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  HISTORIA DE LOS ABIPONES - VOLUMEN I (Padre MARTÍN DOBRIZHOFFER)

HISTORIA DE LOS ABIPONES - VOLUMEN I (Padre MARTÍN DOBRIZHOFFER)

HISTORIA DE LOS ABIPONES - VOLUMEN I

Padre MARTÍN DOBRIZHOFFER,

Traducción de EDMUNDO WERNICKE

Advertencia editorial del Profesor

ERNESTO J. A. MAEDER

Noticia biográfica y bibliográfica del Padre MARTÍN DOBRIZHOFFER,

por el Académico R. P. GUILLERMO FURLONG, S. J.

UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE

FACULTAD DE HUMANIDADES - DEPARTAMENTO DE HISTORIA

RESISTENCIA (CHACO) , ARGENTINA - AÑO 1967

 

 

Edición digital : BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY ( www.bvp.org.py )

HIPERVINCULOS DEL VOLUMEN I

 

Primera presentación       (399 Kb.)

Segunda presentación      (368 Kb.)

Tercera presentación        (574 Kb.)

 

La publicación de la traducción castellana de estos relevantes tres tomos, que recoge un tesoro de información sobre la vida, la lengua y la historia de los abipones, se debe al esfuerzo de la Universidad del Nordeste - Resistencia, y complementa otros títulos sobre la historia del Gran Chaco. Las crónicas de Dobrizhoffer han inspirado a Robert Southey a escribir el poema “A Tale of Paraguay”, publicado en Londres en 1826. El poema consta de cuatro cantos, con un total de 224 estrofas de nueve versos. Anota Efraím Cardozo: "comprende todas las facetas del complejo cultural abipón; se adentra en su psicología, escarba sus orígenes étnicos, analiza su organización familiar, sus juegos, vestimenta, bebidas, higiene, y se asoma al mundo de las hechicerías y supersticiones". Lafone Quevedo escribió a su vez: "Confieso que Dobrizhoffer me ha dejado enamorado de los abipones, ni quiero preguntar si es cierto todo lo que dice, y como los abipones son los primeros indios que van desapareciendo, prefiero suponer que por mejores les sucederá así". Sin ser una novela, ni mucho menos, tiene todo el atractivo de la novela: y a pesar de estar escrito en un latín rústico y de sacristía, lleno de cláusulas pedregosas y de párrafos expresados a la alemana, subyuga al lector y no le deja abandonar la lectura, una vez comenzada. Martín Dobrizhoffer nació en Friedberg, Alemania Occidental en 1718. Había terminado los estudios humanísticos a los 18 años cuando ingresó en la Compañía de Jesús, en octubre de 1736. En Viena estudió lógica o primer año de filosofía, y acabado el trienio en este estudio, fue destinado al Colegio de Linz, donde enseñó latín y griego, en los cursos inferiores. Al año, fue destinado al Colegio de Steyer, y, durante medio año, fue profesor de sintaxis latina, y durante la otra mitad del curso, enseñó también retórica. En 1747 y 1748 le hallamos en Gratz, cursando teología, y como ayudante del director de la Congregación Mariana de los estudiantes mayores, cuando, a su pedido y en vísperas de su ordenación, fue destinado al Río de la Plata. Hombre de buenas fuerzas físicas, reservado, de buen criterio y espíritu, nos dicen que era apto para enseñar y para gobernar. Esas dotes lo hicieron elegible para misionero entre infieles. No llegó a ser lo que él había deseado y lo que de él esperaban sus superiores, aunque haya sido un hombre heroico, un varón santo y un gran historiador, etnógrafo y filólogo. Durante dos años estuvo con Brigniel en el pueblo de San Jerónimo, y allí aprendió el abipón y el medio de doblegar a los belicosos indios abipones. Destinado a la reducción de San Fernando, ubicada donde en la actualidad se halla la ciudad de Resistencia, capital de la provincia del Chaco, subió Dobrizhoffer desde lo que es ahora Reconquista, por río a su nuevo destino. También se encontró allí con otro alemán de la pasta de Brigniel, el P. José Klein. "Lo que trabajó y sufrió durante unos veinte años, asevera Dobrizhoffer acerca de Klein, es cosa más fácil de ser imaginada que de ser escrita. Pudo vencer todos los peligros y miserias, despreciando los primeros con gran valentía y sufriendo las postreras con indecible paciencia. Gracias a los subsidios, que anualmente recibía de los indios de las Reducciones Guaraniticas, pudo establecer una magnífica estancia sobre la costa opuesta del Paraná. Con los productos de la misma se alimentaba y vestía toda la población" "El pueblo estaba rodeado de esteros, lagunas y bosques demasiados cercanos; el aire era ardiente de día, y de noche; la casa del misionero era tal que no tenía ventana alguna, aunque sí dos puertas y con un techo de palmas, tan mal hecho, que llovía adentro igualmente que afuera. El agua potable se sacaba de una zanja vecina donde todos los animales bebían y a donde iban a parar no pocas basuras del pueblo." "Mi mal comenzó por no poder dormir, a causa de los mosquitos. Me levantaba de noche, me ponía a caminar de un extremo a otro del patio. Así no dormía, y tampoco podía comer. Me puse tan delgado y pálido que parecía un esqueleto, revestido de piel. Se opinaba que no viviría yo sino dos o tres meses más, pero el Provincial me salvó la vida, enviándome a las tranquilas y encantadoras Reducciones Guaraníticas". Una vez restablecido, se le destinó a la nueva reducción de indios Itatines y Tobas, llamada San Joaquín de Tarumá (entre los ríos Monday y Acaray), al este de la Asunción, donde actuó durante seis años. La reducción, aunque distante como cuarenta leguas al norte de los pueblos de Guaraníes, era un oasis, en comparación con los turbulentos pueblos de Abipones. En 1763, cuando ya existían las reducciones abiponas de Concepción, San Jerónimo y San Fernando, se fundó una cuarta mucho más al norte, sobre el río Paraguay y en lo que es ahora la Provincia de Formosa. Una parcialidad de Abipones, cansados de sus guerras contra los españoles, y contra los guaraníes de las Reducciones, enviaron a tres delegados para pedir al Gobernador de la Asunción que les formara pueblo y diera misioneros. José Martínez Fontes, que era Gobernador a la sazón, acogió el plan con entusiasmo y sobre todo el comandante Fulgencio Yegros aplaudió y apoyó la idea. Esta reducción se llamó de San Carlos, o del Timbó, o del Rosario, que con los tres apelativos fue conocida. Allí se asentó Dobrizhoffer, en aquella soledad, rodeado de salvajes y de fieras, "confiando tan solo en la protección de Dios", y con algunos presos paraguayos que le habían acompañado desde la Asunción, obligados a trabajar en la construcción de la iglesia y casas. A fines del año 1765, como queda dicho, o a principios del siguiente, volvió Dobrizhoffer a la reducción de indios Itatines, denominada de San Joaquín, donde había estado años antes y asumió el gobierno de la misma "Entre éstos neófitos Itatinguas del pueblo de San Joaquín pasé primero seis años y después otros dos (1765-1767) no sin placer y contentamiento de mi parte". Las tribulaciones sufridas en el Timbó, y los sucesos adversos de 1767-1768 (expulsión de la Compañía), le postraron en el lecho, e impidieron embarcarse con los otros 150 jesuitas. A fines de marzo del año 1768 pudo Dobrizhoffer unirse, a bordo de la fragata La Esmeralda, con sus hermanos de religión. Dobrizhoffer y los demás jesuitas alemanes fueron recluidos en el convento de los Padres Franciscanos en Cádiz, y de ahí partieron, unos con rumbo a Holanda, y otros en dirección a Italia. En agosto de aquel mismo año de 1769, llegó Dobrizhoffer a su querida ciudad de Viena. Desde el primer momento, se alojó en la Casa profesa que, en esa ciudad, tenía la Compañía de Jesús, y comenzó a trabajar con ardor y asiduidad en todos los ministerios espirituales, pero muy particularmente en la predicación. La reina María Teresa, que conoció y trató a nuestro ex - misionero, gustaba grandemente de su conversación, y de oírle contar sus peripecias y aventuras en tierras americanas. Fue ella quien indujo a Dobrizhoffer a poner por escrito sus recuerdos y dar al público las valiosas noticias etnográficas e históricas que tenía atesoradas en su privilegiada memoria. Felizmente cumplió Dobrizhoffer los deseos de la cultísima reina y, entre 1777-1782, escribió su “Historia de Abiponibus” en tres nutridos volúmenes, aunque no llegó a publicarla hasta el año 1784. (extractos de la advertencia editorial del Prof. Ernesto J. A. Maeder y de la noticia biográfica del Académico R. P. Guillermo Furlong S. J.)

 ADVERTENCIA EDITORIAL

Cuando en mayo de 1965, en ocasión de la I Convención Nacional de Antropología, celebrada en Resistencia, se señaló la necesidad de editar en castellano alguna de las obras fundamentales para la etnografía del Chaco, la mención de Dobrizhoffer y su célebreHistoria de Abiponibus ocupó un lugar principal en el catálogo de las mismas. La relevante importancia de este libro, que recogía un tesoro de información sobre la vida, la lengua y la historia de los abipones, y la falta tantas veces lamentada de una edición castellana, suponían para la Facultad de Humanidades un compromiso con el pasado cultural de la región, del que naturalmente se sentía heredera y depositaria.

La edición del presente volumen, viene a cubrir esa ausencia e inaugurar al mismo tiempo una colección de fuentes referidas al pasado chaqueño, que reflejen el rico y variado caudal de libros y estudios que, desde lejanas épocas, viene dedicándose a esta región. A la par de esa labor documental es su propósito completar para esta área chaqueña, en la medida de las posibilidades, los ponderables esfuerzos que en su hora realizara la Universidad Nacional de Tucumán, con la reedición en 1941 de laDescripción Corográfica del Gran Chaco Gualamba, del padre Pedro Lozano, y delHacia allá ypara acá(Una estada entre los indios mocobíes, 1749-1767), del padre Florián Paucke, en 1942 - 1944.

La realización de esta labor, de la que este tomo de Dobrizhoffer constituye el primer jalón, iniciará así un programa permanente de publicaciones que se irá integrando sucesivamente con los dos tomos restantes de Dobrizhoffer, y con la traducción delSaggio sulla storia naturale della Provincia del Gran Choco, del P. José Jolis, editado en Faenza en 1789, así como con estudios de la importancia dellndianer Stämmendes Gran Chacobis zum Ausgange des 18’ Jahrhundert, de Ludwig Kersten, editado en Leiden en 1904, títulos todos que por su relevancia, reclaman desde largo tiempo atrás la edición castellana correspondiente.

 

LA PRESENTE TRADUCCIÓN DE DOBRIZHOFFER

El padre Guillermo Furlong da cuenta en su noticia biográfica y bibliográfica de Martín Dobrizhoffer, de las diversas tentativas, frustradas o incompletas, que se llevaron a cabo desde el siglo XIX para traducir la obra al castellano.

Según el mismo Furlong, esta traducción de Wernicke que hoy se publica le fue encargada inicialmente por los doctores Ernesto Padilla y Ricardo Staudt a fines de 1943 (I). Wernicke, a pesar de hallarse ya en edad muy avanzada, pues frisaba los ochenta años, logró terminar a principios de 1947 el tomo primero, único que alcanzó a traducir. El ejemplar mecanografiado, que no llegó a imprimirse, fue obsequiado por Wernicke al Dr. Enrique Palavecino, con una dedicatoria fechada en octubre de 1947, que decía así:"Al Prof. Dr. Enrique Palevecino profundo conocedor del carácter de los indígenas argentinos en testimonio de sincera amistad el autor de la presente primera traducción al castellano (del texto latino yalemán comparado)".

La muerte de Wernicke ocurrida en 1949 interrumpió su labor,y el texto encuadernado fue conservado por Palavecino, quien en 1965 lo ofreció generosamente a la Facultad de Humanidades para su edición.

La traducción de Wernicke, vertida originalmente de la edición alemana,y cotejada luego con la edición latina, según su propio testimonio, adolecía sin embargo de algunas imperfeccionesy no pocas lagunas. Las primeras, atribuibles sin duda a la avanzada edad del benemérito escritor, fueron subsanadas por la prolija revisión efectuada por las profesoras Clara Vedoya de Guillén y Helga Nilda Goicoechea, junto con el autor de estas líneas. En cuanto a las segundas, lagunas provenientes de la utilización de un ejemplar incompleto, y que abarcan las páginas 73, 279, 404/405, 434, 483/484, 540, 543/544, de la edición alemana, fueron completados con la correspondiente traducción del texto latino por la profesora Vedoya de Guillén, quien, desde tiempo atrás trabajaba en la traducción completa de la obra, de la que incluso había adelantado fragmentos importantes. Cabe significar que estas correcciones, que más bien fueron pulimentos de la traducción, se hicieron respetando siemprey hasta donde fue posible el texto muy personal de Wernicke. Algunas de esas modalidades, como el uso de la voz Paracuaria, y su gentilicioParacuario, para denominar la Provincia Jesuítica del Paraguayy diferenciarla así de la Gobernación civil del Paraguay e integrante de las provincias de Indias, habían sido debidamente explicadas por Wernicke en artículos publicados con anterioridad (II).

I- GUILLERMO FURLONG S. J., Ernesto Padilla. Su vida. Su obra. San Miguel de Tucumán. Universidad Nacional de Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, 1959, 2ª parte, pp. 529-532.

II- Edmundo Wernicke, El eso de las voces "Paracuaria" y "Paracuario" en la historiografía argentina. En Anuario de la Sociedad de Historia Argentina (1943-1945), tomo V (Bs. As., 1947), pp. 381-384.

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*********SEGUNDA PARTE*************

 

 DEL PUEBLO QUE PENSABA FUNDAR PARA ELLOS, Y QUE FUE FRUSTRADO POR UN HOMBRE MALVADO 

 

A su vuelta de los bosques de Mbaeverá me contaron nuestros indios que entre los bárbaros reinaba una muy peligrosa especie de angina. Los hechiceros y especialmente Tupanchichú, en la intención a inducirlos a aborrecernos, trataban de persuadir a la plebe ignorante que esta peste provenía de nosotros. Yo escribí en seguida a nuestro Provincial y le di relación de nuestro viaje, de los bárbaros hallados y acerca de la reducción cuya fundación habían pedido. El aprobó mi propósitoy expresó su alegría por ello. Nombró en seguida otro en mi lugar en S. Joaquín, pues yo regresaba a los bárbaros. También el gobernador real, D. José Martínez Fontes, fue instruido sobre todo lo ocurrido y aún a ocurrir y se solicitó, como de costumbre, su permiso para la fundación de la nueva reducción. Todo marchó conforme se deseaba y nadie me causó dificultades, cuando el Infierno impidió el feliz progreso de mi empresa y malogró todas mis esperanzas.

A tal fin usó de un doble instrumento: el sanguinario Tupanchichú y un rico Español. Escúchese y aborrézcase la execrable maldad de estos monstruos. De repente llegó un inesperado mensajero con la noticia que el cacique Roy/106 había muerto por unas batatas envenenadas que los alemanes llaman Erdäpfel y los guaraníes yeti. Tupanchichú se las había dado a comer, en parte, para vengarse por la solicitud con que Roy veló por nuestra seguridad, mientras Tupanchichú había resuelto nuestra muerte, y en parte, para impedir la fundación de la reducción que aquel habría visto con agrado y, por lo tanto, procuraba con mucho celo. No contento con haber dado muerte al anciano, pensó también en dar la misma suerte a su viuda, para apoderarse después de la muerte de las hachas, cuchillos y otros instrumentos de hierro dejados por su marido. La mujer huía de un lado a otro, pero, como no se creía segura en ningún rincón de la selva, se refugió con su familia en nuestro pueblo cual navegante que, bajo la tempestad, corren a un puerto cercano. Ella tenía cuatro hijos y cuatro hijas, todas solteras fuera de una, que estaba separada de su marido. Su viaje en el cual era preciso marchar de continuo por cien leguas a través del bosquey de muchos ríosy pantanos, se dificultó aún por dos hijas, de las cuales una tenía recién dos años, mientras la otra, aunque ya adulta, era tullida de manos y pies de manera que ella sola no podía dar un paso. Ambas debían ser llevadas a cuestas. La mayor fue colocada en una hamaca y transportada en las espaldas de sus hermanos y hermanas. Esta paciencia y cariño de los bárbaros merece nuestra completa admiración. Después que la madre fue suficientemente instruida en los fundamentos del cristianismo, se bautizó tras algunos meses, junto con sus ocho hijos,y el cautivo en el mismo día. Todos los presentes sintieron por ello el mayor solaz. Puede imaginarse cuan inexpresable debe haber sido el mío, cuando incorporé estos diez al número de los creyentes. Un fruto solo por el cual, valió la pena emprender el viaje a Mbaeverá. Cuán/107 malvada y abominable me parece la acción del envenenador Tupanchichú que había asesinado al cacique Roy, el más empeñado en la fundación de una reducción para los suyos, me parece, sin embargo, mucho más detestable todavía la memoria de aquel hombre anticristiano, que por su sórdida avaricia impidió la fundación de la nueva reducción. El ha nacido entre los Españoles en el Paraguay pero no de una estirpe española. Callo su nombre, porque en alguna tierra europea es conocido e ilustre.

Este hombre, más afamado por las riquezas que por las virtudes, emprendía y realizaba todo aquello que le prometía ganancia y aumento de su fortuna. En su estancia tenía abundancia de ganado de toda clase y una casa en la ciudad de Asunción. Su riqueza mayor la sacaba del comercio con la yerba del te paraguayo. Su amplia empresa exigía una cantidad de servidores. El había oído que yo había descubierto diversos lugares poblados por los bárbaros en Mbaeveráy, que por lo pronto, yo les fundaría una reducción para instruirlos en la religión. Rápidamente formó un plan de atraer a su estancia a estos bárbaros por cualesquier artificio y luego servirse de ellos en lugar de negros que en aquella región llegan a un alto precio. Para este fin envió algunos hombres expertos y medianamente instruidos en la lengua guaraní para persuadirlos con sus fines y hacer más agradable su proposición mediante copiosos regalos. Estos intermediarios prometieron por ello a los bárbaros montañas de oro en la tierra y solar del Español, bellas ropas, diariamente la comida más sabrosa, en fin todas las felicidades/108 al igual que los pescadores que ofrecen el cebo a los peces, pero esconden el anzuelo mortífero. Ellos agotaron todos los artificios para inspirar a aquellos un horror a las reducciones de los Jesuitas. Les mentían que en ellas sólo reinaba la miseria y la hambre. Que se cuidaran de los Jesuitas y que, si querían atender a su felicidad, se trasladaran con los suyos sin tardanza y mayor reflexión a la estancia NN. Tal consejo les dieron los españoles, pero él no fue aceptado por nadie. De cierto, fue una idea descabellada pedir o esperar tal cosa de los Indios que, por el miedo de caer en la esclavitud bajo los Españoles, temen y huyen la vecindad y hasta la sombra de los Españolesy conceptúan sus adulaciones unas insidias. Prefieren estar desnudos y ser libres que padecer bien vestidos y bien alimentados bajo una dura esclavitud. Como vieron que su paradero se conoció por los Españoles, creyeron que su seguridad estaba completamente perdida y que no podrían defenderse de la vecindad de los Españoles por ningún lado. Hasta temieron que una tropa de soldados por orden del Español al cual se negaron a obedecer los buscaría pronto y los arrastrarían desde su lugar natal a la esclavitud. Como tenían ante sus ojos día y noche su situación peligrosa, resolvieron al fin abandonar sus viviendas y buscar una región bien distante de ese paraje. Por lo tanto, quemaron sus chozas, se alejaron y corrieron más como fugitivos que emigrantes, con todos sus trastos, del lugar de sus intranquilidades. ¿Para dónde? Esto permaneció siendo siempre un enigma.

Apenas fui informado de esta fuga de los bárbaros,/109 me puse en camino con cuarenta indios cristianos, acompañado por Arapotiyú que conocía todos los caminos y selvas en la región entera. Por más que nos esforzamos y por cuanto padecimos, no logramos nuestro propósito. Encontré en cenizas las chozas de los tres caciques, lo mismo que de toda la población, en las cuales pocos meses antes había estado por tres días. Recorrimos las orillas de los ríos Monday y Acaray y las selvas situadas entre ellos, pero no pudimos descubrir rastro alguno de un ser humano. Como no había esperanza de un feliz hallazgo y después de haber recorrido las selvas por derecha e izquierda, regresamos cansados y mustios. Todos los hombres buenos se disgustaron cuando esta noticia se conoció en toda la Provincia. Los Españoles y los indios cristianos ardían en ira contra el hombre que no trepidó en devastar los frutos ya listos para la cosecha que nosotros pensamos reunir en los trojes de la Iglesia. Pues el haber querido ganar para sí estos bárbaros, fue causa de que ellos desistieron de ser adoradores de la Divinidad suprema y discípulos de la doctrina de Jesús. El gobernador del Paraguay, al ser informado sobre esta maldad, pegó con el puño sobre la mesa junto a la cual yo estaba sentado con algunos Españoles distinguidos. De veras – exclamó lleno de ira – este hombre es peor que el diablo y aún que el mismo Anticristo. D. Manuel de la Torre, obispo del Paraguay, alabó por palabray por escrito mis esfuerzos por el cual en tantos viajes yo había hecho méritos en bien del cristianismo. El también abominó en mi presencia al hombre nefando que nos ha puesto impedimentos en la cosecha de los frutos esperados,/110 como de hombre indigno de ser cristiano y Español. Hasta amenazó que su acción no quedaría impune. Pero en esta ocasión solo hubo palabras. Pues por lo que yo sé, ni un obispo, ni un gobernador se atrevieron contra este malvado, pues era de temer por su parentela numerosa y poderosay ambos estimaron peligroso irritar su ira contra sí, en una ciudad tan inclinada a la sedición como se sabe por las crónicas. Pero pese a la tolerancia de los magistrados frente a sus maldades, la mano vengadora de la justicia divina no perdonó al malvado.

El había empleado mucha gente a grandes costos en la cosecha de la yerba del te en Mbaeverá. Una inmensa existencia ya se hallaba amontonada en la choza de los Españoles cosechadores y esperaba los mulares para su transporte a la ciudad. Esta choza estaba situada sobre una colina y bajo árboles que había en su derredor. En la cercanía se veía la orilla del río Acaray completamente cubierto por juncos y altas hierbas. Un bárbaro había encendido allí un fuego que se expandió con extraordinaria rapidez. El capataz español de los trabajadores tuvo miedo por su chozay, por lo tanto, envió dieciocho de los suyos a extinguir el fuego pero sólo fueron víctimas de él porque un remolino nacido de repente puso en llamas toda la llanura en tan corto tiempo que los españoles quedaron rodeados por delante y atrás y los costados y se les cortaron todas las oportunidades de huir. Algunos saltaron a los esteros, pero éstos estaban completamente secos, otros se metieron entre el barro, pero todos los medios de salvación resultaron vanos. De cierto/111 no se quemaron, pero se sofocaron con las llamas, se tostaron y con las ropas intactas, murieron asados. Aún en este mismo anochecer murieron trece en mísera muerte, y tres al día siguiente. Otros dos murieron algo más tarde y, por lo tanto, con dolor mayor. Sus horribles úlceras, los gusanos nacientes en ellos y la pudrición de todo su cuerpo expedían de sí tan insoportable hedor, que los pocos obreros restantes sólo penetraban con las narices tapadas en la choza y refrescaban los moribundos con alimentos y bebidas. Tras la pérdida de su narices, orejas y otros terminaron al fin su vida que les era más amarga que la misma muerte. Los espías de los bárbaros observaron desde lejos sin ser notados este accidente de los Españoles. Este número tan pequeño de ellos los envalentonó aún más. Uno de ellos, armado de flechas y maza y una corona de plumas en la cabeza se deslizó al interior de la choza de los Españoles donde había quedado uno para conservar la yerba, mientras los demás, en parte corrieron con la triste noticia a la ciudad, en parte buscaban algo en los bosques. Entonces le dijo con torvo gesto el bárbaro, ¿vosotros os habéis atrevido a penetrar en estos bosques que jamás os pertenecieron? ¿No sabéis que esto es nuestra patria tierra y solar que hemos heredado de nuestros abuelos y bisabuelos? ¿No tenéis aún bastantes tierras vosotros que os habéis apoderado de campos inmensos y bosques innúmeros a veces con la connivencia y a veces contra la connivencia de nuestros padres, pero siempre sin el menor derecho y aún siempre los pretendéis insolentemente? A nuestros ojos sois tan pobres que debéis juntar vuestras riquezas en nuestras selvas, y ¿debéis privar nuestros árboles de sus hojas para con ellas hacer una bebida? Tened vergüenza de vuestro/112 atrevimiento y rapacidad, pues de seguro os habéis de arrepentir de ella, pues, algún día la vais a pagar con la vida. Si alguno de nosotros se acercara a vuestro territorio, ¡por Dios! Ya no volvería vivo a nosotros. En lo futuro imitaremos vuestro ejemplo. Si vuestra vida os es aún cara y no habéis perdido toda razón, alejáos pronto de aquí a vuestra casa y prevenid a vuestros compatriotas de no pisar más en estas selvas si no están hartos de sus días.

Mientras el bárbaro pronunció esto bastante amenazante, enmudeció y palideció el Español porque esperaba asustado el golpe mortal. Para conservar su vida, ofreció temblando al Indio hachas, cuchillos, ropasy otras menudencias. Apaciguado por estos regalos, el bárbaro regresó a los suyos que se mantenían escondidos en la cercanía. El español estimó peligrosa toda mayor demora en su puesto y, por ello, emprendió rápida fuga a la ciudad aunque dejara abandonada (sin custodia) muchos miles de libras de yerba ya preparada.

Cuando la noticia de los dieciocho Españoles perecidos por el incendio y de las amenazas de los bárbaros se hubo divulgado en la ciudad, todos quedaron asustados en extremo, y el temor ante las selvas de Mbaeverá se apoderó de todos los ánimos de tal modo, que recién después de algunos mesesy sólo por un salario muy alto, se encontraron hombres que trajeron a la ciudad a lomo de mulas, la existencia de yerba abandonada. Padecía con esto un perjuicio no pequeño aquel que había impedido, por sórdida avaricia, la fundación de la nueva reducción para convertir los bárbaros. Pero, dice Tibulo,Sera tamen tacitis poena venit pedibus (6t). Que las desgracias que/113 sobrevivieron al hombre anticristiano no debían ser consideradas como efectos de la casualidad, sino como una pena por la vengadora mano de Dios, de esto no ha dudado nadie. Pero castigos, aún más duros le esperan si él no lava su crimen por una penitencia verdadera. El ha empeñado su alma al infierno en tantas veces, como cuantos bárbaros ha retenido de la aceptación del cristianismo, por los cuales yo, sin embargo, he andado en diversos viajes a pie y descalzo por alrededor de setecientas leguas. Si mi labor no ha sido coronada con el éxito esperado, la remuneración divina es, sin embargo, segura para mí. De los hombres ni recibí, ni espero alguna. Aquí debo mencionar aún otro viaje a los bárbaros que en realidad se hizo en pocos días, pero pagó abundantemente mi labor. Un grupo de Españoles preparó yerba paraguaya en la margen austral del río Empalado. Como les faltaron los árboles de los cuales se recogen estas hojas, enviaron tres exploradores que debían buscar en la otra banda del río los árboles deseados. Por casualidad dieron con una choza y un campo sembrado de trigo turco y dedujeron de ahí que en este bosque debían hallarse muchos bárbaros. Esta noticia asustó de tal modo a todos, que dejaron de inmediato el trabajo para el cual habían sido contratados, y se mantuvieron escondidos por un tiempo en sus chozas como los caracoles en sus casillas. Día y noche se temía un asalto enemigo. Para librarse de este temor, enviaron un mensajero a S. Joaquín para inducirnos a buscar los indios habitantes en la selva y llevarlos a nuestra reducción. Yo le/114 prometí en seguida mi ayuda y no obstante de haber llegado recién a casa en la fiesta de Navidad tras un viaje de tres semanas a Mbaeverá, emprendí la marcha con cuarenta indios en el día de S. Juan Evangelista. Los ríos crecidos por la lluvia continua nos causaron no pocos obstáculos en nuestro viaje. Yo tomé conmigo de la choza española un guía, crucé el río Empalado y tras haber recorrido diligentemente todas las selvas en la costa del río Monday miri, descubrí al fin en el tercer día por unas huellas de pisadas a las que seguimos, una pequeña vivienda en la cual una madrecita anciana había vivido desde muchísimos años con su hijo de veinte años y una hija de quince años. Cuando yo le pregunté donde paraban los otros indios, me contestó que en estas selvas no había quedado nadie fuera de ella y sus dos hijos porque una terrible peste de viruelas había exterminado todos los habitantes de esta región. Como el hijo notó mi duda respecto a las palabras de su madre, me dijo: debes creer con plena fe a mi madre, pues yo mismo, en intención de buscarme una mujer, he recorrido en repetidos veces las selvas más distantes sin que yo hubiera visto ni siquiera la sombra de un ser humano. El joven bárbaro fue pues inducido por un impulso natural a considerar ilícito el matrimonio con su hermana. Esta manifestación, referente a que ya no existían bárbaros en la selva, me la repitió muchas veces en mi localidad y con toda la sinceridad posible. Lo mismo afirmaron también los Españoles que me habían llamado y después por dos años enteros continuaron allá su provechosa cosecha de yerba./115.

Con argumentos razonables yo traté de convencer a la madre anciana a trasladarse a mi localidad si sus circunstancias se lo permitían y le prometí ahí días más felices. Ella me contestó que con agrado seguiría a mi invitación si no fuere que algo la retenía. He amansado – dijo ella – tres puercos monteses; ni bien habían nacido, que ahí ves; ellos nos seguirán como perros en nuestra partida, pero perecerán, como mucho temo – ni bien ven el campo árido o son mortificados por el calor del sol.

No te preocupes – respondí – está segura que estos caros animalitos también los quiero de corazón. Durante el calor del sol acamparemos donde sea, a la sombra; tampoco nos faltarán charcas, arroyosy lagunas para refrescar tus cerdos. Esto mudó su ánimo y ella prometió ir con nosotros. Al día siguiente nos pusimos efectivamente en viaje y llegamos sanos a la localidad el primero de enero, aunque en este viaje tuvimos que soportar dos terribles tormentas de truenos y lluvias y un tigre cercano nos amenazaba con sus rugidos durante toda la noche. A los Españoles, a quienes mostré la madre y sus dos hijos, les comuniqué que en todo el contorno ya no tenían que temer de ningún bárbaro. Su miedo se trocó en vergüenza y arrepentimiento, pues ellos habían creído que en las selvas situadas entre los ríos Empalado y Monday miri hormigueaba todo de bárbaros. Ahora voy a contar algo del aspecto, calidades y manera de vivir de la madre y sus hijos conforme con mis observaciones. Desde su primera juventud se asentaron en la orilla del Monday miri que está llena de moscas, serpientes y otros animalitos venenosos. De las ramas/116 de las palmeras se tejieron una choza. El agua ahí siempre barrosa les suministraba la bebida, mientras las frutas de los árboles, las antas, gamas y conejos, diversas aves, el trigo turco, la raíz del árbol Mandio [les daban] el alimento. De las hojas de Caraquatá tejían sus ropasy preparaban su lecho. La miel que en todas partes se encuentra en abundancia en los troncos huecos de los árboles, les servía como golosina. En una caña, en la cual estaba fijada una vasija de madera, cual una ollita chica, fumaba la anciana día y noche el tabaco que los guaraníes llaman peti, mientras el hijo mascaba de continuo hojas de tabaco desmenuzadas. Una concha afilada contra una piedra y a veces una caña hendida le servía de cuchillo. El joven, que alimentaba a su madre y hermana, llevaba aún en su cinturón dos pedacitos de hierro, restos de un cuchillo roto, los que eran de un largo y ancho de una pulgaday estaban asegurados en una manija, envuelta con cera e hilos. Con tales instrumentos él cortaba lo más hábilmente sus flechas, con recortes hacía trampas de madera para las antas, excavaba en los árboles donde suponía haber miel y semejantes cosas. Como les faltaba la arcilla para formar de ella una olla, no comieron durante toda su vida nada de carne cocida, sino sólo asada. Ellos regaban las hojas de la yerba paraguaya únicamente con agua fría, porque no tuvieron un recipiente para calentarla. El fuego lo obtenían muy pronto, mediante el rápido frotamiento de dos palitos a costumbre de los demás americanos. Hablaré acerca de este método algo más en otro lugar. Para aplacar su sed, sacaban de los pantanos el agua, que siempre es tibia salvo cuando el viento del sur la refresca, y que se traíay guardaba en grandes zapallos por falta de otras jarras./117 Su avío casero significaba poca cosa. Para formarse un concepto al respecto es preciso imaginarse su vestimenta. El hijo se envolvió en una especie de capote tejido de hojas de Caraquatá que le colgaba por ambos lados desde los hombros hasta las rodillasy el bajo vientre está ceñido con una soguita de la cual pendía una calabaza con tabaco pulverizado. La hamaca, tejida de gruesos hilos, servía a la madre de noche para cama y durante el día en lugar de un vestido. De tal hamaca se servía también la hija. Como ésta me pareció demasiado diáfana y por lo tanto en presencia de los Españoles y de los Indios indecente demasiado, le alcancé una toalla para cubrir con ella su desnudez. La niña dobló el paño que le dieron mis indios cual un papel, y se lo colocó en la cabeza para cubrirse con el contra el calor solar. Pero mis indios la instaron a envolverse en él, lo que ella hizo también. Solo con trabajo pude imponer al joven, para que su desnudez no ofendiera la honestidad, los pantalones de lienzo en los que yo había envuelto mi cabeza para protegernos contra las mordeduras de los mosquitos. Primero trepó, ligero cual un mono, a los árboles más altos para juntar comida para sus tres puercos monteses. Creyó hallarse dentro de los pantalones como impedido, apenas podía caminar. Aunque en esta soledad pasaron su vida en la mayor pobreza y penuria y debieron padecer los rigores y asperezas de los antiguos anacoretas, los encontré, sin embargo, bien contentos con su suerte y en el gozo de una completa tranquilidad de alma de una salud inmutable. De ahí se ve cuán poco precisa la naturaleza, siempre sobria. Tengan vergüenza los que necesitan de las cuatro partes del mundo para su mesay su vestimenta. Desde los límites más extremos/118 de la tierra todos los mares, selvas, campos, cerros, las entrañas terrestres y todos los elementos deben abrir sus tesoros para adornar sus cuerpos y deleitar sus paladares. ¡Ojalá no encuentren en la búsqueda del placer y del adorno la simiente de su propio desengaño y de su destrucción! El afán de placeres artificiales, siempre multiplicado, consume sus fuerzas y sus riquezas, diseña en su cara las huellas del derrumbe y les paga con enfermedades y una muerte prematura. Ellos llegan a ser tanto más infelices, cuanto más delicados fueron.

Mis tres habitantes de las selvas, o habían olvidado las costumbres guaraníes, o las despreciaron. Ellos andaban con los cabellos sin cortar y sueltos. El hijo no tenía ni un labio perforado, ni plumas de papagayo sobre la cabeza. Madre e hija llevaban en lugar de pendientes y collares, unos cordelitos en derredor del cuello, de los cuales pendían unos pedazos de madera bastante pesados. Cuando ellos caminaban éstos se golpeaban, produciendo así un ruido. A la primera vista pregunté a la anciana si este collar estaba destinada a ahuyentar las moscas y les cambié estos pesos de madera por una sarta de globos de vidrios de un color especialmente bello. La madre y el hijo eran altos de cuerpos y de linda apariencia, La hija tenía, en cambio, en su cara, un color blanco tan brillante que de seguro los poetas hubieran podido darle un lugar entre las Driadas y Ninfas; todos los Europeos, a su vez, hubieran podido denominarla de seguro una belleza. Su alegría se manifestaba en una decorosa afabilidad. Ante nuestra repentina llegada no se asustó, sino que más bien se alegró por ella. Cuando hablábamos guaraní, rió francamente de nosotros y nosotros de ella/119 cuando respondió en esta misma lengua. Pues como ella no había tratado con ningún Guaraní, fuera de su hermano y su madre, y retenía las voces guaraníes, pero las expresaba según un dialecto ridículo. Así por ejemplo los otros decíanquaraçi – el sol,Yaçi – la luna,Cheraçi – estoy enfermo y pronunciamos la c con el signo colocado debajo, como ss, por lo tantoquarassi, Yassi, cherassi. Ellos, en cambio, pronunciabanquaratschi, Yatschi, queratschi. El hijo no vio mujer alguna fuera de su madre y hermana y tampoco hombre, excepción hecha de su padre. La niña conocía sólo la madre y fuera de ésta a nadie de su sexo. Ella no vio ningún hombre, ni siquiera de lejos, fuera de su hermano, porque su padre fue desgarrado por un tigre cuando ella estaba aún en el vientre de la madre. Para juntar frutas tanto sobre el suelo, como también sobre los árboles y reunir leña para el fuego, la hábil niña recorría la selva erizada enteramente de setas, cañas y espinas, y por ello se rasgaba míseramente sus pies. Para tener compañeros, llevaba generalmente un pequeño papagayo sobre los hombros, y un monito sobre los brazos sin temer en lo más mínimo a los tigres, que con frecuencia se encuentran en aquellos contornos, como he visto con propios ojos. El día antes de llegar nosotros a la choza de estos bárbaros, yo mismo, hubiera sido desgarrado por un tigre, durante el sueño. No estaba muy lejos de mí. Por suerte su rugido despertó a los Indios que luego se acercaron con lanzas y fuego y así salvaron mi vida. En estas selvas, los tigres acometen con mayor ferocidad cuando tienen hambre, ya que hay poca caza en ellas, y asaltan a los viajeros. Ello a diferencia de los campos, donde por la gran abundancia de ganados pueden muchas veces/120 hallar ocasión donde mitigar su hambre.

Nuestros tres neófitos fueron vestidos en seguida al igual de los demás en la localidad, y provistos de víveres para todos los días. También los hice penetrar en compañía de otros en las selvas cercanas, para que disfrutaran de la sombra y del agradable verdor de los árboles al cual estaban acostumbrados. Pues sabíamos por la experiencia que lo mismo como los peces no pueden conservarse mucho tiempo fuera del agua, así también los bárbaros, si bien se los trae desde los bosques a los pueblos, descaecen muchas veces porque la repentina mudanza de la alimentación, del aire y el calor del sol perturban demasiado su constitución corporal, ya que desde su juventud están habituados a las selvas húmedas, frescas y umbrosas. Este mismo destino también ocurrió a la madre junto con sus hijos en nuestra localidad. A las pocas semanas de su llegada, fue acometida por un romadizo y un reuma que se extendió por todo su cuerpo. A esto siguieron dolores de ojos y de cabeza y poco después, la sordera, la melancolíay el repudio de todos los alimentos debilitaron sus fuerzas de tal modo que finalmente la atacó una tisis completay con desfallecimiento, contra los cuales todos los remedios fueron vanos. La madre anciana, que ya por algunos meses languidecía en estado de agotamiento, fue bautizada por mí después que la hube instruido primero en debida forma en los rudimentos de la doctrina cristiana, y falleció con un ánimo tan sereno y aquiescencia para con la voluntad divina, que sin duda ha pasado a la mansión de los bienaventurados. La niña, que llegó llena de hermosura y vigor juvenil a nuestra localidad, la perdió y pronto se vio desemejante a sí misma. Se marchitó despaciosamente, cual una flor y vino a ser un esqueleto, y siguió a la, madre a la/121 sepultura y, si no yerro mucho, al cielo. De ella se podría decir con Salomón, que ella, después del bautizo, ha logrado una edad provecta y Dios, al que placía su alma, la habría raptado para sí, para que la maldad no contaminara su entendimiento. Es lo cierto que todos en la localidad, alabaron la pureza de la inocente niña y la acompañaron con lágrimas a la sepultura. Su hermano la sobrevivió, pero él sintió amago del mismo mal que le había quitado la madre y la hermana. Las sobrevivió, porque él era más fuerte. Más tarde, él sanó aún de las viruelas que en la reducción causaron horribles estragos, de modo que después de su restablecimiento él creía no tener nada que temer. Era de genio alegre, iba a misa a las horas establecidas y aprendió diligentemente la doctrina cristiana. Se mostraba obediente y amable, y en general daba los mejores indicios. Pero para probar aún más su deseo en su propósito de permanecer en la localidad, diferí algo más su bautizo. En esto se allegó a mí un indio cristiano, hombre probo y rico en terrenos, el cual por mi orden tenía desde mucho tiempo a su lado a este catecúmeno. Mi Padre – me dijo – nuestro habitante selvático se encuentra de cierto muy bien pero me parece tener propensión al delirio. El no se queja de dolores, pero sí de insomnio; porque le aparecían visiblemente su madre y su hermana todas las noches y le recordaban amigablemente:Ndecaray, ndcary ánga, nderemimó a eyrupi oroyu yebi ndererahabone. Te pido, hazte bautizar, te buscarán antes de que tú lo sospechas. Tal aparición no le dejaba dormir.

Dile, respondí, en nombre mío, que tenga buen ánimo. La triste memoria de su madre y de la hermana con las cuales el había/122 tratado durante toda su vida le originaran tales ensueños. Aquellas ya estarán en el cielo, como no dudo y ya no tienen nada que hacer sobre la tierra.

A los pocos días volvió a venir este indio y confirmó su noticia anterior y su suposición del temible delirio de su catecúmeno. Corno temí que hubiera algo real en el asunto, pasé corriendo a su casa y lo encontré sentado. A mi pregunta, qué tal se encontraba, contestó sonriente que no tenía padecimiento ni dolor alguno pero, agregó, que pasaba las noches en vigilia porque siempre venían junto a él su madre y hermana para recordarle de apresurar su bautismo y amenazaban con buscarlo de imprevisto. Y por esto él no podía dormir. El me contaba todo esto con su habitual candidez. Como yo consideraba estas apariciones unos ensueños, creí no deber reparar en ellos pero tener que procurar sin embargo en tan importante asunto la tranquilidad y seguridad de mi catecúmeno, porque yo sabía también por la Sagrada Escritura que en no raras ocasiones Dios se ha servido de los ensueños para sus advertencias y prevenciones. Como yo estaba ahora bastante seguro de su perseverancia y conocimiento del cristianismo, lo bauticé y le di el nombre de Luis, después de haberlo interrogado y preparado en lo pertinente. Esto ocurrió el 28 de junio, víspera de San Juan Baptista a las diez de la mañana. En este mismo día, al anochecer, expiró plácidamente en las manos de su Creador, sin que se hubiera podido descubrir en él una enfermedad o un indicio de una apoplejía.

Este suceso que la localidad entera conoce y que yo podría atestiguar con un juramento, despertó en todos una gran admiración. Dejo al criterio del lector lo que se debe pensar acerca de esto. Sin embargo, no puedo convencerme a/123 considerar este suceso como una obra de la casualidad. Más bien la atribuyo a la Providencia Divina de haber sido tan feliz de encontrar estos tres habitantes selváticos en un rincón del bosque, de modo que ellos en seguida se han dirigido por mis consejos a la localidad y a la verdadera religión y han terminado sus días después de haber recibido el bautismo. Dios quiera unir en el cielo a éstos que tantos años habían vivido inocentes, juntos en el bosque. Debo confesar que ahora mismo, recuerdo siempre con placer mi expedición al río Empalado, la cual por más molestias y peligros que tuvo para mí, resultó tan feliz para estos tres habitantes de la selva y tan provechosa para los Españoles, pues por mí, ellos habían conocido que en toda esta gran extensión de selva no se encuentra ni una sola huella de bárbaros y por esto mismo pudieron juntar durante tres años muchos miles de quintales. No es raro que los comerciantes Españoles se enriquezcan con el sudor y los peligros que pasan los misioneros, que libran de bárbaros estas selvas de yerba, a pesar de que ellos no contribuyen ni con un centavo a vestir y alimentar a los neófitos, cuyo cuidado físico y moral se abandona a la diligencia de los misioneros. Hasta aquí lo relativo a las reducciones guaraníes de Taruma. Si les parece a mis lectores que he escrito demasiado sobre ellas, sepan que he pasado por alto muchas cosas memorables.

 

DEL PUEBLO DE BELEN, ERIGIDO PARA LOS BARBAROS JINETES MBAYAS

 

La reducción más reciente en el Paraguay se llama Belén por ser dedicada a la Madre de Dios de Belén. Se fundó en el año 1760 a la orilla del río Ypanequazú, casi en su desembocadura en el cercano río Paraguay, al norte de la ciudad de Asunción, para unos bárbaros cruelísimos que en/124 su propia lengua se llaman Eyiguayegis, pero entre los Españoles Guaycurú o Mbayas. Ellos son los jinetes más diestros, altos y por lo general gruesos de cuerpo, enemigos acérrimos de los Españoles, llenos de arrogancia y supersticiones ridículas que no conocen la honestidad ni de nombre, a juzgar por sus ropas y costumbres. Su principal y única preocupación y ciencia son los caballos y armas. Desde su juventud ejercen la guerra, o más bien el latrocinio, como su oficio más glorioso. Sólo esto les acarrea entre los suyos honor y riqueza. En el año 1745 atacaron incesantemente al Paraguay. De continuo mataron gentes a la vista de la ciudad, como aún atestiguan las cruces erigidas. Los bárbaros arreaban el ganado de las estancias, ahuyentaron sus cuidadores y robaron muchos miles de caballos y mulares. Las aldeas Mandibó, Cariy y otras que se hallaban más lejos de la ciudad y más cerca del territorio de los enemigos, quedaron transformadas casi en un desierto; sus habitantes fueron asesinados o ahuyentados por el temor de ser muertos. No pocos de los comerciantes que viajaban de un lado a otro fueron despojados o asesinados. Los colonos de Curuquati, que a causa de los inmensos bosques intermedios se creyeron seguros contra los bárbaros, fueron asesinados del modo más cruel en gran número. Los sobrevivientes no pudieron enterrar suficientes muertos y llorar sus prójimos. En la mayor parte de la Provincia afectada por la calamidad, todos deploraban el latrocinio y el saqueo, en vez de ocuparse en impedirlo, porque se creía irremediable la calamidad. Las tropas enviadas a todas partes a reconocer al enemigo, y en caso dado a rechazarlo, fueron sorprendidas muchas veces, asaltadas frecuentemente en celadas, en ocasiones también/125 engañadas y en no pocas veces ahuyentados por valientes ataquesy combates. Estos bárbaros, envalentonados por sus victorias logradas casi diariamente durante años, no pudieron ser domeñados, ni por la fuerza, ni ganados por amabilidades. Al fin se estableció la paz de 1760, más por la disposición de la Providencia que por habilidad humana,y en el lugar antes mencionado se fundó una reducción a su pedido. Su fundación y su cuidado se confiaron sabiamente al P. José Sanchez Labrador, anteriormente profesor de filosofía en Córdoba, un hombre lleno de prudencia, habilidad y paciencia, y un investigador naturalista perspicaz que en un tiempo ha permanecido también entre los Guaraníes. El no ahorró efectivamente esfuerzo alguno, en aprender la difícil lengua de los indiosy en enseñarles humanidad y religión, instruyéndolos y ayudándolos. ¡Ojalá un resultado igual hubiera respondido a su diligencia y paciencia! Por cierto que se bautizaron el nieto del jefe del lugar, cacique Epaguiniy aún otros niños, tal vez unos adultos cuya vida ya estaba terminada, pero los demás recorrían los camposy ya no se preocuparon mayormente por la instrucción religiosa. Sin embargo, no se puede alabar bastante su lealtad, pues desde el tiempo que concertaron la paz, no emprendieron la menor hostilidad contra los Españoles. En cambio, éstos, al principio, cuando todavía temían a los Mbayas sus enemigos, y recordaban los asesinatos, prometieron montañas de oro para sostén de la reducción, pero cuando el temor y el recuerdo de sus calamidades comenzaron a desvanecerse paulatinamente de su memoria, creyeron no deber apresurarse en procurar los necesarios suministros para la vida en la localidad, ni tampoco empeñarse en esto. Muchas veces los neófitos hubieran/126 debido morir de hambre, si las frutas de las palmeras y la caza del monte juntada en todas partes, no les hubieran suplido la falta de carne vacuna. Innumerables e increíbles son los trabajos, preocupaciones, molestias y peligros de vida con los cuales debieron luchar de continuo por muchos años el P. José Sanchez [Labrador], sus compañeros los PP. Juan Garziay Manuel Durán. El último fue nombrado para establecer una nueva reducción entre los Quanas o Chenas, los Niyololas en la lengua de los Mbayas, una nación india de a pie. Esta nación extremadamente numerosa, vive aquende y allende del río Paraguay, es de un carácter muy bueno y afecta a la agricultura. Reconocen como sus amos a los Mbayas y les prestan como siervos considerables servicios, tanto en el viaje como en el cultivo de los campos. Ellos ya comenzaban a labrar los campos y cosechar sus frutos en la banda oriental del Paraguay, sobre los ríos Aába o Tepoty, como otros lo llaman, donde debía ser fundada la localidad. Se esperaban ahí las mayores ventajas para el cristianismo de parte de esta nación tan numerosa y tan dócil, sobre un terreno tan feraz y de situación oportuna para el descubrimiento de nuevas naciones, pero aquel que por tanto tiempo se había preocupado por la fundación de esta reducción, fue llamado a Europa con sus compañeros justamente cuando había reunido con indecible trabajo todo cuanto se necesita para perfeccionarla y conservarla. En el mismo año en que abandonamos Paraguay, el P. José Sanchez [Labrador] descubrió felizmente con la ayuda de sus Mbayas un camino hasta los pueblos de los Chiquitos, tanto por el río Paraguay, como también por sus orillas, después que por muchos años en vano se había buscado y ensayado con muchos barcos y hombres, y la pérdida de gentes numerosas. En el año 1715/127 se enviaron a este propósito por el río Paraguay a los PP. Agustín de Arce y Bartolomé Blende, acompañados por algunos indios cristianos. Tras muchas miserias padecidas, fueron asesinados inhumanamente por los bárbaros Payaquas. Muchos indios fueron muertos y los restantes se salvaron por la fuga. También los PP. Hervas, Miguel de Yegros, de Zea y Juan Neumann, de Austria, quisieron abrir sobre el río Paraguay un acceso a los Chiquitos. El último, exhausto por las penurias de la larga navegación, murió en 1704 en la ciudad de Asunción, cuando apenas llegó de vuelta de su viaje. Todas estas tentativas fueron siempre tan peligrosas cuan vanas. La vía por donde los misioneros pudieron llegar hasta entonces a los Chiquitos costaba extraordinaria fatiga. Había que tramontar las sierras de Tucumán, atravesar los ríos carentes de barcos y puentes, y cruzar por peligrosas soledades, en las cuales uno está expuesto a la falta de agua, a los asaltos por los bárbaros, y luego, aún en la llanura, vadear continuos esteros. A todo esto, el viaje de ida y vuelta podía emprenderse sólo en ciertos meses. Pues durante todo un semestre, eso es desde diciembre hasta mayo, persiste todos los años una lluvia continua; los ríos ya antes salen del lecho, y toda la tierra está rodeada de agua, que nadie puede cruzar. Para evitar tantas incomodidades, se trató de descubrir una vía sobre el río Paraguay por donde podrían ser llevados por barcas los misioneros y otras necesidades, con gran economía de tiempo y costos desde los pueblos Guaraníes a los Chiquitosy desde éstos a aquéllos. A más de esto, en tiempos de guerra, hay que esperar muchas ven/128 tajas por esta vía para los gobernadores del Paraguay. Que ésta ha sido descubierta al fin, como un especial beneficio para los Españoles y los Indios, se debe agradecer únicamente a la investigación y la especial paciencia del P. José Sanchez Labrador. Pero nosotros fuimos enviados de vuelta justamente en el momento que hubiéramos podido usarla para el incremento de la fe cristiana. Después de nuestra partida, las localidades de los Chiquitos habrán perecido probablemente. Yo podría indicar fácilmente su causa, si no me retuviera el miedo. La verdad origina odio. Pero ahora que hemos terminado con la descripción de las reducciones indias sometidas al gobernador del Paraguay, volveremos a considerar las demás condiciones de esta Provincia.

 

DE LOS FRUTOS NATIVOS DE ESTA PROVINCIA

 

El aire en el Paraguay es extraordinariamente caliente, pero el suelo produce casi en su totalidad los frutos más útiles, como ser: algodón, caña de azúcar, tabaco, miel, trigo turco (no el trigo común), diversas legumbres, mandioca, batatas (en alemán Erdäpfel), igualmente diversas clases de hierbas medicinales, como ruibarbo, muy parecido al de Alejandría, [colores] incienso, diversas resinas, bálsamo, palmas, los cedros más altos y otros árboles frutales o útiles para viviendas, carros, construcción de barcos, ete. Asimismo abundan los caballos, mulares, bueyes y ovejas. Los árboles Cupay, Ybira payé, de los cuales se fabrica en el Brasil un bálsamo excelente: Tatayi, que produce un color amarillo y Urucuy que da un color rojo. Se ven en las selvas en todas partes la planta Añil, de la cual se hace el color azul o el llamado Indigo; la Grana o Cochinilla como nosotros la llamamos, de color rojo y las raíces algo más pálidas de este mismo color,/129 llamadas Hissipo; los ananás y otras frutas agradables brotan del terreno por doquiera. En toda la Asunción no crece ni una sola vid. El jugo de la caña de azúcar hervido al fuego, da a la gente ordinaria una especie de aguardiente. En lugar del pan hecho de trigo, se come allí uno preparado en diversas maneras, de la mandioca o del trigo turco, pero la gente distinguida se hace traer por barco desde [el territorio de] Buenos Aires harina de trigo. En este país no se encuentra ni el menor vestigio de metales, como tampoco de piedras preciosas, que los primeros Españoles creían haber descubierto aquí. Papagayos, monos de diversas figuras, antas, ciervos, venados, osos hormigueros, tigres, leones, los peces más elegidos, avestruces, perdices, cocodrilos, perros, carpinchos y tortugas de un tamaño extraordinario viven allí en gran cantidad. No investigaremos aquí, si la asombrosa cantidad es más útil que perjudicial al país. Sobre innumerables serpientes, dragones, hormigas y otros animales venenosos trataremos ampliamente en otro lugar.

 

DE LA YERBA PARAGUAYA, SU ORIGEN, PREPARACION, COMERCIO Y USOS.

 

El fruto propio a éste país y el más provechoso es la yerba paraguaya, que se echa en agua hirviente y se bebe. Respecto a su historia natural se sabe que su nombre es muy célebre, pero fuera de esto, no se sabe nada más que algunas fábulas y calumnias. Según mi saber, nadie ha escrito algo amplio sobre su crecimiento, la preparación, naturaleza, uso y valor. Yo lo emprendo por poseer los más exactos conocimientos de esto, porque he permanecido ocho años en S. Joaquin donde en los bosques se prepara esta yerba renombrada./130 Si se cortan las hojas del árbol Caá, como lo llaman los Guaraníes, y se tuestan sobre un fuego lento, se las llama generalmente yerba paraguaya a causa de la semejanza que existe entre ellas y la hierba del té que crece en Asia, pues ambos se echan en agua caliente y se los toma como una medicina. El árbol Caá crece silvestre únicamente en los bosques del Paraguay, distantes casi doscientas leguas de la capital. El gusta de un suelo barroso y húmedo como las cañas. En su forma exterior y en las hojas, estos árboles semejan a los naranjos, pero en tamaño y grosor los sobrepasan. Sin embargo, tienen hojas algo más blandas que éstos. Sus flores son chicas, blancas, de cinco hojas y parecidas a un racimo. Cuando su semilla está madura, tiene un aspecto casi igual a una semilla de pimiento español, fuera de que aquel encierra en su vaina tres o cuatro granitos blancuzcos y alargados. Las ramas se cortan de los árboles mediante un gran cuchillo; se colocan junto a un fuego suave, donde luego crepitan como pólvora; Se cuelgan en palos travesaños y se tuestan por la tiempo. Luego se desparraman estas hojas con las ramitas más chicas y mediante palos se machacan a polvo. Esta yerba preparada así de manera menos trabajosa y propia de los Españoles, se denominayerba de palos, porque consiste de hojas, tallosy venas que poseen algo de leñoso. Por esto se la llamadas Holzkraut [la yerba de palos]. El precio por 25 libras (una arroba) de esta yerba importa dos florines en las selvas, pero en la ciudad de Asunción cuatro florines de nuestra moneda a causa de los gastos de transporte. El doble llega a costar la Caámiri que se prepara por nuestros Guaraníes con mayor trabajo y mayor limpieza. Estos separan con cuidado los tallos y venas de las hojas y las desechan. Ellos tuestan también las hojas a un fuego lento y/131 las machacan luego muy suavemente dentro de un mortero de madera teniendo a la vez mucho cuidado de no triturarlas demasiado. Pues cuando más enteras quedan sus partes, tanto más tendrán su agradable olor y sabor. Pulverizados pierden ambas [condiciones]. Yo reí sobre la ignorancia de los escritores que deducen la diferencia entre la yerba de palos y la Caá miri de la diversidad de los árboles, cuando ésta en realidad consiste sólo en la preparación de las hojas. Para ambas se toman las hojas del mismo árbol: Caá miri denota una yerba chica porque, según el medio de los Guaraníes, los tallos y partes leñosas se separan de ella y se machacan únicamente las partes más tiernas de las hojas aunque no del modo de los españoles.

Cuando esta yerba se prepara en debida forma, expide ya de por sí un olor precioso, pero si a ella se mezcla algo de las hojas o corteza de la fruta Quabira mîri, que se machaca como harina, su olor y su sabor llegan a ser doblemente agradables y el precio mayor. Como esta hierba contiene en si una especie de goma, hay que cuidar mucho al tostarlo que no se reseque demasiado. Los negociantes suelen probar su calidad de la siguiente manera. Ellos toman con los dedos una cierta cantidady la colocan en la palma de la mano y soplan luego sobre ella lo más que pueden. Si vuela mucha yerba, no la aprecian porque, en su opinión, se tostó demasiado y por ello perdió su jugo y fuerza. Pero si a causa de la goma queda pegada en su mano, lo aprecian muchísimo. Esta hierba lleva innata cierto amargor, por la cual debe ser endulzada con azúcar al beber. Pero Indios y Españoles ordinarios la beben diariamente sin azúcar. Aunque el árbol Caá/132 se encuentra sólo en el límite más extremo del Paraguay hacia el Este y el Norte, beben de sus hojas no sólo todos los paracuarios sino también todos los chilenos y peruanos, de manera que no pueden carecer de esta bebida ni un solo día y muchos lo apetecen permanentemente. Este néctar del Paraguay es estimado por todos sin distinción de rango, edad o sexo, tan igualmente delicioso, como para otros el chocolate, el café, té de China y el rosoli. La yerba paraguaya se transporta a lomo de mulas desde los más lejanos bosques del Paraguay hasta el lejano Perú y Chile y se vende allí por un precio extremadamente alto, en parte por los malos caminosy en parte por los impuestos, de donde el Erario Real percibe sumas muy considerables. Por esta causa está comprimida fuertemente y colocada en bolsas cuadradas de cueros vacunos que los Españoles denominan zurrones o tercios. Cada bolsa contiene siete arrobas (una arroba importa 25 libras) y en cada mular se colocan dos de estas. Si a esta carga se agregan solo algunas libras, el mular que conoce su carga habitual se resistirá y se echará al suelo con su carga.

Hasta ahora he tratado de la calidad, preparación y del precio de la yerba paraguaya por lo que vino a mi memoria. Ahora informaré también algo de su uso y de sus propiedades. La vasija por la cual se lo bebe, se hace de un cuerno de vaca o de una calabaza cortada por la mitad, la cual se adorna con diversos dibujos a fuego y a la cual los más distinguidos hacen engastar con cintillos de plata. El vulgo la llamamate, pero por con ella la mayoría indica más bien la misma bebida de la yerba. Dentro de esta vasija/133 se echa una cucharada común de yerba, se mezcla con azúcar en agua fría por un rato y luego se riega con agua caliente. Muchos agregan también jugo de citrus o limón para expeler la bilis. La yerba así preparada, forma espuma en su superficie como la leche. Los Españoles lo sorben por un cañito de plata, en el cual abajo se halla fijada una bolita de plata agujereada por todos los lados para que no llegue a la boca la yerba junto con el agua, lo que es muy perjudicial al estómago. Otros so sirven, bien sea de un cañito de madera o de alguna cañita. Los indios que no hacen ningún uso de este cañito, sorben involuntariamente una cantidad de yerba, de la cual se forman luego en sus intestinos unas bolitas verdes que, según se dice, se han encontrado en ellos después de su muerte; lo mismo como se hallan a veces en las antas, guanacos y gamuzas unas piedritas y bolitas que se usan para remedios y que se llaman Bezar (no bezoar como pronuncian los alemanes). Lo cierto es que no se puede tomar esta yerba sin perjuicio para la salud, si permanece largo tiempo en agua tibia. El agua se torna negra por él y solo se usa para aumentar la negrura de las tintas en los tintoreros. De ahí que cuando esta yerba se humedece algo en el camino, ya no se la usa para bebida, sino para teñir de negro los paños y géneros, porque a estos se adhiere con facilidad por su gomosidady humedad. El uso cabal y moderado de esta bebida es muy saludable y útil por muchos conceptos, pues suele purificar el vientrey la vejiga, producir un suave sudor, aumentar el apetito, reponer rápidamente las fuerzas exhaustas por el calor solar,/134 aplacar el hambre a falta de otros alimentos y apagar la sed si se toma con agua fría. Por cierto, cuando los Indios remaban todo el día y estaban cansados y sedientos, y el sudor goteaba de ellos, se refrescaban increíblemente cuando tomaban mucha yerba mezclada con agua del río. Cuando alguien, para restablecer su salud, quiere sudar abundantemente, no necesita ninguna obra de farmacopea pues basta que beba esta verba con agua bien caliente y se acueste. Pero si se quiere vomitar, basta tomarla con agua tibia. Estas propiedades las conozco por experiencia propia de muchos años, con la cual coincide la creencia general. Nosotros acostumbrábamos tomar diariamente esta yerba en lugar del desayuno y otra vez a la tarde, sin tener en cuenta el chocolate, el café o el té asiático. A mí, a lo menos, me gustaba y me aprovechaba tanto la yerba paraguaya que por muchos años dejé intacta una caja entera de té chino. Los más de nosotros disfrutaron por esta yerba de una salud inmutable, y llevaron su vida a una edad muy provecta y por lo general amena. Pero por probable que me parece esta conjetura mía, tampoco dudo de que por el inmoderado uso, casi a cada hora como muchos hacen, el estómago se debilita y se originan eructos continuos junto con otras enfermedades. En una ocasión estuve sentado a la mesa junto a un anciano Español que cual energúmeno, lanzaba desde el abismo del estómago horrendos eructos. –¡He ahí, mi Padre – dijo – los frutos de nuestra yerba. Eructo en cuando respiro! Tales son las consecuencias si se la ingiere siempre de continuo.

Conozco muchos Españoles ordinarios que no podían pronunciar diez palabras o mover las/135 manos sin poner a la boca su calabaza. Si en Europa muchos bebedores quedan reducidos a la última pobreza por el vino y otras bebidas embriagantes, no menos en América malgastan su fortuna en yerba paraguaya, pues cuanto más dista un lugar de las selvas en el Paraguay, tanto más acrece su precio.

Muchos miles de hombres se ocupan año a año en las más remotas selvas, con la preparación de la yerba y consumen por esto muchos miles de vacunos. Es increíble la cantidad de mulares y no sólo aquellos sobre las cuales se lleva la yerba al lugar de su destino, que perecen por los malos caminos y las dificultades del viaje de larga duración Por esto, poco se enriquecen los que a su costo hacen juntar la yerbay suministran para esto bueyes, mulares y herramientas de fierro, así como tampoco salen de su pobreza los que se conchaban para este trabajo. La amplia ganancia toca sólo a los comerciantes que mercan con ella para el Perú y Chile. Todos cuantos poseen una fortuna considerable en Paracuaria la han adquirido, no por el comercio con ganado de asta, ovejas, caballos, cueros vacunos, algodón, azúcar o tabaco sino sólo por el comercio de yerba y mulares a Chile y Perú. La exportación de los demás productos paracuarios cuesta un trabajo infinito y no la compensa ni la magnitud, ni la certeza de la ganancia. Muchas veces he oído a los Paraguayos quejarse por la escasez de los árboles de yerba, pero sus quejas siempre me parecieron ridículas, porque ellos mismos son los autores de esta escasez. Pues en lugar de que, conforme con la antigua costumbre, hubieran separado solo las ramas de los árboles,/136 abatieron a hacha, para ganar tiempo y rendimiento los mismos troncos al igual de aquellos que para esquilar una oveja, la desuellan y, descontentos con la lana sola, le quitan también la piel. Ahora, como muchos cometen este desorden, perecen todos los años árboles en cantidad innumerable. Los Indios proceden por esto con mayor providencia y cortan sólo las ramas y gajos superfluos, como si sólo quisieran podar los árboles, de manera que éstos quedan intactos y dan provecho por muchos años. Como no se encuentran en todas partes los genuinos árboles Caá en suficiente cantidad, algunos apelan a otro artificio o, para decir mejor, maleficio. Para no andar recorriendo los bosques y buscar fatigosamente los árboles genuinos, cortan pues de otros árboles en algo parecidos a los primeros, las hojas, las tuestan y las mezclan entre las genuinas, para darles el olor, al igual que los falsificadores, que venden vidrio pulido como diamante, harina por azúcar, cobre mezclado con oro como oro puro o, para mayor explicación, veneno por medicina. Pues la yerba adulterada Caá quazú, Caá Verá, Aperea Caá, Caará y otros medios del fraude, causan los más fuertes dolores de cabeza. y vientre, el más violento vómito y otros accidentes. Tales falsificadores, criminales para el país, se castigan severamente por la Autoridad. Aún en mi tiempo se quemaron públicamente en la plaza muchos miles de libras de tal yerba falsificada.

Para ahorrar tiempo, gastos y el sudor de los indios, hemos plantado a vista de las localidades guaraníes los árboles Caá, que en corto tiempo crecieron hasta ser grandísimas selvas. Si los Españoles quisieran imitar la diligencia de nuestros colonos indios,/137 mejorarían sin duda sus asuntos. Pero a los más este trabajo les extrañó y aún pareció demasiado pesado. La plantación de semejante selva exige conocimiento, pacienciay es sólo obra de muchas manos. La semilla del Caá, cuya forma he descrito poco antes, debe ser lavada primero, por ser de naturaleza muy viscosay pegajosa, por tres o cuatro veces en agua mudada hasta estar completamente limpia de toda liga viscosa que, cual jabón, deja en el agua una espuma.

Si esto se omite una sola vez, todo trabajo y atención se pierde. La tierra dentro de la cual se coloca la semilla preparada, no sólo debe regarse por encima, sino irrigarse abundantemente, de modo que llegue a ser completamente barrosa. Se tiene buena suerte si con toda esta cautela en el cuarto mes se ve brotar el germen de la semilla colocada en la profundidad. La planta nueva debe trasplantarse como la col, hasta el lugar del bosque donde será plantada a grandes y parejas distancias una de otra, para que al crecer no se estorben. Es un bello espectáculo, cuando se ve un bosque de árboles plantados puramente en hileras en el orden más hermoso. Para recibir y conservar el agua de lluvia debe cavarse una zanja de dos varas de hondo,y otro tanto de ancho y en medio de ellas colocarse en la tierra la planta. Al comienzo se necesita proteger los tiernos arbolitos, mediante una carpita puntiaguda de paja, contra el rocío y los vientos furiosos del sur. Sin esta precaución sucumbirían todos por el frío o los ventarrones. Por esto no se encuentra en ninguna parte en las gobernaciones de Buenos Aires y Tucumán un árbol de esta clase, porque el aire es más frío allá. El crece únicamente en el límite extremo del Paraguay hacia el Norte donde el calor/138 es más fuerteyde mayor persistencia. La experiencia comprobó también que los árboles Caá, plantados o cultivados por manos humanas, jamás alcanzan la altura que les da la libre naturaleza aún cuando crecen silvestres. Sin embargo, los árboles cultivados por nosotros, nos daban a los tres o cuatro años una rica cosecha de hojas que aquí equivalen a frutos, y nos pagaban abundantemente la labor gastada en ellos. Con menos gasto de tiempo y trabajo los bosques se plantan por los aves. Estas devoran muy ávidamente las semillas de los árboles de té, pero, como no pueden digerirla a causa de su natural viscosidad, las despiden casi entera, de donde cuando una cae sobre un suelo húmedo, crecen diariamente nuevos árboles y paulatinamente también bosques.

Se me ha preguntado muchas veces por qué causa la yerba paraguaya, a la cual los europeos en la América del Sud aprecian tanto, no se transporta también a Europa como otras mercancías. Yo respondí que esto había sido omitido por diversos motivos. Por lo primero, no se prepara tan fácilmente una mayor cantidad de esta yerba que la que precisa en América. Si los Españoles paracuarios, se dedicaran tan celosamente al comercioy lucro cual otras naciones, podrían exportar no sólo la yerba sino también muchos otros artículos útiles para Europa. A más reina allí, especialmente en tiempos de guerra, una continua carencia de barcos y ninguna seguridad. A ello se agrega que esta yerba, pierde a los pocos años aquella fuerza y amenidad inicial y toma el olor de un cuero moscovita para suela. Los paracuarios la usan entonces para teñir de negro. Como los Europeos no han probado jamás esta yerba, no la apetecen tampoco/139 y por ello no la hacen venir desde América, como harían de seguro si les fueran conocidas sus propiedades. En Paraguay se me ha referido muchas veces el siguiente relato: Bajo el reino de Felipe V, los ingleses tenían el permiso de enviar anualmente dos buques cargados de negros desde Africa a Buenos Aires y domiciliarse allí a efectos de este comercio. Ellos aprovecharon esta oportunidad y con gran aplauso de los Españoles, les importaron todos los productos europeos, mientras enviaron a su casa todos los animales exóticos y productos paracuarios. Apenas había llegado la yerba paraguaya a Inglaterra, las gentes altas y humildes de ambos sexos la prefirieron a todas las demás. En cuanto los comerciantes de Londres vieron que el té asiático se despreciaba y su comercio de té, generalmente tan provechoso, languidecía, hicieron todo lo posible para proscribir lo más pronto posible de toda Gran Bretaña la yerba paraguaya, y por lo tanto hicieron seductoras promesas a quien obtuvieran esto. No faltó un médico venal que, con gesto importante y voz estentórea, protestó contra la yerba inocente, que proclamó sumamente perniciosa para la belleza y fecundidad de las mujeres, previniendo a todos contra ella como un veneno. Este escritor asalariado, debe haber hecho tan gran impresión sobre los ánimos de los ingleses que en seguida en toda Londres la yerba paraguaya fue desechada, proscrita y olvidada. Yo no sé si esto es una fábula o una historia. Por lo menos, yo lo he sabido de boca de los Españoles, y no encuentro nada inverosímil en ello, si considero la solícita cautela de los ingleses en bien de la conservación de los encantosy fecundidad de sus bellezas. En los demás, atestiguan la, inocuidad de la yerba paraguaya./140 Tantos millones de gentes en la América del Sud toman diariamente esta bebida en gran cantidad sin por ello destruir su belleza si la naturaleza les ha brindado alguna, o disminuir su fecundidad.

Mi bilis se agita cuantas veces leo en historias, diccionarios o diarios, que los Jesuitas se habían apropiado del monopolio de la yerba paraguaya. Toda Paracuaria es testigo que esto es la mentira más grosera e insolente. Así como cualesquiera puede tomar esta yerba, puede prepararla y venderla, también cualquiera. Durante el año los Españoles traen al mercado muchos miles de quintales sobre grandes naves a Corrientes, Santa Fé y Buenos Aires y desde ahí, en parte sobre carretas y en parte sobre mulares van a Tucumán, Perú y Chile sin que en esto un jesuita fuera consultado o se opusiera o se arrogara algún derecho al respecto. Los Guaraníes, habitantes de treinta y dos localidades que se encontraban bajo nuestro cuidado, hacían y vendían la yerba Caá miri únicamente para los más nobles fines. Como la preparación de ésta es mucho más trabajosa, los Españoles que se dedicaban a la inferior Caá de palos, no se ocupan de ella. En general, la cantidad de yerba vendida por los Españoles en relación con la que venden los Guaraníes, está en una relación como una mano entera, con el dedo meñique. Por decretos reales se estableció para cada localidad de los Guaraníes, una cierta cantidad que puede vender. Los Españoles, en cambio, no han sido limitados en lo más mínimo a este respecto. En la mayoría de las localidades paracuarias no hay dinero alguno y por lo general la yerba lo substituía. Con ella pagábamos al Rey el tributo de cabeza de los Guaraníes, ordenamos sus iglesias,/141 que en ornato no ceden a ninguna, y procurábamos herramientas de hierro y todo cuanto necesitaban. Su número ascendía a cien mil en las treinta y dos localidades. Todas éstas debían ser provistas con lo necesario. ¡Cuánto gasto y preocupación no costaba esto a los Padres que tenían el cuidado de ello! Especialmente porque toda obra de hierro, y en general todo cuanto se importa desde Europa, viene a costar extremadamente caro en Paracuaria. También los procuradores de los colegios que trocaban el ganado y otros productos de sus estancias por yerba, a modo de dinero para adquirir a su vez otros utensilios. Usado así este trueque de mercancías, no pueden ser incluidos sin calumnia entre los comerciantes de yerba. En efecto: los fundadores de los colegios, de acuerdo a una costumbre recibida, destinan los campos y los ganados para alimentar a los moradoresy mantener los edificiosy los templos, en lugar de tributosy dinero, como es habitual en Europa. Esto ahora no puede realizarse sin el trueque. Pero se demostraría ignoranciay malevolencia si a este trueque tan necesario para nuestro sostén, se le denominara un comercio. Cuán ridícula gritería no se ha levantado en tantos libros calumniadores contra los Jesuitas portugueses porque han vendido su azúcar brasileño, ya que su fundador no les había dejado ningún otro fondo del cual hubieran podido vivir. Así muchas veces la ignorancia y muchas veces el afán de calumniar intempestivo, suelen dar a los actos más rectos el aspecto de un crimen y presentar inocentes como culpables.

 

DE LA PREPARACION DEL TABACO SEGUN LA MANERA BRASILEÑA  /142

 

Hemos tratado lo suficiente sobre la yerba paraguaya. Mencionaremos ahora también las plantas de tabaco que en Paraguay crece muy prósperamente.

Se la siembra, ya en el campo, ya en los bosques; en ambos lugares prospera igualmente, aunque algunos consideran como mejor al tabaco crecido en los bosques. Las hojas de éste se secan algo al aire y se atan luego en un pequeño lío mediante ramitas de sauce. Muchos lo mascan, otros lo fuman y muy pocos lo toman como tabaco rapé. A este fin, los más nobles usan únicamente el preparado en Sevilla, aunque lo deben pagar en Paracuaria por libra a cuatro pesos españoles u ocho florines de nuestra moneda, y a veces aún más caro. No se puede negar que el tabaco paraguayo no tiene aquel olor agradable que tanto recomienda el tabaco de Virginia, o al de la Isla de Cuba. Las primeras hojas que en el Paraguay maduran son muy grandes y a veces más largas que una vara. Cuando más tarde se las junta, tanto más se encogen. Por lo demás, en Paracuaria se fuma el tabaco sin caño ni pipa de la manera siguiente: Se corta con una tijera en cuadrado del ancho y largo de un dedo grande una hoja que no esté perforada de ningún lado. En su centro se coloca otra pequeña hoja comprimida por los dedos, se envuelve en la exterior y mayor y se retuerce juntándolas con ambas manos. Ahora se enciende un extremo y se coloca el otro en la boca y se aspira así el humo. La hoja envuelta hace las veces del caño de que se sirven otros y el cual, si no es limpiado siempre con mucho cuidado, expide un olor hediondo a causa del hollín de tabaco que allí se deposita. Con más limpieza y menos circunstancias, fuman el tabaco aquellos Españoles que siempre llevan consigo en un estuche varios de estos envoltorios (se los llama cigarros)y los encienden a su antojo así como los soldados llevan los cartuchos en sus cartucheras./143 Estos cigarros se hacen en las ciudades por españolas ancianas y se venden. El vulgo acostumbra envolver el tabaco cortado en una hoja de trigo turco y encenderlo. Indiscutiblemente, este humo no hace bien a la cabeza humana. Lo singular es que aquí fuman tabaco no sólo los marineros, soldados y gentes vulgares, como en Alemania, sino también españoles de rango superior, y encuentran en ello un placer. Recuerdo aún de un capitán español, que por muchas semanas fue compañero de viaje míoy el cual, al faltarle el tabaco, fumaba muy frecuentes veces yerba paraguaya. Yo le pregunté el porqué de esta particularidad. Lo hago – me respondió – por mi costumbre. No puedo vivir sino veo debajo de mi nariz un humo de donde quiera que proceda.

Conozco también un gobernador real que siempre llevaba consigo una pipa de plata con hojas de tabaco y la usaba también en casa ajena y en presencia de Españoles nobles. El sostenía que el humo de tabaco aclaraba extraordinariamente su entendimiento y por ello lo habilitaba para los más graves negocios.

En el Brasil vecino, los Portugueses tuestan las hojas de tabaco como cordeles y las preparan muy hábilmente. Luego lo pulverizan o mascan su tabaco. Es increíble en cuánto estiman los médicos este tabaco del Brasil y con cuánta avidez es solicitado por los europeos. Solo los Españoles usan anualmente una cantidad asombrosa para mascar. Por este tráfico de tabaco, no pocos millones han pasado de las manos de los Españoles a los Portugueses que/144 con este artículo tan solicitado ejercen un comercio exclusivo. Para impedir que tanto dinero pasara anualmente delpaís al extranjero, ordenó Carlos III en el año 1765 a los Españoles e Indios en el Paraguay preparar del modo portugués su tabaco, que en calidad no es inferior al brasileño, y venderlo al gobernador real por un precio determinado a cuenta del Rey. Se prestó obediencia a este decreto del Rey, aunque de mal grado, pues esta preparación del tabaco exigía mucho trabajo y no reportaba casi nada a los obreros. El gobernador de Buenos Aires enviaba a todas partes unos portugueses para instruir los habitantes en el arte desconocido. Así ocurrió este asunto, pues también en la localidad de S. Joaquín, de la cual yo tenía el cuidado, estuve presente en esta escuela brasileña por nuestro respeto al Rey, vi y oí todo, y colaboraba con las manos también. Tuve que vencer mil molestias hasta que acostumbré a mis indios a la necesaria prolijidad, que en caso de faltar, inutiliza toda fatiga y trabajo. Ahora explicaré en breve todo cuanto hay que observar en ello. Las hojas de tabaco se consideran maduras cuando en sus extremos amarillean y se marchitan. Se cortan por la mañana porque entonces están más húmedas, se cuelgan sobre cañas para secarlas un poco y se dejan reposar así a la sombra por algunas horas. Las nervaduras que atraviesan por el centro de la hoja, o se machacan con un palo, o aún mejor se arrancan del todo. Hecho esto, las hojas se retuercen uniéndolas cual el cáñamo a forma de cordeles mediante una rueda y se envuelven sobre un cilindro. Este cilindro con el tabaco se coloca luego a la sombra de manera que quede expuesto al calor del sol, pero no a sus/145 rayos. El tabaco envuelto en derredor exuda luego una goma negra que gotea hacia abajo dentro de la vasija. Así como este jugo gotea diariamente, se riegan con él también diariamente las espirales de tabaco. Pero para que el conjunto entero quede penetrado y macerado por esta goma, hay que desenvolver diariamente el tabaco y reenvolverlo por el otro lado sobre un segundo cilindro. Por esto se vuelve hacia arriba lo que antes colgaba del cilindro hacia abajo, se remoja y ennegrece parejamente con el jugo y se torna graso como tocino. Para obtener este objeto final, es preciso continuar diligentemente por muchas semanas el envolver y desenvolver y el riego. La amenidad del olor indica que el tabaco está completamente listo. Para que no se reseque, es necesario conservarlo en un sitio húmedo y alejar de ahí todo lo que pudiera darle un olor desagradable. Después de esta preparación, los Portugueses lo cortan en pequeños pedacitos y los tuestan en una vasija nueva colocada sobre brasas dentro de la cual lo pulverizan mediante una vara. Preparado en esta forma es el deleite para la nariz portuguesa. Debo confesar que este tabaco pulverizado sobre el fuego no place mucho a los extranjeros, porque huele siempre a carbón. A este método debe preferirse sin duda el de los bohemios, que suelen raer el tabaco brasileño sobre un pequeño rallador. Aún en otro lugar se hará mención del tabaco y las diversas clases del mismo.

 

DE LOS BARBAROS PAYAQUAS, QUAYCURUS, ABIPONES, MOCOBIES, ETC. QUE INTRANQUILIZAN ESTA PROVINCIA /146

 

Aunque el comercio de la yerba, tabaco, azúcar y algodón, y la abundancia de diversas frutas ofrece a los colonos paraguayos la más hermosa oportunidad de enriquecerse, existen sin embargo allí tan pocos ricos que se podría contarlos con los dedos.

Ellos tienen muchos medios de reunir una gran fortuna, pero todavía mayores obstáculos. Ya desde el comienzo de la provincia, los Españoles han padecido de la manera más lamentable con las más terribles sediciones, guerras civiles, discordias perniciosas y litigios con los gobernadores reales y algunos obispos y por las divergencias reinantes continuamente entre ellos aún hasta ahora. Qué deplorable escena podría yo presentar a mis lectores si quisiera mencionar todos los tristes sucesos por los cuales la ciudad de Asunción ha sido afligida aún en este siglo. Las naciones bárbaras, como ser los Guaycurús, Lenguas, Mocobíes, Tobas, Abipones y Mbayas, que todas son jinetes, han devastado cruelmente mediante asesinatos y robos esta provincia en elsiglo pasado sin que los habitan hubieran podido impedirlo y reponerse de un tiempo a otro. A las tropas les faltó frecuentemente un jefe, pero más frecuentemente a los generales, tropas. No raramente a ambas partes, la vigilancia y el valor, este principal valladar contra los bárbaros, que por lo común asaltan por sorpresa, y por ataques repentinos vencen a los Españoles, ya que por lo general son más temibles por su celeridad que por sus armas. 

 

Para contener sus invasiones se han erigido a orillas del río Paraguay diversos fortines, provistos con un cañón, y en su mayoría también con una palizada. En cuanto los bárbaros son advertidos, aunque sea de lejos, se descarga el cañón y por esto se avisa a los vecinos para huir a tiempo o, si lo creen oportuno, tomar las armas. Como este cañonazo se repite por cada uno de estos fortines, no muy distantes entre si, la capital queda avisada lo más rápidamente de la aproximación de los bárbaros,/147 aunque éstos dejan verse solo desde lejos, lo cual contribuye no poco, como sé por propia experiencia, para prevenir muchos estragos. Como esta provincia se halla desprovista de tropas regulares, los mismos colonos deben ejercer la vigilancia en los fortines y marchar contra los bárbaros cuantas veces el gobernador lo estime conveniente. Estos servicios de guerra que frecuentemente duran por meses, les impiden a causa de su repetida y larga ausencia atender debidamente sus asuntos caseros y familias, su agricultura y comercio. Este es el principal motivo de su pobreza, pues el peso de las molestias de la guerra se reparten solo sobre los pobres, pero a los ricos y nobles se les deja en sus casas y en su negocio. Esto es usual desde hace ya mucho tiempo. De los bárbaros jinetes, los Payaguás, los más crueles entre todos, han sido los causantes de una multitud de calamidades que han tocado a esta Provincia. Estos piratas inhumanos recorrieron por muchos años los ríos Paraguay y Uruguay sobre unas canoas, en que cabían alrededor de cuarenta hombres, quitaban las naves mercantes españolas que viajaban con mercaderías a Buenos Aires o volvían de allá y asesinaban los marineros. Como la navegación se interrumpía por los robos cometidos diariamente, el comercio, fuente del bienestar, pereció también. Al fin el gobernador real, Rafael de la Moneda logró dominar la audacia de estos piratas fluviales, y por varias expediciones obligarlos a pedir la paz la cual obtuvieron también, pero solo bajo la condición que se estuvieran tranquilos sobre la orilla del Paraguay a la vista de la ciudad de Asunción. Desde muchos años viven ahora en el lugar que les fue indicado,/148 y cumplen con la más severa lealtad, aunque son siempre tan desafectos a nuestra religión que ni los gobernadores ni los obispos y sacerdotes pueden inducirlos a aceptarla. Su pertinaz sumisión a su superstición, adquirida desde su niñez, y los malos ejemplos de los cristianos que siempre están a la vista, unidos a la mísera esclavitud de los indios que están sometidos a los Españoles, les hacen temibley odiosa la ley cristiana. Yo me compadecía siempre por tener que contemplarlos como víctimas del infierno, cuantas veces los veía, tanto en la ciudad, como también en sus paraderos. Ellos no ceden en estatura, altura y vigor a ningún pueblo en América. Temibles por naturaleza, se hacen aún más temibles por sus ornatos. Colocan en el labio inferior que perforan, una larga varilla de madera o de metal reluciente que les llega hasta el pecho. En una oreja colocan un ala de un buitre grande. Untan sus cabellos con un jugo rojo que tiene aspecto de sangre de toro y así los tornan relucientes. Llevan en el cuello, los brazos y piernas unos cordones de bolas de vidrio. Se pintan por todo el cuerpo, desde la cabeza hasta el talón con colores variados, de manera que semejan arlequines y para ello piden generalmente, a cambio de peces que venden a los Españoles, un espejo mediante el cual pueden pintarse también la parte posterior del cuerpo. Sus mujeres e hijas se cubren muy honestamente con un género de lana artísticamente tejido. Los hombres, en cambio, creen estar vestidos espléndidamente, si están tatuados por todas partes. Al principio andaban completamente desnudos, tanto en sus paraderos como también en la ciudad./149 Tal cosa pareció al gobernador Rafael de la Moneda, este azote de los Payaguás, ofensivo a la honestidad cristiana; por lo tanto hizo preparar para ellos una multitud de camisas de algodón ordinario y repartir a los salvajes adultos con la amenaza de que todo aquel que en lo futuro entrara aún desnudo a la ciudad, sería castigado en seguida en la picota con cincuenta azotes. Cuanto han respetado esta amenaza puede colegirse por este solo caso. Un salvaje llevó una vez en venta a una Española unos pescados y en pago recibió unas frutas que allá llaman Maní o Mandubí y que saben a almendras. Como le faltaban una bolsa, las volcó en su camisa que levantó hasta la mitad del cuerpo. Al salir se le ocurrió aún en la puerta de la casa que semejante manera de andar podría ser contraria a la honestidady si era visto por el gobernador, le acarrearía los azotes conminatorios. Tal reflexión le asustó. El retornó pues al lado de la Española, como si se arrepintiera,y exclamó amenazando con el dedo:Moneda. Luego volcó al suelo sus frutas, bajó la camisa de adelante, la alzó en las espaldas y se alejó llevando alegremente sus Mandubíes colocadas en ella. El creyó que de esta manera, podía andar honesta y decentemente por la plaza. Los Payaguás temían con todo su alma al gobernador severo, y hay que atribuirlo a él, que pueda vérseles andar aún hoy tranquila y honestamente por Asunción, aunque Moneda desde mucho tiempo se ha alejado a Buenos Aires. Ellos poseen su propio idioma, pero los más, por su trato diario con los Españoles, balbucean algo en españoly en guaraní. En sus casamientosy entierros, y en sus natalicios y cuando van a la guerra, observan una multitud de ceremonias y costumbres de una ridícula superstición. Sus armas consisten en largas lanzas,/150 arcos, flechas y mazas, pero más que a sus armas debe temerse a su astucia. Los anales atestiguan suficientemente el gran trabajo que han dado a los españoles desde su llegada al Paraguay. Cada familia posee una canoa propia que es muy larga pero angosta. En ellas navegan muy rápidamente con un solo remo, adelante bien puntiagudo, hacia donde quieran, río arriba o abajo. Su velocidad es la consecuencia de la liviana construcción de sus embarcaciones. Estas están en el centro, bajo agua apenas en hondura del ancho de tres palmas de mano. La proa y popa de la quilla están encorvadas como un arco y surgen del agua hacia arriba pero la misma canoaes igualmente puntiaguda en ambos extremos de modo que proa y popa se confunden a veces. Durante las tempestades más violentas se atreven con la frente más serena a salir al río con toda su familia. Si su canoa vuelca, lo que ocurre muy raramente, se colocan sobre el lado volcado y persiguen navegando en la postura de un jinete por su camino. Cuantas veces he visto desde la orilla a un Payaguá luchando con las espumosas olas del ríoy riéndose cuando el vórtice amenazaba con devorarlo. Pero esta nación pirata considera al agua un elemento suyo y solo teme fuera de ella. Puedan venir abajo montañas de agua unas sobre otras, bramar tempestades hasta el cansancio, que el Payaguá, de pie sobre la yunta extrema de su embarcación, proseguirá remando completamente impávido frente a ellas, mientras que la canoa que en su mayor parte emerge por sobre agua y mira hacia arriba, cruza veloz cual viento las olas. Así como jamás un pez se ahoga debajo del agua, lo mismo no se ahoga tampoco un Payaguá, pues él nada tan fácilmente como un pez. Ellos se echan a los más profundos abismos de los ríos, permanecen en ellos por mucho tiempo y resurgen [en un lugar distante] después de un buen rato con un pescado que agarraron debajo del agua./151 Estos espectáculos diarios sobre el río Paraguay merecerían ser vistos también por Europeos. Igualmente la construcción de sus canoas, a la par del empleo que de ellas hacen, es digna de que se los admire [pero también] compadezca. El fuego y las hachas de piedras son las únicas herramientas con las cuales ahuecan muy artificiosamente conservando el equilibrio los árboles más grandes. Tienen canoas de dos clases. Las más chicas para la pesca y viajes diarios; las más grandes, que pueden contener bien cuarenta hombres, para la guerra. Cuando quieren hacer una expedición contra los Españoles reúnen muchas de estas y resultan tanto más peligrosos cuanto menos agua necesitan para ellas, y pueden esconderse en un remanso o tras una isla, hasta que se ofrezca una ocasión de atacar algunos barcos mercantes o, mediante un desembarco, invadir las colonias de los Españoles en plena seguridad. Por más aspecto de tontos que tienen estos bárbaros y aunque semejan más a las bestias que a los hombres, son, sin embargo, sumamente astutos cuando se trata de emboscadas o planes perniciosos y han aprendido todas las artes del engaño, como si todos hubieran concurrido a la escuela de Aníbal. De seguro han causado mayores estragos por su astucia que por su valentía. Hasta por cuatrocientas leguas al sur de la ciudad de Asunción navegan con sus canoas en expediciones contra los barcos mercantes y colonias de los Españoles. A este respecto apelo al testimonio de las ciudades de Asunción, Corrientes, Santa Fe, a la región vecina de Buenos Aires,y a las colonias guaraníes y españolas. Cadáveres a montones, muchachosy niñas raptados, casas en cenizas, mercancías y avíos robados, e iglesias devastadas, son monumentos tanto de la astucia de los bárbaros como también de la ferocidad de estos piratas fluviales que a mi llegada a Paracuaria estaban todavía en la fresca memoria de todos. Hay que considerarlo/152 como un suceso especialmente feliz, que el frecuentemente mencionado gobernador de la Moneda, haya encontrado medios de refrenar la insolencia de estos inhumanos. Aunque hoy en día hay todavía numerosas tribus de Payaguás que no tienen con los Españoles ningún pacto de paz o amistoso vínculo, no son peligrosos porque habitan en la orilla norte del Paraguayy de sus afluentes, muy distantes de la ciudad de Asunción, en una región adonde llegan muy raras veces los Españoles. Ellos ejercen aún la piratería, y no pocos de los Portugueses que se han establecido en la localidad de Cuyaba son cautivados o asesinados por ellos. Sin embargo a veces son también rechazados con las cabezas ensangrentadas porque los Portugueses, fuera de su agilidad y sagacidad, saben manejar excelentemente el fusil. En total, ellos les pagan con igual moneda. Mucho que concierne a las costumbres de los Payaguás, se encontrará anotado en su lugar en la historia.

 

DE LA PROVINCIA DEL CHACO, REFUGIO DE ESTAS NACIONES BARBARAS

 

Hay que agregar a las gobernaciones de Buenos Aires o del Río de la Plata, Tucumán y Asunción la región del Chaco, llamada así por la voz  Chacú que en la lengua de Cuzco o del Perú indica un cúmulo de fieras muertas en la caza y colocadas en un mismo lugar. Como esta provincia es asiloy refugio de muchas naciones, los antiguos le han dado con razón el nombre Chaco. Ella se extiende hasta trescientas leguas a lo largo y hasta cien a lo ancho. Los que a su arbitrio le ponen límites y comprenden dentro de ellos solo las llanuras que los Españoles llaman Los llanos de Manso, son los menos. Tucumán, la región de las Charcas, Santa Cruz de la Sierra, el Río de la Plata y el río Paraguay circundan la región del Chaco. A/153 los lados la encierra una cordillera que se extiende desde Córdoba, hasta las minas de plata peruana en Lipes y Potosi, y de ahí hasta Santa Cruz de la Sierra y el lago Mamoré donde ella termina. El clima y aire en toda esta región son muy saludables, y el terreno es muy rico y fértil. Por acá se elevan colinas en suave ascenso, por allá se ven valles cubiertos de altas hierbas, que dan el mejor pastoreo a caballos y ganado de todas clases; por el medio están situados bosques y árboles altísimos de toda clase. Por el lado al Perú por los trechos más grandes se ven únicamente elevándose al cielo rocas y peñascos. Hacia el medio día no se encuentran por catorce brazas debajo de tierra ni piedras ni arena. Los campos y bosques, ríos y lagosy todo el aire ofrecen la más bella oportunidad para cazar, pues por todas partes se encuentra una multitud tan increíble cuan variada de fieras extrañas, de peces, anfibios y aves. Más adelante hablaremos por separado de cada clase. El terreno del Chaco es cruzado, fuera de los lagos y abundantes arroyos, también por dos ríos principales, los cuales al crecer rompen los obstáculos, salen de sus orillas e inundan grandes extensiones de campos más bajos. El río más famoso del Chaco se llama en español Río Grande o Vermejo [der grosse oder rote Fluss], en abipón Iñaté. El nace en la sierra del Perúy por la afluencia de una multitud de arroyos acrece de tal modo, que a veces admite también pequeños barcos. Es hondo y correntoso y por ello, como me aseguraron frecuentes veces los indios, muy peligroso para los nadadores. Alimentó las ciudades de Guadalcazar y Concepción, desbastadas hace tiempo por los bárbaros y a unas treinta leguas de ahí desemboca en el Río Paraguay que poco después a la vista de la ciudad de Corrientes se une con el Río Paraná, pero en la región de la ciudad de Buenos Aires toma el nombre derío de la Plata./154 En un tiempo la plata peruana se traía a Buenos Aires por el Río Grande y el Paraná con gran abreviación de la vía y con ahorro de muchos gastos, para luego embarcarla por cuenta del Rey Católicoy de sus Españoles hacia Europa. Pero esta navegación ha quedado completamente suspendida desde muchos años, en parte a causa del temor a los indios que viven en las costas de estos ríos y en parte por los ocultos peñascos. Los naturalistas ponderan como muy saludables las aguas del Río Grande, extremadamente rico en peces, especialmente para los que padecen de uremía y enfermedades de la vejiga. Contra éstas úsase también una hierba, de un jugo lechoso que se llama Yerba de Orina o la Meona y que crece a orillas de este río. La excelencia del agua que es propio del Río Grande desde su fuente, se corrompe por completo por los arroyos inmundos que éste absorbe en el camino. Por lo tanto él ayuda a corromper aún más el agua del río Paraguay, el que no puede alabarse ni en color ni en sabor. El segundo río en este país se llama Pilcomayoy nace igualmente ni la sierra del Perú. El y el Río Grande corren en una distancia de treinta leguas más o menos entre si.

El Pilcomayo no admite llevar barcos, salvo en algunas partes,y algunas épocas. A casi ochenta leguas antes de su desembocadura en el Paraguay, se divide en dos brazos, y por ellos forma una isla de igual longitud. El primer brazo que el río Paraguay recibe cerca de la ciudad de Asunción se llama entre los Guaraníes Araguaay, el río sabio, tal vez porque hay que tener sagacidad para avanzar con felicidad sobre él. Durante las inundaciones anuales de éste, queda la isla por completo bajo agua, de manera que de ambos brazos se forma una sola cuenca,y debe hablar de buena suerte y no de arte/155 aquel que llega a cruzar indemne por todos los vados intermedios y los meandros de las aguas. El segundo brazo que conserva el nombre Pilcomayo, desemboca al río Paraguay a casi nueve leguas al sur de la ciudad de Asunción. Por lo común él lleva agua inmunda. Nuestro P. Agustín Castañares, nativo de Tucumán y apóstol de muchas poblaciones que en el año 1744, el 15 septiembre, fue asesinado alevemente junto con sus guíasy compañeros por los bárbaros Mataguayos en un viaje apostólico, navegó en una ocasión por el Pilcomayo sobre un barco guaraníy tuvo a su lado al hermano lego Salvador Colón, un francés, (que antes había hecho muchos viajes marítimos en Europa). En su viaje de retorno desde el Paraguay a Cádiz, que él como un anciano nonagenario y completamente ciego de ambos ojos ha hecho conmigo, me ha expuesto muchas veces en coloquios familiares las peligrosas curvas y vueltas del Pilcomayo, su angostura y otros obstáculos que dificultan su navegación.

El Río Salado tiene su origen en In Sierra de Salta. Cambia su cuenca como su nombre, de tiempo en tiempo. Al principio se denomina Río Arias, luego Río Pasaje; cerca del Fortín de Valbuena [se llama] Río Salado, pero en cuando ha pasado Santa Fé [se llama] Río Coronda, bajo cuyo nombre se une con el gran río Paraná. Desde su fuente lleva no sólo agua dulce, sino también muy sana, pero la que luego, por los lagos y los arroyos afluentes se llega, la hace tan amarga y salada, que por extensión de muchas leguas ni el ganado puede beberla. Vale la pena investigar la causa de esta condición de salobre. En las cercanas llanuras crecen muchos arbustos que los Españoles/156 denominan la Vidriera tal vez porque su ceniza calcinada se emplea para hacer vidrios, del modo como los Europeos usan la ceniza preparada de robles y otros árboles, o la llamada potasa para hacer vidrio y jabón. Este arbusto se llama Achibiraik (sal) entre los Abipones, que se sirven también de su ceniza para salar las comidas y el tabaco que quieren mascar. En Santiago se la llamafumes y se usa comúnmente la ceniza para jabón. La vidriera semeja al enebro; tiene un tallo débil y en lugar de ramasy hojas posee pequeños nudillos alargados, verdes y casi diáfanos, reunidos en un montón. No da frutas, si recuerdo bien. Cuando el agua de lluvia cae sobre ella, toma una cierta calidad de salobrey la comunica también a los lagosy arroyos a los cuales afluye sobre el terreno llano. Estos desembocan ahora en los ríos, cuyas aguas al principio eran dulces, y las salan por completo. Las palmeras Caranday, bajo las cuales se forma sal nitro hacen, al igual de las vidrieras, un efecto similar. Por esto, aún a orillas de grandes ríos, se carece más o menos de agua dulce según si en la cercanía hay mayor o menor cantidad de estas palmeras y vidrieras. Escribo esto por mi experiencia propia y desgraciadamente vasta. Estábamos en el mayor peligro de morir de sed cuando en enero, bajo el mayor calor, hicimos un largo viaje junto al Río Salado que entonces creció tanto, que tuvimos que cruzarlo a nado. Pero su agua era de una calidad que ni yo, ni los soldadosy caballos, pudimos beber una gota de ella. Por dicha, al anochecer cayó bajo truenos y rayos, una lluvia copiosa de la cual nos repusimos, aunque nos remojó grandemente desde la cabeza a las plantas de los pies, y hasta la piel, porque estábamos acostados sobre la tierray al uso del país, al cielo libre [al descubierto]. Agrego que el Río Salado tiene también un agua clara aunque amarga, y en ella se distinguen en el fondo los peces más hermosos. Es profundo y estrechado por orillas abruptas y angostas, corre muy suavemente en diversas curvasy por ello no sirve para la navegación, excepto cerca de Santa Fé. Entre el Río Salado y el Río Dulce corre el pequeño Río Turugon, el cual por dirigir su curso entre bosques, ofrece en abundancia a los viajeros agua dulce, aún durante la mayor sequía, y siempre está sin vados ni sal. Pasa cerca de la localidad india de Salabina, y lo he cruzado muchas veces. El Río Dulce, que en la región de Santiago presta los servicios del Nilo como he contado antes, sale de su cuenca al campo, algo más al sud y es absorbido por el See der Kürbisse [Laguna de los Porongos], entre Córdoba y Santa Fé. No lejos de ahí está el weisser See, [Laguna Blanca] donde los indios y Españoles creen oír de noche siempre un cierto mugido de toro. ¿No estarán soñando?

Ríos más chicos de la región del Chaco son: el Centa, Ocloyas, Jujuy, Sinancas, Río Negro, Río Verde, Atopehenrâ Lavaté, Río Rey o Yehimaye, Malabrigo o Neboquelatél, Ynespin o Naraheguem, Eleya, etc. ete. Quien enumeraría todos los restantes arroyos, que son casi innumerables y en muchas ocasiones sin nombre. Cuando no llueve por mucho tiempo, como ocurre frecuentemente en el Chaco, quedan casi completamente secos, de modo que muchas veces no se halla por muchas leguas, ni una gota de agua donde un pajarito podría reponerse. Pero cuando llueve, crecen los arroyos hasta hacerse ríos,y éstos, mares e inundan toda la región. En frecuentes viajes tuvimos que luchar durante muchas semanas vadeando diariamente a caballo entre aguas, barro y/158 pantanos sin poder hallar ni un lugarcito de tierra seca donde acostarnos a la noche. Mis compañeros, los soldados españoles trepaban a veces a los árboles y se sentaban como aves entre las ramas para descansar algo durante la noche. Algunos hacían aún un fogón sobre éstosy calentaban agua. Pero esta calamidad no se puede comparar con lo que padecíamos por la sed, cuando día y noche debíamos cabalgar para llegar a un lugar de descanso donde nosotros y nuestros caballos, después de haber pasado el calor más grande pudiéramos apagar nuestra sed y reponernos. Muchas veces no se encuentra en inmensas distancias ni siquiera un arbusto para encender el fuego con él. Mosquitos, víboras, perniciosas sabandijas que por mangas acometen al viajero, así como también se ven leones, tigres y otros animales feroces. Pero, sin embargo, no hay que temerlos tanto, con la ayuda de Diosy si no se deja de ser circunspectos, pacientes y vigilantes.

¡Tal es el aspecto de la provincia del Chaco! Los Españoles lo consideran el teatro de la miseria; los bárbaros, en cambio, su Palestina, su Eliseo. En cuanto los Españoles bajo Pizarro hubieron sometido a los Peruanos y, por el derecho de la guerra, se habían apropiado de Chile, Quito y Tucumán, los indios desde todas partes se asilaron aquí como refugio de la libertad y el valladar contra la servidumbre. Los paracuarios corrieron cautelosos a los escondrijos que el Chaco les ofrecía, para substraerse a los ojosy manos de los huéspedes europeos,a los cuales no quisieron tener como amigos ni como enemigos. Los cerros más altos les sirvieron de atalayas, los bosques intransitables en vez de una muralla,/159 los ríosy pantanos a guisa de fosas, los campos repletos de fieras y árboles frutales como almacenes, en fin, la provincia entera que por su posición natural y condición está segura contra todos los asaltos extraños, a guisa de una fortaleza.

 

DE LAS RESTANTES NACIONES INDIAS QUE DEAMBULAN FUERA DEL CHACO, Y ESPECIALMENTE LOS QUE HABITAN MÁS AL SUR

 

Aún hoy hay allí numerosas tribus que eluden todos los ataques de los Españoles contra ellosy las resisten en el tercer siglo, aunque en su propio perjuicio, pues su libertad acarrea consigo su propia perdición.Es muy probable que, mucho tiempo antes de la llegada de los Españoles, hayan vivido indígenas en este país, pero no dudamos menos que más tarde otros bárbaros, por su seguridad, se les han agregado. Como el arte de escribir no se usaba entre los bárbaros, creo que todo lo que los historiadores han escrito sobre esta época, hay que considerarlo como suposiciones. Por lo menos, en los antiguos mapas e historias de Paraguay, muchos nombres de las naciones son indicadas erróneamente como sé de seguro. Estos errores nacieron de la falta de conocimiento de su idioma y localidades, y de fútiles relatos de algunos Españoles rudos y crédulos, que habían caído en manos de los indios. Entre los innumerables ejemplos nos basta uno solo: Los Guaycurus se denominanOaekakalót. Ignorantes la indicaban como denominación de una gran ciudad. Muchas veces atribuyeron los diversos paraderos de esta nación a hombres de naciones distintas. Con los nombres de los caciques, de los que hay en cada paradero, forjaron igualmente diversas naciones. En el Chaco existieron antes varias naciones, completamente diferentes entre si en lengua, denominación y costumbres, pero hoy en día no queda nada de ellas fuera de los nombres y unos restos insignificantes. Así los Calchaquíes, fueron en tiempos pasados una nación muy numerosa, belicosa y rebelde contra los Españoles./160 Pero la guerra y la peste de las viruelas la han disminuido tanto, que sólo quedaron unos pocos y han sido ahuyentados a un rincón del territorio de Santa Fe. El mismo destino les cupo también, aunque en otra época, a los Malbalas jinetes, a los: Matarás, Palomos, Mogosnas, Orejones, Aquilotes, Churumates, Opotades, Tanos, Quemalcas, etc. etc. Las naciones jinetes y peligrosas para los Españoles, que aún viven en el Chaco se llaman Abipones, Natekebit, en español Tobas, Amokebit Mocobíes, Yapitalakas o Zapitalakas, Oaekakalót o Quaycurus o Lenguas. Los Mbayas que habitan en la orilla oriental del Paraguay, se denominan Eyiquayegis; los de la orilla occidental Quetiadegodis. Naciones sin caballos son los Lules, Ysistines, Foxistines, que hablan la misma lengua Tonocoté y en su mayoría han sido instruidos por nosotros en la fe cristiana y colocados en pueblos. Los Homoampas, Vilelas, Chunipies, Yook Ocoles, Pazaines, son en su mayor parte cristianos. Los Mataguayes o Ychibachi; que tantas veces hemos querido instruir, pero que siempre hemos encontrado indóciles, los Payaguás piratas, de los cuales he hablado frecuentemente antes, los Quanas, que algunos llaman también Chanás o Niyololas y, finalmente, los Chiquitos que en sus localidades han aceptado el cristianismo y sobre los cuales escribí ya antes algo. Por nuestros viajes anuales a los bosques hemos agregado a sus reducciones todavía otros bárbaros de varias naciones como ser Zamucos, Caypotades, Ygaroños, etc.

Los Chiriguanas, una nación célebre por su número, ferocidad y pertinacia no pueden contarse en mi opinión, como pertenecientes al Chaco, porque habitan en su mayor parte el territorio de Tarija y Perú. Es extraño que hablen guaraní/161 en un dialecto algo cambiado. Se asevera generalmente que ellos han migrado desde las márgenes australes de los ríos Paraná y Paraguay a las zonas septentrionales del Perú para esquivar la venganza de los Portugueses, porque ellos habrían asesinado a su compatriota Alejo García y se habían enriquecido con la plata robada en el Perú. Otros rechazan esta causa de la migración y sostienen que los Chiriguanos, cien años antes de haber sido asesinado García, fueron combatidos por el emperador peruano Inca Yupanqui, pero jamás fueron vencidos. Puede elegirse una de estas opiniones según plazca. Lo cierto es que los Chiriguanas, excepto unos pocos que se entregaron al cristianismo, son hoy día los más decididos enemigos de los Españoles y son temidos en la región entera en todas partes. Hasta ahora no pudieron ser dominados por las armas, ni ser convencidos por la elocuencia de nuestros hombres a aceptar el cristianismo. Cinco misioneros fueron atrozmente asesinados por ellos. Desgraciadamente el sudor de tantos años no ha producido el efecto deseado y toda la sangre se vertió en vano.

 

DE LA SINGULAR FIDELIDAD Y VOLUNTAD CON QUE LOS GUARANIES HAN SERVIDO SIEMPRE EN EL EJERCITO ESPAÑOL

 

Si se quiere conocer otras naciones todavía existentes, que habitan fuera del Chaco en el Paraguay, quiero informar solo brevemente lo siguiente acerca de ellas. Los más numerosos entre todas ellas son los Guaraníes. Viven reunidos en 32 grandes pueblos a orillas de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, adictos con invariable lealtad al Reyy a nuestra religión como los Ytatinquas, para los cuales, como he dicho en alguna otra parte, se establecieron dos reducciones en el bosque de Taruma. En las demás localidades que cuidan los sacerdotes seglares y franciscanos, viven también indios cristianos. Los Tobatinguas, Tapes,/162 Caayguas, permanecen escondidos aún hoy en las selvas más profundas. Ellos han recibido sus nombres de los cerros, ríosy bosques que habitan. En el fondo son Guaraníes o, como antes se denominaban, Carios, y hablan también guaraní. Los Quayaki son una nación especial y numerosa y por la lengua, costumbres y el color blanco de la cara completamente diferentes a los Guaraníes. Ellos recorren los montes más lejanos a orillas del Monday quazu y saltan cual monos sobre los árboles cuando quieren lograr miel, aves u otro regalo. No tienen vestimenta, ni paraderos fijos. Tímidos por naturaleza, no ofenden a nadie. Yo he conocido de cerca a muchos de ellos que se han distinguido ante los demás en las reducciones guaraníes por su piedad, habilidad, honestidady especial pulcritud en las ropas. Entre las rocas más ásperas situadas contra el río Tebiquary miri y en derredor de la pequeña ciudad de Villarica, habitan naturales a los cuales los Españoles denominan Quaycuruti a causa del color blanco de su cara. Estos son altos de cuerpo y se arman de flechasy mazas. Frecuentemente bajan en cuadrillas desde sus sierras a las llanuras colindantes, matan a flechas y mazazos los caballosy mulares de los Españoles, los destrozan en pedazos y los llevan sobre los hombros a sus casas para comerlos allá en un festín opíparo. No tocan ni vacunos ni ovejas, no he oído tampoco que alguna vez hubieran muerto un hombre. Como hacían tantos estragos entre los caballos y mulares, resolvieron al último los Españoles investigar sus paraderos y trasladarlos cautivos o matarlos. Se emprendió seriamente una expedición con mucho alboroto, pero que resultó tan breve como infructuosa, pues ya en el primer día,/163 cuando comenzaron a trepar por la roca empinada, fueron asaltados por tal terror, que sin tardanza volvieron a sus casas sin haber hecho nada. En cuanto tuve noticia de esto en la localidad de S. Joaquín, me propuse llegar a estos naturales, pero los Españoles en la opinión que este viaje sería tan peligroso como inútil, me aconsejaron de desistir de ello. Ellos temían irritar avispas. Preferían temer que buscar a estos naturales. Entre estos hipófagos, cuento también los antropófagos que los Españoles llaman Caribes y los Guaraníes Abaporú, porque comen carne humana. Tales vagan en las selvas entre los ríos Paraná y Uruguay junto al Monday quazu y Acaray para hallar hombres cuya carne prefieren mas que todo caza montesa. Nuestros compañeros los han buscado frecuentemente, con muchas molestias y peligros y los han hallado, aunque sin resultado. Las inmensas llanuras, los laberintos de las selvas, los más inaccesibles escondrijos junto al Yquazu, Ygatimi, Carema, Curyi, Acaray, Monday, etc. hierven todos los indios que en mayoría son Guaraníes, pero según el lugar de su paradero, llevan nombres diferentes. Cien lenguas no me alcanzarían para referir las costumbres y nombres de todas estas tribus menores.

De entre las naciones jinetes de fuera del Chaco, merecen mencionarse en primer lugar los Quenoas. Ellos habitan entre el Uruguay, el Río de la Plata y el mar, pero su paradero es incierto. En esta numerosísima nación se cuentan los Charrúas, Yaros, Bohanes, Minoanes y Costeros, que son todos jinetes y de costumbres bárbaras. Los que están más cerca del Río de la Plata, viven por decir así, a las puertas de Paracuaria, y opusieron muchas dificultades a los Españoles a su llegada/164 a este país y los odian aún hoy día de todo corazón, sea que se declaren sus amigos o enemigos. A lo menos no se les tiene confianza por suponerse que día y noche piensan en planes perniciosos contra los Españoles. En el año 1750 una tropa de estos últimos de Santa Fe, sorprendió ensus paraderos a los desleales Charrúas para castigarlos por haber violado la paz y los derrotaron. Muchos murieron y los restantes fueron trasladados como cautivos junto con sus familias. Se les construyó al oeste del Paraná, sobre la colina Cayastá, sobre el río Inespin a unas 20 leguas de la ciudad de Santa Fe, una reducción y se les agregó un fraile franciscano encargado de instruirlos en religión y moral junto con una guarnición para salvaguardar la vida del primero e impedira aquellos la huida. Los naturales consumieron por lo general la carne de caballos cimarrones que había en abundancia en los campos vecinos. El hambre y la miseria les indujeron al fin a prestar oídos al sacerdote y a dedicarse con empeño a la agricultura. Como éste ya no temía por él ni por la reducción, solicitó se hiciera retirar la guarnición, por no encontrar ya necesaria su presencia y sí demasiado perjudiciales para sus catecúmenos los ejemplos de los soldados. El buen padre (de la Orden de S. Francisco) sabía que toda fatiga y trabajo se pierden cuando los indios notan el contraste entre la conducta y las conversaciones de los soldados y lo que oyen en la iglesia. ¡Cuántas amargas quejas no se podrían presentar acerca de esto! ¡Cuánto no podría yo referir sobre esto, si no temiera ensuciar con semejantes historias inmundas y ofender los oídos del lector! Cuantas veces los reyes católicos en sus escritos a los gobernadores en América les han prevenido de cuidar que la petulancia de los soldados no causara a los neófitos ningún escándalo ni ofensa. Pero hay que confesar que los mandatos del rey piadosísimo se observan sólo muy mal en este caso. Yo lo escribo por propia experiencia. Cuando se temen invasiones hostiles, se envían a veces soldados en defensa de las nuevas reducciones, pero nosotros temíamos mucho más la llegada de los soldados, que la aproximación de los bárbaros. Su desenfreno insolente es mucho más peligroso al otro sexo, que el daño que las flechas de los salvajes pudieran causar a la reducción. Frecuentemente preferíamos estar expuestos al peligro, sin tropas auxiliares, que presenciar la perdición de almas que éstas originaron casi siempre. Al fin del siglo pasado, nuestros hombres indujeron mediante regalos y elocuencia a un gran grupo de Yarós a vivir en conjunto en la localidad de S. Andrés y a hacerse instruir en la religión durante un tiempo, pero, por instigación de un hechicero muy famoso entre ellos, pronto volvieron a su antiguo paradero, hartos de la probidad y doctrina cristiana. Al ser preguntados porqué habían huido, respondieron: no queremos semejante Dios que ve, oye y sabe todo lo que nosotros hacemos a escondidas. Queremos tener otra vez nuestra antigua libertad, y pensar y hacer a nuestro propio arbitrio. Son innumerables e increíbles las devastaciones que estos naturales han originado en las regiones de Corrientes, Santa Fé y Montevideo.

 

DE LAS COLONIAS QUE HABÍAMOS FUNDADO PARA LOS INDIOS DE LA TIERRA MAGALLÁNICA, Y SU DESTINO

 

La inmensa planicie que desde Buenos Aires se extiende al sur y oeste y se conoce por el nombre Tierra Magallánica, es habitada por tribus bárbaras ecuestres que/166 tienen otras tantas lenguas como nombres. Los Españoles los llaman Pampas, habitantes de los campos, o Serranos, gentes de la sierra, pero los indios peruanos los llaman a todos Aucas, que significa rebeldes. En realidad se dividen en Puelches, Peguenches, Thuelchús (que llamamos Patagones), Sanguelches Muluches, Araucanos, los habitantes de las sierras de Chile. Los nombres de estas naciones suenan horrendos, pero más horribles son sus ánimos, acciones, costumbres y usos. Una descripción exacta de ellos llenaría un tomo entero. Por lo tanto conforme con mi costumbre sólo anotaré algo de paso. La tierra de estos pueblos se extiende desde el sud al norte en una extensión de cien leguas,y de este a oeste por unas doscientas leguas. Hay escasez de agua y leña, pero abundan los caballos cimarrones e igualmente los avestruces en increíbles cantidades. El caballo, fuera del cual estos naturales no llevan nada consigo, les da alimento, vestimenta, casa, lecho, armas, medicina, hilo y sepa Dios cuántas cosas más. Ellos comen diariamente carne de caballo asada, cuando les faltan avestruces. Del cuero se hacen su lecho, su vestimenta, botas, toldos, recados y correas tanto para frenos como para armas, Usan los nervios para coser, en lugar de hilo. Beben en lugar de miel, las grasas derretidas de caballos. Creen robustecerse si lavan sus cabezas con sangre de caballo y en seguida con agua. De las crines trenzan sus sogas. Comen con gusto, como un regalo hasta los piojos que se crían en sus mantas de cuero caballar. Se emborrachan muchísimo, y gastan todo su haber en comprar a los Españoles el aguardiente, esa chispa de sus más cruentas riñas, atroces asesinatos y diarios vicios. Por esto en Buenos Aires/168 el vender esta bebida perniciosa al salvaje, constituía un crimen capital cuya absolución, en mi tiempo estaba reservada al obispo. Por una sola botellita de aguardiente el bárbaro pretendiente se compra para mujer una niña a los padres. Cuando se bebe por primera vez el pan de S. Juan en agua [chicha], corren todos con muchas ceremonias a las sepulturas de sus parientes y volcando sobre ellas esta bebida con las lamentaciones más tiernas. Se compadecen de que los difuntos no pueden beber juntos con ellos. En la guerra son especialmente temibles a los vecinos españoles. Todo su armamento no es despreciable y consiste en un veloz caballo, sus flechas, un sable, una lanza y tres bolas de piedra forradas con cuero y pendientes de otras tres correas. Con un solo tiro de estas piedras destrozan los huesos de gentes y animales. Frecuentemente los caballos de sus enemigos enredan sus patas entre estas tres correas, caen y tiran al suelo al jinete aunque éste suele quedar incólume. De seguro que los salvajes con sus bolas de piedra, aciertan mucho mejor que los Europeos con sus balas de plomo que disparan desde sus mosquetes, y causan además heridas más visibles. Los dragones de Buenos Aires recibieron frecuentemente serias derrotas por estas armas y por esta causa jamás chocan de buen grado contra estos bárbaros jinetes. Ellos sabían que todo combate con estos bárbaros resultaba sangriento, generalmente indeciso, y muy raras veces victorioso para ellos. Los indios del sud tienen bolas de piedra de diversas clases. Ellos tiran las más grandes contra sus enemigos en la guerra, y usan las más chicas en la caza contra la salvajina. Los Españoles y otros indios siguen ahora su ejemplo. Raras veces se ha de encontrar en la llanura un jinete de cuya cintura no penden tales bolas de piedra (las denominan: las bolas) y los más saben usarlas con éxito en su oportunidad. Entonces los salvajes se mostraban más crueles dejando expuesto a los martirios de una muerte lenta, a su enemigo mutilado en cada muslo revolcándose sobre el suelo cual gusano. También suelen proclamar estas amenazas apenas se vuelven airados. Los muertos de un solo golpe por ellos deben apreciar que han recibido un trato suave y leve. Una conmiseración insana los induce a enterrar sus moribundos aún vivos, para dar fin pronto a su dolor.El padre Matias Strobl, un estirio oriundo de Bruck sobre el Mur, que pasó 14 años entre estos pueblos, sacó de la sepultura a uno de estos infelices aún vivo. Otras veces al que ya lucha con la muerte, lo pintan conformen a su costumbre con diferentes colores y le cuelgan bolas de vidrio, pero que no deben ser azules. Acomodan el cadáver de difunto en modo que sus rodillas toquen la cara. Comienzan adornando sus caballos con campanillas de metal, bolas de vidrio y plumas de avestruz y los matan al final, después de haberlos paseado varias veces en derredor del toldo del difunto. La misma suerte toca también a sus perros. Los cadáveres de los caballos se aseguran sobre postes, Junto a su sepultura,y en derredor se colocan ropas multicolores cual banderas de guerra. Ellos creen que la almas humanas y de los avestruces circulan por toldos subterráneos. Lo demás tocante al aspecto de estos naturales y sus ridículas supersticiones, lo he de anotar también en su lugar, cuando se trate más ampliamente de los Abipones. ¡¡Tales son las naciones hoy restantes en Paracuaria!! De muchas de ellas no existe ya nada desde largo tiempo atrás por diversas causas, fuera de sus nombres inscriptos en la historia y en los mapas. Tales son: las Caracarás,/169 Hastores, Ohomás, Timbus, Caracoas, Itapurus, Urtueses, Perabazones, Frentones, Aquilotes, etc., etc. (7e). ¿Pero a quién parecerá extraño esto, ya que han perecido bajo igual destino en Europa, Asia y Africa las naciones más poderosas, cuyos, nombres nos constan en realidad por libros, pero cuya verdadera patria, edad, ciudades y desaparición originan entre los arqueólogos las más acres controversias que probablemente serán dirimidas jamás?

Pero voy a agregar aquí como corolario lo siguiente: apenas se halla en Paracuaria una nación de la cual nuestros hombres no se hayan preocupado, a la cual no le hayan construido pueblos y tratado de enseñarle humanidad, religión y obediencia al Rey católico. Sobre todo, los Guaraníes, la más numerosa de todas las naciones en Paracuaria, y por decir así, la dominadora que jamás fue domeñada por los Europeos por las armas, se ha mostrado bajo la enseñanza por nuestros padres tan obediente y dócil como no se podría pedir o esperar de ningún otro pueblo americano. En verdad los Guaraníes, han de agradecer a los piadosos reyes de España haberles enviado y mantenido abundantemente los jesuitas para su enseñanza en la religión, haberles exigido solo un tributo moderado para poder defenderlos contra envidiosos y calumniadores, haberles otorgado cédulas reales y haberlos colmado con mil demostracionesde favores. Ninguna época extinguirá entre ellos la memoria de estos beneficios. Pero tampoco nadie que ha observado algo en Paracuaria, negará que también los Españoles/170 deben mucho a los Guaraníes educados por nosotros. Pues ellos han combatido a la par en todas las guerras que los Españoles han hecho contra enemigos externos e internos, y participado grandemente en la mayoría de sus victorias. Muchas veces las naciones indias han conspirado en secreto para la exterminación de los Españoles. Sin duda un número tan enorme de rebeldes habría triunfado sobre la exigua cantidad de los europeos, si los Guaraníes, en lealtad al rey católico, no se hubieran opuesto enérgicamente a los planes y ataques de los rebeldes. Por el siguiente suceso pueden deducirse los demás.

En los años 1665y 1666, casi todos los indios formaron planes para expulsar a los Españoles en la provincia entera y el espíritu de la sedición y oposición se había extendido por todo el Paraguay. El gobernador Alfonso Sarmiento asustado por estos temores, marchó con un reducido destacamento desde la ciudad de Asunción hacia la localidad de Arecaya, que dista de ahí unas 60 leguas, junto al río Yeyuy, por parecerle sospechosa la lealtad de sus habitantes locales. Los más estaban sometidos a Españoles particulares y, por lo tanto, muy descontentos con su suerte. Pero ellos disimularon y recibieron al gobernador con todos los honores correspondientes, de modo que éste por el momento ya no sospechaba nada malo y acampó con sus hombres en las chozas construidas en el apuro con ramas de árboles y pajas. Los indios asaltaron en la noche con armas de todas clases a los Españoles dormidos, y hasta incendiaron sus chozas. Algunos de éstos fueron muertos, muchos fueron heridos y las ropas de los más se quemaron. La pólvora voló al aire y los rebeldes se apoderaron de algunos mosquetes./171 En estas angustiosas circunstancias la mayoría de los Españoles, en parte desnudos, en parte heridos, se refugiaron en la cercana iglesia, dentro de la cual se creían seguros por un tiempo como un pequeño fortín, pero la falta de comida y agua les hizo perecer. En el extremo apuro se remediaron con el agua bendita que se guardaba en un gran recipiente. Como los enemigos se colocaron en derredor de la iglesia, se les quitó toda oportunidad de huir o conseguir abastimientos. Como el hambre apremiaba cada vez más, los más osados de los sitiados trataron de eludir la vigilancia de los indios y arrastrarse al pueblo de donde volvieron trayendo con ellos una porción de agua y un cerdo, para gran consuelo de los acosados. Los historiadores españoles cuentan que los heridos sanaron por el consumo de la carne porcina (pueden reír de ello los médicos). Tal vez fueron aquellos a quienes el hambre parecía más intolerable que la sed. Sobre esta situación crítica en que se encontraba el gobernador con sus Españoles, fueron avisados, ignoro por qué medio, los Ytatinquas guaraníes de los cuales, unos ocho mil habitaban en las localidades de S. Ignacio y Nuestra Señora de Santa Fe, fundadas y sostenidas por nosotros. Ambas reducciones, con sus sacerdotes estaban bajo el mando del P. Lucas Quesa, un sardo. Como éste consideraba muy peligrosa toda demora y toda deliberación, emprendió en seguida la marcha con doscientos indios jinetes por que a causa de los pantanos y ríos, no era fácil el avancey acudió en socorro del gobernador acosado. Inesperadamente, llegó a las 24 horas a la localidad Arecaya, donde con los guaraníes cristianos atacó sin demora a los indios rebeldes,/172 haciendo prisioneros y matando e hiriendo a no pocos. Puede imaginarse con qué expresiones de gratitud los Españoles ahora salvados recibieron a sus libertadores guaraníes. Se eligieron entre los Guaraníes tres jinetes, los cuales sin considerar las molestias del camino, debieron llevar en rápida carrera a Asunción las cartas del gobernador para informar allá sobre lo ocurrido y lo que había que realizarse para la seguridad de él y de su provincia. Cuando más tarde, la Corte de Madrid obtuvo noticia de este suceso, admiró la lealtady valentía de los Guaraníes. El mismo Rey les expresó en una carta el elogio merecido. Este monumento imperecedero de la lealtad inquebrantable de los Guaraníes para con el rey, y esta su benevolencia para con ellos, se conserva en el archivo de la localidad de Nuestra Señora de la Santa Fe. El gobernador, a su vez, recordando los servicios prestados, no podía dar fin a la ponderación; más, él confesó públicamente que si la monarquía española tuviera en todas partes tan fieles súbditos y de una disciplina militar tan excelente, vencería seguramente a todos sus enemigos. Puede comprobarse, según autores acreditados, que en realidad hubieran estallado las sediciones que las rebeldes naciones belicosas fraguaban para expulsar del país a todos los Españoles, si no las hubiera asustado el poder y la lealtad inmutable de los Guaraníes para con el rey. Pero esta lealtad les acarreó el odio de todos los bárbaros, que abrigaban contra los Españoles un rencor implacable. Así los Quaycurus, una nación muy numerosa y extremadamente guerrera, han acosado por continúas invasiones, asesinatos y robos de ganado a las dos localidades de los Ytatinqua durante muchos años, en tal forma que éstas, para su tranquilidad, se han trasladado a su actual posición entre los ríos Paraná y/173 Paraguay, donde viven aún los descendientes de los que acudieron en socorro de los españoles que peligraron en Arecaya.

En el mismo año 1665 los Calchaquíes, una de las naciones más belicosas, desvastaron todos los campos y estancias en derredor de la ciudad de Santa Fe, rodearon la misma ciudad y la pusieron en situación gravísima. Cuando ahí todos temblaban, el gobernador Antonio de Vera Muxica hizo llegar un ingente cuerpo de Guaraníes desde sus localidades a orillas del Uruguay. Estos hicieron tantos estragos entre los sitiadores que los sobrevivientes se salvaron en rápida fugay por muchos años olvidaron de volver. Yo no terminaría si quisiera indicar todas sus expediciones de igual clase. En varias ocasiones, miles de Guaraníes han servido por muchos años en el ejército real con la gloria de una lealtad y valentía especiales, ya se marchara a campaña ya contra los Portugueses, ya contra los Españoles rebeldes de la ciudad de Asunción que se oponían tenazmente a los mandatos reales, o contra los indios que se habían conjurado contra los Españoles y su dominio. Pero esta ilimitada inclinación hacia el Rey la han impreso únicamente nuestros Padres, mientras que antes de someterse a nuestra instrucción y vigilancia se han mostrado siempre como los más acérrimos enemigos de los Españoles. Nos ha costado no escaso tiempo y trabajo, hasta que esta nación dominadoray más que las fieras, tenazmente obstinada en su libertad, se sometiera a los mandatos divinos y reales. En realidad muchos también que en otros asuntos afrentaron nuestro honor, han admirado los esfuerzos heroicos y felices de parte de los Jesuitas en pro de los Guaraníes/174 y les han dispensado las más eximias alabanzas.

Escúchese al famoso Bougainville (Voyage autour du Monde pág. 121) que acerca de nuestros misioneros entre los guaraníes, parece hablar no como un historiador sino como un panegirista. "Ellos afrontan – dice –, la carrera de sus expediciones con la magnanimidad de los mártiresy una paciencia realmente angelical. Estas dos virtudes les fueron muy provechosas cuando tratan de retirar de sus bosquesy hacer quedar con ellos a bárbaros feroces, inconstantes, extremadamente tenaces en sus creencias y antiguas libertades, o deben acostumbrarlos a la obediencia y trabajos útiles. Por todas partes se les opusieron dificultades innumerables y a cada paso nacían nuevos obstáculos. Pero su celo apostólico los venció a todos y su suavidad cambió a esta gente selvática, indómita y ruda en obediente y mansa. Ellos reunieron los bárbaros en reducciones, les dieron leyes y los instruyeron en artes amenasy útiles, de manera que transformaron la nación bárbara sin religión ni humanidad, en un pueblo suave, afable, cortés y especialmente obediente a la Fe Cristiana. Movidos por la fuerza de la elocuencia de sus apóstoles, los Indios obedecieron de buen agrado a hombres a los cuales vieron sacrificarse por la felicidad de ellos y, como jamás he dudado, de todo corazón y tan honroso modo". Así habla de nosotros Boungainville. Sin embargo, algunos dudarán tal vez de esta bien merecida alabanza de la que la Paracuaria entera es testigo. Sin embargo como este mismo escritor, no por malevolencia, sino cegado por los relatos de los malévolos e ignorantes de Buenos Aires,/175 incluyó en su historia cosas no muy decorosas para nosotros acerca de las localidades guaraníes, ¿no titubearán otros mas sensatos en dar fe a lo recomendable que dice acerca de nosotros? Pero aun si se estimara digno de fe al señor de Bougainville cuando habla mal de nosotros, ello puede importarnos muy poco. Existen tantas cartas impresas de los obispos y gobernadores de los Reyes de España y los Papas, que prueban suficientemente que la labor realizada por los Jesuitas en pro de los guaraníesy otros pueblos, ya en el segundo siglo, no fue ni útil ni vana. Séame permitido aducir un pasaje de la carta del ilustrísimo Obispo Juan de Sarricoles y Olea, escrita desde el Paraguay al Papa Clemente XII a 23 noviembre 1730:

"En las numerosas localidades que poseen los jesuitas – dice en ella – viven los indios convertidos por ellos del paganismo a la Fe católica mediante su habilidad evangélica, su labor y constancia. Estas reducciones (pueblos) han sido plantadas con la sangre de los misioneros, regadas con su sudor y cultivadas con la palabray el ejemplo. En estas treinta localidades paracuarias donde se enumeran alrededor ciento de treinta mil guaraníes, florece casi íntegra la piedad de los primeros cristianos y templosy el servicio divino resplandece plenamente, para el rubor de los cristianos viejosy asombro de los naturales, para admiración de la naturaleza, para el triunfo de la gracia (divina) y para trofeo de la cruz de Cristo etc."

Cuantas veces he leído esta carta del ilustrísimo obispo, tantas creí oír de la boca de los romanos, la antigua sinceridad de los Españoles, si bien no tan elegantemente hablada, pero sí igualmente sincera. Con esta carta coinciden también las de otros obispos en el Paraguay, como ser Palos, de Asunción, del año 1725 y de José Peralta, obispo de Buenos Aires, del año 1743 al Rey de España. Manuel Abad y Llana, obispo de Tucumán, al hacer la visita de costumbre en las localidades de su diócesis, donde nuestros hombres instruían varias naciones indias, inscribió en los libros parroquiales la loa más hermosa para los Jesuitas en 1765. Igual cosa hizo también Manuel Antonio de la Torre, obispo de Asunción y de Buenos Aires, cuando visitó las localidades paracuarias en ese mismo tiempo (el bienio anterior a cuando fuimos expulsados del Paraguay). En cambio, Bernardino Cárdenas, obispo de Asunción, perturbador de toda la provincia (como resulta de los anales), perseguía con todo vigor en el siglo pasado a los Jesuitas, por haberse opuesto a sus turbulentos y sediciosos planes; les inculpó muchas cosas y los expulsó de su colegio y de la ciudad de Asunción. Mas su exilio no duró mucho tiempo, pues por la autoridad regia fueron restituidos a sus sedes anteriores. Asimismo, el inquieto prelado que se había arrogado el poder de un gobernador, fue obligado a contemplar de espaldas la ciudad y su obispado, sin jamás volver a recibirlo. Todo esto es público y de mediana claridad. Para nosotros ha sido un honor el ser vituperados por él. Lo mismo del conocido José Antequera, ese Diocleciano de los Jesuitas. Este expulsó al principio al gobernador legal de Asunción Diego de los Reyes, con el consenso de todos los Españoles rebeldes, pero más tarde lo tomó preso y por sus malignas cizañas se hizo gobernador. A García Ros, enviado por el Virrey del Perú como gobernador a esta provincia para terminar los tumultos, lo metió en una cárcel tenebrosa. El Virrey ordenó/177 por esto al gobernador de Buenos Aires, Bruno Mauricio de Zabala someter a Antequera, el causante de la rebelión y jefe de los rebeldes. Por lo tanto Zabala emprendió la marcha con seis mil Guaraníes y un pequeño destacamento de Españoles hacia Asunción. Cuando Antequera vio que las tropas reales eran muy superiores a las suyas, huyó en tres barcos de caza por el río Paraguay, tripulados con cuarenta hombres. Pero fue alcanzado en la ciudad de la Plata, que también se llama Chuquisaca, y en abril de 1726, llevado a Lima, capital del Perú. Después de haber investigado prolijamente su causa, el Virrey lo sentenció a ser decapitado. A pesar de esto, fue fusilado en secreto porque se temía que el populacho, que le era muy afecto, lo arrancaría a la fuerza de las manos de la justicia.

La ambición y otros crímenes a los cuales se entregó Antequera (dice un escritor español) llevaron a la cárcel y al suplicio infamante, a este hombre sagaz e ingenioso. Como los Jesuitas con sus Guaraníes estuvieron siempre de parte del Rey, los colmó con todas las posibles calumnias y vejaciones; los expulsó violentamente de su colegio, que más tarde les fue devuelto, e infligió a las localidades de los Guaraníes, sitas cerca de la ciudad, tantas calamidades que casi perecieron. Antonio Ulloa, que en su historia ha errado muchas veces aunque sin su culpa, fue engañado también en esto por los Peruanos, según cuyo juicio su compatriota Antequera o fue completamente inocente o debió haber merecido un castigo más leve. Pero los conocedores de la causa ríen con razón acerca de esto. Fuera de los mencionados, había en Paraguay/178 hombres de diversas condiciones, que de pronto por envidia, de pronto por provecho propio, calumniaron de todas maneras a los jesuitas los cuales se habían ocupado de la cultura de las reducciones paracuarias. Pero solo los tontos e ignorantes se dejan engañar por su charla. Autoridades sensatas los han declarado frecuentemente calumniadores y los han multado. Yo no puedo ni quiero detenerme en el relato de estos sucesos porque se encuentran por lo general en todas las historias del Paraguay. Al leerlas, se verá que los jesuitas han sido acusados por muchos, pero que el número de sus defensores, es decir los reyes, obispos, gobernadores etc. que vieron con propios ojos la falsedad de las acusaciones, sobrepasó lejos al de sus enemigos.

Está a la luz del día, cuan útiles fueron a los Guaraníes las obras de los Jesuitas de modo que ni siquiera necesitamos de testimonios ajenos. Pues cuando en el año 1767 abandonamos las treintay dos localidades de los Guaraníes en cuyo establecimiento nuestros Padres emplearon sus esfuerzos por casi dos siglos, el cristianismo y todas las artes útiles se hallaban en su estado más floreciente. Las reducciones poseían también las casas más cómodas, iglesias magníficas estancias rendidoras y lo que es lo principal, cien mil cristianos. Nosotros nos embarcamos a Europa y como único premio de nuestro sudor y de la sangre vertida por nuestros hermanos, solo deseábamos que estos hijos nuestros en Cristo persistieran en su sincero celo por la religión y su inquebrantable lealtad hacia Diosy el Rey Católico. Desde que hubimos atravesado feliz y voluntariamente el mar inmenso que separa Europa de América, ya no temíamos tener que atravesarlo otra vez pero temíamos, en cambio que nuestras ovejas/179 se dispersaran tras la pérdida de sus pastores. ¡Ojalá alguna vez tuviéramos la noticia cierta de que nuestro temor fue infundado!

Anteriormente ya he mencionado las diez localidades de los Chiquitos establecidas y mantenidas por nuestros hombres en las fronteras del Perú, las que a fines del año 1767 contaban 5.178 familias cristianas y en total unas 23.788 cabezas. Estos indios eran generalmente temidos por su carácter guerrero y sus flechas envenenadas, y con mucha lealtad y valentía sirvieron tanto contra los naturales como contra los Portugueses en cuantas veces eran requeridos a ello por el gobernador real. Menos populosas, pero más importantes para la seguridad pública, fueron las cuatro reducciones de los Abipones, las dos de los Mocobíes, una de los Tobas y aún otra de los Mbayás, las que habíamos fundado para estas naciones jinetes y belicosas y mantenido hasta nuestra partida. Agréguese a ellas aún, los de a pie: los Lules, Vilelas, Chiriquanas, Chunipies, Homoampas etc., que hemos convertido a la fe cristiana y trasladado a las reducciones. Ninguna semeja a la otra en la lengua, costumbres y hábitos, pero todas se dedican a la agricultura. Tales reducciones implantadas por nosotros, transfirieron con nuestra partida a Europa a otros cuidadores.

Diversas localidades en parte fundadas por nosotros, en parte por otros, ya no existen desde mucho tiempo, ya por la inconstancia de los habitantes que de nuevo añoraban su paradero anterior, ya por la maldad, pereza y avaricia de los Europeos. Según el testimonio del P. José Sanches Labrador, que ha revisado en persona un manuscrito histórico,/180 cerca de setentay tres localidades indias, más o menos, de las varias naciones del Chaco, han perecido. Temo cansar con la enumeración de sus nombres la paciencia de los lectores. Para los naturales australes que habitan la tierra Magallánica, nuestros hombres han fundado en este siglo, con inmensos costos, tres localidades y dedicado a la Santísima Madre de Dios. La primera, que por la Inmaculada Concepción lleva el nombre (La Concepción), tiene como habitantes a Pampas de diversas naciones australes, y sirve a los colonos de Buenos Aires como fortín [contra las invasiones de los bárbaros]. A estas recién establecidas localidades dirigían dos hombres que siempre han demostrado mucha piedad, prudencia y una especial magnanimidad de alma para soportar molestias, o sean el P. Matías Strobl de la provincia austríaca, y P. Manuel Querini de la romana. La familia de este último es una de las más célebres entre las venecianas y su lugar de nacimiento fue la isla Zacynto, donde su padre desempeñaba el cargo de un gobernador de la República. El enseñaba filosofía en la Universidad de Córdoba y administró no solo los colegios más distinguidos sino también la Provincia entera. Todos tenían un alto concepto de su virtud. Cuando él regresó de América con sus demás cofrades, Clemente XIII, su compatriota y en un tiempo su condiscípulo, le profesaba mucho afecto en Roma, donde él terminó su vida hace pocos años. Ambos padres habían estado mucho tiempo entre los Guaraníes y habían adquirido una especial habilidad de tratar los indios y dirigir sus corazones. Por ella convirtieron al cristianismo no pocos Pampas. La proximidad de la ciudad y de las estancias españolas, donde no faltaban ni el aguardiente ni los malos ejemplos, les impidió de una manera increíble conducir a mejores caminos a los naturales. Los Serranos/181 y simultáneamente los Patagones, muchas veces moradores entre ellos, que para visitar a los Pampas, llegaban de todos lados, fueron ganados en parte por la liberalidad de estos Padres y en parte inducidos por las comodidades de que disfrutaban los habitantes de las localidades y expresaron el deseo de que también a ellos fuera establecido sobre el suelo nativo un pueblo semejante. Buscamos de satisfacer en seguida este deseo. A este fin, los Padres Cardiel y Falconer, de los que el segundo era inglés y un hábil médico, el otro un español de mucho celo e intrepidez, y ambos como nacidos para tratar con los Indios, se trasladaron al desierto para indagar sus ánimos y buscar el lugar más oportuno donde establecer una colonia. Fue muy difícil encontrarlo, porque o faltaba el agua o la madera para construcciones y combustible. Sin embargo, la reducción se fundó finalmente y se le dio el nombre deNuestra Señora del Pilar.

Marike y Tschuan Tuya, dos caciques y hermanos carnales, entraron en ella con veinticuatro familias numerosas. Su dirección se confió al P. Matías Strobl porque él poseía su idioma. Pese a las vicisitudes a las cuales están sujetas las nuevas reducciones, hubo una esperanza bien fundada para su progreso. Pero pronto un golpe inopinado hubiera postrado a la nueva reducción cual escarcha a las flores. En la región de Buenos Aires se cometió casualmente un asesinato. El gobernador envió unos soldados a prender al malhechor. El cacique Yahati, un serrano, había viajado en este entonces a la ciudad con quince personas de ambos sexos para adquirir diversas menudencias,/182 por compra, o por trueque. El se cruzó así con los soldados que sin el menor fundamento condujeron presos a él y los suyos como sospechosos del asesinato y en la ciudad los encerraron en una cárcel estrecha. Esta injuria hecha a sus connacionales que ellos sabían de seguro, inocentes conmovió inexpresablemente a los serranos.El Padre Matías Strobl, que entonces se encontraba entre ellos, corría peligro a todas vistas de perder su vida, en pago de la imprudencia de los soldados. La tribu enfurecida envió al cacique Marike, que era ciego de ambos ojos a la ciudad, para exigir del Gobernador la libertad de los presos, o en caso de una negación o demora declarara, a los Españoles en nombre de toda la a nación, la guerra a iniciarse desde el momento de esta declaración. Esta arrogante amenaza atemorizó mucho al gobernador José Andonaegui, consciente de la debilidad de las tropas que tenía que oponer a los enemigos numerosos. Mandó realizar una nueva investigación sobre el asesinato. Después de haber sido oídos algunas veces los testigos, quedó evidenciada la inocencia del cacique pues testigos fidedignos declararon que al tiempo de haberse cometido el asesinato, él había estado en un taller en la ciudad. Por lo consiguiente, los inculpados que durante cuatro meses tuvieron que padecer inocentes en una cárcel, fueron puestos en libertad por el gobernador, hombre muy amante de la justicia, y se les permitió volver a los suyos. Esto ocurrió a comienzos del año 1748, justamente cuando yo recién había llegado a Buenos Aires. Yo los vi recién liberados de su prisión en nuestro Colegio, y apenas pude contener las lágrimas/183 al verlos. Yo conversé mucho con el cacique ciego, un anciano afable mediante un intérprete que tenía el ridículo cognomen Domingo de los Reyes Castellanos. Como en mi pieza canté para él y alabé mucho las ropas tejidas por sus mujeres, el cacique ciego me tomó tanto afecto que me pidió insistentemente que fuera con él a la reducción para ayudar al anciano P. Matías Strobl. Debo confesar que mi paladar se hacía agua por este viaje. Yo le respondí: ¡Cuán agradable sería para mi, si en seguida pudiera montar a caballo y marchar contigo a la tierra magallánica. Pero todos cuantos tenemos este estado [eclesiástico], no podemos dar un solo paso por nuestra propia voluntad, excepto que nuestro capitán (el Provincial) nos envíe, sea donde fuera. ¿Donde está vuestro capitán? preguntó ávidamente el anciano. En esta misma casa – repuse, tras lo cual él se hizo conducir por otro en derechura al cuarto de nuestro Provincial y le pidió con toda insistencia, aunque inútilmente, que me diera para su compañero. El Provincial le contestó que yo estaba destinado a otro fin, pero le aseguró que dentro de dos años me enviaría a su reducción. Yo tenía que terminar aún el cuarto año de teología en Córdoba del Tucumán. Mi superior habría cumplido sin duda su palabra, si de pronto no me hubiera necesitado para los Abipones.

Con la libertad de los prisioneros, la tempestad pareció haberse apaciguado también, y la tranquilidad dar una base durable para la nueva reducción de los Patagones. Para éstos/184 se fundó pues, a distancia de cuatro leguas de la reducción, un pueblo especial de nombre Madre de los Desamparados. Para la dirección de ella fueron nombrados el P. Lorenzo Balda, de Pamplona en Navarra, cuñado del Santo Francisco Javier, junto con el P. Agustín Vilert, catalán. Los tres caciques Chanal, Sacachu, y Taychocó entraron con ochenta grupos de los suyos en esta reducción. Un grupo constaba de tres o cuatro, a veces también de más familias, pero cada familia de cuatro, cinco, también a veces de más cabezas. Pues las Patagonas son fecundas y la poligamia no es rara entre ellos. También son más dóciles que otros habitantes australes, y menos opuestos al bautismo. Me duele no poder adjudicar a sus jóvenes ni honestidad ni vergüenza. Hasta ahora los Españoles no tenían ningún comercio con ellos. De una nación tan numerosa, tan obediente y además bonachona pudo esperarse mucho para el cristianismo, pero también aquí el Infierno aguó todas nuestras esperanzas. Cangapol, llamado Cacique bravo por los Españoles, que se distinguió entre todos los caciques por su constitución, la elevación de cuerpo y alma y abundante número de secuaces y, que para decirlo brevemente, hacía el papel de jefe supremo de estas regiones, veía con ojos envidiosos desde hacía mucho tiempo estas nuevas reducciones. El temió que la amistad con los Españoles cundiría, que la libertad de las naciones australes corría peligro y que su autoridad, por la cual él ejercía en este país una especie de dominación, quedara disminuida y paulatinamente oprimida. Por lo tanto él se preocupó principalmente de qué modo podría destruir lo más pronto posible estas localidades y expulsar del país los voceros de la nueva religión./185 A tal fin él trató de reunir cuantos naturales pudo y formada una alianza, marchó con ellos a realizar su expedición. A la noticia de quelos enemigos se aproximaban en gran número, el P. Strobl escribió a su debido tiempo al gobernador y a la ciudad de Buenos Aires, pidiendo tropas para defender la nueva reducción. Aunque ésta prometió enviar setenta jinetes de la milicia rural, no llegó ni siquiera uno; mientras aquel se disculpó con la imposibilidad de acceder al pedido del Padre por más que él lo quisiera, pues debía confesar sinceramente que él no consideraba suficientes sus tropas regulares, ni para la defensa del puerto ni del fuerte de Buenos Aires. Como el P. Strobl había recibido pues, una respuesta negatoria de los Españoles, a quienes debía importar más que a todos la conservación de esta localidad, huyó con los suyos ante los enemigos que se aproximaban ya en grandes jornadas, pues él no se sentía bastante fuerte para resistir. Las localidades, estancias y ganados fueron abandonadas a los salvajes. Pero la pérdida de vacunos y ovejas podía considerarse suficientemente resarcirla por la muchedumbre de gentes cuyas vidas se salvaron de la ira de las turbas de enemigos. Los catecúmenos y neófitos de sentimientos sinceros para con Dios y los Españoles, se trasladaron con sus curas a la localidad de Concepción como un lugar de refugio. Pero los salvajes acosaron con sus diarias incursionas de tal manera a esta reducción que fue preciso abandonarla el trece de febrero de 1753 para elocuentísimo perjuicio de la ciudad a causa de que la guarnición española la defendía malamente. Pues como los jinetes salvajes pudieron ahora vagar impunemente, las estancias quedaron sin cuidadores de ganados hasta cerca de cuarenta leguas de la ciudad, y/186 los por su fertilidad celebérrimos campos de trigo en derredor de Magdalena, quedaron sin segadores porque todos habían huido. Dentro de la misma ciudad que carece de fosos, murallas ni puertas, los peligros reales y muchas veces imaginados hicieron temblar vergonzosamente los habitantes timoratos. En los campos y las estancias sitas en derredor, una gran cantidad de ganado fue arreado por los salvajes y muchas gentes fueron expoliadas o muertas. Los dragones que debían patrullar la campañay sujetar al enemigo, padecieron de tiempo en tiempo serios reveses. Las carretas con plata desde el Perú fueron robadas muchas veces en el camino, y sus escoltas y carreros fueron asesinados lastimosamente. En la Bahía de Barragán del Río de la Plata, donde se retiran a tierra las naves y se las compone, los salvajes perjudicaron muchas veces a los habitantes que jamás están seguros con ellos. Los que, con el propósito de traer la sal desde las salinas, se ausentaron en gran número hacia el Sud, fueron frecuentemente muertos todos. Recién entonces reconocieron los Españoles la importancia de las reducciones australes, después de haberlas perdido, junto con la esperanza de reconstruirlas alguna vez. Ahora quedan tantos miles de indiosen las provincias meridionales en la obscuridad más completa; reflexión digna de lástima. ¿A quién no le arrancarían lágrimas la indecible calamidad, las molestias de los viajes, la carencia de todo lo necesario, los diarios peligros de vida que nuestros Padres han padecido por tantos años para estas naciones y tanta labor empleada en ellos inútilmente? Fuera de los niños, a los cuales en mayoría bautizaron antes de su muerte, y los adultos que ellos habían preparado en gran número para la salvación de sus almas, no cosecharon de todo esto ni el menor fruto. Al principio, los Padres hasta tanto se/187 les enviaron ovejas y vacunos para su sostén, debieron contentarse con la carne de caballo, este alimento diario de los Indios. El P. Tomas Falconer, un inglés, recorría con sus indios los campos, y se servía siempre de su sombrero en vez de un plato de estaño o madera para cortar su carne de caballo. Pero a causa de esto, su sombrero llegó a ser tan grasiento que los perros cimarrones, de los cuales están llenos aquellos campos, lo comieron mientras el P. Falkner dormía. Yo me encontraba en Buenos Aires, cuando él pidió un sombrero nuevo y deploraba la voracidad de los perros cimarrones. La vivienda del P. Strobl fue incendiada por no sé cuales malvados. Ya ardía el techo pajizo y él mismo, en su profundo sueño, habría sido indudablemente víctima de las llamas, si un indio fiel no le hubiera despertado y salvado del incendio. Pero me atrevo a afirmar que cuanta maldad los Indios hayan cansado a los Padres, muchas más les han sido infligidas por el populacho español y los negociantes de aguardiente y otras mercancías. Como se trató de alejarlos, se vengaron con fábulas, invenciones y calumnias. Cuánto no se podría escribir referente a esto, que para la historia de los Padres podrían ser testimonios célebres. La localidad de la Concepción está situada bajo el 322 grado 20 minutos de longitud, y el 36º grado, 20 minutos de latitud. La reducción de Nuestra Señora del Pilar está situada a setenta leguas al sudoeste, desde Concepción y a ciento diez, mas o menos desde Buenos Aires, y a cuatro leguas de la localidad de La Madre de Dios de Los Desamparados.

 

DE LA NAVEGACION DE TRES JESUITAS, EMPRENDIDA POR ORDEN DEL REY FELIPE Y PARA EXPLORAR LAS COSTAS MAGALLANICAS

 

Pero no se debe creer que este asunto de amansar e instruir las naciones australes hubiera sido abandonado por completo hasta nuestros tiempos./188 Ya en el siglo pasado, fue atendido celosamente por los Reyes católicos y por nuestros Padres. Se tentaron vanamente todas las posibilidades, para someter estas naciones a Dios y al Rey Católico. Y lo demás, los PP. Nicolás Mascardi y José Guillelmo allá han perdido su vida a manos de sus discípulos salvajes e indóciles. Esta ferocidad de los naturales no atemorizó a nuestros Padres en Chile y en el Perú, para no intentarlo, a fin de propagar la luz del Evangelio por el más extremo rincón de la América meridional. Pero sus esfuerzos fueron vanos siempre, y no tuvieron otro resultado que la gloria inmortal que ellos han conquistado, por su apostólica magnanimidad e inagotable paciencia al padecer el infortunio. Las arduas empresas son siempre gloriosas, aún si no las corona el éxito esperado.

En el año 1745 fue enviada por el Rey Felipe V la nave San Antonio desde Cádiz con la misión de estudiar detenidamente la costa magallánica y las tierras adyacentes a ella. En el caso de hallar un puerto o un lugar en condición favorable, sería fortificado en seguida contra enemigos exteriores. Pero si se encontraran paraderos de indios, se les fundaría ahí una reducción y una iglesia. Por esto, el Rey envió también tres Jesuitas junto con esta expedición peligrosa: el P. José Quiroga, un buen matemáticoy experto de la marina designado por la misma Corte de Madrid; el P. José Cardiel y el P. Matías Strobl como jefe de ambos, por poseer las lenguas allí usuales. El capitán del buque se llamaba Joaquín de Oliveras, oriundo de Cádiz. Atendieron los cargos de pilotos/189 Diego Varela, un cántabro, y Basilio Ramírez, un sevillano, dos de los marinos más hábiles. 28 hombres de la guarnición de Montevideo fueron elegidos junto con su capitán Salvador Martín de Olmo, para la seguridad de la nave y los marineros. Levadas las anclas en el puerto de Montevideo, el diecisiete de diciembre de 1745 se hicieron a la vela. Los vientos soplaron en el sentido favorabley grande era la esperanza de este viaje. Donde quiera que se mostraba una oportunidad de acercar la nave a tierra, se intentaba un desembarco.

Todo cuanto la tierra y las aguas presentaban a la vista se observó prolijamente y se anotó lo más exactamente en el diario de viaje, por el padre Quiroga. Este recorría en un bote todas las ensenadas, bahías, puertos y lagos, medía la profundidad del agua, exploraba las islas, bancos de arenas, los arrecifes sitos entre ellas, y cuanto podía ser cómodo o peligroso,y dibujó todo circunstanciadamente. Los PP. Strobl y Cardiel recorrieron entre tanto a pie, diferentes rutas, observaban su calidad y buscaban en las regiones algo más distantes de la costa, algún indicio de una habitación humana o un lugar oportuno para ella. Con tal propósito treparon a los cerros más empinados y frecuentemente se alejaron de la costa y de sus compañeros por varias leguas con la esperanza de divisar Indios, especialmente por haber topado con una sepultura donde encontraron unos cadáveres aún frescos de dos mujeres y de un hombre. En derredor de la sepultura, construida y techada como una choza, pendían seis estandartes de lana de diversos colores. A más se vieron unos caballos enclavados sobre unos postes. Cada cadáver estaba envuelto en una alfombra de lana, pero la cabeza de una mujer estaba adornada con una lámina y aros de latón. Los más, dedujeron de esto que aquí debían estar sepultados Indios Puelches,y se abandonaron a la alegría más viva en opinión de que los paraderos de los indios no podían estar lejos. Pero ellos se alegraron demasiado pronto, de lo que enseguida se convencieron. Pues aunque el P. Strobl había seguido marchando aún cuatro leguas más, no pudo encontrar, sin embargo, ni el menor vestigio de un hombre ni de una habitación humana. Por ello abandonó toda esperanza y por un soldado hizo venir a su lado al P. Cardiel que distaba algo de él. Este también había recorrido muchas leguas del país, y estaba completamente decaído por su andanza. Por ello el P. Strobl no consideró prudente proseguir el viaje.El temía, dijo, dar con algún escuadrón numeroso de naturales, a los cuales ellos podían oponer sólo unos pocos infantes cansados, que serían fácilmente asesinados; si bien él había deseado ya desde mucho tiempo poder sacrificar su vida al servicio de la religión, no podía ni quería exponer la vida de los otros a un peligro tan manifiesto. Pero aún si no existieran ni peligro ni enemigos, deberían sin embargo morir de hambre, si seguían más adelante, porque todos sus víveres se habían consumido. StrobI hizo estas manifestaciones conforme con su deber. El P. Cardiel, en cambio, cuya valentía no podía quebrantarse por nada,y él que no solía imaginarse peligros venideros ni temer los existentes, desaconsejó el regreso e insistió en la continuación del viaje, pues en las cercanías en algún lugar debían de estar los paraderos de los naturales. El creyó encontrar la prueba en el hecho de haber/191 visto un perro de pelo blanco que de continuo ladraba contra sus acompañantes pero luego se escapó y probablemente corrió junto a su amo. Pero este argumento no venció los del P. Strobl y ambos padres volvieron con su escolta al barco. Aquí el asunto se deliberó detenidamente otra vez. Se requirió al respecto la opinión de todos los jefes en la nave y se resolvió dejar partir de nuevo al P. Cardiel, ya que estaba tan anheloso de viajar pero bajo la condición de emprender la marcha con una escolta de treinta y cuatro hombres, en parte soldados, en parte marineros que voluntariamente se ofrecieron y con abastecimiento por ocho días. Esto se realizó el 20 de febrero. Diariamente se hicieron siete leguas, y por lo general sobre una senda india muy angosta, casi irreconocible. Agua potable había en abundancia en todas partes. Fuera de algunos avestruces y guanacos (animales parecidos a ciervos, con giba de camello), no se vio alguna salvajina. Al cuarto día divisaron al anochecer una colina destacándose sobre las demás, en cuya cima no se divisaba ni hierba ni árboles. Ya nadie podía aguantarJa helada nocturna, pues aunque se encontraron en la cercanía algunos arbustos con los cuales se encendió fuego, el cuerpo expuesto al gélido viento parecía congelarse mientras el frente dirigido hacia el fuego se calentaba. Esto es bien comprensible si se tiene en cuenta la zona donde ellos caminaban. Ellos emprendieron su viaje hacia el Oeste por un tiempo desde la Bahía de S. Julián situada a 49 grados 12 minutos de latitud. Por esto debieron soplarles obligadamente en contra los vientos helados de las cercanas cordilleras de Chile. A pesar de esta helada, los soldados se enardecieron cada vez más, pero también se observó/192 el paulatino debilitamiento de sus cuerpos. Muchos se arrastraban con los zapatos rotos, a causa de la aspereza del camino, muchos con los pies desnudos y no pocos con los pies heridos. El mismo P. Cardiel, que por lo general inspiraba valor a todos, fue atacado al principio por dolores de nefritis, luego por el debilitamiento de sus pies, en tal forma que no pudo dar un paso sin muletas. Mas esto no pudo quitarle su ardiente deseo de descubrir los paraderos de los naturales, ya que uno cree poder hacer todo lo que desea intensamente. Pero como se había traído vitualla sólo para ocho díasy ésta había disminuido bastante durante las cinco jornadas, ordenó apresurar la vuelta al barco. El P. Strobl habrá sonreído modestamente entre sí, cuando vio regresar de su expedición a los osados héroes con las manos vacías y los pies míseramente maltrechos, porque él ya había sospechado mucho antes, que toda fatiga y trabajo serían malgastados aquí. Pero se debe agradecer a esta expedición calamitosa la manifiesta constancia que, según los experimentos hechos, los paraderos de los naturales debían distar mucho del mar y que las tierras costeras, en inmensos trechos no podían ser habitadas porque carecían de agua dulce, o de pasto y árboles,yen no raras veces de ambas o la vez, de modo que únicamente unos pocos avestruces y guanacos encuentran escasamente su sustento allí. De ahí se manifiesta que la senda hallada por gentes como los tres cadáveres y los caballos vistos por el P. Cardiel, debía haber provenido de indios que han partido desde Chile, donde hay caballos en abundancia, con el propósito de buscar sal en las salinas, y que han parecido tal vez por la falta de agua potable o por/193 alguna enfermedad que les sobrevino súbitamente. Después de haber considerado todo esto, y como no se había encontrado un lugar cómodo ni para establecer una reducción para los Indios, ni de un fortín para los Españoles, se resolvió con el consenso de todos, navegar de vuelta pero en forma de desembarcar diligentemente durante el viaje de retorno, para observar los lugares que a la ida no se pudieron inspeccionar. Al fin del 4 de abril al anochecer, y tras muchos peligros pasados sobre la mar procelosa, se echó ancla en Buenos Aires después de no haber omitido nada que parecía concordar con la voluntad del Rey y haber durado el viaje marítimo ya por el cuarto mes. Ellos llegaron hasta el 52º grado 28 minutos de latitud, de donde el Estrecho de Magallanes dista únicamente 14 leguas. Puede asegurarse con toda verdad, que ninguno de los participantes en este viaje peligroso ha mostrado negligencia. Todos prestaron a su rey por su pesado trabajo, así como también por sus sufrimientos en las calamidades un servicio excelente que alguna vez redundará en utilidad para su patria. Las observaciones diarias delas costas, hechas cuidadosamente por el P. Quiroga, fueron impresas poco después en Madrid y sus dibujos se grabaron en láminas. Algún día servirán muchisimo a los Españoles que navegarán por estos mares, pues es increíble cuán defectuosas son las cartas marítimas y terrestres,y las noticias de navegaciones de algunos extranjeros que han cruzado el mar magallánico cual fugitivos y que, por lo tanto, han observado los asuntos más importantes sólo por un momento y al pasar, y los han descrito sin ver lo interno y esencial, sino únicamente conforme con lo que les/194 llamó la atención a primera vista. Estos errores quedan desvirtuados ahora por las observaciones del P. Quiroga, que vió todo con sus ojos y no escatimó esfuerzo en ello. Mientras yo debí esperar en Lisboa la partida de la escuadra, he traducido al latín su diario que en Madrid apareció en idioma español. Charlevoix lo ha insertado también en su Historia del Paraguay. En la traducción alemana todo está equivocado, como también otras cosas donde el traductor no comprendió el sentido del escritor francés. Como corolario agrego lo siguiente: Como el P. Cardiel no halló naturales en su primer viaje marítimo y terrestre por las tierras magallánicas, emprendió a este objeto aún un viaje de a caballoy llevó consigo algunos acompañantes, pero con tan poco éxito como antes. Después que hubo recorrido ampliamente aquellas soledades y consumido las vituallas que llevó consigo, llegó a tal extremo, que para no morir de hambre tuvo que comer hierbas a semejanza del ganado. Esta extrema hambre les sirvió de advertencia para retornar a la ciudad de Buenos Aires, aunque sin haber conseguido nada para ello, no obstante los muchos méritos dignos de admiración e imitación adquiridos por su magnánimo padecimiento de miseria y su celo apostólico. El trabajó también a favor de los Mocobíesy de los Abipones y mucho tiempo por los Guaraníes. Pedro Zevallos le había tomado gran afecto no sin motivo.

 

DEL NAUFRAGIO DE LOS ESPAÑOLES CERCA DE LA ISLA DEL FUEGO. DE LOS HABITANTES DE ESA ISLA

EN el año 1765 la gran nave mercante Concepción, que llevaba a bordo algunos millones en mercaderías y estaba destinada al Callao, el puerto de Lima, dio al través en la margen de la Isla del Fuego,/195 y naufragó. Pero como la nave se hundía sólo paulatinamente, la tripulación se salvó en su mayoría con sus botes. También se transportó a tierra con mucha previsión una porción de vituallas y otros elementos necesarios, antes de hundirse del todo. Los Españoles ocuparon ahora una colina cercana al mar y colocaron ahí algunos cañones. Después de haberlos disparado, viose acudir desde lejos una numerosa cantidad de habitantes indios. Completamente desnudos, se rascaban de continuo con ambas manos sus cuerpos. Se disparó otro cañonazo y todos cayeron a tierra, pero sin dejar de rascar su barriga. Tal gesto ridículo mantuvo suspensos a los Españoles, que no sabían si era una señal de paz o de guerra. Como no se entendía su idioma, se trató mediante voces suaves, amistosos saludos de manos y exhibición de pequeños regalos a inducirlos a deponer su miedo y aproximarse. A esta invitación se acercaron al puesto de los Españoles y prosiguieron sin interrupción su rascar. Por esta costumbre los Españoles los denominaron Ruscabarrigas (Bauchkratzer). Pero para amansar y suavizarlos, se les ofrecieron telas elegantes, comestiblesy diversos regalos, pero de los cuales tal vez por desconfianza a los extranjeros no aceptaron nada fuera de sartas de bolas de vidrio. En lo demás se mostraron pacíficos y amables de modo que los españoles circularon sin miedo entre ellos. El únicoy continuo afán de los Españoles fue poder navegar lo más pronto posible hacia los suyos. Con tal propósito, resolvieron construir una embarcación conforme con su númeroy a la vez formularon unánimes el voto, que si llegaban con felicidad a Montevideo la ofrendarían en la iglesia de S. Francisco de Asís, para que Dios,/196, previo pedido de este santo les bendijera su viaje. En todas partes encontraban árboles en su isla; tampoco les faltaron carpinteros y herramientas para serruchar tablas. Los indios muy serviciales les mostraban dónde se podía encontrar madera dura y mejor. Pero para hendir y serrucharla fueron menos útiles que voluntarios, pues tras haber pegado tres o cuatro hachazos o algunos tirones de serrucho, se retiraban pues el trabajo insólito jamás fue de su agrado. En lugar de los Indios trabajaron ahora con tanto mayor empeño los Españoles, cuya nostalgia por la patria no se puede describir. Todo yacía listo, mientras para juntar las tablas les faltaron aún los clavos. Afortunadamente la mar embraveció como de costumbre y arrojó desde la nave hundida a la costa,– varios cajones, entre los cuales se encontró uno con clavos. Todos consideraron esto como un beneficio especial de la Providencia. Ya antes con previsión, para el futuro uso, habían sacado del buque que se sumergía algunas cosas pertenecientes a la armazón de una nave. Por todos estos elementos auxiliares, quedaron finalmente habilitados a botar al mar la embarcación, con la cual tras un viaje de casi mil leguas, y otros tantos peligros vencidos arribaron con felicidad al puerto de Montevideo. A pesar de la pérdida de su barco y de la mercadería, se consideraron felices por haber salvado la vida de entre las olas del mar y los bárbaros isleños, lo que es aún más admirable porque tiempos antes éstos habían asesinado cruelmente y destrozado diecisiete holandeses que ningún mal les habían hecho, y hasta habían comido otros dos. Estos últimos habían sido mandados en un bote a observar la Isla de Fuego por Jacobo L'Hermitte, jefe supremo de la escuadra holandesa que/197 Mauricio, Príncipe de Nassau, había enviado en el año 1623 al Estrecho de Magallanes y otras partes del mundo. La descripción de este viaje marítimo se encuentra en una obra titulada:Historia Antipodum editada en 1655 en Francfort por Juan Luis Gottfriedt. Todo cuanto yo he escrito del naufragio y de los Españoles me ha sido contado por un viejo vizcaíno, el carpintero del buque hundido, que había tomado parte en todos los peligros y construido la embarcación nueva. En el año 1768 hizo velas un buque desde el puerto de Buenos Aires hacia la Isla de Fuego con dos monjes, justamente el tiempo en que yo con mis cofrades esperaba una oportunidad de viaje hacia Europa. Estos dos sacerdotes, provistos o costa del Rey con todo lo necesario hasta en abundancia, estaban destinados a establecerse en dicha isla e instruir sus habitantes en la religión. Pero ellos regresaron pronto a Buenos Aires sin haber realizado nada. Ignoro lo que han hecho o intentado en la isla y por cuál motivo apresuraron tanto su regreso. Bien oí varias veces implorar de parte de Españoles nobles el envío de Jesuitas a tal propósito, pero estos fueron expulsados (sepa Dios por qué) hacia Europa justamente en este momento.

 

DE LA ISLA MALVlNA, OCUPADA POR LOS FRANCESES Y MAS TARDE VENDIDA A LOS ESPAÑOLES

 

No lejos de la Isla de Fuego se hallan las Islas Malvinas, que han recibido este nombre de la ciudad de S. Malo en la Bretagne, bajo el 51º grados 80 minutos de latitud Sur y 60 grados 50 minutos de longitud occidental, contada desde el meridiano de París. El ya frecuentemente mencionado Luis Antonio de Bougainville entonces coronel de infantería, junto con los señores de Nerville y de Arboulin, su pariente/198 la habían ocupado a costos comunes y poblado con laboriosos súbditos franceses oriundos de Acadia [Nueva Escocia] en el año 1763 o más probablemente en 1764. Tres años después, o sea en1767, la compró en ochocientos mil pesos españoles al [el?] Rey de España, a lo menos así corría el rumor en Buenos Aires, pues, por su vecindad con Perú y Chile, ricas en oro y plata, le pareció demasiado peligrosa en manos francesas, en el caso de un rompimiento entre ambas potencias. Después de haber sido embarcadas para Europa las familias francesas, vinieron en su lugar Españoles, tales que por sus crímenes habían merecido la pérdida de la libertad o de la vida. Pero no hay ninguno que no prefiriera la cárcel o una rápida muerte, a esta calamidad largay diaria que se padece en esta isla. Para gobernador se nombra a Felipe Ruiz Puente, capitán del buque de guerra La Liebre que llevó también los nuevos colonos, vituallas y elementos de guerra. Le acompañaba otro buqueLa Esmeralda bajo el mando del capitán Matías Collao. Este mismo capitán, (un marino muy experto y, pese su severidad, para con los marineros hombre muy bondadoso,) a su vuelta de la isla Malvina me ha transportado desde Montevideo a Europa con ciento cincuenta y dos de mis compañeros de la Orden. Viajó también con nosotros Nerville porque su cargo de jefe había cesado en esta isla infeliz. De él y de los Españoles que también estuvieron allí, he sabido lo que he escrito sobre esta materia.

Con meditación, denomino esta isla infeliz, aunque algunos Franceses las estiman iguales a las Islas Fortunadas. Nadie debe extrañar esto,/199, ya que siempre se pondera la mercancía que de buen grado se quiere vender. Testigos fehacientes me han contado con referencia a la calidad natural de la Isla Malvina lo siguiente: Ella no pudo ser habitada jamás ni por Indios ni por cuadrúpedos, porque carecen de todo lo preciso para sostener la vida. Ella tiene juncos en lugar de árboles, musgo en lugar de hierbas, barro y baches en lugar de tierra. Un frío insoportable, una noche casi perpetua, neblinas y tinieblas la hacen desagradable desde un principio a todo habitante. El día más largo dura allí sólo muy pocas horas. Como se encuentra tan cerca del polo sur, soplan horriblemente en ella los vientos australes, las más terribles ventarrones y tempestades. La helada, que siempre es acompañada por la nieve, es allá tanto más insoportable porque en toda esta isla en realidad no muy grande, no se encuentra ni un tronquito de leña para combustible, ni para construir una choza y hay que traerla con mucho peligro desde la Isla de Fuego. El buque La Esmeralda, surto en la Bahía, se hallaba siempre cubierto de nieve y a los marinos españoles se les helaban tanto las manos, que si no se hubieran calentado por frecuentes tragos de aguardiente, hubieran quedado inhabilitados para trabajar con los cabos y otros avíos navales. Las cabras que los franceses habían llevado consigo, perecieron en seguida por el hambre, o por una sal venenosa. El trigo que sembraron sobre este terreno pantanoso no maduró jamás, pues en los pequeños tallos aparecía muy raras veces una espiga. Por esto, una vez agotado el bastimento europeo, se agregó a la miseria el hambre. Entonces cazaron las aves acuáticas que semejan en algo a las golondrinas pero más grandes y pesan hasta doce libras. Los franceses las llaman d’Outarde (Avutarda),/200 y los Holandeses e Ingleses pinguins o penguines. En vez de pan, se dio a los soldados franceses y a los otros, pólvora y plomo para que pudieran saciar su hambre mediante la matanza de aves. Por esta caza diaria, éstas han disminuido tanto que pese a la gran cantidad que encontraron los franceses, se ahuyentaron de tal modo, que para los españoles, llegados después a esta isla estéril, se cegó también esta única fuente de alimento. A pesar de las calamidades con las cuales deben luchar sus habitantes, es irrefutablemente de gran utilidad para los Españoles, ya que las naves encuentran allá entre la tormenta un refugio y un puerto, que puede contener hasta una pequeña escuadra, y agua dulce. Los parajes que podrían resistir menos a un ataque enemigo y se hallan más expuestos a un desembarco, han sido fortificados con trincherasy bateríasy la isla ocupada con una reducida guarnición, bajo el mando del coronel de infantería Antonio Catani. Aquí debo informar también que en la vecindad de la dicha isla Malvina hay otra de igual nombre que los ingleses ocupan desde unos años y llaman isla Falkland. Alrededor del año 1770, el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli la hizo ocupar, y poco después restituir a los Ingleses por orden del Rey de España para evitar que por una pequeña chispa estallara una guerra grande. Pero, ¿cómo me he alejado tanto de las localidades devastadas en Paracuaria a las regiones magallánicas? Confieso haber divagado largamente, pero a propósito y con provecho, pues me he propuesto intercalar oportunamente en mi historia todo cuanto en las historias generales/201 se busca en vano. Pero volvamos a nuestro primer camino.

 

DE LOS MAMELUCOS BRASILEÑOS, DESTRUCTORES DE LOS PUEBLOS GUARANIES Y CAZADORES DE INDIOS

 

Sería obra excesivamente larga y trabajosa si yo indicara las causas, autores y fecha de destrucción de todas las reducciones indias aniquiladas en Paracuaria. Casi vale para muchas reducciones en Paracuaria lo que se ha dicho de Troya: Nune ager aut syva est ubi templa domusque stetere. [Ahora es campo o selva donde antes estuvieron templos y casas.]. Los anales atestiguan que más de cuatrocientas reducciones que en tiempos pasados estaban sitas en derredor de la ciudad de Quadalcazar, hoy destruida, se han perdido completamente. Dentro de los límites de las ciudades de Córdoba, La Rioja, Santiago, San Miguel de Tucumán, Corrientes y Asunción, innumerables reducciones han perecido por decirlo así, completamente. Las extremadamente escasas reducciones existentes aún hoy, semejan más bien la sombra de un pueblo, y son habitadas únicamente por unos pocos indios míseros obligados a servir a los españoles y particulares. Yo escribo aquí sólo por experiencia propia, pues he visto con propios ojos en mis múltiples viajes a través de este país, en todas partes una miseria indecible y las ruinas de las localidades destruidas. Antes de relatar las devastaciones que los mamelucos, gente brasileña han causado en las diversas localidades de nuestros Guaraníes, debo recordar previamente algunas cosas. Los primeros Españoles que llegaron a Paracuaria sometieron solamente las tierras y naciones situadas en las cercanías de los ríos Paraná y Paraguay. Para conquistas lejanas no les faltaba el valor, pero sí el número suficiente de tropas. Sin embargo, no pocos guaraníes se convirtieron al cristianismo, en su mayoría por acción de los padres Seráficos,/202y en lo posible, establecidos en reducciones.

En aquel entonces han adquirido los mayores méritos por sus labores apostólicas, el santo Francisco Solano, y Luis Bolaños, un hombre de una eximia virtud que mantuvo con nuestros padres la más íntima amistad. Ambos eran de la orden seráfica [franciscana] y apóstoles del Paraguay, pero como no fueran apoyados por otros tantos colaboradores y sucesores, no bastaron para la gran mies que sólo esperaba los segadores. Como los Guaraníes entonces se mantenían ocultos por innumerable cantidad en los bosques y sus escondrijos, se batían donde podían con los Españoles,y fueron siempre muy temidos por estos. El valiente gobernador de Asunción y Buenos Aires, Hernando Arias emprendió en el año 1610 con un considerable cuerpo de tropas, una expedición contra los habitantes de orillas del Uruguay, pero cuyo gran número y bárbara ferocidad lo hicieron desesperar del éxito de la campaña, y retirarse otra vez a Asunción. Esta tentativa se repitió de modo igualmente infeliz, también por otros gobernadores. En pocas palabras, los Guaraníes no pudieron ser vencidos por los mosquetes sino únicamente por la elocuencia de los misioneros; por la caridad y no por el terror como el resultado lo ha demostrado. En este mismo año el padre Marcelo Lorenzina, español, entonces nuestro rector en Asunción, consiguió al fin de los guaraníes nómades de entre el Paraguay y el Paraná, que aceptaran la religión cristiana en la gran localidad S. Ignacio de Loyola, fundada especialmente para ellos, e hicieran la paz con los Españoles. El estado de esta localidad es aún hoy día muy floreciente, o más bien lo era al partir nosotros a Europa./203.

Lo ocurrido después, no lo sé de cierto. En ese mismo tiempo recorrieron tanto la provincia del Quayra, así como las selvas y montes hacia el río Uruguay, aún no hallados por las tropas españolas, nuestros Padres José Cataldino y Simón Mazzetta, italianos; Antonio Ruiz de Montoya, hispano - americano; y luego los padres Roque González, hispanoparaguayo, Pedro Romero y Diego Boroa que años más tarde fueron enviados a colaborar con los otros, todos hombres de valor heroico y virtud apostólica. Ellos descubrieron allí muchos miles de Guaraníes, a los cuales, en donde pudieron erigieron reducciones para reunirlos en ellas y hacerlos cristianos y súbditos del Rey católico. Las felices empresas de estos Padres [entre los guaraníes] han sido descriptas ya hace mucho en libros históricos.

Los Mamelucos del vecino Brasil, en su mayoría de la población de San Pablo han casi destruido o, a lo menos, interrumpido de un modo miserable estos rápidos progresos del cristianismo. Los Mamelucos son una gente entremezclada de Portugueses, Holandeses, Franceses, Italianos, Alemanes etc. unidos con mujeres brasileñas y que se distinguen por la habilidad con que manejan el fusil, su audacia en el latrocinio y por esto fueron designados con el nombre extranjero Mamelucos. Maffei, en su Historia de Indias dice a página 69, que ellos son las fuerzas del Egiptoyson los mejores soldados. Según otros, eran los esclavos del sultán de Egipto. Pero los que llevan este nombre en el Brasil pueden llamarse con el Papa Pablo III, sin hacerles la menor injusticia satélites del infierno, pues todos sus esfuerzos/204 tienden a arrastrar a los Indios convertidos por los Padres en hijos de Dios, a la esclavitud más abominable. Por sus invasiones, en muchos años repetidas tantas veces, diversas localidades quedaron devastadas por completo, como ser Asunción en Yyuy. Todos los Santos de Caaró, Santos Apóstoles de Caazapaquazú, S. Cristóbal allende del río Ygay, S. Joaquín, ahí mismo, S. Teresa, junto a la fuente de este río, Jesúsy María en Ybiti Caray, Visitación de María, ahí mismo y S. Carlos en Caapi (8e). Los ladrones ataron con sogas y cadenas a los Guaraníes habitantes de estas localidades excepto los pocos huidos, y los arrearon en rebaños como al ganado, hacia Brasil, para servir por el resto de sus días en los cultivos de azúcar, mandioca, algodón, tabaco y minas. Ellos arrancaban del pecho de las madres a los niños lactantes aún, por retardar el viaje y serles cargosos, y sin el menor sentimiento de humanidad los tiraron al suelo. Mataron a hierro o a tiros a los viejosy enfermos que no podían aguantar el largo viaje. Los sanos eran echados durante la noche en fosas preparadas al efecto para que no escaparan en la obscuridad. Muchos murieron en el camino por el hambrey las molestias del viaje, que debieron proseguir continuamente por muchas leguas. En esta caza de seres humanos los Mamelucos usaron tan pronto la violencia cual el lobo,y la astucia del zorro, pero ambas de un modo cruel. Por lo general invadieron en grandes cuadrillas las localidades, en horas en que la gente se hallaba en la iglesia y ocupaban todos los caminos y rincones para que los infelices no se les pudieran escapar. Por ello nació entre nosotros la costumbre, y más tarde observada siempre y que servía de ley a los Guaraníes, de que nadie concurriera sin lanzas o flechas/205 a la iglesia para no volver a ser presa de los ladrones invasores del Brasil. Estos se disfrazaron frecuentemente de Jesuitas, y con sus rosarios, crucesy negra sotana atrajeron cuadrillas enteras de indios que no sospecharon la engañifa. Varias reducciones que estuvieron expuestas a las invasiones de los Mamelucos, como ser Loreto, San Ignacio, etc., se trasladaron a regiones más seguras con indecible trabajo para los Padres y los Indios. Los ladrones no perdonaron ni nuestros Chiquitos ni los pueblos de los Moxos ni otras localidades del dominio español que estaban bajo el cuidado de los sacerdotes seculares. Las localidades indias que estaban establecidas a orillas del río Yeyuy en el territorio de Curuquatí, como ser Mbaracayú, Terecañy, Candelaria e Ybirapariyara y otras más, fueron arrasadas por los Mamelucos.Por la misma causa han perecido las ciudades españolas Xerez, Quayra (que también se llama Ciudad Real) Villaricay otras. Pero ¿quién va a enumerar todos los estragos sufridos por Paracuaria? Ellos solos darían bastante materia para un grueso volumen y los han brindado en realidad a varios autores. Todos cuantos escribieron también sobre Paracuaria llenaron siempre hojas enteras acerca de las crueldades bárbaras de los Mamelucos, y por más que han dicho, han omitido otro tanto según parece. Pues las expediciones que estos inhumanos realizaron por tantos años, y con tanto empeño de todas sus fuerzas contra los Guaraníes, casi desnudos e inermes, que al acero y el plomo de sus enemigos sólo podían oponer dardos de madera y flechas, pueden ser comparadas tanto por la extensión del tiempo en que perduraron, como también en la cantidad de indios que en ellas/206 perdieron su vida o su libertad, no solo con las guerras más famosas, sino que también les disputan su importancia. Léase lo que las Cartas edificantes y curiosas, en el artículo 25 escriben al respecto:Se afirma, dicen, locual es casi increíble, que los Mamelucos del Brasil en 130 años mataron o llevaron al cautiverio alrededor de dos millones de indios dejando despoblado el país por mas de mil leguas hasta el río Amazonas. Se sabe por cartas auténticas (Son del Rey Católico, del 16 de setiembre de 1639)que en solo cinco años, trescientos mil indios fueron llevados desde Paracuaria al Brasil. Pedro de Avila atestiguó en una carta del 12 de octubre de 1639, que él mismo había visto cómo los habitantes de la localidad de San Pablo vendieron públicamente en la ciudad de Río de Janeiro desde el año 1628 hasta el 1680, en sólo esta ciudad, sesenta mil indios. De ahí puede deducirse fácilmente que en otras localidades del Brasil se han vendido aún muchos miles más de Guaraníes, que los habitantes de Cananea etc. y otros cazadores de hombres cautivaron ávidamente.

Pero esta rapacidad no quedó siempre impune, pues después de haberse repartido fusiles entre los guaraníes, con el consentimiento del Rey, los enemigos fueron combatidos muchas veces, rechazados frecuentemente y en muchas ocasiones gravemente derrotados. Es memorable y casi increíble la victoria que cuatro mil Guaraníes neófitos obtuvieron sobre las numerosas bandas de los ladrones brasileros junto al río Mbororé donde éste desemboca en el Uruguay. Sobre trescientas canoas/207 llegaron navegando, cuatrocientos Paulistas y dos mil setecientos Tupíes salvajes ferocísimos que estaban aliados con los primeros. Los Guaraníes, bajo el mando de su jefe Ignacio Abiazú, marcharon con cinco naves al encuentro de los enemigos y descargaron un cañón contra ellos con tan buen efecto que tres de sus canoas fueron al fondo y un gran número de brasileños fueron, ya muertos, ya heridos.Tras este inopinado saludo, los más saltaron asustados a tierra desde sus embarcaciones, porque dudaron de un feliz éxito de su combate fluvial para atacar los Guaraníes por las espaldas desde una celada. Pero también aquí fueron acometidos esforzadamente desde todas partes. Los más murierony no hubiera escapado ni uno si la noche ya próxima no hubiera puesto fin al combate y a la victoria. Al día siguiente, se persiguieron cual fieras a los fugitivos, por los bosques, de modo que, tras la pérdida de sus embarcaciones, sólo unos pocos llegaron temblorosos y llenos de heridas a su ciudad natal. Los vencedores contaron sólo tres muertos que perdieron al comienzo del combate,y cerca de cuarenta heridos, de manera que atribuyeron más al destino de la Providencia que a sus armas esta ilustre victoria. Este suceso determinó que los paulistas comenzaron a temer los Guaraníes y a deponer sus conceptos despectivos sobre ellos, porque este suceso había resultado sumamente feliz contra toda esperanza, y éstos vinieron a ser más valientes. Por esto la pazy la seguridad quedaron establecidas en las localidades, y el cristianismo pudo extenderse de nuevo después que los Mamelucos, por sus continúas invasiones, no sólo habían perturbado su desarrollo sino llevado casi hasta la ruina./ 208.

 

DE LA SERVIDUMBRE DE LOS INDIOS, YA PROHIBIDA O YA ATEMPERADA POR LA LEGISLACION REAL

 

No se crea que los escritores españoles calumnian a los Brasileros o exageran sus relatos. Hasta el mismo Rey de Portugal, José I. confiesa expresamente en un decreto del seis de julio de 1755, inscripto también en el nuevo código portugués, que muchos millones de Indios perecieron, y que hoy día existen en Brasil sólo unos pocos pueblos,y escasos indios en esas localidades. La causa sería lo siguiente: ellos, en oposición a las leyes portuguesas, habían sido tratados como esclavos. Por lo tanto él declaró libres los Indios, con la orden de poner de nuevo en libertad los Indios cautivos. Ya mucho tiempo antes, otros humanos reyes de España y Portugal habían prohibido en repetidas leyesy bajo amenaza de severas penas, que se raptaran, vendieran o vejaran indios de algún modo. Muchos gobernadores insistieron en la observación de los decretos reales, pero muy raramente consiguieron su propósito. Los innumerables insensibles que sacan provecho de la cautividad india, se preocupan poco de decoro y conciencia. Su único negocio es enriquecerse con la miseria de los indios, con desprecio de las leyes de Dios y del Rey, al cual saben bien distante. Pero su riqueza se diluye como diariamente experimentan, en la misma manera cómo se ganó de modo que los más dejan a sus herederos únicamente la más extrema pobreza. El padre Antonio Vieira, de nuestra sociedad, célebre por la conversión de innumerables salvajes, que por mucho tiempo fue predicador real en Lisboa y editó catorce tomos de sus sermones, describió con colores verdaderos y vivos esa inhumanidad, cuando/209 por haber defendido los Indios en su libertad, fue expulsado de la Provincia de Marañón por sus perseguidores y por esto se quejó ante la Corte en Lisboa. Este sermón de él, pronunciado en el año 1662, se encuentra en el cuarto tomo de sus obras editadas en Lisboa en el año 1685y de cierto, que es digno de ser leído.

Como en el Brasil no se observaban ni los decretos del Rey, los Papas a solicitud de los Reyes, trataron también de contener con amenazas y penalidades la costumbre abominable de cautivar Indios. Pablo III, UrbanoVIII, y especialmente Benedicto XIV, excomulgaron a todos aquellos que esclavizan a los Indios (tales las palabras de la Curia romana), los compran o venden, truecan, regalan, separan de su mujer e hijos, trasladan o envían a otro lugar, les quitan de algún modo su habery bienes, o su libertad, los retienen en la esclavitud o asisten con consejos, y de hecho a los que cometen tales actos, les prestan auxilio o favorecen o declaran permitidos sus delitos, y de este modo lo predican, y en general a todos de cualquier modo cooperan. Esta prohibición castiga a todos los contraventores con la excomunión Latae sententiae (cuya absolución está reservada sólo al pontífice, tras la debida satisfacción). Esto fue dispuesto en bien de todos los indios, no sólo los del Brasil, Paraguay o Río de la Plata sino también de los que viven en las Indias Orientales y Occidentales. Tal es el concepto y en general también el contenido literal de las disposiciones papales. Las cartas de Pablo III/210 dirigidas al Cardenal Tabera arzobispo de Toledo, están fechadas a 28 de mayo 1537. La bula de Urbano VIII del 22 de abril 1639 que comienza con la palabraCommissum, se guarda en su original en el archivo de nuestro ex-colegio de S. Ignacio en Buenos Aires, junto con el escrito del Concejo de Madrid, en el cual se exige el cumplimiento de ella. La bulaInmensae, de Benedicto XIV a los obispos de Brasil y otras provincias portuguesas se encuentra en la colección de bulas de este mismo Papa, tomo I, capítulo 38. Papas y Reyes escribieron también a los Españoles para impedirles, mediante amenazasy consejos, las vejaciones de los Indios, pues también ellos, aunque en menor medida, persiguen a los indios y los emplean como esclavos, en contra de las reales órdenes. Para referir sólo un hecho de este vasto asunto, diré que en Santa Cruz de la Sierra, se celebraba públicamente una venta de indios, donde la madre era vendida con su hijito, cual la oveja, con su cordero. Sus habitantes efectuaban frecuentes cazas a los Indios, mataban algunosy vendían los demás, sea en el terruño, sea enel Perú. Es increíble cómo se empeñaban en perturbar la fundación de reducciones comenzada por el P. José Arce y sus colegas para los Chiquitos y otras naciones, o a lo menos en impedir su progreso en el temor de que escasearían Indios que ellos pudieran cautivar y vender. Este comercio de seres humanos les reportaba anualmente muchos miles de pesos, pero también acobardaba a los indios por completo en aceptar el cristianismo, al ver que su adopcióny la paz con los Españoles, les quitaría su libertad y los tornaría infelices para toda su vida. Al fin,/211 ante las muchas y amargas quejas por parte de nuestros Padres por los obstáculos que los Españoles les causaban para propagar la religión, el virrey del Perú, Príncipe de Santo Bono amenazó en un decreto público a todos estos malvados negociantes de seres humanos con el destierro, la confiscación de sus bienes y la destitución y así exterminó este abominable comercio en el territorio de Santa Cruz. Ojalá él hubiera podido sofrenar también en la ciudad de Quayra o Ciudad Real, (como también se la llamaba) la caza y las vejaciones de los Indios: Pero si grande fue nuestro empeño en buscar los Indios en las selvas inmensas, grande fue también la avaricia de los Españoles que se habían prometido un copioso provecho de la cautividad de los Indios, aunque por lo general se empobrecieron.

Los historiadores españoles deploran unánimemente, y yo lo he visto con mis ojos, cuán inhumanamente fueron tratados los indios en las ciudades paracuarias y obligados a los más duros trabajos por sus amos, (los llamados Encomenderos) en oposición con las leyes españolas. Hartos de esta miseria, los Indios huyeron en todas partes donde podían a sus escondrijos antiguos. Así los Lules, una nación pedestre y numerosa en el Chaco, que en tiempos anteriores fue bautizada por el santo Francisco Solano, se refugiaron en sus antiguas selvas porque habían caído en la dura servidumbre de los habitantes de la ciudad de Esteco y sólo tras muchos años pudieron ser retirados otra vez por nuestro P. Antonio Machoni, un sardo, y trasladados a Valbuena. Costó un trabajo inmenso educarlos otra vez. Hoy en día viven en la localidad S. Esteban, cerca de Miraflores, como la llaman los habitantes (indígenas). Los Calchaquíes,/212 una nación muy belicosa, indignados por la miseria en que padecían como esclavos de los Españoles, huyeron también a su paradero anterior desde donde de tiempo en tiempo invadían a Tucumán y asesinaron muchísimos habitantes. Los vecinos de la ciudad Concepción a orillas del Río Bermejo, fueron asesinados por Indios que su insoportable esclavitud había llevado a esta resolución desesperada. En el lugar donde ha estado la ciudad se ve ahora un denso bosque, y hasta sus escombros se hallan cubiertos por la tierra. El amor a la libertad tan innata en los Indios como en los animales silvestres, los compelió aún a los extremos. Por esto abrigan un horror invencible contra el servicio personal a los Españoles, y por lo tanto también a la religión que les impone el yugo de aquellos y la rehusan con todas sus fuerzas. Por esto, en el siglo pasado, los jesuitas para propagar la religión, trataron de asegurar contra todo atropello la libertad de los indios decretada por los Papas y Reyes, y por ello fueron expulsados, calumniados y vejados frecuentemente, por aquellos a quienes importaba más su propio provecho que el bienestar de la religión y de la monarquía. Las localidades cuyos habitantes se encontraban bajo la dominación privada (de los Encomenderos) ya se han extinguido por completo hace mucho, como ya dije, o han caído en tanta miseria y llegado tan a menos, que hoy semejan más bien la sombra de una reducción, mientras las 32 reducciones de los Guaraníes, las 10 de los Chiquitos y otras menores de diversas naciones, a causa de haber sido declarados sus habitantes súbditos del Rey, han tenido siempre bajo nuestro cuidado un aumento de nuevos moradores y se han conservado en un alto grado de bienestar,/213 como lo han comunicado al rey frecuentes veces los gobernadores y obispos, como testigos oculares. No niego que en todo tiempo ha habido Españoles y Portugueses bien intencionados, que cumplieron fielmente las leyes divinas y reales, y abominaban la impiedad de sus compatriotas contra los Indios. Ellos han contribuido de su parte, a que sus Indios sean protegidos en su libertad y que nuestras santas verdades religiosas sean propagadas. Pero estos probos tuvieron el fastidio de ver que su exiguo número no alcanzaba a oponer diques a la crueldad de la multitud, (pues aún Hércules no puede resistir contra muchos). Sólo carecían de facultades, jamás de buena voluntad. Hasta he conocido Españoles, que debían haberse llamado más bien padres que amos de los Indios. Si al parecer me he extralimitado en esta materia, véanse los historiadores españoles de Paracuaria y entonces se notará que apenas he tratado el tema superficialmente.

 

DE LOS RIOS PRINCIPALES, EL PARANA, EL PARAGUAY Y EL URUGUAY, Y OTROS MENORES, AFLUENTES DE AQUELLOS

 

Sobre los ríos que cruzan la provincia del Chaco me he detenido antes. Aún debo decir muchísimo sobre el Paraná, el principal, que recibe en sí a todos los demás, y no lejos de Buenos Aires obtiene el nombre espléndido, pero vano, de Río de la Plata. La mayor parte de lo que los historiadores cuentan de él,y del origen de su nombre, es falso. Ellos creen que el Río de la Plata recibe la mayor parte de su agua del río Paraguay, pero que éste nace de la Laguna de los Xarayes. Ambas [creencias] son completamente falsas, pues el Río de la Plata en el fondo es el gran Paraná, que acrece por las afluencias del Paraguay, Uruguay y otros más. Dicho río cruza, desde su fuente sumamente distante, cerca del Pacífico, innumerables extensiones de tierra y se llama aún hoy sin variación entre los Guaraníes ribereños, el Paraná. Tal palabra denota algo emparentado con la mar o similar al mar.Para significa en guaraní "multicolor", pero como el mar según diferencia de la luz, de los vientos y olas, luce desde lejos en diversos colores, los Guaraníes le dan el nombre de Para, y más frecuentemente, Paraguazú (algo más multicolor). Como ahora el río Paraná sobrepasa sin comparación a todos los demás a causa de la anchura inaudita de su lecho, como también por el ingente crecimiento de sus aguas,y tiene casi el aspecto de un mar, le brindan el honor de denominarlo pariente del mar, pues la voz aná denota una parentela. En el año 1509 [1516?] Juan Díaz de Solís, en su navegación desde Europa lo descubrió o lo denominó según su nombre, el río Solís. En el año 1527 Sebastián Gaboto y Diego Garzía le dieron el nombre Río de la Plata por haber hallado entre los Indios habitantes a su margen, unas planchas de plata que los Portugueses habían traído desde el Perú y ellos les habían quitado. Los Españoles supusieron en cambio que habían sacado del fondo del río o sus orillas, pero desde tres siglos no se muestra ningún indicio de plata. Así los nombres más significativos son únicamente efectos de vanas creencias y conjeturas. Este río, aunque carente de plata, pero magno (tal vez como se cree generalmente, el más grande del mundo) conserva desde su origen hasta el día de hoy el nombre Paraná, si bien desemboca en él un gran número de ríos grandes y chicos, pero de los cuales ninguno se le iguala. Recién cerca del río Las Conchas o sea a distancia de seis leguas arriba de Buenos Aires, donde se destaca del agua/215 el arrecife (La Punta Gorda) es denominado por los Españoles Río de la Plata, después de haber absorbido poco antes el Uruguay y con éste el Río Negro el lado oriental. Acrecido por tantas aguas allegadas se extiende junto a Las Conchas, casi hasta diez leguas. Desde ahí los barcos que bajan por el Paraguay y el Paraná echan anclas, se descargan y reciben su carga para la vuelta. Es que los barcos de una forma tan pequeña como los que llegan desde Asunción, Corrientes y las localidades guaraníes no pueden atreverse a avanzar sin peligro.

Acerca del origen del Paraná, se discute tanto como sobre la patria de Homero. Todo cuanto se ha escrito al respecto es pura conjetura e hipótesis. Los Españoles que primero quisieron someter el Paraguay, han ascendido por el Paraná o sus márgenes hasta quinientas leguas arriba, pero sin haber llegado a su fuente. Los Indios del Brasil conceptúan la fuente del Paraná, un lago grandísimo, cuyas aguas surgentes se reúnen desde las sierras del Perú. Este es tal vez el Lago Lauricocha que está situado cerca de la ciudad Quanuco, más o menos bajo el 11º grado de latitud. Otros derivan con más verosimilitud el río Amazonas de dicho lago aunque muchos indios indican a éste como fuente inagotable de este río, como también del Paraná. ¿Pero quién puede repetir de los Indios algo cierto? Hay tantos ríos originados en las sierras del Perú, que por diversas curvas y serpenteos se juntan y se entremezclan entre ellos. ¿Quién podría ahora encontrar con seguridad entre este laberinto de ríos al Paraná? Martín del Barco/216 dice en su poema Argentina, que el Paraná nace entre los grados 12 y 18 de latitud. Si fuera así, sus fuentes debían percibirse en la frontera de Bahía de Todos los Santos, capital del Brasil. Pero este escritor yerra muchas veces, como se sabe de cierto; y en general parece haberse preocupado más de sus rimas españolas que de la verdad. Luis de Bougainville en su obra, Voyage autos du monde dice que el Paraná nace cerca del Mar Atlántico de las sierras que desde el Río de Janeiro se elevan hacia el Este/Noreste y de ahí corren hacia el Oeste, pero después hacia el Sur. Yo no me atrevo contradecir a un hombre de tanta autoridad entre los modernos, pero tampoco me atrevo a confiar a ciegas en sus palabras, porque él se ha dejado inducir frecuentemente por relatos ajenos, como se muestra de lo que él ha escrito sobre los Guaraníes y sus localidades. Pues lo que él escribe de la fuente y las curvas del Paraná, no lo ha visto él mismo sino que lo ha oído de otros cuya credibilidad no puedo juzgar. En pocas palabras: no se puede decir nada de cierto. Este príncipe de los ríos puede reputar como un honor el tener tal incertidumbre sobre su origen, ya que ello es común a las más ilustres familias. Lo único que se sabe es que él, con todas sus curvas y vueltas, recorre ochocientas leguas antes de entregar al mar sus aguas en su desembocadura. Durante largo viaje se le agregan innumerables arroyos, y también muchos ríos grandes y él acrece de continuo en su recorrido. ¿Pero quién podrá enumerar todos los ríos que desembocan en él? Recordaré aquí únicamente los más principales y memorables, y en esto/217 seguiré su curso desde las tierras del Noreste.

En la banda de la orilla occidental del Paraná desembocan en él los ríos Ygayry, Ymuncina, Monicy Amamby; el Ygatimy admite naves de tamaño mediano; el Ygurey e Yquairy, el Acaray, un río importante, por lo menos tan grande como el Danubio cerca de Viena, tal vez más grande, pues en la misma ribera he comprobado una hondura de seis brazas fuera de la época de inundaciones. Es extremadamente ancho y se desliza casi insensiblemente. Absorbe también en el curso cerca de treinta ríos más de variada magnitud, los cuales he cruzado muchas veces, y sin duda convendría también a naves mayores, si a éstas no obstaculizaran acá y acullá unos arrecifes cuya destrucción no costaría tanto, y que ya hace tiempo hubieran sido quitados de en medio, si los Españoles comprendieren mejor la utilidad de la navegación. Pues la yerba paracuaria que se junta en gran cantidad en estas selvas adyacentes al río, podría ser conducida sobre él y el Paraná hasta Buenos Aires, con mucho ahorro de tiempo y costos. Pero los habitantes de sus orillas son sordos a todos los argumentos y prefieren vivir pobremente antes que trabajar. Sigue el Monday, que nace en las selvas de Taruma, cerca del pueblo de S. Joaquin donde he vivido muchos años y que por la afluencia de arroyos mayores como ser el Yhû, Tarumay, Yuquiry, Quirahunguay, Cambay, etc. crece de tal modo que se navega sobre él con canoas y aún con botes mayores. En tiempos pasados los Mamelucos, tras haber atravesado el Paraná, han invadido por el Monday hasta nuestros Guaraníes de la localidad Jesús, que entonces estaba fundada a orillas del cercano Ybaroty/ y los mataron o cautivaron. El Caapivary y el Aguapey son angostos, hondos y muy peligrosos a los nadadores a causa de los animales acuáticos. El Yaquarô, una especie de tigre lacustre, arrastra muchas veces los caballos y mulares que nadan. Finalmente, está también el Atingy. Todos estos ríos enumerados pertenecen a la clase de los menores o los ríos insignificantes. Pero en cuanto se ha pasado el grado 27, con 48 minutos de latitud, y 318' 57" de longitud, y se ha llegado al contorno de Corrientes, deténgase uno y mire atentamente en su derredor. Ahí se observará como el magno Paraguay, acrecido por una gran cantidad de ríos absorbidos durante su curso, llega a ser presa del Paraná, de tamaño mayor y pierde su nombre.

El inmenso volumen de agua, por la confluencia de tantas corrientes de pronto se vuelve en un lecho común, y ya no se denomina por nadie Paraguay, sino tanto por los indios como por los españoles Paraná, pues contribuye con mayor cantidad de agua que el otro. En la misma corriente, el Paraná y el Paraguay corren a la par sin mezclarse como si las límpidas olas del primero rehusaran las aguas barrosas del otro. Las aguas de ambos ríos corren así separadas por lo menos tres leguas, y se diferencian en color y sabor como se puede discernir por los ojos y por el paladar. Pero cuán contagioso es el ejemplo de los camaradas. Poco antes el Paraná corría hacia el Oeste, pero en cuanto se une con el Paraguay, cambia de ruta y corre presuroso hacia la madre de los ríos, la mar. En el pueblo de S. Fernando y S. Francisco Regis, fundado para los abipones Yaaucanigis/219 he observado al oeste del Paraná o sea frente a la ciudad de Corrientes, un canal muy largo, ancho y hondo y tras haber observado bien todo, se me ocurrió que en época anterior el Paraguay, bien sea solo o unido con el Paraná, habría corrido hacia el Oeste pero por la arena amontonada por una inundación extraordinaria fue impedido su curso y se ha abierto un nuevo camino. Esta idea puede considerarse como una mera hipótesis pero a mi me parecerá siempre probable. En el territorio de Santiago del Estero, tanto el Río Dulce como el Río Salado, se han abierto de este modo un lecho nuevo. Yo he visto su antiguo cauceen muchas ocasiones. En la ciudad de Santiago edificó S. Francisco Solano en tiempo pasados, para sus cofrades [los franciscanos] junto con una casa - habitación, una magnífica iglesia, de modo que las puertas estaban dirigidas no hacia la ciudad sino hacia la campaña. Como los suyos le manifestaron su descontento por ello, el santo arquitecto, famoso por sus vaticinios les contestó que esperaran un poco, que sus deseos se cumplirían alguna vez. Algunos años después, el río Dulce, que pasa cerca de la ciudad cambió su curso. Por este motivo, la ciudad tuvo que trasladarse,y ello de modo que la puerta de la iglesia quedó mirando, y aún mira, en dirección a la plaza. El suceso respondió al vaticinio, tal como me lo contaron sus habitantes españoles cuando estuve allí. Pero debemos volver a nuestro Paraná.

Su ribera oriental es abrupta y pedregosa en su mayor parte; la occidental en cambio, es baja y barrienta y, por lo tanto, tan expuesta a las inundaciones que/220 la campaña y la selva quedan inundadas por todas partes, y solo pueden ser cruzadas a nado o navegando, pero ni a pie ni a caballo. Toda la provincia al occidente del Paraná abunda en diversos árboles para construcción de carros y naves, en tierras de pastoreo y en campos, en parte llanos, en parte suavemente elevados. A pesar de todo esto, apenas se encontrará allí un lugar donde podrían habitar gentes o edificarse pueblos estables, porque de pronto hay demasiada agua, y otras veces, ninguna, o lo que es lo mismo, salada o amarga. Si en la costa del Paraná se fundara una reducción, quedaría anegada en la próxima inundación, que a veces se extiende por dos leguas. Empero si se la alejara a dos o tres leguas de la ribera, el ganado y la gente tendrían que morir de sed, pues los otros ríos, que todos afluyen al Paraná, son de tal condición que bajo una lluvia continua, crecen y mudan en un pantano todo el contorno y cuando no llueve, se secan y llevan agua que ni el ganado puede beberla. Por esta cansa, en las reducciones de los Abipones, como ser S. Jerónimo, S. Fernando, S. Carlos, a pesar de tener cerca los ríos, teníamos que beber agua estancada, podrida, barrienta, tibia o plagada de gusanos, es decir, de una laguna a la cual se arreaban caballos, vacunos, perros u ovejas y que por esto la ensuciaban frecuentemente. Durante seis años debí apagar mi sed con ella. Los pozos que ellos cavaban con indecible trabajo, se caíanen seguida bajo una lluvia sobrevenida, porque no se le puede afirmar con pared alguna, porque allá no hay piedras./221 Ríos menos conocidosy de duración incierta que desembocan en el Paraná ya unido con el Paraguay son: El Río Negro, Verde, Blanco, Rubio (schwarzer, grüner, weisser, roter Fluss) el río de Gómez, el Atopehenra lanaté, o sea asilo de los carpinchos; el Alcaray, Cayman, Embalzado; el río del Rey, entre los abipones llamado Ychimaye; el Malabrigo, en abipón Neboquelatél; el Eleyá, Saladillo, Inespin, llamado por los abipones Narahaquem; el río San Martín, Salado y Carcaranal, el Tortugas, Matanza, de los Arrecifes, Areco, Luján, De las Conchas. Hemos llegado finalmente al puerto donde los barcos llegados desde Paracuaria septentrional y oriental permanecen para sustraerse a todo peligro.

Es aquí donde el Paraná acrecido ahora inmensurablemente por la afluencia de tantos ríos, como ser del Uruguay inmenso y del Río Negro igualmente muy grande se torna en un verdadero mar. Pero ahí justamente donde el Paraná muestra ser un pariente del mar se desprende de su nombre llevado hasta entonces y acepta en cambio, el de Río de la Plata. ¿Y porqué? ¿Acaso guarda plata en su seno o en sus orillas? Ni una hojita, absolutamente nada, excepto barro. Pero al Paraná puede denominárselo Río de la Plata a causa de la plata del Perú, perdida en barcos hundidos en su seno, de igual modo que la devastación del Africa originó para Escipión el sobrenombre de Africano. A pesar de su anchurade diez leguas, absorbe, no contento con su magnitud, otros cinco ríos menores afluentes del oeste. El más memorable entre ellos es el que los españoles llaman el Riachuelo, pues crece con el diario flujo y reflujo del mar y ofrece a los barcos menores/222 (llamados lanchas) un seguro surgidero, abriéndoles camino hacia la ribera. Estas lanchas se usan muchísimo en este río.

Ríos más conocidos que desembocan desde el Este al Paraná son, empezando desde el Norte, Anemby, Paraná pané, Quibay. El Yquazu, es proveniente del Brasil, de donde en tiempos pasados han venido los Mamelucos con la intención de cautivar los Guaraníes. Este río no es de volumen desdeñable, y soporta también embarcaciones mayores. A cuatro leguas de la orilla del Paraná se ve una catarata, por donde se precipita desde una altura de treinta varas, por escalones, con un formidable ruido y donde a la vez rebota tanta agua que en este sitio vuela de continuo un vapor espumoso cual una nube y que se apercibe desde cuatro leguas. Dicen que en su cercanía no permanecen los peces a causa del terrible estrépito. Como los barcos no pueden subir de ningún modo por esta catarata (que los Españoles llamansalto, los Guaraníes en cambio Ytú, agua que corre sobre rocas), los navegantes tienen que desembarcary arrastrar a menos el bote por un trecho. A tres leguas de la catarata el río tiene aún una anchura de una legua. De ahí que de deducirse que él lleva con razón el nombre Yquazu, gran río, el Ybirayty. El Yabebiry que pasa por las localidades S. Ignacio miri y Loreto y que es muy angosto, pero muy hondo; los ríos S. Lorenzo, (9e) S. Ambrosio, Río de los Astores,y S. Lucía. Los payaquás, cruelísimos piratas, invadieron muchas veces desde este último las estancias de los españoles y asesinaron a sus habitantes. El río Corrientes es de los de mediano caudal. Nace en la laguna Yberá, antiguamente llamada de los Caracarás, y se supone que tiene alrededor de cuarenta leguas de largo,/223 pero una anchura escasa y desigual. Las muchas islas de esta laguna sirven ahora de paradero a los Indios huidos de las localidades. En el siglo anterior dicen han habitado allá los Caracarás, una nación guerrera, que a los Españoles ha causado daños extraordinariamente grandes. Estos últimos no pudieron vencerlos por mucho tiempo hasta que finalmente fueron atacados por una tropa de Guaraníes por orden y bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, Juan de Garay y tras una defensa pertinaz, porque se defendieron isla por isla, fueron derrotados felizmente, de modo que casi todos fueron o muertos o cautivados. No se puede determinar si esta victoria ha sido más gloriosa para los Guaraníes o más útil para los Españoles. Los restantes ríos que aquí se unen con el Paraná, se llaman Quanquilaró, Espinosa, Alcaraz, Hernand Arias, Pardia, río de los Charrúas y Pacú. Todos éstos significan muy poco. Pero pasemos a algo más importante.

Hemos mencionado el sitio donde el Uruguay, un río de primera magnitud, desemboca en él. Tienen su nombre de los caracoles, que más grandes que un puño, son asados por los Indios en la concha y se comen. Según indica Bougainville, él nace en la sierra del Brasil, entre los grados 25 y 26 de latitud en la Capitanía S. Vicente y corre por alrededor doscientas leguas. Los numerosos peñascos de los cuales está como sembrado, y las cataratas, impiden la navegación y la hacen peligrosa aún para los botes. La catarata más grande se extiende cerca de la localidad guaraní Yapeyú, sobre todo el río, de modo que aún las barcas que llegan desde Buenos Aires no pueden cruzar/224 sino que deben ser transportadas a espaldas por los navegantes. Con esta ocasión vamos a describir una embarcación en uso entre los Indios uruguayenses, que en español se llama balsa, pues ellos unen dos canoas grandes, a veces de un largo de setenta pies, ligadas fuertemente entre si mediante unos travesaños, y sobre ellas tejen con cañas una especie de piso, sobre cuyo centro aseguran una casilla igualmente hecha de cañas y cubierta con cueros vacunos. Esta embarcación no es movida a vela, sino por remos tanto río arriba como abajo, con mayor seguridad que velocidad, por lo cual necesita una gran cantidad de remeros para su tripulación. En el río hay dispersas unas islas donde se encuentran abundantes palmeros, limoneros y durazneros, en fin árboles de todas clases, pero también tigres, víboras y otros animales feroces junto con caza montesa. Los inmensos peñascos de que se compone aquella catarata, fueron hechos saltar al aire en tiempos anteriores mediante la pólvora, pero como los pedazos cortados cayeron otra vez al río, cerraron por completo el paso a los barcos. Tales remedios son a veces peores que el mismo mal.

Entre los ríos que el Uruguay absorbe en el lado occidental, son los mas notables el Yapucá, el Piquiry o Pepiry, conocido por las controversias de límites entre Españoles y Portugueses, el Quanumbacá y Acaraná; el Mborore, célebre entre los guaraníes por su victoria sobre los mamelucos (antes referida), como lo fueron el lago Trasimeno y el río Trebia por las derrotas que Aníbal infligió a los romanos, si es permitido explicar sucesos pequeños mediante ejemplos magnos. Luego el Aquapey, y el Miriñay, que surge de la laguna Yberá. Aquí debo criticar un/225 error que se ha deslizado en la traducción alemana de 1768 de la historia del P. Javier de Charlevoix. Ahí se dice equivocadamente que el río Miriñay se unía con el Paraguayy el río Corrientes con el Uruguay, pues éste desemboca directamente en el Paraná y aquel en el Uruguay. Al respecto apelo al testimonio de mis propios ojos pues yo mismo he recorrido las orillas de estos ríos. Al fin también el Vacaretá. Timboy, Gualeguay, Río de los Topes y Yacuary Guazú. Todos estos ríos absorben en su camino otros menores. En el lado oriental desembocan el Uruguay Miri, Uruguay Pitá o sea el Uruguay Chico y el rojo. El Yribotá, río San Juan, Ñucorá, Yaguarapé, Yyuy, Piratiny, Ycabaqua, Mbutuy, el Toropy, ya unido con el Ybucuy, y famoso con las discusiones de límites entre españoles y portugueses; el Quaray, el Tebicuary, el Leghigusna, llamado así por el panal de miel que las abejas fabrican sobre las puntas de pequeños arbustos o de altas hierbas, y el Río S. Salvador; cerca de éste, el Río Negro, célebre por la bondad y cantidad de sus aguas, desemboca en el Uruguay, que poco después halla su sepultura en el Paraná cerca del gran arrecife (La Punta Gorda). De la multitud de los ríos unidos con el Uruguay dedúzcase la magnitud de éste. Se asegura allá unánimemente, y lo sé por propia experiencia, que el agua del Uruguay es muy sana. Por más de un año tuve asco a toda comida y pasaba sin dormir hasta quedar descarnado. Por esto fui trasladado desde las reducciones de los Abipones donde se padecen tantas calamidades, a las localidades guaraníes, pero a pesar de haber vivido una temporada en varias de las situadas en la costa del Paraná,/226 no me sentí aliviado. Pero apenas me hallé por unas semanas en la localidad de Sta. María la Mayor en la costa del Uruguay, cuando sané por completo. El hecho que los muchachos cantores en las reducciones en la costa Uruguay tengan una voz tan excelente, lo atribuyen algunos a su agua que contribuye muchísimo a purificar el pecho y la garganta. Es también muy rico en peces, y éstos se hallan no solo en cantidad innumerable, sino que son a la vez grandes y sabrosos. Muchos quieren haber visto en el Uruguay unos monstruos marinos de un aspecto terrible. ¡Yo no puedo ni afirmarlo ni negarlo!, porque si bien he navegado por él, no lo he recorrido totalmente como otros viajeros.

Desde largo rato atrás sospecho que estas malsonantes denominaciones fluviales aturdirán y fatigarán a mis lectores. Pero para darles un concepto cabal de la magnitud del Paraná tuve que enumerar en su orden todos los ríos con cuyas aguas, él se enriquece. El mayor aplauso, a lo menos en tiempos de guerra, obtienen aquellos geógrafos que anotan en sus cartas no solo las ciudades y localidades sino también las aldeas y aislados castillos, porque por ellos se puede deducir la extensión de la provincia y el grado de su cultura. Muchos lectores quieran dispensarme su paciencia aún un rato pues forzosamente debo describir al Paraguay por principal contribuyente a las aguas del Paraná. La palabraParaguay denota en guaraní un río coronado o de coronas.Pará significa, como he dicho, algo multicolor,Qua un círculo y de ahíParaquá, una corona de multicolores plumas de papagayos, como era usual entre los habitantes de este río. Otros deducen el origen de este nombre de la variedad de flores de las cuales las orillas de este río se hallan sembradas por todas partes. A esto agrego aún la opinión mas reciente, de que este río sería llamado círculo o corona, a causa de que, de continuo da curvasy vueltas y por ellas forma con las orillas unos círculos. Ya que se arme sobre el origen del nombre tan gran discusión (a mi parecer es la discusión sobre la lana del chivo y la sombra del asno), la del origen del río es aún mucho mayor. A su respecto aparecen en las historias una multitud de opinionesy conjeturas, de las cuales ni acepto ni desecho ninguna, porque nos faltan los fundamentos que podrían darnos sobre ellas alguna solución. Hoy día solo es lo cierto que yerran todos aquellos que dan al río un origen desde la laguna de los Xarayes. Este error antiguo y general (con permiso del señor Bougainville) no ha sido llevado de ningún modo a Europa por geógrafos jesuitas, sino por los primeros Españoles que han conquistado el Paraguay. Su origen ha sido hallado en nuestra época. Ahora se sabe que los Españoles que más tarde navegaron por este río, han llegado aún a sesenta leguas más arriba de la mencionada Laguna. De ahí resulta que el origen del Paraguay debe buscarse en regiones más lejanas, hacia el Este o el Norte. Algunos creen hoy haberlo hallado en el decantado lago del Dorado. Bougainville estableció la fuente originaria del Paraguay entre los grados 16 y 15 de latitudcasi en una distancia igual del mar del Sur y del Norte en las mismas sierras de donde sale el río Madera, que se une finalmente con el Amazonas. Dejo a los Portugueses que han estado bajo esta altura del polo que comprueben la suposición del francés. Sea como fuere queda bien establecido que el Paraguay no nace en la laguna de los Xarayes y que esta laguna solo existe sobre los mapas, pues la reunión de aguas que a veces se ve allá,/228 no es la madre, sino la hija del Paraguay. Esto lo afirmo sin titubeo y para ello me baso en la autoridad histórica del P. José Sanchez Labrador, él que como dije antes, con sus indios los Mbayas, los cuales él instruía en la localidad de Belen ha viajado por las costas del Paraguay muchas veces y sobre él ha hallado en el año 1767 el camino tantas veces buscado vanamente a los Chiquitos. Por éste mismo ha vuelto a llegar con felicidad a 27 septiembre en Belen, después de haber observado prolijamente todo. La localidad Xavier de los Chiquitos está situada como la más norteña y como Sanchez ha anotado bajo el grado 16 de latitud y 313 grados de longitud. La localidad del Corazón de Jesús está situada bajo el 19 grado de latitud y 319 grado de longitud, por lo tanto la más cercana del río Paraguay y, a solo 190 leguas de Asunción. Escuchen ahora los geógrafos de qué modo se expresa Sanchez acerca del imaginario lago de los Xarayes y la inventada isla de los Orejones en sus comentarios sobre el Paraguay. El Paraguay – dice – corre reunido en un lecho por un trecho desde el Norte, luego se divide en tres brazos de los cuales uno se llama Paraguay mini por los indios, esto denota el Paraguay chico, y el segundo el Paraguay guazú, el Paraguay grande. En las habituales inundaciones, estos tres brazos crecen a una altura increíble y cuando rebalsan de sus orillas, inundan la tierra llana hasta en una extensión de doscientas leguas. Como esta salida de lecho ocurre con frecuencia, los Europeos recién venidos suponen en estas aguas una laguna en cuyo centro colocan la imaginaria isla de los Orejones y a la cual atribuyen un largo de treinta leguas y una anchura de diez pues/229 tanto espacio inunda el Paraguay desbordado. Los primeros Españoles llamaron a este paraje la isla del Paraíso, porque después de tantas fatigas pudieron descansar ahí un poco. Este está situado entre los grados 15 y 18 y por lo tanto en la zona tórrida.¿Qué contesta ahora a este Boungainville que coloca el origen del Paraguay entre los grados 15 y 16 de latitud Sur? Los Portugueses que viven en Cuyabá y en Matto Grosso, por lo tanto en esa región, saben tan poco de esta isla como los bárbaros indígenas y los Españoles más tarde llegados ahí. Así razona Sanchez que ha recorrido más que cualquier otro estas discutidas tierras y por ello debe merecer fe cuando él niega rotundamente la existencia de la laguna Xarayes. Los Europeos se equivocan muchísimas veces cuando realizan un viaje por la América ignota. Frecuentemente conceptúan el agua reunida durante los meses de lluvia como un río o un lago cuando en realidad proviene solo de lluvias precedentes o de la nieve derretida en la sierra peruana o de las inundaciones ilimitadas causadas por ellos. Muchos que han escrito acerca del Mar magallánico sostienen audazmente que a la bahía de San Julián desemboca un río extremadamente grande que nacía de un lago igualmente inmenso del cual saldría otro río llamado Campana. Todo esto se afirma en el diario del almirante Amson. Los Españoles que, como he dicho antes, fueron enviados por orden de Felipe V, en el año 1746, sobre la nave S. Antonio a estudiar las costas magallánicas, han tenido a la vista la bahía de S. Julián por muchos días por tierra y desde la nave. También han recorrido toda la región sin descubrir algo de un río. Segúnsu testimonio unánime/230 esta bahía no tiene agua dulce en los meses de verano, mientras los lagos y fuentes en que se encuentra agua potable distan cuatro leguas de ahí. En ciertas épocas se precipitan súbitamente al mar unos arroyos nacidos de la nieve derretida. Los marinos han visto tal vez desde lejos tales arroyos y los han supuesto ríos cabales y permanentes.

Los ríos más grandes que llevan su agua al Paraguay vienen desde el Oeste, como ser el Jaurú bajo 16 grados 29 minutos de latitud sur, y a 320 grados, 10 minutos de longitud calculado desde la isla Ferro; al Mandiy, debajo del anterior, donde es imaginado [estar] el Lago Xarayes. El río Verde, el Yabebiry, el Pilcomayo que, como he dicho antes, corre en dos brazos algunas leguas distantes entre sí hacia el Paraguay, el Timbó, bastante grande, que nace de dos menores en el lugar que se denomina la herradura y cuya dirección es diametralmente opuesta a la del río Tebicuary, que corre por el lado oriental al Paraguay. Ahí está la reducción San Carlos que yo he fundado para los Abipones. De esto más adelante diré algo más. El Paraguay, antes de unirse con el Paraná, absorbe aún el Río Grande o Vermejo (grosser oder roter Fluss). Por el lado Este, empezando desde el Norte, desembocan en el Paraguay el río de los Porrudos al que primero se ha agregado el río Cuyabá, (nombre de una localidad portuguesa) y con éste los ríos Cuchipó guazú y Cuchipó miri, como también el río Manso; el río Taquary, que entra al Paraguay por tres desembocaduras que forman tres islas entre ellas, después de haberse unido primero con el río Camapuá./231 Sobre estos y otros ríos navegan los Portugueses con sus botes a sus colonias Cuyabá, y Mattogrosso donde juntan arena aurífera de sus arroyos ganando tanto con ello que su fatiga no debe pesarles. En Camapuá, lugar intermedio, se estableció Andrés Alvarez, un portugués, con muchos negros [esclavos] y provee a sus compatriotas pasajeros con comestibles de sus campos, con carros y todo cuanto necesitan. Este viaje de los Portugueses es fatigoso y peligroso, porque deben cruzar grandes soledades de tierra y por agua, y sobre diversos ríos. Los Españoles más amantes del sosiego, no les envidian el escaso oro que deben adquirir con tanto peligro de cuerpo y vida y tanta fatiga. Los ríos restantes se llaman el Mbotetey en el dominio de los Ytatinquas, guaraníes, para los cuales nuestros Padres en tiempos pasados han fundado dos reducciones; el Ygarype, cl Mboymboy, el Tareyty, el Guaycuruy, en cuyas costas los Quaycurús que se denominan Mbayas, después de haber cruzado el Paraná [Paraguay], se han establecido y donde están todavía; el río Corrientes notable a causa de los límites en controversia entre Españoles y Portugueses y otras historietas y fábulas; el Mbaery, el Ypanequazú, antes Quarambaré, el Yeyuy que tiene suficiente agua aún para embarcaciones mayores, salvo que no lloviera por mucho tiempo, pero que en su curso es detenido por los muchos arrecifes situados en su lecho. En este río desembocan muchos ríos menores, entre los cuales el Caapivary es el más importante y que se reúne con él a más o menos veinte leguas de su entrada al Paraguay. Junto al Yeyuy y Caapivary hay selvas inmensas, que con justicia pueden llamarse el vivero de la yerba paraguaya. Una gran parte de ésta es llevada por los habitantes de la localidad Curuquati/232 y parte sobre garandumbas a Asunción. Una garandumba es una canoa grandey hecha de un solo árbol ahuecado, en cuyos costados se agregan aún unas tablas para ensancharla. Además corren al Paraguay los ríos: Tobaty, Caañabe, Tebiquary que soportan embarcaciones medianas.

Por la unión con tantos y tan grandes ríos, el Paraguay llega a tal magnitud que los Españoles pudieron navegar hasta Asunción y aún más adelante sobre los mismos barcos con los cuales zarparon desde Cádiz y cruzaron el océano. Hoy en día nadie se atreve a ello por temor a un naufragio. El río se ensancha tanto, que frecuentemente no se ven las orillas como si se navegara en alta mar. También está cortado por muchas islas y es muy peligroso a los buques a causa de sus muchos peñascos, bancos de arena y raíces. Sería un imperdonable descuido el navegar sobre él sin un marino conocedor del río o [sea] un práctico. Este hombre se hace pagar bien. Navega en una canoa delante del barco y mide de continuo la profundidad del agua mediante una sonda. En la noche hay que anclar en un sitio seguro. Cuando se acerca una tormenta se acude con ansiedad a un puerto. Pero frecuentemente el barco a pesar de todas las disposiciones queda varado sobre un banco de arena o en un vado (hablo por experiencia propia). Los marineros deben moverlo entonces con sus brazos a transbordar una gran parte de la mercadería en un bote. Pues para lucrar más los cargan de tal manera que el barco apenas sobresale del agua dos palmas. En cuanto se levanta una tempestad penetra en seguida el agua al barco. Tal es la causa por la cual tantos han naufragado. Su avaricia hace que pierdan todo por querer ganar mucho. El Paraguay tiene mala fama también por dos remolinos. El Remolino Chico y el Remolino Grande, como los llaman los Españoles, son dos parajes donde el agua aún sin viento gira en círculo y en cuyo centro se abre una vorágine que a todo cuanto llega cerca de él, arrastra y traga. Sin embargo, con un poco de cuidado, se pasa sin peligro delante de él. Más peligrosos son los sitios donde el río se precipita impetuoso cual rayo y echa los barcos sobre rocas o bancos de arena. Sin velas, no se puede avanzar con simples remos contra la tormenta. De ahí puede comprenderse fácilmente que la navegación sobre este río se halla ligada siempre con peligros y temores. He pasado casi diez meses sobre el mar y he realizado muchos y largos viajes sobre el Paraguay, pero debo confesar que he temido más allí, que en el océano. Lo mismo me confesó en Corrientes un inglés, un hombre excelente, que había pasado la mayor parte de su vida en viajes marítimos. No niego que el viaje por mar está unido con mil peligros, pero sobre las naves del mar se tiene sin discusión mayores y más seguros medios para evitar o vencer los peligros del mar, como ser el tamaño y la firmeza del barco, la experiencia de los jefes, la habilidad y prontitud de los marineros, todo lo cual se echa de menos en los barcos paracuarios. Cuando amenaza una tempestad con un inminente naufragio, no se oye, ni se ve fuera de la gritería de los marineros, aún más terrible que la misma tempestad,y el inútil correr de un lado al otro, nada que contribuya en algo para sortear el peligro./234 Mientras consultan entre ellos, lo que se debe hacer, el barco naufraga.

 

DE LA TERRIBLE CATARATA DEL PARANA Y DE OTRA MENOR

 

Cuando se sabe que el río Paraná, se compone de tantos y tan grandes ríos, se podrá formar sin duda un concepto de su anchura. Ahora quiero referir lo principal de sus condiciones memorables. Pero ante todo debo mencionar la catarata, o sea la caída extraordinaria del Paraná, que los españoles llaman el Salto Grande y que ocurre bajo el 24º grado de latitud y375 de longitud en la región de la ciudad hoy destruida de Quayrá. Plinio ha escrito mucho sobre la caída del Nilo y Pomponio Mela de la caída del Araxis, pero ninguna de estas dos se iguala ni de lejos a la del Paraná. Yo mismo no lo he visto jamás. Por lo tanto para describir esta maravilla de la naturaleza me sirvo de las palabras del P. Jacobo Ranconier, un belga, que en el año 1626 la ha descripto lo más ampliamente en nombre del P. Nicolás Duran, nuestro Provincial entonces en el Paraguay, en las relaciones anuales a Roma. Este había visto personalmente la catarata del Paraná, cuando en virtud de su cargo visitó las nuevas reducciones de los guaraníes en la provincia del Guayra; por lo tanto puedo fiarme de sus palabras tan bien como de mis ojos.Este caída – dice él –es lo mas maravilloso que existe en esta provincia y yo no sé si en todo el orbe hay algo que merezca ser más admirado. Yo he investigado este asunto con mis ojos ycomo un indagador ansioso de saber la verdad. Con el ímpetu más violento el río se precipita desde la sierra rocosa más alta en un declive por doce leguas ycontra las puntas de unos peñascos grandísimosyde aspecto horripilante,/235por los cuales el agua rebota luego hasta una altura extraordinaria de manera que la masa de le corriente se parte contra las rocas abruptasyrecién después de varios atajos reúne de nuevo su agua repartida que ínterin gira en estupendos remolinos. En otros sitios el agua misma salta pera dentro de las rocas, excava los mayores trozos de ellasypor un rato escapa a la vista hasta que vuelve a surgir como de fuentes diversas. Pues la violencia de las aguas en su precipitación es tanta, que en todo este curso por doce leguas no semás que espuma la que por el reflejo de los rayos solares enceguece los ojos del espectador. El estrépito del agua que se precipita y choca contra la roca se oye bien hasta a cuatro leguas. Después de este camino rocoso el agua parece querer descansar al pie de la roca sobre el suelo blando, pues de día queda casi estancada ahí, pero a casi todas las horas se oye un fuerte rumor cuya causa se ignora mientras a la vez el agua resalta por varias varas de alto. Todo esto lo he mirado muy atentamenteyobservado detenidamente. Hay allí también peces de un tamaño increíble y el P. Antonio (Ruiz de Montoya, entonces misionero en el Quayra) me aseguró que él había visto un pez que en tamaño no cedía a un bueyy nadaba solo con medio cuerpo en el río. A nadie debe parecer inverosímil esto. Hasta se me escribió, después que hube visitado las reducciones (se comprende con esto las nuevas colonias indias), que un indio ha sido tragado por semejante pez de río y luego ha sido vomitado entero a la costa. Así hemos recorrido de e pie nuestras doce leguas, pero éstas eran muchas más, a causa de las diversas vueltas ycurvas /236 de la sierra. Extremadamente fatigados pasamos seis días enteros para trepar a la sierra yel sudor nos corría por todo el cuerpo. (El Provincial, P. Durán era ya de edad avanzada entonces). En el áspero camino encontramos en todas partes rocas abruptasyempinadas, torrentes yabras arenosas. En ningún país del mundo quemaría tan insufrible el sol si aquí unos arroyuelos, yla sombra abundantes árboles no amortiguaran su calor. Pero lo más incómodo nos parecía ser la misma angostura del camino que de continuo seguía entre gruesos árboles ysetos espinosos. Hemos hecho este viaje al comienzo de la primavera, éso es en octubre. Después al sexto día de haber cruzado la sierra, nos embarcamos sobre el Paraná. Esto es la relación exacta de un hombre sencillo ysincero. La he extractado de las letras anuas de la Provincia. Paracuaria S. I. de los años 1626 y 27 editadas en Amberes en 1636.

Entre la localidad guaraní La Candelaria y la ciudad de Corrientes se ve en la región de Mbaequá donde hay tantos campos de pastoreo, otra pequeña catarata con peñascos prominentes, por donde no debe atreverse ningún barco, salvo que el río por lluvia continuada o inundaciones anuales crezca de tal modo que pase por sobre los peñascos. Esta misma roca corre por debajo de tierra por muchas leguas y generalmente se cree ser la misma que forma la gran catarata del Paraná y la del Uruguay cerca de Yapeyú como ya he dicho. No dudo que en el Paraná, en su larga ruta, debe haber remolinos y vorágines escondidos y me baso en un accidente que ha ocurrido en mi tiempo cuando yo me encontraba en Loreto./237

En el año 1756 un grupo de Guaraníes de la cercana localidad de S. Ignacio navegó en canoas el Paraná río arriba, para preparar yerba paraguaya en los bosques lejanos. A pocas leguas arriba de la localidad Corpus Cristi, se ahogaron todos menos uno que nos trajo la triste noticia. A medio día dijo él remaban impertérritos con tambores y pífanos en sus dos canoas. El cielo estaba sereno, el aire tranquilo, el río quietoy nadie se imaginaba desgracia alguna cuando de pronto la proa de la embarcación se levantó en alto cual una columna y la popa se hundía. Como la embarcación volvió luegoa su posición natural, se tranquilizaron de nuevo. Mas esto duró solo un instante, pues al corto tiempo después la proa fue levantada de nuevo como una fuerza oculta y la embarcación fue arrastrada a la profundidad con cuantos había en ella, de modo que no quedó ningún vestigio ni de ella ni de éstos. Solo uno escapó a nado, como ya he dicho, es decir aquel que trajo la noticia de la triste suerte de sus compañeros. Nadie pudo con seguridad indicar la verdadera causa de este accidente desgraciado, pero todos creíamos que algún remolino oculto hasta ahora y no reconocido, debía haber sido el causante. En los grandes ríos y en alta mar se descubren aún en día lugares peligrosos que durante muchos siglos han permanecido ignotos a los navegantes. Muchas veces, uno perece en el peligro por no evitarlo, y uno no lo evita porque no se conoce desde antes. Solo el descubrimiento forma precavidos.

 

DEL NACIMIENTO DE NUEVAS ISLAS Y DE LA DESTRUCCION DE OTRAS. DE LAS ISLAS FLOTANTES

 

En el Paraná hay innumerables islas de diversa extensión Este río destruye las antiguas y/238 crea nuevas. En mis viajes he observado frecuentemente, su nacimiento y su destrucción. Durante las inundaciones anuales, el inmenso ímpetu del agua acumula montañas enteras de arena a las cuales el viento lleva diversas semillas, ante todo de sauces que en seguida arraigan sobre el blando suelo arenoso y que por la humedad abundante crecen con prontitud. Al poco tiempo se van las islas pobladas de sauces y otros árboles, cubiertas por un gramillar y habitada por aves, animales cuadrúpedos y anfibios. Otras islas entre tanto son poco a poco destruidas por la fuerza de las aguas. Vimos hundirse algunas, otras oscilar cual un barco y flotar bajo el viento y entre las olas hasta que, comidas por el agua, se despedazany son tragadas por las olas. El P. Francisco Burges, en tiempos pasados mi compañero en el pueblo de S. Javier de Mocobíes que al comienzo fue fundada junto a un brazo del Paraná, ha observado semejante isla flotante por un tiempo. Cuando cambiaba el viento, cambiaba ella también su posición, de modo que de pronto se le mostraba por delante, de pronto desde un lado hasta que al final, casi como minado por el agua se hundió en el río. Islas más conocidas son Martín García, Las dos Hermanas, San Gabriel, La Isla de Flores. Ella lleva este nombre no por las flores, como dice cierto escritor pues ella consiste sólo en una roca, sino porque ha sido descubierta en el día de Navidad, que los Españoles llaman la Pascua Florida. Finalmente también la Isla de Lobos, de los cuales hay allí una gran cantidad.

 

DE LAS DOS INUNDACIONES ANUALES

 

El Paraná se desborda anualmente dos veces. La inundación de verano, que es también la mayor, comienza en diciembre, dura/239 todo enero y termina recién a fin de febrero. La otra y menor ocurre en el invierno, a mitad de Junio y dura alrededor de treinta días. En ambas inundaciones todas las islas de las cuales algunas tienen una longitud de tres millas quedan inundadas, de tal modo que solo se ven surgir las copas de los árboles más altos.

En esta época los tigres y ciervos, que semejan a los nuestros y de los cuales hay allá una cantidad inmensa, salen a la costa. Donde el río no está contenido por altas riberas desborda y se expande por muchas leguas. Yo recuerdo haber navegado en una ocasión en una embarcación de remos y velas cerca de la localidad de S. Fernando, donde generalmente yo solía cabalgar a riendas sueltas. En una palabra el prado se había vuelto un mar. De la abundanciay bondad de los peces existentes se dirá lo pertinente en su lugar. Los árboles que caen al Paraná, se petrifican en muchas ocasiones. Lo mismo se observa también en otros lugares del Paraguay. Yo he visto frecuentemente madera blanda y dura, cuernos, huesos, vacunos y cañas fuertes mudarse en piedras, muchas veces en sílice y también en mármol, pero especialmente en las tierras de Urucutiy cerca de la localidad de S. Joaquín. El Paraná lleva agua barrienta que, asentada en un cántaro, da una bebida muy sana, pero únicamente para los indígenas.

Es que los extranjeros, hasta que se acostumbran, padecen una diarrea de la cual murieron catorce de mis compañeros de orden, cuando todos los de la provincia entera esperábamos en Buenos Aires algún barco hacia Europa. Yo también, parando en el mismo domicilio, no estuve lejos de esto. La marea, empuja el mar hasta cerca de cien leguas por el Paraná arriba, especialmente al soplar el viento sur. Ello no obstante, su agua permanece dulce hasta sesenta leguas de su desembocadura./240

 

DEL PARANA. QUE CERCA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES SE LLAMA RIO DE LA PLATA; SU MAGNITUD, SUS PUERTOS Y PASOS

 

Bajo el inmerecido nombre de Río de la Plata, el Paraná tiene cinco puertos para cualquier nave de alta mar, pero no muy seguros. En el puerto de Buenos Aires los barcos se detienen a tres leguas de la costa, de modo que quedan expuestos a los vientos y tempestades. El viento sur que en este país sopla con especial furia, amenaza a los barcos con el naufragio a cada momento, si ellos no se han provisto con anclas y cabos especialmente fuertes. Las lanchas (una especie de barcos livianos) usuales en este río pueden acercarse por el río Riachuelo a la tierra, es decir, mientras dura la marea; cuando se produce la marea alta, también éstas deben mantenerse alejadas de la costa a causa de los bajíos. Junto a la Colonia del Sacramento situada en la banda oriental frente a Buenos Aires y más o menos a quince leguas de ahí (pues se considera al río de tal anchura), los barcos pueden echar ancla más cerca de la tierra y están también más seguros por estar protegidos contra los vientos de un lado por la alta ribera y del otro lado por la isla S. Gabriel, situada junto a ella aunque ellos mismos también deben temer la proximidad de estas islas y los peñascos ocultos contra los cuales tantos barcos han naufragado. Cuando nosotros llegamos aquí desde Europa, fuimos zangoloteados en este puerto por dos días por un ventarrón que no cesaba. En medio de las más fuertes embates de las olas, los marineros debieron navegar día y noche sobre un bote y trabajar con toda fuerza bajo el mayor peligro, hasta que sacaron las anclas del fondo barroso donde se soltaban siempre. Este mismo barco portugués S. Jacobo, sobre el cual hemos zarpado desde Lisboa a Paracuaria, chocó años mas tarde, después de haber hecho uno o dos viajes a Europa, contra la isla S. Gabriely se hundió. Los restos/241 del barco naufragado sirvieron a los indios Guaraníes, de los cuales algunos miles en el año 1762 ayudaron a sitiar bajo el mando de Pedro Zevallos la colonia portuguesa, a encender fuego y asar su carne. El mejor, y para decirlo brevemente, el único puerto en esta ribera es Montevideo, un lugar que dista 80 leguas de la Colonia y otras tantas del mar, y se halla fortificado muy bien con batería y un fuerte que puede contener una guarnición de quinientos hombres. Esta rada mide desde su desembocadura cerca de una legua y media de largo, y es casi redonda. La alta ribera y un cerro elevadísimo que se apercibe desde ocho leguas, la defiende contra todos los vientos, excepto el sur, que aquí sopla con especial furia. Podrían entrar también buques de guerra, pero éstos quedan varados, como los cerdos en el barro. La isla de los Conejos está situada en la entrada de la bahía. En relación con los gastos enormes que la Corte de Madrid ha empleado en el fuerte, éste es tan chivo que semeja más bien un fortín. Desde lejos me parecía ser un horno de cal. La isla Maldonado dista más o menos nueve leguas desde la desembocadura del río y otras tantas desde Montevideo, entre la Isla de Flores y la Isla de los Lobos Marinos, casi en el medio. Los barcos de toda clase encuentran allá un cómodo ancladero y seguridad contra el viento Sudeste. El gobernador Pedro Zeballos ha fortificado esta bahía lo mejor que pudo con nuevas trincheras. Según la opinión de los entendidos podría hacerse de este lugar, por su situación conveniente un puerto excelente, que sería de la mayor importancia para la provincia si mediante el arte se quisiera ayudar a la naturaleza. En la banda opuesta,/242 hacia el Norte, a 12 leguas de Buenos Aires, está la bahía Barragán tan cómoda cuan insegura para calafatear los barcos, porque a causa de las costas bajas, todos los vientos pueden soplar con furia libremente en ella. Su misma entrada es peligrosa. La bahía en realidad es bien grande, pero como tiene solo una profundidad mediocre, los barcos más grandes quedan a distancia de dos leguas de tierra. En este paraje completamente carente de fortificaciones, se cuentan solo unos míseros ranchos de cuerosy juncos. Los salvajes australes han infligido cruentos estragos a los habitantes indefensos después que la reducción de Concepción pereció por la desidia de quienes debían haberla conservado.

 

DE LOS MUCHOS PELIGROS A QUE ESTA EXPUESTA LA NAVEGACION POR ESTE RIO

 

Cuantos menos e inseguros puertos el Río de la Plata ofrece a los navegantes, tanto más frecuentemente son en él los sitios peligrosos que amenazan con el naufragio. Bajo el aire más sereno y el viento más propicio, él es aún más peligroso que cualquier mar a causa de los muchos bajíos y bancos de arena que en todas partes obstruyen la ruta a los barcos. Los más memorables de ellos son los bancos Inglés y Ortiz (El Banco Inglés y el Banco Ortiz). Ambos se extienden a lo largo y a lo ancho por muchas leguas. Su peligrosidad aumenta aún por los peñascos junto a la isla de Lobos y la Isla de Flores, pero especialmente por las grandes rocas cerca del puerto de Montevideo que, no sé por qué semejanza con los vehículos, se denominan Las Carretas de Montevideo, y que son tanto más peligrosas, cuanto menos se ven. Si un marino no conoce perfectamente el río y no maneja continuamente la senda, el barco naufragará, o se sepultará/243 en los bancos de arena, o se estrellará contra los peñascos. Tales accidentes no dejarán de ocurrir, en cuanto el viento del sur sople con furia sobre el río o inutilice el timón. Es asimismo increíble la altura y cantidad de agua que se agita en una tempestad, y la furia con que braman las olas. Tres o cuatro anclas alcanzan apenas a mantener firme el barco, lo que sé por experiencia propia. Marinos que han cruzado el mar por muchos años, temen al salir de Lisboa o Cádiz hacia Paracuaria, mucho menos el Océano que el Río de la Plata. Mateo Collado, un hombre de mucha experiencia y capitán del buque de guerraLa Esmeralda, dijo frecuentes veces, cuando nos condujo desde Montevideo a Europa, Una vez que yo esté lejos de este demonio, creo entrar ya en el puerto de Cádiz.

Tantos buques naufragados aún en nuestros tiempos, deben atemorizar sin duda a todo marino. En el puerto de Montevideo vimos a nuestra llegada de Europa al gran navío español (llamadoEl Soberbio) sin mástiles, porque en el mayor aprieto hubo que abatirlosy echarlos de a bordo para que el buque quedara aligerado y zafara de los escollos, sobre los cuales había estado encallado y próximo a naufragar. Otro barco mercante La Luz, que tenía a bordo algunos millonesde pesos españoles, se hundió a la vista de la ciudad de Montevideo. Entonces hacía mucho tiempo que yo estaba ya en Paraguay. Otro buque de guerra, el San Esteban, de la escuadra del almirante español Pizarro armada contra la inglesa de Amson, naufragó hace dos años, no sé por qué accidente, en la costa occidental. Otro pequeño barco de guerra, un jabeque,/244 como lo llaman los españoles, provisto de velas y barcos y que había traído desde Cádiz cañones y otros elementos bélicos, zozobró sobre el Banco Inglés en el año 1768. La tripulación pudo salvarse apenas, en una chalupa en la bahía de Maldonado. Para abreviar omito naufragios más antiguos o de menor interés. Por poco también nuestro barco, en el cual vinimos desde Lisboa habría aumentado el número de los zozobrados. Voy a relatar bien brevemente el motivo de esto.

El propietario de nuestro barco, Feliciano Velho conchabó en Portugal por mucho dinero un brasileño, cuyo padre fue un portugués, pero la madre una negra, (tales gentes se llaman mulatos). Este se dijo ser un perito del Río de la Plata, o sea un práctico, pero en el fondo no sabía nada de lo que debía haber sabido. Ni bien llegado a la entrada del río, donde el capitán José Carvalho de Pereira le entregó el gobierno del timón, pues debía guiar nuestra nave, el tonto cometió un error grandísimo. En vez de tener siempre a la vista, según regla de navegante, la costa oriental, condujo la nave tan lejos hacia el Oeste que no vimos más que cielo y tierra. Cuando el capitán lo notó, le dijo: "!Oye tú! Vas a hacer zozobrar aún mi nave antes de que entre el sol!". Casi se habría realizado esta profecía, pues, cuando a la tarde, a las dos me recosté contra la barandilla de la nave, con mis compañeros notamos que el río en cierto lugar movía olas insólitas. Yo manifesté al capitán mi preocupación, el cual con la mayor presteza, trepó por el mástil principal. Así vio que navegábamos en derechura al Banco Inglés/245 y ordenó por ello de girar la nave hacia el Este. Estamos perdidos, exclamó con voz trepidante, si tardamos un momento en ello. Tan cerca nos hallamos de la arenayde nuestra perdición. Este movimiento de olas era pues un efecto de los bancos de arena ocultos, como supuse al principio. Al anochecer echamos anclas, primero en un bajío que tenía sólo cuatro varas de agua, de modo que nuestro barco quedó apenas flotando. Ni bien hubo entrado el sol, estalló una tempestad terrible. Horribles rayos mezclados con truenos y un ventarrón del Sur levantaron verdaderas montañas de olas y nos pusieron en peligro manifiesto, porque sobre el fondo barroso no se sostenía ancla alguna, de ser arrojados o contra los peñascos de la isla de Flores, o sobre el banco Inglés, pues ambos estaban muy cerca de nosotros a la izquierda, y a la derecha. Por ello, los marineros tuvieron que trabajar día y noche, levantar las anclas y asegurar los cabos. Aún me compadezco de mí y de mis compañeros, cuantas veces recuerdo aquella horrenda noche de Navidad, en la cual generalmente todos los cristianos suelen regocijarse, pero la que a nosotros, bajo esta lucha de los elementos, llenó de miedo y horror. Esta tempestad formidable perduró dos días. En el día de S. Esteban, el capitán creyó notar al fin que el barco se alejaba del paraje peligroso. Sin embargo, a los pocos minutos tuvimos que echar anclas de nuevo, porque había reconocido con la sonda un banco de arena cercano.

 Por los españoles que para divisarnos, vinieron de noche desde Montevideo a nuestro encuentro en una chalupa, (por que en América aún no se sabía nada del tratado de paz) supimos que estábamos en una situación/246 peligrosay muy cerca de los peñascos (Las Carretas de Montevideo.) En vano todos deseábamos obtener en este puerto un práctico. Ellos se disculparon de no tener un bote que podrían utilizar. Empero había ahí un capitán portugués con diez marineros, que el día siguiente partiría al puerto de la Colonia. Este podría navegar delante con su chalupa y guiar nuestra nave. Su barco se había hundido unos días antes en el Cabo Santa María, en la desembocadura del río, con algunos cientos de esclavos africanos para la venta, salvándose solo el capitán con algunos tripulantes. Al día siguiente esperamos por mucho tiempo a este guía, pero como no apareció jamás, tal vez por temer los vientos procelosos, continuamos solos el viaje y anduvimos errantes cual ciegos. Navegamos durante toda la noche en la ilusión de haber pasado ya el Banco de Ortiz, sin temer lo más mínimo. Pero en medio de nuestra seguridad, estuvimos en el mayor peligro, pues al romper el día, la popa de nuestro barco, estuvo sentada tan firmemente sobre la arena, a la cual creímos haber escapado hacía tiempo, que durante dos días agotamos en vano todos los medios náuticos para hacerlo flotar o moverlo. En la segunda noche se levantó aún una delas tempestades más atroces. Como ahora la popa permanecía metida siempre inmóvil en la arena, la proa era movida de continuo a uno y otro lado con tal fuerza que el barco a cada momento estuvo cerca de hacerse pedazos. Afortunadamente en este mismo tiempo, un viento sur persistente, bajo continuo tronar llevó tanta agua al Río de la Plata que nuestro barco fue levantado por sobre la arena y quedó de nuevo flotante. Con el mismo viento tan favorable a nosotros/247 entramos felizmente a medio día en el puerto de la Colonia. Después de una estada de dos días, y de habernos zangoloteado bastante el mar, cruzamos hacia Buenos Aires. En esta travesía de más e menos quince leguas, la mayoría de nosotros ha temblado aún más que en todo el viaje a través del océano y asimismo, vomitando más violentamente. Por falta de una mejor embarcación, nos servimos de una antigua chalupa, podrida, carcomida y arruinada, de manera que apenas se sostenía un clavo. El capitán nos aseguró sin reticencia antes de nuestra partida, que este viaje sería tal vez el último. Se puede figurar cual sería nuestro ánimo ante esto. Nuestro temor y peligro aumentaron aún más por la violencia del viento, que por sernos contrario, nos obligó a bordear. Pero todo esto aún no es nada comparado con el susto que nos acometió, cuando no solo chocó el timón contra el banco de arena, sino que también la proa fue empujada por encima y quedó encallado por un rato en él. Como todos creíamos inevitable nuestro naufragio, algunos se lamentaron en alta voz, mientras en todo el viaje de tres meses por sobre el Océano, no habían dejado oír ni una palabra. ¡Pero, quién podría describir la ilimitada alegría que se apoderó de nosotros ante la vista de la costa y del puerto, meta de nuestro viaje de tres meses!

Yo me he extendido mucho sobre esta materia para poder dar a comprender a mis lectores, que no solo es arte sino también buena ventura, si uno navega sin perjuicio por este río. Por firme que sea la nave, por vigilante, hábily cumplidor que sea el marino, por más que conozca todos lossitios peligrosos del mar, no se está/248 por ello, fuera de peligro. Basta que sople un viento sur, que ni el arte, la ciencia ni la experiencia más larga podrán prevenir el peligro y la nave será arrojada a sitios donde perecerán los navegantes o a lo menos temblarán por su vida. En el año 1767, una lancha, la mejor en el puerto de Buenos Aires, gobernada también por los más elegidos marineros, fue arrojada contra los bancos de arena por un impetuoso viento sur y partida a través de la quilla en dos partes cual una nuez. Diez Jesuitas destinados a Chile, y varios granaderos españoles se ahogaron, menos el capitány un muchacho de diez años que sobre la chalupa chica agarrada por casualidad, llegaron con felicidad a la otra costa, distante del lugar del naufragio unas diez leguas. Todos se quedaron asombrados, mas nadie se atrevió a acusar a los marineros de impericia o de negligencia, pues la violenta tempestad estallada en la noche era manifiestamente la única culpable de la desgracia. Por las cartas náuticas y los libros de a bordo se sabe bien que el lecho norte del río es más angosto y más profundo, mientras el sur es más pando y amplio; se sabe la situación del Banco Inglés y de Ortiz y los peñascos conocidos, pero, ¡quién puede adivinar los bajíos y montones de arena que el río en cada inundación, y la mar por su ímpetus, suelen acumular! Se los descubre mediante la sonda, pero por lo general demasiado tarde, cuando ya es imposible evitarlos y las correntadas malogran el arte y el trabajo. Este río llega a ser tanto más peligroso, cuanto más se ensancha y se acerca al mar. El Río de la Plata desemboca al mar poruna sola boca entre los cabos S. María y S. Antonio, llamado también Cabo Blanco./249

Escúchese lo que acerca de la desembocadura del Río de la Plata dice en susFasti novi orbis, editados en Venecia, en 1.776, el presbítero Ciriaco Morelli, cuyo verdadero nombre era el de Padre Domingo Muriel, en otros tiempos mi compañero de viaje desde Europa, sacerdote en Paracuaria y catedrático de teología en la Universidad de Córdoba del Tucumán: Lo que se denomina Río de la Plata es en realidad una inmensa entrada del mar donde confluyen el Paraná, el Paraguay y el Uruguay. Por lo demás se han escrito diversas cosas sobre la anchura del Río de la Plata en su desembocadura al mar. La mayoría de los Españoles la calculan hoy día en sesenta leguas, otros en menos, otros en setenta. Egidio Gonzalez de Avila le da en su Teatro Eclesiástico de Indias, tomo segundo, hasta ochenta leguas. Elíjase de ahí lo que se quiera. He navegado dos veces por esta desembocadura, pero jamás la he medido. Lo mismo hacen también los capitanes. A ellos les interesa únicamente cruzarlo segura y prontamente. No tienen ni tiempo ni ganas de medir su anchura. Lo cierto es que esta vastísima amplitud del Río de la Plata, donde no se divisa ninguna de las dos orillas, engaña frecuentemente a capitanes incautos o crédulos. Ellos se fían muchas veces en observaciones equivocadas, creen estar aún en el océano y navegan a toda vela sin consultar la sonda, hasta que encallan en un banco de arena y comprenden así demasiado tarde y frecuentemente con la pérdida de su vida, que tienen que habérselas con el Río de la Plata. Escribo todo esto por experiencia propia. Fue en el día de Santo Tomás, que con el más bello tiempo y viento favorable/250 izamos todas las velas. Vimos volar aves que por lo general jamás vemos en el mar y flotar hierbas, ramas de árboles y cosas semejantes; notamos también que el color del mar cambiaba. Por esto podía fácilmente suponerse la cercanía de la tierra. Así lo advertimos varias veces al capitán, un portugués que en realidad era un hombre cauto y muy bueno, pero que se fiaba demasiado de sus propias observaciones. El insistió firmemente en que aún estábamos lejos de la tierra y que por lo tanto podría proseguir su viaje a toda vela hasta las siete de la tarde. Habríamos perecido todos si él no hubiera modificado su propósito. Cerca del ocaso, se levantó un pequeño remolino de viento (como ocurre frecuentemente entre los trópicos). Por éste recogimos, como de costumbre, todas las velas. En derredor de nuestro barco nadaban lobos marinos. Estos salvadores de nuestras vidas nos convencieron que navegábamos en el peligroso Río de la Plata o a lo menos, en su boca, pues en alta mar no se ven jamás estos animales acuáticos, porque diariamente salen a la orilla. Este indicio fue confirmado aún más por la sonda. Medimos solo unas pocas varas de agua. El capitán, ahora convencido de su yerro, se resolvió pues a proceder con la mayor cautela. Creímos estar entre martilloy yunque, cuando se agregó al remolino de viento, una tempestad horrenda con truenos y con uno de los más violentos ventarrones del sur. Para impedir que la nave fuera arrojada contra el cercano cabo de S. María o a los bancos de arena, se hizo mediante las velas una maniobra (que los Españoles llamanponerse a la capa) y por la cual las velas se colocan enfrentándose entre sí en modo que/251 el viento que es interceptado por una, se desliza contra la otra. La consecuencia es que la nave queda detenida en el mismo sitio. Para pedir en este inminente peligro la ayuda del cielo, nos hincamos de rodillas con los brazos extendidos, siguiendo el ejemplo del capitán. El zangoloteo de la nave, el desenfreno de los elementos y el horrible tronar alternado con los rayos, nos causaron ansias de muerte. Cerca de media noche, cuando el temporal ya se mitigó, se colocó una sola vela y en suspenso, navegamos lentamente. Entre dos luces, se destacaba la costa desconocida. No bien se desvaneció la niebla, notamos temblando que apenas estábamos a un tiro de cañón de la alta roca del cabo S. María. Nuestra angustia acreció cuando medimos con la sonda solo unas seis brazas de agua y que por lo tanto, el mayor peligro amenazaba a la nave. Mientras el agua bajaba cada vez más a causa del flujo del mar, no pudimos avanzar por la calma persistente, de modo que al producirse un viento sur, hubiéramos sido empujados a la costa o, en caso de durar la calma, hubiéramos quedado encallados en la arena. Nuestra dicha y consuelo fue el sol, que se dejó ver en la altura del medio día y por cuyo cálculo pudimos saber adonde nos encontrábamos en realidad. Cerca de las dos de la tarde sopló una brisa suavísima, la cual llenaba nuestras velas pero, más nuestros deseos, pues nos ayudó a salir del bajío y alejarnos de la costa peligrosa y nuevamente ganar poco a poco la alta mar. Después del ocaso del sol tuvimos viento favorable y entramos al mismo río, de modo que al romper el día, percibimos la Isla de los Lobos, que jugaban con sus críos. Tal alegría/252 no duró mucho, porque tras ella ocurrieron aún en este mismo día, todos los errores y peligros que mencioné poco antes. De ahí puede deducirse cuánto tienen que temer la anchura del Río de la Plata aún los marinos más expertos.

Cuando se considera la infinita corriente del agua que el Río de la Plata va volcando ante sí, y su anchura, extendiéndose por lo menos en sesenta leguas, nadie me negará razón si igualo al Río de la Plata con todos los ríos del viejo y nuevo mundo,y si hasta le doy el primer rango en virtud de su magnitud. Aunque no me atrevo a dar una sentencia definitiva al respecto. Sin embargo, doy fe a lo que Gotardo Artus de Danzig escribe en su Historia de las Indias Orientales, respecto al río Ganges. Este río que en la Sagrada Escritura se llama Physon se considera el más grande del mundo. Según el testimonio de antiguos escritores desembocan en él unos treinta ríos. Ellos indican su menor anchura en ocho mil pasos, su mayor en veinte mil y su menor profundidad en cien pies. De ahí se deduce que el Ganges es bien un río muy grande, pero de ningún modo el mayor del mundo, ya que América puede ostentar ríos mucho más grandes. El Eufrates, Indo, Nilo, Araxes, el Danubio, el Rín, el Po, Guadalquivir, Tajo, Dniester y el Támesis son célebres, pero ni de lejos tan ricos en aguas para que pudieran compararse con el Río de la Plata. Aunque aún se discute con razón si el Río de la Plata, así como el sol supera a los restantes astros, excede también en magnitud a los demás ríos de América.

Por llevar la palma, combaten con el Paraná el río Orinoco, en el reino de nueva Granada, y el Marañón o el río/253 Amazonas en el Brasil. Este corre al principio por cien leguas hacia el Septentrión, luego dobla hacia el Este y desemboca al mar por treinta y cuatro bocas, de las cuales cada uno tiene casi una legua de ancho. Pero conserva aún en su salida, y mezclado con el mar, su agua dulce por treinta leguas, como nuestro P. Samuel Fritz anota en sus observaciones realizadas prolijamente en los años 1689 y 1691 sobre este río, insertas en el tomo 12 de las Lettres edificantes et curieuses. El célebre Condamine editó también una descripción geográfica de este río según sus observaciones, después de haber comparado éstas con otras de nuestro P. Juan Magnin, misionero de los indios Maynas en la provincia. de Quito, y miembro honorario de la Academia de París. El P. Antonio Vieira, predicador de la real Corte de Portugal y más tarde celosísimo misionero en el Brasil a orillas del Marañón, parece haber dado fin a toda la discusión en un sermón que pronunció el lunes de Pascua en Belem, ciudad de la provincia de Marañón, cuando dijo: Este gran río (el Marañón), el más grande en todo el mundo, ha dado el nombre a vuestra ciudadya toda la provincia." Yo no sé, si esta sentencia de Vieira acerca del primer rango del río Marañón sobre todos los demás ríos, es tan verdadera como jactanciosa. Sin duda, Vieira la habría reservado y hasta la hubiera revocado si hubiera conocido el Río de la Plata tanto como el Marañón. Yo estimo decisivo sólo el fallo de quien haya medido con rigor matemático el Orinoco, el Marañóny el Río de la Plata. Completamente imparcial, estoy lejos de la costumbre de aquellos/254 que dan preferencia sobre las otras y hasta endiosan a la provincia, donde han permanecido mucho tiempo. Aunque he pasado más de veinte años en Paracuaria, no se me ocurrió jamás elevar al Paraná, como rey de los ríos, incluso contra el deseo de muchos. Al Río de la Plata, o más cabalmente Río del Barro, solo le debo la vida, que no me ha quitado cuando navegaba por su seno, dejándome escapar indemne de entre sus olas; beneficio este que solemos llamar de los ladrones.

Ingleses y Franceses darán tal vez preeminencia sobre el Río de la Plata al Río de San Lorenzo en el Canadá. Nadie niega que éste es extremadamente grande y de extraordinaria longitud. Su lecho es uno de los más anchos y hondos de modo que soporta también naves de primer orden. Los buques de guerra navegan hasta Quebec, o sea hasta cien leguas antes de su desembocadura, y los barcos de carga más grandes suelen navegar de ahí hasta Montreal distante unas setenta leguas de Quebec. Pero por esto mismo la magnitud de este río no supera aún la del Paraná. En éste se navega más lejos. Los grandes buques mercantes viajaron en tiempos pasados desde Cádiz hasta subir a Asunción, lo que importa desde la desembocadura unas cuatrocientas leguas. Se animaron aún hasta el puerto de Candelaria, que dista mucho de Asunción. En el año 1753 cuando yo estaba aún en Paraguay, los Españoles bajo su jefe Manuel de Flores y los Portugueses, llegaron para definir sus límites hasta al río Jaurú, que desemboca al Paraguay a 16 grados 25 minutos de latitud sur y 320 grados 10 minutos de longitud, calculada desde la isla Ferro. Las embarcaciones usadas por ellos para tal fin estaban construidas como barcos de mar, provistas de velas, tenían a bordo cañones, bastimentos para varios meses y/255 soldadosy, por lo tanto, no podían haber sido tan chicos. Tales barcos (en español se llaman l anchas) se usan muchísimo en el Río de la Plata por los Españoles de Buenos Aires, y hasta a veces en alta mar cuando el viaje no es demasiado largoy el puerto está cerca. ¡Créase del Río de la Plata lo que se quiera!!, el Paraná es únicamente pariente del mar, no mío, de modo que nada gano ni pierdo con él. Solo me interesa la verdad. Tal es el único fin para el cual escribo. Se leen las fábulas más absurdas sobre este río. Tantos errores no se pueden refutar con pocas palabras y por esto preferí ser más explícito que obscuro.

 

DE LA ESCASEZ DE METALES Y PIEDRAS PRECIOSAS EN PARACUARIA

 

Apenas resonó por Europa el nombre del Río de la Plata, cuando los Españoles acudieron en gran número al Paraguay, para hallar allí en vez de la riquezas esperadas el bordón del mendigo. Paracuaria está rodeada por Chile, Perú y Quito, que tienen una superabundancia en oro, plata, gamasy otras piedras preciosas. Que de estas no hay nada en Paracuaria, lo saben no solo los nativos, sino también los extranjeros. Tal vez alguien objetará que algo se habría de encontrar si se investigara. Esto tampoco es verosímil en lo más mínimo. Conozco a Españoles, que no carecen de perspicacia ni capacidad para buscar los tesoros, si algunos estuvieron ocultos en el seno de la tierra y de husmearlos, si me es permitido usar el término. Como hasta ahora, para buscar oro o plata no se realizó ninguna tentativa, o solo alguna infructuosa, quedo persuadido que no debe haber nada. Cuanto más tiempo permanecí en Paracuaria, por otros testimonios y experimentos me afirmé en mi opinión./256 Cuántas veces no he reído de los historiadores ignorantes o malévolos contra nosotros, que imaginaron Paracuaria como una mina de oro y plata, mientras nosotros en esta provincia en tantos años hemos visto solo madera y barro. En muchos sitios se cree descubrir indicios de metales, pero los Españoles que los buscaron se enriquecieron tan poco con ellos, que perdieron su propia fortuna. He de relatar sinceramente aquí todo lo que viene a mi memoria de sus ensayos fracasados y sus ridículas opiniones. He conocido en la ciudad de Santiago del Estero un comerciante anteriormente muy rico pero entonces completamente empobrecido, y que en la esperanza de adquirir muchísimos tesoros había empleado todos sus esfuerzos y toda su fortuna para descubrir minas de oro y plata. El contrató hombres que envió a buscarlas. Tampoco faltaron gentes venales que le hacían entrever montañas de oro. El mismo emprendió un viaje muy largo y costoso para ver al gobernador del Tucumán y obtener permiso para su propósito. Conchabó trabajadores y adquirió con mucho costo, en diversas ocasiones, mulares, víveres y todas las herramientas necesarias para la minería, sin lograr en lo más mínimo sus fines fuera de gastar su verdadera fortuna y no ver jamás lo esperado de las minas. Así vino a ser un pobre y la comidilla de la ciudad entera. Con mayor actividad no obtuvo nada y aún sus múltiples ensayos fracasados, no le escarmentaron. El sabía que a ochenta leguas de Santiago un paraje tenía la denominación de "hierro". El lugar consiste en una llanura muy grande y fértil. En las selvas cercanas hay superabundancia de cera y miel. Por esto, los Españoles concurrían/257 en gran número para recogerlas. En toda la región no hay ni una piedra. Sobre el césped del campo se encuentra en alguna parte una mesa o un tronco de árbol, que semejan al hierro, pero que bajo el resplandor del sol relucen cual plata. Entonces creyó el buen hombre estar en la meta de sus deseos; pues ya no dudó que había hierro luciente cual la plata, mientras los demás se reían entre ellos. Rompió presuroso un pedazo de este metal y lo dio en la ciudad a un herrero para fundirlo. Los Españoles presentes echaron furtivamente algunas monedas de plata en la hornaza. Al ver correr así desde el crisol una masa mezclada con el hierro encontrado y la plata, creyó jubiloso que había hecho su fortuna. Pero cuando sus compañeros comenzaron a burlarse de su credulidad y lo bromeaban, rechinó los dientes de ira y dirigió las más horribles amenazas contra los autores del engaño. En lo demás el herrero europeo me aseguró que él había ensayado prolijamente al fuego este metal desconocido. Según este ensayo era una clase de hierro, completamente áspero, y quebradizo cual vidrio, que no servía para ningún uso por no dejarse laborar ni martillar en modo alguno. Después ya nadie pensó en cavar en busca de este metal. A este relato agrego además otro.

En Córdoba del Tucumán la situación económica de un comerciante llegó a una extrema dificultad. Para mejorar su situación, renunció al comercio y se dedicó a la medicina que jamás había aprendido debidamente. Tal metamorfosis de los Europeos en América no es rara. Marineros y soldados desertores no consiguen esposas en Paracuaria mientras se atienen a un oficio manual, por rendidor que éste sea. Pero esto se remedia pronto aquí./258. Ellos se dedican al comercio y abren un despacho de velas de sebo, quesos, cuchillos, agujas, tijeras, pañuelos de lienzo y lana y algunas botellas de aguardiente. Ahora se llaman comerciantes, pertenecen a la nobleza, se estiman superiores al vulgo y pueden llegar a nupcias y a magistrados. Si quiebran, se hacen médicos. Esto ocurre todos los días. El que en Europa apenas sabe rapar una barba, hacer una sangría, cortar uñas, poner sanguijuelas, dar enemas o aplicar un ungüento, hace de Hipócrates allende el mar en Paracuaria, y mata impunemente a la mañanay a la tarde a su arbitrio, los enfermos. Ellos se ofrecen mentidamente como médicos y son más peligrosos que las pestes. De esta caterva parece haber sido este Bartolomé, del cual relato aquí. Pero como notó que las enfermedades y las muertes de otros no le daban provecho y, además, él era temido por todos, mudó su manera de vivir y desistió de la medicina. Y apeló a las minas como última ayuda. En aquel entonces se había expandido un rumor de que las sierras de Córdoba contenían oro. Por esto, después de haber consultado a los peritos al respecto y haber obtenido del gobernador la licencia, contrató hombres para cavar y pidió prestado ganado para sustento de ellos. El revolvió infructuosamente la tierra sin provecho, pero con un perjuicio extraordinario y gasto increíble pues debió hacer traer maderay agua a lomo de mula desde muchas leguas. La carga de deudas contraídas en la esperanza de hallar oro, sirvió a todos de enseñanza de que sobre la superficie de la tierra se encuentra más oro que en las cuevas subterráneas de Córdoba. Según mi conocimiento, tampoco nadie ha emprendido nada en tales supuestas minas de oro. Una leyenda, pero únicamente una leyenda, se conserva todavía/259 entre los Españoles vulgares y es que los indios, hace mucho, antes de la venida de los Españoles, habrían hallado oro en las sierras alrededor de La Rioja, pero todos los intentos de los españoles en buscar este noble metal, fueron nulos hasta ahora. El mismo gobernador de Buenos Aires, Andonaegui, me aseguró a comienzos del año 1749, cuando comí con él, que en las sierras de Montevideo se habría encontrado en nuestros tiempos algunas partículas de oro. El descubrimiento fue comunicado a la corte de Madrid, pero ni la Corte ni otras personas particulares se atrevieron a la explotación de estas sierras porque se esperaba poco de ella. Alguien había divulgado también que en el arroyuelo Rosario que corre cerca de la ciudad de Montevideo se habrían hallado algunas amatistas. Según mi opinión, deben haber sido o falsas o traídas de otras partes, pues se ignora que otros hubiesen buscado tales piedras en el río.

 

DE LAS VARIAS TENTATIVAS Y FABULAS DE LOS ESPAÑOLES Y PORTUGUESES, QUE SOÑARON CON METALES ALLI EXISTENTES

 

Los primeros Españoles llegados esperaban hallar en abundancia oro, plata y piedras preciosas en la provincia de Guayra situada más al Norte pero que al Este toca con el Brasil y es cruzada por el Paraná. Parecían haber olvidado que no todo lo que reluce es oro o diamante. Junto a la orilla del Paraná, se han encontrado una vez unas piedras que se llaman cocos de minas. A veces son redondas y a veces ovales. Su superficie es áspera y dura, como la de las piedras comunes, y de color oscuro. En el tamaño asemejan a una granada, a veces también a una cabeza humana. Debajo de su corteza encierran una gran cantidad de piedritas multicoloresy preciosas, en opinión de los peritos. Estos creyeron ver en ellas tan pronto claros cristales, o amatistas, esmeraldas, etc., pero sus ojos los engañaron. Nadie las estimaba iguales a las piedras de Bohemia [diamantes]. Tales cocos de mina, preñados de piedritas estallan, según dicen, con un ingente trueno igual a un tiro de cañón, en cuanto su fruta está madura. Tal figura y propiedades las atribuye el vulgo, ignoro con qué razón, pues a mí no me ha llegado a la vista ninguna piedra semejante en mis largos viajes hechos en Paracuaria y costas del Paraná. No niego que los cocos de mina tengan quizá valor en otras provincias americanas, donde hay genuinas gemas, Pero niego terminantemente que en alguna ocasión un paracuario se haya enriquecido con ellas. Muchos han perdido más bien todos sus bienes, como se sabe generalmente allí, por su creencia en estas piedras preciosas falsas y en la esperanza de la ganancia que basaron sobre ella. Las antiguas ciudades Guairenses de Jerez, Ciudad Real y Villa Rica, que en tiempos pasados fueron señaladas como fuentes del oro y la plata, se transformaron en centros de miseria o indigencia.¡A cuántos miles de europeos, la ardiente sed de oro no ha quitado la razón en Paracuaria! En sus almas había arraigado profundamente la opinión de que Paracuaria poseía tesoros, pero que hasta entonces se habían mantenido ocultos en el seno de la tierra. Pedro Esteban de Avila, gobernador de Buenos Aires, en carta de 1637 al Rey, describió a Paracuaria como una tierra rica en oro y plata. De la misma opinión era también Rui Diaz Melgarejo, el fundador de la ciudad Villarica. Pero Manuel de Frías, yerno de Ruiz y más tarde gobernador, informó/261 al Rey que tras todas las posibles indagaciones, Ruiz no había podido descubrir ningún indicio de algún metal y que los que ilusionaban a la Corte de haber minas en Guayra, se proponían únicamente, en su odio implacable contra los jesuitas, crearles envidias. Tales personas, por difamadoras, no podrían servir en modo alguno como testimonio. La ciudad de Villa Rica lo era solo de nombre o en la esperanza de tesoros venideros, pero no en la realidad.

Los españoles que recorrieron Paracuaria a pie y no vieron minas de oro o plata en ninguna parte, se engañaron a sí mismos y a otros, creyendo que estas debían hallarse en la tierra de los Guaraníes, a los cuales los Jesuitas instruían en la religión. Esta conjetura infundada es la fuente de donde han brotado tantas calumnias y mentiras. Como la falsedad, según la sentencia de un filósofo, aparenta más probabilidades que la misma verdad, éstas fueron creídas en realidad por aquellos que debían haber castigado a los calumniadores o a lo menos, haberlos refrenado. En una ocasión, a fin de cumplir no solo los deseos de los Jesuitas sino también su pedido, la Corte de Madrid envió unos hombres que debían investigar diligentemente todas las señas de minería. A estos exploradores fue agregado en cierta ciudad un Guaraní escapado, un hombre de una conciencia liviana y fe venal. Este bribón, captado por regalos y promesas de parte de un enemigo de los Jesuitas, declaró que las minas de oro estaban en el contorno de la localidad de Concepción a orillas del Uruguay; que él conocía muy bien tal lugar, pero que este estaba pertrechado cual una fortaleza con trincheras, cañonesy una numerosa guarnición. Hacia allá/262 partió la expedición. La compañía de viajeros se hallaba aún a pocas leguas de las ponderadas minas de oro, cuando a la noche huyó el falsario indio, en su temor ante el castigo que le iba acarrear la mentira, ya próxima a ser descubierta. En la localidad Yapeyú nuestro mismo misionero lo hizo prender, atary bajo suficiente custodia, entregarlo leal y rápidamente a los Españoles de quienes había escapado. Quedó manifiesto ahora el engaño de las minas de oro inventadas y de las fortificaciones. La fábula y la calumnia quedaron desautorizadas. Los Españoles registraron todos los rincones y lugares. En consecuencia confesaron unánime y públicamente que ahí no había metal ninguno ni puede ser producido o supuesto allí dada la condición natural de la provincia. El indio pagó cara su perfidia. A los Españoles que habían difamado a los Jesuitas, el Rey los hizo declarar, por su calumnia, dignos merecedores de perder para siempre sus bienes y honores e incapacitados para todos los cargos públicos. Aunque el rigor de esta sentencia real escarmentó los calumniadores, la ridícula creencia en las minas de oro y plata entre los guaraníes aminoró, sin embargo, tan poco a su respecto que fue propagada hasta entre los Europeos bien crédulos.

Este mismo error tuvieron en tiempos pasados también los Portugueses en el Brasil que osaron decir a nuestros misioneros de las orillas del río Uruguay: En todas partes donde holláis, pisáis sobre oro. La sola esperanza de lograr oro, motivó que el conocido gobernador de Río de Janeiro en el Brasil, Gómez Freyre de Andrade, aconsejara a la Corte de Lisboa el trueque de la Colonia Sacramento por las siete localidades en la costa del Uruguay. Los Españoles, tras haber expulsado, como dije antes, los treinta y dos mil Guaraníes,/263 quisieron entregarlas realmente de acuerdo con el tratado a los Portugueses, pero éstos no las aceptaron. Entre otras causas de este rechazo, se contaba en Paracuaria también lo siguiente: que los Portugueses que durante la guerra habían inspeccionado y conocido diligentemente las tierras a orillas del Uruguay, no pudieron hallar seña alguna de minas de oro o plata adonde antes, engañados por simples conjeturas, habían ensoñado montañas de oro.

Frecuentemente he reído de los Españoles que a veces vinieron junto a nosotros en las localidades de los Guaraníes. Las piedras más ordinarias que se les presentaron en el camino las alzaron solícitay ávidamente y las llevaron consigo ya como esmeraldas, ya como amatistas o también como rubíes, según la diversidad de sus colores. Y les decía frecuentemente que tales piedras de vista exótica, pero sin embargo comunes se hallaban a orillas de los ríos y en los caminos, con tal abundancia que con ellas se podían cargar no solo los barcos sino también escuadras enteras. Pero esto no les impresionó en nada. Ellos insistieron que todo cuanto hallaran entre los Guaraníes debía ser oro o piedras preciosas. Ellos habrían merecido grandes risas por parte de oríficos y traficantes de joyas. ¿Pero la fantasía no atribuye un valor a los juegos infantiles? La calumnia y el odio arraigado contra los Jesuitas han inventado con tanta frecuencia para el país de los Guaraníes unos diamantes de los cuales no hay ninguno en toda Paracuaria, que hasta los diarios públicos fueron engañados. En una de tales hojas Gazeta de Madrid, (10e) leí bajo el epígrafe, Londres: Desde el Brasil se nos escribe que los Jesuitas en Paracuaria han llevado atal grado de perfección sus diamantes que es de temer que los diamantes brasileros /264 han debajar de precio. Yo di a leer esta hoja una vez al gobernador del Paraguay Carlos Morphi, un irlandés, que ha conquistado una gran fama por su valentía y conocimientos bélicos, cuando él me visitó una vez en S. Joaquín. El la leyó en alta vozy se rió y fastidió alternativamente por ella. Los circunstantes Españoles y oficiales nacidos en el Paraguay, muy conocedores de su patria, supusieron que el redactor madrileño debía haber escrito esto soñando o bajo un ataque de delirio, pero él solo ha sido engañado, sin culpa suya, por impudentes mentirosos. Qué comezón me da la pluma al [querer] escribir sus nombres. Son tales [los más] que uno no los supondría capaces de una mentira. Con placer yo habría gastado mucho dinero si hubiera podido obtener solo un pequeño pedacito de un diamante para cortar los vidrios de diversos usos en la iglesia. Pero no pude encontrar a nadie que vendiera o poseyera alguno. Por esto tuve que contentarme en su lugar con un sílice. Dedúzcase de ahí lo que debe opinarse acerca de las minas de diamantes de los Jesuitas. Ellas han existido únicamente en los escritos de nuestros calumniadores y de los ignorantes, pero jamás en Paracuaria. Si los naturales en el Estrecho de Magallanes poseen algo de metal, lo han conseguido de las Sierras de Chile, donde se halla metal como todos saben. Pero la provincia chilena se diferencia tanto de Paracuaria como Austria de la Hungría colindante. Esta tiene en abundancia oro y plata, pero aquella nada de ambos. Los Portugueses recogen arena aurífera o granitos de oro en diversos ríos en Cuyaba situada bajo el grado 14 de latitud meridional y 322 de longitud, en Mattogrosso y en el fortín de S. Rosa (La Estacada). Los Españoles permitían hacerlo desde tiempos anteriores, pero en el último tratado de paz certificaron expresamente esta facultad a los Portugueses, pues éstos sostuvieron siempre que los mencionados territorios pertenecen al Brasil mientras los españoles los contaban como del Paraguay o del Perú. Jamás he visto ni oído que algún Español o Indio se hubiera tomado el trabajo de sacar semejantes polvitos de oro de entre la arena de los arroyos paracuarios. Sin embargo, no puedo establecer si esto debe atribuirse ya a la esterilidad de los arroyos o a la pereza de los Paracuarios, pues en los Portugueses hemos comprobado siempre en América una mayor actividad pero también una mayor avaricia lo que no negará ningún Español.

Para la constancia de cuanto he escrito acerca de esta materia me parece ser de gran uso el testimonio del célebre Bougainville, aunque él obtuvo sus noticias sobre Paracuaria de enemigos de nuestra Sociedad, o al menos de tales que teníamos motivos de temer pero, sin embargo, declara abierta ysin reticencia que esta provincia no produce no oro ni plata. Como él anotara tantas cosas ora falsas ora adversas a nuestra fama, no dudo que él habría mencionado también nuestras vetas de oro y plata si de ellas hubiera tenido la mínima noticia. Su silencio al respecto debe convencer a mis lectores en mayor forma de lo que yo con todas las artes de la elocuencia podría conseguir. A esta se agrega otro testimonio igualmente irrefutable que debe convencer también al más estúpido. Desde el año 1767 los Jesuitas se hallan alejados de sus colegios y estancias fundadas y sostenidas para los Indios y se encuentran dispersos en toda Europa. Todo se abandonó al dominio, arbitrio, ojos y manos de los Españoles. Han pasado ya trece años desde nuestra partida. Si allí existiera alguna mina de oro o/266 de piedras preciosas, no habrían escapado seguramente a sus ojos sagaces, sino habrían promulgado por el mundo por cientos de trompeteros. Pero hasta ahora no se ha divulgado ni una sílaba sobre Paracuaria. A lo menos, yo que leo asiduamente diversos diarios, no he leído ni oído la menor cosa hasta esta hora. Tampoco me extraña que tantos que han acechado nuestros bienes e infamado nuestro honor, no hayan encontrado nada aún después de nuestro alejamiento, pero mas admira no haberse encontrado algún infame que nos acusara de algo de eso dado que aún en nuestra ausencia se nos ha añadido tanta maldad, ya sea por error, ya por la envidia. Paraa convencer de mi sinceridad a mis lectores les comunicaré lealmente todo cuanto conozco de la producción de Paracuaria. No sin risa se sabrá cuáles tesoros enterró allá la naturaleza.

Al finalizar el siglo pasado, el P. Antonio Sepp, un tirolés, hombre de costumbres patriarcales, virtuoso y excelentemente versado en la música y que fue especialmente meritorio en bien de los Guaraníes, produjo algo de hierro de las piedras de Itacurú que se encuentran en abundancia, al paso, fundidas a fuego fuerte y continuado por veinticuatro horas. Pero casi nadie lo imitó, pues el escaso hierro no pagó ni de lejos el extraordinario trabajo y tanta leña empleada necesariamente al efecto. Estas piedras se componen de unas piedritas sumamente pequeñas, de color pardo obscuro y pintadas de puntos negros. En nuestros tiempos se importó algo más de hierro en los barcos españoles, pero su precio es increíblemente alto todavía. Una hacha de hierro de Estiria o de Suecia vale cuatro florines alemanes,/267 de [hierro] español o cantábrico unos ocho. Pero procede bien quien por el doble precio compra una hacha cantábrica porque dura más que dos septentrionales. A cada adolescente guaraní en el día de su casamiento y a los recién casados en el día del Año Nuevo, el jesuita párroco de su lugar de nacimiento solía obsequiarles un cuchillo común de mesa. El gasto solo para este cuchillo ascendía a una cantidad mayor de lo que creerán los Europeos porque la mayoría de las localidades contaba hasta cuatro mil habitantes pero algunos también hasta seis a siete mil. Muchachos y niñas cortan su carne vacuna con una caña rajada o la despedazan con los dientes. A pesar de la gran rareza del hierro, no se nos ocurrió a ninguno de nosotros extraer con indecible trabajo de las piedras Ytacurú un poco de hierro. Muchos se creen autorizados a deducir de sus observaciones que los edificios construidos con tales piedras son atacados más frecuentemente por el rayo, acaso porque las partículas de hierro ocultas lo atraen. Un inglés distinguido, de muchos conocimientos, me aseguró en Cádiz que sus paisanos cuando estalla una fuerte tormenta, colocan a un lado su bolsa, espada y todo metal que llevan consigo porque creen que el rayo es atraído por el metal. No puedo contradecir a los ingleses si recuerdo lo que yo mismo he visto en América. En la localidad de San Joaquín, el rayo se descargó a las tres de la tarde al lado de mi cuarto en el sitio donde se guardaba el avío de fierro necesario para la herrería. El incendio estallado por esto duró cerca de veinte horas y redujo a cenizas toda la casa excepto el cuarto mío. Las sierras más altas cerca de Córdoba, en derredor del valle Calamuchita, producen un imán de color ceniciento obscuro o, para decir mejor, de color plomizo. Cuando yo/268 fui enviado allá con mis compañeros de orden durante las vacaciones, me contaron que unos pocos meses antes el rayo había caído en el cuarto de fierros donde se depositaban las hachas, sierras y otros útiles de herrería. Todos estos recibieron por el rayo un poder magnético de modo de atraer con fuerza hacia sí, agujas o cualquier cosa de hierro. Esto es también muy comprensible pues el rayo se procreó de los vapores preñados con copiosas partículas magnéticas de aquella sierra. Esto se dice que es propio también de otros rayos de Europa. Dejo todo esto a la investigación de los naturalistas.

En las sierras de Córdoba se excava a veces el talco, que se llama en latín lapiz specularis o lunaris, en griego aphroselenum o selenites, y en alemán Frauenglas. Para poder separar entre sí sus hojuelas con un cuchillo, se debe ablandarlas en agua. Bajo un fuego moderado adquiere la suavidad del papel y el color de la plata. De él se cortan imágenes y otras figuras para adornar con ellas las iglesias pobres. Entre las muchas hojuelas separadas de estas piedras, se encuentran pocas completamente puras y diáfanas. Las más tienen manchitas negras o pardo obscuras. Las mejores se usan para ventanas y linternas en vez de vidrio que en el año 1748, cuando llegué a Paracuaria, era sumamente raroy muy caro. En los colegios principales de la provincia y de las localidades de los Guaraníes no se halla ni una sola ventana de vidrio. Todas las gentes se fabricaban sus ventanas de talco (lo que no ocurría muchas veces a causa de su rareza), papel o lienzo. Pero como con cada lluvia o al viento fuerte se despedazaban, debieron componerlas de continuo. En los últimos/269 años, de mi estada en Paracuaria, las naves españolas introdujeron vidrio en abundancia de modo que su precio bajó considerablementey se pudo proveer de ventanas de vidrio a la mayoría de las iglesias. Las iglesias tienen hacia el lado meridional en lugar de un vidrio, una piedra de aspecto de alabastro que es dura, de un color blanco y algo translúcido. Se la trae con muchos gastos desde el Perú, pues como en la América Meridional el viento sur sopla con un ímpetu furioso sin igual, todo cuanto es de vidrio se rompe ante un solo golpe de viento. El viento voltea casas enteras, destroza los palos mayores de los barcos más grandes y arranca de raíz a los cedros elevados hacia el cielo. Por lo general, se encuentra piedra de talco en casi todas partes de Paracuaria, pero ninguna en el territorio de los Guaraníes y Abipones. Igualmente se encuentra yeso en todas partes en las costas del Paraguay y de otros ríos. Empero los Guaraníes, que se hallan algo más distantes, queman cal de conchasy caracolesy enlucen sus paredes con ellas o con una greda que ellos llaman Tobaty y que asemeja a la tierra tripolitana. Como a mi me faltó ésta en las localidades de Nuestra Señora del Rosario y San Carlos, tomé ceniza, la mezclé con sangre de buey y con esto pinté mi casita y la iglesia para que las paredes compuestas de madera, cañas, barro y estiércol de vacas no ofendieran los ojos. En la ribera del Tebiquary mayor vi en una ocasión mármol negro veteado de verde, pero en poca cantidad. Ignoro si en otras partes hay ocultos bajo tierra mármol u otras piedras mayores. Que se petrifican madera, cañas y huesos no solo en el río Paraná sino también en las selvas y los campos, he dicho antes y he visto yo mismo. Pero de ellas no se hace/270 uso alguno y no se las aprecia tanto como en Europa porque aquí en el país son muy comunesy generales. Tanto importa para la valorización y la admiración de las cosas su rareza y origen exótico. Cuando en una ocasión hice un viaje desde la localidad S. Joaquín a través de la región deUrucuty, hallé por todos los lados de una pequeña colina, a la cual había ascendido a pie, con mis Guaraníes, para divisar el contorno, una especie de piedras de clase común y de diversos tamaños pero con una misma figura. Ella representaba una boca, una nariz y dos ojos, en fin una cara humana bien reconocible. Lo novedoso de este descubrimiento nos hizo reír al comienzo, pero luego nos causó admiración. Yo no dudaba que las piedras hubieran sido perforadas por la fuerza de la lluvia caída, pero lo que intrigaba era saber, por qué motivo habían adquirido luego las figuras de caras humanas, lo que no he observado jamás en otro lugar excepto en éste. Los Indios pusieron en seguida a ésta [colina] un nombrey la llamaron Yta robá, piedras de cara. Piedras rojas, negras, preñadas de fuego, por lo tanto buenas piedras para fusiles, abundan muchísimo, especialmente a orillas del Uruguay. Pero faltan las herramientas para henderlas y prepararlas para los fusiles. Ignoro si Paracuaria produce también alumbre, azufre y mercurio. En diversos campos aflora frecuentemente sal nitro, especialmente donde hay palmeras de la clase de Caranday. Las gotas de lluvia que caen de las hojas, por la condición salobre de éstas, parecen semillas de salitre. En algunos lagos se concentra sal después de una sequía prolongada. En otros lugares se extrae la sal del salitre que se junta en ollas de barro. En la tierra de los Guaraníes no hay sal, sino que debe traerse desde las colonias de los Españoles, muy lejanas/271 y con grandes gastos. Las tortugas que abundan tanto en los ríos y arroyos y entre los Chiquitos también en las selvas, no son de la clase de aquellas, cuya caparazón tiene un valor tan alto entre los europeos y se labora. Las cañas, que los Alemanes llaman [cañas] españolas, o (cañas) de las Indias como las llaman los Españoles, y que se usan para bastones no se conocen en Paracuaria, aunque se tienen allá cañas de diversas formas y tamaño.

Pero, ¿para qué el relato de todas estas menudencias? Únicamente para dar a conocer a mis lectores mi sinceridad y mi deseo de referir todo cuanto Paracuaria produce. Indicaría estultez o insolencia si a mí, como testigo ocular, se quisiera prestar menos crédito que a los folletos miserables cuyos autores, ya por ignorancia, ya por otro motivo, inventan en Paracuaria, un vivero de oro, platay piedras preciosas. Se han equivocado muchos que en la misma Paracuaria han escrito sobre el Paraguay. Ellos atribuyen a ese país unos tesoros, no porque la provincia los posee en realidad, sino porque los han ensoñado para este país completamente desnudo de metales. El ciego soñaba que veía y soñaba lo que quería (11e). Entre ellos debe contarse Martín del Barco, arcediano de Buenos Aires, que en el siglo pasado en su poema Argentina y conquista del Río de la Plata, junto con otras fábulas, ha escrito en rimas españolas lo siguiente: que en un lago en la región, donde habitan ahora los Abipones, se producen perlas. He interrogado al respecto a los más ancianos, más expertos y más verídicos entre los Indios nacidos en aquella vecindad y que habían vivido/272 por muchos años en esas regiones. Pero todos me respondieron unánimes que jamás en su vida habían visto perlas ni habían oído de sus padres cosa semejante. Como estos naturales, para adornarse, cuelgan diariamente sobre sí en cuello, brazos y pantorrillas, unas bolas de vidrio, importadas de Europa, unos disquitos fabricados por ellos de los caracoles, las semillas de diversas frutas,nueces, garras de aves y otros desechos semejantes, habrían demostrado, sin duda, un deseo igualmente vehemente por las perlas, por ser estas relucientes de naturaleza, si éstas les hubieran llegado a la vista o a las manos. Por lo tanto, contamos sin titubear, este lago feraz en perlas entre la clase de ficciones, pues desde hace mucho tiempo ha sido extirpado de la clase de historias por todos los sensatos. Pero cuán absurdamente crédulos y tontamente desconfiados han sido los mismos indígenas frente a todo lo que tenía aspecto de metal, puede [deducirse] por las palabras del P. Nicolás Duran, quien después de haber visitado como provincial las nuevas localidades de los Guaraníes en elQuayra (ahora todas son portuguesas) relata como testigo ocular lo siguiente: Allí se ve – dice él –un peñón inmensocuya fama se he extendido hasta nosotros yque es llamado El Pobre por antífrasis, porque todos lo consideranla mina de oro más rica ylo creen totalmente formado por este metal. Este peñón es de un aspecto muy monstruoso, tiene varios colores yresplandece tanto que refleja cual espejo los rayos solares. Por esto todos los gobernadoresymilitares en estas regiones lo estimen un metal muy precioso. Ellos demuestran una avidez extraordinaria en buscar este peñón, pero el temor de perecer o/273de extraviarse les impide realizarlo, especialmente desde que han perecido treinta balsas (embarcaciones compuestas de dos canoas) que partieron con el propósito de buscar el peñón de oro. Como en mi viaje pasare por delante de él, indagué lo que había de cierto en el asunto, pero no encontré otra cosa que una mera roca que estaba tan pulida yalisada por le arena llevada por el viento desde el río que más semeja un vidrio que una roca. Yesto suele ser el fin de las esperanzas humanas. Así escribe Nicolás Duran en las cartas anuas de Paracuaria del año 1626 y siguientes (página 92 de la edición de Amberes). Yo no dudo en modo alguno que el asunto sea así, pues la región de Guayra, donde se encuentra el célebre peñón, pero ahora ya decantado, la ocupan desde muchos años los Portugueses, los cuales si bien son por naturaleza perspicaces, intrépidos y resistentes en las molestias, no han omitido intentos para descubrir y aprovechar los metales ocultos. Si el peñón contuviera, fuera de piedras, algún otro elemento precioso en su seno, lo habrían revuelto y expoliado ya hace mucho tiempo. Pero hasta ahora no se sabe nada de esto, ¿O acaso hubiera podido quedar ignorado en el Paraguay vecino lo que ocurría en el Brasil?

Los Españoles usan en sus casas por lo general vasijas de plata; el avío de la mayoría de las iglesias es también de plata. En las reducciones guaraníes son dorados no sólo los altares sino también los cielos rasos. Yo no niego todo esto. Más este oro y plata no son productos paracuarios sino importados desde el Perúy Chile. Los Guaraníes/274 funden, tanto para ellos como para las iglesias de los Españoles, unas grandes campanas de metal, pero el metal traen de Chile. En toda Paracuaria no se acuña una moneda ni en nombre del Rey ni de otro. Por esto ha sido silbado con justicia por todos los Europeos inteligentes, el maligno y estulto impostor, que acuñó monedas en nombre de Nicolás como ficticio Rey de Paracuaria, pero que en realidad salieron de Quito. Con esto solo pudo engañar a ignorantes cuyo cerebro era tan soso cuan grande era su odio contra nosotros. Excepción hecha de algunas ciudades que negocian con barcos europeosy con sus vecinos Peruanos (12e) la moneda acuñada se usa muy poco en Paracuaria. Ella se suple mediante el trueque como entre los antiguos. Caballos, mulares, vacunos y ovejas, tabaco, algodón, té paraguayo, azúcar, sal, diversas clases de cereales, frutas campestres y silvestres, cueros de animales, etc. hacen las veces de la moneda por medio de los cuales se pagan todos las cosas necesarias; se abona a los obispos, párrocos y gobernadores reales su salario anual y se pagan los impuestos Todo vale especialmente para la ciudad de Asunción. Todo cuanto la naturaleza produce tiene allá un precio establecido por la autoridad que los compradores y vendedores deben saber y observar exactamente. Si una Española, dueña de casa, necesita velas de sebo, da a su negra un cesto con una porción de algodón, tabaco, yerba paraguaya, azúcar y sal. La vendedora de las velas saca de éste lo que le place, pero de acuerdo con las leyes existentes acerca del precio. Aquí no hay cuestión de alterar entre comprador y vendedor. En las pocas ciudades donde se usan las monedas, corren únicamente tres clases de monedas de plata, a saber un peso fuerte, peso de plata o patacón (13e) que importa/275 un peso de convención, o sean nuestros dos florines, un real de plata y un medio real de plata (14e) . El primero vale cinco centavos alemanes, el otro siete cruzados y medio. Allá no se ven monedas de oro o plata. Los indios que viven en las localidades sujetas a nuestro cuidado, no tenían dinero alguno, tampoco nosotros fuera de que en cada localidad se conservaban catorce monedas de plata, reales o medio reales, pues conforme al uso de la iglesia española, en un casamiento público, el párroco entrega tales monedas al prometido y este a la novia como un regalo. Después de la boda se devuelven al párroco para que él tenga de nuevo a mano la misma moneda y los anillos de los novios para otras bodas. Durante los veintidós años que he pasado entre los Españoles y los Indios en Paracuaria, no recuerdo ¡quién lo creería! haber visto ni una moneda de oro ni otra cosa alguna de oro fuera del anillo del obispo, pero del cual no puedo confirmar si era de oro, porque la mayoría de los obispos prefieren llevar anillos de tumbaga que los Españoles prefieren al oro. Corresponde por completo a Paracuaria lo que Tácito ha escrito sobre la antigua Germania:

Argentum, et aurum propitii, an irati Dii negaverint, dubito. Nec tamen affirmaverim, nulam Germaniae Venam argentum, aurumve gignere. Quis enim scrutatus est? (15t). Costumbres de los Germanos, párrafo quinto.

Si la naturaleza hubiera adjudicado también a este país oro y plata y el arte y la diligencia los hubiera descubierto, los Españoles ya hace tiempo habrían abandonado sus dos industrias fatigadas, la ganadería y la preparación de la yerba paraguaya que a sus vecinos se ha vuelto una necesidad. Los Indios habrían sido condenados a la minería/276 y de ahíse habrían resistido a toda fuerza contra la religión y la amistad de los Españoles que siempre habría acarreado la servidumbre. Nosotros no habríamos convertido tampoco tantos miles de naturales a nuestra fe, de modo que yo he estimado la falta de minas o de su descubrimiento un beneficio de la Providencia y una felicidad para la Provincia Paracuaria.

 

DE LA INCREIBLE CANTIDAD DE CABALLOS, MULAS, VACAS Y OVEJAS

 

Aunque Paracuaria no posee metales o por lo menos en ella no han sido descubiertos algunos, se incurriría no obstante en error al imaginar esta provincia como una tierra pobre y miserable. Ella abunda en todo cuanto se necesita para el sostén de la vida y especialmente en ganado de toda clase. No ha de encontrarse fácilmente un país, donde pastan unidos sobre los campos tantos o tan numerosos rebaños de vacunos, caballos, mulares y ovejas. Los primeros Españoles que allegaron allá, se trajeron al principio a Paracuaria solo algunas cabezas de todas estas especies, pero, en parte a causa de los hermosos campos de pastoreo, en parte por poder permanecer durante todo el año de día y noche en los campos, han aumentado de un modo increíble. Especialmente el rápido crecimiento del ganado de asta excede a todos los conceptos de los Europeos. Hace unos cincuenta años, hormigueaban sobre la llanura entera una cantidad tan grande de vacunos que pertenecían a quien primero se apoderara de ellos, que los viajeros debieron abrirse camino mediante unos jinetes, enviados adelante, por el medio de ellos porque puestos en el camino querían impedir el paso con sus astas. Por lo tanto, no debe extrañarse que un vacuno desarrollado valiera en aquel entonces término medio cinco sueldos, (o sea un real de plata), como se comprueba en antiguas cuentas./277 El altar mayor artísticamente esculpido en S. Borja a orillas del Uruguay (yo mismo lo he visto), ha costado, según se dice, treinta mil vacunos.

Era obra de los Guaraníes de la localidad de Loreto a los que nuestro hermano Prasanelli de Roma, un egregio escultor, había instruido en su arte. Todo Español que quería agrandar su estancia, alquilaba por unas pocas varas de genero o algodón algunos jinetes, los que dentro de unas escasas semanas le traían vacas y toros a diez mil y aún más. Probablemente se querrá saber qué aspecto tienen los vacunos en Paracuaria pues frecuentemente he sido interrogado al respecto. En la altura se igualan a los vacunos húngaros pero son más gruesos de cuerpo y de colores varios. Al igual a los ciervos llevan la cabeza erguida con cierta feroz arrogancia y corre corren casi con la misma velocidad. Si el campo de pastoreo no se agosta por una sequía largamente continuada, se obtiene de cada vacuno carneado, fuera de una copiosa cantidad de sebo, tantas grasas que frecuentemente dos hombres no pueden transportarlas. La grasa vacuna suple generalmente en la cocina a la manteca, pues las vacas se ordeñan muy raras veces a causa de su ferocidad. Amansarlas es cuestión laboriosa y de mucho tiempo y por esto es odiosa a los Españoles e indios tan haraganes. Las vacas mansas dan leche solo en presencia del ternero y si se les atan las patas. Durante el día se las deja con sus terneros en el campo de pastoreo para al anochecer vuelven de por si a la casa, pero se les separan los terneros durante la noche, para que no les vacíen las ubres. De ahí proviene que en Paracuaria se consume muy poca leche y queso y casi ninguna manteca. Carnicero o un matadero son dos palabras desconocidas a los Paracuarios./278 Cada cual carnea sus vacunos a su antojo. Los pobres no se compran como en Europa solo algunas libras de carne sino cuartos de vacunos enteros pero los más los reciben de balde de parte de los de más fortuna. Dos o tres adolescentes bastan para quitar la vida aún al toro más enfurecido. Uno tira un lazo de cuero a las astas, otro uno alas patas traseras, luego cortan un tendón de éstas, salta luego (uno de ellos) sobre su lomoy le hinca en la nuca el cuchillo más a mano. Así se desploma el toro de una sola puñalada. Hace poco he sabido que esta costumbre perdura aún en Sicilia de donde la han introducido los Españoles, que dominaron allá, en tiempos pasados.

El cuero de buey que mide desde la cabeza hasta la cola tres varasy que los Españoles denominan el legal o reglamentario (un cuero de ley) (16e), se compra siempre a los comerciantes en seis florines de nuestra moneda, mientras el buey entero vivo cuesta entre los Españoles solo cuatro florinesy entre los Guaraníes solo dos. Es que el trabajo que exigen los cueros aún crudos, aumenta su precio. Para secarlos es preciso extenderlos hábilmente con estacas de madera contra el suelo y cuidadosamente guardarlos en un sitio cubierto pero accesible al aire para que no puedan ser atacados por los gusanos y no pierdan sus pelos. Por lo menos tres días por semana debe sacudirse con un palo el polvo, por ser origen de los gusanos. Si se continúa este trabajo por unos meses o sea hasta que se venden en conjunto algunos miles de cueros, los compradores españoles lo valorizan altamente. Es increíble con qué mañas artísticas y con qué habilidad algunos/279 estiran los cueros frescos, en caso de ser algo más cortos, hasta alcanzar la longitud reglamentaria de tres varas. En consecuencia, éstos llegan a ser delgados como papel y los curtidores no pueden usarlos. Para remediar sus quejas, se ha prohibido públicamente este estiramiento de cueros no hace mucho tiempo. Me ha extrañado frecuentemente que esta prohibición no se hiciera cien años antes. Como a los Españoles les resulta muy lucrativo el comercio de cueros, incurrieron en lo idea atropellada de matar cuantas vacas pudieran. Con tal propósito hicieron recorrer los campos por jinetes, por acá y acullá, donde hormigueaba en mayor número el ganado sin dueño. Algunos jinetes sobre sus caballos ligeros se meten entre el ganado y les desjarretan el tendón de las patas traseras con una lanza larga en la cual en lugar de una punta se ha asegurado una hoz oval aguda. Como estos vacunos deben renguear, los otros jinetes los enlazan; los demás, que siguen de cerca a los anteriores los voltean y los matan. Es deber de los restantes sacar los cueros, llevarlos al sitio indicado y asegurarlos con estacas contra el suelo y retirar de la res abatida la lengua, grasas y sebo y transportarlos. La carne sobrante, de la cual en Europa podrían vivir ejércitos enteros, queda tirado en el campo donde es devora poco a poco por los tigres, perros cimarrones y cuervos sin que, a pesar de la gran cantidad de cadáveres el aire haya quedado contaminado o hubiera de temerse una infección. Una sola de estas expediciones de algunas semanas reporta a su organizador algunos miles de cueros vacunos. Como esta caza y matanza de vacunos continuó durante un siglo entero las praderas se vaciaron [casi] por completo. Ahora, no hay ninguno de estos innumerables rebaños vacunos en común (las vaquerías), (17e) carentes de dueño. Quien agarraba un solo vacuno o mil, los poseía de derecho y nadie se oponía a ello. Los avarientos se fijaron entonces únicamente en la ganancia presente que el negocio de cueros les reportaba y quedaron por esto tan obcecados que no apercibieron los detrimentos surgidos de ahí para sus descendientes.

 

DE LA CAZA DEL GANADO, QUE ES DEL PRIMERO QUE LO TOMA

 

Unicamente a la extensión de los campos y la fertilidad del terreno debe atribuirse la copiosa cantidad de ganado de asta que se ha conservado todavía en las estancias paracuarias y a cuyo respecto Europa solo podrá envidiar a Paracuaria pero jamás superarla. En otro lugar he dicho que entre los Españoles en este tiempo un vacuno [gordo] vale cuatro florines y entre los Guaraníes solo dos. En los primeros años en que yo estuve entre ellos se entregaba generalmente uno contra un florín. Como su número decrecía siempre, tuvieron que subir naturalmente de precio. Conozco Españoles que cuentan alrededor de cien mil vacunos en sus estancias. La localidad de Yapeyú [consagrada] a los tres Reyes posee hasta quinientos mil, San Miguel aún más. Con esto no hay nada superfluo. Para llenar los estómagos de siete mil Guaraníes (tantos habitantes cuenta más o menos esta localidad) se carnean diariamente lo menos cuarenta vacunos de los cuales se entrega a cada uno una gran porción [de carne vacuna] al anochecer. Agréguense a ellos los vacunos que los indios carnean secretamente, sea en la localidad, sea en las estancias (y) que se matan por los hostiles salvajes errantes y los que se comen los perros alzados, tigres y los gusanos que generalmente se pegan en los ombligos de los terneros. La localidad Caazapá que se encuentra bajo el cuidado de los Franciscanos padres seráficos/281 obtiene anualmente como ya he dicho en otro lugar alrededor de veinte mil terneros en sus estancias. Cada buque mercante transporta treinta mil a veces también cuarenta mil cueros vacunos a Europa. ¿Quien puede calcular los cueros a miles que se emplean diariamente para correas, cercos, casas, cajas, recados etc., para envolturas de yerba paraguaya, tabaco, azúcar, trigo, algodón y otras cosas. El vulgo hispano acostumbra usar en vez de cama un cuero vacuno tirado en el suelo, como también usa la numerosa turba de esclavos negros.

Yo refiero todo esto minuciosamente para que mis lectores puedan deducir del número de los cueros vacunos la gran cantidad del ganado de asta.

 

DE LA VORACIDAD DE LOS INDIOS

 

La. carne vacuna es el alimento mas excelente, diario y a veces único de los paracuarios ordinarios. No solo muchos Indios sino también muchos españoles terminan sus días sin haber probado un pan hecho de trigo. En muchos lugares carecen de un suelo apto para trigo pero en los más los habitantes carecen de paciencia para sembrar y moler el trigo. Como sustitutos del pan y los postres sirven muchas veces el trigo turco, las batatas de diversos colores y sabor, la mandioca (raíz de un árbol) diversas habas, pan de S. Juan y semejantes. Como a la mayoría de los paracuarios les faltan estos alimentos debe suplirlos la carne vacuna que se consume a veces hervida, generalmente asada y muy raras veces salada. Un americano se sacia apenas a medias con una porción en la cual un estómago europeo se ahogaría. Un Guaraní come en pocas horas un ternerito. Esto es tan cierto como parecerá increíble a los Europeos. Cuál paracuario no reirá lo más efusivamente si lee en el célebre Robertson probablemente mal informado en su Historia de América "los Americanos/ 282 tienen un estómago lánguido y poco apetito". El debía haber dicho: ellos son insaciablemente voraces y siempre famélicos. Ovidio parece hablar de los Indios Americanos cuando en el 8 libro de sus Metamorphosis dice:

 

Ut vero est expulsa quies, furit ardor edendi,

Perque avidas fauces, immensaque viscera regnat.

Nec mora, quod pontus, quod terra, quod educat aer,

Poscit, et oppositis queritur jejunia mensis,

Inque epulis epulas quaerit, quodque urbibus esse,

Quodque satis poterat populo, non sufficit uni,

Plus cupit, quo plura suam demittit in alvum (18t).

 

Aquí no creo oír a un poeta sino ver la imagen de la insaciable voracidad de los americanos, tan acertadamente ha sido descripta. El indio antes de ir a dormir coloca su carne si la tiene a orillas del fogón para que al despertar la encuentre asada y pueda comerla. Si no le falta comida, el sol saliente como el poniente ha de encontrarlo con los dientes ocupados y su boca llena sin que el apetito lo abandone jamás./283 El come en el primer día su porción de carne vacuna que se le da para tres días de viaje sin preocuparse de qué vivirá en los siguientes. Ello no obstante, cuando ya no hay alimentos merece ser alabado antes que todos los Europeos y ser admirado por seguir su camino sin quejarse y soportando pacientemente el hambre. Tal avidez de los nativos por comer y los innumerables vacunos carneados diariamente han de hacer pensar sin duda a mis lectores que el Paraguay no sólo es el vivero sino también el derrochador y la sepultura del ganado de asta. La voracidad de los paracuarios puede disculparse tal vez por el hecho de que la carne americana no alimenta tan bien como la europea. Esta opinión comparten conmigo muchos Españoles europeos que han pasado alrededor de cuarenta años en Paracuaria. En los comedores de los conventos se le sirve a cada sacerdote una porción de carne tan grande que satisfaría por lo menos a cuatro alemanes u ocho italianos. Que el estómago de los Paracuarios fuera más capaz de comer y digerir, no afirmará nadie que sepa que Paracuaria está situada bajo un clima cálido pues cuanto más el cuerpo se caliente bajo el sol y se halla expuesto a sudar tanto más se debilita el estómago y digiere tanto menos y lentamente porque todo su calor se pasa a las articulaciones exteriores. Todos los Europeos experimentan esto en los meses estivales. Por lo tanto es muy probable que en las regiones más calurosas de América exista gente menos aguantadora y ávida de comer porque el calor solar torna lánguidos sus estómagos. Otros, en cambio, a causa de falta del ganado astudo, la caza montesay las frutas, se alimentan desde su niñez diariamente con peces, tortugas, cocodrilos y hasta con los insectos más abominables. Parece que esta alimentación/284 contribuye no poco a enfriar el (calor del) estómago y quitar el apetito.

 

DE LA FORMA, VARIEDAD, DOMA, ENFERMEDADES, CURACION, ETC. DE LOS CABALLOS PARACUARIOS

 

Paracuaria produce no sólo vacunos sino también caballos en cantidades innumerables. Estos últimos descienden de las siete yeguas que los primeros Españoles han traído al país. Toda la llanura que desde el Río de la Plata se extiende por doscientas leguas en derredor está poblada completamente por yeguarizos errantes de los cuales uno puede apropiarse de cuantos quiera.

Unos cuantos jinetes traen en pocos días a su casa muchos miles de yeguarizos. Esta caza de los yeguarizos no se hace de un modo uniforme. A veces enlazan con una soga de cuero, los caballos aislados que más les placen. Pero en esta manera, igual a la de quienes pescan con anzuelo, se cazan muy pocos en mucho tiempo.

Otros, al igual que los pescadores que ponen redes, cercan el campo pero dejando una abertura ampliamente abierta en forma de embudo. Por entre ésta arrean, por escuadrones, los yeguarizos que ellos separan de los demás, luego la cierran y hacen padecer hambre y sed a los prisioneros. En este modo se tornan más mansos y se dejan arrear luego sin trabajo, mezclados con caballos mansos a todas partes para donde se quiera. En ocasiones se quema también un retazo de campo. En cuanto brota la hierba nueva llegan ávidos y por cuadrillas los yeguarizos y son rodeados desde todos lados por los cazadores y conducidos a otra parte. Algunos cortan levemente también el tendón de la pata trasera a las yeguas para hacerlas renguear e impedirles huir pues el estar rengas no les impide ser preñadas para lo cual se destinan únicamente. Un yeguarizo/285 [de cualquier sexo que sea] traído del campo que aún no está amansado para cabalgar el él, se vende generalmente en quince o catorce Kreuzer, a veces también por diez. Los potrillos se regalan a los compradores de las yeguas. He visto atónito en una ocasión cómo seis Españoles dedicados a la caza de yeguarizos, arrearon de una vez dos mil yeguarizos a una estancia cordobesa para la venta. Se les pagó por ellos con algunas varas de tela de lana que ellos arrollaron como un capote y lo ataron atrás en el recado. Así volvieron silenciosos a sus casas los vendedores de caballos, ellos que poco antes habían llegado con fuerte estrépito y entre una horrenda nube de polvo. Se los hubiera podido tomar por un ejército en marcha. Como los yeguarizos son de un precio tan bajo, un hombre no muy rico tiene muchas veces en una sola estancia tanto para la crianza como para la equitación alrededor de cincuenta mil yeguarizos. Es usual el empleo de los caballos por todos y para todo. Nobles y villanos los usan no sólo para viajar sino para un paseo diario a la iglesia o a la ciudad, igualmente para llevar a la cocina la leña y el agua, la que traen del arroyo más cercano, en fin para todos los asuntos donde un Europeo pone en movimiento sus propias piernas. En Paracuaria los caballos deben también pisar el trigo en lugar de los trilladores y mover los molinos en vez del agua. Tanto miles de Indios, sin distinción de edad y sexo, montan diariamente en sus caballos. Los Indios del Sur (un número incalculable de gentes) no solo los montan sino que los comen a toda hora. Anualmente los Españoles matan una gran cantidad de yeguas porque necesitan la grasa para poder curtir y elaborar debidamente los cueros de los ciervos. Perecen innumerables yeguarizos bajo las garras de los tigres, por los dientes de las víboras venenosas y los gusanos que corroen todo, lo mismo que/286 por la falta de agua cuando se secan los arroyos.

Hemos visto yacer sus cadáveres a montones en las costas de lagos y ríos. Sólo una mínima parte de la potrillada llega a ser adulta. Los más o son pisoteados por los yeguarizos disparando en plena carrera o son presas de los gusanos que se prenden en los ombligos siempre húmedos, o de los tigres. A pesar del múltiple uso de los caballos en Paracuaria y la gran cantidad de muertes por diversas causas, abundan sin embargo, en todas partes, como puede deducirse de su precio extremadamente bajo, aunque diverso, según la calidad del caballo. Un caballo amansado en la mejor edad y estado se vende generalmente por dos florines, si es un trotón (Trabgänger) pero si es de paso (Passgänger) (19e) vale cuatro, y pagan aun mas por una jaca de dos cuerpos de especial alzada y velocidad. Quiero explicar más claramente esto.

El valor de los caballos en Paracuaria se halla en relación no solo con el color y la constitución corporal sino también generalmente con su modo de andar. Esto es diverso y según las observaciones de los Españoles es cuádruple. El mayor aprecio tienen los que al caminar no sacuden ni trotan sino que avanzan suave y tendidamente con los muslos. Un jinete sentado sobre ellos, puede sostener en la mano un vaso de agua sin perder una sola gota. Tales caballos se llaman en latín gradarios, tolutares, y asturcones, porque se los hacía venir desde Asturias, y en español aguilillas, de paso largo y andadores (20e); en abipon Yachacata. Hay algunos que/287 nacen así, otros aprenden. Si la yegua es yegua de paso, el potrillo también es de paso, [en la mayoría de los casos] aunque el padrillo sea trotón pero lo es seguramente cuando ambos padres son de paso. Por esto las yeguas de esta última clase se separan de los padrillos ordinarios. De entre los caballos nuevos se eligen los más bellos y fuertes para enseñarles un trote suave pero asimismo veloz, para lo cual se procede de la siguiente manera: Se atan las patas anteriores con los posteriores mediante un correón de modo que puedan caminar pero sin tomar un paso molesto para el jinete, ni saltar o estirar las patas. Otros atan a los caballos en las patas una piedra redonda forrada en cuero. Como esta les pega en las piernas si ellos trotan, aprenden a andar uniformemente y en manera suave y con las piernas bien extendidas por miedo a los dolores. Cada una de estas maneras de enseñanza forma andadores en pocos meses. Ellos aprenden a pasar a pies livianos por sobre el terreno y bailar en espléndidos pasos como canta Virgilio (Geórgicas, 3). En todas las localidades Guaraníes había tales enseñanzas de caballos. El caballo de paso hace en una hora dos leguas supuesto que el camino no sea áspero. Un caballo ordinario no lo alcanzara jamás excepto si toma el galope. Los caballos llamados en latín succusatores, en español trotones, en abipon nichilicheranetá, en alemán Trabgänger tienen por naturaleza un tranco muy desagradable para el jinete porque alzan sus patas como manos de morteros y sacuden muy violentamente el cuerpo del hombre. Tales caballos son incómodos pero mas seguros para cabalgar sobre ellos, pues como colocan mas firmemente el pie sobre la tierra y a cada paso alzan bien altas las patas, tropiezan/288 más raras veces que los andadores que retiran apenas el pie del suelo y, por lo tanto, por avanzar de igual manera ligero o lentamente, chocan con su casco tan pronto en las piedras, tan pronto con una raíz de un árbol o una gleba dura. También caen mas frecuentemente y tiran al jinete al suelo, especialmente donde no hay un camino emparejado. Yo conozco a alguno (jamás estoy obligado a decir que fui yo mismo) que ha hecho esta experiencia por repetidas veces a su propia costa. Para los viajes largos que se realizan a través de regiones intransitables, son los mejores caballos aquellos que son intermedios entre los trotones y los andadores y que los Españoles denominan pasitrotes o marchadores. Su paso se aproxima más al paso humano. Ellos fatigan menos al jinete, no se cansan ellos mismos y chocan raras veces. Muchos estiman altamente los caballos de carrera porque son muy útiles para emplearlos tanto en las carreras como también en la cazay en la persecución de salvajes hostiles. Los Españoles campesinos y todos los Indios desprecian todo caballo que no salta con los cuatro pies simultáneamente, en fin que no galopa. Ellos sólo apetecen caballos alados, desprecian las lentas tortugas.

Indudablemente hay que desechar los historiadores por los cuales Robertson se dejó engañar cuando él dice que los caballos americanos eran mal formadosy completamente sin ánimo, enanos entre los yeguarizos y sólo unas sombras de los caballos europeos. Yo sostengo sin miedo que los caballos en Paracuaria no difieren en nada de los nuestros en cuerpoy virtud interna. En todas, partes se ven grandesy medianos para coraceros y dragones. Chicos como los de Córsica/289 son tan raros en Paracuaria como los cometas en el cielo. Es cierto que en este país no hay hasta ahora caballos estirios, nacidos en los Alpes de lomo de ancho inmenso, grandísimos muslos y de cascos del ancho de una palma y casi iguales a los elefantes. Sólo se producen caballos livianos o sea de carrera y de silla, pero no de coche y de carros. Si se les alimentara con cebada y avena en un establo cubierto [contra las inclemencias del cielo] como en Europa, alcanzarían el tamaño de los caballos de Estiria. Los caballos paracuarios nacen en el campo y permanecen durante todo el año día y noche sobre el campo, sin tener otro forraje que la hierba existente en el campo, la que frecuentemente ni es buena ni suficiente y en ocasiones corrompida por el calor solar y el rocío. A veces roen también las ramas de los árbolesy hasta en la madera seca. Para apagar su sed, deben vagar muchas veces por largo tiempo hasta dar sólo con un poco de agua mala. Bajo el libre cielo, con el vientre desnudo y a veces herido, están continuamente expuestos al calor o a las persistentes lluvias, al rocío o al frío molesto que el tormentoso viento del sur trae consigo, y casi en todas partes y en todo tiempo al aguijón de moscas picantes, tábanos y mosquitos que en cantidades infinitas vuelan en derredor. A estas causas atribuyo que los caballos paracuarios no llegan a ser tan corpulentos como los de Estiria, Holstein, Dinamarca y Nápoles. Cuando en el invierno se marchitan los pastos, se agotan también ellos y obscurece el color de sus pelos. Cuando reverdece el campo, reviven también ellos y recobran su antiguo color. En los pastoreos feraces, donde hay mucho pasto y salitre, engordan igualmente tanto que sobre su lomo se podrían contar los pesos como sobre una mesa, refrán que los Españoles/290 suelen usar con referencia a los caballos gordos. Pero por más que los caballos engrosan con el pasto feraz, esto nos les da el vigor que la cebaday la avena mezcladas con paja y heno suelen dar los caballos europeos de manera que ellos soportan al jinete durante todo el día o pueden tirar del carro. Si en Paracuaria alguien emprende un viaje por corto que fuere, débese hacer trotar delante una tropilla de caballos para que ni bien se fatigue uno, se pueda tomar otro. A la tarde se deja correr libremente el caballo que ha sido montado antes de medio día. Por esto a cada Guaraní que prestaba servicios en el ejército real, le dábamos cuatro caballos de la estancia de la localidad para que pudiera servirse de ellos mandándolos y dejando descansar los demás. Pero los caballos [nacidos en el territorio] de Santiago del Estero superan a los demás en fuerza y resistencia corporal, en parte porque están habituados al trabajo desde sus primeros años y en parte porque por falta de la hierba que sobre el suelo arenoso a veces escasea, se alimentan con pan de San Juan [algarroba]. He conocido soldados de Santiago que con un solo caballo marcharon a la guerra, lo usaron todos los días y casi no transcurrió ni un solo día en que durante el viaje no hubieron corrido tras la caza montesa. Pues como ellos pueden llevar sólo un abastecimiento muy escaso, padecerían hambre muchas veces si no acudieran a la caza. Así debieron quitar la vida a muchos animales silvestres para conservar la de ellos y a veces también la mía, pues yo también he realizado muchos viajes con ellos por aquellas tristes soledades en el Chaco. Debo confesar sinceramente que los caballos/291 de Santiago del Estero han sido para mí los más útiles y los preferidos.

En Paracuaria se encuentran caballos de todasclases [de colores] como se los encuentra en Europa, pero que entre ellos hay más tordillos y bayos que oscuros y colorados, es tan cierto como extraño porque bajo este mismo clima casi todas las gentes – desciendan ellas de Europeos o Americanos [Indios] – adquieren cabellos negros y ásperos. Un Español con cabellos de color claro es algo muy raro en Paracuaria. Un niño de pelo claro, hijo de una madre india, sería mirado cual portento y contado entre los duendes y monstruos. Tal vez un padre salvaje lo ahogaría en el arroyo más cercano. Tordillos y bayos que los Españoles con los latinos denominan bajos, badios y balios, llamaban mucho la atención y se estimaban entre los Antiguos.

Se pondera, la docilidad y su mansedumbre, pero, como sé por propia experiencia, que se fatigan pronto y comienzan a sudar, no pueden compararse con los oscuros y los colorados y menos aún con los tostados de color castaño pardo. Porque éstos pueden aguantar muchísimo y de modo extraordinario y más bien morirían antes de cansarse, el refrán español dice: Alazán tostado antes muerto que cansado (21e). Pero, sin embargo, hemos observado frecuentemente que los tordillos ferruginosos (tordillos llamados por los Españoles) (que) tienen pelos blancos y negros entreverados, una con negra y una cola del mismo color, manifestaban una fuerza especial. Lo mismo vale para el bayo encerrado, cuya crin y colas tengan aspecto negruzco. Para mezclar mis noticias sobre América/292 con un poco de erudición griega, les cuento a mis lectores conforme con Homero que el mismo Aquiles, según la interpretación de los comentadores, había montado sobre semejante bayo [o castaño]. A los manchados se los considera en Paracuaria traicioneros y peligrosos y se los debe tratar por esto con especial cuidado. Que en este caso no se les hace una gran injusticia, he experimentado muchas veces, para daño mío, aunque debo confesar que jamás he montado a los caballos paracuarios, de cualquier pelo que fueran, con esa seguridad y confianza con que uno monta a los caballos europeos. Muchos de ellos son coceadores, resabiados, corcovean y son ariscos y espantadizos. Todo repentino ruido, toda vista extraña los asusta de modo que, sin hacer caso de freno y riendas, echan para atrás la cabeza contra el pecho del jinete, ya no avanzan más y, en ocasiones, si el jinete no está firmemente sentado, lo voltea por sus coces a disparan llevándolo fuera del camino. En la ciudad de Santiago del Estero recibí una vez de regalo un caballo nuevo. Era blanco y manchado con puntos negros. Durante muchos años me ha prestado los mejores servicios. Este caballo era tan fuerte que aguantó aún los viajes más largos. Siempre dispuestoy manso, no podía ser espantado por nada, ni de día ni de noche. No se movía si entre sus orejas se disparaba un fusil. Pero, no obstante estas excelentes cualidades, no pude conseguir jamás que en el campo se acercara a un sitio donde desde lejos se veían ladrillos nuevos hechos de arcilla negra. El tenía miedo a un objeto que no había visto jamás, como aquellos que estiman peligroso todo lo nuevo./293 Qué miedo no pasaría un caballo paracuario, y haría pasar a su jinete si llegara a una ciudad europea y aparecieran ante sus ojos tantas vistas desconocidas de tan diversos colores y figuras: granaderos tocados con altos morriones hirsutos, damas con gorras de delgados lienzos aún más altas, cual cornamenta de ciervos y con largas colas con las cuales barren las calles, altísimas torres, casa con infinitas hileras de ventanas relucientes,y cosas similares? Sin embargo, ante la vista reiterada de estas rarezas, que no tienen malas consecuencias, perderían el miedo. Tal es el efecto de la costumbre que comúnmente reconforta los ánimos miedosos. También vimos en Paracuaria enseñar con éxito caballos paracuarios para fines bélicos y habituarlos al eco de los tambores y al trueno de los cañones y otros incidentes que ocurren en guerra.

En tan gran cantidad de caballos reina también una gran variedad. Algunos son más hermosos y ligeros que los otros, como en Europa. En el Paraguay se consideran los más excelentes aquéllos que tienen un pecho ancho, cabeza chica, ojos grandes y negros, orejas cortas y puntiagudas, amplias fosas nasales, crin espesa, una cola larga y fuerte, pies ásperos, un vientre delgado, un lomo ancho y redondo, piernas derechas y esbeltas y un casco duro y sin rajaduras, los que con osada alegría, en el campo, desafían a sus compañeros a luchar, saltan sin miedo sobre los fosos, avanzan ligeros por sobre el suelo pantanoso y ni bien han sido desensillados y librados del freno, se revuelcan gozosos sobre la tierra para quitarse el sudor. Los nacidos sobre un/294 suelo pedregoso, son estimados como mejores que los nacidos en una llanura de tierra blanca y arcillosa. Cuando un caballo, habituado a un suelo pedregoso, se lleva a campos sueltos y pantanosos, se echará para atrás por largo rato y avanzará tímidamente con paso inseguro. El motivo de este azoramiento es [seguramente] la tierra que cede bajo los cascos. Pero cuando un caballo criado sobre terreno blando se lleva por caminos pedregosos y arenosos llenos de piedras y cascajos, se le verá tropezar frecuentemente y renguear con las patas desgastadas por el roce de las piedras ásperas. Es que en toda Paracuaria no se usan herraduras, aunque este país está ocupado en muchas partes por rocasy ríspidas sierras. Una herradura sería más costosa que el mismo caballo, primero porque el fierro es increíblemente caro y segundo por que allí no se conoce ni de nombre algún herrero que supiera herrar los caballos. Pero esto no se necesita tampoco. Por una experiencia de muchos años he encontrado que los caballos de cualquier procedencia se habitúan dentro de pocos meses a todo suelo. No solo los Españoles sino todos los naturales montan únicamente caballos castrados. Lo más frecuentey felizmente se castran con luna menguante. Cuando afirmo esto, no se ría de mí ninguno de los filósofos recientes, si no yo y todos los Americanos le pagaremos en la misma moneda. Todos ellos conoceny palpan con las manos, por decir así, la influencia de la luna sobre nosotros. Para mí, al menos, la creencia no es dudosa y la he experimentado frecuentemente en las casas construidas por mi orden y en mi presencia. Los árboles abatidos durante la luna llena no duran mucho, se pudren y son víctimas de los insectos llamados carcomas En cambio los árboles de igual edad e igual clase que se abaten/295 durante la luna creciente o menguante, se conservan años cual piedras por muchos. Esta diferencia he visto patentemente en las reducciones de S. Jerónimo y Concepción quese fundaron para los Abipones. En la primera no encontré ningún vestigio de una polilla; la madera era fuerte y no fue atacada de manera alguna, porque los Españoles habían abatido en luna menguante las palmeras destinadas a ella. En la otra, los tirantes y travesaños estaban completamente ahuecados, día y noche caía cual nieve un polvillo amarillo. La mesa y la cama se llenaron de él y los gusanos hacían con su roer un grandísimo ruido. Fue porque los soldados españoles, para apresurar la construcción de nuestra casa y la vuelta de ellos, hacharon las palmeras durante la luna llena. Encontré esta vivienda aunque muy espaciosa, sin embargo, tan insoportable que me construí una nueva choza. No se diga que esta observación procede únicamente del vulgo ignorante y de rústicos, pues el mismo Columella, este diligente investigador naturalista, aconseja en su libro 12; Omnis materia in aedificia succidi debet luna decrescente, ab vigesima in trigesimam, quia sic caesa judicatur carie non infestari (22t). Tal experiencia hemos hecho no sólo en la madera sino también en la siembra y cien cosas diferentes. El cuero sacado al vacuno durante la luna llena, pierde pronto los pelos. Si esto se efectúa bajo luna menguante, queda entero. La yerba paraguaya se coloca en cueros de esa última clase porque son más duraderos, los otros se usan para servicios de menor importancia. Cuando los navegantes son retardados por los vientos contrarios, esperan ávidos el cambio de luna, pues en cuanto éste se produce, suelen cambiar también los vientos. Durante todos los diez meses que he pasado en parte sobre el océano,/296 en parte en el Mar Mediterráneo, observé que los capitanes españoles, portugueses, suecos y daneses vigilaban sumamente atentos, casi diría ansiosos, los cuartos de luna, porque para estos mismos tiempos esperaban o temían un cambio en el aire y en el mar según una larga experiencia, a cada cambio de luna sigue un cambio de los elementos y el ventarrón releva a la calma, el viento norte al del sur o éste al otro.

Del árbol Cupay (de donde se extrae el famoso bálsamo brasileño llamado Cupayba), tocado con el hacha hasta la médula, fluye un aceite muy usado por los médicos y pintores, pero [eso ocurre] sólo en los meses primaverales de septiembre y octubre y durante la luna llena. Cuando mengua la luna, no se obtiene ni una sola gota. Yo mismo he observado ambas cosas y apenas quise fiarme de mis ojos hasta que al fin me convencí de ello. Omito las otras experiencias de esta clase para que, una disgresión sobre las virtudes de la luna, a la que la castración de los caballos me dio motivo, no exceda los límites ni mi propósito.

Las yeguas amansadas pueden aguantar más fácilmente y por más tiempo que todos los demás (yeguarizos) las molestias de los viajes. Esto lo estimo una verdad indubitable. También vimos que las vacas cruzan siempre los ríos de modo mejor y más feliz que los toros. A veces se hacen cruzar a nado, en pequeñas tropillas, varios miles de vacunos a través de los ríos más anchos. En esto contamos entre los ahogados siempre más toros que vacas. Aquéllos son arrastrados frecuentemente por la corriente, porque nadan más despacio. Los Españoles tusan a las yeguas de cría/297 la crin y la cola para que engorden tanto más pronto y más seguramente. Sé muy bien que ello obedece también a otra causa. Una cola largay gruesa adorna y avalora aún más a los caballos para la equitación. También el negro más recto se consideraría deshonrado si debiera estar montado sobre un caballo inglesado [rabón]. Los indios estiman la cola como una parte indispensable del caballo y creen que nosotros bromeamos si les contamos que hay gentes en Europa que recortan las colas de sus caballos. Ellos dicen que la cola no es solo al adorno del caballo sino también su arma para defenderse contra mosquitosy enjambres de moscas. Un sacerdote anciano y siempre enfermizo, tenía un caballo muy manso, ligero y de tranco muy suave. El se servía de éste ante todo para los viajes que debía emprender a veces. Cierto Español lo apetecía vivamente él le ofreció al anciano por él un precio cuanto quisiera pedir, pero fue en vano. Despechado, porque éste no quiso vendérselo, lo amenazó con hacerle sacar secretamente su caballo preferido si no se lo vendía. El propietario que imaginó muy posible el cumplimiento de esta amenaza, hizo venir su peón y le ordenó cortar en seguida la cola. "Es mejor – dijo – perder una parte que perder el todo. En el campo, donde no se le ve públicamente, me prestará aún muy buenos servicios en mis viajes. Los que se encuentren conmigo, reirán probablemente de mi rabón, pero siempre quedaré seguro de los ladrones. Prefiero ser burlado montado en él antes de ser molido por un manco, trotón en todos los miembros y piernas cual la pimienta en el mortero".

Yo he tenido trato familiar con este estoico alemán y lo he estimado como él se merecía./298 Cortar la cola del caballo sobre el cual monta otro, es la venganza más sensible y no rara entre el vulgo español. Se considera un deshonor y afrenta intolerable si alguien llama a otro caballo sin cola (un rabón) (23e)

Una especial limpieza contribuye mucho para conservar y procurar a los caballos un buen aspecto. Pues si se encuentran continuamente empolvados, con sus crines sin peinar, sus colas sarnosas y enredadas con nudos, se impide su transpiración y los caballos se tornan poco a poco flacos, gastados y sarnosos. Por esto los Españoles y Abipones cuidadosos de sus intereses, aunque no peinan, lavan ni restriegan sus caballos con la prodigalidad de los Europeos, ni tienen para esto los precisos avíos, tratan, sin embargo de que éstos, a los cuales el campo libre suple las veces de pesebre y del establo, no se pudran en su inmundicia. Si se pegan a sus colas las espinas, cardos y cosas así espinosas se untan con sebo y aquellas se retiran prolijamente con un palito. Ni bien llegan a casa después de un viaje, desensillan sus caballos, les lavan el lomo con agua fría cuando éste aún gotea de sudor, lo secan lo cubren por un rato con alguna manta para que no se hinchen bajo el aire frío. La saludy vivacidad de los caballos gana muchísimo si se trata que pasten cerca de lagos y ríos que tengan agua limpia y clara para que no solo pueden beber cuantas veces quieran sino también bañarse con frecuencia, especialmente bajo el calor más fuerte de verano, lo que les es tan agradable como sano y casi necesario, pues/299 enflaquecen generalmente y se vuelven sarnosos durante el invierno a causa del aire áspero y en el verano por la larga sequía, si no tienen un sitio, donde pueden bañarse frecuentemente y nadar. Yo recuerdo que en una estancia cerca de nosotros, una cantidad de yeguas hubiera perecido casi por la sarna a causa de la falta de una agua profunda donde poder nadar. Ellas se restablecieron tras haberles abierto un camino por entre el bosque interpuesto hacia el arroyo cercano que les ha servido en lugar de baño y mejor aún de una farmacia.

En los campos de Paracuaria, este albergue de ganados, hay no sólo muchas víboras sino también diversas clases de hierbas que siendo aún más venenosas que cualquier víbora, se presentan a las bocas de los ganados hambrientos. La más conocida y más frecuente la denominan los indígenas Ñio. Tiene un tallo largo y una flor amarilla pero una fuerza pestilencial para matar el ganado. Los caballos que la comen perecen, o por lo menos se mortifican por un temblor febril por algún tiempo. Yo mismo he visto en el territorio de Córdoba campos enteros llenos de esta hierba. Los caballos nacidos ahí, pueden comerla sin perjuicio, por que están acostumbrados a ella desde el primer día, pero en cambio los consideran todos como débiles e inaptos para viajes largos. Contaré ahora la habilidad con que los Españoles se empeñan para evitar a sus caballos esta comida letal. Cuando parten a la guerra, envían adelante en todos los días algunos de sus hombres como exploradores. Estos inspeccionan ampliamente el campo en el cual pastarán los caballos del escuadrón que ha de pasar el medio día y pernoctar. En cuanto/300 ellos aperciben tales hierbas, arrancan algunas de ellas, las atan en un lío y las echan al fuego para que el humo causado por ellas, sea llevado por el viento contra los caballos, porque su olor, al entrar en sus narices, les causa un asco invencible contra la hierba venenosa. Por consiguiente, éstos comerán ávidos las demás hierbas pero no tocarán aquellas. Pero en Paracuaria existen aún otros agentes de muerte como ser tigres, víboras, gusanos etc. Sólo estos últimos matan una cantidad innumerable de caballos. Los recados usuales en Paracuaria son el origen y la fuente de los gusanos que corren a los caballos. Se hacen de cuero curtido y se llenan con dos líos de juncos que se colocan sobre el caballo a cada lado sobre las costillas de maneraque el recado no toca el lomo. Las almohadillas como se usan en Europa para la comodidad del jinete y del caballo no se conocen en Paracuaria. En su lugar se colocan cuatro varas de franela dobladas sobre el lomo del caballo, Sobre éstas se pone aún en lugar de cubierta de silla una manta de cuero blando recortada de diversos modos y adornada con diversas figuras. Todo esto se coloca debajo del recado para no lastimar el lomo del caballo. Luego se agrega para que el jinete esté sentado más blandamente, un cuero de carnero o un cojinillo de lana con mechones graciosamente teñidos en diversos colores de la clase de los que los paracuarios tienden debajo de ello como colchón cuando duermen al aire libre. Estos recados no se aseguran con sogas de cáñamo contra el lomo sino con correas de cuero vacuno sin que fuere necesaria una hebilla. Los estribos de madera se recortan artísticamentey son tachonados con plata para los nobles./301 En español se llamanbaules (24e) porque se asemejan a éstos al encerrar por completo el pie del jinete y protegerlo contra las incomodidades del camino y del clima. Pero si un caballo tropieza de repente o voltea a su jinete, éste se halla en peligro de ser arrastrado, pues un se puede sacar tan fácilmente de ellos el pie, como de los estribos de fierro europeos. Los estribos de los Españoles ordinarios que no usan zapatos son igualmente de madera y provistos de un agujero tan chico que solo pueden introducir el dedo grande del pie. Los salvajes, conforme al hábito de sus mayores, no usan estribos y algunos tampoco un recado. Un freno paracuario se diferencia de los nuestros tanto en la forma como en el tamaño. Los indios hacen los suyos con cuernos de buey y travesaños de madera, de modo que semejan una parrilla y llenan por completo la boca del caballo. Las espuelas de los Españoles son sumamente grandesy provistas con largas y grandes puntas mochas con las cuales mas bien pegan que pinchan en el costado al caballo. Los espolines puntiagudos de los europeos les parecen horribles porque creen que el caballo puede ser fácilmente herido por ellos y se enfurece. Los salvajes cuyos caballos corren tan ligeros como Pegasos alados, no usan prudentemente espuela alguna, pues un caballo ligero no necesita ser espoleado, como cantó Ovidio. El precisa más un freno y un salvaje es capaz de invitar mediante su talón desnudo al galope más fuerte aún al caballo más lerdo. Tal es todo al avío para un caballo en Paracuaria. Quiero que mis lectores estén informados sobre todo lo concerniente a los caballos en Paracuaria. Por lo tanto mencionaré también algo de sus enfermedades y remedios./302 El lomo del caballo se lastima frecuentemente por la fricción de la bajera áspera o en muchas ocasiones por presión del recado duro. Cuando tras una larga fatiga se quita al caballo su bajera aún humeante en sudor, su lomo su hincha al contacto del aire áspero o lluvioso que cae de repente sobre él y que hace reventar poco a poco el tumor. En el cuero abierto o herido se depositan en seguida ejércitos enteros de moscas. De sus huevos nacen en el lomo gusanitos blancos tales como se observan también en la carne de un buey recién carneado. Aquí hay un peligro cercano pues los gusanos aumentan de hora en hora en modo increíble y devorando penetran hacia adentro. Si se desea salvar el caballo deben excavarse en seguida con un palito chico los gusanos para fuera de la carney llenar frecuentemente con tabaco mascado este hueco, que es el escondrijo de los gusanos. La acidez del tabaco mata los gusanos y ahuyenta las moscas de las cuales nacen ellos e impide la ulterior propagación de la podredumbre. La cicatriz debe untarse diariamente con sebo para que crezcan los pelos nuevos. Ahora como los más no ponen cuidado en este remedio o lo demoran tanto que la herida se vuelve incurable, no dudo que sumen más los caballos comidos por los gusanos que los desgarrados por los tigres. Las heridas recientes en el lomo sanan fácilmente, las inveteradas sanan por completo solo alguna vez. Aunque parecen haber sanado y haberse formado sobre ellas una piel nueva, revientan, sin embargo, otra vez si el caballo se emplea excesivamente en la equitación osi le penetra un aire frío lo que le causa dolores insufribles y pone en peligro al jinete. Pues estos [dolores] enfurecen tanto al caballo que de continuo corcovean/303 hasta haber volteado al jinete, motivo de tanto dolor. Yo lo he experimentado frecuentemente. Los Indios colocan en el lomo herido del caballo, aunque raras veces con el resultado deseado, ya la raíz mascada de Quaycurú, ya sebo derretido de tigre, ya la ceniza de una concha quemada de un animal peludo, llamado por los Españoles armadillo o quirquincho y por los Guaraníes tatupoyû, o ya alguna otra cosa. En la obra del padre Martín Szentivani, un Húngaro, sobre ganadería y agricultura, he encontrado un remedio que supera lejos todos los demás americanos y ha sido aprobado por la experiencia tanto por mi parte como por innumerables paracuarios. Tómese sal muy finamente molida, mézclese con vinagre y yema de huevo. Con esta pasta se unta diariamente por una vez el lomo herido o hinchado del caballo. Ella suprime el pus, impide el depósito de gusano, quita en pocos días la hinchazóny crea carne y pelo nuevo. Según este mismo Szentivani, se puede atar también sobre la hinchazón o el lomo herido del caballo cebollas a medio asar tal como se las usa en la cocina para las comidas. Por ambos remedios han sido conservados muchos caballos como yo mismo he visto. Si los Paracuarios usaran siquiera uno de estos dos, no se verían en los campos tantas osamentas de caballos muertos, víctimas de la haraganería y alimento de los gusanos. Hay ciertos pájaros grandes, de varios colores y carnívoros que los Guaraníes llaman quiriquiri, pero que en realidad podrían llamarse médicos de los caballos, pues ellos se posan en el lomo del caballo y, sin preocuparse por los corcovos de su paciente, sacan a picotazos de la hinchazón el pus y los gusanos,/304 aunque a veces agrandan con sus picos puntiagudos la herida. Sin embargo merecen el perdón a la par de nuestros médicos que a pesar de todo su cuidado por los enfermos, aumentan los dolores y los peligros ya por medicamentos demasiado fuertes, ya por una dosis inmoderada.

También los murciélagos que en cantidad y tamaño superan por lejos los europeos, son no solo molestos a los caballos sino también dañinos. Ellos vuelan en grandes cantidades por el campo. Se asientan sobre el caballo y mientras desgarran el lomo con la boca, al abanicar su alas producen una brisa suave y leve. Esto hace tan bien al caballo que casi lo adormece sin resistir, deja que el murciélago le chupe la sangre. Si no se espolvorea en seguida la herida con ceniza caliente, se hincha y poco a poco produce un tumor de modo que en mi opinión debe haber algo venenoso en las picaduras de los murciélagos. En la misma manera como persiguen los animales y apetecen su sangre suelen también chupar la sangre a los seres humanos dormidos en las casas. Ellos suprimen, con el movimiento de sus alas, la sensación de dolor que causa su mordedura, y los más notan la operación hecha por estas sanguijuelas voladoras, recién cuando al despertar ven el lecho salpicado de su sangre. Esto ocurre muchísimas veces en las casas campestres que no estuvieron habitadas desde mucho tiempo.

Cuando la lluvia continúa día y noche por unas semanas, lo que no es raro en Paracuaria, toda la planicie se inunda. Forzosamente los caballos no tienen en ninguna parte un lugar seco donde puedan poner el pie. Como deben estar tanto tiempo en el agua,/305 sus cascos se ablandan tanto, que con ellos no pueden pisar con firmeza ni buscar su alimento y perecen al final aunque están sanos de cuerpo. Cuando una vez, tras una lluvia de treinta y dos días, mudamos la localidad de Concepción desde la costa del Narahaguem al río Salado, he visto disgustado cómo los soldados españoles desecharon más de doscientos caballos en un viaje de veintidós días. A veces padecen los caballos mal de orina, disuria, como se llaman todas las enfermedades que se oponen a la expulsión de la orina. A tal caballo el Español por toda medicina le coloca un recado, lo espolea y lo hace galopear a rienda suelta hasta que por todo el cuerpo le gotea el sudor. Esto basta para restablecer el caballo que estaba tan cerca de la muerte, pues en seguida forma en su derredor casi un lago. Los caballos son atacados a veces también por calambres y el reumatismo, de manera que apenas pueden sostenerse de pie. Los Españoles atan las patas a éstos y los echan por tierra. Luego orinan fuertemente sobre las piernas y los pisotean repetidas veces. Al último los desatan, montan en ellos y salen corriendo por menos ganas que éstos demuestren. Esta manera de curar es algo grosera pero bravísima. Yo mismo he visto y admirado su feliz éxito. Yo estimé conveniente relatar este poco acerca de las curas de caballos por los Paracuarios, no para que los Europeos las imiten sino que se asombren o se rían de ellas. Como en Paracuaria abundan lo mismo caballos que insectos, hay poca preocupación por la salud de los enfermos. En Europa son más raros y más caros. Por ello es bien comprensible que entre nosotros se tengan listos también médicos y farmacias para ellos./306 En Paracuaria ambos estarían demás. Allá no se enferman los caballos ni tan grave ni tan frecuentemente. Esto puede atribuirse a que, abandonados a si mismo, gozando su libertad, recorren alegres los campos, aspiran siempre bajo el cielo descubierto el aire más puro, comen la hierba nueva cuando la madre Natura se les brinda, beben el agua en los arroyos más límpidos y pueden bañarse cuantas veces se les antoja. Tampoco se les ocupa en transportar ni acarrear grandes pesos y por eso mismo ya son más vivaces y más sanos que los caballos europeos que, cual malhechores aherrojados pasan la mayor parte del año y de su vida encerrados frecuentemente en establos obscuros como en cárceles. Un heno seco cual piedra pómez y granzas tan duras cual madera, llenan más bien sus estómagos en vez de saciarlos. Raras veces y en parca cantidad reciben avena. Frecuentemente y por mucho tiempo deben padecer hambre y sed, en muchas ocasiones por culpa de sus cuidadores, otras veces por la avaricia de sus dueños que más piensan en aprovecharlos que en nutrirlos. Callo las continuas molestias y los dolores que deben sufrir los caballos al recibir las herraduras. Al pensar en todo esto, no me extraña que nuestros caballos estén expuestos a mil enfermedades; lo que me extraña es que aún existe alguno. Hay que establecer una escuela para hombres que deben curar los caballos.

 

 

NOTAS

 

6t- El castigo tardío llega arrastrándose lentamente. (N. del trad.).

7e- En la edición latina figuran además: Napigues, Agazes (N. del edit.).

8e- La versión latina registra además el nombre de la reducción de Santa Bárbara en la margen occidental del Paraguay. No incluyeen cambio los nombres de Visitación de María, Jesúsy María, Santa Teresa.(n. del ed.).

9e- El río S. Lorenzo no figura en la edición latina (n. del ed.).

10- En español en el original (n. del ed.).

11e- En español en el original (n. del ed.).

12e- en la edición latina figuran también: chilenosy lusitanos(n. del ed.)

13e- en español en el original(n. del ed.).

14e- en español en el original(n. del ed.).

15t- No puedo decidir si los dioses les han negado el oro por la ira o en benevolencia pero no afirmo que la Germania no produce oro ni plata alguna, pues ¿Quién lo ha averiguado?(n. del trad.).

16e- en español en el original (n. del ed.).

17e- en español en el original (n. del ed.).

18t - Apenas el se despierte un ansia por comer corre furiosa por sus ávidas faucesy las inmensas vísceras. No tarda en pedir o que produce el mar, la tierray el aire,y a las mesas fronteras clama por su ayuno,y entre las comidas, busca comidas; lo que fuera a las ciudadesy lo que al pueblo pudo ser suficiente no bastó a uno. Y mas apetece cuanto mas mete en su barriga. (n.del traductor).

19e- En alemán en la edición latina, (n. del ed.).

20e- En español en el original (n. del ed.).

21e- en español en el original (a.deled.).

22t- Toda madera para edificios debe ser abatida en luna menguantey tan luego desde el vigésimo a trigésimo (día) porque entonces en su opinión, la madera no se pudre. (n. del trad.).

23e- en español en el original (n. del ed.).

24e- en español en el original (n. del ed.).

    

 







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