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HARRIS GAYLORD WARREN

  EL PERIODISMO PARAGUAYO, 1869-1904 (Obra de HARRIS GAYLORD WARREN)


EL PERIODISMO PARAGUAYO, 1869-1904 (Obra de HARRIS GAYLORD WARREN)

EL PERIODISMO BAJO LA OCUPACIÓN Y LOS GOBIERNOS COLORADOS, 1869-1904.

 

 

EL PERIODISMO BAJO LA OCUPACIÓN Y LOS GOBIERNOS COLORADOS, 1869-1904.

Algunas repúblicas latinoamericanas han publicado periódicos situados entre los mejores del mundo. En el Brasil, la Argentina, Chile, México y Colombia, grandes editores han dirigido publicaciones especialmente destacadas. Por cierto, la estabilidad política contribuyó al desarrollo de diarios como La Prensa y La Nación de Buenos Aires y El Mercurio de Chile. Pero, aunque la estabilidad política sea requisito para el desarrollo del buen periodismo, es aun más importante la libertad de expresión garantizada por el Gobierno y celosamente defendida por las instituciones legales. Igualmente importante es la autodisciplina de la prensa, demostrada en forma ejemplar en Chile, donde la importante ley de 1872 pudo poner término a los abusos que por tres décadas habían aquejado al periodismo chileno. Una prensa libre es incompatible con un Gobierno dictatorial o autoritario, algo en sí mismo obvio y además demostrado por la historia paraguaya.

 

EL PERIODISMO BAJO LAS DICTADURAS

La segunda República paraguaya comenzó su incierta carrera en 1870, con los meros rudimentos de una tradición periodística y ciertamente sin ninguna experiencia de libertad de prensa. Francia y los dos López, los dictadores que rigieron el país por más de medio siglo, no autorizaban la publicación de periódicos o publicaban sólo los oficiales y totalmente controlados por ellos. La primera publicación digna de ser llamada periódico fue El Paraguayo Independiente, fundado por Carlos Antonio López el 26 de abril de 1845 y cuyo último número se publicó el 18 de septiembre de 1852.* Al año siguiente apareció el Semanario de Avisos y Conocimientos útiles, que contó con la dirección de hombres notables como Juan Andrés Gelly, Ildefonso Bermejo y Gumersindo Benítez, todos ellos muy cuidadosos de no irritar al Presidente. El Semanario compartió el público con el Eco del Paraguay de 1855 a 1857, y luego se convirtió en la única publicación relativamente regular hasta desaparecer a causa de la guerra en 1868. ** El Semanario era oficial en todo el sentido de la palabra: Carlos Antonio López determinó su contenido hasta su muerte (1862) y la tarea fue asumida luego por Francisco Solano López. Aunque oficiales, sesgados y a menudo intencionalmente imprecisos, esos tres periódicos son indispensables como fuente de la historia del Paraguay de 1845 a 1868.

Menos valiosos pero igualmente interesantes son cuatro periódicos de guerra, Cabichui, La Estrella, Cacique Lambaré y El Centinela, entre cuyos editores se encontraban el padre Fidel Maíz, el joven y promisorio periodista Natalicio de María Talavera y Juan Crisóstomo Centurión y Martínez, uno de los jóvenes brillantes enviados a Europa a completar sus estudios. (Carlos R. Centurión, Historia de la Cultura Paraguaya (2 vol., Asunción, 1961))

Bajo el Gobierno del viejo López, el talento literario sólo podía expresarse limitadamente en La Época y La Aurora, revistas mensuales comenzadas por Ildefonso Bermejo con los estudiantes de su Aula de Filosofía. *** Considerando que los potenciales escritores tenían poca o nula oportunidad de satisfacer sus aspiraciones literarias antes de 1869, es notable el rápido desarrollo del periodismo en Asunción después de su ocupación por los aliados.

 

* La primera publicación periódica del Paraguay independiente fue el Repertorio Nacional, aparecido en 1844. El Paraguayo Independiente tenía como finalidad principal defender la independencia nacional frente a la pretensión del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, quien consideraba al Paraguay una provincia argentina. A causa de la caída de Rosas y el posterior reconocimiento de la independencia por la Confederación Argentina, El Paraguayo Independiente cedió lugar al Semanario. (N. del T.)

** El 19 de abril de 1855 apareció el Eco del Paraguay con la explicación: "Periódico político, industrial, comercial y literario. Su único redactor D.I. A. Bermejo". El 9 de abril de 1857 apareció el número 108 y último. Tenía un carácter predominantemente literario y cultural: publicaba relatos por entregas, proclamas de Víctor Hugo y Mazzini, noticias internacionales. A poco de aparecido, mantuvo una respetuosa y breve polémica con el Semanario acerca de la situación de los extranjeros en el país. Aunque debía aparecer semanalmente, por algún tiempo apareció dos veces por semana, una modalidad seguida por el Semanario, que tampoco tuvo una publicación hebdomadaria regular. La historiadora Margarita Durán Estragó ha editado en versión facsimilar el Eco del Paraguay (Asunción: Fondec, 2000). (N. del T.)

*** No se conserva ningún ejemplar de La Época, publicada entre 1858 y 1859. De La Aurora (1860-62), existe la edición facsimilar de Margarita Durán Estragó (Asunción, Fondec, 2007). (N. del T.)

 

LA PRENSA EN EL PARAGUAY OCUPADO

Los primeros periodistas surgidos a partir de 1869 eran enemigos de López que habían publicado escritos de propaganda en Buenos Aires durante los largos años del exilio * y que deseaban influir en los destinos de su país después de volver del extranjero. Pudieron tener suficiente espacio para sus labores de publicistas, porque los únicos periodistas notables y sobrevivientes estaban ocupados en otros menesteres. Gregorio Benites todavía pertenecía al servicio diplomático de López en 1869-1870; Juan Crisóstomo Centurión acompañaba a López en su última retirada, la culminada en Cerro Corá el 1 de marzo de 1870 (luego fue enviado a Rio de Janeiro como prisionero de guerra); el padre Maíz, religioso desprestigiado, trataba de recuperar su buen nombre.

Los aliados, que ocuparon Asunción en los primeros días de enero de 1869, procedieron a establecer un Gobierno títere, el Triunvirato. ** Los exiliados regresados del extranjero, en especial los jóvenes liberales idealistas como Juan Silvano Godoi, Facundo Machaín y los hermanos Decoud, desempeñaron roles destacados en el Gobierno comenzado el 15 de agosto de 1869. Menos de dos meses después, el 1 de octubre, apareció el primer número de La Regeneración, el primer periódico independiente del Paraguay. Fundado por el coronel Juan Francisco Decoud, era editado por sus hijos José Segundo y Juan José, con la ayuda de colaboradores brillantes como Godoi y Machaín. Para enfrentar la línea liberal de La Regeneración, los lopistas *** conservadores dirigidos por Cándido Bareiro fundaron, La Voz del Pueblo en marzo de 1870 (2)

Financiaban la empresa Juan Antonio Jara y Sotero Cayo Miltos, jóvenes socios en un emprendimiento comercial y que, junto con Ángel Peña, dieron a la publicación conservadora una vigorosa línea editorial. La lucha entre los lopistas y los liberales fue extremadamente áspera en 1870, año en que la Convención Constituyente promulgó la Constitución de 1870.

La Convención todavía sesionaba cuando malvivientes destruyeron La Regeneración el 23 de septiembre, suerte corrida por La Voz del Pueblo poco tiempo después. Nunca se descubrió a los culpables de aquellos actos de violencia; en ambos casos, el Gobierno negó su responsabilidad discretamente. Varias publicaciones más aparecieron y gozaron de una corta vida entre 1870 y 1872; cuatro de ellas, La Opinión Pública, La Situación, La Ley y El Pueblo, ya habían desaparecido para diciembre de 1871. El primer diario paraguayo fue el bien editado Nación Paraguaya que, nacido el 18 de diciembre de 1872, murió en 1874. La Reforma, cuyo primer editor fue José Segundo Decoud, comenzó el 1 de julio de 1875, y pudo publicarse irregularmente durante diez años. (3)

Entre las valiosas lecciones ignoradas por los periodistas de la década de posguerra estaba el hecho frecuentemente demostrado de que la supervivencia exigía evitar críticas muy duras contra el Gobierno, independientemente de lo que dispusiera la Constitución sobre la libertad de prensa. Los audaces periodistas asumían el riesgo del disfavor oficial, sabiendo bien que el Gobierno castigaba a la oposición negando la publicación de anuncios oficiales o -más frecuentemente- destruyendo el medio de comunicación expeditivamente. En algunos casos, se enviaban matones para destruir el mobiliario; prensas y tipos; en otros, el jefe de policía sencillamente clausuraba el local. Por eso la única tradición periodística formada en la década de posguerra eran mayormente las rutinarias violaciones gubernamentales de la libertad de prensa y la insistencia de los opositores políticos en criticar a los situacionistas. **** Para todos los periódicos, el futuro era incierto y el presente, una precaria lucha por la supervivencia.

 

* Los exiliados paraguayos en Buenos Aires publicaron El Grito Paraguayo y El Clamor de los Libres en 1858 y 1859, además de numerosos artículos, como los de la serie escrita por Manuel Pedro de la Peña. (N. del T.)

** También llamado Gobierno Provisorio Nacional de la República del Paraguay, e integrado por Cirilo Antonio Rivarola, Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya. (N. del T.)

*** Lopista o lopizta era el calificativo despectivo que los liberales daban al grupo dirigido por Cándido Bareiro. Sin embargo, en la Asunción ocupada militarmente nadie podía ser lopista, en el sentido de venerar la figura del mariscal López y, en todas las agrupaciones políticas, había partidarios y adversarios de López. El culto del mariscal López es un fenómeno surgido hacia fines del siglo XIX. (N. del T.)

**** Personas favorecidas por la situación política, o por el gobierno. Bastardillas en el original. (N. del T.)

(2). Harris Gaylord Warren, Paraguay and the Triple Alliance, The Postwar Decade, 1869-1878 (Austin, 1978), pp. 70-71.

(3). Más detalles sobre la prensa en la década de posguerra en ibídem, pp. 160-166.

 

 

BAJO LA SUPREMACÍA COLORADA

El periodismo, tal como se desarrolló durante la década de posguerra, fue siempre la forma más popular de expresión literaria en el Paraguay de los colorados. Desde 1878, cuando Cándido Bareiro asumió el mando, hasta 1904, cuando Juan Antonio Escurra cayó a causa de la rebelión dirigida por los liberales, más de sesenta periódicos nacieron y murieron en Asunción. La mayoría de ellos aparecía cada tres semanas, unos pocos diariamente, y algo más de una docena semanalmente. Sólo unos pocos sobrevivieron por más de dos o tres años; varios desparecieron después de unas pocas ediciones y uno, La Democracia, batió el récord viviendo más de dos décadas.

El presidente Caballero comenzó su Gobierno en 1880 sin suficiente apoyo periodístico. El órgano conservador El Imparcial, editado por Cándido Piquilo, nació en 1877 y murió en 1880; su defunción no fue ningún motivo de pena, porque lo único imparcial que tenía era el nombre. Transcurridos algunos meses, José Segundo Decoud reinició en 1882 la publicación de La Reforma, que sostuvo hasta el 1 de marzo de 1885.

Cuando Arthur Vansittart, segundo secretario de la legación británica en Buenos Aires, envió su informe exhaustivo sobre el Paraguay en 1882, sólo había en el país dos diarios, La Reforma y La Democracia; según informó el ministro brasilero, ambos "sin mayor importancia". (4)

 El juicio era demasiado duro. La Democracia, fundada por Ignacio Ibarra el 1 de marzo de 1881, sobrevivió hasta 1904 y batió el record de longevidad de los periódicos paraguayos. Nacido en Asunción en 1854, Ibarra estudió con el padre Fidel Maíz y fue operador de telégrafos y secretario de Francisco Solano López durante la guerra. A su muerte ocurrida en 1897, en la cúspide de una brillante carrera, Ibarra había formado parte de numerosas comisiones y directivas; fue socio fundador del Centro Democrático (luego Partido Liberal) en 1887 y de las agrupaciones que precedieron esa fundación. (5) El periodismo de Ibarra, sensato y digno, ganó considerable apoyo en los círculos de empresarios e intelectuales. Como periódico de oposición, La Democracia defendió los intereses paraguayos en su disputa con Bolivia por el Chaco, aunque apoyó el tratado Decoud-Quijarro, mientras el propio órgano de los colorados, El Orden, lo criticaba; (6) en aquel caso, el editor de El Orden demostró mayor penetración que Ibarra.* Cuando La Reforma murió de una muerte poco lamentada en 1885, El Orden, utilizando la misma imprenta y editado por el español Cristóbal Campos y Sánchez, apareció casi inmediatamente. La oposición de El Orden al tratado Decoud-Quijarro con Bolivia contribuyó a su desaparición en 1886. En 1887, el año de la formación de los partidos políticos, el boliviano Teodoro Chacón se unió a José Segundo Decoud para publicar otro periódico colorado, La Nación. El español Juan Plácido Casajús trató a ambos de ladrones y saqueadores, (7) ningún líder colorado escapaba a los dardos de aquel maestro de la prensa satírica. La Nación desapareció de la escena política en 1888, sin que Casajús lo lamentara. Más importante fue El Paraguayo, editado por el argentino Antonio Ruiz Hernández de 1885 a 1889, tan efectivo que Casajús, con una expresión típicamente suya, lo llamó "sucia cloaca" (8)

En 1887, cuando se formaron los dos partidos políticos, cada uno de ellos tenía su vocero periodístico; cuando los partidos se dividieron en facciones rivales hacia 1890 (los colorados en egusquicistas y caballeristas; los liberales en cívicos y radicales), cada facción mantenía un medio. Los grupos extranjeros más numerosos-alemanes, italianos, españoles-financiaban periódicos, como algunas de las colonias agrícolas, y en especial Nueva Australia y Cosme. Los periódicos de los pueblos del interior, aunque alejados del caldero de intrigas de la política nacional, no podían escapar a la enfermedad de la política. Sólo en Villarrica y Concepción había publicaciones importantes e independientes de Asunción; sin embargo, también ellas reflejaban las luchas partidarias de la capital. El Brasil y la Argentina, siguiendo su competencia por el control del Paraguay, tuvieron sus directores o editores de periódicos complacientes. La prensa liberal se inclinaba hacia la Argentina, mientras que los órganos colorados, influidos por el poder presidencial, favorecían al Brasil. Ninguno de los ex aliados dominaba los periódicos más influyentes, aunque ambos les pasaran pequeños subsidios de tiempo en tiempo.

Los liberales publicaron un periódico con el título El Imparcial en 1887, pero los colorados cambiaron la orientación del mismo, cuya muerte en 1888 no dejó ningún vacío en la escena literaria. (9) Los colorados fueron más afortunados cuando Caballero contrató a Vicente Oliveira para editar La Razón a fines de 1889. Un colaborador de El Independiente, publicación pro argentina comenzada por los liberales en 1887, llamaba a la Argentina y el Brasil "naciones hipócritas" a causa de sus enormes apropiaciones de territorio paraguayo después de la guerra. La acusación hizo que La Razón tildara al autor de loco que merecía ser ignorado por los aliados. (10)

El surgimiento de las facciones partidarias se manifestó en la aparición de papeles efímeros. Bernardino Caballero ejerció la presidencia de 1886 a 1880, y su amigo Patricio Escobar, de 1886 a 1890. A partir de entonces, Caballero debió enfrentar la oposición de los colorados moderados que buscaban un acercamiento a los liberales. Los presidentes moderados Juan Gualberto González [1890-1894], Juan Bautista Egusquiza [1894-1898] y Emilio Aceval [1898-1902] tuvieron seguidores leales, mayormente del grupo que transmitía su lealtad al nuevo presidente: así los gonzalistas se volvieron egusquicistas y luego partidarios de Aceval. Cuando aquel faccionalismo se intensificó durante la década de 1890, la calidad de los periódicos mejoró considerablemente; no a causa del faccionalismo en sí mismo, sino porque "la generación del noventa" dio al periodismo muchos jóvenes intelectuales; entonces hubo un notable refinamiento en el estilo, incluso en las polémicas más encarnizadas. Héctor Francisco Decoud (1855-1930), un gigante de la historia de las letras paraguayas, comenzó a publicar La República a finales de la década de 1890 como vocero de los gonzalistas o colorados moderados. Para enfrentarlo, cuatro caballeristas muy capaces y destacados en la política publicaron El Tiempo en 1891.

El cuarteto de Manuel Gondra, Fulgencio R. Moreno, Manuel Domínguez y Blas Garay ** mantuvo el medio de comunicación hasta 1893. La República dejó de publicarse en 1894, después de haber tenido un éxito mucho mayor que El Nacional, comenzado por el Gobierno en 1891 y desaparecido en menos de un año. (11)

El viejo estadista Gregorio Benites contó con la cooperación de Blas Garay para fundar el 19 de abril de 1894 La Patria, un buen periódico conservador que duró hasta 1900. (12)  El nombre [Patria] se perpetuó en un periódico fundado por Enrique Solano López en 1900 para glorificar la memoria de su padre.** Juan Emiliano O'Leary fue un colaborador notable de esa publicación muy sesgada, que vivió hasta que el presidente Juan Antonio Escurra, bajo fuerte presión brasilera, le retiró su apoyo en febrero de 1903.(13) Un editor amigo escribió su epitafio: "Si el periodismo perdió un valiente soldado, el pueblo y el país han perdido un gran defensor de sus derechos e intereses". (14)

Para contrarrestar la postura anti brasilera de El Independiente-liberal desde 1887 hasta 1893, cuando lo compró José Segundo Decoud-, la legación brasilera financió La Libertad, aparecido el 1 de marzo de 1893.(15)  Con cuatro páginas, el diario se presentaba como "órgano del pueblo", pero no engañaba a nadie. En parte para reemplazar al secuestrado Independiente, el doctor Cecilio Báez, guía de la "nueva generación", fundó El Pueblo el 15 de febrero de 1894, que defendía la postura de los liberales radicales.

Báez era "enemigo declarado del Brasil y la Argentina"." Los liberales conservadores (los llamados cívicos), apoyaban El Cívico, una publicación bien editada que duró hasta 1908. El Pueblo dejó de publicarse en 1899.

Francisco C. Chaves (1875-1961), primer editor de El País, brindó una tregua muy necesaria del periodismo polémico e irresponsable. El promisorio periódico, comenzado en 1901, terminó en enero de 1905. Blas Garay se apartó de Benites y comenzó la breve publicación de La Prensa el 1 de febrero de 1898. Aun declarándose colorado, Garay prometía ser independiente; se proponía contribuir a la superación de la estéril lucha partidaria que destruía el país. Los liberales-afirmaba-han sido críticos interesados y sólo dispuestos a derrocar el Gobierno en provecho propio. Garay se proponía bregar por la mejora de las leyes, el fortalecimiento del Estado, la elevación de la educación, la recuperación del crédito del país, la reforma tributaria y las buenas relaciones con el Brasil y la Argentina. (17) Desgraciadamente, aquel joven brillante murió al cabo de un año.

Varias publicaciones evidentemente neutrales aparecieron en los últimos años de régimen colorado. El Porvenir comenzó a publicarse el 7 de enero de 1900 y duró tres años. Para defender los intereses católicos, monseñor Hermenegildo Roa publicó el primer número de La Patria Paraguaya el 6 de agosto de 1900; para distinguir ese medio sobrio y mesurado del vocero de López, los autores lo llamaban La Patria Chica. Roa desistió de la empresa en diciembre de 1901.(18)  La Tarde inició su carrera de tres años en febrero de 1903; su editor Ernesto Montero, aunque se declaraba independiente, apoyaba al presidente Escurra. Señalando la incoherencia, El Porvenir deseó la mejor suerte al nuevo colega.(19) El Diario inició su carrera el 1 de junio de 1904 y sobrevivió durante la era liberal. Otro independiente, La Razón, se sumó a las filas periodísticas en agosto de 1903 y se sostuvo durante tres años. (20)

 

(4). De Henrique de Barros Cavalcanti de Lacerda a Felippe Franco de Sa, Secção Central, Nº 1, Reservado, Asunción, 21 de mayo de 1882. Missões Diplomáticas Brasileras. Assumpcão. Oficios Recebidos. Arquivo Histórico de Itamaraty, Ministério das Relações Exteriores, 201/2/5. En adelante citado como Sec. Cen., Res., MDBA-OR

(5). Centurión, Historia de la cultura paraguaya, I, 336, 354.

(6). La Democracia, 13, 18 y 21 de octubre de 1886 y El Orden, 17 y 21 de octubre de 1886.

* El tratado Decoud-Quijarro cedía la mayor parte del territorio chaqueño a Bolivia, pues su artículo 2 establecía: "La República del Paraguay se divide de la de Bolivia [...] por el paralelo que parte de la desembocadura del Río Apa hasta encontrar el Río Pilcomayo". Ricardo Scavone Yegros, Las relaciones entre el Paraguay y Bolivia en el siglo XIX (Asunción, 2004), p. 154. El tratado no fue ratificado.

(7). El Látigo, 25 de septiembre de 1887.

(8). El Látigo, 1 de enero de 1888. El 6 de octubre de 1889, una caricatura de la página central de El Látigo Inmortal representaba la muerte de El Paraguayo.

(9). Gladis Fois Maresma, "El periodismo paraguayo y su actitud frente a la Guerra de la Triple Alianza y Francisco S. López" (Tesis de maestría, University of New Mexico, Alburquerque, enero de 1970), p. 36.

(10). El Independiente, 23 y 25 de junio de 1890; La Razón, 25 de junio de 1890.

** Las lealtades cambiaban: en 1904, Manuel Gondra era uno de los dirigentes de la revolución liberal y Manuel Domínguez, vicepresidente del gobierno colorado, se pasó a los rebeldes (ver el ensayo de Warren sobre la revolución de 1904). Fulgencio Moreno (1872-1933) fue jurista, historiador y director del Archivo Nacional. Entre sus libros se cuentan La ciudad de Asunción y Estudio sobre la Independencia del Paraguay. Blas Garay (1873-1899), hermano del conductor del Chaco Eugenio Garay, realizó importantes investigaciones en archivos españoles sobre los derechos del Paraguay sobre el Chaco. Murió asesinado a los 27 años. (N. del T.)

(11). De José Pedro Werneck Ribeiro de Aguilar a Quintana Bocayuva, 2º Sec. N° 5, Asunción, 7 de febrero de 1891, MDBA-OR, 201/2/4.

(12). Henry Pitaud, El General Caballero (Asunción, 1976), p.194; Gomes Freire Esteves, Historia contemporánea del Paraguay (Buenos Aires, 1921), p. 290.

* Enrique Solano López, Juan E. O'Leary y otros fueron los propulsores del lopismo, un movimiento de revisión histórica con adherentes en todos los partidos políticos paraguayos de hoy. El lopismo paraguayo forma parte del llamado revisionismo histórico latinoamericano, asaz difundido en el Río de la Plata. (N. del T.)

(13). De Brasilio ltiberé da Cunha al barón de Río Branco, 2º Sec. Nº 1, Asunción 16 de marzo de 1903 y Nº 2, Asunción, 18 de marzo de 1903, MDBA-OR 201/2/7. La Patria había condenado el arreglo del Acre [entre Bolivia y el Brasil].

(14). El Porvenir, 12 de febrero de 1893.

(15). De Henrique Mamede Lins de Almeida al barón de Cabo Frio, 4º Sec. N° 2, Res., Asunción 5 de abril de 1893, MDBA-OR 201/4/4; de Cabo Frio a Almeida, 4º Sec. N° 3, Río de Janeiro, 10 de mayo de 1893, MDBA-Despachos, 201/4/4.

(16). De Almeida a Alexandre Cassiano de Nascimento, 21 Sec. N° 5, Asunción, 5 de marzo de 1894, MDBA-OR 201/2/5.

(17). La Prensa, 1 de febrero de 1898.

(18). La Patria Paraguaya, 6 de agosto de 1900 y 6 de diciembre de 1901.

(19). El Porvenir, 12 de febrero de 1903.

(20). La Bastilla señaló la desaparición de La Razón en su número del 6 de agosto de 1903.

 

LA PRENSA SATÍRICA

El español Juan Plácido Casajús fue siempre irreverente y casi incontenible, pero jamás irrelevante como maestro de la prensa satírica. Su primer emprendimiento fue un interesante semanario, La Verdad Autógrafa, nacida el domingo 15 de marzo de 1885. Escrita a mano e impresa con el método offset, ese órgano originalísimo distinguió a Casajús como empresario con imaginación. Los editoriales, historias, elogios inmerecidos y caricaturas eran intolerablemente ofensivos y morbosamente cómicos. Casajús suspendió La Verdad Autógrafa y fundó El Látigo, rebautizado El Látigo Inmortal poco después, el 9 de agosto de 1885. De sus cuatro páginas, el semanario generalmente reservaba las dos centrales a las caricaturas, algunas de las cuales ridiculizaban hábilmente al Gobierno y sus funcionarios; nada escapaba a la mordacidad de sus golpes.

Con la máxima de "Antes que insípidos bonos, prefiero cien mil abonos", El Látigo causó sensación; sus abonados esperaban ansiosamente su aparición cada domingo. Uno de sus números -típico en su tono- tilda a los funcionarios subalternos de oscuros delincuentes; al Congreso, de asamblea de serviles nulidades; al país, de víctima de pequeños mandarines. Casajús calificó el arreglo de Decoud con los tenedores de bonos ingleses en 1885 como un fraude fantástico.(21) Del hospital militar, Casajús escribe: "Los cerdos vomitarían de asco enchiquerados en esas inmundas pocilgas [... ] Escobar el inútil, el cobarde general Caballero y el brutal Meza sacrifican [a los soldados] a sus recelos y temores”. (22) Ataca el "cáncer del mercantilismo político que por largo tiempo ha corroído las virtudes cívicas". La moralidad administrativa no existe entre los porcinos políticos carentes de un propósito más elevado que conjugar el verbo comer: "yo como, tú comes, él come, nosotros, vosotros o ellos comen; lo cual, traducido a su sentido cabal, significa que vivimos con la preocupación de los cerdos"." Al celebrar su edición 208, Casajús recordó los cuatro años de tribulaciones, durante los cuales había luchado valientemente contra el mal y por la libertad de prensa con el espíritu de La Verdad Autógrafa. Declarándose el continuador de la obra de Don Quijote de la Mancha, Casajús defendió el rol de El Látigo en su lucha contra las fuerzas gigantescas del mal y la corrupción. Había mucha verdad en las acusaciones de El Látigo, como aquella de que por dieciocho años el pueblo paraguayo había sufrido a causa de la malversación de fondos y los grandes robos. (24) Cada número encontraba palabras nuevas para desollar a los colorados con el estilo hinchado empleado para dirigir la atención hacia el tema. El presidente Escobar era sin duda el blanco de esta invitación a empuñar las armas:

 

CORO

Venid ciudadanos,

venid y marchemos

y fuertes y unidos

La Patria salvemos

y escritas dejemos,

¡Paz y Libertad!,

selladas con sangre

a la posteridad. [...]

Por la patria a morir ciudadanos

o vencer al cobarde traidor

guerra, guerra al maldito tirano

orgulloso y soberbio opresor.

Sacerdotes y ancianos gritad,

proclamando la eterna igualdad

para dar a la patria oprimida

¡Libertad, Libertad, Libertad! (25)

 

A medida que transcurría el año 1889, El Látigo se volvía más y más audaz en sus ataques contra Bernardino Caballero, Patricio Escobar, Juan Gualberto González y otros dirigentes, y advertía a los liberales que no podían esperar nada bueno de esos asesinos y ladrones empedernidos. El Paraguay había sido saqueado, robado, despojado por esos y otros ladrones. La justicia era una farsa, el sistema judicial estaba completamente corrompido. (26) La reconciliación prometida por González -advertía Casajús- no era más que una argucia para engañar a los liberales, quienes debían rechazar el acercamiento de los criminales colorados. (27)

Las demás ediciones de ese fogoso paladín diferían poco de los ejemplos aquí presentados. El Látigo Inmortal aseveró que la penuria económica, la pobreza, el elevado precio del oro, las bancarrotas, la pérdida de las cosechas, las enfermedades, la ignorancia e incompetencia de los funcionarios y todo tipo de delitos eran el legado del régimen colorado. Finalmente, el 20 de septiembre de 1892, el jefe de policía de Asunción cerró El Látigo Inmortal. (28) Pero Casajús no se rindió: el 9 de enero de 1893 comenzó la publicación de El Centinela (sostenida hasta 1905) y el 2 de agosto de 1896 El Rayo, un avatar del Látigo, comenzó su corta carrera de paladín del pueblo.

Entre otros semanarios satíricos, debe señalarse el de Constantino Arrúa, La Cotorra, verdaderamente charlatana y nacida el 17 de enero de 1887; tan desenfrenada como El Látigo, aquella imitación vivió unos pocos meses. La Bastilla, fundada el 9 de junio de 1903 por Leandro Duarte y José González Loizaga, pronto se vio en dificultades a causa de sus calumniosos ataques contra Justin Berthet, un poderoso empresario. (29)

Es difícil determinar qué llegaron a conseguir esos y otros periódicos de la misma línea. Que hubieran podido durar por tanto tiempo prueba la tolerancia colorada; que los más virulentos se hubieran cerrado indica que se consideraron peligrosos para el poder colorado e intolerablemente ofensivos para ciertas figuras públicas.

 

(21). El Látigo, 8 de enero de 1888.

(22). El Látigo Inmortal, 6 de abril de 1890.

(23). Ibíd., 4 de agosto de 1889.

(24). Ibíd., 11 de agosto de 1889.

(25). Ibíd., 6 de octubre de 1889.

(26). Ibíd., 8 de diciembre de 1889.

(27). Ibíd., 15 de diciembre de 1889.

(28). Diario Oficial, 20 de septiembre de 1892; De Almeida a Custódio José de Mello, 2a Sec. N° 34, Asunción, 21 de septiembre de 1892, MDBA-OR 201/2/5.

(29). La Bastilla, 6 de agosto de 1903.

 

PUBLICACIONES MISCELÁNEAS

También merecen mención otras manifestaciones periodísticas. Los estudiantes de la Universidad Nacional publicaron El Estudiante por al menos tres años. Ricardo Brugada, hijo del inmigrante español del mismo nombre que fundó en 1900 El Comercio, de corta vida, era editor y director del "órgano de la juventud paraguaya" y Casajús, su administrador. El Estudiante publicó colaboraciones de los principales intelectuales paraguayos. Otro semanario estudiantil de corta vida fue La Idea, aparecida el 4 de abril de 1904, con Miguel Chase como director y poco de notable en sus páginas, aunque se declarase "órgano de la juventud estudiosa". (Una copia se encuentra en la Colección Godoi-Díaz Pérez, Universidad de California, Riverside, 8/15A/6.)

Las revistas y las publicaciones similares por lo general vivieron poco tiempo antes de terminarse por falta de interés o de fondos. La Revista Comercial, un semanario al servicio de la comunidad empresarial, apareció en octubre de 1898 y duró cerca de dos años. (El número 64 se publicó el 8 de enero de 1900) El Boletín Quincenal de la Cámara de Comercio de la Asunción apareció quincenalmente entre enero de 1902 y el 16 de junio de 1903. La mejor de aquellas publicaciones fue la Revista del Instituto Paraguayo, entre cuyos directores distinguidos estaba Eusebio Ayala, el dirigente liberal que ocupó la presidencia del Paraguay durante la Guerra del Chaco. La revista publicó 64 números en 14 volúmenes desde octubre de 1896 hasta 1910. Cada número contenía poesía, conferencias, ensayos y documentos. La Revista Histórica, surgida en marzo de 1,899, murió al cabo de tres ediciones. Además de las publicaciones oficiales como el Diario Oficial y el Registro Oficial, el Gobierno apoyaba la Revista Mensual para promocionar el Paraguay en el extranjero y Paraguay Review, con secciones en francés y alemán. A partir del 15 de marzo de 1896, la Revista debía mostrar "clara y precisamente toda la información, todas las noticias referentes al Paraguay y las innumerables ventajas que sus riquezas ofrecen a quienes quieran venir al país para vivir en él" (Revista Mensual, I (n21, 15 de marzo de 1896): 1.) La Revista suspendió su publicación con su número del 1 de agosto de 1899. Reapareció en enero de 1901 como Paraguayan Monthly Review y, con varios cambios de formato, duró por cerca de tres años.

Esas y otras revistas, aparecidas a partir de 1882, dan testimonio de la existencia de un grupo reducido pero intelectualmente activo de gente culta y dispuesta a promover las manifestaciones literarias. Otros grupos, unidos por intereses comerciales, agrícolas o étnicos, publicaron periódicos que reflejaban sus intereses especiales. Cualesquiera hubieran sido sus motivos-intelectuales, religiosos, políticos o económicos-esos grupos echaron los cimientos de un desarrollo cultural que pronto colocó al Paraguay en el rango de las naciones verdaderamente civilizadas.

 

LA LIBERTAD DE PRENSA

Los gobiernos latinoamericanos, por lo general, son tan susceptibles al desacato, que rara vez permiten una auténtica libertad de prensa. Habitualmente, esa susceptibilidad se encuentra en relación inversamente proporcional a la respetabilidad del Gobierno o su aceptación por la mayoría. Los dos López, por supuesto, tenían un control tan estricto de la sociedad, que nunca se manifestó la menor falta de respeto en los periódicos cuya publicación permitían ellos. Francisco Solano López observó en 1854 que incluso Francia, "el país más entusiasta de todo tipo de libertades, restringió la libertad de prensa, con la aprobación de todo hombre pensante [...] para impedir la falta de respeto a la autoridad del jefe de Estado" (De López a Manuel Moreira de Castro, París, 22 de enero de 1854, Comisión de Recuperación del Patrimonio Histórico Nacional, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, 7/16/4/15.)

Muchos hombres pensantes cambiaron de parecer -suponiendo que alguna vez hubiesen compartido el de López- al redactar el artículo 24 de la Constitución de 1870, que garantizaba la libertad de prensa. Para poner en práctica el artículo, el Congreso aprobó la ley del 15 de abril de 1875, revocada al siguiente mes de octubre por inadecuada. El Código Penal promulgado el 21 de julio de 1880 consideró delitos de prensa las publicaciones tendientes a trastornar el orden o a turbar la tranquilidad pública o que inciten a la desobediencia a las leyes o a las autoridades. Una ley del 12 de julio de 1882 complementó el Código Penal. (34)

La primera prueba de libertad de prensa durante el Gobierno de Caballero se dio antes de la organización formal de los partidos, cuando un grupo de diputados, en 1885, hizo comentarios mordaces sobre la conducta política de ciertas figuras encumbradas. Ricardo Brugada, desde La Democracia, también se atrajo la ira de los colorados. Después el doctor Cristóbal Campos publicó en La Reforma un artículo que los diputados consideraron "injurioso para su dignidad" y ordenaron la prisión de Campos. (35)  Aquella reacción fue suave en comparación con la provocada por José de la Cruz Ayala (1864-1892) desde las páginas de El Heraldo, donde publicaba artículos con los seudónimos de José de la Concepción y Alón. El diputado Héctor Francisco Decoud era dueño de El Heraldo, fundado por él en 1884 y editado por los competentes Domingo Jiménez Martín y Manuel Curuchet. Decoud y sus asociados mostraban muy poca mesura periodística. Todo lo que tuviera el menor olor a lopismo enfurecía a Decoud, apresado por López junto con su madre Concepción Domecq de Decoud. * El ministro, brasilero informó que El Heraldo, desde su aparición había atacado a los hombres públicos de esta nación de la manera más virulenta, y con el lenguaje más ofensivo. El Presidente de la República, como los ministros, diputados, jueces y altos funcionarios, han sido víctimas de esa hoja cuyo editor principal, Manuel Curuchet, es un argentino considerado agente de su Gobierno y encargado de desacreditar la presente administración del Paraguay para promover futuros planes de anexión. Tal es el miedo que ese periódico inspira, que el mismo Presidente de la República no se atreve a hacerlo procesar por temor a sufrir su venganza. (36)

El Heraldo pronto se vio enzarzado en disputas con el Congreso, los tribunales y el Ejecutivo. El 2 de mayo de 1884 el diputado Ignacio Ibarra, que se había presentado como un campeón de la prensa libre, afirmó que los artículos de Alón difamaban a la Cámara -lo cual era cierto- y pidió el castigo del autor, cuya identidad aún no se conocía. Cuando la Cámara ordenó que se presentara el editor responsable de El Heraldo, Decoud envió a un discapacitado; indignados, los diputados ordenaron el arresto de Jiménez Martín y aprobaron el desafuero de Héctor Decoud, a quien sancionaron con quince días de arresto. Luego tomaron otras medidas punitivas hasta que finalmente lograron descubrir que Alón era José de la Cruz Ayala. Como recompensa, los colorados lo embarcaron para Villa Hayes, para prestar servicio militar en la guarnición de aquel puesto. Cuando el Superior Tribunal, el 9 de junio de 1884, ordenó la libertad de Martín, los sensibles diputados emprendieron un juicio político contra los miembros del Superior Tribunal, pero el Senado se negó a condenarlos. El editor de La Reforma vio en el affaire un endurecimiento de las posturas partidarias. (37)

La libertad de prensa era, por supuesto, una cuestión política de fundamental importancia. Porque los colorados regularmente controlaban las elecciones, expulsaban a sus oponentes de los lugares de votación y monopolizaban el padrinazgo político, los liberales debían someterse dócilmente o atacar al Gobierno de palabra y de hecho; quedando pendiente la organización de la revuelta armada, recurrían a la guerra periodística. El presidente Caballero fue menos que realista cuando declaró al Congreso que finalmente se había alcanzado la libertad de prensa y que la defendería, "convencido [de] que ella es la garantía más sólida de todas las demás libertades" (38) Quizás se refería a La Verdad Autógrafa, cuya sátira punzante, caricaturas descaradas y total falta de respeto aún no había sentido en carne propia. El Látigo hizo que los colorados fundaran El Paraguayo, medio oficial que frecuentemente trataba de calumniosa a la prensa crítica del Gobierno: "Las pasiones de un partido sediento de poder han dominado la prensa, convirtiéndola en una verdadera manada de lobos". (El Paraguayo, 1 de marzo de 1887.)

Durante la presidencia de Patricio Escobar (1886-1890), hubo algo más de libertad de prensa. Los colorados tenían El Imparcial, La Nación y El Paraguayo. El Látigo rindió homenaje a La Nación llamándola "mancha infame de nuestra nacionalidad". Como órgano colorado "estaba llena de las bobadas del caballerismo, que gotea de ese depósito de desperdicios, plaga y suciedad, porque el círculo republicano no es más que el ignorante y estúpido 'majestuoso' general". (El Látigo, 2 de octubre de 1887) Aquella absoluta falta de moderación molestó a Escobar muy poco. Su ministro del interior, Juan Alberto Meza, pidió que la prensa fuera responsable y veraz en vez de dedicarse a difundir mentiras y despertar odios. Confiado en que la verdad triunfaría sobre la mentira, Meza creía que no podía haber "un Gobierno verdaderamente representativo sin una absoluta libertad de prensa". (41)

El Látigo continuó su campaña de evangelización política declarándose vocero del pueblo y tratando a los colorados de ladrones, asesinos y escoria de la sociedad; acusó abiertamente a Meza de haber ordenado el asesinato de Cirilo Antonio Rivarola, el ex presidente asesinado por criminales armados de machetes el 31 de diciembre de 1878. ** Caballero, "el titulado caporal, ignorante, corrupto, ebrio consuetudinario, embaucado con el incienso de sus aduladores", no tenía derecho a gobernar. (El Látigo Inmortal, 6 de octubre de 1889) La Democracia se ganó la ira colorada por condenar al "fantástico partido colorado" por tratar de amordazar a la prensa independiente que había criticado la venalidad de los funcionarios, el asesinato de presos en sus celdas, (43) el fusilamiento de ciudadanos en las calles *** y otros crímenes. Jubiloso, El Látigo repúblico la vigorosa defensa de la libertad periodística de La Democracia. (El Látigo Inmortal, 8 de diciembre de 1889.)

La prensa de la oposición, especialmente después de 1890, obviamente iba más allá de los límites del buen gusto y la responsabilidad periodística. La Libertad, por ejemplo, contemplaba con exagerado horror la posibilidad de que José Segundo Decoud llegara a la presidencia. Ese vocero brasilero llamaba a Decoud "la encarnación de la venalidad e hipocresía, un hombre maldecido a lo largo de la república, una criatura desalmada de negro corazón". (La Libertad, 3 de abril de 1893) Cuando El Independiente (liberal) se volvió demasiado molesto, personas desconocidas festejaron el domingo 21 de agosto de 1892 destruyendo su equipo. La Democracia se mostró indignada, como el órgano oficialista La República. (46) Voceros del Gobierno no identificados difundieron el rumor ridículo de que los responsables eran los mismos propietarios de El Independiente. (47)

El siguiente periódico en conocer el rigor colorado fue El Tiempo, cuyos fundadores eran colorados opuestos la política de acercamiento a los liberales de González. El editor, Ángel Molinas, criticó a ciertas mujeres que habían organizado un baile de caridad el 23 de octubre de 1892. Poco después de que las mujeres llevaran sus quejas al presidente González, un grupo de rufianes irrumpió en la oficina de El Tiempo, dañó el equipo y esparció los tipos. Cuando Molinas buscó apoyo para reparar el daño, el ministro del Brasil pidió permiso a su Gobierno para entregarle 100 pesos, porque Molinas había ayudado al Brasil anteriormente. (48)

Inevitablemente, los órganos enfrentados se permitían tales recriminaciones, que resulta asombroso que los editores se hubieran abstenido de luchar con algo más que las palabras. Al menos un editor mostró una suerte de humor ácido al escribir:

Resulta claro que Dios nos ha abandonado sin piedad. Nos dio un Gobierno que ha empobrecido a todos, una moneda que no alcanza para el puchero, unos jueces que hacen justicia cuando ganas tienen; nos ha mandado seca, granizo, lluvia y además un periódico llamado La República.

Dios se ha propuesto vapulearnos de mil modos, con La República ha cumplido su deseo, porque con ella nos mete un atracón de disparates y sandeces que claman al cielo [...]

¡Por la cólera de Satanás!

¿Qué clase de periódico es este?

Y emplea un lenguaje tan asqueroso que indigna leer, un lenguaje de taberna, un lenguaje propiamente oficial

¡Lo que es escribir por plata!

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

(El Centinela, 21 de mayo de 1893.)

Entre los más ardientes campeones de la libertad de prensa estaban los editores de los periódicos satíricos. Casajús defendía con el ejemplo la libertad sin responsabilidad. El presidente Juan Bautista Egusquiza, aun que deplorara esa irresponsabilidad, insistía en que la prensa debía disciplinarse a sí misma y sin presión gubernamental.  (50)  El Gobierno del presidente Emilio Aceval apoyó siete periódicos con anuncios pagados y suscripciones a tres de ellos, (51) un modo no muy sutil de asegurarse un tratamiento editorial cortés. El último presidente colorado, Juan Antonio Escurra, fue mucho más severo que sus predecesores, y el frecuentemente calumniado Meza intensificó el ataque contra los periódicos opositores. El medio colorado El Triunfo, fundado el 4 de junio de 1903, negó la siguiente información de La Democracia: el jefe de policía, José Celestino Meza, había advertido a los editores de la oposición que no esperaran protección. Por entonces se publicaban El Cívico, El Paraguay, El Triunfo, La Tarde, El País y el semanario El jorobado. Meza consideraba moderados a El Cívico y El Paraguay. Modesto Guggiari, editor de El Triunfo, afirmó que Meza había cerrado El Independiente en 1893 y ordenado la quema de la oficina de La Libertad (El Triunfo, 5 de mayo de 1904)  Meza respondió iniciando una demanda contra El Triunfo en junio de 1904. Al informar sobre el hecho, El Grito del Pueblo efectuó acusaciones gravísimas contra el secretario de la policía y presentó a los ministros de Escurra como asesinos, ladrones y violadores de la ley. (El Grito del Pueblo, 24 de junio de 1904.) Mientras el proceso se tramitaba, El Triunfo imprudentemente acusó al juez de incompetencia y favoritismo; la Revolución de Agosto de 1904 lo salvó por unos pocos meses, pues le permitió publicarse hasta octubre de 1905.

El legado más importante de la prensa de la era colorada fue la idea de que los periodistas debían ser libres pero responsables. La Democracia probó que los editores tenían poco que temer si actuaban en forma digna y moderada. Casajús demostró suficientemente que los colorados tenían una sorprendente capacidad para tolerar la crítica más violenta. Por otra parte, no existían entonces corresponsales en el extranjero, ni investigaciones periodísticas que pudieran poner a prueba la reacción oficial frente a las revelaciones de secretos comprometedores. Al final de la era colorada, los periódicos asuncenos eran básicamente defensores de partidos y facciones políticas; empresas políticas y no económicas ni literarias. Sin embargo una enorme cantidad de información invalorable se perderá para siempre con ellos, porque demasiado pocos pudieron sobrevivir a los estragos del tiempo.

 

(34). Centurión, Historia de la cultura, I, 373-374. (Los delitos de calumnia, difamación e injuria, aunque castigados por el Código Penal, no eran considerados delitos de prensa por el Código Penal. N. del T.)

(35). Freire Esteves, Historia contemporánea del Paraguay, p. 229. (Cristóbal Campos murió asesinado el 29 de noviembre de 1889, crimen atribuido a la publicación del panfleto Historia del General Avestruz, firmado por él con el seudónimo de Perico de los Palotes. N. del T.)

* La medida se dictó cuando Decoud tenía diez años, y alcanzó también a sus hermanos menores Eduardo, Constancia y Concepción. Eduardo y Constancia murieron a causa de las penurias y el hambre. José Segundo, hermano mayor, se encontraba en la Argentina con su padre. Ver Héctor Francisco Decoud, Sobre los escombros de la guerra: Una década de vida nacional, 1869-1880. Asunción, 1925. (N. del T.)

(36). De Pedro Cándido Alfonso de Carvalho al barón de Cotegipe, 1,1 Sec. N'-1 Conf., Asunción, 11 de febrero de 1886, MDBA-OR 201/2/2.

(37). Freire Esteves, Historia contemporánea del Paraguay, pp. 57-58.

(38). Bernardino Caballero, Mensaje del presidente de la República del Paraguay al abrir las sesiones del Congreso de la nación en 1885 (Asunción, 1 de abril de 1885), p. 4.

(41). Memoria del Ministerio del Interior correspondiente al año 1888 y presentada al honorable congreso por el Coronel Don Juan A. Meza (Asunción, 1889), p. 6.

** El asesinato se cometió en la esquina de Palma e Independencia Nacional, a unos 50 metros de la residencia de Cándido Bareiro, entonces presidente del Paraguay. (N. del T.)

(43). Referencia al asesinato de varios presos, incluyendo al respetado Facundo Machaín, en octubre de 1877.

*** Referencia a los disparos efectuados por fuerzas policiales contra los opositores que trataban de votar en las elecciones de Villarrica del 12 de junio de 1887 y de Asunción del 23 de diciembre de 1888. (N. del T.)

(46). Héctor Francisco Decoud fundó La República en 1890 para defender al presidente González de los ataques caballeristas. El periódico terminó en 1894 con el derrocamiento de González. (Ver el artículo de Warren sobre el golpe de Cavalcanti. N. del T)

(47). De Almeida a Mello, 22 Sec. N° 32, Asunción, 27/8/1892. MDBA-OR 201/2/5.

(48). Del mismo al mismo, 4º Sec. N° 2, Asunción, 29 de octubre de 1902, ibíd.

(50). Juan Bautista Egusquiza, Mensaje del presidente de la república al honorable congreso de la nación al abrir sus sesiones. Abril de 1898 (Asunción, 1898), p. 7.

(51). Memoria del Ministerio de Hacienda correspondiente al año 1900, presentada al honorable Congreso nacional en sus sesiones del año 1901 (Asunción, 1903), p. 417.

 

 
Fuente:

Edición e introducción de

THOMAS L. WHIGHAM y JERRY W COONEY 
Traducción: GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ
Editorial Servilibro,
Dirección Editorial : VIDALIA SÁNCHEZ
Página web: www.servilibro.com.py
Asunción, Paraguay  - 2008 (394 páginas)





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