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STELLA BLANCO SÁNCHEZ DE SAGUIER

  EL MUNDO QUE PISAMOS (Cuento de STELLA BLANCO SÁNCHEZ DE SAGUIER)


EL MUNDO QUE PISAMOS (Cuento de  STELLA BLANCO SÁNCHEZ DE SAGUIER)
EL MUNDO QUE PISAMOS
Cuento de
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del

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EL MUNDO QUE PISAMOS
-Mi rey, buenas tardes, cómo estás, no te olvides de mi, mira todo lo que tengo especial para vos, vení, vení que te muestro para que creas lo que te digo.
 
-Sí, sí, ya veo (supe enseguida que a la vuelta me iba a quedar), tengo que entrar primero aquí y luego vengo, gracias.
 
Simpática, agradable, suave y eficaz, procuraba con un cierto espíritu de sacrificio y un gran toque de madurez atraer a los clientes que iban y venían recorriendo esos negocios que se hallaban cerca del puerto.
 
Era tan cierto todo lo que sucedía en esos alrededores, pero tan real y sin embargo siempre me ocurría lo mismo, caminaba por esas veredas como si fueran de nube y todo me parecía suspendido en un espacio al que accedía mediante la complicidad de mi amiga la vendedora de frutas.
 
-Vení, hoy te voy a mostrar lo que te traje, esto es para vos nomas. Aquí hay seis manzanas pero yo te doy estas dos más, ¿te gusta?
 
-Son hermosas, hermosas frutas, Inés. ¿De dónde las compras?
 
-Mi rey, me rebusco, me cuesta conseguir las lindas porque me quieren cobrar mucho y así yo ya no puedo ganar y de repente viene tiempo feo, llueve y yo me pongo debajo de estos techitos pero la fruta se queda ahí, se tiene que ver siempre; así solamente la gente se acuerda y se vende, luego algunas se ponen feas y yo ya pierdo, ¿te das cuenta? Y te digo más mi amigo, hoy toco el despertador como siempre a las cuatro de la mañana, y no me podía levantar y yo pensaba si estaba enferma o qué y después me acorde pues que anoche festejamos con el Paulo su nuevo empleo y todos sus vecinos estuvieron también, pucha que estuvo bien, hasta Ña Chona que es tan pleitista bailo y estuvo contando chistes y todo.
 
Sabes, que el Paulo es mi amigo también, pero de hace rato y le hace trabajar a mis dos hijos, ese de diez años y el de ocho, ellos están contentos porque él les da las ropas de mecánico, les mando hacer, porque son delgados y medio chiquitos los dos. Pero mira mi amigo yo estoy así un poco más tranquila; ellos están aprendiendo de mecánicos y de noche se van a la escuela, algunas veces no quieren irse pero yo me pongo dura, no transo, porque o si no después como van a leer y saber todas esas cosas nuevas que vienen ahora, ellos no pueden dejar de saber la computadora, te imaginá si van a ser vendedores otra vez.
 
Ahora estoy preocupada, esa mi casita tiene una feroz rajadura, tengo que mandar arreglar, la mano de obra seguramente he de conseguir de algún amigo de Paulo, pero los materiales están caros, vos que sos tan entendido y que sabes tanto decir las cosas porque, aunque no me creas, yo te suelo leer aquí nomás mientras espero a mis clientes me presta el diariero, a la pinta que decís bien las cosas, eso de darnos instrucción para hacer mejor nuestro trabajo, eso me gusto, sos vale sí que, porque de repente alguna autoridad se puede enojar contigo, ayepa ¿o no? Decime mi amigo ¿que lo que puedo hacer antes que se caiga mi pieza?
 
Así yo accedía a ese mundo palpitante, activo, feroz, pero al mismo tiempo insospechado, misterioso.
 
Esperé y cuando fue preciso mi cámara fotografió varias veces.
 
-Hoy yo te llevo en auto a comprar tus frutas, tengo tiempo y quiero ayudarte-. Ella se rio como inocente, pero solo como sabía de las travesuras de mi imaginación y así se constituía en mi gran cómplice, trataba de aislarse de su entorno para oírme mejor, pero toda ella estaba llena de esos ruidos, de esas voces cargosas, voces que ella trataba de revertirlas en su beneficio, preguntando y enterándose principalmente de aquello que ocurría en el país.
 
Llegamos a la frontera, dando la despedida a esa tarde ahora toda rosada. La retuve en mis ojos y eso me ayudo fundamentalmente a no rehusar el espectáculo grotesco observado allí. Cajones vacios diseminados aquí y allá, obstruyendo el camino, restos de frutas podridas, papeles y cartones sucios esparcidos que subían y bajaban constantemente estorbando al agradable vientecillo del lugar. Algunos se me acercaron, los esquive para no llenarme de tanto asco.
 
Estábamos a orillas del rio, sentí un fresco agradable y todo podría haber sido distinto y placentero, pero la realidad golpeaba y golpeaba aún más el afán de lucro de esos hombres de frontera, atropellando toda la naturaleza, me dolía y me rebelaba ante el abuso y la prepotencia a la condición de inferioridad de todas esas personas, en su mayoría pobres mujeres.
 
Mi amiga iba y venía del coche al gran mostrador donde se hacían las transacciones; en cada viaje ayudada por un chico traía un cajón y en cada ida al mostrador la veía hablar, gesticular, discutir, en un momento dado hasta luego a dar un golpetazo sobre la mesa y en una de esas vueltas me dijo "yo a ese lo voy a pegar", y estuvo a punto de hacerlo; yo también quise reaccionar, pero no debía ¡no podía!; debía terminar mi trabajo. Mi cámara estaba enloquecida, no paraba, enfocaba y enfocaba las escenas y las fotografiaba. Finalmente las operaciones comerciales terminaron. Abrí la valijera y ayude a subir la mercadería en silencio y con apuro, todo estaba muy tenso, debíamos volver lo antes posible.
 
Ya entrada la noche guardamos las frutas en unos depósitos cerca del Puerto, allí permanecerían hasta la mañana siguiente, cuando mi amiga las sacara y las pondrá en los canastos de venta.
 
Tres o cuatro flashes se produjeron de nuevo y otras escenas quedaron grabadas.
En los días siguientes trabaje intensamente, revele fotos, ordene y corregí papeles, conseguí más datos y me puse a escribir con empeño, quería hacerlo en un tono confidencial para que el contenido fuera profundo, concientizador y al mismo tiempo pulcro y refinado y así encontré más urgente y cercano el recuerdo de mi viaje a la frontera, eso ayudo a esmerarme y forzar mis energías, y al final quede contento, puse todo el material en poder de la redacción del diario.
 
Luego me aleje del país por una semana, quería aflojarme, sacarme el disgusto, ese disgusto por la humanidad, anhelaba estar solo, yo pertenecía a la dureza pero ahora después de esta experiencia era como una roca que vacilaba en sus cimientos.
 
Pasaron los días y regrese a la urbe moderna, había dejado de soñar con mundos que en la realidad no encontraría y volví al mundo que mis pies tocaban; así descubrí que es fascinante lo sencillo y directo, que ese otro mundo buscado, por estar lejos, no lo encontraría. Entonces mis pasos más tranquilos iniciaron su nueva andadura.
 
Al día siguiente sábado, me encamine hacia el Puerto. Mi amiga se hallaba ausente, había dejado un mensaje y la dirección de Paulo, me decía que estuviera sin falta a las 20:00, la cita era urgente. Toda la tarde medité, no me sentía aun con fuerzas para enfrentar algo, pero luego, nada pudo impedirme que fuera así y me fui.
 
Me costó encontrar el barrio y más aun la dirección, pero llegue. Una algarabía reinaba en el vecindario, no me atrevía a preguntar, solo me di cuenta de lo que ocurría en lo de Paulo cuando vi empapeladas las Paredes externas e internas con hojas y mas hojas de diarios con las fotos en colores que yo le había sacado a mi amiga, estaban esplendidas, no podía creerlo. ¡Cómo era posible!
 
Toda la prensa y la televisión estaba allí, pero a ella, a mi amiga no la encontraba.
 
Un hombre robusto y morocho al verme empezó a gritar: "¡Este es el autor! ¡Este es el autor!". Era Paulo, sentí que mis piernas se aflojaban, pronto y allí mismo me senté, se acercaron y con silla y todo me llevaron en andas hasta una tarima, alguien ahora me abrazaba muy fuerte, un olor penetrante a perfume me llegó, y observó que ella tenía un peinado de peluquería, un vestido de fiesta y tacones! ¡Cómo iba a encontrar a mi amiga si estaba irreconocible! "Sí, soy yo", me dijo en medio de fogonazos y luces potentes.
 
-Estoy así porque me pusieron maquillaje las chicas de la televisión. Te cuento, mi amigo, ya estuvieron mucha gente, con regalos y ayudas, ya tengo para arreglar mi casita y dicen que voy a ser dueña de la microempresa y me van a hacer estudiar y todo, y me van a comprar los libros, ¡que me decís, mi amigo, que lo que podés decirme!
 
Yo en verdad nada podía responder, era imposible aguantarse la emoción, la dicha. Sólo alcance a mirarla, cuando sentí que por entre mis balbucientes labios, se me escapaba el alma.
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Fuente:
POR SIEMPRE CUENTOS
TALLER CUENTO BREVE
Coordinación :
Editorial Arandurã ,
www.arandura.pyglobal.com
Asunción-Paraguay
Octubre 2005 (179 páginas)
.
Enlace recomendado:
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