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HISTORIOGRAFÍA - CRÓNICAS DE AUTORES PARAGUAYOS

  DESCRIPCIÓN HISTÓRICA DE LA ANTIGUA PROVINCIA DEL PARAGUAY (Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS)

DESCRIPCIÓN HISTÓRICA DE LA ANTIGUA PROVINCIA DEL PARAGUAY (Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS)

DESCRIPCIÓN HISTÓRICA DE LA ANTIGUA PROVINCIA DEL PARAGUAY.

Autor: MARIANO ANTONIO MOLAS

(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com)

Prefacio y notas de OSCAR FERREIRO
Tercera edición,
EDICIONES NIZZA
Asunción - Paraguay, 1957.

Versión digital (pdf):

BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY

 

 

INDICE:
ACLARACIÓN
INTRODUCCIÓN
CARTA-INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN
I. DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA
II. POBLACIÓN Y PUEBLOS. CLIMA Y OROGRAFÍA
III. LA LUCHA CON EL INDIO
IV. AGRICULTURA Y ALIMENTACIÓN
V. LA DICTADURA
VI. MADERAS Y YERBA-MATE
VII. COMERCIO EXTERIOR
VIII. LA FAUNA
IX. LA INDEPENDENCIA
X. EL CONGRESO DEL 24 DE JULIO
XI. PARAGUARÍ Y TACUARÍ
XII. NEGOCIACIÓN BELGRANO - CABAÑAS
XIII. LA REVOLUCIÓN DEL 14 Y 15 DE MAYO
XIV. EL CONGRESO DEL 17 DE JUNIO
XV. LA NOTA DEL 20 DE JULIO A BUENOS AIRES


 
ACLARACIÓN
Damos esta edición respetando la versión original del libro de Molas, publicada en 1868 en la ciudad de Buenos Aires.
Para facilitar la lectura hemos dividido la obra en quince capítulos, colocando asimismo algunos subtítulos.
Suprimimos el apéndice de la edición original que trae documentos que han sido publicados en muchas obras. Respecto al "Clamor de un Paraguayo", por muchas razones, creemos que no pertenece a Molas.
Don Angel Justiniano Carranza en sus notas a Molas ha incurrido en bastantes errores e inexactitudes. Las salvamos bajo el acápite de: notas de la tercera edición.


 
INTRODUCCIÓN
Se da hoy a la estampa una nueva edición de la Descripción de la Antigua Provincia del Paraguay, la única obra nacional que ha quedado del período dictatorial 1814-1840.
Su autor, Mariano Antonio Molas, nació en Asunción el 5 de setiembre de 1780. Sus padres fueron Pedro José Molas y María Ursula de la Costa. Hizo sus primeros estudios en esta ciudad y en la de Buenos Aires a donde se trasladó muy joven. Allí se incorporó al importante estudio del doctor Juan José Castelli. Regresó al país en vísperas de los sucesos de Mayo.
Amigo y compañero de los jefes de la revolución del 14 y 15 de mayo unió a ellos su destino. En el congreso del 17 de junio tuvo actuación brillante; fue en dicha asamblea vocero de los patriotas. Propugnó la constitución de la Primera Junta, lanzó la idea de la confederación y sostuvo "que cualquier americano de nacimiento pudiere ocupar cargos públicos en el Paraguay". Su voto fue compartido por la casi unanimidad de los representantes.
Fue amigo político del Dr. Francia y actuó a su lado de 1811 hasta 1816. En el congreso de 1813 apoyó el nombre de Francia para el Consulado, y en el de 1814 para la dictadura temporal. Dos años más tarde, en la asamblea de 1816, se opuso a la dictadura perpetua, y desde entonces se separó de su antiguo correligionario.
Se retiró a la vida privada consagrándose a la tarea profesional. Intervino en muchos pleitos y procesos. Fue el abogado de los señores Berges y Flota, acaudalados comerciantes españoles procesados por el Dictador. En 1828 se hizo cargo de la defensa del joven Urdapilleta, acusado de homicidio casual. El Dr. Francia lo acusó de haber falseado pruebas del sumario y lo mandó detener.
Permaneció en la prisión doce años; consagróse durante ellos al estudio y a las traducciones del francés. En 1838 y 1839 preparó los originales de la Descripción Esta obra es de valor por los innumerables y ciertos datos – muchos de ellos sacados del informe del gobernador Alós y de las obras de Azara – que ofrece sobre nuestro país, su tierra, sus ríos, sus costumbres, sus riquezas.
Infelizmente Molas no tocó sino muy de paso acontecimientos como la revolución del 14 y 15 de mayo, en los cuales fue actor o los vivió de cerca. Pero a pesar de ello su libro es rico en datos y recuerdos de una época de la cual han quedado muy escasos testimonios.
A la muerte del Dictador en 1840, Molas recuperó la libertad. Poco tiempo después se trasladó a vivir a la Villa de Pilar, y allí falleció en 1844, dejando a sus hijos y a sus conciudadanos, como única herencia, las páginas de la Descripción Histórica de la Antigua Provincia del Paraguay.


 
CARTA - INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN


Señores doctores Vicente G. Quesada y Miguel Navarro Viola.
Amigos y compañeros:
Notando con placer que hace mucho tiempo que en la Sección de Historia de la importante publicación que regentan, sólo aparecen trabajos inéditos, y cada vez más empeñado en su mejor éxito acompaño ahora ese manuscrito de mi colección, que tiene por título – "Descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay" para que si ustedes lo juzgan de interés, le den cabida en las páginas, de la "La Revista de Buenos Aires" que con laudable ahínco (y unánime aplauso de los argentinos), acopia preciosos datos que el historiador futuro tendrá necesariamente que consultar.
Este trabajo, debido a la pluma del ciudadano paraguayo Mariano Antonio Molas, fue compuesto en la mazmorra en que le sumió por largos años el bárbaro Francia, y a pesar de su concisión (lo que lo hace adaptable a la índole del enunciado periódico), entra en algunos detalles interesantes sobre la revolución pacífica que se operó en el Paraguay contra las autoridades reales, la noche del 14 de mayo de 1811.
El señor Luciano Recalde, tomó una copia del original con el objeto de que se insertara en las columnas de "El Grito Paraguayo", el cual apenas logró registrar algunos fragmentos: de consiguiente, casi en su totalidad es enteramente nuevo.
Mi idea primitiva fue anotarlo con detención. Mas las tareas de la profesión por una parte y el deseo de que no se pierda el momento oportuno de su publicación por otra, me han hecho renunciar mi plan, dejándole únicamente las acotaciones que le puse al recorrerlo en años anteriores, pero sin alterar no obstante su originalidad.
Molas, nació en la Asunción por el año 1787. Hizo sus estudios en Buenos Aires y practicó el derecho con nuestro famoso doctor Castelli.
Imbuido en las nuevas ideas que hicieron germinar las invasiones inglesas, a su regreso al Paraguay, se enlazó en la conocida familia de Montiel y desde entonces tomó parte en la cosa pública a punto de haber sido uno de los que colaboró con más entusiasmo desde la primera aurora de la revolución.
En el congreso celebrado en la ciudad de su nacimiento el 18 de junio de 1811, se mandó tener por acuerdo y determinación de aquella soberana asamblea, su voto porque se separase del gobierno al coronel D. Bernardo de Velazco y demás empleados españoles, por su vergonzosa conducta en Paraguarí, debiendo ser subrogado aquél, por una junta gubernativa compuesta de cinco individuos y un secretario.
En el seno de aquella asamblea popular se levantó su voz decidida y enérgica, pidiendo la unión con Buenos Aires y la abolición del impuesto que con el nombre de sisa y arbitrios se cobraba entonces sobre la yerba mate.
El tribuno de 1811, durante la dictadura sombría del doctor Francia, rinde servicios de importancia a la humanidad afligida por aquel monstruo.
Aun recuerdan los habitantes de Asunción al caloroso defensor de la inocencia de los señores Berges y Flotá cuya ruina había jurado el dictador.
Confinados en un calabozo húmedo y mortífero, era allí donde iba el animoso Molas a tomar datos para la confección de su defensa. Nadie podrá hacerse una idea aproximada de lo que valía este paso en aquella época de sangre y de luto.
Empero, los sacrificios del generoso abogado en pro de sus protegidos no se esterilizaron y bien pronto los vio compensados cuando aquellos infelices españoles fueron devueltos a la luz y a su familia.
El malvado Francia, para quien la honradez ni la virtud misma, eran vallas suficientes para detener el ímpetu de su ira, no respetó las luces ni las canas de Molas, y muy luego, con motivo de la defensa que intentó hacer de los señores Urdapilleta en el proceso que se les seguía por un homicidio casual, lo redujo a prisión en la que permaneció hasta el fallecimiento del dictador acaecido el domingo 20 de setiembre de 1840, circunstancia que libró a aquéllos de una muerte segura.
Sin embargo, ni sus honorables antecedentes ni sus dilatados servicios bastaron para sustraerlo al olvido, y al finalizar el año de 1844, doblaba su cabeza sobre el sepulcro, pobre y oscurecido, sin dejar en la tierra sino las hojas dispersas de este libro que recogidas por una mano piadosa si logra ver la luz pública, será como la única herencia del peregrino que cerró sus ojos pensando en la patria y maldiciendo su fatal estrella.
Hecha esta digresión con el propósito de introducir al historiador paraguayo, concluiré felicitando a ustedes con todas las veras del corazón por el brillante porvenir de La Revista que al propio tiempo que da gloria y crédito a sus directores, honra al país en el exterior, haciendo conocer el estado aventajado que alcanzan las bellas letras entre nosotros.
Queda de Uds., etc.
ANGEL. J. CARRANZA
Diciembre, 1865

 

IX – LA INDEPENDENCIA

 

Al concluir estadescripción, he creído que sería incompleta, si omitiese hablar de la metamorfosis política de la Provincia.

Para dar alguna idea de ella, añadiré algunos documentos concernientes a su revolución de 14 de mayo de 1811. (54) Ellos darán bastantes luces para instruir de las causas, motivos y circunstancias que la precedieron, y la impulsaron a renunciar a la dominación española, y a constituirse en República, siendo la primera en Sur América, que de lasocho intendencias que formaban el Virreinato del Río de la Plata, se resolvió a separarse de la Capital, Buenos Aires, declarándose independiente, y reservándose en sí el derecho exclusivo de disponer y establecer la forma de su Gobierno.

La historia particular de la revolución de Buenos Aires no la referiré en detalle: yo no haré aquí sino bosquejarla, por ser ella el origen de la del Paraguay, que a su instancia se sustrajo de la dominación peninsular.

Noticiosa, pues, aquella famosa e ínclita ciudad, de la disolución de la Suprema Junta Central, instalada en Sevilla, y reconocida en las Américas, sin embargo de no haber concurrido a su inauguración, y de que dispersos y acusados de perfidia los miembros que la componían, no había en España un poder soberano legítimamente constituido que dirigiese los destinos de América, creyó haber llegado el caso de caducar el mando superior del Virreinato, que entonces ejercía el señor don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

En consecuencia y aprovechándose de las funestas circunstancias y deplorable estado en que se hallaba la España, subyugada casi toda ella por los franceses;su erario exhausto; sin fuerzas navales y sin ejércitos, y sobre todo sin Rey, determinó formar un Congreso, compuesto de la principal y más sana parte de su vecindario. Al efecto, el Excmo. Cabildo requirió al dicho señor Virrey, y obtenido su permiso procedió a su convocación por medio de esquelas, y se reunió aquel pueblo en las Casas Consistoriales el día 22 de mayo de 1810, con asistencia del Ilmo. señor Obispo, cuyo dictamen oído, se discutieron varios puntos sobre el particular por algunos vecinos de los más ilustrados, y hecha la regulación de sufragios, resultó de ella a pluralidad deber subrogarse el mando superior del señor Virrey Cisneros en aquel Ayuntamiento, hasta tanto erigiese una Junta Superior Gubernativa.

En virtud de la facultad que aquel pueblo había dado a su Ayuntamiento, procedió éste, a instalar el día 24 del mismo mes, una Junta Superior de Gobierno, compuesta de cinco individuos, nombrando de presidente de ella al señor don Baltasar Hidalgo de Cisneros, cuya elección, publicada por bando, la reclamó el pueblo al día siguiente, pidiendo la absoluta y total remoción del señor Cisneros. En vista de esta decidida y general voluntad del pueblo, y de que la enunciada primera Junta hacía dimisión del mando y lo devolvía al Cabildo, procedió a nueva elección de vocales, la que verificó el día 25 del citado mes, ennueve individuos, con los cuales quedó instalada la Junta Superior, con calidad deprovisional, invistiéndola de la autoridad superior del Virreinato, para que la ejerciese dependiente de la que legítimamente gobernase a nombre del señor don Fernando VII, cautivo en Valençay, ínterin se congregasen en aquella ciudad los diputados de las Provincias interiores para establecer la forma de Gobierno más conveniente.

"El Ayuntamiento de Buenos Aires obró sin consultar primero la voluntad de las demás provincias que componían el Virreinato del Río de la Plata, y que necesariamente debían concurrir e intervenir con sus votos en la sustracción de una dominación a que estaban sujetas y acostumbradastrescientos años había". Pero una revolución de esta naturaleza, proyectada y calculada en secreto, y que necesariamente había de producir funestas consecuencias, y un inevitable trastorno general de personas, de familias enteras, y, sobre todo, que iba a derribar el poder colosal que nos dominaba, exigía la inviolabilidad del secreto; así es como obró aquel pueblo, sin ocultársele la gran barrera de oposición de los Gobernadores españoles, que por natural adhesión a su Nación, o por conservarse en su honor, empleos y emolumentos, o por mantener sus provincias dependientes del arbitrio de los Gobiernos de España, sean cuales fuesen, o ya por el error y falso concepto en que vivían, de ser superiores a los americanos, habían de oponerse al establecimiento de un nuevo gobierno independiente de los de España.

Para alucinar a los pueblos, y disfrazando los verdaderos designios de su insurrección, erigió la Junta Gubernativa con la calidad de Superior Provisional, inaugurándola sobre la base de gobernar a nombre del señor don Fernando VII, para conservar ilesos los Augustos Derechos a este monarca, durante su cautiverio en Francia, con fidelidad y constante adhesión a su real persona. Al abrigo de este espacioso pretexto, dirigió circulares a los pueblos interiores, manifestándoles los motivos y fines de la instalación de aquella Junta de Gobierno, la que igualmente dirigió a todos los Gobernadores sus comunicaciones oficiales, instruyéndoles de las causas que motivaron para subrogarse en ella el mando Superior del Virreinato. – Vedlos aquí:

– Circular del Excmo. Cabildo de Buenos Aires. – "El abandono inesperado de todos los puntos de defensa de Sierra Morena, que se creían generalmente fortificados: la sorprendente irrupción de los ejércitos franceses en Andalucía: el concepto, y aun anuncio de infidencia por los miembros de la Suprema Junta Central, su dispersión y fuga, y el no considerarse legítimamente instalada la Regencia, que se supone haberse establecido en la Isla de León, en virtud de un decreto expedido sin fecha, y firmado sólo de su Presidente, el Arzobispo de Laodicéa, sin anuencia de las Cortes, y sin consentimiento de la Nación, en circunstancias de estar ya sitiada dicha Isla con considerables fuerzas francesas (noticias todas constantes de las gacetas inglesas de 16, 17 y 24 de febrero) causaron tal alteración en los ánimos del leal y generoso pueblo de Buenos Aires, que inspiraban fundados recelos de degenerar en una terrible conmoción. La variedad de opiniones, la misma confianza en el Gobierno, las divisiones intestinas y los recelos que a cada paso se suscitaban; todo presentaba un anuncio seguro de la más horrible tempestad. Pero este Ayuntamiento, que tanto se interesa en conservar ileso el honor de un pueblo que ha sido y es el centro de la lealtad y del heroísmo, y que ha hecho tantos sacrificios para sostener íntegros los derechos de nuestro augusto monarca, el señor don Fernando VII, considerando que el medio de precaver toda división, radicar la confianza entre el súbdito y el magistrado, afianzar la unión reciproca de todas las provincias de este Virreinato, dejar expeditas las relaciones con las demás del Continente, y aclarar la voluntad del pueblo, era formar un Congreso General de la principal y más sana parte de este vecindario, solicitó al efecto permiso del Excmo. señor Virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

"Convencido S. E. de la gravedad del mal, y de que el sistema propuesto era el único que se podía adoptar, no dudó por un momento acceder a tan justa pretensión, e inmediatamente se procedió a la convocación por medio de esquelas para el día 22 del corriente, a las nueve de la mañana. En este día se principió el Acta del Congreso, leyéndose primero por el actuario de este Ayuntamiento, la Proclama que designa el número. Posteriormente se hizo leer el oficio de este Cabildo solicitando el permiso para su formación, y la contestación de S. E., e inmediatamente después de haber hablado en primer lugar el Ilmo. señor Obispo de esta Diócesis, se discutieron varios puntos sobre el particular, por algunos vocales de los más ilustrados, y habiéndose procedido a votación, hecha la regulación de sufragios al día siguiente, resultó a pluralidad, deber subrogarse el mando superior de estas Provincias, que ejercía el Excmo. señor don Baltasar Hidalgo Cisneros, y refundirse en este Ayuntamiento, hasta tanto erigiese una Junta Superior, que hubiese de ejercerlo, dependiente de la que legítimamente gobernase a nombre del señor don Fernando VII, e ínterin se congregasen los diputados de las Provincias interiores para establecer la forma de gobierno más conveniente; y en aquel mismo día se publicó por bando la erección, habiendo precedido al efecto una diputación de dos individuos capitulares al Excmo. señor Virrey.

"El Cabildo, sin embargo, no dejaba de tener presente, cuanto en su proclama había explicado y expuesto al pueblo. Consideraba como un punto de la mayor importancia la reunión de todas las Provincias, y que su principal deber era evitar cualquiera división. Observaba con todo cuidado, que el pueblo declaraba que S. E. había cesado o debía cesar en el mando; pero no veía un comprobante cierto sobre su voluntad, para que en lo sucesivo de ninguna manera tuviese influjo en el Gobierno. Le interesaba, por otra parte, al honor de este cuerpo, hacer ver al mundo, toda la sinceridad de su conducta; que en sus decisiones procedía meramente como órgano de la voluntad del pueblo, y que sus deliberaciones no eran efecto de una política artificiosa, sino medios para conciliar la salud pública, con las ideas que tanto había recomendado. Todas estas consideraciones, y el que no se pudiese jamás dudar del respeto que este Ayuntamiento ha tributado siempre a las autoridades, le movieron a usar de las facultades que le había conferido el pueblo, instalando el24 del corriente una Junta Superior de Gobierno, compuesta de cinco individuos, en la que nombró de vocal presidente, al Excmo. señor don Baltasar Hidalgo de Cisneros (55), para que como depositaria de la autoridad Superior ejerciese sus funciones hasta la congregación de los Diputados de las Provincias de este Virreinato. Pero este noble pueblo, que interiormente había decretado la total extinción y absoluta remociónde aquel jefe, reclamó al siguiente día aquella determinación, y pidió se procediese a nueva elección, verificándose ésta en los señores don Cornelio Saavedra, presidente de dicha Juntay comandante general de armas, el señor don Juan José Castelli; el doctor don Manuel Belgrano, don Miguel Azcuénaga, doctor don Manuel Alberti, don Domingo Matheu y don Juan Larrea; y secretarios de ella, los doctores don Juan José Paso y don Mariano Moreno. – El Ayuntamiento, después de haber meditado el punto con toda la detención y madurez que exige la materia, habiendo recibido anteriormente un oficio en que la Junta establecida hacía devolución del mando, por no ser del agrado del pueblo, y cerciorado por todos los medios que dicta la prudencia, de ser aquélla la voluntad general, considerando ya que no podía ni debía permanecer, acordó hacer la nueva elección que se le había pedido, y verificada su instalación en el mismo día, se procedió en los subsiguientes a prestar el juramento de obediencia y sumisión, con la mayor solemnidad, por todos los magistrados, corporaciones, jefes militares y tropas de la guarnición.

"Este es el gobierno que se ha erigido provisionalmente, hasta la reunión de los Diputados de todas las Provincias. El pueblo de Buenos Aires no pretende usurpar los derechos de los demás del Virreinato, pretende, sí, sostenerlos contra los usurpadores. Conoce que la unión recíproca de todas las provincias es el único medio de su conservación; conoce que para cimentar la confianza, deben oírse los votos de todos, y establecer un gobierno, que se derive de la voluntad general de los que han de obedecer. La remoción del Excmo. señor Virrey, no admitía espera, y se consideró necesaria en obsequio de la salud pública. Era indispensable nombrar un depositario de la autoridad superior que obtuviese la confianza del pueblo, para contener los males que nos amenazaban; y porqué ésta debe ser a satisfacción de todos los que la han de reconocer; el mismo pueblo ha pedido que sea provisional, y que se convoquen todos sus hermanos para el nombramiento de diputados de las ciudades y villas, a fin de que reunidos en esta capital establezcan el gobierno que haya de merecer toda su confianza y respeto y que sea la base de su propiedad.

"V. S. no podrá menos de conocer la suma necesidad de esta reunión, y que la exige imperiosamente el derecho de nuestra propia conservación y los de nuestro augusto monarca, el señor don Fernando VII como único medio de sostener la integridad de estos dominios. Así, pues, espera este Cabildo, que poseído V. S. de estos nobles sentimientos, y del grave interés de guardar el orden y la tranquilidad pública, consultando la felicidad de los pueblos, propenderá de su parte a que tenga el mejor y más pronto efecto el nombramiento de diputados en la forma que ha ordenado la Excma. Junta Provisional de Gobierno, expresando en los poderes, las circunstancias que previene el artículo 11 del adjunto bando publicado en esta ciudad el 25 del corriente. – Dios guarde a V. S. muchos años. Sala Capitular de Buenos Aires, 29 de mayo de 1810".– (Firma de los alcaldes y demás capitulares.)

Oficio de la dicha Junta a los gobernadores de provincia y demás jefes de los pueblos menores:

"La Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, a nombre del señor don Fernando VII acompaña a V. S. los adjuntos impresos, que manifiestan los motivos y fines de su instalación. Después de haber sido solemnemente reconocida por todos los jefes y corporaciones de esta Capital, no duda que el celo y patriotismo de V. S. allanarían cualquier embarazo que pudiera entorpecer la uniformidad de operaciones en el distrito de su mando; pues no pudiendo ya sostenerse la unidad constitucional, sino por medio de una representación que reconcentre los votos de los pueblos, por medio de representantes elegidos por ellos mismos, atentaría contra el Estado, cualesquiera que resistiese este medio producido por la triste situación de la península, y único para proveer legítimamente una autoridad que ejerza la representación del señor don Fernando VII y vele sobre la guarda de sus augustos derechos, por una inauguración que salve las incertidumbres en que está envuelta la verdadera representación de la soberanía. V. S. conoce muy bien los males que son consiguientes a una desunión, que abriendo la puerta a consideraciones dirigidas por el interés momentáneo de cada pueblo, produzca al fin, una recíproca debilidad que haga inevitable la ruina de todos, y ésta debería esperarse más de cerca, si la potencia vecina que nos acecha, pudiese calcular sobre la disolución de la unidad de estas provincias. Los derechos del Rey, se sostendrán, si firmes los pueblos en el arbitrio de la general convocación que se propone, entran de acuerdo en una discusión práctica, bajo la mira fundamental de fidelidad y constante adhesión de nuestro augusto monarca; y la Junta se lisonjea que de este modo se consolidará la suerte de estas Provincias, presentando una barrera a las ambiciosas empresas de sus enemigos, y un teatro estable a la vigilancia y celo de sus antiguos magistrados. – Dios guarde a V. S. muchos años. Buenos Aires, 27 de mayo de 1810. – (Firma del Presidente y vocales.)"

 

MISIÓN DEL CORONEL ESPÍNOLA

 

Este oficio y el antecedente manifiesto circular alarmaron al Gobierno de don Bernardo de Velazco, y presintiendo la cesación de su mando por una parte, y por otra, habiendo tenido ya orden secreta del depuesto señor Virrey para oponerse a la convocatoria y reconocimiento de la junta superior provisional de Buenos Aires a fuerza abierta como lo hizo la ciudad de Montevideo, se resolvió a no reconocerla.

Aquella Junta Gubernativa, que con calidad de provisional, era creatura de sólo el pueblo de Buenos Aires, que bien conocía que como capital, o residencia de los Virreyes y demás tribunales superiores del Virreinato no tenía el derecho exclusivo, preeminente o privilegiado, de arrogarse y reasumir en si sola el mando superior, sobre las demás Provincias y Pueblos que no le habían transmitido sus originarios derechos, previene en su circular a los pueblos: "El Pueblo de Buenos Aires, no pretende usurpar los derechos de los demás del Virreinato" y más abajo: "que la autoridad superior establecida por el deber ser a satisfacción de los que la han de obedecer". Aquella Junta Provisional, sin aguardar que las demás Provincias la reconociesen y se sometiesen a su superioridad, de que la revestía el ayuntamiento sólo de Buenos Aires, empezó a ejercerla y extenderla sobre las demás Provincias como derivada de la libre voluntad de ellas, y pretendía que también el Paraguay la reconociese.

Se hallaba en aquella sazón en Buenos Aires, don José Espínola, coronel del regimiento voluntario de milicias de Costa-abajo. Este, habiendo prestado su reconocimiento a aquella, le ofreció sus servicios y de ser el conductor de los documentos oficiales, que habían de dirigirse al Paraguay. Aquella Junta, creyendo que Espínola, por el empleo de coronel gozara ensu patria de un mérito preponderante, de aceptación, crédito y relevantes consideraciones, creyó también que su influjo contribuiría al buen éxito de sus designios. Para empeñarle más, y acaso porque conocieron su desmedida ambición, le confirió el grado de comandante general de armas del Paraguay, para que el Gobernador Velazco, no pudiese levantar y formar tropa, ni hacer armamento alguno. El Comandante Espínola, no era hombre a quien se pudiese confiar el manejo de un negocio tan grave; era un hombre ordinario, violento, arrogante, ambicioso e ignorante. Condecorado con el distinguido y alto empleo de Comandante salió de Buenos Aires, por tierra, caminando a marcha acelerada; y no bien había llegado a la Villa del Pilar, que convocó a los individuos de la municipalidad, y les obligó a jurar y reconocer la superioridad de la Junta Provisional de Buenos Aires; de aquí pasó inmediatamente a la Asunción, entregó al Gobernador Velazco los pliegos que conducía, menos el despacho o patente de Comandante General, pero habiéndolo mostrado a un confidente suyo, este avisó al Gobernador. Velazco había visto en el oficio de la Junta, y en la circular del Ayuntamiento de Buenos, el decreto de su remoción del mando, como una consecuencia legítima de la del Virrey y viendo confirmado por el diploma expedido a favor del Coronel Espínola, apeló a su autoridad. Intimó a Espínola, que sin pérdida de tiempo saliese de la ciudad, y se retirase a la Villa de Concepción hasta segunda orden. Salió Espínola en efecto, aparentando tomar la ruta de su destino, pero valiéndose de la evasión, caminó a los Remolinos (hoy Villa Franca) donde estaba anclado su propio buque que venía de Buenos Aires; montó en este, llevando consigo dos hijos, al Comandante de dicha Villa, un cañón y demás armas que habían allí, y siguió su viaje a aquella ciudad a dar cuenta a la Junta del mal éxito de su comisión; y al poco tiempo de su llegada, murió en aquella ciudad.

El Gobernador Velazco, para paliar su resolución de no someterse a la Junta de Buenos Aires, de acuerdo con el Cabildo, convocó a Congreso a los vecinos de la capital y a los más notables de la campaña y villas, por medio de esquelas no para que discutiesen sobre los procedimientos y determinación de la ciudad de Buenos Aires, y deliberasen sobre si convenía reconocer y obedecer a la Junta Provisional, en quien su Ayuntamiento había subrogado el mando superior del Virreinato, y sobre el envío de diputados representantes de esta Provincia, pedidos por la Junta Superior Provisional de aquella capital; sino a fin de hacerles saber el plan que tenía premeditado y trazado para romper los vínculos de fraternidad, amistad y comercio que unían a esta Provincia con la de Buenos Aires, y mantenerla sujeta al consejo de Regencia, que la Junta Central en las agonías de su disolución y dispersión había nombrado sin facultad y sin consultar la voluntad de las Provincias de América, que sin disputa debían tener un influjo activo en la institución de un poder soberano que dirigiese sus destinos, como partes integrantes de la monarquía; pues como libres, no estaban sujetas al arbitrio de los mandatarios del desorganizado Gobierno de España, y podían usar del incontrastable derecho de recobrar su antigua libertad e independencia como injustamente conquistadas, sin objetarles el juramento de vasallaje y fidelidad que sus padres prestaron con voluntad coacta en las premiosas circunstancias de la conquista.

 

X – EL CONGRESO DEL 24 DE JULIO

 

Reunidos pues los vecinos convidados en el Colegio Seminario el día 24 de julio de 1810, con el Cuerpo Capitular y constituyéndose Presidente de la Asamblea el gobernador Velazco sin proceder elección y nombramiento de su persona que debió ser el primer acto formal de aquella, a que ni aún debía asistir, hizo publicar a nombre del Cabildo el siguiente Manifiesto:

La Municipalidad de la Asunción del Paraguay a sus habitantes reunidos en Congreso:

"Se os ha congregado en esta capital y este lugar, amados conciudadanos, para haceros saber que el pueblo de Buenos Aires, receloso de la confusión que pudiera introducir en estas provincias un gobierno ilegítimo que suponían en la España, fundado en las noticias conducidas por un barco inglés, o en el trastorno y peligros en que nos hallaríamos, si llegase a perderse aquella metrópoli, como se temieron por las referidas noticias. Para precaverlo, hallaron por conveniente subrogar el gobierno antiguo, legítimo, que nos ha regido hasta ahora, en una Junta Superior Provisional, hasta que congregándose en aquella ciudad diputados de los demás pueblos del Virreinato, se vea la forma de gobierno más conveniente para la seguridad de todos. Esto en sustancia es lo que hemos comprendido de la lectura de los papeles recibidos que se han manifestado.

"Nosotros nada debíamos resolver en un asunto tan nuevo y tan interesante, sin otra noticia y sin otros sufragios y conocimiento, con el fin de que, de todas las partes de la provincia, concurriesen todas las personas de distinción y buen modo de pensar que tuvimos presente. Se os convocó para este día, un mes después de recibido el pliego y demás papeles de la Junta; y en el ínterin para vuestro mayor acierto nos estábamos aconsejando de lo que sería más conveniente proponeros para el bien y felicidad de la provincia en que habitamos, sin perjuicio de ninguna otra del Virreinato, y teniendo adelantado el plan sobre que debíamos decidir, y determinar, lo que os pareciese justo y conforme a las circunstancias en que nos consideramos. El día 10 del corriente llegó el correo general y en las noticias que ha conducido, ha visto el público con gozo y admiración, que en España no se tiene por ilegítimo el Supremo Consejo de Regencia, sino al contrario que se halla obedecido, y todos muy gustosos con este Gobierno, que antes se había deseado con el mayor ardor. También han sabido todos, que si los franceses que combaten en España, penetraron en Andalucía y llegaron hasta las inmediaciones de Cádiz, esto lo hicieron reuniéndose y desamparando casi todos los demás puntos que antes ocupaban; pero que, muy al revés de haber salido con sus depravados intentos, se esperaba muy en breve rechazarlos de los pueblos andaluces, y que la animosidad de su empresa atrevida probabilísimamente sería la causa de acelerar su ruina y exterminio, pues abandonadas unas provincias, y siendo rechazados de otras, les esperaba una suerte muy funesta para ellos y gloriosa para nuestros invictos hermanos que con su valor heroico sabrán completar una obra en que incesantemente trabajan hacen ya dos años. Sobre esto hablan las cartas de España y de Buenos Aires, y los papeles venidos últimamente, reimpresos en la capital. Sobretodo, el oficio original, que el Exmo. señor Gobernador de Cádiz, bajo su firma ha dirigido, con fecha 28 de febrero último a nuestro ilustrísimo Prelado, incluyéndole las proclamas de la Junta Superior de aquella ciudad a la América española, firmadas por sus Secretarios son documentos irrefragables con carácter de circulares a las autoridades de estas Provincias, que no deben dejar duda de la situación de la metrópoli, de la legitimidad del gobierno soberano, y del espíritu de nuestros hermanos, como lo evidencia su lectura. Y si la Junta de Buenos Aires, según se explica con la Real Audiencia y con la ciudad de Montevideo, como consta de las gacetas de la capital, ha suspendido el acto del reconocimiento al Consejo de Regencia por falta de aviso oficial, nosotros que en estos documentos los tenemos muy suficientes, no debemos demorarlo un momento en desahogo de nuestro celo y lealtad, y mucho más existiendo en la provincia disposiciones de la Regencia depositaria de la soberanía en la provisión y gracias concedidas al Administrador de Correos de esta ciudad, obedecidas y mandadas practicar por la Administración General de esta Renta residente en la ciudad de Buenos Aires.

"Ahora pues, en este estado de cosas, evidente, y tan contrarias a las suposiciones y noticias que motivaron la separación del mando del Excmo. señor Virrey, y establecimiento de la Junta de Buenos Aires, vuestros representantes, y vosotros mismos debéis esperar, que la expresada Junta haya tomado una resolución que se conforme con las circunstancias actuales, y no con aquéllas que equivocadamente impulsaron a aquel pueblo a alterar nuestra Constitución. En esta virtud, somos de parecer que ahora con las nuevas noticias de nuestra metrópoli, nada nos resta que hacer, sino conformarnos con lo que ha hecho la ciudad de Montevideo y los pueblos de España, jurar y reconocer al Consejo de Regencia, que la misma Junta de Buenos Aires en su contestación a Montevideo, dice que, no desconoce, y ofrece reconocer cuando reciba documentos oficiales; lo que nosotros poseemos en el oficio y proclamas del Gobernador de Cádiz, a nuestro ilustrísimo Prelado y en la referida disposición de la misma Regencia soberana a favor del Administrador de Correos: conformarnos con lo que desea fa Real Audiencia del distrito en su oficio pasado a la Junta en los días 6 y 7 de junio, incitándola al reconocimiento de la Regencia de España, donde no hay el inminente riesgo de su total pérdida, que se creyó por acá, ni se duda de la legitimidad de su gobierno soberano, ni se piensa que la mutación del poder en la Regencia sea contraria al orden, ni a los derechos de las provincias, ni al bien y felicidad de la metrópoli, y de las Américas, a cuyos diputados se convidan para que concurran a las Cortes Generales de los reinos; todo contra lo que hicieron creer los papeles ingleses al Pueblo de Buenos, que debe estar ya desengañado de la equivocación de las Gacetas inglesas, que pintaron los hechos con exageración, para sorprendernos como lo lograron.

"Con que, si os parece, amados ciudadanos, aquí mismo por aclamación, con el amor que nuestra inflamada fidelidad os inspire, reconozcamos al Supremo Consejo de Regencia, establecido en España, para mandarnos a nombre de nuestro Católico monarca el señor don Fernando 7º, y luego después en los Templos daremos públicas gracias a Dios por el establecimiento de la Regencia, y por no haber salido ciertas las infaustas noticias que tanto contristaron nuestros ánimos. A la Junta de Buenos Aires, daremos el correspondiente aviso, de nuestra leal y generosa resolución, expresándole que será reconocida y obedecida sin dilación, luego que el Soberano Consejo de Regencia lo ordene, y lo mismo haremos con los demás Ayuntamientos de las provincias del Virreinato, para que enterados de nuestra determinación, se sirvan comunicarnos las suyas, y seguir con nosotros todas las resoluciones convenientes para nuestra unión, nuestro gobierno, nuestro bien, nuestra seguridad y nuestro acierto, que es lo que únicamente deseamos sin que se interrumpa el orden antiguo con la Real Audiencia, por lo que hace a la administración y justicia, ni cosa alguna de las que demuestren la fraternidad y unión de esta provincia con la capital, y demás provincias y pueblos del Virreinato.

"Pero como nos hallamos tan cercanos de una potencia que observa los momentos de tragarse esta preciosa y codiciada provincia, y sabemos que tiene sus tropas sobre el río Uruguay; no distante del Paraná nuestra frontera, si os parece será bueno, para precaver sus intentos armar inmediatamente la numerosa juventud de la provincia, no más por ahora, hasta el número de cinco aseis mil hombres, del mejor modo que se pueda, con armas de fuego, hasta donde alcancen las que hay; los demás, con la artillería, con lanzas, y de otras maneras adecuadas a nuestra situación. Mostremos lo que somos y debemos ser, para evitar ser subyugados de nadie que no sea nuestro legítimo Soberano, o su representante, sin ir afuera de nuestro territorio a molestar a ninguno, ni permitir que nadie altere nuestra tranquilidad. Para realizar estos dignos objetos, se formará una Junta de Guerra que ponga en ejecución cuanto sea preciso para nuestra defensa, presidida por nuestro Gobernador, Comandante General. Permanezcamos sumisos y fieles al orden establecido, y a nuestro buen Jefe que desea nuestro bien y que caso necesario se sacrificará por nosotros, como nos ha prometido repetidas veces. Obedezcamos a los magistrados sin alterar el orden antiguo, temerosos del trastorno, y otros males consiguientes a la novedad, y nuestro sistema, será admirado de todos los buenos. No nos mezclemos en las alteraciones que puedan ocurrir en otras partes, poniendo nuestro cuidado en evitarlas. Conservemos el buen orden para la seguridad y quietud de nuestros ánimos y permanezcamos fieles al Rey, y a quien legítimamente le represente aquí, que es nuestro gobernador. Esto es, amados conciudadanos, lo que el gobierno, nuestro amantísimo señor Obispo y otras personas muy respetables, juzgan que debemos todos hacer, para el bien general de la provincia, y el particularde cada uno. Ahora que estáis enterados de nuestros sentimientos, dad vuestros votos, y sino os conformáis con nuestra propuesta, decid libremente lo que juzguéis mejor para nuestro bien, seguros, que lo que determinéis en esta Asamblea, será hecho y seguido por nuestra parte con el mayor celo y con el mayor empeño, como si vuestra determinación fuera la misma que os proponemos."

Terminó la lectura de esta arenga o llámase manifiesto, en aclamación de ¡Viva el Consejo de Regencia! sin dar lugar a que algunos de los concurrentes diesen su voto libremente, como se les pedía; y como todo estaba ya hecho y prevenido se procedió inmediatamente a poner por diligencia con calidad deresolución del Congreso cuanto había propuesto el gobernador presidente, por el órgano del Cabildo, reducido a los cuatro artículos siguientes:

Artículo 1º – Que inmediatamente y sin disolverse esta Junta, se proceda al reconocimiento y solemne jura del Supremo Consejo de Regencia, legítimamente representante de nuestro Soberano, el señor Fernando 7º; respecto a que según los incontestables documentos que se han leído y tenido presente, no puede dudarse de su legítima instalación y reconocimiento por las Provincias de España, Naciones Aliadas, y hasta en este mismo continente.

Art. 2º – Que se guarde armonía correspondiente y fraternal amistad con la Junta Provisional de Buenos Aires, suspendiendo todo reconocimiento de superioridad en ella, hasta tanto que S. M. resuelva lo que sea de su soberano agrado en vista de los pliegos que la expresada Junta Provisional dice haber enviado con un oficial (56) al Gobierno Soberano legítimamente establecido en España, y del parte que se dará por esta Provincia.

Art. 3º – Que en atención a estarnos asechando la Potencia vecina, según manifiesta la misma Junta, disponga nuestro Gobernador Comandante General, se forme a la mayor brevedad una Junta de Guerra para tratar y poner inmediatamente en ejecución los medios que se adopten para la defensa de esta Provincia, que en prueba de su fidelidad al Rey, está pronta a sacrificar las vidas y haciendas de sus habitantes por la conservación de los dominios de S. M.

Art. 4º – Que se de cuenta al Supremo Consejo de Regencia, y se conteste a la Junta de Buenos Aires, con arreglo a lo resuelto y acordado en esta acta, que se archivará para perpetua memoria; y la firmaron los señores arriba expresados y demás que forman este respetable Congreso de que da fe– Jacinto Ruíz – Escribano público de Gobierno (siguen las firmas).

Publicados ante el mismo Congreso los cuatro antecedentes artículos, se procedió incontinenti a la recepción del juramento de reconocimiento, obediencia y fidelidad al Consejo de Regencia, prescrito por el articulo 1º y se disolvió el Congreso.

 

XI – PARAGUARI Y TACUARI

 

Don Bernardo de Velazco, considerándose ya no como mandatario subalterno, sino como Gobernador absoluto de la provincia, con el atributo de legítimo representante del señor don Fernando 7º, empezó por poner en cumplimiento lo resuelto y ordenado por el artículo 3º. Formó la Junta de Guerra, y de ella resultó determinado que el mismo Gobernador pasase a los pueblos de Misiones de la otra banda del Paraná, a extraer de ellos las armas que habían para armar con ellas y con las pocas que tenía en la Asunción, las tropas que hasta el completo de seis mil hombres, intentaba levantar y acuartelar, no para oponerlas a la invasión de la potencia vecina (el Brasil) como se anunció en la arenga del Cabildo, sino para resistir a los designios de la Junta Provisional de Buenos Aires, y evitar la unión de ambas provincias.

Antes de su partida al Paraná, mandó desocupar el Colegio Seminario para cuartel general; cerró el Puerto; hizo parar el tráfico del comercio; equipó y pertrechó algunos buques, y los destinó a guardar la boca del río Paraguay, y cubrió todos los pasos del Paraná con milicianos sin sueldo y a expensas de los vecinos del Pilar sin distribución alguna, para que, ni de acá, ni allende pasase nadie; y así consiguió privar y cortar la correspondencia y relaciones con Buenos Aires, contra lo resuelto por el artículo 2º; confinó a Borbón a algunos ciudadanos y a un religioso eclesiástico, que se habían insinuado adictos al sistema de Buenos Aires. Y habiendo puesto en movimiento todos los resortes que creyó propios para poner en un estado de mediana defensa a su provincia inerme, marchó aceleradamente escoltado de cien hombres al Paraná, hasta el pueblo de Candelaria, dejando en su lugar en la Asunción, al coronel de milicias de Costa arriba don Pedro Gracia, Comandante Político y Militar da la Villa de Ycuamandiju, para que en su ausencia activase el alistamiento y acuertelamiento de tropas, como lo verificó, creando y nombrando oficiales, hasta el grado de Capitán.

Con las pocas armas que encontró en Candelaria, regresó a la Asunción, y se ocupó en disciplinar las tropas, y en otros aprestos de guerra. El Cabildo en su arenga, había propuesto al Congreso, que se armasen cinco o seis mil hombres, con el fin de oponernos a la potencia vecina, que observaba los momentos de tragarse esta preciosa y codiciada provincia, con cuyo objeto tenía sus tropas acantonadas sobre el río Uruguay, no distante del Paraná, nuestra frontera; pero las providencias y determinaciones del Gobierno de Velazco, demostraron muy pronto la falsedad de esta invención ilusoria, por que si era cierto que la aproximación de tropas portuguesas, era con el objeto de invadir a esta provincia y tragarla, ¿cómo el Gobernador Velazco, que en el Congreso del 24 de julio manifestó tanto celo, lealtad y fidelidad al señor don Fernando 7º persuadiendo con tanto anhelo, se reconociese y jurase al Congreso de Regencia de España, por legitimo depositario de su soberanía, y que no nos dejásemos subyugar de nadie que no fuese nuestro legítimo soberano, o su representante, no fortificó las dos fronteras nuestras, a saber el Paraná al sur y el río Apa al norte, y las dejó francas para que libremente sin oposición ni recelo pudiesen entrar cuando quisiesen los portugueses, a posesionarse de esta provincia?

Bajo de este especioso pretexto y del de fidelidad al Rey, burlándose de la credulidad de los paraguayos, ignorantes de sus derechos, y de las aspiraciones de la Junta Provisional de Buenos Aires, puso toda su atención en cerrar y cortar las antiguas relaciones de parentesco, amistad y comercio que vinculaban a las dos provincias desde su infancia, fomentando la desavenencia y discordia que había influido a la del Paraguay contra aquella ciudad, para afianzar la permanencia de su gobierno en la desunión de ellas, sin considerar que siendo las dos de un mismo origen, tarde o temprano, de grado o por fuerza, se unirían a formar una causa común para su total independencia de la dominación española. ¡Ah! no había entrado en los cálculos de Velazco, que su armamento y preparativos bélicos, se emplearían muy pronto en deponerlo y despojarlo del mando en que intentaba prevalecer; y en que la provincia quebrantando el juramento de fidelidad al Consejo de Regencia, se sustraería del dominio peninsular!

Es muy natural que el Coronel don José Espínola a su arribo a Buenos Aires, hubiese informado a la Junta Provisional, su comitente, del mal éxito de su comisión y de la repulsa del Gobernador don Bernardo Velazco a las propuestas de unión y envío de diputados que se le había hecho por aquella Junta; como igualmente verosímil que el mismo Espínola que había salido de la Asunción gravemente ofendido, y deseoso de vengar su agravio hubiese también persuadido a la Junta que los paraguayos, sólo necesitaban de que se les auxiliase con alguna tropa armada para lanzar de su puesto al gobierno Velazco, y unirse con Buenos Aires. Aquella Junta bien sea en este concepto, o bien suponiendo imbecilidad en esta Provincia, o ya porque hubiese previsto la oposición de Velazco, de acuerdo con el Gobernador de Montevideo, que se negó el primero a prestar su reconocimiento a otra autoridad que no fuese instalada en la España: sin considerar el natural bélico de los paraguayos, ni cerciorarse de si el deseo o necesidad de ser auxiliados para sustraerse de la dominación Española, era positiva y general, dispuso que el Vocal don Manuel Belgrano, pasase a esta Provincia con la investidura de representante de la Junta Superior Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, y con un cuerpo de tropa compuesto de 700 hombres, con suficientes pertrechos, confiándole también el grado de General en Jefe de este pequeño ejército, en calidad de auxiliar, y el de mayor General a don José Ildefonso Machaín, paraguayo (57).

Con este especioso pretexto, salió Belgrano de Buenos Aires, en el mes de setiembre de 1810, apenas con cien hombres, los más oficiales, y en su marcha les agregó seiscientos, con los que formó un ejército desetecientas plazas, (si es que se le puede llamar tal a un puñado de hombres armados).

Persuadía Belgrano a sus oficiales que no venían a conquistar al Paraguay, sino a auxiliar a sus habitantes; que a la vista de sus fuerzas se le unirían y depondrían a su Gobierno Velazco, y deliberarían libremente sobre el envío de Diputados pedidos por la Junta de Buenos Aires. Estos anuncios eran aparentes; con ellos creyó paliar su verdadera misión. Belgrano traía orden positiva de aquella Junta, que se había abrogado la superioridad, sobre los demás pueblos, que componían el Virreinato del Río de la Plata, de que vencida la oposición de Velazco, se apoderase del mando de la Provincia, la gobernase dependiente del arbitrio de aquella superioridad, como representante de ella, y envíase 10.000 hombres a la disposición de aquel Gobierno. Estos eran los verdaderos designios a que se dirigía la expedición de Belgrano, directamente contrarios a los principios adoptados al tiempo de la instalación de la Junta Superior Gubernativa, que el pueblo de Buenos Aires había creado por sí sólo, sin consultar la voluntad de los demás, sin embargo de haber manifestado en su capciosa proclama, que no pretendía usurpar los derechos de los demás pueblos.

A los tres meses de marcha, llegó Belgrano al Paraná, lo pasó en Candelaria sin oposición alguna, a últimos de diciembre. Esta circunstancia lisonjeó más su esperanza, viendo que no encontrando oposición en aquella frontera, se le abría la puerta para penetrar francamente hasta la capital. Del Paraná, siguió su marcha no como auxiliar, sino como conquistador enemigo. Ignoraba él la fuerza que se le iba a oponer.

Con la noticia que se tuvo de haber pasado el Paraná, movió el gobernador Velazco sus tropas que hasta entonces permanecían en la capital y en sus alrededores.Su ejército se componía de 4000 hombres de todas armas, fuera de más de 2000, que le siguieron voluntariamente. Velazco los condujo en trozos hasta Paraguarí, donde se acampó, colocando el ejército en tres divisiones cada una con suficiente artillería. Cubría el flanco izquierdo, el sargento mayor de Milicias regladas de Costa Arriba, con mil hombres, don Manuel Anastasio Cabañas; y el de la derecha, don Juan Manuel Gamarra; el primero, a la banda del norte del arroyo Juceri, y el segundo, a la del Sur. El centro compuesto de 2000 hombres, al mando del coronel de milicias don Pedro Gracia, estaba colocado entre el mencionado arroyo y la capilla de Paraguarí. El Gobernador Velazco, general en jefe del ejército, y su mayor general don Juan Cuestas, con otros oficiales de estrado, se mantenían divertidos en el colegio de Paraguarí. El día 13 de Enero, quedaba así todo, bien ordenado y dispuesto en actitud de resistir vigorosamente a cualquier ataque, cuando apareció en la banda sur del arroyoMbasy, la vanguardia de Belgrano.

Este, a pesar de tener a la vista un ejército capaz de hacer pedazos al suyo, tuvo la animosidad de seguir adelante; pasó el arroyo, y acampó su pequeño ejército en el Cerrito, que está a la banda del norte de dicho arroyo, a dos leguas de Paraguarí. Allí arrojó Belgrano la vaina, despreciando el inminente peligro de ser sitiado por hambre, por el quintuplicado ejército del gobernador Velazco, y caer prisionero con todo su corto ejército en manos de éste.

No pudo ocultársele a Belgrano el riesgo a que se exponía; acaso tomaría esta temeraria resolución, confiado en que estando allí, se le unirían los paraguayos, cuya esperanza le traía engañado; quizá por esto, se mantuvo quedo y sin acción en el Cerrito, por espacio de cinco días. El pelmazo de Velazco que en todas sus proclamas, se anunciaba un militar experto y chamuscado de pólvora, sin aprovecharse de la favorable ocasión que se le presentaba de sitiar a Belgrano en el Cerrito, y tomarle prisionero sin un tiro de fusil, se dejó observar, y se mantuvo también por igual tiempo irresoluto y sin acción, sin pensar ni aún cortar los víveres al enemigo.

A los cinco días de haber estado en inacción uno y otro ejército, determinó Velazco mover el suyo con la mira de sitiar o más bien de acorralar a Belgrano. Al efecto se apersonó él mismo en el centro de su ejército, la noche del viernes 18de enero a disponer y activar la marcha, para que a la madrugada del sábado quedase rodeado el Cerrito, fuera del alcance del cañón enemigo; pero a esa hora y cuando él menos lo esperaba, fue de improviso atacado el centro por 400 hombres al mando del mayor general don José Ildefonso Machaín. El centro, sin hacer resistencia alguna, se desordenó y dispersó; Velazco lo desamparó y fugó; subió con sus adheridos oficiales la cordillera arriba con miras de seguir y no parar hasta los establecimientos portugueses del Norte. Su mayor general don Juan Cuesta, fugó antes que él, y entró en la capital y se presentó en la Sala Capitular asegurando que el ejército de Velazco quedaba completamente derrotado, y victorioso Belgrano. Con esta noticia comunicada por un mayor general, a quien se suponía o debía suponerse haber entrado en acción y presenciado el ataque y su resultado, se alarmó la ciudad, y los Capitulares se embarcaron, y muchos de los españoles con sus caudales, con intento de pasar a Montevideo.

Desordenado el centro y dispersa la mayor parte de él, acudieron las dos divisiones del mando de don Manuel Atanacio Cabañas, y de don Juan Manuel Gamarra, haciendo fuego al mayor general Machaín, con lo que lo contuvieron y le hicieron retirar hasta su campamento del Cerrito, habiendo perdido entre muertos y prisioneros el número de cincuenta y tantos hombres. La acción no fue formal ni decisiva, fue más bien una tentativa o ensayo que se hizo por parte de Belgrano. Machaín no porfió en continuar el ataque; se retiró en orden defendiéndose del fuego de las dos divisiones que le iban a envolver.

Los tres generales, Gracia, Cabañas y Gamarra, retrocedieron aunque ya victoriosos, sin atreverse a apurar y oprimir o cortar la retirada a Machaín. Y sin embargo de que el gobernador Velazco, por el hecho de haber desamparado el ejército y fugado vergonzosamente a los primeros tiros del cañón enemigo, quedaba ya privado del gobierno de la provincia, y de toda intervención en el ejército, y por lo mismo se había hecho digno de la pena capital, no se le formó causa por un consejo de guerra que incontinenti debían celebrar los tres predichos generales; antes bien le hicieron buscar y llamar, más por ignorancia que por necesidad. Vuelto Velazco al ejército, determinó perseguir, y al efecto se destacaron algunas compañías ligeras, con orden de seguir pisándole la retaguardia, hasta dejarle pasar libremente el ríoTacuarí, sobre cuya margen del sur se acampó y fortificó Belgrano, aguardando el refuerzo de tropa que había pedido a la Junta de Buenos Aires, para volver con fuerza más respetable sobre el Paraguay.

El río Tacuarí es angosto, pero profundo, rápido, montuoso y sin vados; estas circunstancias alucinaron a Belgrano poco o nada militar, para creerse seguro e inexpugnable en aquel sitio, a pesar del descalabro que había padecido en Paraguarí. Así fue, que sobre el paso único que tiene elTacuarí, levantó sus baterías, y se puso en estado de resistir a cualquiera invasión paraguaya. Allí se mantuvo todo el mes de febrero.

El gobernador Velazco, pensando que Belgrano, por el susto que llevó en Paraguarí, y por su precipitada desordenada retirada, no había de parar hasta pasar el Paraná, se detuvo en perseguirlo, hasta que noticioso de haber hecho alto y fortificándose sobre el paso deTacuarí, hizo marchar 2000 hombres de todas armas, contra él, al mando de don Manuel Cabañas, y don Juan Manuel Gamarra, con orden de desalojarlo de aquel punto, y perseguirlo hasta hacerlo pasar el Paraná. A principio de marzo se presentó nuestro ejército sobre las márgenes deTacuarí, al frente del enemigo, pero Belgrano nada temió a la vista de un ejército superior al suyo.

Los generales y oficiales paraguayos que observaron la ventajosa posición en que se hallaba el enemigo al otro lado del río, que le servía de antemural, y conociendo por estas circunstancias que no sería fácil desalojarlo de aquel punto, atacándolo sólo de frente, sin batirlo también por la espalda, determinaron construir un puente sobre el Tacuarí, por no haber vado por donde esguazarlo. Así lo ejecutaron construyéndolo a una legua arriba, del paso. En un monte grande cercano al río, cortaron de noche a la lumbre de los fogones y condujeron al paraje designado, toda la madera proporcionada al ancho del río, y necesaria para el puente. Concluido éste en dos días, se dividió nuestro ejército en dos considerables trozos, y el 9 de marzo al amanecer, comenzó el que había a este lado, a batir de frente al enemigo, mientras que el otro pasaba el puente al mando de don Juan Manuel Gamarra. Divertido así el general Belgrano, sin pensar en ser atacado por su retaguardia, puso toda su atención en corresponder a nuestros fuegos; cuando de repente se halló oprimido por las tropas que habían pasado al otro lado del río Tacuarí, y al mismo tiempo por los botes armados que del Paraná arribaban batiéndole por el flanco izquierdo. Nuestras tropas del otro lado, entraron en acción con el mayor general Machaín y a pesar de haberse defendido este con mucho valor, fue hecho prisionero con otros oficiales y considerable número de soldados, se le tomaron dos piezas de artillería, un carro de municiones, fusiles y demás armas blancas. Pocos fueron los muertos, de una y otra parte.

 

XII – NEGOCIACIÓN BELGRANO-CABAÑAS

 

Belgrano que se vio en el mayor conflicto, envuelto entre tres fuegos y expuesto también a caer prisionero, ser enteramente destrozado o rendirse a discreción, tomó el partido de ofrecer capitulaciones; al efecto, mandó un parlamentario que fue don José Alberto Echevarría (paraguayo y tío materno de Machaín) al general don Manuel Cabañas, requiriendo la cesación de hostilidad, y prometiendo retirarse con el resto de su ejército y armas que le quedaban, al otro lado del Paraná, dejando así evacuada la provincia de toda invasión. El general paraguayo contestó a Belgrano por el oficio que sigue:

Campo de batalla de Tacuarí, marzo 9 de 1811.

"Habiéndose presentado el parlamentario don José Alberto Echevarría, proponiendo de parte del señor general del ejército de Buenos Aires, que respecto a que sólo había venido no a hostilizar la Provincia del Paraguay, sino a auxiliarla, de que han resultado varias hostilidades, se retiraría al otro lado del Paraná con su ejército, y dejaría la provincia evacuada de toda invasión; he resuelto yo el Comandante en jefe de las tropas del Paraguay, convenir, en que siempre y cuando se convenga no haber más hostilidades de armas, conceder la proposición hecha por el parlamentario; bajo de dicho seguro principiará a marchar desde mañana 10 del corriente. – Dios guarde al señor general muchos años. – Manuel Atanacio Cabañas".

El general don Manuel Belgrano contestó lo siguiente:

"Me conformo en todas sus partes, con cuanto usted me significa en su oficio de este día; y al efecto daré principio a mi marcha mañana, pero si usted gusta que adelantemos más la negociación para que la Provincia se persuada de que mi objeto no ha sido conquistarla, sino facilitarle medios para sus adelantamientos, felicidad y comunicaciones con la capital, sírvase decírmelo, y le haré mis proposiciones – Dios guarde a usted muchos años. Marzo 9 de 1811."

Quiso el general Cabañas oír las proposiciones que Belgrano ofrecía hacerle, y le comunicó a este que gustaría se las hiciese, en cuya virtud le trasmitió las siguientes:

"Ya que usted gusta imponerse de las proposiciones que he meditado hacerle, en virtud de las altas facultades de que estoy revestido, como representante de la Excelentísima Junta de la provincia de Buenos Aires, para que se convenza la del Paraguay, de que el objeto de mi venida, no ha sido a conquistarla sino a auxiliarla, para que valiéndose los hijos de ella de las fuerzas de mi mando, recobrasen sus derechos, que por todos títulos les corresponden; que nombrasen sus diputados al Congreso general, a fin de resolver el modo de conservar la monarquía española en estos dominios de Su Majestad el señor don Fernando 7º, si la España se pierde enteramente; hallándose hoy reducida al triste recinto de Cádiz y la Isla de León; e igualmente concederle la franquicia de un comercio liberal de sus producciones, inclusa la del tabaco, y otras gracias para sus mayores adelantamientos y ventajas; deseoso además de evitar para siempre la efusión de sangre entre hermanos, parientes y paisanos, que tan infelizmente hemos experimentado – hago las siguientes proposiciones:

1º Habrá desde hoy paz, unión, entera confianza, franco y liberal comercio de todos los frutos de las provincias, incluso el tabaco, con las demás del Río de la Plata, y particularmente con la capital de Buenos Aires.

2º Respecto a que la falta de unión que ha habido hasta ahora, consiste en que la Provincia ignora el deplorable estado de la España, como el que las antedichas provincias del Río de la Plata, están ya unidas, y en obediencia a la capital, y que sólo ella falta con su diputado, y la ciudad de Montevideo; podrán ir tres o cuatro individuos, que ella misma nombre, a la capital, a cerciorarse por si mismos, para que instruidos de la casi total pérdida de la España, elija el diputado que le corresponde, se una, y guarde el orden de dependencia determinado por la voluntad soberana.

3º Elegido el diputado, deberá la ciudad de la Asunción formar su Junta de gobierno, según previene el reglamento de 10 de febrero último, que acompaño en la Gaceta de Buenos Aires del 14, siendo su presidente, el gobernador don Bernardo Velazco.

4º Para que se cerciore más la provincia del Paraguay, de que no he venido a conquistarla, sino a auxiliarla; sin embargo de que nada se me dice de los ganados que he consumido, pertenecientes a aquellos vecinos, y de las caballadas, que acaso se habrán perdido por mi ejército, también correspondientes a los mismos; me ofrezco a volver las mismas especies, o su equivalente en dinero, según convenio que celebremos.

5º Pido que no se siga perjuicio alguno a las familias de esta provincia, que siendo de la causa sagrada de la Patria y del amado Fernando 7º, se han constituido a vivir con el ejército auxiliador de mi mando, ni se les tenga en menos.

6º Respecto a que los prisioneros hechos por usted y en Paraguarí, así oficiales como soldados, son verdaderos hijos de la Patria y sus defensores, lo que tanto interesa a la provincia del Paraguay, siendo la puerta Buenos Aires, por donde pueda ser invadida por los franceses, pido que se les de libertad, para que vayan a sus Regimientos, y se me entreguen las armas con el mismo fin.

7º En atención a que cesan ya todas las hostilidades, pido a usted se ponga en libertad a mi oficial parlamentario don Ignacio Warnes.

8º Que igual favor merezcan todos los prisioneros que se hallan en Borbón, y demás presidios, por haber sido de la causa de la Excelentísima Junta de las Provincias del Río de la Plata.

Usted se servirá resolver sobre cuanto dejo significado, y manifestarme su contestación a donde juzgare oportuno; mientras, tengo el honor de ser con el mayor respeto, su afectísimo servidor – Manuel Belgrano –Tacuarí, marzo 10 de 1811. – Señor general don Manuel Cabañas.

Remitidas a don Manuel Cabañas las antecedentes proposiciones, se retiró Belgrano deTacuarí, como lo había prometido; pasó el Paraná en el paso de Candelaria, en cuyo pueblo pasó a descansar y aguardar la contestación y resolución del general Cabañas. Este, que no tenía facultad, ni estaba autorizado para celebrar ni ajustar tratados ni convenciones con Belgrano, sino apenas para concederle su retirada libre, le contestó en los términos siguientes:

Campo de batalla de Tacuarí, marzo 10 de 1811.

"He recibido su papel de hoy día de la fecha, al que contesto diciendo, que mi autoridad es limitada, y por lo mismo no puedo resolverle a punto fijo ninguna de las proposiciones que en él se contienen; y sólo digo que mi patria merece se le dé satisfacción por tantos males que ha sufrido en sus hijos, habiendo dado la leche a los ajenos y a cuantos la gustan. También ha dado auxilios de armas y tropas al Río de a Plata, las repetidas veces que lo ha pedido; pero no ha tenido las resultas favorables a su mérito; y lejos de algún respeto se le compensa con un ejército auxiliador que jamás ha pedido, y aun dado caso que así fuera, sería con la intención de algún favor, y no como el que ha resultado. Por dichas razones soy de sentir que el gobierno de Buenos Aires diera una satisfacción arreglada, de manera que prevalezcan las leyes y costumbres que han guardado nuestros mayores, cuya honra debemos respetar según ley divina los que profesamos el nombre cristiano. Yo creo firmemente que en adelante según su palabra y autoridad no propenderá a otra cosa usted, ni ningún individuo del gobierno. Mi limitada inteligencia zozobrada en la piedad, que naturalmente poseo, me hizo faltar ayer al pedido de las haciendas, y demás haberes, en que hemos sido perjudicados todos los individuos del Ejército, cuya justicia clama al cielo, y Dios quiera que usted no tenga que responder a ello en el Tribunal Supremo; y así es que sería yo de dictamen que en lo que existiese, se hiciese restitución, para que no fuera tan gravosa ni repugnante la satisfacción que usted promete. También me contraigo sucintamente en cuanto a lo que pide en los artículos 5º y 6º, asegurándole tendrá todo, buen suceso, siempre que se sepulte toda invasión particular y general entre las dos provincias, cuyo proceder no dudo suavizará la justicia que algunos merecen. Quedo deseoso de que usted a continuación del papel de ayer, de mi condescendencia a su parlamento, ponga el suyo, y firmado me lo devuelva original, en cuyo proceder tendré gran prueba de su generosidad, la misma que ofrece a usted, el que con el mayor respeto tiene el honor de llamarse su mejor servidor. – Dios guarde a usted muchos años. – Manuel Atanasio Cabañas. – Al señor general don Manuel Belgrano".

Este oficio tan mal concebido, ridículo y chabacano, manifiesta con demasiada evidencia la suma insuficiencia de su autor. Lo recibió Belgrano estando ya en el pueblo de Candelaria, a donde fueron a verle y tratar con él, el Capellán de nuestro Ejército, don José Agustín Molas, y el capitán don Antonio Tomás Yegros, con otros más. Los dos primeros enviados por el general Cabañas, a recibiruna cantidad de pesos que reclamaban el pueblo deSantiago y el deSan Ignacio, como injustamente despojados de ella, por un talFrancisco Ramos, que seguía al ejército invasor. Don Manuel Belgrano, logró la ocasión de instruir a los referidos oficiales, y por medio de éstos al mismo generalCabañas y a donFulgencio Yegros, el más empeñado y acérrimo defensor del partido realista, quien prendió contra todo derecho de la guerra y de gentes a donIgnacio Warnes, oficial parlamentario enviado con pliegos desde la orilla opuesta del Paraná, al gobernador Velazco.

Habiéndose retirado Belgrano a la otra banda del Paraná, fueron conducidos a la Asunción los prisioneros, donde los tuvo Velazco en un barco en medio río, mientras que se preparaban dos o tres buques, para conducirlos a la ciudad de Montevideo, a disposición de aquel gobierno, como se ejecutó. El conductor de ellos fue un gallego llamado don Carlos Genovés, capitán miliciano, que sin más mérito que el de haber sido escribiente pendolista del gobernador don Lázaro Rivera, antecesor de Velazco, obtuvo el grado de capitán de milicias. El general Cabañas después de haber prometido al general Belgrano y asegurándole que tendrían buen suceso sus proposiciones quinta ysexta, a saber, que no se les seguiría perjuicio alguno a las familias de los individuos que siendo de la causa sagrada de la patria, se constituyeron a vivir en el ejército auxiliador; y que se diese libertad a los prisioneros tomados enParaguarí y en Tacuarí, para que volviesen a incorporarse en sus regimientos, ni aún interpuso su mediación con Velazco a favor de éstos.

El gobernador Velazco, que ya se consideraba un señor absoluto y árbitro de nuestros destinos, y que en su lisonjera y engañosa proclama de4 de febrero anterior, había tratado derebeldes a Belgrano, y a todos los que se habían declarado adictos a la libertad de la América, ordenando además a los jefes de las villas y de campaña, que redoblen su vigilancia, continuando sus rondas y patrullas, para que no se introduzcan personas sospechosas, y papeles seductivos; y se los envíen a los que los oculten – miró con alto desprecio las proposiciones de Belgrano y la promesa de Cabañas, apresurando la remisión de los prisioneros a Montevideo, a cargo de don Carlos Genovés, a quien enviaba con poderes para pedir armas y dinero y a combinar el plan de oposición abierta a la Junta de Buenos Aires. Con esta comisión marchóGenovés.

El gobernador Velazco, ingrato al favor que le habían hecho los paraguayos, en restituirle el gobierno de la Provincia, que por su vergonzosa fuga del ejército enParaguarí (después de haber prometido en el Congreso de 24 de julio del año anterior, que se sacrificaría por nosotros), lo había perdido, licenció a éste enTacuarí, sin paga alguna; voló a Misiones con sus adheridos aduladores y lisonjeros, no a otro fin que al de divertirse, y hacerse tributar los honores del triunfo, que no los merecía. Algunos días se mantuvo en el pueblo de Santa María en regocijos y fiestas, no a su costa, sino a expensas de aquel vecindario pobre, y volvió a la Asunción. Como él se había investido del alto carácter de legítimo representante del señor don Fernando VII, en el Paraguay, condecoró a don Fulgencio Yegros, con el grado de teniente coronel, y le nombró gobernador de Misiones, en cuya virtud quedó éste con alguna tropa en el pueblo deItapúa.

 

XIII – LA REVOLUCIÓN DEL 14 Y 15 DE MAYO

 

Instruido el teniente coronel Fulgencio Yegros, gobernador de Misiones, por el referido capellán José Agustín Molas y por su hermano el capitán don Antonio Tomás Yegros, que con la comunicación familiar que tuvieron con el general Belgrano se habían instruido y cerciorado del verdadero objeto a que el pueblo de Buenos Aires y su Junta Gubernativa dirigían sus miras, e invitaba a los demás pueblos, que formaban el extinguido Virreinato del Río de la Plata, a un Congreso General, para que reunidos en él los diputados de las provincias determinasen y designaran el supremo gobierno que ha de regirlas en representación del rey don Fernando VII durante su cautiverio en Francia, eligiendo cada provincia por sí la forma de su gobierno particular que más le convenga. No necesitó de más don Fulgencio Yegros; abrazó cuanto propuso Belgrano, y se resolvió sin hesitación a contribuir por su parte al logro de la remoción del gobernador Velazco. Pero como se hallaba a setenta leguas de la Asunción, donde se había de ejecutar la revolución convenida, y carecía también de conocimientos y talentos necesarios para dirigirla con orden, cordura y acierto, a fin de evitar las desgracias, horrores y funestas consecuencias que regularmente suelen resultar de las revoluciones contra un gobierno legalmente establecido: no pudo él efectuarla en persona, ni tan pronto como se deseaba. Se le habló al doctor don José Gaspar Francia, quien conviniendo en dirigir la empresa, instruyó el plan sobre que se había de efectuar. (¡Sic!) (58)

El capitán don Pedro Juan Caballero, encargado de observar en secreto las medidas que tomase el gobierno para frustrar la revolución, sabiendo que se le había descubierto al gobernador Velazco la proyectada conspiración contra su persona, y partido realista, se adelantó con algunos pocos compañeros a ganar el cuartel general de la plaza, única fuerza que Velazco podía oponer en su defensa.

Varios oficiales que habían servido en la acción deTacuarí, y que se habían prestado gustosos a cooperar en la revolución, se hallaban a la sazón en la Asunción. El capitán don Pedro Juan Caballero les había prevenido que la señal de alarma para reunirse en el Cuartel General de la Plaza, sería un repentino e intempestivo repique de campanas en la Catedral. En la noche de 14 de mayo de 1811, a la hora de diez, poco más o menos, hizo dar la señal prevenida, y se avanzo el primero con algunos pocos individuos de confianza a tomar el cuartel, y apoderarse de las armas, como en efecto se apoderó de ellas, sin violencia, y sin oposición, alguna de la guarnición, ni del oficial don Mauricio José Troche, que la mandaba. Posesionado Caballero del Cuartel, y habiéndose reunido ya mucha parte del pueblo adhiriéndose a la revolución y ofreciéndole sus servicios, se le sometió toda la guarnición, y fue reconocido Comandante del Cuartel.

En este estado requirió e intimó al Gobernador Velazco la cesación en el mando de la Provincia, o que entretanto se celebrase un Congreso Nacional que determinase y deliberase la forma de gobierno que le pareciera más conveniente y adaptable a las circunstancias en que se hallaba la España. El Gobernador Velazco convocó a sus adheridos, y se negó a acceder a la propuesta de Caballero; secundó éste su requerimiento proponiendo se le nombraríandos con socios con quienes actuase el despacho de las causas y asuntos de gobierno hasta la celebración del Congreso. Siguió el Gobernador con su oposición, permaneciendo inflexible toda esa noche a cuanto se le proponía por el cuartel. Se valió de cuantos medios le dictó su prudencia para aquietar y apaciguar los ánimos enardecidos ya y dispuestos a usar de la fuerza para derribarlo del mando; pero no se atrevió ni permitió que sus adeptos se valiesen de las armas. Amaneció el día 15 sin que el Gobernador desistiese de su oposición, ni las tropas de su empresa; y firmes éstas en salir con su intento, se presentaron en la Plaza con dos piezas de artillería, determinadas y resueltas a batir y derribar las casas de gobierno.

A la vista de esta disposición y firmeza de los revolucionarios, accedió el Gobernador a cuanto se le había propuesto y exigido la noche anterior. En esta virtud, se nombraron los dosconsocios que fueron el doctor don José Gaspar Francia y don Juan Valeriano Ceballos. Empezaron a intervenir en el despacho de Gobierno y ordenaron se recogiesen las armas de fuego y blancas que existían en poder del partido realista que se componían de los españoles europeos y de algunos paraguayos, a fin de precaver una contrarrevolución para reponer a Velazco. A pesar de esta providencia, hicieron también que de la campaña bajase alguna tropa para resguardo y seguridad de la ciudad, como se verificó. Mandaron evacuar la ciudad de Corrientes, que de orden del Gobernador Velazco la había ocupado el Comandante del Pilar,Jaime Ferrer, que era también jefe de la fuerza fluvial, y se le separó a éste de todo mando en aquella frontera.

 

DEPOSICIÓN DE VELAZCO

 

A los veinticinco días de la revolución, habiéndose tomado todas las providencias convenientes a la seguridad y tranquilidad interior y exterior de la Provincia, se le suspendió del mando a don Bernardo Velazco, y a los capitulares de aquel año, siendo los más de ellos europeos, y fueron recluidos en el cuartel, quedando solos los referidosconsocios con la jurisdicción interina de Gobierno, y para satisfacer al público de todo lo hasta allí obrado, se publicó un bando del tenor siguiente:

"El Comandante y Oficiales del Cuartel General de la Unión a los habitantes del Paraguay:

"Uno de los motivos que han apurado los sufrimientos de las tropas y de muchos distinguidos vecinos de la Provincia hasta obligarlos a tomar la generosa determinación de arrojar el pesado yugo que la tenía oprimida y tiranizada, ha sido el concepto a que la voz divulgada y las circunstancias mismas dieron lugar, de que los depositarios de la autoridad y sus viles secuaces maquinaban el detestable proyecto de someterla a una denominación extranjera, o valerse de sus fuerzas para sorprenderla con el simulado aparato de auxilio, tenerla en una dura y rigurosa sujeción; y de este modo formar y asegurar una especie de señorío y posesión para ellos mismos, sacrificando a su orgullo, ambición y codicia la libertad de la Provincia, los derechos más esenciales de sus naturales y los vínculos que la unen con las demás de la Nación.

"La aproximación de tropas portuguesas hacia los límites de esta Provincia, a saber: al Norte, en los establecimientos de Coimbra, y al Este, en el pueblo de San Borja, al mando del capitán general de San Pedro. La venida del teniente de Dragones, don José de Abreu, enviado por dicho general a esta ciudad; la misteriosa reserva con que se disfrazaba el verdadero objeto de su comisión. La determinación de mandar de aquí un oficial hacia dichos establecimientos del Norte, aseguraba por la voz pública con el pretexto totalmente inverosímil de pasar hastaMatto Groso buscando auxilio de dinero; daban no poco valor a aquel juicio, y sobrado fundamento a los temores. Después de nuestra feliz revolución se han ido notando, y descubriendo otros hechos tan circunstanciados que no hacen ya dudable aquel concepto. Ha sido público que el pliego de contestación a dicho general estaba ya cerrado, y que el teniente Abreu debía partir el mismo día de este acontecimiento. Sin embargo, don Bernardo Velazco sólo manifestó a los consocios del gobierno, por contestación preparada, un brevísimo y frívolo borrón que no condice con los planes y demás que contiene el oficio del general de San Pedro. La fuga precipitada del coronel don Pedro Gracia, abandonando el mando de la población que estaba a su cargo, después de estar noticiado del suceso de nuestra revolución, llevando su ruta a dichos establecimientos portugueses del Norte, que en el día se tiene averiguada con certeza, es otro accidente que induce algo más que una vehemente presunción.

"Pero lo que remueve toda duda en el particular es la carta interceptada por el jefe de nuestras tropas patrióticas, don Blas José Rojas, escrita de la Bajada al propio don Bernardo Velazco, por don Carlos Genovés, que como es notorio, iba enviado por él a Montevideo. En esta carga encarga Genovés a don Bernardo Velazco, que redoble sus comunicaciones con los portugueses, que éstos cubran (inmediatamente) la costa oriental del Paraná; que los del Norte caigan también sobre el Paraguay; que nuestras fuerzas de mar cubran igualmente aquel punto, y de este modo teniendo la costa occidental, (concluye diciendo Genovés a don Bernardo Velazco), somos los reyes de la América del Sur. No ha habido ni habrá un verdadero patriota que no se sienta horrorizado al oír y comprender la enorme criminalidad que descubre tan execrable lenguaje. Este mozo desconocido e inepto, que sin otro oficio, mérito ni carrera, que la de un vulgar escribiente, por una consecuencia del poder abusivo, y de la arbitrariedad y despotismo de un gobierno desastroso se vio repentinamente adornado aquí, ya con el título de capitán, ya con el de comandante de Villa-Real, con abandono de tanto patricio honrado, distinguido y benemérito, que de este modo por el favor del mismo gobierno se ha hecho visible en el Paraguay, y ha adquirido consideraciones y una regular fortuna, es el que ahora intenta despedazar el seno donde ha recibido nueva vida, queriendo con insolencia y descaro que los portugueses del Norte caigan inmediatamente sobre el Paraguay, para que don Bernardo Velazco, él y sus viles parciales y coligados, tiranos de la libertad de la Patria, sean los reyes de esta parte de la América.

"Pero es preciso explicar la verdad, y mirar las cosas en su verdadero punto de vista. Las producciones de Genovés no son partos originalesde la abundancia de su corazón dañado; él no hace más que repetir el mismo funesto proyecto de que era sabedor y cómplice, instando y apurando por su pronta ejecución; y de aquí mismo es natural deducir, que la marcha de don Pedro Gracia, a los establecimientos portugueses del Norte ha sido dispuesta por los tiranos luego al punto de nuestra revolución, o un resultado de la misma maquinación anterior pues que aun mucho tiempo antes ya se sabia que se prevenía y preparaba para hacer una larga jornada.

"Aquellas expresiones que se oían anteriormente en boca de los tiranos de que ya tenían paraguayos que les trabajasen la yerba a dos reales la arroba y las voces que aun al presente procuran esparcir; de que nuestra revolución puede todavía quedar en nada, y que dentro de dos meses se compondría todo, explican muy bien y dan a entender el fondo de la nueva tiranía premeditada, y la esperanza y disposición en que se hallaban de llevar adelante sus perversas ideas hasta realizar la inicua obra proyectada.

"No por eso creemos ni recelamos que lleguen a verse puestas en ejecución disposiciones algunas dirigidas a semejantes fines. Una cosa es, que los jefes o comandantes portugueses se presten a una oferta voluntaria, lisonjera en apariencia a los intereses de S. M. Fidelísima; y otra muy diversa el que a fuerza de armas intenten invadir nuestro domicilio con reluctancia y oposición de la Provincia y de su gobierno. Tales son los justos y magnánimos pensamientos de su Alteza Real el príncipe Regente de Portugal. La carta de su ministro de Relaciones Exteriores, el Excmo. señor Conde de Linhares a la Excma. Junta de Buenos Aires, basta para convencer y disuadir a los que sin conocimiento y sin reflexión sobre los verdaderos intereses de ambas naciones aventuran un juicio contrario. Su A. R., muy distante de tomar semejantes medidas violentas con los pueblos que reconocen al señor don Fernando VII, manifiesta que se limitará únicamente a elevar sus votos para que las disensiones intestinas, entre vasallos de un mismo príncipe, tengan una pronta y feliz conclusión; y a disponer lo conveniente para que el fuego de la guerra civil no se encienda en las fronteras de sus propios Estados. Además, sabemos por noticia cierta y segura, que las tropas portuguesas, que se habían reunido en el pueblo de San Borja, volvieron a retirarse hacia la campaña de Montevideo en los días 19, 21 y 24 del mes de mayo próximo pasado.

"De nuestra parte ya se han pasado anteriormente los oficios correspondientes, así al capitán general de San Pedro, como al comandante del fuerte de Coimbra, significándoles igualmente nuestra adhesión a los derechos del mismo señor don Fernando VII, y nuestros sinceros deseos de terminar por medios pacíficos las diferencias ocurridas con la ciudad de Buenos Aires, y de continuar al propio tiempo conservando amistad, buena armonía y correspondencia con todos los jefes y países de la dominación de S. M. Fidelísima. Pero si contra toda justicia violando la paz en que nos hallamos y el mismo derecho de gentes por las ocultas tramas y maquinaciones de los tiranos opresores de nuestra patria, y de nuestros derechos, llegase el caso de ponerse en planta sus amenazas, conocerán muy a su costa nuestros invasores, sean los que fuesen, cuál es la constancia, cuáles los esfuerzos y cuáles los recursos de un pueblo grande que ha tenido valor para recobrar su libertad, y está empeñado en defenderla a expensas de su propia vida.

"La conclusión natural de todo esto es, que el empeño de don Bernardo Velazco, y de los individuos del Cabildo en sostener la total división de esta Provincia, sin querer arbitrar o tentar un medio de conciliar su reunión con su libertad y sus derechos, sin querer reducirse a enviar sus diputados al Congreso General de las Provincias, con el objeto de formar una asociación justa, racional, fundada en la equidad, y en los mejores principios de derecho natural, que son comunes a todos, y que no hay motivo para creerse que hayan de abandonar u olvidarse por un pueblo tan generoso e ilustrado como el de Buenos Aires, ha sido una conducta imprudente, opuesta a la prosperidad de la Provincia, y común felicidad de sus naturales, y dirigida más bien para fines particulares.

"La Provincia ha tenido que sufrir los muchos males y daños consiguientes a una guerra civil, y el comercio de sus muchas producciones y frutos ha quedado obstruido y aniquilado. Se han consumido y desaparecido más de cien mil pesos de la Real Hacienda. Las tropas se han dejado privadas del justo y debido estipendio de muchos meses, y por último, ha llegado la ceguedad al extremo de querer aumentar nuestras cadenas, y reducirnos a más dura esclavitud, haciendo cada vez más inciertos y dudosos el destino y la suerte de nuestra Provincia. Los individuos del Cabildo, que en las críticas circunstancias del día, debían concentrar toda su atención en la felicidad general, y conservar ilesos los derechos de todos los ciudadanos, se ve que menos han pensado en esto que en perpetuarse en el mando y proporcionarse nuevas consideraciones. Cuanto se ha dicho, la conspiración últimamente descubierta contra la pública libertad y la continuación de sus oficios por medio de una cuasi general escandalosa reelección, contraria a las leyes del propio Soberano que se aclamaba, son unos hechos que afianzarán esta verdad.

"Habiendo, pues, tomado a nuestro cargo y de nuestras tropas, el poner en libertad a nuestra amada Patria, y a nuestros conciudadanos, para que puedan deliberar y resolver francamente el partido que deban abrazar, y juzguen más conveniente, creeríamos faltar a nuestra principal obligación, si consultando la tranquilidad y seguridad general de la Provincia, contra la perniciosa influencia y maquinaciones de los que se hallan más que indicados de autores o cómplices en la determinación de valerse de fuerzas extrañas para oprimirla, no tomásemos al mismo tiempo las más oportunas medidas; por eso ha sido preciso tener por ahora suspensos de sus oficios, y en un lugar de seguridad a don Bernardo Velazco, e individuos de Cabildo, hasta la resolución de la Junta General, que ya está próxima a celebrarse. Entre tanto y hasta la misma resolución, ejercerán la jurisdicción de Gobierno interino, y unidamente, los mismos dos consocios, con quienes se actuaba el despacho, y por lo mismo serán también los presidentes de la Junta General. Y para que llegue a noticia de todos, se publicará un manifiesto por bando en la forma ordinaria, fijándose los correspondientes ejemplares en los lugares acostumbrados. Fecho en el Cuartel General de la Asunción del Paraguay, a nueve de junio de mil ochocientos once. – Pedro Juan Caballero, Fulgencio Yegros, Antonio Tomás Yegros, Mauricio José Troche, Vicente Iturbe, Juan Bautista Rivarola, Manuel Iturbe. Francisco Antonio González, José Joaquín León, Mariano del Pilar Mallada, Blas Domingo Franco, Agustín Yegros y Pedro Alcántara Estigarribia".

Se publicó el antecedente Bando, para que instruida la Provincia, convocada ya a Congreso General, por medio de esquelas para el día 17 del mismo mes de junio, de los graves motivos y causas que precedieron e impulsaron a los oficiales, tropas y vecinos de la Capital, a la separación y remoción total del Gobernador, don Bernardo Velazco, del mando absoluto de la Provincia; procediese con conocimiento de causa por el órgano de sus representantes a deliberar y determinar la forma de Gobierno, régimen y administración que más le conviniese para su defensa, seguridad y prosperidad.

 

XIV – EL CONGRESO DEL 17 DE JUNIO

 

Habiéndose reunida la Provincia en Congreso General, por medio de sus representantes el día 17 de junio de 1811, en las casas de Gobierno, los presidentes de él, que fueron los referidos consocios, abriendo la acta, dirigieron la siguiente arenga:

"Señores: Los males y padecimientos de nuestra Provincia, han sido tan graves y tan notorios, que creeríamos perder el tiempo en querer individualizarlos. Hasta aquí hemos vivido humillados, abatidos, degradados y hechos el objeto de desprecio, por el orgullo y despotismo de los que nos mandaban. Ha llegado este exceso al extremo de querer reagravar nuestras cadenas, intentando disponer de nuestra libertad, de nuestra suerte y de nuestras personas mismas, como quien dispone de un rebaño de ganados, de una hacienda, o de una cosa mueble, sin atender a la dignidad y derechos de un pueblo grande, ni a la voz de la naturaleza que clama, que los infelices paraguayos han padecido bastante en cerca de tres siglos, en que han sido indignamente vilipendiados y postergados – al fin han pasado esos desgraciados tiempos de opresión y tiranía –. La oscuridad en que yacíamos ha desaparecido, y una brillante aurora empieza a descubrirse en nuestro horizonte. La provincia del Paraguay, volviendo del letargo de la esclavitud, ha reconocido y recobrado sus derechos, y se halla hoy en plena libertad, para cuidar y disponer de sí misma y de su propia felicidad. Este y no otro ha sido el objeto de nuestras tropas patrióticas, y de los valerosos vecinos que tomaron parte en la dichosa revolución del día 15 de mayo, día grande, día memorable, que hará la más señalada época en los fastos de nuestra Provincia. Todas las medidas oportunamente tomadas, surtieron el mejor efecto, y al modo que un viento saludable dispersa y deshace las densas nubes que amenazan una tempestad, se han desconcertado y descubierto los planes de los que por distintos rumbos, por diversos medios y por varios fines se habían propuesto oprimirnos, y hacerse árbitros de nuestra libertad; de suerte que podemos decir, que el cielo favorece visiblemente la justicia de nuestra causa.

"No hay duda que algunos intentarán calumniarnos atrevidamente, ultrajando nuestras máximas o dando siniestras interpretaciones a nuestras ideas: tampoco faltarán quienes por sus intereses particulares y miras personales, olvidando la verdadera felicidad y grandeza de nuestra patria, intenten seducir y trastornar los ánimos incautos con discursos capciosos, razones frívolas y pensamientos especiosos, todo no más que con el fin de dividirnos, de minorar y destruir nuestra naciente libertad; guardémonos de caer en semejante lazo.

El tiempo de la ilusión y engaño ya pasó, no estamos en aquellos siglos de ignorancia y de barbarie en que casualmente se formaron muchos gobiernos, elevándose por grados en los tumultos de las invasiones o guerras civiles, entre una multitud de pasiones feroces y de intereses contrarios a la libertad v seguridad individual.

Al presente nos hallamos en circunstancias más favorables. Nuevas luces se han adquirido y propagado, habiendo sido objeto de meditaciones de los sabios, y de las atenciones públicas, todo lo que está ligado al interés general, y todo lo que puede contribuir a hacer los hombres mejores y más felices. Se han desenvuelto y aclarado los principios fundamentales de las sociedades políticas, hombres de talento han analizado todos los derechos, todas las obligaciones, todos los intereses de la especie humana; han dado a las verdades de la moral y de la política, una evidencia de que no parecían ser susceptibles, y no han dejado a la mala fe, y a la corrupción, otro auxilio que el de abusar vergonzosamente de las palabras para contestar la certidumbre de los principios. Aprovechemos de tan feliz situación, y la memoria de nuestras pasadas desdichas, aflicciones y abatimientos, no nos servirá sino de lección y experiencia para evitarlos en lo venidero, formando una valla inexpugnable contra los abusos del poder. El terreno está desmontado, ahora es preciso cultivarlo sembrando las semillas de nuestra futura prosperidad.

Todos los hombres tienen una inclinación invencible a la solicitud de su felicidad, y la formación de las sociedades y establecimiento de los gobiernos, no han sido con otro objeto, que el de conseguirlo mediante la reunión de sus esfuerzos. La naturaleza no ha criado a los hombres esencialmente sujetos al yugo perpetuo de ninguna autoridad civil, antes bien, hizo a todos iguales y libres de pleno derecho. Si cedieron su natural independencia, creando sus jefes y magistrados, y sometiéndose a ellos, para los fines de su propia felicidad y seguridad, esta autoridad debe considerarse devuelta, o más bien permanente en el pueblo, siempre que esos mismos fines lo exijan. Lo contrario sería destructivo de la sociedad misma, y contra la intención general de los mismos que la habían establecido. Las armas y la fuerza pueden muy bien sofocar y tener como ahogados estos derechos, pero no extinguirlos; porque los derechos naturales son imprescriptibles, especialmente por unos medios violentos y opresivos. Todo hombre nace libre, y la historia de todos los tiempos siempre probará que sólo vive violentamente sujeto, mientras su debilidad no le permite entrar a gozar los derechos de aquella independencia con que le dotó el Ser Supremo al tiempo mismo de su creación.

"Aún son más urgentes las circunstancias en que nos hallamos. La soberanía ha desaparecido en la Nación. No hay un tribunal que cierta e indubitablemente pueda considerarse como el órgano o representación de la autoridad suprema. Por eso muchas y grandes provincias han tomado el arbitrio de constituirse y gobernarse por sí mismas; otras se consideran en un estado vacilante, o de próxima agitación; y su incertidumbre y situación que presagia una casi general convulsión; esta Junta reflexionará sobre el medio más oportuno de proveer a nuestra defensa, a nuestra seguridad y felicidad. No por eso hemos pensado, ni pensamos dejar de reconocer al señor don Fernando VII; muy distantes de semejante idea, públicamente por bando, hemos protestado y ahora protestamos nuevamente una firme adhesión a sus augustos derechos, que no son ni pueden ser inconciliables con los de las provincias, dirigidos únicamente a poner los fundamentos de su conservación y de su verdadera felicidad, apoyada de un sistema seguro y duradero.

"Este es el grande asunto que nos reúne en este lugar: jamás nos hemos visto en circunstancias tan importantes, y todo lo que ahora se decida, debe mirarse como el precursor de la suerte que nos destine el hado. Se trata primeramente de establecer la forma de gobierno y el régimen que debamos tener y observar en lo sucesivo. En segundo lugar, fijar nuestras relaciones con la ciudad de Buenos Aires y demás provincias adheridas. En tercer lugar, resolver lo conveniente con respecto a los individuos que anteriormente ejercían la autoridad de esta ciudad, y al presente se hallan suspensos en justa precaución de cualquier influencia o disposición contra la libertad de la Patria, por los antecedentes y causas de que se ha dado satisfacción al público.

"Respetamos altamente la Provincia tan dignamente representada en esta Junta General, y por lo mismo nos abstenemos de anticipar idea o resolución alguna de nuestra parte. Nada otra cosa deseamos, sino que ella exprese y manifieste libremente su voluntad. Si en los bandos parece que hemos insinuado algún concepto, no ha sido por prevenir su deliberación, sino más bien porque en el estado de cosas no se llegase a imaginar, que sin acuerdo de la Provincia intentábamos disponer o innovar en cuanto a sus principales derechos.

Y finalmente por el juicio que habíamos formado de la opinión pública, y por los primeros sentimientos de nuestras tropas; pero nuestro juicio podía ser falible, y los señores comandantes y oficiales del cuartel general, todo lo dejan al arbitrio y determinación de la provincia, de tal conformidad que todos, y cada uno de los que componen esta respetable Asamblea, deben considerarse en la más plena, perfecta y absoluta libertad de explicar, declarar y manifestar francamente sus pensamientos, sus conceptos y sus votos. Las resoluciones aceleradas no siempre son las más acertadas, y así puede aun esta Junta tomar el tiempo que estimase conveniente para proceder a la votación con todo el conocimiento y plena deliberación que se desea.

"En todo caso estamos prontos y resignados a conformarnos con la voluntad general, lisonjeándonos que esta Junta dará ese ejemplo de cordura y circunspección, haciendo un uso justo, moderado y prudente de esta preciosa libertad en que se le constituye; pero de tal modo, que puesta la Patria a cubierto de toda oculta asechanza y de los tiros de la arbitrariedad y despotismo, se ponga en estado de ser verdadera y perfectamente feliz. – Doctor José Gaspar de Francia. – Juan Valeriano de Ceballos".

Después de haberse publicado varios documentos que manifestaban el estado actual de la Provincia, las cábalas del Gobierno y las causas que motivaron la separación del mando del Gobernador don Bernardo Velazco; los presidentes del Congreso, pronunciaron el antecedente discurso.

Este oyó con atención los documentos y razones que en ellos se exponían, y para meditar sobre las deliberaciones que habían de tomarse para el establecimiento de un nuevo gobierno, aplazó la votación para el día siguiente, y puesta esta disposición por diligencia firmada por los presidentes, personas condecoradas del estado seglar y eclesiástico, prelados de las religiones, y seis individuos más, nobles, se retiró la Junta a conferenciar y consultar sobre los tres puntos propuestos en el cuarto párrafo de la arenga. Todos los ciudadanos que habían concurrido al Congreso, manifestaban la más tierna y dulce sensación al contemplarse libres y con plena facultad de votar, según su conciencia, sobre la forma de gobierno que los había de regir en adelante; estaban firmemente persuadidos que el supremo árbitro del universo favorecería su causa, y el ángel tutelar del Paraguay velaba sobre ellos; pues en todas las conferencias no hubo disensiones ni contiendas que dividiesen los ánimos ni la uniforme opinión popular. La obra grande de la regeneración política de la Provincia, se iba animando con acierto y armonía; y para llegar al punto desuúltima perfección, volvieron los representantes al día siguiente a reunirse en las casas de Gobierno. En este estado se dio principio a la acta, con el voto siguiente:

 

VOTO DE MARIANO ANTONIO MOLAS

 

"En la ciudad de la Asunción del Paraguay, a 19 días del mes de junio de 1811, habiéndose vuelto a congregar en estas casas públicas de Gobierno, los individuos que asistieron el día ayer para la Junta General, y hallándose así juntos y sentados, previnieron los señores presidentes que la votación empezase de abajo, y no por las personas de mayor carácter del estado eclesiástico y secular, que se hallaban en los primeros asientos, y en este estado dijo don Mariano Antonio Molas, que su voto era, en primer lugar, que don Bernardo de Velazco, así por los motivos expuestos, expresados por el Bando, como por haber abandonado nuestro ejército en Paraguarí, quede privado de todo mando, subrogándose en su lugar una Junta de Gobierno, compuesta de cinco individuos y un secretario. El presidente de ellas y también el comandante general de las armas será el teniente coronel don Fulgencio Yegros, y los vocales el doctor don José Gaspar de Francia, el capitán don Pedro Juan Caballero, el presbítero doctor don Francisco Javier Bogarín y don Fernando de la Mora; y en cuanto al secretario lo nombrará la misma Junta de Gobierno y asignará a todos sus individuos unos moderados sueldos, en atención a que abandonando sus particulares atenciones por el servicio de la Patria, no es justo que su ocupación les sea enteramente gravosa.

En segundo lugar, que todos los individuos del Cabildo queden igualmente privados de sus oficios, no sólo por los motivos indicados en el mismo Bando, sino también por haber abandonado la ciudad, embarcándose con el armamento y dejándola enteramente indefensa al tiempo del combate en Paraguarí, a más de no ser patricios varios de ellos, debiendo además ser responsables los que hubiesen concurrido al importe de la partida de yerba perteneciente a losPropios, que remitieron a Montevideo, en caso que este valor no se devuelva; bien entendido, que todos los que son Patricios, quedarán habilitados para obtener en lo sucesivo cualquier oficio a cargo en la Provincia, siempre que manifiesten su modo de pensar y sus ideas conformes con las demás de esta Junta General, y, en consecuencia, de esta disposición, la Junta de Gobierno nombrará ahora todos los individuos del Cabildo, que en lugar de los anteriores deban componer este cuerpo, los cuales deberán continuar todo el año venidero, con declaración de que si no resultase causa contra el alcalde provincial don Manuel Mujica, se le integrará de la Real Hacienda el importe del valor en que remató su oficio.

En tercer lugar, que todos los empleos u oficios concejiles, políticos, civiles, militares, de Real Hacienda, o de cualquier género de administración, que al presente hayan ocupado o vacantes, se provean en los naturales o nacidos en esta Provincia, sin que nunca puedan ocuparse por los españoles europeos, a menos que la misma provincia determinase otra cosa; pero en lo sucesivo todo americano, aunque no sea nacido en esta provincia, quedará enteramente apto para obtener dichos cargos, siempre que uniforme sus ideas con las de esta Junta, exceptuando desde luego de la anterior disposición, al capitán don Juan Valeriano Ceballos, en consideración a su conocido patriotismo, y al mérito que tiene contraído; por todo lo cual y en atención a haber ofrecido sus servicios a la Patria, se encarga a la Junta de Gobierno tenga presente su mérito recomendable, para emplearlo en los cargos convenientes, advirtiendo finalmente que teniendo presente la falta que hacen las dos escribanías públicas de esta ciudad, para la administración de Justicia, se deja a disposición de la Junta de Gobierno, el habilitar a don Manuel Benites, o poner en remate la Escribanía que estaba a su cargo, así como el tiempo que debe cesar la otra escribanía del cargo de don Jacinto Ruiz – bien entendido que éste deberá ser reintegrado del importe de su remate cuando la Junta de Gobierno dispusiese la cesación.

En cuarto lugar, que don Bernardo de Velazco, su director y dependiente don Benito Velazco y Marquina, y los ministros de Real Hacienda, don Pedro Oscaris, y don José Elizalde, sean mancomunadamente responsables al importe de la partida de tabaco perteneciente a la Real Hacienda, y remitida a Montevideo, en caso que de aquella ciudad no se devuelva este valor; debiendo además la Junta de Gobierno, tomar las correspondientes cuentas a los suscitados ministros de Hacienda.

En quinto lugar, que en consideración al mérito y distinguido servicio del comandante don Blas José Rojas, en favor de la libertad de la Patria, sea desde ahora subdelegado del Departamento de Santiago, con agregación de los tres pueblos: Ytapúa, Trinidad y Jesús,los cuales, con los cinco pueblos de la antigua demarcación, deberán contribuirle con el sueldo acostumbrado, debiendo al mismo tiempo ejercer el cargo de comandante de aquella frontera. Y por lo que respecta a la otra subdelegación de laCandelaria y pueblos que le pertenecen, nombrará la Junta el subdelegado que corresponda.

En sexto lugar, que esta Provincia no sólo tenga amistad, buena armonía y correspondencia con la ciudad de Buenos Aires, y demás provincias confederadas, sino que también se una con ella, para el fin de formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad, bajo las declaraciones siguientes:

Primera: Que mientras no se forme el Congreso General, esta Provincia se gobernará por sí misma, sin que la Excma. Junta de Buenos Aires pueda disponer y ejercer jurisdicción sobre la forma de gobierno, régimen, administración ni otra alguna causa correspondiente a esta misma Provincia.

Segunda: Que restablecido el comercio, dejará de cobrarse el peso de plata que anteriormente se exigía por cada tercio de yerba con nombre de sisa y arbitrio, respecto a que hallándose esta Provincia como fronteriza a los portugueses, en urgente necesidad de mantener alguna tropa por las circunstancias del día, y también de cubrir los presidios de las costas del río, contra la invasión de los infieles, aboliendo la insoportable pensión de hacer los vecinos a su costa este servicio, es indispensable a falta de otros recursos, cargar al ramo de la yerba aquél u otro impuesto semejante.

Tercera: Que quedará extinguido el estanco del tabaco, quedando en libre comercio como otro cualesquier fruto y producción de esta Provincia, y que la partida de tabaco existente en la Factoría de esta ciudad, comprada con el dinero que anteriormente era de la Real Hacienda, se expenderá de cuenta de esta Provincia, para el mantenimiento de su tropa y de la que ha servido en la guerra pasada, y se halla aún mucha parte de ella sin pagarse.

Cuarta: Que para los fines convenientes a arreglar el ejercicio de la autoridad suprema, o superior, y formar la constitución que sea necesaria, irá de esta Provincia un diputado con voto en el Congreso General, en la inteligencia de que cualquier reglamento, forma de gobierno o constitución que se dispusiese, no deberá obligar a esta provincia, hasta tanto se ratifique en Junta General de sus habitantes y moradores. A este efecto, se nombra desde ahora por tal diputado al doctor don José Gaspar de Francia; respecto a que ya anteriormente lo había sido por el ilustre Cabildo, para que con una regular dotación se ponga en camino a BuenosAires, luego que por parte de la Excma. Junta y generoso pueblo de aquella ciudad, no se ponga reparo, como se espera, en estas provisiones, que a este fin se le remitirán por la Junta de Gobierno, con todo lo demás acordado en esta acta, advirtiéndose que en este caso, y por sola esta vez, la Junta de Gobierno de esta Provincia, antes de la separación de dicho diputadonombrará el vocal que deba quedar en su lugar.

En séptimo lugar. – Se previene que los oficios de presidente, vocal y secretarios de la Junta de Gobierno de esta Provincia, no deben ser vitalicios, ni durar por más tiempo que el de cinco años, y que en lo sucesivo deberán ser provistos por el pueblo en Junta General, como la presente; todo en la inteligencia que no se disponga otra cosa por el Congreso General, y se ratifique por esta Provincia.

En octavo lugar. – Respecto a que queda abolido el estanco de tabaco, no deberá haber más que un ministro tesorero de Real Hacienda, que será nombrado por la Junta de Gobierno con los dependientes precisos, el cual no será removido sin causa, quedando extinguido el empleo del ministro factor y administrador de renta, así como el de Teniente Letrado, por no conceptuarse necesario.

En noveno lugar. – Se declara que la Junta que se crea de gobierno, será en calidad de superior de provincia; tendrá tratamiento de Usía; y del mismo modo el presidente como cabeza; pero los vocales no tendrán otro que el de usted. Quedará encargada de crear y mantener la tropa necesaria a la seguridad de la Provincia, según los casos ocurrentes. El presidente suplirá las veces de Juez de Alzadas para las causas mercantiles, cuyos diputados serán electos por los individuos de comercio de cada lugar donde al presente los haya.

Por último, y consiguientemente, que quede suspenso por ahora todo reconocimiento de las Cortes y Consejo de Regencia, y de toda otra representación de la autoridad suprema, o superior de la Nación, en estas provincias, hasta la suprema decisión del Congreso General, que se halla próximo a celebrarse en Buenos Aires.

Y que los individuos de la Junta de Gobierno de la Provincia, antes de entrar en el ejercicio de sus oficios, harán juramento a continuación de la presente acta y ante escribano, de no reconocer otro soberano que al señor don Fernando VII, de proceder fiel y legalmente en los cargos que se les confían, y de sostener los derechos, libertad, defensa y seguridad de la Provincia, añadiendo por conclusión, que igualmente era su parecer, que la Junta de Gobierno señale un moderado impuesto sobre los ramos de tabaco y maderas que se exportasen de esta Provincia; para el mismo objeto de mantener y pagar la tropa necesaria a la custodia y defensa de la Provincia; con lo que dijo que se concluía su voto, y lo firmó. –Mariano Antonio Molas. – "Ecce confederatio resoluta ab hare Provintiae".

Los presidentes ordenaron se redactase el antecedente voto en los autos formados de las actas de la Junta General, y hecha la redacción, el escribano actuante volvió a publicarlo ante la misma Junta General, la cual manifestó su entera aquiescencia a cuando en él se proponía, y reproduciéndolo cada uno de los asistentes, lo firmó como propio; siendo ya la hora muy avanzada, resolvieron los presidentes, que se suspendiese la votación hasta el día siguiente.

 

OTROS VOTOS

 

El día 20 volvieron a reunirse los representantes en las mismas casas de Gobierno, y dijeron los presidentes que se continuase la votación con la misma libertad y franqueza, con que se había principiado el día anterior; en esta virtud, y firmes en el primer voto, continuaron en reproducirlo, y firmarlo hasta más de las doce del día.

El 21 votaron algunos individuos del estado eclesiástico, pero sin variar ni discrepa en lo sustancial del primer voto, adoptado ya por una mayoría excesiva del estado secular. Los eclesiásticos no trepidaron en conformarse con aquél, y de los votos que dieron el más notable es el siguiente:

El señor Chantre Provisor, y Vicario General del Obispado, doctor don José Baltazar Casajús, dijo: que su parecer y voto es el mismo que ha producido el presbítero don Sebastián Patiño, añadiendo lo siguiente: "que no obsta, ni puede obstar, a lo votado en dicho parecer y en el antecedente de don Mariano Antonio Molas, el juramento que se prestó en el Congreso del 24 de junio último al Consejo de Regencia que se estableció por la Suprema Junta central, al tiempo de su disolución; ni el que se hizo últimamente a favor de las Cortes, que se dice, haberse congregado en la Isla de León. Lo primero, por qué, en uno y otro, se procedió bajo la suposición de que dicha Regencia estuviese legítimamente establecida, y las cortes formadas con todos los requisitos que exigen los derechosde los pueblos de toda nación, para cuya calificación, no hubo en uno ni otro acto, la libertad ni los conocimientos necesarios, como al presente, en que se ha visto la provincia felizmente en estado de poder en público discurrir libremente sobre el asunto, y que los que hemos producido dichos pareceres, nos hallamos mediante una madura consideración y discusión sobre mejores noticias y datos, con conocimiento de causas muy legales de nulidad, así en la erección de la regencia como en la celebración de las cortes; como es entre otras, y la más perentoria, la falta total de sufragios de las Américas, que constituyen en el día casi toda la monarquía española, con la casi total subyugación de la península, por el intruso nuevo soberano.

"Lo segundo, porque las cortes no han sido reconocidas ni juradas por toda la provincia en un Congreso General, como el presente sino sólo por las autoridades y en fuerza de un mandato del gobierno acordado con sólo el Cabildo, sin reparar en que la provincia no había tenido la parte que debía tener en dichas cortes, como ni las demás de estos dominios, y que el nombramiento que se hizo de representantes suplentes por ella, era un arbitrio ilegal como desconocido hasta ahora; como más, de no haberse hecho constar a los concurrentes la autorización de los documentos relativos que en el acta se leyeron, ni si fueron dirigidos de oficio desde su origen a este gobierno, o a algunas de las autoridades de la provincia.

Lotercero porque los gravísimos motivos que han ocurrido al presente, y van expresados y publicados, y principalmente el de poner en tranquilidad la provincia, mirar por su salud y derechos y librarla de los males que en el día la amenazan son causas bastantísimas, para no embarazar dicho juramento en las actuales circunstancias, las providencias que van dictadas. Y últimamente porque sólo se suspende ahora el reconocimiento prestado a dicha regencia y cortes, hasta tanto que el Congreso general de las provincias, decida el punto de legitimidad o ilegitimidad por el voto de todas juntas; siendo todo lo que al presente se determina en esta puramente provisional por este respecto. Así mismo añadió, se comunique por la Junta Gubernativa que se establezca al cabildo y gobierno de Montevideo, la resolución presente de esta provincia, con copia o un extracto de la acta, pidiéndole se uniforme con ella, en cuanto a aceptar, y concurrir con un diputado a la celebración del Congreso general en la capital de Buenos Aires, y que cese de toda hostilidad contra ésta, para que así se logre la general tranquilidad y el restablecimiento de la unión, fraternidad y comercio entre vasallos del mejor de los Soberanos" – y lo firmó – Dr. Don José Baltasar de Casajús.

Concluida con el antecedente sufragio la votación, pidió la palabra don Juan Bautista Rivarola, y dijo:

Primero. "que el pueblo por su órgano declaraba y explicaba su voluntad, la cual era, que verificada la unión de esta provincia en los términos que ella desea, con la de Buenos Aires, se conserven en sus oficios el Escribano de Gobierno, D. Jacinto Ruiz, y el Alcalde Provincial, don Manuel Juan Mujica.

Segundo. Que don José Joaquin Goiguru, se mantenga en el empleo de primer oficial de la Tesorería, con una dotación regular, que la Junta de Gobierno señalase, y durante la voluntad de ella.

Tercero. Que llegado el caso de verificarse la unión de esta provincia con Buenos Aires, en los términos expuestos, ha de ser bastante que el poder que se diese al Diputado nombrado que ha de ir al Congreso general, lo firmen cien individuos de los principales de la provincia, que han asistido a la presente Junta general incluso, los de la Junta de Gobierno, los del Ilustre Cabildo, y los diputados de las villas y poblaciones que no enviasen diputados particulares, a cuyo fin juraban por Dios, no reconocer otro soberano que el señor don Fernando VII.

Cuarto. Que la Junta de Gobierno vea si encuentra algún arbitrio de recobrar de Montevideo los prisioneros, nuestros hermanos, porteños, santafecinos, correntinos y paraguayos, que de aquí se enviaron después de la guerra, o al menos, a los oficiales".

Publicado el presente último parecer, preguntaron los presidentes, en voces altas: "si estas declaraciones eran de consentimiento de toda la Junta" y el concurso aclamó generalmente que efectivamente ésta era su voluntad.

En virtud de esta aclamación general, y respecto a que el voto primero de don Mariano A. Molas, había sido casi unánime y generalmente adoptado por voto común, dijeron "que los Presidentes de su parte se conformaban con la disposición y voluntad general del Congreso, como lo habían prometido. Que se tuviese por acuerdo y determinación de la Asamblea el mencionado voto de don Mariano A. Molas, con su última declaración, y que en esta inteligencia para mayor constancia de ella, en seguridad y solemnidad la firmasen todos los que habían convenido en hacerlo; y que en consecuencia los señores presidentes y vocales, prestando el juramento prevenido, y quedando recibidos en sus oficios, con esta formalidad procediesen a dar las providencias que juzgaran convenientes, en conformidad de este acuerdo general y solemne concluido en 22 días del mes de Junio de 1811 a las doce del día, de que yo el presente escribano público y de Gobierno doy fe – Dr. José Gaspar de Francia – Juan Valeriano Zeballos – Jacinto Ruiz, escribano público y de Gobierno". Volvieron a firmar todos los representantes que componían la Junta general, la que se disolvió.

Así terminó la Junta general de la provincia sus sesiones a los cuatro días de su apertura, y antes de su disolución, congratuló a la Junta de Gobierno, cuyos individuos pasaron de allí entre repetidos y alegres: ¡Viva la Junta de nuestro Gobierno! a las salas de las casas públicas a prestar, como lo hicieron, el juramento de fidelidad en los términos dispuestos. Se anunció al pueblo la conclusión de las sesiones de la Junta general, con salva de artillería, música y repiques de campana.

 

XV – LA NOTA DEL 20 DE JULIO A BUENOS AIRES

 

Quedando pues instalada la Junta Gubernativa, y entrando en posesión del mando, al día siguiente dio principio al ejercicio de la autoridad que se la confió la Provincia, eligiendo los nuevos alcaldes y Regidores que reemplazasen los removidos, que por disposición de la Junta General estaban privados de sus oficios, y permanecían reclusos, en el cuartel de la Unión; pero se les puso en libertad a los ocho días de la nueva elección, menos al ex-Gobernador don Bernardo Velazco y su sobrino, director don Benito Velazco, quienes permanecieron reclusos e incomunicados. (59)

Ya que se han demostrado los grandes motivos y causas que impulsaron a la Provincia del Paraguay, para extinguir el Gobierno Español Europeo, y declarase independiente de toda autoridad suprema o superior extranjera, así como de la dominación Portuguesa a que el Gobernador Español don Bernardo Velazco, intentaba sujetarla, para separarla de la unión y confederación con las provincias argentinas, que formaban el Virreinato del Río de la Plata, es consiguiente, que también se trate de los actos administrativos de la Junta de Gobierno.

Como el primer acto de jurisdicción de un Gobierno, legítimamente establecido es la institución de Magistrados, jueces y ministros de justicia; la Junta, empezó a ejercer su jurisdicción eligiendo los Alcaldes, Regidores, y demás ministros, como queda dicho; en seguida tomó y dio las providencias convenientes a su propia seguridad, tranquilidad y defensa de la Provincia; y en este estado, a los once días de su instalación recibió pliegos del Sr. Marqués de Casa-Irujo, embajador y ministro Plenipotenciario de España, cerca de su Alteza el Príncipe Regente de Portugal, en el Río Janeiro: el conductor de los pliegos, era un mulato oficial que había militado en los ejércitos de España, contra los franceses; venían dirigidos al gobernador don Bernardo Velazco. Inmediatamente procedió la Junta a comunicar al Pueblo lo contenido en esos pliegos, por el siguiente manifiesto, publicado por Bando.

 

MANIFIESTO AL PUEBLO

 

"Deseando esta Junta no omitir medio de manifestar la fuerza de sus intenciones, en el ejercicio del grave y delicado encargo que se le ha confiado, ha hecho un deber de su oficio, y al mismo tiempo consiguiente a la confianza que ha debido al público, noticiar sincera y francamente aquellas ocurrencias o sucesos, que al paso de ser interesantes a la Provincia, pueden ser especialmente conducentes para disipar el error en unos, destejer la equivocación de otros, y contener la malicia de los mal intencionados, que aprovechándose diestramente de cualquier accidente o anuencia, por ignorado que sea su objeto, tratan de inducir la desconfianza, para sembrar la discordia y fomentar un concepto menos favorable al Gobierno y al estado actual de las cosas. Ya anteriormente se demostró por parte del Cuartel General de esta plaza, que al presente no había motivo de recelar invasión alguna de los Portugueses contra nuestro territorio. Efectivamente la menor reflexión podía bastar para deducir que de una nación culta, con quien hemos estado en buena paz, y a cuyo Jefe se ha declarado y protestado en el momento mismo de nuestra revolución, el deseo de conservar y continuar la misma amistad y buena armonía, no debemos esperar un rompimiento inopinado, sin causa ni motivo antecedente, con infracción de los más fuertes y recomendables derechos, que siempre han respetado todas las naciones.

"Pero lo que en este particular ha llenado de satisfacción a la Junta, y debe darla a toda la Provincia, es la carta que acaba de recibir, escrita por el Exmo. Sr. Marqués de Casa Irujo, embajador de España en el Río Janeiro, en que después de felicitar a este Gobierno por las victorias de la Provincia, y de manifestar que la reunión anterior de tropas portuguesas en el pueblo de San Borja, había sido dispuesta por el Capitán General del Río Grande, con motivo del auxilio de doscientos hombres que de aquí se había pedido, para cortar en su retirada el resto del ejército de Buenos Aires, se contrae a dar a saber a este Gobierno las órdenes estrechas y terminantes que tiene de España, para no consentir, y antes bien reclamar y protestar, (como expresa haberlo ya verificado), contra la entrada de tropas portuguesas a cualquier territorio Español, y esto aun cuando se intente bajo el pretexto de sujetar la razón política de esta determinación. Nuestro Embajador citado, tenía a bien dejar al buen juicio y discreción de este Gobierno, su ejecución completa o parcial, según lo requieran las circunstancias, y decidir, si este es uno de los casos en que por razón de la inmensa distancia, es permitido violar las órdenes del Gobierno, para realizar sus intenciones, que no son, ni pueden ser otras, que las del bien general de la monarquía; encargando finalmente que en cualquier evento se despidan de aquí las tropas portuguesas, con toda la prontitud que permitan la seguridad de la provincia y las ventajas ulteriores que las circunstancias puedan presentar, si en ello no se prevén inconvenientes o malas inconsecuencias. Este, y no otro ha sido el contenido del pliego que ha conducido el oficial enviado por el embajador a esta ciudad, y la actual Junta, se encargará de manifestar y declarar esto mismo a los jefes y comandantes portugueses de las tropas y establecimientos fronterizos a esta provincia, cuando el caso y la necesidad lo exijan. Así se da a saber al público, para que con este conocimiento nunca pueda ser sorprendido por las falsas voces de los que habiendo perdido la esperanza de subyugarnos, pretenden introducir la inquietud, suponiendo noticias inventadas y figurando cuidados y temores vanos, y aun despreciables para un pueblo de hombres libres, que antes morirían que dejar de serlo. Y para que llegue a noticia de todos se publicará esteManifiesto por bando en la forma ordinaria; y sacándose las copias correspondientes, se fijarán en los lugares acostumbrados. Hecho en la Asunción, a tres de Julio de mil ochocientos once – Fulgencio Yegros – Dr. José Gaspar Francia – Pedro Juan Caballero – Dr. Francisco Bogarín – Fernando de la Mora, vocal secretario.

La Junta de Gobierno, en cumplimiento de lo acordado y resuelto por la General de la provincia, remitió a la Exma. Junta de Buenos Aires en testimonio, los autos de la revolución y de su resultado, con el siguiente oficio.

 

LA NOTA

 

Oficio de la Junta Gubernativa del Paraguay, a la de la ciudad de Buenos Aires.

"Exmo. Sr. – Cuando esta provincia opuso sus fuerzas a las que vinieron dirigidas de esa ciudad, no tuvo ni podía tener otro objeto, que su natural defensa. No es dudable, que abolida y deshecha la representación del poder Supremo, recae éste o queda refundido naturalmente en toda la nación. Cada pueblo se considera entonces en cierto modo participante del atributo de la soberanía, y aun los ministros públicos, han menester su consentimiento o libre conformidad para el ejercicio de sus facultades. De este principio tan importante, como fecundo en útiles consecuencias, y que V. E. sin duda lo había reconocido, se deduce ciertamente que resumiendo los pueblos sus derechos primitivos, se hallan todos en igual caso, y que igualmente corresponde a todos velar sobre su propia conservación. Si en este estado se presentaba el Consejo llamado de Regencia, no sin alguna apariencia de legitimidad, ¿qué mucho es que hubiese pueblos, que buscando una áncora de que asirse en la general borrasca que los amenaza, adoptasen diferentes sistemas de seguridad, sin oponerse a la general de la nación?

"Es verdad que esta idea para el mejor logro de su objeto, podía haberse rectificado. La confederación de esta provincia con las demás de Nuestra América, y principalmente con la que comprendía la demarcación del antiguo Virreinato, debía ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural, como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino que por elenlace de particulares recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos. No faltaban verdaderos patriotas que deseasen esta dichosa unión en términos justos y razonables: pero las grandes empresas requieren tiempo y combinación, y el ascendiente del gobierno, y desgraciadas circunstancias que ocurrieron por parte de esa y de esta ciudad, de que ya no conviene hacer memoria, la habían dificultado. Al fin, las cosas de la provincia llegaron a tal estado, que fue preciso que ella se resolviese seriamente a recobrar sus derechos usurpados para salir de la antigua opresión, en que se mantenía, agravada con nuevos males, de un régimen sin concierto, y para ponerse al mismo tiempo a cubierto del rigor de una nueva esclavitud de que se sentía amenazada.

"No fueron precisos grandes esfuerzos para conseguirlo; tres compañías de infantería, y otras tres de artillería, que en la noche del 14 de mayo último, ocuparon el cuartel general, y parque de artillería, bastaron para facilitarlo todo. El gobernador y sus adheridos, hubieron de hacer alguna oposición, con mano tímida, pero presintiendo la intención general, y viendo la firmeza y resolución de nuestras tropas, y que otras de la campaña podían venir en su auxilio, le fue preciso ceder, y al día siguiente acceder a cuanto se le exigió, luego que aquellas se presentaron en la plaza.

"El principal objeto de ellas, no era otro sino allanar el paso para que la provincia, reconociendo sus derechos, libre del influjo y poderío de sus opresores, deliberase francamente el partido que juzgase conveniente. Con este fin se convocó a una Junta General, que se celebró felizmente, no sólo con suficiente número de sus principales vecinos, y de todas las corporaciones independientes, mas también con asistencia y voto de los diputados de las villas y poblaciones de esta jurisdicción. En ella, se creó la presente Junta Gubernativa, que ha sido reconocida generalmente, y se tomaron otras diferentes providencias, que su seguridad, el conocimiento íntimo, y remedio de los males que padece, y la conservación de sus derechos, han hecho necesarios e indispensables. De todas ellas y de otros incidentes que antecedieron, instruirán a V. E. los autos de esta revolución, que la actual Junta, consiguiente al encargo de la Provincia, tiene la satisfacción de acompañar en testimonio.

"Este ha sido el modo como ella por sí misma, y a esfuerzos de su propia resolución, se ha constituido en libertad, y en el pleno goce de sus derechos; pero se engañaría cualquiera que llegase a imaginar que su intención había sido entregarse al arbitrio ajeno, y hacer dependiente su suerte de otra voluntad. En tal caso nada más habría adelantado, ni reportado otro fruto de su sacrificio, que el cambiar una cadena por otras, y mudar de amo. Ni nunca V. E., apreciador justo y equitativo, extrañará que en el estado a que han llegado los negocios de la nación, sin poderse divisar el éxito que puedan tener, el pueblo del Paraguay desde ahora, se muestre celoso de su naciente libertad, después que ha tenido valor para recobrarla. Sabe muy bien que si la libertad puede a veces adquirirse o conquistarse, una vez perdida, no es igualmente fácil, volver a recuperarla. Ni esto es recelar que V. E. sea capaz de abrigar en su corazón intenciones menos justas y equitativas, muy lejos de esto, cuando la Provincia no hace más que sostener su libertad y sus derechos, se lisonjea esta Junta que V. E. aplaudirá estos nobles sentimientos, considerando cuanto en favor de nuestra causa común, puede esperarse de un pueblo grande, que piensa y habla con esta franqueza y magnanimidad.

"La Provincia del Paraguay, Exmo. Sr., reconoce sus derechos, no pretende perjudicar aún levemente los de ningún otro pueblo; y tampoco se niega a todo lo que es regular y justo. Los autos mismo manifestarán a V. E., que su voluntad decidida es unirse con esa ciudad, y con las demás confederadas, no para conservar solamente una recíproca amistad, buena armonía, comercio y correspondencia, sino también para formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad; a este fin ha nombrado ya su diputado, para que asista al Congreso General de las Provincias, suspendiendo, como desde luego queda aquí suspendido hasta su celebración y suprema decisión, el reconocimiento de las Cortes y Consejo de Regencia de España y de otra cualquiera representación de la autoridad suprema de la nación, bajo la declaración siguiente:

Primera. Que mientras no se forme el Congreso general, esta provincia se gobernará por sí misma, sin que la Exma. Junta de esa ciudad, pueda disponer y ejercer jurisdicción sobre su forma de gobierno, régimen, administración, ni otra alguna causa correspondiente a ella.

Segunda. Que restablecido el comercio, dejará de cobrarse el peso de plata que anteriormente se exigía en esa ciudad, aunque a beneficio de otras, por cada tercio de yerba, con nombre de sisa y arbitrio; respecto a que hallándose esta provincia, como fronteriza a los portugueses, en urgente necesidad de mantener alguna tropa, por las circunstancias del día, y también de cubrir los presidios de la costa del río contra la invasión de los infieles, aboliendo la insoportable pensión de hacer los vecinos a su costa este servicio, es indispensable a falta de otros recursos, cargar al ramo de la yerba aquel a otro impuesto semejante.

Tercera.Que se extinguirá el estanco del tabaco, quedando de libre comercio, como otros cualesquiera frutos, y producciones de esta provincia: que la partida de esta especie existente en la Factoría de esta ciudad, comprada con el dinero perteneciente a la Real Hacienda, se expenderá de cuenta de la misma provincia, para el mantenimiento de sus tropas, y de la que ha servido en la guerra pasada y se halla aun mucha parte de ella sin pagarse.

Cuarta.Que cualquier reglamento, forma de gobierno o constitución, que se dispusiese en dicho Congreso general, no deberá obligar a esta provincia, hasta tanto se ratifique en Junta plena y general de sus habitantes y moradores. – Algunas otras providencias relativas al régimen interior han sido puramente provisionales hasta la disposición del mismo Congreso.

"Tal fue la voluntad y determinación libre de dicha Junta general, explicada francamente sin concurso de don Bernardo Velazco, ni individuo de su cabildo, que en justa precaución de cualquier influencia contra la libertad de la patria, por graves causas que precedieron, de que instruyen los mismos autos, se mantuvieron suspensos y aún reclusos, y sin que a ella tampoco hubiesen asistido más que cuatro ancianos europeos españoles. La provincia no podía dar una prueba más positiva de sus sinceros deseos de accesión a la Confederación General, y defender la causa común del señor don Fernando VII y de la felicidad de todas las provincias que tan heroicamente promueve V. E. Podía aun decirse que en las presentes circunstancias ha hecho cuanto debía, y estaba de su parte; pues aun siendo incalculables los daños que les ha ocasionado la pasada guerra civil, todo lo olvida, todo lo pospone por el amor del bien, y prosperidad general. De V. E. pende ahora dar la última mano a esta grande obra, y aumentar el regocijo y contento general de todo este pueblo.

"Así, confía esta Junta en la prudencia y moderación que caracteriza a V. E. que habiendo sido su principal objeto, el más importante, el más urgente y necesario, la reunión de las provincias, prestará su adhesión y conformidad a la modificación propuesta por esta provincia, a fin de que uniéndose todas con los vínculos más estrechos e indisolubles que exige el interés general, indique: "Ecce confederatio resoluta ab hac Provintia non anutat" proceda a cimentar el edificio de la felicidad común, cual es, el de la libertad.

"V. E. estaría ya anteriormente informado que inmediatamente al buen suceso de nuestra revolución, y aun antes de celebrarse la Junta General de la provincia, se evacuó la ciudad de Corrientes por disposición de nuestro interino gobierno asociado. Posteriormente hizo presente el comandante de aquella ciudad, los temores que le acompañaban, con la noticia de venir arribando y acercándose varios buques armados de Montevideo, solicitando se le mandase dar algunos auxilios de la Villa del Pilar. En su inteligencia, por orden de esta Junta, ha pasado a Corrientes el comandante don Blas José Rojas, con algunos fusileros y dos cañones de a 4, considerando ser bastante para impedir cualquier insulto, en caso de intentarse algún desembarco de cuyo incidente ha creído también oportuno esta Junta comunicarlo a V. E. Dios guarde a V. E. muchos años. Asunción, y julio veinte de mil ochocientos once. – Fulgencio Yegros. – Dr. José Gaspar Francia. – Pedro Juan Caballero. – Dr. Francisco Javier Bogarín. Fernando Mora, Vocal Secretario".

Con la noticia que del gobierno de Corrientes se le había comunicado a la Exma. Junta de Buenos Aires, de nuestra revolución, había ella determinado enviar sus representantes plenipotenciarios cerca de la Junta de Gobierno de esta provincia, con el objeto de acordar las providencias convenientes a la unión de ambas provincias, y demás confederadas que formaban antes el virreinato extinguido del Río de la Plata, como en efecto envió a don Manuel Belgrano y a don Vicente Anastacio Echevarría. Llegados éstos a la ciudad de Corrientes, avisaron de su arribo, pidiendo permiso para su entrada en ésta, a cumplir y llenar la misión que traían. La Junta de Gobierno, les contestó en los términos siguientes:

"Si para el adelantamiento de la sagrada causa en que tan justamente nos hallamos empeñados, y afianzar de una vez para siempre nuestros comunes derechos, no puede haber medio más eficaz ni arbitrio tan importante y necesario, como si de una sincera y estrecha unión fundada sobre principios sólidos y estables, pueden Uds. inferir de aquí, cuan satisfactorio nos habrá sido el aplauso y complacencia con que Uds. nos manifiestan haberse recibido en Buenos Aires, la noticia de nuestra feliz revolución, y la digna elección que se ha hecho de las personas de Uds. para conducirse a hacer a esta provincia las proposiciones convenientes a tan justificado objeto. Pero habiendo esta Junta dirigido en veinte de julio último, su oficio a la Exma. Junta de aquella ciudad, cuya copia acompañamos, con testimonio íntegro de las actas de nuestra revolución citada en que se contiene las deliberaciones tomadas por la misma provincia en Junta General, nos hallamos en circunstancias de no haber aun recibido la contestación directa que aguardamos.

"Por otra parte, consideramos que lejos de sernos facultativo inducir alteración alguna sustancial, en cuanto a dichas deliberaciones, es un deber preciso de nuestro ministerio, observar y sostenerlas eficazmente. Por eso es, que entre tanto la Exma. Junta, por si misma no reconozca expresa y formalmente nuestra independencia de ella en los términos propuestos y acordados por nuestra provincia; cree que esta Junta no obstante lo agradable que le sería la vista de Uds. no es llegado el caso de entrar oportunamente en tratado alguno relativo a esta misma provincia; pues que su indicada independencia, como su derecho incontestable debe asentarse por preliminar de toda ulterior determinación.

"La Junta protesta a Uds. que sólo el deseo de una entera y feliz terminación de las pasadas diferencias, es el que la impele a proceder con esta detención, a fin de que afirmada nuestra unión, sin nuevos cuidados y dificultades de la provincia, pueda dirigir sus atenciones al mejor progreso de nuestros empeños sagrados, que son y deben ser unos mismos. Protesta también una amistad sincera, deferencia y lealtad con los pueblos hermanos; valor generoso contra los enemigos armados; desprecio y castigo para los traidores. Estos son los sentimientos del Pueblo Paraguayo y de su Gobierno, los mismos que reclama y espera también de parte de Buenos Aires; bajo de este concepto pueden Uds. estar seguros, de que si ahora nos es sensible no acceder desde luego a la solicitud de Uds., al instante que por la contestación de la Exma. Junta, seamos cerciorados de su adhesión a nuestras primeras anteriores proposiciones, tendremos un motivo de particular satisfacción, de facilitar cuando sea de nuestra parte para el tránsito, y pronta dirección de Uds. a esta ciudad. – Dios guarde a Uds. muchos años. – Asunción, y setiembre nueve de mil ochocientos once". – Firma del Presidente y Vocales.

 

SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES GRÁFICOS

LUMEN NOSEDA Y CÍA. CALLE TUCUMÁN 2926 T.E. 62-6646/6647

BUENOS AIRES  REPÚBLICA ARGENTINA

EN EL MES DE SETIEMBRE DE MIL NOVECIENTOS

CINCUENTA Y SIETE

 

NOTAS

 

54- Nombre de la plaza mayor de laAsunción en conmemoración de este hecho histórico.

55- Cisneros y La Torre, Ceijas y Jofre, nombrado Virrey de Buenos Aires el 11 de febrero de 1809 por la Junta Central de Sevilla, se embarcó en Cádiz el 2 de mayo a bordo de la fragataProserpina y tomó posesión de su mando el 14 de julio inmediato.

Son conocidos los sucesos que trajeron su deposición a mediados de 1810, a pesar de sus laudables esfuerzos por conservar a la metrópoli estos dominios.

Desembarcados en la Gran Canaria el 4 de setiembre de aquel año, comunicó a su gobierno los singulares acontecimientos que se desarrollaban en el Río de la Plata.

Nombrado Capitán General del Departamento de Cartagena (su patria),falleció allí el 9 de junio de 1829.

Cisneros era de carácter melancólico, bien que de costumbres sencillas y amaba la tranquilidad, atormentado por la pérdida completa como se veía del aparato auditivo.

Nacido a mediados de siglo pasado, y deseoso de seguir la carrera de su padre, sentó plaza de guardia marina el 3 de marzo de 1779, y desde aquella fecha hizo diversas campañas en las grandes escuadras de Gaston, Córdoba, Lángara, Borja, Mazarredo y otros distinguidos marinos de que se ufanaba entonces el escalafón naval de la Península.

Caballero pensionado de la R. y D. O. de Carlos III, mandaba el navíoSan Pablo en el fatal combate del cabo de San Vicente el 14 de febrero de 1797.

Ascendido a jefe de escuadra, asistió a los funerales de la marina española el día nefasto de Trafalgar, llevando su insignia en el navío de tres puentes Santísima Trinidad, donde fue herido, siendo de los pocos que sobrevivieron a la catástrofe de aquel gigantesco buque, que acribillado por la metralla enemiga, se fue a pique pocas horas después del combate, siendo el abismo el digno sepulcro de tantos héroes como del teatro de sus hazañas.

Con razón ha dicho de Cisneros, en una obra inmortal, el eminente italiano, vindicador de la marina ibérica: "Contó sus días por sus servicios habiéndolos consagrado todos al lustre de su patria, al esplendor de la Armada y al brillo de las armas navales de España". – A. J. C.

56- Hilarión de la Quintana.

57- El virtuoso general don José Ildefonso Machaín, leía las Memorias de don Manuel Godoy, príncipe de la Paz, a quien conoció durante su permanencia en España, cuando le asaltó la muerte el 6 de enero de 1849, a una edad provecta y sin dejar más patrimonio que su dignidad y una honradez acrisolada que la desgracia misma no pudo quebrantar.

Hijo de don Juan Machaín y doña Josefa Petrona Calcena Echeverría, nació en la Asunción por el año 78 del siglo pasado. No había cumplido aún veinte años cuando fue enviado a Europa en calidad deguardia de corps de Carlos IV, donde permaneció hasta 1810, en que conmovido por los sucesos que se desarrollaban en el Río de la Plata logró una licencia temporaria para ausentarse de Madrid, merced a la cual pudo embarcarse furtivamente con destino a Buenos Aires, donde llegó en momentos que se organizaba la expedición de Belgrano sobre el Paraguay.

Soldado durante la guerra de la Península, no trepidó aquél en darle un puesto espectable en su pequeño ejército, de cuya disciplina se le encargó.

Son conocidos los acontecimientos desgraciados que obligaron a Belgrano a cerrar su campaña, si bien con mucha gloria para el ejército del Norte, que se batió uno contra diez, sin resultado alguno para el triunfo de la revolución que se prometía grandes objetos del buen éxito de aquella empresa.

Canjeado en Tacuarí regresó a Buenos Aires, donde mereció toda clase de consideraciones por su comportación honrosa en el curso de dicha campaña, a pesar de lo comunicado por el general en jefe a su respecto desde Candelaria en un momento de despecho, hasta cierto punto disculpable. (V.Historia de Belgrano, por B. Mitre, t. I, pág. 590).

Verificada la revolución del Paraguay contra los españoles, aprovechó la misión Belgrano-Echeverría para volver a su ciudad natal, donde sufrió el martirio a que estaban votados los hombres de su clase, por la bárbara dictadura de Francia, quien en el mes de mayo de 1835 fusiló a su hermano menor (don Juan José), después de catorce años de prisión con una barra de grillos.

Machaín era alto de estatura, de simpática y agradable fisonomía y fue tronco de una numerosa familia. Lástima grande es, no hubiese dejado algo escrito sobre los importantes acontecimientos que presenció y en que tomó parte.– A. J. C.

58- Esta apreciación del autor, es completamente errónea, puesto que Francia, como es bien sabido, vivía retirado en su chacra de Ibiraí [Yvyrai] y fue del todo ajeno a los memorables sucesos del 14 de mayo, preparados y dirigidos principalmente por nuestro distinguido compatriota el doctor don Pedro Somellera, que desempeñaba entonces la Asesoría del Gobierno del Paraguay.

Es extraño a la verdad, que un contemporáneo de aquella revolución como lo era Molas y a quien no podemos suponer ignorante de un hecho tan conocido, haya silenciado en su relato, el nombre de personaje que jugó el rol más conspicuo, para suplantarle al inicuo Francia, que sin ningún antecedente, aprovechó de ella en beneficio propio, después de perseguir y dar muerte a sus autores. Empero, como anotadores de este libro, nuestra tarea nos impide tolerar se entronice la injusticia y se confirme el error tratándose de reivindicar una gloria nacional, sin menoscabo de la verdad histórica,maga rígida y desapasionada que habitando las regiones serenas pero heladas del tiempo, fue desairada más de una vez por el ciego espíritu localista. Razón de más, que mueve nuestra pluma a trazar algunas líneas sobre los servicios de aquel benemérito argentino.

Hijo de don Andrés de Somellera (Montañés) y doña Josefa Gutiérrez (Porteña), nació don Pedro en Buenos Aires, el 19 de octubre de 1774 y falleció en dicha ciudad a las diez de la noche del domingo 6 de agosto de 1854, después de una vida consagrada por entero al servicio público y a la enseñanza de la juventud de ambas orillas del Plata. Colegial de San Carlos, donde adquirió los conocimientos rudimentales, pasó al de Monserrat en Córdoba, en cuya Universidad se graduó en la Facultad de Jurisprudencia y en 1802 se recibía de abogado en esta Audiencia, la cual le nombró en seguida defensor de pobres y menores, cargo que ejerció hasta el mes de junio de 1806.

Efectuada la invasión de Beresford, abandonó el foro para tomar una espada en sus manos de ciudadano y contribuyó a la Reconquista sirviendo en un piquete de la compañía de Catalanes o Miñones, distinguiéndose en las guerrillas que se trabaron el 10 de agosto, continuando sus servicios hasta la rendición del inglés.

No habiéndose disipado los temores de otra tentativa por parte de la Gran Bretaña, en setiembre (1806) sentó plaza de soldado en el cuerpo que había elegido, pero sin sueldo ni gratificación alguna, concurriendo entre otras, a la reñida acción de Miserere (2 de julio de 1807) y al ataque dirigido contra Santo Domingo, en cuyo convento, como es notorio, se refugió la división del brigadier Crawford, siendo uno de los que rindieron y escoltaron a este general inglés.

Destinado en seguida a los cantones de la Alameda, permaneció allí hasta que se publicó la capitulación, ocupándose al día siguiente {8} con su compañía, en despejar las calles de los cadáveres para inhumarlos en el corralón de don Sebastián López, sito en el mismo local que ocupa hoy el Teatro de la Victoria.

El arrojo con que había afrontado la metralla enemiga en los sangrientos combates librados en las calles de esta ciudad en 1806 y 7 y las recomendaciones de la Real Audiencia, influyeron en el ánimo del señor Liniers, para que le nombrase Teniente Letrado y Asesor interino del Gobierno Intendencia del Paraguay – o como se llamaba entonces, Teniente Gobernador.

En 1807 se encontraba en la Asunción con su familia (g) desempeñando aquel honorífico puesto, hasta que los acontecimientos desenvueltos en el Río de la Plata, tuvieron su repercusión allí, el 14 de mayo de 1811, dando por resultado la terminación de la dominación española en el Paraguay.

El mismo se ha encargado de ponernos al corriente en sus interesantes Notas Críticas, a la célebre obra de los señores Rengger y Longchamps, sobre el Paraguay (v. Biblioteca del C. del P., t. III), escritas en Montevideo en 1841, de los incidentes y pasos que prepararon la caída del Gobernador Velazco, en la que le cupo una parte muy principal, como asimismo de los instintos feroces que desenmascaró Francia luego que empuñó las riendas de la dictadura, que sólo debía abandonar con la vida.

Con motivo de la misión Belgrano-Echeverría, logró permiso para dejar un país sobre el que veía venir un cúmulo de males, como lo efectuó en un pequeño buque el 23 de setiembre de 1811, después de una rigurosa persecución que finalizó con 93 días de cárcel.

Desembarcado en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1811, fue nombrado por el Cabildo (enero 1º de 1812)Asesor del Alcalde de primer voto con cargo de aconsejar a la Corporación en sus acuerdos, siendo incluido poco después entre los vocales de la comisión elegida para redactar el Proyecto de Constitución que debía regir a las Provincias Unidas.

En 1814 fue nombrado Secretario y Asesor de Gobierno y el 8 de febrero de 1815 Auditor general de guerra y Defensor del Juzgado de Bienes extraños, desempeñando este cargo gratuito hasta que salió a campaña (julio de 1815) como Secretario y Asesor del ejército de Observación, enviado a la Provincia de Santa Fe a las órdenes de Viamont.

Los trastornos del año 20, lo encontraron de juez de Alzadas de la Provincia, puesto a que fue elevado en 1818. En este año, tan funesto como el de 1815, pasó a desempeñar interinamente la Auditoría de guerra, siendo jubilado en 1821, la que disfrutó hasta el 1º de enero de 1833, en que se suspendió aquélla encontrándose Somellera establecido en Montevideo.

De conformidad al decreto de 6 de marzo de 1823, imprimió la 1ª y 2ª parte de sus Principios de Derecho Civil (1 vol. en 4º, 249 págs. Imprenta de Expósitos, 1824) en circunstancias que el padre doctor Juan Manuel Fernández Agüero publicaba también las dos primeras partes de sus Elementos de Ideología, el señor Díaz (don Avelino), su inmortal de matemáticas y un hijo de Córdoba, el presbítero doctor Eusebio Agüero sus Instituciones de Derecho Público Eclesiástico.

El doctor Somellera, se propone en su libro, según lo dice en el preámbulo, presentar los verdaderos principios de utilidad y conveniencia que sirvieron para la formación de nuestras leyes, su inteligencia y aplicación, desarrollando con tanta claridad y maestría las ideas atrevidas de Jeremías Bentham en materia de legislación, que la Universidad de la Paz y el Colegio del Cuzco, siguiendo el ejemplo de la de Buenos Aires, adoptaron dicho curso por texto de enseñanza para sus aulas de Derecho Civil, sin embargo de que lo impreso sólo trataba de las Personas y Cosas, razón que impulsó al segundo (v.El Tiempo, nº 21, año 1828) a pedir oficialmente la tercera parte que comprendía las Acciones, los delitos, modos de precaverlos, de los jueces y juicios, la que no habiéndose aún publicado, se remitió manuscrita por conducto del plenipotenciario de la República Argentina cerca de la del Perú,y es la misma si no nos equivocamos que dictó el autor en Montevideo en 1837, donde se dio a la estampa con el título de Apéndice, etc. (folleto de 64 págs., 1848. Imp. Uruguaya).

El señor Manuel Silvela, abogado español, ventajosamente conocido por sus producciones literarias, su famoso discurso sobre sucesiones transversales y posteriores trabajos acerca de la historia filosófica del Derecho Romano, formó el más distinguido concepto de esta obra, felicitando encarecidamente a nuestro compatriota en una carta que le dirigió con tal motivo (h).

En agosto de 1824 fue comisionado para redactar el código judicial mercantil, y contribuyó por su parte con los capítulos siguientes: 1º Composición del Juzgado Mercantil;Competencia del mismo;Modo de conocer y proceder de íd. Este trabajo quedó sin ver la luz pública.

En 1829, fue llamado a su antiguo empleo de Auditor de guerra y marina, que sirvió hasta el mes de agosto del mismo año, en que se vio obligado a expatriarse y fijó su residencia en Montevideo.

Poco tiempo antes había sido diputado del pueblo a las cámaras provinciales y nacionales y director de la Academia de Jurisprudencia.

En 1836 fue encargado por el Gobierno Oriental de la redacción de los reglamentos de enseñanza y policía interior de las cátedras de estudios, creadas por decreto de la H. A. de 11 de junio de 1833. – Comisión que desempeñó satisfactoriamente.

Al año siguiente de 1837, las Cámaras de Montevideo, en sesión del 13 de junio, sancionaron la importante ley,cuyo verdadero autor fue el doctor Somellera, sobre herencias intestadas, y por la cual, a falta de descendientes o ascendientes legítimos onaturales, son llamados a suceder, con exclusión de todo colateral, el marido a la mujer y ésta a aquél, no estando separados de hecho o de derecho (i).

A pesar de su avanzada edad, empleaba útilmente las horas angustiosas del destierro, ya en el desempeño de sus deberes forenses, ya en la educación de la juventud oriental como lo había hecho con la argentina, y antes de bajar el sepulcro tuvo la fortuna de ver figurar con distinción a muchos de sus discípulos: Florencio Varela, su amigo predilecto; Andrés Lamas, su hijo político; Alsina, Pico, Thompson, Berro, Dulce, Gamboa, Averastain, Gómez y toda esa generación de abogados y publicistas de nota de aquende y allende el Plata, bebió en sus labios el maná de la ciencia.

De vuelta a su país natal, dio a la prensa en 11 de febrero de 1851, unaImpugnación, escrita el año antes, al manifiesto publicado por López en la Villa del Pilar en 13 de febrero de 1848, sobre los títulos y derechos de la República del Paraguay al territorio sito sobre izquierda del Paraná. InteresanteMemoria que mereció los honores de la reimpresión en Corrientes, en 1855, y será consultada con éxito por el historiador futuro, por la copia de hechos que encierra y la exactitud que preside a su narración.

Aun está viva en nosotros la honda impresión que nos causó su presencia en la Universidad ilustrada por sus lecciones, el 17 de agosto de 1852, con motivo de la colación de grados de nuestro amigo el doctor Gómez, que tuvo la bella idea de elegirle por padrino en aquel acto imponente que recordaba al anciano maestro, en vísperas de emprender el viaje sin regreso, los bellos días de tiempos más felices!

Y por último, para redondear esta nota que ya sale de los límites que debiera tener, añadiremos que el doctor Somellera fue soldado pundonoroso de la Reconquista y de la Defensa de Buenos Aires; ilustración del foro argentino, prócer de la Revolución del Paraguay, legislador inteligente y organizador, hábil maestro en la difícil ciencia del derecho y publicista estimable, prendas a que reunía un carácter franco y laborioso, que hacían de él un hombre de consejo de los mejores antecedentes, granjeándole más de un título al recuerdo y a la veneración de sus compatriotas, que perdieron con su muerte un republicano sincero y un infatigable y modesto obrero del progreso.

Los siguientesapuntes que la piedad filial conserva de su puño y letra son la apología de su mérito a la vez que el epitafio de su virtud.

"En ninguno de los empleos que he servido, cesé por destitución. Nunca fui prevenido, ni apercibido por los jueces superiores que han juzgado mis juicios, ni jamás solicité del Gobierno empleo alguno, pero tampoco me excusé del servicio a que fui llamado. En nuestra época temamos la parte que dimos. Nos nostra tempora habuimus et concurrimus puanlum potuerimus".

Notas de la nota 58

g) Por este tiempo contrajo matrimonio el doctor Somellera con la señora doña Telésfora Pinazo, (finada en 1824) de la cual tuvo 6 hijos y los dos varones llegaron a distinguirse en el foro y en la marina.

h) Este doctor jurisconsulto y literato, falleció en París a mediados de 1882 – Fue el principal colaborador de una obra en 4 vol. titulada "Biblioteca de la Literatura Española". Fund.. en París un Liceo para instruir a los jóvenes americanos, por quienes tenia una particular predilección en analogía con sus ideas literales. Su íntimo amigo el gran trágico Leandro Fernández de Moratín, murió en su casa el 12 de junio de 1828, dejando heredera de todos sus bienes a una hija de este, a quien legó la colección de sus obras inéditas incluso laRelación de su viaje por Francia, Inglaterra, Flandes, Alemania, Suiza e Italia, y losOrígenes del Teatro Español (vendidos al rey de España).

i) Nuestra ley de 22 de mayo, 1857.

59-El ciudadano Peña, recordando estos hechos, refiere lo siguiente en sus Apuntes antes mencionados:

El general don Manuel Atanasio Cabañas era primo hermano de mi madre, la señora doña Josefa Hurtado de Mendoza y Cabañas, esposa del vizcaíno don Pío Ramón de Peña (j).

El general don Juan Manuel Gamarra era casado con una parienta de los Cabañas, por cura razón don Pío tenía su parentesco político con ambos generales, y por consiguiente, íntima relación con ellos, y especialmente con el último, que le hizo su mayor general para la guerra contra Belgrano, pues Gamarra era para don Pío el más fiel realista, por lo que le servía y dirigía con sumo gusto.

Cuando las capitulaciones de Cabañas con Belgrano, Gamarra y don Pío eran opuestos a que se le dejase salir del país con las armas al enemigo, pero como no lo consiguieron, don Pío quebró enteramente con su primo político Cabañas, y desde entonces cortaron toda relación de parentesco y amistad, hasta que a los catorce años, el año de 1825, en que dirigiéndose don Pío a su estancia en el partido de San José de Los Arroyos, llegó de paso a visitar a Cabañas, retirado por el dictador Francia en su estancia de la cordillera en el Barrero Grande.

Recuerdo haber oído a Cabañas decir a don Pío que en esta visita se reconciliaron y volvieron a su antigua relación, sucediendo esto el sufrir; hemos pagado la chapetonada".

Como don Pío Ramón de Peña había servido en esa guerra, tanto en Paraguarí, como en Tacuarí, y era vecino de la Asunción, adquirió amistad con muchos oficiales que pertenecían a la tropa formada entonces; y aunque la mayor parte eran patricios, y varios de ellos enemigos ocultos de los españoles, especialmente después de las entrevistas que tuvieron con el general Belgrano; no dejaban de participarle los proyectos que tenían entre manos para la revolución que estalló el 14 de mayo de 1811.

El Cabildo de la Asunción, compuesto la mayor parte de españoles, no se hallaba unísono con el espíritu del pueblo; hacía una resistencia tenaz a la idea surgida de Buenos Aires; se negaba abiertamente a reconocer los actos emanados de la Junta Revolucionaria, y se ponía de acuerdo con el gobernador de Montevideo para su sostenimiento y conservación.

El gobernador se consideraba como impotente, notando el fermento de los patricios; no olvidaba los acontecimientos ocurridos en el Paraguay durante y después de la gobernación de don Diego de los Reyes y Balmaceda, y sabía la altura en que podía colocarse el pueblo de la Asunción al recobrar sus derechos. (k).

Preveía que se presentaba la ocasión de revivir el germen sofocado por tantos años pues notaba que la idea no se había extinguido, y parecía que los paraguayos despertaban con la revolución del25 de Mayo de 1810, y comenzaban a reflexionar sobre sus deberes: estaban como impregnados de la justicia y de la verdad que se proclamaban en aquella época en nombre de la libertad.

Don Pío tuvo conocimiento de la actitud que asumían los patricios, y anticipadamente participó a Velasco, y éste le contestó que ya todo lo sabía, pues que el teniente coronel don José Antonio Zavala le había puesto presente el proyecto comunicado por el patriota clérigo Molas, y ya había dado su contestación.

El mismo obispo Panés era sabedor, pues así lo afirmaba don Francisco Antonio Caballero, hermano del comandante don Pedro Juan, cabeza principal del movimiento revolucionario, quienes le consultaron, y hallaron acogida; de suerte que a su vez el obispo, y el mismo Velazco estaban convencidos, y como dice el doctor don Pedro Somellera:

"Creían inoficiosos los esfuerzos de las juntas instaladas en España" para contener por más tiempo la decrépita Monarquía, y su acción en esta parte de América.

Sólo el Cabildo y sus adeptos se hallaban obcecados, hacían oposición abierta al sistema que se proclamaba, y declaraban persecución y guerra al que se denominase porteñista.

El R. P. Fray Fernando Caballero, hombre recto y sabio, que había venido a capítulo a Buenos Aires, y se había encontrado en la revolución acá, se mostraba entusiasmado por ella; y sus voces propaladas en la Asunción se unían de un modo poderoso a las ya inoculadas en la oficialidad y jefes del ejército del Paraguay por el general Belgrano.

Recuerdo que oía decir a mi padre años después que en vano había sido querer privar a los verdaderos patricios del pensamiento y voluntad que expresaron: que hicieron traslucir su proyecto; que buscaron su apoyo en la voluntad pública que fue mucho lo que bullía en aquellos espíritus la idea de la soberanía del pueblo: que simpatizaron enteramente con los propósitos de Buenos Aires, que les abrumaba el centralismo: que su aspecto no los asustaba, ni temían la cólera y aborrecimiento de los absolutistas cabildantes.

Estos estaban alarmados, veían que la actividad porteña se extendía, que hallaba eco en el Paraguay, y que el ideal de los Comuneros del año de 1724 germinaba, pero depurado de los errores de entonces, pues ya se tenia por guía y auxilio a un pueblo hermano que le llenaba sus aspiraciones antiguas, y a quien no se podía contrarrestar con estos antecedentes, afirmo, apoyado en la opinión de Núñez y Mitre que el alma de la revolución del año de 1811 fue el doctor don Pedro Somellera (l) que los promotores fueron los Caballeros, los Yegros, los Iturbes, los Montieles, los Zarcos, los Recaldes, los Troches, etc.; que el doctor Francia fue propuesto por el doctor Somellera, éste lo llamó y entró a cosa hecha, correspondiéndole con la mayor ingratitud, hasta el punto de hacerlo aprisionar, y últimamente eliminarlo del país.

No quiero que quede en olvido que don Benigno Somellera, hermano del doctor don Pedro, que aún vive en Buenos Aires, y que padeció juntamente con su hermano, tuvo parte en dicha revolución. Estuvo al pie de un cañón la noche del 14 de mayo en la plaza de la Asunción, abocándole a la casa de gobierno, en donde acercándosele al obispo Panés, le preguntó que, ¿qué posición era aquélla? Y contestó don Benigno Somellera:Nada más exigimos que se nos entreguen las llaves de las puertas de esta capital.

Cuando el general Gamarra, don Pío Ramón de Peña, y otros españoles se ofrecieron retomar el cuartel, de que se habían apoderado los revolucionarios, el Asesor de gobierno doctor Somellera, el gobernador Velazco y el Obispo los disuadieron y calmaron, dejando triunfar tranquilamente la revolución, sin obligarla a hacerla cruenta.

Así se produjo este hecho en el Paraguay, y así pasó a la dirección del doctor Francia, que robusteció la idea preconcebida del gobernador Velazco, y declarada el año anterior, deno unión con Buenos Aires, y tener gobierno propio democrático e independiente, nacido sólo del pueblo, como lo invocaban losComuneros noventa años antes.

El 15 de mayo fue llamado Francia por Somellera por medio de una esquela, de que fue portador don José T. Isasi a su chacra de Ybyrai, como legua y cuarto de la ciudad. Así que llegó al cuartel, le recibió el doctor Somellera, y le introdujo en el bufete o despacho que se había dispuesto, dejándole con el comandante Caballero, y otros oficiales, entre éstos el porteño don Marcelino Rodríguez, que se hallaba arrestado en el cuartel.

Parado estaba aún Francia, cuando preguntó a Caballero:¿Qué se ha dispuesto, qué se hace? Y contestó el comandante: "Se determina mandar de expreso a don José de María en una canoa, dando parte a la exma. Junta de Buenos Aires, cuyo oficio está ya redactado y puesto en limpio, y es el que se halla a la vista sobre la mesa".

Francia, sonriéndose y haciendo ademán de sentarse en la misma silla en que había estado sentado don Marcelino Rodríguez, y separando los faldones del fraque, dijo: "Si tal se hace, sería dar el mayor alegrón a los orgullosos porteños... Nada de eso".

Después tomando aparte a Caballero, lo felicitó por su obra, encareciéndosela y repitiéndole:Grande y muy es la que ha hecho usted; pero le prevengo que esta sea la primera y la última.

Esa misma tarde, cuando el doctor Somellera volvió de su casa (adonde había ido a descansar de la fatiga de la noche del 14), a visitar a los amigos del cuartel, ya Francia al despedirlo, le dijo: Que había llegado el tiempo en que cada uno sirviera a su patria, que él estaría mejor en Buenos Aires que no allí.

Desde entonces trabajó Francia, porque el comandante Caballero prendiera a Somellera, y cuando Caballero le replicaba diciendo que: ¿Cómo quería que procediera así con el hombre a quien debía todo el buen éxito de la revolución? Contestaba Francia: Si usted me lo prende a Somellera, le aseguro sacarle como en andas en las palmas de las manos.

Consiguió esto cuando Francia entró a ser uno de los vocales de la Junta Gubernativa que se creó. Pero viendo que la revolución había sido incruenta, él la quiso ensangrentar para infundir terror, y hacer imperar su idea de hacerse independiente y absoluto, todo con refinada e infame astucia, paliando sus intenciones con la más acendrada hipocresía y el mayor disimulo.

De esta manera embaucó a los Paraguayos, entretuvo a la Exma. Junta de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y paulatinamente se fue colocando en tal posición que cuando acordaron los patriotas, ya no hubo remedio, se hizo Cónsul de la República del Paraguay, y después desenmascarado enteramente, se convirtió en Dictador Perpetuo.

Sin embargo de que lo que hasta aquí decimos, nos es comunicado por el ciudadano paraguayo Peña, agregamos las siguientes noticias que nos ha pasado, unidas con las que ha escrito el señor doctor don Pedro Somellera, revelando el procedimiento del doctor Francia al principiar a influir en la Junta Gubernativa, creada el año de 1811. Dice así:

"Inventó Francia una contrarrevolución, haciendo aparecer como fraguada por los españoles, para que éstos quedaran aterrorizados, y Francia tuviera el placer de derramar sangre. Óigase al mismo señor Somellera.

"Es el caso; en la mañana del 29 de setiembre de 1811, salió del cuartel un grupo de soldados con algunos de los presos, capitaneados por el oficial don Mariano Mallada; sacaron dos cañones, que los mandaban los oficiales presos don Juan B. Zavala y don Francisco Guerreros; salieron con mucha algazara, tocando cajas y gritando: "Viva el rey, viva nuestro gobernador, y mueran los traidores". A la bulla, como era regular, se juntaron algunas gentes en la plaza, donde había hecho alto la asonada. Algunos de los concurrentes fueron presos por los mismos alborotadores, y por otros soldados que salieron del cuartel. Entre los que fueron presos se hallaba un fraile dominico, Padre Taboada, un mozo que había sido criado del gobernador, natural de Villadiego, en Castilla, no recuerdo su nombre, y un catalán llamado Martín, que tenía pulpería en la casa de don Juan Francisco Decoud. Estos fueron en el acto fusilados y colgados en la horca; algunos fueron obligados a pasar por debajo de ella, entre estos el padre Taboada.

"Después de pasar por debajo de la horca al padre Taboada y otros, se levantó un grito de: "Viva la Junta", y se retiraron todos al cuartel, llevándose los dos cañones. Yo no pude menos que recordar el cuento de la revolución de los españoles, que en principio de setiembre me llevó el patrón de la garandumba, en que estaba yo preso, y de que he hecho mención en la nota 7 del capítulo anterior.

Este lamentable suceso que refiere el doctor Rengger para alabar la humanidad del doctor Francia, es un testimonio de su inicua barbaridad. Esa contrarrevolución de los españoles, ese movimiento del 29 de setiembre, fue una infame trama urdida por el doctor Francia. Las pruebas que hay de ello, son las más convincentes.

En primer lugar, en el mes de setiembre de 1811, no existía en el Paraguay alguno capaz de empresa contra el nuevo orden de cosas. El sargento mayor don Carlos Genovés, y el capitán Fournier, habían pasado a Montevideo; los cabildantes estaban presos; el gobernador Velazco lo estaba también, y a más no era hombre de quien pudiera temerse. El coronel don Pedro Gracia, enemigo declarado de la revolución del 25 de mayo, ligado íntimamente con los cabildantes, y partidario de los españoles, no estaba ya en la provincia.

En segundo lugar, ese movimiento del 29, capitaneado por Mallada, es el mismo que en principios de setiembre me había anunciado el patrón de la garandumba, el mismo que yo había denunciado al doctor Francia desde mi arresto. Este hombre cobarde, desconfiado, suspicaz, no se cuidó de mi aviso: él no trató de tomar noticia alguna, de investigar el origen del cuento del patrón de la garandumba; el oficial Mallada siguió con el mismo servicio que hacía en el cuartel.

"En tercer lugar: los oficiales de artillería Zavala y Guerrero, que estaban presos, y se presentaron en la plaza dirigiendo los cañones, que sacaron en la asonada, eran sin duda los más culpados en ella: parece que en ellos debía ejercerse el rigor; pues no fue así: ellos en vez de ser castigados fueron premiados, se les pagaron los sueldos, que habían devengado en tiempo del gobierno español, y fueron puestos en libertad. Zabala pasó a Montevideo al servicio de los españoles,y después que tomamos esta plaza en 814, estuvo conmigo muchas veces en Buenos Aires, y me refirió la fantástica revolución de Mallada, los secretos avisos que él había dado de la trama, el fin que él y Guerrero se propusieron, y el pago de los sueldos.

"Las razones que me dio Zavala para haber él y Guerrero entrado en la trama de Mallada, fueron las siguientes: primera, haber sabido que la cosa se hacía con beneplácito del gobierno: segunda, que si se negaba, quedaban expuestos a ser asesinados en sus calabozos, ya por el enojo que su negativa causaría, ya por enterrar el secreto: tercera, que mostrándose condescendientes, podían avisar a los españoles, para que no concurriesen a la asonada, como lo hicieron; y por cuyos avisos ninguno de los principales vecinos asistió a la plaza: me añadió que Velazco y los cabildantes, presos en el cuartel, lo pasaron tranquilos, porque estaban puestos de la fingida contrarrevolución.

"Tan cierto es esto, que se sabe de positivo que don Pío Ramón de Peña, prevenido del movimiento proyectado, corrió toda la ciudad de la Asunción la noche del 8 de setiembre, avisando secretamente a todos los españoles el intento diciéndoles: "si son llamados por orden del gobernador Velazco, no obedezcan; pero si el mandato es a nombre de la Junta, comparezcan inmediatamente".

Ya que en virtud de la asonada ningún español se apersonó a la plaza, más que los dos infelices a quienes no se les previno, porque no se les encontró oportunamente en sus casas, y fueron fusilados y colgados en la horca: se les llamó a los otros a nombre de Velazco, y viendo que no comparecían, fueron llamados a gobierno por orden de la Junta.

Reunidos allí, a muchos se le hicieron varias preguntas, y enseguida se les ordenaba que se confesasen en el acto con capellanes que se habían llevado allí exprofeso. Después de estas ceremonias fueron todos sacados a la plaza y conducidos a pasar por debajo de la horca. Sólo don Pío Ramón de Peña no pasó por debajo de ella, porque hasta media plaza dio tres gritos, dirigiéndose al gobierno, y diciendo estas palabras: ¿Por qué me van a quitar la vida sin hablar una palabra?

Entonces el mismo doctor Francia lo llamó, y haciéndole ciertos cargos, de haber estado esa mañana en una de las esquinas de la plaza, y de haberse andado paseando en la azotea de su casa, los satisfizo, y fue despedido.

Los otros españoles fueron también puestos en libertad, después de haber pasado como queda dicho por debajo de la horca.

Seguidamente corrió la voz que todos los miembros de la Junta habían querido que fuesen fusilados, menos Francia, y que por él se libraron, y que aún había dicho, haciéndose el horrorizado por el espectáculo de los dos ahorcados –"Bajen esos cadáveres y basta de sangre."

Esta noticia causó odiosidad a los demás compañeros, y Francia se adquirió el nombre y fama de humano. Todos los españoles se deshacían en alabarle y reconocerle por su libertador.

Un fraile mercedario, el Padre Cañete, tenido por Santo, sabedor del suceso, se presentó a la puerta del cuartel, indignado del hecho, llamó a don Pedro Juan Caballero, y le increpó en presencia de la tropa, presagiándole un fin igualmente funesto, ya que de esa manera daba principio a su gobierno.

El fanatismo produjo su efecto, la imprecación del santo varón infiltró en todos los espíritus, y el mismo Caballero se dejó impresionar tanto del anatema, que desde aquel momento su alma no permaneció tranquila y sólo veía sombras. (m) El justo y santo criterio del sacerdote, hacía eco en aquellos corazones.

El Reverendo Padre Cañete, colmó de bendiciones al hipócrita Francia por haber sabido contener a sus compañeros".

NOTA DE LA TERCERA EDICIÓN. – A la extensa nota que Carranza dedica a la revolución del 14 y 15 de mayo cabe hacer las siguientes observaciones fundamentales:

1º) No es posible negar la intervención del Dr. Francia en los acontecimientos del 14 y 15 de mayo. Ella surge evidente de la afirmación de Molas, y del juicio de los actores, y de documentos que el comentarista no conoció. A mayor abundamiento puede verse: Julio César Chaves,El Supremo Dictador. Biografía de José Gaspar de Francia. Capítulo VII.

2º) Es imposible aceptar a Somellera comohéroe de la noche del 14 de mayo. Somellera quiso adjudicarse este papel en susNotas a Rengger y Longchamp, pero la publicación de losAutos de la revolución del 14 y 15 de mayo, y modernos trabajos historiográficos destruyen por completo tal pretensión. Esto no implica desde luego negar la importante colaboración que desde su cargo de asesor letrado de la gobernación prestó a los revolucionarios en la gestación del movimiento. Somellera no fue un director, fue un colaborador.

Notas de la nota 59:

j) El actual publicista Peña, nació en la Asunción el7 de Junio de 1809.

Francia le tuvo preso desde el mes de diciembre 1827 hasta su muerte, en 1840, a consecuencia de una calumnia levantada por un peón, en la que se le atribuía haber dicho: "Hemos salido al campo por no poder estar en la ciudad, por que aquel hombre, nos pone en una cárcel perpetua, nos quita nuestros bienes o nos mata". En los 13 años que duró su reclusión tuvo la santa paciencia de estudiar y aprender de memoria el Diccionario de la Academia Española !!! Está versado en la historia de su país y se distinguen sus escritos por elestilo original que los caracteriza.

k) Ensayo Histórico sobre la Revolución de los Comuneros del Paraguay – cap. III. por el discreto e ilustrado joven argentino don José Manuel Estrada – Buenos Aires 1865.

l) El número 101 de "El Paraguayo Independiente" cuya redacción se atribuye con fundamento al ilustrado doctor José Antonio Pimenta Bueno, Ministro residente del Brasil en aquella época – refutó extensamente la Memoria del doctor Somellera, de la que nos hemos ocupado ya en otra nota – llevando su audacia hasta negar la participación de este en los sucesos de 14 de mayo 1811! A. J. C.

m) Funesto presentimiento de la triste suerte que le deparaba el porvenir. – En efecto, en el mes de junio de 1821, gemía este patriota, víctima como tantos otros, de la tormenta de crímenes desencadenada sobre su país por el genio sombrío de Francia. – Desesperado de la vida, imita a Catón de Utica y con la sangre de sus venas escribe en la pared de su prisión: "El suicidio es reprobado por las leyes divinas y humanas, pero el tirano de mi patria no se saciará con mi sangre". A. J. C.

 

 

 
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