicación de los límites. El mismo Azara consigna en su trascendental obra "Geografía física y esférica" la siguiente narración:  "Llegué a Asunción, capital del Paraguay, donde supe que no había portugueses ni noticias de ellos, por cuyo motivo no quise afrontar cosa alguna ni hacer el menor costo, porque además yo sospechaba con bastante fundamento que dichos portugueses tardarían en llegar, y aunque en consecuencia mi demora en Paraguay sería dilatada no se me había dado instrucción para este caso y me vi precisado a meditar sobre la elección de algún objeto que ocupase mi detención con utilidad. Desde luego vi que lo que convenía a mi profesión y circunstancias era acopiar elementos para hacer una buena carta sin omitir lo que pudiese ilustrar la geografía física, la historia natural de las aves y los cuadrúpedos y finalmente lo que pudiera conducir al perfecto conocimiento del país y sus habitantes."

Un estudioso de la obra de Azara, don Víctor Arenzana Hernández, catedrático de Matemáticas del Instituto de Estudios Superiores "Félix de Azara" de España, agrega "Como su misión oficial era esperar a los portugueses, mucho de los viajes que realizó para conocer el país los hizo a escondidas y a sus propias expensas. Muchas veces pedía permiso al virrey para viajar él y sus acompañantes con excusas. En estos viajes escondía los aparatos de medida para no levantar sospechas. Cada día a mediodía observaba la latitud del sol y durante la noche la determinaba por las estrellas. Jamás viajó sin su aparato de reflexión de Halley y un horizonte artificial. En los viajes llevaba baratijas y alcohol para atraerse a los indios, un escaso equipaje y una escasa intendencia, por lo que, en sus largas expediciones, tenía que someterse a dietas de carne asada. Completaba los datos obtenidos en las expediciones con datos de archivo, pero como los archivos estaban muy desordenados conseguía poca información".

Detenido en estas regiones, se propuso levantar un mapa del Paraguay que concluyó en trece años de trabajosa investigación, contando con el sustento del conocimiento de las modernas técnicas de estudio de la geografía y las informaciones de los padres de las reducciones jesuíticas. Visitó las tierras del río Ibicuí, preocupándose por las posibilidades de colonización de las mismas. Fundó la villa de San Gabriel y con ello aseguró el dominio español en más de sesenta leguas de costas marítimas incultas y a punto de caer en manos portuguesas.

Azara se ocupó en cumplir las órdenes de reconocer las fronteras del sur y expulsar a los portugueses allí establecidos. Hizo un levantamiento de los puertos del Plata ante el peligro de un eventual asedio de los ingleses, ávidos de apropiarse de estas colonias. En el desempeño de sus trabajos encontró gran oposición de las autoridades españolas, quienes celosas de su prestigio hicieron todo lo posible para impedir el envío de sus materiales y su regreso a Europa.

Don Félix volvió a España en 1801 con el título de brigadier del ejército y dos años más tarde fue nombrado miembro del Consejo de Generales, dedicado a las cuestiones indianas. Al fin de la larga jornada se retiró a su pueblo natal donde falleció el 26 de octubre de 1821.

La obra naturalista de Azara quedó recogida en tres libros fundamentales: "Viajes por la América Meridional", editado en París en 1809; "Apuntamientos para la Historia Natural de los páxaros del Paraguay y del Río de la Plata", terminado en 1796 y publicado en 1802 y "Apuntamientos para la Historia Natural de los cuadrúpedos del Paraguay y del Río de la Plata" que consiguió completar al final de su estancia en América. Escribió además "Diario de navegación del Tebicuari", "Memoria rural del Río de la Plata", "Límite del Paraguay", "Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata", publicada esta última en Madrid en 1847.

Su extraordinario aporte no fue evaluado a cabalidad en su época. El material de observación natural científicamente clasificado fue un valioso legado para la comunidad y sus estudios sobre las mutaciones, las leyes de herencia y la teoría creacionista, recibirían años más tarde, franca aprobación de los científicos mendelianos.

Azara recibió en vida grandes honores de las sociedades científicas de Europa y fue acogido con admiración en el Museo Español de Historia Natural.

 

2. LOS TÉRMINOS DE SAN ILDEFONSO Y LOS RÍOS DE LA DISCORDIA

 

Los límites entre las posesiones americanas de España y Portugal se fijaron en atención a meras descripciones, singular método, en virtud de referirse a las más vastas fronteras geográficas del mundo conocido. Los artículos del Tratado del tercero al décimo, inclusive, trazan la extensa frontera por vertientes y montañas, siguiendo los cursos de los ríos, dejando los eslabones de unión donde estos límites naturales faltaban, al resultado de investigaciones de comisionados que ambos convinieron nombrar.

El artículo IX del tratado enunciaba: "Desde la boca o entrada del Ygurei seguirá la raya aguas arriba de éste, hasta su origen principal; y desde él se tirará una línea recta por lo más alto del terreno con arreglo a lo pactado en el artículo VI (del Tratado de 1750) hasta hallar la cabecera o vertiente principal del río más vecino a dicha línea, que desagua en el Paraguay por su ribera oriental, que tal vez será el que llaman Corrientes" (54). El tratado asignaba a España el control de todo el curso del río Paraguay hasta el Naurú, pero los portugueses ignorando las cláusulas, fundaron sobre sus riberas los fuertes de Coimbra y Albuquerque.

Después de permanecer nueve años en el Paraguay, el comisionado español Azara volvió a Madrid, dejando insolubles los puntos más delicados de su misión, los referidos a la identificación geográfica de los ríos mencionados en el acuerdo y la demarcación final de las fronteras con las posesiones portuguesas. Aunque la línea no fue formalmente establecida y los límites naturales eran de carácter bien visible y permanente dejando poca razón para discusiones. Los geógrafos portugueses continuaron, sin embargo, reclamando mayores extensiones de territorio, como si desconocieran lo expresado en los artículos suscriptos en 1777.

El Paraguay y el Brasil, según el tratado, estarían separados por los ríos Yguazu, Paraná, Ygurei, Corrientes, Paraguay y Jaurú, pero era casi imposible hacer valederas las poco conocidas denominaciones geográficas. La ambigüedad de sus términos, la referencia a regiones desiertas y poco exploradas y la confusión en la toponimia de los ríos dificultaban arribar a arreglos de mutua conveniencia sin el esfuerzo combinado de ambas naciones europeas.

El punto de fricción más grave se centraba en la posesión de las zonas del Alto Paraguay y el Igatimi. La nominación y el reconocimiento de los misteriosos ríos Ygurei y Corrientes, significaban de hecho la incorporación a uno de los bandos, de extensas y ricas zonas de yerbales y praderas vecinas a dichas corrientes de agua. Las discusiones se referían a la identificación del río Ygurei, que para los portugueses sería el actual Igatimi y para los españoles, el Ivinheima. El desconocido Corrientes sería, para los portugueses el Jejuí, el Ypane o el Apa y para los españoles, el río Blanco, a los 20 grados de latitud. Estaban confrontadas en ese puntodos irreductibles pretensiones.

La confusa información de los mapas de la época darían lugar a exageradas interpretaciones, al punto que en 1783, los portugueses insistían en identificar el Ygurei con el río Jejuí, lo que equivalía a desmembrar un tercio de la zona oriental del Paraguay y la cesión de los ricos yerbales del Mbaracayú.

La posición del comisionado demarcador Azara y la del gobernador Joaquín de Alos coincidían en que el citado río era el Ivinheima, cuya contravertiente era el Mboteteí, afluente del río Paraguay. Pero una vez más, la negligente conducta y la indiferencia de virreyes, gobernadores y funcionarios reales, impidieron el esclarecimiento del difícil problema del río Corrientes, de cuya suerte pendía el futuro del territorio de Jerez, incuestionable propiedad de España pero ocupada de hecho por los portugueses.

La navegación del río Paraguay fue siempre motivo de acalorados litigios. Pese a que esta importante vía de comunicación estaba asegurada en exclusividad a los españoles, éstos permitieron el establecimiento del fuerte de Nueva Coimbra en 1773 y en 1778 el de Albuquerque, un poco al norte de la desembocadura del río Mboteteí, con el pretexto de defender la navegación del acoso de los piratas payagua.

 

3. EL ALTO PARAGUAY Y EL IGATIMI

 

Con la llegada de los Borbones al trono español soplaron vientos de cambios en el Río de la Plata. Al separarse la región del yugo del Virreinato de Lima y producirse la apertura del puerto de Buenos Aires, se aguardaban con ansiedad medidas políticas y económicas que ayudaran a reflotar de las penurias y el ahogo a las olvidadas colonias ibéricas. El primer virrey del Río de la Plata fue don Pedro de Ceballos.

La provincia del Paraguay se había beneficiado con el satisfactorio desempeño de sus últimos gobernadores coloniales. Estos asumieron con mayor vigor el repoblamiento de las casi desiertas tierras del interior y la protección de las fronteras contra indios hostiles y portugueses codiciosos. Los pobladores habían recibido una herencia de problemas sin solución que se resumían a la angustiante falta de medios y la indefinición de los límites fronterizos.

Estos fueron los gobernantes: Agustín Fernando de Pinedo (1772-1778), Pedro Melo de Portugal (1778-1787), Joaquín Alos y Bru (1787-1796), Lázaro de Ribera (1796-1805) y Bernardo de Velazco (1806-1811).

A mediados del siglo XVIII, los portugueses hacían uso regular de sus caminos trazados en los territorios españoles de Jerez e Igatimí. En 1757, alegando la necesidad de asegurar la comunicación con Cuyabá, el portugués Barros erigió una fortificación en las costas del río Igatimí. El gobernador de Asunción Morphi protestó por esta irrupción, pero Barros se negó a abandonar su asentamiento. Había un particular interés en mantener bajo control lusitano todas las vertientes de los ríos subsidiarios del río Paraguay. La navegación del río Ypané estaba dentro de sus planes y siguieron consolidando los derechos de ocupación que les venían dando resultados tan beneficiosos.

Morphi solicitó ayuda a Buenos Aires y Lima para expulsar a los invasores. La Corona temía que se repitieran episodios de rebeldía como la Revolución Comunera, y en consecuencia mantuvo a esta colonia siempre escasa de armas y tropas. Solamente en el gobierno de Agustín de Pinedo los portugueses de Igatimí, fueron expulsados de la región. En un célebre "Memorial al Rey" el gobernador Pinedo imploraba a la Corte urgente ayuda para las apremiantes necesidades de la provincia.

No se había logrado mantener bajo completo control al norte del Paraguay y la escasa o ninguna vigilancia, la irrupción de indígenas levantiscos y los aventureros provenientes del Brasil habían convertido a la exuberante región en una franja incierta y sin garantías. Los sueños de fundar una ciudad al norte del río Apa para consolidar la autonomía española no se habían hecho realidad.

Cuando se veía llegar el ocaso del poder del imperio jesuita en la Provincia del Paraguay, las misiones franciscanas conseguían sin embargo mantenerse activas. En la región del Pan de Azúcar sobre el río Paraguay, a la altura de la boca del río Apa, desarrollaron una activa vida misional. En la margen derecha del río Paraguay, a dos leguas de la ribera chaqueña, habían fundado una reducción de indios guana dirigida por el franciscano Francisco Xavier Barzola y en la margen izquierda, cerca del Apa estaban reducidos los mbaya en la misión de Itapucú Guazú, bajo la dirección del célebre misionero padre Miguel Méndez. Años después, en 1772, los padres Sotelo y Bartoli, se ocupaban de una reducción de indios layana.

Los mbaya de la parcialidad apacachodegodegi, habían migrado desde el Chaco en los años 1670 a las costas del río Apa, incursionando hasta el Ypane y el Jejui (55). Desde allí, estos indóciles indios serían los autores de múltiples ataques contra los blancos de la región y se hallarían en constante discordia con otras etnias que habitualmente aparecían por esas campiñas. Inicialmente, trataron de entrar en arreglos amistosos con los españoles; el cacique "Lorenzo mbayá" acordó un efímero acuerdo de paz en Asunción en 1759, que junto a otras tentativas de pacificación, dieron lugar a que se acordara con ellos el establecimiento de las misiones religiosas de la región.

 

4. LA COLONIZACIÓN DEL NORTE

 

En el año 1760 el gobernador español Saint Just, convencido de la necesidad de imponer algún orden en la zona ocupada por los mbayá y en un intento de reforzar la comprometida autonomía española, autorizó a los jesuitas a fundar una reducción en las costa del río Ypane a los 23 º 30" de latitud. Los padres José Sánchez y José Martín Mantilla se establecieron allí en 1760 y la misión recibió el nombre de Nuestra Señora de Belén.

La presencia de la reducción de Belén fue insuficiente para detener el asedio de los portugueses, quienes contaban con el auxilio de los indios mbayá, ganados a su favor a cambio de armas y caballos. Sus incursiones llegaban hasta muy al sur de la provincia. Con el pretexto de sujetar a los payaguá sometían a todo el norte del Paraguay oriental a sus tropelías, con asaltos y secuestros de bienes y personas. La osadía de los atacantes y la ausencia de vigilancia del gobierno provincial permitían a estas huestes corsarias llegar hasta las cercanías de Villa Curuguaty. El padre Méndez había insistido ante el Cabildo de Asunción sobre la imperiosa necesidad de establecer una posición fortificada entre los ríos Apa y Jejui.

El Cabildo acordó dotar a la región de los refuerzos solicitados y ordenó la fundación de una villa sobre el río Paraguay, en las proximidades de la desembocadura del río Apa, con la intención de controlar la navegación del río Paraguay y someter a los intrusos que invadían el territorio. Se habrían de respetar las normas dispuestas por las antiguas "Ordenanzas de población", para trazar las bases de un asiento permanente de gentes.

El gobernador en persona, don Agustín Fernando de Pinedo, comandó la expedición que partió con la intención de escoger un lugar al norte de la boca del Apa. La misión no se pudo concretar, porque a medio camino, por razones no bien conocidas, se procedió al desembarco en las costas del río Ypané. Algunos cronistas afirman que el gobernador obró así debido a la presión de sus oficiales ávidos de apropiarse de las ricas praderas vecinas al río Aquidabán. Llegados al pueblo de Belén, allí convinieron en fundar la villa a orillas de río Paraguay a pocos leguas al norte del Ypané.

Marcharon los expedicionarios hacia el punto indicado y una vez elegido el lugar, el gobernador Pinedo, el 25 de mayo de 1773, procedió a la ceremonia de fundación del fuerte y villa que recibió el nombre de Villa Real de la Concepción (56).

La nueva villa se convertiría en contrafuerte español contra los embates enemigos. Mucho costó a los sufridos habitantes que las autoridades coloniales comprendieran que la única frontera valedera era la frontera humana. No habían aprendido de la experiencia portuguesa, maestros en usurpación de territorios posteriormente vindicados por los derechos de ocupación.

Trazada la ciudad y cumplidos los trámites de rigor, se procedió a la adjudicación de las primeras parcelas de tierras a militares y funcionarios españoles o paraguayos que habían acompañado a la flotilla de Pinedo, en la fundación de la villa. Esta medida de escoger ocupantes militares tenía sentido, porque las amenazas de los invasores persistían y los flamantes terratenientes se obligaban a colaborar con la defensa territorial, ya que tenían una doble responsabilidad: trabajo y protección de la tierra.

Los establecimientos originales estaban asentados en las orillas del río Aquidabán, donde se constituyeron en una barrera defensiva contra la entrada de indios y portugueses.

Desde el momento en que la Villa de Concepción concedió seguridad y confianza a sus habitantes, se dio inicio a la colonización de sus valiosas tierras. La distribución de áreas para la explotación ganadera y de la yerba mate se hizo mediante el otorgamiento de mercedes reales, que consistían en la concesión graciosa por parte del gobierno, de parcelas de tierra que los adjudicados se obligaban a colonizar. A fines de siglo ya se habían concedido en esa zona más de cincuenta mercedes reales, basadas en el principio jurídico de la enfiteusis (57). Las tierras otorgadas se convirtieron en estancias ganaderas de plena producción y los adjudicados se ocuparon en poco tiempo de regularizar la posesión de las mismas, procediéndose a la delimitación de las propiedades, alineamiento y mensura, de acuerdo a las normas indicadas en el plano de colonización del gobierno ejercido entonces por don Joaquín de Alos y Bru.

El puerto de Concepción sería el embarcadero de toda la yerba mate producida en los montes de Mbaracayu y Amambay. La población estaba consolidada y la potestad española asegurada en toda la región del Aquidabán. Entre el río Apa y la villa de Concepción existía más de medio centenar de estancias con cincuenta mil cabezas de ganado en total.

Otras poblaciones fueron fundadas: Tevegó al norte de Concepción sobre el río Paraguay, Ntra. Sra. de Loreto en el lugar conocido como Paraje Yuí y Ntra. Sra. del Rosario de Horqueta en Arroyo Caré, todas en la zona de influencia de la Villa Real (58).

Concepción obtuvo su condición oficial de Villa luego del movimiento libertario de 1811, cuando se creó el Cabildo de la ciudad.

 

5. FUERTES Y FORTINES

 

 

CROQUIS DEL SISTEMA HIDROGRÁFICO DEL ALTO PARAGUAY,

en el que se observa la desembocadura del RÍO BLANCO.

 

Las estancias y yerbales continuaban siendo víctimas de las incursiones mbayá. Los indígenas de otras etnias vivían en interminables reyertas, creando un estado de desasosiego en las fuentes de trabajo de la región, al extremo de producir el éxodo de los trabajadores hacia zonas más tranquilas. El estado de inseguridad era aprovechado por estas tribus para proceder al saqueo de los obrajes y estancias. Estos eran los montaraces o monteses, (caiguá) y los tacuatí de las zonas vecinas a Amambay y al río Ypane.

Los trabajos de investigación realizados por Félix de Azara y Juan Francisco Aguirre comprobaron "in situ" la enormidad de los territorios españoles perdidos. Los comisarios apremiaron a la Corona a poner fin a esta negligente conducta y reclamaron el refuerzo de las fronteras por donde penetraban libremente los enemigos. Estaba comprobado que los portugueses no respetaban pactos. Lo habían demostrado con la fundación de Coimbra y Albuquerque.

Las reales ordenanzas de junio y de octubre de 1791 mandaban establecer guardias o puestos de tropa para contener la arremetida de los portugueses. El gobernador Joaquín Alos y Bru dispuso la fundación del fuerte Borbón, enviando al efecto al coronel José Antonio Zavala y Delgadillo, quien erigió la fortificación, plantando en la margen del río el estandarte real. Se trataba de una ligera empalizada ubicada en las faldas de unos montes elevados, con excelente visión del río. Este puesto, con el auxilio permanente de tropas de Concepción, se constituyó en el principal apoyo de la defensa de la frontera norte.

En 1794, Joaquín de Alos ordenó la erección de un fuerte sobre el río Apa, con el objeto de detener las agresiones mbayá y portuguesas. Don Lázaro de Ribera ordenó, por razones de abastecimiento y mejor servicio, el traslado de la fortificación de San Carlos del Apa al lugar donde se hallan actualmente sus ruinas. El fuerte fue objeto de reedificaciones y mejoras por los gobiernos posteriores y se constituyó, al igual que Borbón, en un baluarte para la defensa territorial. Hasta bien entrado el siglo XIX, San Carlos seguiría sometida al castigo de indios bravíos, pero había cumplido su cometido de impedir la entrada de fuerzas lusitanas acantonadas en el fuerte de Miranda, que amenazaban controlar el río Paraguay.

Cuando habían fracasado todas las negociaciones con los mbayá y estos continuaron su plan de tropelías y robos, las autoridades del Paraguay masacraron en fuertes y sangrientas batidas armadas a centenares de indígenas, en 1796. Esta medida produjo el abandono de éstos de las tierras vecinas a la Villa y su mudanza al norte del río Apa.

Los portugueses alentaron las aventuras de los indios. Tenían el propósito de importunar la colonización paraguaya en el sur del Apa, por la codicia que les despertaba la región. La alianza mbayá - portuguesa era altamente provechosa para ambos bandos. Los luso-brasileños recibían de los indios el ganado robado en las estancias paraguayas a cambio de armas y suministros; con este comercio los lusitanos se aseguraban el abastecimiento de carne para sus tropas y usaban a los indígenas como elementos de vanguardia en sus invasiones.

El gobierno de Asunción se vio impulsado en 1797 a despachar una expedición punitiva a cargo del coronel José de Espínola. Esta tropa partió de Concepción, cruzó el río Apa y penetrando en los campos de Jerez, llegó hasta las costas del río Blanco. El resultado fue una gran dispersión de los grupos de indios y un alivio temporal de sus operaciones.

Estas dificultades con los naturales, alentados por el apoyo portugués, impidieron que prosperara la colonización de las tierras al norte del Apa, por los habitantes de Villa Concepción. La región, apetecida también por los oficiales y habitantes de la Villa, era motivo de permanentes reivindicaciones diplomáticas de España, pero los portugueses no declinaban sus pretendidos derechos de ocupación y propiedad.

Los gobernadores españoles no accedieron a las solicitudes de los colonos de establecerse al norte del río Apa, consintiendo así a la pérdida del territorio comprendido entre el Apa y el río Blanco. Los intentos diplomáticos de los gobiernos posteriores no hallarían sustento, justamente por la falta de ocupación efectiva. Entre tanto los portugueses seguían poblando y fundando fuertes en la seguridad de hacer valedera la pretendida frontera sobre el río Apa.

En 1801, el rey de España declaró la guerra a Portugal. Ordenó a sus colonias "defender con las armas toda la línea de fronteras con el enemigo y prohibir el comercio, trato y comunicación entre españoles y portugueses" (59). En atención a estas órdenes, el gobernador Lázaro de Ribera dispuso el refuerzo de la guarnición de Borbón y con la ayuda del capitán Juan Manuel Gamarra y José Montiel, ambos vecinos de Concepción, comandó una expedición armada contra el fuerte de Coimbra, que resultó un completo fracaso (60).

Terminaba el siglo sin variantes. Los avances de los mbayá persistían. Esporádicas o muy seguidas, sus incursiones amenazaban a la propia Villa; sus ocupantes debieron buscar auxilio más al sur, con el consiguiente trastorno a la economía regional por desarticular el proceso de colonización. El comandante de Concepción Carlos Genovés informaba del "pobre desarrollo de la Villa, cuya población sufría privaciones debido a la inestabilidad producida por los asedios relatados y la fuerte contribución que se imponía a sus escasos habitantes para el mantenimiento de las milicias de la frontera" (61).

En 1803, el Imperio construía el nuevo fuerte de Coimbra y el fuerte de Miranda adquiría condición de villa.

 

5. LA INDEPENDENCIA Y LOS PRIMEROS GOBIERNOS REPUBLICANOS

 

La Primera Junta Superior Gubernativa de junio de 1811, institución que debía encaminar la nueva nación paraguaya por los senderos de la libertad, se encontró con una arcaica organización pública, plagada de vicios y prerrogativas y con la seguridad muy comprometida de su menguada geografía, mutilada por la enconada malquerencia de sus grandes y poderosos vecinos.

La historia del periodo colonial se puede resumir en una sucesión de episodios marcados por la pobreza de medios y el desinterés o abandono por parte de la corona española. Asunción alejada de los centros del poder, Lima y Charcas, y en virtud de las magras rentas aportadas por la colonia a la hacienda pública, no era merecedora de mayores favores reales. Las afligentes y crónicas necesidades del gobierno provincial se agravaban por las querellas internas, las continuas guerras contra los indios que por dos siglos desangraron el presupuesto, las incursiones portuguesas y la prestación obligatoria del servicio de milicias que era solventada por los criollos paraguayos.

Esta penosa condición despertó en el ciudadano un sentimiento de reprobación y desconfianza, no sólo contra el arrogante español, dueño de las tierras y el poder, sino contra todo ser extraño a sus usos y costumbres. Estas tradiciones milenarias pudieron perpetuarse en la población paraguaya por hallarse poco expuesta a las influencias culturales foráneas. La condición mediterránea de su país le permitió permanecer fiel a sus principios espirituales que se traducían en el amor a su tierra, a su idioma y a su núcleo familiar.

El sentimiento nacional se desarrolló con fuerza arrobadora. Así se explican el desprendimiento y el coraje de estos mestizos que causarían el asombro del mundo, ante las privaciones y penas que le depararían los trágicos capítulos de la defensa de su nueva nación.

La Primera Junta Superior Gubernativa que suplantó en el poder al último gobernador colonial don Bernardo de Velazco, asumió el compromiso de consolidar la estabilidad de la provincia liberada de sus yugos coloniales. Había que encontrar, de inmediato, los medios y las personas más adecuadas para el difícil logro de esta utopía. Buenos Aires no aceptaba la desmembración de su provincia rebelde y el reino portugués, instalado en Río de Janeiro desde 1808, veía con buenos ojos la desarticulación del Virreinato del Río de la Plata, pero sin cejar en sus intentos de avanzar sobre los territorios fronterizos.

Desde el preciso momento que llegaron al fuerte brasileño de Miranda las noticias de la revolución emancipadora del 14 de mayo contra el gobierno colonial del Paraguay, hubo en las fronteras del norte una marcada actividad de unidades militares con la evidente intención de aprovechar la incertidumbre que se vivía en Asunción.

Estaba concordada la libre navegación de los portugueses por el río Paraguay hasta río Apa, en tanto que españoles tenían licencia de remontar el río hasta el Naurú (62). En precaución al avance de los inquietos vecinos, la Junta Superior dispuso la prohibición de la bajada de los portugueses hasta Concepción.

Mientras ocurrían los primeros cambios políticos y el panorama de la nueva nación se desarrollaba en medio de tensiones entre los diversos grupos revolucionarios, un contingente enviado desde el fuerte de Coimbra procedió a ocupar la posición paraguaya de Borbón (actual Fuerte Olimpo). Los invasores fueron alentados por el coronel español Pedro Gracia, comandante de la guarnición de San Pedro de Ycuamandiyú quien había huido en dirección al Brasil durante los sucesos de mayo.

El gobierno de Asunción despachó a don Fernando de la Mora, al mando de una expedición armada, con el encargo de rescatar el fuerte. Entre tanto, el comandante de Concepción Juan Manuel Gamarra negociaba con el oficial portugués Antonio José Rodrigues la desocupación pacífica de Borbón. El brasileño alegaba haber recibido ordenes de su comandante en Mato Grosso de ocupar la posición, ante el abandono de la tropa paraguaya que se había mudado a Peña Hermosa, hostigada por el hambre y la indiada amenazante. Correspondió al capitán Juan de Echagüe recibir el fuerte, al producirse el retiro de las fuerzas portuguesas.

 

7. LA DICTADURA DEL DOCTOR JOSÉ GASPAR DE FRANCIA

 

Una de las premisas que distinguieron al gobierno francista fue la intransigente defensa de las fronteras de la República. El dictador Francia comprendía cabalmente las necesidades perentorias del momento y se había propuesto defender dos posiciones irreductibles: la frontera norte en el río Blanco y el reconocimiento de la independencia del Paraguay. Ese fue el marco en el que centralizó la rigurosa disciplina de sus actividades de gobierno hasta el fin de sus días.

En 1818 prohibió todo comercio y comunicación con el exterior y en 1819, decretó el cierre definitivo de todas las fronteras de la patria. Los motivos que le movieron a tomar tan drástica determinación fueron: la amenaza de invasión de las provincias anarquizadas del sur, la falta de reconocimiento de la independencia, la alianza portuguesa con los indios alborotadores del norte para perpetrar incursiones y por último, la infiltración de gente civil y militar ingresados como mercaderes que hacían espionaje del sistema defensivo.

Ordenó en consecuencia la defensa militar de la línea del Apa y la veda total a las operaciones de comercio entre los fuertes de Borbón y Coimbra y entre Concepción y los portugueses de Miranda. Condicionaba toda negociación con los brasileños al previo reconocimiento de la independencia nacional y a la solución de la cuestión de límites, de cuya indeterminación acusaba a los representantes del Imperio.

Dejó como única posibilidad de intercambio de productos con Brasil a un controlado mercadeo por el fuerte de Itapúa con San Borja, sobre el río Uruguay, medio por el que se proveía de herramientas de hierro, pólvora y otros suministros, en trueque de yerba mate, tabaco y otros productos nacionales. Todas estas transacciones se hacían bajo la personal supervisión del dictador, al extremo de ocuparse él mismo de la selección de mercaderías, la verificación de muestras y la aceptación de precios de las mismas. Sus delegados carecían del mínimo poder de decisión, eran apenas "ojos y oídos de rey".

Procedió a la incautación de todas las tierras de las abandonadas estancias jesuitas y otras de propiedad de extranjeros que fueron expropiadas por el estado. Las organizó en un severo régimen de producción que alcanzó grandes beneficios: eran las "estancias de la patria".

Francia llevó a cabo un ensayo de gobierno autárquico con economía dirigida, que trajo como resultado el incremento de la producción agrícola y ganadera. Logró una sociedad igualitaria, autosuficiente en sus necesidades básicas, pero sin el menor atisbo de libertad ciudadana ni desarrollo cultural. El paraguayo acataba las ordenes del Carai guazú con la seguridad de tener en el gobierno a un "ser sin exemplar".

En 1817, los portugueses habían anexado la Banda Oriental y en 1822, se había declarado la independencia del Brasil de la corte portuguesa. Rosas continuaba proclamando que el Paraguay era provincia argentina y los impertinentes disturbios fronterizos con artiguistas y correntinos no le habían causado a Francia más que alguna irritación pasajera. El rumbo que había impreso a la nueva nación debería hallar sus metas: el reconocimiento como república soberana y el respeto a su autonomía.

Es muy fácil comprender el grado de disgusto que ocasionaban al gobierno paraguayo, la presencia de extranjeros y muy especialmente, las incursiones de indios mbayá estimuladas por los brasileños de Mato Grosso a quienes acusaba de apañar los atropellos a los bienes de la república y de ser los virtuales causantes del continuo y costoso apresto militar a que se obligaba el estado con el fin de contenerlos.

El Dictador consiguió finalmente llegar a un acuerdo de paz con el cacique Calapamí, jefe mbayá. Como era costumbre en estos naturales, el cacique no cumplió con sus promesas de sujeción y el dictador años después lograría someterlo a prisión.

Don José Gaspar de Francia había mantenido la clausura total de sus fronteras. Nadie entraba ni salía sin su consentimiento. Sorpresivamente el dictador fue informado por su delegado de Itapúa, de la presencia de un personaje proveniente de San Borja, de nombre Antonio Manoel Correa da Camara, quien deslumbraba por su vistosa vestimenta y ostentaba blasones imperiales. Se trataba del segundo visconde de Pelotas, que munido de credenciales, solicitaba audiencia al dictador para presentarse en carácter de Cónsul y Agente comercial del Imperio. Francia, interesado en establecer relaciones con la corte del Janeiro, a la que pretendía reclamar indemnización por los daños sufridos en las estancias del norte, concedió la venia para recibirlo en la Casa de Gobierno.

El historiador paraguayo R. Antonio Ramos da a conocer en su obra "Política del Brasil en el Paraguay", el siguiente documento: 

"Siendo conveniente a los intereses de este Imperio que Su Majestad el Emperador tenga un Cónsul brasileño en el Paraguay, he resuelto nombrar en este país y territorios adyacentes, al Sargento Mayor Antonio Manuel Correa da Cámara, persona en quien mucho confía y de quien también espera que promoverá con eficiencia la buena armonía felizmente existente entre el Paraguay y el Imperio. El mismo va provisto de la competente Carta Patente que presentará a V.E.

Ruego a V.E. recibirle en ese carácter, en la inteligencia de que S.M. el Emperador también mandaría recibir y admitir a los Cónsules que ese gobierno juzgue conveniente nombrar para los puertos del Brasil, siguiéndose en todo con la práctica adoptada entre las Naciones civilizadas y amigas.

Con este motivo, tengo la mayor satisfacción de expresar a V.S. las protestas de mi particular aprecio y distinguida consideración con que soy.

De V.E. muy cierto y seguro servidor.

Luiz Jose de Carvalho e Mello                 

Palacio de Rio de Janeiro, 1º de Agosto de 1824.

Ilmº. Y Excmº. S.or Gobernador del Paraguay"

No quedó satisfecho el Dictador con la documentación que le exhibiera el locuaz parlamentario, de quien no pudo obtener más que meras promesas de interceder ante el emperador para atender las solicitudes paraguayas (63). Así terminó, con poca gloria, el primer coloquio diplomático en el Paraguay francista. Cámara retornó al Brasil sin resultados concretos y años después volvería al Paraguay en un segundo intento. Francia lo retuvo en Itapúa por largos meses sin permitirle avanzar, hasta el día en que fue invitado a retirarse del país (64). En 1839, el presidente de la provincia de Mato Grosso Augusto Leverger llegó a Asunción desde Cuyabá y acordó con el dictador un acuerdo de paz y ayuda de armamentos.

En sus últimos años de vida y como persistiera la angustiante discordia con los indios, Francia dispuso el establecimiento de guardias, presidios y fuertes a lo largo de la ribera del río Paraguay, para salvaguardar las propiedades contra los atropellos de los indios guaicurú y payaguá. En la zona norte ordenó el refuerzo de las dotaciones del fuerte Borbón, ahora denominado Olimpo, el abastecimiento regular del fuerte de San Carlos, y el establecimiento de una serie de fortines escalonados a lo largo del Apa, desde la confluencia con el Paraguay hasta más arriba del encuentro de las aguas del arroyo Estrella, siendo los pasos de San Carlos, Bella Vista y Estrella los puntos mejor defendidos.

 

8. EL PRESIDENTE CARLOS ANTONIO LÓPEZ

 

Tenía don Carlos la energía de Francia, pero no estaba dotado de la sagacidad política necesaria para sobrellevar los difíciles problemas diplomáticos que se presentarían a la República en su largo mandato. Recibió un país tranquilizado, libre de los politiqueros insolentes y violentos de las provincias de abajo, con las finanzas saludables, sin deudas, con una producción generosa de frutos de la tierra, aguardando con ansiedad la apertura del comercio exterior y un pequeño ejército, pobre y mal pertrechado. Era heredero del poder supremo del que se había revestido su antecesor. Supo el patriarca componer y estructurar la completa organización mercantil, social y diplomática necesarias para convertir al Paraguay en una nación consolidada, con leyes y autoridades competentes.

El presidente López asumió en carácter de cónsul en 1840 y tuvo que enfrentarse de inmediato a los males crónicos de las fronteras. La zona en litigio entre el río Blanco y el Apa seguía siendo la piedra de la discordia. El Imperio del Brasil, dirigido por Pedro I desde 1835, pretendía imponer a cualquier costo la libre navegación del río Paraguay en toda su extensión. Le era indispensable el libre tránsito para el transporte de suministros a la alejada provincia del Mato Grosso y ese punto de reclamación brasileña fue tenazmente rechazado por el gobierno paraguayo. El gobierno se mantenía inconmovible en su posición de no otorgar ventajas, antes de que fueran atendidas sus pretensiones: el reconocimiento de la soberanía y la delimitación de fronteras sobre el río Blanco.

El Congreso de 1844 sancionó una Constitución que recibió el nombre de "Ley que establece la administración política de la República Paraguaya". Proclamado por el Congreso primer Presidente de la República, López se dedicó de lleno a la solución de las materias de mayor urgencia como las relaciones con Buenos Aires.

Don Carlos logró acordar con Rosas un acuerdo amistoso de neutralidad, comercio y navegación, sin entrar en temas más delicados como la soberanía paraguaya. Este contacto con Buenos Aires fue suficiente para que la corte de los Braganza se decidiera a enviar a Asunción a un plenipotenciario. El fantasma de la recomposición del Virreinato del Río de la Plata era una constante inquietud para la diplomacia brasileña.

El Paraguay comenzaba a sacar provecho de la política diplomática conocida después como "pendular". Don José Antonio Pimenta Bueno fue enviado como representante del Imperio. En setiembre de 1844 procedió al reconocimiento oficial de la independencia y ajustó un tratado de alianza defensiva, cuidándose de no generar dificultades con los susceptibles vecinos del Plata. Don Carlos aceptó con agrado las promisorias palabras del emperador: reconocimiento, ayuda y defensa eran noticias siempre bien recibidas. Pero es posible que tanta magnanimidad haya sugerido al enérgico presidente alguna íntima sospecha.

El acuerdo con Rosas tuvo otras derivaciones. Los unitarios de Corrientes no aceptaron la relación de López con Rosas y dieron comienzo a una campaña de hostilidad que se hizo flagrante con el apresamiento de buques paraguayos a su paso por ese puerto.. Don Carlos pudo contornar la tormenta y firmar con los correntinos un tratado de navegación, que una vez conocido en Buenos Aires despertó las iras de Rosas. Este dispuso el bloqueo del Río de la Plata a los barcos paraguayos y prosiguió con su campaña de amenazas contra la integridad del territorio y su presidente.

Era interés del Brasil, no sólo mantener la independencia paraguaya, sino lograr de los gobiernos de Francia e Inglaterra la aprobación de esta medida. Para ese efecto, el Imperio resolvió enviar ante las cortes de Londres y París, como comisionado especial, a Miguel Calmón de Pin de Almeida, visconde de Abrantes, quien escribía lo siguiente: "El gobierno imperial juzga que es su deber, y deber que no puede prescindir, mantener la independencia e integridad del Estado Oriental del Uruguay y contribuir para que la República del Paraguay continúe siendo libre e independiente. Juzga también que, siendo la independencia de esas dos repúblicas de interés general, es forzoso adoptar medidas que tengan por objeto contener al Gobierno de Buenos Aires dentro de sus límites marcados por el derecho de gentes y hacer frustráneos (sic) sus proyectos ambiciosos" (65).

No había cesado el asedio de los indios maleantes que asolaban los campos del Apa. En 1844, los mbayá terenoe llegaron hasta el Aquidaban Nigüi. Fuerte Olimpo se hallaba de contínuo acosado por movedizas e inquietas turbas de mbayá caduveo que mantenían los alrededores del fuerte en constante peligro. Don Carlos ordenó la fundación de cuatro fortines en varios puntos de la frontera: Apa tuyá (Estrella), Gavilán cue, Ybyruguá y Apadesgracia (66). En 1850, mantenía en actividad los fortines de Rinconada, Bella Vista, Estrella o Apa tuyá y Confluencia. Los mbaya provenientes de Miranda atacaron y destruyeron la posición de Arrecife sobre el Apa a diez leguas de San Carlos (67). En el año 1854, Don Carlos había conseguido reforzar estos puestos de frontera, creando el fuerte Quiensabe entre Bella Vista y Tacurupyta (68).

 

9. MISIONES NO TAN AMISTOSAS

 

Don Carlos envió en 1847 en misión diplomática a Rio de Janeiro a don Juan Andrés Gelly (1790-1856), destacado hombre público con gran conocimiento de los problemas políticos del Plata. Gelly debía gestionar ante Pedro II la ratificación del Tratado de Alianza de 1844 acordado por Pimenta Bueno, la solución de límites y la compra de armas. No obtuvo el resultado esperado; una de las razones era la Revolución Farroupilha que asoló el Río Grande y que se extendió de 1835 a 1845, y la otra, el temor de entrar en conflictos con Rosas por la entrega de armas al Paraguay.

Requerido por el gobierno imperial a presentar sus propuestas para la discusión se los límites, Gelly adoptó una posición intermedia de conciliación ofreciendo la neutralización de las tierras entre el Blanco y el Apa y dando en cesión parte de la provincia de Misiones que Paraguay terminaba de ocupar. El embajador argentino Tomás Guido interfirió la misión de Gelly, obteniendo que se obstaculizara la llegada de armas conseguidas a mucho costo por el enviado paraguayo. Fracasadas sus tentativas, Gelly retornó a Asunción (69) .

El gobierno paraguayo se hallaba envuelto en desagradables e irritantes querellas con los Estados Unidos por los conflictos generados por el ciudadano Edward August Hopkins. La interminable contienda con Rosas y los correntinos parecía no tener fin. Don Carlos fue informado, que los brasileños, atentos a las situaciones de riesgo por las que pasaba el país, avanzaron sobre los territorios en litigio, al sur del río Blanco y fundaron en el Pan de Azúcar (Fecho dos Morros) una fortificación. López comunicó su disgusto a Pedro Alcantara Bellegarde, encargado de negocios del Brasil. Ante la negativa del comandante del fuerte a abandonar la posición, se ordenó a las fuerzas apostadas en Concepción que lo atacaran. Así procedieron, obteniendo en lucha armada la rendición de sus ocupantes.

Si bien Brasil era favorable a la independencia del Paraguay, evitaba a toda costa un conflicto con Rosas, declarado enemigo de la emancipación de una de las provincias del antiguo virreinato. Al poco tiempo de los incidentes relatados, el gobierno imperial resolvió cambiar de política e iniciar un franco acercamiento al Paraguay. El nuevo canciller brasileño en Buenos Aires, Visconde de Uruguay, había resuelto enfrentar a Rosas.

El 25 de diciembre de 1850, se firmó un Tratado llamado de Alianza defensiva entre el ministro de relaciones Benito Varela y el representante imperial Pedro D·Alcántara Bellagarde. En sus diez y siete artículos el tratado estipulaba que ambas naciones se comprometían a prestarse mutuo socorro en caso de un eventual ataque de la Confederación Argentina. "En el nombre de la Santísima e Indivisible Trinidad. Su Excelencia el Presidente de la República del Paraguay y Su Magestad el Emperador del Brasil, deseando concurrir con todos los medios a su alcance para la paz, y la tranquilidad del Sur de la América meridional que solamente puede ser asegurada por la conservación del statu quo de las nacionalidades que la ocupan, y preservar las naciones que dirigen contra cualquier tentativa para alcanzar su independencia, invadir su territorio o destruir su integridad, y entendiendo que la alianza de los dos países y la unión de sus fuerzas es el medio más poderoso y eficaz para conseguir un fin tan justo, y que en nada ofende los derechos de los otros Estados coterráneos, concordaron en celebrar un tratado de alianza defensiva....." (70) .

Don Carlos Antonio López, receloso como siempre de la política imperial, ratificó el tratado el 22 de Abril de 1851. En todas estas demostraciones de amistad, no se mencionó para nada el tema de las tierras en litigio al norte del Apa.

El Paraguay había sorteado con regular fortuna los inconvenientes que surgían a lo largo de los años. La República se desarrollaba rápidamente y alcanzaba niveles envidiables de progreso material y militar. En 1853 se firmaron tratados con representantes de Estados Unidos, Francia, Cerdeña e Inglaterra, en los que se reconocía la soberanía de la nueva nación y se declaraba abierto al comercio internacional al río Paraguay (71).

Estaban finiquitadas las discordias con los vecinos del sur, con la caída de Rosas después de ser batido en Caseros. El nuevo presidente argentino Juan José de Urquiza dispuso el inmediato reconocimiento de la independencia paraguaya consignado en el célebre Tratado Derqui-Varela el 17 de julio de 1852.

Era un gran triunfo para el gobierno paraguayo, pero el astuto Urquiza cobraría tan señalado favor a sus amigos de Asunción. Un arreglo de límites entre la Confederación argentina y el Paraguay establecía los nuevos límites de la frontera sur. El Paraguay desistía de sus derechos sobre la provincia de Misiones, conservaba el Chaco, codiciado de antaño por Argentina y declaraba zona neutral la franja comprendida entre el Pilcomayo y el Bermejo. Don Carlos perdía de un plumazo a las Misiones que con tanta pasión defendiera su antecesor el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia.

Resueltos los problemas con Buenos Aires, los cuestionamientos se trasladaron al norte, en el ámbito de las relaciones Río de Janeiro y Asunción. El problema de fronteras y la libre navegación se tornaron puntos sensibles de fricción. El Paraguay declaraba que consentiría en liberar el río a los buques brasileños, siempre que éstos concedieran el reconocimiento de sus derechos territoriales.

Existía en Brasil un sentimiento de hostilidad, especialmente en la prensa y en el Senado sobre la obstinada pretensión paraguaya de llegar al río Blanco, amparada por el antiguo tratado de 1777. Don Carlos no podía ceder el río sin retribuciones y éste era su único instrumento de presión. Clamaba en el senado brasileño el político Paulino José Soares de Souza en 1833: "Somente a guerra podería, nâo desatar, mas evitar esas dificuldades" (72).

 

NOTAS AL FINAL

54- Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica, Vol. 63, fls.165 y siguientes

55- Susnik, Branislava, "El indio colonial del Paraguay", Asunción, 1971. Tomo III.

56- Azara, Felix de, "Memorias sobre el estado rural del Río de la Plata y otros informes". Madrid, 1896

57- En el Bajo Imperio, y probablemente desde el siglo III, los emperadores tomaron por costumbre alquilar sus tierras incultas a perpetuidad a un largo término, con la obligación por el colono de cultivarlas y plantarlas, de donde viene el nombre de "agri emphyteuticarii". También esta práctica fue seguida por los grandes propietarios. A pesar de la perpetuidad se trataba de un arriendo. (Petit, Eugene, "Tratado Elemental de Derecho Romano" Ed. 1975, Albatros, B. Aires.)

58- Ferrer de Arréllaga, Renée. Ibidem

59- Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación Vol. 3396, febrero de 1801

60- Idem, Vol. 3405, agosto de 1801

61- Idem, Vol. 3403, 30 de octubre de 1801

62- Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica, Vol. 218, N. 8, Fl. 11

63- Boccia Romañach, Alfredo, "Amado Bonpland. Caraí Arandú", Asunción, Edit. El Lector, 1999

64- "Por fin yo me alegro que se vaya ese maula que tengo bien conocido". (Francia al delegado Ramírez. Archivo Nacional de Asunción, Vol 69, enero de 1826)

65- Escurra Medrano, "La independencia del Paraguay", reproducido en "El Comercio del Plata" del 23 de julio de 1846

66- Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica, Vol. 256, N. 12, fl. 2

67- Idem, Vol. 296, N. 7, fl. 106

68- Idem, Vol. 368, T. 1, fl. 879

69- Misión de Gelly. Octubre del 1848 a abril del 1849. Gelly fue el primer representante del Paraguay en Río de Janeiro. Consiguió con el ministro de Asuntos Extranjeros de la Corte, Visconde de Olinda, autorización para contratar oficiales brasileros que servirían como instructores en Asunción, al igual que un préstamo de cuatro contos de Reis para compra de armas, (dos mil sables y dos mil fusiles). El dinero fue otorgado por el banquero Mauá, pero el envío no se concretó por alegatos de última hora sobre los riesgos que tal envío podrían ocasionar en caso de caer en manos de los insurgentes. Había estallado en esos días la insurrección de Pernanbuco de 1848. (Datos extraídos de la nota de Gelly al presidente Carlos Antonio López de 1850. Archivo Nacional de Asunción, Vol. 292, N. 24).

70- "Colección de Tratados. Históricos y Vigentes", Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Asunción, 1934

71- Nota de Don José Falcón, secretario de Estado de Relaciones Exteriores al gobierno de Gran Bretaña, referente a la navegación. El 3 de octubre de 1854, Don Carlos prohibió la navegación a naves de guerra y en otro decreto de 1855 autorizó la entrada de dichas naves, siempre y cuando los gobiernos a que pertenecen, hayan signado tratados de comercio o que tuvieran agentes diplomáticos en Asunción, como en el caso de Francia, Gran Bretaña y Cerdeña.

72- Public Record Office, Foreing Office, citado en "Expansión brasileña" de Moniz Bandeira, Op. Cit.

 

 

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