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WILLIAM BAECKER

  EN ESTE MEMORIAL: POEMAS, 1997 - Poemas de WILLIAM BAECKER


EN ESTE MEMORIAL: POEMAS, 1997 - Poemas de WILLIAM BAECKER

EN ESTE MEMORIAL: POEMAS, 1997

Poemas de WILLIAM BAECKER

Edición digital: Alicante :

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002

N. sobre edición original: 

Edición digital basada en la 2ª ed. de

[Asunción (Paraguay)], [s.n.], 1997.

 

 

Enlace al ÍNDICE del poemario EN ESTE MEMORIAL en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES

Poemas

En este memorial

Tu ausencia

Y estallo como un sol

Un collar de diamantes

Para morir clavel

Piensa, entonces, muchacha...

Tú, de julio

En el último examen

Así nos conocimos

No lo hubiera creído.

 

 

 

 

EN ESTE MEMORIAL

 

 

    En este memorial de los minutos,

   
 

cuando soy el resumen

   
 

de todo lo que fuimos:

   
 

buscadores de estrellas que no existen,

   
 

relámpagos de amor en las tinieblas;

 

 
 

 

 

en este memorial,

   
 

mirandome en espejos

   
 

donde tu luz no llega porque ahora

   
 

eres pura distancia;

   
 

 

 

en este memorial de los minutos

 

 
 

que fueron ahogados alaridos

   
 

de esperanzas que nunca aparecieron:

   
 

arrebatados golpes de campanas

   
 

que ardieron en alturas

   
 

donde el dolor es uno y es eterno

 

 
 

como el rayo de luz en el espacio;

   
 

 

 

en este memorial

   
 

en este libro abierto,

   
 

en esta soledad que es una larga

   
 

pradera donde el eco no responde,

 

 
 

 

 

donde el silencio es toda tu presencia

   
 

y tu presencia es toda una agonía;

   
 

 

 

en este memorial

   
 

en este crucigrama de cruzadas angustias,

   
 

en esta antología de cosas que se fueron,

 

 
 

 

 

te convoco al olvido,

   
 

 

 

al luto que se abisma en las entrañas

   
 

y estalla de dolor en el recuerdo.

   
 
 



 

 

 

TU AUSENCIA

 

 

   Desterrado del mundo

   
 

con las manos inútiles y heladas,

   
 

con los ojos poblados de vacío,

   
 

en una soledad ilimitada

   
 

como un ruego sin ecos entre altas cordilleras,

 

 
 

caminando en dolidas avenidas

   
 

cuyo fin no adivina la esperanza;

   
 

 

 

desterrado del mundo,

   
 

como una catedral donde los años

   
 

cuajaron de dolor sus antiguos vitrales,

 

 
 

saturado de angustias milenarias,

   
 

degustando ansiedades infinitas

   
 

con tu ausencia constante en la memoria;

   
 

 

 

desterrado del mundo,

   
 

desnudo,

 

 
 

despojado habitante enmudecido

   
 

- como un canto rodado de impasibles laderas

   
 

arrojado a desérticas callejas -

   
 

aprendí la inmutable

   
 

lección del universo:

 

 
 

 

 

para amar también es necesario

   
 

un rumor de planeta en los oídos,

   
 

 

 

es preciso morder

   
 

un alto en el camino

   
 

y un decirle a la muerte que se viene

 

 
 

que me aguarde un instante,

   
 

que me espere en la acera, que mañana

   
 

apenas amanezca,

   
 

- al primer resplandor de la alborada -

   
 

hablaremos de nuevo.

 

 
 
 



 

 

 

Y ESTALLO COMO UN SOL

 

 

    Porque ahora no puedo contenerme

   
 

 

 

y estallo como un sol

   
 

sobre inmensas praderas de silencios,

   
 

 

 

quiero ser el de antes:

   
 

 

 

el cantor primitivo,

 

 
 

la sílaba entusiasta,

   
 

la plenitud violenta,

   
 

la moneda arrojada al infinito

   
 

para encender crepúsculos con rosas,

   
 

el beso y el abrazo inevitables

 

 
 

en la urgencia de amar continuamente,

   
 

la esperanza creciendo en el olvido,

   
 

el futuro constante;

   
 

 

 

quiero ser, otra vez,

   
 

de repente el dolor y en todas partes

 

 
 

un poco de alegría porque es justo

   
 

nacer de vez en cuando diariamente.

   
 
 



 

 

 

UN COLLAR DE DIAMANTES

 

 

    Más que el agua y el pan

   
 

y el sol de mediodía en el otoño

   
 

te busqué, te buscaba

   
 

como a un rojo clavel para mis ojos

   
 

vacíos con tu ausencia:

 

 
 

como anillos sedientos de esperanzas,

   
 

hambrientos de ilusiones digitales,

   
 

tiritantes de angustias como altas nebulosas

   
 

perdidas en espacios,

   
 

en silencios que el beso no adivina.

 

 
 

 

 

Más que el agua y el pan

   
 

te busqué, te buscaba

   
 

levantando

   
 

catedrales de sueños

   
 

que entonces fueron una

 

 
 

multiplicada y sola soledad

   
 

suplicante de voces con presagios

   
 

de alegrías ocultas y secretas

   
 

porque sé y lo comprendo:

   
 

 

 

porque en toda alegría

 

 
 

hay siempre una tristeza ilimitada,

   
 

un llegar a destiempo a toda hora,

   
 

un callar cuando el grito es inminente

   
 

y el dolor

   
 

y el dolor

 

 
 

un collar de diamantes

   
 

ceñido a lo que fuimos sin quererlo.

   
 

 

 

Más que el agua y el pan

   
 

te busqué, te buscaba

   
 

moneda sideral para mis manos

 

 
 

encendidas de amargas trayectorias,

   
 

 

 

te busqué, te buscaba

   
 

antorcha en el terror de los nocturnos

   
 

minutos de ansiedad que taladraban

   
 

mi ruego de habitante planetario,

 

 
 

mi canto de soldado derrotado,

   
 

mi derrota ante el sol de tu presencia.

   
 
 



 

 

 

PARA MORIR CLAVEL

 

 

    En cada letra de tu nombre

   
 

- en ese abecedario alucinante

   
 

de padecidos cantos que ciñeron

   
 

un tiempo mi memoria -

   
 

tal vez ya estaba escrita la derrota

 

 
 

que había que seguir

   
 

para alcanzar tus órbitas errantes.

   
 

 

 

Allí estaban mis voces cotidianas:

   
 

las palabras sencillas,

   
 

la gramática simple

 

 
 

que mi vocabulario de profeta

   
 

- con el dolor inmenso de coronar mentiras -

   
 

no supo traducir cuando era el tiempo

   
 

porque tenía, entonces, en mis manos,

   
 

 

 

ese pedazo limpio de universo

 

 
 

que eras tú: desierto florecido

   
 

que ignoró mi ansiedad de iluminado

   
 

para morir clavel en el olvido.

   
 
 



 

 

 

PIENSA, ENTONCES, MUCHACHA...

 

 

    Después de lo pasado,

   
 

después de lo que fue, de lo que fuimos,

   
 

después

   
 

de todos los momentos que incendiamos

   
 

mintiéndonos verdades,

 

 
 

de los días azules que anduvimos

   
 

recorriendo poblados:

   
 

pescadores de imágenes más claras,

   
 

buscándonos ocultos paralelos,

   
 

robándole al presente aquel instante

 

 
 

que quisimos que fuera ya el futuro...

   
 

 

 

Después de todas

   
 

esas voces banales que dijimos

   
 

y esos largos cariños que poblaron

   
 

mi universo con luces

 

 
 

de intensos lapachales,

   
 

 

 

después

   
 

de ese beso

   
 

que fue eterno sin serlo

   
 

y esa lágrima amarga diluida

 

 
 

sobre el astral desierto de las cosas triviales,

   
 

 

 

después de todo

   
 

- otra vez ciudadano perdido en multitudes,

   
 

radioastrónomo loco de sonidos más puros -

   
 

después de la nostalgia,

 

 
 

del recuerdo,

   
 

si no te reconozco

   
 

 

 

piensa, entonces, muchacha, que mis brazos

   
 

están, como estuvieron siempre:

   
 

en posición de cruz para abrazarte.

 

 
 
 



 

 

 

TÚ, DE JULIO

 

 

    Tú, de julio,

   
 

y estamos en agosto

   
 

con aromas sutiles

   
 

de septiembre;

   
 

 

 

tú, de julio

 

 
 

viniéndome de lejos

   
 

- como esas cosas amargas

   
 

que a veces se recuerdan -

   
 

con presagios de largas

   
 

soledades.

 

 
 

 

 

Tú, de julio

   
 

y estamos en agosto,

   
 

y te envío el clavel

   
 

- el de los sábados -

   
 

con un dejo profundo de tristeza

 

 
 

porque se han cubierto ya de lila

   
 

los lapachos

   
 

y una idea serena me acongoja:

   
 

 

 

la de estar, como siempre,

   
 

sin ti,

 

 
 

sin el clavel,

   
 

 

 

con los lapachos.

   
 
 



 

 

 

EN EL ÚLTIMO EXAMEN

 

 

    ¿A quién podré nombrar cuando no estés

   
 

como una herida abierta en mi memoria,

   
 

como un templo sin luz de campanarios

   
 

en esta quemazón de letanías;

   
 

 

 

a quién podré nombrar

 

 
 

cuando pasen las horas del insomnio,

   
 

del amargo minuto

   
 

con sesenta segundos de silencio;

   
 

 

 

a quién podré nombrar

   
 

cuando tenga en mis manos la certeza

 

 
 

que ha sido inevitable

   
 

la austera soledad del desamparo

   
 

para saber que somos pasajeros

   
 

de un barco sin derrota?

   
 

 

 

¿A quién podré nombrar?

 

 
 

 

 

Entonces

   
 

cuando eres y yo soy

   
 

fotografías viejas y distancia,

   
 

cuando llueve rescoldos de tristezas

   
 

sobre el remanso estéril de mis cosas

 

 
 

 

 

en el último examen de la tarde,

   
 

 

 

preguntaré por ti a la nostalgia

   
 

y oscuros resplandores del recuerdo

   
 

contestarán los tiempos del olvido.

   
 
 



 

 

 

ASÍ NOS CONOCIMOS

 

 

    Así nos conocimos.

   
 

 

 

Me hablabas de tus cosas

   
 

con esa dolorida suavidad del recuerdo,

   
 

con esa larga tristeza que se hundía

   
 

callada en la nostalgia.

 

 
 

 

 

Me hablabas ¿lo recuerdas?

   
 

te abrías

   
 

como un gris pergamino

   
 

y eras toda una inmensa astronomía

   
 

poblada de ansiedades sin memoria;

 

 
 

eras toda pasión;

   
 

eras toda una historia de milenios

   
 

fraguada en el incendio de las voces

   
 

que alguna vez, rodando en tus praderas,

   
 

te habitaron mintiéndote esperanzas.

 

 
 

 

 

Así nos conocimos.

   
 

Caminamos.

   
 

 

 

Y tu voz y mi voz,

   
 

y tu cuerpo y mi cuerpo,

   
 

y tu sed y mi sed de más alturas

 

 
 

de pronto fueron una,

   
 

 

 

una sola derrota y agonía

   
 

cayéndose en torrente

   
 

como un trozo de sándalo,

   
 

 

 

como trozo de sándalo herido

 

 
 

coronando el tumulto del ritmo ciudadano.

   
 

 

 

Así nos conocimos:

   
 

caminando,

   
 

recorriendo hospedales y avenidas,

   
 

como dos extranjeros

 

 
 

murmurando secretas oraciones,

   
 

como hambrientos de luz en el insomnio,

   
 

como astrónomos ebrios de galaxias más limpias,

   
 

de más claros y puros resplandores.

   
 

 

 

Así nos conocimos, ¿lo recuerdas?

 

 
 

 

 

¡Y ahora que regresas,

   
 

cuán dulce,

   
 

cuán amarga resultas,

   
 

soledad!

   
 
 



 

 

 

NO LO HUBIERA CREÍDO

 

 

    No lo hubiera creído, pero es cierto.

   
 

 

 

Llegó como un chubasco,

   
 

como una suave, imperceptible brisa

   
 

 

 

Abrió la puerta,

   
 

entró.

 

 
 

Se instaló en mi escritorio,

   
 

revisó mis papeles y mis libros,

   
 

se acomodó a mi lado

   
 

y encendió un cigarrillo.

   
 

 

 

Hablamos con nostalgia,

 

 
 

compartimos momentos...

   
 

 

 

Se bañó,

   
 

cenó conmigo,

   
 

bebió el coñac de siempre,

   
 

cerró la puerta;

 

 
 

se quedó.

   
 
 

 

 

 

 

 
 
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