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  EL GUARANÍ CRIOLLO O PARAGUAYO - Por BARTOMEU MELIÀ


EL GUARANÍ CRIOLLO O PARAGUAYO - Por BARTOMEU MELIÀ

EL GUARANÍ CRIOLLO O PARAGUAYO

Por BARTOMEU MELIÀ

 

Se suele señalar como uno de los rasgos más característicos de la identidad paraguaya el mestizaje. Historiadores, intelectuales y educadores del Paraguay lo han convertido en opinión común que no se discute. Y de ese mestizaje hacen derivar la condición bilingüe de la población del Paraguay.

 

ASPECTOS DEMOGRÁFICOS

Hay que comenzar con una consideración sobre la formación de la sociedad colonial. Richard Konetzke calcula que entre 1535 y 1600 llegaron a tierras paraguayas sólo 3.087 europeos. Hubo a fines del siglo XVIII otra pequeña migración. De este número de conquistadores y colonos, algunos regresaron a la península ibérica, muchos murieron pronto y otros salieron a fundar otras ciudades. Por otra parte, las mujeres llegadas de la península ibérica representaron un porcentaje muy bajo. La unión de los primeros conquistadores con mujeres indígenas fue la regla. En 1545 los vecinos españoles de Asunción oscilaban entre 400 y 500. "Un pueblo de más de quinientos hombres y más de quinientas mil turbaciones", decía fray Juan de Salazar. Sus hijos, esos "mancebos de la tierra", si bien hijos de madres indígenas, se adjudicaron el estatus de español; la palabra mestizo apenas aparece en los censos coloniales, como ha mostrado Juan Carlos Garavaglia.

El predominio absoluto de mujeres indígenas como madres de esos "españoles" era absoluto. En 1556, año de la muerte de Irala, ya eran unos 3.000. Y la lengua materna de esos mancebos era por tanto el guaraní, no el castellano.

Si avanzamos otro siglo, tenemos la siguiente composición poblacional del Paraguay, tal como aparece en el censo del obispo Faustino de Casas. Los 38.666 habitantes de la provincia se repartían así:

7.209 españoles - 18.6 %

2.517 indios yanaconas - 6.5%)

27.806 indios en pueblos - 71.6 %

1.134 pardos - 2.9%)

Como se ve, la población que socialmente se consideraba "española" -incluyendo europeos criollos y mestizos- estaba apenas en la proporción de 1 a 4.

El Paraguay seguía siendo fundamentalmente indígena en cuanto a población, aunque la ideología de asimilación al español se hacía sentir cada vez con más fuerza, sobre todo en la ciudad de Asunción y otra minúscula ciudad de españoles, Villarrica.

A manera de síntesis del movimiento general de la población entre 1682 y 1848 se puede aceptar el cuadro que ofrece Juan C. Garavaglia., que recoge también Ignacio Telesca en el tercer volumen de esta misma colección.

*********** 1682/ 1761/ 1799/ 1846

población considerada indígena : 30.323/ 52.647/ 32.018/ 1.200

población no indígena : 8.943/ 32.531/ 76.052/ 237.662

Una vez más hay que repetir que no se trata de un problema de cifras, sino de ver cómo una población se define poco a poco como no-indígena, prescindiendo de sus componentes raciales, sean mestizos o indígenas. Rafael E. Velázquez dirá acertadamente que "para fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX el proceso de mestizaje había avanzado mucho y entre el 55 y el 60 % de la población tenía status de española... había logrado asimilarse a esa condición". En realidad lo que más había cambiado era el proceso de españolización socio-cultural, pero sin castellanización.

Uno de los factores decisivos para que esto haya podido suceder es que ni el color de la piel ni el hecho de hablar la lengua guaraní definían socialmente. Pasaba al estatus de español quien tenía deseo y posibilidades de hacerlo, sin que pudiera impedirlo del todo una élite de origen europeo, incapaz de imponer comportamientos culturales exclusivos, como podría ser un tipo de vestido o una lengua. Para toda esa población la lengua española del Paraguay era simplemente el guaraní, en la que se distinguían algunos que también sabían castellano. Pero ni en la calle ni en las casas se hablaba de ordinario el castellano; y casi nadie lo escribía, a no ser algunos escribanos, funcionarios de gobierno y eclesiásticos.

Por otra parte hay que recordar que los primeros bilingües del Paraguay no fueron mestizos, y la mayoría de los mestizos estuvieron lejos de ser bilingües, aunque algunos entre ellos sí lo eran; por ejemplo los que colaboraron en la versión guaraní del Catecismo de Bolaños, que por el año de 1586, fue traducido o acabado de revisar en Asunción con la ayuda de españoles bilingües, mestizos o no.

 

La Traducción de las oraciones por Fray Luis de Bolaños,

en la explicación de el Cathecismo en Lengua Guaraní de Nicolás Yapuguay,

Santa María la Mayor. 1724

 

Consta que algunos indígenas aprendieron algo de castellano. Llegaron a ser bilingües aquellos infelices y desgraciados indios que Caboto había llevado a España y que Pedro de Mendoza quería traer de vuelta, por ser "ladinos" y poder servir de intérpretes (Zavala 1977: 76). Bilingües -pero, ¿hasta dónde?- fueron aquellos "caciques" que castellanizaron sus nombres: Pedro de Mendoza, Juan de Salazar Capitari, Francisco Ruiz Mayraru, Lorenzo Moquiraci, Gonzalo Mayraru y otros cristianos convertidos de la primera hora (Cabeza de Vaca 1971: 130). Ese Pedro de Mendoza era de hecho un indio principal, que fue suegro de Irala, padre de la criada de éste, María (Zavala 1977:131).

Hubo también españoles que manejaron el guaraní; era la única manera de entenderse con indios allegados, con sus mujeres, con los "cuñados", con sus "yanaconas" y "mitayos" encomendados a su servicio.

Habrá conocido el guaraní el portugués Aleixo García, que con una tropa de indios cruzó el primero por tierras de Paraguay. Se puede suponer que a Domingo Martínez de Irala por el continuo contacto con los guaraníes compañeros de expedición y sus numerosas criadas guaraníes, de quienes tantos hijos tuvo, algo de la lengua se le pegó. En cuanto a lengua lo mismo puede decirse del adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que vino caminando desde la Isla de Santa Catalina y atravesó tantas aldeas guaraníes hasta llegar a Asunción. De los nombrados ninguno era mestizo.

Pronto aparecieron también los "lenguas" o intérpretes bilingües. Estos "lenguas" tendrán diversas funciones: intérpretes en los procesos, guías en las nuevas expediciones, intermediarios en los contratos. Muy pronto serían también autores de tropelías, abusos contra los indios y traiciones (Zavala 1977: 91, 133). En 1543, el gobernador Alvar Núñez Cabeza de Vaca tuvo que reglamentar duramente las relaciones de los "lenguas" e intérpretes con los indígenas, pues "por experiencia se ha visto el mucho desorden que las lenguas intérpretes han tenido y tienen en rescatar y contratar con los indios, andando por sus lugares y casas, de lo cual ha resultado mucho desasosiego y perjuicio". Muchos "lenguas" salían por las casas de los indios y les sacaban por fuerza sus redes, sus mujeres y cosas. Un tal Juan Gutiérrez llegó a contar con 22 concubinas. Triste fama, ciertamente, la de estos intérpretes bilingües, que hicieron del dominio de dos lenguas el medio de su sórdido provecho.

Al principio los misioneros sintieron la necesidad de intérpretes y, de hecho, en algunos casos, recibieron buena ayuda de ellos; los jesuitas, con todo, prescindirían pronto de sus servicios por experiencias desagradables que con ellos tuvieron. Deplorable igualmente fue el papel de los intérpretes en la llamada Guerra Guaranítica (1750-1756), por las traducciones incorrectas o tendenciosas que daban de los papeles escritos por los indígenas, interpretados contra éstos y los jesuitas.

Con mestizaje o sin mestizaje, el guaraní pasó a formar parte de la sociedad colonial española, y en este proceso que poco tiene que ver con la genética, la lengua guaraní se transforma por contacto con otra sociedad que trae otras ideas, otra organización del parentesco, otra religión, otra economía y otra tecnología.

Dos circunstancias contribuían a ese fenómeno: el amplio uso del guaraní como lengua coloquial en la casa y en la calle, por un lado; y por otro, la poca densidad de una población criolla (o peninsular) durante todo el período colonial.

Los colonos españoles antiguos sentían ya en 1585 que "van quedando pocos de los que primero aquí llegaron". "Las gentes nacidas en España se van acabando en esta tierra", decían resignados Rojas Aranda y García Cunha, oficiales reales, el 15 de junio de 1594. Sólo una minoría, la de los letrados, funcionarios o eclesiásticos, detenta el idioma; hace de él un instrumento indispensable y privativo de relación con el exterior y trata de preservarlo de la erosión inevitable. Cuando en 1625 el Cabildo de Asunción pedía a los jesuitas la erección de un colegio, daba como razón que "los hijos de los nobles conquistadores corren el riesgo de adquirir las costumbres de los indios, con grave daño". Y entre esas costumbres, debe entenderse con toda probabilidad, la de hablar guaraní.

 

LOS GRANDES SILENCIOS DE LA LITERATURA COLONIAL

En ese contexto nos llama la atención que la literatura en castellano, que todavía tuvo alguna expresión hasta el principio del siglo XVII va desapareciendo del Paraguay.

Los ANALES DEL DESCUBRIMIENTO, POBLACIÓN Y CONQUISTA DEL RÍO DE LA PLATA, de Ruy Díaz de Guzmán, obra terminada en 1612, pero impresa solamente en 1834, es la obra en castellano de mayor aliento de la colonia paraguaya. Después, ni otra historia ni una pieza de teatro, menos una novela; algún que otro poema. Los documentos de la época en castellano son simplemente escritos de carácter administrativo relacionados con las autoridades coloniales. No hay literatura en castellano en el Paraguay colonial. Tampoco la sociedad que se decía española, pero que hablaba preferentemente guaraní, produce nada en esta lengua.

Dice el padre José Cardiel hacia 1758:

"El lenguaje o jerigonza que a los principios sabían no es otra cosa que un agregado de solecismos y barbarismos de la lengua guaraní y castellano, como se usa en toda la gobernación del Paraguay y en la jurisdicción de las Corrientes. En una y otra ciudad, los más saben castellano, pero en las villas y en todas las poblaciones del campo, chacras y estancias no se habla ni se sabe por lo común, especialmente entre las mujeres, más que esta lengua tan corrupta... " (Cardiel 1900: 392).

El guaraní de los que tendremos que llamar ya paraguayos, era lengua no escrita ni literaria, no formal ni oficial, pero sí general, usual y coloquial. Sin embargo, se había establecido ya la típica diglosia, que perdurará hasta el día de hoy. Los colonos paraguayos, dice el mismo Cardiel, "nunca escriben cosa alguna en la lengua del indio, aun los que saben escribir, como ni nunca rezan en ella, sino en castellano".

Para caracterizar las peculiares y curiosas formas de ese guaraní el jesuita Martín Dobrizhoffer habla de una "tercera lengua" en el Paraguay, concepto que hasta hoy es objeto de discusión.

"Todo el vulgo, aun las mujeres de rango, niños y niñas, hablan guaraní como su lengua natal, aunque los más hablen bastante bien el español. A decir verdad, mezclan ambas lenguas y no entienden bien ninguna... Así nació una tercera o sea la que usan hoy en día" (Dobrizhoffer/1784/19671: 149-150).

La situación que recordaba el padre José Manuel Peramás, en 1793, era que "la lengua guaraní es de uso común entre los españoles de la ciudad de Corrientes y de los habitantes de las colonias españolas de Villarrica y Curuguaty. Es más, en la misma ciudad de Asunción, aunque saben hablar español, prefieren que se les hable en su lengua guaraní, a la que están acostumbrados desde pequeños y conversan entre sí en el campo y en la casa".

En este contexto no es de extrañar pues que las proclamas que enviara el Gral. Manuel Belgrano en 1810 a autoridades y pueblo del Paraguay, fueran pasadas al guaraní, que él y quienes conocían medianamente el Paraguay consideraban la lengua propia del país.

¿Era ese guaraní de la sociedad paraguaya no indígena tan malo como lo juzga el padre Cardiel? No; ese guaraní mantuvo su estructura fundamental. Lo que parecía afearlo era la considerable cantidad de hispanismos que lo invadieron. Ahora bien, ese es un fenómeno propio de todas las lenguas en contacto con sociedades cuyo sistema de vida es notablemente diferente. El Catecismo de Bolaños en sus cuatro páginas incluye ya unas 23 palabras en castellano, y no por ello deja de ser buen guaraní, como no es malo el castellano con sus arabismos antiguos, sus americanismos y sus anglicismos técnicos. Más preocupante es que el guaraní paraguayo nunca fue apoyado por una gramática normativa y así creció bajo el signo de la espontaneidad no regulada. Volveremos sobre el asunto.

 

 Primera página del Gran Diccionario de la Lengua Guaraní

de Antonio Ruiz de Montoya

 

EL GUARANI DE LOS JESUITAS

El trabajo de los jesuitas y la transformación del guaraní en los pueblos donde ejercieron su misión por una parte se encuadra en la colonia española, pero desarrolla formas y contenidos muy particulares.

Los jesuitas habían llegado al Paraguay en 1588, pero sólo comenzaron sus misiones estables en 1609. Los franciscanos ya habían iniciado hacia 1575 la misión basados en dos principios: la reducción de los indios a pueblos y el uso de la lengua guaraní.

Con los jesuitas, sin embargo, la lengua guaraní tendrá un muy curioso desarrollo. Los jesuitas apreciaron la lengua, la estudiaron, hicieron gramáticas y diccionarios, escribieron y publicaron, pero lo más original fue el incentivo a la escritura entre los guaraníes como medio privilegiado de expresión en diversos campos, no sólo el religioso, sino también el administrativo y el político.

Según la apreciación de los jesuitas la lengua guaraní, aun presentando diferencias culturales y dialectales notables que ellos no desconocían, había permanecido una "en cuanto a la forma".

Fue común entre los jesuitas de la época una cierta pasión por aprender lenguas y hacer gramáticas. Entre los primeros gramáticos hay que recordar al padre Marciel de Lorenzana y Francisco de San Martín, que se valieron de algunas notas gramaticales de fray Luis Bolaños.

La primera gramática guaraní, inédita sin embargo hasta 1979, es la del padre Alonso D'Aragona (1629?) El Arte de la lengua guarani, de Montoya, publicado en Madrid en 1640, tuvo como base el modo de hablar de los indios del Guairá. Pero él mismo es consciente de que hay varias formas de guaraní. "Algunos vocablos serán más usados en unas partes que en otras: pónense todos los que hemos podido alcanzar, porque no se haga nuevo al que oye en una parte el vocablo que en otra no oyó".

El primer texto largo en guaraní que se tiene es el acta de una asamblea de 1630, en la que los propios indios denuncian los trabajos a los que les someten los encomenderos en el laboreo de la yerba mate, esa "yerba del diablo", según Montoya, por la sangre humana que entraba en la producción del tal "oro verde".

Los jesuitas son conscientes de que había varias formas de lengua guaraní y también que las lenguas cambian con el tiempo El padre Pablo Restivo, apelando a su propia experiencia, lo advierte con claridad:

Algunos vocablos y modos de hablar, que aunque en la realidad son vocablos y términos propios de los naturales, pero ya per non usum (por falta de uso], se han anticuado y hecho casi ininteligibles... como bien advierte (el padre Montoya) en su Tesoro, hay términos que se usan en unos pueblos, que no son usados en otros.

Lo mismo habrá ocurrido en los pueblos de indios regentados por clérigos y en los pueblos franciscanos. La lengua guaraní en estos pueblos, ¿habría también evolucionado hacia un guaraní estándar propio, diferente de los dialectos de origen? Menos “gramaticalizado" que el guaraní jesuítico, ¿estaría más cercano a los dialectos originarios? Se debe considerar que había habido también una reacomodación de pueblos de regiones más distantes hacia las cercanías de la ciudad de la Asunción: las gentes de Guarambaré, de Tobatí, de Ypané, en su traslado hacia los lugares que actualmente ocupan, debieron traer consigo sus dialectos, mientras que los pueblos de Itá, Yaguarón, Altos, de antigua formación colonial y más estables, pueden haber dado la pauta del guaraní indígena colonial.

 

Grabado realizado por los indígenas guarani

en el libro "ENTRE LO TEMPORAL Y ETERNO"

 

 

LA IDENTIDAD DEL GUARANI JESUÍTICO

Los jesuitas para llevar a cabo sus obras lingüísticas procuraron escuchar y estar atentos a lo que decía el pueblo guaraní. El padre Montoya es uno de los que más escuchó y se compenetró con la lengua como cultura. El Tesoro de la lengua guaraní es el mejor reflejo etnográfico de la cultura guaraní del siglo XVII que poseemos. En él se encuentra información sobre la tan discutida y seductora problemática de la tierra sin mal; la cuestión del trabajo en sus diversas actividades, sus formas y campos de ejecución; pequeños esbozos sobre organización social y poder, e incluso pesquisas sobre las concepciones guaraníes de vida y muerte, y la dramática cuestión de los suicidios. Como curiosidad descubrimos ahí el juego del fútbol, ya practicado por los guaraníes antes de los tiempos coloniales y noticias sobre los eclipses de sol. El léxico de Montoya también permite asomarnos a situaciones típicamente coloniales como el empobrecimiento y la desintegración de la autoridad chamánica en contacto con los colonos.

Dado que los jesuitas tuvieron como principal misión la predicación de una religión nueva como era el cristianismo, para expresar ciertas particularidades, inventaron neologismos y acudieron al recurso de los hispanismos. En un tiempo en que el guaraní se estaba transformando tan profundamente, y no sólo en el campo religioso, el Tesoro de Montoya es el mejor diccionario, que da cuenta de esos cambios que son parte de la historia.

Así por ejemplo, Tupã, ese dios del trueno, significará el Dios de los cristianos Dios y al mismo tiempo hombre como nosotros -aváramo oñemoñavae-, crucificado en la cruz -cruz pype ikutupramo ijukapramo: "punzado en una cruz, matado"-La trasformación del guaraní por influencia de la misión cristiana se manifiesta en muchos textos en el Catecismo bilingüe de Montoya, de 1640, reeditado en 2008, y en los Catecismos varios y exposiciones de la doctrina cristiana en lengua guaraní, recogidos en el pueblo de San Nicolás en 1716, en el libro Ara porú aguyjeiháva (Del buen uso del tiempo) de 1759, del padre José Insaurralde, paraguayo.

 

 

 

Página del Manuel de preguntas y respuestas

para el rtitual del matrimonio.

 

LOS ESCRITORES GUARANÍES

Hubo guaraníes de la primera hora que pensaron que el "tupã kuatia", el libro o papel, hablaba y revelaba lo secreto y lo por venir. Más aún, que en los libros los padres traían la muerte. Pero superada esa suspicacia inicial, en los pueblos se implantaron escuelas de leer y escribir adonde acudían los niños en gran número. Es verdad que la alfabetización no alcanzó a todos y prueba de ello es que entre los mismos caciques los había que ni siquiera sabían firmar, pero surgió una pléyade de secretarios que harán gala de calígrafos, expertos en ortografía, fieles redactores de los dictámenes de los cabildantes y encargados de cualquier tipo de comunicación escrita. Aparecen incluso creativos escritores individuales. De esa producción literaria se ha conservado un buen número de libros y documentos. Esa literatura reduccional no es sólo de carácter religioso, sino social y política. De ahí el gran valor que hay que conceder a los escritos políticos de los Guaraníes, sobre todo en el siglo XVIII. En las Misiones jesuíticas el guaraní fue lengua culta y oficial.

De extraordinario valor histórico y literario, por su originalidad, por la calidad de observación y la propiedad de escritura es el Diario hecho por un indio de lo que sucedió en el segundo desalojamiento de los Portugueses [de la Colonia de Sacramento] en 10 de septiembre de 1704 [hasta el 18 de marzo de 1705]. Es el primer reportero en guaraní del Río de la Plata; y un gran prosista.

Están también los libros de Nicolás Yapuguay, cacique y músico, como son la “Explicación del catecismo” (1724) y los “Sermones y ejemplos” (1727), ambos editados en la imprenta de las Misiones, la primera que existió en el Río de la Plata funcionando desde 1700. Ahí está el mensaje cristiano entendido y explicado a través de la lengua de un indio guaraní culto.

Por desgracia tenemos más noticias sobre la existencia de varias obras literarias indígenas que ejemplares conservados. Buena parte de esa literatura se ha perdido, especialmente la que nos parece más interesante, ya que por indicios sería la más auténtica y propia. De nuevo hay que citar largamente a Peramás: "Autores de libros no religiosos, conocí yo a dos indios. Uno que se llamaba Melchor y escribió la Historia del pueblo de Corpus Christi. Era un volumen de cosas muy variadas, ya que reseñaba cuándo se fundó el pueblo de Corpus, por qué se trasladó del Guairá, en qué época se construyó la iglesia, las circunstancias en las que se inauguraron los altares, cuáles eran los límites del pueblo, según la tradición, cuáles eran los campos asignados a los pobladores, cuál era la tradición de que Santo Tomás había estado entre los Guaraníes, qué pestes habían afligido a los moradores de Corpus... Otro libro fue escrito por un indio del pueblo de San Javier; que era uno de los descendientes de los primeros pobladores" (Furlong 1962: 594-595). Una crónica de este género, conservada parcialmente, es la Historia del Pueblo de Yapeyú, cuya traducción al castellano fue publicada por Hernández (Furlong 1962: 595).

Con los escritos que estamos comentando toma cuerpo una literatura histórica producida por los mismos Guaraníes, que ciertamente se apartaba de la elocuencia practicada en las asambleas indígenas, pero que mantenía no pocas cualidades del saber contar y hacer revivir por la palabra escrita una historia.

Pero el mayor caudal de la literatura guaraní escrita por indios Guaraníes lo conforman una serie de escritos de carácter político-administrativo que todavía duermen en los archivos, superficialmente ojeados por los historiadores, pero casi nada aprovechados por desconocimiento del idioma. Son documentos emanados los más de ellos de los Cabildos indígenas de las Reducciones, una institución típicamente colonial, pero que al estar constituida exclusivamente por indígenas, produce un tipo de escritos sumamente curiosos tanto por la ingenuidad de su forma como por la autenticidad de sus contenidos. Es la historia colonial la que se encuentra juzgada desde una perspectiva indígena, que con ello se muestra capaz de hacer nueva historia.

Un primer conjunto de estos documentos lo constituyen, por razón de sus fechas y de sus circunstancias, las cartas relativas al Tratado de Madrid (1750). Poco después de haberse conocido entre los indios los injustos términos de dicho tratado de límites entre España y Portugal, los Cabildos de los Siete Pueblos que se veían amenazados de traslado, despliegan una verdadera batalla diplomática que ha quedado fijada en sus numerosos papeles. Podemos enumerar más de cuarenta documentos que se han conservado o de los cuales se tiene noticia exacta; son sobre todo cartas, cartas de protesta y cartas de súplica, cartas dirigidas al gobernador de Buenos Aires, que desearían que éste hiciera llegar al Rey; cartas dirigidas a sus padres curas, cartas a indios de otros pueblos. A estas cartas hay que juntar dos largas relaciones, que sendos indios hacen de los sucesos de aquel tiempo. Vaya como muestra un fragmento de una de estas cartas, la del pueblo de San Miguel, tan bien descrito aquí por sus moradores y cuyas ruinas fueron declaradas recientemente por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad:

Señor: Nosotros tenemos muy bien entendido que somos vasallos de Nuestro Santo Rey, y como tales veneramos y cumplimos sus mandatos en correspondencia de las promesas que desde los principios nos tiene hechas. Pero de ningún modo podemos creer, ni aun sospechar que lo que vosotros intentáis sea voluntad suya. Nuestro Santo Rey no sabe (ciertamente lo que) es nuestro pueblo, ni lo mucho que nos ha costado. Mirad, Señor: más de 100 años hemos trabajado nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos para edificarlo, y ponerlo en el estado que al presente tiene, habiendo todos tolerado con incesante tesón por tan dilatado tiempo increíbles fatigas hasta derramar nuestra sangre para concluirlo y perfeccionarlo. La Iglesia está fabricada de piedra de sillería, consta el pueblo de 72 grandes hileras de casas, tiene yerbales muy grandes y seis algodonales de mucha extensión. Las chacras de los indios de todas suertes de semillas son como mil y quinientas. Hay en fin otras innumerables obras de toda suerte de labor. ¿Para todo esto hemos trabajado incesantemente por tanto tiempo cansándonos y agotando nuestra salud y fuerzas en vano y sin provecho? ¿Y será acaso la voluntad de nuestro Santo Rey que todo esto que tantos sudores y fatigas nos ha costado lo perdamos inútilmente?

En los escritos de este período no solo se revelan la visión altamente política del indio guaraní, sino sus cualidades propiamente literarias, por lo bien construido del texto y el desarrollo psicológico y emocional de su exposición. La lengua de esta literatura representa aquel guaraní que podemos llamar "clásico" en el sentido de idioma altamente formalizado, de notable riqueza de matices y de una transparencia y nitidez expresiva muy eficaces. Estas cartas se encuentran hasta hoy en el Archivo Histórico Nacional, en el Archivo de Simancas y, sólo en sus traducciones, en el Archivo General de Indias (Pastells-Mateos VIII, 1: 246-247).

Lo inesperado de la escritura guaraní fue que ella también se puso al servicio de la transmisión de mensajes y noticias entre los mismos indios. Esto exasperaba a las autoridades militares españolas que veían en ello una prueba de rebeldía y clandestinidad.

En Archivos de Buenos Aires, de Madrid y Simancas, de Asunción, de Londres, de Santiago de Chile, en Berlín y en Cracovia, hay centenares de manuscritos en guaraní que deben ser consultados para conocer la historia tal como fue sentida y vivida por los indígenas. El bloque mayor lo constituyen los papeles de los pueblos jesuíticos, pero los hay también provenientes de pueblos franciscanos. El hecho llama hoy la atención, porque de las ciudades de españoles no ha quedado un solo documento en guaraní.

¿Hubo escuelas bilingües en las Misiones? La enseñanza del castellano a los indios del Paraguay, si es que se intentó, tuvo poco éxito, como tampoco lo tuvo entre los mismos españoles para quienes la lengua corriente era el guaraní. Es cierto que el Catecismo de la lengua guaraní, del padre Montoya, editado en Madrid en 1639, se presenta con la finalidad de "que los indios aprendan la Doctrina cristiana y juntamente el idioma castellano, como tiene mandado Vuestra Majestad" (Hernández 1912:79-80), pero el proyecto fue dejado de lado probablemente porque no había posibilidad de promover una lengua tan extraña dentro de una comunidad enteramente guaraní que se comunicaba en su lengua propia.

La expulsión de los jesuitas de los pueblos guaraníes en 1768 fue traumática y con los años dio lugar a una deplorable disgregación y dispersión de la sociedad misionera, que ya no conseguiría rehabilitarse. Hasta los días de la Independencia (1811) los Cabildos de los antiguos pueblos seguirán escribiendo en guaraní sus quejas y reclamos. Es el guaraní jesuítico aun después de los jesuitas.

 

Fuente:

HISTORIA CULTURAL DEL PARAGUAY 1° PARTE

Obra de BARTOMEU MELIÀ y

SERGIO CÁCERES

COLECCIÓN

LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 14

© Editorial El Lector

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de portada: Celeste Prieto

Diseño Gráfico: Joel Lezcano Aguilar

Corrección: Nidia Campos

Portada: Fachada del Colegio Nacional de la Capital

a comienzos del Siglo XX.

Fotografías: Archivo del Padre Bartomeu Meliá y el Ateneo Paraguayo.

Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98

ISBN: 978-99953-1-088-2

El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966

El Lector II: San Martín c/ Austria. Tel. 610 639 - 614 258/9

www.ellector.com.py

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Asunción – Paraguay (115 páginas).

 

 

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