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GREGORIO BENÍTES (+)

  JÓVENES EDUCANDOS EN EUROPA (1863) (Por GREGORIO BENITES)


JÓVENES EDUCANDOS EN EUROPA (1863) (Por GREGORIO BENITES)
JÓVENES EDUCANDOS EN EUROPA (1863)
 
GUERRA DEL PARAGUAY
 
 

JÓVENES EDUCANDOS EN EUROPA (1863)

Grupo de 36 jóvenes a educarse en Europa. Sus distintos estudios. Palacios y Delvalle destinados a estudiar derecho. Imposición del Encargado de Negocios. Contrariedad de Palacios y Delvalle. Me hacen su confidencia. Resolución de carácter franco y viril. Indicación de levantar la Legación de la República. Partida de Delvalle, por vía Panamá. Recomendado al presidente de Bolivia. De la Paz a Santa Cruz buscando el Río Paraguay. Llegó a Paso-pucú. Orden de López desatendida. De cabo a Coronel en dos años. Su resolución enérgica comunicada a López. Se abstiene de tomar parte en acción de guerra. Promete no pasar a las filas enemigas. Hace acto de rendición a fuerzas argentinas. Le matan con violación de las leyes de la guerra.

 
Según se ha visto en el capítulo V del tomo 1º de esta obra, el gobierno del Paraguay, presidido por don Carlos Antonio López, había mandado a Europa en 1858, 15 o 16 jóvenes paraguayos a educarse por cuenta del Estado.

Más tarde, en 1863, bajo la presidencia del general López, éste mandó otro grupo de 36 jóvenes a estudiar en Inglaterra y Francia, en diversos ramos o profesiones. El mayor número de ellos, quedó en Londres, en los talleres de los señores Blyth a aprender distintos oficios.

De los ocho jóvenes destinados a estudiar en París, dos, Miguel Palacios y Juan Bautista Delvalle, se dedicaron a los estudios de derecho. Los demás, Eduardo Estigarribia, Antonio Báez, Francisco Rivas, Juan Duarte, Ignacio Orihuela y Dolores González (hoy Ezequiel) hicieron estudios preparatorios para presentarse a los exámenes de ingreso de la escuela militar de San Cyr. Rivas y Estigarribia, únicamente, pudieron ser aprobados en sus exámenes y fueron recibidos en San Cyr. Mas, sólo Rivas pudo terminar los dos años de curso. Estigarribia, no pudiendo pasar al curso de 2º año, tuvo que dejar la
escuela, al fin del primer año.

En 1867, el jefe de la Legación recibió del Mariscal López una comunicación, en que éste le recomendaba que los jóvenes Delvalle y Palacios se dedicaran al estudio de derecho. Al recibir esta comunicación, el encargado de Negocios llamó a los dos jóvenes mencionados, y les comunicó la disposición que había recibido del presidente López, respecto a sus estudios.

Les manifestó que los estudios de derecho no eran tan necesarios para el Paraguay, y que por consiguiente estudiaran de preferencia las matemáticas, en lugar de las letras (Es la antigua política de la metrópoli española, ¡que prohibía la inmigración de letrados en sus colonias de América!).

Esta manifestación contrarió profundamente a Delvalle y Palacios, ambos muy inclinados al estudio de derecho, de que se habían ocupado preferentemente desde su arribo a Europa; de suerte que quedaron muy contrariados y resentidos, porque se les privaba de seguir los estudios de su vocación. Inútiles fueron sus observaciones al agente paraguayo de que tenían ya muy adelantados sus estudios de derecho, y que les permitiera continuarlos. La contestación invariable del señor Bareiro era que estudiaran las matemáticas.

Tanto Delvalle como Palacios me referían con lágrimas en los ojos la imposición del Encargado de Negocios, contrariando sus propósitos personales y los deseos del gobierno, que costeaba los gastos de su educación en Europa.

Algunos días más tarde, vinieron de Versalles a hacerme la siguiente confidencia, que me sorprendió por su carácter viril:

“Que en vista de que el señor Encargado de Negocios, por sí y ante sí, les privaba de continuar los estudios de su predilección, habían resuelto que Delvalle se trasladara al Paraguay, por la vía de Bolivia.; al efecto, me suplicaban que les ayudara con los recursos necesarios para llevar a efecto el proyectado viaje, de cuyo itinerario nadie, excepto Palacios, tendría conocimiento. Me pidieron por favor especial les guardara el secreto conveniente.

La idea me agradó por su carácter franco y viril a la vez. De esa manera Delvalle llevaría nuestras noticias al gobierno de la República.

Les respondí afirmativamente a su petición. Nuestras comunicaciones con el Paraguay, estaban completamente cortadas desde años.
Contribuí, pues, con gusto al viaje de Delvalle, tanto más cuanto que el señor Encargado de Negocios me había significado ya, más de una vez, que se encontraba en la imperiosa necesidad de levantar las Legaciones de la República en París y Londres, por falta de recursos para sostenerlas!

Levantar o suprimir las legaciones del Paraguay, acreditadas oficialmente en Inglaterra y Francia, equivalía, en aquellos momentos solemnes, a dejar libre el campo de acción diplomática a los agentes rivales, que jamás han flaqueado en el cumplimiento de sus deberes, desde que estalló la guerra entre el Paraguay y la triple alianza.

El joven Delvalle tomó el vapor de la línea de Saint Nazaire, que conduce al Pacífico por la vía de Panamá. En mi calidad de Secretario de la legación paraguaya, acreditada en Europa, le di una carta de recomendación para el presidente de Bolivia, general Melgarejo, quien le acogió con distinción y marcada simpatía, según me comunicó el mismo Delvalle. De La Paz, capital boliviana, el viajero cruzó el territorio de Bolivia, con dirección a Santa Cruz, buscando el Río Paraguay, para bajar a la Asunción. El gobierno de Melgarejo le proveyó a mi pedido, de 200 patacones, para gastos de viaje.
 
Por notas oficiales del ministerio de Relaciones Exteriores de la República, y por carta del mismo Mariscal López, recibidas en la Legación, por un conducto que hemos ignorado, tuvimos noticia de la llegada de Delvalle al cuartel general de López, establecido a la sazón en Paso-pucú. El Mariscal, a la vez que nos daba esta noticia, pidió al Encargado de Negocios que despachara por la misma vía por donde había penetrado Delvalle en el Paraguay, a dos de los jóvenes paraguayos que hacían estudios militares en Francia. No se dio cumplimiento a la orden recibida, por causas que me han sido desconocidas.
 
Delvalle que había logrado penetrar en el Paraguay en momentos en que todo el país era un campamento militar, tomó inmediatamente parte en las batallas, y en todas ellas se portó con bizarría y patriotismo. Pronto recorrió sucesivamente los grados de la jerarquía militar. Empezó de cabo en Pasopuc ú, en 1867, y cuando el presidente López se retiró con las reliquias de su ejército a los desiertos de las Cordilleras en 1869, Delvalle tenía ya el grado de coronel efectivo, y mandaba una columna.
 
Cuando la guerra tocaba a su término en los primeros meses del año 1870, Delvalle con su inteligencia cultivada y excelente criterio, comprendió que la prosecución de la campaña por parte del Mariscal López era ya inútil, y que no sólo era inútil en el sentido del éxito de la lucha, sino funesta para los pocos habitantes de la República que aún sobrevivían en aquellos momentos a la catástrofe nacional. Tomó, pues, la resolución de escribir al Mariscal, una carta más o menos en estos términos: que en vista de que los acontecimientos habían reducido a tal extremo la situación de la defensa de la causa del
 
Paraguay, y que siendo ya inútil la prosecución de la resistencia, había resuelto no entrar ya en acciones de guerra con la poca gente de su mando, y más bien retirarse a los bosques, a fin de no sacrificar inútilmente los pocos compañeros que aún le quedaban.

Previno al presidente, que a la vez que le participaba su abstención en las operaciones activas de guerra, le prometía también que ni él ni sus compañeros se pasarían a las filas enemigas. Se asegura que esta comunicación fue interceptada y tomada por los aliados, antes de llegar a manos de López.

Pocos días después de haber tomado la resolución mencionada, el coronel Delvalle fue encontrado con su corta columna por fuerzas argentinas al mando de un jefe, cuyo nombre no hemos podido averiguar, a quien hizo acto de rendición con sus compañeros. Se nos ha referido que con las fuerzas argentinas iba un oficial paraguayo, llamado Gaona (El mismo oficial o jefe de este nombre que murió en Villa Hayes, donde tenía su residencia.), que había sido enviado expresamente de la Asunción por un personaje paraguayo, que tenía resentimiento con Delvalle, a dar muerte a este valiente jefe donde le encontrara, como en efecto así sucedió, con violación criminal de las leyes de la guerra.

El coronel Delvalle había hecho acto de rendición con sus compañeros a las fuerzas enemigas, por consiguiente ha debido ser respetado por sus adversarios. Su muerte ha sido, pues, un asesinato cobarde, que deshonró a la bandera argentina.
 
 

Fuente:



ASUNCIÓN

Establecimiento Tipográfico de MUÑOZ Hnos.  1906
 
 
 
 
 
 
 

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Fuente de la imagen:

ROA Y PARAGUAY - FABULACIÓN Y UTOPÍA - EDUARDO AZNAR & GLORIA GIMÉNEZ GUANES

Editorial SERVILIBRO

Ilustraciones: Acervo MILDA RIVAROLA

Asunción - Paraguay. Setiembre de 2012 (374 páginas)

 





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