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ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

  LA VILLA DE PILAR DE ÑEEMBUCU - Obra de ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - Año 2007


LA VILLA DE PILAR DE ÑEEMBUCU - Obra de ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - Año 2007

LA VILLA DE PILAR DE ÑEEMBUCU EN LA HISTORIOGRAFÍA PARAGUAYA

DESDE SU FUNDACIÓN HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XX

 

Obra de ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH

 

Editorial Servilibro,

Dirección Editorial: VIDALIA SÁNCHEZ,

Página web: www.servilibro.com.py

Asunción – Paraguay - 2007 (344 páginas)

 

 

ÍNDICE

RECONOCIMIENTO DE GRATITUD/ HOMENAJE A DON JOSÉ DOROTEO BAREIRO/ PRÓLOGO/ NOTA DEL AUTOR; LA RAZÓN DE ESTE ENSAYO HISTÓRICO

 

PRIMERA PARTE

1.         INTRODUCCIÓN. ESCENARIO HISTÓRICO REGIONAL

2.         LOS ÚLTIMOS GOBERNADORES

3.         HISTORIA DE UNA FUNDACIÓN

4.         ÑEEMBUCÚ EN LA DEFENSA DE LA FRONTERA. DOCUMENTACIÓN ADICIONAL

5.         LA PRESENCIA DE LOS DEMARCADORES

6.         ECONOMÍA PROVINCIAL Y LAS MILICIAS

7.         EL SENTIMIENTO PRERREVOLUCIONARIO

8.         EL PARAGUAY INDEPENDIENTE Y EL CABILDO

9.         EL GOBIERNO DE JOSÉ GASPAR RODRÍGUEZ DE FRANCIA

10.       FRANCIA. DICTADOR PERPETUO VITALICIO

11.       EL PARAGUAY DE DON CARLOS ANTONIO LÓPEZ. (AÑO 1841. 2° CONSULADO)

12.       LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

 

SEGUNDA PARTE

13.       PILAR DE ÑEEMBUCÚ VISTO POR CRONISTAS Y VIAJEROS

14.       PILAR EN LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

15.       LA POSGUERRA Y LAS CONVULSIONES INTERNAS

16.       1932-1935. LA GUERRA DEL CHACO

17.       PILAR DE LOS RECUERDOS

18.       PILAR EN UNA VISIÓN COSTUMBRISTA. HISTORIA DE SUS INSTITUCIONES

19.       ÑEEMBUCÚ Y SUS HOMBRES Y MUJERES NOTABLES

 

 APÉNDICE

 I.         EL ASEDIO DE LOS INFIELES

II.        EL TEMPLO

III.      EL CABILDO DE PILAR

IV.      EL ASILO DE FERRÉ

V.        LA ALIANZA CON CORRIENTES

VI.      UNA PARADA FLUVIAL

VII.     UNA VISITA A PILAR

VIII.   EL VIAJE DEL GENERAL LÓPEZ A EUROPA

IX.      UN OFRECIMIENTO SINGULAR

X.        LEY DE PATENTES

ABREVIATURAS

FUENTES DE REFERENCIAS

 

PRÓLOGO

En nuestro país, el pasado sigue siendo el gran tema que modela el sentimiento y la identidad de nuestra nacionalidad. Con las fascinantes jornadas de glorias, de empeños heroicos, de turbulentos y trágicos episodios internos y externos que llevaron un devenir cargado de desafíos y de antagonismos encontrados, el pasado sigue gravitando en la vida nacional y pervive en las pasiones y disensos que motiva en la ciudadanía. Por esa trascendente influencia sociológica, su estudio ha atraído y movilizado en forma continua el interés y las inquietudes de personas de las más diversas extracciones y de las más variadas profesiones. Mucha pasión y mucho talento se han vertido con obstinada porfía en el estudio de nuestra historiografía con el afán de desentrañar o reafirmar verdades y ficciones que laten en ese controvertido proceso que no termina por esclarecerse.

No obstante el enorme cúmulo de esfuerzos realizados por exponentes de generaciones sucesivas, hasta hoy subsiste en el análisis retrospectivo de nuestro pasado mucha penumbra que debe ser despejada. Es la gran tarea que siguen desarrollando los historiadores contemporáneos. Algunos de ellos se han sumado a ese desafío llevados por una vocación docente que los indujo al estudio de la historia para prepararse para el ejercicio de la cátedra. Otros que por pasiones asociadas a las interpretaciones diferentes del pasado de las asociaciones cívicas que militaban, asumieron la defensa porfiada de sus respectivas posiciones. La caldeada polémica que sobre el pasado iniciaron en 1902 Cecilio Báez y Juan E. O'Leary, se extendieron por más de tres décadas. Mientras los republicanos que seguían a Caballero asumieron la defensa y la justificación del pasado histórico, los liberales que apoyaban a Ferreira y a Báez se sumaron al repudio de lo que se dio en denominar "las pasadas dictaduras". Y están luego los que atraídos por el toque pasional que la historia brinda con sus luces y sombras, empezaron con una tímida incursión exploratoria, en búsqueda quizás de verdades respecto a ese penoso diferendo nacional, y que entusiasmados con sus primeras comprobaciones, quedaron atrapados por el atractivo contagioso de sus hallazgos, que les hizo luego difícil abandonarlos.

El Dr. Alfredo Boccia Romañach pertenece a este último grupo de historiadores dedicados al estudio y esclarecimiento de nuestro pasado. Llevado tal vez por su afección por las grandes interrogantes que animan el cultivo de las ciencias, paralelamente al activo y exitoso ejercicio de su profesión de odontólogo, construyó en el estudio de la historia patria un refugio espiritual, buscando quizás la satisfacción de un espacio mayor donde hacer remontar mejor el vuelo de sus dotes y ansias creadoras.

Enviado por sus padres a Montevideo para cursar su doctorado en odontología y con el afán de romper la soledad y las añoranzas del terruño natal con que abruma la estadía obligada en tierras extrañas, el joven Boccia busca la compañía de compatriotas y amigos residentes en la ciudad y se incorpora a un seminario sobre Historia del Paraguay que por entonces dirigía en esa capital el Dr. Carlos Pastore. Bajo su influencia adquiere allí una visión nueva de la importancia del conocimiento histórico. Que la historia no es solamente la relación cronológica de los eventos que conforman el devenir de una nación sino también el estudio del proceso en que la sucesión de los aconteceres van modelando la organización, la vida y las características definitorias de una sociedad o de una época. Que para el debido conocimiento del pasado no basta la lectura de los textos y libros sobre historia sino que resulta indispensable el conocimiento de sus fuentes documentales para desentrañar las causas y orígenes de los sucesos y sus proyecciones y consecuencias en la vida nacional. Era la idea de que tras el conjunto de los acontecimientos históricos existe un orden que da la razón de lo que pasa y quo los hechos son siempre efectos de causas que deben ser estudiadas e interpretadas. Allí adquiere el convencimiento de que el debido conocimiento de la historia tiene para la vida de los pueblos una importancia trascendente y que especialmente para nuestro país es un requisito indispensable para comprender la política interna y externa pasada y para la búsqueda de soluciones apropiadas a los acuciantes problemas que sobrelleva la nación, ideas éstas que el doctor Pastore predicaba con pasión y solvencia. Con el incentivo de osa perspectiva nueva, el joven Boccia inicia sus lecturas y su interés por la historia de nuestra patria. Progresivamente va concentrando su atención en el conjunto del proceso evolutivo de nuestro pasado y en los eventos que han gravitado más en su desarrollo, antes que en la simple relación cronológica de los sucesos que van tejiendo la majestuosa trama de la historia. Con esas inquietudes y sin descuidar sus estudios regulares, inicia su lectura intensiva de libros prestados, a frecuentar bibliotecas locales y comienza la acumulación porfiada de libros, documentos, folletos, mapas y textos, con los que fue formando una biblioteca que con el tiempo llegó a constituirse en una de las más selectas y densas del país.

Culminado sus estudios universitarios, contrae matrimonio con una dama uruguaya, Martha Paz Correa, y retorna a su heredad natal, a su florido valle norteño del Amambay donde vivían sus padres. Instala su consultorio en Bella Vista, en la ribera del río Apa, en la frontera con la progresista región del Mato Grosso y durante largos años presta sus servicios de odontólogo a una amplia clientela de ambos lados del río. Allí organiza, en el trasfondo de su consultorio, una pequeña sala de lectura para la espera de sus pacientes, con sus paredes cubiertas de estanterías cargadas de libros y un pequeño escritorio donde hacía sus lecturas y redactaba sus primeros ensayos.

Para romper su aislamiento geográfico se hace radioaficionado y mantiene comunicaciones con docentes y personas interesadas en el estudio de la historia de ambos lados del río fronterizo. Toma así contacto con centros académicos de la región del Mato Grosso, con los grandes centros culturales del Brasil y con historiadores de ambos países. Su biblioteca se enriquece continuamente con la adquisición y el intercambio de libros y documentos. Dicta conferencias en varias ciudades y universidades del Paraguay y del Brasil. Suma a su biblioteca una rica colección de libros y documentos brasileños relacionados con nuestro pasado común. Con ese empeño entiende luego sus investigaciones a los archivos portugueses y españoles. Sus temas preferidos eran los episodios más gravitantes de nuestro pasado: la conquista, las guerras y conflictos con los países vecinos, con especial énfasis la guerra de la Triple Alianza, respecto a la cual llega a reunir una rica colección de documentos, libros y mapas que le fueron de gran utilidad para el estudio de ese trágico conflicto. Consagrado con dedicación y persistencia a este empeño, gana en el país y en el extranjero un calificado espacio en los círculos culturales y científicos de las dos ramas de su especialidad, la odontología y la historia.

En 1971 se traslada a Asunción donde, además del ejercicio de su profesión asume la cátedra de Endodoncia en la Escuela de Mejoramiento Profesional del Círculo de Odontólogos del Paraguay que dicta ininterrumpidamente durante once años. Fue uno de los promotores de la fundación de esta escuela de posgrado, la primera de ese nivel en nuestro país. Es nombrado luego presidente de la Sociedad de Endodoncia del Paraguay y presidente del 2°Congreso Internacional de Endodoncia realizado en Asunción. Se desempeñó asimismo como demostrador oficial de odontología en nueve países de América y fue coautor del video "Historia de la Endodoncia en el Paraguay". Por estos merecimientos fue incorporado como miembro de número de la "Sociedad Científica del Paraguay" y condecorado por el Gobierno de Italia con el grado de "Cavaliere" (Caballero) de la orden del mérito de esa gran nación.

Paralelamente a esa exitosa trayectoria profesional, comienza a divulgar por la prensa asuncena sus ensayos históricos y publica sus primeros libros. Su pluma es no solo fecunda, sino también amena y sólida. Selecciona sus temas cuidadosamente y luego los desarrolla con un estilo claro y sencillo. Se lo reconoce pronto como un historiador acucioso cuyas afirmaciones están siempre fundadas en investigaciones sistemáticas. De sus obras principales podemos mencionar las siguientes: "Historia de la Guerra del Setenta en la frontera del norte" (audiovisual), "Historia del Barrio de Trinidad" (igualmente audiovisual), Armando Bonpland-Caraí arandú” (1999), "Paraguay y Brasil. Crónica de sus conflictos" (2000), "La Masonería y la Independencia Americana" (2003), "La esclavitud en el Paraguay" (2004), y su más reciente libro “Sueño y realidad del oro en el Nuevo Mundo" (2005).

En reconocimiento do dota fecunda producción historiográfica, la Academia Paraguaya de la Historia lo incorpora como miembro de número en una ceremonia realizada en agosto del 2001. En la misma hizo la presentación do otro trabajo inédito titulado "Breve Historia sobre la Cartografía del Paraguay". Desde entonces, además de la publicación seguida de nuevos libros, colabora activamente en el Anuario de la Academia.

Con el nuevo libro que lanza a la consideración del público, el doctor Boccia trata de rescatar a la insigne población de Pilar de la omisión que de su ilustre y significativa trayectoria hace la historiografía paraguaya. Explica sus causas y presenta los testimonios documentales que acreditan sus merecimientos y su evolución. Destaca que la primera población del Ñeembucú fue fundada en 1779 por el Gobernador Melo de Portugal para la defensa y el aprovechamiento de esas fecundas tierras y para impedir el asecho continuo de los indios guaicurúes que cruzaban el río para arrear ganado de la costa y de las abandonadas misiones jesuíticas y asimismo, para contrarrestar las pretensiones jurisdiccionales de las autoridades de Corrientes, que promovían y amparaban las incursiones de sus naturales en la costa norte del Paraná para extraer maderas curtientes y ocupar tierras de la zona. Con la consolidación de su asentamiento terminaron en la región del sur las frecuentes invasiones de los indios del Chaco que antes se internaban hasta los pueblos de San Ignacio, Santa María y los partidos de Quyquyhó y Quiindy y robaban a mansalva ganado vacuno y caballar, manteniendo a los vecinos en continuas alarmas. Instalada inicialmente como simple poblado fue luego convertida en Villa en 1792 por el Virrey del Río de la Plata, lo que la habilitó para tener su propio Cabildo para el gobierno y la administración de la región.

Declarada la independencia de la Provincia, el poblado de la Villa aumenta su gravitación e importancia en el desenvolvimiento y la organización de la nueva nación. Francia instituye a Pilar como el único puerto habilitado para el intercambio comercial con la Argentina, del mismo modo que Itapúa lo era con el Brasil. Además de organizar allí un arsenal para reparar y fabricar armas, construye un cuartel y asienta en la localidad una fuerte unidad militar encargada de defender la soberanía territorial del país contra el acecho continuo de las fuerzas de Artigas y contener los asedios del porteñismo que se resistía a reconocer la independencia nacional. Dispone la construcción del local de su Cabildo y la del cuartel para la milicia allí instalada que fue la primera construcción de material cocido de la ciudad. Con la reactivación de su puerto, su comercio prospera intensamente. Pero dejemos que sea el doctor Boccia quien nos siga relatando la creciente importancia que en la vida de la nación fue asumiendo el poblado de Pilar. Aquí solo quisimos resaltar la trascendencia y méritos de este ensayo con el cual su autor busca promover una mayor atención al estudio del pasado pilarense entre quienes dedican sus afanes al esclarecimiento y divulgación de nuestra historia.

WASHINGTON ASHWELL - Presidente de la Academia Paraguaya de la Historia

 

 

NOTA DEL AUTOR

LA RAZÓN DE ESTE ENSAYO HISTÓRICO

En los anales de la historia paraguaya se observa un hecho llamativo; el vacío provocado por la ausencia señalada de crónicas y estudios que aborden con detalles el origen, el desarrollo, las funciones y proyecciones del poblado de Pilar de Ñeembucú. Y no debiera ser así, dado el largo .y rico historial que la ciudad registra a lo largo de las etapas de la vida nacional.

No obstante, el aporto significativo en la formación y defensa de la nacionalidad, el brillo y desarrollo de su cultura y la relevante actuación de hijos, tanto en las jornadas bélicas que confrontó el país, como en episodios quo comprometieron la paz interior, a diferencia do otras ciudades como Asunción, Concepción o Villarrica, Pilar no ha atraído la atención de cronistas ávidos de arrebatar minucias de su pasado, ni cautivar a algún historiador que se haya ocupado de analizar sus proyecciones.

En seguimiento de las andanzas de Amado Bonpland, de Juan Francisco de Aguirre, del meritorio Félix de Azara, o descubriendo los lugares donde se llevaron a cabo las homéricas batallas de la Guerra Grande, le cupo al autor tomar contacto con numerosas referencias sobre la ubérrima región de Ñeembucú. Por otra parte, la rica historiografía de José Gaspar de Francia y de los dos López permite acceder a gran parte de la información sobre el histórico desempeño de Pilar en todas las etapas vitales y trascendentes del pasado paraguayo.

La población de la Villa del Pilar se impuso, en sus inicios, como centro defensivo del territorio nacional y a lo largo de los años, como puerto de comercio exterior y punto neurálgico contra las asechanzas foráneas, llevadas a cabo por los correntinos, las huestes de José Gervasio Artigas y por último la invasión de las fuerzas de la Triple Alianza.

Es imposible, como ejemplo, no de asombrarse ante el hecho de que los poderosos ejércitos aliados demoraran casi cuatro años de duro batallar para conquistar la gloriosa región de Ñeembucú.

El investigador de antaño resuelto a recomponer la historia, hallaba dificultades de toda laya; es necesario recordar que los legajos referentes a los conflictos fronterizos con Corrientes y con Buenos Aires en el periodo colonial, fueron parte de la colección del archivo nacional substraída por las tropas de ocupación brasileñas, y remitida a Rio de Janeiro. Estos documentos sólo pudieron librarse al conocimiento público después del rescate de los mismos merced al empeño de dos historiadores nacionales, los doctores Hipólito Sánchez Quell e Idalia Flores de Zarza. Por otra parte, la apasionada secesión ideológica generada por las facciones de la posguerra, desalentaba a los cronistas de entonces a liberarse de las verdades impuestas y presentar una visión desprovista de las posiciones señaladas por la política o marcadas por el acendrado personalismo.

Lo antes expuesto sobre la historia de Pilar fue tema de repetidos análisis con el presidente de la Academia Paraguaya de la Historia, el doctor Washington Ahwell. El destacado académico, originario de esa ciudad, sostiene el convencimiento de que la carencia informativa aun subsiste y tiende a mantenerse por causas sociológicas que afectan a la comunidad pilarense. Entre los motivos causantes menciona el virtual enclaustramiento geográfico que impidió toda comunicación con el resto del país durante extensos periodos; la larga carencia de centros de formación y estudios superiores, que sí los hubo en otros pueblos donde se asentaron las órdenes religiosas mayores de franciscanos y jesuitas, y por último, el hecho relevante de la migración hacia la Capital de los mejores exponentes de las artes, las letras y la política locales.

La Villa no era por entonces, punto de intereses convergentes ni tenía atractivos propios para la radicación definitiva de los esporádicos visitantes o de autoridades de la comunidad -nombradas por el gobierno central de Asunción- quienes abandonaban la plaza una vez concluido su mandato.

Señala mi interlocutor que, a su entender, el elemento constante de gravitación fue siempre el grupo ganadero y comercial, constituyéndose en el núcleo dominante de la comunidad. Pero tales industrias, por su propia índole, no podían ofrecer fuentes de trabajo que aglutinaran a la creciente población, cuyo excedente, necesariamente tenla que descargarse con el éxodo que afectaba por igual a pobres y remediados.

Ese grupo migrante era integrado también por la cúspide de la sociedad. Los hijos de los ciudadanos pudientes eran enviados a Asunción para completar sus estudios y allí se instalaban definitivamente. La enunciada situación se puede comprobar por la extensa nomina de pilarenses ilustres que ocuparon cargos importantes en la vida civil, en el gobierno nacional y en la jerarquía de las Fuerzas Armadas.

En consecuencia, la sociedad lugareña se mostró fuertemente conservadora y poco proclive a los cambios. La próspera burguesía local no reinvertía en Pilar: prefería ampliar sus empresas adquiriendo propiedades en las cercanías de la capital. El cambio tuvo que llegar desde afuera, con la instalación de una industria textil que imprimió a los habitantes un poderoso impulso que se verificaría a los pocos años con la instalación de una base estructural y social más amplia y un visible progreso edilicio y urbanístico.

Pilar no disponía aun de una biblioteca pública ni de un núcleo de estudiosos que se aplicara a investigar y divulgar la historia poblacional. Ni siquiera existían archivos municipales ni religiosos. El incendio de la primitiva iglesia destruyó la totalidad de los registros de las personas y de las familias, haciendo que el rastreo genealógico pudiera realizarse recién a partir de la instauración del Registro Civil. Lo expuesto puede explicar la razón de que no hubiera en la ciudad un graduado en historia, ni que la Facultad de Filosofía contara en sus registros, a un pilarense que haya retornado a su ciudad a engrosar una corriente de divulgación histórica.

En justicia no podría omitir la mención, en el estudio retrospectivo de la historia de la región, de algunos intentos investigativos de gran valor; la participación de Benigno Riquelme García, quien por instigación del licenciado Oscar Ferreiro, escribió una bien documentada síntesis de la génesis de la Villa de N.S. del Pilar de Ñeembucú (1973).

Es imposible dejar de lado la figura del consagrado maestro, estudioso de la formación de los pueblos del Paraguay, el profesor Alfredo Viola, quien dedicó un gran esfuerzo en ampliar la divulgación de Riquelme, en dos trascendentes estudios sobre Fundación de Curupaity y Humaitá (1992) y La Villa de N.S. de Pilar y sus distritos (1993). El historiador se limita en sus investigaciones al periodo de su especialidad, la época del Paraguay independiente y el gobierno del doctor Francia, sin extenderse a otras etapas decisivas que han marcado a fuego a la nación, como la guerra del Setenta y la posguerra, con todas sus trágicas implicaciones en el desarrollo material y social de la época.

El licenciado Carlos Alberto Mazó, periodista y estudioso de las costumbres de la ciudad de Pilar, a la que ama como propia y donde formó su familia, merece ser reconocido como el difusor vivaz de las noticias urbanas. Sus publicaciones fueron de gran utilidad para estructurar esta recopilación. El profesor Mazó conoce profundamente las minucias de la vida doméstica pilarense de la segunda mitad del siglo XX. Bien dice Miguel de Unamuno que la leyenda es la historia hecha carne del pensar del pueblo y muchas veces reflejan mil veces más verdades que las más documentadas memorias.

Este libro intenta sumar a las publicaciones apuntadas, una documentación adicional sobre las diversas fases del pasado pilarense, integrándola muy de cerca a las vicisitudes de la historia nacional. Estos anales, por su propia extensión y profundidad, no pueden de ningún modo abarcar la integridad del tema en cuestión. Hoy día, están dadas las circunstancias para que la generación universitaria emprenda con entusiasmo el valioso compromiso de buscar las raíces profundas de su ciudad, rescatando los valores incontestables de sus hombres y analizando el mecanismo de su maravilloso resurgimiento.

Me sentiré sumamente gratificado si esta obra cumpliera con el propósito de estimular a los jóvenes de la pujante ciudad de Pilar a hurgar en su fecunda historia, a rescatar del tizne del olvido a sus hombres venerables y a divulgar, con el orgullo que se merecen todas las facetas más excelsas de su existencia.

ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH - Asunción, 2007.

 

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