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CARLOS R. CENTURIÓN (+)

  LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN EL PARAGUAY COLONIAL - Por CARLOS R. CENTURIÓN


LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN EL PARAGUAY COLONIAL - Por CARLOS R. CENTURIÓN
LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA EN EL PARAGUAY COLONIAL
 
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
 
Por CARLOS R. CENTURIÓN
 
 
 
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La instrucción pública durante los siglos XVII y XVIII fue de preocupación preferente del Cabildo de la Asunción y de varios de los gobernadores de la provincia del Paraguay. Ya hemos recordado que los primeros afanes en favor de la fundación y el funcionamiento de instituciones escolares son debidos a Domingo Martínez de Irala. "Señaláronse - dice Ruidíaz de Guzmán - dos maestros de niños, a cuya escuela iban más de dos mil personas." (78) Pero es al Cabildo asunceno, intérprete de los anhelos populares, al que se adeuda la obra de alfabetización de la niñez colonial. Su tesonero empeño, su dedicación entusiasta, sus esfuerzos para vencer todas las dificultades, sus luchas contra los preconceptos, se exaltan, a través de la historia, en el recuerdo de la multiplicación de establecimientos docentes, a pesar de sus exiguos recursos económicos. De las aulas de las instituciones de enseñanza primaria, creadas y sostenidas por el Cabildo de la Asunción, surgieron estadistas como Hernando Arias de Saavedra y prosadores como el citado Ruidíaz de Guzmán.

También ya hicimos referencia al colegio fundado con los auspicios de Hernandarias, en el año 1607, y cuyo director fue el padre Francisco de Saldívar.

Pero antes que esta escuela, por el año 1603, a inspiración del padre Martín Ignacio de Loyola, que fue obispo de la Asunción, la madre Francisca Jesusa Pérez de Bocanegra, de quien dijo el padre Nieremberg que era "mujer varonil y de grande espíritu", creó la Casa de Recogidas y Huérfanas, ya también antes mencionada. Este establecimiento prestó notables servicios y contribuyó a la formación de la mujer paraguaya. De allí salieron honorables damas de la colonia, aquellas madres fuertes y ejemplares que dieron lustre al hogar nativo; allí se alojaron niñas de abolengo como las propias sobrinas de Hernandarias. En 1604 el número de sus internas llegaba a sesenta; un año más tarde subió a setenta. (79) Dicha institución se sustentaba con el producto de la labor de las pupilas.

En 1610 inauguró sus funciones el colegio de los jesuitas, en la Asunción. El instituto atrajo gran número de alumnos, magüer la pobreza de sus enseñanzas. En 1629 quedó clausurado este establecimiento. Fue entonces que el Cabildo metropolitano, siguiendo su antigua tradición educadora, en acuerdo del año 1630, resolvió habilitar su propio local para otra escuela, que fundó en esa fecha, y cuya dirección encomendó a Juan Domínguez.

No debe olvidarse que, según Anglés y Gortari, por aquel tiempo sólo en el convento de San Francisco y de Nuestra Señora de las Mercedes se mantenían cátedra de filosofía y teología, donde cursaban con aprovechamiento los manteístas, vale decir, los alumnos externos de dichos conventos. (80)

En las misiones se enseñaba a leer, a escribir y a contar en guaraní, así como a bailar, a cantar y a tocar flauta. (81) Esta enseñanza, como se ve, fue anémica, negativa, nula.

En el año 1767, por la pragmática de expulsión del 27 febrero, se ordenó el extrañamiento de los jesuitas. Este acto gubernativo de Carlos III benefició a la instrucción pública en Hispanoamérica porque los bienes que pertenecieron a la poderosa compañía se aplicaron a la fundación de colegios. "Con ellos abrió Vértiz, en 1772, en Buenos Aires, un establecimiento con cátedras de latinidad, retórica, filosofía y teología, del que fue primer director el doctor don Juan Baltazar Maciel." (82)

En la Asunción también se exteriorizó el deseo de la creación de un instituto semejante al fundado en Buenos.

El obispo del Paraguay, doctor Juan José Priego, haciéndose intérprete del anhelo popular, dirigió una petición a Madrid, en la que explicaba y demostraba la necesidad y la utilidad que reportaría la creación de un colegio seminario en la capital paraguaya. La solicitud del obispo Priego mereció el favorable dictamen del Consejo de Indias. En consecuencia, el rey expidió la siguiente cédula:
"El Rey: Reverendo en Cristo Padre Obispo de la Iglesia Catedral del Paraguay de mi Consejo, o en su ausencia Venerable Dean, y Cabildo de élla, con motivo de lo que el reverendo obispo que fue de essa Diócesis Dr. Juan Josef Priego representó sobre la utilidad, y aun necesidad de que en la ciudad de la Asumpción capital de la Provincia se fundase un Colegio Seminario para instruir, la Juventud, y de lo que aserca de éllo consulto mi consejo de las Indias en nueve de Agosto de mil setecientos setenta y seis, me digne mandar en cédula de veinte y tres del mismo mes se estableciese el referido Seminario, y aplique por una vez dos mil pesos para sus primeros gastos, y mil, y doscientos cada año para su subsistencia consignados en las vacantes maiores, y menores, asi el Arzobispo de Charcas, como del obispado de la Paz, previniendo al Prelado de esa diócesis que para todas las Provincias conducentes a tan importante establecimiento procediese de acuerdo con mi Vice Patrono - etra-etra -; de resultas de estas providencias hicieron presente el gobernador de esa Provincia, y el Provisor del Obispo don Josef Roman y Cavezalez en cartas de trese de Mayo de mil setencientos setenta y ocho los efectivos fondos con que se puede contar para el establecimiento del referido Seminario, de lo que se le aplicó de las Temporalidades de los ex-jesuitas, y manifestaron la justicia con que el difunto Rdo. obispo propuso la precisión de que me dignase concurrir con algún auxilio para este utilísimo establecimiento, y lo conveniente que será me digne mandar se lleve a devido efecto lagracia concedida por la citada cédula. Y aviendose visto en mi Consejo de Cámara de Indias con los que dixo mi Fiscal, y consultándome sobre ello he resuelto se lleve desde luego apura, y debida execusión lo mandado en la mencionada mi Real Cédula en los términos que dispone, y he aprobado el reintegro que por la Junta Municipal se hizo en tierras al Seminario del valor de los diez y seis mil novecientos sesenta y un peso de Plata con fondos de el, y las aplicaciones de haciendas, ganados y demás que fueron de los extinguidos jesuitas, cuidando voz, con acuerdo de mi Vice-Patrono, de que con la posible brevedad se formalise el establecimiento del Seminario dedicando ambos vuestro acreditado celo, y remitiendo al mencionado Consejo un plan individual de la cantidad a que asciende en cada año el haver del Colegio Seminario assi en dinero como en los ganados, y haciendas que se aplicaron de las temporalidades de los referidos ex-jesuitas comprendiendo en el mismo Plan assi la cantidad que importaren los Salarios fijos anuales de los Maestros, el número y clases, de estos como el importe de los salarios del Rector, del Médico y del Barbero, del vestuario, y manutención de los Colegiales de gracia y de los sirvientes expresando finalmente el número de unos y otros. Fdo. en el Pardo a veinte y ocho de Febrero de mil setecientos y ochenta. - YO EL REY.- Por mandato del Rey nuestro Sr. Miguel San Martín Cueto. Al Obispo, ó cavdo. de la Catedral del Paraguay, sobre el establecimiento, y manutención del Colegio Seminario de aquella Iglecia - a-l-vale." (83)

Así quedó fundado el famoso colegio seminario carolino de la Asunción. Su primer rector fue el doctor Alonso Báez, nombrado el 22 de diciembre de 1780. Como administrador fue designado, en la misma fecha, Francisco Javier Acevedo.

Se estableció la oposición como régimen para la provisión de cátedras. Los postulantes tendrían que haber cruzado por lo menos tres años de filosofía o cuatro de teología, con aprobación, en algún colegio público, siquiera fuese innecesario poseer grados eclesiásticos.

Las cátedras creadas fueron las de Teología Escolástica, Teología Dogmática y Gramática.

Luego de transcurrido el término para el concurso, y como no se presentaran interesados, fueron designados directamente como profesores de Prima Teología y de Artes, los presbíteros Dionisio Otazú y Juan Antonio Zavala, párrocos de la Catedral y de San Blas, respectivamente.

El sábado 12 de abril de 1783 quedó inaugurado solemnemente el Colegio Seminario Conciliar de San Carlos, de la Asunción con asistencia del gobernador de la provincia, el Cabildo Eclesiástico, autoridades provinciales y vecinos en general.
El gobernador, en su calidad de vicepatrono real, "puso a cada colegial en conocimiento de las becas otorgadas por Su Majestad". "Hablaron también el Rector del instituto, Dr. Gabino de Echeverría y Gallo, deán de la Catedral, y el vicerector Dr. José Antonio De Agüero". (84)

En la capilla del colegio, momentos después, el gobernador hizo entrega de las becas a los primeros seminaristas. Fueron ellos Rafael Tullo, José Joaquín Ayala, Manuel Corvalán, José Joaquín Baldovinos, Sebastián Antonio Martínez Sáenz, Juan Antonio Riveros y Sebastián Taboada. Juraron estos seguidamente la profesión de fe ante el presidente del Cabildo Eclesiástico, Dr. Antonio de la Peña. Ingresaron días después José Félix Cañiza, Sebastián Patiño y Antonio Montiel.

El Rector Dr. Echeverría y Gallo fue sustituido en 1785 por el Dr. José Baltazar de Casajúz.

"Por estos años iniciales - dice Benigno Riquelme en su interesante monografía inédita y titulada El Colegio Seminario Conciliar de San Carlos, de Asunción 1783-1822, se registraron el paso de hombres que con el tiempo, tendrían actuación prominente en la gestación de la Independencia patria. El capitán Pedro José Molas peticionó una beca de gracia para su hijo Mariano Antonio Molas, la que le fue adjudicada por el gobernador Joaquín de Alós, en nombre del Rey, en fecha 5 de septiembre de 1793. Molas no se graduó, abandonando el instituto años después. Vicente Ignacio Iturbe usufructuó también una beca de gracia, cursando estudios por más de cuatro años, abandonando luego la carrera. José Gabriel Benítez estudió como alumno con beca pensionaria Gramática, pero tuvo que abandonarlo por contrariedades físicas. También cursaron por esa época sus estudios Juan Niceto Valdovinos, Juan Neponuceno Goytía (venido de Corrientes), y, llamémonos a extrañeza, un indio: Venancio Toubé, venido del pueblo de Atyrá, becado con consistoria a pagarse de los tributos de la citada población y luego, a petición de Pedro José de Aguilar, apoderado de los pueblos indios, se le concedió una beca de gracia. Luis Santiago Valdovinos, Sebastián Martínez Sáenz, Antonio Taboada, José Sebastián Valdovinos, José Joaquín Montiel, José Vicente Cabañas, José y Antonio Vianna, Agustín y Cayetano Castelví, figuraron en las mismas condiciones que los anteriores."

Los primeros estatutos del colegio - prosigue el mismo autor - fueron redactados por el gobernador Joaquín de Alós y trataba de la fundación del mismo, sus advocaciones y festividades que debían celebrarse en él. Conciso y breve, estatuía todo cuanto podía relacionarse al normal funcionamiento de la institución. No podía ser Rector ni vicerector, el gobernador y se dejaba expresa constancia de que las faltas de los seminaristas, caídas en jurisdicción de juez ordinario, no eran de incumbencia de las autoridades del colegio no pudiendo, por lo tanto, las mismas entender en ellas. Se suprimía el precepto de la Santa Obediencia. Se condicionaba la adjudicación de becas y se establecía la vestimenta de los colegiales. No podían existir becas de distinciones para evitar odiosos privilegios. Se fijaba la cantidad de colegiales, quienes debían de haber nacido en el obispado o ser hijos de vecinos domiciliados en él, y se establecía que el defecto de ilegitimidad no podía ser dispensado ni por el Obispo ni por el gobernador. La voz "castigo" proscribíase de los lindes de la institución y se la sustituía por la de "corrección". Se prohibía el magisterio de los clérigos de servicio actual, pero a falta de profesores tuvieron que ejercerlo algunos párrocos."

En cuanto al plan de estudios, "establecía el funcionamiento de tres facultades: Una de Teología (Moral y Dogmática) que se dictaba en dos clases; otra de Filosofía y Artes (Con el último vocablo se designaba la Lógica, la Física y la Metafísica de Aristóteles), y otra de Gramática y Latín. Los estudiantes se diferenciaban en colegiales y manteístas. Los primeros eran los internados y los segundos los externos. El Rector y el Cabildo Eclesiástico constituían las más altas autoridades del colegio."
En los exámenes de 1808 aparecen aprobándolos, con todos los votos, Carlos Antonio López y Venancio Toubé. Este último era un auténtico indio, así como lo eran también Juan de la Cruz Yaguareté y Juan Domingo Guainaré, ordenados en mismo instituto, y "acaso los únicos que llegaron a ejercer el sagrado ministerio en todo el territorio del Río de la Plata". (85)

En diversas épocas integraron el cuerpo de profesores Francisco Javier Bogarin, Dionisio Otazú, José Baltazar de Casajúz, Manuel Antonio Corvalán, Sebastián Patiño, Juan Antonio Zavala, José Gaspar de Francia, Marcelino Ocampos y Carlos Antonio López.

En 1822, el dictador Francia acabó con la vida del Colegio Seminario Conciliar de San Carlos.

De esta suerte, la instrucción primaria y la superior fueron extendiendo, paulatinamente, sus beneficios en todo el país. Al finalizar el siglo XVIII, el problema del analfabetismo estaba casi absolutamente resuelto en el Paraguay. Raro era, en aquel tiempo, hallar un criollo que no supiera leer, escribir y contar.
El gobernador Lázaro de Ribera, el 6 de mayo de 1793, planteó al Cabildo la necesidad de realizar reformas educacionales. La nota en que esbozaba sus propósitos dice: "Considerando que ninguna parte del servicio que devo, y deseo hacer a esta Provincia puede ser estraña del conocimiento del V. S., y que puede darme luces que afianzen el acierto que procuro, voy a examinar un pensamiento que lo contemplo íntimamente unido con la felicidad del País, para que combinando V. S. todos los objetos que abraza, me de su dictamen con una franqueza digna de sus sinceras y justificadas intenciones.

"A la penetración de V. S. no puede ocultarse que la buena educación es absolutamente necesaria; y que ella es, la que proporciona a la Juventud la instrucción que debe tener de nuestra Sta. Religión, y de todas las obligaciones inherentes a un buen Vasallo. Todos los individuos que componen una Sociedad, bien reglada, deben ser religiosos, honrrados, atentos, y fieles a los preceptos del Soberano y de su Legislación. Todos deben saver leer, escribir, y contar, por lo que estos conocimientos pueden influir en el acierto de los negocios públicos y privados.
"Todo esto se consigue por medio de buenas escuelas de primeras letras. La Provincia las tiene; pero por una fatal desgracia y por varias causas que frecuentemente se reunen a separarnos del mismo bien que buscamos, se ve, que hasta ahora no se ha conseguido el fruto que prometían estos útiles establecimientos. Los Indios no saben de su ignorancia: no tienen conocimiento, ni aun remoto, de nuestra lengua: las dotaciones de los maestros se ha llevado y llevan crecidas sumas; y después de estos sacrificio V. S. toca por si mismo la situación infeliz de las Escuelas.

"He reflexionado atentamente sobre todos estos puntos, y comprendo que la reforma de ellos es urgente y necesaria. La empresa es tan fácil como sencilla; y para su consecusión me desprendo gustoso de la facultad que reside en este Gobierno de dar los Empleos de Maestros de primeras letras, porque el bien de la Provincia pesa mas en la balanza de mi corazón, que el ejercicio de aquella autoridad.

"Esta verdad es la que gobierna todos mis pensamientos, y ella es la que me impulsa a establecer en esta capital, a la vista de V. S. un Seminario, o Escuela de primeras letras, cuyo Plan de educación sea extensivo a toda la provincia.

"En esta Escuela se mantendran seis u ocho Muchachos de cada Pueblo; y luego que estén bien instruídos en las verdades Eternas, en la lengua Castellana, y sepan leer, escribir, y contar se bolveran, a difundir en sus Pueblos los conocimientos adquiridos en la Capital. Allí servirán de Maestros, vajo las reglas establecidas aquí, los discípulos mas abiles y aprovechados; y a proporción que vayan regresando aquellos, vendran otros Muchachos a reemplazarlos, para que el número de discípulos sea siempre igual.

"Aquí se enseñaran tambien con igual vigilancia, a los niños Españoles, cuyo medio sera muy eficaz para que los Indios aprendan facilmente la lengua castellana.
"Creo que este camino es el único que deve seguirse, para asegurar perpetuamente la educación de la Juventud, y que los Indios se pongan en el estado de civilidad que nuestro Soberano desea.

"Si calculamos lo que en el dia gastan los Pueblos para ocurrir a las dotaciones de sus inútiles Maestros, hallaremos que después de cubrir todos los gastos y atenciones de la nueba Escuela, o Seminario, queda un sobrante annual de dos mil y trescientos pesos fuertes. Esta suma puede emplearse en objetos utiles al servicio del Rey, y bien de la Provincia.

"Primero: mil pesos para un Secretario del Govierno bien la basta extensión de la Provincia, los multiplicados negocios en que el caso de retardar el despacho, y de separar su aplicación de aquellos grandes objetos de utilidad pública. Perderá el tiempo en buscar y arreglar papeles: y quando salga a sus dilatadas visitas, no le quedará mas recurso que abandonar el Archivo a todo genero de acontecimientos.

"Segundo: mil pesos para asegurar el sueldo del señor Asesor, cuyo pago save V. S. que no esta corriente, porque el reducido ramo de Propios no puede sufrir esta carga. Ninguna atención mas justa que esta dotación; pues es cosa bien terrible y dolorosa que este Magistrado esté trabajando en beneficio de la Provincia, y no pueda sostener el decoro y desencia de su Empleo, por la falta de los mismos medios que las leyes le conceden.

"De esta equitativa disposición habrá de resultar un aumento efectivo a favor del ramo de Propios; y si en el día no puede ocurrir, por falta de medios, a desempeñar los objetos de su instituto, libre de este gravámen podrá por lo menos, atender a la precisa reedificación de la casa consistorial, carzel, composición de calles, y otras obras públicas, que son de absoluta necesidad.

"Los trescientos pesos restantes podrán aplicarse a beneficio de los mismos Propios, o bien en el Hospital, o a otra obra pía.
"Tengo la satisfacción de haber explicado sinceramente mi modo de pensar y solo me resta formar una instrucción, vajo los principios insinuados, para la dirección de la misma Escuela o Seminario, y remitirla con informes a S. M. por mano del Excmo. Sr. Virrey, en el próximo Correo, a fin de conseguir su soberana aprobación; pues de otro modo quedaría este establecimiento sin consistencia, y expuesto a sufrir los efectos de la arvitrariedad.

"Recomiendo a V. S. el exámen de este oficio, para que me informe, con la brevedad posible, si serán útiles los pensamientos que abraza o podrán causar perjuicio al bien Público. Esta es la obra que dejo en manos de V. S. y espero que su celo en servicio del Rey, y felicidad de esta Provincia no omitirá circunstancia digna del convencimiento de quien desea acertar. Dios gue a V. S. ms. as. - Asumpcion del Paraguay 6 de Mayo de 1796. - (Firmado): Lázaro de Ribera. - Al Ilustre Cabildo Justicia y Regimiento de esta Ciudad." (86)

El Cabildo de la Asunción aprobó el plan del gobernador Lázaro de Rivera; pero el rey nunca lo aprobó.

En los años iniciales del siglo XIX, el gobernador Bernardo de Velasco y Huidobro, cumpliendo órdenes superiores, introdujo cambios en la dirección de las escuelas. Encargó el cuidado de ellas a los teniente-curas - "lo que fue un grave error" - y su funcionamiento puso en manos directas de un ayudante de los naturales, obligando, además, a cada parroquia a costear la manutención de veintiséis estudiantes. Como consecuencia de todas estas novedades, los maestros, que por aquel tiempo se hallaban bien pagados, fueron despojados de sus haberes. (87)

En 1810, con motivo de la amenaza de la invasión porteña, el Colegio Seminario Conciliar de San Carlos fue convertido en cuartel y sus rentas se aplicaron a la defensa nacional. El 18 de octubre de aquel mismo año tomó en arrendamiento la casa de Agustín Trigo, y todo el establecimiento, tan poderoso rico en otra época, quedó reducido al rector, al profesor de gramática y a siete seminaristas.

En estas circunstancias desastrosas para los institutos técnicos de enseñanza con que fue dotado el Paraguay colonial, advino la revolución del 14 y 15 de mayo de 1811, iniciación gloriosa de la era autónoma de la nación.
 
 
 


ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION

EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)

Fuente: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP) - EDICIÓN DIGITAL
 
 

 
 

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